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Fortificaciones y Guerra de Asedio en El Mundo Antiguo
Fortificaciones y Guerra de Asedio en El Mundo Antiguo
Fortificaciones y Guerra de
Asedio en el Mundo Antiguo
Libros Pórtico
© 2012 Jordi Vidal / Borja Antela
ISBN: 978-84-7956-107-9
D. L.: Z 1656-2012
X
Gaza. Dicho estudio le permite posteriormente reconstruir con garantías el
operativo puesto en práctica de forma sistemática por Alejandro durante los
asedios.
Finalmente, Isaías Arrayás propone una minuciosa reflexión sobre cómo
el Estado romano afrontó la represión del fenómeno pirático en la Anatolia
meridional, desde que decidiera establecer la provincia del Cilicia en el año
102 a.C. hasta la toma de Korakesion, lograda por Pompeyo Magno en el 67
a.C.
Para concluir la presente introducción, los editores del volumen deseamos
expresar nuestro agradecimiento a todas aquellas personas y organismos
académicos que, de una forma u otra, han contribuido a que tanto la jornada
como el libro se hayan podido llevar a cabo. En primera instancia queremos
agradecer a Jordi Principal su valiosa colaboración durante la gestación y la
celebración de la jornada. Asimismo, agradecemos por supuesto a todos los
autores que presentaron su ponencia y/o su artículo su amable disponibilidad
a todas nuestras solicitudes. Agradecemos también el apoyo académico y
económico prestado por el Departament de Ciències de l’Antiguitat i de
l’Edat Mitjana de la UAB, dirigido por el profesor Joaquim Pera. De la
misma forma, agradecemos al Deganat de la Facultat de Filosofia i Lletres
de la UAB la ayuda económica concedida dentro del marco de la
“Convocatòria d’Ajuts per a l’organització de cicles de conferències,
col·loquis i congressos”. Por último, damos las gracias a todos aquellos
asistentes al acto, en especial a los estudiantes, quienes con su presencia
masiva hicieron que la jornada fuera un auténtico éxito. Muchas gracias.
XI
Territorialidad, fronteras y fortificaciones
en la cuenca sirio-mesopotámica
Aproximación a tres modelos de defensa en el valle Medio del Éufrates
Frontera y fortificación son dos ideas que han ido evolucionando a lo largo
de la historia del mundo antiguo. Ambos conceptos están, por otro lado,
estrechamente vinculados entre sí, por lo que resulta difícil, por no decir
imposible, estudiarlos de forma independiente. En la Antigüedad no era
concebible una frontera segura sin un modelo defensivo asociado y bien
definido: murallas, torres, campamentos militares, mansiones fortificadas,
etc. Por esta razón, para entender en su verdadera dimensión los distintos
sistemas de fortificaciones y de defensa diseñados por el hombre antiguo es
necesario ir al origen de la cuestión, es decir, a las disputas territoriales y a
los conflictos fronterizos en los que estaba en juego el control político y
militar de un determinado territorio. Por ejemplo, no es posible comprender
en su justa medida el patrón de defensa creado por la antigua Roma para
proteger su territorio de los pueblos bárbaros sin tener en cuenta el
significado del concepto limes.
Los cambios de ideología política y militar conllevaron transformaciones
sustanciales en los métodos con los que se ejercía el control sobre una
determinada base territorial y económica. Estos cambios estuvieron
acompañados, a su vez, de modificaciones de los modelos de defensa y de
fortificación de las fronteras. Sin embargo, la primera dificultad a la que se
tiene que enfrentar el moderno historiador es la de intentar definir con
precisión el concepto de frontera dentro de la ideología antigua. Parece
lógico pensar que los individuos que compartían unos mismos valores
culturales (lengua y costumbres) y que participaban de un mismo sistema
político, administrativo y económico tendían a distinguir su propio territorio
del de otras regiones circundantes. Pero no siempre fue así, pues en la Grecia
antigua sólo la lengua, las costumbres y las tradiciones religiosas constituían
la esencia misma de la “Hélade”, un término utilizado por los propios
griegos para designar una realidad territorial de carácter más cultural que
político.
Juan Luis Montero Fenollós
1
Liverani 2003, 81-82.
2
Grayson 1975, 159-161.
3
Liverani 2003, 66.
4
Galán (ed.) 2002, 120.
2
Territorialidad, fronteras y fortificaciones en la cuenca sirio-mesopotámica
5
Sanmartín (ed.) 1999, 89-101.
6
Esta investigación forma parte de los proyectos “Expedición arqueolóxica da Universidade
da Coruña no Medio Éufrates sirio. Cidade e vida urbana en Mesopotamia (IV-III milenio
a.C.)”, de la Xunta de Galicia (10 PXIB 167 197 PR), e “Investigaciones arqueológicas en el
Medio Éufrates. De la cultura de Uruk al reino de Mari: urbanismo y vida urbana en
Mesopotamia (IV y III milenios a.C.)”, del Ministerio de Economía y Competitividad
(HAR2010-15866).
7
Montero Fenollós / Caramelo 2011, 31-35.
3
Juan Luis Montero Fenollós
Estudios recientes sobre la base territorial de Mari indican que los dominios
de este reino se extendían, ya desde el III milenio a.C., a lo largo del tramo
de la cuenca del Éufrates delimitado entre las gargantas de Khanuqa, al
norte, y de Baghuz, al sur8 (fig. 2). Por su parte, los límites oriental y
occidental estaban predefinidos por los acantilados creados por el
encajonamiento del río, es decir, fue la morfología del valle la que determinó
la extensión del reino mariota. La presencia de un afluente como el Khabur
8
Margueron 2006.
4
Territorialidad, fronteras y fortificaciones en la cuenca sirio-mesopotámica
9
Lafont 1999, 49-55.
10
Durand 1998, 146.
11
Charpin 1984, 58-60
12
Safren 1984.
5
Juan Luis Montero Fenollós
1ª fase (hacia 2900 a.C.). Se funda el reino mariota. Éste incluía el territorio
del valle situado entre la garganta de Baghuz y la desembocadura del río
Khabur en el Éufrates. En este espacio había dos grandes ciudades (Terqa, al
norte y Mari, al sur) y un canal de navegación (el nahr Dawrin), que
comunicaba la capital con el Khabur.
6
Territorialidad, fronteras y fortificaciones en la cuenca sirio-mesopotámica
En resumen, la base territorial del reino de Mari a mediados del III milenio
a.C. incluía, según nuestra tesis, el sector del valle del Éufrates Medio de
180 km de longitud delimitado por dos accidentes naturales: la garganta de
Khanuqa, al norte, y la de Baghuz, al sur. Estaba controlado por tres
ciudades circulares fortificadas: Tall Qabr Abu al-‘Atiq (diám. 400 m), clave
para supervisar la puerta de acceso a los territorios del norte de Siria; Terqa
(diám. 500 m), para controlar el acceso al Khabur y a la ruta hacia Anatolia;
y finalmente, Mari (diám. 1900 m), la gran capital, que era la puerta hacia el
sur de Mesopotamia.
Sala 3: espacio rectangular de 2,85 por 6,63 m (18,80 m2). Al igual que en la
sala 1, se ha encontrado sobre el suelo toda una serie de vasijas de cerámica
de diverso tipo: cuencos carenados, cubiletes con botón, grandes jarras, etc.
Pero el hallazgo más interesante ha sido el de dos tablillas cuneiformes, que
estaban situadas sobre el suelo y ocultas en parte por dos vasos de cerámica
y una viga carbonizada.
7
Juan Luis Montero Fenollós
Sala 4: esta sala está definida parcialmente por dos muros. La excavación de
2009 ha permitido sacar a la luz una serie de grandes jarras de
almacenamiento (fig. 5), que estaba sobre restos de madera carbonizada por
el incendio. En este contexto, se encontró un cilindro-sello con la
representación de cuatro divinidades, entre las cuales se ha podido identificar
al dios Adad.
16
Montero Fenollós / Caramelo 2012.
17
Tenu 2009.
18
Grayson 1987, A.0.76.3: 41; A.0.77.1: 85; A.O.78.23: 29.
19
En CAD, D, s.v. dunnu, pp.184-185, se traduce como “fuerte y área o casa fortificada”.
20
Akkermans / Schwartz 2003, 350.
8
Territorialidad, fronteras y fortificaciones en la cuenca sirio-mesopotámica
21
El estudio de las tablillas está siendo realizado por Ignacio Márquez Rowe, epigrafista del
PAMES, al que debemos los datos aquí publicados.
9
Juan Luis Montero Fenollós
10
Territorialidad, fronteras y fortificaciones en la cuenca sirio-mesopotámica
23
Al-Shbib 2009 y Montero Fenollós 2006.
24
Montero Fenollós / al-Shbib (eds.) 2008.
11
Juan Luis Montero Fenollós
5. Valoración final
En resumen, las siete campañas de campo llevadas a cabo por el equipo del
PAMES (2005-2011) en la región de Khanuqa han puesto de manifiesto que
esta tuvo un papel clave como frontera política, dado su evidente valor
geoestratégico. Los datos expuestos más arriba revelan que a lo largo de la
Edad Antigua hubo varios modelos de control militar de la citada región, que
obedecían como veremos a continuación a distintos modelos políticos de
control del territorio, a saber:
2. Modelo medioasirio. A lo largo del siglo XIII a.C. los grandes reyes de
Asur inauguraron una política de carácter expansionista y militarista, que
llegaría a su punto culminante en el llamado período Neoasirio. El enclave
excavado parcialmente en Tall Qabr Abu al-‘Atiq es una fortaleza, llamada
dunnu por los asirios, que responde a esta nueva política encaminada a
“asirianizar” el territorio. Se trata, sin duda, de un puesto avanzado de
carácter militar, que fue fundado en un territorio de frontera. La cultura
material, en particular la cerámica estandarizada, y los textos administrativos
hallados en este pequeño enclave son buena muestra de la cultura de imperio
12
Territorialidad, fronteras y fortificaciones en la cuenca sirio-mesopotámica
13
Juan Luis Montero Fenollós
Bibliografía
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bizantino de Tall as-Sin (Siria)”, Erytheia 27: 17-41.
14
Territorialidad, fronteras y fortificaciones en la cuenca sirio-mesopotámica
15
Juan Luis Montero Fenollós
Fig. 2. Territorio del reino de Mari entre las gargantas de Khanuqa y Baghuz
16
Territorialidad, fronteras y fortificaciones en la cuenca sirio-mesopotámica
17
Juan Luis Montero Fenollós
Fig. 5. Jarras “in situ” en la sala 4 del edificio medioasirio de Tall Qabr Abu al-‘Atiq
18
Territorialidad, fronteras y fortificaciones en la cuenca sirio-mesopotámica
Fig. 7. Fotografía aérea de Tall as-Sin realizada por A. Poidebard en los años 30 del
pasado siglo
19
Juan Luis Montero Fenollós
20
La guerra de asedio en el período paleobabilónico
según los textos de Mari
Jordi Vidal
Universitat Autònoma de Barcelona
1. Introducción
El presente trabajo ha sido elaborado en el marco del proyecto de investigación HAR2011-
23572 (Ministerio de Economía y Competitividad).
1
Charpin 1993; LAPO 17, pp. 287ss.
2
Véase, por ejemplo, el bloqueo de Nínive mencionado en A.2728 (LAPO 17 515).
Jordi Vidal
3
Véanse LAPO 17, pp. 311ss. y Lion 1997.
4
Charpin / Ziegler 2003, 94 y 147.
5
Sobre la identificación entre Ninet y Nínive véase Durand 1987, 224.
6
Charpin / Ziegler 2003, 93 y 147.
7
Charpin / Ziegler 2003, 94 y 147.
8
Véase LAPO 17, p. 59 n. a sobre la lectura de dicho topónimo.
9
El asedio tuvo lugar en el marco del conflicto en Zalmaqum (LAPO 17, p. 35; Charpin /
Ziegler 2003, 103ss. y 147s.; Oliva 2008, 166ss.).
10
Sobre este topónimo véase LAPO 17, p. 40 n. b y 63.
11
La información está relacionada con el conflicto en Zalmaqum (LAPO 17, p. 40 n. b).
22
La guerra de asedio en el período paleobabilónico
(LAPO 17 533)
Dur-Yahdun- tropas —— 177213 ARM 26 121
Lim benjaminitas
Andarig Mari —— 177114 ARM 18 5
(LAPO 17 666)
Razama Andarig, rampa 176515 ARM 14 104+
Ešnunna, Elam (LAPO 17 548)
Razama Andarig, —— 1765 ARM 6 51
Ešnunna, Elam (LAPO 17 553)
Razama Andarig, —— 1765 ARM 6 52
Ešnunna, Elam (LAPO 17 552)
Razama Andarig, —— 1765 ARM 6 65
Ešnunna, Elam (LAPO 17 850)
Razama Andarig, —— 1765 ARM 27 132
Ešnunna, Elam
Razama Andarig, rampa 1765 ARM 27 133
Ešnunna, Elam
Razama Andarig, torre 1765 ARM 26 318
Ešnunna, Elam
Upi Elam rampa 176516 ARM 26 366
Hiritum Elam rampa, torres 176417 ARM 27 141
Hiritum Elam rampa, torres 1764 ARM 27 142
Hiritum Elam rampa, ariete, 176418 ARM 2 30+
hamānum
Hiritum Elam hamānum 1764 A.3669+
(Lacambre
1997, 446ss.)
Hiritum Elam —— 1764 ARM 26 384
Šitullum Elam, Ešnunna —— 176419 ARM 27 148
Ašihum Andarig —— 176420 ARM 26 405
Adallaya Andarig —— 176421 ARM 26 406
Adallaya Andarig rampa, torre 1764 ARM 26 407
Adme22 Ekallatum rampa, torre 176423 ARM 26 416
12
Charpin / Ziegler 2003, 139 y 154.
13
Charpin / Ziegler 2003, 194 n. 200.
14
Durand 1987b, 617; Charpin / Ziegler 2003, 200 n. 268 y 247.
15
Charpin / Ziegler 2003, 217 y 248.
16
ARM 26/2, pp. 159s.
17
Heimpel 2003, 103s.
18
Lacambre 1997, 432ss.
19
ARM 27, pp. 30s.; Charpin / Ziegler 2003, 225.
20
Charpin / Ziegler 2003, 233; Heimpel 2003, 117s.
21
Charpin / Ziegler 2003, 233; Heimpel 2003, 117s.
22
Sobre este topónimo véase Heimpel 2003, 126 n. 186.
23
ARM 26, p. 295.
23
Jordi Vidal
24
ARM 26/2, p. 305; Charpin / Ziegler 2003, 235.
25
ARM 26/2, p. 475.
26
ARM 26/2, p. 475.
27
Sobre este topónimo véase LAPO 17, p. 260 n. a.
28
ARM 26/2, p. 474.
29
ARM 26/2, 148. Véanse también Anbar 1995, §65 y Heimpel 2003, 155s.
30
Para las dificultades en la datación de ese texto véase Charpin / Ziegler 2003, 230 n. 557.
31
ARM 27, p. 36.
32
Sobre esta máquina de asedio véase Lacambre 1997, 450 n. n: “Il semble qu’il devait s’agir
d’un engin de siège, mais son emploi précis reste pour l’instant difficile à determiner”. Véase
también LAPO 17, p. 296.
24
La guerra de asedio en el período paleobabilónico
el asedio de Ṣuprum (1776 a.n.e.) protagonizado por las tribus amorreas que
se rebelaron contra Yasmah-Addu de Mari.33 En dicha carta, Yasmah-Addu
le comentaba a su hermano Išme-Dagan que las tribus amorreas, quienes ya
habían atacado con éxito la localidad de Ṣuprum, disponían de una torre de
asedio y de un ariete. Ello significa que algunas tribus de la región, a las que
tradicionalmente se ha supuesto ajenas a las sutilezas y desarrollos propios
de la guerra compleja,34 en realidad conocían y practicaban la guerra de
asedio de igual modo que el resto de ejércitos ciudadanos de la época.
Rampas de asedio
33
Véanse LAPO 17, pp. 126s. y Charpin / Ziegler 2003, 138ss. para un estudio acerca del
contexto histórico de la carta.
34
Sobre la práctica de la guerra en contextos no urbanos véase, por ejemplo, Vidal 2010.
35
Sobre los fosos en el Próximo Oriente Antiguo véanse, entre otros, Oredsson 2000 y Vidal /
Montero 2009, 208s.
36
Para una síntesis sobre la arquitectura militar del periodo véase Burke 2008.
37
Kern 1999, 19.
38
Véase Ephʿal 2009, 84s. n. 156 para una estimación del esfuerzo necesario para construir
una rampa de asedio.
25
Jordi Vidal
Para tratar de superar las dificultades planteadas por los defensores, era una
práctica común que los ejércitos asaltantes trabajaran por la noche en la
construcción de las rampas para así tratar de reducir la efectividad del fuego
defensivo. Por otra parte también era frecuente que se procediera al
reclutamiento forzado de campesinos de zonas próximas a la ciudad asediada
para que trabajaran en la construcción de la rampa. De esta forma, los
atacantes evitaban exponerse ellos mismos al fuego procedente de las
murallas y obligaban a los defensores a disparar contra personas que
pertenecían a su misma comunidad.43
39
Véase Vidal 2009 para un análisis de la defensa agresiva practicada por los habitantes de
Razama.
40
ARM 14 104+ (Charpin 1993, 198ss. / LAPO 17 548): 25-33.
41
Véase Lacambre 1997.
42
ARM 2 30+ (Lacambre 1997, 440ss. / LAPO 17 581): 5-8.
43
Ephʿal 2009, 84ss. n. 156.
26
La guerra de asedio en el período paleobabilónico
Torres
44
Véase Nadali 2009, 44s.
45
Véase el Panel B-18, Salón del Trono, Palacio Noroccidental de Nimrud.
46
Powell 1987-1990.
47
Lafont 1992, 102s.
48
Kupper 1997, 128.
49
A.4192+.
50
RIME 2 Narām-Sîn E2.1.4.26. Véase Burke 2008, 60.
27
Jordi Vidal
Arietes
El uso de arietes (yašibum) ya está atestiguado en los textos de Ebla (c. 2300
a.n.e.), donde se mencionan bajo el logograma sumerio GUD.SI.DILI. 56 Sin
embargo, son los textos de Mari los que nos aportan una información más
explícita acerca de esta máquina de asedio durante la Edad del Bronce.57 Por
lo que se refiere a sus características físicas, sabemos que el cuerpo de los
arietes estaba hecho de madera de cedro, fresno o álamo, 58 con una punta de
bronce59 que podía alcanzar los 12 kg. de peso.60 No conocemos ninguna
descripción ni representación de cómo sería una de esas puntas mencionados
en los textos de Mari. En cualquier caso, su diseño forzosamente estaba
51
TCL 10 3.
52
Margueron 2004, 346.
53
Emery / Smith / Millard 1979, 4ss.
54
ARM 26/1, p. 212; Kupper 1997, 130; LAPO 17, pp. 297s.
55
Yadin 1963, 71; Burke 2008, 38.
56
Steinkeller 1987.
57
Kupper 1997.
58
ARM 6 63, ARM 27 8.
59
ARM 22 204+: col. iii l. 27' (Lacambre 1997, 95); Dossin 1970, 25 nº 7.
60
ARM 21 261: 4'-6'; Kupper 1997, 122; LAPO 17, p. 295.
28
La guerra de asedio en el período paleobabilónico
61
ARM 6 65.
62
ARM 7 16, ARM 7 63, ARM 7 69, ARM 21 141 (Sasson 1969, 33s.; Kupper 1997, 123).
63
ARM 18 17.
64
ARM 2 7, ARM 2 107.
65
ARM 10 171: 9-14.
66
Sasson 1969, 34; LAPO 16, p. 582 n. c; Kupper 1997, 124.
67
ARM 6 63.
29
Jordi Vidal
había sido depositado por orden del propio rey Zimri-Lim en un santuario
dedicado a la memoria de su padre. Desde luego, desconocemos los motivos
que llevaron a la elección de dicho ariete para su dedicación como objeto
votivo. Tal vez pudo ser un ariete que tuvo una participación decisiva a lo
largo de uno o más asedios,69 adquiriendo de esa forma un prestigio tal que
lo convirtió en objeto de culto. Sin embargo, tampoco puede descartarse que
se tratara en realidad de un ariete enemigo capturado que habría sido
depositado en un lugar sagrado en el contexto de un ritual de acción de
gracias por la victoria obtenida.
Con relativa frecuencia torres y arietes aparecen mencionados de forma
conjunta en los textos de Mari. Ello ha llevado a algunos autores a proponer
la posibilidad de que en realidad torre y ariete formaran una única máquina
compuesta.70 Sin embargo, diversas informaciones obligan a descartar dicha
posibilidad. Así, en varias ocasiones los textos hacen referencia a torres, en
plural, y a un único ariete,71 cuando lo lógico, en caso de que se tratara de
una única máquina, es que la correspondencia en el número de torres y
arietes fuera exacta.72 Por otra parte, los datos iconográficos también
contradicen esa opción de forma categórica. Así, en representaciones tanto
del Bronce Antiguo73 como de época neo-asiria74 se observa claramente
como torres y arietes actuaban como máquinas claramente diferenciadas
(véase figs. 3 y 4), lo que descarta de forma definitiva la hipótesis acerca de
la existencia de una única máquina compuesta.
Tal y como hemos visto antes, según los textos de Mari el ataque a una
ciudad generalmente implicaba la construcción de una rampa de asedio que
debía permitir a los asaltantes superar las barreras defensivas (foso, glacis) y
acceder a la parte alta de las murallas. Arietes y torres de asedio avanzaban a
68
El ariete tenía el nombre de un animal, harādum, “onagro, asno salvaje” (CAD Ḫ p. 88;
CDA p. 107; LAPO 17, p. 296. Véase también Militarev / Kogan 2005, 57: “In a number of
languages the present is reflected (also) with the derived meaning ‘catapult, kind of sieging
engine’”). La dedicación de un ariete en un santuario también está atestiguada en una
inscripción real asiria (RIMA 1, text A.0.75.8.) donde se informa que el rey Arik-dīn-ili
depositó un ariete en honor a Ištar.
69
Vidal 2011, 250.
70
ARM 21, pp. 348s.; LAPO 17, p. 295.
71
ARM 2 7, ARM 14 45, ARM 27 8.
72
Kupper 1997, 130. Véase Kupper 1997, 126s. y LAPO 17, pp. 294ss. para una discusión
sobre algunos términos posiblemente relacionados con máquinas de asedio (hammanum,
simmiltum, kalbānatum, etc.).
73
Nadali 2009.
74
Véase recientemente Gillmann 2011.
30
La guerra de asedio en el período paleobabilónico
75
Además, tal y como recuerda Durand, debe tenerse presente que las distintas cartas hacen
referencia a distintos momentos de los asedios (LAPO 17, pp. 296s.).
76
Véase, por ejemplo, las referencias en CAD S p. 275.
77
Sobre todo en relieves neo-asirios (véase Yadin 1963, 316s.).
31
Jordi Vidal
Mu-bal.saga se dirigió al granero junto con sus sirvientes y la gente. Tras tomar
la escalera simmiltum y la kalbānātum,78 asedió el granero y dijo a sus
sirvientes: “el primero que ataque el granero recibirá la harina” 79
Por lo que se refiere a las escaleras de asedio que Ibal-pi-El llevó hasta
Rapiqum, ellas están en Rapiqum. No hay en Rapiqum barcos que permitan
llevar (las escaleras de asedio) río arriba. No tenemos escaleras de asedio. 81
78
Una máquina de asedio desconocida (véase AHw p. 424: “Sturmleitern”; CAD K p. 67: “a
siege engine”; CDA p. 142: “a siege instrument”).
79
A.3935+ (Joannès 1992; LAPO 16 83): 40-45.
80
En esta carta el escriba utilizó el logograma KUN4 para aludir a las escaleras simmiltum.
81
ARM 26/2 503: 19-27.
82
Lacambre 2002, 19ss.
83
Para una discusión sobre los ṣāb tupšikkānim véase LAPO 17, p. 363: “La traduction
« troupes du génie » représente un assez bon équivalent de ṣâb tupšikkânim. Toute armée a
besoin, outre les combattants, de gens chargés de travaux divers. Cela explique pourquoi dans
les livraisons faites aux soldats on trouve couramment, à côté d’armes de combat
caractérisées, des utensiles qui sont clairement des outils et qu’il faut en distinguer”. Véase
también Stol 1995, 294.
84
ARM 26/2 362: 5-8.
32
La guerra de asedio en el período paleobabilónico
Las tropas n[o trajeron] la torre, pero las tropas vinieron con sus herramientas
para el asedio.85
En realidad, este texto tiene mucha importancia dentro del tema que aquí
estamos discutiendo. Tal y como se afirma de forma explícita, dicho
documento hace referencia a una serie de herramientas destinadas al asedio
de la ciudad de Razama (1765 a.n.e.), asedio que, como veíamos, estaba
documentado en siete textos de Mari. Sin embargo, en ninguno de esos siete
textos se menciona la actuación de los zapadores, aunque nosotros, gracias al
texto del Ashmolean Museum, sabemos que los mismos sí estaban
participando en dicho asedio.
Es por ello que el habitual silencio de las fuentes de Mari respecto al
trabajo de los zapadores durante el asalto de una ciudad permite suponer que
como mínimo en algunos de aquellos 17 asedios para los que no se menciona
la utilización de ninguna estructura o maquinas de asedio, el asalto de la
ciudad dependía de la actuación de los zapadores, y de su capacidad para
abrir una brecha en la muralla que permitiera a la infantería acceder al
interior de la ciudad.
Una vez planteadas las distintas posibilidades la pregunta que queda por
responder es porqué los textos se refieren únicamente de forma esporádica o
directamente omiten la acción de los zapadores y el uso de escaleras de
asedio. En este sentido es probable que este fenómeno no se deba a su
participación marginal en los asedios sino todo lo contrario. Los autores de
las cartas no se referían ni a los zapadores ni a las escaleras precisamente
porque su presencia, actuación y uso durante un asedio era habitual y ya se
daba por descontada. Por el contrario, el empleo de torres y arietes o la
construcción de rampas eran elementos menos frecuentes y, precisamente, en
razón de esa excepcionalidad los autores de los textos estimaban necesario
informar de su presencia al receptor del mensaje, que de otra forma no sería
capaz de prever su uso.
85
ARM 26/2 328: 42-43.
86
OECT XIII 278 (Lacambre 2002, 19).
33
Jordi Vidal
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34
La guerra de asedio en el período paleobabilónico
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Jordi Vidal
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La guerra de asedio en el período paleobabilónico
Fig. 3. Impresión del sello Beydar 7 en el que aparecen representados un ariete y una
torre de asedio (Jans / Bretscheider 1998, 179, Beydar-7)
37
Las razias de Aquiles y el asedio de Troya:
¿motivo épico o estrategia de guerra?
Marta Oller Guzmán
Universitat Autònoma de Barcelona
Este trabajo ha sido realizado en el marco del Proyecto de Investigación “Interpretación de
los lemas de la segunda edición del Diccionario micénico a partir del análisis de los
testimonios griegos del II y I milenios a.C.” (FFI 2010-21460) y del Grupo de Investigación
2009 SGR 1030 “Institucions i mites a la Grècia antiga: Estudi diacrònic a partir de les fonts
gregues” (AGAUR).
Marta Oller Guzmán
Doce ciudades de hombres con mis naves he saqueado y, a pie, yo afirmo que
once alrededor de la fértil Troya. De todas ellas me llevé abundantes y
magníficos tesoros.
1
Un buen ejemplo de ello se encuentra en las palabras que Néstor pronuncia para exhortar a
las tropas aqueas a proseguir el combate (Il. 2.354-356): τὼ μή τις πρὶν ἐπειγέσθω οἶκον δὲ
νέεσθαι | πρίν τινα πὰρ Τρώων ἀλόχῳ κατακοιμηθῆναι, | τίσασθαι δ' Ἑλένης ὁρμήματά τε
στοναχάς τε. “Por ello, que nadie tenga prisa por regresar a casa antes de haberse acostado
junto a la esposa de un troyano y de haber vengado la angustia y los lamentos de Helena.”
También son ilustrativos los términos del pacto entre troyanos y aqueos en Il. 3.281-289.
2
Así queda explícito al principio de la obra (Il. 1.127-129), cuando Aquiles pide a Agamenón
que devuelva a la joven Criseida sin recibir nada a cambio, puesto que después de la toma de
Troya los aqueos le compensarán con un botín hasta tres o cuatro veces mayor; o un poco más
adelante (Il. 2.226-228), cuando Tersites recuerda a Agamenón que su tienda está llena de
bronce y mujeres bien escogidas, obtenidas del saqueo de ciudades. Sobre la guerra como
fuente de riqueza, cf. Cantarella 1979, 196-198 y 2003, 108-109.
3
Agamenón, p.e., promete a Aquiles oro y bronce en gran cantidad y veinte mujeres troyanas
si logran tomar la ciudad (Il. 9.277).
40
Las razias de Aquiles y el asedio de Troya
1º. Esciros es una isla del Egeo situada en las Espóradas septentrionales,
al este de Eubea. En ella, Aquiles toma la fortaleza de Enieo y se lleva a Ifis,
la joven de “bella cintura” que entrega como concubina a Pátroclo (Il. 9.666-
668):
4
Roussel 1991, 123-141.
5
El pasaje se encuentra en un comentario a Il. 19.329 de Eustacio, arzobispo de Tesalónica (s.
XII d.C.), quien afirma lo siguiente (Van der Valk vol. 4, p. 339, l. 7-10): ὁ δὲ τὴν μικρὰν
Ἰλιάδα γράψας φησὶ τὸν Ἀχιλλέα ἐκ Τηλέφου τοῦ Μυσοῦ ἀναζευγνύντα προσορμισθῆναι
ἐκεῖ. γράφει γὰρ οὕτω (PEG 24) ‘Πηλείδην δ' Ἀχιλῆα φέρε Σκῦρόνδε θύελλα, ἔνθ' ὅ γ' ἐς
ἀργαλέον λιμέν' ἵκετο νυκτὸς ἐκείνης’ ἔστι δὲ ἡ Σκῦρος νῆσος πρὸς τῇ Εὐβοίᾳ, ἔχουσα
λιμένας Ἀχίλλειον καὶ Κρήσιον. “El autor de la Ilíada Menor cuenta que Aquiles, al volver
del encuentro con Télefo el misio, fondeó allí (i.e. en Esciros), pues dice así: ‘Al Pélida
Aquiles una tempestad le condujo hasta Esciros, donde arribó a un puerto de difícil acceso
aquella misma noche’. Esciros es una isla situada delante de Eubea que tiene los puertos de
Aquileo y Cresio.” Todavía hoy en el lado septentrional de istmo de Esciros hay una bahía
denominada Αχίλλι, pervivencia quizá del topónimo antiguo.
6
Según el resumen de Proclo, en los Cantos Ciprios se relataba lo siguiente: (PEG p. 41)
ἀποπλέουσι δὲ αὐτοῖς ἐκ τῆς Μυσίας χειμὼν ἐπιπίπτει καὶ διασκεδάννυνται. Ἀχιλλεὺς δὲ
Σκύρῳ προσσχὼν γαμεῖ τὴν Λυκομήδους θυγατέρα Δηϊδάμειαν. “Al zarpar de Misia, les
alcanza una tempestad y se dispersan. Aquiles atraca en Esciros y se casa con Deidamía, la
hija de Licomedes.”
7
En Il. 19.326, Aquiles se consuela de la muerte de Pátroclo al recordar que al menos su
querido hijo Neoptólemo crece, sano y salvo, en Esciros.
41
Marta Oller Guzmán
personal, que no sólo superan en belleza a todas las demás mujeres, sino que
además son habilidosas (Il. 9.128-130; 270-272):
Algunas de estas mujeres lesbias salen del anonimato como, p.e., Diomede,
que comparte lecho con Aquiles (Il. 9.663-665):
8
Dictys 2.16: Phorbanta, loci eius [i.e. Lesbi] regem. Sobre este pasaje volveremos más
adelante.
9
Parth. Erot. 21. Λέγεται δὲ καί, ὅτε Ἀχιλλεὺς πλέων τὰς προσεχεῖς τῇ ἠπείρῳ νήσους
ἐπόρθει, προσσχεῖν αὐτὸν Λέσβῳ. ἔνθα δὴ καθ' ἑκάστην τῶν πόλεων αὐτὸν ἐπιόντα
κεραΐζειν. ὡς δὲ οἱ Μήθυμναν οἰκοῦντες μάλα κρατερῶς ἀντεῖχον καὶ ἐν πολλῇ ἀμηχανίᾳ ἦν
διὰ τὸ μὴ δύνασθαι ἑλεῖν τὴν πόλιν, Πεισιδίκην τινὰ Μηθυμναίαν, τοῦ βασιλέως θυγατέρα,
θεασαμένην ἀπὸ τοῦ τείχους τὸν Ἀχιλλέα ἐρασθῆναι αὐτοῦ καὶ οὕτως τὴν τροφὸν
διαπεμψαμένην ὑπισχνεῖσθαι ἐγχειρίσειν αὐτῷ τὴν πόλιν, εἴγε μέλλοι αὐτὴν γυναῖκα ἕξειν. ὁ
δὲ τὸ μὲν παραυτίκα καθωμολογήσατο. ἐπεὶ μέντοι ἐγκρατὴς <τῆς> πόλεως ἐγένετο,
νεμεσήσας ἐπὶ τῷ δρασθέντι προὐτρέψατο τοὺς στρατιώτας καταλεῦσαι τὴν κόρην. “Sobre
Pisídice. Se dice también que, cuando Aquiles, navegando, se dedicaba a saquear las islas
42
Las razias de Aquiles y el asedio de Troya
Les preparó la bebida Hecamede de bellos bucles, a la que el viejo Néstor tomó
de Ténedos, cuando Aquiles devastó la isla, la hija del valeroso Arsínoo; a ella
los aqueos la escogieron para Néstor porque vencía en juicio a todos los demás.
situadas enfrente de la costa, se acercó a Lesbos y, una vez allí, iba devastando cada una de
las ciudades a las que llegaba. Pero, como los habitantes de Metimna se le resistieran con gran
firmeza y Aquiles se encontrara en una situación muy embarazosa al no poder tomar la
ciudad, Pisídice, una mujer de Metimna hija del rey, al ver a Aquiles desde lo alto de las
murallas, se enamoró de él. Así pues, Pisídice le mandó a su nodriza como mensajera y le
prometió entregarle la ciudad si aceptaba tomarla como esposa. Aquiles aceptó el acuerdo al
instante. Sin embargo, cuando se convirtió en amo de la ciudad, irritado por lo que se había
hecho, mandó a los soldados lapidar a la joven.” Sobre este episodio y su discutida autoría, cf.
Cuypers 2002-2003.
10
Parth. Erot. 26. Τράμβηλον δὲ οὐ πολὺ μετέπειτα τίσις ἐλάμβανεν ἐκ θεῶν. ἐπειδὴ γὰρ
Ἀχιλλεὺς ἐκ τῆς Λέσβου πολλὴν λείαν ἀποτεμόμενος ἤγαγεν, οὗτος ἐπαγομένων αὐτὸν τῶν
ἐγχωρίων βοηθὸν συνίσταται αὐτῷ. ἔνθα δὴ πληγεὶς εἰς τὰ στέρνα παραχρῆμα πίπτει.
ἀγάμενος δὲ τῆς ἀλκῆς αὐτὸν Ἀχιλλεὺς ἔτι ἔμπνουν ἀνέκρινεν, ὅστις τε ἦν καὶ ὁπόθεν. ἐπεὶ δὲ
ἔγνω παῖδα Τελαμῶνος ὄντα, πολλὰ κατοδυρόμενος ἐπὶ τῆς ἠϊόνος μέγα χῶμα ἔχωσε· τοῦτο
ἔτι νῦν ἡρῷον Τραμβήλου καλεῖται. “En cuanto a Trambelo, el castigo de los dioses no tardó
en alcanzarle, ya que, cuando Aquiles, tras haberse apoderado de un cuantioso botín, se
disponía a llevárselo de Lesbos, la gente del lugar hizo venir a Trambelo en su ayuda, y él se
enfrentó a Aquiles. Entonces, al recibir un golpe en el pecho, cayó al suelo al instante.
Aquiles, admirando su coraje, le preguntó, cuando todavía respiraba, quién era y de dónde
venía y, al saber que era hijo de Telamón, se lamentó profundamente y le erigió a la orilla del
mar un gran túmulo al que todavía hoy llaman Heroon de Trambelo.”
11
Plut. Quaest. Gr. 297 d-e. ’Τί δήποτε παρὰ Τενεδίοις εἰς τὸ τοῦ Τένου ἱερὸν οὐκ ἔξεστιν
αὐλητὴν εἰσελθεῖν οὐδ' Ἀχιλλέως ἐν τῷ ἱερῷ μνησθῆναι;’ [...] Ἀχιλλεῖ δὲ λέγεται τὴν μητέρα
43
Marta Oller Guzmán
¡Cuántas veces con nuestras naves por el mar brumoso fuimos errantes a por
botín a donde Aquiles nos guiase!
Θέτιν ἰσχυρῶς ἀπαγορεῦσαι μὴ ἀνελεῖν τὸν Τένην ὡς τιμώμενον ὑπ' Ἀπόλλωνος, καὶ
παρεγγυῆσαι ἑνὶ τῶν οἰκετῶν, ὅπως προσέχῃ καὶ ἀναμιμνήσκῃ, μὴ λάθῃ κτείνας ὁ Ἀχιλλεὺς
τὸν Τένην. ἐπεὶ δὲ τὴν Τένεδον κατατρέχων ἐδίωκε τὴν ἀδελφὴν τοῦ Τένου καλὴν οὖσαν,
ἀπαντήσας θ' ὁ Τένης ἠμύνετο πρὸ τῆς ἀδελφῆς, καὶ ἡ μὲν ἐξέφυγεν ὁ δὲ Τένης ἀνῃρέθη· ὁ δ'
Ἀχιλλεὺς πεσόντα γνωρίσας τὸν μὲν οἰκέτην ἀπέκτεινεν, ὅτι παρὼν οὐκ ἀνέμνησε· τὸν δὲ
Τένην ἔθαψεν, οὗ νῦν τὸ ἱερόν ἐστι, καὶ οὔτ' αὐλητὴς εἴσεισιν οὔτ' Ἀχιλλεὺς ὀνομάζεται.
“¿Por qué en Ténedos no está permitido a ningún flautista entrar en el santuario de Tenes ni
mencionar el nombre de Aquiles dentro del santuario? [...] En cuanto a Aquiles, dicen que su
madre Tetis le prohibió firmemente matar a Tenes puesto que era honrado por Apolo, y le
mandó a uno de sus sirvientes para que vigilara y recordara a Aquiles que no fuera a matar a
Tenes. Sin embargo, cuando, al desembarcar en Ténedos, Aquiles se puso a perseguir a la
hermana de Tenes, que era bonita, Tenes acudió en su ayuda y la defendió. Ella logró escapar
pero Tenes fue muerto. Aquiles, tras reconocer el cadáver, mató al sirviente porque, a pesar de
estar presente, no le había recordado la prohibición. Entonces enterró a Tenes en el lugar en el
que actualmente se encuentra el santuario y no puede entrar ningún flautista ni Aquiles ser
nombrado.”
12
Plut. Pyrrh. 1.3: ἐκ τούτου δὲ καὶ Ἀχιλλεὺς ἐν Ἠπείρῳ τιμὰς ἰσοθέους ἔσχεν, Ἄσπετος
ἐπιχωρίῳ φωνῇ προσαγορευόμενος. “Por ello también Aquiles recibe honores parecidos a los
divinos en el Epiro, aunque en la lengua del lugar se le llama Áspeto.”; Hsch. s.u. Ἄσπετος, ὁ
Ἀχιλλεὺς ἐν Ἠπείρῳ ὡς φησιν Ἀριστοτέλης ἐν Ὀπουντίων πολιτείᾳ. “Áspeto: Aquiles en
Epiro, tal y como dice Aristóteles en la Constitución de los Opuntios.”
13
Roussel 1991, 248-249.
44
Las razias de Aquiles y el asedio de Troya
Desde allí huiste hacia Lirnesos. Pero esta ciudad yo la destruí, tras perseguirte
con la ayuda de Atenea y del padre Zeus, y me llevé cautivas a las mujeres
quitándoles la libertad.
45
Marta Oller Guzmán
Este pasaje recoge de forma dramática cuál era el destino cruel que
aguardaba a los habitantes de las ciudades saqueadas por Aquiles y el
ejército aqueo: la muerte para los hombres y la esclavitud para las mujeres.
5º. La destrucción de Pédasos suele aparecer en estrecha relación con la
de Lirnesos, lo que lleva a suponer que se trataba de dos localidades muy
cercanas (Il. 20.89-92):
Porque no será ahora la primera vez que me enfrente a Aquiles de pies ligeros,
sino que ya en otra ocasión me hizo huir con su lanza desde el Ida, cuando
atacó mis vacas y destruyó Lirnesos y Pédasos.
14
Dictys 2.16-17, sobre este pasaje volveremos más adelante.
15
El episodio está recogido en un comentario a Il. 6.21 (Van der Valk vol. 2, p. 237, l. 7-13):
Ἔστι δὲ καὶ ἄλλη Πήδασος Τρωϊκὴ ὀχυρωτάτη, ἡ πάλαι Μονηνία, ἧς ἐνταῦθα κατὰ τοὺς
ἀκριβεστέρους μεμνῆσθαι δοκεῖ ὁ ποιητής. ἣν πολιορκῶν Ἀχιλλεὺς καὶ δι' ὀχυρότητα μέλλων
ἄπρακτος ὑποχωρεῖν εἷλεν ἄλλως ἐκ προδοσίας. παρθένος γὰρ ἔσω τειχῶν οὖσα καὶ τοῦ
Ἀχιλλέως ἐρασθεῖσα ἐπέρριψε μῆλον, ἐν ᾧ ἔγραψε τάδε «μὴ σπεῦδ', Ἀχιλλεῦ, πρὶν Μονηνίαν
ἕλῃς. ὕδωρ γὰρ οὐκ ἔνεστι, διψῶσι κακῶς». ὁ δ' ἐπιμείνας εἷλε τὴν πόλιν σπανίζουσαν
ὕδατος. “Hay también otra Pédasos troyana muy bien fortificada, la antigua Monenia, de la
que el Poeta, según los más estrictos, parece acordarse aquí. Cuando Aquiles estaba asediando
la ciudad y se disponía a retirarse sin conseguirlo debido a las fortificaciones, logró tomarla
de otra manera mediante una traición. En efecto, una joven que estaba dentro de las murallas
y se había enamorado de Aquiles, le lanzó una manzana en la que había escrito esto: ‘No
tengas prisa, Aquiles, antes de tomar Monenia, porque no hay agua, sufren sed’. Él esperó y
tomó la ciudad gracias a la escasez de agua.”
46
Las razias de Aquiles y el asedio de Troya
Por eso yo no quise aceptar el espléndido rescate por la joven Criseida, porque
deseo mucho tenerla en casa, pues la prefiero incluso a Clitemnestra, mi esposa
legítima, porque en nada le es inferior, ni en estatura ni en apariencia, ni en
inteligencia ni en ningún tipo de labor.
16
Aquiles se lo reprocha amargamente justo antes de abandonar el combate (Il. 1.163-168) y
es un motivo que subyace claramente en su enfrentamiento por Briseida, cf. Taplin 1986, 19.
47
Marta Oller Guzmán
Una vez más, se repite la escena de saqueo con el resultado de muerte para
los hombres y esclavitud para las mujeres, que son aquí claramente
17
Otro caso bien conocido es el de Andrómaca, protagonista de la tragedia homónima de
Eurípides, que, tras ser forzada a convertirse en concubina de Neoptólemo, ve peligrar su vida
y la de su hijo bastardo a manos de Hermíone, la esposa legítima.
18
Para la expresión σεβάσσατο γὰρ τό γε θυμῷ seguimos aquí la interpretación de Santiago
2011, 25.
48
Las razias de Aquiles y el asedio de Troya
19
En otras ocasiones los cautivos pueden ser vendidos como esclavos. Un caso muy
ilustrativo de este procedimiento se encuentra en la historia (Il. 21.34-119) de Licaón, uno de
los hijos de Príamo, que es apresado por Aquiles durante un ataque nocturno, conducido a las
naves aqueas y vendido en Lemnos al hijo de Jasón, Euneo, por el precio de cien bueyes. Más
tarde, un huésped de Euneo, Eetión de Imbros, lo compra por el triple del precio inicial y lo
manda a Arisbe, donde Licaón logra escapar y alcanzar de nuevo su patria. La suerte quiere
que tan sólo doce días después de su regreso Licaón vuelva a caer en manos de Aquiles. Sin
armas ni defensa posible, Licaón suplica a Aquiles que le perdone la vida en virtud de la
hospitalidad (ξενία) que ha quedado establecida entre ellos por el hecho de que Licaón
hubiera comido en su nave, pero en este momento Aquiles, que está cegado de rabia por la
muerte de Pátroclo, no tiene compasión y le atraviesa el cuello con su espada. Esta
rocambolesca historia podría estar fundada en la existencia de un tráfico de esclavos ya en
época micénica, como parece sugerir la lectura de dos tablillas en Lineal B de Cnosos que
recogen contratos de venta de esclavos, cf. Olivier 1987.
20
La lista de ciudades saqueadas por Aquiles es mencionada en distintos autores posteriores:
la lista más completa la encontramos en la Biblioteca del Pseudo-Apolodoro (Epit. 3.33
Frazer), quien enumera hasta diecisiete: αἱρεῖ δὲ καὶ Λέσβον καὶ Φώκαιαν, εἶτα Κολοφώνα
καὶ Σμύρναν καὶ Κλαζομενὰς καὶ Κύμην, μεθ᾿ ἃς Αἰγιαλὸν καὶ Τῆνον, [τὰς ἑκατὸν
καλουμένας πόλεις]· εἶτα ἑξῆς Ἀδραμύτιον καὶ Σίδην, εἶτα Ἔνδιον καὶ Λιναῖον καὶ Κολώνην.
αἱρεῖ δὲ καὶ Θῆβας τὰς Ὑποπλακίας καὶ Λυρνησσόν, ἔτι δὲ καὶ <Ἄντ>ανδρον καὶ ἄλλας
πολλὰς. “(Aquiles) toma Lesbos y Focea; luego, Colofón, Esmirna, Clazómenas y Cime,
después de las cuales Egíalo y Tenos, las llamadas Cien Ciudades; luego, seguidamente,
Adramiteo y Side; luego Endio, Lineo y Colone. Toma también Tebas Hipoplacia, Lirnesos y
además Antandro y otras muchas ciudades.” Otras listas en Roussel 1991, 247-252.
49
Marta Oller Guzmán
Tanto más numerosos yo afirmo que son los hijos de los aqueos que los
troyanos que habitan en la ciudad, pero sus aliados son hombres que blanden
lanzas procedentes de muchas ciudades, los cuales me desconciertan mucho y
no me permiten, a pesar de que lo deseo, destruir la ciudad bien poblada de
Ilión.
Pues son muchos los aliados por la gran ciudad de Príamo y, de los hombres de
orígenes muy dispersos, unos tienen una lengua y otros, otra.
50
Las razias de Aquiles y el asedio de Troya
21
De esta obra se conserva íntegra una versión en latín del s. IV, traducción de la obra
original en griego fechada a finales del s. II.
51
Marta Oller Guzmán
llevando un enorme botín. En aquel mismo momento, un rey escita, tras recibir
la noticia de nuestra llegada, se presentaba ante nosotros con muchos regalos.
Sin embargo, Aquiles, no contento con lo que había hecho, ataca Cilicia y
allí, en unos pocos días de lucha, toma Lirnesos. Después de haber matado a
Eetión, que reinaba en aquellos parajes, llena las naves de abundantes riquezas
y se lleva a Astínome, hija de Crises, que en aquel entonces estaba casada con
el rey. Rápidamente, desde allí empezó el asalto de Pédasos, ciudad de los
léleges. Pero su rey, Brises, cuando vio cómo nuestros hombres se ensañaban
en el asedio, pensando que ninguna fuerza podría repeler a los enemigos ni
defender suficientemente a los suyos, sin esperanza de huída ni de salvación,
mientras que los demás fijaban su atención en el enemigo, regresó al palacio y
se ahorcó. Al cabo de poco, tomaron la ciudad, mataron a muchos hombres y
se llevaron a la hija del rey, Hipodamía.
22
Así, p.e., la fama del potencial militar de Alejandro precedía la llegada de su ejército y
muchas ciudades se entregaban voluntariamente para evitar la toma por la fuerza y sus
terribles consecuencias.
23
Chadwick 1988, 78-84 y 91-92; estos etnónimos podrían indicar integración de poblaciones
extranjeras en el seno de la organización palacial micénica, Shelmerdine 1998, 294-296;
Santiago 2012.
24
La presencia de estas mujeres procedentes de Anatolia pudo haber propiciado la
introducción de un culto a la *Potnia Aswiya, es decir la Señora de Asia, en Pilos, cf. Morris
2001.
52
Las razias de Aquiles y el asedio de Troya
25
Chadwick (1988, 92) opina que podría tratarse de mujeres procedentes de botín, cuya
identificación aquí no se opondría a mujeres libres, sino a otras mujeres esclavas, adquiridas o
de origen doméstico.
26
Santiago 2012.
27
Morris 2001, 424.
28
CTH 147 = T 24 Bernabé / Álvarez-Pedrosa 2004.
29
Sobre la datación de esta carta, cf. Güterbock 1983, 133-134; Bernabé / Álvarez-Pedrosa
2004, 22.
53
Marta Oller Guzmán
los aqueos en los textos hititas; estos aqueos ya habrían hecho incursiones en
Chipre y quizá también apresado cautivos a mitad del siglo XV a.C.
Un caso más interesante es el de Piyamaradu,30 un súbdito hitita de alto
rango que abandonó el tutelaje hitita y pasó al territorio gobernado por el
reino de Aḫḫiyawa, muy probablemente el de los griegos micénicos.31
Piyamaradu atacaba y saqueaba los territorios occidentales del Imperio de
Ḫatti con la protección del rey de Aḫḫiyawa, causando gran inestabilidad en
toda la región del litoral minorasiático durante décadas. Uno de los
testimonios más interesantes de estas razias se encuentra en la carta de
Ḫattušili III a Tawagalawa,32 rey de Aḫḫiyawa, en la que se mencionan hasta
siete mil cautivos, súbditos hititas, en manos de Piyamaradu.
Estos testimonios epigráficos conducen a pensar que tras las razias de
Aquiles podría ocultarse el recuerdo de antiguas prácticas de saqueo con que
los griegos del segundo milenio intentaron no sólo obtener recursos, sino
también debilitar el poder hitita y consolidar su presencia en Anatolia,33 hoy
por hoy confirmada por la arqueología en distintos enclaves minorasiáticos,
particularmente en Mileto.34 Quizás el sitio de Troya fue uno más de estos
episodios, magnificado con el paso del tiempo por la tradición épica oral y
definitivamente consagrado gracias a la obra de Homero.
30
Un estudio monográfico sobre este personaje en Heinhold-Krahmer 1983 y 1986; sobre las
acciones que se le atribuyen, cf. Bryce 2001, 278-283; Latacz 2003, 176-180; Bernabé /
Álvarez-Pedrosa 2004, 178-179 y 203-204.
31
Sobre esta cuestión seguimos la opinión de Bernabé / Álvarez-Pedrosa 2004, 309: “La
negativa por una parte de la afirmación (Aḫḫiyawa = griegos micénicos) obligaría a plantear
una alternativa total, en la que todas las piezas casaran de otra manera. A nuestro entender,
esta alternativa total no se ha ofrecido todavía, por lo que preferimos quedarnos con la idea de
que los Aḫḫiyawa son los griegos micénicos, que fueron éstos los que tomaron Troya, que las
menciones hititas de Truiša y Wiluša corresponden a Troya e Ilio y que las identificaciones de
nombres, como tales identificaciones de nombre (no de personajes!) son correctas.”
32
CTH 181 = T 71 Bernabé / Álvarez-Pedrosa 2004.
33
Cline (1997, 202-203) propuso relacionar algunos episodios épicos prehoméricos en torno a
expediciones aqueas en la costa minorasiática con un intento micénico de ayudar a la rebelión
de Aššuwa contra el imperio hitita alrededor del 1430 aC.
34
Schnapp-Gourbeillon 2002, 114-117.
54
Las razias de Aquiles y el asedio de Troya
Bibliografía
55
Marta Oller Guzmán
Shelmerdine, C. W., 1998: “Where do we go from here? And how can the
Linear B tablets help us get there?”. En E. H. Cline / D. Harris-Cline
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of the 50th Anniversary Symposium, University of Cincinnati, 18-20 April
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Taplin, O., 1986: “Homer’s use of Achilles’ earlier campaigns in the Iliad”.
En J. Boardman / C. E. Vaphopoulou-Richardson (eds.): Chios. A
conference at the Homereion in Chios. Oxford, pp. 15-19.
56
Asedio e insularidad en la estrategia de Pericles
César Sierra Martín*
Universitat Autònoma de Barcelona
1. La isla de Pericles
* Proyecto RYC2010-05622.
1
Recientemente hemos señalado que las figuras de Leónidas y Temístocles en Heródoto,
responden a los modelos homéricos de Aquiles y Odiseo, respectivamente, encarnando las
superiores virtudes del pueblo heleno frente al mundo oriental (Sierra 2011, 85-87).
2
Strauss 2000, 316. Sobre la diferencia de carácter entre Atenas y Esparta véanse Connor
1984, 39-42 y Finley 1985, 150-151.
3
Blösel 2007 ha trabajado estas construcciones anacrónicas en Heródoto. En esta línea,
recordamos que las Historias de Heródoto se presentaron en el tercer cuarto del siglo V a.C.,
como sugieren Finley 1977, 21; Rösler 2002, 80 y Blösel 2007, 186. Sobre la novedad del
poder naval ateniense en el relato de Heródoto véase Luppino 2000, 26-28.
César Sierra Martín
4
Suceso que derivó en la formación de la Liga de Delos que, tradicionalmente, se asocia al
inicio del imperialismo ateniense. Véanse Grote 2009, 390-391; Meiggs 1972, 47-48; Powell
1988, 2; Plácido 1997, 11 y Foster 2009, 108. Recientemente hemos revisado el cariz
teleológico de este razonamiento debido a la dependencia de Tucídides como fuente,
interpretando que Atenas precisó varias décadas hasta adoptar una postura agresiva en política
exterior (Sierra, 2012a).
5
Fecha muy debatida y que se apoya en el testimonio de Tucídides (I. 93. 3). Véase
Constantakopoulou 2007, 139 n. 2.
6
Es la famosa ley naval de Temístocles que hizo de Atenas una potencia marítima a inicios
del V a. C. (Labarbe 1957, 21-51 y Meiggs 1972, 262-263).
7
Estudios recientes señalan que la estrategia constituye una exaltación del coraje y el
pundonor del pueblo ateniense durante la lucha contra Persia. Véanse Goušchin 1999, 170;
Blösel 2007, 195 y Sierra 2011, 80. También da cuenta de ello el famoso texto del s. IV a.C.,
referente al pséfisma de Temístocles de Trezén (ML 23, SEG XXX, 69), ordenando la
evacuación del Ática y que imita el decreto original del V a. C. Véase la traducción al
castellano y el comentario en Schrader 2006.
8
Sobre el estado de ánimo de la Atenas posterior a Salamina véase Goušchin 1999.
9
Que se convirtió en un municipio independiente (Raaflaub 2006, 406).
58
Asedio e insularidad en la estrategia de Pericles
10
El punto de vista tucidídeo prevalece en autores recientes como Harrison 2006, 517;
Constantakopoulou 2007, 139; Rhodes 2007, 32-33, que atribuye la responsabilidad a
Pericles, y Taylor 2009, 34. Lo mismo se aprecia en la entrada “Themistokles” del Neue
Pauly (Kinzl 2002, 307).
11
Dichos sectores sociales se identifican especialmente en Busolt 1903, 51ss. Cornford 2009,
10 señala a Temístocles como artífice de la política pero indica que, detrás del mismo, había
una serie de intereses políticos y económicos. Beloch 1914, 149 habla incluso de un “partido
popular” liderado por Temístocles. Véanse también Grundy 1948, 179; de Romilly 1963, 232-
233 y Meiggs 1972, 265-266.
12
Este argumento tiene su apoyo literario en Andócides, Sobre la Paz 5 y Tucídides (I. 108).
Una discusión sobre las fases constructivas de los “muros largos”, con abundantes referencias
a los resultados arqueológicos, la tenemos en Goušchin 1999, 174-178. Por su parte, Gomme
1945, 261-266; Podlecki 1975, 179-183 y Lenardon 1978, 96-97 han comentado las diferentes
fuentes literarias que tratan la construcción de los “muros largos”. Sobre la rivalidad entre
Temístocles y Cimón véase Podlecki 1998, 35-45.
13
Véase, por ejemplo, Ste. Croix 1972, 169.
59
César Sierra Martín
14
Texto griego en Thucydides. Historiae in two volumes, Oxford 1942. Traducción de Torres
Esbarranch 2000, 181.
15
Strauss 2000, 317 califica las tácticas navales atenienses de “democráticas” por el
protagonismo de ciertos grupos sociales en las mismas.
16
Meiggs 1972, 89.
17
No está claro el contenido y alcance de las reformas de Efialtes pero su impacto en la
sociedad ateniense puede seguirse en Esquilo, Eumenides 682-706, obra estrenada en 458 a.C.
Véase Podlecki 1966, 83-91; Wallace 1989, 93; Giuliani 2001, 84 y Sierra 2012a, 98.
18
A la batallas decisivas que decidían una guerra, no a una sucesión de asedios y escaramuzas
(Antela 2011, 142).
60
Asedio e insularidad en la estrategia de Pericles
μέγα γὰρ τὸ τῆς θαλάσσης κράτος. σκέψασθε δέ: εἰ γὰρ ἦμεν νησιῶται, τίνες
ἂν ἀληπτότεροι ἦσαν; καὶ νῦν χρὴ ὅτι ἐγγύτατα τούτου διανοηθέντας τὴν μὲν
γῆν καὶ οἰκίας ἀφεῖναι, τῆς δὲ θαλάσσης καὶ πόλεως φυλακὴν ἔχειν,
Este pasaje refleja los instantes previos al 431 a. C., mostrando la madurez
de un proceso que se inició en los primeros compases de la Liga de Delos
(477 a. C.). En sí misma, la estrategia de Pericles era congruente con los
precedentes militares inmediatos de Atenas aunque planteaba serios
conflictos de intereses entre sectores sociales ligados al mar, mencionados
anteriormente, y otros relacionados con la riqueza agrícola (la clase
hoplita).20
19
Constantakopoulou 2007, 138.
20
A la vista de la trayectoria ateniense no creemos extraña la propuesta de Pericles con líderes
conservadores como Tólmides y Cimón fuera de la escena política y esperando quizás una
victoria rápida (Ste. Croix 1972, 208) y un alcance menor de las invasiones lacedemonias del
Ática (Hornblower 1991, 230 contra Hanson 1998, 152, quién sostiene que el alcance de las
invasiones del Ática no fue excesivo). Sobre el conflicto de intereses véanse, por ejemplo,
Kagan 1969, 136-137; Westlake 1968, 32-33; Plácido 1997, 30 y Lee 2006, 498-499.
61
César Sierra Martín
21
Garlan 1972, 119; 1985, 251 y 1991, 66-70. Sage 1996, 107 advierte de la incongruencia
entre mentalidad hoplítica y asedio. Véanse también Hanson 1998, xiii; Lee 2006, 497 y
Wheeler-Strauss 2007, 223-224. Sobre los cambios que sobrevinieron a dicha mentalidad
durante la Guerra del Peloponeso véase Wheeler-Strauss 2007, 202.
22
Garlan 1985, 245-246. El autor destaca la escasez de fuentes literarias en materia
poliorcética para los periodos anteriores a la época helenística.
23
Esta situación no siempre implicaba un correcto abastecimiento de las fuerzas sitiadoras,
que normalmente se hacía por vía marítima (Lee 2006, 494). Sobre los detalles técnicos del
asedio marítimo ateniense véase Wheeler-Strauss 2007, 239.
24
Gomme 1945, 281 destaca que Tucídides no menciona un fallido intento de fundar Enea
Hodoi, el precedente de Amfípolis. Sobre la fecha del suceso véanse Smart 1967; Hornblower
1991, 149 y Rhodes 1992, 42, quien relaciona esta campaña y la de Esciros con el interés
común de la Liga de Delos.
62
Asedio e insularidad en la estrategia de Pericles
ἐσέβαλε ἐς τὸ πῦρ. οὕτω μὲν οὗτος δικαίως αἰνέεται ἔτι καὶ ἐς τόδε ὑπὸ
Περσέων.
Y, una vez que en la plaza ya no quedaba nada que llevarse a la boca, mandó
erigir una gran pira y degolló a sus hijos, a su esposa, a sus concubinas y a sus
servidores, arrojándolos acto seguido al fuego. Posteriormente, desde lo alto de
la muralla, esparció por el Estrimón todo el oro y toda la plata que había en la
ciudad; hecho lo cual, se arrojó al fuego. De ahí que, todavía en la actualidad,
Boges sea alabado con toda justicia por los persas.
Hdt. VII. 107. 225
63
César Sierra Martín
29
El episodio naxio constituye toda una dislocación en la historia de la “Pentecontecia”. Su
cronología es problemática debido a los diferencias en los relatos de Tucídides y Diodoro
(véanse Milton 1979; Unz 1986 y Badian 1993, 76-77). Tampoco están claros los motivos que
impulsaron a los naxios a tomar esta decisión, véanse algunas hipótesis en Finley 1984, 63;
Rhodes 1992, 43, y nuestra opinión en Sierra 2012a, 96 y 2012b, 185. A la sazón, Tucídides
comenta que, tras el ostracismo de Temístocles, éste recaló en Naxos mientras huía de sus
perseguidores (Th. I. 137), lo cual nos parece un recurso literario que refleja una metáfora
sobre la realidad política, como hemos defendido recientemente (Sierra 2012b, 187-188).
30
Véanse los detalles de la operación en Busolt 1897, 145-151 y Beloch 1914, 147. La
pérdida de influencia del imperio persa en el Egeo puede consultarse en Kagan 1969, 46-47;
Ste. Croix 1972, 175; Rhodes 1992, 43 y, recientemente, Tritle 2010, 7.
31
Sobre la influencia económica de Tasos en la desembocadura del Estrimón véase
Loukopoulou 2004, 854. La similitud entre los episodios de Naxos y Tasos ha sido abordada
por Musti 1989, 337.
32
Esparta estaba ocupada en sus asuntos internos, lo que nos devuelve a la diferencia de
carácter entre ambas poleis, protagonistas de la Guerra del Peloponeso. Mientras Atenas podía
hacer frente a varios conflictos (Eurimedonte y Tasos, y más adelante, Mégara, Egina y
Egipto), Esparta se centraba en uno solo (Connor 1984, 46). En esta situación cruzada, Tasos
e Itome, debemos situar el comienzo del deterioro en las relaciones diplomáticas entre Atenas
y Esparta (Powel 1988, 35-36).
64
Asedio e insularidad en la estrategia de Pericles
El final de la campaña de Tasos exige una reflexión por nuestra parte sobre
los sucesos que se han descrito hasta ahora. Según nuestra impresión, las
primeras campañas de Cimón muestran la consolidación de la confianza
ateniense en su poder naval. Precisamente, el choque contra Tasos advirtió a
los atenienses de los riesgos de tratar con aliados activos en este campo y por
esto resultaba importante la entrega de naves y la destrucción de
fortificaciones. En otras palabras, Atenas desarmó a los tasios y los
incorporó a la Liga de Delos como un estado sin poder real, como debió
suceder con Esciros, Caristo y Naxos.33 Por tanto, ante el motivo aparente
del desencuentro económico entre Tasos y Atenas, el resultado del conflicto
fue el control marítimo del Egeo septentrional. En esta progresión: Eyón,
Esciros, Caristo, Naxos, Eurimedonte y Tasos, apreciamos el avance y
maduración del concepto con el que abríamos la presente discusión, es decir,
“la isla de Pericles”. Paradójicamente, este concepto no fue desarrollado ni
por Pericles ni por Temístocles sino por el conservador Cimón, dejando
patente que el proyecto abarcaba mucho más que los tres o cuatro nombres
propios que hemos mencionado.34 En cierto modo, los asedios a los que
hemos aludido, muestran también dicho proceso, pues éstos consistían en
bloquear al enemigo, en aislarlo como si de una isla se tratara. Por el
contrario, ni en Tucídides ni en Diodoro, advertimos el despliegue en dichos
asedios de maquinaria poliorcética, de tácticas de asedio complejas o de
algún otro ingenio sino que, simplemente, se encomendaban a la paciencia y
prueba de ello lo tenemos en los tres años que duró el asedio de Tasos. En
síntesis, la política exterior ateniense, tendía paulatinamente hacia la
consecución de un objetivo, ser la primera de las isla griegas.
33
Cuya contribución económica contribuirá al engrandecimiento de la flota ateniense. Sobre
qué estados contribuían a la Liga de Delos con naves (estados militarmente activos) y cuáles
lo hacían mediante un impuesto (phoros) véase Meiggs 1972, 58-59.
34
El buen funcionamiento de la política marítima se percibe en la trierarquía, contribución
económica de la clase dominante ateniense para el flete de una nave de guerra, que da cuenta
de la relación entre las elites y el imperio. La idea se encuentra magníficamente trabajada en
Plácido 1997, 32-33 frente a Gabrielsen 2007, 255, que interpreta las acciones bélicas
atenienses durante la “Pentecontecia” como algo exclusivamente público, malinterpretando el
evergetismo, que unía lo público y lo privado.
65
César Sierra Martín
35
Los aliados comenzaban a ver cada vez más lejos al enemigo persa y más cerca al “amigo”
ateniense. En general, sobre la impopularidad del imperio ateniense véase el clásico de Quinn
1964. Por otro lado, Atenas tenía hambre de conquistas, que eran la salida a su tormentosa
política interna. Según sabemos por Plutarco, Cimón, tras el asedio de Tasos, fue acusado por
el joven Pericles de haber aceptado un soborno de los macedonios para no invadir su territorio
(Plut. Cim. 11. 2). Véanse Cawkwell 1997, 61 y Tritle 2010, 7.
36
Freitag 1996, 78.
37
Sobre esta revuelta véanse Gomme 1945, 305-307; Meiggs 1972, 92 y Hornblower 1991,
163ss.
38
Recordemos la importancia de anular las fuerzas navales del enemigo, como el caso tasio y
naxio.
66
Asedio e insularidad en la estrategia de Pericles
67
César Sierra Martín
καὶ Περδίκκας πείθει Χαλκιδέας τὰς ἐπὶ θαλάσσῃ πόλεις ἐκλιπόντας καὶ
καταβαλόντας ἀνοικίσασθαι ἐς Ὄλυνθον μίαν τε πόλιν ταύτην ἰσχυρὰν
ποιήσασθαι: τοῖς τ᾽ ἐκλιποῦσι τούτοις τῆς ἑαυτοῦ γῆς τῆς Μυγδονίας περὶ τὴν
Βόλβην λίμνην ἔδωκε νέμεσθαι, ἕως ἂν ὁ πρὸς Ἀθηναίους πόλεμος ᾖ. καὶ οἱ
μὲν ἀνῳκίζοντό τε καθαιροῦντες τὰς πόλεις καὶ ἐς πόλεμον παρεσκευάζοντο:
39
Nuevamente en Tucídides (I. 107. 4-5), vemos que este proceso no contentaba a todos los
atenienses pues algunos conspiraban para que los espartanos pusieran fin a la política
marítima. Como señalábamos anteriormente, tras la “la isla de Pericles” estaban una serie de
sectores sociales con intereses marítimos.
40
Potidea era una polis tributaria de la Liga de Delos, situada en el estrecho de Palene, en la
península Calcídica. Véase Flensted-Jensen 2004, 813.
41
Según Diodoro (XII. 34) los corintios instigaron a su antigua colonia a la sublevación
contra Atenas. De Romilly 1963, 21 y Meiggs 1972, 202 destacan el escaso interés que
muestra Tucídides por un suceso muy relevante para la época.
42
Gomme 1945, 200 señala la importancia estratégica de la península Calcídica para el
control de la costa de Tracia. Por otro lado, sobre la operación preventiva de Atenas y su
relación con los sucesos previos acaecidos en Corcira véase Hornblower 1991, 97-99.
43
Todo ello pese a que Cimón, de vuelta de su ostracismo alrededor del 451 a.C., había
firmado una tregua de cinco años con Esparta, según indican un gran número de fuentes
literarias (Th. I. 112; D. S. XI. 86; Andócides, Sobre la paz con los espartanos [3], 3-5;
Aristófanes Acar. 187-190; Plut. Cim. 18. 1).
68
Asedio e insularidad en la estrategia de Pericles
Bajo nuestro punto de vista, los preparativos para la guerra que indica
Tucídides se asemejan más bien a disposiciones para vivir asediados. Dicho
de otra forma, los potideatas renunciaron a la confrontación con Atenas y
buscaron la seguridad tierra adentro, como si se protegieran de un ataque
pirata. No se hizo esperar el ataque ateniense contra la Macedonia de
Perdicas y los sublevados de Potidea, con tres mil hoplitas al mando de
Calias que pusieron sitio a Pidna. Tras un pacto de mutua conveniencia con
Perdicas, los tres mil hoplitas, setenta naves y varios centenares de aliados
de la zona se dirigieron hacia Potidea, que había sido reforzada con
voluntarios corintios al mando de Aristeo. Tras diversas maniobras se
entabló batalla entre atenienses y aliados frente a potideatas y aliados con
victoria de los primeros.44 Los derrotados se refugiaron en Potidea y los
atenienses se dedicaron a construir murallas, envolviendo la ciudad y
transformándola en una isla. Nuevamente, el bloqueo no resultó efectivo y
gran parte de los habitantes lograron escapar por mar, dejando únicamente
los efectivos imprescindibles para la defensa de Potidea. El anterior suceso
nos acerca a la gran problemática de los asedios en esta época y de la
estrategia de insularidad promovida por Pericles, esto es, la masificación de
seres humanos en un espacio reducido y los consiguientes problemas
higiénicos que de ello derivan.
44
En esta batalla destacaron Alcibíades y Sócrates (Platón Cármides 153 a-c, Banquete 220d-
e).
45
Plácido 2009, 113 señala que el denominado sinecismo de Teseo es una simplificación de
un proceso complejo de unificación del Ática. Sobre el simbolismo de Teseo en época de
Pericles véase Walker 1995, 64-66.
46
La dinámica militar durante la Guerra Arquidámica pasó por una invasión anual espartana
del Ática, mientras los atenienses se refugiaban en los “muros largos”, contestada por razzias
navales atenienses por el Peloponeso, coincidiendo con las previsiones de Pericles (Garlan
1991, 63 y Lewis 1992, 381).
69
César Sierra Martín
La situación tras los “muros largos” era alarmante y parecía que la estrategia
de Pericles había naufragado al segundo año de aplicarse.49 Los atenienses
no estaban acostumbrados a vivir asediados, como obligaba la estrategia de
47
Plácido 1997, 27-45 analiza magistralmente las contradicciones internas que la estrategia de
Pericles sacó a la luz. También puede seguirse en Garlan 1991, 62 y Müller 1999, 18-22.
48
La producción literaria alrededor de la descripción tucidídea de la peste en Atenas es,
francamente, inabarcable. Desde el siglo XIX los estudiosos de Tucídides y los historiadores
de la medicina han puesto su atención en este asunto, destacando colaboraciones como la del
médico Wilhem Ebstein y el historiador Georg Busolt (Ebstein 1899, 7). En el mismo siglo
son destacables las aproximaciones de Grote 2009, 207-220 y Ullrich 1846, 7 y 26.
Recientemente cabe destacar los trabajos de Weidauer 1954; Gomme 1956, 145ss.;
Lichtenthaeler 1965; Hornblower 1991, 316ss.; Jouanna 1999, 207-209; Longrigg 2000;
Nutton 2004, 24-26 y Thomas 2006. Por nuestra parte, nos limitaremos a tratar el terrible
impacto psicológico que tuvo en la población.
49
De hecho, la mala experiencia adquirida a raíz de la epidemia hizo reflexionar
posteriormente a los intelectuales atenienses, como Platón (Leyes VI 778 d), que razonaron
sobre el amurallamiento de ciudades y la salubridad (Garlan 1985, 258-259).
70
Asedio e insularidad en la estrategia de Pericles
50
Según Garlan 1985, 248 la frecuencia con la que se producían los asedios debió mejorar
como mínimo las técnicas constructivas de las fortificaciones, algo apreciable a partir del IV
a.C.
51
En el asedio espartano de Platea y los tebanos en Delio (Wheeler-Strauss 2007, 239).
52
Pues la enfermedad se había llevado a casi un tercio de la población (Tritle 2010, 48). En
los asedios que se plantearon en la “Pentecontecia”, tan importante era minar la moral del
enemigo sitiado como mantener alta la de los sitiadores.
53
Sobre el liderazgo de Pericles y el vacío de poder que produjo su desaparición véase
Connor 1984, 75-76. La continuidad de su política ha sido abordada por Plácido 1997, 40 y
Taylor 2010, 83.
54
Razones no les faltaban a los atenienses pues los impuestos de la Liga Delos redundaban en
beneficio ateniense y, por supuesto, la idea de conseguir riqueza gracias al pillaje y el botín
71
César Sierra Martín
sobre otras poleis era la base del gobierno democrático en Atenas y las
tácticas atenienses siguieron esta tónica durante la Guerra Arquidámica
aunque incrementando el nivel de violencia.55
5. Conclusión
era indisoluble del concepto de guerra en esta época (Garlan 1991, 61 y Gabrielsen 2007,
250). En cierto sentido, la guerra era una preocupación constante para el ciudadano griego
(Garlan 1991, 56).
55
Sobre la relación entre imperio y democracia véase, por ejemplo, Baslez 1999, 13 que sigue
en este aspecto la línea marcada por J. de Romilly. El impulso ateniense en la guerra (su
dynamis) les conducía a dominar y no a ser dominados, lo cual se resume a la perfección en el
famoso diálogo de Melos (Th. V. 84-116). Sobre esta cuestión véanse Woodhead 1970, 103-
126 y Mazzarino 1983, 262-263. Para el aumento de violencia en los asedios de años
posteriores véase Wheeler-Strauss 2007, 241.
72
Asedio e insularidad en la estrategia de Pericles
Bibliografía
73
César Sierra Martín
74
Asedio e insularidad en la estrategia de Pericles
75
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Borja Antela
Universitat Autònoma de Barcelona
Si bien todo lo que tiene que ver con Alejandro Magno suele ser objeto de
análisis múltiple y detallado, dando lugar a una bibliografía infinita
alrededor del personaje y de su contexto histórico, lo cierto es que el tema de
la poliorcética macedonia bajo su reinado ha recibido una atención menor, y
más especialmente, si comparamos la incidencia de los estudiosos en
relación con otras cuestiones del ámbito militar derivadas de las campañas
de Alejandro como son, por ejemplo, las grandes batallas de Gránico, Issos o
Gaugamela.
El gran cambio técnico y conceptual sobre la poliorcética durante el s. IV
a. C.2 tuvo probablemente su origen en Siracusa gracias a los planes de
Dionisio I, quien durante su lucha contra Cartago hacia 399 a.C. empleó por
primera vez maquinaria de artillería durante el asedio de Motya.3 Por medio
de un generoso requerimiento y de grandes sumas de dinero, Dionisio
consiguió reunir especialistas de todos los rincones del mundo para
organizar talleres de experimentación y creación de nuevas máquinas,
recompensando a aquellos que conseguían componer nuevos ingenios. Esta
actitud tuvo un beneficioso impacto en la creación, y funestos resultados
para los enemigos de Dionisos, que rápidamente hubieron de comprobar los
éxitos de la ingeniería promovida por aquél.
1
Murray 2008, 39.
2
Una brevísima reseña bibliográfica sobre los estudios clásicos dedicados a la artillería y
poliorcética en la antigüedad puede consultarse en Hacker 1968, 35 n. 9 y 10. Asimismo,
existen diversas obras clásicas sobre esta cuestión, resultando fundamentales los trabajos de
Marsden 1969 y 1971. Igualmente, también las obras de Garlan 1974 (junto con los
comentarios de Will 1999) y Kern 1999 son referentes obligados en la cuestión.
Recientemente, el excelente trabajo de Whitehead / Blyth 2004 es ya un clásico moderno en la
materia.
3
Diod. XIV, 47, 4 – 53, 5.
Borja Antela
Esta primera artillería, del tipo de no-torsión, podía lanzar dardos de hasta
1,8 m, de los que se servían las tropas de asedio para despejar las paredes de
una fortaleza, evitando el concurso de los defensores de los muros durante el
ataque de los asediadores. A este importante descubrimiento,4 Dionisio sumó
el concepto de asedio intensivo. El comandante cartaginés Aníbal, que había
destacado la importancia de las labores de minado, como ejemplifica el
asedio de Himera5 y las rampas, como en Agrigento6 para aproximar las
tropas a los muros, había llamado la atención ya sobre la importancia de la
continuidad en el ataque a una ciudad durante el asedio de Selinunte7 y
Gela,8 por lo que Dionisio dio continuidad a este precedente para idear un
sistema de ataque continuo para no dar tregua a los defensores.9 Para ello, se
dividían los atacantes en grupos, de forma que podían incidir en diversos
puntos de la muralla, instando a los asediados a repartir sus fuerzas.
Asimismo, las tropas de asedio mantenían constantes grupos de refresco, y
con relevos continuos podían mantener una intensidad constante en sus
incursiones, agotando las fuerzas de los asediados. La respuesta teórica a
esta táctica aparece recogida en el tratado de Eneas el táctico, quien animaba
a dividir a los defensores en grupos, y cada grupo en tres secciones
(defensores, refresco, descanso), con el aparente objetivo de hacer frente a
asedios de gran intensidad.10
Las difíciles relaciones entre Sicilia y Cartago dieron lugar, entonces, a
una serie de importantes avances técnicos y conceptuales que
revolucionaban la idea del asedio de ciudades, al expandirse lentamente por
el mundo griego. En época clásica, de hecho, los asedios exitosos son, por
decirlo de alguna manera, poco frecuentes, y en muchos de estos la actividad
poliorcética es inexistente. La idea general más extendida sobre la toma de
una ciudad planteaba tres métodos tradicionales, como eran el hambre, la
traición y, en caso que estos dos últimos fallasen, el recurso al asedio, que
solía a su vez centrarse sólo en un punto específico del perímetro urbano,
como era habitualmente la puerta de la ciudad. El mismo Filipo II, gran
emprendedor en el uso de la poliorcética, consideraba que la traición era el
medio más barato y sencillo para hacerse con una ciudad bajo asedio.11 Al
fin y al cabo, el uso de máquinas suponía un coste, como también lo era la
formación de ingenieros, el mantenimiento de investigaciones, el transporte
4
Keyser 1994, 30.
5
Diod. XIII, 59-62.
6
Diod. XIII, 85-86.
7
Diod. XIII, 54-56.
8
Diod. XIII, 96-109.
9
Sáez Abad 2005, 111.
10
Aen. Tact. 38, 1.
11
El ejemplo de Olinto, en este sentido, resulta extremadamente esclarecedor: Diod. XVI, 53,
2.
78
Alejandro Magno, poliorcetes
79
Borja Antela
15
Marsden 1977, 213-214. Sobre el contexto histórico de la lucha contra Olinto, vid.
Worthington 2008, 74-83.
16
Worthington 2008, 45-47.
17
Worthington 2008, 41-42.
18
Marsden 1977, 217 afirma que no es posible desarrollar auténticas innovaciones
directamente sobre el terreno, es decir, durante un asedio, sino que es necesario poder
proceder con detalle en el espacio de algún tipo de taller, siendo fundamental en este sentido
el trabajo previo. Pese a la interesante propuesta de Marsden, lo cierto es que parece que el
ejemplo del asedio de Tiro por Alejandro podría contradecir en cierto modo tal argumento.
80
Alejandro Magno, poliorcetes
19
Nmesímaco, Fr. 7: Athen. X, 421b-c (trad. Rodríguez-Noriega Guillén 2006).
20
Dem. IX, 50 (trad. López Eire 2000).
21
Worthinton 2008, 131-133.
22
Diod. XVI, 74, 2-76, 4.
23
Quizás de unos 3 m., al ser necesariamente más altas que los muros de Perinto: Marsden
1969, 100. Probablemente, no eran torres móviles.
24
Sobre la terminología de estas máquinas, vid. Sáez Abad 2005, 37-43. También resultan de
utilidad las indicaciones recogidas por Hacker 1968, 38.
25
Diod. XVI, 77, 2-3.
26
Vitr. De Arch. X, 19, 63-64.
27
No trataremos aquí el valor simbólico de la toma de una ciudad, pese al interés de esta
cuestión, por resultar ajeno a los intereses centrales de esta investigación. No obstante, como
ha demostrado Purcell 1995, 133 puede establecerse una conexión ideológica entre fundar una
ciudad y destruir una ciudad, y sobre todo, en el valor de ambas acciones en relación con la
actuación divina.
81
Borja Antela
tal vez Polido ya formaba parte del cuerpo expedicionario macedonio. Las
evidencias no nos permiten resolver con certeza esta cuestión.
Si bien no existen, pues, pruebas definitivas de que Filipo hubiese
rentabilizado su inversión en recursos poliorcéticos, lo cierto es que estos
ingenios técnicos tuvieron un importante peso en la capacidad de Alejandro
para presionar a las ciudades que le oponían resistencia, en especial a partir
de la campaña asiática. En este sentido, la victoriosa estela de Alejandro
debe mucho a su capacidad incontestable para capturar ciudades por la
fuerza. Existen muchos asedios de interés a lo largo de la historia de
Alejandro Magno, pero por nuestra parte nos centraremos sólo en cuatro de
ellos, en tanto que resultan los de mayor relevancia, como son los de Tebas,
Mileto, Halicarnaso y Tiro.28
Tebas
28
De reciente publicación, la obra de English 2009 recoge de forma sistemática los asedios de
Alejandro. No obstante, la obra, que no está planteada desde un punto de vista académico,
carece completamente de la crítica y la bibliografía necesarias para investigar a fondo los
problemas derivados de cada caso concreto. Si bien la propuesta de English resulta muy
interesante, y como libro de divulgación es probablemente meritorio, el tema de los asedios de
Alejandro merecería un estudio monográfico que, ahora mismo, sorprendentemente, todavía
no existe entre la bibliografía especializada.
29
Lane Fox 1973, 86-89; Hammond 1992, 94-100; Bosworth 1997, 42-45, 281-283;
Cartledge 2004, 80-83; Antela 2007a; Worthington 2007; Antela 2011.
30
Antela 2012, con bibliografía.
31
Arr. Anab. 1, 7, 2; 1, 7, 6.
82
Alejandro Magno, poliorcetes
32
Aesch. III, 240 plantea que la ciudadela debía ser entregada por unos mercenarios, a cambio
de cinco talentos, una traición en la que Demóstenes habría estado implicado. Puesto que el
oro no fue pagado, el plan no tuvo éxito. Una idea similar aparece recogida también en Din. I,
18-22.
33
Diod. XVII, 8, 3; 9, 1; Arr. Anab. 1, 7, 1-2; Plut. Alex. 11, 8.
34
Al recorrer una distancia de más de 400 km en trece días: Arr. Anab. 1, 7, 5.
35
Diod. XII, 9, 5. Vid. M. Brosius 2003.
36
Arr. Anab. I, 7, 1. Esta localización, sin embargo, resulta problemática, a la luz del
testimonio de Plut. Pel. 18, donde parece indicarse que el espacio de la tumba de Iolao estaba
en el interior de la ciudad de Tebas. Es probable que el recinto al que se refiere Arriano sea el
Gimnasio de Iolao descrito por Paus. IX, 23, 1. El hecho de que la tumba de Píndaro se
encontrase en las inmediaciones y la relación de ello con la famosa mención de Plut. Alex. 11,
12, parece asegurar este recorrido.
37
Plut. Alex. 9, 2; Diod. XVII, 9, 2-4; Justin XI, 3, 6. Bosworth 1980, 78 ha propuesto la
inteligente hipótesis de la necesidad de los macedonios de obtener cierto descanso y reponer
fuerzas tras el duro ritmo de marcha para llegar con celeridad a Tebas. Quizás otro de los
motivos fuese el intento de resolver el asedio por otros medios, tal vez mediante el soborno,
siguiendo, como hemos visto, el modo en que habría actuado Filipo.
83
Borja Antela
38
Arr. Anab. 7, 8-9. Vid. Bosworth 1980, 78.
39
Arr. Anab. 7, 9.
40
Véase el espacio dedicado a Halicarnaso.
41
P. Cloché 1952, 199; Fuller 1958, 86. Bosworth 1980, 78 considera que con el objetivo de
aislar la comunicación de los tebanos con Atenas.
42
Paus. IX, 8, 4; 11, 1. En las inmediaciones de esta puerta se encontrarían las ruinas de la
casa de Amfitrión, donde en tiempos de Pausanias todavía podría admirarse las estancias de
Alcmena, madre de Heracles, así como las tumbas de los heráclidas muertos por el héroe en
su locura. Es probable, entonces, que el lugar elegido por Alejandro para acampar no sea en
modo alguno fruto del azar, ni mucho menos, teniendo en cuenta el poderoso vínculo de
sangre existente entre la familia real macedonia, los Argeadas, y Heracles, en tanto que
aquellos se consideraban descendientes de los heraclidas. La reivindicación del origen
heráclida de los Argéadas aparece recogida en Hdt. VIII, 137-138; Thuc. II, 99, 3. Asimismo,
vid. Greenwalt 1986; Borza 1982; Hammond 1989, 16-19.
43
Bosworth 1980, 78: “three of the sides of the Cadmeia were enclosed by the circuit of the
walls, and only the south side was vulnerable to penetration from the outside”.
44
Cloché 1952, 199 explica que habría sido el jefe de la guarnición de la Cadmea, ante los
primeros indicios de la revuelta, quien hizo construir las trincheras y los parapetos defensivos,
al tiempo que hacía acopio de armas en los almacenes.
45
Diod. XVII, 8, 3.
84
Alejandro Magno, poliorcetes
85
Borja Antela
El sonido de las trompetas dio inicio a la lucha, que debió ser cruenta y
de gran violencia, a juzgar por los testimonios y el impacto que todo ello
dejó en la memoria de los griegos.52 El durísimo combate aparece referido en
las fuentes como muy reñido, sin que unos u otros pudiesen socavar al
enemigo, aunque la intensa resistencia de los tebanos debió ser
encarnizada.53 En pleno auge del combate, Alejandro hizo entrar en batalla a
sus fuerzas de refresco, obteniendo definitivamente la victoria en la batalla.
Pese a las repetidas descripciones del valor de los tebanos, es posible que la
intervención del tercer grupo de macedonios54 hubiese motivado el repliegue
de los tebanos hacia la ciudad. Ello explicaría la retórica del discurso en la
narración de Diodoro, que aquí conecta también con la de Arriano. En
efecto, explican ambos una anécdota protagonizada por Pérdicas y sus
hombres, que difícilmente puede ser casual, si bien la narración de Arriano
así pueda darlo a entender. Según Arriano, que sigue aquí a Ptolomeo, con lo
que ello implica en un episodio protagonizado por Pérdicas,55 cuenta que
éste había quedado al margen de la lucha, guardando el campamento, cuando
decidió por si mismo lanzar un ataque a una parte desguarnecida de las
defensas tebanas, lo que acabó por motivar que Alejandro, al tener noticia de
ello, hubiese de enviar fuerzas de apoyo para evitar que Pérdicas y sus
hombres pudiesen quedar aislados y en apuros, enviando a los arqueros56 y
los agrigantes adentrarse más allá de la empalizada, esperando Alejandro
fuera con sus mejores fuerzas. Pérdicas fue herido en la incursión, según este
testimonio,57 cuando intentaba forzar la segunda empalizada de los tebanos.
Pese a ello, la incursión seguía su curso, de modo que los hombres de
Pérdicas conseguían llegar al encuentro de la masa de defensores, y en vez
de luchar contra ellos, inician la retirada, atrayendo a los tebanos hasta
donde se encuentra apostado Alejandro y sus fuerzas, de forma que
“consiguieron rechazar a los tebanos hasta dentro de las puertas de la ciudad,
y hasta tal punto fue la de los tebanos una hiida presidida por el pánico, que
52
Diod. XVII, 11, 3-5; 12, 1-2.
53
La acción emprendida por los tebanos recuerda intensamente a los consejos de Aen. Tact.
16, 7.
54
Una táctica que aparentemente es con frecuencia empleada por el ejército de Alejandro:
Sinclair 1966. Teniendo en cuenta que en otro de los testimonios que tenemos, como es el de
Halicarnaso, la tercera sección estaba conformada por los veteranos, es posible que también
aquí, en Tebas, los veteranos hayan sido reservados por Alejandro para dar el golpe final y
definitivo; acción lógica, por otra parte, al permitirle también proteger a sus mejores hombres,
evitándoles la farragosa lucha del choque inicial con las fuerzas beocias.
55
Bosworth 1980, 80-81 ha propuesto como explicación del relato de este episodio en
Arriano el posterior conflicto entre Ptolomeo, fuente directa de Arriano, y Pérdicas, que
explicaría el tono hostil de Ptolomeo y la finalidad de desprestigiar a su antiguo oponente.
56
Probablemente cretenses, teniendo en cuenta que sabemos que en la incursión encontró la
muerte Euríbotas, el jefe de los arqueros cretenses: Arr. Anab. I, 8, 4.
57
Arr. Anab. I, 8, 1-3.
86
Alejandro Magno, poliorcetes
58
Diod. XVII, 12, 3-4.
59
Polyaen. IV, 3, 12.
60
Cft. Heckel 2006, 35-36. Asimismo, el requerimiento recogido en Plut. Alex. 11, 8 de los
Tebanos para que Alejandro entregase a Antípatro, que podría ser interpretado como una
prueba de su presencia ante los muros de Tebas, ha sido puesto en duda con autoridad:
Hamilton 1999, 30.
61
Diod. XVI, 94, 4. Cft. McQueen 1995, 179. Asimismo, el hecho de que posteriormente
aparezca con el mando sobre la taxis de los Orestos y Lincestos (Diod. XVII, 57, 2; Rzepka
2008) no es razón para que antes de la campaña contra Persia, y especialmente en fecha tan
reciente a la muerte de Filipo como la de los acontecimientos del asedio de Tebas, no hubiese
mantenido, de alguna forma, fuertes vínculos con el cuerpo del que había formado parte, al
menos, hasta el asesinato de Filipo. Por otra parte, debe mencionarse que si bien en Diod.
XVI, 94, 4 aparece mencionado como uno de los somatophylakes guardianes de Filipo
durante los sucesos de su asesinato, estos guardianes eran, sin embargo, hipaspistas: Heckel
1992, 135-136 y n. 382.
62
Arr. Anab. I, 8, 3.
87
Borja Antela
Ciertamente, resulta una acción demasiado bien orquestada como para ser
fruto del azar.
Una segunda información de contraste es la aparecida en el posterior
asedio de Halicarnaso, donde se repite, en cierto modo, el relato del
protagonismo de Pérdicas en una acción que parece, al hilo del tono de las
fuentes, producto de la incapacidad de éste para controlar a sus hombres o
para gestionar debidamente el mando, pero que en el fondo quizás esconda,
efectivamente, una nueva prueba de la existencia de una especie de
estratagema del ejército de Alejandro para tomar por sorpresa ciudades
asediadas. En este caso, nuevamente, los testimonios de Arriano y Diodoro
arrojan luz sobre lo sucedido. Arriano explica que dos hoplitas del batallón
de Pérdicas, en un contexto probablemente relacionado con el consumo de
alcohol, decidieron atacar por sí solos las murallas de Halicarnaso en plena
noche. Así, desde la base de los muros provocaban a los defensores. Los
halicarnasios, viendo a sólo dos soldados enemigos, abrieron las puertas para
darles muerte, pero la pareja de macedonios consiguió dar muerte a los que
se les enfrentaban. Salieron entonces los de la ciudad, y trabaron combate
con el batallón de Pérdicas, que había acudido en auxilio de sus compañeros.
El gran número de combatientes halicarnasios nuevamente hizo recular a los
hombres de Pérdicas, saliendo muchos de la ciudad, con lo que se produjo
entonces una gran confusión, que según Arriano, motivó que el resto del
ejército de Alejandro, alertado por el ruido, decidiese intervenir, y a punto
estuvieron con ello de conseguir entrar en la ciudad,63 pues sin duda la puerta
entre tanto debía mantenerse abierta, por la salida, primero, de los
halicarnasios, y posteriormente por su probable repliegue, dificultado por el
combate cuerpo a cuerpo y la confusión nocturna. El relato de Diodoro
concuerda con el de Arriano en la embriaguez de los dos protagonistas de la
supuesta indisciplina, y en que la lucha que se trabó entre ambas fuerzas fue
importante, aunque finalmente los defensores consiguieron retirarse con
éxito.64 Sin embargo, añade una información crucial, al indicar que el
episodio tuvo lugar después que las luchas derivadas del asedio motivasen
que en el muro de la ciudad se derribasen dos torres y dos cortinas del
muro,65 siendo en esta sección, probablemente, donde tuvo lugar el episodio
de los dos borrachos.
Sin duda, resulta muy sospechosa la coincidencia de ambos relatos, y la
actuación paralela tanto en cuanto a los protagonistas, es decir, el batallón de
Pérdicas, como los movimientos tácticos relatados. Ciertamente, debemos
partir del hecho de que la información que tenemos está contaminada por
ciertos condicionantes políticos, como la imagen construida sobre Pérdicas
63
Arr. Anab. I, 21, 1-4.
64
Diod. XVII, 25, 5-6.
65
Diod. XVII, 25, 5.
88
Alejandro Magno, poliorcetes
66
Como los hipaspistas, pues son estos mencionados explícitamente para el caso de Tebas, y
el aguante de un enemigo muy numeroso en el caso de Halicarnaso hace probable que no se
tratasen de soldados corrientes (a pesar de lo que opina Diod. XVII, 25, 5, quien habla de
estos como de novatos o inexpertos).
67
Diod. XVII, 12, 4-5.
68
Just. XI, 4, 2-5. Asimismo, los episodios de Timoclea recogidos por Plut. Alex,. 12 y Mor.
259C parecen incidir en estas circunstancias.
89
Borja Antela
Mileto
69
Bosworth 1980, 79 y 90 ha insistido en la intencionalidad de las fuentes de exculpar a
Alejandro de la responsabilidad directa en las decisiones de atacar y destruir Tebas. Por otra
parte, esta responsabilidad aparece directamente mencionada por Polyb. 28, 2, 13; Plut. Alex.
11, 11. En su relato, Justino también parece pretender justificar a Alejandro,
responsabilizando del destino final de Tebas a los aliados, y añadiendo un buen número de
antecedentes en los que Tebas se había mostrado cruel e injusta, pero indica explícitamente
que fue la ira de Alejandro y los macedonios la que motivó la destrucción: Iust. XI, 3, 8, 11-4,
6-8. Esta responsabilidad de Alejandro, además, puede ser leida en cierta medida en relación
con la acción de los dioses: Squillace 2011, 317. Asimismo, sobre la referencia a Platea, que
estaría plenamente vinculada con el programa propagandístico de Alejandro, el trabajo de
Wallace 2011 resulta de gran interés.
70
Arr. Anab. I, 8, 8. Diod. XVII, 13, 5 recoge “tespios” por “foceos”. Iust. XI, 3, 8 hace
referencia a las cuatro comunidades: focenses, platenses, tespios y orcomenios.
71
Diod. XVII, 13, 3; 5-6; 14, 1; Plut. Alex. 11. 11-12; Arr. Anab. I, 8, 6-8.
72
Diod. XVII, 14, 4. Cft. Iust. XI, 4, 8.
73
Arr. Anab. I, 9, 9; Plut. Alex. 11, 12.
74
Como tal vez muestra el ejemplo, ya mencionado, de Timoclea.
75
Plut. Alex. 11, 11.
76
El lamento por los horrores sufridos por los tebanos llegó a convertirse en un tópico de la
literatura griega: Worthington 2003, 65-68; Squillace 2011, 318 n.90.
77
Puede verse un buen resumen del context previo al asedio en Romane 1994, 63-66.
Igualmente, Hammond 1992, 120-121; Bosworth 1997, 60-61.
90
Alejandro Magno, poliorcetes
78
Diod. XVII, 22, 1, aunque con los interesantes comentarios de Brunt 1962, 149-150. Sobre
este destacado personaje, vid. Hofstetter 1972, 125-127; Seibt 1977, 99-107; Heckel 2006,
162.
79
Arr. Anab. I, 18, 4. No sabemos, sin embargo, cómo esta información puede conciliarse con
la supuesta presencia de Memnón en Mileto, que aparece sólo atestiguada en el relato de
Diod. XVII, 22, 2, quizás en un error en relación con la segura presencia y grave
protagonismo de Memnón en el posterior asedio de Halicarnaso.
80
Strabo, XIV, 1, 7.
81
Como demuestra el testimonio recogido por Polib. XVI, 15, 5. Cft. Bosworth 1980, 137.
82
Arr. Anab. I, 18, 5.
83
Bosworth 1980, 136.
84
Arr. Anab. I, 18, 3.
85
Arr. Anab. I, 19.1. Bosworth 1980, 138 considera a este Glaucipo como el representante de
la oligarquía milesia, en un intento de negociar la neutralidad de la ciudad. Asimismo,
también indica los posibles vínculos familiares de este Glaucipo con ciertos magistrados
epónimos milesios de la época.
91
Borja Antela
86
Esta parece haber sido ya una tendencia en la política de asedio de Filipo: Sáez Abad 2005,
117.
87
Bosworth 1997, 61 expone con detalle las acciones desarrolladas por los macedonios, bajo
el , mando de Alcímaco, en Jonia y Eólide con el objetivo de promover la adhesión de las
ciudades de la zona a la causa macedonia. Asimismo, Alejandro promovía con carácter
magnánimo la sumisión de ciudades, mientras que castigaba duramente a las que resistían.
Mileto es, en este sentido, el primer buen ejemplo de esta práctica, que de por sí ya había sido
aplicada en la revuelta de Tebas o en el posterior perdón a Atenas. Sobre la política de
Alejandro con las ciudades griegas de Asia, y la sustitución de oligarquías por sistemas
democráticos, vid. Bickerman 1934; Badian 1966; Bosworth 1980, 134-136. Para una
bibliografía sobre el tema, vid. Gómez Espelosín 2007, 328.
88
Bosworth 1997, 62.
89
McNicoll 1986, 306.
90
Diod. XVII, 22, 2. Curiosamente, Romane 1994, 67 propone que el asedio fue iniciado por
tropas ligeras por parte de los macedonios, aunque no indica en qué se basa para tal
afirmación, que no aparece reflejada en las fuentes. El hecho de que los defensores atacasen
con dardos no implica forzosamente que las fuerzas macedonias respondiesen sencillamente
con tropas ligeras. Asimismo, el autor no explicita qué tipo de tropas ligeras, por lo que
resulta imposible hacerse una idea de cuál es el auténtico objetivo de su explicación.
92
Alejandro Magno, poliorcetes
91
Como en el caso de Halicarnaso: Marsden 1969, 101. Es probable que se tratase de
gastraphetes o oxybeles, de gran funcionalidad para el lanzamiento de proyectiles
antipersona: cft. McNicoll 1986, 307; Sáez Abad 2005, 37-43.
92
Vid. Marsden 1971, 75, 77; Keyser 1994, 42.
93
Como sucede en Halicarnaso: Diod. XVII, 24, 4. Asimismo, Bosworth 1980, 145
94
Como defiende Romane 1994, 68.
95
Bosworth 1980, 138-139. Por otra parte, merece la pena recordar que Diades, ingeniero al
servicio de Alejandro, desarrolló una serie de importantes innovaciones, entre ellas los
diseños para la construcción de la maquinaria en un formato modular, de forma que pudiese
ser desmontada en piezas de fácil ensamblaje, para facilitar su transporte: Vitrub. 10, 13, 3;
Whitehead / Blyth 2004, 176-187, 194-195; Murray 2008, 35.
96
Arr. Anab. I, 19, 3. Bosworth 1980, 139, a pesar de las provocaciones de la flota persa, que
trataba de promover el enfrentamiento naval, favorable a sus intereses por número: I, 19, 7.
93
Borja Antela
97
El uso del plural en referencia a los muros de la ciudad que fueron cayendo como resultado
del daño del ataque en Diod. XVII, 22, 3 parece fundamentar esta afirmación.
98
Arr. Anab. I, 19, 2.
99
Aunque la incidencia de éstas sobre los muros y la abertura de brechas hace suponer que se
tratase de arietes. El silencio de las fuentes, nuevamente, nos priva de mayor concreción.
100
Arr. Anab. I, 20, 8. Vid. Marsden 1969, 101: “covering fire seems to have been the
dominant role of artillery still”.
101
Diod. XVII, 22, 4. Bosworth 1980, 140.
102
Arr. Anab. I, 19, 4.
103
Hdt. VI, 21, 2.
104
Diod. XVII, 22, 4-5.
105
Arr. Anab. I, 19, 5-6. Dos islotes, Dromisco y Pernes, se encontraban muy cerca de la
ciudad: Bosworth 1980, 139.
106
Arr. Anab. I, 16, 2 y 6. Sobre este pasaje, vid. Hammond 1997. El episodio completo
aparece comentado también por Parke 1970, 180.
94
Alejandro Magno, poliorcetes
Halicarnaso
107
Aunque la ciudad volverá a ser reconquistada por los persas: Curt. IV, 5, 13.
108
Un breve resumen de contexto ha sido expuesto en Romane 1994, 69-70. Asimismo, Lane
Fox 1973, 135-137; Hammond 1992, 123; Bosworth 1997, 63-64.
109
Fuller 1958, 200; Bosworth 1997, 63
110
Romane 1994, 70.
111
Diod. XVII, 24, 1.
112
Vitrub. II, 8, 11.
113
Strabo, XIV, 2, 17 (657). Cft. Bosworth 1980, 143.
95
Borja Antela
114
Romane 1994, 70.
115
Fuller 1958, 200.
116
Heckel 2006, 117. Le acompañaba también como general el también ateniense Trasíbulo:
Heckel 2006, 266. Por otra parte, sobre la importancia de este contingente en la defensa de
Halicarnaso, vid. Brunt 1962, 147-149. De especial relevancia es la indicación de Brunt (148)
de que en el relato de Diodoro no aparece ningún griego en la defensa de Halicarnaso, algo
que sabemos que es incorrecto, pero que quizás tenga relación con algún tipo de interés
propagandístico o de carácter político por parte de la fuente de la que Diodoro extrae su
relato.
117
Ruzicka 2010.
118
Arr. Anab. I, 20, 3.
119
Sobre la definición del concepto, vid. McNicoll 1986, 305.
120
Romane 1994, 70, 72. Sobre el contexto de las operaciones persas por frenar el avance
macedonio tras Gránico, vid. por ejemplo Lane Fox 1973, 152-154; Hammond 1992, 133-
135; Bosworth 1997, 71-72; Cartledge 2004, 117-118. Sobre el concepto mismo de
Hegemonía, vid. Antela 2007b.
96
Alejandro Magno, poliorcetes
121
Según Fuller 1958, 201, el campamento macedonio se estableció en un principio en al
sudeste de la ciudad de Halicarnaso.
122
Arr. Anab. I, 20, 4. Nuevamente, como expone Fuller 1958, 202, la proximidad con Mindo
supone el traslado del campamento macedonio, desde la ubicación original en el lado sudeste
al lateral oeste de Halicarnaso. Es de suponer que ello debió venir motivado porque el
reconocimiento de la muralla habría señalado mayores posibilidades de éxito por esta banda
de las fortificaciones.
123
Arr. Anab. I, 20, 4.
124
Marsden 1969, 101: “the siege of Halicarnasus by Alexander 334) marks the beginning of
a transition to a new stage in the development of siege-techniques supported by artillery”.
Asimismo, Keyser 1994, 42-43.
125
Arr. Anab. I, 20, 5. A la luz de la participación expuesta ya en el asedio de Tebas
protagonizada por Pérdicas, la presencia de éste entre los acompañantes de Alejandro para
realizar la revisión de las defensas de Mileto refuerza la hipótesis expuesta del episodio en
Tebas y Halicarnaso como una estratagema premeditada.
97
Borja Antela
126
Arr. Anab. I, 20, 6-7.
127
Diod. XVII, 24, 4.
128
Diod. XVII, 24, 1.
129
Tal y como ha propuesto Keyser 1994, 43, quien hace notar que si bien tras la disolución
de la flota los persas contaban con el dominio del mar, ninguna acción naval contra los
sitiadores tuvo lugar en Halicarnaso. Pese a ello, si el tren de asedio que transportaba la
maquinaria especializada, y presuntamente, también algunos especialistas macedonios en
estas cuestiones, hubiese viajado por mar, habría quedado sin duda a merced del poderío
naval persa, incontestable ante la ausencia de recursos marítimos por parte de los macedonios:
Brunt 1962, 148; contra Bosworth 1980, 144. Por otra parte, como ha indicado Murray 2008,
39, teniendo en cuenta el extremado peso de las máquinas, a pesar de estar desmontadas en
piezas modulares, el transporte por mar era preferible. No obstante, Whitehead / Blyth 2004,
181 consideran que la invención del ensamblaje modular de Diades estaba pensado para el
transporte de la maquinaria por tierra.
130
Diod. XVII, 24, 4.
131
Arr. Anab. I, 20, 8
132
Diod. XVII, 24.4. Bosworth 1980, 146. Marsden 1969, 101 considera que estas tortugas
fueron diseñadas expresamente para este propósito, siendo probablemente una innovación,
aunque quizás deban ser puestas en relación con los trabajos que anteriormente Pólido de
Tesalia había desarrollado para Filipo: Murray 2009, 35.
98
Alejandro Magno, poliorcetes
133
Diod. XVII, 24, 6 supone otro buen ejemplo que reafirma esta hipótesis. Cft. Keyser 1994,
50; Sáez Abad 2005, 118.
134
Arr. Anab. I, 20, 8. Asimismo, por Arr. Anab. I, 22, 2 sabemos que las torres macedonias
contaban con lanzaproyectiles, tanto gastraphetes como posiblemente lithobolos (vid. supra).
Por otra parte, es más que probable que estas torres de asedio fuesen del tipo helepolis, pues
sabemos que ya desde el asedio de Bizancio los macedonios contaban con este ingenio
desarrollado por Polido para Filipo. Vid. Diels 1904, col. 8, ll. 5-8; Murray 2008, 34; Sáez
Abad 2005, 83-85. En cuanto a la forma pentagonal o quizás poligonal de estas torres
macedonias, vid. Murray 2008, 49 n. 14.
135
Diod. XVII, 24.4.
136
Cft. Bosworth 1980, 144-145.
137
Parece que, frente a la defensa pasiva desarrollada en Mileto, el plan de Memnón en
Halicarnaso puede considerarse totalmente opuesto, practicando una defensa elástica o activa.
Sobre este concepto, McNicoll 1986, 306. Por otra parte, en 309 McNicoll plantea las salidas
de los defensores como uno de los sistemas de defensa fundamentales en asedios por los
sitiados durante el periodo helenístico.
138
Diod. XVII, 24, 5.
139
Resulta muy difícil poder describir con detalle los ingenios mecánicos, tanto poliorcéticos
como de artillería, que debieron tener incidencia en el asedio de Halicarnaso a la luz de las
noticias de nuestras fuentes. Keyser 1994, 43 enumera toda una serie de maquinas que habrían
sido empleadas por ambos bandos (catapultas lanzaflechas o gastraphetes, lanzapiedras…).
La controversia sobre este tema aparece también recogida por Sáez Abad 2005, 117 y n. 73,
especialmente en relación al uso del lithobolos, de buen seguro presente durante el asedio de
Tiro, pero quizás empleado ya en Halicarnaso. Ya en su obra clásica, Marsden 1969, 101
planteaba esta cuestión a la luz de la información que parece desprenderse de Arr. Anab. I, 22,
2. Bosworth 1980, 148 da por válida la interpretación de Marsden, al aceptar sin discusión el
uso de lanzapiedras o lithobolos en el asedio de Halicarnaso por parte de Alejandro, una
auténtica innovación técnica que, de un modo u otro, debió resultar fundamental en la
cimentación de la grave autoridad macedonia en materia de guerra de asedio. Curiosamente,
Keyser 1994, 50 acaba por afirmar, contra lo expuesto, que la única invención técnica de
Alejandro fue la creación de barcos de asedio en Tiro (aunque a juicio de lo expuesto por
99
Borja Antela
Front. Str. III, 9, 8, probablemente ya Filipo hubiese empleado en algún modo barcos unidos
para implantar una cubierta común en la que poder instalar torres de asalto, lo que sin duda
debe considerarse un precedente directo de la propuesta de asedio marítimo planteado por
Alejandro), sin contemplar los lithobolos de Halicarnaso, que considera dudosos.
140
Arr. Anab. 20, 9.
141
Diod. XVII, 24, 5.
142
Diod. XVII, 25, 3-5.
143
Diod. XVII, 25, 1.
144
Diod. XVII, 25, 5-6.
145
Vale la pena, sin embargo, recordar aquí la explicación que para este episodio propone
Romane 1994, 72-73, al considerar que el episodio de los dos supuestos borrachos del
batallón de Pérdicas, de forma fortuita, hicieron coincidir su irresponsable comportamiento
con un intento de salida por parte de los defensores de la ciudad, consiguiendo así dar la
alarma sobre ella antes que pudiese incidir negativamente contra los macedonios. La
explicación, demasiado enrevesada, no tiene en cuenta los paralelismos con el episodio de
Tebas, que son múltiples, ni el auténtico objetivo de la estratagema, que no era otro que
motivar la apertura de las puertas.
100
Alejandro Magno, poliorcetes
146
Arr. Anab. I, 21, 3-4. Diod. XVII, 25, 5-6.
147
Arr. Anab. I, 21, 4. El testimonio de Diod. XVII, 25, 5, al cotejarlo con el de Arriano, así
parece indicarlo.
148
Probablemente este punto débil haya sido el objetivo de la táctica ya empleada en Tebas
por medio también de hombres de Pérdicas.
149
Fuller 1958, 202.
150
Arr. Anab. I, 21, 6.
151
Este ingenio debió ser una especie de copia de las helepolis macedonias empleadas contra
las murallas. Asimismo, ello ejemplifica a la perfección la capacidad de los sitiados para
copiar en ocasiones los inventos de los sitiadores en su propio beneficio, como seguramente
sucedió también en el asedio de Tiro (infra).
152
Diod. XVII, 26, 6. Cft. Marsden 1969, 101.
153
Arr. Anab. I, 23, 2.
154
Arr. Anab. I, 22, 1.
101
Borja Antela
155
Arr, Anab. I, 21, 5.
156
Fuller 1958, 203, a la luz de Diod. XVII, 26, 3, considera que no eran 1000, sino dos
grupos de 1000 cada uno.
157
El episodio mantiene cierta semejanza con los consejos de Aen. Tact. 23.
158
Diod. XVII, 26, 3-4.
159
Diod. XVII, 26, 5.
160
Diod. XVII, 26, 4. Resulta muy difícil interpretar aquí con claridad la organización del
ataque macedonio propuesta por Diodoro.
161
Probablemente se trata de artillería de no torsión, gastraphetes, quizás del tipo diseñado
por Zopiro de Tarento, o tal vez oxybeles. Vid. Sáez Abad 2005, 37-43. Sobre Zopiro,
Halicarnaso y la forma en que esta ciudad pudo obtener su maquinaria de artillería, vid.
Keyser 1994, 42 n.69.
162
Diod. XVII, 26, 7.
102
Alejandro Magno, poliorcetes
163
Arr. Anab. I, 22, 1. McNicoll 1986 ha señalado intensamente la importancia de las
poternas como sistema de defensa contra asedios durante el periodo helenístico. La escasez de
poternas de este tipo en Halicarnaso en 334 supuso uno de los grandes problemas de los
defensores, como muestra perfectamente el intento de auxilio por Memnón a Efialtes, que
resultó en un fracaso.
164
Quien parece haber perecido en la batalla: Arr. Anab. I, 22, 7.
165
Arr. Anab. I, 22, 4.
166
Arr. Anab. I, 22, 5-6.
167
Diod. XVII, 27.1. En ello coincide el excurso de Clito en su discusión con Alejandro tal y
como lo recoge Curt. VIII, 1, 36.
168
Sinclair 1966, 249.
169
Diod. XVI, 26, 7-27, 4. La afirmación de Clito en Curt. VIII, 1, 36 pone en duda la
existencia de esta táctica, relativizando además la planificación estratégica de las acciones de
Alejandro. Una vez más, su éxito aparece en las fuentes presentado, entonces, como resultado
de la fortuna, tema recurrente en la historiografía antigua sobre el joven rey macedonio: por
ejemplo, Diod. XVII, 38, 4.
103
Borja Antela
170
Más allá del caso comentado de la estratagema de Tebas y Halicarnaso protagonizada por
Pérdicas y sus hombres, sabemos por Polieno que Filipo habría realizado movimientos de
repliegue y posterior contragolpe en Queronea: Polyaen. IV, 2, 2. Igualmente, en Polyaen.
VIII, 40 parece deducirse el uso de algún tipo de repliegue por los macedonios. Asimismo,
parece que el mismo Filipo habría sufrido esta táctica, empleada contra él por Onomarco:
Polyaen. II, 38, 2.
171
Diod. XVII, 27, 3-5.
172
Diod. XVII, 27, 5; Arr. Anab. I, 23, 1.
173
Arr. Anab. I, 23, 2. Bosworth 1980, 150 menciona que estos supuestos arsenales eran
también empleados como canales de comunicación en situaciones de asedio.
174
Arr. Anab. I, 23, 4.
175
Arr. Anab. I, 23, 3-4 menciona dos ciudadelas o fortalezas diferentes, por lo que resulta
difícil discernir exactamente a cual se refiere cuando habla de la resistencia persa en
Halicarnaso tras la entrada de los macedonios en la ciudad. Vid. Bosworth 1980, 150 con los
detalles de la problemática y las soluciones posibles. Por su parte, Fuller 1958, 206 arguye
que las ciudadelas ocupadas son las de Salmáncide y Castillo del Rey, probablemente por ser
éstas las más importantes y con mayores posibilidades de resistencia de cuantas fortalezas
alojaba Halicarnaso. Murray 2008, 43 por su parte, menciona las ciudadelas con el nombre de
Salmáncide y Cefírio (Zephyrium).
104
Alejandro Magno, poliorcetes
Tiro
105
Borja Antela
106
Alejandro Magno, poliorcetes
193
Arr. Anab. II, 20, 1. Siguiendo a Verkinderen 1989, 296 parece efectivamente que el
objetivo de los sidonios no es sólo someterse, sino especialmente obtener una mejor posición
que aquella de la que gozaban bajo el dominio persa.
194
Como parece indicar la información recogida en Diod. XVII, 47, 2.
195
Curt. VI, 2, 2. Arr. Anab. II, 13, 8; Iust. XI, 10, 10. Atkinson 1980, 294; Bloedow 1998,
270. Con anterioridad, otras comunidades fuera de Fenicia, como las ciudades de Caria,
habían enviado coronas de oro a Alejandro: Diod. XVII, 24, 3.
196
Bosworth 1980, 226.
197
Acemilcus se encontraba entonces junto con su flota bajo la autoridad de Autofrádates.
Vid. Heckel 2006, 66. Asimismo, sobre los reyes de Tiro durante la dominación persa, cft.
Elayi 2006, 22-26. En este sentido, Verkinderen 1989, 297 afirma que el rey persa solía tratar
con las ciudades fenicias no ya por medio del sátrapa de la región, sino de forma directa,
como también hará Alejandro.
198
Arr. Anab. II, 15, 6. Cft. Bloedow 1998, 270.
199
Curt. IV, 2, 6; Arr. Anab. II, 16, 7. Esta neutralidad ha sido defendida por Bloedow 1998,
269-271. Por otra parte, sobre la afirmación de Diod. XVII, 40, 3 sobre la supuesta intención
de Tiro de mantenerse leal a Persia, Bloedow 1998, 270. Esta intencionalidad planteada por
Diodoro nos devuelve, sin embargo, al planteamiento de Memnón en Halicarnaso,
presentándosenos siempre las acciones de la campaña costera de Alejandro como intentos de
ganar tiempo para Darío.
200
Curt. IV, 2, 3; Arr. Anab. II, 15, 7 – 16, 7; 18, 1-3; Iust. XI, 10, 10-11. Atkinson 1980, 294.
Sobre el templo y el culto de Melqart en Tiro, vid. Elayi 1980, 17-20. Sobre los problemas de
localización topográfica de los posibles restos del templo, cft. Bonnet 1988, 91-94. De forma
indicativa, volvemos a encontrar en un asedio de Alejandro la relación de éste con Heracles
como elemento propagandístico, tal y como había sucedido ya en Tebas: Just. XI, 2, 8. Ya
Radet 1926, 113 afirma que es necesario analizar el asedio de Tiro no sólo desde una
perspectiva militar, sino también religiosa. Sobre las relaciones entre Alejandro y Heracles,
vid. Antela 2009, esp. 94-97.
107
Borja Antela
201
También llamada Paleotiro: Curt. IV, 2, 4: Atkinson 1980, 295. Los latinos se refieren a
ella como Tyrus Vetus, y probablemente sea la localidad denominada Ushu por los asirios.
Asimismo, existen dificultades para localizar el emplazamiento exacto de la misma,
considerándose tanto la colina de Néby Maschouq, a 2,5 km al este de Tiro, como Ras el-Aïn
o Rachidiyé: Bonnet 1988, 94-96. De este modo, la estructura de la ciudad insular mantenía
una base continental, esta vieja Tiro. A juicio de Bonnet 1988, 96 y Grainger 1991, 5-6, esta
estructura dual parece haber sido más o menos frecuente entre las ciudades fenicias.
202
Curt. IV, 2, 10. Según Bonnet 1988, 52, la fiesta de Melqart tenía lugar entre mediados de
febrero y mediados de marzo, por lo que los macedonios debieron llegar durante los
preparativos de la misma.
203
Curt. IV, 2, 3.
204
Levi 1977, 286.
205
Bosworth 1980, 235.
206
Levi 1977, 286; Bloedow 1998, 272. Bloedow enfatiza el posible error interesado de los
macedonios en su identificación de Heracles con Melqart en este episodio, aunque Picard /
Picard 1964, 569-578 ha enfatizado las similitudes entre ambas divinidades. En este sentido,
la problemática era general a todos los pueblos en el mundo antiguo, como revela el ejemplo
de la estatua de Apolo en Tiro, quizás como divinidad asimilada a Reshef / Rashap: Atkinson,
1980, 306; Bonnet 1988, 54-55. Esta estatua de Apolo tiene, además, un gran interés dentro
del relato de las fuentes en relación con el asedio de Alejandro. En primer lugar, sabemos que
la estatua de bronce, de grandes dimensiones, había sido capturada por los cartagineses en la
lucha contra Dionisos de Siracusa en 405 durante la batalla de Gela, y cedida posteriormente a
la ciudad de Tiro: Diod. XIII, 108, 4. En algún momento del asedio macedonio, un ciudadano
expuso en la asamblea sus sospechas de que la divinidad de la estatua quisiese beneficiar al
enemigo, por lo que la cargaron de cadenas de oro al pedestal y la alojaron en el templo de
Melqart, aunque el promotor de la sospecha estuvo a punto de ser linchado por los jóvenes de
la ciudad: Diod. XVII, 41, 8; Curt. IV, 3, 21-22; Plut. Alex. 24, 2. Asimismo, algunos
consideraban que la toma de la ciudad había coincidido exactamente con el mismo día del año
y la misma hora en que los cartagineses habían obtenido la estatua de los griegos de Siracusa:
Diod. XIII, 108, 4. Finalmente, Alejandro liberó la estatua de las cadenas y reconociendo la
ayuda recibida, bautizó el culto al coloso con el nombre de “Filalejandro”: Diod. XVII, 46, 6.
Radet 1926, 115 ha considerado que esta historia explicaría la afirmación de Just. XI, 10, 14
108
Alejandro Magno, poliorcetes
sacrificios en el interior del templo, según las costumbres tirias, era el rey de
la ciudad.207 En ello, la cuestión coincide directamente con la tradición
macedonia, que considera al rey el encargado de las relaciones del reino con
los dioses.208 Por lo tanto, la petición de Alejandro tiene claras intenciones
políticas, que pese a las discusiones surgidas entre los habitantes de la ciudad
sobre la cuestión, fue efectivamente interpretada de forma correcta por los
tirios,209 al entender en todo ello el deseo expreso de Alejandro de someter la
ciudad a su autoridad.210
Los embajadores volvieron, con esta propuesta, a Tiro, donde deliberaron
sobre ello. Parece que, una vez más, como había sucedido tanto Tebas como
en Mileto, Alejandro dejó un tiempo para la reflexión, a la espera de poder
solucionar la situación sin recurrir a las armas. En este sentido, el envío de
emisarios macedonios a la ciudad para urgirles a firmar la paz,211 pero los
tirios, que habían decidido afrontar el asedio merced a la seguridad que les
confería la fortaleza de sus defensas y la posición insular de la ciudad,
respondieron con un gesto de evidente hostilidad, al lanzar a los mensajeros
del enemigo desde lo alto de las murallas.212
de que la ciudad fue tomada por traición, siendo Apolo el quintacolumnista que dio auxilio a
los macedonios. Igualmente, Radet 1926, 120 pone este episodio en relación con el oráculo
mencionado por Alejandro en Curt. IV, 2, 3, diciendo que el probable origen del mismo
habría estado en la visita del macedonio a Delfos: Plut. Alex. 14, 6-7. Sin embargo, contra
Bloedow, debe tenerse en cuenta que en Plut. Alex. 6, 6 aparece relatado un sueño que
probablemente estuvo relacionado con este oráculo o vaticinio, y pudo perfectamente haber
sido interpretado por Aristóbulo en el terreno del asedio. Por otra parte, esta sorprendente
historia debe ponerse en relación con la intensa vinculación de la propaganda religiosa y la
imagen de Alejandro durante la campaña. Vid. Bonnet 1988, 53-55. Asimismo, quizás tenga
objetivos secundarios, como el propósito de granjearse cierta complicidad con los griegos de
Sicilia, ante la situación un tanto conflictiva que los movimientos de Esparta estaban
provocando en la Hélade. Por otra parte, el culto a Apolo en la ciudad se mantuvo: Bikai
1996.
207
Arist. Pol. III, 1285b, 6-19.
208
Hammond 1989, 21-22. Asimismo, sobre la relación entre Alejandro y las cuestiones
religiosas sigue siendo de gran utilidad el ya clásico artículo de Edmunds 1971.
209
Curt. IV, 2, 6.
210
Una intencionalidad que Bloedow 1998, 275-278 considera como responsabilidad única
del propio Alejandro.
211
Curt. IV, 2, 15.
212
Romane 1987, 80. Esta acción aparece en el relato de Curcio como el justificante
definitivo para iniciar el asedio. El detalle aparece únicamente recogido por Curcio: Atkinson
1980, 297, 298-299. Romane considera que ello explicaría también la ira de los macedonios
en el momento final del asedio (Arr. Anab. II, 24, 3), aunque no hay razón para ello, pues el
propio Arriano explica que la motivación del resentimiento macedonio respondía a la larga
duración del pesado y penoso asedio que habían conducido los macedonios. Por otra parte,
Curt. IV, 2, 10 hace responsables de la decisión final de soportar el asedio por los tirios a la
embajada cartaginesa que se encontraba entonces en la ciudad con motivo de la festividad
religiosa, y que dieron promesas de dar apoyo a Tiro durante el asedio. También Iust. XI, 10,
109
Borja Antela
12 parece vincular a los cartagineses a la decisión tiria de enfrentar el asedio. Sin embargo, el
apoyo púnico no parece haber tenido lugar (a causa, según Curt. IV, 3, 20 de la guerra entre
éstos y Siracusa: Atkinson 1980, 304), más allá del posible auxilio a mujeres y niños en un
momento avanzado del conflicto: vid. Romane 1987, 87, Appendix II. Por otra parte, Huss
1985, 169-175 plantea que el problema para los cartagineses de ayudar a Tiro radicaría en la
posible futura amenaza a Cartago de Alejandro a través de Egipto y Libia. Asimismo, sobre
las relaciones entre Cartago y Tiro, vid. Elayi 1981.
213
Romane 1987, 81. Del mismo modo parece opinar Murray 2008, 33: “by the time of
philip’s death, his engineering corps had already considered how best to attack a maritime city
like Tyre and was therefore prepared when Alexander ordered his attack on the city”. A su
vez, parece que los tirios ya habían contemplado la posibilidad del asedio, pues según Diod.
XVII, 40, 3 se habían hecho preparativos para ello, aunque esta afirmación sin duda responde
también a la intención de Diodoro de presentar a los tirios como firmes aliados de Darío, lo
que en cierto modo excusaría a Alejandro por la crueldad mostrada, y por despreciar el intento
diplomático tirio, mediante la embajada previa al asedio, para resolver la cuestión sin recurrir
a la lucha. Vid. Bosworth 1980, 238.
214
Keyser 1994, 44: “The importance of seapower in besieging coastal cities was apparently
not fully realized in spite of Philip’s experience at Perinthos/Byzantium, or perhaps
Alexander’s own experience at Halikarnassos had lulled him”.
215
Frost 2005 y Carayon 2005 ofrecen una interesante aproximación a la arqueología de estos
dos puertos.
216
Marriner 2005; Noureddine / El-Hélou 2005.
217
Fuller 1958, 208. Por otra parte, sobre la arqueología en este puerto, vid. Poidebard 1939,
24-31, así como Stein 1939, y más recientemente, El-Amouri 2005.
218
Diod. XVII, 40, 5; Curt. IV, 2, 16. La responsabilidad parece recaer de nuevo únicamente
en Alejandro: Arr. Anab. II, 18, 3. Por otra parte, Bosworth 1980, 240 ha puesto este proyecto
de muelle en relación con el episodio del asedio de Motya por Dionisio I: Diod. XIV, 48, 3;
51, 1. Asimismo, también menciona el posterior asedio de Tiro llevado a cabo por Antígono
en 315, cuando éste, en lugar de gastar sus recursos en un muelle, decidió construir una flota
con la que tomar la ciudad: Diod. XIX, 58; 61, 5. Por otra parte, Bosworth considera el muro
como una esfuerzo futil e inútil, teniendo en cuenta que la ciudad acabó siendo tomada
gracias a un asedio naval. No obstante, vale la pena considerar otros elementos en este
episodio, como la posible imitatio propuesta por alguna fuente hostil (tal vez la denominada
fuente “mercenaria” de la Vulgata) entre Alejandro y Jerjes, alimentada por elementos
110
Alejandro Magno, poliorcetes
comunes como el puente/dique o la impiedad de intentar someter al mar. Más allá de todo
esto, el proyecto no deja de tener cierta reminiscencia con la construcción del terraplén
denominado heptastadium que en Alejandría unía la ciudad con la isla de Faros: vid. Marriner
2008.
219
Diod. XVII, 40, 4; Curt. IV, 2, 6. Asimismo, Arr. Anab. II, 18, 3, que habla de 3 orguías.
Con iguales medidas, Plin. NH 5, 76. Nir 1996, 238 da por válidas las medidas de Curcio y
Diodoro, que se corresponden grosso modo con las distancias que pueden percibirse en los
análisis topográficos, aunque no así las de Plinio y Arriano, en su opinión absolutamente
desmedidas.
220
Diod. XVII, 41, 5.
221
Romane 1987, 81, y en mayor detalle, Stewart 1986.
222
Diels 1904, col. 8, 12-15; Vitr. 10, 13, 3. Vid. Heckel 2006, s.v. “Charias” y “Diades”.
Además de estos, conocemos otros ingenieros del ejército macedonio, como Posidonio y
Filipo: Murray 2008, 40.
223
Vid. Heckel 2006, s.v. “Charias” y “Diades”. Asimismo, en Curt. IV, 2, 22 se habla
específicamente de “los constructores del muelle” en referencia a aquellos encargados de su
diseño. Por el contrario, Arr. Anab. II, 21, 1 nos habla de un gran número de ingenieros
encargados de construir máquinas de asedio, por lo que los ingenieros del rey, es decir, los
alumnos de Polido de Tesalia, Diades y Carias, debieron estar al cargo no sólo de la
construcción de máquinas, sino también de otras labores, entre las que la construcción del
dique o terraplén debió tener un sentido prioritario.
224
Curt. IV, 2, 10. Asimismo, Bosworth 1980, 235.
225
Polyaen. IV, 3, 3.
226
Diod. XVII, 40, 5; Curt. IV, 2, 18; Arr. Anab. II, 18, 4.
227
Arr. Anab. II, 18, 3-4. Romane 1987, 81.
111
Borja Antela
suministro parece haber sido una fuente de problemas a lo largo del asedio, a
juzgar por las dos campañas realizadas por los macedonios en la región del
Líbano.228 En efecto, la relevancia del aprovisionamiento de materiales
aparece evidenciada por el protagonismo de Alejandro en estas campañas, de
suerte que tanto en la primera de ellas229 como en la segunda,230 él comanda
las operaciones. Por otra parte, para los trabajos de construcción, a buen
seguro bastante penosos, peligrosos y de gran dificultad, Alejandro contó
con obreros que al principio debieron ser soldados macedonios,231 pero a
partir de los ataques tirios, de las previsibles bajas y de la incidencia del
trabajo en la moral de los soldados, quizás fueron sustituidos por otro tipo de
trabajadores, tal vez esclavos o poblaciones sometidas,232 aunque las fuentes
no aclaran este caso en modo alguno. Asimismo, las labores constructivas
debieron ser arduas y complicadas, sobre todo a causa de la incidencia del
mar y de las inclemencias meteorológicas, en especial el fuerte viento233 en
la solidez del dique o terraplén,234 provocando desperfectos que debieron ser
más frecuentes de lo que reflejan las fuentes. En efecto, el estrecho entre la
isla y el continente parece haber estado especialmente expuesto al ábrego, un
fuerte viento bien conocido en la antigüedad,235 portador de lluvias y de
inclemencias marítimas, que debía provocar un fuerte oleaje, el cual sin duda
minaría las bases de la estructura en construcción.
Mientras tanto, los tirios se dedicaban a contemplar con mofa los
esfuerzos de Alejandro contra las fuerzas de la naturaleza,236 y acercándose
228
Vid. la sorprendente historia recogida en relación con estas razzias de Alejandro en Plut.
Alex. 24, 10-14.
229
Curt. IV, 2, 1.
230
Arr. Anab. II, 20, 4-5. Quizás estas operaciones en la frontera con Arabia tengan que ver
con el posible origen árabe de la guarnición de Gaza. Bosworth 1980, 244 considera que no
existen dos, sino una sola expedición con este objetivo, aunque teniendo en cuenta la
necesidad de reconstruir el muelle, tras su destrucción, es más que plausible que ambas
expediciones tuviesen lugar, puesto que tanto la construcción del muro como la elaboración
de máquinas de asedio necesita fundamentalmente de madera, y podía proveerse
perfectamente de ella en la región del Líbano. Tal y como expresamente manifiesta Curt. IV,
2, 16, la construcción requería deforestar regiones enteras.
231
Curt. IV, 2, 18-20; Arr. Anab. II, 18, 4 y 5.
232
Romane 1987, 81: “The labourers, under the supervision of the Macedonian soldiers,
brought stone and laid a bed, then they drove wooden stakes into the mud, braced the stakes
with more stone, and built up a roadway out of the water”. Por otra parte, Diod. XVII, 40, 5
menciona decenas de miles de hombres en el trabajo, y explícitamente hace referencia a la
incorporación de las poblaciones vecinas en las labores de construcción, y a una abundante
mano de obra, lo que señala la coerción macedonia.
233
Curt. IV, 2, 7. Atkinson 1980, 296. Sobre los vientos en la región, vid. Poidebard 1939, 63,
App. III: “Régime des vents dans la région de Tyr”.
234
Diod. XVII, 42, 5; Curt. IV, 2, 7-8, 9; 3, 6, 8.
235
Plin. NH II, 47, 125; Hor. Od. I, 3, 12; 14, 5; III, 29, 57; Epod. 16, 2.
236
Diod. XVII, 42, 6.
112
Alejandro Magno, poliorcetes
237
Diod. XVII, 41, 1; Curt. IV, 2, 20-21.
238
Atkinson 1980, 296, siguiendo a Arr. Anab. II, 23, 5 y 21, 4 plantea una altura de los
terraplenes ante en el frente del muro de hasta 45 m.
239
Arr. Anab. II, 18, 5.
240
Marsden 1969, 102.
241
Curt. IV, 2, 23.
242
Diod. XVII, 42, 2; Curt. IV, 2, 22.
243
Polyaen. IV, 13.
244
Curt. IV, 2, 23; Arr. Anab. II,18, 6. Como indica Arriano, las torres, a su vez, estaban
protegidas por una cobertura de pieles y cuero que las protegían de los ataques desde las
murallas.
113
Borja Antela
245
Arr. Anab. II, 19, 1.
246
Curt. IV, 3, 6-7. Arr. Anab. II, 19, 2.
247
Curt. IV, 3, 4; Arr. Anab. II, 19, 5.
248
El episodio completo del brulote es recogido en Curt. IV, 3, 2-7; Arr. Anab. II, 19, 1-5.
Diodoro omite el episodio. Asimismo, cft. Romane 1987, 82. Por otra parte, según Curt. IV,
3, 7., Alejandro se encontraba entonces de campaña en el Líbano, por lo que hace recaer la
responsabilidad del campamento en el fatídico contragolpe tirio sobre Pérdicas y Crátero.
249
Sorprendentemente, Stewart 1987, 99 considera este segundo muro una invención de
Curcio.
250
Romane 1987, 82. Atkinson 1980, 302 considera esta afirmación un error de Curcio.
251
Curt. IV, 3, 8.
252
Quizás es a esta nueva amplitud a la que hace referencia la información de Diod. XVII, 41,
5, que indica, como hemos visto supra, unos 60 m.
253
Diod. XVII, 42, 7; Arr. Anab. II, 19, 6. El relato de Diodoro menciona directamente el uso
de petrobolos contra los muros, mientras que con catapultas lanzaproyectiles se barrían las
almenas de los muros de Tiro, eliminando así a los posibles lanzadores de proyectiles
apostados y evitando esta amenaza para los trabajadores. Esta táctica es, por otra parte,
habitual en los asedios llevados a cabo por Alejandro.
254
Curt. IV, 3, 8-9.
255
Así aparece mencionado expresamente en Diod. XVII, 42, 6.
114
Alejandro Magno, poliorcetes
256
Curt. IV, 3, 10.
257
Diod. XVII, 42, 7.
258
Murray 2008, 32 considera que esta flota fenicia debió quedar a disposición de Alejandro
hacia el mes de abril o mayo.
259
Arr. Anab. II, 20, 1. Bloedow 1994, 73 y Bloedow 1998, 260-261 ha defendido, con
autoridad crítica, que la gran motivación de la desintegración de la flota persa fue la noticia de
la derrota de Darío en Issos: Arr. Anab. II, 20, 3. Por otra parte, vale la pena preguntarse
dónde debió quedar la flota tiria a servicio de los persas, de la que no tenemos noticia que
tratase de entrar en la ciudad durante el asedio o hubiese llegado cuando los macedonios no
controlaban todavía los accesos a Tiro por mar. Sin duda, éste es uno de los interrogantes
claves para comprender en profundidad el asedio, aunque los datos conservados no permiten
sino especular sobre ello.
260
Curt. IV, 3, 11.
261
Arr. Anab. II, 20, 2.
262
Vid. Romane 1987, 82; Atkinson 1980, 303. Sobre la cuestión de la flota, vale la pena
remitir una vez más a los argumentos de Bloedow 1998, 260-263. Por otra parte, junto con las
escuadras navales, llegaron a Alejandro también importantes refuerzos, de hasta 4000
hombres, reclutados por Crátero en el Peloponeso: Curt. IV, 3, 11; Arr. Anab. II, 20, 5.
263
Por otra parte, Haubem 1970 ha puesto de manifiesto que la teoría que tradicionalmente
adscribía al rey de Sidón el mando de la flota fenicia bajo servicio persa es inválida. Por ello,
las fuerzas marítimas de cada ciudad estaban dirigidas por el rey correspondiente.
264
Se trata del puerto llamado sidonio: Arr. Anab. II, 20, 9, teniendo en cuenta que la
expedición macedonia había partido de Sidón y que Arr. Anab. II, 6 explicita que Alejandro
115
Borja Antela
ocupaba el flanco derecho, que correspondía al orientado a mar abierto. El puerto sidonio era
el principal de Tiro: Bosworth 1980, 246.
265
Diod. XVII, 43, 3; Curt. IV, 3, 13. Por otra parte, parece haber existido una cadena
(kleithra) que cerraba el acceso a los puertos tirios: Arr. Anab. II, 24, 1. Cft. Murray 2008, 32.
266
El episodio completo: Curt. IV, 3, 12-13; Arr. Anab. II, 20, 6-8.
267
Nuevamente resulta problemático el tema de las evacuaciones: vid. Romane 1987, 87,
Appendix II. Quizás estas evacuaciones están relacionadas con la tercera de las salidas
navales tirias expuestas en el texto.
268
Aunque Curt. IV, 3, 13 hable de arietes, es poco probable que en estos momentos los
macedonios hubiesen llegado al muro. La distancia con la muralla hace posible que los
impactos contra las defensas hayan sido causados por artillería, y el hecho que estos impactos
sean comparados al trabajo de los arietes confirma que debían ser resultado de proyectiles
pétreos lanzados mediante artillería de torsión, de gran potencia. Vid. Diod. XVII, 42, 7; 45,
1. Asimismo, Marsden 1969, 102-103. Por otra parte, resulta difícil todavía determinar el
rango de fuego de la artillería, como ha señalado McNicoll 1986, 308, por lo que no es
posible aventurar distancias entre el muro y el muelle a partir de los datos que conocemos de
la artillería empleada.
269
Arr. Anab. II, 21, 5 y 7 recoge los trabajos realizados, probablemente desde
embarcaciones, de saneamiento del área de la bahía, extrayendo por medio de poleas los
obstáculos y las rocas que podían impedir los trabajos. Cft. Bosworth 1980, 248. Resulta
difícil pensar que estos trabajos tuviesen como objetivo favorecer la navegación en la zona,
pues Tiro había sido siempre un gran puerto, lo que presupone un importante tráfico, sin que
estos supuestos obstáculos hubiesen significado impedimento alguno para ello.
270
Diod. XVII, 43, 4; Curt. IV, 3, 14-15. Este invento es considerada por Murray 2008, 31
como la gran innovación de Alejandro en relación con la maquinaria de asedio.
271
Curt. IV, 3, 16-18.
116
Alejandro Magno, poliorcetes
las anclas, con lo que las naves perdían su estabilidad. Ello fue, sin embargo,
subsanado por Alejandro cambiando las cuerdas por cadenas.272
A los ataques de la artillería naval hay que sumar los de la artillería
colocada en las torres273 del dique, para la cual el relato de Diodoro también
menciona directamente el uso de petrobolos contra los muros, mientras que
con catapultas lanzaproyectiles se barrían las almenas y las defensas de
Tiro,274 eliminando así a los posibles lanzadores de proyectiles apostados y
evitando esta amenaza para los trabajadores, una táctica habitual en los
asedios llevados a cabo por Alejandro, según hemos visto supra en los
ejemplos de Mileto y Halicarnaso.
En este sentido, el sofocante cerco por tierra y por mar dejaba a los tirios
en una situación cada vez más desesperada. Es probable que ello haya sido el
motivo275 de la tercera salida naval tiria,276 para la que pertrecharon sus
embarcaciones con petróbolos y catapultas lanzaflechas, y embarcaron
arqueros y honderos para, aproximándose al dique, atacar mortalmente a
muchos de los que se encontraban trabajando.277 Si bien el episodio resulta
confuso,278 podría tratarse sin embargo del mismo momento en el que los
tirios, burlando el cerco naval gracias al control de los horarios y cambios de
guardia entre la flota de los macedonios, consiguieron llegar a tierra y
prender fuego sobre algunas de las naves varadas en las inmediaciones del
campamento macedonio,279 o tal vez, al abrigo de los vientos en el lateral del
terraplén,280 lo que explicaría mejor la conexión entre ambos episodios. El
propio Alejandro consiguió, pese a todo, advertir el ataque y dio rápidamente
órdenes para reaccionar, provocando la huída de la flota tiria.281 En la
persecución, los barcos macedonios consiguieron hundir muchas
embarcaciones enemigas, al bloquear la entrada al puerto, de forma que
272
Arr. Anab. II, 21, 5-6. Vid. Bosworth 1980, 248; Atkinson 1980, 297 indica que este tipo
de anclas con cadena fue invento de Péricles: Thuc. VII, 62; Plin. NH VII, 56, 209, y recoge
otros episodios de su uso. Asimismo, sobre los submarinistas tirios, vid. Frost 1968, 185.
273
Marsden 1969, 102 n. 6 considera que estas torres podrían ser del tipo de las diseñadas por
Posidonio, el ingeniero al servicio de Alejandro.
274
Diod. XVII, 42, 7; 43, 4.
275
Marsden 1969, 102.
276
Que las fuentes recogen en conexión con la primera que hemos expuesto probablemente
posterior, especialmente si se tiene en cuenta la presencia de una flota macedonia en el
episodio: Diod. XVII, 42, 1-4; Curt. IV, 2, 24. En el relato de ambos, la información aparece,
quizás, desordenada, por lo que hemos propuesto otro orden de los acontecimientos a la luz de
las reflexiones presentadas.
277
Diod. XVII, 42, 2. Alejandro persiguió con su escuadra a estos barcos, aunque no
consiguieron alcanzarlos antes de que se resguardasen en el puerto fortificado de la ciudad.
278
Bosworth 1980, 245.
279
Arr. Anab. II, 22, 2.
280
Arr. Anab. II, 20, 10.
281
Curt. IV, 4, 6-9.
117
Borja Antela
282
Arr. Anab. II, 22, 3-5.
283
Diod. XVII, 43, 3; Curt. IV, 3, 13; Arr. Anab. II, 21, 4.
284
Diod. XVII, 43, 1. Parece difícil pensar en el mecanismo que podía permitir semejante
estructura. Tal vez se emplease fuerza motriz animal para ello, pero las fuentes no nos
permiten conocer con detalle su funcionamiento.
285
Romane 1987, 87 App. I propone, siguiendo a Oikonomides, otras utilidades, como la
función de proteger a los observadores desde el muro que inspeccionaban los trabajos de
asedio del enemigo, o a los ingenieros que gestionaban las máquinas. Este invento, sin
embargo, no parece haber sido usado en ninguna otra ocasión conocida a lo largo de la
historia.
286
Diod. XVII, 43, 1. Romane 1987, 83.
287
Diod. XVII, 43, 7. Las invenciones no sólo eran proactivas, sino también defensivas, como
hemos visto: Diod. XVII, 41, 4.
118
Alejandro Magno, poliorcetes
bien es más que probable que antes del asedio la ciudad contase ya con este
tipo de armamento, parece difícil admitir que éste pudiese ser tan
competitivo con el desplegado por los macedonios, quienes a su vez
podríamos considerar como los auténticos innovadores en esta materia.288 En
este sentido, vale la pena recordar la presencia de un gran número de
ingenieros en la ciudad,289 que quizás pudieron generar novedades técnicas
de cierta importancia, como las bolsas de algas o la rueda de aspas/radios ya
expuestas. No obstante, no parece descartable que los tirios hayan actuado
también por imitación, copiando las máquinas macedonias y construyéndolas
ellos mismos, por sus propios medios. Sin duda, resulta difícil pensar en que
la ciudad pudiese recibir auxilio técnico del exterior, por lo que la imitación
parece la opción más plausible. Por otra parte, sabemos que los tirios habrían
gastado una gran cantidad del material combustible disponible, y en especial
madera, en la construcción del brulote. Por ello, quizás una razón por la que
los tirios no emplearon, ni siquiera en el angustioso final del asedio, la fuerza
naval que habrían recuperado a raíz de la descomposición de la flota persa
podría ser que estas embarcaciones fueron empleadas para la composición de
los ingenios mecánicos relatados en las fuentes, o para la construcción de
artillería copiada de la macedonia, aunque no tenemos información alguna
sobre esta cuestión, y cualquier hipótesis será especulativa.
Con la ciudad absolutamente cercada y bajo una lluvia incesante de
proyectiles de todo tipo, el asedio entró en una última fase. La ciudad era ya
una península, una vez acabado el terraplén, que conectaba Tiro con el
continente.290 El fuego de cobertura macedonio permitía a éstos aproximarse
por fin a la isla con cierta seguridad, para tratar de iniciar un ataque directo
288
Más allá de la existencia de un cuerpo de ingenieros al servicio del rey macedonio, que ya
hemos explicado desde tiempos de Filipo II, para el asedio mismo de Tiro Arr. Anab. II, 21, 1
indica que Alejandro reunió a un gran número de ingenieros venidos de Chipre y Fenicia para
construir y diseñar nuevas máquinas. Sorprende tal información, pues según Marsden 1977,
217 es imposible que pudiesen desarrollarse diseños nuevos en el marco de un asedio, ya que
era pertinente tener un taller donde trabajar. No obstante, contra esta hipótesis pueden
oponerse diversos ejemplos de poblaciones sitiadas que ingeniaron maquinas defensivas,
como ejemplifica el papel jugado por los inventos de Arquímedes en la defensa de Siracusa:
Plut. Marc. 15, 5; Hacker 1968, 41, Por otra parte, esta noticia vuelve a poner el asedio de
Tiro en relación con el de Motya por Dionisio I.
289
Diod. XVII, 41, 3-4; 43, 1.
290
Stewart 1987, 99 considera que el punto en el que el dique conectaba con la isla debía ser
próximo a la zona del puerto egipcio. Por mi parte, entiendo que aquí Stewart hace una lectura
demasiado imprecisa del texto de Arr. Anab. II, 22, 6, proponiendo que el foco donde se
centró el asalto final y el punto de contacto de muro coincidan, algo que no podemos inferir
de fuente alguna. Es más, la lucha a pie de muro días antes del ataque final y el desánimo de
Alejandro, como veremos, parecen plantear que el muro fue atacado en más de un lugar, lo
que significaría la imposibilidad de que el terraplén y el centro del ataque macedonio
hubiesen de coincidir.
119
Borja Antela
291
Arietes: Diod. XVII, 44, 4; 46, 3; Curt. IV, 4, 12.. Torres: Diod. XVII, 43, 7; 46, 2.
Pasarelas o puentes desde las torres: Diod. XVII, 46, 2; 46, 3; Arr. Anab. II, 22, 7; 23, 1.
Escalas: Curt. IV, 4, 12; Arr. Anab. II, 23, 4.
292
Curt. IV, 4, 10. Las torres debían superar en altura los muros de la ciudad.
293
Diod. XVII, 44, 4.
294
Estos recursos aparecen recogidos de forma conjunta: Diod. XVII, 43, 8 – 44, 4; Curt. IV,
3, 24-26
295
Como ejemplifica el episodio de Admeto: Diod. 45, 6; Arr. Anab. II, 23, 5. Vid. Bosworth
1980, 253; Heckel 2006, s.v. “Admetus”.
296
Diod. XVII, 45, 7; Curt. IV, 4, 1.
297
Diod. XVII, 43, 2.
298
Arr. Anab. II, 22, 7. Diod. XVII, 46, 1 no habla del puerto sino de los arsenales, pero es de
suponer que estos se encontrasen en las inmediaciones del puerto. Por otra parte, Murray
2008, 38-39 indica que era un hecho conocido que las fortificaciones de una ciudad tenían su
punto más débil en las áreas del muro más próximas al área portuaria: “it was generally
known that a city’s harbor defenses were among the weakest sectors of the wall”.
120
Alejandro Magno, poliorcetes
lado, pues la artillería consiguió abrir brecha, por la que algunos soldados
intentaron entrar, aunque rápidamente fueron repelidos, y el muro fue
reparado.299 No obstante, con ello, los macedonios habían encontrado el
punto exacto donde debían centrar sus esfuerzos, y fue allí donde habría de
tener lugar el ataque final.300
Antes del asedio final, Alejandro dio unos días de descanso a sus
hombres.301 Mientras, se hicieron los preparativos para un asalto conjunto
por tierra y por mar, atacando los muros desde el mayor número de puntos
posibles, con el objetivo de dividir las fuerzas de los defensores, como ya se
había hecho con anterioridad, según hemos visto, en asedios anteriores. La
flota fenicia se encargaría del puerto egipcio, mientras la de Sidón atacaría el
puerto sidonio.302 Asimismo, los efectivos de artilleros abrirían el ataque
iniciando una concentración de fuego en el lugar donde con días antes se
había creado la brecha. Luego, por tierra y por mar se enviaron tropas y
naves para establecer pasarelas y escaleras con las que acceder a los muros.
Mientras, desde las torres y embarcaciones cercanas a la ciudad se cubriría el
ataque con fuego discrecional tanto de lanzaproyectiles como de arqueros y
onderos, cubriendo así los muros y repeliendo posibles acciones de los
defensores. Además de estas pasarelas o puentes colgantes (épibathra),303 se
aproximaron las torres, donde escuadrones enteros se preparaban para tratar
de saltar la muralla por medio de puentes colgantes. Mientras, los hipaspistas
y otros escuadrones empleaban las escalas, siendo el objetivo prioritario del
asalto la captura de las defensas.304 El mismo Alejandro se mostraba a la
cabeza del ataque por tierra, encaramado a una de las torres y siendo el foco
de buena parte de los proyectiles de los defensores.305 Ante este complejo
ataque total, las defensas fueron superadas. Muchos tirios prefirieron buscar
la muerte lanzándose desde lo alto de las murallas, intentando arrastrar con
ellos a algún soldado macedonio. Asimismo, la lucha se trasladó a las calles,
desde donde la población trataba de frenar el inevitable avance enemigo
lanzando piedras y objetos contundentes desde los tejados,306 mientras
creaban barricadas en las calles o se concentraban en las inmediaciones del
299
Diod. XVII, 43, 4; Arr. Anab. II, 22, 7.
300
Romane 1987, 87-88, App. III.
301
Curt. IV, 4, 10 (2 días); Arr. Anab. II, 23, 1 (3 días). Descansos similares tuvieron lugar
también antes de grandes operaciones militares durante la campaña, por ejemplo, en los días
previos a Gaugamela.
302
Arr. Anab. II, 24, 1.
303
Athen. Mech. X, 10; XV, 6.
304
Diod. XVII, 46, 3; Curt. IV, 4, 12; Arr. Anab. II, 23, 1-2. Vid. Bosworth 1980, 253.
305
Diod. XVII, 46, 2; Curt. IV, 4, 10-11.
306
Curt. IV, 4, 11-12. Romane 1987, 88-89, App. IV.
121
Borja Antela
307
Diod. XVII, 46, 3, Arr. Anab. II, 24, 2. Es de suponer que, si Agenor es, como afirma Curt.
IV, 4, 19, el fundador mítico de la ciudad, el templo se encontrase en el centro mismo de la
misma, es decir, ocupando un espacio homólogo al de un ágora griega. Vid. Bosworth1980,
253. Por otra parte, el mito de Agenor permite a Curcio vincular la destrucción de Tiro con la
de Tebas, pues el fundador mítico de Tebas, Cadmo, habría sido hijo de Agenor: Atkinson
1980, 312. Sobre los mitos fundacionales de Tiro, vid. Bonnet 1988, 27-33.
308
Arr. Anab. II, 24, 3-4. Arriano habla de unos 400 macedonios muertos durante el asedio. Si
bien Bosworth 1980, 254 considera este dato como propagandístico, lo cierto es que si
consideramos la totalidad de las bajas macedonias durante las labores de asedio, la cifra
resulta, en realidad, demasiado reducida. Si por el contrario, se refiere sólo a las bajas del
asalto final, quizás entonces podría estar, en efecto, alterada. Sea como fuere, el dato nos sirve
como única referencia dentro de las informaciones que poseemos.
309
Bosworth 1980, 255 propone el 10 de agosto del 332 como fecha de la toma de la ciudad.
310
Curt. IV, 4, 13-14; Arr. Anab. II, 24, 5. Muchos tirios, a juicio de Curt. IV, 4, 15-16, se
salvaron gracias al auxilio de los sidonios, quienes aprovecharon la confusión del saqueo para
albergar en sus naves hasta a 15.000 tirios. Vid. Bosworth 1980, 255.
311
Diod. XVII, 46, 4 (7000); Curt. IV, 4, 16 (6000); Arr. Anab. II, 24, 4 (8000).
312
Diod. XVII, 46, 4; Curt. IV, 4, 17.
313
Arr. Anab. II, 24, 5. Sobre los horrores derivados de las acciones de Alejandro contra Tiro,
vid. Bloedow 1998, 289-290. Sobre la condición de las cautivas de guerra, en un sentido
genérico, vid. Antela 2008.
314
Una idea que ya aparece expresada, previo relato del terraplén, en Curt. IV, 2, 5. Por otra
parte, el terraplén acabó por convertirse en un istmo en el que se acumularon los sedimentos,
de modo que desde entonces es una auténtica península: Mir 1998. Contra, Carmona / Ruiz
2004, que consideran que el istmo es de origen medieval, y no tendría relación directa con el
dique construido por Alejandro.
315
Bosworth 1980, 256.
122
Alejandro Magno, poliorcetes
Gaza
316
Arr. Anab. II, 24, 5.
317
Diod. XVII, 46, 6; Arr. Anab. I, 18, 2; II, 5, 8. Los sacrificios y los juegos fueron
nuevamente celebrados a la vuelta del viaje a Egipto: Curt. IV, 8, 16; Plut. Alex. 29; Arr.
Anab. III, 6, 1.
318
Diod. XVII, 46, 5.
319
Bloedow 1998, 257-265 para un resumen reflexivo de las mismas.
320
Que, como ha sido expuesto ya supra, siguiendo a Bloedow 1998, 262-263, probablemente
la causa de la disolución de la flota persa haya sido la derrota de Darío en Isos, por lo que tras
ésta la flota no sería, en principio, una amenaza potencial para Alejandro, como de hecho
demuestran los hechos recogidos en las fuentes.
321
Grainger 1991: “The Phoenician, after all, were traders, who would be expected to sell
home-produced goods abroad”. En esta misma tónica, Baslez 1987.
322
Como demuestra, por ejemplo, la política posterior de Cleómenes de Naucratis: vid. Le
Rider 1997.
323
El contexto histórico del asedio de Gaza no varía del de Tiro: Romane 1988, 22-23.
También Hammond 1992, 169-170; Bosworth 1997, 91.
123
Borja Antela
324
Probablemente entre septiembre y noviembre: Romane 1988, 21.
325
Arr. Anab. II, 25, 4; Polyb. XVI, 22a, 5. Bosworth 1980, 257. Sobre la presencia
macedonia en la zona, vid. Ovadiah 1983.
326
Arr. Anab. II, 26, 1. La proximidad del desierto debió provocar auténticos problemas
logísticos de obtención de suministros y alimentos para los macedonios.
327
Atkinson 1980, 336.
328
Curt. IV, 6, 10; Arr. Anab. II, 26, 3. Romane 1988, 23. Asimismo, Romane 1988, 21
menciona la ausencia de trabajos arqueológicos para Gaza, lo que empobrece en gran medida
nuestro conocimiento de la fortaleza y del desarrollo consiguiente del asedio macedonio.
329
El personaje de Betis resulta extremadamente controvertido: Atkinson 1980, 334-336;
Bosworth 1980, 255-256. Asimismo, Heckel 2006, 71.
330
Curt. IV, 6, 7. Cft. Romane 1988, 23: “A selected Persian force held Gaza. Only 9 years
had passed since Artaxerxes III reconquered Egypt, and the fortress which had stood as a
main Persian base since 404 B.C. was still important”. Por otra parte, la guarnición parece
haber estado conformada con fuerzas árabes, quizás mercenarios: Curt. IV, 6, 15-16; 30; Arr.
Anab. II, 25, 4. Cft. Atkinson 1980, 339; Bosworth 1980, 258, quien afirma sin embargo que
los árabes no están documentados como mercenarios, aunque las acciones de Alejandro contra
unas fuerzas árabes en Arr. Anab. II, 20, 5, no parece descartable su servicio a Persia. El
hecho de que abandonen a su comandante, Betis, en el momento del desastre no parece
argumento suficiente para garantizar su condición de contratados: Curt. Iv, 6, 25.
331
Probablemente, en el lado sur.
332
Curt. IV, 6, 9; Arr. Anab. II, 26, 2. Bosworth 1980, 258 dice que el problema de la altura
del promontorio mencionado por Arriano es falso. Por otra parte, la maquinaria poliorcética
no debía estar todavía disponible, pues la mención de su llegada aparece indicada
posteriormente.
124
Alejandro Magno, poliorcetes
333
Arr. Anab. II, 27, 3-4.
334
Curt. IV, 6, 8; Arr. Anab. II, 27, 4.
335
Arr. Anab. II, 26, 4; 27, 3. La estructura definitiva debió tener alrededor de dos estadios de
anchura y unos 250 pies de alto. Fuller 1958, 217 y Bosworth 1980, 259 consideran estas
cifras imposibles. Por otra parte, en Arriano se mencionan dos construcciones del terraplén,
pero es probable que se trate de una sola, y no de dos: Bosworth 1980, 259. En este sentido, el
error parece evidente a la luz del hecho de que en el primer terraplén intervienen en Arriano
unas torres de asedio, pero indica que las máquinas llegaron con posterioridad a este episodio,
lo cual indica una extraña contradicción.
336
Arr. Anab. II, Por otra parte, algunos autores dudan que hayan existido dos fases en la
construcción del terraplén.
337
Arr. Anab. II, 27, 1.
338
Arr. Anab. II, 26, 4.
339
Que aparece aquí confiado en la retirada de los macedonios para atacar, dejando las
puertas abiertas de la ciudad (Curt. IV, 6, 13), probablemente el auténtico objetivo de la
estratagema.
340
Curt. IV, 6, 14.
341
Arr. Anab. II, 27, 1-2.
125
Borja Antela
obligó a retirarse del campo de batalla, lo cual fue considerado como una
victoria por parte de Betis y los suyos, incrementando la moral de los
defensores.342
Durante la convalecencia del rey, el ataque siguió adelante, batiendo
intensamente los muros de la ciudad343 con su artillería pesada,344 capaz de
disparar por encima del muro, incidiendo así también en el interior de la
ciudad.345 El fuego de cobertura también debió servir para hacer que los
defensores abandonasen los puestos en lo alto del muro. Es probable que
fuese durante estos momentos que Alejandro decidiera iniciar la excavación
de galerías con el objetivo de incidir en los cimientos de la muralla346 y que
los muros debilitados por el fuego de artillería pudiesen venirse abajo.347
Mientras, continuaban también los ataques macedonios para acceder a la
ciudad, siendo rechazados en hasta tres ocasiones. En un cuarto ataque, se
342
Curt. IV, 6, 16-20; Arr. Anab. II, 27, 2. La herida parece haber sido provocada por un
proyectil (Plut. Alex. 25, 8), lo que reafirmaría la suposición de que, probablemente, los
soldados de Gaza contasen con artillería, quizás de no torsión, y por tanto, del rango
“antipersona”. Por otra parte, Bosworth 1980, 258 considera que el terraplén no debió
iniciarse hasta después de la herida de Alejandro, aunque en el episodio que motiva la herida
sabemos que los defensores realizaron su salida de la ciudad con el objetivo de destruir las
máquinas, y para que estas estuviesen tan cerca de las murallas, debía haberse construido ya el
montículo que permitía aproximarlas. A su vez, en el episodio del pájaro asociado al augurio
(vid. nota siguiente) se menciona directamente una torre, lo que lleva a pensar en que las
máquinas, y por tanto el terraplén, estaban presentes en el momento de la herida.
343
El episodio del pájaro asociado al augurio de Aristandro (Curt. IV, 6, 11; Arr. Anab. II, 26,
4; Plut. Alex.25, 4) sobre Alejandro ha dado lugar a Petenaute Rubio, en la edición de la
traducción castellana de Curcio para Gredos, 1986, 164, n. 219, a raíz de la mención por
Curcio del betún y el azufre que embadurnaba una torre, materiales con los que se mancha el
pájaro, a plantear la posibilidad de que la torre estuviese preparada para prenderle fuego en las
inmediaciones de la muralla. Esta información puede relacionarse también con el relato de
Plutarco, donde la torre en cuestión es sustituida por una catapulta, lo que implicaría el uso de
proyectiles incendiarios por parte de la artillería macedonia. Sobre el episodio, vid. Romane
1988, App. I, 25-26. La posibilidad no es inverosímil. Además, vale la pena tener en cuenta
que Curcio habla de un cuervo (Atkinson 1980, 337) mientras que Arriano no menciona el
tipo de pájaro. Sin duda, la brea podría haber conferido al pájaro un color negruzco que le
identificase en alguna de las fuentes de Curcio como un cuervo. No obsnate, siguiendo a
Atkinson 1980, 297 y 308, en relación con el asedio de Tiro, y el uso de Curt. IV, 2, 12 del
término corvique, existe la posibilidad que la referencia al cuervo sea en el fondo un error
derivado del nombre de alguna máquina de artillería cuya finalidad era lanzar cuerdas con
anclaje para sujetar o elevar alguna escalera o similar contra el muro: Polyb. I, 22,4; App. BC
5, 106. El uso de materiales inflamables aparece ya mencionado en Aen. Tact. 35, 1. El
episodio, efectivamente, merece mayor atención.
344
En el relato de Plut. Alex. 25, 4 queda patente que la artillería empleada por los
macedonios es del tipo de torsión, probablemente lithobolos o petrobolos.
345
Curt. IV, 6, 22.
346
Curt. IV, 6, 8 y 21; Arr. Anab. II, 27, 4.
347
Curt. IV, 6, 22 habla de trabajos de refuerzo en los muros, y en 23 indica efectivamente el
derrumbe de alguna fracción de la muralla a causa de las labores de minado.
126
Alejandro Magno, poliorcetes
multiplicaron los puntos del asalto, y mientras una parte del ejército bajo las
órdenes de Alejandro intentaba acceder a la ciudad por las zonas del muro
más castigadas y las brechas ya abiertas,348 las máquinas de artillería seguía
tratando de abrir brecha en otros puntos, y los arietes hacían lo mismo,
acompañados de soldados con escalas que intentaban ganar la cima de la
muralla.349 Finalmente, los batallones consiguieron penetrar en la ciudad,
haciéndose con el control de la misma, a pesar de la encarnizada resistencia
de los defensores,350 que fueron probablemente masacrados.351
Conquistada la ciudad, Alejandro destinó a las mujeres y niños a la
esclavitud, mientras que Gaza era repoblada con poblaciones vecinas.352
Asimismo, el botín debió ser también de gran riqueza.353 La fortaleza quedó
en manos macedonias, y siguió siendo un lugar estratégico de gran
importancia.354
Conclusiones
348
Curt. IV, 6, 23.
349
Arr. Anab. II, 27, 4-6.
350
Arr. Anab. II, 27, 7. Asimismo, sobre el personaje de Neoptólemo, mencionado por
Arriano, vid. Bosworth 1980, 259-260. Curcio habla, sin embargo, de fuga de los defensores:
Curt. IV, 6, 25.
351
Curt. IV, 6, 30 menciona 10000 enemigos muertos, cifra que Atkinson 1980, 343
considera, efectivamente, como un error, especialmente en comparación con los datos
conservados para el caso de Tiro. La masacre, sin embargo, es indudable: Arr. Anab. II, 27, 7;
Polyb. XVI, 22a, 5. Por otra parte, el episodio de la tortura y muerte de Betis (Curt. IV, 6, 29:
Atkinson 1980, 334-336, 341-343), auténtica emulación de Aquiles por Alejandro, si bien
resulta retórica, describe una clara imagen del trato que el macedonio daba a los vencidos que
se le habían opuesto con resistencia: cft. Antela 2009, 90-94.
352
Que tal vez, como en Tiro, pudieron haber estado implicadas en los trabajos de
construcción del terraplén.
353
Plut. Alex. 25. No obstante, Hegesias de Magnesia habla de una auténtica masacre entre los
habitantes de la ciudad por parte de los macedonios: Robinson 1953, 254.
354
Como demuestra el asedio al que posteriormente la sometió Antígono durante las Guerras
de los Diádocos: Diod. XIX, 59, 2; 80, 5Cft. Bosworth 1908, 260. Asimismo, cft. Ovadiah
1983, 188-189.
127
Borja Antela
355
Hacker 1968, 42.
356
Hacker 1968, 44-45.
128
Alejandro Magno, poliorcetes
129
Borja Antela
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130
Alejandro Magno, poliorcetes
131
Borja Antela
132
Alejandro Magno, poliorcetes
133
Borja Antela
134
Camino a Korakesion
Roma y la lucha contra la piratería en la Anatolia meridional
Miembro del proyecto Lo viejo y lo nuevo en la Hispania romana: catastros, gestión de los
recursos y control social (MCI-DGI HAR2010-20209), dirigido por el Prof. Dr. Alberto
Prieto Arciniega. Investigador José de Castillejo/Wolfson College (Oxford).
1
Según las fuentes literarias, en el año 138 a.C., Diodotos Tryphon, personaje de prestigio y
con recursos, organizó a los cilicios en bandas de piratas para hacer valer sus pretensiones
sobre el trono seléucida (Str. 14.5.2, 16.2.10; Plut. Pomp. 28.1; App. Syr. 67; Vell.Pat. 2.32.4;
Diod. 33.28; Jos. AJ 13.131-132, 143-145, 187, 218-224; Just. 36.7). Vid.: Ormerod 1924,
195, 204-207; Maróti 1962, 187-194; Liebmann-Frankfort 1969a, 127-131; Houghton 1989,
29-32; Houghton 2008, 335-347; Arrayás 2010a; Arrayás en prensa, a.
2
Sobre la lex de Cilicia Macedoniaque, también llamada lex prouinciis praetoriis o lex de
piratis persequendis, vid.: Ormerod 1924, 208-227, 242-247; Colin 1924, 58-96; Van
Ooteghem 1954, 157-181; Greenidge / Clay 1960, 279-281; Hinrichts 1970, 471-502; Hassall
1974; Lintott 1976; Sherwin-White 1976; Ferrary 1977; Giovanini / Grzybek 1978; Sumner
1978; Syme 1979; Martin / Badian 1979; Freeman 1986; Pohl 1993, 208-278; Tramonti 1994,
33-60; Kallet-Marx 1995, 229-239; Avidov / Timoney 1995; Crawford 1996, 231-271 n. 12;
de Souza 1999, 108-115; Rauh et alii 2000, 154; Geelhaar 2002; Giovanini 2008; Tröster
2009; Pina Polo 2011, 67, 74.
3
A la decisión de combatir la piratería contribuiría la victoria sobre cimbrios y teutones en
Aquae Sextiae (102 a.C.) y Vercellae (101 a.C.), que proporcionó a gran cantidad de
prisioneros, mermando la dependencia del mercado de esclavos de Delos. Además, cabe la
posibilidad de que las actividades piráticas ya hubieran alterado el abastecimiento de Roma,
contribuyendo a la carestía del 104 a.C. (Cic. Har. Resp. 43), si bien no fue hasta el conflicto
mitridático cuando se intensificaron y se extendieron hacia regiones cada vez más
occidentales. Vid.: Ormerod 1924, 207-208; Casson 1954; Maróti 1970, 489; Sherwin-White
Isaías Arrayás Morales
1976; Rickman 1980, 50; Meijer 1986, 191; Casson 1991, 180; Kallet-Marx 1995, 230; Wolff
2003, 34-35; Woolmer 2008, 78; Durukan 2009, 77; Arrayás 2010a.
4
Ormerod 1924, 205, 215; Rostovtzeff 1941, 784, 975; Benabou 1985; Marasco 1987a;
Mutafian 1988, 195-211, 217-228; Hopwood 1989, 193; Syme 1995, 274; Rauh 1997, 269;
Hopwood 1999, 177-206; Wolff 2003, 93-132; Durukan 2009, 84.
5
Broughton 1951, I, 572; Broughton 1952, II, 1; Brixhe 1976, 145; Sullivan 1989, 186; de
Souza 1999, 102-108; Rauh et alii 2000, 152; Grainger 2009, 1, 141.
6
Broughton 1952, II, 80-81; Brennan 2000, 557, 571, 886 n. 2.
7
Reinach 1890, 302-303; Ormerod 1922, 36; Ormerod 1924, 213; Magie 1950, I, 242; II,
1123; Broughton 1952, II, 76-77, 80-81, 84-85; Liebmann-Frankfort 1969a, 197-200;
Sherwin-White 1976, 10-11; Sherwin-White 1984, 153-154; Syme 1995, 183; de Souza 1999,
102-108, 124, 129, 151; Rauh et alii 2000, 152-153; Grainger 2009, 141, 144-145, 149.
136
Camino a Korakesion
8
Magie 1950, II, 1110; Ballesteros 1996, 177-178.
9
M. Minucius Thermus, pretor de Asia del año 81 a.C. en substitución de L. Licinius Murena,
y quizás candidato al consulado en el año 65 a.C., podría haber sido el artífice del saqueo de
Mitelene (Suet. Iul. 2.1; Liv. Per. 89; App. Mithr. 52; Plut. Luc. 4.1-3). Vid.: Magie 1950, I,
215, 228, 237, 246, 319, 365; II, 1124-1125; Broughton 1952, II, 56, 61, 76, 81, 143;
Crawford 1984, 132-134 núms. 38, 39; Alexander 1990, 122 núms. 245-246; Keaveney 1992,
182-187; Vial 1995, 143-144, 159; Ballesteros 1996, 99, 184-185; Labarre 1996, 91-92;
Ferrary 1997, 210; Brennan 2000, II, 557; Canfora 2000, 10; Amela 2003, 181; Canali de
Rossi 2005, 105; Arrayás 2010b; Pina Polo 2011, 267-268.
137
Isaías Arrayás Morales
Craso Dives (cos. 70, 55 a.C., pr. 73 a.C.), las acciones piráticas sobre las
costas itálicas lejos de mitigarse se recrudecieron.10
A pesar del paréntesis que se abrió en el conflicto mitridático con la paz
de Dárdanos en el 85 a.C., las acciones romanas contra la piratería
continuaron careciendo de la consistencia necesaria y los ataques piráticos,
lejos de disminuir, se intensificaron y extendieron su radio de acción.11 A
ello contribuyó en gran medida la traumática política fiscal y de ocupación
de los territorios minorasiáticos puesta en marcha por Sila, en castigo por su
adhesión a la causa póntica y su participación masiva en el episodio de las
“Vísperas Efesias” del año 88 a.C., que se cobró la vida de miles de romano-
itálicos (App. Mithr. 62; Plut. Sul. 24.7; Memn. 22.9; Cic. Pomp. 11;
Val.Max. 9.2.3).12 Esto agravó la delicada situación de las comunidades de la
región, que se vieron inmersas en una crisis económica y financiera sin
precedentes, sufrida por sus élites, pero, sobre todo, por los sectores más
pobres de la población, especialmente sensibles a estas coyunturas.13 Lo
cierto es que, en estas circunstancias, determinados miembros de las élites
locales, con recursos a pesar de la crisis, colaborarían con las bandas de
piratas, que participaban del lucrativo comercio de esclavos con epicentro en
Delos y en los mercados de Side o Phaselis, donde podían vender
impunemente sus mercancías. Estos personajes hicieron negocio con los
piratas para escapar de la recesión, enriquecerse y dar respuesta a sus
ambiciones personales, y no dudaron en implicar a sus comunidades,
poniendo al servicio de las bandas piráticas sus recursos, puertos y
10
Ormerod 1924, 221-223; Harmand 1967, 214-215; Maróti 1970; McGing 1986, 139; Meijer
1986, 191-192; Marasco 1987a, 135-143; Marasco 1987b; Casson 1991, 73-74; Tramonti
1994, 39-42; Konrad 1994, 191; Ballesteros 1996, 436-442; Avidov 1997; Rauh 1997, 267;
Charazidze 1998; de Souza 1999, 132-134, 143; Blanton 2000, 59-60; Rauh et alii 2000, 152-
153; Rauh 2003, 169-201, 208-209; Tröster 2009, 17-19; Arrayás 2010a; Arrayás 2011;
Arrayás en prensa, a.
11
Mattingly 1980, 1494.
12
Brunt 1956; Sarikakis 1976; Amiotti 1980; Ballesteros 1996, 103-107; Bresson 2002;
Sartre 2006, 315-323; Alcock 2007; Ñaco et alii 2009; Mayor 2009, 13-26; Niebergall 2011.
13
Muchas de las poleis de la región, incluida Pérgamo, se vieron abocadas a hipotecar sus
propiedades para afrontar las exigentes condiciones fiscales impuestas por Sila (App. Mithr.
63; Cic. Att. 5.13.1, 5.16.1-2, Quin. 1.12.35), agravadas por las prácticas usureras de los
financieros romano-itálicos que les concedieron préstamos a muy elevado interés (Plut. Sul.
25.4, Luc. 4.1, 20.4). En Éfeso, la crisis mitridática se manifestó con especial rigor, afectando
a todas las capas sociales. Al contrario que en Pérgamo o Mitelene, con evergetas de la talla
de Diodoros Pásparos o Teófanes de Mitelene, en Éfeso, la élite local resultó muy mermada.
Esto hizo que el creciente elemento foráneo de la población efesea, encabezado por miembros
de la nobilitas, que ejercieron de patronos, se convirtiera en el motor del desarrollo y del auge
urbano de Éfeso. Vid.: Rostovtzeff 1941, 944-946; Maróti 1970, 484; Vial 1995, 158-164;
Ballesteros 1996, 180-189; Callataÿ 1997, 328; Mastrocinque 1999, 91-94; Chandezon 2000;
Halfmann 2004; Santangelo 2007, 107-133; Durukan 2009, 84; Arrayás 2010c; Arrayás en
prensa, b.
138
Camino a Korakesion
14
Ormerod 1924, 238-240; Magie 1950, I, 296; II, 1178; Van Ooteghem 1954, 177; Mutafian
1988, 220-221; Rauh 1997, 267; Rauh et alii 2000, 153; Rauh 2003, 199; Grainger 2009, 148;
Tröster 2009, 23, 26-31.
15
Entre los principales motivos que explicarían el bandidaje y la piratería, los textos antiguos
esgrimen los condicionamientos geográficos y biológicos, el deseo de poder y riqueza, la
tendencia a la violencia y, por supuesto, la pobreza, acentuada por causas diversas, como las
guerras, que harían la situación insoportable y abocarían a las poblaciones al bandidaje y a la
piratería. Vid.: Wolff 1999; Wolff 2003, 28-30, 50-51, 221-226; Casabonne 2004, 50-51;
Arrayás 2010a.
139
Isaías Arrayás Morales
16
Sherry 1986, 141; Wolff 2003, 18-20, 56-59; Rauh 2003, 195.
17
Sertorio, que mantuvo contactos con el rey póntico en el 75/74 a.C., que culminaron con la
firma de un tratado, sacó también provecho de las acciones de los piratas, con los que
colaboró coyunturalmente. Éstos pudieron ayudarle a escapar del pretor C. Annio Lusco y a
buscar refugio en Ebussus en el 81 a.C. (Plut. Sert. 7.3, 9.1; Flor. 2.10). No obstante, la
relación entre Sertorio y los piratas fue extremadamente volátil, prueba de la fragilidad de la
colaboración. Vid.: McGing 1986, 142-143; Prieto 1987, 271; Spann 1987, 48-49; García
Morá 1991; Konrad 1994, 102-103; Ballesteros 1996, 203-210; de Souza 1999, 132-134, 143;
Costa Ribas 2000; Amela 2006, 18-19; Antela-Bernárdez 2011; Antela-Bernárdez en prensa,
a; Antela-Bernárdez en prensa, b; Arrayás en prensa, a.
18
Ormerod 1924, 207-208; Casson 1991, 180; Wolff 2003, 34-35; Woolmer 2008, 78;
Durukan 2009, 78.
19
En tiempos de las guerras mitridáticas, los piratas, fuera cual fuera su origen, recibían el
nombre genérico de “cilicios”, al tener sus bases principales en la Cilicia Tracheia (App.
Mithr. 92). En principio, los piratas minorasiáticos se situaban en las costas de Licia, Panfilia
y la Cilicia Tracheia occidental. Sin embargo, ampliaron constantemente su influencia
durante el período mitridático, experimentando fenómenos de estacionamiento, regresión y
cambio, en virtud de la intensidad de las acciones emprendidas por Roma. Vid.: Ormerod
1924, 190, 203, 205; Magie 1950, I, 281; Mattingly 1980, 1495-1496; Konrad 1994, 103;
Kallet-Marx 1995, 304-311; Muñiz 1998, 33; Rauh 2003, 194, 198; Durukan 2009, 77-78, 93.
140
Camino a Korakesion
20
Las víctimas más codiciadas por los piratas eran los ricos, capaces de afrontar importantes
pagos, si bien los pobres no quedaban ni mucho menos a salvo. Éstos, a parte de perder sus
pocos bienes, eran vendidos como esclavos, lo que reportaba a los piratas pingües beneficios.
Vid.: Garnsey 1983, 58-61; Rauh 1997, 266; Wolff 2003, 50-52; Rauh 2003, 193; Rubino
2006, 917.
21
Ormerod 1924, 231; Hermann 1937; Broughton 1952, II, 81, 85; Ward 1975; Ward 1977;
Meijer 1986, 191; Keaveney 1992, 201-202; Kallet-Marx 1995, 300; de Souza 1999, 140-141;
Günther 1999; Pianezzola 2004; Kamm 2006, 34; Goldsworthy 2006, 76; Wyke 2007, 74;
Billows 2009, 64-65; Osgood 2010.
22
Ormerod 1924, 223, 230-231; Rodgers 1937, 426; Magie 1950, I, 283, 285; Van Ooteghem
1954, 164-165; Brunt 1971, 289; Mattingly 1980, 1491-1515; Meijer 1986, 193; Mutafian
1988, 191; Casson 1991, 181; Rauh 1997, 267; Rauh 2003, 196-197.
141
Isaías Arrayás Morales
23
Davis 1874, 217-218; Reinach 1890, 307-308; Ormerod 1922, 40; Cumot 1939; Hani 1964;
Liebmann-Frankfort 1969a, 205-206; Bryce 1986, 206; Rauh et alii 2000, 153; Syme 1995,
185, 208, 218-221; Rubino 2006, 916; Grainger 2009, 143-144.
24
Ormerod 1922, 40; Rostovtzeff 1941, 949; Sherwin-White 1976, 12; Zoroglu 1994; Muñiz
1998, 43. En este contexto, las fuentes literarias presentan una duplicidad en relación al
topónimo Korycos, uno referente a un centro enclavado en Licia, entre Olympos y Phaselis,
otro alusivo a un enclave cilicio, próximo a Olba (Sall. Hist. I.130, II. 81; Str. 14.5.7). Lo más
probable es que el Korycos controlado por Zenicetes fuera el situado el territorio licio. Vid.:
Syme 1995, 209; Keyser 1997; Adak 2004, 27; Durukan 2009, 82, 84-86; Canali de Rossi
2009, 27.
142
Camino a Korakesion
25
Bean 1975, 21-23; de Souza 1997; de Souza 1999, 139; Grainger 2009, 143-144; Durukan
2009, 84.
26
Lo cierto es que, a pesar de su pasado atálida, que lo vinculaba directamente a Roma,
Attaleia había mantenido su autonomía, como los otros centros licios y panfilios, y, de hecho,
en sus monedas no se atisban rastros de hegemonía romana, apareciendo sólo la leyenda
Attaleion. Fue esta libertad la que le permitió colaborar con los piratas, una opción que no
sentó nada bien a los romanos y que le acabó valiendo, como a Olympos y Phaselis, las duras
represalias anunciadas (Cic. leg. agr. 1.5). Vid.: Baydur 1975; Baydur 1976; Grainger 2009,
140-141.
27
Troxell 1983, 68; Marasco 1987a, 137 n. 10; French 1991, 53-54; Eilers / Milner 1995;
Syme 1995, 208; Potter 1998, 663; Rauh et alii 2000, 153; de Souza 1999, 124, 128-131;
Grainger 2009, 137-138, 142-143, 150.
28
Ormerod 1922, 35-56; Magie 1950, II, 1169; Jones 1971, 131-132; Kallet-Marx 1995, 295.
143
Isaías Arrayás Morales
29
Hansen 1963, 27; Brixhe 1976, 145; Knoblauch 1977, 43; Brandt 1992, 49; Rauh et alii
2000, 152; Grainger 2009, 1, 142.
30
Sobre la ruta de Servilio Vatia hacia Isauria puede ser clarificador el hallazgo in situ de un
miliario, 5 km. al oeste de Side, con un texto en latín relativo a la construcción de una vía, con
caput viae en Pérgamo, a cargo del procónsul Mn. Aquilio (cos. 129 a.C., pr. 132 a.C.),
organizador de la provincia de Asia: M’. Aquillius M’. f. cos. CCCXXXI. No obstante, pudo
haber lanzado la campaña desde la Frigia meridional, siendo el primer romano en conducir un
ejército a través de los Tauro (Eutr. 6.3; Oros. 5.23). Vid.: Ormerod 1922, 49; French 1991,
53; Syme 1995, 210-213.
31
La Lex Antonia de Termessibus del año 68 a.C. (CIL I, 744) certificó el status de civitas
sine foedere immunis et libera de Termessos Maior, en Pisidia, confirmando un privilegio que
podía remontarse a tiempos de Servilio Vatia. Vid.: Ferrary 1985; Ferrary 2001, 104; Vial
1991, 171-172; Sartre 1995, 141, 142, 145; Crawford 1996, 331-340 n. 19; Millar 1998, 77-
78; Arena 2005, 247-248.
32
Ormerod 1922, 47; Magie 1950, II, 1170, 1173; Syme 1995, 210-211.
144
Camino a Korakesion
33
Marquardt 1881, 1379; Ormerod 1922, 42; Magie 1950, I, 289; II, 1170; Jones 1971, 104-
105, 131-132; Hopwood 1983; Shaw 1990; Syme 1995, Hopwood 1991; 209; Keyser 1997,
64-79; Rauh 1997, 269; Lenski 1999; Lenski 2001; Durukan 2009, 82, 84.
34
Wolff 2003, 16-17, 97-98.
35
Sobre Tigranes II de Armenia, vid.: Magie 1950, I, 296, 338; Armen 1940; Manandian
1963; Doria Breglia 1973; Doria Breglia 1979; Sullivan 1989, 102-105; Mananseryan 2007.
36
Magie 1950, I, 296, 338; Liebmann-Frankfort 1969a, 207; Sherwin-White 1976, 11;
Sullivan 1989, 102-105; de Souza 1997, 477-481.
37
Rauh et alii 2000, 176-177; Grainger 2009, 146, 148.
38
Pais 1920, 236-239; Bastien 2007, 413.
145
Isaías Arrayás Morales
39
Ormerod 1922, 35-56; Ormerod 1924, 214-220; Magie 1950, I, 287; II, 1168-1174; Van
Ooteghem 1954, 159-162; Levick 1967, 22-23; Liebmann-Frankfort 1969b, 453; Hassall et
alii 1974, 202; Mattingly 1980, 1495; Sherwin-White 1984, 152-158; Marasco 1987a, 137-
139; Mutafian 1988, 195-196, 219-220; Syme 1995, 120, 213; Kallet-Marx 1995, 295-296; de
Souza 1999, 128-131, 137-138; Rauh et alii 2000, 153; Rauh 2003, 193-194; Grainger 2009,
137-138; Durukan 2009, 77-98; Arrayás en prensa, a.
40
Broughton 1952, II, 106; Van Ooteghem 1959, 58; Perl 1968; McGing 1984; McGing
1986, 138; Keaveney 1992, 188; Ballesteros 1996, 22; Santos 2009, 185-186.
41
Reinach 1890, 142; Hatzfeld 1912, 119; Roussel 1916, 325, 327, 331-332; Hatzfeld 1919,
45; Ormerod 1924, 211, 223, 232; Delorme 1949; Delorme 1950; Magie 1950, I, 327, 330-
334, 341-342; II, 1209, 1215; Bruneau 1968, 672; Brunt 1971, 225; Ducat / Bruneau 1983,
27, 198-199; Sherk 1984, 88-89 n. 71 d, e, f; McGing 1986, 12, 146-151; Sherwin-White
1984, 137; de Souza 1999, 162-163; Ballesteros 1996, 134-135; Brennan 2000, II, 563.
146
Camino a Korakesion
42
Constantakopoulou 2005.
43
Otras ciudades erigieron inscripciones en honor de Pompeyo, que había erradicado la
piratería. En Mitelene se le distingue como salvador y fundador tras vencer a los enemigos del
mundo por tierra y mar (IG XII 2.202; IGRR IV 54; ILS 8776; Syll.3 751), en Miletopolis
(Misia) es citado como salvador y benefactor de toda Asia y guardián de la tierra y el mar (AE
1907, 183; IK 2 24; ILS 9459), y en Ilion se le recuerda como patrón y benefactor tras haber
liberado a los hombres de las guerras contra los bárbaros y del peligro causado por los piratas
(AE 1990, 940; SEG 46, 1565). Vid.: Price 1984, 42; Ferrary 1997, 217; Amela 2001, 89;
Amela 2002, 43, 46-47; Amela 2006-2008.
44
Ormerod 1924, 228-232; Pritchett 1991, 347, 351; de Souza 1999, 150-157; Mattingly
2004; Prag 2007, 85-86.
45
Ormerod 1924, 225; Maróti 1989, 314; Shaw 1990, 221; Durukan 2009, 85; Arrayás en
prensa, a. El cónsul Q. Hortensio Hortalo renunció a la provincia que le había sido asignada,
Creta, en beneficio de su colega, Q. Cecilio Metelo. Vid.: Giovannini 1983, 86; Kallet-Marx
1995, 309-311; Pina Polo 2011, 232-233.
147
Isaías Arrayás Morales
74 a.C.), curator tuendae totius orae maritimae, hijo del pretor homónimo
que inició las hostilidades en el 102 a.C., había fracasado en el año 74 a.C.,
contribuyendo al incremento de la piratería en el Egeo (App. Sic. 6.1; Plut.
Pomp. 29.2; Cic. Verr. 2.2.8, 2.3.213; Diod. 40.1.2-3; Vell.Pat. 2.31; Sall.
Hist. 3.2; Tac. Ann. 12.62; Flor. 1.42.1-3; Liv. Per. 97).46 Por otro lado, a
inicios del año 67 a.C., el tribuno de la plebe A. Gabinio (cos. 58 a.C., pr. 61
a.C.), que había propuesto la substitución de Lúculo al frente de la guerra en
Oriente, a favor del procónsul M. Acilio Glabrión (cos. 67 a.C., pr. 70 a.C.)
(D.C. 36.14.4), logró hacer votar en los comicios, con la oposición del
Senado, la lex Gabinia, que otorgaba a Pompeyo un mando extraordinario
por tres años, quizás un imperium infinitum, con la misión central de
erradicar la piratería de una vez por todas.47 La medida no era una novedad,
existiendo el precedente del mando concedido a M. Antonio en el 74 a.C.,
que acabó en fiasco. A pesar de esta primera mala experiencia, parecía
evidente que sólo podía resultar eficaz una acción global, capaz de dividir y
de limitar la movilidad de los piratas, así como de privarles de puertos
seguros donde obtener apoyo logístico. Era tal la confianza que Pompeyo
inspiraba que su sólo nombramiento hizo caer el precio de los cereales, que
no había dejado se subir a raíz de los problemas de abastecimiento generados
por la actividad pirática (App. Mithr. 95-96; Plut. Pomp. 26.4; Cic. Pomp.
44).48
46
En relación a la campaña de M. Antonio contra Creta del 74 a.C., resulta factible que la
ciudad libre de Gytheon, en el sur del Peloponeso, fuera requerida para aportar recursos al
ejército romano, que tuvo su base en tierras peloponésicas. Asimismo, como otros tantos
puertos del Egeo, pudo haberse visto afectado por los ataques piratas. No hay evidencias al
respecto, pero, sin duda, la actividad pirática en la zona debió afectar sus intereses financieros
y comerciales. Así pues, es probable que el último de los préstamos que Gytheon recibió de
los Cloatii, los dos negotiatores honrados por la ciudad a raíz de los beneficios que le
aportaron, estuviera dirigido a afrontar los requerimientos de M. Antonio, en vísperas de su
campaña contra Creta. Vid.: Magie 1950, I, 232-258; II, 1111-1131; Rostovtzeff 1941, 942-
955; Kallet-Marx 1995, 306-311; de Souza 1999, 147; Merola 2001, 49-61; Santangelo 2009,
361-366; Delrieux 2010, 510.
47
Reinach 1890, 373-374; Hatzfeld 1919, 374; Frank 1933, I, 305; Carcopino 1935, II, 552-
562; Balsdon 1939, 61-63; Jashemski 1949, 137; Magie 1950, II, 1127, 1178, 1219; Hill
1952, 69, 157; Van Ooteghem 1954, 186-190, 195; Van Ooteghem 1959, 153; Jonkers 1959,
12-14; Stark 1966, 82; Manandian 1963, 127; Liebmann-Frankfort 1969a, 224, 233, 240, 242-
250; Mattingly 1980, 1491-1492; Giovannini 1983, 86; Sherwin-White 1984, 186-187;
Williams 1984; McGing 1986, 163; Keaveney 1992, 114-115, 119-122; Kallet-Marx 1995,
320-323; Ballesteros 1996, 260-263; Delrieux 2010, 513-515; Hurlet 2010; Pina Polo 2011,
233.
48
Sobre la lex Gabinia, vid.: Kromayer 1897; Groebe 1910; Boak 1918; Ormerod 1923;
Davidson 1930; Carcopino 1935, 559-566; Loader 1940; Broughton 1952, II, 148; Van
Ooteghem 1954, 166-204; Liebmann-Frankfort 1969a, 250-256; Ward 1969; Jameson 1970;
Doria Breglia 1970; Doria Breglia 1972; Bertrand 1978, II, 812; Seager 1979, 33-36; Ridley
1981; Watkins 1987, Girardet 1992; Kallet-Marx 1995, 311-320; de Souza 1999, 161-178;
148
Camino a Korakesion
Vervaet 2000; Girardet 2001; Amela 2003, 99-112; Girardet 2007, 22-28; Tröster 2009, 22-
31; Pina Polo 2011, 262-263, 268, 303, 308.
49
Ormerod 1924, 224-241; Carcopino 1935, II, 564-565; Van Ooteghem 1954, 178-179;
Kallet-Marx 1995, 319; de Souza 1999, 160-161; Amela 2003, 115; Tröster 2009, 27.
50
La lex Manilia, propuesta en enero del 66 a.C. por el tribuno de la plebe C. Manilio, fue
apoyada por C. Julio César, que ya avaló la lex Gabinia del 67 a.C., así como por M. Tulio
Cicerón, entonces pretor, y por cuatro consulares: C. Escribonio Curión (cos. 76 a.C.), C.
Casio Logino (cos. 73 a.C.), Cn. Cornelio Léntulo Clodiano (cos. 72 a.C.) y P. Servilio Vatia
Isáurico (cos. 79 a.C.) (Cic. Pomp. 51-53, 56, 68; Plut. Pomp. 30.3-4; D.C. 36.43.1-5). La ley
otorgó a Pompeyo jurisdicción sobre Bitinia, Ponto, Cilicia, Frigia, Licaonia, Galacia,
Capadocia, Cólquide y Armenia, con potestad para firmar la paz o declarar la guerra sin
consultar al Senado, lo que facilitó su acción (App. Mithr. 97; Plut. Luc. 35.9, Pomp. 30.1-2;
D.C. 36.42.4-43.1; Eutr. 6.12.2; Liv. Per. 100; Oros. 6.4.3; Vell.Pat. 2.33.1; Zonar. 10.4).
Lúculo no pudo hacer nada ante la habilidad política de Pompeyo, la indisciplina de sus
soldados (Plut. Luc. 24.1, 30.5, 34.1-6; D.C. 36.14.3-4, 17.2; Sall. Hist. 5.12; Cic. Har.Resp.
42) y la hostilidad de los equites, contrarios a sus medidas para paliar la crisis financiera de
Asia (App. Mithr. 83, 90; D.C. 36.2.1; Sall. Hist. 4.79; Plut. Luc. 7.6, 20.1-4). Vid.: Reinach
1890, 377, 381; Frank 1914a, 316; Frank 1914b; Frank 1933, I, 305; Hatzfeld 1919, 374;
Carcopino 1935, II, 555, 560-561, 566-571; Hill 1952, 69, 157; Jonkers 1959, 12-14; Van
Ooteghem 1954, 169, 182-204, 206-207; Liebmann-Frankfort 1969a, 246; Claasen 1975;
Torelli 1982; Jolivet 1987; Gruber 1988; Hillman 1991; Keaveney 1992, 114-115; Marinoni
1993; Kallet-Marx 1995, 320-323; Ballesteros 1996, 264-282; Strobel 1997; Cova 1999;
Amela 2003, 120-122, 126-127; Delrieux 2010, 513-515; Hurlet 2010.
149
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51
Pais 1920, 249-252, 261; Carcopino 1935, 550; Van Ooteghem 1954, 270-271; Bastien
2007, 413.
52
Ormerod 1924, 238-240; Jones 1940, 71; Magie 1950, I, 296, 549; II, 1178; Van Ooteghem
1954, 177; Bryce 1986, 19; Mutafian 1988, 210, 220-223; Rauh 1997, 267; Muñiz 1998, 47;
Rauh et alii 2000, 153, 156; Rauh 2003, 199; Wolff 2003, 111; Grainger 2009, 148; Tröster
2009, 23, 26-31.
150
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53
Si hasta entonces parecen haber tenido territorios limitados, a causa del rígido centralismo
del reino póntico, lo cierto es que Lúculo llevó a cabo una importante ampliación de éstos.
Amisos lo vio incrementado en 120 estadios (Plut. Luc. 19). Vid.: Jones 1971, 155, 158;
Habicht 1975, 74; Kallet-Marx 1995, 328; Arrayás 2011.
54
Reinach 1890, 312; Ormerod 1924, 240-241; Carcopino 1935, 565-566; Rodgers 1937,
426; Magie 1950, I, 281; Van Ooteghem 1954, 180-181; Reynolds 1962; Will 1967, 370-371;
Jones 1971, 199, 201-202; Leach 1978, 66-74; Garlan 1978, Seager 1979, 38; Greenhalgh
1980, 91-100; Sherwin-White 1984, 188; Mutafian 1988, 196, 221; Rizakis 1989; Rizakis
1990; Marasco 1990; Casson 1991, 182-183; Alcock 1993, 132-133; Freeman 1994; Kallet-
Marx 1995, 295, 318-319, 327, 329, 364-367; Siewert 1995, 231-232; de Souza 1995; Rizakis
151
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1996, 272, 288; Rizakis 1997; Keyser 1997, 64-79; de Souza 1999, 175-178; Canali de Rossi
2000; Thibodeau 2001; Rauh 2003, 199-200; Amela 2003, 114; Wolff 2003, 101; Pianezzola
2004, 14; Doukellis 2007; Durukan 2009, 85-86; Tröster 2009, 23-24, 26-28.
55
Carcopino 1935, 578-579; Bellinger 1949, 84-86; Downey 1951; Van Ooteghem 1954,
226-238; Rizzo 1963; Liebmann-Frankfort 1969a, 287-311; Jones 1971, 202; Frézouls 1978;
Sullivan 1989, 68-69, 96-105, 280-284; Amela 2003, 144-146; Ridley 2006.
56
Magie 1950, I, 377; Gough 1952; Bowersock 1965, 46-47; Jones 1971, 195, 202; Seager
1979, 38; Martina 1982; Sherwin-White 1984, 229; Mutafian 1988, 197, 332; Lange 1988;
Sullivan 1989, 185-192; Syme 1995, 128-131, 161-165, 213; Muñiz 1998, 177-178; Sayar
2001; Tobin 2001; Amela 2003, 166; Wolff 2003, 109, 112, 128; Raggi 2006, 183-184;
Wright 2008; Raggi 2010, 85, 91-92.
152
Camino a Korakesion
actitudes más ambiguas (Cic. Fam. 15.4.4). Este aprecio por parte de Roma
explica que la dinastía Tarcondimótida pudiera mantener el control de buena
parte de Cilicia desde antes del 64 a.C. hasta al menos el 17 d.C. En este
privilegiado grupo podría hallarse también Antíoco I de Commagene, que
exhibió el epíteto philorhomaios, quizás desde el 64 a.C., precediendo al de
philhellen, y que, igualmente, fue confirmado en el control de sus dominios
por Pompeyo, que así resolvía el problema de establecer una supervisión
directa de la frontera del Éufrates, si bien la ratificación del Senado no se
produjo hasta el 59 a.C., mediante la lex Iulia promovida por C. Julio César,
cónsul aquel año (Cic. Q.fr. 2.10). En cualquier caso, la terminología
ofrecida por los textos antiguos, básicamente amicus populi Romani y su
equivalente griego philorhomaios, carece de la precisión para establecer la
situación concreta de cada uno de estos reyes bajo la hegemonía romana
(Cic. Sest. 59, Deiot. 13, Fam. 15.1.2, Phil. 11.33; D.C. 36.53.5; App. Mithr.
106, 113; Str. 12.2.11; Eutr. 6.14.1). Asimismo, si bien el reconocimiento
del título socii et amicii populi Romani pudo haber animado a algunos
dinastas a adoptar el epíteto philorhomaios, en muchas ocasiones, éste fue
usado antes de la ratificación oficial del Senado, con objeto de ganar el favor
de Roma.57
57
Cimma 1976, 21-32, 331-342; Sherwin-White 1984, 208-209, 234; Sullivan 1989, 187, 193-
197; Tröster 2005; Facella 2005, 98; Andrade 2009, 113-114; Facella 2010, 186-191.
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