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Academia Judicial
APUNTES
DERECHO
ADMINISTRATIVO
2020
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Apuntes 2020 Tutores Derecho Capacitaciones
Academia Judicial
Capítulo 1
1. LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA
Es necesario precisar que el objeto de estudio del Derecho Administrativo es la
Administración del Estado, en contraposición a la administración privada que es analizada
por otras ramas del derecho, como lo son el Derecho Civil y el Derecho Comercial. Ahora
bien, la expresión Administración Pública puede aludir a:
- Administración en sentido orgánico: referida a la organización administrativa,
aludida en el artículo 1 de la LBGAE, en relación al artículo 38 inciso primero de la
CPR.
- Administración en sentido material: es la actividad administrativa práctica, ejecución
de los asuntos administrativos.
- Administración en sentido formal: conjunto de funcionarios públicos o
administrativos en el ejercicio de su función.
Las dos primeras alusiones son las fundamentales en el estudio del Derecho Administrativo,
puesto que fundan el principio de separación de poderes.
En consideración a la dificultad para entregar un concepto desde la perspectiva material,
se propone un concepto de Administración Pública enfocado en la personalidad jurídica de
ésta, señalándose que Administración Pública es “aquel conjunto de entes que actúan con
personalidad jurídica de Derecho Público”1, agregándose que dicha personalidad jurídica
puede ser propia o compartida y que forman parte del Poder Ejecutivo, volviéndose con ello
a una perspectiva orgánica de la Administración.
A nivel legal, en el art. 1º inc. segundo de la LOCBGAE aparece el concepto orgánico de
Administración pública, el cual señala que “La Administración del Estado estará constituida
por los Ministerios, las Intendencias, las Gobernaciones y los órganos y servicios públicos
creados para el cumplimiento de la función administrativa, incluidos la Contraloría General
de la República, el Banco Central, las Fuerzas Armadas y las Fuerzas de Orden y Seguridad
Pública, las Municipalidades y las empresas públicas creadas por ley”.
Estos órganos se vinculan con los demás poderes, así, están sometidos al Poder Legislativo
en virtud del principio de legalidad, y al Poder Judicial, por cuando a éste le corresponde la
función de controlar el actuar de la Administración. También se vinculan con el Poder
Ejecutivo, pues con dicho poder la Administración pública tiene una dependencia más
directa e inmediata, debido a que el art. 24 inc. I de la de la CPR señala que el gobierno y
la administración del Estado corresponden al Presidente de la República, quien es el Jefe
del Estado.
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Bermúdez Soto, Jorge, Derecho Administrativo General, Tercera Edición Actualizada, Editorial Thomson
Reuters, página 24.
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b. EL DERECHO ADMINISTRATIVO
El Derecho Administrativo se trata un derecho estatutario, lo que quiere decir que le es
aplicable a cierta clase de sujetos, la Administración Pública, la que se sustrae de la
aplicación del derecho común, como regla general.
Esta rama del derecho, se refiere a toda la normativa jurídica ordenada a la Administración,
pero no sólo para ella, puesto que el Derecho Administrativo regula también, las relaciones
entre la Administración y los ciudadanos, sirviendo de fundamento tanto respecto de
derechos como de obligaciones para los administrados, pero en relación con la
Administración.
Siguiendo al profesor Jorge Bermúdez, se pueden mencionar los siguientes elementos del
Derecho Administrativo:
a) Se trata de un Derecho público. En dicho sentido, existe una estrecha relación entre
el Derecho Administrativo y el Derecho Constitucional, pues este último enuncia los
principios básicos del ordenamiento jurídico, dada su jerarquía, siendo dada la
regulación básica de la Administración por dicha rama del derecho. Sin embargo, se
debe tener presente que el objeto del Derecho constitucional es más extenso, pues
también se refiere a otros poderes del Estado, a la forma de Gobierno, a los
derechos fundamentales, etc.
b) Es un Derecho estatutario. Una clasificación poco difundida del Derecho, es la que
distingue entre Derechos generales y Derechos estatutarios: los derechos generales
regulan a toda clase de sujetos (por ejemplo, el Derecho civil); en cambio, los
derechos estatutarios regulan relaciones de cierta clase de sujetos, sustrayéndolos
en ciertos aspectos del imperio del Derecho común. A esta segunda clase pertenece
el Derecho administrativo, toda vez que regula la creación y relaciones de un sujeto
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del Estado. Si bien la mayoría de los principios que rigen al Derecho Administrativo se
encuentran en la CPR, la LOCBGAE precisa o reafirma algunos de estos principios y
agrega algunos nuevos; pues el art. 3º inc. 2 de dicha ley señala que la Administración del
Estado deberá observar los principios de responsabilidad, eficiencia, eficacia, coordinación,
impulsión de oficio del procedimiento, impugnabilidad de los actos administrativos, control,
probidad, transparencia y publicidad administrativas, y garantizará la debida autonomía de
los grupos intermedios de la sociedad para cumplir sus propios fines específicos,
respetando el derecho de las personas para realizar cualquier actividad económica en
conformidad con la CPR y las leyes.
a) Principio de control interno.
De acuerdo al art. 11, las autoridades y jefaturas, dentro del ámbito de su competencia y
en los niveles que corresponda, ejercerán un control jerárquico permanente del
funcionamiento de los organismos y de la actuación del personal de su dependencia. Este
control se extenderá tanto a la eficiencia y eficacia en el cumplimiento de los fines y
objetivos establecidos, como a la legalidad y oportunidad de las actuaciones.
b) Principio de cooperación.
Este es uno de los principios más modernos que inspiran la actuación del Estado y, además,
es un elemento de conducción política de la actividad estatal, debido al aumento cuantitativo
y cualitativo de las tareas que el Estado asume, así como la complejidad de las mismas, la
disminución del personal y capacidades de la Administración Pública.
Este principio se traduce en que la Administración pública podrá celebrar acuerdos, pactos,
convenios o contratos, tanto con personas de Derecho público como de Derecho privado,
siempre que no sean contrarios al ordenamiento jurídico, con el objeto de finalizar un
procedimiento administrativo, o insertar el acuerdo obtenido dentro del proceso, pudiendo
tener éste un carácter vinculante o no sobre la resolución final del mismo. Por lo tanto, en
virtud de este principio lo que se hace es abrir la negociación con el administrado dentro de
la tramitación de un procedimiento administrativo.
Este principio no tiene una consagración positiva en Chile, a diferencia de lo que ocurre en
España; pero esto no obsta a que en nuestro país la Administración negocie con los actores
involucrados en los problemas que intenta resolver.
c) Principio de coordinación.
Este principio se encuentra consagrado en el art. 5º inciso segundo de la LBGAE, al señalar
que los órganos de la Administración del Estado deberán cumplir sus cometidos
coordinadamente y propender a la unidad de acción, evitando la duplicación o interferencia
de funciones. La ley al crear un órgano administrativo, debe establecer los mecanismos por
los cuales se concreta éste principio de coordinación, entre el órgano respectivo con otras
reparticiones administrativas. Así, por ejemplo, el Intendente debe coordinar la labor de las
SEREMIS (relativas a la competencia del gobierno regional) y éstos, a su vez, realizan
tareas de coordinación sobre todos los organismos de la Administración del Estado que
integren su respectivo sector.
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h) Principio de probidad.
El art. 13 inc. I de la LBGAE, señala que los funcionarios de la Administración del Estado
deberán observar el principio de probidad administrativa y, en particular, las normas legales
generales y especiales que lo regulan (en similares términos se consagra en el art. 8º inc. I
de la CPR).
Este principio se desarrolla en el Título III de esta ley (“De la probidad administrativa”),
estableciendo en el art. 52 inc. II una definición de este principio, al señalar que el principio
de la probidad administrativa consiste en observar una conducta funcionaria intachable y
un desempeño honesto y leal de la función o cargo, con preeminencia del interés general
sobre el particular. Asimismo, señala que las autoridades de la Administración del Estado,
cualquiera que sea la denominación con que las designen la Constitución y las leyes, y los
funcionarios de la Administración Pública, sean de planta o a contrata, deberán dar estricto
cumplimiento al principio de la probidad administrativa.
El hecho de vulnerar el principio de probidad administrativa hace surgir, como
consecuencia, que el funcionario deba responder en forma administrativa, penal, etc. Así lo
indica el inciso tercero del art. 52, al prescribir que su inobservancia acarreará las
responsabilidades y sanciones que determinen la Constitución, las leyes y el párrafo 4º de
este Título, en su caso. Una de las formas más ordinarias de vulnerar dicho principio, lo
constituyen los actos de corrupción que se pueden producir dentro de la Administración del
Estado.
Sobre lo mismo cabe preguntarse si los funcionarios contratados a honorarios se
encuentran sujetos al principio de probidad o no. Al respecto, la Contraloría General de la
República, en su dictamen N° 2327, del 2017, señaló que: “quienes cumplen actividades a
honorarios no poseen la calidad de funcionarios y, por ende, carecen de responsabilidad
administrativa (aplica dictamen N° 17.593, de 2015). No obstante lo anterior, y a diferencia
de lo que entiende el órgano comunal, quienes se desempeñan como contratados a
honorarios en la Administración, deben observar el principio de probidad administrativa en
el desarrollo de las tareas encomendadas en virtud del respectivo acuerdo de voluntades,
por cuanto si bien no son funcionarios públicos, tienen el carácter de servidores estatales y
realizan una función pública (aplica criterio contenido en el dictamen N° 27.856, de 2016)”.
Lo anterior es coherente con lo dispuesto en la Ley N° 20.880, de 2016, sobre probidad en
la función pública, cuyo artículo segundo señala que: “Todo aquel que desempeñe
funciones públicas, cualquiera sea la calidad jurídica en que lo haga, deberá ejercerlas en
conformidad con lo dispuesto en la Constitución y las leyes, con estricto apego al principio
de probidad”.
i) Principio de responsabilidad.
Este principio es uno de los elementos base de un régimen de Estado de Derecho, pues el
sólo uso del poder público obliga a las autoridades de los entes burocráticos a responder
de los actos dañinos en que han incurrido perjudicando a los particulares moral o
materialmente.
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En similares términos este principio se encuentra recogido por los arts. 1 inciso segundo y
19 Nº 21 de la CPR.
l) Principio de transparencia y publicidad.
El principio de transparencia se encuentra contemplado en el art. 13 inciso segundo, al
señalar que la función pública se ejercerá con transparencia, de manera que permita y
promueva el conocimiento de los procedimientos, contenidos y fundamentos de las
decisiones que se adopten en ejercicio de ella. La transparencia, por ende, es el derecho
que permite a cualquier persona tener conocimiento de la información que se encuentra en
cualquier entidad estatal.
Por otro lado, el principio de la publicidad dice relación con la difusión abierta al público de
los actos de los órganos del Estado. Esto constituye la regla general, pues así se desprende
del art. 8º inciso segundo de la CPR, al señalar que son públicos los actos y resoluciones
de los órganos del Estado, así como sus fundamentos y los procedimientos que utilicen. Tal
publicidad puede ser materializada a través de vías numerosas, como por ejemplo, a través
del Diario oficial, la televisión, radiodifusión, o como ordena la Ley 20.285 sobre Acceso a
la Información Pública, en los sitios web de los organismos.
Sin embargo, sólo una ley de quorum calificado podrá establecer la reserva o secreto de
aquéllos o de éstos, cuando la publicidad afectare el debido cumplimiento de las funciones
de dichos órganos, los derechos de las personas, la seguridad de la Nación o el interés
nacional.
m) Principio de unidad o de mando.
Este principio implica que cada estructura administrativa debe reconocer la existencia de
un solo liderazgo que sea capaz de imprimirle un camino claro y preciso, en función de
determinadas metas o fines. Éste se encuentra consagrado en el art. 1 inciso primero de la
LBGAE, al señalar que el Presidente de la República ejerce el gobierno y la administración
del Estado con la colaboración de los órganos que establezcan la Constitución y las leyes
(también se reproduce en el art. 24 inciso primero de la CPR).
Por tanto, el gobierno y la administración del Estado recaen en una sola persona, que es el
Presidente de la República, lo cual garantiza la unidad de la Administración, pues todos los
órganos de la Administración del Estado deben actuar bajo la dependencia o supervigilancia
del Presidente de la República. Sin embargo, esta regla tiene excepciones con los órganos
autónomos, puesto que éstos no actúan bajo la dependencia o supervigilancia del
Presidente.
n) Principio de la confianza legítima. Esta creación doctrinaria fue creada en Alemania e
introducida a Chile por el profesor Jorge Bermúdez, y consiste en que es razonable que las
actuaciones precedentes de la Administración pueden generar en los administrados la
confianza que se actuará de igual forma en situaciones semejantes.
Para Bermúdez, la confianza que deposita el particular en la actuación administrativa
merece amparo puesto que una práctica administrativa continuada puede generar- y de
hecho genera- la confianza en el ciudadano de que se le tratará del mismo modo en los
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casos posteriores. Por ello, no parece justo que la Administración pueda cambiar su práctica
con efectos retroactivos o de forma sorpresiva.
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b) MINISTERIOS.
De acuerdo al art. 22 inc. I de la LBGAE, los Ministerios son los órganos superiores de
colaboración del Presidente de la República en las funciones de gobierno y administración
de sus respectivos sectores, los cuales corresponden a los campos específicos de
actividades en que deben ejercer dichas funciones. El Ministerio no es una persona jurídica,
sino que es un órgano centralizado, que actúa, por tanto, con la personalidad jurídica y
patrimonio del Estado.
Los órganos administrativos se relacionan con el Presidente de la República a través de los
distintos Ministerios, sin perjuicio que existan órganos dependientes directamente del
Presidente de la República.
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i. Las empresas públicas son creadas por LQC, esto de acuerdo al art. 19 Nº 21 de la
CPR. La LQC debe establecer su naturaleza jurídica de servicio público descentralizado
funcionalmente, señalar sus objetivos, sus funciones, su estructura, incluidas sus
autoridades y atribuciones de ellas, su régimen financiero y su régimen de personal.
ii. Forman parte de la Administración del Estado, pues el art. 1º inc. II de la LOCBGAE
así lo señala, al incluir entre los órganos y personas jurídicas que integran la Administración
públicas, a las empresas públicas creadas por ley.
iii. En tercer lugar son entidades descentralizadas funcionalmente, pues tienen
personalidad jurídica y patrimonio propio y se relacionan con el Presidente a través de un
vínculo de tutela o supervigilancia.
iv. La actividad económica que realizan se rige por el Derecho común y no por las
normas del régimen administrativo en general, esto con el objeto de que su actuación se
realice en igualdad de condiciones con los demás particulares. Podría pensarse, de acuerdo
al art. 1º inc. II de la LOCBGAE, que las empresas públicas se rigen por esta ley, no
obstante, si se profundiza en la estructura de dicha norma, se puede advertir que el art. 18
inc. II excluye a estas entidades de la aplicación de sus disposiciones, mediante el reenvío
de su régimen jurídico a las disposiciones constitucionales que regulan a esos organismos
y las respectivas LQC que lo rijan.
SOCIEDADES DEL ESTADO O EMPRESAS PRIVADAS DEL ESTADO.
La otra posibilidad que tiene el Estado para actuar en el ámbito empresarial, es bajo la
forma de una sociedad o empresa privada. Las empresas privadas del Estado comprenden
las sociedades o entidades privadas en las que el Estado o sus organismos tengan aportes
de capital, representación y participación. Aun cuando el Estado participe en dichas
empresas privadas, tal hecho no tiene el alcance de modificar su naturaleza jurídica, que
es esencialmente de Derecho privado, sin que, por ello, entonces, pueda considerarse que
dichas empresas formen parte de la Administración del Estado.
De acuerdo a lo expuesto, se pueden señalar como características de las empresas
privadas las siguientes:
i. Es necesaria una LQC, ya que de acuerdo al art. 19 Nº 21 de la CPR, el Estado y
sus organismos podrán participar en ellas (actividades empresariales) sólo si una LQC los
autoriza. Esto quiere decir, que el Estado puede desarrollar actividades empresariales a
través de empresas que no crea directamente mediante una ley, sino que se constituyen
en virtud de la autorización que otorga una LQC a uno o más órganos centralizados o
descentralizados del Estado (incluyendo, entre ellos, a otra empresa del Estado), para que
den nacimiento a un nuevo ente empresarial; así, por ejemplo, a CODELCO se le permitió
crear sociedades con terceros para explotar yacimientos.
ii. Estas sociedades no forman parte de la Administración del Estado, a diferencia de
lo que ocurre con las empresas públicas, sino que integran la denominada Administración
invisible del Estado, formada por organismos en que el Estado participa o tiene
representación para cumplir una función que sea de interés de aquél, pero que no integran
su Administración. A estos entes se refiere el art. 6º de la LOCBGAE al señalar que el
Estado podrá participar y tener representación en entidades que no formen parte de su
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Administración sólo en virtud de una ley que lo autorice, la que deberá ser de quórum
calificado si esas entidades desarrollan actividades empresariales; agregando en su inciso
segundo que las entidades a que se refiere el inciso anterior no podrán, en caso alguno,
ejercer potestades públicas.
iii. Se constituyen, organizan y funcionan de acuerdo a las disposiciones del Derecho
común. La regla general, es que sean sociedades anónimas, por ejemplo, METRO SA,
ZOFRI SA (Zona Franca de Iquique); sin embargo, también pueden ser sociedades de
responsabilidad limitada, por ejemplo, Polla Chilena de Beneficencia.
iv. Debido al fin público o de interés general que está presente en la constitución y
funcionamiento de las sociedades estatales, el ordenamiento jurídico las sujeta a diversos
controles administrativos, cuya intensidad dependerá del mayor o menor aporte de capital
con que haya concurrido a su formación el Estado o sus organismos. Los controles podrán
ser de juridicidad, o de mérito, oportunidad o conveniencia, o bien, podrá recaer sobre
materias o actos específicos, preferentemente vinculados a la administración de bienes y
recursos financieros. Un ejemplo lo constituye el art. 16 inc. II de la LOCGR.
g) LA ADMINISTRACIÓN AUTÓNOMA.
El art. 24 de la CPR consagra el principio de unidad en la función administrativa, es decir,
todos los órganos de la Administración del Estado deben actuar bajo la dependencia o
supervigilancia del Presidente de la República, sin embargo, esta regla tiene excepciones
con los órganos administrativos autónomos, pues éstos no actúan bajo la dependencia o
supervigilancia del Presidente. Es más, los órganos autónomos son aquellos que, dentro
de la CPR, no dependen ni se relacionan con el Gobierno, el Congreso Nacional o el Poder
Judicial, encontrándose sometidos directamente a la CPR y a una preceptiva legal que por
mandato constitucional regula su generación y funcionamiento.
No hay que confundir la autonomía con la descentralización, pues algunas veces esto
puede coincidir, como lo que ocurre con las Municipalidades, el Consejo Nacional de
Televisión y el Banco Central; no obstante, también hay órganos que son autónomos y que
no cuentan con personalidad jurídica y patrimonio propio (centralizados), y es lo que ocurre
con la CGR y el Ministerio Público.
El quiebre del vínculo de dependencia o supervigilancia, en principio, sólo lo puede
establecer la CPR, sin embargo, existen órganos autónomos, como el Servicio de Registro
Electoral y el Consejo para la Transparencia, cuya autonomía la ha establecido el legislador,
por tanto ¿puede el legislador hacer excepción al art. 24 de la CPR y crear órganos
autónomos? A priori, no debiera ser el legislador el que establezca excepciones al art. 24,
sin embargo, el art. 65 inc. IV Nº 2 de la CPR, señala que corresponde al Presidente de la
República la iniciativa exclusiva para: crear nuevos servicios públicos o empleos rentados,
sean fiscales, semifiscales, autónomos o de las empresas del Estado; suprimirlos y
determinar sus funciones o atribuciones. Por otro lado, esto el TC lo ha permitido, pues no
hizo ningún reproche de inconstitucionalidad en el control preventivo de estas leyes.
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Capítulo 2
Desde una perspectiva histórica, se señalan como antecedentes directos del principio de
legalidad los artículos 6 y 7 de la CPR:
Artículo 6º.- Los órganos del Estado deben someter su acción a la Constitución y a las
normas dictadas conforme a ella, y garantizar el orden institucional de la República.
Los preceptos de esta Constitución obligan tanto a los titulares o integrantes de dichos
órganos como a toda persona, institución o grupo.
La infracción de esta norma generará las responsabilidades y sanciones que determine
la ley.
Artículo 7º.- Los órganos del Estado actúan válidamente previa investidura regular de sus
integrantes, dentro de su competencia y en la forma que prescriba la ley.
Ninguna magistratura, ninguna persona ni grupo de personas pueden atribuirse, ni aun
a pretexto de circunstancias extraordinarias, otra autoridad o derechos que los que
expresamente se les hayan conferido en virtud de la Constitución o las leyes.
Todo acto en contravención a este artículo es nulo y originará las responsabilidades y
sanciones que la ley señale.
Luego, para el caso particular de la Administración del Estado, dicho principio encuentra su
consagración positiva en el artículo 2 de la LBGAE:
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He aquí la diferencia fundamental que impone el principio de legalidad respecto del actuar
de la Administración frente a la autonomía privada o libertad individual que ampara la
actuación de los individuos. La Administración sólo puede actuar previa habilitación
(legalidad atributiva), pero dentro de su competencia y sin más atribuciones o potestades
que las que le confiera el ordenamiento jurídico. Es decir, la actuación de la Administración
opera una vez habilitada, pero la vinculación a la legalidad va más allá. En efecto, dentro
de dicha habilitación sólo podrá realizar aquello que expresamente le ha sido autorizado.
Es más, incluso aquellos ámbitos que se entregan a la potestad discrecional se encuentran
regulados, al menos en la posibilidad de optar por una decisión y en las opciones mismas
que el ordenamiento jurídico admite.
2. LAS POTESTADES
2.1 Concepto
La potestad es aquello que otorga al actuar de la Administración un grado de validez.
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(i) Titularidad pública. En principio, sólo los organismos públicos pueden ser titulares de
potestades públicas. El contenido regulativo del artículo 6 de la LBGAE indica,
precisamente en este sentido, que las instituciones ajenas a la administración, por muy
vinculadas que estén a ella, no pueden ser titulares de estas potestades.
Ahora bien, a pesar del claro tenor del art. 6 de la LBGAE, permanecen vigentes algunos
textos legales que atribuyen potestades públicas a organismos de derecho privado. El
problema más típico es CONAF, constituida como corporación de derecho privado, sin
integrar la administración, aunque es evidente que participa al menos como auxiliar de ésta
en el cumplimiento de algunas funciones administrativas. Algunos cuerpos legales siguen
atribuyendo a Conaf potestades públicas, por ej. para ordenar la paralización de faenas
forestales, conforme al DL 701 de 1974, sobre fomento forestal.
(iii) Ejercicio unilateral. En este esquema la idea de potestad identifica una posición jurídica
particular cuya especificidad consiste en crear o modificar relaciones jurídicas, respecto de
terceros que están en posición de sujeción. Con todo, desde una perspectiva más general,
tal vez pueda discreparse de que las potestades públicas se conciban siempre con relación
a un tercero subordinado. En tal sentido, no toda potestad entraña la imposición de cargas
o sacrificios, sino que puede ampliar la esfera jurídica de su destinatario, por ej. mediante
la atribución de un subsidio. Sin embargo, la generalidad de las potestades administrativas
puede concebirse así.
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c) Son abstractas. No se agotan por su ejercicio (ni por su falta de ejercicio), de modo que
–sin perjuicio de limitaciones legales- pueden ejercerse tantas veces como su titular desee,
incluso con ocasión al mismo asunto.
2.3 Clasificaciones
- Potestades innovativas y no innovatidas. Las innovatidas son las que encierran una
posibilidad de constituir, modificar o extinguir relaciones jurídicas, por ej. la potestad
reglamentaria, donde se crean normas. Otro ejemplo es la potestad expropiatoria. En
cambios, las potestades no innovatidas, son las que conservan, realizan o tutelan
situaciones jurídicas preexistentes, sin innovarlas, como por ej. la potestad de certificar
algo.
Es normal que las potestades absolutamente regladas no sean la regla general. Lo normal
es que se deje siempre algún vacío y que la Administración al actuar tenga que encargarse
de completar algún aspecto.
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Esto último se relaciona con la figura de desviación de poder, la que se dará cuando se
ejercen potestades administrativas para conseguir fines distintos a los señalados por el
ordenamiento jurídico. No es necesario que se persiga un fin privado, sino que basta con
que se trata de conseguir un fin distinto al previsto por el ordenamiento jurídico, aunque se
trate de un fin público. En relación al fin, también se encuentra la figura del abuso de poder,
cuando se hace uso indebido del poder que es atribuido por la norma a un funcionario,
independiente del fin logrado.
3. POTESTAD REGLAMENTARIA
EL REGLAMENTO
Es una de las fuentes del Derecho Administrativo y se lo puede definir como una norma
general y abstracta que emana de las autoridades administrativas a las cuales la ley o la
CPR le ha atribuido u otorgado la potestad reglamentaria, cuyo objeto es ejecutar la ley o
regular materias que no son propias de ella.
a) Características:
1. Tienen un carácter normativo. Esto significa que la potestad reglamentaria se va a
manifestar en normas de carácter general, abstractas, permanentes y obligatorias.
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Que sea general, implica que rige para un grupo más o menos grande de personas, no
obstante, hay casos en que regula situaciones que afectan sólo a una determinada
categoría de individuos (reglamentos singulares, por ejemplo, el reglamento de los
médicos); es permanente, en el sentido de que rige para situaciones estables y su vigencia
dura mientras no sea derogado o modificado; es abstracto, pues se aplica para una serie
indeterminada de hechos; y es obligatorio porque si se incumple, hay una consecuencia
jurídica adversa.
El reglamento al ser una norma jurídica, es fuente del Derecho y, por ende, es obligatorio
tanto para los particulares como para los órganos del Estado, y asimismo, para el órgano
autor del reglamento, pues éste no lo puede derogar para un caso concreto o particular
(principio de inderogabilidad singular de los reglamentos), pues el reglamento constituye un
marco de la legalidad del actuar de la Administración.
2. El reglamento es una norma de carácter secundario respecto de la ley, pues tiene por
objeto ejecutarla o regular materias que no son propias de ella. Esto es así, porque la CPR
le ha dado supremacía a ley sobre materias que son mucho más relevantes en el ámbito
social. El camino institucional que permite a la ley del reglamento es una distribución de
competencias normativas, cuya pieza clave es la reserva de ley.
En sí misma, la identificación de las reservas de ley da cuenta de que las competencias
normativas del legislador son limitadas y de que comparte el espacio de configuración
normativa con alquien más, esto es, con la administración dotada de potestad
reglamentaria.
Al respecto, en el esquema constitucional vigente, el ámbito de intervención del legislador
o “dominio legal” es máximo. Con todo, la norma de clausura de ese dominio legal máximo
permite al legislador definir “toda norma general y obligatoria que estatuya las bases
esenciales de un ordenamiento jurídico” (art. 63 N° 20 CPR).
3. La potestad reglamentaria es un poder heteroatribuido, esto quiere decir que debe ser
otorgada o conferida por una ley o la CPR.
4. La potestad reglamentaria es, en principio, discrecional, aunque ha de tener como marco
de referencia a la CPR y particularmente a la ley, la cual puede establecer una serie de
elementos, límites, medios o fines que se han de tener presente en su ejercicio.
Clasificaciones:
1. Reglamento autónomo y reglamento de ejecución.
Esta distinción fundamental está recogida por el art. 32 N° 6 de la CPR, al señalar que son
atribuciones especiales del Presidente de la República: ejercer la potestad reglamentaria
en todas aquellas materias que no sean propias del dominio legal, sin perjuicio de la facultad
de dictar los demás reglamentos, decretos e instrucciones que crea convenientes para la
ejecución de las leyes.
El reglamento de ejecución se funda en la incapacidad e ineficiencia de la ley como
instrumento para regular todos y cada uno de los aspectos y detalles que comprende una
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materia. En tal sentido, este reglamento es una norma de colaboración de la ley, la cual
sólo fija los elementos principales, las líneas directrices y permanentes, para que sea el
reglamento el que descienda a la regulación de los detalles y de aquellos aspectos que se
estiman más mutables y menos permanentes (a ello contribuye el carácter menos
procedimentalizado que tiene el reglamento en su formulación).
La idea de reglamento autónomo dice relación con aquellas normas dictadas por la
Administración en materias no reguladas por las leyes y sin autorización, remisión o
apoderamiento algunas por parte de éstas.
2. Reglamento administrativo o interno, y reglamento externo o jurídico.
Los reglamentos externos o con efectos jurídicos, son aquellos que producen sus efectos
fuera de la Administración y respecto de los particulares; en cambio, los reglamentos
administrativos, son aquellos que producen sus efectos al interior de la Administración y
normalmente dicen relación con aspectos propios de la organización de la misma.
3. Reglamentos estatales, regionales y municipales.
Atendiendo al órgano del cual emana el reglamento, es posible distinguir tres clases de
potestad reglamentaria:
i. La primera le corresponde al Presidente de la República, y es la que ejerce en virtud
del art. 32 Nº 6 de la CPR. Esta potestad puede ser de desarrollo o de ejecución, o bien,
autónoma, regulando materias que están fuera del dominio legal.
Para dictar un reglamento, el Presidente de la República debe seguir el procedimiento de
un DS, pues el DS es la forma jurídica que toman los actos del Presidente (DS
reglamentario). Esto tiene trascendencia, pues al contenerse el reglamento en un DS, debe
someterse a los mismos controles de juridicidad a que se somete el acto particular,
concretamente, al trámite de toma de razón ejercido por la CGR (control preventivo); y una
vez publicado, el reglamento puede someterse a un control eventual por parte del TC, a
requerimiento de una de las cámaras del Congreso.
ii. En segundo lugar, está la potestad reglamentaria municipal, la cual aparece
consagrada en el art. 12 de la LOCM. En esta disposición se distinguen dos tipos de normas
reglamentarias que pueden dictar los municipios: los reglamentos municipales, y las
ordenanzas.
iii. Por último, está la potestad reglamentaria regional, la cual aparece consagrada en
el art. 16 letra D de la LOCGAR. En este tipo de potestad, el intendente propone el
reglamento al Consejo Regional, y una vez aprobado éste, se promulga por medio de una
resolución, que luego se debe publicar en el Diario Oficial, previo tramite de toma de razón
por parte de la CGR. Aquí también existe un control jurisdiccional específico, conocido como
reclamo de ilegalidad regional, el cual está regulado en la LOCGAR.
Límites del reglamento.
Es posible distinguir dos clases de límites: los límites formales y los límites materiales.
Los límites formales se integran por:
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ii. La atribución para dictar reglamentos corresponde a una potestad que la ley o la
CPR pueden conceder, por tanto, si una autoridad deroga para un caso particular un
reglamento, estaría utilizando una potestad no conferida expresamente, lo que vulneraría,
asimismo, el principio de juridicidad.
iii. La derogación para un caso singular vulnera el principio de igualdad ante la ley.
Semejanzas Diferencias
Control
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Capítulo 3
1. CONCEPTO LEGAL
El artículo 3 de la LBPA define al acto administrativo como “Concepto de Acto
administrativo. Las decisiones escritas que adopte la Administración se expresarán por
medio de actos administrativos.
Para efectos de esta ley se entenderá por acto administrativo las decisiones formales que
emitan los órganos de la Administración del Estado en las cuales se contienen
declaraciones de voluntad, realizadas en el ejercicio de una potestad pública.
Los actos administrativos tomarán la forma de decretos supremos y resoluciones.
El decreto supremo es la orden escrita que dicta el Presidente de la República o un Ministro
"Por orden del Presidente de la República", sobre asuntos propios de su competencia.
Las resoluciones son los actos de análoga naturaleza que dictan las autoridades
administrativas dotadas de poder de decisión.
Constituyen, también, actos administrativos los dictámenes o declaraciones de juicio,
constancia o conocimiento que realicen los órganos de la Administración en el ejercicio de
sus competencias.
Las decisiones de los órganos administrativos pluripersonales se denominan acuerdos y se
llevan a efecto por medio de resoluciones de la autoridad ejecutiva de la entidad
correspondiente.
Los actos administrativos gozan de una presunción de legalidad, de imperio y exigibilidad
frente a sus destinatarios, desde su entrada en vigencia, autorizando su ejecución de oficio
por la autoridad administrativa, salvo que mediare una orden de suspensión dispuesta por
la autoridad administrativa dentro del procedimiento impugnatorio o por el juez, conociendo
por la vía jurisdiccional”.
Si bien la LBPA intentó plasmar el concepto restrictivo de acto administrativo como negocio
jurídico (declaración de voluntad), idea contenida en el mensaje inicial del proyecto, el
legislador complementó esta noción conceptual con una definición extendida del acto
administrativo que virtualmente comprende cualquier actuación escrita incorporada a la vida
formal de la Administración del Estado. En esa línea, mientras en inciso segundo acoge lo
que se llamará el “concepto estricto” del acto administrativo, el inciso sexto del mismo
artículo abre la definición anterior y consagra el “concepto extendido”.
Nuestro legislador opta por seguir la doctrina italiana, conformando un concepto amplio de
acto administrativo, donde se incluyen no tan solo las declaraciones de voluntad (que tienen
por finalidad producir un efecto jurídico), sino también otros actos, como son los
dictámenes, declaraciones de juicio, constancia o conocimiento que emiten los órganos de
la Administración del Estado.
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que los DS tenían como condición esencial la firma del Presidente y del Ministro respectivo,
pero estaba la posibilidad de que éstos se pudieran expedir con la sola firma del Ministro
en caso de que el Presidente hubiese hecho una delegación de firma. Esta interpretación
fue revisada por el TC en la sentencia Rol Nº 153 de 1993, poniendo atención en el cambio
de redacción que tenía el inc. II respecto del inc. I, ya que el primero habla de reglamentos
y decretos, mientras que el segundo se refiere a los decretos e instrucciones; pues para
este tribunal, el constituyente habría hecho una clara distinción entre los requisitos de forma
que deben tener los reglamentos, los decretos y las instrucciones, de tal manera que los
decretos e instrucciones pueden expedirse con la sola firma del ministro respectivo por
orden del Presidente y previa autorización legal, cuestión que no ocurre con los
reglamentos, que han sido excluidos de la posibilidad de delegación de firma, y
necesariamente deben ser suscritos por el Presidente de la República y además, por el
ministro respectivo.
ii. Decretos supremos de insistencia y DS de emergencia. El DS de insistencia es aquel
que tiene lugar cuando la CGR representa un acto administrativo, en su función de control
de legalidad y constitucionalidad. Frente al oficio de representación, el Presidente de la
República va a tener tres posibilidades: allanarse a lo que sostiene la CGR, por lo que
archivará el DS, el cual no tendrá existencia legal; tomar el DS e introducirle modificaciones
siguiendo las pautas dadas por la CGR, y luego remitirlo nuevamente para el trámite de
toma de razón; o insistir en el acto mediante un DS de insistencia, para lo cual, debe cumplir
una condición, cual es: llevar la firma de todos los Ministros de Estado. La CGR, en este
caso, debe tomar razón del DS, y una vez que tome razón, debe remitir todos los
antecedentes a la Cámara de Diputados, a la que le corresponde fiscalizar los actos del
gobierno, materia regulada en el art. 99 de la CPR.
Se desprende del art. 99, hay cuatro materias respecto de las cuales el Presidente no puede
insistir:
- Cuando la representación se base en una inconstitucionalidad del DS. En este caso
si el Presidente de la República no se conforma con la representación de la CGR, deberá
remitir los antecedentes al TC dentro del plazo de diez días, a fin de que éste resuelva la
controversia.
- Cuando un DFL se aparte de la ley delegatoria, ya que en este caso la CGR lo puede
representar, y el Presidente no podrá insistir, pudiendo sólo recurrir al TC en un plazo de
diez días.
- Cuando el DS que promulga una ley o de reforma constitucional, se aparta del texto
aprobado. En este caso el Presidente de la República tampoco puede insistir, sólo puede
recurrir al TC en un plazo de diez días.
- Cuando los DS que ordenan gastos exceden el límite legal ordenado por la ley de
presupuestos. En este caso el Presidente no puede hacer nada, tiene que estarse a lo que
dice la CGR; no obstante, hay cierta flexibilidad en la materia, ya que se permite ordenar
gastos con la firma de todos los Ministros, los que no podrán exceder el 2% del ítem de
gastos de los fondos de la Nación, en caso de catástrofes, conmoción interior, grave daño
o peligro de daño a la seguridad nacional, y agotamiento de los recursos de un servicio
público que no puede paralizarse (DS de emergencia). En este caso, los Ministros van a
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puede revocar en cualquier momento, salvo aquel acto administrativo que haya dado lugar
a derechos adquiridos de forma legítima, es decir, salvo el acto administrativo de efectos
favorables. No obstante, cabe señalar que, si bien no es posible que se revoque de oficio
un acto de efectos favorables, sí procede en este caso la invalidación, conforme al art. 53
de la LBPA, sin perjuicio de la responsabilidad patrimonial del órgano que dictó el acto
ilegal. Respecto de los actos de gravamen la situación es distinta, puesto que ellos son
esencialmente revocables dentro de los márgenes de la ley, y la revocación puede operar
por razones de mérito, oportunidad o conveniencia.
También es importante para calificar un caso excepcional de retroactividad del acto
administrativo cuando es favorable al administrado (art. 52).
g) Actos administrativos constitutivos y actos administrativos declarativos.
Los actos constitutivos son aquellos que crean una situación jurídica ex novo, que antes no
existía, es decir, el acto administrativo le da nacimiento a esa situación jurídica, por ejemplo,
una concesión marítima, ya que la resolución que la otorga tiene su fuente, título y modo
en el acto administrativo que le da surgimiento; y los actos declarativos, por su parte, son
aquellos que reconocen una situación jurídica de carácter preexistente, por ejemplo, los
funcionarios públicos tienen una asignación por antigüedad, que se va otorgando cada dos
años, y la autoridad administrativa al otorgar un bienio, reconoce una situación jurídica
preexistente.
h) Actos administrativos reales y actos administrativos personales.
Los actos reales son aquellos que crean una situación jurídica de carácter real, sin
consideración a la persona, es decir, son actos referidos a cosas, con independencia de su
titular (un ejemplo de acto real, es aquel local al cual se le otorga una patente comercial).
En cambio, los actos personales, son aquellos que tienen especial consideración del sujeto
o persona que es destinatario del acto (por ejemplo, nombrar un funcionario, adjudicar una
licitación, etc.).
La distinción es relevante, porque las situaciones jurídicas que emanan de actos reales
pueden ser transferidas a terceros, por ejemplo, el derecho de aguas, que se otorga
mediante un acto de autoridad, precisamente de la Dirección General de Aguas, y el titular
puede vender este derecho. Esto a diferencia de los actos administrativos personales, los
cuales no permiten transferir los derechos o situaciones que otorgan a una persona (son
intransferibles), por ejemplo, una concesión de una carretera o un acto administrativo
sancionador.
i) Actos expresos y actos tácitos o presuntos.
Un acto expreso será la resolución administrativa escrita y formalmente emanada, mientras
que un acto tácito o presunto, es aquel en que la declaración de la Administración del
Estado no se exterioriza de modo formal, sino que se deduce de su propia inactividad, por
aplicación de las reglas del silencio administrativo que se estudiarán más adelante.
j) Actos administrativos definitivos o terminales y actos administrativos de trámite.
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B. Elemento causal o motivos: dice relación con la razón que justifica cada acto
administrativo, en el están incorporados los elementos de hecho que se tuvieron a la vista
para su dictación, como también, la causa legal que lo justifica. Se relaciona con los
artículos 11, inciso 2°, y 41, inciso 4°, de la LBPA. Puede ser de dos tipos.
- Jurídicos o de derecho: conjunto de disposiciones legales y/o reglamentarias, como
también principios generales del derecho, que aplica la Administración Pública al adoptar
la decisión.
- Fácticos o de hecho: elementos de hecho que tuvieron en cuenta al dictar el acto.
Frente a la inexistencia o error en este elemento, el acto administrativo de que se trate
adolecerá de un vicio de abuso o exceso de poder.
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D. Elemento formal:
Se divide en:
- Forma de producción: a través de un procedimiento administrativo.
- Motivación: se refiere a la exteriorización de las razones que han llevado a dictarlo.
- Impugnación: dice relación con lo preceptuado en el artículo 41, inciso 4°, de la
LBPA “Las resoluciones contendrán la decisión, que será fundada. Expresarán,
además, los recursos que contra la misma procedan, órgano administrativo o judicial
ante el que hubieran de presentarse y plazo para interponerlos, sin perjuicio de que
los interesados puedan ejercitar cualquier otro que estimen oportuno”.
Al concurrir todos los elementos del acto administrativo, éste será eficaz y producirá todas
las consecuencias jurídicas que le son propias. Pero si falta alguno de estos elementos, se
produce un vicio de validez y aparece una causal de nulidad.
Los actos administrativos están dotados de una fuerza jurídica singular. Dicha fuerza no
tiene su origen en ninguna característica intrínseca de los actos, sino que es consecuencia
de los privilegios posicionales que ostenta la Administración, en cuanto organización
integrante de los poderes públicos. Esta fuerza se manifiesta a través de la presunción de
legalidad de los actos; su exigibilidad; y por el cumplimiento generalizado.
a) Presunción de legalidad.
El inciso final del art. 3º de la LBPA describe esta modalidad de eficacia al señalar que los
actos administrativos gozan de una presunción de legalidad; esta es una fórmula tradicional,
tomada de la doctrina italiana, que expresa la denominada presunción de validez o
legitimidad, con arreglo a la cual, los actos administrativos han de tenerse por ajustados a
Derecho, hasta que su invalidez no sea declarada formalmente por otro acto posterior o por
una sentencia judicial.
Esta regla no es absoluta. Opera solamente en tanto no se demuestre y se declare a firma
la invalidez del acto. En consecuencia, no implica la inimpugnabilidad del mismo, puesto
que siempre puede demostrarse que la actuación es contraria al principio de legalidad.
b) Imperatividad.
Es la obligatoriedad y el deber de cumplimiento que el acto administrativo genera una vez
perfeccionado. También se conoce como “ejecutividad”.
Los actos administrativos en su condición de actos de la autoridad tienen como rasgo
común y ordinario su directa fuerza obligatoria tanto para los ciudadanos como para la
Administración. Esta eficacia supone el deber de inmediato de acatamiento de su contenido,
único medio de asegurar a esa autoridad la disposición exclusiva de sus efectos como
garantía última a la tutela y logro del bien común. Por ello puede imponerse a los
administrados en forma unilateral y obligatoria, aumentando o limitando sus derechos.
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c) Exigibilidad
Muy ligado al efecto anterior, la exigibilidad o también conocida como “ejecutoriedad”
significa que el acto puede ser puesto en ejecución de inmediato por la propia
administración (“autorizando su ejecución de oficio”) y sin necesidad de recurrir a otro poder
o autoridad del Estado. La ejecutoriedad designa una posibilidad instrumental adicional a la
mera “imperatividad”: la facultad de la administración de imponer por sí misma el contenido
obligatorio de sus propios actos administrativos utilizando medios coactivos. Aquí el
privilegio que beneficia a la Administración se denomina “autotutela ejecutiva”, en cuanto le
permite llevar a efecto directo sus decisiones previamente emitidas.
Hay muchos actos administrativos que, sin perjuicio de estar dotados de imperatividad o
ejecutividad, no obstante, carecen por naturaleza de ejecutoriedad, por no ser susceptibles
de ser ejecutados forzosamente, como ocurre por ejemplo con un permiso o una
autorización. Estos, una vez notificados al interesado son imperativos o ejecutivos, esto es,
eficaces y obligatorios frente a todos, pero por su naturaleza no tienen ejecutoriedad,
porque su contenido se agosta en la sola declaración (ej. una licencia de conducir de hace
obligatoria –ejecutividad- al ser comunicada al beneficiario de la misma, pero la
Municipalidad que la otorga no puede obligar al ciudadano a hacer uso de la misma).
Ahora bien, las condiciones o requisitos para que esta potestad se lleve a cabo, son los
siguientes:
i. En primer lugar, debe existir un acto administrativo formal como título habilitante de la
ejecución. Aunque parezca una advertencia obvia, un procedimiento ejecutivo no puede
iniciarse sin la existencia de un acto administrativo formal que declare una obligación que
haya podido ser voluntariamente cumplida por su destinatario, por haberle sido notificado
su contenido (art. 50 de la LBPA). No cabe, pues, la ejecución forzosa de actos verbales,
salvo las actuaciones materiales que tienen lugar en las relaciones de policía (por ejemplo,
la aprehensión física de un delincuente tras la orden de entregarse).
ii. No es necesario que el acto administrativo a ejecutar reúna el carácter de firmeza, pues
puede ser ejecutado aun cuando haya sido objeto de una impugnación administrativa o
judicial, salvo que la ejecución sea detenida mediante la suspensión de su eficacia.
iii. El acto a ejecutar ha de poseer un grado de determinación suficiente, de manera que la
obligación que imponga no requiera ser concretada mediante especificaciones ulteriores.
Este requisito, no previsto en la LBPA, se desprende de la exigencia general del proceso
civil relativa a la liquidez de la deuda, como requisito para proceder a su exigencia en un
proceso ejecutivo. No cabría, pues, por ejemplo, la ejecución forzosa de un acuerdo
municipal en el que se ordenara al constructor de un edificio simplemente acomodarlo a las
ordenanzas municipales, sin indicar a cuáles.
iv. Por último, la potestad de ejecución sólo puede tener lugar previa notificación de su
iniciación (art. 50 inc. II de la LBPA).
d) Irretroactividad
El art. 52 de la LBPA, señala que los actos administrativos no tendrán efecto retroactivo,
salvo cuando produzcan consecuencias favorables para los interesados y no lesionen
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derechos de terceros. Significa que el acto sólo puede regir para el futuro, es decir, con
posterioridad a su entrada en vigencia.
Por lo tanto, la retroacción de los efectos del acto administrativo tiene carácter excepcional,
pudiendo producirse sólo en los supuestos y requisitos que el precepto transcrito menciona.
e) Impugnabilidad
Inherente a la condición de acto productor de efectos jurídicos que detenta el acto
administrativo, es que tales efectos puedan ser discutidos por los interesados mediante la
interposición de recursos administrativos o jurisdiccionales.
Impugnar, en sentido amplio quiere significar tanto “revisar” la legalidad del acto como la
oportunidad y mérito del mismo. La impugnabilidad del acto administrativo se configura
como una contrapartida indispensable al reconocimiento de la presunción de legalidad y de
la imperatividad que beneficia ordinariamente a la potestad de los órganos de la
administración, proveyendo al individuo medios eficaces para cuestionar y discutir la validez
del acto que se estima perjudicial.
El acto administrativo se presume legal por el solo ministerio de la ley y dicha presunción
se ve reforzada en los casos en que el acto ha sido sometido al control de legalidad de la
Contraloría General de la República, sin embargo, se trata de una presunción simplemente
legal o iuris tantum, lo que permite que pueda ser desvirtuada en un procedimiento
administrativo de impugnación o en un procedimiento contencioso administrativo.
Una concepción irrestricta del principio de legalidad, lleva a la conclusión de que cualquier
vicio en un elemento del acto administrativo acarrearía la nulidad y, por lo tanto, la pérdida
de eficacia y extinción del acto. Sin embargo, sólo una parte muy pequeña de la doctrina
entiende esto así, y lo que es más importante, en la realidad práctica nunca se ha entendido
de esa manera el principio de legalidad, ni mucho menos aplicado de esa forma. Y ello
porque la regla no escrita, pero asumida, es que solamente deben tomarse en
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consideración las gravísimas infracciones legales para que se proceda a declarar la nulidad.
En el Derecho comparado también se entiende de esa manera, de hecho, en esos
ordenamientos la regla general es la anulabilidad de los actos administrativos que infrinjan
lo establecido en las normas jurídicas.
Como consecuencia de lo anterior, en ocasiones el vicio del acto ni siquiera alcanzará para
su anulabilidad y posible convalidación, sino sólo para una irregularidad en el mismo, es
decir, un vicio no invalidante. Por ello, hay que distinguir entre la nulidad de pleno derecho,
la anulabilidad, y los vicios no invalidantes.
A.1. NULIDAD
La nulidad plena o de pleno derecho se dirige en contra de aquel acto administrativo que
adolece de una ilegitimidad grave y manifiesta; es decir, se trata del grado máximo de
invalidez, y supone que el acto es intrínsecamente ineficaz y, por ello, carece de efectos
ipso iure (de forma inmediata), tiene eficacia erga omnes, y no es saneable por la
confirmación o la prescripción.
En nuestro Derecho no existe una norma que señale expresamente qué vicios de legalidad
deben sancionarse con esta nulidad, pero se estima que esto sólo debe ocurrir con los
vicios más graves; y según algunos, estos vicios están mencionados en el art. 7 inc. I de la
CPR, de esta manera podemos señalar como causales:
- Actos que lesionen el contenido esencial de los derechos y libertades susceptibles de
amparo constitucional.
- Los dictados por órganos manifiestamente incompetentes en razón de la materia o
territorio.
- Los que sean constitutivos de infracción penal o se dicten como consecuencia de este.
- Los dictados prescindiendo total y absolutamente del procedimiento legalmente
establecido o de las normas que contienen normas esenciales para la formación de los
órganos colegiados.
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- Los actos expresos o presuntos contrarios al ordenamiento jurídico por los que se
adquieren facultades o derechos cuando se carezca de los requisitos esenciales para su
adquisición.
- Todas las disposiciones administrativas que vulneren la Constitución, las leyes u otras
disposiciones administrativas de rango superior, que regulen materias reservadas a la ley,
las que establecen retroactividad de sanciones no favoreciendo al sancionado o restrictivas
de derechos individuales.
- Cualquier otro que se establezca expresamente en una disposición de rango legal.
A.2. ANULABILIDAD
En todos los demás casos de vulneración al ordenamiento jurídico, incluso la desviación de
poder (ejercicio de potestad administrativa para fines distintos a los previstos por el
ordenamiento jurídico), los actos administrativos serán anulables. De lo anterior se extrae
una doble consecuencia, en primer lugar, se exige para la legitimación activa al menos un
interés en la anulabilidad y, en segundo lugar, la prescriptibilidad de la acción de anulación,
la que normalmente, por razones de seguridad jurídica, tiene un plazo breve.
A.3. VICIOS NO INVALIDANTES.
En los demás casos en que no se afecte un requisito esencial del acto, ni tan siquiera
procederá la anulabilidad, sino sólo la irregularidad del acto administrativo. Así, por ejemplo,
un defecto de forma, una actuación fuera de plazo, la omisión de un acto de trámite que no
causa perjuicio al interesado, etc.; en tales casos el acto administrativo puede ser
posteriormente subsanado. Ello ocurrirá cuando se expida un nuevo acto administrativo que
no contenga las irregularidades del acto original, pero manteniendo un contenido idéntico.
La LBPA contiene un principio no expresado, de permanencia o CONSERVACIÓN DE LOS
ACTOS ADMINISTRATIVOS. Pues, si bien para la ley no resulta indiferente la ilegalidad
del acto administrativo, ésta no permite la extinción del mismo por cualquier vicio, sino que
es exigible la concurrencia de ciertos requisitos para afectar la validez del acto. En dicho
sentido el art. 13 inc. II de la LBPA dispone que el vicio de procedimiento o de forma sólo
afecta la validez del acto administrativo cuando recae en algún requisito esencial del mismo,
sea por su naturaleza o por mandato del ordenamiento jurídico y genera perjuicio al
interesado. En consecuencia, a partir de la disposición transcrita, puede concluirse que, al
menos desde la perspectiva formal o procedimental, la legalidad del acto administrativo se
pone en entredicho cuando el requisito es esencial (por ejemplo, la notificación del acto, la
recepción de pruebas, la emisión de un informe) y siempre que dicha omisión cause
perjuicio al interesado, aplicando el viejo adagio procesal de que no hay nulidad sin
perjuicio. A ello se debe sumar la presunción de validez de la actuación, la cual debe ser
derribada por el legitimado activo, convenciendo al juez de la ilegalidad de que adolece el
acto, antes de anular el acto.
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El acto nulo no puede convalidarse, ni por Puede ser convalidado, incluso por el
el transcurso del tiempo, con lo que es transcurso del tiempo, por lo que una vez
imprescriptible y podrá solicitarse en transcurrido el plazo para accionar
cualquier momento. Nunca podrá tener el adquiere firmeza
acto simple.
Puede ser alegada, por cualquier persona, Solo puede ser invocada por quien tiene
en principio. interés legítimo o un derecho subjetivo.
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Capítulo 4
EL PROCEDIMIENTO ADMINISTRATIVO
Cabe aclarar además que el precepto alude claramente a que la concreción regulatoria especial
del iter administrativo esté contenido en una norma de jerarquía legal, declaración que es
plenamente compatible con la reserva que consagra el artículo 63 N° 18 de la CPR.
Consecuencia de lo anterior es que si el desarrollo o regulación del procedimiento administrativo
especial se encuentra incorporado a normas de jerarquía inferior a la ley, la aplicación de las
bases de la LBPA no puede quedar excluida,
En cuanto al ámbito de aplicación de esta ley, está establecido en su art. 2, el cual no comprende
a todos los órganos que integran la Administración del Estado señalados en el art. 1 de la
LOCBGAE ya que excluye a las empresas públicas creadas por ley y al Banco Central. Las
empresas públicas creadas por ley se excluyeron, puesto que éstas se rigen por el Derecho
común, así por ejemplo, sus relaciones laborales se regirán por el Código del Trabajo y no por el
Estatuto Administrativo, y sus decisiones por el Derecho civil, o bien, por el Derecho mercantil; y
por otra parte, al Banco Central también se excluyó de la aplicación de esta ley, pues en razón
de sus funciones no se le puede aplicar la normativa relativa al principio de transparencia, ya que
hay cierta información de este organismo que tiene el carácter de secreta.
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i. Pr incip io de escr it ur ación . Este principio implica, tal como lo señala el art. 5º de la
LBPA, que el procedimiento y los actos administrativos a los cuales da origen, se
expresarán por escrito o por medios electrónicos, a menos que su naturaleza exija o
permita otra forma más adecuada de expresión y constancia. El problema de esta
disposición, es que se puede entender que lo electrónico no es escrito; pero acá el
problema no es de escrituración o no, sino del soporte de ésta, pues todo expediente
debe constar por escrito, ya sea en soporte de papel o electrónico. En dicho expediente
se asentarán los documentos presentados por interesados, por terceros y otros órganos
públicos, con expresión de fecha y hora de recepción, respetando el orden de ingreso.
ii. Pr incip io de g r at uidad . Este principio, de acuerdo al art. 6º de la LBPA, implica que
en el procedimiento administrativo, las actuaciones que deban practicar los órganos de la
Administración del Estado serán gratuitas para los interesados, salvo disposición legal en
contrario. Por lo tanto, en la medida que el cobro constituye una carga o tasa,
necesariamente debe ser la ley la que establezca los casos en que se hace excepción al
principio de gratuidad.
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- Se decidirán en un sólo acto todos los trámites que, por su naturaleza, admitan un
impulso simultáneo, siempre que no sea obligatorio su cumplimiento sucesivo.
- Al solicitar los trámites que deban ser cumplidos por otros órganos, deberá
consignarse en la comunicación cursada el plazo establecido al efecto.
Esto se relaciona con el art. 5º inc. I de la LOCBGAE, que dispone que las autoridades y
funcionarios deberán velar por la eficiente e idónea administración de los medios públicos
y por el debido cumplimiento de la función pública.
vi. Pr incip io de cont r ad ict or iedad o de cont r adicción . De acuerdo al inc. I del art.
10 de la LBPA, los interesados podrán, en cualquier momento del procedimiento, aducir
alegaciones y aportar documentos u otros elementos de juicio. Esto se vincula a las
garantías de un justo y racional procedimiento (art. 19 N° 3 de la CPR), por tal razón, se
establece en el inc. II que los interesados podrán, en todo momento, alegar defectos de
tramitación, especialmente los que supongan paralización, infracción de los plazos
señalados o la omisión de trámites que pueden ser subsanados antes de la resolución
definitiva del asunto. Dichas alegaciones podrán dar lugar, si hubiere razones para ello,
a la exigencia de la correspondiente responsabilidad disciplinaria. Más aún, el inc. III
señala que los interesados podrán, en todo caso, actuar asistidos de asesor cuando lo
consideren conveniente en defensa de sus intereses.
En el entendido que este principio no sólo es un derecho, sino que constituye un deber
para la Administración, se establece en el inc. IV que en cualquier caso, el órgano
instructor adoptará las medidas necesarias para lograr el pleno respeto a los principios
de contradicción y de igualdad de los interesados en el procedimiento.
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viii. Pr incip io de abst ención . El principio de abstención constituye en realidad una regla
o norma que garantiza la imparcialidad de las autoridades o funcionarios de la
Administración, al establecer un listado de circunstancias que obligan a estas personas a
abstenerse de intervenir en el procedimiento (art. 12).
x. Pr incip io de ine xcus abil idad . Reafirmando el deber de resolver que recae sobre la
autoridad, el art. 14 inc. I de la LBPA dispone que la Administración estará obligada a
dictar resolución expresa en todos los procedimientos y a notificarla, cualquiera que sea
su forma de iniciación. Esto es una reiteración del principio conclusivo.
Por otro lado, el inc. II señala que requerido un órgano de la Administración para intervenir
en un asunto que no sea de su competencia, enviará de inmediato los antecedentes a la
autoridad que deba conocer según el ordenamiento jurídico, informando de ello al
interesado. A su vez, el inc. III señala que en los casos de prescripción, renuncia del
derecho, abandono del procedimiento o desistimiento de la solicitud, así como la
desaparición sobreviniente del objeto del procedimiento (causales de término anormal del
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El inc. II entrega una regla sustantiva muy importante, al señalar que sin embargo, los
actos de mero trámite son impugnables sólo cuando determinen la imposibilidad de
continuar un procedimiento o produzcan indefensión. Por último, el inc. III dispone que la
autoridad que acogiere un recurso interpuesto en contra de un acto administrativo, podrá
dictar por sí misma el acto de reemplazo.
xii. Pr incip io de t r anspa r encia y de pub l icid ad . Cierra este repertorio el principio de
transparencia y publicidad, consagrado desde el año 1999 en el art. 13 de la LOCBGAE,
y desde el año 2005 en el art. 8° de la CPR. Esta disposición sólo hace aplicación de
dichas disposiciones, habiendo sido reformulada al tenor de la Ley N° 20.285 sobre
Acceso a la Información Pública, del año 2008.
Son por una parte la Administración y por otra los interesados. Así se desprende del propio
artículo 18 de la LBPA, cuando da un concepto de procedimiento administrativo.
a) La administración
Es llevado a cabo por una Administración Pública, la que realizará de oficio los actos de
instrucción que sean necesarios para la determinación, conocimiento y comprobación de los
datos en virtud de los cuales deba pronunciarse en el acto administrativo, la norma no
necesariamente le entregará esta instrucción al órgano que parezca naturalmente competente
sino que puede corresponder a otro, por ejemplo, en el sistema de evaluación ambiental lo lleva
el Servicio de Evaluación de Impacto Ambiental pero la resolución es adoptada por la Comisión
Regional de Evaluación, que preside el Intendente.
Dos son los requisitos básicos que debe reunir el sujeto administrativo para iniciar, instruir y
resolver un procedimiento administrativo: (i) debe tener competencia y, (ii) debe ser un órgano
idóneo a quien no afecte una causal de inhabilidad.
b) El interesado
Los otros sujetos son los “administrados”, que deben tener la situación cualificada de
“interesados” para poder ser tomados en cuenta en el procedimiento administrativo. Interesado
es el portador o titular de una situación jurídica que puede quedar afectada por la resolución que
se adopte.
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sus derechos e intereses cuya actuación esté permitida por el ordenamiento jurídico-
administrativo sin la asistencia de la persona que ejerza la patria potestad, tutela o curatela. Se
exceptúa el supuesto de los menores incapacitados, cuando la extensión de la incapacitación
afecte al ejercicio y defensa de los derechos o intereses de que se trate.
El artículo 22 regula la actuación a través de apoderados, los que son definidos como los que
tienen las facultades para la consecución del acto administrativo, salvo manifestación expresa o
en contrario. El poder deberá constar por escritura pública o documento privado ante notario. Se
requerirá siempre escritura pública cuando el acto administrativo de que se trate produzca efecto
que exija esa solemnidad.
B. Providencias de mero trámite. Las providencias de mero trámite deberán dictarse por quien
deba hacerlo, dentro del plazo de 48 horas contado desde la recepción de la solicitud, documento
o expediente-
C. Informes. Los informes, dictámenes u otras actuaciones similares, deberán evacuarse dentro
del plazo de 10 días, contado desde la petición de la diligencia.
D. Decisión definitiva. Las decisiones definitivas deberán expedirse dentro de los 20 días
siguientes, contados desde que, a petición del interesado, se certifique que el acto se encuentra
en estado de resolverse. La prolongación injustificada de la certificación dará origen a
responsabilidad administrativa.
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- Cuando el último día del plazo sea inhábil, éste se entenderá prorrogado al primer día hábil
siguiente.
F. Ampliación de plazos.
La Administración, salvo disposición en contrario, puede conceder, de oficio o a petición de los
interesados, una ampliación de los plazos establecidos, que no exceda de la mitad de los
mismos, si las circunstancias lo aconsejan y con ello no se perjudican derechos de terceros (art.
26).
Tanto la petición de los interesados como la decisión sobre la ampliación, deberán producirse,
en todo caso, antes del vencimiento del plazo de que se trate. No puede ser objeto de ampliación
un plazo ya vencido.
A. Iniciación
Lo primero que debe indicarse, es que el procedimiento puede iniciarse de oficio, ya sea por una
orden superior, a petición de otro órgano, o por denuncia; o bien, a petición de parte interesada,
artículos 28 y 29 LBPA, cumpliendo la solicitud con los requisitos del art. 30.
Si bien se señalan una serie de requisitos con los que debe cumplir la solicitud presentada, ellos
no son determinantes para que se inicie el procedimiento, ya que en caso de que falte algún
requisito, el interesado tendrá un plazo de cinco días para subsanar la falta o acompañar los
documentos respectivos, y, en caso de no hacerlo, se tendrá por desistida su petición.
Es importante referirse a las medidas provisionales que regula el art. 32, pues, iniciado el
procedimiento, el órgano administrativo podrá adoptar, de oficio o a petición de parte, las medidas
provisionales que estime oportunas para asegurar la eficacia de la decisión que pudiera recaer,
si existiesen elementos de juicio suficientes para ello.
Sin embargo, antes de la iniciación del procedimiento administrativo, el órgano competente, de
oficio o a petición de parte, en los casos de urgencia y para la protección provisional de los
intereses implicados, podrá adoptar las medidas correspondientes. Estas medidas provisionales
deberán ser confirmadas, modificadas o levantadas en la iniciación del procedimiento, que
deberá efectuarse dentro de los quince días siguientes a su adopción, el cual podrá ser objeto
del recurso que proceda.
En todo caso, las medidas a que se refiere el inciso anterior, quedarán sin efecto si no se inicia
el procedimiento en dicho plazo, o cuando la decisión de iniciación no contenga un
pronunciamiento expreso acerca de las mismas.
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No se podrán adoptar medidas provisionales que puedan causar perjuicio de difícil o imposible
reparación a los interesados, o que impliquen violación de derechos amparados por las leyes.
Las medidas provisionales podrán ser alzadas o modificadas durante la tramitación del
procedimiento, de oficio o a petición de parte, en virtud de circunstancias sobrevinientes o que
no pudieron ser tenidas en cuenta en el momento de su adopción.
En todo caso, las medidas de que trata este artículo, se extinguirán con la eficacia de la
resolución administrativa que ponga fin al procedimiento correspondiente.
Por último, hay que señalar que está prevista en la LBPA la acumulación de procedimientos,
cuando ellos guarden identidad sustancial o íntima conexión (art. 33).
B. Instrucción.
La regulación que la LBPA hace de esta etapa, parte señalando que los actos de instrucción son
aquéllos necesarios para la determinación, conocimiento y comprobación de los datos en virtud
de los cuales deba pronunciarse el acto. Se realizarán de oficio por el órgano que tramite el
procedimiento, sin perjuicio del derecho de los interesados a proponer aquellas actuaciones que
requieran su intervención, o constituyan trámites legal o reglamentariamente establecidos (art.
34 de la LBPA). Los actos de instrucción pueden ser muy variados dependiendo del
procedimiento, siendo los principales la prueba, los informes y la información pública.
Los medios de prueba que se aceptan son aquellos que en general son admisibles en
Derecho, como los documentos, los testigos, los peritos, los medios audiovisuales, e
incluso la inspección personal por parte del instructor. En cuanto a la valoración de la
prueba, ésta se realiza en conciencia.
Por último, si bien la prueba es un acto de trámite, cabe aquí la impugnación, pues se
trata de un acto que puede producir indefensión.
ii. I nf or m es. El art. 37 de la LBPA, señala que para los efectos de la resolución del
procedimiento, se solicitarán aquellos informes que señalen las disposiciones legales, y
los que se juzguen necesarios para resolver, citándose el precepto que los exija o
fundamentando, en su caso, la conveniencia de requerirlos. Estos son usuales dentro de
un procedimiento administrativo, ya que en no pocas ocasiones la propia ley dispone que
es necesario evacuarlos en diversos trámites. En cuanto al valor de estos informes, por
regla general no son vinculantes, salvo que la ley disponga lo contrario.
iii. I nf or m ación pública . Por último, cabe referirse a la información pública que puede
solicitar quien resolverá el procedimiento. Esta figura se consagra en el art. 39 de la LBPA
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que señala que podrá ordenarse un periodo de información pública en que cualquier
persona pueda examinar el procedimiento o la parte del mismo que se indique.
Hay que tener claro que el hecho de que alguien actúe examinando el requerimiento a
través de esta información pública, no le da facultad para convertirse en interesado del
procedimiento, porque el interesado siempre se apersona en el procedimiento y en este
caso, no se da esa situación.
C. Finalización.
Lo importante respecto de esta etapa, es que no sólo la resolución final pone término al
procedimiento, sino que también lo hacen el desistimiento, la declaración de abandono, la
renuncia al derecho en que se funda la solicitud, y la imposibilidad material de continuarlo por
causas sobrevinientes. De ahí que se distinguen formas de terminación normal del procedimiento
(emisión de la resolución final) y anormales (todas las restantes).
i. A la resolución final se refiere el art. 41, el cual establece el contenido que debe tener.
Art. 41. Contenido de la resolución final. La resolución que ponga fin al procedimiento
decidirá las cuestiones planteadas por los interesados.
Las resoluciones contendrán la decisión, que será fundada. Expresarán, además, los
recursos que contra la misma procedan, órgano administrativo o judicial ante el que
hubieran de presentarse y plazo para interponerlos, sin perjuicio de que los interesados
puedan ejercitar cualquier otro que estimen oportuno.
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El inc. III del art. 41, da cuenta de la reformatio in peius, esto es, la resolución sólo puede
extenderse a las peticiones del particular, no estando permitido que la Administración
agrave la situación de éste, lo que se entiende sin perjuicio de su facultad para incoar de
oficio un procedimiento distinto.
Este acto administrativo terminal da cuenta del principio conclusivo, por un lado, y del
principio de inexcusabilidad, por otro.
Art. 43. Abandono. Cuando por la inactividad de un interesado se produzca por más de
treinta días la paralización del procedimiento iniciado por él, la Administración le advertirá
que si no efectúa las diligencias de su cargo en el plazo de siete días, declarará el
abandono de ese procedimiento.
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Esta figura sólo procede en caso de que haya involucrado un interés particular, pues de
acuerdo al art. 44 de la ley en comento “la Administración podrá no declarar el abandono,
cuando la cuestión suscitada afecte al interés general o fuera conveniente continuarla
para su definición y esclarecimiento”.
iv. Por último, es necesario señalar que la imposibilidad de continuar con el procedimiento
por causa sobreviniente, es una figura que no está desarrollada en la LBPA. Un ejemplo
de este caso, se daría cuando se pide la concesión de un bien que finalmente se destruye.
Conforme a los dispuesto en el artículo 51 inciso segundo, los decretos y las resoluciones
producirán efectos jurídicos desde su notificación o publicación, según sean de contenidos
individual o general.
A. La notificación
Debe distinguirse la práctica normal y expresa, de aquellos supuestos de notificación tácita.
En cuanto a la notificación normal, el legislador señala que los actos administrativos de efectos
individuales, deberán ser notificados a los interesados conteniendo su texto íntegro.
Las notificaciones deberán practicarse, a más tardar, en los cinco días siguientes a aquél en que
ha quedado totalmente tramitado el acto administrativo.
Las notificaciones se harán por escrito, mediante carta certificada dirigida al domicilio que el
interesado hubiere designado en su primera presentación o con posterioridad.
Las notificaciones por carta certificada se entenderán practicadas a contar del tercer día siguiente
a su recepción en la oficina de Correos que corresponda.
Las notificaciones podrán, también, hacerse de modo personal por medio de un empleado del
órgano correspondiente, quien dejará copia íntegra del acto o resolución que se notifica en el
domicilio del interesado, dejando constancia de tal hecho.
Respecto a la notificación tácita, el legislador señala que, aun cuando no hubiere sido practicada
notificación alguna, o la que existiere fuere viciada, se entenderá el acto debidamente notificado
si el interesado a quien afectare, hiciere cualquier gestión en el procedimiento, con posterioridad
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B. La publicación
El legislador indica que deberán publicarse en el Diario Oficial los siguientes actos
administrativos:
a) Los que contengan normas de general aplicación o que miren al interés general;
b) Los que interesen a un número indeterminado de personas;
c) Los que afectaren a personas cuyo paradero fuere ignorado, de conformidad a lo establecido
en el artículo 45;
d) Los que ordenare publicar el Presidente de la República; y
e) Los actos respecto de los cuales la ley ordenare especialmente este trámite.
Tratándose de los actos a que se refiere la letra c), la publicación deberá efectuarse los días 1º
ó 15 de cada mes o al día siguiente, si fuese inhábil.
Los actos publicados en el Diario Oficial se tendrán como auténticos y oficialmente notificados,
obligando desde esa fecha a su íntegro y cabal cumplimiento, salvo que se establecieren reglas
diferentes sobre la fecha en que haya de entrar en vigencia.
8. EL SILENCIO ADMINISTRATIVO.
En virtud del principio conclusivo, la Administración pública tiene el deber de resolver las
solicitudes que se le planteen, previa tramitación de un procedimiento administrativo; y si
transcurridos los plazos previstos por el ordenamiento, sin que se hubiere resuelto, operará la
figura del silencio administrativo, figura que constituye una garantía para el ciudadano, en cuanto
que, por una ficción legal, se entenderá que su solicitud ha sido aprobada, es decir, se entiende
que hay un acto administrativo presunto de contenido favorable (silencio positivo), o por el
contrario, si procediere, se entenderá que su solicitud fue rechazada (silencio negativo) y por
tanto, producirá el efecto de abrir la vía impugnatoria.
a) El silencio positivo.
Al respecto, el art. 64 inc. I de la LBPA señala que “transcurrido el plazo legal para resolver acerca
de una solicitud que haya originado un procedimiento, sin que la Administración se pronuncie
sobre ella, el interesado podrá denunciar el incumplimiento de dicho plazo ante la autoridad que
debía resolver el asunto, requiriéndole una decisión acerca de su solicitud. Dicha autoridad
deberá otorgar recibo de la denuncia, con expresión de su fecha, y elevar copia de ella a su
superior jerárquico dentro del plazo de 24 horas”. Agrega el inc. II que “si la autoridad que debía
resolver el asunto no se pronuncia en el plazo de cinco días contados desde la recepción de la
denuncia, la solicitud del interesado se entenderá aceptada”. Por último, para dar seguridad de
esta situación, el inc. III señala que “el interesado podrá pedir que se certifique que su solicitud
no ha sido resuelta dentro del plazo legal. Dicho certificado será expedido sin más trámite”.
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Como se puede apreciar, los elementos que deben concurrir para que opere la figura del silencio
positivo, son: una solicitud, cualquiera sea ésta, a la Administración; la inactividad de la
Administración, o sea, que ésta no se pronuncie respecto del tema; y la denuncia.
b) El silencio negativo.
ii. Casos en que Administración actúe de oficio. Esto se relaciona con el principio de
oficialidad (LOCBGAE) y con el mal llamado principio de celeridad (LBPA), es decir, con
la regla general de que en Chile los procedimientos administrativos se inician de oficio, y
no a petición de parte, salvo que la ley lo exija expresamente o se haga uso del derecho
de petición o reclamo.
iv. Cuando se ejercite por parte de alguna persona el derecho de petición del Nº 14 del art.
19 de la CPR, es decir, el derecho de presentar peticiones a la autoridad, sobre cualquier
asunto de interés público o privado, sin otra limitación que la de proceder en términos
respetuosos y convenientes.
El art 66 de la LBPA señala que “los actos administrativos que concluyan por aplicación del
silencio administrativo, tendrán los mismos efectos que aquéllos que culminaren con una
resolución expresa de la Administración, desde la fecha de la certificación respectiva”. Por tanto,
a partir de la certificación, se entiende que se agota la vía administrativa y, en el caso del silencio
negativo, se abre la vía jurisdiccional.
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A partir de lo señalado en la LBGAE y en la LBPA podemos decir que, en general, son recursos
administrativos: (i) el recurso de reposición; (ii) el recurso jerárquico y, (iii) el recurso de revisión.
La LBPA fija un plazo para su interposición que es de 5 días hábiles contados desde la
notificación o publicación del acto impugnado. También la autoridad llamada a resolver tiene un
plazo no superior a 30 días para su resolución, dentro del cual deberá oír al órgano inferior
recurrido, para que pueda formular sus descargos, por cualquier medio, escrito o electrónico.
En ambos casos, la resolución que acoge el recurso puede modificar, reemplazar o dejar sin
efecto el acto impugnado.
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Este recurso presenta dos características fundamentales: en primer lugar, procede sólo en contra
de actos firmes, es decir, actos respecto de los cuales no procede otra vía de impugnación y, en
segundo término, procede sólo por las causales tasadas que el artículo 60 enumera y que son:
El plazo para interponer el recurso será de un año que se computará desde el día siguiente a
aquél en que se dictó la resolución en los casos de las letras a) y b). Respecto de las letras c) y
d), dicho plazo se contará desde que la sentencia quede ejecutoriada, salvo que ella preceda a
la resolución cuya revisión se solicita, caso en el cual el plazo se computará desde el día siguiente
al de la notificación de ésta.
(i) LA INVALIDACIÓN
El artículo 53 señala: La autoridad administrativa podrá, de oficio o a petición de parte, invalidar
los actos contrarios a derecho, previa audiencia del interesado, siempre que lo haga dentro de
los dos años contados desde la notificación o publicación del acto.
La invalidación de un acto administrativo podrá ser total o parcial. La invalidación parcial no
afectará las disposiciones que sean independientes de la parte invalidada.
El acto invalidatorio será siempre impugnable ante los Tribunales de Justicia, en procedimiento
breve y sumario.
La invalidación es el retiro de un acto administrativo por la propia administración por ser contrario
a derecho, esto es, por padecer de un vicio originario de legalidad. Este acto produce sus efectos
mientras no se declare su ilegalidad, en razón de la presunción de legitimidad que los privilegia.
Su fundamento se halla en el deber que tiene todo órgano del Estado de conformar su acción a
la CPR y las normas dictadas conforme a ella. El principio de legalidad impone a la Administración
el deber jurídico –no facultad- de invalidar los actos administrativos contrarios a derecho.
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La invalidación en sustancia constituye una “nulidad en sede administrativa” y como tal comparte
las características propias de la eficacia de este tipo de actos: produce efectos erga omnes como
quiera que el acto es expulsado del ordenamiento con carácter general; y por otra parte la
invalidación opera –lo mismo que toda nulidad- con efecto ex tunc o retroactivo.
Procede tanto de oficio como a petición de parte. En este último caso, según el profesor
Bermúdez, “se erige en una vía de impugnación, incluso con un plazo privilegiado de 2 años, a
diferencia de los recursos administrativos”.
Queda sometida al trámite obligatorio de audiencia previa del interesado, a fin de salvaguardar
el “derecho a ser oído” en el procedimiento invalidatorio. La ausencia u omisión de este trámite
vicia el procedimiento invalidatorio.
La causal para hacer procedente la invalidación es que el acto sea contrario a derecho.
El art. 53 facilita a los particulares la vía jurisdiccional de impugnación del acto invalidatorio. Junto
con reconocer el principio de impugnabilidad ante los tribunales de justicia, dispone que éstos
conocerán en procedimiento breve y sumario, por lo que serán aplicables las normas contenidas
en el CPC, para el juicio sumario.
Al margen del lapso de dos años impuesto por la disposición transcrita, para el ejercicio de la
potestad invalidatoria, tanto la doctrina como la jurisprudencia administrativa y judicial,
concuerdan en expresar que dicha prorrogativa no es absoluta y que reconoce límites. En
especial el referido a la intangibilidad de los derechos incorporados al patrimonio de terceros de
buena fe que impide en consecuencia la revisión de dichos actos, permitiendo la consolidación
de situaciones creadas al amparo de estos. Se propende excepcionalmente así, a la
conservación de los efectos de los actos administrativos irregulares restringiendo la autotutela
anulatoria (invalidatoria) reconocida a la propia Administración.
(ii) LA REVOCACIÓN
El art. 61 de la LBPA señala: Los actos administrativos podrán ser revocados por el órgano que
los hubiere dictado. La revocación no procederá en los siguientes casos:
a) Cuando se trate de actos declarativos o creadores de derechos adquiridos legítimamente;
b) Cuando la ley haya determinado expresamente otra forma de extinción de los actos; o
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c) Cuando, por su naturaleza, la regulación legal del acto impida que sean dejados sin efecto.
Como en la revocación el acto que se retira ha sido desde su origen ajustado a derecho, ésta
sólo tiene eficacia ex nunc o pro futuro, nunca retroactiva.
(iii) LA ACLARACIÓN
El artículo 62 señala: “En cualquier momento, la autoridad administrativa que hubiere dictado una
decisión que ponga término a un procedimiento podrá, de oficio o a petición del interesado,
aclarar los puntos dudosos u obscuros y rectificar los errores de copia, de referencia, de cálculos
numéricos y, en general, los puramente materiales o de hechos que aparecieren de manifiesto
en el acto administrativo”.
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Al mismo tiempo, la ley reconoce al interesado un auténtico derecho de opción para acudir a la
vía administrativa o a la vía judicial para provocar la revisión de los actos administrativos. En
otras palabras, la estrategia impugnatoria es determinada por el interesado y no predefinida por
la ley.
Esta regla no resulta aplicable cuando la acción que se interpone es el recurso de protección.
Ello se da, en primer lugar, porque el artículo 20 de la CPR no establece limitación alguna
respecto de la interposición de dicha acción de amparo, de modo que, si la Constitución no lo
hace, mal podría una norma de rango inferior impedir que se utilice esta garantía frente a un
recurso administrativo. Además, el propio artículo 20 de la CPR señala que el recurso es
procedente “sin perjuicio de los demás derechos que pueda hacer valer ante la autoridad o los
tribunales correspondientes”.
Esta es una importantísima regla que, en definitiva, sirve para contar con el plazo íntegro de la
acción jurisdiccional. Sobre este punto es necesario destacar que la institución que opera en este
caso es la interrupción y no la suspensión del plazo. En sí la interrupción es más garantista que
la suspensión, debido a que el plazo se vuelve a contar desde cero. En cambio, si sólo se
suspendiera, éste se volvería a contar desde el remanente que quedaba al interponer el recurso
administrativo.
Naturalmente, aunque la ley no lo explicite, este efecto sólo puede predicarse de los recursos
ordinarios, a diferencia de lo que ocurre con el recurso extraordinario de revisión, que procede
contra resoluciones firmes (esto es, una vez vencidas las posibilidades de recurso administrativo
ordinario, por no ejercicio oportuno o por resolución desestimatoria a su respecto).
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Volviendo al caso del recurso de protección, debemos señalar que la jurisprudencia en un primer
momento, había manifestado que la norma del artículo 54 inciso segundo tampoco se aplicaría
respecto de dicha acción cautelar. El argumento que sostenía esta postura se basaba en que el
recurso de protección es una vía urgente y extraordinaria y esa urgencia no sería tal si el
particular intenta otras vías de impugnación. Se suma además, el hecho de que la reclamación
administrativa no impide la interposición de la acción de protección (CS sentencias de 31 de
mayo de 2006, rol 1716-2006 y 18 de octubre de 2006, rol 5117-2006). No obstante lo anterior
la jurisprudencia de la Corte Suprema ha evolucionado hacia una interpretación más garantista,
que se mantiene hasta hoy, entendiendo que la interrupción del plazo para la acción jurisdiccional
también alcanza a la acción de protección.
C. Inhibición administrativa
Si respecto de un acto administrativo se deduce acción jurisdiccional por el interesado, la
Administración deberá inhibirse de conocer cualquier reclamación que éste interponga sobre la
misma pretensión.
Es una regla de coordinación, pero que opera en un momento posterior. En este caso el particular
recurre al juez en primer lugar, y mientras se tramita el reclamo ante los tribunales, recurre a la
Administración. La Administración, ante esta situación, debe abstenerse de conocer, por dos
razones: evitar decisiones contradictorias en un mismo tiempo; y por la preeminencia de los
recursos jurisdiccionales. Esta situación es manifestación, además de la tutela jurisdiccional
efectiva, puesto que en teoría un proceso jurisdiccional ofrecerá más garantías que el
administrativo.
D. Insuspensibilidad de los efectos del acto administrativo
La interposición de los recursos administrativos no suspenderá la ejecución del acto impugnado.
Con todo, la autoridad llamada a resolver el recurso, a petición fundada del interesado, podrá
suspender la ejecución cuando el cumplimiento del acto recurrido pudiere causar daño
irreparable o hacer imposible el cumplimiento de lo que se resolviere, en caso de acogerse el
recurso.
En efecto, la simple interposición de un recurso administrativo no suspende por regla general la
ejecución del acto impugnado, en virtud de la presunción de legalidad, imperatividad y
exigibilidad.
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Capítulo 5
FORMAS DE REVISIÓN DE LOS ACTOS ADMINISTRATIVOS
1. INTRODUCCIÓN
Todos los días la Administración del Estado dicta cientos de actos administrativos, asimismo,
realiza miles de actuaciones materiales. Todos ellos son, por lo general, actuaciones de
contenido particular, y a veces de contenido normativo (reglamentos), e inciden en la esfera
patrimonial y privada de los administrados a quienes van dirigidas tales actuaciones. Respecto
de la mayoría de ellas no existe duda de su legalidad, pues existen argumentos de texto que
permiten fundar una presunción de legitimidad (art. 3º inc. final de la LBPA), sin embargo, existen
situaciones en que la actuación jurídica o material es ilegal, es decir, se aparta del principio de
juridicidad, por tanto, el destinatario del acto impugnará la actuación para buscar su extinción y/o
la compensación de sus efectos.
Las bases constitucionales del Estado de Derecho, basándose en los arts. 6º y 7º de la CPR, son:
el principio de supremacía constitucional; el principio de juridicidad; el principio de separación de
órganos y funciones; el principio de responsabilidad; y el reconocimiento de los derechos
fundamentales de las personas.
Por tanto, el principio de juridicidad es un principio fundamental para la vigencia del Estado de
Derecho, y debido a ello, deben estructurarse mecanismos eficientes para su control que
aseguren su vigencia, y un sistema de responsabilidad en el que se prevean las consecuencias
de una actuación que se aparte del cauce fijado por el ordenamiento jurídico administrativo.
El fundamento del control de los actos de la Administración del Estado, encuentra su apoyo en
los arts. 6º y 7º de la CPR, y en los arts. 2º y 3º inc. ii de la LOCBGAE, y en el principio de
impugnabilidad consagrado en la LBPA. Pues en nuestra CPR, el mandato que somete y vincula
toda la actuación del Estado al ordenamiento jurídico, se encuentra en los arts. 6º y 7º, lo cual
tiene una manifestación particularizada, a propósito de la propia Administración del Estado, en
los arts. 2º y 3º inc. ii de la LOCBGAE.
- Cont r ol par lam ent ar i o , el cual se realiza a través de la fiscalización de los actos
del gobierno por la Cámara de Diputados (art. 52 N° 1 CPR) y mediante el juicio
político, que comprende la acusación constitucional establecida en el artículo 52 N° 2
de la CPR, por parte de la Cámara de Diputados y el juicio propiamente tal, de
competencia del Senado, artículo 53 N° 1 CPR.
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- Cont r ol adm inist r at i vo , el cual puede ser interno, en caso de que sea efectuado
por la propia Administración Pública que realizó la actuación (contralorías internas,
departamentos de control, fiscalías), o en conocimiento de los recursos administrativos
(de reposición, jerárquico, de revisión) u otras vías de impugnación; y externo,
efectuado principalmente por la CGR o por algunas Superintendencias.
- Cont r ol j ur isdicc iona l , ejercido por el TC; la interposición del recurso protección; o
por los Tribunales ordinarios y especiales en conocimiento de asuntos contencioso-
administrativos.
ii. Desde la perspectiva del momento en que se ejerce el control, éste puede ser preventivo
o represivo. Los controles preventivos, por lo general, corresponden a controles de tipo
administrativo, ya sean internos o externos, bajo la modalidad de trámites previos al acto
controlado (por ejemplo, el trámite de la toma de razón). En el caso del control
jurisdiccional, éste por regla general es represivo, sin embargo, existen casos de control
a priori, como el que realiza el TC a partir del requerimiento que realiza el Presidente de
la República, cuando la CGR ha representado un decreto por adolecer de
inconstitucionalidad.
3. EL CONTROL ADMINISTRATIVO.
Es aquel que opera en el propio órgano de la Administración, ya sea por el mismo órgano que
dictó el acto o por su superior jerárquico (recursos administrativos), o por las unidades u órganos
internos dispuestos por el ordenamiento jurídico; extendiéndose el control a aspectos de
legalidad, mérito, oportunidad d o conveniencia, y eficiencia y eficacia de la actuación
administrativa.
Como se señaló, uno de los instrumentos del control interno es el que se realiza por el propio
órgano que dictó el acto (recurso de reposición), o por el superior jerárquico de éste (recurso
jerárquico). Obviamente, el primero de ellos es menos efectivo, ya que implica que el propio
órgano que dictó el acto establezca su improcedencia, pero ello no implica que no pueda
utilizarse como una etapa administrativa relevante para conocer los argumentos que tuvo la
Administración para adoptar dicha medida. El control jerárquico, en cambio, es más relevante en
la práctica, y tiene su fundamento en la obligación general que pesa sobre las autoridades y
jefaturas de la Administración pública de ejercer un control jerárquico permanente del
funcionamiento de los organismos y de la actuación del personal de su dependencia (art. 11 inc.
I de la LOCBGAE).
Por último, hay que mencionar al recurso extraordinario de revisión (art. 60 de la LBPA), el cual
procede en contra de actos administrativos firmes, siempre y cuando no haya transcurrido un
año desde que se haya dictado, o se haya establecido por sentencia judicial ejecutoriada la
falsedad de los documentos o las irregularidades generadas en el procedimiento administrativo
de dictación. La LBPA establece taxativamente los casos en que procede este recurso, lo cual
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debe interpretarse restrictivamente, pues éste supone una alteración de una situación
administrativa ya afinada, y en el que probablemente se afectarán derechos de terceros
generados al amparo del acto anterior.
En todo órgano y servicio público que integra la Administración, siempre se crean órganos o
mecanismos de control interno, los que en algunos casos se denominan Fiscalía (por ejemplo,
en el MOP), en otros se denomina contraloría interna (por ejemplo, en las Universidades
Estatales), o también pueden denominarse Unidades de Control (como ocurre en las
Municipalidades). Es difícil hacer una categoría general, pero desde el punto de vista orgánico,
hay distintas unidades dentro de los servicios públicos que dan cuenta del control interno.
En la mayoría de los casos se trata de un control jurídico que pretende que los actos cumplan
con los requisitos para su validez (por ejemplo, el control de legalidad de los actos municipales
llevado a cabo por la Unidad de Control). También puede haber un control presupuestario, que
pretende fiscalizar que el gasto, que se encuentra en el ítem de presupuestos, no exceda el
monto autorizado (en materia municipal también se encuentra radicado en la Unidad de Control).
Además, puede haber un control de gestión, vinculado con la eficiencia y eficacia de la
Administración pública, sobre un conjunto de actuaciones.
La labor desarrollada por estas unidades de control ha contribuido enormemente a la eficacia del
control de la actividad administrativa, y ha sido un buen contrapunto a la imposibilidad material
que afecta a la CGR para fiscalizar a todos los órganos de la Administración del Estado en todas
sus actuaciones. De este modo se ha pasado de un control centralizado y burocrático de la
actividad administrativa, a un control “descentralizado” radicado en los propios órganos de la
Administración del Estado, sujeto por cierto, al control último de la CGR, lo que ha contribuido a
la celeridad y eficiencia de la actuación administrativa.
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Organización interna.
i. Cont r alor G ener al d e la R epúb lica . El art. 98 inc. II de la CPR, señala que el
Contralor deberá tener a lo menos diez años de título de abogado, haber cumplido
cuarenta años de edad y poseer las demás calidades necesarias para ser ciudadano con
derecho a sufragio. Será designado por el Presidente de la República con acuerdo del
Senado adoptado por los tres quintos de sus miembros en ejercicio, por un período de
ocho años y no podrá ser designado para el período siguiente. Con todo, al cumplir 75
años de edad cesará en el cargo. El Contralor, debido a su autonomía, es inamovible en
su cargo, salvo que sea removido como consecuencia de un juicio constitucional por
notable abandono de sus deberes.
iii. Di vis iones . Actualmente la CGR cuenta con nueve divisiones, cuales son: la división
jurídica, de contabilidad, de auditoría administrativa, de toma de razón y registro, de
infraestructura y regulación, de coordinación, de municipalidades, la Fiscalía, y la
Secretaría General. Esta organización es distinta a la que establece el art. 2º inc. III de la
LOCGR (la cual habla, además, de Departamentos), y esto es así porque el Contralor
puede suprimir, fusionar o crear órganos, lo cual es muy particular, pues ningún jefe de
servicio tiene esta facultad.
iv. Cont r alor ías Reg ion ales . Por último, de acuerdo al art. 24 inc. I de la LOCGR, el
Contralor General podrá constituir dependencias de la Contraloría en las zonas del país
que él determine, con el objeto de facilitar y hacer más eficaz el control que la ley le
encomienda. Es así que la CGR (organismo centralizado) se desconcentra
territorialmente en Contralorías Regionales.
ii. Fiscalizará el ingreso y la inversión de los fondos del Fisco, de las municipalidades y de
los demás organismos y servicios que determinen las leyes; examinará y juzgará las
cuentas de las personas que tengan a su cargo bienes de esas entidades (f unción
j ur isdiccion al ). Esta función se realiza a través del juicio de cuentas, el cual tiene por
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objeto juzgar las cuentas de las personas o funcionarios que tienen a su cargo fondos o
bienes públicos (cuentadantes), velar por la legalidad de sus ingresos e inversiones, y por
la veracidad y fidelidad de las cuentas, la autenticidad de la documentación y la exactitud
de las operaciones aritméticas y de contabilidad.
Este juicio tiene dos etapas: una etapa de carácter administrativo que es el examen de
cuentas, en donde hay tres posibilidades: en primer lugar, que la cuenta sea finiquitada,
es decir, que no haya reparos sobre ella; la segunda posibilidad es que se hagan
observaciones a la cuenta, es decir, que ésta tenga defectos no importantes; por último,
puede que los defectos sean de envergadura, caso en el cual, se hace un reparo, y de
este reparo se salta a la etapa jurisdiccional que es el juicio de cuentas, pues el reparo
constituye la demanda con la que se inicia este juicio, en cuya primera instancia actúa el
Subcontralor, y en segunda instancia el Tribunal de Cuentas de Segunda Instancia, el
cual está integrado por el Contralor General, quien lo presidirá, y por dos abogados
designados por el Presidente de la República, a propuesta de una terna elaborada por el
Contralor General; a este Tribunal le corresponde conocer los recursos de apelación y de
revisión que se interpongan durante la tramitación de un juicio de cuentas. En todas estas
etapas, a la Fiscalía de la CGR le corresponde actuar como parte en defensa de los
intereses patrimoniales del Estado.
iv. Desempeñará las demás funciones que le encomiende la ley orgánica constitucional
respectiva. Así, de acuerdo a la LOCGR, a la Contraloría le corresponde:
- Por último la CGR lleva a cabo un control jurídico mediante sumarios administrativos,
para hacer efectiva la responsabilidad de los funcionarios (se hacen por escrito y son
secretos durante su tramitación); a través de auditorías e investigaciones especiales,
con el objeto de velar por el cumplimiento de las normas jurídicas, el resguardo del
patrimonio público y el principio de probidad administrativa; y mediante un control de
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los funcionarios públicos, lo cual se materializa a través de una hoja de vida del
funcionario, en la cual se anotan todas las medidas de las que este sea objeto (por
ejemplo, se registran los decretos de nombramiento, las inhabilidades para el
desempeño de cargos públicos).
Toma de razón.
a) Características:
i. Es un control administrativo externo, pues se realiza por un órgano que forma parte de la
Administración del Estado, externo al organismo objeto de control.
ii. Se trata de un control selectivo, ya que no se ejerce respecto de todos los actos
administrativos que emanan de la Administración Pública, sino que sólo respecto de
aquellos considerados “esenciales”, que por regla general, son aquellos firmados por el
Presidente de la República, sin perjuicio de otras materias. Los demás, son actos de
carácter “exento”, los cuales están determinados por la ley o por una resolución que
puede dictar el Contralor General de acuerdo al art. 10 inc. V de la LOCGR.2
iii. Es un control jurídico tanto de constitucionalidad como de legalidad, pues se ejerce sobre
los elementos reglados del acto, por lo tanto, no corresponde revisar los supuestos de
hecho o de oportunidad. A través de este control se realiza un contraste entre la norma
jurídica y la actuación material o el acto administrativo recaído sobre un caso en particular.
iv. Este trámite puede ser delegado en el Subcontralor, en el jefe de la División de Toma de
Razón y Registro, y en los Contralores Regionales. En estos casos el trámite se realiza
por orden del Contralor General.
v. Es un control unitario, en cuanto sólo un órgano puede realizarlo. Se trata de una facultad
entregada constitucionalmente sólo al Contralor, quien la ejerce de forma privativa y con
independencia en la toma de decisión de cualquier otra autoridad
vi. Se trata de un control preventivo, sin embargo, debe tenerse en cuenta que el trámite se
verifica una vez que la Administración Pública ya ha tomado la decisión respectiva, es
decir, una vez aplicado el ordenamiento jurídico al caso concreto, pero con anterioridad a
la ejecución del acto; exceptuándose los denominados “decretos o resoluciones de
urgencia”, los cuales tienen aplicación inmediata una vez que han sido publicados en el
Diario Oficial o notificados a su destinatario, posponiendo el trámite de toma de razón (por
ejemplo, el DS que nombra a un Ministro de Estado, esto por razones de buen servicio).
2
La resolución que fija actualmente las normas sobre exención, es la Resolución Nº 7, del año 2019.
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viii. La toma de razón no posee una juridicidad definitiva e inamovible, sólo posee una
presunción de juridicidad, por lo que el acto puede ser examinado, en caso de duda,
recurriendo a los Tribunales de Justicia o al TC.
i. Los decretos. Se entiende que el art. 99 hace referencia a los decretos supremos, esto
es, la orden escrita que dicta el Presidente de la República o un Ministro "Por orden del
Presidente de la República", sobre asuntos propios de su competencia.
ii. Resoluciones. Hay que recordar que, de acuerdo al art. 3º de la LBPA, los actos
administrativos pueden tomar la forma de resoluciones, esto es, órdenes escritas que
dictan las autoridades administrativas dotadas de poder de decisión.
iv. Los DFL, es decir, aquellas normas jurídicas con rango de ley que emanan del Poder
Ejecutivo en virtud de una delegación expresa efectuada por el Poder Legislativo . Ésta
es la única norma con rango legal que se somete al trámite de toma de razón, por lo que
su examen se remite tanto a la ley delegatoria como a la CPR.
c) Tramitación:
Una vez emitido el decreto o resolución por el organismo respectivo, éste ingresa a la División
de Toma de Razón, la cual estudia su legalidad, proponiendo al Contralor General alguna de las
siguientes alternativas:
i. Lo tramita, tomando razón del acto. Es decir, se estima que éste se ajusta a la legalidad,
caso en cual, el acto es devuelto para que sea dictado y produzca sus efectos.
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- Insiste, es decir, dicta un DS de insistencia con la firma de todos los ministros, dado
que no se conforma con la representación de la CGR. En este caso, la CPR salva el
impasse en favor del Presidente y ordena que la Contraloría tome razón del decreto
insistido, naciendo a la vida jurídica un acto ilegal. La CGR deberá enviar copia de los
antecedentes a la Cámara de Diputados (de ambos decretos), pudiendo surgir una
eventual responsabilidad solidaria de los Ministros.
Hay que tener presente que la CPR establece supuestos en los que no cabe la insistencia,
a saber:
- Decretos de gastos que exceden el límite señalado en la CPR. En este caso la CGR
deberá remitir los antecedentes a la Cámara de Diputados.
La CGR tiene un plazo de 15 días, contados desde la fecha de recepción del acto, prorrogables
por otros 15 en caso de motivos graves y calificados, para la toma de razón. Si no lo hace, la
potestad no expira por su no ejercicio, ni tampoco está señalado un caso de silencio
administrativo positivo, pues no se aplica la LBPA, ya que de acuerdo al art. 1º inc. II de la LOCGR
la toma de razón de los actos de la Administración del Estado se regiraá por lo dispuesto en la
CPR y LOCGR. Por lo tanto, se trata de un plazo no perentorio.
El Contralor, de oficio o a petición de parte, podrá, por resolución fundada, autorizar que se
cumplan antes de su toma de razón los decretos o resoluciones que dispongan medidas que
tiendan a evitar o reparar daños a la colectividad o el Estado, originados por catástrofes
naturales, calamidades públicas u otras emergencias o medidas que perderían su oportunidad o
estarían expuestas a desvirtuarse si no se aplicaran inmediatamente, siempre que no afectaren
los derechos esenciales de las personas. El decreto o resolución que se acoja a esta autorización
deberá expresar la circunstancia en que se funda.
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Por otro lado, una vez que se ha tomado razón de un decreto o resolución se produce el
desasimiento de la CGR. Sin embargo, es necesario tener presente que ésta cuenta con la
facultad de emitir dictámenes respecto de los actos cursados, por lo que podría emitir un
dictamen en un sentido contrario al de la toma de razón.
b.2 Consejo para la transparencia. Ley N° 20.285 sobre acceso a la información pública.
Principio de transparencia
Su base constitucional se encuentra en el artículo 8º inc. 2º de la CPR el que fue
incorporado al texto constitucional por reforma del año 2005.
El citado artículo 8º inciso 2º de la CPR indica: “Son públicos los actos y resoluciones de
los órganos del Estado, así como sus fundamentos y los procedimientos que utilicen. Sin
embargo, sólo una ley de quórum calificado podrá establecer la reserva o secreto de
aquellos o de éstos, cuando la publicidad afectare el debido cumplimiento de las funciones
de dichos órganos, los derechos de las personas, la seguridad de la Nación o el interés
nacional.”
Con fecha 20 de agosto de 2008, se publicó la Ley 20.285, sobre acceso a la información
pública. La entrada en vigencia de dicha ley fue en abril de 2019.
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Armadas, de Orden y Seguridad Pública, y los órganos y servicios públicos creados para el
cumplimiento de la función administrativa. También se aplicarán las disposiciones que esta
ley expresamente señale a las empresas públicas creadas por ley y a las empresas del
Estado y sociedades en que éste tenga participación accionaria superior al 50% o mayoría
en el directorio. Por su parte, indica que los demás órganos del Estado se ajustarán a las
disposiciones de sus respectivas leyes orgánicas que versen sobre los asuntos de esta
materia.
La jurisprudencia del Consejo para la Transparencia ha hecho aplicable también estas
normas a las universidades estatales.
Transparencia activa
La obligación de transparencia activa implica el deber de los órganos de la Administración
del Estado de mantener a disposición permanente del público, a través de sus sitios
electrónicos, determinados antecedentes actualizados, al menos, una vez al mes.
Las materias que deben ser informadas en transparencia activa son:
a) Su estructura orgánica.
b) Las facultades, funciones y atribuciones de cada una de sus unidades u órganos internos.
c) El marco normativo que les sea aplicable.
d) La planta del personal y el personal a contrata y a honorarios, con las correspondientes
remuneraciones.
e) Las contrataciones para el suministro de bienes muebles, para la prestación de servicios,
para la ejecución de acciones de apoyo y para la ejecución de obras, y las contrataciones
de estudios, asesorías y consultorías relacionadas con proyectos de inversión, con
indicación de los contratistas e identificación de los socios y accionistas principales de las
sociedades o empresas prestadoras, en su caso.
f) Las transferencias de fondos públicos que efectúen, incluyendo todo aporte económico
entregado a personas jurídicas o naturales, directamente o mediante procedimientos
concursales, sin que éstas o aquéllas realicen una contraprestación recíproca en bienes o
servicios.
g) Los actos y resoluciones que tengan efectos sobre terceros.
h) Los trámites y requisitos que debe cumplir el interesado para tener acceso a los servicios
que preste el respectivo órgano.
i) El diseño, montos asignados y criterio de acceso a los programas de subsidios y otros
beneficios que entregue el respectivo órgano, además de las nóminas de beneficiarios de
los programas sociales en ejecución. No se incluirán en estos antecedentes los datos
sensibles, esto es, los datos personales que se refieren a las características físicas o
morales de las personas o a hechos o circunstancias de su vida privada o intimidad, tales
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como los hábitos personales, el origen social, las ideologías y opiniones políticas, las
creencias o convicciones religiosas, los estados de salud físicos o psíquicos y la vida sexual.
j) Los mecanismos de participación ciudadana, en su caso.
k) La información sobre el presupuesto asignado, así como los informes sobre su ejecución,
en los términos previstos en la respectiva Ley de Presupuestos de cada año.
l) Los resultados de las auditorías al ejercicio presupuestario del respectivo órgano y, en
su caso, las aclaraciones que procedan.
m) Todas las entidades en que tengan participación, representación e intervención,
cualquiera sea su naturaleza y el fundamento normativo que la justifica.
Toda la información señala anteriormente deberá incorporarse en los sitios electrónicos en
forma completa y actualizada, y de un modo que permita su fácil identificación y un acceso
expedito. Aquellos órganos y servicios que no cuenten con sitios electrónicos propios,
mantendrán esta información en el medio electrónico del ministerio del cual dependen o se
relacionen con el Ejecutivo, sin perjuicio de lo cual serán responsables de preparar la
automatización, presentación y contenido de la información que les corresponda.
Transparencia pasiva
Los actos y resoluciones de los órganos de la Administración del Estado, sus fundamentos,
los documentos que les sirvan de sustento o complemento directo y esencial, y los
procedimientos que se utilicen para su dictación, son públicos, salvo las excepciones que
establece esta ley y las previstas en otras leyes de quórum calificado.
Asimismo, es pública la información elaborada con presupuesto público y toda otra
información que obre en poder de los órganos de la Administración, cualquiera sea su
formato, soporte, fecha de creación, origen, clasificación o procesamiento, a menos que
esté sujeta a las excepciones señaladas.
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2. Sanciones.
Las sanciones que puede imponer el servicio se encuentran reguladas en los artículos 45
al 49 de la Ley de Transparencia.
Se regula la situación de la autoridad o jefatura o jefe superior del órgano o servicio de la
Administración del Estado, requerido, que hubiere denegado infundadamente el acceso a
la información, contraviniendo, así, lo dispuesto en el artículo 16, será sancionado con multa
de 20% a 50% de su remuneración.
Por su parte, la no entrega oportuna de la información en la forma decretada, una vez que
ha sido ordenada por resolución a firme, será sancionada con multa de 20% a 50% de la
remuneración correspondiente.
Si la autoridad o jefatura o jefe superior del órgano o servicio de la Administración del
Estado, requerido, persistiere en su actitud, se le aplicará el duplo de la sanción indicada y
la suspensión en el cargo por un lapso de cinco días.
El incumplimiento injustificado de las normas sobre transparencia activa se sancionará con
multa de 20% a 50% de las remuneraciones del infractor.
Las sanciones deberán ser publicadas en los sitios electrónicos del Consejo y del respectivo
órgano o servicio, dentro del plazo de cinco días hábiles, contados desde que la respectiva
resolución quede a firme.
4. EL CONTROL JURISDICCIONAL.
Un principio rector del Estado de Derecho, es el principio de juridicidad, el cual deben respetar
todos los órganos del Estado; por tanto, si un ciudadano sufre una vulneración o afectación de
sus derechos por parte de un órgano del Estado (o de un particular), puede siempre recurrir a
los tribunales que establece la ley para pedir tutela de esos derechos. Esto último se denomina
tutela judicial, la cual tiene dos perspectivas: una objetiva, que dice relación con la existencia de
un poder jurisdiccional que debe conocer las causas civiles y criminales (principio de
inexcusabilidad), y ejecutar lo que resuelve (art. 76 de la CPR); y una perspectiva subjetiva, la
cual se refiere al derecho de acceso a la justicia (art. 19 Nº 3 CPR).
En consecuencia, sólo serán recurribles aquellos actos aptos de causar una lesión sobre los
derechos del ciudadano. Aquí no sólo se comprenden los derechos fundamentales, sino que
también todos los derechos que establezca el ordenamiento jurídico a favor del administrado, no
importando su ubicación jerárquica.
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Ya en el año 1989, y gracias a un acuerdo político, nuestra CPR es reformada, y toda mención
a los tribunales administrativos es suprimida de ella, y con esto dejó de existir fundamento jurídico
para que los tribunales ordinarios sostuvieran su incompetencia respecto del control de la
actividad administrativa, dando un gran paso hacia la consolidación de la vigencia del Estado de
Derecho.
Por lo tanto, hoy los tribunales ordinarios de justicia son plenamente competentes para conocer
de las causas contencioso-administrativas, las que se regirán por las normas comunes en
materia procesal.
Lo contencioso administrativo dice relación con los procesos jurisdiccionales que se siguen en
contra de la Administración. Hay que recordar que esto es un derecho procesal distinto del
procedimiento administrativo, pues éste último hace referencia a los actos internos necesarios
para la configuración de la voluntad de la Administración (esto se regula por la LBPA); en cambio,
el contencioso administrativo hace referencia al proceso que se lleva ante un tribunal de justicia,
y en donde la Administración es parte.
En nuestro país existen cientos de contenciosos especiales, como, por ejemplo, el contencioso
municipal, el contencioso regional, sanitario, laboral, ambiental, etc. Todos estos procedimientos
desplazan al contencioso general, pues lo lógico es que exista un sólo pronunciamiento, en razón
del principio de certeza y seguridad jurídica.
C) Tribunales competentes.
Para saber cuál es el tribunal competente que conoce de una acción contencioso-administrativa,
hay que ver si se está en presencia de un contencioso general o especial.
i. Como se dijo, los asuntos contenciosos generales son de competencia de los tribunales
ordinarios de justicia, concretamente, de los Jueces de Letras en lo Civil del domicilio del
demandado (en caso de que no haya habido prórroga de la competencia), pues de
acuerdo a la normativa orgánica, éstos son los tribunales ordinarios comunes de nuestro
orden jurisdiccional; en segunda instancia actúan las Cortes de Apelaciones respectivas,
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ii. En los asuntos contenciosos especiales, hay que estarse a la regulación que se haga de
cada uno de estos. Así, por ejemplo, de acuerdo al art. 60 de la LBMA será competente
para conocer de las causas que se promuevan por infracción de la presente ley, el juez
de letras en lo civil del lugar en que se origine el hecho que causa el daño, o el del
domicilio del afectado a elección de este último; por otro lado, a la CA le corresponde el
conocimiento de los reclamos de ilegalidad por actuación municipal y regional; y la CS,
en única instancia y como jurado, conoce de las reclamaciones en contra de resoluciones
administrativas que dispongan la pérdida o desconocimiento de la nacionalidad chilena.
Debe tenerse en cuenta que no toda la Administración pública goza de personalidad jurídica, por
lo que sólo aquellas que detentan el carácter de personas pueden ser arrastradas a juicio. Ahora
bien, las Administraciones que se organizan bajo una fórmula centralizada y que, por tanto,
actúan con la personalidad jurídica común del Estado, serán representadas en juicio por el
organismo que cuenta con la competencia específica para tal efecto: el Consejo de Defensa del
Estado, el cual tiene por objeto, principalmente, la defensa judicial de los intereses del Estado.
Por último, en relación al rol de los terceros en lo contencioso administrativo, la regla general es
que aquéllos que detentan derechos que se derivan del acto impugnado, tienen el carácter de
terceros y, por tanto, pueden intervenir en el proceso, haciendo valer las alegaciones y defensas
que estimen necesarias para la defensa de su derecho. Sin embargo, resulta mucho más
compleja la situación de aquellos terceros que no tienen un derecho subjetivo involucrado en el
acto administrativo o no sufren un daño por dicho acto, presentando sólo un interés. En tal caso,
la jurisprudencia no resulta clara y no existe una disposición legal que resuelva el punto.
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La causal que habilita a la interposición del recurso dice relación con un acto u omisión arbitrario
o ilegal, pudiendo provenir de cualquier sujeto, sea este público o privado, e incluso, no siendo
necesario que sea determinado expresamente.
Tribunal competente: la Corte de Apelaciones respectiva, esto es, la Corte en cuya jurisdicción
se hubiere cometido el acto o incurrido en la omisión arbitraria o ilegal que ocasionen privación,
perturbación o amenaza.
Persona que interpone la acción: el afectado o cualquiera a su nombre. Al respecto, debe tenerse
en cuenta que el recurso de protección no es una acción popular, ya que, si bien cualquier
persona puede interponerlo en favor de otra que ha visto amagados sus derechos
fundamentales, el legitimado activo directo siempre es el titular del derecho.
Autos en relación y puesta en tabla: recibido el informe se traen los autos en relación y se ordena
se agregue de forma extraordinaria para el día subsiguiente.
Poderes del tribunal durante la tramitación: en primer lugar, la posibilidad de decretar una orden
de no innovar cuando el tribunal lo juzgue necesario; decretar todas las diligencias que estime
necesarias y; apercibir con sanciones al recurrida cuando no ha presentado oportunamente el
informe.
Sentencia: la Corte de Apelaciones aprecia los antecedentes de acuerdo con las reglas de la
sana crítica y falla. Esta sentencia es apelable ante la Corte Suprema. La sentencia debe ser
notificada a todas las partes.
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Apelación: dentro de los 5 días hábiles contados desde la notificación por el estado diario de la
sentencia que decide el recurso.
Tramitación en 2da instancia: se dará cuenta preferente, la que debe darse en el plazo de 5 días.
Si lo estima conveniente o se le solicita con fundamento plausible, podrá extraordinariamente
traerlo en relación.
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Capítulo 6
NULIDAD DE DERECHO PÚBLICO
A. Definición
B. Ámbito de aplicación
Es verdad que, atendido el tenor literal de la CPR al respecto (“actos de los órganos del
Estado”), alguna doctrina ha procurado extenderla también a otro tipo de actos públicos.
Nada es más dudoso que la utilidad de esta acción fuera del contexto de la administración
del Estado. Pero puede pensarse que la CPR fija un principio susceptible de dar lugar a
distintas reglas en consideración al tipo de función pública de que se trata. Así, respecto de
los actos jurisdiccionales las leyes procesales contemplan amplios remedios tendientes a
su supresión o corrección (recursos procesales), cuyo fundamento está en exigencias
procesales elementales que derivan de la cláusula del debido proceso, o simplemente en
la violación de la ley que los tribunales tienen por misión aplicar. Frente a las leyes, por su
parte, la propia CPR arbitra mecanismos específicos para evitar su inconstitucionalidad,
radicados en el Tribunal Constitucional. Así puede pensarse que la “nulidad de derecho
público” (o simplemente nulidad) de esas operaciones se actualiza mediante esos
procedimientos específicos.
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3. ASPECTOS PROCESALES
A. Procedimiento aplicable
La acción residual de nulidad de derecho público, en cuanto acción innominada construida
sobre la base de las reglas generales, está sujeta al procedimiento ordinario para asuntos
civiles (CPC, arts. 253 y siguientes). Si la acción conlleva pretensiones pecuniarias contra
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el fisco (por ejemplo, restitución de bienes o dineros), el procedimiento debe reunir las
exigencias de los juicios de hacienda (CPC, arts. 748 y siguientes).
Para las acciones especiales de nulidad (reclamos de ilegalidad) hay que prestar atención
a las exigencias previstas en cada caso por las leyes que las reconocen y que, en general,
consagran procedimientos abreviados.
B. Legitimación activa
Si se demanda la nulidad, sin interés patrimonial, puede hacerlo cualquier persona que
tenga interés legítimo en ello. Por ejemplo, una organización no gubernamental de
protección del medio ambiente tiene interés en la nulidad de una norma que fija un valor de
contaminación que le parece demasiado laxo, o en la nulidad del DS que desafecta de su
condición de Parque nacional un determinado bien.
Si se demanda la nulidad, con un interés patrimonial, tendrá legitimación el titular de un
derecho subjetivo, o bien quien cuenta con in interés legítimo, entendiendo por tal, aquél
cuya posición jurídica se verá perjudicada o mejorada dependiendo de la vigencia o no del
acto administrativo.
C. Legitimación pasiva
Si es un órgano centralizado, se debe notificar la demanda al abogado procurador Fiscal o
al Presidente del Consejo de Defensa del Estado, según corresponda. Sin perjuicio de ello,
se deben tener en cuenta los casos excepcionales en que el jefe del servicio tiene la
representación judicial.
Si es un órgano descentralizado, se debe notificar la demanda al jefe del servicio.
También deben ser emplazados en estos juicios, en calidad de demandados, los terceros
beneficiarios del acto que se trata de anular. Así lo ha reconocido recientemente la
jurisprudencia: “tratándose de una acción de nulidad de derecho público cuyo objeto es la
anulación de un acto administrativo que constituyó derechos a favor de terceros, resulta
claro que la demanda debe ser dirigida tanto contra la autoridad que emitió el acto como
contra las personas o cuyos derechos o intereses pudieran quedar afectados por las
pretensiones del demandante. Si falta alguno de ellos, la relación procesal será defectuosa
y el juez no podrá entrar a pronunciarse sobre el fondo del asunto” (Corte Suprema, 14 de
abril del 2015, Rol 30.323-2014).
D. Prescripción de la acción
Tanto en la doctrina como en la jurisprudencia chilenas, está muy difundida la opinión que
sostiene el carácter imprescriptible de la acción de nulidad de derecho público. El sustento
formal de esa opinión se encuentra en la ausencia de plazos legales para el ejercicio de la
acción. Por cierto, los reclamos de ilegalidad definidos por leyes especiales tienen,
ordinariamente, plazos de caducidad acotados para la interposición de las acciones.
Sin embargo, esta tendencia se revertió a partir del año 2000, siguiendo un razonamiento
que distingue la nulidad de sus consecuencias: aunque pueda aceptarse que la nulidad de
derecho público no prescribe, las acciones pecuniarias derivadas de ellas prescriben
conforme a las reglas generales previstas para las acciones civiles análogas (Corte
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Suprema, 27 de noviembre del 2000, Rol 852-2000). Así, conforme a esta jurisprudencia –
que no ha perdido vigencia- la nulidad debe pedirse dentro del plazo de 5 años (art. 2515
CC) si va asociada a una pretensión pecuniaria común, o de 4 años (art. 2332 CC), si es
fundamento de una pretensión resarcitoria.
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Capítulo 7
CONTRATACIÓN ADMINISTRATIVA
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E. Derecho aplicable
Los contratos administrativos se rigen por normas y principios propios del derecho público.
Así, por ejemplo:
- Los contratos de construcción de obra pública, son regidos por el DFL del MOP, N°
850 de 1997, y su respectivo reglamento contenido en el DS N° 75 de 2004 del
MOP.
- Los contratos de concesión de obra pública se encuentran en la Ley de concesiones,
DFL del MOP N° 900 del año 1996, y su reglamento, el DS N° 956 de 1999 del MOP.
- Los contratos de suministro y prestación de servicios se encuentran regulados en la
Ley de bases sobre contratos de suministro y prestación de servicios, Ley N° 19.886,
y su reglamento contenido en el DS N° 250 del año 2004, del Ministerio de Hacienda.
- Los contratos suscritos por las Fuerzas Armadas, se rigen por la normativa especial
contenida en la Ley N° 18.928 que fija las normas sobre adquisiciones y
enajenaciones de bienes corporales e incorporales muebles y servicios de las
Fuerzas Armadas.
Sin perjuicio de lo anterior, en los contratos administrativos también rigen, como parte de
su marco normativo, las bases administrativas que elabore la Administración para el
contrato de que se trate, estando las partes obligadas a ceñirse a ellas.
J. Jurisdicción competente
En estricto rigor, el conocimiento de los contratos administrativos debiese atribuirse a la
jurisdicción contencioso administrativa. Sin embargo, en Chile no existen los tribunales
contencioso administrativo, salvo excepciones, como lo es el caso de contrato de concesión
de obra pública y el de suministro o prestación de servicios.
Así, en el caso de contrato de concesión de obra pública, se establece en la Ley de
Concesiones (art. 36 y 84 a 90 de su reglamento) un Panel Técnico, que no tiene carácter
jurisdiccional, al cual las partes contratantes podrán someter las controversias de carácter
técnico y económico que se produzcan durante la ejecución del contrato. Por otro lado, y
según los dispone el artículo 36 bis de la Ley de Concesiones, las controversias o
reclamaciones que se verifiquen con motivo de la interpretación o aplicación del contrato
de concesión o a que dé lugar su ejecución, podrán ser llevadas por las partes al
conocimiento de una Comisión Arbitral o de la Corte de Apelaciones de Santiago.
En lo que concierne al contrato de suministro y prestación de servicios, la ley de compras
públicas crea un órgano jurisdiccional especial, cual es el Tribunal de Contratación Pública,
el que tiene competencia para conocer de la acción de impugnación contra actos u
omisiones ilegales o arbitrarios, ocurridos en los procedimientos administrativos de
contratación, abarcando el período que va desde la aprobación de las bases administrativas
hasta la adjudicación del contrato.
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4. ITER CONTRACTUAL
A. Etapa política
Esta es la etapa donde la Administración decide contratar con un tercero, para lograr la
satisfacción de una necesidad pública. Como las necesidades son ilimitadas y los recursos
públicos son siempre escasos, la Administración decidirá qué bienes, prestaciones,
servicios y obras serán objeto de contratación en un determinado periodo.
B. Llamamiento a los oferentes
Dentro de esta etapa pueden verificarse distintos tipos de procedimientos que tienen como
objeto buscar a la persona del contratista particular de la Administración Pública en un
contrato administrativo. El llamamiento a los oferentes y la forma de selección del contratista
constituyen dos momentos claves en la actuación pública, ya que es precisamente en la
contratación pública donde se juega la vigencia del principio de probidad (art. 8 CPR).
Artículo 9 LBGAE: Los contratos administrativos se celebrarán previa propuesta pública, en
conformidad a la ley.
El procedimiento concursal se regirá por los principios de libre concurrencia de los
oferentes al llamado administrativo y de igualdad ante las bases que rigen el contrato.
La licitación privada procederá, en su caso, previa resolución fundada que así lo
disponga, salvo que por la naturaleza de la negociación corresponda acudir al trato directo.
Por lo tanto, nuestra legislación considera tres formas distintas para realizar este llamado:
De este modo, las modificaciones que puedan sufrir los contratos tienen por objeto
sólo la adecuación a hechos imprevistos que surjan durante su ejecución, dado que
este principio se proyecta durante toda la vigencia del contrato.
Principio de objetividad: este principio tiene por objeto descartar cualquier
eventualidad de una adjudicación decidida sobre la base de consideraciones
subjetivas, en situación de conflicto de intereses, sobre la base de diseños de bases
administrativas o técnicas que favorezcan a un oferente por sobre otros, etc.
E. Periodo de aclaración de bases
Desde que el interesado y posible oferente toma conocimiento de las bases se encuentra
en condiciones de dirigirse a la entidad licitante y formular consultas o solicitudes de
aclaración. La administración absolverá dichas consultas por medio de circulares
aclaratorias que comunicará a todos los oferentes interesados. A pesar de la terminología,
estas circulares deben ser aprobadas por medio de actos administrativos resolutorios, ya
que contienen precisiones o eventuales modificaciones a las bases de licitación y, por tanto,
pasan a incorporarse a ellas. En la práctica es usual que se designe a este periodo de
aclaración o redefinición de las bases como etapa de “preguntas y respuestas”.
F. Presentación de las ofertas
Existiendo ofertas, estas serán admisibles si han sido formuladas en tiempo y forma.
Además, el contratista se encuentra en la obligación de entregar la garantía de seriedad de
la oferta.
Antes de pasar a la siguiente etapa, puede darse a los interesados la oportunidad para
subsanar faltas de antecedentes o adjuntar documentos adicionales (art. 7 DFL N°
900/2016, de concesiones de obras públicas y art. 40 del reglamento de la ley de compras).
Puede suceder que no se presenten ofertas, en cuyo caso, la Administración podrá cerrar
el proceso y declarar desierta la licitación. Puede perseverar en el proyecto, llamando a una
licitación privada, y si nuevamente no se presentan ofertas, se podrá proceder a trato
directo.
G. Apertura de las ofertas
La apertura de las ofertas es un acto solemne y debe realizarse ante un ministro de fe, en
la fecha y hora indicadas. En esta etapa a abrir todas las propuestas y es el único momento
en que ellas son conocidas por todos los proponentes, quienes tienen derecho a formular
reclamos haciendo presente las irregularidades que hayan visto. Dichos reclamos deben
ser formalizados por escrito.
H. Estudio de las propuestas presentadas
Lo normal es que las bases establezcan una comisión encargada de examinar las ofertas,
la que debe ser nombrada por una resolución del Jefe del Servicio. Se examinarán las
ofertas admitidas por la Administración, las ofertas que no hubieren cumplido con los
requisitos de las bases serán declaradas inadmisibles fundadamente. La Administración
puede requerir aclaraciones, son posibilidad de variar ya las propuestas.
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correcta ejecución y cumplimiento. Entre las modalidades de control que puede utilizar la
Administración, encontramos las siguientes:
- Inspección de obra: se realiza a través de un inspector fiscal que asume el nombre de
inspector técnico de obra (ITO). En materia de construcción y concesión de obra pública los
poderes del ITO son muy intensos. Por ejemplo, puede resolver los conflictos laborales
entre el contratista y sus trabajadores; autorizar los estados de pago; ordenar la destrucción
de la obra si no cumple con los estándares contratados, etc.
- Establecimiento de etapas de ejecución: la Administración puede establecer etapas que
contienen hitos de revisión. En la medida que dichos hitos se cumplen dentro de esas
etapas, la Administración procederá a efectuar el pago correspondiente al contratista.
- Reuniones periódicas: se verifica para determinar el avance de la ejecución del contrato.
E. Potestades sancionatorias y de incentivo
Ante el incumplimiento del contrato o el retraso en la ejecución del mismo, la Administración
podrá imponer las sanciones de carácter contractual que correspondan, las que, en general,
se traducen en:
- Suspensión automática del registro general de contratistas por faltas o infracciones
a las normas que lo regulan, que conllevan a la inhabilidad para presentar nuevas
ofertas.
- Multas por el incumplimiento de las cláusulas contractuales, las que son aplicadas
administrativamente.
- Dar término al contrato por las causales señaladas en la ley.
Se debe tener en cuenta que el poder de aplicar estas sanciones es distintos del ejercicio
de la potestad sancionadora general. En efecto, la atribución de aplicar las sanciones
contractuales se da en el contexto de un contrato y corresponden en su naturaleza jurídica
a verdaderas cláusulas penales que puede aplicar directamente la Administración, en
ejercicio de los poderes de autotutela que le reconoce el ordenamiento jurídico.
Por el contrario, hay casos en que la ley autoriza la entrega de incentivos o premios
determinados al contratista ante una ejecución más eficiente, por ejemplo, en el caso en
que se ejecute el contrato antes de lo previsto o si se logra economizar adecuadamente en
los medios empleados.
A. Generalidades.
Según el artículo 1 de la LCP, la ley se aplicará a: “Los contratos que celebre la
Administración del Estado, a título oneroso, para el suministro de bienes muebles, y de los
servicios que se requieran para el desarrollo de sus funciones, se ajustarán a las normas y
principios del presente cuerpo legal y de su reglamento. Supletoriamente, se les aplicarán
las normas de Derecho Público y, en defecto de aquellas, las normas del Derecho Privado”.
Dentro de las normas de derecho público podemos citar la LBPA, ya que la selección del
contratista es, en definitiva, un procedimiento administrativo y las de la LBGAE, en especial
su artículo 9.
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Seguridad Pública: vehículos de uso militar o policial, excluidas las camionetas, automóviles
y buses; equipos y sistemas de información de tecnología avanzada y emergente, utilizados
exclusivamente para sistemas de comando, de control, de comunicaciones,
computacionales y de inteligencia; elementos o partes para la fabricación, integración,
mantenimiento, reparación, mejoramiento o armaduría de armamentos, sus repuestos,
combustibles y lubricantes.
Asimismo, se exceptuarán las contrataciones sobre bienes y servicios necesarios para
prevenir riesgos excepcionales a la seguridad nacional o a la seguridad pública, calificados
por decreto supremo expedido por intermedio del Ministerio de Defensa Nacional a
proposición del Comandante en Jefe que corresponda o, en su caso, del General Director
de Carabineros o del Director de Investigaciones.
Los contratos indicados en este artículo se regirán por sus propias normas especiales, sin
perjuicio de lo establecido en el inciso final del artículo 20 de la presente ley.
La ley establece en su artículo 4 una suerte de filtro para efectos de determinar a los
oferentes que podrán contratar con la Administración, limitándolos a las personas naturales
o jurídicas, chilenas o extranjeras, que acrediten su situación financiera e idoneidad técnica
conforme lo disponga el reglamento, cumpliendo con los demás requisitos que éste señale
y con los que exige el derecho común.
B. PROCEDIMIENTO DE CONTRATACIÓN
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Está integrado por 3 abogados designados por el Presidente de la República, con sus
respectivos suplentes. Previas propuestas en terna hechas por la Corte Suprema. De entre
ellos se elige al encargado de presidirlo, por un periodo de 2 años, pudiendo ser reelegido.
En cuanto a su competencia, es acotada, ya que sólo podrá conocer de la acción de
impugnación contra actos u omisiones, ilegales o arbitrarios, ocurridos en los
procedimientos administrativos de contratación con organismos públicos regidos por la
LCP, específicamente en el periodo que va desde la aprobación de las bases hasta la
adjudicación. En consecuencia, el Tribunal carece de competencia para conocer de los
conflictos de relevancia jurídica que se susciten una vez adjudicado el contrato y mediante
su ejecución. Esta limitación en el ámbito de competencia del Tribunal lleva a que se trate
de un órgano que conoce fundamentalmente de las reclamaciones que interponen los
oferentes que no han sido adjudicados.
c.2. Ejercicio de la acción de impugnación
La demanda mediante la cual se ejerza la acción de impugnación podrá ser interpuesta por
toda persona natural o jurídica que tenga un interés actualmente comprometido en el
respectivo procedimiento administrativo de contratación, debiendo ser deducida dentro del
plazo fatal de 10 días hábiles, contado desde el momento en que el afectado haya conocido
el acto u omisión que se impugna o desde la publicación de aquél. Este plazo es ante un
órgano jurisdiccional y no administrativo, por lo tanto, los plazos de días hábiles deberán
contarse conforme a las reglas establecidas para los tribunales, esto es, incluyendo los días
sábados.
El texto de la demanda se presentará directamente ante el Tribunal de Contratación Pública,
pero cuando el domicilio del interesado se encontrare ubicado fuera de la ciudad de asiento
del tribunal (Santiago), podrá presentarse por medio de las Intendencias Regionales o
Gobernaciones Provinciales respectivas. En este caso, el Intendente o Gobernador, según
corresponda, deberá remitirla al tribunal el mismo día, o a más tardar el día hábil siguiente,
contado desde su recepción.
La demanda deberá contener la mención de los hechos que constituyen el acto u omisión
ilegal o arbitraria, la identificación de las normas legales o reglamentarias que le sirven de
fundamento, y las peticiones concretas que se someten al conocimiento del Tribunal.
El Tribunal podrá declarar inadmisible la impugnación que no cumpla con los requisitos
exigidos en los incisos precedentes, teniendo el demandante cinco días contados desde la
notificación de la inadmisibilidad para corregir la impugnación.
c.3. Tramitación y fallo
Acogida a tramitación la impugnación, el Tribunal oficiará al organismo público respectivo,
acompañando el texto íntegro de la demanda interpuesta, para que, en el plazo fatal de
diez días hábiles, contado desde la recepción del oficio, informe sobre la materia objeto de
impugnación y las demás sobre las que le consulte el Tribunal.
El Tribunal podrá decretar, por resolución fundada, la suspensión del procedimiento
administrativo en el que recae la acción de impugnación.
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Recibido el informe o transcurrido el plazo fatal de diez días hábiles indicado en el inciso
primero, sin que el organismo público haya informado, el Tribunal examinará los autos y, si
estima que hay o puede haber controversia sobre algún hecho substancial y pertinente,
recibirá la causa a prueba y fijará, en la misma resolución, los hechos sustanciales
controvertidos sobre los cuales deba recaer.
Desde que esta resolución haya sido notificada a todas las partes, se abrirá un término
probatorio común de diez días hábiles, dentro del cual deberán rendirse todas las
probanzas que se soliciten. Si se ofreciera prueba testimonial, se acompañará la lista de
testigos dentro de los dos primeros días hábiles del término probatorio. El Tribunal
designará a uno de sus integrantes para la recepción de esta prueba.
Vencido el término probatorio, el Tribunal citará a las partes a oír sentencia. Efectuada esta
citación, no se admitirán escritos ni pruebas de ningún género.
A partir de la recepción de la causa a prueba, el Tribunal podrá decretar de oficio, para
mejor resolver, cualquiera de las medidas a que se refiere el artículo 159 del Código de
Procedimiento Civil u otras diligencias encaminadas a comprobar los hechos controvertidos.
Estas medidas deberán cumplirse en el plazo de diez días hábiles, contado desde la fecha
de la resolución que las decreta. En todo caso, serán decretadas y cumplidas con
anterioridad al vencimiento del término para dictar sentencia.
Los incidentes que se promuevan en el juicio no suspenderán el curso de éste y se
substanciarán en ramo separado.
La sentencia definitiva deberá dictarse en el plazo de diez días hábiles, contado desde la
fecha de la resolución que cita a las partes a oír sentencia.
En la sentencia definitiva, el Tribunal se pronunciará sobre la legalidad o arbitrariedad del
acto u omisión impugnado y ordenará, en su caso, las medidas que sean necesarias para
restablecer el imperio del derecho.
La sentencia definitiva se notificará por cédula. La parte agraviada con esta resolución
podrá, dentro del plazo de cinco días hábiles, contado desde su notificación, deducir ante
el Tribunal recurso de reclamación, el que será conocido por la Corte de Apelaciones de
Santiago. La reclamación se concederá en el solo efecto devolutivo.
La reclamación se verá en cuenta, sin oír alegatos, salvo que la Corte así lo acuerde, a
solicitud de cualquiera de las partes. En este caso, la causa será agregada en forma
extraordinaria a la tabla. No procederá la suspensión de la vista de la causa por el motivo
establecido en el Nº 5º del artículo 165 del Código de Procedimiento Civil. En todo caso, el
Tribunal de Alzada podrá decretar, fundadamente, orden de no innovar por un plazo de
hasta treinta días, renovable.
La resolución que falle el recurso de reclamación deberá pronunciarse, a más tardar, dentro
de los diez días hábiles siguientes a aquél en que la causa se haya visto en cuenta o haya
quedado en acuerdo. En su contra no procederá recurso alguno.
La acción de impugnación se tramitará de acuerdo con las normas contenidas en la LCP.
Supletoriamente, se aplicarán las disposiciones comunes a todo procedimiento
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establecidas en el Libro I del Código de Procedimiento Civil y las del juicio ordinario civil de
mayor cuantía que resulten conformes a la naturaleza breve y sumaria de este
procedimiento.
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Capítulo 8
RESPONSABILIDAD EXTRACONTRACTUAL DE LA ADMINISTRACIÓN DEL ESTADO
Hay diversos tipos de responsabilidad: civil, penal y administrativa (también política, pero en
estricto rigor, la responsabilidad jurídica se divide en las tres anteriores). La responsabilidad civil
se caracteriza por su rasgo patrimonial o pecuniario, aun cuando lo que se demande sea el daño
moral; la responsabilidad penal lo que busca es castigar la lesión de ciertos bienes jurídicos
fundamentales en la sociedad (patrimonio, vida, salud, etc.); y la responsabilidad administrativa
es la que corresponde a los funcionarios públicos, la cual se hace efectiva por incumplir los
deberes y prohibiciones que los funcionarios deben respetar (esto se conoce como
responsabilidad disciplinaria). Estas responsabilidades pueden concurrir, no obstante, son
responsabilidades independientes; así, por ejemplo, si un funcionario llega atrasado a trabajar a
su servicio público, sólo seguramente será responsable administrativamente (multa, censura por
escrito, etc.); en cambio, si un funcionario que trabaja en la Tesorería comienza a extraer dineros,
será responsable penalmente (malversación de caudales públicos), también administrativamente
(se abrirá un sumario y se le podrá destituir), y además civilmente (para que restituya el dinero
que ha sacado).
Ahora bien, cuando hay responsabilidad del funcionario, también es responsable la persona
jurídica a la que pertenece. No se ha cuestionado respecto de ellas la responsabilidad civil, pues
las personas jurídicas tienen un patrimonio en el cual se puede hacer efectiva. Se habla aquí de
responsabilidad in vigilando (de vigilar al funcionario), o en su caso, responsabilidad in eligendo
(por haberlo elegido).
1. ELEMENTOS DE LA RESPONSABILIDAD.
Para que se configure la responsabilidad del Estado-Administración, tienen que concurrir como
elementos esenciales, los siguientes:
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ii. Daño o p er j uicio . Como no existe una definición particular para el caso de la
responsabilidad del Estado, se recurre a definiciones del ámbito civil, como la que da el
profesor ALESSANDRI que señala que daño es todo detrimento, perjuicio, menoscabo o
molestia que sufre un individuo en su persona, en sus bienes, afectos o creencias. Es
toda disminución o destrucción de las ventajas patrimoniales o extrapatrimoniales de que
gozaba un individuo.
Acá surge un problema, porque sucede que hay una tendencia de los jueces, al momento
de cuantificar el daño moral, de calificar la capacidad económica del victimario; así, si
tiene mayor capacidad, tiene que ser más alta la indemnización por daño moral y
viceversa. Por lo tanto, cuando quien causa el daño es el Estado, el monto de
indemnización por daño moral es altísimo.
iii. Relac ión de causal i dad . Este es un elemento transversal en todos los sistemas de
responsabilidad, sea civil, penal o del Estado; porque, en definitiva, se debe establecer si
la acción u omisión fue realmente la causa del daño que se produjo, ya que es posible
que exista una multiplicidad de causas que puedan haber producido éste. Por lo tanto,
este requisito implica que el daño debe ser consecuencia de la acción u omisión de la
Administración.
i. Sist em a subj et ivo . Este sistema, que consagra el CC, implica acreditar el dolo o culpa
del funcionario. El problema de esto, es que se pone de cargo de la víctima el encontrar
al funcionario que le produjo el daño y, además, debe acreditar el dolo o culpa del mismo
y su vinculación con el correspondiente órgano; lo complejo de ello, es que, en
determinados casos, sobretodo tratándose de omisiones, se diluye la figura del
funcionario. Por lo anterior, se dice que en este sistema hay una doble victimización, por
esto, si bien es el sistema común, se tiende a evitar.
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ii. Sist em a de f alt a de ser vic io . Por lo anterior, es que en Francia se construyó un
sistema que se conoce con el nombre de falta de servicio, el cual se erige sobre una
especie de culpa del servicio, o sea, el servicio ha actuado de manera inconveniente. En
concreto, hay falta de servicio cuando: la Administración no actúa debiendo hacerlo (por
ejemplo, en un accidente se llama a una ambulancia y ésta nunca llega), cuando actúa
de manera tardía (la ambulancia llega, pero dos horas después), o cuando actúa de
manera indebida (el chofer de la ambulancia estaba ebrio y atropella a las víctimas del
accidente).
Lo importante de este sistema, es que no hay que buscar al funcionario, pues éste pasa
a un segundo plano, en tanto lo que importa es el servicio (cómo actuó éste),
considerando los medios o recursos con los que contaba.
Por ende, la falta de servicio se aprecia en forma abstracta: se tienen que apreciar los
medios y recursos con los cuales dispone el servicio y, a partir de eso, se hace una
abstracción y se pregunta cómo debió haber actuado un buen servicio.
Esta tesis, sostenida por el profesor Pedro Pierry y el Consejo de Defensa del Estado,
conlleva a que el Estado no responda por su actividad lícita que causa daño.
iii. Sist em a obj et ivo . Este sistema proviene de la doctrina francesa, y lo que evalúa es si
el particular tiene el deber jurídico de soportar el daño, o sea, si se rompe o no el principio
de igualdad ante las cargas públicas. Por lo tanto, si el particular prueba la acción u
omisión, el daño y la relación de causalidad, no se requiere de culpa; y la Administración
puede excepcionarse únicamente probando que el particular estaba obligado a soportar
el daño.
En principio, en este sistema, todo daño que ocasione el Estado tiene que ser
indemnizado, salvo que el particular no tenga el deber jurídico de soportar el daño o
perjuicio. En este sistema no se pregunta si hubo falta de servicio, sino que lo que se
cuestiona, es si ha habido un sacrificio especial que rompa la igualdad ante las cargas
públicas, caso en el cual, el particular debe ser indemnizado; por ejemplo, se dicta una
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resolución ilegal, en este caso no hay deber de soportar el daño, porque es un acto ilegal.
Lo anterior es claro, pero existe un punto más delicado, por ejemplo, se dicta una medida
preventiva que implica sacrificar un ganado respecto del cual no se tiene seguridad de
que esté infectado; si se está al sistema de la falta de servicio, no hay que indemnizar
porque la Administración está cumpliendo con una medida preventiva, en cambio, según
este sistema hay que indemnizar, porque la persona está soportando un sacrificio
especial (todos soportan sacrificios generales, pero no especiales), por lo tanto, se
quiebra el principio de igualdad ante las cargas públicas.
3. EVOLUCIÓN JURISPRUDENCIAL.
i. Áva los con Fisco (1890). Benjamín Ávalos tenía una plantación de sandías, y se
desencadenó una epidemia de cólera, por lo que se le ordenó destruir los sandiales, ya
que éstos, en general, eran regados con aguas servidas, aun cuando Ávalos sostenía
que sus sandiales eran regados con agua limpia. Ávalos demando al Estado, y el
problema que se presentó es si tenía derecho a ser indemnizado aun cuando la actividad
del Estado, en principio, era lícita (no había falta de servicio), pero le causaba un perjuicio.
La CS señaló que el Fisco debía indemnizar el sacrificio que hizo un particular en
beneficio de la sociedad toda, señalando que si la destrucción de los sandiales cuyo pago
reclaman los demandantes, fue una medida necesaria en beneficio de los habitantes de
la República, el Fisco, como representante de toda la comunidad, es el directamente
obligado a indemnizar el daño que hizo a ciertos particulares en beneficio de todos.
ii. Socieda d Fuschs y Plat h con F isco (1908). Fuschs y Plath era una empresa
productora de cerveza que funcionaba en La Calera, y tenía bodegas en el puerto; en el
año 1906 se desató una huelga portuaria en Valparaíso, y los depósitos de la empresa
fueron arrasados por los huelguistas, y las cervezas restantes fueron lanzadas al mar por
Carabineros. El punto es que el Estado podía tomar cualquier medida, pero adoptó la más
dañina para la Sociedad, cometiendo, así, una falta. Al respecto la CS señaló que el deber
de la autoridad de mantener ante todo el orden público, no la faculta para adoptar el primer
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medio que se le presente ni le exime de la obligación de recurrir, entre varios, a los que
menos daños ocasionen al derecho de los particulares. En consecuencia, no probándose
que arrojar al agua la mercancía fuese el medio necesario y único de impedir su
apropiación por los huelguistas y los sucesos consiguientes, debe el Fisco indemnizar el
daño causado.
iii. Lapost ol con F isco (1930). Lapostol era dueño de un fundo que colindaba con un río,
del cual se extraía agua para una comunidad; por ello, a él se le prohibió ejercer
actividades mineras, agropecuarias y forestales, para no contaminar al río. Por lo tanto, a
esta persona se le irrogó un daño individual en beneficio de la comunidad; pues la
Administración actuó de buena manera, pero produjo un perjuicio en el patrimonio del
particular. Al respecto, la CS consideró que a pesar de ser la actividad lícita, el Estado
igualmente debía responder, porque se rompió el principio de igualdad ante las cargas
públicas, en otras palabras, se irrogó un daño individual, en beneficio de la comunidad,
protegiéndose un servicio fiscal, y el Fisco, como representante de la comunidad, está
obligado a indemnizarlo, tanto más cuanto que reconoce que procedieron legalmente los
funcionarios que intervinieron en los actos de que se queja Lapostol.
Se ha señalado que este fallo tiene el mérito de no distinguir la naturaleza del acto que
produce el perjuicio (distinción que será común apreciar en sentencias posteriores),
limitándose sólo a constatar que dicho perjuicio provino de una actividad legítima del
Estado, pero que transgredió el principio de igual repartición de las cargas públicas.
Existe un caso que tuvo una gran influencia, a saber: Mar io G r anj a con Fisco (1938), en
donde un Carabinero le disparó a una persona causándole lesiones, aparentemente sin
provocación alguna.
Se dice que este fallo marca un hito en la jurisprudencia chilena, ya que con él nace la aplicación
en nuestros tribunales de la clásica distinción entre actos de gestión y actos de autoridad, sin
embargo, para afirmar esto, hay que tomar en cuenta la doctrina aplicada en el fallo de la C.Ap.,
y no lo sostenido por la CS, que simplemente se limitó a afirmar que el Estado no era responsable
por el hecho de sus funcionarios. Al respecto, el fallo de la C.Ap. señaló que tratándose de la
responsabilidad del Estado por los actos cometidos por sus funcionarios o agentes, debe hacerse
la distinción de si los actos provienen del ejercicio de funciones de autoridad, o si provienen de
actos de gestión. En el primer caso el funcionario o agente ha actuado por el Estado en ejercicio
del poder público; y en el segundo como representante de él, sujeto de derechos civiles. Las
disposiciones de este título (XXXV DEL CC: “De los delitos y cuasidelitos”) son esencialmente
de derecho privado y no pueden aplicarse al Estado por la responsabilidad de los hechos
ejecutados por sus funcionarios o agentes como consecuencia del ejercicio de una función
pública sino cuando esos funcionarios o agentes ejecutan los hechos consecuenciales de un
acto de gestión. Es decir, el Estado sólo responde por los actos de gestión y de acuerdo a las
normas de derecho privado.
Este fallo cobró gran relevancia en Chile y sentó en nuestro país una marcada jurisprudencia.
Sin embrago, lo que en principio parece una solución razonable, no tarda en convertirse en un
problema ante la particularidad de cada caso, ya que hay situaciones en que por razones de
justicia, aunque la Administración actúe revestida de poder público, igualmente debería
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responder y, por lo tanto, se empiezan a considerar como actos de gestión actos que, en realidad,
son de autoridad.
Por su parte, la CS señaló que el Estado no tenía más responsabilidad que la que establece la
ley y, por ende, el Estado no es responsable por el hecho de sus funcionarios, siendo la
responsabilidad individual del funcionario. El problema de esto, es que muchas veces el
funcionario no tiene capacidad patrimonial para responder y, además, es el propio Estado el que
le entrega al funcionario los implementos para que éste pueda desplegar su actividad. Se señaló
por la Corte que el Estado es una persona jurídica de Derecho público que no tiene más
responsabilidades directas que las que expresamente le impongan las leyes, y el título XXXV del
Libro IV del CC no le impone de manera expresa responsabilidad alguna por los delitos o
cuasidelitos cometidos por sus funcionarios.
i. Ret t ig con Fisco y Dir ecció n de Ag ua Pot able (1941). Con este caso llega a
Chile la distinción entre actos de autoridad y de gestión, utilizada en Francia para la
determinación de competencia, mezclada con la teoría alemana del fisco. Según esta
visión, cuando el Estado causa un perjuicio, si actúa como soberano o autoridad, sigue
siendo irresponsable; pero si actúa como cualquier particular, es decir, si el acto es de
gestión, el Estado responde de acuerdo con las normas del Derecho civil o común.
Lo que ocurrió es que una empresa privada potabilizaba el agua de un río, es decir, una
prestación pública se llevaba a cabo por una empresa privada. Sucedió que se dejaron
abandonados unos cilindros de cloro junto al río, y unas vacas del Señor Rettig la bebieron
y murieron. La duda se planteaba en cuanto a si la potabilización era un acto de autoridad
o un acto de gestión; al respecto, la CS señaló que el agente adscrito al Estado que
generó el daño, lo hizo en un acto de gestión y no de autoridad, por lo que se debían
aplicar las normas de responsabilidad del CC (responsabilidad por el hecho ajeno), y por
tanto, el Estado debía responder; pues el Estado, como las empresas particulares, se
halla afecto a las reglas del Derecho privado en las controversias relacionadas con un
acto realizado por un empleado adscrito a un servicio del cual el Fisco es empresario,
acto que ocasionó daños cuya indemnización se demanda.
En este caso, se aplicó el art. 2320 del CC, y para ello, se debieron acreditar todos los
elementos de la responsabilidad civil extracontractual (capacidad, acción u omisión
imputable a título de dolo o culpa, daño y relación de causalidad), y además, el vínculo
de subordinación o dependencia del funcionario, respecto del Estado.
ii. Aq ueveq ue con Fis co (1941). En este caso, el hijo de Rafael Aqueveque fue
atropellado por un vehículo de la Dirección de Correos, y el niño falleció; así que se
demandó al Estado porque la Dirección de Correos era parte de éste. La CS señaló que
conducir un vehículo era un acto de gestión del conductor, y el Estado tenía que
responder conforme a las normas del CC (por responsabilidad por el hecho ajeno), ya
que estaba actuando como Estado Fisco.
por medio de dicha repartición… el Fisco es una entidad capaz de adquirir derechos y
contraer obligaciones patrimoniales de derecho privado con motivo de simples “actos de
gestión”(…).
Por lo tanto, en este periodo el Estado solamente responde por los actos de gestión, mas
no por los actos de autoridad; lo cual cambiará en el periodo siguiente.
i. Beck er con Fisco (1964). En este caso un radiopatrullas de carabineros iba contra el
tránsito y atropelló al señor Becker. Al respecto, la CS señaló lo siguiente: son actos de
autoridad aquellos que directamente emanan de una ley o de un reglamento, y que, si las
personas encargadas de ejecutarlas obran dentro de las normas legales o
reglamentarias, no dan lugar a indemnización en contra del Estado, pero la circunstancia
de que en el caso de autos se tratara de un patrullaje policial, esto no sirve para excluir
la responsabilidad del Estado.
ii. Klim pe l Al var ado co n Fisco (1981). El señor Klimpel tenía una nave que se dirigía
a Perú para ser reparada por un armador, pero el Gobierno militar sospechaba de ésta y
la revisó, por ello tuvo que quedarse en Iquique, donde se deterioró bastante; al seguir su
rumbo a Perú, la nave se hundió producto del deterioro. La cuestión es que el Gobierno
no tenía facultades para revisar el barco, por lo tanto, era un acto de autoridad al margen
de lo que establecía el ordenamiento jurídico.
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i. Com unidad G all et ué con Fisco (1984). El año 1976, bajo el gobierno militar, se
quiso proteger en Chile una especie arbórea (el pino araucano araucaria), y para ello se
dictó un DS declarándolo monumento natural y, por ende, se prohibió su tala y
comercialización; además, Chile había ratificado la Convención de Washington para la
Protección de la Flora y Fauna Silvestre (en 1969). La empresa Comunidad
Galletué, explotaba hectáreas de estos pinos, por lo tanto, tenía instalaciones
(aserraderos), trabajadores, y proveedores a los cuales cumplir, lo que los llevó a
demandar al Estado, ya que consideraron que se trataba de una verdadera expropiación,
puesto que se afectaba uno de los atributos del dominio.
No existió, sin embargo, una privación del dominio, ya que la Comunidad Galletué siguió
siendo dueña de los pinos, lo que pasaba es que no los podía cortar; por ello, el Consejo
de Defensa del Estado señaló que esto era una limitación de la propiedad en virtud de la
función social, mientras que para la comunidad Galletué, era una privación de una de las
facultades del dominio. Al respecto, la CS señaló que esto no era una expropiación, a
pesar de estar privándose de uno de los atributos o facultades esenciales del dominio; no
obstante lo cual, en virtud del principio de justicia y equidad, debía indemnizarse a la
Comunidad. En concreto señaló que el DS Nº 29 es válido y propio para declarar
monumento natural a la especie araucaria araucana, porque se basa en la ley, pero no
es igualmente intrascendente que la sentencia le niegue esa aptitud, ya que ello no obsta
a la responsabilidad del Estado cuando, como sucede en la especie, se lesionan con la
medida los intereses patrimoniales de los titulares de derecho de dominio que la
Constitución protege y asegura.
En definitiva, este caso cierra el círculo, ya que el Estado debe responder por los actos
lícitos que causan un daño o perjuicio, puesto que el particular no tiene el deber jurídico
de soportar ese daño; acá no se ve si el acto es de gestión o de autoridad, y si es de
autoridad, si es lícito o ilícito, lo único que se ve, es si se reportó un daño; la pregunta es
si se rompe con esa carga el principio de igualdad.
Aquí entra a jugar lo que se conoce como teoría del sacrificio especial, ya que esta
comunidad debió soportar un sacrificio mayor por esta restricción que le impuso el Estado
a través del DS; por tanto, y en virtud de la justicia e igualdad ante las cargas públicas, el
Estado debió responder e indemnizar al particular. En este sentido, se vuelve a los
antiguos casos de Ávalos con Fisco, y Lapostol con Fisco, los que junto con el caso
Galletué, forman una trilogía.
ii. HEXAGÓN CON FISCO (1987). Hexagón era una empresa individual de responsabilidad
limitada que se dedicaba a la importación de vehículos, y en una de las importaciones
que realizó, el SII no determinó la avaluación de unos vehículos mediante la póliza de
importación que debía expedir, por lo tanto, los vehículos quedaron depositados en una
bodega deteriorándose. En este caso, la CS señaló que todo daño inferido a un tercero
por un órgano del Estado y que no éste amparado por las normas constitucionales, genera
responsabilidad para éste conforme lo preceptúa la Constitución expresamente (arts. 6º,
7º, 19 Nº24 y 19 Nº 20º) y la LOCBGAE (arts. 4 y 44). La responsabilidad extracontractual
del Estado por los daños que produzca no emana de las disposiciones del Título XXXV
del Libro IV del CC, sobre delitos y cuasidelitos, sino de la propia CPR; en consecuencia,
el plazo de prescripción de las acciones para perseguirla no es el que establece el art.
2332 de dicho Código (inaplicable al caso), sino el referente a las obligaciones que tienen
su fundamento en la ley.(…) Las acciones u omisiones de las autoridades públicas,
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Por otro lado, el art. 4º de la LOCBGAE dispone que el Estado será responsable por los daños
que causen los órganos de la Administración en el ejercicio de sus funciones, sin perjuicio de las
responsabilidades que pudieren afectar al funcionario que los hubiere ocasionado. Esta
disposición está dentro del Título I denominado “Normas generales”, con lo cual se entiende que
opera para todos los órganos de la Administración del Estado señalados en el art. 1º inc. II de la
LOCBGAE.
A partir de estas dos normas pareciera que rige un sistema objetivo, sin embargo, hay que tener
en cuenta el art. 42 de la LOCBGAE, que establece que los órganos de la Administración serán
responsables del daño que causen por falta de servicio. No obstante, el Estado tendrá derecho
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a repetir en contra del funcionario que hubiere incurrido en falta personal. Por lo tanto, el sistema
de responsabilidad que rige en nuestro país no es de carácter objetivo, sino que un sistema de
falta de servicio.
El problema es que dicho artículo no tiene una consagración general, puesto que el art. 21 inc. II
del mismo cuerpo legal y del mimo Título, se encarga de marginar a un grupo de órganos de la
Administración del Estado de esta normativa. Esto no significa que estos órganos no respondan,
ya que, de acuerdo al art. 4º de la LOCBGAE, deben responder todos los órganos de la
Administración del Estado; lo que quiere decir, es que la doctrina de la falta de servicio no es
aplicable para ellos, pudiendo adoptar otra forma de responsabilidad en su legislación propia.
Por lo tanto, la regla general de responsabilidad de los órganos de la Administración del Estado
es la falta de servicio, porque por regla general a los órganos de la Administración se les aplica
el Título II que establece dicho sistema, sin embargo, surge la pregunta sobre qué pasa con los
órganos excluidos de dicho título, siendo la respuesta que estos órganos se rigen por sus propias
leyes orgánicas; así, por ejemplo, el art. 142 de la LOCM señala que las municipalidades
incurrirán en responsabilidad por los daños que causen, la que procederá principalmente por
falta de servicio. No obstante, las municipalidades tendrán derecho a repetir en contra del
funcionario que hubiere incurrido en falta personal.
Pero no todas las entidades excluidas tienen en sus leyes orgánicas consagrado un sistema de
responsabilidad, tal es el caso, por ejemplo, de las FFAA, la CGR, el Banco Central, etc.; por lo
tanto, existe un vacío, y para resolverlo hay tres teorías:
ii. Otra opción sería aplicar el CC, por ser el estatuto común, y específicamente las normas
referidas a la responsabilidad por el hecho ajeno (art. 2320). Pero esta postura se crítica,
porque pone a la víctima en una particular desventaja, ya que normalmente no logrará
probar la actuación ilícita de los funcionarios.
iii. Debido a lo anterior, el profesor Pierry señala, refiriéndose a las FFAA y Carabineros, que
a estas instituciones hay que aplicarles el mismo sistema de responsabilidad que al resto
de la Administración, esto es, el sistema de falta de servicio, y la mejor manera de hacerlo
es mediante el art. 2314 del CC, lo que quiere decir, que el Estado debe responder por
un hecho propio, sin necesidad de probar la culpa o dolo del funcionario. Pues resultaría
inconsecuente la aplicación de dos sistemas diversos dentro de la misma Administración
del Estado: uno por falta de servicio, y otro regulado por responsabilidad por el hecho
ajeno en donde se debe probar la culpa o dolo del funcionario. Lo razonable, entonces,
consiste en aplicar a estas instituciones la falta de servicio, institución de Derecho público,
pero a partir del art. 2314 del CC. 3
3 Esta tesis fue sostenida por la CS el año 2009, en el caso Seguel Cares con Fisco. El caso trata de lo siguiente: en el
año 2001 el conscripto Pablo Seguel se encontraba desarrollando ejercicios de instrucción básica en el marco de la
ejecución de su servicio militar, cuando sorpresivamente sufrió un impacto de bala en su brazo derecho, proveniente
de otro conscripto, quien no cumplió una orden superior tendiente a no utilizar munición de guerra, sino que sólo de
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Art. 2314. El que ha cometido un delito o cuasidelito que ha inferido daño a otro, es
obligado a la indemnización; sin perjuicio de la pena que le impongan las leyes por el
delito o cuasidelito.
Un segundo problema, es que la falta de servicio no cubre todos los supuestos de daños
ocasionados por la Administración, especialmente por actividad lícita; así, por ejemplo, en el caso
Quintana Olivares y otros con Fisco del año 2001, el Estado tuvo que sacrificar a una cabeza de
ganado para prevenir la fiebre aftosa, lo cual es una actuación lícita. En este caso cae uno de
los supuestos de la responsabilidad por falta de servicio, ya que la actuación es lícita, pues la
Administración hizo lo que tenía que hacer, sin embargo, generó un daño soportado
exclusivamente por un particular; por lo tanto, el Estado igualmente debe responder, ya que se
estaría infringiendo el principio constitucional de igual repartición de las cargas públicas (Teoría
del Sacrificio Especial). Pues el tema de la responsabilidad no hay que plantearlo desde el punto
de vista de la reprochabilidad (sistema de la falta de servicio), sino desde el punto de vista de la
justicia de la actuación, y en conformidad con la igualdad ante las cargas públicas.
Por lo tanto, en base a lo anterior, se puede decir que la regla general es la falta de servicio,
pero, excepcionalmente, hay hipótesis en donde es posible la indemnización por casos que no
constituyen falta de servicio (actividades lícitas), esto en base al art. 38 inc. II de la CPR y 4º de
la LOCBGAE, pues dichas normas tendrían un alcance general que cubriría la responsabilidad
de la Administración del Estado por actividad lícita, y en base al art. 19 Nº 20 de la CPR, ya que
en esos casos habría un quiebre en la igual repartición de las cargas públicas.
fogueo. En el considerando décimo cuarto, se señaló: hasta antes de la dictación de la LOCBGAE la responsabilidad
del Estado se determinaba a través de la aplicación del art. 2320 del CC (responsabilidad por el hecho ajeno), sin
embargo la situación varía con la promulgación de esta ley (en el año 1986) que incorporó al Derecho Público
chileno el sistema de responsabilidad extracontractual del Estado elaborado por el Derecho administrativo francés,
que en opinión de la mayoría de los autores, constituye la mejor solución lograda por el Derecho, para asegurar un
debido equilibrio entre los derechos de los particulares y los intereses públicos. La ley contempló entonces el art. 42
que prescribió… sin embargo se excluyó de la aplicación del título II sobre normas especiales, a la CGR, a las
municipalidades,….Décimo quinto: entonces cabe dilucidar qué sistema resulta aplicable a las instituciones
excluidas, y en el caso particular a las Fuerzas Armadas; para ello ha de recurrirse al Derecho común, teniendo
presente que precisamente el desarrollo del Derecho administrativo ha sido a partir de la distinta interpretación de
las normas de Derecho común para el Estado y para las relaciones entre particulares…, de tal suerte que cabe
aceptar la aplicación en nuestro país a partir del art. 2314 del CC (responsabilidad por el hecho propio), de la noción
de falta de servicio...Décimo sexto: que del modo que se ha venido razonando, es acertada la aplicación del art. 2314
del CC y la institución de la falta de servicio a la litis planteada, por cuanto permite así uniformar el sistema de
responsabilidad extracontractual para todos los entes de la Administración del Estado. Cabe señalar que la sentencia
fue redactada por el actual Ministro de la CS, señor Pedro Pierry Arrau.
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de dicho daño directamente, sin perjuicio del poder que tiene esta última de repetir por lo pagado
en contra del funcionario culpable de la falta.
Ahora bien, en materia de responsabilidad hay que distinguir tres supuestos respecto a la falta
personal del funcionario:
ii. Incumplimiento de sus deberes funcionariales que no tienen relación con el giro que
presta la Administración del Estado, es decir, el funcionario actúa con ocasión de un
servicio (puede no estar en el servicio pero utiliza sus medios); por ejemplo, cuando un
vehículo de un servicio público atropella a una persona. En este caso será responsable
el funcionario directamente.
iii. Por último, en aquellos casos en que el funcionario ocasiona un daño a un administrado
producto de una actuación ilegítima en su ámbito privado (falta personalísima), la
Administración no será responsable, por tanto, se debe perseguir la responsabilidad del
autor, pues aquí no entra en juego su carácter de funcionario público, por lo que la relación
se producirá entre privados. Por ejemplo, un funcionario de las FFAA mata con su arma a
una persona por motivos personales (caso Miraflores).
6. LA PRESCRIPCIÓN DE LA ACCIÓN
Durante mucho tiempo la jurisprudencia sostuvo que la responsabilidad del Estado era
imprescriptible; así lo estableció en el caso Hexagón con Fisco (ya analizado), y Brian de Diego
con Fisco (2000), en el cual la CS señaló que “si el tribunal ha declarado la nulidad de un acto
administrativo que ha privado al actor de su derecho de dominio sobre un bien determinado,
resulta obvia la conclusión que la misma Administración que dictó aquél deba reparar los
perjuicios causados, sin que pueda aplicarse a esta obligación de reparar las normas sobre
prescripción extintiva, puesto que emana de una nulidad de derecho público y no de una de
derecho privado”.
El giro jurisprudencial vino con el caso de Paulina Aedo con Fisco (del año 2001), en donde se
afirmó que la nulidad de Derecho público era imprescriptible, y que la responsabilidad patrimonial
del Estado prescribía en el plazo de cinco años, de acuerdo a las reglas generales del CC. Al
respecto, la CS que señaló que “a pesar de que efectivamente existió un acto administrativo
ilegal al confiscar un inmueble sobrepasando las facultades propias de la Administración del
Estado, arrogándose funciones inherentes al poder judicial, no es menos cierto que las acciones
intentadas derivadas de la anterior de nulidad de derecho público, son de evidente contenido
patrimonial, pues se refieren a los aspectos materiales y monetarios que pretende obtener la
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actora en virtud de la declaración de nulidad que busca. De lo anterior se deriva que su destino
se condiciona de lleno a los plazos de prescripción establecidos al respecto por los arts. 2514 y
2515 del CC, que establecen un plazo de prescripción ordinaria de las acciones de cinco años.”
Posteriormente, en el caso Domic con Fisco de Chile (2002), la CS señaló que “el hecho de que
ciertas responsabilidades se sometan al Derecho Público, no obsta a que ellas puedan
extinguirse por el transcurso del tiempo, en conformidad a disposiciones que se comprenden en
el mismo sector del Derecho, porque lo cierto es que la prescripción no es ajena a esas
normativas atendido su carácter universal y puede operar en todas las disciplinas que
pertenecen al Derecho público, salvo que la ley o la índole de la materia determinen lo contrario”.
El plazo de prescripción que se señala en el fallo transcrito es de cinco años, ello porque existió
un acto administrativo; no obstante, no ocurre lo mismo cuando se trata de una actuación material
de la Administración, ya que en dicho caso el plazo de prescripción extintiva sería de cuatro años.
Esta distinción ha sido aplicada por la CS, que tiene por base la diferencia que se hace en materia
de Derecho Civil entre responsabilidad contractual (cinco años) y responsabilidad
extracontractual (cuatro años).
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