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Apuntes 2020 Tutores Derecho Capacitaciones

Academia Judicial

APUNTES
DERECHO
ADMINISTRATIVO
2020

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Apuntes 2020 Tutores Derecho Capacitaciones
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Capítulo 1

BASES GENERALES DE LA ADMINISTRACIÓN DEL ESTADO

1. LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA
Es necesario precisar que el objeto de estudio del Derecho Administrativo es la
Administración del Estado, en contraposición a la administración privada que es analizada
por otras ramas del derecho, como lo son el Derecho Civil y el Derecho Comercial. Ahora
bien, la expresión Administración Pública puede aludir a:
- Administración en sentido orgánico: referida a la organización administrativa,
aludida en el artículo 1 de la LBGAE, en relación al artículo 38 inciso primero de la
CPR.
- Administración en sentido material: es la actividad administrativa práctica, ejecución
de los asuntos administrativos.
- Administración en sentido formal: conjunto de funcionarios públicos o
administrativos en el ejercicio de su función.

Las dos primeras alusiones son las fundamentales en el estudio del Derecho Administrativo,
puesto que fundan el principio de separación de poderes.
En consideración a la dificultad para entregar un concepto desde la perspectiva material,
se propone un concepto de Administración Pública enfocado en la personalidad jurídica de
ésta, señalándose que Administración Pública es “aquel conjunto de entes que actúan con
personalidad jurídica de Derecho Público”1, agregándose que dicha personalidad jurídica
puede ser propia o compartida y que forman parte del Poder Ejecutivo, volviéndose con ello
a una perspectiva orgánica de la Administración.
A nivel legal, en el art. 1º inc. segundo de la LOCBGAE aparece el concepto orgánico de
Administración pública, el cual señala que “La Administración del Estado estará constituida
por los Ministerios, las Intendencias, las Gobernaciones y los órganos y servicios públicos
creados para el cumplimiento de la función administrativa, incluidos la Contraloría General
de la República, el Banco Central, las Fuerzas Armadas y las Fuerzas de Orden y Seguridad
Pública, las Municipalidades y las empresas públicas creadas por ley”.
Estos órganos se vinculan con los demás poderes, así, están sometidos al Poder Legislativo
en virtud del principio de legalidad, y al Poder Judicial, por cuando a éste le corresponde la
función de controlar el actuar de la Administración. También se vinculan con el Poder
Ejecutivo, pues con dicho poder la Administración pública tiene una dependencia más
directa e inmediata, debido a que el art. 24 inc. I de la de la CPR señala que el gobierno y
la administración del Estado corresponden al Presidente de la República, quien es el Jefe
del Estado.

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Bermúdez Soto, Jorge, Derecho Administrativo General, Tercera Edición Actualizada, Editorial Thomson
Reuters, página 24.

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a. CARACTERISTICAS DE LA ADMINISTRACIÓN: Siguiendo al profesor Bermúdez,


podemos señalar que:

 Es una organización social: El objeto de la administración es la vida en sociedad, se


ocupa de los asuntos de la comunidad y de las personas en comunidad, de ahí que
debe estar orientada al interés público.
 Es una organización permanente: Independiente de la coalición política que asuma
el gobierno, en una sociedad con notas de relativa estabilidad las variaciones en lo
que se decide asumir como interés público no deberían ser de gran profundidad.
 Es activa: Se ve claramente cuando se da cumplimiento al mandato legal, se
actualiza al caso la norma abstracta contenida en la ley, se debe tener en cuenta
eso sí que no siempre actúa por mandato específico, sino que de muchas tareas
que están señaladas en general; o más bien, éstas quedan dentro del gran concepto
de interés público al que deben propender las actividades administrativa. Actúa por
propia iniciativa, no requiere de petición de parte, pero debe ajustar su actuación al
ordenamiento jurídico y a las directrices del gobierno.
 Toma medidas concretas para regular casos delimitados y para hacer realidad
proyectos específicos: Esto la distingue de la función legislativa, la que es general y
abstracta, pensada en un sin número de caso.

b. EL DERECHO ADMINISTRATIVO
El Derecho Administrativo se trata un derecho estatutario, lo que quiere decir que le es
aplicable a cierta clase de sujetos, la Administración Pública, la que se sustrae de la
aplicación del derecho común, como regla general.
Esta rama del derecho, se refiere a toda la normativa jurídica ordenada a la Administración,
pero no sólo para ella, puesto que el Derecho Administrativo regula también, las relaciones
entre la Administración y los ciudadanos, sirviendo de fundamento tanto respecto de
derechos como de obligaciones para los administrados, pero en relación con la
Administración.
Siguiendo al profesor Jorge Bermúdez, se pueden mencionar los siguientes elementos del
Derecho Administrativo:
a) Se trata de un Derecho público. En dicho sentido, existe una estrecha relación entre
el Derecho Administrativo y el Derecho Constitucional, pues este último enuncia los
principios básicos del ordenamiento jurídico, dada su jerarquía, siendo dada la
regulación básica de la Administración por dicha rama del derecho. Sin embargo, se
debe tener presente que el objeto del Derecho constitucional es más extenso, pues
también se refiere a otros poderes del Estado, a la forma de Gobierno, a los
derechos fundamentales, etc.
b) Es un Derecho estatutario. Una clasificación poco difundida del Derecho, es la que
distingue entre Derechos generales y Derechos estatutarios: los derechos generales
regulan a toda clase de sujetos (por ejemplo, el Derecho civil); en cambio, los
derechos estatutarios regulan relaciones de cierta clase de sujetos, sustrayéndolos
en ciertos aspectos del imperio del Derecho común. A esta segunda clase pertenece
el Derecho administrativo, toda vez que regula la creación y relaciones de un sujeto

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de Derecho especial, que se denomina Administración pública, la cual, en principio,


se sustrae de la aplicación del Derecho común.
c) Es el Derecho común de la Administración Pública. Esta característica dice relación
con el carácter estatutario del Derecho Administrativo, es decir, no requiere de otras
ramas del Derecho para llenar sus lagunas o vacíos, pues éstas se llenan con sus
propios principios. Sin embargo, el profesor Jorge Bermúdez señala que esta
característica se predica respecto del Derecho administrativo comparado, pues no
se puede manifestar lo mismo respecto del Derecho administrativo chileno, debido
a la inexistencia de una jurisdicción administrativa especial, y de procedimientos
jurisdiccionales especiales; por esas razones, y en pos de la seguridad jurídica,
conviene reconocer la falta de desarrollo del Derecho administrativo y aceptar una
remisión al Derecho común.
d) Requiere de una Administración Pública. El Derecho administrativo no sólo dice
relación con los órganos administrativos y su actividad, pues también regula las
relaciones entre la Administración y los ciudadanos. Siempre es necesario que una
de las partes de la relación sea un órgano de la Administración pública, lo cual
excluye a la actividad administrativa de otros órganos del Estado (por ejemplo, la
que realizan el Congreso Nacional o el Poder Judicial), o la actividad administrativa
de los particulares (por ejemplo, la que desarrollan éstos a través de concesiones
de servicio público, la cual sólo se regirá por el Derecho administrativo en cuanto a
la relación Administración-concesionario).
e) Se trata de un Derecho de equilibrio. El Derecho administrativo concede a la
Administración pública determinadas potestades (por ejemplo, la autotutela,
ejecutoriedad de sus actos, etc.) que descompensan la relación jurídica en su favor
y en contra de los derechos de los particulares que se relacionan con ella. Frente a
ello, el particular ha ido ganando y desarrollando derechos que permiten limitar
dichos poderes, cuya principal manifestación se encuentra en la tutela judicial
efectiva que debe darse a los ciudadanos. Ello acerca al Derecho administrativo a
la idea de un Derecho de equilibrio entre unas potestades exorbitantes, por un lado,
y unos derechos subjetivos que se oponen como corazas protectoras, por otro.

2. LOS PRINCIPIOS GENERALES DEL DERECHO ADMINISTRATIVO.


Se entiende por fuentes del Derecho, todo hecho o acto al cual el ordenamiento jurídico le
atribuye la virtud de crear nomas jurídicas. Dentro del esquema de fuentes del Derecho
administrativo, al lado de las fuentes escritas o positivas (como la CPR, las normas legales
y los reglamentos), se encuentran un grupo de fuentes no escritas o racionales, como la
costumbre administrativa y los principios generales del Derecho administrativo.
Tales principios, encuentran consagración y puesta en práctica en la actuación de los
poderes del Estado, para lo cual requieren, previamente, de una conciencia jurídica que los
reconozca. Así, el legislador los recoge en los actos legislativos; el juez en la sentencia; y
la Administración en sus productos normativos generales, como los reglamentos y
ordenanzas, y en sus decisiones particulares, es decir, en los actos administrativos.
De la confluencia de la Carta Fundamental con la Ley N° 18.575 (LOCBGAE), se pueden
observar un conjunto de principios constitucionales y legales que rigen la Administración

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del Estado. Si bien la mayoría de los principios que rigen al Derecho Administrativo se
encuentran en la CPR, la LOCBGAE precisa o reafirma algunos de estos principios y
agrega algunos nuevos; pues el art. 3º inc. 2 de dicha ley señala que la Administración del
Estado deberá observar los principios de responsabilidad, eficiencia, eficacia, coordinación,
impulsión de oficio del procedimiento, impugnabilidad de los actos administrativos, control,
probidad, transparencia y publicidad administrativas, y garantizará la debida autonomía de
los grupos intermedios de la sociedad para cumplir sus propios fines específicos,
respetando el derecho de las personas para realizar cualquier actividad económica en
conformidad con la CPR y las leyes.
a) Principio de control interno.
De acuerdo al art. 11, las autoridades y jefaturas, dentro del ámbito de su competencia y
en los niveles que corresponda, ejercerán un control jerárquico permanente del
funcionamiento de los organismos y de la actuación del personal de su dependencia. Este
control se extenderá tanto a la eficiencia y eficacia en el cumplimiento de los fines y
objetivos establecidos, como a la legalidad y oportunidad de las actuaciones.
b) Principio de cooperación.
Este es uno de los principios más modernos que inspiran la actuación del Estado y, además,
es un elemento de conducción política de la actividad estatal, debido al aumento cuantitativo
y cualitativo de las tareas que el Estado asume, así como la complejidad de las mismas, la
disminución del personal y capacidades de la Administración Pública.
Este principio se traduce en que la Administración pública podrá celebrar acuerdos, pactos,
convenios o contratos, tanto con personas de Derecho público como de Derecho privado,
siempre que no sean contrarios al ordenamiento jurídico, con el objeto de finalizar un
procedimiento administrativo, o insertar el acuerdo obtenido dentro del proceso, pudiendo
tener éste un carácter vinculante o no sobre la resolución final del mismo. Por lo tanto, en
virtud de este principio lo que se hace es abrir la negociación con el administrado dentro de
la tramitación de un procedimiento administrativo.
Este principio no tiene una consagración positiva en Chile, a diferencia de lo que ocurre en
España; pero esto no obsta a que en nuestro país la Administración negocie con los actores
involucrados en los problemas que intenta resolver.
c) Principio de coordinación.
Este principio se encuentra consagrado en el art. 5º inciso segundo de la LBGAE, al señalar
que los órganos de la Administración del Estado deberán cumplir sus cometidos
coordinadamente y propender a la unidad de acción, evitando la duplicación o interferencia
de funciones. La ley al crear un órgano administrativo, debe establecer los mecanismos por
los cuales se concreta éste principio de coordinación, entre el órgano respectivo con otras
reparticiones administrativas. Así, por ejemplo, el Intendente debe coordinar la labor de las
SEREMIS (relativas a la competencia del gobierno regional) y éstos, a su vez, realizan
tareas de coordinación sobre todos los organismos de la Administración del Estado que
integren su respectivo sector.

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d) Principio de eficiencia y eficacia.


De acuerdo al art. 5º inciso primero de la LBGAE, las autoridades y funcionarios deberán
velar por la eficiente e idónea administración de los medios públicos y por el debido
cumplimiento de la función pública. Así, la eficacia se vincula con el objetivo que se pretende
alcanzar; mientras que la eficiencia alude a la utilización de medios idóneos, es decir, a la
utilización racional y óptima para alcanzar el fin. Por tanto, en la medida en que las metas
propuestas se logren y se descubran mejores medios para obtenerlas a menor costo y
menor esfuerzo, al órgano de la Administración se le atribuyen los valores de eficacia y
eficiencia.
e) Principio de impugnabilidad.
De acuerdo al art. 10 de la LBGAE, los actos administrativos serán impugnables mediante
los recursos que establezca la ley (concretamente la LBPA). Se podrá siempre interponer
el de reposición ante el mismo órgano del que hubiere emanado el acto respectivo y, cuando
proceda, el recurso jerárquico, ante el superior correspondiente, sin perjuicio de las
acciones jurisdiccionales a que haya lugar.
Por tanto, todos los actos administrativos son impugnables ya sea por vía administrativa, o
por vía jurisdiccional ante los tribunales de justicia. Esto se vincula con el principio de tutela
judicial, en virtud del cual, aquellos ciudadanos que sufran una vulneración o afectación de
sus derechos, pueden siempre recurrir a los tribunales que establece la ley para pedir tutela
de esos derechos.
f) Principio de jerarquía.
Este principio implica que al interior de cada organización administrativa debe haber un
respeto a la autoridad por parte de los agentes inferiores; lo cual es una consecuencia
ineludible del principio de unidad de mando. El art. 7 de la LBGAE, consagra este principio
al señalar que los funcionarios de la Administración del Estado estarán afectos a un régimen
jerarquizado y disciplinado. Deberán cumplir fiel y esmeradamente sus obligaciones para
con el servicio y obedecer las órdenes que les imparta el superior jerárquico.
La jerarquía implica poderes de instrucción, de fiscalización, de modificación de
atribuciones mediante delegación y avocación de competencias, y de control de actos por
vía de reforma, substitución y anulación. Ésta se radica en la jefatura superior del servicio,
y se extiende a todas las líneas de dependencia, hasta los grados inferiores.
g) Principio de oficialidad o de impulsión de oficio.
Este principio se encuentra consagrado en el art. 8 de la LBGAE, al señalar que los órganos
de la Administración del Estado actuarán por propia iniciativa en el cumplimiento de sus
funciones, o a petición de parte cuando la ley lo exija expresamente o se haga uso del
derecho de petición o reclamo, procurando la simplificación y rapidez de los trámites.
Los procedimientos administrativos deberán ser ágiles y expeditos, sin más formalidades
que las que establezcan las leyes y reglamentos.
Por lo tanto, de acuerdo a la disposición trascrita, la regla general es que la Administración
actué de oficio y no a petición de parte.

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h) Principio de probidad.
El art. 13 inc. I de la LBGAE, señala que los funcionarios de la Administración del Estado
deberán observar el principio de probidad administrativa y, en particular, las normas legales
generales y especiales que lo regulan (en similares términos se consagra en el art. 8º inc. I
de la CPR).
Este principio se desarrolla en el Título III de esta ley (“De la probidad administrativa”),
estableciendo en el art. 52 inc. II una definición de este principio, al señalar que el principio
de la probidad administrativa consiste en observar una conducta funcionaria intachable y
un desempeño honesto y leal de la función o cargo, con preeminencia del interés general
sobre el particular. Asimismo, señala que las autoridades de la Administración del Estado,
cualquiera que sea la denominación con que las designen la Constitución y las leyes, y los
funcionarios de la Administración Pública, sean de planta o a contrata, deberán dar estricto
cumplimiento al principio de la probidad administrativa.
El hecho de vulnerar el principio de probidad administrativa hace surgir, como
consecuencia, que el funcionario deba responder en forma administrativa, penal, etc. Así lo
indica el inciso tercero del art. 52, al prescribir que su inobservancia acarreará las
responsabilidades y sanciones que determinen la Constitución, las leyes y el párrafo 4º de
este Título, en su caso. Una de las formas más ordinarias de vulnerar dicho principio, lo
constituyen los actos de corrupción que se pueden producir dentro de la Administración del
Estado.
Sobre lo mismo cabe preguntarse si los funcionarios contratados a honorarios se
encuentran sujetos al principio de probidad o no. Al respecto, la Contraloría General de la
República, en su dictamen N° 2327, del 2017, señaló que: “quienes cumplen actividades a
honorarios no poseen la calidad de funcionarios y, por ende, carecen de responsabilidad
administrativa (aplica dictamen N° 17.593, de 2015). No obstante lo anterior, y a diferencia
de lo que entiende el órgano comunal, quienes se desempeñan como contratados a
honorarios en la Administración, deben observar el principio de probidad administrativa en
el desarrollo de las tareas encomendadas en virtud del respectivo acuerdo de voluntades,
por cuanto si bien no son funcionarios públicos, tienen el carácter de servidores estatales y
realizan una función pública (aplica criterio contenido en el dictamen N° 27.856, de 2016)”.
Lo anterior es coherente con lo dispuesto en la Ley N° 20.880, de 2016, sobre probidad en
la función pública, cuyo artículo segundo señala que: “Todo aquel que desempeñe
funciones públicas, cualquiera sea la calidad jurídica en que lo haga, deberá ejercerlas en
conformidad con lo dispuesto en la Constitución y las leyes, con estricto apego al principio
de probidad”.
i) Principio de responsabilidad.
Este principio es uno de los elementos base de un régimen de Estado de Derecho, pues el
sólo uso del poder público obliga a las autoridades de los entes burocráticos a responder
de los actos dañinos en que han incurrido perjudicando a los particulares moral o
materialmente.

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La responsabilidad, en términos jurídicos, consiste en las consecuencias que corresponde


soportar a un individuo a partir de sus actos. Esta responsabilidad puede manifestarse en
distintos ámbitos: la responsabilidad política, que lleva como consecuencia la pérdida del
cargo; la responsabilidad criminal, que lleva consigo una pena; la responsabilidad
administrativa, que lleva consigo la aplicación de una sanción administrativa (amonestación,
suspensión, etc.) y la responsabilidad patrimonial, que se traduce en indemnizar los daños
causados.
Este principio, a propósito de la responsabilidad patrimonial, se encuentra recogido en el
art. 4 de la LBGAE (vinculado con el art. 38 inc. II de la CPR), al señalar que el Estado será
responsable por los daños que causen los órganos de la Administración en el ejercicio de
sus funciones, sin perjuicio de las responsabilidades que pudieren afectar al funcionario que
los hubiere ocasionado; y en el art. 42 de la misma ley, el cual señala que los órganos de
la Administración serán responsables del daño que causen por falta de servicio. No
obstante, el Estado tendrá derecho a repetir en contra del funcionario que hubiere incurrido
en falta personal.
j) Principio de servicialidad.
Este fin de la Administración está reconocido en el art. 3 inciso primero, al señalar que la
Administración del Estado está al servicio de la persona humana; su finalidad es promover
el bien común atendiendo las necesidades públicas en forma continua y permanente y
fomentando el desarrollo del país a través del ejercicio de las atribuciones que le confiere
la Constitución y la ley, y de la aprobación, ejecución y control de políticas, planes,
programas y acciones de alcance nacional, regional y comunal. En similares términos se
desarrolla en el art. 1 inciso cuarto de la CPR, pero aquí se hace referencia al Estado,
término más general que la Administración del Estado.
Este principio se vincula con el concepto de servicio público que da el art. 28 de la LBGAE,
al señalar que éstos son órganos administrativos encargados de satisfacer necesidades
colectivas de manera regular y continua.
k) Principio de subsidiaridad.
El principio de subsidiaridad implica que a todos los grupos intermedios se les debe dejar
el máximo de libertad posible para que propendan a la realización de los fines colectivos;
por tanto, el Estado sólo interviene cuando dichos grupos no pueden por sí solos, o no
quieran, lograr su objetivo social.
Este principio se encuentra recogido en el art. 3 inciso segundo de la LBGAE, al señalar
que la Administración del Estado (…) garantizará la debida autonomía de los grupos
intermedios de la sociedad para cumplir sus propios fines específicos, respetando el
derecho de las personas para realizar cualquier actividad económica en conformidad con
la Constitución Política y las leyes; y en el art. 6 del mismo cuerpo legal, que señala que el
Estado podrá participar y tener representación en entidades que no formen parte de su
Administración sólo en virtud de una ley que lo autorice, la que deberá ser un quórum
calificado si esas entidades desarrollan actividades empresariales. Las entidades a que se
refiere el inciso anterior no podrán, en caso alguno, ejercer potestades públicas (pues se
rigen por el Derecho común).

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En similares términos este principio se encuentra recogido por los arts. 1 inciso segundo y
19 Nº 21 de la CPR.
l) Principio de transparencia y publicidad.
El principio de transparencia se encuentra contemplado en el art. 13 inciso segundo, al
señalar que la función pública se ejercerá con transparencia, de manera que permita y
promueva el conocimiento de los procedimientos, contenidos y fundamentos de las
decisiones que se adopten en ejercicio de ella. La transparencia, por ende, es el derecho
que permite a cualquier persona tener conocimiento de la información que se encuentra en
cualquier entidad estatal.
Por otro lado, el principio de la publicidad dice relación con la difusión abierta al público de
los actos de los órganos del Estado. Esto constituye la regla general, pues así se desprende
del art. 8º inciso segundo de la CPR, al señalar que son públicos los actos y resoluciones
de los órganos del Estado, así como sus fundamentos y los procedimientos que utilicen. Tal
publicidad puede ser materializada a través de vías numerosas, como por ejemplo, a través
del Diario oficial, la televisión, radiodifusión, o como ordena la Ley 20.285 sobre Acceso a
la Información Pública, en los sitios web de los organismos.
Sin embargo, sólo una ley de quorum calificado podrá establecer la reserva o secreto de
aquéllos o de éstos, cuando la publicidad afectare el debido cumplimiento de las funciones
de dichos órganos, los derechos de las personas, la seguridad de la Nación o el interés
nacional.
m) Principio de unidad o de mando.
Este principio implica que cada estructura administrativa debe reconocer la existencia de
un solo liderazgo que sea capaz de imprimirle un camino claro y preciso, en función de
determinadas metas o fines. Éste se encuentra consagrado en el art. 1 inciso primero de la
LBGAE, al señalar que el Presidente de la República ejerce el gobierno y la administración
del Estado con la colaboración de los órganos que establezcan la Constitución y las leyes
(también se reproduce en el art. 24 inciso primero de la CPR).
Por tanto, el gobierno y la administración del Estado recaen en una sola persona, que es el
Presidente de la República, lo cual garantiza la unidad de la Administración, pues todos los
órganos de la Administración del Estado deben actuar bajo la dependencia o supervigilancia
del Presidente de la República. Sin embargo, esta regla tiene excepciones con los órganos
autónomos, puesto que éstos no actúan bajo la dependencia o supervigilancia del
Presidente.
n) Principio de la confianza legítima. Esta creación doctrinaria fue creada en Alemania e
introducida a Chile por el profesor Jorge Bermúdez, y consiste en que es razonable que las
actuaciones precedentes de la Administración pueden generar en los administrados la
confianza que se actuará de igual forma en situaciones semejantes.
Para Bermúdez, la confianza que deposita el particular en la actuación administrativa
merece amparo puesto que una práctica administrativa continuada puede generar- y de
hecho genera- la confianza en el ciudadano de que se le tratará del mismo modo en los

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casos posteriores. Por ello, no parece justo que la Administración pueda cambiar su práctica
con efectos retroactivos o de forma sorpresiva.

3. SISTEMAS DE ORGANIZACIÓN ADMINISTRATIVA


Los sistemas de organización administrativa son un conjunto de normas y principios que
tienen por objeto estructurar u ordenar el conjunto de órganos y personas jurídicas que
integran la Administración. Dentro de un Estado unitario, los sistemas de organización
administrativa pueden ser centralizados, descentralizados y desconcentrados.
Los sistemas de organización administrativa se encuentran regulados en la CPR y en la
LOCBGAE. De acuerdo al art. 3º de la CPR, los órganos de la Administración del Estado
pueden organizarse bajo fórmulas descentralizadas o desconcentradas; por tanto, es
posible encontrar tres sistemas de organización administrativa en nuestro país:
centralizado, desconcentrado y descentralizado.
a) Centralización Administrativa.
Forma de organización pública en la que una sola Administración (la del Estado), asume la
responsabilidad de satisfacer las necesidades de interés general y, consecuentemente, se
atribuye todas las potestades y funciones necesarias para ello. Este sistema no admite la
existencia en el territorio nacional de otras personas jurídicas de Derecho público, diversas
del Estado, para la satisfacción de necesidades nacionales o locales. Las características
que presenta la centralización, son:
i. Organización piramidal. Este modo de organización se caracteriza por tener una
forma vertical, es decir, todos los órganos que desarrollan funciones administrativas en el
territorio nacional, convergen hacia un jerarca único y superior.
ii. Vínculo jerárquico. Todos los órganos están vinculados jerárquicamente con el
poder central, quedando obligados los órganos inferiores a acatar las directivas y decisiones
del supremo jerarca.
iii. Competencia absoluta. La competencia de los órganos centralizados se extiende a
todo el territorio, de tal forma que los órganos locales sólo ejecutan las decisiones del poder
central.
iv. Los órganos administrativos centralizados carecen de personalidad jurídica y
patrimonio propio, por lo que actúan en la vida jurídica con la personalidad y el patrimonio
del Estado.
Como aspecto favorable de este sistema, se señala que permite un desempeño controlado,
coordinado y uniforme de los diferentes órganos administrativos dependientes y, además,
el control que ejerce el jerarca es más directo y eficaz, especialmente a través del recurso
jerárquico que permite la solución de los conflictos, muchas veces, sin necesidad de recurrir
a la vía contencioso administrativa. Por otro lado, un presupuesto común permite una mejor
administración de los fondos y una adecuada distribución, conforme a las efectivas
necesidades de los órganos.

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No obstante, un sistema excesivamente centralizado puede, eventualmente, conducir a la


inacción de la Administración por su rigidez, pues una falla en el centro conductor puede
traer consigo una parálisis en los extremos; otro inconveniente lo constituye la falta de
especialización de sus órganos y la ausencia de mecanismos de participación efectiva de
la comunidad local, que permita conocer y resolver sus necesidades de forma más directa.
Una forma de hacer frente a estas graves desventajas, es pasar de un sistema centralizado
a uno de desconcentración administrativa.
b) Desconcentración Administrativa.
Su misión es hacer más expedita la actividad especializada que desarrollan algunos
órganos dentro de la Administración. En palabras simples, consiste en la transferencia, por
ley, de competencias de los órganos superiores a los inferiores.
A ciertos agentes del poder central se les transfieren, desde los órganos superiores y por
ley, competencias y atribuciones decisorias. Con ello estos órganos desconcentrados
gozarán de un cierto ámbito de materias sobre las cuales podrán decidir libremente, pues,
se produce una radicación definitiva de la competencia transferida, sin sujeción a los
poderes fiscalizadores superiores del jerarca, pues éste no puede revisar lo actuado por el
órgano inferior desconcentrado; por ende, no cabe recurso jerárquico, sino que sólo el
contencioso administrativo. Sin embargo, el que decidan libremente sobre esos asuntos
propios puede quedar sólo en la teoría, pues ello puede verse quebrantado ya que se
mantiene la relación de subordinación o de jerarquía que vincula a los órganos
desconcentrados con los órganos superiores, sobre todas las demás materias no
desconcentradas (por ejemplo, en lo relativo nombramiento del personal, disciplina, etc.).
Las características que presenta este sistema, son:
i. El órgano desconcentrado carece de personalidad jurídica y patrimonio propio, pues
sigue actuando bajo los atributos del órgano central superior.
ii. El traspaso de competencias al órgano inferior se efectúa por ley. Si no fuera así, se
estaría frente a una figura distinta, que es la delegación.
iii. La atribución de competencias se produce dentro de un mismo órgano, es decir, no
se crea ningún órgano nuevo para que ejerza dichos asuntos. Debe entenderse que la
atribución de competencias es al órgano y no al funcionario, que es uno de sus elementos
y su titular.
iv. Se debilita el vínculo de jerarquía, puesto que el jerarca no podrá ejercer control
sobre las actuaciones realizadas dentro de la esfera de competencias asignadas al órgano
inferior (no habrá jerarquía sólo sobre ese asunto).
v. La desconcentración puede darse al interior de cualquier órgano administrativo, sea
centralizado o descentralizado.
vi. La desconcentración administrativa puede ser funcional, cuando el organismo
administrativo abarca una función o servicio en abstracto; o territorial, cuando lo que se
desconcentra es un ámbito del territorio del Estado. En Chile, el SII, que tiene competencia
exclusiva en la interpretación de las normas tributarias y que ha sido un servicio
dependiente o jerárquicamente subordinado al Presidente de la República por intermedio

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del Ministerio de Hacienda, puede ser señalado como ejemplo de desconcentración


funcional, puesto que dicha competencia exclusiva escapa a la relación jerárquica. Por otro
lado, las Secretarías Regionales Ministeriales y las Direcciones Regionales de los servicios
públicos son órganos en que se manifiesta la desconcentración territorial.
vii. La transferencia de competencias es definitiva, por tanto, el superior no puede
avocarse el conocimiento de las materias entregadas al inferior.
viii. No procede el recurso jerárquico, lo cual implica que el superior no podrá anular,
rectificar o revisar las decisiones del órgano subordinado en las materias desconcentradas.
En el resto de las materias sí procede tal recurso.
Como aspectos favorables de la desconcentración, se puede señalar que permite la
descongestión de los órganos superiores de la Administración; produce un acercamiento
de la Administración a los administrados y, además, la solución de ciertos asuntos es más
personalizada.
c) Descentralización Administrativa.
La descentralización administrativa surge como consecuencia del crecimiento que
experimenta la función administrativa y la expansión de la actividad del Estado, lo que obliga
a implementar fórmulas de organización que logren aumentar la eficiencia y eficacia en la
prestación de servicios y la satisfacción de necesidades públicas.
Consiste en la transferencia, por ley, de competencias desde el nivel central a un órgano al
que se le dota de personalidad jurídica y patrimonio propio, y que no está jerárquicamente
subordinado, sino que sometido a supervigilancia. La función administrativa, en este
sistema de organización, es confiada a organismos especializados, en razón de la materia
o de la zona geográfica, a los que se les asigna y se les otorgan determinadas competencias
por ley, que pueden ejercer sin subordinarse al poder central, quien conserva la
supervigilancia o tutela de éstos. Las características de este sistema son:
i. Los órganos descentralizados gozan de personalidad jurídica de Derecho público,
distinta del Estado, lo cual les permite ejercer derechos y contraer obligaciones por sí
mismos.
ii. El órgano descentralizado goza, para la gestión de sus asuntos, de patrimonio
propio, existiendo autonomía de él para manejarlo. Con ello se logra que estos órganos
puedan con sus recursos propios (obtenidos, por ejemplo, de patentes, impuestos
especiales, etc.), gestionar las funciones que les han sido encomendadas; esto sin perjuicio
de los aportes que se les destinen por el presupuesto general.
iii. La descentralización debe establecerse en virtud de una ley. Es ésta la que
determinará las competencias que son extraídas desde el Poder Central, para traspasarlas
a un órgano nuevo o preexistente, los cuales tendrán autonomía decisional respecto de las
competencias otorgadas.
iv. El control ejercido sobre los órganos descentralizados es de tutela o supervigilancia,
el cual sólo se ejerce en los casos taxativamente señalados por la ley.

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v. La descentralización puede estructurarse sobre un criterio territorial, lo cual da


origen a la descentralización territorial, cuyo fundamento es el acercamiento de la
Administración a los administrados en la resolución de problemas locales (por ejemplo, las
municipalidades); o sobre un criterio material, lo cual origina la descentralización funcional,
cuyo fundamento es la especialización de las funciones (por ejemplo, el Servicio Nacional
de la Mujer, y la Comisión Nacional de Energía).
En cuanto a las ventajas que presenta la descentralización, hay que distinguir entre la
descentralización territorial y funcional. En relación a la primera, los intereses regionales o
locales se encuentran más favorecidos por el hecho de que las decisiones que se adoptan
se toman en el lugar en donde se producen las necesidades y aspiraciones de los
administrados; al descender de nivel la decisión, se descongestiona y agiliza la acción
administrativa, porque evita las revisiones que exige la estructura jerárquica; y la solución
de los problemas queda en manos de quienes los conocen directamente y en profundidad
la vida y circunstancias de la región. Sin embargo, esto tiende a hacer primar los intereses
mezquinos locales, por sobre los intereses del país.
En el caso de la descentralización funcional, ésta proporciona una mejor gestión técnica de
ciertas funciones, pues es más fácil que estos órganos se tecnifiquen y recluten personal
idóneo y especializado. No obstante, esto implica un desmembramiento de la
Administración.

4. ÓRGANOS ADMINISTRATIVOS EN CHILE.


a) PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA.
El Presidente de la República lidera y dirige el gobierno y la Administración del Estado,
constituyendo la cúspide de la organización administrativa de nuestro país (arts. 24 de la
CPR y 1º inc. I de la LOCBGAE). El Presidente, por mandato constitucional, es el titular de
la función administrativa a nivel nacional, por ende, bajo él se organizan los órganos
creados para el ejercicio de la función administrativa, relacionándose con éste a través de
vínculos jerárquicos o de tutela, según sea la forma administrativa en que éstos estén
organizados.

b) MINISTERIOS.
De acuerdo al art. 22 inc. I de la LBGAE, los Ministerios son los órganos superiores de
colaboración del Presidente de la República en las funciones de gobierno y administración
de sus respectivos sectores, los cuales corresponden a los campos específicos de
actividades en que deben ejercer dichas funciones. El Ministerio no es una persona jurídica,
sino que es un órgano centralizado, que actúa, por tanto, con la personalidad jurídica y
patrimonio del Estado.
Los órganos administrativos se relacionan con el Presidente de la República a través de los
distintos Ministerios, sin perjuicio que existan órganos dependientes directamente del
Presidente de la República.

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Funciones Generales de los Ministerios:


De acuerdo al art. 22 inc. II, los ministerios deben proponer y evaluar las políticas y planes
correspondientes (para implementar dichas políticas), estudiar y proponer las normas
aplicables a los sectores a su cargo, velar por el cumplimiento de las normas dictadas,
asignar recursos y fiscalizar las actividades del respectivo sector. Además, de acuerdo al
inc. III parte final de la misma disposición, en casos calificados que determine la ley, un
ministerio podrá actuar como órgano administrativo de ejecución. Esto último es
excepcional, ya los Ministerios sólo elaboran los planes y programas que se llevarán a cabo
en la Nación, y quienes ejecutan dichos planes son los servicios públicos.
Organización interna de los Ministerios:
a) Ministros de Estado: de acuerdo al art. 33 de la CPR, son los colaboradores directos e
inmediatos del Presidente de la República en el gobierno y administración del Estado. El
cargo de Ministro es un cargo de exclusiva confianza, lo cual significa que serán nombrados
por el Presidente de la República y se mantendrán en el ejercicio de sus funciones, mientras
cuenten con su confianza (art. 32 N° 7 de la CPR). Por tanto, los ministros conducen sus
respectivos Ministerios en conformidad con las políticas e instrucciones que el Presidente
de la República les imparta, pues, no resulta posible que el Ministro imponga su decisión
contra la voluntad del Presidente, porque ello implicaría su destitución del cargo.
b) Subsecretarías: en cada Ministerio habrá una o más Subsecretarías, lo cual lo determina
la LOC de cada Ministerio; El jefe superior de este órgano administrativo es el
Subsecretario, quien es el colaborador inmediato del Ministro, y es designado por el
Presidente de la República, siendo un cargo de su exclusiva confianza,
Su principal función es coordinar la acción de los órganos y servicios públicos con el
respectivo Ministerio; pues, la regla general, es que todos los servicios públicos
(centralizados y descentralizados) se vinculen con el Presidente a través de un Ministerio,
También les corresponde actuar como ministro de fe; ejercer la administración interna del
Ministerio y cumplir las demás funciones que les señale la ley, como, por ejemplo, subrogar
al Ministro en caso de algún impedimento (art. 24).
c) Secretarías Regionales Ministeriales: los Ministerios se desconcentran territorialmente
en Secretarías Regionales Ministeriales (SEREMIS), es decir, los Ministerios (órgano
central) transfieren a través de una ley determinadas competencias a las SEREMIS (órgano
desconcentrado), en forma definitiva (art. 26 de la LOCBGAE). La regla general, es que los
Ministerios se desconcentran territorialmente en SEREMIS, salvo el Ministerio del Interior,
el Ministerio de Secretaría General de la Presidencia, el Ministerio de Relaciones Exteriores,
el Ministerio de Defensa y el Ministerio de Hacienda. El art. 64 de la Ley N° 19.175, Orgánica
Constitucional sobre Gobierno y Administración Regional, contempla las funciones de los
SEREMIS.
d) División, Departamento, Sección y Oficina.
De acuerdo al art. 24 de la Ley N° 18.575, en la organización de los Ministerios, además de
las Subsecretarías y de las Secretarías Regionales Ministeriales, podrán existir sólo los
niveles jerárquicos de División, Departamento, Sección y Oficina, considerando la

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importancia relativa y el volumen de trabajo que signifique la respectiva función. No


obstante, lo dispuesto en el inciso anterior, en circunstancias excepcionales la ley podrá
establecer niveles jerárquicos distintos o adicionales, así como denominaciones diferentes.
En la práctica, ningún Ministerio sigue estrictamente la organización que establece el art.
24 de la LOCBGAE, ya que la misma disposición señala que la ley puede establecer una
organización distinta, y a este respecto el TC ha señalado que esa ley debe tener rango de
LOC.
c) SERVICIOS PÚBLICOS.
El artículo 25 de la LOCBGAE da un concepto orgánico de servicio público, al señalar que
son órganos administrativos encargados de satisfacer necesidades colectivas de manera
regular y continúa.
Funciones de los Servicios Públicos:
Si bien el art. 24 de la CPR entrega al Presidente de la República la facultad de administrar
el Estado en el ámbito nacional, hay que tener presente que no es el Presidente de la
República ni sus Ministros los que ejecutan directamente la función administrativa, sino que
los servicios públicos creados por ley (art. 25 de la LOCBGAE). Por regla general a los
Servicios Públicos les corresponde aplicar o ejecutar las políticas, planes o programas
elaborados por los Ministerios.
Régimen Jurídico de los Servicios Públicos:
La creación y supresión de los servicios públicos se realiza a través de una ley ordinaria de
iniciativa exclusiva del Presidente de la República (art. 65 inc. IV N°2 de la CPR).
Los servicios públicos se rigen por procedimientos de Derecho público; y en caso de ser un
privado quien presta el servicio público, también se le aplicará a él el ordenamiento jurídico
público. Al regirse por el Derecho público, a los servicios públicos se les otorgan potestades
exorbitantes, es decir, prerrogativas que no se dan en el Derecho común (esto provoca
desigualdades entre las partes).
Organización Administrativa de los Servicios Públicos:
De acuerdo al art. 26 de la LOCBGAE, los servicios públicos pueden ser centralizados (por
ejemplo, el SII y el Servicio Nacional de Aduanas) o descentralizados funcional (por
ejemplo, la Superintendencia de Educación) o territorialmente (por ejemplo, los SERVIU, el
Servicio de Salud).
Tanto los servicios públicos centralizados como descentralizados, se relacionan con el
Presidente de la República a través de los respectivos Ministerios, relación que será de
dependencia en el caso de los servicios públicos centralizados y de supervigilancia en los
servicios públicos descentralizados (art. 26 LOCBGAE); y, por otro lado, los servicios que
se creen para desarrollar su actividad en todo o una parte de una región, estarán sometidos
a la dependencia o supervigilancia del respectivo intendente (art. 27 LBGAE y 66 de la
LOCGAR).
Ahora bien, tanto los servicios públicos centralizados como descentralizados, pueden
desconcentrarse territorial o funcionalmente. Así, por ejemplo, el SII (servicio público

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centralizado) se desconcentra territorialmente en Direcciones Regionales, al igual que el


Consejo Nacional de la Cultura y las Artes (órgano descentralizado) que se desconcentra
en Consejos regionales. Por otro lado, el SII también se desconcentra funcionalmente en
cuanto a la competencia exclusiva que se le asigna al Director Nacional del Servicio (en
virtud de una ley), para la interpretación de normas tributarias; y de acuerdo al art. 33 inc. I
de la LOCBGAE, en los casos en que la ley confiera competencia exclusiva a los servicios
centralizados para la resolución de determinadas materias, el jefe del servicio no quedará
subordinado al control jerárquico en cuanto a dicha competencia (esto es propio de la
desconcentración).
Organización interna de los Servicios Públicos:
Los servicios públicos deben estar a cargo de un órgano unipersonal denominado,
normalmente, Director, pero excepcionalmente la ley puede establecer consejos u órganos
colegiados en la estructura superior de los Servicios Públicos, tal como ocurre con el
Consejo Nacional de la Cultura y las Artes que tiene un Consejo Nacional, cuyo presidente
tiene rango de Ministro de Estado, y con el Consejo de Defensa del Estado (art. 28 de la
LOCBGAE).
El artículo 29 de la LOCBGAE, se refiere a la estructura interna de los servicios públicos y
para ello distingue entre servicios públicos nacionales y servicios públicos que desarrollan
su cometido en todo o parte de una región. En los primeros, sólo pueden establecerse los
niveles de Dirección Nacional, Direcciones Regionales, Departamento, Subdepartamento,
Sección y Oficina; y tratándose de servicios públicos que se creen para desarrollar su
actividad en todo o parte de una región, podrán considerarse únicamente los niveles de
Dirección, Departamento, Subdepartamento, Sección y Oficina.
d) FUNCIÓN DE GOBIERNO Y ADMINISTRACIÓN EN LA REGIÓN Y PROVINCIA.
Las funciones de Gobierno y Administración son difícilmente separables, toda vez que la
primera constituye la directriz de la segunda, que es la que la ejecuta. Así, la función de
gobierno es aquella que tiene por objeto tomar las decisiones para la conducción del
aparato público, es una labor de dirección, que tiene por objeto la conservación del orden
público en el interior y la seguridad externa del país. Se materializa en la formulación de
planes y programas. La función administrativa consiste en la ejecución de los cometidos
estatales, esto es, una actividad de acción, de gestión y servicio en vistas del interés
público.
Hasta antes de la Ley N° 20.990, el gobierno y la administración regional contaba con dos
organismos: la intendencia y el gobierno regional. El intendente era el colaborador directo
e inmediato del Presidente de la República, a quien representa en el territorio. El gobierno
regional, en cambio, es un organismo descentralizado, de conformación electiva, dotado de
funciones administrativas propias. La reforma constitucional de descentralización regional
vino a empoderar aún más a los gobiernos regionales, dándoles tuición sobre servicios
públicos propios que deberían serle transferidos por los ministerios o servicios públicos
nacionales (art. 114 CPR). En el plano orgánico, la figura del Intendente se desagrega en
dos órganos nuevos: por una parte, el gobernador regional, designado mediante elección
popular, pasa a detentar la presidencia del gobierno regional y, por otra, el delegado

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presidencial regional, autoridad de confianza presidencial, será el representante natural e


inmediato del Presidente en la región.
En el ámbito provincial, el colaborador directo e inmediato del Presidente de la República
es el delegado presidencial provincial (antiguamente denominado gobernador provincial).
Este aparece como órgano desconcentrado del antiguo intendente o actual delegado
presidencial regional.
d) OTROS ÓRGANOS DE LA ESTRUCTURA ADMINISTRATIVA DE LA REGIÓN.
i. En primer lugar, de debe mencionar a los SEREMI, los cuales, sin perjuicio de su
condición de representante del ministerio respectivo en la región, son colaboradores
directos del delegado presidencial regional, al que están subordinados en todo lo relativo a
la elaboración, ejecución y coordinación de las políticas, planes, presupuestos, proyectos
de desarrollo y demás materias de competencia del GORE. En cualquier caso, el SEREMI
debe ajustarse a las instrucciones de carácter técnico y administrativo que impartan los
correspondientes ministerios.
ii. También están las Direcciones Regionales de servicios públicos nacionales (por
ejemplo, el SII), ya que, si bien los Directores Regionales dependen jerárquicamente del
Director Nacional del servicio, no obstante, para la ejecución de las políticas, planes y
programas de desarrollo regional aprobados y financiados por el GORE, estarán
subordinados al delegado presidencial regional a través del correspondiente secretario
regional ministerial.
e) MUNICIPALIDADES.
En Chile la administración local de cada comuna o agrupación de comunas, está radicada,
por mandato constitucional, en órganos autónomos denominados Municipalidades. La
comuna es el ámbito territorial local, definido por un conjunto de características geográficas,
económicas, demográficas y culturales, en la cual la población habita, participa y se
desarrolla.
El art. 1º inc. II de la LOCM, reiterando lo señalado por el art. 118 inc. IV de la CPR, define
a las municipalidades como “corporaciones autónomas de derecho público, con
personalidad jurídica y patrimonio propio, cuya finalidad es satisfacer las necesidades de la
comunidad local y asegurar su participación en el progreso económico, social y cultural de
la comuna”. De este concepto se desprenden las siguientes características:
i. Son corporaciones, pues se trata de una persona jurídica integrada y dirigida por
una pluralidad personas naturales, para el cumplimiento de una finalidad benéfica. Esto a
diferencia de las fundaciones, en donde lo determinante es un patrimonio que se destina a
un fin benéfico.
ii. Son autónomas, en el sentido que cada municipalidad, en el ámbito de sus funciones
y atribuciones legales, debe tomar y asumir responsablemente sus propias decisiones, sin
supeditarse a otros organismos estatales; en otras palabras, no se encuentran sometidas
a la dependencia o supervigilancia del Presidente de la República. Lo anterior no obsta a
que estén sujetas a las fiscalizaciones o controles externos que la propia ley les impone; y
por otro lado, ello tampoco debe interpretarse en el sentido de que están investidas de
alguna especie de soberanía particular, pues, por el contrario, la Administración del Estado

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constituye un todo armónico y, por tanto, las municipalidades deben actuar


coordinadamente, en unidad de acción y excluyendo cualquier duplicidad con otros órganos
de aquella administración.
iii. Son de derecho público, ya que las Municipalidades no están sujetas a las normas
del Derecho privado, salvo que la propia ley extienda su aplicación a materias
determinadas. De hecho, el art. 547 del CC expresa que las normas de dicho Código
relativas a corporaciones y fundaciones, no se aplican a las municipalidades.
iv. Las Municipalidades son órganos que forman parte de la Administración del Estado
(art 1º inc. II de la LOCBGAE), y responden a un sistema de organización descentralizado
desde una doble perspectiva: territorialmente, ya que ejercen su competencia en la comuna
o agrupación de comunas; y funcionalmente, dada la naturaleza de las materias en que es
competente el municipio.
v. Tienen personalidad jurídica propia, lo cual implica que es capaz de ejercer
derechos y contraer obligaciones y de ser representada judicial y extrajudicialmente (su
representación le corresponde al alcalde); y están dotadas además de un patrimonio propio,
el cual está constituido por los ítems señalados en la LOCM.
vi. El objeto de las Municipalidades es el de satisfacer a la comunidad, es decir,
solucionarle sus problemas. Los municipios son los órganos que más directamente y en
forma habitual se relacionan con los ciudadanos de la comuna en las que ejercen sus
funciones.
En consecuencia, se puede decir que la naturaleza jurídica de las Municipalidades es dual,
pues, por una parte, son órganos de la Administración del Estado, y por otro lado, son
autónomas en cuanto deben asumir sus propias decisiones en el contexto de sus
atribuciones y funciones legales.
FUNCIONES Y ATRIBUCIONES DEL MUNICIPIO.
Las funciones son todas aquellas materias o tareas que la ley ha entregado a la
competencia de las municipalidades (son sus deberes), en cambio las atribuciones, son las
facultades o mecanismos que tienen las municipalidades para cumplir con aquellas
funciones.
a) FUNCIONES DE LAS MUNICIPALIDADES.
La LOCM le entrega a las municipalidades dos tipos de funciones: las privativas y las
compartidas. Las funciones privativas son aquellas que, sólo y exclusivamente, pueden ser
cumplidas y desarrolladas por la Municipalidad, y en virtud de ellas, puede afirmarse el
carácter de ente funcionalmente descentralizado que detenta la Administración local. Estas
funciones se encuentran enumeradas en el art. 3º de la LOCM, y las más relevantes son:
elaborar, aprobar y modificar el plan comunal de desarrollo cuya aplicación deberá
armonizar con los planes regionales y nacionales (art. 3º letra A); la planificación y
regulación de la comuna y la confección del plan regulador comunal, de acuerdo con las
normas legales vigentes (art. 3º letra B) y el aseo y ornato de la comuna (art. 3º letra F).
Por otro lado, las funciones no privativas o compartidas, son aquellas que pueden ejercer
las municipalidades directamente o con otros órganos de la Administración del Estado

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(previa suscripción de un convenio interadministrativo). La expresión “compartidas” debe


interpretarse en el sentido de que la responsabilidad en la ejecución de la función no es
exclusiva de la Municipalidad, sino que debe involucrar, en caso de no estar calificada para
desarrollar la función o no poder hacerlo directamente por cualquier circunstancia o motivo,
a los otros órganos de la Administración del Estado con competencia en la materia de que
se trate. Estas funciones se encuentran establecidas en el art. 4º de la LOCM.
b) ATRIBUCIONES DE LA MUNICIPALIDAD.
Como se dijo, las atribuciones son los instrumentos jurídicos con que cuenta la
Municipalidad para cumplir con las funciones encomendadas. Estas atribuciones son de
dos clases: esenciales y no esenciales. Las atribuciones esenciales son aquellas que por
su importancia y naturaleza, se encuentran taxativamente enumeradas en la LOCM en el
art. 5º de la LOCM.
c) LOS ÓRGANOS DEL MUNICIPIO.
De acuerdo al art. 2º de la LOCM, las municipalidades estarán constituidas por el alcalde,
que será su máxima autoridad, y por el concejo.
EL ALCALDE.
De acuerdo al art. 56 de la LOCM, el alcalde es la máxima autoridad de la municipalidad y
en tal calidad le corresponderá su dirección y administración superior y la supervigilancia
de su funcionamiento. Éste es elegido por sufragio universal, en votación conjunta y cédula
separada de los concejales, y su mandato dura cuatro años, pudiendo ser reelegido
indefinidamente
Las funciones del alcalde se desprenden del concepto que da el art. 56 de la LOCM, y éstas
son: dirigir la Municipalidad, en cuanto debe orientar la corporación a su cargo rectamente
hacia adelante; administrar la municipalidad, en cuanto es el responsable superior del
ordenamiento y organización de la municipalidad; y supervigilar el funcionamiento de la
municipalidad. Por otro lado, las atribuciones del alcalde pueden ser clasificadas en tres
categorías:
i. Aquellas materias que debe ejercer en forma autónoma, sin acuerdo del concejo y
sin consulta de ninguna naturaleza. Como por ejemplo: representar judicial y
extrajudicialmente a la municipalidad (ello porque el municipio posee personalidad jurídica
propia, de lo contrario correspondería al Consejo de Defensa representarla); nombrar y
remover a los funcionarios de su dependencia; velar por la observancia del principio de
probidad administrativa dentro del municipio y aplicar medidas disciplinarias al personal de
su dependencia; administrar los recursos financieros de la municipalidad de acuerdo con
las normas sobre administración financiera del Estado; administrar los bienes municipales
y nacionales de uso público de la comuna; otorgar, renovar y poner término a permisos
municipales; dictar resoluciones obligatorias de carácter general o particular; convocar y
presidir, con derecho a voto el concejo, como asimismo, convocar y presidir el consejo
económico y social comunal; etc.
ii. Aquellas materias que, a iniciativa del alcalde, sólo pueden ser ejecutadas con
acuerdo previo del concejo. Como, por ejemplo: aprobar el plan comunal de desarrollo y el

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presupuesto municipal, y en este último caso, el Concejo no podrá aumentar el presupuesto


de gastos presentado por el alcalde, sino sólo disminuirlo, y modificar su distribución (salvo
respecto de gastos establecidos por ley o por convenios celebrados por el municipio).
También el Alcalde debe contar con el acuerdo del Concejo para aprobar el plan regulador
comunal; aplicar los tributos que graven actividades o bienes que tengan una clara
identificación local y estén destinados a obras de desarrollo comunal; adquirir, enajenar,
gravar o arrendar por un plazo superior a cuatro años o traspasar a cualquier título, el
dominio o mera tenencia de bienes inmuebles municipales o donar bienes muebles;
expropiar bienes inmuebles para dar cumplimiento al plan regulador comunal; otorgar
concesiones municipales, renovarlas y ponerles término; dictar ordenanzas municipales y
el reglamento que regule la organización interna de la municipalidad,; otorgar, renovar,
caducar y trasladar patentes de alcoholes; convocar a plebiscito comunal (sin perjuicio que
también lo pueden convocar los ciudadanos inscritos en los registros electorales de la
comuna); etc.
iii. Aquellas materias que deben ser implementadas previa consulta (opinión), sin
perjuicio del acuerdo del consejo, en su caso. La ley, dependiendo de la materia que se
trate, establece diferentes organismos de consulta como, por ejemplo, el alcalde en caso
de ausencia o impedimento no superior a 45 días o cuando la ausencia lo sea por razones
médicas o de salud hasta 130 días, puede designar como alcalde subrogante, previa
consulta del Concejo, a un funcionario que no le siga en el orden de jerarquía dentro de la
municipalidad; también necesita el acuerdo del consejo y la opinión de la junta de vecinos
respectiva para otorgar, caducar y trasladar patentes de alcoholes.
EL CONCEJO MUNICIPAL.
De acuerdo al art. 71 de la LOCM, en cada municipalidad habrá un concejo de carácter
normativo, resolutivo y fiscalizador, encargado de hacer efectiva la participación de la
comunidad local y de ejercer las atribuciones que señala esta ley. El Concejo está integrado
por un número variable de concejales (órgano colegiado), los que son elegidos a través de
votación directa, bajo un sistema de representación proporcional. El número de concejales
puede ser de seis, ocho o diez, según el número de habitantes de la comuna; y duran en
su cargo cuatro años, pudiendo ser reelegidos indefinidamente.
f) EMPRESAS DEL ESTADO.
El Estado desarrolla actividad económica, desde el punto de vista orgánico, a través de
empresas públicas o de sociedades estatales.
EMPRESAS PÚBLICAS O ESTATALES.
Las empresas del Estado o empresas públicas o estatales, son entidades creadas por la
ley, que tienen personalidad jurídica de Derecho público distinta y separada del Estado, y
cuentan, además, con patrimonio propio. Son, por tanto, organismos funcionalmente
descentralizados que integran la Administración del Estado, sometidos a la supervigilancia
del Presidente de la República, la cual se ejerce a través de diversas formas, por ejemplo,
mediante el nombramiento de ciertos representantes del directorio o consejo, la aprobación
previa de planes de inversión, etc. De acuerdo a lo expuesto, se pueden señalar como
características de las empresas estatales, las siguientes:

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i. Las empresas públicas son creadas por LQC, esto de acuerdo al art. 19 Nº 21 de la
CPR. La LQC debe establecer su naturaleza jurídica de servicio público descentralizado
funcionalmente, señalar sus objetivos, sus funciones, su estructura, incluidas sus
autoridades y atribuciones de ellas, su régimen financiero y su régimen de personal.
ii. Forman parte de la Administración del Estado, pues el art. 1º inc. II de la LOCBGAE
así lo señala, al incluir entre los órganos y personas jurídicas que integran la Administración
públicas, a las empresas públicas creadas por ley.
iii. En tercer lugar son entidades descentralizadas funcionalmente, pues tienen
personalidad jurídica y patrimonio propio y se relacionan con el Presidente a través de un
vínculo de tutela o supervigilancia.
iv. La actividad económica que realizan se rige por el Derecho común y no por las
normas del régimen administrativo en general, esto con el objeto de que su actuación se
realice en igualdad de condiciones con los demás particulares. Podría pensarse, de acuerdo
al art. 1º inc. II de la LOCBGAE, que las empresas públicas se rigen por esta ley, no
obstante, si se profundiza en la estructura de dicha norma, se puede advertir que el art. 18
inc. II excluye a estas entidades de la aplicación de sus disposiciones, mediante el reenvío
de su régimen jurídico a las disposiciones constitucionales que regulan a esos organismos
y las respectivas LQC que lo rijan.
SOCIEDADES DEL ESTADO O EMPRESAS PRIVADAS DEL ESTADO.
La otra posibilidad que tiene el Estado para actuar en el ámbito empresarial, es bajo la
forma de una sociedad o empresa privada. Las empresas privadas del Estado comprenden
las sociedades o entidades privadas en las que el Estado o sus organismos tengan aportes
de capital, representación y participación. Aun cuando el Estado participe en dichas
empresas privadas, tal hecho no tiene el alcance de modificar su naturaleza jurídica, que
es esencialmente de Derecho privado, sin que, por ello, entonces, pueda considerarse que
dichas empresas formen parte de la Administración del Estado.
De acuerdo a lo expuesto, se pueden señalar como características de las empresas
privadas las siguientes:
i. Es necesaria una LQC, ya que de acuerdo al art. 19 Nº 21 de la CPR, el Estado y
sus organismos podrán participar en ellas (actividades empresariales) sólo si una LQC los
autoriza. Esto quiere decir, que el Estado puede desarrollar actividades empresariales a
través de empresas que no crea directamente mediante una ley, sino que se constituyen
en virtud de la autorización que otorga una LQC a uno o más órganos centralizados o
descentralizados del Estado (incluyendo, entre ellos, a otra empresa del Estado), para que
den nacimiento a un nuevo ente empresarial; así, por ejemplo, a CODELCO se le permitió
crear sociedades con terceros para explotar yacimientos.
ii. Estas sociedades no forman parte de la Administración del Estado, a diferencia de
lo que ocurre con las empresas públicas, sino que integran la denominada Administración
invisible del Estado, formada por organismos en que el Estado participa o tiene
representación para cumplir una función que sea de interés de aquél, pero que no integran
su Administración. A estos entes se refiere el art. 6º de la LOCBGAE al señalar que el
Estado podrá participar y tener representación en entidades que no formen parte de su

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Administración sólo en virtud de una ley que lo autorice, la que deberá ser de quórum
calificado si esas entidades desarrollan actividades empresariales; agregando en su inciso
segundo que las entidades a que se refiere el inciso anterior no podrán, en caso alguno,
ejercer potestades públicas.
iii. Se constituyen, organizan y funcionan de acuerdo a las disposiciones del Derecho
común. La regla general, es que sean sociedades anónimas, por ejemplo, METRO SA,
ZOFRI SA (Zona Franca de Iquique); sin embargo, también pueden ser sociedades de
responsabilidad limitada, por ejemplo, Polla Chilena de Beneficencia.
iv. Debido al fin público o de interés general que está presente en la constitución y
funcionamiento de las sociedades estatales, el ordenamiento jurídico las sujeta a diversos
controles administrativos, cuya intensidad dependerá del mayor o menor aporte de capital
con que haya concurrido a su formación el Estado o sus organismos. Los controles podrán
ser de juridicidad, o de mérito, oportunidad o conveniencia, o bien, podrá recaer sobre
materias o actos específicos, preferentemente vinculados a la administración de bienes y
recursos financieros. Un ejemplo lo constituye el art. 16 inc. II de la LOCGR.
g) LA ADMINISTRACIÓN AUTÓNOMA.
El art. 24 de la CPR consagra el principio de unidad en la función administrativa, es decir,
todos los órganos de la Administración del Estado deben actuar bajo la dependencia o
supervigilancia del Presidente de la República, sin embargo, esta regla tiene excepciones
con los órganos administrativos autónomos, pues éstos no actúan bajo la dependencia o
supervigilancia del Presidente. Es más, los órganos autónomos son aquellos que, dentro
de la CPR, no dependen ni se relacionan con el Gobierno, el Congreso Nacional o el Poder
Judicial, encontrándose sometidos directamente a la CPR y a una preceptiva legal que por
mandato constitucional regula su generación y funcionamiento.
No hay que confundir la autonomía con la descentralización, pues algunas veces esto
puede coincidir, como lo que ocurre con las Municipalidades, el Consejo Nacional de
Televisión y el Banco Central; no obstante, también hay órganos que son autónomos y que
no cuentan con personalidad jurídica y patrimonio propio (centralizados), y es lo que ocurre
con la CGR y el Ministerio Público.
El quiebre del vínculo de dependencia o supervigilancia, en principio, sólo lo puede
establecer la CPR, sin embargo, existen órganos autónomos, como el Servicio de Registro
Electoral y el Consejo para la Transparencia, cuya autonomía la ha establecido el legislador,
por tanto ¿puede el legislador hacer excepción al art. 24 de la CPR y crear órganos
autónomos? A priori, no debiera ser el legislador el que establezca excepciones al art. 24,
sin embargo, el art. 65 inc. IV Nº 2 de la CPR, señala que corresponde al Presidente de la
República la iniciativa exclusiva para: crear nuevos servicios públicos o empleos rentados,
sean fiscales, semifiscales, autónomos o de las empresas del Estado; suprimirlos y
determinar sus funciones o atribuciones. Por otro lado, esto el TC lo ha permitido, pues no
hizo ningún reproche de inconstitucionalidad en el control preventivo de estas leyes.

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Capítulo 2

PRINCIPIO DE LEGALIDAD Y DE JURIDICIDAD: LAS POTESTADES

1. PRINCIPIO DE LEGALIDAD Y JURIDICIDAD.

La manera en que la administración se vincula con el derecho se expresa en el principio de


legalidad. En términos amplios y generales, este principio puede resumirse en el
sometimiento de las diversas manifestaciones de la administración, al derecho.

No obstante, resulta complejo determinar la identidad precisa del principio de legalidad,


que, más que una única idea, parece encerrar un conjunto de principios generales relativos
al sistema jurídico.

Desde una perspectiva histórica, se señalan como antecedentes directos del principio de
legalidad los artículos 6 y 7 de la CPR:

Artículo 6º.- Los órganos del Estado deben someter su acción a la Constitución y a las
normas dictadas conforme a ella, y garantizar el orden institucional de la República.
Los preceptos de esta Constitución obligan tanto a los titulares o integrantes de dichos
órganos como a toda persona, institución o grupo.
La infracción de esta norma generará las responsabilidades y sanciones que determine
la ley.

Artículo 7º.- Los órganos del Estado actúan válidamente previa investidura regular de sus
integrantes, dentro de su competencia y en la forma que prescriba la ley.
Ninguna magistratura, ninguna persona ni grupo de personas pueden atribuirse, ni aun
a pretexto de circunstancias extraordinarias, otra autoridad o derechos que los que
expresamente se les hayan conferido en virtud de la Constitución o las leyes.
Todo acto en contravención a este artículo es nulo y originará las responsabilidades y
sanciones que la ley señale.

Para el profesor Bermúdez, en cuanto a lo señalado en el artículo 6 incisos primero y


segundo, más propio que hablar de legalidad, corresponde hablar de juridicidad, ya que el
principio de juridicidad supone respetar toda la pirámide normativa. Es más bien una
sujeción al “bloque de juridicidad”.

Luego, para el caso particular de la Administración del Estado, dicho principio encuentra su
consagración positiva en el artículo 2 de la LBGAE:

Artículo 2º.- Los órganos de la Administración del Estado someterán su acción a la


Constitución y a las leyes.
Deberán actuar dentro de su competencia y no tendrán más atribuciones que las que
expresamente les haya conferido el ordenamiento jurídico. Todo abuso o exceso en el
ejercicio de sus potestades dará lugar a las acciones y recursos correspondientes.

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En resumen, el principio de legalidad aplicado a la Administración, abarca los siguientes


aspectos:

(i) La ley crea a la Administración (crea).


El artículo 65 inciso 4 de la CPR señala que corresponde al Presidente de la República la
iniciativa exclusiva (de los proyectos de ley) para “2º.- Crear nuevos servicios públicos o
empleos rentados, sean fiscales, semifiscales, autónomos o de las empresas del Estado;
suprimirlos y determinar sus funciones o atribuciones;”
De la regla se sigue que la creación de instituciones administrativas sólo puede efectuarse
por ley formal (que, además, debe tener su origen en una iniciativa presidencial); sólo el
legislador, o el mismo constituyente, puede dar forma a la Administración. La Administración
requiere necesariamente de la ley para adquirir forma orgánica, es una subordinación plena
a la ley formal.

(ii) La ley la dota de potestades (habilita).


La actuación de la Administración debe realizarse con una previa habilitación o
apoderamiento para actuar, no cabe actuación sin previa habilitación y mucho menos cabe
un auto apoderamiento de potestades. También conocido como principio de la cobertura
legal o de la norma previa. Sin norma, no existe potestad.

(iii) La ley regula la actuación de la Administración (delimita).


Esto no significa que las potestades de la Administración deban venir totalmente regladas,
sino que este actuar admite un margen de discrecionalidad (potestad discrecional).

Luego, al señalar el legislador que “deberán actuar dentro de su competencia y no tendrán


más atribuciones que las que expresamente les haya conferido el ordenamiento jurídico”,
está establecimiento una vinculación positiva de la Administración a la ley, en el sentido
que ésta podrá realizar sólo aquello para lo cual fue expresamente autorizada y nada más.

He aquí la diferencia fundamental que impone el principio de legalidad respecto del actuar
de la Administración frente a la autonomía privada o libertad individual que ampara la
actuación de los individuos. La Administración sólo puede actuar previa habilitación
(legalidad atributiva), pero dentro de su competencia y sin más atribuciones o potestades
que las que le confiera el ordenamiento jurídico. Es decir, la actuación de la Administración
opera una vez habilitada, pero la vinculación a la legalidad va más allá. En efecto, dentro
de dicha habilitación sólo podrá realizar aquello que expresamente le ha sido autorizado.
Es más, incluso aquellos ámbitos que se entregan a la potestad discrecional se encuentran
regulados, al menos en la posibilidad de optar por una decisión y en las opciones mismas
que el ordenamiento jurídico admite.

2. LAS POTESTADES

2.1 Concepto
La potestad es aquello que otorga al actuar de la Administración un grado de validez.

La idea de potestad es un concepto doctrinario, desarrollada para explicar mejor fenómenos


jurídicos. Aunque es inusual que los textos legales se refieran a la idea, dos de ellos tienen
particular importancia en el derecho administrativo chileno. Por una parte, la definición legal
de acto administrativo la concibe (art. 3 inciso segundo de la LBPA), y por otra, a propósito
de las instituciones ajenas a la administración (art. 6 LBGAE).

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El reconocimiento de la noción de potestad pública exige un par de precisiones, con el fin


de delimitar sus contornos (en ausencia, por cierto, de toda definición legal al respecto).
Sus notas más típicas son, de modo general:

(i) Titularidad pública. En principio, sólo los organismos públicos pueden ser titulares de
potestades públicas. El contenido regulativo del artículo 6 de la LBGAE indica,
precisamente en este sentido, que las instituciones ajenas a la administración, por muy
vinculadas que estén a ella, no pueden ser titulares de estas potestades.

Ahora bien, a pesar del claro tenor del art. 6 de la LBGAE, permanecen vigentes algunos
textos legales que atribuyen potestades públicas a organismos de derecho privado. El
problema más típico es CONAF, constituida como corporación de derecho privado, sin
integrar la administración, aunque es evidente que participa al menos como auxiliar de ésta
en el cumplimiento de algunas funciones administrativas. Algunos cuerpos legales siguen
atribuyendo a Conaf potestades públicas, por ej. para ordenar la paralización de faenas
forestales, conforme al DL 701 de 1974, sobre fomento forestal.

(ii) Orientación al interés general. Las potestades públicas siempre encuentran su


justificación en el interés general o interés público. Así, la idea de potestad pública identifica
los poderes jurídicos con que el ordenamiento dota al Estado, poderes finalizados hacia la
obtención del interés general.

(iii) Ejercicio unilateral. En este esquema la idea de potestad identifica una posición jurídica
particular cuya especificidad consiste en crear o modificar relaciones jurídicas, respecto de
terceros que están en posición de sujeción. Con todo, desde una perspectiva más general,
tal vez pueda discreparse de que las potestades públicas se conciban siempre con relación
a un tercero subordinado. En tal sentido, no toda potestad entraña la imposición de cargas
o sacrificios, sino que puede ampliar la esfera jurídica de su destinatario, por ej. mediante
la atribución de un subsidio. Sin embargo, la generalidad de las potestades administrativas
puede concebirse así.

2.2 Características de la potestad

a) Todas las potestades tienen su origen directo en el ordenamiento jurídico y no en


negocios jurídicos. Por ello, es inevitable la existencia de una norma previa que atribuya la
referida potestad.

b) La potestad, por el carácter de poder genérico, no es enajenable y como consecuencia


es imprescriptible. El titular de la potestad podrá ejercitarla o no, su ejercicio es voluntario,
pero en ningún caso podrá transmitirla o renunciar a ella. Sólo en ciertos casos cabe la
renuncia, ya que ciertos “status” legales lo permiten, por ej. el caso del funcionario público
que renuncia a detentar tal calidad y por ende la potestad que dicha calidad otorga.
Respecto a la imprescriptibilidad, cabe señalar que la potestad jamás de ganará por
prescripción, pero si puede estar sometido su ejercicio a un plazo de caducidad.

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c) Son abstractas. No se agotan por su ejercicio (ni por su falta de ejercicio), de modo que
–sin perjuicio de limitaciones legales- pueden ejercerse tantas veces como su titular desee,
incluso con ocasión al mismo asunto.

2.3 Clasificaciones

- Potestades innovativas y no innovatidas. Las innovatidas son las que encierran una
posibilidad de constituir, modificar o extinguir relaciones jurídicas, por ej. la potestad
reglamentaria, donde se crean normas. Otro ejemplo es la potestad expropiatoria. En
cambios, las potestades no innovatidas, son las que conservan, realizan o tutelan
situaciones jurídicas preexistentes, sin innovarlas, como por ej. la potestad de certificar
algo.

- Potestades de supremacía general y de supremacía especial. Son de supremacía general


las que tiene la Administración en cuanto poder público, respecto a los súbditos, al margen
de cualquier título jurídico concreto, por ej. la potestad reglamentaria y la potestad
expropiatoria. Son de supremacía especial aquellas en cuya virtud la Administración ostenta
también una situación de supremacía, pero derivada de un título jurídico concreto, por ej. el
poder del ius variando en los contratos administrativos.

- Potestad reglada y potestad discrecional. Será reglada, cuando la ley determina


íntegramente con detalles cuáles son las condiciones de ejercicio de una determinada
potestad. En estos casos, la Administración se limita a constatar cuáles son los datos
normativos para adaptar a ellos automáticamente su actuación. Por ej. cuando las normas
señalan que una determinada categoría de funcionarios debe jubilar a los 65 años de edad,
la Administración para actuar esta potestad no hace sino constatar si tal funcionario ha
cumplido esa edad, teniéndole que jubilar a la fuerza. En cambio, será potestad
discrecional, cuando se le otorga a la Administración un margen para tomar sus decisiones.
Por ej. en el caso de ascenso de funcionarios por elección la Administración no tiene
predeterminadas todas sus actuaciones y elige a uno u a otro. La discrecionalidad no
significa ausencia de derecho para ejercitar la potestad.

Es normal que las potestades absolutamente regladas no sean la regla general. Lo normal
es que se deje siempre algún vacío y que la Administración al actuar tenga que encargarse
de completar algún aspecto.

De ahí que el concepto de potestad discrecional no es radicalmente opuesto al de potestad


reglada. Es decir, no se trata de conceptos opuestos y separables, sino que conviven en la
mayoría de las ocasiones. La discrecionalidad no puede operar sobre todos los elementos
de un acto administrativo, sino que es posible que en un mismo acto administrativo existan
elementos reglados y discrecionales, es decir, que una parte del acto administrativos esté
predeterminada por la norma, mientras otra debe ser suplida por la propia Administración.

Así, siempre serán elementos reglados:

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- La existencia misma de la potestad. O sea, la potestad debe haber sido atribuida


por la norma. Se trata de algo reglado y que no surge por puro capricho
administrativo, No aparecen potestades por generación espontánea.
- La extensión que ha de darse a esa potestad. Se relaciona con el principio de la
mensurabilidad de la potestad, es decir, que la extensión de ésta no puede ser
ilimitada ni extendible, sino que, por el contrario, debe ser medible.
- La competencia. Es decir, cada potestad se atribuye a órganos determinados y
concretos.
- El fin de la potestad. Toda actividad administrativa debe dirigirse a la consecución
de un determinado fin señalado, expresa o tácitamente, por el ordenamiento jurídico.
Pues bien, una potestad administrativa no puede ser utilizada para conseguir un fin
distinto del señalado por el ordenamiento jurídico.

Esto último se relaciona con la figura de desviación de poder, la que se dará cuando se
ejercen potestades administrativas para conseguir fines distintos a los señalados por el
ordenamiento jurídico. No es necesario que se persiga un fin privado, sino que basta con
que se trata de conseguir un fin distinto al previsto por el ordenamiento jurídico, aunque se
trate de un fin público. En relación al fin, también se encuentra la figura del abuso de poder,
cuando se hace uso indebido del poder que es atribuido por la norma a un funcionario,
independiente del fin logrado.

3. POTESTAD REGLAMENTARIA

En sentido amplio, la potestad reglamentaria es un concepto genérico que alude al poder


de dictar normas por parte de las autoridades administrativas investidas por el
ordenamiento jurídico, particularmente por la Constitución, facultad que ha de ser ejercida
en sus ámbitos de competencia. Hay varias otras autoridades investidas de potestades
normativas análoas a las del Presidente de la República, por ej. la Constitución de la
reconoce a los gobiernos regionales, las municipalidades y al banco central

En un sentido restringido, la potestad reglamentaria alude a la atribución especial del


Presidente de la República para dictar normas jurídicas generales o especiales, destinadas
al gobierno y administración del Estado o para la ejecución de las leyes.

EL REGLAMENTO

Es una de las fuentes del Derecho Administrativo y se lo puede definir como una norma
general y abstracta que emana de las autoridades administrativas a las cuales la ley o la
CPR le ha atribuido u otorgado la potestad reglamentaria, cuyo objeto es ejecutar la ley o
regular materias que no son propias de ella.

a) Características:
1. Tienen un carácter normativo. Esto significa que la potestad reglamentaria se va a
manifestar en normas de carácter general, abstractas, permanentes y obligatorias.

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Que sea general, implica que rige para un grupo más o menos grande de personas, no
obstante, hay casos en que regula situaciones que afectan sólo a una determinada
categoría de individuos (reglamentos singulares, por ejemplo, el reglamento de los
médicos); es permanente, en el sentido de que rige para situaciones estables y su vigencia
dura mientras no sea derogado o modificado; es abstracto, pues se aplica para una serie
indeterminada de hechos; y es obligatorio porque si se incumple, hay una consecuencia
jurídica adversa.
El reglamento al ser una norma jurídica, es fuente del Derecho y, por ende, es obligatorio
tanto para los particulares como para los órganos del Estado, y asimismo, para el órgano
autor del reglamento, pues éste no lo puede derogar para un caso concreto o particular
(principio de inderogabilidad singular de los reglamentos), pues el reglamento constituye un
marco de la legalidad del actuar de la Administración.
2. El reglamento es una norma de carácter secundario respecto de la ley, pues tiene por
objeto ejecutarla o regular materias que no son propias de ella. Esto es así, porque la CPR
le ha dado supremacía a ley sobre materias que son mucho más relevantes en el ámbito
social. El camino institucional que permite a la ley del reglamento es una distribución de
competencias normativas, cuya pieza clave es la reserva de ley.
En sí misma, la identificación de las reservas de ley da cuenta de que las competencias
normativas del legislador son limitadas y de que comparte el espacio de configuración
normativa con alquien más, esto es, con la administración dotada de potestad
reglamentaria.
Al respecto, en el esquema constitucional vigente, el ámbito de intervención del legislador
o “dominio legal” es máximo. Con todo, la norma de clausura de ese dominio legal máximo
permite al legislador definir “toda norma general y obligatoria que estatuya las bases
esenciales de un ordenamiento jurídico” (art. 63 N° 20 CPR).
3. La potestad reglamentaria es un poder heteroatribuido, esto quiere decir que debe ser
otorgada o conferida por una ley o la CPR.
4. La potestad reglamentaria es, en principio, discrecional, aunque ha de tener como marco
de referencia a la CPR y particularmente a la ley, la cual puede establecer una serie de
elementos, límites, medios o fines que se han de tener presente en su ejercicio.

Clasificaciones:
1. Reglamento autónomo y reglamento de ejecución.
Esta distinción fundamental está recogida por el art. 32 N° 6 de la CPR, al señalar que son
atribuciones especiales del Presidente de la República: ejercer la potestad reglamentaria
en todas aquellas materias que no sean propias del dominio legal, sin perjuicio de la facultad
de dictar los demás reglamentos, decretos e instrucciones que crea convenientes para la
ejecución de las leyes.
El reglamento de ejecución se funda en la incapacidad e ineficiencia de la ley como
instrumento para regular todos y cada uno de los aspectos y detalles que comprende una

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materia. En tal sentido, este reglamento es una norma de colaboración de la ley, la cual
sólo fija los elementos principales, las líneas directrices y permanentes, para que sea el
reglamento el que descienda a la regulación de los detalles y de aquellos aspectos que se
estiman más mutables y menos permanentes (a ello contribuye el carácter menos
procedimentalizado que tiene el reglamento en su formulación).
La idea de reglamento autónomo dice relación con aquellas normas dictadas por la
Administración en materias no reguladas por las leyes y sin autorización, remisión o
apoderamiento algunas por parte de éstas.
2. Reglamento administrativo o interno, y reglamento externo o jurídico.
Los reglamentos externos o con efectos jurídicos, son aquellos que producen sus efectos
fuera de la Administración y respecto de los particulares; en cambio, los reglamentos
administrativos, son aquellos que producen sus efectos al interior de la Administración y
normalmente dicen relación con aspectos propios de la organización de la misma.
3. Reglamentos estatales, regionales y municipales.
Atendiendo al órgano del cual emana el reglamento, es posible distinguir tres clases de
potestad reglamentaria:
i. La primera le corresponde al Presidente de la República, y es la que ejerce en virtud
del art. 32 Nº 6 de la CPR. Esta potestad puede ser de desarrollo o de ejecución, o bien,
autónoma, regulando materias que están fuera del dominio legal.
Para dictar un reglamento, el Presidente de la República debe seguir el procedimiento de
un DS, pues el DS es la forma jurídica que toman los actos del Presidente (DS
reglamentario). Esto tiene trascendencia, pues al contenerse el reglamento en un DS, debe
someterse a los mismos controles de juridicidad a que se somete el acto particular,
concretamente, al trámite de toma de razón ejercido por la CGR (control preventivo); y una
vez publicado, el reglamento puede someterse a un control eventual por parte del TC, a
requerimiento de una de las cámaras del Congreso.
ii. En segundo lugar, está la potestad reglamentaria municipal, la cual aparece
consagrada en el art. 12 de la LOCM. En esta disposición se distinguen dos tipos de normas
reglamentarias que pueden dictar los municipios: los reglamentos municipales, y las
ordenanzas.
iii. Por último, está la potestad reglamentaria regional, la cual aparece consagrada en
el art. 16 letra D de la LOCGAR. En este tipo de potestad, el intendente propone el
reglamento al Consejo Regional, y una vez aprobado éste, se promulga por medio de una
resolución, que luego se debe publicar en el Diario Oficial, previo tramite de toma de razón
por parte de la CGR. Aquí también existe un control jurisdiccional específico, conocido como
reclamo de ilegalidad regional, el cual está regulado en la LOCGAR.
Límites del reglamento.
Es posible distinguir dos clases de límites: los límites formales y los límites materiales.
Los límites formales se integran por:

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i. La competencia. El órgano debe contar con una potestad reglamentaria


jurídicamente atribuida (legal o constitucional). En este límite se debe considerar además
el territorio en el que ejerce su potestad la autoridad administrativa.
ii. Procedimiento administrativo. Previo a la dictación de todo acto, debe acatarse el
procedimiento de elaboración.
iii. Jerarquía normativa. Esto dice relación con que el reglamento debe respetar la
normativa superior.
Los límites materiales se traducen en que el reglamento no puede entrar en materias de
dominio legal (reserva legal). Desde un punto de vista material, las materias más relevantes
están entregadas a la ley y no al reglamento; un ejemplo de aquello, es que los derechos
fundamentales sólo pueden ser regulados por la ley y no por un reglamento, ya que es la
ley la que está llamada a limitar estos derechos, puesto que es una manifestación de la
voluntad soberana, no así el reglamento, el cual tiene un carácter autárquico (el Presidente
dicta reglamentos subordinados a la voluntad soberana).
Nuestra CPR sigue este principio, pues sólo basta leer el art.19 que menciona siempre a la
ley, teniendo en cuenta, eso sí, que hay una garantía en que no se establece este
mecanismo de garantía legal, concretamente el derecho de reunión (art. 19 Nº 13) al
referirse a las “disposiciones generales de policía” que, según la doctrina mayoritaria,
constituyen reglamentos.
Sin embargo, muchas veces el legislador al asumir la regulación de estas materias, hace
una remisión al reglamento para ser complementado o detallado en ciertos puntos. Así, por
ejemplo, el Código Sanitario en su art. 35 señala que un reglamento especial fijará los
requisitos sanitarios que deben cumplir los ferrocarriles, naves (…); es decir, se trata de un
reglamento que regula la libertad ambulatoria y además la libertad económica. Si bien aquí
hay una vulneración de la reserva legal, esto se produce por una cuestión práctica, ya que
la ley no tiene la flexibilidad del reglamento para regular ciertas conductas, y es por ello que
el legislador regula determinadas materias en sustantivo y otras las remite a un reglamento.
d) Efectos del reglamento (inderogabilidad singular).
El reglamento es ejercicio de un poder normativo que, como tal, se traduce en la producción
de normas que conforman el ordenamiento jurídico. En tal sentido, dichas normas vinculan,
por el principio de juridicidad, a la actuación de los poderes públicos y, específicamente, a
la Administración del Estado, y también a los ciudadanos.
Respecto de la Administración, esta sujeción al reglamento, en cuanto forma parte del
ordenamiento jurídico, se ha traducido en una regla, cual es, la de la inderogabilidad
singular del reglamento. El supuesto es que una autoridad cuente con potestad de mando
y reglamentaria (es decir, puede dictar actos particulares y reglamentarios) y, en tal caso,
confunda el ejercicio de tales potestades, derogando la aplicación de un reglamento para
un caso en particular. Ello traería diversas consecuencias:
i. Los actos administrativos de contenido particular no pueden vulnerar lo dispuesto
por un reglamento, ni dispensar su inobservancia, pues ello iría en contra del principio de
juridicidad.

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ii. La atribución para dictar reglamentos corresponde a una potestad que la ley o la
CPR pueden conceder, por tanto, si una autoridad deroga para un caso particular un
reglamento, estaría utilizando una potestad no conferida expresamente, lo que vulneraría,
asimismo, el principio de juridicidad.
iii. La derogación para un caso singular vulnera el principio de igualdad ante la ley.

Control del reglamento.


El reglamento puede ser controlado por diversas vías:
i. En primer lugar, está sujeto a un control preventivo ejercido por la CGR, ya sea por
la vía del trámite de toma de razón (excepto los reglamentos municipales), o por la vía de
la emisión de dictámenes, los cuales son vinculantes para la Administración del Estado.
ii. En segundo lugar, existe un control por parte de los Tribunales Ordinarios, o bien,
control contencioso administrativo. Ello tiene lugar mediante el ejercicio de una acción
anulatoria directa (contencioso administrativo general), o mediante el reclamo de ilegalidad
regional o el reclamo de ilegalidad municipal (contenciosos especiales).
iii. En tercer lugar, existe un control eventual (represivo) por parte del TC, una vez
publicado el reglamento (art. 93 Nº 16 de la CPR); pues a éste le corresponde resolver la
constitucionalidad de los DS reglamentarios (emanados de la potestad reglamentaria del
Presidente de la República), cualquiera sea el vicio invocado, cuando así lo solicite
cualquiera de las Cámaras del Congreso.
iv. También existe un control del parlamento, por la vía de la acusación constitucional
en contra de los ministros de Estado, en los casos en que se dejen sin ejecución las leyes
(art. 52 Nº 2 letra B de la CPR).

Paralelo entre ley y reglamento

Semejanzas Diferencias

Obligatoriedad- coercitivo Órgano del cual emanan

Permanencia Materias (reserva legal)

Abstracción La función de cada uno

Generalidad Posición en el ordenamiento jurídico

Control

Formas en que nacen a la vida jurídica.

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Capítulo 3

EL ACTO ADMINISTRATIVO, SUS EFECTOS Y VIGENCIA

1. CONCEPTO LEGAL
El artículo 3 de la LBPA define al acto administrativo como “Concepto de Acto
administrativo. Las decisiones escritas que adopte la Administración se expresarán por
medio de actos administrativos.
Para efectos de esta ley se entenderá por acto administrativo las decisiones formales que
emitan los órganos de la Administración del Estado en las cuales se contienen
declaraciones de voluntad, realizadas en el ejercicio de una potestad pública.
Los actos administrativos tomarán la forma de decretos supremos y resoluciones.
El decreto supremo es la orden escrita que dicta el Presidente de la República o un Ministro
"Por orden del Presidente de la República", sobre asuntos propios de su competencia.
Las resoluciones son los actos de análoga naturaleza que dictan las autoridades
administrativas dotadas de poder de decisión.
Constituyen, también, actos administrativos los dictámenes o declaraciones de juicio,
constancia o conocimiento que realicen los órganos de la Administración en el ejercicio de
sus competencias.
Las decisiones de los órganos administrativos pluripersonales se denominan acuerdos y se
llevan a efecto por medio de resoluciones de la autoridad ejecutiva de la entidad
correspondiente.
Los actos administrativos gozan de una presunción de legalidad, de imperio y exigibilidad
frente a sus destinatarios, desde su entrada en vigencia, autorizando su ejecución de oficio
por la autoridad administrativa, salvo que mediare una orden de suspensión dispuesta por
la autoridad administrativa dentro del procedimiento impugnatorio o por el juez, conociendo
por la vía jurisdiccional”.
Si bien la LBPA intentó plasmar el concepto restrictivo de acto administrativo como negocio
jurídico (declaración de voluntad), idea contenida en el mensaje inicial del proyecto, el
legislador complementó esta noción conceptual con una definición extendida del acto
administrativo que virtualmente comprende cualquier actuación escrita incorporada a la vida
formal de la Administración del Estado. En esa línea, mientras en inciso segundo acoge lo
que se llamará el “concepto estricto” del acto administrativo, el inciso sexto del mismo
artículo abre la definición anterior y consagra el “concepto extendido”.
Nuestro legislador opta por seguir la doctrina italiana, conformando un concepto amplio de
acto administrativo, donde se incluyen no tan solo las declaraciones de voluntad (que tienen
por finalidad producir un efecto jurídico), sino también otros actos, como son los
dictámenes, declaraciones de juicio, constancia o conocimiento que emiten los órganos de
la Administración del Estado.

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2. CARACTERÍSTICAS LEGALES DEL ACTO ADMINISTRATIVO


Del análisis del concepto legal, se pueden extraer las siguientes características:
a) Carácter decisorio: quiere decir que a través del acto administrativo lo que hace la
Administración es resolver una determinada manera de aplicar o ejecutar el ordenamiento
jurídico público a un caso en concreto. Lo propio del acto decisorio es la producción de un
efecto jurídico.
El acto decisorio regularmente constituye una resolución final o definitiva del procedimiento,
con diferentes expresiones en la LBPA: decisión definitiva (art. 24), decisión final (art. 27),
decisión que ponga término a un procedimiento (art. 62), decisión de un procedimiento (art.
35), decisión que se adopte o decisión adoptada (art. 11, 16, 21 y 60), decisión que pudiere
recaer (art. 32), y decisión acerca de la solicitud (art. 64).
Sin embargo, también alude excepcionalmente a actos de tramite o preparatorios que
resuelven cuestiones accesorias al asunto de fondo en el curso del procedimiento
administrativo, como: decisión sobre ampliación de plazos (art. 26), decisión de iniciación
(art. 32), y decisión que ordena aplicación de tramitación de urgencia (art. 63).
El concepto extendido admite que también el acto administrativo pueda expresar otros
estados intelectuales además del decisorio. Puede así ser un dictamen o declaración de
juicio, de constancia o de conocimiento.
b) Declaración de voluntad: declaración de voluntad es la exteriorización de una intención
seria de producir efectos jurídicos, con la actuación que emana de un sujeto capaz de ello.
Siempre se ha entendido que la manifestación de voluntad se materializa en los elementos
de la competencia del órgano y la investidura del titular de las mismas; sin embargo, tales
elementos de la actuación administrativa son autónomos y tienen su exteriorización en el
acto administrativo en particular.
c) Es una decisión formal: sometida a un conjunto de ritualidades tanto en su elaboración
(forma procedimiento) como en la manifestación externa de su contenido (de expresión de
la declaración de voluntad).
d) Escrituración: la LBPA al definir las formas que pueden adoptar los actos administrativos
(DS o resoluciones), señala que son órdenes escritas. El carácter escrito se relaciona con
el principio de escrituración del procedimiento administrativo consagrado en el art. 5º de la
LBPA.
e) Debe emanar de un órgano de la Administración del Estado: no puede existir acto
administrativo sin que intervenga un órgano de la Administración declarando o
manifestando su voluntad. La LBPA indica expresamente cuáles son esos órganos en el
artículo 2. Los que no se encuentran en dicho ámbito orgánico no dictan actos
administrativos (ej. las empresas públicas creadas por ley).
f) Se dicta en ejercicio de una potestad pública: la potestad puede conceptualizarse como
un poder jurídico que habilita a su titular para imponer conductas mediante la constitución,
modificación o extinción de relaciones jurídicas o mediante la modificación de un estado

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material preexistente. La LBPA utiliza también la expresión “competencia” para referirse al


mismo elemento.
g) Presunción de legalidad: característica establecida en el inc. VIII del art. 3º de la LBPA,
que señala que los actos administrativos gozan de una presunción de legalidad, de imperio
y exigibilidad frente a sus destinatarios, desde su entrada en vigencia, autorizando su
ejecución de oficio por la autoridad administrativa, salvo que mediare una orden de
suspensión dispuesta por la autoridad administrativa dentro del procedimiento impugnatorio
o por el juez, conociendo por la vía jurisdiccional.
h) Imperio: supone que pueden imponerse aún en contra de la voluntad del ciudadano, pues
si se estima legal, el paso siguiente es que el acto administrativo, que se dicta en ejercicio
de una potestad pública (en definitiva, del poder), tenga imperio, incluso por la fuerza.
i) Exigible frente a sus destinatarios: dice relación con la ejecutoriedad del acto
administrativo, en cuanto éste es capaz de imponerse de oficio por la propia Administración,
en uso de sus poderes de autotutela.

3. FORMA DEL ACTO ADMINISTRATIVO


a) DECRETO SUPREMO
Se considera que el decreto es toda orden o mandato que emana de cualquier autoridad,
no sólo administrativa, sino que también judicial; pero cuando este acto emana del
Presidente de la República, toma la denominación de DS. El Presidente de la República,
por lo tanto, se expresa en el mundo jurídico a través de DS, por lo que, al dictar un
reglamento, un indulto, promulgar una ley, nombrar un Ministro, etc., siempre lo debe hacer
a través de un DS.
El art. 3 inciso cuarto de la LBPA señala que el DS es la orden escrita que dicta el Presidente
de la República o un Ministro “por orden del Presidente de la República”, sobre asuntos
propios de su competencia. Hay que tener presente, como se enunció en un comienzo, que
el DS es solamente una forma, es decir, no es una entidad que tenga una sustancia
especial, sino que un continente que comprende o abarca los diversos contenidos.
Los DS admiten diversas clasificaciones, a saber:
i. Decretos supremos reglamentarios y simples DS. Los DS reglamentarios son
aquellos que contiene un reglamento (sea autónomo o de ejecución) o que se dictan en
virtud de la potestad reglamentaria del Presidente de la República; mientras que los simples
DS, son aquellos que no contienen un reglamento, por ejemplo, un indulto, nombrar
Ministro, una expropiación, promulgar una ley, etc.
La importancia de esta clasificación, viene dada por la figura de la delegación de firma, para
lo cual hay que tener presente lo dispuesto por el art. 35 inc. I de la CPR, el cual dispone
que los reglamentos y decretos del Presidente de la República deberán firmarse por el
Ministro respectivo, y no serán obedecidos sin este esencial requisito. Luego, el inc. II
señala que los decretos e instrucciones podrán expedirse con la sola firma del Ministro
respectivo, por orden del Presidente de la República, en conformidad con las normas que
al efecto establezca la ley. La interpretación tradicional de esta disposición, era entender

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que los DS tenían como condición esencial la firma del Presidente y del Ministro respectivo,
pero estaba la posibilidad de que éstos se pudieran expedir con la sola firma del Ministro
en caso de que el Presidente hubiese hecho una delegación de firma. Esta interpretación
fue revisada por el TC en la sentencia Rol Nº 153 de 1993, poniendo atención en el cambio
de redacción que tenía el inc. II respecto del inc. I, ya que el primero habla de reglamentos
y decretos, mientras que el segundo se refiere a los decretos e instrucciones; pues para
este tribunal, el constituyente habría hecho una clara distinción entre los requisitos de forma
que deben tener los reglamentos, los decretos y las instrucciones, de tal manera que los
decretos e instrucciones pueden expedirse con la sola firma del ministro respectivo por
orden del Presidente y previa autorización legal, cuestión que no ocurre con los
reglamentos, que han sido excluidos de la posibilidad de delegación de firma, y
necesariamente deben ser suscritos por el Presidente de la República y además, por el
ministro respectivo.
ii. Decretos supremos de insistencia y DS de emergencia. El DS de insistencia es aquel
que tiene lugar cuando la CGR representa un acto administrativo, en su función de control
de legalidad y constitucionalidad. Frente al oficio de representación, el Presidente de la
República va a tener tres posibilidades: allanarse a lo que sostiene la CGR, por lo que
archivará el DS, el cual no tendrá existencia legal; tomar el DS e introducirle modificaciones
siguiendo las pautas dadas por la CGR, y luego remitirlo nuevamente para el trámite de
toma de razón; o insistir en el acto mediante un DS de insistencia, para lo cual, debe cumplir
una condición, cual es: llevar la firma de todos los Ministros de Estado. La CGR, en este
caso, debe tomar razón del DS, y una vez que tome razón, debe remitir todos los
antecedentes a la Cámara de Diputados, a la que le corresponde fiscalizar los actos del
gobierno, materia regulada en el art. 99 de la CPR.
Se desprende del art. 99, hay cuatro materias respecto de las cuales el Presidente no puede
insistir:
- Cuando la representación se base en una inconstitucionalidad del DS. En este caso
si el Presidente de la República no se conforma con la representación de la CGR, deberá
remitir los antecedentes al TC dentro del plazo de diez días, a fin de que éste resuelva la
controversia.
- Cuando un DFL se aparte de la ley delegatoria, ya que en este caso la CGR lo puede
representar, y el Presidente no podrá insistir, pudiendo sólo recurrir al TC en un plazo de
diez días.
- Cuando el DS que promulga una ley o de reforma constitucional, se aparta del texto
aprobado. En este caso el Presidente de la República tampoco puede insistir, sólo puede
recurrir al TC en un plazo de diez días.
- Cuando los DS que ordenan gastos exceden el límite legal ordenado por la ley de
presupuestos. En este caso el Presidente no puede hacer nada, tiene que estarse a lo que
dice la CGR; no obstante, hay cierta flexibilidad en la materia, ya que se permite ordenar
gastos con la firma de todos los Ministros, los que no podrán exceder el 2% del ítem de
gastos de los fondos de la Nación, en caso de catástrofes, conmoción interior, grave daño
o peligro de daño a la seguridad nacional, y agotamiento de los recursos de un servicio
público que no puede paralizarse (DS de emergencia). En este caso, los Ministros van a

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ser solidariamente responsables, pudiendo también configurarse el delito de malversación


de caudales públicos (art. 32 Nº 20 de la CPR).
b) RESOLUCIONES.
Respecto a las resoluciones, el art. 3 inciso quinto de la LBPA, las define señalando que
son los actos de análoga naturaleza (órdenes escritas) que dictan las autoridades
administrativas dotadas de poder de decisión. Por lo tanto, todos los actos administrativos
que no sean dictados por el Presidente, son resoluciones, por ejemplo, los actos
administrativos dictados por los ministros, subsecretarios, intendentes, gobernadores, etc.
c) ACUERDOS
Son las decisiones de los órganos pluripersonales colegiados.

4. CLASIFICACIÓN DE LOS ACTOS ADMINISTRATIVOS.

a) Actos decisorios, actos de juicio, actos de constancia y actos de conocimiento.


Actos decisorios son aquellos que contienen una declaración de voluntad con el propósito
de producir un efecto jurídico directo cualquiera, ya sea de derecho objetivo o de derecho
subjetivo. Actos de juicio son aquellos que contienen una definición u opinión específica,
por ejemplo, los dictámenes. Actos de constancia consisten en la constatación de hechos
o situaciones, como por ejemplo un acta de fiscalización. Actos de conocimiento son
declaraciones de conocimiento respecto de situaciones específicas, normalmente
vinculadas con situaciones o condiciones personales de determinado sujeto, por ejemplo,
los informes.
b) Actos administrativos simples y actos administrativos complejos.
El acto administrativo simple es aquel que requiere la intervención de un sólo órgano o
autoridad de la Administración; y por el contrario, el acto administrativo complejo, es aquel
que requiere la intervención de dos o más órganos. Por ejemplo, un particular pide un
permiso de construcción en suelo urbano, éste sólo debe ser otorgado por el Director de
Obras Municipales, por lo tanto, se trata de un acto administrativo simple; distinta es la
situación si se quiere construir en suelo rural, pues aquí se requiere el permiso de la Sub-
dirección de Obras Municipales, del SEREMI de Vivienda y Urbanismo y del SEREMI de
Agricultura, es decir, se requiere la intervención de varias autoridades (ya que hay una
prohibición general de hacer núcleos urbanos), por lo tanto, se trata de un acto
administrativo complejo.
Es relevante esta clasificación, sobretodo tratándose de actos administrativos complejos,
porque hasta que no intervenga la última autoridad que tiene que intervenir, no se puede
dictar el acto terminal.
c) Actos administrativos singulares y actos administrativos generales.
Actos administrativos singulares (o actos administrativos a secas) son aquellos que
producen efectos jurídicos individuales, respecto de un particular o determinadas personas;
estas personas pueden estar identificadas nominativamente, es decir, con sus nombres y

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apellidos, o bien, por su pertenencia a un colectivo delimitable objetiva e inequívocamente,


por ejemplo, todos los feriantes de una determinada feria o mercado. Los actos
administrativos generales, por su parte, son los que producen efectos jurídicos o
consecuencias respecto de un conjunto indeterminado de personas o sujetos, por ejemplo,
las convocatorias a concursos o las licitaciones públicas.
Esta clasificación tiene importancia, porque según lo señala el art. 45 de la LBPA, los actos
singulares para producir efectos deben ser notificados, lo que por regla general se hace por
medio de carta certificada. Mientras que los actos generales deben ser publicados, tal como
lo señala el art. 48 letra B de la misma ley.
Con todo, no debe confundirse el acto administrativo general con el reglamento. El acto
administrativo general no asume carácter normativo ni se integra al ordenamiento jurídico:
se agota en su cumplimiento, Así, el acto administrativo que ordena la restricción vehicular,
en cuanto afecta a ciertos dígitos de placas patentes, no supone un acto normativo, sino
sólo un acto con destinatario en principio indeterminado por su número, pero determinable.
d) Actos administrativos unilaterales y actos administrativos bilaterales.
El acto administrativo unilateral es aquel que emana de la exclusiva voluntad de la
Administración que los dicta, como por ejemplo, un permiso, una concesión o una sanción.
Por su parte, el acto administrativo bilateral es aquel que precisa para su perfección o plena
eficacia, de la voluntad del sujeto al que se dirige, como por ejemplo, el nombramiento de
un funcionario, ya que se requiere su aceptación.
Es menester señalar que los actos administrativos bilaterales no son contratos ni
convenciones administrativas, ya que éstas tienen una naturaleza jurídica diversa.
e) Actos administrativos decisorios y actos administrativos no decisorios.
El acto administrativo decisorio es aquel que contiene una declaración de voluntad de
cualquier orden, favorable o no al destinatario, que constituye, modifica o extingue una
situación jurídica; como por ejemplo, otorgar un permiso o una concesión, o bien, aplicar
una sanción. Lo normal es que todo procedimiento administrativo termine con un acto
decisorio.
Los actos no decisorios son aquellos que no contienen declaraciones de voluntad, sino que
contienen un juicio o valoración, una constancia o una declaración de conocimiento, como
por ejemplo, las certificaciones, los informes y dictámenes. Lo normal es que este tipo de
actos sean actos de trámite.
f) Administrativos de efectos favorables y actos administrativos de gravamen.
Los actos de efectos favorables son aquellos que crean una situación jurídica en favor del
destinatario del acto, normalmente otorgando un derecho, como por ejemplo, cuando se
otorga un permiso o se adjudica una licitación; en cambio, los actos de gravamen son
aquellos que producen un efecto o consecuencia jurídica negativa en la esfera jurídica del
destinatario, por ejemplo, una multa, la clausura, una destitución de un funcionario.
La importancia de la distinción viene dada por lo que señala el art. 61 de la LBPA, que dice
que todos los actos que dicta la Administración pueden ser revisados de oficio por ella y los

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puede revocar en cualquier momento, salvo aquel acto administrativo que haya dado lugar
a derechos adquiridos de forma legítima, es decir, salvo el acto administrativo de efectos
favorables. No obstante, cabe señalar que, si bien no es posible que se revoque de oficio
un acto de efectos favorables, sí procede en este caso la invalidación, conforme al art. 53
de la LBPA, sin perjuicio de la responsabilidad patrimonial del órgano que dictó el acto
ilegal. Respecto de los actos de gravamen la situación es distinta, puesto que ellos son
esencialmente revocables dentro de los márgenes de la ley, y la revocación puede operar
por razones de mérito, oportunidad o conveniencia.
También es importante para calificar un caso excepcional de retroactividad del acto
administrativo cuando es favorable al administrado (art. 52).
g) Actos administrativos constitutivos y actos administrativos declarativos.
Los actos constitutivos son aquellos que crean una situación jurídica ex novo, que antes no
existía, es decir, el acto administrativo le da nacimiento a esa situación jurídica, por ejemplo,
una concesión marítima, ya que la resolución que la otorga tiene su fuente, título y modo
en el acto administrativo que le da surgimiento; y los actos declarativos, por su parte, son
aquellos que reconocen una situación jurídica de carácter preexistente, por ejemplo, los
funcionarios públicos tienen una asignación por antigüedad, que se va otorgando cada dos
años, y la autoridad administrativa al otorgar un bienio, reconoce una situación jurídica
preexistente.
h) Actos administrativos reales y actos administrativos personales.
Los actos reales son aquellos que crean una situación jurídica de carácter real, sin
consideración a la persona, es decir, son actos referidos a cosas, con independencia de su
titular (un ejemplo de acto real, es aquel local al cual se le otorga una patente comercial).
En cambio, los actos personales, son aquellos que tienen especial consideración del sujeto
o persona que es destinatario del acto (por ejemplo, nombrar un funcionario, adjudicar una
licitación, etc.).
La distinción es relevante, porque las situaciones jurídicas que emanan de actos reales
pueden ser transferidas a terceros, por ejemplo, el derecho de aguas, que se otorga
mediante un acto de autoridad, precisamente de la Dirección General de Aguas, y el titular
puede vender este derecho. Esto a diferencia de los actos administrativos personales, los
cuales no permiten transferir los derechos o situaciones que otorgan a una persona (son
intransferibles), por ejemplo, una concesión de una carretera o un acto administrativo
sancionador.
i) Actos expresos y actos tácitos o presuntos.
Un acto expreso será la resolución administrativa escrita y formalmente emanada, mientras
que un acto tácito o presunto, es aquel en que la declaración de la Administración del
Estado no se exterioriza de modo formal, sino que se deduce de su propia inactividad, por
aplicación de las reglas del silencio administrativo que se estudiarán más adelante.
j) Actos administrativos definitivos o terminales y actos administrativos de trámite.

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La importancia de esta clasificación, radica en el hecho de que el procedimiento


administrativo se compone de una serie de actos de trámite que lo sustancian y que tienen
que desembocar en un acto de carácter terminal, que se pronuncia sobre el fondo de la
situación y contiene una decisión.
El art. 15 de la LBPA establece una regla relevante a este respecto, cual es que, por regla
general, sólo se pueden impugnar los actos terminales o finales, y no es posible la
impugnación de actos de trámite. La regla general planteada tiene excepciones, ya que, tal
como lo señala el inc. II del citado art. 15, los actos de mero trámite son impugnables sólo
cuando determinen la imposibilidad de continuar un procedimiento o produzcan indefensión.

5. ELEMENTOS DEL ACTO ADMINISTRATIVO.

A. Elementos objetivos: la competencia y el contenido.


a) Competencia: Dice relación con que el órgano administrativo tenga atribuida por ley la
competencia para actuar. La competencia se puede determinar en razón de tres elementos
a saber la materia, territorio y grado o jerarquía.
b) Contenido: Se refiere a la resolución o decisión propiamente tal, puede ser: esencial, sin
el cual el acto no existiría; natural, es el contenido del acto sin necesidad de precisarlo,
accidental, se refiere a las clausulas accesorias del acto.

B. Elemento causal o motivos: dice relación con la razón que justifica cada acto
administrativo, en el están incorporados los elementos de hecho que se tuvieron a la vista
para su dictación, como también, la causa legal que lo justifica. Se relaciona con los
artículos 11, inciso 2°, y 41, inciso 4°, de la LBPA. Puede ser de dos tipos.
- Jurídicos o de derecho: conjunto de disposiciones legales y/o reglamentarias, como
también principios generales del derecho, que aplica la Administración Pública al adoptar
la decisión.
- Fácticos o de hecho: elementos de hecho que tuvieron en cuenta al dictar el acto.
Frente a la inexistencia o error en este elemento, el acto administrativo de que se trate
adolecerá de un vicio de abuso o exceso de poder.

C. Elemento teleológico o finalista:


Dice relación con la necesidad de perseguir un interés público que todo acto administrativo
debe contener. La inexistencia o error en este elemento acarreará un vicio de desviación
de poder.
Dicho vició existirá cuando el funcionario persiga un interés personal con la dictación del
acto, o cuando actué en pos de beneficiar a un tercero.

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D. Elemento formal:
Se divide en:
- Forma de producción: a través de un procedimiento administrativo.
- Motivación: se refiere a la exteriorización de las razones que han llevado a dictarlo.
- Impugnación: dice relación con lo preceptuado en el artículo 41, inciso 4°, de la
LBPA “Las resoluciones contendrán la decisión, que será fundada. Expresarán,
además, los recursos que contra la misma procedan, órgano administrativo o judicial
ante el que hubieran de presentarse y plazo para interponerlos, sin perjuicio de que
los interesados puedan ejercitar cualquier otro que estimen oportuno”.

Al concurrir todos los elementos del acto administrativo, éste será eficaz y producirá todas
las consecuencias jurídicas que le son propias. Pero si falta alguno de estos elementos, se
produce un vicio de validez y aparece una causal de nulidad.

6. EFECTOS DEL ACTO ADMINISTRATIVO

Los actos administrativos están dotados de una fuerza jurídica singular. Dicha fuerza no
tiene su origen en ninguna característica intrínseca de los actos, sino que es consecuencia
de los privilegios posicionales que ostenta la Administración, en cuanto organización
integrante de los poderes públicos. Esta fuerza se manifiesta a través de la presunción de
legalidad de los actos; su exigibilidad; y por el cumplimiento generalizado.
a) Presunción de legalidad.
El inciso final del art. 3º de la LBPA describe esta modalidad de eficacia al señalar que los
actos administrativos gozan de una presunción de legalidad; esta es una fórmula tradicional,
tomada de la doctrina italiana, que expresa la denominada presunción de validez o
legitimidad, con arreglo a la cual, los actos administrativos han de tenerse por ajustados a
Derecho, hasta que su invalidez no sea declarada formalmente por otro acto posterior o por
una sentencia judicial.
Esta regla no es absoluta. Opera solamente en tanto no se demuestre y se declare a firma
la invalidez del acto. En consecuencia, no implica la inimpugnabilidad del mismo, puesto
que siempre puede demostrarse que la actuación es contraria al principio de legalidad.
b) Imperatividad.
Es la obligatoriedad y el deber de cumplimiento que el acto administrativo genera una vez
perfeccionado. También se conoce como “ejecutividad”.
Los actos administrativos en su condición de actos de la autoridad tienen como rasgo
común y ordinario su directa fuerza obligatoria tanto para los ciudadanos como para la
Administración. Esta eficacia supone el deber de inmediato de acatamiento de su contenido,
único medio de asegurar a esa autoridad la disposición exclusiva de sus efectos como
garantía última a la tutela y logro del bien común. Por ello puede imponerse a los
administrados en forma unilateral y obligatoria, aumentando o limitando sus derechos.

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c) Exigibilidad
Muy ligado al efecto anterior, la exigibilidad o también conocida como “ejecutoriedad”
significa que el acto puede ser puesto en ejecución de inmediato por la propia
administración (“autorizando su ejecución de oficio”) y sin necesidad de recurrir a otro poder
o autoridad del Estado. La ejecutoriedad designa una posibilidad instrumental adicional a la
mera “imperatividad”: la facultad de la administración de imponer por sí misma el contenido
obligatorio de sus propios actos administrativos utilizando medios coactivos. Aquí el
privilegio que beneficia a la Administración se denomina “autotutela ejecutiva”, en cuanto le
permite llevar a efecto directo sus decisiones previamente emitidas.
Hay muchos actos administrativos que, sin perjuicio de estar dotados de imperatividad o
ejecutividad, no obstante, carecen por naturaleza de ejecutoriedad, por no ser susceptibles
de ser ejecutados forzosamente, como ocurre por ejemplo con un permiso o una
autorización. Estos, una vez notificados al interesado son imperativos o ejecutivos, esto es,
eficaces y obligatorios frente a todos, pero por su naturaleza no tienen ejecutoriedad,
porque su contenido se agosta en la sola declaración (ej. una licencia de conducir de hace
obligatoria –ejecutividad- al ser comunicada al beneficiario de la misma, pero la
Municipalidad que la otorga no puede obligar al ciudadano a hacer uso de la misma).
Ahora bien, las condiciones o requisitos para que esta potestad se lleve a cabo, son los
siguientes:
i. En primer lugar, debe existir un acto administrativo formal como título habilitante de la
ejecución. Aunque parezca una advertencia obvia, un procedimiento ejecutivo no puede
iniciarse sin la existencia de un acto administrativo formal que declare una obligación que
haya podido ser voluntariamente cumplida por su destinatario, por haberle sido notificado
su contenido (art. 50 de la LBPA). No cabe, pues, la ejecución forzosa de actos verbales,
salvo las actuaciones materiales que tienen lugar en las relaciones de policía (por ejemplo,
la aprehensión física de un delincuente tras la orden de entregarse).
ii. No es necesario que el acto administrativo a ejecutar reúna el carácter de firmeza, pues
puede ser ejecutado aun cuando haya sido objeto de una impugnación administrativa o
judicial, salvo que la ejecución sea detenida mediante la suspensión de su eficacia.
iii. El acto a ejecutar ha de poseer un grado de determinación suficiente, de manera que la
obligación que imponga no requiera ser concretada mediante especificaciones ulteriores.
Este requisito, no previsto en la LBPA, se desprende de la exigencia general del proceso
civil relativa a la liquidez de la deuda, como requisito para proceder a su exigencia en un
proceso ejecutivo. No cabría, pues, por ejemplo, la ejecución forzosa de un acuerdo
municipal en el que se ordenara al constructor de un edificio simplemente acomodarlo a las
ordenanzas municipales, sin indicar a cuáles.
iv. Por último, la potestad de ejecución sólo puede tener lugar previa notificación de su
iniciación (art. 50 inc. II de la LBPA).
d) Irretroactividad
El art. 52 de la LBPA, señala que los actos administrativos no tendrán efecto retroactivo,
salvo cuando produzcan consecuencias favorables para los interesados y no lesionen

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derechos de terceros. Significa que el acto sólo puede regir para el futuro, es decir, con
posterioridad a su entrada en vigencia.
Por lo tanto, la retroacción de los efectos del acto administrativo tiene carácter excepcional,
pudiendo producirse sólo en los supuestos y requisitos que el precepto transcrito menciona.
e) Impugnabilidad
Inherente a la condición de acto productor de efectos jurídicos que detenta el acto
administrativo, es que tales efectos puedan ser discutidos por los interesados mediante la
interposición de recursos administrativos o jurisdiccionales.
Impugnar, en sentido amplio quiere significar tanto “revisar” la legalidad del acto como la
oportunidad y mérito del mismo. La impugnabilidad del acto administrativo se configura
como una contrapartida indispensable al reconocimiento de la presunción de legalidad y de
la imperatividad que beneficia ordinariamente a la potestad de los órganos de la
administración, proveyendo al individuo medios eficaces para cuestionar y discutir la validez
del acto que se estima perjudicial.

7. EFICACIA DE LOS ACTOS ADMINISTRATIVOS


Al respecto se debe tener presente el art. 51 de la LBPA que señala el acto administrativo
produce inmediata ejecutoriedad, es decir, el acto administrativo desde el momento en que
se dicta entra en vigencia y produce ejecutoriedad; en otras palabras, produce sus efectos
desde que se dicta. Sin embargo, dicho artículo contiene tres excepciones a la regla
anteriormente señalada, a saber:
(i) casos en que una disposición establezca lo contrario;
(ii) caso en que se necesite aprobación o autorización superior y;
(iii) en el caso de los decretos y las resoluciones producirán efectos jurídicos desde su
notificación o publicación, según sean de contenido individual o general. En este último
caso es necesario tener presente que la notificación de regula en los artículos 45 y
siguientes de la LBPA.
7.1 SUSPENSIÓN DE LA EFICACIA DEL ACTO ADMINISTRATIVO
El inc. final del art. 3º de la LBPA prevé la suspensión del acto administrativo en dos
supuestos: cuando mediare una orden de suspensión dispuesta por la autoridad
administrativa dentro del procedimiento impugnatorio o por el juez, conociendo por la vía
jurisdiccional.
La LBPA ha consagrado el principio de que la interposición de un recurso, ya sea
administrativo o jurisdiccional, no suspende por sí solo la ejecución de los actos
impugnados; pues de esta forma se ha querido hacer prevalecer el principio de eficacia y
la continuidad de la acción administrativa, frente a la garantía de la legalidad y de los
derechos e intereses de los ciudadanos. Pues dicha suspensión puede producirse cuando
así se declare por el órgano competente para resolver el recurso y sólo cuando concurran
una serie de circunstancias, que pueden resumirse en la necesidad de evitar la producción
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un daño irreparable, o cuando haga imposible el cumplimiento de lo que se resolviere, en


caso de acogerse el recurso. Esto se relaciona con una suerte de equilibrio entre la
autotutela administrativa y los derechos de los particulares. El art. 57 regula los casos de
suspensión del acto.

8. EXTINCIÓN DEL ACTO ADMINISTRATIVO


En este punto existe una distinción clásica entre extinción normal o extinción anormal del
acto administrativo. En primer lugar, la pérdida de eficacia o extinción normal del acto
administrativo se produce en todos aquellos casos en que se da cumplimiento a su
contenido u objetivo. En tal caso, el acto administrativo –válido o no- fue llevado a cabo y
produjo el efecto jurídico o material que se buscaba con su dictación.
Por otro lado, se encuentra la extinción anormal del acto administrativo, que puede
producirse por diversas circunstancias que le afectan tanto en su origen, como a lo largo de
su existencia, las que pueden conllevar su eliminación. El siguiente cuadro da cuenta de
las formas de extinción anormal y de la causa de extinción que le dio origen:

Forma de extinción Causa


Revocación Acto de contrario imperio de la propia
administración.
Invalidación Ilegalidad del acto declarada por la propia
administración.
Nulidad Ilegalidad del acto declarada por el juez.
Decaimiento Desaparición de los supuestos jurídicos o
de hecho del acto.
Caducidad Verificación de la condición resolutoria o el
plazo del acto.
Revocación sanción Aplicación de una sanción administrativa
consistente en la revocación del acto

A. ILEGITIMIDAD DE LOS ACTOS ADMINISTRATIVOS

El acto administrativo se presume legal por el solo ministerio de la ley y dicha presunción
se ve reforzada en los casos en que el acto ha sido sometido al control de legalidad de la
Contraloría General de la República, sin embargo, se trata de una presunción simplemente
legal o iuris tantum, lo que permite que pueda ser desvirtuada en un procedimiento
administrativo de impugnación o en un procedimiento contencioso administrativo.
Una concepción irrestricta del principio de legalidad, lleva a la conclusión de que cualquier
vicio en un elemento del acto administrativo acarrearía la nulidad y, por lo tanto, la pérdida
de eficacia y extinción del acto. Sin embargo, sólo una parte muy pequeña de la doctrina
entiende esto así, y lo que es más importante, en la realidad práctica nunca se ha entendido
de esa manera el principio de legalidad, ni mucho menos aplicado de esa forma. Y ello
porque la regla no escrita, pero asumida, es que solamente deben tomarse en

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consideración las gravísimas infracciones legales para que se proceda a declarar la nulidad.
En el Derecho comparado también se entiende de esa manera, de hecho, en esos
ordenamientos la regla general es la anulabilidad de los actos administrativos que infrinjan
lo establecido en las normas jurídicas.
Como consecuencia de lo anterior, en ocasiones el vicio del acto ni siquiera alcanzará para
su anulabilidad y posible convalidación, sino sólo para una irregularidad en el mismo, es
decir, un vicio no invalidante. Por ello, hay que distinguir entre la nulidad de pleno derecho,
la anulabilidad, y los vicios no invalidantes.

Grado de ilegalidad Consecuencia jurídica Plazo de prescripción

Ilegalidades graves o Nulidad absoluta Imprescriptible


actuaciones cercanas a lo
delictivo

Ilegalidades en el objeto, el Anulabilidad Plazos breves,


motivo o fin. normalmente 6 meses y en
ocasiones días.

Ilegalidades menores, Convalidación del acto Potestad de la


como la forma y la administración, procede
actuación del trámite siempre.

A.1. NULIDAD
La nulidad plena o de pleno derecho se dirige en contra de aquel acto administrativo que
adolece de una ilegitimidad grave y manifiesta; es decir, se trata del grado máximo de
invalidez, y supone que el acto es intrínsecamente ineficaz y, por ello, carece de efectos
ipso iure (de forma inmediata), tiene eficacia erga omnes, y no es saneable por la
confirmación o la prescripción.
En nuestro Derecho no existe una norma que señale expresamente qué vicios de legalidad
deben sancionarse con esta nulidad, pero se estima que esto sólo debe ocurrir con los
vicios más graves; y según algunos, estos vicios están mencionados en el art. 7 inc. I de la
CPR, de esta manera podemos señalar como causales:
- Actos que lesionen el contenido esencial de los derechos y libertades susceptibles de
amparo constitucional.
- Los dictados por órganos manifiestamente incompetentes en razón de la materia o
territorio.
- Los que sean constitutivos de infracción penal o se dicten como consecuencia de este.
- Los dictados prescindiendo total y absolutamente del procedimiento legalmente
establecido o de las normas que contienen normas esenciales para la formación de los
órganos colegiados.

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- Los actos expresos o presuntos contrarios al ordenamiento jurídico por los que se
adquieren facultades o derechos cuando se carezca de los requisitos esenciales para su
adquisición.
- Todas las disposiciones administrativas que vulneren la Constitución, las leyes u otras
disposiciones administrativas de rango superior, que regulen materias reservadas a la ley,
las que establecen retroactividad de sanciones no favoreciendo al sancionado o restrictivas
de derechos individuales.
- Cualquier otro que se establezca expresamente en una disposición de rango legal.
A.2. ANULABILIDAD
En todos los demás casos de vulneración al ordenamiento jurídico, incluso la desviación de
poder (ejercicio de potestad administrativa para fines distintos a los previstos por el
ordenamiento jurídico), los actos administrativos serán anulables. De lo anterior se extrae
una doble consecuencia, en primer lugar, se exige para la legitimación activa al menos un
interés en la anulabilidad y, en segundo lugar, la prescriptibilidad de la acción de anulación,
la que normalmente, por razones de seguridad jurídica, tiene un plazo breve.
A.3. VICIOS NO INVALIDANTES.
En los demás casos en que no se afecte un requisito esencial del acto, ni tan siquiera
procederá la anulabilidad, sino sólo la irregularidad del acto administrativo. Así, por ejemplo,
un defecto de forma, una actuación fuera de plazo, la omisión de un acto de trámite que no
causa perjuicio al interesado, etc.; en tales casos el acto administrativo puede ser
posteriormente subsanado. Ello ocurrirá cuando se expida un nuevo acto administrativo que
no contenga las irregularidades del acto original, pero manteniendo un contenido idéntico.
La LBPA contiene un principio no expresado, de permanencia o CONSERVACIÓN DE LOS
ACTOS ADMINISTRATIVOS. Pues, si bien para la ley no resulta indiferente la ilegalidad
del acto administrativo, ésta no permite la extinción del mismo por cualquier vicio, sino que
es exigible la concurrencia de ciertos requisitos para afectar la validez del acto. En dicho
sentido el art. 13 inc. II de la LBPA dispone que el vicio de procedimiento o de forma sólo
afecta la validez del acto administrativo cuando recae en algún requisito esencial del mismo,
sea por su naturaleza o por mandato del ordenamiento jurídico y genera perjuicio al
interesado. En consecuencia, a partir de la disposición transcrita, puede concluirse que, al
menos desde la perspectiva formal o procedimental, la legalidad del acto administrativo se
pone en entredicho cuando el requisito es esencial (por ejemplo, la notificación del acto, la
recepción de pruebas, la emisión de un informe) y siempre que dicha omisión cause
perjuicio al interesado, aplicando el viejo adagio procesal de que no hay nulidad sin
perjuicio. A ello se debe sumar la presunción de validez de la actuación, la cual debe ser
derribada por el legitimado activo, convenciendo al juez de la ilegalidad de que adolece el
acto, antes de anular el acto.

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Actos nulos de pleno derecho Actos anulables

El acto nulo carece de efecto El acto produce sus efectos en tanto no


sea anulado

La sentencia que declara la nulidad es La sentencia que lo establece tiene un


meramente declarativa carácter constitutivo

Los efectos son ex tunc Los efectos son ex nunc

El acto nulo no puede convalidarse, ni por Puede ser convalidado, incluso por el
el transcurso del tiempo, con lo que es transcurso del tiempo, por lo que una vez
imprescriptible y podrá solicitarse en transcurrido el plazo para accionar
cualquier momento. Nunca podrá tener el adquiere firmeza
acto simple.

Puede ser alegada, por cualquier persona, Solo puede ser invocada por quien tiene
en principio. interés legítimo o un derecho subjetivo.

B. CONVALIDACIÓN Y CONVERSIÓN DEL ACTO ADMINISTRATIVO.


La convalidación dice relación con la verificación de un hecho jurídico o de una declaración
administrativa, en cuya virtud el acto anulable adquiere plena validez. Ella puede producirse
por dos vías: por transcurso del tiempo para interponer la acción o para invalidar de oficio
el acto por la propia Administración Pública (dos años según art. 53 inc. I de la LBPA); o
por una declaración en virtud de la cual se ratifica, confirma o subsana el acto
administrativo. Respecto a este último caso, el art. 13 inc. III de la LBPA dispone que la
Administración podrá subsanar los vicios de que adolezcan los actos que emita, siempre
que con ello no se afectaren intereses de terceros (evidentemente, esta disposición debe
ser entendida de forma alternativa a la potestad invalidatoria que la propia LBPA le entrega
a la Administración).
C. RECTIFICACIÓN POR LOS ERRORES DE HECHO, ARITMÉTICOS O MATERIALES
El artículo 62 de la LBPA señala que la aclaración puede darse en cualquier momento, pero
solo se refiere a errores materiales pero que no inciden en el fondo del asunto.
D. INVALIDACIÓN
Se define como la decisión adoptada por la Administración del Estado consistente en la
pérdida de eficacia del acto administrativo por razones de su ilegalidad. Antes de la
dictación de la Ley 19.880 era muy debatido, dividiendo entre aquellos que estaban por
negar la potestad y se había centrado en la argumentación de adquirir derechos subjetivos
a partir de un acto viciado y la extrapolación del principio de buena fe. Con la entrada en
vigor de la citada ley, esta discusión finalizó ya que la consagró expresamente en el artículo
53, en este sentido se debe tener presente:
- Potestad invalidatoria: Se consagra expresamente.

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- Plazo: 2 años contados desde su dictación, tiene su fuente en la seguridad jurídica.


- Causa de la invalidación: Es que es contrario a Derecho. Esta característica permite
distinguirla de la revocación, sin embargo, la intensidad de la vulneración puede variar
notoriamente.
- Invalidación parcial: La LBPA permite una invalidación parcial o total, en el primer caso no
afecta las partes independientes de aquella que es invalidas, esto se justifica en el principio
de conservación del acto administrativo.
- Audiencia del interesado: La ley dispone que debe oirse al interesado, se trata de un
trámite esencial, pero quedan algunas dudas al respecto. Con todo, debemos hacer
presente que la Contraloría General de la República ha manifestado que este trámite se
debe entender por cumplido tácitamente cuando el solicitante invoca el vicio o bien cuando
fue citado, pero éste no compareció dentro del plazo.
- Impugnación del acto administrativo invalidatorio: Siempre es impugnable ante los
tribunales en un procedimiento breve y sumario.
Sin embargo, uno de los problemas que no soluciona la ley es el de los daños y perjuicios
que puede sufrir un particular que se veía beneficiado por el acto o que sufre daño o pérdida
de una situación ventajosa producto del acto invalidatorio. En principio, se puede abordar a
través de la teoría de los derechos adquiridos y otros han manifestado que quienes hayan
adquirido derechos estarían amparados por el artículo 19 nro. 24 de la Constitución.
E. REVOCACIÓN
Regulada en el artículo 61 de la LBPA y no procede cuando se trate de acto de actos
declarativos o creadores de derechos adquiridos legítimamente, cuando la ley haya
determinado expresamente otra forma de extinción de los actos o cuando por su naturaleza
la regulación legal del acto impida que sean dejadas sin efecto.
F. CADUCIDAD
Es una vía anormal de extinción del acto administrativa que opera en aquellos casos en
que acto contiene una modalidad, normalmente un plazo o condición resolutoria, la que de
verificarse acarrea la desaparición o caducidad del acto administrativo.
G. DECAIMIENTO
Ocurre en aquellos casos en que han desaparecido los supuestos fácticos o jurídicos que
se tuvieron en cuenta para la dictación del mismo. Así, por ejemplo, en cuanto a los
presupuestos de hecho, se otorga una concesión sobre un bien municipal, y éste se
derrumba producto de un terremoto, consecuentemente, se extingue el acto administrativo
(en parte esta figura la reconoce el art. 40 inc. II de la LBPA).
También el acto administrativo puede verse alterado por presupuestos de derecho, es decir,
el régimen jurídico en base al cual se dictó el acto administrativo. Por ejemplo, una ley
establece un impuesto y prevé también exenciones al mismo, y en virtud de ella se le otorga
una exención tributaria a un particular por parte de la autoridad administrativa. Si con

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posterioridad se deroga la ley que establece el impuesto, el acto administrativo ya no tiene


sentido, pues el impuesto ya no existe, razón por la cual, el acto decae y se extingue.
H. REVOCACIÓN SANCIÓN
Por ejemplo, cuando se aplica una sanción a un canal de televisión o la resolución de
calificación ambiental puede ser extinguida por la revocación- sanción aplicada por la
superintendencia de medio ambiente.

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Capítulo 4
EL PROCEDIMIENTO ADMINISTRATIVO

1. NATURALEZA Y AMBITO DE APLICACIÓN DE LA LEY N° 19.880


El capítulo I, sobre disposiciones generales, en su artículo primero, en plena
correspondencia con la titulación de la ley y con lo dispuesto en el artículo 63 N° 18 de la
CPR, califica a esta preceptiva como una ley establecedora y reguladora de las “bases del
procedimiento administrativo” de los actos de la Administración del Estado.
En doctrina se ha entendido tradicionalmente que el carácter “básico” o “de bases” de una
legislación determinada obedece a su naturaleza de “ley de principios” o “ley marco”. Se
limita por ello a establecer los elementos básicos, fundamentales y esenciales de la
regulación de una materia, dejando a la potestad reglamentaria del Presidente de la
República la posibilidad de intervenir regulando los aspectos de detalle y las modalidades
de aplicación de la preceptiva legal general. Sin embargo, es dudoso que la LBPA
constituya una ley habilitante de remisiones ulteriores para regulaciones reglamentarias del
procedimiento administrativo. Ello implicaría sin duda vulnerar la reserva legal del artículo
63 N° 18 de la CPR, ya que en ningún lugar esa ley habilita una remisión expresa a la
potestad reglamentaria del poder ejecutivo.
Por otro lado, el legislador fue cuidadoso en relación a los procedimientos existentes aclarando
que este procedimiento general va a regir en defecto de procedimientos especiales actualmente
establecidos. Es decir, tratándose de procedimientos administrativos establecidos en leyes
especiales, primarán en lo correspondiente las normas legales especiales. Por lo tanto, en
aquellos casos en que no existe una regulación procedimental especial, la LBPA resulta
plenamente aplicable, es decir, ahí no hay supletoriedad sino aplicación directa de los principios
y normas básicas que consagra la ley.

Cabe aclarar además que el precepto alude claramente a que la concreción regulatoria especial
del iter administrativo esté contenido en una norma de jerarquía legal, declaración que es
plenamente compatible con la reserva que consagra el artículo 63 N° 18 de la CPR.
Consecuencia de lo anterior es que si el desarrollo o regulación del procedimiento administrativo
especial se encuentra incorporado a normas de jerarquía inferior a la ley, la aplicación de las
bases de la LBPA no puede quedar excluida,

En cuanto al ámbito de aplicación de esta ley, está establecido en su art. 2, el cual no comprende
a todos los órganos que integran la Administración del Estado señalados en el art. 1 de la
LOCBGAE ya que excluye a las empresas públicas creadas por ley y al Banco Central. Las
empresas públicas creadas por ley se excluyeron, puesto que éstas se rigen por el Derecho
común, así por ejemplo, sus relaciones laborales se regirán por el Código del Trabajo y no por el
Estatuto Administrativo, y sus decisiones por el Derecho civil, o bien, por el Derecho mercantil; y
por otra parte, al Banco Central también se excluyó de la aplicación de esta ley, pues en razón
de sus funciones no se le puede aplicar la normativa relativa al principio de transparencia, ya que
hay cierta información de este organismo que tiene el carácter de secreta.

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2. CONCEPTO DE PROCEDIMIENTO ADMINISTRATIVO.


El art. 18 inc. I de la LBPA define al procedimiento administrativo como “una sucesión de actos
trámite vinculados entre sí, emanados de la Administración y, en su caso, de particulares
interesados, que tiene por finalidad producir un acto administrativo terminal”. Este es un concepto
con marcado carácter formal y clásico, y se construye sobre dos categorías básicas: los actos
administrativos de trámite y el acto administrativo terminal.

Debe destacarse que el concepto corresponde a una definición tradicional de procedimiento


administrativo, sin embargo, es restrictivo, en cuanto se refiere sólo a la dictación de un acto
administrativo –que es, en realidad, el objeto de la ley-, pero no debe perderse de vista que el
procedimiento administrativo también procede en otros instrumentos relacionales de la
Administración del Estado, como lo son los reglamentos y los contratos administrativos o
privados.

3. PRINCIPIOS DEL PROCEDIMIENTO ADMINISTRATIVO.

Se encuentran expresados en el 4° de la LBPA, y son:

i. Pr incip io de escr it ur ación . Este principio implica, tal como lo señala el art. 5º de la
LBPA, que el procedimiento y los actos administrativos a los cuales da origen, se
expresarán por escrito o por medios electrónicos, a menos que su naturaleza exija o
permita otra forma más adecuada de expresión y constancia. El problema de esta
disposición, es que se puede entender que lo electrónico no es escrito; pero acá el
problema no es de escrituración o no, sino del soporte de ésta, pues todo expediente
debe constar por escrito, ya sea en soporte de papel o electrónico. En dicho expediente
se asentarán los documentos presentados por interesados, por terceros y otros órganos
públicos, con expresión de fecha y hora de recepción, respetando el orden de ingreso.

ii. Pr incip io de g r at uidad . Este principio, de acuerdo al art. 6º de la LBPA, implica que
en el procedimiento administrativo, las actuaciones que deban practicar los órganos de la
Administración del Estado serán gratuitas para los interesados, salvo disposición legal en
contrario. Por lo tanto, en la medida que el cobro constituye una carga o tasa,
necesariamente debe ser la ley la que establezca los casos en que se hace excepción al
principio de gratuidad.

iii. Pr incip io de celer id ad . Acogiendo la terminología utilizada por la doctrina española,


el art. 7° consagra el principio de celeridad, el cual se confunde con el principio de
oficialidad, ya previsto en nuestro ordenamiento en el art. 8° de la LOCBGAE.

En efecto, la oficialidad se traduce en el deber de impulsar de oficio el procedimiento en


todos sus trámites, mientras que la celeridad se vincula con el principio de economía, en
el sentido que pretende asegurar que la instrucción de los expedientes se lleve a cabo
sin trámites innecesarios y de forma ágil. Sin embargo, el citado art. 7° establece que el
procedimiento, sometido al criterio de celeridad, se impulsará de oficio en todos sus
trámites, es decir, el legislador de la LBPA confunde al principio de celeridad, con el de
oficialidad.

iv. Pr incip io conclus i vo . Nuestro legislador entiende por principio conclusivo la


circunstancia de que todo el procedimiento administrativo está destinado a que la

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Administración dicte un acto decisorio que se pronuncie sobre la cuestión de fondo y en


el cual exprese su voluntad (art. 8° de la LBPA). Esto constituye lo que se conoce como
el “deber de resolver”; sin embargo, este deber no necesariamente ha de cumplirse en la
práctica, puesto que el procedimiento administrativo no termina necesariamente con un
acto decisorio final, pues existen las denominadas causas anormales de término del
procedimiento, como ocurre con el abandono del procedimiento, el desistimiento, causas
sobrevinientes, etc.

v. Pr incip io d e econo m ía pr ocedim ent al . Este principio está estrechamente


vinculado con lo que la doctrina denomina principio de celeridad, pero que nuestro
legislador confunde con el principio de oficialidad. Al respecto, el art. 9° inc. I de la LBPA
dispone que la Administración debe responder a la máxima economía de medios con
eficacia, evitando trámites dilatorios. Para tal efecto, entrega algunas reglas concretas
que son aplicación de dicho principio, pero que bajo ningún respecto acotan o restringen
su alcance, así:

- Se decidirán en un sólo acto todos los trámites que, por su naturaleza, admitan un
impulso simultáneo, siempre que no sea obligatorio su cumplimiento sucesivo.

- Al solicitar los trámites que deban ser cumplidos por otros órganos, deberá
consignarse en la comunicación cursada el plazo establecido al efecto.

- Las cuestiones incidentales que se susciten en el procedimiento, incluso las que se


refieran a la nulidad de actuaciones, no suspenderán la tramitación del mismo, a
menos que la Administración, por resolución fundada, determine lo contrario.

Esto se relaciona con el art. 5º inc. I de la LOCBGAE, que dispone que las autoridades y
funcionarios deberán velar por la eficiente e idónea administración de los medios públicos
y por el debido cumplimiento de la función pública.

vi. Pr incip io de cont r ad ict or iedad o de cont r adicción . De acuerdo al inc. I del art.
10 de la LBPA, los interesados podrán, en cualquier momento del procedimiento, aducir
alegaciones y aportar documentos u otros elementos de juicio. Esto se vincula a las
garantías de un justo y racional procedimiento (art. 19 N° 3 de la CPR), por tal razón, se
establece en el inc. II que los interesados podrán, en todo momento, alegar defectos de
tramitación, especialmente los que supongan paralización, infracción de los plazos
señalados o la omisión de trámites que pueden ser subsanados antes de la resolución
definitiva del asunto. Dichas alegaciones podrán dar lugar, si hubiere razones para ello,
a la exigencia de la correspondiente responsabilidad disciplinaria. Más aún, el inc. III
señala que los interesados podrán, en todo caso, actuar asistidos de asesor cuando lo
consideren conveniente en defensa de sus intereses.

En el entendido que este principio no sólo es un derecho, sino que constituye un deber
para la Administración, se establece en el inc. IV que en cualquier caso, el órgano
instructor adoptará las medidas necesarias para lograr el pleno respeto a los principios
de contradicción y de igualdad de los interesados en el procedimiento.

vii. Pr incip io de im par ci alid ad . El legislador identifica el principio de imparcialidad con


el principio de probidad, cuya asimilación no es plena; pues dispone, en el art. 11 inc. I
que la Administración debe actuar con objetividad y respetar el principio de probidad

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consagrado en la legislación, tanto en la substanciación del procedimiento como en las


decisiones que adopte. Luego el inc. II señala que los hechos y fundamentos de derecho
deberán siempre expresarse en aquellos actos que afectaren los derechos de los
particulares, sea que los limiten, restrinjan, priven de ellos, perturben o amenacen su
legítimo ejercicio, así como aquéllos que resuelvan recursos administrativos; no obstante,
esto se critica, porque de acuerdo al art. 41 inc. IV de la LBPA, todo acto administrativo
debe ser fundado, afecte o no derechos de los particulares.

viii. Pr incip io de abst ención . El principio de abstención constituye en realidad una regla
o norma que garantiza la imparcialidad de las autoridades o funcionarios de la
Administración, al establecer un listado de circunstancias que obligan a estas personas a
abstenerse de intervenir en el procedimiento (art. 12).

En lo que dice relación con la sanción, que se aplicará en caso de intervención, se


establece expresamente que la actuación de las autoridades y funcionarios de la
Administración no implicará, necesariamente, la invalidez de los actos en que hayan
intervenido, lo cual es sin perjuicio de la responsabilidad que fuere procedente
(administrativa o penal).

ix. Pr incip io d e la no f or m ali zació n . El principio de no formalización contenido en el


art. 13 de la LBPA, entrega una regla interesante en relación con los vicios de
procedimiento o de forma que puedan existir. En efecto, el inc. I de la citada disposición
señala que el procedimiento debe desarrollarse con sencillez y eficacia, de modo que las
formalidades que se exijan sean aquéllas indispensables para dejar constancia indubitada
de lo actuado y evitar perjuicios a los particulares.

Ahora bien, la existencia de un vicio de procedimiento o de forma, no conlleva


necesariamente la nulidad del acto administrativo. En efecto, para que se vea afectada
su validez se aplica el principio de transcendencia, es decir, el vicio de procedimiento o
de forma sólo afecta la validez del acto administrativo cuando recae en algún requisito
esencial del mismo, sea por su naturaleza o por mandato del ordenamiento jurídico y
genera perjuicio al interesado (art. 13 inc. II). Este punto fue muy relevante al momento
de analizar los elementos formales del acto administrativo y las causales de nulidad.

A su vez, la misma disposición, en su inc. III, permite la convalidación o saneamiento de


los vicios de forma, al disponer que la Administración podrá subsanar los vicios de que
adolezcan los actos que emita, siempre que con ello no se afectaren intereses de
terceros.

x. Pr incip io de ine xcus abil idad . Reafirmando el deber de resolver que recae sobre la
autoridad, el art. 14 inc. I de la LBPA dispone que la Administración estará obligada a
dictar resolución expresa en todos los procedimientos y a notificarla, cualquiera que sea
su forma de iniciación. Esto es una reiteración del principio conclusivo.

Por otro lado, el inc. II señala que requerido un órgano de la Administración para intervenir
en un asunto que no sea de su competencia, enviará de inmediato los antecedentes a la
autoridad que deba conocer según el ordenamiento jurídico, informando de ello al
interesado. A su vez, el inc. III señala que en los casos de prescripción, renuncia del
derecho, abandono del procedimiento o desistimiento de la solicitud, así como la
desaparición sobreviniente del objeto del procedimiento (causales de término anormal del

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procedimiento), la resolución consistirá en la declaración de la circunstancia que concurra


en cada caso, con indicación de los hechos producidos y las normas aplicables.

xi. Pr incip io de im pug nabi lida d . Confirmando un principio ya consagrado en la


LOCBGAE, el inc. I del art. 15 de la LBPA dispone que todo acto administrativo es
impugnable por el interesado mediante los recursos administrativos de reposición y
jerárquico, regulados en esta ley, sin perjuicio del recurso extraordinario de revisión y de
los demás recursos que establezcan las leyes especiales.

El inc. II entrega una regla sustantiva muy importante, al señalar que sin embargo, los
actos de mero trámite son impugnables sólo cuando determinen la imposibilidad de
continuar un procedimiento o produzcan indefensión. Por último, el inc. III dispone que la
autoridad que acogiere un recurso interpuesto en contra de un acto administrativo, podrá
dictar por sí misma el acto de reemplazo.

xii. Pr incip io de t r anspa r encia y de pub l icid ad . Cierra este repertorio el principio de
transparencia y publicidad, consagrado desde el año 1999 en el art. 13 de la LOCBGAE,
y desde el año 2005 en el art. 8° de la CPR. Esta disposición sólo hace aplicación de
dichas disposiciones, habiendo sido reformulada al tenor de la Ley N° 20.285 sobre
Acceso a la Información Pública, del año 2008.

4. LOS SUJETOS EN EL PROCEDIMIENTO ADMINISTRATIVO

Son por una parte la Administración y por otra los interesados. Así se desprende del propio
artículo 18 de la LBPA, cuando da un concepto de procedimiento administrativo.

a) La administración
Es llevado a cabo por una Administración Pública, la que realizará de oficio los actos de
instrucción que sean necesarios para la determinación, conocimiento y comprobación de los
datos en virtud de los cuales deba pronunciarse en el acto administrativo, la norma no
necesariamente le entregará esta instrucción al órgano que parezca naturalmente competente
sino que puede corresponder a otro, por ejemplo, en el sistema de evaluación ambiental lo lleva
el Servicio de Evaluación de Impacto Ambiental pero la resolución es adoptada por la Comisión
Regional de Evaluación, que preside el Intendente.

Siempre el órgano administrativo aparece como sujeto necesario del procedimiento.

Dos son los requisitos básicos que debe reunir el sujeto administrativo para iniciar, instruir y
resolver un procedimiento administrativo: (i) debe tener competencia y, (ii) debe ser un órgano
idóneo a quien no afecte una causal de inhabilidad.

b) El interesado
Los otros sujetos son los “administrados”, que deben tener la situación cualificada de
“interesados” para poder ser tomados en cuenta en el procedimiento administrativo. Interesado
es el portador o titular de una situación jurídica que puede quedar afectada por la resolución que
se adopte.

En el artículo 20 se regula la capacidad para actuar ante la administración. Tendrán capacidad


de actuar ante la Administración, además de las personas que gocen de ella o la ejerzan con
arreglo a las normas generales, los menores de edad para el ejercicio y defensa de aquellos de

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sus derechos e intereses cuya actuación esté permitida por el ordenamiento jurídico-
administrativo sin la asistencia de la persona que ejerza la patria potestad, tutela o curatela. Se
exceptúa el supuesto de los menores incapacitados, cuando la extensión de la incapacitación
afecte al ejercicio y defensa de los derechos o intereses de que se trate.

El artículo 22 regula la actuación a través de apoderados, los que son definidos como los que
tienen las facultades para la consecución del acto administrativo, salvo manifestación expresa o
en contrario. El poder deberá constar por escritura pública o documento privado ante notario. Se
requerirá siempre escritura pública cuando el acto administrativo de que se trate produzca efecto
que exija esa solemnidad.

El artículo 21 LBPA, señala que se considerarán interesados:


a) Quienes lo promueven como titulares de derechos o intereses individuales o colectivos;
b) los que, sin haber iniciado el procedimiento, tengan derecho que puedan resultar afectados
por la decisión que en el mismo se adopte (ej. el arrendatario de un inmueble frente a un
procedimiento de demolición municipal);
c) Aquellos intereses, individuales o colectivos, puedan resultar afectados por la resolución y se
apersonen en el procedimiento en tanto no haya recaído resolución definitiva.

5. LOS PLAZOS Y EL PROCEDIMIENTO ADMINISTRATIVO

La jurisprudencia de la CGR ha establecido dos elementos centrales de los plazos para la


Administración. Primero, que la Administración no puede concebirse, en principio, como
supeditada a un plazo determinado, más allá del cual se vería impedida de actuar. Y segundo,
que el incumplimiento de los plazos por parte de la Administración no produce la invalidación del
acto, sin perjuicio de otras consecuencias jurídicas.

A. Plazo de recepción y remisión de documentos. El funcionario del organismo al que


corresponda resolver, que reciba una solicitud, documento o expediente, deberá hacerlo llegar a
la oficina correspondiente a más tardar dentro de las 24 horas siguientes a su recepción (art. 24).

B. Providencias de mero trámite. Las providencias de mero trámite deberán dictarse por quien
deba hacerlo, dentro del plazo de 48 horas contado desde la recepción de la solicitud, documento
o expediente-

C. Informes. Los informes, dictámenes u otras actuaciones similares, deberán evacuarse dentro
del plazo de 10 días, contado desde la petición de la diligencia.

D. Decisión definitiva. Las decisiones definitivas deberán expedirse dentro de los 20 días
siguientes, contados desde que, a petición del interesado, se certifique que el acto se encuentra
en estado de resolverse. La prolongación injustificada de la certificación dará origen a
responsabilidad administrativa.

E. Reglas especiales sobre cómputo de plazos.


- Los plazos de días establecidos en esta ley son de días hábiles, entendiéndose que son
inhábiles los días sábados, los domingos y los festivos (art. 25).
- Los plazos se computarán desde el día siguiente a aquél en que se notifique o publique el acto
de que se trate o se produzca su estimación o su desestimación en virtud del silencio
administrativo. Si en el mes de vencimiento no hubiere equivalente al día del mes en que se
comienza el cómputo, se entenderá que el plazo expira el último día de aquel mes.

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- Cuando el último día del plazo sea inhábil, éste se entenderá prorrogado al primer día hábil
siguiente.

F. Ampliación de plazos.
La Administración, salvo disposición en contrario, puede conceder, de oficio o a petición de los
interesados, una ampliación de los plazos establecidos, que no exceda de la mitad de los
mismos, si las circunstancias lo aconsejan y con ello no se perjudican derechos de terceros (art.
26).
Tanto la petición de los interesados como la decisión sobre la ampliación, deberán producirse,
en todo caso, antes del vencimiento del plazo de que se trate. No puede ser objeto de ampliación
un plazo ya vencido.

G. Duración máxima del procedimiento.


Salvo caso fortuito o fuerza mayor, el procedimiento administrativo no podrá exceder de 6 meses,
desde su iniciación hasta la fecha en que se emita la decisión final (art. 27). Esta es la norma de
clausura de plazos en los procedimientos administrativos. Salvo texto expreso de ley, el
procedimiento administrativo no puede durar más de seis meses, lo que implica que al término
del plazo se puede generar el efecto del silencio administrativo.

6. ETAPAS DEL PROCEDIMIENTO ADMINISTRATIVO.

Según lo señala el art. 18 inc. II de la LBPA, el procedimiento administrativo consta de las


siguientes etapas: iniciación, instrucción y finalización.

A. Iniciación

Lo primero que debe indicarse, es que el procedimiento puede iniciarse de oficio, ya sea por una
orden superior, a petición de otro órgano, o por denuncia; o bien, a petición de parte interesada,
artículos 28 y 29 LBPA, cumpliendo la solicitud con los requisitos del art. 30.

Si bien se señalan una serie de requisitos con los que debe cumplir la solicitud presentada, ellos
no son determinantes para que se inicie el procedimiento, ya que en caso de que falte algún
requisito, el interesado tendrá un plazo de cinco días para subsanar la falta o acompañar los
documentos respectivos, y, en caso de no hacerlo, se tendrá por desistida su petición.

Es importante referirse a las medidas provisionales que regula el art. 32, pues, iniciado el
procedimiento, el órgano administrativo podrá adoptar, de oficio o a petición de parte, las medidas
provisionales que estime oportunas para asegurar la eficacia de la decisión que pudiera recaer,
si existiesen elementos de juicio suficientes para ello.
Sin embargo, antes de la iniciación del procedimiento administrativo, el órgano competente, de
oficio o a petición de parte, en los casos de urgencia y para la protección provisional de los
intereses implicados, podrá adoptar las medidas correspondientes. Estas medidas provisionales
deberán ser confirmadas, modificadas o levantadas en la iniciación del procedimiento, que
deberá efectuarse dentro de los quince días siguientes a su adopción, el cual podrá ser objeto
del recurso que proceda.
En todo caso, las medidas a que se refiere el inciso anterior, quedarán sin efecto si no se inicia
el procedimiento en dicho plazo, o cuando la decisión de iniciación no contenga un
pronunciamiento expreso acerca de las mismas.

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No se podrán adoptar medidas provisionales que puedan causar perjuicio de difícil o imposible
reparación a los interesados, o que impliquen violación de derechos amparados por las leyes.
Las medidas provisionales podrán ser alzadas o modificadas durante la tramitación del
procedimiento, de oficio o a petición de parte, en virtud de circunstancias sobrevinientes o que
no pudieron ser tenidas en cuenta en el momento de su adopción.
En todo caso, las medidas de que trata este artículo, se extinguirán con la eficacia de la
resolución administrativa que ponga fin al procedimiento correspondiente.

Por último, hay que señalar que está prevista en la LBPA la acumulación de procedimientos,
cuando ellos guarden identidad sustancial o íntima conexión (art. 33).

B. Instrucción.

La regulación que la LBPA hace de esta etapa, parte señalando que los actos de instrucción son
aquéllos necesarios para la determinación, conocimiento y comprobación de los datos en virtud
de los cuales deba pronunciarse el acto. Se realizarán de oficio por el órgano que tramite el
procedimiento, sin perjuicio del derecho de los interesados a proponer aquellas actuaciones que
requieran su intervención, o constituyan trámites legal o reglamentariamente establecidos (art.
34 de la LBPA). Los actos de instrucción pueden ser muy variados dependiendo del
procedimiento, siendo los principales la prueba, los informes y la información pública.

i. Pr ueba . En el procedimiento administrativo podrá existir un periodo de prueba cuando


no le consten a la Administración los hechos alegados por los interesados, o cuando la
naturaleza del procedimiento lo exija. Dicho periodo probatorio no será superior a 30 días
ni inferior a diez (art. 35 de la LBPA).

Los medios de prueba que se aceptan son aquellos que en general son admisibles en
Derecho, como los documentos, los testigos, los peritos, los medios audiovisuales, e
incluso la inspección personal por parte del instructor. En cuanto a la valoración de la
prueba, ésta se realiza en conciencia.

Por último, si bien la prueba es un acto de trámite, cabe aquí la impugnación, pues se
trata de un acto que puede producir indefensión.

ii. I nf or m es. El art. 37 de la LBPA, señala que para los efectos de la resolución del
procedimiento, se solicitarán aquellos informes que señalen las disposiciones legales, y
los que se juzguen necesarios para resolver, citándose el precepto que los exija o
fundamentando, en su caso, la conveniencia de requerirlos. Estos son usuales dentro de
un procedimiento administrativo, ya que en no pocas ocasiones la propia ley dispone que
es necesario evacuarlos en diversos trámites. En cuanto al valor de estos informes, por
regla general no son vinculantes, salvo que la ley disponga lo contrario.

¿Qué ocurre si solicitado el informe al órgano correspondiente, éste no lo evacúa? La ley


en este caso permite seguir adelante con el procedimiento; sin embargo, no resuelve la
situación en que la Administración no pide un informe debiendo hacerlo. Para algunos tal
omisión anularía el acto administrativo, siempre y cuando recaiga sobre un elemento
esencial y genere perjuicio, ya que así lo dispone el art. 13 de la LBPA.

iii. I nf or m ación pública . Por último, cabe referirse a la información pública que puede
solicitar quien resolverá el procedimiento. Esta figura se consagra en el art. 39 de la LBPA

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que señala que podrá ordenarse un periodo de información pública en que cualquier
persona pueda examinar el procedimiento o la parte del mismo que se indique.

La información pública implica poner en conocimiento de la comunidad la solicitud que se


ha hecho dentro del procedimiento administrativo para que se formulen observaciones.
Por ejemplo, en materia de urbanismo, los planes reguladores se someten a información
pública, lo que también sucede en materia ambiental.

Hay que tener claro que el hecho de que alguien actúe examinando el requerimiento a
través de esta información pública, no le da facultad para convertirse en interesado del
procedimiento, porque el interesado siempre se apersona en el procedimiento y en este
caso, no se da esa situación.

C. Finalización.

Lo importante respecto de esta etapa, es que no sólo la resolución final pone término al
procedimiento, sino que también lo hacen el desistimiento, la declaración de abandono, la
renuncia al derecho en que se funda la solicitud, y la imposibilidad material de continuarlo por
causas sobrevinientes. De ahí que se distinguen formas de terminación normal del procedimiento
(emisión de la resolución final) y anormales (todas las restantes).

i. A la resolución final se refiere el art. 41, el cual establece el contenido que debe tener.

Art. 41. Contenido de la resolución final. La resolución que ponga fin al procedimiento
decidirá las cuestiones planteadas por los interesados.

Cuando en la elaboración de la resolución final se adviertan cuestiones conexas, ellas


serán puestas en conocimiento de los interesados, quienes dispondrán de un plazo de
quince días para formular las alegaciones que estimen pertinentes y aportar, en su caso,
medios de prueba. Transcurrido ese plazo el órgano competente decidirá sobre ellas en
la resolución final.

En los procedimientos tramitados a solicitud del interesado, la resolución deberá ajustarse


a las peticiones formuladas por éste, sin que en ningún caso pueda agravar su situación
inicial y sin perjuicio de la potestad de la Administración de incoar de oficio un nuevo
procedimiento, si fuere procedente.

Las resoluciones contendrán la decisión, que será fundada. Expresarán, además, los
recursos que contra la misma procedan, órgano administrativo o judicial ante el que
hubieran de presentarse y plazo para interponerlos, sin perjuicio de que los interesados
puedan ejercitar cualquier otro que estimen oportuno.

En ningún caso podrá la Administración abstenerse de resolver so pretexto de silencio,


oscuridad o insuficiencia de los preceptos legales aplicables al caso, aunque podrá
resolver la inadmisibilidad de las solicitudes de reconocimiento de derechos no previstos
en el ordenamiento jurídico o manifiestamente carentes de fundamento.

La aceptación de informes o dictámenes servirá de motivación a la resolución cuando se


incorporen al texto de la misma.

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El inc. III del art. 41, da cuenta de la reformatio in peius, esto es, la resolución sólo puede
extenderse a las peticiones del particular, no estando permitido que la Administración
agrave la situación de éste, lo que se entiende sin perjuicio de su facultad para incoar de
oficio un procedimiento distinto.

Este acto administrativo terminal da cuenta del principio conclusivo, por un lado, y del
principio de inexcusabilidad, por otro.

ii. El desistimiento y la renuncia se regulan conjuntamente en el art. 42 de la LBPA.

Art. 42. Renuncia y Desistimiento. Todo interesado podrá desistirse de su solicitud o,


cuando ello no esté prohibido por el ordenamiento jurídico, renunciar a sus derechos.
Si el escrito de iniciación se hubiera formulado por dos o más interesados, el desistimiento
o la renuncia sólo afectará a aquéllos que la hubiesen formulado.
Tanto el desistimiento como la renuncia podrán hacerse por cualquier medio que permita
su constancia.

El desistimiento es el acto mediante el cual el interesado declara su voluntad de poner fin


al procedimiento cuya tramitación había instado. Esta declaración no afecta al derecho o
interés material que trata de hacerse valer o reconocer en el procedimiento, que
permanece. Sólo afecta al procedimiento mismo (art. 42 habla de “desistirse de su
solicitud”). El procedimiento administrativo podrá volver a iniciarse en un momento
posterior (salvo que el derecho haya prescrito al volver a ejercitarse).

Por su parte, la renuncia es el acto por el cual el interesado abdica unilateralmente el


derecho o interés esgrimido en el procedimiento. La finalización del procedimiento
administrativa es una consecuencia de la extinción o desaparición de su objeto. La
renuncia sólo es posible cuando respecto del concreto derecho que extingue, no esté
prohibida su renuncia por el ordenamiento jurídico.

iii. Al abandono se refiere el art. 43 de la LBPA. En este caso la Administración debe


advertirle al particular que se va a abandonar el procedimiento cuando éste entra en un
período de inactividad. Si bien la declaración de abandono es un acto de trámite, es
impugnable, ya que puede producir indefensión o impedir la prosecución del
procedimiento.

Art. 43. Abandono. Cuando por la inactividad de un interesado se produzca por más de
treinta días la paralización del procedimiento iniciado por él, la Administración le advertirá
que si no efectúa las diligencias de su cargo en el plazo de siete días, declarará el
abandono de ese procedimiento.

Transcurrido el plazo señalado precedentemente, sin que el particular requerido realice


las actividades necesarias para reanudar la tramitación, la Administración declarará
abandonado el procedimiento y ordenará su archivo, notificándoselo al interesado.

El abandono no producirá por sí solo la prescripción de las acciones del particular o de la


Administración. En todo caso, los procedimientos abandonados no interrumpirán el plazo
de prescripción.

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Esta figura sólo procede en caso de que haya involucrado un interés particular, pues de
acuerdo al art. 44 de la ley en comento “la Administración podrá no declarar el abandono,
cuando la cuestión suscitada afecte al interés general o fuera conveniente continuarla
para su definición y esclarecimiento”.

iv. Por último, es necesario señalar que la imposibilidad de continuar con el procedimiento
por causa sobreviniente, es una figura que no está desarrollada en la LBPA. Un ejemplo
de este caso, se daría cuando se pide la concesión de un bien que finalmente se destruye.

La característica común de todas estas formas de terminación anormal del procedimiento


administrativo está en que la resolución que lo declara, si bien no se pronuncia sobre el fondo
del asunto, hace imposible la continuación del mismo. En consecuencia, se trata de una
resolución impugnable según el artículo 15 inciso segundo de la LBPA.

7. NOTIFICACIÓN Y PUBLICACIÓN DEL ACTO ADMINISTRATIVO

Conforme a los dispuesto en el artículo 51 inciso segundo, los decretos y las resoluciones
producirán efectos jurídicos desde su notificación o publicación, según sean de contenidos
individual o general.

A. La notificación
Debe distinguirse la práctica normal y expresa, de aquellos supuestos de notificación tácita.

En cuanto a la notificación normal, el legislador señala que los actos administrativos de efectos
individuales, deberán ser notificados a los interesados conteniendo su texto íntegro.

Las notificaciones deberán practicarse, a más tardar, en los cinco días siguientes a aquél en que
ha quedado totalmente tramitado el acto administrativo.

Las notificaciones se harán por escrito, mediante carta certificada dirigida al domicilio que el
interesado hubiere designado en su primera presentación o con posterioridad.

Las notificaciones por carta certificada se entenderán practicadas a contar del tercer día siguiente
a su recepción en la oficina de Correos que corresponda.

Las notificaciones podrán, también, hacerse de modo personal por medio de un empleado del
órgano correspondiente, quien dejará copia íntegra del acto o resolución que se notifica en el
domicilio del interesado, dejando constancia de tal hecho.

Asimismo, las notificaciones podrán hacerse en la oficina o servicio de la Administración, si el


interesado se apersonare a recibirla, firmando en el expediente la debida recepción. Si el
interesado requiriere copia del acto o resolución que se le notifica, se le dará sin más trámite en
el mismo momento. Por lo tanto, las formas de notificación son mediante carta certificada o de
manera personal.

Respecto a la notificación tácita, el legislador señala que, aun cuando no hubiere sido practicada
notificación alguna, o la que existiere fuere viciada, se entenderá el acto debidamente notificado
si el interesado a quien afectare, hiciere cualquier gestión en el procedimiento, con posterioridad

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al acto, que suponga necesariamente su conocimiento, sin haber reclamado previamente de su


falta o nulidad.

B. La publicación

El legislador indica que deberán publicarse en el Diario Oficial los siguientes actos
administrativos:

a) Los que contengan normas de general aplicación o que miren al interés general;
b) Los que interesen a un número indeterminado de personas;
c) Los que afectaren a personas cuyo paradero fuere ignorado, de conformidad a lo establecido
en el artículo 45;
d) Los que ordenare publicar el Presidente de la República; y
e) Los actos respecto de los cuales la ley ordenare especialmente este trámite.

Tratándose de los actos a que se refiere la letra c), la publicación deberá efectuarse los días 1º
ó 15 de cada mes o al día siguiente, si fuese inhábil.

Los actos publicados en el Diario Oficial se tendrán como auténticos y oficialmente notificados,
obligando desde esa fecha a su íntegro y cabal cumplimiento, salvo que se establecieren reglas
diferentes sobre la fecha en que haya de entrar en vigencia.

8. EL SILENCIO ADMINISTRATIVO.
En virtud del principio conclusivo, la Administración pública tiene el deber de resolver las
solicitudes que se le planteen, previa tramitación de un procedimiento administrativo; y si
transcurridos los plazos previstos por el ordenamiento, sin que se hubiere resuelto, operará la
figura del silencio administrativo, figura que constituye una garantía para el ciudadano, en cuanto
que, por una ficción legal, se entenderá que su solicitud ha sido aprobada, es decir, se entiende
que hay un acto administrativo presunto de contenido favorable (silencio positivo), o por el
contrario, si procediere, se entenderá que su solicitud fue rechazada (silencio negativo) y por
tanto, producirá el efecto de abrir la vía impugnatoria.

a) El silencio positivo.

El silencio administrativo positivo es aquel en que la solicitud del particular, producto de la


inactividad de la Administración, se entiende como aceptada en los términos en que se formuló.

Al respecto, el art. 64 inc. I de la LBPA señala que “transcurrido el plazo legal para resolver acerca
de una solicitud que haya originado un procedimiento, sin que la Administración se pronuncie
sobre ella, el interesado podrá denunciar el incumplimiento de dicho plazo ante la autoridad que
debía resolver el asunto, requiriéndole una decisión acerca de su solicitud. Dicha autoridad
deberá otorgar recibo de la denuncia, con expresión de su fecha, y elevar copia de ella a su
superior jerárquico dentro del plazo de 24 horas”. Agrega el inc. II que “si la autoridad que debía
resolver el asunto no se pronuncia en el plazo de cinco días contados desde la recepción de la
denuncia, la solicitud del interesado se entenderá aceptada”. Por último, para dar seguridad de
esta situación, el inc. III señala que “el interesado podrá pedir que se certifique que su solicitud
no ha sido resuelta dentro del plazo legal. Dicho certificado será expedido sin más trámite”.

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Como se puede apreciar, los elementos que deben concurrir para que opere la figura del silencio
positivo, son: una solicitud, cualquiera sea ésta, a la Administración; la inactividad de la
Administración, o sea, que ésta no se pronuncie respecto del tema; y la denuncia.

b) El silencio negativo.

El silencio administrativo negativo es aquel en que la solicitud del particular, producto de la


inactividad de la Administración, se entiende como rechazada siempre y cuando ésta afecte el
patrimonio fiscal, si la Administración debía actuar de oficio, si debía pronunciarse sobre
impugnaciones o revisiones de actos administrativos, o se ejercite por parte de alguna persona
el derecho de petición (art. 65 de la LBPA). El sentido de esta figura, además de otorgar certeza,
es que se abre la vía jurisdiccional, pues el silencio negativo da origen a un acto presunto.

Como se puede apreciar, la regla general en Chile, frente a la inactividad de la Administración,


es el silencio positivo, pues el silencio negativo sólo opera en los casos contemplados en el art.
65 de la LBPA, cuales son:

i. Cuando la solicitud afecte el patrimonio fiscal como, por ejemplo, la petición de un


beneficio, la abolición de un impuesto, etc. Esto es lógico, porque no se puede disponer
tan fácilmente de los fondos públicos.

ii. Casos en que Administración actúe de oficio. Esto se relaciona con el principio de
oficialidad (LOCBGAE) y con el mal llamado principio de celeridad (LBPA), es decir, con
la regla general de que en Chile los procedimientos administrativos se inician de oficio, y
no a petición de parte, salvo que la ley lo exija expresamente o se haga uso del derecho
de petición o reclamo.

iii. Cuando deba pronunciarse sobre impugnaciones o revisiones de actos administrativos.


Así, ante la presentación de un recurso, si no hay un pronunciamiento por parte de la
Administración, el recurso se entiende rechazado.

iv. Cuando se ejercite por parte de alguna persona el derecho de petición del Nº 14 del art.
19 de la CPR, es decir, el derecho de presentar peticiones a la autoridad, sobre cualquier
asunto de interés público o privado, sin otra limitación que la de proceder en términos
respetuosos y convenientes.

En dichos casos, el interesado puede pedir certificación de que su solicitud no ha sido


resuelta en plazo legal, y desde la fecha en que es expedido el certificado, comienzan a correr
los plazos para interponer los recursos que procedan.

c) Efectos del silencio administrativo.

El art 66 de la LBPA señala que “los actos administrativos que concluyan por aplicación del
silencio administrativo, tendrán los mismos efectos que aquéllos que culminaren con una
resolución expresa de la Administración, desde la fecha de la certificación respectiva”. Por tanto,
a partir de la certificación, se entiende que se agota la vía administrativa y, en el caso del silencio
negativo, se abre la vía jurisdiccional.

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9. REVISIÓN DE LOS ACTOS ADMINISTRATIVOS

La LBPA agrupa en el título IV “revisión de los actos administrativos” un conjunto heterogéneo


de instituciones y mecanismo de derecho administrativo, que pueden ser conceptualizados como
medios de revisión, impugnación o en general formas de extinción de los actos administrativos.

A. De los recursos administrativos.


Según el profesor Bermúdez, los recursos administrativos se definen como mecanismo
dispuestos a favor de los ciudadanos, de carácter impugnatorio, en lo que se solicita por razones
de legalidad o mérito, y ante la propia Administración, que un acto administrativo, previamente
dictado, sea dejado sin efecto o modificado en algún sentido.

A partir de lo señalado en la LBGAE y en la LBPA podemos decir que, en general, son recursos
administrativos: (i) el recurso de reposición; (ii) el recurso jerárquico y, (iii) el recurso de revisión.

(i) RECURSO DE REPOSICIÓN


Se encuentra consagrado en el artículo 10 de la LBGAE y desarrollado en el artículo 59 de la
LBPA. Se interpone por el interesado ante el propio órgano que dictó el acto, para que éste lo
modifique, reemplace o deje sin efecto. El plazo para su interposición es de 5 días hábiles
contados desde la notificación o publicación del acto que se pretende impugnar. Una vez
deducido la autoridad tiene un término no superior a 30 días para resolver, dentro del cual debe
desarrollarse el procedimiento impugnatorio.

La ley facultada al interesado para interponer en forma subsidiaria el recurso jerárquico. Si la


reposición es rechazada total o parcialmente, en tal caso el órgano respectivo debe elevar el
expediente al superior jerárquico de quien dictó el acto impugnado para que conozca del recurso
jerárquico subsidiario.

(ii) RECURSO JERÁRQUICO


Se interpone para ante el superior jerárquico de la autoridad que dictó el acto impugnado,
directamente o en subsidio del recurso de reposición. Es una manifestación de la potestad de
control que se ejerce en virtud del principio jerárquico que informa la función pública chilena.

La LBPA fija un plazo para su interposición que es de 5 días hábiles contados desde la
notificación o publicación del acto impugnado. También la autoridad llamada a resolver tiene un
plazo no superior a 30 días para su resolución, dentro del cual deberá oír al órgano inferior
recurrido, para que pueda formular sus descargos, por cualquier medio, escrito o electrónico.

Se excluye la posibilidad de interponer recurso jerárquico, en principio, cuando no existe vínculo


jerárquico o cuando la ley ha determinado una última instancia de decisión para evitar dilaciones.
En función del primer fundamento, se dispone que no procede contra los actos del Presidente de
la República, los alcaldes y jefes superiores de servicios descentralizados y en función del
segundo, en contra de los actos de los Ministros de Estado. En estos casos, el recurso de
reposición agotará la vía administrativa.

En ambos casos, la resolución que acoge el recurso puede modificar, reemplazar o dejar sin
efecto el acto impugnado.

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(iii) RECURSO ETRAORDINARIO DE REVISIÓN


La LBPA señala que En contra de los actos administrativos firmes podrá interponerse el recurso
de revisión ante el superior jerárquico, si lo hubiere o, en su defecto, ante la autoridad que lo
hubiere dictado.

Este recurso presenta dos características fundamentales: en primer lugar, procede sólo en contra
de actos firmes, es decir, actos respecto de los cuales no procede otra vía de impugnación y, en
segundo término, procede sólo por las causales tasadas que el artículo 60 enumera y que son:

a) Que la resolución se hubiere dictado sin el debido emplazamiento;


b) Que, al dictarlo, se hubiere incurrido en manifiesto error de hecho y que éste haya sido
determinante para la decisión adoptada, o que aparecieren documentos de valor esencial para
la resolución del asunto, ignorados al dictarse el acto o que no haya sido posible acompañarlos
al expediente administrativo en aquel momento;
c) Que por sentencia ejecutoriada se haya declarado que el acto se dictó como consecuencia de
prevaricación, cohecho, violencia u otra maquinación fraudulenta, y
d) Que en la resolución hayan influido de modo esencial documentos o testimonios declarados
falsos por sentencia ejecutoriada posterior a aquella resolución, o que siendo anterior, no hubiese
sido conocida oportunamente por el interesado.

El plazo para interponer el recurso será de un año que se computará desde el día siguiente a
aquél en que se dictó la resolución en los casos de las letras a) y b). Respecto de las letras c) y
d), dicho plazo se contará desde que la sentencia quede ejecutoriada, salvo que ella preceda a
la resolución cuya revisión se solicita, caso en el cual el plazo se computará desde el día siguiente
al de la notificación de ésta.

B. De otros mecanismos de revisión

(i) LA INVALIDACIÓN
El artículo 53 señala: La autoridad administrativa podrá, de oficio o a petición de parte, invalidar
los actos contrarios a derecho, previa audiencia del interesado, siempre que lo haga dentro de
los dos años contados desde la notificación o publicación del acto.
La invalidación de un acto administrativo podrá ser total o parcial. La invalidación parcial no
afectará las disposiciones que sean independientes de la parte invalidada.
El acto invalidatorio será siempre impugnable ante los Tribunales de Justicia, en procedimiento
breve y sumario.

La invalidación es el retiro de un acto administrativo por la propia administración por ser contrario
a derecho, esto es, por padecer de un vicio originario de legalidad. Este acto produce sus efectos
mientras no se declare su ilegalidad, en razón de la presunción de legitimidad que los privilegia.

Su fundamento se halla en el deber que tiene todo órgano del Estado de conformar su acción a
la CPR y las normas dictadas conforme a ella. El principio de legalidad impone a la Administración
el deber jurídico –no facultad- de invalidar los actos administrativos contrarios a derecho.

La CGR no tiene, al igual que tratándose de la revocación, la facultad de invalidar directamente


un acto que haya dictado la administración activa fiscalizada, pero sí puede representar la
ilegalidad al órgano ordenándole dictar un acto invalidatorio.

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La invalidación en sustancia constituye una “nulidad en sede administrativa” y como tal comparte
las características propias de la eficacia de este tipo de actos: produce efectos erga omnes como
quiera que el acto es expulsado del ordenamiento con carácter general; y por otra parte la
invalidación opera –lo mismo que toda nulidad- con efecto ex tunc o retroactivo.

Es una potestad reglada y obligatoria.

Procede tanto de oficio como a petición de parte. En este último caso, según el profesor
Bermúdez, “se erige en una vía de impugnación, incluso con un plazo privilegiado de 2 años, a
diferencia de los recursos administrativos”.

Queda sometida al trámite obligatorio de audiencia previa del interesado, a fin de salvaguardar
el “derecho a ser oído” en el procedimiento invalidatorio. La ausencia u omisión de este trámite
vicia el procedimiento invalidatorio.

Tiene un plazo para su ejercicio, en función de la seguridad jurídica y de la presunción de validez


de los actos administrativos, de 2 años contados desde la notificación o publicación del acto. No
es que el transcurso del plazo sanee el vicio, sino que la acción de oficio de la administración o
del particular para ejercerla se extingue en ese plazo. No obsta a la acción judicial de nulidad
que un particular pueda interponer ante los tribunales de justicia para que se declare la ineficacia
aún después de ese plazo.

La causal para hacer procedente la invalidación es que el acto sea contrario a derecho.

En relación con el principio de conservación del acto administrativo, la invalidación no puede


aplicarse en presencia de vicios intrascendentes o irrelevantes del acto administrativo que
pueden ser subsanados por la propia administración (art. 13 inciso segundo LBPA). Respecto
del contenido del acto, la LBPA permite que la invalidación sea total o parcial. En este último
caso, no se afectan las disposiciones que sean independientes de la parte invalidada.

El art. 53 facilita a los particulares la vía jurisdiccional de impugnación del acto invalidatorio. Junto
con reconocer el principio de impugnabilidad ante los tribunales de justicia, dispone que éstos
conocerán en procedimiento breve y sumario, por lo que serán aplicables las normas contenidas
en el CPC, para el juicio sumario.

Al margen del lapso de dos años impuesto por la disposición transcrita, para el ejercicio de la
potestad invalidatoria, tanto la doctrina como la jurisprudencia administrativa y judicial,
concuerdan en expresar que dicha prorrogativa no es absoluta y que reconoce límites. En
especial el referido a la intangibilidad de los derechos incorporados al patrimonio de terceros de
buena fe que impide en consecuencia la revisión de dichos actos, permitiendo la consolidación
de situaciones creadas al amparo de estos. Se propende excepcionalmente así, a la
conservación de los efectos de los actos administrativos irregulares restringiendo la autotutela
anulatoria (invalidatoria) reconocida a la propia Administración.

(ii) LA REVOCACIÓN
El art. 61 de la LBPA señala: Los actos administrativos podrán ser revocados por el órgano que
los hubiere dictado. La revocación no procederá en los siguientes casos:
a) Cuando se trate de actos declarativos o creadores de derechos adquiridos legítimamente;
b) Cuando la ley haya determinado expresamente otra forma de extinción de los actos; o

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c) Cuando, por su naturaleza, la regulación legal del acto impida que sean dejados sin efecto.

De la disposición citada, al menos, es posible desprender dos conclusiones pacíficas. La primera


es que la potestad revocatoria no tiene plazo para ser ejercida. Y resulta lógico que no lo tenga,
en cuanto se trata del poder necesario para llevar a la práctica los cambios de dirección política
que experimenta la Administración Pública. En segundo término, los límites de dicha potestad,
de los cuales el más claro es el de los derechos adquiridos legítimamente por parte del
beneficiario del acto administrativo.

La revocación, a diferencia de la invalidación, es el retiro del acto administrativo por motivos de


mérito, oportunidad o conveniencia administrativa considerando razones de bien común o interés
público. Ej. Revocación de un acto que modifica el sentido del tránsito en un sector por haber
cambiado la situación que hizo aconsejable la dictación original del acto; o la revocación de un
permiso precario de un quiosco en la vía pública para facilitar la construcción de una rampla para
discapacitados.

Como en la revocación el acto que se retira ha sido desde su origen ajustado a derecho, ésta
sólo tiene eficacia ex nunc o pro futuro, nunca retroactiva.

Es una potestad discrecional. A diferencia de la invalidación, la iniciativa revocatoria queda


entregada al margen de apreciación del órgano administrativo.

La LBPA no contempla la posibilidad que la revocación pueda operar a petición de parte. No


obstante, en la práctica, lo cierto es que esta puede operar a petición del particular. En palabras
del profesor Bermúdez, “la LBPA no se refiere a la revocación como una vía de impugnación, sin
embargo, dado que ella puede plantearse a petición de parte, en los hechos operará como una
verdadera vía de revisión o impugnación del acto administrativo”.

A diferencia de la invalidación, la potestad revocatoria no prescribe ni caduca en el tiempo.

(iii) LA ACLARACIÓN
El artículo 62 señala: “En cualquier momento, la autoridad administrativa que hubiere dictado una
decisión que ponga término a un procedimiento podrá, de oficio o a petición del interesado,
aclarar los puntos dudosos u obscuros y rectificar los errores de copia, de referencia, de cálculos
numéricos y, en general, los puramente materiales o de hechos que aparecieren de manifiesto
en el acto administrativo”.

La actuación aclaratoria o rectificatoria por parte de la autoridad administrativa que hubiese


dictado el acto puede darse por propia iniciativa del órgano o mediante solicitud de un interesado.

El supuesto que justifica su procedencia se ocasiona en el momento de producirse la declaración


o formalización del acto y consiste en una falta de claridad respecto de lo que dispone o en un
error material o aritmético. En relación a los errores materiales no basta su existencia para que
proceda la aclaración, sino que es esencial que sean ostensibles e indiscutibles, como lo
establece la ley, que expresa como condición que estos “sean manifiestos”,

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10. EFECTOS DE LOS RECURSOS ADMINISTRATIVOS RESPECTO DE LA IMPUGNACIÓN


JUDICIAL

A. Incompatibilidad entre vía administrativa y vía jurisdiccional. Derecho de opción sobre la


estrategia impugnatoria.
Interpuesta por un interesado una reclamación ante la Administración, no podrá el mismo
reclamante deducir igual pretensión ante los Tribunales de Justicia, mientras aquélla no haya
sido resuelta o no haya transcurrido el plazo para que deba entenderse desestimada (…) Si
respecto de un acto administrativo se deduce acción jurisdiccional por el interesado, la
Administración deberá inhibirse de conocer cualquier reclamación que éste interponga sobre la
misma pretensión.

La LBPA ha dispuesto que es incompatible el conocimiento paralelo de recursos por parte de la


autoridad administrativa y de los tribunales de justicia, con fundamento en la separación de
funciones.

Al mismo tiempo, la ley reconoce al interesado un auténtico derecho de opción para acudir a la
vía administrativa o a la vía judicial para provocar la revisión de los actos administrativos. En
otras palabras, la estrategia impugnatoria es determinada por el interesado y no predefinida por
la ley.

El agotamiento previo de la vía administrativa no es un requisito general para poder interponer


judicialmente una acción contenciosa-administrativa, a pesar de que en ciertos procedimientos
especiales dicha carga sí es exigible (ej. el caso del reclamo de ilegalidad municipal).

Esta regla no resulta aplicable cuando la acción que se interpone es el recurso de protección.
Ello se da, en primer lugar, porque el artículo 20 de la CPR no establece limitación alguna
respecto de la interposición de dicha acción de amparo, de modo que, si la Constitución no lo
hace, mal podría una norma de rango inferior impedir que se utilice esta garantía frente a un
recurso administrativo. Además, el propio artículo 20 de la CPR señala que el recurso es
procedente “sin perjuicio de los demás derechos que pueda hacer valer ante la autoridad o los
tribunales correspondientes”.

B. Interrupción de los plazos


Planteada la reclamación se interrumpirá el plazo para ejercer la acción jurisdiccional. Este
volverá a contarse desde la fecha en que se notifique el acto que la resuelve o, en su caso, desde
que la reclamación se entienda desestimada por el transcurso del plazo.

Esta es una importantísima regla que, en definitiva, sirve para contar con el plazo íntegro de la
acción jurisdiccional. Sobre este punto es necesario destacar que la institución que opera en este
caso es la interrupción y no la suspensión del plazo. En sí la interrupción es más garantista que
la suspensión, debido a que el plazo se vuelve a contar desde cero. En cambio, si sólo se
suspendiera, éste se volvería a contar desde el remanente que quedaba al interponer el recurso
administrativo.

Naturalmente, aunque la ley no lo explicite, este efecto sólo puede predicarse de los recursos
ordinarios, a diferencia de lo que ocurre con el recurso extraordinario de revisión, que procede
contra resoluciones firmes (esto es, una vez vencidas las posibilidades de recurso administrativo
ordinario, por no ejercicio oportuno o por resolución desestimatoria a su respecto).

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Volviendo al caso del recurso de protección, debemos señalar que la jurisprudencia en un primer
momento, había manifestado que la norma del artículo 54 inciso segundo tampoco se aplicaría
respecto de dicha acción cautelar. El argumento que sostenía esta postura se basaba en que el
recurso de protección es una vía urgente y extraordinaria y esa urgencia no sería tal si el
particular intenta otras vías de impugnación. Se suma además, el hecho de que la reclamación
administrativa no impide la interposición de la acción de protección (CS sentencias de 31 de
mayo de 2006, rol 1716-2006 y 18 de octubre de 2006, rol 5117-2006). No obstante lo anterior
la jurisprudencia de la Corte Suprema ha evolucionado hacia una interpretación más garantista,
que se mantiene hasta hoy, entendiendo que la interrupción del plazo para la acción jurisdiccional
también alcanza a la acción de protección.
C. Inhibición administrativa
Si respecto de un acto administrativo se deduce acción jurisdiccional por el interesado, la
Administración deberá inhibirse de conocer cualquier reclamación que éste interponga sobre la
misma pretensión.
Es una regla de coordinación, pero que opera en un momento posterior. En este caso el particular
recurre al juez en primer lugar, y mientras se tramita el reclamo ante los tribunales, recurre a la
Administración. La Administración, ante esta situación, debe abstenerse de conocer, por dos
razones: evitar decisiones contradictorias en un mismo tiempo; y por la preeminencia de los
recursos jurisdiccionales. Esta situación es manifestación, además de la tutela jurisdiccional
efectiva, puesto que en teoría un proceso jurisdiccional ofrecerá más garantías que el
administrativo.
D. Insuspensibilidad de los efectos del acto administrativo
La interposición de los recursos administrativos no suspenderá la ejecución del acto impugnado.
Con todo, la autoridad llamada a resolver el recurso, a petición fundada del interesado, podrá
suspender la ejecución cuando el cumplimiento del acto recurrido pudiere causar daño
irreparable o hacer imposible el cumplimiento de lo que se resolviere, en caso de acogerse el
recurso.
En efecto, la simple interposición de un recurso administrativo no suspende por regla general la
ejecución del acto impugnado, en virtud de la presunción de legalidad, imperatividad y
exigibilidad.

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Capítulo 5
FORMAS DE REVISIÓN DE LOS ACTOS ADMINISTRATIVOS

1. INTRODUCCIÓN
Todos los días la Administración del Estado dicta cientos de actos administrativos, asimismo,
realiza miles de actuaciones materiales. Todos ellos son, por lo general, actuaciones de
contenido particular, y a veces de contenido normativo (reglamentos), e inciden en la esfera
patrimonial y privada de los administrados a quienes van dirigidas tales actuaciones. Respecto
de la mayoría de ellas no existe duda de su legalidad, pues existen argumentos de texto que
permiten fundar una presunción de legitimidad (art. 3º inc. final de la LBPA), sin embargo, existen
situaciones en que la actuación jurídica o material es ilegal, es decir, se aparta del principio de
juridicidad, por tanto, el destinatario del acto impugnará la actuación para buscar su extinción y/o
la compensación de sus efectos.

Las bases constitucionales del Estado de Derecho, basándose en los arts. 6º y 7º de la CPR, son:
el principio de supremacía constitucional; el principio de juridicidad; el principio de separación de
órganos y funciones; el principio de responsabilidad; y el reconocimiento de los derechos
fundamentales de las personas.

Por tanto, el principio de juridicidad es un principio fundamental para la vigencia del Estado de
Derecho, y debido a ello, deben estructurarse mecanismos eficientes para su control que
aseguren su vigencia, y un sistema de responsabilidad en el que se prevean las consecuencias
de una actuación que se aparte del cauce fijado por el ordenamiento jurídico administrativo.

El fundamento del control de los actos de la Administración del Estado, encuentra su apoyo en
los arts. 6º y 7º de la CPR, y en los arts. 2º y 3º inc. ii de la LOCBGAE, y en el principio de
impugnabilidad consagrado en la LBPA. Pues en nuestra CPR, el mandato que somete y vincula
toda la actuación del Estado al ordenamiento jurídico, se encuentra en los arts. 6º y 7º, lo cual
tiene una manifestación particularizada, a propósito de la propia Administración del Estado, en
los arts. 2º y 3º inc. ii de la LOCBGAE.

2. LOS SISTEMAS DE CONTROL

El control implica la existencia de mecanismos para que la Administración encauce su actividad


conforme a Derecho. Todos estos mecanismos constituyen un sistema de control de la actuación
de la Administración del Estado, el cual es múltiple y complejo, aunque no por ello completo ni
perfecto. Así, la actividad de control puede ser analizada desde diversas perspectivas, a saber
(las más importantes):

i. Desde la perspectiva del órgano que lo realiza, el control puede ser:

- Cont r ol par lam ent ar i o , el cual se realiza a través de la fiscalización de los actos
del gobierno por la Cámara de Diputados (art. 52 N° 1 CPR) y mediante el juicio
político, que comprende la acusación constitucional establecida en el artículo 52 N° 2
de la CPR, por parte de la Cámara de Diputados y el juicio propiamente tal, de
competencia del Senado, artículo 53 N° 1 CPR.

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- Cont r ol adm inist r at i vo , el cual puede ser interno, en caso de que sea efectuado
por la propia Administración Pública que realizó la actuación (contralorías internas,
departamentos de control, fiscalías), o en conocimiento de los recursos administrativos
(de reposición, jerárquico, de revisión) u otras vías de impugnación; y externo,
efectuado principalmente por la CGR o por algunas Superintendencias.

- Cont r ol j ur isdicc iona l , ejercido por el TC; la interposición del recurso protección; o
por los Tribunales ordinarios y especiales en conocimiento de asuntos contencioso-
administrativos.

ii. Desde la perspectiva del momento en que se ejerce el control, éste puede ser preventivo
o represivo. Los controles preventivos, por lo general, corresponden a controles de tipo
administrativo, ya sean internos o externos, bajo la modalidad de trámites previos al acto
controlado (por ejemplo, el trámite de la toma de razón). En el caso del control
jurisdiccional, éste por regla general es represivo, sin embargo, existen casos de control
a priori, como el que realiza el TC a partir del requerimiento que realiza el Presidente de
la República, cuando la CGR ha representado un decreto por adolecer de
inconstitucionalidad.

3. EL CONTROL ADMINISTRATIVO.

A. Control administrativo interno.

Es aquel que opera en el propio órgano de la Administración, ya sea por el mismo órgano que
dictó el acto o por su superior jerárquico (recursos administrativos), o por las unidades u órganos
internos dispuestos por el ordenamiento jurídico; extendiéndose el control a aspectos de
legalidad, mérito, oportunidad d o conveniencia, y eficiencia y eficacia de la actuación
administrativa.

a.1 Recursos administrativos.

Como se señaló, uno de los instrumentos del control interno es el que se realiza por el propio
órgano que dictó el acto (recurso de reposición), o por el superior jerárquico de éste (recurso
jerárquico). Obviamente, el primero de ellos es menos efectivo, ya que implica que el propio
órgano que dictó el acto establezca su improcedencia, pero ello no implica que no pueda
utilizarse como una etapa administrativa relevante para conocer los argumentos que tuvo la
Administración para adoptar dicha medida. El control jerárquico, en cambio, es más relevante en
la práctica, y tiene su fundamento en la obligación general que pesa sobre las autoridades y
jefaturas de la Administración pública de ejercer un control jerárquico permanente del
funcionamiento de los organismos y de la actuación del personal de su dependencia (art. 11 inc.
I de la LOCBGAE).

Por último, hay que mencionar al recurso extraordinario de revisión (art. 60 de la LBPA), el cual
procede en contra de actos administrativos firmes, siempre y cuando no haya transcurrido un
año desde que se haya dictado, o se haya establecido por sentencia judicial ejecutoriada la
falsedad de los documentos o las irregularidades generadas en el procedimiento administrativo
de dictación. La LBPA establece taxativamente los casos en que procede este recurso, lo cual

69
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debe interpretarse restrictivamente, pues éste supone una alteración de una situación
administrativa ya afinada, y en el que probablemente se afectarán derechos de terceros
generados al amparo del acto anterior.

a.2 Órganos internos de control.

En todo órgano y servicio público que integra la Administración, siempre se crean órganos o
mecanismos de control interno, los que en algunos casos se denominan Fiscalía (por ejemplo,
en el MOP), en otros se denomina contraloría interna (por ejemplo, en las Universidades
Estatales), o también pueden denominarse Unidades de Control (como ocurre en las
Municipalidades). Es difícil hacer una categoría general, pero desde el punto de vista orgánico,
hay distintas unidades dentro de los servicios públicos que dan cuenta del control interno.

En la mayoría de los casos se trata de un control jurídico que pretende que los actos cumplan
con los requisitos para su validez (por ejemplo, el control de legalidad de los actos municipales
llevado a cabo por la Unidad de Control). También puede haber un control presupuestario, que
pretende fiscalizar que el gasto, que se encuentra en el ítem de presupuestos, no exceda el
monto autorizado (en materia municipal también se encuentra radicado en la Unidad de Control).
Además, puede haber un control de gestión, vinculado con la eficiencia y eficacia de la
Administración pública, sobre un conjunto de actuaciones.

La labor desarrollada por estas unidades de control ha contribuido enormemente a la eficacia del
control de la actividad administrativa, y ha sido un buen contrapunto a la imposibilidad material
que afecta a la CGR para fiscalizar a todos los órganos de la Administración del Estado en todas
sus actuaciones. De este modo se ha pasado de un control centralizado y burocrático de la
actividad administrativa, a un control “descentralizado” radicado en los propios órganos de la
Administración del Estado, sujeto por cierto, al control último de la CGR, lo que ha contribuido a
la celeridad y eficiencia de la actuación administrativa.

B. El control administrativo externo


El control administrativo externo es aquel llevado a cabo por un órgano que pertenece a la
Administración del Estado, y se ejerce sobre la actuación material y/o jurídica de otro órgano de
la misma. Nuestro ordenamiento jurídico considera una serie de organismos administrativos cuya
principal finalidad es controlar la actuación legal de otros órganos de la Administración Pública;
en este contexto, por ejemplo, surgen algunas Superintendencias, las cuales además fiscalizan
a privados que realizan funciones de servicio público, la Tesorería General de la República, el
Consejo para la Transparencia, etc. Todo otro control que no se encuentre encomendado
específicamente a otros órganos, lo ejerce la CGR, la cual tiene una competencia residual.

b.1 La Contraloría General de la República (CGR)


La CGR es un órgano superior de fiscalización de la Administración del Estado, contemplado en
la CPR, que goza de autonomía frente al Poder Ejecutivo y demás órganos públicos, pues no
está sometida a la dependencia ni a la supervigilancia del Presidentes de la República, del
Congreso Nacional ni del Poder Judicial.

La labor de la CGR es eminentemente fiscalizadora (de carácter jurídico, contable y financiero),


pues está destinada a cautelar el principio de legalidad, es decir, verificar que los órganos de la
Administración del Estado actúen dentro del ámbito de sus atribuciones y con sujeción a los

70
Apuntes 2020 Tutores Derecho Capacitaciones
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procedimientos que la ley contempla. El principal mecanismo de control jurídico es la toma de


razón, pero también existen otros, como por ejemplo, los dictámenes.

 Organización interna.

De acuerdo al art. 2º de la LOCGR, la organización interna es la siguiente:

i. Cont r alor G ener al d e la R epúb lica . El art. 98 inc. II de la CPR, señala que el
Contralor deberá tener a lo menos diez años de título de abogado, haber cumplido
cuarenta años de edad y poseer las demás calidades necesarias para ser ciudadano con
derecho a sufragio. Será designado por el Presidente de la República con acuerdo del
Senado adoptado por los tres quintos de sus miembros en ejercicio, por un período de
ocho años y no podrá ser designado para el período siguiente. Con todo, al cumplir 75
años de edad cesará en el cargo. El Contralor, debido a su autonomía, es inamovible en
su cargo, salvo que sea removido como consecuencia de un juicio constitucional por
notable abandono de sus deberes.

ii. Subcont r alor . De acuerdo al art. 2º inc. II de la LOCGR, el Subcontralor reemplazará al


Contralor en los casos de ausencia o vacancia y mientras se nombre, en este último caso,
al titular. Una de sus principales funciones es la de actuar como juez de cuentas de
primera instancia.

iii. Di vis iones . Actualmente la CGR cuenta con nueve divisiones, cuales son: la división
jurídica, de contabilidad, de auditoría administrativa, de toma de razón y registro, de
infraestructura y regulación, de coordinación, de municipalidades, la Fiscalía, y la
Secretaría General. Esta organización es distinta a la que establece el art. 2º inc. III de la
LOCGR (la cual habla, además, de Departamentos), y esto es así porque el Contralor
puede suprimir, fusionar o crear órganos, lo cual es muy particular, pues ningún jefe de
servicio tiene esta facultad.

iv. Cont r alor ías Reg ion ales . Por último, de acuerdo al art. 24 inc. I de la LOCGR, el
Contralor General podrá constituir dependencias de la Contraloría en las zonas del país
que él determine, con el objeto de facilitar y hacer más eficaz el control que la ley le
encomienda. Es así que la CGR (organismo centralizado) se desconcentra
territorialmente en Contralorías Regionales.

 Funciones que cumple.

El art. 98 inc. I de la CPR, le entrega funciones específicas e irrenunciables al señalar que un


organismo autónomo con el nombre de CGR ejercerá:

i. El control de la legalidad de los actos de la Administración (f unción j ur ídica ). Una de


las formas de ejercer esta función es mediante un control preventivo de juridicidad
denominado toma de razón.

ii. Fiscalizará el ingreso y la inversión de los fondos del Fisco, de las municipalidades y de
los demás organismos y servicios que determinen las leyes; examinará y juzgará las
cuentas de las personas que tengan a su cargo bienes de esas entidades (f unción
j ur isdiccion al ). Esta función se realiza a través del juicio de cuentas, el cual tiene por

71
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objeto juzgar las cuentas de las personas o funcionarios que tienen a su cargo fondos o
bienes públicos (cuentadantes), velar por la legalidad de sus ingresos e inversiones, y por
la veracidad y fidelidad de las cuentas, la autenticidad de la documentación y la exactitud
de las operaciones aritméticas y de contabilidad.

Este juicio tiene dos etapas: una etapa de carácter administrativo que es el examen de
cuentas, en donde hay tres posibilidades: en primer lugar, que la cuenta sea finiquitada,
es decir, que no haya reparos sobre ella; la segunda posibilidad es que se hagan
observaciones a la cuenta, es decir, que ésta tenga defectos no importantes; por último,
puede que los defectos sean de envergadura, caso en el cual, se hace un reparo, y de
este reparo se salta a la etapa jurisdiccional que es el juicio de cuentas, pues el reparo
constituye la demanda con la que se inicia este juicio, en cuya primera instancia actúa el
Subcontralor, y en segunda instancia el Tribunal de Cuentas de Segunda Instancia, el
cual está integrado por el Contralor General, quien lo presidirá, y por dos abogados
designados por el Presidente de la República, a propuesta de una terna elaborada por el
Contralor General; a este Tribunal le corresponde conocer los recursos de apelación y de
revisión que se interpongan durante la tramitación de un juicio de cuentas. En todas estas
etapas, a la Fiscalía de la CGR le corresponde actuar como parte en defensa de los
intereses patrimoniales del Estado.

Este procedimiento tiene por objeto perseguir la responsabilidad (patrimonial) civil


extracontractual de los funcionarios o ex funcionarios que hayan causado daño al
patrimonio público; no se persigue responsabilidad administrativa, porque para esto hay
procesos disciplinarios.

iii. Llevará la contabilidad general de la Nación (f unción cont ab le ). Existe un sistema


único de contabilidad gubernamental, aplicable a todo el sector público. En este sentido,
el Contralor tiene la facultad de proponer al Presidente de la República las disposiciones
necesarias para uniformar los métodos de contabilidad y los procedimientos para el
manejo de los fondos y bienes, así como para presentar las cuentas, formar inventarios y
todo lo referido a la inversión y enajenación de bienes. En virtud de este sistema se
permite una concentración y equivalencia de la información respecto de los recursos del
Estado, los gastos, su distribución y el grado de endeudamiento del sector público.

iv. Desempeñará las demás funciones que le encomiende la ley orgánica constitucional
respectiva. Así, de acuerdo a la LOCGR, a la Contraloría le corresponde:

- Emitir dictámenes (f unción j ur íd ica ). Una de las funciones trascendentales de la


CGR, es la facultad de interpretar las normas jurídicas que inciden en el ámbito
administrativo, labor que se materializa en la emisión de dictámenes, los cuales son
informes jurídicos emitidos a petición de parte o de otros Servicios, sobre algún asunto
que sea de competencia de la CGR (no pueden versar sobre asuntos litigiosos); y en
la medida que se interprete uniformemente, se da origen a la jurisprudencia
administrativa.

- Por último la CGR lleva a cabo un control jurídico mediante sumarios administrativos,
para hacer efectiva la responsabilidad de los funcionarios (se hacen por escrito y son
secretos durante su tramitación); a través de auditorías e investigaciones especiales,
con el objeto de velar por el cumplimiento de las normas jurídicas, el resguardo del
patrimonio público y el principio de probidad administrativa; y mediante un control de

72
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los funcionarios públicos, lo cual se materializa a través de una hoja de vida del
funcionario, en la cual se anotan todas las medidas de las que este sea objeto (por
ejemplo, se registran los decretos de nombramiento, las inhabilidades para el
desempeño de cargos públicos).

 Toma de razón.

Es un control preventivo que efectúa la CGR, en el cual se examina la juridicidad de una


actuación administrativa, pudiendo tener como resultado la representación del acto de que se
trate por su ilegalidad o inconstitucionalidad. Este trámite se encuentra consagrado en la LOCGR
y en el art. 99 de la CPR.

a) Características:

i. Es un control administrativo externo, pues se realiza por un órgano que forma parte de la
Administración del Estado, externo al organismo objeto de control.

ii. Se trata de un control selectivo, ya que no se ejerce respecto de todos los actos
administrativos que emanan de la Administración Pública, sino que sólo respecto de
aquellos considerados “esenciales”, que por regla general, son aquellos firmados por el
Presidente de la República, sin perjuicio de otras materias. Los demás, son actos de
carácter “exento”, los cuales están determinados por la ley o por una resolución que
puede dictar el Contralor General de acuerdo al art. 10 inc. V de la LOCGR.2

iii. Es un control jurídico tanto de constitucionalidad como de legalidad, pues se ejerce sobre
los elementos reglados del acto, por lo tanto, no corresponde revisar los supuestos de
hecho o de oportunidad. A través de este control se realiza un contraste entre la norma
jurídica y la actuación material o el acto administrativo recaído sobre un caso en particular.

iv. Este trámite puede ser delegado en el Subcontralor, en el jefe de la División de Toma de
Razón y Registro, y en los Contralores Regionales. En estos casos el trámite se realiza
por orden del Contralor General.

v. Es un control unitario, en cuanto sólo un órgano puede realizarlo. Se trata de una facultad
entregada constitucionalmente sólo al Contralor, quien la ejerce de forma privativa y con
independencia en la toma de decisión de cualquier otra autoridad

vi. Se trata de un control preventivo, sin embargo, debe tenerse en cuenta que el trámite se
verifica una vez que la Administración Pública ya ha tomado la decisión respectiva, es
decir, una vez aplicado el ordenamiento jurídico al caso concreto, pero con anterioridad a
la ejecución del acto; exceptuándose los denominados “decretos o resoluciones de
urgencia”, los cuales tienen aplicación inmediata una vez que han sido publicados en el
Diario Oficial o notificados a su destinatario, posponiendo el trámite de toma de razón (por
ejemplo, el DS que nombra a un Ministro de Estado, esto por razones de buen servicio).

2
La resolución que fija actualmente las normas sobre exención, es la Resolución Nº 7, del año 2019.

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vii. El trámite de toma de razón constituye un procedimiento administrativo al interior de la


CGR, el cual concluye con la toma de razón misma, es decir, la decisión de juridicidad del
acto administrativo.

viii. La toma de razón no posee una juridicidad definitiva e inamovible, sólo posee una
presunción de juridicidad, por lo que el acto puede ser examinado, en caso de duda,
recurriendo a los Tribunales de Justicia o al TC.

b) Actos sujetos al trámite de toma de razón.

i. Los decretos. Se entiende que el art. 99 hace referencia a los decretos supremos, esto
es, la orden escrita que dicta el Presidente de la República o un Ministro "Por orden del
Presidente de la República", sobre asuntos propios de su competencia.

ii. Resoluciones. Hay que recordar que, de acuerdo al art. 3º de la LBPA, los actos
administrativos pueden tomar la forma de resoluciones, esto es, órdenes escritas que
dictan las autoridades administrativas dotadas de poder de decisión.

iii. Los reglamentos, aunque éstos no se señalan expresamente en la CPR.

iv. Los DFL, es decir, aquellas normas jurídicas con rango de ley que emanan del Poder
Ejecutivo en virtud de una delegación expresa efectuada por el Poder Legislativo . Ésta
es la única norma con rango legal que se somete al trámite de toma de razón, por lo que
su examen se remite tanto a la ley delegatoria como a la CPR.

v. Decretos promulgatorios de una ley o reforma constitucional. Aprobado el proyecto de ley


o de reforma constitucional, el Presidente de la República debe dictar un decreto, que se
denomina decreto promulgatorio, dentro de un plazo de 10 días, en el cual se declara la
existencia de la ley o de la reforma, dejando de ser un mero proyecto y se ordena sea
cumplida. Luego, dentro de un plazo de cinco días hábiles desde que queda totalmente
tramitado el decreto promulgatorio, el texto de la ley debe publicarse en el Diario Oficial y
desde ese momento es obligatoria y se presume conocida por todos. El decreto
promulgatorio de una ley o de reforma constitucional debe ser concordante con el texto
de ella aprobado por el Congreso.

c) Tramitación:

Una vez emitido el decreto o resolución por el organismo respectivo, éste ingresa a la División
de Toma de Razón, la cual estudia su legalidad, proponiendo al Contralor General alguna de las
siguientes alternativas:

i. Lo tramita, tomando razón del acto. Es decir, se estima que éste se ajusta a la legalidad,
caso en cual, el acto es devuelto para que sea dictado y produzca sus efectos.

ii. Observa el decreto o resolución. Si el decreto o resolución adolece de vicios o errores


formales, o sea, vicios que no constituyen inconstitucionalidad ni ilegalidad, la CGR debe
realizar observaciones, las cuales dan origen a dos alternativas: obligan a subsanar los
vicios o errores; o se toma razón con alcance, es decir, la materia observada no tiene
vigencia, pues sólo la parte señalada por el Contralor en el alcance, tendrá vigencia.

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iii. Por último, la resolución o el decreto se puede representar por la ilegalidad o


inconstitucionalidad de que adolece. La diferencia entre una y otra representación es muy
importante, ya que la representación por inconstitucionalidad no da lugar a la insistencia
del Presidente de la República. En el caso de la representación por ilegalidad, la CGR lo
remite al Presidente de la República, el cual puede asumir cuatro actitudes:

- Lo archiva, es decir, no hace nada, se conforma con la representación desistiéndose


del acto.

- Lo enmienda, conformándose con la representación de la CGR, y lo envía de nuevo


para el trámite de toma de razón.

- Acompaña nuevos antecedentes, solicitando una reconsideración.

- Insiste, es decir, dicta un DS de insistencia con la firma de todos los ministros, dado
que no se conforma con la representación de la CGR. En este caso, la CPR salva el
impasse en favor del Presidente y ordena que la Contraloría tome razón del decreto
insistido, naciendo a la vida jurídica un acto ilegal. La CGR deberá enviar copia de los
antecedentes a la Cámara de Diputados (de ambos decretos), pudiendo surgir una
eventual responsabilidad solidaria de los Ministros.

Hay que tener presente que la CPR establece supuestos en los que no cabe la insistencia,
a saber:

- Decretos de gastos que exceden el límite señalado en la CPR. En este caso la CGR
deberá remitir los antecedentes a la Cámara de Diputados.

- DFL representados por exceder la ley delegatoria o ir en contra de la CPR; decretos


promulgatorios de ley o reforma constitucional por apartarse del texto aprobado;
decreto o resolución representado por inconstitucional. En todos estos casos, si el
Presidente no se conforma con la representación, podrá remitir los antecedentes al TC
en un plazo de 10 días, a fin de que éste resuelva la controversia.

d) Plazo para la toma de razón.

La CGR tiene un plazo de 15 días, contados desde la fecha de recepción del acto, prorrogables
por otros 15 en caso de motivos graves y calificados, para la toma de razón. Si no lo hace, la
potestad no expira por su no ejercicio, ni tampoco está señalado un caso de silencio
administrativo positivo, pues no se aplica la LBPA, ya que de acuerdo al art. 1º inc. II de la LOCGR
la toma de razón de los actos de la Administración del Estado se regiraá por lo dispuesto en la
CPR y LOCGR. Por lo tanto, se trata de un plazo no perentorio.

El Contralor, de oficio o a petición de parte, podrá, por resolución fundada, autorizar que se
cumplan antes de su toma de razón los decretos o resoluciones que dispongan medidas que
tiendan a evitar o reparar daños a la colectividad o el Estado, originados por catástrofes
naturales, calamidades públicas u otras emergencias o medidas que perderían su oportunidad o
estarían expuestas a desvirtuarse si no se aplicaran inmediatamente, siempre que no afectaren
los derechos esenciales de las personas. El decreto o resolución que se acoja a esta autorización
deberá expresar la circunstancia en que se funda.

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e) Efectos de la toma de razón.

Una de las características de la actuación de la Administración Pública, es su presunción de


legalidad, la cual alcanza a los funcionarios públicos, pero también a los particulares; se trata,
eso sí, de una presunción simplemente legal, es decir, admite prueba en contrario. Por lo tanto,
la juridicidad del acto administrativo del que se ha tomado razón, podrá ser examinada por los
órganos jurisdiccionales, sea el TC (en caso de un decreto de insistencia), o por los Tribunales
de Justicia. No obstante, se ha fallado que dicha presunción de legalidad perdura hasta que no
se resuelva lo contrario, por lo que los funcionarios no podrán excusarse del cumplimiento que
estimen ilegal, mientras el juez así no lo señale.

Por otro lado, una vez que se ha tomado razón de un decreto o resolución se produce el
desasimiento de la CGR. Sin embargo, es necesario tener presente que ésta cuenta con la
facultad de emitir dictámenes respecto de los actos cursados, por lo que podría emitir un
dictamen en un sentido contrario al de la toma de razón.

b.2 Consejo para la transparencia. Ley N° 20.285 sobre acceso a la información pública.

 Principio de transparencia
Su base constitucional se encuentra en el artículo 8º inc. 2º de la CPR el que fue
incorporado al texto constitucional por reforma del año 2005.

La Ley N° 19.653 (Ley de Probidad) agregó el artículo 13 al Título I de la LOCBGAE con el


propósito de darle aplicación general en todos los órganos de la Administración del Estado
a los principios de probidad y Publicidad y Transparencia de la gestión pública.

El citado artículo 8º inciso 2º de la CPR indica: “Son públicos los actos y resoluciones de
los órganos del Estado, así como sus fundamentos y los procedimientos que utilicen. Sin
embargo, sólo una ley de quórum calificado podrá establecer la reserva o secreto de
aquellos o de éstos, cuando la publicidad afectare el debido cumplimiento de las funciones
de dichos órganos, los derechos de las personas, la seguridad de la Nación o el interés
nacional.”
Con fecha 20 de agosto de 2008, se publicó la Ley 20.285, sobre acceso a la información
pública. La entrada en vigencia de dicha ley fue en abril de 2019.

El artículo 4º inciso 2º indica que el concepto de Transparencia de la Función Pública:


“consiste en respetar y cautelar la publicidad de los actos, resoluciones, procedimientos y
documentos de la Administración, así como la de sus fundamentos, y en facilitar el acceso
de cualquier persona a esa información, a través de los medios y procedimientos que al
efecto establezca la ley.”

El objetivo de la ley es regular principio de transparencia de la función pública, el derecho


de acceso a la información de los órganos de la Administración del Estado, los
procedimientos para el ejercicio del derecho y para su amparo, y las excepciones a la

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publicidad de la información, en conformidad al inciso 2° del artículo 8° de la Constitución


Política.

 Principios de la ley de transparencia


Los principios se encuentran regulados en el artículo 11 de la ley. Estos principios no son
taxativos y por lo tanto pueden existir otros. Al efecto, señala que el derecho de acceso de
la información, reconoce los siguientes principios:
a) Principio de la relevancia: conforme al cual presupone relevante toda información que
posean los órganos de la Administración del Estado, cualquiera sea su formato, soporte,
fecha de creación, origen, clasificación o procesamiento.
b) Principio de la libertad de información: de acuerdo al que toda persona goza del derecho
a acceder a la información que obre en poder de los órganos de la Administración del
Estado, sólo con excepciones o limitaciones establecidas por leyes de quórum calificado.
c) Principio de apertura o transparencia: conforme al cual toda la información en poder de
los órganos de la Administración del Estado se presume pública, a menos que esté sujeta
a las excepciones señaladas.
d) Principio de máxima divulgación: de acuerdo al que los órganos de la Administración del
Estado deben proporcionar información en los términos más amplios posibles, excluyendo
sólo aquello que esté sujeto a las excepciones constitucionales o legales.
e) Principio de la divisibilidad: conforme al cual si un acto administrativo contiene
información que puede ser conocida e información que debe denegarse en virtud de causa
legal, se dará acceso a la primera y no a la segunda.
f) Principio de facilitación: conforme al cual los mecanismos y procedimientos para el acceso
a la información de los órganos de la Administración del Estado deben facilitar el ejercicio
del derecho, excluyendo exigencias o requisitos que puedan obstruirlo o impedirlo.
g) Principio de la no discriminación: de acuerdo al que los órganos de la Administración del
Estado deberán entregar información a todas las personas que lo soliciten, en igualdad de
condiciones, sin hacer distinciones arbitrarias y sin exigir expresión de causa o motivo para
la solicitud.
h) Principio de la oportunidad: Los órganos de la Administración del Estado deben
proporcionar respuesta a las solicitudes de información dentro de los plazos legales, con la
máxima celeridad posible y evitando todo tipo de trámites dilatorios.
i) Principio de gratuidad: El acceso a la información de los órganos de la Administración es
gratuito, sin perjuicio de lo establecido en esta ley.

 Ámbito de aplicación de la ley


El artículo segundo de la ley dispone que la presente ley se aplicará a: Los ministerios, las
intendencias, las gobernaciones, los gobiernos regionales, las municipalidades, las Fuerzas

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Armadas, de Orden y Seguridad Pública, y los órganos y servicios públicos creados para el
cumplimiento de la función administrativa. También se aplicarán las disposiciones que esta
ley expresamente señale a las empresas públicas creadas por ley y a las empresas del
Estado y sociedades en que éste tenga participación accionaria superior al 50% o mayoría
en el directorio. Por su parte, indica que los demás órganos del Estado se ajustarán a las
disposiciones de sus respectivas leyes orgánicas que versen sobre los asuntos de esta
materia.
La jurisprudencia del Consejo para la Transparencia ha hecho aplicable también estas
normas a las universidades estatales.

 Transparencia activa
La obligación de transparencia activa implica el deber de los órganos de la Administración
del Estado de mantener a disposición permanente del público, a través de sus sitios
electrónicos, determinados antecedentes actualizados, al menos, una vez al mes.
Las materias que deben ser informadas en transparencia activa son:
a) Su estructura orgánica.
b) Las facultades, funciones y atribuciones de cada una de sus unidades u órganos internos.
c) El marco normativo que les sea aplicable.
d) La planta del personal y el personal a contrata y a honorarios, con las correspondientes
remuneraciones.
e) Las contrataciones para el suministro de bienes muebles, para la prestación de servicios,
para la ejecución de acciones de apoyo y para la ejecución de obras, y las contrataciones
de estudios, asesorías y consultorías relacionadas con proyectos de inversión, con
indicación de los contratistas e identificación de los socios y accionistas principales de las
sociedades o empresas prestadoras, en su caso.
f) Las transferencias de fondos públicos que efectúen, incluyendo todo aporte económico
entregado a personas jurídicas o naturales, directamente o mediante procedimientos
concursales, sin que éstas o aquéllas realicen una contraprestación recíproca en bienes o
servicios.
g) Los actos y resoluciones que tengan efectos sobre terceros.
h) Los trámites y requisitos que debe cumplir el interesado para tener acceso a los servicios
que preste el respectivo órgano.
i) El diseño, montos asignados y criterio de acceso a los programas de subsidios y otros
beneficios que entregue el respectivo órgano, además de las nóminas de beneficiarios de
los programas sociales en ejecución. No se incluirán en estos antecedentes los datos
sensibles, esto es, los datos personales que se refieren a las características físicas o
morales de las personas o a hechos o circunstancias de su vida privada o intimidad, tales

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como los hábitos personales, el origen social, las ideologías y opiniones políticas, las
creencias o convicciones religiosas, los estados de salud físicos o psíquicos y la vida sexual.
j) Los mecanismos de participación ciudadana, en su caso.
k) La información sobre el presupuesto asignado, así como los informes sobre su ejecución,
en los términos previstos en la respectiva Ley de Presupuestos de cada año.
l) Los resultados de las auditorías al ejercicio presupuestario del respectivo órgano y, en
su caso, las aclaraciones que procedan.
m) Todas las entidades en que tengan participación, representación e intervención,
cualquiera sea su naturaleza y el fundamento normativo que la justifica.
Toda la información señala anteriormente deberá incorporarse en los sitios electrónicos en
forma completa y actualizada, y de un modo que permita su fácil identificación y un acceso
expedito. Aquellos órganos y servicios que no cuenten con sitios electrónicos propios,
mantendrán esta información en el medio electrónico del ministerio del cual dependen o se
relacionen con el Ejecutivo, sin perjuicio de lo cual serán responsables de preparar la
automatización, presentación y contenido de la información que les corresponda.

 Transparencia pasiva
Los actos y resoluciones de los órganos de la Administración del Estado, sus fundamentos,
los documentos que les sirvan de sustento o complemento directo y esencial, y los
procedimientos que se utilicen para su dictación, son públicos, salvo las excepciones que
establece esta ley y las previstas en otras leyes de quórum calificado.
Asimismo, es pública la información elaborada con presupuesto público y toda otra
información que obre en poder de los órganos de la Administración, cualquiera sea su
formato, soporte, fecha de creación, origen, clasificación o procesamiento, a menos que
esté sujeta a las excepciones señaladas.

 Causales de reserva de la información.


Aquellas se encuentran establecidas en el artículo 21 de la ley y son las siguientes:
1. Cuando su publicidad, comunicación o conocimiento afecte el debido cumplimiento de
las funciones del órgano requerido, particularmente:
a) Si es en desmedro de la prevención, investigación y persecución de un crimen o
simple delito o se trate de antecedentes necesarios a defensas jurídicas y judiciales.
b) Tratándose de antecedentes o deliberaciones previas a la adopción de una
resolución, medida o política, sin perjuicio que los fundamentos de aquéllas sean públicos
una vez que sean adoptadas.
c) Tratándose de requerimientos de carácter genérico, referidos a un elevado número de
actos administrativos o sus antecedentes o cuya atención requiera distraer indebidamente
a los funcionarios del cumplimiento regular de sus labores habituales.

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2. Cuando su publicidad, comunicación o conocimiento afecte los derechos de las personas,


particularmente tratándose de su seguridad, su salud, la esfera de su vida privada o
derechos de carácter comercial o económico.
3. Cuando su publicidad, comunicación o conocimiento afecte la seguridad de la Nación,
particularmente si se refiere a la defensa nacional o la mantención del orden público o la
seguridad pública.
4. Cuando su publicidad, comunicación o conocimiento afecte el interés nacional, en
especial si se refieren a la salud pública o las relaciones internacionales y los intereses
económicos o comerciales del país.
5. Cuando se trate de documentos, datos o informaciones que una ley de quórum calificado
haya declarado reservados o secretos, de acuerdo a las causales señaladas en el artículo
8º de la Constitución Política.

Ante la negativa de entrega de información por parte de la Administración, o su entrega de


manera incompleta, en primer término, es posible recurrir al Consejo de Transparencia.
Luego, es posible recurrir Resolución de éste a la Corte de Apelaciones. El artículo 24 y
siguientes de la Ley N° 20.285 regulan el procedimiento administrativo y procedimiento
judicial.
Corresponde al organismo reclamado probar la veracidad de los hechos que fundamentan
la causal de reserva en la que se ampara.

 Consejo para la transparencia


Es una corporación autónoma de derecho público, con personalidad jurídica y patrimonio
propio. Tiene por objeto promover la transparencia de la función pública, fiscalizar el
cumplimiento de las normas sobre transparencia y publicidad de la información de los
órganos de la Administración del Estado, y garantizar el derecho de acceso a la información.
1. Funciones y atribuciones:
a) Fiscalizar el cumplimiento de las disposiciones de la ley y aplicar las sanciones en caso
de infracción a ellas.
b) Resolver, fundadamente, los reclamos por denegación de acceso a la información que
le sean formulados de conformidad a esta ley.
c) Promover la transparencia de la función pública, la publicidad de la información de los
órganos de la Administración del Estado, y el derecho de acceso a la información, por
cualquier medio de publicación.
d) Realizar actividades de difusión e información al público, sobre las materias de su
competencia.

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2. Sanciones.
Las sanciones que puede imponer el servicio se encuentran reguladas en los artículos 45
al 49 de la Ley de Transparencia.
Se regula la situación de la autoridad o jefatura o jefe superior del órgano o servicio de la
Administración del Estado, requerido, que hubiere denegado infundadamente el acceso a
la información, contraviniendo, así, lo dispuesto en el artículo 16, será sancionado con multa
de 20% a 50% de su remuneración.
Por su parte, la no entrega oportuna de la información en la forma decretada, una vez que
ha sido ordenada por resolución a firme, será sancionada con multa de 20% a 50% de la
remuneración correspondiente.
Si la autoridad o jefatura o jefe superior del órgano o servicio de la Administración del
Estado, requerido, persistiere en su actitud, se le aplicará el duplo de la sanción indicada y
la suspensión en el cargo por un lapso de cinco días.
El incumplimiento injustificado de las normas sobre transparencia activa se sancionará con
multa de 20% a 50% de las remuneraciones del infractor.
Las sanciones deberán ser publicadas en los sitios electrónicos del Consejo y del respectivo
órgano o servicio, dentro del plazo de cinco días hábiles, contados desde que la respectiva
resolución quede a firme.

4. EL CONTROL JURISDICCIONAL.

Un principio rector del Estado de Derecho, es el principio de juridicidad, el cual deben respetar
todos los órganos del Estado; por tanto, si un ciudadano sufre una vulneración o afectación de
sus derechos por parte de un órgano del Estado (o de un particular), puede siempre recurrir a
los tribunales que establece la ley para pedir tutela de esos derechos. Esto último se denomina
tutela judicial, la cual tiene dos perspectivas: una objetiva, que dice relación con la existencia de
un poder jurisdiccional que debe conocer las causas civiles y criminales (principio de
inexcusabilidad), y ejecutar lo que resuelve (art. 76 de la CPR); y una perspectiva subjetiva, la
cual se refiere al derecho de acceso a la justicia (art. 19 Nº 3 CPR).

Ahora bien, la garantía de la tutela judicial respecto de los actos de la Administración, se


encuentra consagrada en el art. 38 inc. II de la CPR, el cual dispone que cualquier persona que
sea lesionada en sus derechos por la Administración del Estado, de sus organismos o de las
municipalidades, podrá reclamar ante los tribunales que determine la ley, sin perjuicio de la
responsabilidad que pudiere afectar al funcionario que hubiere causado el daño.

En consecuencia, sólo serán recurribles aquellos actos aptos de causar una lesión sobre los
derechos del ciudadano. Aquí no sólo se comprenden los derechos fundamentales, sino que
también todos los derechos que establezca el ordenamiento jurídico a favor del administrado, no
importando su ubicación jerárquica.

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A. El contencioso administrativo en Chile.


El punto de partida para el análisis de esta materia, debe comenzar con el art. 87 de la CPR de
1925, el cual señalaba que la ley debía crear tribunales administrativos para resolver las
reclamaciones que se interponían en contra de los actos de las autoridades administrativas. Sin
embargo, los tribunales administrativos nunca se crearon y, a su vez, los tribunales ordinarios
sostuvieron su falta de competencia para controlar a la Administración, señalando, como
argumento, lo siguiente: en primer lugar, ello era materia de los tribunales administrativos; en
segundo lugar, si los tribunales ordinarios conocieran de estas materias, se estaría mezclando
en las funciones y atribuciones de otros poderes públicos; por último, sostenían que no estaban
vulnerando el principio de inexcusabilidad, toda vez que éste tiene lugar cuando se recurre a los
tribunales de manera legal y en negocios de su competencia, y esto no era un negocio de
competencia de los tribunales ordinarios.

Con la promulgación de la CPR de 1980 no se modificó sustancialmente la cuestión, ya que esta


Carta Fundamental nuevamente insistió en la idea de que debían existir tribunales contenciosos
administrativos; la variante respecto de la CPR de 1925, es que en el art. 20 se estableció el
recurso de protección, el cual sirvió como paliativo a la falta de dichos tribunales.

Ya en el año 1989, y gracias a un acuerdo político, nuestra CPR es reformada, y toda mención
a los tribunales administrativos es suprimida de ella, y con esto dejó de existir fundamento jurídico
para que los tribunales ordinarios sostuvieran su incompetencia respecto del control de la
actividad administrativa, dando un gran paso hacia la consolidación de la vigencia del Estado de
Derecho.

Por lo tanto, hoy los tribunales ordinarios de justicia son plenamente competentes para conocer
de las causas contencioso-administrativas, las que se regirán por las normas comunes en
materia procesal.

Lo contencioso administrativo dice relación con los procesos jurisdiccionales que se siguen en
contra de la Administración. Hay que recordar que esto es un derecho procesal distinto del
procedimiento administrativo, pues éste último hace referencia a los actos internos necesarios
para la configuración de la voluntad de la Administración (esto se regula por la LBPA); en cambio,
el contencioso administrativo hace referencia al proceso que se lleva ante un tribunal de justicia,
y en donde la Administración es parte.

En nuestro país existen cientos de contenciosos especiales, como, por ejemplo, el contencioso
municipal, el contencioso regional, sanitario, laboral, ambiental, etc. Todos estos procedimientos
desplazan al contencioso general, pues lo lógico es que exista un sólo pronunciamiento, en razón
del principio de certeza y seguridad jurídica.
C) Tribunales competentes.

Para saber cuál es el tribunal competente que conoce de una acción contencioso-administrativa,
hay que ver si se está en presencia de un contencioso general o especial.

i. Como se dijo, los asuntos contenciosos generales son de competencia de los tribunales
ordinarios de justicia, concretamente, de los Jueces de Letras en lo Civil del domicilio del
demandado (en caso de que no haya habido prórroga de la competencia), pues de
acuerdo a la normativa orgánica, éstos son los tribunales ordinarios comunes de nuestro
orden jurisdiccional; en segunda instancia actúan las Cortes de Apelaciones respectivas,

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y como tribunal de casación, la CORTE SUPREMAS. Ahora bien, el procedimiento que se


sigue en ellos, es el juicio ordinario de mayor cuantía.

ii. En los asuntos contenciosos especiales, hay que estarse a la regulación que se haga de
cada uno de estos. Así, por ejemplo, de acuerdo al art. 60 de la LBMA será competente
para conocer de las causas que se promuevan por infracción de la presente ley, el juez
de letras en lo civil del lugar en que se origine el hecho que causa el daño, o el del
domicilio del afectado a elección de este último; por otro lado, a la CA le corresponde el
conocimiento de los reclamos de ilegalidad por actuación municipal y regional; y la CS,
en única instancia y como jurado, conoce de las reclamaciones en contra de resoluciones
administrativas que dispongan la pérdida o desconocimiento de la nacionalidad chilena.

Si se considera que lo contencioso administrativo por definición es un proceso revisor de la


actuación jurídica o material de la Administración, resultará que la parte demandante, por regla
general, será el administrado, y la demandada la Administración que actuó o dejó de hacerlo.
Excepcionalmente la Administración actuará como demandante en aquellos casos en que
persigue la nulidad de un acto administrativo propio, habiendo transcurrido el plazo legal para
invalidarlo (art. 53 LBPA).

Debe tenerse en cuenta que no toda la Administración pública goza de personalidad jurídica, por
lo que sólo aquellas que detentan el carácter de personas pueden ser arrastradas a juicio. Ahora
bien, las Administraciones que se organizan bajo una fórmula centralizada y que, por tanto,
actúan con la personalidad jurídica común del Estado, serán representadas en juicio por el
organismo que cuenta con la competencia específica para tal efecto: el Consejo de Defensa del
Estado, el cual tiene por objeto, principalmente, la defensa judicial de los intereses del Estado.

Por último, en relación al rol de los terceros en lo contencioso administrativo, la regla general es
que aquéllos que detentan derechos que se derivan del acto impugnado, tienen el carácter de
terceros y, por tanto, pueden intervenir en el proceso, haciendo valer las alegaciones y defensas
que estimen necesarias para la defensa de su derecho. Sin embargo, resulta mucho más
compleja la situación de aquellos terceros que no tienen un derecho subjetivo involucrado en el
acto administrativo o no sufren un daño por dicho acto, presentando sólo un interés. En tal caso,
la jurisprudencia no resulta clara y no existe una disposición legal que resuelva el punto.

B. Las acciones contenciosas administrativas

Las acciones contenciosas administrativas dicen relación con el conjunto de acciones


jurisdiccionales puestas a disposición de los administrados, con el objeto de impugnar la
actuación de la Administración del Estado, conseguir la declaración de un derecho oponible a
ésta, o la condena de la misma para que realice una actuación o entregue una prestación. Como
puede apreciarse, el objeto de esta acción puede ser diverso (nulidad, declaración de un derecho,
una prestación, etc.), siendo las dos acciones más importantes en esta materia, la acción de
nulidad (capítulo 6) y la acción de responsabilidad (capitulo 8), sin perjuicio de que existan más.

b.1 Recurso de protección


La acción constitucional de protección (art. 20 CPR), conocida en la práctica como recurso de
protección, ha llegado a convertirse en un verdadero remedio a la falta de tribunales contencioso-
administrativos. Esta acción incluso hoy sigue jugando un importante rol en la materia. Sin
embargo, dicha acción está destinada a dar amparo constitucional a los derechos fundamentales.

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La causal que habilita a la interposición del recurso dice relación con un acto u omisión arbitrario
o ilegal, pudiendo provenir de cualquier sujeto, sea este público o privado, e incluso, no siendo
necesario que sea determinado expresamente.

Históricamente, la acción de protección ha operado como un paliativo a la inexistencia de un


contencioso administrativo general, y se ha tenido que vincular la ilegalidad de un acto
administrativo con la privación, perturbación o amenaza de un derecho amparado por la acción
de protección. La consagración de la protección constitucional de los derechos del artículo 19
CPR tiene impacto en el ámbito administrativo, ya que por la vía de encontrar en cualquier
actuación ilegal de la Administración una afectación de derechos fundamentales (sobre todo el
derecho de propiedad), se ha llegado a articular el recurso de protección como un verdadero
contencioso administrativo.

La tramitación del recurso de protección se encuentra en un Auto Acordado de la Corte Suprema,


con sus correspondientes modificaciones.
Plazo de interposición: 30 días corridos contados desde que la ejecución del acto o la ocurrencia
de la omisión o, según la naturaleza de éstos, desde que se haya tenido noticias o conocimiento
cierto de los mismos, lo que se debe hacer constar en autos.

Tribunal competente: la Corte de Apelaciones respectiva, esto es, la Corte en cuya jurisdicción
se hubiere cometido el acto o incurrido en la omisión arbitraria o ilegal que ocasionen privación,
perturbación o amenaza.

Persona que interpone la acción: el afectado o cualquiera a su nombre. Al respecto, debe tenerse
en cuenta que el recurso de protección no es una acción popular, ya que, si bien cualquier
persona puede interponerlo en favor de otra que ha visto amagados sus derechos
fundamentales, el legitimado activo directo siempre es el titular del derecho.

Examen de admisibilidad: presentado el recurso, el tribunal examinará en cuenta si ha sido


interpuesto en tiempo y si se mencionan hechos que puedan constituir vulneración de garantías
de las indicadas en el artículo 20 de la CPR. Si su presentación es extemporánea o no se señalan
hechos que puedan constituir vulneración a garantías de las mencionadas en la referida
disposición constitucional, lo declarará inadmisible desde luego por resolución fundada, la que
sólo será susceptible del recurso de reposición ante el mismo tribunal, el que deberá interponerse
dentro de tercero día.

Solicita informe: al recurrido o a quien la Corte de Apelaciones estime que es el causante de la


amenaza, perturbación o privación. Para ello le fija un plazo breve y perentorio.

Autos en relación y puesta en tabla: recibido el informe se traen los autos en relación y se ordena
se agregue de forma extraordinaria para el día subsiguiente.

Poderes del tribunal durante la tramitación: en primer lugar, la posibilidad de decretar una orden
de no innovar cuando el tribunal lo juzgue necesario; decretar todas las diligencias que estime
necesarias y; apercibir con sanciones al recurrida cuando no ha presentado oportunamente el
informe.

Sentencia: la Corte de Apelaciones aprecia los antecedentes de acuerdo con las reglas de la
sana crítica y falla. Esta sentencia es apelable ante la Corte Suprema. La sentencia debe ser
notificada a todas las partes.

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Plazo para la sentencia: debe fallarse dentro de quinto día hábil.

Apelación: dentro de los 5 días hábiles contados desde la notificación por el estado diario de la
sentencia que decide el recurso.

Tramitación en 2da instancia: se dará cuenta preferente, la que debe darse en el plazo de 5 días.
Si lo estima conveniente o se le solicita con fundamento plausible, podrá extraordinariamente
traerlo en relación.

Si el recurso de protección se ha interpuesto como una acción contenciosa administrativa y esta


es acogida, que normalmente opera como vía de impugnación del acto administrativo, el efecto
de la acción será que el acto sea anulado. Si bien es cierto las cortes no utilizan esa
denominación, sino que simplemente ordenan “dejar sin efecto” el acto impugnado.

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Capítulo 6
NULIDAD DE DERECHO PÚBLICO

1. CONCEPTO DE ACCIÓN DE NULIDAD DE DERECHO PÚBLICO

A. Definición

La acción de nulidad de derecho público es aquella acción judicial cuyo objeto es la


pretensión tendiente a la supresión de un acto administrativo ilegal, en razón de su
declaración de nulidad.

El fundamento de la acción es el respeto al principio de legalidad. Si se busca un


fundamento explícito en textos positivos, puede vincularse la acción con el artículo 7 de la
CPR.

B. Ámbito de aplicación

Es verdad que, atendido el tenor literal de la CPR al respecto (“actos de los órganos del
Estado”), alguna doctrina ha procurado extenderla también a otro tipo de actos públicos.
Nada es más dudoso que la utilidad de esta acción fuera del contexto de la administración
del Estado. Pero puede pensarse que la CPR fija un principio susceptible de dar lugar a
distintas reglas en consideración al tipo de función pública de que se trata. Así, respecto de
los actos jurisdiccionales las leyes procesales contemplan amplios remedios tendientes a
su supresión o corrección (recursos procesales), cuyo fundamento está en exigencias
procesales elementales que derivan de la cláusula del debido proceso, o simplemente en
la violación de la ley que los tribunales tienen por misión aplicar. Frente a las leyes, por su
parte, la propia CPR arbitra mecanismos específicos para evitar su inconstitucionalidad,
radicados en el Tribunal Constitucional. Así puede pensarse que la “nulidad de derecho
público” (o simplemente nulidad) de esas operaciones se actualiza mediante esos
procedimientos específicos.

En contraste, la nulidad de derecho público de los actos administrativos no está regulada


de modo general en ningún otro cuerpo legal. Por eso ha tenido tanta importancia el artículo
7 de la CPR en la formulación de la pretensión anulatoria relativa a los actos administrativos;
ese precepto reconoce que la anulación de actos administrativos es una pretensión
legítima, susceptible de ser discutida ante el juez. En suma, para lo que aquí interesa, la
nulidad de derecho público queda reservada para los actos de los órganos administrativos.

C. Diversidad de acciones de nulidad de derecho público.


El derecho positivo no contempla un único camino procesal para obtener la declaración de
nulidad de actos administrativos. Diversas vías pueden explorarse con este propósito.
Según ha reconocido la jurisprudencia, la denominada acción de nulidad de derecho público
es “toda acción contencioso administrativa encaminada a obtener, por parte de un tribunal
de la República, la anulación de un acto administrativo. Estas acciones pueden
establecerse por el legislador para situaciones concretas y respecto de materias

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determinadas, -como es el caso de los casi doscientos procedimientos de reclamo contra


la aplicación de sanciones administrativas…” (Corte Suprema, 25 de septiembre de 2017,
Rol 100.752-2016).
De aquí que la misma jurisprudencia entienda que, a falta de un canal procedimental
específico para una acción de nulidad, los interesados puedan canalizarla por medio de las
reglas generales contempladas en la legislación procesal.
Progresivamente, la jurisprudencia ha tendido a abstraer la acción de nulidad de derecho
público del texto de la CPR, haciendo de la nulidad una pretensión justificada en
presupuestos inherentes al sistema jurídico, como el principio de legalidad de la
administración. Por lo mismo, se ha entendido que el estatuto procesal de la acción de
nulidad de derecho público no resulta de la CPR, como afirmaba la doctrina de los años
1980. En tal sentido, la jurisprudencia ha dicho: “Que los artículos 6 y 7 de la Constitución
Política, no establecen una determinada acción procesal encaminda a obtener la anulación
de los actos administrativos. Lo que configuran es el principio de legalidad… [que lleva
consigo] la posibilidad de recurrir antes los tribunales de justicia, para obtener la anulación
de los actos contrarios a derecho” (Corte Suprema, 25 de septiembre de 2017, Rol 100.752-
2016).
En fin, en razón de la identidad de objeto de las acciones de reclamación y la acción
innominada de nulidad de derecho público, su interposición puede llegar a ser incompatible.
En aplicación de principios básicos, las leyes especiales priman sobre las generales,
también en el ámbito de los procedimientos judiciales. Por eso, según ha resuelto la
jurisprudencia, “al existir vías específicas de reclamación contra el acto impugnado, deben
prevalecer dichos procedimientos antes que el ejercicio de la acción genérica de nulidad de
derecho público” (Corte Suprema, 3 de julio de 2014, Rol 8.742-2014).

2. OBJETO DE LA ACCIÓN Y PODERES DEL JUEZ


La acción de nulidad de derecho público es idónea para obtener la ineficacia de un acto
administrativo ilegal.
Según un planteamiento doctrinal no discutido en derecho chileno, la sentencia anulatoria
tiene carácter declarativo. La sentencia declara que el acto examinado es ilegal desde su
inicio y, por tanto, no es reconocido como acto jurídico por el derecho. La consecuencia
lógica de esa declaración es la desaparición de los efectos del acto tanto hacia el futuro (ex
nunc) como retroactivamente en relación a los efectos ya producidos (ex tunc).

3. ASPECTOS PROCESALES
A. Procedimiento aplicable
La acción residual de nulidad de derecho público, en cuanto acción innominada construida
sobre la base de las reglas generales, está sujeta al procedimiento ordinario para asuntos
civiles (CPC, arts. 253 y siguientes). Si la acción conlleva pretensiones pecuniarias contra

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el fisco (por ejemplo, restitución de bienes o dineros), el procedimiento debe reunir las
exigencias de los juicios de hacienda (CPC, arts. 748 y siguientes).
Para las acciones especiales de nulidad (reclamos de ilegalidad) hay que prestar atención
a las exigencias previstas en cada caso por las leyes que las reconocen y que, en general,
consagran procedimientos abreviados.
B. Legitimación activa
Si se demanda la nulidad, sin interés patrimonial, puede hacerlo cualquier persona que
tenga interés legítimo en ello. Por ejemplo, una organización no gubernamental de
protección del medio ambiente tiene interés en la nulidad de una norma que fija un valor de
contaminación que le parece demasiado laxo, o en la nulidad del DS que desafecta de su
condición de Parque nacional un determinado bien.
Si se demanda la nulidad, con un interés patrimonial, tendrá legitimación el titular de un
derecho subjetivo, o bien quien cuenta con in interés legítimo, entendiendo por tal, aquél
cuya posición jurídica se verá perjudicada o mejorada dependiendo de la vigencia o no del
acto administrativo.
C. Legitimación pasiva
Si es un órgano centralizado, se debe notificar la demanda al abogado procurador Fiscal o
al Presidente del Consejo de Defensa del Estado, según corresponda. Sin perjuicio de ello,
se deben tener en cuenta los casos excepcionales en que el jefe del servicio tiene la
representación judicial.
Si es un órgano descentralizado, se debe notificar la demanda al jefe del servicio.
También deben ser emplazados en estos juicios, en calidad de demandados, los terceros
beneficiarios del acto que se trata de anular. Así lo ha reconocido recientemente la
jurisprudencia: “tratándose de una acción de nulidad de derecho público cuyo objeto es la
anulación de un acto administrativo que constituyó derechos a favor de terceros, resulta
claro que la demanda debe ser dirigida tanto contra la autoridad que emitió el acto como
contra las personas o cuyos derechos o intereses pudieran quedar afectados por las
pretensiones del demandante. Si falta alguno de ellos, la relación procesal será defectuosa
y el juez no podrá entrar a pronunciarse sobre el fondo del asunto” (Corte Suprema, 14 de
abril del 2015, Rol 30.323-2014).
D. Prescripción de la acción
Tanto en la doctrina como en la jurisprudencia chilenas, está muy difundida la opinión que
sostiene el carácter imprescriptible de la acción de nulidad de derecho público. El sustento
formal de esa opinión se encuentra en la ausencia de plazos legales para el ejercicio de la
acción. Por cierto, los reclamos de ilegalidad definidos por leyes especiales tienen,
ordinariamente, plazos de caducidad acotados para la interposición de las acciones.
Sin embargo, esta tendencia se revertió a partir del año 2000, siguiendo un razonamiento
que distingue la nulidad de sus consecuencias: aunque pueda aceptarse que la nulidad de
derecho público no prescribe, las acciones pecuniarias derivadas de ellas prescriben
conforme a las reglas generales previstas para las acciones civiles análogas (Corte

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Suprema, 27 de noviembre del 2000, Rol 852-2000). Así, conforme a esta jurisprudencia –
que no ha perdido vigencia- la nulidad debe pedirse dentro del plazo de 5 años (art. 2515
CC) si va asociada a una pretensión pecuniaria común, o de 4 años (art. 2332 CC), si es
fundamento de una pretensión resarcitoria.

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Capítulo 7
CONTRATACIÓN ADMINISTRATIVA

Del examen de las diversas formas de actuación de la Administración Pública, es posible


situar, al lado de las declaraciones unilaterales de voluntad (actos administrativos), a los
contratos administrativos, esto es, las declaraciones productoras de efectos jurídicos que
no proceden de la sola voluntad de la Administración, sino del concurso de la voluntad de
ésta y de la voluntad propia de otro sujeto de derecho. Es una clara aplicación del principio
de cooperación.

1. CONCEPTO DE CONTRATO ADMINISTRATIVO

En doctrina iusadministrativa comparada, la contratación pública se define por el profesor


argentino Roberto Dromi como “toda declaración bilateral o de voluntad común, productora
de efectos jurídicos entre dos personas, de las cuales una está en ejercicio de la función
administrativa”. Se trata de un concepto formulado en sentido estricto, vale decir, referido a
los contratos que celebra la Administración en el radio de sus potestades de autoridad,
excluyente de actividades privadas o empresariales del Estado.
Otro enfoque lo encontramos en la doctrina nacional, donde Enrique Silva Cimma, de
manera restringida, conceptúa el contrato administrativo como “el acto jurídico bilateral
celebrado entre la Administración y un particular u otro órgano de aquella, que persigue un
fin público, y se somete a las reglas del derecho público”.
Por su parte, la jurisprudencia de la Contraloría General de la República, contenida, entre
otros, en los dictámenes N° 29.401, de 1984; 12.251, de 1993 y N° 46.532, de 2000, ha
sostenido que la expresión contrato administrativo, para efectos del artículo 9 de la LBGAE
se entiende con un alcance amplio, en el sentido que “abarca los diversos tipos de contratos
que celebren los entes de la Administración, tanto en el ámbito de sus potestades
exorbitantes como en el de su actuación en un plano de igualdad con los particulares”. Bajo
este último concepto se engloban dos especies de contratación de la Administración del
Estado: los contratos administrativos en sentido restringido, esto es, sometidos al régimen
de derecho público, y los contratos celebrados por la administración bajo la preceptiva del
ordenamiento jurídico-privado.

2. ELEMENTOS DEL CONTRATO ADMINISTRATIVO


A. Partes del contrato
a.1 Administración
Una de sus partes es la Administración Pública, que cuenta con competencia para celebrar
el contrato (principio de legalidad). Además, debe haber sido dotada de los fondos
necesarios para financiar el contrato (principio de legalidad del gasto, art. 100 CPR).
a.2 Contratista

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Los contratistas pueden ser personas naturales o personas jurídicas, nacionales o


extranjeras, que cuenten con la idoneidad técnica y financiera para llevar a cabo el contrato.
En general, para poder ser parte de un contrato administrativo, el contratista debe cumplir
además de las normas generales sobre capacidad, con los requisitos establecidos en las
bases del contrato que se pretende suscribir.
Además, el contratista, para poder participar del proceso licitatorio, requiere estar inscrito,
previamente, en los registros de contratistas establecidos por las normas que regulan los
contratos administrativos. Así, por ejemplo, el contrato de obra pública requiere que el
contratista, para estar facultados a optar a las construcciones de obras públicas que realiza
el Ministerio, esté inscrito en el Registro general de Contratistas del MOP. En el caso del
contrato de suministro, tal registro es de carácter electrónico, público y se encuentra a cargo
de la Dirección de Compras y Contratación Pública.
Finalmente, el contratista que participa en un procedimiento licitatorio debe otorgar las
garantías exigidas en cada caso. Las garantías deben ser constituidas por lo oferentes y se
denominan: i) garantía de seriedad de la oferta, la cual está destinada a asegurar la correcta
participación en el procedimiento licitatorio, así como la real intención de contratar con la
Administración y, ii) garantía de ejecución del contrato o de explotación, la cual es aquella
que debe otorgar el contratante que se haya adjudicado el contrato, en la que garantiza el
cumplimiento de las obligaciones contractuales.
B. Finalidad del contrato
Siempre deben tener por finalidad una necesidad pública o alcanzar una finalidad de interés
público.
C. Formalidades
Se trata de un elemento indispensable en la contratación administrativa. La validez y
eficacia de los contratos de este tipo requieren del cumplimiento de las formalidades
establecidas por el ordenamiento jurídico.
D. Cláusulas exorbitantes
Los contratos administrativos se encuentran sujetos a un régimen especial de derecho
público, en virtud del cual se privilegia el interés general por sobre el interés particular del
contratista, lo que conlleva a una situación de desigualdad entre las partes, propia de este
tipo de contratos. Esta desigualdad se manifiesta en el establecimiento de cláusulas
exorbitantes, que son aquellas que hacen que la Administración aparezca en una situación
de superioridad jurídica respecto del contratante, y tienen como características las
siguientes:
- Estos poderes exorbitantes nacen de la ley, no del contrato.
- Se justifican en el interés general al que sirven los contratos.
- A través de estas prerrogativas la Administración no se sirve a sí misma, sino que
asegura la realización de obras contratadas o la prestación del servicio pactado.
- En su ejercicio, la Administración no debe pasar a llevar el pacto de carácter bilateral
y recíproco del contrato.

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E. Derecho aplicable
Los contratos administrativos se rigen por normas y principios propios del derecho público.
Así, por ejemplo:
- Los contratos de construcción de obra pública, son regidos por el DFL del MOP, N°
850 de 1997, y su respectivo reglamento contenido en el DS N° 75 de 2004 del
MOP.
- Los contratos de concesión de obra pública se encuentran en la Ley de concesiones,
DFL del MOP N° 900 del año 1996, y su reglamento, el DS N° 956 de 1999 del MOP.
- Los contratos de suministro y prestación de servicios se encuentran regulados en la
Ley de bases sobre contratos de suministro y prestación de servicios, Ley N° 19.886,
y su reglamento contenido en el DS N° 250 del año 2004, del Ministerio de Hacienda.
- Los contratos suscritos por las Fuerzas Armadas, se rigen por la normativa especial
contenida en la Ley N° 18.928 que fija las normas sobre adquisiciones y
enajenaciones de bienes corporales e incorporales muebles y servicios de las
Fuerzas Armadas.
Sin perjuicio de lo anterior, en los contratos administrativos también rigen, como parte de
su marco normativo, las bases administrativas que elabore la Administración para el
contrato de que se trate, estando las partes obligadas a ceñirse a ellas.
J. Jurisdicción competente
En estricto rigor, el conocimiento de los contratos administrativos debiese atribuirse a la
jurisdicción contencioso administrativa. Sin embargo, en Chile no existen los tribunales
contencioso administrativo, salvo excepciones, como lo es el caso de contrato de concesión
de obra pública y el de suministro o prestación de servicios.
Así, en el caso de contrato de concesión de obra pública, se establece en la Ley de
Concesiones (art. 36 y 84 a 90 de su reglamento) un Panel Técnico, que no tiene carácter
jurisdiccional, al cual las partes contratantes podrán someter las controversias de carácter
técnico y económico que se produzcan durante la ejecución del contrato. Por otro lado, y
según los dispone el artículo 36 bis de la Ley de Concesiones, las controversias o
reclamaciones que se verifiquen con motivo de la interpretación o aplicación del contrato
de concesión o a que dé lugar su ejecución, podrán ser llevadas por las partes al
conocimiento de una Comisión Arbitral o de la Corte de Apelaciones de Santiago.
En lo que concierne al contrato de suministro y prestación de servicios, la ley de compras
públicas crea un órgano jurisdiccional especial, cual es el Tribunal de Contratación Pública,
el que tiene competencia para conocer de la acción de impugnación contra actos u
omisiones ilegales o arbitrarios, ocurridos en los procedimientos administrativos de
contratación, abarcando el período que va desde la aprobación de las bases administrativas
hasta la adjudicación del contrato.

3. PRINCIPIOS ORIENTADORES DE LA CONTRATACIÓN ADMINISTRATIVA


A. Desigualdad

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A diferencia de lo que ocurre en el derecho privado, en el que las partes de un contrato


están en un plano de igualdad (al menos teóricamente), en los contratos administrativos la
Administración Pública recibe un conjunto de poderes que la sitúan en un plano de
superioridad respecto de su contratante. De este principio se derivan una serie de
consecuencias jurídicas:
- La Administración no puede alterar la oferta.
- La Administración debe aceptar o rechazar la oferta en bloque.
- El contratista está obligado a constituir garantías a favor de la Administración.
- La Administración puede ejercer su potestad disciplinaria sobre el contratante privado,
aplicando sanciones en caso de incumplimiento de sus obligaciones.
- La Administración tiene facultad de modificar unilateralmente los términos del contrato.
- Para la Administración existe la posibilidad de dar por terminado el contrato
unilateralmente.
- La Administración puede interpretar el contrato a priori.
- La Administración cuenta con la presencia del inspector fiscal en las obras.
B. Principio de legalidad y ley del contrato
Por un parte, se refiere a que a estos instrumentos jurídicos relacionales se les aplica el
principio de legalidad tal como se ha visto, es decir, la Administración Público debe actuar
previa habilitación (para contratar) y sin contradicción con el ordenamiento jurídico.
Por otra parte, se debe considerar la perspectiva de la ley del contrato. Las partes no sólo
están obligadas por el tenor del contrato, sino también por la normativa que lo regula,
ordenamiento jurídico que se entiende que forma parte del contrato, dentro de lo que se
incluyen las bases de licitación.
C. Mutabilidad del contrato administrativo
En virtud de esta facultad se permite que los contratos administrativos sean modificados
unilateralmente por parte de la Administración Pública. No obstante, tal modificación no es
arbitraria, sino que está sometida a condiciones que en general se identifican con un cambio
de la necesidad pública.
Esta facultad es expresión de lo que se ha denominado el Ius Variandi, es decir, la
posibilidad de modificar el contrato cuando las circunstancias que lo han motivado cambian,
haciendo necesaria la correspondiente revisión y adecuación del contrato a estas
circunstancias sobrevivientes.
Como se trata de un verdadero privilegio para la Administración, que se justifica en el
mencionado interés público existente en toda contratación pública, debe ir acompañado de
la correspondiente indemnización al contratante, o del alza de precio del contrato en su
caso.
D. Equivalencia prestacional

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Frente a las potestades exorbitantes que detenta la Administración contratante y que


provocan una desigualdad entre partes, surge como contrapartida el derecho del contratista
al equilibrio económico-financiero del contrato, el que constituye una garantía para el
contratante ante la poca seguridad de que se mantengan las condiciones pactadas
originalmente, concretándose este principio en indemnizaciones por daños y perjuicios
causados a los derechos contractuales por parte de la Administración o de otras
circunstancias que ocurran durante la vigencia del contrato.
Se trata del derecho a exigir el restablecimiento del equilibrio financiero del contrato, toda
vez que cuando el particular contrató, lo hizo en vista de las cláusulas que consideró justas
y equitativas, y que ahora, producto de las modificaciones de los términos originales del
contrato, han variado, pudiendo solicitar las indemnizaciones o aumentos de precio que
estime necesarios para el equilibrio del contrato.
E. Principio de colaboración
Dice relación con la consideración por parte de la Administración de que el particular que
contrata con ella, es un colaborador voluntario cuyos intereses no son totalmente opuestos.
El particular no actúa en forma desinteresada o altruista, pero sí tiene un interés común con
la Administración Pública que es el de ejecutar el contrato. En el contexto administrativo
ambas partes colaboran para satisfacer una necesidad pública. Entre los efectos de este
principio es posible señalar la mayor flexibilidad que puede tener la Administración al
momento de otorgar más tiempo para la ejecución de la obra, o acordar previamente con el
contratista un aumento de obras. Sin embargo, el principio de colaboración no puede
implicar una modificación abusiva del contrato.
F. Principio de ejecución de buena fe del contrato
La ejecución del contrato de buena fe conlleva a que éstos no sólo obliguen a lo que en sus
cláusulas se expresa, sino a todas aquellas cosas que emanan, precisamente, de la
naturaleza de la obligación.
Como consecuencia de este principio, surgiría para ambos contratantes la obligación de
lograr la realización de la finalidad del contrato, es decir, satisfacer el interés general,
aportando cada uno de ellos los máximos esfuerzos y diligencias en su ejecución.
G. Principio de inmodificabilidad de común acuerdo del contrato
La modificación de los contratos de mutuo acuerdo es uno de los aspectos en que el
régimen de la contratación administrativa difiere de la regulación aplicable a los contratos
privados, estando vedado para la Administración proceder mediante modificaciones de esta
naturaleza, en virtud del carácter inamovible que presentan las bases de licitación.
No obstante, la inaplicabilidad del mutuo acuerdo como técnica para la modificación
contractual no implica que la Administración no pueda, eventualmente, ajustar las
condiciones del contrato, para efectos de salvaguardar el interés público presente en la
contratación administrativa. Sin embargo, si implica que para llevar a cabo tales
modificaciones deberá someterse a las condiciones de procedencia y a los límites que
supone el ejercicio del poder de modificación; condiciones y límites que no podrán dejar de
observarse por la sola circunstancia de concurrir la voluntad de la parte contratante.

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4. ITER CONTRACTUAL
A. Etapa política
Esta es la etapa donde la Administración decide contratar con un tercero, para lograr la
satisfacción de una necesidad pública. Como las necesidades son ilimitadas y los recursos
públicos son siempre escasos, la Administración decidirá qué bienes, prestaciones,
servicios y obras serán objeto de contratación en un determinado periodo.
B. Llamamiento a los oferentes
Dentro de esta etapa pueden verificarse distintos tipos de procedimientos que tienen como
objeto buscar a la persona del contratista particular de la Administración Pública en un
contrato administrativo. El llamamiento a los oferentes y la forma de selección del contratista
constituyen dos momentos claves en la actuación pública, ya que es precisamente en la
contratación pública donde se juega la vigencia del principio de probidad (art. 8 CPR).
Artículo 9 LBGAE: Los contratos administrativos se celebrarán previa propuesta pública, en
conformidad a la ley.
El procedimiento concursal se regirá por los principios de libre concurrencia de los
oferentes al llamado administrativo y de igualdad ante las bases que rigen el contrato.
La licitación privada procederá, en su caso, previa resolución fundada que así lo
disponga, salvo que por la naturaleza de la negociación corresponda acudir al trato directo.
Por lo tanto, nuestra legislación considera tres formas distintas para realizar este llamado:

 Licitación pública: Es la regla general. Se traduce en un llamado abierto y público


que se realiza con el objeto de que los eventuales contratistas interesados
presenten sus propuestas. Este procedimiento debe regirse por los principios de
libre concurrencia de los oferentes al llamado administrativo y de igualdad ante las
bases del contrato.
 Licitación privada: se trata de un llamado que el órgano administrativo hace a un
conjunto predeterminado de oferentes. Teniendo ya una lista de interesados, la
Administración efectúa la licitación respectiva entre ellos.
 Trato directo: en este caso se contrata directa e inmediatamente con un oferente
determinado. Procede de forma excepcional y se reserva como opción en el caso
en que no resulten procedentes los demás. En todo caso, para proceder por esta
vía, la Administración debe, en forma previa, dictar una resolución fundada que
autorice expresamente el trato directo.
Para llevar a cabo una licitación, la Administración deberá establecer previamente las
condiciones y requerimientos de la contratación, las cuales quedarán fijadas en las “bases
de licitación”. Estas constituyen la ley del contrato por la fuerza vinculante que tiene para
las partes. Al efecto, se distingue dos tipos de bases:
- Bases administrativas: corresponden al conjunto de normas que regulan la licitación
y el contrato a las que deben ceñirse las partes interesadas, por ejemplo, las normas
relativas a las garantías que se deben prestar, los plazos a cumplir, documentos que
se requieran, el precio máximo a pagar, etc.
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- Bases técnicas: corresponden al pliego de características particulares que deberá


cumplir el proyecto específico, por ejemplo, la descripción misma del proyecto con
todos sus componentes, tipo, cantidad, calidad de los materiales, tecnología que
debe aplicarse, etc.
C. Llamado a licitación
Elaboradas las bases del contrato, la autoridad administrativa deberá efectuar un llamado
o invitación a participar en la licitación a todos los potenciales oferentes e interesados. La
convocatoria se debe poner en conocimiento de los interesados a través de una publicación
en un medio que permita su difusión o bien, en el caso del contrato de suministro, por los
medios electrónicos habilitados al efecto. En el aviso van incluidos aspectos generales del
contrato, como el precio de las bases, la fecha y lugar de recepción de las ofertas, entre
otros.
D. Principios de la licitación Pública

 Principio de la libre concurrencia: la Administración debe hacer asequible el proceso


y abrir espacios a la participación del mayor número de oponentes, con miras a
promover una competencia real de ofertas. En virtud de este principio se “persigue
considerar las ofertas de todos los proponentes que han cumplido con los pliegos
de condiciones, sin que por errores sin trascendencia y no esenciales queden fuera
de concurso” (dictamen N° 75915/2011, CGR). Luego, en principio, las bases no
deben establecer barreras de entrada que no guarden relación con el objeto del
contrato.
 Principio de igualdad entre los oferentes (igualdad ante las bases): se traduce en
que harán sus ofertas sobre bases idénticas, por lo que, en resguardo de este
principio, las bases deben establecer reglas generales e impersonales que
mantengan fielmente esta máxima, asegurando que no se discrimine ni se favorezca
a alguien a favor o en perjuicio de otro.
Este principio también se proyecta durante la ejecución del contrato, ya que ni la
Administración ni el contratista podrán proponer o aceptar modificaciones o cambios
en el contrato que impliquen una situación de ventaja que, de haber sido conocida
por los demás oferentes, o potenciales oferentes, hubiere conducido a presentar
una propuesta distintas a la efectuada, o incluso a participar en un proceso licitatorio
en el que se abstuvieron de hacerlo. En definitiva, este principio implica un deber de
imparcialidad en relación a los participantes del procedimiento concursal.
 Principio de publicidad: implica la posibilidad de que los interesados conozcan lo
tocante a la licitación en la que participan, desde el llamado a formular ofertas, hasta
sus etapas conclusivas.
 Principio de oposición: consiste en la posibilidad de impugnar las propuestas de los
demás, y defender la propia ante las impugnaciones de otros.
 Principio de estricta sujeción a las bases: las bases constituyen la fuente principal
de los derechos y obligaciones, tanto de la Administración como de los contratistas,
y garantiza la imparcialidad de la primera. Su transgresión desvirtúa el
procedimiento y afecta la igualdad de los licitantes.
Como consecuencia, las bases de un contrato no pueden modificarse una vez que
las ofertas hayan sido abiertas.
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De este modo, las modificaciones que puedan sufrir los contratos tienen por objeto
sólo la adecuación a hechos imprevistos que surjan durante su ejecución, dado que
este principio se proyecta durante toda la vigencia del contrato.
 Principio de objetividad: este principio tiene por objeto descartar cualquier
eventualidad de una adjudicación decidida sobre la base de consideraciones
subjetivas, en situación de conflicto de intereses, sobre la base de diseños de bases
administrativas o técnicas que favorezcan a un oferente por sobre otros, etc.
E. Periodo de aclaración de bases
Desde que el interesado y posible oferente toma conocimiento de las bases se encuentra
en condiciones de dirigirse a la entidad licitante y formular consultas o solicitudes de
aclaración. La administración absolverá dichas consultas por medio de circulares
aclaratorias que comunicará a todos los oferentes interesados. A pesar de la terminología,
estas circulares deben ser aprobadas por medio de actos administrativos resolutorios, ya
que contienen precisiones o eventuales modificaciones a las bases de licitación y, por tanto,
pasan a incorporarse a ellas. En la práctica es usual que se designe a este periodo de
aclaración o redefinición de las bases como etapa de “preguntas y respuestas”.
F. Presentación de las ofertas
Existiendo ofertas, estas serán admisibles si han sido formuladas en tiempo y forma.
Además, el contratista se encuentra en la obligación de entregar la garantía de seriedad de
la oferta.
Antes de pasar a la siguiente etapa, puede darse a los interesados la oportunidad para
subsanar faltas de antecedentes o adjuntar documentos adicionales (art. 7 DFL N°
900/2016, de concesiones de obras públicas y art. 40 del reglamento de la ley de compras).
Puede suceder que no se presenten ofertas, en cuyo caso, la Administración podrá cerrar
el proceso y declarar desierta la licitación. Puede perseverar en el proyecto, llamando a una
licitación privada, y si nuevamente no se presentan ofertas, se podrá proceder a trato
directo.
G. Apertura de las ofertas
La apertura de las ofertas es un acto solemne y debe realizarse ante un ministro de fe, en
la fecha y hora indicadas. En esta etapa a abrir todas las propuestas y es el único momento
en que ellas son conocidas por todos los proponentes, quienes tienen derecho a formular
reclamos haciendo presente las irregularidades que hayan visto. Dichos reclamos deben
ser formalizados por escrito.
H. Estudio de las propuestas presentadas
Lo normal es que las bases establezcan una comisión encargada de examinar las ofertas,
la que debe ser nombrada por una resolución del Jefe del Servicio. Se examinarán las
ofertas admitidas por la Administración, las ofertas que no hubieren cumplido con los
requisitos de las bases serán declaradas inadmisibles fundadamente. La Administración
puede requerir aclaraciones, son posibilidad de variar ya las propuestas.

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La calificación de las ofertas deberá efectuarse teniendo en cuenta los factores de


evaluación previamente establecidos (precios, condiciones, plazo, calidad, etc.).
otorgándole a cada uno de estos parámetros la importancia que la ley, el reglamento o las
bases le hayan atribuido (en el caso del contrato de concesión de obra pública, los factores
vienen dados por la ley), todo lo cual se vierte en una tabla de resultados, donde figura el
puntaje final de cada concursante
I. Adjudicación
El acto de adjudicación deberá señalar a la persona del contratista beneficiario del contrato.
Además, deberá aprobar las bases administrativas y técnicas, los planos, presupuesto y
demás antecedentes que sirvieron de bases a la licitación. Junto a lo anterior, aprueba el
contrato administrativo.
Por lo general, existe un plazo para dictar este acto administrativo, que se cuenta desde la
apertura de las ofertas. Por ejemplo, el reglamento del contrato de obra pública establece
un plazo de 60 días para dictar la resolución que adjudica el contrato, y en caso de no
producirse, tendrán derecho los proponentes para desistirse de sus propuestas.
Una vez adjudicado el contrato, la Administración Pública deberá proceder a la devolución
de las fianzas provisionales que habían entregado los participantes de la licitación.
J. Perfeccionamiento del contrato
A diferencia de lo que ocurre en el Derecho Civil, en que los contratos se perfeccionan al
mismo momento de la formación del consentimiento de las partes, en el derecho público, la
voluntad de la Administración se manifiesta al dictar el correspondiente acto de autoridad
que sanciona el acuerdo, y una vez que aquél ha sido totalmente tramitado.
En consecuencia, luego de dictar el decreto o resolución respectivo, la autoridad debe
remitir, si procediere, el acto a la CGR para que ésta efectúe el trámite de toma de razón,
a través del cual se revisará la legalidad del acto. A continuación, el acto deberá notificarse
al contratante, y en el caso del contrato de concesión de obra pública, debe publicarse (DFL
N° 900 de 1996, arts. 8 y 25 inciso segundo).
Luego de adjudicado el contrato y evacuado el trámite de toma de razón, si procediere,
corresponderá dar paso a la suscripción del aquél. Hasta ese momento, el licitante lo que
había manifestado era su voluntad de participar en el proceso licitatorio.
Una vez adjudicado el contrato, corresponde la suscripción y firma del mismo, entre el
contratista adjudicado (contratante particular) y la Administración Pública licitante. Si bien
desde este momento podemos entender que hay un acuerdo de voluntades, el acto mismo
de la contratación se entiende perfeccionado desde el momento en que la CGR toma razón
de él, de modo que la suscripción posterior adquiere importancia únicamente en términos
formales.
Las garantías deben ser aumentadas, pasando de provisionales a definitivas, ahora, para
garantizar la ejecución del contrato.

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K. Ejecución del contrato


En materia administrativa la ejecución de los contratos siempre corresponderá a ambas
partes. Como primera obligación del contratista se plantea, por regla general, la de enterar
la fianza definitiva (de fiel cumplimiento del contrato. En el reglamento del contrato de
construcción de obra pública, se establece que el monto de esta garantía debe tener como
límite mínimo el 3% del valor del contrato, debe consistir en una boleta bancaria o, si lo
establecen las bases, en un seguro.
En el caso de la Administración, ésta deberá pagar el anticipo correspondiente al contratista
para el cumplimiento del encargo. De todas formas, esto irá variando dependiendo del
contrato que se trate. Así, por ejemplo, en los contratos de ejecución de obra pública, la
Administración debe poner a disposición del contratista el lugar donde se ejecutará la obra
pública.
En definitiva, en esta etapa corresponderá a cada uno de los involucrados en el contrato ir
cumpliendo con las obligaciones convenidas en conformidad con el tenor de las mismas,
las cuales están contenidas no sólo en el texto contractual, sino también en las bases de
licitación, el reglamento y la normativa legal vigente.
L. Terminación del contrato administrativo
Terminará normalmente el contrato luego de cumplidas completamente las obligaciones
contraídas, dictándose para ello la resolución respectiva que deje constancia de dicha
situación.
Por su parte, se estará en presencia de una terminación anormal cuando se da alguno de
los siguientes supuestos:
- Acaecimiento de un hecho irresistible e imprevisto que impide el cumplimiento de la
obligación (caso fortuito o fuerza mayor). Ej.: en el caso en que, por causa de un
alud, se destruye la construcción de un camino en el borde de un cerro.
- Resolución del contrato, pro incumplimiento de las obligaciones por laguna de las
partes. En este caso habrá derecho al pago de una indemnización de perjuicios,
siendo ella justiciable ante el juez competente.
- En caso de nulidad del contrato administrativo, que se dará ante la vulneración del
principio de legalidad.
- Mutuo acuerdo de las partes o resciliación.

5. PRIVILEGIOS DE LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA DURANTE LA EJECUCIÓN DEL


CONTRATO
A. Autotutela decisoria y ejecutiva
Las potestades administrativas en el contrato tienen una virtualidad obligatoria para el
destinatario (contratista) y una aptitud para ser ejecutadas por la propia Administración, sin
necesidad de impetrar el auxilio judicial.

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Manifestaciones de esta prerrogativa se encuentran en la facultad de terminar


anticipadamente el contrato de obra pública o de suspender su ejecución en virtud de falta
de fondos o cuando así lo aconsejen las necesidades de la Administración (art. 148, DS N°
75 de 2004, MOP).
Otro ejemplo es la facultad de poner término anticipado al contrato unilateralmente por
causales que demuestran una concreción de esta potestad. Por ejemplo, en el artículo 13
de la Ley de Compras Públicas, en que las causales son, entre otras: “por exigirlo el interés
público o la seguridad nacional”.
B. Interpretación unilateral de las cláusulas del contrato
En el derecho chileno esto podría tener lugar a partir de lo dispuesto en el artículo 117 del
DS N° 75 de 2004 del MOP, según el cual el contrato puede terminar anticipadamente por
“el incumplimiento de órdenes e instrucciones”. En este caso, la aplicación de las mismas
supone interpretar los términos del contrato, la que puede dar lugar, en casos de especial
gravedad, a la terminación anticipada del contrato. Por su parte, en el caso de los contratos
de concesión de obra pública, dicha facultad no existe, ya que, para resolver los problemas
de interpretación del contrato, se contempla la existencia de la Comisión Arbitral o la Corte
de Apelaciones de Santiago, a las cuales facultativamente pueden someterse las partes
(art. 36 bis, DFL N° 900 de 1996).
C. Modificación y término unilateral del contrato
Sin duda la cláusula exorbitante por excelencia de los contratos administrativos es aquella
que le confiere el poder de modificar unilateralmente los términos del contrato. Esta
potestad consiste en el poder público con que cuenta la Administración contratante para
adaptar las condiciones del contrato a las nuevas necesidades, de manera que el contrato
sea cumplido. Un ejemplo de esto sería el caso en que se contrató por un término
determinado y producto de una restricción presupuestaria, no se encuentran disponibles los
fondos suficientes para cubrir todo el periodo de contratación, caso ene l cual la
Administración podrá determinar una reducción del tiempo contratado. En el caso del
contrato de construcción de obra pública, la Administración puede modificar las obras
previstas; ordenar la ejecución de obras nuevas o extraordinarias; ordenar el empleo de
materiales no considerados inicialmente; disminuir las obras contratadas; paralizar la
construcción de las obras (art. 102 y ss., DS N° 75 de 2004 del MOP).
Por otro lado, también existe la posibilidad de poner término al contrato en forma unilateral,
por ejemplo, en caso de irregularidades en el cumplimiento de sus obligaciones, falta de
pago de la fianza de ejecución, etc. Así, por ejemplo, en materia de construcción de obra
pública, cabe el término anticipado del contrato por parte de la Administración, entre otros
casos, si el contratista o uno de los directores de la S.A. fueren condenados por delito que
merezca pena aflictiva.
D. Dirección y control de la ejecución del contrato
Dado que lo que se busca a través del contrato es la satisfacción de una necesidad pública,
el órgano administrativo correspondiente tendrá la facultad de controlar o supervisar su

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correcta ejecución y cumplimiento. Entre las modalidades de control que puede utilizar la
Administración, encontramos las siguientes:
- Inspección de obra: se realiza a través de un inspector fiscal que asume el nombre de
inspector técnico de obra (ITO). En materia de construcción y concesión de obra pública los
poderes del ITO son muy intensos. Por ejemplo, puede resolver los conflictos laborales
entre el contratista y sus trabajadores; autorizar los estados de pago; ordenar la destrucción
de la obra si no cumple con los estándares contratados, etc.
- Establecimiento de etapas de ejecución: la Administración puede establecer etapas que
contienen hitos de revisión. En la medida que dichos hitos se cumplen dentro de esas
etapas, la Administración procederá a efectuar el pago correspondiente al contratista.
- Reuniones periódicas: se verifica para determinar el avance de la ejecución del contrato.
E. Potestades sancionatorias y de incentivo
Ante el incumplimiento del contrato o el retraso en la ejecución del mismo, la Administración
podrá imponer las sanciones de carácter contractual que correspondan, las que, en general,
se traducen en:
- Suspensión automática del registro general de contratistas por faltas o infracciones
a las normas que lo regulan, que conllevan a la inhabilidad para presentar nuevas
ofertas.
- Multas por el incumplimiento de las cláusulas contractuales, las que son aplicadas
administrativamente.
- Dar término al contrato por las causales señaladas en la ley.
Se debe tener en cuenta que el poder de aplicar estas sanciones es distintos del ejercicio
de la potestad sancionadora general. En efecto, la atribución de aplicar las sanciones
contractuales se da en el contexto de un contrato y corresponden en su naturaleza jurídica
a verdaderas cláusulas penales que puede aplicar directamente la Administración, en
ejercicio de los poderes de autotutela que le reconoce el ordenamiento jurídico.

Por el contrario, hay casos en que la ley autoriza la entrega de incentivos o premios
determinados al contratista ante una ejecución más eficiente, por ejemplo, en el caso en
que se ejecute el contrato antes de lo previsto o si se logra economizar adecuadamente en
los medios empleados.

6. CONTRATO DE SUMINISTRO Y PRESTACIÓN DE SERVICIOS. LEY N° 19.886 (LCP)

A. Generalidades.
Según el artículo 1 de la LCP, la ley se aplicará a: “Los contratos que celebre la
Administración del Estado, a título oneroso, para el suministro de bienes muebles, y de los
servicios que se requieran para el desarrollo de sus funciones, se ajustarán a las normas y
principios del presente cuerpo legal y de su reglamento. Supletoriamente, se les aplicarán
las normas de Derecho Público y, en defecto de aquellas, las normas del Derecho Privado”.
Dentro de las normas de derecho público podemos citar la LBPA, ya que la selección del
contratista es, en definitiva, un procedimiento administrativo y las de la LBGAE, en especial
su artículo 9.

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Las disposiciones de la LCP son aplicables a las contrataciones que realice la


Administración del Estado, entendiéndose por tal los órganos y servicios indicados en el
artículo 1 de la LBGAE, salvo las empresas públicas creadas por ley y demás casos que la
ley señale.

Además, la ley entrega un concepto de lo que se entenderá por contrato de suministro y


prestación de servicios, consignado en el artículo 2, el que señala: “se entenderá por
contrato de suministro el que tiene por objeto la compra o el arrendamiento, incluso con
opción de compra, de productos o bienes muebles”, agregando una lista de ejemplos:
a) La adquisición y arrendamiento de equipos y sistemas para el tratamiento de la
información, sus dispositivos y programas y la cesión de derecho de uso de estos últimos.
No obstante lo expresado, la adquisición de programas de computación a medida se
considerará contratos de servicios;
b) Los de mantenimiento de equipos y sistemas para el tratamiento de la información, sus
dispositivos y programas cuando se contrate conjuntamente con la adquisición o
arrendamiento, y
c) Los de fabricación, por lo que las cosas que hayan de ser entregadas por el contratista
deben ser elaboradas con arreglo a las características fijadas previamente por la
Administración, aun cuando ésta se obligue a aportar, total o parcialmente, los materiales.

Luego, en su artículo 3 señala los contratos que quedan excluidos de la aplicación de la


LCP:
a) Las contrataciones de personal de la Administración del Estado reguladas por estatutos
especiales y los contratos a honorarios que se celebren con personas naturales para que
presten servicios a los organismos públicos, cualquiera que sea la fuente legal en que se
sustenten;
b) Los convenios que celebren entre sí los organismos públicos enumerados en el artículo
2º, inciso primero, del decreto ley Nº 1.263, de 1975, Ley Orgánica de Administración
Financiera del Estado, y sus modificaciones;
c) Los contratos efectuados de acuerdo con el procedimiento específico de un organismo
internacional, asociados a créditos o aportes que éste otorgue;
d) Los contratos relacionados con la compraventa y la transferencia de valores negociables
o de otros instrumentos financieros;
e) Los contratos relacionados con la ejecución y concesión de obras públicas.
Asimismo, quedan excluidos de la aplicación de esta ley, los contratos de obra que celebren
los Servicios de Vivienda y Urbanización para el cumplimiento de sus fines, como asimismo
los contratos destinados a la ejecución, operación y mantención de obras urbanas, con
participación de terceros, que suscriban de conformidad a la ley Nº 19.865 que aprueba el
Sistema de Financiamiento Urbano Compartido.
No obstante las exclusiones de que se da cuenta en esta letra, a las contrataciones a que
ellos se refieren se les aplicará la normativa contenida en el Capítulo V de esta ley, como,
asimismo, el resto de sus disposiciones en forma supletoria, y
f) Los contratos que versen sobre material de guerra; los celebrados en virtud de las leyes
números 7.144, 13.196 y sus modificaciones; y, los que se celebren para la adquisición de
las siguientes especies por parte de las Fuerzas Armadas o por las Fuerzas de Orden y

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Seguridad Pública: vehículos de uso militar o policial, excluidas las camionetas, automóviles
y buses; equipos y sistemas de información de tecnología avanzada y emergente, utilizados
exclusivamente para sistemas de comando, de control, de comunicaciones,
computacionales y de inteligencia; elementos o partes para la fabricación, integración,
mantenimiento, reparación, mejoramiento o armaduría de armamentos, sus repuestos,
combustibles y lubricantes.
Asimismo, se exceptuarán las contrataciones sobre bienes y servicios necesarios para
prevenir riesgos excepcionales a la seguridad nacional o a la seguridad pública, calificados
por decreto supremo expedido por intermedio del Ministerio de Defensa Nacional a
proposición del Comandante en Jefe que corresponda o, en su caso, del General Director
de Carabineros o del Director de Investigaciones.
Los contratos indicados en este artículo se regirán por sus propias normas especiales, sin
perjuicio de lo establecido en el inciso final del artículo 20 de la presente ley.

La ley establece en su artículo 4 una suerte de filtro para efectos de determinar a los
oferentes que podrán contratar con la Administración, limitándolos a las personas naturales
o jurídicas, chilenas o extranjeras, que acrediten su situación financiera e idoneidad técnica
conforme lo disponga el reglamento, cumpliendo con los demás requisitos que éste señale
y con los que exige el derecho común.

B. PROCEDIMIENTO DE CONTRATACIÓN

b.1. Llamamiento del contratista


La Administración dispone de todas las alternativas admisibles en derecho para efectuar el
llamado respectivo a los oferentes: licitación pública, licitación privada y contratación o trato
directo. La Administración no podrá fragmentar sus contrataciones con el propósito de variar
el procedimiento de contratación.

- Licitación o propuesta pública: el procedimiento administrativo de carácter concursal


mediante el cual la Administración realiza un llamado público, convocando a los
interesados para que, sujetándose a las bases fijadas, formulen propuestas, de
entre las cuales seleccionará y aceptará la más conveniente.
En las licitaciones públicas cualquier persona podrá presentar ofertas, debiendo
hacerse el llamado a través de los medios o sistemas de acceso público que
mantenga disponible la Dirección de Compras y Contratación Pública, en la forma
que establezca el reglamento. Además, con el objeto de aumentar la difusión del
llamado, la entidad licitante podrá publicarlo por medio de uno o más avisos, en la
forma que lo establezca el reglamento.
La licitación pública será obligatoria cuando las contrataciones superen las 1.000
unidades tributarias mensuales, salvo lo dispuesto en el artículo 8º de esta ley.
- Licitación o propuesta privada: el procedimiento administrativo de carácter
concursal, previa resolución fundada que lo disponga, mediante el cual la
Administración invita a determinadas personas para que, sujetándose a las bases
fijadas, formulen propuestas, de entre las cuales seleccionará y aceptará la más
conveniente.

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- Trato o contratación directa: el procedimiento de contratación que, por la naturaleza


de la negociación que conlleva, deba efectuarse sin la concurrencia de los requisitos
señalados para la licitación o propuesta pública y para la privada. Tal circunstancia
deberá, en todo caso, ser acreditada según lo determine el reglamento.
Procederá la licitación privada o el trato o contratación directa en los casos fundados que a
continuación se señalan:
a) Si en las licitaciones públicas respectivas no se hubieren presentado interesados. En tal
situación procederá primero la licitación o propuesta privada y, en caso de no encontrar
nuevamente interesados, será procedente el trato o contratación directa.
Las bases que se fijaron para la licitación pública deberán ser las mismas que se utilicen
para contratar directamente o adjudicar en licitación privada. Si las bases son modificadas,
deberá procederse nuevamente como dispone la regla general;
b) Si se tratara de contratos que correspondieran a la realización o terminación de un
contrato que haya debido resolverse o terminarse anticipadamente por falta de
cumplimiento del contratante u otras causales y cuyo remanente no supere las 1.000
unidades tributarias mensuales;
c) En casos de emergencia, urgencia o imprevisto, calificados mediante resolución fundada
del jefe superior de la entidad contratante, sin perjuicio de las disposiciones especiales para
casos de sismos y catástrofes contenidas en la legislación pertinente.
Sin perjuicio de la validez o invalidez del contrato, el jefe superior del servicio que haya
calificado indebidamente una situación como de emergencia, urgencia o imprevisto, será
sancionado con una multa a beneficio fiscal de diez a cincuenta unidades tributarias
mensuales, dependiendo de la cuantía de la contratación involucrada. Esta multa será
compatible con las demás sanciones administrativas que, de acuerdo a la legislación
vigente, pudiera corresponderle, y su cumplimiento se efectuará de conformidad a lo
dispuesto en el artículo 35 del decreto ley Nº 1.263, de 1975;
d) Si sólo existe un proveedor del bien o servicio;
e) Si se tratara de convenios de prestación de servicios a celebrar con personas jurídicas
extranjeras que deban ejecutarse fuera del territorio nacional;
f) Si se trata de servicios de naturaleza confidencial o cuya difusión pudiere afectar la
seguridad o el interés nacional, los que serán determinados por decreto supremo;
g) Cuando, por la naturaleza de la negociación, existan circunstancias o características del
contrato que hagan del todo indispensable acudir al trato o contratación directa, según los
criterios o casos que señale el reglamento de esta ley, y
h) Cuando el monto de la adquisición sea inferior al límite que fije el reglamento.
En todos los casos señalados anteriormente, deberá acreditarse la concurrencia de tal
circunstancia, la que contará con las cotizaciones en los casos que señale el reglamento.
En los casos previstos en las letras señaladas anteriormente, salvo lo dispuesto en la letra
f), las resoluciones fundadas que autoricen la procedencia del trato o contratación directa,
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deberán publicarse en el Sistema de Información de Compras y Contratación Pública, a


más tardar dentro de las 24 horas de dictadas. En igual forma y plazo deberán publicarse
las resoluciones o acuerdos emanados de los organismos públicos regidos por esta ley,
que autoricen la procedencia de la licitación privada.
Siempre que se contrate por trato o contratación directa se requerirá un mínimo de tres
cotizaciones previas, salvo que concurran las causales de las letras c), d), f) y g) de este
artículo.
En el ámbito del contrato de suministro, la ley ha instituido un mecanismo particular de
contratación basado en CONVENIOS MARCO. Por medio de esta figura, un organismo de
la administración general del Estado (La Dirección de Compras y Contratación Pública)
selecciona mediante licitación pública a un oferente, bajo condiciones determinadas, a fin
de que provea bienes o servicios a los distintos organismos administrativos que lo soliciten
(Ley N° 19.886, art. 30 letra d). Así, la licitación sólo permite escoger a un oferente en
función de las condiciones contractuales que proponga, pero cada contrato se forma
mediante las órdenes de compra que los distintos servicios públicos emitan en relación al
convenio marco.
b.2. Adjudicación
El contrato se adjudicará mediante resolución fundada de la autoridad competente,
comunicada al proponente.
El adjudicatario será aquel que, en su conjunto, haga la propuesta más ventajosa a la
Administración, teniendo en cuenta las condiciones que se hayan establecido en las bases
respectivas y los criterios de evaluación que señale el reglamento.
b.3. Registro de contratistas
Como límite a la aceptación de oferentes dentro de un proceso de licitación, se encuentra
la exigencia de estar inscrito en un registro público determinado. En este caso, dispone el
artículo 16 de la LCP sobre la existencia de un registro electrónico oficial de contratistas de
la Administración, a cargo de la Dirección de Compras y Contratación Pública, que se
encuentra en la página de internet www.mecadopublico.cl.
Este registro será público y se regirá por las normas de la LCP y de su reglamento.

C. TRIBUNAL DE CONTRATACIÓN PÚBLICA


Se trata de un órgano jurisdiccional de naturaleza contencioso-administrativa especial.
c.1. Características del Tribunal
Es un órgano jurisdiccional especial que se encuentra bajo la superintendencia directiva,
correccional y económica de la Corte Suprema, de conformidad con lo que establece el
artículo 79 de la CPR.

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Está integrado por 3 abogados designados por el Presidente de la República, con sus
respectivos suplentes. Previas propuestas en terna hechas por la Corte Suprema. De entre
ellos se elige al encargado de presidirlo, por un periodo de 2 años, pudiendo ser reelegido.
En cuanto a su competencia, es acotada, ya que sólo podrá conocer de la acción de
impugnación contra actos u omisiones, ilegales o arbitrarios, ocurridos en los
procedimientos administrativos de contratación con organismos públicos regidos por la
LCP, específicamente en el periodo que va desde la aprobación de las bases hasta la
adjudicación. En consecuencia, el Tribunal carece de competencia para conocer de los
conflictos de relevancia jurídica que se susciten una vez adjudicado el contrato y mediante
su ejecución. Esta limitación en el ámbito de competencia del Tribunal lleva a que se trate
de un órgano que conoce fundamentalmente de las reclamaciones que interponen los
oferentes que no han sido adjudicados.
c.2. Ejercicio de la acción de impugnación
La demanda mediante la cual se ejerza la acción de impugnación podrá ser interpuesta por
toda persona natural o jurídica que tenga un interés actualmente comprometido en el
respectivo procedimiento administrativo de contratación, debiendo ser deducida dentro del
plazo fatal de 10 días hábiles, contado desde el momento en que el afectado haya conocido
el acto u omisión que se impugna o desde la publicación de aquél. Este plazo es ante un
órgano jurisdiccional y no administrativo, por lo tanto, los plazos de días hábiles deberán
contarse conforme a las reglas establecidas para los tribunales, esto es, incluyendo los días
sábados.
El texto de la demanda se presentará directamente ante el Tribunal de Contratación Pública,
pero cuando el domicilio del interesado se encontrare ubicado fuera de la ciudad de asiento
del tribunal (Santiago), podrá presentarse por medio de las Intendencias Regionales o
Gobernaciones Provinciales respectivas. En este caso, el Intendente o Gobernador, según
corresponda, deberá remitirla al tribunal el mismo día, o a más tardar el día hábil siguiente,
contado desde su recepción.
La demanda deberá contener la mención de los hechos que constituyen el acto u omisión
ilegal o arbitraria, la identificación de las normas legales o reglamentarias que le sirven de
fundamento, y las peticiones concretas que se someten al conocimiento del Tribunal.
El Tribunal podrá declarar inadmisible la impugnación que no cumpla con los requisitos
exigidos en los incisos precedentes, teniendo el demandante cinco días contados desde la
notificación de la inadmisibilidad para corregir la impugnación.
c.3. Tramitación y fallo
Acogida a tramitación la impugnación, el Tribunal oficiará al organismo público respectivo,
acompañando el texto íntegro de la demanda interpuesta, para que, en el plazo fatal de
diez días hábiles, contado desde la recepción del oficio, informe sobre la materia objeto de
impugnación y las demás sobre las que le consulte el Tribunal.
El Tribunal podrá decretar, por resolución fundada, la suspensión del procedimiento
administrativo en el que recae la acción de impugnación.

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Recibido el informe o transcurrido el plazo fatal de diez días hábiles indicado en el inciso
primero, sin que el organismo público haya informado, el Tribunal examinará los autos y, si
estima que hay o puede haber controversia sobre algún hecho substancial y pertinente,
recibirá la causa a prueba y fijará, en la misma resolución, los hechos sustanciales
controvertidos sobre los cuales deba recaer.
Desde que esta resolución haya sido notificada a todas las partes, se abrirá un término
probatorio común de diez días hábiles, dentro del cual deberán rendirse todas las
probanzas que se soliciten. Si se ofreciera prueba testimonial, se acompañará la lista de
testigos dentro de los dos primeros días hábiles del término probatorio. El Tribunal
designará a uno de sus integrantes para la recepción de esta prueba.
Vencido el término probatorio, el Tribunal citará a las partes a oír sentencia. Efectuada esta
citación, no se admitirán escritos ni pruebas de ningún género.
A partir de la recepción de la causa a prueba, el Tribunal podrá decretar de oficio, para
mejor resolver, cualquiera de las medidas a que se refiere el artículo 159 del Código de
Procedimiento Civil u otras diligencias encaminadas a comprobar los hechos controvertidos.
Estas medidas deberán cumplirse en el plazo de diez días hábiles, contado desde la fecha
de la resolución que las decreta. En todo caso, serán decretadas y cumplidas con
anterioridad al vencimiento del término para dictar sentencia.
Los incidentes que se promuevan en el juicio no suspenderán el curso de éste y se
substanciarán en ramo separado.
La sentencia definitiva deberá dictarse en el plazo de diez días hábiles, contado desde la
fecha de la resolución que cita a las partes a oír sentencia.
En la sentencia definitiva, el Tribunal se pronunciará sobre la legalidad o arbitrariedad del
acto u omisión impugnado y ordenará, en su caso, las medidas que sean necesarias para
restablecer el imperio del derecho.
La sentencia definitiva se notificará por cédula. La parte agraviada con esta resolución
podrá, dentro del plazo de cinco días hábiles, contado desde su notificación, deducir ante
el Tribunal recurso de reclamación, el que será conocido por la Corte de Apelaciones de
Santiago. La reclamación se concederá en el solo efecto devolutivo.
La reclamación se verá en cuenta, sin oír alegatos, salvo que la Corte así lo acuerde, a
solicitud de cualquiera de las partes. En este caso, la causa será agregada en forma
extraordinaria a la tabla. No procederá la suspensión de la vista de la causa por el motivo
establecido en el Nº 5º del artículo 165 del Código de Procedimiento Civil. En todo caso, el
Tribunal de Alzada podrá decretar, fundadamente, orden de no innovar por un plazo de
hasta treinta días, renovable.
La resolución que falle el recurso de reclamación deberá pronunciarse, a más tardar, dentro
de los diez días hábiles siguientes a aquél en que la causa se haya visto en cuenta o haya
quedado en acuerdo. En su contra no procederá recurso alguno.
La acción de impugnación se tramitará de acuerdo con las normas contenidas en la LCP.
Supletoriamente, se aplicarán las disposiciones comunes a todo procedimiento

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establecidas en el Libro I del Código de Procedimiento Civil y las del juicio ordinario civil de
mayor cuantía que resulten conformes a la naturaleza breve y sumaria de este
procedimiento.

D. DIRECCIÓN DE COMPRAS Y CONTRATACIÓN PÚBLICA


Se trata de un servicio público descentralizado, a cuya cabeza se encuentra un director, de
exclusiva confianza del Presidente de la República, y que se vincula al ejecutivo a través
del Ministerio de Hacienda.
Sus funciones principales son:
a) Asesorar a los organismos públicos en la planificación y gestión de sus procesos de
compras y contrataciones. Para ello podrá celebrar convenios de asesoría para el diseño
de programas de capacitación y de calificación y evaluación contractual.
b) Licitar la operación del sistema de información y de otros medios para la compra y
contratación electrónica de los organismos públicos, velar por su correcto funcionamiento y
actuar como contraparte del operador de estos sistemas.
Sin embargo, en aquellos casos que señale el reglamento, la Dirección de Compras y
Contratación Pública estará facultada para operar directamente el sistema.
c) Suscribir convenios con las entidades públicas y privadas que correspondan para los
efectos de recabar información para complementar antecedentes del registro de
contratistas y proveedores a que se refiere el artículo 16.
d) De oficio o a petición de uno o más organismos públicos, licitar bienes y servicios a través
de la suscripción de convenios marco, los que estarán regulados en el reglamento de la
presente ley. Respecto de los bienes y servicios objeto de dicho convenio marco, los
organismos públicos afectos a las normas de esta ley estarán obligados a comprar bajo ese
convenio, relacionándose directamente con el contratista adjudicado por la Dirección, salvo
que, por su propia cuenta obtengan directamente condiciones más ventajosas. En este caso
deberán mantener los respectivos antecedentes para su revisión y control posterior por
parte de la correspondiente entidad fiscalizadora.
Los organismos públicos que obtuvieren por su propia cuenta condiciones más ventajosas
sobre bienes o servicios respecto de los cuales la Dirección de Compras y Contratación
Pública mantiene convenios marco vigentes, deberán informar de tal circunstancia a la
Dirección. Con esta información, la Dirección deberá adoptar las medidas necesarias para
lograr la celebración de un convenio marco que permita extender tales condiciones al resto
de los organismos públicos.
La suscripción de convenios marco no será obligatoria para las municipalidades, sin
perjuicio de que éstas, individual o colectivamente, puedan adherir voluntariamente a los
mismos.
La suscripción de convenios marco no será obligatoria para las Fuerzas Armadas y para
las de Orden y Seguridad Pública, respecto de los bienes y servicios que respectivamente

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determinen el Director de Logística del Ejército, el Director General de los Servicios de la


Armada, el Comandante del Comando Logístico de la Fuerza Aérea, el Director de Logística
de Carabineros y el Jefe de la Jefatura de Logística de la Policía de Investigaciones, de
acuerdo a los criterios que al respecto defina el reglamento.
e) Representar o actuar como mandatario de uno o más organismos públicos a que se
refiere esta ley, en la licitación de bienes o servicios en la forma que establezca el
reglamento.
f) Administrar, mantener actualizado y licitar la operación del Registro de Contratistas y
Proveedores a que se refiere el artículo 16, otorgando los certificados técnicos y financieros,
según lo establezca el reglamento.
g) Promover la máxima competencia posible en los actos de contratación de la
Administración, desarrollando iniciativas para incorporar la mayor cantidad de oferentes.
Además, deberá ejercer una labor de difusión hacia los proveedores actuales y potenciales
de la Administración, de las normativas, procedimientos y tecnologías utilizadas por ésta.
h) Establecer las políticas y condiciones de uso de los sistemas de información y
contratación electrónicos o digitales que se mantengan disponibles.
La Dirección de Compras y Contratación Pública podrá cobrar por la operación de los
sistemas de información y de otros medios para la compra y contratación electrónica que
debe licitar, de acuerdo a lo establecido en la letra b) de este artículo.
Las tarifas señaladas precedentemente se fijarán por resolución fundada de la Dirección de
Compras y Contratación Pública.
Las funciones señaladas precedentemente, no podrán en caso alguno limitar o restringir las
facultades consagradas por leyes especiales, a los Comandantes en Jefe de las Fuerzas
Armadas, al General Director de Carabineros y al Director General de la Policía de
Investigaciones.

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Capítulo 8
RESPONSABILIDAD EXTRACONTRACTUAL DE LA ADMINISTRACIÓN DEL ESTADO

La responsabilidad, en general, es una consecuencia jurídica (no es un hecho), es decir, es un


efecto o consecuencia que el ordenamiento jurídico imputa a determinados hechos. Por tanto,
para determinar si hay o no responsabilidad, lo que se requiere es establecer cuáles son los
hechos a los que el ordenamiento impone el efecto de responsabilidad jurídica.

Hay diversos tipos de responsabilidad: civil, penal y administrativa (también política, pero en
estricto rigor, la responsabilidad jurídica se divide en las tres anteriores). La responsabilidad civil
se caracteriza por su rasgo patrimonial o pecuniario, aun cuando lo que se demande sea el daño
moral; la responsabilidad penal lo que busca es castigar la lesión de ciertos bienes jurídicos
fundamentales en la sociedad (patrimonio, vida, salud, etc.); y la responsabilidad administrativa
es la que corresponde a los funcionarios públicos, la cual se hace efectiva por incumplir los
deberes y prohibiciones que los funcionarios deben respetar (esto se conoce como
responsabilidad disciplinaria). Estas responsabilidades pueden concurrir, no obstante, son
responsabilidades independientes; así, por ejemplo, si un funcionario llega atrasado a trabajar a
su servicio público, sólo seguramente será responsable administrativamente (multa, censura por
escrito, etc.); en cambio, si un funcionario que trabaja en la Tesorería comienza a extraer dineros,
será responsable penalmente (malversación de caudales públicos), también administrativamente
(se abrirá un sumario y se le podrá destituir), y además civilmente (para que restituya el dinero
que ha sacado).

Ahora bien, cuando hay responsabilidad del funcionario, también es responsable la persona
jurídica a la que pertenece. No se ha cuestionado respecto de ellas la responsabilidad civil, pues
las personas jurídicas tienen un patrimonio en el cual se puede hacer efectiva. Se habla aquí de
responsabilidad in vigilando (de vigilar al funcionario), o en su caso, responsabilidad in eligendo
(por haberlo elegido).

En derecho civil se distinguen dos tipos de responsabilidad patrimonial: una responsabilidad


contractual y una extracontractual, atendiendo a si hay o no una relación jurídica contractual
previa entre los sujetos. Esta última denominación se ha proyectado al ámbito del Estado,
cuestión que ha sido muy criticada, pues la responsabilidad del Estado, según algunos autores,
no se construye sobre la base del derecho común, sino, sobre nociones de derecho público; por
ello, prefieren hablar de responsabilidad patrimonial del Estado.

La responsabilidad del Estado incluye no sólo a la Administración, pues el Estado es también


legislador y juez; y el problema que hay en Chile, es que no hay un sistema uniforme de
responsabilidad de estos órganos del Estado, ya que sobre el Estado-legislador no hay
regulación ni en la CPR ni en la ley; sobre el Estado-juez hay algo en el art. 19 Nº 7 letra I de la
CPR; por último, en materia de Estado-Administración hay más regulación, pudiendo ser definida
ésta como aquella obligación que pesa sobre el Estado de reparar los daños causados por los
órganos de la Administración en el ejercicio de sus funciones, artículo 38, inciso 2° CPR.

1. ELEMENTOS DE LA RESPONSABILIDAD.

Para que se configure la responsabilidad del Estado-Administración, tienen que concurrir como
elementos esenciales, los siguientes:

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i. Acción u om is ión . En cuanto a una acción, claramente el Estado debe responder, y


puede tratarse tanto de actuaciones formales (por ejemplo, se deniega ilegalmente un
permiso de edificación), como de actuaciones materiales (por ejemplo, se detiene en
forma ilegal a un particular causándole lesiones). Por su parte, la responsabilidad por
omisiones es más compleja, ya que supone una posición de garante, y el asunto es que
el Estado siempre se encuentra en posición de garante respecto de la sociedad, pues la
Administración tiene deberes de acción; además, hay que agregar que la Administración
del Estado siempre está y siempre tendrá la capacidad patrimonial para responder por
las indemnizaciones.

Estos elementos (el deber de actuar, la posición de garante, el que la Administración


siempre esté presente y siempre tenga capacidad patrimonial) llevan a sostener a algunos
que el Estado se ha transformado en un asegurador universal, así, por ejemplo, si una
empresa contamina un sector, puede demandarse a la empresa que contamina, o
demandar al Estado por negligencia en materia sanitaria. Como se verá, sobre el
particular hay dos posiciones: la responsabilidad del Estado es objetiva, por tanto,
siempre tiene que responder, y otros sostienen que debe haber falta de servicio, lo cual
implica una actuación indebida del servicio.

ii. Daño o p er j uicio . Como no existe una definición particular para el caso de la
responsabilidad del Estado, se recurre a definiciones del ámbito civil, como la que da el
profesor ALESSANDRI que señala que daño es todo detrimento, perjuicio, menoscabo o
molestia que sufre un individuo en su persona, en sus bienes, afectos o creencias. Es
toda disminución o destrucción de las ventajas patrimoniales o extrapatrimoniales de que
gozaba un individuo.

Acá surge un problema, porque sucede que hay una tendencia de los jueces, al momento
de cuantificar el daño moral, de calificar la capacidad económica del victimario; así, si
tiene mayor capacidad, tiene que ser más alta la indemnización por daño moral y
viceversa. Por lo tanto, cuando quien causa el daño es el Estado, el monto de
indemnización por daño moral es altísimo.

iii. Relac ión de causal i dad . Este es un elemento transversal en todos los sistemas de
responsabilidad, sea civil, penal o del Estado; porque, en definitiva, se debe establecer si
la acción u omisión fue realmente la causa del daño que se produjo, ya que es posible
que exista una multiplicidad de causas que puedan haber producido éste. Por lo tanto,
este requisito implica que el daño debe ser consecuencia de la acción u omisión de la
Administración.

2. SISTEMAS DE ATRIBUCIÓN DE RESPONSABILIDAD.

i. Sist em a subj et ivo . Este sistema, que consagra el CC, implica acreditar el dolo o culpa
del funcionario. El problema de esto, es que se pone de cargo de la víctima el encontrar
al funcionario que le produjo el daño y, además, debe acreditar el dolo o culpa del mismo
y su vinculación con el correspondiente órgano; lo complejo de ello, es que, en
determinados casos, sobretodo tratándose de omisiones, se diluye la figura del
funcionario. Por lo anterior, se dice que en este sistema hay una doble victimización, por
esto, si bien es el sistema común, se tiende a evitar.
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En el ámbito administrativo lo que se busca es la responsabilidad del Estado por el hecho


ajeno, en el entendido de que el funcionario se encuentra bajo su subordinación y
dependencia; por ello no es necesario determinar al funcionario que cometió el ilícito.

ii. Sist em a de f alt a de ser vic io . Por lo anterior, es que en Francia se construyó un
sistema que se conoce con el nombre de falta de servicio, el cual se erige sobre una
especie de culpa del servicio, o sea, el servicio ha actuado de manera inconveniente. En
concreto, hay falta de servicio cuando: la Administración no actúa debiendo hacerlo (por
ejemplo, en un accidente se llama a una ambulancia y ésta nunca llega), cuando actúa
de manera tardía (la ambulancia llega, pero dos horas después), o cuando actúa de
manera indebida (el chofer de la ambulancia estaba ebrio y atropella a las víctimas del
accidente).

Lo importante de este sistema, es que no hay que buscar al funcionario, pues éste pasa
a un segundo plano, en tanto lo que importa es el servicio (cómo actuó éste),
considerando los medios o recursos con los que contaba.

La falta de servicio es un sistema que valora objetivamente la actuación del servicio, en


base a un modelo abstracto de cómo debió haber actuado, sin embargo, no constituye
responsabilidad objetiva, ya que la falta del servicio es la culpa del servicio, y por lo tanto,
tiene que probarse, es decir, además de la acción u omisión, daño y relación de
causalidad, se debe probar la falta de servicio; en este caso, la carga de la prueba es del
particular.

La atribución de la falta de servicio depende directamente de la capacidad y de los


recursos que se tengan, así, por ejemplo, si se hace una transfusión sanguínea, y la
sangre está contaminada con VIH, aquí parece claramente haber una falta de servicio,
no obstante, en España se hace una distinción según si se produjo antes o después del
año 1987, ya que sólo a partir de esa fecha existe el test de Elisa, y por lo tanto, antes de
ella no se podía exigir al servicio más de lo que podía hacer con sus medios y recursos.

Por ende, la falta de servicio se aprecia en forma abstracta: se tienen que apreciar los
medios y recursos con los cuales dispone el servicio y, a partir de eso, se hace una
abstracción y se pregunta cómo debió haber actuado un buen servicio.

Esta tesis, sostenida por el profesor Pedro Pierry y el Consejo de Defensa del Estado,
conlleva a que el Estado no responda por su actividad lícita que causa daño.

iii. Sist em a obj et ivo . Este sistema proviene de la doctrina francesa, y lo que evalúa es si
el particular tiene el deber jurídico de soportar el daño, o sea, si se rompe o no el principio
de igualdad ante las cargas públicas. Por lo tanto, si el particular prueba la acción u
omisión, el daño y la relación de causalidad, no se requiere de culpa; y la Administración
puede excepcionarse únicamente probando que el particular estaba obligado a soportar
el daño.

En principio, en este sistema, todo daño que ocasione el Estado tiene que ser
indemnizado, salvo que el particular no tenga el deber jurídico de soportar el daño o
perjuicio. En este sistema no se pregunta si hubo falta de servicio, sino que lo que se
cuestiona, es si ha habido un sacrificio especial que rompa la igualdad ante las cargas
públicas, caso en el cual, el particular debe ser indemnizado; por ejemplo, se dicta una

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resolución ilegal, en este caso no hay deber de soportar el daño, porque es un acto ilegal.
Lo anterior es claro, pero existe un punto más delicado, por ejemplo, se dicta una medida
preventiva que implica sacrificar un ganado respecto del cual no se tiene seguridad de
que esté infectado; si se está al sistema de la falta de servicio, no hay que indemnizar
porque la Administración está cumpliendo con una medida preventiva, en cambio, según
este sistema hay que indemnizar, porque la persona está soportando un sacrificio
especial (todos soportan sacrificios generales, pero no especiales), por lo tanto, se
quiebra el principio de igualdad ante las cargas públicas.

A diferencia del sistema de la falta de servicio, en el sistema objetivo se comprende la


posibilidad de indemnizar una actuación lícita de la Administración, y la carga de la prueba
pertenece a la Administración, pues en principio se debe indemnizar, salvo que el Estado
acredite que el particular tiene el deber jurídico de soportar el daño.

Doctrinalmente, la discusión está centrada en los sistemas de falta de servicio y objetivo,


ya que todos los autores están de acuerdo en que no se aplica el sistema subjetivo del CC. El
sistema de falta de servicio gira en torno a la reprobabilidad de la conducta de la Administración,
ahí está la justificación para reclamar; en cambio en la responsabilidad objetiva, el fundamento
no se vincula a la reprobabilidad, sino que, lo que interesa, es si es justo o no que el particular
soporte el daño. La característica fundamental del sistema objetivo es que le otorga una enorme
garantía al particular, cubre varios supuestos no indemnizables por el sistema de falta de servicio
y, además, tiene una ventaja procesal: la carga de la prueba se invierte, es decir, la víctima tiene
que probar sólo los elementos esenciales y es la Administración la que tiene que probar que el
particular tiene el deber jurídico de soportar el daño; en el sistema de falta de servicio, en cambio,
la victima además de probar los elementos esenciales, debe probar la falta de servicio.

3. EVOLUCIÓN JURISPRUDENCIAL.

a) Primer periodo: igualdad ante las cargas públicas.

i. Áva los con Fisco (1890). Benjamín Ávalos tenía una plantación de sandías, y se
desencadenó una epidemia de cólera, por lo que se le ordenó destruir los sandiales, ya
que éstos, en general, eran regados con aguas servidas, aun cuando Ávalos sostenía
que sus sandiales eran regados con agua limpia. Ávalos demando al Estado, y el
problema que se presentó es si tenía derecho a ser indemnizado aun cuando la actividad
del Estado, en principio, era lícita (no había falta de servicio), pero le causaba un perjuicio.
La CS señaló que el Fisco debía indemnizar el sacrificio que hizo un particular en
beneficio de la sociedad toda, señalando que si la destrucción de los sandiales cuyo pago
reclaman los demandantes, fue una medida necesaria en beneficio de los habitantes de
la República, el Fisco, como representante de toda la comunidad, es el directamente
obligado a indemnizar el daño que hizo a ciertos particulares en beneficio de todos.

ii. Socieda d Fuschs y Plat h con F isco (1908). Fuschs y Plath era una empresa
productora de cerveza que funcionaba en La Calera, y tenía bodegas en el puerto; en el
año 1906 se desató una huelga portuaria en Valparaíso, y los depósitos de la empresa
fueron arrasados por los huelguistas, y las cervezas restantes fueron lanzadas al mar por
Carabineros. El punto es que el Estado podía tomar cualquier medida, pero adoptó la más
dañina para la Sociedad, cometiendo, así, una falta. Al respecto la CS señaló que el deber
de la autoridad de mantener ante todo el orden público, no la faculta para adoptar el primer

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medio que se le presente ni le exime de la obligación de recurrir, entre varios, a los que
menos daños ocasionen al derecho de los particulares. En consecuencia, no probándose
que arrojar al agua la mercancía fuese el medio necesario y único de impedir su
apropiación por los huelguistas y los sucesos consiguientes, debe el Fisco indemnizar el
daño causado.

iii. Lapost ol con F isco (1930). Lapostol era dueño de un fundo que colindaba con un río,
del cual se extraía agua para una comunidad; por ello, a él se le prohibió ejercer
actividades mineras, agropecuarias y forestales, para no contaminar al río. Por lo tanto, a
esta persona se le irrogó un daño individual en beneficio de la comunidad; pues la
Administración actuó de buena manera, pero produjo un perjuicio en el patrimonio del
particular. Al respecto, la CS consideró que a pesar de ser la actividad lícita, el Estado
igualmente debía responder, porque se rompió el principio de igualdad ante las cargas
públicas, en otras palabras, se irrogó un daño individual, en beneficio de la comunidad,
protegiéndose un servicio fiscal, y el Fisco, como representante de la comunidad, está
obligado a indemnizarlo, tanto más cuanto que reconoce que procedieron legalmente los
funcionarios que intervinieron en los actos de que se queja Lapostol.

Se ha señalado que este fallo tiene el mérito de no distinguir la naturaleza del acto que
produce el perjuicio (distinción que será común apreciar en sentencias posteriores),
limitándose sólo a constatar que dicho perjuicio provino de una actividad legítima del
Estado, pero que transgredió el principio de igual repartición de las cargas públicas.

b) Segundo periodo: irresponsabilidad del Estado por el hecho de sus funcionarios.

Existe un caso que tuvo una gran influencia, a saber: Mar io G r anj a con Fisco (1938), en
donde un Carabinero le disparó a una persona causándole lesiones, aparentemente sin
provocación alguna.

Se dice que este fallo marca un hito en la jurisprudencia chilena, ya que con él nace la aplicación
en nuestros tribunales de la clásica distinción entre actos de gestión y actos de autoridad, sin
embargo, para afirmar esto, hay que tomar en cuenta la doctrina aplicada en el fallo de la C.Ap.,
y no lo sostenido por la CS, que simplemente se limitó a afirmar que el Estado no era responsable
por el hecho de sus funcionarios. Al respecto, el fallo de la C.Ap. señaló que tratándose de la
responsabilidad del Estado por los actos cometidos por sus funcionarios o agentes, debe hacerse
la distinción de si los actos provienen del ejercicio de funciones de autoridad, o si provienen de
actos de gestión. En el primer caso el funcionario o agente ha actuado por el Estado en ejercicio
del poder público; y en el segundo como representante de él, sujeto de derechos civiles. Las
disposiciones de este título (XXXV DEL CC: “De los delitos y cuasidelitos”) son esencialmente
de derecho privado y no pueden aplicarse al Estado por la responsabilidad de los hechos
ejecutados por sus funcionarios o agentes como consecuencia del ejercicio de una función
pública sino cuando esos funcionarios o agentes ejecutan los hechos consecuenciales de un
acto de gestión. Es decir, el Estado sólo responde por los actos de gestión y de acuerdo a las
normas de derecho privado.

Este fallo cobró gran relevancia en Chile y sentó en nuestro país una marcada jurisprudencia.
Sin embrago, lo que en principio parece una solución razonable, no tarda en convertirse en un
problema ante la particularidad de cada caso, ya que hay situaciones en que por razones de
justicia, aunque la Administración actúe revestida de poder público, igualmente debería
114
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responder y, por lo tanto, se empiezan a considerar como actos de gestión actos que, en realidad,
son de autoridad.

Por su parte, la CS señaló que el Estado no tenía más responsabilidad que la que establece la
ley y, por ende, el Estado no es responsable por el hecho de sus funcionarios, siendo la
responsabilidad individual del funcionario. El problema de esto, es que muchas veces el
funcionario no tiene capacidad patrimonial para responder y, además, es el propio Estado el que
le entrega al funcionario los implementos para que éste pueda desplegar su actividad. Se señaló
por la Corte que el Estado es una persona jurídica de Derecho público que no tiene más
responsabilidades directas que las que expresamente le impongan las leyes, y el título XXXV del
Libro IV del CC no le impone de manera expresa responsabilidad alguna por los delitos o
cuasidelitos cometidos por sus funcionarios.

c) Tercer periodo: aplicación de normas civiles (actos de gestión y de autoridad).

i. Ret t ig con Fisco y Dir ecció n de Ag ua Pot able (1941). Con este caso llega a
Chile la distinción entre actos de autoridad y de gestión, utilizada en Francia para la
determinación de competencia, mezclada con la teoría alemana del fisco. Según esta
visión, cuando el Estado causa un perjuicio, si actúa como soberano o autoridad, sigue
siendo irresponsable; pero si actúa como cualquier particular, es decir, si el acto es de
gestión, el Estado responde de acuerdo con las normas del Derecho civil o común.

Lo que ocurrió es que una empresa privada potabilizaba el agua de un río, es decir, una
prestación pública se llevaba a cabo por una empresa privada. Sucedió que se dejaron
abandonados unos cilindros de cloro junto al río, y unas vacas del Señor Rettig la bebieron
y murieron. La duda se planteaba en cuanto a si la potabilización era un acto de autoridad
o un acto de gestión; al respecto, la CS señaló que el agente adscrito al Estado que
generó el daño, lo hizo en un acto de gestión y no de autoridad, por lo que se debían
aplicar las normas de responsabilidad del CC (responsabilidad por el hecho ajeno), y por
tanto, el Estado debía responder; pues el Estado, como las empresas particulares, se
halla afecto a las reglas del Derecho privado en las controversias relacionadas con un
acto realizado por un empleado adscrito a un servicio del cual el Fisco es empresario,
acto que ocasionó daños cuya indemnización se demanda.

En este caso, se aplicó el art. 2320 del CC, y para ello, se debieron acreditar todos los
elementos de la responsabilidad civil extracontractual (capacidad, acción u omisión
imputable a título de dolo o culpa, daño y relación de causalidad), y además, el vínculo
de subordinación o dependencia del funcionario, respecto del Estado.

ii. Aq ueveq ue con Fis co (1941). En este caso, el hijo de Rafael Aqueveque fue
atropellado por un vehículo de la Dirección de Correos, y el niño falleció; así que se
demandó al Estado porque la Dirección de Correos era parte de éste. La CS señaló que
conducir un vehículo era un acto de gestión del conductor, y el Estado tenía que
responder conforme a las normas del CC (por responsabilidad por el hecho ajeno), ya
que estaba actuando como Estado Fisco.

En concreto, la CS señaló que los hechos establecidos por la sentencia reclamada


acreditan que el chofer causante del cuasidelito trabaja como empleado dependiente de
la Dirección General de Correos en “actos de gestión” que el Estado-Fisco desempeña
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por medio de dicha repartición… el Fisco es una entidad capaz de adquirir derechos y
contraer obligaciones patrimoniales de derecho privado con motivo de simples “actos de
gestión”(…).

Por lo tanto, en este periodo el Estado solamente responde por los actos de gestión, mas
no por los actos de autoridad; lo cual cambiará en el periodo siguiente.

d) Cuarto periodo: responsabilidad por actos de autoridad ilícitos.

i. Beck er con Fisco (1964). En este caso un radiopatrullas de carabineros iba contra el
tránsito y atropelló al señor Becker. Al respecto, la CS señaló lo siguiente: son actos de
autoridad aquellos que directamente emanan de una ley o de un reglamento, y que, si las
personas encargadas de ejecutarlas obran dentro de las normas legales o
reglamentarias, no dan lugar a indemnización en contra del Estado, pero la circunstancia
de que en el caso de autos se tratara de un patrullaje policial, esto no sirve para excluir
la responsabilidad del Estado.

Lo importante que dice esta sentencia, es que si el acto es de autoridad y se realiza


conforme a las reglas jurídicas, el Estado nunca responde, aunque se cause un daño;
pero si el acto de autoridad es ilegal, dará lugar a la indemnización, según las normas del
Derecho privado (arts. 2314 y 2320 del CC).

A partir de este fallo se dio un vuelco importante en la evolución jurisprudencial chilena


respecto a la clasificación de los actos de la Administración y su respectiva
responsabilidad, ya que se intentó solucionar la irresponsabilidad de ciertos actos, que
no eran de gestión, de acuerdo a la jurisprudencia anterior. Posteriormente, esta doctrina
sufre un pequeño cambio y se distingue entre los actos de autoridad lícitos e ilícitos.

ii. Klim pe l Al var ado co n Fisco (1981). El señor Klimpel tenía una nave que se dirigía
a Perú para ser reparada por un armador, pero el Gobierno militar sospechaba de ésta y
la revisó, por ello tuvo que quedarse en Iquique, donde se deterioró bastante; al seguir su
rumbo a Perú, la nave se hundió producto del deterioro. La cuestión es que el Gobierno
no tenía facultades para revisar el barco, por lo tanto, era un acto de autoridad al margen
de lo que establecía el ordenamiento jurídico.

La CS señaló, al respecto, que las citadas probanzas demuestran en forma indubitable


que el Gobierno a través de sus agentes ejecutó una serie encadenada de actos que se
iniciaron con la detención y arraigo del barco de propiedad del demandante y continuaron
con la secuencia de otros encaminados a causar desprestigio, la deshonra y descrédito
de esto, actos que de producirle daño material y moral, corresponde al Estado asumir la
responsabilidad del pagarle la justa y pertinente indemnización de conformidad con lo
dispuesto en los artículos 2314 y 2320 del Código Civil.

e) Quinto periodo: responsabilidad centrada en el daño injusto en base a normas de


Derecho público.

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i. Com unidad G all et ué con Fisco (1984). El año 1976, bajo el gobierno militar, se
quiso proteger en Chile una especie arbórea (el pino araucano araucaria), y para ello se
dictó un DS declarándolo monumento natural y, por ende, se prohibió su tala y
comercialización; además, Chile había ratificado la Convención de Washington para la
Protección de la Flora y Fauna Silvestre (en 1969). La empresa Comunidad
Galletué, explotaba hectáreas de estos pinos, por lo tanto, tenía instalaciones
(aserraderos), trabajadores, y proveedores a los cuales cumplir, lo que los llevó a
demandar al Estado, ya que consideraron que se trataba de una verdadera expropiación,
puesto que se afectaba uno de los atributos del dominio.

No existió, sin embargo, una privación del dominio, ya que la Comunidad Galletué siguió
siendo dueña de los pinos, lo que pasaba es que no los podía cortar; por ello, el Consejo
de Defensa del Estado señaló que esto era una limitación de la propiedad en virtud de la
función social, mientras que para la comunidad Galletué, era una privación de una de las
facultades del dominio. Al respecto, la CS señaló que esto no era una expropiación, a
pesar de estar privándose de uno de los atributos o facultades esenciales del dominio; no
obstante lo cual, en virtud del principio de justicia y equidad, debía indemnizarse a la
Comunidad. En concreto señaló que el DS Nº 29 es válido y propio para declarar
monumento natural a la especie araucaria araucana, porque se basa en la ley, pero no
es igualmente intrascendente que la sentencia le niegue esa aptitud, ya que ello no obsta
a la responsabilidad del Estado cuando, como sucede en la especie, se lesionan con la
medida los intereses patrimoniales de los titulares de derecho de dominio que la
Constitución protege y asegura.

En definitiva, este caso cierra el círculo, ya que el Estado debe responder por los actos
lícitos que causan un daño o perjuicio, puesto que el particular no tiene el deber jurídico
de soportar ese daño; acá no se ve si el acto es de gestión o de autoridad, y si es de
autoridad, si es lícito o ilícito, lo único que se ve, es si se reportó un daño; la pregunta es
si se rompe con esa carga el principio de igualdad.

Aquí entra a jugar lo que se conoce como teoría del sacrificio especial, ya que esta
comunidad debió soportar un sacrificio mayor por esta restricción que le impuso el Estado
a través del DS; por tanto, y en virtud de la justicia e igualdad ante las cargas públicas, el
Estado debió responder e indemnizar al particular. En este sentido, se vuelve a los
antiguos casos de Ávalos con Fisco, y Lapostol con Fisco, los que junto con el caso
Galletué, forman una trilogía.

ii. HEXAGÓN CON FISCO (1987). Hexagón era una empresa individual de responsabilidad
limitada que se dedicaba a la importación de vehículos, y en una de las importaciones
que realizó, el SII no determinó la avaluación de unos vehículos mediante la póliza de
importación que debía expedir, por lo tanto, los vehículos quedaron depositados en una
bodega deteriorándose. En este caso, la CS señaló que todo daño inferido a un tercero
por un órgano del Estado y que no éste amparado por las normas constitucionales, genera
responsabilidad para éste conforme lo preceptúa la Constitución expresamente (arts. 6º,
7º, 19 Nº24 y 19 Nº 20º) y la LOCBGAE (arts. 4 y 44). La responsabilidad extracontractual
del Estado por los daños que produzca no emana de las disposiciones del Título XXXV
del Libro IV del CC, sobre delitos y cuasidelitos, sino de la propia CPR; en consecuencia,
el plazo de prescripción de las acciones para perseguirla no es el que establece el art.
2332 de dicho Código (inaplicable al caso), sino el referente a las obligaciones que tienen
su fundamento en la ley.(…) Las acciones u omisiones de las autoridades públicas,

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efectuadas en calidad de tales, son imputables directamente a la Administración y, por


tanto, habiendo relación directa entre el daño y la acción u omisión imputadas, debe
responder el Estado por los perjuicios ocasionados. (…) El hecho de quedar sin
indemnizar un daño producido por el Estado a una persona que jurídicamente no está
obligada a soportar, constituye no sólo una violación del derecho de propiedad al ser
privado de lo suyo, pues todo daño significa detrimento, lesión o menoscabo de lo que le
pertenece, sino que, además, una violación al principio constitucional de igual repartición
de las cargas públicas y de la igualdad ante la ley, al gravar a un particular de una manera
especial haciéndole soportar una carga en mayor medida que a los otros.

En concreto, en este caso la CS señaló que la responsabilidad del Estado es


imprescriptible, y es una responsabilidad objetiva. El profesor BERMÚDEZ señala que el
fallo es de suma importancia, puesto que se prescinde completamente de las normas de
Derecho privado, específicamente del CC, dando paso al Derecho público en forma plena
para regir la responsabilidad extracontractual del Estado Administrador. Es destacable,
también, que esta causa se refiera a una actuación omisiva por parte de la Administración.

4. BASES CONSTITUCIONALES Y LEGALES DE LA RESPONSABILIDAD


PATRIMONIAL DEL ESTADO.

El marco constitucional de la responsabilidad patrimonial se encuentra en el final del art. 6º (la


infracción de esta norma generará las responsabilidades y sanciones que determine la ley) y en
el inc. final del art 7º (todo acto en contravención a este artículo es nulo y originará las
responsabilidades y sanciones que la ley señale). Éstas son disposiciones generales ubicadas
dentro de las bases de la institucionalidad, es decir, son aplicables a todos los poderes del
Estado. Es por ello que hay que tener en cuenta una disposición específica aplicable sólo a la
Administración, cual es, el art. 38 inc. II, norma que crea una acción constitucional de reparación
ante cualquier daño ocasionado por la actividad o inactividad de la Administración pública, al
establecer que cualquier persona que sea lesionada en sus derechos por la Administración del
Estado, de sus organismos o de las municipalidades, podrá reclamar ante los tribunales que
determine la ley, sin perjuicio de la responsabilidad que pudiere afectar al funcionario que hubiere
causado el daño.

Por otro lado, el art. 4º de la LOCBGAE dispone que el Estado será responsable por los daños
que causen los órganos de la Administración en el ejercicio de sus funciones, sin perjuicio de las
responsabilidades que pudieren afectar al funcionario que los hubiere ocasionado. Esta
disposición está dentro del Título I denominado “Normas generales”, con lo cual se entiende que
opera para todos los órganos de la Administración del Estado señalados en el art. 1º inc. II de la
LOCBGAE.

En consecuencia, las normas citadas establecen un principio básico consagrado en nuestra


legislación, consistente en que la Administración central y descentralizada debe responder por
los perjuicios causados. Sin embargo, existe duda en cuanto al sistema de responsabilidad que
adopta nuestro país.

A partir de estas dos normas pareciera que rige un sistema objetivo, sin embargo, hay que tener
en cuenta el art. 42 de la LOCBGAE, que establece que los órganos de la Administración serán
responsables del daño que causen por falta de servicio. No obstante, el Estado tendrá derecho

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a repetir en contra del funcionario que hubiere incurrido en falta personal. Por lo tanto, el sistema
de responsabilidad que rige en nuestro país no es de carácter objetivo, sino que un sistema de
falta de servicio.

El problema es que dicho artículo no tiene una consagración general, puesto que el art. 21 inc. II
del mismo cuerpo legal y del mimo Título, se encarga de marginar a un grupo de órganos de la
Administración del Estado de esta normativa. Esto no significa que estos órganos no respondan,
ya que, de acuerdo al art. 4º de la LOCBGAE, deben responder todos los órganos de la
Administración del Estado; lo que quiere decir, es que la doctrina de la falta de servicio no es
aplicable para ellos, pudiendo adoptar otra forma de responsabilidad en su legislación propia.

Por lo tanto, la regla general de responsabilidad de los órganos de la Administración del Estado
es la falta de servicio, porque por regla general a los órganos de la Administración se les aplica
el Título II que establece dicho sistema, sin embargo, surge la pregunta sobre qué pasa con los
órganos excluidos de dicho título, siendo la respuesta que estos órganos se rigen por sus propias
leyes orgánicas; así, por ejemplo, el art. 142 de la LOCM señala que las municipalidades
incurrirán en responsabilidad por los daños que causen, la que procederá principalmente por
falta de servicio. No obstante, las municipalidades tendrán derecho a repetir en contra del
funcionario que hubiere incurrido en falta personal.

Pero no todas las entidades excluidas tienen en sus leyes orgánicas consagrado un sistema de
responsabilidad, tal es el caso, por ejemplo, de las FFAA, la CGR, el Banco Central, etc.; por lo
tanto, existe un vacío, y para resolverlo hay tres teorías:

i. Que se aplique el art. 38 inc. II de la CPR y el art. 4º de la LOCBGAE, es decir, el sistema


de responsabilidad objetiva. Pero el problema que tiene el art. 4º es que establece un
principio y no un sistema; además, con la expresión “en el ejercicio de sus funciones”, se
podría decir que cuando la Administración actúa de forma ilegal, no actúa dentro del
ejercicio de sus funciones.

ii. Otra opción sería aplicar el CC, por ser el estatuto común, y específicamente las normas
referidas a la responsabilidad por el hecho ajeno (art. 2320). Pero esta postura se crítica,
porque pone a la víctima en una particular desventaja, ya que normalmente no logrará
probar la actuación ilícita de los funcionarios.

iii. Debido a lo anterior, el profesor Pierry señala, refiriéndose a las FFAA y Carabineros, que
a estas instituciones hay que aplicarles el mismo sistema de responsabilidad que al resto
de la Administración, esto es, el sistema de falta de servicio, y la mejor manera de hacerlo
es mediante el art. 2314 del CC, lo que quiere decir, que el Estado debe responder por
un hecho propio, sin necesidad de probar la culpa o dolo del funcionario. Pues resultaría
inconsecuente la aplicación de dos sistemas diversos dentro de la misma Administración
del Estado: uno por falta de servicio, y otro regulado por responsabilidad por el hecho
ajeno en donde se debe probar la culpa o dolo del funcionario. Lo razonable, entonces,
consiste en aplicar a estas instituciones la falta de servicio, institución de Derecho público,
pero a partir del art. 2314 del CC. 3

3 Esta tesis fue sostenida por la CS el año 2009, en el caso Seguel Cares con Fisco. El caso trata de lo siguiente: en el
año 2001 el conscripto Pablo Seguel se encontraba desarrollando ejercicios de instrucción básica en el marco de la
ejecución de su servicio militar, cuando sorpresivamente sufrió un impacto de bala en su brazo derecho, proveniente
de otro conscripto, quien no cumplió una orden superior tendiente a no utilizar munición de guerra, sino que sólo de

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Art. 2314. El que ha cometido un delito o cuasidelito que ha inferido daño a otro, es
obligado a la indemnización; sin perjuicio de la pena que le impongan las leyes por el
delito o cuasidelito.

Un segundo problema, es que la falta de servicio no cubre todos los supuestos de daños
ocasionados por la Administración, especialmente por actividad lícita; así, por ejemplo, en el caso
Quintana Olivares y otros con Fisco del año 2001, el Estado tuvo que sacrificar a una cabeza de
ganado para prevenir la fiebre aftosa, lo cual es una actuación lícita. En este caso cae uno de
los supuestos de la responsabilidad por falta de servicio, ya que la actuación es lícita, pues la
Administración hizo lo que tenía que hacer, sin embargo, generó un daño soportado
exclusivamente por un particular; por lo tanto, el Estado igualmente debe responder, ya que se
estaría infringiendo el principio constitucional de igual repartición de las cargas públicas (Teoría
del Sacrificio Especial). Pues el tema de la responsabilidad no hay que plantearlo desde el punto
de vista de la reprochabilidad (sistema de la falta de servicio), sino desde el punto de vista de la
justicia de la actuación, y en conformidad con la igualdad ante las cargas públicas.

Por lo tanto, en base a lo anterior, se puede decir que la regla general es la falta de servicio,
pero, excepcionalmente, hay hipótesis en donde es posible la indemnización por casos que no
constituyen falta de servicio (actividades lícitas), esto en base al art. 38 inc. II de la CPR y 4º de
la LOCBGAE, pues dichas normas tendrían un alcance general que cubriría la responsabilidad
de la Administración del Estado por actividad lícita, y en base al art. 19 Nº 20 de la CPR, ya que
en esos casos habría un quiebre en la igual repartición de las cargas públicas.

5. RESPONSABILIDAD DEL FUNCIONARIO.

Tanto en el art. 38 inc. II de la CPR, como en el art. 4º de la LOCBGAE, se señala que la


responsabilidad de Estado es sin perjuicio de la responsabilidad que pudiera afectar al
funcionario que hubiere causado el daño. Por otro lado, el art. 42 de la LOCBGAE señala que
los órganos de la Administración serán responsables del daño que causen por falta de servicio.
No obstante, el Estado tendrá derecho a repetir en contra del funcionario que hubiere incurrido
en falta personal. Por lo tanto, si producto del ejercicio de la función pública el funcionario incurre
en una falta, y ésta causa un daño a un particular, será la Administración la que deberá responder

fogueo. En el considerando décimo cuarto, se señaló: hasta antes de la dictación de la LOCBGAE la responsabilidad
del Estado se determinaba a través de la aplicación del art. 2320 del CC (responsabilidad por el hecho ajeno), sin
embargo la situación varía con la promulgación de esta ley (en el año 1986) que incorporó al Derecho Público
chileno el sistema de responsabilidad extracontractual del Estado elaborado por el Derecho administrativo francés,
que en opinión de la mayoría de los autores, constituye la mejor solución lograda por el Derecho, para asegurar un
debido equilibrio entre los derechos de los particulares y los intereses públicos. La ley contempló entonces el art. 42
que prescribió… sin embargo se excluyó de la aplicación del título II sobre normas especiales, a la CGR, a las
municipalidades,….Décimo quinto: entonces cabe dilucidar qué sistema resulta aplicable a las instituciones
excluidas, y en el caso particular a las Fuerzas Armadas; para ello ha de recurrirse al Derecho común, teniendo
presente que precisamente el desarrollo del Derecho administrativo ha sido a partir de la distinta interpretación de
las normas de Derecho común para el Estado y para las relaciones entre particulares…, de tal suerte que cabe
aceptar la aplicación en nuestro país a partir del art. 2314 del CC (responsabilidad por el hecho propio), de la noción
de falta de servicio...Décimo sexto: que del modo que se ha venido razonando, es acertada la aplicación del art. 2314
del CC y la institución de la falta de servicio a la litis planteada, por cuanto permite así uniformar el sistema de
responsabilidad extracontractual para todos los entes de la Administración del Estado. Cabe señalar que la sentencia
fue redactada por el actual Ministro de la CS, señor Pedro Pierry Arrau.

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de dicho daño directamente, sin perjuicio del poder que tiene esta última de repetir por lo pagado
en contra del funcionario culpable de la falta.

Ahora bien, en materia de responsabilidad hay que distinguir tres supuestos respecto a la falta
personal del funcionario:

i. Incumplimiento de los deberes funcionariales relativos al ámbito de la actuación propia


de la Administración del Estado de que depende; por ejemplo, cuando existe tráfico de
influencias o falta a la probidad. En este caso la Administración responde directamente,
pues el funcionario actúa en ejercicio de sus funciones.

ii. Incumplimiento de sus deberes funcionariales que no tienen relación con el giro que
presta la Administración del Estado, es decir, el funcionario actúa con ocasión de un
servicio (puede no estar en el servicio pero utiliza sus medios); por ejemplo, cuando un
vehículo de un servicio público atropella a una persona. En este caso será responsable
el funcionario directamente.

Evidentemente, el administrado quedará en una situación de desmedro, ya que deberá


perseguir la responsabilidad civil extracontractual sólo del funcionario. Sin embargo, en
tal caso podrían ser eficaces las normas del CC sobre responsabilidad por el hecho ajeno,
por lo que podría existir una responsabilidad subsidiaria de la Administración.

iii. Por último, en aquellos casos en que el funcionario ocasiona un daño a un administrado
producto de una actuación ilegítima en su ámbito privado (falta personalísima), la
Administración no será responsable, por tanto, se debe perseguir la responsabilidad del
autor, pues aquí no entra en juego su carácter de funcionario público, por lo que la relación
se producirá entre privados. Por ejemplo, un funcionario de las FFAA mata con su arma a
una persona por motivos personales (caso Miraflores).

6. LA PRESCRIPCIÓN DE LA ACCIÓN

Durante mucho tiempo la jurisprudencia sostuvo que la responsabilidad del Estado era
imprescriptible; así lo estableció en el caso Hexagón con Fisco (ya analizado), y Brian de Diego
con Fisco (2000), en el cual la CS señaló que “si el tribunal ha declarado la nulidad de un acto
administrativo que ha privado al actor de su derecho de dominio sobre un bien determinado,
resulta obvia la conclusión que la misma Administración que dictó aquél deba reparar los
perjuicios causados, sin que pueda aplicarse a esta obligación de reparar las normas sobre
prescripción extintiva, puesto que emana de una nulidad de derecho público y no de una de
derecho privado”.

El giro jurisprudencial vino con el caso de Paulina Aedo con Fisco (del año 2001), en donde se
afirmó que la nulidad de Derecho público era imprescriptible, y que la responsabilidad patrimonial
del Estado prescribía en el plazo de cinco años, de acuerdo a las reglas generales del CC. Al
respecto, la CS que señaló que “a pesar de que efectivamente existió un acto administrativo
ilegal al confiscar un inmueble sobrepasando las facultades propias de la Administración del
Estado, arrogándose funciones inherentes al poder judicial, no es menos cierto que las acciones
intentadas derivadas de la anterior de nulidad de derecho público, son de evidente contenido
patrimonial, pues se refieren a los aspectos materiales y monetarios que pretende obtener la

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actora en virtud de la declaración de nulidad que busca. De lo anterior se deriva que su destino
se condiciona de lleno a los plazos de prescripción establecidos al respecto por los arts. 2514 y
2515 del CC, que establecen un plazo de prescripción ordinaria de las acciones de cinco años.”

Posteriormente, en el caso Domic con Fisco de Chile (2002), la CS señaló que “el hecho de que
ciertas responsabilidades se sometan al Derecho Público, no obsta a que ellas puedan
extinguirse por el transcurso del tiempo, en conformidad a disposiciones que se comprenden en
el mismo sector del Derecho, porque lo cierto es que la prescripción no es ajena a esas
normativas atendido su carácter universal y puede operar en todas las disciplinas que
pertenecen al Derecho público, salvo que la ley o la índole de la materia determinen lo contrario”.

El plazo de prescripción que se señala en el fallo transcrito es de cinco años, ello porque existió
un acto administrativo; no obstante, no ocurre lo mismo cuando se trata de una actuación material
de la Administración, ya que en dicho caso el plazo de prescripción extintiva sería de cuatro años.

Esta distinción ha sido aplicada por la CS, que tiene por base la diferencia que se hace en materia
de Derecho Civil entre responsabilidad contractual (cinco años) y responsabilidad
extracontractual (cuatro años).

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BIBLIOGRAFÍA

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Santiago, Chile. Tercera Edición Actualizada.
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