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El enigma Yrigoyen* Tulio Halperin Donghi Universidad de Caio, Berkeley ‘0 que quisiera conversar hoy con ustedes tiene que ver con un proyecto que estoy tra ido de llevar a cabo, y que es una suerte de antologta de escritos politicos argenti- nos. La coleccién se titula, me parece que demasiado ambiciosamente, “Biblioteca del Pensamiento Argentino”. A mf me toca el periodo que va desde la Ley Séenz Peia hasta 1943-1945 y dentro de ese perfodo, naturalmente, hay una figura central, una figura de una importancia enorme por el impacto que su presencia tuvo en el curso de Ia historia argen- tina. Me refiero naturalmente a Hipdlito Yrigoyen. Hip6lito Yrigoyen fue siempre una figura muy problemética, muy diffe de interpre- tar y que hizo sospechar a muchos que lo que ellos crefan acerca de la Argentina, acerca de las tradiciones politicas argentinas, acerca de las tendencias politicas argentinas, sim- plemente estaba equivocado y que habfa, en el desarrollo de la politica argentina, y, més atin, de la vida argentina, algo de misterioso que de pronto se revelaba en la presencia cen- tral de una figura tan extravagante, es decir, an alejada de las pautas que se esperaban de ‘un dirigente potftico. Una figura que en medio de ese caricter atipico, sin embargo, mos- traba un dominio del campo politico incomparablemente mis eficaz que el de cualquiera de sus rivales. Esto es lo que quisiera discutir hoy como “El enigma Yrigoyen”. Para entender por qué Yrigoyen aparecfa como tan enigmitico es necesario volver un poco més atrés y recordar de qué manera habia sido prevista, no diria planeada, la transi- cin hacia la democracia que significaba la implantacién de la Ley Sdenz Pefla. En el mo- mento en que se produce esa transicién habia en el fondo una considerable vaguedad, una considerable imprecisién en tomo a cuales iban a ser los efectos de esa ley; si esa ley iba ¢fectivamente a eliminar el predominio de los partidos que existfan hasta ese momento, ue, como todos estaban de acuerdo, no eran partidos, ya que habfan perdido toda cohe~ rencia; 0 si, por el contrari artidos que, sin embargo, habfan tenido un dominio muy grande del estado y de los mecanismos de representacién politica, estaban demasi do arraigados en la méquina del estado, en la méquina electoral, para que su predominio fuera amenazado por la transicidn. En lo que no habja demasiada discusién era en cudl era * Versn desgrabade de la conferencia dictada por Halpesin Donghi en la Universidad Nacional de Quilmes en octubre de 1997, Prismas, Revista de histor tual, Ne 998, pp.11-21 la alternativa que iba o no a reemplazarlo. Esa alternativa era lo que se Iamaba “los par- tidos nuevos”. En los debates parlamentarios todos hablaban de los partidos nuevos. ;Cus- les eran esos partidos nuevos? En términos muy generales, se los caracterizaba como par- tidos de ideas, que querfa decir que eran partidos programaticos, partidos que se organiza~ ban en tomo a un cierto programa de cambio y que se prometfan implantarlo en el caso de tener éxito. Esos partidos nuevos a veces se mencionaban por su nombre, eran el Partido Socialista, la Liga del Sur y la Unién Civica Radical; pero cuando se ve cual era el perfil ue se atribusa a esos partidos nuevos se advierte que el inico partido que es realmente un partido nuevo segsin esta concepcisn es el Partido Socialista. De todas maneras, la mirada es tan panordmica que se cree que, de alguna manera, los otros partidos, con las condicio- nes en las cuales se desarrolla una democracia de sufragio universal, si no son ya partidos programéticos, van a tener que serlo. En esto se encuentra a veces, en esas discusiones, uno de los arguments para confiar en que la transicién democratica no traerd consigo una transferencia de poder de los partidos ya existentes a los partidos nuevos, porque los par- tidos nuevos necesariamente van a organizarse en torno a programas de cambio social re- lativamente significativo y radical y la Argentina es, desde ese punto de vista, un pats esencialmente conservador. Esos programas, lejos de atraer el favor del electorado, lo van 4 ahuyentar, Por lo menos no van a conseguir apoyo suficiente para obtener mayorfas elec- torales para ninguno de los partidos nuevos, Nos encontramos aqui, desde luego, con una serie de anticipos que preparan para una decepcién muy fuerte porque, efectivamente, el més importante de los partidos nuevos no s un partido nuevo. La Unién Civica Radical, en el fondo, es el tinico partido que sigue siendo auténticamente un partido, aunque pequefio, en el marco de los partidos tradiciona- les. Es decir, es un partido que no es nuevo en ese momento ~data de 1892- pero es més ‘nuevo, por ejemplo, que el Partido Autonomista de los “pellegrinistas”; es menos nuevo, es mas viejo. Ademés, es un partido cuya dirigencia tiene un pasado, que es el pasado de Ia vieja politica. De tal manera que aqui hay ya un espacio para la decepcién, pero la de- ccepcién que va a venir es mucho més seria que ésta, es una decepci6n que surge del éxito {que Hipélito Yrigoyen obtiene en el marco de las nuevas normas electorales. Aqui creo ‘que, en parte, ¢s una decepeién que viene de Ia visién no basada en ninguna experiencia de lo que significa el paso a una democracia de sufragio universal. Por ejemplo, Lisandro de la Torre estaba convencido de que las méquinas electorales que controlaban las situa- cciones provinciales no se estaban preparando como correspondfa para esa metamorfosis porque no estaban aceptando un programa de reformas que las transformara en partido de ideas. Habfa un elemento que De la Torre no consideraba, y que parece, sin embargo, bas- tante obvio, y es que esa transformacién de los mecanismos electorales obligaba a una co- sa mucho mas pedestre pero imprescindible que era transformar méquinas politicas desti nnadas a movilizar a un grupo muy pequefo en situaciones no competitivas en méquinas politicas capaces de disputar la mayorfa del electorado con sus rivales. Lo més curioso de esta ceguera de De la Torre es que mientras é1 ignora esa necesidad cuando presenta un programa de transformacién nacional, la advierte perfectamente cuando funciona politica ‘mente en la provincia de Santa Fe. La Liga del Sur adopta una organizacién que es una or- ganizacién calcada de la Unién Civica Radical de la que proviene De la Torre, es decir, tuna organizacién que crea comités permanentes, précticamente en todos los pueblos don- de esperan poder contar con algtin apoyo. De tal manera que hay aqui un elemento para la 12 sorpresa, por el éxito de Yrigoyen, que viene de algo muy sencillo, y es que Yrigoyen sa- be perfectamente, y desde el primer dia, que hay que hacer eso. De tal manera que él ve la transicién como una transiciOn que se da en la creacién de un partido cuya organizacién le permite acceder al nuevo electorado del sufragio universal. Aquf nos encontramos con algo que creo que tiene mucho que ver con el éxito politico de Yrigoyen, y que va a hacer ese éxito tan irritante, su enorme capacidad organizativa En 1893 Yrigoyen lanza al radicalismo provincial a ta revoluciGn y esa revolucién son ochenta y cinco revoluciones que estallan simulténeamente en ochenta y cinco cabe- zzas de partido, Todo esto él lo ha logrado en un partido que se ha formado en 1892. De tal ‘manera que encontramos aqui a un organizador formidable. ;Cuiles eran sus métodos de organizaci6n? Bran métodos anteriores a los de un modemo partido de masas pero méto- dos que iban a sobrevivir luego en otras experiencias democriticas. A este respecto, una anéedota me parece muy relevante. R6mulo Bentancour, el creador de Accién Democriti- ‘ca de Venezuela, que se reprochaba haber inventado a Carlos Andrés Pérez, decia que ha- cer elegir presidente a este tiltimo le habfa costado tomar un café con cada uno de los vo~ tantes de Venezuela. Es decir, en medio del nuevo sistema de propaganda por television y demas, habia ciertos métodos organizativos que hacian politica de masas con procedimien- tos anteriores a 1a politica de masas y ése era, evidentemente, el mecanismo tan exitoso ‘que Yrigoyen habia puesto en movimiento. De tal manera que hay un elemento que expli- ca la irritaci6n frente a Yrigoyen y es simplemente el éxito, En el fondo, la Ley Séenz Pe~ fia atribuye un tercio a la oposicién porque nadie crefa que en una representacién propor- ccional el radicalismo iba a conseguir un tercio de los votos, de tal manera que es ese &x to el que prepara ya a los adversarios politicos de Yrigoyen para contemplar su gestiGn de ‘un modo poco caritativo. Pero hay otras transformaciones que Yrigoyen trac consigo y que hacen que a esa irritaciOn se acompafie la perplejidad. Desde muy pronto Yrigoyen, efectivamente, co- ‘mienza a ser visto como una figura enigmética. No se sabe, por ejemplo, si es tonto. A ve- ces lo parece pero cuando se ve en su funcionamicnto politico se advierte que, en este ca~ so, la tonteria es un elemento muy eficaz de éxito. Por otra parte, no se sabe si cree en lo ‘que dice. Muchos de sus adversarios caritativamente dicen que, obviamente, no puede ‘creer porque es un galimatfas sin sentido o si, por el contrario, es un manipulador de sus ‘erédulos seguidores que son admiradores de la poesia de Almafuerte y que entonces estan listos para admirar el equivalente en prosa de la poesfa de Almafuerte. Ahora bien, Yrigoyen es entonces, desde muy pronto, desde 1916, un enigma pero un problema, una figura irritante para todos sus rivales de la derecha, sus rivales conservado- res, pero también sus rivales de ta izquierda. Los socialistas s6lo se consolaban pensando ‘que en el fondo la formacién de una democracia es un proceso educativo y que es neces: riamente un proceso lento; que efectivamente lo que estaba ocurriendo eran los primeros errores en un camino que gradualmente iba a llevar a opciones més razonables. De todas. ‘maneras, tampoco ellos podfan entender demasiado bien por qué Yrigoyen lograba desper- tar esas adhesiones que, efectivamente, despertaba, Si esto era un enigma, un problema, un factor irritante, tard bastante tiempo en transformarse en el problema central de la polit ca argentina. Por el contrario, la primera presidencia de Yrigoyen fue considerada por sus ‘enemigos una presidencia muy poco brillante. Aqui hay un elemento que hay que tener en cuenta, Sélo gradualmente comenz6 a urdirse la leyenda de la edad de oro administrativa 13 que habfa sido la etapa conservadora. A partir de 1916 el reproche que aun sus adversa- rios conservadores le hacen a Yrigoyen es que el trénsito al sufragio universal no ha me- jorado el nivel politico caracteristico de la vieja repiblica oligérquica; un reproche que no ccarecfa de fundamento pero que al mismo tiempo era bastante limitado, A Yrigoyen le re- prochaban en el fonds que no fuera mejor que ellos y, por otra parte ese reproche era un elemento relativamente marginal en la visiOn de los problemas que la Argentina enfrenta- ba porque iamediatamente después de la eleccidn de Yrigoyen, a partir de 1917, comien- za.un perfodo de movilizacién social muy considerable que, en realidad, dura hasta 1921 ¥ Gene, por una parte, sus causas, si ustedes quieren ser, digamos, marxistas vulgares, Tie- hne que ver con el hecho de que luego de un perfodo de muy intensa crisis de desocupacién Ja economia comienza a florecer, a expandirse y requiere mas fuerza de trabajo. Los tra- bajadores descubren que simplemente su posici6n negociadora es mas fuerte por ese solo heeho y, ademas, hay un proceso inflacionario. De tal manera que ellos tienen motivos pa- ra entrar en conflictos y tienen también la sensacién de que ahors es menos contraprodu- cente de lo que ha sido en la etapa anterior. Al mismo tiempo, como ustedes saben, hay tuna inspiracién ideol6gica que viene, en parte, de las esperanzas que las potencias aliadas se dedican a fomentar sobre el cambio social que va a venir luego de su victoria y, en par- te, de la Revolucién Rusa. Las dos influencias, curiosamente, no se distinguen demasiado en ese momento. Incluso a Ingenieros wn0 lo encuentra algunas veces diciendo las posi- ciones de Wilson y Lenin, es decir, Lenin es una especie de Wilson més malhumorado. ‘Todo eso crea una situacién en la cual el problema central es el problema del contlic- to social y lo que se les reprocha a los radicales es, a lo sumo. que no sean lo bastante mi- litantes en defender ia causa del orden establecido en el conflicio social. Es un reproche {que tiene sus aktibajos porque hay momentos en que los radicales, por cierto, son bastan- te militantes en esa defensa y otros momentos en que no. De tal manera que s6lo cuando <1 conflicto social se aquieta a partir de 1921, y se aquieta en el fondo porque, por una par- 1e, termina el breve auge de posguerra y, por otra, viene una estabilizacién de precios, la fuerza de trabajo se siente menos fuerte y tiene menos motivos para activar. S6lo entonces comienza a verse que de pronto hay otro problema, es decir, que la transiciGn a! sufragio universal no slo es problematica porque tiene como consecuencia un estado que esté me- nos “jugado” en el contlicto social, sino que es problemética en sf misma porque esté cam- biando los rasgos mismos de la vida politica. Hay aquf entonces e! comienzo de una do- ble reaccién, Por una parte, una reaccién a Yrigoyen y, por otra, una reaccién que se hace cada ver mds abierta, cada ver més decidida, a la democracia de sufragio universal. Luego de esta introduccién bastante larga Hegamos finalmente a nuestro enigma, es decir, a Yrigoyen. {Por qué Yrigoyen era tan problematico? Porque, efectivamente, él in- troduce un estilo de interpelacién politica totalmente nuevo que, por otra parte, hace es- cuela, Al respecto, yo quisiera comenzar comparando un texto que es esa biografia oficio- sa que en cada campaiia presidencial presentaba el candidato. El predecesor de Yrigoyen en as elecciones, Roque Séenz Pefia, habia tenido a su servicio un autor de primera fila. Este autor era Pau Groussac. Paul Groussac escribié una muy curiosa presentacién de Saenz Peiia que, en tipico estilo Groussac, subraya todo lo que en Séenz Pefia lo hace merecedor de su sincero afec- to, pero agrega que ese aspecto no le impide ver, naturalmente, las fallas del candidato. Se- fala que es un hombre mds respetado por sus virtudes, por su entusiasmo, que por la agu- 14 ddeza de su inteligencia; que es un hombre, por otra parte, como dice en frase deliciosa, que no hay ley que él obedezca con més placer que 1a “ley del menor esfuerzo”. Me parece que ‘aqui vemos no s6lo la presencia de una pluma incontenible (porque Groussac sin duda no se senté a escribir pensando decir esas cosas) sino, ademés, la presencia de todo un siste- ma politico muy curioso. Hay una frase de Montesquieu en donde é! dice que ta tinica igualdad verdadera existe en las aristocracias y entre los aristécratas. Yo creo que eso es lo que se refleja también en este texto de Groussac. Groussac es el igual de Saenz. Peiia pe- +0 no s6lo eso, escribe para un pdblico de iguales con los cuales no se trata de ocultar na- da, todos son tan participes de los secretos del principe como él. De tal manera que tratar de deciles que Séenz Pefta es un pensador agudo seria ofensivo, Por lo tanto, ese texto que resulta tan poco chocante, que es la pieza de resistencia en los dos voluimenes que la Unién Nacional publica luego, una vez elegido Sdenz Pea, bajo el titulo de Roque Sdenz Pena, es perfectamente adecuado a ese contexto, Hay otro texto que presenta a Yrigoyen. Ese texto es de Horacio Oyhanarte y se lla- ma El Hombre y, antes de la elecci6n de Yrigoyen, alcanz6 una sexta edicién. Es un texto que cambia totalmente e1 modo de dirigirse al protagonista, de hablar del protagonista, , al mismo tiempo, el modo de dirigirse al pablico: [...] Pero vamos al encuentro del hombre, iremos a tomarlo donde lo ha colocado la histo- ria como en un altar, en su Sinai, entre los escombros humeantes del parque. En la mafia- na formidable el estampido de los cafiones desperté a la urbe sofiolienta, ;Por fin, dijo la ciudad bendiciendo la hora; ;Por fin!,respiraron los pechos de las madres angustiadas y el sollozo de 10s nifios (dormidos). ;Por fin!, elam6 el coraje y el odio y el extravio y la vir- tud. Era la Iluvia sobre la tierra reseca y resquebrajada, era la providencia suméndose al ‘mundo y seftalando con su indice de misterio el camino de un nuevo calvario. Cada dispa- ro tenfa un eco en la conciencia colectiva[..] Ahora bien, lo mas curioso de esto es que en esta presentacidn grandiosa del hombre, s6- lo al final se advierte que no se trata de Yrigoyen. Efectivamente, cuando dice “(...] él era la revolucién, por eso estaba allf, por eso lo rodeaba la tragedia, por eso sus botas rotas se manchaban de sangre humana y sus barbas nfveas alzaban como un relente el humo de la polvora [..J", el mero dato de que las barbas niveas nunca fueran parte de la figura de Yri goyen permite descubrir que aqui ha estado hablando, no se sabe por qué, de Leandro N. ‘Alem, Inmediatamente pasa a hablar de Yrigoyen: [... si fugramos a definir en una formula al Dr. Hipélito Yrigoyen dirfamos que es el mé- ‘ximum del talento dentro del maximo del equilibrio mental. Ya sabemos lo dificil, lo pro- vvidencial que importa que se realice este dualismo, esta verdadera entelequia. Cuando ella aparece coneretada en la frente de un hombre, ese hombre ¢s un iluminado que leva en si el fuego que caldea y el freno que contiene. La vela hinchada del ideal y el timén que la orienta, es a la vez fuerza y serenidad, empuje y resistencia, terquedad gloriosa, empeci- namiento magnifico, fuego y luz, lluvia y germen...[..] el mayor talento corresponde a la ver al mayor desequilibrio mental. De ah, sin duda, la teorfa de la escuela positiva de que el genio y el talento sean una anormalidad. El genio y el talento suelen elevar tanto mas €en sus radicaciones cuanto més caen en las trivialidades; a la manera de esas montaiias que mds se elevan hacia el infinito cuanto mayor es el hachazo de sus abismos. Su estilo —de 15 pronto pasa sin advertencia a otro tema-, es como el trasunto de su propia individualidad, in afectaciones ni protocolo. Se lo reconoce en su envoltura intelectual como en su vestimenta civil, parco, sin una sola cosa mas de la necesaria. As{ es también en todas sus modalidades. Trabaja, suefia, piensa, vive, combate y guerrea por su patria ala cual le dedica sin limitaciones desde la preocupacién mds leve hasta el insomnio més mortifican- te, Mira alld lejos donde el horizonte se esfuma en interrogaciones|...), cetcétera. No voy a infligirles mucho més porque es de una monotonfa notable, De todas ‘maneras, como ustedes ven aquf, esto es un texto que establece una relacién totalmente di- ferente, en primer lugar entre Oyhanarte e Yrigoyen y, por otra parte, entre Oyhanarte y sus lectores, Aquf, el igualitarismo aristocrético ha desaparecido por completo, Por una arte, Oyhanarte se posterna ante Yrigoyen, pero, por la otra, se envuelve en algo del pres- tigio de Yrigoyen cuando se vuelve a los lectores. Esto es s6lo un comienzo. Oybanarte va a ser luego un politico muy importante dentro de la administraciGn radical y su estilo, en buena medida, anticipa lo que serd el estilo de Yrigoyen. Este estifo, en mi opiniGn, ha al- canzado su punto més alto en un telegrama que Yrigoyen envia a Marcelo Torcuato de Al- vear, que es su embajador en Francia en 1920, y que debe actuar como representante ar- gentino en Ia Liga de las Naciones. Yrigoyen le da a Alvear instrucciones precisas. Estas instrucciones son que debe presentarse en la Asamblea de la Liga de las Naciones simple- ‘mente al efecto de decir que si la Liga de las Naciones no se abre a todas las naciones de la Tierra, ia Argentina se rehtisa a integrarla. Alvear parece anonadado por esas instruc- cones y eseribe, en una prosa que uno no esperaria del Dr. Alvear, que todos conocimos como uno de los mds sensatos de nuestros presidentes, el siguiente poema en prosa: ‘Sobre ia ruta pensativo el maestro marchaba solo y la ruta aclaraba ante su gesto. A su al- rededor, desplegando sus pasiones andrquicas, la multitud se agitaba creciendo en las alar- ‘mas de su noche de inconsciencia y sus diseipulos ansiosos lo segufan y no comprendien- do y temiendo 1a tempestad, hablaban entre sf. Entonces, el que entre todos el maestro ‘queria y crefa més leal en su fe, més valiente también [..] (Ginebra, 3 de diciembre de 1920). ‘Aqui nos encontramos con esas transiciones a las que la prosa radical va a tener que acos- tumbrarnos porque después de esa evocacién casi de Cristo predicando en Galilea, pasa a fecharlo y dice: “/Maestro, daos cuenta!, marchamos hacia el abismo. El mundo alrededor ‘nuestro edifica la ciudad de bronce mientras nosotros vamos al desierto. Ya estamos solos, lejos de los pozos, lejos de los fuegos del vivaque. Entre nosotros mismos lo han dicho. iMaestro, daos cuenta!” A esto sigue el telegrama de respuesta de Yrigoyen que es, evidentemente, un mode- lo mucho mAs complejo de prosa que Alvear ha logrado sélo imitar de una manera casi sobria: Arrastrada por la eterna corriente de los destinos de la vida, flotando por el misterio sondable que 1a conduce, 1a balsa de la humanidad deriva hacia la aurora que dia tras df

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