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Fortificaciones y Guerra de

Asedio en el Mundo Antiguo


Jordi Vidal / Borja Antela
(editores)

Fortificaciones y Guerra de
Asedio en el Mundo Antiguo

Libros Pórtico
© 2012 Jordi Vidal / Borja Antela

Edita: Libros Pórtico


Distribuye: Pórtico Librerías, S. A.
Muñoz Seca, 6 · 50005 Zaragoza (España)
distrib@porticolibrerias.es
www.porticolibrerias.es

ISBN: 978-84-7956-107-9
D. L.: Z 1656-2012

Imprime: Ulzama Digital

Impreso en España / Printed in Spain


Índice

Introducción ………………………………………….………… ……... IX

1. Territorialidad, fronteras y fortificaciones


en la cuenca sirio-mesopotámica ……………………………………… 1
Juan-Luis Montero Fenollós

2. La guerra de asedio en el período paleobabilónico


según los textos de Mari ……………………………………………… 21
Jordi Vidal

3. Las razias de Aquiles y el asedio de Troya:


¿motivo épico o estrategia de guerra? ………………………………… 39
Marta Oller Guzmán

4. Asedio e insularidad en la estrategia de Pericles …………………… 57


César Sierra Martín

5. Alejandro Magno, poliorcetes ……………………………………… 77


Borja Antela-Bernárdez

6. Camino a Korakesion ………………………………………………135


Isaías Arrayás Morales
Introducción

El presente volumen recoge la mayor parte de las contribuciones que se


presentaron en las II Jornades d’Història de la Guerra a l’Antiguitat,
celebradas el 28 de octubre de 2011 en el Auditori de la Facultat de Lletres
de la Universitat Autònoma de Barcelona. La organización del acto corrió a
cargo de los profesores Borja Antela, Jordi Principal y Jordi Vidal, con la
colaboración del área de Historia Antigua del Departament de Ciències de
l’Antiguitat i de l’Edat Mitjana y del Deganat de la Facultat de Lletres de la
UAB.
Mientras que la primera jornada estuvo dedicada a la reflexión
historiográfica sobre el estudio de la guerra en la Antigüedad, en esta
ocasión el tema escogido fue mucho más concreto, centrándose en el análisis
de la guerra de asedio. El objetivo de los organizadores era el de abordar esa
cuestión desde tres puntos de vista distintos (histórico, arqueológico y
literario) y siempre dentro de una cronología y un marco geográfico lo más
amplio posible, para así abarcar los principales intereses académicos del área
de Historia Antigua de la UAB (Próximo Oriente Antiguo, Grecia, Roma,
Cultura Ibérica). Teniendo en cuenta todas esas premisas, la jornada se
estructuró en torno a las siguientes comunicaciones, citadas de acuerdo con
el orden en el que fueron leídas:

Pierre Moret (Université de Toulouse 2): Asedios y fortificaciones en el


mundo ibérico
Albert Ribera (Servei d’Investigació Arqueològica Municipal,
València): 75 a.C.: La batalla i la destrucció de Valentia per
Pompeu, arqueologia d’un tràgic episodi de la guerra civil romana
Marta Oller (Universitat Autònoma de Barcelona): Les ràtzies
d’Aquil·les i el setge de Troia
Borja Antela (Universitat Autònoma de Barcelona): Alejandro Magno,
Poliorcetes
Jordi Vidal (Universitat Autònoma de Barcelona): La guerra de asedio
en los textos de Mari
Juan-Luis Montero Fenollós (Universidade de A Coruña): Fronteras y
fortificaciones antiguas en el Medio Éufrates sirio
El acto se completó con la presentación del proyecto editorial Desperta
Ferro, a cargo de uno de sus editores, Javier Gómez Valero. Asimismo, el
profesor Jordi Cortadella hizo entrega del I Premi Arnaldo Momigliano de
Ciències de l’Antiguitat a Carlos Heredia por su trabajo “Notas sobre el
comportamiento militar en la Guerra Social”.
Por cuestiones relacionadas con el exceso de trabajo y los inevitables
plazos de entrega, en la presente edición no aparecen las ponencias
originales de Pierre Moret y Albert Ribera. En su lugar, los editores hemos
estimado oportuno incluir dos contribuciones, de César Sierra e Isaías
Arrayás, que complementan perfectamente el conjunto de trabajos aquí
editados.
De esta forma, y de acuerdo con el orden cronológico según el que se
ordenan los artículos compilados, a continuación ofrecemos un breve
resumen del contenido del libro.
Juan-Luis Montero analiza en el primer artículo el concepto de frontera
en la región de Khanuqa (Medio Éufrates sirio) a lo largo de un extenso
período de tiempo (III milenio a.n.e. – siglo VI e.c.). Dicho análisis se
efectúa básicamente a partir del estudio de dos yacimientos concretos, la
fortaleza de Tall Qabr Abu al-‘Atiq y la ciudad de Tall as-Sinn, excavadas
entre 2005 y 2011 por el equipo PAMES que dirige el propio autor.
Jordi Vidal, basándose en la información recogida en los textos de Mari
(primera mitad del siglo XVIII a.n.e.), analiza las formas de asalto de una
ciudad en época paleobabilónica, poniendo especial énfasis en las máquinas
y estructuras de asedio utilizadas (arietes, torres, rampas, escaleras), así
como en la participación de tropas especializadas en este tipo de acciones.
Marta Oller dedica su trabajo al estudio de las razias de Aquiles llevadas
a cabo en el contexto del asedio de Troya. En este sentido, la autora apunta
la posibilidad, basándose en testimonios epigráficos micénicos e hititas, que
dichas razias no fueran simplemente un motivo literario. Por el contrario,
aquellas historias recogerían en realidad una antigua costumbre militar
griega, puesta en práctica ya durante el Bronce Reciente, que tenía como
objetivo no únicamente la obtención de recursos (botín), sino debilitar el
poder hitita y consolidar la presencia griega en Anatolia.
El artículo de César Sierra trata de la influencia de los asedios atenienses
durante la “Pentecontecia” en la concepción de Atenas como una isla. Dicha
idea alcanzó su máxima expresión al inicio de la Guerra del Peloponeso con
la famosa estrategia de Pericles. Por aquel entonces, Atenas había
modificado su forma de concebir la guerra, lo cual la llevó a desentenderse
de su chora y convertirse en una isla.
Borja Antela estudia la poliorcética macedonia a través del análisis
detallado de cinco de los principales asedios mediterráneos protagonizados
por los ejércitos de Alejandro Magno: Tebas, Mileto, Halicarnaso, Tiro y

X
Gaza. Dicho estudio le permite posteriormente reconstruir con garantías el
operativo puesto en práctica de forma sistemática por Alejandro durante los
asedios.
Finalmente, Isaías Arrayás propone una minuciosa reflexión sobre cómo
el Estado romano afrontó la represión del fenómeno pirático en la Anatolia
meridional, desde que decidiera establecer la provincia del Cilicia en el año
102 a.C. hasta la toma de Korakesion, lograda por Pompeyo Magno en el 67
a.C.
Para concluir la presente introducción, los editores del volumen deseamos
expresar nuestro agradecimiento a todas aquellas personas y organismos
académicos que, de una forma u otra, han contribuido a que tanto la jornada
como el libro se hayan podido llevar a cabo. En primera instancia queremos
agradecer a Jordi Principal su valiosa colaboración durante la gestación y la
celebración de la jornada. Asimismo, agradecemos por supuesto a todos los
autores que presentaron su ponencia y/o su artículo su amable disponibilidad
a todas nuestras solicitudes. Agradecemos también el apoyo académico y
económico prestado por el Departament de Ciències de l’Antiguitat i de
l’Edat Mitjana de la UAB, dirigido por el profesor Joaquim Pera. De la
misma forma, agradecemos al Deganat de la Facultat de Filosofia i Lletres
de la UAB la ayuda económica concedida dentro del marco de la
“Convocatòria d’Ajuts per a l’organització de cicles de conferències,
col·loquis i congressos”. Por último, damos las gracias a todos aquellos
asistentes al acto, en especial a los estudiantes, quienes con su presencia
masiva hicieron que la jornada fuera un auténtico éxito. Muchas gracias.

Borja Antela / Jordi Vidal


Bellaterra, 9 de julio de 2012

XI
Territorialidad, fronteras y fortificaciones
en la cuenca sirio-mesopotámica
Aproximación a tres modelos de defensa en el valle Medio del Éufrates

Juan Luis Montero Fenollós


Universidade da Coruña

Frontera y fortificación son dos ideas que han ido evolucionando a lo largo
de la historia del mundo antiguo. Ambos conceptos están, por otro lado,
estrechamente vinculados entre sí, por lo que resulta difícil, por no decir
imposible, estudiarlos de forma independiente. En la Antigüedad no era
concebible una frontera segura sin un modelo defensivo asociado y bien
definido: murallas, torres, campamentos militares, mansiones fortificadas,
etc. Por esta razón, para entender en su verdadera dimensión los distintos
sistemas de fortificaciones y de defensa diseñados por el hombre antiguo es
necesario ir al origen de la cuestión, es decir, a las disputas territoriales y a
los conflictos fronterizos en los que estaba en juego el control político y
militar de un determinado territorio. Por ejemplo, no es posible comprender
en su justa medida el patrón de defensa creado por la antigua Roma para
proteger su territorio de los pueblos bárbaros sin tener en cuenta el
significado del concepto limes.
Los cambios de ideología política y militar conllevaron transformaciones
sustanciales en los métodos con los que se ejercía el control sobre una
determinada base territorial y económica. Estos cambios estuvieron
acompañados, a su vez, de modificaciones de los modelos de defensa y de
fortificación de las fronteras. Sin embargo, la primera dificultad a la que se
tiene que enfrentar el moderno historiador es la de intentar definir con
precisión el concepto de frontera dentro de la ideología antigua. Parece
lógico pensar que los individuos que compartían unos mismos valores
culturales (lengua y costumbres) y que participaban de un mismo sistema
político, administrativo y económico tendían a distinguir su propio territorio
del de otras regiones circundantes. Pero no siempre fue así, pues en la Grecia
antigua sólo la lengua, las costumbres y las tradiciones religiosas constituían
la esencia misma de la “Hélade”, un término utilizado por los propios
griegos para designar una realidad territorial de carácter más cultural que
político.
Juan Luis Montero Fenollós

En la compleja historia de Mesopotamia, las fronteras no eran de carácter


estático sino dinámico. Cada estado trataba de extender sus dominios
territoriales para gloria de sus dioses. Ese objetivo era cuestionado por los
reinos vecinos que tenían pretensiones expansionistas similares. En
principio, esto era garantía de una armonía territorial que dependía, como es
obvio, del equilibrio de fuerzas existente entre los estados adyacentes.1 La
historia de las relaciones entre Asiria y Babilonia en el II y I milenios a.C.
puede entenderse entre como la historia de una frontera en continua
evolución.2
Con el objetivo de que la frontera fuera reconocible, era habitual que esta
se materializara mediante una serie de hitos fronterizos. Estas marcas podían
ser naturales o artificiales. Entre las naturales, una de las más frecuentes es el
concepto de “puerta”, esto es, de canales o vías de comunicación de fácil
control, que servían de acceso a otros estados. Estas “puertas”, siempre
protegidas por algún tipo de puesto fortificado, actuaban como una especie
de filtro ante las posibles amenazas que pudieran llegar desde el exterior.
Entre las artificiales, la más común era la estela pétrea conmemorativa
colocada en la frontera por orden del rey. La estela, que portaba su nombre y
su efigie grabados sobre ella, simbolizaba la dominación política que el
monarca ejercía sobre ese territorio.3
El Bronce Reciente en el Próximo Oriente fue una etapa de gran
complejidad desde el punto de vista territorial, ya que se convirtió en la
arena donde entraron en conflicto una serie de estados pujantes. Egipcios,
mitannios, hititas, asirios y kasitas se disputaron el control territorial y
político de gran parte de esta región. Un ejemplo ilustrativo lo representa la
política expansionista del antiguo Egipto. El faraón Tutmosis III (1458-1426
a.C.) afirmó haber llegado hasta el país sirio-mesopotámico (llamado
Naharina en las inscripciones egipcias) y haber grabado una estela o hito
artificial a orillas del río Éufrates, “en busca de aquel maldito enemigo de
Mitanni (…). Mi majestad erigió entonces una estela real en aquella colina
de Naharina, esculpida en la vertiente del lado oeste del Éufrates.”4
La frontera en el Próximo Oriente antiguo no se veía como una línea que
definía superficies, sino como una delimitación de ciudades y aldeas cuya
existencia gravitaba en torno a una cuenca fluvial y alrededor de un
determinado palacio. Más que dibujar un límite preciso, lo que interesaba era
esclarecer la dependencia política y administrativa de cada asentamiento. Por
tanto, lo que encontramos en Mesopotamia es una delimitación de las
fronteras en forma de listados de aquellos lugares habitados, que estaban

1
Liverani 2003, 81-82.
2
Grayson 1975, 159-161.
3
Liverani 2003, 66.
4
Galán (ed.) 2002, 120.

2
Territorialidad, fronteras y fortificaciones en la cuenca sirio-mesopotámica

vinculados política, económica y administrativamente a una monarquía. Así,


gracias a la correspondencia mantenida entre la capital, sede de la
monarquía, y sus asentamientos “provinciales”, conocemos las ciudades,
aldeas y territorios que estaban bajo su órbita. Un excelente ejemplo de
definición de una frontera en tiempos mesopotámicos lo hallamos en la
célebre estela del código de Hammurabi, en cuyo prólogo el rey de Babilonia
enumera las veintiséis ciudades sobre las que ejercía su control.5 Esta lista
nos proporciona los datos básicos para saber cuáles eran los límites, siempre
imprecisos, del territorio dominado por el Imperio Paleobabilónico.
En resumen, resulta inevitable desembocar en la imposibilidad material
de fijar, por la falta de datos precisos en los textos cuneiformes, las fronteras
exactas de los antiguo reinos sirio-mesopotámicos, en los que la capital se
imponía como el centro de un territorio con límites un tanto difusos y
cambiantes. Ante esta situación, el análisis geográfico regional y
arqueológico de los llamados hitos naturales se presenta como la principal
vía de estudio alternativa.

1. El Proyecto Arqueológico Medio Éufrates Sirio (PAMES)

En el año 2005 la Universidade da Coruña, en colaboración con la Dirección


General de Antigüedades y Museos de Damasco, puso el marcha el Proyecto
Arqueológico Medio Éufrates Sirio (PAMES). El objetivo científico central
de este proyecto de investigación es el de estudiar la problemática
arqueológica relacionada con la territorialidad y la frontera en la Edad
Antigua en un sector preciso del valle medio del río Éufrates, a su paso por
la actual Siria.6 Este sector no es otro que la llamada garganta de Halabiya o
Khanuqa, un impresionante accidente geográfico que obliga al Éufrates a
encajarse y estrangularse a la hora de atravesar la enorme colada de roca
basáltica que dio forma a este lugar.7 Estas características confieren a
Khanuqa (que significa ‘estrangulamiento’ en lengua árabe) un evidente
valor geoestratégico (fig. 1), ya que ejercía un extraordinario dominio visual
sobre el río, posibilitando un control efectivo del tráfico fluvial. El valor
estratégico de este escenario geográfico explica la alta densidad de la
ocupación de la zona, hoy visible por el número de yacimientos

5
Sanmartín (ed.) 1999, 89-101.
6
Esta investigación forma parte de los proyectos “Expedición arqueolóxica da Universidade
da Coruña no Medio Éufrates sirio. Cidade e vida urbana en Mesopotamia (IV-III milenio
a.C.)”, de la Xunta de Galicia (10 PXIB 167 197 PR), e “Investigaciones arqueológicas en el
Medio Éufrates. De la cultura de Uruk al reino de Mari: urbanismo y vida urbana en
Mesopotamia (IV y III milenios a.C.)”, del Ministerio de Economía y Competitividad
(HAR2010-15866).
7
Montero Fenollós / Caramelo 2011, 31-35.

3
Juan Luis Montero Fenollós

arqueológicos que se localizan, sobre todo, entre la entrada y la salida de la


garganta.
Como hemos visto más arriba, las fronteras antiguas eran elementos algo
difusos. Correspondían esencialmente a zonas de transición y un tanto
flexibles, que separaban distintas entidades políticas. Por el contrario, la
garganta basáltica de Khanuqa, como accidente orográfico, constituía uno de
esos hitos naturales que actuaban como un factor innegable de diferenciación
territorial. Khanuqa desempeñó una doble función, a saber: como frontera
natural y política, por un lado, y como punto de control efectivo sobre la
circulación fluvial y el movimiento de población, por otro. A lo largo de la
Antigüedad, Khanuqa fue un lugar estratégico por su naturaleza
geomorfológica, ya que condicionó el discurrir histórico de la región del
Medio Éufrates. La garganta basáltica tuvo un papel clave en la organización
y control del territorio eufrático, en virtud de su función de frontera natural
y, en ocasiones, política en el marco de un sistema coherente de
estructuración territorial. Por tanto, el principal interés de la garganta de
Khanuqa era de orden geopolítico, ya que controlar su salida significaba
controlar la circulación fluvial por el Éufrates, en otras palabras, poner una
barrera a la vía de acceso, que comunicaba el norte de Siria y la región del
reino de Mari.
Desde el III milenio a.C., y con toda seguridad antes, el hombre ha
mostrado interés por controlar el paso estratégico de Khanuqa. Así lo han
demostrado las investigaciones del PAMES en la región. Como prueba de
ello, presentamos a continuación varios modelos de control territorial, y por
tanto, de frontera y de defensa fundados entre mediados del III milenio a.C.
y la llegada del Islam. Se trata, como veremos a continuación, de tres
sistemas de control territorial y defensivo asociados a otras tantas entidades
geopolíticas, que se sucedieron en la zona a lo largo de tres mil años: el reino
de Mari (h. 2650-2400 a.C.), el Imperio Medio-Asirio (h. 1250 a.C.) y el
Imperio Bizantino (ss. VI-VII d.C.).

2. El reino sirio-mesopotámico de Mari y su frontera septentrional

Estudios recientes sobre la base territorial de Mari indican que los dominios
de este reino se extendían, ya desde el III milenio a.C., a lo largo del tramo
de la cuenca del Éufrates delimitado entre las gargantas de Khanuqa, al
norte, y de Baghuz, al sur8 (fig. 2). Por su parte, los límites oriental y
occidental estaban predefinidos por los acantilados creados por el
encajonamiento del río, es decir, fue la morfología del valle la que determinó
la extensión del reino mariota. La presencia de un afluente como el Khabur

8
Margueron 2006.

4
Territorialidad, fronteras y fortificaciones en la cuenca sirio-mesopotámica

contribuyó a modelar la singularidad de esta sección eufrática. Esta arteria


fluvial funcionó como una vía de comunicación natural que daba acceso a
los recursos mineros de Anatolia. El resultado final fue el nacimiento de una
base territorial, de carácter agrícola y comercial, suficiente para fundar una
entidad política como la ciudad de Mari, que a pesar de los cambios
territoriales vividos durante su dilatada historia (2900-1760 a.C.) siempre
mantuvo su posición central dentro del reino. Esta región constituía, por
tanto, el núcleo del país mariota y a ella se sumaron otras zonas dominadas a
lo largo del Éufrates.
La fundación de Mari hacia el 2900 a.C. fue el resultado de una política
de reorganización regional orientada a hacer de este reino un gran centro
económico. El objetivo era el de controlar los intercambios por vía fluvial
con el norte y el sur. La elección del emplazamiento de Mari fue decisión de
una elite política, que tenía pleno conocimiento de la geografía y de las
fuerzas económicas en juego en el momento de su fundación.
Los archivos del palacio de Mari no permiten la realización de un mapa
preciso de la extensión de su territorio, cuyos límites parecen vagos y
fluctuantes en los primeros siglos del II milenio a.C. En los textos mariotas
se conoce una expresión interesante en este contexto. Se trata de la idea de
“ciudad-frontera” (āl pāṭim), a la que hacen referencia los gobernadores de
Qattunan, una de las “provincias” del reino mariota.9 Es en estas regiones
fronterizas donde encontramos con más frecuencia la fundación de ciudades
fortificadas de las que el nombre se formó según el siguiente esquema:
Fortaleza de + Nombre Propio de rey.10 Para Mari se conocen, entre otros, el
caso de Dur-Yahdun-Lim o “Fortaleza de Yahdun-Lim”. Esta ciudad-
fortaleza cambió su nombre por Dur-Yasmah-Addu en la época de la
soberanía asiria de Mari.11 La “Fortaleza de Samsi-Addu”, que tenía una
posición clave cara el reino de Yamhad, o la “Fortaleza de Ipiq-Addu” en la
frontera occidental del reino de Eshnunna, son otros ejemplos de ciudades-
frontera. Desgraciadamente, la localización definitiva de la mayoría de estas
plazas fuertes sigue siendo una incógnita para la arqueología. Es el caso,
entre otros, de Dur-Yahdun-Lim, un baluarte contra las invasiones
procedentes de la alta Mesopotamia y del norte de Siria. De lo que no
tenemos duda es de su localización en la frontera noroccidental de Mari,
puesto que era la puerta de acceso al reino desde los países del norte.12 ¿Cuál
era la ubicación exacta de esta frontera? Los textos cuneiformes no aportan
información precisa para reconstruir las fronteras exactas del reino, por lo
que, a modo de hipótesis, proponemos que Dur-Yahdun-Lim, fundada por la

9
Lafont 1999, 49-55.
10
Durand 1998, 146.
11
Charpin 1984, 58-60
12
Safren 1984.

5
Juan Luis Montero Fenollós

monarquía amorrea de Mari (en la fase final de la ciudad III), una


localización en algún punto de la región basáltica de Khanuqa. Esta hipótesis
parece lógica, coherente y justificable.13
¿Tuvieron las ciudades I y II de Mari (2900-2250 a.C.) su propia
fortaleza septentrional? ¿Hubo una ciudad fronteriza que sirviera como
puerta de acceso al reino desde las tierras del norte? Las tres primeras
campañas de excavación (2008-2010) en Tall Qabr Abu al-‘Atiq, un tell
situado en la ribera izquierda y en la entrada de la garganta de Khanuqa, han
puesto en evidencia una fase de ocupación datada, de acuerdo con el estudio
de la cerámica, entre el final de la ciudad I y los inicios de la ciudad II de
Mari, es decir, en el Dinástico Antiguo II-IIIa (2650-2400 a.C.).
La ocupación del Bronce Antiguo de Tall Qabr Abu al-‘Atiq se extiende
a lo largo de la denominada “ciudad baja”, donde el estudio topográfico de
esta parte del tell ha permitido observar que las curvas de nivel dibujan un
arco de círculo, un hecho que es visible sobre todo en la parte oriental del
yacimiento. Esta disposición de las curvas de nivel sugiere que estamos ante
una ciudad de planta circular, hipótesis que ha sido confirmada parcialmente
mediante una prospección con georradar realizada en 2009. El hallazgo más
relevante ha sido la identificación de lo que parece corresponder a una gran
construcción de estructura circular en el límite oriental del tell, que por sus
características y localización debe corresponderse con los vestigios de la
muralla de la ciudad del Bronce Antiguo14 (fig. 3).
Los trabajos realizados hasta la fecha han permitido certificar que se trata
de una fundación de nueva planta: una ciudad de planta circular fundada a
mediados del III milenio a.C. Junto a Mari y Terqa, Tall Qabr Abu al-‘Atiq
configura la tercera ciudad circular conocida en la región del Medio Éufrates
sirio. Nos encontramos ante un modelo urbano que durante el III milenio
a.C. se convirtió en una fórmula urbanística muy común.15
Según nuestra hipótesis, la base territorial del reino de Mari debió
establecerse en dos fases durante la primera mitad del III milenio a.C.:

1ª fase (hacia 2900 a.C.). Se funda el reino mariota. Éste incluía el territorio
del valle situado entre la garganta de Baghuz y la desembocadura del río
Khabur en el Éufrates. En este espacio había dos grandes ciudades (Terqa, al
norte y Mari, al sur) y un canal de navegación (el nahr Dawrin), que
comunicaba la capital con el Khabur.

2ª fase (hacia 2600/2550 a.C.). Se produce la refundación de Mari. Son los


tiempos de la llamada “Segunda Revolución Urbana”. La ciudad amplía su
13
Montero Fenollós 2007.
14
Montero Fenollós et al. 2011.
15
Margueron 2010.

6
Territorialidad, fronteras y fortificaciones en la cuenca sirio-mesopotámica

territorio hacia el norte hasta la garganta de Khanuqa. Los dirigentes


mariotas fundaron en la entrada de la garganta, en su ribera izquierda, una
nueva ciudad circular (Tall Qabr Abu al-‘Atiq) y excavaron un nuevo canal
(el nahr Semíramis) a la salida de la misma. Los dos canales de navegación
del reino no se construyeron al mismo tiempo, ya que no existe armonía
entre la toma del Dawrin y la llegada del Semíramis al Khabur.

En resumen, la base territorial del reino de Mari a mediados del III milenio
a.C. incluía, según nuestra tesis, el sector del valle del Éufrates Medio de
180 km de longitud delimitado por dos accidentes naturales: la garganta de
Khanuqa, al norte, y la de Baghuz, al sur. Estaba controlado por tres
ciudades circulares fortificadas: Tall Qabr Abu al-‘Atiq (diám. 400 m), clave
para supervisar la puerta de acceso a los territorios del norte de Siria; Terqa
(diám. 500 m), para controlar el acceso al Khabur y a la ruta hacia Anatolia;
y finalmente, Mari (diám. 1900 m), la gran capital, que era la puerta hacia el
sur de Mesopotamia.

3. El imperio Medioasirio y su frontera occidental

Los trabajos de excavación realizados por el PAMES en la colina principal


de Tall Qabr Abu al-‘Atiq han permitido definir una ocupación del Bronce
Reciente II. La excavación de este nivel ha tenido como objetivo la
delimitación de las distintas salas de un edificio construido con adobe. Hasta
la fecha se han identificado con seguridad cuatro salas (fig. 4):

Sala 1: espacio rectangular de 2,85 / 3,30 m por 5,80 m (16,50 m2).


Directamente sobre el suelo de esta sala, se ha encontrado un repertorio de
cerámicas de distintos tipos. Todo el material arqueológico apareció
aplastado y quemado por el incendio que destruyó el edificio.

Sala 2: este espacio (que tiene 3 m de longitud) está delimitado, por el


momento, por tres muros y está comunicado por una pequeña puerta con la
sala 1.

Sala 3: espacio rectangular de 2,85 por 6,63 m (18,80 m2). Al igual que en la
sala 1, se ha encontrado sobre el suelo toda una serie de vasijas de cerámica
de diverso tipo: cuencos carenados, cubiletes con botón, grandes jarras, etc.
Pero el hallazgo más interesante ha sido el de dos tablillas cuneiformes, que
estaban situadas sobre el suelo y ocultas en parte por dos vasos de cerámica
y una viga carbonizada.

7
Juan Luis Montero Fenollós

Sala 4: esta sala está definida parcialmente por dos muros. La excavación de
2009 ha permitido sacar a la luz una serie de grandes jarras de
almacenamiento (fig. 5), que estaba sobre restos de madera carbonizada por
el incendio. En este contexto, se encontró un cilindro-sello con la
representación de cuatro divinidades, entre las cuales se ha podido identificar
al dios Adad.

Los sondeos realizados en las campañas de 2008-2010 han confirmado el


valor histórico del yacimiento.16 Los trabajos realizados hasta la fecha han
sacado a la luz parte de un edificio destruido por un incendio, cuyo
hundimiento aplastó sobre el suelo un lote de vasijas de cerámica. El estudio
de este conjunto nos hace pensar que se trata de lo que los ceramólogos del
Próximo Oriente definen como “cerámica administrativa medioasiria”, una
producción estandarizada bajo el control imperial de Asur. La época
medioasiria es bien conocido en Siria gracias, sobre todo, a las excavaciones
realizadas en yacimientos arqueológicos de los valles del Balikh (en Tall
Sabi Abyad, Tall Khuera, Khirbet ash-Shanaf, etc.) y del Khabur (en Tall
Shaikh Hamad, Tall Barri, Tall al-Hamidiya, etc.).17 Sin embargo, la
presencia de los asirios en el valle medio del río Éufrates, mencionada por
los reyes Adad-nirari I, Salamanasar I y Tukulti-Ninurta I (h.1307-1208
a.C.) en varias inscripciones cuneiformes,18 estaba definida solamente por la
necrópolis medioasiria localizada en las ruinas del palacio de Zimri-Lim y
por el edificio excavado parcialmente en el sector E de Mari. Por tanto, Tall
Qabr Abu al-‘Atiq se convierte en el único lugar de todo el valle del Medio
Éufrates sirio, cuya excavación servirá para conocer la política territorial de
los reyes asirios en el siglo XIII a.C., tomando como base el estudio de un
establecimiento, que posiblemente era una mansión fortificada o dunnu.19
Calculamos que esta fortaleza medía aproximadamente 60 por 50 m
(superficie de la colina principal de Tall Qabr), es decir, tenía unas
dimensiones muy similares a las del dunnu medioasirio de Tall Sabi Abyad,
en el valle del Balikh.20
En cuanto a la datación de este enclave fortificado asirio, los análisis de
C-14, realizados a partir de muestras de carbón vegetal recogidas en la sala
1, han confirmado la datación relativa propuesta a partir del estudio de la
tipología cerámica. Las fechas absolutas son las siguientes: 2950 ± 25 BP =
1298-1026 a.C. y 2945 ± 40 BP = 1272-1019 a. C. Así mismo, el estudio de
las dos tablillas con escritura cuneiforme halladas en la sala 3 demuestra que

16
Montero Fenollós / Caramelo 2012.
17
Tenu 2009.
18
Grayson 1987, A.0.76.3: 41; A.0.77.1: 85; A.O.78.23: 29.
19
En CAD, D, s.v. dunnu, pp.184-185, se traduce como “fuerte y área o casa fortificada”.
20
Akkermans / Schwartz 2003, 350.

8
Territorialidad, fronteras y fortificaciones en la cuenca sirio-mesopotámica

se trata de textos administrativos escritos en acadio (dialecto medioasirio) a


datar, de acuerdo con el sistema de epónimos asirio, en el undécimo año del
rey Tukulti-Ninurta I (hacia 1233 a.C.).21
El dominio asirio sobre la Alta Mesopotamia no llegó a afirmarse hasta
los reinados de Salmanasar I y Tukulti-Ninurta I, monarcas que pusieron en
marcha una enérgica política de expansión encaminada a reforzar la frontera
del Éufrates con la fundación de una serie de mansiones fortificadas y
guarniciones militares. Las fuentes hititas hacen referencia a esta
movilización militar de los asirios por el norte de Siria y del peligro que esta
representaba para sus intereses políticos y económicos en la región. Nacía
con ello el estado que los asirios denominaron “el país de Asur”. Este
territorio limitaba al oeste con el reino de los hititas, al sur con la Babilonia
de los reyes kasitas, y al norte con una serie de pequeñas entidades políticas.
Parece que, en este marco territorial, el asentamiento de Tall Qabr Abu al-
‘Atiq funcionó como un puesto avanzado del imperio asirio frente al llamado
“país de Ashtata”. Este país era una zona formada por una serie de tierras
dominadas políticamente por los reyes de Hattusha, desde tiempos del
soberano hitita Murshili II (1339-1306 a.C.), a través del virrey de la ciudad
de Karkemish y del rey vasallo de Emar. Tall Qabr Abu al-‘Atiq está situado
en una frontera entre diferentes fuerzas; de un lado los hititas, del otro los
kasitas, que trataban de avanzar de sur a norte, en la región de Mari y Terqa,
y finalmente las tribus nómadas. Las condiciones que condujeron al fin de la
ocupación medioasiria de Tall Qabr Abu al-‘Atiq están directamente
relacionadas con su situación política y militar en la zona. Es posible que la
destrucción del dunnu tuviera lugar a finales del reinado de Tukulti-Ninurta
I, debido a la agudización del conflicto de intereses en esta región del Medio
Éufrates sirio. Una hipótesis factible es que la destrucción haya sido causada
por una incursión de las tropas hititas con motivo de una disputa fronteriza,
que buscaba delimitar la territorialidad de Khatti y de Asur. Dentro de este
conflicto regional podría entenderse también la destrucción de Tall Fray
hacia 1270-1250 a.C., un enclave controlado probablemente por los hititas y
localizado cien kilómetros aguas arriba de Tall Qabr Abu al-‘Atiq.

4. El imperio bizantino y el limes oriental

El valle del Medio Éufrates desempeñó un papel importante dentro del


sistema defensivo del limes oriental del Imperio Romano. Éste adquirió la
forma de una línea fronteriza fortificada, cuyo objetivo era el de impedir las
incursiones de los partos y posteriormente de los persas sasánidas. El

21
El estudio de las tablillas está siendo realizado por Ignacio Márquez Rowe, epigrafista del
PAMES, al que debemos los datos aquí publicados.

9
Juan Luis Montero Fenollós

emperador Diocleciano (284-305 d.C.) consagró grandes esfuerzos en la


construcción de una serie de castella a lo largo del limes, unas fortificaciones
que serían reconstruidas por Justiniano para hacer frente a los ataques cada
vez más intensos de los persas. De hecho, la historia de la provincia
fronteriza del Éufrates Medio en el siglo VI d.C. se caracteriza por la
existencia de una serie de confrontaciones entre bizantinos y persas hasta la
conquista de Siria por los árabes en la centuria siguiente. Prueba de ello, es
la incursión del año 531 d.C., que permitió al ejército persa penetrar en
territorio romano en las cercanías de Circesium y remontar el valle del
Éufrates. El conflicto terminó con un acuerdo de paz en 532 d.C. A pesar de
ello, y ante la ruptura de la llamada “Paz eterna” por Cosroes, sha de Persia,
en 540 d.C., Justiniano dedicará grandes esfuerzos en la reforma de la
organización militar y en el fortalecimiento del sistema de fortificaciones en
la frontera oriental del Imperio. De esta ingente empresa se hace eco el
historiador Procopio de Cesarea al inicio del libro segundo de su obra De
aedificiis (II, 1): “A continuación debemos pasar a las fortificaciones con
que rodeó los límites extremos del territorio de los romanos…
Describiremos… las fortificaciones con las que este emperador salvaguardó
el imperio, al haberlo amurallado y dejarles impracticables a los bárbaros un
ataque contra los romanos. Y no me pareció fuera de lugar empezar por la
frontera persa…”.
Aunque es posible que buena parte del programa que Procopio adjudica a
Justiniano en su obra se iniciara con anterioridad, probablemente en tiempos
de Anastasio, disponemos de pruebas arqueológicas irrefutables sobre la
existencia de un conjunto de plazas amuralladas bizantinas localizadas en
ambas riberas del valle del Medio Éufrates, entre los afluentes Balikh y
Khabur. Se trata, entre otros, de los enclaves de Callinicum, Humeida,
Halabiya-Zenobia, Zalabiya, Tabus, Kasra, Sin y Circesium22 (fig. 6), que
son el resultado en gran medida de la reforma de la organización militar
promovida por Justiniano para fortificar las ciudades de las provincias de
Mesopotamia, Osrhoena y Eufratesia.
La ciudad, kastron en la lengua griega de la época bizantina, que hoy
yace bajo la colina de Tall as-Sin (20 km al noroeste de Circesium, actual
Buseira) debe interpretarse dentro del contexto histórico del limes oriental en
el período que va del siglo VI d.C. a la llegada del Islam. Tall as-Sin es un
yacimiento arqueológico situado en la ribera izquierda del Éufrates, que
tiene una superficie de unas 25 hectáreas. Está organizado en tres partes bien
diferenciadas. En el extremo suroeste se encuentra la colina principal, desde
donde se extiende una ciudad baja en forma de pentágono irregular y
22
Sobre los trabajos recientes en algunas de estas fortificaciones bizantinas del Medio
Éufrates véanse los trabajos de Blétry 2011; Loosley 2011; Abdullah 2011 y Lönnqvist et al.
2011.

10
Territorialidad, fronteras y fortificaciones en la cuenca sirio-mesopotámica

delimitada por un recinto amurallado de adobe por el norte, noreste y este.


Sin embargo, por el sur y oeste la muralla ha desaparecido por la agresiva
acción de la erosión (fig. 7).
Las excavaciones realizadas por el PAMES entre 2005 y 2007 han puesto
de manifiesto que el recinto defensivo de Tall as-Sin estaba formado por un
muro de adobe de casi 4 metros de espesor, reforzado y defendido cada 25-
30 metros por bastiones y torres (fig. 8). El sistema defensivo se completaba
con un foso excavado en la roca de yeso sobre la que se construyó la
ciudad.23 Esta muralla es de características constructivas muy similares a la
documentada en la campaña de 2011 en un sondeo realizado por el equipo
del PAMES en Tall Humeida (fig. 9), al norte de Halabiya-Zenobia. En otro
sector de este mismo yacimiento, se exhumó parte de un balneario o edificio
termal, comparable al hallado en la cercana ciudad bizantina de Tall Kasra.
Las investigaciones del PAMES han puesto en evidencia la importancia y
envergadura de la necrópolis de Tall as-Sin, que estaba situada extramuros.24
Se han documentado hasta la campaña de 2007 un total de ciento setenta
tumbas, distribuidas en una superficie de 1,5 hectáreas. El modelo de tumba
más común era una construcción subterránea, es decir, excavada en la terraza
de yeso sobre la que se asentó el tell (fig. 10). La cámara funeraria, a la que
se accede por una escalera, estaba compuesta por una pequeña sala
cuadrangular o rectangular con tres arcosolios o nichos funerarios, uno
enfrente de la puerta (oeste) y otro a cada lado de ésta (norte y sur). Sólo se
tiene constancia, por el momento, de una tumba provista de cinco nichos.
Bajo los arcosolios se encontraban los nichos, una especie de sarcófagos o
receptáculos rectangulares tallados en la roca donde se depositaba a los
inhumados.
La totalidad de los enterramientos realizados en los hipogeos
corresponden a la práctica más habitual en la Siria clásica: la inhumación
colectiva. No hay duda alguna sobre el carácter cristiano de los inhumados
en la necrópolis de Tall as-Sin. Prueba inequívoca de su adscripción cristiana
son los antropónimos bíblicos documentados en las inscripciones en griego
encontradas en 2003 (caso de Tomás, Juan o Andrés), los pequeños
colgantes de hierro en forma de cruz griega (presentes tanto en ajuares
asociados a individuos adultos como infantiles) y los diversos símbolos
identificados en las paredes e inscripciones de los hipogeos (en su mayoría
de tipo cruciforme).
El final del establecimiento fortificado de Tall as-Sin debe situarse con la
conquista árabe de Siria y Mesopotamia bajo el califato de Omar, que en 637
d.C. tomará la cercana ciudad de Circesium, la primera ciudad fortificada del

23
Al-Shbib 2009 y Montero Fenollós 2006.
24
Montero Fenollós / al-Shbib (eds.) 2008.

11
Juan Luis Montero Fenollós

limes oriental. No obstante, parece que esta conquista no provocó el


abandono inmediato de las ciudades bizantinas de la región (entre ellas Tall
as-Sin), que prolongaron su existencia (aunque sólo fuera de forma parcial)
durante los primeros años de la dinastía omeya. Los gobernantes islámicos
se limitaron, en un principio, a adoptar el marco administrativo de los
bizantinos, por lo que recurrieron a oficiales de lengua griega para
mantenerlo en funcionamiento. La falta de una ruptura radical explicaría la
dificultad para establecer diferencias entre la cultura material propia de estos
primeros momentos de dominación árabe y la genuinamente bizantina.

5. Valoración final

En resumen, las siete campañas de campo llevadas a cabo por el equipo del
PAMES (2005-2011) en la región de Khanuqa han puesto de manifiesto que
esta tuvo un papel clave como frontera política, dado su evidente valor
geoestratégico. Los datos expuestos más arriba revelan que a lo largo de la
Edad Antigua hubo varios modelos de control militar de la citada región, que
obedecían como veremos a continuación a distintos modelos políticos de
control del territorio, a saber:

1. Modelo mariota. En su primera refundación, a mediados del III milenio


a.C., la ciudad de Mari diseñó un reino sobre una base territorial de carácter
marcadamente económico. Se trata de la unidad eufrática delimitada al norte
por la garganta de Khanuqa y al sur por la garganta de Baghuz. El poder
político y económico de la ciudad de Mari radicaba en el control militar de
las tres entradas principales a esta base territorial de 180 km de longitud:
Khanuqa, Baghuz y la desembocadura del río Khabur. Junto a cada una de
estas “puertas” los dirigentes mariotas fundaron, de norte a sur, tres ciudades
fortificadas de planta circular: Tall Qabr Abu al-‘Atiq, Terqa y Mari, la gran
capital del reino. Sin esta base territorial y sin toda una serie de
infraestructuras asociadas, en particular el sistema de canales de navegación,
Mari no habría sido posible.

2. Modelo medioasirio. A lo largo del siglo XIII a.C. los grandes reyes de
Asur inauguraron una política de carácter expansionista y militarista, que
llegaría a su punto culminante en el llamado período Neoasirio. El enclave
excavado parcialmente en Tall Qabr Abu al-‘Atiq es una fortaleza, llamada
dunnu por los asirios, que responde a esta nueva política encaminada a
“asirianizar” el territorio. Se trata, sin duda, de un puesto avanzado de
carácter militar, que fue fundado en un territorio de frontera. La cultura
material, en particular la cerámica estandarizada, y los textos administrativos
hallados en este pequeño enclave son buena muestra de la cultura de imperio

12
Territorialidad, fronteras y fortificaciones en la cuenca sirio-mesopotámica

impuesta por los reyes medioasirios en su proceso de expansión territorial


hacia el oeste.

3. Modelo romano-bizantino. Entre los siglos IV y VI d.C. Roma diseñó y


ejecutó un complejo sistema de fortificaciones a lo largo del valle del Medio
Éufrates. Este sistema estaba formado por varias líneas de defensa sucesivas,
protegidas cada una de ellas por una serie de fortalezas con las que frenar a
su gran enemigo en la región, los persas. Era la frontera del este del Imperio
Romano, esto es, el limes oriental.

13
Juan Luis Montero Fenollós

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14
Territorialidad, fronteras y fortificaciones en la cuenca sirio-mesopotámica

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15
Juan Luis Montero Fenollós

Fig. 1. Fotografía satélite de la garganta de Khanuqa

Fig. 2. Territorio del reino de Mari entre las gargantas de Khanuqa y Baghuz

16
Territorialidad, fronteras y fortificaciones en la cuenca sirio-mesopotámica

Fig. 3. Prospección georradar en el asentamiento del Bronce Antiguo de Tall Qabr


Abu al-‘Atiq

Fig. 4. Plano del edificio medioasirio de Tall Qabr Abu al-‘Atiq

17
Juan Luis Montero Fenollós

Fig. 5. Jarras “in situ” en la sala 4 del edificio medioasirio de Tall Qabr Abu al-‘Atiq

Fig. 6. Asentamientos fortificados bizantinos en la región del Medio Éufrates


(Gaborit 2008).

18
Territorialidad, fronteras y fortificaciones en la cuenca sirio-mesopotámica

Fig. 7. Fotografía aérea de Tall as-Sin realizada por A. Poidebard en los años 30 del
pasado siglo

Fig. 8. Vista de la muralla de adobe bizantina de Tall as-Sin

19
Juan Luis Montero Fenollós

Fig. 9. Detalle de la muralla de adobe bizantina de Tall Humeida

Fig. 10. Tuma hipogeo nº 169 de Tall as-Sin

20
La guerra de asedio en el período paleobabilónico
según los textos de Mari
Jordi Vidal
Universitat Autònoma de Barcelona

1. Introducción

El asedio de ciudades es el tipo de enfrentamiento armado atestiguado de


forma más frecuente en las fuentes paleobabilónicas,1 muy por encima de
otras formas de conflicto tradicionales como puedan ser las batallas
campales. El predominio de la guerra de asedio se explica por distintas
causas interrelacionadas. Entre ellas cabe destacar el enorme prestigio que
comportaba para el vencedor la conquista de una ciudad, prestigio muy
superior al que podía lograrse con la victoria en un enfrentamiento a campo
abierto. Desde luego, para los reyes de la época resultaba mucho más útil
desde un punto de vista ideológico conquistar una ciudad, con todo lo que
ello implicaba (anexión del territorio, obtención de botín, dominio sobre la
población conquistada, etc.), que aplastar a un contingente de fuerzas
enemigas en el transcurso de una batalla campal. Es por ello que en las
inscripciones reales o en los nombres de año proliferan las referencias a
conquistas de ciudades mientras que apenas se incluyen menciones a batallas
concretas. Por otra parte, y en un contexto caracterizado frecuentemente por
el enfrentamiento entre fuerzas desiguales, era lógico que la parte más débil
objeto de una agresión militar optara por oponer resistencia preparándose
para la defensa de la ciudad, intentando de esta forma reducir la desigualdad
gracias a la protección que ofrecía un correcto sistema de fortificaciones.
Es por todo lo expuesto que el estudio de los asedios resulta del todo
fundamental para comprender el fenómeno de la guerra en ese periodo.
Afortunadamente, los textos paleobabilónicos aportan abundante
información acerca de los mismos, lo que nos permite conocer y reconstruir
con cierto detalle las distintas fases de su desarrollo (bloqueo,2 ataque /


El presente trabajo ha sido elaborado en el marco del proyecto de investigación HAR2011-
23572 (Ministerio de Economía y Competitividad).
1
Charpin 1993; LAPO 17, pp. 287ss.
2
Véase, por ejemplo, el bloqueo de Nínive mencionado en A.2728 (LAPO 17 515).
Jordi Vidal

defensa), las máquinas y estructuras utilizadas para proceder al asalto de una


ciudad, así como las consecuencias que implicaba la conquista (saqueo,
deportación, violencia contra la población, etc.).3
El presente trabajo se centra de forma específica en el estudio de las
técnicas utilizadas en el asalto de una ciudad. Para ello utilizaremos sobre
todo la información proporcionada por los textos de Mari, correspondientes a
la primera mitad del siglo XVIII a.n.e. Tal y como veremos a continuación,
dicha documentación incluye abundantes datos sobre la cuestión. Sin
embargo, también existen importantes lagunas que a menudo dificultan
mucho nuestra capacidad para reconstruir y comprender la cuestión
estudiada. En esos casos trataremos de superar esos vacíos recurriendo a la
información contenida en otros archivos así como a los datos arqueológicos
e iconográficos que resulten pertinentes para tratar la cuestión.

2. Asedios documentados en los textos de Mari

En la siguiente tabla recogemos una muestra de 35 textos en los que se hace


referencia a asedios o intentos de asedio atestiguados en los textos de Mari.

Ciudad Ejército Máquinas y Año Textos


asaltante estructuras de
asedio
Hurara Ekallatum torre, ariete 17814 ARM 1 131
(LAPO 17 528)
Ninet/Nínive5 Ekallatum —— 17816 A.2728 (LAPO
17 515)
Kerhum Ekallatum torre 17807 ARM 1 135
(LAPO 17 529)
N/Lilimmar8 Ekallatum rampa 17809 ARM 1 4
(LAPO 17 480)
Makitānum10 Mari torre, ariete 178011 ARM 2 7
(LAPO 17 465)
Ṣuprum tribus nómadas torre, ariete 177612 ARM 5 2

3
Véanse LAPO 17, pp. 311ss. y Lion 1997.
4
Charpin / Ziegler 2003, 94 y 147.
5
Sobre la identificación entre Ninet y Nínive véase Durand 1987, 224.
6
Charpin / Ziegler 2003, 93 y 147.
7
Charpin / Ziegler 2003, 94 y 147.
8
Véase LAPO 17, p. 59 n. a sobre la lectura de dicho topónimo.
9
El asedio tuvo lugar en el marco del conflicto en Zalmaqum (LAPO 17, p. 35; Charpin /
Ziegler 2003, 103ss. y 147s.; Oliva 2008, 166ss.).
10
Sobre este topónimo véase LAPO 17, p. 40 n. b y 63.
11
La información está relacionada con el conflicto en Zalmaqum (LAPO 17, p. 40 n. b).

22
La guerra de asedio en el período paleobabilónico

(LAPO 17 533)
Dur-Yahdun- tropas —— 177213 ARM 26 121
Lim benjaminitas
Andarig Mari —— 177114 ARM 18 5
(LAPO 17 666)
Razama Andarig, rampa 176515 ARM 14 104+
Ešnunna, Elam (LAPO 17 548)
Razama Andarig, —— 1765 ARM 6 51
Ešnunna, Elam (LAPO 17 553)
Razama Andarig, —— 1765 ARM 6 52
Ešnunna, Elam (LAPO 17 552)
Razama Andarig, —— 1765 ARM 6 65
Ešnunna, Elam (LAPO 17 850)
Razama Andarig, —— 1765 ARM 27 132
Ešnunna, Elam
Razama Andarig, rampa 1765 ARM 27 133
Ešnunna, Elam
Razama Andarig, torre 1765 ARM 26 318
Ešnunna, Elam
Upi Elam rampa 176516 ARM 26 366
Hiritum Elam rampa, torres 176417 ARM 27 141
Hiritum Elam rampa, torres 1764 ARM 27 142
Hiritum Elam rampa, ariete, 176418 ARM 2 30+
hamānum
Hiritum Elam hamānum 1764 A.3669+
(Lacambre
1997, 446ss.)
Hiritum Elam —— 1764 ARM 26 384
Šitullum Elam, Ešnunna —— 176419 ARM 27 148
Ašihum Andarig —— 176420 ARM 26 405
Adallaya Andarig —— 176421 ARM 26 406
Adallaya Andarig rampa, torre 1764 ARM 26 407
Adme22 Ekallatum rampa, torre 176423 ARM 26 416

12
Charpin / Ziegler 2003, 139 y 154.
13
Charpin / Ziegler 2003, 194 n. 200.
14
Durand 1987b, 617; Charpin / Ziegler 2003, 200 n. 268 y 247.
15
Charpin / Ziegler 2003, 217 y 248.
16
ARM 26/2, pp. 159s.
17
Heimpel 2003, 103s.
18
Lacambre 1997, 432ss.
19
ARM 27, pp. 30s.; Charpin / Ziegler 2003, 225.
20
Charpin / Ziegler 2003, 233; Heimpel 2003, 117s.
21
Charpin / Ziegler 2003, 233; Heimpel 2003, 117s.
22
Sobre este topónimo véase Heimpel 2003, 126 n. 186.
23
ARM 26, p. 295.

23
Jordi Vidal

Kiyatan Ekallatum, —— 176324 ARM 26 424


Ešnunna
Kiyatan Ekallatum, —— 176325 ARM 26 520
Ešnunna
Kiyatan Ekallatum, —— 176326 ARM 26 521
Ešnunna
Asna27 Turuqueos —— 176328 ARM 2 42 =
ARM 26 518
(LAPO 17 599)
Larsa Babilonia, rampa 176329 ARM 26 378
Yamutbal
Larsa Babilonia, rampa, torres, 1763 ARM 26 383
Yamutbal arietes
Larsa Babilonia, —— 1763 ARM 27 156
Yamutbal
Ulayum Talhayum torre, ariete 1763(?)30 ARM 13 146
(LAPO 17 606)
Lazabat ? —— ?31 ARM 27 170

Tal y como se aprecia en la tabla, 18 de los 35 textos hacen referencia al uso


de máquinas y/o estructuras de asedio utilizadas en el asalto de las ciudades.
Los elementos mencionados de forma más reiterada son las rampas y las
torres de asedio (11 textos), seguidas de los arietes (6 textos) así como una
máquina no identificada denominada hamānum (2 textos).32
Teniendo en cuenta que todos los asedios mencionados tuvieron lugar en
un periodo muy corto de tiempo (1781-1763 a.n.e.), no es posible identificar
ningún tipo de evolución o cambio en el uso de las mencionadas máquinas y
estructuras.
Según se desprende de los datos recogidos en la tabla, existe una notable
homogeneidad en la guerra de asedio, ya que prácticamente todos los
ejércitos (Elam, Ekallatum, Mari, Babilonia, etc.) conocían y usaban
exactamente el mismo tipo de máquinas y estructuras. Probablemente, el
aspecto más destacable es el recogido en la carta ARM 5 2, relacionado con

24
ARM 26/2, p. 305; Charpin / Ziegler 2003, 235.
25
ARM 26/2, p. 475.
26
ARM 26/2, p. 475.
27
Sobre este topónimo véase LAPO 17, p. 260 n. a.
28
ARM 26/2, p. 474.
29
ARM 26/2, 148. Véanse también Anbar 1995, §65 y Heimpel 2003, 155s.
30
Para las dificultades en la datación de ese texto véase Charpin / Ziegler 2003, 230 n. 557.
31
ARM 27, p. 36.
32
Sobre esta máquina de asedio véase Lacambre 1997, 450 n. n: “Il semble qu’il devait s’agir
d’un engin de siège, mais son emploi précis reste pour l’instant difficile à determiner”. Véase
también LAPO 17, p. 296.

24
La guerra de asedio en el período paleobabilónico

el asedio de Ṣuprum (1776 a.n.e.) protagonizado por las tribus amorreas que
se rebelaron contra Yasmah-Addu de Mari.33 En dicha carta, Yasmah-Addu
le comentaba a su hermano Išme-Dagan que las tribus amorreas, quienes ya
habían atacado con éxito la localidad de Ṣuprum, disponían de una torre de
asedio y de un ariete. Ello significa que algunas tribus de la región, a las que
tradicionalmente se ha supuesto ajenas a las sutilezas y desarrollos propios
de la guerra compleja,34 en realidad conocían y practicaban la guerra de
asedio de igual modo que el resto de ejércitos ciudadanos de la época.

3. Máquinas y estructuras de asedio

En los siguientes apartados analizaremos cada una de las principales


máquinas y estructuras de asedio recogidas en la tabla anterior: rampas,
torres, arietes.

Rampas de asedio

La reiterada mención de las rampas en los distintos textos compilados


demuestra su importancia fundamental para poder llevar a cabo el asalto de
una ciudad amurallada. En este sentido conviene tener en cuenta que las
fortificaciones del periodo paleobabilónico a menudo incluían fosos35 y
glacis (véase figs. 1 y 2), unas estructuras defensivas que tenían como
principal objetivo impedir o, como mínimo, dificultar la aproximación de las
máquinas de asedio hasta los pies de las murallas de la ciudad.36 Es por ello
que la construcción de un rampa de asedio a menudo resultaba del todo
imprescindible para poder llevar a cabo el asalto con ciertas garantías.37
Sin embargo, y a pesar de su evidente importancia, la construcción de una
rampa de asedio era una tarea muy costosa, por la gran cantidad de trabajo
que requería,38 además de extraordinariamente peligrosa, debido a los
continuos esfuerzos por parte de los defensores que, obviamente, trataban de
impedir por todos los medios que los asaltantes concluyeran la tarea. Una
carta de Yaqqim-Addu, gobernador de Saggaratum, a Zimri-Lim de Mari
ofrece un muy buen ejemplo de esas dificultades a las que hacíamos

33
Véanse LAPO 17, pp. 126s. y Charpin / Ziegler 2003, 138ss. para un estudio acerca del
contexto histórico de la carta.
34
Sobre la práctica de la guerra en contextos no urbanos véase, por ejemplo, Vidal 2010.
35
Sobre los fosos en el Próximo Oriente Antiguo véanse, entre otros, Oredsson 2000 y Vidal /
Montero 2009, 208s.
36
Para una síntesis sobre la arquitectura militar del periodo véase Burke 2008.
37
Kern 1999, 19.
38
Véase Ephʿal 2009, 84s. n. 156 para una estimación del esfuerzo necesario para construir
una rampa de asedio.

25
Jordi Vidal

referencia. La carta describe con notable detalle el asedio de la ciudad de


Razama del 1765 a.n.e. por parte de los ejércitos de Andarig, Ešnunna y
Elam, liderados por el rey Atamrum. Un pasaje de la carta hace referencia
expresa al ataque llevado a cabo por los defensores de la ciudad contra los
soldados que estaban construyendo la rampa:39

(Atamrum) amontonó una rampa hacia la ciudad. El frente de la rampa alcanzó


la base de la muralla de la ciudad baja. Los ciudadanos hicieron un túnel en la
ciudad. Hicieron dos hoyos en el muro, a izquierda y derecha frente a la rampa.
Por la noche entraron en [aquel] túnel y, al amanecer, las tropas de la ciudad
[salier]on y mataron a la mitad de las tropas (de Atamrum). Cogieron sus
lanzas de bronce y sus escudos y los llevaron al interior de la ciudad. 40

En ocasiones, los esfuerzos de los defensores para evitar la construcción de


una rampa de asedio triunfaban, obligando a los asaltantes a abandonar
definitivamente la tarea. Eso es lo que sucedió, por ejemplo, durante el
asedio de la ciudad de Hiritum por parte de las tropas elamitas en el 1764
a.n.e.41 Ibal-Pi-El envió una carta a Zimri-Lim informándole que los
soldados de Babilonia apostados en el interior de la ciudad habían impedido
que los asaltantes lograran construir la rampa de asedio:

El enemigo (elamita), al ver que se habían realizado las disposiciones


pertinentes en la ciudad de Hiritum, intentó construir una rampa una vez, dos
veces, pero las tropas de mi señor lo bloquearon y no le permitieron construir
la rampa.42

Para tratar de superar las dificultades planteadas por los defensores, era una
práctica común que los ejércitos asaltantes trabajaran por la noche en la
construcción de las rampas para así tratar de reducir la efectividad del fuego
defensivo. Por otra parte también era frecuente que se procediera al
reclutamiento forzado de campesinos de zonas próximas a la ciudad asediada
para que trabajaran en la construcción de la rampa. De esta forma, los
atacantes evitaban exponerse ellos mismos al fuego procedente de las
murallas y obligaban a los defensores a disparar contra personas que
pertenecían a su misma comunidad.43

39
Véase Vidal 2009 para un análisis de la defensa agresiva practicada por los habitantes de
Razama.
40
ARM 14 104+ (Charpin 1993, 198ss. / LAPO 17 548): 25-33.
41
Véase Lacambre 1997.
42
ARM 2 30+ (Lacambre 1997, 440ss. / LAPO 17 581): 5-8.
43
Ephʿal 2009, 84ss. n. 156.

26
La guerra de asedio en el período paleobabilónico

Torres

La torre (gišdīmtum) es la máquina de asedio mencionada en más ocasiones


en los textos de Mari. Por desgracia, y pesar de su abundante presencia en la
documentación, es muy poco lo que sabemos tanto de sus características
como de su forma de empleo durante los asedios. Por analogía con las
representaciones de torres que se han conservado en la iconografía del
tercer44 y primer45 milenios a.n.e., las torres mencionadas en los textos de
Mari probablemente eran vehículos de una altura considerable, divididos en
varios compartimentos o pisos y provistos de ruedas para su transporte. El
texto de Mari ARM 28 152 es uno de los que más información nos aporta
acerca de las características de las torres paleobabilónicas. Así, en el
documento se mencionan dos torres de asedio con una altura de 5 qanûm.
Generalmente se considera que 1 qanûm = 3 m.46 Por lo tanto, las torres
mencionadas tendrían una altura de unos 15 m. Sin embargo, algunos
investigadores han apuntado la posibilidad de que en según el sistema de
medidas de Mari en realidad 1 qanûm equivaliera a 1.20 m.,47 por lo que
entonces las torres mencionadas en ARM 28 152 tendrían una altura de 6 m.
Kupper considera que éste es un tamaño mucho más realista teniendo en
cuenta tanto la altura media de las murallas a las que tenían que enfrentarse
las torres, como la capacidad de maniobra de un vehículo de esas
características.48
Sin embargo, tal y como veremos a continuación, la posibilidad de una
torre de 15 m. de altura no puede descartarse definitivamente. Por desgracia,
existen muy pocos datos acerca de la altura de las murallas, una altura que
obviamente condicionaba completamente el tamaño que debían tener las
torres de asedio. Únicamente un texto de Mari nos aporta información sobre
esta cuestión, al afirmar que la muralla de la ciudad de Saggaratum tenía una
altura de 3 qanûm,49 es decir, una altura de 3.60 o 9 m., en función del valor
que otorguemos a la medida qânum. Fuera ya de los textos de Mari,
conviene recordar la información registrada en una inscripción real del
monarca acadio Naram-Sin, donde se afirma que la muralla exterior de la
ciudad de Armanum tenía 10 m. de altura, la muralla de la ciudad baja 15 m.,
y la muralla de la acrópolis 20 m.50 Finalmente, en un texto paleobabilónico

44
Véase Nadali 2009, 44s.
45
Véase el Panel B-18, Salón del Trono, Palacio Noroccidental de Nimrud.
46
Powell 1987-1990.
47
Lafont 1992, 102s.
48
Kupper 1997, 128.
49
A.4192+.
50
RIME 2 Narām-Sîn E2.1.4.26. Véase Burke 2008, 60.

27
Jordi Vidal

se apunta que la muralla de la ciudad mesopotámica de Larsa tenía 15 m. de


alto por 1 m. de ancho.51
Por lo que se refiere a los datos estrictamente arqueológicos, las cifras
obtenidas son bastante similares. Así, el estudio de los fundamentos de
piedra de 10 m. de ancho de la muralla interior de Mari (datada en el periodo
Šakkannakku, a finales del tercer milenio a.n.e.) ha permitido calcular una
altura estimada de la muralla de unos 12 m.52 Asimismo, en la fortaleza de
Buhen, en la Baja Nubia, se han conservado los restos de la muralla interior,
con una altura máxima de 11 m.53
Teniendo en cuenta todos estos ejemplos, y sin olvidar que las torres de
asedio para ser útiles deben tener una altura igual o superior a la de las
murallas, entonces la existencia de torres de hasta 15 m. de alto no puede ser
en absoluto descartada.
En otro orden de cosas, el uso del determinativo giš confirma que las
torres estaban hechas de madera. Durante los asedios probablemente
funcionaban como escaleras acorazadas que facilitaban a los asaltantes el
acceso a la parte alta de las murallas. Para ello contaban con rampas de
Madera (hummudāyum) unidas a la torre mediante un sistema de cuerdas.54
Asimismo, las torres también funcionaban como plataformas elevadas de
tiro, desde las cuales los arqueros proporcionaban fuego de protección a los
zapadores y a los soldados encargados del uso de los arietes.55

Arietes

El uso de arietes (yašibum) ya está atestiguado en los textos de Ebla (c. 2300
a.n.e.), donde se mencionan bajo el logograma sumerio GUD.SI.DILI. 56 Sin
embargo, son los textos de Mari los que nos aportan una información más
explícita acerca de esta máquina de asedio durante la Edad del Bronce.57 Por
lo que se refiere a sus características físicas, sabemos que el cuerpo de los
arietes estaba hecho de madera de cedro, fresno o álamo, 58 con una punta de
bronce59 que podía alcanzar los 12 kg. de peso.60 No conocemos ninguna
descripción ni representación de cómo sería una de esas puntas mencionados
en los textos de Mari. En cualquier caso, su diseño forzosamente estaba

51
TCL 10 3.
52
Margueron 2004, 346.
53
Emery / Smith / Millard 1979, 4ss.
54
ARM 26/1, p. 212; Kupper 1997, 130; LAPO 17, pp. 297s.
55
Yadin 1963, 71; Burke 2008, 38.
56
Steinkeller 1987.
57
Kupper 1997.
58
ARM 6 63, ARM 27 8.
59
ARM 22 204+: col. iii l. 27' (Lacambre 1997, 95); Dossin 1970, 25 nº 7.
60
ARM 21 261: 4'-6'; Kupper 1997, 122; LAPO 17, p. 295.

28
La guerra de asedio en el período paleobabilónico

condicionado por las particulares características de las murallas del Próximo


Oriente, que solían ser de adobe. La mejor manera de lograr el colapso de
este tipo de muralla era consiguiendo que la punta del ariete penetrara en la
misma y, mediante movimientos oscilantes, pudiera abrir una brecha. El
simple golpeo contundente y reiterado con una cabeza de ariete de forma
redondeada, muy útil en el caso de murallas de piedra, resulta mucho menos
efectivo con las murallas de adobe, donde las propias características del
material constructivo dispersan la fuerza del impacto a lo largo de una gran
superficie, dificultando su colapso. De ahí que, teniendo en cuenta estas
consideraciones técnicas, lo más lógico resulte suponer que las puntas de los
arietes mencionadas en los textos de Mari fueran muy similares a una punta
de lanza de grandes dimensiones, diseñada precisamente para penetrar más
fácilmente en las murallas de adobe.
Por otra parte, la mención en un texto de dos curtidores relacionados con
un ariete61 sugiere que partes del mismo estaban hechas de cuero, tal vez con
el objetivo de proteger la estructura de madera. Finalmente, diversos
documentos hacen referencia a la aplicación de aceites y grasas animales
sobre los arietes, probablemente con el objetivo de facilitar sus
movimientos.62
Los arietes, al igual que las torres de asedio, eran cargados en barcazas
por piezas63 y posteriormente transportados mediante carros hasta el lugar
del asedio.64
A pesar de su reiterada mención en los textos, un único documento nos
informa acerca de la actuación de un ariete durante el asalto a una ciudad.
Así, en una carta de Yakun-Dagan a la reina Akatiya se afirma que un ariete
había logrado abrir una brecha considerable en la muralla de una ciudad de
la que desconocemos el nombre:

El ariete se ha acercado hasta la pared y ha derribado 6 qanûm de la muralla.


Esa construcción está en ruinas.65

Algunos arietes tenían nombre y podían llegar a convertirse en objetos de


culto, lo que constata la gran importancia que se concedía a esta máquina de
asedio en el Próximo Oriente Antiguo.66 Así, en una carta de Bahdi-Lim al
rey de Mari67 el emisor se refería a un ariete denominado ‘Haradan’,68 el cual

61
ARM 6 65.
62
ARM 7 16, ARM 7 63, ARM 7 69, ARM 21 141 (Sasson 1969, 33s.; Kupper 1997, 123).
63
ARM 18 17.
64
ARM 2 7, ARM 2 107.
65
ARM 10 171: 9-14.
66
Sasson 1969, 34; LAPO 16, p. 582 n. c; Kupper 1997, 124.
67
ARM 6 63.

29
Jordi Vidal

había sido depositado por orden del propio rey Zimri-Lim en un santuario
dedicado a la memoria de su padre. Desde luego, desconocemos los motivos
que llevaron a la elección de dicho ariete para su dedicación como objeto
votivo. Tal vez pudo ser un ariete que tuvo una participación decisiva a lo
largo de uno o más asedios,69 adquiriendo de esa forma un prestigio tal que
lo convirtió en objeto de culto. Sin embargo, tampoco puede descartarse que
se tratara en realidad de un ariete enemigo capturado que habría sido
depositado en un lugar sagrado en el contexto de un ritual de acción de
gracias por la victoria obtenida.
Con relativa frecuencia torres y arietes aparecen mencionados de forma
conjunta en los textos de Mari. Ello ha llevado a algunos autores a proponer
la posibilidad de que en realidad torre y ariete formaran una única máquina
compuesta.70 Sin embargo, diversas informaciones obligan a descartar dicha
posibilidad. Así, en varias ocasiones los textos hacen referencia a torres, en
plural, y a un único ariete,71 cuando lo lógico, en caso de que se tratara de
una única máquina, es que la correspondencia en el número de torres y
arietes fuera exacta.72 Por otra parte, los datos iconográficos también
contradicen esa opción de forma categórica. Así, en representaciones tanto
del Bronce Antiguo73 como de época neo-asiria74 se observa claramente
como torres y arietes actuaban como máquinas claramente diferenciadas
(véase figs. 3 y 4), lo que descarta de forma definitiva la hipótesis acerca de
la existencia de una única máquina compuesta.

4. Llenando los vacíos

Tal y como hemos visto antes, según los textos de Mari el ataque a una
ciudad generalmente implicaba la construcción de una rampa de asedio que
debía permitir a los asaltantes superar las barreras defensivas (foso, glacis) y
acceder a la parte alta de las murallas. Arietes y torres de asedio avanzaban a

68
El ariete tenía el nombre de un animal, harādum, “onagro, asno salvaje” (CAD Ḫ p. 88;
CDA p. 107; LAPO 17, p. 296. Véase también Militarev / Kogan 2005, 57: “In a number of
languages the present is reflected (also) with the derived meaning ‘catapult, kind of sieging
engine’”). La dedicación de un ariete en un santuario también está atestiguada en una
inscripción real asiria (RIMA 1, text A.0.75.8.) donde se informa que el rey Arik-dīn-ili
depositó un ariete en honor a Ištar.
69
Vidal 2011, 250.
70
ARM 21, pp. 348s.; LAPO 17, p. 295.
71
ARM 2 7, ARM 14 45, ARM 27 8.
72
Kupper 1997, 130. Véase Kupper 1997, 126s. y LAPO 17, pp. 294ss. para una discusión
sobre algunos términos posiblemente relacionados con máquinas de asedio (hammanum,
simmiltum, kalbānatum, etc.).
73
Nadali 2009.
74
Véase recientemente Gillmann 2011.

30
La guerra de asedio en el período paleobabilónico

través de dicha rampa con el objetivo final de permitir la entrada de los


asaltantes al interior de la ciudad asediada.
Sin embargo, 17 de los 35 textos que hemos resumido en la tabla anterior
no mencionan ni máquinas ni estructuras de asedio de ninguna clase. Por
supuesto, ese silencio puede deberse al tipo de fuentes disponibles. Así, no
debemos olvidar que el objetivo de las cartas en ningún caso era el de
ofrecer una crónica detallada de los asedios, donde se registrasen todos los
detalles relativos al tipo y número de máquinas implicadas en el asalto de
una ciudad, la táctica utilizada, el número de tropas participantes, etc. A
menudo, lo que nos proporcionan dichas cartas son registros muy vagos de
los asedios, mencionando simplemente algunos detalles de forma aleatoria,
sin ninguna pretensión de exactitud o exhaustividad. Una buena muestra de
ese azar de la información registrada se aprecia en los siete textos que hacen
referencia al asedio Razama. Allí dos textos mencionan la construcción de
una rampa, un texto menciona un ariete y cuatro textos simplemente no
mencionan la existencia o intervención de ninguna máquina o estructura de
asedio.75
No obstante, también es posible que en determinadas ocasiones, y por
motivos diversos (imposibilidad de transportar/utilizar las torres y/o los
arietes, de construir una rampa, etc.), el ataque a una ciudad se llevara a cabo
sin la intervención de máquinas o estructuras de asedio. Ello explicaría el
silencio de como mínimo algunos de los 17 textos en los que no se alude a
ninguno de esos elementos. En este sentido, esta posibilidad resulta
especialmente plausible en el caso de asedios como el de Kiyatan (1763
a.n.e.), mencionado hasta en tres textos distintos, sin que nunca se haga
referencia al empleo de torres y arietes o a la construcción de rampas.
En este caso, la pregunta que conviene plantear es cómo se procedía al
asalto de una ciudad sin la ayuda de esos elementos. Una posible respuesta
es que se emplearan escaleras (simmiltum) para acceder directamente a la
parte alta de las murallas. De hecho, el uso de escaleras durante los asedios
está perfectamente atestiguado en el Próximo Oriente tanto a nivel textual76
como iconográfico.77 Sin embargo, en los textos de Mari no existe ninguna
mención explícita a su uso durante el asalto de una ciudad. Con todo,
algunas cartas sí atestiguan el empleo de escaleras simmiltum en el
transcurso de acciones ofensivas. Un buen ejemplo de ello lo encontramos
en una carta de Altiš-qallu a Yasmah-Addu donde se hace referencia al uso
de una de esas escaleras durante el asalto a un granero:

75
Además, tal y como recuerda Durand, debe tenerse presente que las distintas cartas hacen
referencia a distintos momentos de los asedios (LAPO 17, pp. 296s.).
76
Véase, por ejemplo, las referencias en CAD S p. 275.
77
Sobre todo en relieves neo-asirios (véase Yadin 1963, 316s.).

31
Jordi Vidal

Mu-bal.saga se dirigió al granero junto con sus sirvientes y la gente. Tras tomar
la escalera simmiltum y la kalbānātum,78 asedió el granero y dijo a sus
sirvientes: “el primero que ataque el granero recibirá la harina” 79

Por otra parte, en una carta de Kibsi-Addu y los ancianos de Uruban y


Dunnum dirigida a Zimri-Lim, los primeros se quejaban de la falta de
escaleras simmiltum,80 lo que les estaba impidiendo llevar a cabo las
acciones militares planeadas:

Por lo que se refiere a las escaleras de asedio que Ibal-pi-El llevó hasta
Rapiqum, ellas están en Rapiqum. No hay en Rapiqum barcos que permitan
llevar (las escaleras de asedio) río arriba. No tenemos escaleras de asedio. 81

Los dos ejemplos anteriores confirman de forma suficiente el empleo de


escaleras de asedio por parte de los ejércitos paleobabilónicos del siglo
XVIII a.n.e. Por lo tanto, es posible que en aquellas ocasiones en que los
textos no se refieren al uso de arietes o torres ni a la construcción de rampas,
el asalto de la ciudad se hubiera llevado a cabo con escaleras.
Otra posible explicación, apuntada por Lacambre,82 para el silencio de los
textos es que el mismo escondiera la actuación de los zapadores. La
presencia de un cuerpo de zapadores (ṣāb tupšikkānim)83 dentro de los
ejércitos paleobabilónicos está bien atestiguada, por ejemplo, en una carta de
Yarim-Addu a Zimri-Lim relacionada con el asedio de la ciudad de Larsa:

(El sukkal de Elam le dijo a Hammurabi de Babilonia): “Tengo la intención de


marchar contra Larsa. Mobiliza a tus tropas de elite, a los zapadores y a tus
siervos, a los que vi en Ešnunna”.84

De hecho, el uso de zapadores en lugar de máquinas de asedio aparece


referido en una carta de Yamṣum a Zimri-Lim:

78
Una máquina de asedio desconocida (véase AHw p. 424: “Sturmleitern”; CAD K p. 67: “a
siege engine”; CDA p. 142: “a siege instrument”).
79
A.3935+ (Joannès 1992; LAPO 16 83): 40-45.
80
En esta carta el escriba utilizó el logograma KUN4 para aludir a las escaleras simmiltum.
81
ARM 26/2 503: 19-27.
82
Lacambre 2002, 19ss.
83
Para una discusión sobre los ṣāb tupšikkānim véase LAPO 17, p. 363: “La traduction
« troupes du génie » représente un assez bon équivalent de ṣâb tupšikkânim. Toute armée a
besoin, outre les combattants, de gens chargés de travaux divers. Cela explique pourquoi dans
les livraisons faites aux soldats on trouve couramment, à côté d’armes de combat
caractérisées, des utensiles qui sont clairement des outils et qu’il faut en distinguer”. Véase
también Stol 1995, 294.
84
ARM 26/2 362: 5-8.

32
La guerra de asedio en el período paleobabilónico

Las tropas n[o trajeron] la torre, pero las tropas vinieron con sus herramientas
para el asedio.85

Un texto paleobabilónico conservado en el Ashmolean Museum de Oxford


detalla cuáles eran esas herramientas de asedio utilizadas por los zapadores:

2 palas-marrum de cobre de dos minas de peso, 2 azuelas-ehzum de cobre de


2/3 de mina de peso para el asedio de Razama. 86

En realidad, este texto tiene mucha importancia dentro del tema que aquí
estamos discutiendo. Tal y como se afirma de forma explícita, dicho
documento hace referencia a una serie de herramientas destinadas al asedio
de la ciudad de Razama (1765 a.n.e.), asedio que, como veíamos, estaba
documentado en siete textos de Mari. Sin embargo, en ninguno de esos siete
textos se menciona la actuación de los zapadores, aunque nosotros, gracias al
texto del Ashmolean Museum, sabemos que los mismos sí estaban
participando en dicho asedio.
Es por ello que el habitual silencio de las fuentes de Mari respecto al
trabajo de los zapadores durante el asalto de una ciudad permite suponer que
como mínimo en algunos de aquellos 17 asedios para los que no se menciona
la utilización de ninguna estructura o maquinas de asedio, el asalto de la
ciudad dependía de la actuación de los zapadores, y de su capacidad para
abrir una brecha en la muralla que permitiera a la infantería acceder al
interior de la ciudad.
Una vez planteadas las distintas posibilidades la pregunta que queda por
responder es porqué los textos se refieren únicamente de forma esporádica o
directamente omiten la acción de los zapadores y el uso de escaleras de
asedio. En este sentido es probable que este fenómeno no se deba a su
participación marginal en los asedios sino todo lo contrario. Los autores de
las cartas no se referían ni a los zapadores ni a las escaleras precisamente
porque su presencia, actuación y uso durante un asedio era habitual y ya se
daba por descontada. Por el contrario, el empleo de torres y arietes o la
construcción de rampas eran elementos menos frecuentes y, precisamente, en
razón de esa excepcionalidad los autores de los textos estimaban necesario
informar de su presencia al receptor del mensaje, que de otra forma no sería
capaz de prever su uso.

85
ARM 26/2 328: 42-43.
86
OECT XIII 278 (Lacambre 2002, 19).

33
Jordi Vidal

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34
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35
Jordi Vidal

Fig. 1. Reconstrucción de las fortificaciones del tercer milenio de la ciudad de Terqa


(Buccellati / Kelly Buccellati 1983, 61)

Fig. 2. Reconstrucción de la muralla exterior de Mari en época paleobabilónica


(Margueron 2004, 447)

36
La guerra de asedio en el período paleobabilónico

Fig. 3. Impresión del sello Beydar 7 en el que aparecen representados un ariete y una
torre de asedio (Jans / Bretscheider 1998, 179, Beydar-7)

Fig. 4. Impresión del sello Louvre AO 27210 en el que aparecen representados un


ariete y una torre de asedio (Jans / Bretschneider 1998: Pl. V-Cat. 20).

37
Las razias de Aquiles y el asedio de Troya:
¿motivo épico o estrategia de guerra?
Marta Oller Guzmán
Universitat Autònoma de Barcelona

La Ilíada de Homero nos informa sobre algunos episodios de pillaje


protagonizados por Aquiles y otros héroes aqueos durante el asedio de
Troya. Estas razias, que siempre son rememoradas con orgullo por parte de
sus protagonistas, proporcionan botines cuantiosos al ejército aqueo en los
que destaca la presencia de mujeres cautivas; mujeres bellas, a menudo de
origen noble y, en algunos casos, hábiles en realizar trabajos artesanales. En
este artículo analizaremos los pasajes homéricos y la tradición posterior
sobre esas incursiones e intentaremos discernir si deben ser consideradas un
simple motivo épico, orientado a enaltecer el valor guerrero de los héroes, o
bien una transposición al plano épico de una verdadera estrategia de guerra.
Finalmente, contrastaremos los datos literarios con algunos testimonios
epigráficos del segundo milenio, procedentes de las tablillas micénicas y de
las cartas de la cancillería real hititas, de los que se deduce que los griegos
micénicos realizaron incursiones de pillaje y saqueo similares en el marco de
su expansión hacia el Mediterráneo oriental.
La guerra de Troya es un conflicto bélico en el que se enfrentan una
coalición de griegos, capitaneados por Agamenón, rey de Micenas, y la
ciudad de Troya y sus aliados. Según los Poemas Homéricos, el motivo
mítico que desencadena la guerra es el rapto de Helena, esposa del rey de
Esparta Menelao, por parte de Paris, príncipe de Troya, de modo que la
expedición bélica se justifica con el objetivo prioritario de rescatar a la reina
raptada y restituir el honor dañado a su esposo legítimo. No hay ningún
conflicto territorial que la motive y, de hecho, siempre queda clara la
voluntad de los aqueos de regresar a casa tan pronto como tomen Ilión y


Este trabajo ha sido realizado en el marco del Proyecto de Investigación “Interpretación de
los lemas de la segunda edición del Diccionario micénico a partir del análisis de los
testimonios griegos del II y I milenios a.C.” (FFI 2010-21460) y del Grupo de Investigación
2009 SGR 1030 “Institucions i mites a la Grècia antiga: Estudi diacrònic a partir de les fonts
gregues” (AGAUR).
Marta Oller Guzmán

recuperen a Helena.1 No obstante, ya desde los primeros cantos de La Ilíada


se deja claro que la campaña militar se prevé también como una fuente de
enriquecimiento del ejército aqueo mediante las actividades de pillaje2 y, de
hecho, el eventual saqueo de Troya se utiliza como reclamo para exhortar al
combate.3
En La Ilíada son muchas las referencias que encontramos al saqueo de
distintas localidades de la costa minorasiática, sobre todo al mencionar el
origen de las mujeres cautivas que los aqueos retienen en sus tiendas y que
fueron obtenidas como parte del botín. El principal protagonista de estos
saqueos es Aquiles – de donde le viene el epíteto de πτολίπορθος “destructor
de ciudades” – y él mismo se jacta de ser un guerrero con larga experiencia
en este tipo de actividades (9.328-329):

δώδεκα δὴ σὺν νηυσὶ πόλεις ἀλάπαξ᾿ ἀνθρώπων,


πεζὸς δ᾿ ἑνδεκά φημι κατὰ Τροίην ἐρίβωλον·
τάων ἐκ πασέων κειμήλια πολλὰ καὶ ἐσθλὰ
ἐξελόμην

Doce ciudades de hombres con mis naves he saqueado y, a pie, yo afirmo que
once alrededor de la fértil Troya. De todas ellas me llevé abundantes y
magníficos tesoros.

En total, Aquiles dice haber saqueado veintitrés ciudades, pero en La Ilíada


sólo se nombran seis: Esciros, Lesbos, Ténedos, Lirnesos, Pédasos y Teba.
En realidad, se trata de tres islas y tres localidades situadas en territorio
continental, lo que explicaría la distinción entre ciudades saqueadas “con las
naves” y “a pie”. El recuerdo de estos seis episodios de pillaje está muy
presente en todo el poema, sobre todo, como decíamos antes, en relación con
las mujeres cautivas que forman parte del botín. Vamos a hacer un repaso de
lo que sabemos de ellos:

1
Un buen ejemplo de ello se encuentra en las palabras que Néstor pronuncia para exhortar a
las tropas aqueas a proseguir el combate (Il. 2.354-356): τὼ μή τις πρὶν ἐπειγέσθω οἶκον δὲ
νέεσθαι | πρίν τινα πὰρ Τρώων ἀλόχῳ κατακοιμηθῆναι, | τίσασθαι δ' Ἑλένης ὁρμήματά τε
στοναχάς τε. “Por ello, que nadie tenga prisa por regresar a casa antes de haberse acostado
junto a la esposa de un troyano y de haber vengado la angustia y los lamentos de Helena.”
También son ilustrativos los términos del pacto entre troyanos y aqueos en Il. 3.281-289.
2
Así queda explícito al principio de la obra (Il. 1.127-129), cuando Aquiles pide a Agamenón
que devuelva a la joven Criseida sin recibir nada a cambio, puesto que después de la toma de
Troya los aqueos le compensarán con un botín hasta tres o cuatro veces mayor; o un poco más
adelante (Il. 2.226-228), cuando Tersites recuerda a Agamenón que su tienda está llena de
bronce y mujeres bien escogidas, obtenidas del saqueo de ciudades. Sobre la guerra como
fuente de riqueza, cf. Cantarella 1979, 196-198 y 2003, 108-109.
3
Agamenón, p.e., promete a Aquiles oro y bronce en gran cantidad y veinte mujeres troyanas
si logran tomar la ciudad (Il. 9.277).

40
Las razias de Aquiles y el asedio de Troya

1º. Esciros es una isla del Egeo situada en las Espóradas septentrionales,
al este de Eubea. En ella, Aquiles toma la fortaleza de Enieo y se lleva a Ifis,
la joven de “bella cintura” que entrega como concubina a Pátroclo (Il. 9.666-
668):

Πάτροκλος δ᾿ ἑτέρωθεν ἐλέξατο· πὰρ δ᾿ ἄρα καὶ τῷ


Ἶφις ἐύζωνος, τὴν οἱ πόρε δῖος Ἀχιλλεὺς
Σκῦρον ἑλὼν αἰπεῖαν, Ἐνυῆος πτολίεθρον.

Pátroclo se acostó al otro lado y junto a él también se acostó Ifis, de bella


cintura, la que el divino Aquiles le procuró tras la toma de la escarpada Esciros,
fortaleza de Enieo.

Esciros es un enclave importante en la biografía mítica de Aquiles, puesto


que ya desde época arcaica existen otras tradiciones4 que atestiguan el paso
del héroe por la isla: en un pasaje5 dudosamente atribuido a la Ilíada Menor
de Lesques (VII a.C.), Aquiles llegaba a Esciros de forma accidental,
forzado por una tempestad, y fondeaba en un “puerto de difícil acceso” al
que posteriormente llamarían Aquileo en su memoria; en los Cantos Ciprios6
de Estasino (finales del VI a.C.), Esciros era el escenario de la unión
amorosa entre Aquiles y Deidamía, la hija del rey Licomedes, cuyo fruto
sería Neoptólemo, el único hijo conocido del héroe aqueo, ya mencionado en
Homero.7
2º. Del saqueo de Lesbos, isla del Egeo situada frente a la Tróade, los
aqueos se llevaron un botín importante formado sobre todo por mujeres:
Agamenón promete a Aquiles proporcionarle siete lesbias de su botín

4
Roussel 1991, 123-141.
5
El pasaje se encuentra en un comentario a Il. 19.329 de Eustacio, arzobispo de Tesalónica (s.
XII d.C.), quien afirma lo siguiente (Van der Valk vol. 4, p. 339, l. 7-10): ὁ δὲ τὴν μικρὰν
Ἰλιάδα γράψας φησὶ τὸν Ἀχιλλέα ἐκ Τηλέφου τοῦ Μυσοῦ ἀναζευγνύντα προσορμισθῆναι
ἐκεῖ. γράφει γὰρ οὕτω (PEG 24) ‘Πηλείδην δ' Ἀχιλῆα φέρε Σκῦρόνδε θύελλα, ἔνθ' ὅ γ' ἐς
ἀργαλέον λιμέν' ἵκετο νυκτὸς ἐκείνης’ ἔστι δὲ ἡ Σκῦρος νῆσος πρὸς τῇ Εὐβοίᾳ, ἔχουσα
λιμένας Ἀχίλλειον καὶ Κρήσιον. “El autor de la Ilíada Menor cuenta que Aquiles, al volver
del encuentro con Télefo el misio, fondeó allí (i.e. en Esciros), pues dice así: ‘Al Pélida
Aquiles una tempestad le condujo hasta Esciros, donde arribó a un puerto de difícil acceso
aquella misma noche’. Esciros es una isla situada delante de Eubea que tiene los puertos de
Aquileo y Cresio.” Todavía hoy en el lado septentrional de istmo de Esciros hay una bahía
denominada Αχίλλι, pervivencia quizá del topónimo antiguo.
6
Según el resumen de Proclo, en los Cantos Ciprios se relataba lo siguiente: (PEG p. 41)
ἀποπλέουσι δὲ αὐτοῖς ἐκ τῆς Μυσίας χειμὼν ἐπιπίπτει καὶ διασκεδάννυνται. Ἀχιλλεὺς δὲ
Σκύρῳ προσσχὼν γαμεῖ τὴν Λυκομήδους θυγατέρα Δηϊδάμειαν. “Al zarpar de Misia, les
alcanza una tempestad y se dispersan. Aquiles atraca en Esciros y se casa con Deidamía, la
hija de Licomedes.”
7
En Il. 19.326, Aquiles se consuela de la muerte de Pátroclo al recordar que al menos su
querido hijo Neoptólemo crece, sano y salvo, en Esciros.

41
Marta Oller Guzmán

personal, que no sólo superan en belleza a todas las demás mujeres, sino que
además son habilidosas (Il. 9.128-130; 270-272):

Δώσω δ᾿ ἑπτὰ γυναῖκας ἀμύμονα ἔργα ἰδυίας,


Λεσβίδας, ἃς ὅτε Λέσβον ἐϋκτιμένην ἕλην αὐτὸς
ἐξελόμην, αἳ κάλλει ἐνίκων φῦλα γυναικῶν

Le daré siete mujeres lesbias hábiles en realizar trabajos irreprochables, a las


que escogí para mí, cuando él mismo (Aquiles) tomó Lesbos de bellas
construcciones, porque vencían en hermosura a todas las otras mujeres.

Algunas de estas mujeres lesbias salen del anonimato como, p.e., Diomede,
que comparte lecho con Aquiles (Il. 9.663-665):

αὐτὰρ Ἀχιλλεὺς εὗδε μυχῷ κλισίης εὐπήκτου·


τῷ δ᾿ ἄρα παρκατέλεκτο γυνή, τὴν Λεσβόθεν ἦγε,
Φόρβαντος θυγάτηρ Διομήδη καλλιπάρῃος·

Aquiles, sin embargo, dormía al fondo de la tienda bien ensamblada. Junto a él


yacía una mujer a la que trajo de Lesbos, la hija de Forbante, Diomede de
bellas mejillas.

Es interesante subrayar el hecho de que Diomede sea descrita no sólo por su


atractivo físico, como es habitual, sino también por su filiación: era hija de
Forbante, nombre de un noble local que algunas fuentes posteriores8
identifican como un rey de Lesbos.
El motivo del saqueo de Lesbos será retomado y desarrollado por la
literatura posterior hasta consolidarse como un episodio independiente y con
entidad propia dentro de la biografía de Aquiles: en los Sufrimientos de amor
de Partenio de Nicea (I a.C.) se describe la toma de Metimna, capital lesbia,
con la ayuda de Pisídice, la hija del rey, quien se enamora locamente del
Eácida y entrega la ciudad al ejército aqueo con la esperanza de convertirse
en la esposa del héroe, pero Aquiles, tras tomar la ciudad, ordena lapidarla.9

8
Dictys 2.16: Phorbanta, loci eius [i.e. Lesbi] regem. Sobre este pasaje volveremos más
adelante.
9
Parth. Erot. 21. Λέγεται δὲ καί, ὅτε Ἀχιλλεὺς πλέων τὰς προσεχεῖς τῇ ἠπείρῳ νήσους
ἐπόρθει, προσσχεῖν αὐτὸν Λέσβῳ. ἔνθα δὴ καθ' ἑκάστην τῶν πόλεων αὐτὸν ἐπιόντα
κεραΐζειν. ὡς δὲ οἱ Μήθυμναν οἰκοῦντες μάλα κρατερῶς ἀντεῖχον καὶ ἐν πολλῇ ἀμηχανίᾳ ἦν
διὰ τὸ μὴ δύνασθαι ἑλεῖν τὴν πόλιν, Πεισιδίκην τινὰ Μηθυμναίαν, τοῦ βασιλέως θυγατέρα,
θεασαμένην ἀπὸ τοῦ τείχους τὸν Ἀχιλλέα ἐρασθῆναι αὐτοῦ καὶ οὕτως τὴν τροφὸν
διαπεμψαμένην ὑπισχνεῖσθαι ἐγχειρίσειν αὐτῷ τὴν πόλιν, εἴγε μέλλοι αὐτὴν γυναῖκα ἕξειν. ὁ
δὲ τὸ μὲν παραυτίκα καθωμολογήσατο. ἐπεὶ μέντοι ἐγκρατὴς <τῆς> πόλεως ἐγένετο,
νεμεσήσας ἐπὶ τῷ δρασθέντι προὐτρέψατο τοὺς στρατιώτας καταλεῦσαι τὴν κόρην. “Sobre
Pisídice. Se dice también que, cuando Aquiles, navegando, se dedicaba a saquear las islas

42
Las razias de Aquiles y el asedio de Troya

El mismo autor recoge también el episodio de la muerte de Trambelo,10 hijo


de Telamón, que muere a manos de Aquiles cuando éste se dispone a partir
de la isla con el botín obtenido.
3º. De Ténedos, isla también situada enfrente de la Tróade, proviene
Hecamede, sirvienta de Néstor, uno de los guerreros griegos más veteranos,
apreciado por su valentía en el combate y por sus sabios consejos (11.624-
627):

τοῖσι δὲ τεῦχε κυκειῶ ἐϋπλόκαμος Ἑκαμήδη,


τὴν ἄρετ᾿ ἐκ Τενέδοιο γέρων, ὅτ᾿ ἔπερσεν Ἀχιλλεύς,
θυγατέρ᾿ Ἀρσινόου μεγαλήτορος, ἥν οἱ Ἀχαιοὶ
ἔξελον οὕνεκα βουλῇ ἀριστεύεσκεν ἁπάντων.

Les preparó la bebida Hecamede de bellos bucles, a la que el viejo Néstor tomó
de Ténedos, cuando Aquiles devastó la isla, la hija del valeroso Arsínoo; a ella
los aqueos la escogieron para Néstor porque vencía en juicio a todos los demás.

Como en el caso anterior, el pasaje recoge la filiación de Hecamede: era hija


de Arsínoo, otro noble local, quizás el rey.
En torno al saqueo de Ténedos, podemos ver un eco tardío en una ley
sagrada del santuario del héroe epónimo Tenes, y que consistía en la
prohibición de nombrar a Aquiles dentro del recinto sagrado por ser
considerado el asesino de Tenes.11 ¿Podría tratarse de una especie de tabú

situadas enfrente de la costa, se acercó a Lesbos y, una vez allí, iba devastando cada una de
las ciudades a las que llegaba. Pero, como los habitantes de Metimna se le resistieran con gran
firmeza y Aquiles se encontrara en una situación muy embarazosa al no poder tomar la
ciudad, Pisídice, una mujer de Metimna hija del rey, al ver a Aquiles desde lo alto de las
murallas, se enamoró de él. Así pues, Pisídice le mandó a su nodriza como mensajera y le
prometió entregarle la ciudad si aceptaba tomarla como esposa. Aquiles aceptó el acuerdo al
instante. Sin embargo, cuando se convirtió en amo de la ciudad, irritado por lo que se había
hecho, mandó a los soldados lapidar a la joven.” Sobre este episodio y su discutida autoría, cf.
Cuypers 2002-2003.
10
Parth. Erot. 26. Τράμβηλον δὲ οὐ πολὺ μετέπειτα τίσις ἐλάμβανεν ἐκ θεῶν. ἐπειδὴ γὰρ
Ἀχιλλεὺς ἐκ τῆς Λέσβου πολλὴν λείαν ἀποτεμόμενος ἤγαγεν, οὗτος ἐπαγομένων αὐτὸν τῶν
ἐγχωρίων βοηθὸν συνίσταται αὐτῷ. ἔνθα δὴ πληγεὶς εἰς τὰ στέρνα παραχρῆμα πίπτει.
ἀγάμενος δὲ τῆς ἀλκῆς αὐτὸν Ἀχιλλεὺς ἔτι ἔμπνουν ἀνέκρινεν, ὅστις τε ἦν καὶ ὁπόθεν. ἐπεὶ δὲ
ἔγνω παῖδα Τελαμῶνος ὄντα, πολλὰ κατοδυρόμενος ἐπὶ τῆς ἠϊόνος μέγα χῶμα ἔχωσε· τοῦτο
ἔτι νῦν ἡρῷον Τραμβήλου καλεῖται. “En cuanto a Trambelo, el castigo de los dioses no tardó
en alcanzarle, ya que, cuando Aquiles, tras haberse apoderado de un cuantioso botín, se
disponía a llevárselo de Lesbos, la gente del lugar hizo venir a Trambelo en su ayuda, y él se
enfrentó a Aquiles. Entonces, al recibir un golpe en el pecho, cayó al suelo al instante.
Aquiles, admirando su coraje, le preguntó, cuando todavía respiraba, quién era y de dónde
venía y, al saber que era hijo de Telamón, se lamentó profundamente y le erigió a la orilla del
mar un gran túmulo al que todavía hoy llaman Heroon de Trambelo.”
11
Plut. Quaest. Gr. 297 d-e. ’Τί δήποτε παρὰ Τενεδίοις εἰς τὸ τοῦ Τένου ἱερὸν οὐκ ἔξεστιν
αὐλητὴν εἰσελθεῖν οὐδ' Ἀχιλλέως ἐν τῷ ἱερῷ μνησθῆναι;’ [...] Ἀχιλλεῖ δὲ λέγεται τὴν μητέρα

43
Marta Oller Guzmán

cultual en torno al nombre del héroe aqueo? En cualquier caso, no es un


fenómeno exclusivo de esta zona, puesto que también en Epiro Aquiles era
designado en la lengua local con el sobrenombre de Ἄσπετος “Innombrable”
y recibía honores divinos.12
Teniendo en cuenta la localización de estas tres islas, es lícito preguntarse
si el saqueo de las mismas pudo haberse producido al principio de la
expedición, en el viaje del ejército aqueo de camino hacia Troya,13 pero los
pasajes no permiten dar una respuesta inequívoca, porque no es posible
situar con precisión estos episodios en el largo lapso de tiempo que
representa la guerra; en cualquier caso, son tres saqueos previos a la toma de
Ilión, que vienen a sumarse a tantos otros perpetrados por el ejército aqueo
por mar y en los que Aquiles tuvo un papel fundamental, como recuerda el
viejo Néstor (Od. 3.105-106) en su entrevista con Telémaco, años después
de regresar a su hogar:

ἠμὲν ὅσα ξὺν νηυσὶν ἐπ' ἠεροειδέα πόντον


πλαζόμενοι κατὰ ληΐδ', ὅπῃ ἄρξειεν Ἀχιλλεύς

¡Cuántas veces con nuestras naves por el mar brumoso fuimos errantes a por
botín a donde Aquiles nos guiase!

Pasemos ahora a las localidades minorasiáticas (Lirnesos, Pédasos y Teba),


todas situadas al sur de Troya, entre la montaña del Ida y la del Placos.

Θέτιν ἰσχυρῶς ἀπαγορεῦσαι μὴ ἀνελεῖν τὸν Τένην ὡς τιμώμενον ὑπ' Ἀπόλλωνος, καὶ
παρεγγυῆσαι ἑνὶ τῶν οἰκετῶν, ὅπως προσέχῃ καὶ ἀναμιμνήσκῃ, μὴ λάθῃ κτείνας ὁ Ἀχιλλεὺς
τὸν Τένην. ἐπεὶ δὲ τὴν Τένεδον κατατρέχων ἐδίωκε τὴν ἀδελφὴν τοῦ Τένου καλὴν οὖσαν,
ἀπαντήσας θ' ὁ Τένης ἠμύνετο πρὸ τῆς ἀδελφῆς, καὶ ἡ μὲν ἐξέφυγεν ὁ δὲ Τένης ἀνῃρέθη· ὁ δ'
Ἀχιλλεὺς πεσόντα γνωρίσας τὸν μὲν οἰκέτην ἀπέκτεινεν, ὅτι παρὼν οὐκ ἀνέμνησε· τὸν δὲ
Τένην ἔθαψεν, οὗ νῦν τὸ ἱερόν ἐστι, καὶ οὔτ' αὐλητὴς εἴσεισιν οὔτ' Ἀχιλλεὺς ὀνομάζεται.
“¿Por qué en Ténedos no está permitido a ningún flautista entrar en el santuario de Tenes ni
mencionar el nombre de Aquiles dentro del santuario? [...] En cuanto a Aquiles, dicen que su
madre Tetis le prohibió firmemente matar a Tenes puesto que era honrado por Apolo, y le
mandó a uno de sus sirvientes para que vigilara y recordara a Aquiles que no fuera a matar a
Tenes. Sin embargo, cuando, al desembarcar en Ténedos, Aquiles se puso a perseguir a la
hermana de Tenes, que era bonita, Tenes acudió en su ayuda y la defendió. Ella logró escapar
pero Tenes fue muerto. Aquiles, tras reconocer el cadáver, mató al sirviente porque, a pesar de
estar presente, no le había recordado la prohibición. Entonces enterró a Tenes en el lugar en el
que actualmente se encuentra el santuario y no puede entrar ningún flautista ni Aquiles ser
nombrado.”
12
Plut. Pyrrh. 1.3: ἐκ τούτου δὲ καὶ Ἀχιλλεὺς ἐν Ἠπείρῳ τιμὰς ἰσοθέους ἔσχεν, Ἄσπετος
ἐπιχωρίῳ φωνῇ προσαγορευόμενος. “Por ello también Aquiles recibe honores parecidos a los
divinos en el Epiro, aunque en la lengua del lugar se le llama Áspeto.”; Hsch. s.u. Ἄσπετος, ὁ
Ἀχιλλεὺς ἐν Ἠπείρῳ ὡς φησιν Ἀριστοτέλης ἐν Ὀπουντίων πολιτείᾳ. “Áspeto: Aquiles en
Epiro, tal y como dice Aristóteles en la Constitución de los Opuntios.”
13
Roussel 1991, 248-249.

44
Las razias de Aquiles y el asedio de Troya

4º. De Lirnesos proviene Briseida, la joven por quien Aquiles se enfrenta


a Agamenón y que encarna la ofensa contra el honor (γέρας) del Pelida (Il.
2.688-693):

κεῖτο γὰρ ἐν νήεσσι ποδάρκης δῖος Ἀχιλλεὺς


κούρης χωόμενος Βρισηΐδος ἠϋκόμοιο,
τὴν ἐκ Λυρνησσοῦ ἐξείλετο πολλὰ μογήσας
Λυρνησσὸν διαπορθήσας καὶ τείχεα Θήβης,
κὰδ δὲ Μύνητ᾿ ἔβαλεν καὶ Ἐπίστροφον ἐγχεσιμώρους,
υἱέας Εὐηνοῖο Σεληπιάδαο ἄνακτος·

El divino Aquiles de pies veloces yacía en la nave irritado a causa de la joven


Briseida de hermosa cabellera, a la que había tomado de Lirnesos cuando con
gran esfuerzo destruyó la ciudad y las murallas de Teba y desde lo alto alcanzó
a Mineto y a Epístrofo, hijos del rey Selepíada Eveno, famosos por su destreza
con la lanza.

Briseida es presentada como el motivo de la cólera de Aquiles y por ello su


figura aparece particularmente destacada a lo largo de la obra, pero hubo
otras mujeres lirnesias anónimas que sufrieron el mismo destino que ella, tal
y como Aquiles se encarga de recordar a Héctor (Il. 20.187-194):

ἔνθεν δ᾿ ἐς Λυρνησσὸν ὑπέκφυγες· αὐτὰρ ἐγὼ τὴν


πέρσα μεθορμηθεὶς σὺν Ἀθήνῃ καὶ Διὶ πατρί,
ληϊάδας δὲ γυναῖκας ἐλεύθερον ἦμαρ ἀπούρας
ἦγον·

Desde allí huiste hacia Lirnesos. Pero esta ciudad yo la destruí, tras perseguirte
con la ayuda de Atenea y del padre Zeus, y me llevé cautivas a las mujeres
quitándoles la libertad.

El saqueo de Lirnesos es recordado por la propia Briseida, quien se lamenta


por las múltiples desgracias que ha sufrido a lo largo de su vida: hija de
Brises, rey de Pédasos, se casa y se establece en Lirnesos donde presencia el
saqueo y la destrucción de la ciudad a manos de Aquiles (19.290-297):

ὥς μοι δέχεται κακὸν ἐκ κακοῦ αἰεί.


ἄνδρα μὲν ᾧ ἔδοσάν με πατὴρ καὶ πότνια μήτηρ
εἶδον πρὸ πτόλιος δεδαϊγμένον ὀξέϊ χαλκῷ,
τρεῖς τε κασιγνήτους, τούς μοι μία γείνατο μήτηρ,
κηδείους, οἳ πάντες ὀλέθριον ἦμαρ ἐπέσπον.
οὐδὲ μὲν οὐδέ μ᾿ ἔασκες, ὅτ᾿ ἄνδρ᾿ ἐμὸν ὠκὺς Ἀχιλλεὺς
ἔκτεινεν, πέρσεν δὲ πόλιν θείοιο Μύνητος,
κλαίειν,

45
Marta Oller Guzmán

Así a mí siempre me ocurre una desgracia detrás de otra. El hombre al que me


entregaron mi padre y mi venerable madre, lo vi desgarrado por el bronce
afilado ante mi ciudad, y a mis tres hermanos tan queridos, a los que mi misma
madre engendró, quienes se enfrentaron al día funesto. Pero a mí, ni siquiera
me dejaste llorar cuando el rápido Aquiles mató a mi esposo y destruyó la
ciudad del divino Mineto...

Este pasaje recoge de forma dramática cuál era el destino cruel que
aguardaba a los habitantes de las ciudades saqueadas por Aquiles y el
ejército aqueo: la muerte para los hombres y la esclavitud para las mujeres.
5º. La destrucción de Pédasos suele aparecer en estrecha relación con la
de Lirnesos, lo que lleva a suponer que se trataba de dos localidades muy
cercanas (Il. 20.89-92):

οὐ μὲν γὰρ νῦν πρῶτα ποδώκεος ἄντ᾿ Ἀχιλῆος


στήσομαι, ἀλλ᾿ ἤδη με καὶ ἄλλοτε δουρὶ φόβησεν
ἐξ Ἴδης, ὅτε βουσὶν ἐπήλυθεν ἡμετέρῃσι,
πέρσε δὲ Λυρνησσὸν καὶ Πήδασον·

Porque no será ahora la primera vez que me enfrente a Aquiles de pies ligeros,
sino que ya en otra ocasión me hizo huir con su lanza desde el Ida, cuando
atacó mis vacas y destruyó Lirnesos y Pédasos.

Del asedio de Pédasos Homero cuenta muy poco: no se menciona ningún


botín ni se desarrolla ningún episodio particular; sin embargo, en autores
posteriores encontramos algunos datos de interés: Dictis14 pone de relieve la
crudeza con que las tropas aqueas atacaron la ciudad y el suicidio de su rey
Brises. Eustacio,15 por su parte, recoge una tradición muy similar a la de
Metimna, a la que antes nos hemos referido, según la cual Aquiles logró
hacerse con la ciudad gracias a la traición de una joven pedasia, aquí
anónima, que se enamoró de él.

14
Dictys 2.16-17, sobre este pasaje volveremos más adelante.
15
El episodio está recogido en un comentario a Il. 6.21 (Van der Valk vol. 2, p. 237, l. 7-13):
Ἔστι δὲ καὶ ἄλλη Πήδασος Τρωϊκὴ ὀχυρωτάτη, ἡ πάλαι Μονηνία, ἧς ἐνταῦθα κατὰ τοὺς
ἀκριβεστέρους μεμνῆσθαι δοκεῖ ὁ ποιητής. ἣν πολιορκῶν Ἀχιλλεὺς καὶ δι' ὀχυρότητα μέλλων
ἄπρακτος ὑποχωρεῖν εἷλεν ἄλλως ἐκ προδοσίας. παρθένος γὰρ ἔσω τειχῶν οὖσα καὶ τοῦ
Ἀχιλλέως ἐρασθεῖσα ἐπέρριψε μῆλον, ἐν ᾧ ἔγραψε τάδε «μὴ σπεῦδ', Ἀχιλλεῦ, πρὶν Μονηνίαν
ἕλῃς. ὕδωρ γὰρ οὐκ ἔνεστι, διψῶσι κακῶς». ὁ δ' ἐπιμείνας εἷλε τὴν πόλιν σπανίζουσαν
ὕδατος. “Hay también otra Pédasos troyana muy bien fortificada, la antigua Monenia, de la
que el Poeta, según los más estrictos, parece acordarse aquí. Cuando Aquiles estaba asediando
la ciudad y se disponía a retirarse sin conseguirlo debido a las fortificaciones, logró tomarla
de otra manera mediante una traición. En efecto, una joven que estaba dentro de las murallas
y se había enamorado de Aquiles, le lanzó una manzana en la que había escrito esto: ‘No
tengas prisa, Aquiles, antes de tomar Monenia, porque no hay agua, sufren sed’. Él esperó y
tomó la ciudad gracias a la escasez de agua.”

46
Las razias de Aquiles y el asedio de Troya

6º. Un caso muy diferente es el de la ciudad de Teba, cuyo saqueo se


menciona en distintas ocasiones y en boca de diferentes personajes: Aquiles
lo recuerda al explicar el origen de Criseida (1.366-369):

ᾠχόμεθ᾿ ἐς Θήβην ἱερὴν πόλιν Ἠετίωνος,


τὴν δὲ διεπράθομέν τε καὶ ἤγομεν ἐνθάδε πάντα·
καὶ τὰ μὲν εὖ δάσσαντο μετὰ σφίσιν υἷες Ἀχαιῶν,
ἐκ δ᾿ ἕλον Ἀτρεΐδῃ Χρυσηΐδα καλλιπάρῃον.

Fuimos hasta Teba, ciudad sagrada de Eetión, la saqueamos y lo trajimos todo


hacia aquí; el botín lo repartieron adecuadamente entre ellos los hijos de los
aqueos y para el Atrida escogieron a Criseida de hermosas mejillas.

Criseida no es originaria de Teba, pero en el momento de su destrucción


estaba viviendo allí, de modo que sufrió la misma suerte que el resto de sus
habitantes. Criseida pasó a formar parte del botín de Agamenón hasta que
fue reclamada por su padre, el adivino Crises, y Agamenón se vio obligado a
devolverla, a pesar de que no quería porque Criseida le parecía una joven
llena de atractivos (1.111-115):

οὕνεκ᾿ ἐγὼ κούρης Χρυσηΐδος ἀγλά᾿ ἄποινα


οὐκ ἔθελον δέξασθαι, ἐπεὶ πολὺ βούλομαι αὐτὴν
οἴκοι ἔχειν· καὶ γάρ ῥα Κλυταιμνήστρης προβέβουλα
κουριδίης ἀλόχου, ἐπεὶ οὔ ἑθέν ἐστι χερείων,
οὐ δέμας οὐδὲ φυήν, οὔτ᾿ ἂρ φρένας οὔτέ τι ἔργα.

Por eso yo no quise aceptar el espléndido rescate por la joven Criseida, porque
deseo mucho tenerla en casa, pues la prefiero incluso a Clitemnestra, mi esposa
legítima, porque en nada le es inferior, ni en estatura ni en apariencia, ni en
inteligencia ni en ningún tipo de labor.

De este pasaje es interesante destacar la amplitud de los atributos de esta


joven, que comprenden una vez más belleza física, pero también habilidad
manual (ἔργα) e inteligencia (φρένας), un rasgo que no comparte con
ninguna otra mujer cautiva. La excepcionalidad de Criseida corrobora un
dato que se repite en varias ocasiones a lo largo del poema: el hecho de que
Agamenón, de acuerdo con su rango dentro del ejército aqueo, siempre
escoge la mejor parte del botín.16 Por otro lado, las palabras del Atrida dejan
entrever la complicada situación de estas jóvenes cautivas, quienes, privadas
de su libertad, se veían obligadas a servir a sus nuevos amos en todo lo que

16
Aquiles se lo reprocha amargamente justo antes de abandonar el combate (Il. 1.163-168) y
es un motivo que subyace claramente en su enfrentamiento por Briseida, cf. Taplin 1986, 19.

47
Marta Oller Guzmán

se les requiriera, rivalizando a veces en estima y consideración con las


esposas legítimas.17
Teba parece haber sido una ciudad muy rica y estrechamente relacionada
con Troya, tal como puede deducirse del matrimonio entre Héctor, príncipe
de Troya, y Andrómaca, hija de Eetión, rey de Teba. Es la propia
Andrómaca quien hace una de las descripciones más extensas del saqueo
total de Teba, la que fuera su ciudad natal (6.414-428):

ἤτοι γὰρ ðáôέñ᾿ ἁμὸν ἀπέκτανε δῖος Ἀχιλλεύς,


ἐκ δὲ πόλιν πέρσεν Κιλίκων εὖ ναιετάουσαν
Θήβην ὑψίπυλον· κατὰ δ᾿ ἔκτανεν Ἠετίωνα,
οὐδέ μιν ἐξενάριξε, σεβάσσατο γὰρ τό γε θυμῷ,
ἀλλ᾿ ἄρα μιν κατέκηε σὺν ἔντεσι δαιδαλέοισιν
ἠδ᾿ ἐπὶ σῆμ᾿ ἔχεεν· περὶ δὲ πτελέας ἐφύτευσαν
νύμφαι ὀρεστιάδες κοῦραι Διὸς αἰγιόχοιο.
οἳ δέ μοι ἑπτὰ κασίγνητοι ἔσαν ἐν μεγάροισιν
οἳ μὲν πάντες ἰῷ κίον ἤματι Ἄϊδος εἴσω·
πάντας γὰρ κατέπεφνε ποδάρκης δῖος Ἀχιλλεὺς
βουσὶν ἐπ᾿ εἰλιπόδεσσι καὶ ἀργεννῇς ὀΐεσσι.
μητέρα δ᾿, ἣ βασίλευεν ὑπὸ Πλάκῳ ὑληέσσῃ,
τὴν ἐπεὶ ἂρ δεῦρ᾿ ἤγαγ᾿ ἅμ᾿ ἄλλοισι κτεάτεσσιν,
ἂψ ὅ γε τὴν ἀπέλυσε λαβὼν ἀπερείσι᾿ ἄποινα,
πατρὸς δ᾿ ἐν μεγάροισι βάλ᾿ Ἄρτεμις ἰοχέαιρα.

Pues a mi padre lo mató el divino Aquiles y destruyó la ciudad bien poblada de


los cilicios, Teba de altas puertas. Mató a Eetión, pero no le despojó de sus
armas, porque sintió temeroso respeto18 en su corazón, sino que lo quemó
completamente con sus armas bien trabajadas y le alzó un túmulo. Y alrededor
plantaron olmos las ninfas de las montañas, hijas de Zeus portador de la égida.
Yo tenía siete hermanos en palacio y todos en el mismo día se fueron al Hades,
porque a todos les mató el divino Aquiles de pies ligeros, cuando estaban al
cuidado de las vacas de pasos retorcidos y de las blancas ovejas. A mi madre,
que reinaba al pie del Placos cubierto de bosques, después de haberla traido
hasta aquí junto con el resto del botín, él la liberó otra vez a cambio de un
rescate inmenso, pero en el palacio de su padre la alcanzó la flechadora
Ártemis.

Una vez más, se repite la escena de saqueo con el resultado de muerte para
los hombres y esclavitud para las mujeres, que son aquí claramente

17
Otro caso bien conocido es el de Andrómaca, protagonista de la tragedia homónima de
Eurípides, que, tras ser forzada a convertirse en concubina de Neoptólemo, ve peligrar su vida
y la de su hijo bastardo a manos de Hermíone, la esposa legítima.
18
Para la expresión σεβάσσατο γὰρ τό γε θυμῷ seguimos aquí la interpretación de Santiago
2011, 25.

48
Las razias de Aquiles y el asedio de Troya

equiparadas a los demás objetos del botín. En algunas ocasiones, un rescate


ofrecido por los familiares o amigos podía conseguir la liberación de alguna
cautiva,19 como en el caso de la madre de Andrómaca, pero no siempre se
llegaba a un acuerdo satisfactorio para ambas partes: ya hemos visto antes
que, en el caso de Criseida, Agamenón se negaba a devolverla a pesar del
espléndido rescate que su padre Crises le ofrecía.
Entre los demás objetos obtenidos del saqueo de Teba, hay tres que son
destacados: una forminge que tenía el travesaño de plata (9.185-188), un
excelente caballo llamado Pedas (16.152-154) y un bloque de hierro para
practicar el lanzamiento de disco (23.826-827). Todos estos objetos, que
forman parte del botín personal de Aquiles, son un testimonio más de la
riqueza de Teba y de la variedad de efectos de los cuales el ejército aqueo se
apodera mediante el pillaje.
Estas son las seis localidades cuyo saqueo es rememorado en La Ilíada,
pero todavía faltan diecisiete para llegar hasta las veintitrés mencionadas por
Aquiles.20 ¿Por qué sólo se nombran estas seis? ¿Debemos suponer que son
las más importantes? De ser así, ¿por qué son las más importantes: por el
beneficio reportado o por el interés estratégico? Todo ello son preguntas que
no encuentran respuesta en La Ilíada, donde estos episodios son claramente
motivos secundarios. Su importancia radica en la medida en que sirven como
marco referencial al tema principal de la obra – la cólera de Aquiles – y

19
En otras ocasiones los cautivos pueden ser vendidos como esclavos. Un caso muy
ilustrativo de este procedimiento se encuentra en la historia (Il. 21.34-119) de Licaón, uno de
los hijos de Príamo, que es apresado por Aquiles durante un ataque nocturno, conducido a las
naves aqueas y vendido en Lemnos al hijo de Jasón, Euneo, por el precio de cien bueyes. Más
tarde, un huésped de Euneo, Eetión de Imbros, lo compra por el triple del precio inicial y lo
manda a Arisbe, donde Licaón logra escapar y alcanzar de nuevo su patria. La suerte quiere
que tan sólo doce días después de su regreso Licaón vuelva a caer en manos de Aquiles. Sin
armas ni defensa posible, Licaón suplica a Aquiles que le perdone la vida en virtud de la
hospitalidad (ξενία) que ha quedado establecida entre ellos por el hecho de que Licaón
hubiera comido en su nave, pero en este momento Aquiles, que está cegado de rabia por la
muerte de Pátroclo, no tiene compasión y le atraviesa el cuello con su espada. Esta
rocambolesca historia podría estar fundada en la existencia de un tráfico de esclavos ya en
época micénica, como parece sugerir la lectura de dos tablillas en Lineal B de Cnosos que
recogen contratos de venta de esclavos, cf. Olivier 1987.
20
La lista de ciudades saqueadas por Aquiles es mencionada en distintos autores posteriores:
la lista más completa la encontramos en la Biblioteca del Pseudo-Apolodoro (Epit. 3.33
Frazer), quien enumera hasta diecisiete: αἱρεῖ δὲ καὶ Λέσβον καὶ Φώκαιαν, εἶτα Κολοφώνα
καὶ Σμύρναν καὶ Κλαζομενὰς καὶ Κύμην, μεθ᾿ ἃς Αἰγιαλὸν καὶ Τῆνον, [τὰς ἑκατὸν
καλουμένας πόλεις]· εἶτα ἑξῆς Ἀδραμύτιον καὶ Σίδην, εἶτα Ἔνδιον καὶ Λιναῖον καὶ Κολώνην.
αἱρεῖ δὲ καὶ Θῆβας τὰς Ὑποπλακίας καὶ Λυρνησσόν, ἔτι δὲ καὶ <Ἄντ>ανδρον καὶ ἄλλας
πολλὰς. “(Aquiles) toma Lesbos y Focea; luego, Colofón, Esmirna, Clazómenas y Cime,
después de las cuales Egíalo y Tenos, las llamadas Cien Ciudades; luego, seguidamente,
Adramiteo y Side; luego Endio, Lineo y Colone. Toma también Tebas Hipoplacia, Lirnesos y
además Antandro y otras muchas ciudades.” Otras listas en Roussel 1991, 247-252.

49
Marta Oller Guzmán

proporcionan verosimilitud a los hechos narrados, insertados en una larga


guerra de diez años durante los cuales se supone que han pasado otras
muchas cosas. Por otro lado, estos episodios de pillaje vienen a subrayar la
excelencia guerrera de algunos de los héroes aqueos – en particular la de
Aquiles, que es el principal actor de estas razias – y el botín obtenido es un
testimonio del rango y del reconocimiento público logrado en el combate.
Ahora bien, aunque el texto no lo dice de forma explícita, algunos pasajes
nos dejan intuir que estos episodios pudieron haber sido importantes –
incluso decisivos – a la hora de decantar la victoria del lado aqueo.
En efecto, cuando, al principio de La Ilíada, Agamenón se lamenta de las
dificultades con que se encuentran a la hora de tomar Troya, afirma lo
siguiente (2.129-133):

τόσσον ἐγώ φημι πλέας ἔμμεναι υἷας Ἀχαιῶν


Τρώων, οἳ ναίουσι κατὰ πτόλιν· ἀλλ᾿ ἐπίκουροι
πολλέων ἐκ πολίων ἐγχέσπαλοι ἄνδρες ἔασιν,
οἵ με μέγα πλάζουσι καὶ οὐκ εἰῶσ᾿ ἐθέλοντα
Ἰλίου ἐκπέρσαι εὖ ναιόμενον πτολίεθρον.

Tanto más numerosos yo afirmo que son los hijos de los aqueos que los
troyanos que habitan en la ciudad, pero sus aliados son hombres que blanden
lanzas procedentes de muchas ciudades, los cuales me desconciertan mucho y
no me permiten, a pesar de que lo deseo, destruir la ciudad bien poblada de
Ilión.

Según Agamenón, no son las imponentes murallas de Troya ni siquiera el


ejército troyano – menos numeroso que el aqueo – lo que les impide
conseguir la victoria, sino sus aliados, que vienen de muchas ciudades y
refuerzan constantemente las filas enemigas. Esta constatación vuelve a
darse en el catálogo de los troyanos (2.803-804):

πολλοὶ γὰρ κατὰ ἄστυ μέγα Πριάμου ἐπίκουροι,


ἄλλη δ᾿ ἄλλων γλῶσσα πολυσπερέων ἀνθρώπων·

Pues son muchos los aliados por la gran ciudad de Príamo y, de los hombres de
orígenes muy dispersos, unos tienen una lengua y otros, otra.

Entre estos aliados hay una representación de ciudades de la Tróade, de la


Propóntide y del Helesponto; hay pelasgos, tracios, cicones, peonios,
paflagones, halizones, misios, frigios, meonios, carios y licios. Una
abigarrada coalición de pueblos venidos con la intención de prestar auxilio a
los troyanos. En este contexto, resulta coherente interpretar los episodios de
saqueo protagonizados por el ejército aqueo no sólo como un medio de
procurarse honor y botín, sino también – y muy particularmente – como una

50
Las razias de Aquiles y el asedio de Troya

estrategia para debilitar las fuerzas troyanas eliminando aliados, reales y


potenciales. Esta es la interpretación que de las razias de Aquiles nos ofrece
un autor tardío, Dictis de Creta, en su Crónica de la Guerra de Troya21
(2.16-17):

16. Interim Achilles ministras et ueluti officinam belli proximas Troiae


ciuitates ratus sumptis aliquot nauibus Lesbum adgreditur ac sine ulla
difficultate eam capit et Phorbanta, loci eius regem, multa aduersum Graecos
hostiliter molitum interficit atque inde Diomedeam, filiam regis, cum magna
praeda abducit. dein Scyrum et Hierapolim, urbes refertas diuitiis, cunctis
suorum poscentibus ui magna adgressus paucis diebus sine ulla difficultate
excindit. ceterum, qua pergebat, agri referti iugi pace depraedati omnibusque
uexati neque quicquam, quod amicum Troianis uideretur, non euersum aut
uastatum relinqui. quis cognitis finitimi populi ultro ad eum cum pace
adcurrere ac, ne uastarentur agri, dimidio fructuum pacti dant fidem pacis
atque ab eo accipiunt. his actis Achilles ad exercitum regreditur magnam uim
gloriae atque praedae adportans. eodem tempore rex Scytharum cognito
aduentu nostrorum cum multis donis aduentabat.
17. Ceterum Achilles haud contentus eorum, quae gesserat, Cilicas
adgreditur, ibique Lyrnesum paucis diebus pugnando cepit. interfecto deinde
Eetione, qui his locis imperitabat, magnis opibus naues replet, abducens
Astynomen, Chrysi filiam, quae eo tempore regi denupta erat. propere inde
Pedasum expugnare occepit, Lelegum urbem, sed eorum rex Brises ubi
animaduertit in obsidendo saeuire nostros, ratus nulla ui prohiberi hostes aut
suos satis defendi posse, desperatione effugii salutisque attentis ceteris
aduersum hostes domum regressus laqueo interiit. neque multo post capta
ciuitas atque interfecti multi mortales et abducta filia regis Hippodamia.

Mientrastanto Aquiles, considerando que las ciudades próximas a Troya les


proporcionarían ayuda y serían como un taller de guerra, toma algunas naves,
ataca Lesbos y sin ninguna dificultad se apodera de la isla; mata a Forbante,
rey del lugar, que había actuado de forma especialmente hostil contra los
griegos, y después se lleva a Diomedea, hija del rey, junto con un cuantioso
botín. Más tarde, en respuesta a la petición de todos sus hombres, ataca con
gran ímpetu Esciros e Hierápolis, ciudades llenas de riquezas, y en pocos días,
sin ninguna dificultad, las devasta. Por otro lado, allá por donde pasaba, dejaba
los campos, en tiempos de paz repletos de yugos, saqueados y devastados por
todos, y cualquier cosa que parecía favorable a los troyanos era destruida y
arruinada. Al conocer lo que está pasando, los pueblos vecinos acuden a
Aquiles espontáneamente con un tratado de paz: a fin de que no les devaste los
campos, le dan garantía de no atacar, ofreciéndole la mitad de sus ganancias.
Aquiles acepta el trato y, hecho esto, regresa al ejército con gran honor y

21
De esta obra se conserva íntegra una versión en latín del s. IV, traducción de la obra
original en griego fechada a finales del s. II.

51
Marta Oller Guzmán

llevando un enorme botín. En aquel mismo momento, un rey escita, tras recibir
la noticia de nuestra llegada, se presentaba ante nosotros con muchos regalos.
Sin embargo, Aquiles, no contento con lo que había hecho, ataca Cilicia y
allí, en unos pocos días de lucha, toma Lirnesos. Después de haber matado a
Eetión, que reinaba en aquellos parajes, llena las naves de abundantes riquezas
y se lleva a Astínome, hija de Crises, que en aquel entonces estaba casada con
el rey. Rápidamente, desde allí empezó el asalto de Pédasos, ciudad de los
léleges. Pero su rey, Brises, cuando vio cómo nuestros hombres se ensañaban
en el asedio, pensando que ninguna fuerza podría repeler a los enemigos ni
defender suficientemente a los suyos, sin esperanza de huída ni de salvación,
mientras que los demás fijaban su atención en el enemigo, regresó al palacio y
se ahorcó. Al cabo de poco, tomaron la ciudad, mataron a muchos hombres y
se llevaron a la hija del rey, Hipodamía.

En este texto las razias de Aquiles se integran ya plenamente en una


estrategia militar aquea que busca evitar la llegada de nuevos aliados a Troya
y facilitar de esta manera su destrucción. En él se mencionan también
acuerdos de paz entre las tropas aqueas y las diferentes ciudades
minorasiáticas que, atemorizadas por la fuerza devastadora del ejército de
Aquiles, prefieren rendirse antes que ofrecer resistencia en vano, un dato del
que no he encontrado paralelos épicos y que parece una elaboración literaria
tardía, aunque inspirada quizá en episodios históricos bien conocidos.22
La interpretación de estos episodios de rapiña como parte de una
estrategia de guerra parece sugerir que en tiempos de Dictis se comprendía
mal su inclusión en el relato épico, de donde vendría el esfuerzo por darles
un nuevo significado, más racional y acorde con el comportamiento
esperable de un ejército en campaña. Lo curioso del caso es que a medida
que vamos conociendo con mayor exactitud el mundo griego de finales del
segundo milenio, disponemos de más testimonios que documentan prácticas
de saqueo muy similares a las atribuidas a Aquiles, pero en esta ocasión
indudablemente históricas, puesto que proceden de los archivos palaciegos
tanto del mundo micénico como del reino hitita.
En la serie A de las tablillas micénicas de Pilos se atestiguan grupos de
mujeres que son designados con etnónimos23 que evocan claramente islas y
ciudades de la costa minorasiática:24 hay mujeres lemnias (ra-mi-ni-ja

22
Así, p.e., la fama del potencial militar de Alejandro precedía la llegada de su ejército y
muchas ciudades se entregaban voluntariamente para evitar la toma por la fuerza y sus
terribles consecuencias.
23
Chadwick 1988, 78-84 y 91-92; estos etnónimos podrían indicar integración de poblaciones
extranjeras en el seno de la organización palacial micénica, Shelmerdine 1998, 294-296;
Santiago 2012.
24
La presencia de estas mujeres procedentes de Anatolia pudo haber propiciado la
introducción de un culto a la *Potnia Aswiya, es decir la Señora de Asia, en Pilos, cf. Morris
2001.

52
Las razias de Aquiles y el asedio de Troya

/Lāmniai/), quiotas (ki-si-wi-ja /Kswiai/), milesias (mi-ra-ti-ja /Milātiai/),


cnidias (ki-ni-di-ja /Knidiai/), lidias (a-*64-ja /Aswiai/) y quizá halicarnaseas
(ze-pu2-ra3 /Dzephurai/; de Ζεφυρία, nombre antiguo de Halicarnaso según
Strab. 14.2.16). Todos estos grupos de mujeres trabajan para el palacio junto
con sus hijos, pero no podemos saber cuál era su estatuto jurídico. Sólo en
tres casos esos grupos de mujeres son identificadas con el adjetivo ra-wi-ja-
ja, término que ha sido interpretado – no sin dudas – como *λαϝιαίαι
“cautivas de guerra”.25 Teniendo en cuenta el carácter administrativo de los
textos micénicos, cabe pensar que esta designación servía para identificarlas
claramente frente al resto de las mujeres trabajadoras, aunque no se aprecie
un trato distinto en cuanto a la asignación de raciones que el palacio les
proporcionaba a cambio de su trabajo.26
Otros27 han subrayado ya la gran similitud entre el adjetivo ra-wi-ja-ja y
el sintagma ληϊάδας δὲ γυναῖκας “mujeres cautivas” que en el pasaje de La
Ilíada antes mencionado sirve a Aquiles para designar al grupo de esclavas
procedentes de Lirnesos. A este caso se podría añadir también el de las
cautivas lesbias, “hábiles en realizar trabajos irreprochables”, o el de
Criseida, cuya excepcionalidad era mesurada por su destreza en la
realización de bellas labores y por su inteligencia; se trata de casos para los
que no hay un paralelo micénico exacto, si bien parecen remitir a un mismo
trasfondo histórico.
Junto a los testimonios micénicos, en los textos de la cancillería real hitita
también encontramos indicios de que los griegos micénicos realizaron
incursiones de saqueo en territorio perteneciente al imperio hitita: en la carta
de Madduwatta28 (r. Tudḫaliya I/II y Arnuwanda I, ca. 1450-1430 a.C.?29),
un rey hitita se dirige a un tal Madduwatta, un noble de una localidad
minorasiática desconocida, para reprocharle sus reiteradas traiciones. En un
lugar concreto le acusa de haber hecho incursiones en Alašiya (Chipre), un
territorio vasallo del reino hitita, y de llevarse prisioneros. Madduwatta
arguye que él no sabía que Alašiya era un territorio vasallo del reino hitita y
dice que esas incursiones también las hacían Attariššiya y el hombre de
Piggaya. Sabemos por esta misma carta que Attariššiya es el hombre de la
ciudad de Aḫḫiya, probablemente la primera mención de Acaia, es decir, de

25
Chadwick (1988, 92) opina que podría tratarse de mujeres procedentes de botín, cuya
identificación aquí no se opondría a mujeres libres, sino a otras mujeres esclavas, adquiridas o
de origen doméstico.
26
Santiago 2012.
27
Morris 2001, 424.
28
CTH 147 = T 24 Bernabé / Álvarez-Pedrosa 2004.
29
Sobre la datación de esta carta, cf. Güterbock 1983, 133-134; Bernabé / Álvarez-Pedrosa
2004, 22.

53
Marta Oller Guzmán

los aqueos en los textos hititas; estos aqueos ya habrían hecho incursiones en
Chipre y quizá también apresado cautivos a mitad del siglo XV a.C.
Un caso más interesante es el de Piyamaradu,30 un súbdito hitita de alto
rango que abandonó el tutelaje hitita y pasó al territorio gobernado por el
reino de Aḫḫiyawa, muy probablemente el de los griegos micénicos.31
Piyamaradu atacaba y saqueaba los territorios occidentales del Imperio de
Ḫatti con la protección del rey de Aḫḫiyawa, causando gran inestabilidad en
toda la región del litoral minorasiático durante décadas. Uno de los
testimonios más interesantes de estas razias se encuentra en la carta de
Ḫattušili III a Tawagalawa,32 rey de Aḫḫiyawa, en la que se mencionan hasta
siete mil cautivos, súbditos hititas, en manos de Piyamaradu.
Estos testimonios epigráficos conducen a pensar que tras las razias de
Aquiles podría ocultarse el recuerdo de antiguas prácticas de saqueo con que
los griegos del segundo milenio intentaron no sólo obtener recursos, sino
también debilitar el poder hitita y consolidar su presencia en Anatolia,33 hoy
por hoy confirmada por la arqueología en distintos enclaves minorasiáticos,
particularmente en Mileto.34 Quizás el sitio de Troya fue uno más de estos
episodios, magnificado con el paso del tiempo por la tradición épica oral y
definitivamente consagrado gracias a la obra de Homero.

30
Un estudio monográfico sobre este personaje en Heinhold-Krahmer 1983 y 1986; sobre las
acciones que se le atribuyen, cf. Bryce 2001, 278-283; Latacz 2003, 176-180; Bernabé /
Álvarez-Pedrosa 2004, 178-179 y 203-204.
31
Sobre esta cuestión seguimos la opinión de Bernabé / Álvarez-Pedrosa 2004, 309: “La
negativa por una parte de la afirmación (Aḫḫiyawa = griegos micénicos) obligaría a plantear
una alternativa total, en la que todas las piezas casaran de otra manera. A nuestro entender,
esta alternativa total no se ha ofrecido todavía, por lo que preferimos quedarnos con la idea de
que los Aḫḫiyawa son los griegos micénicos, que fueron éstos los que tomaron Troya, que las
menciones hititas de Truiša y Wiluša corresponden a Troya e Ilio y que las identificaciones de
nombres, como tales identificaciones de nombre (no de personajes!) son correctas.”
32
CTH 181 = T 71 Bernabé / Álvarez-Pedrosa 2004.
33
Cline (1997, 202-203) propuso relacionar algunos episodios épicos prehoméricos en torno a
expediciones aqueas en la costa minorasiática con un intento micénico de ayudar a la rebelión
de Aššuwa contra el imperio hitita alrededor del 1430 aC.
34
Schnapp-Gourbeillon 2002, 114-117.

54
Las razias de Aquiles y el asedio de Troya

Bibliografía

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56
Asedio e insularidad en la estrategia de Pericles
César Sierra Martín*
Universitat Autònoma de Barcelona

1. La isla de Pericles

En el marco de esta segunda jornada de historia militar dedicada a la guerra


de asedio me propongo abordar la estrategia de Pericles en la Guerra del
Peloponeso. En un contexto política y militarmente agitado, como fue el
siglo V a.C., las fuerzas atenienses llevaron a cabo multitud de asedios. En
especial, las primeras tres cuartas partes del siglo V a.C., que comprenden la
“Pentecontecia” y la guerra Arquidámica, desarrollaron en Atenas una
continua sensación de asediar y ser asediado.
Desde el punto de vista militar, la Guerra del Peloponeso fue un conflicto
entre dos potencias de naturaleza diametralmente opuesta. Por un lado,
Esparta era la potencia terrestre más preparada y eficiente de la Hélade
mientras que Atenas poseía la mayor flota. Así, mientras los persas
estuvieron en suelo griego, dicha diferencia redundaba en beneficio del
ejército heleno, como demostraron las victorias de Salamina y Platea (Hdt.
VII. 143 y IX. 46). Precisamente, en la narración de Heródoto comienza a
plantearse la diferencia de carácter entre Atenas y Esparta, ya que Esparta
era la potencia hoplítica liderada por el valeroso Leónidas mientras que
Atenas era la potencia naval, comandada por el taimado Temístocles.1 En el
fondo, se confrontaron dos valores morales castrenses: la aretê (valor)
espartana y la techné (técnica) ateniense.2 A buen seguro, los modelos que
planteó Heródoto resultan anacrónicos y reflejan el conflicto entre ambas
poleis hacia la mitad del siglo V a.C.3

* Proyecto RYC2010-05622.
1
Recientemente hemos señalado que las figuras de Leónidas y Temístocles en Heródoto,
responden a los modelos homéricos de Aquiles y Odiseo, respectivamente, encarnando las
superiores virtudes del pueblo heleno frente al mundo oriental (Sierra 2011, 85-87).
2
Strauss 2000, 316. Sobre la diferencia de carácter entre Atenas y Esparta véanse Connor
1984, 39-42 y Finley 1985, 150-151.
3
Blösel 2007 ha trabajado estas construcciones anacrónicas en Heródoto. En esta línea,
recordamos que las Historias de Heródoto se presentaron en el tercer cuarto del siglo V a.C.,
como sugieren Finley 1977, 21; Rösler 2002, 80 y Blösel 2007, 186. Sobre la novedad del
poder naval ateniense en el relato de Heródoto véase Luppino 2000, 26-28.
César Sierra Martín

Terminada la guerra contra Persia, la defensa y liberación de los estados


griegos de Asia menor, aún en poder de Jerjes, requería del concurso de la
flota. Por éste y otros motivos, Esparta abandonó el liderazgo de la
denominada Liga Helénica (VII. 172), cediendo el protagonismo a Atenas.4
Ciertamente, desde el arcontado de Temístocles alrededor del 493/2 a.C.,
Atenas había vuelto su mirada hacia el mar.5 En concreto, Temístocles
recomendó a los atenienses invertir los beneficios de las minas de plata de
Laurion en la construcción de una flota de guerra, doscientas naves según
Heródoto, para luchar contra la vecina y enemiga Egina6 (Hdt. VII. 144; Th.
I. 14. 3, Arist. Ath. 22; Plut. Them. 4). Sin duda, dicha medida constituyó la
salvación para los atenienses en la segunda guerra médica puesto que fue la
pieza clave de la conocida estrategia atribuida a Temístocles, según la cual,
los atenienses, jugándoselo todo a una carta abandonaron Atenas y se
refugiaron en Trezén y en la isla de Salamina, confiando en la victoria de su
flota7 (Hdt. VII. 143. 3). El abandono de la ciudad y su posterior destrucción
por Jerjes y Mardonio (Hdt. VIII. 50-53 y IX. 1), debió causar un profundo
impacto psicológico en Atenas, difícil de superar a corto plazo.8 El desastre
inicial y la milagrosa salvación gracias a la flota, pudieron inducir un cambio
de orientación definitivo de la política ateniense hacia el mar.
La mencionada política naval ateniense de la primera mitad del V a.C. ha
suscitado un gran debate en la historiografía que se remonta al siglo XIX.
Éste se centra en la importancia de las construcciones defensivas posteriores
a Salamina, como la fortificación del Pireo y los “muros largos”. Éstos
últimos, constituían un sistema de murallas que unían Atenas con el Pireo,9
advirtiéndose la necesidad de blindar la capital del Ática, cerrándola por vía
terrestre y abriéndola al mar. Dichos muros confiaban el futuro de Atenas a

4
Suceso que derivó en la formación de la Liga de Delos que, tradicionalmente, se asocia al
inicio del imperialismo ateniense. Véanse Grote 2009, 390-391; Meiggs 1972, 47-48; Powell
1988, 2; Plácido 1997, 11 y Foster 2009, 108. Recientemente hemos revisado el cariz
teleológico de este razonamiento debido a la dependencia de Tucídides como fuente,
interpretando que Atenas precisó varias décadas hasta adoptar una postura agresiva en política
exterior (Sierra, 2012a).
5
Fecha muy debatida y que se apoya en el testimonio de Tucídides (I. 93. 3). Véase
Constantakopoulou 2007, 139 n. 2.
6
Es la famosa ley naval de Temístocles que hizo de Atenas una potencia marítima a inicios
del V a. C. (Labarbe 1957, 21-51 y Meiggs 1972, 262-263).
7
Estudios recientes señalan que la estrategia constituye una exaltación del coraje y el
pundonor del pueblo ateniense durante la lucha contra Persia. Véanse Goušchin 1999, 170;
Blösel 2007, 195 y Sierra 2011, 80. También da cuenta de ello el famoso texto del s. IV a.C.,
referente al pséfisma de Temístocles de Trezén (ML 23, SEG XXX, 69), ordenando la
evacuación del Ática y que imita el decreto original del V a. C. Véase la traducción al
castellano y el comentario en Schrader 2006.
8
Sobre el estado de ánimo de la Atenas posterior a Salamina véase Goušchin 1999.
9
Que se convirtió en un municipio independiente (Raaflaub 2006, 406).

58
Asedio e insularidad en la estrategia de Pericles

la flota que ofrecía seguridad en esos momentos tan críticos. Siguiendo a


Tucídides (Th. I. 93), la historiografía suele situar a Temístocles como el
instigador inicial de esta política aunque, según nuestro parecer, la
construcción de los “muros largos” y la apuesta por la flota trascienden la
figura del estadista ateniense.10 En consecuencia, la estrategia marítima
debería desligarse de individualismos, bien sea Temístocles o Perícles, para
percibir la fuerza de ciertos grupos sociales con intereses marítimos. Dicho
razonamiento conecta, en parte, con el dato aportado por Diodoro (XI. 43.
3), según el cual, Temístocles convenció a sus conciudadanos para llevar a
cabo la fortificación de Atenas, incrementar la flota en veinte trirremes
anuales y eximir de impuestos a los metecos y artesanos con el objetivo de
atraer más actividad comercial a la ciudad. Así, detrás de la política de
fortificación terrestre y apertura marítima, podemos advertir un interés
superior, liderado por metecos, artesanos, comerciantes y otros sectores
ligados al mar los cuales, apoyándose en líderes como Temístocles y Pericles
y en la dramática experiencia de Salamina, consiguieron llevar a cabo el
proyecto de fortificación. Dicho de otra forma, ni Temístocles ni Pericles
consiguieron persuadir a sus ciudadanos únicamente con la retórica sino que
se apoyaban en fuerzas vivas de la ciudad y en el ambiente de temor y
crispación que en Atenas debía reinar tras Salamina, lo cual concuerda con el
entusiasmo y celeridad con el que se construyó la fortificación.11 Todavía
más, las sucesivas fases de construcción de los “muros largos” sobrevivieron
al ostracismo de Temístocles (circa 470 a. C.), terminándose en tiempos de
Cimón, rival político de Temístocles (Th. I. 107).12 Pese a lo que Tucídides
expone sobre el deterioro de las relaciones entre Atenas y Esparta a raíz de la
construcción de los “muros largos” (Th. 92; D. S. XI. 40. 2-3), lo cierto es
que, en época de Cimón, éstas fueron correctas hasta el 462 a.C.13

10
El punto de vista tucidídeo prevalece en autores recientes como Harrison 2006, 517;
Constantakopoulou 2007, 139; Rhodes 2007, 32-33, que atribuye la responsabilidad a
Pericles, y Taylor 2009, 34. Lo mismo se aprecia en la entrada “Themistokles” del Neue
Pauly (Kinzl 2002, 307).
11
Dichos sectores sociales se identifican especialmente en Busolt 1903, 51ss. Cornford 2009,
10 señala a Temístocles como artífice de la política pero indica que, detrás del mismo, había
una serie de intereses políticos y económicos. Beloch 1914, 149 habla incluso de un “partido
popular” liderado por Temístocles. Véanse también Grundy 1948, 179; de Romilly 1963, 232-
233 y Meiggs 1972, 265-266.
12
Este argumento tiene su apoyo literario en Andócides, Sobre la Paz 5 y Tucídides (I. 108).
Una discusión sobre las fases constructivas de los “muros largos”, con abundantes referencias
a los resultados arqueológicos, la tenemos en Goušchin 1999, 174-178. Por su parte, Gomme
1945, 261-266; Podlecki 1975, 179-183 y Lenardon 1978, 96-97 han comentado las diferentes
fuentes literarias que tratan la construcción de los “muros largos”. Sobre la rivalidad entre
Temístocles y Cimón véase Podlecki 1998, 35-45.
13
Véase, por ejemplo, Ste. Croix 1972, 169.

59
César Sierra Martín

El deterioro de las relaciones políticas entre Atenas y Esparta motivó la


caída en desgracia de Cimón a raíz del denominado “incidente de Itome”,
464 a.C., (Th. I. 102). Por estas fechas, sobrevino un gran terremoto en
Esparta que coincidió con una sublevación hilota y perieca en las localidades
mesenias de Turia y Etea, región tradicionalmente reluctante al dominio
espartano. Al no doblegar rápidamente a los sublevados atrincherados en el
monte Itome, los lacedemonios pidieron ayuda a sus aliados y, en especial, a
los atenienses, por el siguiente motivo:

μάλιστα δ᾽ αὐτοὺς ἐπεκαλέσαντο ὅτι τειχομαχεῖν ἐδόκουν δυνατοὶ εἶναι, τοῖς


δὲ πολιορκίας μακρᾶς καθεστηκυίας τούτου ἐνδεᾶ ἐφαίνετο: βίᾳ γὰρ ἂν εἷλον
τὸ χωρίον.

Recurrieron especialmente a los atenienses porque tenían fama de expertos en


dirigir el asalto de fortificaciones, pero, al alargarse el asedio, se hizo patente
su inferioridad respecto a esta fama; en caso contrario, hubieran tomado la
plaza al asalto.
Th. I. 102. 214

La tardanza de los atenienses provocó el recelo de los espartanos quienes


presumían una posible simpatía entre los demócratas atenienses y los
hilotas.15 Los espartanos finalmente despacharon a los atenienses,
provocando una tormenta política en Atenas que terminó con la carrera de
Cimón.16 El incidente de Itome no sólo apartó a Cimón de la política sino
que produjo el ascenso al poder de sus rivales políticos, Efialtes y Pericles,
protagonistas de la reforma del Areópago, 462 a.C., que recortaba las
prerrogativas aristocráticas en Atenas.17
Pero lo que aquí nos interesa es la pericia en materia de asedios (ἡ
πολιορκία) de los atenienses. Ciertamente, la trayectoria militar ateniense
durante la “Pentecontecia” abunda en actividad poliorcética, destacando los
asedios de Naxos, Tasos y la campaña en Eurimedonte. Las anteriores
campañas no los convertían en auténticos expertos pero sí a ojos de los
lacedemonios, acostumbrados a las batallas campales.18 En cualquier caso, la
fama de los atenienses se cimentaba en el asedio de islas y en rápidas

14
Texto griego en Thucydides. Historiae in two volumes, Oxford 1942. Traducción de Torres
Esbarranch 2000, 181.
15
Strauss 2000, 317 califica las tácticas navales atenienses de “democráticas” por el
protagonismo de ciertos grupos sociales en las mismas.
16
Meiggs 1972, 89.
17
No está claro el contenido y alcance de las reformas de Efialtes pero su impacto en la
sociedad ateniense puede seguirse en Esquilo, Eumenides 682-706, obra estrenada en 458 a.C.
Véase Podlecki 1966, 83-91; Wallace 1989, 93; Giuliani 2001, 84 y Sierra 2012a, 98.
18
A la batallas decisivas que decidían una guerra, no a una sucesión de asedios y escaramuzas
(Antela 2011, 142).

60
Asedio e insularidad en la estrategia de Pericles

campañas terrestres, llevadas a cabo por infantería de marina (ἐπιβάτης),


como en Eurimedonte (circa 469 a. C.), e Itome no era el terreno adecuado
para desplegar las habilidades atenienses. En este sentido, ni la técnica ni la
mentalidad acompañaban a unas tropas acostumbradas al bloqueo y no al
asalto o la ingeniería del asedio. Como ha señalado recientemente Ch.
Constantakopoulou, puede apreciarse el proceso mediante el cual la
mentalidad ateniense durante la “Pentecontecia” avanzaba hacia un concepto
isleño del territorio y la guerra.19 Éste tuvo su punto de partida en la
angustiosa situación de Salamina y Trezén y, hasta el incidente de Itome,
pasaron dieciséis años en los cuales Atenas encontró la seguridad y la
confianza en la guerra marítima. Sin duda, el mejor testimonio sobre la
madurez de esta idea nos lo ofrece el mismo Tucídides, en el supuesto
discurso de Pericles en favor de la guerra contra Esparta (Th. I. 140). Aquí,
para acabar de convencer a los indecisos, Pericles hizo una defensa cerrada
de los abundantes recursos económicos de Atenas y la potencia marítima
frente a Esparta, agrícola y pobre, sin capacidad de mantener una guerra por
mucho tiempo (Th. I. 141. 5). Pero en sus razonamientos afirmó lo siguiente:

μέγα γὰρ τὸ τῆς θαλάσσης κράτος. σκέψασθε δέ: εἰ γὰρ ἦμεν νησιῶται, τίνες
ἂν ἀληπτότεροι ἦσαν; καὶ νῦν χρὴ ὅτι ἐγγύτατα τούτου διανοηθέντας τὴν μὲν
γῆν καὶ οἰκίας ἀφεῖναι, τῆς δὲ θαλάσσης καὶ πόλεως φυλακὴν ἔχειν,

[…] el dominio del mar es verdaderamente importante. Reflexionad un


momento: si fuésemos isleños, ¿quiénes serían más inexpugnables? Pues bien,
es menester que nos atengamos lo más posible a esta idea y que, abandonando
la tierra y las casas, vigilemos el mar y la ciudad […]
Th. I. 143. 5

Este pasaje refleja los instantes previos al 431 a. C., mostrando la madurez
de un proceso que se inició en los primeros compases de la Liga de Delos
(477 a. C.). En sí misma, la estrategia de Pericles era congruente con los
precedentes militares inmediatos de Atenas aunque planteaba serios
conflictos de intereses entre sectores sociales ligados al mar, mencionados
anteriormente, y otros relacionados con la riqueza agrícola (la clase
hoplita).20

19
Constantakopoulou 2007, 138.
20
A la vista de la trayectoria ateniense no creemos extraña la propuesta de Pericles con líderes
conservadores como Tólmides y Cimón fuera de la escena política y esperando quizás una
victoria rápida (Ste. Croix 1972, 208) y un alcance menor de las invasiones lacedemonias del
Ática (Hornblower 1991, 230 contra Hanson 1998, 152, quién sostiene que el alcance de las
invasiones del Ática no fue excesivo). Sobre el conflicto de intereses véanse, por ejemplo,
Kagan 1969, 136-137; Westlake 1968, 32-33; Plácido 1997, 30 y Lee 2006, 498-499.

61
César Sierra Martín

Por tanto, nuestro objetivo consiste en repasar la estrategia militar


ateniense, tendente a una progresiva conceptualización de Atenas como una
isla, a través de los distintos asedios que protagonizaron desde la
“Pentecontecia” hasta la muerte de Pericles. En este sentido, veremos como
la experiencia ateniense en la Liga de Delos acercará cada vez más a la
capital del Ática hacia la estrategia de la “isla de Pericles”, cuya singularidad
le enfrentará también a nuevos problemas.

2. Avanzando hacia el concepto de isla: los asedios de Cimón

Como señalan repetidamente los expertos en historia militar, los griegos de


la época Clásica no poseían una pericia destacable en el arte de la
poliorcética, pues la mentalidad hoplítica no concebía el asedio como una
situación aceptable.21 Sin embargo, las fortificaciones podían alcanzar un
alto grado de sofisticación, como hemos podido comprobar.22 Por
consiguiente, los asedios se planificaban como un bloqueo, una maniobra de
desgaste cuyo éxito dependía de la anulación de la capacidad de
abastecimiento del enemigo.23 En esta línea, encontramos los primeros
asedios llevados a cabo por los atenienses contra estados isleños.
En la década posterior a Salamina, bajo el mando de Cimón, los
atenienses lideraron las acciones de la Liga de Delos, orientadas a liberar las
poleis griegas en poder de los persas. Siguiendo a Tucídides (I. 98),
encontramos a Cimón asediando y tomando Eyón, polis en la
desembocadura del Estrimón, hacia 476 a.C. Las fuerzas de Eyón, bajo el
gobierno del persa Boges, resistieron hasta la extenuación.24

ὡς δ᾽ οὐδὲν ἔτι φορβῆς ἐνῆν ἐν τῷ τείχεϊ, συννήσας πυρὴν μεγάλην ἔσφαξε τὰ


τέκνα καὶ τὴν γυναῖκα καὶ τὰς παλλακὰς καὶ τοὺς οἰκέτας καὶ ἔπειτα ἐσέβαλε
ἐς τὸ πῦρ, μετὰ δὲ ταῦτα τὸν χρυσὸν ἅπαντα τὸν ἐκ τοῦ ἄστεος καὶ τὸν
ἄργυρον ἔσπειρε ἀπὸ τοῦ τείχεος ἐς τὸν Στρυμόνα, ποιήσας δὲ ταῦτα ἑωυτὸν

21
Garlan 1972, 119; 1985, 251 y 1991, 66-70. Sage 1996, 107 advierte de la incongruencia
entre mentalidad hoplítica y asedio. Véanse también Hanson 1998, xiii; Lee 2006, 497 y
Wheeler-Strauss 2007, 223-224. Sobre los cambios que sobrevinieron a dicha mentalidad
durante la Guerra del Peloponeso véase Wheeler-Strauss 2007, 202.
22
Garlan 1985, 245-246. El autor destaca la escasez de fuentes literarias en materia
poliorcética para los periodos anteriores a la época helenística.
23
Esta situación no siempre implicaba un correcto abastecimiento de las fuerzas sitiadoras,
que normalmente se hacía por vía marítima (Lee 2006, 494). Sobre los detalles técnicos del
asedio marítimo ateniense véase Wheeler-Strauss 2007, 239.
24
Gomme 1945, 281 destaca que Tucídides no menciona un fallido intento de fundar Enea
Hodoi, el precedente de Amfípolis. Sobre la fecha del suceso véanse Smart 1967; Hornblower
1991, 149 y Rhodes 1992, 42, quien relaciona esta campaña y la de Esciros con el interés
común de la Liga de Delos.

62
Asedio e insularidad en la estrategia de Pericles

ἐσέβαλε ἐς τὸ πῦρ. οὕτω μὲν οὗτος δικαίως αἰνέεται ἔτι καὶ ἐς τόδε ὑπὸ
Περσέων.

Y, una vez que en la plaza ya no quedaba nada que llevarse a la boca, mandó
erigir una gran pira y degolló a sus hijos, a su esposa, a sus concubinas y a sus
servidores, arrojándolos acto seguido al fuego. Posteriormente, desde lo alto de
la muralla, esparció por el Estrimón todo el oro y toda la plata que había en la
ciudad; hecho lo cual, se arrojó al fuego. De ahí que, todavía en la actualidad,
Boges sea alabado con toda justicia por los persas.
Hdt. VII. 107. 225

El pasaje nos recuerda el final de otros desgarradores asedios como el de


Numancia en las Guerras Celtibéricas (s. III-II a.C.), descrito en detalle por
Apiano (Historia de los romanos. Sobre Iberia 96-97). Al margen de las
figuras literarias que contiene el relato, advertimos que el asedio consistió en
un bloqueo o incomunicación y que la plaza no se tomó al asalto. Las fuerzas
atenienses y aliadas, una vez ganada la primera escaramuza, cercaron a su
oponente con el mar a sus espaldas y esperaron a que se le agotasen los
recursos. Esta técnica poseía un alto valor añadido para los atenienses y
aliados isleños pues no perdían muchas vidas humanas y podían abastecerse
de víveres y hombres por mar sin ningún tipo de riesgo.26 Al año siguiente,
475 a.C., atenienses y aliados dirigieron sus intereses contra la isla de
Esciros (noroeste de Eubea), habitada por lo dólopes, famosos por dedicarse
a la piratería27 (Plut. Cim. 8, 3-6 y Thes. 36, 1-2). Tras fundar una colonia en
la isla de Esciros, Tucídides señala que atenienses y aliados atacaron Caristo,
polis meridional de la isla de Eubea, que había colaborado con los persas28
(Hdt. VIII. 66. 2). Aunque Tucídides no menciona los motivos del ataque a
Caristo podemos entender que su privilegiado emplazamiento en la ruta
marítima Atenas-Helesponto, pudo constituir el motivo de la expedición. Sea
como fuere, Caristo fue obligada a ingresar en la Liga de Delos merced a un
acuerdo que puso fin al conflicto, no obstante, no tenemos noticias de cómo
se desarrolló la campaña.
Nuevamente una isla, Naxos, la mayor de las Cícladas, se convierte en el
objetivo de los intereses atenienses (Th. I. 98. 4). Alrededor del 469 a.C., los
naxios quisieron apartarse de la Liga de Delos y Atenas, para que no se
25
Texto griego en Herodotus, with an English translation, Cambridge 1920. Traducción de
Schrader 1985, 146-147.
26
Sin embargo, los gastos económicos era cuantiosos, como puede verse en el caso de Potidea
(Th. II. 70. 2).
27
La campaña de Esciros también fue recordada por la recuperación de los restos de Teseo,
acto de autoafirmación ateniense tras el desastre de la invasión persa vid. Goušchin 1999 y
Sierra, en prensa, a.
28
En la primera guerra médica luchó contra la expedición persa y por ello fue saqueada (Hdt.
VI. 99. 2) y en la segunda guerra médica decidió no oponer resistencia.

63
César Sierra Martín

convirtiera en un mal ejemplo, envió a la flota que sitió la isla.29 El asedio de


Naxos consistió de nuevo en un bloqueo, como parece desprenderse de
Aristófanes (Avispas 353), que terminó con la adhesión forzosa a la Liga de
Delos. Seguidamente, Tucídides relata la gran batalla naval y terrestre contra
los persas en Eurimedonte (Th. I. 100-101), donde Cimón se consagró como
líder militar y se desvaneció la amenaza persa, muy presente durante las
primeras décadas tras Salamina.30 Siguiendo el camino de los naxios, la isla
de Tasos decidió abandonar la Liga por un desacuerdo comercial con Atenas
y por una disputa en la explotación de las minas de oro tracias (frente a
Tasos).31 Atenas envió nuevamente a la flota, derrotando a los tasios (465-
464 a.C.), que fueron sitiados en su isla (Th. I. 100. 2). Los tasios, apurados
por la situación, decidieron pedir ayuda a Esparta, el contrapeso de Atenas
en aquellos momentos, pero el inoportuno terremoto que anteriormente
comentábamos impidió el socorro espartano.32 El episodio terminó como
sigue:

πρὸς μὲν οὖν τοὺς ἐν Ἰθώμῃ πόλεμος καθειστήκει Λακεδαιμονίοις, Θάσιοι δὲ


τρίτῳ ἔτει πολιορκούμενοι ὡμολόγησαν Ἀθηναίοις τεῖχός τε καθελόντες καὶ
ναῦς παραδόντες, χρήματά τε ὅσα ἔδει ἀποδοῦναι αὐτίκα ταξάμενοι καὶ τὸ
λοιπὸν φέρειν, τήν τε ἤπειρον καὶ τὸ μέταλλον ἀφέντες.

Así, mientras la guerra enfrentaba a los lacedemonios con los sublevados de


Itome, los tasios, al tercer año del asedio, llegaron a un acuerdo con los
atenienses por el que desmantelaban las fortificaciones y entregaban las naves,
les era fijado el dinero que debían pagar en el acto y el tributo para el futuro, y

29
El episodio naxio constituye toda una dislocación en la historia de la “Pentecontecia”. Su
cronología es problemática debido a los diferencias en los relatos de Tucídides y Diodoro
(véanse Milton 1979; Unz 1986 y Badian 1993, 76-77). Tampoco están claros los motivos que
impulsaron a los naxios a tomar esta decisión, véanse algunas hipótesis en Finley 1984, 63;
Rhodes 1992, 43, y nuestra opinión en Sierra 2012a, 96 y 2012b, 185. A la sazón, Tucídides
comenta que, tras el ostracismo de Temístocles, éste recaló en Naxos mientras huía de sus
perseguidores (Th. I. 137), lo cual nos parece un recurso literario que refleja una metáfora
sobre la realidad política, como hemos defendido recientemente (Sierra 2012b, 187-188).
30
Véanse los detalles de la operación en Busolt 1897, 145-151 y Beloch 1914, 147. La
pérdida de influencia del imperio persa en el Egeo puede consultarse en Kagan 1969, 46-47;
Ste. Croix 1972, 175; Rhodes 1992, 43 y, recientemente, Tritle 2010, 7.
31
Sobre la influencia económica de Tasos en la desembocadura del Estrimón véase
Loukopoulou 2004, 854. La similitud entre los episodios de Naxos y Tasos ha sido abordada
por Musti 1989, 337.
32
Esparta estaba ocupada en sus asuntos internos, lo que nos devuelve a la diferencia de
carácter entre ambas poleis, protagonistas de la Guerra del Peloponeso. Mientras Atenas podía
hacer frente a varios conflictos (Eurimedonte y Tasos, y más adelante, Mégara, Egina y
Egipto), Esparta se centraba en uno solo (Connor 1984, 46). En esta situación cruzada, Tasos
e Itome, debemos situar el comienzo del deterioro en las relaciones diplomáticas entre Atenas
y Esparta (Powel 1988, 35-36).

64
Asedio e insularidad en la estrategia de Pericles

renunciaban al continente y a las minas.


Th. I. 101. 3

El final de la campaña de Tasos exige una reflexión por nuestra parte sobre
los sucesos que se han descrito hasta ahora. Según nuestra impresión, las
primeras campañas de Cimón muestran la consolidación de la confianza
ateniense en su poder naval. Precisamente, el choque contra Tasos advirtió a
los atenienses de los riesgos de tratar con aliados activos en este campo y por
esto resultaba importante la entrega de naves y la destrucción de
fortificaciones. En otras palabras, Atenas desarmó a los tasios y los
incorporó a la Liga de Delos como un estado sin poder real, como debió
suceder con Esciros, Caristo y Naxos.33 Por tanto, ante el motivo aparente
del desencuentro económico entre Tasos y Atenas, el resultado del conflicto
fue el control marítimo del Egeo septentrional. En esta progresión: Eyón,
Esciros, Caristo, Naxos, Eurimedonte y Tasos, apreciamos el avance y
maduración del concepto con el que abríamos la presente discusión, es decir,
“la isla de Pericles”. Paradójicamente, este concepto no fue desarrollado ni
por Pericles ni por Temístocles sino por el conservador Cimón, dejando
patente que el proyecto abarcaba mucho más que los tres o cuatro nombres
propios que hemos mencionado.34 En cierto modo, los asedios a los que
hemos aludido, muestran también dicho proceso, pues éstos consistían en
bloquear al enemigo, en aislarlo como si de una isla se tratara. Por el
contrario, ni en Tucídides ni en Diodoro, advertimos el despliegue en dichos
asedios de maquinaria poliorcética, de tácticas de asedio complejas o de
algún otro ingenio sino que, simplemente, se encomendaban a la paciencia y
prueba de ello lo tenemos en los tres años que duró el asedio de Tasos. En
síntesis, la política exterior ateniense, tendía paulatinamente hacia la
consecución de un objetivo, ser la primera de las isla griegas.

3. De Cimón a Pericles: el idilio isleño

El episodio de Tasos pudo constituir una inyección de moral y confianza en


la supremacía marítima ateniense y un baldón para las esperanzas de

33
Cuya contribución económica contribuirá al engrandecimiento de la flota ateniense. Sobre
qué estados contribuían a la Liga de Delos con naves (estados militarmente activos) y cuáles
lo hacían mediante un impuesto (phoros) véase Meiggs 1972, 58-59.
34
El buen funcionamiento de la política marítima se percibe en la trierarquía, contribución
económica de la clase dominante ateniense para el flete de una nave de guerra, que da cuenta
de la relación entre las elites y el imperio. La idea se encuentra magníficamente trabajada en
Plácido 1997, 32-33 frente a Gabrielsen 2007, 255, que interpreta las acciones bélicas
atenienses durante la “Pentecontecia” como algo exclusivamente público, malinterpretando el
evergetismo, que unía lo público y lo privado.

65
César Sierra Martín

autonomía de los aliados en la Liga de Delos35 (D. S. XI. 4). Volviendo a


Itome, apreciamos como los asedios tampoco eran el punto fuerte del
ejército espartano pues, tras diez años de asedio (Th. I. 103 y D. S. XI 64. 4),
los sublevados abandonaron el monte merced a un pacto que les obligaba a
abandonar el Peloponeso. Los atenienses rápidamente se convirtieron en
protectores de esta comunidad exiliada, instalándolos en Naupacto, en la
entrada al Golfo de Corinto, plaza estratégica para el control marítimo del
mar Jónico36 (Th. I. 103. 3 y Paus. IV. 15).
Con el Egeo septentrional asegurado, Atenas dirigió su mirada a casa,
concretamente al Golfo Sarónico. Las luchas en esta zona evidencian el
grado de alarma de los aliados navales de Esparta, Corinto, Egina, Mégara y
Epidauro entre otros, ante el avance del poderío ateniense. Aprovechando un
conflicto fronterizo entre Mégara y Corinto, políticamente ambos próximos a
Esparta, la primera decidió dar un giro a su política, aliándose con Atenas
(Th. I. 103. 4). Los atenienses ocuparon el asty (la ciudad) de Mégara y sus
puertos, en Pegas y Nisea, construyendo unos “muros largos” a imagen de
los atenienses. No resulta difícil advertir que esta medida beneficiaba más a
Atenas que a Mégara y ponía las cosas muy difíciles a los corintios, sin
influencia naval en el Golfo Sarónico. De esta forma los atenienses
exportaron un modelo defensivo de hacer la guerra que creían infalible para
una potencia marítima, esto es, la transformación física en una isla.
A partir de aquí, las acciones bélicas atenienses continuaron en tres
frentes: por un lado contra Egina, isla entre Atenas y Mégara, por otro contra
Epidauro y Corinto y, finalmente, apoyando la revuelta de Inarom en
Egipto37 (Th. I. 104-107). En el ámbito griego, Atenas venció a corintios y
epidaurios en Cecrifilia, acto seguido inició las hostilidades contra su antigua
rival comercial, Egina, venciendo y apresando sesenta naves eginetas tras lo
cual, sitiaron la ciudad.38 En esta situación, se produjo un suceso importante
para percibir el grado de confianza ateniense en su estrategia centrada en las
fortificaciones de Mégara y la anulación de Egina:

35
Los aliados comenzaban a ver cada vez más lejos al enemigo persa y más cerca al “amigo”
ateniense. En general, sobre la impopularidad del imperio ateniense véase el clásico de Quinn
1964. Por otro lado, Atenas tenía hambre de conquistas, que eran la salida a su tormentosa
política interna. Según sabemos por Plutarco, Cimón, tras el asedio de Tasos, fue acusado por
el joven Pericles de haber aceptado un soborno de los macedonios para no invadir su territorio
(Plut. Cim. 11. 2). Véanse Cawkwell 1997, 61 y Tritle 2010, 7.
36
Freitag 1996, 78.
37
Sobre esta revuelta véanse Gomme 1945, 305-307; Meiggs 1972, 92 y Hornblower 1991,
163ss.
38
Recordemos la importancia de anular las fuerzas navales del enemigo, como el caso tasio y
naxio.

66
Asedio e insularidad en la estrategia de Pericles

ἔπειτα Πελοποννήσιοι ἀμύνειν βουλόμενοι Αἰγινήταις ἐς μὲν τὴν Αἴγιναν


τριακοσίους ὁπλίτας πρότερον Κορινθίων καὶ Ἐπιδαυρίων ἐπικούρους
διεβίβασαν, τὰ δὲ ἄκρα τῆς Γερανείας κατέλαβον καὶ ἐς τὴν Μεγαρίδα
κατέβησαν Κορίνθιοι μετὰ τῶν ξυμμάχων, νομίζοντες ἀδυνάτους ἔσεσθαι
Ἀθηναίους βοηθεῖν τοῖς Μεγαρεῦσιν ἔν τε Αἰγίνῃ ἀπούσης στρατιᾶς πολλῆς
καὶ ἐν Αἰγύπτῳ: ἢν δὲ καὶ βοηθῶσιν, ἀπ᾽ Αἰγίνης ἀναστήσεσθαι αὐτούς. οἱ δὲ
Ἀθηναῖοι τὸ μὲν πρὸς Αἰγίνῃ στράτευμα οὐκ ἐκίνησαν, τῶν δ᾽ ἐκ τῆς πόλεως
ὑπολοίπων οἵ τε πρεσβύτατοι καὶ οἱ νεώτατοι ἀφικνοῦνται ἐς τὰ Μέγαρα
Μυρωνίδου στρατηγοῦντος. οἱ δὲ Ἀθηναῖοι τὸ μὲν πρὸς Αἰγίνῃ στράτευμα οὐκ
ἐκίνησαν, τῶν δ᾽ ἐκ τῆς πόλεως ὑπολοίπων οἵ τε πρεσβύτατοι καὶ οἱ νεώτατοι
ἀφικνοῦνται ἐς τὰ Μέγαρα Μυρωνίδου στρατηγοῦντος.

Luego los peloponesios, queriendo ayudar a los eginetas, hicieron pasar a


Egina trescientos hoplitas que antes habían combatido como tropas auxiliares
de los corintios y los epidaurios; mientras tanto, los corintios ocuparon las
alturas de la Gerania y bajaron al territorio de Mégara, creyendo que los
atenienses no estarían en condiciones de socorrer a los megareos al estar
ausente gran aparte de su ejército en Egina y Egipto; o que, si los socorrían,
tendrían que retirarse de Egina. Los atenienses, sin embargo, no movieron el
ejército de Egina, sino que los más veteranos y los más jóvenes de entre las
fuerzas que quedaban en la ciudad acudieron a Mégara bajo el mando de
Mirónides.
Th. I. 105. 3-5

El control de Egina y la influencia conseguida en Mégara, dieron la llave a


Atenas de sus aguas circundantes. En este proceso, resulta interesante
apreciar como el territorio de Mégara (chora) no entraba en los planes de
defensa ateniense, ahora que la ciudad (asty) y sus puertos estaban
asegurados, mediante los nuevos “muros largos”. Por este motivo enviaron
las tropas de reserva, es decir, veteranos y jóvenes, quienes, junto a los
megarenses, se bastaban para plantar cara a los corintios. Mientras tanto, una
vez apresadas las naves eginetas, el objetivo era reducir a la población, lo
cual sucedió finalmente en el primer año de la Guerra del Peloponeso (Th. II.
26).
En este punto, debemos introducir una breve reflexión en torno a la
eficacia de los asedios atenienses ya que, como apreciamos en el pasaje, los
corintios lograron enviar un contingente de trescientos hoplitas a la ciudad
de Egina, mostrando la ineficacia de dichos bloqueos, basados en la presión
psicológica que supone la presencia del enemigo en el territorio. Así, la
experiencia que se puede extraer del anterior episodio es que la política
marítima ateniense, tendente a la insularidad, se mostraba como un modelo

67
César Sierra Martín

exitoso y los asedios, anteriormente evitados en el ideario militar griego, se


convertían en la pieza clave del imperio ateniense.39
Seguidamente nos detendremos en otro suceso de este laboratorio
ateniense que fue la “Pentecontecia”. Antes del comienzo de la Guerra del
Peloponeso se produjo un nuevo desencuentro en Potidea, antigua colonia
corintia.40 Según Tucídides, el conflicto sobrevino por un recelo ateniense al
presuponer que los de Potidea podían entenderse con su antigua
metrópolis.41 Bajo esta premisa, los atenienses ordenaron demoler las
murallas por la parte orientada hacia el norte (que cerraba el istmo), entregar
rehenes como fianza y no recibir a los demiurgos corintios42 (Th. I. 56. 2).
Como era de esperar, Potidea se sublevó, con apoyo espartano, junto a otros
calcídeos43 (Th. I 58. 2). A instancias del rey macedonio Perdicas, los
potideos se prepararon para la guerra con Atenas, mostrando un elevado
conocimiento de las tácticas militares atenienses:

καὶ Περδίκκας πείθει Χαλκιδέας τὰς ἐπὶ θαλάσσῃ πόλεις ἐκλιπόντας καὶ
καταβαλόντας ἀνοικίσασθαι ἐς Ὄλυνθον μίαν τε πόλιν ταύτην ἰσχυρὰν
ποιήσασθαι: τοῖς τ᾽ ἐκλιποῦσι τούτοις τῆς ἑαυτοῦ γῆς τῆς Μυγδονίας περὶ τὴν
Βόλβην λίμνην ἔδωκε νέμεσθαι, ἕως ἂν ὁ πρὸς Ἀθηναίους πόλεμος ᾖ. καὶ οἱ
μὲν ἀνῳκίζοντό τε καθαιροῦντες τὰς πόλεις καὶ ἐς πόλεμον παρεσκευάζοντο:

Perdicas, por su parte, indujo a los calcideos a abandonar y destruir sus


ciudades de la costa para ir a establecerse tierra adentro, en Olinto, y fortificar
esta única ciudad. Y a estos pueblos que abandonaban sus ciudades les
concedió para que las cultivasen, mientras durara la guerra contra los
atenienses, tierras de su territorio de Migdonia, en torno al lago Bolbe. Fueron,
pues, a establecerse en el interior, destruyendo sus ciudades, y se prepararon
para la guerra.
Th. I. 58. 2

39
Nuevamente en Tucídides (I. 107. 4-5), vemos que este proceso no contentaba a todos los
atenienses pues algunos conspiraban para que los espartanos pusieran fin a la política
marítima. Como señalábamos anteriormente, tras la “la isla de Pericles” estaban una serie de
sectores sociales con intereses marítimos.
40
Potidea era una polis tributaria de la Liga de Delos, situada en el estrecho de Palene, en la
península Calcídica. Véase Flensted-Jensen 2004, 813.
41
Según Diodoro (XII. 34) los corintios instigaron a su antigua colonia a la sublevación
contra Atenas. De Romilly 1963, 21 y Meiggs 1972, 202 destacan el escaso interés que
muestra Tucídides por un suceso muy relevante para la época.
42
Gomme 1945, 200 señala la importancia estratégica de la península Calcídica para el
control de la costa de Tracia. Por otro lado, sobre la operación preventiva de Atenas y su
relación con los sucesos previos acaecidos en Corcira véase Hornblower 1991, 97-99.
43
Todo ello pese a que Cimón, de vuelta de su ostracismo alrededor del 451 a.C., había
firmado una tregua de cinco años con Esparta, según indican un gran número de fuentes
literarias (Th. I. 112; D. S. XI. 86; Andócides, Sobre la paz con los espartanos [3], 3-5;
Aristófanes Acar. 187-190; Plut. Cim. 18. 1).

68
Asedio e insularidad en la estrategia de Pericles

Bajo nuestro punto de vista, los preparativos para la guerra que indica
Tucídides se asemejan más bien a disposiciones para vivir asediados. Dicho
de otra forma, los potideatas renunciaron a la confrontación con Atenas y
buscaron la seguridad tierra adentro, como si se protegieran de un ataque
pirata. No se hizo esperar el ataque ateniense contra la Macedonia de
Perdicas y los sublevados de Potidea, con tres mil hoplitas al mando de
Calias que pusieron sitio a Pidna. Tras un pacto de mutua conveniencia con
Perdicas, los tres mil hoplitas, setenta naves y varios centenares de aliados
de la zona se dirigieron hacia Potidea, que había sido reforzada con
voluntarios corintios al mando de Aristeo. Tras diversas maniobras se
entabló batalla entre atenienses y aliados frente a potideatas y aliados con
victoria de los primeros.44 Los derrotados se refugiaron en Potidea y los
atenienses se dedicaron a construir murallas, envolviendo la ciudad y
transformándola en una isla. Nuevamente, el bloqueo no resultó efectivo y
gran parte de los habitantes lograron escapar por mar, dejando únicamente
los efectivos imprescindibles para la defensa de Potidea. El anterior suceso
nos acerca a la gran problemática de los asedios en esta época y de la
estrategia de insularidad promovida por Pericles, esto es, la masificación de
seres humanos en un espacio reducido y los consiguientes problemas
higiénicos que de ello derivan.

4. Lo que Pericles no imaginó: la peste en Atenas y los problemas de


vivir asediado

Los inicios de la Guerra del Peloponeso y la aplicación de la estrategia de


Pericles, con la que iniciábamos el presente trabajo, trajo consigo la
evacuación de la población del Ática detrás de los “muros largos”, en un
proceso que Tucídides compara con el mítico sinecismo ático de Teseo45
(Th. II. 15). Sin duda alguna, la evacuación de la población rural del Ática
comportaba un grave conflicto social en Atenas.46 Por un lado, un sector
importante de la población debía abandonar sus posesiones ante la inminente
invasión espartana y, por otra parte, Atenas veía peligrosamente

44
En esta batalla destacaron Alcibíades y Sócrates (Platón Cármides 153 a-c, Banquete 220d-
e).
45
Plácido 2009, 113 señala que el denominado sinecismo de Teseo es una simplificación de
un proceso complejo de unificación del Ática. Sobre el simbolismo de Teseo en época de
Pericles véase Walker 1995, 64-66.
46
La dinámica militar durante la Guerra Arquidámica pasó por una invasión anual espartana
del Ática, mientras los atenienses se refugiaban en los “muros largos”, contestada por razzias
navales atenienses por el Peloponeso, coincidiendo con las previsiones de Pericles (Garlan
1991, 63 y Lewis 1992, 381).

69
César Sierra Martín

incrementada su población en poco tiempo.47 De esta manera, la idílica


situación que planteaba Pericles (Th. I. 143. 5), pronto se convirtió en
irritación por el saqueo espartano de los campos áticos, mientras las tropas
atenienses permanecían inactivas tras las murallas. Bajo esta dinámica, en el
segundo año de guerra, sobrevino la famosa “peste de Atenas”, que
Tucídides describe magistralmente48 (Th. II. 47-54). La epidemia supuso un
tremendo golpe moral para Atenas, que no estaba preparada físicamente para
albergar tanta población, y la utópica “isla de Pericles” se topaba con la
cruda realidad. El mismo Tucídides sufrió personalmente la enfermedad y
señaló al hacinamiento como un factor psicológico que minaba la resistencia
de los atenienses contra la enfermedad:

ἐπίεσε δ᾽ αὐτοὺς μᾶλλον πρὸς τῷ ὑπάρχοντι πόνῳ καὶ ἡ ξυγκομιδὴ ἐκ τῶν


ἀγρῶν ἐς τὸ ἄστυ, καὶ οὐχ ἧσσον τοὺς ἐπελθόντας. οἰκιῶν γὰρ οὐχ
ὑπαρχουσῶν, ἀλλ᾽ ἐν καλύβαις πνιγηραῖς ὥρᾳ ἔτους διαιτωμένων ὁ φθόρος
ἐγίγνετο οὐδενὶ κόσμῳ, ἀλλὰ καὶ νεκροὶ ἐπ᾽ ἀλλήλοις ἀποθνῄσκοντες ἔκειντο
καὶ ἐν ταῖς ὁδοῖς ἐκαλινδοῦντο καὶ περὶ τὰς κρήνας ἁπάσας ἡμιθνῆτες τοῦ
ὕδατος ἐπιθυμίᾳ.

En medio de sus penalidades les supuso un mayor agobio la aglomeración


ocasionada por el traslado a la ciudad de las gentes del campo, y quienes más
lo padecieron fueron los refugiados. En efecto, como no había casas
disponibles y habitaban en barracas sofocantes debido a la época del año, la
mortandad se producía en una situación de completo desorden; cuerpos de
moribundos yacían sobre otros, y personas medio muertas se arrastraban por
las calles y alrededor de todas las fuentes movidos por su deseo de agua.
Th. II. 52. 1-2

La situación tras los “muros largos” era alarmante y parecía que la estrategia
de Pericles había naufragado al segundo año de aplicarse.49 Los atenienses
no estaban acostumbrados a vivir asediados, como obligaba la estrategia de

47
Plácido 1997, 27-45 analiza magistralmente las contradicciones internas que la estrategia de
Pericles sacó a la luz. También puede seguirse en Garlan 1991, 62 y Müller 1999, 18-22.
48
La producción literaria alrededor de la descripción tucidídea de la peste en Atenas es,
francamente, inabarcable. Desde el siglo XIX los estudiosos de Tucídides y los historiadores
de la medicina han puesto su atención en este asunto, destacando colaboraciones como la del
médico Wilhem Ebstein y el historiador Georg Busolt (Ebstein 1899, 7). En el mismo siglo
son destacables las aproximaciones de Grote 2009, 207-220 y Ullrich 1846, 7 y 26.
Recientemente cabe destacar los trabajos de Weidauer 1954; Gomme 1956, 145ss.;
Lichtenthaeler 1965; Hornblower 1991, 316ss.; Jouanna 1999, 207-209; Longrigg 2000;
Nutton 2004, 24-26 y Thomas 2006. Por nuestra parte, nos limitaremos a tratar el terrible
impacto psicológico que tuvo en la población.
49
De hecho, la mala experiencia adquirida a raíz de la epidemia hizo reflexionar
posteriormente a los intelectuales atenienses, como Platón (Leyes VI 778 d), que razonaron
sobre el amurallamiento de ciudades y la salubridad (Garlan 1985, 258-259).

70
Asedio e insularidad en la estrategia de Pericles

Pericles, y se enfrentaron a su estratego (Th. II. 59), quién se mantuvo firme


en su idea (Th. II. 60). Pese a las devastaciones del Ática y la mortandad en
Atenas, las operaciones exteriores no se abandonaron pues conflictos como
el de Potidea continuaban activos. La guerra era la salida natural a la
conflictividad interna ateniense y, hacia el 430 a.C., los atenienses Hagnón y
Cleopompo, emprendieron una expedición muy ambiciosa contra la
Calcídica, contando con cuatro mil hoplitas, y que incorporaba la novedad
táctica de la presencia de máquinas de guerra (Th. II. 58). Como vemos, la
experiencia adquirida con los años hizo que los atenienses comenzaran a
plantearse la introducción de ingenios para acortar la duración de los
asedios.50 En este aspecto, no fue hasta la segunda mitad del V a. C. que los
contendientes de la Guerra del Peloponeso incorporaron los arietes, de
tradición oriental.51 Pese a todo, en la “Pentecontecia” los asedios se
convirtieron en una práctica militar de control e intimidación al servicio de
Atenas de ahí que, en el episodio de Itome, se dijera que eran expertos en
poliorcética.
Volviendo al asedio de Potidea, las tropas atenienses contagiaron a los
allí apostados y tuvieron que regresar tras dejar más de mil bajas debido a la
epidemia. La enfermedad supuso un importante baldón en la mentalidad
bélica ateniense que era de vital importancia en los asedios. En este sentido,
los atenienses pasaban por sus peores momentos tras el conflicto con los
persas.52 No obstante, la Atenas de inicios de la Guerra del Peloponeso se
había convertido en una máquina bélica, acostumbrada a asediar más que a
ser asediada, pero que se había convertido en la primera potencia marítima
del Egeo. Por este motivo, la estrategia de Pericles era congruente con la
situación ateniense y por ello, tras su muerte debido a la peste en 429 a. C.
(Th. II. 65. 6), la idea de convertir Atenas en una isla no murió con él.53 La
epidemia de Atenas era pues una situación coyuntural muy adversa pero que
no puso en peligro la vocación marítima de Atenas. La guerra y la
conservación del imperio naval se habían convertido en la razón de ser de
Atenas y ya no se podía dar marcha atrás.54 El dominio ateniense (arché)

50
Según Garlan 1985, 248 la frecuencia con la que se producían los asedios debió mejorar
como mínimo las técnicas constructivas de las fortificaciones, algo apreciable a partir del IV
a.C.
51
En el asedio espartano de Platea y los tebanos en Delio (Wheeler-Strauss 2007, 239).
52
Pues la enfermedad se había llevado a casi un tercio de la población (Tritle 2010, 48). En
los asedios que se plantearon en la “Pentecontecia”, tan importante era minar la moral del
enemigo sitiado como mantener alta la de los sitiadores.
53
Sobre el liderazgo de Pericles y el vacío de poder que produjo su desaparición véase
Connor 1984, 75-76. La continuidad de su política ha sido abordada por Plácido 1997, 40 y
Taylor 2010, 83.
54
Razones no les faltaban a los atenienses pues los impuestos de la Liga Delos redundaban en
beneficio ateniense y, por supuesto, la idea de conseguir riqueza gracias al pillaje y el botín

71
César Sierra Martín

sobre otras poleis era la base del gobierno democrático en Atenas y las
tácticas atenienses siguieron esta tónica durante la Guerra Arquidámica
aunque incrementando el nivel de violencia.55

5. Conclusión

Desde la angustiosa situación en la segunda guerra médica, la


“Pentecontecia” muestra un punto de inflexión en el fortalecimiento de la
política naval en Atenas. Ésta, apoyada por sectores sociales ligados a los
intereses marítimos, se mostró en todo punto eficaz para hacer la guerra
contra el imperio persa y los aliados díscolos de la Liga de Delos. En este
sentido, el desarrollo del asedio, entendido como un simple bloqueo, fue de
vital importancia durante este periodo para modificar la mentalidad bélica en
Grecia. Los continuos éxitos alcanzados en el gobierno de Cimón contra
estados isleños o marítimos: Eyón, Esciros, Caristo, Naxos, Tasos, Mégara y
Egina, entre otros, orientaron el ideario geopolítico ateniense hacia la
asimilación con una isla. Por tanto, concluimos que la cultura del asedio
ateniense rompió con la tradición hoplítica, cuya máxima expresión era
Esparta, e introdujo en Grecia nuevos concepto de entender la guerra,
plasmados en innovadoras técnicas constructivas, los “muros largos”, que
ofrecían un panorama geopolítico distinto. Tampoco debemos dejar de lado
la adopción, en un estado avanzado del conflicto entre Atenas y Esparta, de
armas ofensivas como el ariete, que son exponente de la creciente
importancia del asedio en la cultura militar griega.
En el plano político, este cambio de mentalidad tomó forma en la
estrategia de Pericles, genuinamente anti-hoplítica, y que confiaba en las
construcciones defensivas para atacar al rival por la retaguardia.
Ciertamente, Pericles introdujo este concepto basándose en la experiencia
militar y observando las debilidades y virtudes del sistema hoplítico. La
estrategia fue un éxito y pasó la dura prueba psicológica a la que fue
sometida por la famosa epidemia del 430 a.C., sobreviviendo al mismo
Pericles. Por aquellos entonces, Atenas vivía por y para la guerra y no estaba
dispuesta a detener la guerra ni a renunciar a su imperio.

era indisoluble del concepto de guerra en esta época (Garlan 1991, 61 y Gabrielsen 2007,
250). En cierto sentido, la guerra era una preocupación constante para el ciudadano griego
(Garlan 1991, 56).
55
Sobre la relación entre imperio y democracia véase, por ejemplo, Baslez 1999, 13 que sigue
en este aspecto la línea marcada por J. de Romilly. El impulso ateniense en la guerra (su
dynamis) les conducía a dominar y no a ser dominados, lo cual se resume a la perfección en el
famoso diálogo de Melos (Th. V. 84-116). Sobre esta cuestión véanse Woodhead 1970, 103-
126 y Mazzarino 1983, 262-263. Para el aumento de violencia en los asedios de años
posteriores véase Wheeler-Strauss 2007, 241.

72
Asedio e insularidad en la estrategia de Pericles

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76
Alejandro Magno, poliorcetes
Borja Antela
Universitat Autònoma de Barcelona

Successful siege warfare


involved perceptions of power
as much as its possession.1

Si bien todo lo que tiene que ver con Alejandro Magno suele ser objeto de
análisis múltiple y detallado, dando lugar a una bibliografía infinita
alrededor del personaje y de su contexto histórico, lo cierto es que el tema de
la poliorcética macedonia bajo su reinado ha recibido una atención menor, y
más especialmente, si comparamos la incidencia de los estudiosos en
relación con otras cuestiones del ámbito militar derivadas de las campañas
de Alejandro como son, por ejemplo, las grandes batallas de Gránico, Issos o
Gaugamela.
El gran cambio técnico y conceptual sobre la poliorcética durante el s. IV
a. C.2 tuvo probablemente su origen en Siracusa gracias a los planes de
Dionisio I, quien durante su lucha contra Cartago hacia 399 a.C. empleó por
primera vez maquinaria de artillería durante el asedio de Motya.3 Por medio
de un generoso requerimiento y de grandes sumas de dinero, Dionisio
consiguió reunir especialistas de todos los rincones del mundo para
organizar talleres de experimentación y creación de nuevas máquinas,
recompensando a aquellos que conseguían componer nuevos ingenios. Esta
actitud tuvo un beneficioso impacto en la creación, y funestos resultados
para los enemigos de Dionisos, que rápidamente hubieron de comprobar los
éxitos de la ingeniería promovida por aquél.

1
Murray 2008, 39.
2
Una brevísima reseña bibliográfica sobre los estudios clásicos dedicados a la artillería y
poliorcética en la antigüedad puede consultarse en Hacker 1968, 35 n. 9 y 10. Asimismo,
existen diversas obras clásicas sobre esta cuestión, resultando fundamentales los trabajos de
Marsden 1969 y 1971. Igualmente, también las obras de Garlan 1974 (junto con los
comentarios de Will 1999) y Kern 1999 son referentes obligados en la cuestión.
Recientemente, el excelente trabajo de Whitehead / Blyth 2004 es ya un clásico moderno en la
materia.
3
Diod. XIV, 47, 4 – 53, 5.
Borja Antela

Esta primera artillería, del tipo de no-torsión, podía lanzar dardos de hasta
1,8 m, de los que se servían las tropas de asedio para despejar las paredes de
una fortaleza, evitando el concurso de los defensores de los muros durante el
ataque de los asediadores. A este importante descubrimiento,4 Dionisio sumó
el concepto de asedio intensivo. El comandante cartaginés Aníbal, que había
destacado la importancia de las labores de minado, como ejemplifica el
asedio de Himera5 y las rampas, como en Agrigento6 para aproximar las
tropas a los muros, había llamado la atención ya sobre la importancia de la
continuidad en el ataque a una ciudad durante el asedio de Selinunte7 y
Gela,8 por lo que Dionisio dio continuidad a este precedente para idear un
sistema de ataque continuo para no dar tregua a los defensores.9 Para ello, se
dividían los atacantes en grupos, de forma que podían incidir en diversos
puntos de la muralla, instando a los asediados a repartir sus fuerzas.
Asimismo, las tropas de asedio mantenían constantes grupos de refresco, y
con relevos continuos podían mantener una intensidad constante en sus
incursiones, agotando las fuerzas de los asediados. La respuesta teórica a
esta táctica aparece recogida en el tratado de Eneas el táctico, quien animaba
a dividir a los defensores en grupos, y cada grupo en tres secciones
(defensores, refresco, descanso), con el aparente objetivo de hacer frente a
asedios de gran intensidad.10
Las difíciles relaciones entre Sicilia y Cartago dieron lugar, entonces, a
una serie de importantes avances técnicos y conceptuales que
revolucionaban la idea del asedio de ciudades, al expandirse lentamente por
el mundo griego. En época clásica, de hecho, los asedios exitosos son, por
decirlo de alguna manera, poco frecuentes, y en muchos de estos la actividad
poliorcética es inexistente. La idea general más extendida sobre la toma de
una ciudad planteaba tres métodos tradicionales, como eran el hambre, la
traición y, en caso que estos dos últimos fallasen, el recurso al asedio, que
solía a su vez centrarse sólo en un punto específico del perímetro urbano,
como era habitualmente la puerta de la ciudad. El mismo Filipo II, gran
emprendedor en el uso de la poliorcética, consideraba que la traición era el
medio más barato y sencillo para hacerse con una ciudad bajo asedio.11 Al
fin y al cabo, el uso de máquinas suponía un coste, como también lo era la
formación de ingenieros, el mantenimiento de investigaciones, el transporte

4
Keyser 1994, 30.
5
Diod. XIII, 59-62.
6
Diod. XIII, 85-86.
7
Diod. XIII, 54-56.
8
Diod. XIII, 96-109.
9
Sáez Abad 2005, 111.
10
Aen. Tact. 38, 1.
11
El ejemplo de Olinto, en este sentido, resulta extremadamente esclarecedor: Diod. XVI, 53,
2.

78
Alejandro Magno, poliorcetes

de la maquinaria, el reemplazo y mantenimiento de la misma, etc. Frente a


esto, el soborno que motivaba traiciones resultaba, efectivamente, más
sencillo, y mucho más rentable.
Resulta curioso, en este sentido, como la mayor parte de las poblaciones
griegas obviaron la importancia y el posible impacto que los ingenios
poliorcéticos inventados en Sicilia podían tener en el ejercicio de las armas,
y más todavía teniendo en cuenta que el s. IV es un periodo controvertido y
de constantes conflictos. Quizás las razones para el posible rechazo al uso de
esta maquinaria de vanguardia tecnológica tenga que ver con el concepto
mismo de la guerra, y con el profundo cambio ideológico y cultural que la
existencia de las máquinas de no-torsión supondrían a largo plazo. La
afirmación del rey espartano Arquidamo de que la artillería restaba cualquier
sentido al valor de un hombre12 pone de manifiesto este hecho, y quizás sirva
para explicar la poca atención que los griegos del continente dedicaron, en
principio, a la artillería. Sorprende, entonces, que si bien muchas de las
poleis griegas de primer orden, como Atenas o Esparta, conocían
perfectamente la existencia de estos nuevos ingenios, estos no hayan sido
adoptados positivamente, sino que tan sólo ciertos poderes emergentes se
adscribieron a esta innovación. En este sentido, si bien es muy probable que
la cuestión económica haya tenido una importancia fundamental, y estas
llamadas potencias emergentes, como Siracusa o Macedonia, contasen con
buenas fuentes de recursos con los que hacer frente al destacado gasto que la
incorporación de la nueva tecnología debía requerir, en tanto que no sólo era
necesario construir la maquinaria sino también contratar a los especialistas
en su construcción y su empleo, lo cierto es que la aparente falta de interés
de las grandes potencias griegas por la innovación poliorcética y la nueva
maquinaria de artillería debió tener su causa en parámetros de carácter
ideológico, en tanto que este nuevo armamento ponía en peligro la relación
directa entre el modelo de polis clásica y la forma de hacer la guerra.
Si bien es posible que la artillería de torsión hubiese tenido su origen en
algún otro lugar del mediterráneo, lo cierto es que, siguiendo a Marsden, la
materialización física de esta tecnología en forma de construcción activa de
maquinaria parece haber tenido lugar ciertamente en Macedonia.13
La primera experiencia de los macedonios con la artillería pertenece, de
hecho, a la época del mismo Filipo II. La anécdota de la dura derrota sufrida
ante Onomarco de Fócide, quien atacó a las tropas macedonias con su
artillería de no-torsión desde unas colinas, creando una cobertura de fuego
con la que imponerse sobre Filipo,14 debió servir de amargo acicate para que
el rey macedonio decidiese invertir recursos en proyectar la creación de
12
Plut. Mor.191E. Cft. Marsden 1969, 65.
13
Marsden 1977, 215-217.
14
Polyaen. II, 38, 2.

79
Borja Antela

maquinaria de artillería para su ejército. Si podemos datar esta anécdota


alrededor del año 354-353 a. C., lo cierto es que la reacción de Filipo debió
ser muy rápida ante la situación vivida, pues en 348 ya encontramos una
primera serie de evidencias que ponen de manifiesto la incorporación por
parte del ejército macedonio de maquinaria de artillería propia. En este
sentido, los materiales encontrados en el registro arqueológico derivado de
las excavaciones en Olinto atestiguan la presencia de puntas de flecha de
hasta 7 cm, que por su tamaño sólo podrían ser parte de dardos de catapulta.
La firma presente en las mismas hace referencia directa a la figura del
belicoso Filipo II.15 Todo ello hace pensar, por lo tanto, que en algún
momento dado entre 354-353 y 348, y probablemente en una fecha cercana a
350, Filipo decidió invertir en ingeniería militar, al igual que con
anterioridad había hecho Dionisio en Siracusa. Sin duda, la toma de
Amfípolis en 357 le había proporcionado el control de vastos los recursos
auríferos del Pangeo, y por ello, disponía de la capacidad económica para
hacer frente a esta empresa.16 Asimismo, en Amfípolis, Filipo parece haber
empleado ya máquinas, aunque sólo se nos mencionan en las fuentes de
forma específica los arietes, por otra parte, el elemento fundamental y casi
único, junto con las escaleras, para la toma de una ciudad por medio de
asedio en el periodo anterior a la incorporación de la artillería.17
Así pues, a partir de finales de la década de los 50, es más que probable
que en Macedonia Filipo hubiese contado con alguna especie de taller o
sección dentro del ejército dedicada a la ingeniería militar, gestando nuevos
diseños, probando nuevas formas de ensamblaje y transporte para la
maquinaria, etc. Asimismo, todo ello llevaría a la paulatina producción de
esfuerzos técnicos que con en no demasiado tiempo fructificarían en el
desarrollo de nuevas tecnologías, siendo de especial relevancia la aparición
de la artillería de torsión.18
La impresión causada por la creciente potencia de la maquinaria de Filipo
parece rastreable en dos textos atenienses. El primero de ellos sería un
pequeño fragmento conservado de la obra del cómico Mnesímaco,
probablemente una comedia titulada precisamente Filipo, en la que un
personaje se expresa diciendo “¿es que no sabes tú qué clase de guerra tienes
que mantener contra unos hombres que nos cenamos las afiladas espadas y

15
Marsden 1977, 213-214. Sobre el contexto histórico de la lucha contra Olinto, vid.
Worthington 2008, 74-83.
16
Worthington 2008, 45-47.
17
Worthington 2008, 41-42.
18
Marsden 1977, 217 afirma que no es posible desarrollar auténticas innovaciones
directamente sobre el terreno, es decir, durante un asedio, sino que es necesario poder
proceder con detalle en el espacio de algún tipo de taller, siendo fundamental en este sentido
el trabajo previo. Pese a la interesante propuesta de Marsden, lo cierto es que parece que el
ejemplo del asedio de Tiro por Alejandro podría contradecir en cierto modo tal argumento.

80
Alejandro Magno, poliorcetes

como companaje zampamos antorchas encendidas? Inmediatamente después


nos trae el postre el esclavo, tras la cena, flechas cretenses a modo de
garbanzos, y restos fragmentados de jabalinas; tenemos como almohada, por
un lado, escudos y corazas, y a nuestros pies, hondas y arcos, y estamos
coronados con catapultas”.19 En cuanto al segundo texto, de Demóstenes, es
más genérico, al no diferenciar tipología de maquinarias, pero sirve para
complementar la primero, y para dibujar la imagen de un Filipo
caracterizado por su habilidad para tomar ciudades, y para emplear sus
ingenios tecnológicos. En efecto, en su tercera Filípica afirma Demostenes
que Filipo “una vez que, con esta base de apoyo, cae sobre una ciudad
afectada de discordia interna, y que nadie sale en defensa de su país instala
sus máquinas de guerra y la asedia”.20 No obstante, pese a estos brevísimos
retazos de información, lo cierto es que la evidencia histórica pone en duda,
en cierto modo, la efectividad de la tecnología macedonia, puesto que los
dos grandes asedios en que Filipo empleó el poderío de su maquinaria, como
fueron los de Perinto y Bizancio,21 no obtuvo triunfo alguno. En Perinto,
sabemos del empleo de máquinas, pero las fuentes22 sólo mencionan cuatro
tipos: torres de asedio;23 arietes, catapultas lanzadardos (gastraphetes),24 y
escaleras. Asimismo, Perinto es también el primer duelo atestiguado de
artillería, puesto que ambos ejércitos, atacantes y defensores, contaban con
máquinas de disparo. No obstante, la tradición historiográfica griega
consideraba que fue en el asedio de Bizancio25 cuando se produjo un
auténtico salto cualitativo a nivel tecnológico en relación con los asedios. Es
en este contexto que aparece por primera vez mencionado Pólido de
Tesalia.26 Tal vez el fracaso de Bizancio, que por la energía desplegada en el
sitio debió resultar estrepitoso, dañando considerablemente la imponente y
temible imagen de Filipo en la Hélade,27 supuso el acicate para decidir la
contratación por parte del soberano macedonio de un nuevo ingeniero jefe, o

19
Nmesímaco, Fr. 7: Athen. X, 421b-c (trad. Rodríguez-Noriega Guillén 2006).
20
Dem. IX, 50 (trad. López Eire 2000).
21
Worthinton 2008, 131-133.
22
Diod. XVI, 74, 2-76, 4.
23
Quizás de unos 3 m., al ser necesariamente más altas que los muros de Perinto: Marsden
1969, 100. Probablemente, no eran torres móviles.
24
Sobre la terminología de estas máquinas, vid. Sáez Abad 2005, 37-43. También resultan de
utilidad las indicaciones recogidas por Hacker 1968, 38.
25
Diod. XVI, 77, 2-3.
26
Vitr. De Arch. X, 19, 63-64.
27
No trataremos aquí el valor simbólico de la toma de una ciudad, pese al interés de esta
cuestión, por resultar ajeno a los intereses centrales de esta investigación. No obstante, como
ha demostrado Purcell 1995, 133 puede establecerse una conexión ideológica entre fundar una
ciudad y destruir una ciudad, y sobre todo, en el valor de ambas acciones en relación con la
actuación divina.

81
Borja Antela

tal vez Polido ya formaba parte del cuerpo expedicionario macedonio. Las
evidencias no nos permiten resolver con certeza esta cuestión.
Si bien no existen, pues, pruebas definitivas de que Filipo hubiese
rentabilizado su inversión en recursos poliorcéticos, lo cierto es que estos
ingenios técnicos tuvieron un importante peso en la capacidad de Alejandro
para presionar a las ciudades que le oponían resistencia, en especial a partir
de la campaña asiática. En este sentido, la victoriosa estela de Alejandro
debe mucho a su capacidad incontestable para capturar ciudades por la
fuerza. Existen muchos asedios de interés a lo largo de la historia de
Alejandro Magno, pero por nuestra parte nos centraremos sólo en cuatro de
ellos, en tanto que resultan los de mayor relevancia, como son los de Tebas,
Mileto, Halicarnaso y Tiro.28

Tebas

El camino que lleva a la toma y posterior destrucción de Tebas aparece en


cierto sentido como una secuela de la contienda librada en Queronea el 338.
Los parámetros políticos de este conflicto resultan bien conocidos.29 Cuando
se supo de la noticia de la muerte de Filipo a manos de Pausanias,30 los
tebanos trataron de expulsar a la guarnición macedonia acuartelada en la
Cadmea. La rápida respuesta de Alejandro, que se personó con su ejército en
la Hélade con decisión y premura, acalló rápidamente la inquietud política.
Tras asegurarse la continuidad de las estructuras diplomáticas que, mediante
la Liga de Corinto, garantizaban la hegemonía de Macedonia, Alejandro
dirigió su ejército al norte, para pacificar la zona. Durante su lucha contra los
ilirios, se tiene noticia de una nueva revuelta tebana, al parecer a causa de un
supuesto rumor infundado sobre la muerte de Alejandro durante algún
combate.31 Las fuentes indican que un grupo de exiliados tebanos, ocultos en
la noche, entraron en la ciudad y trataron de eliminar a los macedonios de la
guarnición, aunque sólo consiguieron matar de ellos que se encontraban en

28
De reciente publicación, la obra de English 2009 recoge de forma sistemática los asedios de
Alejandro. No obstante, la obra, que no está planteada desde un punto de vista académico,
carece completamente de la crítica y la bibliografía necesarias para investigar a fondo los
problemas derivados de cada caso concreto. Si bien la propuesta de English resulta muy
interesante, y como libro de divulgación es probablemente meritorio, el tema de los asedios de
Alejandro merecería un estudio monográfico que, ahora mismo, sorprendentemente, todavía
no existe entre la bibliografía especializada.
29
Lane Fox 1973, 86-89; Hammond 1992, 94-100; Bosworth 1997, 42-45, 281-283;
Cartledge 2004, 80-83; Antela 2007a; Worthington 2007; Antela 2011.
30
Antela 2012, con bibliografía.
31
Arr. Anab. 1, 7, 2; 1, 7, 6.

82
Alejandro Magno, poliorcetes

el exterior de la ciudadela. La Cadmea quedó sitiada.32 A su vez, se iniciaron


acciones políticas, aboliendo la constitución oligárquica establecida por
Filipo.33
Como respuesta, el ejército macedonio con Alejandro al frente se dirigió
a marchas forzadas hacia Beocia,34 encontrándose a una Tebas que
inesperadamente se encontraba sitiada. La inusitada rapidez de la marcha de
Alejandro y el secreto con el que consiguió moverse hasta la Grecia central
permitió que los movimientos de sedición que se estaban iniciando en buena
parte de las ciudades quedasen en suspenso, a la espera de la resolución de la
contienda. Desde el exterior de las murallas tebanas, Alejandro reclamaba a
los instigadores y cedía una opción de negociación para la rendición pacífica
de la ciudad. Los tebanos, sin embargo, debían considerar que habían
llegado ya a un punto sin retorno, y de este modo, respondieron a Alejandro
haciendo un llamamiento a todos aquellos que quisiesen defender la libertad
de los griegos contra las armas macedonias.35 La declaración tebana era,
evidentemente, una declaración abierta de hostilidad.
Resulta difícil establecer una cronología detallada de las jornadas que
debió durar el asedio, pues no queda especificado en ninguna fuente, aunque
no debieron ser muchos los días que Alejandro pasó ante la ciudad.
Organizando la información que tenemos, podemos entender que nada más
llegar a las inmediaciones de Tebas, se intercambiaron los requerimientos de
rendición por uno y otro bando, sin éxito. Arriano indica que Alejandro
acampó en el territorio dedicado a Iolao,36 donde parece que Alejandro
pretendía esperar unos días con el objetivo de permitir a los tebanos que
rectificasen en sus intenciones,37 probablemente basando tales intenciones en
el despliegue del ejército alrededor de la ciudad, estableciendo el

32
Aesch. III, 240 plantea que la ciudadela debía ser entregada por unos mercenarios, a cambio
de cinco talentos, una traición en la que Demóstenes habría estado implicado. Puesto que el
oro no fue pagado, el plan no tuvo éxito. Una idea similar aparece recogida también en Din. I,
18-22.
33
Diod. XVII, 8, 3; 9, 1; Arr. Anab. 1, 7, 1-2; Plut. Alex. 11, 8.
34
Al recorrer una distancia de más de 400 km en trece días: Arr. Anab. 1, 7, 5.
35
Diod. XII, 9, 5. Vid. M. Brosius 2003.
36
Arr. Anab. I, 7, 1. Esta localización, sin embargo, resulta problemática, a la luz del
testimonio de Plut. Pel. 18, donde parece indicarse que el espacio de la tumba de Iolao estaba
en el interior de la ciudad de Tebas. Es probable que el recinto al que se refiere Arriano sea el
Gimnasio de Iolao descrito por Paus. IX, 23, 1. El hecho de que la tumba de Píndaro se
encontrase en las inmediaciones y la relación de ello con la famosa mención de Plut. Alex. 11,
12, parece asegurar este recorrido.
37
Plut. Alex. 9, 2; Diod. XVII, 9, 2-4; Justin XI, 3, 6. Bosworth 1980, 78 ha propuesto la
inteligente hipótesis de la necesidad de los macedonios de obtener cierto descanso y reponer
fuerzas tras el duro ritmo de marcha para llegar con celeridad a Tebas. Quizás otro de los
motivos fuese el intento de resolver el asedio por otros medios, tal vez mediante el soborno,
siguiendo, como hemos visto, el modo en que habría actuado Filipo.

83
Borja Antela

campamento. La acción macedonia para aislar a la ciudad tuvo rápida


respuesta, pues los tebanos enviaron sus fuerzas de caballería junto con gran
número de infantería ligera, iniciando escaramuzas con la avanzadilla
macedonia, y aunque debieron obtener cierto éxito, al producir algunas bajas
entre los macedonios, la reacción no debió hacerse esperar, de forma que
Alejandro envió sus infantes ligeros y sus arqueros para repeler el ataque y
asegurar sus líneas.38 No parece, pues, que los tebanos buscasen la batalla,
sino precisamente incomodar al enemigo, ocupado en tareas de acampada.
Al día siguiente, afirma Arriano, el ejército macedonio comenzó a
moverse alrededor de la ciudad.39 Es probable que con ello podamos hablar
precisamente de la instauración concreta del cerco que iniciaría el sitio de la
ciudad de Tebas. Asimismo, este movimiento de los macedonios alrededor
de las murallas, a la luz de otros ejemplos,40 debía tener como finalidad el
reconocimiento de los muros y la búsqueda de los lugares propicios para el
ataque. Arriano habla también de cierto interés en la puerta en dirección al
Ática,41 por lo que el campamento se estableció en las proximidades de esta
puerta Electra,42 en el lugar más próximo posible a la fortaleza Cadmea
desde el exterior de la ciudad. Ambos emplazamientos, la Cadmea y la
puerta hacia el Ática, se encuentran en el cuadrante sur de la ciudad de
Tebas,43 por lo que el campamento macedonio debía encontrarse muy cerca
de ambos objetivos. Sabemos además que los tebanos habían levantado
empalizadas y trincheras en las inmediaciones de la puerta de la Cadmea,44
con el objetivo de que no pudiesen obtener suministros desde el exterior,45 lo
que sin duda debía estar relacionado con el emplazamiento del campamento
macedonio, aunque no sabemos si las empalizadas y demás obstáculos

38
Arr. Anab. 7, 8-9. Vid. Bosworth 1980, 78.
39
Arr. Anab. 7, 9.
40
Véase el espacio dedicado a Halicarnaso.
41
P. Cloché 1952, 199; Fuller 1958, 86. Bosworth 1980, 78 considera que con el objetivo de
aislar la comunicación de los tebanos con Atenas.
42
Paus. IX, 8, 4; 11, 1. En las inmediaciones de esta puerta se encontrarían las ruinas de la
casa de Amfitrión, donde en tiempos de Pausanias todavía podría admirarse las estancias de
Alcmena, madre de Heracles, así como las tumbas de los heráclidas muertos por el héroe en
su locura. Es probable, entonces, que el lugar elegido por Alejandro para acampar no sea en
modo alguno fruto del azar, ni mucho menos, teniendo en cuenta el poderoso vínculo de
sangre existente entre la familia real macedonia, los Argeadas, y Heracles, en tanto que
aquellos se consideraban descendientes de los heraclidas. La reivindicación del origen
heráclida de los Argéadas aparece recogida en Hdt. VIII, 137-138; Thuc. II, 99, 3. Asimismo,
vid. Greenwalt 1986; Borza 1982; Hammond 1989, 16-19.
43
Bosworth 1980, 78: “three of the sides of the Cadmeia were enclosed by the circuit of the
walls, and only the south side was vulnerable to penetration from the outside”.
44
Cloché 1952, 199 explica que habría sido el jefe de la guarnición de la Cadmea, ante los
primeros indicios de la revuelta, quien hizo construir las trincheras y los parapetos defensivos,
al tiempo que hacía acopio de armas en los almacenes.
45
Diod. XVII, 8, 3.

84
Alejandro Magno, poliorcetes

fueron emplazados antes o después de la llegada de Alejandro a los muros de


la ciudad. Por otra parte, el bloqueo de la Cadmea tenía también como objeto
evitar la posible salida de los soldados macedonios acuartelados en la
fortaleza, que en pleno estado de sitio podían tratar de salir de la ciudadela
para dar apoyo a la actuación de los atacantes, configurando un segundo
frente interno contra los tebanos. Por ello, el bloqueo de la Cadmea debió
tener un sentido preventivo.
Tras un posible nuevo intento fallido de negociación,46 Arriano vuelve a
exponer el deseo de Alejandro de evitar el enfrentamiento, apostando por
una solución diplomática.47 Un nuevo fracaso del diálogo supone el inicio
del asalto activo sobre Tebas. Nuestra mejor fuente para conocer con detalle
la forma del asalto es Diodoro, quien explica que como respuesta a la
arrogancia de los tebanos, Alejandro dio orden de construir máquinas de
asedio y preparar cuanto fuese necesario para llevar a cabo la toma de la
ciudad.48 Al no detallarse qué máquinas fueron construidas, no sabemos
exactamente a qué se refiere Diodoro, aunque el hecho de que todo esté
preparado en tres días supone que los ingenios de asedio empleados no
debieron ser demasiado complejos.49 En cuanto al plan de ataque, es Diodoro
también quien expone la división de las fuerzas de ataque macedonias por
Alejandro en tres grupos, ocupándose uno de las empalizadas erigidas ante la
ciudad por los defensores, mientras que un segundo grupo haría frente a la
línea de batalla tebana. El tercero quedaba en reserva. Los tebanos también
repartieron sus fuerzas, ocupando la caballería el terreno interior de la ciudad
defendido por las empalizadas, mientras que un cuerpo esclavos liberados50
y extranjeros defendía los muros. Las mujeres y los niños, por su parte,
buscaban el amparo de los templos y los dioses.51 Curiosamente, no se hace
referencia a la infantería ligera que, por otra parte, ya conocemos por la
mención de la salida ofensiva realizada poco después de la llegada de
Alejandro, pero es de suponer que estas tropas fuesen las encargadas de
hacer frente a la infantería macedonia ante las defensas de la ciudad.
46
Plut. Alex. 11, 8; Diod. XVII, 9, 5-6.
47
Arr. Anab. 1, 7, 9-10. Sin embargo, ello contrasta también con el modo en el que parece
haberse iniciado el ataque, según las fuentes bajo la responsabilidad de Pérdicas. Asimismo,
esta actitud de Alejandro parece igualmente vinculada a la ausencia de responsabilidad de
Alejandro en la posterior destrucción de la ciudad, que resulta de la decisión de sus aliados y
no de su voluntad. Todo ello no deja sino de resultar una especie de pretensión exculpatoria
para el joven rey macedonio. Vid. Bosworth 1980, 79.
48
Diod. XVII, 9, 6. La velocidad con la que Alejandro hubo de avanzar hacia Tebas permite
explicar la ausencia de noticias en este asedio de máquinas o ingenios técnicos entre las
fuerzas macedonias. Asimismo, ello es también un argumento a favor de la corta duración del
mismo, al no ser preciso el traslado de la maquinaria hasta el lugar del conflicto.
49
Diod. XVII, 11, 1.
50
Tal y como recomienda en su tratado Aen. Tac. 10, 6.
51
Diod. XVII, 11, 2-3. En especial, el templo de Melqart: Bonnet 1988, 53.

85
Borja Antela

El sonido de las trompetas dio inicio a la lucha, que debió ser cruenta y
de gran violencia, a juzgar por los testimonios y el impacto que todo ello
dejó en la memoria de los griegos.52 El durísimo combate aparece referido en
las fuentes como muy reñido, sin que unos u otros pudiesen socavar al
enemigo, aunque la intensa resistencia de los tebanos debió ser
encarnizada.53 En pleno auge del combate, Alejandro hizo entrar en batalla a
sus fuerzas de refresco, obteniendo definitivamente la victoria en la batalla.
Pese a las repetidas descripciones del valor de los tebanos, es posible que la
intervención del tercer grupo de macedonios54 hubiese motivado el repliegue
de los tebanos hacia la ciudad. Ello explicaría la retórica del discurso en la
narración de Diodoro, que aquí conecta también con la de Arriano. En
efecto, explican ambos una anécdota protagonizada por Pérdicas y sus
hombres, que difícilmente puede ser casual, si bien la narración de Arriano
así pueda darlo a entender. Según Arriano, que sigue aquí a Ptolomeo, con lo
que ello implica en un episodio protagonizado por Pérdicas,55 cuenta que
éste había quedado al margen de la lucha, guardando el campamento, cuando
decidió por si mismo lanzar un ataque a una parte desguarnecida de las
defensas tebanas, lo que acabó por motivar que Alejandro, al tener noticia de
ello, hubiese de enviar fuerzas de apoyo para evitar que Pérdicas y sus
hombres pudiesen quedar aislados y en apuros, enviando a los arqueros56 y
los agrigantes adentrarse más allá de la empalizada, esperando Alejandro
fuera con sus mejores fuerzas. Pérdicas fue herido en la incursión, según este
testimonio,57 cuando intentaba forzar la segunda empalizada de los tebanos.
Pese a ello, la incursión seguía su curso, de modo que los hombres de
Pérdicas conseguían llegar al encuentro de la masa de defensores, y en vez
de luchar contra ellos, inician la retirada, atrayendo a los tebanos hasta
donde se encuentra apostado Alejandro y sus fuerzas, de forma que
“consiguieron rechazar a los tebanos hasta dentro de las puertas de la ciudad,
y hasta tal punto fue la de los tebanos una hiida presidida por el pánico, que

52
Diod. XVII, 11, 3-5; 12, 1-2.
53
La acción emprendida por los tebanos recuerda intensamente a los consejos de Aen. Tact.
16, 7.
54
Una táctica que aparentemente es con frecuencia empleada por el ejército de Alejandro:
Sinclair 1966. Teniendo en cuenta que en otro de los testimonios que tenemos, como es el de
Halicarnaso, la tercera sección estaba conformada por los veteranos, es posible que también
aquí, en Tebas, los veteranos hayan sido reservados por Alejandro para dar el golpe final y
definitivo; acción lógica, por otra parte, al permitirle también proteger a sus mejores hombres,
evitándoles la farragosa lucha del choque inicial con las fuerzas beocias.
55
Bosworth 1980, 80-81 ha propuesto como explicación del relato de este episodio en
Arriano el posterior conflicto entre Ptolomeo, fuente directa de Arriano, y Pérdicas, que
explicaría el tono hostil de Ptolomeo y la finalidad de desprestigiar a su antiguo oponente.
56
Probablemente cretenses, teniendo en cuenta que sabemos que en la incursión encontró la
muerte Euríbotas, el jefe de los arqueros cretenses: Arr. Anab. I, 8, 4.
57
Arr. Anab. I, 8, 1-3.

86
Alejandro Magno, poliorcetes

a pesar de ser impelidos bruscamente al interior de la ciudad por sus puertas,


no tuvieron siquiera tiempo de cerrarlas”. De este modo, la acción de
Pérdicas resulta de capital importancia para que los macedonios puedan
entrar en la ciudad, garantizando el éxito definitivo de la contienda.
Diodoro marca un claro contraste con el relato de Arriano al afirmar que
la acción de Pérdicas respondía no ya a una acción personal sino a las
órdenes de Alejandro.58 Asimismo, el relato debe ser puesto en relación con
algunas informaciones más. La primera de ellas es la recogida en una de las
estratagemas de Polieno,59 según la cual durante el ataque a Tebas,
Alejandro preparó una especie de emboscada o trampa a los tebanos,
dejando atrás a Antípatro con el objetivo de que, mientras Alejandro
centraba completamente su ataque en un punto, que como hemos dicho
correspondería a un lugar muy cercano a la banda sur de la muralla, con el
camino a Atenas a la espalda de su ejército, Antípatro esperaba, hasta que
aprovechando el fragor y la confusión, inició un ataque contra una banda
desguarnecida del muro, consiguiendo con ello entrar y hacerse dueño de la
ciudad. Sin duda, Polieno debe estar confundiendo aquí a Antípatro, que
habitualmente suele localizarse por parte de los estudiosos en la corte de
Pella como regente durante la ausencia de Alejandro,60 con Pérdicas,
auténtico protagonista de la anécdota, tal y como explican en coincidencia
Arriano y Diodoro. Asimismo, teniendo en cuenta que en tiempos del
asesinato de Filipo, Pérdicas había formado parte de los hipaspistas,61 y que
Arriano en su narración menciona explícitamente la participación de los
hipaspistas62 en el momento de asegurar la posición derivada de la incursión
realizada por Pérdicas más allá de la empalizada desguarnecida de los
tebanos, lo cierto es que parece mucho más plausible que la actuación de
éste haya respondido más a un plan preconcebido que no a un acto
deliberado de indisciplina o una decisión personal del propio Pérdicas.

58
Diod. XVII, 12, 3-4.
59
Polyaen. IV, 3, 12.
60
Cft. Heckel 2006, 35-36. Asimismo, el requerimiento recogido en Plut. Alex. 11, 8 de los
Tebanos para que Alejandro entregase a Antípatro, que podría ser interpretado como una
prueba de su presencia ante los muros de Tebas, ha sido puesto en duda con autoridad:
Hamilton 1999, 30.
61
Diod. XVI, 94, 4. Cft. McQueen 1995, 179. Asimismo, el hecho de que posteriormente
aparezca con el mando sobre la taxis de los Orestos y Lincestos (Diod. XVII, 57, 2; Rzepka
2008) no es razón para que antes de la campaña contra Persia, y especialmente en fecha tan
reciente a la muerte de Filipo como la de los acontecimientos del asedio de Tebas, no hubiese
mantenido, de alguna forma, fuertes vínculos con el cuerpo del que había formado parte, al
menos, hasta el asesinato de Filipo. Por otra parte, debe mencionarse que si bien en Diod.
XVI, 94, 4 aparece mencionado como uno de los somatophylakes guardianes de Filipo
durante los sucesos de su asesinato, estos guardianes eran, sin embargo, hipaspistas: Heckel
1992, 135-136 y n. 382.
62
Arr. Anab. I, 8, 3.

87
Borja Antela

Ciertamente, resulta una acción demasiado bien orquestada como para ser
fruto del azar.
Una segunda información de contraste es la aparecida en el posterior
asedio de Halicarnaso, donde se repite, en cierto modo, el relato del
protagonismo de Pérdicas en una acción que parece, al hilo del tono de las
fuentes, producto de la incapacidad de éste para controlar a sus hombres o
para gestionar debidamente el mando, pero que en el fondo quizás esconda,
efectivamente, una nueva prueba de la existencia de una especie de
estratagema del ejército de Alejandro para tomar por sorpresa ciudades
asediadas. En este caso, nuevamente, los testimonios de Arriano y Diodoro
arrojan luz sobre lo sucedido. Arriano explica que dos hoplitas del batallón
de Pérdicas, en un contexto probablemente relacionado con el consumo de
alcohol, decidieron atacar por sí solos las murallas de Halicarnaso en plena
noche. Así, desde la base de los muros provocaban a los defensores. Los
halicarnasios, viendo a sólo dos soldados enemigos, abrieron las puertas para
darles muerte, pero la pareja de macedonios consiguió dar muerte a los que
se les enfrentaban. Salieron entonces los de la ciudad, y trabaron combate
con el batallón de Pérdicas, que había acudido en auxilio de sus compañeros.
El gran número de combatientes halicarnasios nuevamente hizo recular a los
hombres de Pérdicas, saliendo muchos de la ciudad, con lo que se produjo
entonces una gran confusión, que según Arriano, motivó que el resto del
ejército de Alejandro, alertado por el ruido, decidiese intervenir, y a punto
estuvieron con ello de conseguir entrar en la ciudad,63 pues sin duda la puerta
entre tanto debía mantenerse abierta, por la salida, primero, de los
halicarnasios, y posteriormente por su probable repliegue, dificultado por el
combate cuerpo a cuerpo y la confusión nocturna. El relato de Diodoro
concuerda con el de Arriano en la embriaguez de los dos protagonistas de la
supuesta indisciplina, y en que la lucha que se trabó entre ambas fuerzas fue
importante, aunque finalmente los defensores consiguieron retirarse con
éxito.64 Sin embargo, añade una información crucial, al indicar que el
episodio tuvo lugar después que las luchas derivadas del asedio motivasen
que en el muro de la ciudad se derribasen dos torres y dos cortinas del
muro,65 siendo en esta sección, probablemente, donde tuvo lugar el episodio
de los dos borrachos.
Sin duda, resulta muy sospechosa la coincidencia de ambos relatos, y la
actuación paralela tanto en cuanto a los protagonistas, es decir, el batallón de
Pérdicas, como los movimientos tácticos relatados. Ciertamente, debemos
partir del hecho de que la información que tenemos está contaminada por
ciertos condicionantes políticos, como la imagen construida sobre Pérdicas
63
Arr. Anab. I, 21, 1-4.
64
Diod. XVII, 25, 5-6.
65
Diod. XVII, 25, 5.

88
Alejandro Magno, poliorcetes

por Ptolomeo, ya mencionada. No obstante, más allá de todo esto, podemos


reconstruir en ambos casos la estratagema del siguiente modo.
Aprovechando la confusión, ya sea por causa del ataque macedonio centrado
en un punto lejano (caso de Tebas), ya sea por la nocturnidad (caso de
Halicarnaso), los hombres de Pérdicas, probablemente tropas de élite66 en
ambos episodios, inician una incursión en un punto débil del muro. Esta
incursión no pretende, al contrario de lo que parece en Tebas, entrar en la
ciudad, sino más bien provocar la salida de los defensores, que al bloquear la
entrada e imposibilitar el cierre de la misma, permitía que un segundo ataque
de los macedonios, en ambos episodios bajo el mando del propio Alejandro,
pudiese motivar la entrada en masa del ejército de éste, causando la toma de
la ciudad. En este sentido, el relato de Arriano y Diodoro sobre los
acontecimientos nocturnos de Halicarnaso, en donde el fragor de la batalla
alerta a los macedonios, motivando que el mismo Alejandro venga en auxilio
de los hombres de Pérdicas resulta sospechoso. La celeridad de movimientos
que la acción descrita debía requerir es prueba suficiente de que Alejandro se
encontraba preparado para intervenir, una vez la trampa protagonizada por
los hombres de Pérdicas tuviese éxito. Ciertamente, el análisis comparado de
ambas acciones evidencia un carácter premeditado y una intencionalidad
precisa, contraria a lo que aparece reflejado en las fuentes.
Volviendo a Tebas, sabemos que una vez los macedonios consiguieron
sobrepasar las defensas de la ciudad, la caballería tebana que luchaba ante la
ciudad abandonó la lucha, aplastando incluso a sus propios compañeros de
infantería, retirándose ambos grupos de combatientes al interior de la ciudad.
La guarnición macedonia asediada en la fortaleza de la Cadmea abandonó su
refugio para sumarse al ataque y así atacar a los tebanos desde diversos
flacos, presionados entre los que entraban y los que se encontraban ya dentro
de la ciudad. De este modo, el caos se adueñó de las calles, que se
convirtieron en un auténtico laberinto para los defensores, probablemente
acosados intensamente y paulatinamente rodeados por el enemigo.67 Se
produjo entonces una auténtica masacre, y el horror fue el amo de las calles.
Muchos tebanos fueron pasados a cuchillo, sin piedad, incluyendo mujeres y
niños. Tras violaciones masivas y cruentos asesinatos, sólo sobrevivieron
ancianos, mujeres y niños.68 Luego, la ciudad fue arrasada hasta los
cimientos, como testimonio mudo de la autoridad de Alejandro y del poderío

66
Como los hipaspistas, pues son estos mencionados explícitamente para el caso de Tebas, y
el aguante de un enemigo muy numeroso en el caso de Halicarnaso hace probable que no se
tratasen de soldados corrientes (a pesar de lo que opina Diod. XVII, 25, 5, quien habla de
estos como de novatos o inexpertos).
67
Diod. XVII, 12, 4-5.
68
Just. XI, 4, 2-5. Asimismo, los episodios de Timoclea recogidos por Plut. Alex,. 12 y Mor.
259C parecen incidir en estas circunstancias.

89
Borja Antela

de la hegemonía macedonia. El territorio fue dividido entre los aliados de la


Liga de Corinto más combativos contra la capital beocia, como los platenses,
focenses y orcomenios,69 que habían dado todo su apoyo a Alejandro e
incluso participaron activamente en el asedio.70 Los supervivientes, en
número de aproximadamente unos treinta mil, fueron vendidos como
esclavos,71 resultando en unas ganancias de hasta cuatrocientos cuarenta
talentos.72 Se salvaron sólo los sacerdotes, los proxenos de Macedonia, los
descendientes del poeta Píndaro73 y quizás algunos ciudadanos
preeminentes.74 Con ello, se infundía un profundo temor entre los griegos,
que permitiese asegurar la sumisión por medio del miedo,75 de cara a evitar
alzamientos durante la programada campaña asiática, que comenzaría pocos
meses después. La destrucción de Tebas quedaría, sin embargo, como un
monumento a la memoria, que los griegos mantendrían vivo largo tiempo.76

Mileto

En 334, después de su victoria en Gránico, el ejército de Alejandro se dirigió


a la costa de Asia Menor.77 Tras abandonar Éfeso, se pusieron en camino
hacia Mileto. En esta ciudad habían tomado refugio algunos importantes
sátrapas y generales de Darío tras la derrota de Gránico, como Memnón de

69
Bosworth 1980, 79 y 90 ha insistido en la intencionalidad de las fuentes de exculpar a
Alejandro de la responsabilidad directa en las decisiones de atacar y destruir Tebas. Por otra
parte, esta responsabilidad aparece directamente mencionada por Polyb. 28, 2, 13; Plut. Alex.
11, 11. En su relato, Justino también parece pretender justificar a Alejandro,
responsabilizando del destino final de Tebas a los aliados, y añadiendo un buen número de
antecedentes en los que Tebas se había mostrado cruel e injusta, pero indica explícitamente
que fue la ira de Alejandro y los macedonios la que motivó la destrucción: Iust. XI, 3, 8, 11-4,
6-8. Esta responsabilidad de Alejandro, además, puede ser leida en cierta medida en relación
con la acción de los dioses: Squillace 2011, 317. Asimismo, sobre la referencia a Platea, que
estaría plenamente vinculada con el programa propagandístico de Alejandro, el trabajo de
Wallace 2011 resulta de gran interés.
70
Arr. Anab. I, 8, 8. Diod. XVII, 13, 5 recoge “tespios” por “foceos”. Iust. XI, 3, 8 hace
referencia a las cuatro comunidades: focenses, platenses, tespios y orcomenios.
71
Diod. XVII, 13, 3; 5-6; 14, 1; Plut. Alex. 11. 11-12; Arr. Anab. I, 8, 6-8.
72
Diod. XVII, 14, 4. Cft. Iust. XI, 4, 8.
73
Arr. Anab. I, 9, 9; Plut. Alex. 11, 12.
74
Como tal vez muestra el ejemplo, ya mencionado, de Timoclea.
75
Plut. Alex. 11, 11.
76
El lamento por los horrores sufridos por los tebanos llegó a convertirse en un tópico de la
literatura griega: Worthington 2003, 65-68; Squillace 2011, 318 n.90.
77
Puede verse un buen resumen del context previo al asedio en Romane 1994, 63-66.
Igualmente, Hammond 1992, 120-121; Bosworth 1997, 60-61.

90
Alejandro Magno, poliorcetes

Rodas.78 En un primer momento, parece que el responsable de la guarnición


persa en la ciudad, Hegesístrato, había contemplado vivamente la posibilidad
de entregar a Alejandro la ciudad,79 aunque finalmente decidió oponer
resistencia, al tener noticia de la proximidad de una flota persas que podía
venir en su auxilio. Sus esperanzas se mostraron, sin embargo, vanas cuando
el comandante de la flota aliada, Nicanor, consiguió aventajar a los persas y
fondear sus 160 naves en la isla de Lade, al oeste de la ciudad de Mileto,80
obteniendo de este modo una importante ventaja estratégica.81 La flota persa,
por su parte, al conocer la noticia, decidió anclar frente a Mícale.82
Mileto se encontraba situada en lo alto de un promontorio, en el centro de
una península en medio del golfo de Latmia. Es probable, como ha indicado
Bosworth,83 que una parte de la ciudad se encontrase extramuros. Sabemos,
además, por Arriano84 que nada más llegar a la ciudad, los macedonios se
hicieron con el control de la zona exterior, mientras que la guarnición
enemiga se había retirado a la fortaleza. Con el área circundante bajo
control, Alejandro ordenó acampar en las inmediaciones de la muralla. No
obstante, el inicio del asedio no debió ser inminente, como parece indicar la
visita de Glaucipo, reputado ciudadano, enviado como embajador de la
ciudad ante Alejandro para negociar la posibilidad de convertir Mileto en
ciudad y puerto franco, tanto para persas como para griegos.85 Esta propuesta
de neutralidad, que evidencia la difícil posición de la población local y la
desvinculación del poder local milesio con respecto a las acciones militares
persas en un intento de evitar los horrores de la guerra sobre la ciudad, pone
también de manifiesto la más que probable espera de Alejandro y sus
hombres frente a la ciudad, una vez rodeada, antes de desplegar el asedio
activo de la misma. Como ya había sucedido en Tebas, Alejandro esperaba
que la presión psicológica de su presencia ante las murallas pudiese ahorrarle

78
Diod. XVII, 22, 1, aunque con los interesantes comentarios de Brunt 1962, 149-150. Sobre
este destacado personaje, vid. Hofstetter 1972, 125-127; Seibt 1977, 99-107; Heckel 2006,
162.
79
Arr. Anab. I, 18, 4. No sabemos, sin embargo, cómo esta información puede conciliarse con
la supuesta presencia de Memnón en Mileto, que aparece sólo atestiguada en el relato de
Diod. XVII, 22, 2, quizás en un error en relación con la segura presencia y grave
protagonismo de Memnón en el posterior asedio de Halicarnaso.
80
Strabo, XIV, 1, 7.
81
Como demuestra el testimonio recogido por Polib. XVI, 15, 5. Cft. Bosworth 1980, 137.
82
Arr. Anab. I, 18, 5.
83
Bosworth 1980, 136.
84
Arr. Anab. I, 18, 3.
85
Arr. Anab. I, 19.1. Bosworth 1980, 138 considera a este Glaucipo como el representante de
la oligarquía milesia, en un intento de negociar la neutralidad de la ciudad. Asimismo,
también indica los posibles vínculos familiares de este Glaucipo con ciertos magistrados
epónimos milesios de la época.

91
Borja Antela

la lucha, aunque tras ello quizás se esconda también algún intento de


soborno que favoreciese la causa macedonia.86
La visita de Glaucipo, sin embargo, no resolvía en modo alguno los
problemas de Alejandro, que difícilmente podría abandonar a la espalda de
su línea de avance una ciudad teóricamente neutral, ocupada por persas, que
podrían perfectamente representar la aparición de un segundo frente en su
contra. Asimismo, si abandonaba Mileto sin haberla tomado, su imagen en
Asia se vería seriamente dañada, y con toda probabilidad se multiplicaría el
número de ciudades que ofreciesen resistencia.87 Por ello, la propuesta fue
rechazada, y seguramente el asedio propiamente dicho se inició poco
después, pues Alejandro despidió a Glaucipo advirtiendo a los milesios que
se preparasen para la lucha. En este sentido, la imagen planteada por el relato
de Arriano hace pensar en un asedio de poquísimas jornadas, pero Diodoro
completa esta información con una perspectiva de mayor amplitud. Así,
podemos reconstruir el asedio, que debió iniciarse, como en Tebas, por
medio del ataque macedonio concentrado en diferentes partes del muro, aun
con las dificultades que suponía la geografía defensiva de la ciudad, con tres
de sus cuatro lados sobre el mar,88 lo que propiciaba un planteamiento de
defensa estática o pasiva.89 Ello permite entender que, al principio del
asedio, según Diodoro, los defensores ejerciesen una mayor presión sobre
los atacantes, al contar además con un gran número de soldados en las
murallas y de numerosos dardos y armas arrojadizas.90 En este sentido, vale
la pena tener en cuenta la más que probable presencia en las líneas de

86
Esta parece haber sido ya una tendencia en la política de asedio de Filipo: Sáez Abad 2005,
117.
87
Bosworth 1997, 61 expone con detalle las acciones desarrolladas por los macedonios, bajo
el , mando de Alcímaco, en Jonia y Eólide con el objetivo de promover la adhesión de las
ciudades de la zona a la causa macedonia. Asimismo, Alejandro promovía con carácter
magnánimo la sumisión de ciudades, mientras que castigaba duramente a las que resistían.
Mileto es, en este sentido, el primer buen ejemplo de esta práctica, que de por sí ya había sido
aplicada en la revuelta de Tebas o en el posterior perdón a Atenas. Sobre la política de
Alejandro con las ciudades griegas de Asia, y la sustitución de oligarquías por sistemas
democráticos, vid. Bickerman 1934; Badian 1966; Bosworth 1980, 134-136. Para una
bibliografía sobre el tema, vid. Gómez Espelosín 2007, 328.
88
Bosworth 1997, 62.
89
McNicoll 1986, 306.
90
Diod. XVII, 22, 2. Curiosamente, Romane 1994, 67 propone que el asedio fue iniciado por
tropas ligeras por parte de los macedonios, aunque no indica en qué se basa para tal
afirmación, que no aparece reflejada en las fuentes. El hecho de que los defensores atacasen
con dardos no implica forzosamente que las fuerzas macedonias respondiesen sencillamente
con tropas ligeras. Asimismo, el autor no explicita qué tipo de tropas ligeras, por lo que
resulta imposible hacerse una idea de cuál es el auténtico objetivo de su explicación.

92
Alejandro Magno, poliorcetes

defensa milesias de maquinas de artillería, probablemente de no torsión.91 En


este caso, el silencio no nos permite resolver la cuestión en modo alguno,
aunque la referencia directa por parte de Dario al uso de dardos en la defensa
parece propiciar la confirmación de la existencia de estas máquinas.92 Pese a
ello, los ataques macedonios se sucedieron durante días, sin que conozcamos
éxito alguno de este tipo de ataques. Sin embargo, la insistencia de los
atacantes, a juzgar por el tono de las fuentes, parece propiciar también la
posible presencia por parte de los defensores de algún tipo de parapeto de
defensa contra los dardos milesios,93 aunque cualquier conclusión en este
sentido no pasa de conjetura, al no existir referencia alguna en las fuentes.
Tampoco sabemos, sin embargo, de salidas por parte de los defensores. Esta
situación debió mantenerse hasta el ensamblaje de la maquinaria de asedio.
Así, en el relato de Diodoro parece reflejar una secuencia de tiempo entre el
asedio sin máquinas y el inicio de los ataques con ingenios mecánicos. No
sabemos si la maquinaria fue construida originariamente en las
inmediaciones de Mileto94 o si por el contrario, el tiempo entre el inicio del
asedio y el inicio del uso de las máquinas fue resultado del lento transporte
del tren de asedio, que debía ser trasladado desde Éfeso hasta Mileto.95 La
segunda explicación parece la más probable, a la luz de las posibles
dificultades para la obtención de recursos para la maquinaria en la zona,
teniendo en cuenta la experiencia posterior del asedio de Tiro, y la probable
presión que la cercanía de las fuerzas navales persas podrían efectivamente
suponer para aquellos encargados de obtener estos recursos en el terreno
próximo a Mileto.
Una vez montadas las máquinas, y con la armada de Nicanor desplegada
con el objetivo de cerrar el acceso marítimo de los persas a la ciudad,96 se
inició una segunda fase, ya determinante, del asedio, en la que los ingenios
mecánicos macedonios centraron sus esfuerzos en batir los muros de la
ciudad, manteniendo probablemente más de un foco de concentración del

91
Como en el caso de Halicarnaso: Marsden 1969, 101. Es probable que se tratase de
gastraphetes o oxybeles, de gran funcionalidad para el lanzamiento de proyectiles
antipersona: cft. McNicoll 1986, 307; Sáez Abad 2005, 37-43.
92
Vid. Marsden 1971, 75, 77; Keyser 1994, 42.
93
Como sucede en Halicarnaso: Diod. XVII, 24, 4. Asimismo, Bosworth 1980, 145
94
Como defiende Romane 1994, 68.
95
Bosworth 1980, 138-139. Por otra parte, merece la pena recordar que Diades, ingeniero al
servicio de Alejandro, desarrolló una serie de importantes innovaciones, entre ellas los
diseños para la construcción de la maquinaria en un formato modular, de forma que pudiese
ser desmontada en piezas de fácil ensamblaje, para facilitar su transporte: Vitrub. 10, 13, 3;
Whitehead / Blyth 2004, 176-187, 194-195; Murray 2008, 35.
96
Arr. Anab. I, 19, 3. Bosworth 1980, 139, a pesar de las provocaciones de la flota persa, que
trataba de promover el enfrentamiento naval, favorable a sus intereses por número: I, 19, 7.

93
Borja Antela

fuego.97 Por Arriano98 sabemos de la existencia de dos tipos de maquinas por


parte de los macedonios, estando unas contra el muro, sin que se nos indique
si se trata de torres o de arietes, o tal vez de ambos,99 y disparando otras
desde lejos, lo que nos hace pensar en una técnica empleada también en los
demás asedios de la campaña alejandrina, como veremos, por la que la
artillería macedonia barría con fuego de cobertura las murallas,100 anulando
la capacidad de acoso de los defensores para los soldados que se
aproximaban al muro, mientras estos erigían las estructuras de ataque que
habían de servir para abrir brecha en la muralla y/o acceder a lo alto de la
misma. De este modo, se abrieron vías de acceso en las defensas de la
ciudad, por las cuales el ejército macedonio podía entrar y hacerse con la
ciudad. Entre aquellos que se encontraban en Mileto, encontramos dos
reacciones que, nuevamente, nos remiten a la existencia de una clara
diferencia entre los ocupantes. Los ciudadanos milesios, por una parte, se
aprestaron a presentarse ante Alejandro como suplicantes, con la pretensión
de rendir la ciudad. Recibieron estos de Alejandro el perdón y cierta
generosidad, aunque resulta dudoso el trato concreto que recibió la ciudad
por el conquistador.101 En las fuentes se habla del perdón de Alejandro a los
milesios, pero también se menciona la masacre de una buena parte de
ellos.102 Sin duda, en este caso, la propaganda de Alejandro, y la memoria
del saqueo persa durante la revuelta jonia debió pesar mucho en las acciones
del conquistador.103 Tampoco resulta claro hasta donde se aplicó el supuesto
perdón de Alejandro, ya que si bien los no todos los milesios sufrieron el
destino de los tebanos, el resto de los habitantes de la ciudad, incluidos los
defensores persas capturados con vida, fueron esclavizados.104 En cuanto a
cierto grupo de mercenarios griegos que consiguieron huir hasta una isla
costera,105 Alejandro decidió finalmente perdonarlos a condición de que se
enrolasen bajo su mando. Sin duda, la matanza de mercenarios en Gránico
debía tener algo que ver con ello,106 pero también la fuerte posición que los

97
El uso del plural en referencia a los muros de la ciudad que fueron cayendo como resultado
del daño del ataque en Diod. XVII, 22, 3 parece fundamentar esta afirmación.
98
Arr. Anab. I, 19, 2.
99
Aunque la incidencia de éstas sobre los muros y la abertura de brechas hace suponer que se
tratase de arietes. El silencio de las fuentes, nuevamente, nos priva de mayor concreción.
100
Arr. Anab. I, 20, 8. Vid. Marsden 1969, 101: “covering fire seems to have been the
dominant role of artillery still”.
101
Diod. XVII, 22, 4. Bosworth 1980, 140.
102
Arr. Anab. I, 19, 4.
103
Hdt. VI, 21, 2.
104
Diod. XVII, 22, 4-5.
105
Arr. Anab. I, 19, 5-6. Dos islotes, Dromisco y Pernes, se encontraban muy cerca de la
ciudad: Bosworth 1980, 139.
106
Arr. Anab. I, 16, 2 y 6. Sobre este pasaje, vid. Hammond 1997. El episodio completo
aparece comentado también por Parke 1970, 180.

94
Alejandro Magno, poliorcetes

pertrechados en la isla habían conseguido, que podría dificultar intensamente


la lucha contra ellos, originando presumiblemente muchas bajas entre los
macedonios que sin duda era mejor evitar. Poco después, Alejandro
continuaba su avance, dejando Mileto bajo control macedonio.107

Halicarnaso

En el mismo año 334, tras el licenciamiento de la flota, los macedonios


hubieron de hacer frente a un segundo asedio de gran envergadura, como fue
el de Halicarnaso.108 Capital de la región de Caria, Halicarnaso representaba
también un arsenal de primer orden para la flota persa.109 Asimismo, la
imponente autoridad de sus defensas convertía a la ciudad en un enclave
fundamental en el avance macedonio, del que Alejandro no podía prescindir
si pretendía seguir expandiendo su autoridad en la zona.110 Asimismo, los
generales persas huidos de Mileto, y en especial el propio Memnón, habían
tomado refugio en la ciudad, quizás con el objetivo de complicar la presencia
de los macedonios en la región y evitar que su avance siguiese progresando,
o si más no, ralentizar y castigar en la medida de lo posible las fuerzas
enemigas.
Quizás como resultado del ejemplo de Mileto, de camino a Halicarnaso
Alejandro difundió una política de recompensa o castigo, anunciando a las
ciudades griegas promesas de garantía de independencia y excepciones
fiscales para las que no opusiesen resistencia.111 En modo alguno debía
desear más problemas por parte de las poblaciones vecinas una vez estuviese
ocupado en el complicado asedio de Halicarnaso.
Situada en una pequeña península, la ciudad se erigía en terrazas como un
anfiteatro griego,112 con su magnífico puerto natural, bien protegido por las
dos ciudadelas que flanqueaban su entrada, Salmancide y el Castillo del
rey.113 A estas dos se le sumaba la acrópolis original, en la esquina noroeste
del perímetro. A lo largo de la muralla, y también a los lados del puerto,
diversas torres y fortificaciones, que se sucedían para controlar los distintos
fragmentos de la muralla. Asimismo, además del mar, Halicarnaso contaba
con una serie de colinas en su lado norte que servían también de defensa

107
Aunque la ciudad volverá a ser reconquistada por los persas: Curt. IV, 5, 13.
108
Un breve resumen de contexto ha sido expuesto en Romane 1994, 69-70. Asimismo, Lane
Fox 1973, 135-137; Hammond 1992, 123; Bosworth 1997, 63-64.
109
Fuller 1958, 200; Bosworth 1997, 63
110
Romane 1994, 70.
111
Diod. XVII, 24, 1.
112
Vitrub. II, 8, 11.
113
Strabo, XIV, 2, 17 (657). Cft. Bosworth 1980, 143.

95
Borja Antela

natural.114 Enclave privilegiado, la ciudad mantenía un estrecho contacto por


medio de las Cícladas con la Grecia continental, especialmente el Ática,115
por lo que cuanto sucediese en el escenario del asedio podía tener sus
repercusiones e impacto en la opinión pública de la Hélade, algo que
Alejandro sin duda no debió poder pasar por alto.
Cuando Alejandro llegaba a las inmediaciones de la ciudad, ésta se
encontraba ya perfectamente pertrechada para el asedio. Contaba con una
guarnición de alrededor de 2000 mercenarios griegos a las órdenes del
exiliado ateniense Efialtes,116 y con un importante contingente de soldados
asiáticos mandados por Orontobates, el sátrapa designado por Dario tras la
muerte de Pixódaro.117 Asimismo, recientemente Memnón había recibido de
Darío el mando supremo de las fuerzas navales y terrestres para la lucha
contra Alejandro.118 De este modo, a resguardo en el puerto de Halicarnaso
fondeaba una importante fuerza naval persa, que podía en todo momento
actuar en beneficio de los defensores, a diferencia de lo que había sucedido
en Mileto.
El asedio de Halicarnaso ha sido entendido a menudo no ya como una
acción aislada más de la campaña, sino más bien como un punto de inflexión
de la misma. Es frecuente que los investigadores consideren el plan
defensivo de Memnón como parte de la Grand Strategy persa,119 cuyo
objetivo habría sido el de frenar el avance macedonio, aislar a Alejandro
paulatinamente en los trabajos de asedio de la ciudad para, con el tiempo a
favor, iniciar una contraofensiva en el Egeo para contrarrestar la presencia
macedonia, reconquistando la zona y, al mismo tiempo, probablemente
incidiendo mediante actuaciones políticas y sobornos en la precaria
estabilidad de la Hélade, haciendo estremecerse el reciente dominio
hegemónico de Macedonia.120

114
Romane 1994, 70.
115
Fuller 1958, 200.
116
Heckel 2006, 117. Le acompañaba también como general el también ateniense Trasíbulo:
Heckel 2006, 266. Por otra parte, sobre la importancia de este contingente en la defensa de
Halicarnaso, vid. Brunt 1962, 147-149. De especial relevancia es la indicación de Brunt (148)
de que en el relato de Diodoro no aparece ningún griego en la defensa de Halicarnaso, algo
que sabemos que es incorrecto, pero que quizás tenga relación con algún tipo de interés
propagandístico o de carácter político por parte de la fuente de la que Diodoro extrae su
relato.
117
Ruzicka 2010.
118
Arr. Anab. I, 20, 3.
119
Sobre la definición del concepto, vid. McNicoll 1986, 305.
120
Romane 1994, 70, 72. Sobre el contexto de las operaciones persas por frenar el avance
macedonio tras Gránico, vid. por ejemplo Lane Fox 1973, 152-154; Hammond 1992, 133-
135; Bosworth 1997, 71-72; Cartledge 2004, 117-118. Sobre el concepto mismo de
Hegemonía, vid. Antela 2007b.

96
Alejandro Magno, poliorcetes

La intensidad del conflicto debió resultar patente a los macedonios nada


más llegar a las inmediaciones de la ciudad. Tras desplegar su ejército a unos
cinco estadios de las murallas,121 en un procedimiento probablemente similar
al que ya habíamos percibido en el caso de Tebas, Alejandro trataba de
realizar un primer reconocimiento de los posibles lugares más débiles de la
muralla donde concentrar el ataque cuando, al acercarse a la puerta Milasa
(en el lateral este de la ciudad),122 los defensores iniciaron un ataque con
proyectiles, disparados a gran distancia. Arriano explica que soldados
macedonios trataron de perseguir a estos defensores, obligándolos a recluirse
en la ciudad.123 En sí, entonces, la información expone dos tipos de acción,
una realizada desde la muralla, mencionada explícitamente por Arriano, y la
otra desde las inmediaciones de la misma pero en el exterior de la ciudad,
protagonizada por los defensores perseguidos por los macedonios y
obligados a refugiarse tras las puertas. No obstante, la información sobre los
proyectiles nos muestra con cierta claridad la existencia en Halicarnaso de
artillería.124
Tras esto, pasados unos días, Alejandro se hizo acompañar de los
hipaspistas, la caballería de los Compañeros, la infantería de Amintas,
Pérdicas y Meleagro y los arqueros y agrianes con el objetivo de revisar
nuevamente el perímetro, esta vez por la zona de Mindo.125 El contingente
elegido en este caso resulta sospechosamente similar que el que acompañaba
a Alejandro en la extraña estratagema (supra) protagonizada por el batallón
de Pérdicas que finalmente permitió la entrada de los macedonios en la
ciudad y la toma de la misma. El hecho de que la narración de Arriano
aparezca vinculada a una posible entrega de la ciudad de Mindo a los
macedonios no hace sino dar mayor credibilidad a la hipótesis de que lo
sucedido en Tebas formaba parte de una estrategia cuidadosamente
planificada. En el caso actual, si bien finalmente no tiene lugar la entrega de
la ciudad vecina a Halicarnaso, que hubiese facilitado en cierto modo las

121
Según Fuller 1958, 201, el campamento macedonio se estableció en un principio en al
sudeste de la ciudad de Halicarnaso.
122
Arr. Anab. I, 20, 4. Nuevamente, como expone Fuller 1958, 202, la proximidad con Mindo
supone el traslado del campamento macedonio, desde la ubicación original en el lado sudeste
al lateral oeste de Halicarnaso. Es de suponer que ello debió venir motivado porque el
reconocimiento de la muralla habría señalado mayores posibilidades de éxito por esta banda
de las fortificaciones.
123
Arr. Anab. I, 20, 4.
124
Marsden 1969, 101: “the siege of Halicarnasus by Alexander 334) marks the beginning of
a transition to a new stage in the development of siege-techniques supported by artillery”.
Asimismo, Keyser 1994, 42-43.
125
Arr. Anab. I, 20, 5. A la luz de la participación expuesta ya en el asedio de Tebas
protagonizada por Pérdicas, la presencia de éste entre los acompañantes de Alejandro para
realizar la revisión de las defensas de Mileto refuerza la hipótesis expuesta del episodio en
Tebas y Halicarnaso como una estratagema premeditada.

97
Borja Antela

acciones de asedio, no por ello los macedonios abandonaron con facilidad su


propósito, y a pesar de la oscuridad de la noche y de carecer de máquinas, el
grupo que acompañaba a Alejandro trató de iniciar labores de minado,126 que
tuvieron cierto éxito pues rápidamente consiguieron derruir una de las torres,
aunque sin obtener con ello acceso al interior. La situación, sin embargo,
acabó por complicarse, con los habitantes de Mindo y una incursión de los
halicarnasios obligó a los macedonios a emprender la retirada.
El inicio del asedio propiamente dicho debió tener lugar poco después, y
en palabras de Diodoro, fue violento e impresionante.127 En un primer
momento, parece poco probable que Alejandro contase con la maquinaria de
asedio, teniendo en cuenta que ésta viajaba por mar según Diodoro,128 o tal
vez por tierra aunque bordeando la línea de costa,129 y que tardaría más de lo
deseado por los macedonios en llegar hasta las inmediaciones de
Halicarnaso. Asimismo, la descripción de Diodoro de diversos ataques
sucesivos contra los muros, propiciando constantes situaciones de peligro,130
debe hacer referencia, en un primer momento, a la fase del asedio anterior al
uso, y por tanto a la llegada, de la tecnología poliorcética. Una vez pudieron
contar con ellas, los macedonios dispusieron las máquinas de todo tipo. Para
ello, los atacantes hubieron de rellenar el foso cavado por los defensores, de
unos treinta codos de ancho y quince de profundidad.131 Para estas labores,
fue necesario el uso de tortugas que protegiesen a los trabajadores,132
acosados sin duda, como en el episodio de la primera revisión de la muralla
por Alejandro y los suyos, por una constante lluvia de dardos y proyectiles

126
Arr. Anab. I, 20, 6-7.
127
Diod. XVII, 24, 4.
128
Diod. XVII, 24, 1.
129
Tal y como ha propuesto Keyser 1994, 43, quien hace notar que si bien tras la disolución
de la flota los persas contaban con el dominio del mar, ninguna acción naval contra los
sitiadores tuvo lugar en Halicarnaso. Pese a ello, si el tren de asedio que transportaba la
maquinaria especializada, y presuntamente, también algunos especialistas macedonios en
estas cuestiones, hubiese viajado por mar, habría quedado sin duda a merced del poderío
naval persa, incontestable ante la ausencia de recursos marítimos por parte de los macedonios:
Brunt 1962, 148; contra Bosworth 1980, 144. Por otra parte, como ha indicado Murray 2008,
39, teniendo en cuenta el extremado peso de las máquinas, a pesar de estar desmontadas en
piezas modulares, el transporte por mar era preferible. No obstante, Whitehead / Blyth 2004,
181 consideran que la invención del ensamblaje modular de Diades estaba pensado para el
transporte de la maquinaria por tierra.
130
Diod. XVII, 24, 4.
131
Arr. Anab. I, 20, 8
132
Diod. XVII, 24.4. Bosworth 1980, 146. Marsden 1969, 101 considera que estas tortugas
fueron diseñadas expresamente para este propósito, siendo probablemente una innovación,
aunque quizás deban ser puestas en relación con los trabajos que anteriormente Pólido de
Tesalia había desarrollado para Filipo: Murray 2009, 35.

98
Alejandro Magno, poliorcetes

de artillería.133 Una vez superado el obstáculo, pudieron aproximar las torres


de asedio a la muralla,134 junto con los arietes.135 Nuevamente, como había
sucedido en Mileto, el objetivo era crear una lluvia discrecional de
proyectiles que eliminase la resistencia desde la muralla, protegiendo así las
actuaciones de los soldados al pie de las defensas.
Resulta bastante complicado recomponer el orden correcto de las
informaciones transmitidas por Diodoro y Arriano.136 Sabemos por ambos
del recurso de los defensores a las salidas nocturnas con el objetivo de dañar
las máquinas macedonias,137 lo que en cierto modo nos da la pista de que
estas salidas de la ciudad por los defensores debieron iniciarse cuando las
máquinas estaban teniendo cierto éxito en las labores de asalto. En este
sentido, Diodoro parece dar a entender que fue precisamente el
derrumbamiento de una parte del muro y la aparición de una brecha en las
defensas lo que dio lugar, como reacción, a la primera de las salidas
nocturnas promovidas por Memnón138 contra los ingenios poliorcéticos
macedonios,139 con especial incidencia contra aquellos más cercanos a las

133
Diod. XVII, 24, 6 supone otro buen ejemplo que reafirma esta hipótesis. Cft. Keyser 1994,
50; Sáez Abad 2005, 118.
134
Arr. Anab. I, 20, 8. Asimismo, por Arr. Anab. I, 22, 2 sabemos que las torres macedonias
contaban con lanzaproyectiles, tanto gastraphetes como posiblemente lithobolos (vid. supra).
Por otra parte, es más que probable que estas torres de asedio fuesen del tipo helepolis, pues
sabemos que ya desde el asedio de Bizancio los macedonios contaban con este ingenio
desarrollado por Polido para Filipo. Vid. Diels 1904, col. 8, ll. 5-8; Murray 2008, 34; Sáez
Abad 2005, 83-85. En cuanto a la forma pentagonal o quizás poligonal de estas torres
macedonias, vid. Murray 2008, 49 n. 14.
135
Diod. XVII, 24.4.
136
Cft. Bosworth 1980, 144-145.
137
Parece que, frente a la defensa pasiva desarrollada en Mileto, el plan de Memnón en
Halicarnaso puede considerarse totalmente opuesto, practicando una defensa elástica o activa.
Sobre este concepto, McNicoll 1986, 306. Por otra parte, en 309 McNicoll plantea las salidas
de los defensores como uno de los sistemas de defensa fundamentales en asedios por los
sitiados durante el periodo helenístico.
138
Diod. XVII, 24, 5.
139
Resulta muy difícil poder describir con detalle los ingenios mecánicos, tanto poliorcéticos
como de artillería, que debieron tener incidencia en el asedio de Halicarnaso a la luz de las
noticias de nuestras fuentes. Keyser 1994, 43 enumera toda una serie de maquinas que habrían
sido empleadas por ambos bandos (catapultas lanzaflechas o gastraphetes, lanzapiedras…).
La controversia sobre este tema aparece también recogida por Sáez Abad 2005, 117 y n. 73,
especialmente en relación al uso del lithobolos, de buen seguro presente durante el asedio de
Tiro, pero quizás empleado ya en Halicarnaso. Ya en su obra clásica, Marsden 1969, 101
planteaba esta cuestión a la luz de la información que parece desprenderse de Arr. Anab. I, 22,
2. Bosworth 1980, 148 da por válida la interpretación de Marsden, al aceptar sin discusión el
uso de lanzapiedras o lithobolos en el asedio de Halicarnaso por parte de Alejandro, una
auténtica innovación técnica que, de un modo u otro, debió resultar fundamental en la
cimentación de la grave autoridad macedonia en materia de guerra de asedio. Curiosamente,
Keyser 1994, 50 acaba por afirmar, contra lo expuesto, que la única invención técnica de
Alejandro fue la creación de barcos de asedio en Tiro (aunque a juicio de lo expuesto por

99
Borja Antela

murallas.140 Asimismo, el relato parece hacer referencia también a noches


diferentes,141 y no a una en concreto, como acontece con la versión de
Arriano. No obstante, en ambas los combates alrededor de las máquinas son
encarnizados,142 lo que demuestra, de una parte, la proximidad a la ciudad de
esta maquinaria, y de otra, el creciente éxito que presumiblemente estaban
obteniendo los macedonios con su estrategia de asedio, pues ello debió
motivar la respuesta de los sitiados. De cualquier modo, en algún momento,
los defensores consiguieron prender fuego a algunas de las máquinas,
mientras alrededor del lugar donde Alejandro centraba sus ataques se
producía un cruento combate nocturno, que debía producir numerosas bajas
en ambos bandos, estando los atacantes ocupados en tratar de apagar los
fuegos, repeler al enemigo e incluso tratar de aprovechar la situación y el
caos para conseguir penetrar las defensas; mientras, los defensores buscaban
dificultar los esfuerzos de los macedonios para apagar los fuegos, al tiempo
que repelían los ataques y, desde dentro, reconstruían a marchas forzadas los
muros dañados por los ataques, cerrando así las brechas por las que los
macedonios buscaban acceder a la ciudad.143
Pese a la persistencia y los ataques nocturnos, la maquinaria macedonia
seguía produciendo estragos en los muros, y pronto fueron derribadas varias
secciones del muro y algunas torres, que probablemente fueron
reconstruidas, aunque quizás de forma precaria, a juzgar por la anécdota de
los dos soldados borrachos del batallón de Pérdicas,144 que ya hemos
comentado en relación al caso de Tebas. El caso ya ha sido explicado, por lo
que no volveremos sobre ello,145 aunque, efectivamente, en este caso la
estratagema no tuvo el resultado esperado, y si bien los macedonios
acudieron en auxilio de sus compañeros de armas, supuestamente ebrios,
consiguiendo con ello colapsar la brecha en las fortificaciones y estando a

Front. Str. III, 9, 8, probablemente ya Filipo hubiese empleado en algún modo barcos unidos
para implantar una cubierta común en la que poder instalar torres de asalto, lo que sin duda
debe considerarse un precedente directo de la propuesta de asedio marítimo planteado por
Alejandro), sin contemplar los lithobolos de Halicarnaso, que considera dudosos.
140
Arr. Anab. 20, 9.
141
Diod. XVII, 24, 5.
142
Diod. XVII, 25, 3-5.
143
Diod. XVII, 25, 1.
144
Diod. XVII, 25, 5-6.
145
Vale la pena, sin embargo, recordar aquí la explicación que para este episodio propone
Romane 1994, 72-73, al considerar que el episodio de los dos supuestos borrachos del
batallón de Pérdicas, de forma fortuita, hicieron coincidir su irresponsable comportamiento
con un intento de salida por parte de los defensores de la ciudad, consiguiendo así dar la
alarma sobre ella antes que pudiese incidir negativamente contra los macedonios. La
explicación, demasiado enrevesada, no tiene en cuenta los paralelismos con el episodio de
Tebas, que son múltiples, ni el auténtico objetivo de la estratagema, que no era otro que
motivar la apertura de las puertas.

100
Alejandro Magno, poliorcetes

punto de entrar en la ciudad, la respuesta de los defensores fue


absolutamente contundente, y al realizar una salida que en número superaba
con creces a los macedonios allí congregados, obligó a estos a huir,
provocando un gran número de heridos entre ellos.146 Interesante, sin
embargo, resulta el hecho de que en algún momento, probablemente con
anterioridad al episodio,147 una parte del muro había quedado seriamente
dañada, con dos torres derruidas y una tercera muy dañada, dando acceso a
una parte debilitada del muro148 que hubo de ser reconstruida de forma
urgente con “ladrillos curvos”, quedando en la muralla una línea con forma
de media luna.149
La finalidad de este muro curvo de ladrillo debía ser la de crear una
especie de cul de sac en la línea defensiva de la muralla, de forma que el
punto en que los macedonios centraban su actividad de ataque quedase
flanqueado por las diversas partes de la estructura defensiva, recibiendo así
el ataque de armas arrojadizas desde todos los flancos posibles, retaguardia
incluida.150 Asimismo, junto con el muro, los sitiados erigieron una torre de
madera de 100 codos de altura,151 desde la que debían dominar
perfectamente el espacio creado por el nuevo muro curvo, y desde ella
acosaban a los atacantes por medio de catapultas lanzaflechas, que aparecen
aquí perfectamente documentadas,152 y que debían causar estragos entre las
filas de los macedonios. Resulta a su vez interesante la apreciación de
Arriano de que esta torre fue construida como una especie de réplica de las
empleadas por los macedonios,153 lo que amplia nuestro conocimiento de la
maquinaria poliorcética empleada por Alejandro. Sin embargo, este muro de
ladrillo resultaba seguramente más débil que la muralla original de la ciudad
a la que pretendía sustituir, por lo que Alejandro aproximó sus máquinas a la
media luna del muro interior de ladrillo reconstruido por los defensores.154
No debía sin embargo ser el único foco de ataque de los macedonios, puesto

146
Arr. Anab. I, 21, 3-4. Diod. XVII, 25, 5-6.
147
Arr. Anab. I, 21, 4. El testimonio de Diod. XVII, 25, 5, al cotejarlo con el de Arriano, así
parece indicarlo.
148
Probablemente este punto débil haya sido el objetivo de la táctica ya empleada en Tebas
por medio también de hombres de Pérdicas.
149
Fuller 1958, 202.
150
Arr. Anab. I, 21, 6.
151
Este ingenio debió ser una especie de copia de las helepolis macedonias empleadas contra
las murallas. Asimismo, ello ejemplifica a la perfección la capacidad de los sitiados para
copiar en ocasiones los inventos de los sitiadores en su propio beneficio, como seguramente
sucedió también en el asedio de Tiro (infra).
152
Diod. XVII, 26, 6. Cft. Marsden 1969, 101.
153
Arr. Anab. I, 23, 2.
154
Arr. Anab. I, 22, 1.

101
Borja Antela

que Arriano menciona la existencia de torres de madera y manteletes como


piezas más próximas al muro.155
Todo ello permite comprender que el avance del ataque macedonio debió
aparecer a ojos de los defensores como inexorable, de forma que sólo podía
detenerse con la destrucción de las máquinas. Ello explica la aventurada
salida organizada por Efialtes junto con mil hombres,156 una vez más con el
objetivo de prender fuego a las máquinas macedonias. La existencia de
guardias macedonios que trataban de proteger la maquinaria es buena prueba
de la importancia que las máquinas tenían en el desarrollo del asedio.
Al despuntar el alba de un día más del asedio,157 Efialtes organizó a sus
hombres en dos grupos, y mientras unos pocos realizaban los trabajos
incendiarios, el resto formaba para evitar que los macedonios pudiesen
sofocar los fuegos o auxiliar en algo a cuantos protegían las máquinas.158 La
posición en el terreno de los defensores debió poner en problemas, en un
primer momento, a los macedonios, sobre todo seguramente a causa de la
urgencia por sofocar los fuegos y la sorpresa de tan inesperada acción.159 La
reacción de Alejandro, al percibir la estructura de la falange en profundidad
liderada por Efialtes, fue una vez más, como sucediera ya en Tebas, la de
disponer a su ejército en tres grupos, con las tropas de élite como refuerzo de
la vanguardia, y un tercer grupo que probablemente se tratase de los
veteranos.160 Alejandro, a su vez, se puso al frente de los suyos, para dirigir
el ataque.
La lucha fue encarnizada y sin cuartel. Los macedonios, ocupados en
proteger su maquinaria, hubieron de luchar con fiereza, pues se vieron
superados por momentos por Efialtes y los suyos. Asimismo, los proyectiles
disparados con catapultas antipersona161 desde la torre de madera ya
mencionada tras el muro reconstruido aumentaron las bajas entre los
macedonios, ahora en una situación difícil entre diversos fuegos. Por otra
parte, la posición de los defensores era óptima, y Memnón decidió dar apoyo
a Efialtes,162 realizando una salida por la entrada de las Tres Puertas,163

155
Arr, Anab. I, 21, 5.
156
Fuller 1958, 203, a la luz de Diod. XVII, 26, 3, considera que no eran 1000, sino dos
grupos de 1000 cada uno.
157
El episodio mantiene cierta semejanza con los consejos de Aen. Tact. 23.
158
Diod. XVII, 26, 3-4.
159
Diod. XVII, 26, 5.
160
Diod. XVII, 26, 4. Resulta muy difícil interpretar aquí con claridad la organización del
ataque macedonio propuesta por Diodoro.
161
Probablemente se trata de artillería de no torsión, gastraphetes, quizás del tipo diseñado
por Zopiro de Tarento, o tal vez oxybeles. Vid. Sáez Abad 2005, 37-43. Sobre Zopiro,
Halicarnaso y la forma en que esta ciudad pudo obtener su maquinaria de artillería, vid.
Keyser 1994, 42 n.69.
162
Diod. XVII, 26, 7.

102
Alejandro Magno, poliorcetes

tratando de coger seguramente a los macedonios por la retaguardia, en una


estrategia de la que se puede sospechar que fuese premeditada, y aprovechar
la batalla para infringir un duro castigo a Alejandro y sus hombres. Contra
estos, fue enviado Ptolomeo, junto con los batallones de Adeo164 y
Timandro, además de algunas tropas ligeras, lo que nos da una idea del
tamaño del enemigo. Asimismo, Tolomeo y los suyos consiguieron oponerse
al enemigo y rechazarlo con éxito,165 produciéndose una auténtica masacre
entre los que huían y aquellos que trataban de hacerse un hueco para entrar
por las puertas de la ciudad, que por temor a la entrada del enemigo los
halicarnasios habían cerrado, dejando a los rezagados a merced de las armas
macedonias.166
En cuanto a la contienda desarrollada frente al muro de ladrillo, las
fuentes nos hablan de una superioridad de los defensores frente a los
soldados comandados por Alejandro, y que de no ser por la fiera
determinación y el experimentado carácter de los veteranos macedonios, que
acabaron invirtiendo el flujo del ataque, el resultado habría sido de desastre,
según lo explica Diodoro.167 Sin embargo, la razón de ello quizás no fue
fortuita, ya que sabemos que Alejandro había dispuesto a sus hombres en
diferentes grupos, de difícil identificación a causa del modo en que son
descritos por Diodoro. Por ello, y a la luz nuevamente de ejemplos anteriores
como el de Tebas, podemos entender la intervención de los veteranos como
parte de la estrategia,168 quizás al formar estos el grupo de refresco, que en el
fragor de la batalla y en el momento más difícil para los macedonios,
entraron en combate, aguantando el empuje del enemigo, y acabaron por
superar a los hombres de Efialtes.169 Esta estrategia de una falsa retirada o
retroceso de la infantería para ganar espacios y posteriormente contraatacar
con intensidad aparece frecuentemente en las batallas de Filipo y

163
Arr. Anab. I, 22, 1. McNicoll 1986 ha señalado intensamente la importancia de las
poternas como sistema de defensa contra asedios durante el periodo helenístico. La escasez de
poternas de este tipo en Halicarnaso en 334 supuso uno de los grandes problemas de los
defensores, como muestra perfectamente el intento de auxilio por Memnón a Efialtes, que
resultó en un fracaso.
164
Quien parece haber perecido en la batalla: Arr. Anab. I, 22, 7.
165
Arr. Anab. I, 22, 4.
166
Arr. Anab. I, 22, 5-6.
167
Diod. XVII, 27.1. En ello coincide el excurso de Clito en su discusión con Alejandro tal y
como lo recoge Curt. VIII, 1, 36.
168
Sinclair 1966, 249.
169
Diod. XVI, 26, 7-27, 4. La afirmación de Clito en Curt. VIII, 1, 36 pone en duda la
existencia de esta táctica, relativizando además la planificación estratégica de las acciones de
Alejandro. Una vez más, su éxito aparece en las fuentes presentado, entonces, como resultado
de la fortuna, tema recurrente en la historiografía antigua sobre el joven rey macedonio: por
ejemplo, Diod. XVII, 38, 4.

103
Borja Antela

Alejandro.170 No obstante, resulta difícil evaluar la diferencia entre


retroceder con el objetivo de contragolpe o retroceder para salvar la vida.
En cuanto al resultado final de la batalla por el muro de ladrillo, la
intervención de los veteranos macedonios, como hemos dicho, fue definitiva.
Los defensores fueron superados, recibiendo graves pérdidas. El mismo
Efialtes perdía la vida entonces, mientras al anochecer, tras un largo día de
lucha constante, los macedonios conseguían entrar en la ciudad,171 aunque no
de forma definitiva pues Alejandro ordenaba entonces retirar sus tropas, a la
espera de decidir el destino de la ciudad en función de la respuesta de sus
ciudadanos. Nuevamente, el contexto interno de las ciudades asediadas
aparece aquí presentado como una dualidad entre las fuerzas de ocupación
persas y los ciudadanos de la misma. En este sentido, la decisión de Memnón
y su estado mayor, a la luz de la inminente victoria macedonia, resulta
reveladora, al acordar abandonar la ciudad.172 De este modo, según Arriano,
decidieron destruir ciertos elementos que podrían ser de utilidad al enemigo,
y en especial tanto la torre defensiva de madera del interior del muro de
ladrillo, así como el arsenal de proyectiles.173 Sin embargo, el fuego
empleado debió expandirse a algunas casas, a causa de la climatología, lo
que alertó a los macedonios, y pese a encontrarse en plena noche, actuaron
para frenar los estragos del fuego, de forma que Alejandro dio órdenes de
respetar a los ciudadanos y eliminar a cuantos estuviesen todavía avivando el
fuego.174 Asimismo, muchos de los defensores, en su mayoría persas y
mercenarios griegos, se habían pertrechado en la fortaleza,175 por lo que
Alejandro decidió aislar la ciudadela por medio de fosos, y dejó unos
efectivos que garantizasen la incomunicación de los sitiados en ella. Fueron,

170
Más allá del caso comentado de la estratagema de Tebas y Halicarnaso protagonizada por
Pérdicas y sus hombres, sabemos por Polieno que Filipo habría realizado movimientos de
repliegue y posterior contragolpe en Queronea: Polyaen. IV, 2, 2. Igualmente, en Polyaen.
VIII, 40 parece deducirse el uso de algún tipo de repliegue por los macedonios. Asimismo,
parece que el mismo Filipo habría sufrido esta táctica, empleada contra él por Onomarco:
Polyaen. II, 38, 2.
171
Diod. XVII, 27, 3-5.
172
Diod. XVII, 27, 5; Arr. Anab. I, 23, 1.
173
Arr. Anab. I, 23, 2. Bosworth 1980, 150 menciona que estos supuestos arsenales eran
también empleados como canales de comunicación en situaciones de asedio.
174
Arr. Anab. I, 23, 4.
175
Arr. Anab. I, 23, 3-4 menciona dos ciudadelas o fortalezas diferentes, por lo que resulta
difícil discernir exactamente a cual se refiere cuando habla de la resistencia persa en
Halicarnaso tras la entrada de los macedonios en la ciudad. Vid. Bosworth 1980, 150 con los
detalles de la problemática y las soluciones posibles. Por su parte, Fuller 1958, 206 arguye
que las ciudadelas ocupadas son las de Salmáncide y Castillo del Rey, probablemente por ser
éstas las más importantes y con mayores posibilidades de resistencia de cuantas fortalezas
alojaba Halicarnaso. Murray 2008, 43 por su parte, menciona las ciudadelas con el nombre de
Salmáncide y Cefírio (Zephyrium).

104
Alejandro Magno, poliorcetes

a su vez, arrasados los edificios alrededor de la ciudadela, para favorecer


también el aislamiento de los sitiados.176 Mientras, se dio sepultura a los
caídos del bando macedonio.177 Posteriormente, las máquinas fueron
retiradas y probablemente desmontadas para seguir adelante con el curso de
la campaña contra Persia.

Tiro

El asedio de Tiro por Alejandro ha pasado a la historia como una auténtica


gesta militar, y a la vez un momento de cambio, casi una revolución, en el
ámbito de la guerra de asedio y del uso de la artillería. No en vano E. W.
Marsden calificaba este asedio de obra maestra.178 Ciertamente, la captura de
Tiro fue quizás la empresa más compleja de cuantas Alejandro hubo de
encarar durante su campaña asiática. No en vano, la ciudad había sido sitiada
anteriormente, sin éxito, por otras potencias imperialistas, como los
neobabilionios, que tras unos trece meses de esfuerzos en el sitio de la
ciudad, hubieron de abandonar e iniciar negociaciones.179 Alejandro tardó,
sin embargo, unos 7 meses aproximadamente, de finales de enero180 o
principios de febrero a agosto según nuestro calendario,181 un lapso de
tiempo considerable en relación con la fulgurante rapidez de los
acontecimientos en la intensa vida del conquistador macedonio.182
En la estrategia de Alejandro, la obtención del apoyo de las ciudades
fenicias resultaba de capital importancia,183 tanto por la participación de las
tripulaciones fenicias en el bando persa como por los magníficos
fondeaderos y bases de operaciones que la región ofrecía a la flota enemiga.
Asimismo, debía pesar en la estrategia de guerra el peligro de la influencia
del oro persa en Grecia.184 De este modo, el conflicto con Tiro ha sido
176
Diod. XVII, 27, 6.
177
Arr. Anab. I, 23, 6.
178
Marsden 1969, 101.
179
Vid. Elayi 1990, 108-109.
180
Atkinson 1980, 296, 314.
181
Diod. XVII, 47, 4. Romane 1987, 80.
182
Murray 2008, 32 considera que estos siete meses de asedio de Tiro son muy poco tiempo
para la toma de la ciudad. Sin embargo, si se contrasta el tiempo de campaña de Alejandro y
los periodos que dedicaba a cada etapa, los siete meses en Tiro ocuparon un destacado
porcentaje del tiempo total de la campaña contra Persia conducida vertiginosamente por
Alejandro.
183
El contexto histórico ha sido brevemente expuesto por Romane 1987, 80. Recomendables
también las exposiciones de Hammond 1992, 162-163; Bosworth 1997, 87-88.
184
Plut. Alex. 24, 2; Arr. Anab. II, 17, 1-4. Sin embargo, Bloedow 1998, 262-263 ha sugerido
una más que probable carencia de fondos por parte de los generales persas para iniciar
auténticas acciones de guerra, en especial en relación con el control del mar. En este sentido,
la captura del tesoro persa en Damasco (Curt. III, 13, 10-11; Arr. Anab. II, 15, 1; Plut. Alex.

105
Borja Antela

comprendido habitualmente como un punto fundamental de la conquista del


levante mediterráneo.185 Y también lo debieron entender así los
protagonistas,186 a juzgar por el discurso de Alejandro a su estado mayor
antes del asedio de Tiro187 y por la contraofensiva iniciada por los persas en
el Egeo mientras los macedonios se encontraban encallados en el asedio de
Tiro.188
Los macedonios llegaban a las inmediaciones de la ciudad tras haber
obtenido una importante victoria en Isos, y luego de recibir la sumisión de la
mayor parte de las ciudades de la costa fenicia, como Arados, Maratos,
Marame, Biblos y Sidón.189 En el caso de Sidón, sabemos además que ellos
mismos reclamaron la tutela de Alejandro, expresando un vivo rechazo hacia
los persas,190 probable resultado de la campaña de Artajerjes, que resultó en
la destrucción de la ciudad, veinte años antes.191 Asimismo, el episodio
revela la existencia de una cierta dualidad entre los grupos dirigentes de la
ciudad, puesto que el rey sidonio Estratón II, presunto filopersa, es depuesto
por los macedonios,192 por lo que el nuevo gobierno, elegido bajo la
dirección de los macedonios, debía estar compuesto, en algún modo, por
algunos de aquellos que en su momento habían reclamado expresamente la
intervención directa de Alejandro en la ciudad. En este sentido, los sidonios
tendrán una importante relevancia en el decurso del asedio de Tiro, quizás al

24, 1) aparece contrapuesta a la escasa inversión de Farnabazo en la causa espartana de Agis


(Arr. Anab. II, 13-5-6), de tan sólo 30 talentos: cft. Lane Fox 1974, 178; Hammond 1992,
134; Bosworth 1997, 71.
185
El magnífico artículo de Bloedow 1998, 257-265 enmarca con gran habilidad y magnífico
carácter crítico la problemática general, tanto en relación con las fuentes como en lo relativo a
las interpretaciones modernas, a menudo más gratuitas y fortuitas que auténticamente
históricas, según la opinión del autor (passim.).
186
Pese a la opinión de Bloedow 1994, 72-74; Bloedow 1998, 260-264.
187
Arr. Anab. II, 17. Vid. Bosworth 1980, 238-239. Un interesante análisis del discurso ha
sido desarrollado por Bloedow 1994, 65-72. Sus argumentos se repiten, en su mayor parte, en
Bloedow 1998.
188
Sobre esta contraofensiva, vid. Burns 1952, 81-84.
189
Diod. XVII, 40, 2; Curt. IV, 1, 5-6; 15-26; 2, 1; Plut., Alex. 24, 3; Arr. Anab. II, 13, 7-8;
15, 6; Just. XI, 10, 6-9. Una interesante descripción geográfica, incluyendo las ciudades de la
zona, sobre la costa fenicia ha sido presentada por Grainger 1991, 5-7. Por otra parte, sobre la
situación de las ciudades de Fenicia bajo dominio aqueménida, vid. Verkinderen 1987, 289-
294.
190
Arr. Anab. II, 15, 6. XXX, op. cit., 265, 6.
191
Diod. XVI, 45, 4-5. Bosworth 1980, 235. Asimismo, Olmstead 1948, 436-437; Grainger
1991, 7. Briant 1996, 701-702.
192
Diod. XVII, 47, 1; Curt. IV, 1, 16-26; Just. XI, 10, 7-9. Bosworth 1980, 235. Como ha
comentado Jidejian 1969, 79 n. 45, el relato de Diod. XVII, 47, 1-7, si bien aparece
mencionado en relación a Tiro, debe ser relativo en realidad a Sidón: Iust. XI, 10, 8.
Asimismo, sobre los reyes sidonios durante el periodo persa, vid. Elayi 2006.

106
Alejandro Magno, poliorcetes

configurarse como una base operacional a nivel naval de los macedonios.193


Muy probablemente, la ciudad habría albergado, además, la residencia de los
miembros del estado mayor macedonio durante el asedio de Tiro.194
También los tirios salieron al paso de Alejandro para agasajarle con una
corona de oro, como habían hecho las ciudades de Arados y Maratos.195 Este
tipo de regalos son típicos del Oriente Próximo como una demostración de
vasallaje.196 Asimismo, junto con la corona, la embajada de Tiro, que estaba
dirigida por el hijo del rey Azemilcus197 portaba suministros en señal de
buena voluntad para con el ejército macedonio. De este modo, Tiro se ponía
a disposición de Alejandro.198 Parece, sin embargo, que por las implicaciones
de esta buena voluntad, que contrasta con la presencia tiria en la flota persa,
Tiro pretendía, como anteriormente habían propuesto también los habitantes
de Mileto (supra), mantenerse en un estado de neutralidad en relación con el
conflicto.199 Sin embargo, ésta no es, como hemos visto, una opción
contemplada por la diplomacia de Alejandro, por lo que éste expresó a los
tirios su vivo deseo de sacrificar en el templo de Melqart, al que consideraba
homólogo de su ancestro Heracles.200 Los emisarios respondieron que existía

193
Arr. Anab. II, 20, 1. Siguiendo a Verkinderen 1989, 296 parece efectivamente que el
objetivo de los sidonios no es sólo someterse, sino especialmente obtener una mejor posición
que aquella de la que gozaban bajo el dominio persa.
194
Como parece indicar la información recogida en Diod. XVII, 47, 2.
195
Curt. VI, 2, 2. Arr. Anab. II, 13, 8; Iust. XI, 10, 10. Atkinson 1980, 294; Bloedow 1998,
270. Con anterioridad, otras comunidades fuera de Fenicia, como las ciudades de Caria,
habían enviado coronas de oro a Alejandro: Diod. XVII, 24, 3.
196
Bosworth 1980, 226.
197
Acemilcus se encontraba entonces junto con su flota bajo la autoridad de Autofrádates.
Vid. Heckel 2006, 66. Asimismo, sobre los reyes de Tiro durante la dominación persa, cft.
Elayi 2006, 22-26. En este sentido, Verkinderen 1989, 297 afirma que el rey persa solía tratar
con las ciudades fenicias no ya por medio del sátrapa de la región, sino de forma directa,
como también hará Alejandro.
198
Arr. Anab. II, 15, 6. Cft. Bloedow 1998, 270.
199
Curt. IV, 2, 6; Arr. Anab. II, 16, 7. Esta neutralidad ha sido defendida por Bloedow 1998,
269-271. Por otra parte, sobre la afirmación de Diod. XVII, 40, 3 sobre la supuesta intención
de Tiro de mantenerse leal a Persia, Bloedow 1998, 270. Esta intencionalidad planteada por
Diodoro nos devuelve, sin embargo, al planteamiento de Memnón en Halicarnaso,
presentándosenos siempre las acciones de la campaña costera de Alejandro como intentos de
ganar tiempo para Darío.
200
Curt. IV, 2, 3; Arr. Anab. II, 15, 7 – 16, 7; 18, 1-3; Iust. XI, 10, 10-11. Atkinson 1980, 294.
Sobre el templo y el culto de Melqart en Tiro, vid. Elayi 1980, 17-20. Sobre los problemas de
localización topográfica de los posibles restos del templo, cft. Bonnet 1988, 91-94. De forma
indicativa, volvemos a encontrar en un asedio de Alejandro la relación de éste con Heracles
como elemento propagandístico, tal y como había sucedido ya en Tebas: Just. XI, 2, 8. Ya
Radet 1926, 113 afirma que es necesario analizar el asedio de Tiro no sólo desde una
perspectiva militar, sino también religiosa. Sobre las relaciones entre Alejandro y Heracles,
vid. Antela 2009, esp. 94-97.

107
Borja Antela

un templo a Melqart-Heracles en el viejo Tiro,201 donde el rey podía acudir


para realizar su deseo, pero esta opción no fue aceptada por Alejandro, por lo
que los emisarios tirios volvieron a su ciudad con la propuesta del rey. Sin
duda, este deseo del sacrificio a Heracles por Alejandro resulta de vital
importancia para entender el desarrollo posterior de los acontecimientos. En
primer lugar, debemos tener en cuenta que la ciudad se encontraba entonces
en medio de la celebración de una festividad religiosa, probablemente
dedicada a Melqart,202 al que, como indica Curcio, los tirios adoraban
especialmente.203 Algunos autores han considerado que el deseo de sacrificar
en el templo de Melqart esconde una velada estrategia de Alejandro para
entrar en la ciudad, ya fuese con una escolta204 o con parte de su ejército,205
mediante esta excusa. Sin embargo, el gesto adquiere una mayor implicación
si tenemos en cuenta no sólo que la intervención de cualquier extranjero en
los ritos de la festividad de Melqart podrían ser considerados aquí como un
sacrilegio,206 sino por el hecho de que el único capacitado para practicar

201
También llamada Paleotiro: Curt. IV, 2, 4: Atkinson 1980, 295. Los latinos se refieren a
ella como Tyrus Vetus, y probablemente sea la localidad denominada Ushu por los asirios.
Asimismo, existen dificultades para localizar el emplazamiento exacto de la misma,
considerándose tanto la colina de Néby Maschouq, a 2,5 km al este de Tiro, como Ras el-Aïn
o Rachidiyé: Bonnet 1988, 94-96. De este modo, la estructura de la ciudad insular mantenía
una base continental, esta vieja Tiro. A juicio de Bonnet 1988, 96 y Grainger 1991, 5-6, esta
estructura dual parece haber sido más o menos frecuente entre las ciudades fenicias.
202
Curt. IV, 2, 10. Según Bonnet 1988, 52, la fiesta de Melqart tenía lugar entre mediados de
febrero y mediados de marzo, por lo que los macedonios debieron llegar durante los
preparativos de la misma.
203
Curt. IV, 2, 3.
204
Levi 1977, 286.
205
Bosworth 1980, 235.
206
Levi 1977, 286; Bloedow 1998, 272. Bloedow enfatiza el posible error interesado de los
macedonios en su identificación de Heracles con Melqart en este episodio, aunque Picard /
Picard 1964, 569-578 ha enfatizado las similitudes entre ambas divinidades. En este sentido,
la problemática era general a todos los pueblos en el mundo antiguo, como revela el ejemplo
de la estatua de Apolo en Tiro, quizás como divinidad asimilada a Reshef / Rashap: Atkinson,
1980, 306; Bonnet 1988, 54-55. Esta estatua de Apolo tiene, además, un gran interés dentro
del relato de las fuentes en relación con el asedio de Alejandro. En primer lugar, sabemos que
la estatua de bronce, de grandes dimensiones, había sido capturada por los cartagineses en la
lucha contra Dionisos de Siracusa en 405 durante la batalla de Gela, y cedida posteriormente a
la ciudad de Tiro: Diod. XIII, 108, 4. En algún momento del asedio macedonio, un ciudadano
expuso en la asamblea sus sospechas de que la divinidad de la estatua quisiese beneficiar al
enemigo, por lo que la cargaron de cadenas de oro al pedestal y la alojaron en el templo de
Melqart, aunque el promotor de la sospecha estuvo a punto de ser linchado por los jóvenes de
la ciudad: Diod. XVII, 41, 8; Curt. IV, 3, 21-22; Plut. Alex. 24, 2. Asimismo, algunos
consideraban que la toma de la ciudad había coincidido exactamente con el mismo día del año
y la misma hora en que los cartagineses habían obtenido la estatua de los griegos de Siracusa:
Diod. XIII, 108, 4. Finalmente, Alejandro liberó la estatua de las cadenas y reconociendo la
ayuda recibida, bautizó el culto al coloso con el nombre de “Filalejandro”: Diod. XVII, 46, 6.
Radet 1926, 115 ha considerado que esta historia explicaría la afirmación de Just. XI, 10, 14

108
Alejandro Magno, poliorcetes

sacrificios en el interior del templo, según las costumbres tirias, era el rey de
la ciudad.207 En ello, la cuestión coincide directamente con la tradición
macedonia, que considera al rey el encargado de las relaciones del reino con
los dioses.208 Por lo tanto, la petición de Alejandro tiene claras intenciones
políticas, que pese a las discusiones surgidas entre los habitantes de la ciudad
sobre la cuestión, fue efectivamente interpretada de forma correcta por los
tirios,209 al entender en todo ello el deseo expreso de Alejandro de someter la
ciudad a su autoridad.210
Los embajadores volvieron, con esta propuesta, a Tiro, donde deliberaron
sobre ello. Parece que, una vez más, como había sucedido tanto Tebas como
en Mileto, Alejandro dejó un tiempo para la reflexión, a la espera de poder
solucionar la situación sin recurrir a las armas. En este sentido, el envío de
emisarios macedonios a la ciudad para urgirles a firmar la paz,211 pero los
tirios, que habían decidido afrontar el asedio merced a la seguridad que les
confería la fortaleza de sus defensas y la posición insular de la ciudad,
respondieron con un gesto de evidente hostilidad, al lanzar a los mensajeros
del enemigo desde lo alto de las murallas.212

de que la ciudad fue tomada por traición, siendo Apolo el quintacolumnista que dio auxilio a
los macedonios. Igualmente, Radet 1926, 120 pone este episodio en relación con el oráculo
mencionado por Alejandro en Curt. IV, 2, 3, diciendo que el probable origen del mismo
habría estado en la visita del macedonio a Delfos: Plut. Alex. 14, 6-7. Sin embargo, contra
Bloedow, debe tenerse en cuenta que en Plut. Alex. 6, 6 aparece relatado un sueño que
probablemente estuvo relacionado con este oráculo o vaticinio, y pudo perfectamente haber
sido interpretado por Aristóbulo en el terreno del asedio. Por otra parte, esta sorprendente
historia debe ponerse en relación con la intensa vinculación de la propaganda religiosa y la
imagen de Alejandro durante la campaña. Vid. Bonnet 1988, 53-55. Asimismo, quizás tenga
objetivos secundarios, como el propósito de granjearse cierta complicidad con los griegos de
Sicilia, ante la situación un tanto conflictiva que los movimientos de Esparta estaban
provocando en la Hélade. Por otra parte, el culto a Apolo en la ciudad se mantuvo: Bikai
1996.
207
Arist. Pol. III, 1285b, 6-19.
208
Hammond 1989, 21-22. Asimismo, sobre la relación entre Alejandro y las cuestiones
religiosas sigue siendo de gran utilidad el ya clásico artículo de Edmunds 1971.
209
Curt. IV, 2, 6.
210
Una intencionalidad que Bloedow 1998, 275-278 considera como responsabilidad única
del propio Alejandro.
211
Curt. IV, 2, 15.
212
Romane 1987, 80. Esta acción aparece en el relato de Curcio como el justificante
definitivo para iniciar el asedio. El detalle aparece únicamente recogido por Curcio: Atkinson
1980, 297, 298-299. Romane considera que ello explicaría también la ira de los macedonios
en el momento final del asedio (Arr. Anab. II, 24, 3), aunque no hay razón para ello, pues el
propio Arriano explica que la motivación del resentimiento macedonio respondía a la larga
duración del pesado y penoso asedio que habían conducido los macedonios. Por otra parte,
Curt. IV, 2, 10 hace responsables de la decisión final de soportar el asedio por los tirios a la
embajada cartaginesa que se encontraba entonces en la ciudad con motivo de la festividad
religiosa, y que dieron promesas de dar apoyo a Tiro durante el asedio. También Iust. XI, 10,

109
Borja Antela

La pretensión de realizar un asedio contra Tiro resultaba una empresa de


difícil planificación, y es probable, como ha apuntado J. Patrick Romane,
que ello hubiese sido objeto ya de discusión por parte de los miembros del
estado mayor macedonio,213 especialmente teniendo en cuenta la carencia de
una fuerza naval con la que poder atacar la ciudad.214 En efecto, la isla se
encontraba completamente rodeada por altos muros de hasta unos 45 m en su
parte más alta. Contaba con dos magníficos puertos,215 ambos en el lateral
oriental de la isla, estando uno encarado en dirección a Sidón, conocido
como el puerto sidonio o puerto norte,216 y el otro en dirección a Egipto,
denominado puerto egipcio o puerto sur.217 En consecuencia, el único
método de aproximarse a la ciudad insular era la creación del famoso muelle
o terraplén que permitiese a los macedonios aproximarse a las murallas
enemigas.218 La obra resultaba en sí de una complejidad extrema, teniendo

12 parece vincular a los cartagineses a la decisión tiria de enfrentar el asedio. Sin embargo, el
apoyo púnico no parece haber tenido lugar (a causa, según Curt. IV, 3, 20 de la guerra entre
éstos y Siracusa: Atkinson 1980, 304), más allá del posible auxilio a mujeres y niños en un
momento avanzado del conflicto: vid. Romane 1987, 87, Appendix II. Por otra parte, Huss
1985, 169-175 plantea que el problema para los cartagineses de ayudar a Tiro radicaría en la
posible futura amenaza a Cartago de Alejandro a través de Egipto y Libia. Asimismo, sobre
las relaciones entre Cartago y Tiro, vid. Elayi 1981.
213
Romane 1987, 81. Del mismo modo parece opinar Murray 2008, 33: “by the time of
philip’s death, his engineering corps had already considered how best to attack a maritime city
like Tyre and was therefore prepared when Alexander ordered his attack on the city”. A su
vez, parece que los tirios ya habían contemplado la posibilidad del asedio, pues según Diod.
XVII, 40, 3 se habían hecho preparativos para ello, aunque esta afirmación sin duda responde
también a la intención de Diodoro de presentar a los tirios como firmes aliados de Darío, lo
que en cierto modo excusaría a Alejandro por la crueldad mostrada, y por despreciar el intento
diplomático tirio, mediante la embajada previa al asedio, para resolver la cuestión sin recurrir
a la lucha. Vid. Bosworth 1980, 238.
214
Keyser 1994, 44: “The importance of seapower in besieging coastal cities was apparently
not fully realized in spite of Philip’s experience at Perinthos/Byzantium, or perhaps
Alexander’s own experience at Halikarnassos had lulled him”.
215
Frost 2005 y Carayon 2005 ofrecen una interesante aproximación a la arqueología de estos
dos puertos.
216
Marriner 2005; Noureddine / El-Hélou 2005.
217
Fuller 1958, 208. Por otra parte, sobre la arqueología en este puerto, vid. Poidebard 1939,
24-31, así como Stein 1939, y más recientemente, El-Amouri 2005.
218
Diod. XVII, 40, 5; Curt. IV, 2, 16. La responsabilidad parece recaer de nuevo únicamente
en Alejandro: Arr. Anab. II, 18, 3. Por otra parte, Bosworth 1980, 240 ha puesto este proyecto
de muelle en relación con el episodio del asedio de Motya por Dionisio I: Diod. XIV, 48, 3;
51, 1. Asimismo, también menciona el posterior asedio de Tiro llevado a cabo por Antígono
en 315, cuando éste, en lugar de gastar sus recursos en un muelle, decidió construir una flota
con la que tomar la ciudad: Diod. XIX, 58; 61, 5. Por otra parte, Bosworth considera el muro
como una esfuerzo futil e inútil, teniendo en cuenta que la ciudad acabó siendo tomada
gracias a un asedio naval. No obstante, vale la pena considerar otros elementos en este
episodio, como la posible imitatio propuesta por alguna fuente hostil (tal vez la denominada
fuente “mercenaria” de la Vulgata) entre Alejandro y Jerjes, alimentada por elementos

110
Alejandro Magno, poliorcetes

en cuenta la distancia de aproximadamente 800 m que separaba la ciudad del


continente. Por otra parte, si bien las aguas en las inmediaciones de la costa
continental no eran demasiado profundas, al aproximarse a la isla
aumentaban hasta alcanzar alrededor de 4 estadios,219 es decir, unos 700 m.
A su vez, para poder trasportar tanto al ejército como las máquinas de
asedio, el muelle fue proyectado en unos 60 m de anchura.220 Quizás por
ello, la construcción fue realizada en la zona de menor distancia entre ambas
orillas, en un eje este-oeste.221 Sin lugar a dudas, la obra hubo de ser
resultado no sólo de un proyecto personal del propio Alejandro, sino también
de la habilidad de algún ingeniero, lo que nos remite al destacado papel de
este cuerpo en el asedio de Tiro, expresado ya en las fuentes, aunque a
menudo referido solamente a la maquinaria de asedio.222 De este modo, tanto
Carias como Diades, referidos ambos como alumnos del ya comentado
Pólido de Tesalia, aparecen implicados directamente en la toma de Tiro,
aunque en ningún lugar se nos dice que únicamente se hubiesen distinguido
en la construcción de maquinaria.223
Se inició, pues, hacia finales del mes de enero o principios de febrero 224
la construcción del muelle, inaugurando Alejandro las obras.225 Para poder
llevarla a cabo, los macedonios demolieron la vieja Tiro,226 obteniendo así
suministros de construcción en abundancia, como madera y piedra, que
habían de conformar la base fundamental de los cimientos del mismo.227 Este

comunes como el puente/dique o la impiedad de intentar someter al mar. Más allá de todo
esto, el proyecto no deja de tener cierta reminiscencia con la construcción del terraplén
denominado heptastadium que en Alejandría unía la ciudad con la isla de Faros: vid. Marriner
2008.
219
Diod. XVII, 40, 4; Curt. IV, 2, 6. Asimismo, Arr. Anab. II, 18, 3, que habla de 3 orguías.
Con iguales medidas, Plin. NH 5, 76. Nir 1996, 238 da por válidas las medidas de Curcio y
Diodoro, que se corresponden grosso modo con las distancias que pueden percibirse en los
análisis topográficos, aunque no así las de Plinio y Arriano, en su opinión absolutamente
desmedidas.
220
Diod. XVII, 41, 5.
221
Romane 1987, 81, y en mayor detalle, Stewart 1986.
222
Diels 1904, col. 8, 12-15; Vitr. 10, 13, 3. Vid. Heckel 2006, s.v. “Charias” y “Diades”.
Además de estos, conocemos otros ingenieros del ejército macedonio, como Posidonio y
Filipo: Murray 2008, 40.
223
Vid. Heckel 2006, s.v. “Charias” y “Diades”. Asimismo, en Curt. IV, 2, 22 se habla
específicamente de “los constructores del muelle” en referencia a aquellos encargados de su
diseño. Por el contrario, Arr. Anab. II, 21, 1 nos habla de un gran número de ingenieros
encargados de construir máquinas de asedio, por lo que los ingenieros del rey, es decir, los
alumnos de Polido de Tesalia, Diades y Carias, debieron estar al cargo no sólo de la
construcción de máquinas, sino también de otras labores, entre las que la construcción del
dique o terraplén debió tener un sentido prioritario.
224
Curt. IV, 2, 10. Asimismo, Bosworth 1980, 235.
225
Polyaen. IV, 3, 3.
226
Diod. XVII, 40, 5; Curt. IV, 2, 18; Arr. Anab. II, 18, 4.
227
Arr. Anab. II, 18, 3-4. Romane 1987, 81.

111
Borja Antela

suministro parece haber sido una fuente de problemas a lo largo del asedio, a
juzgar por las dos campañas realizadas por los macedonios en la región del
Líbano.228 En efecto, la relevancia del aprovisionamiento de materiales
aparece evidenciada por el protagonismo de Alejandro en estas campañas, de
suerte que tanto en la primera de ellas229 como en la segunda,230 él comanda
las operaciones. Por otra parte, para los trabajos de construcción, a buen
seguro bastante penosos, peligrosos y de gran dificultad, Alejandro contó
con obreros que al principio debieron ser soldados macedonios,231 pero a
partir de los ataques tirios, de las previsibles bajas y de la incidencia del
trabajo en la moral de los soldados, quizás fueron sustituidos por otro tipo de
trabajadores, tal vez esclavos o poblaciones sometidas,232 aunque las fuentes
no aclaran este caso en modo alguno. Asimismo, las labores constructivas
debieron ser arduas y complicadas, sobre todo a causa de la incidencia del
mar y de las inclemencias meteorológicas, en especial el fuerte viento233 en
la solidez del dique o terraplén,234 provocando desperfectos que debieron ser
más frecuentes de lo que reflejan las fuentes. En efecto, el estrecho entre la
isla y el continente parece haber estado especialmente expuesto al ábrego, un
fuerte viento bien conocido en la antigüedad,235 portador de lluvias y de
inclemencias marítimas, que debía provocar un fuerte oleaje, el cual sin duda
minaría las bases de la estructura en construcción.
Mientras tanto, los tirios se dedicaban a contemplar con mofa los
esfuerzos de Alejandro contra las fuerzas de la naturaleza,236 y acercándose

228
Vid. la sorprendente historia recogida en relación con estas razzias de Alejandro en Plut.
Alex. 24, 10-14.
229
Curt. IV, 2, 1.
230
Arr. Anab. II, 20, 4-5. Quizás estas operaciones en la frontera con Arabia tengan que ver
con el posible origen árabe de la guarnición de Gaza. Bosworth 1980, 244 considera que no
existen dos, sino una sola expedición con este objetivo, aunque teniendo en cuenta la
necesidad de reconstruir el muelle, tras su destrucción, es más que plausible que ambas
expediciones tuviesen lugar, puesto que tanto la construcción del muro como la elaboración
de máquinas de asedio necesita fundamentalmente de madera, y podía proveerse
perfectamente de ella en la región del Líbano. Tal y como expresamente manifiesta Curt. IV,
2, 16, la construcción requería deforestar regiones enteras.
231
Curt. IV, 2, 18-20; Arr. Anab. II, 18, 4 y 5.
232
Romane 1987, 81: “The labourers, under the supervision of the Macedonian soldiers,
brought stone and laid a bed, then they drove wooden stakes into the mud, braced the stakes
with more stone, and built up a roadway out of the water”. Por otra parte, Diod. XVII, 40, 5
menciona decenas de miles de hombres en el trabajo, y explícitamente hace referencia a la
incorporación de las poblaciones vecinas en las labores de construcción, y a una abundante
mano de obra, lo que señala la coerción macedonia.
233
Curt. IV, 2, 7. Atkinson 1980, 296. Sobre los vientos en la región, vid. Poidebard 1939, 63,
App. III: “Régime des vents dans la région de Tyr”.
234
Diod. XVII, 42, 5; Curt. IV, 2, 7-8, 9; 3, 6, 8.
235
Plin. NH II, 47, 125; Hor. Od. I, 3, 12; 14, 5; III, 29, 57; Epod. 16, 2.
236
Diod. XVII, 42, 6.

112
Alejandro Magno, poliorcetes

con pequeñas embarcaciones y chalupas, insultaban desde las proximidades


a los soldados y atacaban con proyectiles diversos a los trabajadores.237
Asimismo, cuando los trabajos fueron avanzando y el muelle adquirió una
destacada envergadura,238 quedando ya próximo a la ciudad, desde las
murallas se lanzaban también proyectiles que dificultaban el trabajo.239 Es
probable, en este sentido, que estos proyectiles fuesen disparados por
artillería de algún tipo, dada la distancia a la que se encontraría la
construcción, aunque probablemente, a estas alturas del asedio, se tratase de
ingenios de no torsión,240 quizás catapultas tipo gastraphetes o los ya
mencionados oxybeles. Los macedonios reaccionaron definitivamente a estos
ataques construyendo una serie de estructuras defensivas en el dique,
probablemente torres, extendiendo como primera medida toldos y pieles con
las que evitar la incidencia de los proyectiles.241 El avance inexorable del
dique motivó, entonces, diversas salidas navales de los tirios. En la primera
de ellas, consiguieron desembarcar algunas fuerzas en una orilla alejada del
campamento macedonio, de suerte que los tirios consiguieron llegar hasta los
trabajadores, o tal vez sólo aquellos dedicados al suministro de piedra, y
realizar una gran matanza.242 Quizás es en relación con este episodio que
debemos entender una información recogida por Polieno,243 quien explica
que Crátero, estando al mando del asedio contra Tiro, en relación con una
salida del enemigo, dejó que éste avanzase mientras él simulaba una retirada,
para posteriormente lanzar un ataque con extrema contundencia y dar la
vuelta a la contienda. Una vez más, en este episodio se da prueba de esta
táctica habitual que ya hemos documentado en Tebas y Halicarnaso, por la
que los macedonios reculan primero, ganan espacios y, posteriormente,
contraatacan con mayor firmeza. Sea como fuere, para contrarrestar estas
salidas con ataque terrestre y naval de los tirios, se erigieron también dos
torres en la cabecera del dique, armadas con artillería.244
Debió ser entonces cuando los tirios idearon una forma de destruir el
dique. Para ello, construyeron un brulote, equipando una embarcación de
transporte de animales en el que estibaron gran cantidad de combustible

237
Diod. XVII, 41, 1; Curt. IV, 2, 20-21.
238
Atkinson 1980, 296, siguiendo a Arr. Anab. II, 23, 5 y 21, 4 plantea una altura de los
terraplenes ante en el frente del muro de hasta 45 m.
239
Arr. Anab. II, 18, 5.
240
Marsden 1969, 102.
241
Curt. IV, 2, 23.
242
Diod. XVII, 42, 2; Curt. IV, 2, 22.
243
Polyaen. IV, 13.
244
Curt. IV, 2, 23; Arr. Anab. II,18, 6. Como indica Arriano, las torres, a su vez, estaban
protegidas por una cobertura de pieles y cuero que las protegían de los ataques desde las
murallas.

113
Borja Antela

diverso (madera, sarmientos, rastrojos, pez, azufre).245 Cargando además la


popa, consiguieron que la proa se alzase fácilmente sobre las aguas, y
aprovechando el conocimiento de las corrientes de la zona,246 remolcaron la
embarcación incendiaria hacia las inmediaciones del dique, para que, una
vez soltando amarras e incendiando el contenido, el fuerte viento arrastrase
el brulote hacia el terraplén, de forma que al quedar encallado se prendiese
fuego la construcción. Las torres también fueron presa de las llamas, al igual
que el resto de ingenios allí almacenados.247 Asimismo, los tirios
aprovecharon la confusión para lanzarse al ataque, matando así a muchos
enemigos.248
El éxito tirio no hizo sin embargo que los macedonios abandonaran el
proyecto, bien al contrario, pues se inició la construcción de un nuevo
terraplén,249 aunque en este segundo dique se introdujeron ciertos cambios.
En primer lugar, se cambió la dirección del mismo, situando el inicio de la
nueva estructura al norte del primer dique, orientándolo en un eje norte-
sudoeste,250 con el objetivo de resguardarlo en mayor medida de los fuertes
vientos.251 Asimismo, se hizo más ancho,252 para que pudiese albergar un
mayor número de torres y también nuevos ingenios militares desarrollados
por el cuerpo de ingenieros.253 Se aseguraron también con mayor firmeza los
cimientos, al emplear árboles enteros, ramaje incluido, que se cubrían con
piedras, sobre los que se establecía una segunda capa de maderos, que se
cubrían de tierra, y sobre ésta se apilaba una tercera capa de piedra y
madera,254 ganando la obra en solidez frente al primer proyecto, teniendo
probablemente en cuenta ahora las corrientes y el efecto del mar y del viento
en la estructura.255 Por su parte, los tirios nuevamente trataron de dificultar la

245
Arr. Anab. II, 19, 1.
246
Curt. IV, 3, 6-7. Arr. Anab. II, 19, 2.
247
Curt. IV, 3, 4; Arr. Anab. II, 19, 5.
248
El episodio completo del brulote es recogido en Curt. IV, 3, 2-7; Arr. Anab. II, 19, 1-5.
Diodoro omite el episodio. Asimismo, cft. Romane 1987, 82. Por otra parte, según Curt. IV,
3, 7., Alejandro se encontraba entonces de campaña en el Líbano, por lo que hace recaer la
responsabilidad del campamento en el fatídico contragolpe tirio sobre Pérdicas y Crátero.
249
Sorprendentemente, Stewart 1987, 99 considera este segundo muro una invención de
Curcio.
250
Romane 1987, 82. Atkinson 1980, 302 considera esta afirmación un error de Curcio.
251
Curt. IV, 3, 8.
252
Quizás es a esta nueva amplitud a la que hace referencia la información de Diod. XVII, 41,
5, que indica, como hemos visto supra, unos 60 m.
253
Diod. XVII, 42, 7; Arr. Anab. II, 19, 6. El relato de Diodoro menciona directamente el uso
de petrobolos contra los muros, mientras que con catapultas lanzaproyectiles se barrían las
almenas de los muros de Tiro, eliminando así a los posibles lanzadores de proyectiles
apostados y evitando esta amenaza para los trabajadores. Esta táctica es, por otra parte,
habitual en los asedios llevados a cabo por Alejandro.
254
Curt. IV, 3, 8-9.
255
Así aparece mencionado expresamente en Diod. XVII, 42, 6.

114
Alejandro Magno, poliorcetes

construcción, mediante labores puntuales de zapa de los cimientos, al tratar


de arrastrar los ramajes de los árboles para desmontar la estructura,256 pero la
gran cantidad de mano de obra disponible y el más que probable aumento en
la intensidad de la vigilancia hizo que la construcción avanzase
rápidamente.257
Con la llegada de la primavera, y el inicio de la temporada navegable,
obtuvo Alejandro la mejor de las noticias, que cambiaría de forma efectiva el
sino del asedio, al recibir importantes contingentes de naves.258 Los reyes
Geróstrato de Sidón y Enilo de Biblos habían abandonado la fuerza naval
persa al conocer la noticia que sus ciudades se encontraban bajo la autoridad
de Alejandro.259 No parece, en este sentido, que hayan tenido demasiada
elección. Además, vale la pena tener en cuenta la escasez de fondos que los
generales de Darío III sufrían tras la toma de Damasco por los macedonios,
que limitaba gravemente su capacidad de acción, en especial en la campaña
marítima dirigida por Autofrádates, ya explicada. Asimismo, también desde
Chipre,260 Rodas, Solos, Malo, Licia y Macedonia261 llegaban refuerzos
navales, hasta un total de unas 270 naves.262 Estableciendo la ciudad de
Sidón probablemente como base naval de su nueva flota,263 Alejandro
decidió conducirla personalmente hacia Tiro, y si bien quizás los tirios
pensaron en un primer momento en iniciar una batalla naval, el tamaño de
esta nueva fuerza de los macedonios, decidieron evitar el choque y retirarse a
la seguridad de su puerto,264 cerrándolo al acceso enemigo anclando tres

256
Curt. IV, 3, 10.
257
Diod. XVII, 42, 7.
258
Murray 2008, 32 considera que esta flota fenicia debió quedar a disposición de Alejandro
hacia el mes de abril o mayo.
259
Arr. Anab. II, 20, 1. Bloedow 1994, 73 y Bloedow 1998, 260-261 ha defendido, con
autoridad crítica, que la gran motivación de la desintegración de la flota persa fue la noticia de
la derrota de Darío en Issos: Arr. Anab. II, 20, 3. Por otra parte, vale la pena preguntarse
dónde debió quedar la flota tiria a servicio de los persas, de la que no tenemos noticia que
tratase de entrar en la ciudad durante el asedio o hubiese llegado cuando los macedonios no
controlaban todavía los accesos a Tiro por mar. Sin duda, éste es uno de los interrogantes
claves para comprender en profundidad el asedio, aunque los datos conservados no permiten
sino especular sobre ello.
260
Curt. IV, 3, 11.
261
Arr. Anab. II, 20, 2.
262
Vid. Romane 1987, 82; Atkinson 1980, 303. Sobre la cuestión de la flota, vale la pena
remitir una vez más a los argumentos de Bloedow 1998, 260-263. Por otra parte, junto con las
escuadras navales, llegaron a Alejandro también importantes refuerzos, de hasta 4000
hombres, reclutados por Crátero en el Peloponeso: Curt. IV, 3, 11; Arr. Anab. II, 20, 5.
263
Por otra parte, Haubem 1970 ha puesto de manifiesto que la teoría que tradicionalmente
adscribía al rey de Sidón el mando de la flota fenicia bajo servicio persa es inválida. Por ello,
las fuerzas marítimas de cada ciudad estaban dirigidas por el rey correspondiente.
264
Se trata del puerto llamado sidonio: Arr. Anab. II, 20, 9, teniendo en cuenta que la
expedición macedonia había partido de Sidón y que Arr. Anab. II, 6 explicita que Alejandro

115
Borja Antela

naves en la boca del mismo.265 Al día siguiente, la flota macedonia cerraba el


cerco naval sobre Tiro, dejando los barcos de Sidón anclados en posición
para cerrar cualquier salida desde el puerto sidonio mientras el resto de la
flota fenicia hacía otro tanto con el puerto egipcio.266
Quedando encerrados los tirios, ya sin opción de escape,267 Alejandro
inició el batimiento a discreción de los muros de la ciudad, probablemente
por medio de petróbolos o lithobolos.268 Para poder desarrollar este tipo de
asedio naval269 con artillería, algunos pares de naves macedonias fueron
atadas por las proas, y creando un espacio triangular entre ambos barcos, se
establecieron allí plataformas sobre las que fijar maquinaria de artillería,270
de forma que los disparos pudiesen tener lugar desde cualquier punto del
mar que envolvía la isla, y obteniendo también piezas de artillería de gran
movilidad. Pese a todo, las inclemencias climáticas no debieron facilitar la
seguridad de estos ingenios, a juzgar por algún accidente recogido en las
fuentes.271 Contra estas medidas, los tirios trataron de ingeniarse métodos
con los que contrarrestar la intensidad del fuego macedonio desde las
embarcaciones. Para ello, enviaron buceadores que cortaban las cuerdas de

ocupaba el flanco derecho, que correspondía al orientado a mar abierto. El puerto sidonio era
el principal de Tiro: Bosworth 1980, 246.
265
Diod. XVII, 43, 3; Curt. IV, 3, 13. Por otra parte, parece haber existido una cadena
(kleithra) que cerraba el acceso a los puertos tirios: Arr. Anab. II, 24, 1. Cft. Murray 2008, 32.
266
El episodio completo: Curt. IV, 3, 12-13; Arr. Anab. II, 20, 6-8.
267
Nuevamente resulta problemático el tema de las evacuaciones: vid. Romane 1987, 87,
Appendix II. Quizás estas evacuaciones están relacionadas con la tercera de las salidas
navales tirias expuestas en el texto.
268
Aunque Curt. IV, 3, 13 hable de arietes, es poco probable que en estos momentos los
macedonios hubiesen llegado al muro. La distancia con la muralla hace posible que los
impactos contra las defensas hayan sido causados por artillería, y el hecho que estos impactos
sean comparados al trabajo de los arietes confirma que debían ser resultado de proyectiles
pétreos lanzados mediante artillería de torsión, de gran potencia. Vid. Diod. XVII, 42, 7; 45,
1. Asimismo, Marsden 1969, 102-103. Por otra parte, resulta difícil todavía determinar el
rango de fuego de la artillería, como ha señalado McNicoll 1986, 308, por lo que no es
posible aventurar distancias entre el muro y el muelle a partir de los datos que conocemos de
la artillería empleada.
269
Arr. Anab. II, 21, 5 y 7 recoge los trabajos realizados, probablemente desde
embarcaciones, de saneamiento del área de la bahía, extrayendo por medio de poleas los
obstáculos y las rocas que podían impedir los trabajos. Cft. Bosworth 1980, 248. Resulta
difícil pensar que estos trabajos tuviesen como objetivo favorecer la navegación en la zona,
pues Tiro había sido siempre un gran puerto, lo que presupone un importante tráfico, sin que
estos supuestos obstáculos hubiesen significado impedimento alguno para ello.
270
Diod. XVII, 43, 4; Curt. IV, 3, 14-15. Este invento es considerada por Murray 2008, 31
como la gran innovación de Alejandro en relación con la maquinaria de asedio.
271
Curt. IV, 3, 16-18.

116
Alejandro Magno, poliorcetes

las anclas, con lo que las naves perdían su estabilidad. Ello fue, sin embargo,
subsanado por Alejandro cambiando las cuerdas por cadenas.272
A los ataques de la artillería naval hay que sumar los de la artillería
colocada en las torres273 del dique, para la cual el relato de Diodoro también
menciona directamente el uso de petrobolos contra los muros, mientras que
con catapultas lanzaproyectiles se barrían las almenas y las defensas de
Tiro,274 eliminando así a los posibles lanzadores de proyectiles apostados y
evitando esta amenaza para los trabajadores, una táctica habitual en los
asedios llevados a cabo por Alejandro, según hemos visto supra en los
ejemplos de Mileto y Halicarnaso.
En este sentido, el sofocante cerco por tierra y por mar dejaba a los tirios
en una situación cada vez más desesperada. Es probable que ello haya sido el
motivo275 de la tercera salida naval tiria,276 para la que pertrecharon sus
embarcaciones con petróbolos y catapultas lanzaflechas, y embarcaron
arqueros y honderos para, aproximándose al dique, atacar mortalmente a
muchos de los que se encontraban trabajando.277 Si bien el episodio resulta
confuso,278 podría tratarse sin embargo del mismo momento en el que los
tirios, burlando el cerco naval gracias al control de los horarios y cambios de
guardia entre la flota de los macedonios, consiguieron llegar a tierra y
prender fuego sobre algunas de las naves varadas en las inmediaciones del
campamento macedonio,279 o tal vez, al abrigo de los vientos en el lateral del
terraplén,280 lo que explicaría mejor la conexión entre ambos episodios. El
propio Alejandro consiguió, pese a todo, advertir el ataque y dio rápidamente
órdenes para reaccionar, provocando la huída de la flota tiria.281 En la
persecución, los barcos macedonios consiguieron hundir muchas
embarcaciones enemigas, al bloquear la entrada al puerto, de forma que

272
Arr. Anab. II, 21, 5-6. Vid. Bosworth 1980, 248; Atkinson 1980, 297 indica que este tipo
de anclas con cadena fue invento de Péricles: Thuc. VII, 62; Plin. NH VII, 56, 209, y recoge
otros episodios de su uso. Asimismo, sobre los submarinistas tirios, vid. Frost 1968, 185.
273
Marsden 1969, 102 n. 6 considera que estas torres podrían ser del tipo de las diseñadas por
Posidonio, el ingeniero al servicio de Alejandro.
274
Diod. XVII, 42, 7; 43, 4.
275
Marsden 1969, 102.
276
Que las fuentes recogen en conexión con la primera que hemos expuesto probablemente
posterior, especialmente si se tiene en cuenta la presencia de una flota macedonia en el
episodio: Diod. XVII, 42, 1-4; Curt. IV, 2, 24. En el relato de ambos, la información aparece,
quizás, desordenada, por lo que hemos propuesto otro orden de los acontecimientos a la luz de
las reflexiones presentadas.
277
Diod. XVII, 42, 2. Alejandro persiguió con su escuadra a estos barcos, aunque no
consiguieron alcanzarlos antes de que se resguardasen en el puerto fortificado de la ciudad.
278
Bosworth 1980, 245.
279
Arr. Anab. II, 22, 2.
280
Arr. Anab. II, 20, 10.
281
Curt. IV, 4, 6-9.

117
Borja Antela

aquellas naves tirias que todavía no habían podido volver a la ciudad


quedasen a merced de las fuerzas macedonias,282 por lo que los tirios perdían
con ello en buena medida su fuerza naval, última gran baza que les quedaba
en su afán de resistencia. Por otra parte, ésta es, curiosamente, la única
noticia que tenemos relacionada con la flota tiria después de la llegada de los
contingentes navales fenicios de la descompuesta flota persa. Sorprende
mucho advertir que, si bien al resto de las ciudades de la región regresaron
los barcos, para Tiro no tenemos noticia, aunque el episodio recién explicado
evidencia, seguramente, la presencia de esta fuerza naval ya en la ciudad. En
este sentido, la ausencia de la fuerza naval de los combates alrededor de la
ciudad debió tener como causa la ya mencionada superioridad numérica de
los barcos del bando macedonio. No obstante, quizás la madera de los barcos
fue empleada también con otras finalidades.
El intenso fuego del ataque macedonio provocó la necesidad de diversos
trabajos de reconstrucción y refuerzo de los muros de Tiro.283 Asimismo, las
fuentes se hacen eco de diversos ingenios, de naturaleza sorprendente, con
los que los tirios trataron de minimizar los daños del ataque. En primer lugar,
colocaron unas ruedas radiadas reforzadas con mármol que giraban de forma
mecánica con la intención de frenar, desviar y destruir los proyectiles
macedonios.284 Teniendo en cuenta que la maquinaria y la rueda radiada
debían estar colocadas, por su misma naturaleza, en lo alto de las murallas,
es posible que su función fuese la de proteger ciertos emplazamientos
específicos de la ciudad, tal vez algún arsenal o espacios de la mayor
importancia.285 Un segundo ingenio defensivo fue la elaboración de bolsas
en piel rellenas de algas marinas que, colocadas en los puntos de mayor
intensidad del fuego macedonio, acolchaban las partes más debilitadas del
muro, amortiguando los impactos y a veces hasta permitiendo recoger los
proyectiles, lo que les proveía de nueva munición que devolver contra los
macedonios.286 Resulta interesante, en este sentido, la inventiva287 y
capacidad de los tirios para adquirir nueva maquinaria de artillería, pues si

282
Arr. Anab. II, 22, 3-5.
283
Diod. XVII, 43, 3; Curt. IV, 3, 13; Arr. Anab. II, 21, 4.
284
Diod. XVII, 43, 1. Parece difícil pensar en el mecanismo que podía permitir semejante
estructura. Tal vez se emplease fuerza motriz animal para ello, pero las fuentes no nos
permiten conocer con detalle su funcionamiento.
285
Romane 1987, 87 App. I propone, siguiendo a Oikonomides, otras utilidades, como la
función de proteger a los observadores desde el muro que inspeccionaban los trabajos de
asedio del enemigo, o a los ingenieros que gestionaban las máquinas. Este invento, sin
embargo, no parece haber sido usado en ninguna otra ocasión conocida a lo largo de la
historia.
286
Diod. XVII, 43, 1. Romane 1987, 83.
287
Diod. XVII, 43, 7. Las invenciones no sólo eran proactivas, sino también defensivas, como
hemos visto: Diod. XVII, 41, 4.

118
Alejandro Magno, poliorcetes

bien es más que probable que antes del asedio la ciudad contase ya con este
tipo de armamento, parece difícil admitir que éste pudiese ser tan
competitivo con el desplegado por los macedonios, quienes a su vez
podríamos considerar como los auténticos innovadores en esta materia.288 En
este sentido, vale la pena recordar la presencia de un gran número de
ingenieros en la ciudad,289 que quizás pudieron generar novedades técnicas
de cierta importancia, como las bolsas de algas o la rueda de aspas/radios ya
expuestas. No obstante, no parece descartable que los tirios hayan actuado
también por imitación, copiando las máquinas macedonias y construyéndolas
ellos mismos, por sus propios medios. Sin duda, resulta difícil pensar en que
la ciudad pudiese recibir auxilio técnico del exterior, por lo que la imitación
parece la opción más plausible. Por otra parte, sabemos que los tirios habrían
gastado una gran cantidad del material combustible disponible, y en especial
madera, en la construcción del brulote. Por ello, quizás una razón por la que
los tirios no emplearon, ni siquiera en el angustioso final del asedio, la fuerza
naval que habrían recuperado a raíz de la descomposición de la flota persa
podría ser que estas embarcaciones fueron empleadas para la composición de
los ingenios mecánicos relatados en las fuentes, o para la construcción de
artillería copiada de la macedonia, aunque no tenemos información alguna
sobre esta cuestión, y cualquier hipótesis será especulativa.
Con la ciudad absolutamente cercada y bajo una lluvia incesante de
proyectiles de todo tipo, el asedio entró en una última fase. La ciudad era ya
una península, una vez acabado el terraplén, que conectaba Tiro con el
continente.290 El fuego de cobertura macedonio permitía a éstos aproximarse
por fin a la isla con cierta seguridad, para tratar de iniciar un ataque directo

288
Más allá de la existencia de un cuerpo de ingenieros al servicio del rey macedonio, que ya
hemos explicado desde tiempos de Filipo II, para el asedio mismo de Tiro Arr. Anab. II, 21, 1
indica que Alejandro reunió a un gran número de ingenieros venidos de Chipre y Fenicia para
construir y diseñar nuevas máquinas. Sorprende tal información, pues según Marsden 1977,
217 es imposible que pudiesen desarrollarse diseños nuevos en el marco de un asedio, ya que
era pertinente tener un taller donde trabajar. No obstante, contra esta hipótesis pueden
oponerse diversos ejemplos de poblaciones sitiadas que ingeniaron maquinas defensivas,
como ejemplifica el papel jugado por los inventos de Arquímedes en la defensa de Siracusa:
Plut. Marc. 15, 5; Hacker 1968, 41, Por otra parte, esta noticia vuelve a poner el asedio de
Tiro en relación con el de Motya por Dionisio I.
289
Diod. XVII, 41, 3-4; 43, 1.
290
Stewart 1987, 99 considera que el punto en el que el dique conectaba con la isla debía ser
próximo a la zona del puerto egipcio. Por mi parte, entiendo que aquí Stewart hace una lectura
demasiado imprecisa del texto de Arr. Anab. II, 22, 6, proponiendo que el foco donde se
centró el asalto final y el punto de contacto de muro coincidan, algo que no podemos inferir
de fuente alguna. Es más, la lucha a pie de muro días antes del ataque final y el desánimo de
Alejandro, como veremos, parecen plantear que el muro fue atacado en más de un lugar, lo
que significaría la imposibilidad de que el terraplén y el centro del ataque macedonio
hubiesen de coincidir.

119
Borja Antela

al muro con arietes, escalas, pasarelas y torres de asedio291 de gran altura,292


trasladadas a través del camino creado por el firme dique macedonio. Se
iniciaron entonces los ataques a pie de muralla, pero ello no fue tampoco
tarea fácil para los sitiadores, que se vieron acosados con fiereza por los
tirios desde lo alto de las fortificaciones. En efecto, más allá del típico
lanzamiento de piedras, metal ardiendo y otros objetos desde las almenas,293
las fuentes recogen, una vez más, toda una serie de recursos puestos en
marcha por la comunidad tiria para resistir ferozmente, convencidos de la
necesidad de no dar tregua al enemigo. Por medio de pértigas trataban de
cortar las cuerdas que sustentaban los arietes, mientras que empleaban
garfios y otras herramientas del oficio marino como las redes o los tridentes
contra los soldados que trataban de hacer mella en el muro o encaramarse al
mismo. Del mismo modo, calentaban arena al rojo que luego lanzaban sobre
los macedonios, provocando horribles heridas y quemaduras que llegaban a
producir la muerte.294 Es posible suponer que las bajas debieron ser
importantes,295 y ello también debió hacerse sentir en la moral de los
atacantes. Las fuentes recogen incluso los titubeos de Alejandro,296 quien
habiendo llegado tan lejos en el asedio y después de haber invertido tanto
tiempo y recursos, se encontraba ahora al pie de los muros de la ciudad
encarando un asedio típico, convertida ahora Tiro ya en una ciudad terrestre,
pero sin que por ello existiesen auténticos indicios de que la ciudad pudiese
encontrarse más cerca de sucumbir. En efecto, parece como si el asedio
volviese a comenzar para Alejandro, en este punto, pues su decisión fue la de
reconocer nuevamente las defensas, buscando el punto más débil de las
fortificaciones,297 como siempre había hecho al inicio de sus anteriores
experiencias de asedio en Tebas o Halicarnaso. Fue entonces cuando se
decidió a centrar sus esfuerzos en el lado sur del muro, en algún punto
próximo al puerto egipcio.298 En efecto, el ataque debió tener éxito en este

291
Arietes: Diod. XVII, 44, 4; 46, 3; Curt. IV, 4, 12.. Torres: Diod. XVII, 43, 7; 46, 2.
Pasarelas o puentes desde las torres: Diod. XVII, 46, 2; 46, 3; Arr. Anab. II, 22, 7; 23, 1.
Escalas: Curt. IV, 4, 12; Arr. Anab. II, 23, 4.
292
Curt. IV, 4, 10. Las torres debían superar en altura los muros de la ciudad.
293
Diod. XVII, 44, 4.
294
Estos recursos aparecen recogidos de forma conjunta: Diod. XVII, 43, 8 – 44, 4; Curt. IV,
3, 24-26
295
Como ejemplifica el episodio de Admeto: Diod. 45, 6; Arr. Anab. II, 23, 5. Vid. Bosworth
1980, 253; Heckel 2006, s.v. “Admetus”.
296
Diod. XVII, 45, 7; Curt. IV, 4, 1.
297
Diod. XVII, 43, 2.
298
Arr. Anab. II, 22, 7. Diod. XVII, 46, 1 no habla del puerto sino de los arsenales, pero es de
suponer que estos se encontrasen en las inmediaciones del puerto. Por otra parte, Murray
2008, 38-39 indica que era un hecho conocido que las fortificaciones de una ciudad tenían su
punto más débil en las áreas del muro más próximas al área portuaria: “it was generally
known that a city’s harbor defenses were among the weakest sectors of the wall”.

120
Alejandro Magno, poliorcetes

lado, pues la artillería consiguió abrir brecha, por la que algunos soldados
intentaron entrar, aunque rápidamente fueron repelidos, y el muro fue
reparado.299 No obstante, con ello, los macedonios habían encontrado el
punto exacto donde debían centrar sus esfuerzos, y fue allí donde habría de
tener lugar el ataque final.300
Antes del asedio final, Alejandro dio unos días de descanso a sus
hombres.301 Mientras, se hicieron los preparativos para un asalto conjunto
por tierra y por mar, atacando los muros desde el mayor número de puntos
posibles, con el objetivo de dividir las fuerzas de los defensores, como ya se
había hecho con anterioridad, según hemos visto, en asedios anteriores. La
flota fenicia se encargaría del puerto egipcio, mientras la de Sidón atacaría el
puerto sidonio.302 Asimismo, los efectivos de artilleros abrirían el ataque
iniciando una concentración de fuego en el lugar donde con días antes se
había creado la brecha. Luego, por tierra y por mar se enviaron tropas y
naves para establecer pasarelas y escaleras con las que acceder a los muros.
Mientras, desde las torres y embarcaciones cercanas a la ciudad se cubriría el
ataque con fuego discrecional tanto de lanzaproyectiles como de arqueros y
onderos, cubriendo así los muros y repeliendo posibles acciones de los
defensores. Además de estas pasarelas o puentes colgantes (épibathra),303 se
aproximaron las torres, donde escuadrones enteros se preparaban para tratar
de saltar la muralla por medio de puentes colgantes. Mientras, los hipaspistas
y otros escuadrones empleaban las escalas, siendo el objetivo prioritario del
asalto la captura de las defensas.304 El mismo Alejandro se mostraba a la
cabeza del ataque por tierra, encaramado a una de las torres y siendo el foco
de buena parte de los proyectiles de los defensores.305 Ante este complejo
ataque total, las defensas fueron superadas. Muchos tirios prefirieron buscar
la muerte lanzándose desde lo alto de las murallas, intentando arrastrar con
ellos a algún soldado macedonio. Asimismo, la lucha se trasladó a las calles,
desde donde la población trataba de frenar el inevitable avance enemigo
lanzando piedras y objetos contundentes desde los tejados,306 mientras
creaban barricadas en las calles o se concentraban en las inmediaciones del

299
Diod. XVII, 43, 4; Arr. Anab. II, 22, 7.
300
Romane 1987, 87-88, App. III.
301
Curt. IV, 4, 10 (2 días); Arr. Anab. II, 23, 1 (3 días). Descansos similares tuvieron lugar
también antes de grandes operaciones militares durante la campaña, por ejemplo, en los días
previos a Gaugamela.
302
Arr. Anab. II, 24, 1.
303
Athen. Mech. X, 10; XV, 6.
304
Diod. XVII, 46, 3; Curt. IV, 4, 12; Arr. Anab. II, 23, 1-2. Vid. Bosworth 1980, 253.
305
Diod. XVII, 46, 2; Curt. IV, 4, 10-11.
306
Curt. IV, 4, 11-12. Romane 1987, 88-89, App. IV.

121
Borja Antela

templo de Agenor.307 El pánico se fundía con la más desesperada resistencia.


El horror paseó entonces por las miserias humanas, y la cruel matanza
llevada a cabo por los macedonios debió ser ruda y sangrienta, fruto de una
rabiosa sed de venganza por el duro trabajo sufrido durante el asedio.308 Tiro
era ya pasto del saqueo y la matanza.309 Alejandro intentó regular, sin
embargo, la masacre, proclamando mediante heraldos que aquellos que se
refugiaban en los templos se les respetaría la vida.310 El resto era, al fin,
botín de los vencedores.
Tras la caída de la ciudad, se tomaron duras represalias por su enconada
resistencia. Entre 6000 y 8000 tirios fueron masacrados.311 Entre aquellos
que resistieron hasta el final, unos 2000 esforzados jóvenes tirios fueron
apresados y crucificados a lo largo del litoral.312 Del resto de supervivientes,
alrededor de 30000 cautivos, entre mujeres y niños, fueron vendidos como
esclavos.313 El mensaje no podía ser más claro para aquellos que se
opusieran al avance del macedonio, y en especial para aquellas ciudades
costeras que se considerasen inexpugnables, pues los macedonios se habían
impuesto incluso a la naturaleza, al convertir Tiro en una auténtica
península.314 En cuanto al destino mismo del territorio, Tiro fue repoblada
con poblaciones de las regiones vecinas,315 quizás los mismos hombres que

307
Diod. XVII, 46, 3, Arr. Anab. II, 24, 2. Es de suponer que, si Agenor es, como afirma Curt.
IV, 4, 19, el fundador mítico de la ciudad, el templo se encontrase en el centro mismo de la
misma, es decir, ocupando un espacio homólogo al de un ágora griega. Vid. Bosworth1980,
253. Por otra parte, el mito de Agenor permite a Curcio vincular la destrucción de Tiro con la
de Tebas, pues el fundador mítico de Tebas, Cadmo, habría sido hijo de Agenor: Atkinson
1980, 312. Sobre los mitos fundacionales de Tiro, vid. Bonnet 1988, 27-33.
308
Arr. Anab. II, 24, 3-4. Arriano habla de unos 400 macedonios muertos durante el asedio. Si
bien Bosworth 1980, 254 considera este dato como propagandístico, lo cierto es que si
consideramos la totalidad de las bajas macedonias durante las labores de asedio, la cifra
resulta, en realidad, demasiado reducida. Si por el contrario, se refiere sólo a las bajas del
asalto final, quizás entonces podría estar, en efecto, alterada. Sea como fuere, el dato nos sirve
como única referencia dentro de las informaciones que poseemos.
309
Bosworth 1980, 255 propone el 10 de agosto del 332 como fecha de la toma de la ciudad.
310
Curt. IV, 4, 13-14; Arr. Anab. II, 24, 5. Muchos tirios, a juicio de Curt. IV, 4, 15-16, se
salvaron gracias al auxilio de los sidonios, quienes aprovecharon la confusión del saqueo para
albergar en sus naves hasta a 15.000 tirios. Vid. Bosworth 1980, 255.
311
Diod. XVII, 46, 4 (7000); Curt. IV, 4, 16 (6000); Arr. Anab. II, 24, 4 (8000).
312
Diod. XVII, 46, 4; Curt. IV, 4, 17.
313
Arr. Anab. II, 24, 5. Sobre los horrores derivados de las acciones de Alejandro contra Tiro,
vid. Bloedow 1998, 289-290. Sobre la condición de las cautivas de guerra, en un sentido
genérico, vid. Antela 2008.
314
Una idea que ya aparece expresada, previo relato del terraplén, en Curt. IV, 2, 5. Por otra
parte, el terraplén acabó por convertirse en un istmo en el que se acumularon los sedimentos,
de modo que desde entonces es una auténtica península: Mir 1998. Contra, Carmona / Ruiz
2004, que consideran que el istmo es de origen medieval, y no tendría relación directa con el
dique construido por Alejandro.
315
Bosworth 1980, 256.

122
Alejandro Magno, poliorcetes

durante el asedio habían sido forzados a trabajar en la construcción de los


terraplenes.
Días después, pudo finalmente Alejandro cumplir su deseo, realizando
magníficos sacrificios a Heracles, en cuyo templo se instaló la máquina que
había abierto la brecha del muro,316 así como juegos atléticos, e incluso
funerales de honor a los caídos macedonios.317 Asimismo, también rindió
homenaje a Apolo, cuya estatua se encontró Alejandro cargada de cadenas a
causa del miedo que en su momento los tirios tuvieron de que la divinidad
les abandonase.318
Una última cuestión queda, sin embargo, por resolver, como es la causa
que pudo haber motivado a Alejandro una empresa de tal calibre como el
asedio aquí expuesto, especialmente teniendo en cuenta las supuestas
muestras de buena voluntad de los tirios ante el joven rey macedonio a su
llegada a la ciudad. Muchas han sido las hipótesis expuestas,319 aunque una
de ellas, que considero de capital importancia, no siempre ha sido
considerada con detalle. En este sentido, vale la pena recordar que la
auténtica importancia de Tiro no estaba tanto en la posible amenaza que
pudiese suponer como puerto para la flota persa,320 sino en la entidad de la
ciudad como referente económica.321 En el proceso de control del Egeo que
se deriva de la conquista del Levante, Alejandro tenía, en efecto, más que
probables intereses económicos,322 que debieron pesar en su decisión de
eliminar a un poderoso competidor.

Gaza

Inmediatamente después de la sufrida victoria en Tiro, Alejandro marchó


sobre Gaza, continuando su avance hacia Egipto.323 Este nuevo asedio, sin

316
Arr. Anab. II, 24, 5.
317
Diod. XVII, 46, 6; Arr. Anab. I, 18, 2; II, 5, 8. Los sacrificios y los juegos fueron
nuevamente celebrados a la vuelta del viaje a Egipto: Curt. IV, 8, 16; Plut. Alex. 29; Arr.
Anab. III, 6, 1.
318
Diod. XVII, 46, 5.
319
Bloedow 1998, 257-265 para un resumen reflexivo de las mismas.
320
Que, como ha sido expuesto ya supra, siguiendo a Bloedow 1998, 262-263, probablemente
la causa de la disolución de la flota persa haya sido la derrota de Darío en Isos, por lo que tras
ésta la flota no sería, en principio, una amenaza potencial para Alejandro, como de hecho
demuestran los hechos recogidos en las fuentes.
321
Grainger 1991: “The Phoenician, after all, were traders, who would be expected to sell
home-produced goods abroad”. En esta misma tónica, Baslez 1987.
322
Como demuestra, por ejemplo, la política posterior de Cleómenes de Naucratis: vid. Le
Rider 1997.
323
El contexto histórico del asedio de Gaza no varía del de Tiro: Romane 1988, 22-23.
También Hammond 1992, 169-170; Bosworth 1997, 91.

123
Borja Antela

embargo, duró mucho menos tiempo, alrededor de dos meses,324 aunque


entrañó igualmente una cierta complejidad técnica.
Si bien el resto de la región de Palestina había capitulado sin dificultades
para el avance macedonio,325 la ciudad de Gaza decidió oponer resistencia,
confiando probablemente en su imponente estructura defensiva y en los
rigores provocados por el cercano desierto.326
Gaza se encontraba emplazada al final de una importante ruta comercial,
ocupando un destacado punto estratégico entre Siria y Egipto.327 La ciudad,
encima de un promontorio, estaba fuertemente asegurada por medio de un
muro torreado.328 En su interior, una guarnición quizás no muy numerosa,
bajo el mando de Betis,329 permanecía ferozmente pertrechada para hacer
frente al rudo asedio.330 A su vez, estando a 20 estadios del mar, y a unas 150
millas de Tiro, el emplazamiento de la fortaleza dificultaba enormemente el
traslado del magnífico equipo de maquinaria poliorcética macedonio. Tras
examinar con detalle el perímetro de los muros, tarea previa habitual en el
resto de los asedios expuestos, el campamento macedonio se estableció en
las proximidades de la zona que parecía más vulnerable.331 A su vez, la
altura del promontorio y el terreno en extremo arenoso hacían imposible que
las torres de asedio pudiesen ser anexadas a la muralla.332 Es probable que
tratase de atacar los muros por medio de su ejército, como ya había hecho en

324
Probablemente entre septiembre y noviembre: Romane 1988, 21.
325
Arr. Anab. II, 25, 4; Polyb. XVI, 22a, 5. Bosworth 1980, 257. Sobre la presencia
macedonia en la zona, vid. Ovadiah 1983.
326
Arr. Anab. II, 26, 1. La proximidad del desierto debió provocar auténticos problemas
logísticos de obtención de suministros y alimentos para los macedonios.
327
Atkinson 1980, 336.
328
Curt. IV, 6, 10; Arr. Anab. II, 26, 3. Romane 1988, 23. Asimismo, Romane 1988, 21
menciona la ausencia de trabajos arqueológicos para Gaza, lo que empobrece en gran medida
nuestro conocimiento de la fortaleza y del desarrollo consiguiente del asedio macedonio.
329
El personaje de Betis resulta extremadamente controvertido: Atkinson 1980, 334-336;
Bosworth 1980, 255-256. Asimismo, Heckel 2006, 71.
330
Curt. IV, 6, 7. Cft. Romane 1988, 23: “A selected Persian force held Gaza. Only 9 years
had passed since Artaxerxes III reconquered Egypt, and the fortress which had stood as a
main Persian base since 404 B.C. was still important”. Por otra parte, la guarnición parece
haber estado conformada con fuerzas árabes, quizás mercenarios: Curt. IV, 6, 15-16; 30; Arr.
Anab. II, 25, 4. Cft. Atkinson 1980, 339; Bosworth 1980, 258, quien afirma sin embargo que
los árabes no están documentados como mercenarios, aunque las acciones de Alejandro contra
unas fuerzas árabes en Arr. Anab. II, 20, 5, no parece descartable su servicio a Persia. El
hecho de que abandonen a su comandante, Betis, en el momento del desastre no parece
argumento suficiente para garantizar su condición de contratados: Curt. Iv, 6, 25.
331
Probablemente, en el lado sur.
332
Curt. IV, 6, 9; Arr. Anab. II, 26, 2. Bosworth 1980, 258 dice que el problema de la altura
del promontorio mencionado por Arriano es falso. Por otra parte, la maquinaria poliorcética
no debía estar todavía disponible, pues la mención de su llegada aparece indicada
posteriormente.

124
Alejandro Magno, poliorcetes

Mileto mientras esperaba la llegada de las máquinas, originándose


probablemente de este modo las primeras escaramuzas.
Una vez llegadas las máquinas de asedio provenientes de Tiro,333
debieron iniciarse los trabajos normales para aproximar las torres al muro,
aunque éstas quedaron rápidamente encalladas, desmontándose y
provocando dificultades y heridos.334 En consecuencia, Alejandro propuso
construir un terraplén en el lado meridional de la ciudad, que tras el análisis
del perímetro parecía el más débil, con el que elevar las máquinas, de forma
que pudiesen finalmente aproximarse al muro.335 Realizada la obra,336 las
torres móviles fueron dirigidas contra la muralla. Si bien los defensores
debían acosar a los macedonios con proyectiles y dardos, el ataque debió
tener bastante éxito, pues acabó por motivar una salida de los de la ciudad,
armados con antorchas, con el objetivo de destruir las máquinas.337
Alejandro, que merced a un mal augurio de Aristandro338 había decidido
quedarse en una posición segura, advirtiendo la virulencia del ataque
enemigo, decidió auxiliar a los suyos, acompañado de los hipaspistas. La
historia, que queda justificada por el peligro señalado para Alejandro por el
adivino, nos muestra, sin embargo, el empleo nuevamente de la estrategia
habitual de los macedonios en ataques a ciudades, como ya hemos visto,
según la cual se produce un ataque, y mediante una retirada, se atrae al
enemigo339 para posteriormente contraatacar por medio de refuerzos,340
siempre dirigidos por el propio Alejandro, con los que conseguir rechazar al
enemigo y, en la confusión, aprovechar la apertura de las puertas para entrar
en la ciudad.341 No parece, pues, que la historia recogida en este caso de
Gaza sea diferente de las otras ya expuestas, de no ser porque los
macedonios fueron repelidos y Alejandro recibió una fea herida que le

333
Arr. Anab. II, 27, 3-4.
334
Curt. IV, 6, 8; Arr. Anab. II, 27, 4.
335
Arr. Anab. II, 26, 4; 27, 3. La estructura definitiva debió tener alrededor de dos estadios de
anchura y unos 250 pies de alto. Fuller 1958, 217 y Bosworth 1980, 259 consideran estas
cifras imposibles. Por otra parte, en Arriano se mencionan dos construcciones del terraplén,
pero es probable que se trate de una sola, y no de dos: Bosworth 1980, 259. En este sentido, el
error parece evidente a la luz del hecho de que en el primer terraplén intervienen en Arriano
unas torres de asedio, pero indica que las máquinas llegaron con posterioridad a este episodio,
lo cual indica una extraña contradicción.
336
Arr. Anab. II, Por otra parte, algunos autores dudan que hayan existido dos fases en la
construcción del terraplén.
337
Arr. Anab. II, 27, 1.
338
Arr. Anab. II, 26, 4.
339
Que aparece aquí confiado en la retirada de los macedonios para atacar, dejando las
puertas abiertas de la ciudad (Curt. IV, 6, 13), probablemente el auténtico objetivo de la
estratagema.
340
Curt. IV, 6, 14.
341
Arr. Anab. II, 27, 1-2.

125
Borja Antela

obligó a retirarse del campo de batalla, lo cual fue considerado como una
victoria por parte de Betis y los suyos, incrementando la moral de los
defensores.342
Durante la convalecencia del rey, el ataque siguió adelante, batiendo
intensamente los muros de la ciudad343 con su artillería pesada,344 capaz de
disparar por encima del muro, incidiendo así también en el interior de la
ciudad.345 El fuego de cobertura también debió servir para hacer que los
defensores abandonasen los puestos en lo alto del muro. Es probable que
fuese durante estos momentos que Alejandro decidiera iniciar la excavación
de galerías con el objetivo de incidir en los cimientos de la muralla346 y que
los muros debilitados por el fuego de artillería pudiesen venirse abajo.347
Mientras, continuaban también los ataques macedonios para acceder a la
ciudad, siendo rechazados en hasta tres ocasiones. En un cuarto ataque, se

342
Curt. IV, 6, 16-20; Arr. Anab. II, 27, 2. La herida parece haber sido provocada por un
proyectil (Plut. Alex. 25, 8), lo que reafirmaría la suposición de que, probablemente, los
soldados de Gaza contasen con artillería, quizás de no torsión, y por tanto, del rango
“antipersona”. Por otra parte, Bosworth 1980, 258 considera que el terraplén no debió
iniciarse hasta después de la herida de Alejandro, aunque en el episodio que motiva la herida
sabemos que los defensores realizaron su salida de la ciudad con el objetivo de destruir las
máquinas, y para que estas estuviesen tan cerca de las murallas, debía haberse construido ya el
montículo que permitía aproximarlas. A su vez, en el episodio del pájaro asociado al augurio
(vid. nota siguiente) se menciona directamente una torre, lo que lleva a pensar en que las
máquinas, y por tanto el terraplén, estaban presentes en el momento de la herida.
343
El episodio del pájaro asociado al augurio de Aristandro (Curt. IV, 6, 11; Arr. Anab. II, 26,
4; Plut. Alex.25, 4) sobre Alejandro ha dado lugar a Petenaute Rubio, en la edición de la
traducción castellana de Curcio para Gredos, 1986, 164, n. 219, a raíz de la mención por
Curcio del betún y el azufre que embadurnaba una torre, materiales con los que se mancha el
pájaro, a plantear la posibilidad de que la torre estuviese preparada para prenderle fuego en las
inmediaciones de la muralla. Esta información puede relacionarse también con el relato de
Plutarco, donde la torre en cuestión es sustituida por una catapulta, lo que implicaría el uso de
proyectiles incendiarios por parte de la artillería macedonia. Sobre el episodio, vid. Romane
1988, App. I, 25-26. La posibilidad no es inverosímil. Además, vale la pena tener en cuenta
que Curcio habla de un cuervo (Atkinson 1980, 337) mientras que Arriano no menciona el
tipo de pájaro. Sin duda, la brea podría haber conferido al pájaro un color negruzco que le
identificase en alguna de las fuentes de Curcio como un cuervo. No obsnate, siguiendo a
Atkinson 1980, 297 y 308, en relación con el asedio de Tiro, y el uso de Curt. IV, 2, 12 del
término corvique, existe la posibilidad que la referencia al cuervo sea en el fondo un error
derivado del nombre de alguna máquina de artillería cuya finalidad era lanzar cuerdas con
anclaje para sujetar o elevar alguna escalera o similar contra el muro: Polyb. I, 22,4; App. BC
5, 106. El uso de materiales inflamables aparece ya mencionado en Aen. Tact. 35, 1. El
episodio, efectivamente, merece mayor atención.
344
En el relato de Plut. Alex. 25, 4 queda patente que la artillería empleada por los
macedonios es del tipo de torsión, probablemente lithobolos o petrobolos.
345
Curt. IV, 6, 22.
346
Curt. IV, 6, 8 y 21; Arr. Anab. II, 27, 4.
347
Curt. IV, 6, 22 habla de trabajos de refuerzo en los muros, y en 23 indica efectivamente el
derrumbe de alguna fracción de la muralla a causa de las labores de minado.

126
Alejandro Magno, poliorcetes

multiplicaron los puntos del asalto, y mientras una parte del ejército bajo las
órdenes de Alejandro intentaba acceder a la ciudad por las zonas del muro
más castigadas y las brechas ya abiertas,348 las máquinas de artillería seguía
tratando de abrir brecha en otros puntos, y los arietes hacían lo mismo,
acompañados de soldados con escalas que intentaban ganar la cima de la
muralla.349 Finalmente, los batallones consiguieron penetrar en la ciudad,
haciéndose con el control de la misma, a pesar de la encarnizada resistencia
de los defensores,350 que fueron probablemente masacrados.351
Conquistada la ciudad, Alejandro destinó a las mujeres y niños a la
esclavitud, mientras que Gaza era repoblada con poblaciones vecinas.352
Asimismo, el botín debió ser también de gran riqueza.353 La fortaleza quedó
en manos macedonias, y siguió siendo un lugar estratégico de gran
importancia.354

Conclusiones

Gaza supone el último de los grandes asedios occidentales en la campaña de


Alejandro. Aparte de los aquí comentados, a lo largo de la historia militar de
Alejandro Magno existen otros muchos asedios destacados, como el de Pelio
o el de la Roca sogdiana, por citar los más conocidos. No obstante, el
objetivo del presente análisis pretendía exponer de forma paralela los asedios
mediterráneos, que marcan a la vez, con el éxito macedonio, no sólo una
auténtica garantía del paulatino triunfo en la guerra contra Persia, sino
también una forma específica, y en cierto modo metódica, de asediar una
ciudad. Así, desde un punto de vista comparativo, y siguiendo el conjunto de

348
Curt. IV, 6, 23.
349
Arr. Anab. II, 27, 4-6.
350
Arr. Anab. II, 27, 7. Asimismo, sobre el personaje de Neoptólemo, mencionado por
Arriano, vid. Bosworth 1980, 259-260. Curcio habla, sin embargo, de fuga de los defensores:
Curt. IV, 6, 25.
351
Curt. IV, 6, 30 menciona 10000 enemigos muertos, cifra que Atkinson 1980, 343
considera, efectivamente, como un error, especialmente en comparación con los datos
conservados para el caso de Tiro. La masacre, sin embargo, es indudable: Arr. Anab. II, 27, 7;
Polyb. XVI, 22a, 5. Por otra parte, el episodio de la tortura y muerte de Betis (Curt. IV, 6, 29:
Atkinson 1980, 334-336, 341-343), auténtica emulación de Aquiles por Alejandro, si bien
resulta retórica, describe una clara imagen del trato que el macedonio daba a los vencidos que
se le habían opuesto con resistencia: cft. Antela 2009, 90-94.
352
Que tal vez, como en Tiro, pudieron haber estado implicadas en los trabajos de
construcción del terraplén.
353
Plut. Alex. 25. No obstante, Hegesias de Magnesia habla de una auténtica masacre entre los
habitantes de la ciudad por parte de los macedonios: Robinson 1953, 254.
354
Como demuestra el asedio al que posteriormente la sometió Antígono durante las Guerras
de los Diádocos: Diod. XIX, 59, 2; 80, 5Cft. Bosworth 1908, 260. Asimismo, cft. Ovadiah
1983, 188-189.

127
Borja Antela

los sitios analizados, puede apreciarse cómo el operativo de Alejandro suele


seguir un posible patrón, que comienza siempre con la revisión de las
murallas en busca de puntos débiles en las fortificaciones, y de la
planificación estratégica a seguir en cada caso. A esta fase de tanteo, que
puede acompañarse de escaramuzas de baja intensidad entre defensores y
sitiadores, le sigue el inicio del empleo de las máquinas, que primero
despejan el camino hasta las murallas (uso de tortugas, recubrimiento de
fosos…), para posteriormente iniciar la aproximación de los arietes, las
escaleras y las torres, tres elementos tópicos de los asedios de la época, con o
sin artillería de última generación. Frente a las acciones de los defensores
contra la aproximación de las máquinas, la artillería de Alejandro solía
disparar fuego de cobertura que despejaba las defensas, permitiendo trabajar
a los arietes y posibles zapadores, así como adherir las torres a las murallas.
Luego, todo un despliegue de mecanismos (pasarelas, puentes colgantes,
artillería antipersona en las torres…) podía facilitar en mayor o menor
medida la ocupación de las murallas, pero llegados a este punto, la clave
definitiva del éxito del asedio estaba en manos de los soldados. En este
sentido, en materia de asedios podemos contraponer la confianza de Filipo
en los sobornos con la confianza de Alejandro en sus hombres. Sin duda, la
estratagema repetida en diversas ocasiones por parte del escuadrón de
Pérdicas demuestra efectivamente que la auténtica tecnología punta de
Alejandro eran sus soldados macedonios. La maquinaria poliorcética servía,
por tanto, para proteger tan valioso recurso.
En este sentido, vale la pena recoger aquí las dudas ofrecidas por diversos
autores sobre la auténtica importancia de la maquinaria y de la innovación
técnica sufragada por Filipo y Alejandro en los asedios de éste,
especialmente cuando en muchos casos (Tebas, Halicarnaso, …) la toma de
la ciudad enemiga tenía lugar gracias a la acción de los soldados, y no tanto
como resultado del uso de las máquinas. Hacker ha resumido de forma
magnífica la poderosa capacidad poliorcética de Alejandro en tres factores:
tecnología, calidad de las tropas y, por último, amplia capacidad de recursos
y de ofrecer diferentes soluciones.355 En efecto, las máquinas aparecen en
pocas ocasiones como determinantes en el momento último, pero sin duda
no sólo ayudaron a acelerar en muchos casos la caída de los muros o la toma
de las fortificaciones, sino que además sirvieron de cobertura fundamental
para que los macedonios no fuesen masacrados sin remedio.356 A su vez, el
uso únicamente de máquinas, por muy innovadoras y poderosas que fuesen,
no habrían permitido a Alejandro hacer frente a la campaña persa, con todos
los matices y esfuerzos de la misma. El asedio de Tiro es quizás el mejor

355
Hacker 1968, 42.
356
Hacker 1968, 44-45.

128
Alejandro Magno, poliorcetes

ejemplo de ello. Por último, la auténtica innovación de Alejandro quizás sea


la maleable potencialidad de los recursos que como estratega ponía en juego.
Las batallas, en su mayor medida, fueron éxitos rotundos de la planificación
de Alejandro, y no sabemos hasta qué punto podría, como general, haber
reconducido una situación inesperada en ellas. No obstante, los asedios
muestran la necesidad de planificar, y ante los errores, de corregir, de
componer nuevos métodos, nuevos sistemas en juego. Pese a todo, ninguno
de los tres elementos por separado (tecnología, soldados y multiplicidad de
respuestas) habría causado tal vez el éxito inesperado y arrebatador de la
campaña de Alejandro. Por otra parte, los asedios suponen, sin embargo, una
mirada al horror sembrado por Alejandro, a menudo silenciado por las
fuentes y por los historiadores a lo largo del tiempo. Masacres,
deportaciones, esclavizaciones masivas, brutales saqueos, violaciones,
desmanes y violencia extrema fueron también características indisociables
de los asedios macedonios. La tecnología punta aplicada a la guerra supuso
un nuevo tormento para la población civil, que ahora vería su ámbito
doméstico convertido en un campo de batalla que, a menudo, se convertía en
el pavoroso centro de expresión de la atrocidad de la guerra antigua.

129
Borja Antela

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134
Camino a Korakesion
Roma y la lucha contra la piratería en la Anatolia meridional

Isaías Arrayás Morales


Universitat Autònoma de Barcelona

1. La piratería en la Anatolia meridional y los inicios de la represión


romana

El camino seguido por Roma para eliminar la piratería en la Anatolia


meridional no resultó nada sencillo.1 La región fue objeto de campañas desde
el año 102 a.C., cuando, en virtud de la lex de Cilicia Macedoniaque,2 M.
Antonio (cos. 99 a.C., pr. 102 a.C.), el abuelo del famoso triunviro,
desencadenó la primera acción antipirática, en calidad de propraetor de la
nueva provincia, que tomó el nombre de Cilicia, en alusión a la región
considerada epicentro de la piratería.3 No obstante, su ámbito de acción


Miembro del proyecto Lo viejo y lo nuevo en la Hispania romana: catastros, gestión de los
recursos y control social (MCI-DGI HAR2010-20209), dirigido por el Prof. Dr. Alberto
Prieto Arciniega. Investigador José de Castillejo/Wolfson College (Oxford).
1
Según las fuentes literarias, en el año 138 a.C., Diodotos Tryphon, personaje de prestigio y
con recursos, organizó a los cilicios en bandas de piratas para hacer valer sus pretensiones
sobre el trono seléucida (Str. 14.5.2, 16.2.10; Plut. Pomp. 28.1; App. Syr. 67; Vell.Pat. 2.32.4;
Diod. 33.28; Jos. AJ 13.131-132, 143-145, 187, 218-224; Just. 36.7). Vid.: Ormerod 1924,
195, 204-207; Maróti 1962, 187-194; Liebmann-Frankfort 1969a, 127-131; Houghton 1989,
29-32; Houghton 2008, 335-347; Arrayás 2010a; Arrayás en prensa, a.
2
Sobre la lex de Cilicia Macedoniaque, también llamada lex prouinciis praetoriis o lex de
piratis persequendis, vid.: Ormerod 1924, 208-227, 242-247; Colin 1924, 58-96; Van
Ooteghem 1954, 157-181; Greenidge / Clay 1960, 279-281; Hinrichts 1970, 471-502; Hassall
1974; Lintott 1976; Sherwin-White 1976; Ferrary 1977; Giovanini / Grzybek 1978; Sumner
1978; Syme 1979; Martin / Badian 1979; Freeman 1986; Pohl 1993, 208-278; Tramonti 1994,
33-60; Kallet-Marx 1995, 229-239; Avidov / Timoney 1995; Crawford 1996, 231-271 n. 12;
de Souza 1999, 108-115; Rauh et alii 2000, 154; Geelhaar 2002; Giovanini 2008; Tröster
2009; Pina Polo 2011, 67, 74.
3
A la decisión de combatir la piratería contribuiría la victoria sobre cimbrios y teutones en
Aquae Sextiae (102 a.C.) y Vercellae (101 a.C.), que proporcionó a gran cantidad de
prisioneros, mermando la dependencia del mercado de esclavos de Delos. Además, cabe la
posibilidad de que las actividades piráticas ya hubieran alterado el abastecimiento de Roma,
contribuyendo a la carestía del 104 a.C. (Cic. Har. Resp. 43), si bien no fue hasta el conflicto
mitridático cuando se intensificaron y se extendieron hacia regiones cada vez más
occidentales. Vid.: Ormerod 1924, 207-208; Casson 1954; Maróti 1970, 489; Sherwin-White
Isaías Arrayás Morales

comprendió también Panfilia y Pisidia, que se convirtieron en regiones


centrales de las operaciones romanas (App. Mithr. 93) y que, en realidad,
constituyeron, junto a la Cilicia Tracheia occidental, el auténtico epicentro
del fenómeno pirático en el sur de Anatolia a lo largo de la primera mitad del
s. I a.C. Lo cierto es que la piratería no paró de extenderse en el transcurso
de ese período, llegando a afectar a la Tracheia central y oriental, más allá
de Korakesion (Alanya), y a la región de Olba.4 Durante la campaña del 102
a.C., ya fueron alcanzadas las bases piráticas de la Tracheia, pero los
principales objetivos se fijaron en el litoral panfilio, destacando la ciudad de
Side (Selimiye), cuyo mercado era uno de los más frecuentados por los
piratas (Str. 12.7.2, 14.3.2-3) y donde M. Antonio acabó estableciendo su
base de operaciones, dada su situación en el centro de la bahía de Panfilia y
su cercanía en relación a la Cilicia Tracheia. Esto permitió a Side salvar las
represalias merecidas por su adhesión a los piratas, que tanto habría
beneficiado a su élite (ILLRP I 342; IGRR IV 1116) (Cic. De Orat. 1.82,
Brut. 168; Liv. Per. 68; Tac. Ann. 12.62; Str. 14.3.2).5 La colaboración de
los centros panfilios con las bandas piráticas (factiones) podría explicar las
ulteriores acciones de Cn. Cornelio Dolabella, pretor de Cilicia entre el 81 y
el 79 a.C., y de su procuestor, C. Verres (pr. 74 a.C.), sustituto de C.
Publicius Malleolus (Cic. Verr. II.1.41),6 en contra de las ciudades de
Aspendos y Perge en el año 79 a.C., que se saldaron con el saqueo de sus
santuarios (Cic. Verr. 2.1.53-58). Éstos se habrían proseguido con las labores
represivas de M. Antonio, así como del propretor L. Licinio Murena, que, en
el año 83 a.C., actuó en contra de la ciudad de Kibyra, en la región de
Kibyratis, entre Licia, Pisidia y Caria, sede del líder local Moagetes (Str.
13.4.17).7
No obstante, tras la campaña del 102 a.C., la lucha de Roma contra la
piratería bajó su intensidad a raíz del desencadenamiento de la guerra contra
Mitrídates VI Eupátor, rey del Ponto (88-63 a.C.). Lo cierto es que el
esfuerzo bélico de L. Cornelio Sila (cos. 88, 80 a.C., pr. 93 a.C.) estuvo
plenamente centrado en el monarca póntico, a quién necesitaba doblegar lo

1976; Rickman 1980, 50; Meijer 1986, 191; Casson 1991, 180; Kallet-Marx 1995, 230; Wolff
2003, 34-35; Woolmer 2008, 78; Durukan 2009, 77; Arrayás 2010a.
4
Ormerod 1924, 205, 215; Rostovtzeff 1941, 784, 975; Benabou 1985; Marasco 1987a;
Mutafian 1988, 195-211, 217-228; Hopwood 1989, 193; Syme 1995, 274; Rauh 1997, 269;
Hopwood 1999, 177-206; Wolff 2003, 93-132; Durukan 2009, 84.
5
Broughton 1951, I, 572; Broughton 1952, II, 1; Brixhe 1976, 145; Sullivan 1989, 186; de
Souza 1999, 102-108; Rauh et alii 2000, 152; Grainger 2009, 1, 141.
6
Broughton 1952, II, 80-81; Brennan 2000, 557, 571, 886 n. 2.
7
Reinach 1890, 302-303; Ormerod 1922, 36; Ormerod 1924, 213; Magie 1950, I, 242; II,
1123; Broughton 1952, II, 76-77, 80-81, 84-85; Liebmann-Frankfort 1969a, 197-200;
Sherwin-White 1976, 10-11; Sherwin-White 1984, 153-154; Syme 1995, 183; de Souza 1999,
102-108, 124, 129, 151; Rauh et alii 2000, 152-153; Grainger 2009, 141, 144-145, 149.

136
Camino a Korakesion

antes posible, y, de hecho, una vez confinado en sus dominios ancestrales, el


procónsul buscó firmar una paz de mínimos en Dárdanos (Troade), en el
verano del 85 a.C. (App. Mithr. 56-58, BC 1.76; Plut. Sul. 24.1-4, Luc. 4.1),
que le permitiera regresar a Roma para detener a sus rivales políticos,
marianos y cinnianos, que se habían hecho con el poder en su ausencia.8 En
estas circunstancias, el fenómeno pirático tomó una nueva dimensión,
beneficiado por la situación de guerra existente (D.C. 36.20.1), y es posible
que Mitelene, que logró resistir a las tropas romanas, nada más y nada
menos, que hasta el año 81 a.C., pudiera haber colaborado con los piratas,
dándoles cobijo y recibiendo a cambio suministros que explicarían su larga
resistencia (Plut. Luc. 4.2-3).9
Sin embargo, a pesar de lo dicho por las fuentes literarias, en este
incremento de la piratería no debe verse una intervención directa de
Mitrídates Eupátor a favor de los piratas, con los que pudiera haberse aliado
para multiplicar los objetivos de atención táctica de los romanos,
contribuyendo incluso a la organización de bandas que habrían actuado en
calidad de corsarios a su servicio. Bien es cierto que los piratas beneficiaron
puntualmente al monarca póntico, socorriéndole en alguna ocasión (App.
Mithr. 63, 78, Sic. 6.1; Plut. Luc. 13, Pomp. 24; Oros. 6.2.24) y
contribuyendo a la defensa de centros como Amisos o Sínope durante el
tercer conflicto mitridático (Plut. Luc. 23; App. Mithr. 83). También pudo
extraer de ellos valiosa información sobre las maniobras de los romanos, así
como de los progresos del disidente Q. Sertorio (pr. 85 o 83 a.C.) en
Hispania, susceptible de convertirse en aliado (Plut. Sert. 7.3-4, 23; Flor.
1.41). No obstante, esta cooperación sólo fue coyuntural y, en general, los
piratas actuaron como tales, intentando sacar el máximo beneficio de la
inestabilidad provocada por la guerra, que habría facilitado su actividad,
permitiendo la proliferación de bandas piráticas, así como la extensión y la
intensificación de sus acciones hacia otras regiones cada vez más al oeste.
Tampoco puede establecerse un vínculo claro con Sertorio, con quién los
piratas mantuvieron contactos muy frágiles, ni con Espartaco, líder de la
gran revuelta de esclavos declarada entre los años 73 y 70 a.C., con quién
entablaron negociaciones para el traslado de 2.000 de sus hombres a Sicilia
(Plut. Cras. 10), y, lo cierto, es que, después de su derrota ante M. Licinio

8
Magie 1950, II, 1110; Ballesteros 1996, 177-178.
9
M. Minucius Thermus, pretor de Asia del año 81 a.C. en substitución de L. Licinius Murena,
y quizás candidato al consulado en el año 65 a.C., podría haber sido el artífice del saqueo de
Mitelene (Suet. Iul. 2.1; Liv. Per. 89; App. Mithr. 52; Plut. Luc. 4.1-3). Vid.: Magie 1950, I,
215, 228, 237, 246, 319, 365; II, 1124-1125; Broughton 1952, II, 56, 61, 76, 81, 143;
Crawford 1984, 132-134 núms. 38, 39; Alexander 1990, 122 núms. 245-246; Keaveney 1992,
182-187; Vial 1995, 143-144, 159; Ballesteros 1996, 99, 184-185; Labarre 1996, 91-92;
Ferrary 1997, 210; Brennan 2000, II, 557; Canfora 2000, 10; Amela 2003, 181; Canali de
Rossi 2005, 105; Arrayás 2010b; Pina Polo 2011, 267-268.

137
Isaías Arrayás Morales

Craso Dives (cos. 70, 55 a.C., pr. 73 a.C.), las acciones piráticas sobre las
costas itálicas lejos de mitigarse se recrudecieron.10
A pesar del paréntesis que se abrió en el conflicto mitridático con la paz
de Dárdanos en el 85 a.C., las acciones romanas contra la piratería
continuaron careciendo de la consistencia necesaria y los ataques piráticos,
lejos de disminuir, se intensificaron y extendieron su radio de acción.11 A
ello contribuyó en gran medida la traumática política fiscal y de ocupación
de los territorios minorasiáticos puesta en marcha por Sila, en castigo por su
adhesión a la causa póntica y su participación masiva en el episodio de las
“Vísperas Efesias” del año 88 a.C., que se cobró la vida de miles de romano-
itálicos (App. Mithr. 62; Plut. Sul. 24.7; Memn. 22.9; Cic. Pomp. 11;
Val.Max. 9.2.3).12 Esto agravó la delicada situación de las comunidades de la
región, que se vieron inmersas en una crisis económica y financiera sin
precedentes, sufrida por sus élites, pero, sobre todo, por los sectores más
pobres de la población, especialmente sensibles a estas coyunturas.13 Lo
cierto es que, en estas circunstancias, determinados miembros de las élites
locales, con recursos a pesar de la crisis, colaborarían con las bandas de
piratas, que participaban del lucrativo comercio de esclavos con epicentro en
Delos y en los mercados de Side o Phaselis, donde podían vender
impunemente sus mercancías. Estos personajes hicieron negocio con los
piratas para escapar de la recesión, enriquecerse y dar respuesta a sus
ambiciones personales, y no dudaron en implicar a sus comunidades,
poniendo al servicio de las bandas piráticas sus recursos, puertos y

10
Ormerod 1924, 221-223; Harmand 1967, 214-215; Maróti 1970; McGing 1986, 139; Meijer
1986, 191-192; Marasco 1987a, 135-143; Marasco 1987b; Casson 1991, 73-74; Tramonti
1994, 39-42; Konrad 1994, 191; Ballesteros 1996, 436-442; Avidov 1997; Rauh 1997, 267;
Charazidze 1998; de Souza 1999, 132-134, 143; Blanton 2000, 59-60; Rauh et alii 2000, 152-
153; Rauh 2003, 169-201, 208-209; Tröster 2009, 17-19; Arrayás 2010a; Arrayás 2011;
Arrayás en prensa, a.
11
Mattingly 1980, 1494.
12
Brunt 1956; Sarikakis 1976; Amiotti 1980; Ballesteros 1996, 103-107; Bresson 2002;
Sartre 2006, 315-323; Alcock 2007; Ñaco et alii 2009; Mayor 2009, 13-26; Niebergall 2011.
13
Muchas de las poleis de la región, incluida Pérgamo, se vieron abocadas a hipotecar sus
propiedades para afrontar las exigentes condiciones fiscales impuestas por Sila (App. Mithr.
63; Cic. Att. 5.13.1, 5.16.1-2, Quin. 1.12.35), agravadas por las prácticas usureras de los
financieros romano-itálicos que les concedieron préstamos a muy elevado interés (Plut. Sul.
25.4, Luc. 4.1, 20.4). En Éfeso, la crisis mitridática se manifestó con especial rigor, afectando
a todas las capas sociales. Al contrario que en Pérgamo o Mitelene, con evergetas de la talla
de Diodoros Pásparos o Teófanes de Mitelene, en Éfeso, la élite local resultó muy mermada.
Esto hizo que el creciente elemento foráneo de la población efesea, encabezado por miembros
de la nobilitas, que ejercieron de patronos, se convirtiera en el motor del desarrollo y del auge
urbano de Éfeso. Vid.: Rostovtzeff 1941, 944-946; Maróti 1970, 484; Vial 1995, 158-164;
Ballesteros 1996, 180-189; Callataÿ 1997, 328; Mastrocinque 1999, 91-94; Chandezon 2000;
Halfmann 2004; Santangelo 2007, 107-133; Durukan 2009, 84; Arrayás 2010c; Arrayás en
prensa, b.

138
Camino a Korakesion

mercados, facilitándoles el apoyo logístico que necesitaban. Igualmente, les


ofrecieron la complicidad de sus enclaves fortificados (castella/phrourai),
dispuestos a lo largo de los sectores más abruptos del litoral, ante los cuales
discurría una de las más importantes rutas marítimas de la época, que se
sumaron a los propiamente piráticos de la Cilicia Tracheia occidental,
pequeños, ocultos y móviles, creados para ser indetectables, aunque dotados
de las infraestructuras necesarias. No en vano, cuando Cn. Pompeyo Magno
(cos. 70, 55, 52 a.C.) conquistó Korakesion en el año 67 a.C., encontró
arsenales, así como almacenes y grandes cantidades de municiones (Plut.
Pomp. 24, 28.1-4; App. Mithr. 95-96; Cic. Pomp. 34-35; Liv. Per. 99; D.C.
36.37.1-6; Str. 11.1.6, 14.5.2; Flor. 1.41.7-15; Oros. 6.4.1; Eutr. 6.12.1;
Vell.Pat. 2.32.4-6).14
Asimismo, la crisis generada por la guerra tuvo unos efectos
multiplicadores sobre la masa de desarraigados de por si existente, proclive a
enrolarse en las tripulaciones piráticas para escapar a la miseria y mejorar
sus condiciones de vida.15 En efecto, los sectores populares que cayeron en
la indigencia durante la guerra y que incluían a expertos artesanos y
marineros, pasaron a engrosar las bandas de piratas, que les ofrecían un
medio de subsistencia, así como refugio y cierta seguridad y libertad (Plut.
Pomp. 24.3). Y lo hicieron a pesar de que, unirse a los piratas, les suponía
convertirse en apátridas, sólo guiados por un estricto código de hermandad y
equidad, extraño al ius gentium, lo que les hacía aparecer como una grave
amenaza para el orden y la civilización (App. Mithr. 92; Cic. De off. 2.40).
Estos contingentes de desarraigados, dispuestos a convertirse en piratas para
escapar a la miseria, procedían de todas partes, pero sobre todo de Cilicia,
Panfilia, Siria, Chipre y el Ponto, donde el impacto de la guerra mitridática
hizo estragos, y debieron de verse engrosados por los esclavos liberados por
Mitrídates Eupátor, así como por desertores y exiliados políticos (App.
Mithr. 92; Plut. Sul. 18.5; Flor. Epit. 1.41.2). Sin embargo, no siempre las
poblaciones que se enrolaron y colaboraron con los piratas lo hicieron por
necesidad o por simpatía hacia ellos, y, en algunos casos, fueron obligadas
mediante amenaza o coacción, si bien esto no las exhimió de aparecer

14
Ormerod 1924, 238-240; Magie 1950, I, 296; II, 1178; Van Ooteghem 1954, 177; Mutafian
1988, 220-221; Rauh 1997, 267; Rauh et alii 2000, 153; Rauh 2003, 199; Grainger 2009, 148;
Tröster 2009, 23, 26-31.
15
Entre los principales motivos que explicarían el bandidaje y la piratería, los textos antiguos
esgrimen los condicionamientos geográficos y biológicos, el deseo de poder y riqueza, la
tendencia a la violencia y, por supuesto, la pobreza, acentuada por causas diversas, como las
guerras, que harían la situación insoportable y abocarían a las poblaciones al bandidaje y a la
piratería. Vid.: Wolff 1999; Wolff 2003, 28-30, 50-51, 221-226; Casabonne 2004, 50-51;
Arrayás 2010a.

139
Isaías Arrayás Morales

igualmente culpables ante la ley, merecedoras del más severo castigo


(summa supplicia).16
En estas circunstancias, no resulta difícil comprender la proliferación de
las bandas de piratas en las costas del sur de Anatolia en el marco del
conflicto mitridático y que llegasen a contar con miles de combatientes y
cientos de barcos (Plut. Pomp. 28.2; App. Mithr. 93), así como con todos los
recursos necesarios, a nivel material y logístico, para mantener una actividad
tan costosa. Asimismo, su capacidad para dotarse de una organización cada
vez más sofisticada, les permitió desarrollar al máximo su potencial y
ampliar su ámbito de acción hasta abarcar todo el Mediterráneo oriental.
Igualmente, lograron contactar con los focos piráticos existentes en
Occidente, que colaboraron puntualmente con Sertorio en su lucha contra
Sila (Plut. Sert. 7.3-4).17 Estos contactos entre colectivos piráticos tuvieron
como principales escenarios los puertos y los mercados de esclavos, así
como las tabernas y los lupanares, y fomentaron la aparición de una
camaradería que dio lugar a una valiosísima asistencia recíproca, que
contribuyó a hacer fracasar las sucesivas acciones antipiráticas emprendidas
por Roma, atenazada por la guerra civil que se dirimía en el seno de su élite
(D.C. 36.20.4, 36.22.3-5; Str. 14.1.32; Chariton 1.7-8).18 A pesar de que sea
ciertamente cuestionable creer que los piratas minorasiáticos pudieran haber
establecido además puntos de escala en aguas del Mediterráneo central y
occidental, lo cierto es que resulta fácil comprender la causa de que el
término “cilicio” pasara a definir al pirata, cualquiera que fuese su
procedencia.19 La realidad es que el fenómeno pirático, con epicentro en la
Anatolia meridional, acabó adquiriendo un carácter mediterráneo,

16
Sherry 1986, 141; Wolff 2003, 18-20, 56-59; Rauh 2003, 195.
17
Sertorio, que mantuvo contactos con el rey póntico en el 75/74 a.C., que culminaron con la
firma de un tratado, sacó también provecho de las acciones de los piratas, con los que
colaboró coyunturalmente. Éstos pudieron ayudarle a escapar del pretor C. Annio Lusco y a
buscar refugio en Ebussus en el 81 a.C. (Plut. Sert. 7.3, 9.1; Flor. 2.10). No obstante, la
relación entre Sertorio y los piratas fue extremadamente volátil, prueba de la fragilidad de la
colaboración. Vid.: McGing 1986, 142-143; Prieto 1987, 271; Spann 1987, 48-49; García
Morá 1991; Konrad 1994, 102-103; Ballesteros 1996, 203-210; de Souza 1999, 132-134, 143;
Costa Ribas 2000; Amela 2006, 18-19; Antela-Bernárdez 2011; Antela-Bernárdez en prensa,
a; Antela-Bernárdez en prensa, b; Arrayás en prensa, a.
18
Ormerod 1924, 207-208; Casson 1991, 180; Wolff 2003, 34-35; Woolmer 2008, 78;
Durukan 2009, 78.
19
En tiempos de las guerras mitridáticas, los piratas, fuera cual fuera su origen, recibían el
nombre genérico de “cilicios”, al tener sus bases principales en la Cilicia Tracheia (App.
Mithr. 92). En principio, los piratas minorasiáticos se situaban en las costas de Licia, Panfilia
y la Cilicia Tracheia occidental. Sin embargo, ampliaron constantemente su influencia
durante el período mitridático, experimentando fenómenos de estacionamiento, regresión y
cambio, en virtud de la intensidad de las acciones emprendidas por Roma. Vid.: Ormerod
1924, 190, 203, 205; Magie 1950, I, 281; Mattingly 1980, 1495-1496; Konrad 1994, 103;
Kallet-Marx 1995, 304-311; Muñiz 1998, 33; Rauh 2003, 194, 198; Durukan 2009, 77-78, 93.

140
Camino a Korakesion

transcendiendo cualquier frontera. El complejo entramado de alianzas


establecido entre las bandas de piratas, étnicamente diversas, les permitió
operar en todo el Mediterráneo, saqueando ciudades y santuarios, e
interrumpiendo las principales rutas marítimas, incluidas las procedentes de
Sicilia, África y Cerdeña, lo que puso en serias dificultades el abastecimiento
de grano de la misma ciudad Roma y provocó hambruna y disturbios (App.
Mithr. 63, 91, 93; D.C. 36.23.1-2; Cic. Pomp. 32-33, Verr. 2.4.144, 2.5.42;
Liv. 5.28.2, Per. 99; Plut. Pomp. 24.6, 25.1-2). Además, las acciones
piráticas comenzaron a afectar a las costas itálicas, sobre todo de la Apulia,
la Campania y la Etruria, e incluso personalidades romanas fueron
secuestradas, lo que, a parte de perseguir un evidente beneficio económico,
suponía una manera de desafiar el orden establecido y de castigar a las élites,
y contribuía a crear una atmósfera de terror y vulnerabilidad.20 Fue el caso
del mismo C. Julio César (cos. 59, 48, 46-44 a.C., pr. 62 a.C.), secuestrado
cerca de Mileto, en el invierno del 74 a.C., cuando iba de camino a Rodas, y
que fue retenido en la isla de Pharmakousa (Plut. Iul. 1.4, 2.3-4, Cras. 7;
Suet. Iul. 4.74; Vell.Pat. 2.41.3, 42.3; Val.Max. 6.9.15),21 así como del
senador P. Clodio Pulcher (aed. 56 a.C.), capturado por los piratas en el año
67 a.C. (D.C. 36.17.3), y de dos pretores romanos, Sextilio y Belino, que
fueron secuestrados con sus doce lictores (App. Mithr. 93; Cic. Pomp. 32-33,
53; Plut. Pomp. 24.6). Asimismo, diversas nobles romanas, entre las que se
encontraba, Antonia, paradójicamente la hija del pretor M. Antonio, el
comandante de la campaña antipirática del 102 a.C., fueron raptadas en una
incursión pirática en el mismo puerto de Misenum (Plut. Pomp. 24.10).
Igualmente, Caieta (Torre d’Orlando) fue saqueada, junto al templo de Juno
Lacinia, así como otras localidades costeras, sobre todo de la Campania y de
la Etruria, e, incluso, un escuadrón pirata consiguió penetrar en el puerto de
Ostia, destruyendo una flota consular allí amarrada (Cic. Pomp. 33; D.C.
36.22.2; App. Mithr. 93; Vell.Pat. 2.31.2).22

20
Las víctimas más codiciadas por los piratas eran los ricos, capaces de afrontar importantes
pagos, si bien los pobres no quedaban ni mucho menos a salvo. Éstos, a parte de perder sus
pocos bienes, eran vendidos como esclavos, lo que reportaba a los piratas pingües beneficios.
Vid.: Garnsey 1983, 58-61; Rauh 1997, 266; Wolff 2003, 50-52; Rauh 2003, 193; Rubino
2006, 917.
21
Ormerod 1924, 231; Hermann 1937; Broughton 1952, II, 81, 85; Ward 1975; Ward 1977;
Meijer 1986, 191; Keaveney 1992, 201-202; Kallet-Marx 1995, 300; de Souza 1999, 140-141;
Günther 1999; Pianezzola 2004; Kamm 2006, 34; Goldsworthy 2006, 76; Wyke 2007, 74;
Billows 2009, 64-65; Osgood 2010.
22
Ormerod 1924, 223, 230-231; Rodgers 1937, 426; Magie 1950, I, 283, 285; Van Ooteghem
1954, 164-165; Brunt 1971, 289; Mattingly 1980, 1491-1515; Meijer 1986, 193; Mutafian
1988, 191; Casson 1991, 181; Rauh 1997, 267; Rauh 2003, 196-197.

141
Isaías Arrayás Morales

2. Servilio Vatia y la intensificación de la represión contra la piratería

El Estado romano no retomó verdaderamente la lucha contra la piratería


hasta el año 78 a.C., cuando P. Servilio Vatia Isáurico (cos. 79 a.C., pr. 90
a.C.) fue enviado en calidad de procónsul de Cilicia, en substitución del
pretor Cn. Cornelio Dolabella, que ya había represaliado a las ciudades
panfilias de Aspendos y Perge en el 79 a.C. por colaborar con los piratas
(Cic. Verr. 2.1.53-58). Servilio Vatia inició su campaña en Licia, donde
actuó entre los años 77 y 76 a.C., logrando derrotar a Zenicetes, considerado
por las fuentes literarias como un líder pirata, si bien el epicentro de su poder
se hallaba en las montañas de Solyma, al oeste del golfo de Panfilia (Str.
14.3.9-10, 14.5.7). Zenicetes estableció su cuartel general en el monte
Olympos (phrouríon), el actual Muse Dag o Tahtali Dag, cerca del puerto
licio homónimo. Este privilegiado enclave, donde, según los textos, realizaba
misteriosos ritos en honor a Mithra (Plut. Pomp. 24.5; Str. 14.3.3, 14.5.7;
Eutrop. 6.3; Flor. 1.41; Oros. 5.23.22),23 le permitió un dominio visual de
buena parte de Licia, Panfilia, Pisidia y Milyas, y constituyó una plataforma
perfecta desde la que logró extender su influencia a lo largo de la costa licia
y panfilia, así como controlar los puertos de Attaleia, Korykos y Phaselis
(Str. 14.5.7). Estos eran centros importantes, destacando Phaselis que, junto
a Olympos, pertenecía al koinon de los licios al menos desde inicios del s. II
a.C., y se hallaba bien ligado a Roma, tras ser liberado por ésta del control
rodio en el año 167 a.C. Sin embargo, eso no impidió que tanto Phaselis
como Olympos se envolucrasen en las actividades piráticas, en ascenso en la
zona, y que acabaran cayendo bajo la influencia de Zenicetes (Flor. 1.41.5).
Caso distinto fue el del resto de sus socios de la confederación licia, que se
mantuvieron al margen y, como aliados de los romanos, aportaron recursos y
ayuda logística a Servilio Vatia (OGIS 552-554), lo que les valió conservar
su libertad una vez impuesto el control romano. Asimismo, el procónsul
contó también con la colaboración de centros como Kelenderis, en la Cilicia
Tracheia oriental, que le proporcionó barcos, lo que vislumbra que pudo
mantenerse también, junto a otros centros de esta región, como mínimo
parcialmente al margen del fenómeno pirático.24 En este sentido, resulta

23
Davis 1874, 217-218; Reinach 1890, 307-308; Ormerod 1922, 40; Cumot 1939; Hani 1964;
Liebmann-Frankfort 1969a, 205-206; Bryce 1986, 206; Rauh et alii 2000, 153; Syme 1995,
185, 208, 218-221; Rubino 2006, 916; Grainger 2009, 143-144.
24
Ormerod 1922, 40; Rostovtzeff 1941, 949; Sherwin-White 1976, 12; Zoroglu 1994; Muñiz
1998, 43. En este contexto, las fuentes literarias presentan una duplicidad en relación al
topónimo Korycos, uno referente a un centro enclavado en Licia, entre Olympos y Phaselis,
otro alusivo a un enclave cilicio, próximo a Olba (Sall. Hist. I.130, II. 81; Str. 14.5.7). Lo más
probable es que el Korycos controlado por Zenicetes fuera el situado el territorio licio. Vid.:
Syme 1995, 209; Keyser 1997; Adak 2004, 27; Durukan 2009, 82, 84-86; Canali de Rossi
2009, 27.

142
Camino a Korakesion

significativo una inscripción de Syedra, en la Tracheia occidental, que


informa de cómo la comunidad, dividida entre partidarios y detractores de
los piratas, optó por consultar el oráculo de Apolo en Klaros para tomar la
decisión final. Esta controversia, que revela su pluralidad política y étnica,
debió darse en buena parte de los centros licios, panfilios y cilicios,
conscientes del peligro, pero también de los beneficios que podían derivarse
de su adhesión al fenómeno pirático.25
Consumada la derrota de Zenicetes, todos aquellos centros que se le
habían unido fueron represaliados. Este fue el caso de Attaleia, que, al igual
que Olympos y Phaselis, vio como el procónsul lo privó de gran parte de su
territorio, a raíz de la estrecha colaboración que había mantenido con
Zenicetes y los piratas (Cic. leg. agr. 1.5, 2.50, 5.10; App. Mithr. 92).26 A las
confiscaciones de tierras se unieron otras medidas represivas y, por ejemplo,
aquellos centros pertenecientes a la liga de los licios, como Olympos y
Phaselis, quedaron fuera de la confederación, lo que para Olympos significó
también el cese en la emisión de monedas federales (Cic. Verr. 2.4.21; Str.
14.3.9, 14.5.2, 7; Liv. 37.23.1; Plut. Pomp. 28.1; Vell.Pat. 2.32.4; Flor. 1.41;
Oros. 5.23; Eutr. 6.3).27 Sin embargo, parece que el Estado romano no osó
aún anexionar los territorios confiscados, convirtiéndolos en ager publicus,
ni tampoco pretendió un control directo sobre la totalidad del litoral de Licia,
Panfilia y Cilicia, dadas las enormes dificultades que implicaba. Lo más
probable es que cediera las áreas confiscadas a Estados vecinos que habían
demostrado su fidelidad, siguiendo una práctica habitual (Str. 14.5.7; Cic. De
leg. agr. 1.3, 5.10, Verr. 2.1.21).28
La segunda fase de la campaña de Servilio Vatia, desarrollada entre los
años 76 y 75 a.C., centró su atención en la costa de Panfilia. Allí, logró la
inmediata sumisión del centro de Side, uno de los principales mercados de
esclavos del sur anatólico, donde los piratas llegaron a tener libre acceso a su
puerto, fortificado y con capacidad para una treintena de naves, y pudieron
vender a sus víctimas en subastas públicas, reconociendo sin problema su

25
Bean 1975, 21-23; de Souza 1997; de Souza 1999, 139; Grainger 2009, 143-144; Durukan
2009, 84.
26
Lo cierto es que, a pesar de su pasado atálida, que lo vinculaba directamente a Roma,
Attaleia había mantenido su autonomía, como los otros centros licios y panfilios, y, de hecho,
en sus monedas no se atisban rastros de hegemonía romana, apareciendo sólo la leyenda
Attaleion. Fue esta libertad la que le permitió colaborar con los piratas, una opción que no
sentó nada bien a los romanos y que le acabó valiendo, como a Olympos y Phaselis, las duras
represalias anunciadas (Cic. leg. agr. 1.5). Vid.: Baydur 1975; Baydur 1976; Grainger 2009,
140-141.
27
Troxell 1983, 68; Marasco 1987a, 137 n. 10; French 1991, 53-54; Eilers / Milner 1995;
Syme 1995, 208; Potter 1998, 663; Rauh et alii 2000, 153; de Souza 1999, 124, 128-131;
Grainger 2009, 137-138, 142-143, 150.
28
Ormerod 1922, 35-56; Magie 1950, II, 1169; Jones 1971, 131-132; Kallet-Marx 1995, 295.

143
Isaías Arrayás Morales

nacimiento libre (Str. 12.7.2, 14.3.2-3).29 En Side, el procónsul fijó su cuartel


general y desde allí se dirigió hacia la vertiente norte de los montes Tauro,
quizás remontando el valle del río Melas, para continuar su campaña
represora en Isauria, entre Licaonia y Pisidia.30 Su acción debió de verse
allanada por las operaciones previamente realizadas por Licinio Murena y
Cornelio Dolabella, y, además, contó con el apoyo de las ciudades pisidias
de Termessos y Sagalassos.31 El hecho de que Side, al contrario que
Olympos, Phaselis o Attaleia, salvara cualquier represalia, vislumbra que la
ciudad panfilia, a pesar de su vínculo con los piratas, no debió oponer
resistencia y que se avino a colaborar con el procónsul desde el primer
momento. Esto sería indicio de la pluralidad política que se dio en buena
parte de los centros licios y panfilios, que oscilaron continuamente entre
colaborar con los piratas o apoyar a los romanos. Asimismo, el vínculo que
la unía a Roma no era tan intenso, lo que explica que Servilio Vatia no
dudara en castigar duramente a los tres centros licios por su colaboración
con los piratas, al considerarlo un acto de traición, mientras que Side salvó la
situación sin aparente castigo.
En Isauria, Servilio Vatia llevó a cabo una exitosa misión, que culminó
con la captura de su capital, Isaura Vetus, quizás Zengibar Kalesi o
Bozkir/Siristat (Str. 12.6.2; Sall. Hist. 2.87; Front. Strat. 3.7.1). Además,
logró someter a los oroandeis, a los que privó de su territorio, el ager
Oroandicus, junto a otros pueblos de la región, que también sufrieron la
confiscación de sus respectivos territorios, el ager Agerensis y Gedusanus
(Cic. leg agr. 2.50; App. Mithr. 93; Str. 12.6.2, 14.3.3; Suet. Caes. 2-3; Eutr.
6.3; Flor. 3.7).32 Sin embargo, no deja de ser paradójico que Servilio Vatia
decidiera atacar Isauria en el interior, en lugar de continuar su avance por el
litoral, desde Licia y Panfilia, hacia la Cilicia Tracheia occidental, para
atacar el centro pirático de Korakesion. Quizás con su decisión, el procónsul
persiguiera debilitar el interior de la región y así eliminar una de las

29
Hansen 1963, 27; Brixhe 1976, 145; Knoblauch 1977, 43; Brandt 1992, 49; Rauh et alii
2000, 152; Grainger 2009, 1, 142.
30
Sobre la ruta de Servilio Vatia hacia Isauria puede ser clarificador el hallazgo in situ de un
miliario, 5 km. al oeste de Side, con un texto en latín relativo a la construcción de una vía, con
caput viae en Pérgamo, a cargo del procónsul Mn. Aquilio (cos. 129 a.C., pr. 132 a.C.),
organizador de la provincia de Asia: M’. Aquillius M’. f. cos. CCCXXXI. No obstante, pudo
haber lanzado la campaña desde la Frigia meridional, siendo el primer romano en conducir un
ejército a través de los Tauro (Eutr. 6.3; Oros. 5.23). Vid.: Ormerod 1922, 49; French 1991,
53; Syme 1995, 210-213.
31
La Lex Antonia de Termessibus del año 68 a.C. (CIL I, 744) certificó el status de civitas
sine foedere immunis et libera de Termessos Maior, en Pisidia, confirmando un privilegio que
podía remontarse a tiempos de Servilio Vatia. Vid.: Ferrary 1985; Ferrary 2001, 104; Vial
1991, 171-172; Sartre 1995, 141, 142, 145; Crawford 1996, 331-340 n. 19; Millar 1998, 77-
78; Arena 2005, 247-248.
32
Ormerod 1922, 47; Magie 1950, II, 1170, 1173; Syme 1995, 210-211.

144
Camino a Korakesion

principales fuentes de reclutamiento de los piratas, tanto de combatientes


como de obreros, para preparar el ataque final sobre Korakesion.33 También
podría haber influido el deseo de Servilio Vatia de conseguir botín para su
ejército y poner un brillante colofón a su exitosa actuación contra la piratería
cilicia, logrando una gran victoria que le asegurara el triumphus. Lo cierto es
que el conflicto contra los isáuricos adquirió la suficiente dimensión para
que Roma los considerara enemigos en toda regla (hostis), merecedores de
una declaración de guerra oficial, lo que habilitaba al procónsul para
conseguir el triunfo con su sumisión (App. Mithr. 93).34 No obstante, debe
reconocerse lo estratégico de controlar Isauria, pues permitía la vigilancia de
la ruta que iba de la costa panfilia, área central de acción del gobernador de
Cilicia, hacia Capadocia, y es posible que Servilio Vatia fuera el artífice de
la construcción de la posterior vía que se dirigía hacia Iconium (Konya).
Asimismo, su campaña contra Isauria pudo haber sido una manera de
responder a la agresión de Tigranes II, rey de Armenia,35 que había invadido
Capadocia, reino “amigo y aliado de los romanos”, sin provocar una guerra
directa, y de vigilar de cerca los movimientos de Mitrídates Eupátor.36
También cabe la posibilidad de que los romanos, en vísperas de una nueva
colisión con el rey póntico y su aliado armenio, decidieran sólo ocuparse del
problema pirático más evidente que afectaba al sur de Anatolia, el de
Zenicetes, que actuaba en connivencia con algunas ciudades licias y
panfilias, no habiéndose tomado consciencia aún de la amenaza de
Korakesion y del resto de enclaves piráticos de la Cilicia Tracheia,
concebidos para no ser detectados. Igualmente, recordemos que el principal
objetivo de Roma en Anatolia era Mitrídates Eupátor y que la maniobra de
Servilio Vatia pudiera haber sido concebida como un primer paso para
preparar un ataque definitivo contra el rey póntico. Lo cierto es que su labor
en la costa panfilia y el interior isáurico, complementaria de la realizada por
Cornelio Dolabela, proporcionó a Pompeyo un buen punto de partida para,
una vez lograda la sumisión total de los piratas en el 67 a.C., iniciar la
ofensiva final contra Mitrídates Eupátor.37 Como quiera que fuese, lo cierto
es que Servilio Vatia volvió a Roma a finales del año 75 a.C. para celebrar
su triunfo en Isauria, lo que le valió el sobrenombre de Isáurico,38 siendo la

33
Marquardt 1881, 1379; Ormerod 1922, 42; Magie 1950, I, 289; II, 1170; Jones 1971, 104-
105, 131-132; Hopwood 1983; Shaw 1990; Syme 1995, Hopwood 1991; 209; Keyser 1997,
64-79; Rauh 1997, 269; Lenski 1999; Lenski 2001; Durukan 2009, 82, 84.
34
Wolff 2003, 16-17, 97-98.
35
Sobre Tigranes II de Armenia, vid.: Magie 1950, I, 296, 338; Armen 1940; Manandian
1963; Doria Breglia 1973; Doria Breglia 1979; Sullivan 1989, 102-105; Mananseryan 2007.
36
Magie 1950, I, 296, 338; Liebmann-Frankfort 1969a, 207; Sherwin-White 1976, 11;
Sullivan 1989, 102-105; de Souza 1997, 477-481.
37
Rauh et alii 2000, 176-177; Grainger 2009, 146, 148.
38
Pais 1920, 236-239; Bastien 2007, 413.

145
Isaías Arrayás Morales

provincia de Cilicia nuevamente asignada a un cónsul, primero a L. Octavio


y, tras su inesperada muerte a principios del 74 a.C., a L. Licinio Lúculo
(cos. 74 a.C., pr. 78 a.C.), que ya comenzaba a amalgamar los diferentes
poderes que le acabaron confiriendo el deseado mando de la guerra contra
Eupátor. A pesar de no haberse declarado una guerra abierta, la mera
presencia del rey póntico, así como los peligrosos movimientos de su yerno,
Tigranes II, aconsejaban tener un ejército consular preparado en Anatolia,
para afrontar con garantías el inevitable conflicto, a desencadenar en el
momento oportuno. En el marco de esta estrategia, era evidente que Roma
no podía obviar el fenómeno pirático en la Anatolia meridional, que había
dejado de ser local, propiamente “cilicio”, para generalizarse, y que había
dificultado en gran medida su acción contra Mitrídates Eupator.39

3. La toma de Korakesion y la reorganización pompeyana

Lúculo, en calidad de procónsul de Cilicia y Asia, aparcó nuevamente el


asunto pirático para dedicar todos sus esfuerzos a la guerra contra Mitrídates
Eupátor, que se reanudó en la primavera del 73 a.C. (App. Mithr. 68, 71;
Plut. Luc. 8.2; Cic. Clu. 49.137; Liv. Per. 93; Sall. Hist. 4.69.13; Oros. Hist.
6.2.12; Eutr. 6.6.2).40 Como consecuencia, en el año 69 a.C., el líder pirático
Atenodoro atacó por sorpresa el puerto de Delos, principal mercado de
esclavos de la región, hasta entonces bien abastecido por los piratas, y que, a
finales del 88 a.C., ya había sufrido un primer saqueo de la mano del general
póntico Arquelao (App. Mithr. 28; Plut. Sull. 11.3; Liv. Per. 78; Paus.
3.23.35; Oros. 6.2.4; Eutr. 5.6.1). Este nuevo ataque supuso un claro desafío
a la autoridad de Roma, ante el que se reveló incapaz el legado C. Valerio
Triario (pr. 78 a.C.), a cargo de la flota romana desde el 71 a.C., que sólo
pudo constatar el desastre y ordenar la construcción de un muro para evitar
que se repitiera una acción similar (I.Délos 1511, 1855-1857; OGIS 447).41
Asimismo, los ataques de los piratas afectaron a Egina (IG IV 2.2) y no

39
Ormerod 1922, 35-56; Ormerod 1924, 214-220; Magie 1950, I, 287; II, 1168-1174; Van
Ooteghem 1954, 159-162; Levick 1967, 22-23; Liebmann-Frankfort 1969b, 453; Hassall et
alii 1974, 202; Mattingly 1980, 1495; Sherwin-White 1984, 152-158; Marasco 1987a, 137-
139; Mutafian 1988, 195-196, 219-220; Syme 1995, 120, 213; Kallet-Marx 1995, 295-296; de
Souza 1999, 128-131, 137-138; Rauh et alii 2000, 153; Rauh 2003, 193-194; Grainger 2009,
137-138; Durukan 2009, 77-98; Arrayás en prensa, a.
40
Broughton 1952, II, 106; Van Ooteghem 1959, 58; Perl 1968; McGing 1984; McGing
1986, 138; Keaveney 1992, 188; Ballesteros 1996, 22; Santos 2009, 185-186.
41
Reinach 1890, 142; Hatzfeld 1912, 119; Roussel 1916, 325, 327, 331-332; Hatzfeld 1919,
45; Ormerod 1924, 211, 223, 232; Delorme 1949; Delorme 1950; Magie 1950, I, 327, 330-
334, 341-342; II, 1209, 1215; Bruneau 1968, 672; Brunt 1971, 225; Ducat / Bruneau 1983,
27, 198-199; Sherk 1984, 88-89 n. 71 d, e, f; McGing 1986, 12, 146-151; Sherwin-White
1984, 137; de Souza 1999, 162-163; Ballesteros 1996, 134-135; Brennan 2000, II, 563.

146
Camino a Korakesion

tardaron en llegar a la Grecia continental, perjudicando seriamente los


intereses de sus principales puertos, lo que contribuyó a la crisis que
atenazaba al Egeo y de la que existen evidencias como un epígrafe de Tenos
en honor del proxenos Archippos, hijo de Polychares (IG XI 5.820).42 Lo
cierto es que las fuentes literarias refieren un extenso listado de santuarios
atacados por los piratas: Samotracia, sede del culto a los dioses Cabiros;
Hermione, dedicado a Démeter Chthonia; Epidauros, consagrado a
Asclepios; los del istmo de Corinto, el cabo Tainaron (Matapán) y Calaureia,
en honor de Poseidón; Claros, Didyma, Actium y Leucas, dedicados a
Apolo; Samos, Argos y Lacinion, consagrados a Hera, a los que habría que
sumar las ciudades de Cnidos, Colofón, Samos, Iasos, Clazomenes,
Samotracia (App. Mithr. 63; Cic. Pomp. 32-33; Plut. Pomp. 24.6) y, quizás
Chalium, en la Lócride occidental, que celebraría sacrificios en honor de
Pompeyo, considerado el libertador de la amenaza pirática tras su exitosa
campaña del año 67 a.C. (IG IX21.3.719; SEG 12, 270).43 A todo ello,
Plutarco añade que los piratas habrían atacado más de 400 ciudades (Plut.
Pomp. 24.6). Estos datos revelan como las bandas piráticas actuaron en todo
el Egeo, iniciando acciones cada vez más al oeste, en un movimiento que les
llevó a operar en aguas de Sicilia en tiempos del propretor Verres, que no
supo gestionar la situación y que perdió media docena de barcos, incluida
una quadrirreme (Liv. 5.28.2; Cic. Verr. 2.4.144, 2.5.42).44
El recrudecimiento de la actividad pirática obligó a encargar al procónsul
Q. Cecilio Metelo (cos. 69 a.C., pr. 74 a.C.) una misión contra Creta. La isla
se había convertido en refugio de piratas después de la campaña de Servilio
Vatia y, de hecho, Valerio Triario ya había lanzado una primera acción
contra ella, indicio de que allí pudiera encontrarse la base de operaciones de
Atenodoro y de la implicación de los cretenses (Plut. Pomp. 29.2; D.C. 36.1;
Vell.Pat. 2.34.1; Eutr. 6.11.2).45 El procónsul, arropado por una fuerza
militar de tres legiones, esperaba triunfar allí donde el pretor M. Antonio (pr.

42
Constantakopoulou 2005.
43
Otras ciudades erigieron inscripciones en honor de Pompeyo, que había erradicado la
piratería. En Mitelene se le distingue como salvador y fundador tras vencer a los enemigos del
mundo por tierra y mar (IG XII 2.202; IGRR IV 54; ILS 8776; Syll.3 751), en Miletopolis
(Misia) es citado como salvador y benefactor de toda Asia y guardián de la tierra y el mar (AE
1907, 183; IK 2 24; ILS 9459), y en Ilion se le recuerda como patrón y benefactor tras haber
liberado a los hombres de las guerras contra los bárbaros y del peligro causado por los piratas
(AE 1990, 940; SEG 46, 1565). Vid.: Price 1984, 42; Ferrary 1997, 217; Amela 2001, 89;
Amela 2002, 43, 46-47; Amela 2006-2008.
44
Ormerod 1924, 228-232; Pritchett 1991, 347, 351; de Souza 1999, 150-157; Mattingly
2004; Prag 2007, 85-86.
45
Ormerod 1924, 225; Maróti 1989, 314; Shaw 1990, 221; Durukan 2009, 85; Arrayás en
prensa, a. El cónsul Q. Hortensio Hortalo renunció a la provincia que le había sido asignada,
Creta, en beneficio de su colega, Q. Cecilio Metelo. Vid.: Giovannini 1983, 86; Kallet-Marx
1995, 309-311; Pina Polo 2011, 232-233.

147
Isaías Arrayás Morales

74 a.C.), curator tuendae totius orae maritimae, hijo del pretor homónimo
que inició las hostilidades en el 102 a.C., había fracasado en el año 74 a.C.,
contribuyendo al incremento de la piratería en el Egeo (App. Sic. 6.1; Plut.
Pomp. 29.2; Cic. Verr. 2.2.8, 2.3.213; Diod. 40.1.2-3; Vell.Pat. 2.31; Sall.
Hist. 3.2; Tac. Ann. 12.62; Flor. 1.42.1-3; Liv. Per. 97).46 Por otro lado, a
inicios del año 67 a.C., el tribuno de la plebe A. Gabinio (cos. 58 a.C., pr. 61
a.C.), que había propuesto la substitución de Lúculo al frente de la guerra en
Oriente, a favor del procónsul M. Acilio Glabrión (cos. 67 a.C., pr. 70 a.C.)
(D.C. 36.14.4), logró hacer votar en los comicios, con la oposición del
Senado, la lex Gabinia, que otorgaba a Pompeyo un mando extraordinario
por tres años, quizás un imperium infinitum, con la misión central de
erradicar la piratería de una vez por todas.47 La medida no era una novedad,
existiendo el precedente del mando concedido a M. Antonio en el 74 a.C.,
que acabó en fiasco. A pesar de esta primera mala experiencia, parecía
evidente que sólo podía resultar eficaz una acción global, capaz de dividir y
de limitar la movilidad de los piratas, así como de privarles de puertos
seguros donde obtener apoyo logístico. Era tal la confianza que Pompeyo
inspiraba que su sólo nombramiento hizo caer el precio de los cereales, que
no había dejado se subir a raíz de los problemas de abastecimiento generados
por la actividad pirática (App. Mithr. 95-96; Plut. Pomp. 26.4; Cic. Pomp.
44).48

46
En relación a la campaña de M. Antonio contra Creta del 74 a.C., resulta factible que la
ciudad libre de Gytheon, en el sur del Peloponeso, fuera requerida para aportar recursos al
ejército romano, que tuvo su base en tierras peloponésicas. Asimismo, como otros tantos
puertos del Egeo, pudo haberse visto afectado por los ataques piratas. No hay evidencias al
respecto, pero, sin duda, la actividad pirática en la zona debió afectar sus intereses financieros
y comerciales. Así pues, es probable que el último de los préstamos que Gytheon recibió de
los Cloatii, los dos negotiatores honrados por la ciudad a raíz de los beneficios que le
aportaron, estuviera dirigido a afrontar los requerimientos de M. Antonio, en vísperas de su
campaña contra Creta. Vid.: Magie 1950, I, 232-258; II, 1111-1131; Rostovtzeff 1941, 942-
955; Kallet-Marx 1995, 306-311; de Souza 1999, 147; Merola 2001, 49-61; Santangelo 2009,
361-366; Delrieux 2010, 510.
47
Reinach 1890, 373-374; Hatzfeld 1919, 374; Frank 1933, I, 305; Carcopino 1935, II, 552-
562; Balsdon 1939, 61-63; Jashemski 1949, 137; Magie 1950, II, 1127, 1178, 1219; Hill
1952, 69, 157; Van Ooteghem 1954, 186-190, 195; Van Ooteghem 1959, 153; Jonkers 1959,
12-14; Stark 1966, 82; Manandian 1963, 127; Liebmann-Frankfort 1969a, 224, 233, 240, 242-
250; Mattingly 1980, 1491-1492; Giovannini 1983, 86; Sherwin-White 1984, 186-187;
Williams 1984; McGing 1986, 163; Keaveney 1992, 114-115, 119-122; Kallet-Marx 1995,
320-323; Ballesteros 1996, 260-263; Delrieux 2010, 513-515; Hurlet 2010; Pina Polo 2011,
233.
48
Sobre la lex Gabinia, vid.: Kromayer 1897; Groebe 1910; Boak 1918; Ormerod 1923;
Davidson 1930; Carcopino 1935, 559-566; Loader 1940; Broughton 1952, II, 148; Van
Ooteghem 1954, 166-204; Liebmann-Frankfort 1969a, 250-256; Ward 1969; Jameson 1970;
Doria Breglia 1970; Doria Breglia 1972; Bertrand 1978, II, 812; Seager 1979, 33-36; Ridley
1981; Watkins 1987, Girardet 1992; Kallet-Marx 1995, 311-320; de Souza 1999, 161-178;

148
Camino a Korakesion

La campaña de Cecilio Metelo en Creta no estuvo exenta de polémica.


Rival político de Pompeyo, no toleró la intervención de L. Octavio, legado
pompeyano enviado para aceptar la oferta de rendición de los cretenses, que
habían abogado a la clementia de Pompeyo, y prosiguió con las operaciones
de asedio a los centros de Eleuthernai, Hierapytna, Knossos, Kydonia, Lappa
y Lyktos. Tras expulsar a Octavio, que resistió en Lappa (Argyroupolis
Rethymnon) y Hierapytna (Hierapetra), Cecilio Metelo no cesó en las
hostilidades hasta lograr la derrota completa de los cretenses, después de tres
largos años de guerra que culminaron con la toma de Kydonia (Khania). Al
contrario que Pompeyo, que intentó actuar también con moderación en
Creta, tal y como hizo en Cilicia o el Ponto, siguiendo los pasos de Lúculo,
Cecilio Metelo adoptó una postura intransigente, producto de su aversión a
someterse al dictado de Pompeyo, y, en consecuencia, su victoria por la
fuerza supuso una represión sin paliativos, que comportó para los cretenses
la pérdida de su independencia y el pago de uectigalia (App. Sic. 6.1; Plut.
Pomp. 29.1-5; D.C. 36.17-19; Liv. Per. 99-100; Flor. 1.42.5-6; Cic. Pomp.
35; Vell.Pat. 2.34.1-2; Diod. 40.1).49 Cierto que todo ello valió al procónsul
la celebración de un triunfo en Roma y el laudatorio apelativo de “Crético”.
Sin embargo, sólo la aprobación de la lex Manilia del 66 a.C., que otorgó a
Pompeyo el mando de la guerra contra Mitrídates Eupátor, en detrimento de
Lúculo, le permitió completar su misión en Creta.50 Asimismo, la
celebración de su triunfo se postergó al año 62 a.C., siéndole vetada, además,

Vervaet 2000; Girardet 2001; Amela 2003, 99-112; Girardet 2007, 22-28; Tröster 2009, 22-
31; Pina Polo 2011, 262-263, 268, 303, 308.
49
Ormerod 1924, 224-241; Carcopino 1935, II, 564-565; Van Ooteghem 1954, 178-179;
Kallet-Marx 1995, 319; de Souza 1999, 160-161; Amela 2003, 115; Tröster 2009, 27.
50
La lex Manilia, propuesta en enero del 66 a.C. por el tribuno de la plebe C. Manilio, fue
apoyada por C. Julio César, que ya avaló la lex Gabinia del 67 a.C., así como por M. Tulio
Cicerón, entonces pretor, y por cuatro consulares: C. Escribonio Curión (cos. 76 a.C.), C.
Casio Logino (cos. 73 a.C.), Cn. Cornelio Léntulo Clodiano (cos. 72 a.C.) y P. Servilio Vatia
Isáurico (cos. 79 a.C.) (Cic. Pomp. 51-53, 56, 68; Plut. Pomp. 30.3-4; D.C. 36.43.1-5). La ley
otorgó a Pompeyo jurisdicción sobre Bitinia, Ponto, Cilicia, Frigia, Licaonia, Galacia,
Capadocia, Cólquide y Armenia, con potestad para firmar la paz o declarar la guerra sin
consultar al Senado, lo que facilitó su acción (App. Mithr. 97; Plut. Luc. 35.9, Pomp. 30.1-2;
D.C. 36.42.4-43.1; Eutr. 6.12.2; Liv. Per. 100; Oros. 6.4.3; Vell.Pat. 2.33.1; Zonar. 10.4).
Lúculo no pudo hacer nada ante la habilidad política de Pompeyo, la indisciplina de sus
soldados (Plut. Luc. 24.1, 30.5, 34.1-6; D.C. 36.14.3-4, 17.2; Sall. Hist. 5.12; Cic. Har.Resp.
42) y la hostilidad de los equites, contrarios a sus medidas para paliar la crisis financiera de
Asia (App. Mithr. 83, 90; D.C. 36.2.1; Sall. Hist. 4.79; Plut. Luc. 7.6, 20.1-4). Vid.: Reinach
1890, 377, 381; Frank 1914a, 316; Frank 1914b; Frank 1933, I, 305; Hatzfeld 1919, 374;
Carcopino 1935, II, 555, 560-561, 566-571; Hill 1952, 69, 157; Jonkers 1959, 12-14; Van
Ooteghem 1954, 169, 182-204, 206-207; Liebmann-Frankfort 1969a, 246; Claasen 1975;
Torelli 1982; Jolivet 1987; Gruber 1988; Hillman 1991; Keaveney 1992, 114-115; Marinoni
1993; Kallet-Marx 1995, 320-323; Ballesteros 1996, 264-282; Strobel 1997; Cova 1999;
Amela 2003, 120-122, 126-127; Delrieux 2010, 513-515; Hurlet 2010.

149
Isaías Arrayás Morales

la exhibición de los dos principales líderes de la resistencia cretense, Panares


y Lasthenes, ya que Pompeyo alegó que le habían presentado la rendición a
él (D.C. 36.19.3, 45.1-2; Vell.Pat. 2.40.5; Cic. Pomp. 10, 35, 46).51
Por su parte, Pompeyo desencadenaría su gran campaña global contra los
piratas a inicios de la primavera del año 67 a.C (Cic. Pomp. 34), cumpliendo
con su misión en sólo tres meses y sin que mediara ninguna batalla de
envergadura (Plut. Pomp. 28.3). Lo cierto es que consiguió limpiar de piratas
el Mediterráneo occidental en 40 días (App. Mithr. 95; Plut. Pomp. 26.7;
Cic. Flac. 29, Pomp. 35, 56; D.C. 36.37.3; Eutr. 6.12.1; Flor. 1.41.15; Liv.
Per. 99; Oros. 6.4.1; Zon. 10.3), lo que lo habilitó rápidamente para actuar
en aguas orientales, sobre todo de la Anatolia meridional, vigilada por Q.
Cecilio Metelo Nepote (cos. 57 a.C., pr. 60 a.C.). La clementia exhibida por
Pompeyo desde el inicio de su acción, indujo a muchas de las bandas
piráticas a rendirse sin oponer resistencia y a colaborar en la localización y la
derrota de las más reticentes (App. Mithr. 95; Plut. Pomp. 27.6-7, 28.1-2;
D.C. 36.37.4-5; Vell.Pat. 2.32.4; Flor. 1.41.11). De esta manera, Pompeyo
logró la capitulación voluntaria de los enclaves piráticos del Kragos (San-
Dagh) y Antikragos (Buba-Sagh), en la Cilicia Tracheia occidental, entre los
que debía contarse Antioquía del Kragos (Güney), que correspondería con
alguna de las principales fortalezas sometidas (phrouria megista). Esto le
permitió hacerse fácilmente con gran cantidad de armas, barcos y materiales
para la construcción y el mantenimiento de los mismos, así como con
numerosos cautivos, que liberó y envió de vuelta a sus respectivas patrias
(App. Mithr. 96; Str. 14.3.5). Sólo los grupos piratas más radicales optaron
por resistir en Korakesion, donde tenían sus principales arsenales y
astilleros, poniendo a salvo a sus familias y a sus compañeros heridos, así
como a sus tesoros, en los montes Tauro. Sin embargo, fueron rápidamente
derrotados y no tardaron en presentar su rendición ante la amenaza de
asedio. Nada más y nada menos que 20.000 piratas fueron capturados de una
vez por Pompeyo, la mayoría pauperes que se habían visto abocados a
enrolarse en las tripulaciones piráticas (Plut. Pomp. 24, 28.1-4; App. Mithr.
95-96; Cic. Pomp. 34-35; Liv. Per. 99; D.C. 36.37.1-6; Str. 11.1.6, 14.5.2;
Flor. 1.41.7-15; Oros. 6.4.1; Eutr. 6.12.1; Vell.Pat. 2.32.4-6).52
La victoria de Pompeyo en Korakesion, lograda en el verano del año 67
a.C., sólo tres meses después de haber iniciado su gran campaña contra la
piratería en el Mediterráneo, aseguró por fin el imperium populi Romani

51
Pais 1920, 249-252, 261; Carcopino 1935, 550; Van Ooteghem 1954, 270-271; Bastien
2007, 413.
52
Ormerod 1924, 238-240; Jones 1940, 71; Magie 1950, I, 296, 549; II, 1178; Van Ooteghem
1954, 177; Bryce 1986, 19; Mutafian 1988, 210, 220-223; Rauh 1997, 267; Muñiz 1998, 47;
Rauh et alii 2000, 153, 156; Rauh 2003, 199; Wolff 2003, 111; Grainger 2009, 148; Tröster
2009, 23, 26-31.

150
Camino a Korakesion

sobre la Cilicia Tracheia, cuya accidentada costa había estado infestada de


bases piráticas durante casi un siglo, desde que Diodotos Tryphon decidiera
organizar bandas de piratas para defender sus aspiraciones al trono seléucida
(Str. 14.5.2, 16.2.10; Jos. AJ 13.131-132). Pompeyo pasó el invierno de ese
año en territorio cilicio, supervisando personalmente el trabajo de
reconstrucción y de repoblación de los centros afectados por la guerra
mitridática y, en especial, por las deportaciones operadas por Tigranes II de
Armenia en la Cilicia Pedias en el 83 a.C. En este sentido, su actitud fue
muy similar a la adoptada por Lúculo tanto en Cilicia como, sobre todo, en
el Ponto, donde supervisó el inicio de la restauración de las ciudades de
Amisos y Sínope, cuyo saqueo no había podido impedir (App. Mithr. 97;
Cic. Pomp. 50; Plut. Pomp. 30.1).53 Cierto es que Pompeyo proclamó la
nulidad de las disposiciones de Lúculo, inmediatamente después de su tenso
encuentro en Danala, en Galacia oriental, con el que concluyó el traspaso de
poderes, para vetarle cualquier opción de patronazgo. No obstante, también
lo es que se inspiró en ellas, continuando con una política de restitución y
reconciliación (Plut. Luc. 36.2-4, Pomp. 31.3-13; D.C. 36.46.1-2, 47.2; Iust.
40.2.3; App. Syr. 49; Str. 12.3.33, 5.2; Vell.Pat. 2.33.2-4). Pompeyo instaló
contingentes de piratas vencidos en diversas ciudades despobladas de la
Cilicia Pedias, como Mallos (Kara Tash), Epiphaneia (Piyas), Adana o Soli
(Mezethi), refundada con el nombre de Pompeiopolis en el 65 a.C., que
ostentó el status de ciuitas libera (IGRR III 869). Igualmente, pudo
reasentarlos en Zephyrium (Mersin), Mopsuhestia (Missis) y Alejandría de
Issos (Iskenderu), que adoptaron como inicio de su era el año 67 a.C., (App.
Mithr. 96, 115; Plut. Pomp. 28.4; D.C. 36.37.5-6; Str. 8.7.5, 14.3.3; Mela
1.13.71). Pompeyo asentaría también piratas en zonas más lejanas como en
Dyme (Kato Achaia), en Acaya occidental (App. Mithr. 96, 115; Plut. Pomp.
28.4-7; D.C. 36.37.5-6; Str. 8.7.5, 14.3.3; Cic. Pomp. 34-35; Liv. Per. 99;
Vell.Pat. 2.32.4-6; Flor. 1.41.14; Mela 1.13.71) o en Ptolemais, en
Cyrenaica, donde la epigrafía revelaría el establecimiento de una comunidad
de antiguos piratas por parte de Pompeyo. Quizás hasta en el sur de Italia, en
la Calabria (Bruttium), fueran reasentados algunos contingentes piráticos
(Suet. frag. 209; Virg. Georg. 4.125-128).54

53
Si hasta entonces parecen haber tenido territorios limitados, a causa del rígido centralismo
del reino póntico, lo cierto es que Lúculo llevó a cabo una importante ampliación de éstos.
Amisos lo vio incrementado en 120 estadios (Plut. Luc. 19). Vid.: Jones 1971, 155, 158;
Habicht 1975, 74; Kallet-Marx 1995, 328; Arrayás 2011.
54
Reinach 1890, 312; Ormerod 1924, 240-241; Carcopino 1935, 565-566; Rodgers 1937,
426; Magie 1950, I, 281; Van Ooteghem 1954, 180-181; Reynolds 1962; Will 1967, 370-371;
Jones 1971, 199, 201-202; Leach 1978, 66-74; Garlan 1978, Seager 1979, 38; Greenhalgh
1980, 91-100; Sherwin-White 1984, 188; Mutafian 1988, 196, 221; Rizakis 1989; Rizakis
1990; Marasco 1990; Casson 1991, 182-183; Alcock 1993, 132-133; Freeman 1994; Kallet-
Marx 1995, 295, 318-319, 327, 329, 364-367; Siewert 1995, 231-232; de Souza 1995; Rizakis

151
Isaías Arrayás Morales

A pesar de todo, la victoria pompeyana sobre los piratas en el 67 a.C. no


tuvo porqué implicar una anexión en toda regla de la región cilicia por parte
de Roma ni la implantación de una estructura provincial propiamente dicha
(Cic. Pomp. 35). El proceso debió ser más progresivo y, de hecho, la rica y
llana Cilicia Pedias no fue arrebatada oficialmente a Tigranes II hasta finales
del 66 a.C., después de su completa sumisión (Plut. Pomp. 33.5; D.C.
36.53.2-4; Vell. 2.37.5; App. Mithr. 104-105). Fue precisamente en la
Pedias donde el Pompeyo desplegó el grueso de su política de repoblación y
de reconstrucción, tras los excesos del rey armenio, retomando el camino
iniciado por Lúculo. Lo intensivo de su actuación en Cilicia indica que, al
contrario de su antecesor, Pompeyo había decidido no restaurar a los
seléucidas, una vez sustraidas sus conquistas a Tigranes,55 prefiriendo que
los territorios del extinto reino pasaran bajo control de Roma con su
inclusión en la provincia de Cilicia, como ocurrió con la Pedias, o con su
asignación a dinastas clientes, socii et amicii populi Romani, tales como
Antípater de Derbe, hijo de Perilaus, reconocido en la Licaonia meridional, o
Tarcondimotus, hijo de Strato, dinasta de Hierapolis/Kastabala, en la Cilicia
oriental, a cargo del Amano septentrional (Almadagh) y parte del litoral
cilicio (Str. 14.5.18; Cic. Fam. 15.1.2). Éstos asumieron la gestión de la
Tracheia y del interior cilicio, territorios siempre conflictivos y difíciles de
asimilar por el modelo administrativo romano.56 En su reorganización
integral de Oriente, Pompeyo reconoció también a Antíoco I de
Commagene, a Tigranes II de Armenia, a Farnaces II del Bósforo, a
Ariobarzanes I de Capadocia, a Deyótaro y los otros tetrarcas de Galacia, a
Átalo de Paflagonia y a Aristarco de la Cólquide (App. Mithr. 114). Todos
ellos quedan registrados en los textos como “amigos y aliados” de los
romanos, a excepción de los dos últimos sobre los que no existen casi datos.
Asimismo, resulta revelador que Cicerón considere a Deyótaro fidelissimus
atque amicissimus rei publicae (Cic. Fam. 15.2.2, Phil. 2.93), de la misma
manera que se refiere a Tarcondimotus como fidelissimus socius trans
Taurum amicissmusque populi Romani (Cic. Fam. 15.1.2), lo que destacaría
su fidelidad hacia Roma y los diferenciaría de otros dinastas clientes con

1996, 272, 288; Rizakis 1997; Keyser 1997, 64-79; de Souza 1999, 175-178; Canali de Rossi
2000; Thibodeau 2001; Rauh 2003, 199-200; Amela 2003, 114; Wolff 2003, 101; Pianezzola
2004, 14; Doukellis 2007; Durukan 2009, 85-86; Tröster 2009, 23-24, 26-28.
55
Carcopino 1935, 578-579; Bellinger 1949, 84-86; Downey 1951; Van Ooteghem 1954,
226-238; Rizzo 1963; Liebmann-Frankfort 1969a, 287-311; Jones 1971, 202; Frézouls 1978;
Sullivan 1989, 68-69, 96-105, 280-284; Amela 2003, 144-146; Ridley 2006.
56
Magie 1950, I, 377; Gough 1952; Bowersock 1965, 46-47; Jones 1971, 195, 202; Seager
1979, 38; Martina 1982; Sherwin-White 1984, 229; Mutafian 1988, 197, 332; Lange 1988;
Sullivan 1989, 185-192; Syme 1995, 128-131, 161-165, 213; Muñiz 1998, 177-178; Sayar
2001; Tobin 2001; Amela 2003, 166; Wolff 2003, 109, 112, 128; Raggi 2006, 183-184;
Wright 2008; Raggi 2010, 85, 91-92.

152
Camino a Korakesion

actitudes más ambiguas (Cic. Fam. 15.4.4). Este aprecio por parte de Roma
explica que la dinastía Tarcondimótida pudiera mantener el control de buena
parte de Cilicia desde antes del 64 a.C. hasta al menos el 17 d.C. En este
privilegiado grupo podría hallarse también Antíoco I de Commagene, que
exhibió el epíteto philorhomaios, quizás desde el 64 a.C., precediendo al de
philhellen, y que, igualmente, fue confirmado en el control de sus dominios
por Pompeyo, que así resolvía el problema de establecer una supervisión
directa de la frontera del Éufrates, si bien la ratificación del Senado no se
produjo hasta el 59 a.C., mediante la lex Iulia promovida por C. Julio César,
cónsul aquel año (Cic. Q.fr. 2.10). En cualquier caso, la terminología
ofrecida por los textos antiguos, básicamente amicus populi Romani y su
equivalente griego philorhomaios, carece de la precisión para establecer la
situación concreta de cada uno de estos reyes bajo la hegemonía romana
(Cic. Sest. 59, Deiot. 13, Fam. 15.1.2, Phil. 11.33; D.C. 36.53.5; App. Mithr.
106, 113; Str. 12.2.11; Eutr. 6.14.1). Asimismo, si bien el reconocimiento
del título socii et amicii populi Romani pudo haber animado a algunos
dinastas a adoptar el epíteto philorhomaios, en muchas ocasiones, éste fue
usado antes de la ratificación oficial del Senado, con objeto de ganar el favor
de Roma.57

57
Cimma 1976, 21-32, 331-342; Sherwin-White 1984, 208-209, 234; Sullivan 1989, 187, 193-
197; Tröster 2005; Facella 2005, 98; Andrade 2009, 113-114; Facella 2010, 186-191.

153
Isaías Arrayás Morales

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