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Acheronta 12 - Variaciones Sobre Lacan y Lo Político
Acheronta 12 - Variaciones Sobre Lacan y Lo Político
Resumen/Abstract:
Asumiendo como posible el campo del psicoanálisis para la reflexión sobre lo político,
quizás el punto donde más agudamente se comprueba la pertinencia de la teoría
lacaniana giro en torno de su concepto de sujeto y al estatuto del goce (que aquí no se
discute con extensión). La discusión básica del texto apunta a establecer algunas
hipótesis sobre la dificultad de establecer una teoría política (y así mismo una práctica)
fuera de un orden simbólico que es condición de posibilidad de la institución de la
subjetividad. La pretensión liberacionista de hallar un lugar de producción política como
subjetividad sin sujeto, es decir, como una ruptura del orden sin la constitución simultánea
de uno sucesivo, es cuestionada desde la teoría de Lacan, aunque no sosteniendo que la
reflexión está clausurada.
Nuestro tema, sobre el que deseamos abrir debate, es el siguiente: ¿puede ser pensada
una subjetividad política sin el concepto de sujeto? De allí es donde partimos para
retornar a ciertos temas de J. Lacan.
Las sociedades existen como tales en la medida en que los débiles marcos normativos
que las constituyen se repitan sin variaciones fundamentales. Lo peculiar de las
sociedades no es que existan, sino que no se destruyan constantemente. El enigma real
reside en el espacio entre la "imposibilidad" de la sociedad y la repetición de las prácticas,
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es decir, la praxis que la hace posible. Hace falta la renovación cotidiana de la creencia
en que la sociedad tiene consistencia, para que las y los individuos no deriven en lo que
ciertas sociologías llamaron "anomia" o "desorganización social". Pues bien, las
elecciones tienen una importancia decisiva en la construcción de la creencia en que hay
algo llamado sociedad. A ello se agrega que tal sociedad está regida democráticamente,
una cualidad que se ha transformado –por buenas razones- en un ideal ético-político y
estético.
En la historia occidental los momentos constituyentes de lo político, que han dado lugar a
la permanencia y repetición de la política , fueron las revoluciones. En efecto, la
destrucción de un poder constituido se transforma en la dialéctica misma de la revolución
en un poder constituyente. La contrarrevolución (o la guerra exterior) obligan a la
formación de un estado (revolucionario) y a la sanción de una nueva Constitución. El caso
de la Revolución Francesa fue en este sentido paradigmático. El proceso violento en el
cual un poder constituyente funda una nueva praxis de la reproducción de la política, se
relata pronto como un acuerdo pacífico entre subjetividades: se crea una narración del
contrato social. Esa ilusión retrospectiva intenta suturar la posibilidad de reinstituir lo
político, es decir, de que la situación revolucionaria que conformó la ruptura con un orden
anterior amenace la vigencia de las reglas políticas instituidas.
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La obra de Lacan nos abre, en la vía freudiana, nuevos insights para implicar al
psicoanálisis en el estudio de lo político. Ciertas escrituras contemporáneas (E. Laclau, S.
Zizek, A. Badiou) abrevan en la escritura de Lacan, o más bien en lecturas de su letra,
para plantear una alternativa al "fin de la historia" amagado por la caída de la Unión
Soviética. Pues bien, en esta discusión que recién comienza es posible lanzar algunas
proposiciones para articular una teoría política psicoanalíticamente informada.
El espacio abierto por el cruce entre política y teoría lacaniana está centrada en los
alrededores de su concepto de sujeto. Y decimos alrededores porque se trata más bien
de pensar las aperturas de lo pensable que surge de la conformación y drama del sujeto,
que asentar sobre una base estable una derivación o deducción política. Porque el sujeto
es el horizonte del pensamiento de Lacan, como no es de sorprender en una teoría que
tiene a la clínica como su eje experiencial, es que la política orientada por aquella deberá
sufrir los mismos embates que la observable en la concepción tradicional de sujeto3.
La concepción del sujeto en Lacan merece una discusión extensa, pero aquí solamente
apunto que la inscripción del mismo en el orden simbólico (condición misma para su
barradura) implica siempre un "más allá" de aquello denominado "individuo". Entonces, no
solamente el sujeto no es indiviso, sino que está socialmente condicionado. Si cualquier
"individuo" está en una red, ya no está en su individualidad: habita en la dimensión del
otro. La intervención de la metáfora paterna implica desde el inicio una operación política,
en la medida en que el tropo del padre es necesariamente de un padre muerto. No nos
encontramos aquí con lo real en sí mismo. El gobierno de lo simbólico en modo alguno es
natural. La circulación de la cadena significante, S2, establece una precondición para el
point de capiton que implica una relación política de sujeción4. Las identificaciones
imaginarias y simbólicas son sociales y aluden al otro y al gran Otro. Tales modalidades
de identificación nos remiten al status del objeto en Lacan.
Contra la hipótesis que lanzara en los años ‘50 H. Marcuse, la teoría lacaniana no valida,
sin embargo, que el deseo posea una fuerza propia que habría que liberar de las
represiones. El deseo es el excedente que la demanda opera sobre la necesidad.
Siguiendo a Freud, Lacan sostiene que el deseo es por definición insatisfecho. La fórmula
del deseo no es la expresión de una pulsión que tramitaría lingüísticamente una exigencia
corporal, como es posible aun pensar en Freud. La pulsión es la relación del sujeto con
su demanda, pero esta es una relación imposible pues una falta –infligida por el orden del
significante- es su esencia.
En estos términos puede retornarse, para iniciar una discusión, a un punto clave de toda
teoría política: la identidad. En efecto, la identidad es un supuesto de la política, pues sin
ella no hay sujeto, comunicación, programa político o consenso. En la identidad de un
sujeto la política hallaba su centro. "El ciudadano" para la política democrática liberal, "el
obrero" para el marxismo, "la mujer" para el feminismo, constituyeron subjetividades sin
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sujeción. Precisamente por esa constitución esencial es que podían articular programas
políticos sin fisuras demasiado graves. La alteridad de estas políticas era exterior. La
clase capitalista era radicalmente opuesta a la clase obrera, del mismo modo que la
feminidad se destacaba del falocentrismo patriarcal. Una solución dialéctica hacía que
esas contradicciones, esos pares, más que cuestionar el esencialismo lo consolidaran.
Intentaremos ordenar algunas cuestiones en torno a los límites que posee la teoría de
Lacan para la inteligencia de la política. Esto implica establecer cuáles son las exigencias
de lo que se entiende por política o bien cuáles son los deseos políticos. En los temas
que hemos recordado, ha subtendido la discusión la convicción de que es posible ordenar
una secuencia de problemas pasibles de ser iluminados desde la teoría lacaniana, o más
bien, de cierta organización de la misma. Desde luego, también es posible insistir en otra
perspectiva.
Para no crear una ruptura que elimine la posibilidad de la conversación, elijamos algunos
problemas que son pensados desde posiciones que no rechazan globalmente la teoría
lacaniana, sino que pretenden superarla en el sentido hegeliano. Tal como hemos visto, la
conjunción del pensamiento de la política y la teoría lacaniana hallaba su centro en la
noción de sujeto.
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Pero si esto es así, ¿no es siempre la comprensión lacaniana de lo político una narración
de cómo un sujeto se inscribe en la cultura? Pareciera que nos hallamos con una
representación profundamente pesimista de la agencia política. ¿No es acaso una
especie de funcionalismo quebrado que al costo de señalar el fracaso de la inscripción
simbólica de la castración resume en esa condición de dominación todo ejercicio de
liberación? Se ha acusado a Lacan de conservadurismo y desinterés emancipatorio. Es
innecesario recordar sus perspectivas frente al Mayo Francés para intentar verificar una
posición aparentemente indisputable. ¿Tiene esto un origen intrínseco a la teoría
lacaniana?
Está descartado que una tensión propia de las relaciones sociales y de las prácticas
engendre su propia superación. No existe una dialéctica del devenir de la idea, de los
modos de producción, de la situación ideal de habla, ni del ideal comunista. En la
antinomia entre estructura y dialéctica, Badiou opera un quiebre por el cual de la
imposibilidad de lo nuevo que sostiene la preeminencia de la estructura, la emergencia de
la radicalidad política debe advenir por el doble juego de la fisura del sistema de la
realidad y por la intervención subjetiva que construya el acontecimiento. Ni en la rajadura
de la reproducción que una praxis de lo real produce en la temporalidad de la sociedad, ni
en la presunta autenticidad de una apuesta subjetiva, sino más bien en la conjunción,
diríamos mesiánica, donde todo lo sólido se desvanece en el aire, es donde se produce la
novedad política.
"(...) desde el momento en que Lacan, cuando escribe que ‘el pensamiento
funda al ser sólo anudándose en la palabra, donde toda operación toca la
esencia del lenguaje’, mantiene el propósito de fundación ontológica que
Descartes encontraba en la transparencia, vacía y apodíctica, del cogito.
Por cierto, Lacan organiza su entramado de un modo muy diferente, pues
considera que ese vacío está deslocalizado y ninguna reflexión depurada
puede dar acceso a él. Pero la intrusión del tercer término, que es el
lenguaje, no basta para invertir ese orden que supone que es necesario
desde el punto de vista del sujeto entrar en el examen de la verdad como
causa".6
Raúl Cerdeiras ha intentado ordenar con cierto rigor las consecuencias de los
señalamientos de Badiou. Enuncia vigorosamente que "la política es el punto ciego del
dispositivo teórico de Lacan en la medida en que éste, al ponerse en cuasi-sutura con la
filosofía, intentó cumplir con la función de componer el espacio de circulación e
inteligibilidad de las rupturas que se producían en las cuatro condiciones [la ciencia, el
amor, la política, el arte] que la causan"7. Esto significa que en Lacan no existe el interés
de pensar una apertura neta de un ejercicio de emancipación que comprenda la irrupción
de lo político como la ruptura del orden simbólico. Cerdeiras saca sus conclusiones:
La teoría política de Badiou es sumamente seductora porque nos incita a ir más allá de
los encuadres dictaminados por el pensamiento político liberal-democrático y el
"progresismo". Éste es particularmente susceptible de descreimiento porque abusa de
una filosofía de la historia por la cual el ordenamiento de la "realidad" tiene un sentido
hacia la coexistencia pacífica y pluralista de la ciudadanía. Nada hace pensar que tal
"realidad" exista fuera de los textos que la enuncian. Por el contrario, las opresiones
cotidianas y los conflictos nos hablan de un contexto poco halagador.
En el espacio abierto (aunque no sólo desde Lacan) para una política donde emerge lo
real, desde luego deudora de los planteos de Badiou, quisiera argumentar contra la
perspectiva liberacionista que le imprime el filósofo de L´être et l’évenèment. En efecto,
no parece existir algún momento de suceso de la imposibilidad excedente respecto a lo
estructuralmente condicionado, que consiga dar cuenta de la constitución subjetiva de
una nueva temporalidad política. Esto, que parece un tanto oscuro y abstracto, pude
decirse también así: en la soberanía de lo simbólico-imaginario que es lo político, no
puede existir una emergencia de la apuesta subjetiva en lo real sin una reconfiguración
de un sistema de sujeción. Para sostener el planteo de Badiou habría que mostrar que es
posible una política de lo real. Precisamente en la fundación de la novedad que quiere ser
toda revolución, la inscripción subjetiva plural que anhela la transformación radical no
podría evitar, por ser histórica, estar habitada por ciertos esquemas de la estructura
anterior.
En modo alguno esto implica que el cambio político no puede ser pensado ni realizado.
Se entiende que la teoría de la política de Badiou opera como una destrucción del
enfoque estructuralista. En la voluntad filosófica de abrir el ámbito del pensamiento de lo
político, Badiou se esfuerza en establecer un modo de superar la aporía de la
imposibilidad de lo radicalmente nuevo en la política, en cimentar un ejercicio de
"fidelidad" que haga "consistir" una "situación". Su pasado marxista y sus discusiones
hegelianas habrían fracasado en este proyecto.
acción? En mi opinión, una defensa de esta política del deseo puede articularse con la
ética de lo real del psicoanálisis lacaniano, según el cual la aceptación del núcleo
irrecuperable de lo real, del carácter mítico del goce, de la falta constitutiva de todo
sujeto, aunque no sean dialectizables a favor de ua solidez identitaria, tenga efecto en la
medida en que se reconozca paralelamente que son fantasmas aglutinantes de la
voluntad política. Este reconocimiento, que es una forma de la identificación con el
síntoma de nuestra debilidad, es de carácter definidamente simbólico: no existe un lugar
puro de la subjetividad política, ni una realidad objetiva a conquistar, sino más bien
operaciones prácticas simbólicamente determinadas.
Ahora bien, es justo reconocer que aquí nos encontramos con una afirmación de sentidos
no siempre evidente: que lo político no se agote, ni mucho menos, en la política, a veces
se desliza en la promesa de la ausencia del pensamiento estatal. Como superación de las
filosofías políticas de Maquiavelo en adelante, de las "modernas", las que se presentan
como superaciones del agotamiento de su eficacia concreta aspiran a un abandono del
sustento estatal de aquellas. En efecto, el liberalismo, el socialismo, el fascismo, hallaron
en el Estado un punto de referencia que era en realidad el de su articulación conceptual.
En un gesto similar al de Karl Schmitt, se trataría de ir hacia el concepto de lo político,
como lo que funda el Estado mismo como organización política antes que un resultado de
él. En una vena muy diferente, en muchos aspectos antagónicos a Schmitt, vemos que
Badiou, como Jacques Rancière, aspira a una política que sea el ejercicio no deductivo
de una condición preexistente. En su crítica a la concepción de sujeto en Lacan, de lo que
se trata es de hallar su verdad en otro lugar que el de la sutura subjetiva. Precisamente
porque la sutura es deudora del pasado, es que aun el concepto de sujeto parece
perimido.
Es posible plantear que aquí reside una diferencia "contextual" entre una teoría de la
clínica en Lacan y una "filosofía" en Badiou. Sin embargo, esta es un desplazamiento
formalista de la cosa, y enfrentado la cuestión en ella inscripta (que es justa, pues el
contexto vale) para que la discusión sea posible, es preciso cruzar el puente entre los
compromisos ontológicos en Badiou y en Lacan.
Sin embargo, quiero sostener aquí que desde una política post-lacaniana, es decir, que
piensa después de lo que pensó Lacan, ese deseo se nos presenta como
necesariamente fallado. No hay irreductibilidad de la creación de lo político en su
acontecer que no implique maquinas de sujeción de diversos niveles. La praxis colectiva
hace más gravosa la objeción respecto a las "políticas de lo real". En mi opinión Judith
Butler ha planteado algunos elementos de una teoría performativa de la repetición que no
aspira, para nunca jamás, a ese nuevo régimen de verdad que abriría para el sujeto la
emergencia de lo político constituyente. Una discusión sobre Butler implica una
argumentación que aquí no corresponde. Resumamos su aporte diciendo que el cambio
no es pensable ni realizable fuera de ciertos condicionamientos, de cierto ordenamiento.
La repetición posee un efecto radicalizado cuando muestra el carácter fantasmática de
toda consistencia de lo "dado"13.
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Enfrentar así la eficacia siempre dudosa y por ello necesaria de repeticiones (como las
elecciones en la democracia burguesa) de los poderes macro y microsociales, me parece
una derivación política que adopta de Lacan un sesgo irreductible a los fantasmas de
liberación momentánea del quiebre de la serialidad. El desafío es claro: necesitamos de
una crítica de la economía política del orden, no una elusión declarativa que deja en la
oscuridad su soberanía14. La emancipación es una operación difícil.
Sin embargo, existe un aspecto de la praxis, y de la política, que puede cortarse por el
espacio de lo no estructurado, de lo míticamente ligado a una anterioridad a todo corte, al
cruce con el cual el significante adviene al mundo simbolizándolo: es el momento donde
el goce (jouissance) tiene efectos concretos. Pensar una política de lo real, es decir, la
creación de una nueva situación, de una novedad no deducible del tiempo evolutivo,
supone ir más allá de Lacan. Este atrevimiento es saludable, si así puede decirse en un
medio propenso a la patologización, en la medida en que una alternativa tal pueda hallar
una legitimidad en el gesto típicamente filosófico de la ontología. Se abre aquí, pues, una
dimensión fundamental para continuar este diálogo sobre la herencia de Lacan, que
concierne al goce como condición de lo político, una revisión que también puede acudir a
Freud.
Notas
1 En Freud, la identificación con el padre, el "sepultamiento" del complejo de Edipo, tiene un costo
para el sujeto, que no es nulo, sino que deja marcas. Con cicatrices de una derrota, la inscripción en
el orden simbólico nunca acabará por consolidarse y crear un sujeto pasivo de la Ley: los deseos
incestuosos no son eliminados. Polemizando con Lacan, León Rozitchner establecía la pertinencia
de esta rasgo freudiano en los siguientes términos: "Lo que los estructuralista escotomizan es el
fundamento fantaseado, el lugar de un dilema y de un conflicto que lelvó a la implantación del
poder simbólico en el niño, y a la sumisión. Por eso se preguntan: '¿cómo se puede asesinar a una
función?' Lo que quieren evadir es el duelo a muerte inicial, y la rebeldía del niño contra el poder
del padre castrador. Lo que quiere ocultar es el peligro que subsiste, y el dilema que se prolonga, en
el discurso sibólico que quieren neutralizar, como si en él no hubiera una cuenta pendiente que en
su uso hay que salvar. Como si todo adulto terminara necesariamente traicionando al niño que fue y
desde el que se prolongó". L. Rozitchner. Perón: entre la sangre y el tiempo. Buenos Aires, CEAL,
1984, p. 38.
2 En el contexto de este trabajo interesa particularmente recordar la crítica al marxismo: "Y si bien
el marxismo práctico ha desarraigado implacablemente todos los sistemas e ilusiones idealistas, él
mismo ha desarrollado ilusiones no menos cuestionables e indemostrables que las anteriores [hat er
doch selbst Illusionen entwickelt, die nicht weniger fragwürdig und unbeweisbar sind als die
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früheren]. Espera alterar la naturaleza humana en el curso de unas pocas generaciones, de suerte de
establecer una convivencia casi sin fricciones entre los seres humanos dentro de la nueva sociedad,
y conseguir que ellos asuman las tareas del trabajo libres de toda compulsión. Entretanto, traslada a
otros lugares las limitaciones pulsionales indispensables en la sociedad y guía hacia afuera las
inclinaciones agresivas que amenazan a toda comunidad humana, se apoya en la hostilidad de los
pobres hacia los ricos, de los desposeídos hasta hoy hacia los poderosos de ayer. Pero semejante
transformación de la naturaleza humana es harto improbable [sehr unwahrscheinlich]". Neue Folge
zur Einführung in die Psychoanalyse, de 1933, en Studienausgabe, Frankfurt, ed. Fisher, vol. I, p.
606
3 Tres son los ámbitos con los cuales, con toda pertinencia, puede pensarse una "política
lacaniana": lo político según la definición dada, la "comunidad psicoanalítica", y la relación
analista-analizante. De estos tres ámbitos, adoptandoconceptos elaborados particularmente para el
análisis, extraeremos consecuencias para lo político.
4 J. Lacan. "Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconciente freudiano", en Escritos,
II. Buenos Aires, Siglo XXI, 1991, pp. 773-807; El seminario de Jacques Lacan, V. Las
formaciones del inconsciente. Buenos Aires, Paidós, 1999; Slavoj Zizek. El sublime objeto de la
ideología. México, Siglo XXI, 1992, cap. 3.
6 Idem.
8 Ibidem, p. 44.
9 "En efecto, si el vacío es una categoría del sujeto que se eclipsa en la cadena significante y si el
lenguaje es estructuralmente constituyente del pensamiento, entonces es imposible situar un
procedimiento tal que permita suplementar el juego de la pura sintaxis que fuerce a una situación a
ser radicalmente otra situación". Ibidem, p. 44.
11 Véanse especialmente los análisis ejemplificados con las novelas de Franz Kafka. S. Zizek. El
sublime objeto de la ideología. México, Siglo XXI, 1992; Porque no saben lo que hace. El goce
como factor político. Buenos Aires, Paidós, 1998.
12 Esta conclusión, articulada con su plea por una teoría de la democracia radicalizada, es la
principal conclusión de Yannis Stavrakakis en su Lacan and the Political. Londres y New York,
Routledge, 1999.
13 Judith Butler. Gender Trouble. Feminism and the Subversion of Identity. New York-London,
Routledge, 1990; Bodies that Matter. On the Discursive Limits of "Sex". New York-London,
Routledge, 1993.
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