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RECUSOS HIDROCLIMATICOS – Prof. Ing. Agr.

Carina Bayón 2014

MANEJO Y APROVECHAMIENTO DE AGUAS SUBTERRANEAS

AGUAS SUBTERRÁNEAS
La existencia del agua subterránea depende de las conformaciones geológicas y su recarga de las
geomorfologías regionales y locales.
Las mismas se pueden encontrar formando varias napas o acuíferos, separados por estratos impermeables.
Las arenas, las gravas y los fragmentos de rocas en sus espacios porosos permiten potencialmente acumular
agua en cantidad para ser explotada con relativa facilidad, mientras que los materiales de textura fina, como
por ejemplo las arcillas, y las rocas con poros pequeños no disgregadas, permiten la división o la base de los
distintos acuíferos.
La cantidad de agua que puede almacenar un acuífero se establece por el promedio de la recarga anual de ese
reservorio subterráneo, mientras que el rendimiento sostenido de los pozos o perforaciones está limitado por
la cantidad y velocidad del agua subterránea que se mueve hacia el acuífero explotado desde los sitios de
infiltración.
El primer manto saturado es el acuífero libre o napa freática. El agua se encuentra prácticamente a presión
atmosférica, es decir, su nivel fluctúa con la misma y, generalmente, no son de un elevado rendimiento. Está
más propenso a contaminaciones bacteriológicas y su calidad química depende de las particularidades de los
suelos que son atravesados para su recarga.
Los acuíferos semiconfinados y confinados son aquellos en los que el agua está sometida a una presión
superior a la atmosférica por una o varias capas impermeables. Si se perfora el nivel se elevará por encima del
manto superior de confinamiento, dependiendo de la presión hidrostática existente en ellos.
Cuando el agua fluya por sobre la superficie del terreno se denomina pozo artesiano de flujo surgente,
mientras que si el nivel de agua se encuentra por debajo de la superficie del suelo, pero por encima del nivel
del acuífero, se llama pozo artesiano de flujo semisurgente.

Detección del agua subterránea


Cuando se toma la decisión de estudiar el aprovechamiento del agua subterránea, ya sea como única fuente
de suministro, o como complemento del agua meteórica, es importante conocer algunos métodos técnicos
que permitan minimizar las inversiones, sin desmedro de la calidad final de los datos que se requieren.
En gran parte de nuestra región se puede disponer de información hidrogeológica. De esos datos se puede
llegar a obtener la localización y profundidad de las napas, que tipos de estratos se atraviesa, las variaciones

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del nivel de agua de las mismas, la forma más adecuada de construcción del pozo o perforación y su
rendimiento.
Otros datos a considerar y observar son: la pendiente y dirección en que fluye el agua subterránea,
geomorfología, estructura de la red de escurrimientos y la vegetación.
La presencia de vegetación que requiera buena humedad en zonas de escasas precipitaciones constituye un
indicio de agua subterránea a poca profundidad.
Otra metodología que se recomienda es realizar prospecciones geoeléctricas, que constituyen el paso previo a
esas perforaciones.
El método de prospección estudia la constitución y disposición de las capas del subsuelo y la existencia de
acuíferos. Además de inferir la presencia de agua subterránea con un margen de seguridad aceptable, permite
determinar tentativamente la calidad del agua.
El principio básico de este método consiste en medir la resistividad aparente de los distintos estratos del
subsuelo. Si se conectan los dos polos de una fuente de energía eléctrica a dos electrodos insertados en la
superficie del suelo, la corriente atravesará el subsuelo entre dichos electrodos en todas las direcciones, tanto
en superficie como en profundidad, alrededor de cada electrodo. Cada electrón que parte de un electrodo
recorre el subsuelo en busca del polo opuesto, para equilibrar la diferencia de potencial, y de ese modo, cerrar
el circuito:

Inicio del método Superficie con mismo potencial en un suelo homogéneo

A medida que se desplazan los electrodos alejándose, mayor será la profundidad que alcanzan las superficies
de corriente, atravesando en su trayectoria capas o estratos de diferente resistividad.
Al incidir sobre un material de resistividad distinta, la dirección de las líneas de corriente sufre desviaciones en
su recorrido, acercándose o alejándose de una línea perpendicular al terreno. Estas variaciones se registran en
los instrumentos de medida que conforman el equipo de prospección.

La presencia de un acuífero origina alteraciones


evidentes en los valores de resistividad eléctrica.
La magnitud de esas variaciones indicará la
calidad del agua detectada, mientras que la
persistencia de esos valores a medida que se
avanza en profundidad, determina el espesor del
manto saturado, dando una idea del caudal que
se puede extraer.
Para ello se debe confeccionar un gráfico de
resistividad a diferentes distancias de los
electrodos (se avanza en profundidad), que
mediante la comparación con curvas patrones
permiten inferir los resultados anteriores.

Recarga artificial de acuíferos salinos o de poco caudal


Cuando los acuíferos de agua tienen tenores salinos elevados y/o de bajos rendimientos se puede inducir
artificialmente la recarga de los mismos con agua proveniente de las lluvias.

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A las represas destinadas a tal fin se les perfora el piso con pala-barrenos y se rellena estas perforaciones con
grava y arena, provocando la inyección natural de agua por la carga hidráulica propia al acuífero libre.
Estos volúmenes de agua que se inyectan sólo podrán ser recuperados si la conformación geológica imperante
en el lugar permite su almacenamiento subterráneo, es decir, si existen límites laterales que contengan el agua
introducida.
Si se cumple esto último, se tiene beneficios adicionales: se evita la evaporación de un porcentaje importante
del agua que se almacenaría en reservorios superficiales y también la contaminación bacteriológica. La
temperatura del agua es más estable y agradable para el consumo.

La recarga inducida mejora la calidad del agua subterránea y puede


mejorar la de lluvia, dotándola de las sales que contribuyan a la dosis
que se necesite, en función de los distintos requerimientos, siempre y
cuando no existan parámetros que perjudiquen a los mismos (Sulfatos,
Arsénico, etc.).
Hay que tener en cuenta que el agua de lluvia transporta sedimentos
muy finos, que la mayor parte de las veces no son retenidos por los
decantadores, y que actúan como impermeabilizantes, necesitándose
su remoción periódica.
Para recuperar el agua que se infiltra al acuífero libre es común la
instalación de pozos del mayor diámetro posible, en los que se instala
un molino, para que la extracción sea gradual.
Entre las ventajas de esta metodología se encuentran que el agua no
se evapora como en superficie, se produce su filtrado, la temperatura
es más estable durante el año, el agua se contamina menos
bacteriológicamente que en superficie, el agua de lluvia se mineraliza y el agua subterránea se desconcentra
de sales.
Una manera complementaria de recuperar el agua infiltrada de las represas es mediante los JAGÜELES, que
son zanjas o pozos de profundidad considerable, de pendientes muy pronunciadas y que se ubican alrededor
de la represa. El agua retenida en la represa se infiltra recargándolos con agua de buena calidad y con bajos
índices de sólidos en suspensión.

Bibliografía: Rec. Hídr. (M.Sc.) Mario Basán Nickisch INTA-EEASE

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