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Lucien Grae Bryan
Lucien Grae Bryan
Esta traducción está hecha sin fines de lucro, es un trabajo realizado por
lectoras a lectorxs con el fin de compartir contenido y que todos puedan
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compartir.
Con esto no queremos desprestigiar el arduo trabajo que todos los
escritores invierten en sus historias. Incentivamos a la compra legal del
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monetaria como agradecimiento por todas las historias que nos brindan.
Contenido
Sinopsis Veinte
Prólogo Veintiuno
Uno Veintidós
Dos Epilogo
Tres Bonus Epilogo
Cuatro Siguiente en la serie
Cinco Notas de la Autora
Seis ¿Qué sigue…?
Siete Acerca de la Autora
Ocho
Nueve
Diez
Once
Doce
Trece
Catorce
Quince
Dieciséis
Diecisiete
Dieciocho
Diecinueve
Sinopsis
Jamie Hernández ama su vida. Tiene a su familia, a sus amigos y a una
exitosa carrera como freelance con solo veintitrés años. ¿Lo único que le
falta? Su monstruo. Aquel al que Jamie ha visto en sus sueños durante los
últimos cinco años. No sabe mucho acerca del hombre enigmático de sus
visiones, sin embargo, no necesita saber más. Porque ya conoce lo suficiente.
Sabe que pertenecen juntos.
Pero cuanto más encantado está Luc con Jamie, más reacio se muestra a
corromperlo con su propia maldición vampírica. ¿Podrá Lucien encontrar un
equilibrio entre el amor y la obsesión? ¿O aquellos que quieren a Luc fuera
de su territorio intervendrán antes de que tenga la oportunidad?
—Me has asustado, hijo. Son las tres de la mañana. ¿Qué haces
despierto?
Jamie se limitó a crujir un poco más los cereales. Era una pregunta
estúpida, y su padre lo sabía.
Jamie suspiró como había visto hacer a los adultos a su alrededor cuando
estaban súper decepcionados por algo. La negación era aburrida y sin
sentido, pero su padre nunca parecía cansarse de ella.
Jamie no sabía lo que eso significaba. Había nacido en este planeta, ¿no?
No lo habían construido en un laboratorio ni lo habían traído del espacio.
¿Cómo podía ser “no natural”?
—No deberías saber estas cosas. Tú no sabes estas cosas —Su padre
cogió la maleta del suelo—. Volveré en una semana. Para tu cumpleaños.
Jamie sabía que era mentira, porque había visto su cumpleaños. Mamá
había estado allí. También una bicicleta nueva. Pero no papá. Y no lo
habría de nuevo. Ahora tenía una nueva familia. Sandra y sus hijos en
California.
Apesta ser ellos, pensó Jamie. Se negó a estar triste por ello. No estaba
triste por ello. ¿Qué quería Jamie con alguien que no lo quería? ¿Quién
dejaría a la mamá de Jamie (la mejor mujer de todo el mundo) solo
porque su hijo lo asustaba a veces?
Pero entonces su madre se giró y lo miró, con sus ojos oscuros serios, y
se dio cuenta de que ya lo sabía. Y que ella sabía que él lo sabía.
Otro asqueroso cretino para los libros. Más rata que hombre, en
realidad.
De todos modos, Luc se lamió las gotas de sangre que le caían de los
labios, no dispuesto a desperdiciar el alimento, aunque le repugnara la
fuente. No era culpa de la sangre. La sangre había estado bien (comida
era comida), pero no quería tocar la escoria de la que procedía más de lo
necesario. Sabía de qué cosas horribles era capaz su presa recién
1
“Su largo rugido sacude la orilla, El cielo con horror ve a este monstruo salvaje.” Es parte de la tragedia
“Freda” del dramaturgo francés Jean Racine. La obra está basada en la tragedia de Eurípides, que narra el mito
de Fedra. Sin embargo, Racine también tuvo en cuenta las aportaciones al mito de la tragedia de Séneca y
Garnier.
fallecida. Esas cosas horribles eran exactamente la razón por la que había
sido elegido en primer lugar.
Era ridículo hasta qué punto se había rebajado Luc, que lo encontraran
muerto… bueno, no muerto, en una ciudad sin gracia. No tenía
elegancia. Una jungla de cemento en medio del desierto, donde la
sociedad humana no tenía derecho a estar.
Por un momento, Luc creyó percibir cierto aroma. Una canela... algo...
que lo llevó a detener el auto. Pero había desaparecido al instante
siguiente.
Poco probable.
¿Y quién querría juntarse de por vida contigo de todos modos?
Encadenado a un verdadero monstruo.
Supuso que podría haber sido más discreto al elegir el lugar, entrar en
un edificio o algo así. Pero oh bueno, lo hecho, hecho estaba. No había
pensado con mucha lógica en ese momento.
Tal vez si estuviera en algún lugar con más clase. Córcega, posiblemente.
Allí la gente sabía manejar los elementos con estilo. Luc suspiró con
nostalgia ante los recuerdos de cuerpos bronceados en lino pálido, piel
salada acompañada de vinos blancos secos.
El desconocido tropezó con sus propios pies, sus ojos asustados en el par
antinatural de Luc. —D-disculpa —balbuceó.
Entonces, ¿por qué Luc no se movía, iba a la caza? ¿Por qué sentía sus
miembros tan pesados y reacios? ¿Sólo porque el hombre era un
“inocente” en potencia? ¿Qué sentido tenía aferrarse a una última
moral? Luc no tardaría en caer en un estado salvaje, le gustara o no. Sólo
estaba retrasando lo inevitable con su falta de acción.
Volvió a pronunciar las palabras ahora para sí mismo, con las manos
agarrando el volante lo bastante fuerte como para agrietar el cuero. —
Puedo aguantar.
Luc se apoyó sobre su carro, con el capó aún caliente por el viaje.
Observaba el tráfico peatonal de la calle, con las piernas cruzadas
vestidas de jeans.
Tucson.
Todavía en jodida Arizona. Había pensado que esta noche cruzaría la
frontera, por la forma en que lo seguían arrastrando hacia el sur, pero su
monstruo tenía otras ideas. Y ahora aquí estaba, todavía en el maldito
desierto.
Luc hizo una mueca cuando uno de los hombres, vestido con una
camiseta de tirantes holgada y pantalones cortos, chocó contra él,
moviendo las piernas cruzadas de Luc.
—Wow, amigo. Perdón por eso —El hombre apoyó una mano en el
brazo de Luc para estabilizarse y le dedicó una sonrisa, cuya expresión
se congeló en su joven rostro en cuanto lo vio mejor.
Luc mostró los dientes en una mueca parecida a una sonrisa. —¿Lo son?
Luc buscó en un bolsillo sus gafas de sol, las que solía llevar tanto de día
como de noche. Ya estaba harto de que los humanos lo miraran. Salió a
la calle en dirección al centro, de donde parecían proceder los
juerguistas. Con suerte, también de donde procedía el olor. Tal vez… sólo
tal vez, tendría un regalo especial esta noche. Una comida que no fuera
lo peor de lo peor de la humanidad. Tal vez esta vez sería una hermosa
humana, alguien pequeña y flexible. Alguien a quien Luc pudiera
hincarle el diente y la polla.
¿De verdad confías en ti mismo lo suficiente como para llegar tan lejos?
Luc no estaba seguro de por qué había pensado en eso al mirar al joven.
No sabía por qué. El desconocido era guapo, desde luego, con una
mandíbula lisa y afilada, piel morena y pestañas espesas por las que
cualquier mujer mataría. Pero no era el tipo de Luc. En absoluto. Luc
prefería amantes delicados y refinados.
El joven pareció darse cuenta por fin de que había alguien más en el
callejón con él, y abrió los ojos cuando su cabeza se giró hacia Luc. Luc
observó, primero fascinado, cómo una miríada de expresiones diferentes
cruzaban el rostro del hombre en un instante; sorpresa, deleite,
esperanza, asombro y luego, cada vez más confundido, cómo una amplia
sonrisa se dibujaba en unos labios carnosos y sorprendentemente rojos.
¿A qué se debía aquella sonrisa?
Nadie había saludado a Luc con una sonrisa así desde... quizá nunca.
Nadie había reaccionado con un placer tan puro y simple ante su
presencia.
—Viniste —La voz del joven era suave y tersa, casi melódica. Luc
quería oír más. Quería lamer el aire.
Quería...
Luc no sabía qué responder. “En el infierno” fue lo que quiso salir, de
entre todas las cosas. “Infierno total. Las profundidades de la
desesperación. Sácame de aquí. Ayúdame.”
Pero eso sería una locura. Este joven no le estaba pidiendo nada. No
podía ser. Él no sabía quién era Luc.
Una mujer que pasaba por allí lo miró sorprendida, hablarle en voz alta
a su monstruo era ridículo, pero Luc no le hizo caso. Necesitaba silencio
en su cabeza. Necesitaba pensar.
Su monstruo tenía otras ideas. ¿No es esto lo que has estado buscando?
Tu flor en el desierto. Tu compañero. Pareja. Compañero. Alma
Gemela.
Una forma de vivir para siempre. Una forma de evitar la condena eterna.
Luc era un ser al límite, que apenas controlaba sus facultades. ¿Cómo
podía esperar aceptar a un compañero sin aplastarlo en sus garras
demasiado codiciosas? ¿Se dejaría domar el monstruo?
Bueno, ¿qué carajo se suponía que tenía que hacer Luc con eso?
Pero como había perdido su cordura, cediendo cada vez más a la ira y la
codicia y el ansia de sangre, el monstruo dentro de él se había vuelto
más... vocal. Persuasivo. Una serpiente en la hierba proverbial. Luc no
sabía si él y la bestia se estaban fundiendo o si se estaban diferenciando.
Era difícil saberlo cuando a menudo querían lo mismo.
Una vez, hace décadas, pensó que había encontrado a su pareja. Se había
convencido a sí mismo de que la atracción, la admiración y los primeros
indicios de amor eran señales de un vínculo del alma.
Victoria.
Pero su atracción por Victoria no se había sentido así. Este golpe en las
tripas, esta atracción abrumadora.
Pero, ¿a quién quería engañar? Luc sonrió para sus adentros mientras
bebía otro sorbo, y su monstruo ronroneó de satisfacción al percibir su
capitulación. Porque Luc se quedaría con lo bueno de todos modos.
Volvería a encontrar a su pequeña flor del desierto y la haría suya.
Intentó fruncir el ceño. Nada de sonrisas. Muy mal. Has hecho algo
malo. Chico travieso. Lo has asustado.
Y ohhh, el tipo de los sueños era tan delicioso como Jamie lo había visto
en las visiones. Alto, corpulento, intenso. Olía a pecado absoluto. Con
ese encantador toque de color sal y pimienta en las sienes de su
abundante pelo oscuro.
Tan sexy.
¿Realmente se podía culpar a Jamie por querer besarse con él hasta que
saliera el sol? ¿Por chocar sus bocas en cuanto lo tuvo a su alcance?
Después de todo, Jamie lo había estado esperando toda su vida adulta.
Que, bueno, solo eran cinco años, pero eso era como casi una cuarta
parte de su existencia.
Pero aun así. — ¿Sonríe para mí? —Jamie no había podido evitar
preguntar. Quería ver esos dientes en carne y hueso, por así decirlo.
— ¿Puedo tocarte?
Pero esa noche no había sucedido. Había visto cómo el Tipo de los
Sueños se daba la vuelta y abandonaba el callejón, con movimientos
rígidos y antinaturales. Jamie sabía a ciencia cierta que él podía moverse
con una gracia más lánguida que esa. Debía de tener un mal día.
Jamie había necesitado todo lo que tenía para quedarse quieto cuando
había huido, para no correr tras su monstruo y aferrarse a su lado como
un puto molusco. Pero Jamie no iba a rogarle a nadie que se quedara si
no quería. Eso no era algo que él haría jamás.
El lado positivo era que había conseguido una vista realmente bonita de
un culo increíble y musculoso en la retirada del tipo. El tipo de los sueños
podía llenar esos jeans; eso estaba claro.
Monique dejó caer el trapo que había estado usando y se cruzó de brazos,
apoyando una cadera en la barra, prestándole toda su atención. —¿Y
cómo se llama?
—Vas a tener que pedirle a Alice que te ayude mañana —Le advirtió
a ella—. Tengo una cita.
Eso por fin pareció afectarla. —Hombre, ¿en serio? ¿Me vas a dejar
plantada así como así?
Jamie hizo caso omiso de sus dudas. —Como quieras. Siempre estoy de
buen humor. Esto no es nada nuevo.
Bueno, no, las visiones habían durado tanto como Jamie podía recordar.
Pero las visiones del hombre de sus sueños habían empezado alrededor
de su decimoctavo cumpleaños. Como un regalo del cielo, si Jamie creía
en esas cosas.
Pero aun así. Un regalo. Porque supo… supo inmediatamente, que ese
era el hombre para él. Su persona. Su puta alma gemela.
Técnicamente sólo pequeños atisbos, pero eran suficientes para él. Allí
había soledad. Jamie podía sentirla, incluso a través de la distancia. Una
tristeza profunda y oscura detrás de todo ese atractivo peligroso y sexy
que salía a relucir cuando el tipo de los sueños estaba solo.
Jamie quería arreglarlo. No sabía por qué era tan irresistible, pero
simplemente... lo era. Jamie sabia como se sentía ese tipo de soledad.
Incluso con sus amigos, incluso con su cariñosa madre, su hermana, su
padrastro. Sabía lo que era sentirse como un bicho raro.
No pretendía despertar a nadie, pero sabía que lo más probable era que
ella estuviera despierta. Era una lechuza nocturna, como él.
Se dejó caer en el sofá junto a ella. —Si hablo de ello, me volverá a poner
intranquilo. Te lo contaré mañana.
Ella lo miró con complicidad. —Mi Jamie especial. ¿En qué problema te
has metido ahora?
Ella se rio, tapándose la boca con una mano para no hacer ruido, y luego
señaló la botella de vino que había en la mesa auxiliar, una junto a una
vieja foto enmarcada. —Sírvete un vaso, cariño.
No valían nada.
Además, su madre tenía a Eric ahora, y él era increíble. Un buen
padrastro para Jamie, un padre increíble, porque era su padre, en lo que
a Jamie concernía para Izzy.
Aquel apodo había empezado justo al mismo tiempo que las visiones de
Jamie del Tipo de los Sueños. Su madre decía que había empezado a
actuar como si tuviera un pie fuera de la puerta. Como si tuviera ganas
de salir corriendo, de encontrar algo nuevo y emocionante en el mundo.
O tal vez Jamie incluso lo vería en una visión una vez que se tranquilizara
lo suficiente como para irse a dormir.
Ignoró fácilmente las miradas dirigidas hacia él por los otros clientes.
Había escogido un rincón suavemente iluminado a propósito, pero las
miradas siguieron viniendo. No estaba sorprendido. La mitad de ellas
eran de personas que querían follarlo, una apreciación poco modesta
pero precisa, en su experiencia, y la otra mitad eran probablemente de
personas que creían que lucía como un completo patán usando lentes de
sol dentro de un establecimiento después de caer la noche.
Señor de los cielos, había sido ensordecedor, ese rugido, empezando por
el momento en que el joven de pelo verde se le había acercado lo
suficiente para poder olerlo, y no terminado hasta mucho después de que
Luc había puesto varias manzanas entre ellos.
Todo el día había sido una batalla, la docilidad del monstruo al final de
la noche anterior aparentemente solo temporal. Había decidido en la
mañana que quería encontrar a su flor inmediatamente. Cazarlo. Hacer
su reclamo. Quería que lo tomara como suyo. Y había requerido de cada
pedazo de auto-control en Luc luchar contra ese impulso.
Ella había escogido la muerte por encima de una vida eterna con él.
Había revelado finalmente el miedo que ella siempre había tenido hacia
él y su especie. De convertirse en algo como él.
Luc se tragó el resto del whiskey de un solo golpe, deseando que fuera
más fácil para su cuerpo no natural sentir los efectos. Pero para eso
habría necesitado que el bartender le dejara la botella en la mesa. No una
buena impresión para una primera… ¿cita? ¿Encuentro programado con
un extraño misterioso?
Luc bajó su vaso y se pasó una mano por el pelo. Estaba de un largo
respetable, más recortado a los lados que arriba. Había convencido a un
estilista en el salón de belleza recomendado para que le diera una cita
esa mañana enseñando sus dientes cuando otros clientes esperando
habían causado un escándalo. Su vello facial también estaba devuelta
con su toque moderno de barba.
Por fin.
Luc esperó en su mesa a que el joven pidiera su bebida. ¿Lo ven? Podía
ser paciente.
El joven (no debía de tener más de veinte años, aunque estaba claro que
era lo bastante mayor como para beber) levantó la cabeza y se apartó un
mechón de pelo verde de un ojo. Luc observó que llevaba anillos en los
dedos y que los piercings de las orejas estaban llenos de piedrecitas
negras. —Tú primero.
Jamie apretó los labios, estudiando la cara de Luc. —Primero quítate las
gafas de sol.
Luc entrecerró los ojos, ocultos tras los lentes oscuros. —¿Por qué?
—¿Por qué?
Luc se tensó. ¿Aun sabiendo cómo se verán? ¿Qué significaba eso? Luc
nunca se había topado con este humano; estaba seguro de ello. Si lo
hubiera hecho, lo recordaría.
Luc levantó una mano y se quitó las gafas de sol, sin dejar de mirar a
Jamie mientras lo hacía. El joven soltó un suspiro ante la vista, pero no
había ni una pizca de miedo o disgusto en su mirada oscura. Se limitó a
esbozar aquella sonrisa encantadora y abierta. —Ahí está —Se mordió el
labio inferior—. Hombre, eres un zorro.
Luc estaba perdido. Todos sus planes para acostumbrar a Jamie, para ir
despacio, para ocultar al monstruo que llevaba dentro... y aquí Jamie ya
sabía que Luc no era humano. Lo había sabido incluso antes de que se
conocieran. Antes de que Luc pudiera hacerse a la idea, la mesera se
acercó con dos whiskeys. Les sonrió mientras se los dejaba. —Lucien
como si necesitaran un poco de esto.
Jamie se rio. Tenía una forma de hacerlo con toda su persona, echando
la cabeza hacia atrás, con el pecho temblando. Luc rara vez veía a alguien
tan... sincero... con sus reacciones. Tan poco planeado.
Luc frunció el labio. Los humanos eran tan estrechos de miras. —Debería
haber sido un honor para ella —dijo.
Luc agitó una mano en el aire, descartando esa idea. —Depende de cómo
lo mires, supongo. Pero yo digo que cualquier habilidad más allá de lo
normal te hace... especial. Único. ¿Y quién no quiere ser único en este
mundo aburrido y mundano?
Jamie no respondió, sólo le sonrió, con los ojos brillantes, como si Luc
acabara de hacer algo realmente asombroso.
Esa boca. Luc volvió a observarla. Aquellos labios rojos, la forma en que
Jamie los mordía cuando quería provocar. Porque eso era lo que estaba
haciendo, ¿no? Provocando a Luc.
Luc no había oído una promesa así del monstruo interior en más de
medio siglo. Así que eran dos contra uno a favor de chupar pollas. Y con
toda honestidad, se necesitaría un hombre mejor que él para rechazar
una oferta como esa. Un hombre mucho, mucho mejor.
Jamie lo miró con una ceja fruncida mientras tiraba de los jeans de Luc
por sus caderas. —¿Son de seda? —Le preguntó, metiéndole los dedos en
los calzoncillos y rozando con sus finos dedos los muslos de Luc.
Luc gruñó, clavándose las uñas en las palmas de las manos. —No si
quieres que esas personas vivan más allá de esta noche.
Luc se bajó los calzoncillos con impaciencia, agarró con una mano la
gruesa base de la polla y acercó la cabeza a los labios rojos de Jamie. —
Termina lo que empezaste.
Los ojos de Jamie se abrieron de par en par al ver la polla de Luc sin
ropa. —Un monstruo en todos los sentidos, ¿eh? —Pero parecía
dispuesto a aceptar el reto, y se inclinó para acariciar con la lengua la
gorda cabeza antes de pasar la boca a lo largo del costado, tarareando el
sabor.
Apretó los dedos en aquel pelo de jade mientras sus bolas se tensaban,
gimiendo largo y tendido mientras se liberaba en la boca ávida de Jamie.
Jamie negó con la cabeza con una pequeña sonrisa, apoyándose en los
codos y colocándose en exhibición. Los agudos ojos de Luc apenas
pudieron distinguir la mancha húmeda en aquellos jeans negros.
Canturreó en señal de comprensión, profundamente complacido por la
visión. —¿Te has venido en los pantalones sólo por chupármela?
Pequeña criatura impaciente, ¿no es así?
Jamie le sonrió con facilidad. —No puedo evitar que estés tan
jodidamente caliente, papi monstruo.
Luc enarcó una ceja al oír el apodo, y Jamie se echó a reír, echando la
cabeza hacia atrás.
2
Creo que encontré un tesoro en este desierto.
3
Mi flor
—Mierda —suspiró cuando terminó—. Necesito una ducha.
¿Vienes?
Perfecto.
Capitulo Cinco
Jamie
Jamie salió de su habitación con los pies descalzos, frotándose los ojos
contra la molesta luz matutina. Por lo general, cuando se despertaba, le
gustaba quedarse en la cama, tal vez mirar el teléfono o leer un rato, pero
esta mañana tenía un invitado especial.
Ahí estás.
Absolutamente matadora.
Jamie se dirigió a la cafetera, enjuagó las sobras de ayer y preparó una
cafetera nueva. Miró al vampiro, que seguía mirando por la ventana,
mientras el rico olor a café llenaba la cocina. —Qué caballero has sido,
durmiendo en el sofá toda la noche.
—No dormí —gruñó Luc. Ohh, su voz era extra sexy cuando estaba
malhumorado—. Y tú tenías tus labios alrededor de mi polla hace menos
de doce horas, así que no sé yo lo de “caballero”.
Jamie sonrió. Tan susceptible. —Sí, eso estuvo caliente. ¿Quieres hacerlo
otra vez?
Los músculos de Luc se pusieron aún más rígidos, si eso era posible. Qué
divertido. Aunque a Jamie le preocupaba un poco que se fuera a torcer
algo, tensándose así.
Jamie sabía que estaba jugando con fuego, provocando a esa criatura
sobrenatural a la que una vez había visto prácticamente arrancarle la
yugular a alguien en una visión. Pero era tan... tentador. Tanto poder y
violencia bajo la superficie. Jamie estaba deseando verlo explotar.
Pero el vampiro tampoco se había ido. Eso tenía que contar para algo,
¿no?
Jamie se sirvió una taza de café, ignorando la mirada fija de Luc, sin
preocuparse por la leche. Necesitaba el sabor fuerte y amargo de esta
mañana. Tenía la sensación de que necesitaba estar alerta.
Qué divertido.
Qué bien.
Luc negó con la cabeza, sin dejar de mirar a Jamie con una atención de
otro mundo, como si tuviera los secretos del universo o algo así. —Yo no
como —dijo el vampiro.
—A mí monstruo no le gusta.
Jamie ladeó la cabeza, estudiando al vampiro que tenía delante. Había
tantas cosas interesantes que aprender sobre él. —Anoche tomaste
whisky.
Luc dio varios pasos hacia delante entonces, pero sólo hasta el borde de
la encimera de la cocina, manteniendo aún varios metros de distancia
entre él y Jamie. Estaba claro que le daba mucho miedo acercarse
demasiado, por mucho que lo negara.
Adorable.
—La parte de mí que... despertó... cuando pasé de ser humano a
vampiro —explicó Luc.
Luc le dirigió una mirada dura, una que claramente esperaba que
detuviera a Jamie en seco. —¿Qué haces?
—¿Qué...?
Jamie pensaba que los ojos de Luc eran de un negro sólido y plano. Pero
mirándolos como lo estaba haciendo, con tanta fuerza como para
taladrar un agujero, pudo ver que había profundidades. Sombras. Y
algunas de esas sombras... se movieron... ante sus palabras.
—¿Me hablará?
Luc abrió y luego cerró la boca, como si librara una guerra interna
consigo mismo. —Yo… Hay… —No terminó de formular lo que pensaba.
Luc frunció el ceño. —No es una mascota. Deberías tener miedo —Se
inclinó más cerca, invadiendo el espacio de Jamie—. ¿Sabes lo que quiere
hacer contigo? Quiere comerte, pequeño humano. Quiere dejarte seco y
luego convertirte en uno de nosotros. Quiere robarte la vida. Quiero
robarte la vida.
Luc no mordió el anzuelo esta vez. Se frotaba la barbilla con una mano,
evaluando a Jamie. —¿Quieres que te vean conmigo? ¿Afuera a la luz del
día? ¿Así?
Pero Luc parecía decidido a mantener sus manos para sí mismo esta
mañana. —Vístete, flor —ordenó—. Te estaré esperando.
Por ahora.
4
¿Quieres que te llame mi flor, muchacho?
El timbre de la puerta sonó por encima de ellos cuando entraron en el
luminoso edificio; el aire acondicionado fue un golpe repentino para el
sistema después del calor exterior de la tarde. Jamie saludó con la mano
a la mujer que estaba detrás del mostrador. Estaba seguro de que se
llamaba Anna. Ya le había ayudado varias veces, siempre con buenas
recomendaciones.
Luc dejó escapar un suspiro cansado detrás de él. —¿Qué es este lugar?
¿Celoso, monstruo?
Luc soltó una pequeña carcajada y le sonrió antes de agacharse para que
quedaran frente a frente. Pasó un dedo por el lomo de uno de los libros,
y Jamie se estremeció como si fuera su propia columna la que estuviera
siendo tocada con tanta delicadeza. —Sólo quiero que sepas —canturreó
Luc, acariciando el libro—. Podría comprarte lo que quisieras. Una
bonita casa. Ropa fina. Bonitos adornos con los que decorarte.
Luc frunció el ceño. —Solía hacerlo. A menudo. Y bien. Pero hacía mucho
tiempo que no confiaba tanto en el monstruo que llevaba dentro como
para intentarlo. Demasiado tiempo.
Ese pequeño detalle hizo que Jamie sonriera como un loco durante el
resto del almuerzo.
Después, paseando por el centro, Luc le hacía mala cara a todo el que se
cruzaba con ellos. Sutilmente, claro, pero sin duda con desprecio.
—No te gusta mucho la gente, ¿verdad? —preguntó Jamie,
metiéndose un chicle en la boca.
—¿Perdón?
Luc asintió. —Un traje de lino. De color crema, creo. Podrías conservar
el pelo alborotado. Quedaría precioso, la yuxtaposición.
Jamie se rio encantado. Oh, mierda, sí. El vampiro podía poner tanta
distancia como quisiera entre ellos, pero estaba claro que estaba tan
metido como Jamie. ¿Vestirlo de lino?
Por favor.
—Sí.
Luc permaneció largo rato sin responder, mirando a Jamie como si fuera
una especie de misterio insondable del cosmos. Finalmente, levantó una
mano, señalando la calle. —Lidera el camino.
Luc miró fijamente su reflejo mellado y roto, mostrando los dientes ante
su propia imagen.
Pero Jamie había querido que Luc conociera a su familia. ¿Para qué?
¿Tomar el té de la tarde, charlar sobre los equipos deportivos locales o el
tiempo?
Pero Jamie era tan... vibrante. Tan vivo. La forma en que cautivaba a la
gente a su alrededor, sonriéndole a todo el mundo con esa puta sonrisa
preciosa, riendo con todo su maldito cuerpo. Y tenía una familia,
aparentemente. Una que amaba y en la que confiaba lo suficiente como
para compartir su vida. Para compartir a Luc.
¿Podría Luc quitarle eso? ¿Qué tan monstruoso podía realmente ser?
¿Qué tan monstruoso podía ser para su alma gemela?
¿Lo odiaría Jamie entonces? ¿Por apagar toda esa vida vibrante? ¿Por
encadenarlo a un monstruo del que no sabía nada? ¿Y qué le importaba
a Luc si Jamie lo odiaba, si se detenía la progresión de Luc hacia un
estado salvaje? ¿Desde cuándo habían empezado a importarle los
sentimientos de los demás?
Eso podría... cambiar las cosas. Si el monstruo de Luc podía ser domado,
entonces era sólo a Luc a quien había que confiar el bienestar de Jamie.
Luc era el que tenía que ser paciente, el que tenía que ser gentil.
Roman.
¿Sería Luc tan paciente como lo había sido Roman? Jamie ya deseaba a
Luc, de eso no cabía duda. El humano no dejaba de ofrecerse en una
maldita bandeja, carajo. Pero, ¿podría llegar a querer a Luc? ¿Lo
suficiente como para elegir a Luc por encima de su vida humana?
Nadie había elegido a Luc antes. A no ser que estuvieran bajo una
presión increíble (por su mente pasaron recuerdos de Roman en aquel
campo de batalla, ensangrentado y destrozado, pidiéndole que eligiera
entre la muerte o un compañero, sin saber a qué estaba accediendo
realmente). La idea de que alguien pudiera hacerlo hizo que el corazón
de Luc sintiera que se le iba a detener en el pecho.
Luc sonrió para sus adentros mientras salía del vehículo. ¿Un asesino en
serie en desarrollo, quizá? Se le calentó la sangre al pensarlo. Había
dejado que el monstruo lo oliera.
Gustav le había dado una dirección exacta, una que el anciano nunca
había olvidado. Luc merodeó entre las sombras cerca de la casa,
intuyendo cuántos humanos podría haber dentro. Estaba demasiado
lejos para distinguir los latidos del corazón, pero podía distinguir los
ruidos del interior de la casa.
Luc se levantó las gafas de sol y se encontró con la mirada asustada del
hombre, sus ojos enrojecidos. —Dime todas las cosas terribles que has
hecho —ordenó, con la compulsión entrelazada en sus palabras.
Justo cuando Luc se inclinaba hacia delante para hincarle el diente, con
aquel pulso palpitante llamándolo, lo interrumpió una voz, profunda
pero cadenciosa.
Había dos figuras al borde del camino. Silueteadas contra la farola, con
los brazos cruzados como porteros de un club de mierda. Poses iguales.
Caras iguales, se dio cuenta Luc rápidamente.
Gemelos.
Se giró hacia los intrusos y les hizo una irónica reverencia. —Supongo
que seguiré mi camino. No volveré a invadir su territorio.
Luc sintió sus ojos clavados en él durante todo el camino hasta su carro.
Bien, entonces.
Luc tenía una nueva razón de peso para seguir adelante, ¿no? Para
convertir a Jamie inmediatamente y salir volando de esta ciudad. ¿Y no
sería maravilloso? Aunque Jamie se revelara al principio. Aunque odiara
a Luc por alejarlo de su vida, al final lo superaría.
¿Y por qué era conocido Luc si no era por su asombrosa habilidad para
controlar su maldito temperamento?
La carcajada que soltó fue tan amarga como cualquier otra cosa que
hubiera probado.
Capitulo Siete
Lucien
Monique inclino la cabeza hacia la casa sin quitarle los ojos de encima.
—¡Jamie! Tu amigo esta aquí! —Le levanto una ceja—. ¿Se atrasó el
ensayo?
Lo cual era ridículo, sinceramente. Le habían visto hacía sólo unas horas.
No era como si se estuvieran reuniendo después de años de separación.
Y entonces allí estaba él, con el pelo verde revuelto, vistiendo unos
pantalones cortos sueltos de aspecto suave y una camiseta de manga
corta desabrochada por descuido que ondeaba suelta a los lados, con el
pecho delgado y rojizo a la vista.
Luc gruñó suavemente al verlo.
Jamie sonrió alrededor del palillo que sostenía entre los dientes. Sabía a
canela, por el olor que desprendía. Pero su sonrisa no le llegaba a los
ojos. No era la sonrisa de verdad, la que Luc veía ahora cada vez que
cerraba los ojos. —Oh, no le hagas caso —dijo Jamie con rotundidad—.
Sólo está frustrado por lo que no puede tener.
Luc estaba demasiado distraído con la visión del hombre que tenía
delante como para prestar la debida atención a la advertencia. ¿Estaba
el olor de Jamie saturado de canela por todos los accesorios con sabor a
canela que se llevaba a la boca, o gravitaba hacia la canela porque ése era
su olor subyacente? Luc no estaba seguro del orden de las cosas. Sintió
una extraña necesidad de saberlo con certeza. Quería probar la piel de
Jamie. Su sangre. Su semen.
—Ohh, la cagaste, ¿no? —Monique arqueó otra ceja hacia Luc antes
de girarse hacia Jamie—. ¿Necesitas que me quede?
No había nada más que hacer que admitir la culpa. —Lo hice.
—Ibas a hacerlo.
Jamie se sacó el palillo de canela de la boca, con las fosas nasales
dilatadas. —Eso es importante para mí. Mi familia es importante para
mí.
Luc se sentó con cuidado en una esquina de la cama. —Yo era un segundo
hijo. Indeseado y anodino. Aunque, de todos modos, no importaba lo que
yo lograra. Mis padres no estaban interesados; mi hermano me
consideraba un estorbo. Pensé que sería capaz de rectificar eso, supongo,
cuando fuera mayor. Pensé que encontraría una mujer, que tendría mi
propia familia. Gente que me quisiera. Mientras tanto, intenté hacer
carrera como soldado, luché para Napoleón, en una de sus primeras
campañas. Y luego morí.
—Me salvó al final, lo que en aquel momento creí que era un ángel
—Luc soltó una carcajada amarga—. Lo recuerdo perfectamente en aquel
momento, el pelo blanco puro a contraluz por el sol. Una aparición
celestial, pensé.
Luc suponía que era justo. Había sido muy tonto, allí en su lecho de
muerte en el campo de batalla. —Incluso después de darme cuenta de
que había sido convertido por un demonio, al principio seguí pensando
que había sido... elegido. Para ser un compañero, un socio. Pero resultó
que sólo era la última broma de alguien que se iba. Un monstruo
semiferal que me enseñó lo básico y luego me dejó morir.
Luc pasó las yemas de los dedos por las sábanas de la cama de Jamie,
poco impresionado por la calidad. Ya le proporcionaría algo mejor más
adelante. —Pasó una década antes de que encontrara a alguien propio
como compañero. Elegí a alguien predeciblemente similar a mí,
supongo. La misma trágica situación, morir en un campo de batalla.
Incluso luchando por el mismo hombre, sólo una década después. Debo
haber pensado que nos uniríamos por todo eso. Y lo hicimos, durante un
tiempo.
Luc se aclaró la garganta. ¿Por qué seguía siendo tan doloroso pensar en
aquellos primeros días con Roman? ¿Por qué no podía olvidarse de esa
familia elegida que le había hecho cambiar de opinión? —Me dije a mí
mismo que él me había elegido. Una vida a mi lado. Pero me engañaba a
mí mismo. Le había dado la opción de la muerte o yo... En realidad no
era una elección en absoluto. Y cuando inevitablemente lo jodí todo,
huyó. Nunca me perdonó. Nunca lo hará. ¿Y por qué iba a hacerlo?
Y ahí estaba. Más o menos todo. Luc se había sacado el corazón del pecho
y se lo había puesto al humano en bandeja de plata. O al menos, lo mejor
que pudo en un monólogo de diez minutos. Faltaban detalles, claro. El
gran número de cadáveres que Luc había dejado a su paso, por ejemplo.
Pero Luc sabía, sin saber cómo, que a Jamie le importaba menos eso que
el porqué. Lo que movía a Luc, todas las piezas rotas que había bajo su
monstruoso exterior. Jamie se sinceraba abiertamente y quería un
intercambio equitativo.
Luc levantó la vista de sus manos para ver que Jamie había perdido el
palillo y estaba de pie con una inusual quietud al otro lado de la
habitación, con una expresión pensativa en el rostro.
Su silencio duró lo suficiente como para que Luc empezara a esperar una
condena, pero cuando Jamie habló, sus palabras salieron suaves y
planas, extrañamente carentes de emoción. —Mi padre se marchó
cuando yo era un niño. Eligió a otra mujer. Otra familia. Ahora tiene
otros dos hijos, en California. Seguro que va a todos sus partidos de
fútbol, como el padre perfecto. No me llamó ni una sola vez.
Por supuesto que sí. De eso no le cabía la menor duda a Luc, que
contemplaba al joven que tenía delante, con el rostro enrojecido por la
justa indignación y los ojos oscuros brillantes. ¿Quién en su sano juicio
abandonaría algo tan perfecto?
Jamie se encogió de hombros como si Luc le hubiera dicho que una vez
había desairado a Roman en una cena. —¿Los vampiros no tienen reglas
diferentes o algo así? La sangre y la violencia parecen estar
preentrelazadas en todo el asunto de ustedes, si las historias son creíbles.
Esa era la cruz de la cuestión, ¿no? Sí que tenían reglas diferentes. Pero
Luc había llevado incluso eso demasiado lejos. No había atacado a
Roman sólo una vez en un ataque de ira. Lo había intentado de nuevo. Y
cuando eso había fallado, y Roman había huido, Luc lo había seguido. Su
ira lo había consumido, su rabia imparable por aquella supuesta traición.
Jamie se acercó, dejando olvidados en el suelo los libros que había estado
apilando. Plantó los pies a escasos centímetros de la posición sentada de
Luc.
Luc se mantuvo tan quieto como pudo, sin querer hacer un movimiento
que desalojara aquel suave tacto de su rostro. —¿Y si estoy demasiado
perdido?
Luc agarró inmediatamente las caderas de Jamie con las manos. —Sí.
—Y no creas que no tendré más preguntas sobre eso que dijiste del
alma gemela —advirtió Jamie—. Las vas a responder.
Los pulgares de Luc rozaron la suave piel del estómago de Jamie, las
palabras de su humano le llenaron las tripas de un calor constante.
¿Su humano quería una seducción? Pues muy bien. Luc podía dársela.
Luc sonrió, pasando una lengua por sus colmillos, encantado con el
pequeño jadeo que Jamie dejó escapar al verlo. —Tenemos que
preparar la escena, mi flor.
Capitulo Ocho
Jamie
Jamie estaba de pie con la espalda apoyada en la pared del salón, con los
brazos cruzados, observando a Luc "preparar la escena", como lo había
llamado su vampiro. Jamie se mantenía todo lo quieto que podía, pero
no podía evitar juguetear con su palillo nuevo, pasándolo de un extremo
a otro de la boca.
—¿No hay música? —se burló Jamie cuando Luc por fin pareció
ralentizar su reorganización.
Jamie podría trabajar con eso. —Nunca nadie me había llamado bonito.
Luc frotó un mechón de pelo verde de Jamie entre dos dedos. —No, no
estás haciendo eso, ¿verdad? Aun así, evita que los indignos se den
cuenta de lo hermoso que eres, creo.
—No, esto es sólo... la verdad. Ven —Luc jaló a Jamie hacia delante,
llevándolo al sofá, Luc acomodándose cerca junto a él. Muy cerca. La piel
de Jamie se erizó por su cercanía. Intentó ser sutil al respirar el aroma
de Luc, pero a juzgar por la sonrisa de Luc, no lo consiguió del todo.
Jamie jugueteó con una de las mantas. —Has hecho un bonito nidito
aquí.
Jamie se estremeció. ¿Qué carajo? El lujo nunca había sido tan atractivo
para Jamie. No le apetecían el “ropaje fino”. Normalmente no le veía
sentido. Pero la idea de Luc... decorándolo. Colocando a Jamie
cuidadosamente en las cosas que le gustaría ver, que le gustaría tocar.
Eso tenía su atractivo.
Jamie se inclinó más hacia él, perdido en aquellos ojos negros, en todas
aquellas sombras danzantes.
Luc le sonrió, tirándole del pelo una vez a modo de admonición. —Calla.
Te estoy contando otra verdad. Tenía los clásicos complejos de mi época.
Preocupaciones de condenación. Un millón de razones para reprimir
cualquier... atracción antinatural que sintiera.
La voz jodida sexy voz de Luc era baja y ronca, y Jamie odió que aún le
costara oír su confesión. Que a través de las conocidas punzadas de celos
por los anteriores amantes de Luc, se sintiera... excitado... por sus
palabras.
Luc abandonó su boca para presionar cálidos besos con la boca abierta a
lo largo de la mandíbula de Jamie. —Una obra de arte, esta mandíbula
—ronroneó—. ¿Qué te gustaría, dulzura? ¿Quieres que te devuelva el
favor de la otra noche? ¿Tener mi boca en tu dolorida polla?
Luc pasó un dedo por la línea del cuello de Jamie, y Jamie inclinó la
cabeza para darle mejor acceso. —¿Confiarías en mí? —Preguntó Luc,
con una expresión pensativa en el rostro—. ¿Qué me detenga en un solo
mordisco? ¿Para no drenar o convertirte?
—Confío en ti.
La idea no asustaba a Jamie, pero estaba claro que asustaba a Luc, así
que Jamie trató de tranquilizarle. —Se portará bien. ¿Verdad, monstruo?
—Miró de nuevo a aquellas sombras oscuras que se arremolinaban en la
negrura—. Dejarás que Luc pruebe y serás un monstruo bueno y
obediente para mí. Nada de hacerte el gracioso.
Luc soltó una carcajada incrédula y estrangulada. —No puedo creer que
te deje salirte con la tuya.
Nunca había sentido nada igual. Este placer que salía de la mordedura y
recorría todas las terminaciones nerviosas de Jamie. Sentía que su polla
goteaba líquido preseminal por todas partes.
Mierda. Jamie iba a correrse en sus pantalones otra vez. No, no, no.
Quería las manos de Luc sobre él. Quería piel sobre piel.
Qué pretencioso.
Jamie sintió calor al oír el elogio. No estaba muy seguro de cómo o por
qué su vampiro había pasado de ser tímido a tener esa mentalidad de
"todo incluido", pero le parecía más que bien. Al mismo tiempo, se
preparaba para la posibilidad de que Luc se resistiera de nuevo.
Retrocediera de algún modo. Estaba claro que su monstruo tenía una
buena cantidad de esqueletos en su armario inmortal, jugando con su
pobre cabeza.
Luc negó con la cabeza. —No como tal. Pero la falta de discreción supone
un riesgo para todos. Un vampiro salvaje acabará siendo eliminado por
otros de nuestra especie. Por un bien mayor.
Luc hizo una leve mueca, con la mirada fija en el techo. —No mucho,
probablemente. Tengo mucho menos control sobre mi monstruo que
antes. Intento... mitigar el daño, se podría decir. Elijo a mis víctimas con
cuidado. No cedo a matar inocentes. Pero he matado. Muchas veces. Y
antes no lo hacía.
Los cuerpos que Luc había mencionado. Jamie procesaría eso más tarde.
—¿Y cómo encajan los compañeros?
Todo tenía sentido. Las frecuentes visiones de Luc a lo largo de los años.
La certeza que Jamie había sentido desde la primera vez que había visto
a su vampiro en su mente. El hecho de que no le importara que Luc
asesinara a gente que consideraba que se lo merecía.
Luc se movió en la cama. —No del todo —admitió—. Ambas partes deben
ser vampiros para que el vínculo se solidifique.
Jamie alargó una mano para girar el rostro de Luc hacia el suyo. Estaba
harto de esa mierda de mirar al techo. Quería que aquellos charcos
negros se centraran en él.
Luc cedió a su tacto con facilidad, pero cuando se giró hacia Jamie, había
una expresión de dolor en su rostro.
Jamie soltó una carcajada. —¿Sabes por qué me quedé tanto tiempo en
Tucson? —preguntó—. ¿Por qué fui a la universidad aquí y no a las
numerosas instituciones de todo el país en las que me aceptaron? ¿Por
qué me rompí el culo haciendo carrera como programador autónomo en
lugar de unirme a una empresa tecnológica establecida en una de las
costas?
—No digas eso —Le reprendió Luc—. No quiero ser... esa parte de
mí. Contigo.
Aun así, Jamie sintió la fría claridad que acompañaba a una de ellas, tan
diferente de los vislumbres borrosos y confusos de un sueño normal.
Estos extraños eran reales; estaba seguro de ello. Pero nunca había visto
a otro vampiro en una visión, aparte de su monstruo.
Pero nunca se había tratado del aspecto de Luc, ¿verdad? Había sido
esa... atracción. Esa cierta sensación visceral de que aquí había una parte
de Jamie, cortada y soltada en el mundo, y que un día iba a encontrar el
camino de vuelta. La evidente soledad de Luc había sido una prueba más
de ello. A los dos les faltaba algo vital.
Se habían estado echando de menos el uno al otro.
Luc desvió la mirada del hombre con deseos de morir hacia la visión
mucho más atractiva de su compañero preparando cócteles al otro lado
de la barra, con una camiseta negra metida dentro de unos vaqueros
negros ajustados y el pelo verde recogido en una media coleta
desordenada.
Suerte para Luc, salvo que ahora tenía que compartir a su humano con
todos esos borrachos... plebeyos.
De mala gana, Luc apartó la mirada de Jamie, que había pasado a servir
cervezas a un ruidoso grupo de chicos de la fraternidad, cuando Monique
apareció delante de él con una botella de whisky.
—Jamie dijo que parte del pago de esta noche consistía en
mantenerte a tope —explicó mientras vertía una generosa cantidad del
líquido ámbar en su vaso—. Dijo que podías manejar tu licor.
Cierto. Luc tardaría casi toda la botella en sentir siquiera un zumbido del
licor. Sin embargo, si bebía de uno de los clientes intoxicados...
Luc sonrió satisfecho. Qué adorable, que pensara que podía proteger a
Jamie de él.
—¿Y qué sientes tú por mí, hm, Lucien? —se burló Jamie, ladeando
la cabeza juguetonamente.
Bueno. Quizá Luc había bebido más whisky del que pensaba.
Los ojos oscuros de Jamie se abrieron de par en par mientras sus labios
se curvaban.
Algo en ver a Jamie entre toda esa gente, esa sonrisa encantadora
repartiéndose entre las masas, hacía que Luc tuviera unas ganas
tremendas de reclamarlo. Deseó no haber tenido que curar la mordedura
de Jamie. Deseó que hubiera huellas sangrientas y amoratadas de sus
dientes en el cuello de Jamie para que todo el mundo las viera.
—Oír eso hace que casi merezca la pena todos los clientes a los que
estás espantando con esa temible mirada, monstruo.
—La verdad es que no. Creo que se compensa con todos los que se
quedan a ojearte, demasiado intimidados para disparar su tiro —Le
lanzó un beso a Luc y retrocedió por la barra mientras otro cliente le
hacía señas.
Cada vez estaba más claro hasta qué punto era cierto. Al fin y al cabo, su
humano se había derretido de lo lindo ante la seducción de Luc. Había
hecho que Luc volviera a sentirse como antes, capaz de tocar, saborear y
morder sin miedo.
Y después...
Por su supuesta traición, sí. Pero sobre todo por haber visto por fin al
verdadero Lucien -la violencia, la mezquindad, la rabia- solo para huir.
Por seguir huyendo. Abandonando su hermandad por un pequeño...
malentendido.
Vio como Jamie se abría paso por la barra, sus movimientos siempre
eran sorprendentemente elegantes para alguien tan alto y delgado.
Ahora, si Luc pudiera apartar a Jamie de todos esos cretinos, encerrarlo
para tenerlo todo para él.
Luc no iba a matar a nadie. Los gemelos no tendrían motivos para darle
caza.
Roman estaba enfurruñado otra vez. Deprimido, del tipo que aparece
pocas veces en una década.
—Me temo que no puedo ofrecerte nada de eso. ¿Qué tal otro
cóctel en su lugar?
—¿Nunca te sientes... cansado? Una vida sin fin. Una vida sin
sentido.
¿Lo decía en serio Luc? Ni siquiera estaba seguro. Solo quería poner fin
a la tristeza que se había apoderado de la noche.
—No lo veo.
Compañeros.
Había tenido a Roman a su lado, sí, pero eso era diferente. Eso era
hermandad. Esto sería una especie de matrimonio. Una promesa eterna.
Era parte de la razón por la que nunca había convertido a nadie más.
¿Qué sentido tendría? No se quedarían. Nunca lo hacían.
Luc se bebió el resto del whisky que quedaba en su vaso y vio cómo se
marchaban los últimos clientes. Se había terminado la botella que
Monique le había ofrecido durante toda la noche y algo más.
Posiblemente no fuera prudente revelar la cantidad de alcohol que era
capaz de consumir, pero fuera lo que fuera lo que la amiga de Jamie
pensara de su tolerancia antinatural, se lo guardaba para ella.
¿En cuántos bares había estado Luc a lo largo de los siglos? ¿Cuántos
mortales que se habían sentado a su lado para pasar la noche ya estaban
muertos y se habían ido?
—¿Qué ocurre?
Luc abrió los ojos -¿cuándo los había cerrado?- para encontrar a Jamie
de pie a su lado, por fin en el lado derecho de la barra.
Monique levantó el dedo corazón antes de salir por la puerta trasera, con
bolsas de basura en la mano.
Luc se inclinó para reclamar de nuevo los labios de Jamie, pero este ya
estaba levantando la parte superior del cuerpo por encima de la barra,
con los pies levantados del suelo, buscando algo al otro lado. La postura
puso su culo sorprendentemente redondo a la vista de Luc.
—Um...
—Eh...
Hablando de eso...
Luc se acercó con una mirada amenazadora, no del tipo "te voy a matar"
(como si Luc fuera a hacerle daño alguna vez), sino más bien del tipo "te
voy a arrodillar y castigar" (para lo que Jamie estaba aquí al cien por
cien).
Ella lo ignoró, sus ojos se abrieron de par en par mientras miraba a Luc.
Los ojos de Izzy se abrieron aún más, y una mirada muy cercana a la
adoración del héroe cruzó por su rostro. Uhm, ¿Perdona? Jamie era su
adorado hermano mayor y nunca lo había mirado así. ¿Ya estaba
enamorada de Luc?
Aunque, posiblemente también tuviera algo que ver con los ojos
totalmente negros y el pequeño destello de colmillos que Luc lucía. ¿Pero
quién era Jamie para asegurarlo?
¿Cuánto hacía que Luc no era invitado a casa de alguien para algo que
no fuera sexo? ¿Desde que estaba con una familia de verdad?
Jamie pensó que podría estar sonriendo a todos ellos como un idiota,
pero simplemente estaba tan complacido. Todos lo estaban haciendo tan
bien. Por supuesto, les había advertido de antemano que Luc tenía
algunas... modificaciones corporales. (Lentillas negras, les había
explicado. Caninos limados. "Es un look, mamá".) Y habían prometido
no hacer comentarios, si eso iba a incomodar a su nuevo novio.
—¿Cuánto por hacer algo así? —Eric preguntó, tomando los platos
de la mamá de Jamie y poniéndolos en la mesa—. El trabajo dental es
tan caro en estos días. No puedo imaginar lo que cuestan las cosas
cosméticas opcionales como esa.
Jamie disimuló su risa con una pequeña tos. Bendito sea su padrastro,
un alma tan práctica.
—Comeré un poco, por favor —Su acento era impecable porque por
supuesto que lo era.
Jamie pensó en lo que Luc había dicho la otra noche. Sobre no follar con
Jamie hasta que ambos estuvieran listos para un apego permanente.
¿Así que iba a ser un reclamo?
Nada de vino esta noche. Esta vez era Jamie quien seducía.
Le tiró una cerveza a Luc -se rio para sus adentros al ver cómo su
vampiro esnob arrugaba la nariz ante la lata azul abollada incluso
cuando la cogía con facilidad- y luego conectó su teléfono al pequeño
altavoz portátil que tenía en el salón. Permaneció de pie, apoyando una
cadera en el lado del sofá que daba a Luc, y seleccionó una lista de
reproducción.
Tarareó con deleite cuando la introducción de la primera canción -sólo
acordes de piano y los dulces tonos de la cantante- los envolvió, y Luc
enarcó una ceja.
5El screamo es considerado un subgénero del Emo. La palabra screamo viene de scream. Básicamente
es una fusión de hardcore caótico lleno de letras que tratan temas existencialistas con gran carga
intelectual, melancólicas y algunas veces temas políticos.
Jamie dio un sorbo despreocupado a su cerveza.
—Era fácil ser amable con ellos. Y son importantes para ti.
—Sí.
—Lo hace.
Jamie avanzó con paso firme hasta situarse entre las piernas abiertas de
Luc. Tan cerca, sobresalía por encima de la forma sentada del vampiro,
pero Jamie seguía sintiéndose casi... delicado... en su presencia. Luc
tenía el aura de un rey, despatarrado en su asiento, con las manos
agarrando ligeramente los extremos de los brazos de la silla. Una
presencia tan intensa para una sola persona. ¿Cómo lo soportaba,
conteniendo todo ese poder?
Cuando Luc habló, su voz era la más suave que Jamie había oído nunca.
Apenas una respiración. Un ronroneo.
—Tuyo —susurró.
—Mío —repitió.
La tensión se rompió.
—Sí —jadeó cuando Luc volvió a soltar su boca—. Joder, sí. Todo
tuyo.
Luc se burló.
Pero Jamie sabía que no era así. No importaba cuántos amantes hubiera
tenido Luc a lo largo de los años, esto significaba algo para el vampiro.
Algo que iba mucho más allá del sexo.
Y oh joder. Ahí estaba otra vez. Esa gloriosa polla monstruosa. Erguida,
dura y orgullosa, con aquellas deliciosas venas suplicando que Jamie las
lamiera.
Pero Luc tenía otras ideas. Se rodeó la polla con una mano ancha y
bombeó perezosamente una vez. Dos veces. Sin dejar de mirar a Jamie.
—Sí, mi flor —canturreó Luc—. ¿Te gusta? ¿Te gusta tener mis
marcas por todas partes? Cualquiera que te mire sabrá que me
perteneces —Bajó hasta el pecho de Jamie, mordiéndole los pezones, con
cuidado de mantener los colmillos a un lado.
Luc soltó una risita ronca antes de seguir bajando. Jamie esperaba que
se dirigiera a su polla. Necesitaba atención desesperadamente. Una
mano. Una boca. Jamie no era muy exigente a estas alturas.
En lugar de eso, Luc levantó las piernas con manos fuertes, doblando a
Jamie limpiamente por la mitad.
—Oh, jodeeer.
¿Jamie había pensado que iba a ser él quien seduzca? Dejó escapar una
risa estrangulada al pensarlo.
Jamie sabía que en el fondo de su mente había algo más que quería que
ocurriera esta noche. Algún objetivo final por el que había estado
trabajando. Alguna razón para no correrse en la garganta de Luc en los
próximos treinta segundos.
Pero no podía pensar en ello. Estaba caliente por todas partes, ardiendo
por la implacable atención de este monstruo. Estaba demasiado duro y
necesitaba correrse. En. Este. Maldito. Segundo.
Luc le soltó las piernas y se abalanzó sobre él, encontrándose con los ojos
de Jamie.
—¿Sabes el pacto que has hecho, joven Jamie? ¿La bestia a la que
te has entregado?
Entonces agarró por fin -por fin, joder- la polla de Jamie, sus dedos
formando un agarre viseloso alrededor de la base de la misma. Con la
mano libre, metió dos dedos en la boca de Jamie. Jamie se los metió con
avidez, lamiéndolos con la lengua, succionándolos profundamente,
emitiendo vergonzosos maulliditos a su alrededor.
Lo dijo como si Jamie fuera a tener algún puto problema con ello, cuando
en realidad esas palabras posesivas hicieron que aún más sangre corriera
a la ya tensa polla de Jamie.
Se necesitaría ser mucho mejor hombre que Luc para negarse a sí mismo
tal regalo. Su destino. Su amado. Su compañero.
Llevaba una hora provocándose a sí mismo tanto como a Jamie. Pero era
un tipo de dolor tan delicioso, con Jamie retorciéndose y maullando
debajo de él, a merced de Luc y sus atenciones. El dolor más dulce que
existía.
Jamie se lamió los labios -aún más enrojecidos que de costumbre, con
un aspecto hinchado y tentador- y señaló la mesilla de noche.
Jamie le pasó una mano acariciadora por el pecho, por toda aquella
gloriosa piel dorada, mordiéndose el labio hinchado.
Luc no pudo evitar el gruñido que le salió. Pensar en Jamie con otros
hombres le daba ganas de romper cosas. Huesos, para ser más concretos.
A él y a su monstruo a la vez.
Joder, eso era algo embriagador. Jamie sabía desde hacía años que su
lugar estaba con Luc. Que él era de Luc y Luc era suyo. No importaba lo
que hubiera hecho o con quién lo hubiera hecho -y no es que a Luc no le
encantara arrancarle la cabeza a cualquiera que se hubiera atrevido a
tocar a Jamie antes que él, sólo por el puto gusto de hacerlo-, porque
todo aquello no era más que un marcador de posición vacío y sin sentido
para lo real.
—Te encanta.
Joder. Luc había pensado que podía controlarse, que podía ser
cuidadoso. Un buen compañero protector. Pero se equivocaba. Cada
gemido de Jamie rompía otro hilo de la cuidadosa contención de Luc,
hasta que empezó a empujar furiosamente, gruñendo con cada empujón
de sus caderas.
Luc rodeó el cuello de Jamie con una mano, estrechándolo con su agarre.
Los ojos de Jamie se abrieron de par en par al oír su tono más áspero y
profundo. ¿Podría decir qué parte de Luc le estaba hablando? Pero
Jamie jadeó su acuerdo de todos modos.
—Sí. Tuyo.
Tiró de las caderas de Jamie hacia atrás con la otra mano, enterrándose
hasta la empuñadura y corriéndose con un grito profundo y ronco, sus
muslos sacudiéndose mientras se vaciaba dentro de su compañero, la
liberación de Jamie inundando su puño al mismo tiempo.
—Viejo pervertido.
Luc levantó las piernas de Jamie, doblando una vez más a su compañero
como un pretzel. Se estaba volviendo adicto a lo espléndidamente
flexible que era su ágil humano.
Jamie tenía los ojos cerrados y respiraba con calma cuando Luc terminó
de limpiarlo y se incorporó para tumbarse a su lado. Luc observó
aquellas respiraciones lentas y profundas, el ritmo del pecho ascendente
de Jamie.
Luc no tenía mucho éxito con los mortales. Había sido tan fácil
secuestrar al Danny de Roman. Herirlo. Quitarle la vida. La aterradora
verdad era que cada día que Jamie era mortal era un riesgo. Una
oportunidad para que le fuera robado a Luc. Por enfermedad. Por una
herida. Por accidente o con mala intención. No importaba cómo.
Pero convertirlo sería hacerle daño. Jamie creía que estaba preparado,
pero no lo sabía. No entendía la brutal realidad de ser un vampiro recién
convertido. Los interminables y abrumadores impulsos. La horrible
mezcla de sentirse a la vez demasiado vacío (piezas clave de humanidad
simplemente desaparecidas) y demasiado lleno (colmado de una
presencia nueva y hambrienta).
Lucien, desde luego, no. Estaba tan mojado en el asiento del conductor
como en cualquier otro lugar fuera del carruaje.
—No solo nos mueve el hambre de sangre —le dijo a Luc con
altivez—. Lo verás a medida que pasen los años. A veces solo necesitas...
devorar.
Evrard tenía uno de esos desconcertantes rostros sin edad. La piel más
pálida que Lucien había visto nunca, enmarcada por un pelo rubio que
llevaba suelto y le colgaba por encima de los hombros. Y por la noche,
como ahora, insistía en mantener su "verdadero rostro". Ojos negros,
colmillos afilados. A veces parecía antiguo. Y a veces parecía... otro.
Inhumano.
Como con este maldito ataque inútil que les arruinaba la noche.
—¿Me... dejas?
¿Así que la vida de Lucien -su humanidad- había sido arrebatada como
una diversión? Había pensado que tenía algún sentido. Puede que ya
no fuera humano. Podría ser un maldito monstruo. Pero al menos lo
habían querido. Tenía una... especie de... figura paterna.
Pero él era sólo una molestia después de todo. Una idea tardía.
—Pero no lo suficiente.
Luc suspiró. Odiaba dormir -lo poco que le pedía el cuerpo- por esa
misma razón. Odiaba soñar. Era la forma que tenía la mente de obligarlo
a revivir viejos recuerdos en contra de su voluntad.
Deseaba tener el don de Jamie. Poder ver atisbos del futuro en lugar de
su temido pasado. Si Luc hubiera visto venir a Jamie, si hubiera sabido
lo que le esperaba, quizá no habría hecho todas aquellas cosas horribles.
Tal vez habría tenido la paciencia de resistirse a su monstruo.
O tal vez todo había sido inevitable desde el momento en que se había
convertido.
Aunque, Luc supuso, mirando hacia atrás, que tal vez Evrard había
intentado su versión de lo mejor. Era evidente que el otro vampiro había
ido perdiendo el control de su humanidad, cediendo cada vez más a los
impulsos de su monstruo. El hecho de que hubiera aguantado un año
entero guiando a Luc todo lo que podía... era casi admirable.
Casi.
Luc había oído de otro vampiro años más tarde que Evrard había sido
sacrificado en algún lugar de Rumanía, una bestia salvaje que asolaba el
campo.
Solo había durado cinco años tras marcharse del lado de Luc.
Había intentado encontrar a otros vampiros con los que vincularse como
sustituto, pero cualquier encuentro solo había dado lugar a breves
intercambios de información y luego a las inevitables peleas. Brutales
disputas territoriales y amenazas de decapitación o fuego.
Luc ni siquiera podía decir por qué lo había elegido, aparte de lo obvio:
había visto un poco de sí mismo en Roman. Perdido, asustado, dispuesto
a ser valiente incluso al final. Otro soldado prescindible en otro campo
de batalla sin sentido.
Parecía el destino.
Pero tal vez sólo había sido casualidad. Roman había tenido la mala
suerte de estar allí cuando la soledad de Luc acabó con él, cuando su
egoísmo se impuso a su moral.
—No te culpo por lo que pasó —Dijo después de dar otro aliento
tranquilizador.
Jamie siguió el golpeteo con sus dedos, tenía problemas para mirar a
Monique a los ojos. La antigua acusación ya no estaba ahí, pero en su
lugar había una seriedad con la que no sabía qué hacer.
Jaime se rio. —¿Todo esto es una forma realmente larga de decirme que
no apruebas a mi nuevo novio?
Ella se encogió de hombros con desdicha. —Es solo que… Desde que
terminó la escuela secundaria, siempre parecías tener un pie fuera de la
puerta. Siempre espero que cualquier día de estos vayas y me digas que
te vas a viajar por el mundo y que nunca regresarás. Y si quieres irte, está
bien —Ella colocó una mano en su brazo y le dio un ligero apretón—. Solo
quiero asegurarme de que sepas que puedes volver. En cualquier
momento. Siempre. Tienes gente aquí que te quiere.
Excepto que, según Luc, era posible (más bien, probable), que Jamie no
pudiera regresar. Que le tomaría años y años el lograr controlar sus
impulsos lo suficiente como para estar cerca de las personas que lo
conocían mejor. Y para el momento en que pudiera controlar esos
impulsos, quizás ya hayan pasado los años suficientes como para
levantar sospechas al regresar y seguir aparentando tener veintitrés
años.
Pero extrañaría a las personas que amaba. Tal vez más de lo que se había
permitido pensar.
Ella levantó una mano de forma apaciguadora. —Solo quiero decir, una
sola vez, que realmente aprecio toda la ayuda que me has estado
brindando en el bar. Sé que no necesitas el dinero y que estás
sobrecualificado. Supongo que simplemente me gusta tenerte allí. Me
haces reír sin siquiera intentarlo. No se siente tan estresante cuando
estás cerca.
Jamie arrugó la nariz ante el orbe firme y borroso que estaba siendo
empujado frente a su cara. —No confío en ellos.
Luc resopló. —¿Qué hay que desconfiar? Solo es una fruta —Sostuvo el
melocotón en demostración frente a la cara de Jamie. La pequeña fruta
se veía empequeñecida con facilidad por su gran mano—. No tiene que
ser una cosa de confianza ni desconfianza. Solo mastica y traga.
Jamie negó con la cabeza, apartando la fruta. —Nuh-uh. Cada vez que
pruebo un melocotón, siempre pienso que voy a obtener un bocado
delicioso y, en cambio recibo una sensación arenosa y extrañamente
crujiente —Él torció los labios con disgusto—. Qué asco.
—Estos están perfectamente maduros —Luc se golpeó un lado de
la nariz con uno de sus dedos—. Puedo decirlo. Tengo sentidos
mejorados, flor.
Jamie se quedó atónito cuando Luc regresó de sus "recados" con una
bolsa de melocotones en la mano, alegando que se había detenido en un
mercado de granjeros de la ciudad. ¿Por qué razón? Jamie no había sido
capaz de comprender ninguna.
Oh. A Jamie le gustaba la dirección que estaba tomando las cosas ahora
mismo. —¿Qué sabor tengo yo? —Preguntó, ansioso por cambiar esta
conversación y que tomara una dirección más sexy.
Los labios de Luc se torcieron y tiró un poco del cabello de Jamie, como
si supiera sus intenciones solo con la línea de preguntas. —Canela, al
principio. Nítido y brillante. Pero luego, justo debajo —levantó el
melocotón de nuevo, girándolo en su mano—. Hay una cierta... dulzura.
La fijación hacia los melocotones ahora tenía sentido.
Estaba tan distraído por la atención absorta que Luc estaba prestando a
cada uno de sus movimientos, que Jamie tardó un segundo en darse
cuenta de que el jugo goteaba por su barbilla. Levantó la mano para
secarse, pero la boca de Luc ocupó el lugar primero.
Jamie suspiró de placer cuando su vampiro lamió el rastro antes de
chupar una multitud de besos a lo largo de su mandíbula hasta
finalmente llegar a sus labios. —¿Tu monstruo está bien con el jugo de
melocotón?
—Si está sobre tu piel, mi monstruo está bien con casi cualquier
cosa —Murmuró Luc, presionando otro beso en la comisura de la boca
de Jamie.
Jamie soltó una carcajada que se cortó cuando Luc capturó sus labios
con firmeza, y su lengua barrió interior de su boca, lamiendo el sabor de
los melocotones y tomándolo como propio.
—Quiero estar dentro de ti —Dijo Luc, su voz más ronca que antes.
Jamie estaba cien por ciento de acuerdo con ese plan. —¿Quieres
llevarme de nuevo a mi habitación?
—Sí —le aseguró Jamie, acariciando el pecho de Luc con una mano
tranquilizadora—. Bastante. Es solo que…
Luc usó su agarre sobre Jamie para empujarlo hacia atrás a lo largo de
sus muslos, creando una mínima distancia entre ambos, lo suficiente
como para que los ojos de ambos pudieran encontrarse con facilidad. —
¿Qué está pasando por tu mente, flor? Cuando regresé estabas…
pensativo.
Y eso que Jamie había pensado que Luc estaba tan concentrado en su
misión para darse cuenta: hacer que Jamie comiera un melocotón.
Jugueteó con los botones de la camisa de Luc, tratando de ordenar la
confusión de sus sentimientos y ponerlos en palabras.
Y sin embargo…
Jamie desabrochó botón tras botón de la camisa de Luc solo para volver
a asegurarlos justo después. El jugueteo lo estaba calmando, y a Luc no
parecía importarle mientras se mantenía quieto bajo los cuidados de
Jamie y se concentraba totalmente en sus palabras.
La primera vez que Jamie lo había hecho, le había contado a Eric acerca
de un ascenso que iba a recibir antes de que sucediera, luego Eric lo había
mencionado en la mesa de la cena, claramente desconcertado por toda
la situación. Le había preguntado a Jamie de dónde lo había sacado.
Jamie se quedó congelado en su puesto, mirando a su madre en busca
de consuelo, porque normalmente ese momento habría sido cuando su
padre habría comenzado a gritarle, diciéndole a Jamie que estaba
asustándolos a todos, diciendo lo raras que eran las cosas que hacía.
Las manos de Luc se movieron desde sus caderas para cubrir las manos
de Jamie sobre su pecho, presionándolas así sobre su corazón. —Sí —
Dijo Luc con voz áspera—. Sí.
Pero Luc solo le sonrió, tierno y sincero, sus colmillos brillando a la luz
de la cocina, y luego frotó la nariz de Jamie con la suya. —Puedes tenerlo
todo, Jamie. Lo que quieras, encontraré la manera de hacerlo realidad.
No te detendré. Si... Si sigues siendo humano, si ese es el camino que
eliges, no voy a dejarte solo. Estaré aquí, siempre. Nuestras almas están
unidas, ya sea que el vínculo de compañeros llegue a solidificarse alguna
vez o no. Nos quedaremos aquí el tiempo que tú quieras.
Jamie asomó la cabeza por detrás de Luc para poder ver, ignorando el
gruñido de advertencia de su vampiro.
Oh. Huh.
Jamie no pudo ver mucho a los nuevos intrusos antes de que la forma de
Luc bloqueara su vista una vez más.
Los intrusos no dijeron nada más al principio y, por su parte, Luc había
lanzado un gruñido largo y prolongado tan pronto como Jamie abrió la
boca. Jamie tenía las manos apoyadas en los anchos hombros de Luc, y
podía sentir todo el cuerpo del vampiro vibrando.
—Un olor que nos dijo que no estaría en mi maldita ciudad después
de una noche —Dijo el de cabello engominado. El tipo sonaba bastante
enojado.
—Eso parece.
—¿Estás tan seguro de que ustedes dos pueden acabar con él sin
que al menos uno de ustedes muera también?
Así que el nombre del de cabello engominado era Fox. Miren a Jamie,
aprendiendo quién era quién. A menos que se cambiaran de peinado la
próxima vez. Por otra parte, Fox era claramente el idiota de los dos, por
lo que tal vez no sería tan difícil descifrarlo incluso sin lo del peinado.
—Eso no…
Jamie sabía en su interior que Luc en su estado actual, era una bomba
de tiempo.
Jamie se burló. —No pensé que estuvieras siendo amable, para empezar.
Jamie centró toda su atención en el vampiro que vibraba frente a él. Luc
le estaba recordando cómo fue su primer encuentro. Luc congelado,
como si tuviera tanto miedo de lo que podría hacer, que la quietud total
era la única manera en la que podía mantenerse contenido.
Usó sus manos para girarlo suavemente, hasta que estuvieron el uno
frente al otro.
El cambio en su voz era bastante sutil. Poseía un borde más áspero sobre
su timbre que ya era un gruñido. Definitivamente… diferente. Estaba
hablando el monstruo en lugar del hombre.
Luc le gruñó por lo que tenía que ser la milésima vez en menos de una
hora, sus puños se abrían y cerraban repetidamente a sus costados. Sin
embargo, Jamie no sentía miedo de su brutalidad, incluso con la postura
dramática de Luc.
Su monstruo solo estaba teniendo una especie de rabieta, eso era todo.
Luc se giró sobre sus talones para otra ronda de pasos y gruñó de una
manera que Jamie supuso que significaría un “no”.
6
Juego de palabras con la palabra “Dick” que es imbécil en inglés, y Tweedledee que es uno de los gemelos
de Alicia en el país de las maravillas.
—De acuerdo… —Jamie se tocó la barbilla con un dedo mientras
pensaba—. ¿Fue el impacto de que entraran a la casa sin previo aviso,
quizás?
Tal vez sea mejor que no vuelvas a casa por unas horas.
Que asco.
—No puedo dejar que mates a nadie ahora mismo, monstruo —Lo
tranquilizó—. Lo siento mucho. Pero podemos compensarlo, supongo —
Inclinó la cabeza hacia un lado, dejando al descubierto la línea de su
garganta—. ¿Quieres morderme, hm? ¿Beber un poco para calmar los
nervios?
Bingo.
Pero Luc sacudió la cabeza. Negando. —No puedo lastimarte —Su voz
era como rocas trituradas.
Y ohhh, ahí estaba. Una necesidad flagrante y salvaje en los ojos de Luc.
Pero, oh, bueno. En otro momento. Jamie podía ser muy paciente.
Esto no se trataba solo de sexo. Se trataba de lidiar con la pólvora que se
había encendido en la habitación.
Así que Jamie no esperó mucho antes de separar más las piernas de Luc
con su rodilla, lubricar su polla y adentrarse en el estrecho canal de su
monstruo.
Y, oh, maldita sea, carajo. Jamie hizo una pausa después de tocar fondo,
con los ojos en blanco por la loca y caliente presión sobre su polla. —
Mierda, monstruo. Jesucristo, te sientes increíble.
Tenía una sensación de poder que Jamie nunca había sentido antes, le
llenaba el pecho y le entrecortaba la respiración. A menudo estaba
indefenso frente a lo sobrenatural, tal como había pasado con los
gemelos amenazándolos. Sus propias malditas visiones. Pero aquí, con
esta criatura increíblemente sexy y peligrosa, Jamie tenía el control.
Pero, quizás estaba mareado por culpa del sexo explosivo, porque
cuando volvió a mirar, eran del color negro habitual.
Pero debajo de toda esa rabia que lo consumía había estado la conciencia
de que Jamie podría resultar herido en fuego cruzado. Luc había estado
gritando dentro de su propia mente, deseando que el monstruo lo
escuchara. No ataques. No aquí. No ahora.
Luc pensaba que ya sabía lo que era el amor. Había creído que con
Victoria al menos había… sentido algo, incluso si eso no era un vínculo
de pareja. Pero todo lo que había sentido antes palidecía en comparación
con las emociones que este humano evocaba en él, todo eso era una mera
sombra de lo que sentía por este joven mortal.
Pero Luc nunca había sido capaz de detenerse. Incluso sabiendo que
estaba atormentando a su viejo amigo, a su hermano, hasta el punto de
la desesperación, eso no lo había sacado de su ira. Cada vez que había
tenido la tentación de dejarlo estar, de empezar de nuevo, su monstruo
había estado ahí como la voz de la serpiente en su oído, susurrando que
no era suficiente, que Roman no se merecía ser dejado sólo después de
abandonarlos.
¿Había estado asustado? Luc no había olido miedo viniendo de él. Sólo
preocupación. Confusión. Deseo.
Ah, sí. Luc tenía un vago recuerdo de haber clavado su puño en ese
mismo punto.
—Me dormí —Luc hizo una mueca ante sus propias palabras. De
todas las estupideces que podrían salir de su boca…
Pero Jamie simplemente le sonrió, brillante y feliz. Con todos sus dientes
blancos y ese incisivo torcido. Él era como todo el sol contenido en forma
humana. Luc pensó que podría desintegrarse bajo ese brillo, dejando
atrás nada más que un montón de cenizas. E incluso se lo agradecería.
Luc no sabía qué sentir respecto al hecho de que apenas unas horas
después de haberlo visto vuelto una bestia incontrolable, ansiosa de
sangre y violencia, Jamie todavía se sentía cómodo con tenerlo cerca de
su familia. Era una cosa alucinante la confianza que este humano tenía
en él.
—¡Hey!
—No hay tiempo para que me agarres el culo. Súbete antes de que
alguien nos vea.
La vieja frase "fíngelo hasta que lo consigas"7 pasó por la mente de Luc.
Eso era lo que Jamie había estado haciendo con él cada vez que salían en
público. Esos chistes sobre cosplay, sus explicaciones sobre
modificaciones corporales. Actuaba como si Luc fuera, bueno, no
exactamente normal, pero tampoco paranormal. Y los humanos a su
alrededor lo tomaron al pie de la letra.
7
Del inglés: Fake it till you make it, que hace referencia actuar de una forma hasta que realmente te conviertas
en eso que estás actuando.
Jamie tiró su ropa en un montón desordenado. —Psh. Por supuesto. ¿Por
qué vendríamos aquí si no?
Luc pasó los dedos por los mechones húmedos de Jamie, dándole una
mirada de tristeza —Odio decírtelo, mi flor, pero parece que el cloro te
ha puesto el pelo verde.
Luc supuso que sí. Era tan fácil sentirse juguetón con este humano. El
sentirse ligero y optimista con su flor junto a él, manteniendo a raya la
oscuridad.
Jamie soltó una última risita, luego inclinó la cabeza hacia atrás dejando
escapar un suspiro profundo y satisfecho. —Un cigarrillo haría que esto
fuera absolutamente perfecto ahora mismo.
Maldito infierno.
8
NT: No pues, ni idea que sea pero me morí de la risa xD. Luc, pls.
La polla de Luc palpitó ante las palabras de su pequeño descarado, y
Jamie lo provocó con otro giro de sus caderas e inclinando su cuello al
mismo tiempo. —Muérdeme, por favor —Pidió, su tono
sospechosamente dulce—. Si no vas a dejar que te la chupe, dame de ese
bondadoso afrodisíaco de vampiro chupasangre.
Luc lo rozó con sus colmillos en son de advertencia. —Eres una amenaza.
Sí. Sí, lo era. Por siempre y para siempre, tan pronto como el jodido de
Soren le respondiera a su mensaje texto.
Luc había apreciado ciertas cosas a lo largo de los años, claro. Sexo. Lujo.
Elegancia. Violencia.
Pero esto no. No los simples placeres que la vida tenía. La lluvia. Los
libros viejos. Los Duraznos frescos.
Luc siguió su olfato hasta el pequeño edificio que servía como zona de
cambio de la piscina, con Jamie pisándole los talones.
—Este lugar siempre está cerrado por la noche —Le advirtió Jamie.
Luc probó la manivela, la cual cedió con facilidad en su mano. —No esta
noche.
Abrió la puerta para encontrarse con la fuente del olor esparcida en el
pequeño vestidor. Luc ya lo había sabido en el fondo de su mente, por
supuesto. Era un olor que conocía muy bien.
Mierda. Cadáveres. Jamie nunca antes había visto uno en la vida real. ¿O
debería decirlo en femenino9? Parecía que había sido mutilada por algún
tipo de animal salvaje, con toda ropa destrozada y su carne desgarrada.
Pero Luc había estado seguro de que había sido drenada y que era obra
de un Vampiro. Afirmó que conocía las señales.
9
Hace referencia a que el cadáver era de una mujer.
Porque duh, él había hecho lo mismo con otros... cadáveres.
Jamie sabía que debería sentir repulsión ante esa idea, pero
simplemente no podía encontrar en sí mismo que le importara. ¿Eso lo
convertía en un ser humano horrible? Probablemente. Pero Luc asesinó
a personas malvadas, humanos despreciables que lastimaron a otros
humanos por codicia o por placer. Jamie tenía dificultades para reunir
la simpatía adecuada por la “difícil” situación de esos individuos.
Oh. Oh, mierda. Luc le habría dicho algo a Jamie si hubiese estado
esperando visitas, ¿no? Además, Jamie estaba en un 90% seguro de que
su vampiro no tenía amigos. ¿Podría tratarse de algunos matones
extraños y guapos enviados por los gemelos vampiros?
—No nos mientas —gruñó el traje, con esos brillantes ojos azules
brillando como el hielo.
Tal vez eso debería asustarlo un poco, dos vampiros con una mala
historia con Luc, probablemente no tan inclinados a ser amigables con
su nuevo compañero.. pero, por otro lado y con todo lo que Luc había
dicho, estos dos no eran del tipo que tomaría represalias contra
inocentes.
Cuando el recién llegado se acercó, Jamie pensó que esa frase podría
haber sido utilizada en sentido literal. El pequeño vampiro, Jay, era
delgado, apenas superaba el metro sesenta y cinco, con una nariz de
botón y los labios en forma de arco de Cupido. Bonito y delicado, como
una muñeca de porcelana que acaba de cobrar vida.
Eso hizo que Roman pusiera los ojos en blanco, mientras que Danny
soltaba una risa ahogada.
—No, cariño. Este no es Luc. Este es… —Danny hizo una pausa,
mirando a Jamie, levantando una ceja oscura en son de pregunta.
Eso hizo callar a los otros dos gigantescos vampiros por un minuto. El
tiempo suficiente para que Jamie se diera cuenta de que Luc estaba
haciendo esa cosa otra vez de vibrar con ira. Eso era una cosa que
probablemente Jamie debería cortar de raíz más temprano que tarde, a
menos que estos tres recién llegados quisieran un verdadero espectáculo
una vez que entraran.
Y luego, resonó la voz melódica de Jay mientras daba otro saludo, esta
vez dirigido hacia Luc. —Así que tú eres Luc. Sí, ya lo veo. Eres tan
aterrador como pensé que serías.
Aunque, si era un poco divertido ver a los dos vampiros grandes y malos
mirándose el uno al otro desde el otro lado de la habitación. Luc se había
sentado en el sofá al lado de Jamie, estaba tenso como el infierno. Ya no
vibraba con energía enojada, así que eso era una ventaja, pero tampoco
estaba precisamente relajado. Roman estaba tumbado en el sillón de
enfrente, tenía las piernas abiertas como alguna clase de exhibición de
dominio. Danny estaba de pie a su lado con una mano apaciguadora en
su brazo, como para evitar que se levantara de un salto y derribara a su
ex amigo.
—Mi hermano todavía está bastante enojado por todo el tema del
ataque vicioso que recibió y por que terminaras con mi vida —Intervino
Danny—. Dijo que preferiría arrancarte las extremidades que estar en la
misma habitación que tú —Le lanzó una rápida mirada de disculpa a
Jamie—. Para ser sincero, creo que esto de convertirse en vampiro lo ha
vuelto una especie de reina del drama.
Luc dejó escapar un gruñido, uno que parecía indicar una comprensión
de la justicia que recibía por todo eso. —¿Y por qué vinieron? —Preguntó
con sus dedos clavándose en el brazo del sofá lo suficientemente fuerte
como para que Jamie estuviera bastante seguro de que dejaría agujeros
en el material—. Esto podría haber sido una rápida llamada telefónica.
Solo quería saber cómo les va a los antiguos humanos con sus nuevas
condiciones.
Jamie permaneció de pie, con las manos firmemente en los bolsillos para
no golpearse las piernas con ellas mientras observaba a Danny absorber
el calor. Se sentía inexplicablemente tímido, tal vez por primera vez en
su vida. Aquí había alguien que tenía exactamente lo que él quería. Un
vínculo permanente con la persona que amaba. La promesa de un para
siempre.
Excepto…
Parecía una excusa poco convincente, pero era la única que tenía para
darle.
Danny lanzó una mirada evaluadora hacia la casa. —Tal vez deberíamos
darle un poco más de tiempo para charlar.
Jay se volvió hacia ellos, agazapado sobre el suelo. —No puedes tener la
vida eterna o siquiera la perspectiva de una vida eterna, sin ser
cambiado para siempre por ella. El concepto de la mortalidad es lo que
le da a la vida una gran parte de su significado. ¿Qué somos nosotros
cuando nos quitan eso?
Roman se veía objetivamente bien, supuso que tendría que admitir eso.
El aire apresurado y frenético que había poseído todos los años en que
Luc lo estuvo persiguiendo, finalmente se había ido.
Luc se preguntó, no por primera vez, por qué nunca se había sentido
inclinado a iniciar una relación más íntima con su viejo amigo. Pero su
monstruo nunca había querido eso de Roman, y tampoco Luc. Ellos no
habían estado en busca de una presa o un amante potencial en ese campo
de batalla. Habían estado buscando... compañía. Familia.
10
Amigo mío en Francés.
Roman cepilló distraídamente el brazo de su silla como si estuviera
disipando polvo mientras fruncía el ceño. —Él puede velar por sí mismo
en estos días.
¿Todo junto?
Luc apoyó un codo en el brazo del sofá, luego descansó su cabeza sobre
la mano y se obligó a mirar a los ojos azules de Roman. —Porque te
maldije en ese campo de batalla. En lugar de dejarte descansar en paz,
te hice a mi imagen y semejanza. Horrible. Miserable. Maldito.
Luc no sabía qué decir a eso. Era bastante surrealista estar sentado en
una sala de estar junto a su antiguo hermano, su familiar adversario.
¿Acababa de recibir el perdón a regañadientes?
Roman soltó una risa amarga. —Eso era una causa perdida si es que
alguna vez hubo una.
Roman agitó una mano desdeñosamente. —No sería la primera vez que
te veo follar con un pobre humano. Aunque admito que sería la primera
vez que veo que eres tú a quién follan.
Se rio suavemente. Y Luc se rio con él, apoyando la cabeza contra el sofá.
Qué extraño era, que compartieran una risa después de todo lo que
habían pasado. Qué inesperadamente misericordioso. Pero, incluso en
el fondo, Luc sabía que esta tregua era algo temporal. No había ninguna
forma en el mundo real, en que Roman dejara su rencor con tanta
facilidad, ¿O sí? La vida nunca fue así de amable. No para los monstruos.
Roman soltó un ruido evasivo. —¿Y por qué no viniste a Hyde Park y me
preguntaste tú mismo?
—¿Salvajes?
Roman alzó una ceja en son de pregunta mientras que las palabras de
Luc se desvanecían.
—Me preocupa —Admitió finalmente—. Es tan malditamente
frágil, Roman.
Luc no podía discutir contra nada de eso. Así que no lo intentó. —Tienes
tantas razones para odiarme.
11
De la combinación de “Friends” (Amigo) y “Enemies” (Enemigos). Son amigos/enemigos jaja.
que mi monstruo vendría por mí —Se giró y le dedicó a Luc una sonrisa
perfecta, y su monstruo rugió de placer.
Danny tarareó pensativo. —Me pregunto si... Soren cree que algunas
partes de nuestra personalidad mejoran después de la conversión. Como
si el nivel de nuestras cualidades particulares, se elevaran un poco.
Luc estaba empezando a pensar que pasar tanto tiempo con los humanos
había aumentado la capacidad de ser sarcástico de Roman. De todos
modos, respondió a su pregunta con honestidad para el beneficio de
Jamie, más que cualquier otra cosa. —Supongo que siempre he luchado
contra… la ira.
Luc escondió una sonrisa detrás de su mano. Que flor tan valiente.
—Lo que quería decir —Continuó Danny, después de hacerle una
mueca a Roman—. Es que quizás la característica especial de tus visiones
mejorará una vez te conviertas en vampiro. Tal vez incluso aprenderás a
controlar las visiones. O—¡Oh! ¡Oh! O dirigir lo que ves, ¿eso no sería
maravilloso?
Y, si se trataba de eso, los gemelos estaban aquí por Luc, no por Jamie.
Y Luc permitiría que lo destrozaran mil veces antes de dejar que alguien
dañara un solo cabello de la cabeza perfecta de Jamie.
Dane comenzó a enumerar las ofensas con los dedos mientras que Fox
adoptaba a su lado una postura que Luc supuso debía parecer
amenazante. —Te pedimos que te vayas; tú te niegas. Te pedimos que te
guardes los colmillos para ti mismo; comienzas a asesinar. ¿Y ahora has
traído a más chupasangres a nuestro territorio? ¿A qué estás jugando,
exactamente?
Luc gruñó ante eso. Fox tenía un jodido deseo de muerte, eso era más
que seguro.
Jamie miró a Luc con una pregunta en sus ojos antes de volverse hacia
los gemelos en cuanto Luc negó con la cabeza como una respuesta. —
Bueno, él no encontró ese cuerpo, creo que no. Encontró uno diferente,
¿de acuerdo? Pero tampoco mató tu cadáver.
Les tomó unos segundos a los dos darse cuenta de la forma en que todos
en la habitación los estaban mirando, incluyendo a Luc.
¿Evrard lo había sabido? ¿Había sabido algo sobre las almas unidas?
Jamie se volvió hacia él con los ojos abiertos por la sorpresa. —¿No? —
Le preguntó a Luc con incredulidad.
Jamie se envolvió en las mantas con más fuerza en cuanto oyó los pasos
que se acercaban al dormitorio. Solo había una persona que iría a
buscarlo después de su pequeña rabieta, y si Jamie podía oírlo acercarse,
significaba que Luc quería ser oído. Le estaba dando una advertencia
justa o algo así. Esos vampiros podían ser abrumadoramente silenciosos
cuando querían serlo.
Qué caballeroso, pensó Jamie, con algo más que un toque de amargura.
Pero es que estaba de mal humor, ¿de acuerdo? Ignoró el golpe en la
madera, acurrucándose más cuando el sonido de la puerta abriéndose
fue lo que le siguió un momento después.
Oh, Luc estaba sacando las frases en francés. El tonto vampiro tenía que
saber que la había cagado.
Jamie sintió que la cama se hundía con el peso de Luc sentado junto a su
forma acurrucada, el hundimiento en el colchón lo hizo rodar más cerca
de lo que le habría gustado. Sin embargo, no dijo una palabra.
Podría jurar por todo lo sagrado, que nunca antes había hecho pucheros
en su vida, pero en ese momento estaba… abrumado. Se sentía inundado
por la desesperación.
Había pensado que eran algo sólido. Que se trataba del destino. Del
maldito destino.
Luc se rio entre dientes (en verdad se rio), ante el arrebato de Jamie. El
muy idiota. —¿Te gustaría decirme de qué se trata, entonces?
Vivo.
¿Que Jamie fuera un humano, era parte de lo que hacía que Luc se
sintiera atraído por él? ¿Simplemente ansiaba lo que a él mismo le
faltaba? ¿Era por eso que no quería que Jamie se convirtiera?
Esa palabra sirvió como un recordatorio de por qué Jamie estaba tan
enojado con su vampiro. Resopló y se cruzó de brazos, tratando de no
ceder ante la inesperada dulzura que Luc le estaba mostrando. —Bueno,
pues, yo te he amado durante años, así que bienvenido a la maldita fiesta.
Jamie sacudió la cabeza con furia. Oh, mierda, no. Nadie más, ni siquiera
su compañero, tenía el derecho a decirme cómo debía de sentirse. Él
conocía su propia maldita mente. Conocía su propio corazón. —No lo
entiendes, Luc. Te he visto. Esos destellos de ti, a lo largo de los años...
Te he visto alimentarte, te he visto drenar a una persona. Te he visto
enojado. Te he visto absolutamente vicioso. Y te he visto triste. Tan
insoportablemente triste, cuando nadie más estaba mirando. Y no quería
nada más que estar ahí, a tu lado. Ser el ancla que te impidiera hundirte
en ese maldito océano de tristeza que te rodea. Y ahora lo soy. Estoy aquí.
Entonces, ¿cuál es el maldito problema?
Luc parecía casi un poco aturdido por su declaración, sus ojos negros
estaban vidriosos. —Yo… Pero… El amor puede cambiar, flor. Roman y
yo nos amábamos, a nuestra manera. Y ahora me desprecia. Todos me
desprecian, eventualmente.
Jamie descartó esa objeción con una mano. —Bueno, es verdad que
puedes ser un poco idiota.
Para ser una criatura de la noche con siglos de antigüedad, estaba siendo
terriblemente ingenuo.
Luc parecía afligido. —Yo… Has calmado a la bestia, sí, pero no puedo
decir que no vuelva a matar. El monstruo lo anhela.
Jamie le dio un beso rápido y firme en los labios. —Está bien, monstruo.
Puedo darte eso. Si esto termina, lo hará con la muerte. Y juro por todo
lo que es profano, que te mataré primero —Él sonrió—. Entonces, si lo
piensas, nunca estarás solo, ni siquiera por un minuto. ¿Eso es lo
suficientemente bueno para ti?
Había una cosa que habían dicho esos malditos gemelos. Sobre nunca
haber visto el rostro humano de Luc. Pensaban que él era una causa
perdida, demasiado cerca de lo salvaje para tener una redención. Jamie
se puso de rodillas, inclinándose más cerca y mirando las sombras
negras dentro de los ojos de Luc.
Jamie sonrió tanto que le dolió la cara. —Muy bien, monstruo. Muy, muy
bien.
Luc sacudió la cabeza con incredulidad, pero había una pequeña sonrisa
en sus labios. —No siempre puedo decir si me estás hablando a mí o a
esa cosa. Nos llamas “monstruo” a ambos.
Jamie agarró a Luc por los hombros y jaló al vampiro encima de él sobre
la cama. —No siempre puedo notar la diferencia tampoco. Ambos son
solo... mi monstruo. No serías tú sin esa bestia dentro de ti. Pero, ¿ves?
No hay nada de qué preocuparse. No me traicionarás, Luc. Nunca
joderías las cosas con algo que no pueda ser reparado. Tu monstruo no
te dejaría. Él sabe a quién pertenece.
Esta vez, cuando Luc lo tomó, lo hizo como si fuera algo precioso. Algo
insoportablemente frágil. Devoró a Jamie, sí, pero como si fuera un
manjar. Una rareza para ser saboreada, susurrando palabras de
devoción en francés sobre la piel de Jamie. —Je t’aime. Je t'adore. Ma
fleur, mon trésor.12
Jamie se dejó llevar por él, retorciéndose de placer cuando Luc lo abrió
primero con su lengua, luego con los dedos, hasta que finalmente estuvo
empujando la cabeza de su polla contra la entrada abierta de Jamie.
12
del Francés: Te amo. Te adoro. Mi flor, mi tesoro.
El aliento de Jamie se cortaba con cada balanceo de las caderas de Luc,
el hormigueo de placer venía de dos lados: de la mordedura de los
dientes de Luc y del empuje de su polla.
Luc gruñó, su rostro era una deliciosa mezcla de lujuria y agonía, antes
de tirar de las caderas de Jamie en un ángulo más alto y deslizar sus
brazos hacia arriba y alrededor de los hombros de Jamie, penetrándolo
con abandono mientras agregaba a la mordida la perfecta combinación
de dolor dentro del placer de Jamie.
13
Del Francés: Te amo, mi monstruo. Siempre vendrá. NT: seré sincera, la verdad busqué en varios sitios y no
sé si realmente la autora quería decir eso en Francés… o si quería decir otra cosa jaja.
Luc se quedó completamente inmóvil por un largo momento antes de
que sus caderas temblaran una última vez y se derramara dentro de
Jamie con un gemido largo y bajo.
Luc resopló con una risa ronca antes de dejar caer todo su peso sobre él,
dejándolo sin aliento mientras metía la cabeza en el cuello de Jamie y
olfateaba la piel. —Me encanta la forma en que hueles después de que te
tomo.
La risa de Luc le hizo cosquillas en la piel. —Se negoció una tregua con
los gemelos. Debemos ayudarlos a encontrar al vampiro salvaje. Por
ahora, Roman, Danny y el pequeño extraño, se han ido a mi habitación
de hotel.
Yacieron allí, Jamie disfrutaba del cálido peso del voluminoso vampiro
encima de él, antes de que Luc hablara de nuevo, con una rara vacilación
en su voz. —Lamento haberte hecho dudar de mi devoción. Podría
hacerlo ahora, si todavía lo deseas.
Jamie tuvo la sensación de que estaba presenciando algo muy raro. Una
verdadera disculpa de Lucien, la bestia viciosa autoproclamada.
—Yo ya le había dicho eso —Dijo Izzy, haciendo una mueca después
de recibir un tirón en su cabello. Su madre le estaba haciendo dos trenzas
francesas y aparentemente no estaba siendo muy gentil al respecto. O tal
vez ese tirón en particular era un pequeño castigo por su descaro.
Jamie apenas y se detuvo de poner los ojos en blanco. —La próxima vez,
solo envíame un mensaje de texto, ¿de acuerdo? Yo te diré si es real o no.
Izzy resopló. —Ustedes dos se ven todo el tiempo. ¿En qué se pondrían
al día?
Jay levantó la bolsa hacia ella. —¿Quieres una? —Él ladeó la cabeza—.
¿No se suponía que debía comerlas todas?
—¡Izzy!
Jamie los vio irse (el pequeño vampiro apenas igualaba a su hermana
menor en altura), bastante divertidos.
Luc le había recordado a Jamie esa mañana que era parte de la tregua
con los gemelos fenómenos, el ayudarlos a encontrar al vampiro salvaje
que estaba asesinando a los ciudadanos de Tucson, y ahora estaba en una
expedición de rastreo junto a ellos y su par de frenemies (Ya que Jamie
se negaba rotundamente a dejar de llamarlos de esa forma, después de
que Luc dejara escapar el pequeño comentario de Roman).
—Está… trabajando.
De acuerdo, tal vez no las había jugado tan bien como pensaba.
Dejó dos tazas sobre la mesa y luego se giró para agarrar el azúcar de la
encimera. De espaldas a él, Jamie no podía leer la expresión en el rostro
de su madre, por lo que sus siguientes palabras lo dejaron en completo
shock.
Jamie era el que quería iniciar esta conversación, y su madre había dado
un paso adelantándose, pero ahora que estaba sucediendo, descubrió
que tenía la boca seca y que no podía dejar de tamborilear sobre la mesa
con sus dedos. —Eh… ¿Sí? Sí a algo más. Sí a... a diferente.
Su mamá agitó su mano libre. —No es solo el color de los ojos. Es otra
cosa. Esa manera en que mira al mundo que lo rodea, es… depredadora.
Nunca había visto algo así.
Tal vez Jamie se había equivocado antes en lo que le había dicho a Luc.
Tal vez el amor incondicional no era tan raro como había pensado.
Nunca antes había sucedido de esta forma. Nunca llegaba con tanta
fuerza e intensidad como para que Jamie perdiera todos los signos y
sentido del presente. O sí lo había hecho, había sucedido mientras
dormía, cuando ya había dejado atrás el mundo real.
Pero no. Luc se retorcía, forcejeando con su oponente, y Jamie pudo ver
que era alguien a quien no reconocía. Cabello castaño claro. Una
estatura robusta. No tan alto como Luc, pero se veía... fuerte.
Demasiado fuerte.
Luc no se levantaba.
Aún así, lo estaba intentando, con sus piernas pateando el polvo y sus
brazos empujando contra el pecho del desconocido, pero se estaba
debilitando; eso estaba claro.
Luc seguía luchando. Pero estaba perdiendo.
Jamie estaba agarrado a la puerta del lado del pasajero con tanta fuerza
que sus dedos comenzaban a doler y sus nudillos se habían puesto
blancos por el esfuerzo.
Jamie probó con Luc por undécima vez. —¿Eres tan viejo y no tienes una
licencia de conducir?
Pero hasta ahora todo eso había probado ser jodidamente infructuoso,
no había señales de Luc por ninguna parte.
Jamie dejó escapar un largo y lento suspiro ante la idea. Iba a estar bien.
Todo esto era tan apropiado sobre una de sus jodidas e inútiles visiones.
Sabía que Luc estaba en peligro, pero no tenía forma de localizarlo
adecuadamente. No tenía forma de ayudarlo. No tenía forma de
prevenirlo.
Jamie colgó el teléfono sin despedirse.
Justo ahí. Mientras que el par caía al suelo, vislumbró una señal. ¿El
comienzo de una ruta? Jamie no podía ver el lado con ninguna
inscripción, por supuesto. Eso sería demasiado fácil, ¿no?
Aún así, era algo. Abrió los ojos y pensó en las rutas que había recorrido
con su familia a lo largo de los años. Algunas podía descartarlas de
inmediato (los terrenos diferentes, cuando eran demasiado planos o
demasiado escasos de flora), y algunas tenía que pensarlos más
detenidamente, comparándolos con lo que había visto en su visión.
El Gate Pass15.
14
Ambos son tipos de cactus que se encuentran en el desierto.
15
Es una vía en Tucson. Se traduciría como “El paso de la puerta”.
Jay hizo lo que le pidió: detuvo el auto a un lado de la carretera lo
suficientemente rápido como para que casi le arrancara los espejos
laterales a otro automóvil junto a ellos. De prisa, se apresuraron a
cambiar de lugar y Jamie tomó el volante.
Estaba de pie sobre un piso de madera, del que estaba en un noventa por
ciento seguro que sufría de una infestación de nefasta, y tenía una
nefasta mancha oscura en el centro, justo enfrente de la puerta principal.
—Así que dejaron caer el cuerpo en el porche delantero, en sentido
literal, ¿verdad?
Fox bufó. —Estoy bastante seguro de que tiene un fetiche con los
gemelos —Gritó cuando su hermano le dio un golpe en el pecho.
Luc decidió ignorar tanto ese pequeño detalle inquietante como el juego
brusco entre ambos. —¿Están seguros de que esto no es un tema de
venganza? —Preguntó, agachándose para olfatear la mancha de sangre.
Tenía un matiz extraño, como a un elemento podrido que no le sentaba
nada bien al monstruo de Luc—. ¿Otro vampiro tratando de causarles
problemas o tal vez sacarlos de la ciudad? —Luc no compartió el hecho
de que estaba muy familiarizado con esa táctica, ya que era la misma
forma con la que había estado jugando con Roman durante décadas:
drenar a sus víctimas, dejarlas en el camino de Roman y obligarlo a
abandonar cualquier vivienda temporal en la que se hubiese establecido.
Luc sonrió un poco al pensar en ello. Sabía que debería sentirse mal por
ello, pero había sido una manera terriblemente divertida de pasar el
tiempo.
Con excepción de que ahora mismo estaba siendo forzado a jugar al gato
y al ratón, por supuesto. Habría sido fantástico que los gemelos hubiesen
estado dispuestos a subirse los pantalones de niños grandes para darle
caza al vampiro rebelde por su cuenta, pero parecían decididos a contar
con la ayuda involuntaria de Luc. Podría decirles que se fueran a la
mierda por toda la eternidad y tratar de luchar hasta salir de ahí, pero
eso mismo tenía sus propios riesgos. Una tregua parecía un mal
necesario que le traería un poco de paz a todos.
Y por primera vez en mucho, mucho tiempo, Luc quería esa paz. Quería
el tiempo y el espacio para enfocarse solo en su pareja, para introducirlo
en el redil de los vampiros de una forma que no resultara en una
experiencia terriblemente traumática para su humano brillante y
juguetón.
Luc reflexionó sobre las palabras de Jamie mientras daba vueltas por la
casa, tratando de detectar cualquier olor que no perteneciera a ese lugar.
No estaba del todo seguro de si eso era verdad. Tal vez Jamie tendría sus
límites en cuanto al amor, (tal como debería ser siendo un humano con
conexiones y amor y otras cosas que valían la pena mantener en su vida)
pero no había nada en este mundo que Jamie pudiera hacer para detener
la adoración que Luc sentía por él.
Jamie podría irse, sí. Podría abandonar a Luc tal como Roman ya lo
había hecho una vez. Y eso sin duda dolería como una cuchillada en el
pecho. Pero Luc sabía que su monstruo no se volvería contra Jamie, ni
siquiera por eso. Luc y su monstruo simplemente seguirían con
entusiasmo detrás de él, igual que un trágico y perdido cachorro de dos
cabezas. Encontrarían a Jamie, dondequiera que tratara de esconderse,
y aún ahí lo amarían. Más allá de la razón. Más allá de la esperanza.
¿Qué tan retorcida estaba el alma de Luc que pensar en eso se sentía
como un bálsamo?
Dane balanceó las piernas para que el columpio del porche se meciera,
provocando el ceño fruncido de su hermano. —Es una cosa de vampiros
salvajes. Si huelen a otro vampiro en lo que han decidido que es su
territorio, intentarán expulsarlo con estos… pequeños regalos. Es como
una exhibición de dominio. Un dominio muy animal, si lo piensas.
Luc permitió que el más leve atisbo de alivio lo atravesara. Sabía que
tenía cierto control sobre sí mismo (por muy leve que ese control se haya
vuelto a lo largo de las décadas), pero tampoco quería que Jamie se
convirtiera por él, solo para descubrir después que Luc tenía un aura de
decadencia que ya no podría hacer desaparecer.
Ahora que los tres se habían fijado en él, siguieron el olor por el camino.
Supuso Luc que tuvieron suerte de que el vampiro salvaje no fuera en
auto. Pero, de nuevo, si su monstruo dirigía el espectáculo por completo,
era muy posible que se hubiera olvidado cómo. Los vampiros salvajes no
tenían mucha suerte con la tecnología, dependiendo de cuándo se habían
convertido y de qué tan arraigados estaban en su naturaleza.
Luc había estado tan cerca de alcanzar este mismo estado. Había sentido
la atracción durante lo que parecían años interminables: la seducción del
monstruo, la súplica para dejarlo tomar el control por completo. La
promesa de que Luc no tendría que pensar más si no lo deseaba, que ni
siquiera tendría que sentir. Todo lo que tenía que hacer era dejarse ir.
Podía simplemente deslizarse hacia él, ceder a sus impulsos más bajos y
dejar atrás a su humanidad.
Y luego apareció Jamie, lleno de brillo y luz, con esa hermosa maldita
sonrisa que había hecho que Luc se sintiera cálido y completo por
primera vez en toda su existencia. Y el monstruo simplemente… se puso
en línea. Como si el tiempo hubiera retrocedido y él… pudiera volver a
ser como antes, con el monstruo siendo parte de Luc pero sin
consumirlo.
¿Cómo podía ser que eso fuera todo lo que se necesitó? Jamie lo quería,
y el monstruo se lo dio.
Era tan desconcertante para Luc, al igual que el fácil perdón que Danny
ofrecía; ese tipo de perdón que Luc sabía que sólo se producía una vez
en la vida, incluso en una vida tan larga como la suya. ¿Cómo sería ser
tan indulgente? Luc ni siquiera podía empezar a imaginárselo.
—¿Y sólo han estado aquí por dos décadas? Eso parece un número
alto para un período de tiempo tan relativamente corto.
Esa no era una teoría que Luc hubiera escuchado antes. —Parece algo
contrario a nuestra propia naturaleza. A la mayoría de los vampiros que
he conocido no les gusta compartir territorio, incluido al encantador
público presente.
16
De la palabra en inglés “Dens” que se usa también como “refugio” o “guaridas”. Literalmente habla de
comunidades vampíricas.
viviendo juntos. Aunque, el tamaño de la madriguera tiende a estar
limitado por el tamaño de la ciudad en la que se encuentran, sólo hay
cierta cantidad de comida para todos sin terminar levantando sospechas.
Incluso hay ejemplos de vampiros solteros y no vinculados que se unen
a madrigueras como esa, para ayudarlos a estabilizarse mientras
encuentran a las almas que los anclarían.
Excepto que, unos minutos más tarde, Luc escuchó un sonido mucho
más aterrador.
Escuchó a Jaime.
Los ojos grises de Jay se encontraron con los de Jamie en una expresión
sorprendentemente plana. —Estoy diciendo que si no viste su cabeza
siendo separada de su cuerpo, entonces no lo viste morir.
Jay asintió una vez antes de salir corriendo y… santa mierda. Jamie se
dio cuenta de que nunca antes había visto a un vampiro ir a toda
velocidad por tanto tiempo. El pequeño estuvo completamente fuera de
su vista antes de que Jamie pudiera siquiera registrar la idea en su
cabeza.
Hizo todo lo posible por esperar con más o menos paciencia, caminando
en círculos alrededor del pequeño poste con indicaciones. No estaba tan
preocupado por Jay (a pesar de su extraña dulzura, el pequeño parecía
tener una buena cantidad de experiencia de vida), sino que seguía
nervioso por la venida de Luc. El anochecer se acercaba rápidamente, y
todavía no había señales de su vampiro.
Le tomó más tiempo del que debería el darse cuenta de que estaba siendo
observado.
Pero aún así, podía sentirlo. Algo estaba observándolo. Tuvo un breve
momento irracional en el que pensó: “Un león de montaña”.
Más tarde supo que ella había divisado a uno de esos grandes felinos en
uno de los acantilados a la distancia. Habían estado cerca del comienzo
del sendero y pudieron regresar sin problemas, notificando a un
guardabosques de lo que habían visto. Pero Jamie nunca había olvidado
esa sensación.
Quería decirse a sí mismo que se trataba de Luc, jugando con él. Pero,
por otro lado, Luc nunca jugaría con la seguridad de Jamie, ni siquiera
por un poco de primal play17.
No. Enfócate.
17
El “Primal play” es un tipo de juego sexual en el BDSM en donde uno es el cazador y el otro la presa.
escondites para lo que fuera que lo acechaba sigilosamente en la luz del
día que comenzaba desvanecerse.
Jamie casi sentiría pena por ella si no estuviera muy seguro de que
estaba a punto de convertirse en la cena de esta cosa.
¿Debería estar agradecido de que la excitación mágica que sentía por las
mordidas no estuviera sucediendo ahora mismo? Habría sido más que
extraño el estar excitado en este momento, cuando probablemente
estaba a punto de perder la vida y convertirse en alimento para vampiro,
pero también creía que sería genial si no doliera tanto.
—¡Mierda!
Las lágrimas comenzaron a fluir antes de que Jamie pudiera evitarlo, sus
mejillas se humedecieron incluso mientras continuó luchando. De
verdad, de verdad no quería morir de esta manera. ¿Sería demasiado
patético pedir misericordia a una criatura que no podría entender el
concepto?
Excepto que no. Los sonidos de los pumas eran agudos, como el llanto
de una mujer. Esto era más como... como el rugido de un león, tal vez.
Jamie se incorporó lo mejor que pudo usando su brazo bueno, tenía los
ojos llorosos observando el movimiento borroso frente a él. No
necesitaba verlo todo claramente para saber quién había venido a
salvarlo.
No, no, no. Luc no podía estar aquí. Ese era todo el maldito punto.
Luc levantó la vista desde donde estaba gruñendo hacia el vampiro que
tenía entre sus brazos, la ira en su rostro sobresaltaba por la intensidad.
Luc volvió a gruñir, esta vez a Jamie, quien tragó saliva y defendió sus
argumentos. —Los otros estarán aquí pronto. Ellos pueden ayudarme.
Necesito que te vayas.
Luc solo lo miró con ojos negros y fríos, pareciendo apretar más al otro
vampiro en lugar de soltarlo. Mientras que él y Jamie hacían contacto
visual; él hizo todo lo posible por compartir su desesperación de forma
telepática, si eso es lo que se necesitaba. El vampiro salvaje sacó su
rodilla, golpeando a Luc en el estómago con la fuerza suficiente para
derribarlo.
Jay había dicho que la decapitación o el fuego eran las únicas formas
seguras de matar a un vampiro, pero... ¿Qué tan profundo podría
desgarrar ese otro vampiro salvaje a Luc? ¿Podría atravesarlo? ¿Qué
tamaño tenía que tener el agujero en el cuello de Luc para que contara
como una decapitación?
Roman.
Incluso a través del borrón provocado por sus lágrimas, Jamie podía
decir de quién se trataba porque el tipo seguía llevando su jodido traje.
Danny.
Sangre. Sangre metálica, picante, con olor a canela, le inundaba las fosas
nasales.
Luc acarició sus manos, reacomodando sus cuerpos para sostenerlo más
cerca manteniendo un brazo alrededor de su pecho. El agarre no parecía
lastimar a su compañero, no de la forma en que había sucedido con el
agarre de su brazo.
El siguiente hecho que Luc registró, fue que él mismo estaba herido.
Podía sentir su garganta abierta, su funcionamiento interno expuesto al
aire libre de una manera que no se sentía natural. En el fondo de su
mente, en las profundidades más oscuras en donde todavía era capaz de
razonar, sabía que estaba lo suficientemente abierto como para que algo
en su médula espinal probablemente hubiese sido cortado. Lo suficiente
como para haberlo hecho perder el conocimiento.
Luc podía sentir cómo se curaba, esa sensación de picazón de sus partes
volviéndose a fusionar. Necesitaría alimentarse pronto para ayudar a su
cuerpo con el proceso.
—¿Intentó?
No está bien, susurró la otra voz de Luc. Trató de morir. Tenemos que
convertirlo antes de que sea demasiado tarde.
—Sí. Tuve una visión en casa de mi madre. Sabía que iba a salir
lastimado y estaba tratando de que estuviera a salvo. Tal vez no estaba
pensando con claridad.
—Uh. Bueno. Mira, creo que dada su historia pasada, puede que
Luc tenga fuertes sentimientos acerca de posibles compañeros que
eligen la muerte en lugar de un futuro junto a él.
Los músculos de Jamie se tensaron ante eso, lo que hizo que Luc se
pusiera rígido también. —¿Qué? Eso no es lo que…
Luc había tenido suficiente de palabras. Demasiadas palabras. Encontró
las suyas de nuevo, las importantes. —Convertirte.
Una de las otras amenazas circundantes se burló de eso. –¿Y tú que eres?
¿Un psicoanalista vampiro?
Luc sonrió contra el cuello de Jamie. Iría más allá de lo violento. Luc los
desmembraría a todos y a cada uno de ellos si intentaban llevarse a su
compañero.
Verde. Que verde tan bonito. Como una piedra preciosa. Su joya. Su flor
del desierto.
La otra voz de Luc tenía razón. Era hora de hacer que Jamie fuera suyo
para siempre.
—Él está bien —La voz suave y profunda de Roman resonó desde
donde estaba sentado en un rincón de la habitación (Se dio cuenta que
era la habitación de Jamie mientras miraba frenéticamente a su
alrededor), con las piernas cruzadas, luciendo decididamente relajado e
informal—. Danny lo está alimentando.
Luc levantó una mano tontamente, como si pudiera sentir el cambio del
color con sus malditos dedos. Hizo una pausa, luego lamió sus incisivos
con la lengua. Dientes desafilados fueron encontrados por el sondeo.
Qué extraño, después de todo este tiempo… Luc no sabía cómo sentirse,
pero la ira parecía ser la emoción más segura con Roman también en la
habitación. —¿Por qué no me detuviste?
18
Del Francés: ¿No es así, amigo mío?
por un automóvil o algo más, antes de que tú pudieras reunir el coraje
para reclamarlo.
Y allí estaba Jamie. El hermoso Jamie. Tenía los ojos oscuros llenos de
alivio y amor y todo tipo de emociones que Luc no merecía invocar. —
Estás despierto —El compañero de Luc esbozó una amplia sonrisa—.
Pude sentirlo, te entró el pánico —Su sonrisa se convirtió en una mirada
ceñuda que le dirigió a Roman—. ¿Qué fue lo que le dijiste?
Jamie la cerró.
Luc lo inhaló. Había una nueva nota metálica en la dulzura del aroma a
canela de Jamie, pero no hacia nada para restar valor a su deliciosa
fragancia. En todo caso, mejoraba el atractivo, una nueva nota exótica
para el disfrute de Luc.
Se arrastró hasta la cama, a horcajadas sobre las caderas de Luc con una
gracia lánguida. Las manos de Luc se dirigieron a su cintura, sus
pulgares encontraron la piel entre la camiseta y los pantalones de dormir
de su pareja.
Jamie le sonrió, meciendo sus caderas contra las suyas por los
murmullos en francés, haciendo que Luc notara que su polla estaba
dolorosamente dura, al igual que la de su compañero. ¿Cuándo sucedió
eso?
19
Del Francés: Ah, mi amor. Mi humano perfecto. Mi flor del desierto.
—Oh, mierda, monstruo —Jamie respiró, sus manos moviéndose a
lo largo de los hombros de Luc y de su pecho—. ¿Estás tratando de
excitarme hablando en francés? —Soltó una risa forzada—. Porque no es
necesario. Me desperté con esta… esta necesidad dentro de mí. Esta
necesidad de tocarte, de ser reclamado por ti. Existe ahora esta pequeña
parte de mí, este… este ser animal, que todo lo que quiere es a ti. La única
razón por la que dejé que Danny me alejara de esta habitación es porque
temía empezar a caer en somnofilia antes de que pudieras despertar.
Lo mordió. Duro.
Quería verlo.
¿De qué diablos había tenido tanto miedo? ¿Que Jamie se derrumbaría
bajo la presión de su nueva existencia vampírica? Por supuesto que no
lo haría. Jamie prosperaría. Jamie podría con ello.
Luc echó las caderas hacia atrás antes de sumergirse con un fuerte
embiste, sin contener su fuerza, ya sin la preocupación de romper al
hombre debajo de él. Jamie podría soportarlo. Podría tomar cualquier
cosa que Luc le diera y corresponder en igual medida.
El pecho de Luc rugió de placer cuando Jamie pasó sus manos perezosas
por su piel, pero el ruido flaqueó cuando las suaves caricias se movieron
hacia su polla ablandada. Jamie comenzó a acariciarla con sus dedos
delgados, engatusándola de nuevo a endurecerse. —¿Qué estás
haciendo, hm, mi flor?
Tal vez incluso hubiera sido divertido tratar de obligar a los gemelos a
irse (a lo: “esta es mi ciudad ahora, pequeños imbéciles”), pero quizás no
valía la pena, o eso suponía Jamie.
Más tarde, Jamie se enteraría que Jay había llevado a la víctima del
vampiro salvaje al hospital. Los gritos de la mujer habían sido reales, y
él y los gemelos habían hecho que el vampiro se alejara al llegar desde
diferentes direcciones. Había sido la suerte de Jamie que la criatura
hubiese decidido dar la vuelta y acecharlo a él en su lugar. Tal vez se trató
de su deliciosa sangre de vidente lo que lo había tentado, ¿quién sabe?
—Bueno, gracias por pasarse por aquí para asegurarse de que Luc
no me había secuestrado, y por hacer un esfuerzo adicional al decapitar
a ese tipo salvaje por nosotros.
Al mismo tiempo que Jay decía: —¡Oh, qué lindo! —quién había salido
del porche hacia la propiedad del vecino, tratando de comunicarse con
el gato del vecino, por lo que parecía.
Roman levantó una ceja oscura hacia Jamie. —No estoy seguro de que
me agrades mucho.
Articuló las palabras “Te llamaré” a Danny y luego les cerró la puerta en
la cara, riéndose de los sonidos murmurados de Roman acerca de
modales.
Él y Danny habían hablado mientras bebía las bolsas de sangre (que para
ser honesto, no había sido tan malo además de sentirse extraño el tener
que beber su comida) acerca de la ridiculez de los dos hombres quienes
claramente no habían terminado con su amistad, a pesar de haberse
estado tratando de evitarse por una eternidad. Acerca de cómo los
compañeros de dichos hombres estaban dispuestos a acercarlos a lo
largo de los años, poner de su parte para alentarlos a reparar esa
amistad.
Claro, era posible que Luc y Roman nunca fueran exactamente cálidos y
cariñosos el uno con el otro, pero Jamie tenía la sensación de que, para
empezar, ese nunca había sido su tipo de amistad.
Porque así era la cosa. Ahora estaban en jodida sintonía desde que Jamie
se había convertido. Jamie seguía captando pequeños indicios de las
emociones de Luc. Su lujuria. Su placer. Su amor. Incluso podía sentir al
monstruo de Luc debajo de la superficie, contento y saciado ahora que
su vínculo había sido sellado.
Probablemente.
Por siempre.
Jamie sonrió, hojeando las páginas. No compraba ese acto de tipo duro.
O la forma en que Roman y Luc habían evitado el contacto visual durante
la partida del trío esa misma mañana. Existía un vínculo fuerte ahí,
incluso si estaba deshilachado por décadas de dolor y trauma, el núcleo
se mantenía firme. Y tenían tiempo infinito para repararlo.
Jamie levantó la vista del libro cuando el hombre al que había estado
esperando salió de la parte de atrás, frotándose gel desinfectante entre
las manos. —¿Jamie? Ven a la parte de atrás.
20
Del dicho: “A caballo regalado no se le mira el colmillo”.
—Espérame aquí —Le ordenó y presionó un rápido beso en la boca
fruncida de Luc. Cuando el vampiro siguió pareciendo que iba a
protestar, Jamie se inclinó para darle un beso más largo y sucio, con
mucha lengua, solo por si acaso. Lanzó un guiño al empleado que lo
esperaba, sintiéndose solo un poco culpable por el cuestionable PDA21.
Jamie hizo todo lo posible por no revelar la forma en que esa pequeña
muestra de dominio le aceleró el pulso, pero sabía que Luc podía
21
Muestras públicas de afecto.
escucharlo de todos modos. Él mismo podía oírlo, la manera en que su
pobre corazoncito de vampiro latía con fuerza.
Aún así, arqueó una ceja con altivez, solo por diversión. —Yo siempre he
estado a cargo, monstruo.
—Sí, creo que lo has estado —Luc alzó la mano para apartar el
cabello de la cara de Jamie, sin embargo, no aflojó el agarre de su
garganta—. Muéstrame —ordenó, apretando su mano solo un poco.
Para mi monstruo.
Luc miró hacia abajo, y luego sus ojos verdes se clavaron en los de Jamie,
su mano apretándole nuevamente la garganta. Jamie resistió el impulso
de ronronear ante la sensación. —¿Cómo supiste que se quedaría? —
preguntó Luc, su voz ronca.
—Pensé que así sería, bastardo posesivo —Jamie deslizó una mano
alrededor de la nuca de Luc, acercándolo nariz con nariz—. Pero nunca
lo olvides. Va en ambos sentidos. Tú también me perteneces, cada parte
de ti.
Luc esperó hasta que estuvieron en el parque antes de dar el salto. El tipo
repugnante ni siquiera tenía idea de qué fue lo que lo golpeó. Un minuto
estaba caminando, y al siguiente, la mano de Luc lo sostenía contra un
árbol y le aplastaba la garganta.
Robert miró a Jamie con los ojos muy abiertos. —Por favor, por favor,
tienes que ayudarme.
—No solo para observar —Le corrigió Luc y Jamie le devolvió esa
encantadora sonrisa. Tal como debería. En un mundo ideal, esa sonrisa
le pertenecería Luc y solo a Luc.
Su presa dio otro grito patético, pero los ojos de Luc estaban sobre Jamie
mientras que desgarraba la garganta del hombre, silenciándolo para
siempre. Gruñó de alegría cuando Jamie se unió a él, sus ojos fijos en sus
respectivos puntos de alimentación.
Hicieron un trabajo rápido con él, y Luc empujó el cadáver entre los
arbustos en cuanto terminaron.
Se veía tan glorioso con la sangre goteando por esos labios rojos. Luc no
pudo evitarlo, lo arrastró para saquearle la boca. —Es nuestra última
noche en la ciudad, flor. Deja que lo encuentren —dijo descuidadamente
una vez que se apartó de los labios de Jamie, con la canela y el cobre
luchando por el dominio en su paladar.
Luc agitó una mano hacia el follaje que bordeaba el camino. —Tenía
planes de follarte contra este árbol.
A Luc le encantaba cada parte de ello. Estaría más que feliz si la ferocidad
vampírica del Jamie recién convertido, durara años. Décadas. Una
eternidad.
Luc nunca antes había estado tan hambriento. Siendo deseado de esta
manera. Como si Jamie estuviera intentando devorar cada parte de él
para llevarlas dentro de sí mismo.
Jamie frunció el ceño ante las palabras burlonas de Luc, pero aún movía
su lengua hambrientamente sobre la cabeza de su polla, presionando
hacia adelante hasta que su nariz casi rozó la pelvis de Luc.
Luc suspiró con placer y acarició el pelo de Jamie, dejándolo hacer lo que
quisiera hasta que sintió la familiar tensión en sus testículos. Después de
eso, su agarre sobre los cabellos de Jamie se volvió más fuerte, tirando
de él hacia atrás, apartándolo de su polla.
—Hyde Park.
Jamie gruñó en una protesta que se convirtió en una risa en cuanto Luc
se impacientó prácticamente de inmediato y lo obligó a colocarse
bocarriba. Jamie entrecerró los ojos, el sol brillaba como el infierno
incluso con las gafas puestas.
Jamie arqueó una ceja detrás de sus propias gafas. —¿Dinero bien
gastado? —Se estremeció cuando Luc pasó los nudillos por el rastro de
vello oscuro que desaparecía bajo el bañador, luego rodeó el tatuaje en
la cadera de Jamie con el dedo.
Jamie resopló, cerrando los ojos para disfrutar mejor de la mano errante.
—Um, puede que estemos un poco lejos, pero todavía podrían pasar
otros barcos.
Luc se burló de él. —Como si me faltara clase —Le sonrió a Jamie—. Eso
es para más tarde —Abrió el puño y un destello verde brilló a la luz del
sol.
Jamie se incorporó sobre los codos para ver mejor. —¿Esas son malditas
esmeraldas? —Miró boquiabierto el tesoro. Había un collar y un par de
pequeños tachuelas verdes a juego.
Olvidando la pereza causada por el sol, Jamie se incorporó para que Luc
pudiera abrochar el collar alrededor de su cuello y luego colocar con
cuidado los pendientes negros en sus orejas. —Pensé que era tu flor, no
tu joya —Jamie reflexionó.
—Sí. Sí.
Jamie escuchó los sonidos de Luc que se quitaba su propio bañador, pero
en lugar de que el cuerpo del vampiro lo cubriera, sintió unos anchos
dedos que separaban sus mejillas y un cálido aliento sobre su agujero. Y
finalmente una lengua cálida y húmeda.
—Mierda.
Pero sus viajes al extranjero los convertía en presa fácil para un pequeño
derramamiento de sangre.
Jamie nunca se sentía más poderoso que cuando estaba acabando con la
escoria del mundo junto a su temible monstruo. El propio vampiro
interior de Jamie no parecía anhelar los asesinatos, no de la forma en
que anhelaba la polla de Luc, por ejemplo, pero podía decir que hacerlo
complacía al monstruo de Luc, al cual todavía le permitían su reinado
ocasional de terror.
Tendrían que tener cuidado con el cuerpo esta vez; Jamie no quería que
una búsqueda policial interfiriera con las vacaciones de su familia. Se
unirían a ellos durante dos semanas de las vacaciones de verano de Izzy,
y luego volarían a Nápoles.
Luc le sonrió en el espejo. Sus ojos verdes hacían juego con las nuevas
joyas de Jamie, pero incluso con el color vibrante podría jurar que a
veces podía ver todavía las sombras bailando detrás de ellos. —Lo sé,
flor. Se verá divino.
Luc envolvió su ancha mano una vez más alrededor de la parte delantera
del cuello de Jamie y presionó con ligereza. —¿Seguirás diciendo eso
cuando le arranque la garganta a nuestra cena?
Luc puso los ojos en blanco. —Agradezco al destino todos los días por ese
don tuyo. Ahora… —le dio a Jamie un fuerte golpe en el trasero—.
Vayamos a matar a un sádico.
FIN
Siguiente en la serie…
Dato curioso: mi primera visión de ellos dos juntos fue en esa reunión
en el callejón. Sabía que Luc iba a aparecer, lleno de incredulidad y
desconfianza, y que su humano iba a estar allí, ya deseándolo, ya
esperándolo.
Que sigue…?
¡El libro cuatro será de Jay! Oh, Johann. Nuestro dulce y extraño
pequeño. Estoy escribiendo su historia ahora mismo, y es un cambio tan
intenso el alejarse de la mente de Lucien, por lo que me estoy tomando
mi tiempo :). Todavía no tengo una fecha de lanzamiento, excepto que
será en algún momento a principios del 2023. Después de eso, creo que
todavía tengo algunos personajes más en esta serie para los que me
gustaría buscarles un final feliz…