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1.

¿Cuál es la relación entre síntoma y sexualidad que se desprende del concepto


de pulsión?

El concepto de pulsión cambia la concepción que Freud tiene del síntoma. En la


Conferencia 23, plantea que es necesario agregar un sentido nuevo al síntoma ya que este
no es sólo una formación de compromiso sino que también es una modalidad de
satisfacción. A partir de ahora, todo síntoma es portador de una cuota de satisfacción
pulsional. Sin embargo, esta satisfacción no es sentida como tal por el sujeto, al sujeto esto
le genera displacer y padecimiento, pero no por eso deja de ser una satisfacción de la
pulsión que se satisface en el síntoma.

Los síntomas neuróticos son el resultado de un conflicto que se libra en torno de una nueva
modalidad de la satisfacción pulsional. Las dos fuerzas que se han enemistado, la
sexualidad y el yo, vuelven a coincidir en el síntoma; se reconcilian, por así decir, gracias al
compromiso de la formación del síntoma. Por eso el síntoma es tan resistente; está
sostenido desde ambos lados. Sabemos también que una de las dos partes envueltas en el
conflicto es la libido insatisfecha, rechazada por la realidad, que ahora tiene que buscar
otros caminos para su satisfacción. Los síntomas crean, entonces, un sustituto para la
satisfacción frustrada; lo hacen por medio de una regresión de la libido a épocas anteriores,
a la que va indisolublemente ligado el retroceso a estadios anteriores del desarrollo en la
elección de objeto o en la organización. El síntoma repite de algún modo aquella modalidad
de satisfacción de su temprana infancia, desfigurada por la censura que nace del conflicto.
Esta modalidad de satisfacción que el síntoma aporta es irreconocible para la persona que
siente más bien como un sufrimiento y se queja de ella.

Pero el conflicto queda planteado si el yo, que no sólo dispone de la conciencia, sino de los
accesos a la inervación motriz y, por tanto, a la realización de las aspiraciones anímicas, no
presta su acuerdo a estas regresiones. La libido es como atajada y tiene que intentar
escapar a algún lado: adonde halle un drenaje para su investidura energética, según lo
exige el principio de placer. Tiene que sustraerse del yo. Le permiten tal escapatoria las
fijaciones dejadas en la vía de su desarrollo, que ahora ella recorre en sentido regresivo. La
subrogación de la libido en el interior del inconsciente tiene que contar con el poder del yo
preconsciente. La contradicción que se había levantado contra ella en el interior del yo la
persigue {nachgeben} como «contrainvestidura» y la fuerza a escoger una expresión que
pueda convertirse al mismo tiempo en la suya propia. Así, el síntoma se engendra como un
retoño del cumplimiento del deseo libidinoso inconsciente, desfigurado de manera múltiple;
es una ambigüedad escogida ingeniosamente, provista de dos significados que se
contradicen por completo entre sí.

Volvamos ahora a los síntomas. Crean, entonces, un sustituto para la satisfacción frustrada;
lo hacen por medio de una regresión de la libido a épocas anteriores, a la que va
indisolublemente ligado el retroceso a estadios anteriores del desarrollo en la elección de
objeto o en la organización. Hace mucho que sabemos que el neurótico quedó adherido a
algún punto de su pasado (ver nota), ahora nos enteramos de que en ese período su libido
no echaba de menos la satisfacción, y él era dichoso. Busca entonces a lo largo de toda su
biografía hasta hallar una época así, aunque para ello tenga que retroceder hasta su
período de lactancia, tal come lo recuerda o tal como se lo imagina en virtud de incitaciones
más tardías. El síntoma repite de algún modo aquella modalidad de satisfacción de su
temprana infancia, desfigurada por la censura que nace del conflicto, por regla general
volcada a una sensación de sufrimiento y mezclada con elementos que provienen de la
ocasión que llevó a contraer la enfermedad. La modalidad de satisfacción que el síntoma
aporta tiene en sí mucho de extraño. Prescindimos de que es irreconocible para la persona,
que siente la presunta satisfacción más bien como un sufrimiento y como tal se queja de
ella. Esta mudanza es parte del conflicto psíquico bajo cuya presión debió formarse el
síntoma. Lo que otrora fue para el individuo una satisfacción está destinado, en verdad, a
provocar hoy su resistencia o su repugnancia.

Hay todavía algo más que hace que los síntomas nos parezcan asombrosos e
incomprensibles como medio de la satisfacción libidinosa. En manera alguna nos recuerdan
nada de lo que solemos normalmente esperar de una satisfacción. Casi siempre prescinden
del objeto y resignan, por tanto, el vínculo con la realidad exterior. Entendemos esto como
una consecuencia del extrañamiento respecto del principio de realidad, y del retroceso al
principio de placer. Empero, es también un retroceso a una suerte de autoerotismo
ampliado, como el que ofreció las primeras satisfacciones a la pulsión sexual. Remplazan
una modificación del mundo exterior por una modificación del cuerpo; vale decir, una acción
exterior por una interior, una acción por una adaptación, lo cual a su vez corresponde a una
regresión de suma importancia en el aspecto filogenético. Recordemos, además, que en la
formación del síntoma han cooperado los mismos procesos inconcientes que contribuyen a
la formación del sueño: la condensación y el desplazamiento. Al igual que el sueño, el
síntoma figura algo como cumplido: una satisfacción a la manera de lo infantil; pero por
medio de la más extrema condensación esa satisfacción puede comprimirse en una
sensación o inervación únicas, y por medio de un extremo desplazamiento puede
circunscribirse a un pequeño detalle de todo el complejo libidinoso. No es extraño que
también nosotros tengamos muchas veces dificultades para individualizar en el síntoma la
satisfacción libidinosa que sospechamos y que en todos los casos corroboramos.

Como ustedes saben, por el análisis de los síntomas tomamos conocimiento de las
vivencias infantiles en que la libido está fijada y desde las cuales se crean los síntomas.
Bien; lo sorprendente reside en que estas escenas infantiles no siempre son verdaderas.
Más aún: en la mayoría de los casos no lo son, y en algunos están en oposición directa a la
verdad histórica. Puede demostrarse que la situación es esta: las vivencias infantiles
construidas en el análisis, o recordadas, son unas veces irrefutablemente falsas, otras
veces son con certeza verdaderas, y en la mayoría de los casos, una mezcla de verdad y
falsedad. Los síntomas son, entonces, ora la figuración de vivencias que realmente se
tuvieron y a las que puede atribuirse una influencia sobre la fijación de la libido, ora la
figuración de fantasías del enfermo, impropias desde luego para cumplir un papel etiológico.
No obstante, es evidentemente la única actitud correcta frente a estas producciones del
alma. También ellas poseen una suerte de realidad: queda en pie el hecho de que el
enfermo se ha ocupado de esas fantasías, y difícilmente ese hecho tenga menor
importancia para su neurosis que si hubiera vivenciado en la realidad el contenido de sus
fantasías. Ellas poseen realidad psíquica, por oposición a una realidad material, y poco a
poco aprendemos a comprender que en el mundo de las neurosis la realidad psíquica es la
decisiva.
2. ¿Cuáles son las fases de la represión? Explique por qué no alcanza con la
repulsión para la segregación de la representación.

Freud plantea que “la represión no es un mecanismo de defensa presente desde el origen.
No puede engendrarse antes de que se haya establecido una separación nítida entre la
actividad consciente y la actividad inconsciente del alma. Su esencia consiste en rechazar
algo de la conciencia y en mantenerlo alejado de ella”. Si la represión consiste en rechazar
algo de la conciencia y mantenerlo alejado de ella, esto no puede operar antes de que se
haya establecido una separación nítida entre actividad consciente y actividad inconsciente,
o sea, no podría operar hasta que no haya un aparato dividido. Por esto, Freud va a
construir el origen, la anterioridad lógica a la diferenciación del aparato en sistemas precc-cc
e icc. La pregunta que se hace es: si algo produce retorno de lo reprimido, si hay retorno, es
porque eso de algún lugar retorna. Para Freud es necesario construir esa anterioridad lógica
desde la cual supone todo retorno de lo reprimido. A partir de esto, concluye que hay
razones para suponer una represión primordial.

En la represión primordial, primera fase de la represión, se le deniega la admisión en lo


consciente al representante psíquico de la pulsión estableciéndose así una fijación. La
represión primaria tiene ese resultado: la fijación. Se fija el representante psíquico de la
pulsión. El representante persiste inmutable y la pulsión se liga a él. Este es el momento
inaugural, momento fundante en que se fija la pulsión a su representante. Se tratará
entonces de la inscripción de lo pulsional en el aparato psíquico mediante su representante.
La represión primaria, con este resultado, es lo que Freud postula como la operación
fundante de la división intersistémica. La represión primaria produce la fijación y al mismo
tiempo produce la operación por la cual el aparato se divide en sistemas. La represión
primaria es lo que funda al inconsciente mismo en tanto que lo reprimido es inconsciente,
esto es, reprimido e inconsciente se vuelven equivalentes. Si por un lado la esencia de la
represión es rechazar algo de la conciencia y mantenerla alejada de ella. Y por el otro lado,
debe haber establecida una separación entre actividad inconsciente y consciente. En
consecuencia, represión e inconsciente son correlativos.

Esta operación tiene este resultado y un único mecanismo: el mecanismo de la


contrainvestidura. Si hay algo fijado, inmovil y no sustituible, esto está en oposición con la
idea de la sustitución por desplazamiento, característica del funcionamiento del icc
reprimido, en donde una representación remite a otra representación y así sucesivamente.
Sin embargo, este punto fijado, este representante que queda inmutable, indica un punto de
no retorno que a la vez se constituye como el punto desde donde lo reprimido retorna. Es un
representante privilegiado, se resta de los otros representantes y de esa manera posibilita el
retorno de lo reprimido ya secundariamente. Entonces, la represión primaria se constituye
como un punto de atracción de la libido, no solamente hay repulsión sino que la libido se
siente atraída por esas fijaciones. Es decir, es un lugar desde donde se ejerce una fuerza de
atracción como un imán. La fijación es el límite hasta el que la líbido regresa.

La represión primaria es análoga al ombligo del sueño, es decir, un punto de imposibilidad


del decir en el relato mismo, un punto de fijación irreductible que permite el movimiento
dentro del aparato. Se tratará de la fijación de un signo vacío, es decir, de un signo que no
remite a otro, de una marca que no remite a otra y que es un elemento no interpretable e
irreductible. Es una marca que no retorna de lo reprimido, se trata de lo permanentemente
inconsciente. Sin embargo, esto es lo que permite el encadenamiento de las
representaciones y el movimiento de las cargas. No hay movimiento sin el lugar de la falta.

Esta acontece una vez, se trata de una operatoria inmutable y no de un proceso dinámico
como la represión secundaria o propiamente dicha. Esta primera fase sienta las condiciones
lógicas para pensar en otros dos momentos de la represión. Entonces, tenemos tres
tiempos o fases que tienen un carácter lógico: la represión primordial, la represión
secundaria o propiamente dicha y el retorno de lo reprimido.

La represión secundaria, segunda fase de la represión, recae sobre los retoños de este
representante, que restandose al retorno posibilita que lo reprimido retorne. La represión
secundaria, o represión propiamente dicha, indica que hay una fuerza que repele todo
aquello que quiere ponerse en nexo con el representante primordialmente reprimido. Lo
reprimido desde antes ejerce un efecto de atracción sobre lo que será reprimido
secundariamente por ponerse en conexión asociativa con él. Por lo tanto, a la repulsión que
ejerce la conciencia sobre lo que ha de reprimirse hay que sumarle la atracción que ejerce
lo reprimido primordial. No es posible pensar la represión secundaria sin este juego de
fuerzas en cooperación.

Se comete un error si se considera a la represión solamente con la idea de lo que repele.


Dice: “en igual medida debe tenerse en cuenta la atracción de lo reprimido primodial que lo
reprimido primordial ejerce sobre todo aquello con lo cual puede ponerse en conexión.
Probablemente, la tendencia a la represión no alcanzaría su propósito si estas fuerzas,
atracción y repulsión, no cooperacen. Esto es si no existiese algo reprimido desde antes
presto a recoger lo repelido por lo consciente”

Aquí se observa el pasaje de la represión pensada como un estado de las representaciones


a la represión pensada como un proceso dinámico. La represión secundaria es individual y
móvil. Esto quiere decir que, por un lado, la represión trabaja representación por
representación, retoño por retoño, y por otro lado, la represión no es un proceso que se
consuma de una vez y perdura para siempre sino que exige un gasto constante de energía
ya que lo reprimido ejerce una presión continua en dirección a la conciencia. En este
sentido, para que se mantenga el equilibrio se necesita de una contrapresión incesante, una
contrainvestidura.

Por último, la tercera fase de la represión, el retorno de lo reprimido. Es el único modo en


el que sabremos que la represión secundaria ha operado son los fallidos, los sueños, los
lapsus, los síntomas, los chistes.

(para agregar: Si Freud habló de represión primordial es precisamente porque la represión


verdadera, la correcta, la de todos los días, no es la primera, sino la segunda. La segunda
etapa de la represión, la represión propiamente dicha: “la represión propiamente dicha
recae sobre los retoños psíquicos del representante de la pulsión o sobre itinerarios de
pensamiento que entraron en un vínculo asociativo con él”. O sea, recae sobre retoños
psíquicos de lo reprimido primordial. A causa de ese vínculo, tales representaciones
experimentan el mismo destino que lo reprimido primordial. Y por eso nos dice que la
represión propiamente dicha es una post represión, por eso es segunda.

Lo importante aquí, es que este segundo tiempo de la represión, al que nos referimos como
una fuerza de desalojo, de expulsión, del rechazo de la conciencia, no es sin el primero. La
represión no conseguiría su propósito si no existiese algo reprimido desde antes, que es lo
reprimido primordial, y esto, lo reprimido primordial, funciona como polo de atracción sobre
aquello que está repelido de lo consciente y sobre lo que se puede poner en conexión. Hay
algo reprimido desde antes que funciona como polo de atracción. Es un representante que
no retorna, pero que va a posibilitar que se arme la cadena. Por eso decimos que la
represión primaria causa al aparato, una causa que nunca desaparece puesla represión
primaria o lo reprimido primordial no cesa nunca de causar al aparato. Por lo tanto, para
entender cabalmente esta post represión, debemos considerar la cooperación de estas dos
fuerzas: la atracción y la repulsión, algo que empuja, algo que atrae, pero que no son del
mismo orden. Y el peso determinante está en aquello que atrae, que es algo que atrae
desde el punto de vista lógico. Por eso, dice, debemos suponer allí la fundación del aparato.
más para agregar: Con el concepto de lo reprimido primordial, o sea, con la relectura que
podemos hacer de ellos por la represión primaria, los podemos leer como aquello que nos
remite a otra representación, es fijación de un signo vacío que no remite a otra cosa. Es
algo que sostiene la cadena de representaciones, pero que no es una representación. Ese
momento inaugural de la inscripción de un representante, instala el campo de las
representaciones. O sea, un representante es punto de anudamiento de la pulsión al
aparato. Es marca de un lugar que no remite a otra marca, es marca de un lugar vacío pero
que cómo tal posibilita el movimiento de la cadena y hace que funcione. Entonces, lo
reprimido primordial es marca de un punto de imposibilidad, o sea, no todo es simbolizable,
no todo puede ser dicho.

Entonces desglosamos la represión en dos tiempos: la represión primordial, que es


estructural, fundante, soporte de la división del aparato y la represión propiamente dicha,
comandada por el principio de placer y que implica un aparato ya constituido)

Más en teórico 3 turno tarde.

3. ¿Qué relaciones y diferencias se pueden establecer entre autoerotismo,


narcisismo y elección de objeto?

Los tres se ubican en una serie: autoerotismo, narcisismo y elección de objeto.

¿Qué relación guarda el narcisismo, del que ahora tratamos, con el autoerotismo, que
hemos descrito cómo un estado temprano de la libido? Es un supuesto necesario que no
esté presente desde el comienzo en el individuo una unidad comparable al yo; el yo tiene
que ser desarrollado. Ahora bien, las pulsiones autoeróticas son iniciales, primordiales; por
tanto, algo tiene que agregarse al autoerotismo, una nueva acción psíquica para que el
narcisismo se constituya.

Freud plantea que no está presente desde el inicio una unidad comparable al yo. Lo inicial,
lo primordial, son las pulsiones autoeróticas. Lo inicial es el autoerotismo y lo definimos en
relación a las pulsiones parciales.

Las pulsiones son parciales porque representan parcialmente a los fines totalizantes de la
sexualidad, entendidos estos como la reproducción. Las pulsiones parciales se rigen por el
autoerotismo porque se satisfacen en el propio cuerpo. Los objetos de la pulsión son
objetos parciales, son definidos por la parcialidad. Son partes del cuerpo, objetos
separables del propio cuerpo que valen en tanto perdidos, y se constituyen como parciales
porque son parte de la función que los produce. Estas pulsiones parciales se satisfacen
cada una independientemente de las otras, sin ninguna unificación. Buscan ganar placer en
diversas partes del cuerpo.

El autoerotismo implica la parcialidad. El objeto vinculado a la pulsión es parcial y las


pulsiones se satisfacen cada una por su parte. Una excelente definición de autoerotismo es
ausencia de sí, en el sentido de falta de yo. El autoerotismo es un cuerpo recortado en
zonas erógenas de las que parten pulsiones parciales, hay ausencia de unidad y de
totalidad. Ej. Un bebé que se chupa las manos, los pies. Ese bebé aún no puede reconocer
que esa mano o esos pies forman parte de su propio cuerpo. Esto es el autoerotismo. Sin
embargo, al mismo tiempo que los chupa, estas partes se van libidinizando y el cuerpo se
empieza a constituir.

Una vez ubicado el autoerotismo, definamos el narcisismo. En la página 74 Freud dice, “Es
un supuesto necesario que no esté presente desde el comienzo en el individuo una unidad
comparable al yo. El yo tiene que ser desarrollado”
El yo no está presente desde el comienzo. Al inicio se ubica el autoerotismo, y es por esto
que el yo debe ser desarrollado a partir del mismo. Freud caracteriza al yo como una
unidad. El yo es fundamentalmente una unidad. Esta cuestión de la unidad se va a oponer a
la característica parcial del autoerotismo. En efecto, el yo se constituye a través de una
comparación, esto es, a través de la comparación con un semejante. El yo implica la
unificación de las pulsiones parciales, la integración de las pulsiones parciales en una
unidad (el yo). Esto es el narcisismo secundario. En la serie “autoerotismo, narcisismo y
elección de objeto” ubicamos como primordial al autoerotismo, la parcialidad, la falta de
unificación. Luego, viene el narcisismo. La constitución del yo se produce en el narcisismo
secundario. El narcisismo secundario, diferente al narcisismo primario, es secundario
porque es secundario a una colocación objetivada de la libido, esto es, a una colocación de
la libido en el objeto. La libido que revierte de este objeto semejante, objeto con el que se va
a comparar el yo, revierte al yo.

La constitución del yo implica la unificación y la integración de las pulsiones parciales en


esta unidad. Esto es el narcisismo secundario. El narcisismo secundario inaugura la
dimensión de la totalización del objeto unificado, tal como se va a jugar en el vaivén entre el
yo como unidad y el objeto de amor (el objeto de la elección de objeto, el semejante, el que
va a recibir la libido de objeto). Entre el yo unificado y el objeto de la elección de objeto se
juega la reversibilidad de la libido, libido que irá y vendrá de uno a otro.

El yo debe ser desarrollado porque el erotismo es lo inicial, lo primordial. Además, Freud


dice: “algo tiene que agregarse al autoerotismo, una nueva acción psíquica para que el
narcisismo se constituya”. Esto es, para que el narcisismo se constituya hay que agregarle
algo al autoerotismo, esto que hay que agregar es designado como un nuevo acto psíquico.
Y este nuevo acto psíquico necesario es la identificación. En efecto, si el yo es una unidad
comparable, el yo se constituye comparándose e identificándose con el semejante. Esta
nueva acción psíquica, la identificación, el ser como el otro, el parecerse al otro, es
necesaria para que el narcisismo, el yo, se constituya. El yo se constituye por comparación
e identificación con el semejante.
Serie “Autoerotismo, narcisismo y elección de objeto”.

↳ la elección de objeto recibe ese nombre porque se trata de la elección de objeto de


amor, el hallazgo de objeto de amor. El objeto de amor es un objeto unificado, totalizado
(como el yo). Los primeros objetos de amor son los objetos edípicos, incestuosos (padre,
madre) que luego podrán ser sustituidos por objetos no incestuosos. Esto también se
denomina amor de objeto.

En un texto anterior a “Introducción del narcisismo”, Freud ya empieza a conceptualizarlo


preguntándose cómo se pasa del autoerotismo, cuyo objeto es parcial y está situado en el
propio cuerpo, a la elección de objeto. AhÍ plantea que hay un estadío en la historia de la
libido que se atraviesa en el camino que va del autoerotismo al amor de objeto, este estadío
se denomina narcisismo.

El narcisismo consiste en que el individuo, empeñado en el desarrollo, sintetiza en una


unidad sus pulsiones sexuales de actividad autoerótica, y para ganar un objeto de amor se
toma primero así mismo (a su propio cuerpo) para luego pasar a la elección de objeto en
una persona ajena. El sujeto se toma primero así mismo como objeto de amor para
luego pasar a tomar a una persona ajena.

Dos características que Freud destaca del narcisismo:


● Implica una síntesis de las pulsiones parciales autoeróticas. Síntesis que se logra en
el yo, en esa unidad.
● Antes de pasar a un objeto ajeno, primero se toma a sí mismo como objeto, a su
propio cuerpo.

El narcisismo secundario implica unificar el propio cuerpo construyéndolo como una unidad.
El cuerpo es un cuerpo unificado. El narcisismo indica el amor a sí mismo. El amor a sí
mismo, correlato de la constitución del yo, es el punto del narcisismo secundario necesario
para luego pasar al amor de objeto. Observamos en este amor a sí mismo, la libidinización
del yo para luego pasar a libidinizar el objeto de amor.

Narcisismo viene del mito griego de Narciso quien se había enamorado de sí mismo.

Freud termina diciendo que una fase así, mediadora entre el autoerotismo y la elección de
objeto, es de rigor en el caso normal. Es necesario pasar por la unificación de las pulsiones
parciales en el propio cuerpo y el abandono del autoerotismo.

Freud dice que el desarrollo tiene dos metas:

● Abandonar el autoerotismo. Permutar el objeto autoerótico, situado en el propio


cuerpo, por un objeto ajeno. Es decir, pasar del objeto parcial autoerótico a un objeto
ajeno.
● Unificar los diferentes objetos de las pulsiones singulares sustituyendolos por un
objeto único. Esta unificación se logra cuando el objeto único es un cuerpo total
parecido al propio.

El narcisismo secundario permite abandonar el autoerotismo, unificar los objetos parciales y


situar un objeto único. Este cuerpo único es un cuerpo total parecido al propio (en ese
parecido volvemos a leer la cuestión de la identificación).

En esta serie de autoerotismo, narcisismo y elección de objeto, el paso por el narcisismo


implica conducirse de la parcialidad del autoerotismo a la unificación, que introduce el
narcisismo secundario, y que luego se jugará en la elección de objeto.

Tenemos dos campos:

● El de la parcialidad (del lado del erotismo). Libido viscosa irreversible.


● El de la unificación y la totalidad (en la línea del narcisismo secundario, esto es, el
yo, y el objeto de la elección de objeto). Libido fluctuante y reversible.

Pregunta: ¿Acaso esa unificación que constituye el yo es absoluta, esto es, la síntesis de
las pulsiones parciales es absoluta? En la conferencia 21, Freud responde que no. Plantea
que a pesar de la síntesis que el yo supone, hay un resto de pulsiones autoeróticas que
resulta inutilizable. Esto es, más allá de la unificación que el yo supone, la síntesis de las
pulsiones parciales no es total, queda un resto a nivel del propio cuerpo, al nivel del
autoerotismo, que no entra dentro de la síntesis del yo.
En esas pulsiones parciales que se relegan por inutilizables podemos reencontrar ese
famoso resto que persiste y no pasa a las investiduras de objeto, algo de esa originaria
investidura libidinal que no es narcisismo secundario, allí donde se ubicaba al autoerotismo
y a la viscosidad de la libido. Es en ese resto donde vamos a ubicar a las pulsiones
autoeróticas que escapan a la síntesis del yo, es decir, armamos un vínculo entre estas
pulsiones parciales que no entran dentro de la síntesis yoica, la libido irreversible y ese
resto que persiste.

Más allá del yo y su unificación, siguen existiendo algunas pulsiones parciales, el objeto
parcial. El yo no se unifica totalmente.

No hay una evolución de lo parcial a lo total sino que lo parcial se mantiene a pesar de la
ilusión de la unificación que constituye el yo.

De este modo, encontramos dos series de objetos:

● El objeto parcial pulsional regido por el autoerotismo


● El objeto unificado y totalizado que es tanto el yo como el objeto de la elección de
objeto

Respecto del objeto parcial rige allí la cuestión de la pulsión vinculada a la satisfacción. Y en
relación al objeto unificado, tanto el yo como el objeto de la elección de objeto, encontramos
el amor (el amor a sí mismo y el amor de objeto).

Estas dos series de objetos, si bien no se superponen, pueden entrar en articulaciones


recíprocas. El objeto parcial de la pulsión puede intervenir en la elección de objeto, esto es,
puede ser una condición erótica, una condición de amor. En la elección de objeto de amor
entran en juego las condiciones que impone el objeto parcial.

Resumen

El yo es una unidad que se establece por comparación e identificación con un semejante. El


yo debe desarrollarse, no hay yo desde el comienzo. Al inicio lo que hay es el autoerotismo,
estas pulsiones parciales primordiales, que luego se unifican en el yo. Sin embargo, esta
síntesis no es total, siempre queda un resto de pulsiones parciales que se relegan por
inutilizables. En ese resto localizamos la existencia del objeto parcial más allá del objeto
unificado que es el yo.

Vamos a diferenciar el narcisismo primario del narcisismo secundario (más allá de esta
cuestión de que las cuestiones primarias en Freud como la represión primaria,la
identificación primaria, el narcisismo primario originario no son observables clínicos). Vamos
a situar una diferencia entre el narcisismo primario y el narcisismo secundario, el narcisismo
que constituye el yo como unidad es el narcisismo secundario. Cuando Freud se refiere al
narcisismo primario, se está refiriendo a otra cosa, en el narcisismo primario se trata del
narcisismo de los padres hace mucho abandonado que se desplaza sobre el niño.

Relación entre el narcisismo y el autoerotismo: no está presente desde el comienzo en el


individuo una unidad comparable al yo; el yo tiene que ser desarrollado. Las pulsiones
autoeróticas son iniciales, primordiales; por tanto, algo tiene que agregarse al autoerotismo,
una nueva acción psíquica (identificación), para que el narcisismo se constituya.

1ro → autoerotismo → estado primordial, siempre permanece un resto autoerótico que no


se cede a los objetos.
2do → narcisismo → se forma el yo gracias a una nueva acción psíquica.
3ro → elección del objeto

4. ¿Qué relación establece Freud entre la repetición y la transferencia?

Las transferencias son explicadas como reediciones, recreaciones de emociones y


fantasías, tanto amorosas como hostiles, que sustituyen a una persona anterior por la
persona del analista. A esto, el paciente no lo vive como un recuerdo anterior sino que lo
vive como algo actual.

“Sobre la dinámica de la transferencia”.

Según este texto, la transferencia implicaría la repetición de cierto cliché, o modalidad


adquirida a través de las experiencias en los primeros años de vida. Es una forma que
vuelve una y otra vez, y que imprime algo particular en los vínculos que el sujeto sostiene a
través del tiempo, así también como modos particulares de satisfacción pulsional.
Transferencia implica entonces repetición.

Las marcas que el intercambio con el otro dejan en el cuerpo, su lugar determinante en el
recorte de las zonas erógenas, condicionan al sujeto a busquedas singulares en la
modalidad pulsional. Esto es, la relación con esos primeros otros significativos será
determinante de la modalidad de vinculación que un sujeto tendrá con los demás a lo largo
de toda su vida, así como de sus preferencias libidinales y de sus fantasías. Las
expectativas antiguas no cumplidas por esos objetos de amor, tanto las insatisfacciones
como las represiones, condicionarán lo que se busque encontrar en cada nuevo vínculo.

Esta idea de retorno, de repetición de algo anterior, de marcas y guías, genera una historia
que hace a ese sujeto alguien único y diferente. Es esta singularidad la que se pondrá en
juego en la relación con el analista.

Salta a la vista un interrogante: si el amor por cualquier objeto y el amor de transferencia


tienen un mismo origen, lo infantil: ¿qué sería lo específico del amor que surge en el
tratamiento psicoanalítico? El amor transferencial es producido por el lugar y la función que
tiene el analista, no por sus características como persona. Por otro lado, en la transferencia
no hay reciprocidad y tiene un tiempo de caducidad. Sobre esto último, así como el amor
transferencial es condición para la cura, también lo será su finalización. Será necesario que
el analista caiga de ese lugar en donde el paciente lo colocó.

Lo que distingue al psicoanálisis de cualquier terapia es que en él la transferencia es


considerada una herramienta del tratamiento. Es necesario que el analista se ofrezca
para que el paciente desplace o transfiera sus complejos patógenos, esto es, para que
traslade lo reprimido sobre el analista y pueda hacerse el trabajo con eso.
En cuanto a la vinculación entre transferencia y repetición, reiteramos la definición que
encontramos en el texto “Sobre la dinámica de la transferencia”: la transferencia supone una
actualización de los conflictos del paciente a través del vínculo con el analista, reeditando
un modo de vincularse que proviene de lo que ha vivido con los principales personajes de
su pasado. La transferencia opera cómo una formación del inconsciente, como un retorno
de los reprimido, propiciando la rememoración.

¿Cómo se juega la repetición en este proceso? Proponiendo que el paciente reproduzca


con su analista la modalidad de vínculo que tenía con sus primeros objetos, en este hecho
ya está presente la repetición. Además, la cuestión de pensar al analista ocupando el lugar
de falso enlace hacia el cual puede desplazarse la carga (al modo de un resto de diurno),
también supone la puesta en juego de ese deseo inconsciente como en cada una de las
formaciones de compromiso, fallidos, olvidos etc.

En esta descripción estaríamos hablando del amor de transferencia, nombrado también en


el texto como transferencia positiva. La transferencia positiva funciona como la verdadera
palanca del éxito. Por otro lado, los momentos en que la asociación se detiene es debido a
que se pone en juegos algún complejo patógeno, algo que resulta difícil de soportar.
Entonces, se produce un silencio y en el paciente aparecen ocurrencias ligadas a la
persona del analista. En esa detención de las asociaciones vemos que la resistencia se
aprovecha de la transferencia. Una vez que se le comunica al paciente que está bajo el
efecto de una resistencia, muchas veces las asociaciones pueden reanudarse.

Hay una secuencia que se repite: silencio con detención de las asociaciones, ideas
vinculadas con el analista, señalamiento de la resistencia que se está jugando en ese hecho
y, gracias a eso, reinicio de la asociación libre nuevamente.

Otro modo en el que las resistencias se hacen presentes es, como aparece en el texto
“Recuerdo, repetición y relaboración”, cuando el paciente actúa con el analista lo que no
quiere recordar. Es decir, es otra modalidad de recordar, pero esta vez no a través de la
rememoración o puesta en palabras, sino con una puesta en escena. Una actuación que
sería otra manera en que lo reprimido retorna. El retorno de lo reprimido podría hacerse
presente de 2 maneras: a través de la rememoración (puesta en palaba) o cómo recuerdo
en acto.

Descripción de otro sesgo de la transferencia:

Si la repetición en la transferencia, que funciona como motor, permite la rememoración y el


avance de la cura, acá la repetición hará presente, por el contrario, las resistencias, lo que
obstaculiza el tratamiento.

Es frecuente en la clínica que haya momentos en que el paciente deja de asociar y se


queda en silencio. Muchas veces, en estos momentos, surgen pensamientos vinculados a la
persona del analista (“me miró con mala cara, le debe pasar algo”, “¿puso algo nuevo en el
escritorio?”). Freud dice que en estas ocasiones, algo de lo más conflictivo para el paciente
estaba por surgir en el análisis y lo quiere evitar. En este caso, la transferencia está
siendo aprovechada por la resistencia. En “Psicoterapia de la histeria”, Freud plantea que
así el analista se transforma en un obstáculo externo.
5. ¿Cuáles son los distintos sentidos del término Inconsciente? Desarrolle. En el
contexto de la metapsicología de 1915 ¿cuáles son los diferentes usos del
término "inconsciente"? ¿Cuáles son las propiedades del sistema
inconsciente? Relacionar con Totem y Tabú.

Hay tres sentidos o usos del término inconsciente: el descriptivo, el dinámico y el


sistemático.

El inconsciente en términos descriptivos es la acepción más antigua del mismo. En este


caso, el inconsciente es sinónimo de preconsciente. Esto es, las representaciones
inconscientes siempre están latentes siendo susceptibles de devenir conscientes, con un
breve esfuerzo para poder recordarlas seremos capaces de traerlas a la conciencia. Se
trata de un inconsciente en el cual todavía no hay ningún mecanismo de defensa.

La introducción de los conceptos de pulsión y represión complejizan y redefinen el sentido


descriptivo del inconsciente permitiendo un pasaje al sentido dinámico del mismo, propio del
psicoanálisis. El inconsciente adquiere un nuevo sentido, ya no se trata de algo inconsciente
“por el momento” o “temporariamente”, sino que puede significar permanentemente
inconsciente.

La concepción dinámica del inconsciente es correlativa al mecanismo de la represión. Esto


es, todo lo inconsciente es reprimido. Freud distingue entre representaciones latentes que
pueden entrar en la conciencia tan pronto cobran la fuerza necesaria para hacerlo, estas se
van a llamar preconscientes, y representaciones que no penetran en la conciencia por más
intensas que sean, llamadas inconscientes en el sentido dinámico del mismo. A partir del
funcionamiento de estas relaciones dinámicas de la actividad psíquica nos encontramos con
un preconsciente que pasa sin dificultad a la conciencia y un inconsciente eficiente que
permanece inconsciente y está coartado su acceso a la conciencia.

La concepción dinámica es evidenciada por el curso de los procesos psíquicos, se ponen en


juego diversos mecanismos que hacen al movimiento dentro del aparato psíquico. A la
representación del inconsciente eficaz no le es imposible acceder a la conciencia, puede
hacerlo, pero eso demanda un cierto gasto de esfuerzo: unas fuerzas vivas se contraponen
a su ingreso a la conciencia, tendrán que vencer la resistencia para poder hacerlo. Sin
embargo, el inconsciente es intenso y eficaz, esto es lo que lo hace dinámico, las
representaciones aún estando reprimidas tendrán efectos sobre el sujeto.

El inconsciente sistemático entiende al inconsciente como un sistema particular que


responde a determinados principios y leyes. Se trata de un inconsciente que responde al
proceso primario, que se rige por las leyes de desplazamiento y condensación, el principio
de placer, la no contradicción y la libre energía. El inconsciente sistemático es mucho más
amplio y abarcador que el inconsciente dinámico, o sea, abarca más que el inconsciente
como correlativo a los reprimido.

Extra

Freud toma al término inconsciente de distintas maneras. En primer lugar dice que
descriptivamente llamaremos consciente a la representación que está presente en nuestra
consciencia y latentes a aquellas que no lo están, es decir las inconscientes. Entonces una
representación puede estar ahora presente en la consciencia, luego desaparecer y luego
aflorar en la misma como un recuerdo, de modo que estuvo presente pero latente en cuanto
a la consciencia. Un ejemplo de ello puede ser el de un nombre bajo hipnosis, que al
despertar no recuerda nada, pero sí realiza la acción luego del chasquido del hipnotizador,
de modo que se hizo consciente la representación del acto a realizar pero permanecieron
inconscientes todas las ideas asociadas con esa representación. Esto le permitió a Freud
pasar de una concepción descriptiva a una dinámica, ya que se le agrega una característica
a esa representación: la representación a ejecutar devino, además, eficiente. De esta
manera podemos sostener entonces que un pensamiento latente o inconsciente no
necesariamente es débil. Ello requiere una diferenciación: hay pensamientos latentes
débiles que pueden acceder a la cc tan pronto se los pueda investir (pcc) y otros
pensamientos que no penetran en la cc por más intensos y eficientes que sean (icc). Al
producto del icc eficaz no le es posible ingresar a la cc, pueden hacerlo, pero ello implicaría
una demanda de esfuerzo, por lo tanto, si intentamos acercarnos a los mismos tropezamos
con la resistencia. Esto nos permite concluir que el pensamiento icc es excluido de la cc por
unas fuerzas vivas que se contraponen a su aceptación, mientras que no estorban a los
pensamientos pcc. Así Freud propone su tesis principal: “lo inconsciente es una fase regular
e inevitable en los procesos que fundan nuestra actividad psíquica, todo acto psíquico
comienza como inconsciente y puede permanecer tal o bien avanzar desarrollándose hacia
la consciencia según que tropiece o no con una resistencia”. Lo que ello quiere decir,
entonces, es que el hecho de que todo acto psíquico comience siendo inconsciente, implica
un descentramiento de la consciencia, que si no tropieza con las fuerzas vivas podrá
devenir consciente.

Retomando el hecho de que la representación devenga eficiente resulta relevante remarcar


que su estructura es la misma que la del retorno de los fenómenos de lo reprimido, sobre
todo en el síntoma (el cual es eficaz en cuanto uno de sus sentidos prevalezca icc). Así, la
concepción dinámica del icc y la represión resultan conceptos solidarios, pudiendo
establecerse que “todo lo reprimido es inconsciente”. La separación cc-icc lo lleva a concluir
a Freud que la represión no es un mecanismo presente desde el origen, sino que requiere
de un momento anterior al que denominó represión primordial que surge como una
operación fundante que instaurará el campo de las representaciones. Ese momento lógico y
previo implica una fijación, la inscripción de un representante de la pulsión, quedando
articulados ambos conceptos mediante su representante. La segunda represión o
post-represión recae sobre los retoños psíquicos de lo reprimido primordial o sobre cadenas
o asociaciones de pensamientos vinculados con lo reprimido primordial, lo que hace que
tengan el mismo destino que ello. Finalmente, podemos decir que la represión es el
operador clave de la dinámica psíquica porque su propósito no se conseguiría si no
existiese lo reprimido primordial que actúa como polo de atracción. Es un proceso tópico
(porque perturba el vínculo con el sistema psíquico cc) y dinámico (ya que involucra ambas
fuerzas).

Retomando al representante de la representación, en el caso de Tótem y tabú, podemos


decir que es el tótem quien funciona como representante del padre muerto. Si pensamos al
representante como “algo a lo que no se puede acceder” podríamos analogar que es ese es
el espacio al que los hijos nunca llegan, es decir el lugar que ocupaba su progenitor. Si bien
satisfacen su deseo de agresión hacia el padre, consuman la identificación con él y se
apropian de una parte de su fuerza, ellos renuncian a la posesión de las mujeres deseadas.
Así será el padre quien gozará de esa satisfacción completa, conformándose los hermanos
con una satisfacción parcial ya que ni se puede ocupar el lugar del padre, ni se puede tener
a todas las mujeres. Esto último tiene un valor fundante para el sujeto humano y es un
operador estructural ya que posibilita la organización del clan, de la misma forma que el
representante funda el aparato psíquico y regula los intercambios que se dan dentro de
éste.

Extra

La multivocidad del inconsciente nos habla de los distintos usos del término. Por un lado,
ubica lo latente, lo inconsciente por algún tiempo, es decir, un inconsciente descriptivo
latente en cuanto a la conciencia, es una descripción respecto de la conciencia, pero que
nada se diferencia de los actos conscientes. Por otro lado, procesos como los reprimidos,
allí pone el acento cuando ubica el punto de vista dinámico del inconsciente en los procesos
a los que son sometidas las representaciones. Lo dinámico define a lo inconsciente como
reprimido.

Entonces va a hablar de la relación entre los sistemas. Un acto psíquico atraviesa dos fases
entre las cuales opera la censura. Primero pertenece al sistema inconsciente, esto nos
indica nuevamente el descentramiento que el inconsciente produce para el sujeto respecto
de la conciencia. Si es rechazado por la censura, se le deniega el paso a la segunda fase.
Queda reprimido. Pero si sale airoso del examen pasa a pertenecer a un segundo sistema,
no es aún consciente, sino susceptible de conciencia. Pertenece al sistema preconsciente y
puede ser objeto de la conciencia toda vez que se reúnan ciertas condiciones.

Lo susceptible de conciencia, lo latente, coincide con el preconsciente. Es más, dice que, en


atención a esta susceptibilidad de conciencia, llamamos al sistema de conciencia también el
preconsciente.

Entonces, el sistema preconsciente participa de las propiedades del sistema consciente y la


censura rigurosa está en el paso entre inconsciente y preconsciente-consciente. Con la
aceptación de estos 2/3 sistemas, el psicoanálisis se distancia de la psicología descriptiva
de la conciencia y se distingue de ella por su concepción dinámica en los procesos
anímicos. Lo dinámico implica el conflicto y el juego de fuerzas.

6. ¿Qué modificaciones introduce la noción de narcisismo en la teoría de la


libido?

Previo a la introducción del narcisismo, Freud hablaba de una oposición entre pulsiones
sexuales y pulsiones yoicas. Tenemos pues, las pulsiones sexuales que son parciales, cuya
energía Freud denomina libido, y las pulsiones yoicas, cuya energía es el egoísmo o el
interés. Es decir, un dualismo que implica una instancia sexual libidinal (PS) y una instancia
no sexual (PY).

Con este modelo, Freud explica los síntomas como el resultado entre el conflicto de las
pulsiones sexuales y las pulsiones yoicas. La ceguera histérica, por ejemplo, es el resultado
del conflicto entre la pulsión sexual hipertrófica que se gana el veto de las pulsiones yoicas.
Aplicado al síntoma de la ceguera histérica: si la pulsión sexual parcial que se sirve del ver,
como placer sexual del ver, choca, por sus desmedidas exigencias, con la contradefensa de
las pulsiones yoicas, estas caen bajo la represión y son apartadas del devenir consciente.
Sin embargo, de este modo queda perturbado el vínculo del ojo y del ver con el yo: el yo ha
perdido el imperio sobre el órgano, ya que el síntoma es la ceguera histérica, y ahora queda
a disposición de la representación reprimida. La ceguera histérica es una formación de
compromiso porque, por una parte, la pulsión reprimida sigue actuando en el inconsciente y,
por otra parte, si bien el yo ha perdido imperio sobre el órgano, también ha impedido el
despliegue de la pulsión de ver cómo placer de ver.

El narcisismo es una colocación libidinal en el yo. El narcisismo es la libido en el yo.

¿Cómo se cuestiona este dualismo a partir del narcisismo?

Si narcisismo designa libido en el yo, entonces ese yo que habíamos definido como el yo de
las pulsiones yoicas, el yo como instancia no sexualizada, se libidiniza, pasa a estar
investido con libido. El problema que se le va a producir a Freud es: ¿cómo sostener el
conflicto si para él era necesaria una instancia sexual versus una instancia no sexual?
Ahora el conflicto está entre la pulsión parcial sexual y el yo, que a partir del narcisismo,
queda libidinizado (sexualizado). Es decir, se trata de dos instancias libidinizadas.

El título del texto “Introducción del narcisismo” nos designa la introducción del concepto de
narcisismo, complementario a la teoría de la libido. En principio, plantea que el narcisismo
es un término que proviene de la descripción clínica, atribuido a dos autores que lo utilizan
para designar la conducta de ciertas personas, o de ciertas prácticas sexuales, que tratan al
cuerpo propio como lo harían con un objeto sexual para alcanzar la satisfacción plena.

En principio, la libido puede ocupar la posición del yo,cuando la libido inviste al yo es


denominada libido yoica o libido narcisista. La libido también puede investir al objeto, en
este caso se denomina libido de objeto.

Definamos al objeto como objeto de amor, objeto unificado. El objeto de amor será un
semejante, alguien semejante al yo. La libido yoica y la libido de objeto se comportan como
vasos comunicantes porque pueden fluctuar y revertir de una a otra de las posiciones
(puede estar en el yo, luego quitarse de este y pasar al objeto, visceversa). Este movimiento
es un movimiento de báscula, un movimiento fluctuante que va y que viene. Hay una suerte
de desplazabilidad de la libido que puede pasar de una a otra de estas posiciones, la
particularidad es que mientras más se coloca en uno de estos lugares tanto más se
empobrece en el otro.

El punto máximo de la libido de objeto es el enamoramiento y el punto máximo de la libido


yoica es la megalomanía. Si el enamoramiento es la fase superior de la libido de objeto,
esto implica como correlato un empobrecimiento de la libido yoica, y viceversa.

Vemos entonces una oposición de la libido entre el yo y el objeto. Esta oposición no es un


dualismo pulsional, es la misma libido que fluctúa entre el yo y el objeto. Esta fluctuación
libidinal, esta relación entre la libido yoica y la libido de objeto, no es un verdadero dualismo
pulsional sino un falso dualismo porque justamente es la misma libido la que inviste al yo y
al objeto (cuando uno se desenamora se quita la libido del objeto y esta vuelve al yo).En la
fluctuación entre la libido yoica y la libido de objeto, es la misma libido la que va de un lugar
a otro.
Para ilustrar este vaivén entre la libido yoica y la libido de objeto, nos vamos a detener en la
distinción que Freud establece entre las neurosis de transferencia y las neurosis narcisistas.
Las neurosis de transferencia son aquellas que poseen la particularidad de establecer
transferencias, esto es, de facilitar investidura de objeto (histeria de conversión, neurosis
obsesiva, histeria de angustia o fobias). Las neurosis narcisistas son lo que actualmente
conocemos como psicosis (paranoia, esquizofrenia o parafrenia).

Veremos cómo se comportan la libido yoica y la libido de objeto en estas entidades.

En las neurosis narcisistas, Freud plantea que los enfermos tienen dos características: el
delirio de grandeza y el extrañamiento de su interés respecto de personas y cosas del
mundo exterior. Esta alteración dificulta la transferencia y obstaculiza el tratamiento
psicoanalítico. ¿Cómo explica Freud estas características? Diciendo que se ha retirado la
libido de los objetos revirtiendo sobre el yo, creando así el delirio de grandeza o la
megalomanía.

En el caso de las neurosis de transferencia parece haberse resignado el vínculo con la


realidad, pero en realidad no se ha resignado de modo alguno el vínculo erótico con
personas y cosas. Estos pacientes conservan el vínculo erótico en la fantasía. Es decir,
sustituyen los objetos reales por objetos imaginarios. En las neurosis de transferencia, los
pacientes han quitado la libido de los objetos reales pero la han colocado en objetos de la
fantasía. Este proceso se llama introversión de la libido.

En las neurosis de transferencia se mantiene la doble carga libido yoica - libido de objeto
(sea esta sobre un objeto real o un objeto fantaseado). Se mantiene simultáneamente una
carga de libido en el yo y una carga de libido en el objeto. No se ha renunciado a investir a
los objetos, por más que se haya perdido la investidura de los objetos reales esa carga
estará en los objetos imaginarios. Hay un doble corrimiento en las neurosis de transferencia:
libido yoica y libido de objeto. En el caso de la introversión de la libido: se quita la libido de
los objetos reales y se la coloca en los objetos de la fantasía.

Esto no ocurre en las neurosis narcisistas. En las neurosis narcisistas se pierde esta
duplicación y toda la libido de objeto revierte sobre el yo. Dice Freud, los parafrénicos
parecen haber retirado su libido de personas y cosas del mundo exterior pero sin sustituirlas
por otras en su fantasía. El delirio de grandeza surge a expensas de la libido de objeto. No
se mantienen simultáneamente la carga yoica y la carga de objeto.

Hemos definido narcisismo como libido en el yo. Entonces, el narcisismo será, más allá de
las neurosis narcisistas, un estado regular en el desarrollo que consiste en la colocación de
la libido en el yo.

El narcisismo como libido en el yo surge por replegamiento de las investiduras de objeto


cuando la libido se retrae de los objetos y se coloca en el yo.

Freud nos da la metáfora de la ameba: la ameba es un organismo unicelular que emite


pseudópodos (pseudoextremidades). Estas extremidades las utiliza para acercarse a algún
elemento que quiere rodear, lo toma, y luego retrae los pseudópodos. Freud compara los
movimientos de los pseudópodos de la ameba con las fluctuaciones de la libido: el cuerpo
de la ameba es un reservorio de libido en el yo, cuando emite los pseudópodos se
transforma en libido de objeto y cuando los vuelve hacia sí se vuelven a transformar en
libido yoica. Es todo un vaivén del yo al objeto y del objeto al yo. De ningún modo puede ser
un dualismo si es la misma libido la que en su vaivén describe su colocación en el objeto o
en el yo.

Respuesta Sharon

Si bien otros teóricos habían hecho referencia al concepto de narcisismo como una
perversión en la que el sujeto se trata su propio cuerpo como objeto sexual, Freud redefine
esta noción como una colocación de líbido en el yo propia del desarrollo sexual regular de
los seres humanos. Este pasaje resulta crucial puesto que, en primera instancia libidiniza el
yo. Hasta entonces, Freud se había esforzado por mantener una división tajante entre
instancias sexuales y no sexuales, hablando de pulsiones sexuales y pulsiones yoicas antes
llamadas de autoconservación. Ahora bien, si se comprende al narcisismo como líbido en el
Yo, pues entonces nos hallamos ante dos instancias libidinizadas y sin división tajante por lo
que será considerado un pseudodualismo.

Si nos remontamos a las primeras etapas del desarrollo, comprendemos que no existe en el
inicio una unidad comparable al yo, sino que por el contrario reina la parcialidad autoerótica.
Partiendo de allí, se sucede el narcisismo primario es decir aquel que los padres ejercen
sobre el niño, libidinizándolo y posicionando sobre él su amor, deseos y expectativas, su
propio narcisismo volcado sobre el infante, “su majestad el bebé”. A continuación, y ante la
aparición del nuevo acto psíquico de identificación pasa a consolidares el narcisismo
secundario. En este punto, ya podemos hablar de un yo constituido y la posibilidad de
investir objetos o bien retraer la libido sobre el yo, culminando con la serie autoerotismo,
narcisismo, elección de objeto.

Dicho esto, queda establecida una libido yoica o narcisista, aquella aplicada sobre el yo, y
una libido de objeto dispuesta a investir objetos en el mundo exterior. Es importante
destacar que no se habla de dos libido distintas, separadas de modo tajante, sino de
distintas aplicaciones de la misma, volviendo así a referirnos al pseudodualismo. Haciendo
uso de la metáfora freudiana, existe un reservorio de líbido yoica que permanece en el
propio cuerpo mas la otra parte puede ser entregada a los objetos o bien retraída sobre el
yo del mismo modo en que la ameba puede desplegar y retraer sus pseudópodos. Este
movimiento no es necesariamente patológico ya que, de hecho, en el enamoramiento, por
ejemplo, se observa un engrandecimiento del objeto y un empobrecimiento del yo, se cede
la líbido yoica, mientras que en situaciones como la enfermedad orgánica se produce una
resignación de la líbido de objeto y un desinterés por el mundo exterior puesto que el
enfermo solo puede concentrarse en su dolor.

Esta distinción entre libido yoica y de objeto es a su vez la que posibilita la nueva distinción
entre clases de neurosis. Por un lado, Freud definirá a las neurosis narcisistas como
aquellas en las que al chocar la líbido con una imposibilidad en su aplicación, la misma
abandona la investidura de objetos y se repliega íntegramente en el yo. Esto produce en
consecuencia un agrandamiento del Yo y una imposibilidad de transferencia, lo que vuelve a
estos sujetos insusceptibles de análisis.

En contraparte, en las neurosis de transferencia observamos que, si bien la líbido ya no


inviste objetos reales, no se resignan los vínculos con los objetos y personas, se produce
una introversión de la libido, pero la misma no se repliega sobre el Yo, sino que se despliega
ahora en el plano de la fantasía. En estos sujetos es efectivamente plausible el tratamiento
puesto que en ellos es posible la transferencia.

7. Concepto de pulsión y sus elementos.

Freud la comprende la pulsión como el “representante psíquico de una fuente de estímulos


intrasomáticos en constante fluir”. Ahora bien, al adentrarnos en esta definición, son
numerosos los puntos a trabajar.

Para comenzar, el hecho de caracterizarla como partiendo de estímulos intrasomáticos la


diferencia de cualquier estímulo proveniente del exterior. Por el contrario, la pulsión
comienza en el propio cuerpo, en la fuente. Este primer término de la pulsión, definido como
zona erógena, es cualquier sector de piel o mucosa en el que al ser estimulada provoque
sensaciones placenteras de alguna índole. Sin embargo, la pulsión no se resuelve en el
plano de lo somático, sino que alcanza lo psíquico, no pudiendo así ser caracterizada como
lo uno o lo otro sino como un concepto límite, fronterizo entre lo psíquico y somático. Es
decir, partiendo de la fuente, la pulsión no puede resolverse plenamente en el ámbito de lo
somático, sino que alcanza lo psíquico como una exigencia de trabajo, un empuje constante
que no cesa, puesto que la satisfacción nunca es total, y por lo cual se la caracteriza en su
definición como “en constante fluir”.

Ahora bien, al comprender que este drang pulsional es constante puesto que la satisfacción
alcanzada nunca es total, nos hallamos en presencia de otro término de la pulsión: la meta,
que es siempre la satisfacción. Este punto guarda íntima relación con la fuente puesto que,
la pulsión nace en ella, pero, para alcanzar la satisfacción debe volver a ella. Es decir, la
pulsión no se satisface en el objeto que resulta ser lo más contingente y variable. Es
autoerótica (desarrollar más)

Tomemos por ejemplo la pulsión oral. La misma deja entrever otra característica de la
pulsión, su parcialidad respecto de la necesidad. Es decir, Esta nace apuntalada en las
funciones de autoconservación, se halla primero ligada a la necesidad. La zona erógena de
los labios, originaria de la pulsión oral, se encuentra en primera instancia íntimamente ligada
a la función nutricia y al otro de los primeros cuidados quien libidiniza al sujeto, mas luego
se independiza de la misma. En el chupeteo entonces, se vuelven autónomos los
componentes eróticos, poco importa ya si se entra en contacto con el pecho materno, una
manta o el propio pulgar. El objeto ocupa una función instrumental ya que la satisfacción no
se alcanza en él sino en el recorrido de volver a la fuente. Hablamos así de una relación
paradójica puesto que, para cancelar este estímulo descripto casi como un picor en esa
zona erógena, se requiere otro estímulo aplicado sobre ese mismo lugar. Es en este sentido
que la pulsión se entiende como autoerótica ya que su satisfacción no depende del objeto,
sino de su propio recorrido y se cancela el estímulo en la fuente.

Por otro lado, así como comprendemos la parcialidad de la pulsión respecto de la


satisfacción, y de la necesidad, debemos comprender también su parcialidad también
respecto del cuerpo puesto que la pulsión recorta una zona del cuerpo como los labios en el
caso de la pulsión oral, y su satisfacción es independiente del resto del cuerpo. Asimismo,
es también parcial respecto de la genitalidad dado que el concepto de sexualidad lo
sobrepasa, abarca muchas más prácticas que las comúnmente denominadas sexuales y
está presente desde la niñez.

Extra

Ya en 1886, en Manuscrito K, Freud anticipaba que “mientras no exista una teoría correcta
del proceso sexual, permanecerá irresuelta la pregunta por la génesis del displacer eficaz
en la represión” y que la sexualidad no podía reducirse sólo a la genitalidad y al instinto tal
como sostenían sus antepasados, sino que ésta era un concepto más complejo que
requería de una teorización propia que no sea importada de otro campo. Esto da una pauta
de las características que tiene la sexualidad humana, es decir que no hay un saber a priori
respecto de ella en los humanos, por ello es que es un terreno de interrogantes que
requiere teorías. Así, en 1905, propone el concepto de pulsión para dar cuenta de las
particularidades de la misma. De ella dará tres definiciones: en un primer momento la
ubicará como un concepto límite entre lo anímico y lo somático que intenta dar cuenta las
relaciones problemáticas y complejas que se dan entre estos dos y la diferenciará de la
genitalidad y del instinto. No obstante, ello no bastará para saber entonces qué es la
pulsión, surgiendo la necesidad de que se tracen los límites del concepto. Así, Freud
preguntándose acerca de qué es lo que caracteriza a los estímulos pulsionales va a señalar
que se diferencian en principio de ciertos estímulos, como los fisiológicos o “de necesidad”,
debido a la procedencia de estos. También sostendrá que según de donde provengan
tendrán distinta “huida/fuga” ya que en los interiores hay una ineficacia de ello. Así surge un
problema que dará lugar a una segunda definición del concepto de pulsión: la pulsión es,
además, una magnitud de exigencia de trabajo impuesta a lo psíquico a consecuencia de su
conexión con lo somático. Es decir que el campo de lo psíquico recibe una cierta carga del
campo de lo somático (debido a su conexión con ella) carga que ésta no puede resolver. A
su vez, en este aspecto, incide otra variable dentro de los estímulos interiores donde la fuga
es ineficaz. Surge que los estímulos de la “necesidad” están determinados por dos
insuficiencias, por un lado, no sirve la huida y por otro lado no hay acción específica para
cancelar esa necesidad, lo que requiere la intervención de un “otro de los cuidados ajenos”
debido al ingreso, en un estado de indefensión, que los humanos hacemos al mundo. De
este modo nuestra supervivencia depende de que el otro nos cuide y, dentro de esos
cuidados, el otro dispone de nuestro cuerpo. Así, en ese contacto el cuerpo del bebé se va
a sexualizar, es decir que de él se va a obtener satisfacción y van a ir apareciendo zonas
donde se obtiene placer de forma privilegiada. Sin embargo, si bien este otro que interviene
marca a la necesidad como un punto de apoyo de la pulsión sexual, posteriormente se
independiza, dando como resultado que la pulsión sea parcial respecto del cuerpo como
totalidad, de la genitalidad y respecto de la necesidad. Según Freud cualquier parte de la
piel o de las mucosas podrá funcionar como una zona sexualizada o erogeneizada a partir
del cuidado maternal, es decir que no depende solamente de las zonas genitales. Así
podemos sostener otras características de la sexualidad humana:

1. no hay un objeto predeterminado en dicho campo que se presente invariable, que permita
dar a conocer universalmente lo sexual. 2. Si bien la pulsión se procura un objeto, éste
puede ser cualquiera. 3. La sexualidad es algo que se constituye en la infancia, porque se
forma en esos primeros contactos con ese otro que nos cuida y ello repercutirá a lo largo de
la vida adulta.
En síntesis, podemos concluir entonces que la sexualidad no responde a la lógica animal de
la reproducción y conservación de la especie, ya que el objeto no es universal ni siempre
responde al esquema “ente del género contrario-misma especie” y ya que la meta no
siempre es el coito ni la reproducción. Freud dirá que, si estos son los estándares normales,
entonces la sexualidad humana es perversa por definición derribando así el pensamiento de
la época.

8. ¿Por qué podemos decir que en la teoría Freudiana la transferencia adquiere


tanto valor de motor como obstáculo?

Respuesta Sharon

En contraparte, en las neurosis de transferencia observamos que, si bien la líbido ya no


inviste objetos reales, no se resignan los vínculos con los objetos y personas, se produce
una introversión de la libido, pero la misma no se repliega sobre el Yo, sino que se despliega
ahora en el plano de la fantasía. En estos sujetos es efectivamente plausible el tratamiento
puesto que en ellos es posible la transferencia.

Este mecanismo fundamental para la terapia consiste en la posibilidad de que el paciente


transfiera su líbido a la persona del analista, produciendo así una neurosis de transferencia
artificial generada por el dispositivo analítico que resulta clave para el desarrollo de un
análisis. Empero, este mecanismo resulta un arma de doble filo. Es por un lado
indispensable para la cura y es la que brinda grandes avances usualmente en el comienzo
ya que la transferencia positiva, caracterizada por sentimientos tiernos, suele generar la
buena predisposición del paciente, mostrándolo dispuesto a comunicar todo aquello que a
su mente aqueja por medio de la asociación libre. La transferencia positiva es el motor para
el análisis.

Sin embargo, al proseguir el análisis aparece también la transferencia negativa, como


obstáculo a modo de sentimientos hostiles. También aparece como obstáculo la
transferencia positiva erótica a modo de deseos eróticos hacia la persona del analista.
Ambos dos vuelven muy dificultoso proseguir con la asociación libre dado que los
pensamientos que al paciente acuden se centran en la persona del analista. Es allí donde el
manejo de la transferencia se vuelve clave para el éxito del análisis.

Como explica Freud, estos sentimientos no son nuevos y despertados por la persona del
analista en particular o por la situación del análisis, sino que consisten en la repetición por
parte del paciente de aquello que aún no puede poner en palabras. El modo de actuar del
paciente, no es más que un cliché que busca reproducir con el analista lo que le ha ocurrido
con frecuencia en el pasado. El punto clave para vencer esta transferencia negativa que es
utilizada en este punto por la resistencia, es que el analista bajo ningún punto de vista ceda
a los deseos del paciente, sino que, por el contrario, le comunique lo que sucede, evidencie
esta repetición para así guiar al paciente a mudarla en recuerdo. Nuevamente aquí, esta
transferencia que con tanto poder amenazó el tratamiento, se aparece como la mayor arma
para la cura.

Se espera entonces, que, al finalizar el tratamiento de forma exitosa, la neurosis de


transferencia artificial, creada por el dispositivo analítico se disuelva, quitando así la libido
del analista y disponiendo nuevamente de ella para investir objetos del mundo exterior.
Desgrabaciones

La transferencia tiene un papel central y también uno muy controvertido. Por un lado, el
vínculo con el analista es lo que hace posible el tratamiento, por otro, la transferencia tiene
una cara opuesta, es ella la que vehiculiza la resistencia. Esto es lo que hace del análisis
una experiencia compleja.

Lo que distingue al psicoanálisis de cualquier terapia es que en él la transferencia es


considerada una herramienta del tratamiento. Es necesario que el analista se ofrezca para
que el paciente desplace o transfiera sus complejos patógenos, esto es, para que traslade
lo reprimido sobre el analista y pueda hacerse el trabajo con eso. Esta dimensión de la
transferencia que facilita la rememoración y el despliegue del inconsciente es denominada
transferencia motor.

En otras palabras, el lugar del analista supone una función: el analista es un operador para
que el tratamiento pueda transcurrir. Que la subjetividad del paciente pueda jugarse como
síntoma en la relación con el analista es la herramienta más poderosa para la curación.

Hablamos del concepto de transferencia, su importancia en el tratamiento y planteamos que


una de las cuestiones más complicadas del término es su doble cara. Es que, por un lado,
es el motor de la cura y, a la vez, es ella misma la que convoca las más fuertes resistencias.
Es una paradoja que aquello que parece oponerse al progreso de un análisis sea
justamente lo que nos llevará a su éxito.

La transferencia positiva funciona como la verdadera palanca del éxito. Por otro lado, los
momentos en que la asociación se detiene es debido a que se pone en juegos algún
complejo patógeno, algo que resulta difícil de soportar. Entonces, se produce un silencio y
en el paciente aparecen ocurrencias ligadas a la persona del analista. En esa detención de
las asociaciones vemos que la resistencia se aprovecha de la transferencia. Una vez que se
le comunica al paciente que está bajo el efecto de una resistencia, muchas veces las
asociaciones pueden reanudarse.

Otro modo en el que las resistencias se hacen presentes es, como aparece en el texto
“Recuerdo, repetición y relaboración”, cuando el paciente actúa con el analista lo que no
quiere recordar. Es decir, es otra modalidad de recordar, pero esta vez no a través de la
rememoración o puesta en palabras, sino con una puesta en escena. Una actuación que
sería otra manera en que lo reprimido retorna. El retorno de lo reprimido podría hacerse
presente de 2 maneras: a través de la rememoración o como recuerdo en acto.

Vamos a describir los distintos tipos de transferencia a los que se refiere Freud en el texto
“Sobre la dinámica de la transferencia”.

● La transferencia positiva implica sentimientos tiernos, sublimados.


● La transferencia negativa se da cuando el paciente muestra odio o desprecio hacia
su analista.Aparece en momentos resistencia. Se trata de momentos en un análisis
en donde la transferencia ya se ha instalado, que es muy diferente a otras
situaciones en que ella no pudo siquiera instalarse. O sea, en una transferencia
instalada hay momentos de odio y desprecio que podemos nombrar como
transferencia negativa.
Hasta ahora nombramos dos tipos de transferencia, la positiva (el amor tierno que posee
elementos conscientes y otros que no lo son) y la negativa, la hostil. En este punto
incorporaremos un tercer tipo que Freud nombra en el texto “Sobre la dinámica de la
transferencia” y que, a pesar de tener características positivas, se convierte en resistencial
para el análisis. Es lo que se denomina transferencia erótica, transferencia que proviene de
sentimientos reprimidos y vuelve al paciente reacio a continuar con el devenir de las
asociaciones.

Ej. podemos imaginar a alguien que no puede seguir asociando porque en lo único que
piensa es en las fantasías amorosas o sexuales que tienen con su analista.

Entonces, tenemos la transferencia motor del análisis que proviene de sentimientos tiernos,
conscientes y sublimados hacia el analista. Y dos tipos de transferencia que operan cómo
resistenciales, que obstruyen la continuación del análisis: la transferencia erótica y la
transferencia hostil.

9. Explique la noción de neurosis de transferencia como neurosis artificial.

La neurosis ordinaria que el paciente trae se transforma en una neurosis nueva neurosis
artificial: la neurosis de transferencia. La transferencia funciona como una formación del
inconsciente, en donde el analista sirve para que el paciente pueda jugar en él sus propios
conflictos. Opera aquí un retorno de lo reprimido.

↳ En este sentido, Freud ubica al analista como resto diurno en el sueño. El deseo
inconsciente produce una transferencia de su intensidad sobre los restos diurnos y el sujeto
vivencia el sueño como algo actual. De este mismo modo, lo reprimido se pone en juego en
el vínculo con el analista, analista que ocupa ese lugar de lo nimio e indiferente propiciando
que lo reprimido inconsciente pueda salir a la luz.

Las condiciones para que la transferencia se instale son: que la persona tenga algún
enigma acerca de lo que le pasa y que la persona suponga que el analista sabe aquello que
él ignora y que lo hace padecer. Para que el trabajo analítico sea posible también debe
establecerse la regla de la asociación libre y, correlativamente, que el analista opere con
una atención flotante. La atención flotante refiere a que el analista no debe privilegiar nada
en particular de lo que el paciente está diciendo, sino que tiene que prestar una atención
pareja a todo el discurso para que pueda surgir el sentido que hay detrás del decir de ese
paciente. Además, la posición del analista tiene que ser abstinente, la mejor manera de
sostener esta función es borrar lo más posible en nuestra propia subjetividad.

Gracias a este proceso conseguimos darle al síntoma una nueva significación basada en la
transferencia y sustituir la neurosis que el paciente trae, que Freud nombra como neurosis
vulgar, por una neurosis de transferencia de la cual puede ser curado por la labor
terapéutica. La transferencia crea así una zona intermedia entre la enfermedad y la vida. Y
a través de esta zona va teniendo efecto la transición desde la primera a la segunda, el
nuevo estado ha acogido todos los caracteres de la enfermedad, pero constituye una
enfermedad creada artificialmente.

Freud utiliza la denominación neurosis de transferencia en dos sentidos distintos y es


necesario que
puedan deslindarlos. Venimos utilizando la denominación neurosis de transferencia para
referirnos a una delimitación de un cuadro psicopatológico. Esta es la manera de nombrar a
la histeria, la neurosis obsesiva y la histeria de angustia o fobia en esta segunda época. Por
otro lado, tanto en la clase anterior como al comienzo de esta, utilizamos la denominación
neurosis de transferencia para designe designar a la neurosis artificial que se crea en el
tratamiento, posible solamente en estos cuadros, sin embargo, está designando algo
diferente.

Revisemos la explicación acerca de la neurosis artificial creada por el dispositivo mismo,


esa neurosis de transferencia que se produce como un nuevo síntoma en base a esta
descripción de la colocación de la libido. Dijimos en la otra clase que el amor al analista, tal
como los demás amores, es un amor genuino en tanto supone la posibilidad de colocar la
libido en un objeto, como ocurre con cualquier elección de objeto de amor. También
aclaramos que una de las principales diferencias con cualquier otro amor es que este está
condicionado por el dispositivo y que tiene una fecha de caducidad. Sobre esto último,
cuando la neurosis de transferencia es creada, la libido que se encontraba en el síntoma
pasa al analista y será necesario que en algún momento la libido se retire nuevamente del
analista. Es entonces cuando Freud plantea que se produce un efecto de modificación en el
sujeto que ya no volverá a colocar la libido en el síntoma, como antes del inicio del análisis,
sino que será posible su aprovechamiento para otros fines.

10. ¿A qué se refiere Freud cuando dice que el analista queda ubicado en una de
las series psíquicas del paciente? ejemplifique

Vamos a entrar ahora en otro aspecto central de la conceptualización de la transferencia.

El cambio sustancial entre la primera versión de la clínica psicoanalítica y la de esta época


se debe a que en los años transcurridos Freud pudo conceptualizar el lugar de lo pulsional y
de la fantasía. Estos dos aspectos, junto a lo que ustedes vieron en introducción del
narcisismo, como la reversibilidad de la libido, van a estar presentes en esta nueva
concepción de la transferencia.

Retomemos lo que ya trabajamos sobre la transferencia así podemos seguirlo a Freud en


esta nueva vuelta. Freud plantea en el primer escrito que estudiamos que cuando la
necesidad de amor de un individuo está insatisfecha, buscará en cada persona con la que
establezca un vínculo encontrar aquello que no pudo a través de sus objetos de amor del
pasado. Esta búsqueda, que tiene partes conscientes y otras inconscientes, es la misma
que se pone en juego con el analista cuando se instala la transferencia, imprimiendo una
modalidad de vincularse particular según lo que se vivió con anterioridad.

Las mociones libidinosas que guían los nuevos encuentros, y que son conscientes, son
mociones que recorrieron el pleno desarrollo psíquico y funcionan de acuerdo con la
realidad objetiva. Otra parte de las emociones libidinales presentes en cada nuevo vínculo
fue reprimida y demorada en su desarrollo, apartándose de la realidad objetiva y
desplegándose en las fantasías. Entonces, cuando se establece la transferencia y el
paciente inserta al analista en una de las series psíquica se debe a que sus mociones
libidinales insatisfechas esperan encontrar en este nuevo vínculo con el analista, lo que no
pudieron en su pasado. Por eso hay una reedición una vez más de aquello que
seguramente el paciente ya reeditó en múltiples encuentros a lo largo de su vida.
Para entender este proceso es necesario explicar antes el mecanismo presente en la
formación del síntoma. Este tiene como condición previa la introversión de la libido: esta
conlleva una regresión de la libido que reanima los imagos infantiles, apartándose de la
realidad objetiva. En este proceso la realidad objetiva disminuye y lo inconsciente aumenta
proliferando también las fantasías Las fuerzas que causaron la regresión de la libido son las
que en el tratamiento se oponen como resistencia a la cura.

El proceso entonces sería el siguiente: por efecto de una frustración unida a la atracción
que ejercen los complejos inconscientes, el sujeto experimenta una introversión de la libido,
quitando el vínculo con los objetos de la realidad y reemplazándolos por las fantasías
produciéndose una regresión que anima los imagos parentales y los modos de vincularse
con esos objetos de amor de la infancia. Este proceso explica lo que sucede en la
transferencia, en donde la libido puesta en el analista constituirá una nueva neurosis, o sea,
que lo reprimido es colocado en relación a ese objeto actual y allí se juega el conflicto del
pasado.

Por efecto de la represión se ha producido esta introversión de la libido y regresión, tanto a


una modalidad anterior de satisfacción como a una modalidad de vinculación de acuerdo a
la que tuvo históricamente con los imagos parentales.

11. Neurosis de transferencia / Neurosis narcisistas

Para continuar con esta idea leemos en la Conferencia 27. Dice Freud, la transferencia tiene
esta importancia extraordinaria y central para la cura en las histerias de angustia y neurosis
obsesivas, que por eso las reunimos bajo el nombre de neurosis de transferencia. En
contraposición con esto, las neurosis narcisistas no tienen capacidad de transferencia y son
inmunes al psicoanálisis. Solo la posibilidad de libidinizar objetos propia de los neuróticos
conduce a que alguien pueda analizarse. Por esto, en las neurosis narcisistas no es posible
que se instale la transferencia.

Para explicar esta diferencia entre lo posible o no de estas dos categorías, digamos que
cuando el neurótico retira la libido del objeto, no lo resigna, sino que continúa el vínculo,
pero con el objeto fantaseado. En cambio, en las neurosis narcisistas, que serían ahora
llamada psicosis, se retira toda la libido del objeto y se revierten el yo sin que se mantenga
el vínculo con el objeto en la fantasía. Esto conlleva la imposibilidad de establecer una
transferencia con el analista.

Freud utiliza la denominación neurosis de transferencia en dos sentidos distintos y es


necesario que puedan deslindarlos. Venimos utilizando la denominación neurosis de
transferencia para referirnos a una delimitación de un cuadro psicopatológico. Esta es la
manera de nombrar a la histeria, la neurosis obsesiva y la histeria de angustia o fobia en
esta segunda época. Por otro lado, tanto en la clase anterior como al comienzo de esta,
utilizamos la denominación neurosis de transferencia para designe designar a la neurosis
artificial que se crea en el tratamiento, posible solamente en estos cuadros, sin embargo,
está designando algo diferente.

Pensemos un instante en esta cuestión de la nosografía freudiana. Hace un par de meses


estudiamos que la primera nosografía freudiana delimitaba los cuadros según si la causa
del síntoma suponía o no
un conflicto psíquico, y esto a su vez determinaba si eran tratables o no por el psicoanálisis.
En esta ocasión, también la diferenciación de los cuadros está dada por el hecho de su
analizabilidad.

En el primer caso, en la primera nosografía separábamos las psiconeurosis de defensa de


las neurosis actuales. En las primeras el síntoma era concebido como consecuencia de la
defensa, cuyo efecto era el desplazamiento del monto de afecto de la representación
reprimida hacia otra, permitiendo que gracias al tratamiento se develarán las significaciones
ocultas. Esto contrastaba con la concepción de las neurosis actuales que en tanto no
estaban causadas por un mecanismo psíquico, no eran tratables a través de la palabra.

En esta segunda nosografía freudiana que distingue a las neurosis de transferencia de las
neurosis narcisistas será la capacidad de desplazar la libido a un objeto o no lo que hará la
diferenciación.

Revisemos la explicación acerca de la neurosis artificial creada por el dispositivo mismo,


esa neurosis de transferencia que se produce como un nuevo síntoma en base a esta
descripción de la colocación de la libido. Dijimos en la otra clase que el amor al analista, tal
como los demás amores, es un amor genuino en tanto supone la posibilidad de colocar la
libido en un objeto, como ocurre con cualquier elección de objeto de amor. También
aclaramos que una de las principales diferencias con cualquier otro amor es que este está
condicionado por el dispositivo y que tiene una fecha de caducidad. Sobre esto último,
cuando la neurosis de transferencia es creada, la libido que se encontraba en el síntoma
pasa al analista y será necesario que en algún momento la libido se retire nuevamente del
analista. Es entonces cuando Freud plantea que se produce un efecto de modificación en el
sujeto que ya no volverá a colocar la libido en el síntoma, como antes del inicio del análisis,
sino que será posible su aprovechamiento para otros fines.

12. Segunda versión teoría de la angustia

La primera teorización que Freud presentó sobre el tema de la angustia en 1890 tuvo un
desarrollo paralelo a la teoría de la defensa. Esta segunda versión plantea algunas
novedades importantes. La segunda versión de la teoría de la angustia que Freud va a
proponer va a tener una relación muy importante con los conceptos de pulsión y represión.
Estos dos conceptos tienen un lugar central en esta nueva manera de pensar la angustia.

En cuanto a las situaciones clínicas, Freud no va a abandonar la diferencia entre las


neurosis actuales y las psiconeurosis, a las que ahora, a partir de la formulación del
concepto de narcisismo, denomina neurosis de transferencia Va a proponer un nuevo
cuadro clínico que es la histeria de angustia: una forma de neurosis de transferencia en la
cual la angustia va a tener un lugar muy importante. El historial clínico en el que se va a
apoyar para realizar esta elaboración es el caso Juanito de 1909.

La novedad de esta época es que para poder explicar el origen de la angustia, Freud va a
recurrir al mecanismo de la represión. El concepto de represión le va a servir para pensar la
constitución del aparato psíquico, esto es, la represión va a ser el mecanismo constitutivo
del psiquismo. Al mismo tiempo, Freud va a conservar la idea de que ese mecanismo
psíquico está al servicio de proteger al yo del displacer cumpliendo una función defensiva.
En el texto “La represión”, Freud define la represión diciendo que se trata de un mecanismo
destinado a evitar el displacer. En esta línea, vale recordar que la angustia es un afecto
displacentero, por lo tanto, Freud se pregunta: si el aparato está constituido por la represión
y esta tiene como función defender al yo del displacer que le causa el incremento del monto
de afecto, ¿cómo se explica la aparición de la angustia?

Freud va a desarrollar una hipótesis explicativa y va a decir que la emergencia de la


angustia responde a un proceso represivo fallido. Con esta formulación, Freud
articula la angustia al mecanismo psíquico y, por lo tanto, al ámbito de lo anímico. La
angustia va a quedar incluida dentro del ámbito de lo psíquico (diferencia importante
con la primera teorización).

Desarrollo de características de la primera teoría de la angustia.

Para poder explicar la angustia en las neurosis a la luz de las ideas que él desarrolla en
esta época, Freud va a proponer una serie de consideraciones:

Va a empezar por establecer una diferencia entre lo que va a denominar angustia realista y
angustia neurótica. En realidad, la angustia es una sola, no es que haya una angustia
realista y una angustia neurótica. Son distintos criterios en función de los cuales Freud va a
intentar pensar el problema de la angustia.

La diferencia entre estas dos dimensiones de la angustia va a estar dada por una referencia
que es la noción de peligro. Al hablar de peligro, Freud se va a referir a un factor que
constituye una amenaza para la autoconservación. En el caso de la angustia realista, ese
peligro va a ser un peligro exterior, es decir, un peligro vinculado a la realidad exterior y que
puede ser percibido por los sentidos. Y caso de que el sujeto se encuentre con ese peligro,
Freud va a ubicar una disposición afectiva a la que denominará apronte angustiado, es
decir, una suerte de preparación angustiosa que va a disponer al yo para un eventual
encuentro con un peligro potencial. Este apronte angustiado se va a caracterizar por un
aumento de la atención sensorial, esto es, hay un estado de alerta desde el punto de vista
de la percepción y, por otro lado, también hay un estado de tensión motriz.

13. ¿Qué participación le asigna Freud a la pulsión y a la fantasía en la etiología


del síntoma neurótico? Considere qué consecuencias tienen estas
conceptualizaciones en la teoría sobre el síntoma.

En cuanto al síntoma, Freud sostenía que era el resultado de la represión de un recuerdo


actual devenido retroactivamente como trauma, que correspondía a un atentado sexual
infantil perpetuado por un adulto. No obstante ello, ya un año después de Manuscrito K, le
generaba dudas ya que no obtenía los éxitos terapéuticos deseados, no encontraba un gran
número de adultos perversos y en lo inconsciente no hay ningún signo de realidad. Así, va a
comenzar a cuestionar principalmente el lugar del atentado sexual como causa del síntoma
y va a decir que sobrestimó la frecuencia con la que ocurren estos sucesos. Sostendrá que
el contacto con el otro sentará las bases para las fantasías de seducción que tienen como
función defender respecto del recuerdo de la propia práctica infantil. Cuando éstas se
activan se producen fantasías que sirven como puente de manera universal para la
formación del síntoma. ¿Por qué? Porque estas se construyen a partir de un hecho real: la
entrada al mundo de la sexualidad, para cualquiera, por el estado de pasividad por el que se
ingresa al mundo, se da a través de un otro que dispone de nuestro cuerpo y no
necesariamente con la intención del ataque, sino del cuidado. Entonces Freud sostiene que
lo que resulta inconcebible para el neurótico es el infantilismo de la sexualidad en sí misma,
dejando el síntoma de ser la consecuencia de un trauma sexual infantil. De este modo con
esta nueva teoría cae el factor accidental que permite sobrentender que todos nos podemos
enfermar. Pero ¿qué hace que algunos se enfermen y otros no? La diferencia está en cómo
se reacciona frente a las vivencias sexuales infantiles. Si en la infancia se respondió con
represión, en la pubertad, luego de que se genere ese despertar sexual y pasado el período
de latencia, se generará un conflicto psíquico que activará la defensa frente a las
impresiones sexuales infantiles, produciendo nuevamente una represión y dando lugar al
síntoma. Ello permitirá a Freud sostener que “Si la pulsión es el nombre de la sexualidad
para los humanos y ella busca satisfacción en forma constante, cuando ésta es denegada
por la represión, el síntoma pasa a ser la fuente de tal satisfacción. Los síntomas son
formaciones de compromiso en las que la pulsión se satisface”.

14. Explique la siguiente frase: “(…) conseguimos, casi siempre, dar a todos los
síntomas de la enfermedad un nuevo significado transferencial, sustituir su
neurosis ordinaria por una de transferencia, de la que puede ser curado en
virtud del trabajo terapéutico.” a) ¿En qué sentido podemos afirmar que la
transferencia es simultáneamente condición y obstáculo para la cura? b)
¿Cómo puede articularse el concepto de transferencia con la noción de
reversibilidad de la libido?

La frase citada en la consigna requiere de algunas especificaciones para entenderla. En


primer lugar, es relevante aclarar a qué se refiere con el concepto “neurosis de
transferencia”. Éste trata de un tipo de neurosis artificial, que se diferencia de la ordinaria
por formar parte del síntoma y por hacer parte de éste al analista. De ella se busca obtener
la misma satisfacción generada por el síntoma y se cree que es la condición necesaria para
que se produzca el análisis. Para que implique una cura, se necesita que la transferencia
traiga consigo una repetición de cierto cliché o modalidad adquirida a través de las
experiencias de los primeros años de vida. En otras palabras, la relación con esos primeros
otros significativos será determinante de la modalidad de vinculación que un sujeto tendrá
con los demás a lo largo de toda su vida, así como de sus preferencias libidinales y de sus
fantasías. Las expectativas no cumplidas por esos objetos de amor condicionarán entonces
lo que se busca encontrar en cada nuevo vínculo. Freud va a decir entonces que el analista
también, al ofertar su escucha, se ofrece a ser capturado por la líbido que está en juego en
el síntoma. El problema es que cuando ocurre, como se mencionó anteriormente, se va a
esperar del análisis la misma satisfacción que brinda el síntoma. Así, la transferencia va a
pasar por distintas etapas dentro de éste, pudiendo ser positiva, relacionándose a mociones
tiernas o eróticas, o bien puede ser negativa, enlazada a mociones hostiles. Dependiendo
de la moción que se ponga en juego, entonces, podemos decir que la transferencia es
condición y obstáculo para la cura. Si se pusiese en juego las mociones tiernas, ello
funcionaría como motor pero si se pusiesen las mociones eróticas u hostiles, entonces
resultaría como obstáculo.

Estas mociones libidinosas que guían los nuevos encuentros y que son conscientes, son
mociones que recorrieron según Freud el pleno desarrollo psíquico y funcionan de acuerdo
con la realidad objetiva. Otra parte de las mociones libidinales presentes en cada nuevo
vínculo fue reprimida y demorada en su desarrollo apartándose de la realidad objetiva y
desplegándose en las fantasías. Para entender este proceso es necesario explicar el
mecanismo presente en la formación del síntoma que tiene cómo condición previa la
introversión de la libido. Ésta conlleva una regresión de la libido que reanima los imagos
infantiles apartándose de la realidad objetiva. Freud nos explica que en este proceso la
realidad objetiva disminuye y lo inconsciente aumenta proliferando las fantasías. Las
fuerzas que causaron la regresión de la libido son las que en el tratamiento se oponen como
resistencias a la cura, el proceso entonces sería el siguiente: por efecto de una frustración
unida a la atracción que ejercen los complejos icc el sujeto experimenta una introversión de
la libido quitando el vínculo con los objetos de la realidad y reemplazándolos por las
fantasías produciéndose una regresión que anima los modos de vincularse con esos objetos
de amor de la infancia. Este proceso explica lo que sucede en la transferencia, en donde la
líbido puesta en el analista constituirá una nueva neurosis, o sea que lo reprimido es
colocado en relación a ese objeto actual y allí se juega el conflicto del pasado. Por efecto de
la represión se ha producido esta introversión de la libido y regresión.

15. ¿Cuáles son las hipótesis que le permiten a Freud explicar la transposición de
un acto psíquico del sistema inconsciente al consciente?

Hipótesis tópica

Hipótesis funcional

Hipótesis representación cosa y representación palabra

16. ¿Por qué afirma Freud que los síntomas son la práctica sexual de los
enfermos? ¿Por qué el síntoma figura la práctica sexual de los neuróticos?
Ejemplifique con Dora

Dicho esto, y comprendiendo la existencia de una pulsión sexual desde la infancia, fue
necesario revisar la formación del síntoma y la teoría traumática. Es así como Freud pasa a
caracterizar la vivencia sexual traumática acaecida en la niñez como un mero factor
accidental, que, si bien se presenta en muchos casos en algunos, no resulta condición
necesaria para la formación de la neurosis. En contraparte, la neurosis sienta sus bases en
la libido, la fuerza de la pulsión y en las fantasías como intento por escapar a la propia
práctica sexual de la infancia. Podemos ahora explicar la etiología de las neurosis como el
resultado de mociones pulsionales hipertróficas, sometidas a represión por no ser acordes a
ciertos requisitos del Yo. Es así como la libido, inaplicable al objeto deseado, se muda al
plano de la fantasía. Aparece así el síntoma como la práctica sexual de los enfermos, como
una satisfacción sustitutiva, la figuración de una fantasía de contenido sexual y como el
negativo de la perversión puesto que, lo que estos en verdad realizan, los neuróticos lo
expresan a través de retornos de lo reprimido.

Tomemos el caso Dora, en particular los síntomas presentados en la zona de la boca.


Tenemos aquí una solicitación somática de la zona erógena de la boca que justamente se
apoya en una zona que haya sido valorada en las primeras instancias del desarrollo sexual
infantil. Es así como luego se logra inteligir que Dora presentaba de pequeña una especial
predilección por el chupeteo. Si nos adentramos en el sentido de sus síntomas, como todos
los síntomas multideterminados, podemos comprender por ejemplo que su toz histérica,
especialmente presente al hablar de su padre, guarda vínculos asociativos con la fantasía
acerca del tipo de prácticas sexuales que su padre realizaba con la señora K, siendo este
impotente y conociendo la joven que existían otras prácticas sexuales además del coito.
Vemos entonces como las mociones libidinales hacia el padre resultan determinantes para
la formación del síntoma. De modo similar, su afonía presentada cuando el señor K se
hallaba lejos, pudo interpretarse como un anhelo por el amado, a quien la muchacha
rechazaba de modo consciente. En síntesis, este cambio en la etiología de las neurosis
permite entrever el componente infantil, el infantilismo, de la sexualidad (podrías desarrollar
cómo pensamos el infatilismo de la sexualidad) y la importancia del mismo. Hay un pasaje
de la teoría basada en la vivencia traumática a la fantasía y a la líbido como motor de las
neurosis.

17. Infantilismo de la sexualidad y el paso de lo accidental a lo constitucional.


Revisión de la teoría traumática.

Ante todo, dice que desde siempre supo que factores sexuales desempeñan un papel en la
causación de los síntomas de la neurosis. Esto se encuentra establecido como una
universalidad y sigue siendo uno de los pilares fundamentales de la teoría. Los síntomas
son la expresión de un comportamiento sexual del individuo que ya estuvo marcado de
manera decisiva por influencias y vivencias de la infancia.

↳ Esto último no cambia. El primer reemplazo tiene que ver con los traumas sexuales
infantiles. Los traumas sexuales infantiles van a ser reemplazados por la noción de
infantilismo de la sexualidad. Freud va a considerar un error la importancia que se le dio al
papel de la seducción por parte de un adulto en la causación de la neurosis, esto es, la
necesidad de encontrar tras los síntomas las escenas traumáticas en donde aparece un
adulto seductor.

↳ Ahora en cambio, aprendió a resolver esta cuestión como fantasías de seducción. Ya no


importa si la vivencia de seducción sucedió o no, sino que en ese lugar importa el valor que
adquiere la fantasía.

Debido a este error inicial, Freud cambia o reformula la concepción de los síntomas. Estos
ya no son más el retoño directo de los recuerdos reprimidos de las vivencias infantiles sino
que entre los síntomas y las vivencias sexuales infantiles se intercalan las fantasías.
Entonces cambia la fórmula: las vivencias infantiles son traumáticas en tanto despiertan la
propia actividad sexual. Se consideran traumáticas por la prematurez respecto de la
capacidad del niño para comprenderlas.

A partir de ahí, se desarrollan fantasías. Las fantasías son un intento que tiene el sujeto de
velar, de defenderse y de negar la propia práctica sexual infantil. Es sobre los elementos de
estas fantasías que van a apoyarse y construirse los síntomas.

El segundo reemplazo se desprende del primero. Es la exagerada insistencia en los influjos


accidentales, esto es, la insistencia en la búsqueda de una escena accidental que hubiera
dejado al niño a merced de un encuentro traumático con un seductor. Lo accidental se
reemplaza con lo constitucional. Todo encuentro con la sexualidad es constitucionalmente
traumático.
Freud va a poner en serie la amnesia infantil con la amnesia histérica. Asegura que la
amnesia histérica no tendría existencia sin la amnesia infantil. La revolución freudiana es el
estatuto del infantilismo de la sexualidad. Los niños son seres sexuados pero no solo esto
sino que en los primeros tiempos de la infancia aparecen las marcas de lo que luego será la
sexualidad en el adulto.

18. Teorías sexuales infantiles

19. Cuáles son las características de la sexualidad infantil. Ejemplifique con el


chupeteo.

En 1905, en el texto “Tres ensayos de teoría sexual”, Freud reformula la noción de


sexualidad a partir del concepto de la pulsión sexual (concepto propio del psicoanálisis). La
pulsión sexual es definida como una fuerza constante que parte de una zona erógena y que
bordea a un objeto variable que solo sirve a los fines de la satisfacción de la pulsión, es
decir, el objeto es un instrumento para alcanzar la satisfacción. Esta satisfacción se obtiene
del movimiento autoerótico de la pulsión que consiste en salir y volver a la fuente de la
pulsión.

Estas pulsiones sexuales son concebidas como pulsiones parciales que brotan de múltiples
zonas erógenas. Las zonas erógenas son zonas del cuerpo que se comportan como los
genitales, es decir, son zonas que son susceptibles de estimulación sexual, zonas de borde
del cuerpo, piel y mucosas, esto es, zonas de contacto con el otro del cuidado ajeno. Por
ejemplo, la boca, el ano, etc.

En “Tres ensayos de teoría sexual”, Freud plantea que las pulsiones sexuales se
constituyen apuntalandose en las grandes necesidades vitales. En el segundo ensayo
(“Acerca de las exteriorizaciones de la sexualidad infantil”), se describe al chupeteo
ubicando tres características:

● Es una actividad autoerótica

● Está regida por la búsqueda de satisfacción y placer

● Está sostenida en una zona erógena

Lo explica diciendo que la actividad de mamar el pecho materno, actividad que en principio
hace a la necesidad, a la satisfacción de las grandes necesidades vitales, familiariza al
lactante con el placer. Los labios del niño se comportan como una zona erógena. En un
comienzo, la satisfacción de la zona erógena se asocia con la satisfacción de la necesidad
de alimentarse. Es decir, la pulsión sexual se apoya, se apuntala, en una de las funciones
que sirven a la conservación de la vida y sólo más tarde se independiza de ella.
En efecto, la necesidad de repetir la satisfacción sexual se divorcia de la necesidad de
buscar alimento. Ya no es necesario el pezón con su leche sino que su chupeteo se realiza
a través de cualquier objeto. Esto es, ya no se trata de un objeto de la necesidad sino que el
objeto es cualquiera que sirva a los fines del chupeteo (sabana, dedo, sonajero).

Con el ejemplo del chupeteo vemos como la función sexual se apuntala en las grandes
necesidades vitales, luego se vuelve autoerótica y su meta sexual se encuentra bajo el
imperio de una zona erógena. Es en estas grandes necesidades vitales donde situaremos
las pulsiones de autoconservación que se denominan así porque sirven a la conservación
del organismo (hambre, sed, defecación).

Las exteriorizaciones de la sexualidad infantil

Autoerotismo: esta práctica sexual es autoerótica, la pulsión no está dirigida a otra persona,
sino que se satisface en el propio cuerpo. La acción del niño se rige por la búsqueda de un
placer –ya vivenciado, y ahora recordado.

Apuntalamiento: las primeras mociones de la sexualidad se apuntalan primero en una de las


funciones que sirven a la conservación de vida y sólo más tarde se independizan de ella. El
pecho materno es el 1º objeto de la pulsión sexual. Luego, es resignado por el lactante en la
actividad del chupeteo, y sustituido por una parte del cuerpo propio. Esto le permite
independizarse del mundo exterior en cuanto a la ganancia de placer, y además le suma
excitación a una segunda zona del cuerpo.

El chupeteo: Consiste en un contacto de succión con la boca (los labios), repetido


rítmicamente, que no tiene por fin la nutrición. La acción de mamar con fruición cautiva por
entero la atención y lleva al adormecimiento o a una reacción motriz similar al orgasmo. Los
labios del niño se comportan como una zona erógena.

20. Constitución del yo. Explicar la frase de Freud :"es un supuesto necesario que
en el niño no exista una unidad comparable al yo" y desarrollar."No hay unidad
comparable al YO desde el comienzo" Justifique

21. ¿Por qué dice Freud que la sexualidad es perversa y polimorfa?


Fantasía

Saben ya que el yo del hombre es educado poco a poco para apreciar la realidad y para
obedecer al principio de realidad por influencia del apremio exterior. En ese proceso tiene
que renunciar de manera transitoria o permanente a diversos objetos y metas de su
aspiración de placer -no sólo sexual-. Pero siempre es difícil para el hombre la renuncia al
placer; no la lleva a cabo sin algún tipo de resarcimiento. Por eso se ha reservado una
actividad del alma en que se concede a todas estas fuentes de placer resignadas y a estas
vías abandonadas de la ganancia de placer una supervivencia, una forma de existencia que
las emancipa del requisito de realidad y de lo que llamamos «examen de realidad» (ver
nota). Toda aspiración alcanza enseguida la forma de una representación de cumplimiento;
no hay ninguna duda de que el demorarse en los cumplimientos de deseo de la fantasía
trae consigo una satisfacción, aunque el saber de que no se trata de una realidad
permanezca intacto. Por tanto, en la actividad de la fantasía el hombre sigue gozando de la
libertad respecto de la compulsión exterior, esa libertad a la que hace mucho renunció en la
realidad. Ha conseguido, en continua alternancia entre lo uno y lo otro, seguir siendo un
animal en busca de placer, para convertirse después siempre, de nuevo, en un ser racional.

Las producciones de la fantasía más conocidas son los llamados «sueños diurnos», de los
que ya hemos hablado: unas satisfacciones imaginadas de deseos eróticos, de ambición y
de grandeza, que florecen con tanto más exuberancia cuanto más llama la realidad a
moderarse o a ser paciente. La dicha de la fantasía muestra en ellos su esencia de manera
inequívoca: de nuevo la ganancia de placer se hace independiente de la aprobación de la
realidad

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