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El barco de Alexander von Humboldt Del arte de marear (Cuando Alexander von Humboldt con su compafiero Alexandre Aimé Goujaud Bonpland se hizo a la mar en La Corufia en junio de 1799, rumbo a Suramérica, sus miradas guardaron la memorable visién de aquel ‘momento, las costas del Viejo Mundo que iban a dar ala mar y se esfuma- ban de su horizonte. Era un momento estremecedor en que se mezelaban, sentimiento, apego a lo familiar, temor a lo nuevo y enteramente distinto, Pasar a las Indias seguia siendo sumamente arriesgado, no rutina con pre- visto desenlace sino aventura en que uno podria perecer. Humboldt volvia, a vivir ese momento que antes vivieran generaciones enteras de marinos, atravesar un umbral allende el cual no hay regreso, nada esti resuelto, y s6lo tiene una oportunidad quien mantenga despiertos sus sentidos. Ale- xander von Humboldt no era ningtin aventurero, sino hombre de curiosi- dad insaciable, casi animal, y de una capacidad de trabajo punto menos que inagotable. Todo estaba bien preparado y cavilado, el barco, repieto hhasta el tiltimo camarote de papeles cientificos, atlas ¢ instrumentos de ‘medicin; iban dispuestos a estudiar por mucho tiempo y entre las mayo- res fatigas una porci6n nueva de mundo, abarcarla y medirla por primera vez. La expedicién volvié al cabo de mis de cinco afios de viaje por siete paises de Suramérica, Cuba y Norteamérica. Valorar las colecciones, obser= vaciones y mediciones que trajo consigo dio quehacer a los cientificos durante todo el siglo XtX, y, en parte, hasta hoy’. ‘No nos embarcamos aqui en nada parecido: ni en investigar un Nuevo Mundo mediido hace mucho, ni en una expedicién en que podamos nau- fragar con el barco que nos leva, ni por un botin de 34.000 paginas manus- critas ¢ incontables objetos, desde minerales hasta animales disecados. Lo ‘que nos interesa es qué papel desempefia el espacio en la historia y eémo hha venido a ser que se nos haya eseurricio entre las manos, Pero tampoco es del todo azar que se nos haya venido a la cabeza para empezar nuestro trabajo la partida de Alexander von Humboldt a su vaje suramericano. La suya tiene que haber sido una curiosidad indomable que 25 queria salir mas ala del mundo consabido y familiar, tan fuerte como para arrostrar aun los mayores peligros: imagen de una empresa francamente ‘monumental que hoy vuelve a seducir a un mundo cientifico en trance de perder, y sobre todo olvidar, su unidad interna en la estela de la especiali- racién y divisién del trabajo. E imagen, al cabo, de devocisn a la coxa, de una entrega al objeto de estudio que incluye arriesgar el entero patrimo- nio privado, el cuerpo y el alma, y de la que hoy se puede sospechar s6lo haria sonrefr discretamente, De no hacerse ver en Alexander von Hum- boldt también ese auténtico animal de tiro dispuesto en todo momento y situaci6n a anotar lo esencial y dibujar con precisién, se reconoceria en él de inmediato al romantico henchido de todo el entusiasmo y desmesura de la época romantica, No es sélo del erudito universal, enciclopedia ambulante y academia en una pieza, de lo que hemos de ocuparnos, sino ide una actitud ante el mundo, de su afinidad con él y la energia con que esa atenciGn suya se concreta en las formas mas diversas. Sin que pareciera conocer limites: trabajaba con microscopio y con instrumentos astronémi- 0s, extractaba sobre el terreno documentos de civilizaciones precolombi- nas, observaba las poblaciones de monos en la jungla y se sumia en las rela- ciones de los misioneros, adelantado de la Etnologia y la Antropologia, hhacia dibujos y se sometia a las tediosas tareas del topografo y el carté- igrafo, y todo en condiciones extremas, con la humedad de la selva tropi- ‘al, sin los recursos que més tarde habjan de hacer posible y soportable el trabajo en lugares inhéspitos de ese género*. Alexander von Humboldt encama una figura del conocimiento en que todavia se atina cuanto mas, tarde ha seguido cursos separados, en disciplinas -Mineralogia, Geografia, Etnologia, Linglifstica, Botinica, Zoologia, Historia~, en expecialidades estadistica, topografia, cartografia y descripcidn del paisaje, densas des- cripciones de situacién y estudios historicos-y en formas distintas de orga nizacién: él encarna al cientifico entendido como erudito al tiempo que cempresario y organizador, todo en Ta misma persona. Figura una ciencia cen que la teoria atin podia sera la vez sin ningiin problema empiria y refle- xin, vision y sstematizacion, estudio de campo ¢ investigacién de archivo. Alexander von Humboldt es uno de los puntales de una Ciencia de riqueza incontrolable y poco menos que ilimitada, una que parece tener atin todo por delante: en parte alguna retorno 0 retroceso, por doquier ‘embarques, nuevas singladuras, exploraciones, descubrimientos. Natural- mente, tras casi dos mil afios de progresos en todas las ramas cientficas, y 6 ‘Edward Ender, Alexander von Humboldt y Aimé Bonplond en ta selva virgen, ca. 1850, éleo sobre lienzo. “Imagen de una empresa francamente m que hoy vuelve a seducir @ un mundo cientifico en trance de perder, y sobre todo olvidar, ai unidad Interna en ta extela de In especialiracion y division el trabajo.» tras un desarrollo que ha llevado a la ciencia a la condicién de «subsistema social», no puede darse ningiin retorno a Humboldt sin més. Evocar la figura del sabio universal despierta mis bien extrafeza; uno se ha vuelto ‘modesto tras tanto progreso que s¢ ha demostrado camino a la catéstrofe, Yaun asi, en esa figura sigue habiendo algo paradigmatico: la amplitud de horizonte, la disposici6n a salir ahi fuera y hacerse por uno mismo una imagen de cosas de las que atin no hay ninguna, la inmediatez de la impre- sién por la que dejarse estremecer de pies a cabeza, el valor de contfiar en los propios ojos, la disposicién a emprender el gran viaje aun cuando toda- via no esté todo aclarado y en regla «definitivamente», Hay algo que recu- perar en esa auclacia de romper y en el sentimiento correspondiente de que algo se juega en ello, Hay que hurtarse al menos por un momento a cuanto de miedo y de disciplinario hay en las disciplinas, a fin de poder echar un vistazo al todo, a la selva y no s6lo a los drboles, al mundo y no sélo-a sus partes. ‘Con este libro que ahora encaramos nos pasa un poco como a Alexan- der von Humboldt ya Bonpland en ese momento de perder de vista las cos. tas europeas sin tener ante si otro que cl ancho mar, donde a uno pueden centrarle mareos de tanto vacio y lejanfas. Nos gustaria recuperar el impulso assalir al mundo, Ks la hora. El espacio se ha olvidado, ya no lo hay. Presun- tamente se ha desvanecido, consumido por una vertiginosa aceleracién. Ya no hay espacio entre nutinas que funcionan, o a lo sumo, cuando por un instante se interrumpen: una catistrofe, una detenci6n forzosa fuera de programa. Entonces, de repente, Io hay: como escena, lugar de los hechos, ‘escenario de la catistrofe. Por un instante vuelve entonces el conocimiento de que cl mundo tiene agujeros negros y pese a toda aceleraci6n hay una ‘geografia que desempeiia un papel hoy como ayer. Hay cosas de las que no se habla porque se entienden solas, en todo caso mientras estén ahi calla- das o simplemente funcionen. Entre tales obviedades se cuenta el espaci Ni siquiera hay un lenguaje para él. Es un hecho de nuestra vida cotidiana, pero no existe en el lenguaje de la teoria, Esti ausente, reconstruido y recu- bierto de historia, sucesos, estructuras y procesos en que todo es impor tante, excepto esto: que todos tienen lugar, escenario de la accién, lugar de los hechos. El espacio parece colonizado por las ciencias sociales. Ahora se trata de dejarle volver en su ser con toda su enormidad. El mundo espacial esti ocupado por intérpretes y administradores de textos, El mundo parece metamorfoseado en un gran texto tinico, y de la 28 legibilidad del mundo» de Hans Blumenberg la mayorfa se ha quedado. s6lo con la letra, no con el espiritu. Percatarse del mundo significa dejar atrds la fjacién exclusiva en el texto y desechar la e6moda ilusién de gue aquél sea un gran texto tinico que hasta cierto punto podriamos descrifrar sin mas, desde el escritorio o la mesa del café. Los paisajes no son texios, como tampoco las ciudades. Los textos pueden leerse, a las ciudades hay que ir. Hay que mirar en torno. No puede leerse un lugar, hay que bus: carlo para darse una vuelta. Edificios y plazas son sus reproclucciones; los interiores, la novela en que aparecen. Se trata de relaciones espaciales, de distancias, cercania y lejanfa, medida, proporcién, volumen, figura. Espa- Go y lugar plantean ciertas exigencias; por menos, no se dejan tener. Quie- ren ser franqueados. ¥ de ellos no se debe decir palabra que no esté fena- ientemente acreditada sobre el terreno y en el lugar de autos: Io que no funciona sin adiestrar la mirada, sin estudios de campo, sin trabajo sobre lterreno. Y eso significa también que no funciona sin cerrar por un ins- tante los libros, apartar de ellos los ojos y contfiar en éstos directamente, sin ccubrirse, al descubierto. Entonces resulta répidamente que hay otros cami- nos por andar si uno quiere llegar al mundo. Pero zeuiles, por cuales? Adoptamos la forma de moverse de quien pretende orientarse en el espacio. Como queremos proceder, avanzar, nos ponemos en pie, Hace- ‘mos un plan de viaje, un esbozo, un itinerario, No se trata de la linea onto- drémica. No estamos construyendo un edificio. No es una indicacién de ‘cbmo alcanzar la meta, sino un método de moverse sin perder Ia orienta cién en terreno abierto por todos los costados. No nos apoyamos en deducciones a partir de un concepto que antecede a todo, avanzamos tan- teando: de ciudad en ciudad, de una lengua de tierra en otra, de isla en isla, de ensenada en ensenada como por antiguos portulanos. Puede ser bueno engaftamnos, que tras la préxima lengua de tierra no surja el puerto sino horizonte sin fin, haber echado mal las cuentas, en distancias yen Aificultades. No esti excluido encallar e irmos a pique. Avanzaremos con ayuda de mapas y nos toparcmos con que Io dicen todo, o lo callan, para arribar acaso alguna ver a una realidad de la que estamos convencidos es cosa distinta de su representacién y de los discursos que sobre ella se sos tienen. Quien usa correctamente los mapas alcanza alguna vez el mundo para el que estan hechos. Asi como no es éste un libro de mapas y cartografia, tampoco intenta competir con la reproducci6n de grandes obras cartogrificas las tinicasen 29 que se puede desplegnr la magia que exconden. Carecerfa de toda pers peetiva querer medirse con ellas. Quien las haya tenido en sus manos alguna vez sabe que, en cuanto obras de art, de cienca y de técnica, slo se les causa perjucio cuando se las intenta forzar en reprodueciones y copias reducidas Para comprenderias hay que contemplals, tal como se ta al museo para contemplar un Rembrandt. El presente texto gira en tomo a otro modo de andar a vuekas con mapas, de tratar y de mirar los mapas ye mundo que reflejan, No en tomo ala ihustracin sino ala refle- uci una mirada yuna atencion muevasa todo cuanto ni estéen los textos ni puede esta, liay anamente porque cl mundo, ago que se olvid6 hace mucho, no consist en textos, Este no es un libro para los ojos, sino para caberas que tengan los ojos para ver ol menos quieran trabajar con ellos Eno fundamental, gira en forno'a un solo pensimiento, a saber, que sélo pocemos hacernos eon una imagen adecnada del mundo si emperamos a pensar otra vez juntamente espacio, tiempo y accidn, Como exe pens Iniento elemental esti olvdado desterado hace bastante tiempo, vale la pena ponerlo de nuevo en crculaci6n, El es tambign brijulay comps del movimiento de bisqueda que ahora comienca, 30 Drama didéctico 1: La caida del muro de Berlin (1989) En algtin momento de un siglo xx a punto de concluir nos habiamos aprendido lo de que la historia habia llegado a su fin; luego vino 1989, no ‘obstante, y aquello que pareciera tan revelador y tan plausible ya no valia ‘También nos habfamos aprendido que el espacio se habfa desvanecido y ‘que la Geograffa no desempefiaba ya ningtin papel. Asf, algo que normal- ‘mente habria precisado con toda probabilidad discusiones prolongadas y argumentaciones prolijas se aclaré sin grandes comentarios ni fundamen- taciones tras las sacudidas de 1989. No sélo se habia disuelto un Imperio sino también un espacio, el que se llamara «bloque del Este». No habia acontecido s6lo una revoluci6n politica, sino tambi ‘spaciale que no habia dejado imtacto aspecto alguno de la vida. 1989 fue la fecha que seialé el final de la posguerra, y el muro de Berlin el lugar en {que t0c6 a su fin, Ante Ios ojos de unos contemporineos ya jubilosos de ‘esperanza, ya angustiados, transcurrié un drama didictico por el que les habrian envidiado otras generaciones. Ellos fueron testigos oculares de ccbmo pasa el mundo de un estado a otro, de un antes a un después. Casi ‘medio siglo habia vivido Europa en estado de divisi6n, entre fronteras sur- gidas de las dislocaciones de la Segunda Guerra Mundial y las tensiones de Ja Guerra Fria. La que discurrié por mas de medio siglo a través de la Europa de Yalta no tenfa precedente ni respaldo alguno, no era frontera étnica, cultural, idiomitica o historiea, y desde luego, tampoco «natural» Ninguna cordillera, ninguna corriente, ningtin corte lingiistco discurria desde cl este de Litbeck hasta Trieste: sino un telén de acero primero ‘mprovisado y reformado luego cada ver mejor hasta culminar en la cons- truccién del muro de Berlin. En adelante no hubo Europa alguna, sino el Este y el Oeste. Donde una vez se hablara de Centroeuropa habia ahora Puestos avanzados del campo socialista y del capitalista. Las metrépolis de Centroeuropa se habian tornado en ciudades provincianas en las perife- tas orientales u occidentales del mundo dividido. Habia que tener alguna taz6n especial para salir de una y pasar a otra, si es que no era totalmente tuna «revolucin 31

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