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0.5 Enchant - Rachel Van Dyken
0.5 Enchant - Rachel Van Dyken
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Diseño
Evani
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Nixon
Capítulo 1
Encantar: (Verbo) Completa (a alguien) con gran deleite; encanto. El proceso de
poner a alguien bajo un hechizo. E.G: El azul de sus ojos lo hechizaba, y él estaba perdido
para siempre con ella.
Era todo lo que una chica podía desear, todo lo que podía soñar. Hombres como
Luca Alfero solo existían en mis fantasías más salvajes. Su hermano Frank estaba callado,
siempre callado, ¿pero Luca? Podía despertar al sol, la luna y las estrellas: podía infundir
vida a los mismos muertos.
~ Joyce Alfero ~
Joyce
Era un juego peligroso. Pero visto lo visto, la vida era peligrosa. Jugué con la
pajita en mi coca-cola y la cogí entre mis labios rojos; una, dos veces. Por fin. Él miró. Yo
bajé la vista. Como si estuviera avergonzada de mi comportamiento tan audaz cuando en
realidad era exactamente lo contrario: era a propósito, todo cuanto hacía tenía un
propósito cuando se trataba de él.
Luca Alfero.
Siempre había sido educado, fresco, casi indiferente... lo que solo me impulsaba
aún más hacia la loca obsesión de robarle el corazón, de hacerlo latir por y solo para mí.
—Mujer —dijo una voz áspera junto a mí—. También podrías usar un maldito
cartel.
— ¿Querías algo?— Toqué la cadena de perlas que tenía alrededor del cuello
incapaz de detener el gesto nervioso, mis ojos deseaban desesperadamente mirar a la
izquierda para ver si Luca estaba mirando.
—¿Hmm?
—Pero hay algo que tú no sabes. Mi hermano nunca te mirará de la manera que
tú quieres que lo haga si no haces nada más aparte de dispararle miradas sexuales y
pintarte los labios de rojo. Puede que él te desee desde hace mucho, pero no tiene lo que
hay que tener para tomarte.
— ¿Y tú sí?
—Puede.
Eso me irritó e hizo que se me erizara la piel, apreté los dientes para evitar decir
algo que hiciera que me mataran.
—Eso es ridículo. —Me crucé de brazos—. Que Luca sea un posible jefe no tiene
nada que ver con mi atracción hacia él.
—Tú mírame.
—Haré algo mejor. —Se inclinó y sus labios se curvaron en una sonrisa seductora
que me hizo sentir débil—. Haré una apuesta contigo.
—Estás hasta el cuello con nosotros y ni siquiera te das cuenta. Muñeca, estás a
un error de ser una comare. —Él suspiró—. Y desde luego que apuestas. Está en tu sangre
apostar contra viento y marea, ¿no es así?
Maldito fuera el hombre por ser perspicaz. Y maldito fuera por etiquetarme como
una puta de la mafia. Él no sabía nada sobre mis razones para querer a Luca,
absolutamente nada. Y que me dijeran que era una prostituta no hizo nada para alejarme
de mi plan, si acaso avivó las llamas.
—Escucho.
—Déjalo. —Él inclinó mi barbilla hacia él. Su aliento era caliente en mi cara—. Tú
te ganas su afecto, yo te salvo la vida.
—Tenemos un trato.
—Qué…
Su boca se estrelló contra la mía. La sensación, aunque quería decir que era
desagradable, era todo lo contrario. El calor se filtró en mis frías venas sin vida. Mi cuerpo
cobró vida, y justo cuando mi lengua rozó la suya, él se echó hacia atrás.
—Tenemos un trato.
Capítulo 2
Luca era un hombre joven mientras que Frank era quince años mayor que él... lo
que le faltaba a Luca en la madurez era lo que Frank compensaba con creces. El hombre era
un gángster ambulante. La gente rara vez lo miraba a los ojos y sabía que Luca no quería
nada más que seguir los pasos de su hermano mayor. Es por eso que eligió no sentir, por qué
eludía a las mujeres. Pero no por mucho. Temo decir que esta historia no termina como la
mayoría—feliz. ~ Joyce Alfero ~
Luca
Sabía que ella me había estado mirando, ¿Cómo diablos no saberlo? No hubo un
momento en que no la notara. Maldita sea, incluso durante la única vez que había estado
con una mujer en toda mi vida, todo el tiempo, todo lo que podía imaginar eran los
exuberantes labios rojos de Joyce, sus ojos grises y largos cabellos castaños. De acuerdo, la
primera mujer había sido una puta. Un regalo de los hombres para recompensarme por
ser uno de los más jóvenes en entrar en la familia en más de una década, algo que mi
hermano mayor ni siquiera había logrado.
Frank era un hijo de puta engreído que tenía un corazón de piedra. Motivo de que
besara a mi chica, la única chica que quería más que a nada en el mundo. La única chica a la
que me había apartado debido a mi edad y la incapacidad de mantenerla. Ella se merecía el
mundo, las estrellas, el universo, y esas cosas no estaban dentro de mi capacidad para
darle.
Joyce no provenía del dinero.
Y yo quería eso para ella, más que nada. Quería ducharla con joyas porque ese era
el tipo de mujer que era: ella era la perfección personificada. Todos los hombres pensaban
eso. Desde el fácil balanceo de sus labios hasta su seductora risa, ella era el sueño de todo
hombre. Especialmente el mío. Pero la sangre manchaba mis manos, sangre que arruinaría
el abrigo de pelo que ella adoraba vestir, sangre que eventualmente decidiría si yo vivía o
moría—si podía darle la vida que necesitaba.
Maldito fuera, ¡ella era mía! Mis puños se apretaron fuertemente a los costados.
—No me puedo quejar. —Con los dientes apretados apenas pude mantener mis
puños a mi lado mientras su sonrisa crecía.
—Bueno, —miró entre Joyce y yo—, creo que me necesitan en otro lugar, y Joyce
—Se llevó su mano a los labios y dejó un beso prolongado en sus nudillos—, sabes
exactamente dónde encontrarme si necesitas algo ... lo que sea.
—Pero…
—… No soy un hombre paciente, Joyce, o te vas conmigo o con él. Tú eliges, pero
no volveré a preguntar. Así que se rápida.
En el momento en que supe que lo que sea que ella había estado compartiendo
con él—fue desterrado de su memoria, y cualquier resto de cómo se sintieron sus labios
contra los de ella serían completamente borrados para cuando terminara con ella. Ella era
mía, iba a ser mía. Frank tenía la familia, tenía el dinero, el maldito incluso iba a ser el jefe.
Así que, ¿era egoísta de mi parte tomar algo para mí mismo?
Pero las cosas no siempre van como las planeamos. Y esa noche, la noche en que
robé a Joyce de Frank, me convertí en un peón en un juego que ni siquiera sabía que estaba
jugando, uno que perdería.
Sentí sus ojos en mí cuando abrí la puerta del casino. Con una última mirada en
su dirección, incliné la cabeza.
Jaque. Mate.
Capítulo 3
Tienes que entender una cosa sobre Luca. El hombre que era y el hombre en el que
se convirtió, son dos personas muy diferentes. Podía parecer frío e indiferente, ¿pero como
amante? Era todo lo que una mujer podía desear. Era sensible, elogioso y hábil, oh, era hábil.
Pero más que nada, sabía que me amaba. Pero a veces el amor no es suficiente para salvar a
una persona cuando ya está condenada al fracaso. Me da vergüenza admitir que participé en
su caída, aunque no lo sabía en ese momento, caí en el juego de la mafia por razones que
fueron más importante que nuestro propio amor y enamoramiento. Ellos lo necesitaban con
desesperación. E iban a usarme a mí para conseguirlo. ~ Joyce Alfero
Frank
—Es un blando. —Angelo sopló sobre su cigarro y sus ojos se enfocaron en la
puerta por la que mi hermano acababa de salir.
Luca.
Había hecho pequeños trabajos aquí y allá para la familia Nicolasi como una
forma de demostrar su lealtad al acuerdo hecho entre todos nosotros. A los Nicolasi solo se
les permitió quedarse en los Estados Unidos siempre y cuando mantuvieran sus narices
fuera de nuestro negocio y jugaran limpio.
Las llevaba.
Las pesadillas.
La noche bebiendo.
Iba a romperse y si no vigilábamos, se rompería antes de que pudiéramos
terminar nuestro plan.
Odiaba usar a la mujer que amaba de esa manera... odiaba empujarla hacia los
brazos de mi hermano casi tanto como odiaba ser yo quien la alejaría de él.
—Está hecho. —Siseé en voz baja—. Está encaprichado con ella, solo es un niño,
no sabe dónde está parado cuando una chica bonita le pestañea... funcionará.
—Sí bueno, más vale, o de lo contrario será tu cabeza la que salga rodando.
Ambos seríamos jefes, Lucas y yo, como debería haber sido siempre. ¿A quién
diablos le importaba si había daños colaterales siempre y cuando tuviéramos el control de
ambas familias?
¿De qué sirve el dinero y el poder cuando no tienes a nadie con quien
compartirlo?
—Ya lo veremos.
Me dejó solo. Caminé hacia la puerta, agarré mi abrigo y mi sombrero y luego salí
al aire frío de Chicago.
—Cuida bien de él, Joyce. —susurré—: Va a necesitar esos recuerdos ... por Dios
que va a necesitarlos.
Capítulo 4
La mafia consiste de dos cosas, sangre y familia. Fuera de eso nada más importa
realmente. Tanto Frank como Luca vivían de acuerdo con esta regla y era mi mayor temor
que murieran por ella. Había visto tanta muerte en mi corta vida y cuanto más se acercaba
mi propia desaparición... lo sabía, quería absorber todo lo que pudiera antes de dejar mi
propia humanidad en esa habitación de hospital. – Joyce Alfero.
Joyce
Estaba en la punta de mi lengua preguntarle, ¿por qué ahora? ¿Fue el beso de su
hermano tan horrible para él, tan detestable que algo finalmente se rompió en ese grueso
cráneo suyo? Pero no quería arruinar el momento.
Me giré y tiré de mis brazos hacia mi cuerpo para evitar temblar más.
Me encogí de hombros.
—Es brillante.
—Puedes pedir chino siempre que quieras… —Le guiñé un ojo—. Muy útil.
Metió sus manos en sus bolsillos, sus labios formaron una línea sombría.
Me sentí sonrojar, más bochorno que vergüenza. Me gustaba pensar que los
engañé a todos haciéndolos pensar que todavía tenía dinero, cuando en realidad estaba
tan arruinada como Luca, incluso más. No tenía para las facturas del seguro y del hospital
no era barato.
Yo era una secretaria. Hice casi nada y en el momento en que mis padres
descubrieron que estaba enferma, se fueron. Me gustaba pensar que era demasiado
doloroso para ellos que no quisieron ser testigos.
— ¿Q-qué?
—Comida china para llevar, agujero de apartamento... esta soy yo. Si esto es lo
que eres, entonces déjame que lo sea contigo.
Con un gemido presionó sus labios contra los míos, luego levantó mi cuerpo en
sus brazos.
Su beso me electrificó.
Me poseyó.
Me reclamó.
Sin retrocesos. No habría marcha atrás, no invertiría lo que estaba por suceder y
yo sabía, incluso si eso significaba que moriría en unos meses porque ya no podía pagar el
hospital ...
En su cama.
Y estaría feliz.
Capítulo 5
Algunos lo llaman la pequeña muerte... bueno, entonces dame más... Siempre le
pedía a Luca más, porque en sus brazos no estaba enferma, no estaba frágil, era perfecta. El
tiempo se detuvo, lo que era una necesidad teniendo en cuenta que eran enemigo de ambos.
Sin embargo solo pensé que el tiempo trabajaba en mi contra—nunca en mis sueños más
salvajes imaginé que él tenía su propia bomba a la espera de estallar, a la espera de
separarnos para siempre y nunca volver a estar juntos. - Joyce Alfero
Luca.
Ella era mi segunda.
Mi segunda mujer.
La amaba con cada centímetro de mi alma, con cada fibra de mi ser, y de la única
manera que podía mostrárselo era asegurarme de que siempre fuera atendida en mis
brazos, podía no tener joyas o diamantes, pero yo tenía mi corazón. Maldito fuera pero aún
tenía mi corazón, incluso mi alma, sin importar a quién matara o lo que hiciera, podría
ofrecerle la única cosa sin manchas en mi existencia sabiendo muy bien que era para ella y
solo para ella.
Solo.
Porque cuando no puedes tener el que quieres, ¿qué sentido tiene tratar de llenar
ese agujero? Es injusto para ti y seguro como el infierno no es justo para la mujer que estás
intentando forzar que entre en el molde de esa persona.
La única luz que inundaba el pequeño departamento era la del letrero de neón del
restaurante. El azul y rojo bailaron por el alféizar de la ventana y bien pudieron haber
puesto un maldito foco de luz en mi pequeña cama matrimonial.
Me quedé sin aliento cuando se inclinó sobre sus codos— era todo piel blanca y
cremosa y encaje negro. Quería tocarla, pero también quería beber hasta saciarme, era
como una botella de whisky caro que quería saborear para siempre, bebiendo lentamente
hasta que estuviera borracho de ella.
Las perlas que quedaron, yacieron entre sus pechos, bailaron a lo largo de su
ombligo.
Con una ligera inclinación de cabeza, suspiró y me hizo un gesto con el dedo.
Saqué la camisa de los pantalones con demasiada fuerza, luego la abrí sin perder
el tiempo con botones—estos cayeron estrepitosamente al suelo.
Y Joyce miró.
Desnudo.
Listo.
Esperando.
Caminar hacia ella, encontrarse con su piel, tocarla por primera vez fue como
volver a casa de la guerra... todo sobre ella era abrasador, caliente, acogedor.
No tenía experiencia para guiarme—solo un hambre cruda que sabía que solo
ella podría satisfacer. Quité el broche de su sujetador y lo tiré contra la pared, extendí mis
manos para ahuecar sus pechos y besar cada pulgada de espacio que las perlas se habían
atrevido a tocar frente a mí.
—No quiero vivir sin ti —susurró tirando de mí con fuerza contra ella. Nuestros
cuerpos se deslizaron uno contra el otro.
—Promételo primero. —Nuestras frentes se tocaron. Esto era más que sexo. Más
que un momento robado, una noche de promesas—. Prométeme que no viviré sin ti.
Retrocedí, reconociendo el momento por lo que era... algo que recordaría toda mi
existencia. No solo palabras sino un voto, un voto de sangre.
Su cuerpo se relajó.
Dado más.
Más tomar.
Y era mía
Frank.
Dormí infernalmente toda la noche, repasando lo que muy bien podría estar
pasando una y otra vez. Maldito fuera mi hermano.
Por mucho que quisiera no podía odiarlo, no por amarla, no por desearla. Si
hubiera estado en su posición habría hecho lo mismo. Pero no estaba en su posición,
estaba en el exterior mirando hacia adentro, asegurándome de que se mantuviera vivo,
asegurándome de que obtuviera exactamente lo que había anhelado desde que había sido
roto.
Para ambos.
Por la familia.
Con un suspiro metí las manos en los bolsillos de mis pantalones. Las puertas del
hospital se abrieron. Seguí caminando.
Cuando vio que era yo, el reconocimiento brilló brevemente en sus ojos cuando
agachó la cabeza y salió de la habitación. Ese era el acuerdo; ella no sabía mi nombre o mis
razones. Yo era un hombre peligroso. Me aseguré de que lo supiera.
Joyce estaba pálida, sentada en una silla con un IV conectada a su brazo. Estaba
leyendo un revista, se veía feliz.
Maldita sea.
—Mentiroso.
Sonreí.
Rodó los ojos y empujó mi brazo, no con fuerza, maldita sea, la chica tenía la
fuerza de una hormiga.
— ¿Así es como va a ser, Joyce? ¿Vas a jugar con tu nuevo juguete hasta que te
aburras?
La estaba molestando.
— ¡Tal vez lo haga! —Arrojó la revista hacia mí cuando me levanté—. Luca es dos
veces el hombre que eres tú.
—Puede. —Incliné la cabeza—. Pero tú eres menos mujer por mentirle. —Señalé
las
máquinas—. ¿Cuánto tiempo, Joyce? ¿Cuánto tiempo tienes si todo esto se va?
—No mucho.
—No entiendo.
—Ahora no —Abrí la puerta—, Pero pronto, muy pronto, lo harás. Que tengas
una buena tarde y saluda a Luca de mi parte.
—Grabé cada maldita palabra... ¿estás seguro de que esto es lo mejor para Luca?
—Él necesita ser duro. Este mundo... no es para nosotros. —Tragué la sequedad
en mi garganta—. Será mejor que aprenda su lección ahora, mejor que tome lo que es suyo
antes de que sea demasiado tarde.
—Bien... —Jim silbó—. Creo que prepararé todo para esta noche.
—No...— Agarré su hombro—. Dale al chico otro día con ella antes de que todo
termine... se merece al menos eso.
—Creo que es una bondad que él experimente el cielo en esta tierra, obedéceme
en esto o te sacaré el corazón antes de la cena, ¿capiche?
Joyce.
Sus labios eran locura, me empujaban hacia la cornisa rogándome que saltara con
él. Él bromeó tanto como cumplió con todos mis deseos.
— ¿Y ahora eres un hombre? —bromeé. Yo era mayor que él por cinco años, no es
que importara, el corazón desea... bueno, el mío lo deseaba a él.
Busqué su longitud.
—Todo un hombre.
—Maldita sea, eso es. —Él gimió, sus ojos rodaron hacia la parte posterior de su
cabeza mientras me daba la vuelta sobre mi estómago y cubrió mis brazos sobre mi
cabeza. Me sentía vulnerable, pero con él siempre a salvo.
—Para siempre. —Su ronco susurro estaba húmedo contra mi oreja mientras sus
labios se movían en un ritmo sensual haciendo juego con sus caderas. Se condujo dentro
de mí una y otra vez, prometiendo un para siempre, prometiendo cosas que ningún
hombre tiene el poder de prometer.
¿Y la peor parte?
Yo le creí
No debería sorprenderme.
Con una maldición, Luca saltó de la cama, se puso un par de pantalones y agarró
su arma.
— ¿Quién es?
Debió haber reconocido a la gente del otro lado porque abrió la puerta de par en
par.
El grito que brotó de mis pulmones fue silencioso, como si el sonido hubiera sido
robado directamente de mi garganta.
**
—Hacemos esto fácil o difícil —dijo un hombre con un acento grueso desde las
sombras.
— ¿Q-qué?
—¿Dejarte ir?—El grueso acento se hizo más fuerte—. ¿Que te deje ir? Eres
nuestra moneda de cambio, dulzura.
—Ha llegado.
Esperé mientras Frank cruzaba los brazos como si le aburriera toda la escena.
Mi cuerpo se convulsionó.
Y una mierda.
—Sí. — Siseó Frank como si la idea fuera tan aborrecible que ni siquiera podía
mascullar una respuesta afirmativa—. Y será castigada. Pero ella es mi esposa.
El arma se disparó.
—No le deis el honor de incluso defender su miserable vida. Todos los hombres
Nicolasi son iguales, Ahora, ¿quién queda para hacerse cargo? Será mejor que lo
descubráis y que lo hagáis pronto, porque vendremos por vosotros.
Otro disparo sonó cuando la persona más cercana a mí cayó al suelo, la sangre se
filtraba desde su cráneo sobre el cemento.
—Y os destruiremos. —Otro disparo.
Otro cuerpo
Un hombre gritó.
—Es una situación tediosa, el hombre para hacerse cargo es joven, él está...
herido.
—Entonces es mejor que esperéis a que se despierte, es mejor que oréis a Dios
para que sobreviva a lo que se le ha hecho, porque si no elegís un nuevo líder, uno en
quien confiéis, uno que apruebe el resto de las Familias... —Otro disparo.
Más maldiciones.
Abrí los ojos para ver cadáveres a mi alrededor, la sangre se acumuló en el suelo,
corriendo como un río hacia la puerta.
Y luego Frank estaba frente a mí, abriendo las cadenas y levantándome en sus
brazos.
Asentí. A parte de Luca, Frank era el único otro hombre en quien podía confiar.
—Hasta el final.
Por otra parte, el odio solo genera más odio, más ira, y al final, fui obsequiada con
una familia hermosa, una vida hermosa, ¿lo devolvería todo?
Luca.
Un dolor indescriptible me golpeó en el pecho. Traté de respirar, pero dolió. Con
un gemido me giré hacia un costado y vomité, mi pecho se contrajo como si tuviera un
elefante sentado sobre él.
Abrir la puerta.
Y luego el disparo.
—Está a salvo —dijo una voz familiar a mi derecha. Parpadeé y abrí los ojos, la
habitación se volvió borrosa.
—Me temo… —Frank se inclinó hacia delante y cruzó las manos sobre la cama—.
Que no puedo dejarte verla, todavía no.
—Pero…
Frank asintió.
—Todavía pueden serlo.
—¿Qué?
—No entiendo. —El dolor estaba jugando con mi lógica, con mis emociones. Todo
lo que podía pensar era en regresar con Joyce, asegurarme de que no la hubieran tocado,
asegurarme de que supiera que la amaba con cada fibra de mí ser.
—Por una vez a la familia no le importa. Los hombres están hablando... ven a la
familia Nicolasi débil, las otras familias quieren atacar.
— ¿Quiénes?
—No. —Negué con la cabeza—. Absolutamente no…. Joyce está aquí, no puedo...
—No quería tener que hacer esto. —Frank se pasó las manos por la cara e hizo
una mueca. —Maldición, de verdad que no quería tener que hacer esto.
El equipamiento colocado.
De Joyce y Frank.
—Ah, sí. La apuesta, dime, ¿Qué tal mi hermano en la cama? ¿Lloró después?
—¡Eres un idiota!
—¿Un idiota? ¿Yo soy un idiota? No atraje a un hombre a mi cama bajo falsas
pretensiones.
— ¿Así es como va a ser, Joyce? ¿Vas a jugar con tu nuevo juguete hasta que te
aburras?
Todo mi cuerpo temblaba de rabia. Entonces, ¿todo fue un juego para ella? ¿Una
forma de ganar dinero?
Dios, como debió haberse reído cuando le dije que la amaba. Cuando le mostré mi
departamento de mierda y le prometí un para siempre. Mantuve las lágrimas, permitiendo
que la ira tomara el control mientras apretaba las mantas en mis manos.
—Lo siento, Luca. —Frank bajó la cabeza—. Si hubiera sabido de tus verdaderos
sentimientos yo habría…
—…lo haré.
— ¿Qué?
Aposté y perdí.
Ella me usó.
Y arrancó mi corazón en el proceso dejándome con nada más que oscuridad, ira y
loca necesidad de venganza
—No. —Rugí—. ¡No!— Golpeé los puños contra el colchón de la cama—. Me voy
tan pronto como sea capaz. Tomaré el cargo. Es mi derecho Mi destino.
Joyce.
—Está realmente muerto —dije por centésima vez mientras estaba sentado en la
limusina al lado de Frank. Él meramente asintió con la cabeza y no dijo nada, lo que me
permitió apoyarme en él, permitiéndome usar su cuerpo con comodidad como lo había
hecho durante la última semana.
—Y la familia Nicolasi está en Sicilia, para nunca regresar. —Frank asintió con la
cabeza—. Nos aseguramos de eso.
—Lo sé. —Frank maldijo y me jaló hacia su regazo—. Pero sé esto —su pulgar
inclinó mi barbilla—: yo te protegeré. Lo juro. No seguirás su muerte con la tuya,
trataremos el cáncer, te curaremos.
Cómo sabía sobre el cáncer de mama que no tenía ni idea, Frank lo sabía todo.
Yo era una maravilla médica. ¿Tener cáncer tan joven? Pero como estaba
saludable, todo lo que necesitaba era dinero para el tratamiento y los doctores imaginaron
que sobreviviría.
No amaba a Frank.
No así.
Pero tampoco era estúpida. Me estaba ofreciendo una balsa salvavidas y estaría
muerta si no la tomaba.
— ¿Qué?
—No entiendo.
Palabras, Tracey, ¿recuerdas lo que dije sobre las palabras? Tienen tanto poder,
introducen a cosas nuevas, maldicen, levantan, dicen adiós. Mis palabras en esa limusina
fueron el principio del final para tu abuelo y yo.
Cinco años después, después del nacimiento de nuestro primer hijo, estaba en
una reunión, una de las más famosas comisiones, aunque pequeña.
Sentí un tirón en mi alma, porque Trace, ¿las almas gemelas? Se reconocen la una
a la otra incluso cuando han sido separadas.
Me quedé sin aliento cuando ese hombre glorioso, ahora lleno de más músculos,
se giró y miró en mi dirección.
Como si yo no existiera
Y tu abuelo me contó una historia... acerca de cómo su padre lo había hecho hacer
una promesa en su lecho de muerte. Cuida a tu hermano, él no será el jefe, la gente te
comparará, él sufrirá si está bajo tu control... él necesita liderar. Asegúrate de que él lidere,
de una forma u otra, júramelo, júrame que encontrarás una manera de hacer que pase.
Verás, nuestra historia fue escrita antes de que tuviera quince años.
Lo amaba con una parte de mi corazón que ni siquiera sabía que existía.
Le escribí una carta, una que espero que algún día la lea.
Luca Nicolasi es tu tío, sí. Pero también es tu amigo, tu aliado. Él es despiadado, es
frío, y tu abuelo lo ayudó a convertirse en un monstruo.
¿Y su debilidad?
Amor verdadero.
Siempre.
Amor verdadero.
Nixon
Puse el diario en la mesa y me froté la cara. Tan lleno de secretos, tan lleno de
mentiras. Esas páginas, unas que Luca querría. Las que moriría por proteger. Para él eran
más que recuerdos en una página, eran cosas que vivió y respiró, cosas por las que
moriría.
Posiblemente la última.
Sí, la historia se repite, pero iba a luchar como el infierno antes de dejar que
saliera como había salido la de ellos.