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Wieviorka2003 - Subject Es
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LA VIOLENCIA Y EL SUJETO
Michel Wieviorka
RESUMEN La violencia nos acecha cada vez más, en todas partes: ¿cómo darle
sentido? Su ubicuidad plantea la cuestión de la diferenciación analítica. Este
artículo pretende abrir el campo sugiriendo una quíntuple tipología: la violencia
como pérdida de sentido; la violencia como sinsentido; la violencia como
crueldad; la violencia fundamental; y la violencia fundadora. La idea de
diferenciar analíticamente l o s tipos de violencia no puede obviar el hecho de
que a veces las víctimas son también perpetradoras de otras formas, y que
incluso la actividad violenta no es llevada a cabo únicamente por sujetos
esencialmente violentos. La violencia debe relacionarse con la modernidad y con
los problemas de formación de la identidad, y no sólo con el riesgo personal o
colectivo.
PALABRAS CLAVE actores - desubjetivación - agresores -
subjetivación - víctimas - violencia
algo de lo que los líderes nazis eran muy conscientes. Hannah Arendt cita a
Himmler hablando con los responsables de los Einsatzgruppen, las SS y los
jefes de policía que iban a llevar a cabo las masacres masivas. Himmler les
dice: 'Sabemos que lo que esperamos de vosotros es "sobrehumano": tendréis
que ser sobrehumanamente humanos'. Arendt señala que los asesinos nazis no
eran asesinos por naturaleza, 'no eran sádicos'. Los nazis incluso intentaron
eliminar sistemáticamente a aquellos que sentían placer físico en sus acciones.
En lugar de decir: "¡Qué cosas tan terribles he hecho!", los asesinos podían
decir: "Qué cosas tan terribles he tenido que hacer para cumplir con mi deber;
qué difícil me ha resultado esta tarea" (1964: 122). Esto nos lleva al segundo
frente en el que tiene que luchar la violencia burocrática: el del sadismo, la
crueldad y el odio. Y aquí la pertinencia histórica y material de la tesis de la
banalidad del mal se pone en tela de juicio, porque, por el contrario,
innumerables documentos revelan por parte de los verdugos, si no sadismo o
crueldad -aunque también existieron, como ha demostrado Primo Levi (1989)-
, al menos odio. Este es el punto fuerte del libro de Daniel J. Goldhagen
(1996), que también causó un considerable revuelo, pues sitúa el odio a los
judíos en el centro del análisis de su destrucción por los alemanes.
Pero no nos precipitemos. En la medida en que la tesis de la banalidad
del mal ofrece una explicación, aunque sólo sea parcial, ¿no podría apoyarse
en el tema de la obediencia a la autoridad, así como en otras tesis aliadas, por
ejemplo la del conformismo? Algunos asesinos pueden participar en la
masacre para no dejar que sus compañeros hagan solos el trabajo sucio. Es lo
que sugiere Christopher Browning (1992) en un libro igualmente importante.
Una división del trabajo no daría a los agentes una visión global del proyecto
de exterminio. La principal característica de esta tesis, por tanto, como la de
todas las que en última instancia exoneran a los agentes de cualquier tipo de
responsabilidad moral por sus acciones, es hacer de ellos no-sujetos.
por odio real a los judíos. Me parece que, en este extraño aspecto, corres-
ponde a esta parte del sujeto que no se traduce en una relación social, inter-
cultural, política o interpersonal más que en una de sadismo y, en último
término, en otras experiencias, como el sadomasoquismo. Es esta parte del
sujeto a la que estoy tentado de referirme como antisujeto para indicar que
niega al otro toda subjetividad, que hace de su víctima algo animal o
infrahumano, que cosifica a la víctima, allí donde lo que queda del sujeto
reconoce en el otro las mismas virtualidades de subjetivación que espera para
sí mismo, con el mismo derecho a construirse como ser individual.
4. VIOLENCIA FUNDAMENTAL
Esta imagen de la violencia no debe confundirse con otra, con lo que
Jean Bergeret ha denominado violencia fundamental. Según este
psicoanalista, la violencia fundamental no es una cuestión de agresividad, ni
mucho menos de sadismo, sino de instinto de supervivencia. Según su
interpretación, esto se manifiesta sobre todo en los comportamientos
juveniles, lo que a veces se denomina violencia urbana; también nos remite a
la parte no social del sujeto. Pero aquí no se define por la negación activa del
otro como sujeto, aunque el resultado pueda ser su destrucción o el desafío a
su integridad física. Es la expresión de personas que sienten que su existencia
está amenazada y corren peligro de muerte. Esta violencia da una imagen del
sujeto en estado "bruto"; surge porque antes incluso de intentar construirse a sí
mismo, la persona individual debe existir, debe proteger su ser físico, debe
salvar su vida y conservar así la posibilidad de convertirse en el actor de su
existencia en u n momento posterior rechazando la perspectiva de ser
aplastado o negado. La violencia fundamental, tal como la define Bergeret,
me parece que constituye una forma o un estadio elemental del sujeto.
5. VIOLENCIA FUNDADORA
Cuando entrevistamos a jóvenes que habían participado en revueltas
urbanas en los años noventa, a menudo decían que la violencia les había dado
la oportunidad, a veces única en la vida, de escapar de una vida cotidiana
absurda, sin horizontes ni perspectivas y dominada por el aburrimiento. A
menudo decían que eran tiempos extraños; a partir de ahí pasaron a hacer
otros descubrimientos, a ver la vida de otra manera, a implicarse en
actividades sociales, culturales, políticas y religiosas que antes eran totalmente
impensables. Algunos se implicaron activamente en asociaciones de
corredores, a menudo controvertidas, transformando las difusas expectativas
de los jóvenes en un conflicto con la aut oridad local; otros se interesaron por
su cuerpo y practicaron la danza o el deporte, mientras que otros descubrieron
el Islam, o crearon un grupo de música con amigos, e t c é t e r a . Aquí, la
violencia es el factor desencadenante de la subjetivación. Esto nos recuerda
6. ALGUNAS CONSECUENCIAS
Estas pocas observaciones no son en modo alguno sistemáticas ni
definitivas de los posibles vínculos entre la violencia y el sujeto. Se trata de un
esbozo de tipología de las formas de esta relación, ya que, en función de la
experiencia (o también, quizás dependiendo del énfasis que el investigador
ponga en aspectos particulares de sus dimensiones), la violencia puede
corresponder a
• la pérdida de sentido por parte del sujeto que se aleja de un vínculo
material con un mundo real que se le escapa, o que tarda en con- stituirse,
• una hipersubjetividad, una sobrecarga o una plétora de significados,
• la desubjetivación del no-sujeto capaz de entregarse a la banalidad del
mal,
• la expresión o la liberación del antisujeto, que pasa a la crueldad, al
sadismo y hace de la violencia un fin en sí mismo,
• o una expresión elemental del sujeto destinada a conservar su propio
ser o su fundamento.
Una tipología de este tipo, incluso en sus líneas generales, al demostrar
que la violencia corresponde a situaciones y experiencias variadas y
heterogéneas, nos invita en primer lugar a dejar de pensar en la violencia
como una categoría única e indiferenciada. A continuación, puede contribuir a
las consideraciones prácticas encaminadas a reducir la violencia y la
inseguridad en una sociedad como la nuestra. ¿No es cierto que la violencia se
considera un tema de gran actualidad en la vida comunitaria y uno de los más
importantes en los debates políticos contemporáneos? Si la violencia tiene una
gama tan variada de significados para el sujeto, las políticas públicas deberán
elaborarse de manera igualmente variada; no bastará con contentarnos con la
división elemental entre represión y prevención. Este
nos lleva a preguntarnos si ciertas condiciones son más propicias que otras
para determinados tipos de violencia y nos remite de nuevo a la cuestión del
Estado, pero ésa es otra historia.
Esta tipología también nos invita a pensar en los vínculos entre los
distintos tipos de violencia y su relación con el sujeto. ¿Cómo, por ejemplo,
en la práctica, la lógica de la crueldad se ve contrarrestada, o no, por la de la
banalidad del mal y en qué condiciones reaparece? Así, se puede leer el libro
de Browning interpretando el comportamiento violento del Batallón 101 como
una experiencia marcada al principio por la reticencia moral, o por la
repugnancia q u e a l menos algunos sentían ante el horror de la violencia,
mientras que más tarde parece haberles poseído una dialéctica de la banalidad
del mal y de la crueldad o, si se prefiere, de la obediencia a la autoridad y del
sadismo.
Este tipo de tipología es también una invitación a desarrollar la
investigación sobre la violencia haciendo hincapié en los elementos que la
componen, no tanto en sus aspectos obvios o banales como las dimensiones de
reacción o instrumentalismo, sus vínculos con la cultura o con la personalidad
-en la medida en que este tipo de enfoque sea pertinente- sino en sus aspectos
extremos, radicales o inesperados y en los que constituyen en realidad si no su
esencia, al menos sus aspectos más misteriosos. Sociológicamente hablando,
las formas centrales de la violencia son sin duda sus formas más extremas y
no las más significativas histórica o materialmente, excepto cuando los
significados sociológicos coinciden con la importancia histórica, como en
situaciones como el nazismo y la guerra de Argelia.
Por último, aunque parece existir un vínculo crítico entre la violencia y
el sujeto, hasta la fecha nuestro examen se ha realizado desde el punto de vista
del agresor. Este enfoque sólo cubre una parte de la cuestión, ya que la
violencia sólo existe porque afecta a las víctimas. Tampoco hay razón para
postular aquí una situación única o una lógica homogénea. Si adoptamos el
punto de vista de la víctima, es también para demostrar que la violencia
puede, según las s i t u a c i o n e s , destruir o negar la subjetividad, pero
también producir a largo plazo elementos del antisujeto, formas de
personalidad que estarán a su vez tentadas de reproducir el tipo de violencia
del que han sido objeto. Se trata de un tema clásico de la criminología, como
n o s recuerda Carole Damiani. Damiani es una psicóloga con la doble
experiencia de trabajar en prisiones (por tanto, desde el punto de vista de los
agresores) y en una asociación de apoyo a las víctimas (por tanto, desde el
otro lado). Según ella:
Cuando trabajé con las víctimas, me di cuenta de que muy poco separaba la
frontera entre algunas de ellas y los presos de los que era responsable (. . .). Los
agresores han sido a menudo víctimas y, aunque no haya nada que demuestre
que una cosa lleva a la otra en este ámbito, podemos entender que ayudar a las
víctimas es simplemente una forma de prevenir la delincuencia, y el incesto en
particular. (Damiani en Bayart, 1996: 9-10)
Para las víctimas, la violencia de la que han sido objeto puede ser un
elemento de formación del antisujeto, pero también del sujeto. Para
Referencias
Arendt, H. (1964) Eichmann en Jerusalén: un informe sobre la banalidad del mal. New
York: Viking.
Bayart (1996) L'illusion identitaire. Paris: Fayard.
Bergeret, J. (1995) Freud, la violence et la dépression. Paris: PUF.
Browning, Christopher (1992) Ordinary Men: Reserve Police Battalion 101 and the Final
Solution in Poland. Nueva York: Aaron Asher.
Buford, Bill (1991) Among the Thugs. Londres: Secker & Warburg.
de Tocqueville, A. (1967) L'Ancien Régime et la Révolution. Paris: Gallimard.
Fanon, Frantz (1964) Los desdichados de la tierra. Londres: Penguin.
Goldhagen, Daniel J. (1996) Hitler's Willing Executioners: Ordinary Germans and the
Holocaust. Nueva York: Alfred A. Knopf.
Levi, Primo (1989) Les Naufragés et les rescapés. Quarante ans après Auschwitz. París:
Gallimard.
Milgram, Stanley (1974) Obediencia a la autoridad: An Experimental View. London: Tavistock.
Sofsky, Wolfgang (1996) El orden del terror: El campo de concentración, trans. William
Templer. Princeton, NJ: Princeton University Press.