You are on page 1of 316

Nota del staff

Esta traducción está hecha sin fines de lucro, es un trabajo realizado por
lectoras a lectorxs con el fin de compartir contenido y que todos puedan
leer.
Nosotras no ganamos nada monetariamente, solo la satisfacción de
compartir.
Con esto no queremos desprestigiar el arduo trabajo que todos los
escritores invierten en sus historias. Incentivamos a la compra legal del
material para apoyar a los autores en fin de retribuir de una forma
monetaria como agradecimiento por todas las historias que nos brindan.
Contenido
Sinopsis Veinte
Prólogo Veintiuno
Uno Veintidós
Dos Epilogo
Tres Bonus Epilogo
Cuatro Siguiente en la serie
Cinco Notas de la Autora
Seis ¿Qué sigue…?
Siete Acerca de la Autora
Ocho
Nueve
Diez
Once
Doce
Trece
Catorce
Quince
Dieciséis
Diecisiete
Dieciocho
Diecinueve
Sinopsis
Jamie Hernández ama su vida. Tiene a su familia, a sus amigos y a una
exitosa carrera como freelance con solo veintitrés años. ¿Lo único que le
falta? Su monstruo. Aquel al que Jamie ha visto en sus sueños durante los
últimos cinco años. No sabe mucho acerca del hombre enigmático de sus
visiones, sin embargo, no necesita saber más. Porque ya conoce lo suficiente.
Sabe que pertenecen juntos.

Lucien Volaire ha estado perdiendo la cabeza durante casi medio siglo, el


monstruo dentro de él cada vez más toma el control sobre sus pensamientos
y sus acciones. Ha destruido todo lo que ha tocado, incluidas a las personas
que le importan. ¿Lo único que podría detener su descenso final hacia la
locura? Un compañero. Entonces, cuando Luc conoce a un joven en el
desierto, uno que huele como al cielo y no huye asustado de él, Luc
comprende que ha encontrado a su última oportunidad de redimirse.

Pero cuanto más encantado está Luc con Jamie, más reacio se muestra a
corromperlo con su propia maldición vampírica. ¿Podrá Lucien encontrar un
equilibrio entre el amor y la obsesión? ¿O aquellos que quieren a Luc fuera
de su territorio intervendrán antes de que tenga la oportunidad?

Lucien es un romance paranormal MM acalorado y de amor predestinado


con un HEA y sin suspenso. Contiene un vampiro moralmente gris,
obsesionado y con problemas para controlar su ira, y a un humano
brillante y juguetón que podría igualarlo en sus tendencias románticas
posesivas. También contiene escenas candentes entre dos hombres y
violencia moderada (Con menciones de sangre), todo lo que uno podría
esperar en un romance vampírico. Este libro se puede leer de forma
independiente, pero la serie se disfruta mejor en orden (se recomienda
especialmente leer el primer libro).
Prologo
Jamie
Jamie estaba sentado en la oscura cocina, masticando su cereal. Por
primera vez, su madre había conseguido algo apropiadamente dulce y
azucarado, con esos coloridos malvaviscos crujientes que Jamie
intentaba y no conseguía dejar para el final. Qué rico.

¿Sabía ella lo que estaba a punto de ocurrir? Jamie no se lo había dicho.


Pero quizá los mayores tenían otras formas de saberlo...

Levantó la vista de su cuenco cuando se encendió la luz de la cocina. Se


oyó un fuerte golpe. Una maleta cayendo al suelo.

—¡Jesucristo! —El papá de Jamie se llevó una mano al corazón,


como si la sorpresiva presencia de Jamie en la cocina hubiera provocado
que se detuviera. Pero Jamie no tenía ese poder.

Pero, ¿no sería genial si lo tuviera?

—Me has asustado, hijo. Son las tres de la mañana. ¿Qué haces
despierto?

Jamie estudió a su padre con atención. Su pelo era de un castaño tan


claro que casi parecía rubio. Y aquellos ojos azules siempre un poco
enrojecidos. Jamie no se parecía en nada a él.

Estaba contento con eso.

—No podía dormir. Solo estaba comiendo un poco de cereal —


Jamie hizo crujir un malvavisco entre los dientes para demostrarlo—.
¿Qué haces, papá? ¿Te vas?
Su padre se lo quedó mirando de esa manera que hacía a veces, como si
Jamie fuera raro, como si su padre le tuviera miedo. Luego sacudió la
cabeza como si estuviera aclarando sus pensamientos y respondió a la
pregunta. —Viaje de negocios, amigo. Tengo un vuelo temprano.

—Yéndote y no regresando nunca más —musitó Jamie,


removiendo la cuchara en el cuenco.

Ahí estaba de nuevo, reflejándose en la cara de su padre. Definitivamente


miedo. —¿Por qué dices eso?

Jamie se limitó a crujir un poco más los cereales. Era una pregunta
estúpida, y su padre lo sabía.

—¿Viste… viste algo, amigo?

Ooh, interesante. Jamie sonrió, bajando la cuchara. Esto era nuevo. A su


papá nunca le gustaba hablar de lo... especial que era Jamie. —¿Qué
podría haber visto, papá?

Pero al parecer el momento de sinceridad ya había pasado, porque su


padre negó con la cabeza. —Nada. Es sólo un viaje de trabajo, amigo.
Estaré de vuelta en una semana. No querría perderme tu cumpleaños
once grandes.

Jamie se encogió de hombros ante aquella tonta afirmación. ¿Intentar


distraer a Jamie con menciones de cumpleaños? Ridículo.

Su padre se dio la vuelta para irse.

—Sandra —dijo Jamie en voz baja. Muy bajo.

Pero su padre lo oyó. Su cara se puso blanca.

—¿Crees que podría haber visto a Sandra, papá? —Jamie


preguntó—. ¿O... California?

Oh, a su papa definitivamente no le había gustado eso. Estaba


sacudiendo la cabeza otra vez, pero empezaba a lucir más molesto que
asustado. ¿Le gritaría a Jamie? No sería la primera vez que culpaba a su
hijo por algo que Jamie había visto en sus sueños.

Como si Jamie pudiera elegir qué visiones le venían. Como si tuviera


elección sobre algo de eso.

—De ninguna manera —Su padre rechinó los dientes al decirlo, y


las palabras salieron arenosas. Como rocas chocando entre sí—. Nunca...
no hay manera de que supieras ese nombre.

Jamie suspiró como había visto hacer a los adultos a su alrededor cuando
estaban súper decepcionados por algo. La negación era aburrida y sin
sentido, pero su padre nunca parecía cansarse de ella.

Como ahora. —No es natural —Le espetó su padre—. Tú no eres natural.

Jamie no sabía lo que eso significaba. Había nacido en este planeta, ¿no?
No lo habían construido en un laboratorio ni lo habían traído del espacio.
¿Cómo podía ser “no natural”?

—No deberías saber estas cosas. Tú no sabes estas cosas —Su padre
cogió la maleta del suelo—. Volveré en una semana. Para tu cumpleaños.

No se despidió de Jamie con un abrazo. Ni siquiera miró hacia atrás.


Simplemente salió de la habitación con su mentira flotando en el aire.

Jamie sabía que era mentira, porque había visto su cumpleaños. Mamá
había estado allí. También una bicicleta nueva. Pero no papá. Y no lo
habría de nuevo. Ahora tenía una nueva familia. Sandra y sus hijos en
California.

Apesta ser ellos, pensó Jamie. Se negó a estar triste por ello. No estaba
triste por ello. ¿Qué quería Jamie con alguien que no lo quería? ¿Quién
dejaría a la mamá de Jamie (la mejor mujer de todo el mundo) solo
porque su hijo lo asustaba a veces?

Ni siquiera es culpa mía. Yo no pedí nada de eso.


Jamie no estaba seguro de cuánto tiempo estuvo sentado en la cocina,
pero sus cereales ya no estaban crujientes cuando entró su madre,
haciendo ese contoneo especial que hacía ahora que su barriga de
embarazada había crecido tanto.

A él no le importaba su gran barriga. Adentro estaba creciendo su


hermanita. Una que se iba a parecer a él y a mamá. Pelo oscuro, ojos
oscuros. Hermosa.

—Mijo, ¿qué haces levantado? —Su mamá le besó la frente al pasar,


y algo de esa sensación oscura y asquerosa que había dejado su papá se
fue con el gesto.

Jamie le sonrió alegremente. —Me gustan estos cereales nuevos que


trajiste.

—Mmm. Pensé que te gustaría —dijo ella, cogiendo la tetera del


fuego y llenándola de agua—. Aunque se suponía que eran para una
ocasión especial.

—Papá se fue a su viaje de negocios.

La mano de su madre se congeló con la tetera colgando sobre el


lavamanos, todo su cuerpo rígido por sus palabras. —¿Es así?

Por primera vez aquella mañana, Jamie se sintió un poco... perdido.


¿Debía decírselo? No quería mentir, no era un mentiroso, pero tampoco
quería entristecerla. ¿Debería haberle avisado antes? Pero decírselo a la
gente antes de tiempo nunca parecía servir de nada. Sólo los asustaba, o
se molestaban cuando las cosas salían exactamente como Jamie había
dicho que saldrían.

Pero entonces su madre se giró y lo miró, con sus ojos oscuros serios, y
se dio cuenta de que ya lo sabía. Y que ella sabía que él lo sabía.

Compartieron una larga mirada, él y mamá. Pero ella no le hizo ninguna


pregunta ni le dijo lo raro y “antinatural” que era por saber cosas de
adultos que se suponía que no debía saber. Ella se limitó a sonreírle.
No era su mejor sonrisa, pero tampoco estaba mal.

—A lo mejor yo también me comeré un tazón de cereales.


Capitulo Uno
Lucien

Ses longs mugissements font trembler le rivage,

Le ciel avec horreur voit ce monstre sauvage.1

Aquellas líneas de la vieja tragedia seguían resonando en la cabeza de


Luc, haciéndose oír incluso por encima de los gemidos del hombre al que
estaba drenando. Era una distracción, la verdad. Luc odiaba pensar en
francés. Le traía demasiados viejos recuerdos.

Recuerdos que no necesitaba. Gente que prefería olvidar.

Luc apartó el cuerpo debilitado con un suspiro y lo dejó caer sin


contemplaciones sobre el cemento caliente.

Otro asqueroso cretino para los libros. Más rata que hombre, en
realidad.

De todos modos, Luc se lamió las gotas de sangre que le caían de los
labios, no dispuesto a desperdiciar el alimento, aunque le repugnara la
fuente. No era culpa de la sangre. La sangre había estado bien (comida
era comida), pero no quería tocar la escoria de la que procedía más de lo
necesario. Sabía de qué cosas horribles era capaz su presa recién

1
“Su largo rugido sacude la orilla, El cielo con horror ve a este monstruo salvaje.” Es parte de la tragedia
“Freda” del dramaturgo francés Jean Racine. La obra está basada en la tragedia de Eurípides, que narra el mito
de Fedra. Sin embargo, Racine también tuvo en cuenta las aportaciones al mito de la tragedia de Séneca y
Garnier.
fallecida. Esas cosas horribles eran exactamente la razón por la que había
sido elegido en primer lugar.

¿Y ahora qué? Luc se mantuvo quieto, evaluando. Esperaba ese impulso


interno. El impulso de ir más lejos, de cazar más. Pero el monstruo que
llevaba dentro se sentía satisfecho por el momento, saciado por la escoria
de la sociedad con la que acababan de darse un festín.

Luc se estiró lánguidamente, crujiéndose la espalda con un chasquido


satisfactorio, divisando la señal de la autopista que tenía delante.

Sólo quedaban unos kilómetros para llegar a Phoenix.

Era ridículo hasta qué punto se había rebajado Luc, que lo encontraran
muerto… bueno, no muerto, en una ciudad sin gracia. No tenía
elegancia. Una jungla de cemento en medio del desierto, donde la
sociedad humana no tenía derecho a estar.

Pero, de nuevo, no había elegancia en Luc en estos días tampoco. El


monstruo que llevaba dentro dirigía sus acciones, su aspecto y, a veces,
sus propios pensamientos.

¿Y ahora adónde? preguntó a su maestro interno. No hubo respuesta,


no cuando se sentía tan dócil por la matanza, pero Luc sintió el indicio
de una atracción. Más al sur, parecía. Phoenix no era su destino, sólo una
parada para tomar un pequeño... aperitivo.

Por un momento, Luc creyó percibir cierto aroma. Una canela... algo...
que lo llevó a detener el auto. Pero había desaparecido al instante
siguiente.

Suspiró, comprobando su reflejo en la ventanilla del carro para ver si


había pasado por alto alguna mancha de sangre. Probablemente estaba
persiguiendo fantasmas. ¿Qué creía que iba a encontrar? ¿Una
compañera esperándolo en el desierto? ¿Una flor de cactus destinada
sólo para él?

Poco probable.
¿Y quién querría juntarse de por vida contigo de todos modos?
Encadenado a un verdadero monstruo.

Lo sacó de sus pensamientos melancólicos un hombre mayor… al menos,


mayor en términos de apariencia, que giró hacia la calle lateral donde
estaba Luc de pie, con el cuerpo drenado a sus pies. Luc le dio un
empujón indelicado con el zapato, empujándolo detrás de su carro y
fuera de la vista del intruso.

Supuso que podría haber sido más discreto al elegir el lugar, entrar en
un edificio o algo así. Pero oh bueno, lo hecho, hecho estaba. No había
pensado con mucha lógica en ese momento.

El hombre mayor se acercó arrastrando los pies y el olor de su sudor


invadió las fosas nasales de Luc, que arrugó la nariz con desagrado.

El verano en Arizona, un golpe horrible para los sentidos. El calor en sí


no molestaba a Luc… podía sentir un calor agradable, nada más allá de
eso, pero odiaba lo que hacía a los humanos a su alrededor. La sudorosa
falta de gracia de todo ello.

Tal vez si estuviera en algún lugar con más clase. Córcega, posiblemente.
Allí la gente sabía manejar los elementos con estilo. Luc suspiró con
nostalgia ante los recuerdos de cuerpos bronceados en lino pálido, piel
salada acompañada de vinos blancos secos.

La vida había sido buena, una vez.

Y ahora él estaba... aquí. Todos lo estaban.

Él mismo, el geriátrico y el cadáver.

Dicho geriátrico levantó la cabeza y saludó a Luc con la cabeza, a pocos


pasos de ver el cuerpo desangrado a sus pies. Luc sonrió con facilidad al
desconocido, sintiendo una satisfacción enfermiza al ver cómo el
hombre palidecía al instante bajo la parpadeante luz de la calle, con toda
la deliciosa sangre drenándose de su rostro.

Luc no podía culparlo.


Sabía exactamente qué clase de monstruo veía el hombre. Sutil, quizá,
pero aterrador para los humanos, según la amplia experiencia de Luc.
Ojos completamente negros sin una pizca de blanco, auténticos
estanques de oscuridad, con colmillos brillando entre sus dientes
desnudos. Hacía no sabía cuánto tiempo que Luc no mostraba su rostro
humano. El monstruo siempre estaba al frente y al centro. Siempre al
puto mando.

El desconocido tropezó con sus propios pies, sus ojos asustados en el par
antinatural de Luc. —D-disculpa —balbuceó.

Luc le sonrió satisfecho. Pobre corderito. —¿Y por qué te disculpas,


exactamente?

—N-no sabía que había alguien aquí —dijo el hombre,


retrocediendo precipitadamente.

—¿En esta calle tan pública?

Pero el extraño no respondió a eso, desapareciendo por la esquina por la


que había llegado.

Pequeño hámster sin valor.

Luc podría seguirlo, supuso. Drenar al pequeño hámster y mostrarle qué


clase de pesadilla era Luc verdaderamente. Puede que el monstruo ya
no tuviera hambre, pero nunca decía que no a un poco de
derramamiento de sangre.

Entonces, ¿por qué Luc no se movía, iba a la caza? ¿Por qué sentía sus
miembros tan pesados y reacios? ¿Sólo porque el hombre era un
“inocente” en potencia? ¿Qué sentido tenía aferrarse a una última
moral? Luc no tardaría en caer en un estado salvaje, le gustara o no. Sólo
estaba retrasando lo inevitable con su falta de acción.

Volvió a meterse en el carro, molesto consigo mismo y con el


interminable ciclo de sus pensamientos. Ya sabía lo que le detenía.
Sus propias malditas palabras. Una promesa a un chico adorable e
ingenuo, recién convertido. Puedo aguantar.

Volvió a pronunciar las palabras ahora para sí mismo, con las manos
agarrando el volante lo bastante fuerte como para agrietar el cuero. —
Puedo aguantar.

Hasta ahora, más o menos. Más de un año vagando por el suroeste de


Estados Unidos, incapaz de alejarse más de allí.

Algo lo retenía aquí. Y no era el encanto de los malditos lugareños.

Se preguntó cómo le iría al joven Daniel estos días. Su monstruo se


animó al pensarlo. Danny le había gustado mucho. Su aspecto dulce y
encantador. El sabor meloso de su sangre.

¿Y así justificaba convertir a un joven en contra de su voluntad?


¿Porque le gustaba el sabor?

Luc no sabía si se estaba haciendo esas preguntas a sí mismo o a su


monstruo.

Ya ni siquiera estaba seguro de poder notar la diferencia.

Bueno… no había llegado muy lejos, ¿cierto?

Luc se apoyó sobre su carro, con el capó aún caliente por el viaje.
Observaba el tráfico peatonal de la calle, con las piernas cruzadas
vestidas de jeans.

Tucson.
Todavía en jodida Arizona. Había pensado que esta noche cruzaría la
frontera, por la forma en que lo seguían arrastrando hacia el sur, pero su
monstruo tenía otras ideas. Y ahora aquí estaba, todavía en el maldito
desierto.

Sin embargo, había un cierto atractivo. Un… me atrevería a decir…


encanto que le faltaba a Phoenix. Había entrado en una calle con hileras
de adorables casas de adobe de un solo piso, cuyos patios delanteros eran
una mezcla de plantas desérticas puntiagudas y rocas decorativas.

No era Córcega, desde luego. Pero lo suficientemente bonitas.

Las casas estaban justo en el límite de un pequeño centro de la ciudad, y


un buen número de personas estaban por ahí para ser tan tarde en la
noche, más de la mitad de ellos parecían estudiantes universitarios
borrachos, niños medio embriagados dando tropezones en busca del
lugar adecuado para restregarse unos contra el otro antes de que los
bares cerraran por la noche. Uno de esos grupos pasaba junto a él, los
jóvenes alborotados, las jóvenes con vestidos cortos y ajustados, y las
piernas bronceadas y millares de piernas a la vista.

Luc hizo una mueca cuando uno de los hombres, vestido con una
camiseta de tirantes holgada y pantalones cortos, chocó contra él,
moviendo las piernas cruzadas de Luc.

—Wow, amigo. Perdón por eso —El hombre apoyó una mano en el
brazo de Luc para estabilizarse y le dedicó una sonrisa, cuya expresión
se congeló en su joven rostro en cuanto lo vio mejor.

—Hombre. Ojos escalofriantes.

Luc mostró los dientes en una mueca parecida a una sonrisa. —¿Lo son?

El tipo asintió, palmeando de nuevo el brazo de Luc, con los ojos


vidriosos por el licor. O, a juzgar por su aspecto, de cerveza barata. —Sí,
pero no pasa nada. Haz lo que quieras, hermano.
Luc resistió, a duras penas, las ganas de romperle los dedos. ¿Hermano?
Sólo había un hombre al que Luc hubiera llamado hermano, y ese
hombre lo había abandonado hacía mucho tiempo. Ahuyentado por la
rabia de Luc, por el monstruo bajo su piel que le pedía en ese mismo
instante que borrara a aquel bufón de la existencia.

Pero Luc se contuvo. Una vez más.

Se pellizcó el puente de la nariz mientras el joven se alejaba. La mezcla


de perfumes y sprays corporales le estaba provocando dolor de cabeza y,
lo que era más importante, le resultaba difícil captar el único aroma en
el que quería concentrarse. Otra vez ese olor a canela que lo seguía
atrayendo al borde de la conciencia, lo bastante fuerte como para
distraerlo, pero demasiado tenue como para saber de dónde procedía
realmente.

Un trago. Necesitaba un trago. Y no de la sangre caliente que bombeaba


bajo la piel de esas estudiantes. Del tipo alcohólico, preferiblemente lo
suficientemente fuerte como para quitar pintura. Tal vez había un bar
decente aquí, uno con whisky aceptable. ¿O sería mucho pedir en un
lugar como éste?

Luc buscó en un bolsillo sus gafas de sol, las que solía llevar tanto de día
como de noche. Ya estaba harto de que los humanos lo miraran. Salió a
la calle en dirección al centro, de donde parecían proceder los
juerguistas. Con suerte, también de donde procedía el olor. Tal vez… sólo
tal vez, tendría un regalo especial esta noche. Una comida que no fuera
lo peor de lo peor de la humanidad. Tal vez esta vez sería una hermosa
humana, alguien pequeña y flexible. Alguien a quien Luc pudiera
hincarle el diente y la polla.

¿De verdad confías en ti mismo lo suficiente como para llegar tan lejos?

Luc no respondió a su propia pregunta. Se limitó a caminar hasta que su


monstruo tiró de él hasta detenerlo en un antro de la esquina, a sólo unas
manzanas de donde había empezado. Volvió a percibir aquel delicioso
olor a canela, más fuerte que antes.
Hay algo aquí, canturreó el monstruo de Luc. Algo delicioso. Algo sólo
para nosotros.

Luc estaba a punto de entrar en el establecimiento poco iluminado


cuando se dio cuenta de que el olor no procedía del interior del bar.

Venía de la parte de atrás.

Dobló la esquina en silencio y volvió al callejón que bordeaba el bar. Su


monstruo se tensó con anticipación. Aquí estaba la fuente del delicioso
aroma. Por fin.

Un hombre joven estaba allí, apoyado contra la pared de ladrillo del


edificio con los ojos cerrados, un cigarrillo en la mano, una rodilla
doblada con el pie plantado detrás de él. Llevaba unos jeans negros rotos
y raídos y una camiseta gris desgastada con las mangas dobladas. Su
pelo, que le llegaba casi hasta los hombros, era... verde. Un verde intenso
con destellos de raíces oscuras asomando.

Alguna vez tuve los ojos verdes.

Luc no estaba seguro de por qué había pensado en eso al mirar al joven.

Luc no podía dejar de mirar.

No sabía por qué. El desconocido era guapo, desde luego, con una
mandíbula lisa y afilada, piel morena y pestañas espesas por las que
cualquier mujer mataría. Pero no era el tipo de Luc. En absoluto. Luc
prefería amantes delicados y refinados.

No rufianes de callejón con adicción a la nicotina.

El joven pareció darse cuenta por fin de que había alguien más en el
callejón con él, y abrió los ojos cuando su cabeza se giró hacia Luc. Luc
observó, primero fascinado, cómo una miríada de expresiones diferentes
cruzaban el rostro del hombre en un instante; sorpresa, deleite,
esperanza, asombro y luego, cada vez más confundido, cómo una amplia
sonrisa se dibujaba en unos labios carnosos y sorprendentemente rojos.
¿A qué se debía aquella sonrisa?

Nadie había saludado a Luc con una sonrisa así desde... quizá nunca.
Nadie había reaccionado con un placer tan puro y simple ante su
presencia.

Luc no podía apartar la mirada de esa imagen mientras el hombre de


pelo verde dejaba caer lentamente su cigarrillo, aplastándolo bajo la
suela de su bota, sin apartar los ojos de Luc mientras se acercaba a él con
elegancia. Luc se dio cuenta de que uno de sus incisivos estaba torcido.

Era exasperadamente encantador.

—Viniste —La voz del joven era suave y tersa, casi melódica. Luc
quería oír más. Quería lamer el aire.

Quería...

Quería correr. Se sentía como si estuviera atrapado en algo enorme y


pesado que superaba su capacidad de soportar.

Pero se quedó allí de pie, sin apenas atreverse a respirar, y su monstruo


permaneció igual de congelado, atrapado en los ojos del hombre, que
eran casi tan oscuros como los del propio Luc, sin apenas un borde que
distinguiera entre pupila e iris.

A Luc le preocupaba que si se movía, si rompía su estatuaria quietud, su


monstruo pudiera estallar y comerse al desconocido. Devorarlo sin
pensar en las consecuencias. El aroma del hombre era demasiado
delicioso; canela y especias con un toque de melocotón en el fondo,
incluso con el repugnante humo del cigarrillo ensuciándolo todo.

No era de extrañar que el olor a canela hubiera sido tan difícil de


localizar, con todos aquellos productos químicos tóxicos que lo
enmascaraban.

El desconocido se detuvo a un pelo de Luc, mucho, demasiado cerca,


pero aun así Luc no podía moverse y ladeó la cabeza, el movimiento de
su pelo reveló los piercings que tenía a lo largo de la oreja. —Aquí estás,
monstruo. ¿Dónde has estado?

Su voz era suave y tersa, y formuló la pregunta como si se conocieran de


toda la vida.

Luc no sabía qué responder. “En el infierno” fue lo que quiso salir, de
entre todas las cosas. “Infierno total. Las profundidades de la
desesperación. Sácame de aquí. Ayúdame.”

Pero eso sería una locura. Este joven no le estaba pidiendo nada. No
podía ser. Él no sabía quién era Luc.

Entonces, ¿por qué se sentía como si lo supiera?

El silencio de Luc no disminuyó la sonrisa del hombre. Estaba ocupado


recorriendo con la mirada cada centímetro de la cara de Luc,
deteniéndose un momento en las gafas de sol, con sus finos dedos
crispados como si estuviera tentado de quitárselas.

Luc estuvo tentado de dejarlo.

Luc no estaba seguro de cuánto tiempo permanecieron allí, él y su


monstruo hipnotizados, mientras el desconocido parecía beberse su
propia visión. Pero finalmente, al final de su lectura, el hombre de pelo
verde dio un largo y profundo suspiro, y giró los ojos oscuros y brillantes
hacia los de Luc. —Te he estado esperando. ¿Por qué has tardado tanto?

Y entonces el desconocido se inclinó y estampó su boca contra la de él.


Capitulo Dos
Lucien

Luc había huido. De un humano. Un simple niño. Como un total y


completo cobarde.

Su monstruo estaba furioso, enfurecido con él por haber abandonado el


callejón. Pero por primera vez en mucho tiempo, a Luc le resultaba fácil
mantener el control sobre sí mismo. No se regresó.

Le habríamos hecho daño, argumentó, tratando de apaciguar a la bestia


que llevaba dentro.

No dudaba de la veracidad de sus palabras. En el momento en que sus


labios se habían rozado, los suyos y los de aquel hombre, aquel
desconocido, un tsunami de necesidad se había abatido sobre él. Luc
había querido... más.

Había querido morder al extraño joven. Hundir los dientes en aquel


cuello esbelto. Follárselo contra la pared. Reclamar su alma.

Podríamos haberlo hecho, susurró su monstruo, una nueva táctica


frente a los rugidos de ira que Luc había estado ignorando. Podrías
volver ahora mismo. Probarlo de nuevo. Convertirlo. Un nuevo juguete
para nosotros. Un compañero.

—Si no cierras el pico, nos conduciré afuera de esta ciudad dejada


de la mano de Dios —gruñó Luc.

Una mujer que pasaba por allí lo miró sorprendida, hablarle en voz alta
a su monstruo era ridículo, pero Luc no le hizo caso. Necesitaba silencio
en su cabeza. Necesitaba pensar.
Su monstruo tenía otras ideas. ¿No es esto lo que has estado buscando?
Tu flor en el desierto. Tu compañero. Pareja. Compañero. Alma
Gemela.

Cristo Todopoderoso, la bestia estaba cantando. Luc iba a perder la


cabeza.

Su monstruo no estaba equivocado. Había estado buscando. Durante


décadas. Había estado a la caza de esa alma predestinada que lo uniera
a su humanidad. Desde que supo que existían los compañeros, que el
descenso a un estado salvaje podía evitarse mediante un vínculo con otra
persona, Luc había estado desesperado por ello.

Una forma de vivir para siempre. Una forma de evitar la condena eterna.

Una forma de no volver a estar solo nuevamente.

Pero no había tenido en cuenta el poder de aquel primer encuentro. Toda


esa búsqueda, y en el momento del encuentro, había estado...
aterrorizado. ¿Quién es el corderito asustado ahora?

Luc era un ser al límite, que apenas controlaba sus facultades. ¿Cómo
podía esperar aceptar a un compañero sin aplastarlo en sus garras
demasiado codiciosas? ¿Se dejaría domar el monstruo?

No había más remedio que preguntárselo a la propia bestia.

¿Y tú lo permitirías? Le preguntó a su monstruo, manteniendo esta vez


las palabras en su propia cabeza. ¿Un compañero? ¿Ser encadenado por
un humano?

El monstruo que llevaba dentro guardó silencio durante mucho tiempo.


Lo quiero, respondió finalmente. Casi parecía una súplica.

Bueno, ¿qué carajo se suponía que tenía que hacer Luc con eso?

Luc no siempre había tenido conversaciones completas con su


monstruo, como un puto lunático. Solía ser una serie de impulsos, hacía
mucho tiempo, y luego había crecido gradualmente hasta convertirse en
simples órdenes.

Aliméntate. Folla. Caza. Mata.

Pero como había perdido su cordura, cediendo cada vez más a la ira y la
codicia y el ansia de sangre, el monstruo dentro de él se había vuelto
más... vocal. Persuasivo. Una serpiente en la hierba proverbial. Luc no
sabía si él y la bestia se estaban fundiendo o si se estaban diferenciando.
Era difícil saberlo cuando a menudo querían lo mismo.

Como a este joven. Esta flor del desierto.

Luc también lo deseaba.

Llegó al carro de algún modo, con la mente nublada. Se quedó de pie


frente a la puerta del conductor, contemplando su propio reflejo con ojos
vidriosos. ¿Qué había visto el desconocido para hacerlo sonreír así?

Algo más allá de lo superficial, aparentemente. Porque, Señor... qué


jodido desastre.

Luc seguía siendo guapo, no cabía duda. No era arrogante decirlo,


cuando nunca en sus múltiples siglos de vida había tenido problemas
para encontrar pareja para la noche. Pero su espesa cabellera oscura, con
una permanente mancha de canas en las sienes, era demasiado larga, y
su vello facial, por lo general artísticamente incipiente, estaba
demasiado crecido. Su ropa estaba desarreglada, y eso era... ¿sangre en
el cuello de su camisa?

Vergonzoso. Absolutamente vergonzoso.

Esto no podía ser.

Pensó en el joven mientras subía a su vehículo, teniendo una imagen de


él en su mente. Aquel pelo verde salvaje, el esmalte negro descamado
que Luc había notado en sus uñas. Su boca sabía a canela, pero también
a ceniza.
No era quien Luc había imaginado para sí mismo.

Te he estado esperando, ¿sabes? Las palabras resonaban en su cabeza.


No podía sacarlas. Ni la imagen de aquella sonrisa abierta, aquel incisivo
dulcemente torcido.

¿Por qué alguien le sonreiría así a Luc?

Una vez, hace décadas, pensó que había encontrado a su pareja. Se había
convencido a sí mismo de que la atracción, la admiración y los primeros
indicios de amor eran señales de un vínculo del alma.

Victoria.

Hermosa, elegante, salvaje.

Una pareja perfecta, había pensado. Pero se había equivocado. Se había


engañado a sí mismo, pero a nadie más, y lo había perdido todo. La
mujer y su hermano elegido, todo de un solo golpe.

Pero su atracción por Victoria no se había sentido así. Este golpe en las
tripas, esta atracción abrumadora.

Luc respiró hondo, tratando de reponerse de su reacción ante el


desconocido. Tras una rápida búsqueda en su teléfono y quince minutos
en carro hasta las afueras del desierto, entró en el estacionamiento de un
enorme hotel.

—Bienvenido al Oasis —Lo saludó al entrar el anciano que atendía


el mostrador.

Luc no perdió el tiempo con cumplidos. Lo miró fijamente, después de


quitarse las gafas de sol. —Me dará su mejor habitación. Estancia
indefinida. Sin identificación ni tarjeta de crédito.

—La mejor —repitió el hombre. —Sí, por supuesto —Empezó a


juguetear con el computador que tenía delante.
—Que me suban whisky a la habitación —ordenó Luc, y luego hizo
una pausa. —Y necesito un salón de belleza. El mejor que conozcas. Uno
que atienda a hombres.

Veinte minutos más tarde se encontraba en su habitación; una enorme


suite con una sala de estar contigua, una pequeña cocina que nunca
utilizaría y una cama de matrimonio sobre la que Luc estaba acostado,
con un whisky en la mano.

Su monstruo había estado inusualmente tranquilo mientras hacía sus


movimientos, intuyendo claramente que la victoria estaba en la espera.

—Haremos esto bajo mis condiciones —murmuró Luc, dando un


trago a su bebida.

No estaba siendo noble, en absoluto. Sólo... cauteloso. Por muy contento


que pareciera estar aquel desconocido de verlo, estaba claro que se había
equivocado. No sabía quién era Luc. Qué era.

Y a Luc le preocupaba que si se precipitaba, si asustaba a esta pequeña


flor del desierto, podría estropear el vínculo de apareamiento. No sabía
lo suficiente sobre cómo funcionaba para estar seguro. ¿Necesitaba el
humano amarlo antes de convertirse para que el vínculo se solidificara?
Si el joven lo despreciaba y le temía y Luc lo convertía de todos modos,
¿se verían ambos recompensados con una eternidad de miseria?

¿Y qué esperanza tenía Luc de una alternativa? Porque, ¿quién en su


sano juicio querría estar encadenado a un monstruo?

La vida de Luc había sido un infierno durante casi un siglo, un infierno


creado por él mismo. Había lastimado a gente que amaba. Había matado
a gente que tal vez se lo merecía. Había arruinado vidas.

Luc no merecía un compañero.

Luc no se merecía nada bueno.

Pero, ¿a quién quería engañar? Luc sonrió para sus adentros mientras
bebía otro sorbo, y su monstruo ronroneó de satisfacción al percibir su
capitulación. Porque Luc se quedaría con lo bueno de todos modos.
Volvería a encontrar a su pequeña flor del desierto y la haría suya.

¿De qué servía ser el villano si al final no conseguía lo que quería?


Capitulo Tres
Jamie

Jamie lo había jodido todo.

No se va por ahí besando a la gente sin su consentimiento, se reprendió,


golpeando con el pie la pared exterior de ladrillo del bar. Un puto gran
no-no.

El callejón estaba desierto. Vacío. Un hecho que era completamente


culpa de Jamie.

Sin embargo, le seguía costando quitar la sonrisa de la cara.

Intentó fruncir el ceño. Nada de sonrisas. Muy mal. Has hecho algo
malo. Chico travieso. Lo has asustado.

Pero en realidad, ¿cómo podía no sonreír? Por fin lo había conocido. En


carne y hueso. En el puto mundo real. El hombre literal de sus sueños.
O, ya sabes, el monstruo de sus sueños, para ser precisos.

Y ohhh, el tipo de los sueños era tan delicioso como Jamie lo había visto
en las visiones. Alto, corpulento, intenso. Olía a pecado absoluto. Con
ese encantador toque de color sal y pimienta en las sienes de su
abundante pelo oscuro.

Hola, Papi Monstruo.

Claro que estaba un poco desmejorado. Definitivamente más


desarreglado de lo que Jamie estaba acostumbrado a ver, con el pelo más
crecido de lo habitual. Pero todavía se las arregló para lucir como si
perteneciera a algún anuncio italiano de Campari o lo que sea. ¿Y la
forma en que se detuvo en seco y se quedó mirando a Jamie como si fuera
el jodido Santo Grial o algo así?

Tan sexy.

¿Realmente se podía culpar a Jamie por querer besarse con él hasta que
saliera el sol? ¿Por chocar sus bocas en cuanto lo tuvo a su alcance?
Después de todo, Jamie lo había estado esperando toda su vida adulta.
Que, bueno, solo eran cinco años, pero eso era como casi una cuarta
parte de su existencia.

Pero después de despegar los labios, el Tipo de los Sueños no había


saludado a Jamie con ningún tipo de reconocimiento o exuberancia. Se
había limitado a mantener esos hermosos músculos tensos con una
quietud antinatural, esos ojos negros fijos en Jamie con una intensidad
inquebrantable, sin siquiera respirar, por lo que Jamie podía decir.

Posiblemente porque el Tipo de los Sueños no necesitaba respirar. Jamie


aún no estaba seguro de cómo funcionaba eso.

Jamie había dado un paso atrás, lamentando inmediatamente la


distancia. Pero aparentemente estaban empezando de cero, y Jamie
realmente había necesitado frenar su ritmo antes de asustarlo por
completo.

Pero aun así. — ¿Sonríe para mí? —Jamie no había podido evitar
preguntar. Quería ver esos dientes en carne y hueso, por así decirlo.

Pero los labios del Tipo de los Sueños permanecían firmemente


cerrados, esa expresión severa y atónita congelada en su hermoso rostro.

—Hmm —Jamie había fruncido los labios pensativo, golpeando


inquietamente los dedos contra sus jeans, deseando no haber tirado
aquel cigarrillo. Le habría venido bien algo para relajarse. Era el
momento que había estado esperando desde que era adolescente, la
primera vez que había tenido la visión, pero sin duda no la última.

—¿Vas a decir algo? —preguntó ladeando la cabeza.


Un leve movimiento de cabeza, aquella mirada intensa seguía centrada
en Jamie. Había querido deslumbrarse bajo ella, como si fuera el puto
sol.

— ¿Puedo tocarte?

Otra sacudida de cabeza, esta vez más pronunciado.

Todo era un poco sorprendente porque mierda, Jamie no había esperado


que el tipo de sus sueños fuera tan jodidamente tímido.

Suspiró, balanceándose sobre sus talones, metiendo sus manos en sus


bolsillos para detener el nervioso golpeteo de sus dedos. —Así que ni
hablar ni tocar. De acuerdo. Está claro que necesitas tiempo para
procesarlo o lo que sea. Pero volveré mañana por la noche. Espero verte
aquí. No la cagues.

No se había molestado en explicar lo que era. Fuera lo que fuera lo que


el tipo de los sueños supiera o no supiera de ellos dos, estaba claro que
había tenido una intensa reacción a la presencia de Jamie. Tenía que
tener algún sentido de su conexión.

Jamie tendría que tener fe. Y quizá un poco de paciencia.

Él podía hacer eso. Probablemente. Con lo primero era lo


suficientemente bueno, con lo segundo... bueno, había esperado tanto.
Podía esperar un poco más.

Pero no mucho más, por favor y gracias.

El Tipo de los Sueños había asentido levemente a sus palabras,


apretando las manos a los lados. Mierda, pero Jamie quería que hablara.
¿Era su voz tan ronca, áspera y deliciosa como había sonado en la cabeza
de Jamie?

Pero esa noche no había sucedido. Había visto cómo el Tipo de los
Sueños se daba la vuelta y abandonaba el callejón, con movimientos
rígidos y antinaturales. Jamie sabía a ciencia cierta que él podía moverse
con una gracia más lánguida que esa. Debía de tener un mal día.
Jamie había necesitado todo lo que tenía para quedarse quieto cuando
había huido, para no correr tras su monstruo y aferrarse a su lado como
un puto molusco. Pero Jamie no iba a rogarle a nadie que se quedara si
no quería. Eso no era algo que él haría jamás.

El lado positivo era que había conseguido una vista realmente bonita de
un culo increíble y musculoso en la retirada del tipo. El tipo de los sueños
podía llenar esos jeans; eso estaba claro.

—Carajo, si —suspiró Jamie, ajustándose sus propios jeans


mientras pensaba en ello. Pronto le pondría las manos encima a ese culo.
Ese cuerpo. Esa polla.

Se rio para sus adentros, entrando de nuevo en el bar por la puerta


trasera.

Su vida era cada vez mejor.

Monique estaba dentro, limpiando el mostrador, sus trenzas negras


agitándose con sus movimientos. Parecía que ya había echado a los
clientes de la noche. Ella levantó la vista al ver entrar a Jamie, y sus ojos
se abrieron de par en par al verlo. —¿Por qué carajo sonríes así? ¿Alguien
te la acaba de chupar en el callejón?

Jamie rio salvajemente, sintiéndose un poco maniático. —Ya me hubiera


jodidamente gustado.

Se acercó a la barra y se dejó caer en un taburete. —Pero no. Mejor.


Mucho mejor. Acabo de conocer… —Hizo una pausa dramática—. Al
Indicado.

Monique detuvo su limpieza, mirándolo como si acabara de anunciar


que había volado a la luna y de vuelta. —¿Perdón?

Jamie asintió. Era una noticia impresionante; no la culpaba de su


asombro. —Lo conocí. Al Indicado.

Ella ladeó la cabeza, arqueando una ceja. —Ahora mismo. En el callejón.


—Síp.

Monique dejó caer el trapo que había estado usando y se cruzó de brazos,
apoyando una cadera en la barra, prestándole toda su atención. —¿Y
cómo se llama?

Jamie se encogió de hombros. —Ni idea.

—Bueno… —Monique soltó un suspiro lento, claramente usando


todas sus reservas de paciencia para tratar con él en su actual estado de
euforia—. ¿Qué onda con él, entonces?

Jamie negó con la cabeza. —No sabría decirte.

Se quedaron mirándose fijamente, Jamie tratando pero completamente


incapaz de mantener la estúpida sonrisa de su cara. Monique parpadeó
primero, finalmente se encogió de hombros y le dedicó una sonrisa
irónica. —¿Es una de esas cosas que voy a tener que achacar a que Jamie
es Jamie?

“Jamie es Jamie” era la forma en que eludían los problemas de algunas


de las rarezas... particulares de Jamie.

—Ciertamente —contestó alegremente.

—Bueno, felicidades por conocer al “Indicado” —Utilizo comillas


al aire alrededor de las palabras, solo para ser una perra. A Jamie no le
importó.

—Vas a tener que pedirle a Alice que te ayude mañana —Le advirtió
a ella—. Tengo una cita.

Eso por fin pareció afectarla. —Hombre, ¿en serio? ¿Me vas a dejar
plantada así como así?

Jamie se encogió de hombros. —Lo siento, cariño. Es una urgencia. Y no


soy oficialmente tu empleado. Además, así podrás coquetear con la dulce
Alice toda la noche.
Monique se quedó pensativa. —Sólido punto. Creo que está muy cerca
de tener una cita conmigo —Ella agitó una mano desdeñosa hacia él—.
De acuerdo. Haz lo que quieras.

Excelente. Todo estaba saliendo a la perfección. Jamie resistió el


impulso de echar la cabeza hacia atrás y reírse como un genio malvado.
Se aclaró la garganta. —¿Te importa si me tomo una cerveza mientras
limpias? Te traeré las sillas después.

Monique se encogió de hombros. —Ponte cómodo. Pero bébetela en


silencio. No voy a hablar contigo mientras estés así de... eufórico. Me está
asustando.

Jamie hizo caso omiso de sus dudas. —Como quieras. Siempre estoy de
buen humor. Esto no es nada nuevo.

—Sí, siempre estás de buen humor, bicho raro. Pero normalmente


no así —Ella le hizo un gesto vago—. Así

Le lanzó un posavasos, que ella esquivó con facilidad, agachándose bajo


el mostrador y colocando una lata de cerveza en la barra para él. Él le dio
las gracias con la cabeza, haciendo la mímica de cerrar la boca.

No le importaba si ella quería silencio. De todos modos, eso le venía


mejor a él. Tenía cosas en las que pensar. Planes que hacer.

Un monstruo que hacer suyo.

Las visiones habían empezado cuando era adolescente.

Bueno, no, las visiones habían durado tanto como Jamie podía recordar.
Pero las visiones del hombre de sus sueños habían empezado alrededor
de su decimoctavo cumpleaños. Como un regalo del cielo, si Jamie creía
en esas cosas.

Cosas en las que jodidamente no creía.

Pero aun así. Un regalo. Porque supo… supo inmediatamente, que ese
era el hombre para él. Su persona. Su puta alma gemela.

No había sido nada especial. Un hombre guapo ajustándose las mangas


de una elegante chaqueta de cuero. Peo Jamie había sentido una
atracción indescriptible hacia aquel hombre. Así que ese es mi tipo, había
pensado. Ese es exactamente. Nadie más servirá.

Las visiones de él habían llegado con regularidad después de aquella


primera noche. Al menos semanalmente, a veces más. Las semanas
favoritas de Jamie eran aquellas en las que tenía más de una. Ellas... lo
alimentaban. Alimentaban su alma. Tenía una persona ahí fuera, sólo
para él. Y sabía que era solo cuestión de tiempo que sus caminos se
cruzaran en el mundo real, más allá de los límites de la cabeza de Jamie.

¿Y mira por dónde? Había tenido razón.

Nunca había oído un nombre, nunca había visto a nadie dirigirse al


desconocido por uno, así que Jamie había empezado a llamarlo “el
hombre de sus sueños”. Literalmente el hombre de sus sueños. Eso hasta
que vio al Tipo de los Sueños arrancarle la yugular a alguien y beber de
ella. Con sus malditos colmillos.

Y entonces Jamie se había dado cuenta de que el hombre de sus sueños


era más bien el monstruo de sus sueños.

En cuanto al tipo de monstruo que era su chico visionario, con la sangre


que bebía y los colmillos puntiagudos, Jamie había pensado que era un
vampiro. ¿Pero quién carajo lo sabía realmente? Jamie nunca había
conocido a nadie que no fuera humano.

A menos que se contara a sí mismo.

Jamie no se contaba a sí mismo.


Jamie era definitivamente humano. Solo que con... habilidades
adicionales. Unas que a veces asustaban a la gente, o le hacían perder
amigos o algún que otro trabajo o padre o lo que fuera.

Pero ellos se lo perdían. Jamie era asombroso, a pesar de sus


espeluznantes visiones.

Supuso que debería haberse asustado ante la revelación de que la


persona a la que había empezado a considerar su destino había resultado
ser alguien (algo) que se comía a los humanos para desayunar. Pero para
entonces ya era demasiado tarde. Había visto demasiado.

Técnicamente sólo pequeños atisbos, pero eran suficientes para él. Allí
había soledad. Jamie podía sentirla, incluso a través de la distancia. Una
tristeza profunda y oscura detrás de todo ese atractivo peligroso y sexy
que salía a relucir cuando el tipo de los sueños estaba solo.

Y el tipo de los sueños casi siempre estaba solo.

Jamie quería arreglarlo. No sabía por qué era tan irresistible, pero
simplemente... lo era. Jamie sabia como se sentía ese tipo de soledad.
Incluso con sus amigos, incluso con su cariñosa madre, su hermana, su
padrastro. Sabía lo que era sentirse como un bicho raro.

Pero más que eso, quería solucionar la soledad de este hombre en


particular, de este monstruo.

No tenía sentido, él lo sabía. Nada lo tenía. Pero, ¿desde cuándo la vida


de Jamie, sus visiones, tenían sentido? Y por primera vez, esas visiones
no le habían parecido inútiles ni aterradoras. Porque habían estado
señalando a Jamie un futuro que él quería.

Un futuro con su monstruo a su lado.

Tamborileo con los dedos sobre la barra, asintiendo a sus propios


pensamientos, observando a Monique moverse en el espacio vacío.
Simplemente no parecía poder quedarse quieto.
Así que Jamie vació su cerveza rápidamente, apiló las sillas a toda prisa
y llamó a Monique: —¡Me voy!

Ella lo despidió desde donde contaba el dinero de la caja.

Esta vez salió por la puerta principal, el calor de la noche lo golpeó en la


cara en cuanto abandonó el bar climatizado. Respiró, deleitándose con
el calor. Le encantaba el desierto. Había tanta belleza por todas partes,
si uno sabía dónde buscarla. ¿Y quién quería frío? Jamie prefería ciento
diez grados a veinte bajo cero cualquier día de la semana.

Pero, ¿hacia dónde ahora?

Jamie se debatía sobre qué camino tomar. Podía volver a su apartamento


por la izquierda. Pero lo más probable es que eso significara una noche
dando vueltas por la casa, intentando eliminar el exceso de energía de su
cuerpo. Podía intentar trabajar un poco, pero la idea de permanecer
sentado el tiempo suficiente para sacar algún código parecía poco
probable en su estado actual.

Sólo le quedaba una opción.

Jamie giró a la derecha, a paso ligero, sacando un chicle de canela del


bolsillo mientras avanzaba. No podía llegar apestando a humo de
cigarrillo.

Tardó menos de diez minutos en llegar a la casa color óxido. Abrió la


puerta… ella siempre la dejaba abierta, no importaba cuántas veces él la
reprendiera por ello y llamó en un fuerte susurro: —¿Mamá?

No pretendía despertar a nadie, pero sabía que lo más probable era que
ella estuviera despierta. Era una lechuza nocturna, como él.

—¿Mijo? —El susurro de respuesta vino de la sala de estar.

Jamie se acercó de puntillas, sonriendo para sí al ver la imagen que ella


presentaba al llegar. Llevaba puesta su vieja bata, el pelo oscuro recogido
en un moño suelto, un vaso de vino en la mano y lo que parecía ser
RuPaul's Drag Race sonando en la tele.
—¿Qué haces aquí, mijo? —Le preguntó, levantando la cara para
que él le diera un beso en la mejilla y riendo suavemente por la bofetada
exagerada que le dio—. Tenemos que hacer silencio. Eric e Izzy están
durmiendo.

Se llevó un dedo a los labios en señal de reconocimiento. —Silencioso


como un ratón, Má —dijo, manteniendo la voz suave—. Sólo quería verte.

Ya podía sentir que la inquietud abandonaba su cuerpo y que su energía


bajaba hasta igualarse a la de ella.

—Ajá —Ella lo miró con escepticismo, sus ojos oscuros reflejaban


los suyos—. No me lo creo. ¿Qué pasó?

Se dejó caer en el sofá junto a ella. —Si hablo de ello, me volverá a poner
intranquilo. Te lo contaré mañana.

Ella lo miró con complicidad. —Mi Jamie especial. ¿En qué problema te
has metido ahora?

Jamie sonrió ampliamente, sin poder evitarlo. —Algo bueno, lo prometo.

Ella se rio, tapándose la boca con una mano para no hacer ruido, y luego
señaló la botella de vino que había en la mesa auxiliar, una junto a una
vieja foto enmarcada. —Sírvete un vaso, cariño.

Jamie negó con la cabeza, procurando no mirar la foto. Odiaba que la


hubiera dejado allí. En teoría, era una foto bonita, el padre de Jamie con
él en brazos cuando era un bebé, pero no tenía cabida en sus vidas. Ya
no. Pero su madre insistía en que no iba a tirar a la basura recuerdos
perfectamente buenos sólo por amargura.

Jamie no lo entendía. Si alguien decía que se iba a quedar con alguien,


se quedaba. Si no, no valían nada. Ni ellos. Ni sus recuerdos.

No valían nada.
Además, su madre tenía a Eric ahora, y él era increíble. Un buen
padrastro para Jamie, un padre increíble, porque era su padre, en lo que
a Jamie concernía para Izzy.

—Solo quiero sentarme contigo un rato —dijo, acomodándose mas


firmemente en el sofá. Tener a su familia cerca le calmaba los nervios.

Ella le sonrió tiernamente en señal de comprensión. —Mi alma inquieta.

Aquel apodo había empezado justo al mismo tiempo que las visiones de
Jamie del Tipo de los Sueños. Su madre decía que había empezado a
actuar como si tuviera un pie fuera de la puerta. Como si tuviera ganas
de salir corriendo, de encontrar algo nuevo y emocionante en el mundo.

Pero Jamie no se había escapado. Se había quedado en Tucson, en la


universidad y después. Sabía que su monstruo venía a él, no al revés.

¿Ves? Paciente como el carajo.

Y la espera de Jamie por fin estaba llegando a su fin. Sonrió al pensarlo


y apoyó la cabeza en el hombro de su madre. Ella le acarició el pelo
distraídamente, con los ojos ya puestos de nuevo en su programa. —Tal
vez puedas ayudar a tu hermana con las tareas de matemáticas por la
mañana. Cuando Eric lo intenta, los dos terminan gritándose.

—Claro, mamá. Lo que necesites —No le importaba ayudar a Izzy


con las tareas. Lo ayudaría a pasar el tiempo hasta que pudiera volver a
ver al tipo de sus sueños.

O tal vez Jamie incluso lo vería en una visión una vez que se tranquilizara
lo suficiente como para irse a dormir.

Tenía la sensación de que eso no ocurriría esta noche. No cuando el Tipo


de los Sueños estaba aquí, en Tucson, lo bastante cerca como para
tocarlo. Lo suficientemente cerca como para olerlo. (Y oh, había olido
tan delicioso. Un aroma terroso a sándalo, tan jodidamente masculino y
tentador). Lo bastante cerca como para saborearlo.
Y Jamie quería probar otra vez. Como alguna vez. Quería su lengua de
nuevo en la boca de ese hombre. Por todo su cuerpo. Lamiendo toda su
po…

Jamie se movió en el sofá, tratando de refrenar sus pensamientos


caprichosos. Tal vez acurrucado con su madre no era el mejor lugar para
estar pensando en su atracción por ciertas personas monstruosas.

Así que ayudaría mañana. Mantendría sus pensamientos fuera de la


alcantarilla hasta que estuviera en condiciones de darles un mejor uso.
Jamie suspiró feliz.

Sí, todo estaba saliendo bien.


Capitulo cuatro
Lucien

Luc tomó sorbos de su whisky puro cuidadosamente. Nada mal para un


bar de mala muerte. Tomó un trago más generoso y analizó el horroroso
arte decorando las oscuras paredes pintadas.

¿Era eso un retrato de un caballo en un tutú? Cristo señor.

Ignoró fácilmente las miradas dirigidas hacia él por los otros clientes.
Había escogido un rincón suavemente iluminado a propósito, pero las
miradas siguieron viniendo. No estaba sorprendido. La mitad de ellas
eran de personas que querían follarlo, una apreciación poco modesta
pero precisa, en su experiencia, y la otra mitad eran probablemente de
personas que creían que lucía como un completo patán usando lentes de
sol dentro de un establecimiento después de caer la noche.

Definitivamente lucía como un patán. Pero a su vez tampoco se las iba a


quitar pronto. Después de todo, no quería asustar a su pequeña flor del
desierto antes de que el joven tuviera siquiera la oportunidad de
sentarse.

Si es que su flor del desierto siquiera se presentaba. Luc tenía grandes


esperanzas de que lo hiciera para no tener que cazar al humano como un
terrorífico acosador. Estaba determinado a hacer una mejor impresión
esta vez.

Podía admitir que no había estado en su mejor porte la noche anterior.


Algunos podrían incluso decir que se había congelado totalmente
después del beso por parte del extraño. Sin poder moverse, sin poder
hablar, a penas capaz de escuchar las palabras del joven muchacho sobre
los gruñidos del monstruo en su propia mente.

Nuestro compañero. Es nuestro compañero. Lo encontramos. Lo


tomaremos. Lo convertiremos. Todo nuestro.

Señor de los cielos, había sido ensordecedor, ese rugido, empezando por
el momento en que el joven de pelo verde se le había acercado lo
suficiente para poder olerlo, y no terminado hasta mucho después de que
Luc había puesto varias manzanas entre ellos.

Todo el día había sido una batalla, la docilidad del monstruo al final de
la noche anterior aparentemente solo temporal. Había decidido en la
mañana que quería encontrar a su flor inmediatamente. Cazarlo. Hacer
su reclamo. Quería que lo tomara como suyo. Y había requerido de cada
pedazo de auto-control en Luc luchar contra ese impulso.

Se merecía una jodida medalla de oro por ese control.

Había seguido resistiéndose al impulso del monstruo. Lo vamos a


asustar. Es joven y humano. Nos odiará. Necesita asimilarlo. Necesita
ser… cortejado. Y podríamos estar equivocados. Hemos estado
equivocados antes.

El monstruo había resoplado ante lo último, con buena razón. Nunca


había confundido a Victoria con su alma gemela. Había sido...
ambivalente, por no decir otra cosa. Le había gustado su olor y su sabor,
pero nunca había clamado por ella. Nunca había sentido hambre por
ella. Luc había pensado que eso cambiaría cuando ella se convirtiera,
cuando se convirtiera en vampiro y solidificara el vínculo.

Pero luego, ella nunca lo hizo.

Ella había escogido la muerte por encima de una vida eterna con él.
Había revelado finalmente el miedo que ella siempre había tenido hacia
él y su especie. De convertirse en algo como él.
Luc se tragó el resto del whiskey de un solo golpe, deseando que fuera
más fácil para su cuerpo no natural sentir los efectos. Pero para eso
habría necesitado que el bartender le dejara la botella en la mesa. No una
buena impresión para una primera… ¿cita? ¿Encuentro programado con
un extraño misterioso?

Luc no se quedaría congelado esta vez. Y tampoco asustaría al joven


hombre. Sería… encantador. Sería paciente. Aprendería todo lo que
pudiera descubrir de su pequeña flor del desierto.

No repetiría viejos errores.

Luc bajó su vaso y se pasó una mano por el pelo. Estaba de un largo
respetable, más recortado a los lados que arriba. Había convencido a un
estilista en el salón de belleza recomendado para que le diera una cita
esa mañana enseñando sus dientes cuando otros clientes esperando
habían causado un escándalo. Su vello facial también estaba devuelta
con su toque moderno de barba.

Luc aguantó su respiración cuando el olor a canela invadió el bar.

Por fin.

Observó con la intensidad de un depredador cómo entraba el joven de la


noche anterior, bebiendo el espectáculo como si fuera agua fresca en un
día caluroso. El humano era casi igual de alto que Luc, probablemente
unos centímetros por encima del metro ochenta. Un poco delgado, quizá,
pero con una fuerza enjuta evidente en sus miembros. Desde luego, no
era delicado.

Pero era... irresistible.

Luc mantuvo la mirada fija mientras el humano se acercaba a la barra y


saludaba a la mesera con una calidez familiar.

Luc esperó en su mesa a que el joven pidiera su bebida. ¿Lo ven? Podía
ser paciente.

Golpeó su dedo contra la mesa.


Tan jodidamente paciente.

Una o tres eternidades más tarde, su humano llegaba a la esquina y


dejaba una botella de cerveza sobre la mesa. Aquella sonrisa, aquella
maldita sonrisa, volvió a iluminarse cuando el joven se sentó. —Has
aparecido —dijo, dirigiéndole a Luc una mirada apreciativa.

—Así es —Luc respondió con un gruñido bajo. Observó fascinado


cómo los ojos oscuros del joven se abrían de par en par ante el sonido.

—Y habla —dijo el hombre, con la voz un poco entrecortada.

—Tu nombre, por favor —preguntó Luc.

El joven (no debía de tener más de veinte años, aunque estaba claro que
era lo bastante mayor como para beber) levantó la cabeza y se apartó un
mechón de pelo verde de un ojo. Luc observó que llevaba anillos en los
dedos y que los piercings de las orejas estaban llenos de piedrecitas
negras. —Tú primero.

Luc sonrió satisfecho. —Lucien Volaire. Puedes llamarme Luc, si quieres.

—Luc. Lucien. Luc —El joven repitió su nombre, haciendo rodar


las sílabas en su boca como si probara su sabor.

A Luc le gustaba oír su nombre de aquellos labios rojos. Quizá


demasiado. Se aclaró la garganta. —¿Y el tuyo?

Unos dedos finos juguetearon con la boquilla de la botella de cerveza. —


Jamie. Jamie Hernández.

—Jamie —pensó Luc. Le quedaba bien—. ¿A qué te referías cuando


dijiste que me habías estado esperando, Jamie?

Un brillo travieso entró en los ojos de Jamie. —Exactamente a lo que


suena.
—Explícate —exigió Luc con un gruñido. Tremendo esfuerzo para
ser encantador. Hasta ahora se había limitado a ladrar órdenes, como
Roman en uno de sus días más malhumorados. Pero necesitaba saberlo.

Jamie apretó los labios, estudiando la cara de Luc. —Primero quítate las
gafas de sol.

Luc entrecerró los ojos, ocultos tras los lentes oscuros. —¿Por qué?

Jamie lo miró como si estuviera perdiendo el tiempo de ambos haciendo


preguntas sin sentido. —Porque quiero volver a ver tus ojos.

—¿Por qué?

—Porque aun sabiendo cómo se verán, quiero verlos por mí


mismo.

Luc se tensó. ¿Aun sabiendo cómo se verán? ¿Qué significaba eso? Luc
nunca se había topado con este humano; estaba seguro de ello. Si lo
hubiera hecho, lo recordaría.

Habría recordado cada segundo de ello.

Luc levantó una mano y se quitó las gafas de sol, sin dejar de mirar a
Jamie mientras lo hacía. El joven soltó un suspiro ante la vista, pero no
había ni una pizca de miedo o disgusto en su mirada oscura. Se limitó a
esbozar aquella sonrisa encantadora y abierta. —Ahí está —Se mordió el
labio inferior—. Hombre, eres un zorro.

Huh. —No estás asustado.

Jamie le lanzó una mirada exasperada. —Escucha, no me importan los


ojos. O los colmillos, por si acaso. Sé lo que eres —Se encogió de
hombros—. Al menos, creo que lo sé.

Luc resistió el impulso de dar la vuelta a la mesa, frustrado. —Explícate


—dijo entredientes—. Por favor.
Jamie bebió un trago de cerveza, aparentemente para armarse de valor,
luego dejó la botella y se encontró de frente con la mirada de Luc. —
Tengo visiones. Y las he tenido de ti. Desde hace años.

Luc ladeó la cabeza. —¿Tienes la Visión?

Jamie jugo con la tapa de su botella. —Como quieras llamarlo. Pero a


veces tengo visiones del futuro. Normalmente en sueños, pero también
me ha pasado despierto.

Eso sí que era interesante. Muy interesante. Luc había conocido a


alguien así antes, hacía mucho tiempo. No habían visto el futuro, pero
habían sido capaces de vislumbrar el pasado de una persona con un
toque. Se suponía que había otros humanos por ahí con diferentes tipos
de dones más allá de lo normal.

Se suponía que su sangre era increíblemente deliciosa.

Vamos a dar una probada y averiguarlo, insistió su monstruo. Luc lo


ignoró. —Eres vidente.

Jamie se encogió de hombros. —Y tú eres un vampiro. O algún otro


monstruo para el que aún no tengo nombre.

Luc estaba perdido. Todos sus planes para acostumbrar a Jamie, para ir
despacio, para ocultar al monstruo que llevaba dentro... y aquí Jamie ya
sabía que Luc no era humano. Lo había sabido incluso antes de que se
conocieran. Antes de que Luc pudiera hacerse a la idea, la mesera se
acercó con dos whiskeys. Les sonrió mientras se los dejaba. —Lucien
como si necesitaran un poco de esto.

Jamie le sonrió. —Gracias, Monique.

Luc se movió, conteniendo a duras penas un gruñido hosco. Quería que


esa sonrisa volviera a centrarse en él; no quería que se la diera a nadie
más. Esa sonrisa era suya. Se aclaró la garganta, y Monique lo miró a los
ojos, su mano sacudiendo el whisky de su vaso en su sorpresa. —Wow.
Jamie miró entre ellos y luego le sonrió descaradamente a Luc. —Ah, ¿los
lentes de contactos? Él es un extra en una obra. Es una verdadera
producción gótica. Demonios y brujas y esa mierda.

—Oh, carajo —Le dio a Luc una mirada apreciativa. —Bastante


genial. Hay que amar el arte, hombre —Les dio a ambos una despedida
de mano sardónicamente y se giró camino a la barra.

Luc volvió a quedarse congelado, preguntándose qué acababa de pasar


exactamente. ¿Lo habían declarado un... actor?

Jamie soltó una carcajada al ver la cara de Luc y se bebió de un trago su


whisky, haciendo un gesto a Luc para que hiciera lo mismo. —Ven a casa
conmigo, vampiro. Tenemos mucho de qué hablar.

Era una casita pintoresca, de un naranja intenso, con pequeñas plantas


punzantes en cada esquina. Luc observó un cactus en particular en la
puerta principal, un espécimen impresionante.

Jamie lo miró. —¿Te gusta mi saguaro?

—Es bastante... fálico.

Jamie se rio. Tenía una forma de hacerlo con toda su persona, echando
la cabeza hacia atrás, con el pecho temblando. Luc rara vez veía a alguien
tan... sincero... con sus reacciones. Tan poco planeado.

—No hemos tenido que ir muy lejos —comentó Luc cuando


entraron en la casita. Apenas habían caminado dos manzanas para
llegar.
—Sí —dijo Jamie, tirando las llaves descuidadamente sobre una
mesa en la entrada—. Tenía sentido estar cerca del bar.

—¿Tan importante es para ti la proximidad a la cerveza aguada y


arte de mal gusto?

El joven Jamie no reaccionó a la burla más que para reírse de nuevo. —


Vivo con Monique —explicó él—. Ella es la dueña del bar; ella es la dueña
de la casa. Y que no te oiga decir que su arte es de mal gusto. Ella prefiere
llamarlo... ecléctico.

Condujo a Luc a una acogedora sala de estar, claramente decorada para


el confort más que para el estilo. Luc evitó que se le torciera el labio, pero
por poco. No era de su gusto, todos los muebles parecían más o menos
puestos al azar. Incluso había una pequeña chimenea, aunque Luc no
podía imaginar que alguien necesitara fuego con este calor.

Se sentó en el desgastado sofá, alisando los cojines antes de hacerlo.


Jamie se acercó como si fuera a sentarse a su lado, pero Luc negó con la
cabeza y señaló el sillón acolchado que tenía enfrente. —Ahí.

Jamie se quedó inmóvil un momento y luego le sonrió mientras tomaba


asiento. —¿Qué? ¿Me tienes miedo?

—La mejor pregunta es: ¿Por qué no me tienes miedo a mí?

Jamie se inclinó hacia delante en su silla. —¿Por qué iba a tenerlo?

El asombro ante la actitud despreocupada del joven hizo que Luc se


mostrara más directo de lo normal. —Has visto mis ojos, mis colmillos.
Supongo que incluso me habrás visto matar en una de esas útiles
visiones tuyas. Antes me has llamado “monstruo”. No te equivocas. Es
natural que un humano tema a un vampiro.

La sonrisa que Jamie le dedicó empezó lenta, una inclinación de las


comisuras, pero creció sin parar hasta que prácticamente estaba
radiante ante Luc. —Sí, eres un monstruo —aceptó con facilidad—. Pero
eres mi monstruo.
Luc tomó una gran bocanada de aire, sintiéndose momentáneamente...
desorientado. ¿Quién era este extraño humano para decirle semejantes
cosas?

Jamie, aparentemente satisfecho con dejar mudo a Luc por el momento,


se recostó en su asiento en un elegante desorden de piernas, con una
enganchada en el brazo de la silla. Luc contempló la escena con ojos
ávidos. Tuvo que admitir lo que no había querido admitir la noche
anterior, demasiado concentrado en evitar que el monstruo se
abalanzara sobre aquel desconocido de olor delicioso.

El joven Jamie era muy sexy.

Tenía una belleza andrógina subyacente, realzada por su pelo teñido y su


estilo punk. Tenía los labios carnosos y naturalmente enrojecidos de una
forma distraídamente tentadora. Y no era tímido a la hora de encontrar
la mirada de Luc; eso era seguro. Aquellos ojos oscuros se centraban en
él con una intensidad que Luc no solía ver en los mortales.

Luc quería devorarlo. Y lo haremos, canturreó su monstruo. Con el


tiempo.

Luc no tenía ni idea de por qué su monstruo había pasado de morder el


anzuelo con impaciencia a instalarse en el juego del gato y el ratón, pero
no tuvo más remedio que agradecer el respiro. Aún tenía preguntas.

—Háblame de las visiones —Le ordenó.

Jamie ladeó la cabeza. —¿Las visiones sobre ti o las visiones en general?

—Empecemos por “en general”, creo.

Jamie volvió a morderse aquel delicioso labio antes de desviar


finalmente la mirada. —Empezaron cuando era niño. Tuve... vislumbres.
Gente que no conocía. Gente que conocía haciendo cosas que nunca les
había visto hacer. Tardé en darme cuenta de que veía cosas que aún no
habían sucedido. A veces eran cosas pequeñas. A veces eran más
grandes. Vi... Había… —Se interrumpió, encogiéndose de hombros—.
Como sea, es lo que es. Como dije, suele ocurrir cuando estoy dormido.

Luc pensó en insistirle en lo que estuviera a punto de decir, pero al final


decidió dejarlo. Por el momento. —¿Y puedes diferenciar? ¿Entre un
sueño y una visión?

Jamie se golpeaba el muslo con los dedos de la mano derecha, un hábito


nervioso que Luc había detectado la noche anterior. —Ah, sí. Es evidente.
Simplemente... lo sé. No es que sirva de nada —Señaló con la barbilla la
repisa de la chimenea, donde había una foto de él y la bartender, cogidos
del brazo—. Monique y yo solíamos ser mucho más cercanos. Entonces
tuve una visión de su ex teniendo un accidente antes de que ocurriera.
Se lo advertí, pero ya era demasiado tarde. La experiencia la asustó un
poco. Yo suelo asustar un poco a la gente si bajo la guardia.

Luc frunció el labio. Los humanos eran tan estrechos de miras. —Debería
haber sido un honor para ella —dijo.

Jamie se rio sorprendido. —¿Qué?

—Tienes un don —explicó Luc—. Has sido bendecido con la Vista.


Ella debería haberse sentido honrada de ser el centro de una de tus
visiones.

Jamie le dirigió una mirada de evaluación. —Algunos dirían que es una


maldición. Si no puedo cambiar el resultado. No tengo ningún poder
real, no realmente.

Luc agitó una mano en el aire, descartando esa idea. —Depende de cómo
lo mires, supongo. Pero yo digo que cualquier habilidad más allá de lo
normal te hace... especial. Único. ¿Y quién no quiere ser único en este
mundo aburrido y mundano?

Jamie no respondió, sólo le sonrió, con los ojos brillantes, como si Luc
acabara de hacer algo realmente asombroso.

Luc se aclaró la garganta. —¿Y tus visiones sobre mí?


—Hace años que las tengo. Pequeñas visiones. Supe enseguida que
estábamos conectados. Destinados —Jamie separó ligeramente los
labios mientras seguía mirando a Luc con aquella enervante
intensidad—. ¿Tenía razón respecto a ello?

Luc asintió con cuidado. Sin duda estaban destinados.

Jamie sonrió alegremente. —Fantástico. ¿Puedo chupártela?

Jodido infierno. Luc volvió a quedarse helado, incluso cuando se le


empezó a hinchar la polla ante la impertinente petición. Aquello era lo
último que esperaba que saliera de la boca de aquel humano tan peculiar.

Esa boca. Luc volvió a observarla. Aquellos labios rojos, la forma en que
Jamie los mordía cuando quería provocar. Porque eso era lo que estaba
haciendo, ¿no? Provocando a Luc.

¿Crees que puedes luchar con el diablo y no quemarte? Luc quería


preguntar. Pero se guardó la pregunta. No había necesidad de matar el
ánimo todavía.

Déjalo probar, susurró el monstruo. Seré bueno. Me portaré bien.

Luc no había oído una promesa así del monstruo interior en más de
medio siglo. Así que eran dos contra uno a favor de chupar pollas. Y con
toda honestidad, se necesitaría un hombre mejor que él para rechazar
una oferta como esa. Un hombre mucho, mucho mejor.

Luc cedió, abrió las piernas en señal de invitación y se recostó en el


mullido sofá. Jamie esbozó una amplia sonrisa y se deslizó de su asiento
antes de cruzar la corta distancia y deslizarse hasta quedar de rodillas
entre los muslos de Luc.

Siiií, suspiró el monstruo de Luc. Acércate, pequeña flor. Quería a Jamie


a su alcance. Lo quería siempre a su alcance.

Pero Luc se mantuvo quieto, temeroso de que si se movía, se abalanzaría.


Podía oír la sangre bombeando en las venas de Jamie, y el ritmo cardíaco
del humano se aceleró mientras éste bajaba, reverentemente despacio,
la cremallera de los pantalones de Luc. Luc podía oler canela por todas
partes: del chicle de Jamie, sí, pero también bajo la superficie. El olor
intrínseco de Jamie.

Luc quería probarlo desde la fuente.

Pero no podía confiar en sí mismo para saborearlo sin llegar hasta el


final. Acabaría convirtiendo al humano antes de que acabara la noche.
Así que Luc apretó los puños a los lados, la viva imagen del auto-control.

Jamie lo miró con una ceja fruncida mientras tiraba de los jeans de Luc
por sus caderas. —¿Son de seda? —Le preguntó, metiéndole los dedos en
los calzoncillos y rozando con sus finos dedos los muslos de Luc.

—Sí —respondió Luc con voz ronca.

Jamie frotó su nariz contra la tela, contra el bulto de Luc, y la polla de


éste se endureció por completo al contacto.

—Qué suave —murmuró Jamie antes de poner su boca sobre la


seda, sosteniendo los ojos de Luc mientras humedecía la ropa interior
con la lengua, justo en la base de la polla de Luc. —¿Cuántos años tienes,
por cierto?

—Bastante más de doscientos.

Un beso casto contra la punta vestida, la seda ya húmeda por el líquido


preseminal de Luc. —¿Con cuántas personas has estado?

—Incontables —Luc exhaló con fuerza cuando Jamie le dio un


mordisco en el muslo.

—Soy extremadamente celoso. ¿Quieres saber con cuánta gente he


estado? —Provocó Jamie.

Luc gruñó, clavándose las uñas en las palmas de las manos. —No si
quieres que esas personas vivan más allá de esta noche.

—Ohh, monstruo posesivo. Me gusta.


Luc finalmente cedió al impulso y soltó los puños cerrados, pasándose
los dedos por aquel pelo color jade. —Descubrirás que estoy más allá de
la posesión ordinaria, mi flor. No se te ocurra jugar conmigo. Aplastaré
cualquier obstáculo que pongas en mi camino, humano o no.

Su advertencia no tuvo el efecto que esperaba, los ojos oscuros de Jamie


se volvieron brillantes de lujuria al oír sus palabras.

Ah, bueno, lo había intentado.

Luc se bajó los calzoncillos con impaciencia, agarró con una mano la
gruesa base de la polla y acercó la cabeza a los labios rojos de Jamie. —
Termina lo que empezaste.

Los ojos de Jamie se abrieron de par en par al ver la polla de Luc sin
ropa. —Un monstruo en todos los sentidos, ¿eh? —Pero parecía
dispuesto a aceptar el reto, y se inclinó para acariciar con la lengua la
gorda cabeza antes de pasar la boca a lo largo del costado, tarareando el
sabor.

Luc sonrió ante la pequeña provocación. —¿Qué te he dicho de jugar


conmigo? —Tiró de la cabeza de Jamie hacia atrás y le metió la polla de
un fuerte empujón, presionando hasta que Jamie tuvo una deliciosa
arcada. Luc se echó hacia atrás de inmediato, punto comprobado, pero
se quedó sin aliento por la sorpresa cuando Jamie volvió a bajar
impaciente, volviendo a meterse la polla de Luc hasta el fondo, con los
ojos oscuros mirando a Luc en busca de aprobación.

Luc se la dio amablemente, acariciando el pelo del hombre con suavidad.


—¿Te gusta un poco duro, flor?

Jamie asintió, canturreando alrededor de la polla de Luc.

—Qué peligroso para los dos —murmuró Luc—. Relaja la garganta


para mí.

Jamie obedeció con impaciencia y Luc bombeó dentro y fuera,


observando cómo aquellos ojos oscuros se humedecían con cada
embestida. —Qué buen chico eres para mí, ¿eh? J'ai trouvé un trésor en
ce désert, je pense.2"

No sabía qué lo había impulsado a hablar en francés; su lengua natal,


que tanto había evitado hablar en voz alta durante tanto tiempo, en aquel
momento. Pero fue recompensado cuando Jamie gimió alrededor de su
polla al oírla, tragando hambriento alrededor de la punta.

Luc gruñó al sentir el apretado calor que masajeaba su polla. Mierda. No


iba a durar. Hacía tanto tiempo que no lo tocaban, que no tenía otra
compañía que su propia mano.

Apretó los dedos en aquel pelo de jade mientras sus bolas se tensaban,
gimiendo largo y tendido mientras se liberaba en la boca ávida de Jamie.

Su humano se tragó hasta la última gota.

Luc suspiró feliz al verlo, sus músculos se relajaron y su monstruo


prácticamente ronroneó. —Perfecto, ma fleur3. ¿Debería tocarte a
cambio?

Jamie negó con la cabeza con una pequeña sonrisa, apoyándose en los
codos y colocándose en exhibición. Los agudos ojos de Luc apenas
pudieron distinguir la mancha húmeda en aquellos jeans negros.
Canturreó en señal de comprensión, profundamente complacido por la
visión. —¿Te has venido en los pantalones sólo por chupármela?
Pequeña criatura impaciente, ¿no es así?

Jamie le sonrió con facilidad. —No puedo evitar que estés tan
jodidamente caliente, papi monstruo.

Luc enarcó una ceja al oír el apodo, y Jamie se echó a reír, echando la
cabeza hacia atrás.

2
Creo que encontré un tesoro en este desierto.
3
Mi flor
—Mierda —suspiró cuando terminó—. Necesito una ducha.
¿Vienes?

—Creo que no —dijo Luc, declinando la invitación. Necesitaba


espacio para despejarse antes de comerse vivo a aquel humano.

Sexy se habría quedado corto.

Jamie había estado... bueno, había estado perfecto, de rodillas, con su


boca ansiosa en la polla de Luc. Absolutamente perfecto.

Su monstruo rugió de acuerdo.

Perfecto.
Capitulo Cinco
Jamie

Jamie salió de su habitación con los pies descalzos, frotándose los ojos
contra la molesta luz matutina. Por lo general, cuando se despertaba, le
gustaba quedarse en la cama, tal vez mirar el teléfono o leer un rato, pero
esta mañana tenía un invitado especial.

Bueno, cruzó los dedos para que siguiera teniéndolo.

Prestó atención a las señales de su vampiro, avanzó por el pasillo y se


dirigió a la cocina cuando no lo vio en la sala de estar.

Ahí estás.

Jamie no pudo contener la sonrisa. Allí estaba, en todo su esplendor,


mirando por la ventana de la cocina hacia la calle. O, al menos, Jamie
supuso que estaba mirando. Solo podía ver la parte trasera de su oscura
cabeza, pero la postura de los hombros de Luc era definitivamente...
tensa.

—Buenos días, monstruo.

Si Jamie había esperado sobresaltarlo, no tuvo tanta suerte. Luc ni


siquiera se inmutó ante sus palabras.

—Buenos días, humano —Mierda, a Jamie le gustaba mucho esa


voz. Profunda y áspera, ¿y con ese toquecito de acento francés cuando se
excitaba?

Absolutamente matadora.
Jamie se dirigió a la cafetera, enjuagó las sobras de ayer y preparó una
cafetera nueva. Miró al vampiro, que seguía mirando por la ventana,
mientras el rico olor a café llenaba la cocina. —Qué caballero has sido,
durmiendo en el sofá toda la noche.

Luc se apartó de la ventana. Clavó sus ojos negros en Jamie, y a Jamie se


le revolvió el estómago ante tanta atención. Quería tener siempre esos
ojos sobre él.

—No dormí —gruñó Luc. Ohh, su voz era extra sexy cuando estaba
malhumorado—. Y tú tenías tus labios alrededor de mi polla hace menos
de doce horas, así que no sé yo lo de “caballero”.

Jamie sonrió. Tan susceptible. —Sí, eso estuvo caliente. ¿Quieres hacerlo
otra vez?

Los músculos de Luc se pusieron aún más rígidos, si eso era posible. Qué
divertido. Aunque a Jamie le preocupaba un poco que se fuera a torcer
algo, tensándose así.

Jamie sabía que estaba jugando con fuego, provocando a esa criatura
sobrenatural a la que una vez había visto prácticamente arrancarle la
yugular a alguien en una visión. Pero era tan... tentador. Tanto poder y
violencia bajo la superficie. Jamie estaba deseando verlo explotar.

Posiblemente como se había sentido con las ásperas manos de Luc


guiando su cabeza la noche anterior. Su cuidadosa contención
rompiéndose, todo por la boca de Jamie en su polla.

Jamie se estremeció al recordarlo.

Le habría encantado continuar con sus juegos sensuales toda la noche,


pero Luc se había negado a pasar la noche en su habitación, por mucho
que Jamie hubiera hecho pucheros. Está bien, Jamie no había hecho
pucheros. Pero le había puesto grandes ojitos de cachorrito. Pero nada.

Pero el vampiro tampoco se había ido. Eso tenía que contar para algo,
¿no?
Jamie se sirvió una taza de café, ignorando la mirada fija de Luc, sin
preocuparse por la leche. Necesitaba el sabor fuerte y amargo de esta
mañana. Tenía la sensación de que necesitaba estar alerta.

Qué divertido.

—¿Le has dado un susto de muerte a Monique merodeando por


aquí? —preguntó, dando un sorbo a su café.

Luc se encogió de hombros. —Tu compañera de piso nunca vino a la casa.

—Oh, carajo, la chica debe haber tenido suerte —Jamie usó su


mano libre para sacar su teléfono y enviarle un mensaje rápido, sólo para
asegurarse de que había pasado la noche en casa de Alice y no en algún
lugar más siniestro. Aunque, se imaginó que hubiera tenido una visión
si algo estuviera realmente mal.

Jamie no había tenido ninguna anoche. Había dormido como un maldito


bebé.

Monique respondió inmediatamente, con suficientes emojis de gotas de


agua y lengua que Jamie tuvo que asumir que había tenido razón con lo
de tener suerte.

Qué bien.

Tranquilo, empezó a rebuscar en la despensa en busca de sus panecillos.


Le tendió la bolsa a Luc cuando la encontró. —¿Quieres uno?

Luc negó con la cabeza, sin dejar de mirar a Jamie con una atención de
otro mundo, como si tuviera los secretos del universo o algo así. —Yo no
como —dijo el vampiro.

Jamie alzó las cejas. —¿Nunca?

—A mí monstruo no le gusta.
Jamie ladeó la cabeza, estudiando al vampiro que tenía delante. Había
tantas cosas interesantes que aprender sobre él. —Anoche tomaste
whisky.

—Los líquidos son un poco más... negociables.

Jamie asintió, metiendo su panecillo en la tostadora. —Así que a los de


tu clase no les gustan los alimentos sólidos. Entendido.

—No a todos. He conocido a otros a los que no les importaba.

Jamie cogió un plato. —¿Tienes amigos vampiros?

La cara de Luc, que para empezar no era precisamente un libro abierto,


se cerró aún más. —No. Ya no.

Huh. Interesante. Jamie decidió no insistir. El hombre de sus sueños era


reservado; eso estaba claro. Y Jamie no quería que huyera de nuevo. No
cuando Jamie finalmente había conseguido probar todo lo que quería.

Se sentó a la mesa de la cocina con su panecillo, más que divertido por


la forma en que Luc lo miraba embelesado desayunar desde el otro lado
de la cocina. Era suficiente para que un hombre se sintiera cohibido.
¿Era Jamie una persona que masticaba raro o algo así? Compensó su
incomodidad haciendo ademán de lamerse los labios cuando terminó,
disfrutando de la forma en que el calor llenaba la mirada de Luc al verlo.

—Así que… —Tras dejar el plato en el fregadero, Jamie se acomodó


y se recostó en la silla de la cocina, con la taza de café rellenada en la
mano—. Tu monstruo. Explícate.

Luc dio varios pasos hacia delante entonces, pero sólo hasta el borde de
la encimera de la cocina, manteniendo aún varios metros de distancia
entre él y Jamie. Estaba claro que le daba mucho miedo acercarse
demasiado, por mucho que lo negara.

Adorable.
—La parte de mí que... despertó... cuando pasé de ser humano a
vampiro —explicó Luc.

Jamie ladeó la cabeza. —Hablas de él como si fuera una persona aparte.

—Así se siente. Cuanto más vivo, más fuerte se hace. Al final se


apoderará de mí por completo. Perderé la cabeza y seré dormido por
otros de mi especie.

—Bueno, eso no es muy agradable —A Jamie no le gustó nada de


eso, la verdad. Por fin había encontrado al hombre de sus sueños; no iba
a dejar que una entidad demoniaca interior se apoderara de él.

Se levantó de la silla y se acercó al vampiro.

Luc le dirigió una mirada dura, una que claramente esperaba que
detuviera a Jamie en seco. —¿Qué haces?

—Shh —Lo tranquilizó Jamie. Levantó la mano para sostener el


rostro de Luc entre las suyas, la corta barba del vampiro arañándole las
palmas, complacido como un puño cuando Luc no se apartó—. Oye,
monstruo.

—¿Qué...?

—Shh. No estoy hablando contigo —Jamie se encontró con la


mirada negra de Luc, buscando... no estaba seguro de qué. —Oye,
monstruo —repitió—. Parece que le has hecho la vida difícil aquí a
Lucien. Voy a necesitar que te calmes. Me gusta este chico, no puedo
tenerte volviéndolo loco cuando acabamos de conocernos por fin.

Jamie pensaba que los ojos de Luc eran de un negro sólido y plano. Pero
mirándolos como lo estaba haciendo, con tanta fuerza como para
taladrar un agujero, pudo ver que había profundidades. Sombras. Y
algunas de esas sombras... se movieron... ante sus palabras.

Jamie esbozó una amplia sonrisa. —Me oye.


Luc, con la cabeza aún agarrada entre las manos de Jamie, resopló ante
aquello—. Eso no tiene nada de especial. Lo oye todo.

—¿Me hablará?

—Quizá alguna vez. Aunque eso no es algo que yo pediría, si fuera


tú. Ahora mismo, está observando. Esperando.

Permanecieron allí un minuto interminable antes de que Luc sacudiera


la cabeza para zafarse del agarre de Jamie.

—No funciona así, humano. No puedes ordenarle que se comporte.

Pero no parecía muy seguro de sus propias palabras, en opinión de


Jamie.

Jamie se cruzó de brazos y se golpeó el bíceps con los dedos. —Entonces,


¿cómo funciona? ¿Cómo evitamos que te vuelvas loco?

Luc abrió y luego cerró la boca, como si librara una guerra interna
consigo mismo. —Yo… Hay… —No terminó de formular lo que pensaba.

Jamie ladeó la cabeza. —Apuesto a que el señor Monstruo me lo diría, si


se lo pidiera amablemente.

Luc frunció el ceño. —No es una mascota. Deberías tener miedo —Se
inclinó más cerca, invadiendo el espacio de Jamie—. ¿Sabes lo que quiere
hacer contigo? Quiere comerte, pequeño humano. Quiere dejarte seco y
luego convertirte en uno de nosotros. Quiere robarte la vida. Quiero
robarte la vida.

Jamie contuvo la sonrisa al tener a su vampiro en su espacio y no dijo en


voz alta los pensamientos que deseaba. Mi vida ya es tuya. Lo ha sido
desde la primera vez que te vi en mi cabeza. Estaba claro que su
monstruo de dos caras no estaba preparado para oírlo.

No importaba. Jamie podía esperar.

En su lugar, preguntó: —¿Quieres convertirme?


El tono suave de su voz solo pareció enfurecer más a Luc. —¿Por qué no
estás asustado? —gruñó, con los ojos negros brillando—. No me conoces.
De lo que soy capaz. ¿Y te atarías a mí para toda la eternidad?

Eso capto la atención de Jamie. —¿Por qué estaría eternamente atado a


ti si me convirtiera?

Luc se echó hacia atrás, sobresaltado, como si hubiera dicho demasiado.


No respondió a la pregunta de Jamie. Estaba claro que había muchas
cosas que no le estaba contando a Jamie, que no estaba dispuesto a
contarle. Pero eso estaba bien, por ahora.

Jamie se lo sacaría eventualmente.

Jamie dio un paso atrás y se estiró profundamente, como un gato,


disfrutando de la forma en que la mirada de Luc se dirigía al trozo de piel
entre sus calzoncillos y la camisa de dormir que quedaba al descubierto
con el gesto. —Bueno, ahora que te ya has terminado con tu berrinche,
voy a vestirme. Tengo lugares a los que ir.

Los labios de Luc se apretaron, el vampiro claramente disgustado con la


idea. —¿Adónde vas?

—Tengo que hacer unos recados. Tú vienes conmigo. A menos


que… —Jamie le lanzó a Luc su mejor mirada sensual— …¿quieras
aceptar mi oferta de volver a ponerte la boca encima?

Luc emitió un sonido estrangulado en el fondo de la garganta, pero negó


con la cabeza.

—Una pena —suspiró Jamie.

Luc no mordió el anzuelo esta vez. Se frotaba la barbilla con una mano,
evaluando a Jamie. —¿Quieres que te vean conmigo? ¿Afuera a la luz del
día? ¿Así?

¿Qué clase de pregunta era esa?

—¿Un mucho como tú? —Jamie preguntó—. Jodidamente sí.


Luc le lanzó una mirada desconcertada. —Eres raro, humano.

—Me gustó más cómo me llamaste anoche.

Luc levantó una ceja en señal de pregunta.

—Me llamaste tu flor —Jamie se mordió el labio, de pronto


avergonzado. Había querido provocado al vampiro, pero se sintió más
bien como si se hubiera expuesto a sí mismo.

—Ah —Luc sonrió, con los dientes afilados—. Tu veux que je


t'appelle ma fleur, petit?4

Ohhh mierda. Lo estaba haciendo otra vez. Las bonitas palabras


francesas. Eso sí que era hacer trampas. La polla de Jamie se disparó a
media asta inmediatamente.

Luc le sonrió con satisfacción. —Anoche también te gustó que hablara en


francés, si no recuerdo mal.

Jamie no pudo contenerse. Se balanceó hacia delante, deseando tocar y


ser tocado. Lo necesitaba. Pero Luc dio un paso atrás. Jamie se pasó una
mano por la cara, haciendo todo lo posible por contener un pequeño
medio grito. Era jodidamente frustrante. Y sabía que no era el único
afectado. Jamie no pasó por alto el bulto en los jeans del vampiro. No
podía. Aquella cosa era una bestia.

Pero Luc parecía decidido a mantener sus manos para sí mismo esta
mañana. —Vístete, flor —ordenó—. Te estaré esperando.

Jamie se giró para ir hacia su habitación, murmurando para sí mismo


sobre vampiros testarudos. Al menos Luc no se iba a ninguna parte. Aún
no. Eso tendría que bastar.

Por ahora.

4
¿Quieres que te llame mi flor, muchacho?
El timbre de la puerta sonó por encima de ellos cuando entraron en el
luminoso edificio; el aire acondicionado fue un golpe repentino para el
sistema después del calor exterior de la tarde. Jamie saludó con la mano
a la mujer que estaba detrás del mostrador. Estaba seguro de que se
llamaba Anna. Ya le había ayudado varias veces, siempre con buenas
recomendaciones.

Luc dejó escapar un suspiro cansado detrás de él. —¿Qué es este lugar?

Jamie giró la cabeza para sonreírle, su sonrisa se ensanchó ante la


expresión malhumorada de Luc. —Mi librería de segunda mano favorita.

Luc enarcó una ceja. —¿Este es tu recado importante?

Jamie se rio y los dirigió hacia la sección de ciencia ficción. Empezó a


rebuscar entre los lomos. —Los libros son esenciales para mi bienestar
general. Deberías saberlo si vamos a estar eternamente atados.

Luc emitió un pequeño gruñido desde detrás de él. —Eso no es algo de


lo que bromear.

Hm. Su vampiro sonaba bastante molesto. —Entonces dime qué querías


decir con eso —pidió Jamie. Cómo se suponía que Jamie iba a saber
sobre qué podía o no podía bromear si no sabía qué demonios estaba
pasando?

Pero Luc se quedó callado. A Jamie le pareció bien. Empezó a curiosear


en serio, divertido por cómo Luc se acercaba sutilmente cada vez que
Jamie se alejaba demasiado cerca de cualquiera de los otros clientes.

¿Celoso, monstruo?

Para ponerlo a prueba, Jamie se acercó a un chico guapo que había un


poco más adelante en el pasillo y le guiñó un ojo. Se oyó un gruñido
detrás de él, y entonces Luc se cernió sobre él (¿cómo se cernía así, si
eran casi de la misma altura?), con el cuerpo entre Jamie y el chico guapo
de la librería.

Un escalofrío recorrió a Jamie cuando Luc se inclinó hacia él, su aliento


caliente contra la oreja de Jamie. —Te dije que no jugaras conmigo, flor.
Yo que tú no provocaría así al monstruo. No si no quieres un baño de
sangre en esta lamentable excusa de librería.

Jamie se limitó a sonreírle, mirándole a los ojos negros sin un ápice de


miedo. —No te preocupes, monstruo. Sólo tengo ojos para ti. Sólo quiero
que te acerques un poco más, eso es todo.

Ni siquiera estaba bromeando. O al menos, no sólo bromeaba. Luc se


cuidaba mucho de dejar espacio entre ellos, de mantener las distancias.
Jamie lo quería más cerca. Lo necesitaba más cerca. Y si tenía que
juguetear un poco para conseguir lo que quería, que así fuera.

Luc gruñó entonces. De verdad. Un gruñido bajo, ronco y sincero. Jamie


tenía la sensación… no sabía cómo lo sabía; simplemente lo sabía, de que
procedía del monstruo que llevaba dentro más que del propio Luc. ¿Un
desafío o una aquiescencia? En cualquier caso, Luc pareció relajarse
después, su postura se suavizó al apoyarse en la estantería, dejando un
poco más de espacio entre ellos. Pero no demasiado esta vez. —Continúa,
entonces, flor tonta —murmuró, señalando con una mano el libro que
tenía delante en señal de invitación.

Jamie sintió los ojos del vampiro clavados en él mientras hojeaba,


observándolo de aquella forma tan intensa que tenía, como si estuviera
registrando cada movimiento y expresión de Jamie, archivándolo todo
para más tarde.

Al cabo de un rato, Luc volvió a hablar. —Podría comprarte libros. Libros


nuevos.

Jamie le sonrió desde su lugar en el suelo, donde estaba organizando su


pila de hallazgos. —Yo puedo comprarme libros nuevos. Pero a veces me
gusta hacerlo así. Es como una búsqueda del tesoro.
Luc hizo un sonido de desinterés y miró su pila de libros con
escepticismo.

Jamie hojeó uno de ellos, un bestseller de ciencia ficción que llevaba


meses queriendo tener en sus manos. —Eres un poco pretencioso,
¿cierto? —preguntó con indiferencia.

Luc soltó una pequeña carcajada y le sonrió antes de agacharse para que
quedaran frente a frente. Pasó un dedo por el lomo de uno de los libros,
y Jamie se estremeció como si fuera su propia columna la que estuviera
siendo tocada con tanta delicadeza. —Sólo quiero que sepas —canturreó
Luc, acariciando el libro—. Podría comprarte lo que quisieras. Una
bonita casa. Ropa fina. Bonitos adornos con los que decorarte.

Jamie ladeó la cabeza, relamiéndose. —¿Intentas seducirme con tus


riquezas? ¿No sabes que ya soy algo seguro?

El dedo de Luc detuvo su movimiento, el vampiro parecía sorprendido


por sus propias acciones. —Por hábito, supongo.

—¿Tienes como costumbre seducir a la gente? —A Jamie eso no le


gustó nada, la verdad. No había mentido la noche anterior en sus burlas:
pensar en la cantidad de gente con la que Luc probablemente había
estado a lo largo de su impresionante vida le provocaba una envidia
insana.

Luc frunció el ceño. —Solía hacerlo. A menudo. Y bien. Pero hacía mucho
tiempo que no confiaba tanto en el monstruo que llevaba dentro como
para intentarlo. Demasiado tiempo.

Jamie archivó ese pedazo de información. —¿Por eso tienes miedo de


tocarme?

—¿Tengo miedo? —Preguntó Luc con suavidad, aunque el calor de


sus ojos contrastaba con su tono—. ¿Estás tan seguro de que quiero
tocarte?
Jamie se inclinó más hacia él. —Sí que quieres. Te mueres de ganas.
Adelante. No me molesta.

Pero Luc se levantó con un movimiento rápido, poniendo distancia entre


ellos una vez más.

Jamie realmente odiaba eso.

Pagó los libros en el mostrador y saludó cordialmente a Anna cuando le


cobró.

Sonrió ante su elección, hoy había elegido varias odiseas espaciales, y se


quedó sin aliento al ver quién lo acechaba. —Wow.

Jamie giró la cabeza para mirar a su vampiro. Había olvidado lo extraños


que podían parecer los ojos de Luc a otras personas. Jamie ya estaba
acostumbrado a ellos.

—Cosplay de vampiro —Jamie dijo, lanzándole una sonrisa


burlona a Luc antes de girarse devuelta a Anna—. Está practicando para
Halloween.

—Oh —La cajera soltó una pequeña carcajada de alivio mientras


empezaba a meter sus libros en una bolsa alegremente—. Bastante
genial. ¿Con un poco de sangre falsa goteando por tu barbilla? Quedaría
increíble.

—Ahora mismo me pondré a ello —dijo Luc con rotundidad.

Después fueron a almorzar, Luc lo observaba con la misma intensidad


que aquella mañana. Cuando Jamie lo dijo en voz alta, él se encogió de
hombros, aparentemente sin avergonzarse. —Eres muy... vibrante —
respondió—. En todo lo que haces. Me gusta mirar.

Ese pequeño detalle hizo que Jamie sonriera como un loco durante el
resto del almuerzo.

Después, paseando por el centro, Luc le hacía mala cara a todo el que se
cruzaba con ellos. Sutilmente, claro, pero sin duda con desprecio.
—No te gusta mucho la gente, ¿verdad? —preguntó Jamie,
metiéndose un chicle en la boca.

—No me gusta esta gente. Sudorosa. Poco refinada.

—Hace más de cien grados ahora mismo.

—Injusto culpar al calor. Debería llevarte a Europa. A Italia,


quizás. Allí la gente sabe manejar los elementos con estilo —Luc suspiró
casi con nostalgia. —Qué buenos recuerdos tengo de aquel lugar —Le
lanzó a Jamie una mirada de evaluación, con las comisuras de los labios
inclinadas hacia arriba—. Me gustaría vestirte de lino.

—¿Perdón?

Luc asintió. —Un traje de lino. De color crema, creo. Podrías conservar
el pelo alborotado. Quedaría precioso, la yuxtaposición.

Jamie se rio encantado. Oh, mierda, sí. El vampiro podía poner tanta
distancia como quisiera entre ellos, pero estaba claro que estaba tan
metido como Jamie. ¿Vestirlo de lino?

Por favor.

—Si me follas, puedes vestirme como quieras —se burló Jamie.

Las fosas nasales de Luc se ensancharon ante la oferta. —Desesperado —


acusó.

—¿Por ti? Siempre.

Luc hizo un gesto en la dirección en la que se dirigían, resistiéndose una


vez más a la provocación de Jamie. —¿Adónde me llevas?

—A la casa de mi mamá —explicó Jamie. —Quiero que la conozcas.


A mi hermana también. Ah, y a mi padrastro. Todo el equipo debería
estar en casa, creo —Siguió caminando casi una manzana antes de darse
cuenta de que Luc se había detenido detrás de él. Se giró y le lanzó una
mirada interrogante.
—Deseas que conozca a tu familia —Luc pronunció las palabras
lentamente, como si hablara un idioma extranjero.

—Sí.

—¿Así? —Luc señaló su cara. Sus ojos. Los colmillos.

Jamie ladeó la cabeza. —¿Vienes de otras maneras?

Ante el silencio de Luc, Jamie asintió. —Entonces sí. Podemos decirles


que es un cosplay. O simplemente tu versión de autoexpresión friki. No
nos juzgarán.

Ante la mirada escéptica de Luc, exhaló un suspiro. —Escucha,


monstruo. Nadie está ahí fuera buscando vampiros que sean reales. Esa
no va a ser la primera suposición de nadie sobre tus ojos o incluso tus
dientes. La gente inventará excusas en sus mentes, sólo para mantener
intacto su propio sentido de la realidad.

—Realmente no te importa —musitó Luc, con asombro en su voz.

—¿Cómo te ves? —preguntó Jamie.

—Lo que soy.

Jamie se encogió de hombros. —No, realmente no.

—¿No crees que estoy... condenado?

¿Era eso lo que estaba sacando de quicio a Luc? ¿Cuestiones de


moralidad? ¿O quería decir, literalmente? ¿El vampiro de Jamie creía en
el infierno o algo así?

Jamie se puso las manos en las caderas, con la bolsa de libros


golpeándole el muslo. —Bueno, esa es una puta pregunta pesada para las
tres de la maldita tarde. Pero qué, ¿solo porque bebes sangre humana?
—Negó rotundamente con la cabeza—. Realmente no creo en la
condenación, monstruo. No por ser lo que eres. No puedes evitarlo.

—¿Y por las cosas que he hecho? —preguntó Luc.


Jamie ladeó la cabeza. —Tendrías que dejarme que te conociera para que
tuviera alguna idea real de lo que has hecho. ¿Me vas a dejar entrar así?

Luc permaneció largo rato sin responder, mirando a Jamie como si fuera
una especie de misterio insondable del cosmos. Finalmente, levantó una
mano, señalando la calle. —Lidera el camino.

Momento extraño aparte, Jamie sonrió para sí todo el camino hasta la


casa de su madre. Por fin, Jamie se negaba a reconocer que "por fin"
podía ser una exageración cuando hacía menos de cuarenta y ocho horas
que se habían conocido, estaban llegando a alguna parte. Se estaban
haciendo algunos progresos.

Pero cuando abrió la puerta de la casa de su mamá y miró hacia atrás


para indicarle a Luc que entrara, el vampiro ya no estaba.

Y Jamie estaba solo.


Capitulo Seis
Lucien

El sonido del vidrio partirse fue increíblemente satisfactorio. Así como


la sangre que bajaba del puño de Luc, incluso aunque los cortes se
curaran antes de que se acabara la hora. Tendría que buscar una manera
convincente de evitar pagar los desperfectos del espejo, pero eso podía
esperar hasta que se marchara del hotel.

Luc miró fijamente su reflejo mellado y roto, mostrando los dientes ante
su propia imagen.

Cobarde. Cobarde sin carácter ni valor.

Había huido del humano. Nuevamente. Se había dejado intimidar por la


perspectiva de... ¿conocer a los padres? Huyó a la primera mención de
domesticidad fácil. Luc no había estado cerca de los padres de nadie en...
bueno, en todo su tiempo como vampiro. No era su costumbre conocer
a las familias de sus comidas antes de morderlas.

Pero Jamie había querido que Luc conociera a su familia. ¿Para qué?
¿Tomar el té de la tarde, charlar sobre los equipos deportivos locales o el
tiempo?

Estás en América, idiota. Nadie toma el té de la tarde.

Era incomprensible para él. Jamie quería a Luc... enredado... en su vida.


Quería que viera sus lugares favoritos, que conociera a su gente favorita.
Quería a Luc por alguna razón. Todo él, al parecer.

Monstruo residente. Psicópata vengativo. Asesino destructivo.


Nadie quería todo eso en su vida, ¿verdad?

Regresa. Regresa. Regresa. Jamie. Queremos a Jamie.

Los cánticos del monstruo eran una letanía implacable en su mente.

Ahora hablaba, mierda. Alrededor de su humano había estado callado


como un puto ratón, como hipnotizado por él. Como si el joven fuera una
especie de maldito encantador de serpientes. Y tal vez lo era. Quizá, junto
con la Vista, tenía poderes secretos de persuasión. Porque ninguna de
las acciones de Luc tenía sentido cuando se trataba de este humano.

Luc había pensado que, cuando Jamie supiera lo que era…incluso lo


aceptara, convertiría al joven de inmediato. ¿Y por qué no iba a hacerlo?
Tenía a su compañero. Lo que había estado buscando todas estas
décadas, allí mismo, a su alcance.

Entonces, ¿por qué no podía simplemente tomarlo? Tomarlo a él.

Pero Jamie era tan... vibrante. Tan vivo. La forma en que cautivaba a la
gente a su alrededor, sonriéndole a todo el mundo con esa puta sonrisa
preciosa, riendo con todo su maldito cuerpo. Y tenía una familia,
aparentemente. Una que amaba y en la que confiaba lo suficiente como
para compartir su vida. Para compartir a Luc.

¿Podría Luc quitarle eso? ¿Qué tan monstruoso podía realmente ser?
¿Qué tan monstruoso podía ser para su alma gemela?

¿Hasta dónde estaba dispuesto a llegar siendo el villano de la historia?

Al principio, después de la transición, no se podía confiar en los


vampiros recién convertidos cerca de los humanos. Eran demasiado
sanguinarios, demasiado impulsivos. Demasiados mortales. Luc conocía
demasiado bien esa verdad. Convertir a Jamie sería apartarlo de todo lo
que conocía y amaba.

Luc miró alrededor de la habitación en busca de algo más que romper.


Pensó en la ventana, en la endeble sillita del escritorio del hotel. Pero al
final se quedó dónde estaba, con los hombros caídos por la resignación.
Durante mucho tiempo, la ira lo había devorado. La venganza. Por la
envidia. Se sentía cómodo con cada una de esas emociones amargas.
Pero ahora lo consumía el deseo. Quería tocar a Jamie. Quería volver a
pasar los dedos por aquel desordenado pelo verde. Quería hundir su
polla en aquella boca sonrosada. Quería follárselo hasta que pidiera
clemencia.

Pero Luc temía que si empezaba, no podría parar. No sólo follaría,


también mordería. No sólo mordería, también drenaría. Y no sólo
drenaría: lo convertiría.

¿Lo odiaría Jamie entonces? ¿Por apagar toda esa vida vibrante? ¿Por
encadenarlo a un monstruo del que no sabía nada? ¿Y qué le importaba
a Luc si Jamie lo odiaba, si se detenía la progresión de Luc hacia un
estado salvaje? ¿Desde cuándo habían empezado a importarle los
sentimientos de los demás?

Luc esquivó el tocador roto y se dirigió al cuarto de baño, donde utilizó


el lavabo para quitarse la sangre de las manos. Su monstruo gruñía y
gruñía y, en general, provocaba a Luc un enorme dolor de cabeza con su
incesante ruido.

Calla, bestia, le ordenó. No vamos a volver. No confío en ti con él.

Seremos buenos. Seremos muy buenos. Gentiles. Pacientes. No


morderemos. No nos convertiremos.

Luc lo pensó detenidamente… esas promesas suplicantes, mirando sus


propios ojos negros en el espejo del baño, esa superficie con reflejo
intacto e inquebrantable. Su monstruo hacía muchas cosas. Se enfurecía.
Engatusaba. Seducía.

Pero nunca mentía.

Luc no podía creerlo. Era la misma fuerza interna que lo había


impulsado incesantemente a cazar, mutilar y matar durante siglos. Y
ahora le prometía... ¿Dulzura? ¿Paciencia?
¿Tan en serio te tomaste la petición de nuestra flor? preguntó. ¿No
hacerme la vida imposible por más tiempo?

Volvió a imaginárselo en su mente. Aquel momento increíble, Jamie


sosteniéndole la cara con aquellos dedos largos y delgados, mirando tan
fijamente el alma de Luc. Pidiéndole al monstruo que fuera bueno con
él.

Luc no recibió ninguna respuesta de su interior. Sólo esa sensación


inquieta y torturada de que su monstruo no se salía con la suya. Como si
la propia piel de Luc fuera a desprenderse por la presión interna.

Irse del lado de Jamie estaba volviendo loco al monstruo.

¿Era eso, entonces? ¿El monstruo realmente le haría caso a Jamie?

Eso podría... cambiar las cosas. Si el monstruo de Luc podía ser domado,
entonces era sólo a Luc a quien había que confiar el bienestar de Jamie.
Luc era el que tenía que ser paciente, el que tenía que ser gentil.

Bueno, no demasiado gentil, pensó con una sonrisa de satisfacción,


recordando la forma en que Jamie se había amordazado tan alegremente
con la polla de Luc la noche anterior. Puede que su flor se pudiera
quebrar, pero no era nada delicado.

Luc podía hacer esto.

Enderezó la columna y respiró hondo. Y entonces sus pensamientos se


desviaron hacia donde no solía dejarlos ir. Pensó en su viejo amigo.

Roman.

Alguien a quien Luc procuraba no dejar entrar en su mente últimamente.


Pero Roman había sido paciente cuando conoció a su adorable humano.
No había convertido a Danny de inmediato. Había dejado que el chico
desarrollara sentimientos primero. Había dejado que el chico lo amara.

Hasta que Luc lo forzó, eso fue.


¿Todavía estaban Roman y Danny en Hyde Park? Luc se había propuesto
no seguirles la pista. Temía que si cedía a cualquiera de sus viejos
impulsos, cedería a todos ellos, atormentando a Roman sólo porque eso
aliviaba esa parte suya molesta y herida.

¿Sería Luc tan paciente como lo había sido Roman? Jamie ya deseaba a
Luc, de eso no cabía duda. El humano no dejaba de ofrecerse en una
maldita bandeja, carajo. Pero, ¿podría llegar a querer a Luc? ¿Lo
suficiente como para elegir a Luc por encima de su vida humana?

Nadie había elegido a Luc antes. A no ser que estuvieran bajo una
presión increíble (por su mente pasaron recuerdos de Roman en aquel
campo de batalla, ensangrentado y destrozado, pidiéndole que eligiera
entre la muerte o un compañero, sin saber a qué estaba accediendo
realmente). La idea de que alguien pudiera hacerlo hizo que el corazón
de Luc sintiera que se le iba a detener en el pecho.

Luc tomó una decisión y se puso una camisa nueva antes de


inspeccionarse las manos para asegurarse de que no quedaba sangre.
Saldría esta noche. Hacía tiempo que el sol se había puesto. Si iba a jugar
limpio con la humanidad, por el bien de Jamie, tenía que asegurarse de
que el monstruo estuviera saciado. Luc no podía permitir que le instara
a partirle el cuello a alguien cuando Jamie le estaba presentando a sus
seres queridos. Luc necesitaba matar.

Lo que significaba que tenía que descubrir el mal de esta ciudad.

Al salir, se detuvo en la recepción, donde estaba el mismo anciano que lo


había registrado. Luc se bajó las gafas de sol para mirar a los ojos
reumáticos del hombre y decidió matar dos pájaros de un tiro. —Ha
habido un accidente en mi habitación —dijo, introduciendo un hilo de
compulsión en su voz—. Un tocador defectuoso. No hace falta cambiarlo
hasta que me vaya. Se lo harás saber al personal.

—Un tocador defectuoso —repitió lentamente el hombre, Gustav,


según la placa con su nombre.
Luc asintió con aprobación, sin dejar de mirarlo. —Dime adónde temes
ir en esta ciudad. Dime dónde está la gente mala.

Luc había pensado que el conserje le daría el nombre de un bar de mala


muerte, un lugar sórdido con clientes indomables. Pero el hombre lo
había conducido a un barrio residencial. Un barrio bonito y de aspecto
acomodado, lleno de carros caros y jardines meticulosos.
Aparentemente, donde Gustave tenía miedo de ir en esta ciudad se
centraba alrededor de un viejo vecino. Uno con el que nunca se había
sentido del todo cómodo. Uno al que una vez había visto arrancar
sistemáticamente las patas de una tarántula, con una mirada muerta en
los ojos que el conserje nunca había olvidado.

Luc sonrió para sus adentros mientras salía del vehículo. ¿Un asesino en
serie en desarrollo, quizá? Se le calentó la sangre al pensarlo. Había
dejado que el monstruo lo oliera.

Su monstruo tenía un don con el mal. Una forma de descubrir lo peor de


la gente. Durante más de medio siglo, había guiado a Luc hacia presas
que valía la pena matar. Gente a la que podía dejar seca sin
remordimientos. Ese era su compromiso, su pacto mutuo. Luc cedería a
los impulsos del monstruo… violencia, sangre, muerte, pero sólo con
personas que merecieran su ira.

Se decía a sí mismo que trazar estas líneas ralentizaba el descenso a la


locura. Pero, ¿quién lo sabía realmente?

Gustav le había dado una dirección exacta, una que el anciano nunca
había olvidado. Luc merodeó entre las sombras cerca de la casa,
intuyendo cuántos humanos podría haber dentro. Estaba demasiado
lejos para distinguir los latidos del corazón, pero podía distinguir los
ruidos del interior de la casa.

Su monstruo se había animado al pensar en la cacería, deteniendo


momentáneamente su incesante lloriqueo por Jamie. Sin duda, Luc
sentía la piel demasiado tensa y le dolía el pecho de una forma que no le
resultaba muy familiar, pero la bestia que llevaba dentro al menos
percibía algo más de lo que podía disfrutar aquí.

Suponiendo que los ruidos procedían de un solo ocupante, Luc se dirigió


hacia la casa. Pero antes de que pudiera acercarse al porche, oyó el
sonido de la puerta lateral abriéndose.

Mejor aún, si la presa venía hacia él.

Merodeó hasta el camino de entrada, donde se abría la puerta lateral. La


pequeña franja de asfalto estaba envuelta en la oscuridad, pero la visión
mejorada de Luc distinguió a un hombre mayor, de la edad de Gustav,
con una bolsa de basura en la mano. Luc respiró profundamente.

Ohh, es malvado, su monstruo suspiró. Podrido por dentro. Perfecto.

Eso era todo lo que Luc necesitaba. Se abalanzó.

En menos de un abrir y cerrar de ojos, tenía al hombre inmovilizado


contra el lateral de la casa, su grueso cuello blando y quebradizo bajo el
agarre de Luc, la bolsa de basura olvidada sobre el cemento.

Luc se levantó las gafas de sol y se encontró con la mirada asustada del
hombre, sus ojos enrojecidos. —Dime todas las cosas terribles que has
hecho —ordenó, con la compulsión entrelazada en sus palabras.

Luego escuchó cómo el hombre se confesaba. Luc supuso que podría


haber sido más específico, la definición de "malo" de cada persona era
diferente, y su presa le ofrecía toda una serie de errores mundanos de
sus muchos años de vida, pero al final Luc consiguió lo que quería.

Una mujer sola en una parada de autobús. Un entierro secreto en el


desierto. El impulso incesante de volver a hacerlo.
Luc mostró sus dientes con una sonrisa afilada, sus labios se estiraron
aún más cuando su presa empezó a gemir patéticamente al ver sus
colmillos. —Shh —calmó Luc—. Callate ya. Te diría que esto no te va a
doler, pero créeme, te dolerá. Me aseguraré de ello.

Se tomó un momento; él y su monstruo para deleitarse con los quejidos


del hombre, aunque arrugó la nariz contra el olor acre y penetrante de
su sudor, de su miedo.

Normalmente, la mordedura de un vampiro sería una experiencia


placentera para un humano. Una vieja ventaja evolutiva para su especie.
Mantenía a su presa dócil, hacía que sus recuerdos fueran más fáciles de
ajustar.

Pero había maneras de hacer que doliera.

Justo cuando Luc se inclinaba hacia delante para hincarle el diente, con
aquel pulso palpitante llamándolo, lo interrumpió una voz, profunda
pero cadenciosa.

—Bueno, hermano. ¿Qué tenemos aquí?

Otra voz, inquietantemente similar a la primera. —Algo que no


pertenece, creo.

Sin soltar la garganta de su presa, Luc se giró.

Había dos figuras al borde del camino. Silueteadas contra la farola, con
los brazos cruzados como porteros de un club de mierda. Poses iguales.
Caras iguales, se dio cuenta Luc rápidamente.

Gemelos.

Gemelos vampiros, a juzgar por el toque metálico de sus olores y por el


hecho de que prácticamente se habían materializado delante de él sin
llamar su atención. Idénticas mechas de pelo castaño, notablemente
brillantes bajo las luces de la calle, con la piel pálida prácticamente
resplandeciente.
Incluso con su visión mejorada, Luc no pudo distinguir ni una sola
diferencia entre los dos, aparte de la elección de su vestimenta. Incluso
esa diferencia era mínima: tanques musculosos de distintos colores,
como un precioso conjunto a juego.

Jodidos. Gemelos. Vampiros. Luc quería echar la cabeza hacia atrás y


gritar. Maldita suerte la suya, encontrar a su pareja en una ciudad
desierta cualquiera e invadir inmediatamente el territorio de otro
vampiro. Y no sólo un vampiro. Dos.

Luc mantuvo el rostro lo más inexpresivo posible, negándose a mostrar


su frustración. —¿Puedo ayudarlos, caballeros? Justo estaba empezando
con mi cena.

El asesino geriátrico empezó a forcejear, y Luc giró la cabeza para


mirarlo a los ojos. —Quédese quieto —Le ordenó—. Quédate asustado.

El gemelo de la derecha tomó la palabra. —Puedes ayudarnos a los dos


largándote. Súbete a la autopista y no mires atrás.

La petición no era sorprendente. Los vampiros eran notoriamente


territoriales. Sus monstruos interiores no solían jugar muy bien entre sí,
a menos que uno tuviera la suerte de conocer a alguien particularmente
compatible.

—No pensaba quedarme mucho tiempo —mintió Luc—. Si


solamente me dejan con esto, me iré enseguida. No tengo ningún interés
en quedarme en Tucson.

Los gemelos intercambiaron una mirada, comunicándose sin palabras


de una forma espeluznante de la que Stephen King estaría orgulloso. Se
giraron hacia él tras un largo momento de silencio.

—En realidad, nos gustaría que te fueras ahora —Provenía del


gemelo de la izquierda. Luc estaba seguro al noventa por ciento de que
era la voz que había oído primero. Más suave y tersa que la de su
hermano, que tenía un tono agudo y plano.
—Insistimos en ello —añadió el de la derecha con dureza.

Luc suspiró pesadamente, preguntándose si sería lo bastante rápido


como para romperles el cuello a ambos antes de que alguno de los dos
pudiera tomar represalias.

Probablemente no valía la pena arriesgarse. Eran más o menos del


mismo tamaño que Luc, anchos y musculosos en toda su complexión.
Pero la corpulencia no significaba necesariamente que no fueran
rápidos.

—Saben que no es un hombre inocente —Luc sacudió a su presa


por el cuello a modo de demostración.

El de la izquierda soltó una leve risita. —¿Qué más da? Generalmente no


nos preocupamos por la moralidad humana.

—Nos importa una mierda lo que haya hecho —aportó el de la


derecha—. Nos importa lo que tú estás haciendo. No podemos tener
vampiros insolentes en nuestra ciudad, arriesgándose a ser descubiertos.
Y tú no pareces precisamente el chico modelo para el autocontrol. Sin
ofender.

—Ninguna tomada —dijo Luc.

—Nos gusta este lugar —explicó el de la izquierda, metiéndose las


manos en los bolsillos y balanceándose ligeramente sobre sus talones—.
Y hemos tenido otros vampiros tratando de venir y aprovecharse.
Drenando cuerpos y arrojándolos en el desierto junto a la frontera. Ya
no nos arriesgamos con nuestra hospitalidad.

Luc estuvo tentado de pelear. Más que tentado, en realidad. Su monstruo


estaba encantado ante la perspectiva de forcejear con alguien que
realmente pudiera igualar su fuerza. Pero con dos contra uno, no había
garantía de que Luc ganara.

Y Luc no iba a encontrar su final a manos de un par de pelirrojos en


jodidamente Tucson, Arizona.
De mala gana, soltó a su asesino y lo golpeó contra la pared de la casa. —
Regresa dentro —ordenó. —Nada de esto pasó. Sacaste la basura, hiciste
tus cosas, bla, bla, bla —Luc agarró el borde de la manga del hombre
antes de que pudiera alejarse y se inclinó hacia él para susurrarle: —Que
sepas que tendrás lo que te mereces. Un día, muy pronto.

Se giró hacia los intrusos y les hizo una irónica reverencia. —Supongo
que seguiré mi camino. No volveré a invadir su territorio.

—Asegúrate de no hacerlo —dijo el de la izquierda con un


movimiento brusco de cabeza.

—Porque no tenemos miedo de destrozarte con nuestras propias


manos si te pasas de la raya —añadió el de la derecha.

El de la izquierda le lanzó a su hermano una mirada exasperada. —Jesús,


Fox, estaba implícito. ¿Dónde está la sutileza?

El de la derecha se encogió de hombros, impenitente. —No parece que la


sutileza sea su fuerte. Sólo quería ayudar al tipo.

Luc sintió sus ojos clavados en él durante todo el camino hasta su carro.

Bien, entonces.

Luc tenía una nueva razón de peso para seguir adelante, ¿no? Para
convertir a Jamie inmediatamente y salir volando de esta ciudad. ¿Y no
sería maravilloso? Aunque Jamie se revelara al principio. Aunque odiara
a Luc por alejarlo de su vida, al final lo superaría.

Y entonces Luc lo tendría. Para siempre.

Esa cara encantadora. Esas largas extremidades. Esa sonrisa.

Esa sonrisa. La que iluminaba todo su rostro. La que iluminaba todo a


su alrededor.

¿Seguiría sonriéndole así a Luc si Luc le quitara su humanidad?


Luc no quería pensar en Jamie sin aquella preciosa sonrisa. Sin esa
vitalidad, esa alegría que parecía llevar sin esfuerzo. Luc no sería quien
le quitara eso. No podía.

Golpeó el volante con las manos. —¡Mierda!

Así que tuvo que pasar desapercibido. Mantenerse alejado de los


vampiros gemelos. No mutilar ni matar. No perder el control de su
temperamento.

¿Y por qué era conocido Luc si no era por su asombrosa habilidad para
controlar su maldito temperamento?

La carcajada que soltó fue tan amarga como cualquier otra cosa que
hubiera probado.
Capitulo Siete
Lucien

No fue Jamie quien abrió la puerta.

Luc miró a la camarera de la noche anterior, haciendo lo posible por no


torcer el labio. No tenía nada específico contra ella en sí, nada excepto
su cerrazón respecto a los poderes sobrenaturales y el hecho de que fuera
otra destinataria de las sonrisas de Jamie, simplemente no era a quien
quería ver en ese momento.

Monique inclino la cabeza hacia la casa sin quitarle los ojos de encima.
—¡Jamie! Tu amigo esta aquí! —Le levanto una ceja—. ¿Se atrasó el
ensayo?

Luc tardó un momento en entender la referencia. ¿Ensayo? Ah, sí. No se


había vuelto a poner las gafas de sol.

Sabía que a Jamie le gustaba verle los ojos.

—Algo así —respondió Luc, atento a los sonidos de Jamie


acercándose. Se quedó casi sin aliento al oír el suave ruido de los pasos,
el monstruo que llevaba dentro gimiendo suavemente de necesidad.

Lo cual era ridículo, sinceramente. Le habían visto hacía sólo unas horas.
No era como si se estuvieran reuniendo después de años de separación.

Y entonces allí estaba él, con el pelo verde revuelto, vistiendo unos
pantalones cortos sueltos de aspecto suave y una camiseta de manga
corta desabrochada por descuido que ondeaba suelta a los lados, con el
pecho delgado y rojizo a la vista.
Luc gruñó suavemente al verlo.

Monique se quedó mirando. —Hombre.

Jamie sonrió alrededor del palillo que sostenía entre los dientes. Sabía a
canela, por el olor que desprendía. Pero su sonrisa no le llegaba a los
ojos. No era la sonrisa de verdad, la que Luc veía ahora cada vez que
cerraba los ojos. —Oh, no le hagas caso —dijo Jamie con rotundidad—.
Sólo está frustrado por lo que no puede tener.

Luc estaba demasiado distraído con la visión del hombre que tenía
delante como para prestar la debida atención a la advertencia. ¿Estaba
el olor de Jamie saturado de canela por todos los accesorios con sabor a
canela que se llevaba a la boca, o gravitaba hacia la canela porque ése era
su olor subyacente? Luc no estaba seguro del orden de las cosas. Sintió
una extraña necesidad de saberlo con certeza. Quería probar la piel de
Jamie. Su sangre. Su semen.

—Ohh, la cagaste, ¿no? —Monique arqueó otra ceja hacia Luc antes
de girarse hacia Jamie—. ¿Necesitas que me quede?

Jamie negó con la cabeza, su mirada seguía centrada en Luc. —Aquí


estamos bien. Alguien tiene que arrastrarse.

Monique se rio suavemente, cogiendo su bolso de la mesa del pasillo. —


A casa de Alice me voy, entonces —Le dio un beso en la mejilla a Jamie,
y Luc apenas pudo contener otro gruñido ante su proximidad,
obligándose a contenerse y dar un paso atrás para permitirle salir.

Y entonces Jamie estaba en la puerta, con los brazos cruzados sobre


aquel delicioso pecho desnudo. —Desapareciste —Le reprochó.

No había nada más que hacer que admitir la culpa. —Lo hice.

—Iba a hacer que conocieras a mamá.

—Ibas a hacerlo.
Jamie se sacó el palillo de canela de la boca, con las fosas nasales
dilatadas. —Eso es importante para mí. Mi familia es importante para
mí.

Luc ofreció verdad por verdad. —Mi familia me odiaba.

Jamie echó la cabeza hacia atrás como si le hubieran golpeado. Luego


suspiró profundamente y sus ojos oscuros analizaron el rostro de Luc,
buscando algo. Luc deseaba saber qué. Luc se lo daría. En serio.

Finalmente Jamie volvió a meterse el palillo en la boca y se apartó de la


puerta, haciendo un gesto amplio con un brazo. —Entra, monstruo.

Luc se sintió como un cachorrito mientras seguía obedientemente a


Jamie hasta su dormitorio, pisándole los talones al humano. No estaba
acostumbrado a sentirse tan... contrito. Normalmente, Luc sólo
reaccionaba. Salvajemente. A menudo mal. Y luego pagaba las
consecuencias, fueran cuales fueran. Nunca antes había querido expiar.

Realmente era una sensación horrible.

El dormitorio de Jamie era un desastre. Un desorden espantoso y


sobrecogedor. Su cama era un nido de sábanas enredadas, sin hacer y
posiblemente sin lavar. Había montones de libros de bolsillo esparcidos
desordenadamente por la habitación, sin una estantería a la vista. La
única zona de orden en el caos era un gran escritorio junto a la ventana,
con lo que parecía ser un carísimo computador.

Jamie le dirigió una mirada a Luc, que contemplaba aquella


incongruencia. —Soy programador autónomo —explicó—. Me gusta que
mi espacio de trabajo esté ordenado.

Luc tragó saliva. Jamie lo miró pero no dijo nada, enfocándose en el


palillo entre los dientes. Empezó a serpentear de un rincón a otro de la
habitación, recogiendo libros a su paso.

—¿Nos sentamos? —preguntó Luc en su tono más cortés.


Jamie gruñó una negativa. —Escucho mejor cuando me muevo. Habla.
Soy todo oídos —Luc suponía que la confesión “mi familia me odiaba”
no bastaba por sí sola para ganarse el perdón por su metedura de pata,
pero no sabía por dónde empezar. ¿De verdad había pensado que se
presentaría y Jamie lo recibiría con los brazos abiertos? Lo había hecho,
¿verdad? Jamie no había sido más que abierto. Era Luc quien se cerraba
en sí mismo.

Estaba claro que necesitaba hacer algunas concesiones.

Luc se sentó con cuidado en una esquina de la cama. —Yo era un segundo
hijo. Indeseado y anodino. Aunque, de todos modos, no importaba lo que
yo lograra. Mis padres no estaban interesados; mi hermano me
consideraba un estorbo. Pensé que sería capaz de rectificar eso, supongo,
cuando fuera mayor. Pensé que encontraría una mujer, que tendría mi
propia familia. Gente que me quisiera. Mientras tanto, intenté hacer
carrera como soldado, luché para Napoleón, en una de sus primeras
campañas. Y luego morí.

—Soltando casualmente que luchó por el jodido Napoleón —


murmuró Jamie. Pero luego hizo un gesto con la cabeza para que Luc
continuara mientras Jamie apilaba más libros, haciendo pequeñas torres
de libros de bolsillo en un lado de la habitación. Su preciosa cara estaba
inusualmente seria.

—Me salvó al final, lo que en aquel momento creí que era un ángel
—Luc soltó una carcajada amarga—. Lo recuerdo perfectamente en aquel
momento, el pelo blanco puro a contraluz por el sol. Una aparición
celestial, pensé.

Jamie resopló ante esa parte.

Luc suponía que era justo. Había sido muy tonto, allí en su lecho de
muerte en el campo de batalla. —Incluso después de darme cuenta de
que había sido convertido por un demonio, al principio seguí pensando
que había sido... elegido. Para ser un compañero, un socio. Pero resultó
que sólo era la última broma de alguien que se iba. Un monstruo
semiferal que me enseñó lo básico y luego me dejó morir.

Luc pasó las yemas de los dedos por las sábanas de la cama de Jamie,
poco impresionado por la calidad. Ya le proporcionaría algo mejor más
adelante. —Pasó una década antes de que encontrara a alguien propio
como compañero. Elegí a alguien predeciblemente similar a mí,
supongo. La misma trágica situación, morir en un campo de batalla.
Incluso luchando por el mismo hombre, sólo una década después. Debo
haber pensado que nos uniríamos por todo eso. Y lo hicimos, durante un
tiempo.

Luc se aclaró la garganta. ¿Por qué seguía siendo tan doloroso pensar en
aquellos primeros días con Roman? ¿Por qué no podía olvidarse de esa
familia elegida que le había hecho cambiar de opinión? —Me dije a mí
mismo que él me había elegido. Una vida a mi lado. Pero me engañaba a
mí mismo. Le había dado la opción de la muerte o yo... En realidad no
era una elección en absoluto. Y cuando inevitablemente lo jodí todo,
huyó. Nunca me perdonó. Nunca lo hará. ¿Y por qué iba a hacerlo?

Jamie había hecho una pausa en su torbellino de limpieza, toda su


atención puesta de nuevo en Luc. —¿Cómo lo jodiste todo? —preguntó.

Tenía que terminar lo que había empezado. —Pensé que había


encontrado a mi pareja, pero ella... me rechazó... al final. Culpé a Roman.
Lo culpé por no convertirla contra su voluntad, como yo habría hecho.
Intenté acabar con su existencia —Luc volvió a aclararse la garganta. —
Varias veces. Además de un ligero acoso —Una pausa después—. Acoso
persistente.

Luc lo observó atentamente, esperando que la censura cruzara el rostro


de Jamie, pero el humano sólo ladeó la cabeza y se llevó el palillo al otro
lado de la boca, pensativo. Ante aquel silencio, Luc siguió compartiendo.
Porque, al parecer, ésa era su nueva realidad. Sentimientos y
comunicación y desnudar su alma para ser juzgado como digno o inútil.
—Todos los que me han conocido han sabido que algo estaba mal
conmigo —afirmó sin rodeos. —Que algo... me faltaba. Excepto tú —Luc
sabía que la expresión de su rostro se había vuelto insoportablemente
suave, pero no pudo evitarlo. —Tú, que no sabes ni la mitad de las cosas
que he hecho pero pareces haberme perdonado preventivamente por
ellas. Tú que no tienes motivos para confiar en mí. Para creer en mí. Para
conocer a tu familia… —Luc se encogió de hombros impotente, con la
mirada fija en sus propias manos, que se habían formado puños sobre
sus muslos—. Ellos también lo sabrían. En un instante, sabrían que no
soy el adecuado para alguien a quien aman.

Y ahí estaba. Más o menos todo. Luc se había sacado el corazón del pecho
y se lo había puesto al humano en bandeja de plata. O al menos, lo mejor
que pudo en un monólogo de diez minutos. Faltaban detalles, claro. El
gran número de cadáveres que Luc había dejado a su paso, por ejemplo.
Pero Luc sabía, sin saber cómo, que a Jamie le importaba menos eso que
el porqué. Lo que movía a Luc, todas las piezas rotas que había bajo su
monstruoso exterior. Jamie se sinceraba abiertamente y quería un
intercambio equitativo.

Luc levantó la vista de sus manos para ver que Jamie había perdido el
palillo y estaba de pie con una inusual quietud al otro lado de la
habitación, con una expresión pensativa en el rostro.

Su silencio duró lo suficiente como para que Luc empezara a esperar una
condena, pero cuando Jamie habló, sus palabras salieron suaves y
planas, extrañamente carentes de emoción. —Mi padre se marchó
cuando yo era un niño. Eligió a otra mujer. Otra familia. Ahora tiene
otros dos hijos, en California. Seguro que va a todos sus partidos de
fútbol, como el padre perfecto. No me llamó ni una sola vez.

Luc sintió que sus dedos se flexionaban en su regazo, casi contra su


voluntad. De repente le entraron ganas de estrujar la vida de un hombre
al que no conocía.

—Sabía que iba a irse —continuó Jamie en aquel tono


horriblemente inexpresivo. —Lo vi en una visión antes de que ocurriera.
Incluso de niño estaba molesto con él. Todavía lo estoy. Pero él se lo
pierde —La voz de Jamie se hizo más grave, más dura—. Él es el
problema. Simplemente... se fue. No pudo sernos leal ni fiel. Y eso no es
culpa de mi madre ni mía. Es culpa suya.

Por supuesto que sí. De eso no le cabía la menor duda a Luc, que
contemplaba al joven que tenía delante, con el rostro enrojecido por la
justa indignación y los ojos oscuros brillantes. ¿Quién en su sano juicio
abandonaría algo tan perfecto?

Para Luc, en cambio…

—En este caso, el problema era sin duda yo —señaló Luc


secamente—. Ya que intenté asesinar a mi amigo. Más de una vez.

Jamie se encogió de hombros como si Luc le hubiera dicho que una vez
había desairado a Roman en una cena. —¿Los vampiros no tienen reglas
diferentes o algo así? La sangre y la violencia parecen estar
preentrelazadas en todo el asunto de ustedes, si las historias son creíbles.

Esa era la cruz de la cuestión, ¿no? Sí que tenían reglas diferentes. Pero
Luc había llevado incluso eso demasiado lejos. No había atacado a
Roman sólo una vez en un ataque de ira. Lo había intentado de nuevo. Y
cuando eso había fallado, y Roman había huido, Luc lo había seguido. Su
ira lo había consumido, su rabia imparable por aquella supuesta traición.

A Luc le gustaría decir que el monstruo se había aprovechado, que lo


había convencido de hacer todo tipo de cosas a las que normalmente no
se rebajaría. Pero era Luc quien había querido castigar a Roman.
Provocarlo para que reaccionara de algún modo, cualquier reacción que
no fuera aquella nueva y fría indiferencia.

Había dejado a Luc solo, y ni siquiera parecía importarle.

Luc intentó darle a su humano una última oportunidad para echarse


atrás. (Como si fuéramos a dejarlo marchar, se burló su monstruo.) Una
última advertencia. —Atormenté a Roman durante años porque me
abandonó. Lo atormenté, dejé un rastro de cuerpos detrás de mí allá
donde iba. Podría decirse que esos cuerpos se merecían su destino, más
o menos. Pero no todas mis víctimas lo han hecho. El actual compañero
de Roman fue convertido por mi mano, contra su voluntad. No soy
desleal, pero soy vengativo. Cruel. Irremediable, podría decirse.

Jamie se acercó, dejando olvidados en el suelo los libros que había estado
apilando. Plantó los pies a escasos centímetros de la posición sentada de
Luc.

Este humano siempre se acercaba cuando debería alejarse.

—La gente a la que amabas te abandonó —dijo Jamie, alargando


una mano para acariciar el rostro de Luc con suavidad—. Te molestaste.
Lo comprendo. No lo llevaste bien, eso seguro. Pero lo entiendo. Quieres
promesas para siempre. Yo quiero jodidamente lo mismo. ¿Puedes
darme eso?

Luc se mantuvo tan quieto como pudo, sin querer hacer un movimiento
que desalojara aquel suave tacto de su rostro. —¿Y si estoy demasiado
perdido?

Jamie finalmente sonrió. Su verdadera sonrisa, hermosa y abierta y sólo


para Luc. —¿Qué tal si me dejas a mí juzgar eso? Creo que tu monstruo
se portará bien, si se lo pido. ¿Verdad, monstruo?

Luc estaba empezando a creerlo. Podía sentir a su jodido monstruo


deslumbrándose ante la atención de su compañero.

—Mi madre podría odiarte —reflexionó Jamie, pasando el dedo


por la barba incipiente de Luc—. No lo hará, pero podría. Pero eso no
bastaría para hacerme cambiar de opinión. Confío en mis instintos. Y
hace años que sé que soy tuyo.

Jamie no mencionó los cadáveres. ¿De verdad no le importaban los


cuerpos?

—La iré a conocer —prometió Luc—. Los conoceré a todos. Será un


honor.
—No puedes seguir desapareciendo —Jamie soltó la mano de la
cara de Luc (Luc se descubrió inclinándose hacia delante, buscando
inconscientemente ese contacto) y la sostuvo delante de él, con la palma
hacia arriba. —Dame tu teléfono —Luc obedeció frenéticamente, y Jamie
se lo cogió, golpeando las teclas, luego sacó su propio teléfono del bolsillo
mientras sonaba—. Ahí está. Ya tengo tu número.

—¿De qué otra forma puedo enmendarlo? —Luc haría cualquier


cosa que su humano le ordenara. Pagaría su penitencia. Azotarse o
desollarse. Adoraría a los pies de Jamie.

Jamie lo miró pensativo. —No te contengas más. Te quedarás cerca. Me


tocarás.

Luc agarró inmediatamente las caderas de Jamie con las manos. —Sí.

—Y no creas que no tendré más preguntas sobre eso que dijiste del
alma gemela —advirtió Jamie—. Las vas a responder.

Luc asintió. —Sí.

—Y quiero que me seduzcas.

El cerebro de Luc se apagó por un momento.

—Hasta ahora he obtenido esta versión asustadiza y tímida de ti —


prosiguió Jamie, al parecer sin importarle que el cerebro de Luc se
hubiera desconectado por completo. —Quiero lo auténtico. Quiero lo que
todos tus otros amantes y bocadillos de medianoche han conseguido a lo
largo de los años —Jamie le lanzó una lenta sonrisa provocadora, y la
polla de Luc se sacudió en respuesta—. Quiero la seducción de Lucien.

Los pulgares de Luc rozaron la suave piel del estómago de Jamie, las
palabras de su humano le llenaron las tripas de un calor constante.

¿Su humano quería una seducción? Pues muy bien. Luc podía dársela.

Jamie tenía razón: la cobardía de Luc no le había servido de nada. Luc


se había escondido, manteniéndose demasiado quieto, demasiado firme,
temeroso de dejar salir al monstruo. Temeroso de destrozar a Jamie
antes de que pudieran empezar.

Pero si Jamie ya lo aceptaba tal como era y el monstruo iba a


comportarse según las órdenes de su humano...

Luc podría volver a ser él mismo.

Los dedos de Luc se apretaron a las caderas de Jamie. —Aquí no.

Jamie le lanzó el más mínimo atisbo de mohín. —¿Qué tiene de malo mi


habitación?

Luc sonrió, pasando una lengua por sus colmillos, encantado con el
pequeño jadeo que Jamie dejó escapar al verlo. —Tenemos que
preparar la escena, mi flor.
Capitulo Ocho
Jamie

Jamie estaba de pie con la espalda apoyada en la pared del salón, con los
brazos cruzados, observando a Luc "preparar la escena", como lo había
llamado su vampiro. Jamie se mantenía todo lo quieto que podía, pero
no podía evitar juguetear con su palillo nuevo, pasándolo de un extremo
a otro de la boca.

Estaba tan jodidamente emocionado. Tenía el pulso acelerado y la


adrenalina a flor de piel. Deseaba tanto a este vampiro. Y sintió como si
realmente estuvieran avanzando. Como si Luc hubiera cruzado una línea
invisible.

Luc ya había arreglado la sala de Jamie y ahora estaba cubriendo el sofá


y las sillas con mantas, colocando una bufanda roja de Monique que
había encontrado sobre una de las lámparas para bañar la habitación con
un tenue resplandor rosado. Le preguntó a Jamie si tenía vino,
arrugando la nariz como un patán pretencioso ante la botella de menos
de diez dólares que Jamie le tendió, pero al final les sirvió una copa a los
dos.

Lo único que faltaba era un tocadiscos que pusiera jazz suave.

—¿No hay música? —se burló Jamie cuando Luc por fin pareció
ralentizar su reorganización.

—No a la música. Demasiada distracción —Luc observó sus


cambios, asintió una vez con decisión y luego fijó la vista en Jamie.

Mierda. Qué intenso, cuando toda esa energía animal se concentraba en


un solo lugar. Cuando ese único lugar era Jamie.
Había pedido la seducción como una broma más que nada, una forma
de acortar distancias entre ellos y por fin ponerle las manos encima como
era debido. Pero empezaba a pensar que no estaba preparado para lo que
le esperaba. Las experiencias sexuales anteriores de Jamie habían sido
tanteos inexpertos y sin compromiso con otros tipos de su edad, no
criaturas inmortales con más de dos siglos de encuentros seductores a
sus espaldas.

—Ahora… —Luc se adelantó, sujetando a Jamie contra la pared con


dos brazos anchos. Se agachó y arrancó el palillo de la boca de Jamie—.
Sabes que no voy a follarte esta noche, ¿verdad?

Pues no. Jamie no lo sabía en absoluto. Tremendo bajón. Se recostó


contra la pared, decepcionado. —¿Y por qué no?

—Porque, flor bonita —canturreó Luc, rozando el dorso de sus


dedos contra la mejilla de Jamie—. Cuando te folle, será un reclamo. Aún
no estás preparado para eso.

—¿No lo estoy? —preguntó Jamie petulantemente.

—Quizá no lo esté yo —enmendó Luc, pasando el pulgar por el


labio inferior de Jamie.

Ohh. Jamie estaba recibiendo sinceridad del vampiro ahora. Qué


sensación tan embriagadora. Hizo todo lo posible por ignorar la oleada
de decepción que le produjo que el semental que tenía delante no lo
llenara esta noche. Se estaba dando cuenta de que tal vez la duda de Luc
no se debía tanto a que Luc no estuviera seguro de Jamie como a que Luc
no estuviera seguro de sí mismo.

Jamie podría trabajar con eso. —Nunca nadie me había llamado bonito.

—Oh, pero lo eres —ronroneó Luc—. Todos los demás debían de


estar distraídos con tus pétalos punk. Hay una cara tan bonita escondida
debajo.
—No me estoy escondiendo —protestó Jamie. Y no lo hacía. El pelo
verde, la ropa punk. No eran un disfraz, ni una forma de esconderse del
mundo. Era lo que le gustaba, así de simple. La forma que había elegido
para decorarse.

Luc frotó un mechón de pelo verde de Jamie entre dos dedos. —No, no
estás haciendo eso, ¿verdad? Aun así, evita que los indignos se den
cuenta de lo hermoso que eres, creo.

Jamie tragó saliva. —¿Ya empezó la seducción?

—No, esto es sólo... la verdad. Ven —Luc jaló a Jamie hacia delante,
llevándolo al sofá, Luc acomodándose cerca junto a él. Muy cerca. La piel
de Jamie se erizó por su cercanía. Intentó ser sutil al respirar el aroma
de Luc, pero a juzgar por la sonrisa de Luc, no lo consiguió del todo.

Jamie jugueteó con una de las mantas. —Has hecho un bonito nidito
aquí.

—El ambiente es importante —Luc apoyó un brazo en el respaldo


del sofá, sus dedos jugueteaban con el cuello abierto de Jamie, enviando
pequeñas chispas de electricidad cada vez que rozaban la piel. —
Normalmente tendría cosas más finas para ambientar —Le dio a Jamie
una sonrisa malvada—. Me gustaría vestirte en ropas finas, flor.

Jamie se estremeció. ¿Qué carajo? El lujo nunca había sido tan atractivo
para Jamie. No le apetecían el “ropaje fino”. Normalmente no le veía
sentido. Pero la idea de Luc... decorándolo. Colocando a Jamie
cuidadosamente en las cosas que le gustaría ver, que le gustaría tocar.
Eso tenía su atractivo.

Los labios de Luc se torcieron, sus dedos continuaron su baile a lo largo


de la clavícula de Jamie. —¿Te gustaría, cielo? ¿Diamantes en tus orejas,
tal vez algunos anillos de ónix en tus dedos para resaltar ese esmalte
negro?

Mierda, ¿estaba Jamie ruborizándose? En el poco tiempo que llevaban


juntos, Luc se había mantenido tan quieto, tan distante. Incluso con la
boca de Jamie en su polla, no se había soltado, no realmente. Pero ahora
Jamie estaba saboreando de verdad al hombre que se escondía bajo toda
esa quietud de depredador. El elegante seductor.

Jamie tuvo un destello de su primera visión de Luc, ajustándose los


puños de la chaqueta de cuero como si fuera una cena.

—Quizá te vistamos de seda —murmuró Luc, agarrando la barbilla


de Jamie con firmeza, inclinando la cabeza hasta que sus ojos se
encontraron—. Algo suave y fino y... decadente.

Jamie se inclinó más hacia él, perdido en aquellos ojos negros, en todas
aquellas sombras danzantes.

Luc estaba claramente satisfecho con su reacción. —Ohhh señor. Si te


hubiera tenido en mis garras en aquellos primeros días, te habría
devorado. Y tú me habrías dejado, ¿verdad, flor mía? Ni siquiera habría
necesitado convencerte. Mírate. Con los ojos pesados, dura como una
piedra. Sólo por unas dulces palabras.

Mierda. No se equivocaba. La polla de Jamie estaba dura como el acero.


Estaba perdido en los bonitos cumplidos de Luc, su rico aroma a sándalo.
Y era dolorosamente consciente de que estaba a medio vestir, con el
torso desnudo, mientras que Luc estaba completamente vestido con
unos jeans oscuros y una camisa abotonada de diseño. Jamie se sentía...
suave. Vulnerable. Excitado como el carajo.

Las relaciones anteriores habían sido coquetas, burlonas. Nunca esta...


seducción sensual. Le gustaba.

Le gustaba aún más que fuera su vampiro cruel y vengativo quien lo


hiciera.

Sólo era así de dulce con Jamie.

Jamie exhaló temblorosamente. —De verdad creo que deberías follarme.


Luc se rio, un sonido áspero y grave que hizo que Jamie sintiera un
hormigueo en la columna vertebral. —Oh, no, precioso. Esta noche no.
Pero me darás un beso, ¿verdad?

No tienes que pedírmelo dos putas veces. Jamie estaba sobre él en un


instante, aplastando sus labios contra los de Luc, aprovechando la
oportunidad para retorcerse sobre el regazo del vampiro. Era tan extraño
lo fácil que Jamie cabía allí. Eran básicamente de la misma altura, pero
el volumen y la fuerza de Luc hacían que Jamie se sintiera de la mitad de
su tamaño.

Gimió cuando sintió la dureza de Luc debajo de él, apretando el culo


contra aquel bulto increíble. Al menos Jamie no era el único afectado por
todas estas... provocaciones.

Jamie se perdió en el beso, en la lucha de lenguas y los mordiscos,


chocando contra Luc todo el tiempo. Luc metía la lengua en la boca de
Jamie como si fuera su polla.

A Jamie le jodidamente encantaba.

Al final sintió que los dedos de Luc se clavaban en su pelo y tiraban


bruscamente de la cabeza de Jamie hacia atrás.

El vampiro jadeaba, notó con satisfacción.

Luc le buscó la cara y su mirada se detuvo en los labios de Jamie, que se


sentían hinchados y sensibles por tanta atención. —Siempre pensé que
terminaría con una mujer —murmuró Luc, como si nada, en la humilde
opinión de Jamie—. Una esposa.

Jamie le frunció el ceño. ¿Pero qué mierda? Hablando de un asesino de


erecciones. —Tal vez tu juego de seducción podría necesitar algo de
trabajo después de todo.

Luc le sonrió, tirándole del pelo una vez a modo de admonición. —Calla.
Te estoy contando otra verdad. Tenía los clásicos complejos de mi época.
Preocupaciones de condenación. Un millón de razones para reprimir
cualquier... atracción antinatural que sintiera.

Jamie chasqueó la lengua. —Necesitas ponerte al día con la biología


moderna si crees que las inclinaciones homosexuales no son naturales.
Puedo darte una docena de ejemplos en el reino animal.

Luc ignoró su interrupción. —Después de que me convirtieran, me di


cuenta de que tenía que llevar las cosas hasta el final. Me abrí a las
posibilidades. Al primer hombre que traje a casa, para alimentarme de
él y follármelo —Dejó escapar un fuerte suspiro—. Fue... tan delicioso.

La voz jodida sexy voz de Luc era baja y ronca, y Jamie odió que aún le
costara oír su confesión. Que a través de las conocidas punzadas de celos
por los anteriores amantes de Luc, se sintiera... excitado... por sus
palabras.

—Tantas posibilidades —musitó Luc, clavando la mirada en Jamie.


Esta vez dio un tirón sorprendentemente suave al pelo de Jamie. —
Ninguna me afectó como tú. Ni una sola. Solo esta boca —Pasó su pulgar
libre a lo largo del labio inferior de Jamie, y Jamie apenas resistió el
impulso de lamerlo, de chuparlo dentro de su boca—. Está. Jodida. Boca.
Podría darme un festín sin fin. Lo haré.

Volvió a reclamar la boca de Jamie antes de que ninguna de sus palabras


calara del todo, chupando el labio inferior de Jamie. Jamie volvió a
retorcerse contra el vampiro, con una mano extendida sobre su ancho
pecho.

Luc abandonó su boca para presionar cálidos besos con la boca abierta a
lo largo de la mandíbula de Jamie. —Una obra de arte, esta mandíbula
—ronroneó—. ¿Qué te gustaría, dulzura? ¿Quieres que te devuelva el
favor de la otra noche? ¿Tener mi boca en tu dolorida polla?

A Jamie le dolía la polla, maldita sea. Intentó despejar la niebla de lujuria


de su cerebro para formular algunas palabras. —¿Qué sería lo siguiente?
¿En tu gran acto de seducción?
Luc se detuvo, sus labios seguían apretados contra la mandíbula de
Jamie. Jamie rompió el contacto y se inclinó hacia atrás para mirarlo.

—Un mordisco —Luc admitió a regañadientes, sus ojos en el cuello


de Jamie—. Un mordisco sería lo siguiente.

El calor recorrió a Jamie al pensarlo. Eso era. Esto era lo que


diferenciaba a su amante de los demás. Una necesidad por la sangre de
Jamie, si se lo permitía.

—Entonces eso es lo que quiero —declaró Jamie con firmeza.

Luc pasó un dedo por la línea del cuello de Jamie, y Jamie inclinó la
cabeza para darle mejor acceso. —¿Confiarías en mí? —Preguntó Luc,
con una expresión pensativa en el rostro—. ¿Qué me detenga en un solo
mordisco? ¿Para no drenar o convertirte?

—Confío en ti.

—No deberías —amonestó Luc, aun cuando sus ojos se llenaron de


calor—. El monstruo te quiere como nuestro. Para siempre. Dale un
centímetro y te quitará kilómetros interminables.

La idea no asustaba a Jamie, pero estaba claro que asustaba a Luc, así
que Jamie trató de tranquilizarle. —Se portará bien. ¿Verdad, monstruo?
—Miró de nuevo a aquellas sombras oscuras que se arremolinaban en la
negrura—. Dejarás que Luc pruebe y serás un monstruo bueno y
obediente para mí. Nada de hacerte el gracioso.

Luc soltó una carcajada incrédula y estrangulada. —No puedo creer que
te deje salirte con la tuya.

—Bueno, al final los tres queremos lo mismo, ¿no? Tu polla en mi


culo. Tus colmillos en mi cuello.

Esa pequeña afirmación pareció romper el control de Luc. No hubo más


discusión ni vacilación. Gruñó, lo bastante bajo y profundo para que
Jamie pudiera ver las vibraciones en su pecho y luego su boca estaba en
el cuello de Jamie, hundiendo los dientes.
Hubo un destello de dolor. Una punzada caliente. Pero entonces…

—¡Oh, mierda! —Jamie gritó sin aliento.

Nunca había sentido nada igual. Este placer que salía de la mordedura y
recorría todas las terminaciones nerviosas de Jamie. Sentía que su polla
goteaba líquido preseminal por todas partes.

Luc gruñó de nuevo, mordiéndolo con más profundidad, sus ásperos


tragos audibles incluso por encima de los pequeños jadeos y maullidos
de Jamie.

Mierda. Jamie iba a correrse en sus pantalones otra vez. No, no, no.
Quería las manos de Luc sobre él. Quería piel sobre piel.

Se bajó frenéticamente los calzoncillos, liberando su propia polla


dolorida antes de abordar el botón y la cremallera de Luc, liberando el...
monstruo de su monstruo.

Jamie no podía verlo con claridad, no con la cabeza inclinada, pero


recordaba vívidamente lo glorioso que era. Gruesa y venosa, con una
cabeza hermosamente gorda que se había sentido tan jodidamente bien
contra la lengua de Jamie, llenándole la boca.

Jamie apretó sus pollas, pasando un pulgar por la cabeza de su propia


erección para recoger el líquido preseminal y facilitar el deslizamiento
de la mano. Luc le soltó el cuello y Jamie gimió en señal de protesta, pero
el sonido se interrumpió cuando Luc volvió a tomarle la boca,
reclamando la lengua de Jamie como si fuera suya.

Jamie podía saborear su propia sangre, los penetrantes rastros metálicos


de sí mismo en la lengua de Luc.

Esto lo llevó al límite, su liberación pulsó sobre su mano mientras su


visión se desvanecía.

Se quedó sin fuerzas. Jodidamente flácido. Fue vagamente consciente de


que Luc tomaba el mando, sacudiendo su propia polla hasta que
derramó su semen sobre la polla desgastada de Jamie.
Jamie encontró fuerzas para echarse hacia atrás y mirar. Tenía muchas,
muchas ganas de verlo.

Luc se rio, una risa real y sincera, no una carcajada ni un resoplido


irónico, apoyando la cabeza contra el respaldo del sofá, los tendones de
su cuello tentando a Jamie a morderlos. No podría sacarle sangre tan
fácilmente como Luc, por supuesto. Pero aun así.

¿Qué se sentía al anhelar la esencia de otro de un modo tan primitiva?


Jamie sentía que tenía una idea de ello, vampiro o no. Podía sentir el
impulso en su interior de consumir a Luc de cualquier forma que
pudiera.

Luc suspiró. —Empezó como una seducción, acabó como dos


adolescentes lujuriosos, prácticamente corriéndonos en los pantalones.

Jamie le sonrió, inundada de felicidad. —Un poco de tu mundo. Un poco


del mío.

—¿Por qué haces la cama si vamos a meternos en ella y volver a


desordenarla toda?

A Jamie no le había llevado tanto tiempo como pensaba convencer a Luc


de que se quedara a dormir. Al parecer, su vampiro había dicho en serio
lo de quedarse cerca y tocarse.

Y ohhh, lo de tocarse. A Jamie le había gustado jodidamente muchísimo.


Se estremeció un poco al recordar el mordisco en particular.

¿Quién iba a decir que cuando te chupaban la sangre podías sentirte


como una especie de... mamada en el cuello?
Luc terminó de alisar las sábanas, enderezó la colcha y dobló hacia atrás
la esquina superior como si aquello fuera una pensión y no la casa de
Jamie. —Prefiero no dormir sobre arrugas —explicó.

Qué pretencioso.

Pero cualquier otra queja o burla huyo inmediatamente del cerebro de


Jamie cuando Luc empezó a desabrocharse eficientemente la camisa,
desvistiéndose delante de Jamie como si no fuera gran cosa y no algo que
Jamie había estado esperando ver desde siempre.

Mientras Luc se despojaba de la ropa hasta los calzoncillos, Jamie por


fin, por fin, podía ver aquel imponente cuerpo de cerca y en persona.

Y la puta espera había merecido la pena.

A Jamie le recordaba a un boxeador: bien musculado, definido, elegante.


Con una brutalidad subyacente. Una violencia que flotaba justo debajo
de la superficie de toda esa sensualidad.

Si Jamie supiera silbar, habría soltado uno de esos.

Pero no sabía, así que... —Wow… —exhaló en su lugar, observando el


juego de aquellos músculos mientras Luc doblaba meticulosamente toda
la ropa que se había quitado.

Luc le dedicó una sonrisa burlona y colocó el montón ordenadamente


encima de la cómoda de Jamie. —Ya, ya, flor. Quita esa mirada lujuriosa
de tu cara. Si no, esta noche no dormirás nada.

—Me parece bien —Jamie se quitó su propia camisa con facilidad,


amando el calor que entraba en los ojos de Luc incluso ante esa pequeña
revelación. Jamie no era corpulento, no como su vampiro, pero a Luc no
parecía importarle lo más mínimo su delgadez.

—A mí no —reprendió Luc, a pesar de la lujuria de su mirada—. Ya


casi amanece. Debemos cuidar de tu precioso cuerpo mortal.
Jamie se encogió de hombros, tirando la camisa al suelo, riéndose de la
mirada contrariada que le lanzó Luc. —Esta es más o menos mi hora
habitual de acostarme.

Luc enarcó una ceja. —¿Eres un ave nocturna? —Sonrió, lenta y


dulcemente, algo poco frecuente—. Perfecto para mí en todos los
sentidos.

Jamie sintió calor al oír el elogio. No estaba muy seguro de cómo o por
qué su vampiro había pasado de ser tímido a tener esa mentalidad de
"todo incluido", pero le parecía más que bien. Al mismo tiempo, se
preparaba para la posibilidad de que Luc se resistiera de nuevo.
Retrocediera de algún modo. Estaba claro que su monstruo tenía una
buena cantidad de esqueletos en su armario inmortal, jugando con su
pobre cabeza.

Jamie se dejó caer en la cama, desparramándose sobre las mantas


perfectamente planchadas. Sobre todo para ver el gesto de enfado de
Luc. Le sonrió a su vampiro pretencioso favorito. —Hablando de
perfectos el uno para el otro. Háblame de las parejas. Ya los has
mencionado más de una vez.

Luc suspiró profundamente, claramente molesto por la insistencia de


Jamie en hablar antes que dormir, y luego se unió a Jamie en la cama;
su postura era mucho más elegante, se acostó boca arriba y cruzó los
brazos detrás de la cabeza. Jamie se tomó un momento para apreciar la
forma en que sus bíceps y pectorales se arqueaban y flexionaban. Luc
parecía un rey. Un rey súper sexy y musculoso con un cuerpo que no
paraba.

No es el momento, cachondo. Claro. Jamie cerró la mandíbula floja, se


puso de lado, apoyó la cabeza en una mano e intentó concentrarse en la
respuesta de Luc a su pregunta.

—Mi especie es inmortal, pero nuestra longevidad tiene otros...


límites —explicó Luc, mirando al techo—. Con el tiempo, nos perdemos
cada vez más en los instintos vampíricos que llevamos dentro. A nuestros
monstruos. Nos volvemos más bestias que hombres, movidos por la sed
de sangre y poco más.

Qué grotesco de su parte.

—¿Y eso... te mata, de alguna manera? —Jamie preguntó.

Luc negó con la cabeza. —No como tal. Pero la falta de discreción supone
un riesgo para todos. Un vampiro salvaje acabará siendo eliminado por
otros de nuestra especie. Por un bien mayor.

Esa parte definitivamente no le gustaba a Jamie. La idea de que Luc; el


seductor, temperamental y excesivamente complicado Luc, fuera
sacrificado como un perro...

No bajo la jodida guardia de Jamie; eso estaba claro.

—¿Cuánto tiempo tienes? —preguntó.

—No sabría decirlo. Varía de un vampiro a otro. He oído de algunos


que duran menos de un siglo, otros más de quinientos años.

Como si a Jamie le importaran las malditas estadísticas. —¿Cuánto


tiempo tienes tú, monstruo?

Luc hizo una leve mueca, con la mirada fija en el techo. —No mucho,
probablemente. Tengo mucho menos control sobre mi monstruo que
antes. Intento... mitigar el daño, se podría decir. Elijo a mis víctimas con
cuidado. No cedo a matar inocentes. Pero he matado. Muchas veces. Y
antes no lo hacía.

Los cuerpos que Luc había mencionado. Jamie procesaría eso más tarde.
—¿Y cómo encajan los compañeros?

—Son una cura, en cierto modo. Un alma predestinada que ata la


humanidad de uno y evita el descenso a la locura. En teoría, todos los
vampiros tienen una, aunque no todos la encuentran a tiempo.
Bueno, esto sí le gustaba a Jamie. Sobre todo después de toda la charla
sobre la condena y oscuridad y locura hasta la tumba. —¿Y cómo sabes
que has encontrado a una?

Luc gruñó sin compromiso. —No hay manual, por desgracia. Es


instintivo —Agitó una mano en el aire—. Un olor embriagador. Una
atracción anormal hacia otra. Como ya he dicho, creí haber encontrado
a la mía antes y estaba muy equivocado.

—Estabas equivocado porque yo soy tu pareja —afirmó Jamie con


plena convicción.

Todo tenía sentido. Las frecuentes visiones de Luc a lo largo de los años.
La certeza que Jamie había sentido desde la primera vez que había visto
a su vampiro en su mente. El hecho de que no le importara que Luc
asesinara a gente que consideraba que se lo merecía.

—Lo más probable —asintió Luc con indiferencia.

¿Lo más probable? No importaba. Jamie no se iba a dejar engañar por


la actitud distante de Luc. Eran totalmente compañeros. Destinados,
predestinados, hechos el uno para el otro. —¿Y eso es todo? ¿Nos
encontramos y ahora estás bien?

Luc se movió en la cama. —No del todo —admitió—. Ambas partes deben
ser vampiros para que el vínculo se solidifique.

—Bueno. Caramba. Genial. Vampiro Jamie.

Luc miró con intensidad el techo. —Si te convierto, se destruirá toda tu


vida. Te quitaré tu humanidad. Los vampiros recién convertidos
son....impulsivos. Hambrientos. Tendrás que salir de este pueblo, por
miedo a revelarte a la gente.

Jamie alargó una mano para girar el rostro de Luc hacia el suyo. Estaba
harto de esa mierda de mirar al techo. Quería que aquellos charcos
negros se centraran en él.
Luc cedió a su tacto con facilidad, pero cuando se giró hacia Jamie, había
una expresión de dolor en su rostro.

Pobre chico melancólico.

Jamie soltó una carcajada. —¿Sabes por qué me quedé tanto tiempo en
Tucson? —preguntó—. ¿Por qué fui a la universidad aquí y no a las
numerosas instituciones de todo el país en las que me aceptaron? ¿Por
qué me rompí el culo haciendo carrera como programador autónomo en
lugar de unirme a una empresa tecnológica establecida en una de las
costas?

—¿Porque el desierto es tan cautivador? —sugirió Luc secamente.

Jamie le dio una patada en la espinilla. —El desierto sí es cautivador,


tonto. Pero me quedé porque sabía que algún día me iría. Que me iría de
verdad. Quería empaparme de todo lo que pudiera, porque sabía que
algo venía por mí. Sabía que tú vendrías por mí.

—Tendrías que dejar a tu familia, Jamie —dijo Luc, con más


suavidad de la que solía hablar.

Jamie sintió un fuerte tirón en el pecho al pensarlo. Despedirse de su


madre para... ¿qué? ¿Para siempre?

Luc se reacomodó en la cama hasta quedar en la misma posición que


Jamie, frente a él y con una mano apoyada en la cabeza. —Roman intentó
volver con su familia al principio —explicó Luc—. Le advertí que no lo
hiciera, y tenía razón. Fue un desastre absoluto. Esa pérdida de control
casi lo destroza. Sus reacciones hacia él.

—Ese es un caso —argumentó Jamie—. Dijiste que ahora tiene un


compañero. Al que convertiste cuando estabas siendo un rufián
vengativo. ¿Tuvo él que dejar a su familia?

Luc frunció el ceño pensativo ante eso. —Yo… yo no lo sé.

—Bueno, ¿puedes preguntar?


Luc entrecerró los ojos ante la clara exasperación en el tono de Jamie. —
¿Qué exactamente de la historia que te conté te hace pensar que tenemos
el tipo de relación en la que puedo simplemente… simplemente
llamarlos para charlar? Preferirían estar muertos a verse obligados a
hablar conmigo.

—Quizá deberías remediar eso —sugirió Jamie con facilidad.

Luc torció los labios. —Como si fueran a perdonarme.

Jamie contuvo la mirada, pero por poco. Porque, en realidad, ¿acaso


todos los vampiros eran unos dramáticos? ¿Nunca hablaban entre ellos?
—Todos son inmortales —señaló—. ¿Realmente pueden guardar
rencores por toda la eternidad?

—Te sorprenderías —refunfuñó Luc. Se frotó la mandíbula con una


mano—. Nunca me has visto enojado de verdad. No sabes cómo era yo.

Jamie canturreó. —Quizá algún día tenga tanta suerte.

Apostaba a que sería supercaliente, toda esa violencia estallando.

—No digas eso —Le reprendió Luc—. No quiero ser... esa parte de
mí. Contigo.

Jamie ladeó la cabeza. —Sabes que no puedes elegir qué partes de ti


conservar, ¿verdad? Entiendo que quieras ser suave, elegante, Luc en
control todo el tiempo, pero no puedes aplastar todas las otras partes
permanentemente. El monstruo también es parte de ti. Para siempre,
parece. Quizá llegarías más lejos aceptándolo en lugar de luchando
contra él —Asintió bruscamente con la cabeza para puntuar aquella
sabiduría que le brotaba a borbotones.

Luc suspiró. —Qué perspicacia de alguien tan joven.

—Sí, soy súper sabio, ¿no? —Quizá debería dejar la programación


y buscarse un futuro como terapeuta de vampiros.
Pero cualquier comentario perspicaz que Jamie pudiera añadir fue
interrumpido por un bostezo tan amplio que sintió que se le partía la
mandíbula. —También súper cansado al parecer.

Luc le dio un beso a Jamie en la cabeza y acomodó las sábanas alrededor.


—Suficientes preguntas por una noche, entonces. Duerme, flor.

Jamie soñaba con... gemelos. Pelirrojos, idénticos, con colmillos.

Ya era costumbre, cuando tenía una visión, intentar ubicar el lugar, la


estación. Cualquier pista sobre cuándo, dónde podrían estar. Pero sólo
los propios vampiros estaban bien enfocados, sus alrededores eran una
niebla borrosa.

Malditas visiones inútiles.

Aun así, Jamie sintió la fría claridad que acompañaba a una de ellas, tan
diferente de los vislumbres borrosos y confusos de un sueño normal.

Estos extraños eran reales; estaba seguro de ello. Pero nunca había visto
a otro vampiro en una visión, aparte de su monstruo.

Esta pareja no le atraía de la misma manera, eso estaba claro. Jamie


suponía que eran bastante guapos: altos y musculosos, vestidos de forma
más o menos parecida a los hermanos de fraternidad que andaban por
la ciudad a finales de agosto.

Pero nunca se había tratado del aspecto de Luc, ¿verdad? Había sido
esa... atracción. Esa cierta sensación visceral de que aquí había una parte
de Jamie, cortada y soltada en el mundo, y que un día iba a encontrar el
camino de vuelta. La evidente soledad de Luc había sido una prueba más
de ello. A los dos les faltaba algo vital.
Se habían estado echando de menos el uno al otro.

Jamie memorizó los detalles de los rostros de aquellos vampiros. No es


que fuera difícil reconocerlos, con sus mechones de pelo rojo y su aspecto
indistinguible. Pero, ¿eran amigos o enemigos?

La visión se desvaneció y Jamie sintió que la oscuridad lo arrastraba.

Tendría que preguntarle a Luc por la mañana.


Capitulo Nueve
Lucien

Hermoso. Adorable. Precioso.

Arráncale la mano. Rómpele el cuello. Déjalo seco.

Luc se frotó el puente de la nariz antes de beber otro trago de whisky.


Joder, cómo le dolía la cabeza.

Su monstruo oscilaba entre la adoración de un cachorro y la amenaza de


un asesino en serie. Esta última no iba dirigida a Jamie, por supuesto,
sino más bien a los otros clientes que no dejaban de hacer ojitos al guapo
humano de Luc mientras atendía la barra.

Como el imbécil que tenía la mano en el brazo de Jamie en ese mismo


momento. Luc estaba conteniendo a duras penas un arrebato violento
ante aquella visión ofensiva. ¿No había alguna política contra los clientes
borrachos que tocaban al personal? Joder, debería haberla.

Luc se conformó con aclararse la garganta ruidosamente, sintiendo un


inmenso placer al ver cómo se le iba la sangre de la cara mientras miraba
hacia donde Luc estaba sentado en la barra, con los colmillos brillando
en la penumbra.

Llévalo atrás. Drénalo. Mátalo.

Luc ignoró a su monstruo. Tanta humanidad a su alrededor lo estaba


volviendo sanguinario hasta lo indecible. Por lo visto, su nueva
disposición dulce y obediente sólo llegaba hasta cierto punto, sobre todo
si su pareja no le prestaba suficiente atención.
Al menos el hombre estaba retrocediendo ahora, retirándose a un rincón
con sus desafortunados compañeros, con cara de nerviosismo, pero no
exactamente meándose de miedo en los pantalones. Jamie había tenido
razón antes: nadie ahí fuera buscaba que los vampiros fueran reales, así
que nadie creía cuando veía uno justo delante de ellos. Podían pensar
que Luc era espeluznante, claro -y no se equivocaban en eso-, pero no lo
consideraban sobrenatural.

Luc desvió la mirada del hombre con deseos de morir hacia la visión
mucho más atractiva de su compañero preparando cócteles al otro lado
de la barra, con una camiseta negra metida dentro de unos vaqueros
negros ajustados y el pelo verde recogido en una media coleta
desordenada.

Tan bonito, su flor.

Jamie le había explicado que, aunque técnicamente no trabajaba para


Monique, la ayudaba de vez en cuando le faltaba personal y él estaba
entre proyectos. Y aparentemente se había comprometido con ella esta
noche.

—¿Cuándo haces tu trabajo verdadero? —preguntó Luc.

Jamie se había encogido de hombros.

—Acepto los proyectos a medida que llegan. A veces viajo fuera de


la ciudad para reunirme con posibles clientes. Hace unos meses estuve
en Colorado. Por suerte para ti, ahora estoy entre proyectos.

Suerte para Luc, salvo que ahora tenía que compartir a su humano con
todos esos borrachos... plebeyos.

De mala gana, Luc apartó la mirada de Jamie, que había pasado a servir
cervezas a un ruidoso grupo de chicos de la fraternidad, cuando Monique
apareció delante de él con una botella de whisky.
—Jamie dijo que parte del pago de esta noche consistía en
mantenerte a tope —explicó mientras vertía una generosa cantidad del
líquido ámbar en su vaso—. Dijo que podías manejar tu licor.

Cierto. Luc tardaría casi toda la botella en sentir siquiera un zumbido del
licor. Sin embargo, si bebía de uno de los clientes intoxicados...

—Qué generoso —murmuró, inclinando la barbilla en señal de


agradecimiento.

—¿A que sí? —Monique colocó la botella en su lugar en el estante,


luego se volvió hacia él, plantando una mano en una cadera—. Ahora me
parece un buen momento para preguntarte por tus intenciones hacia mi
mejor chico.

Luc sonrió satisfecho. Qué adorable, que pensara que podía proteger a
Jamie de él.

—Tengo todas las intenciones cuando se trata de Jamie, te lo


aseguro.

—Mm —Monique le lanzó una mirada escéptica, luego señaló sus


ojos con la mano—. Siempre disfrazado, por lo que veo. Eres un
verdadero actor de método.

—Pues sí —Luc dio un sorbo a su bebida antes de inclinarse sobre


la barra—. ¿Quieres que te enseñe las otras formas en que me mantengo
en mi personaje?

—Compórtate —La voz suave y burlona de Jamie era un bálsamo


comparado con el bullicio del bar. Al igual que su delicioso aroma. Luc
lo aspiró con avidez, su monstruo inmensamente complacido de que su
compañero volviera a centrarse en ellos.

Hermoso compañero. Precioso y perfecto y solo para nosotros.

Luc entrecerró los ojos hacia Jamie mientras Monique se alejaba.

—Tienes a mi monstruo muy pendiente de ti. Es muy molesto.


—Aww, que dulce —Jamie se inclinó, apoyando los antebrazos en
la barra—. Yo siento lo mismo, monstruo.

La bestia de Luc se acicaló dentro de él. Joder.

—¿Y qué sientes tú por mí, hm, Lucien? —se burló Jamie, ladeando
la cabeza juguetonamente.

—Como si quisiera inclinarte sobre esa barra y follarte hasta


dejarte sin sentido.

Bueno. Quizá Luc había bebido más whisky del que pensaba.

Los ojos oscuros de Jamie se abrieron de par en par mientras sus labios
se curvaban.

—Joder. Creía que aún no habíamos llegado a la fase de follar, Sr.


Será un Reclamo —Profundizó la voz al final en una lamentable
imitación del áspero gruñido de Luc.

Luc dio vueltas a su whisky, pensativo, recorriendo con la mirada a su


compañero.

—Puede que cambie de opinión.

Algo en ver a Jamie entre toda esa gente, esa sonrisa encantadora
repartiéndose entre las masas, hacía que Luc tuviera unas ganas
tremendas de reclamarlo. Deseó no haber tenido que curar la mordedura
de Jamie. Deseó que hubiera huellas sangrientas y amoratadas de sus
dientes en el cuello de Jamie para que todo el mundo las viera.

Algo que decir, Mío. Retrocede, joder.

Jamie le mostró esa sonrisa encantadora ahora.

—Oír eso hace que casi merezca la pena todos los clientes a los que
estás espantando con esa temible mirada, monstruo.

Luc echó un vistazo al bar.


—¿Te molesta que esté aquí?

No es que a Luc le importaran los negocios de Monique. Pero estaba


claro que a Jamie sí. Y Luc protegería cualquier cosa que le importara a
Jamie. Haría cualquier cosa por tener más de esa sonrisa, de esa alegría
fácil.

Jamie se encogió de hombros.

—La verdad es que no. Creo que se compensa con todos los que se
quedan a ojearte, demasiado intimidados para disparar su tiro —Le
lanzó un beso a Luc y retrocedió por la barra mientras otro cliente le
hacía señas.

Luc hizo una mueca al pensarlo. Antes no se habrían sentido tan


intimidados, cuando Luc aún podía mantener su rostro humano. A sus
amantes siempre les habían encantado sus ojos verdes.

A Jamie le gustamos tal como somos, argumentó su monstruo.

Cada vez estaba más claro hasta qué punto era cierto. Al fin y al cabo, su
humano se había derretido de lo lindo ante la seducción de Luc. Había
hecho que Luc volviera a sentirse como antes, capaz de tocar, saborear y
morder sin miedo.

Y después...

Sabes que no puedes elegir qué partes de ti conservar, ¿verdad? Su


joven humano tenía razón. Luc había estado enojado desde que tenía
memoria. Con su familia por despreciarlo desde el momento de su
nacimiento. Con su creador por convertirlo en esa criatura sedienta de
sangre para luego abandonarlo. Con Victoria por jugar con él. Y con
Roman.

Durante mucho tiempo había estado enfadado con Roman.

Por su supuesta traición, sí. Pero sobre todo por haber visto por fin al
verdadero Lucien -la violencia, la mezquindad, la rabia- solo para huir.
Por seguir huyendo. Abandonando su hermandad por un pequeño...
malentendido.

Intentaste matarlo. Esto desde la más pequeña y débil voz de la razón


en el cerebro de Luc. ¿Pero qué eran unos pocos intentos de asesinato
entre dos de su especie?

Un juego de niños, en realidad.

Pero Jamie ya conocía la rabia de Luc, su mezquindad. Le había dicho a


Luc que ya lo había visto alimentarse -lo había visto matar- en sus
visiones. Y parecía no importarle. ¿Era ingenuo? Jamie no lo parecía.
Pero quizá era así como funcionaba. Era el compañero predestinado de
Luc, así que estaba hecho para que no le importaran un poco sus
tendencias psicópatas.

Luc sonrió con satisfacción mientras bebía su whisky. Nunca habría


imaginado que el destino le depararía una mano tan perfecta como la de
su bonita flor.

Vio como Jamie se abría paso por la barra, sus movimientos siempre
eran sorprendentemente elegantes para alguien tan alto y delgado.
Ahora, si Luc pudiera apartar a Jamie de todos esos cretinos, encerrarlo
para tenerlo todo para él.

Se daría un festín con él durante días interminables.

Excepto que... Jamie claramente prosperaba con la humanidad.


Disfrutaba encantando a los demás, no le molestaba interactuar con las
masas. Luc había sido similar, una vez. Le habían gustado los bares
llenos de humo y los bailes habituales de flirteo.

Podía volver a ser así. Por Jamie.

El único problema con las masas sucias de esta ciudad en particular...

—¿Conoces a un par de gemelos vampiros? ¿Tipos pelirrojos? —


Jamie le había preguntado esa mañana.
Luc no había sabido qué decir aparte de: —De pasada. No muy bien.

No se atrevía a mentir descaradamente, pero tampoco a contar toda la


historia de las amenazas de los gemelos y las órdenes para que Luc se
marchara. Demasiadas malas noticias para los comienzos de un cortejo.
La noche anterior, Luc ya había tenido que advertir a Jamie de que, si se
convertía, tal vez tendría que abandonar a su familia y su ciudad para
siempre.

Y, para el caso, si iban a marcharse de todos modos, ¿qué sentido tenía


contarle a Jamie lo de las amenazas idénticas? Luc no había querido
molestar a Jamie con nada más, sobre todo con algo que en realidad no
era más que un leve inconveniente.

Luc no iba a matar a nadie. Los gemelos no tendrían motivos para darle
caza.

Jamie había aceptado su respuesta con bastante facilidad. Pero Luc se


había quedado intranquilo. ¿Qué significaba que Jamie hubiera visto a
los gemelos en su visión? ¿Jamie sólo veía visiones de acontecimientos
importantes? ¿Peligros futuros? O tal vez Jamie también veía atisbos de
pequeñas cosas a su alrededor. Avistamientos sin consecuencias.

Luc no había querido ahondar en las visiones de Jamie en aquel


momento. Hacerlo interrumpiría la paz y la dulzura de su mañana (o
tarde, dado lo tarde que dormía Jamie). Jamie, con el pelo verde aún
más revuelto de lo habitual, lamía perezosamente la boca de Luc
mientras este los llevaba a los dos al orgasmo con la mano una vez más.
Había sido demasiado perfecto para estropearlo.

Aun así, Luc debía encargarse de ello.

Tal vez hubiera una forma de indicar su deseo de quedarse en la ciudad


sin despertar la ira de los gemelos. Una forma de demostrar que no tenía
intenciones nefastas hacia sus ciudadanos. No era la primera vez que Luc
deseaba haber recibido algún tipo de manual. Alguna guía clara de las
reglas y etiqueta vampíricas.
Hubiera deseado que no lo hubieran dejado valerse por sí mismo y
descubrirlo todo por su cuenta.

Deseó no haber sido abandonado.

Roman estaba enfurruñado otra vez. Deprimido, del tipo que aparece
pocas veces en una década.

—Anímate, mon ami —le instó Luc—. Te encontraremos algo


bonito para beber esta noche.

Roman frunció el ceño mientras bebía su whisky con soda.

—No todos los problemas se resuelven con una cara bonita,


Lucien.

—Claro que sí —Luc se relajó en su silla, fingiendo indiferencia.


No valía la pena ceder al humor de Roman cuando se sentía sombrío—
. ¿Qué más podría haber?

—El amor. Virtud. Propósito.

Luc rio amargamente.

—Me temo que no puedo ofrecerte nada de eso. ¿Qué tal otro
cóctel en su lugar?

—¿Nunca te sientes... cansado? Una vida sin fin. Una vida sin
sentido.

Así que se iba a convertir en una de esas noches. Debates existenciales.


La cuestión de su condenación. Luc no estaba totalmente en contra de
ello, cuando estaba de humor.
Pero no estaba de humor.

Dio un suspiro prolongado y apropiadamente dramático.

—Maldita sea, Roman. Te diré una cosa... —Se inclinó sobre la


mesa y miró a su amigo a los ojos—. Si es tan terrible, podemos hacer
un pacto. Los dos acabaremos el uno con el otro algún día, cuando todo
sea demasiado difícil de soportar.

Los ojos azules de Roman se entrecerraron.

—¿Lo dices en serio?

¿Lo decía en serio Luc? Ni siquiera estaba seguro. Solo quería poner fin
a la tristeza que se había apoderado de la noche.

Se salvó de responder cuando Roman inspiró y giró la cabeza para


echar un vistazo al bar.

—Ha vuelto esta noche. El pequeño rubio. Puedo olerlo.

Luc también. Un refrescante aroma a pino, incongruente con el


ahumado bar.

—Por supuesto, invítalo.

—No lo veo.

—Buenas noches, caballeros —Una voz melódica, desde la


izquierda de Luc. Soren.

Era un hombre encantador. Delicada estatura, un rostro hermoso. El


tipo de rostro con el que Luc podría intentar una seducción,
normalmente. Pero algo en él prevenía a Luc de cualquier tipo de
búsqueda romántica.

Esa maldita sonrisa espeluznante, para empezar.


Aun así, era bastante raro que Roman y él conocieran a otros de su
clase que les gustaran lo suficiente como para hablar con ellos más de
una vez.

—Toma asiento —ofreció Luc, empujando con el pie la silla que


había a su lado—. Estábamos hablando de un pacto fraternal.
Destrucción mutua, si nos cansamos de este destino antes de llegar a la
eternidad.

Soren se sentó junto a Roman y soltó una risita.

—Qué dramático. E innecesario. Te volverás loco mucho antes,


supongo.

Luc y Roman compartieron una mirada.

—¿Perdón? —Luc preguntó.

—Te volverás salvaje —Soren miró detenidamente a cada uno de


ellos, sus rostros inexpresivos—. Dios, ¿alguno de ustedes se relaciona
con otros vampiros? ¿Quién los ha criado?

—Nos criamos el uno al otro —dijo Roman, lanzando una mirada


hacia Luc al hacerlo.

Luc lo quiso mucho en ese momento.

Y entonces Soren se lo explicó. El destino que les aguardaba con el


tiempo, sus bestias interiores apoderándose de ellos sin prisa, pero sin
pausa.

—Bueno —Luc mantuvo la voz clara, aunque su humor se había


vuelto insoportablemente oscuro—. ¿Oyes eso, Roma? No tendremos
que hacerlo nosotros.

Roman lo miró con horror en los ojos.


—Quizá tengan suerte y encuentren antes a sus compañeros —
dijo Soren alegremente, haciendo señas al camarero para que se
acercara.

—¿Nuestros qué? —preguntó Luc, intrigado a su pesar.

Soren suspiró y murmuró algo sobre bebés vampiros protegidos. Pero,


después de pedir su bebida, les explicó obedientemente. Les contó la
otra mitad de la brutal ecuación.

Les dio esperanzas, aunque improbables.

Almas atadas. Una forma de mantener su humanidad, sus vidas


extendidas.

Compañeros.

A lo largo de los años, Luc había deseado no haberse encontrado con


Soren aquella noche.

Había encendido un fuego en Luc que nunca había podido apagar. No


sabía por qué, cuando apenas diez minutos antes había estado
discutiendo una posible salida a la inmortalidad.

Pero sabía que no era sólo la seguridad de una cordura prolongada, un


escape de un posible estado salvaje. Era la idea de que había alguien ahí
fuera solo para él. Alguien que estaba destinado a amarlo, que estaba
destinado a él. Alguien que nunca lo abandonaría.

Había tenido a Roman a su lado, sí, pero eso era diferente. Eso era
hermandad. Esto sería una especie de matrimonio. Una promesa eterna.

Y entonces Luc tendría hermano y esposa. Una familia.


Luc había ignorado tanto con Victoria debido a esa esperanza. Había
ignorado la forma en que ella retrasaba cada discusión sobre convertirse.
Había ignorado el modo en que su monstruo permanecía impasible, por
mucho que el hombre que llevaba dentro la amara.

Y entonces lo había perdido todo en una noche, por un tonto accidente


de coche, de todas las putas cosas. Había perdido a su hermano. Había
perdido a su futura pareja.

O eso pensó en ese momento.

¿Exculpaba eso el que Luc atormentara a Roman durante décadas?


Probablemente no. Pero lo aterrador que había sido enfrentarse al resto
de su vida, por larga o corta que acabara siendo, completamente solo.
Qué enloquecedor ser abandonado por la única persona que había
prometido quedarse. Qué jodidamente decepcionante para Luc ser
siempre tan fácil de abandonar.

Era parte de la razón por la que nunca había convertido a nadie más.
¿Qué sentido tendría? No se quedarían. Nunca lo hacían.

Luc se desplomó sobre su whisky, odiándose a sí mismo por lo


sensibleros que se habían vuelto sus pensamientos. Se estaba
convirtiendo en una caricatura de Roman, dándole vueltas a la moral
mientras tomaba un cóctel.

Cuando se acercaban las dos de la madrugada, Monique empezó a


encender las luces, echando a los clientes que quedaban del bar con un
sorprendente y estruendoso grito de: —¡No tienen que irse a casa, pero
no pueden quedarse aquí, joder!

Luc se bebió el resto del whisky que quedaba en su vaso y vio cómo se
marchaban los últimos clientes. Se había terminado la botella que
Monique le había ofrecido durante toda la noche y algo más.
Posiblemente no fuera prudente revelar la cantidad de alcohol que era
capaz de consumir, pero fuera lo que fuera lo que la amiga de Jamie
pensara de su tolerancia antinatural, se lo guardaba para ella.
¿En cuántos bares había estado Luc a lo largo de los siglos? ¿Cuántos
mortales que se habían sentado a su lado para pasar la noche ya estaban
muertos y se habían ido?

—¿Qué ocurre?

Luc abrió los ojos -¿cuándo los había cerrado?- para encontrar a Jamie
de pie a su lado, por fin en el lado derecho de la barra.

—Ven aquí —murmuro Luc, tirando de el para darle un beso.

Había pensado en algo casto y devocional. Pero Jamie no tardó en


ensuciarlo, deslizando la lengua en la boca de Luc y metiéndose entre sus
piernas para apretar todo su cuerpo contra él. La polla de Luc se
endureció en un instante, el aroma de su compañero lo envolvió en una
maravillosa niebla de canela.

Rompieron su beso al oír el silbido de Monique.

—Ahora es cuando les digo a los dos que se busquen una


habitación.

—Tengo una habitación —bromeó Jamie, dándole a Luc una


palmada en la mejilla—. Te pago alquiler por ella.

Monique levantó el dedo corazón antes de salir por la puerta trasera, con
bolsas de basura en la mano.

Luc se inclinó para reclamar de nuevo los labios de Jamie, pero este ya
estaba levantando la parte superior del cuerpo por encima de la barra,
con los pies levantados del suelo, buscando algo al otro lado. La postura
puso su culo sorprendentemente redondo a la vista de Luc.

Jamie rebuscó algo en el mostrador de debajo de la barra y volvió a


ponerse de pie antes de que Luc pudiera decidir si le daba una bofetada
a la tentación que tenía delante, levantando triunfante un paquete de
cigarrillos.

—¡Ajá! Sabía que me los había dejado aquí.


La mano de Luc salió disparada antes de que pudiera contenerse,
agarrando el paquete y lanzándolo al otro lado de la habitación.

Jamie se le quedó mirando, atónito.

—Um...

—Esos son malos para ti —declaró Luc con desgana en el silencio


subsiguiente.

—Eh...

—Tu vida mortal es preciosa —explicó Luc—. Esos podrían


acortarla.

Jamie ladeó la cabeza, parpadeando rápidamente.

—Pero no voy a seguir siendo humano hasta la vejez precisamente,


¿verdad?

Aun así, Luc sintió un mareo sorprendente al pensarlo, cierta debilidad


en las rodillas. No sabría decir por qué de repente estaba tan
aterrorizado.

—En vez de eso, mastica uno de tus palillos —sugirió, intentando


que su voz fuera ligera.

Jamie se quedó mirándolo un momento más antes de encogerse de


hombros y sacarse un palillo con sabor a canela del bolsillo.

—Tienes suerte de que no sea un fumador empedernido —


murmuró a su alrededor—. ¿Vas a empezar a presionarme por cosas
como esta?

Luc se levantó del taburete, asegurándose de que sus piernas


aguantaban.

—Solo te quiero... sano. Entero.


Jamie mordisqueó su palillo, observando la cara de Luc. Por un
momento, Luc pensó que tal vez Jamie podía verlo todo pintado allí. Los
errores del pasado de Luc. Su horrible y retorcido interior. El monstruo
que le dominaba siempre, por mucho que intentara luchar contra él.

Pero si Jamie veía algo de eso, no estaba asustando a su humano. Jamie


se limitó a asentir pensativo, moviendo el palillo de un lado a otro antes
de estirar la mano para coger la de Luc.

—Pobre monstruo —dijo en voz baja—. Vamos. Llévame a casa.


Capitulo Diez
Jamie

—No tengas miedo —se burló Jamie, dándole un codazo en el


hombro a Luc mientras estaban en el porche de la casa de su familia.

—No tengo miedo de tu familia —protestó Luc, mirando a Jamie


con ferocidad.

Jamie levantó las cejas con escepticismo, chasqueando el chicle que


tenía en la boca. Luc tenía miedo. Era bastante adorable, en realidad,
pensar en su monstruo grande y malo aterrorizado por la cariñosa madre
de Jamie, que apenas superaba el metro y medio.

—Es sólo una comida informal —tranquilizó a su asustadizo


vampiro—. Y no tienes que comer nada. Ya les he dicho que tienes
extrañas restricciones dietéticas.

Y posiblemente un extraño fetichismo por la comida. Luc había


observado a Jamie desayunar aquella mañana con la misma intensidad
alucinante que todas las demás veces que su vampiro le había visto
comer, incluso le había empujado un segundo plato sólo por el placer de
ver cómo se lo tragaba.

Jamie nunca se había sentido exactamente sexy comiendo huevos


revueltos, pero si era la manía de Luc, estaba totalmente de acuerdo.

Hablando de eso...

—¿Por fin vas a follarme esta noche? —preguntó.


Jamie se había sentido un poco decepcionado -bueno, muy
decepcionado- porque Luc no había mantenido sus palabras burlonas de
la noche anterior, aunque lo había compensado devorando la polla de
Jamie nada más llegar a casa.

Si Jamie no lo hubiera sabido, habría pensado que su vampiro estaba un


poco achispado después de una noche entera sentado en el bar de
Monique, mirando con mala cara a todos los clientes coquetos y
bebiendo whisky a sorbos. Había estado inusitadamente codicioso (no
es que a Jamie le hubiera importado), y lo de los cigarrillos de Jamie...

Luc estaba definitivamente teniendo algunos pensamientos y


sentimientos sobre la mortalidad de Jamie.

Y ahora sin duda estaba pensando en conocer a la familia de Jamie.

Luc le espetó, inusitadamente alterado.

—Estamos en la puerta de tu madre, joder.

—Aw, es tímido —se burló Jamie.

Luc se acercó con una mirada amenazadora, no del tipo "te voy a matar"
(como si Luc fuera a hacerle daño alguna vez), sino más bien del tipo "te
voy a arrodillar y castigar" (para lo que Jamie estaba aquí al cien por
cien).

Pero Luc no tuvo oportunidad de castigarle por sus burlas porque al


momento siguiente se abrió la puerta principal y la hermana pequeña de
Jamie asomó la cabeza, mirándolos sospechosamente, con su largo pelo
oscuro apartado de la cara con dos pasadores amarillos.

—¿Qué hacen los dos merodeando por el porche como un par de


bichos raros?

Dejando a un lado las bromas, Jamie no iba a decirle a nadie de su


familia que le estaba dando un minuto a su amante vampiro para que se
armara de valor.
—Yo también me alegro de verte, pequeña amenaza —dijo—. Hazte
a un lado. Estás dejando salir el aire acondicionado.

Ella lo ignoró, sus ojos se abrieron de par en par mientras miraba a Luc.

—¿Este es el nuevo novio?

Luc se dobló ligeramente a la altura de la cintura -¿se estaba


jodidamente inclinando ante la hermana pequeña de Jamie?

—Soy Lucien, pero puedes llamarme Luc. ¿Cómo te llamas,


mademoiselle?

Los ojos de Izzy se abrieron aún más, y una mirada muy cercana a la
adoración del héroe cruzó por su rostro. Uhm, ¿Perdona? Jamie era su
adorado hermano mayor y nunca lo había mirado así. ¿Ya estaba
enamorada de Luc?

Joder. Eso fue rápido. Jamie no podía reprocharle su gusto. Su vampiro


era sexy como la mierda.

—Um. Isabel —murmuró, poniendo su mano en la de Luc—. Izzy.

- Luc le estrechó la mano ligeramente -por un segundo, Jamie temió que


fuera a besársela de verdad, como un dandi de película en blanco y
negro- y luego volvió a enderezarse.

—Encantado, Izzy. ¿Nos enseñas el interior?

Izzy se alejó de la puerta, aparentemente demasiado aturdida para seguir


hablando. Jamie comprendió la sensación. Su vampiro era un bombón
de primera. ¿Y con ese toque de acento francés cuando se hacía el
interesante? Un asesino de mujeres.

Aunque, posiblemente también tuviera algo que ver con los ojos
totalmente negros y el pequeño destello de colmillos que Luc lucía. ¿Pero
quién era Jamie para asegurarlo?

La voz de su madre sonó desde la cocina.


—¿Es Jamie?

Apareció en la puerta de la cocina un segundo después, limpiándose las


manos en los pantalones cortos vaqueros.

—Y tú debes de ser Luc. Me alegro mucho de conocerte. Soy Elena.

Jamie la observó encantado mientras se ponía de puntillas para darle un


beso en la mejilla a Luc, orgulloso a partes iguales de los dos: de ella por
ignorar el aspecto poco normal de su vampiro, y de su vampiro por
enfrentarse a una situación tan claramente extraña para él.

¿Cuánto hacía que Luc no era invitado a casa de alguien para algo que
no fuera sexo? ¿Desde que estaba con una familia de verdad?

Siguieron a su madre hasta la cocina, donde su padrastro, Eric, estaba


cortando un aguacate por la mitad, con el pelo castaño claro cubierto por
una gorra de béisbol. Los saludó con la misma calidez que la madre de
Jamie. Era un buen tipo en general. Jamie se sentía afortunado de que
hubiera entrado en sus vidas. Y nunca, ni una sola vez, había llamado a
Jamie "amigo".

Jamie pensó que podría estar sonriendo a todos ellos como un idiota,
pero simplemente estaba tan complacido. Todos lo estaban haciendo tan
bien. Por supuesto, les había advertido de antemano que Luc tenía
algunas... modificaciones corporales. (Lentillas negras, les había
explicado. Caninos limados. "Es un look, mamá".) Y habían prometido
no hacer comentarios, si eso iba a incomodar a su nuevo novio.

Pero quizá el orgullo de Jamie duró poco, porque, por supuesto, en


cuanto Luc se sentó, Izzy se puso a su lado, jugueteando con uno de sus
pasadores.

—¿Puedo verte los dientes?

Bueno, joder. Ah, bueno. Lo hecho, hecho está.

Luc lanzó una mirada sorprendida a Jamie, como si esperara que se


lanzara a protestar. Cuando Jamie se limitó a devolverle una sonrisa
tranquilizadora -puedes hacerlo, monstruo-, Luc se volvió hacia Bella y
le dedicó una pequeña sonrisa tentativa, con los afilados bordes de los
colmillos asomando entre los labios.

—Oh, genial —susurró Izzy, extendiendo una mano—. ¿Puedo


tocar uno?

—Isabel —reprendió su madre, volviéndose de donde estaba


sacando platos del armario de la cocina—. Dios mío. No puedes pedir
meter los dedos en la boca de alguien.

—Eww. No iba a metérselos —Izzy puso los ojos en blanco ante la


aparente ridiculez de las suposiciones de su madre—. Sólo quiero ver lo
afilados que son.

Luc miró de nuevo a Jamie en busca de seguridad antes de bajar la


cabeza a su nivel, enseñando un poco más los colmillos.

—Si tienes mucho cuidado, puedes tocar.

Izzy levantó lentamente un dedo índice y presionó ligeramente la punta


del colmillo izquierdo de Luc.

—Whoa —susurró—. Parece real.

Luc se echó hacia atrás y soltó una pequeña carcajada.

—Son mis dientes de verdad, pequeña.

Jamie sintió una extraña opresión en el pecho. ¿Le estaba dando un


infarto? ¿O era esto lo que se sentía al sentirse abrumado por... el
afecto... hacia otra persona?

Estaba acostumbrado a que Luc fuera más o menos cuidadoso y educado


con él -excepto cuando estaba ahogando a Jamie con su polla, claro- pero
eso no solía trasladarse al resto del mundo. Luc no parecía preocuparse
por los sentimientos de ningún otro humano que no fuera Jamie, y
normalmente eso le parecía bien a Jamie. Más monstruo para él.
Pero ver a Luc tan gentil y amable con la hermana pequeña de Jamie
fue... algo que lo emocionó. Jamie estaba teniendo sentimientos.

—¿Cuánto por hacer algo así? —Eric preguntó, tomando los platos
de la mamá de Jamie y poniéndolos en la mesa—. El trabajo dental es
tan caro en estos días. No puedo imaginar lo que cuestan las cosas
cosméticas opcionales como esa.

Jamie disimuló su risa con una pequeña tos. Bendito sea su padrastro,
un alma tan práctica.

—Los pagué caros, te lo aseguro —contestó Luc, lanzándole a


Jamie una sonrisita irónica.

Se sentaron a comer, un plato de calabacines rellenos que era uno de los


favoritos de Jamie.

Jamie estaba llenando su plato cuando su madre le susurró en español:


—¿Seguro que no puedo convencerle de que coma?

—Mamá... —empezó Jamie.

Pero la voz ronca de Luc le interrumpió.

—Comeré un poco, por favor —Su acento era impecable porque por
supuesto que lo era.

La madre de Jamie sonrió a Luc como si acabara de decirle que le


arrancaría la luna del cielo.

—¿Hablas español? —preguntó encantada.

—Por supuesto —respondió Luc con facilidad—. Es un idioma


precioso.

La madre de Jamie soltó una risita como la de una colegiala -un


espectáculo ligeramente horrible de presenciar-, claramente enamorada
de los modales de Luc.
—Jamie nunca aprendió del todo —se quejó su madre—. Su padre
-los músculos de Jamie se tensaron al oírlo- No se lo permitió cuando
era pequeño. Él mismo no lo hablaba, y pensó que confundiría a Jamie
o algo así —Dio un pequeño grito ahogado y se le iluminaron los ojos—.
Quizá podrías practicar con mi Jamie de vez en cuando.

—Má —Jamie gimoteó, no gustándole la dirección de esta


conversación. Su español no era tan malo. Lo había estado adquiriendo
un poco más de adulto, intentando mantener conversaciones sencillas
con su madre cuando podía acordarse de tomarse la molestia. Y por
supuesto, entendía mucho más de lo que podía hablar, habiéndola
escuchado hablar con su parte de la familia toda su vida.

Sin embargo, no perdió demasiado tiempo protestando. Estaba


demasiado concentrado en la visión de Luc dando un delicado mordisco
a la comida de su madre.

¿Lo permitiría el monstruo de Luc?

Jamie no estaba seguro de lo que esperaba -quizá que Luc se pusiera en


plan Exorcista y vomitara por toda la mesa-, pero su vampiro se limitó a
masticar, tragar y luego miró a Jamie con una expresión en los ojos que
Jamie no pudo descifrar del todo, antes de volverse hacia la madre de
Jamie.

—Delicioso, señora Hernández.

Ella sonrió feliz.

—No, no. Llámame Elena. Por favor.

Cuando la madre de Jamie centró su atención en Izzy, Jamie se inclinó


hacia él para susurrarle al oído a Luc: —Qué buen monstruo eres.

Luc se aclaró la garganta, clavando el tenedor en otro bocado. ¿El


vampiro de Jamie estaba avergonzado por el elogio?

Pero era cierto. Era el mejor monstruo.


Porque no sólo era Luc el hombre que se enfrentaba a sus miedos
encontrándose así con la familia de Jamie, sino que el monstruo interior
de Luc también estaba haciendo aparentemente un esfuerzo especial,
permitiendo a Luc consumir comida humana sólo para complacer a la
madre de Jamie.

Un gesto de ambas partes de su amante, el hombre y el vampiro.

Jamie pensó en lo que Luc había dicho la otra noche. Sobre no follar con
Jamie hasta que ambos estuvieran listos para un apego permanente.
¿Así que iba a ser un reclamo?

Bien por Jamie.

Estaba preparado. Y tampoco sería unilateral. Luc podría reclamarlo


como su pareja, pero Jamie lo estaba reclamando a él.

Este vampiro era suyo.

Cuando volvieron a casa de Jamie, ya había oscurecido del todo y el aire


del desierto había alcanzado una temperatura tolerable en el camino de
vuelta. Una vez dentro, Jamie acomodó a Luc en el sillón acolchado,
donde permaneció mientras Jamie les servía bebidas a los dos.

Nada de vino esta noche. Esta vez era Jamie quien seducía.

Le tiró una cerveza a Luc -se rio para sus adentros al ver cómo su
vampiro esnob arrugaba la nariz ante la lata azul abollada incluso
cuando la cogía con facilidad- y luego conectó su teléfono al pequeño
altavoz portátil que tenía en el salón. Permaneció de pie, apoyando una
cadera en el lado del sofá que daba a Luc, y seleccionó una lista de
reproducción.
Tarareó con deleite cuando la introducción de la primera canción -sólo
acordes de piano y los dulces tonos de la cantante- los envolvió, y Luc
enarcó una ceja.

—¿Qué estás poniendo para mí, flor?

Jamie se balanceó un poco al ritmo de la música.

—King Princess. ¿Te gusta?

Luc pasó un dedo por la condensación de su cerveza.

—Esperaba algo... más ruidoso... de ti.

Jamie dio un suspiro exagerado, deteniendo sus movimientos.

—Que tenga el pelo teñido no significa que me guste el screamo5.


Tu sentido de la cultura está anticuado, viejo.

Luc se limitó a sonreírle antes de dar su propio suspiro y apoyar la cabeza


en el respaldo de la silla.

—Me gusta —concedió.

—Me gustas —declaró Jamie.

Ya sabía que le gustaba, pero aquella tarde había cimentado sus


sentimientos en algo sólido, inamovible, indefinido. Le gustaba cada
parte de aquel vampiro. El vicioso, el amable, el seductor, el macabro. Ya
no era sólo esa atracción subconsciente que Jamie siempre había
sentido: era auténtico afecto.

Su declaración hizo que Luc volviera a levantar la cabeza.

—¿Sí? —Hizo la pregunta con ligereza, pero había tensión en su


cuerpo sentado.

5El screamo es considerado un subgénero del Emo. La palabra screamo viene de scream. Básicamente
es una fusión de hardcore caótico lleno de letras que tratan temas existencialistas con gran carga
intelectual, melancólicas y algunas veces temas políticos.
Jamie dio un sorbo despreocupado a su cerveza.

—Hoy has estado muy amable. Con mi familia.

Luc hizo un gesto despectivo con la mano.

—Era fácil ser amable con ellos. Y son importantes para ti.

—Lo son —Jamie dejó su cerveza en una mesa auxiliar y se acercó


al vampiro sentado—. Y a ti te importa lo que es importante para mí.
Porque quieres hacerme feliz, ¿verdad?

Luc dejó su propia bebida y siguió la aproximación de Jamie con calor


en los ojos.

—Sí.

Jamie dejo escapar un sonido de felicidad ante la afirmación.

—Y tu monstruo quiere complacerme, ¿verdad?

Luc se lamió los labios.

—Lo hace.

Jamie avanzó con paso firme hasta situarse entre las piernas abiertas de
Luc. Tan cerca, sobresalía por encima de la forma sentada del vampiro,
pero Jamie seguía sintiéndose casi... delicado... en su presencia. Luc
tenía el aura de un rey, despatarrado en su asiento, con las manos
agarrando ligeramente los extremos de los brazos de la silla. Una
presencia tan intensa para una sola persona. ¿Cómo lo soportaba,
conteniendo todo ese poder?

Jamie apoyó las manos justo encima de los antebrazos de Luc,


inclinándose hacia delante hasta que estuvieron nariz con nariz.

—Eres mío, Lucien Volaire. Todo mío. Te reclamo.

Y....boom. Ahí estaba.


Fue asombrosa la quietud que se apoderó de Luc al oír las palabras de
Jamie. Aquella quietud antinatural, inhumana. A Jamie le recordó su
primer encuentro, Luc manteniéndose tan cauteloso, como si temiera
moverse. Como si temiera romper esa cuidadosa contención a la que se
aferraba claramente con la punta de los dedos.

Cuando Luc habló, su voz era la más suave que Jamie había oído nunca.
Apenas una respiración. Un ronroneo.

—Tuyo —susurró.

Jamie asintió, rozando con la nariz la de Luc.

—Mío —repitió.

Las sombras bailaban en aquellos ojos negros, fluyendo y refluyendo


como las mareas. Jamie se quedó hipnotizado.

—Es para siempre, flor bonita —advirtió Luc—. Si estás pensando


en probar un poco el peligro solo para desaparecer después... no te dejaré
marchar —Mostró los dientes—. No puedo dejarte marchar.

Era a la vez una promesa y una súplica. No me dejes. Te perseguiré.

Jamie rozó con la nariz la mejilla de Luc, su oreja, aspirando su aroma a


sándalo. Se deleitó con el escalofrío que recorrió el tenso cuerpo de Luc.

—No te pido que me dejes marchar nunca —le tranquilizó—. ¿Qué


es lo que no entiendes? Te reclamo, Luc. Eres mío.

La tensión se rompió.

Un gruñido que hizo que Jamie sintiera escalofríos. Y entonces Luc


estaba sobre él.

O mejor dicho, Jamie estaba sobre Luc.

En un movimiento rápido como el rayo, Luc había tirado de Jamie sobre


su regazo, con esas manos grandes agarrando las caderas de Jamie con
un agarre de hierro.
Jamie esperaba que Luc dejara huellas de sus dedos en su piel. Quería
sus marcas por todas partes.

Podía sentir la dura longitud de Luc palpitando contra él. Jamie se


estrechó contra ella y se mordió un gemido cuando Luc reclamó su boca
con un gruñido. Su beso fue contundente, feroz, exigente. No dejó
ninguna parte de la boca de Jamie sin explorar, chupándole la lengua,
rozándole los labios con los colmillos.

Jamie se sintió consumido.

Jadeaba y se retorcía para cuando Luc se retiró, succionando un beso


magullador en el cuello de Jamie, justo debajo de la oreja, antes de volver
a la boca de Jamie, como si no pudiera resistirlo.

—Mío —Era más gruñido que palabra, pero Jamie lo entendió


perfectamente.

—Sí —jadeó cuando Luc volvió a soltar su boca—. Joder, sí. Todo
tuyo.

Soltó una carcajada sobresaltada cuando Luc se levantó, elevando a


Jamie en el aire, con las piernas enroscadas alrededor de las caderas de
Luc y los brazos bloqueados por reflejo detrás del cuello del vampiro.

—Joder. Puedes levantarme.

Luc se burló.

—Claro que puedo.

Los llevó a la habitación de Jamie, mordisqueando la boca de Jamie todo


el tiempo, dejando los labios de Jamie hinchados y tiernos y más
sensibles de lo que nunca habían estado.

A Jamie no le importaba lo más mínimo. Se moría de ganas, por


cualquier cosa que este vampiro le diera.
Luc arrojó -en realidad arrojó- a Jamie sobre la cama después de cerrar
la puerta de una patada.

—Desnúdate si no quieres que te rompa la ropa —ordenó


bruscamente.

Jamie se apresuró a hacer lo que le ordenaba, arrancándose la ropa sin


contemplaciones. Joder, sí. Esto. Estaba. Pasando.

Luc, por su parte, se desnudó con exasperante lentitud en su sitio a los


pies de la cama. Si no fuera por la mirada feroz que tenía en los ojos -
ojos que ni una sola vez apartó de Jamie, incluso mientras se desnudaba-
Jamie podría haber pensado que no le afectaba.

Pero Jamie sabía que no era así. No importaba cuántos amantes hubiera
tenido Luc a lo largo de los años, esto significaba algo para el vampiro.
Algo que iba mucho más allá del sexo.

Y oh joder. Ahí estaba otra vez. Esa gloriosa polla monstruosa. Erguida,
dura y orgullosa, con aquellas deliciosas venas suplicando que Jamie las
lamiera.

Pero Luc tenía otras ideas. Se rodeó la polla con una mano ancha y
bombeó perezosamente una vez. Dos veces. Sin dejar de mirar a Jamie.

—Voy a saborear cada centímetro de ti —prometió Luc, soltando


su polla y subiéndose a la cama, cerniéndose sobre el cuerpo reclinado
de Jamie.

Jamie contuvo la respiración cuando Luc le agarró la barbilla,


inclinándola hacia arriba para darle otro beso, este sólo un suave roce de
labios.

Y entonces cumplió su promesa.

Luc se pasó siglos explorando cada rincón de la piel de Jamie que


encontraba. Besos amorosos, mordiscos interminables con dientes
romos. Jamie se retorció y gimió antes de... derretirse. Cayó rendido y
dejó que Luc le hiciera lo que quisiera.
Gimió débilmente cuando Luc volvió a subir hasta su cuello, chupando
ferozmente la piel.

—Sí, mi flor —canturreó Luc—. ¿Te gusta? ¿Te gusta tener mis
marcas por todas partes? Cualquiera que te mire sabrá que me
perteneces —Bajó hasta el pecho de Jamie, mordiéndole los pezones, con
cuidado de mantener los colmillos a un lado.

—Oh, joder —El agudo dolor envió un pico de placer directo a la


polla de Jamie, ya lo suficientemente dura como para hacer un agujero
en una puta pared.

Luc soltó una risita ronca antes de seguir bajando. Jamie esperaba que
se dirigiera a su polla. Necesitaba atención desesperadamente. Una
mano. Una boca. Jamie no era muy exigente a estas alturas.

En lugar de eso, Luc levantó las piernas con manos fuertes, doblando a
Jamie limpiamente por la mitad.

Al primer contacto de la lengua de Luc con su agujero, Jamie se


estremeció.

—Oh, jodeeer.

¿Jamie había pensado que iba a ser él quien seduzca? Dejó escapar una
risa estrangulada al pensarlo.

Luc levantó la cabeza, mirando a Jamie con mirada depredadora.

—¿Aún eres capaz de reírte, flor? Debo de estar perdiendo mi toque


—Mordisqueó juguetonamente el interior del muslo de Jamie—. Tendré
que esforzarme un poco más.

Fue fiel a su palabra, devorando absolutamente el agujero de Jamie,


lamiéndolo y chupándolo y lamiéndolo como un puto profesional. ¿Qué
carajos le había pasado al refinado amante caballero de Jamie?

Luc se sentía más animal que hombre en ese momento, desgarrando a


Jamie con una intensidad absoluta.
Compañeros, pensó Jamie, casi con delirio. Así se llamaban. Y Jamie se
sentía así.

Estaba siendo emparejado.

Buscó desesperadamente su polla, deseando cualquier tipo de fricción -


sentía que si no se corría pronto, iba a morir-, pero Luc le apartó la mano
con un gruñido.

—Por favor, Luc —suplicó Jamie—. Por favor.

Luc volvió a gruñir, y las vibraciones contra el tierno y sobreestimulado


agujero de Jamie lo estremecieron. El vampiro levantó la cabeza de entre
las piernas de Jamie.

—¿Por favor qué, flor? —ronroneó.

—Chúpamela —suplicó Jamie—. Por favor, Luc. Chúpame la polla


y deja que me corra, joder.

Jamie sabía que en el fondo de su mente había algo más que quería que
ocurriera esta noche. Algún objetivo final por el que había estado
trabajando. Alguna razón para no correrse en la garganta de Luc en los
próximos treinta segundos.

Pero no podía pensar en ello. Estaba caliente por todas partes, ardiendo
por la implacable atención de este monstruo. Estaba demasiado duro y
necesitaba correrse. En. Este. Maldito. Segundo.

Luc le soltó las piernas y se abalanzó sobre él, encontrándose con los ojos
de Jamie.

—¿Sabes el pacto que has hecho, joven Jamie? ¿La bestia a la que
te has entregado?

Entonces agarró por fin -por fin, joder- la polla de Jamie, sus dedos
formando un agarre viseloso alrededor de la base de la misma. Con la
mano libre, metió dos dedos en la boca de Jamie. Jamie se los metió con
avidez, lamiéndolos con la lengua, succionándolos profundamente,
emitiendo vergonzosos maulliditos a su alrededor.

—Nadie más tocará esto —ordenó Luc, apretando la polla de Jamie


hasta este punto de dolor—. Nadie más te tendrá. Mío. Todo mío.

Lo dijo como si Jamie fuera a tener algún puto problema con ello, cuando
en realidad esas palabras posesivas hicieron que aún más sangre corriera
a la ya tensa polla de Jamie.

Jamie gimió entre los dedos de Luc. Su respuesta fue confusa,


descuidada—. Todo tuyo.

Luc gruñó con aprobación, retirando ambas manos y deslizándose de


nuevo por el cuerpo de Jamie como una jodida serpiente. Jamie gritó
cuando Luc le engulló la polla en su boca caliente y húmeda,
introduciéndole al mismo tiempo un dedo untado en saliva.

Se corrió en un instante, agarrando el espeso pelo oscuro de Luc


mientras su visión se desvanecía y le recorrían escalofríos
incontrolables, medio consciente de los sonidos codiciosos de Luc
tragándose hasta la última gota de su semen.

La realidad tardó un minuto en solidificarse.

—Oh, joder —gimió Jamie, flácido y exhausto—. Joder. Quería...

Se suponía que lo iban a follar esta noche, maldita sea.

Luc depositó un beso sorprendentemente suave en la polla reblandecida


de Jamie.

—¿Qué querías, dulzura? ¿Mi gran polla dentro de ti?

—Sííí —gimoteó Jamie, sintiéndose increíblemente excitado por la


burla. Nunca antes había considerado que la penetración fuera lo más
importante del sexo, pero con Luc... Jamie quería estar lleno de él.
Quería meter al vampiro en su cuerpo y no soltarlo nunca.
Y ahora se había corrido en su garganta.

Luc le sonrió perversamente.

—Mi pobre flor —Rezongó—. ¿Pensabas que los planes habían


cambiado? ¿Pensaste que me conformaría con una sola de ti esta noche?

Apretó otro suave beso en la cadera de Jamie, que se estremeció en su


hipersensible estado postorgásmico.

—Volverás a correrte —prometió Luc en tono sombrío, lamiendo


el hueso pélvico de Jamie—. Esta vez, con mi polla dentro de ti —Luego
salió disparado hacia sus rodillas como si no acabara de pasarse la
mayor parte de una hora desmontando a Jamie pieza a pieza—. ¿Tu
lubricante?
Capitulo Once
Lucien

Luc contempló lo que tenía delante.

Una jodida flor preciosa.

Jamie estaba tumbado debajo de él, con aspecto de estar totalmente


desprendido, con sus largas y esbeltas extremidades flexionadas.
Aquellos preciosos ojos oscuros tenían los párpados pesados y vidriosos,
y sus exuberantes pestañas abanicaban las mejillas sonrojadas con cada
parpadeo aturdido.

Estaba absolutamente cubierto de mordiscos de amor -pequeños y


deliciosos moratones que decoraban su piel leonada como joyas- y el
aroma de su excitación impregnaba el aire, almizclado y dulce, con esos
encantadores toques de canela que añadían un atractivo propio.

Hablando de eso. Luc se lamió los labios, saboreando la esencia de su


compañero en la lengua.

Dulce. Muy dulce.

El demonio de Luc estaba desgarrado, a la vez excitado por la necesidad


y absurdamente contento de tener a su compañero a su merced. Se
agitaba inquieto en su interior mientras ronroneaba al mismo tiempo,
una extraña combinación para tener luchando en su interior.

Paciencia, bestia, ordenó Luc. Pronto estaremos dentro de él.

Luc se palpó la polla dolorida, saboreando cómo la mirada de Jamie se


clavaba en ella. Oh, pero si era un joven hambriento de polla.
Jamie lo había planeado, el pequeño y astuto humano. Tocando dulces
y seductoras canciones de amor. Paseándose y declarando su derecho.
Su objetivo era que se lo follaran, que Luc afirmara su dominio sobre él.

Luc ni siquiera estaba avergonzado, mordiendo el anzuelo tan


fácilmente.

Se necesitaría ser mucho mejor hombre que Luc para negarse a sí mismo
tal regalo. Su destino. Su amado. Su compañero.

Llevaba una hora provocándose a sí mismo tanto como a Jamie. Pero era
un tipo de dolor tan delicioso, con Jamie retorciéndose y maullando
debajo de él, a merced de Luc y sus atenciones. El dolor más dulce que
existía.

Repitió su petición, desviando la atención de Jamie de su polla.

—Tu lubricante, dulzura.

Jamie se lamió los labios -aún más enrojecidos que de costumbre, con
un aspecto hinchado y tentador- y señaló la mesilla de noche.

Luc se apresuró a coger lo que necesitaba y regresó al instante para


arrodillarse de nuevo en la cama junto a su compañero.

—Dime, flor, ¿cuánto tiempo hace que no te toman así?

Jamie le dedicó una sonrisa perezosa y lujuriosa.

—Hace tiempo. Demasiado —Abrió un poco más las piernas,


absolutamente desvergonzado bajo la mirada hambrienta de Luc.

Luc se agarró la polla con fuerza por la base, demasiado excitado.

—¿Ningún ex amante reciente acechando entre bastidores?

Jamie negó lentamente con la cabeza, volviendo a mirar la polla de Luc.

—Ningún interés en tener citas. ¿Qué sentido tiene abrirse y


encariñarse si no va a durar?
—Algunos dirían que por la experiencia de vida —señaló Luc,
ignorando la horrible parte interior de él que se alegraba
desmesuradamente de que Jamie nunca hubiera sido cortejado como es
debido. La misma parte de él que deseaba que Jamie hubiera
permanecido encerrado hasta que Luc pudiera llegar a él.

Jamie le pasó una mano acariciadora por el pecho, por toda aquella
gloriosa piel dorada, mordiéndose el labio hinchado.

—Oh, tengo experiencia —se burló.

Siempre provocando, joder.

Luc no pudo evitar el gruñido que le salió. Pensar en Jamie con otros
hombres le daba ganas de romper cosas. Huesos, para ser más concretos.
A él y a su monstruo a la vez.

Pero Jamie solo se rio de su reacción, el pequeño descarado, antes de


apoyarse en los codos.

—Sabía que no iba a durar porque te estaba esperando.

Luc y su monstruo se pavonearon de eso: la insinuación de que las


relaciones de Jamie no durarían porque él estaba destinado a ellos.

Joder, eso era algo embriagador. Jamie sabía desde hacía años que su
lugar estaba con Luc. Que él era de Luc y Luc era suyo. No importaba lo
que hubiera hecho o con quién lo hubiera hecho -y no es que a Luc no le
encantara arrancarle la cabeza a cualquiera que se hubiera atrevido a
tocar a Jamie antes que él, sólo por el puto gusto de hacerlo-, porque
todo aquello no era más que un marcador de posición vacío y sin sentido
para lo real.

—Tendremos que tener cuidado contigo, entonces, flor —Fue tanto


un recordatorio para sí mismo como una promesa a Jamie.

—A la mierda con tener cuidado —Jamie abrió las piernas


deliberadamente—. Ábreme, papi monstruo.
Luc se atragantó.

—No me vas a llamar así.

Jamie sonrió satisfecho.

—Te encanta.

Lo que le encantaba a Luc era aquella aceptación tan fácil. Este


ofrecimiento inocente de todo lo que siempre había querido. Estaba
acostumbrado a seducir, a utilizar su encanto y su atractivo para
convencer a la gente de que lo querían a pesar de su monstruosidad.

Su cortejo a Victoria había sido un juego largo y agotador. Una batalla,


en realidad.

Pero aquí estaba Jamie ofreciéndose en bandeja de plata. Se había estado


ofreciendo en bandeja de plata desde el momento en que se conocieron,
antes de que Luc tuviera siquiera la oportunidad de hablar.

Quizá, después de todo, el destino no siempre fuera una zorra


despiadada.

Luc se lubricó los dedos antes de volver a colocarse sobre su compañero.


Se acercó a los labios de Jamie, murmurando su apreciación en francés,
sabiendo lo mucho que excitaba a Jamie oírle hablar. El beso fue mucho
más suave que su ferocidad anterior, suaves y aterciopeladas caricias de
lengua. Un agradecimiento sin palabras por este regalo.

—Mm. Estás siendo cuidadoso —se burló Jamie antes de jadear


cuando el grueso dedo de Luc volvió a penetrarlo.

Luc lo acarició, mezclando dulces besos con dedos urgentes. Era el


paraíso. Era el infierno. Los torturó a los dos una vez más.

Para cuando tuvo el tercer dedo trabajando dentro de su ansioso


compañero, la polla de Jamie estaba dura y goteaba de nuevo, de un
color más oscuro que el resto de su piel, con una bonita punta enrojecida
que Luc no pudo resistirse a rodear con el pulgar de la mano libre.
—Mira eso, flor —canturreó Luc—. Tan listo para mí. Tan
dispuesto.

—Sí —gimió Jamie—. Tan listo. Tienes que follarme de verdad,


Luc.

El control de Luc pendía de un puto hilo. Se untó la polla


descuidadamente con lubricante, en algún lugar del fondo de su mente
consciente de que incluso con la preparación, era más gruesa que los
dedos que le había estado dando a su compañero.

—Ahora, Luc —exigió Jamie, sacudiendo las caderas debajo de él—


. Ahora.

Luc gruñó y se zambulló en otro beso, esta vez profundo y contundente.


No estaba seguro de que le quedara nada de dulzura. Acercó la gruesa
cabeza de su polla al ablandado agujero de Jamie, acariciando el
apretado anillo de músculos, deteniéndose allí.

—Dímelo otra vez —le ordenó.

Quería oírlo otra vez. Necesitaba oírlo otra vez.

—Te reclamo —le dijo Jamie solemnemente—. Eres mío.

Luc entró en él de un empujón constante, con los músculos temblorosos


por el esfuerzo de ir despacio. No quería hacerle daño a su flor, no por
descuido.

No quería hacer nada que apagara aquella luz resplandeciente.

Pero Jamie ya gemía de placer ante la invasión.

—Joder, sí. Más. Fóllame. Por favor.

Luc retrocedió antes de penetrar de nuevo, hasta la empuñadura.


Intentó mantener un ritmo lento y constante, para ser bueno con su
humano, pero los talones de Jamie se clavaron en su culo, empujándolo
hacia dentro.
—Más rápido, monstruo. Más fuerte.

Joder. Luc había pensado que podía controlarse, que podía ser
cuidadoso. Un buen compañero protector. Pero se equivocaba. Cada
gemido de Jamie rompía otro hilo de la cuidadosa contención de Luc,
hasta que empezó a empujar furiosamente, gruñendo con cada empujón
de sus caderas.

Estaba perdido en aquel calor apretado. Ahogándose en los gloriosos


sonidos que hacía Jamie. Abrumado por la bondad de todo aquello.

—¿Te gusta esto? —gruñó, empujando las piernas de Jamie hacia


atrás hasta que prácticamente rozaban su cabeza—. ¿Ser reclamado por
un monstruo?

—¡Joder! —gritó Jamie—. Sí. Me gusta. Me gusta muchísimo,


joder.

Luc rodeó el cuello de Jamie con una mano, estrechándolo con su agarre.

—Me perteneces. En cuerpo y alma. Tú y este jodido agujero


perfecto. Todo mío.

—Sí —Jamie jadeó.

Luc no pudo evitarlo. El monstruo subió a la superficie.

—Nuestro para siempre, compañero perfecto.

Los ojos de Jamie se abrieron de par en par al oír su tono más áspero y
profundo. ¿Podría decir qué parte de Luc le estaba hablando? Pero
Jamie jadeó su acuerdo de todos modos.

—Sí. Tuyo.

Luc soltó el cuello de Jamie y le dio la vuelta, levantando aquel precioso


culo y follando con él. Estaba perdiendo el ritmo, su inminente
liberación se acumulaba en la base de su columna vertebral. Jamie era
demasiado perfecto, el apretón de su culo alrededor de la polla de Luc.
Luc rodeó con una mano la erección goteante de Jamie. Quería que su
compañero se corriera con él.

Tiró de las caderas de Jamie hacia atrás con la otra mano, enterrándose
hasta la empuñadura y corriéndose con un grito profundo y ronco, sus
muslos sacudiéndose mientras se vaciaba dentro de su compañero, la
liberación de Jamie inundando su puño al mismo tiempo.

Se dejó caer encima de Jamie, presionando a ambos contra la cama.

—Joder —gruñó Jamie, todo su cuerpo temblando bajo el de Luc—


. Joder.

Sonaba agotado y muy usado.

Después de reunir fuerzas, Luc volvió a dar la vuelta a Jamie y se tomó


un momento para lamer la leche de la polla gastada de Jamie, ignorando
las débiles protestas de Jamie por la sobreestimulación.

Jamie se rindió rápidamente, se echó hacia atrás y rio débilmente.

—Viejo pervertido.

Luc levantó las piernas de Jamie, doblando una vez más a su compañero
como un pretzel. Se estaba volviendo adicto a lo espléndidamente
flexible que era su ágil humano.

—Me gusta saborear cada parte de ti.

Jamie aspiró cuando Luc volvió a lamerle el agujero.

—¿Qué estás haciendo? —exhaló.

—He sido demasiado brusco contigo....

Jamie emitió un débil gemido.

—¿Por qué eso se siente tan bien ahora?

—Mi saliva y sus propiedades curativas.


Jamie volvió a reír, un sonido somnoliento y áspero.

—Soy un hombre afortunado.

El pecho de Luc se apretó al oír aquello. Jamie pensaba que era


afortunado, por tener a Luc como suyo.

Nunca lo dejaremos marchar, ronroneó su monstruo. Nunca jamás.

Jamie tenía los ojos cerrados y respiraba con calma cuando Luc terminó
de limpiarlo y se incorporó para tumbarse a su lado. Luc observó
aquellas respiraciones lentas y profundas, el ritmo del pecho ascendente
de Jamie.

Qué frágil era. Qué mortal.

Luc no tenía mucho éxito con los mortales. Había sido tan fácil
secuestrar al Danny de Roman. Herirlo. Quitarle la vida. La aterradora
verdad era que cada día que Jamie era mortal era un riesgo. Una
oportunidad para que le fuera robado a Luc. Por enfermedad. Por una
herida. Por accidente o con mala intención. No importaba cómo.

Pero convertirlo sería hacerle daño. Jamie creía que estaba preparado,
pero no lo sabía. No entendía la brutal realidad de ser un vampiro recién
convertido. Los interminables y abrumadores impulsos. La horrible
mezcla de sentirse a la vez demasiado vacío (piezas clave de humanidad
simplemente desaparecidas) y demasiado lleno (colmado de una
presencia nueva y hambrienta).

Luc volvió a preguntarse cómo estaría el pobre y encantador chico al que


había convertido. ¿Se arrepentía Danny de haber cedido a su vínculo de
pareja? ¿Se arrepentía de su elección, de haberse quedado al lado de
Roman, aun sabiendo lo que era?

Luc reflexionó sobre la sugerencia de Jamie de... llamarlos y


preguntarles. Qué jodido concepto. Llamar a Roman por teléfono y
preguntarle cómo le iba.

Pero Luc tenía que tomar una decisión.


No tenía el número de su viejo amigo, pero tenía el de otra persona...

Si es que Soren le cogía la llamada.

—¿Tenías que matar a nuestro conductor? Debemos estar a horas


aún del pueblo más cercano.

Evrard suspiró profundamente de esa manera que hacía cuando se


sentía llevado al límite por la mera existencia de Lucien.

—No te quejes, Lucien. Podemos viajar más rápido a pie que en


carruaje.

—Pero está lloviendo —Lucien sabía que sonaba petulante, pero


no podía contenerse. El cielo llovía a cántaros, atronando el techo del
carruaje, y ahora estaban atrapados, a menos que uno de ellos
estuviera dispuesto a tomar las riendas.

Lucien, desde luego, no. Estaba tan mojado en el asiento del conductor
como en cualquier otro lugar fuera del carruaje.

No entendía las acciones de Evrard. Ambos se habían alimentado hacía


dos noches, cada uno de ellos saciado de una aldeana desprevenida. Y
aún así, a mitad del viaje, Evrard había saltado por la ventana del
carruaje y se había sentado en el asiento del conductor, dejando seco al
pobre Jacques en menos de un minuto.

¿Y por qué razón?


—No puedes haber tenido tanta hambre —refunfuñó Lucien,
cruzando los brazos contra el pecho. Resistió el impulso de pellizcarse
el puente de la nariz. Había un extraño olor a podrido en el carruaje,
que no podía proceder del conductor recién muerto.

Evrard le lanzó una mirada irritada. O al menos, Lucien supuso que


estaba irritado por los suspiros. La cara de su creador era
increíblemente difícil de leer, incluso en los mejores momentos.

Al principio Luc pensó que Evrard no iba a explicarse en absoluto, pero


al cabo de un momento, Evrard volvió a suspirar y se dignó a
responder.

—No solo nos mueve el hambre de sangre —le dijo a Luc con
altivez—. Lo verás a medida que pasen los años. A veces solo necesitas...
devorar.

A cuántos años se refería Evrard, Lucien no tenía ni idea. Su creador


nunca le había dicho a Lucien su edad, y era imposible saberlo con solo
mirarlo. Y no solo porque sus signos físicos de envejecimiento se
hubieran detenido en el momento en que se convirtió.

Evrard tenía uno de esos desconcertantes rostros sin edad. La piel más
pálida que Lucien había visto nunca, enmarcada por un pelo rubio que
llevaba suelto y le colgaba por encima de los hombros. Y por la noche,
como ahora, insistía en mantener su "verdadero rostro". Ojos negros,
colmillos afilados. A veces parecía antiguo. Y a veces parecía... otro.

Inhumano.

Como si le movieran instintos monstruosos que Lucien -incluso en su


estado de recién nacido hambriento de sangre- no podía ni empezar a
comprender.

Como con este maldito ataque inútil que les arruinaba la noche.

Evrard golpeó la ventanilla del carruaje con una uña afilada.

—De todos modos, todo es para mejor —reflexionó.


—¿Cómo?

Tap. Tap. Tap.

—No voy a Limoges contigo, Lucien. Continuarás por tu cuenta.

¿Por su cuenta? Lucien no había estado solo ni un minuto desde que lo


habían convertido. Ya iban a cumplir un año y Evrard siempre había
estado a su lado.

—Pero... no puedo... ¿Cuándo volverás?

Tap. Tap. Tap.

Un silencio interminable. Entonces, —No seas tonto —Evrard regañó—


. No volveré.

Fue como un puñetazo en las tripas. Por frustrante e incognoscible que


fuera Evrard, Lucien había asumido que estaban unidos. Atados por la
sangre.

—¿Me... dejas?

Evrard suspiró profundamente ante el tono frenético que Lucien sabía


que había en su voz.

—Te estoy haciendo un favor, joven Lucien. Quedarte a mi lado


en este momento sólo sería un peligro para ti.

—No comprendo. ¿Por qué?

—Es simplemente un aburrimiento explicarlo. Te he criado lo


suficiente. Sabes lo básico. Cómo cazar, cómo convertir a otro. Ya no
tengo ganas de jugar a ser papá.

Evrard abrió la puerta del carruaje como si fuera a marcharse, y el rico


olor a tierra mojada inundó el carruaje. El pánico roía las tripas de
Lucien.

—¿Por qué me convertiste, entonces? ¿Por qué me elegiste a mí?


Era una pregunta que lo atormentaba desde el día en que había
muerto. A pesar de su constante proximidad física, Evrard apenas
parecía darse cuenta de su existencia la mitad del tiempo. ¿Por qué lo
habían convertido? Pero las preguntas directas solían desembocar en
un silencio tenso. Evrard transmitía conocimientos cuando quería,
nunca más y nunca menos.

Ésta podía ser la última oportunidad de Lucien para obtener


respuestas.

Evrard cerró la puerta en silencio y se volvió para mirar a Lucien de


frente. Era casi más de lo que Lucien podía soportar, el peso de aquellos
ojos negros clavándose en él.

—¿Elegirte? —La voz de Evrard era tranquila, contenida, pero


aún así resonaba por encima del tamborileo de la lluvia—. ¿Crees que
fuiste elegido? Te diré una cosa. Estaba enloquecido en ese campo de
batalla. Medio loco por la necesidad de sangre. La necesidad de matar.
Era un auténtico bufé de soldados moribundos, y a nadie le importaba
si morían unos cuantos más, o a manos de quién.

Lucien lo recordaba. Los gritos. El dolor.

—Cuando llegué a ti, estaba lleno. No podía tragar más que un


trago o dos. Así que pensé, ¿por qué no? Te convertí en su lugar. Pensé
que sería... divertido. Una distracción. No eras especial, Lucien. Solo
estabas ahí.

¿Así que la vida de Lucien -su humanidad- había sido arrebatada como
una diversión? Había pensado que tenía algún sentido. Puede que ya
no fuera humano. Podría ser un maldito monstruo. Pero al menos lo
habían querido. Tenía una... especie de... figura paterna.

Pero él era sólo una molestia después de todo. Una idea tardía.

Y lo que era más, ahora su creador se iba. Se quedaría solo.

El pánico le llevó a hablar, a suplicar.


—Puedo ser mejor. Puedo ser útil.

Evrard rio secamente.

—¿Con qué fin? ¿Qué es lo que no entiendes? Todo es inútil. Somos


almas perdidas, Lucien. Los condenados —Agitó los dedos perezosos en
el aire—. No me importa lo que hagas. Puedes hacerte otro compañero
si quieres. Pero elijas a quien elijas, también lo estarás condenando.

Unos dedos delgados y pálidos agarraron la barbilla de Lucien.

—¿Cómo de fuerte es tu brújula moral? ¿Sufrirás solo o


arrastrarás a otro al infierno contigo? —Mirando directamente al
alma de Lucien, aquellos ojos negros se iluminaron con más interés del
que Evrard había mostrado en todo el último año—. Qué dolor tan
delicioso tienes, jovencito. Tal vez seas un poco divertido después de
todo.

Pero al momento siguiente, había dejado caer la barbilla de Lucien, la


puerta del carruaje abriéndose y cerrándose tras él en un abrir y cerrar
de ojos. Sus palabras de despedida resonaron en el aire.

—Pero no lo suficiente.

Luc se despertó con un gruñido sobresaltado, con el ánimo sombrío y el


monstruo agitado.
Se tranquilizó volviéndose hacia un lado, mirando la pacífica forma
dormida de Jamie. Su humano no se movió lo más mínimo ante el ruido
de Luc.

Luc debió de haberlo agotado.

Luc suspiró. Odiaba dormir -lo poco que le pedía el cuerpo- por esa
misma razón. Odiaba soñar. Era la forma que tenía la mente de obligarlo
a revivir viejos recuerdos en contra de su voluntad.

Deseaba tener el don de Jamie. Poder ver atisbos del futuro en lugar de
su temido pasado. Si Luc hubiera visto venir a Jamie, si hubiera sabido
lo que le esperaba, quizá no habría hecho todas aquellas cosas horribles.
Tal vez habría tenido la paciencia de resistirse a su monstruo.

O tal vez todo había sido inevitable desde el momento en que se había
convertido.

Maldito Evrard. Egoísta, distante y totalmente despreocupado por el


vampiro que había creado.

Aunque, Luc supuso, mirando hacia atrás, que tal vez Evrard había
intentado su versión de lo mejor. Era evidente que el otro vampiro había
ido perdiendo el control de su humanidad, cediendo cada vez más a los
impulsos de su monstruo. El hecho de que hubiera aguantado un año
entero guiando a Luc todo lo que podía... era casi admirable.

Casi.

Luc había oído de otro vampiro años más tarde que Evrard había sido
sacrificado en algún lugar de Rumanía, una bestia salvaje que asolaba el
campo.

Solo había durado cinco años tras marcharse del lado de Luc.

En aquel momento, Luc pensó que podría soportar la soledad. Había


decidido que no iba a llevar a nadie más con él en su camino a la
condenación. Después de todo, en aquel entonces creía en el cielo y el
infierno. Había sabido en lo más profundo de su ser que iba a arder por
toda la eternidad, si alguna vez perecía.

Había intentado encontrar a otros vampiros con los que vincularse como
sustituto, pero cualquier encuentro solo había dado lugar a breves
intercambios de información y luego a las inevitables peleas. Brutales
disputas territoriales y amenazas de decapitación o fuego.

Nadie lo quería cerca por mucho tiempo.

Y diez años después de la marcha de Evrard, Lucien se había dado cuenta


de que su brújula moral no era muy fuerte.

Había encontrado a Roman moribundo en Waterloo, con la mitad


inferior rota en pedazos por los disparos de bala, apenas aferrado a la
consciencia. Luc se había dicho a sí mismo que estaba salvando una vida,
aunque sabía que estaba acabando con una.

Luc ni siquiera podía decir por qué lo había elegido, aparte de lo obvio:
había visto un poco de sí mismo en Roman. Perdido, asustado, dispuesto
a ser valiente incluso al final. Otro soldado prescindible en otro campo
de batalla sin sentido.

Parecía el destino.

Pero tal vez sólo había sido casualidad. Roman había tenido la mala
suerte de estar allí cuando la soledad de Luc acabó con él, cuando su
egoísmo se impuso a su moral.

Roman solía decirle a Lucien que no lo culpaba. Que preferiría la vida


que tenían, por muy manchada de sangre que estuviera, a ninguna vida.
Pero Luc había visto la mirada de Roman cuando su familia renegó de
él, lo echó de casa y lo llamó demonio.

Entonces Roman habría preferido estar muerto, Lucien no tenía ninguna


duda.
Puede que el hecho de que Luc intentara matar a Roman en un arrebato
de ira fuera el detonante de su desencuentro, pero hacía tiempo que Luc
tenía otros pecados que expiar en lo que respecta a su viejo amigo.

Luc había robado la humanidad de Roman.

Eso era delito suficiente.


Capitulo Doce
Jamie

—¿En dónde está tu nueva sombra?

Jamie levantó la vista de su computadora para encontrar a Monique de


pie en la puerta que daba de la cocina a la sala de estar, comía cereal seco
de la caja.

Se había mantenido ocupado respondiendo correos electrónicos de


potenciales clientes. Tomar cualquier proyecto importante que
requiriera mucho tiempo, no sonaba particularmente atractivo en estos
momentos, no cuando su mente estaba firmemente enfocada en otro tipo
de desarrollos, mucho más nuevos, más emocionantes. Sin embargo,
algunas solicitudes eran formas bastante sencillas de mantener su
cuenta bancaria llena. Como diseñar nuevos sitios web, resolver errores
en las aplicaciones de determinada empresa, etc.

—¿Luc? Está haciendo unos recados —Aunque, Jamie no tenía idea


de qué clase de recados podría tener que hacer un vampiro en una
ciudad. Y Luc no había sido precisamente comunicativo con su
respuesta.

El vampiro de Jamie parecía... preocupado, esa mañana. No


exactamente distante, no cuando había hecho que Jamie se corriera dos
veces antes del desayuno; pero sí estaba un poco nervioso, eso era
seguro.

Sin embargo, ¿Quién sabría que tan repleta de pensamientos estaría la


cabeza de Luc después de varios siglos de vida? Supuso que
eventualmente lo descubriría por sí mismo.
Sonrió ante esa idea. Que raro. Tan jodidamente genial.

Monique seguía de pie en la puerta, ahora jugueteando con una de sus


trenzas. —Pareces feliz —Dijo ella. Sonaba casi como una acusación.

Jaime se encogió de hombros. —Siempre estoy feliz.

Monique tarareó sin comprometerse, mirándolo fijamente. —Es un tipo


raro, ¿no?

Jamie no tuvo que preguntar a quién se refería.

—Yo soy un poco raro, también —Señaló, tal vez un poco


demasiado brusco.

—Sí, pero tu eres encantador —Le respondió Monique—. Y


divertido. Y mentecato. Él es… muy intenso. Y no solo por su vestuario
de “siempre metido en el personaje”.

—Tú sabes que yo soy raro en otros aspectos —Jamie volvió a su


computadora, pensando que eso resolvería todo. Él y Monique no
hablaban de eso directamente: de su "rareza". No desde el accidente de
la Ex de Monique. Nunca.

Así que se sorprendió cuando Monique se sentó a su lado en el sofá,


colocó la caja de cereal sobre la mesa de café antes de girarse hacia él.
Respiró hondo y lo dejó salir lentamente, su método favorito para
calmarse antes de una confrontación. Jamie se preparó.

—No te culpo por lo que pasó —Dijo después de dar otro aliento
tranquilizador.

Oh, entonces realmente estaban teniendo esta conversación. Jamie


deseó tener un cigarrillo a la mano. O un palillo de dientes. O un chicle,
incluso. Se conformó con tamborilear su muslo con los dedos. —No
pensaba que lo hicieras.

Definitivamente sí pensaba que ella lo hacía.


Monique observó el ritmo frenético de sus dedos, frunciendo un poco los
labios, sin embargo, no le pidió que se detuviera. Lo conocía demasiado
bien para eso. —Sé que no lo manejé bien. Yo solo… No tenía ningún
sentido para mí. Ni siquiera era supersticiosa antes. En el fondo de mi
mente, seguía pensando que tal vez lo habías escuchado en otro lugar
primero. Como si estuvieras fingiendo que era una… una premonición.

—Te dije lo que vi antes de que sucediera —Y dada la oportunidad


de hacerlo todo de nuevo, Jamie no estaba seguro de sí lo haría. Había
sido joven en ese momento, todavía en la escuela secundaria. Pensó que
de alguna manera se lo debía a ella el decírselo, que el saberlo la
ayudaría.

Ya no pensaba de esa forma.

Monique resopló con frustración. —Sé que lo hiciste. No tenía sentido en


mi cerebro. Fue tan... tan... Tessa casi muere.

La novia de Monique en ese momento había estado conectada a un


respirador durante más de una semana. Y cada vez que Jamie había visto
a Monique durante esa terrible experiencia, ella había tenido esta…
mirada… en sus ojos. Era dolor, sí. Temor por la vida de su novia, claro.

Pero también hubo condena. Acusación.

Como si Jamie fuera el problema.

Jamie siguió el golpeteo con sus dedos, tenía problemas para mirar a
Monique a los ojos. La antigua acusación ya no estaba ahí, pero en su
lugar había una seriedad con la que no sabía qué hacer.

—Siempre parecen hacerse realidad, ya sabes —Se encontró


diciéndole—. No importa lo que haga, no parece que tenga ningún
control sobre el resultado.

—Eso debe ser aterrador.


Jaime no respondió. ¿Era aterrador? Estaba tan acostumbrado a eso a
este punto. Y sus visiones, en cierto modo, le habían traído a Luc. Le
habían permitido prepararse para que su monstruo lo encontrara.

Monique se aclaró la garganta. —Ya sabes, me alejaste tanto al principio.


Era como si me estuvieras rechazando antes de que yo pudiera
rechazarte a ti primero. Pareces tan abierto en la superficie, Jamie, pero
puedes ser realmente cerrado cuando quieres serlo.

Jamie ladeó la cabeza, considerando esas palabras. Suponía que era


cierto. A menudo dejaba las cosas con la gente a su alrededor en un nivel
superficial, si se lo permitían. Se sentía más seguro de esa manera.
Menos probabilidades de asustarlos, con cosas que se suponían que no
debían saber.

—Y sin embargo, no eres cerrado con él —Le señaló Monique.

Jaime se rio. —¿Todo esto es una forma realmente larga de decirme que
no apruebas a mi nuevo novio?

Monique se aferró a eso de inmediato. —¿Novio? —preguntó ella con


escepticismo.

—Novio —Afirmó Jamie con voz firme.

Ahora fue el turno de Monique de soltar una carcajada. —Maldita sea,


Jaime. Cuando te mueves, te mueves rápido. Pero no. Esta es mi forma
de decirte… no lo sé, supongo que no tiene por qué ser todo o ser nada.
Tienes gente a tu alrededor que te quiere. En verdad te amo.

Los dedos de Jamie se detuvieron y se encontró con los ojos marrones


preocupados de Monique. —No entiendo.

Ella se encogió de hombros con desdicha. —Es solo que… Desde que
terminó la escuela secundaria, siempre parecías tener un pie fuera de la
puerta. Siempre espero que cualquier día de estos vayas y me digas que
te vas a viajar por el mundo y que nunca regresarás. Y si quieres irte, está
bien —Ella colocó una mano en su brazo y le dio un ligero apretón—. Solo
quiero asegurarme de que sepas que puedes volver. En cualquier
momento. Siempre. Tienes gente aquí que te quiere.

Jamie sintió una oleada de calidez y amor hacia su amiga de la infancia.


—Lo sé —Le aseguró, poniendo una de sus manos sobre la de ella—. Te
prometo que sí.

Excepto que, según Luc, era posible (más bien, probable), que Jamie no
pudiera regresar. Que le tomaría años y años el lograr controlar sus
impulsos lo suficiente como para estar cerca de las personas que lo
conocían mejor. Y para el momento en que pudiera controlar esos
impulsos, quizás ya hayan pasado los años suficientes como para
levantar sospechas al regresar y seguir aparentando tener veintitrés
años.

Sería un Jamie completamente diferente por una cantidad de tiempo


desconocida. Sanguinario. Salvaje.

A Jamie no le importaba eso cuando se trataba de él mismo. No le tenía


miedo al cambio. Tenía fe en sí mismo, en Luc, en su vínculo.

Pero extrañaría a las personas que amaba. Tal vez más de lo que se había
permitido pensar.

Monique le dio un último apretón en el brazo antes de retirar su mano y


soltar una pequeña carcajada. —Está bien, terminó la charla seria, lo
prometo.

Jamie, por su parte, dejó escapar un profundo suspiro, agradecido


cuando ella recogió la caja de cereal de la mesa de café, la inclinó en
forma de invitación y vertió un puñado del contenido sobre la mano de
Jamie, dándole algo con lo que ocupar su boca. Algo en lo que
concentrarse además de la sensación retorcida e inquietante en su
estómago.

—Excepto, una cosa más.


Jaime gimió. —Nooo —Se quejó—. No puedo manejar más sinceridad en
este preciso momento.

Ella levantó una mano de forma apaciguadora. —Solo quiero decir, una
sola vez, que realmente aprecio toda la ayuda que me has estado
brindando en el bar. Sé que no necesitas el dinero y que estás
sobrecualificado. Supongo que simplemente me gusta tenerte allí. Me
haces reír sin siquiera intentarlo. No se siente tan estresante cuando
estás cerca.

Jamie apoyó la cabeza en su hombro, masticando el cereal entre los


dientes. —Yo también te amo, Monique.

Jamie arrugó la nariz ante el orbe firme y borroso que estaba siendo
empujado frente a su cara. —No confío en ellos.

Luc dio un suspiro de reproche. —No lo entiendo.

Jamie se movió sobre el regazo de Luc, justo donde estaba acomodado


de costado sobre los firmes muslos del vampiro en una de las sillas de
cocina. —Simplemente no lo hago. Me han engañado antes.

Luc resopló. —¿Qué hay que desconfiar? Solo es una fruta —Sostuvo el
melocotón en demostración frente a la cara de Jamie. La pequeña fruta
se veía empequeñecida con facilidad por su gran mano—. No tiene que
ser una cosa de confianza ni desconfianza. Solo mastica y traga.

Jamie negó con la cabeza, apartando la fruta. —Nuh-uh. Cada vez que
pruebo un melocotón, siempre pienso que voy a obtener un bocado
delicioso y, en cambio recibo una sensación arenosa y extrañamente
crujiente —Él torció los labios con disgusto—. Qué asco.
—Estos están perfectamente maduros —Luc se golpeó un lado de
la nariz con uno de sus dedos—. Puedo decirlo. Tengo sentidos
mejorados, flor.

En la opinión personal de Jamie, probablemente había un millón de


formas mejores y más interesantes de usar los sentidos mejorados que
averiguar el estado de madurez de un melocotón, pero se guardó ese
pensamiento para sí mismo. —¿Por qué deseas tanto que me coma este
melocotón? —Preguntó.

Porque en opinión de Jamie, también había un millón de cosas mejores


y más interesantes que podrían estar haciendo con el simple hecho de
que estaban solos en su casa.

Jamie se quedó atónito cuando Luc regresó de sus "recados" con una
bolsa de melocotones en la mano, alegando que se había detenido en un
mercado de granjeros de la ciudad. ¿Por qué razón? Jamie no había sido
capaz de comprender ninguna.

Pero al parecer, el fetiche de ver a Jamie comer de él, había tomado un


giro demasiado específico. Luc estaba absolutamente obsesionado con lo
de los melocotones.

Luc suspiró de nuevo y colocó la fruta sobre la mesa, jugando con un


mechón de cabello de Jamie en su mano libre. —Eran un manjar cuando
yo era joven —Explicó—. Nunca probé nada tan delicioso como mi
primer melocotón —Luc deslizó su nariz por la mejilla de Jamie,
poniéndole la piel de gallina a lo largo de los brazos—. Hasta ti.

Oh. A Jamie le gustaba la dirección que estaba tomando las cosas ahora
mismo. —¿Qué sabor tengo yo? —Preguntó, ansioso por cambiar esta
conversación y que tomara una dirección más sexy.

Los labios de Luc se torcieron y tiró un poco del cabello de Jamie, como
si supiera sus intenciones solo con la línea de preguntas. —Canela, al
principio. Nítido y brillante. Pero luego, justo debajo —levantó el
melocotón de nuevo, girándolo en su mano—. Hay una cierta... dulzura.
La fijación hacia los melocotones ahora tenía sentido.

—¿Así que estás tratando de hacer que me pruebe a mí mismo? —


Preguntó Jamie, más que un poco encantado—. Qué pervertido de tu
parte. Pero puedo pensar en algunas otras, um… formas de orgasmos en
las que podríamos manejar eso.

Luc le frunció el ceño, aunque Jamie podía sentir la polla de su vampiro


retorciéndose interesada, justo debajo de él. —Si no lo quieres…

Era adorable lo irritado que estaba ante la desgana de Jamie. Decidió


que ya había provocado suficiente a su vampiro, girando su cuerpo en un
movimiento suave hasta que estuvo sentado a horcajadas sobre los
muslos de Luc encarando de frente. —Me lo comeré si me los das de
comer —Ofreció-

Los ojos negros de Luc se iluminaron, y un pequeño ronroneo


retumbante salió de su pecho. Llevó el melocotón a la boca de Jamie, y
él se inclinó hacia adelante para probarlo por primera vez, diciendo que
sí iba a hacerlo, lo haría con todo. No habría bocados delicados para él.
Jamie tomó el bocado más grande que pudo manejar, mirando a los ojos
a su vampiro en todo momento. Tarareó con sorpresa ante la explosión
de sabor en su lengua.

Oh. Eso era bastante agradable.

Luc tenía razón. El melocotón estaba perfectamente maduro.

Luc lo observaba masticar con intensa fascinación, su enfoque acalorado


fascinando a Jamie a su vez. ¿Exactamente que era lo que Luc sacaba de
esto?

Estaba tan distraído por la atención absorta que Luc estaba prestando a
cada uno de sus movimientos, que Jamie tardó un segundo en darse
cuenta de que el jugo goteaba por su barbilla. Levantó la mano para
secarse, pero la boca de Luc ocupó el lugar primero.
Jamie suspiró de placer cuando su vampiro lamió el rastro antes de
chupar una multitud de besos a lo largo de su mandíbula hasta
finalmente llegar a sus labios. —¿Tu monstruo está bien con el jugo de
melocotón?

—Si está sobre tu piel, mi monstruo está bien con casi cualquier
cosa —Murmuró Luc, presionando otro beso en la comisura de la boca
de Jamie.

Jamie soltó una carcajada que se cortó cuando Luc capturó sus labios
con firmeza, y su lengua barrió interior de su boca, lamiendo el sabor de
los melocotones y tomándolo como propio.

Amaba la forma en que Luc lo besaba. Como si lo estuviera devorando.

Jamie se retorció de placer cuando los dedos de Luc se clavaron en su


trasero, atrayéndolo hasta que las pollas cubiertas de ambos se estaban
frotando entre sí.

—Quiero estar dentro de ti —Dijo Luc, su voz más ronca que antes.

Jamie estaba cien por ciento de acuerdo con ese plan. —¿Quieres
llevarme de nuevo a mi habitación?

Luc apretó su trasero con manos fuertes, presionando las caderas de


Jamie repetidamente sobre su dura longitud. —No, flor. Te quiero aquí.
Ahora mismo.

Jamie trató de pensar a través de la niebla lujuriosa que invadía su


cerebro. —M-Monique —Ella no estaba allí en ese momento, pero Jamie
no tenía idea de cuándo regresaría, y no creía que ella fuera a apreciar el
volver a casa y encontrar a su novio inclinándolo sobre la mesa de la
cocina.

Luc detuvo sus toques, ladeando la cabeza en consideración. —Mm. Será


mucho mejor cuando vivamos solos. Sin distracciones, sin
interrupciones.
Jaime no pudo evitarlo. Sus músculos se tensaron. Y Luc, como el
depredador que era, notó el cambio de inmediato; sus propios músculos
se pusieron rígidos. —¿No te gusta eso, flor?

—Sí —le aseguró Jamie, acariciando el pecho de Luc con una mano
tranquilizadora—. Bastante. Es solo que…

Pensó en su conversación con Monique. Las personas en su vida. El costo


de irse. El que estuvo los últimos cinco años con un pie fuera de la puerta.

Luc usó su agarre sobre Jamie para empujarlo hacia atrás a lo largo de
sus muslos, creando una mínima distancia entre ambos, lo suficiente
como para que los ojos de ambos pudieran encontrarse con facilidad. —
¿Qué está pasando por tu mente, flor? Cuando regresé estabas…
pensativo.

Y eso que Jamie había pensado que Luc estaba tan concentrado en su
misión para darse cuenta: hacer que Jamie comiera un melocotón.
Jugueteó con los botones de la camisa de Luc, tratando de ordenar la
confusión de sus sentimientos y ponerlos en palabras.

—Es solo que… mi papá dejó a mi mamá cuando estaba


embarazada de Izzy —Jamie hizo una pausa para apreciar el magnífico
ceño fruncido en el rostro de Luc por la sola mención de su padre.
¿Estaba mal de su parte amar lo mucho que su vampiro claramente
odiaba a su padre?—. Sin embargo, ella y Eric se juntaron bastante
rápido después de eso. Supongo que había sentido algo por ella durante
mucho tiempo y no quería desperdiciar su oportunidad. Ambos eran
trabajadores sociales, se conocían del mismo círculo de compañeros. Y
tampoco parecía importarle que ella viniera con una familia
prefabricada.

Porque, a diferencia del padre de Jamie, Eric no era un imbécil


egocéntrico. Había entrado en sus vidas con un espacio en su corazón
para todos ellos, tratando a la madre de Jamie como a una reina. Tal
como debería.

Y sin embargo…
Jamie desabrochó botón tras botón de la camisa de Luc solo para volver
a asegurarlos justo después. El jugueteo lo estaba calmando, y a Luc no
parecía importarle mientras se mantenía quieto bajo los cuidados de
Jamie y se concentraba totalmente en sus palabras.

Después de un minuto, Jamie se aclaró la garganta y continuó. —Pero…


bueno… para él fue más fácil conectar con una bebé recién nacida, creo
Yo ya tenía once años, una persona completamente formada, y um... un
niño diferente. Él fue amable al respecto, pero yo sigo pensando que lo
asustó un poco. Era lo suficientemente joven como para olvidar lo que
se suponía que debía saber o no acerca de él.

La primera vez que Jamie lo había hecho, le había contado a Eric acerca
de un ascenso que iba a recibir antes de que sucediera, luego Eric lo había
mencionado en la mesa de la cena, claramente desconcertado por toda
la situación. Le había preguntado a Jamie de dónde lo había sacado.
Jamie se quedó congelado en su puesto, mirando a su madre en busca
de consuelo, porque normalmente ese momento habría sido cuando su
padre habría comenzado a gritarle, diciéndole a Jamie que estaba
asustándolos a todos, diciendo lo raras que eran las cosas que hacía.

La madre de Jamie lo pasó por alto, reenfocó la conversación y luego


llevó a Eric a un lado después de la cena. Jamie nunca supo lo que ella le
dijo exactamente, pero él nunca volvió a preguntar acerca de cómo Jamie
sabía las cosas.

Pero eso no era ni aquí, ni allá…

Jamie trató de llegar a algún tipo de punto. —La familia de mi mamá


todavía está mayormente en México, y la familia de mi papá nunca fue
realmente parte de la imagen, así que me sentía, no sé, a veces me sentía
como si sobrara. Como si no perteneciera a ningún lugar en particular.
Sabía que era amado. Pero… —Sus dedos se detuvieron sobre el botón
superior de Luc, y levantó los ojos para encontrarse con la mirada negra
del vampiro—. Cuando te vi por primera vez, tuve esta sensación de que
era lo correcto. Podía ver a dónde pertenecía. A tu lado. Y tal vez eso no
sea del todo saludable, quizás sea estúpido. Pero no me importa. Lo
quiero. Te quiero a ti. Siempre lo he hecho.

Las manos de Luc se movieron desde sus caderas para cubrir las manos
de Jamie sobre su pecho, presionándolas así sobre su corazón. —Sí —
Dijo Luc con voz áspera—. Sí.

Jamie se mordió el labio, inseguro de cuál sería la respuesta a su próxima


declaración. —Pero… ¿puedo tener ambos? No quiero perder todo esto.
A mi familia. A mis amigos. A ti. Lo quiero todo, ¿eso es ser demasiado
codicioso?

Esperó por decepción. Ira, incluso.

Pero Luc solo le sonrió, tierno y sincero, sus colmillos brillando a la luz
de la cocina, y luego frotó la nariz de Jamie con la suya. —Puedes tenerlo
todo, Jamie. Lo que quieras, encontraré la manera de hacerlo realidad.
No te detendré. Si... Si sigues siendo humano, si ese es el camino que
eliges, no voy a dejarte solo. Estaré aquí, siempre. Nuestras almas están
unidas, ya sea que el vínculo de compañeros llegue a solidificarse alguna
vez o no. Nos quedaremos aquí el tiempo que tú quieras.

Jamie se hundió con alivio, descansando su peso contra la sólida


comodidad del pecho de Luc.

Que bonita promesa. Que monstruo tan bueno.

No era que Jamie no quisiera convertirse, pero quería un poco más de


tiempo para lidiar con las consecuencias. Y no quería que Luc se sintiera
rechazado por culpa de sus vacilaciones. —Eres tan bueno conmigo, ¿No
es así, monstruo?

Luc empezó a acariciarle el pelo, murmurando palabras en francés que


Jamie no entendía, pero que le gustaban. Jamie sentía que, por una vez,
quizás sería él quién comenzaría a ronronear.

—¿No te parece esta una bonita imagen?


Jamie solo tuvo un segundo para registrar una voz que era nueva y
desconocida, antes de que sonara un gruñido feroz y se encontrara de
pie, balanceándose ligeramente sobre sus pies. Fue empujado por un
brazo fuerte y protector tras la ancha espalda de Luc.

—Es enfermizamente dulce —Estuvo de acuerdo una segunda voz,


extrañamente similar a la primera.

¿Quién diablos había entrado en su casa?

Jamie asomó la cabeza por detrás de Luc para poder ver, ignorando el
gruñido de advertencia de su vampiro.

Oh. Huh.

Conocía esos rostros.

Eran los gemelos de su visión.


Capitulo Trece
Jamie

Jamie no pudo ver mucho a los nuevos intrusos antes de que la forma de
Luc bloqueara su vista una vez más.

Sin embargo, vio lo suficiente para reconocer sus rostros.

Lo que planteaba la pregunta: ¿Acaso todos los vampiros eran


anormalmente guapos? ¿Era ese algún efecto secundario radical de ser
convertido? ¿O es que los vampiros, naturalmente, solo querían
convertir a las personas más atractivas que pudieran encontrar? Algo
agradable para mirar por toda la eternidad, tal vez. Definitivamente era
algo en lo que pensar, pero probablemente para otro momento.

En algún momento en el que Jamie no tuviera a dos extraños


chupasangres entrando en su casa.

—No recuerdo haberlos invitado a ustedes dos —Gritó desde detrás


de la espalda de Luc.

El hecho de que los vampiros no necesitaran invitaciones para entrar en


la casa de alguien no significaba que no fuera de mala educación
irrumpir sin aviso previo. Ya era bastante molesto que su visión no los
hubiera mostrado apareciendo en su jodida casa… ¿De qué servía ver
destellos del futuro si no hacía absolutamente nada para prepararlo para
lo que iba a suceder?

Era una pregunta que se había hecho un millón de veces o más.

Los intrusos no dijeron nada más al principio y, por su parte, Luc había
lanzado un gruñido largo y prolongado tan pronto como Jamie abrió la
boca. Jamie tenía las manos apoyadas en los anchos hombros de Luc, y
podía sentir todo el cuerpo del vampiro vibrando.

Alguien se sentía terriblemente protector.

¿No se le permitía a Jamie hablar con los gemelos? Su vampiro


ciertamente no parecía estar sintiéndose precisamente verbal en ese
momento. La tensión que vibraba de su cuerpo era de otro mundo. ¿Era
miedo? Luc había dicho que conoció a los gemelos de pasada, ¿eran
viejos enemigos o algo así?

Pero no se sentía como si el miedo irradiara de su vampiro. Era más


como... ira. Como si toda esa violencia que siempre hervía bajo la
superficie de la piel de Luc, estuviera próxima a estallar en cualquier
segundo.

La idea era más que un poco emocionante.

—Seguimos un cierto olor —Dijo finalmente la primera voz, en


respuesta a la acusación de Jamie.

Jamie inclinó la cabeza sobre el hombro de Luc de una manera que le


permitiera ver a los dos pelirrojos. Sí, eran jodidamente idénticos;
excepto que el de la izquierda (el que acababa de hablar), tenía el pelo
suelto alrededor de la cara colgando un poco sobre los ojos, mientras que
el de la derecha lo llevaba engominado hacia atrás.

—Un olor que nos dijo que no estaría en mi maldita ciudad después
de una noche —Dijo el de cabello engominado. El tipo sonaba bastante
enojado.

—Parece que nos han mentido —Reflexionó el de cabello


desordenado.

—Eso parece.

—Salgan. Jodidamente. Fuera. De aquí —Oh vale, ahora Luc si


estaba hablando. Eso era tranquilizador. El vampiro de Jamie todavía
sabía cómo usar sus palabras.
El de cabello desordenado chasqueó la lengua ante el arrebato de Luc. —
La cosa es que necesitamos tener una charla.

—¡Fuera de esta maldita casa! —Luc rugió. Realmente rugió.


Como si fuera mitad oso grizzly o una cosa así. A Jamie le dolieron un
poco los oídos, pero aun así estaba dispuesto a aguantar. Probablemente
era importante reafirmar el dominio en este tipo de situaciones.

No es que Jamie supiera en qué tipo de situación se encontraban


exactamente.

—¿Qué fue lo que te dije, Dane? —Se burló el de cabello


engominado—. Está a dos pasos de ser salvaje. Alguien necesita ser
sacrificado.

Jaime se tensó. Oh, no. No no no. Claro que malditamente no.

—¡Hey! —Espetó, apretando su agarre sobre los hombros de Luc,


en caso de que su vampiro decidiera que ya había sido suficiente y
estuviera tentado a dar un salto hacia ellos—. Alguien tiene que decirme
qué diablos está pasando ahora mismo.

El de pelo engominado respondió a la pregunta de Jamie con los ojos en


blanco. —Este es nuestro territorio, humano. Cuando vimos a tu novio
la otra noche, prometió que solo estaba de paso.

—No nos gustan los extraños por aquí —Agregó cabello


desordenado (el que se llamaba Dane, aparentemente)—. Tienden a
enojarse con los lugareños.

—Al único que ha estado mordiendo aquí es a mí —Jamie no estaba


seguro de que fuera la mejor idea admitir eso, pero estos dos obviamente
sabían que Luc necesitaba comer, y Jamie pensaba que él ya era un
adulto que podía consentir y que se le debía permitir el dar su permiso.

—Realmente nos importa una mierda, siendo sinceros. Pero sigue


sin ser bienvenido por aquí, mierda —Cabello engominado estaba siendo
terriblemente grosero.
—¿Cómo funciona el tema del territorio? —preguntó Jaime.
Pensaba que si vampiros malhumorados idénticos iban a invadir su
espacio, también podría obtener algunas respuestas. Especialmente
ahora que Luc aparentemente había regresado a su estado no verbal.

Con el vampiro frente a él aparentemente contento de quedarse


vibrando en su sitio, como una especie de lavadora con colmillos, Jamie
trató de aprovechar la oportunidad para salir de detrás de él.

Rápidamente fue empujado nuevamente por una mano ancha, y el


gruñido de Luc aumentó de volumen.

Está bien, sin alejarme del vampiro pared enojado. Entendido.

—Quien primero llega, primero se lo queda —Explicó Dane a


regañadientes—. Llegamos aquí primero, nos instalamos y tenemos
nuestra opinión sobre qué vampiros pueden quedarse o quienes se van.

—Es bastante simple —Reflexionó Jamie—. ¿Y cuánto tiempo han


estado ustedes dos en esta ciudad?

—Veinte años —El del cabello engominado sonaba terriblemente


orgulloso de ese hecho.

Jamie asintió, su barbilla rozando el hombro de Luc. —Genial, genial.


Bueno, yo nacía aquí, lo que significa que he estado aquí por veintitrés
años. Veintitrés y medio, para ser jodidamente preciso. Entonces, ya
sabes, parece que los vencí.

Dane volvió a poner los ojos en blanco. Que maleducado. —Eso no


cuenta. Eres humano.

—Entonces, ¿qué pasa si Luc me convierte? Entonces sería parte


del club de los vampiros y seguiría habiendo llegado primero.

No es que Jamie estuviera planeando que eso sucediera en ese mismo


segundo, pero tal vez las intenciones de Luc hacia él serían suficientes
para aplacar esas reglas (ciertamente bastante infantiles) de territorio
por orden de llegada.
Luc se quedó muy quieto bajo las yemas de los dedos de Jamie. No estaba
muy seguro de si era que finalmente se había calmado un poco, o si
simplemente se trataba de la inquietante calma que precede a la
tormenta. Jamie le dio un pequeño apretón en el hombro para
tranquilizarlo. —Somos compañeros —Le explicó a los gemelos—.
Esposos predestinados o lo que sea. Así que si me convierte, este será
nuestro territorio. Lo que es mío es suyo y todo eso, tal como dice la ley.

—¿Ahora qué diablos está pasando? —Dane le murmuró al de


cabello engominado.

Jamie hizo un movimiento con la mano para ahuyentarlos. —Parece que


ustedes dos tienen mucho en que pensar. Así que tal vez deberían irse
ahora mismo y comenzar con eso.

El de cabello engominado le gruñó. En la humilde opinión de Jamie, fue


menos impresionante que el gruñido de Luc, pero aún así, no fue muy
agradable. —Aún no te ha convertido, humano, así que tal vez lo que
deberíamos hacer es acabar con él aquí y ahora.

Oops. Y ahí estaba vibrando de nuevo. Si Jamie no sacaba a estos dos de


aquí en los próximos dos minutos, tenía la sensación de que iba a tener
un baño de sangre de vampiros entre sus manos.

Era hora de hacer algunas buenas amenazas a la antigua.

—¿Estás tan seguro de que ustedes dos pueden acabar con él sin
que al menos uno de ustedes muera también?

Cabello engominado hinchó el pecho. —¿Crees que no podemos


enfrentarlo dos contra uno?

Pero Dane no parecía tan seguro, mordiéndose el interior de la mejilla


mientras miraba a su hermano. —Fox…

Así que el nombre del de cabello engominado era Fox. Miren a Jamie,
aprendiendo quién era quién. A menos que se cambiaran de peinado la
próxima vez. Por otra parte, Fox era claramente el idiota de los dos, por
lo que tal vez no sería tan difícil descifrarlo incluso sin lo del peinado.

—No se ha comido a ninguno de los habitantes —Argumentó


Jamie—, y definitivamente no ha matado a nadie. Y no lo hará. No a
menos que se lo merezcan.

Los gemelos protestaron de inmediato.

—Eso no…

—A la mierda con eso…

—Bien —Jamie hizo caso omiso a sus objeciones—. No matará a


nadie dentro de los límites de la ciudad, incluso si definitivamente en un
cien por ciento. Tienen mi palabra. Si él lo hace, entonces ustedes tres
pueden pelearse o lo que sea.

Eso no iba a suceder, no en el turno de vigilancia de Jamie, sin embargo,


quería que se fueran. No sabía cuánto tiempo más iba a durar la extraña
y silenciosa paciencia de Luc, pero tenía la sensación de que era solo
cuestión de segundos en lugar de minutos.

Jamie sabía en su interior que Luc en su estado actual, era una bomba
de tiempo.

—¿Por qué diablos nos importaría tu palabra, humano?

Demonios, Foxy realmente podía hacer que la palabra humano sonara


como alguna clase de odioso insulto.

Jamie se mantuvo firme. —Es todo lo que obtendrán. Váyanse. A menos


que quieras ver si de verdad pueden matarlo. O alternativamente —les
lanzó un guiño lascivo—. Si quieren vernos follar sobre la mesa.
Estábamos comenzando con algo realmente interesante cuando ustedes
dos nos irrumpieron.

Fox hizo un ruido ahogado en su garganta. —Qué desagradable.


Jamie no estaba seguro de si él estaba asqueado por la idea de que un
humano y un vampiro lo hicieran, o si era por imaginar a dos hombres
haciéndolo. O solo era por pensar en Jamie y Luc en particular
haciéndolo, sin embargo, en cualquier caso, estaba siendo súper grosero
de nuevo.

Después, los gemelos hicieron algo extraño en el que simplemente se


miraron el uno al otro, sin hablar, pero claramente se estaban
comunicando de ojo de gemelo a ojo de gemelo.

Finalmente, Fox apartó la vista de Dane y los enfrentó. —Para que lo


sepan, no hemos terminado aquí. Volveremos. Y si hay una sola muerte
sospechosa en Tucson, en todo el sur de Arizona, ya no estaremos siendo
amables.

Jamie se burló. —No pensé que estuvieras siendo amable, para empezar.

Fox lo señaló con el dedo, y luego Jamie observó desde atrás de la


espalda de Luc mientras salían de la cocina y cerraban la puerta principal
de camino.

La falta de modales era realmente impresionante.

Jamie centró toda su atención en el vampiro que vibraba frente a él. Luc
le estaba recordando cómo fue su primer encuentro. Luc congelado,
como si tuviera tanto miedo de lo que podría hacer, que la quietud total
era la única manera en la que podía mantenerse contenido.

Usó sus manos para girarlo suavemente, hasta que estuvieron el uno
frente al otro.

—¿Luc? —preguntó en voz baja, buscando la cara de su vampiro.

Jamie no estaba seguro de cómo lo supo exactamente. Luc se veía igual


en la superficie: ojos negros, colmillos al descubierto, pero Jamie sabía
en algún lugar profundo de sus entrañas, que no estaba tratando en ese
momento con el hombre.

Era el monstruo quién estaba a cargo.


Jamie observó a Luc –O tal vez era el monstruo— pasearse por la sala de
estar.

—Necesito matar. Necesito hacer daño.

El cambio en su voz era bastante sutil. Poseía un borde más áspero sobre
su timbre que ya era un gruñido. Definitivamente… diferente. Estaba
hablando el monstruo en lugar del hombre.

Jamie se quedó en donde estaba, sentado en el sofá. El monstruo no


parecía quererlo más cerca que eso en este momento, y se estremecía
cada vez que Jamie se acercaba demasiado. —Lo siento, monstruo. Le
prometí a Tweedledum y Tweedledick6 que no harías eso.

Luc le gruñó por lo que tenía que ser la milésima vez en menos de una
hora, sus puños se abrían y cerraban repetidamente a sus costados. Sin
embargo, Jamie no sentía miedo de su brutalidad, incluso con la postura
dramática de Luc.

Sabía en sus huesos que Luc nunca lo lastimaría.

Su monstruo solo estaba teniendo una especie de rabieta, eso era todo.

Aún así, sería bueno aclarar un poco la situación. —¿Qué es lo que te


tiene tan molesto, monstruo? ¿Es por la amenaza? ¿La disputa por el
territorio?

Luc se giró sobre sus talones para otra ronda de pasos y gruñó de una
manera que Jamie supuso que significaría un “no”.

6
Juego de palabras con la palabra “Dick” que es imbécil en inglés, y Tweedledee que es uno de los gemelos
de Alicia en el país de las maravillas.
—De acuerdo… —Jamie se tocó la barbilla con un dedo mientras
pensaba—. ¿Fue el impacto de que entraran a la casa sin previo aviso,
quizás?

Luc dejó escapar otro gruñido prolongado antes de hablar con un


esfuerzo visible. —Mortal —Gruñó—. Frágil. Precioso.

Ah. Estaban llegando a alguna parte.

—¿Estabas preocupado por mí? —Preguntó Jamie—. ¿De que esos


dos pudieran lastimarme?

La pregunta de Jamie fue recibida con un fuerte crujido.

Genial. Ahora había un agujero en la pared del tamaño de un puño. A


Monique le iba a encantar eso.

En realidad, Jamie no estaba tan seguro de que su compañera de piso


sobreviviera al volver a casa en este preciso momento. Jamie podría estar
seguro de que Luc no lo lastimaría a él, pero no tenía la misma seguridad
de que otra persona recibiera la misma consideración. No sabía con
certeza de qué tan fuerte era el impulso de Luc de lastimar y matar en
este momento, y no quería arriesgarse.

Sacó el teléfono de su bolsillo y envió un rápido mensaje de texto.

Tal vez sea mejor que no vuelvas a casa por unas horas.

La respuesta fue inmediata.

Que asco.

Claramente, ella pensaba que su mensaje de texto era una especie de


advertencia de que estarían follando ruidosamente por toda la casa.

Lo cual, ahora que lo consideraba, no era la peor de las ideas…

Jamie se levantó de su lugar, acercándose con cautela a su vampiro quién


había sacado su puño de la pared y ahora estaba de pie frente al agujero
como una especie de curador de museo atemorizante, quien verificaba
una obra de arte en exhibición con pasos lentos y suaves. Hizo caso
omiso del gruñido bajo de advertencia por parte de Luc, avanzando
constantemente hasta que estuvieron a menos de un metro de distancia.

—No puedo dejar que mates a nadie ahora mismo, monstruo —Lo
tranquilizó—. Lo siento mucho. Pero podemos compensarlo, supongo —
Inclinó la cabeza hacia un lado, dejando al descubierto la línea de su
garganta—. ¿Quieres morderme, hm? ¿Beber un poco para calmar los
nervios?

Luc se tambaleó en su lugar, mostrando sus colmillos en una mueca pero


sin cerrar la distancia entre ellos.

Jamie probó una táctica diferente. —¿Quieres follarme, tal vez?

Los ojos negros de Luc brillaron con calor, y su gruñido cambió de


timbre.

Bingo.

—Mmm. Claro que sí —Jamie murmuró comprensivamente—.


Quieres reclamar a tu compañero, ¿no?

Pero Luc sacudió la cabeza. Negando. —No puedo lastimarte —Su voz
era como rocas trituradas.

—¿Crees que me harías daño? —Jamie preguntó y timó el silencio


de Luc como una afirmación—. Pero tú… me deseas —Aclaró—. Quieres
tocarme. ¿Ser tocado? —Jamie ladeó la cabeza, considerándolo.

Una bombilla en su cabeza, se iluminó.

Puede que le estaba ladrando al árbol equivocado, pero si no era así...

Jamie se relamió los labios y se acercó aún más, quedando a un suspiro


del cuerpo tenso de Luc. —¿Necesitas que te follen, monstruo?

Y ohhh, ahí estaba. Una necesidad flagrante y salvaje en los ojos de Luc.

A su monstruo le gustaba mucho esa idea.


Y oh, mierda, la polla de Jamie comenzó a llenarse con solo pensarlo,
toda su sangre dirigiéndose hacia el sur. No había tenido mucha
experiencia como activo en su vida, pero joder, si eso era lo que Luc
necesitaba, Jamie definitivamente podría hacerlo.

—Lo haces, ¿no es así? —Canturreó, inclinándose para pasar su


nariz a lo largo de la garganta de Luc, respirando su aroma a sándalo—.
Necesitas que te folle hasta que te sientas mejor. Necesitas que te ayude
a ser un monstruo bueno y obediente.

Un extraño gemido animal salió de la boca de Luc, y la misma necesidad


hizo que la polla de Jamie se tensara contra la tela de sus pantalones
cortos.

Tomó aire, tratando de permanecer atento y no terminar perdiéndose en


una niebla lujuriosa. Necesitaba mantener el control.

Sin embargo, hoy no habría seducciones largas y prolongadas. Iba a ser


un polvo rápido y agresivo.

—Date la vuelta. De cara a la pared —le ordenó.

Por un segundo, pensó que Luc se negaría, su vampiro seguía lleno de


una tensión visible. Pero entonces, se estremeció y se giró
obedientemente.

Jamie se tomó un rápido minuto para apreciar ese trasero musculoso


envuelto en mezclilla.

Maldita sea. Nunca se había imaginado que de verdad llegaría a follarlo.


¿Acaso la vida no estaba repleta de sorpresas increíblemente sexys?

—No te preocupes, monstruo. Seré bueno contigo. Te cuidaré tan


bien —Estiró un brazo alrededor del costado de Luc, palmeándole la
polla a su vampiro. Ya estaba duro, un bulto enorme y tentador. Jamie
quería tenerlo otra vez dentro de él.

Pero, oh, bueno. En otro momento. Jamie podía ser muy paciente.
Esto no se trataba solo de sexo. Se trataba de lidiar con la pólvora que se
había encendido en la habitación.

Dejó de masajear la polla de Luc para desabrocharle los jeans y luego


bajarlos hasta que quedaron descansando debajo de los globos firmes de
su trasero.

Era una vista jodidamente hermosa.

Pero les faltaba algo.

—Quédate aquí —Le ordenó, pasando una mano tranquilizadora


por la columna de Luc. Corrió a la velocidad de la luz hasta su habitación,
agarrando frenéticamente el lubricante en el cajón de su mesita de
noche, y luego se devolvió.

—Qué buen monstruo —Jadeó, encontrando a Luc justo donde lo


había dejado.

Luc se giró para gruñirle pero, de manera reveladora, no se apartó por


completo de la pared.

—¿Te estás impacientando, monstruo? —Jamie le preguntó.

Luc gruñó de nuevo. Qué irritable.

—Las manos arriba, en la pared.

Su monstruo obedeció. Jamie se tomó un momento para trazar el surco


entre las mejillas de Luc con uno de sus dedos, después procedió a
prepararlo lo más rápido que razonablemente podía. Cada vez que
intentaba reducir la velocidad para evaluar si lo estaba lastimando, Luc
gruñía de nuevo o giraba la cabeza y le mostraba los colmillos.

Aparentemente, el vampiro de Jamie era impaciente como el infierno.

Así que Jamie no esperó mucho antes de separar más las piernas de Luc
con su rodilla, lubricar su polla y adentrarse en el estrecho canal de su
monstruo.
Y, oh, maldita sea, carajo. Jamie hizo una pausa después de tocar fondo,
con los ojos en blanco por la loca y caliente presión sobre su polla. —
Mierda, monstruo. Jesucristo, te sientes increíble.

—Muévete —Luc gruñó, moviendo sus caderas hacia atrás en son


de demanda.

Así que Jamie se movió.

Hizo todo lo posible para establecer un ritmo bueno y brutal, tratando


de follar a su monstruo de la misma manera en que Luc lo había follado
a él. Pero ser el activo era algo más o menos nuevo para él, y su ritmo era
desordenado y torpe. Jamie estaba demasiado frenético por la lujuria
como para controlarse adecuadamente. Trató de buscar un ángulo que
diera con ese pequeño manojo de nervios que conocía tan bien y, por la
forma en que Luc siseaba, gruñía y gruñía, pensó que quizás estaba
haciendo algo bien.

Era como domar a una bestia salvaje. Animalista, frenético.

Tenía una sensación de poder que Jamie nunca había sentido antes, le
llenaba el pecho y le entrecortaba la respiración. A menudo estaba
indefenso frente a lo sobrenatural, tal como había pasado con los
gemelos amenazándolos. Sus propias malditas visiones. Pero aquí, con
esta criatura increíblemente sexy y peligrosa, Jamie tenía el control.

Excepto que Jamie apenas estaba deteniendo su propio orgasmo con un


maldito hilo. El trasero de Luc estaba tan increíblemente apretado que
se sentía como si estuviera a solo unos minutos de perderse en el olvido.

Alcanzó de nuevo la dura polla de Luc, masturbándolo furiosamente. —


¿Te vas a correr para mí, monstruo? ¿Vas a soltarte y dejar que te llene?
—Y luego, impulsado por un extraño instinto, Jamie mordió el cuello de
Luc con sus dientes romos, lo suficientemente fuerte como para sacar
sangre.
Luc rugió de nuevo, un sonido glorioso y abrumador, y luego su esperma
caliente se disparó dentro del puño de Jamie. El cuerpo del vampiro
temblaba con las horas de tensión repentinamente liberadas.

Y en ese momento, Jamie perdió la cabeza. Sus caderas perdieron el


ritmo y su mente se quedó completamente en blanco mientras que se
vaciaba dentro de Luc. —Oh, mierda —Gimió—. Mierda, joder, joder.
Luc.

Se quedaron allí durante largos momentos, jadeando pesadamente y con


sus cuerpos temblando con las secuelas del orgasmo. Jamie apoyó su
cabeza en el cuello de Luc, lamiendo la marca de su mordedura y
saboreando el sabor metálico. Ya estaba desapareciendo con la curación
sobrenatural de Luc surtiendo efecto, sin embargo, Jamie casi podía
fingir que tenía saliva mágica la cual hacía el trabajo.

Era como una pequeña ronda de práctica previa a su conversión.

Cuando el cuello de Luc se curó, Jamie finalmente sacó su polla


ablandada del cuerpo de su compañero, siseando ante la sensación. Luc
aprovechó la oportunidad para darse la vuelta, y Jamie podría haber
jurado por un segundo, que su monstruo tenía los ojos color verde.

Pero, quizás estaba mareado por culpa del sexo explosivo, porque
cuando volvió a mirar, eran del color negro habitual.

—Podrían haberte lastimado —La voz de Luc era áspera después


de todos los gruñidos, pero, comenzaba a sonar más o menos como él
mismo otra vez.

—Tú no los habrías dejado.

—Necesito… —Luc parecía aturdido, como fuera de sí.

—¿Qué necesitas, monstruo?

—Necesito enviar un mensaje de texto.


Capitulo Catorce
Lucien

Luc volvió en sí con un sobresalto.

Su cuerpo se sentía extrañamente rígido, acurrucado en una posición


extraña sobre el sofá demasiado suave de Jamie. Y su cerebro se sentía...
confuso, de esa manera que a menudo se sentía luego de que su
monstruo se hiciera cargo durante un período prolongado de tiempo.

Porque el monstruo definitivamente se había hecho cargo. Había


empujado a Luc al fondo de su propia mente para proteger a su
compañero. Y ahora se sentía insoportablemente engreído.
Tranquilizado. Calmado.

Todo lo contrario de lo que había sentido al enfrentarse a esos malditos


gemelos. Y a sus malditas amenazas.

Y luego estaba Jamie. Intenso. Impávido. Defendiendo a Luc cuando la


ira de la bestia lo había dejado incapaz incluso de hablar.

Era insondable que esos bastardos hubiesen invadido el espacio de su


compañero sin anunciarse, sin un previo aviso. Luc debería haberlos
oído. Debería haberlos sentido. Pero en ese momento había estado
demasiado inmerso en Jamie. En las heridas internas y las cicatrices que
había revelado tan voluntariamente. El cómo miraba a Luc (al
monstruosos, horrible Luc), en busca de consuelo durante su momento
de incertidumbre. Su aroma. El sabor de su piel cubierta de jugo de
durazno. No había nada más que Jamie.

Y les había permitido acercarse sigilosamente a él. Qué desgracia.


¿Y si Jamie no hubiera estado en el regazo de Luc, al alcance de su mano?
¿Y si hubiera estado junto a la puerta?

¿Y si Luc no hubiera podido protegerlo?

Nunca había estado tan desgarrado en su vida como lo había estado en


ese momento. Tanto él como su monstruo habían querido arrancar las
jodidas cabezas gemelas de ese par de jodidos cuerpos arrogantes y
rociar su sangre por las paredes.

Pero debajo de toda esa rabia que lo consumía había estado la conciencia
de que Jamie podría resultar herido en fuego cruzado. Luc había estado
gritando dentro de su propia mente, deseando que el monstruo lo
escuchara. No ataques. No aquí. No ahora.

Su mortal era fácil de romper. Tan jodidamente fácil de romper.

Así que Luc había estado simplemente... congelado. Completamente.


Incapaz de hablar más allá de esos primeros gritos que le exigieron a los
gemelos que se fueran. Apenas había sido capaz de pensar con claridad,
sus pensamientos viéndose empujados detrás de los instintos ásperos
del monstruo.

Y sin embargo, Jamie…

Jamie había negociado con esos idiotas pelirrojos. No había retrocedido


ante dos vampiros que podrían matarlo en un abrir y cerrar de ojos. Y
luego, simplemente fue y se folló al monstruo de Luc hasta someterlo,
algo que ni él mismo sabía siquiera que fuera posible.

Ya sabía que su monstruo escuchaba a Jamie, que quería (en un nivel


instintivo y animal), complacerlo.

Pero Luc no se había dado cuenta del alcance de eso.

El monstruo había querido más que nada en ese momento reclamar a


Jamie, demostrar que era suyo, que estaba a salvo, que estaba completo.
Pero sabía que, en el estado en que se encontraba, podría haberlo
quebrado y usado con demasiada brusquedad.
¿Necesitas que te follen, monstruo?

Que puta pregunta.

Luc se movió, deleitándose con esa sensación desconocida. No estaba


exactamente dolorido, no por su curación acelerada, pero podía sentir
que había sido… usado. Era una sensación extraña, nunca antes había
sido el pasivo. Pero Jamie, de alguna manera, supo exactamente lo que
Luc y su monstruo habían necesitado.

Y por el cielo, que el humano había cumplido. No había sido práctico, un


poco tosco, pero no había dejado que eso detuviera su... entusiasmo...
embistiendo contra Luc como si su único objetivo en la vida fuera
llenarlo con su semen.

Su compañero perfecto. Su perfecta flor. ¿Qué había hecho Luc para


merecerlo?

Absolutamente nada, pensó irónicamente. Había hecho cosas horribles,


vivido la vida como una persona miserable, y aun así había encontrado
a su joya del desierto. Una prueba más de que la vida era, como siempre,
terriblemente injusta.

Luc pensaba que ya sabía lo que era el amor. Había creído que con
Victoria al menos había… sentido algo, incluso si eso no era un vínculo
de pareja. Pero todo lo que había sentido antes palidecía en comparación
con las emociones que este humano evocaba en él, todo eso era una mera
sombra de lo que sentía por este joven mortal.

Nadie había calmado la ira de Luc antes. Incluso antes de su separación


(en la época en que Luc había sido mucho más… racional), si Roman
alguna vez lo había intentado, siempre había dado lugar a peleas entre
los dos.

Y cuando Roman se había ido...


Luc supo que estuvo actuando sin razón, todos esos años. Supo que sus
acciones eran las de un psicópata. Acosando. Acechando. Provocando a
Roman con los cuerpos de sus víctimas no tan inocentes.

Pero Luc nunca había sido capaz de detenerse. Incluso sabiendo que
estaba atormentando a su viejo amigo, a su hermano, hasta el punto de
la desesperación, eso no lo había sacado de su ira. Cada vez que había
tenido la tentación de dejarlo estar, de empezar de nuevo, su monstruo
había estado ahí como la voz de la serpiente en su oído, susurrando que
no era suficiente, que Roman no se merecía ser dejado sólo después de
abandonarlos.

Pero Jamie, lo había detenido.

¿Había estado asustado? Luc no había olido miedo viniendo de él. Sólo
preocupación. Confusión. Deseo.

Podía oír los crujidos de Jamie moviéndose en algún lugar a sus


espaldas. Luc se giró en el sofá para poder mirarlo?

¿Jamie estaba... pintando la pared de la sala?

Ah, sí. Luc tenía un vago recuerdo de haber clavado su puño en ese
mismo punto.

Jamie debió haber escuchado los movimientos de Luc, porque se dio la


vuelta y levantó su brocha a modo de saludo. —Encontré algo de yeso en
el garaje. Lo arreglé de inmediato.

Tenía una mancha de pintura blanca en el puente de la nariz. Era tan


entrañable que Luc pensó que su corazón podría estallarle en el pecho
con solo verlo. Y esperaba que eso no pasara. Ese órgano ahora
pertenecía a Jamie, y Luc deseaba ofrecerlo entero.

—Me dormí —Luc hizo una mueca ante sus propias palabras. De
todas las estupideces que podrían salir de su boca…

Pero Jamie simplemente le sonrió, brillante y feliz. Con todos sus dientes
blancos y ese incisivo torcido. Él era como todo el sol contenido en forma
humana. Luc pensó que podría desintegrarse bajo ese brillo, dejando
atrás nada más que un montón de cenizas. E incluso se lo agradecería.

Estaría feliz de arder, si eso significaba estar un segundo más en


presencia de Jamie.

—Dormiste —confirmó Jamie—. Yo te arrope —Le guiñó un ojo,


(esa cosita tan descarada) y dejó la brocha sobre una hoja de periódico
que había extendido en el suelo—. Tengo que decirte, nunca pensé que
me dejarías follarte.

Luc se aclaró la garganta. —Yo tampoco. Pero a mi monstruo pareció


gustarle mucho.

La bestia dentro de él ronroneó su acuerdo.

—¿Y a ti? —Preguntó Jamie, ladeando la cabeza hacia un lado.

Luc reflexionó al respecto. —Yo no... objetaría. Si... Si fuera necesario de


nuevo.

—Si fuera necesario de nuevo… —Jamie frunció los labios


pensativo. ¿Le gustaba la idea? Ciertamente pareció... ansioso... cuando
empujó a Luc contra la pared.

—¿Qué tan consciente estabas? —Preguntó Jamie después de un


momento de reflexión sobre las palabras de Luc.

—Mucho —Respondió—. Cuando es así… estoy presente. Estoy


consciente. Es solo que no estoy a cargo. La última vez que me enfurecí
tanto, el monstruo destrozó a un inocente.

—¿Mató a alguien? —No había censura en la voz de Jamie. Sólo


curiosidad cautelosa.

Luc negó con la cabeza. —Le rompió el brazo y le desgarró la garganta.


El hombre sobrevivió. Está emparejado con otro vampiro ahora.
Estaba emparejado con Soren, de hecho. Soren, que nunca había
parecido interesado en encontrar un compañero, demasiado preocupado
por sus propios secretos y su misterioso pasado. Luc se había llenado de
una amargura insoportable al enterarse de la noticia: se había
encontrado con la pequeña amenaza rubia en un club nocturno de todos
los lugares, pero ahora era difícil recordar esos sentimientos amargos
cuando su propia pareja perfecta por derecho estaba frente a él.

Y ahora Luc le había pedido ayuda a Soren. Le había sorprendido


(después de haber sido expulsado de Hyde Park), que Soren siquiera le
hubiese dado su número. La pequeña bestia siempre había odiado a Luc.
Pero, quizás Soren se había sentido un poco responsable al dejar a Luc
suelto por el mundo, sabiendo que no estaba del todo en sus cabales.

Luc miró su teléfono en la mesa de café. Ninguna respuesta todavía.


Quizás Soren no respondería en lo absoluto. Estaría bien en su derecho
ignorar la solicitud de Luc.

Pero Luc esperaba que no lo hiciera. Necesitaba saber. Sobre Danny y


Gabe. Cómo habían manejado la transición. Su encuentro con Soren
había sido tan breve, y Luc se había sorprendido tanto al escuchar sobre
su vínculo de pareja que no había hecho ni una de las preguntas
importantes.

Él había tenido miedo en esa cocina, estaba realmente aterrorizado de


que terminara convirtiendo a Jamie solo para reclamarlo. Porque eso
había querido su monstruo. Quería proporcionar una prueba a todos los
demás vampiros de que Jamie era suyo.

Se había necesitado cada onza de su resistencia para evitar hacerlo.

Tal vez hacía un año, habría dejado que el monstruo convirtiera a su


compañero.

Pero Luc ya no quería actuar sin pensar. Había sido descerebrado y


vengativo durante más de medio siglo, y eso no le había proporcionado
nada más que odio y desdén. No podía soportar que Jamie lo odiara. Que
lamentara su decisión de estar con Luc.
No podía soportar que Jamie lo dejara. No iba a permitir que Jamie lo
dejara.

Luc pensó en la familia de Jamie. En su madre, toda dulzura y


generosidad. Si Jamie la lastimaba accidentalmente…

Se sobresaltó cuando se dio cuenta de que Jamie se había arrastrado más


cerca de él sin que se diera cuenta. Su humano estaba mirándolo a los
ojos con la cabeza ladeada. —¿Qué haces? —Preguntó.

—Pensé… Antes se veían verdes, solo por un segundo.

El corazón de Luc latió en su pecho. No había visto su propio rostro ni


sus verdaderos ojos humanos desde el día de la muerte de Victoria. El
mismo día en que Roman se había ido.

¿Jamie realmente había visto un atisbo de ellos? ¿Qué estaba haciéndole


este chico? ¿Y por qué a su monstruo no le importaba? Su control sobre
Luc estaba siendo amenazado, y el monstruo en respuesta, básicamente
solo rodaba y le mostraba la barriga al chico. Y eso lo estaba haciendo
con tanta… felicidad.

Podía sentirlo dentro de sí mismo, contento, saciado, dócil. Y Luc ni


siquiera había necesitado mutilar a alguien para conseguir que estuviera
de esa manera. —Eres extraordinario —Susurró, colocando un mechón
de cabello de Jamie detrás de su oreja.

Jamie se sonrojó, mordiéndose el labio. —Todo lo que hice fue joderte


un poco. Nada especial.

—No, mi dulce. Eres... eres mágico. Perfecto.

Jamie sonrió, esa bonita sonrisa suya, claramente complacido por el


elogio. —¿Me darás una recompensa, entonces?

—¿Qué tienes en mente?


Mientras caminaban de regreso de la casa de la madre de Jamie, el aire
se sentía pesado y lleno, con una humedad inusual en el aire. El calor del
día aún no había comenzado a disiparse por completo, aunque el sol ya
se estaba poniendo.

Jamie sostenía la mano de luz mientras tarareaba una melodía


desafinada y balanceando sus brazos al compás de la caminata. Luc
estuvo tentado a burlarse de su humano por aferrarse a él como un niño
pequeño, pero en realidad no quería que se detuviera. El monstruo
seguía sorprendentemente tranquilo, incluso contento. Un hombre los
había interceptado con su auto en el paso de peatones, y el monstruo ni
siquiera lo había presionado para que le arrancaran la cabeza. Era un
maldito gatito a este punto, incluso hasta el punto de permitirle comer
comida humana otra vez: tomando algunos bocados de pollo y arroz en
la casa de la familia de Jamie.

Luc había esperado que la demanda de Jamie por una recompensa se


tratara de algo de naturaleza sexual (dado el deseo aparentemente
insaciable de su humano por él), pero Jamie había pedido una cena
familiar en su lugar.

Luc no sabía qué sentir respecto al hecho de que apenas unas horas
después de haberlo visto vuelto una bestia incontrolable, ansiosa de
sangre y violencia, Jamie todavía se sentía cómodo con tenerlo cerca de
su familia. Era una cosa alucinante la confianza que este humano tenía
en él.

Y Luc se preguntó, no por primera vez, de cuántos hechos registraría la


madre de Jamie. El hecho de que Luc no comiera fácilmente. Su maldita
cara extraña. ¿Sabría ella que su hijo estaba cogiendo con alguien menos
que humano?

¿Se sentiría horrorizada si lo hiciera?


Luc sacó el teléfono de su bolsillo con su mano libre. No había una
respuesta todavía.

—Oh, sí —Luc gruñó cuando Jamie tiró de su mano con repentino


propósito, sacándolo de la acera hacia un área cercada al final de la
cuadra. Luc podía oler el abrumador olor a cloro, tantos químicos que
podían ahogar el muy preferible aroma a canela de su compañero.

Cuando Jamie se detuvo junto al alambrado, Luc se agachó para pasar


la nariz por el hueco del cuello de su compañero mientras trataba de
rectificar el ofensivo cambio de olor. Jamie inclinó la cabeza,
desnudándose más fácilmente al tacto de Luc, sin embargo, mantuvo los
ojos fijos en lo que había después de la cerca frente a ellos. Luc apenas
miró, su atención centrada en la suavidad de la piel de Jamie, pero
reconocía lo que estaba llamando la atención de su pareja.

Una piscina de barrio. Que pintoresco.

El gruñido de satisfacción de Luc ante la cercanía de Jamie se vio


interrumpido cuando su compañero comenzó a trepar por la cerca sin
previo aviso. En un segundo, la cabeza de su compañero estaba frente a
él, y al momento siguiente, el culo mordisqueable de Jamie estaba
repentinamente al nivel de sus ojos.

Y Luc no pudo evitarlo. Lo sujetó con ambas manos.

—¡Hey!

Luc miró hacia arriba para encontrarse con Jamie intentando


observarlo, el efecto ligeramente arruinado por la diversión que brillaba
en sus ojos.

—No hay tiempo para que me agarres el culo. Súbete antes de que
alguien nos vea.

Luc dejó escapar un suspiro de tristeza, liberando a regañadientes esos


globos carnosos, y luego estuvo al otro lado de la valla en un instante,
alzando los brazos para atrapar a su compañero. Jamie se rio de alegría
y trepó por encima antes de descender de un salto sin la ayuda de Luc.
Sacó la lengua como parte de su desmontaje. —Presumido —acusó.

—¿Por qué estamos aquí? —Luc preguntó y arrugó la nariz cuando


el olor a cloro se hizo aún más fuerte.

—Esta era nuestra antigua piscina de barrio. Solíamos vivir en este


bloque. Teníamos una llave y todo. Ahora, a veces salto y me doy un
chapuzón cuando está vacío.

—¿Y si viene alguien? —Preguntó Luc, más curioso que


preocupado. Las leyes y las costumbres humanas eran más o menos
irrelevantes para él, especialmente aquellas relacionadas con algo tan
mundano como un allanamiento ilegal.

Jamie se encogió de hombros y se acercó al borde de la piscina. Tenía un


tamaño sorprendentemente decente, el agua era de un azul brillante y
antinatural en el crepúsculo, con un área bordeada para nadar. —
Entonces actuamos como si perteneciéramos. ¿Quién puede decir que
todavía no tenemos una llave? Ese es el secreto para encajar en cualquier
lugar, la verdad.

La vieja frase "fíngelo hasta que lo consigas"7 pasó por la mente de Luc.
Eso era lo que Jamie había estado haciendo con él cada vez que salían en
público. Esos chistes sobre cosplay, sus explicaciones sobre
modificaciones corporales. Actuaba como si Luc fuera, bueno, no
exactamente normal, pero tampoco paranormal. Y los humanos a su
alrededor lo tomaron al pie de la letra.

Luc fue arrancado de sus pensamientos al ver a su pareja desnudarse


hasta quedar en ropa interior; su hermoso y delgado pecho y sus largas
extremidades luciendo absolutamente doradas en medio de la luz
mortecina. —¿Ahora vamos a nadar?

7
Del inglés: Fake it till you make it, que hace referencia actuar de una forma hasta que realmente te conviertas
en eso que estás actuando.
Jamie tiró su ropa en un montón desordenado. —Psh. Por supuesto. ¿Por
qué vendríamos aquí si no?

¿Por qué más, de hecho?

Después, Jamie se echó a correr hasta el borde y saltó dentro de la


piscina con sus rodillas pegadas al pecho y los brazos sujetándolas.

Bala de cañón era el término, o eso creía Luc.

Sonrió ante las payasadas de su compañero, luego se encogió de


hombros y siguió su ejemplo. Observó la ropa interior de seda y se
lamentó brevemente el daño que sufriría por el cloro. Ah, bueno. Se
compraría más.

Luc se zambulló con apenas un chapoteo, deslizándose bajo el agua


durante un largo tramo antes de salir a la superficie. No se
sobrecalentaba como lo hacían los humanos, pero aún podía apreciar la
sensación placentera del agua fría en su piel.

Dio algunas vueltas tranquilas mientras que Jamie nadaba en pequeños


círculos a su alrededor, retorciéndose y ondulando en el agua como una
especie de nutria de río. Cuando Luc se detuvo en un extremo de la
piscina, Jamie se unió a él y envolvió sus brazos alrededor de su cuello,
rodeándole también las caderas con sus piernas.

Luc pasó los dedos por los mechones húmedos de Jamie, dándole una
mirada de tristeza —Odio decírtelo, mi flor, pero parece que el cloro te
ha puesto el pelo verde.

Jamie lo miró fijamente durante unos largos segundos antes de estallar


en carcajadas, con la cabeza echada hacia atrás por la fuerza de su
diversión. —¿Acabas de hacer una broma? ¿Como una broma real y
honesta?

Luc supuso que sí. Era tan fácil sentirse juguetón con este humano. El
sentirse ligero y optimista con su flor junto a él, manteniendo a raya la
oscuridad.
Jamie soltó una última risita, luego inclinó la cabeza hacia atrás dejando
escapar un suspiro profundo y satisfecho. —Un cigarrillo haría que esto
fuera absolutamente perfecto ahora mismo.

—No —Ordenó Luc, dándole a su compañero un manotazo en el


trasero como protesta.

—Oh, Dios mío, no otra vez.

—Sigues siendo mortal —Luc lo regañó—. Son malos para ti.

—Pero tengo una fijación oral —Jamie bromeó, mordiéndose el


labio inferior rojo y frotándose sugestivamente contra él—. Realmente
necesito hacer algo con mi boca.

—Puedes chupar mi lengua como un chico bueno.

Jamie resopló juguetonamente. —Ser un chico bueno es aburrido.


Prefiero chupar otras cosas —Hizo como si fuera a desenvolver sus
piernas de las caderas de Luc y moverse hacia abajo, pero él lo agarró y
lo atrajo más cerca.

—¿En este pozo negro plagado de enfermedades? Yo creo que no


—No iba a arriesgarse a darle ningún tipo de infección. ¿No era así como
los humanos contraían faringitis estreptocócica8?—. ¿Y estás tan seguro
de que no quieres que sea al revés? ¿Mis labios alrededor de tu polla?
Recuerdo que fuiste bastante… dominante… hace solo unas pocas horas.

Jamie se retorció contra él ante la mención de ello, su polla ya dura se


rozó contra la erección de Luc, la cual se llenaba rápidamente. —No me
lo recuerdes. Eso fue tan jodidamente caliente. No puedo creer que duré
más de dos segundos completos —Envolvió sus brazos con más fuerza
contra el cuello de Luc, atrayéndolo para susurrarle al oído—. No te
preocupes, Papi monstruo, sigo anhelando que me llenes.

Maldito infierno.

8
NT: No pues, ni idea que sea pero me morí de la risa xD. Luc, pls.
La polla de Luc palpitó ante las palabras de su pequeño descarado, y
Jamie lo provocó con otro giro de sus caderas e inclinando su cuello al
mismo tiempo. —Muérdeme, por favor —Pidió, su tono
sospechosamente dulce—. Si no vas a dejar que te la chupe, dame de ese
bondadoso afrodisíaco de vampiro chupasangre.

Un vergonzoso ruido estrangulado salió de la garganta de Luc, el


monstruo dentro de él se retorció por el placer que le provocaba la
sugerencia de Jamie. Su perfecto e intrépido compañero, pidiéndole que
bebiera su sangre como si fuera un sensual regalo en lugar de un síntoma
inevitable de la condenación de Luc.

¿Y cómo podría negárselo?

Empujó la cabeza de Jamie más hacia un lado con su nariz, deteniéndose


por un momento para acariciar la suave piel del cuello de su compañero
antes de morderlo. Su boca se llenó de duraznos y canela, y de todo lo
bueno del mundo. Gimió mientras el éxtasis lo recorría. Era increíble lo
bien que sabía este humano. Luc se encontró enredando sus dedos en el
cabello de Jamie, tirando de su cabeza con más firmeza en su posición
mientras tragaba con avidez de la esencia cobriza de su pareja.

Luc había mordido a muchos humanos en su tiempo, pero ninguno sabía


como Jamie. Él sabía como Luc imaginaba que se sentiría la heroína si
alguna vez la hubiese probado como humano. Volvió a pensar en ese
rumor de que los humanos con poderes especiales poseían una sangre
mucho más deliciosa. Muy bien podría haber algo de verdad en eso. Pero
Luc quería creer que solo era... Jamie. Que sería así de atractivo, así de
delicioso, sin importar las habilidades que tuviera o no tuviera.

Jamie jadeó cuando el placer de la mordedura lo recorrió, su cuerpo se


balanceaba contra el de Luc inconscientemente. Luc usó una mano en su
trasero para guiarlo a un ritmo más constante, sus penes se rozaban el
uno contra el otro a través de la tela empapada de la ropa interior. En
poco tiempo, Jamie estaba jadeando con sus extremidades temblorosas.
—Me corro. Oh, mierda, Luc, me corro.
—Sí —Instó Luc—. Córrete para mí, mi flor.

Jamie se meció con desesperación unas cuantas veces más, antes de


estremecerse entre sus brazos. El aroma de su liberación se combinó con
el sabor de su sangre y fue lo justo para llevar a Luc a su propio orgasmo.

Lamió la mordida con cuidado mientras su compañero se recuperaba,


fláccido contra él. —Es por esto que las piscinas públicas son
repugnantes —Reflexionó, presionando un beso en la mordida que se
estaba curando.

Jamie soltó una risa cansada, su cálido aliento le hizo cosquillas en el


hombro a Luc. —¿Esta es la razón? ¿Vampiros mordiendo a humanos
pobres e inocentes y frotándose sus penes hasta que ambos se corren?
No estoy seguro de que ese sea un problema de salud pública tan grande
como piensas.

Luc lo rozó con sus colmillos en son de advertencia. —Eres una amenaza.

—Tu amenaza —murmuró Jamie contra su piel, todavía riéndose


suavemente.

Sí. Sí, lo era. Por siempre y para siempre, tan pronto como el jodido de
Soren le respondiera a su mensaje texto.

Luc consideró si era necesario que condujera hasta Colorado y lo viera


por sí mismo, pero por un lado, era probable que Roman y su pandilla le
arrancaran las extremidades antes de que pudiera hacer cualquier
pregunta pertinente, y en segundo lugar, no quería irse y dejar a Jamie
solo durante una hora entera, y mucho menos días seguidos.

También estaba bastante seguro de que su monstruo daría la vuelta al


auto incluso antes de que cruzaran los límites de la ciudad.

Después de unos minutos más de abrazarse en el agua fría, Jamie se soltó


de los brazos de Luc. —Es hora de secarnos, monstruo.

En respuesta, los cielos se abrieron y la pesada plenitud del aire de la


tarde finalmente cedió. La lluvia los golpeó a ambos, y Jamie se rio,
girando en el extremo poco profundo de la piscina mientras levantaba la
cabeza hacia el cielo. —¡Es un monzón! —Exclamó, encantado—. Pensé
que ya no habría más por el resto del año.

Luc observó a su compañero bailar en el agua. Estaba seguro de que si


alguien más pudiera verlo, parecería un tonto, sonriendo ampliamente
con todos sus colmillos como una especie de Calabaza de Halloween.
Pero no podía detenerse, estaba hipnotizado. Había una parte clave en
Jamie que a Luc simplemente… le faltaba. Este entusiasmo por la vida.

Luc había apreciado ciertas cosas a lo largo de los años, claro. Sexo. Lujo.
Elegancia. Violencia.

Pero esto no. No los simples placeres que la vida tenía. La lluvia. Los
libros viejos. Los Duraznos frescos.

Jamie parecía amarlo todo.

Él apreciaría la eternidad, Luc estaba seguro de ello.

Y Luc apreciaría a Jamie. Eso sería suficiente, dondequiera que


terminaran.

La tormenta desértica apenas duró quince minutos, todos los cuales


Jamie insistió en pasarlos en la piscina, alegando que no había otra cosa
mejor que nadar bajo la lluvia. No fue hasta después, en que ambos se
cambiaban en sus ropas mojadas, que Luc olió algo… desagradable. La
tormenta había desatado los olores de la ciudad en el desierto, lo
suficientemente fuertes como para atravesar el cloro, la creosota y el
asfalto Por debajo, había una sensación de... decadencia sutil.

Luc siguió su olfato hasta el pequeño edificio que servía como zona de
cambio de la piscina, con Jamie pisándole los talones.

—Este lugar siempre está cerrado por la noche —Le advirtió Jamie.

Luc probó la manivela, la cual cedió con facilidad en su mano. —No esta
noche.
Abrió la puerta para encontrarse con la fuente del olor esparcida en el
pequeño vestidor. Luc ya lo había sabido en el fondo de su mente, por
supuesto. Era un olor que conocía muy bien.

Había un cadáver en el suelo.

Un cadáver muy pálido. Drenado de su sangre.


Capitulo Quince
Jamie

A Jamie le temblaban las manos mientras llenaba un vaso de agua en el


fregadero de la cocina. Que extraño.

Realmente, realmente deseaba que fuera una cerveza en lugar de agua,


pero tenía la sensación de que probablemente debería mantener su
ingenio sin nublar. Es posible que nunca antes se haya encontrado con
un cadáver, pero estaba bastante seguro de que generalmente
funcionaban como trampolín para un montón de drama.

Luc lo había dejado en casa y se había ido a "resolver el problema".


Jamie no sabía con exactitud lo que eso implicaría, pero dado que esto
no era una maldita mafia, ¿lo más certero es que simplemente fuera a
arrojar el cuerpo al desierto? El propio Luc no parecía muy seguro. Al
parecer, solía dejar sus cadáveres a la intemperie como el extravagante
rastro de una carnicería (se las había arreglado para parecer un poco
avergonzado mientras compartía esa información con Jamie). Pero por
supuesto, Luc no solía quedarse en un mismo lugar por mucho tiempo.
Al menos, no el tiempo suficiente para que esos cadáveres terminaran
persiguiéndolo.

Mierda. Cadáveres. Jamie nunca antes había visto uno en la vida real. ¿O
debería decirlo en femenino9? Parecía que había sido mutilada por algún
tipo de animal salvaje, con toda ropa destrozada y su carne desgarrada.
Pero Luc había estado seguro de que había sido drenada y que era obra
de un Vampiro. Afirmó que conocía las señales.

9
Hace referencia a que el cadáver era de una mujer.
Porque duh, él había hecho lo mismo con otros... cadáveres.

Jamie sabía que debería sentir repulsión ante esa idea, pero
simplemente no podía encontrar en sí mismo que le importara. ¿Eso lo
convertía en un ser humano horrible? Probablemente. Pero Luc asesinó
a personas malvadas, humanos despreciables que lastimaron a otros
humanos por codicia o por placer. Jamie tenía dificultades para reunir
la simpatía adecuada por la “difícil” situación de esos individuos.

La verdadera preocupación de Jamie en este momento eran el par de


espeluznantes gemelos. Si averiguaban que un cuerpo había sido
drenado... vendrían por Luc. Jamie no había tenido ninguna visión de
advertencia sobre ellos atacándolos, pero tampoco había tenido una
visión del jodido cadáver. ¿Cuál era el punto de sus visiones en absoluto?

La frustración se apoderó nuevamente de él por ese don tan inútil. No


podía controlar lo que veía. No podía controlar los resultados, no podía
proteger a sus amigos, no podía prevenir catástrofes.

¿Cuál era el maldito punto?

Vació el vaso de agua y golpeó el cristal sobre la encimera, haciendo una


mueca cuando se rompió en su mano. Oops. Tal vez Luc no era el único
con problemas de ira.

Estaba tirando el vidrio arruinado a la basura cuando sonó el timbre.


Jamie hizo una pausa, con la mano extendida sobre el bote de basura.
Consideró no abrir, pero no era como si los gemelos vampiros fueran a
llamar a su puerta antes de entrar en busca de justicia. Ciertamente la
primera vez se habían sentido lo suficientemente cómodos bailando el
vals en su casa sin ser invitados.

Jamie abrió la puerta principal para encontrar a dos hombres


increíblemente guapos parados en el marco de su puerta.

Ósea, como, diablos…


El que estaba más cerca de la puerta era guapo de una manera
imponente: alto, cabello negro, ojos azules extrañamente brillantes.
También estaba usando un maldito traje en medio del calor septembrino
de Arizona, eso era algo. El chico más pequeño a su lado era guapo de
una manera más suave, casi bonito. Tenía grandes ojos marrones como
los de una gacela y un desastre de puros rizos castaños oscuros. Le
sonreía cálidamente a Jamie y, a medida que esa sonrisa se hacía cada
vez más grande, él se dio cuenta de que estaba ahí de pie como todo un
idiota, mirándolos boquiabierto.

Se aclaró la garganta, tratando de ocultar su vergüenza. —Hola. Um,


¿puedo ayudarlos?

El de traje no dijo nada, pero el de ojos grandes lo saludó con la mano.


—Hola. Estamos buscando a alguien que pensamos que podría estar
aquí. ¿Lucien? ¿Luc? ¿Está él, um, está por aquí?

Oh. Oh, mierda. Luc le habría dicho algo a Jamie si hubiese estado
esperando visitas, ¿no? Además, Jamie estaba en un 90% seguro de que
su vampiro no tenía amigos. ¿Podría tratarse de algunos matones
extraños y guapos enviados por los gemelos vampiros?

Tal vez había una mafia vampírica por ahí…

Jamie se obligó a apoyarse casualmente contra el marco de la puerta,


deseando que sus dedos no comenzaran a martillear la madera,
traicionando así su nerviosismo. —Nunca he oído hablar de él, lo siento.

—No nos mientas —gruñó el traje, con esos brillantes ojos azules
brillando como el hielo.

El de ojos de ciervo le lanzó a su compañero una mirada de reprensión.


—Roman —Se volvió hacia Jamie, sonriendo a modo de disculpa—. No
le hagas caso. Es solo que... um, sabemos que está aquí. Hemos estado
rastreando su teléfono.

Bueno, eso no tenía ningún sentido. Luc y su teléfono estaban en el


desierto, deshaciéndose de un cadáver molesto. A no ser que…
Jamie rebuscó en su bolsillo, echando un vistazo a su propio teléfono.
Pero bueno, mierda. Ese no era su teléfono. Él y Luc debieron haberlos
intercambiado de alguna manera cuando se estaban vistiendo en la
piscina. Qué jodidamente ridículo. E increíblemente inconveniente.
Ahora estos extraños… Oh, espera solo un maldito minuto. Ojos de
ciervo le había dicho “Roman” al tipo de traje.

Jamie reconocía ese nombre.

Echó otro vistazo a la cara severa y hermosa del hombre. —¿Roman? —


Preguntó—. ¿El Roman?

Ojos de ciervo ladeó la cabeza. —¿Luc te habló de él?

Jamie estaba demasiado ocupado procesando este giro de


acontecimientos como para responderle. El legendario señor que llevó a
Luc a la insanidad, Roman, estaba en su puerta. Lo que convertía al otro
tipo en Danny, el compañero de Roman.

Tal vez eso debería asustarlo un poco, dos vampiros con una mala
historia con Luc, probablemente no tan inclinados a ser amigables con
su nuevo compañero.. pero, por otro lado y con todo lo que Luc había
dicho, estos dos no eran del tipo que tomaría represalias contra
inocentes.

Y Jamie contaba como inocente, ¿verdad?

Se apartó de la puerta. —Tal vez deberían entrar. Hay otros vampiros en


la ciudad a los que no les gustan mucho las visitas.

Danny (probablemente) vaciló, sus ojos buscando algo en el rostro de


Jamie, pero finalmente asintió inseguro. —Está bien. Pero tenemos uno
más con nosotros —Giró la cabeza y gritó detrás de él—. ¡Jay!

Jamie estiró la cabeza por la puerta hasta que lo vislumbró: un hombre


pequeño que estaba parado junto a un automóvil compacto negro
estacionado en la calle. —¿Es humano o vampiro? —Preguntó Jaime.
—Oh, es uno de nosotros —Dijo Danny—. Pero no te preocupes. Es
todo un muñeco.

Cuando el recién llegado se acercó, Jamie pensó que esa frase podría
haber sido utilizada en sentido literal. El pequeño vampiro, Jay, era
delgado, apenas superaba el metro sesenta y cinco, con una nariz de
botón y los labios en forma de arco de Cupido. Bonito y delicado, como
una muñeca de porcelana que acaba de cobrar vida.

Jay sonrió tímidamente y saludó cuando llegó a la puerta. —Hola, soy


Jay. ¿Eres Luc? Eres mucho menos aterrador de lo que pensé que serías.

Eso hizo que Roman pusiera los ojos en blanco, mientras que Danny
soltaba una risa ahogada.

—No, cariño. Este no es Luc. Este es… —Danny hizo una pausa,
mirando a Jamie, levantando una ceja oscura en son de pregunta.

—Soy Jaime. El compañero de Luc —Jamie pensó que era mejor


sacarlo todo a la luz. No había secretos entre viejos amigos-enemigos,
como probablemente decía ese dicho en alguna parte.

Los grandes ojos de Danny se abrieron ligeramente y la mirada fría de


Roman se profundizó. —Oh. Oh, hombre —Danny respiró—. Así que te
lo contó todo.

—¿Le he contado todo de qué?—La voz gruñona de Luc resonó


detrás de su cuerpo, lo que provocó que Jamie diera un salto en el aire.
Cosa que no iba a ayudar ni un poco a su imagen de chico genial frente
al par de nuevos vampiros. Se llevó una mano a su acelerado corazón y
se giró para observar a su vampiro.

¿Qué diablos? ¿Luc se había colado por la puerta trasera?

Entonces sucedieron muchas cosas a la vez. Jamie se vio a las espaldas


de Luc, su vampiro usando su propio cuerpo como un furioso y vivo
escudo, una vez más. Por lo que parecía, Roman hizo lo mismo con
Danny, porque el encantador vampiro se andaba quejando de “los
compañeros prepotentes, sobreprotectores y mandones”.

Y luego los dos ex-amigos se estaban poniendo gruñones y gritándose el


uno al otro.

—¿Qué diablos estás haciendo aquí?

—Aparta los ojos de Danny o te los arranco de la cabeza.

—Tú lo trajiste aquí, triste y remilgado imbécil.

—Tú nos contactaste.

—Me puse en contacto con Soren…

—¡Hey! —Oh, Dios. Danny podía hacer mucho ruido cuando


quería—. ¿Pueden ustedes dos, machos alfa, cerrar la boca durante dos
segundos para que podamos entrar y discutir todo esto como los
humanos racionales… um, los seres racionales que somos?

Eso hizo callar a los otros dos gigantescos vampiros por un minuto. El
tiempo suficiente para que Jamie se diera cuenta de que Luc estaba
haciendo esa cosa otra vez de vibrar con ira. Eso era una cosa que
probablemente Jamie debería cortar de raíz más temprano que tarde, a
menos que estos tres recién llegados quisieran un verdadero espectáculo
una vez que entraran.

—Está bien, monstruo —Jamie lo tranquilizó, pasando sus manos


por la ancha espalda de Luc—. Han sido muy amables conmigo hasta
ahora. No estoy en peligro. Puedes relajarte, lo prometo.

Lentamente, (tan lentamente que Jamie temió al principio que su


técnica para calmarlo no estuviera funcionando) el cuerpo de Luc liberó
su tensión, y la vibración fue disminuyendo hasta detenerse bajo las
manos de Jamie.
Miró por encima de la cabeza de su vampiro para observar a Roman y
Danny observándolos fijamente, con expresiones de asombro iguales en
sus rostros.

—De verdad lo calmaste —Había una nota extraña en la voz


profunda de Roman. ¿Incredulidad? ¿Celos?

Luc gruñó suavemente, y Jamie comenzó a acariciarlo de nuevo,


tarareando pequeños sonidos reconfortantes mientras lo hacía.

Un incómodo silencio reinó después de eso, la tensión lo suficientemente


espesa como para que pudiera ser masticada.

Y luego, resonó la voz melódica de Jay mientras daba otro saludo, esta
vez dirigido hacia Luc. —Así que tú eres Luc. Sí, ya lo veo. Eres tan
aterrador como pensé que serías.

Si así es como se sentía la frase "podrías cortar la tensión con un


cuchillo", en la vida real, Jamie no era un fan.

Aunque, si era un poco divertido ver a los dos vampiros grandes y malos
mirándose el uno al otro desde el otro lado de la habitación. Luc se había
sentado en el sofá al lado de Jamie, estaba tenso como el infierno. Ya no
vibraba con energía enojada, así que eso era una ventaja, pero tampoco
estaba precisamente relajado. Roman estaba tumbado en el sillón de
enfrente, tenía las piernas abiertas como alguna clase de exhibición de
dominio. Danny estaba de pie a su lado con una mano apaciguadora en
su brazo, como para evitar que se levantara de un salto y derribara a su
ex amigo.

Jay, por otro lado, deambulaba por la habitación, examinando las


diversas chucherías que Jamie y Monique tenían en los estantes de la
sala de estar. La exhibición de hombría excesiva al menos no parecía
representar un problema para el más pequeño.

Luc rompió el silencio primero. —¿Dónde está Soren? —Preguntó, su voz


engañosamente suave considerando todos los gruñidos que había estado
haciendo hacía solo un par de minutos—. Como dije, fue a él a quién le
pedí ayuda.

—Rechazó venir —Respondió Roman bruscamente—. No quiso


dejar de lado a su compañero.

—Mi hermano todavía está bastante enojado por todo el tema del
ataque vicioso que recibió y por que terminaras con mi vida —Intervino
Danny—. Dijo que preferiría arrancarte las extremidades que estar en la
misma habitación que tú —Le lanzó una rápida mirada de disculpa a
Jamie—. Para ser sincero, creo que esto de convertirse en vampiro lo ha
vuelto una especie de reina del drama.

Jamie asintió como si tuviera alguna idea de quiénes estaban hablando.

Luc dejó escapar un gruñido, uno que parecía indicar una comprensión
de la justicia que recibía por todo eso. —¿Y por qué vinieron? —Preguntó
con sus dedos clavándose en el brazo del sofá lo suficientemente fuerte
como para que Jamie estuviera bastante seguro de que dejaría agujeros
en el material—. Esto podría haber sido una rápida llamada telefónica.
Solo quería saber cómo les va a los antiguos humanos con sus nuevas
condiciones.

El ceño fruncido de Roman fue la respuesta. Era un ceño fruncido más


profundo que el estándar, lo cuál era realmente impresionante. —¿Te
remuerde la conciencia? —Preguntó, el peligro acechando en la
pregunta.

—Investigo —Respondió Luc con frialdad.

El labio de Jamie se torció, y luchó por mantener una sonrisa en su


rostro. Porque maldición, Luc realmente podía portarse como un imbécil
cuando quería. Y a Jamie le gustaba un poco, si era honesto.
—Estábamos, um, un poco preocupados de que tal vez hubieras
perdido la cabeza por completo y simplemente arrastrado a un humano
inocente a tu guarida malvada… por así decirlo —Explicó Danny—.
Sentíamos que teníamos que evaluar la situación.

—Mi compañero se siente culpable por dejarte vivir —dijo Roman,


lanzando una mirada sorprendentemente tierna a su compañero.

—Roman —Lo regañó Danny—. Yo nunca dije eso.

—De hecho, dijeron que esto era parte una misión de


reconocimiento, y parte una misión de rescate —Proporcionó Jay
amablemente desde donde ahora estaba estudiando la estantería de
Jamie.

—¿Y qué dijimos sobre mantener la boca cerrada en compañía


mezclada? —Espetó Román. Jay se sonrojó y volvió a los libros, y Roman
siseó cuando Danny le dio una palmada en el brazo a modo de
advertencia.

Bien, pensó Jamie con aire de suficiencia. No conocía bien al pequeño,


pero obviamente parecía demasiado dulce para ser tratado todo hosco y
mezquino, solo porque a Roman no le gustaba estar cerca de su ex amigo
(y, ¿acaso no era Roman el culpable ya que había sido quien decidió venir
hasta aquí?).

—Haciendo amigos por todas partes, ¿no es así, Roman? —Dijo


Luc, arrastrando las palabras.

—Sí —respondió Roman sin ironía—. Es asombroso la cantidad de


amigos que uno pueda hacer, cuando no se es un lunático psicópata y
vengativo.

Jay se dio la vuelta de nuevo. —Roman trató de estrangularme cuando


nos conocimos.

—Jay, cariño, vamos a la cocina —Danny le tendió una mano al


pequeño vampiro mirando hacia Jamie mientras lo hacía, por lo que él
se encogió de hombros, se levantó del sofá y palmeó el hombro de Luc
en solidaridad antes de seguir a la cocina.

Estaba un poco sorprendido de que Luc lo permitiera. Pero claramente


su vampiro no consideraba a Danny y a Jay como amenazas.

No es que Jamie no estuviera fascinado por esta reunión tan acogedora,


pero también sentía curiosidad por la pareja de Roman. Danny había
sido humano hacía menos de dos años. ¿Cómo es que había logrado
manejar la transición? Después de todo, eso era lo que Luc quería saber.
Jamie pensaba que obtendría una respuesta mejor de la fuente misma,
que de cualquier pequeño baile de rencores que estaba ocurriendo detrás
de él.

Danny le sonrió cálidamente cuando entró en la cocina. Ciertamente


parecía lo suficientemente tranquilo y sereno para cualquier persona, y
mucho más tratándose de un vampiro neófito. —Ah, mucho mejor.
Ahora podemos estar lejos de toda esa sobrecarga de testosterona.

—Podemos oírte, Daniel —Dijo Luc desde la sala de estar.

—Como si me importaraaaa —Respondió Danny con voz


cantarina.

—Podemos salir al patio —Le ofreció Jamie—. A través de la puerta


trasera.

Salieron de la cocina con Jamie a la cabeza. Jay comenzó a vagar de


inmediato, estudiando las diferentes plantas del desierto que habían en
el jardín.

Danny se sentó en los escalones traseros, echó la cabeza hacia atrás y


suspiró feliz con los ojos cerrados. —Oh, esto es agradable. Me gustan las
noches cálidas que tienen aquí.

Jamie aprovechó la oportunidad para estudiarlo subrepticiamente.


Realmente era encantador. —Luc me dijo que el calor y el frío realmente
no les molestan.
—No lo hacen, pero aún puedo procesar las sensaciones. Frialdad,
calidez, y cosas similares. Me encuentro disfrutando más del sol y el calor
ahora que me he convertido. Simplemente lo disfruto, como, tomar el
sol. Como si fuera una lagartija. Claro, siempre y cuando me proteja los
ojos.

Jamie permaneció de pie, con las manos firmemente en los bolsillos para
no golpearse las piernas con ellas mientras observaba a Danny absorber
el calor. Se sentía inexplicablemente tímido, tal vez por primera vez en
su vida. Aquí había alguien que tenía exactamente lo que él quería. Un
vínculo permanente con la persona que amaba. La promesa de un para
siempre.

Pero a él le había sucedido de una manera tan traumática. ¿Danny se


arrepentía?

El vampiro debajo de él sonrió más ampliamente, abrió los ojos y se


encontró con la mirada de Jamie. —Puedes preguntarme, ya sabes.
Acerca de la conversión.

Jamie sintió que su rostro se le calentaba al ser sorprendido


observándolo. —¿Cómo… Cómo fue para ti? ¿Cómo es ahora? No pareces
fuera de control ni nada por el estilo.

Danny negó con la cabeza. —Es diferente cuando ya has encontrado a tu


ancla, o eso creemos. No experimenté nada de la loca sed de sangre que
Roman y Luc recuerdan. Tampoco Gabe, ya que estamos. Todavía
significa que tendremos que dejar nuestra ciudad natal algún día, con
eso de que nunca envejeceremos. Pero ese es un sacrificio pequeño a
cambio de todo lo que he ganado, o eso pienso.

—¿Y qué has ganado? —Jamie preguntó, ya adivinando la


respuesta. No creía que Danny fuera del tipo de persona que se dejaría
seducir por los poderes especiales que venían como una bonificación: la
velocidad, la fuerza, la curación extraordinariamente rápida.

—A Roman —Danny respondió simplemente, como si esa fuera la


elección más fácil del mundo. Y tal vez lo era. Jamie había pensado
durante mucho tiempo, que el intercambio valdría la pena por la persona
adecuada. Por una oportunidad con su amor verdadero.

Excepto…

—Pero tú no hiciste ese sacrificio, ¿verdad? —Preguntó Jamie—:


Lo hicieron por ti. Luc eligió por ti.

—Lo hizo —Coincidió Danny, sin una pizca de malicia en su tono.

Jamie no pudo evitarlo, sus manos abandonaron los confines de sus


bolsillos y comenzó a tamborilear con los dedos sobre su pierna. Ojalá se
hubiera acordado de llevar un par de palillos para dientes con él. —¿Es
aquí donde me disculpo por él? —preguntó—. Luc se… enoja. No siempre
tiene control sobre sí mismo, el monstruo es quien se hace cargo.

Parecía una excusa poco convincente, pero era la única que tenía para
darle.

—El monstruo… —Danny murmuro, lanzándole una mirada


evaluadora—. Si te soy sincero, me sorprende que no te haya convertido
ya. Estaba tan obsesionado con la idea de los compañeros. Pensé que
cambiaría el suyo en el mismo momento en que lo encontrara.

El estómago de Jamie se hundió ante las palabras de Danny, y Danny


debe haber visto alguna señal en su rostro, porque se apresuró a
enmendar su declaración. —¡No, yo creo que eso algo bueno! Está
mostrando moderación. Se preocupa por ti. Realmente se preocupa por
ti. Es algo obvio con solo mirarlos juntos. No estaba seguro de que alguna
vez tuviera la oportunidad de encontrar eso. Me alegra.

Jamie se rio antes de poder evitarlo. —Eres terriblemente amable con


alguien que básicamente te asesinó.

—Eso es lo que yo le dije —Intervino Jay, estirando una mano hacia


un pequeño cactus que había encontrado en la esquina del jardín de
Jamie.

—Jay, cariño —gritó Danny—. No toques los cactus.


—No te preocupes, sé que está afilado —El pequeño vampiro
extendió un dedo de todos modos, tocando una de las espinas de la
planta del desierto—. Ouch —dijo felizmente, levantando el dedo para
mostrar la pequeña gota de sangre brotaba de ese punto—. ¿Ves?
Afilado.

—Eso es genial, cariño —Danny puso los ojos en blanco, de alguna


manera haciendo que el gesto pareciera cariñoso e indulgente en lugar
de burlón, luego volvió su atención a Jamie. Palmeó el lugar a su lado en
las escaleras y Jamie se sentó con cautela a su lado.

—Simplemente no me atrevo a odiar a Luc —dijo Danny después


de unos momentos más de observar a Jay deambulando por el jardín—.
Honestamente, no puedo imaginar lo que esos dos han vivido. Cientos
de años de existencia, sin saber nada sobre el cómo o el por qué de lo que
son. Si me hubiera convertido sin Roman como un castigo, siendo
abandonado por mi familia mientras me hacían creer que era un
monstruo… —Se encogió de hombros—. ¿Hubiera sido mejor que él?

Jamie tenía la sensación de que lo habría sido. Que Danny nunca


lastimaría a otra alma tan cruelmente como lo había hecho su
compañero a lo largo de los años. Pero, en realidad, no quería meterse
con esta fácil aceptación que tenía Danny sobre los defectos de Luc, así
que no dijo sus pensamientos en voz alta.

—¿Puedo contarte un pequeño secreto? —Danny se inclinó hacia


él, con una mirada de complicidad en su rostro—. No creo que la moral
de Roman sea mucho más alta que la de Luc. No le importaba mucho
más que a Luc la humanidad cuando lo conocí. Tenía tanto miedo de
perder el control que se obligó a estar un poco menos… trastornado al
respecto.

Nuevamente, Jamie no estaba al cien por ciento seguro de tal evaluación.


Sin embargo, suponía que Danny conocería a su propio compañero
mejor que él.
Se sentaron un rato en el cálido aire de la noche, contentos con la
comodidad del silencio. Jamie sentía una nueva ligereza tras la
conversación de Danny sobre la conversión, como la liberación de una
tensión que ni siquiera sabía que tenía. Luc podía convertirlo, ellos
podrían solidificar su vínculo y Jamie podría quedarse en Tucson. No
tendría que dejar a su familia de inmediato. No tendría que lastimar a
nadie que no lo mereciera.

—¿Deberíamos volver a entrar? —Preguntó después de que hubo


pasado un poco más de tiempo.

Danny lanzó una mirada evaluadora hacia la casa. —Tal vez deberíamos
darle un poco más de tiempo para charlar.

—¿Por qué viniste hasta aquí realmente? —Preguntó Jamie,


dándole voz a una sospecha que estaba creciendo dentro de él—. ¿De
verdad pensaste que había un humano que necesitaba ser rescatado?
¿Solo porque Luc estuvo preguntando acerca de tu transición?

Danny rio suavemente antes de lanzarle una mirada traviesa. —¿Sabías


que la amistad adulta promedio dura siete años? Tan poco tiempo. Y esos
dos fueron amigos durante cientos de años… —Volvió a mirar hacia la
casa—-. No creo que sea una causa perdida como les gusta fingir.

A Jamie le estaba empezando a gustar mucho este vampiro. —¿No crees


que los múltiples intentos de asesinato son un obstáculo insuperable?

Danny se encogió de hombros. —Somos vampiros, Jamie. Podemos


pretender que seguimos siendo humanos para encajar en la sociedad; y
definitivamente podemos seguir aferrándonos a nuestros valores y tratar
de hacer el menor daño posible a todo lo que nos rodea. Pero somos
criaturas diferentes, gobernadas por instintos diferentes. De cierta
forma, no estamos sujetos a los mismos estándares, ¿No es así, Jay?

Jay se volvió hacia ellos, agazapado sobre el suelo. —No puedes tener la
vida eterna o siquiera la perspectiva de una vida eterna, sin ser
cambiado para siempre por ella. El concepto de la mortalidad es lo que
le da a la vida una gran parte de su significado. ¿Qué somos nosotros
cuando nos quitan eso?

Jamie era consciente de que ahora estaba mirando al pequeño vampiro,


completamente boquiabierto. Pero maldita sea, no había esperado que
eso saliera de su boca. —Tienes una sabiduría oculta que es bien
profunda, ¿no es así, amiguito?

—Sí, eso creo —Respondió Jay con seriedad antes de volverse y


tocar con el dedo otro cactus.

Muy profunda y oculta, de hecho.


Capitulo Dieciseis
Lucien

Luc miró a su viejo amigo en el tenso silencio posterior a la partida del


trío.

Roman se veía objetivamente bien, supuso que tendría que admitir eso.
El aire apresurado y frenético que había poseído todos los años en que
Luc lo estuvo persiguiendo, finalmente se había ido.

En verdad, era un hombre absurdamente guapo, lo cual era una cosa


increíblemente molesta cuando Luc estaba enojado con él. Que era
siempre, en sentido general.

Luc se preguntó, no por primera vez, por qué nunca se había sentido
inclinado a iniciar una relación más íntima con su viejo amigo. Pero su
monstruo nunca había querido eso de Roman, y tampoco Luc. Ellos no
habían estado en busca de una presa o un amante potencial en ese campo
de batalla. Habían estado buscando... compañía. Familia.

Y Luc ciertamente había jodido eso, ¿no?

—Me sorprende que dejes a Danny fuera de tu vista, aquí, en


territorio enemigo, mon ami10 —Luc no estaba seguro de por qué añadió
esas últimas palabras. Era algo así como un hábito, junto con la
incapacidad de evitar burlarse de su viejo amigo con ese apodo tan viejo,
uno que alguna vez había sido sincero y que se había vuelto burlón hacía
mucho tiempo.

10
Amigo mío en Francés.
Roman cepilló distraídamente el brazo de su silla como si estuviera
disipando polvo mientras fruncía el ceño. —Él puede velar por sí mismo
en estos días.

Luc estaba francamente sorprendido de que su propio monstruo hubiera


permitido que Jamie saliera con dos vampiros potencialmente hostiles.
Pero su monstruo sabía y podía sentir de cualquier manera, que Danny
era… “bueno”, a falta de una mejor palabra. No lastimaría a su
compañero, al menos no por simple desprecio hacia Luc.

Y también estaban las palabras que Jay había dicho anteriormente


acerca de su propósito aquí: Era en parte una misión de reconocimiento
y parte misión de rescate.

No, Danny definitivamente no lastimaría a Jamie. Él lo protegería, a un


humano, un inocente, incluso si esa protección fuera contra el mismo
Luc.

Encontraba algo de consuelo en eso.

Había un millón de preguntas que Luc podría hacerle a Roman. Un


millón de disculpas que podría y debería pidiendo. Pero se encontró a sí
mismo haciendo la única pregunta que ocupaba el plano principal de su
mente. —¿Cómo lo soportaste?

Roman arqueó una ceja hacia él. —¿Nuestra amistad?

—Que hilarante —Dijo Luc de forma inexpresiva. Hizo un gesto con


la mano hacia la cocina—. ¿Cómo soportaste.. a Danny? Amar a un
humano.

—Mmm —Roman cruzó las piernas y asintió como si entendiera


perfectamente a lo que Luc se refería. Y tal vez lo hacía. Para sorpresa de
Luc, respondió a su pregunta con seriedad—. Fue aterrador —Admitió
Roman—. Horrible, si soy sincero. Y, por supuesto, tus travesuras… —le
lanzó a Luc una mirada que resultaba familiar—... Lo hicieron todo mil
veces peor.
Luc descartó la acusación con un gesto descuidado de su mano. —¿Y sin
embargo no estás aquí buscando venganza? Yo lo estaría, si estuviera en
tu posición.

—A Danny no le gustaría eso —Murmuró Roman sombríamente.


Entonces, le lanzó una mirada a Luc. Lenta y cuidadosa. Luc se
preguntaba que es lo que veía en él. ¿A su viejo amigo? ¿A su creador?
¿Al monstruo que lo había perseguido durante década tras década?

¿Todo junto?

—Es extraño —dijo Roman finalmente, dándose golpecitos con un


dedo en la barbilla—. Hubiera pensado… —Se removió en su asiento—.
Con cualquier otra persona, si miran a Danny de la manera equivocada,
mi demonio desea destrozarlos en el acto. Arrancar sus gargantas y
drenar sus cuerpos hasta dejarlos secos. En lo que a él se refiere, estoy
en una batalla constante para contenerme. Y sin embargo, aquí
estamos... Lo lastimaste. Lo heriste de verdad. Y yo estoy aquí, sentado
frente a ti —Se rio secamente, pero sus ojos azules eran fríos,
prácticamente helados—. Debes haberte metido debajo de mi piel
después de todos esos años que viví a tu lado. No puedo pensar en otra
razón por la que sigues con vida.

¿Por qué otra razón, ciertamente?

—Siempre supe que eventualmente me odiarías —Reflexionó Luc.

—¿Y eso por qué? ¿Siempre tuviste en tus planes el arruinarme?

Luc apoyó un codo en el brazo del sofá, luego descansó su cabeza sobre
la mano y se obligó a mirar a los ojos azules de Roman. —Porque te
maldije en ese campo de batalla. En lugar de dejarte descansar en paz,
te hice a mi imagen y semejanza. Horrible. Miserable. Maldito.

Roman chasqueó la lengua ante eso. —No lo considero una maldición.


Ya no —Miró hacia la puerta trasera, por donde su compañero había
salido no tan sutilmente para darles espacio de volver a conectar—. Fue
un regalo por el que viví lo suficiente para encontrarlo. La otra mitad de
mi alma —Volvió su mirada hacia Luc y suspiró profundamente,
recostándose más completamente contra su silla—. No deseo que
desperdicies tu propio regalo, Luc. Creo que eso sería más decepcionante
que todo lo demás.

Luc no sabía qué decir a eso. Era bastante surrealista estar sentado en
una sala de estar junto a su antiguo hermano, su familiar adversario.
¿Acababa de recibir el perdón a regañadientes?

Se miraron el uno al otro durante largos momentos. —¿Recuerdas


cuando me enojaba? —Preguntó Luc finalmente—. ¿Cuanto tú tratabas
de calmarme?

Roman soltó una risa amarga. —Eso era una causa perdida si es que
alguna vez hubo una.

Luc le sonrió a su viejo amigo. —Se folló al monstruo hasta someterlo.


Jaime lo hizo.

Las cejas oscuras de Roman se levantaron con incredulidad. —Casi me


hubiera gustado ver eso.

—Qué pervertido —Luc lo acusó suavemente.

Roman agitó una mano desdeñosamente. —No sería la primera vez que
te veo follar con un pobre humano. Aunque admito que sería la primera
vez que veo que eres tú a quién follan.

Se rio suavemente. Y Luc se rio con él, apoyando la cabeza contra el sofá.
Qué extraño era, que compartieran una risa después de todo lo que
habían pasado. Qué inesperadamente misericordioso. Pero, incluso en
el fondo, Luc sabía que esta tregua era algo temporal. No había ninguna
forma en el mundo real, en que Roman dejara su rencor con tanta
facilidad, ¿O sí? La vida nunca fue así de amable. No para los monstruos.

—¿Por qué le escribiste a Soren de todas las personas? —Preguntó


Roman después de otro momento de silencio.
Luc se encogió de hombros. —Tenía su número. Él me lo dio cuando
todos ustedes me echaron de la ciudad. Ni siquiera estoy seguro de por
qué lo hizo.

Roman soltó un ruido evasivo. —¿Y por qué no viniste a Hyde Park y me
preguntaste tú mismo?

Luc bufó. —Oh, no lo sé, Roman. ¿Quizás por qué me desprecias?

—Eso nunca te detuvo antes —Roman reflexionó, estudiándolo con


ojos agudos y fríos.

—No quería dejar a Jamie —Admitió Luc después de un


momento—. Hay otros vampiros aquí en Tucson.

—¿Salvajes?

—No. Protectores, o algo así. Un poco nobles, aparentemente.


Están preocupados por sus ciudadanos, no les gusta tenerme aquí.

—No los culpo —Los ojos de Roman se clavaron en los de Luc—.


Tú lo encontraste, Lucien. A tu compañero.

—¿Me crees esta vez? —Luc no pudo evitar el tono de amargura en


su voz. Roman nunca había creído realmente que Victoria fuera la
compañera de Luc. De alguna manera, y era un hecho que no lo hacía
sentir mejor, Roman al final había estado en lo correcto.

Era realmente muy molesto y perceptivo de su parte.

—Esta vez puedo verlo —El tono de Roman permaneció suave,


negándose a morder el anzuelo que Luc había lanzado—. Y el hecho de
que haya calmado a tu monstruo... Es extraordinario, de verdad.

—Calma al monstruo, sí —Estuvo de acuerdo—. Pero al hombre…

Roman alzó una ceja en son de pregunta mientras que las palabras de
Luc se desvanecían.
—Me preocupa —Admitió finalmente—. Es tan malditamente
frágil, Roman.

—Entonces conviértelo. En cierto modo a mí me hiciste un favor al


convertir a Danny —Roman se inclinó hacia adelante, sus ojos helándose
una vez más—. No te equivoques, mon ami. Te odio por eso. Te odio por
haberlo asustado. Odio que sus últimos recuerdos mortales fueran de
miedo y dolor. Debería haber sido un momento hermoso, un momento
que él y yo compartiéramos. Tú nos quitaste eso.

Luc no podía discutir contra nada de eso. Así que no lo intentó. —Tienes
tantas razones para odiarme.

—Sí —Hizo una pausa—. Danny me enseñó la palabra frenemies11.

—Esa es una palabra que usan las adolescentes, Rome.

—Sí. Bueno… —Roman se encogió de hombros—. Es bastante


apropiada, ¿no es así?

—¿Eres clarividente? —Los hermosos ojos marrones de Danny


brillaban mientras conversaba ansiosamente con Jamie, esta vez
sentado en el sofá junto a él. Luc podría haberse sentido superado por
los celos, porque nadie más debería emocionarse con su compañero de
esa manera, pero ya sabía a ciencia cierta que Danny estaba atado a
otro—. Eso es tan jodidamente genial. ¿Es por eso que hueles tan bien?

Jamie se encogió de hombros con una postura inusualmente tímida. —


En realidad, no es tan genial. No puedo hacer mucho con eso. Lo mejor
que salió de ello, fue prepararme para la llegada de Luc. Siempre supe

11
De la combinación de “Friends” (Amigo) y “Enemies” (Enemigos). Son amigos/enemigos jaja.
que mi monstruo vendría por mí —Se giró y le dedicó a Luc una sonrisa
perfecta, y su monstruo rugió de placer.

—Qué dulce —murmuró Roman, el sarcasmo era claro desde el


otro lado de la habitación.

—Sé amable —Danny siseó, girándose para mirarlo y luego


volviéndose hacia Jamie con una sonrisa amable.

Luc decidió en ese mismo momento que estaba contento de haber


convertido al niño en lugar de matarlo. En el futuro, Danny podría
convertirse en un buen amigo para Jamie. La eternidad era muchísimo
tiempo, y por mucho que Luc odiara admitirlo, lo más probable es que
Jamie necesitara dulzura y compañía más allá de lo que Luc podía darle.
Jamie era una criatura social; esa era su naturaleza, pura y simple.

Danny tarareó pensativo. —Me pregunto si... Soren cree que algunas
partes de nuestra personalidad mejoran después de la conversión. Como
si el nivel de nuestras cualidades particulares, se elevaran un poco.

—Ah, sí. Veamos... ¿Eras un psicópata odioso antes de convertirte,


Lucien? —Preguntó Román.

Luc estaba empezando a pensar que pasar tanto tiempo con los humanos
había aumentado la capacidad de ser sarcástico de Roman. De todos
modos, respondió a su pregunta con honestidad para el beneficio de
Jamie, más que cualquier otra cosa. —Supongo que siempre he luchado
contra… la ira.

Roman soltó una risa irónica ante eso.

—¿No te dijo tu compañero que fueras amable? —Preguntó Jamie,


mirando al viejo amigo de Luc con los ojos entrecerrados. Roman frunció
el ceño ferozmente hacia él, pero Jamie solo respondió al ceño fruncido
con su propia mirada enojada, sin intimidarse en lo absoluto.

Luc escondió una sonrisa detrás de su mano. Que flor tan valiente.
—Lo que quería decir —Continuó Danny, después de hacerle una
mueca a Roman—. Es que quizás la característica especial de tus visiones
mejorará una vez te conviertas en vampiro. Tal vez incluso aprenderás a
controlar las visiones. O—¡Oh! ¡Oh! O dirigir lo que ves, ¿eso no sería
maravilloso?

Jamie parecía a la vez complacido e intrigado por la idea, y algo en Luc


se calentó… No solo por tener a su pareja experimentando lo que era
tener a alguien emocionándose por sus habilidades en lugar de temerle,
sino también por escuchar hablar de Jamie convirtiéndose, como si la
elección fuera inevitable.

Y lo era, ¿no? Danny y Gabe habían mantenido el control de sí mismos


después de su conversión. Pudieron vivir en su ciudad natal y pasar
tiempo con su madre enferma. Luc tenía toda la información que
necesitaba, así que, ¿qué otra cosa podría detenerlo?

Se distrajo de sus pensamientos con el sonido de la perilla de la puerta


principal (la cuál habían cerrado con llave), moviéndose.

Jamie miró a Luc con nerviosismo. —¿Tal vez Monique volvió?

Pero Luc ni siquiera se sorprendió cuando, al segundo siguiente, la


puerta principal se abrió de golpe y la madera se astilló por todos los
bordes.

Él y Roman se levantaron en un instante, empujando a sus compañeros


detrás de ellos. Jay se quedó sentado en su silla, mirando con curiosidad
el libro en su regazo y pareciendo más o menos despreocupado por la
llegada de dos vampiros extraños y hostiles.

Estos malditos gemelos.

—Bueno, y ahora, ¿qué carajo tenemos aquí? —Era Fox el que


hablaba, Luc estaba casi seguro. Al menos, después de su última
conversación ya conocía sus nombres. Aunque le habían gustado los
apodos que Jamie les había dado (Tweedledum y Tweedledick), no podía
usarlos en sus caras, precisamente. Y aunque sus rostros todavía eran
casi imposibles de diferenciar para él, había una sutil distinción entre
sus voces.

Además, Fox siempre era el imbécil de los dos.

—¿Te criaron en un maldito granero? Es de mala educación


derribar la puerta de otras personas —La acusación de Jamie resonó
directamente detrás de la oreja de Luc.

—Es de mala educación prometer no drenar a nuestros humanos y


luego dejar un cuerpo prácticamente en nuestra puerta —Dijo Dane,
cruzando los brazos sobre su pecho.

—¿Lo dejaste en dónde? —Esta vez, la voz de Jamie era un susurro.


Aunque, considerando que estaban rodeados de vampiros, era muy
probable que todos en la habitación lo habían escuchado de todos
modos.

Luc ciertamente no había dejado un cadáver en la puerta de los gemelos.


Había llevado el cuerpo drenado al desierto, con la esperanza de al
menos retrasar el hallazgo por parte de los autoproclamados sheriffs
vampiros de la ciudad.

Lo que significaba que tenía que haber un segundo cadáver.

Si Luc no había estado seguro antes de que había un vampiro salvaje en


la ciudad, ciertamente ahora sí lo estaba.

Podía sentir a Jamie asomando la cabeza por detrás de él. En realidad,


era casi ridículo: el cuerpo de Luc no lo ocultaba tan bien de todos
modos, ya que tenían casi la misma altura.

Eso estaba bien por el momento. Mientras que el monstruo de Luc


estaba en alerta máxima con la llegada de los gemelos, enroscado y tenso
dentro de él, no se sentía tan lleno de rabia como la primera vez que
irrumpieron en la casa de Jamie.

Principalmente debido al hecho de que él y Jamie ahora tenían


refuerzos. No importaba que tan tensa era la relación entre él y Roman,
Luc sabía que su antiguo amigo no se pondría del lado de dos extraños
en lugar de él, en una disputa territorial de mierda. Simplemente no era
su estilo.

Y, si se trataba de eso, los gemelos estaban aquí por Luc, no por Jamie.

Y Luc permitiría que lo destrozaran mil veces antes de dejar que alguien
dañara un solo cabello de la cabeza perfecta de Jamie.

Dane comenzó a enumerar las ofensas con los dedos mientras que Fox
adoptaba a su lado una postura que Luc supuso debía parecer
amenazante. —Te pedimos que te vayas; tú te niegas. Te pedimos que te
guardes los colmillos para ti mismo; comienzas a asesinar. ¿Y ahora has
traído a más chupasangres a nuestro territorio? ¿A qué estás jugando,
exactamente?

—Él no mató a nadie —Jamie protestó, siempre dispuesto a


defender a Luc contra cada desaire percibido.

—Nadie te preguntó, humano.

Luc gruñó ante eso. Fox tenía un jodido deseo de muerte, eso era más
que seguro.

—No le hables así —Lo regañó Danny detrás de Roman.

—Métete en tus jodidos asuntos.

—Háblale así a mi compañero otra vez y te arrancaré las cuerdas


vocales —Dijo Roman.

—¡Suficiente! —Luc dejó que su monstruo saliera en su voz, lo


suficiente para asegurarse de que todos estos idiotas fastidiosos
(excluyendo a Jamie, por supuesto) estuvieran en silencio antes de
continuar con un tono mucho más bajo—. Ha habido un malentendido.

—Sí. Como dije, él no mató a nadie —Jamie trató de colocarse


frente a él, y Luc le permitió el compromiso de pararse el uno al lado del
otro manteniendo una mano firmemente sobre su brazo, listo para
sacarlo del frente del peligro en cualquier momento—. Luc encontró el
cadáver así, él no drenó a nadie.

Dane arqueó una ceja con incredulidad. —¿Y lo dejaste a la intemperie?

Jamie miró a Luc con una pregunta en sus ojos antes de volverse hacia
los gemelos en cuanto Luc negó con la cabeza como una respuesta. —
Bueno, él no encontró ese cuerpo, creo que no. Encontró uno diferente,
¿de acuerdo? Pero tampoco mató tu cadáver.

—¡Perfecto! —Fox alzó las manos—. Son dos humanos drenados


desde que llegaste a la ciudad.

—Te digo que no fuimos nosotros —soltó Jamie.

—Sí, claro —Dane compartió una mirada con su hermano—. No te


creemos.

—¿Cómo sabemos que no fue uno de ustedes dos? —La pregunta


de Jay, planteada desde donde permanecía sentado en la silla de la sala,
detuvo a ambos gemelos en seco. Ambos lo miraron lentamente, como si
acabaran de darse cuenta de que estaba allí. Jay no parecía molesto por
la atención, su pequeño rostro igual de plácido que siempre—. ¿Cómo
sabemos que no es uno de ustedes el que se está volviendo salvaje en
secreto y el otro está tratando de encubrirlo?

Fox se burló de su teoría. —Imposible. Ya estamos una atadura

—¿En dónde están sus compañeros, entonces? —Preguntó Jamie,


la emoción en su voz indicaba que pensaba que estaba a punto de ganar
esta ronda.

Los gemelos compartieron una mirada. —Estamos atados el uno al otro.

Les tomó unos segundos a los dos darse cuenta de la forma en que todos
en la habitación los estaban mirando, incluyendo a Luc.

Dane palideció. —¿Qué? No.


Fox les lanzó a todos una mirada mortal. —Qué jodidamente asqueroso.
Jesús.

Cuando todos continuaron observándolos, Fox alzó las manos al cielo


por segunda vez. —¿Todos ustedes realmente no saben nada sobre
ustedes mismos? No todos los lazos y ataduras son románticos, gente.
Las almas unidas no tienen que ser compañeros en el sentido literal.

Jamie dio un suave silbido. —Bueno, diablos.

—Hemos estado estables desde el día en que nos convirtieron —


Murmuró Dane, claramente enojado con todos ellos por sus
suposiciones.

—Y… —Fox le guiñó un ojo a Jay—. Podemos follarnos a quien


queramos.

Jay negó con la cabeza. —No, gracias —Dijo cortésmente, regresando


nuevamente su mirada a su libro.

Dane golpeó a su hermano en el brazo, ganándose por primera vez su


propia mirada mortal de parte de su gemelo el imbécil. —Es genial
educarlos y todo eso, pero el punto es que no fue uno de nosotros.

Luc realmente no había pensado que lo fuera, pero al menos le estaba


divirtiendo la distracción. Y era una especie de revelación, también: No
tenía idea de que las almas unidas podía ser algo platónico. Que él
supiera, tampoco lo sabía nadie más en la habitación, aparte de los
gemelos.

¿Evrard lo había sabido? ¿Había sabido algo sobre las almas unidas?

—Bueno, tampoco fuimos nosotros —Jamie parecía a un segundo


de sacarles la lengua a los gemelos. Cosita descarada.

Fox miró alrededor de la habitación. —¿Y todos ustedes le creen? —


preguntó, señalando a Luc—. Es decir, sólo mírenlo. Nunca lo he visto
sin sus colmillos. Nunca he visto su rostro humano. Incluso si no mató a
esos dos humanos, es solo una cuestión de tiempo antes de que lo haga
con alguien más.

—Entonces me convertiré —Se ofreció Jamie, su voz firme con


pura convicción—. Aquí y ahora.

Luc sintió una oleada de frialdad recorrer su núcleo, su estómago se


sentía pensado ante la sensación. ¿De verdad Jamie estaba ofreciendo
algo así en este momento? El amor que Luc sintió en ese momento por
su audaz y valiente compañero, era abrumador… pero también lo era el
miedo. Todo lo que Luc podía ver era un futuro en el que terminaba
aplastando a su hermosa flor bajo el peso de su brutalidad. Jamie. El
adorable y brillante Jamie, que poco a poco empezaba a odiarlo a lo largo
de los años y se enfrentaba a la innegable malevolencia de Luc.

Porque, Jamie iba a odiarlo algún día, ¿no?

Con el tiempo suficiente, todos lo hacían.

—No —Se encontró diciendo, el pánico apretaba su pecho como


con la presión de tornillos—. Eso no.

Jamie se volvió hacia él con los ojos abiertos por la sorpresa. —¿No? —
Le preguntó a Luc con incredulidad.

—No —Luc trató de mantener su voz firme, no queriendo que el


pánico que sentía quedara expuesto frente a testigos—. Todavía no. No,
no ahora.

El dolor que cruzó el rostro de Jamie fue inconfundible, al igual que la


ira que siguió segundos después. Apretó la mandíbula, y cuando habló,
su voz sonó ahogada… cruda. —Resuelve tu propio drama vampírico,
entonces. Este humano se va a dormir —Se giró hacia los gemelos—.
Ustedes dos conocen la salida, ¿no?

Luc tragó saliva a través de un nuevo espesor en su garganta mientras


observaba a su compañero alejándose a zancadas por el pasillo, la puerta
de su habitación se cerró de un golpe un momento después. Luego, se
volvió con impotencia hacia los vampiros que rodeaban la habitación.

Danny le estaba dando una mirada de lástima. —La jodiste.

Luc ya sabía que lo había hecho. Lo sentía, su monstruo estaba furioso


dentro de él por negarles a ambos lo que deseaban. Lo que el mismo
Jamie quería.

Fox se volvió hacia su gemelo, claramente exasperado por el giro de los


acontecimientos. —¿Cómo es que terminamos mezclados en drama de
relaciones? Estos malditos compañeros predestinados, siempre es lo
mismo.
Capitulo Diecisiete
Jamie

Jamie se envolvió en las mantas con más fuerza en cuanto oyó los pasos
que se acercaban al dormitorio. Solo había una persona que iría a
buscarlo después de su pequeña rabieta, y si Jamie podía oírlo acercarse,
significaba que Luc quería ser oído. Le estaba dando una advertencia
justa o algo así. Esos vampiros podían ser abrumadoramente silenciosos
cuando querían serlo.

Qué caballeroso, pensó Jamie, con algo más que un toque de amargura.
Pero es que estaba de mal humor, ¿de acuerdo? Ignoró el golpe en la
madera, acurrucándose más cuando el sonido de la puerta abriéndose
fue lo que le siguió un momento después.

Unos pasos se acercaron a la cama. —Estás enfadado conmigo, ¿verdad,


ma fleur?

Oh, Luc estaba sacando las frases en francés. El tonto vampiro tenía que
saber que la había cagado.

Jamie sintió que la cama se hundía con el peso de Luc sentado junto a su
forma acurrucada, el hundimiento en el colchón lo hizo rodar más cerca
de lo que le habría gustado. Sin embargo, no dijo una palabra.

Podría jurar por todo lo sagrado, que nunca antes había hecho pucheros
en su vida, pero en ese momento estaba… abrumado. Se sentía inundado
por la desesperación.

Y por encima de eso... el miedo. Porque, ¿y si Luc nunca quería que él se


convirtiera?
Danny había dicho que había pensado que Luc convertiría a su
compañero en el mismo momento en que lo encontrara. Pero Luc había
estado dudando desde la primera vez que se vieron.

Jamie había pensado que Luc estuvo esperando porque él le importaba,


porque necesitaba saber que Jamie podría quedarse con las personas
que amaba a pesar de la conversión. Pero ahora ya lo sabían. Habían
obtenido respuesta a sus preguntas. Y aun así, Luc estaba vacilando.

¿Acaso Jamie no era lo suficientemente bueno?

Había pensado que eran algo sólido. Que se trataba del destino. Del
maldito destino.

—¿Realmente codicias la vida eterna con tanta ferocidad? —La voz


ronca de Luc resonó desde arriba del capullo formado por la manta de
Jamie.

Esa mierda que dijo, arrastró algunas palabras fuera de la garganta de


Jamie. —Puedes irte al diablo si crees que se trata de eso.

Luc se rio entre dientes (en verdad se rio), ante el arrebato de Jamie. El
muy idiota. —¿Te gustaría decirme de qué se trata, entonces?

No importa si lo hago. Jamie se sentó a toda prisa, cubriéndose las


caderas con las sabanas. —¿Alguna vez estarás listo? —Preguntó,
empujando un dedo acusador contra el duro pecho de Luc—. Estoy aquí.
Estoy dispuesto. Soy tu maldito compañero. Y ahora ya lo sabemos.
Sabemos que a Danny y a Gabe les fue bien con la transición.

Luc permitió que lo empujaran, no hizo ningún movimiento para quitar


el dedo punzante de Jamie. —Lo sabemos, sí.

Jamie lo empujó de nuevo, solo por si acaso. —Tú convertiste a Danny


por, no lo sé, mierdas y bromas. Ni siquiera es tu compañero. No tenías
una conexión con él. Y aun así lo convertiste —Si la voz de Jamie se
quebró un poco en la última palabra, no pensaba admitirlo a nadie. Su
garganta estaba simplemente seca o algo así.
—Exacto —Dijo Luc con calma, como si Jamie hubiera demostrado
su punto—. Convertí a Danny por venganza. Por miedo. Por obsesión. Lo
usé como una herramienta para ver si existían los compañeros. Mi
monstruo me instó a hacerlo, y yo también quería hacerlo. Así que lo
hice. Pero mira… —Luc extendió la mano y apartó un mechón de cabello
de Jamie de encima de sus ojos—. Tú has domesticado al monstruo, ¿no
es así? Así que ahora soy solo yo. El hombre que hay debajo. Y me aterra
que… te arrepientas de mí —Retiró su mano, suspirando
profundamente—. Yo no amaba a Danny, mi flor.

Algo revoloteó en el vientre de Jamie, algo cálido, suave y lleno de


esperanza. —¿Pero me amas a mí? —Sabía que estaban atados,
conectados, ridículamente atraídos el uno por el otro. Pero amar al otro
implicaba… conocerse. Comprender y aceptar a la otra persona, algo más
profundo que el instinto básico.

Luc le sonrió tiernamente, sus siempre presentes colmillos brillando a la


luz. —¿Cómo no iba a hacerlo? Tan solo mírate. Tan valiente. Tan
hermoso. Tan vivo.

Vivo.

¿Que Jamie fuera un humano, era parte de lo que hacía que Luc se
sintiera atraído por él? ¿Simplemente ansiaba lo que a él mismo le
faltaba? ¿Era por eso que no quería que Jamie se convirtiera?

Esa palabra sirvió como un recordatorio de por qué Jamie estaba tan
enojado con su vampiro. Resopló y se cruzó de brazos, tratando de no
ceder ante la inesperada dulzura que Luc le estaba mostrando. —Bueno,
pues, yo te he amado durante años, así que bienvenido a la maldita fiesta.

Luc suspiró, ahuecando la mejilla de Jamie con una de sus manos


cálidas. Jamie se lo permitió porque el toque se sentía muy bien, no
porque se le hubiese pasado el enojo. —Te sentiste atraído por mí, sí —
dijo Luc—. Fascinado, seguramente. Sentiste la atracción de nuestro
vínculo de compañeros, como yo. Pero no lo sabías, Jamie. No podrías
haber sabido el verdadero bruto que estabas por obtener. Podrías
arrepentirte con el tiempo.

Jamie sacudió la cabeza con furia. Oh, mierda, no. Nadie más, ni siquiera
su compañero, tenía el derecho a decirme cómo debía de sentirse. Él
conocía su propia maldita mente. Conocía su propio corazón. —No lo
entiendes, Luc. Te he visto. Esos destellos de ti, a lo largo de los años...
Te he visto alimentarte, te he visto drenar a una persona. Te he visto
enojado. Te he visto absolutamente vicioso. Y te he visto triste. Tan
insoportablemente triste, cuando nadie más estaba mirando. Y no quería
nada más que estar ahí, a tu lado. Ser el ancla que te impidiera hundirte
en ese maldito océano de tristeza que te rodea. Y ahora lo soy. Estoy aquí.
Entonces, ¿cuál es el maldito problema?

Luc parecía casi un poco aturdido por su declaración, sus ojos negros
estaban vidriosos. —Yo… Pero… El amor puede cambiar, flor. Roman y
yo nos amábamos, a nuestra manera. Y ahora me desprecia. Todos me
desprecian, eventualmente.

Jamie descartó esa objeción con una mano. —Bueno, es verdad que
puedes ser un poco idiota.

Luc soltó una risa ahogada a regañadientes, luego respiró hondo y su


pulgar acarició la mejilla de Jamie. —Si llegaras a despreciarme,
probablemente perdería la cabeza. Me… me rompería, Jamie. Sé que lo
haría. Perseguí a Roman durante décadas, y ni siquiera teníamos una
conexión romántica. Si me dejaras... Si me rechazaras, no te dejaría ir.
No me desvanecería en el fondo con toda la gracia del mundo. Te
perseguiría. Para siempre. Eternamente. Una eternidad conmigo
pisándote los talones. Arrastrándote de vuelta a mi guarida malvada,
igual como dijo el joven Daniel.

Eso sonaba jodidamente perfecto para Jamie. No tenía planes de alejarse


de este vampiro. Pero era claro que Luc necesitaba… algo. Un poco de
tranquilidad. Jamie ladeó la cabeza, estudiando al hombre que tenía
delante. —¿Qué es lo que buscas exactamente? ¿Una promesa de amor
incondicional?
Un destello cruzó por el rostro de Luc. Sí, definitivamente era eso. Luc
quería certeza. Quería garantías.

Para ser una criatura de la noche con siglos de antigüedad, estaba siendo
terriblemente ingenuo.

—Bueno, eso es jodidamente estúpido —Jamie declaró sin rodeos.

El pulgar de Luc detuvo el movimiento en su mejilla.

—El amor incondicional no existe, monstruo. Tal vez, quizás, entre


padres e hijos, si es que tienes suerte. Pero incluso entonces, hay un
millón de excepciones a las que podría citar… incluyendo a mi propio y
maldito padre. ¿Qué quieres? ¿Algún tipo de garantía de que no hay nada
que puedas hacer para que te odie?

Luc parecía afligido. —Yo… Has calmado a la bestia, sí, pero no puedo
decir que no vuelva a matar. El monstruo lo anhela.

Jamie levantó las manos. —¿Quieres seguir matando asesinos y


violadores? Solo hazlo. Yo no voy a detenerte. No vas a ganarte mi odio
de esa manera, te lo prometo. Pero Luc, si tú… Veamos… —Jamie pensó
por un minuto, tratando de visualizar un ejemplo de cómo Luc podría
sacudir su devoción profundamente arraigada—. Está bien, monstruo.
Digamos, ¿si matas a mi familia? Sí, entonces ahí te odiaría. Te
despreciaría, probablemente. Nunca, nunca te perdonaría por eso.

Luc palideció ante sus palabras, su mano cayó de la cara de Jamie,


claramente escuchando sus peores temores siendo confirmados.

Jamie agarró un puñado de la camisa de Luc, tirando de él más cerca


hasta que estuvieron nariz con nariz. —Pero todavía seguiríamos atados,
monstruo. Tal como dijiste, estamos obligados ya sea que me conviertas
o no, ¿verdad? Te odiaría, pero tampoco te dejaría ir. ¿Si me traicionas?
¿Si lastimas a las únicas personas a las que amo en este mundo? Bueno,
entonces te perseguiría de inmediato. Te odiaría, pero nunca te dejaría
ir. Te atormentaría para siempre con mi amor roto y retorcido. ¿Eso es
lo que quieres de mí? ¿Qué estemos unidos, incluso en el odio?
Luc asintió débilmente, respirando con dificultad mientras observaba a
Jamie como si fuera su salvación. Su dios mortal.

Jamie le dio un beso rápido y firme en los labios. —Está bien, monstruo.
Puedo darte eso. Si esto termina, lo hará con la muerte. Y juro por todo
lo que es profano, que te mataré primero —Él sonrió—. Entonces, si lo
piensas, nunca estarás solo, ni siquiera por un minuto. ¿Eso es lo
suficientemente bueno para ti?

La respiración temblorosa de Luc se transformó en una especie de…


¿Jadeo?

Jamie se rio, con incredulidad. —¿De verdad estás excitado ahora


mismo? ¿Fue toda esa charla sobre destrucción mutua lo que te puso tan
caliente?

Luc se humedeció los labios. —Sí. Mucho, sí.

Jamie soltó la camisa de Luc y se apoyó en sus codos, separando sus


piernas a modo de invitación. —Bueno, ¿A qué estás esperando?
Devórame.

Luc se lanzó hacia adelante pero se detuvo en seco, gruñendo un poco,


cuando Jamie levantó una mano.

—De hecho, espera un momento.

Había una cosa que habían dicho esos malditos gemelos. Sobre nunca
haber visto el rostro humano de Luc. Pensaban que él era una causa
perdida, demasiado cerca de lo salvaje para tener una redención. Jamie
se puso de rodillas, inclinándose más cerca y mirando las sombras
negras dentro de los ojos de Luc.

—Me gustaría ver los ojos de Lucien, monstruo. ¿Me dejarías?

Esperó durante un largo, largo momento mientras que Luc le devolvía la


mirada. Y entonces, estaba allí. Apenas duró un segundo, apenas un
respiro, pero definitivamente estaba allí. Un destello de verde esmeralda
sumamente brillante.
El otro día no había sido su imaginación.

Jamie sonrió tanto que le dolió la cara. —Muy bien, monstruo. Muy, muy
bien.

Luc sacudió la cabeza con incredulidad, pero había una pequeña sonrisa
en sus labios. —No siempre puedo decir si me estás hablando a mí o a
esa cosa. Nos llamas “monstruo” a ambos.

Jamie agarró a Luc por los hombros y jaló al vampiro encima de él sobre
la cama. —No siempre puedo notar la diferencia tampoco. Ambos son
solo... mi monstruo. No serías tú sin esa bestia dentro de ti. Pero, ¿ves?
No hay nada de qué preocuparse. No me traicionarás, Luc. Nunca
joderías las cosas con algo que no pueda ser reparado. Tu monstruo no
te dejaría. Él sabe a quién pertenece.

Esta vez, cuando Luc lo tomó, lo hizo como si fuera algo precioso. Algo
insoportablemente frágil. Devoró a Jamie, sí, pero como si fuera un
manjar. Una rareza para ser saboreada, susurrando palabras de
devoción en francés sobre la piel de Jamie. —Je t’aime. Je t'adore. Ma
fleur, mon trésor.12

Jamie se dejó llevar por él, retorciéndose de placer cuando Luc lo abrió
primero con su lengua, luego con los dedos, hasta que finalmente estuvo
empujando la cabeza de su polla contra la entrada abierta de Jamie.

Enganchó sus piernas alrededor de la cintura de Luc, gimiendo cuando


el vampiro entró en él, y levantando sus caderas para encontrarse con
embiste tras embiste. Desnudó su cuello a modo de invitación, y Luc lo
mordió como si fuera un melocotón maduro. Esta vez no tragó la sangre
de Jamie, sino que sorbió suavemente su cuello. No lo estaba
consumiendo como un alimento, como sustancia.

Se trataba de formar una conexión: una parte de Jamie para él y solo


para él.

12
del Francés: Te amo. Te adoro. Mi flor, mi tesoro.
El aliento de Jamie se cortaba con cada balanceo de las caderas de Luc,
el hormigueo de placer venía de dos lados: de la mordedura de los
dientes de Luc y del empuje de su polla.

Estaba tan lleno. De amor. De felicidad.

De la maldita polla monstruosa de Luc.

Pero ya no quería que nada los detuviera, ni siquiera por un momento


dulce.

Jamie pronunció junto al oído de Luc, aquellas palabras que había


practicado: —Je t'aime, mon monstre. Vierta toujours.13

Luc se estremeció encima de él cuando la declaración lo atravesó, y


Jamie clavó sus uñas en una larga línea a lo largo de su espalda,
haciéndolo sangrar. —Ahora, déjate ir.

Luc gruñó, su rostro era una deliciosa mezcla de lujuria y agonía, antes
de tirar de las caderas de Jamie en un ángulo más alto y deslizar sus
brazos hacia arriba y alrededor de los hombros de Jamie, penetrándolo
con abandono mientras agregaba a la mordida la perfecta combinación
de dolor dentro del placer de Jamie.

—Sí —gimió Jamie, arrastrando más arañazos en la piel del


vampiro—. Joder, sí.

Cuando sintió los signos reveladores (el calor que se acumulaba en su


abdomen, las chispas de fuego a lo largo de su columna vertebral), Jamie
clavó las uñas en el hombro de Luc antes de cerrar la boca sobre las rayas
rojas recién formadas, rasgando con sus dientes y dejando que el sabor
del cobre llenara su boca mientras que su pene se sacudía entre los
cuerpos de ambos.

13
Del Francés: Te amo, mi monstruo. Siempre vendrá. NT: seré sincera, la verdad busqué en varios sitios y no
sé si realmente la autora quería decir eso en Francés… o si quería decir otra cosa jaja.
Luc se quedó completamente inmóvil por un largo momento antes de
que sus caderas temblaran una última vez y se derramara dentro de
Jamie con un gemido largo y bajo.

Posteriormente, Jamie trató de recuperar el aliento mientras que Luc le


lamía la garganta y cerraba la mordida. Las propias marcas que Jamie
había dejado en el vampiro ya se estaban desvaneciendo de su piel.

Luc levantó la cabeza y lo miró fijamente. —¿De verdad me mordiste,


flor? ¿Bebiste mi sangre?

Jaime sonrió. —Quería probar un poco. No está tan mal.

Luc resopló con una risa ronca antes de dejar caer todo su peso sobre él,
dejándolo sin aliento mientras metía la cabeza en el cuello de Jamie y
olfateaba la piel. —Me encanta la forma en que hueles después de que te
tomo.

—Mm. Que adorable. ¿Dónde están todos, por cierto? ¿Todos se


quedaron escuchando nuestra fiesta de sexo como un montón de
pervertidos?

La risa de Luc le hizo cosquillas en la piel. —Se negoció una tregua con
los gemelos. Debemos ayudarlos a encontrar al vampiro salvaje. Por
ahora, Roman, Danny y el pequeño extraño, se han ido a mi habitación
de hotel.

Yacieron allí, Jamie disfrutaba del cálido peso del voluminoso vampiro
encima de él, antes de que Luc hablara de nuevo, con una rara vacilación
en su voz. —Lamento haberte hecho dudar de mi devoción. Podría
hacerlo ahora, si todavía lo deseas.

Jamie tuvo la sensación de que estaba presenciando algo muy raro. Una
verdadera disculpa de Lucien, la bestia viciosa autoproclamada.

En respuesta, Jamie se encontró bostezando antes de empujar al


vampiro hasta que Luc quedó boca arriba y Jamie tenía la cabeza metida
debajo de su barbilla sin afeitar, acomodándose para lo que sabía que iba
a ser un jodido buen descanso. —Todavía no. Déjame ver a mi mamá
primero.
Capitulo Dieciocho
Jamie

—¿Ya lo resolviste, mijo?

Jamie levantó la vista de donde estaba revisando la computadora portátil


de su madre. En el momento en que entró a la casa, ella la había
empujado contra él, alegando que había sido "pirateada por el Internet".

—Ya casi. Voy a eliminar el malware de tu disco duro, pero debes


dejar de hacer clic en las ventanas emergentes aleatorias que te salen. El
internet no te hackeó, Má. Te hackeaste a ti misma.

—Yo ya le había dicho eso —Dijo Izzy, haciendo una mueca después
de recibir un tirón en su cabello. Su madre le estaba haciendo dos trenzas
francesas y aparentemente no estaba siendo muy gentil al respecto. O tal
vez ese tirón en particular era un pequeño castigo por su descaro.

Su madre hizo una mueca. —Decía que mi computadora estaba infectada


y que necesitaba actuar rápido. Parecía algo muy real. ¿Cómo se supone
que iba a saberlo?

Jamie apenas y se detuvo de poner los ojos en blanco. —La próxima vez,
solo envíame un mensaje de texto, ¿de acuerdo? Yo te diré si es real o no.

—No quería molestarte —En respuesta a la mirada que le dirigió,


su madre levantó las manos en señal de derrota—. Bien, bien. Te enviaré
un mensaje de texto —Luego le dio a su hermana una palmadita en la
cabeza—. Todo listo, Isabel. Ve a terminar tu tarea.
Izzy saltó de la silla y corrió al baño para mirarse en el espejo antes de
volver apresurada y darle un rápido abrazo lateral a su madre. —Gracias,
mamá. ¿Me vas a ayudar con matemáticas, Jamie?

—En un momento, pequeña amenaza. Primero quería ponerme al


día con Má.

Izzy resopló. —Ustedes dos se ven todo el tiempo. ¿En qué se pondrían
al día?

—¿Por qué no le pides ayuda a Jay? Es, um, mayor de lo que


parece, tal vez sea bueno en matemáticas.

—Estoy justo aquí, y no soy bueno en matemáticas —El pequeño


vampiro entró desde donde había estado sentado en silencio en la sala
de estar, sosteniendo una bolsa de paletas Vero Mango que Izzy le había
dado hacía un rato. El dulce mexicano picante y dulce era uno de los
favoritos en la casa de los Hernández. Y posiblemente también era el
nuevo favorito de Jay, porque si bien la bolsa había estado llena hacía
unos momentos, ahora se veía sospechosamente vacía.

—Amigo —Jamie se rio—. ¿Cuántas de esas te comiste?

—Siete —Dijo Jay alegremente, desenvolviendo una octava y


metiéndosela en la boca.

—Whoa —Susurró Izzy, mirando boquiabierta y con fascinación al


extraño con estómago aparentemente de acero.

Jay levantó la bolsa hacia ella. —¿Quieres una? —Él ladeó la cabeza—.
¿No se suponía que debía comerlas todas?

Izzy sacudió su admiración con visible esfuerzo. —Mmm, no. Adelante,


cómelas todas. Solo quiero ver de qué color es tu lengua al final.

—¡Izzy!

Izzy lanzó una mirada de culpabilidad a su madre y luego le tendió la


mano a Jay. —Está bien si eres malo en matemáticas. No quiero hacer la
tarea de todos modos. ¿Quieres ver mi colección de cómics en lugar de
eso?

Jay se animó, sonriendo alrededor de su dulce. —Sí, por favor. Quiero.

—¡Después de la tarea, Isabel! —Gritó la madre de Jamie a su paso.

Jamie los vio irse (el pequeño vampiro apenas igualaba a su hermana
menor en altura), bastante divertidos.

Jamie había estado... no exactamente reacio, pero tal vez un poco


escéptico a traer a un vampiro que apenas conocía para que conociera a
su familia. (Bueno, otro vampiro que apenas conocía para que conociera
a su familia). Pero Luc había insistido en que tuviera un chaperón
vampírico, aunque le había informado a Jamie que era increíblemente
improbable que un vampiro salvaje atacara a plena luz del día.
Supuestamente, mientras más tomara el control el monstruo al interior
de un vampiro, menos le gustaba la exposición al sol.

Y, sinceramente, por mucho que el vampiro de Jamie se comportara de


lo mejor con su familia, la presencia de Jay era igual a la de un corderito
dócil en comparación con el aura intimidante de Luc.

La madre de Jamie ya lo adoraba.

Luc le había recordado a Jamie esa mañana que era parte de la tregua
con los gemelos fenómenos, el ayudarlos a encontrar al vampiro salvaje
que estaba asesinando a los ciudadanos de Tucson, y ahora estaba en una
expedición de rastreo junto a ellos y su par de frenemies (Ya que Jamie
se negaba rotundamente a dejar de llamarlos de esa forma, después de
que Luc dejara escapar el pequeño comentario de Roman).

Y aunque a Jamie no le gustaba, realmente no podía discutir contra el


hecho de que como humano no sería de mucha ayuda. No tenía
habilidades de rastreo ni superfuerza, sus visiones eran inútiles, y Luc se
negaba rotundamente a usar el único activo que de verdad tenía: estar
repleto de deliciosa sangre que podía atraer al vampiro salvaje.
Lo cual, solo servía como razón agregado para dejar de ser humano…

—Mamá… —Jamie tragó saliva. Ahora que estaba aquí, se dio


cuenta de que en realidad no sabía qué decir. ¿Cómo se llega a la
conversación de “mi novio es un vampiro y algún día, muy pronto, yo
también podría serlo" con tu mamá?

—¿Hago un café para nosotros? —Su mamá cerró el fregadero


donde se había estado lavando las manos y caminó hacia la máquina de
café espresso que Eric le había regalado la Navidad anterior.

Jamie murmuró su asentimiento, menos por el deseo de un café real y


más por el conocimiento de que era casi imposible para ella quedarse
quieta por un período prolongado de tiempo, excepto quizás a la hora de
sus programas nocturnos. Como si ese fuera el único momento del día
en que finalmente se cansaba lo suficiente para relajarse.

—¿Y Luc dónde está hoy? —Preguntó su mamá.

—Está… trabajando.

Ella tarareó mientras aprisionaba el botón para el espresso. — Me gusta,


tu nuevo hombre. Es tan cortés.

Jaime sonrió. —A mi también me gusta. Yo… bueno, lo amo, eso creo.

Jamie no solo lo creía, lo sabía, pero en lo que a su familia se refería,


apenas conocía al tipo por lo que él estaba haciendo todo lo posible por
jugar sus cartas con calma y no parecer un desastre de persona,
completamente loco e impulsivo.

Su mamá se rio de eso. —Lanzándote de cabeza, por lo que veo. No me


sorprende, mijo.

De acuerdo, tal vez no las había jugado tan bien como pensaba.

Dejó dos tazas sobre la mesa y luego se giró para agarrar el azúcar de la
encimera. De espaldas a él, Jamie no podía leer la expresión en el rostro
de su madre, por lo que sus siguientes palabras lo dejaron en completo
shock.

—Él no es humano, ¿verdad, Jamie?

La sorpresa de Jamie lo hizo soltar una sobresaltada carcajada. —¿Qué?

—Luc —Su madre sonaba sorprendentemente tranquila para


alguien que estaba hablando del amante potencialmente no-humano de
su hijo—. Es… otra cosa. ¿Algo más? O al menos, es diferente —Se sentó
a la mesa, echó azúcar a su espresso y le dirigió una mirada abierta y
curiosa.

Jamie era el que quería iniciar esta conversación, y su madre había dado
un paso adelantándose, pero ahora que estaba sucediendo, descubrió
que tenía la boca seca y que no podía dejar de tamborilear sobre la mesa
con sus dedos. —Eh… ¿Sí? Sí a algo más. Sí a... a diferente.

—Mmm —Ella asintió, tomando un sorbo de su café. La taza


tembló un poco entre sus manos—. Ya me lo imaginaba. Son esos ojos.

Jamie alcanzó su propio café antes de retirar su mano de nuevo, se daba


cuenta que iba a derramarlo por toda la mesa en su actual estado
nervioso. —¿La parte de los lentes contacto no te engañó?

Su mamá agitó su mano libre. —No es solo el color de los ojos. Es otra
cosa. Esa manera en que mira al mundo que lo rodea, es… depredadora.
Nunca había visto algo así.

—Pero, aún así… ¿te agrada?

—Lo hace —Se encogió de hombros—. Él puede mirar al mundo


como un depredador. ¿Pero la forma en que te mira a ti? Lo hace como
si tu fueras su Universo entero —Entonces le sonrió a Jamie, un poco
tierna y un poco triste—. Si alguien merece ser mirado de esa manera,
ese eres tú. Por supuesto, puede que esté siendo un poco parcial —Ella
cubrió el dorso de su mano con la suya, deteniendo el golpeteo de sus
dedos—. Mi Jamie especial.
Jamie levantó la mano de modo que su palma estuviera en contacto con
la cálida y seca palma de su madre. —¿Y si yo fuera aún más… especial?
¿Si yo también fuera diferente?

No dio más detalles sobre en qué sentido sería diferente, y su madre no


se los pidió. Ella solo le dio a su mano un firme y amoroso apretón. —
Mientras sigas siendo tú, te seguiré amando. Eso nunca jamás cambiará.

Tal vez Jamie se había equivocado antes en lo que le había dicho a Luc.
Tal vez el amor incondicional no era tan raro como había pensado.

Se sentaron por un rato, bebiendo sus cafés, mientras que la energía


nerviosa de Jamie se disipaba lentamente de su cuerpo ante la presencia
tranquilizadora de su madre.

—¿Si pudieras, quisieras vivir para siempre?

—¿Yo? —Su mamá rio sorprendida por su pregunta—. Ah, no,


mijo. Me gusta mi vida tal como es. ¿Pero tú? —Ella lo miró con sus ojos
perspicaces—. Siempre has estado destinado a más, eso pienso. Nunca
entendí por qué te quedaste tan cerca de nosotros, cuando tienes tanta
hambre del mundo. Sabías que esto vendría, ¿no es así?

Jaime se encogió de hombros. —Sabía que él vendría.

Ella asintió en respuesta, y Jamie se permitió respirar tranquilo. Estaba


más que un poco atónito por lo fácil que había sido esta conversación.
No es que alguna vez hubiera dudado del amor de su madre, pero tal vez
no se había percatado de lo completamente profunda que era su
comprensión.

Debatió entrar en más detalles entonces, la logística sincera y sucia de


todo. ¿Cuándo sería el momento adecuado para decirle que su hijo se
mantendría joven para siempre? ¿Que ya no podría comer su comida?
¿O quizás simplemente debería presentar esas cosas a medida que
vinieran? ¿Cuánto preparó realmente una advertencia verbal a alguien
para que un miembro de su familia se convirtiera en vampiro?
Quizás existía algún folleto en alguna parte.

Pero antes de que Jamie pudiera decidir, su visión se desvaneció.

Nunca antes había sucedido de esta forma. Nunca llegaba con tanta
fuerza e intensidad como para que Jamie perdiera todos los signos y
sentido del presente. O sí lo había hecho, había sucedido mientras
dormía, cuando ya había dejado atrás el mundo real.

Pero ahora, en la cocina de su madre (¿Seguía estando en la cocina de su


madre?) era todo lo que podía ver. Todo lo que podía sentir.

Luc. Su vampiro estaba peleando. Con urgencia. Con violencia. Jamie


no podía ver al principio contra quién estaba luchando. ¿Roman
finalmente se había roto y estaba tratando de vengarse de su viejo
amigo?

Pero no. Luc se retorcía, forcejeando con su oponente, y Jamie pudo ver
que era alguien a quien no reconocía. Cabello castaño claro. Una
estatura robusta. No tan alto como Luc, pero se veía... fuerte.
Demasiado fuerte.

Era un vampiro; eso era seguro. Jamie no podía ver lo suficientemente


claro como para mirar sus ojos, pero solamente otro vampiro podría
pelear contra Luc de esa manera. Ningún humano lo tendría luchando
tan furiosamente. Luc lo haría pedazos en meros momentos.

Y después, Luc estaba en el suelo, el extraño vampiro encima de él. Lo


arañaba, mordía y desgarraba.

El corazón de Jamie se detuvo en su pecho.

El desconocido estaba desgarrando la garganta de Luc.

Luc no se levantaba.

Aún así, lo estaba intentando, con sus piernas pateando el polvo y sus
brazos empujando contra el pecho del desconocido, pero se estaba
debilitando; eso estaba claro.
Luc seguía luchando. Pero estaba perdiendo.

Jamie estaba agarrado a la puerta del lado del pasajero con tanta fuerza
que sus dedos comenzaban a doler y sus nudillos se habían puesto
blancos por el esfuerzo.

Inseguro de su propia estabilidad después de la visión, le había pedido a


Jay que condujera, algo de lo que estaba empezando a arrepentirse
cuando el vampiro aceleró a través de otra sólida luz roja.

—¿En dónde aprobaste el examen de conducir? ¿En una autopista?

Intentó llamar al teléfono de Luc por décima vez. Nuevamente fue


directo al buzón de voz. Y, por supuesto, siendo Luc, su buzón de voz
venía con una suave voz robótica que recitaba los diferentes dígitos de
su número de teléfono. Jamie ni siquiera pudo escuchar la voz de su
vampiro en su momento de pánico.

Era exactamente lo contrario de tranquilizar.

Habría estado gritando de frustración si no hubiese estado seguro que


tal acto, haría que Jay estrellaría al auto junto a ellos.

—No tomé ningún examen —Jay le informó con calma mientras el


auto al que casi había golpeado les tocaba la bocina—. Pero Danny me ha
estado llevando a practicar en los estacionamientos alrededor de Hyde
Park.

—De nuevo, ¿cuántos años dices que tienes?

Jay parecía pensativo. —Alrededor de doscientos cincuenta, creo. Es


fácil empezar a perder un poco la pista.
Ese era un gran viaje sobre el que pensar. El pequeño vampiro era una
extraña mezcla de ingenuidad e insondable experiencia de vida. Jamie
realmente quería sentarse con el chico y explorar su cerebro. Tal vez en
otro momento. Uno en el que Jamie no estuviera aterrorizado por la vida
de su compañero y amante destinado.

Y por él mismo, dada la forma en que Jay conducía.

Jamie probó con Luc por undécima vez. —¿Eres tan viejo y no tienes una
licencia de conducir?

—Te das cuenta de que cualquier identificación que tenga


cualquiera de nosotros (vampiros mayores), es completamente falsa,
¿verdad? Luc puede que tenga una licencia de conducir de algún
contacto en el mercado negro, pero eso no lo hace precisamente válido o
legal.

–Sí, sí — murmuró Jamie—. Pero, en dónde diablos está Luc es la


verdadera pregunta.

En ese momento, Jay buscó en su bolsillo y le entregó su teléfono móvil.


El alma de Jamie abandonó su cuerpo solo un poco cuando el auto se
desvió bruscamente con el vampiro conduciendo con una sola mano en
el volante. —Prueba con Danny.

Por supuesto, mierda. Danny y Roman. Si Jamie no hubiera estado tan


asustado, podría haberlo pensado él mismo.

Se había despertado de su visión aturdido por una neblina en su cabeza,


su madre lo sacudía y Jay y su hermana estaban de pie junto a ellos con
la boca abierta. Su hermana había afirmado que se parecía a una cosa de
“El Exorcista”, con los ojos completamente en blanco, pero Jamie no les
había dado muchas oportunidades para que hicieran un interrogatorio.

Agarró a Jay, lo sacó de la casa mientras se despedía apresuradamente


de su madre y de su hermana; lo empujó al asiento del conductor del
auto, dirigiéndolo a la piscina del vecindario donde habían encontrado
el cadáver. Luc le había dicho que comenzarían la búsqueda en los
puntos en que se hallaron los cuerpos.

Pero hasta ahora todo eso había probado ser jodidamente infructuoso,
no había señales de Luc por ninguna parte.

Pero Danny y Roman estarían con él, ¿verdad?

Jamie dejó escapar un largo y lento suspiro ante la idea. Iba a estar bien.

Sabía que tenía al menos un poco de tiempo. No mucho: Luc en la visión


había estado usando la misma ropa con la que Jamie lo había visto por
última vez, por lo que lo que iba a suceder probablemente pasaría el día
de hoy. Pero definitivamente había sido al anochecer. Tenían al menos
una hora hasta que el sol comenzara a ponerse.

Danny descolgó después del segundo tono, y Jamie se mortificó al sentir


cómo las lágrimas de alivio brotaban de sus ojos. —¿Jay? —La voz de
Danny estaba llena de preocupación amistosa—. ¿Está todo bien, cariño?

Jamie se aclaró la garganta, deseando que sus lágrimas desaparecieran.


Ahora no era el momento. —Habla Jamie. Necesito hablar con Luc.

—¡Oh! Um, ¿has intentado llamarlo? No está con nosotros en este


momento.

Mierda, mierda, mierda.

Jamie apenas registró a Danny explicando cómo se habían dividido en


dos grupos, cómo Luc estaba ahora con los gemelos mientras que él y
Roman habían iniciado su propia búsqueda. Y cómo no, Jamie no tenía
los números de los gemelos, solo el de Luc. Pero le resultaba difícil
concentrarse en las palabras de Danny, la cabeza le estaba dando vueltas
y tenía un sabor agrio en su boca.

Todo esto era tan apropiado sobre una de sus jodidas e inútiles visiones.
Sabía que Luc estaba en peligro, pero no tenía forma de localizarlo
adecuadamente. No tenía forma de ayudarlo. No tenía forma de
prevenirlo.
Jamie colgó el teléfono sin despedirse.

Trató de recuperar el control de sí mismo, tomando respiraciones


profundas y temblorosas. Todavía no iba a admitir la derrota.

Necesitaba concentrarse en lo que sabía, no en lo que se estaba


perdiendo. Cerró los ojos, ignorando las preguntas de Jay, y pensó en su
visión, acercándola a su mente. Hizo todo lo posible por ignorar la pelea
brutal y la horrible visión de las heridas de Luc. En cambio, se concentró
en los detalles del fondo, el entorno del desierto.

Porque Luc y su oponente definitivamente estaban en el desierto. En una


zona rocosa y montañosa. Jamie vio saguaros. Ocotillos.14

Por supuesto, esa flora del desierto en particular se encontraba


jodidamente por toda el área que rodeaba Tucson. Jamie reprimió un
gemido de frustración.

Justo ahí. Mientras que el par caía al suelo, vislumbró una señal. ¿El
comienzo de una ruta? Jamie no podía ver el lado con ninguna
inscripción, por supuesto. Eso sería demasiado fácil, ¿no?

Aún así, era algo. Abrió los ojos y pensó en las rutas que había recorrido
con su familia a lo largo de los años. Algunas podía descartarlas de
inmediato (los terrenos diferentes, cuando eran demasiado planos o
demasiado escasos de flora), y algunas tenía que pensarlos más
detenidamente, comparándolos con lo que había visto en su visión.

Pero había uno… sí. Jaime lo sabía. Simplemente lo sabía.

El Gate Pass15.

—Detente —Lo instó Jamie, girándose hacía Jay—. Ya sé a dónde


tenemos que ir.

14
Ambos son tipos de cactus que se encuentran en el desierto.
15
Es una vía en Tucson. Se traduciría como “El paso de la puerta”.
Jay hizo lo que le pidió: detuvo el auto a un lado de la carretera lo
suficientemente rápido como para que casi le arrancara los espejos
laterales a otro automóvil junto a ellos. De prisa, se apresuraron a
cambiar de lugar y Jamie tomó el volante.

Le lanzó el teléfono a Jay. —Llama a Danny otra vez. Le diré dónde


encontrarnos.

Jamie los quería a él y a Roman en ese lugar. Con el apoyo suficiente de


los vampiros, Luc no tendría que luchar él solo.

Y Luc estaría bien entonces, ¿verdad? Estaría totalmente, cien por


ciento, bien.

No importaba que Jamie nunca antes hubiese podido cambiar el


resultado de sus visiones. El hecho de que algo nunca hubiera sucedido
no significaba que nunca sucedería. La vida estaba llena de primeras
veces si la gente vivía de manera adecuada.

Jamie nunca había estado enamorado antes de Luc, ¿cierto? Nunca


había conocido a nadie que le prendiera fuego en la sangre y le hiciera
sentir que era perfecto exactamente como era. Alguien que lo hiciera
sentir necesitado y también necesario, como si fuera una parte vital para
su misma existencia.

Y sin embargo, aquí estaba. Aquí estaban.

Y Luc no se dejaría llevar por un imbécil vampiro salvaje. No era así


cómo iba a desarrollarse el futuro de ambos. De ninguna manera.

Jamie llegaría a tiempo.

Tenía que hacerlo.


Capitulo Diecinueve
Lucien

Luc no estaba seguro de por qué durante la división de grupos, terminó


con los idiotas odiosos. Estaba seguro de que tenía algo que ver con la
falta de confianza que tenían en él. Mantén a tus enemigos cerca y todo
eso. O tal vez sintieron la tensión y no confiaban en que él y Roman no
llegarían a las manos en cuanto se les dejara juntos.

De cualquier manera, ahora estaba estudiando una casita


sorprendentemente decrépita en el mismo vecindario en donde tuvo que
abortar su ataque al humano anciano asesino. Arrugó la nariz ante la
pintura ocre descascarillada y el columpio en el porche con un cojín
andrajoso y polvoriento. Los gemelos no lo habían invitado a pasar con
ellos, por lo que no tenía idea, pero tal vez el interior era
sorprendentemente moderno y prístino. Aunque, Luc de alguna manera
lo dudaba.

Estaba de pie sobre un piso de madera, del que estaba en un noventa por
ciento seguro que sufría de una infestación de nefasta, y tenía una
nefasta mancha oscura en el centro, justo enfrente de la puerta principal.
—Así que dejaron caer el cuerpo en el porche delantero, en sentido
literal, ¿verdad?

Fox y Dane estaban sentados juntos en el columpio del porche,


tumbados en posiciones idénticas uno al lado del otro, igual que un par
de fornidos sujetalibros color jengibre. —Por supuesto que sí. Tenemos
suerte de que ninguno de nuestros vecinos lo haya visto.

—¿Cuando vinieran a pedir una taza de azúcar, tal vez?


—Podría pasar —Dijo Dane—. La viejita al otro lado de la calle nos
ama.

Fox bufó. —Estoy bastante seguro de que tiene un fetiche con los
gemelos —Gritó cuando su hermano le dio un golpe en el pecho.

Luc decidió ignorar tanto ese pequeño detalle inquietante como el juego
brusco entre ambos. —¿Están seguros de que esto no es un tema de
venganza? —Preguntó, agachándose para olfatear la mancha de sangre.
Tenía un matiz extraño, como a un elemento podrido que no le sentaba
nada bien al monstruo de Luc—. ¿Otro vampiro tratando de causarles
problemas o tal vez sacarlos de la ciudad? —Luc no compartió el hecho
de que estaba muy familiarizado con esa táctica, ya que era la misma
forma con la que había estado jugando con Roman durante décadas:
drenar a sus víctimas, dejarlas en el camino de Roman y obligarlo a
abandonar cualquier vivienda temporal en la que se hubiese establecido.

Luc sonrió un poco al pensar en ello. Sabía que debería sentirse mal por
ello, pero había sido una manera terriblemente divertida de pasar el
tiempo.

Oh, bueno. Ahora tenía a Jamie y no necesitaba jugar a esos pequeños y


tontos juegos, ni siquiera si pondrían a Roman tan deliciosamente
furioso.

Con excepción de que ahora mismo estaba siendo forzado a jugar al gato
y al ratón, por supuesto. Habría sido fantástico que los gemelos hubiesen
estado dispuestos a subirse los pantalones de niños grandes para darle
caza al vampiro rebelde por su cuenta, pero parecían decididos a contar
con la ayuda involuntaria de Luc. Podría decirles que se fueran a la
mierda por toda la eternidad y tratar de luchar hasta salir de ahí, pero
eso mismo tenía sus propios riesgos. Una tregua parecía un mal
necesario que le traería un poco de paz a todos.

Y por primera vez en mucho, mucho tiempo, Luc quería esa paz. Quería
el tiempo y el espacio para enfocarse solo en su pareja, para introducirlo
en el redil de los vampiros de una forma que no resultara en una
experiencia terriblemente traumática para su humano brillante y
juguetón.

El amor incondicional no existe.

Luc reflexionó sobre las palabras de Jamie mientras daba vueltas por la
casa, tratando de detectar cualquier olor que no perteneciera a ese lugar.
No estaba del todo seguro de si eso era verdad. Tal vez Jamie tendría sus
límites en cuanto al amor, (tal como debería ser siendo un humano con
conexiones y amor y otras cosas que valían la pena mantener en su vida)
pero no había nada en este mundo que Jamie pudiera hacer para detener
la adoración que Luc sentía por él.

Jamie podría irse, sí. Podría abandonar a Luc tal como Roman ya lo
había hecho una vez. Y eso sin duda dolería como una cuchillada en el
pecho. Pero Luc sabía que su monstruo no se volvería contra Jamie, ni
siquiera por eso. Luc y su monstruo simplemente seguirían con
entusiasmo detrás de él, igual que un trágico y perdido cachorro de dos
cabezas. Encontrarían a Jamie, dondequiera que tratara de esconderse,
y aún ahí lo amarían. Más allá de la razón. Más allá de la esperanza.

Hasta el día en que dejaran este mundo para siempre.

Pero Jamie le había prometido que no se iría. Aunque el amor de Jamie


se convirtiera en odio, aunque Luc lo arruinara todo con su ira y su
crueldad, Jamie había prometido quedarse. Atormentaría a Luc con su
odio. Tal vez incluso lo mataría.

Qué maravilloso. Que delicioso.

¿Qué tan retorcida estaba el alma de Luc que pensar en eso se sentía
como un bálsamo?

Jamie nunca, nunca se iría.

Luc regresó al frente de la casa (ni de cerca de tener alguna respuesta


sobre el vampiro salvaje), y trató de escapar de sus pensamientos
obsesivos y concentrarse. —Simplemente no veo el punto de dejar un
cuerpo en su puerta sin tener algún motivo personal.

Dane balanceó las piernas para que el columpio del porche se meciera,
provocando el ceño fruncido de su hermano. —Es una cosa de vampiros
salvajes. Si huelen a otro vampiro en lo que han decidido que es su
territorio, intentarán expulsarlo con estos… pequeños regalos. Es como
una exhibición de dominio. Un dominio muy animal, si lo piensas.

Luc tarareó pensativamente. —¿Y qué hay del cuerpo en la caseta de la


piscina? ¿Eso para quién fue? No había estado allí antes de esa noche.
¿Y ustedes?

Dane y Fox se encogieron de hombros al unísono. —Tal vez no nos había


olido todavía. Tal vez, eso solo fue un lamentable intento de ocultar el
cadáver —Aportó Dane.

—Ya basta de preguntas —Regañó Fox—. Simplemente


concéntrate. Necesitamos una nariz fresca en este lugar, y no queremos
tener que pasar contigo más tiempo del necesario.

Los puños de Luc se apretaron, pero reprimió el gruñido que amenazaba


con salir de él. Básicamente estaba de acuerdo con ese sentimiento.
Preferiría acabar con esto rápidamente antes de empezar una pelea.
Cerró los ojos y se concentró de nuevo en los olores que los rodeaban.

Estaba la esencia a canela de Jamie pegada a su ropa, restos de la última


vez que estuvieron juntos. Los gemelos, con sus aromas terrosos
extrañamente similares pero sutilmente diferentes.

Y ahí. De nuevo. Un olor más apagado. Rancio, en cierto modo. Luc


volvió a agacharse sobre la mancha de sangre, comenzando por el centro
y avanzando hacia afuera, a lo largo de los bordes. Estaban las notas
metálicas habituales, superpuestas por un matiz desagradable, uno que
no parecía estar localizado sobre la madera oscurecida. Luc se dio cuenta
entonces, que la mancha de sangre en sí misma no era la fuente. Era un
olor que había sido dejado en la sangre.
Interesante. Luc no sabía que se podía oler lo salvaje en alguien más.

—¿Mi olor tiene eso…? —Había hecho la pregunta antes de poder


pensarlo mejor. Se preparó para un comentario de reprimenda, pero
Dane solo le dedicó una pequeña sonrisa comprensiva, la primera vez
que veía a los gemelos parecer remotamente sinceros.

—No. No tienes la podredumbre de lo salvaje. Al menos no todavía.

—Esa es parte de la razón por la que no te hemos liquidado aún —


Intervino Fox—. En contra de nuestro buen juicio, debo agregar.

Luc permitió que el más leve atisbo de alivio lo atravesara. Sabía que
tenía cierto control sobre sí mismo (por muy leve que ese control se haya
vuelto a lo largo de las décadas), pero tampoco quería que Jamie se
convirtiera por él, solo para descubrir después que Luc tenía un aura de
decadencia que ya no podría hacer desaparecer.

Ahora que los tres se habían fijado en él, siguieron el olor por el camino.
Supuso Luc que tuvieron suerte de que el vampiro salvaje no fuera en
auto. Pero, de nuevo, si su monstruo dirigía el espectáculo por completo,
era muy posible que se hubiera olvidado cómo. Los vampiros salvajes no
tenían mucha suerte con la tecnología, dependiendo de cuándo se habían
convertido y de qué tan arraigados estaban en su naturaleza.

A medida que se acercaban a las afueras de la ciudad, Luc comenzó a


sentir... picazón. Una inquietud debajo de la piel, su monstruo
retorciéndose dentro de él. Toda esta cacería, el olor a podredumbre, el
conocimiento de que estaría eliminando a uno de los suyos, era un
recordatorio de lo afortunado que había sido al encontrar a Jamie
cuando lo hizo.

Luc había estado tan cerca de alcanzar este mismo estado. Había sentido
la atracción durante lo que parecían años interminables: la seducción del
monstruo, la súplica para dejarlo tomar el control por completo. La
promesa de que Luc no tendría que pensar más si no lo deseaba, que ni
siquiera tendría que sentir. Todo lo que tenía que hacer era dejarse ir.
Podía simplemente deslizarse hacia él, ceder a sus impulsos más bajos y
dejar atrás a su humanidad.

Y luego apareció Jamie, lleno de brillo y luz, con esa hermosa maldita
sonrisa que había hecho que Luc se sintiera cálido y completo por
primera vez en toda su existencia. Y el monstruo simplemente… se puso
en línea. Como si el tiempo hubiera retrocedido y él… pudiera volver a
ser como antes, con el monstruo siendo parte de Luc pero sin
consumirlo.

¿Mejoraría aún más después de que Jamie se convirtiera? Jamie había


visto el rostro humano de Luc la otra noche. Lo había pedido y lo había
recibido, aunque solo fue por un momento.

Me gustaría ver los ojos de Lucien, monstruo. ¿Me dejarías?

¿Cómo podía ser que eso fuera todo lo que se necesitó? Jamie lo quería,
y el monstruo se lo dio.

Era tan desconcertante para Luc, al igual que el fácil perdón que Danny
ofrecía; ese tipo de perdón que Luc sabía que sólo se producía una vez
en la vida, incluso en una vida tan larga como la suya. ¿Cómo sería ser
tan indulgente? Luc ni siquiera podía empezar a imaginárselo.

Tuvo un momento de simpatía hacia Roman, incluso cunado una sonrisa


tiró de la comisura de su boca. Siendo un bastardo tan cabreado y
malhumorado, debía volverle loco el que Danny no le permitiera
desquitarse con el mundo que lo rodeaba.

Cuando salieron de las afueras de la ciudad, aventurándose en el


desierto, el olor extraño y pútrido comenzó a hacerse más fuerte. Más
fresco.

Lejos de los indiscretos ojos humanos, podrían moverse mucho más


rápido, recorriendo kilómetros en cuestión de minutos. Incluso podrían
alcanzar muy pronto al vampiro salvaje.

Ante la insistencia de Dane, se detuvieron para elaborar una estrategia.


Luc no estaba seguro de cuánta delicadeza tendría que usarse, pero
quizás ellos sabrían mejor.

—¿Cuántas veces han hecho esto ustedes dos? —Preguntó,


mirándolos a los dos con ojos críticos. Los gemelos parecían ser lo
suficientemente fuertes, pero eso no siempre significaba mucho en el
mundo de los vampiros. La edad añadía fuerza incluso cuando les
quitaba el control.

Dane enarcó una ceja. —¿Eliminar a un vampiro salvaje? Dos veces.

—¿Y sólo han estado aquí por dos décadas? Eso parece un número
alto para un período de tiempo tan relativamente corto.

Los gemelos compartieron una mirada ilegible, luego Dane se aclaró la


garganta. —Estamos bastante seguros de que algunos lugares atraen a
los de nuestra especie mucho más que otros. Sin embargo, no estoy
exactamente seguro del por qué.

Esa no era una teoría que Luc hubiera escuchado antes. —Parece algo
contrario a nuestra propia naturaleza. A la mayoría de los vampiros que
he conocido no les gusta compartir territorio, incluido al encantador
público presente.

Dane se frotó la barbilla con una mano, considerándolo. —Bueno, claro,


a los vampiros no vinculados no les gusta.

Ante la expresión de Luc, Fox dejó escapar un gemido exasperado, uno


que dejó bien en claro lo exactamente idiota que creía que era. —¿Estás
bromeando? ¿Tú y tus amigos fueron criados por los malditos lobos?

Luc lo ignoró y miró a Dane, quién simplemente suspiró y se lanzó con


su explicación. —Los vampiros vinculados son inherentemente más
estables. Tienden a llevarse bien entre sí. Muchos de ellos incluso forman
madrigueras16. Son como comunidades enteras de vampiros vinculados

16
De la palabra en inglés “Dens” que se usa también como “refugio” o “guaridas”. Literalmente habla de
comunidades vampíricas.
viviendo juntos. Aunque, el tamaño de la madriguera tiende a estar
limitado por el tamaño de la ciudad en la que se encuentran, sólo hay
cierta cantidad de comida para todos sin terminar levantando sospechas.
Incluso hay ejemplos de vampiros solteros y no vinculados que se unen
a madrigueras como esa, para ayudarlos a estabilizarse mientras
encuentran a las almas que los anclarían.

Todo esto eran unas jodidas noticias nuevas para Luc.

¿Estuvieron él y Roman aislados de su propio mundo? ¿O acaso estos


gemelos eran particularmente conocedores de la sociedad vampírica?. —
¿Por qué ustedes dos no están en una comunidad como esa, si saben
tanto al respecto?"

—Lo estábamos. Pero… —Dane miró a su gemelo,


momentáneamente sin palabras.

—Es un poco difícil verlos a todos tan acaramelados —La voz de


Fox era más suave de lo habitual, pero la endureció un segundo
después—. No es que quiera un compañero romántico. ¿Follar a una
misma persona para siempre? No, gracias, maldita sea.

Luc pensaba que el vampiro estaba protestando demasiado, pero no dijo


nada. Él personalmente no tenía absolutamente ningún problema con la
idea de follar con Jamie por toda la eternidad. Le encantaba la idea de
explorar cada centímetro de ese cuerpo perfecto y bronceado.

Hablando de eso… Luc alcanzó su teléfono, preguntándose si su


compañero había tratado de contactarlo y él se había perdido el timbre
del móvil por andar enfocado con la cacería. No estaba acostumbrado a
prestarle tanta atención al teléfono antes de Jamie.

Se quedó mirando la pantalla negra.

En su preocupación por Jamie durante la noche anterior, al parecer se


había olvidado de cargar la maldita cosa porque estaba completamente
muerto sin batería.
Se estaba girando para pedirle prestado el de Fox, cuando el grito de una
mujer rasgó el aire.

Fox y Dane despegaron al instante, Luc pisándoles los talones.

Excepto que, unos minutos más tarde, Luc escuchó un sonido mucho
más aterrador.

Escuchó a Jaime.

Estaba oyendo gritar a Jamie.


Capitulo Veinte
Jamie

—¿Dónde diablos está? —Jamie murmuró más para sí mismo que


para el vampiro a su lado.

Habían llegado a Gate's Pass en un tiempo récord, pero todavía no había


señales de Luc. O de Danny y Roman, ya que estaban, pero Jamie creía
que les tomaría al menos unos minutos más para llegar hasta ahí.

—Sabes, los vampiros son súper tontos y difíciles de matar —Lo


tranquilizó Jay—. Sé que ver cómo le desgarraban la garganta a Luc
probablemente fue un poco aterrador, pero totalmente puede sobrevivir
a eso. No necesitas preocuparte tanto. Es por eso que generalmente se
necesita a más de uno de nosotros para aniquilar a un vampiro salvaje.
No es fácil. Solo decapitación o consumo total por llamas.

Jamie asintió junto con esas palabras tranquilizadoras, pero estaba


teniendo problemas para tomárselo en serio. Jay no había visto lo que él
había visto: ese vampiro había estado desgarrando la garganta de Luc.
¿Cuánto daño se necesitaría para que la cabeza de Luc fuera totalmente
separada de su maldito cuerpo?

—Incluso entonces —Reflexionó Jay, dando vueltas alrededor del


poste señalizado—. No siempre es solo el vampiro el que muerte. Incluso
con la ayuda de varios vampiros, es un asunto realmente peligroso. Creo
que es como lo que dicen que sucede cuando los humanos levantan autos
de encima de bebés y esas cosas. Al igual que los vampiros salvajes,
tienen un subidón de adrenalina prolongado. ¿O quizás es que no les
queda nada que perder? Pueden ser más fuertes de lo que piensas.
—Um, creo que tal vez estás tratando de consolarme, sin embargo,
lo que realmente me estás diciendo es que el vampiro salvaje que vi
atacando a Luc, ese hijo de puta, de verdad podría matarlo.

Los ojos grises de Jay se encontraron con los de Jamie en una expresión
sorprendentemente plana. —Estoy diciendo que si no viste su cabeza
siendo separada de su cuerpo, entonces no lo viste morir.

—¿Has… has visto eso? La cabeza de un vampiro desprendiéndose.

—Lo he hecho —Jay miró fijamente la mano que tenía apoyada en


el poste señalizador, luego la levantó para frotar la base de su palma
contra su pecho. De pie ahí, se veía insoportablemente triste.

Sin embargo, al momento siguiente, el pequeño vampiro se animó otra


vez. —Tal vez deberíamos intentar llamar…

Fue interrumpido por el grito de una mujer.

Era lo suficientemente débil, aparentemente viniendo de lejos, pero


definitivamente procedía de más adentro en el desierto.

Él y Jay compartieron una mirada, encerrados en la indecisión mutua.

Jamie se humedeció los labios repentinamente secos. —¿Crees que se


trate del vampiro salvaje?

—Si lo es, entonces tiene una víctima. Es alguien en apuros.


Deberíamos… debería ir a ayudar, ¿verdad? —Por alguna razón, Jay
estaba susurrando.

Jaime asintió. Si alguien estaba en peligro, definitivamente necesitaba


ayuda. Pero él no podía correr a la misma velocidad que Jay podía. —Es
más rápido si vas solo.

Jay parecía inseguro. —No quiero dejarte aquí.

—Danny y Roman llegarán en cualquier momento.

La mujer volvió a gritar, un gemido prolongado.


—Anda —Le instó Jamie.

Jay asintió una vez antes de salir corriendo y… santa mierda. Jamie se
dio cuenta de que nunca antes había visto a un vampiro ir a toda
velocidad por tanto tiempo. El pequeño estuvo completamente fuera de
su vista antes de que Jamie pudiera siquiera registrar la idea en su
cabeza.

Incluso estando enfermo de preocupación, Jamie encontraba eso


jodidamente genial.

Hizo todo lo posible por esperar con más o menos paciencia, caminando
en círculos alrededor del pequeño poste con indicaciones. No estaba tan
preocupado por Jay (a pesar de su extraña dulzura, el pequeño parecía
tener una buena cantidad de experiencia de vida), sino que seguía
nervioso por la venida de Luc. El anochecer se acercaba rápidamente, y
todavía no había señales de su vampiro.

Jamie revisó su teléfono nuevamente, trató de llamar a Luc a pesar de


que ya conocía cual sería el resultado final.

Le tomó más tiempo del que debería el darse cuenta de que estaba siendo
observado.

Estaba tan nervioso por la preocupación y la adrenalina que su piel


apenas se sentía como si encajara encima de su cuerpo. Así que, la
sensación de picazón tardó algunos minutos más en registrarse. Pero
una vez que lo hizo…

Jamie se mantuvo lo más quieto que pudo y escudriñó el horizonte. No


podía ver a nadie ni nada fuera de lo normal.

Pero aún así, podía sentirlo. Algo estaba observándolo. Tuvo un breve
momento irracional en el que pensó: “Un león de montaña”.

Se podían encontrar en las colinas del desierto alrededor de Tucson, y


una vez, cuando él estaba de excursión con su madre cuando era niño,
ella lo detuvo en un sendero silenciando suavemente su balbuceo
infantil. Había sido demasiado joven para darse cuenta de lo que estaba
pasando, pero lo había... sentido. Una presencia. Levantó los brazos,
comenzó a gritar y usó el pie para instar a Jamie a que retrocediera
lentamente junto con ella.

Más tarde supo que ella había divisado a uno de esos grandes felinos en
uno de los acantilados a la distancia. Habían estado cerca del comienzo
del sendero y pudieron regresar sin problemas, notificando a un
guardabosques de lo que habían visto. Pero Jamie nunca había olvidado
esa sensación.

Ahora mismo sentía lo mismo.

Sin embargo, la explicación más sencilla solía ser la correcta, y Jamie


estaba metido hasta la cintura en tonterías vampíricas, así que... ¿Lo
estaría vigilando otro vampiro?

Maldita mierda. Joder.

Quería decirse a sí mismo que se trataba de Luc, jugando con él. Pero,
por otro lado, Luc nunca jugaría con la seguridad de Jamie, ni siquiera
por un poco de primal play17.

Ohh, eso era una buena idea.

No. Enfócate.

En segundo lugar, Jamie nunca había sentido esta clase de peligro


sigiloso con Luc. Ni una sola vez. Claro, había un aire subyacente de
violencia dondequiera que iba su grande y fuerte vampiro, esa sensación
de fuerza apenas contenida. Pero esa violencia nunca, nunca había
estado dirigida hacia Jamie.

Mientras que ahora mismo se sentía… perseguido. Los saguaros


densamente poblados y los arbustos del desierto que había amado toda
su vida, en ese momento se sentían como nada más que posibles

17
El “Primal play” es un tipo de juego sexual en el BDSM en donde uno es el cazador y el otro la presa.
escondites para lo que fuera que lo acechaba sigilosamente en la luz del
día que comenzaba desvanecerse.

Y justo ahora se estaba dando cuenta de lo malditamente idiota colosal


que era. ¿Quedarse a solas con un vampiro asesino y desenfrenado?
Jamie había estado tan concentrado en Luc, en la horrible visión de su
amado monstruo siendo derribado, que no había tenido la energía
suficiente para preocuparse por sí mismo.

Pero ahora mismo… ahora estaba preocupado.

Entonces la pregunta era… ¿gritar o no gritar?

Alguien por ahí realmente necesitaba actualizar las guías de


supervivencia en la naturaleza. Le enseñaban a la gente qué hacer
cuando se trataba de pumas (gritar fuerte, mantenerse erguido y nunca
correr) y con los osos grizzly (hacerse el muerto hasta que pierdan el
interés), pero ¿qué se suponía se hacía cuando te acechaba una clase de
vampiro depredador?

Gritar traería consigo una oportunidad para que Jay regresara


rápidamente, pero, ¿también haría que el vampiro lo tuviera en la mira?
Jamie tenía el presentimiento de que correr no sería la mejor idea.
Especialmente después de ver lo rápido que podía moverse Jay.

Hizo rápidamente un balance. Estaba a unos cien metros de donde


estaba aparcado su coche. Si iba despacio, ¿podría llegar a tiempo?
Parecía un buen momento para intentarlo. Estar allí de pie no lo estaba
ayudando en nada. Y tal vez terminaría descubriendo que solo estaba
siendo un súper paranoico y tonto, y finalmente se reiría de lo neurótico
que se había vuelto.

Comenzó a caminar por el sendero y luego, oh mierda. Ahí estaba. No


era paranoia en lo absoluto. Escabulléndose de detrás de un saguaro, a
unos quinientos metros de distancia.
Definitivamente era el vampiro de la visión de Jamie. Cabello castaño
claro y despeinado. Más bajo que Jamie pero definitivamente con más
músculos. Y… Oh.

Jamie se tambaleó hacia atrás en cuanto el vampiro apareció de repente


mucho, mucho más cerca, apenas evitando presionarse contra un cactus.
A menos de cien metros de distancia. Jamie podía distinguir sus ojos
negros, una mirada que resultaba mucho más sexy en Luc en la humilde
opinión de Jaime. Tenía las uñas cubiertas de… ¿suciedad? ¿de sangre?

El vampiro no hablaba, solo lo miraba fijamente. Jamie consideró por


un segundo el tratar de hablarle como lo había hecho con Luc. Hola,
monstruo. Sé que parezco una golosina deliciosa, pero en realidad soy
un aliado de los vampiros y preferiría que no me comieran en este
momento.

Pero sabía que no serviría de nada. El monstruo de Luc escuchaba a


Jamie porque... bueno, porque amaba a Jamie. Querían complacerlo,
tanto el hombre como la bestia que yacía debajo. Sin embargo, esta
criatura…

Esta criatura se sentía mal. Podrida. Como si estuviera en un plano de


existencia completamente diferente.

Jamie casi sentiría pena por ella si no estuviera muy seguro de que
estaba a punto de convertirse en la cena de esta cosa.

Así que Jamie gritó tan fuerte como pudo.

El vampiro hizo una mueca ante el ruido, un gruñido escapó de sus


labios, y antes de que Jamie pudiera recuperar el aliento, la criatura ya
estaba sobre él.
Oh, maldita mierda, eso dolió. Todo le dolía.

El brazo de Jamie estaba en llamas, estaba bastante seguro de ello. No


tenía del todo claro como funcionaría eso, ya que no podía ver ninguna
llama, pero se sentía igual a como se imaginaba se sentiría el quemarse
vivo.

¿Quién imaginaría que las mordeduras de vampiros podrían doler tanto?

Jamie había logrado quitarse en el último momento, y el vampiro salvaje


se había aferrado a su bíceps derecho en lugar de su cuello. Menos mal
que no había alcanzado la yugular de Jamie, porque probablemente no
habría sobrevivido, pero, joder, le había desgarrado la parte superior del
brazo y dolía como una perra.

Volvió a gritar, un sonido ronco y patético. No podía evitarlo. Le gustaría


decirse a sí mismo que era intencional, que estaba tratando de traer a
Jay de regreso, pero la verdad es que estaba demasiado dolorido como
para mantener la boca cerrada.

¿Debería estar agradecido de que la excitación mágica que sentía por las
mordidas no estuviera sucediendo ahora mismo? Habría sido más que
extraño el estar excitado en este momento, cuando probablemente
estaba a punto de perder la vida y convertirse en alimento para vampiro,
pero también creía que sería genial si no doliera tanto.

El vampiro salvaje emitió un extraño gruñido gutural y soltó el bíceps de


Jamie, pero antes de que él pudiera respirar aliviado, se aferró
nuevamente a su antebrazo.

—¡Mierda!

¿Y si le desgarraba la arteria radial con sus jodidos dientes? Jamie agitó


las piernas. Se retorció lo mejor que pudo. Intentó con toda su fuerza
muscular el sacudir los brazos con la fuerza suficiente como para apartar
esos jodidos colmillos, pero la maldita bestia no se movía.
Tuvo un recuerdo del cuerpo que él y Luc habían encontrado en la casa
de la piscina. La forma en que había sido desgarrado, las heridas masivas
que había tenido por todas partes. Parecía que había sido mutilado por
un animal. Comido vivo.

Las lágrimas comenzaron a fluir antes de que Jamie pudiera evitarlo, sus
mejillas se humedecieron incluso mientras continuó luchando. De
verdad, de verdad no quería morir de esta manera. ¿Sería demasiado
patético pedir misericordia a una criatura que no podría entender el
concepto?

Antes de que pudiera decidirse, un fuerte rugido barrió sobre ellos,


cubriendo fácilmente los gruñidos del vampiro salvaje y los gemidos
patéticos de Jamie.

Jamie no podía ver nada a su alrededor, el brazo fornido del vampiro


estaba sobre su rostro para mantenerlo quieto. Así que tuvo un momento
extraño y surrealista en el que pensó que tal vez un puma había
aparecido después de todo.

Qué buen gatito, pensó delirante.

Excepto que no. Los sonidos de los pumas eran agudos, como el llanto
de una mujer. Esto era más como... como el rugido de un león, tal vez.

Jamie tuvo otro pensamiento delirante. ¿Había leones en el desierto de


Arizona?

Y luego la presión que sujetaba a Jamie contra el suelo, cedió cuando el


vampiro salvaje fue derribado.

Jamie se incorporó lo mejor que pudo usando su brazo bueno, tenía los
ojos llorosos observando el movimiento borroso frente a él. No
necesitaba verlo todo claramente para saber quién había venido a
salvarlo.

Luc había llegado.


El alivio recorrió a Jamie como una oleada, dejándolo temblando con
violencia. Pero casi de inmediato fue reemplazado por los fríos zarcillos
del pavor.

No, no, no. Luc no podía estar aquí. Ese era todo el maldito punto.

Su vampiro podía parecer que estaba ganando la pelea, tenía al hijo de


puta apretado en una llave de estrangulamiento, pero eso no duraría.
Jamie lo había visto. Él lo había visto.

Jamie estaba gritando antes de poder detenerse, su voz ronca debido a


los gritos de antes. —¡Luc, no! ¡Sal de aquí! ¡Necesitas irte!

Luc levantó la vista desde donde estaba gruñendo hacia el vampiro que
tenía entre sus brazos, la ira en su rostro sobresaltaba por la intensidad.

—H-he visto algo, Luc. Tienes que salir de aquí.

Luc volvió a gruñir, esta vez a Jamie, quien tragó saliva y defendió sus
argumentos. —Los otros estarán aquí pronto. Ellos pueden ayudarme.
Necesito que te vayas.

Jamie sabía en algún lugar de lo más recóndito de su cerebro, que lo que


estaba diciendo era evidentemente ridículo. Tanto él como Luc sabían
que tendría absolutamente cero posibilidades contra un vampiro salvaje
durante más de unos pocos minutos.

Pero en ese momento, a Jamie no le importaba si sobrevivía. No podía


quedarse de brazos cruzados y ver cómo mataban a Luc. No quería ver a
su monstruo siendo aniquilado. Jamie tomaría el dolor por él en su
lugar. Podía manejarlo; sabía que podía hacerlo.

Puede gritara, llorara y suplicara un poco, pero estoicismo estaba


sobrevalorado, ¿de acuerdo?

Luc solo lo miró con ojos negros y fríos, pareciendo apretar más al otro
vampiro en lugar de soltarlo. Mientras que él y Jamie hacían contacto
visual; él hizo todo lo posible por compartir su desesperación de forma
telepática, si eso es lo que se necesitaba. El vampiro salvaje sacó su
rodilla, golpeando a Luc en el estómago con la fuerza suficiente para
derribarlo.

Después de eso, fue una vez más un borrón de extremidades y cuerpos


brutales.

Jamie comenzó a gritar nombres. —¡Jay! ¡Danny! ¡Roman! ¡Malditos


gemelos estúpidos! ¡Cualquiera! ¡Ayuda, maldita sea!

Y luego sucedió. Luc estaba de espaldas mientras que el otro vampiro le


desgarraba la garganta.

Al igual que en la visión de Jamie. Al igual que su maldita visión inútil.

Jay había dicho que la decapitación o el fuego eran las únicas formas
seguras de matar a un vampiro, pero... ¿Qué tan profundo podría
desgarrar ese otro vampiro salvaje a Luc? ¿Podría atravesarlo? ¿Qué
tamaño tenía que tener el agujero en el cuello de Luc para que contara
como una decapitación?

Jamie gritó de nuevo, dirigiendo su ira hacia el vampiro que estaba


encima de Luc, lanzando cualquier piedra que pudiera encontrar con su
brazo izquierdo ya que en el derecho había perdido todo control sobre
sus movimientos para este punto. —¡Quítate de encima! ¡Fuera de él,
maldita sea!

Estaba tratando de levantarse para lanzarse sobre la espalda del hijo de


puta, cuando se oyó otro rugido ensordecedor, y luego un tercer cuerpo
se sumó a la refriega.

Roman.

Incluso a través del borrón provocado por sus lágrimas, Jamie podía
decir de quién se trataba porque el tipo seguía llevando su jodido traje.

El viejo amigo de Luc, su némesis desde hace mucho tiempo, apartó al


otro vampiro, haciéndolo rodar y lidiando su propia batalla.

Y Luc, él estaba simplemente… inmóvil.


Inmóvil como si estuviera muerto, allí sobre el suelo duro.

—¿Luc? —Jamie se arrastró hacia adelante, necesitando ver con


claridad—. ¿Monstruo?

El cuello de Luc era un desastre gigante y destrozado. ¿Le habían roto la


columna? Pero Luc no podía estar muerto, ¿verdad? Eso no debería
suceder. No estaba permitido que sucediera.

Jamie quería poner la cabeza de Luc en su regazo para protegerla del


suelo duro, pero tenía miedo de moverla, miedo de que terminara
rasgando algo, de romper alguna cosa que no pudiera ser reparada. Se
agachó sobre el cuerpo de Luc y comenzó a acariciar el cabello oscuro de
su vampiro. —Hora de despertar, monstruo. Lo hiciste muy bien. Estoy
tan orgulloso de ti —La voz de Jamie se quebró al pronunciar esas
palabras—. Pero es hora de despertar.

Era vagamente consciente de que los demás estaban llegando a su


alrededor; los sonidos de los gemelos que ayudaban a Roman en la pelea.
Por el rabillo del ojo vio una cabeza siendo arrancada de un cuerpo
voluminoso y arrojada por la ladera.

Pero nada de lo que sucedió se registró en su cerebro, hasta que sintió


una mano descansando suavemente sobre su brazo ileso haciendo
detener su mano a mitad del recorrido entre los gruesos mechones de
Luc.

Levantó la vista, con su visión borrosa por las lágrimas.

Danny.

—Vamos, Jamie —dijo Danny, con su voz amable—. Es hora de


levantarse. Luc sanará, te lo prometo. Tenemos que llevarte a un hospital
—Instó a Jamie a ponerse de pie, con una mano en su brazo.

Jamie no quería ir. No quería dejar a su vampiro allí, tirado en el suelo.


Pero el agarre de Danny era sorprendentemente fuerte y parecía
decidido a llevarlo a que consiguiera atención médica.
Justo cuando la mano de Jamie se apartó de Luc, los ojos de su monstruo
se abrieron de golpe.

El corazón de Jamie latió por primera vez en minutos.

Luc estaba despierto.

Y aparentemente su monstruo quería que Jamie permaneciera a su lado,


porque al momento después, antes de que Jamie siquiera pudiera
procesar su alivio, Luc estaba agarrándolo del brazo derecho destrozado
para acercarlo más a él.

Jaime no pudo evitarlo. Gritó de nuevo por el dolor insoportable en su


brazo.

Trató de sofocar el grito cuando Danny se estiró para intervenir y Luc


gruñó ante su presencia, luego Roman le rugió en respuesta por
atreverse a amenazar a su pareja.

Todo era un caos. Un maldito caos.


Capitulo Veintiuno
Lucien

Sangre. Sangre metálica, picante, con olor a canela, le inundaba las fosas
nasales.

El compañero de Luc estaba sangrando, y no era para el propio placer de


Luc...

Ese fue el primer hecho que entró en su cerebro en cuanto volvió a la


conciencia.

Luc gruñó por lo bajo, tirando de su compañero más cerca de él,


enfurecido por el grito de dolor que dejó escapar su humano ante el
brusco movimiento. ¿Por qué le dolía tanto a su pareja? ¿Por qué estaba
haciendo esos sonidos por el toque de Luc?

Luc acarició sus manos, reacomodando sus cuerpos para sostenerlo más
cerca manteniendo un brazo alrededor de su pecho. El agarre no parecía
lastimar a su compañero, no de la forma en que había sucedido con el
agarre de su brazo.

Luc no había tenido la intención de lastimarlo. No lo lastimaría. Solo


necesitaba a Jamie cerca de él.

Estaba empezando a recordar cosas. Otro vampiro había intentado


llevarse a Jamie para siempre. Otro vampiro había intentado quitarle a
su compañero.

El siguiente hecho que Luc registró, fue que él mismo estaba herido.
Podía sentir su garganta abierta, su funcionamiento interno expuesto al
aire libre de una manera que no se sentía natural. En el fondo de su
mente, en las profundidades más oscuras en donde todavía era capaz de
razonar, sabía que estaba lo suficientemente abierto como para que algo
en su médula espinal probablemente hubiese sido cortado. Lo suficiente
como para haberlo hecho perder el conocimiento.

Luc podía sentir cómo se curaba, esa sensación de picazón de sus partes
volviéndose a fusionar. Necesitaría alimentarse pronto para ayudar a su
cuerpo con el proceso.

También estaba ensuciando a su pareja, cubriendo su hermosa espalda


con la sangre de su herida, pero eso no podía evitarlo. Necesitaba tener
a su compañero cerca de él.

Porque el siguiente hecho se registró... había gente a su alrededor.


Vampiros que los rodeaban.

Luc gruñó como una advertencia a la figura más cercana. Habían


amenazas por doquier. Intentaban quitarle a su compañero.

Luc los destrozaría a todos antes de permitir que eso sucediera.

Mientras tanto, su compañero murmuraba palabras sin sentido y


estiraba el cuello para tratar de mirar a Luc a los ojos, desde la posición
restringida en la que se encontraba. —Relájate, monstruo. Solo es
Danny.

Pero los nombres no significaban nada para él. No ahora. El único


nombre que existía en su mente era el de Jamie. Cualquier otra persona
que se acercara, se sentía simplemente como alguien que podría intentar
quitarle a su pareja. A su compañero sangrante. Y eso era lo único que
le importaba.

Luc levantó el brazo herido de su compañero con una mano cuidadosa,


tratando de inspeccionar el daño y gruñendo más fuerte cuando el
horrible gemido de dolor volvió a salir de Jamie.
Lo arreglaremos, dijo la otra presencia dentro de él. Luc puso su boca
sobre esa herida ofensiva y comenzó a lamerla. Él podría arreglarlo, sí.

No, no, murmuró la voz. Lo arreglaremos. Él es demasiado frágil de


este modo. Es demasiado rompible. Estaba dispuesto a morir. No lo
dejaremos morir. Lo intentamos a tu manera, Lucien. Ahora lo
haremos a mi modo.

Luc reflexionó sobre eso mientras lamía la herida de su compañero,


vagamente consciente de otras conversaciones menos importantes a su
alrededor.

—¿Qué está pasando con él ahora mismo?

—Claramente está roto, se ha vuelto salvaje. Supongo que vamos a


acabar con más de uno el día de hoy.

Luc levantó la boca del brazo de su compañero, dejando escapar un


rugido desafiante ante esas palabras. Ningún vampiro lo
menospreciaría. No mientras tuviera a un compañero al que proteger.

—Tranquilo, monstruo —Jamie lo tranquilizó antes de volver su


atención a la fuente de una de las voces. A Luc no le gustó mucho eso,
que su compañero estuviera enfocado en los intrusos en lugar de en él,
así que frotó su nariz contra la barbilla de Jamie en un intento de
recuperar su atención—. Él no es salvaje. No se parece en nada a ese
asqueroso que intentó morderme.

—¿Intentó?

—Se siente... sobreprotector —Jamie estaba acariciando el brazo


que Luc había puesto alrededor de su pecho. Se sentía bien. Luc estaría
ronroneando de no ser por toda la gente que estaba a su alrededor.

—Sobreprotector, claramente —El vampiro más pequeño, el que


había intentado acercarse antes, estuvo de acuerdo. Luc sabía que lo
conocía, en algún lugar dentro de su mente era consciente de que conocía
bastante bien a ese vampiro más pequeño, pero no podía ubicar su rostro
en ese preciso momento. No le importaba tampoco; no era importante—
. Es como si él… ¿hubiese tenido un retroceso? Parece estar operando
por instinto, y esos instintos son el mantenerte a salvo. Y, um, mantener
alejados a otros vampiros. Incluyéndome a mí y a Roman.

—Monstruo, está bien. Son amigos —Dijo Jamie.

Luc gruñó, largo y bajo. Su compañero no entendía. Los instintos de


autoconservación de Jamie claramente no estaban funcionando bien.

Luc se obligó a formar palabras. —No. Irse.

—Oh, miren, puede hablar.

Su compañero hizo otro sonido tranquilizador, como si Luc fuera un


animal rabioso. Y tal vez sí lo era. —No te estoy pidiendo que te vayas,
monstruo. Lo prometo, está bien.

No está bien, susurró la otra voz de Luc. Trató de morir. Tenemos que
convertirlo antes de que sea demasiado tarde.

—¿Le pediste que se fuera? —El vampiro más pequeño volvió a


hablar, pero estaba manteniendo su distancia para que Luc no tuviera la
necesidad de gruñir otra vez.

Luc pasó la nariz por el cuello de Jamie mientras su compañero


respondía a esa pregunta.

—Sí. Tuve una visión en casa de mi madre. Sabía que iba a salir
lastimado y estaba tratando de que estuviera a salvo. Tal vez no estaba
pensando con claridad.

—Uh. Bueno. Mira, creo que dada su historia pasada, puede que
Luc tenga fuertes sentimientos acerca de posibles compañeros que
eligen la muerte en lugar de un futuro junto a él.

Los músculos de Jamie se tensaron ante eso, lo que hizo que Luc se
pusiera rígido también. —¿Qué? Eso no es lo que…
Luc había tenido suficiente de palabras. Demasiadas palabras. Encontró
las suyas de nuevo, las importantes. —Convertirte.

Volvió a oler el cuello de su pareja, buscando el lugar perfecto para clavar


sus colmillos.

—Um, ¿Jamie? —El vampiro más pequeño continuó hablando—.


Creo que está bastante concentrado en protegerte de la mejor manera
que sabe. Y en su mente, en este momento, eso significaría convertirte.

Una de las otras amenazas circundantes se burló de eso. –¿Y tú que eres?
¿Un psicoanalista vampiro?

—¿Necesitas ayuda? Podríamos tratar de sacarte, pero puede que


se vuelva violento.

Luc sonrió contra el cuello de Jamie. Iría más allá de lo violento. Luc los
desmembraría a todos y a cada uno de ellos si intentaban llevarse a su
compañero.

Olisqueó la suave piel, apartando el cabello de Jamie hacia un lado.

Verde. Que verde tan bonito. Como una piedra preciosa. Su joya. Su flor
del desierto.

En algún lugar en el fondo de su mente, en los rincones más profundos


y oscuros, Luc sabía que esto estaba... mal, de cierta manera. Quería
esperar, ¿no? Quería ser... gentil. Facilitarle las cosas a su humano
durante la transición.

Pero eso no tenía ningún sentido. Su compañero ya era suyo. Estaban


atados en todos los sentidos menos en esa última cosa.

La otra voz de Luc tenía razón. Era hora de hacer que Jamie fuera suyo
para siempre.

—No necesito ayuda —Dijo Jamie con firmeza, retorciéndose en el


agarre de Luc hasta que estuvieron cara a cara—. Puede hacer lo que
quiera, he estado listo para esto durante los últimos cinco años —Las
palabras que pronunció estaban dirigidas a los demás, pero Luc sabía
que estaban destinadas a él—. Los veo a todos del otro lado.

Luego se dio la vuelta, dejando su cuello al descubierto.

Y entonces, Luc mordió.

Por segunda vez en una noche, Luc recobró la conciencia con un


sobresalto. —Jamie.

—Él está bien —La voz suave y profunda de Roman resonó desde
donde estaba sentado en un rincón de la habitación (Se dio cuenta que
era la habitación de Jamie mientras miraba frenéticamente a su
alrededor), con las piernas cruzadas, luciendo decididamente relajado e
informal—. Danny lo está alimentando.

Una molestia surgió en el fondo de la mente de Luc. —Alimentándolo…

—Con sangre —Roman suministró sin piedad, sacudiendo una


mancha de polvo de su pantalón—, Danny lo está alimentando con
sangre.

Todo volvió a él con rapidez. Cómo perdió la pelea con el vampiro


salvaje. Su estado mental alterado cuando despertó, su brutal necesidad
de proteger a Jamie, de arreglarlo. Su monstruo que susurraba en su
mente, convenciéndolo.

Estúpida bestia, lo reprendió, deseando que su monstruo fuera algo


sólido a lo que pudiera desgarrar en represalia. Pero no lo era, y la
maldita cosa ni siquiera estaba en la superficie de su mente. Estaba
instalado en lo profundo ahora mismo, más profundo de lo que había
estado en muchas décadas, satisfecho, prácticamente ronroneando.
Roman lo miraba de cerca. —Ah, entonces puedes sentir culpabilidad.
Estaba empezando a preguntármelo.

—Yo no… tenía la intención de…

—¿No tenías la intención de convertir a la fuerza a tu compañero


en medio de una ladera polvorienta del desierto, mientras que él estaba
herido y tu propia cabeza apenas estaba conectada a tu cuerpo? —Roman
parecía casi divertido, el muy bastardo—. Te desmayaste
inmediatamente después, ya sabes. Nunca había visto algo así.

Luc solo podía mirarlo fijamente, sin palabras.

—Y tus ojos son verdes, por cierto —Roman se aclaró la garganta—


. Ya había olvidado lo brillantes que son.

Luc levantó una mano tontamente, como si pudiera sentir el cambio del
color con sus malditos dedos. Hizo una pausa, luego lamió sus incisivos
con la lengua. Dientes desafilados fueron encontrados por el sondeo.

Qué extraño, después de todo este tiempo… Luc no sabía cómo sentirse,
pero la ira parecía ser la emoción más segura con Roman también en la
habitación. —¿Por qué no me detuviste?

—Porque no estaba seguro de sí todos sobreviviríamos a tal


encuentro, y no estaba dispuesto a arriesgar la vida inmortal de Danny
por la humanidad de tu compañero —Roman inclinó la cabeza hacia un
lado, todavía estudiando a Luc como si fuera una especie de animal de
zoológico—. Y ya no estoy tan seguro de que podamos tener una elección
sobre cómo nuestra atadura se une a nuestras filas. Tal vez siempre se
pretenda que sea una iniciación violenta. Ambos sabemos que el destino
es un poco cabrón, n'est-ce pas, mon ami18?

Luc le frunció el ceño. —No lamento haber convertido a Danny, si esa es


tu forma indirecta de decir que todavía estás buscando una disculpa de
mi parte. Habrías perdido el tiempo por años. Él habría sido atropellado

18
Del Francés: ¿No es así, amigo mío?
por un automóvil o algo más, antes de que tú pudieras reunir el coraje
para reclamarlo.

—Lo golpeaste con un auto. Qué consistente de tu parte seguir


siendo un completo idiota, incluso con los ojos verdes.

Luc se ahorró una respuesta cuando la puerta del dormitorio se abrió de


golpe.

Y allí estaba Jamie. El hermoso Jamie. Tenía los ojos oscuros llenos de
alivio y amor y todo tipo de emociones que Luc no merecía invocar. —
Estás despierto —El compañero de Luc esbozó una amplia sonrisa—.
Pude sentirlo, te entró el pánico —Su sonrisa se convirtió en una mirada
ceñuda que le dirigió a Roman—. ¿Qué fue lo que le dijiste?

Roman encogió un hombro con descuido. —Simplemente le recordé las


circunstancias de tu transformación.

—No te atrevas a culparlo por eso —Jamie lo señaló con un dedo


acusador—. Encuentra otro tema con el que desahogar tu amistad. Yo
elegí esto.

Roman se levantó con gracia de su asiento. —Creo que ustedes dos se


merecen el uno al otro.

—Ahí tienes razón —Jamie acentuó su declaración con un fuerte


asentimiento—. Ahora vete, por favor. Ya arrasé con las bolsas de sangre,
ahora quiero estar con mi compañero.

Roman salió de la habitación con pasos silenciosos, chasqueando los


dientes ante el dedo extendido de señalando la puerta.

Jamie la cerró.

Y entonces Luc estaba solo con su flor.

Bebió de esa visión. Jamie no lucía diferente, seguía siendo tan


hermoso… recién duchado, su cabello verde oscuro colgaba en mechones
húmedos alrededor de su rostro. Era tan fuerte. Vibrante. Y aún así, de
alguna manera, tan vivo.

Luc lo inhaló. Había una nueva nota metálica en la dulzura del aroma a
canela de Jamie, pero no hacia nada para restar valor a su deliciosa
fragancia. En todo caso, mejoraba el atractivo, una nueva nota exótica
para el disfrute de Luc.

Jamie se acercó a la cama y le lanzó una mirada de complicidad. —


¿Buscas algo de lo que arrepentirte?

Luc tragó saliva, alisando las sábanas a su alrededor, sintiendo como si


hubiera regresado a su estado de semi mudes. —Hubiese… yo quería…
fuera diferente… —Todas las palabras se le atascaron en la garganta.

—¿Con velas? ¿Flores? ¿Pétalos de rosa? —Jamie agitó una mano


desdeñosa en el aire—. Por favor.

Se arrastró hasta la cama, a horcajadas sobre las caderas de Luc con una
gracia lánguida. Las manos de Luc se dirigieron a su cintura, sus
pulgares encontraron la piel entre la camiseta y los pantalones de dormir
de su pareja.

Las propias manos de Jamie acunaron el rostro de Luc, obligándolo a


mirarlo a los ojos. —Yo quería esto, monstruo. Te elijo. Te seguiré
eligiendo. Y ahora puedo hacer eso. Puedo seguir eligiéndote. Para
siempre.

Luc suspiró, su corazón latía a un ritmo constante y palpitante en su


pecho. —Ah, mon amour. Mon humain parfait. Ma fleur du désert.19

Jamie le sonrió, meciendo sus caderas contra las suyas por los
murmullos en francés, haciendo que Luc notara que su polla estaba
dolorosamente dura, al igual que la de su compañero. ¿Cuándo sucedió
eso?

19
Del Francés: Ah, mi amor. Mi humano perfecto. Mi flor del desierto.
—Oh, mierda, monstruo —Jamie respiró, sus manos moviéndose a
lo largo de los hombros de Luc y de su pecho—. ¿Estás tratando de
excitarme hablando en francés? —Soltó una risa forzada—. Porque no es
necesario. Me desperté con esta… esta necesidad dentro de mí. Esta
necesidad de tocarte, de ser reclamado por ti. Existe ahora esta pequeña
parte de mí, este… este ser animal, que todo lo que quiere es a ti. La única
razón por la que dejé que Danny me alejara de esta habitación es porque
temía empezar a caer en somnofilia antes de que pudieras despertar.

—Maldita sea —gimió Luc cuando Jamie se aplastó contra él—.


Creo que podemos decir con seguridad que mi francés no es tan excitante
como tu inglés, flor.

—No puedo evitarlo —Jamie se reclinó y comenzó a desabotonar


los jeans de Luc con dedos frenéticos—. Necesito que me folles, Luc.

¿Alguna vez esas palabras dejarían de tener un efecto eléctrico en su


cuerpo? Su pene se sacudió contra los dedos de Jamie, y luego gimió por
lo bajo cuando sus dedos agarraron fuerte su miembro liberado.
Presionaba besos a lo largo de la mandíbula de Luc siguiendo por su
cuello.

Y luego, Jamie hizo lo último que Luc se hubiese esperado.

Lo mordió. Duro.

Y debe haber tenido sus colmillos nuevos, porque sus dientes


atravesaron la piel de Luc como si fuera mantequilla blanda.

Mierda. La mordedura y el dolor hizo que su polla se contrajera en el


agarre de Jamie, y el deseo lo inundó cuando escuchó los tentadores
sonidos de su pareja, tragando codiciosos sorbos de sangre.

Quería verlo.

Luc tiró del cabello de Jamie, levantando la cabeza de su compañero. La


sangre le goteaba por la barbilla y sus ojos oscuros eran ahora
completamente negros, tenía los colmillo perlados más perfectos
asomándose de sus labios rojos.

—Ah, ma fleur. Eres perfecto —susurró Luc, con asombro aparente


en su voz—. Espectacular.

Y lo era. Vicioso, glorioso, y con cada centímetro atado a Luc.

¿De qué diablos había tenido tanto miedo? ¿Que Jamie se derrumbaría
bajo la presión de su nueva existencia vampírica? Por supuesto que no
lo haría. Jamie prosperaría. Jamie podría con ello.

Luc nunca había visto nada más hermoso en su vida.

Jamie arqueó una ceja, limpiándose la sangre de la barbilla con el dorso


de la mano. —¿Te gusta mi nuevo look?

Luc gruñó juguetonamente en respuesta, los giró sobre la cama, y luego


su propio monstruo salió gloriosamente a la superficie ante la invitación,
mordiendo el cuello de Jamie con abandono, llenando su boca con ese
néctar perfecto.

Jamie dio un pequeño suspiro feliz y envolvió sus piernas alrededor de


él. Luc sentía el placer de su pareja atravesarlo como si fuera el suyo
propio. Levantó la cabeza y reclamó la boca de Jamie, la esencia de
ambos combinadas fluyeron sobre sus lenguas y dientes afilados.

Se detuvo ante el sonido de la puerta principal cerrándose, y Jamie


sonrió. —Le dije a Danny que él y Roman deberían irse si no querían
escucharnos coger como verdaderos animales.

Luc se rio, sentía una ligereza en su pecho la cual apenas estaba


aprendiendo a aguantar. —No hiciste eso.

El rostro de Jamie volvió nuevamente a su forma humana, sus ojos


marrones suplicantes. —Hablaba en serio. Lo necesito, Luc. Está… tengo
esta hambre. Te necesito dentro de mí. Lo anhelo.
Luc agarró el lubricante en el cajón de la mesita de noche y se apresuró
preparar a su compañero, absorbiendo los jadeos y los gemidos de
Jamie.

Empujando la cabeza de su pene dentro de él, Luc ni siquiera se dio


cuenta de que su monstruo había retrocedido, pero Jamie le sonrió,
mordiéndose el labio inferior con ojos diabólicos. —Me encanta el verde
en ti.

Luc se hundió en él con un suave movimiento, gimiendo ante el fuerte


agarre de ese calor perfecto y el firme apretón de las largas piernas de
Jamie envolviendo sus caderas.

Jamie suspiró con aprobación antes de clavar los talones en el trasero de


Luc, instándolo a continuar. —Vamos, monstruo. Dámelo todo.

Luc echó las caderas hacia atrás antes de sumergirse con un fuerte
embiste, sin contener su fuerza, ya sin la preocupación de romper al
hombre debajo de él. Jamie podría soportarlo. Podría tomar cualquier
cosa que Luc le diera y corresponder en igual medida.

Y su pareja perfecta hizo así. Empujando sus caderas para encontrarse


con cada embestida de Luc mientras gritaba: —Más. Más duro —Luc se
deleitaba con las uñas que se arrastraban por su espalda, marcas
sangrientas que sabía sanarían antes de que su semen siquiera se
hubiera secado.

Giró a Jamie y tiró de él hasta que estuvo de rodillas, empalándolo sin


piedad y observando la hermosa visión de la entrada de su pareja,
estirándose para tomar su polla.

—Muérdeme —Lo instó Jamie, arqueando la espalda—. Muérdeme


otra vez, Luc.

Luc se inclinó sobre él, gruñendo cuando su monstruo salió a la


superficie una vez más para hundir los dientes en el cuello de su
compañero.
Alguna vez podría haberse sentido avergonzado de ese tira y afloja entre
él y su monstruo, el hombre y el vampiro. Pero a Jamie no le importaba.
Suplicaba por ello, lo anhelaba. Jamie aceptaba todas sus facetas. No
necesitaba que Luc fuera perfecto, sereno, moral. Solo necesitaba que
Luc lo quisiera, que se quedara a su lado.

Y Luc nunca había querido nada más en su vida.

Más tarde (después de todo el borrón de sangre, semen, sudor y saliva),


se acostaron en la cama de Jamie, con su compañero descansando la
cabeza encima del pecho de Luc y ambos jadeando por las secuelas.

El pecho de Luc rugió de placer cuando Jamie pasó sus manos perezosas
por su piel, pero el ruido flaqueó cuando las suaves caricias se movieron
hacia su polla ablandada. Jamie comenzó a acariciarla con sus dedos
delgados, engatusándola de nuevo a endurecerse. —¿Qué estás
haciendo, hm, mi flor?

Jamie se rio suavemente antes de trepar sobre él, sentándose a


horcajadas sobre sus caderas de nuevo y alineando la polla nuevamente
dura de Luc con su entrada. —Oh, hombre. Que adorable de tu parte
pensar que ya habíamos terminado.

Luc había creado un monstruo.

Era el vampiro más afortunado del mundo.


Capitulo VeintiDos
Jamie

—Entonces, um. Nos vamos —Danny se encogió de hombros junto


a sus palabras, desde su lugar en el porche. Roman se cernía detrás de él
y Jay agitaba la mano desde su lugar ligeramente hacia un lado.

Jamie estaba un poco sorprendido de que hubiesen venido para


despedirse en persona, sin embargo no se quejaba de eso. Le agradaba
Danny y el pequeño y raro Jay. Con Roman era un poco “tómalo o
déjalo”, pero claramente significaba algo para Luc, incluso después de
toda la mierda, así que Jamie estaba dispuesto a ser un poco paciente
con él.

El hilo de paciencia más pequeño y raído, que podría romperse en


cualquier momento.

El hecho de que Roman hubiera salvado la vida inmortal de Luc también


podría haberlo inclinado un poco más en la balanza del favor de Jamie.
nunca olvidaría esa visión de Roman arrojándose sobre el vampiro
salvaje que había cubierto el cuerpo inerte de Luc. Los gemelos también
habían ayudado, por supuesto, pero fueron ellos los que metieron a Luc
en todo ese lío en primer lugar, por lo que Jamie no se sentía
precisamente caritativo con esos dos ahora mismo.

Aunque, al menos habían estado en el lugar para presenciar la


transformación de Jamie ellos mismos. Ahora sabían, por lo que habían
visto con sus propios ojos, que Luc estaba atado y anclado, y ya no corría
el riesgo de comportarse de forma salvaje. Además, Jamie como vampiro
tenía sus propios derechos territoriales en Tucson, y como les había
dicho antes, llevaba ahí más tiempo que ellos. Ya no continuarían
merodeando tratando de echar a Luc fuera de la ciudad, no si se basaban
en sus propias reglas tontas.

Tal vez incluso hubiera sido divertido tratar de obligar a los gemelos a
irse (a lo: “esta es mi ciudad ahora, pequeños imbéciles”), pero quizás no
valía la pena, o eso suponía Jamie.

Más tarde, Jamie se enteraría que Jay había llevado a la víctima del
vampiro salvaje al hospital. Los gritos de la mujer habían sido reales, y
él y los gemelos habían hecho que el vampiro se alejara al llegar desde
diferentes direcciones. Había sido la suerte de Jamie que la criatura
hubiese decidido dar la vuelta y acecharlo a él en su lugar. Tal vez se trató
de su deliciosa sangre de vidente lo que lo había tentado, ¿quién sabe?

Hechos heroicos aparte, Roman y Luc estaban evitando cuidadosamente


el contacto visual, cada uno fingiendo que el otro no existía. Era casi
lindo, un comportamiento de macho alfa obstinado y descarado. Jamie
se sentía un poco herido ya que nunca se había sentido inclinado a
adoptar esa postura. Francamente, parecía agotador. Aunque, había
algunos beneficios de estar emparejado con un tipo así, supuso Jamie.

Como que él y Luc follaron literalmente toda la noche.

Sonrió para sí mismo ante esa idea, moviéndose en su lugar y


maravillándose de lo bien que se sentía después de todo eso. Debería
haberse sentido increíblemente dolorido, pero aparentemente la
curación de los vampiros era útil para algo más que las heridas de
batalla. Y Luc había sido terriblemente generoso con ese beso negro
mágico...

Pero Jamie no creía que hubiese podido contenerse, incluso si el dolor


hubiese sido un problema. Se había despertado en llamas, el deseo
ardiendo dentro de él. Había necesitado el toque de Luc, estar cerca de
él. A Danny le costó mucho convencerlo para que dejara el lugar junto a
su compañero, al final, el otro vampiro se vio obligado a afirmar sin
rodeos que mientras más rápido Jamie bebiera un poco de sangre, más
rápido los dejaría a Luc y a él solos para que cogieran como conejos.
A Jamie realmente le gustaba el chico, de verdad.

Pero, ¿cómo es que los vampiros hacían algo de trabajo en el mundo?


¿Cómo es que no estaban follando y mordiéndose entre ellos todo el
tiempo? Verdaderamente uno de los grandes misterios de la vida.
Supuestamente, parte de la... ferocidad de la atracción se desvanecería,
si es que creía en las palabras de Danny. Pero solo había que ver la forma
en que Roman observaba a su pareja, para saber que no se había
desvanecido tanto. Roman miraba a Danny la mitad del tiempo como si
fuera un jugoso bistec, y como si colgara la luna literalmente en el cielo
el resto.

—Bueno, gracias por pasarse por aquí para asegurarse de que Luc
no me había secuestrado, y por hacer un esfuerzo adicional al decapitar
a ese tipo salvaje por nosotros.

Danny parpadeó dos veces. —Oh. Sí. Cuando quieras.

—No cuando quieras —Respondió Roman con un gruñido.

Jamie le disparó al malhumorado vampiro su mejor sonrisa. —No te


preocupes. La próxima vez nosotros los visitaremos. Les daremos a
todos la oportunidad de ser anfitriones. Pareces el tipo de persona que
prepararía un servicio completo de té para sus invitados, o una cosa
como esa.

—Poco probable —Espetó Luc.

Al mismo tiempo que Jay decía: —¡Oh, qué lindo! —quién había salido
del porche hacia la propiedad del vecino, tratando de comunicarse con
el gato del vecino, por lo que parecía.

El gato, por su parte, no parecía impresionado.

Roman levantó una ceja oscura hacia Jamie. —No estoy seguro de que
me agrades mucho.

Jamie le sonrió más ampliamente, casi deseando tener los colmillos


afuera. Pero seguramente eso sería grosero. —Igualmente, grandullón.
—Creo que él y Soren podrían llevarse bien —dijo Danny
pensativo, inclinando la cabeza y estudiando a Jamie.

Roman bufó. —Con excepción de que está emparejado con el vampiro


que atacó a su pareja.

Danny se encogió de hombros. —Sí, bueno, está emparejado con el


vampiro que me mató, y a mí me cae bien.

—Eso es porque eres demasiado bueno para este mundo, pequeño


rey —dijo Roman dándole una mirada a su compañero, que hacía que se
sintiera demasiado íntima como para tener testigos. Danny se sonrojó
ante esas palabras, las cuales Jamie tuvo que admitir que eran muy
lindos. Pero, por ahora, ya había tenido suficiente de las tonterías
amorosas de otras personas.

Él tenía sus propias tonterías amorosas a las que regresar.

Articuló las palabras “Te llamaré” a Danny y luego les cerró la puerta en
la cara, riéndose de los sonidos murmurados de Roman acerca de
modales.

Él y Danny habían hablado mientras bebía las bolsas de sangre (que para
ser honesto, no había sido tan malo además de sentirse extraño el tener
que beber su comida) acerca de la ridiculez de los dos hombres quienes
claramente no habían terminado con su amistad, a pesar de haberse
estado tratando de evitarse por una eternidad. Acerca de cómo los
compañeros de dichos hombres estaban dispuestos a acercarlos a lo
largo de los años, poner de su parte para alentarlos a reparar esa
amistad.

Claro, era posible que Luc y Roman nunca fueran exactamente cálidos y
cariñosos el uno con el otro, pero Jamie tenía la sensación de que, para
empezar, ese nunca había sido su tipo de amistad.

—Bueno —Jamie se volvió y apoyó la espalda contra la puerta—.


Solo estamos nosotros dos.
Al menos durante los próximos quince minutos más o menos. Monique
le había enviado un mensaje de texto diciendo que ella y Alice iban a
tomar aire fresco y que en realidad se quedaría en su propia casa por
primera vez en días, por lo cual Jamie debería ir y ocultar cualquier
evidencia de aventuras sexuales desenfrenadas dentro de la casa.

Jamie había cometido el error de mencionar su preocupación por el


hecho de que Monique iba a regresar de su extendida escapada sexual
prolongada a una guarida inevitable de iniquidad, Luc solo le murmuró
que no se preocupara. Iba a comprarles su propia casa antes de que
terminara la semana. Había acariciado con sus dedos la barbilla de
Jamie, sosteniendo su mirada en esos sorprendentemente brillantes ojos
verdes. —No te equivoques. He estado pensando mucho en tenerte todo
para mí, flor.

Jamie se estremeció un poco al captar la sonrisa de Luc con el rabillo del


ojo y recordar las palabras y la mamada maravillosa y entusiasta que
había venido justo después.

Porque así era la cosa. Ahora estaban en jodida sintonía desde que Jamie
se había convertido. Jamie seguía captando pequeños indicios de las
emociones de Luc. Su lujuria. Su placer. Su amor. Incluso podía sentir al
monstruo de Luc debajo de la superficie, contento y saciado ahora que
su vínculo había sido sellado.

También estaba el sentimiento de culpabilidad de Luc.

Seguía ahí, pequeño, proyectándose como una sombra diminuta sobre la


nueva felicidad con Jamie. Estaba claro para él que Luc tenía sus
sentimientos acumulados sobre la manera en que se había dado la
conversión de Jamie. Lo cual era interesante porque, de lo contrario,
Jamie no habría podido sentir su culpa. Luc no sentía ningún
remordimiento real en lo que se trataba de Danny y Roman, no
realmente. Algo de arrepentimiento, quizás.
¿Debería preocuparle a Jamie que Luc solo sintiera esas cosas cuando se
trataba de él? ¿Que a su monstruo no parecía importarle ni un poco el
resto del mundo?

Probablemente.

Pero Jamie definitivamente estaba igualmente jodido porque todo lo que


surgía dentro de él al pensarlo, era un oscuro placer tortuoso. Luc era
suyo. Todas las partes de él le pertenecían a Jamie. Su bondad. Su
maldad. Y todo lo que estuviera en medio.

Por siempre.

Hablando de eso. Jamie se estiró y agarró un puñado de la camisa de


Luc, tirando de él juguetonamente. —Tengo un lugar al que quiero ir.

La tienda de tatuajes estaba casi vacía tan temprano en la mañana,


aparte de la recepcionista de aspecto aburrido con una melena
decolorada y más piercings de los que Jamie podía contar.

Estaba un poco celoso, la verdad, porque ella se veía bastante genial.


Había venido antes por algunos de sus piercings, pero siempre había
sido en las orejas.

Miró a Luc. —¿Crees que podría ser capaz de perforarme de nuevo? ¿O


la curación acelerada simplemente haría estallar la maldita cosa?

Luc lo miró desde el otro lado de la habitación, en donde había estado


examinando los libros de opciones de tatuajes flash y, a juzgar por la leve
mueca en su rostro los encontraba insuficientes.

Esnob, pensó Jamie cariñosamente. Que esnob tan ridículo.


—No estoy seguro. Nunca he intentado —Luc miró primero a la
recepcionista y luego a Jamie, y Jamie se dio cuenta de que mentalmente
estaba trasplantando los piercings de ella a la cara de Jamie—. ¿Por eso
estamos aquí, Flor? ¿para averiguarlo? —No parecía odiar la idea.

Pero Jamie no respondió a la pregunta, incapaz de ocultar una sonrisa


en su rostro cuando Luc le frunció el ceño con frustración. Cómo sea. Las
sorpresas eran divertidas, todos sabían eso.

Se acercó y agarró la mano de Luc, entrelazando sus dedos mientras


miraba los libros que Luc había estado juzgando tan severamente. —
¿Crees que esos tres ya estén de regreso en Hyde Park?

Luc resopló. —Como si me importara.

Jamie sonrió, hojeando las páginas. No compraba ese acto de tipo duro.
O la forma en que Roman y Luc habían evitado el contacto visual durante
la partida del trío esa misma mañana. Existía un vínculo fuerte ahí,
incluso si estaba deshilachado por décadas de dolor y trauma, el núcleo
se mantenía firme. Y tenían tiempo infinito para repararlo.

Especialmente con él y Danny actuando en complicidad. Jamie no estaba


seguro exactamente de por qué Danny no odiaba a Luc, pero Jamie no
pensaba mirar con demasiada indulgencia el colmillo de un caballo
regalado20. Y servía por multiplicado para Jamie, ya que tenía la
sensación de que él y el otro vampiro neonato podrían ser buenos
amigos.

Incluso aunque Danny viniera pegado a un aburrido y gruñón tipo de


traje.

Jamie levantó la vista del libro cuando el hombre al que había estado
esperando salió de la parte de atrás, frotándose gel desinfectante entre
las manos. —¿Jamie? Ven a la parte de atrás.

20
Del dicho: “A caballo regalado no se le mira el colmillo”.
—Espérame aquí —Le ordenó y presionó un rápido beso en la boca
fruncida de Luc. Cuando el vampiro siguió pareciendo que iba a
protestar, Jamie se inclinó para darle un beso más largo y sucio, con
mucha lengua, solo por si acaso. Lanzó un guiño al empleado que lo
esperaba, sintiéndose solo un poco culpable por el cuestionable PDA21.

Domar a un monstruo tomaba mucho trabajo, ¿de acuerdo? A veces iba


acompañado de daños colaterales.

Esta vez, le dio una palmada al musculoso trasero de Luc mientras se


alejaba. —Vuelvo enseguida, monstruo.

No tomó mucho tiempo. Apenas media hora después ya estaban fuera de


la puerta. Luc seguía actuando vagamente molesto por haber sido dejado
al frente de la tienda. —No tenías que pagar por ello —Se quejó—. Yo
podría haberlos obligado por ti.

—Me niego a estafar a un pobre tatuador. Guarda eso para los


Walmarts del mundo. Aunque sí quiero que me enseñes eso del control
mental. Es jodidamente genial.

—Jodidamente genial —Repitió Luc, reflexionando sobre esas


palabras. Apretó la mano que Jamie había metido entre la suya—. ¿Te he
dicho hoy cuánto te amo, mi dulce?

Jamie asintió, apretando su mano de regreso. —Como unas cinco veces.


Eres bastante cursi ahora que estamos vinculados, ¿verdad, ojos verdes?

—Te mostraré que es ser cursi —Le gruñó Luc, un sonido


sorprendentemente juguetón, empujando a Jamie de regreso al callejón
por el que habían estado caminando. Presionando todo su cuerpo frente
al de Jamie, lo sujetó por la garganta con una de sus manos anchas. —
Crees que estás a cargo ahora, ¿verdad, mi flor?

Jamie hizo todo lo posible por no revelar la forma en que esa pequeña
muestra de dominio le aceleró el pulso, pero sabía que Luc podía

21
Muestras públicas de afecto.
escucharlo de todos modos. Él mismo podía oírlo, la manera en que su
pobre corazoncito de vampiro latía con fuerza.

Aún así, arqueó una ceja con altivez, solo por diversión. —Yo siempre he
estado a cargo, monstruo.

—Sí, creo que lo has estado —Luc alzó la mano para apartar el
cabello de la cara de Jamie, sin embargo, no aflojó el agarre de su
garganta—. Muéstrame —ordenó, apretando su mano solo un poco.

Jamie mantuvo el contacto visual mientras desabrochaba sus jeans,


deleitándose por la forma en que los ojos de Luc se iluminaron por el
calor. Deslizó hacia abajo la banda superior de sus pantalones, revelando
el guión marcado en su cadera.

Para mi monstruo.

Luc miró hacia abajo, y luego sus ojos verdes se clavaron en los de Jamie,
su mano apretándole nuevamente la garganta. Jamie resistió el impulso
de ronronear ante la sensación. —¿Cómo supiste que se quedaría? —
preguntó Luc, su voz ronca.

Jaime se encogió de hombros. —En cierto modo fue suposición. La piel


humana se regenera todo el tiempo y sin embargo los tatuajes logran
permanecer visibles. No sé exactamente cómo funciona, pero supuse que
igual se quedaría en la piel de un vampiro. Tal vez se desvanecerá más
rápido y tendré que retocarlo en unos años, pero esa está bien. Lo haré
rehacer tantas veces como sea necesario.

—Para mi monstruo —murmuró Luc, trazando los bordes del


tatuaje con un dedo de forma suave. Reverente—. ¿Y qué es exactamente
para tu monstruo? ¿El tatuaje? ¿Este cuerpo en el que ha sido grabado?

—Todo —Le respondió Jamie simplemente, relajándose en el


abrazo de Luc—. Mi cuerpo. Mi alma. Todo es para ti. Un recordatorio,
en caso de que lo necesites.
A través del vínculo, Jamie podía sentir el placer y el amor recorriendo a
Luc por sus palabras. —Me gusta mucho, flor. Mucho.

—Pensé que así sería, bastardo posesivo —Jamie deslizó una mano
alrededor de la nuca de Luc, acercándolo nariz con nariz—. Pero nunca
lo olvides. Va en ambos sentidos. Tú también me perteneces, cada parte
de ti.

—Incluso las partes más oscuras —Había una leve pregunta en el


tono de Luc.

—Especialmente esas —Le dijo Jamie con firmeza—. Y cuando te


sientes fuera de control, vendrás a mí, ¿eh? Te daré exactamente lo que
necesitas —Su polla se tensó en sus jeans al pensar en ello. En domar al
monstruo vicioso cada vez que fuera necesario.

A Luc se le cortó la respiración y soltó la garganta de Jamie,


acariciándole la barbilla con el roce de sus nudillos. —De verdad eres una
flor del desierto, ¿no es así? Tan hermoso. Tan atractivo. Pero sacas
sangre cuando así lo quieres. Te he subestimado desde el principio, ¿no?

Jaime asintió. —Aunque eso está bien, porque ahora lo estás


entendiendo.

Y Jamie tenía sus vidas interminables para seguir recordándoselo.


Epilogo
Lucien

Luc caminó por el sendero con el aire tranquilo de la noche a su


alrededor. Más temprano ese día, el gran parque había estado
relativamente lleno de actividad, parejas y familias paseando bajo el sol,
disfrutando de la vegetación y del lago interior.

Pero ahora, bien pasada la medianoche, el Parque San Martín estaba


más o menos desierto.

Excepto, así era, por la presa de Luc.

El hombre de mediana edad al que estaba siguiendo, no tenía idea del


monstruo a su cola. Él pensaba que era el depredador de esta ciudad.
Acechando a mujeres, lastimándolas. El monstruo de Luc lo había
olfateado casi desde el momento en que habían llegado, ayudado por el
nuevo control que tenía Jamie sobre sus visiones.

Luc esperó hasta que estuvieron en el parque antes de dar el salto. El tipo
repugnante ni siquiera tenía idea de qué fue lo que lo golpeó. Un minuto
estaba caminando, y al siguiente, la mano de Luc lo sostenía contra un
árbol y le aplastaba la garganta.

—Hola, Robert —Lo saludó Luc.

—¿Qué? ¿Quién… Quién diablos eres?

Luc bufó. —Bueno, mira, ahora me estás tentando a decir algo


increíblemente cliché como “Soy tu peor pesadilla”. Y eso no sería una
mentira, ¿verdad?
—Definitivamente no es una mentira —Luc disfrutó
inmensamente del pequeño aullido agudo del hombre en cuanto Jamie
salió de detrás del árbol contra el que estaba sujeto.

Robert miró a Jamie con los ojos muy abiertos. —Por favor, por favor,
tienes que ayudarme.

Jamie sonrió al hombre, ampliamente y feliz. —¿Quién, yo? Oh, hombre.


De verdad te estás arrimando al árbol equivocado, amigo. Ya sabemos
sobre tus jueguecitos. Hacer de turista en países extranjeros y acabar con
las damas locales —Lo sabían porque Jamie lo había visto, al hombre al
que iban a cazar. Danny había tenido razón, acerca de que Jamie ganó
más control sobre las cosas que veía después de su transformación. Se
estaba convirtiendo en una herramienta muy útil—. Eres la última
persona en el mundo a la que me gustaría ayudar. Solo estoy aquí para
ver al maestro haciendo su trabajo.

—No solo para observar —Le corrigió Luc y Jamie le devolvió esa
encantadora sonrisa. Tal como debería. En un mundo ideal, esa sonrisa
le pertenecería Luc y solo a Luc.

Pero Luc supuso que su difícil situación en la vida era compartir a su


hermosa y brillante pareja con el mundo que los rodeaba.

Había destinos peores, supuso.

El cabello de Jamie, recogido en una pequeña media cola, hacía juego


con el entorno verde. Seguía amenazando con teñirlo de un color
diferente, pero después de sólo unos meses para disfrutarlo, Luc no
estaba listo para eso. Se sentía… sentimental con ese color. Coincidían
durante el día, con los ojos humanos de Luc que estaban a la vista frente
al público.

—No, no solo observar —Coincidió Jamie, cambiando mientras


hablaba. El negro se apoderó de sus ojos y esos encantadores colmillos
se asomaron de entre sus labios rojos. El monstruo de Luc aulló de
placer dentro de él. Amaba cuando Jamie cambiaba, cuando dejaba
suelto a su hermoso monstruo. Luc también cambió a su forma
monstruosa.

Su presa dio otro grito patético, pero los ojos de Luc estaban sobre Jamie
mientras que desgarraba la garganta del hombre, silenciándolo para
siempre. Gruñó de alegría cuando Jamie se unió a él, sus ojos fijos en sus
respectivos puntos de alimentación.

Hicieron un trabajo rápido con él, y Luc empujó el cadáver entre los
arbustos en cuanto terminaron.

Jamie frunció el ceño. —¿No deberíamos esconder el cuerpo o algo así?

Se veía tan glorioso con la sangre goteando por esos labios rojos. Luc no
pudo evitarlo, lo arrastró para saquearle la boca. —Es nuestra última
noche en la ciudad, flor. Deja que lo encuentren —dijo descuidadamente
una vez que se apartó de los labios de Jamie, con la canela y el cobre
luchando por el dominio en su paladar.

La frente de Jamie se arrugó. —¿Qué pasa si un pobre niño lo encuentra


y queda traumatizado de por vida?

Luc suspiró antes de agacharse, metiendo la mano en el bolsillo del


hombre muerto y agarrando su teléfono. Llamó a la policía de la ciudad.
—Hay un cadáver en el Parque San Martín. Vengan por él.

Arrojó el teléfono de nuevo sobre el cadáver drenado. —Ahí quedó, mi


flor. Hemos hecho nuestra obra de caridad.

—¿Y por qué te ves tan malhumorado por eso?

Luc agitó una mano hacia el follaje que bordeaba el camino. —Tenía
planes de follarte contra este árbol.

La boca de Jamie se aflojó un poco ante esas palabras. Se pasó la lengua


por el labio inferior y miró a su alrededor. —Podríamos… deberíamos…
Luc agarró la mano de su compañero, riéndose mientras lo arrastraba
hacia el camino. —Ven aquí, bestia insaciable. Nos las arreglaremos en
nuestra lujosa suite de hotel.

Media hora más tarde, estaban de vuelta en el hotel.

A pesar de su estado claramente medio duro, Jamie había insistido en


volver todo el camino. Quería una última oportunidad para disfrutar de
las vistas, y Luc estaba lo suficientemente feliz como para complacerlo.
Su lujuria se saciaría pronto, y podría soportar la espera si eso significaba
que esa expresión de deleite en el rostro de Jamie, se mantuviera ahí un
poco más.

Habían elegido la Ciudad de México como su primer destino


internacional. Jamie le había dicho a Luc que siempre había querido
visitar la ciudad, y Luc había reservado los boletos para el día siguiente,
siempre ansioso por darle a su compañero todo lo que su corazón
deseara. Habían mantenido su estadía una semana, lo más breve posible
mientras disfrutaban de un buen número de lugares de interés. Jamie,
en su nueva condición, era muy consciente del tiempo y deseaba
permanecer cerca de su familia todo lo que fuera posible. Cuando Luc le
sugirió que el próximo viaje que hicieran llevarían a la familia de Jamie
con ellos, su compañero le lanzó una mirada tan llena de adoración que
Luc pensó que podría derretirse por la fuerza de la misma.

El resto del tiempo lo pasaron en la ciudad natal de Jamie, en la hermosa


mansión moderna que Luc había comprado a las afueras del desierto,
con una piscina de agua salada. Luc nunca había pensado que Tucson,
Arizona, sería el sitio en el que tendría su primer hogar real después de
décadas, pero ahí estaba.
Y tenía la intención de aprovecharlo al máximo.

Tan pronto como la puerta de su suite se cerró detrás de ellos, Jamie se


arrodilló y desabrochó los jeans de Luc con dedos desesperados. Le
recordó por un momento a su primera noche juntos, Jamie pidiendo tan
descaradamente el permiso para chupársela, pero ahora estaba ese
bocado añadido de hambre y codicia, elementos que habían surgido
después de su conversión.

Luc acarició el cabello de su compañero con cariño y siseó de placer


cuando Jamie lo engulló de una sola vez, gimiendo en cuanto la erección
de Luc le estiró los labios rojos. —Tan desesperado estos días, ¿no es así,
flor?

A Luc le encantaba cada parte de ello. Estaría más que feliz si la ferocidad
vampírica del Jamie recién convertido, durara años. Décadas. Una
eternidad.

Luc nunca antes había estado tan hambriento. Siendo deseado de esta
manera. Como si Jamie estuviera intentando devorar cada parte de él
para llevarlas dentro de sí mismo.

Jamie frunció el ceño ante las palabras burlonas de Luc, pero aún movía
su lengua hambrientamente sobre la cabeza de su polla, presionando
hacia adelante hasta que su nariz casi rozó la pelvis de Luc.

Maldición, tenía una boca perfecta.

Luc suspiró con placer y acarició el pelo de Jamie, dejándolo hacer lo que
quisiera hasta que sintió la familiar tensión en sus testículos. Después de
eso, su agarre sobre los cabellos de Jamie se volvió más fuerte, tirando
de él hacia atrás, apartándolo de su polla.

—Hey… —Protestó Jamie, con la barbilla cubierta de saliva por el


esfuerzo. Luc lo ignoró, levantó a su compañero y lo presionó de cara
contra la puerta, empujando los pantalones cortos de Jamie hasta que su
precioso trasero quedó al descubierto.
—Ya no tengo un árbol contra el que joderte, cariño, pero creo que
esto servirá. ¿No es así?

—Oh, mierda, sí —Jamie gimió, claramente ahora estando un cien


por ciento de acuerdo con el cambio de dirección. Luc sabía que lo
estaría. No había nada que a Jamie le gustara más que ser empalado por
la polla de Luc.

Luc se inclinó, encontrando la entrada de Jamie ya suave, resbaladiza y


lista para él. —¿Esto qué es, flor?

Jamie se rio, con la cara pegada a la puerta. —Siempre me jodes después


de una cacería. Pensé que debería estar listo para eso.

Luc olfateó el punto blando detrás de la oreja de Jamie, hundiendo un


dedo en el interior de su pareja y deleitándose con el suave y fácil
deslizamiento. —Dices eso como si no estuvieras ahogándote por ello
cada vez

Jamie movió su trasero, pidiendo más en silencio.

Pero Luc quería oír las palabras. —¿Qué se dice?

—Por favor, Luc. Por favor, fóllame.

Luc obedeció a su compañero necesitado, follándolo furiosamente


contra la puerta y deleitándose con cada jadeo y gemido y "oh, mierda"
que salía fuera de él. Se preguntó ociosamente a cuántos huéspedes del
hotel habrían escandalizado con el ruido de su acoplamiento. Ninguno
de los dos tardó mucho en alcanzar su clímax, nunca lo hacían después
de compartir una cacería, excitados por la adrenalina de la sangre y la
violencia. Así como inevitablemente, follaban una segunda, tercera o
incluso una cuarta vez la mayoría de esas noches.

No tenía dudas de que Jamie estaría arrastrándose encima de él en una


hora. Y Luc lo esperaba con ansias.

—¿Vamos a tomar un baño, mon amour?


Se sumergieron en la bañera, una gigante de porcelana que había sido
gran parte del atractivo de la suite de hotel. Luc frotó agua jabonosa a lo
largo del cuello de su compañero y sus hombros, presionando besos
después de que cada mancha fue limpiada. —¿A dónde iremos para
nuestro próximo destino, hm?

Jamie inclinó la cabeza hacia atrás y le sonrió. —Oh, ya sé cual será


nuestro próximo destino.

Luc presionó un beso sobre la comisura de esa boca tan astuta. —


¿Mmm? Dime, por favor.

—Hyde Park.

Luc se congeló con el jabón en mano. —¿Perdón?

—Me he estado enviando mensajes de texto con Danny. Queremos


hacer un pequeño reencuentro.

—¿Crees que debido a que ustedes dos son adorables y


encantadores y que nos llevan arrastrados por nuestras pollas, pueden
terminar con una disputa de décadas, con sólo algunas visitas cordiales?

Jamie asintió, apoyando el peso de su cabeza sobre el hombro de Luc. —


Sí, eso es exactamente lo que pensamos.

—Tal vez no tienen tanto poder sobre nosotros como crees.

—¿Es así, monstruo?

Luc suspiró. No era así, en absoluto. Estaba completamente bajo el


control de este hombre, y ambos lo sabían. Se hundió aún más en la
bañera, envolviendo sus brazos alrededor de la cintura de Jamie
mientras olfateaba su cuello. —¿Cuándo tenías en mente?

Jamie se rio, claramente complacido con la aceptación de Luc. No le


envidiaba su placer, Luc ya había sido domesticado desde el primer
momento de su encuentro. Desde la primera vez que vio ese cabello
verde desordenado y esa sonrisa fácil y abierta. Se había entregado a sí
mismo y no se arrepentía.

No tenía necesidad de arrepentirse, no cuando tenía a su compañero a


su lado.
Bonus Epilogo
Jamie

El sol golpeando su espalda y la corriente del océano meciendo


suavemente el bote hacían que Jamie se sintiera cálido, libre y flexible.
Como si gelatina hubiera reemplazado todos sus músculos y tal vez
jamás fuera a ponerse de pie nuevamente.

Bien por él.

Especialmente con los dedos ásperos de Luc haciéndole cosquillas en la


parte posterior de los muslos, mientras depositaba cálidos besos en los
hombros de Jamie, cultivando constantemente un agradable zumbido de
excitación en su vientre.

—Cielos —murmuró Jamie contra el ancho brazo que le cubría la


cabeza—. Esto es el cielo.

—Te dije que Italia te vendría bien.

Jamie tarareó su acuerdo, demasiado perezoso y contento para formar


más palabras en ese momento.

—Ahora date la vuelta, mi dulce. Tengo algo para ti.

Jamie gruñó en una protesta que se convirtió en una risa en cuanto Luc
se impacientó prácticamente de inmediato y lo obligó a colocarse
bocarriba. Jamie entrecerró los ojos, el sol brillaba como el infierno
incluso con las gafas puestas.

Luc se detuvo un momento, de costado, con la cabeza apoyada en la


mano libre, y pasó a observarlo con lascivia. Jamie sabía lo que estaba
haciendo a pesar de que las gafas de sol le bloqueaban los ojos. Podía
sentirlo: los zarcillos de lujuria se enroscaron en Luc al ver a Jamie
tendido de espaldas sobre la cubierta.

Y no era de extrañar. Había hecho que Jamie se vistiera con el bañador


negro más pequeño y cómodo que pudo encontrar; fue la primera
compra de Luc una vez pusieron el pie en Europa.

Jamie arqueó una ceja detrás de sus propias gafas. —¿Dinero bien
gastado? —Se estremeció cuando Luc pasó los nudillos por el rastro de
vello oscuro que desaparecía bajo el bañador, luego rodeó el tatuaje en
la cadera de Jamie con el dedo.

—No tienes idea, flor —Luc procedió a retirar un poco el spandex,


revelando una tira de piel mucho más pálida—. Pero seguramente
ganarás algunas líneas de bronceado atroz por aquí. Tal vez sea mejor
que tomes el sol desnudo en lugar de eso.

Jamie resopló, cerrando los ojos para disfrutar mejor de la mano errante.
—Um, puede que estemos un poco lejos, pero todavía podrían pasar
otros barcos.

—Si me hubieras permitido alquilar el yate que quería en lugar de


este sucio velero, tendríamos toda la privacidad necesaria.

Maldito snob. El “sucio velero” era jodidamente nuevo, de más de


cuarenta pies, y más que suficiente para ellos dos. Sin embargo, Jamie
solo se rio de la presunción de su vampiro. —Nos comprometimos, ¿no?
Conseguirás tu yate cuando llegue mi familia.

Jamie no podía esperar a ver la mirada en el rostro de su madre. Siempre


habían vivido cómodamente, sin quejas, pero ella no había recibido los
mimos suficientes en su vida. Jamie estaba más que feliz de cambiar eso
por ella. Abrió los ojos para mirar a Luc de nuevo. —Y es raro que los
vampiros puedan broncearse.

Luc se encogió de hombros, sus dedos seguían recorriendo la cadera de


Jamie. —Nuestro cabello crece, al igual que nuestras uñas. Nuestros
cuerpos funcionan como quieren. Y estoy agradecido por ello. Que
hermoso eres con tu piel besada por el sol.

Jaime sonrió. —Siempre el seductor.

—Como si necesitaras ser seducido.

Cierto. La polla de Jamie ya se estaba hinchando en su ajustado traje de


baño, simplemente por el efecto de tener los ojos de Luc sobre él y su
toque distraído acariciándole la piel. —Dijiste que tenías algo para mí —
Jamie dobló una rodilla y la empujó contra el creciente bulto en los
diminutos bañadores de Luc—. No será tu pene, ¿verdad?

Luc se burló de él. —Como si me faltara clase —Le sonrió a Jamie—. Eso
es para más tarde —Abrió el puño y un destello verde brilló a la luz del
sol.

Jamie se incorporó sobre los codos para ver mejor. —¿Esas son malditas
esmeraldas? —Miró boquiabierto el tesoro. Había un collar y un par de
pequeños tachuelas verdes a juego.

—Mhm. Una joya para mi joya. Destacarán con el atuendo que he


planeado para ti esta noche.

—Déjame adivinar... ¿De lino blanco?

Luc sonrió como un lobo.

Olvidando la pereza causada por el sol, Jamie se incorporó para que Luc
pudiera abrochar el collar alrededor de su cuello y luego colocar con
cuidado los pendientes negros en sus orejas. —Pensé que era tu flor, no
tu joya —Jamie reflexionó.

—Eres mi flor. Y mi joya. Mi dulce. Mi todo —Luc le dio un beso en


el cuello con cada nuevo apodo.

Jamie inclinó su torso para quedar frente a su compañero, arqueando


una ceja. —¿Y bien? ¿Cómo me veo?
—Precioso.

Jamie presionó un rápido beso en los labios de Luc. —Gracias, monstruo.

Luego se tumbó boca abajo sobre su toalla caliente, escondiendo una


sonrisa en la curvatura del codo ante el poderoso mal humor que podía
sentir ardiendo sobre su espalda. —¿Qué ocurre? —preguntó
inocentemente.

Había una nota de petulancia en la voz de Luc. —¿No deseas


agradecerme por el regalo?

—Oh, ¿era una clase de transacción? —Preguntó Jamie


alegremente.

Luc suspiró detrás de él y Jamie se rio por lo bajo, luego se agachó


casualmente, enroscó los dedos en la cinturilla y comenzó a deslizar el
bañador hacia abajo. —Tal vez tomaré el sol desnudo después de todo.

Dedos ásperos siguieron el camino de su traje de baño, provocándole piel


de gallina en la parte posterior de los muslos. —¿Y si alguien ve?

—Bueno, tendrás que cubrirme con ese gran y hermoso cuerpo


tuyo, ¿verdad, monstruo?

—Sí. Sí.

Jamie escuchó los sonidos de Luc que se quitaba su propio bañador, pero
en lugar de que el cuerpo del vampiro lo cubriera, sintió unos anchos
dedos que separaban sus mejillas y un cálido aliento sobre su agujero. Y
finalmente una lengua cálida y húmeda.

—Oh, mierda —Jamie suspiró mientras que Luc lamía—. Que


bueno.

—Sabes divino —Gruñó Luc—. Como a melocotones. Como la sal.

Comenzó a devorar a Jamie con fervor y Jamie se retorció bajo sus


atenciones, agradecido por la toalla que había debajo de él. Hubiera sido
un verdadero asesinato de ánimos el que se hubiese clavado una astilla
en el pene.

Pasó una cantidad interminable de tiempo o quizás muy poco, antes de


que estuviera rogando con su pene duro como el granito. —Por favor,
Luc. Lléname.

—Y yo que pensé que solo estábamos disfrutando del sol.

Pero Luc ya se estaba moviendo para obedecer. Lubricante caliente por


el sol cayó en el agujero de Jamie y la gruesa cabeza de la polla de Luc
empujó contra su entrada. Se deslizó dentro de Jamie como si
perteneciera allí y él suspiró de nuevo con placer, el sonido cortándose
con un grito ahogado cuando la mano de Luc rodeó su garganta,
presionando las esmeraldas contra la piel del cuello de Jamie.

—¿Qué se dice, flor?

Jamie consideró brevemente provocar a su vampiro un poco más, pero


no tenía paciencia para juegos, estaba desesperado por ser follado
adecuadamente. —Gracias por mi regalo, Lucien.

Luc lo cogió lentamente, casi con pereza. A Jaime le encantó. Seguía


ansiando una cogida frenética y animal, y un trato rudo, especialmente
después de alimentarse. Pero amaba incluso más que Luc se hubiese
sentido lo suficientemente cómodo en su vínculo para saborear a Jamie,
bebiendo su cuerpo como si fuera un buen vino.

Aún así, no pudo evitar suplicar, mientras que el placer se arremolinaba


en su vientre y sus pelotas se apretaban contra su cuerpo. —Más duro.

—Silencio —Lo reprendió Luc, su voz ronca por la lujuria. Sin


embargo, levantó las caderas de Jamie, no yendo más fuerte sino más
profundo y rozando ese lugar perfecto que lo hacía gemir feliz.

—Joder, sí. Oh, mierda, Luc.

—Mm, necesitabas estar lleno hasta el fondo, ¿no es así? Necesitas


una polla dentro de ti cada minuto de cada día.
Eso era exageración flagrante, pero Jamie estaba totalmente de acuerdo
con ello en su estado actual. A veces se sentía así, como si fuera feliz
estando unido permanentemente a su monstruo.

Luc continuó follándolo con embestidas profundas y fluidas, y gemidos


salían de la boca de Jamie con cada presión de las caderas de Luc. El
calor en su vientre se extendió hasta su pecho, su columna vertebral, las
puntas de los dedos de sus manos y pies, y finalmente se corrió, sin
tocarse, con su polla brotando a borbotones sobre su toalla.

—Mierda.

Luc gruñó en aprobación, enterrándose profundamente y frotándose


contra Jamie mientras encontraba su propia liberación. Su aliento
caliente rozó el cuello de Jamie y sus dedos le apretaron la garganta.

Jamie disfrutaba de la presión, el control que su vampiro tenía sobre él.

Tan pronto como Luc aflojó el agarre, Jamie se derrumbó, cálido y


saciado. —Mm. En qué gentil y dulce amante te has convertido,
monstruo.

Luc le mordió el hombro con dientes desafilados, su peso presionando a


Jamie contra la cubierta. —Deja de incitarme, o voy a follarte duro y
salvaje con toda tu familia en la habitación de al lado, solo para ver si
puedes controlar tus gritos desesperados. ¿Crees que podrías manejar
eso, flor?

Jamie se limitó a reír, increíblemente feliz. —Pervertido.

Horas más tarde, después de que ambos se lavaron primero en el cálido


mar y luego se secaron bajo el sol mientras veían cómo se ponía en el
horizonte y teñía el agua de un rosa sonrosado y vibrante, Luc estaba
cepillando las mangas de la chaqueta de lino de Jamie.

—¿No me veo un poco cachondo con una chaqueta y sin camisa?


—Preguntó Jamie, mirándose críticamente en el espejo de la cabina del
barco. Luc le había abotonado los dos botones del medio de la chaqueta,
pero Jamie todavía tenía mucho pecho a la vista, resaltado por las
esmeraldas que brillaban contra su cuello.

—Mm. Sí lo haces —Estuvo de acuerdo Luc con satisfacción,


sonriendo ante la mirada ceñuda de Jamie—. No cambies nada.

Jaime arqueó una ceja. —Entonces me fumaré un cigarrillo después de


la cena.

Fumar ya no era dañino para él, no con su nuevo estatus de vampiro,


pero Luc aún seguía insistiendo en que el humo restaba demasiado valor
al aroma natural de Jamie.

Luc inclinó la cabeza en acuerdo.

—Genial —Jamie sonrió, triunfante.

—¿Adónde iremos a cenar? —Preguntó Luc, ajustando los puños


de su propia chaqueta, un número similar pero en lino negro. (Jamie se
había burlado de él sin piedad por los conjuntos a juego, pero Luc no se
avergonzaba en lo más mínimo de su elección).

Jaime se encogió de hombros. —No sé el nombre del vecindario, pero sé


que puedo encontrar algo cuando lleguemos.

Jamie había buscado en su cabeza a su presa la noche anterior. Se


preguntó si alguna vez lo superaría: el alivio y la alegría de poder dirigir
sus visiones, de tener control sobre su propia mente. No lo usaban
mucho en Tucson (aparte de una visita en particular que le habían
realizado a un anciano, con el que Luc había afirmado que tenía asuntos
pendientes), y se ceñían a comidas más pequeñas, aquellas en las que la
víctima no terminaba siendo un cadáver… para no molestar a los
gemelos ni causarles ningún problema permanente.

Pero sus viajes al extranjero los convertía en presa fácil para un pequeño
derramamiento de sangre.

Jamie nunca se sentía más poderoso que cuando estaba acabando con la
escoria del mundo junto a su temible monstruo. El propio vampiro
interior de Jamie no parecía anhelar los asesinatos, no de la forma en
que anhelaba la polla de Luc, por ejemplo, pero podía decir que hacerlo
complacía al monstruo de Luc, al cual todavía le permitían su reinado
ocasional de terror.

Tendrían que tener cuidado con el cuerpo esta vez; Jamie no quería que
una búsqueda policial interfiriera con las vacaciones de su familia. Se
unirían a ellos durante dos semanas de las vacaciones de verano de Izzy,
y luego volarían a Nápoles.

—Voy a manchar de sangre todo este lino blanco —Reflexionó


Jamie, acariciando la parte delantera de su chaqueta.

Luc le sonrió en el espejo. Sus ojos verdes hacían juego con las nuevas
joyas de Jamie, pero incluso con el color vibrante podría jurar que a
veces podía ver todavía las sombras bailando detrás de ellos. —Lo sé,
flor. Se verá divino.

—Mientras estemos decentes por la mañana. Tenemos que salir


temprano para llegar al aeropuerto a tiempo. Y le prometí pizza a Izzy en
cuanto llegara.

—Tengo algunos lugares en mente. Y una panadería que tu madre


adorará.

Jamie no pudo evitar que su sonrisa se ensanchara ante las palabras de


Luc. Su monstruo se preocupaba tanto por la familia de Jamie. Había
notado el gusto por lo dulce de su madre, algo que ella hacía todo lo
posible por ocultar incluso a sus hijos, y siempre le traía golosinas
especiales. A Izzy lo trataba como a una princesita, y nunca perdía los
estribos cuando Eric lo acribillaba con preguntas sobre su trabajo o su
pasado o un millón de otras cosas sobre las que todos los demás sabían
que no debían de preguntar.

—Eres un gran blandengue, ¿lo sabías?

Luc envolvió su ancha mano una vez más alrededor de la parte delantera
del cuello de Jamie y presionó con ligereza. —¿Seguirás diciendo eso
cuando le arranque la garganta a nuestra cena?

—Bueno, tal vez no en ese preciso momento…

—Soy blando contigo y los tuyos. Con nadie más.

Jamie amaba la verdad en esa declaración, más de lo que Luc podría


saber. —Te amo, monstruo. Tanto que a veces duele.

—Y yo a ti. No hay dolor en la Tierra tan exquisito como el agarre


que tienes sobre mi corazón, flor.

Jamie supuso que algunos podrían ver esas declaraciones como


morbosas, pero eran perfectas para él. Luc era perfecto para él. Jamie
siempre lo había sabido. —¿No te alegra que te haya visto en mis sueños?

Le gustaba tomarse el crédito, incluso si Luc técnicamente lo había


encontrado primero. Sentía que eso mantenía humilde a su vampiro.

Luc puso los ojos en blanco. —Agradezco al destino todos los días por ese
don tuyo. Ahora… —le dio a Jamie un fuerte golpe en el trasero—.
Vayamos a matar a un sádico.

FIN
Siguiente en la serie…

Alexei está perdido. Huyendo de su familia criminal, escondiéndose


en Hyde Park, ya no tiene idea de cuál es el objetivo o el propósito de su
vida. Hasta que un extraño joven le sirve un café, un joven a quién
Alexei no puede sacarse de la cabeza. Y cuando se da cuenta de que,
después de todo, su barista favorito no es del todo humano, su obsesión
se profundiza. ¿Podrá usar esta nueva información para acercarse aún
más al dulce y extraño vampiro de sus sueños?

Jay está solo. Tiene a sus amigos (¡Qué genial!) y a su trabajo en la


cafetería (¡Qué divertido!), pero sabe que en realidad no pertenece a
Hyde Park, al menos no para siempre. Y, sin embargo, no puede evitar
querer fingir, especialmente con su nuevo cliente habitual favorito, un
apuesto humano que huele divino y mira a Jay como si realmente
importara. Alexei podría ser lo mejor que le ha pasado a Jay desde que
tiene memoria, aún más cuando el humano se ofrece generosamente
cómo cena.

Pero el pasado de Jay es complicado y ciertas promesas han sido


hechas. ¿Podrán él y Alexei capear la tormenta que lo persigue, o la
nueva vida de Jay le será arrebatada antes de que realmente pueda
comenzar?

Johann es un romance paranormal MM caliente y de amor


predestinado, con un HEA y sin cliffhangers. Tiene a un dulce
vampiro como un rollo de canela y el estoico humano que está
obsesionado con él y que hará cualquier cosa para permanecer a su
lado. También contiene escenas candentes entre dos hombres y la
violencia moderada (también hay menciones de sangre), todo lo que
uno podría esperar de un romance de vampiros. Si bien cada libro se
enfoca en una pareja diferente, la serie se disfruta mejor leyéndola en
orden.
Notas de la
Autora
¡Muchas gracias por leer el tercer libro! Espero que hayas disfrutado el
ver a Lucien encontrar el amor verdadero tanto como yo.

Ya sabía que me encantaría meterme en la cabeza de Luc (¿a quién no le


gusta un villano?), pero me sorprendió lo rápido que me enamoré
perdidamente de Jamie. Fue un placer de escribir: divertido, juguetón, y
tan a bordo con cualquier cosa y sobre todo lo que se interpuso en su
camino. Me encantó su fácil aceptación de todas las partes que
componían a Luc, y la forma en que sacó a relucir tan fácilmente el lado
más suave y sensual de él. ¡El monstruo de Luc no tuvo ninguna
oportunidad!

Dato curioso: mi primera visión de ellos dos juntos fue en esa reunión
en el callejón. Sabía que Luc iba a aparecer, lleno de incredulidad y
desconfianza, y que su humano iba a estar allí, ya deseándolo, ya
esperándolo.
Que sigue…?
¡El libro cuatro será de Jay! Oh, Johann. Nuestro dulce y extraño
pequeño. Estoy escribiendo su historia ahora mismo, y es un cambio tan
intenso el alejarse de la mente de Lucien, por lo que me estoy tomando
mi tiempo :). Todavía no tengo una fecha de lanzamiento, excepto que
será en algún momento a principios del 2023. Después de eso, creo que
todavía tengo algunos personajes más en esta serie para los que me
gustaría buscarles un final feliz…

Si deseas mantenerte informado, puedes suscribirte a mi newsletter para


recibir actualizaciones y noticias sobre mis próximos lanzamientos.

Si disfrutaste de Lucien, considera dejar una reseña. Me encantaría


saber lo que piensas y, como autora independiente, las reseñas son
increíblemente útiles para que estas historias lleguen a más lectores.

¡Muchas gracias y feliz lectura!


Acerca de Grae
Bryan
Grae Bryan ha estado leyendo romance desde que era demasiado joven
para conocer algo mejor. Su pasión por las historias de amor abarca
todos los géneros y, aunque su serie actual es de tipo paranormal, sabe
que explorará otros mundos más adelante.

Vive en Arizona con su esposo, quien amablemente comparte espacio


con todos los hombres imaginarios en su cabeza. Cuando no está
escribiendo, generalmente se la puede encontrar leyendo mucho más de
lo considerado saludable, paseando a su perro-monstruo o abrazando a
su gato-demonio.

You might also like