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Traducido por
Mew Rincone

Diseño
Evani
Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Nixon
Capítulo 1
Encantar: (Verbo) Completa (a alguien) con gran deleite; encanto. El proceso de
poner a alguien bajo un hechizo. E.G: El azul de sus ojos lo hechizaba, y él estaba perdido
para siempre con ella.

Era todo lo que una chica podía desear, todo lo que podía soñar. Hombres como
Luca Alfero solo existían en mis fantasías más salvajes. Su hermano Frank estaba callado,
siempre callado, ¿pero Luca? Podía despertar al sol, la luna y las estrellas: podía infundir
vida a los mismos muertos.

~ Joyce Alfero ~

Joyce
Era un juego peligroso. Pero visto lo visto, la vida era peligrosa. Jugué con la
pajita en mi coca-cola y la cogí entre mis labios rojos; una, dos veces. Por fin. Él miró. Yo
bajé la vista. Como si estuviera avergonzada de mi comportamiento tan audaz cuando en
realidad era exactamente lo contrario: era a propósito, todo cuanto hacía tenía un
propósito cuando se trataba de él.

Durante quince años había estado buscando una única cosa.

Luca Alfero.

Siempre había sido educado, fresco, casi indiferente... lo que solo me impulsaba
aún más hacia la loca obsesión de robarle el corazón, de hacerlo latir por y solo para mí.

—Mujer —dijo una voz áspera junto a mí—. También podrías usar un maldito
cartel.

—Frank. —Solté un suspiro de alivio—. No te había visto.

Dejó escapar un gruñido y pidió un whisky a las rocas.

—La historia de mi vida, ¿no, muñeca?

— ¿Querías algo?— Toqué la cadena de perlas que tenía alrededor del cuello
incapaz de detener el gesto nervioso, mis ojos deseaban desesperadamente mirar a la
izquierda para ver si Luca estaba mirando.

Frank inclinó su cabeza y sus tormentosos ojos azules me mantuvieron cautiva.


Las mujeres estaban obsesionadas con Frank casi tanto como yo lo estaba con Luca. Se
rumoreaba que era el heredero de la familia del crimen Alfero, a pesar de que Luca
siempre había sido más despiadado en sus asesinatos, como si realmente disfrutara
quitándole la vida a otros. Me estremecí asustada y encantada en partes iguales. El peligro
siempre me había fascinado. Y Luca... era fascinante.

—Me estaba preguntando...— Frank tomó un largo sorbo de su bebida y se apoyó


contra el mostrador. Las mangas de su camisa blanca estaban levantadas sobre sus
musculosos antebrazos. Era un hombre grande, un hombre amenazante, pero bueno, como
la mayoría de hombres en mi vida—...Qué estabas planeado para él ahora

—¿Hmm?

—Remilgada— Él sonrió—. Me gusta. Da la impresión de que no tienes


absolutamente ninguna idea de que estás jugando con fuego y que te olvidaste de llevar un
balde de agua.

Rodé los ojos.

Se inclinó hacia adelante. El aroma de su colonia almizclada me hizo respirar.

—Pero hay algo que tú no sabes. Mi hermano nunca te mirará de la manera que
tú quieres que lo haga si no haces nada más aparte de dispararle miradas sexuales y
pintarte los labios de rojo. Puede que él te desee desde hace mucho, pero no tiene lo que
hay que tener para tomarte.

— ¿Y tú sí?

Echó la cabeza hacia atrás y se rió, su bronceada garganta se burlaba de mí casi


tanto como su risa musical.

—Puede.

Traté de luchar contra la llamarada de deseo que me atravesó. Frank me miraba


como quería que Luca me mirara... con deseo. Pero el deseo se aplastó rápidamente
cuando me di cuenta de lo que estaba diciendo: elegirlo a él, escoger una opción diferente,
porque iba a fallar.

—Yo no te quiero a ti.

— ¿De verdad?—Dejó de reírse—. Me parece que lo único que tienes en mente es


eso... pillar un jefe, y hacerlo rápido.

Eso me irritó e hizo que se me erizara la piel, apreté los dientes para evitar decir
algo que hiciera que me mataran.

—Eso es ridículo. —Me crucé de brazos—. Que Luca sea un posible jefe no tiene
nada que ver con mi atracción hacia él.

—Entonces es su... ¿qué? ¿Actitud demasiado amistosa? —Como si se tratara de


una señal, una pelea estalló cerca de la barra. Los puños de Luca volaron y conectaron con
la mandíbula de un hombre y luego con sus costillas. Hice una mueca y miré hacia otro
lado. La sangre me ponía nerviosa, pero la forma en que el hombre peleaba por ella, bueno,
le hacía cosas a una chica—. Como he dicho —Frank levantó su vaso vacío—, tus
posibilidades son tantas como las de que el infierno se congele.

—Tú mírame.

—Haré algo mejor. —Se inclinó y sus labios se curvaron en una sonrisa seductora
que me hizo sentir débil—. Haré una apuesta contigo.

—No entro en jueguecitos.

—Estás hasta el cuello con nosotros y ni siquiera te das cuenta. Muñeca, estás a
un error de ser una comare. —Él suspiró—. Y desde luego que apuestas. Está en tu sangre
apostar contra viento y marea, ¿no es así?

Maldito fuera el hombre por ser perspicaz. Y maldito fuera por etiquetarme como
una puta de la mafia. Él no sabía nada sobre mis razones para querer a Luca,
absolutamente nada. Y que me dijeran que era una prostituta no hizo nada para alejarme
de mi plan, si acaso avivó las llamas.

—Escucho.

Él se movió, su cuerpo envolvió el mío contra la barra. El calor irradiaba de su


piel como un fuego abrasador.

—Consigue un beso de Luca, joder, consigue cualquier tipo de reacción emocional


de ese tipo y pagaré tus cuentas del hospital.

— ¿Q-qué? —Mis rodillas se juntaron cuando mi cuerpo entero amenazó con


derrumbarse contra él. ¿Cómo diablos sabía que había estado en el hospital? ¿Que
necesitaba tratamientos?

—Ya me has oído — susurró, sus labios se curvaron en una amenazadora


sonrisa—. Es caro, ¿no?

—No tengo ni idea…

—Déjalo. —Él inclinó mi barbilla hacia él. Su aliento era caliente en mi cara—. Tú
te ganas su afecto, yo te salvo la vida.

Las lágrimas borraron mi línea de visión. Entonces él lo sabía.

Sabía lo serio que era.

Sabía que no tenía dinero para pagar.

Estaba pidiendo que igualara la apuesta y forzando mi mano.

Maldita mafia, malditos Alferos.

—Bien. —Lo empujé—. ¿Y si fallo?

—Te casas conmigo.


—¿Q-qué? —Lo dije lo suficientemente alto como para que la gente parada a
nuestro lado se detuviera y se fijara. Mi corazón latía tan erráticamente que estaba
preocupada de que fuera a desmayarme. ¿Casarme con él mientras amaba a alguien más?

Los labios de Frank se curvaron en una sonrisa depredadora.

—Necesito una esposa. Tú servirás.

—Eres un bastardo —susurré.

—Soy tu salvador. —Se mordió el labio inferior—. Es un ganar-ganar, una


apuesta segura, una cosa segura. ¿Qué podría salir mal? O ganas su afecto, su corazón y su
dinero, o me ganas, y borro tu deuda. Para siempre.

Estaba haciendo un trato con el diablo. Lo sabía en mi alma. Estaba haciendo la


elección incorrecta, una mala elección, pero él me estaba ofreciendo mi vida, ¿cómo podía
decir que no a eso? Cuando quería vivir tan desesperadamente.

Mi mano tembló cuando la alcé.

—Tenemos un trato.

La agarró con fuerza dentro de la suya y luego me tiró contra su pecho.

—Así no es como nosotros hacemos los tratos, muñeca.

—Qué…

Su boca se estrelló contra la mía. La sensación, aunque quería decir que era
desagradable, era todo lo contrario. El calor se filtró en mis frías venas sin vida. Mi cuerpo
cobró vida, y justo cuando mi lengua rozó la suya, él se echó hacia atrás.

—Tenemos un trato.
Capítulo 2
Luca era un hombre joven mientras que Frank era quince años mayor que él... lo
que le faltaba a Luca en la madurez era lo que Frank compensaba con creces. El hombre era
un gángster ambulante. La gente rara vez lo miraba a los ojos y sabía que Luca no quería
nada más que seguir los pasos de su hermano mayor. Es por eso que eligió no sentir, por qué
eludía a las mujeres. Pero no por mucho. Temo decir que esta historia no termina como la
mayoría—feliz. ~ Joyce Alfero ~

Luca
Sabía que ella me había estado mirando, ¿Cómo diablos no saberlo? No hubo un
momento en que no la notara. Maldita sea, incluso durante la única vez que había estado
con una mujer en toda mi vida, todo el tiempo, todo lo que podía imaginar eran los
exuberantes labios rojos de Joyce, sus ojos grises y largos cabellos castaños. De acuerdo, la
primera mujer había sido una puta. Un regalo de los hombres para recompensarme por
ser uno de los más jóvenes en entrar en la familia en más de una década, algo que mi
hermano mayor ni siquiera había logrado.

Me obsequiaron con una puta.

Pero todo lo que quería era Joyce.

—¿Estás bien? —preguntó Paul.

—Claro. —Tomé un trago lento de whisky y miré a Joyce.

Justo a tiempo para ver a Frank acercándola para un beso.

El vidrio se rompió en mi mano y cayó en cámara lenta al suelo mientras mi


sangre goteaba sobre la alfombra junto con ella.

— ¡Whoa! —Paul me dio una palmada en el hombro—. Deberías cortarte un


poco.

—Sí. —Con los dientes apretados, me disculpé y comencé a caminar hacia la


barra—. Quizás lo haga. —O tal vez solo le cortaría la garganta a mi hermano donde estaba
parado.

Frank era un hijo de puta engreído que tenía un corazón de piedra. Motivo de que
besara a mi chica, la única chica que quería más que a nada en el mundo. La única chica a la
que me había apartado debido a mi edad y la incapacidad de mantenerla. Ella se merecía el
mundo, las estrellas, el universo, y esas cosas no estaban dentro de mi capacidad para
darle.
Joyce no provenía del dinero.

Y yo quería eso para ella, más que nada. Quería ducharla con joyas porque ese era
el tipo de mujer que era: ella era la perfección personificada. Todos los hombres pensaban
eso. Desde el fácil balanceo de sus labios hasta su seductora risa, ella era el sueño de todo
hombre. Especialmente el mío. Pero la sangre manchaba mis manos, sangre que arruinaría
el abrigo de pelo que ella adoraba vestir, sangre que eventualmente decidiría si yo vivía o
moría—si podía darle la vida que necesitaba.

Maldito fuera, ¡ella era mía! Mis puños se apretaron fuertemente a los costados.

—Ah, Luca. —Frank me guiñó el ojo cuando me acerqué—. ¿Cómo va el negocio?

Sabía muy bien cómo iba el negocio.

—No me puedo quejar. —Con los dientes apretados apenas pude mantener mis
puños a mi lado mientras su sonrisa crecía.

—Bueno, —miró entre Joyce y yo—, creo que me necesitan en otro lugar, y Joyce
—Se llevó su mano a los labios y dejó un beso prolongado en sus nudillos—, sabes
exactamente dónde encontrarme si necesitas algo ... lo que sea.

Se alejó antes de que pudiera dispararle.

Lo vi desaparecer entre la multitud. La que se apartó para él; los hombres lo


adoraban, las mujeres lo vitoreaban, el hombre era un dolor gigante en mi trasero y no
había absolutamente nada que yo pudiera hacer al respecto. Siempre estaría bajo su
control, comparado para siempre, carente por siempre.

—¿Luca?— La dulce voz de Joyce me trajo de vuelta al presente. Su vestido negro


envolvía cada curva de su cuerpo. Las perlas profundizaban en su escote y Dios mío, quería
perderme en ese escote más de lo que quería el aire—. No es lo que piensas, Frank solo
estaba…

—…Frank solo estaba marcando lo que no le corresponde marcar. Tomando lo


que no es suyo y colgándote frente a mí como un maldito abalorio. —Juré violentamente y
luego la estreché en mis brazos—. Vamos a salir de aquí.

—Pero…

—… No soy un hombre paciente, Joyce, o te vas conmigo o con él. Tú eliges, pero
no volveré a preguntar. Así que se rápida.

El color floreció en sus mejillas. Asintió rápidamente, agarró su bolso y metió su


brazo debajo del mío.

—¿A dónde vamos?

Sonreí para mis adentros y respondí:


—Amor, vamos a ir a todos lados y justo cuando creas que no puedes soportarlo
más — Me detuve y tiré de su cuerpo contra el mío, mis labios mordisquearon la oreja—,
vamos a hacerlo otra vez.

Su jadeo fue todo lo que necesité.

Fue mi bandera roja.

En el momento en que supe que lo que sea que ella había estado compartiendo
con él—fue desterrado de su memoria, y cualquier resto de cómo se sintieron sus labios
contra los de ella serían completamente borrados para cuando terminara con ella. Ella era
mía, iba a ser mía. Frank tenía la familia, tenía el dinero, el maldito incluso iba a ser el jefe.
Así que, ¿era egoísta de mi parte tomar algo para mí mismo?

No, por como yo lo veía.

Pero las cosas no siempre van como las planeamos. Y esa noche, la noche en que
robé a Joyce de Frank, me convertí en un peón en un juego que ni siquiera sabía que estaba
jugando, uno que perdería.

Uno del que me arrepentiría el resto de mi vida.

Sentí sus ojos en mí cuando abrí la puerta del casino. Con una última mirada en
su dirección, incliné la cabeza.

Jaque. Mate.
Capítulo 3
Tienes que entender una cosa sobre Luca. El hombre que era y el hombre en el que
se convirtió, son dos personas muy diferentes. Podía parecer frío e indiferente, ¿pero como
amante? Era todo lo que una mujer podía desear. Era sensible, elogioso y hábil, oh, era hábil.
Pero más que nada, sabía que me amaba. Pero a veces el amor no es suficiente para salvar a
una persona cuando ya está condenada al fracaso. Me da vergüenza admitir que participé en
su caída, aunque no lo sabía en ese momento, caí en el juego de la mafia por razones que
fueron más importante que nuestro propio amor y enamoramiento. Ellos lo necesitaban con
desesperación. E iban a usarme a mí para conseguirlo. ~ Joyce Alfero

Frank
—Es un blando. —Angelo sopló sobre su cigarro y sus ojos se enfocaron en la
puerta por la que mi hermano acababa de salir.

Complicada ni siquiera comenzaron a describir nuestra situación actual.


Queríamos control sobre la familia Nicolasi ahora que su jefe estaba muerto y la única
manera de hacerlo era o bien que alguien se casara con la familia y con suerte ganáramos
su confianza, o implantar uno de nuestros propios hombres, uno que amaran, uno que
adoraran, uno en quien confiaran como en un hijo.

Luca.

Había hecho pequeños trabajos aquí y allá para la familia Nicolasi como una
forma de demostrar su lealtad al acuerdo hecho entre todos nosotros. A los Nicolasi solo se
les permitió quedarse en los Estados Unidos siempre y cuando mantuvieran sus narices
fuera de nuestro negocio y jugaran limpio.

Querían uno de los nuestros como muestra de buena fe.

Entregamos a Luca en una maldita bandeja de plata.

Y bien podríamos haberles dado oro.

Mató con facilidad, torturó con deleite y no tenía debilidades a cuestas.

Pero los hombres y yo sabíamos la verdad.

Las llevaba.

Las pesadillas.

La noche bebiendo.
Iba a romperse y si no vigilábamos, se rompería antes de que pudiéramos
terminar nuestro plan.

¿Qué se necesitaba? Una distracción. Un medio para un fin.

Odiaba usar a la mujer que amaba de esa manera... odiaba empujarla hacia los
brazos de mi hermano casi tanto como odiaba ser yo quien la alejaría de él.

Ella llegaría a amarme, me aseguraría de eso.

Pero ella me odiaría antes de que ese amor ganara.

Y no la culparía por eso.

—Está hecho. —Siseé en voz baja—. Está encaprichado con ella, solo es un niño,
no sabe dónde está parado cuando una chica bonita le pestañea... funcionará.

Angelo soltó un bufido disgustado.

—Sí bueno, más vale, o de lo contrario será tu cabeza la que salga rodando.

Él no estaba en condiciones de amenazarme. Podía ordenar su asesinato con el


chasquido de mis dedos.

Pero en el fondo sabía que él tenía razón.

Si las se torcían sería mi cabeza, mi familia la que sufriría la caída. ¿Cuándo me


había convertido en este tipo? ¿En el que usa a aquellos que ama para su beneficio
personal? Pero por otra parte, no era algo personal tanto como un buen negocio.

Ambos seríamos jefes, Lucas y yo, como debería haber sido siempre. ¿A quién
diablos le importaba si había daños colaterales siempre y cuando tuviéramos el control de
ambas familias?

Sin embargo la culpa me pico el pecho.

¿De qué sirve el dinero y el poder cuando no tienes a nadie con quien
compartirlo?

—Mantennos al tanto. —Angelo me dio dos palmadas en la espalda—. Quiero ver


esto hecho para finales de semana—necesito ver pruebas de que puede hacer lo que sea
necesario, tiene que hacer las cosas difíciles, ¿verdad?

—Sí—dije suavemente, mi estómago se apretó con la idea de que mi hermano de


veintiún años pasara por el infierno—. Me aseguraré de que así sea.

—Ya lo veremos.

Me dejó solo. Caminé hacia la puerta, agarré mi abrigo y mi sombrero y luego salí
al aire frío de Chicago.

—Cuida bien de él, Joyce. —susurré—: Va a necesitar esos recuerdos ... por Dios
que va a necesitarlos.
Capítulo 4
La mafia consiste de dos cosas, sangre y familia. Fuera de eso nada más importa
realmente. Tanto Frank como Luca vivían de acuerdo con esta regla y era mi mayor temor
que murieran por ella. Había visto tanta muerte en mi corta vida y cuanto más se acercaba
mi propia desaparición... lo sabía, quería absorber todo lo que pudiera antes de dejar mi
propia humanidad en esa habitación de hospital. – Joyce Alfero.

Joyce
Estaba en la punta de mi lengua preguntarle, ¿por qué ahora? ¿Fue el beso de su
hermano tan horrible para él, tan detestable que algo finalmente se rompió en ese grueso
cráneo suyo? Pero no quería arruinar el momento.

Después de todo, no tenía idea de cuántos de esos momentos tendríamos,


cuántos momentos obtendría.

Me estremecí aunque llevaba un pelaje alrededor de mi pequeño cuerpo. Eso era


una cosa de la que nunca te advierten cuándo comienzas los tratamientos, que siempre
sentías frio y que harías cualquier cosa estar caliente de nuevo.

Caminamos la corta distancia hasta su apartamento.

Estaba convenientemente ubicado encima de un restaurante chino de


veinticuatro horas y solo pude imaginarme cuántas noches de insomnio pasó mirando el
letrero de neón que probablemente colgaba justo delante de la ventana de su
apartamento.

—Este soy yo —dijo Luca bruscamente soltando mi mano.

Comencé a caminar hacia la puerta pero él me detuvo.

—Joyce. —Nunca me cansaría de la forma en que su voz raspaba mi nombre


como si fuera su bendición y su maldición atada en una—. No lo entiendes.

Me giré y tiré de mis brazos hacia mi cuerpo para evitar temblar más.

— ¿Qué no entiendo, Luca?

—Esto. —Señaló el apartamento con una mirada de disgusto estropeando su


rostro perfecto. Se pasó una mano por el cabello largo y oscuro—. Esto es todo lo que
tengo para darte. Este. Soy. Yo.

Me encogí de hombros.
—Es brillante.

Él rodó los ojos.

—Es un agujero de mierda.

—Puedes pedir chino siempre que quieras… —Le guiñé un ojo—. Muy útil.

Metió sus manos en sus bolsillos, sus labios formaron una línea sombría.

—Nunca he hecho nada porque no me lo merezco, cuando ni siquiera puedo


darte las pieles que estás acostumbrada a usar, las joyas que cuelgan de tu cuello.

Me sentí sonrojar, más bochorno que vergüenza. Me gustaba pensar que los
engañé a todos haciéndolos pensar que todavía tenía dinero, cuando en realidad estaba
tan arruinada como Luca, incluso más. No tenía para las facturas del seguro y del hospital
no era barato.

Yo era una secretaria. Hice casi nada y en el momento en que mis padres
descubrieron que estaba enferma, se fueron. Me gustaba pensar que era demasiado
doloroso para ellos que no quisieron ser testigos.

Pero en realiad... sabía la verdad, la enfermedad les recordaba que no era


perfecta, les recordaba que la vida era un regalo raro, les recordaba que eran egoístas. Y
odiaban que les recordaran sus deficiencias.

Anoche vendí mis pendientes de diamantes, una reliquia heredada de mi abuela,


para pagar mi cuarto tratamiento y comprar comida para la semana.

Era lo último que tenía.

—Luca —Alcancé su mano—. ¿Dices que este eres tú?

Asintió lentamente con los ojos ya revelando el rechazo que probablemente


asumió que venía.

—Entonces —Envolví mis brazos alrededor de su musculoso torso—, yo digo que


esta también soy yo.

— ¿Q-qué?

—Comida china para llevar, agujero de apartamento... esta soy yo. Si esto es lo
que eres, entonces déjame que lo sea contigo.

Sus labios se separaron.

Con un gemido presionó sus labios contra los míos, luego levantó mi cuerpo en
sus brazos.

Su beso me electrificó.

Me poseyó.
Me reclamó.

Sin retrocesos. No habría marcha atrás, no invertiría lo que estaba por suceder y
yo sabía, incluso si eso significaba que moriría en unos meses porque ya no podía pagar el
hospital ...

Moriría como una mujer feliz.

Porque estaría en los brazos de Luca.

En su cama.

Por encima de las luces de neón de ese maldito restaurante chino.

Y estaría feliz.
Capítulo 5
Algunos lo llaman la pequeña muerte... bueno, entonces dame más... Siempre le
pedía a Luca más, porque en sus brazos no estaba enferma, no estaba frágil, era perfecta. El
tiempo se detuvo, lo que era una necesidad teniendo en cuenta que eran enemigo de ambos.
Sin embargo solo pensé que el tiempo trabajaba en mi contra—nunca en mis sueños más
salvajes imaginé que él tenía su propia bomba a la espera de estallar, a la espera de
separarnos para siempre y nunca volver a estar juntos. - Joyce Alfero

Luca.
Ella era mi segunda.

Mi segunda mujer.

Pero fue la primera en adornar mi cama.

La primera en entrar a mi apartamento.

La primera en robar mi corazón y negarse a devolverlo.

La amaba con cada centímetro de mi alma, con cada fibra de mi ser, y de la única
manera que podía mostrárselo era asegurarme de que siempre fuera atendida en mis
brazos, podía no tener joyas o diamantes, pero yo tenía mi corazón. Maldito fuera pero aún
tenía mi corazón, incluso mi alma, sin importar a quién matara o lo que hiciera, podría
ofrecerle la única cosa sin manchas en mi existencia sabiendo muy bien que era para ella y
solo para ella.

Si ella me hubiera rechazado, habría seguido con la vida.

Solo.

Porque cuando no puedes tener el que quieres, ¿qué sentido tiene tratar de llenar
ese agujero? Es injusto para ti y seguro como el infierno no es justo para la mujer que estás
intentando forzar que entre en el molde de esa persona.

Cerré la puerta detrás de nosotros.

La única luz que inundaba el pequeño departamento era la del letrero de neón del
restaurante. El azul y rojo bailaron por el alféizar de la ventana y bien pudieron haber
puesto un maldito foco de luz en mi pequeña cama matrimonial.

Joyce se encogió de hombros y se giró, sus dedos bailaron sobre su clavícula


mientras tocaba una por una las perlas como si estuviera probando su suavidad.

—No. —Ladré, sin reconocer mi propia voz.


Sus ojos se agrandaron, sus mejillas se sonrojaron, maldita sea, esa mirada era
hermosa en ella, la recordaría siempre—por siempre.

Lentamente ella tomó el nudo de su vestido y lo aflojó. El material negro se


deslizó hacia el suelo. Sus caderas se movieron seductoramente hacia la izquierda y luego
hacia la derecha mientras caminaba hacia la cama y se inclinaba para soltar las ligas de sus
medias hasta que estuvieron en sus tobillos.

Se quitó los tacones. Las medias lo siguiente.

Me quedé sin aliento cuando se inclinó sobre sus codos— era todo piel blanca y
cremosa y encaje negro. Quería tocarla, pero también quería beber hasta saciarme, era
como una botella de whisky caro que quería saborear para siempre, bebiendo lentamente
hasta que estuviera borracho de ella.

Las perlas que quedaron, yacieron entre sus pechos, bailaron a lo largo de su
ombligo.

Con una ligera inclinación de cabeza, suspiró y me hizo un gesto con el dedo.

Fue toda la invitación que necesité.

Saqué la camisa de los pantalones con demasiada fuerza, luego la abrí sin perder
el tiempo con botones—estos cayeron estrepitosamente al suelo.

Y Joyce miró.

Demonios, como miraba la mujer.

Sus ojos se volvieron casi negros mientras se lamía el labio inferior.

Me quité los zapatos.

Mis pantalones cayeron en un montón en la esquina.

Y me paré delante de ella.

Desnudo.

Listo.

Esperando.

Sus cejas se arquearon y su boca se crispó, ya había decidido cientos de


diferentes lugares en lo que quería esa boca malvada y ahora que había visto sus labios
sobre sus dientes decidí que también quería eso, sus dientes, sus mordiscos, su marca.

Caminar hacia ella, encontrarse con su piel, tocarla por primera vez fue como
volver a casa de la guerra... todo sobre ella era abrasador, caliente, acogedor.

La empujé hacia la cama y luego envolví las perlas en mi brazo tirando de su


cabeza hacia la mía mientras mi boca saqueaba la suya. Sabía a whisky y coca cola.
Así es como llegué a decir en años posteriores que el whisky y la coca cola
cambiaron mi vida, porque en ese momento lo hicieron.

Su sabor único bailó en mi lengua cuando nuestras lenguas se enredaron,


haciendo presentaciones y promesas.

No tenía experiencia para guiarme—solo un hambre cruda que sabía que solo
ella podría satisfacer. Quité el broche de su sujetador y lo tiré contra la pared, extendí mis
manos para ahuecar sus pechos y besar cada pulgada de espacio que las perlas se habían
atrevido a tocar frente a mí.

—Luca —Se arqueó mientras la tomaba en mi boca y el éxtasis explotó en mi


línea de visión, ¿Cómo podía una mujer ser tan suave? Tan perfecta.

Sus uñas se clavaron en mi espalda mientras yo exploraba.

Ningún espacio en su delicado cuerpo estaba a salvo de mi lengua. Podría haber


pasado horas con sus pechos, días entre sus piernas, años lamiendo sus muslos; cuanto
más probaba más crecía el hambre.

—No quiero vivir sin ti —susurró tirando de mí con fuerza contra ella. Nuestros
cuerpos se deslizaron uno contra el otro.

Estaba cerca, muy cerca.

—Necesito estar dentro de ti... —jadeé.

—Promételo primero. —Nuestras frentes se tocaron. Esto era más que sexo. Más
que un momento robado, una noche de promesas—. Prométeme que no viviré sin ti.

Retrocedí, reconociendo el momento por lo que era... algo que recordaría toda mi
existencia. No solo palabras sino un voto, un voto de sangre.

—Joyce, lo juro. Nunca estarás sin mí.

Su cuerpo se relajó.

Me empujé en su interior y supe que... incluso si ella no hubiera pedido un por


siempre... se lo habría dado.

Dado más.

Más tomar.

Más, más, más, mucho más.

Ella era mi alma gemela.

Y era mía

En una bruma de asombro—encontró su liberación justo cuando yo encontré la


mía, solo que no era tanto por el sentimiento físico de lo que acababa de suceder... sino la
promesa que sacudía tierras que acababa de hacerle.
Y cómo, me pregunté en el fondo de mi mente, podría mantenerla.
Capítulo 6
El plan estaba en marcha y los jugadores colocados antes de que ninguno de
nosotros supiera siquiera que había un juego al que jugar. Las piezas de ajedrez fueron
colocadas tan cuidadosamente que las mentes más brillantes no habrían podido ver la
tormenta que se estaba gestando... el infierno que estaba a punto de desatarse. - Joyce Alfero

Frank.
Dormí infernalmente toda la noche, repasando lo que muy bien podría estar
pasando una y otra vez. Maldito fuera mi hermano.

Por mucho que quisiera no podía odiarlo, no por amarla, no por desearla. Si
hubiera estado en su posición habría hecho lo mismo. Pero no estaba en su posición,
estaba en el exterior mirando hacia adentro, asegurándome de que se mantuviera vivo,
asegurándome de que obtuviera exactamente lo que había anhelado desde que había sido
roto.

Dinero, éxito, respeto

Con un vistazo rápido de mi reloj, me dirigí al hospital, eligiendo caminar en lugar


de coger uno de los coches. Caminar alivió mi mente y de alguna manera estar afuera alivió
mi alma de la oscuridad que ya estaba comenzando a tomar el control.

No tenía que sentir nada.

Era más que necesario. Sentir significaba la muerte.

Y la muerte era lo que estaba tratando de evitar.

Para ambos.

Pero nunca me lo agradecerían, no de inmediato. Años, tomaría años de horror


absoluto antes de que vieran de que lo que hice fue para mejor.

Por la familia.

Todo por la sangre.

Con un suspiro metí las manos en los bolsillos de mis pantalones. Las puertas del
hospital se abrieron. Seguí caminando.

Sabía dónde encontrarla.

Sabía dónde encontrar a todos.


Mis entrañas se hundieron cuando doblé la esquina y llamé a la puerta. La
enfermera sabía que yo venía, le pagué por su silencio y le di un buen extra para que Joyce
y yo nos quedáramos solos por unos pocos minutos.

Cuando vio que era yo, el reconocimiento brilló brevemente en sus ojos cuando
agachó la cabeza y salió de la habitación. Ese era el acuerdo; ella no sabía mi nombre o mis
razones. Yo era un hombre peligroso. Me aseguré de que lo supiera.

La habitación olía a antiséptico.

Joyce estaba pálida, sentada en una silla con un IV conectada a su brazo. Estaba
leyendo un revista, se veía feliz.

Podría hacerla feliz.

Pero solo que ella me lo permitiera.

Maldita sea.

Levanté una silla.

Ella gritó y luego entrecerró los ojos.

—No deberías estar aquí.

—Me tenían que extraer sangre.

—Mentiroso.

Sonreí.

— ¿Quieres verlo? ¿Ese tipo de cosas te ponen?

Rodó los ojos y empujó mi brazo, no con fuerza, maldita sea, la chica tenía la
fuerza de una hormiga.

— ¿Por qué estás aquí, Frank? Gané la apuesta, ¿recuerdas?

—Ah, sí...—Me recosté—. La apuesta, dime, ¿Qué tal mi hermano en la cama?


¿Lloró después?

—¡Eres un idiota! —siseó.

—¿Un idiota?— Me incliné hacia delante—. ¿Yo soy un idiota? No atraje a un


hombre a mi cama bajo falsas pretensiones.

—No fueron falsas.

—Tampoco seduje a un niño de veintiún años por dinero.

—Déjame. —Su color era alto—. Ahora.

— ¿Así es como va a ser, Joyce? ¿Vas a jugar con tu nuevo juguete hasta que te
aburras?
La estaba molestando.

Y ella estaba jugando directamente en mis manos.

— ¡Tal vez lo haga! —Arrojó la revista hacia mí cuando me levanté—. Luca es dos
veces el hombre que eres tú.

—Puede. —Incliné la cabeza—. Pero tú eres menos mujer por mentirle. —Señalé
las

máquinas—. ¿Cuánto tiempo, Joyce? ¿Cuánto tiempo tienes si todo esto se va?

El miedo irradiaba de todo su cuerpo.

—No mucho.

—Yo puedo arreglar eso.

— ¿Qué? ¿De repente eres Dios?

—Todo... tiene un costo, Joyce. Todo.

Sus ojos de acero se estrecharon.

—Y es hora de que pagues.

—No entiendo.

—Ahora no —Abrí la puerta—, Pero pronto, muy pronto, lo harás. Que tengas
una buena tarde y saluda a Luca de mi parte.

Salí de la habitación y fui interceptado por Jim en el pasillo.

—¿Lo tienes?—susurré en voz baja mientras caminábamos enérgicamente hacia


la salida.

—Grabé cada maldita palabra... ¿estás seguro de que esto es lo mejor para Luca?

—Él necesita ser duro. Este mundo... no es para nosotros. —Tragué la sequedad
en mi garganta—. Será mejor que aprenda su lección ahora, mejor que tome lo que es suyo
antes de que sea demasiado tarde.

—Bien... —Jim silbó—. Creo que prepararé todo para esta noche.

—No...— Agarré su hombro—. Dale al chico otro día con ella antes de que todo
termine... se merece al menos eso.

— ¿Crees que es bondad darle el cielo solo para enviarlo al infierno?

—Creo que es una bondad que él experimente el cielo en esta tierra, obedéceme
en esto o te sacaré el corazón antes de la cena, ¿capiche?

—Sí —Jim graznó—. Sí, Frank, lo entiendo, no es necesario que me pongas en


hielo.
Capítulo 7
Hicimos el amor bajo las estrellas... nuestra historia de amor duró dos días. Dos días
sabiendo que eres uno con tu alma gemela. Cuarenta y ocho horas de segundos inspiradores
que se convierten en minutos, que se vertieron en horas en las que te miente a ti misma y te
dices que durará para siempre. Para siempre, querida, es mucho tiempo. Debería saberlo...
porque he estado extrañando a tu tío Luca exactamente ese tiempo. -Joyce Alfero

Joyce.
Sus labios eran locura, me empujaban hacia la cornisa rogándome que saltara con
él. Él bromeó tanto como cumplió con todos mis deseos.

—Te amo. —susurré contra su boca. Estábamos de vuelta en su departamento,


envueltos en mantas, acabados de comer chico. No era la escena más romántica que una
persona podía presenciar, pero como él había dicho antes. Éramos nosotros.

—Joyce, te he amado desde que era un niño.

— ¿Y ahora eres un hombre? —bromeé. Yo era mayor que él por cinco años, no es
que importara, el corazón desea... bueno, el mío lo deseaba a él.

Me mordió el cuello luego apretó su cuerpo desnudo contra el mío, enviando


escalofríos de placer todo el camino hasta mis pies.

—No lo sé, Joyce, ¿qué dices tú?

Busqué su longitud.

—Todo un hombre.

—Maldita sea, eso es. —Él gimió, sus ojos rodaron hacia la parte posterior de su
cabeza mientras me daba la vuelta sobre mi estómago y cubrió mis brazos sobre mi
cabeza. Me sentía vulnerable, pero con él siempre a salvo.

—Para siempre. —Su ronco susurro estaba húmedo contra mi oreja mientras sus
labios se movían en un ritmo sensual haciendo juego con sus caderas. Se condujo dentro
de mí una y otra vez, prometiendo un para siempre, prometiendo cosas que ningún
hombre tiene el poder de prometer.

¿Y la peor parte?

Yo le creí

Tanto como creí en nosotros.

Hicimos el amor durante horas.


Y luego, sucedió algo peculiar. Alrededor de las dos de la madrugada, el letrero de
neón parpadeó.

Los signos parpadean todo el tiempo.

No debería sorprenderme.

Pero este parpadeo me golpeó como una advertencia.

Se acabó el tiempo... decía.

Metí mi cabeza contra su pecho e ignoré las campanas de advertencia que


sonaban a través de mi cuerpo.

Estaba siendo paranoica.

Cuatro horas después.

Me desperté con un golpe en la puerta.

Con una maldición, Luca saltó de la cama, se puso un par de pantalones y agarró
su arma.

— ¿Quién es?

Debió haber reconocido a la gente del otro lado porque abrió la puerta de par en
par.

Y le dispararon directamente en el pecho.

El grito que brotó de mis pulmones fue silencioso, como si el sonido hubiera sido
robado directamente de mi garganta.

Luca se desplomó en el suelo.

Hombres que no reconocí me agarraron y colocaron un saco oscuro sobre mi


cabeza. Lo último que recordé fue el dolor me rompió el cráneo.

Y una pérdida total.

**

Podrían haber sido horas o simplemente minutos. Me desperté encadenada a una


silla. Las cosas pintaban bien. Los hombres me rodeaban como presas, cada uno de ellos
sonriendo ante mi estado de desnudez. Quien sea que me haya capturado al menos había
arrojado un vestido sobre mi cuerpo aunque éste colgaba sobre mis hombros, casi
revelando mis pechos.

—Hacemos esto fácil o difícil —dijo un hombre con un acento grueso desde las
sombras.

— ¿Q-qué?

—Fácil o difícil. La señora elije.


—No entiendo. —Tragué saliva—. Por favor. Solo déjeme ir.

La risa estalló alrededor de la habitación.

—¿Dejarte ir?—El grueso acento se hizo más fuerte—. ¿Que te deje ir? Eres
nuestra moneda de cambio, dulzura.

Un fuerte golpe sonó en la puerta y entonces:

—Ha llegado.

Frank entró. Solté un suspiro de alivio.

— ¿Qué significa esto, Nicholas?

Ah, entonces el hombre tenía un nombre.

Esperé mientras Frank cruzaba los brazos como si le aburriera toda la escena.

— ¿Pertenece a tu familia?— Nicholas me señaló—. ¿Pertenece a tu hermano


muerto?

Mi cuerpo se convulsionó.

—Mierda. —Frank puso los ojos en blanco—. Ella me pertenece a mí.

Y una mierda.

—Ella estaba en la cama de tu hermano, ¿no?

—Sí. — Siseó Frank como si la idea fuera tan aborrecible que ni siquiera podía
mascullar una respuesta afirmativa—. Y será castigada. Pero ella es mi esposa.

Sentí que mi cuerpo se tensaba. ¿Esposa?

—Y tu propio hermano… ¿decidió dar una probada?— Se burló él.

Franks maldijo y golpeó al hombre en la cara.

—Una vida por una vida, Nicholas.

El arma se disparó.

Nicholas cayó en un montón al suelo.

Los hombres a su alrededor comenzaron a sacar sus armas de fuego mientras


Frank levantaba sus manos en señal de rendición.

—No le deis el honor de incluso defender su miserable vida. Todos los hombres
Nicolasi son iguales, Ahora, ¿quién queda para hacerse cargo? Será mejor que lo
descubráis y que lo hagáis pronto, porque vendremos por vosotros.

Otro disparo sonó cuando la persona más cercana a mí cayó al suelo, la sangre se
filtraba desde su cráneo sobre el cemento.
—Y os destruiremos. —Otro disparo.

Otro cuerpo

Cerré mis ojos deseando que la pesadilla desapareciera.

—Necesitáis un jefe para que no os pongáis unos contra otros y perdáis el


precioso dinero y el respeto que os queda. —Otro disparo.

Un hombre gritó.

Frank se rió. El bastardo se rió.

—Somos la segunda familia más poderosa en la Cosa Nostra; os quedáis y sufrís


mi ira o elegid a vuestro próximo jefe antes de la medianoche y abandonáis el país.

Los hombres murmuraron en siciliano. Luego uno habló:

—Es una situación tediosa, el hombre para hacerse cargo es joven, él está...
herido.

—Entonces es mejor que esperéis a que se despierte, es mejor que oréis a Dios
para que sobreviva a lo que se le ha hecho, porque si no elegís un nuevo líder, uno en
quien confiéis, uno que apruebe el resto de las Familias... —Otro disparo.

Más maldiciones.

—Os destruiré a todos.

Abrí los ojos para ver cadáveres a mi alrededor, la sangre se acumuló en el suelo,
corriendo como un río hacia la puerta.

Y luego Frank estaba frente a mí, abriendo las cadenas y levantándome en sus
brazos.

—Shhh. —Me susurró al oído—. Te tengo... nunca te dejaré ir. Lo juro.

—H-él está muerto.

—Lo sé. —Sus ojos brillaron—. Y tendremos nuestra venganza.

Asentí. A parte de Luca, Frank era el único otro hombre en quien podía confiar.

—Yo te protegeré, Joyce.

—Sé que lo harás.

—Hasta el final.

Si hubiera sabido a qué se refería... si hubiera podido comprender la traición en


las palabras de ese hombre... bueno, no sé lo que habría hecho. Tal vez en lugar de
aferrarme a él como mi salvavidas, habría sido la que tuviera un arma y la habría estado
apuntando a su frente.
Durante cuarenta y ocho horas me había dado una razón para vivir y una razón
para morir.

Y a veces, todavía lo odio por eso.

Lo odio por lo que forzó a su hermano a convertirse.

Y lo odio por lo que me obligó a soportar.

Por otra parte, el odio solo genera más odio, más ira, y al final, fui obsequiada con
una familia hermosa, una vida hermosa, ¿lo devolvería todo?

Algunos días sí.

Algunos días no.


Capítulo 8
Cuando alguien muere, una parte de ti es enterrada junto con esa persona. Nunca
pude despedirme, no había siquiera dicho hola. Esa es la cuestión de las presentaciones,
nunca sabes si será primera o la última, mejor hazlo bien es lo que siempre digo. Vivo por mis
saludos. Vivo por mis palabras. Porque nunca sé si voy a ser silenciada. Nunca sé cuándo
llegará mi hora. - Joyce Alfero.

Luca.
Un dolor indescriptible me golpeó en el pecho. Traté de respirar, pero dolió. Con
un gemido me giré hacia un costado y vomité, mi pecho se contrajo como si tuviera un
elefante sentado sobre él.

Los recuerdos de Joyce brillaron.

Abrir la puerta.

Ver a algunos de los hombres Nicolasi.

Y luego el disparo.

—¡Joyce! —grité—. ¡Joyce!

—Está a salvo —dijo una voz familiar a mi derecha. Parpadeé y abrí los ojos, la
habitación se volvió borrosa.

—¿Frank? —susurré—. ¿Qué diablos pasó?

—Vidas. —Se pasó la lengua por los labios—. Y algunas muertes.

Me toqué el pecho; estaba vendado, lo que significaba que al menos no estaba


alucinando. —Quiero ver a Joyce.

—Me temo… —Frank se inclinó hacia delante y cruzó las manos sobre la cama—.
Que no puedo dejarte verla, todavía no.

—Pero…

—…casi mueres —dijo con una maldición—. Te encontraron justo a tiempo y


esos malditos Nicolasi...

—…Eran nuestros aliados.

Frank asintió.
—Todavía pueden serlo.

—¿Qué?

—Han dicho tu número.

—No entiendo. —El dolor estaba jugando con mi lógica, con mis emociones. Todo
lo que podía pensar era en regresar con Joyce, asegurarme de que no la hubieran tocado,
asegurarme de que supiera que la amaba con cada fibra de mí ser.

—Como jefe. —Frank se tocó la barbilla—. Han dicho tu nombre, te quieren.

Negué con la cabeza y apreté los dientes.

—Imposible. No soy sangre.

—Por una vez a la familia no le importa. Los hombres están hablando... ven a la
familia Nicolasi débil, las otras familias quieren atacar.

— ¿Quiénes?

—Los Abandantos están preparando a sus soldados de a pie en este momento. —


Frank tragó saliva despacio—. La familia Nicolasi ha aceptado irse siempre que los
conduzcas... a Sicilia.

—No. —Negué con la cabeza—. Absolutamente no…. Joyce está aquí, no puedo...

—No quería tener que hacer esto. —Frank se pasó las manos por la cara e hizo
una mueca. —Maldición, de verdad que no quería tener que hacer esto.

Hizo un gesto detrás de él.

Una puerta se abrió.

El equipamiento colocado.

— ¿Qué diablos? —Di un grito ahogado.

Y luego la grabación comenzó.

De Joyce y Frank.

— ¿Por qué estás aquí, Frank? Gané la apuesta, ¿recuerdas?

—Ah, sí. La apuesta, dime, ¿Qué tal mi hermano en la cama? ¿Lloró después?

—¡Eres un idiota!

—¿Un idiota? ¿Yo soy un idiota? No atraje a un hombre a mi cama bajo falsas
pretensiones.

—No fueron falsas.

—Tampoco seduje a un niño de veintiún años por dinero.


—Déjame. Ahora.

— ¿Así es como va a ser, Joyce? ¿Vas a jugar con tu nuevo juguete hasta que te
aburras?

—¡Suficiente! —grité—. ¡Basta!

Todo mi cuerpo temblaba de rabia. Entonces, ¿todo fue un juego para ella? ¿Una
forma de ganar dinero?

Dios, como debió haberse reído cuando le dije que la amaba. Cuando le mostré mi
departamento de mierda y le prometí un para siempre. Mantuve las lágrimas, permitiendo
que la ira tomara el control mientras apretaba las mantas en mis manos.

—Lo siento, Luca. —Frank bajó la cabeza—. Si hubiera sabido de tus verdaderos
sentimientos yo habría…

—…lo haré.

— ¿Qué?

No tenía nada más por lo que vivir.

Aposté y perdí.

Ella me usó.

Y arrancó mi corazón en el proceso dejándome con nada más que oscuridad, ira y
loca necesidad de venganza

—Luca, tómate un tiempo para pensar…

—No. —Rugí—. ¡No!— Golpeé los puños contra el colchón de la cama—. Me voy
tan pronto como sea capaz. Tomaré el cargo. Es mi derecho Mi destino.

Los ojos de Franks brillaron.

—Bien. Eso es bueno.


Capítulo 9
Dijeron que el cuerpo estaba demasiado destrozado para un funeral, dijeron que
después de recibir el disparo, los hombres lo golpearon hasta que lo dejaron irreconocible.
Entonces, incluso en su muerte, nunca me dieron el cierre. La mayoría de la gente tiene un
funeral, una vista, buena música, discursos encantadores. A mi me llevaron a un agujero en el
suelo y me dejaron llorar sobre mis manos y rodillas sobre la tierra mientras Frank sostenía
un paraguas sobre mi cabeza. Y cuando terminé de llorar, lloré un poco más. - Joyce Alfero

Joyce.
—Está realmente muerto —dije por centésima vez mientras estaba sentado en la
limusina al lado de Frank. Él meramente asintió con la cabeza y no dijo nada, lo que me
permitió apoyarme en él, permitiéndome usar su cuerpo con comodidad como lo había
hecho durante la última semana.

—Y la familia Nicolasi está en Sicilia, para nunca regresar. —Frank asintió con la
cabeza—. Nos aseguramos de eso.

—Bien. —Sorbí—. Eso está bien, ¿verdad?

—Los Abandonatos nos ayudaron a liberar a los Estados de su inmundicia. Es


muy bueno. Estás a salvo, Joyce.

—Lo echo tanto de menos. —Sollocé contra su pecho.

—Lo sé. —Frank maldijo y me jaló hacia su regazo—. Pero sé esto —su pulgar
inclinó mi barbilla—: yo te protegeré. Lo juro. No seguirás su muerte con la tuya,
trataremos el cáncer, te curaremos.

Cómo sabía sobre el cáncer de mama que no tenía ni idea, Frank lo sabía todo.

Yo era una maravilla médica. ¿Tener cáncer tan joven? Pero como estaba
saludable, todo lo que necesitaba era dinero para el tratamiento y los doctores imaginaron
que sobreviviría.

Estaba dispuesta a arriesgarme con el dinero, siempre y cuando tuviera


minutos—segundos, con Luca.

Y ahora enfrentaba una eternidad sin él.

—Cásate conmigo, Joyce. —Frank me besó en la mejilla—. Sé que lo amabas, pero


cásate conmigo. Tratemos de ser felices. Siempre lo lloraremos, pero casados, puedo
protegerte, proveerte, puede que nunca lo remplace, lo sé, pero al menos déjeme quitar
algo del dolor.

Asentí, incapaz de hablar.

No amaba a Frank.

No así.

Pero tampoco era estúpida. Me estaba ofreciendo una balsa salvavidas y estaría
muerta si no la tomaba.

Ya sea por un corazón roto.

O por el cáncer que me consumía desde dentro hacia afuera.

Los ojos de Frank se nublaron.

—Prométeme una cosa.

— ¿Qué?

—Que en tu corazón, un día, un día cercano, encontrarás la forma de


perdonarme.

Confundida lo miré a los ojos tratando de encontrar una respuesta.

—No entiendo.

—Sé que no... tú solo prométemelo.

—Bien, Frank. Prometo... que un día, un día cercano, te perdonaré.

Sus hombros se hundieron.

Palabras, Tracey, ¿recuerdas lo que dije sobre las palabras? Tienen tanto poder,
introducen a cosas nuevas, maldicen, levantan, dicen adiós. Mis palabras en esa limusina
fueron el principio del final para tu abuelo y yo.

Cinco años después, después del nacimiento de nuestro primer hijo, estaba en
una reunión, una de las más famosas comisiones, aunque pequeña.

Creí haber visto a un hombre que me era familiar.

Sentí un tirón en mi alma, porque Trace, ¿las almas gemelas? Se reconocen la una
a la otra incluso cuando han sido separadas.

Me quedé sin aliento cuando ese hombre glorioso, ahora lleno de más músculos,
se giró y miró en mi dirección.

—¡Luca! —grité y corrí hacia él.

¿Y sabes lo que hizo él?


Se dio media vuelta.

Como si yo no existiera

Cuando golpeé su espalda con mis puños, él me ignoró.

Cuando Frank finalmente me liberó, lo abofeteé tan fuerte como pude,


confundida, enojada, tan, tan enojada.

Y tu abuelo me contó una historia... acerca de cómo su padre lo había hecho hacer
una promesa en su lecho de muerte. Cuida a tu hermano, él no será el jefe, la gente te
comparará, él sufrirá si está bajo tu control... él necesita liderar. Asegúrate de que él lidere,
de una forma u otra, júramelo, júrame que encontrarás una manera de hacer que pase.

Eso es exactamente lo que hizo Frank.

Verás, nuestra historia fue escrita antes de que tuviera quince años.

Frank hizo un juramento de sangre a su padre moribundo.

Protegería a su hermano menor, lo cuidaría, le daría todo lo que su padre nunca


tuvo.

Y lo hizo de la única manera que sabía posible.

Después de todo, es la mafia, no hay lugar para el amor en la mafia, Tracey.

Pasaron los años y encontré en mi corazón la forma de perdonar a tu abuelo.


¿Qué elección tenía? Morir con amargura o verter el amor que tenía por Luca en mis hijos,
en mi amada nieta.

Escribo esto mientras estoy en el lecho de muerte... finalmente el cáncer ha


regresado, y de nuevo, lo he sentido en el viento, como lo sentí cuando noté ese letrero
parpadear. Los tiempos están cambiando, la guerra está sobre nosotros. Y depende de ti
definir tu propio futuro. ¿Elegirás el amor? ¿O elegirás la guerra?

No sostengas esto en contra de tu abuelo. Sé que yo no lo hago, ya no.

Después de todo... mi último deseo era que tú fueras a esa escuela.

¿Mi otro deseo?

Que antes de exhalar mí último aliento... Frank me ponga la canción... la que


sonaba en el casino esa noche cuando el tiempo se detuvo, cuando Luca me miró de la
manera que siempre había imaginado.

Lo amaba con un amor tan feroz que no puedo describir.

Lo amaba con una parte de mi corazón que ni siquiera sabía que existía.

Le escribí una carta, una que espero que algún día la lea.
Luca Nicolasi es tu tío, sí. Pero también es tu amigo, tu aliado. Él es despiadado, es
frío, y tu abuelo lo ayudó a convertirse en un monstruo.

Pero al final. Él es tu salvación.

Él iría a los confines de la tierra por aquellos a quien ama.

¿Y su debilidad?

Amor verdadero.

Siempre.

Amor verdadero.
Nixon
Puse el diario en la mesa y me froté la cara. Tan lleno de secretos, tan lleno de
mentiras. Esas páginas, unas que Luca querría. Las que moriría por proteger. Para él eran
más que recuerdos en una página, eran cosas que vivió y respiró, cosas por las que
moriría.

—Finalmente encontré un camino. —Suspiré, deseando que no fuera cierto.


Deseando no tener que seguir los mismos pasos. Traicionarlos a todos para salvar a quien
amaba más que el mundo.

La historia, aprendí en ese día, tiene una forma de repetirse.

Me incliné y le di un beso en la frente.

—Te amaré por siempre.

Dejé una nota.

Posiblemente la última.

Y marché hacia mi muerte.

Con una sonrisa.

Sí, la historia se repite, pero iba a luchar como el infierno antes de dejar que
saliera como había salido la de ellos.

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