Como hemos visto, la Biblia fue escrita por muy diferentes personas, en tiempos muy distintos. Y, como es natural, cada autor escribió a su modo, según los problemas y la cultura de su tiempo. Dios respetó, en su inspiración, la manera de ser, la cultura y los gustos de cada autor. Y buscaba siempre dar respuesta a los problemas de cada época. Por ello, para entender el mensaje que quiere dar, es necesario conocer las circunstancias históricas dentro de las cuales escribía cada autor. Pero para entender el mensaje de Dios en la Biblia no basta con conocer las circunstancias históricas. Es necesario además, entre otras muchas cosas, saber distinguir el género literario en que fue escrita cada parte de la Biblia. De ello hablaremos en este capítulo.
1. LOS GENEROS LITERARIOS EN GENERAL No es lo mismo leer un libro de poesías, que de historia o una novela, una obra de teatro, una carta o un código de leyes. Ante cada uno tomamos una actitud diferente. Sería un grave error leer una novela tomándola al pie de la letra, como si fuera una historia realmente sucedida; y tomaríamos por loco al que quisiera considerar como leyes civiles los entusiasmos románticos de unas poesías de amor. Pues este error y esta locura la cometemos con frecuencia cuando leemos la Biblia como si todo estuviera escrito en la misma clase de género literario. Uno es el lenguaje expresado en un libro de profecías y otro distinto el que usa un libro de leyes como el Levítico. Si se trata de un libro de género poético, como los Salmos, no podemos tomar sus palabras del mismo modo que las de una carta de San Pablo. Los géneros literarios son, pues, las diversas formas en que puede expresarse un autor al escribir, según sea la intención que él busca con su escrito. Todos nosotros usamos diversos géneros literarios según sea nuestra intención. Así, el enamorado se dirige a la enamorada de muy distinta forma a la de un periodista que da una información, o a la forma cómo un médico escribe una receta. Sería necio quien interpretase todos los lenguajes de la misma forma. Cuando un escritor quiere dar un mensaje reflexiona primero sobre la forma literaria que debe usar para conseguir su objetivo. En el caso de un científico, por ejemplo, es enorme la diferencia entre escribir un artículo para una revista científica o para un diccionario de divulgación o para una página de periódico. En la literatura los resultados son radicalmente distintos según se desarrolla un tema a modo de poesía, de teatro, de novela, de fábula o de historia. Cada una de estas formas o géneros literarios tiene sus propias normas, que no se pueden aplicar indiferentemente para cualquier tema. Tiene que haber una correspondencia entre el tema y la forma. Un asunto criminal, por ejemplo, encaja bien en la forma narrativa de una novela, pero no ciertamente en la forma de una poesía romántica. Cada forma literaria tiene su modo especial de presentar la realidad. Por ello el lector aborda los libros con distinta expectación, según la forma literaria en que están escritos. Una novela romántica se lee con una expectación distinta a como se lee un libro de historia, porque cada forma de lenguaje aborda, a su modo, la realidad. Nadie espera que los personajes de la novela hayan vivido realmente; o si se trata de una novela histórica, que los personajes hayan dicho y hecho en realidad cuanto dicen y hacen en la novela. Nuestras esperanzas son distintas ante una colección de refranes, una leyenda épica, un cuento o un serial radiofónico. Unas y otras son formas literarias de captar y expresar la realidad, pero cada cual a su modo.
2. LOS GENEROS LITERARIOS EN LA BIBLIA Todo lo dicho vale, como es natural, para la Biblia, como para cualquier obra escrita. La dificultad está en que, como la Biblia se escribió durante mucho tiempo y hace siglos, las circunstancias y las formas de lenguaje han cambiado tanto que a veces nos resultan poco familiares. En la historia de la Iglesia ha habido enormes confusiones y han estallado amargas discusiones por el mero hecho de no haberse dado cuenta de la intención fundamental de ciertos géneros y formas literarias. Se tomaron como noticias históricas textos bíblicos que pretendían simplemente predicar, anunciar un mensaje; o se tomaron como leyes textos del Nuevo Testamento que no era más que exhortaciones. Se vieron como historias reales narraciones noveladas. Se quiso tomar todo al pie de la letra, hasta los temas de carácter científico, costumbrista o cultural. Hoy en día, sobre todo a partir de Pío XII, se tiene en la Iglesia un especial cuidado en distinguir los diversos géneros literarios de la Biblia. Dice este Papa en su encíclica ‘Divino Afflante Spíritu’: “El intérprete debe trasladarse con el pensamiento a aquellos tiempos del Oriente, y con la ayuda de la historia, de la arqueología, la etnología y otras ciencias, examinar y distinguir claramente qué géneros literarios quisieron usar y usaron de hecho los escritores de aquellas épocas remotas... Ninguno de los modos de hablar de los que entre los antiguos, y especialmente entre los orientales, se servía el lenguaje para expresar el pensamiento, puede decirse que es incompatible con los Libros Sagrados... En la Escritura las cosas divinas son presentadas, según el uso de su tiempo, de un modo humano... Conociendo, pues, y evaluando debidamente los modos y el arte de hablar y escribir de los antiguos, se podrán resolver muchas objeciones que se hacen contra la verdad y el valor histórico de las Sagradas Escrituras; además de que este estudio ayudará mucho a una más completa y luminosa comprensión del pensamiento del autor sagrado.” Más tarde el Concilio Vaticano II afirmó con claridad: “Para descubrir la intención del autor, hay que tener en cuenta, entre otras cosas, los géneros literarios. Pues la verdad se presenta y se enuncia de modo diverso en obras de diversa índole histórica, en libros proféticos, o en otros géneros literarios. El intérprete indagará lo que el autor sagrado dice e intenta decir, según su tiempo y cultura, por medio de los géneros literarios propios de su época. Para comprender exactamente lo que el autor propone en sus escritos, hay que tener muy en cuenta los modos de pensar, de expresarse, de narrar, que se usaban en tiempos del escritor, y también las expresiones que entonces más se solían emplear en la conversación ordinaria” (Dei Verbum, 12). Siguiendo estas instrucciones, los estudiosos de la Biblia o exegetas modernos descubren en la Biblia todo un arsenal de géneros y formas literarios. Los siglos pasados no supieron ver la riqueza y el colorido de las formas literarias de la Biblia. No se hablaba sino de tres géneros: los libros históricos, los proféticos y los didácticos. Este reparto superficial y mecánico hizo que Tobías fuera metido entre los libros históricos, Jonás entre los proféticos y los Salmos entre los didácticos. Y lo que es peor, los llamados libros históricos acapararon la atención, de forma que toda la Biblia muchas veces fue aprisionada y reducida a historia sagrada. En realidad cada libro tiene su género literario, y dentro de cada uno suele haber diversas formas literarias. La exégesis moderna distingue en la Biblia el relato histórico, la saga, el mito, el cuento, la fábula, el sermón, la exhortación, la confesión de fe, la narración didáctica, la parábola, la sentencia profética, jurídica o sapiencial, el refrán, el discurso, la oración, el canto, etc. La lista podría alargarse y dividirse aun más. Pero no es ese el fin de este folleto. Solo daremos algunas normas generales y algunos ejemplos concretos, de modo que nos puedan ayudar a familiarizarnos con el lenguaje bíblico. En primer lugar daremos algunas normas generales y, en otro apartado, pondremos algunos ejemplos claves. En la Biblia, como en todo escrito, se habla a veces en lenguaje figurado, con sus metáforas, sinécdoques, metonimias y antropomorfismos. Dice, por ejemplo, que la luna se avergüenza y que las estrellas se alegran; que Dios duerme y se levanta; que cubre al fiel con sus alas... Sería equivocado entenderlo como suena o imaginarse que el cielo tiene puertas con San Pedro de portero porque el Señor dijo que le daba sus llaves. Las figuras hay que tomarlas como figuras, y no como realidades tal como suenan. También sería equivocado tomar como suenan las exageraciones frecuentes en la Biblia. En aquel tiempo todos entendían que había que rebajar las cifras cuando se hablaba de los combatientes en una batalla o de las riquezas del templo o del rey. La exageración era un modo de realzar el relato y dar a entender la importancia de la cosa. ¡Nosotros ahora también sabemos exagerar con ese fin! También son figuras, que no deben tomarse al pie de la letra, las paradojas, como aquella de que “el que no odia a su padre y a su madre, no es digno de mi” (Lc 14,26). Los autores de la Biblia, hijos de su tiempo, se expresan según la mentalidad y la ciencia de su época: Por eso dicen que la tierra está fija y es el sol el que se mueve, o que la luna es más grande que las estrellas. En conformidad con la visión religiosa y la ciencia de su tiempo, atribuyen muchas enfermedades al demonio. Frecuentemente se saltan las causas segundas, atribuyendo a Dios directamente todo lo que pasa. En la Biblia hay a veces narraciones folklóricas, con sus típicas exageraciones y formas épicas populares, cuyo objeto es dar importancia a la figura de los héroes y las gestas del pueblo. Tales parecen ser la historia de Sansón (Jue 13), la de las pieles que Rebeca puso a Jacob (Gén 27) o la forma como se describen las plagas de Egipto (Ex 9 ). Esas formas son maneras de la narrativa popular, que se complace en dar colorido a los relatos y agrandan las cosas para impresionar. A veces en la Biblia hay cábalas, es decir, lecciones en números, cosa muy del gusto de los orientales, aunque para nosotros sea algo desconocido. Un ejemplo claro es el de la edad de los patriarcas. Con esas cifras tan altas no se quiere determinar un número concreto de años vividos, sino darnos una lección en números sobre la perfección de los patriarcas. No se pueden tomar como nos suenan a nosotros muchos números de la Biblia. Hay que buscar su sentido simbólico, ya que con frecuencia significan cualidad y no cantidad. El 7, por ejemplo, significa totalidad, y el 12, perfección.
3. ALGUNOS EJEMPLOS CONCRETOS No pretendemos dar una lista, ni una definición, de todos los géneros literarios presentes en la Biblia. Solamente queremos dar algunos ejemplos concretos, muy brevemente, de modo vivencial, con el fin de poder intuir su importancia y quedarse, quizás, también con el deseo de seguir estudiando el tema.
a) Narración Didáctica: Tomemos como ejemplo el libro de Jonás. Se trata de un escrito instructivo a partir de una narración muy concreta. Su punto culminante no es la escena del pez, sino el diálogo entre Dios y Jonás al final de la narración. A Jonás le escandaliza la misericordia de Dios hasta el punto de desearse la muerte. Dios justifica su misericordia con un discurso, que acaba con una pregunta : “¿Y no voy a afligirme yo por Nínive?”. La pregunta va dirigida al pueblo judío (Jonás), encerrado en sí mismo, al que no le agrada que Dios se apiade de los paganos, simbolizados por Nínive. El libro de Jonás no es un escrito histórico. Sólo tomando en serio y con todas sus consecuencias el género literario de esta narración se puede penetrar en la profundidad del libro de Jonás: enseñar que Dios es muy distinto a nosotros y su misericordia está muy por encima de lo que nosotros podemos imaginar. Al pequeño sufrimiento de Jonás se contrapone nada menos que la gran sensibilidad de Dios a favor de los inocentes. Narraciones didácticas son también, por ejemplo, los libros de Job y de Rut.
b) Saga: Fijémonos como ejemplo de saga en la maravillosa narración del sacrificio de Isaac (Gén 22,1- 19). A diferencia del caso de Jonás, esta narración pretende ofrecernos “historia”, aunque de un modo especial. Abrahán es una figura histórica, pero al mismo tiempo es una idealización grandiosa y artística de lo que Israel ha vivido a través de los siglos. La historia del sacrificio de Isaac era muy antigua, transmitida por mucho tiempo de boca en boca. Pero no es una historia en el sentido moderno de la palabra. Presenta una parte de la historia de Israel a través de un fragmento de la historia de Abrahán, centrando la atención precisamente en su relación con Dios: se trata de experiencias de fe, patentes únicamente a los ojos del creyente, y vividas a través de los siglos. La saga es, pues, una narración que por un largo período de tiempo se transmitió oralmente, y que conservaba de generación en generación las vivencias históricas de un pueblo. Son sagas casi todas las historias de los patriarcas y cantidad de narraciones del Antiguo Testamento. Abrahán, Isaac y Jacob son personajes históricos, pero al mismo tiempo sus figuras grandiosas se nos presentan poéticamente interpretadas a través de lo que Israel ha vivido a lo largo de los siglos: que Dios los ha llamado, escogido y guiado; que Dios es fiel a sus promesas, a pesar de las infidelidades de Israel; que los sufrimientos al final Dios los convierte en bendiciones. Israel ha interiorizado estas experiencias que tuvo a lo largo de la historia. En ellas se ha identificado y tomado conciencia de sí y las ha ejemplarizado en las historias de los patriarcas.
c) Narración Histórica: El prendimiento de Jesús que narra Marcos (14, 43-52) contiene una serie de detalles históricos, y todo el hecho en sí es histórico. Sin embargo, el relato trasciende la mera información o noticia, porque trata de interpretar el acontecimiento a la luz de la fe. Se ve el esmero con que se ha trabajado el texto, y la enorme distancia que hay entre un texto así y la seca enumeración sucesiva de unos hechos sin más conexión que la cronología. En este texto hay una enumeración de episodios, pero cuantificada con vistas a las intenciones del narrador. Este texto es más que un informe. Es una narración histórica, que interpreta los acontecimientos, da sentido a hechos particulares y los alumbra con una luz interior, sin reparos en poner en boca de Jesús palabras que sirven para dar la explicación religiosa del suceso. Esta ordenación de los hechos y la simultánea interpretación de los mismos caracteriza a toda la historia de la Pasión, y más aún constituye una dimensión esencial de la mayoría de las narraciones evangélicas. Jamás vemos en los Evangelios un informe escueto, que reproduzca sólo la materialidad externa de los hechos, renunciando a toda interpretación. Sólo el conocimiento exacto de los hechos, como en una filmación, no nos hubiera descubierto la verdad más profunda del por qué de la vida y la muerte de Jesús. Las dimensiones profundas de la historia, su misterio y su sentido último, sólo son accesibles mediante la interpretación y la aclaración. Por ello no podían satisfacer a la Iglesia primitiva los géneros literarios llamados crónicas o noticiarios, aunque nosotros ahora indebidamente los añoremos. Quisiéramos saber cantidad de detalles de la vida de Jesús, pero con frecuencia no nos interesa la interpretación teológica de su vida, que es lo que buscan los Evangelios. Las narraciones históricas de la Biblia buscan descubrir el fondo de la historia, considerando los hechos desde la experiencia de la fe. Parten de unos hechos reales, pero no se contentan con reflejar sólo su imagen externa.
d) Narración Confesional A veces, en el Nuevo Testamento, el relato se absorbe de tal modo en el sentido profundo del misterio de Jesús, que se aleja del dato histórico puramente material y externo. Como narración típica de este género analizaremos la anunciación del nacimiento de Jesús, según Lucas 1, 26-38. Este texto está muy bien construido. Nada sobra en él. Todo tiene un sentido profundo. El conjunto de la narración se compuso a base del Antiguo Testamento. El autor no sólo se contentó con tomar de él esas fórmulas conocidas, como “no temas” o “nada es imposible para Dios”. Ajustó además su narración a dos esquemas ya existentes en el Antiguo Testamento, combinándolos entre sí: el esquema de anunciación (Gén 16,7-12; 17, 15-19) y el de vocación (Ex 3,10-12; Jer 1, 4-10). Desvelando así la estructura íntima de la narración de Lc 1,26-38, podemos llegar a la conclusión de que el evangelista no pretende en primera instancia referir un hecho minucioso y detallado, sino dar una interpretación teológica. El momento cumbre y el sentido central de la narración está en las frases que hablan de la grandeza del Niño que va a nacer (versículos 32-33). El texto, a la luz de la fe pospascual, quiere interpretar y aclarar la personalidad de Jesús, su ser y su misterio. La narración está dirigida a confesar que Jesús es el Hijo de Dios. Dice además que Dios le dará el trono de David, o sea, que Jesús será el Mesías esperado, que llegará a tener un reinado eterno. Podemos decir, pues, que en el centro de este pasaje hay una profesión de fe pospascual, interpretada y formulada como narración. Por consiguiente, el texto no debe leerse como una noticia, ni como un informe histórico, sino como una narración confesional.
e) Los discursos de Revelación del Cuarto Evangelio Es fácil darse cuenta que Jesús habla de forma distinta en el Evangelio de Juan y en los Evangelios sinópticos. No es éste el momento de constatarlo en concreto. Pero las diferencias afectan no sólo al contenido, sino también a la forma y estilo. Compárese Juan 8, 12-29 con Lucas 12, 49-59. Jesús habla en los tres primeros Evangelios al estilo de un profeta; en el de San Juan, al estilo de un revelador. Ante estas diferencias es lógico preguntarse cómo realmente habló el Jesús histórico, como en el Evangelio de Juan o como en los sinópticos. Ciertamente en los tres Evangelios más antiguos nos hallamos más cerca del Jesús histórico, que en el cuarto Evangelio. El discurso de revelación, como los del Evangelio de Juan, es un género literario que nunca utilizó el Jesús histórico. El discurso de Juan 8,12-19 es la composición de un teólogo del cristianismo primitivo, pero no es un discurso del Jesús histórico. Pero ante estas conclusiones hay que preguntarse: ¿Consistirá la verdad sólo en la descripción exacta de los hechos externos, o hay otras formas distintas de verdad? ¿Bastaría un discurso registrado en grabadora al pie de la letra para conocer quién fue Jesús y lo que quiso? ¿Qué refleja más profundamente la realidad, una fotografía o un cuadro pintado por un gran artista? Existe una profunda unidad entre el Jesús de los Evangelios sinópticos y el Jesús del Evangelio de Juan. El autor del cuarto Evangelio no hace sino meditar y ahondar en las palabras de Jesús que recogen los tres primeros Evangelios. San Juan tira de los hilos que se ven en la trama de los primeros Evangelios y desarrolla una imagen nueva, pero cuyos rasgos ya estaban allá esbozados. A pesar de las diferencias, el Evangelio de Juan refleja con exactitud, profundidad y fidelidad el ser y la misión de Jesús. Queda en pie el hecho de que en el Evangelio de San Juan no habla el Jesús histórico. Los discursos de revelación de este Evangelio son meditaciones teológicas de la primitiva Iglesia sobre el mensaje de Jesús y el misterio de su persona. Y son meditaciones que brotan de la fe en Cristo y de un grande amor a Cristo. Sólo así se puede conocer su misterio y su intimidad. Siempre queda, además, en pie la verdad de que los discursos de Juan son palabras inspiradas por Cristo resucitado… Si no son del Jesús histórico, sí lo son de Cristo resucitado.
No hemos pretendido examinar al detalle todos los géneros y formas literarios de la Biblia. Sólo nos interesaba hacer caer en cuenta de su existencia y de la importancia que tiene su conocimiento para una recta inteligencia de cada pasaje bíblico. Si alguien interpreta la narración de Jonás como una noticia histórica, puede ser que arroje indignado la Biblia de sus manos; pero sabiendo que se trata de una descripción gráfica del amor y de la paciencia de Dios aun para con los más pecadores, la leerá con gusto y la meditará con frutos siempre nuevos. La finalidad de la crítica de las formas y géneros literarios no se reduce a decidir si un texto es histórico o no lo es. Su misión específica es descubrir el fin y la intención de un texto. Tiene que buscar el mensaje que el texto pretende dar, dónde yace su sentido central y qué lenguaje emplea para conseguirlo. Nos ha de ayudar a descubrir la intención, el propósito buscado en la forma de lenguaje escogido. Hay que ver si el autor quiere instruir o predicar, aconsejar o acusar, dar una ley o simplemente manifestar su fe. Hay que preguntarse siempre por la intención profunda que encierra cada texto o pasaje. Pero ello no quiere decir que tenga uno que ser especialista en exégesis para poder entender rectamente la Biblia. Pero sí hay que insistir en la necesidad de estudio. La Biblia no puede interpretarse a lo loco, como a cada uno se le antoje. Pues en ese caso muchas veces le hacemos decir a la Biblia lo que de ninguna manera dice ni quiere decir. Al menos es necesario tomarse en serio las introducciones y las notas que traen las buenas Biblias. Además, siempre será necesaria la lectura de libros y folletos que nos enseñen a profundizar en el mensaje bíblico. Y cursillos, y la constante lectura de la Biblia, tanto personalmente, como en familia y en comunidad. Pero no basta el estudio. Ante todo, es necesaria la fe, como veremos más adelante, Y el deseo de vivirla. Es imposible entender la Biblia si no se tiene la intención de ponerla en práctica, viendo siempre en ella la luz y la fuerza de Dios.
El día de Yahvé en Amos
Ay por la religión sin ética (5:18–27) Este segundo quiasmo presenta otros elementos de la teología nacionalista de Israel. Contrasta las ideas optimistas y las prácticas de esa religión con lo que Dios espera de su pueblo, y repite el anuncio del exilio. El centro y el punto más importante del pasaje es el v. 24, donde una vez más se menciona el requerimiento de justicia. a El deseo por el día del Señor (vv. 18–20) b El culto desechado: el rechazo en el presente (vv. 21–23) c Centro: la demanda divina de justicia (v. 24) b’ El culto desechado: la comparación con el pasado (v. 25) a’ La experiencia del día del Señor (vv. 26–27) Esta porción empieza con el primer ay del libro (ver 6:1). Algunos eruditos sugieren que esta expresión viene del contexto cultual de las maldiciones del pacto (Dt 27:15–26) o de los círculos de los sabios (Ec 10:16). Una mejor opción es que refleja una situación de luto (1R 13:30; Jer 22:18; 34:5). Así, el texto continúa la idea del lamento de la sección anterior, dando voz al duelo del pueblo (5:14–15). Pero, este es un lamento irónico por la nación. La gente tenía la idea que el día del Señor significaría la intervención victoriosa de Dios en contra de los enemigos de Israel (ver Is 30:26). Seguramente, la serie de conflictos mencionados en los capítulos 1 y 2 eran motivos de ese anhelo, y las fortalezas y victorias (ver 6:13) les daban la confianza de que Dios lucharía a su favor. Por eso, le adoraban en los santuarios. Sin embargo, los vv. 18 y 20 recalcan literariamente que será un tiempo de oscuridad —de muerte y pérdida—, no de luz y triunfo (el v. 20 repite la última línea del v. 18 y añade otra tocante a la oscuridad). Ilustra ese día con una escena en que una persona intenta escaparse de animales salvajes, pero cuando llega a su casa, un lugar supuestamente seguro, le espera una serpiente que la muerde (v. 19). Israel también tenía un concepto falso de seguridad ante el desastre venidero. Los versículos correspondientes del quiasmo (vv. 26–27) revelan que en el día del Señor irán al exilio a un lugar lejos, más allá de Damasco, juntamente con sus dioses inútiles. Reaparece la frase su nombre es ... (ver 5:8; 9:6), pero aquí es Dios Todopoderoso. Al dios nacionalista se lo celebraba en los cultos por medio de toda clase de actos religiosos (vv. 21–23). NVI (ver TLA) elimina uno de los dos verbos al inicio del v. 21. Literalmente, el texto dice, “aborrecí, abominé” (RVR60, ver BJ, DHH, RVA, RVR95). Esta combinación refleja el rechazo radical de la vida religiosa de Israel por parte de Dios. El primer verbo (sna) es el mismo que describe la actitud en los tribunales: así como se odiaba al defensor de la verdad (5:10), el Señor detesta las prácticas cultuales en los santuarios. La serie de verbos en los vv. 21–23 expresa el repudio divino de otra manera. Los verbos en hebreo tienen que ver con los sentidos: v. 21, “no oleré” (NVI, no me agradan); v. 22, “no veré” (NVI, ni prestaré atención), v. 23, no quiero oír. Nada de su ser quiere esta religión. En este quiasmo el versículo paralelo a los versículos 21–23 es el 25. El propósito de la pregunta en el v. 25 es contrastar Amós amós | 17 lo que estaban haciendo en la actualidad con lo que habían hecho en el desierto después de salir de Egipto. No es que no presentaron sacrificios en aquel entonces, sino que no practicaban una religión tan distorsionada como lo hacían ahora. El lector de la Biblia sabe que esa época no era utópica (Éx 15—19, 32—34; Nm 1—36; Dt 1— 4, 31—34), y el profeta no la está idealizando. Su propósito es señalar un contraste. El centro del quiasmo recalca que lo que el Señor siempre había querido era el derecho y la justicia, ¡justamente lo que la nación convertía en amargura y echaba por tierra (5:7; 6:12)! El versículo más difícil del libro es el 26, y una comparación de las versiones refleja esa realidad. El primer problema tiene que ver con el tiempo del verbo inicial. ¿Debe estar en tiempo pasado y en modo interrogativo, conectando este versículo con el anterior y proveyendo más detalles acerca de lo que hacían en el desierto (RVR60, RVA, RVR95, BLA, TLA), o debe estar en un futuro indicativo para describir cómo saldrían al exilio (BJ, DHH, NVI)? Sintácticamente (vav consecutivo + perfecto), la segunda opción es la mejor. El segundo problema, y el más complicado, es del léxico. ¿Qué es lo que los israelitas llevarían al exilio? Las dos palabras problemáticas son sikkût y kiyyûn. Con base en descubrimientos arqueológicos sabemos que se refieren a dos dioses astrales asirios (BJ, NVI, BLA, TLA). Es probable que las vocales de ambos vocablos sean las de shiqqûts (“cosa detestable”, 1R 11:5, 7), una manera literaria judía de calificar a otros dioses. Algunas versiones modernas, como también la antigua versión griega llamada de los Setenta (LXX) y la Vulgata (la antigua versión latina), relacionan la palabra sikkût con sukkat (“tabernáculo”), que se encuentra en 9:11. También asocian equivocadamanente las consonantes mlkm (“su rey”) con las del dios Moloc. Entonces, en vez de leerse Ustedes tendrán que cargar con la imagen de Sicut, su rey, y también con la de Quiyún (NVI), tienen “llevabais el tabernáculo de vuestro Moloc y Quiún” (RVR60, RVA, RVR95). Lo que el profeta anuncia al pueblo en los vv. 26–27 es que el Señor, Dios Todopoderoso (y creador de las estrellas, 5:8), los enviará al exilio, mientras que los dioses astrales que habían hecho con sus propias manos tendrían que ser llevados por ellos mismos (ver Is 44:9–20; Jer 10:1– 10). ¡Cuán inútiles e impotentes son los otros dioses! La lección más importante que surge de 5:18–27 es que la teología es sumamente importante porque tiene que ver con cómo se define a la persona de Dios. ¿Es un Dios solamente de victoria, que bendice en todo tiempo a las naciones y a su pueblo, y que siempre se complace con un culto festivo de muchas actividades y música? De acuerdo con el resto del libro, estos versículos responden con un claro y contundente “¡no!”. El Señor espera justicia de su pueblo y de las naciones, y repudia toda actividad religiosa separada de esa exigencia. En vez de preguntarnos solamente si nos gustó el culto y si estuvimos alegres, se debe preguntar si al Señor le agradó y si somos más sensibles a la justicia después del culto que cuando entramos al santuario. El Dios soberano está muy dispuesto a juzgar a su pueblo, si no aprende de los ejemplos del pasado y sigue rechazando sus demandas. También, en esta época cuando muchos cristianos están fascinados del porvenir y promueven ideas muy sensacionalistas acerca del futuro, las palabras del profeta dirigidas a quienes suspiran por el día del Señor (v. 18) sirven como una advertencia. Nos animan a reflexionar sobre él y sus planes con mayor seriedad y a reconocer que lo que vendrá en el futuro —bendición o maldición— depende de cómo vivimos en el presente.
Trazos apocalípticos en Ezequiel 38-39
Los escritos del profeta Ezequiel han ejercido influencia sobre las descripciones de la Revelación de Juan, afectando particularmente el orden cronológico de los últimos eventos del Apocalipsis. Entre los pasajes ezequelianos que tonificaron las narraciones apocalípticas se destacan los capítulos 38 y 39. Se considera que estos capítulos presentan dos acontecimientos que se ubican en el entorno del Milenio descripto en Apocalipsis 20. Jesucristo en su relato apocalíptico de Mateo 24 utiliza una narrativa profética en la que presenta dos eventos; y lo hace recurriendo a algunos cuadros de estos dos capítulos de Ezequiel para describir su Segunda Venida. De esta forma se puede observar una línea profética apocalíptica entre Ez 38 y 39 y Ap 20 que pasa por el eje de la cristología escatológica de Mt 24. La ponencia busca desarrollar un análisis hermenéutico-exegético de los capítulos ezequelianos, enfatizando la intertextualidad como herramienta de exploración bíblica en la apocalíptica. En el terreno de la discusión se plantea el uso juanino de los nombres de Gog y Magog, en busca del motivo que llevó al discípulo de Jesús a usar estos nombres para señalar la batalla final de Ap 20:8 y qué significado adquirieron. Influencias de Ezequiel en los escritos de Juan en el Apocalipsis. Cuando en el NT se usan declaraciones proféticas del AT, se reconfirma la profecía.1 Así la unicidad del AT con el NT se manifiesta, mostrando además la gradualidad de la revelación de Dios para con el hombre. Ahora bien ¿cómo se puede aplicar una profecía dada a Israel en tiempos del AT, al Israel espiritual que se describe en el NT, sin caer en un error hermenéutico? Hans LaRondelle, al tratar de este tema, afirmó: “The whole New Testament is essentially characterized by the typological and eschatological application of the Old Testament, motivated and directed by Holy Spirit.” Primeramente aquí se destaca la importancia de la escatología y la tipológica que se generan desde el AT para ser utilizadas en el NT. En tal sentido, Richard Davidson escribió: “Las características básicas de tipología bíblica emergen desde dentro de las Escrituras en pasajes donde los escritores del NT designan explícitamente su interpretación del AT…” LaRondelle elaboró una definición de tipología en la cual menciona que son los “actos de salvación de Dios”; y escribió: “Typology is a theology of the progression of God´s acts of salvation through Jesus Christ...In the New Testament, typology is characterized by both a historical and a theological correspondence between type and antitype.” En segundo lugar, la parte final de la cita primera de LaRondelle señala que la función del Espíritu Santo es central en la interpretación, ya que Él mismo se encargó de inspirar a los profetas para que las Escrituras lleguen al hombre (2Ped 1:20, 21). Entonces la clave para realizar una adecuada interpretación hermenéutica sobre una profecía es cultivar la armonía entro lo científico y lo tipológico, lo natural y lo sobrenatural. Esto se logra al sujetarse a las declaraciones de las Escrituras. En el libro de Apocalipsis se encuentran citadas al menos 29 veces declaraciones del libro de Ezequiel; ya sea en forma explícita o con alguna variación en el uso de vocablos, pero expresando la idea del profeta exiliado en Babilonia. Juan, en el Apocalipsis, realiza lo que se da en llamar “actualización profética”, que es confirmar el texto narrado en forma remozada. Una de las varias contribuciones de Ezequiel al Apocalipsis es la cronología de algunos eventos. La disposición de los eventos en Apocalipsis, particularmente los capítulos 20-22, siguen el orden de los 12 últimos capítulos de Ezequiel, es decir desde el capítulo 36 al 48. Sucesos tales como la Resurrección, la profecía sobre Gog y Magog o la Nueva Jerusalén concuerdan con el orden presentado en Ezequiel. En los capítulos 38 y 39 de Ezequiel se encuentra la enigmática profecía sobre Gog y Magog, nombres que solamente son mencionados otra vez en forma conjunta en las Escrituras en el libro de Apocalipsis, capítulo 20:8-9. Análisis de la estructura de Ez 38-39 Los capítulos 38 y 39 de Ezequiel están relacionados con la restauración del Israel espiritual. Se ha considerado que estos capítulos son el origen de la literatura apocalíptica. En el Comentario Bíblico San Jerónimo se encuentra la siguiente expresión: “Un preludio de la apocalíptica.” William Johnsson en el Tratado Teológico Adventista presenta esta idea y escribe: “Ezequiel introduce su apocalipsis con la frase: ‘Vino a mí palabra de Jehová’ (Ez 38: 1)”. Se cree que el profeta Ezequiel dio dos mensajes en una misma profecía. Johannes Botterweck y Helmer Ringgren lo entienden así y le llaman a esta situación “doble ésjaton” (ἔσχατοn, últimos). Estos autores también sostienen que Ez 38-39 fueron el inicio de la apocalíptica; pero particularmente destacan que en ellos se encuentra el principio del doble tiempo escatológico o ‘dos tiempos de actividades divinas’, apoyándose en una declaración de Walther Zimmerli: “…to a following stage that the prophet for once on this occasion is also pointing to a stage after the following one, to a second stage of divine activity…”. Para LaRondelle el profeta Ezequiel muestra en estos dos capítulos y su contexto (36 al 39) “el principio de una sucesión de dos períodos”. Al realizar una lectura comparativa de Ez 37-40 con Ap 20 se puede ver que existe un orden cronológico similar en ambas narrativas en donde Gog y Magog están ubicados entre dos momentos de actividad divina. Esto se observa en la siguiente tabla, según la exégesis que presentan Gerhard Kittel y Gerhard Friedrich quienes sostienen que Juan toma el orden de Ezequiel al presentar los eventos de Ap 20. Grant Osborne también destaca el paralelismo entre Ezequiel y la Revelación de Juan. En términos literarios, la apocalíptica es una forma de literatura sumamente estilizada, con sus propias convenciones en cuanto a simbolismo y terminología, que se nutre continuamente de fuentes veterotestamentarias. Es una literatura de sueños y visiones, a menudo centrada en una visión del trono celestial. La profecía escatológica y puede adoptar la forma de largas pláticas o de imágenes simbólicas, a veces sumamente artificiales, otras muy gráficas y efectivas. Probablemente los escritores de obras apocalípticas nunca pensaron describir el fin en términos literales. Al tratar de describir una salvación futura que trasciende la experiencia histórica ordinaria, parecería que adoptaron algunos símbolos de los mitos cananeos y de la mitología que encontraron en la parte oriental de la diáspora, como también en la Palestina helenística. La literatura apocalíptica a menudo muestra una interacción íntima, pero a la vez crítica, con la cultura internacional de su época. Es probable que la doctrina apocalíptica de la resurrección de los muertos ya se encuentre tamb. en Is. 26.19, como así también en Dn. 12.2. Las formas literarias del apocalipsis, sin embargo, se anticipan especialmente en las visiones de Ez.
Nuevos Cielos y Nueva Tierra (Is 65,17-66,4)
“yo quiero ver acontecer, un sueño bueno, sueño de muchos, acontecer! Sueño que se sueña solo, puede ser pura ilusión. ¡Sueño que se sueña junto es señal de solución!” Trasfondo histórico para las profecías Samaria (Israel –las diez tribus del norte) Conquistada por los asirios en el año 722 a. C. Gran cantidad de los habitantes llevados a cautiverio.
El rey de Asiria, “Tiglat-pileser (2 R. 16:8-10)… liberó a Judá de los invasores, saqueó Israel, batió a los filisteos, puso sitio a Damasco, de la que se apoderó, y dio muerte a Rezín. El rey de Asiria deportó a los habitantes de Neftalí y a los israelitas establecidos al este del Jordán; participó en el asesinato de Peka, o lo ordenó, poniendo a Oseas en el trono del reino de Israel, hacia el año 730 a.C. Después de la muerte de Tiglat-pileser, Oseas se rebeló contra Asiria. Los ejércitos asirios volvieron a invadir el reino de Israel. En el año 722 a. C. cayó Samaria, y una gran cantidad de sus habitantes fueron llevados al cautiverio a Asiria. Vinieron colonos de cinco distritos asirios a habitar en los lugares que los israelitas deportados se habían visto obligados a abandonar. Estos extranjeros, que se mezclaron con aquellos israelitas de la Palestina central que habían escapado a la deportación, dieron lugar al pueblo samaritano”. Judea Librada de tener que sujetarse a los asirios, pero en esta provincia hay muchos rebeldes contra Jehová, quien amenaza con destruirlos.
“Extendí mis manos todo el día a pueblo rebelde, el cual anda por camino no bueno, en pos de sus pensamientos; pueblo que en mi rostro me provoca de continuo a ira, sacrificando en huertos, y quemando incienso sobre ladrillos; que se quedan en los sepulcros, y en lugares escondidos pasan la noche; que comen carne de cerdo, y en sus ollas hay caldo de cosas inmundas; que dicen: Estate en tu lugar, no te acerques a mí, porque soy más santo que tú; éstos son humo en mi furor, fuego que arde todo el día” (Isaías 65.2-5). “Pero vosotros los que dejáis a Jehová, que olvidáis mi santo monte, que ponéis mesa para la Fortuna, y suministráis libaciones para el Destino; yo también os destinaré a la espada, y todos vosotros os arrodillaréis al degolladero, por cuanto llamé, y no respondisteis; hablé, y no oísteis, sino que hicisteis lo malo delante de mis ojos, y escogisteis lo que me desagrada.”
Promesas divinas de días mejores para Israel, Judea y Jerusalén: “nuevos cielos y nueva tierra” (Isaías 65:17-25).
-“Porque he aquí que yo crearé nuevos cielos y nueva tierra; y de lo primero no habrá memoria, ni más vendrá al pensamiento” (Isaías 65:17). A. Rasgos de esta “nueva tierra”. Se resaltan las diferencias entre la “nueva tierra” de Isaías 65 y la “tierra nueva” de Apocalipsis 21. 1. La “muerte” sigue asechando a los seres humanos en la “nueva tierra” de Isaías. a) “No habrá más allí niño que muera de pocos días… porque el niño morirá de cien años” (65:20). Las condiciones óptimas de paz y prosperidad en la “nueva tierra” que Jehová proyecta para los judíos hacen posible una vida normal muy bendecida. El niño no muere prematuramente. Llega a viejo, pero ¡siempre muere! “…en niño morirá de cien años.” En cambio, en la “tierra nueva” de Apocalipsis 21:1-7, “ya no habrá más muerte”, ¡para ningún ser humano salvo eternamente! b) “No habrá más allí… viejo que sus días no cumpla” (65:20). Sin embargo, por inferencia, los cumpliría, y esto significa que moriría. c) “Según los días de los árboles serán los días de mi pueblo” (65:22). A pesar de vivir algunos árboles largos años, siempre mueren. Asimismo, le sucedería a las personas que habitaran la “nueva tierra” que Jehová promete a su pueblo electo Israel. d) Los judíos que habitarían la “nueva tierra” prometida en Isaías 65 serían seres humanos con cuerpos físicos sujetos al envejecimiento y la muerte. Contrasta marcadamente la naturaleza de los seres que habitarán la “tierra nueva” de Apocalipsis 21, pues estos, resucitados y glorificados, tendrán cuerpo espiritual, poderoso e inmortal (1 Corintios 15:42-44). 2. El “pecado” sigue en la “nueva tierra” de Isaías 65. a) “Y el pecador de cien años será maldito” (65:20). Sin pecado, no hay pecador; por lo tanto, el pecado seguiría haciendo estragos en la “nueva tierra” que Dios proyecta para su pueblo. Además, maldiciones para el pecador, aunque también viviera cien años, beneficiado, al igual que el justo, por las circunstancias favorables de la época. b) La “tierra nueva” de Apocalipsis 21, con su “nueva Jerusalén” (Apocalipsis 21:2), ¡cuán diferente es! “No entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero” (Apocalipsis 21:27). “Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segundo” (Apocalipsis 21:8). No habrá pecado en esta “tierra nueva”. 3. Satanás sigue en la “nueva tierra” de Isaías 65. a) “Y el polvo será el alimento de la serpiente” (65:25). En el lenguaje retórico de la Biblia, el gran enemigo de Dios, los ángeles y la humanidad no es solo “el gran dragón”, sino también “la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás” (Apocalipsis 12.9). Habiendo pecado y pecadores en la “nueva tierra” de Isaías 65, ¿es cosa extraña que Satanás esté presente, haciendo lo suyo de siempre, aunque trabado en buena medida por Dios? b) Una vez consumado el plan maestro de Dios para su creación, llegando el fin del tiempo (Apocalipsis 10:7), Satanás será arrojado al lago de fuego y azufre (Apocalipsis 20:10), vetada para siempre su entrada a la “tierra nueva” que aparecerá como morada eterna para los santos glorificados después de la Segunda Venida de Cristo. 4. En la “nueva tierra” de Isaías 65, siguen comiendo, bebiendo, sembrando y construyendo. a) “Edificarán casas, y morarán en ellas; plantarán viñas, y comerán el fruto de ellas” (65:21- 23). b) ¿Se verán los justos que ocuparán la “tierra nueva” de Apocalipsis 21 en la necesidad de fabricar sus propias casas y alimentarse con productos de campos que ellos mismos tengan que cultivar año tras año por toda la eternidad? Obviamente, aquel nuevo mundo venidero será muy diferente a la “nueva tierra” de Isaías 65. Cristo mismo está preparando las mansiones que habitaremos (Juan 14:1-3), y el Padre mismo es el que edifica la “nueva Jerusalén”, “la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios” (Hebreos 11:10). Edificar casas, plantar viñas y comer su fruto evidencian que la “nueva tierra” de Isaías 65 es material; pertenece a este universo visible y temporal. En cambio, la “tierra nueva” de Apocalipsis 21 pertenece a esfera diferente, a saber, la celestial, la espiritual. Ahora bien, de la manera que no sabemos la forma o sustancia exacta del cuerpo resucitado (1 Juan 3:2), tampoco sabemos la forma o sustancia exacta de los “los cielos nuevos y tierra nueva” que esperamos (2 Pedro 3:13). Pero, esto sí sabemos: que en ella no tendremos que preocuparnos por viviendas, cultivar campos para proveernos de alimentos materiales, sudar, gastarnos físicamente en tareas duras, etcétera. Glorificados los redimidos, “ya no tendrán hambre ni sed, y el sol no caerá más sobre ellos, ni calor alguno; porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará, y los guiará a fuentes de aguas de vida; y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos” ( Apocalipsis 7:16-17 ). En definitiva, la “tierra nueva” de Apocalipsis 21 y 2 Pedro 3 será muy distinta a la de Isaías 65. 5. Sembrar y cosechar en la “nueva tierra” de Isaías 65 implica la continuación de circunstancias materiales normales: el sol sigue su función normal, la lluvia sigue regando los campos y las estaciones del año siguen su ciclo. Por lo contrario, la ciudad celestial, la nueva Jerusalén de la “tierra nueva” de Apocalipsis 21, “no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera” (Apocalipsis 21:23). 6. En la “nueva tierra” de Isaías 65, las mujeres siguen engendrando hijos. Por implicación, los hombres y mujeres siguen casándose. “No trabajarán en vano, ni darán a luz para maldición; porque son linaje de los benditos de Jehová, y sus descendientes con ellos” (Isaías 65:23). Los fieles y obedientes de la nación terrenal de Israel eran el “linaje de los benditos de Jehová” para aquellos tiempos antes de Cristo. Y “sus descendientes” eran sus hijos carnales. Pero, en la “tierra nueva” de Apocalipsis 21, los redimidos resucitados y glorificados no se casan ni engendran hijos. “Los hijos de este siglo se casan, y se dan en casamiento; mas los que fueren tenidos por dignos de alcanzar aquel siglo y la resurrección de entre los muertes, ni se casan, ni se dan en casamiento. Porque no pueden ya más morir, pues son iguales a los ángeles” (Lucas 20:34-36). 7. En la “nueva tierra” de Isaías 65, se encuentran tanto lobos y leones como corderos y bueyes. “El lobo y el cordero serán apacentados juntos, y el león comerá paja como el buey” (65:25). a) Por una parte, el lobo y el león simbolizan a personas agresivas, de recia voluntad egoísta, capaces de violencia. Por otra, el cordero y el buey simbolizan a personas mansas, dóciles, pacíficas. La ley, la disciplina y la justicia de Dios, impuestas en cualquier sociedad, refrenan y controlan a los “lobos” y “leones” de manera tal que no pocas personas de este género conviven pacíficamente con los “corderos” y “bueyes”, no haciéndoles daño. Trabajan lado a lado, comen juntos, conversan, ocupan viviendas o propiedades que colindan. Tal “sociedad” Dios la proyecta para la “nueva tierra” que ofrece a Israel. Desde luego, en una sociedad de esta índole siempre hay sus excepciones, pero estas no cambian sustancialmente las circunstancias generales. (1) Esta interpretación armoniza con el hecho de que habría pecado, pecadores y maldiciones en la “nueva tierra” de Isaías 65, según señalado en la partida “2” arriba. (2) Y también sostiene esta Interpretación la última oración del versículo 25: “No afligirán, ni harán mal en todo mi santo monte, dijo Jehová”. El contexto indica que “afligir” y “hacer mal” deben entenderse como acciones propias de seres humanos. El lobo, el león y la serpiente no afligirían ni harían mal, es decir, las personas o seres espirituales representados por estas criaturas no afligirían ni harían mal, quedándose trabados, restringidos, atados, aunque no del todo, pues seguiría el pecado, pero muy limitado en términos de sus repercusiones entre la gente. b) Desde luego, no habrá “lobos” ni “leones” en la “tierra nueva” de Apocalipsis 21, ni simbólicos ni tampoco literales. c) Apoyándose en Isaías 65:25, los testigos de Jehová y los adventistas del séptimo día pintan escenas idílicas de un reino milenario terrenal donde los animales tales como el lobo y el león se apacientan pacíficamente con el cordero y el buey, conviviendo todos en perfecta armonía, juntamente con hombres, mujeres y niños, en campos verdosos de belleza encantadora. Venden esta visión de una futura tierra material, nueva y paradisíaca, a los ingenuos que poco o nada saben de Biblia. Toman para sí una profecía hecha exclusivamente para el Israel terrenal antes de Cristo. Interpretan y aplican literalmente detalles de la profecía, tales como este de lobos y corderos, que han de ser entendidos simbólicamente conforme indica el contexto. Confunden la “nueva tierra” de Isaías 65 con la de 2 Pedro 3 y Apocalipsis 21, no percatándose de las diferencias que las distinguen. Sus errores los lleva a confeccionar para después de la Segunda Venida de Cristo un mundo ficticio que jamás se hará realidad. Tal cual los falsos profetas de Israel, “alimentan con vanas esperanzas; hablan visión de su propio corazón, no de la boca de Jehová” (Jeremías 23:16). B. Conclusiones. 1. Las numerosas diferencias notables entre la “nueva tierra” de Isaías 65 y la “tierra nueva” de Apocalipsis 21 nos obligan a concluir que la primera definitivamente no es la segunda. Las dos no son la misma. 2. Ya que las condiciones físicas (sol, siembra, cosecha; hambre, sed; matrimonio, procreación de hijos; envejecimiento, muerte) en la “nueva tierra” de Isaías 65 son las mismas que imperan normalmente en nuestro globo terráqueo, “nueva tierra” ha de interpretarse como una expresión retórica. No se trata de la creación de un mundo totalmente diferente, incluso con lobos o leones literales de una naturaleza contraria a los que conocemos, sino de la creación de ámbitos placenteros de paz, prosperidad, salud, sosiego y gozo. a) Para entender y apreciar esta promesa en su contexto, es preciso ubicarse allá en Judea en el tiempo del Siglo VIII a. C. cuando fue hecha. Las diez tribus de Israel que ocupaban terrenos al norte de Judea se habían apartado de Dios, sufriendo castigos fuertes a consecuencia de su garrafal error, aun el destierro efectuado en gran escala por los poderosos asirios. En Judea se multiplicaban los rebeldes contra Jehová, proclamándose inminentes azotes duros para el pueblo. En medio de convulsiones tan grandes, en una tierra, a saber, Canaán, la prometida, profanada por idolatría e inmoralidad, llena de violencia, Jehová Dios, después de haber pronunciado retribuciones catastróficas tanto para Judea como para sus vecinos, inyecta esta promesa hermosa de “nueva tierra”. El Dios de Israel no acabará totalmente con su pueblo; un remanente será conservado, y vendrán mejores días para su pueblo electo. Esta promesa Dios se la hizo al Israel terrenal, y no a la iglesia. Incuestionablemente, era para Israel; no es para nosotros los cristianos del presente. b) ¿Cumplió Dios su promesa de “nueva tierra” para Israel? Sin duda, aunque fuera en parte. Las promesas de Dios suelen ser condicionadas. Así pues, para que Israel recibiera y disfrutara a plenitud aquella “nueva tierra” prometida, debía poner de su parte, retornando a su Dios, humillándose y purificándose. Después del cautiverio babilónico, gran número de judíos fue restaurado a su tierra, donde reconstruyeron el templo, la ciudad de Jerusalén y otras ciudades, comenzaron de nuevo a cultivar sus campos y restablecieron su economía, como también sus instituciones religiosas, sociales y culturales. Comparativamente, poco se sabe acerca de aquel pueblo después de la restauración del templo y las obras hechas por Zorobabel y Esdras. Durante los dos siglos después de la restauración, fue conquistado primero por los egipcios, luego, en repetidas ocasiones, por los sirios. En el Siglo II antes de Cristo fue librado por los Macabeos, expandiendo sus territorios y alcanzando cierto poderío, quizás haciéndose realidad en alguna medida lo de “nueva tierra”. C. Algunas dificultades interpretativas abordadas. 1. “De lo primero no habrá memoria, ni más vendrá al pensamiento” (Isaías 65:17). Estas observaciones no significan que la primera tierra, o sea, este planeta Tierra, dejara de existir al introducirse la “nueva tierra” de Isaías 65. “Lo primero”, neutro, engloba las condiciones sumamente malas que imperan antes de la etapa de “nueva tierra”. Librado el pueblo israelita de aquellas aflicciones destructivas, y restaurado a su tierra, ¡se olvida prontamente de todo aquello, sumergiéndose en las bendiciones de actualidad! ¿No demostramos con frecuencia tener nosotros casi todos los seres humanos esta maravillosa capacidad? Nos sobreviene lo malo, aun lo muy malo –desastres de distintas categorías, incluso guerras, terremotos, penuria, hambre, depresión- y sufrimos muchísimo. Pero lo malo pasa, se mejoran las circunstancias de nuestra vida, y pronto echamos al olvido aun los recuerdos de los días peores, rara vez volviendo a traerlos a memoria. Pues, ¡asimismo le sucedería a Israel! 2. “Mas os gozaréis y os alegraréis para siempre en las cosas que yo he creado; porque he aquí que yo traigo a Jerusalén alegría, y a su pueblo gozo” (Isaías 65:18). a) En las Escrituras, “…para siempre” no siempre quiere decir, valga la redundancia, “por toda la eternidad, sin límite de tiempo”. Su alcance lo determina el contexto. (1) El vocablo “perpetuo” pertenece a la misma categoría. Por ejemplo, quemar “incienso aromático” los levitas debían tenerlo como “rito perpetuo delante de Jehová”, pero el alcance de “perpetuo” no es “por las edades de las edades, eternamente”, sino “por vuestras generaciones” (Éxodo 30:8). “Rito perpetuo delante de Jehová por vuestras generaciones.” Pues bien, estas generaciones llegaron a su fin al morir Cristo en la cruz, y por ende, lo “perpetuo” del rito duró solo hasta la cruz. (2) Asimismo, los hijos de Israel debían guardar el séptimo día, “celebrándolo por sus generaciones por pacto perpetuo” (Éxodo 31:12-17). “…perpetuo”, pero ¿hasta cuándo? Qué conste: solo “…por sus generaciones.” Terminadas sus generaciones en la cruz, ya no hay que guardar el día de reposo ni judíos ni gentiles convertidos al Señor. b) “Os alegraréis para siempre en las cosas que yo he creado”, es decir, en el plano terrenal, hasta el tiempo que estén disponibles conforme al plan trazado desde antes de la fundación del mundo para la redención de la humanidad. Pero, en el plano espiritual, aun hasta la eternidad, por las edades de las edades. (1) “Las cosas que yo he creado”, ¿qué abarcan? ¿Solo los “nuevos cielos y nueva tierra” que describe Dios para Jerusalén e Israel? Posiblemente, pero también es posible que abarquen mucho más, aun “los cielos nuevos y tierra nueva” de Apocalipsis 21 y 2 Pedro 3. (2) Los israelitas que acataran la voluntad de Dios recibirían y disfrutarían muchas bendiciones terrenales. Fieles hasta la muerte, serían tenidos por dignos de la resurrección de los justos, y consiguientemente, acreedores a grandiosas bendiciones espirituales por toda la eternidad. Efectivamente, la alegría que experimentarían primero en la tierra, se extendería “para siempre”, ampliándose y perfeccionándose al ser trasladados ellos al cielo. 3. “Y me alegraré con Jerusalén, y me gozaré con mi pueblo; y nunca más se oirán en ella voz de lloro, ni voz de clamor” (Isaías 65:19). a) “…nunca más…” A pesar de sonar como un absoluto esta expresión, opinamos que quizás apliquen las observaciones hechas anteriormente sobre “para siempre” y “perpetuo”. “… nunca más”, claro, condicionado en el debido y cabal cumplimiento de la ley divina. b) En cuanto a la ciudad terrenal de Jerusalén, el que se escuchara, o no, en ella “voz de lloro” o “voz de clamor” lo determinarían sus habitantes, bien fuera mediante someterse a la voluntad de Dios o rebelarse. (1) Lastimosamente, durante casi toda la historia de aquella ciudad se ha escuchado en ella “voz de lloro… voz de clamor”. Por la inconformidad e idolatría de sus habitantes. Por su fanatismo tradicionalista. Por tergiversar la ley de Dios, invalidándola mediante mandamientos de hombres (Mateo 15:1-9). Por su flagrante soberbia e hipocresía (Mateo 23). Por su obstinación y rebeldía tanto contra autoridades terrenales como celestiales. Una y otra vez, trajeron el castigo divino sobre sus propias cabezas. Luego, lloraban su desgracia, clamando algunos a Dios mientras otros le blasfemaban. (2) A la ciudad terrenal de Jerusalén Dios no la predestinó a tanto lloro y clamor. De haber sido más sumiso Israel, el relato de su historia traería mucho más gozo. Pero, desde tiempos antiguos el pueblo se puso “duro de cerviz” ante Dios, carácter que le ha causado sufrimiento más de la cuenta. En la Jerusalén terrenal se escucha hasta el día de hoy “voz de lloro… voz de clamor”. c) Pero, también hay una Jerusalén celestial, “la ciudad del Dios vivo” (Hebreos 12:22), “la santa ciudad, la nueva Jerusalén”, que desciende del cielo de Dios, no, por cierto, al planeta Tierra, sino a la “tierra nueva”. Al decir Dios “me alegraré con Jerusalén… nunca más se oirán en ella voz de lloro, ni voz de clamor”, ¿contemplaba solo a la Jerusalén terrenal, o solo a la celestial, o acaso a ambas? Pensamos que tal vez a ambas. A la terrenal, cuando ella andaba en sus caminos. Pero quizás mucho más a la celestial –gloriosa, perfecta, santa, grandísima- cuyos habitantes le sirvieron en la tierra hasta la muerte, granjeándose la corona de inmortalidad y el privilegio de andar por las calles de oro y morar en las mansiones celestiales.
Marcos 13,1-27: La Parusía del Hijo del Hombre 1. una aproximación a la estructura del Evangelio de Marcos Para entender el discurso sobre la parusía del Hijo del Hombre, preparada y anunciada en el cap. 13, es necesario que tengamos claridad sobre el hecho de que este discurso está ligado a diversos elementos de la estructura literaria y teológica del Evangelio, visible desde su abertura. Sin duda, en el presente estudio, vamos a lidiar con muchas hipótesis, algunas ya levantadas en la historia de la exegesis de ese texto. Reconocemos la dificultad representada por cualquier tentativa de estudio en Marcos. En los que se dice al respecto a sus fuentes y referencias anteriores, haya vista la amplia bibliografía y la mayor dificultad de consenso entre los exegetas, principalmente en la relación con los demás sinópticos. así, para entender, en parte, bajo que influencias Marcos llegó a la redacción del cap. 13, vamos a reconstruir un poco de la discusión sobre la estructura de la primera parte del evangelio, pues en ella encontramos muchas de las temáticas apocalípticas enunciadas desde su inicio y proyectadas sobre Mc 13. Principalmente cuando reconocemos las señales evidentes de la influencia del apocalipsismo judaico. Reconociendo que el discurso apocalíptico fue el lenguaje de los oprimidos para anunciar el juicio de Dios sobre los opresores, manteniendo así la esperanza y la resistencia del pueblo en la espera de la parusía y, consecuentemente, la intervención de Dios en la historia. En verdad es en una forma de mesianismo, que aún hoy encuentra eco en las comunidades pobres del tercer mundo. La cuestión a ser discutida por la pastoral de los pueblos oprimidos es: ¿cómo retirar de la lectura de los textos apocalípticos la fuerza de liberación, de cambio en la historia? Esto porque esos mismos textos han sido usados como elementos de domesticación y alienación. Sin desconocer todos los esfuerzos de lectura libertadora que han sido hechos, sea por Pablo Richard, en sus artículos sobre apocalipsismo, o por Carlos Mesters, en sus diversos estudios sobre el apocalipsis de Juan. Aún así, lo hegemónico es la literatura triunfalista, mítica, trascedente, acomodadora y anti revolucionaria. Volviendo a Marcos, queremos mostrar que, diferentemente de lo que pensaba M. Dibelius en su “historia de las formas del Evangelio”, Marcos no fue tan solamente un compilador de tradiciones. En muchos aspectos él fue un verdadero autor y teólogo. Consideramos el primer versículo del primer capítulo de Marcos como la tesis del autor. Ya la expresión “principio del Evangelio de Jesús Cristo” es, por si misma, una tesis de evidente contenido apocalíptico, pues en gran parte de la literatura profética, la venida del Mesías abría el gran momento para el día del Señor (cf Is 11,1-10; 61, 1-2; Lc 4,16-20=. Sobre esa visión se construyó gran parte de la apocalíptica judaica. Y estamos convencidos de que Marcos sabia de eso, principalmente por la forma con que él busca probar esa tesis en el uso del material que recibió. Veremos con algunos ejemplos en la construcción del texto como eso se dio, hasta llegar a la perícope, objeto final de nuestra exegesis. Primeramente, estamos convencidos de la división del Evangelio de Marcos en dos sesiones, que tienen como eje la confesión de Pedro (cf. Mc 8,29), acontecimiento que concluye la primera parte y abre la segunda parte del Evangelio. En este trabajo de abrir la primera parte del Evangelio y de ella tomar ejemplos que apuntan la parusía, definitivamente anunciada en Mc 13, queremos confirmar la propuesta teológica de Marcos como siendo, encima de todo, apocalíptica. De cierto modo, en cuanto revelación de Dios, el Evangelio de Marcos contiene un apocalipsis, pues trabaja con conceptos fundamentales de la apocalíptica judaica, que son los que vamos a enunciar ahora. 1.1 “apareció Juan Bautista en el desierto” El aparecer del profeta en el desierto, antecedido de las citaciones de las profecías de Malaquías e Isaías, se trata de una evidente irrupción del profeta Elías, como precursor del Mesías y, en este sentido, un profeta escatológico. Aquí se podría decir que Marcos recibió esta tradición pronta, pues ella es muy primitiva y está presente en todos los Evangelios, inclusive en juan. Más también es verdad que el rostro de Juan Bautista tiene aspectos propios en todos los Evangelios. Para Mateo, él anticipa el juicio de Dios contra los fariseos y escribas, en una visible polémica ya mantenida por la comunidad de Mateo contra el judaísmo (cf Mt 3,15). En Lucas (3,1-9) que, como Mateo, depende de la supuesta fuente Q, también Juan Bautista profiere juicio, más este tiene como objetivo el pueblo0 en general y, junto, se acrecienta aún el juicio del día de Yahvé, conforme a la tradición (cf. Is 40,5). En el evangelio de Juan, la figura de Juan Bautista es el testimonio, presentado ya en el prólogo: “hubo un hombre enviado por Dios cuyo nombre era juan (Jn 1,6). En Marcos, Juan Bautista es el profeta del desierto, no importando la supuesta incoherencia” bautizando en el Jordán”. El desierto aparece como paradigmático, en armonía con la tradición profética (cf. Os 2,14). En verdad es una evidente conciliación con el texto de Is 40,3, que sigue la citación de Malaquías 3,1, y fue fundamental en la construcción de la Teología del profeta precursor. Esa figura, por si sola, prefigura una parusía= presencia= aparecimiento. No es por nada que el verbo para presentar a Juan el Bautista es el verbo ginomai, en la forma del aoristo, que puede ser traducido por “surgió”, “aconteció”, apareció. Expresiones próximas de la forma participial del verbo pareimi, o sea, parusía que significa estoy presente, llego, comparezco, estoy llegando. Ambos verbos hacen parte del vocabulario griego de la apocalíptica judaica y neo testamentaria. Ejemplo de eso es la expresión que abre el apocalipsis de juan: “Revelación de Jesús cristo, que Dios le dio para mostrar a sus siervos las cosas que en breve deben acontecer, y que él, enviado por intermedio de su Angel, notifico a su siervo Juan…” (Ap 1,1). Donde nuevamente aparece el verbo ginomai en el infinitivo, aoristo. 1.2 “luego de salir del agua, vio los cielos abrirse…” (Mc 1,10) Quien lee esa frase fuera del texto de Marcos no tiene duda de que se trata de una expresión típica del apocalipsismo judaico. Principalmente cuando leemos el resto: “…y el Espíritu descendió en forma de paloma y se posó sobre él. Entonces fue oída voz del cielo: tú eres mi Hijo amado, en ti tengo complacencia” (Mc 1,10b-11). ¿Quién fue testimonio de esta escena? El propio Jesús y Juan Bautista, el profeta del día del juicio del Señor, cercado que es de señales apocalípticas, como el profeta de la isla de Patmos. Aquí, sin duda, Marcos revela su condición de autor y teólogo, visiblemente influenciado por el apocalipsismo judaico, principalmente si reconocemos que escribe después de la catástrofe de Jerusalén. Cabe aún subrayar que, en los apocalipsis judaicos, los cielos se abren para develar las revelaciones; ejemplo de eso son el Apocalipsis de Baruc (22,1), el Testamento de Leví (2,6; 5,14), sin mencionar los profetas del Antiguo Testamento, lo0 que haremos adelante. El relato es una teofanía y son los tres elementos que la caracterizan como tal y, por lo tanto, una parte fundamental del apocalipsismo del texto de Marcos. Sabiendo que Jesús es también el sujeto principal de la visión teofánica. a) “vio abrirse los cielos…” esa expresión en Marcos acompaña de cerca la abertura de libro del profeta Ezequiel, que comienza diciendo: “…junto al rio Quebar, se abrieron los cielos, y yo tuve visiones de Dios…” (Ez 1,1b). es interesante notar que el verbo orao, “veo”, “miro”, es el mismo usado en los dos relatos teofánicos, en el caso de Ezequiel, en el texto de la septuaquinta. Agreguemos a eso que ambos videntes se encuentran junto al rio, hecho apuntador, juntamente con los demás elementos, de una posible dependencia literaria. Nótese que, en ambos textos, así como en la literatura apocalíptica, es el profeta que ve. Ver es un elemento constitutivo del contenido de la experiencia apocalíptica. Así, Ezequiel, Daniel, Juan Bautista, Marcos, Juan, hablan de visiones y revelaciones del Señor, junto con todos los demás autores del apocalipsismo. Sin hablar que, aquí, el elemento de abrirse los cielos - es el que revela todo - de lo esencial que puede venir de allá, en el caso del texto, la visión del Espíritu y la voz de Dios, así, la abertura de los cielos es el otro elemento constitutivo de la apocalíptica: se abren los cielos y revelan los designios de Dios; eso confiere credibilidad y autoridad al vidente-profeta. Es interesante anotar que, en el imaginario popular de nuestros días, con los videntes, místicos de la religiosidad popular, también acontecen las visiones divinas, y los cielos se abren. Infelizmente, muchas de ellas son de sello acomodador, y las promesas son postergadas a otra vida. La buena excepción es la de Antonio Consejero, que también reivindicaba la visión de Dios, para construir una sociedad más justa. En ese sentido, está en la misma línea de inspiración de los profetas bíblicos que, en su mayoría, proferían juicio contra los poderosos y estímulo y esperanza a los pobres (Is 1,21-28). b) “Y el Espíritu descendió en forma de Paloma sobre Él” (Mc 1,19). Aquí vemos el segundo trazo de la teofanía apocalíptica: el Espíritu se materializa en una paloma. Esa parte del relato introduce la pregunta: ¿de dónde vino esa tradición del Espíritu en forma de paloma? Diferentemente de la discusión existente en los primeros siglos de la Iglesia, cuando la discusión giraba en torno de la naturaleza de esa paloma, estamos delante de una metáfora típica de la apocalíptica, un simbolismo, apropiado al género. Menciono dos ejemplos: la visión de Ezequiel sobre los cuatro seres venidos de los cielos, sus alas eran como rugido de muchas aguas, como la voz del Omnipotente, como tropel de un ejército (Ez 1,24). Otro ejemplo está en el Apocalipsis de Juan, donde, en la visión del Hijo del Hombre, simbólicamente, la manifestación divina asume forma concreta: “…su cabeza y sus cabellos eran blancos como blanca lana; los ojos, como llama de fuego…” (Ap 1,14). En el caso del Espíritu representado como una paloma, tendríamos aquí una visible vinculación con el diluvio (cf. Gn 8,8-12) y la señal de un nuevo tiempo, de una nueva creación. Eso explica el contenido del juicio sobre el viejo orden judaico traído por Juan el Bautista. Por lo tanto, Jesús, el Mesías, estaba introduciendo una nueva creación, un nuevo orden, el Reino de Dios. Júntese a eso el hecho de que la expresión: “…y el Espíritu de Dios flotaba sobre las aguas” (Gn 1,2) se aproxima al relato del bautismo de Jesús, y nos aproxima aún más de los relatos de la creación. En la tradición rabínica seria exactamente una paloma el ave de la creación. No son pocos los autores que la relacionan con la paloma del diluvio y, en este cuadro, subrayan el sentido de representar la reconciliación con Dios. De todos los modos, tenemos que reconocer, también en esa teofanía, una influencia midriática. c) “entonces fue oída una voz de los cielos: tú eres mi Hijo amado, en ti tengo complacencia” (Mc 1,11) aquí está el tercer elemento constitutivo de esa teofanía, de visible inspiración apocalíptica. Pues, junto con el ver, oír era un elemento fundamental de la literatura apocalíptica. al final, las revelaciones de Dios se daban por la visión revelada, y por la voz de Dios. No solo en la apocalíptica, sino oír voz del cielo es común en la teología rabínica. En el talmud babilónico es mencionada una voz del cielo semejante a una paloma que gima, en el libro de Enoc, cuando Dios habla con él dice con claridad: “no tengas miedo, Enoc, buen hombre, escribe olas bien – aventuranzas. Ven y oye mi voz”. En el capítulo 10 de Daniel, este oye la voz que acompañaba su visión, en la cual se dice: “no temas Daniel, porque desde el primer día…” (Dn 10,9.12). como en Daniel, después de la visión, en la primera visión del Apocalipsis, el vidente de Patmos también oye la voz que le dice: “no temas, yo soy el primero y el último…” (Ap 1,17). Desde ese modo, el oír la voz de Dios hace parte de una forma fija de describir la revelación de Dios en el lenguaje apocalíptico que, sin duda, Marcos supo recuperar en su Evangelio. La declaración “tú eres mi Hijo amado” confirma, en un cuadro apocalíptico, la tesis del primer verso: Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, el que refuerza la revelación. Contrariamente a lo que apuntan algunos exegetas, Hijo de Dios es para mí mucho más bíblico que helenístico. Voy a intentar demostrar resumidamente ese hecho. En el libro de Daniel (3,25), un texto próximo del nuevo testamento (NT) Nabucodonosor ve, junto a los tres judíos, en el horno ardiente, “algo semejante a un Hijo de Dios”. Para los que apuntarían el texto de Daniel como perteneciente a la época helenística, nosotros apuntamos el texto de Ex 4,22: “y dirás al faraón: así dice Yahvé: Israel es mi Hijo, mi primogénito”. En las más antiguas tradiciones, Israel es el Hijo del Señor. De ese modo, si es verdad que, en Egipto y en Grecia, existió ese concepto, es también un hecho que es Israel él es real y usual. Reforzando ese punto de vista, veamos lo que nos dice Martín Hengel: “finalmente también el rey davídico podía ser llamado Hijo de Dios, hecho que puede tener concomitancia con modelos egipcios. Se expresaba así la legitimación divina del soberano. La valorización divina paterno-filial de las relaciones existentes entre Dios y el rey aparece ya en el oráculo de Natán (cf. 2Sm 7,12-14), siendo recogida y ampliada por el Sl 89,4s y 1Cr 17,13. También cae dentro de este marco Isaías 9,5”. Creo que nuestra afirmación en favor del carácter bíblico del concepto “hijo de Dios es fundamentada y suficiente. 1.3 “el Santo de Dios” (ho hagios tou Theou: Mc 1,24. Ah! ¿Qué tienes con nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido á destruirnos? Sé quién eres, el Santo de Dios. 25Y Jesús le riñó, diciendo: Enmudece, y sal de él. 26Y el espíritu inmundo, haciéndole pedazos, y clamando á gran voz, salió de él. Note la referencia a “la sinagoga de ellos” (v. 23), que puede ser una buena pista sobre el extrañamiento de Jesús de los religiosos tradicionales. Es extraño encontrar a este hombre en la sinagoga, porque su espíritu inmundo lo hace inelegible para el culto de la sinagoga. Sin embargo, la sinagoga no tiene un guardia en la puerta, y se espera que este hombre pueda pasar sin problema. Jesús y el espíritu inmundo son los personajes centrales en esta historia. Se menciona al hombre tan poco como es posible en el versículo 23, y Marcos solamente nos dice que el espíritu inmundo lo sacude con violencia y sale de él (v. 26). Tradicionalmente, se traduce el versículo 23 como “un hombre con espíritu inmundo”, pero una traducción más literal sería “un hombre en un espíritu inmundo”, sugiriendo que el hombre está completamente inmerso en y completamente abrumado por un espíritu inmundo. Esta traducción alterna gana credibilidad de la confusión de identidades en los versículos 24-25. Este hombre grita, (literalmente, “da voces”, en singular, v. 23), pero dice “¿Qué tienes con nosotros?” (en plural, v. 24). Entonces Jesús “le riñó” (singular, v. 25), pero el contexto muestra que está reprendiendo al espíritu inmundo. Existe una completa fusión entre el hombre y el espíritu inmundo. Marcos usa “espíritu inmundo” y “demonio” casi sin hacer diferencia. Lo primero sugiere una impureza ritual o falta de dignidad, y lo segundo sugiere maldad. Hablar de espíritus y demonios parece primitivo y nos hace sentir incómodos hoy día. Hablamos de enfermedades mentales, y atribuimos la conducta bizarra al medio ambiente empobrecido de las personas en su infancia o, tal vez, a un desequilibrio químico. Dudamos en usar la palabra mal, que suena a juicio, y vemos a la ciencia médica para salvarnos de nuestros demonios. La ciencia médica ha logrado mucho en ese campo, y promete lograr todavía más al adentrarse más profundamente en nuestras células y moléculas. Sin embargo, la ciencia médica no va a resolver el problema del mal, que no es ni un problema médico ni una idea primitiva, sino un problema espiritual y una realidad presente. Solamente tenemos que leer un periódico, un diario, para confirmar la presencia total del mal en nuestro mundo. Nosotros, la iglesia, tenemos la responsabilidad de nombrar al mal como mal. Tenemos la responsabilidad de enfrentarlo, como Jesús lo hizo, con el poder del Espíritu Santo, que también recibimos en nuestro bautismo. El espíritu inmundo pregunta “¿Qué tienes con nosotros?” (griego = ti hemin kai soi, literalmente “¿Qué a ti y a nosotros?”). “La frase en griego es… una exacta copia de una expresión usada en Jueces 11:12 y 1 Reyes 17:18 con el significado de ‘¿Por qué estás interfiriendo con nosotros?’, y este es probablemente su significado aquí” (Hooker, 64). En el evangelio de Juan, Jesús usa una frase similar (ti emoi kai soi = ‘¿Qué tienes conmigo?’) cuando su madre le dice que se les ha acabado el vino en la fiesta de bodas (Juan 2:4). “Funciona como una fórmula ‘defensiva’ que niega la relación con la persona a quien se dirige” (Donahue y Harrington, 80). El espíritu llama a Jesús por nombre, “Jesús Nazareno”, probablemente intentando ganar poder sobre Jesús por la fórmula mágica de llamarlo por su nombre. El espíritu también identifica a Jesús como “el Santo de Dios” (v. 24). La palabra santo “es burdamente sinónimo de ‘limpio’… y el antónimo de ‘impuro’… Reflejando esta idea de santidad como separación de la impureza, el espíritu inmundo en Marcos reconoce su separación de Jesús “el Santo de Dios”, cuando dice ‘¿Qué tienes conmigo?'” (Marcus, 189). El título “Santo de Dios” es particularmente apto para este evangelio, en que el santo Jesús viene a liberar al mundo de lo que es impuro. El Espíritu hace un mejor trabajo en entender a Jesús del que hace su familia. (3:31-35) o los discípulos (4:41; 6:37, 49-50; 7:17-18; 8:4, 21). Pedro casi rompe ese molde cuando correctamente identifica a Jesús con el Mesías (8:29), pero casi inmediatamente después recibe una reprimenda porque no pudo entender bien el asunto (8:33). La única persona en este evangelio que entiende a Jesús es el centurión en la cruz, que dirá “Verdaderamente este hombre era el Hijo de Dios” (15:39). El espíritu hace una segunda pregunta, “¿Has venido á destruirnos?” Jesús responde, no con palabras o con una explicación, sino con palabras de poder. Jesús dice “¡Enmudece!” (griego = phimotheti,literalmente “sé amordazado”). No usa encantamientos o liturgias formales, sino que simplemente ordena al espíritu que salga de ese hombre, y el espíritu se sale “haciéndole pedazos (griego = sparaxan, destrozar, rompiendo, convulsionando), y clamando á gran voz” (v. 26). Jesús también clamará a gran voz en su muerte (15:37), así que tal vez el clamor del espíritu es un grito de agonía. Sin embargo, Marcos no nos dice el destino de este espíritu exorcizado, o del hombre. Este exorcismo confirma la autoridad de Jesús, primero revelada en su enseñanza (v. 22). Jesús podía haber escogido cualquier tipo de milagro para dar autenticidad a su autoridad, pero escoge un exorcismo por su valor simbólico. En este evangelio Jesús viene para derrotar al mal y llevar a cabo la salvación. Y comienza este proceso con su ministerio de enseñanza/sanidad en esta sinagoga. Su enseñanza y sanidad son partes completamente unidas de la misma obra de salvación.
Estudio de Marcos 13,1-27.
EL CONTEXTO Es tentador echarnos de cabeza en Marcos 13 como si fuera un capítulo que funciona independientemente de los demás. Sin embargo, la verdad es que solo lo podemos comprender en el contexto de los capítulos que lo rodean. Capítulos 11-14 nos llevan de la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén (11:1-11) por una serie de conflictos entre Jesús y los líderes religiosos (capítulos 11-12) y por medio de este capítulo apocalíptico (capítulo 13) hasta la traición de Jesús (14:43-51) y la negación de Pedro (14:66-72), la crucifixión (capítulos 14-15) y la resurrección (capítulo 16). En capítulos 11 y 12 abundan declaraciones poco encubiertas y negativas de Jesús acerca del establecimiento religioso israelita. Maldice un higüero estéril, símbolo de un sistema religioso que no produce (11:12-14, 20-25), y limpia el templo (11:15-19). En la Parábola de los Malos Inquilinos (12:1-12), vuelve a contar el rechazo de los profetas y del Hijo por parte de Israel – profesa que la viña será quitada de Israel y entregada a otros – y dice que la piedra rechazada se convertirá en la piedra angular (12:10). Habla lo suficientemente claro para que los líderes religiosos le quieran matar, pero temen hacerlo a causa de la multitud (12:12). La enseñanza de Jesús sobre la ofrenda de la viuda nos pone en perspectiva las más grandes ofrendas de aquéllos que están bien situados – que forman parte de los religiosos selectos (12:41-44). Capítulos 11 y 12 también están llenos de conflicto directamente entre Jesús y los líderes religiosos. Cuestionan su autoridad (11:27-33). Después, intentan atraparle con preguntas sobre la paga de impuestos (12:13-17), la resurrección (12:18-27), y el hijo de David (12:35- 37). Mateo y Marcos relatan la cuestión del primer mandamiento con la misma intención de atrapar (Mateo 22:34-40); Lucas 10:25-28), pero la versión de Marcos (12:28-34) no lo hace. Jesús concluye estos conflictos denunciando a los escribas (12:38-40). Entonces llegamos a nuestra lección del Evangelio, donde Jesús profesa la destrucción del templo (13:2). Claramente, los eventos de capítulos 11-12 preparan el camino para las enseñanzas de Jesús en capítulo 13. El sistema religioso está completamente corrupto (capítulos 11-12) y los discípulos pueden esperar que esta corrupción se revele en los eventos cataclismitos de capítulo 13. Esos eventos serán completados con la venida del Hijo del Hombre (13:24-27), que corregirá todo. Por eso, los discípulos han de estar preparados (13:32- 37). Sin embargo, no como la mayor parte de la literatura apocalíptica, capítulo 13 NO se trata de señales que presagian eventos que se acercan. Cuando los discípulos le preguntan a Jesús “¿y qué señal habrá cuando todas estas cosas han de cumplirse?” (v. 4), Jesús les habla de guerras y desastres naturales, pero después dice,“mas aun no será el fin” y “principios de dolores serán estos”(vv. 7-8). Es decir, éstas verdaderamente NO son señales del final sino eventos que hemos de sobrepasar antes del final. Jesús no les puede ayudar a saber cuando estos eventos ocurrirán, porque “Empero de aquel día y de la hora, nadie sabe; ni aun los ángeles que están en el cielo, ni el Hijo, sino el Padre” (v. 32). Capítulo 13, entonces, sirve de introducción para la narrativa de la Pasión (capítulos 14-15) – un tiempo terrible, pero que culmina con la resurrección (capítulo 16) (Lightfoot, Juel, Jensen). Tal mensaje es particularmente valioso para la iglesia de Marcos que sufre de persecución. También es de gran valor para cristianos de todos los tiempos que sufren bajo circunstancias difíciles – y para aquéllos que no sufren bajo circunstancias difíciles. MARCOS 13:1-2. ¡MAESTRO, MIRA! 1Y saliendo del templo, le dice uno de sus discípulos: Maestro, mira qué piedras, y qué edificios. 2Y Jesús respondiendo, le dijo: ¿Ves estos grandes edificios? no quedará piedra sobre piedra que no sea derribada. “Y saliendo del templo” (v. 1a). Estas palabras unen lo que viene con los eventos de capítulos 11-12. Ésta será la última visita de Jesús al templo, y algunos eruditos interpretan que estas palabras indican la ruptura final de Jesús con el establecimiento del templo. “Maestro, mira qué piedras, y qué edificios” (v. 1b). Ésta es la única visita de Jesús y los discípulos a Jerusalén que se encuentra en este Evangelio. Los discípulos reaccionan como es de esperar de alguien que, acostumbrado al campo, entra en una gran ciudad iluminada. Sin embargo, nos preguntamos cómo es que pueden fallar en comprender el significado del conflicto entre Jesús y las autoridades religiosas, o su condena del establecimiento del templo. Pero después recordamos lo lentos que han sido los discípulos para comprender – lo poco enterados que están espiritualmente. Los discípulos solo ven el bello exterior del templo. El buen médico, Jesús, ve el cáncer enraizado por dentro. El complejo del templo es verdaderamente una cosa maravillosa. Herodes comenzó su construcción en 20 a.C., y aún cincuenta años más trabajadores continuaban con los toques finales. El templo es enorme y está ubicado en la cima de una montaña. Josephus escribe que la pared que rodea el conjunto es un “stadium” de largo en cada lado (un stadium son 607 pies o 185 metros). El templo es de 100 codos (150 pies o 45 metros) de ancho y 100 codos de altura en su punto más alto – la altura de un edificio moderno de 15 pisos. Arqueólogos han descubierto piedras individuales que llegan a medir 42 x 11 x 14 pies (13 x 3.5 x 4.5 metros), y que pesan hasta 500 toneladas (450.000 kilos). Josephus habla de piedras aún más grandes al pie de los cimientos. El mármol blanco de fuera está adornado con oro, y su brillo ciega bajo el sol. Por dentro está adornado con oro, plata, carmesí, morado, y cedro finamente pulido. Grandes columnas soportan un techo alto. Verdaderamente es una de las maravillas del mundo. Para el pueblo judío tiene aún más significado por ser el lugar donde Dios hace su hogar terrenal. “¿Ves estos grandes edificios? no quedará piedra sobre piedra que no sea derribada” (v. 2). Antes, Jesús dijo, “¿No está escrito que mi casa, casa de oración será llamada por todas las gentes? Mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones” (11:17). En ese caso, Jesús citaba al profeta Jeremías, quien predijo la destrucción de Jerusalén y del templo seis siglos antes (Jeremías 7:11). Jeremías dijo que Dios destruiría la ciudad, el templo, y la gente a causa de la maldad de la gente. ¡Ocurrió! Nebuchadnezzar destruyó la ciudad y se llevó la gente al exilio en Asiría en 587 a.C. Ahora Jesús dice que ocurrirá de nuevo – y por la misma razón – la maldad de la gente. Lo antiguo pasa y lo nuevo nace. La antigua alabanza centrada en el templo se ha corrompido. La nueva alabanza se centrará en el Mesías – el nuevo templo – el nuevo lugar donde gente podrá encontrar a Dios (véase Salmo 118:22; Isaías 28:16; Ezequiel 37:26; Mateo 12:6-8; Juan 1:14-18; 4:20-24). Sería de esperar que cualquier profecía de la destrucción de Jerusalén o del templo engendrara oposición por parte de gente poderosa. Antes, las autoridades, enojadas por las profecías de Jeremías, le encarcelaron en una cisterna (un tanque bajo tierra donde se reúne el agua de la lluvia). “Y en la mazmorra no había agua, sino cieno; y hundióse Jeremías en el cieno” (Jeremías 38:6). Amenazaron con matarle, pero no lo hicieron al ser recordados de profecías similares por Miqueas (Miqueas 3:12), a quien veneraban como profeta (Jeremías 26:10-19). El Rey Joacim tenía otro profeta, Urías, quien mandó matar por hacer profecías parecidas a las de Jeremías (Jeremías 26:20-23). Por lo tanto, hacer tales profecías puede ser un negocio arriesgado. La profecía de la destrucción del templo hará un papel importante en la crucifixión de Jesús. Cuando Jesús es llevado ante el tribunal, la acusación formal en su contra será, “Nosotros le hemos oído decir: Yo derribaré este templo que es hecho de mano, y en tres días edificaré otro echo sin mano” (14:58) – una versión torcida de las palabras de Jesús (13:2). France proporciona la posibilidad de que la predicción de la destrucción del templo “bien puede haber sido gran parte de la razón por su pérdida de la buena voluntad popular” (France, 495). Esto ciertamente parece posible, según la entusiasta bienvenida que Jesús recibió al entrar en Jerusalén (11:1-11) y la total falta de apoyo pocos días después cuando Jesús fue llevado ante Pilatos (15:11). ¿Qué fue lo que causó este cambio tan drástico? Marcos anota que los altos sacerdotes instigaron a la multitud a pedir que Pilatos soltara a Barrabás en vez de Jesús (15:11), pero los sacerdotes necesitaban un argumento creíble para poder alborotar a la multitud. Parece probable que utilizaran la predicción de Jesús de la destrucción del templo (o alguna versión torcida de sus palabras) para convencer a la gente que Jesús era subversivo y que debía morir. La profecía de Jesús se llevará a cabo de manera literal. Romanos prenderán grandes fuegos al pie de las paredes del templo, y el calor intenso hará que las piedras angulares se derrumben (bajo calor intenso, el calcio carbonato en el mármol suelta carbón dióxido y lima – un gas y un polvo). Así, las paredes colapsarán bajo su propio peso, convirtiéndose en grandes montones de piedra. Después, los romanos pasarán muchos meses nivelando las piedras. Miles de habitantes de la ciudad – quizá hasta cientos de miles – morirán. La cuestión es si Marcos escribe este Evangelio después de la destrucción de Jerusalén – así relatando la profecía después de cumplirse. Seguramente no. MARCOS 13:3-4. ¿CUÁNDO? ¿Y QUE SEÑAL? 3Y sentándose en el monte de las Olivas delante del templo, le preguntaron aparte Pedro y Jacobo y Juan y Andrés: 4Dinos, ¿cuándo serán estas cosas? ¿Y qué señal habrá cuando todas estas cosas han de cumplirse? “Y sentándose en el monte de las Olivas delante del templo” (v. 3a). El Monte de Olivos se encuentra al otro lado del Valle de Kidron desde Jerusalén, y desde él se puede otear el gran paisaje de la ciudad y el templo. Anote la frase, “delante del templo.” Esta frase es más que geográfica; insinúa “contra el templo.” El templo ha sido el centro de alabanza judía, pero ahora Jesús trae el reino en el que Dios residirá en los corazones de la gente. Ya no será requerido un templo para servir de morada y centro para la presencia de Dios. “le preguntaron aparte Pedro y Jacobo y Juan y Andrés” (v. 3b). Andrés se une al círculo intimo (Pedro, Jacobo, y Juan) en el Monte de Olivos. Anote que en este Evangelio, cuando Jesús está en un monte se encuentra solo o con sus discípulos (3:13; 6:46; 9:2-9; 11:1; 14:26). Se encuentra con multitudes en las planicies o a la orilla del mar.” “Dinos, ¿cuándo serán estas cosas? ¿Y qué señal habrá cuando todas estas cosas han de cumplirse?” (v. 4). Los discípulos hacen dos preguntas: (1) ¿Cuándo será? y (2) ¿Cuál será la señal? Jesús no contesta ninguna. En vez, relata una serie de eventos cataclismitos – la mayoría de los cuales no son señales – la única excepción es el desolado sacrilegio de versículo 14. MARCOS 13:5-6. MIRAD QUE NADIE OS ENGAÑE 5Y Jesús respondiéndoles, comenzó á decir: Mirad (griego: blepete – enteraos o discernid), que nadie os engañe (griego: planese – os mienta); 6Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo (griego: ego eimi – Yo soy – el nombre de Dios – Éxodo 3:14); y engañaran á muchos. “¡Blepete!” (v. 5). ¡Jesús llama la atención de los discípulos! “Blepete… es una llamada para discernir los desafíos y oportunidades que resultarán de una vida de fiel discipulado” (Geddert, 306). “Mirad que nadie os engañe” (v. 5). Jesús les advierte de fingidores mesiánicos. Josephus escribirá de muchos fingidores mesiánicos que se revelarán durante el primer siglo después de la muerte de Jesús. “Porque vendrán muchos en mi nombre” (v. 6a) – clamando actuar con la autoridad del mesías.“Diciendo: Yo soy el Cristo” (griego: ego eimi – Yo soy) – el nombre de Dios (Éxodo 3:14; Deuteronomio 32:39; Isaías 43:10). Hoy en día, no todos los fingidores mesiánicos son religiosos. Toda clase de gente dice tener las respuestas a nuestras más profundas necesidades: políticos, entrenadores, anfitriones de programas televisivos, consejeros de finanzas, productores de pasta de dientes, etcétera. Pero algunos que fingen sí son religiosos. A menudo es gente con una personalidad magnética que convierte el cristianismo en una fe sin cruz. Nos dicen que el camino que lleva a la vida eterna es amplio y suave. En el mejor de los casos, se enriquecen con nuestros donativos. En el peor de los casos, nos llevan a la muerte – por ejemplo, Jim Jones (Jonestown), David Koresh (Waco), y La Puerta del Cielo (California del Sur), igual que los mullahs musulmanes que se sientan en la seguridad de sus mezquitas mientras reclutan jóvenes para convertirse en bombas suicidas. “y engañarán á muchos” (v. 6b). La gente más probable a llevarnos por el mal camino puede ser aquélla más cercana a nosotros – gente por la que tenemos el mayor respeto y afecto. Jóvenes son vulnerables a sus amistades, profesores, atlétas, músicos, y otras personas célebres. Adultos son vulnerables a un supervisor, colega, compañero de parranda, y esposo o esposa. Casinos atraen a gente con bebidas gratis. La lista de aquéllos capaces de llevarnos por el mal camino casi no tiene fin. Debemos desarrollar un espíritu de discernimiento, y hemos de seguir a Cristo con gran determinación. Deuteronomio aconseja, “Cuando te incitare tu hermano, hijo de tu madre, ó tu hijo, ó tu hija, ó la mujer de tu seno, ó tu amigo que sea como tu alma, diciendo en secreto: Vamos y sirvamos á dioses ajenos… No consentirás con él, ni le darás oído; ni tu ojo le perdonará, ni tendrás compasión, ni lo encubrirás” (Deuteronomio 13:6-8). MARCOS 13:7-8. GUERRAS Y RUMORES DE GUERRAS 7Mas cuando oyereis de guerras y de rumores de guerras no os turbéis, porque conviene (griego: dei – es necesario – a veces llamado el imperativo Divino) hacerse así; mas aun no será el fin. 8Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá terremotos en muchos lugares, y habrá hambres y alborotos; principios de dolores serán estos. “Mas cuando oyereis de guerras y de rumores de guerras no os turbéis, porque conviene (griego: dei – es necesario) hacerse así; mas aun no será el fin” (v. 7). Al leerlo por primera vez, parece que versículos 7-8 contestan la pregunta de los discípulos, “¿Y qué señal habrá cuando todas estas cosas han de cumplirse?” (v. 4) – pero Jesús hace lo contrario. Cita eventos que a menudo son entendidos como señales del final del tiempo (guerras, terremotos, hambre), pero dice, “mas aun no será el fin.” El énfasis no está en que las señales marquen el final del tiempo, sino que no lo hacen. Hemos de tener cuidado de no emocionarnos o deprimirnos demasiado por eventos cataclismitos que ocurren a nuestro alrededor o que nos ocurren a nosotros. Jesús dice, “mas aun no será el fin.” Debemos tener paciencia, y debemos mantener la esperanza. “Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá terremotos en muchos lugares, y habrá hambres y alborotos” (v. 8a). En los años tras la muerte de Jesús, habrá un número de incidentes que entran en esta descripción. Herodes Antipas se encontrará en guerra con el rey Nabateo Aretas, y Roma aplastará un par de pequeñas revueltas por parte de judíos fanáticos. Habrá terremotos en Asia Menor (61 d.C.), Pompeyo (62 d.C.), y Jerusalén (67 d.C.). Hambre siempre es algo común (France, 511-512). Jesús dice, “principios de dolores serán estos” (v. 8b). Mujeres anticipan el parto con temor y felicidad – temen el dolor, pero esperan a su bebé con anticipación. Al acercarse el momento, el humor es más de felicidad que de temor – más esperanza que desesperanza. Aún en pleno parto, el dolor no elimina por completo la felicidad o la esperanza. Después del parto, las memorias del dolor desaparecen, y una nueva madre se queda con alegría. Como Marcos escribe en este Evangelio, la iglesia se encuentra en principios de dolores: persecución – falsos mesías – cristianos llevados por mal camino. En medio de todo esto, Marcos relata, “principios de dolores serán estos.” ¡Es terrible! ¡Es doloroso! ¡Pero hay alegría por delante! Debemos recordar esto en medio de nuestros propios problemas. Seguro que hay guerras y rumores de guerras. Una lectura cuidadosa del periódico nos puede desesperar. Jesús, sin embargo dice, “principios de dolores serán estos.” Luchamos con crisis personales – un mal diagnostico médico o la muerte de un ser querido. Jesús dice, “principios de dolores serán estos.” No importa lo terrible que sea, ¡los eventos del día no son el último capítulo! ¡Hay momentos de alegría por delante! La pregunta de los discípulos y su petición de una señal (v. 4) tienen que ver con la destrucción del templo que Jesús profetizó (v. 2), pero el final al que este capítulo señala no es la destrucción del templo, sino la venida del Hijo del Hombre (vv. 24-27). La destrucción del templo es solo uno de los sufrimientos por el que el mundo ha de pasar en camino a la Parusía (La Segunda Venida).
Nuevos Cielos y Nueva Tierra 2Pd 3,13.
2 Pedro, usted realmente no puede tener un panorama completo, a menos de que compare 2 Pedro capítulo 3, con el libro de Apocalipsis. En 2 Pedro, capítulo 3, versículo 7, muy parecido a lo que Juan vio en el Apocalipsis, Pedro recibió a manera de revelación de Dios, 2 Pedro escribe, “Pero los cielos y la tierra que existen ahora, están reservados por la misma palabra, guardados para el fuego en el día del juicio, y de la perdición de los hombres impíos.” Ahora, Pedro podía esperar la disolución de los cielos y tierra actuales, vendría en el tiempo cuando el juicio final de Dios cayera, el tiempo que llamamos el ‘día del Señor’, el día en que la gente impía será destruida, en ultimas, arrojados al lago de fuego. En el versículo 8, “Más amados, no ignoréis esto, que para con el Señor un día es como mil años y mil años como un día.” Ahora, Pedro está diciendo, ‘el sistema actual del mundo, desde el diluvio, será destruido. Será destruido por fuego. Una tormenta de fuego venidera espera a este sistema, la materia dejará de existir, todo movimiento se detendrá y únicamente la energía divina permanecerá. Incluirá la destrucción de los hombres impíos, obviamente los piadosos no son destruidos, son llevados a la gloria. Y después en el versículo 8 él dice, que un día como el Señor es como mil años, y mil años como un día. Y eso, por cierto, es tomado por Pedro, del Salmo 90, versículo 4. Y no podemos confinar a Dios a una agenda, Dios está más allá del tiempo. Sin embargo, aquí hay una referencia muy clara a mil años siendo iguales a un día. Ahora, recuerde que en Apocalipsis capítulo 20, también discutimos mil años, porque ahí habla del reino y acerca de cómo Satanás será atado por mil años. Entonces, conforme Juan está viendo al tiempo final, él ve un periodo de mil años y conforme Pedro ve el tiempo final, el comenta acerca de mil años. De hecho, en los versículos 4 al 7, siga esto con cuidado, de 2 Pedro 3, y en los versículos 4 al 7, Pedro está describiendo el regreso de Cristo en juicio, esto es antes del reino, es el juicio en el regreso de Cristo, cuando él viene y destruye a los impíos. Después en los versículos 10 al 13, Pedro describe un periodo al final del reino milenario. Y él describe la creación del nuevo cielo y la nueva tierra. Y él habla en el versículo 10, de que los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán desechos, y la tierra y las obras que en ellas hay, serán quemadas, versículo 13. Pero nosotros esperamos según sus promesas, cielo nuevo y tierra nueva. Ahora, es muy importante señalar esto, los versículos 4 al 7 hablan acerca de algo al final de la tribulación, antes del reino milenario. Los versículos 10 al 13 hablan de los acontecimientos al final del reino. Entonces usted tiene el día del Señor comenzando al final de la tribulación y terminando al final del reino. Y la gente hace esa pregunta, ¿Cómo puedes tener el día del Señor separado por mil años? De hecho, algunos amilenialistas en cierta manera, menosprecian ese punto de vista y Pedro no podía responderlo de manera más explícita de lo que lo responde aquí en el versículo 8, que un día es como mil años con el Señor, y mil años como un día. Él está diciendo, ‘No debería ser un problema para ustedes, que la primera parte de esta descripción ocurre previa a los mil años y la última parte al final de los mil años cuando usted se da cuenta de que con Dios mil años son como un día, y en este caso, esto es el día del Señor. Entonces, Pedro ve el día venidero del Señor, y él sabe a manera de revelación que hay una característica de mil años dentro de esto, aunque él ciertamente no lo veía con tanta claridad como Juan comenzó a verlo, debido a que hubo revelación después. Y después vaya al versículo 10, “Pero el día del Señor vendrá como ladrón”. Esa es una sorpresa, ese es un ladrón que roba de manera sorpresiva. Cuando el día del Señor venga, vendrá como un ladrón, inesperadamente. Y esto está describiendo lo que tiene que suceder al final del reino. Los cielos pasarán, literalmente con un sonido, es una palabra onomatopéyica para aquellos de ustedes que no están en clase de inglés. Onomatopeya es una palabra en ingles que describe una palabra que es definida por su sonido. En otras palabras, su significado es su sonido. Entonces hay un huizzing hay un sonido que está tronando conforme la disolución se lleva a cabo y los elementos, los cuales son los componentes básicos, los Abecés, las Stoicheia, la estructura mínima irreducible, los bloques de construcción o la estructura de la creación, debería decir. Esos elementos serán disueltos con calor, la tierra y sus obras serán quemadas. Después, en el versículo 12 de nuevo, habla de que los elementos serán desechos, siendo quemados se fundirán. Algún tipo de holocausto atómico, conforme Dios recrea, o destruye realmente la creación. Disuelve la creación, y destruye la estructura atómica como ahora la conocemos, la disolución, reduciendo todo a la energía, la cual es el poder de Dios, usada entonces, según el versículo 13 para crear cielos nuevos y tierra nueva. Entonces, Pedro vio lo mismo. Usted puede regresar al libro de Apocalipsis, el nuevo cielo y la tierra nueva que Pedro vio, es precisamente aquello que Juan ve, en su propia visión aquí, en los últimos dos capítulos de Apocalipsis. Aquí encontramos entonces, la mejor descripción del lugar en donde vivirán eternamente los santos. Recuerde ahora, que los impíos ya han sido arrojados al lago de fuego, ya no están en el escenario, y este es el lugar donde viven los piadosos, Dios, Cristo, el Espíritu Santo, los ángeles santos y los redimidos. Este es el lugar donde viven todos los creyentes para siempre. Y Juan ve la visión de este lugar. En primer lugar, señalamos que el vio la apariencia del nuevo cielo y la nueva tierra, en el versículo 1. Él dice, “Vi un cielo nuevo, y una tierra nueva. Porque el primer cielo y la primera tierra pasaron y el mal ya no existía más. Ahora, recuerde conforme el capítulo abre, todos los pecadores de todas las épocas ya no están, ya no están. Sean demonios, u hombres, incluyendo a Satanás, todos están en el lago de fuego, confinados para siempre en castigo de angustia. El universo entero ha dejado de existir, en su lugar Juan ve una nueva kainos,un nuevo tipo, una nueva calidad de creación. Y es identificada, como una en la que no hay mar. Señalamos el hecho que eso significa que no funciona como una existencia basada en el agua, como la nuestra en la actualidad. Después vimos, en segundo lugar, no solo la apariencia del nuevo cielo y la nueva tierra, sino la capital. En el versículo 2, “Y yo (Juan) vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén descender del cielo de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido. Y creo que esta es la ciudad capital del cielo, la nueva Jerusalén. Aquí es en donde el Padre vive, aquí es donde Dios mora entre Su pueblo. Esto es a lo que Jesús se refirió cuando él dijo, “Me voy para preparar lugar para ustedes, y regresaré, y los recibiré para mí mismo, para que donde yo esté, ustedes también estén.” Este es el lugar en donde todos los creyentes que han muerto, viven, están con el Señor en este momento, en este lugar. Y el lugar en donde están con él ahora, sobrevivirá la destrucción, claro, el universo, y descenderá a los nuevos cielos y la nueva tierra desde el cielo de Dios, lo cual trasciende cualquier creación. Y entonces, esta ciudad capital entonces es vista descendiendo porque ya tiene a todos los santos, de todas las edades, que han muerto, y están viviendo ahí, morando ahí. Y descubriremos más acerca de ella y su descripción comenzando en el versículo 9. Entonces, vimos la apariencia y la capital de la nueva tierra, y en tercer lugar, la realidad suprema. Y aquí es en cierta manera en donde nos quedamos las últimas dos semanas. El versículo 3 nos habla de la realidad suprema, “Y oí una gran voz del cielo que decía, ‘He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios.’” Tres veces dice, ‘Dios estará entre ellos”. Esa es la realidad suprema. Comunión con Dios, viéndolo con luz gloriosa, adorándolo, sirviéndolo, inclusive siendo servido por él, como Lucas 12:35-40 señaló. Ahora, eso nos lleva al texto para esta noche. Lleguemos a un cuarto punto, conforme vemos esta descripción que es una introducción. Y hemos considerado la apariencia, la capital, la realidad suprema de los nuevos cielos y la nueva tierra, aquí está un cuarto punto: los cambios, los cambios. Ahora vamos a descubrir como la vida ahí será. En la única manera en la que puede ser descrita para nosotros, realmente es con negativos. No podemos entender lo que no podemos entender. No podemos entender lo que no podemos percibir, lo que no podemos concebir, o lo que no podemos experimentar. Y entonces, la única manera en la que podemos entender lo que no podemos ver, lo que no podemos entender, lo que no podemos experimentar es entenderlo por su diferencia con lo que experimentamos. Y entonces, usted tiene una serie de ‘no habrá más’ o ‘ya no habrá más’, los cuales demuestran para nosotros la diferencia. Resumiéndolo, la experiencia antigua humana, se acaba para siempre. Se acaba para siempre. En el versículo 4, observe lo que Juan dice, “Enjugará Dios”, y aquí vienen lo negativos, “enjugará Dios toda lagrima de los ojos de ellos, y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor, porque las primeras cosas pasaron.” Lo que Juan está diciendo es que no va a ser como la vida aquí, va a ser diferente. Todas esas cosas que constituyen la vida aquí, que son tanto una parte de la vida y las características negativas de la vida, estarán totalmente ausentes. Juan entonces, repite los cambios que describen una vida que es diferente de manera tan dramática, al repetirnos una serie de negativos. Y de nuevo, digo que realmente no podemos comprender algo que no podemos comprender. Y entonces, él nos tiene que decir como no será, y usar lo que conocemos como un punto inicial y retroceder a partir de ahí. Ahora, la primera cosa que él dice es que Dios va a enjugar o va a limpiar toda lagrima, de los ojos de ellos. Algunas personas han dicho, ‘Bueno, lo que eso significa es que usted va a llegar al cielo y va a comenzar a llorar por todos lados y el Señor va a venir y va a limpiar sus lágrimas.’ No, eso no es lo que significa. No significa que vamos a llegar llorando, ¿en base a que vamos a llegar llorando? ‘Bueno’ dice usted, ‘Bueno, vamos a tener que enfrentar el registro de nuestros pecados’. No es así. El registro de nuestros pecados fue colocado en Jesucristo, él ya pagó el castigo por ellos. Así que no hay condenación. ‘Bueno’ dice usted, ‘espera un minuto. Vamos a ver nuestra madera, heno, y hojarasca quemados’. Bueno, después de que la madera, heno y hojarasca sean quemados, lo único que queda es, oro, plata, y piedras preciosas. Y Pablo dice, no solo eso, ‘todo hombre recibirá su alabanza de Dios.’ 1 Corintios, capítulo 4. Entonces, no vamos a estar todos llorando, y gimiendo, y sollozando por todo el cielo, mientras que el Señor viene con un pañuelo sobrenatural y limpia todas nuestras lágrimas. Eso no es lo que debemos comprender por esto. “Enjugará”, pan dakruon, cada lagrima, lo que significa y es que nunca habrá ni una lagrima en el cielo, ni una lagrima. No habrá nada triste, no habrá nada que nos decepcione, no habrá nada insatisfactorio, no habrá nada ausente, no habrá nada que falte, no habrá nada que esté mal, no habrá nada que limite, no habrá nada porque llorar. Lágrimas de una situación difícil, lágrimas de pobreza, lágrimas de soledad, lagrimas por un amor perdido, lágrimas de empatía, misericordia, compasión, lágrimas de inocencia perseguida, lágrimas de remordimiento, lágrimas de penitencia, lágrimas de descuido, lágrimas de anhelo por lo que no puede ser, todas se acaban para siempre. Bendición, gozo, y nada más que eso, por la eternidad. Las lágrimas, como usted puede ver, son parte de lo que él dice al final del versículo 4, “las primeras cosas pasaron”. No existen, dicho de una forma clínica, usted no tendrá ningún ducto para lágrimas. Además, usted quizás ni siquiera tenga agua en usted. ¿Qué tal eso? le dije que ya no había más mar, no es una existencia basada en el agua. No más lágrimas, se acabaron, nada porque llorar. Y, él añade algunas ‘no habrá más’, y ya no habrá muerte. La más grandes de las maldiciones mortales, se acabó, la muerte, como Pablo prometió en 1 Corintios 15, es absorbida en victoria. La muerte se acabó. Es eliminada. Nadie más muere. De hecho, regrese al capítulo 20, versículo 14, “La muerte misma es arrojada al lago de fuego”, lo que eso les dice a ustedes, que la muerte, muere. La muerte, ya no existe, se va para siempre junto con aquel que tenía el poder de la muerte, Hebreos 2:14, esto es Satanás, quien usaba ese poder de la muerte para infundir temor en los corazones de todos los hombres. No más muerte ahí, la canción dice, no más lágrimas ahí. Ni habrá más llanto. En algún punto detrás de las lágrimas, viene la tristeza, la aflicción, la reprensión, la represión que llevan las lágrimas. No habrá nada de eso en absoluto, no habrá nada porque deprimirse, no habrá nada porque afligirse. Ahora, algunos de ustedes van a tener que encontrar alguna nueva manera de vivir, porque, eso toma mucho de su tiempo, pero el Señor con mucho gusto le va a dar algunas cosas nuevas con que ocuparse. Este es un cumplimiento, realmente de Isaías 53, en donde habla de esto. Ahora usted recuerde, Isaías 53 habla de la muerte de Cristo, y dice que “él fue menospreciado, y desechado de los hombres, varón de dolores y experimentado en quebranto, y como que escondimos de él el rostro, él fue menospreciado y no lo estimamos. Ciertamente él llevó nuestras tristezas, él llevó nuestros dolores.” Como puede ver, en la cruz, él llevó nuestro pecado. Y él también en ultimas se llevó nuestra tristeza, ¿no es cierto? porque cuando lleguemos a la gloria, y el pecado esté en el pasado, y todas las características debilitadoras del pecado ya no estén. No habrá para llorar, no habrá depresión, nadie jamás estará triste. Aquellos de ustedes que se entristecen fácilmente nunca más se volverá a entristecer. Y él dice, otro ‘no más’, en la misma línea realmente, casi un sinónimo, ni clamor, no sólo ni habrá más llanto, ni clamor. Simplemente para asegurarse de que él cubre todo. No lágrimas, no llanto, no clamor, todo se acabará. Y después él añade, ni dolor. ¿No más dolor? No. Porque la promesa de la sanidad, en la expiación, es cumplida. De regreso a ese mismo pasaje en Isaías 53, versículo 5, “él fue traspasado por nuestras transgresiones, él fue molido por nuestras iniquidades.” Sabemos eso, Jesús murió por nuestros pecados, pero ¿qué tal esto? más que eso… “Y por su llaga somos nosotros sanados.” Dice usted, ‘Bueno, ¿acaso no está hablando de sanidad espiritual?’ Sí, pero no solo sanidad espiritual, porque si usted va al capítulo 8 de Mateo, dice que Jesús tomó la mano de la suegra de Pedro, la tocó y la fiebre la dejó. Y él, sanó a todos los que estaban enfermos, y después en el versículo 17, para que él cumpliera lo que fue hablado por Isaías, “él mismo llevó nuestros dolores, y llevó nuestras enfermedades.” Y eso es exactamente lo que él hizo en la cruz. Nada más que, simplemente, no reconoceremos eso hasta que lleguemos al cielo, pero Jesús murió por nuestras enfermedades y algún día todas se acabarán. Él murió por nuestras lágrimas, y algún día se acabarán, y nuestro lloro, y clamor, y dolor, y muerte se acabarán, todo el pecado. Ese es el catálogo de ‘no habrá más’. Y al final del versículo 4 dice, “Porque las primeras cosas pasaron.” Él simplemente las resume como las primeras cosas, pertenecen al primer cielo y a la primera tierra, pertenecen a esta vida en la cual ahora vivimos. Pero son las exenciones benditas del cielo, no estarán ahí, será gozo eterno, todo mundo será tan feliz como es concebible, será gozo eterno, absoluto. Todo mundo estará tan feliz, como podemos concebir que es posible estar en la presencia de Dios, en una condición perfecta, todo el tiempo, todo el tiempo. Gozo, no mitigado, sin refreno, sin límites, sin estorbos, sin restricciones, sin disminución. Podemos entenderlo por lo que no será. Y después, Juan añade una afirmación positiva, en cierta manera, en el versículo 5, no le da a usted ningún detalle, pero, de cualquier manera, aquí hay una afirmación positiva. “Y el que estaba sentado en el trono dijo, ‘He aquí, yo hago nuevas todas las cosas.’” Y eso, es todo lo que Juan realmente puede decir acerca del lado positivo. Todo será diferente, todo será nuevo. ¿Quién dijo esto? El que está sentado en el trono. ¡Oh! ¿quién es ese? El mismo ahí atrás en el capítulo 20, versículo 11, “Vi un gran trono blanco, y el que se sentó sobre él, en cuya presencia el cielo y la tierra huyeron, y no se halló lugar para ellos.” El que se sentó sobre el trono, obviamente, el Dios eterno, el Cristo eterno, ambos están en el trono. El Hijo está sentado en el trono del Padre, con el Padre, Dios y Dios en Cristo, el que creó la primera vez, lo volverá a hacer. El Señor mismo, y dice, “He aquí, yo hago nuevas todas las cosas”.