Professional Documents
Culture Documents
Gengis Kan Historia Heptágono
Gengis Kan Historia Heptágono
Los kiutes, tribus del suroeste del lago Baikal, habían elegido como jefe a
Yesugei, quien había conseguido reunir bajo su mando unas cuarenta mil
tiendas. Al volver de una batalla contra los tártaros, el guerrero se encontró
con que su favorita, Oelon-Eke (Madre Nube), le había dado un heredero, al
que llamaron Temujin. El niño tenía en la muñeca una mancha encarnada,
por lo que el chamán pronosticó que sería un famoso guerrero. Años
después, en efecto, Temujin se convertiría en Gengis Kan, el célebre
conquistador mongol. Su nacimiento figura en los anales chinos en el año
1162, Año del Caballo.
La situación se agravó aún más cuando la familia se vio atacada por el jefe
de la tribu de los taieschutos, Tartugai, quien le condujo a su campamento
amordazado por un pesado yugo de madera al cuello y vendado por las
muñecas para ser vendido como esclavo. Temujin pudo liberarse una
noche: derribó a su guardián y le aplastó el cráneo con el yugo, y se
escondió en el cauce seco de un arroyo del que no salió hasta el amanecer.
Después de convencer a un cazador errante para que le liberase del yugo y
le ocultase por un tiempo prudente, Temujin pudo regresar a su
campamento. Esta hazaña le dio gran fama entre los demás clanes, y de
todas partes comenzaron a llegar jóvenes mongoles para unirse a él.
Corría el año 1196, y entre los mongoles corrió la voz de que había llegado
el momento de elegir un nuevo rey de los mongoles entre los jefes de los
campamentos. Cuando el chamán declaró que el Eterno Cielo Azul había
destinado a Temujin para tal cargo nadie se opuso, y la elección del nuevo
kan, que entonces contaba con veintiocho años de edad, fue celebrada con
gran esplendor. Temujin se preocupó ante todo de fortalecer su propia
tribu, de constituir un verdadero ejército y también de estar informado de
cuanto acaecía en sus tribus vasallas.
Pero la ambición de su jefe llegaba más lejos: en 1203 se volvió contra sus
antiguos aliados, los keraitos: atacó a Toghrul por sorpresa con el apoyo de
las tribus del este y aniquiló al ejército que tantas veces le había ayudado.
Al año siguiente dirigió la lucha contra los naimanos, turcos de Mongolia
occidental que vivían en las montañas de Altai. Esta vez el jefe mongol dio
muestras de una magnanimidad poco habitual en él, esforzándose por
favorecer el cruce de ambos pueblos y conseguir que el suyo asimilara la
cultura superior de los vencidos. Pero no era ésta su acostumbrada norma
de conducta, ya que el jefe mongol reunía todas las características del
guerrero despiadado y cruel, afecto a las ejecuciones colectivas y a la
destrucción sistemática de los territorios conquistados. Con los suyos,
Temujin era también inexorable y despiadado como la estepa y su terrible
clima. Invariablemente mataba a cuantos pretendían compartir con él el
poder o simplemente le desobedecían.
Emperador universal
En el 1206, Año de la Pantera, cuando ya todas las tribus de la Alta
Mongolia estaban bajo su dominio, Temujin se hizo nombrar Gran Kan, o
emperador de emperadores, con el hombre de Gengis. En el curso de una
importante asamblea de jefes, Temujin expuso su idea de que el interés
general exigía nombrar un kan supremo, capaz de reunir toda la fuerza
nómada y lanzarla a la conquista de ciudades fabulosas, de llanuras
salpicadas de prósperas casas de labranza y de puertos riquísimos donde
atracaban los navíos extranjeros. Ante la enumeración de estas
posibilidades, los mongoles se estremecieron de codicia. ¿Quién podía ser
ese caudillo de caudillos? El nombre de Temujin, que ya había sido
aclamado jefe de una importante confederación de tribus y era a la vez
respetado y temido, voló de boca en boca. Oponerse a su idea podía ser
peligroso, y apoyarla no era sino consagrar un estado de cosas y quizás
conseguir grandes botines.
Gengis Kan dedicó sus esfuerzos a poner orden en las estepas, imponiendo
una severa jerarquía en el mosaico de tribus y territorios que se hallaban
bajo su dominio. Reinó de acuerdo a las leyes fijas del severo código
mongol conocido con el nombre de Yasa, que sirvió de base para las
instituciones civiles y militares, y organizó su reino de modo que sirviese
exclusivamente para la guerra. Inculcó a sus súbditos la idea de nación y
les puso a trabajar en la producción de alimentos y material bélico para su
ejército, reduciendo sus necesidades al mínimo exigido por la vida diaria
con objeto de que todos los esfuerzos y las riquezas sirviesen para sostener
a los combatientes.
Pero Gengis Kan supo también ganar más de una batalla sin enviar ni un
solo soldado al frente, valiéndose exclusivamente de la propaganda. Los
mercaderes de las caravanas formaban su quinta columna, pues por medio
de ellos contrataba los servicios de agentes en los territorios que
proyectaba invadir. Así llegaba a conocer al detalle la situación política del
país enemigo, se enteraba de cuáles eran las facciones descontentas con
los reyes y se las ingeniaba para provocar guerras intestinas. También se
servía de la propaganda para sembrar el terror, recordando a sus enemigos
los horrores que había desencadenado en las naciones que habían osado
enfrentársele. Someterse o perecer, rezaban sus advertencias.
Un imperio en herencia
Tal fue la extraordinaria máquina militar con que Gengis Kan conquistó el
mundo. En el invierno de 1227, las tropas mongoles, acompañadas por
todos los hijos y nietos de Gengis Kan, emprendieron la marcha hacia el
este, para invadir el reino tangut, en China. Cuando ya nada podía salvar a
las poblaciones del fuego y de la espada, el viejo Kan se sintió próximo a su
fin. Ninguna enfermedad se había manifestado en él, pero su instinto
certero para la muerte le advirtió de que estaba cerca, y reunió a sus hijos
para repartir los territorios de su vasto imperio: para el mayor, Yuci, fueron
las estepas del Aral y del Caspio; a Yagatay le correspondió la región entre
Samarcanda y Tufán; a Ogodei le fue otorgada la región situada al este del
lago Baikal; para el hijo menor, Tuli, fueron los territorios primitivos, cerca
del Onón.