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Preguntas Segundo Parcial
Preguntas Segundo Parcial
Los síntomas neuróticos son el resultado de un conflicto que se libra en torno de una nueva
modalidad de la satisfacción pulsional. Las dos fuerzas que se han enemistado, la
sexualidad y el yo, vuelven a coincidir en el síntoma; se reconcilian, por así decir, gracias al
compromiso de la formación del síntoma. Por eso el síntoma es tan resistente; está
sostenido desde ambos lados. Sabemos también que una de las dos partes envueltas en el
conflicto es la libido insatisfecha, rechazada por la realidad, que ahora tiene que buscar
otros caminos para su satisfacción. Los síntomas crean, entonces, un sustituto para la
satisfacción frustrada; lo hacen por medio de una regresión de la libido a épocas anteriores,
a la que va indisolublemente ligado el retroceso a estadios anteriores del desarrollo en la
elección de objeto o en la organización. El síntoma repite de algún modo aquella modalidad
de satisfacción de su temprana infancia, desfigurada por la censura que nace del conflicto.
Esta modalidad de satisfacción que el síntoma aporta es irreconocible para la persona que
siente más bien como un sufrimiento y se queja de ella.
Pero el conflicto queda planteado si el yo, que no sólo dispone de la conciencia, sino de los
accesos a la inervación motriz y, por tanto, a la realización de las aspiraciones anímicas, no
presta su acuerdo a estas regresiones. La libido es como atajada y tiene que intentar
escapar a algún lado: adonde halle un drenaje para su investidura energética, según lo
exige el principio de placer. Tiene que sustraerse del yo. Le permiten tal escapatoria las
fijaciones dejadas en la vía de su desarrollo, que ahora ella recorre en sentido regresivo. La
subrogación de la libido en el interior del inconsciente tiene que contar con el poder del yo
preconsciente. La contradicción que se había levantado contra ella en el interior del yo la
persigue {nachgeben} como «contrainvestidura» y la fuerza a escoger una expresión que
pueda convertirse al mismo tiempo en la suya propia. Así, el síntoma se engendra como un
retoño del cumplimiento del deseo libidinoso inconsciente, desfigurado de manera múltiple;
es una ambigüedad escogida ingeniosamente, provista de dos significados que se
contradicen por completo entre sí.
Volvamos ahora a los síntomas. Crean, entonces, un sustituto para la satisfacción frustrada;
lo hacen por medio de una regresión de la libido a épocas anteriores, a la que va
indisolublemente ligado el retroceso a estadios anteriores del desarrollo en la elección de
objeto o en la organización. Hace mucho que sabemos que el neurótico quedó adherido a
algún punto de su pasado (ver nota), ahora nos enteramos de que en ese período su libido
no echaba de menos la satisfacción, y él era dichoso. Busca entonces a lo largo de toda su
biografía hasta hallar una época así, aunque para ello tenga que retroceder hasta su
período de lactancia, tal come lo recuerda o tal como se lo imagina en virtud de incitaciones
más tardías. El síntoma repite de algún modo aquella modalidad de satisfacción de su
temprana infancia, desfigurada por la censura que nace del conflicto, por regla general
volcada a una sensación de sufrimiento y mezclada con elementos que provienen de la
ocasión que llevó a contraer la enfermedad. La modalidad de satisfacción que el síntoma
aporta tiene en sí mucho de extraño. Prescindimos de que es irreconocible para la persona,
que siente la presunta satisfacción más bien como un sufrimiento y como tal se queja de
ella. Esta mudanza es parte del conflicto psíquico bajo cuya presión debió formarse el
síntoma. Lo que otrora fue para el individuo una satisfacción está destinado, en verdad, a
provocar hoy su resistencia o su repugnancia.
Hay todavía algo más que hace que los síntomas nos parezcan asombrosos e
incomprensibles como medio de la satisfacción libidinosa. En manera alguna nos recuerdan
nada de lo que solemos normalmente esperar de una satisfacción. Casi siempre prescinden
del objeto y resignan, por tanto, el vínculo con la realidad exterior. Entendemos esto como
una consecuencia del extrañamiento respecto del principio de realidad, y del retroceso al
principio de placer. Empero, es también un retroceso a una suerte de autoerotismo
ampliado, como el que ofreció las primeras satisfacciones a la pulsión sexual. Remplazan
una modificación del mundo exterior por una modificación del cuerpo; vale decir, una acción
exterior por una interior, una acción por una adaptación, lo cual a su vez corresponde a una
regresión de suma importancia en el aspecto filogenético. Recordemos, además, que en la
formación del síntoma han cooperado los mismos procesos inconcientes que contribuyen a
la formación del sueño: la condensación y el desplazamiento. Al igual que el sueño, el
síntoma figura algo como cumplido: una satisfacción a la manera de lo infantil; pero por
medio de la más extrema condensación esa satisfacción puede comprimirse en una
sensación o inervación únicas, y por medio de un extremo desplazamiento puede
circunscribirse a un pequeño detalle de todo el complejo libidinoso. No es extraño que
también nosotros tengamos muchas veces dificultades para individualizar en el síntoma la
satisfacción libidinosa que sospechamos y que en todos los casos corroboramos.
Como ustedes saben, por el análisis de los síntomas tomamos conocimiento de las
vivencias infantiles en que la libido está fijada y desde las cuales se crean los síntomas.
Bien; lo sorprendente reside en que estas escenas infantiles no siempre son verdaderas.
Más aún: en la mayoría de los casos no lo son, y en algunos están en oposición directa a la
verdad histórica. Puede demostrarse que la situación es esta: las vivencias infantiles
construidas en el análisis, o recordadas, son unas veces irrefutablemente falsas, otras
veces son con certeza verdaderas, y en la mayoría de los casos, una mezcla de verdad y
falsedad. Los síntomas son, entonces, ora la figuración de vivencias que realmente se
tuvieron y a las que puede atribuirse una influencia sobre la fijación de la libido, ora la
figuración de fantasías del enfermo, impropias desde luego para cumplir un papel etiológico.
No obstante, es evidentemente la única actitud correcta frente a estas producciones del
alma. También ellas poseen una suerte de realidad: queda en pie el hecho de que el
enfermo se ha ocupado de esas fantasías, y difícilmente ese hecho tenga menor
importancia para su neurosis que si hubiera vivenciado en la realidad el contenido de sus
fantasías. Ellas poseen realidad psíquica, por oposición a una realidad material, y poco a
poco aprendemos a comprender que en el mundo de las neurosis la realidad psíquica es la
decisiva.
2. ¿Cuáles son las fases de la represión? Explique por qué no alcanza con la
repulsión para la segregación de la representación.
Freud plantea que “la represión no es un mecanismo de defensa presente desde el origen.
No puede engendrarse antes de que se haya establecido una separación nítida entre la
actividad consciente y la actividad inconsciente del alma. Su esencia consiste en rechazar
algo de la conciencia y en mantenerlo alejado de ella”. Si la represión consiste en rechazar
algo de la conciencia y mantenerlo alejado de ella, esto no puede operar antes de que se
haya establecido una separación nítida entre actividad consciente y actividad inconsciente,
o sea, no podría operar hasta que no haya un aparato dividido. Por esto, Freud va a
construir el origen, la anterioridad lógica a la diferenciación del aparato en sistemas precc-cc
e icc. La pregunta que se hace es: si algo produce retorno de lo reprimido, si hay retorno, es
porque eso de algún lugar retorna. Para Freud es necesario construir esa anterioridad lógica
desde la cual supone todo retorno de lo reprimido. A partir de esto, concluye que hay
razones para suponer una represión primordial.
Esta acontece una vez, se trata de una operatoria inmutable y no de un proceso dinámico
como la represión secundaria o propiamente dicha. Esta primera fase sienta las condiciones
lógicas para pensar en otros dos momentos de la represión. Entonces, tenemos tres
tiempos o fases que tienen un carácter lógico: la represión primordial, la represión
secundaria o propiamente dicha y el retorno de lo reprimido.
La represión secundaria, segunda fase de la represión, recae sobre los retoños de este
representante, que restandose al retorno posibilita que lo reprimido retorne. La represión
secundaria, o represión propiamente dicha, indica que hay una fuerza que repele todo
aquello que quiere ponerse en nexo con el representante primordialmente reprimido. Lo
reprimido desde antes ejerce un efecto de atracción sobre lo que será reprimido
secundariamente por ponerse en conexión asociativa con él. Por lo tanto, a la repulsión que
ejerce la conciencia sobre lo que ha de reprimirse hay que sumarle la atracción que ejerce
lo reprimido primordial. No es posible pensar la represión secundaria sin este juego de
fuerzas en cooperación.
Lo importante aquí, es que este segundo tiempo de la represión, al que nos referimos como
una fuerza de desalojo, de expulsión, del rechazo de la conciencia, no es sin el primero. La
represión no conseguiría su propósito si no existiese algo reprimido desde antes, que es lo
reprimido primordial, y esto, lo reprimido primordial, funciona como polo de atracción sobre
aquello que está repelido de lo consciente y sobre lo que se puede poner en conexión. Hay
algo reprimido desde antes que funciona como polo de atracción. Es un representante que
no retorna, pero que va a posibilitar que se arme la cadena. Por eso decimos que la
represión primaria causa al aparato, una causa que nunca desaparece puesla represión
primaria o lo reprimido primordial no cesa nunca de causar al aparato. Por lo tanto, para
entender cabalmente esta post represión, debemos considerar la cooperación de estas dos
fuerzas: la atracción y la repulsión, algo que empuja, algo que atrae, pero que no son del
mismo orden. Y el peso determinante está en aquello que atrae, que es algo que atrae
desde el punto de vista lógico. Por eso, dice, debemos suponer allí la fundación del aparato.
más para agregar: Con el concepto de lo reprimido primordial, o sea, con la relectura que
podemos hacer de ellos por la represión primaria, los podemos leer como aquello que nos
remite a otra representación, es fijación de un signo vacío que no remite a otra cosa. Es
algo que sostiene la cadena de representaciones, pero que no es una representación. Ese
momento inaugural de la inscripción de un representante, instala el campo de las
representaciones. O sea, un representante es punto de anudamiento de la pulsión al
aparato. Es marca de un lugar que no remite a otra marca, es marca de un lugar vacío pero
que cómo tal posibilita el movimiento de la cadena y hace que funcione. Entonces, lo
reprimido primordial es marca de un punto de imposibilidad, o sea, no todo es simbolizable,
no todo puede ser dicho.
¿Qué relación guarda el narcisismo, del que ahora tratamos, con el autoerotismo, que
hemos descrito cómo un estado temprano de la libido? Es un supuesto necesario que no
esté presente desde el comienzo en el individuo una unidad comparable al yo; el yo tiene
que ser desarrollado. Ahora bien, las pulsiones autoeróticas son iniciales, primordiales; por
tanto, algo tiene que agregarse al autoerotismo, una nueva acción psíquica para que el
narcisismo se constituya.
Freud plantea que no está presente desde el inicio una unidad comparable al yo. Lo inicial,
lo primordial, son las pulsiones autoeróticas. Lo inicial es el autoerotismo y lo definimos en
relación a las pulsiones parciales.
Las pulsiones son parciales porque representan parcialmente a los fines totalizantes de la
sexualidad, entendidos estos como la reproducción. Las pulsiones parciales se rigen por el
autoerotismo porque se satisfacen en el propio cuerpo. Los objetos de la pulsión son
objetos parciales, son definidos por la parcialidad. Son partes del cuerpo, objetos
separables del propio cuerpo que valen en tanto perdidos, y se constituyen como parciales
porque son parte de la función que los produce. Estas pulsiones parciales se satisfacen
cada una independientemente de las otras, sin ninguna unificación. Buscan ganar placer en
diversas partes del cuerpo.
Una vez ubicado el autoerotismo, definamos el narcisismo. En la página 74 Freud dice, “Es
un supuesto necesario que no esté presente desde el comienzo en el individuo una unidad
comparable al yo. El yo tiene que ser desarrollado”
El yo no está presente desde el comienzo. Al inicio se ubica el autoerotismo, y es por esto
que el yo debe ser desarrollado a partir del mismo. Freud caracteriza al yo como una
unidad. El yo es fundamentalmente una unidad. Esta cuestión de la unidad se va a oponer a
la característica parcial del autoerotismo. En efecto, el yo se constituye a través de una
comparación, esto es, a través de la comparación con un semejante. El yo implica la
unificación de las pulsiones parciales, la integración de las pulsiones parciales en una
unidad (el yo). Esto es el narcisismo secundario. En la serie “autoerotismo, narcisismo y
elección de objeto” ubicamos como primordial al autoerotismo, la parcialidad, la falta de
unificación. Luego, viene el narcisismo. La constitución del yo se produce en el narcisismo
secundario. El narcisismo secundario, diferente al narcisismo primario, es secundario
porque es secundario a una colocación objetivada de la libido, esto es, a una colocación de
la libido en el objeto. La libido que revierte de este objeto semejante, objeto con el que se va
a comparar el yo, revierte al yo.
El narcisismo secundario implica unificar el propio cuerpo construyéndolo como una unidad.
El cuerpo es un cuerpo unificado. El narcisismo indica el amor a sí mismo. El amor a sí
mismo, correlato de la constitución del yo, es el punto del narcisismo secundario necesario
para luego pasar al amor de objeto. Observamos en este amor a sí mismo, la libidinización
del yo para luego pasar a libidinizar el objeto de amor.
Narcisismo viene del mito griego de Narciso quien se había enamorado de sí mismo.
Freud termina diciendo que una fase así, mediadora entre el autoerotismo y la elección de
objeto, es de rigor en el caso normal. Es necesario pasar por la unificación de las pulsiones
parciales en el propio cuerpo y el abandono del autoerotismo.
Pregunta: ¿Acaso esa unificación que constituye el yo es absoluta, esto es, la síntesis de
las pulsiones parciales es absoluta? En la conferencia 21, Freud responde que no. Plantea
que a pesar de la síntesis que el yo supone, hay un resto de pulsiones autoeróticas que
resulta inutilizable. Esto es, más allá de la unificación que el yo supone, la síntesis de las
pulsiones parciales no es total, queda un resto a nivel del propio cuerpo, al nivel del
autoerotismo, que no entra dentro de la síntesis del yo.
En esas pulsiones parciales que se relegan por inutilizables podemos reencontrar ese
famoso resto que persiste y no pasa a las investiduras de objeto, algo de esa originaria
investidura libidinal que no es narcisismo secundario, allí donde se ubicaba al autoerotismo
y a la viscosidad de la libido. Es en ese resto donde vamos a ubicar a las pulsiones
autoeróticas que escapan a la síntesis del yo, es decir, armamos un vínculo entre estas
pulsiones parciales que no entran dentro de la síntesis yoica, la libido irreversible y ese
resto que persiste.
Más allá del yo y su unificación, siguen existiendo algunas pulsiones parciales, el objeto
parcial. El yo no se unifica totalmente.
No hay una evolución de lo parcial a lo total sino que lo parcial se mantiene a pesar de la
ilusión de la unificación que constituye el yo.
Respecto del objeto parcial rige allí la cuestión de la pulsión vinculada a la satisfacción. Y en
relación al objeto unificado, tanto el yo como el objeto de la elección de objeto, encontramos
el amor (el amor a sí mismo y el amor de objeto).
Resumen
Vamos a diferenciar el narcisismo primario del narcisismo secundario (más allá de esta
cuestión de que las cuestiones primarias en Freud como la represión primaria,la
identificación primaria, el narcisismo primario originario no son observables clínicos). Vamos
a situar una diferencia entre el narcisismo primario y el narcisismo secundario, el narcisismo
que constituye el yo como unidad es el narcisismo secundario. Cuando Freud se refiere al
narcisismo primario, se está refiriendo a otra cosa, en el narcisismo primario se trata del
narcisismo de los padres hace mucho abandonado que se desplaza sobre el niño.
Las marcas que el intercambio con el otro dejan en el cuerpo, su lugar determinante en el
recorte de las zonas erógenas, condicionan al sujeto a busquedas singulares en la
modalidad pulsional. Esto es, la relación con esos primeros otros significativos será
determinante de la modalidad de vinculación que un sujeto tendrá con los demás a lo largo
de toda su vida, así como de sus preferencias libidinales y de sus fantasías. Las
expectativas antiguas no cumplidas por esos objetos de amor, tanto las insatisfacciones
como las represiones, condicionarán lo que se busque encontrar en cada nuevo vínculo.
Esta idea de retorno, de repetición de algo anterior, de marcas y guías, genera una historia
que hace a ese sujeto alguien único y diferente. Es esta singularidad la que se pondrá en
juego en la relación con el analista.
Hay una secuencia que se repite: silencio con detención de las asociaciones, ideas
vinculadas con el analista, señalamiento de la resistencia que se está jugando en ese hecho
y, gracias a eso, reinicio de la asociación libre nuevamente.
Otro modo en el que las resistencias se hacen presentes es, como aparece en el texto
“Recuerdo, repetición y relaboración”, cuando el paciente actúa con el analista lo que no
quiere recordar. Es decir, es otra modalidad de recordar, pero esta vez no a través de la
rememoración o puesta en palabras, sino con una puesta en escena. Una actuación que
sería otra manera en que lo reprimido retorna. El retorno de lo reprimido podría hacerse
presente de 2 maneras: a través de la rememoración (puesta en palaba) o cómo recuerdo
en acto.
Extra
Freud toma al término inconsciente de distintas maneras. En primer lugar dice que
descriptivamente llamaremos consciente a la representación que está presente en nuestra
consciencia y latentes a aquellas que no lo están, es decir las inconscientes. Entonces una
representación puede estar ahora presente en la consciencia, luego desaparecer y luego
aflorar en la misma como un recuerdo, de modo que estuvo presente pero latente en cuanto
a la consciencia. Un ejemplo de ello puede ser el de un nombre bajo hipnosis, que al
despertar no recuerda nada, pero sí realiza la acción luego del chasquido del hipnotizador,
de modo que se hizo consciente la representación del acto a realizar pero permanecieron
inconscientes todas las ideas asociadas con esa representación. Esto le permitió a Freud
pasar de una concepción descriptiva a una dinámica, ya que se le agrega una característica
a esa representación: la representación a ejecutar devino, además, eficiente. De esta
manera podemos sostener entonces que un pensamiento latente o inconsciente no
necesariamente es débil. Ello requiere una diferenciación: hay pensamientos latentes
débiles que pueden acceder a la cc tan pronto se los pueda investir (pcc) y otros
pensamientos que no penetran en la cc por más intensos y eficientes que sean (icc). Al
producto del icc eficaz no le es posible ingresar a la cc, pueden hacerlo, pero ello implicaría
una demanda de esfuerzo, por lo tanto, si intentamos acercarnos a los mismos tropezamos
con la resistencia. Esto nos permite concluir que el pensamiento icc es excluido de la cc por
unas fuerzas vivas que se contraponen a su aceptación, mientras que no estorban a los
pensamientos pcc. Así Freud propone su tesis principal: “lo inconsciente es una fase regular
e inevitable en los procesos que fundan nuestra actividad psíquica, todo acto psíquico
comienza como inconsciente y puede permanecer tal o bien avanzar desarrollándose hacia
la consciencia según que tropiece o no con una resistencia”. Lo que ello quiere decir,
entonces, es que el hecho de que todo acto psíquico comience siendo inconsciente, implica
un descentramiento de la consciencia, que si no tropieza con las fuerzas vivas podrá
devenir consciente.
Extra
La multivocidad del inconsciente nos habla de los distintos usos del término. Por un lado,
ubica lo latente, lo inconsciente por algún tiempo, es decir, un inconsciente descriptivo
latente en cuanto a la conciencia, es una descripción respecto de la conciencia, pero que
nada se diferencia de los actos conscientes. Por otro lado, procesos como los reprimidos,
allí pone el acento cuando ubica el punto de vista dinámico del inconsciente en los procesos
a los que son sometidas las representaciones. Lo dinámico define a lo inconsciente como
reprimido.
Entonces va a hablar de la relación entre los sistemas. Un acto psíquico atraviesa dos fases
entre las cuales opera la censura. Primero pertenece al sistema inconsciente, esto nos
indica nuevamente el descentramiento que el inconsciente produce para el sujeto respecto
de la conciencia. Si es rechazado por la censura, se le deniega el paso a la segunda fase.
Queda reprimido. Pero si sale airoso del examen pasa a pertenecer a un segundo sistema,
no es aún consciente, sino susceptible de conciencia. Pertenece al sistema preconsciente y
puede ser objeto de la conciencia toda vez que se reúnan ciertas condiciones.
Previo a la introducción del narcisismo, Freud hablaba de una oposición entre pulsiones
sexuales y pulsiones yoicas. Tenemos pues, las pulsiones sexuales que son parciales, cuya
energía Freud denomina libido, y las pulsiones yoicas, cuya energía es el egoísmo o el
interés. Es decir, un dualismo que implica una instancia sexual libidinal (PS) y una instancia
no sexual (PY).
Con este modelo, Freud explica los síntomas como el resultado entre el conflicto de las
pulsiones sexuales y las pulsiones yoicas. La ceguera histérica, por ejemplo, es el resultado
del conflicto entre la pulsión sexual hipertrófica que se gana el veto de las pulsiones yoicas.
Aplicado al síntoma de la ceguera histérica: si la pulsión sexual parcial que se sirve del ver,
como placer sexual del ver, choca, por sus desmedidas exigencias, con la contradefensa de
las pulsiones yoicas, estas caen bajo la represión y son apartadas del devenir consciente.
Sin embargo, de este modo queda perturbado el vínculo del ojo y del ver con el yo: el yo ha
perdido el imperio sobre el órgano, ya que el síntoma es la ceguera histérica, y ahora queda
a disposición de la representación reprimida. La ceguera histérica es una formación de
compromiso porque, por una parte, la pulsión reprimida sigue actuando en el inconsciente y,
por otra parte, si bien el yo ha perdido imperio sobre el órgano, también ha impedido el
despliegue de la pulsión de ver cómo placer de ver.
Si narcisismo designa libido en el yo, entonces ese yo que habíamos definido como el yo de
las pulsiones yoicas, el yo como instancia no sexualizada, se libidiniza, pasa a estar
investido con libido. El problema que se le va a producir a Freud es: ¿cómo sostener el
conflicto si para él era necesaria una instancia sexual versus una instancia no sexual?
Ahora el conflicto está entre la pulsión parcial sexual y el yo, que a partir del narcisismo,
queda libidinizado (sexualizado). Es decir, se trata de dos instancias libidinizadas.
El título del texto “Introducción del narcisismo” nos designa la introducción del concepto de
narcisismo, complementario a la teoría de la libido. En principio, plantea que el narcisismo
es un término que proviene de la descripción clínica, atribuido a dos autores que lo utilizan
para designar la conducta de ciertas personas, o de ciertas prácticas sexuales, que tratan al
cuerpo propio como lo harían con un objeto sexual para alcanzar la satisfacción plena.
Definamos al objeto como objeto de amor, objeto unificado. El objeto de amor será un
semejante, alguien semejante al yo. La libido yoica y la libido de objeto se comportan como
vasos comunicantes porque pueden fluctuar y revertir de una a otra de las posiciones
(puede estar en el yo, luego quitarse de este y pasar al objeto, visceversa). Este movimiento
es un movimiento de báscula, un movimiento fluctuante que va y que viene. Hay una suerte
de desplazabilidad de la libido que puede pasar de una a otra de estas posiciones, la
particularidad es que mientras más se coloca en uno de estos lugares tanto más se
empobrece en el otro.
En las neurosis narcisistas, Freud plantea que los enfermos tienen dos características: el
delirio de grandeza y el extrañamiento de su interés respecto de personas y cosas del
mundo exterior. Esta alteración dificulta la transferencia y obstaculiza el tratamiento
psicoanalítico. ¿Cómo explica Freud estas características? Diciendo que se ha retirado la
libido de los objetos revirtiendo sobre el yo, creando así el delirio de grandeza o la
megalomanía.
En las neurosis de transferencia se mantiene la doble carga libido yoica - libido de objeto
(sea esta sobre un objeto real o un objeto fantaseado). Se mantiene simultáneamente una
carga de libido en el yo y una carga de libido en el objeto. No se ha renunciado a investir a
los objetos, por más que se haya perdido la investidura de los objetos reales esa carga
estará en los objetos imaginarios. Hay un doble corrimiento en las neurosis de transferencia:
libido yoica y libido de objeto. En el caso de la introversión de la libido: se quita la libido de
los objetos reales y se la coloca en los objetos de la fantasía.
Esto no ocurre en las neurosis narcisistas. En las neurosis narcisistas se pierde esta
duplicación y toda la libido de objeto revierte sobre el yo. Dice Freud, los parafrénicos
parecen haber retirado su libido de personas y cosas del mundo exterior pero sin sustituirlas
por otras en su fantasía. El delirio de grandeza surge a expensas de la libido de objeto. No
se mantienen simultáneamente la carga yoica y la carga de objeto.
Hemos definido narcisismo como libido en el yo. Entonces, el narcisismo será, más allá de
las neurosis narcisistas, un estado regular en el desarrollo que consiste en la colocación de
la libido en el yo.
Respuesta Sharon
Si bien otros teóricos habían hecho referencia al concepto de narcisismo como una
perversión en la que el sujeto se trata su propio cuerpo como objeto sexual, Freud redefine
esta noción como una colocación de líbido en el yo propia del desarrollo sexual regular de
los seres humanos. Este pasaje resulta crucial puesto que, en primera instancia libidiniza el
yo. Hasta entonces, Freud se había esforzado por mantener una división tajante entre
instancias sexuales y no sexuales, hablando de pulsiones sexuales y pulsiones yoicas antes
llamadas de autoconservación. Ahora bien, si se comprende al narcisismo como líbido en el
Yo, pues entonces nos hallamos ante dos instancias libidinizadas y sin división tajante por lo
que será considerado un pseudodualismo.
Si nos remontamos a las primeras etapas del desarrollo, comprendemos que no existe en el
inicio una unidad comparable al yo, sino que por el contrario reina la parcialidad autoerótica.
Partiendo de allí, se sucede el narcisismo primario es decir aquel que los padres ejercen
sobre el niño, libidinizándolo y posicionando sobre él su amor, deseos y expectativas, su
propio narcisismo volcado sobre el infante, “su majestad el bebé”. A continuación, y ante la
aparición del nuevo acto psíquico de identificación pasa a consolidares el narcisismo
secundario. En este punto, ya podemos hablar de un yo constituido y la posibilidad de
investir objetos o bien retraer la libido sobre el yo, culminando con la serie autoerotismo,
narcisismo, elección de objeto.
Dicho esto, queda establecida una libido yoica o narcisista, aquella aplicada sobre el yo, y
una libido de objeto dispuesta a investir objetos en el mundo exterior. Es importante
destacar que no se habla de dos libido distintas, separadas de modo tajante, sino de
distintas aplicaciones de la misma, volviendo así a referirnos al pseudodualismo. Haciendo
uso de la metáfora freudiana, existe un reservorio de líbido yoica que permanece en el
propio cuerpo mas la otra parte puede ser entregada a los objetos o bien retraída sobre el
yo del mismo modo en que la ameba puede desplegar y retraer sus pseudópodos. Este
movimiento no es necesariamente patológico ya que, de hecho, en el enamoramiento, por
ejemplo, se observa un engrandecimiento del objeto y un empobrecimiento del yo, se cede
la líbido yoica, mientras que en situaciones como la enfermedad orgánica se produce una
resignación de la líbido de objeto y un desinterés por el mundo exterior puesto que el
enfermo solo puede concentrarse en su dolor.
Esta distinción entre libido yoica y de objeto es a su vez la que posibilita la nueva distinción
entre clases de neurosis. Por un lado, Freud definirá a las neurosis narcisistas como
aquellas en las que al chocar la líbido con una imposibilidad en su aplicación, la misma
abandona la investidura de objetos y se repliega íntegramente en el yo. Esto produce en
consecuencia un agrandamiento del Yo y una imposibilidad de transferencia, lo que vuelve a
estos sujetos insusceptibles de análisis.
Ahora bien, al comprender que este drang pulsional es constante puesto que la satisfacción
alcanzada nunca es total, nos hallamos en presencia de otro término de la pulsión: la meta,
que es siempre la satisfacción. Este punto guarda íntima relación con la fuente puesto que,
la pulsión nace en ella, pero, para alcanzar la satisfacción debe volver a ella. Es decir, la
pulsión no se satisface en el objeto que resulta ser lo más contingente y variable. Es
autoerótica (desarrollar más)
Tomemos por ejemplo la pulsión oral. La misma deja entrever otra característica de la
pulsión, su parcialidad respecto de la necesidad. Es decir, Esta nace apuntalada en las
funciones de autoconservación, se halla primero ligada a la necesidad. La zona erógena de
los labios, originaria de la pulsión oral, se encuentra en primera instancia íntimamente ligada
a la función nutricia y al otro de los primeros cuidados quien libidiniza al sujeto, mas luego
se independiza de la misma. En el chupeteo entonces, se vuelven autónomos los
componentes eróticos, poco importa ya si se entra en contacto con el pecho materno, una
manta o el propio pulgar. El objeto ocupa una función instrumental ya que la satisfacción no
se alcanza en él sino en el recorrido de volver a la fuente. Hablamos así de una relación
paradójica puesto que, para cancelar este estímulo descripto casi como un picor en esa
zona erógena, se requiere otro estímulo aplicado sobre ese mismo lugar. Es en este sentido
que la pulsión se entiende como autoerótica ya que su satisfacción no depende del objeto,
sino de su propio recorrido y se cancela el estímulo en la fuente.
Extra
Ya en 1886, en Manuscrito K, Freud anticipaba que “mientras no exista una teoría correcta
del proceso sexual, permanecerá irresuelta la pregunta por la génesis del displacer eficaz
en la represión” y que la sexualidad no podía reducirse sólo a la genitalidad y al instinto tal
como sostenían sus antepasados, sino que ésta era un concepto más complejo que
requería de una teorización propia que no sea importada de otro campo. Esto da una pauta
de las características que tiene la sexualidad humana, es decir que no hay un saber a priori
respecto de ella en los humanos, por ello es que es un terreno de interrogantes que
requiere teorías. Así, en 1905, propone el concepto de pulsión para dar cuenta de las
particularidades de la misma. De ella dará tres definiciones: en un primer momento la
ubicará como un concepto límite entre lo anímico y lo somático que intenta dar cuenta las
relaciones problemáticas y complejas que se dan entre estos dos y la diferenciará de la
genitalidad y del instinto. No obstante, ello no bastará para saber entonces qué es la
pulsión, surgiendo la necesidad de que se tracen los límites del concepto. Así, Freud
preguntándose acerca de qué es lo que caracteriza a los estímulos pulsionales va a señalar
que se diferencian en principio de ciertos estímulos, como los fisiológicos o “de necesidad”,
debido a la procedencia de estos. También sostendrá que según de donde provengan
tendrán distinta “huida/fuga” ya que en los interiores hay una ineficacia de ello. Así surge un
problema que dará lugar a una segunda definición del concepto de pulsión: la pulsión es,
además, una magnitud de exigencia de trabajo impuesta a lo psíquico a consecuencia de su
conexión con lo somático. Es decir que el campo de lo psíquico recibe una cierta carga del
campo de lo somático (debido a su conexión con ella) carga que ésta no puede resolver. A
su vez, en este aspecto, incide otra variable dentro de los estímulos interiores donde la fuga
es ineficaz. Surge que los estímulos de la “necesidad” están determinados por dos
insuficiencias, por un lado, no sirve la huida y por otro lado no hay acción específica para
cancelar esa necesidad, lo que requiere la intervención de un “otro de los cuidados ajenos”
debido al ingreso, en un estado de indefensión, que los humanos hacemos al mundo. De
este modo nuestra supervivencia depende de que el otro nos cuide y, dentro de esos
cuidados, el otro dispone de nuestro cuerpo. Así, en ese contacto el cuerpo del bebé se va
a sexualizar, es decir que de él se va a obtener satisfacción y van a ir apareciendo zonas
donde se obtiene placer de forma privilegiada. Sin embargo, si bien este otro que interviene
marca a la necesidad como un punto de apoyo de la pulsión sexual, posteriormente se
independiza, dando como resultado que la pulsión sea parcial respecto del cuerpo como
totalidad, de la genitalidad y respecto de la necesidad. Según Freud cualquier parte de la
piel o de las mucosas podrá funcionar como una zona sexualizada o erogeneizada a partir
del cuidado maternal, es decir que no depende solamente de las zonas genitales. Así
podemos sostener otras características de la sexualidad humana:
1. no hay un objeto predeterminado en dicho campo que se presente invariable, que permita
dar a conocer universalmente lo sexual. 2. Si bien la pulsión se procura un objeto, éste
puede ser cualquiera. 3. La sexualidad es algo que se constituye en la infancia, porque se
forma en esos primeros contactos con ese otro que nos cuida y ello repercutirá a lo largo de
la vida adulta.
En síntesis, podemos concluir entonces que la sexualidad no responde a la lógica animal de
la reproducción y conservación de la especie, ya que el objeto no es universal ni siempre
responde al esquema “ente del género contrario-misma especie” y ya que la meta no
siempre es el coito ni la reproducción. Freud dirá que, si estos son los estándares normales,
entonces la sexualidad humana es perversa por definición derribando así el pensamiento de
la época.
Respuesta Sharon
Como explica Freud, estos sentimientos no son nuevos y despertados por la persona del
analista en particular o por la situación del análisis, sino que consisten en la repetición por
parte del paciente de aquello que aún no puede poner en palabras. El modo de actuar del
paciente, no es más que un cliché que busca reproducir con el analista lo que le ha ocurrido
con frecuencia en el pasado. El punto clave para vencer esta transferencia negativa que es
utilizada en este punto por la resistencia, es que el analista bajo ningún punto de vista ceda
a los deseos del paciente, sino que, por el contrario, le comunique lo que sucede, evidencie
esta repetición para así guiar al paciente a mudarla en recuerdo. Nuevamente aquí, esta
transferencia que con tanto poder amenazó el tratamiento, se aparece como la mayor arma
para la cura.
La transferencia tiene un papel central y también uno muy controvertido. Por un lado, el
vínculo con el analista es lo que hace posible el tratamiento, por otro, la transferencia tiene
una cara opuesta, es ella la que vehiculiza la resistencia. Esto es lo que hace del análisis
una experiencia compleja.
En otras palabras, el lugar del analista supone una función: el analista es un operador para
que el tratamiento pueda transcurrir. Que la subjetividad del paciente pueda jugarse como
síntoma en la relación con el analista es la herramienta más poderosa para la curación.
La transferencia positiva funciona como la verdadera palanca del éxito. Por otro lado, los
momentos en que la asociación se detiene es debido a que se pone en juegos algún
complejo patógeno, algo que resulta difícil de soportar. Entonces, se produce un silencio y
en el paciente aparecen ocurrencias ligadas a la persona del analista. En esa detención de
las asociaciones vemos que la resistencia se aprovecha de la transferencia. Una vez que se
le comunica al paciente que está bajo el efecto de una resistencia, muchas veces las
asociaciones pueden reanudarse.
Otro modo en el que las resistencias se hacen presentes es, como aparece en el texto
“Recuerdo, repetición y relaboración”, cuando el paciente actúa con el analista lo que no
quiere recordar. Es decir, es otra modalidad de recordar, pero esta vez no a través de la
rememoración o puesta en palabras, sino con una puesta en escena. Una actuación que
sería otra manera en que lo reprimido retorna. El retorno de lo reprimido podría hacerse
presente de 2 maneras: a través de la rememoración o como recuerdo en acto.
Vamos a describir los distintos tipos de transferencia a los que se refiere Freud en el texto
“Sobre la dinámica de la transferencia”.
Ej. podemos imaginar a alguien que no puede seguir asociando porque en lo único que
piensa es en las fantasías amorosas o sexuales que tienen con su analista.
Entonces, tenemos la transferencia motor del análisis que proviene de sentimientos tiernos,
conscientes y sublimados hacia el analista. Y dos tipos de transferencia que operan cómo
resistenciales, que obstruyen la continuación del análisis: la transferencia erótica y la
transferencia hostil.
La neurosis ordinaria que el paciente trae se transforma en una neurosis nueva neurosis
artificial: la neurosis de transferencia. La transferencia funciona como una formación del
inconsciente, en donde el analista sirve para que el paciente pueda jugar en él sus propios
conflictos. Opera aquí un retorno de lo reprimido.
↳ En este sentido, Freud ubica al analista como resto diurno en el sueño. El deseo
inconsciente produce una transferencia de su intensidad sobre los restos diurnos y el sujeto
vivencia el sueño como algo actual. De este mismo modo, lo reprimido se pone en juego en
el vínculo con el analista, analista que ocupa ese lugar de lo nimio e indiferente propiciando
que lo reprimido inconsciente pueda salir a la luz.
Las condiciones para que la transferencia se instale son: que la persona tenga algún
enigma acerca de lo que le pasa y que la persona suponga que el analista sabe aquello que
él ignora y que lo hace padecer. Para que el trabajo analítico sea posible también debe
establecerse la regla de la asociación libre y, correlativamente, que el analista opere con
una atención flotante. La atención flotante refiere a que el analista no debe privilegiar nada
en particular de lo que el paciente está diciendo, sino que tiene que prestar una atención
pareja a todo el discurso para que pueda surgir el sentido que hay detrás del decir de ese
paciente. Además, la posición del analista tiene que ser abstinente, la mejor manera de
sostener esta función es borrar lo más posible en nuestra propia subjetividad.
Gracias a este proceso conseguimos darle al síntoma una nueva significación basada en la
transferencia y sustituir la neurosis que el paciente trae, que Freud nombra como neurosis
vulgar, por una neurosis de transferencia de la cual puede ser curado por la labor
terapéutica. La transferencia crea así una zona intermedia entre la enfermedad y la vida. Y
a través de esta zona va teniendo efecto la transición desde la primera a la segunda, el
nuevo estado ha acogido todos los caracteres de la enfermedad, pero constituye una
enfermedad creada artificialmente.
10. ¿A qué se refiere Freud cuando dice que el analista queda ubicado en una de
las series psíquicas del paciente? ejemplifique
Las mociones libidinosas que guían los nuevos encuentros, y que son conscientes, son
mociones que recorrieron el pleno desarrollo psíquico y funcionan de acuerdo con la
realidad objetiva. Otra parte de las emociones libidinales presentes en cada nuevo vínculo
fue reprimida y demorada en su desarrollo, apartándose de la realidad objetiva y
desplegándose en las fantasías. Entonces, cuando se establece la transferencia y el
paciente inserta al analista en una de las series psíquica se debe a que sus mociones
libidinales insatisfechas esperan encontrar en este nuevo vínculo con el analista, lo que no
pudieron en su pasado. Por eso hay una reedición una vez más de aquello que
seguramente el paciente ya reeditó en múltiples encuentros a lo largo de su vida.
Para entender este proceso es necesario explicar antes el mecanismo presente en la
formación del síntoma. Este tiene como condición previa la introversión de la libido: esta
conlleva una regresión de la libido que reanima los imagos infantiles, apartándose de la
realidad objetiva. En este proceso la realidad objetiva disminuye y lo inconsciente aumenta
proliferando también las fantasías Las fuerzas que causaron la regresión de la libido son las
que en el tratamiento se oponen como resistencia a la cura.
El proceso entonces sería el siguiente: por efecto de una frustración unida a la atracción
que ejercen los complejos inconscientes, el sujeto experimenta una introversión de la libido,
quitando el vínculo con los objetos de la realidad y reemplazándolos por las fantasías
produciéndose una regresión que anima los imagos parentales y los modos de vincularse
con esos objetos de amor de la infancia. Este proceso explica lo que sucede en la
transferencia, en donde la libido puesta en el analista constituirá una nueva neurosis, o sea,
que lo reprimido es colocado en relación a ese objeto actual y allí se juega el conflicto del
pasado.
Para continuar con esta idea leemos en la Conferencia 27. Dice Freud, la transferencia tiene
esta importancia extraordinaria y central para la cura en las histerias de angustia y neurosis
obsesivas, que por eso las reunimos bajo el nombre de neurosis de transferencia. En
contraposición con esto, las neurosis narcisistas no tienen capacidad de transferencia y son
inmunes al psicoanálisis. Solo la posibilidad de libidinizar objetos propia de los neuróticos
conduce a que alguien pueda analizarse. Por esto, en las neurosis narcisistas no es posible
que se instale la transferencia.
Para explicar esta diferencia entre lo posible o no de estas dos categorías, digamos que
cuando el neurótico retira la libido del objeto, no lo resigna, sino que continúa el vínculo,
pero con el objeto fantaseado. En cambio, en las neurosis narcisistas, que serían ahora
llamada psicosis, se retira toda la libido del objeto y se revierten el yo sin que se mantenga
el vínculo con el objeto en la fantasía. Esto conlleva la imposibilidad de establecer una
transferencia con el analista.
En esta segunda nosografía freudiana que distingue a las neurosis de transferencia de las
neurosis narcisistas será la capacidad de desplazar la libido a un objeto o no lo que hará la
diferenciación.
La primera teorización que Freud presentó sobre el tema de la angustia en 1890 tuvo un
desarrollo paralelo a la teoría de la defensa. Esta segunda versión plantea algunas
novedades importantes. La segunda versión de la teoría de la angustia que Freud va a
proponer va a tener una relación muy importante con los conceptos de pulsión y represión.
Estos dos conceptos tienen un lugar central en esta nueva manera de pensar la angustia.
La novedad de esta época es que para poder explicar el origen de la angustia, Freud va a
recurrir al mecanismo de la represión. El concepto de represión le va a servir para pensar la
constitución del aparato psíquico, esto es, la represión va a ser el mecanismo constitutivo
del psiquismo. Al mismo tiempo, Freud va a conservar la idea de que ese mecanismo
psíquico está al servicio de proteger al yo del displacer cumpliendo una función defensiva.
En el texto “La represión”, Freud define la represión diciendo que se trata de un mecanismo
destinado a evitar el displacer. En esta línea, vale recordar que la angustia es un afecto
displacentero, por lo tanto, Freud se pregunta: si el aparato está constituido por la represión
y esta tiene como función defender al yo del displacer que le causa el incremento del monto
de afecto, ¿cómo se explica la aparición de la angustia?
Para poder explicar la angustia en las neurosis a la luz de las ideas que él desarrolla en
esta época, Freud va a proponer una serie de consideraciones:
Va a empezar por establecer una diferencia entre lo que va a denominar angustia realista y
angustia neurótica. En realidad, la angustia es una sola, no es que haya una angustia
realista y una angustia neurótica. Son distintos criterios en función de los cuales Freud va a
intentar pensar el problema de la angustia.
La diferencia entre estas dos dimensiones de la angustia va a estar dada por una referencia
que es la noción de peligro. Al hablar de peligro, Freud se va a referir a un factor que
constituye una amenaza para la autoconservación. En el caso de la angustia realista, ese
peligro va a ser un peligro exterior, es decir, un peligro vinculado a la realidad exterior y que
puede ser percibido por los sentidos. Y caso de que el sujeto se encuentre con ese peligro,
Freud va a ubicar una disposición afectiva a la que denominará apronte angustiado, es
decir, una suerte de preparación angustiosa que va a disponer al yo para un eventual
encuentro con un peligro potencial. Este apronte angustiado se va a caracterizar por un
aumento de la atención sensorial, esto es, hay un estado de alerta desde el punto de vista
de la percepción y, por otro lado, también hay un estado de tensión motriz.
14. Explique la siguiente frase: “(…) conseguimos, casi siempre, dar a todos los
síntomas de la enfermedad un nuevo significado transferencial, sustituir su
neurosis ordinaria por una de transferencia, de la que puede ser curado en
virtud del trabajo terapéutico.” a) ¿En qué sentido podemos afirmar que la
transferencia es simultáneamente condición y obstáculo para la cura? b)
¿Cómo puede articularse el concepto de transferencia con la noción de
reversibilidad de la libido?
Estas mociones libidinosas que guían los nuevos encuentros y que son conscientes, son
mociones que recorrieron según Freud el pleno desarrollo psíquico y funcionan de acuerdo
con la realidad objetiva. Otra parte de las mociones libidinales presentes en cada nuevo
vínculo fue reprimida y demorada en su desarrollo apartándose de la realidad objetiva y
desplegándose en las fantasías. Para entender este proceso es necesario explicar el
mecanismo presente en la formación del síntoma que tiene cómo condición previa la
introversión de la libido. Ésta conlleva una regresión de la libido que reanima los imagos
infantiles apartándose de la realidad objetiva. Freud nos explica que en este proceso la
realidad objetiva disminuye y lo inconsciente aumenta proliferando las fantasías. Las
fuerzas que causaron la regresión de la libido son las que en el tratamiento se oponen como
resistencias a la cura, el proceso entonces sería el siguiente: por efecto de una frustración
unida a la atracción que ejercen los complejos icc el sujeto experimenta una introversión de
la libido quitando el vínculo con los objetos de la realidad y reemplazándolos por las
fantasías produciéndose una regresión que anima los modos de vincularse con esos objetos
de amor de la infancia. Este proceso explica lo que sucede en la transferencia, en donde la
líbido puesta en el analista constituirá una nueva neurosis, o sea que lo reprimido es
colocado en relación a ese objeto actual y allí se juega el conflicto del pasado. Por efecto de
la represión se ha producido esta introversión de la libido y regresión.
15. ¿Cuáles son las hipótesis que le permiten a Freud explicar la transposición de
un acto psíquico del sistema inconsciente al consciente?
Hipótesis tópica
Hipótesis funcional
16. ¿Por qué afirma Freud que los síntomas son la práctica sexual de los
enfermos? ¿Por qué el síntoma figura la práctica sexual de los neuróticos?
Ejemplifique con Dora
Dicho esto, y comprendiendo la existencia de una pulsión sexual desde la infancia, fue
necesario revisar la formación del síntoma y la teoría traumática. Es así como Freud pasa a
caracterizar la vivencia sexual traumática acaecida en la niñez como un mero factor
accidental, que, si bien se presenta en muchos casos en algunos, no resulta condición
necesaria para la formación de la neurosis. En contraparte, la neurosis sienta sus bases en
la libido, la fuerza de la pulsión y en las fantasías como intento por escapar a la propia
práctica sexual de la infancia. Podemos ahora explicar la etiología de las neurosis como el
resultado de mociones pulsionales hipertróficas, sometidas a represión por no ser acordes a
ciertos requisitos del Yo. Es así como la libido, inaplicable al objeto deseado, se muda al
plano de la fantasía. Aparece así el síntoma como la práctica sexual de los enfermos, como
una satisfacción sustitutiva, la figuración de una fantasía de contenido sexual y como el
negativo de la perversión puesto que, lo que estos en verdad realizan, los neuróticos lo
expresan a través de retornos de lo reprimido.
Ante todo, dice que desde siempre supo que factores sexuales desempeñan un papel en la
causación de los síntomas de la neurosis. Esto se encuentra establecido como una
universalidad y sigue siendo uno de los pilares fundamentales de la teoría. Los síntomas
son la expresión de un comportamiento sexual del individuo que ya estuvo marcado de
manera decisiva por influencias y vivencias de la infancia.
↳ Esto último no cambia. El primer reemplazo tiene que ver con los traumas sexuales
infantiles. Los traumas sexuales infantiles van a ser reemplazados por la noción de
infantilismo de la sexualidad. Freud va a considerar un error la importancia que se le dio al
papel de la seducción por parte de un adulto en la causación de la neurosis, esto es, la
necesidad de encontrar tras los síntomas las escenas traumáticas en donde aparece un
adulto seductor.
Debido a este error inicial, Freud cambia o reformula la concepción de los síntomas. Estos
ya no son más el retoño directo de los recuerdos reprimidos de las vivencias infantiles sino
que entre los síntomas y las vivencias sexuales infantiles se intercalan las fantasías.
Entonces cambia la fórmula: las vivencias infantiles son traumáticas en tanto despiertan la
propia actividad sexual. Se consideran traumáticas por la prematurez respecto de la
capacidad del niño para comprenderlas.
A partir de ahí, se desarrollan fantasías. Las fantasías son un intento que tiene el sujeto de
velar, de defenderse y de negar la propia práctica sexual infantil. Es sobre los elementos de
estas fantasías que van a apoyarse y construirse los síntomas.
Estas pulsiones sexuales son concebidas como pulsiones parciales que brotan de múltiples
zonas erógenas. Las zonas erógenas son zonas del cuerpo que se comportan como los
genitales, es decir, son zonas que son susceptibles de estimulación sexual, zonas de borde
del cuerpo, piel y mucosas, esto es, zonas de contacto con el otro del cuidado ajeno. Por
ejemplo, la boca, el ano, etc.
En “Tres ensayos de teoría sexual”, Freud plantea que las pulsiones sexuales se
constituyen apuntalandose en las grandes necesidades vitales. En el segundo ensayo
(“Acerca de las exteriorizaciones de la sexualidad infantil”), se describe al chupeteo
ubicando tres características:
Lo explica diciendo que la actividad de mamar el pecho materno, actividad que en principio
hace a la necesidad, a la satisfacción de las grandes necesidades vitales, familiariza al
lactante con el placer. Los labios del niño se comportan como una zona erógena. En un
comienzo, la satisfacción de la zona erógena se asocia con la satisfacción de la necesidad
de alimentarse. Es decir, la pulsión sexual se apoya, se apuntala, en una de las funciones
que sirven a la conservación de la vida y sólo más tarde se independiza de ella.
En efecto, la necesidad de repetir la satisfacción sexual se divorcia de la necesidad de
buscar alimento. Ya no es necesario el pezón con su leche sino que su chupeteo se realiza
a través de cualquier objeto. Esto es, ya no se trata de un objeto de la necesidad sino que el
objeto es cualquiera que sirva a los fines del chupeteo (sabana, dedo, sonajero).
Con el ejemplo del chupeteo vemos como la función sexual se apuntala en las grandes
necesidades vitales, luego se vuelve autoerótica y su meta sexual se encuentra bajo el
imperio de una zona erógena. Es en estas grandes necesidades vitales donde situaremos
las pulsiones de autoconservación que se denominan así porque sirven a la conservación
del organismo (hambre, sed, defecación).
Autoerotismo: esta práctica sexual es autoerótica, la pulsión no está dirigida a otra persona,
sino que se satisface en el propio cuerpo. La acción del niño se rige por la búsqueda de un
placer –ya vivenciado, y ahora recordado.
20. Constitución del yo. Explicar la frase de Freud :"es un supuesto necesario que
en el niño no exista una unidad comparable al yo" y desarrollar."No hay unidad
comparable al YO desde el comienzo" Justifique
Saben ya que el yo del hombre es educado poco a poco para apreciar la realidad y para
obedecer al principio de realidad por influencia del apremio exterior. En ese proceso tiene
que renunciar de manera transitoria o permanente a diversos objetos y metas de su
aspiración de placer -no sólo sexual-. Pero siempre es difícil para el hombre la renuncia al
placer; no la lleva a cabo sin algún tipo de resarcimiento. Por eso se ha reservado una
actividad del alma en que se concede a todas estas fuentes de placer resignadas y a estas
vías abandonadas de la ganancia de placer una supervivencia, una forma de existencia que
las emancipa del requisito de realidad y de lo que llamamos «examen de realidad» (ver
nota). Toda aspiración alcanza enseguida la forma de una representación de cumplimiento;
no hay ninguna duda de que el demorarse en los cumplimientos de deseo de la fantasía
trae consigo una satisfacción, aunque el saber de que no se trata de una realidad
permanezca intacto. Por tanto, en la actividad de la fantasía el hombre sigue gozando de la
libertad respecto de la compulsión exterior, esa libertad a la que hace mucho renunció en la
realidad. Ha conseguido, en continua alternancia entre lo uno y lo otro, seguir siendo un
animal en busca de placer, para convertirse después siempre, de nuevo, en un ser racional.
Las producciones de la fantasía más conocidas son los llamados «sueños diurnos», de los
que ya hemos hablado: unas satisfacciones imaginadas de deseos eróticos, de ambición y
de grandeza, que florecen con tanto más exuberancia cuanto más llama la realidad a
moderarse o a ser paciente. La dicha de la fantasía muestra en ellos su esencia de manera
inequívoca: de nuevo la ganancia de placer se hace independiente de la aprobación de la
realidad