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¥ KUHRT, Amélie, El Oriente Préximo en la Antigiledad (c, 3000-330 a, Gl, Barcelona. Critica. ee eee eee te eee cic aS OSCE F TOS CUADRO TI. Cronologéa: Imperio Antiguo ay males. El~ ivel de los impuestos se fijaba tradicionalmente en el curso de tuna insfasi6n bienal, realizada por el faraGn y su corte, Este habitual viaje de inspeccién que realizaban tos faraones se denominaba «tecuento del ga. nado» 0, de modo mas grandilocuente, el «séquito de Horus» (Horus = rey), y secvfa como sistema para computar los aiios de reinado de un faraén, Los impuestos eran recaudados en especie y guardados en los almacenes reales para ser distribuidos cuando el monarca ast lo exigiera y ordenara. El regis. ‘ro regular de los niveles del Nilo, que empezé a Ilevarse en esta época, in. dica que existia cierto grado de planificacién econémica; baséndose cn los niveles del rio el estado podia efectuar una predicci6n aproximada de la cosecha que iba a obtenerse. Fl propio faraén poseia grandes extensiones de tierra, entre ellas vifiedos en ef delta, aunque no se sabe cul era la pro. porcién de tierras de cultivo que estaba en manos del monarca, Parece probable que los oficiales administrativos pertenecicran inicialmente a las aristocracias locales, propictarias a su vex de tierras. Poco a poco fucron tcansformandose en funcionarios reales, servidores del faraén, que evan tras, ladados de un destino a otro a medida que Io requerfa el gobierno, aunque no se sabe hasta qué punto era definitivo el cambio, Es posible que los gra. dos més altos del escalafén administrative fueran ocapados por miembros de la familia rea. Todos estos desarrollos fundamentales se hacen visibles en tiempos de las dinastfas 1 y TI. A finales del perfodo dindstico arcaico, Egipto ora un estado grande, unido bajo un soberano supremo y absoluto, que habfa concentrado eficazmente en sus manos toda la riqueza y el poder politico. Su posiciGn se vefa ratificada por una serie de ceremonias y ritos extraordinariamente com. Plejos y elaborados, que venfan a subrayar su naturaleza divina. Las impre~ sionantes tumbas reales, grandiosas y elaboradas, en cuya construccién ¥ en cuyo mantenimiento, aprovisionamiento y culto se invertia una proporcién significativa de tos recursos humanos y materiales de Egipto, constitufan otra ‘manifestacion perdurable de esa naturaleza, 2. Bowro DURANTE EL IMPERIO ANTIGUO. (DiNasTIAS ILL-VE: c. 2686-2181) ‘Suele decirse que et Imperio Antiguo comienza en Egipto con el primer faraén de la dinastfa II (del que por lo dems no sabemos casi nada) y que acaba con el reinado de Pepy II, de la dinastia VI (2345-2181). Tenemos co. pocimiento de los sucesores de Pepy IT y de otras dos dinastias de Menfis (la Vil y la VIID, pero los reinades de estos monarcas fueron tan breves y su nt. ‘mero tan grande que da Ja impresién de que tuvieron serios problemas para mantenerse en el poder. Asf pues, lo mejor quizA sca estudiar esta fuse junto con la cuestién del-hundimiento del Imperio Antiguo (véase el capitulo 3, apartado 3). La duraci6n del Imperio Antiguo fue de unos quinicntos afios Dinastia Vi (¢. 2345-2181 0 2323-2150) Dinasta IH (. 2686-2613 0 2649-2575) i a ‘Sanakhte eae tie seco cena ae Mtoe at Te iy ee Netjerykare ee IV (, 2613-2404 0 575.2 Bre YO ROH STE ata VII. 2ABL-2173 02150-2142) oeops (@ Kite) jranosehie earary beth (Kate heen Menteue) Shepestat Dinastia V (c. 2494-2345 0 2465-2323) Userkat Sahure Neferirkare Kakat Shepseskare Isi Neferefie Neuserre Menkauhor Akauhor Djedkare Isesi Unis aproximadamente nueve farsones Dinastia VIM (¢. 2173-2160 0 7142-2129) aproximadamente seis faraones aproximadamente, época durante la cual Egipto se mantuvo unido como una tdad fuerte y cohesionada. ‘para exabiccer la sronologfa dele faones se uizan las lista de e- yes. Particularmente importante es la piedra de Palermo (véase supra, p. 151), que recoge algunos de los acontecimientos més notables de los dis- tintos reinados; da también los niveles del Nilo y alude a los «recuentos del ganado» del faran (ARE; I, §§ 146-148; Roccati, 1982, §§ 6-33; véase Bar- ta, 1981). Existe un pequefio problema, por cuanto no es seguro si los recuentos de ganado seguian Hevindose a cabo cada dos afios, 0 si en un de- {erminado momento se convirtieron en una operacién anual. Esta circunstan- cia afecta evidentemente al cAlculo de Ia duracion de los distintos reinados, Pero la principal dificultad que plantean las valiosas informaciones recogidas en la piedra de Palermo es que no pasan de la dinastia V. La otra fuente es el Canon de Turin (véase supra, p. 146). Ofrece una lista de los faraones de Jas dinastfas III-VIII como si fueran de Menfis (lo mismo que Manet6n) En el papiro, el nombre del faraén Z6ser (el segundo rey de Ja dinastia III) ha 162 FL DESARROLLO DE ESTADOS ¥ CIUDADES sido subrayado en rojo, hecho que probablemente aluda a la fama de la que gozaba durante el Imperio Nuevo como constructor de ta gran pirimide escalonada de Saqqara, y amigo de Imhotep, cl célebre sabio y supuesto arquitecto de su tumba. Testimonios de la época El tipo de fuentes que se nos han conservado impide que podamos es- cribir una historia narrativa coherente del Imperio Antiguo. Por otra parte, ‘comparadas con las del perfodo anterior, son bastante completas. Pero ado- lecen de serias limitaciones, Las fuentes de la época consisten, ante todo, on textos oficiales encontrados, por ejemplo, en los enterramientos reales. Se contervan en buena parte los monumentos faraénicos provistes de inscri ciones, en particular tumbas, relieves en templos funerarios (especialmente f partir de la dinastia V), y estatuas de reyes, invariablemente asociadas al culto funerario de Ios faraones. Pero el volumen de informacién histérica {que pademos obtener de esos textos es bastante escaso. Lo mismo cabe de- cir de las breves inscripciones que aluden a las expediciones reales envi ddas, por ejemplo, al Sinai, donde tenemos documentadas varias expedici nes y campafias militares de numerosos faraones de las dinastias HI-VI (Gardiner y Peet, 1952-1955; Roccati, 1982, §§ 224-239); ran Ia presencia del faraén en Asusn, en la frontera del sur (Pepy J y Me~ renre {dinastia VI: Urk. 1, 69, 9-10; Roccati, 1982, §§ 56-57). Una estela, correspondiente al reinado de Sahure (dinastfa V), habla de una serie de campafias (a oriente, a occidente y a Nubia); procede det templo funerario del faradn, contiene una lista del botin obtenido (animales), y habla de pri- sioneros de guerta (Urk. 1, 167-169; Roccati, 1982, $8 37-39); pero, como de costumbre, es demasiado breve. La piedra de Palermo y algunos breves textos provenicntes de la regién situada al sur de Asuén demuestran Ia exis- tencia de una serie de campaiias dirigidas por el propio faraén contra Nubia, que tienen todo ef aspecto de ser meras incursiones destinadas a la captura de ganado y hombres. Una fuente més fructifera de documentos extensos relativos a los faraones. es la que nos ofrecen las tumbas de los funcionarios reales. Al estar construi- das para fa etemnidad, las tumbas constitvian el tugar ideal para conmemorat Jos favores recibidos del soberano por el difunto: privilegios especiales, rega- os, cartas de recomendacién del monarca, etc. Por consiguiente, conocemos algunos decretos reales gracias a estas fuentes. Famosisimos son los Llamados decretos de Coptos, en los que diversos faraones de finales de! Imperio Anti- guo (Urk, 1, 214, Goedicke, 1967) conceden ciertas exentciones y privilegios especiales a la capilla fanebre de la familia real. Pero existen.snuchos otros documentos: la autobiografia de Harkhuf, que dirigié diversas carpaiias co- merciales en el sur de Nubia en nombre det faradn, conserva un decreto par- ticularmente tico promulgado por Pepy I, probablemente todavia nifio por i \ | | ROIPTO DESDE LA DINASTIA 1 HASTA LA DINASTIA XVU 163 aqoel entonces, que Harkhuf mand grabar en su tamba excavada en I coca enfrente de Aswan: Sello del propio rey: aflo 2, tercer mes de la primera estaciéa, df 15. De- ‘xcio del rey a su compaiiero sin par, sacerdote lector, jefe de sus escol Har. oct on ee a erage ae ls feet ai he a ayn cn oe Da wn in pee ye ya thon eine ar theese: Ba ey ea I eg te te ee face nal Heh fb Be ite a en {Woo antes hasta Yama habia traido nada parecido. Vecinderamente sabes hacer aqeello que t sefior ama, aleba y ordena. Su majestad te colmard de dignos honores en beneficio del hijo de t hijo, para empre, de suerte que la gente diga, cuando se entore de Io que mi majestad igo por ti: ejflay algo que iguale a To que hicieron por el compafiro sin par, Hackhut, cuando bajé de Yam, en premio por la atencién demostrada a Ia bora de bacet lo que su sefior amaba, alababa y ordenaba?». Ven de una vez. al norte, a la resideneia! ;Date prisa y trae contigo sao 1 salvo.a ese pigmeo que trajste del pats de los moradores del horizonte para 1S tanans del dios, a fin de deleitar ol coraz6n, de regocijar el corazén del rey Noferkare, que vive por siempret Cuando baje contigo al barco, pon hornbres ignos a su alrededor en eubierta, no vaya a caerse al agua, Por la noche, cuan- Giesté acostado, pon hombres dignos alrededor de su tiend ces ato Targo de la noche! 1 {Vigflalo diez ve- i majestad desea ver a ese pigmco més que a los. Se eos as nas (es dei, Sina) ¥ de Punt! Cuando Hegues 2 dongs de at nea venga contigo sano nlwo, mi masta hia grandes residency oe ae que hice por el porte de sello del dos, Bawerde, as Tsai Tconorte a dee de i majestad de ver 8 ch Bi er ead odenes a jte de las mcvasciudaes y al compaero oe racerdoten para que se ocupen de que se sumiisren provsio- inspector de io Shnacones J depos de Ton templos que etn 8 cargo, sin ae oe pelt (Ure. i 120-131; ARE, 1, 8§ 350-354; Lichhoin, 1973-1980 (01), pp. 26-27; Roccati, 1982, § 196). Se trata de una carta enormemente vivaz y reveladora, pero no hay mu- chas que sean tan ricas, y los documentos como éste estén muy repartidos & To largo de los quinientos aiios que dur6 el Imperio Antiguo, ‘Un ianportante volumen de material escrito es el que nos proporcionan Tas autobiografias de los funcionarios reales escritas en Tes paredes de sus tam das, La autobiografia ftinebre, que siguid viva como forma literaria tipica- ronte egipcia hasta el periodo prolemaico (Lichtheimm, 1988), se desarrollS a putt de dos elementos relacionados con cl enterramiento: en primer Inger, 2 partir de Ia coraciGn para que siguicran realizéndose oftendas después de 164 HL DESARROLLO DE ESTAOS Y cHLOADES 1a muerte, en la que el propietario de Ia tumba explicaba por qué las mere cfa; y, en segundo lugar. a partir de la lista de titulos del propietario de Ia tumba, en la que se detallaban su rango y su posicién social, confiriendo de paso su identidad espeeffica a Ia tumba. Al exponer cémo habia adquiride 08 tftulos, ef propietario de la tumba relataba la historia de su vida, aunque naturalmente omitiora las humillaciones y reveses sufridos. Estas aulob zgraffas —una de tas fuentes mis importantes de la historia cgipcia— proce. den sobre todo de las grandes nectépolis del Imperio Antiguo situadas cerea de Menfis (Giza, Sagara), y proporeionan una Vision sin igual de la estruc. tara del funcionariado, de la vida en las grandes fincas, y de las obras publi, cas y su organizacién. La mis antigua que se ha conservado es la de Metjen {comienzos de la dinastia IV, Urk. I, 1-5; ARE, 1, §§ 170-175; Roceati, 1982, §§ 59-64), que contiene extractos de las documentos oficiales en los que se enumeran las propiedades destinadas a suministrar las provisiones necesatias para su tumba. Nos oftece importantes informaciones acerca del emplaza Iiento de las fincas (diseminadas por todo Egipto) de un alto funcionario y sobre la diversidad de actividades agricolas llevadas a cabo en elles (G8. decken, 1976). Sin embargo, algunas de las autobiografias més extensas y vivaces corresponden a las postrimerfas dcl Imperio Antiguo, siendo la més famosa la extensa y detallada exposici6n de Ja carrera de Weni (Lichtheim, 1973-1980 [01}, L, pp. 18-23; Roceati, 1982, §§ 177-188). Nos proporcionan asimismo importantes informaciones acerca del personal administrative, como, por ejemplo, sus origenes sociales y sus ascensos en el escalafon de la corte. Un hecho sorprendente que nos revelan estos documentos es el modo en el que los oficiales acumulaban titulos honorificos y funcionales (en un «caso tenemos atestiguados cuarenta y ocho). Pontan de reliove el rango y la posiciOn social del individuo dentro de Ia jerarquia del estado y lox derechos que podia esgrimir para obtener determinados privilegios. Sélo unos pocos {ftulos tienen que ver realmente con la actividad ejorcida por el individuo en . En esta época también las reinas eran enterradas de vez. en cuando en pirémides més | a6 166 [EL DESARHOLLO DE ESTADOS ¥ CruDADES pequefias. Fn algunos casos, cerca de Ia tumba era enterrada tna barca cere. ‘monial (algunos ejemplares son enormes), presumiblemente a fin de que el difunto rey 1a empleara en su. viaje por el cielo en compaita de los dioses (véase la figura 14). Un elemento importante del complejo funerario eta e} templo del valle, al que eran Hlevados en procesién los dioses y donde fina. lizaba el cortejo féinebre; una rampa conducia desde alli hasta el templo de Ja pirdmide y Ia tumba propiamente dicha. Algunos han querido ver reflejos significativos del sistema politico del Imperio Antiguo en el trazado de los enterramientos que rodean las piré- mides de la dinastia IV. Hstin distribuidos ordenadamente al modo de las ‘casas de una calle, y ha Hegado a postularse que los més grandes y les més préximos a Ja tumba del rey reflejan la importancia del difunto en la jerar- ‘quia politica. Quiza se trate de una explicacién demasiado simplista. Fs evi- dente que los individuos impticados en las construcciones reales, como, por ejemplo, los maestros de obras de las pirémides y sus familiares y servide- res, o los que prestaban servicios personales directos al fara6n, eran también Jos que recibfan el favor de ser enterrados cerca de la tumba del rey. Pero muchos otras funcionarios, incluso algunos muy importantes, no pudieron ser sepultados en los cementerios reales, pues el ntimero de tumbas es de- masiado pequefio. FI lugar exacto de los enterramientos de los gobemado- res provineiales se desconoce por ahora, aunque se sabe que a finales det Imperio Antiguo algunos eran enterrados en sus provincias. El hecho de que una de las tumbas del cementerio real corresponda a un perro del faraén (Reisner, 1936; Roccati, 1982, § 75) demuestra que la necrépolis no refleja de un modo demasiado realista el sistema politico vigente (Janssen, 1978). Ova forma de utilizar los campos de pirémides, con el fin de sacar agin lipo de informacién histérica de ellos, ha sido ver reflejadas las luchas dinésticas en el emplazamiento de las distintas pirimides: por ejemplo, el hecho de que la pirdmide de Djedefre (dinastia IV) esté situnda en Abu Roash, lejos de Giza, ha sido interpretado de esta forma. Otra tesis dice que Ja situacién de las pirdmides reales tenia que ver con el emplazamiento de {os palacios de los faraones. Pero es imposible sostener estos argumentos de un modo demasiado convincente, pues existen todavia numerosos aspectos de Ia vida del Imperio Antiguo que desconocemos. Un eminente estuioso hha adoptado un enfoque totalmente distinto y ha pastulado que Los diversos cemplazamientos de las pirdmides son fruto tan s6lo de la bisqueda de sue- los despejados, firmes, vacfos e idéneos para 1a construccién (Kemp en ‘Trigger ef al., 1983 [OD)). En vista de tanta incertidumbre, tampoco resulta facil ver una especie de «decadencia» en el hecho de que las pirsmides fueran haciéndose mas pe- quefias a partir de la dinastia TV. En el caso de Ins pirémides de la dinastfa V (2494-2345), esta circunstancia tiene que ver con el hecho de gue fos recur- 308 de 10s faraones y los trabajos de construccién se dedicaron a Ia edifica- ci6n de grandes templos del sol, relacionada con la importancia cada vez mayor concedida al culto det dios-Sol, Ra, durante esta época. El nombre del 167 [EOIPTO DESDE LA DINASTIA I HASTA LA DINASTIA XVI Ficura 14, Barca funeraria de ia pirdmide de la veina, Giza (por cortesia de M.S. Drower), 168 FL DESARROLLO DE ESTADOS ¥ CUDADES fara6n refleja también la importancia del culto del Sol, pues en esta época se le afiade sistemticamente el elemento «hijo de Ra», Durante ta dinastia VI (2345-2181), las dimensiones de las pirdmides son menores y uniformes. No se sabe a qué se debe este hecho, pero su constracciGn no muestra una deca. dencia de Jas pautas arquitectSnicas, y cs posible que fos recursos dedicados anteriormente por los faraones & ta ereccién de sus tumbas fueran invertidos ahora de manera distinta, Relacionados con esta cuestién estén los problemas de interpretacién que afectan al significado del emplazamiento, las dimen, siones y Ia elaboracién de las tumbas de los funcionarios. Uno de los argu. ments esgrimidos tradicionalmente es que la pérdida del control central del pats y el erapobrecimiento cada vez mayor de la corona pueden deducirse ‘del hecho de que los enterramicntos de los gobernadores estén cada vez més lejos de Tas tumbas reales, y de que muestren un mayor grado de refina- ‘miento en su construccidn y su decoracién, justamente cuando empiezan a disminuir las dimensiones de las pitdmides reales. Pero, como ya hemos se- fialado, los motives de esos cambios son a menudo poco claros, y ademas no es cierto que todos los funcionarios fueran enterrados alrededor de a tumba del fara6n ni siquiera durante Ia dinastia TV. Por otra parte, a juzgar por log testimonios de los que disponemos, no existe una evolucién lineal constante en los enterramientos de los funcionarios. Evidentemente, fa situaciGn era mucho mas compleja (Kanawati, 1977 y 1980). FI refinamiento de los enterramientos reales vino acompaiiado por el desarrollo de relieves tépicos en Ios templos funerarios de los faraones, en os que el soberano aparece aplastando a los encmigos tradicionales de Egipto. Los relieves conservados de los distintos faraones ponen de ma ficsto que se trataba de una actividad idealizada, que no refloja hazaiias mi: {itares histéricas coneretas. En cambio, las tumbas de particulares, 1o mismo que las autobiografias, muestran una éxtraordinaria riqueza de informacio- nes plisticas acerea de las tarcas agricolas, los mercados, la cria de gana- do, Ia produccién de vino, la metalurgia, los trabajos textiles, ¢ incluso actividades domésticas como la fabricacién de cerveza o de pan. Particular. mente interesantes son Tos retazos de dilogo coloquial puestos en boca de los distintos personajes que patticipan en estas escenas. «i Vengal ;Vengals, ¢grita un arricro a una reata de asnos, mientras que un compafiero le advier. te: «jArréale en el trasero, amigo. O bien, una mujer que esta aventando srano —actividad agricola realizada a menudo por mujeres— dice a su Compafiera: «jOcépate de esta cebada! jTodavfa esta lena de ahechaduras!». ‘Las escenas y los diélogos de los trabajadores hacen que la vida del Imperio Antiguo nos resulte animadamente préxima (para una serie de estupendas reproducciones fotogréficas, véase Mélck, 1986). Suponen un curioso con. traste con las escenas repetitivas, formulares, que acompafian a fos enterra- ‘mienios reales. : Las mujeres solfan ser enterradas con sus maridos, y el propietario de la tumba suele aparecer en encantadores grupos familiares casi idflicos, en los ‘que Ta esposa abraza carifiosamente al marido. Aunque siempre en una posi- EOIPTO DESDE LA DINASTIA T HASTA LA DINASTIA XVIL 169 sn ubsidiaria reapecto a su esposo, la mujer suele tener su propia etgueta Gin bre, como sucede of a siguiente extela de Nagada, correspon ewe a In dinastia VE ofrenda que hacen el rey y Aribis (dios con eabeza de chacal, rlacionado conf ttt go ens tae st de bao tos, senor de la necropolis, Sea enterrado el portado del sello real, com. care lin par, excribe jofe de is tripulaciones, jes eseba-efe, Nihebsed- Papi en a tumbo, que cod en el buen desierto de oceidente. Esta ha tomado st rrano, ha Negara, ha emzado el frmamento. Que cl desieto do oi, mele dé sus manos en paz, en paz ante el gran dios. Ofrenda que hacen el se ass nb qu haga todas fers a pata de slo el ‘coniaftero sia pat, honrado por Osis, Ni-hebsed Pepi TEncima de fa cabcza de la mujer] Su esposa, su amada, omato regio, sccr- otisa de Hathor, Sepi (HG. Fischer, Inscriptions from the Coptite Nome: dy- sasies VEXI (19641, n° 5; Lichtheim, 1973-1980 (01) 1, pp. 17-18). argen de un pequefio nimero de templos funerarios excavados, 10s charterer eran ry pese ala relevancia econdimica y administatva que pudieran tener a nivel Fegional los distintos templos locales, no desempefiaran un papel demasiado Importante en el colto estatal, Los tinicos de los que sabemos que tenfan una Significacién mAs alld de ta comazca en la que estaban situados eran Heli6- polis, el gran centro de eulto al dios det Sol, Ra (en esta época Horus pus6 a Convertirse en una faceta de Ra), y el templo de Ptah en Menfis (Goedicke, 1979). Pero los restos arqueolégicos de estas estructuras indudablemente espléndidas son casi inexistentes, aparte de unos fragmentos de relieves pro- cedentes de Feli6polis. : “ip ender poblads extn testa de oma my fag ria, y todos los que han sido investigados hasta la fecha se encuentran en el sur de Egipto (Hicracémpolis, Abidos, Elefantina, Rafi). Ninguna de ellas es muy grande; todas representan ciudades de provincia bastante pequefias, aun {que todas eatin rodeadas de gruesas murallas. En un caso (Elefantina), ef Poblado principal tenfa axociado un pequefio asentamiento extramuros, des- Provisto de fortificaciones. Cada ciudad tenfa su santuario, situado habitual- Inente dentro de su propio recinto amurallado. En Elefantina y Pdf, tos san- tuarios albergaban los cultos de los dignatarios locates mi tes, Por Jo que sabemos, las casas de las ciudades estaban muy juntas y la densidad de poblacién era muy alta. Alli donde podemos rastrear una continuidad de los sentamientos desde el perfodo dinéstico arcaico, como sucede en Hieracém- polis, es perceptible un incremento notable de las dimensiones con respecto al perfodo anterior. 47 170 EL DESARROLLO DE ESTADOS ¥ CIUDADES Més alld del valle del Nilo ‘Una zona de asentamientos egipcios que ha sido estudiada recientemente (Giddy, 1987) es ta de los grandes oasis situados al oeste de Egipto, en cl de- sierto de Libia (Dakhla, Kharga, Bahriya, Farafra). Estaban on comunicacién unos con otros y también con el valle del Nilo, y desde Kharga partia una in. portante ruta hacia Nubia. El control de los oasis tena gran importancia para a defensa de ta frontera occidental de Egipto. En el oasis de Dakhla, el que ha sido exptorado més a fondo, habfa una ciudad bastante grande a finales del Imperio Antiguo: han sido identificados restos del recinto amurallado, fragmentos de cerdmica, estructuras de adobe y algunas necrépolis (Fakhry, 1972; Mills, 1980). Nubia también ha suministrado importante informacién acerca del Egip- to del Imperio Antiguo, La construccién de la gran presa de Asuan vino precedida de una labor de prospeccién y excavaci6n intensiva, de Ta que se eneargaron arqueslogos de todo et mundo. Los principales intereses que tenfa para Egipto esta regién eran sus recursos humanos y ganaderos, sus canteras de picdra dura y sus depésitos de minerales (diorita, amatista, co. bre y, posteriormente, oro). Nubia proporcionaba ademas acceso a algunos materiales éxdticos muy preciados, procedentes del Africa subsahariana, como el ébano, las pieles de pantera, el marfil, y determinados aceites finos. Es completamente seguro que durante Ia dinastfa IV los egipcios habfan es. tablecido una colonia en Buhen, en Ia regién de Ja segunda catarata, Los testimonios demuestran que fue fundada con el fin de explotar los depésitos de cobre de la zona y gestionar los intereses comerciales egipcios (Emery, 1965, pp. 111-112 y 127). Dichas actividades han sido ulteriormente ilurn nadas por la inscripcién existente en un blogue de piedra, que quiza indi que que Egipto explotaba las canteras de diorita del ocste de ‘Toshka (a unos 80 km al ocstc de Abu Simbel, Roccati, 1982, § 276), y por el descubri- miento en varios lugares de graffiti escritos por los capitanes de tas expe. diciones egipcias. Pero a finales de Ia dinastia V se produjo un cambio en ta sociedad nu- bia, con Ia aparicién de un nuevo grupo cultural —el «grupo C» nubio— que, segiin parece, a partir de esta época formé una serie de pequedios prin- cipados. A rafz de todo ello, las relaciones de Egipto con Nubia tuvieron que reestructurarse. Ast lo indica el abandono del poblado de Buhen, circunstan- cia que da a entender que la explotacién directa de los recursos de Nubia por Egip(o ya no era factible. Los cambios también se ven reflejados en una Se~ rie de autobiografias de funcionarios reales y de comerciantes de la dinastia VI, como Weni (Urk. 1, 98-110; ARE, I, §§ 292-324; Gardiner, 1961 JOD], pp. 95-96; ANET, pp. 227-228; Lichtheim, 1973-1980 (01), I, pp. 18-23; Roc. cali, 1982, §§ 177-188), Sabni (Urk. 1, 135-140; ARE, 1, §§ 362.374; Rocca. 4%, 1982, 8§ 205-207), y Harkhuf (Urk. 1, 120-131; ARE, I, § 335-354; Lich- theim, 1973-1980 {01}, 1, pp. 23-27; Roccati, 1982, §§ 189-196). Gracias a oWto DESDE-LA DmIAsTiA THASTA EA DINASTIA. XVI m1 jue nos oftecen de sus viajes a Nubia para obtencr articulos de wn so 8 Wa = Ja) con la ayuda y el permiso de fos diversos principes locales. seer altima, existen algunos testimonios de las relaciones mantenidas por Ypcivs con la zona de Levante (Wright, 1988), especialmente con la 1 eed porta de Biblos, de donde lo egipeios importaban madera a a esses none ar tn tipo de madera del que no disponfa Egipto. Relativamente recien- wert os testimonios de Hla, en el norte de Siria Cvéase el capitulo 1, apar- tes wo ost estran tos eontactos ent esta zepion y Bgipto en iempos de tis dinestfas Vy VI (Scandone-Matthiae, 1979-1980 y 1982). Los faraones ‘ipsiosorganizaban regularmente expediciones alas minas de torquesas del Geter del Sint, los principales testmonios de las actividades exipcias « ee eine pes amin ecesn de Un Mago. E209 fable gue, como oer ms fade, os egipeios neeeitaran Is coop rien de las comunidades focales de pastores y de sus caudillos para llevar a abo feliamente estas empresas. Literatura y fuentes literarias inte cl Imperio Antiguo se desarrollaron diversos. géneros titerarios ge tan ies nein de cl NS lel cane ; vopentmane ms poked) ag «Te eee eraaee: ‘jodi: ‘ANET, “ig, Lichtheim, 1973-1980 fol], L, pp. 51-5 ve eee a ea ern uo tes wt yy et etm eee ce sr Be ee cosas en Egipto, y poner en relaciGn con é1 a todas las divinidades del pa Se Ee ee en esa omen tratado. El texto conservado (en una Inscripeion de piedra) sata aes il si Lb ‘etende ser una copia de un viejo papiro apolillado. (ei ee tee can ta ate mae a wi gt ane a ea en os comispte el x to conservado de ser una copia auténtica de un original del Imperio gue. Hemera ett cm ue Stans Ames ess, emf, tn cress sire ins gor se ‘I ic im, 1973-1980 |, IIE, p. 5; para su yosi- Cin i oo a) 17 FL DESARROLLO DE ESTADOS Y cIUDADES Curiosamente fue ineluido en una exposiciéa del Museo Briténico sobre fale sificaciones en 1990. Un género que casi con toda seguridad se desarrollé durante et {mperio Antiguo es el de las «instruccionesm, aunque Ios textos conservados no pue. den datar de antes del Impetio Medio. Este tipo de obras se convirticron en uuna categoria de composicion fiteraria que conocié una larga existencia y une infinita cantidad de varicdades, y asf tenemos ejemplos de ella pertenecicntes 2 casi todos los periodos de ta historia dol Egipto antiguo. Las «instruccie, fee» consisten en una serie de méximas y ensefianzas prudentes, redactades hhabitualmente en forma de directrices dictadas por un padre a su hijo tes ecto al modo en que debe comportarse para alcanzar el Gxito en Ia vida pi. blica. Tienen mucho que ver, por tanto, con Ia aristocracia letrada. Tres obeas de instruceiones se atribufan a personajes histéricos del Imperio Antiguo: Hardjedef, hijo del faraén Queops (Khufu; Brunner-Traut, 1940): Ptahhotep, visit de la dinastia V (Dévaud, 1916); y Kagemni, visir entre las dinastias Ht y IV (Gardiner, 1946b; ANET, 412-414; para sendas traducciones inglesas de las tres obras, véase Lichtheim, 1973-1980 [01], 1, pp. 58-80; TUAT. Ii, pp. 195-221). Los ideales propuestos para alcanzat la propia promocién y una posicién honrada nos muestran una exposicién muy licida de la moratided Pragmatica que sostenfa y fortalecta el stan quo politico. La fecha de los textos conservados impide que podamos utilizarlos como fuente directa del Imperio Antiguo, pero su moral refleja la misma que encontramos en les autobiografias de'Ias tumbas. Los famosos «textos de las pirémides», eseritos en 1as paredes de las tumbas reales desde finales de la dinastia V (Sethe, 1907; Faulkner, 1972; Para algunos ejemplos seleccionados, véase Lichtheim, 1973-1980 [01], T Pp. 29-50; Roccati, 1982, §§ 43-44), son otro género literario desarrollado en esta época. Tenian una funcién mégica, a saber, conttibuir a la resurreceién del rey difunto y asegurar su supremacia como dios en el otro mundo. Tie. nen forma poética y son muy ricos en alusiones mitoldgicas. Un rasgo muy interesante de estos textos es que no reflejan la existencia de una sola obra ortodoxa, copiada invariablemente una y otra vez, como hubiera cabido es. Perar. Por el contrario, los textos conservados estén llenos de variaciones y especulaciones teoldgicas de caricter novelesco. Ello demuestra que existtan diversas ideas acerca de la naturaleza divina de la monarquia, que cra ya ob- eto de debate en ta sociedad egipcia de la época (para la complejidad de la posici6n del faradn, véase Goedicke, 1960) Las leyendas que en época posterior se contaban en Egipto acerca de al- _gunos soberanos del Imperio Antiguo constituyen un tipo muy distinto de {estimonio (Wildung, 1969). Aigunas aparecen s6lo en fuentes muy tardias, or ejemplo en Herédoto. Es evidente que en tiempos de la dominacion aqueménida y maced6nica (ptolemaica), los egipcios segufan contando le yendas acerca de los grandes faraones del Impcrio Antiguo: Qiieops (Khufu) ¥ Quefién (Khafra), por ejemplo, eran considerados unos opresores y unos déspotas, mientras que Micerino (Menkaure) era presentad como uth sobe EGIFTO DESDE LA DINASTIA I HASTA LA DINASTIA XVIL 173 rano mucho més amable, aunque desdichado (Herddoto, 2.124-132). Un ciclo de leyendas, compuesto probablemente durante el Imperio Medio (aungue el papiro data del perfodo de los hicsos [c. 1650-1550), utiliza el motivo, pre- sente también en otros perfados de Ia historia de Egipto, del «entretenimien- to del monarca aburrido» (papiro Westear, Erman, 1890; véase Erman, 1927- 1966 (01), pp. 36-47; Lichtheim, 1973-1980 [0M], I, pp. 215-221). Bl escena- rio de la leyenda es la corte de Queops, adonde uno de los hijos del faraén hace venir a un mago para que To entretenga. Tras efectuar varios mitagros, cel mago ve el futuro y predice que la esposa de un sacerdote daré a luz tri- llizos, que scrén hijos de Ra, dios del Sol, y reinarén en Egipto uno detras de otro. Se trata de una alusi6n a los tres primeros soberanos de la dinastia V y sc relaciona con la gran preemincncia otorgada al culto de Ra a partir de dicha dinastfa (véase supra, p. 166). Otra leyenda, compuesta 0 bien a co- mienzos del mperio Nuevo o bien a finales del Medio, pero que todavia culaba entre los sigios vit y vi, es la que habla del fara6n Pepy It y de uno de sus generales (Posener, 1971; Parkinson, 1991, n° 11). Por desgracia, es muy fragmentaria y s6lo se han conservado parcialmente dos episodios; en tno de ellos, el faraén se lovanta por la noche y se presenta sigilosamente a visitar a su general, del que esté enamorado. Resulta imposible reconstruir oi argumento: quid fuera un cuento de carécter c6mico 0 una historia que re- ficjaba ta desaprobacién de Ia homosexualidad por parte de los egipcios. Conviene subrayar que en Egipto eran muy babituales las historietas humo- risticas relacionadas con Jos faraones, al igual que aquellas que arrojaban luces sombrias sobre sus personas: el aura de majestad divina y sobrenatural que rodeaba al soberano no impedia que al mismo tiempo se le considerara miserablemente humano (véase Lloyd, 1983, en ‘Trigger etal. (0D], pp. 295- 297). Ninguna de esas leyendas puede utilizarse para reconstruir Ia historia dc Egipto durante ef Imperio Antiguo, pues s6lo se conservan las de épocas may posteriores. Lo que demuestran cs la idea que los egipcios de época tar- «fa tonfan de algunos de los grandes faraones del Imperio Antiguo, y cudles eran las figuras regias del pasado remoto que eran recordadas en las tradi- ciones populares. Estado y sociedad A pesar de su riqueza, las fuentes siguen presentando muchas lagunas ‘cuando intentamos reconstruir la sociedad del Imperio Antiguo y por ahora muchos de sus aspectos siguen en sombra. Pero algunas cosas estén muy claras. A grandes rasgos, el faraén y la familia real estaban a la cabeza del estado, mientras que por debajo de ellos se hallaban los consojeros reales, los oficiales y gobernadores, que sc diferenciaban netamente de los campesinos encargados de trabajar Ia tierra. Son éstos los que estén representados de un ‘modo menos coherente en los materiales arqueolégicos y documentales, pero cra sobre su trabajo sobre el que se basaba toda la estructura, m4 FL DESARROLLO DE ESTADOS ¥ CIUDADES EI fara6n era Ia encaracién del poder sagrado. Como tal, garantizaba defendfa el orden césmico, cuyo equivalente terrenal era «da ley y el orden», con arreglo al statu quo establecido. Esta situacién se hallaba englobada en el concepto egipcio de ma‘at, término que abarcaba un conjunto de ideas, tales como las de «verdad», «comportamiento adecundo», © «justo equili brio», BI soberano, en su calidad de sustentador del ma‘ar, estaba al mismo tiempo sometido a ét, en tanto en cuanto tenfa que gobemar de acuerdo con 41; aungue el hecho de ostentar su cargo lo ponfa también automiéticamente fen armonfa con el orden césmico. Con respecto a sus stibditos, el faraén era ‘ommipotente: «Si una cosa sale de los labios de su majestad, se lleva a cabo inmediatamente» (Urk. I, 39, 13-14). Al mismo tiempo, dependia de los dio. ses y de su buena voluntad. Aunque en cierto sentido él también era dios, no tenfa la omnipotencia de éstos a todos Jos niveles. Esta circunstancia queda bien ilustrada en ta autobiografia del visir Washptah (dinastia V). Washptah cay6 enfermo durante una inspeccién real a la tumba del faradn, todavia en construcci6n. El soberano, leno de preocupacién, consults a sus doctores y envi6 unas cajas con prescripciones médicas para ayudar a st oficial enfer- mo. Pero a pesar de los esfuerzos del soberano, Washptah murié y el faraén ordend que lo enterraran, La eminente condicin de Washptah se pone de ‘manifiesto por el hecho de que en su tuba se incluyera una inscripcién con- tando el episodio de los cuidados que el soberano le dispens6 (Urk. 1, 40, 4-45, 9; ARE, I, $§ 241-249; Roceati, 1982, §§ 78-81). Pese a que el poder del faraén fucra limitado en algunos terrenos (como demuestra este ¢piso- dio), su persona era considerada sacrosanta y peligrosamente poderose, Era habitual, por tanto, besar tan sélo el suclo ante los pies del rey; se corside- raba un honor extraordinario poder besar directamente fos pies del faraén. La inscripcidn de la tumba de Rawer (dinastia V, Urk. I, 232-234; Roccali, 1982, § 74) nos cuenta una anécdota muy reveladora, que refleja el verdadero peli- -Br0 que comporlaba cualquier contacto fortuito con la real persona, Ea una ‘ocasidn, el cetro del soberano golpeé accidentalmente a Rawer en una pierna; cl faraén dijo inmediatamente: «(Que no tenga ninguna heridal», y dirigién- dose a la corte en general afiadid: «jMi majestad desea que no sufra ninggin dafio, pues no era mi intencién golpearle!». ¢ El fara6n aparece representado normalmente vistiendo ropas especiales, que lo distinguen de sus stibditos. Los elementos mas habituales de los regalia eran un tipo especial de falda corta, una cola de buey colgando de su cintura, una barba ceremonial sujeta alrededor de Ia berbilla, el cctro, cl mayal y el cayado que Hlevaba en las manos, asf como la doble corona. En su frente era representada una cobra (el «ureo», asociado a la diosa Wadjet, aunque visualizada también como el «ojo» del dios del Sol, Ra), que se evanta con gesto amenazador, dispuesta a defender al faraén destruyendo a sus enemigos con su escupitajo venenoso. El trono en el que se sentaba era concebido como su madre divina, Isis, esposa de Osiris, con euyo hijo, Ho- rus, era identificado habitualmente el Soberano, como demuestra uno de sus nombres (véase supra, pp. 150-151). Normalmente iba acompafiado de un HOIPTO DESDE LA DINASTIA 1 HASTA LA DINASTIA XVI 475 pabeltfero, ¥ asf muchos oficiales se jactan en sus tumbas de ostentar et Bergo de . Sr Ho faradn accedfa al tromo en cuanto fallecta su predecesor, pero, al pare- ao era ecoronado> formalmente hasta pasado algin tiempo. Sélo se con core Jocumentos relatives a la coronactén correspondientes a épocas poste- seis pero se supone (con ra7én) que en el Imperio Antiguo la ceremonia era sores, Mijlet, La coronacion simbolizaba la creacién dei mundo, y entre otras sr nas inclu‘a la unin ritual de los dos pafses y una vuelta alrededor de cevrallas de Menfis. Se renovaban los sellos oficiales y los funcionatios i ml cour dado la coronaeidn e incluso era repetida Ia ceremonia, de una forma ligers- shente distinta, cuando el faracn levaba en el trono un. tempo considerable meMealmente treinta afios—, en el transcurso de la fiesta de Sed (LA, 5, 782.789), Se trataba del , decir ¢l buitre (Nekhabet) y a cobra (Wadje), tan estrechamente relacionadas con la figua del rey (véase supra, p. 149). Habfe muchas otras capillss, sles para iz fecibimientos ceremoniales y de estado, habitaciones privadas y talleres. Habfa ademas jardines con lagos, en Ios que el monarca podia descansar y Solazarse. Aunque el papiro Westcar data de una época posterior (véase supra, p. 173), ia imagen que nos offece del jardin real probablemente no desen- tone con el Imperio Antiguo: eee een Eat ai sot slate tage sme egy ane incon) he ae 1 inmediatamente. Su majestad le dijo: («He andado por todos los. salones} i Semester pioneer ia, DA re Bese pee mee ar er ina toc ee ii ea see ome I fara6n tenfa normalmente més de una esposa, poro ni en el Imperio [Antiguo ni en el Medio existfa un harén propiamente dicho, aungue seme- jante institucién quizé se desarrollara durante et Imperio Nacyo (Ward, 1983). Los habitos que regian las bods reales no estin claros, pero general, mente se piensa que en la familia real era frecuente la endogamia (ext es, Imonarea tomaba por esposa a alguna de las mujeres de su parentela). Esta 176 EL DESARROLLO DE ESTADOS Y CIUDADES prdctica quiz se debiora a diversas consideraciones de cardcter dindstico (por Jo demés desconocidas para nosotros), pero desde luego no constitufa tina norma, como demuestrat. algunos faraones de la dinastia VI, que se casaron con varias mujeres de una familia de funcionarios provinciales. No hay nada ue justifique la idee muy difundida hoy de que la monarqufa egipcia era ma. lineal (Robins, 1983). Como en muchos otros sitios, era el primer hijo de Ja cesposa principal» (desconocemos qué era exactamente lo que determina. tba su condicién) et que sucedia normalmente a su padre en el trono, peto en realidad la decisién de nombrar al principe heredero estaba exclusivamente en manos del rey. La incertidumbre que rodeaba Ia sucesiGn podta dar lugar la formacién de facciones cortesanas, que intentaban poner el trono en ma. nos de los distintos hijos del faraGn. Es concebible que el oficial Weni (di- nastia VI) se refiera a alguna de esas conjuras cortesanas en sti extensa auto biografia, aunque semcjante idea esté condenada a permanecer en el terreno de lo puramente especulativo: Cuando en ios apartamentos reales hubo una acusacién secreta contra Ia reina Weret-yamtes, su majestad me mandé que fuere yo solo a oirla. Ningdn juez supremo ni ningsin visir, ningén oficial estaba presente, sino yo solo: pues yo era digno, pues habta echado rafces en el corazén de st majestad, pues su ‘majestad habia Henado su corazén de mi. Sélo yo (la) puse por eserito junto on otro antiguo guardién de Nekhen, aunque mi condicidn era (tan s6lo) la de superintendente de los cofonos reales. Nunca hasta entonces habia escuchado alguien como yo un secreto de los apartamentos reales (Urk. 1, 98-110: ARE. 85 292-204; Lichtheim, 1973-1980 [01] [, p. 19; Roceati, 1982, § 180). iPero cémo vivia ta masa del pueblo egipcio? Habitualmente nos imagi- nnamos a los campesinos egipeios como si fueran esclavos, no muy diferentes de ellos excepto en el nombre, gimiendo en unas condiciones lamentables de trabajos forzados semejantes a lus de los campos de concentracién nazis, Esta imagen (popularizada cn la pelfcula Los diez mandamientos de Cecil B. de Mille) probablemente sea en gran medida exagerada, Indudablemente sus con. diciones de vida eran muy duras, hasta cierto punto estaban vinculados a la tierra y se les podia obligar a trabajar en las obras piblicas, en particular en Jos programas de construcciones reales. Pero no sabemos hasta qué punto es. ‘aban obligados a trabajar en las fincas del faraén y en las de sus funcionarios, ni si todos los campesinos lo estaban. Tampoco es ni mucho menos seguro que su condiciGn juridica se diferenciara de Ia de ottos micmbros de la sociedad ‘esipeia. A juzgar por un cuento popular del Imperio Medio, aunque sitwado en cl Primer Periodo Intermedio («El cuento del campesino elocuente>, véase Erman 1927/1966 [0M], pp. 116-131; Simpson, 1973 [01], pp. 31-49), el ideal Ianifiesto de la sociedad egipcia era que todo e! mundo, por humilde que fue. ra, tuviera acceso a la misma justicia y que, en defintiva, el ara6n era la fucnte ltima de sabiduria egal. La existencia de mercados indica ademis que no toda Ja fuerza de trabajo campesina era consumida por las necesida- BGIPTO DESDE LA DINASTIA I HASTA LA DINASTIA XVI 7 des y exigencias del estado. Las escenas de mercado representatlas ocasio- falmente en las tumbas muestran no ya grandes emporios en los que s¢ co- tneiciaba con articulos de lujo, sino simples mercados locales. Como esas tscenas pettenecen a enterramientos de simples particulares, a veces tienen Giélogos que ayudan a interpretar las actividades representadas en ellas. Las finturas demuestran que los principales articulos vendidos en esos mereados fran alimentos y bebidas, pues aparecen representados puestos de refrescos J golosinas, Vemos también escenas en las que se venden articulos manu- Jacturados muy sencillos, como, por ejemplo, reposa-cabezas de madera (inuy utilizados en el Egipto antiguo a modo de almohada), husos para hilar, aceites, prendas ce vestir, anzuelos para pescar, joyerta sencilla y abanicos. Fin una escena, un hombre ofrece unos peces en una cesta a un individuo que Teva un sello, to cual implica que se utilizaba el sistema de trueque. En otras, esconas similares aparecen gentes haciendo 1a manicura 0 afeitando a otros. Estos cuadritos se sitfan a menudo al lado de animadas escenas fluviales. Se ha postulado (Eyre, 1987), por tanto, que representan tfpicos mercados de pueblo montados a fa orilla del rio, en los que se Hlevaban a cabo operaciones comerciales entre vecinos, se realizaban sencitlas labores de artesania, se prestaban servicios personales, tales como los de peluqueria, y en los que po- dian comprarse refrescos y golosinas. Hse tipo de mercados habrfan atraido ala gente de las aldeas de los alrededores y les habrian brindado la oportu- nidad de vender el excedente de su produccién. La envergadura de las tran- sacciones econémicas quizé no fuera cuantitativamente demasiado significa tiva en comparacién con 1a todopoderosa economia estatal, pero demuestra aque existian posibilidades y excedentes para que se realizaran operaciones merciales privadas a pequefia escala. or Gtra idea demasiado simplisa de los estatos mas pobres de la sociedad ‘egipcia que requiere ser modificada es Ia de que todo el trabajo se Tlevaba a ‘cabo bajo Ia direcci6n del estado, cra forzado y no tenia més recompensa que cl alimento imprescindible para sobrevivir. A veces encontramos alusiones ‘que demuestran Ia existencia de artesanos independientes encargados de rea- lizar trabajos remunerados por contrato. En un caso, el propietario de una tumba afiema que ha pagado a los artesanos que habfan construido su sepul- tura, Otro afirma con més clatidad: He hecho que esta estatua mfa la fabricara un escultor que qued6 satisfe. cho com el pago que le di por ella (Urk. I, 225, 8-10), Los testimonios no son muchos ¥ por tanto no nos permiten postular la existencia de una gran cantidad de artesanos independientes; lo que si de- stran es que las obligaciones de los trabajadores no eran tan automaticas ni tan rigidas, sino que por el contrario estaban més sujetas a la negociacién y al acuerdo mutuo de lo que ha venido pensindose (véase Eyre, 1987). La administracién del estado se desarroll6 a partir de la organizaci6n de la servidumbre real. La actividad gubernamental y los cargos piiblicos @ 8 178 BL DESARROLLO DE HSTADOS ¥ CIUDADES todos los nivetes eran originariamente una expansién de las funciones del servicio real, A la cabeza de la administracién estaba un oficial cuyo titulo sucle traducirse, no sin justificaciGn, por «visit» (1j3ty). Controtaba todos los departamentos de 12 administracién estatal y era responsable directamente ante el soberano y s6lo ante él (Kanawati, 1977; Suudwick, 1985; Pardey, 1989), Bs posible que en los primeros tiempos fuera algiin pariente del pro. pio faraén, pero desde Iuego més tarde el cargo seria desemperiado por personas que no tenfan nada que ver con la familia real. Como Ia admin tracién se originé a partir del servicio personal del monarca, muchos funci narios ganaron titulos que reflejaban su rango en Ia corte y que les hacfan acreedores a determinados beneficios, aunque no ocuparan literalmente la po- sicidn que especificaba su tftulo. EI titulo de «hijo del rey» serfa un ejemplo de esta situacién; otro, por lo demas muy frecuente, seria el de «portador del, sello reab»: en realidad los dos correspondfan simplemente a importantes fun- cionatios. Esta costumbre hace que a veces resulte dificil definit con clavidad a estructura administrativa, aunque algunos cargos, como los de «oficial de los graneros estatales», «, situada en el coraz6n del pri- mer nomo, mientras que los otro diecinueve del Bajo Egipto estaban en el delta. Bl sistema de nomos, a pesar de los cambios y las vicisitudes poltticas, sigoié en vigor hasta la época romana, Un aspecto importante del funcionariado egipcio era la posibilidad tesri- ca de que cualquiera Negara a ocupar los altos cargos, que no estaban reser vados a ningtin grupo aristocratico tradicional o de carécter exclusivista. Esta posibilidad de promocién es la que impuls6 y motivé Ia aparicién de Ia lite- ratura de «instrucciones» (véase supra, p. 172), y explica la frecuencia de Ta exhortaci6n «sigue al hombre de mérito y no lo desprecies porque antes fuera pobre; antes bien respétalo, pues su riqueza procede de sus mérites y del favor divino>. En las inscripciones de las tumbas brillan por su ausencia las largas genealogfas que demuestran el orgullo por la propia familia y los ‘origenes nobles; por cl contratio, fos temas de las inscripciones son los «er- vicios personales y el modo en que han siclo recompensados por el farabn. ‘Aungue un anilisis euidadoso de los testimonies pone de manifiesto que las relaciones familiares eran muy utilizadas para tener acceso al Funcionariado y ascender en el escalafén, on principio no existfan cargos hereditarios ni los OIPTO DESDE LA DINASTIA I HASTA TA DINASTIA XVIE 179 individuos tenian derecho a una posicién social encumbrada por el hecho de it'de noble cuna. La idcologia dominante pretendfa que un funcionario SSronfa su catgo s6lo porque desempeftaba bien su labor en beneficio del faraén y del pueblo, socorriendo a los pobres y los desheredados, emitiendo fentencis jusas, pagando satisfactoriamente a fos obreros, y absteniéndose fe ejetcer opresion alguna. Este alto sentido del deber y de la entrega al es- tado era el ideal, y teéricamente el tinico motivo de que Ia persona tuviera vceso 2 los puestos més lucrativos. Las virtudes oficiales tipicas eran estili- sadas de vez-en cuando en frases simeétricas, como demuestra esta inscripcién de Ia tuinba de Sheshi (dinastfa VI), en Saqgara: Vine de mi ciudad, bj de mii nomo, hice justicin en beneficio de su sefior, le saistice con lo que es de su gusto, FHlablé con verdad, obré rectamente, hhablé con justcia, repett con justicia, apron el momento opera rexme a bien con el pueblo. Teague entre ds de forma que dé contents @ ambos: ral débil del que eva mds fucrte que ét cea la medida que pude Di pana harbriento, vest , Hlowé a tierra al que no tenfa barea. Enter al que no tenfa hijos, hice una barea para el que carecta de ella, Respeté a mi padre, complaef a mi madre, cri a sus hijos. : ‘Ast abla aquel cuyo epodo es Sheshi (rk. 1, 198-200; Lichtheim, 1973-1980 [01], I. p. 17.) lta demasiado fécil ver el Imperio Antiguo, con sus pirémides monu- mmentses como tna estyctra monoiia, en la que todo se hallaba subord nado a las exigencias del estado, esto es, del faradn. Un andlisis més aquilata- do revela que el sistema politico era mucho més variopinto y vital. La dnica ddesgracia es que st imagen sigue siendo muy oscura en muchos detalles. 3. HIERACLEGPOLIS Y LA ASCENSION DE Tepas (c, 2180-1991) ee la XI (c. 2180-c. 2040; véase cl cuadro 12). Durante esta época los edificios por su ausencia. El final de la dinastia XL fe 2040-1991) constituye el inicio pe dr S00.) ae 180 EL DESARROLLO DE ESTADOS ¥ CIUDADES CunDRO 12, Cronologia: ef Primer Periodo Intermedio Dinastia Vit: (e, 2181-2173) (Dinastia VIN: (6. 273-2160) (total 15+ faraones para las dos dinasttas) (Dinasstas IX y X: (e. 2160-2040) = «por Khely> (principales farsones): ‘Meryibre Akhtoy Nebkaure Akbtoy It Wabkare Akhtoy Ut Merikate Dinasta X1 (antes de ta conqs 133-2040 (020251 Cebu) Ins sn jt atta, catepasadon Inyotef 1 a Watts ioe 1 2119-2066) Naktmehcpeter loot Nebepewe Menthol 2060-2010) 'SmnttonycUnientor des den ate) Sanihare Mentotep Nesiongte Mente IV Dinastia XI (después de ta conquista: . 2040-1991 (0 2023-1963) controlaba la totalidad de Egipto. Aunque en este periodo, ici ‘momimeniosy texts eats son eseason las tumbas de Ios omnes (eet nadores provinciales) en sus centros locales de! Alto Egipto son mas nume. rosas y complejas, y algunas contienen autobiografias bastante lates y tices en informacion que deseriben sus actividades y grandes logtos. En resumen, existe una correlacién entre la decadencia del control real y ei aumento del poder provincial. Esta circunstancia ha inducido a numerosos especialistas Dla gr alu famias de provinctsitentron sco todas lene {ccciones impuesta por Ia corona a partir por lo menos de la dinastia Vi es deci intentaron eslablecerse como soberanos independientes y por lo fueron responsables directos del hundimiento dl sistema propio del Imperio Antiguo (por ejemplo, Stock, 1949; Wilson, 1951/1956, capil ¢& Simpson en Hallo y Simpson, 1971 [OC], p. 238). A arandes rasgos, la imagen de los acontecimientes es muy clara: se prodjo una decadencia econ6- mica aparentes el contol central se debits y scabs hundigndese por comple: {0 durant ls dinasias VILy VIL: @continsaci vino un perfodo de gutris les fntermitentes: durante esta época una dnastia de farones (con sede cn, Meraledpoi: dinastas 1X y X) gobemg slo sobre un parte de ipo, tiltimo, en Tebas surgié un faradn (de Ja dinastia XI) como victorioso Feamieador det pais. Lo més disetbe cs eéme eneajan kn omarens eh te panorama de desintegracién y cambios. La incertidumbre surge en par. te del hecho de que fos testmonios de Ia existencia de pobernadores oeie Giles independents proseden slo del Alto gio: en tas palabras, te sulla posible rasrear emo se pasé del poder centalizad a la apariicn de gobermadores locales diseminados por una regin como ta de Mens, en la que el poder real estuvo siempre firmemente arraigado durante ef Imperio, rv OIPTO DESDE LA DINASTIA I HASTA LA DINASTIA XVI 18 Antiguo. Por el contrario, existen muy pocos testimonios del Alto Egipto que a indiquen cémo era gobernado exactamente el sur del pats durante esa {pect (para un andisis de esta cuestién, véase Pardey, 1976; Kanawal, 1980). Giey problema es que resulta muy diffcil saber qué lazos habfan unido tos Conareas con el gobierno central durante el Imperio Antiguo, y cules fueron Ine origenes de su poder: ,eran originarios de las comunidades locales que Spernaban 0 etan cortesanos que fueron instalados en eflas por el faradn? Bytos son los factores desconocidos que debemos tener en cuenta al intentar Explicar lo ocurride, Conviene recordar también qué poco sabemos en reali Gad con detalle de los acontecimientos y los problemas politicos del Imperio ‘Antiguo, enmascarados como estén por Ia fachada uniforme de un poder mo- pnirquico aparentemente inrautable. {Como podemos hacernos una idea de este perfodo tan dificil y turbu- lento de la historia de Egipto? El primer paso consistiré en echar una ojeada fas fuentes conservadas, que nos permita intentar reconstruirlo. Quizé un epaso de 1o que fue Ia dinastfa VI nos ayude a visualizar el proceso de tran~ Sision desde el estado aparentemente fuerte del Imperio Antiguo a la estruc~ tura sumamente centralizada del Imperio Medio, pasando por un perfodo de fragmentacién polftica. El procedimiento es bastante dificil y habré muchas ‘cosas que sigan siendo inseguras. Cronologia y fuentes La cuestién de la cronologia esté erizada de problemas, pero hay dos co- sas que nos ayudan a clarificarla hasta cierto punto, aunque no en su totali- ‘dad (véase el cuadro 12). En primer lugar, el Canon de Turin da un n~imero fotal de faraones al final de la dinastia VILL. La daracién de los reinados de los distintos monarcas es bastante bien conocida casi hasta finales de la dinastia VL. La combinacién de estas informaciones demuestra que 2 las dinas- {fas VIL y VIII de Manetén (cuyo final se sitda en c. 2160) les comesponde en total un perfado de s6to veintidés afios y medio. Ast pues, es evidente que los, faraones de estas «dinastias» fueron muy efimeros. A pesar de todo, ejercic- ron el control sobre la totalidad de Bgipto. Asi lo demuestran los decretos de Coptos (Weill, 1912; Goedicke, 1967), segtin los cuales algunos de estos fa- raones de reinado breve confirmaron y concedieron poderes y exenciones a os nomarcas de Coptos. En otras palabras, aunque los decretos de Coptos re- velan la debitidad del poder central en relacién con Ia nobleza provincial (cosa que puede discutirse), dicha nobleza scgu‘a basando sus protensiones de poder en las concesiones reales sancionadas por la corte de Mentis. Ast, aungne los decretos de Coptos demnestren una delegacién de poderes por parte de Ia autoridad central, Jos gobernadores provinciales segufan recono- Ciendo la competencia de los faraones menfitas a la hora de legitimar su situacién, En segundo hgar, Ia cronologfa relativamente bien establecida de a dinastfa XII sitéa su comicnzo en cl afio 1991. Como fa reunificacion 182 FL DESARROLLO DE ESTADOS Y CHUDADES de Egipto fue obra de Mentuhotcp Tf, de la dinastia X1, en ©. 2040, podemos calcular la duracién aproximada de a dinastfa XI y sitwat su comienz0 es ¢, 2133, Rata ha venido siendo la cronologta convencional; pero en la actug Jidad se han presentado algunas propuestas que pretenden rebajar el comien zo de Ia dinastfa XIL y situarlo en el afio 1963, y de paso la unificacién de Mentuhotep, que datarfa de 1023. Ello supone alargar la duracién del Primes Periodo Intermedio. Esto no es demasiado problemtico, pues durante siios ha cxistido una disputa entre tos especialistas que pretenden comprimir ef Pinney Perfodo Intermedio en un lapso de ticmpo de menos de un siglo (Beckerath 1962) y tos que creen que duré por lo menos ciento cincuenta afios. La dife, rencia de opinién gira en tomo a la cuesti6n de si los faraones tebanos que acabaron formando la dinastfa XI, fueron enteramente eontempordncos de los farsones de Heraclespolis (dinastfas IX y X), o si eso es imposible por cuan, to tenemos atestiguaclos lemasiactos faraones heracteopolitas para que (uepan en un lapso de tiempo tan breve (CAH, I, capitulo 10). La lucha entre Heracledpolis y Tebas Manetén y el Canon de Turin son las tinicas fuentes que dan la lista de tos soberanos de Heracleépolis, y de Manetén proviene la division en dos dinastias (IX y X) de diecinueve faraones cada una. Los especialistas geno. salmente han rechazado esta divisién, y prefieren la versi6n del Canon de Ta. rfn, que da una sola dinastia de dicciocho reyes. {Qué es lo que sabemos de sta dinastia? Nuestros testimonies proceden principalmente de las turnbas de los nomarcas del Egipto Medio (esto es, los nomos correspondientes al norte del «Alto Bgipto»), en especial de los de Asyut (Brunner, 1937; véase Schenkel, 1965). Certifican definitivamente la existencia de siete faraones de Heraclespolis; pero no existe casi ninguna seguridad respecto a cémo ence. jan en la cronologia. Blo se debe « que unas veces el nombre del faraén esté deteriorado o simplemente se le llama «Khety» (es decir, los «Actoes» de Manetsn), nombre que se repite una y otra vez en la dinastfa heracleopolita. na (se conocen por fo menos tres y posiblemente cuatro). Uno de esos Khety debié de ser el fundador de la dinastia, pues, al parecer, se la denamina = ‘la Casa de Khety’. Su capital era Heracleépolis (no lejos de Men- fis), como ponen de manifiesto tos nomarcas de Asyut, que mantenian estre- chas relaciones con los heracleopolitas, y el propio Canon de ‘Turin, ‘Solo durante el reinado del representante mejor conocido de la dinastfa, Merikare, podemos acceder hasta cierto punto a lox faraones de Hecacleépolis y a la historia de esta época. Una obra literaria bastante famosa, las «lnstruc- Ciones a Merikare» de su padre (Volten, 1945, pp. 3-82; Erman, 1927/1966 (011, pp. 75-84; AVET, pp. 414-418; Lichtheim, 1973-1980 [01], 1, pp. 97- 109) se relaciona con su nombre. El texto responde al modelo propio del ‘x6noro de las instrucciones (véase supra, p. 172), aunque es utilizado ce un modo algo distinto. Adopta la forma de un testamemto politico, que esboz r oWTo DESDE A DMHASTIA T HASTA LA DINASTIA XVI 183 cere de Miacas de conductay describe las hazatias del pasado, entre ells sos episodios muy poca gloriosos. Aunque Ia abra slo se conserva en Sopa de Te dinatia XVI algunos estos considran que fue

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