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La Pedagogia y Los Imperativos de La Epo
La Pedagogia y Los Imperativos de La Epo
La pedagogía es interrogada por el presente. Es desde las relaciones de un saber con su época
desde donde Estanislao Entelo sitúa coordenadas históricas.
Es imposible negar que toda práctica pedagógica está ligada a la transmisión de la cultura. Es una
práctica ancestral que de un modo u otro está presente en los distintos grupos sociales y que hace
a su supervivencia. Es propia de un tiempo y lugar y su constitución afecta directamente al orden
del campo. La pedagogía es un modo de intervenir. La preocupación por la educación y la
naturaleza de las reflexiones que se generan alrededor de ella no anula su cualidad de tejer las
relaciones entre las generaciones y de percibir cursos de acción necesarios para la vida en
sociedad.
ESTANISLAO ANTELO
Llamo pedagogía a la reflexión sistemática sobre la educación, la intervención teórica sobre los
problemas que tienen lugar en el interior de lo que denominamos campo problemático de la
educación.
Cachorro humano un no-adulto. Este no-adulto es, para la reflexión pedagógica, lo que denomino
el magnífico niño de la pedagogía. El magnífico niño de la pedagogía no es éste o aquel niño de tal
o cual edad, tamaño y forma.
Educador a todo adulto atento que se dirige a su magnífico niño (un no-adulto) con el objeto de
hacer algo con él (queriendo y esperando algo de él). Educador es quien desea intervenir y
provocar determinados estados en los otros.
Coordenadas básicas.
LA ÉPOCA.
Más aún, del carácter marginal de las prácticas pedagógicas no se sigue que los adultos hayan
dejado de dirigirse a los no-adultos, o que no-adultos no arriben más al mundo.
El declive a largo plazo. No se trata de que el tiempo se haya puesto, sino que asistimos a
la ineficacia práctica de las estrategias educativas para poner al ser humano al abrigo del
tiempo. El tiempo simula retirarse o volverse irrelevante en su tarea de domesticar a
Cronos, al mismo tiempo que se desliga la conexión entre el ahora no, la espera, el futuro
y lo mejor; los hombres grandes.
La educación está puesto en cuestión o suspenso
Las mutaciones múltiples y severas en el estatuto de la infancia que llamamos la
destitución del magnífico niño de la pedagogía.
Los cachorros actuales no parecen dejarse atrapar por ‘‘las prácticas y los saberes
tradicionales del universo infantil. No porque desobedezcan.
(Corea, C.; Lewcowicz, I.)
La eventual sustitución de la potencia del término transmisión por la omnipresencia de
la comunicación y la información.
La hegemonía informativa (en apariencia recubre todo el espectro de las prácticas
educativas actuales) parece poner en jaque la idea misma de la educación como sistema
de cuidado, modelación y domesticación del cachorro humano basado en el reparto de
marcas inspiradas en un fondo cultural común de conocimientos.
Las dificultades crecientes para ubicar y distinguir en la cultura la función del adulto, de
lo/s viejo/s y de la tradición. Desdibujada la asimetría que hacía posible la relación,
disuelto también el vínculo entre prestigio y permanencia en el tiempo, tanto como el
saber con la experiencia, los desacoples educativos descolocan la función adulta en su
significado habitual. Es la autoridad clásica exterior.
Inéditas formas de autoridad sin exterioridad visible pujan para hegemonizar el terreno
educativo. Liberados del agobio de la tradición.
Si son adultos los que prestan la necesaria atención, responsabilidad y auxilio inaugural,
adulto es también el que estaba antes y predispone de un saber criar )siempre está
tentado de designar a los problemas educativos como problemas exclusivos de los
adultos).
El desplazamiento del sitio de la dupla prohibido/permitido y la ampliación creciente del
campo de lo posible. Todo puede ser posible en el interior de las escuelas. De ahí la
inflación interrumpida del desconcierto provocado por el borramiento de las viejas ideas
de límites.
La omnipresencia del lenguaje económico- empresarial cuestiona fuertemente la eficacia
de los vocabularios conocidos, abriendo caminos para la circulación de los sueños del
consumo, monitoreados por un Estado que pretende ser técnico administrativo, y un
mercado alabado o demonizado de, pero omnipresente. La intervención educativa sobre
la cría pasa a pensarse en términos de gestión, que es siempre de lo necesario, de lo
mínimo posible, de lo que hay.
El deterioro creciente de la función del maestro en la cultura. La desafectación de la
enseñanza, con el paradójico desdibujamiento de las excepciones y las investiduras que la
habitaban. La pérdida gradual de un prestigio (que ligaba misterio con menester). La
retirada de la confianza (o el simple y elocuente ninguneo) apenas superada por el
desprecio manifiesto que emana de las descripciones mediáticas que arrojan el oficio de
enseñar, responsabilizando a los docentes del colapso. La falsa antinomia entre la
enseñanza y la asistencia, chantaje evidente y poco feliz descalifica la ancestral conexión
entre la enseñanza y el cuidado mientras menosprecia las formas no menos ancestrales
del amparo, las amorosas dependencias y esa Ley que es la heteronomía, en nombre y
provecho del aguante, la autosuficiencia, la autonomía y otras excentricidades
neonarcisistas.
La dificultad de la escuela para hacer diferencia con el resto. La dificultad de la escuela
para instalar culturalmente su economía del reparto de aquellos bienes llamados
simbólicos y decidir, en nombre de todos, qué es aquello mínimo, vital y móvil que merece
ser educativamente conservado. La dificultad para ofrecer horizontes con desplazamientos
y cambios de estado. Para identificar su afuera, justificar su anacronismo estructural y
prometer alguna versión de ese plus a la enseñanza (represivo y/o moralizador).
La dificultad de la escuela para mantener con vida su mayor éxito civilizatorio que hubo
de radicar, básicamente, en su capacidad para regular las proximidades, dosificar los
desprecios y enseñar el arte de soportar a otros.
Durante toda su vida los sujetos constantemente están siendo interpelados por discursos y
prácticas de corte formativo: televisión, revistas, libros, música, deporte, publicidad, emprenden la
misión de formar subjetividades.
Dussel y Caruso (1996) encuentran tres concepciones:
1. Existe una sola cultura a la que se debe acceder y queda establecida la dicotomía hombre
culto-hombre salvaje.
2. Las binarias que, con base en el marxismo, piensan al cosmos social dividido en dos
culturas: la burguesa y la obrera.
3. Las culturas plurales permiten entender al universo de los hombres.
Sería Clifford Geertz (1997,20) quien construya su pensamiento teórico a partir de entender a la
cultura como una urdimbre de significados que sólo puede ser estudiada mediante la ciencia
interpretativa que posibilita lo que dicho autor denomina descripción densa.
‘‘El síntoma de la sustitución de un intento de puesta en crisis de las hegemonías son al así
llamado postmodernismo’’ (Jameson; Zizek; Grüner, 1998,27). Las palabras de Grüner dando más
allá de la crítica, construye posibles modos de aprehenderlos recuperando el potencial cognitivo
de las teorías críticas de la cultura, el pensamiento de Carlos Marx y Sigmund Freud, nos permitan
subsanar los posibles vicios del relativismo y el multiculturalismo semiótico americano.
Se puede pensar la cultura como una expresión cargada de historicidad que compila relaciones
humanas dotadas de realidad. El antropólogo Néstor García Canclini afirma ‘‘la cultura es un tipo
especial de producción de fenómenos que contribuyen mediante la representación simbólica de
las estructuras materiales a comprender, reproducir y transformar el sistema social’’. La cultura
resulta la representación simbólica de ese algo que las estructuras materiales hacen en la vida de
la gente.
Se puede entender a la cultura como una mezcla de elementos materiales y simbólicos que cada
sociedad elabora para producir y sostener el arco de solidaridades que los mancomunan.
Los sujetos constantemente están siendo interpretados por discursos y prácticas de corte
formativo: televisión, revistas, libros, música, deporte, publicidad, etc. Aceptar cultura de la
pedagogía implica tener presente sus riesgos. 1) Relacionar siempre lo universal con lo particular
para no caer en fragmentaciones indiscriminadas; 2) Marcar especificidades para no crees que
todo es lo mismo. Buscar ese algo que las prácticas pedagógicas le hacen a la cultura para no
confundir lo específico de la pedagogía y lo propio del mundo cultural.
Ensanchar los límites de la pedagogía para entenderla como ‘‘la producción de conocimientos,
identidades, relaciones sociales, textos, y valores que tienen lugar en diversos lugares culturales’’
(Giroux, 1996,239), se despliega como política cultural y práctica social.
La mirada cultural amplía el campo pedagógico hacia los sectores populares, los excluidos, hacia
todos aquellos que residen fuera del sueño de la pedagogía tradicional.
Entender las producciones culturales como horizontes de significados que sólo pueden apropiarse
a partir de los sentidos que cada lector/observador aporte implica enrarecer las conexiones
lineales entre cultura dominante y culturas dominadas
Ampliar el horizonte de la pedagogía para incluir en ella la consideración de los procesos culturales
de formación de identidades e interrogarlos en clave pedagógica no es tarea menor.
Necesitamos admitir en el seno de la pedagogía otras miradas, otras historias, otros saberes a los
hegemonizados por la educación escolarizada, a la vez que abrir la interrogación sobre el modo en
que la escuela dialogó con esos procesos.
La cocina y el cine funcionaron como ámbito de formación a lo largo del siglo XX. Queremos
considerarlos en su capacidad de transmisión, en su carácter formador.
La reflexión del filósofo Jacques Rancière (2003) articula técnica, lenguaje y estética con una
dimensión que podría pensar como política.
La inserción en la cultura que se hace a través de la apropiación de la técnica va mucho más allá
del cine, éste ocupa un lugar importante, estableciéndose con él una ‘‘relación de consumo
altamente mitologizante’’ donde se inscribe su capacidad para ordenar sentimientos, sensaciones,
ideales e imaginaciones sobre el presente y el futuro.
Para los positivistas de principio del siglo, el cinematógrafo contaminaba el ambiente de los niños.
El cine podría ser educativo sólo en el caso de que apoyara la enseñanza de las asignaturas o
proporcionara ejemplos morales’’ (Dussel, 1993,6).
Entre los mitos encontrados por Claude Lévi- Strauss (1968, 1970, 1971) nos informa que las indias
parian sobre la arena caliente para que el cuerpo del recién nacido hiciera su primer contacto con
el calor y de ese modo se inscribiera en el orden de la cultura.
La cocina transmite cultura, identidades, subjetividades a partir del encanto de los sabores. La
cocina puede ser un contenido del currículo escolar.
Las prácticas alimenticias y culinarias comenzaron a ser objeto de estudio de expertos que no sólo
se arrogaron derechos de autor de determinadas combinaciones de alimentos, sino que a su vez
asumieron el lugar del saber y de su transmisión mediante la escritura de las prácticas.
La cocina y los procesos de transmisión que la acompañan se abren para ser interrogados en clave
pedagógica, para ser pensados por su capacidad de dejar marcas en nuestros gustos y en nuestro
cotidiano vivir.
Transmitir la cultura a través de la cocina, hacerlo a través del cine. Dar cuenta de quiénes somos a
partir de los discursos y prácticas que se encargaron de filiarnos a un colectivo.