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Más allá de la serie (μετάβασις εἰς ἄλλο γένος)

ARTÍCULOS

Los españoles en Extremo Oriente durante la primera Edad


Moderna: ss. XVI-XVII
Lucas Tamargo López

(Universidad de Oviedo)

Resumen: El presente trabajo se plantea como objeto de estudio la presencia española en el


Extremo Oriente entre 1565, cuando se inicia la ocupación de las islas Filipinas, y el 1700. Se
comenzará, a modo introductorio, con una contextualización de la expansión ultramarina luso-
española desde las primeras expediciones portuguesas en la segunda mitad del s. XV hasta la
penetración en Extremo Oriente reglamentada por el tratado de Zaragoza de 1529. Presentado
esto se pasará a pormenorizar en el objeto de estudio propiamente dicho, comenzando por una
descripción del proceso de colonización de las Filipinas para seguir con las relaciones entre
España y la principal potencia de la zona, el Imperio Chino. Se finalizará hablando de los
misioneros, haciendo hincapié en la importancia de la querella de los ritos.

Palabras clave: Filipinas; Felipe II; expediciones; Imperio español; China.

Abstract: The present work studies the Spanish presence in the Far East between 1565, when
the occupation of the Philippine islands began, and 1700. It will begin, as an introduction, with
a contextualization of the Portuguese-Spanish overseas expansion from the first Portuguese
expeditions in the second half of the XV century until the penetration into the Far East
regulated by the treaty of Zaragoza of 1529. Once this is presented, the object of study itself
will be detailed, beginning with a description of the colonization process of the Philippines to
continue with the relations between Spain and the main power in the area, the Chinese Empire.
It will end by talking about the missionaries, emphasizing the importance of the dispute over
the rites.

Keywords: Philippines; Philip II; expeditions; Spanish Empire; Chine.

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SUMARIO

1. INTRODUCCIÓN.

2. LA EXPANSIÓN ULTRAMARINA LUSO-ESPAÑOLA.

3. LA CONQUISTA DE FILIPINAS.

4. ESPAÑA Y CHINA.
a. La importancia del metal americano.
b. Relaciones diplomáticas y planes de conquista.
c. Manila.
d. El conocimiento de China en Europa a través de los españoles.

5. LOS MISIONEROS.

6. BIBLIOGRAFÍA CITADA.

1. INTRODUCCIÓN.
Si bien el Imperio español es recordado por su labor en América, la cual ha causado ríos de
tinta, hacemos mal en olvidar que al mismo tiempo que esto tenía lugar los hispanos no dejaban
de preocuparse por el otro lado del Pacífico, donde se llevaron a cabo importantes actividades
comerciales, colonizadoras y misioneras. Ante la poca atención que este tema ha recibido,
salvando brillantes excepciones, nos proponemos hacer un recorrido general que pueda servir
como coordenadas desde las que orientarse para su abordaje; no obstante, por no abarcar una
horquilla cronológica excesiva que impida un tratamiento lo suficientemente riguroso,
optaremos por limitarnos al marco de la Primera Modernidad, que ocupa los siglos XVI y
XVII.

Así, el presente trabajo se plantea como objeto de estudio la presencia española en el Extremo
Oriente entre 1565, cuando se inicia la ocupación de las islas Filipinas, y el 1700. Se
comenzará, a modo introductorio, con una contextualización de la expansión ultramarina luso-
española desde las primeras expediciones portuguesas en la segunda mitad del s. XV hasta la
penetración en Extremo Oriente reglamentada por el tratado de Zaragoza de 1529. Presentado

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esto se pasará a pormenorizar en el objeto de estudio propiamente dicho, comenzando por una
descripción del proceso de colonización de las Filipinas para seguir con las relaciones entre
España y la principal potencia de la zona, el Imperio Chino. Se finalizará hablando de los
misioneros, haciendo hincapié en la importancia de la querella de los ritos.

2. LA EXPANSIÓN ULTRAMARINA LUSO-ESPAÑOLA.


Son varias las expediciones que conforman la expansión de Castilla y Portugal fuera de
Europa: las de Diogo Cao, Bartolomé Dias y Vasco de Gama por parte de los lusos y las de
Colón, Magallanes y Elcano por parte de los castellanos. Estos viajes de reconocimiento dieron
lugar a una lucha diplomática por hacerse con el monopolio de las nuevas rutas, dando lugar a
acuerdos donde aparecen trazados los límites de las zonas de influencia: la bula inter coetera
(1493), el tratado de Tordesillas (1494) y el tratado de Zaragoza (1529).

Como causas de la expansión castellana y portuguesa fuera de Europa Bennassar (Bennassar,


B., Blayau, N., Denis, M., Jacquart, J., 2005, 22-7) propone cuatro categorías:

1) Económicas: Interés por el acceso directo al oro africano y las especias orientales, y
descubierta América por los metales y minerales preciosos y productos agrícolas que ofrecía la
zona.

2) Políticas: Búsqueda de formarse como potencias europeas con fuerza suficiente para
combatir al enemigo islámico; en tiempos de Carlos I el poder y expansionismo turcos eran
tales que se hablaba de la «amenaza sobre Viena».

3) Religiosas: Cristianización de Asia y África, y muy especialmente de América, en una


búsqueda por aumentar el área de influencia de la Iglesia católica frente a la del Islam.

4) Psicológicas: Interés científico, estudios geográficos, simples aventureros con ansias de


viajar, búsqueda de fortuna fuera del hogar…

Una causa de la que se ha hablado mucho es el estrangulamiento de la Ruta de la Seda por los
otomanos con la conquista de Constantinopla, que obligó a la Cristiandad a buscar nuevas
formas de acceder a los productos orientales. Dicha ruta llevaba en activo desde el s. I, siendo
más bien una conexión de múltiples rutas mucho más cortas recorridas que se iban vendiendo
los productos en una cadena que llegaba desde China hasta Bizancio, siguiendo el siguiente
recorrido (Tobalina, E., 2022): Xi’an (1), el corredor del Gansu (2), Yumuen (3), el desierto del
Taklamakan (4), Kashgar (5), el macizo del Pamir (6), el valle de la Ferganá (7), Samarkanda
(8), Buchara (9), el desierto del Karakum (10), Merw (11), Mahhad (12), Nishapur (13), los
montes Elbruz (14), Teherán (15), Alamut (16), Ecbatana (17), Bagdad (18), Palmira (19),
Alepo (20), Damasco (21), Antioquía (22) y Constantinopla (23).

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Figura 1. Mapa de los principales hitos de la ruta de la seda (elaboración propia).


En el caso de las expediciones portuguesas nos hallamos ante un reconocimiento de la costa
africana de cara a hallar la ruta por mar hacia la India y Extremo Oriente, en busca de gozar de
un lugar privilegiado en el comercio de especias. Esto fue posible gracias a tres expediciones
(Ravenstein, E. G., 1900; Armillas, J. A., 2015, 29-49):

1) En la primera de sus dos expediciones Diogo Cao [1] abandonó Lisboa en junio de 1482,
bordeando África hasta el cabo de Santa María; es especialmente relevante que a su llegada al
Congo entró en contacto con la población indígena. En su siguiente viaje volvió a visitar el
Congo y llegó hasta el cabo Cross.

2) La expedición de Bartolomé Dias salió de Lisboa en agosto de 1487 con la intención de


encontrar el paso hacia oriente bordeando África, cosa que logró arribando en Lisboa a finales
de 1488 tras haber localizado el extremo sur del continente.

3) A esta siguió la de Vasco de Gama, ocho años y medio después, que llegó hasta la península
indostánica coronando así el trazado de la ruta hacia Oriente circunnavegando África.

En cuanto al caso castellano, el 3 de agosto de 1492 Cristóbal Colón salía del puerto de Palos
de la Frontera para el 12 de octubre llegar a América, lo que llevó a la primera colonización
estable del continente [2]. Este hecho conocido por todos y que no requiere más explicación
implicó una serie de problemas, ya que en el tratado de Alcaçovas (1479) se había acordado un
límite en forma de paralelo entre las zonas de influencia española (al Norte) y portuguesa (al
Sur); mantener este límite habría sido perjudicial para España ya que habría implicado un
reparto de las «Indias». La solución española para esto fue plantear que el marco geográfico era
distinto al planteado en Alcaçovas y por lo tanto era necesario un reajuste de las áreas de
influencia, para lo que se buscó una intermediación teóricamente neutral: el Papado.

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La cuestión es que por aquel entonces el sumo pontificado era ejercido por Rodrigo de Borja,
hombre de origen aragonés que no es recordado precisamente por su integridad moral y cuyos
hijos habían sido favorecidos por Fernando II; como no podía ser de otra manera, dio pleno
derecho a Castilla y Aragón para explorar y explotar las Indias y excluyó a Portugal de la
ecuación, a través de las Bulas Alejandrinas, en las que el reparto se hacía en base a un
semimeridiano [3] (por sugerencia de Colón). Sin embargo, el descontento de los portugueses
era demasiado peligroso y se decidió llegar a un consenso, ordenando a Colón que volviera a
las Indias con 17 naves para iniciar la colonización y trazar un mapa que permitiera llevar a
cabo el reparto [4]; finalmente se acordó mediante el tratado de Tordesillas mover la línea
alejandrina hacia el Oeste para que los portugueses pudieran esquivar los vientos alisios
durante su viaje hacia Asia bordeando África, aunque un fallo cartográfico llevó a que Brasil
quedara a la derecha de la línea.

El siguiente paso fue la expansión de España hacia Asia por Occidente, lo cual se logró con la
expedición de Magallanes y Elcano (1519-1522); la apertura de esta nueva ruta implicaba el
encuentro y por lo tanto conflicto de intereses entre España y Portugal en Asia, ya que si bien
en Tordesillas se había aclarado por dónde debía ir cada uno no existía ningún acuerdo para
establecer áreas de influencia una vez allí. Esto llegaría con el tratado de Zaragoza (1529), por
el cual se acordaba, tras una acalorada discusión de varios años y la final venta de las islas
Molucas a Portugal, una línea situada algo al Este de estas islas, que no dejaba mucho espacio
de acción a España pero le daba vía libre para conquistar las Filipinas (Pino Abad, M., 2014,
25-44) y con ello garantizar la ruta del galeón de Manila, que unía Castilla y Asia a través de
Acapulco.

Se debe tener en cuenta que todos estos tratados tenían únicamente en cuenta a Castilla y
Portugal, los grandes imperios marítimos, y dejaba fuera al resto de potencias. De esta forma,
cuando Inglaterra, Francia o las Provincias Unidas quisieran entrar en el comercio con América
se verían excluidas, lo que llevó a conflictos militares (la guerra del Asiento), piratería y
contrabando (este especialmente importante, según Gullo (Gullo, M., 2021), en las ciudades
oligárquicas del río de la Plata).

3. LA CONQUISTA DE FILIPINAS
La colonización española de las islas Filipinas fue dirigida por Miguel López de Legazpi, quien
en 1565 desembarcó en el archipiélago; le seguiría la llegada de Juan de la Isla desde Acapulco
en 1570 con suministros, la autorización regia para tomar posesión de la isla y la autorización
para repartir encomiendas a los colonizadores. Durante el gobierno de Legazpi y sus dos
sucesores inmediatos las labores se centraron en el sometimiento de la población y la
evaluación de las posibilidades económicas del nuevo territorio (García-Abásolo, A., 1982).

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En un primer momento Legazpi llevó a cabo un tanteo en busca de la zona desde donde
organizar la colonización: comenzando por la isla de Cebú (1) y siguiendo por la de Luzón (2)
se trasladó a Panay (3) por la escasez de alimentos y las presiones indígenas, pasando en 1571
a Manila (4), que se consideró adecuada para establecer la base de operaciones, comenzando
por las viviendas necesarias y un monasterio para los misioneros agustinos (García-Abásolo,
A., 1982).

Figura 2. Centros del tanteo español de la isla (elaboración propia).


Un problema en Filipinas fue la falta de pobladores, llegando a plantearse el envío de indígenas
mesoamericanos que se ofrecieran voluntariamente a ir, si bien los mulatos tuvieron desde el
principio la entrada prohibida. La mayor parte de los habitantes de la isla eran soldados que
habían recibido encomiendas, y aunque los misioneros no eran numerosos gozaban de una muy
notable influencia. Para intentar remediar el problema demográfico, cada nuevo gobernador
debía comprometerse a llevar consigo varios centenares de hombres con sus respectivas
familias, lo cual no le suponía tarea fácil dada la reticencia de los españoles a trasladarse a una
isla donde veían mucho trabajo y poco beneficio; tan solo se dio una motivación adecuada con
la puesta en funcionamiento de la ruta marítima entre Manila y Acapulco, de la que hablaremos
más adelante (García-Abásolo, A., 1982). Se suma al problema demográfico el de la hostilidad
de la multiplicidad de pueblos que poblaban el archipiélago, especialmente por unas
poblaciones islamizadas de las islas meridionales (Font Gavira, C., 2014, 95-103).

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Aparte del escaso contingente humano y los conflictos causados por los locales, un problema
con el que se encontraron los colonizadores de Filipinas fue la piratería china y japonesa. Los
piratas japoneses, o wokon, operaban en las costas de China al menos desde la segunda mitad
del s. XVI, con tal actividad que una de las razones que llevaron a los chinos a permitir la
presencia portuguesa en Macao fue su ayuda para mantener a raya las pillerías de sus vecinos;
en lo que respecta a Filipinas operaron en torno a la isla de Luzón, como ya hemos mencionado
uno de los primeros destinos de Legazpi. Se sucedieron en esta zona varios enfrentamientos
entre españoles y japoneses, hasta que los segundos se vieron superados y debieron retirarse,
disminuyendo sus movimientos en el área de influencia española progresivamente hasta
prácticamente desaparecer (Font Gavira, C., 2014, 95-103).

Entre los piratas chinos que supusieron un problema para los españoles destaca Li Ma Hong,
quien pretendía hacerse directamente con el control de las Filipinas, atacando Manila en 1574
con el apoyo de mercenarios ashigaru japoneses; aunque causó auténticos estragos Li Ma
Hong no pudo hacerse finalmente con Manila y se retiró a Pangasinán para recuperar fuerzas,
momento en que fue atacado por los españoles y debió huir dejando atrás buena parte de sus
fuerzas (Font Gavira, C., 2014, 95-103).

4. ESPAÑA Y CHINA.
China en tiempos de la dinastía Ming practicaba una política económica proteccionista,
blindando el producto nacional mediante la limitación del comercio externo; no obstante esto
no supuso un problema para comerciantes chinos que deseaban vender su producto en
Filipinas, siempre clandestinamente, donde realizaron intercambios incluso con mercaderes
musulmanes (Li, C., 2018). Es por esto que la conquista española de las islas Filipinas fue
clave para el establecimiento de relaciones comerciales con China.

a. La importancia del metal americano.


Para China la llegada de los españoles fue muy ventajosa, pues ponía solución a un problema
que en esos momentos era acuciante. El emperador había iniciado una normativa que obligaba
a que el tributo al Estado se realizara en plata, y no en especie como anteriormente; la cuestión
es que en China la plata era un material escaso. Cuando los españoles establecieron relaciones
comerciales con China pusieron a su disposición las ingentes cantidades de plata procedente de
América, siendo tal el interés por el intercambio que algunos emperadores chinos empezaron a
permitir la circulación de reales de a ocho resellados; de toda la plata extraída de América por
los españoles, se calcula que un tercio terminó en China (López Linares, J. L., 2021). Tal era el
interés de los chinos por obtener este precioso metal que en 1593 se impuso una limitación de
tamaño para el galeón de Manila a fin de controlar la ingente salida de plata, medida teórica
que nunca llegó a respetarse en la práctica por las posibilidades crematísticas que esta demanda
tenía para los comerciantes (García-Abásolo, A., 2013).

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b. Relaciones diplomáticas y planes de conquista.


En todo caso las intenciones españolas para con China no eran exclusivamente comerciales, si
bien la situación al inicio era confusa; ni Miguel López de Legazpi, primer gobernador de
Filipinas, ni los misioneros sabían si las islas eran un objetivo en sí mismo o la antesala para
preparar la entrada en China, dudas que plantearon al rey Felipe (García-Abásolo, A., 2013).
Como primer acercamiento se mandó en 1575 una embajada a Fujián, la provincia más cercana
a Filipinas y la más accesible, como iniciativa propia no autorizada por el monarca y tras la
cual múltiples militares castellanos empezaron a plantear la viabilidad de una conquista
(García-Abásolo, A., 2013); el gobernador elevó a sugerencia a Felipe II, pero este la rechazó
con las siguientes palabras (AGI, Patronato, 24, R. 37; en Li, C., 2016):

En cuanto a conquistar China, que os parece se debía hacer luego, acá ha parecido que por
ahora no conviene se trate de ello, sino que se procure con los chinos buena amistad, y que
no os hagáis ni acompañéis con los corsarios enemigos de los dichos chinos, ni deis ocasión
para que tengan justa causa de indignación con los nuestros; y así lo haréis, e iréisnos
avisando del suceso de todo, que adelante, cuando se tenga mejor entendido lo de aquella
tierra, si conviene se haga novedad, se os dará orden de la que en ello se hubiere de tener.

Siguiendo lo dispuesto por el monarca las relaciones con China fueron fructificando, hasta que
en 1580 se aprobó el envío de una embajada oficial a Pekín por propuesta del Consejo de
Indias y autorización del Rey a condición de que los embajadores fueran desarmados, como
señal de buena voluntad junto con los múltiples regalos preparados para el Emperador chino.
Los embajadores y los regalos llegaron a salir de Castilla, pero el virrey de Nueva España,
Francisco de Sande, en quien recaía la decisión final de autorizar la operación, se mostró
escéptico sobre su conveniencia en el último momento, trasladando a Felipe II sus razones: la
posibilidad de que los embajadores fueran recibidos hostilmente, el hecho de que dada la
riqueza de China los regalos probablemente no fueran estimados como gran cosa y que se
estaría gastando una suma considerable para algo cuyos efectos serían muy limitados. El «rey
prudente» se dejó convencer por las objeciones, y la misión fue finalmente abortada (Li, C.,
2016). Sin duda influiría en esta intervención que el gobernador de Filipinas fuera partidario de
la línea belicista, pues ya en 1576 había transmitido al monarca los recursos que creía
suficientes para conquistar el Imperio Chino: 4.000 hombres equipados con picas y arcabuces,
artillería y una flota, estimación que es resultado de un pobre conocimiento de los recursos
reales de China (García-Abásolo, A., 2013).

c. Manila.
La ciudad filipina de Manila tenía una importancia vital por ser el punto en que los
comerciantes chinos y españoles realizaban el grueso de sus intercambios. Se trataba de un
espacio de convivencia donde la población hispana se mezclaba con la de origen chino, quienes
recibían el nombre de «sengleyes» y se concentraban en un barrio especial, el Parián (García-

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Abásolo, A., 2013); eran aceptados por la calidad de sus artesanías, pero no faltaban los
prejuicios, ya que los habitantes de Manila guardaban una mala imagen de los chinos después
del intento de invasión de Li Ma Hong (Font Gavira, C., 2014, 95-103). El producto estrella en
los intercambios era el mantón de Manila, tejido en China y comercializado en América a
través del intermediario filipino (1), pasando a Veracruz (3) y Acapulco (2) y de ahí a Cádiz (5)
y Sevilla (4), en lo que se ha llamado la «ruta marítima de la seda» (López, 2021). Se producía
pues una relación comercial muy beneficiosa para ambas partes, en la que los españoles ponían
la plata americana y los chinos su prestigiosa seda.

Figura 3. Ruta seguida por el galeón de Manila (elaboración propia).


La ruta del galeón de Manila se hizo famosa por su dureza, pues la dificultad de navegar entre
las islas del Pacífico con un galeón de gran tamaño solía dejar los barcos bastante dañados. Se
partía de Manila en dirección al embocadero de San Bernardino, desde donde se seguía hacia el
Norte hasta llegar a la corriente de Kuro Shivo, la cual conducía a la costa californiana; era un
viaje muy largo en el que las tormentas eran inevitables y se debía hacer un notable acopio de
recursos duraderos, pudiendo extenderse entre cinco y siete meses (García-Abásolo, A., 2013).

d. El conocimiento de China en Europa a través de los españoles.


Los libros impresos de autoría española con China como tema central no son abundantes para
época moderna, estando la mayor parte de noticias diluidas en obras de diverso carácter. Las
dos grandes obras son la Historia de las cosas más notables, ritos y costumbres del gran reino
de la China (1585) de González de Mendoza, con una gran popularidad en su momento, y los
Tratados historicos, politicos, ethicos y religiosos de la monarchia de China de Domingo

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Fernández de Navarrete, destacable por la calidad y cantidad de sus fuentes pero mal visto en
su época por el ambiente propio de la querella de los ritos (Busquets Alemany, A., 2015). De
menor calidad pero básica para el conocimiento que en Europa se tenía de China, se contaba
también con el Discurso de la navegación que los portugueses hacen a los reinos y provincias
del Oriente, y de la noticia que se tiene de las grandezas del gran reino de la China (1577)
escrito por Bernardino de Escalante (García-Abásolo, A., 2013).

5. LOS MISIONEROS.
En estos momentos, en el contexto de la Reforma Católica, o «Contrarreforma» por ser en parte
una reacción al movimiento protestante, el clero regular asiste a una importante renovación: se
crean nuevas órdenes y se modernizan las existentes, surgen órdenes femeninas de carácter
asistencial y educacional y se potencia el plano de actuación de estas instituciones en América
y Oriente.

Muestra de la importancia que las órdenes religiosas adquirieron en Asia es la experiencia de


Sebastián Hurtado de Corcuera como gobernador de Filipinas, cargo que ocupó en 1634 tras
haber sido gobernador y capitán general de Panamá. Durante su mandato Hurtado reformó los
gastos y sueldos de soldados y marineros descontentos por los impagos, así como conquistó
puntos estratégicos clave, fortificó la ciudad y mandó construir una capilla y un colegio. No
obstante, estas acciones meritorias quedaban ensombrecidas por un pequeño problema: el
nuevo gobernador era fiel devoto de la Compañía de Jesús, que por aquel entonces estaba muy
mal vista en la isla, lo que causó roces con la Iglesia; la situación alcanzó un tono tan grave que
Hurtado llegó a desterrar al arzobispo de Manila, viéndose obligado después a rectificar. Estas
desavenencias le valieron la destitución y el encarcelamiento, hasta que Felipe IV intercedió a
su favor y le hizo volver a la península como corregidor de Córdoba (González Alonso, N.,
2021).

¿Y a qué se debía esta conflictividad entre órdenes religiosas? Como fruto de la intensificación
misionera en las colonias tiene lugar la querella de los ritos, nombre que recibe toda una serie
de disputas sobre el comportamiento que se debía tener respecto a los ritos y rasgos culturales
de las poblaciones recién conversas (especialmente el pensamiento de Confucio), habiendo
posiciones más tolerantes hacia el sincretismo y otras más conservadoras. Por un lado estaban
los jesuitas partidarios de Ricci, quien veía bien hacer una equivalencia entre el Señor del Cielo
y Dios y secularizar los ritos budistas y taoístas compatibilizándolos con el cristianismo, cosas
que suavizarían y facilitarían el proceso de evangelización, mientras que los franciscanos y
dominicos consideraban estas permisiones herejía y abogaban por un rechazo total de la
tradición china; había no obstante excepciones a la regla, con el dominico Fernández de
Navarrete como máximo adalid del bando tolerante y el jesuita Nicolás Longobardo
contándose entre los conservadores (Goicoechea, M., Vega (de la), C.L., 1971).

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Una figura de gran importancia en este aspecto es el dominico Domingo Fernández de


Navarrete, autor de la gran obra de su tiempo sobre China y misionero muy involucrado en la
querella, sobre el cual merece la pena hacer un repaso de sus viajes según han sido rastreados
por A. Busquets (2015). Nacido en Burgos en 1618, se trasladó a Valladolid para realizar sus
estudios en Teología y Filosofía, tras lo cual, habiendo entrado en contacto con un misionero,
decidió unirse a la misión dominica en Filipinas, llegando a la isla en 1648. Permaneció un
tiempo en Manila, pero dificultades médicas le obligaron a volver a Europa, para lo cual siguió
la ruta que pasaba por la India, pero el aventurero Navarrete no se resignaría tan fácilmente:
tras diversos contratiempos en el viaje, se dirigió a Macao (territorio portugués) y de ahí pasó
en 1659 a China, donde se reunió con los dominicos de Fu’an (Fujian) para en 1661 trasladarse
a Jinhua (Zhejiang), tiempo en que se dedicó a indagar en la cultura china y escribir sobre ella.

Aquí se hallaba el dominico cuando en 1664 estalla el «caso del calendario», un episodio de
persecución anti-cristiana por parte del emperador chino en el que los misioneros acabaron
encerrados en Cantón entre 1666 y 1671, tras lo cual se reanudaron las misiones. El cautiverio
no obstante no fue duro, y los misioneros aprovecharon el estar reunidos en Catón para
compartir conocimientos y debatir sobre la querella de los ritos, que intentó aclararse en la
«conferencia de Cantón».

Terminado el cautiverio en 1669 Navarrete regresó a Europa en 1672, pasando por Lisboa,
Madrid y Roma para debatir con las autoridades eclesiásticas sobre los métodos de
evangelización y la actitud respecto al sincretismo, posicionándose en el lado más tolerante de
la cuestión. A pesar de que su intención tras haber conversado con el Santo Padre era volver a
China, fue obligado a permanecer en España hasta que en 1677 fue nombrado contra su
voluntad obispo de Santo Domingo, donde fallecería en 1686.

6. BIBLIOGRAFÍA CITADA.
Armillas, J.A. (2015). Descubrimiento y contacto con otros mundos. En Floristán, A. (coord.):
Historia Moderna Universal. Barcelona: Planeta, pp. 29-49.

Bennassar, B., Blayau, N., Denis, M., Jacquart, J. (2005). Historia moderna. Madrid: Akal.

Busquets Alemany, A. (2015). Más allá de la Querella de los Ritos: el testimonio sobre China
de Fernández de Navarrete. Anuario de Historia de la Iglesia vol. 24, pp. 229-250.

Font Gavira, C. (2014). Los piratas orientales como amenaza a la colonización hispana en
Filipinas. En Montoya Ramírez, M.I., Sorroche Cuerva, M.A. (eds.), Espacios de tránsito.
Procesos culturales entre el Atlántico y el Pacífico. Granada: Editorial Universitaria, pp. 95-
103.

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García-Abásolo, A. (1982). La expansión mexicana hacia el Pacífico: La primera colonización


de Filipinas (1570-1580). Historia Mexicana vol. 32, nº 1, pp. 55-88.

García-Abásolo, A. (2013). Españoles y chinos en Filipinas. Los fundamentos del comercio del
galeón de Manila. En Lorenzana, F. (coord.), España, el Atlántico y el Pacífico y otros estudios
sobre Extremadura, Llerena: Sociedad Extremeña de Historia, pp. 9-30.

Goicoechea, M., Vega (de la), C.L. (1971). Planteamiento de una comprensión del espíritu
chino: la querella de los ritos y Domingo Fernández de Navarrete. Boletín de la Asociación
Española de Orientalistas nº 7, pp. 75-96.

González Alonso, N. (2021). Sebastián Hurtado de Corcuera: su labor en Panamá, Filipinas y


Asturias. [Conferencia]. Oviedo, Universidad de Oviedo.

Gullo, M. (2021). El cambio conceptual, la insubordinación ideológica contra la leyenda


negra y el destino de España. Conferencia disponible en el canal de Youtube fgbuenotv.

Historia del Nuevo Mundo (2017). El Tratado de Tordesillas – El reparto del Mundo.
Documental disponible en Youtube [Última consulta 13/3/22].

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µetáβasis

Más allá de la serie (μετάβασις εἰς ἄλλο γένος)

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NOTAS.

[1] Fue el primero en llevar padroes para su expedición, esto es, pilares de piedra que se
utilizaban para marcar que la zona había sido explorada (esta función era antes ejercida por
marcas en los árboles o cruces de madera); estos padroes incluían una cruz, el blasón de la casa
de Avis y una inscripción en portugués o latín con el rey que promovió la expedición, la fecha
de llegada y el nombre del explorador al mando.

[2] Tradicionalmente se ha dicho que los vikingos ya habían visitado Norteamérica, pero no
vieron motivos para quedarse y la existencia del lugar cayó en el olvido; recientemente, tras un
estudio del mapa en que se basa esta información, se ha determinado que esto no es sino una
falsificación fruto de la Leyenda Negra para desprestigiar la hazaña castellana. (S. C., 29 de
septiembre 2021).

[3] No es un meridiano completo, pues la línea estaba trazada de polo a polo.

[4] Mapa que fue falsificado, pues movió Florida hacia el Norte para asegurarse de que entrara
en la zona de influencia española del tratado de Alcaçovas.

Recibido: 08 de Febrero de 2023.


Aceptado: 11 de Febrero de 2023.
Evaluado: 24 de Febrero de 2023.
Aprobado: 01 de Marzo de 2023.

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Más allá de la serie (μετάβασις εἰς ἄλλο γένος)

Muy pronto… Filosofía Política en Medinaceli

Revista Metábasis, Numero 15 (2023) ISSN 2605-3489 revistametabasis.com pp. 59-72

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