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Sola Con El Solo - Kristen Gardner
Sola Con El Solo - Kristen Gardner
Clare Crockett
Sola con el Solo
hermanaclare@hogardelamadre.org
“Nadie podía creer que Dios llamara a una chica como yo”. Y, sin
embargo, Dios, en su libertad soberana, la llamó. Movida por su gracia, ella
respondió de todo corazón y dio su vida sin reservas. Esta es la historia que
se contará en este libro.
La Hna. Clare y yo conocimos el Hogar de la Madre más o menos al
mismo tiempo. ¡Éramos muy diferentes! Yo venía de un ambiente protegido
y muy religioso; solo había faltado una vez a la Misa diaria desde mi
Primera Comunión. Clare estaba inmersa en la mundanidad, pero había
experimentado el amor de Dios para con ella y quería cambiar. Uno de los
pasatiempos preferidos de Clare era intentar escandalizarme con palabrotas,
que todavía formaban parte de su vocabulario habitual. Para su sorpresa, mi
reacción a veces era simplemente un gesto inexpresivo o la pregunta: “¿Eso
es inglés?”. Ella se tronchaba de la risa al darse cuenta de que nunca había
oído esas palabras antes.
Las dos teníamos nuestros planes y sueños. Ella quería llegar a
Hollywood y yo quería ser escritora. El Señor irrumpió en nuestras vidas y
nos llamó a dejarlo todo por amor a Él. Después de luchas y dudas, cada
una entregamos nuestros talentos, poniéndolos en las manos del Señor y
dejando que Él nos usara como quisiera.
El día que cumplí 16 años entré de candidata en las Siervas. Clare, que
ya era candidata, me dedicó una canción. En ella, bromeaba afirmando que
yo había nacido santa, que dormía en una cama de piedras como penitencia
desde mi infancia, que rezaba 15 rosarios diarios y que era un modelo para
todas las candidatas. Toda la canción era una exageración, por supuesto,
pero creo que me veía como una candidata “ideal” para la vida religiosa.
Ahora, al descubrir hasta qué punto me superó en su entrega al Señor, solo
puedo llenarme de admiración y bajar humildemente la mirada.
¿Y por qué yo, de entre todas las Siervas, estoy escribiendo este libro?
Sí, la conocí personalmente, pero no tanto como otras hermanas... Sí, recogí
mucha información de su vida cuando hice el documental “O todo o nada”,
pero podría haber pasado esa información a otra… El Señor tenía sus
propios motivos. Déjame que te lo explique.
En el año 2012, mientras trabajábamos juntas en el estudio de
televisión del Hogar de la Madre, encontramos la grabación del momento
en el que la Hna. Clare había exclamado que quería ser monja famosa en su
primer Encuentro de Semana Santa, doce años antes. Le dije a la Hna. Clare
que quería enseñárselo a todo el mundo, pero ella estaba horrorizada. “Por
favor, no, eso no tiene nada que ver conmigo. ¡Era tan superficial…!”.
Acabé enseñándoselo a las hermanas, y todas nos reímos juntas. Dos días
después de su muerte, en abril de 2016, usé estas imágenes en un breve
vídeo en memoria de ella, y de nuevo podía sentir su mirada cómplice de
reproche y sus palabras: “Ya verás, me las pagarás”.
Al difundirse rápidamente la noticia de su muerte por la televisión y la
prensa, no podía evitar sonreír –en medio del dolor– al pensar en la nueva
fama de la Hna. Clare y lo vergonzoso que hubiera sido para ella. ¡Hacía
tiempo que había abandonado su sueño de ser famosa! Y, sin embargo,
desde ese día empezamos a recibir llamadas y correos de gente de todo el
mundo que quería compartir cuánto le había ayudado la historia de la Hna.
Clare. Sí, me hacía gracia… ¡hasta el día en que tuve que empezar a escribir
su biografía! Sacudía mi cabeza y decía: “Ahora me las está haciendo
pagar”. Las dos habíamos inmolado nuestros deseos al Señor, hasta el punto
de que no los deseábamos en absoluto, sino más bien lo contrario. Y ahora,
misteriosamente, ¡el Señor ha cumplido ambos!
Este libro está muy lejos de ser una biografía completa. Solo han
pasado cuatro años desde la muerte de la Hna. Clare y todavía quedan
muchos, muchísimos testimonios por recoger. No obstante, espero que este
libro permita a todos los que han oído hablar de su muerte y han visto el
documental “O todo o nada” conocerla mejor. Incluso aquellos que la han
conocido personalmente aprenderán mucho sobre la Hna. Clare, como me
ha pasado a mí. Por ejemplo, he comprendido el significado del lema que el
P. Rafael Alonso, nuestro fundador, le dio cuando hizo los votos perpetuos:
“Sola con el Solo”. Cuando el P. Rafael lo dijo por primera vez en 2010, y
hasta hace poco, era siempre un misterio para mí. La Hna. Clare, ¿sola? Es
verdad que era la única hermana que iba a hacer los votos ese año, pero
¡ella siempre estaba rodeada de gente! Su sentido del humor, sus historias
con chispa y su alegría contagiosa hacían que todo el mundo quisiera estar
con ella.
Ahora, después de haber escuchado horas y horas de entrevistas,
después de haber leído sus notas espirituales y haber conocido un poco su
vida interior, he empezado a entender lo que esa frase debió de haber
significado para ella. Cuando encontró a Cristo crucificado en aquel Viernes
Santo del año 2000, se encontró, de repente, sola ante Cristo, que estaba
solo en la Cruz, sufriendo por amor a ella. En ese instante, se vio despojada
de todas sus máscaras y se le reveló su miseria. Solo Dios podía mostrarle
quién era ella realmente y cómo podía conseguir la verdadera felicidad en
Él.
Algunos habrán observado que en el documental, la Hna. Clare parece
santa desde el momento de su conversión en el Viernes Santo. En este libro
los lectores descubrirán las batallas espirituales que afrontó la Hna. Clare
mientras el Señor la transformaba progresivamente. A lo largo de su vida de
Sierva, Dios le siguió mostrando –a veces en la soledad y en la oscuridad–
quién era ella y quién era Él. Sus encuentros a solas con “el Solo” le daban
fuerza para entregarse totalmente y con generosidad a Él por la salvación de
las almas, especialmente de los jóvenes, culminando finalmente en su
encuentro definitivo con Él.
Ahora, algunos detalles prácticos. A lo largo del libro he incluido con
frecuencia fragmentos de escritos de la Hna. Clare. Tenemos muchas cartas
suyas, además de seis cuadernos que utilizó para la oración, para copiar
notas de homilías o citas de los libros que estaba leyendo, o simplemente
para escribir sus reflexiones a lo largo de sus 15 años de Sierva del Hogar
de la Madre. Por desgracia, nos ha resultado imposible encontrar todas las
citas a las que la hermana hace referencia en sus notas. Hemos numerado
estos cuadernos del uno al seis, en orden cronológico. El primer cuaderno,
desde su tiempo como candidata, está casi todo en inglés. Como novicia,
empezó a escribir en español, pero con algo de “spanglish” (cambiando del
inglés al español a veces en medio de una frase). Después de su primera
profesión, pasó cuatro años en Jacksonville (Florida), donde volvió a usar el
inglés en sus notas. No obstante, una vez que volvió a España, en 2010,
poco a poco, espontáneamente tornó al español. En la versión española de
este libro, he incluido una nota cuando los escritos de la Hna. Clare han
sido traducidos del inglés. Si no hay ninguna nota, el original estaba en
español y la redacción es original de la Hna. Clare. Cualquier cursiva,
negrita o subrayado es suyo. Solo se han hecho ligeros cambios de
gramática o puntuación cuando ha sido necesario.
Para favorecer un texto breve y libre de interrupciones, al citar
entrevistas a miembros de su familia, amigos, Siervas u otros conocidos de
la Hna. Clare, he omitido las notas de pie de página con la fecha exacta de
la entrevista en cuestión. Sin embargo, cuando cito a la Hna. Clare, incluyo
el origen y la fecha de la entrevista, vídeo o texto. Todas las citas de la
Sagrada Biblia están tomadas de la Versión Oficial de la Conferencia
Episcopal Española de 2014.
Me gustaría agradecer, de forma especial, a la familia de la Hna. Clare
y a sus amigos de Derry su ayuda en este proyecto y su colaboración para
responder a preguntas y dar información sobre su infancia y juventud. La
ayuda de Thomas Gallagher ha sido también impagable, ya que nos acogió
en su casa durante nuestra estancia en Derry y compartió datos sobre la
historia de la ciudad y del país. Aquellos que conocieron a la Hna. Clare en
Estados Unidos, España y Ecuador han enviado sus recuerdos con mucha
disponibilidad. Os pido a todos los que leáis este libro que recéis por ellos,
para que sean generosos con el Señor, como aprendieron de la Hna. Clare.
La ayuda, el apoyo y las oraciones del P. Rafael, de la M. Ana, de
todas las hermanas, de mi propia familia y de todos aquellos que han escrito
asegurando sus oraciones han hecho posible que el libro pudiera estar
redactado e impreso en el menor tiempo posible. ¡Todo para gloria de Dios!,
como diría la Hna. Clare.
Los domingos, las tres niñas tenían que fregar los platos después de
comer. Esto es lo que solía pasar:
Para decidir quién iba a hacer cada trabajo, escribíamos los seis
cargos en trozos de papel y los poníamos en uno de mis zapatos. Yo los
agitaba y cada una cogía dos papeles. Muchos domingos estuvo a
punto de empezar la tercera guerra mundial en nuestra cocina, porque
a alguien siempre le tocaba hacer lo mismo durante tres semanas
seguidas. Por supuesto, la que tenía los trabajos fáciles estaba más
feliz que una perdiz, pero la que tenía que fregar y limpiar el fogón no
estaba tan contenta. Así que perdíamos media hora gritando y
protestando, hasta que mi madre venía y nos decía que si no
empezábamos en cinco minutos, no podíamos salir a jugar ese
día»[10].
Como era un día muy especial, íbamos a tener una fiesta con la
familia para celebrarlo. Por supuesto, también me iban a hacer
muchas fotos con mi precioso vestido. Y por estas razones, yo tenía
como “mariposas en el estómago” el día anterior a mi Primera
Comunión»[17].
A pesar del entusiasmo inicial de Clare por la oferta, según pasaban los
días, su inquietud aumentaba más y más cada vez que pensaba en ello. Hizo
la entrevista y, como era de esperar, consiguió el trabajo, pero el caso es que
no estaba totalmente convencida. Había hecho diferentes actuaciones como
presentadora, obteniendo cada vez más éxito, pero percibía dentro de sí una
extraña sensación de vacío, incluso cuando se veía en la pantalla familiar en
los programas ya terminados y emitidos por la televisión. No podemos no
ver la mano providente de Dios que empezaba a guiar su vida,
permitiéndole sentir ese vacío e insatisfacción. Ella no sabía aún la causa de
esas sensaciones que experimentaba. Por entonces, nunca hubiera
imaginado que su inquietud persistiría hasta que Dios hubiera llenado su
corazón.
No tenemos mucha información sobre la propuesta exacta que le hizo
Nickelodeon, pero sabemos que era algo “grande”. Está claro que iba a ser
la presentadora principal de un nuevo programa para jóvenes, quizá en la
versión británica e irlandesa de Nickelodeon que se lanzó en los años 90
como el primer canal internacional de Nickelodeon. Shauna recuerda que
una de las razones principales por las que el mánager de Clare insistió en
ese trabajo era por la cantidad de dinero que le iban a pagar.
“Presentar programas no me va –fue su conclusión–; tengo que ser
actriz. Si realmente quiero llegar a Hollywood, tengo que dejar de aceptar
trabajos como presentadora. Eso no me satisface”. Entonces, llamó a su
mánager y le dijo que había decidido rechazar la propuesta de Nickelodeon.
Aunque Clare quería ser rica, no estaba dispuesta a traicionar lo que ella
consideraba su verdadera felicidad por dinero, por mucho que le
presionaran para hacerlo. Ya vemos aquí una cierta nobleza de su carácter;
no era tan superficial como para pensar que solo el dinero la llenaría. Poco
tiempo después, decidió también romper con su mánager, pues pensaba que
podía apañarse ella sola. Él le seguía insistiendo en la oferta de
Nickelodeon, pero ella ya estaba cansada de oírlo. Por entonces se hablaba
de que se iban a rodar en Derry dos películas sobre los eventos del
“Domingo sangriento”. Este sería un trabajo propiamente de interpretación
y no necesitaba la ayuda del mánager para que le dieran un papel. ¡Sería
famosa siendo una actriz en toda regla!
Si echamos un vistazo a los programas que Nickelodeon lanzó poco
tiempo después en Estados Unidos, encontramos, por ejemplo, “The
Amanda Show” (El show de Amanda), en octubre de 1999. La actriz
Amanda Bynes entró en el mundo de la fama para acabar pocos años
después en un hospital psiquiátrico con serios problemas de droga y
alcohol[31]. Años más tarde, la Hna. Clare hacía referencia a Amanda Bynes
como un ejemplo de cómo podría haber acabado ella misma si Dios no
hubiera entrado en su vida.
Ya hemos visto cómo Clare, en busca de realizar sus sueños, no estaba
muy interesada en los estudios. Bajar corriendo por los campos de
margaritas había perdido su encanto. Como adolescente, todo un mundo
nuevo pareció abrirse ante sus ojos: fiestas, discotecas, alcohol… Quería
divertirse y dar rienda suelta a su vibrante personalidad. Aunque en su
confirmación había firmado una promesa ante el obispo de no beber hasta
que no cumpliera 18 años[32], rompió tal promesa solo un año después, a los
12 años.
En los primeros años de la adolescencia, ella y sus amigas tenían
documentos de identidad falsos para intentar entrar en las discotecas [33].
Sin embargo, Clare tenía un rostro tan infantil que a menudo no la dejaban
entrar. Sus amigas se habían puesto de acuerdo sobre una rigurosa regla: si
a alguna de ellas le negaban el paso, entonces ninguna de ellas se quedaría
allí. Mientras se preparaban para salir, todas sus amigas ayudaban a Clare a
arreglarse para asegurarse de que el peinado y el maquillaje pudieran
disimular su cara de niña. A los 16 años, las salidas del sábado eran
sagradas para ella y sus amigas. Esporádicamente, salían también el viernes.
Su amiga Rachel ayudó a Clare a conseguir un trabajo los sábados en
un bar local para tener algo de dinero propio. Servía té y café a los clientes,
pero sorprendentemente habría preferido fregar los platos. ¿Por qué?
Porque de esa manera podría estar en el trasfondo pasándoselo bien sin
tener que estar pendiente de comportarse correctamente ante los clientes. Le
pagaban 20 libras a la semana, lo que le permitía comprarse alcohol y
tabaco.
Más tarde dijo la misma Clare: “Me era imposible vivir sin un paquete
de cigarrillos”. Había, sin embargo, una excepción: estaba dispuesta a
sacrificar algunos cigarrillos por “un bien mayor”. Cuando el lunes llegaba
a clase sin haber hecho los deberes del fin de semana, pedía a sus amigas
que le hicieran los deberes a cambio de algunos cigarros. Sus amigas
fumaban en el instituto a espaldas de los profesores. Cuando iba a fumar
con sus amigas, Clare disfrutaba escondiéndose detrás de la esquina donde
se ponían ellas e imitando la voz de algún profesor echándoles una
reprimenda. Siempre conseguía que sus amigas se murieran de miedo antes
de descubrirles la broma.
Por aquel tiempo, dos de sus amigas fueron a un retiro organizado por
un grupo católico de jóvenes llamado “COR” (“Christ in Others Retreat”),
que empezó en Estados Unidos y luego llegó a Irlanda. Los miembros del
grupo de Derry querían llevar esperanza y sanación a los jóvenes, muchos
de ellos heridos por el difícil ambiente causado por el conflicto norirlandés
de “Los Disturbios”. El retiro procuraba permitir a los jóvenes tener un
encuentro con Dios en la Eucaristía. A sus amigas les había tocado mucho
el retiro y hablaban constantemente de él. Le insistía: “Clare, tienes que ir.
¡Ha sido genial! Ha cambiado nuestras vidas”. Al final, la convencieron, a
pesar de su reticencia. Ella insistía en que la religión no le interesaba. Los
domingos seguía saliendo al parque que estaba cerca de la parroquia en vez
de ir a Misa. Sus amigas le dijeron que no se preocupara y le aseguraron:
“No es tan religioso”.
Y, de hecho, los fines de semana “COR” estaba centrado
principalmente en valores familiares, en ayudar a los adolescentes a
reconciliarse con sus familias y volver a descubrir el valor de la misma. En
la “sesión de queja” tenían que pensar en la lista de todas las ofensas y
malas obras que habían realizado en casa, y en la “sesión de afecto” se les
ayudaba a reconocer las cosas buenas presentes en sus familias. Era un
programa de jóvenes que trabajan para otros jóvenes, por lo que las amigas
de Clare fueron las guías en el retiro que hizo ella. En el retiro había
también una “madre” y un “padre”, dos adultos que ayudaban ese fin de
semana. Había momentos más desenfadados, con juegos, canciones y
representaciones, pero también había momentos en los que se ponía a los
adolescentes en contacto con el Señor y con la fe a través de la Misa, la
confesión y ratos de oración en la capilla.
Clare tenía 16 años cuando participó en el retiro “COR” de enero de
1999, en el centro carmelita de retiros de Termonbacca, en Derry. Su primer
pensamiento fue: “¡Dios mío, están todos locos!”. Aunque había
acompañado a su madre a la adoración cuando era pequeña, esta es la
primera vez que recuerda haber visto el Santísimo Sacramento expuesto
sobre el altar. El sacerdote que dirigía el retiro dijo a los jóvenes que el
Señor estaba realmente presente en la Eucaristía y que tenían que hablar
con Él. Debajo de la custodia, había una imagen del Señor con las palabras:
“Jesús, nuestro Salvador”. Clare se quedó mirando a lo que ella pensaba
que era un trozo de pan y luego se fijó en la imagen, preguntándose si el
hombre de esa imagen podría realmente estar también en la custodia. “¿Me
está mirando? ¿Me escucha?”, se preguntaba. El sacerdote había dicho que
tenían que hablar con Él, así que hizo un intento: “¿Qué tal?”. No tenía ni
idea de cómo rezar, pero su sencillez no pudo no conmover el Corazón de
Cristo.
Fue en el tiempo de silencio de aquella pequeña capilla cuando fue
consciente por primera vez de que Jesús quería hablar con ella. También
percibió que Él quería pedirle algo, como si sus palabras requiriesen algún
tipo de respuesta. ¿Qué podría ser ese “algo”? No estaba segura. De hecho,
estaba bastante confusa por toda la experiencia de “oír” a Dios que le
hablaba, y no pudo evitar preguntarse si se estaría volviendo loca. Al final
del retiro, se pidió a los participantes que escribieran sus propósitos. Clare
escribió: “Mi compromiso es intentar seguir en ‘COR’ e ir a Misa los
domingos, intentar ser mejor en casa y en clase”. Sin embargo, parece que
el Señor le estaba pidiendo más. Se le empezó a despertar la conciencia y
entendió que había muchos vicios en su vida que no agradaban a Dios y que
nunca la llevarían a la verdadera felicidad. Pero no estaba acostumbrada a
escuchar la voz de Dios, y había tanto ruido en su vida, interior y
exteriormente, que le resultaba difícil oírla. Él se había acercado a su
corazón y, a medida que ella se lo iba abriendo, su voz sería cada vez más
nítida.
Unos años después de esta experiencia, alguien preguntó a Clare qué
era lo más importante o quién ocupaba el primer puesto en su vida en el
momento en que hizo este retiro y ella respondió: “Yo”. Estaba inmersa en
una vida de orgullo y vanidad, y era difícil quitarse a sí misma del centro y
escuchar la voz de Dios. No obstante, este fue el primer encuentro de Clare
con Cristo como una persona real que la amaba y quería hablarle. En aquel
momento, ella no dio mucha importancia a esa experiencia, pero de alguna
manera empezó a rezar más.
Había hecho algunos amigos y empezó a ir regularmente a los
encuentros de “COR” que se tenían cada dos semanas. En una ocasión, unas
religiosas fueron a hablar a los jóvenes del grupo sobre la vocación.
Explicaron que Dios tenía un plan para cada persona y que la vocación es
una llamada a seguir a Jesucristo. Clare estaba en shock. Todo lo que decían
las hermanas le tocaba personalmente y parecía describir lo que ella ya
había experimentado en el retiro. Recordó que el Señor había querido
pedirle “algo”… Ahora, mientras la hermana explicaba lo que era la
vocación, reconocía que ella debía tener eso exactamente, pero aún no
entendía lo que eso conllevaba. Se acercó a una de sus amigas y le susurró
su pregunta. Su amiga contestó: “A ver… Tener vocación significa que
tienes que ser monja”. Clare casi se cae de la silla. Ser monja era la última
cosa que hubiera querido hacer en su vida. “Oh, las monjas tienen 82 años y
llevan gafas del tamaño de una ventana y rezan todo el día”. ¡Ella deseaba
ser famosa! La vocación era algo que, indudablemente, no quería. Entonces
dijo al Señor: “¡Tú sabes que mi vocación es ir a Hollywood! ¡Lo sabes
mejor que nadie!”. Después de este encuentro con las religiosas, decidió
que debía cambiar algunas cosas de su vida, especialmente las que ofendían
a Dios más claramente. Esta decisión duró solo unos días. Ese mismo fin de
semana salió y se fue de fiesta otra vez con sus amigas. Tampoco perseveró
mucho tiempo en su propósito de ir a Misa los domingos.
Aquel verano fue a un campamento con “COR” en una playa de
Donegal. Una noche en que los adolescentes no tenían ganas de irse a la
cama, los monitores se quedaron un rato con ellos y charlaron un poco
mientras se fumaban unos cigarrillos. “¿Hay un modo mejor de vivir?”; ese
era el tema de la conversación. Los adultos intentaban hacer ver a los
jóvenes que el alcohol y las fiestas no eran un buen modo de vida a seguir.
Thomas Gallagher recuerda cuánto se abrió Clare al hablar sobre su vida y
sobre las cosas que hacía. ¡Tenía tantas preguntas…! “¿Está bien lo que
hacemos?”, preguntó junto con los demás. Según avanzaba la conversación,
era evidente que los jóvenes no sabían a dónde dirigirse: “No conocemos
otra cosa”. El Señor respondería pronto a sus preguntas.
El curso siguiente, en el primer retiro “COR”, pidieron a Clare ser la
guía de un grupo y dar una charla a los nuevos jóvenes que habían llegado.
Mirando atrás se preguntaba: “Realmente no sé de qué hablé en las charlas
o qué testimonio di, pues, ciertamente, no tenía mucho que decir a nivel
religioso. Tenía un gran deseo de vivir, de llevar adelante mis proyectos y
mi meta, pero Dios no tenía, en absoluto, un papel central en mi vida”. Y
tenía razón. Tenemos una copia de la charla que dio al año siguiente, en
febrero de 2000, titulada “Realidad”. Clare habló de la realidad de volver a
la vida de cada día después de un retiro “COR”. Explicaba que había
pensado en dejar el grupo definitivamente, pero que en el fondo sabía que
tenía que permanecer y que el segundo fin de semana había sido mejor que
el primero. Ahora ella querría estar allí siempre, aunque eso supusiera “no
volver a salir el fin de semana”. “Y os digo que ese es un gran sacrificio…
No me importaba, porque, simplemente, me encantaba el ambiente y
pensaba que todo el mundo era realmente estupendo”. No mencionaba el
papel de Dios en su participación en “COR”, en parte, quizá, porque ni ella
misma era plenamente consciente del hecho de que Él era el que la estaba
guiando. Sin embargo, no cabe duda de que en la atmósfera de las
actividades del grupo había percibido una felicidad y una alegría que el
mundo no podía ofrecerle.
Vale la pena detenerse un momento a considerar cómo describen los
líderes de “COR” a Clare en ese tiempo. Leo McCloskey, que era el “padre”
del primer retiro de Clare, dice: “Lo más llamativo era verla sonreír: sus
ojos sonreían y ella se iluminaba”. El P. Roland Colhoun, sacerdote
encargado de “COR”, recuerda: “No podía pasar desapercibida en la sala.
Había unos 50 o 60 jóvenes en el retiro del fin de semana, pero a ella no le
perdías la pista. Era la alegría con patas”. Otros adultos que apoyaban
“COR” dicen que era como el flautista de Hamelín, siempre con un grupo
de gente a su alrededor que la seguía adonde fuera. Era como “una chispa,
llena de vitalidad y muy divertida”.
El Señor había puesto los ojos en ella. Desde el principio, Clare
experimentó de forma gradual la llamada que Dios le hacía a dejar el
mundo de pecado y, al mismo tiempo, a entregarse totalmente a Él. En las
entrevistas que tenemos en las que ella habla sobre estas primeras
experiencias de Dios, las dos cosas van siempre unidas. Dios entró en su
vida y le pidió todo. En su primer año de participación en “COR”, pasó por
momentos en los que quería cambiar de vida, pero no perseveró por más de
unos días –en el mejor de los casos–. Necesitaba que la gracia de Dios
entrara en ella y fortaleciera su voluntad. En efecto, la voluntad sin amor no
tiene fuerza. Su corazón aún no estaba lleno del amor de Dios que más tarde
la urgiría a llevar a cabo obras grandes y magnánimas. Ella se resistió, pero
al final el amor de Dios llegaría a conquistarla. Finalmente, se enamoraría
de Él y, voluntaria y alegremente, le entregaría todo su ser.
Primer encuentro a solas con el Solo
Capítulo 4
«Llegó el día de Viernes Santo. Asistí a los Oficios de este día con
una actitud totalmente pasiva. Se presentó el momento en que todos
los que estaban en la iglesia se pusieron en fila en el pasillo central de
la iglesia para la adoración de la cruz. Vi que algunos hacían la
genuflexión y después besaban los pies de Jesús clavado en la cruz.
Era la primera vez que veía algo así. Yo también me puse en la fila, no
movida por ningún impulso piadoso ni fervoroso; simplemente lo hice
porque era lo que tocaba hacer. Cuando fue mi turno, me puse de
rodillas y besé los pies de Jesús. Aquel sencillo acto no duró más que
unos diez segundos. Besar la cruz, algo aparentemente trivial, tuvo un
impacto muy fuerte dentro de mí. Tertuliano escribió: “En la acción de
Dios no hay nada que desconcierte la mente humana como la
desproporción entre la sencillez de los medios usados y la
grandiosidad de los efectos obtenidos”. Yo no sé explicar exactamente
lo que pasó, no vi ningún coro de ángeles ni ninguna paloma blanca
que venía desde el techo hacia mí, pero tuve la certeza de que por mí
el Señor estaba en la cruz. Y junto con esta convicción, me acompañó
un vivo dolor, algo similar a lo que había experimentado de pequeña
cuando hacía el viacrucis. Al regresar a mi banco, yo ya tenía una
huella dentro que no tenía antes. Yo tenía que hacer algo por Él, que
había dado su vida por mí»[41].
De repente, estaba sola con Cristo solo y vio que todos sus pecados le
habían clavado en la cruz, que ella había matado a Dios[42]. Esta idea le
pasó por la cabeza una y otra vez mientras volvía a su asiento. Al mismo
tiempo, Él suavemente le decía: “Te perdono”. ¿Cómo responder, sino
devolviéndole amor? Ella comprendía que tenía que darle toda su vida: “La
única manera en que yo podía consolar lo que yo estaba viendo en la cruz
era con mi vida. Ya no valía hacer chistes, ni hacer un teatro bonito para
consolarle. Nada, nada de lo que yo pudiera hacer podía consolarle, solo
darle mi vida” [43]. Mientras pensaba todas estas cosas, no podía dejar de
llorar, a pesar de la vergüenza que le daba.
Cuando terminó la celebración de la Pasión del Señor, Grace fue a
reunir a su grupo de chicas. Encontró a Clare de pie hacia la parte delantera
de la iglesia, temblando y llorando.
—Clare, ¿estás bien? –le preguntó Grace.
—Ha muerto por mí. Me ama –respondió Clare con los ojos llenos de
dolor y de lágrimas.
—Sí, Clare, Dios murió por todos nosotros –le contestó Grace.
Pero Clare volvió a repetir la misma frase otra vez:
—Ha muerto por mí. Me ama.
Entonces Grace se dio cuenta de que algo muy profundo estaba
sucediendo en el interior de Clare y que necesitaba hablar con alguien que
tuviera más experiencia. Grace acababa de llegar al Hogar de la Madre
hacía solo unos meses.
Entonces Grace le sugirió: “¿Quieres hablar con un sacerdote?”. Clare
respondió afirmativamente y Grace fue corriendo a la sacristía para ver si
encontraba al P. Rafael.
—Padre, Clare está llorando mucho y me repite todo el tiempo estas
palabras: “Ha muerto por mí. Me ama”. Le he preguntado si quiere hablar
con un sacerdote y me ha dicho que sí.
—Ve a llamarla –respondió él sin aire de sorpresa.
Después de invitar a Clare a ir hacia la puerta, los tres salieron fuera
para hablar. Clare seguía llorando sin parar. Grace trataba de traducir lo
mejor posible del inglés con fuerte acento de Derry y Clare explicaba que
no podía entender por qué hasta ese momento nadie le había dicho que
Jesucristo había muerto en la cruz por ella, por qué nunca le habían hablado
de la Eucaristía. Ahora sabía que sus pecados habían clavado en la cruz al
Señor. Luego confesó:
—Padre, mi plan era llegar a ser una actriz famosa, pero después de
esto, estoy confusa, porque creo que Dios quiere que sea “una de ellas”.
El Padre Rafael le preguntó:
—¿Qué quieres decir con “una de ellas”?
Entonces Clare señaló a las hermanas y dijo:
—Una de las hermanas.
El asunto de la vocación había salido en la reunión de la mañana.
Después de esta experiencia fuerte de la cruz de Cristo, ella sentía que tenía
que dar su vida totalmente a Dios y lo relacionaba con lo que se había dicho
esa mañana sobre la vocación a la vida consagrada. Luego preguntó
ingenuamente si podía ser una monja famosa. El Padre le habló de la
importancia de la humildad y de la obediencia. En el curso de la
conversación, la ayudó a entender la grandeza del amor de Dios por ella y la
inmensa gracia que había recibido de Él.
Después de hablar con el P. Rafael, corrió hacia una amiga y hablaron
brevemente fuera de la iglesia. Allí, la Hna. Isabel le oyó decir: “Le amo.
Le amo”. ¡Lo decía con tanta sinceridad y candor…! Hablaba
verdaderamente con el corazón. Algo inexplicable le había pasado a Clare
aquella tarde.
La siguiente actividad era una asamblea de todos los participantes del
encuentro para compartir testimonios y experiencias del día. En un
momento dado, el P. Rafael pidió si Clare podía acercarse y compartir su
testimonio. Resultó que no estaba presente, así que Grace fue a buscarla. En
cuanto llegó, cogió el micrófono y se presentó:
«Me llamo Clare. Tengo 17 años y soy de Irlanda». Entre frase y
frase dejaba un tiempo de silencio para permitir que la traductora
transmitiera sus palabras. «Estoy en el equipo 3 y hoy hemos hablado
sobre la vocación. Y yo he pensado: “¡Dios mío, tengo vocación! Pero
quiero ser famosa”». Todo el mundo se echó a reír y Clare se quedó en
pie disfrutando del alboroto suscitado por su comentario. Su deseo de
ser famosa hizo pensar a las hermanas y al Padre en una de las
primeras hermanas. El P. Rafael le dijo a Clare: “¡Como la Hna.
Conchi!”. Clare, mirando a la Hna. Conchi levantó su dedo pulgar en
señal de asentimiento y continuó. «Pero hace una hora yo quería ser
monja también. Así que me he dicho a mí misma: “Seré una monja
famosa”». Una vez más, se oyeron carcajadas y Clare sonrió,
esperando a que la gente se calmara para continuar. «Así que he
pensado que puedo ser una monja famosa. El P. Rafael me ha dicho
que venga a pasar 15 días con las hermanas y yo he dicho:
“¡Genial!”». De nuevo la sala prorrumpió en risas. La traductora
omitió la expresión “¡Genial!” y Clare le dijo que la tradujera,
causando otra risotada. «Así que ahora no sé qué hacer. Podría llegar
a ser famosa y ser realmente rica. O podría venir aquí y quedarme con
el P. Rafael y las hermanas. ¡Y estoy rezando a Dios para tomar la
decisión correcta!».
Se volvió a la traductora para preguntar cómo se decía “thank you” en
español y luego dijo: “¡Gracias!” y movió la mano saludando a la sala
mientras se volvía hacia el fondo de la misma.
¿Por qué había dicho Clare que quería ser una monja famosa? Años
más tarde, ella misma clarificó que no estaba queriendo hacer reír a la gente
sin más. Tan solo se expresó según su mentalidad de entonces: «Yo quería
ser una actriz famosa, pero después de la experiencia que tuve ese día con la
cruz, yo quería ser algo –tenía que hacer algo– muy grande por el Señor, y
al ver monjas, pensé: “Puedo ser una monja famosa”». Quería hacer algo
grande por el Señor y le resultaba obvio que la grandeza debía estar unida a
la fama. No sabía nada de la vida espiritual ni conocía las palabras del
Señor: “El que quiera llegar a ser grande entre vosotros, que sea vuestro
servidor” [44], o aquellas otras: “Si uno quiere ser el primero, sea el último
de todos y el servidor de todos” [45]. Combinó espontáneamente sus propias
aspiraciones personales y esta nueva llamada del Señor. Lo curioso es que
de todas formas la Hna. Clare llegaría, efectivamente, a ser una “monja
famosa” después de su muerte.
Santa Teresita de Lisieux escribió: “Dios no ha querido que yo tuviese
un solo deseo que no viese realizado. Y no solo mis deseos de perfección”
[46]. Y la Hna. Clare, en 2012, copió en su cuaderno esta cita de san Claudio
de la Colombiere: “Cuanto más nos sometemos a la voluntad de Dios, más
condescendiente es Él con nuestra voluntad. […] No solo escucha nuestras
oraciones, sino que se adelanta a ellas, concediéndonos aquellos deseos de
nuestro corazón que nos hemos esforzado en reprimir por agradarle, y los
concede en una medida que jamás hubiéramos podido imaginar” [47]. ¡Y
esto es, precisamente, lo que hizo el Señor con el deseo de la joven Clare de
ser una monja famosa!
El encuentro de Semana Santa pronto llegó a su fin, pero la
peregrinación de los irlandeses continuaba. El autobús con los 30
peregrinos viajó al norte de España para quedarse en Barcenilla, donde el
Hogar de la Madre tiene una casa de actividades, y desde allí hicieron
excursiones a Lourdes, Covadonga, Santo Toribio de Liébana, Limpias y
Garabandal. Según pasaban los días, Clare se sentía cada vez más como en
casa. Su amiga Danielle recuerda: «Le encantaba. Yo no pude experimentar
lo mismo, porque yo me quería ir. Echaba muchísimo de menos la
comodidad de mi casa. Yo sentí: “Oh, esto no es para mí”. Y recuerdo
mirarla y decir: “¿Estás loca?”. Estaba tan callada al principio… Y luego,
de repente… salió de su concha».
El P. Rafael y algunos Siervos acompañaron al grupo en algunas
salidas. Clare, con frecuencia, se acercaba al P. Rafael, que estaba en la
parte delantera del autobús, y le hacía preguntas. Algunos de los adultos
llegaron a preocuparse de que Clare fuera impertinente y molesta, pero él le
respondía pacientemente a todas sus preguntas. El Señor le empezaba a
mostrar dónde se encuentra la verdadera felicidad y ella vio en el P. Rafael
la luz que podía indicarle el camino. Él le decía la verdad de forma clara y
sin miedo.
El último día, bastantes peregrinos del grupo entraron al Hogar como
miembros laicos. Clare también entró en el Hogar de la Madre de la
Juventud e hizo el compromiso de aprendiz, que suponía hacer cinco
minutos de oración cada día. Años más tarde, bromeaba irónicamente:
«Dije al Señor: “Quiero hacer algo grande por ti”, y entonces entré de
Aprendiz en el Hogar de la Madre. Y allí empezó nuestro camino: el del
Señor y el mío, cuando yo entré de Aprendiz». Era el nivel de compromiso
que solían hacer los niños. Se trataba de un pequeño primer paso, pero el
Señor estaba dispuesto a esperarla pacientemente.
Mientras se despedían, Grace le preguntó: “Clare, ¿vas a volver?”. Con
gran decisión respondió: “Sí, volveré”. El P. Rafael y las hermanas la
habían invitado a participar en una peregrinación en agosto, para ir a la
Jornada Mundial de la Juventud en Italia, y ella estaba muy entusiasmada
por participar. Después de un comienzo vacilante, la gracia de Dios había
empezado a transformarla, y ella, con toda sinceridad, deseaba volver.
Entre el mundo y Dios
Capítulo 5
Fue durante ese año cuando consiguió su primer papel en una película.
¡Ya no tenía que conformarse con el papel de presentadora de televisión!
¡Ahora iba a actuar de verdad! Consiguió una interpretación secundaria,
como enfermera, en un documental grabado por la BBC que narraba los
hechos del Domingo Sangriento[57]. Iba a salir en una escena rápida, pero
suponía un comienzo. El director del casting reconoció su talento y se
ofreció para ayudarla en todo lo que pudiera. Aunque solo iba a aparecer en
pantalla durante unos segundos, este papel le abriría las puertas para llegar
lejos y alcanzar la fama que anhelaba.
Podemos imaginarnos con qué entusiasmo hizo su maleta para volar a
Manchester (Inglaterra), hacia febrero o marzo de 2001, y participar en la
película. ¡Sus sueños se hacían finalmente realidad! ¡Iba a ser famosa! ¡Y
rica! Conocería también a actores famosos. Una vez que llegó a
Manchester, un chófer privado la recogió del aeropuerto y la condujo a un
hotel de cinco estrellas. Allí le dieron las llaves de la habitación y un
horario de eventos. Esa noche habría una cena en el restaurante del hotel.
¡Estaba deseando que llegara el momento!
Aquella primera noche, el director del casting la presentó al director de
la película, a los actores… Clare se sentía como en el paraíso. La mañana
siguiente empezó el rodaje. La encargada del vestuario le enseñó el traje de
enfermera que tendría que ponerse durante el rodaje. Otra persona se
encargaba de su maquillaje y de peinarla, mientras Clare no movía un solo
dedo. ¡Y le pagaban por tratarla así! A Clare le encantaba ver cómo las
cámaras grababan las otras escenas, mientras los actores profesionales
estaban allí. Fue todo impresionante. Por fin, ¡lo tenía todo!
Las primeras noches de su estancia en Inglaterra, Clare salía por la
noche y bebía. Una noche bebió demasiado, así que decidió no salir la
siguiente tarde. Volvió sola a su habitación del hotel. Sentada en la cama, se
puso a mirar el horario del día siguiente y, de repente, empezó a llorar y a
llorar. Ella misma describe posteriormente aquella experiencia con estas
palabras:
«Bueno, Señor, ¿qué te digo, sino perdón, mil veces perdón, por no
siempre aprovechar estas ocasiones delante de ti las noches de los
jueves? Mientras el mundo duerme, yo debo velar y amar. ¡Qué pobre
soy! ¡Qué enferma estoy! ¡Cómo hago sufrir a mi alma que tanto
desea amarte! ¡Hazme amar! ¡Hazme amar! Me muero sin ti, me
muero. Enséñame a amarte en la Eucaristía. Tú me has llamado para
seguirte. ¡Ayúdame! Yo sé que lo haces, porque Tú eres bueno. ¡Eres
bueno conmigo! No lo merezco»[97].
«Él va quitando todas mis máscaras, quita todo, rompe los muros
que he construido. Me deja sin nada, sin ninguna defensa. A veces, sin
palabras. Solo mi nada, mi miseria. Desde ahí, desde la humillación
de lo que soy –no imprescindible, no importante, no “necesitada”– la
última, me hace participar en lo que Él es. Me hace sentir mi barro,
polvo absoluto, porque desde ahí quiere levantarme. “Exalta a los
humildes”, pero duele»[98].
Ofrecerme con Él que se ofrece, ser hostia con la Hostia, ser liturgia
viva, obedecer. Dejar mi voluntad (inmolación de lo que yo quiero),
para hacer la voluntad de Dios. Y así, poco a poco, a pesar de mis
pecados, desarrollo este “ser liturgia” en mí»[99].
La Hna. Reme recuerda que podía pedir cualquier cosa a la Hna. Clare,
porque siempre era obediente y estaba dispuesta a hacer cualquier tipo de
trabajo, incluso las tareas más humildes. El Señor, a veces, mandaba a esta
novicia obediente, humillaciones que la purificaban en su amor propio. Era
un poco torpe con los trabajos manuales. Tuvo que aceptar que otras
hermanas eran más fuertes o más competentes que ella. Sin embargo,
perseveró en hacer lo que se le pedía, haciendo una pequeña broma o
exagerando su torpeza, sin frustrarse cuando las cosas no le salían tan bien
como pretendía.
Una de las humillaciones que le permitió el Señor ocurrió en la sala de
ordenadores. Había estado trabajando por la mañana en los artículos de la
revista. Después, por la tarde, la hermana encargada de la revista fue a mirar
un artículo en el ordenador, pero… ¿dónde estaba la carpeta? Había
desaparecido totalmente. No estaba ni siquiera en la papelera del ordenador.
Llamó a la Hna. Clare, que no tenía ni idea de lo que había pasado. Pero era
la única que había trabajado en ese ordenador y nadie lo había tocado desde
entonces. Parecía claro que ella, sin querer, había eliminado la carpeta.
Todos los artículos escritos para las futuras ediciones de la revista habían
desaparecido.
El Señor permite estos incidentes para enseñarnos la humildad. Las
humillaciones deben ser aceptadas con resignación y alegría. Ella escribe:
«Tengo que ir abajo, como el agua, aunque me duele, aunque es duro. Lo
quiero»[100]. En 2005, hacia el final del noviciado, escribe: «A veces,
muchas veces, es fácil, muy fácil decir: “¡Sí! Yo quiero que Cristo entre en
mí”. Pero esto no ocurre en 5 minutos. No te pones delante del sagrario y
dices: “¡Ya!” y se acabó. Ya lo tienes dentro. En mi experiencia, es una
operación bastante dolorosa. Para que Cristo viva en mí, para que habite en
mí, para que sea dueño total de mi alma, tiene que pisar, aplastar la
serpiente, el hombre viejo, el yo “Clare Crockett”, y esto duele mucho,
mucho, a veces muchísimo. Tiene que “hacer limpieza” de todo lo que no
es Él. ¡Que es mucho, por cierto! Y hay veces, cuando el yo desgraciado va
corriendo tras las cosas que Él está intentando sacar de mi alma, de mí. Mi
voluntad, mis gustos, mis apegos, mis ideas, mis planes… y, de verdad,
cómo escuece esto. Y, aunque sé que es para mi bien, ¡¡cómo escuece!! Eso
no significa que cuando digo: “Que yo muera y que tú vivas” lo esté
diciendo en broma, ¡no! Lo digo de verdad; pero, por favor, dame tu fuerza,
tu gracia, tu amor, a tus santos, a tu Madre, tu corazón, para que no tenga
miedo. Para que pueda “abrir las puertas de par en par” a ti»[101].
Años después, todavía recordaba su noviciado como un tiempo
marcado por las humillaciones: «El Señor me ha mostrado algo que tengo
que cambiar. He vuelto a tener la misma experiencia de humillación que
tuve en el noviciado. He llorado al Señor»[102].
Muy al principio, el P. Rafael le había dicho que necesitaría ser
humilde y ella había respondido que sería humilde y obediente. Y ahora el
Señor le estaba enseñando la verdadera humildad. Dolía, pero era necesario.
Tuvo también varios momentos de gran oscuridad, en los que el Señor
le permitió dudar de su llamada. Cuando ella le habló al Padre sobre una de
esas tentaciones, él rezó sobre ella y le pidió al Señor que le diese la gracia
de ser siempre fiel a su vocación. Ella describió esta oración como
«preciosa, inventada por él». Poco después de esto, escribió en su cuaderno:
Son las tres y media de la tarde. Las cinco novicias que están haciendo
su mes de Ejercicios Espirituales acaban de terminar la comida y tienen
tiempo libre para la siesta. Tan solo una novicia está levantada. Está a
solas con el Señor en la capilla, una capilla diminuta, la primera capilla de
las Siervas, la capilla donde los Siervos habían empezado exactamente
quince años atrás. Es sencilla: paredes blancas, bancos de madera muy
simples, un Sagrario de plata en una balda sobre el altar, nuestra imagen
de la Virgen María a la derecha y un crucifijo a la izquierda. Junto al
crucifijo, la frase: “Ámame y sígueme”, que el P. Rafael había pedido que
estuviese ahí durante los Ejercicios Espirituales.
Arrodillada ante el Sagrario, cantaba al Señor en voz alta con el
cancionero entre las manos. Canción tras canción, apenas notó lo rápido
que pasaba el tiempo. Entonces se postró con la frente sobre el suelo,
mientras interiormente suplicaba al Señor que perdonase todos sus pecados
y los pecados del mundo entero. Le rogó que le concediese un corazón
indiviso, lleno de amor a Él, y la gracia de llegar a ser una con Él: “Sé que
la voluntad de Dios para mí es que sea una santa Sierva, que esté muy
unida a Él, dispuesta a sufrir todo y a ir a cualquier sitio por amor a
Él”[109].
«Sentía que tenía que rezar a San Patricio para que, de alguna
manera, interceda por mí a la hora de la verdad, como él lo ha
prometido a la gente de Irlanda; a santa Teresita, para que me ayude a
confiar, a no caer jamás en el pecado mortal ni en los escrúpulos; a
san Josemaría Escrivá, para que me ayude a ser santa[118]; y a Juan
Pablo II, para que me ayude en esta vida a dar todo, a entregarme
como él, totalmente, y a ser también TOTUS TUUS» [119].
Me veo como un pobre perrito feo, que está lleno de piojos (mis
defectos y pecados), que oye a veces a su dueño llamándole, pero
como un perro sordo va hacia su propio vómito. Pero cuando este
perro hace caso a su Dueño y se pone a sus pies, el Dueño, aunque el
perro esté manchado y sucio y lleno de piojos, no tiene miedo ni asco
de tocarlo, sino que ama y sonríe a su pobre perrito que está tan
enfermo. ¡Cuánto bien me hace ponerme a sus pies, ponerme delante
de Él en el Sagrario y simplemente estar ahí, porque solo con su
mirada me cura!
«Papá, eres tan bueno... Eres suma bondad, eres la bondad misma.
Padre infinito, Padre eterno, mi Padre, mi Creador. Jamás permitas
que me olvide del amor que tienes por mí. Todo lo tienes planeado,
toda la vida está escrita en tu libro eterno. No me dejes salir de la
bandera de tu Hijo. Ayúdame a ser humilde. Necesito tu mano para
ayudarme a subir estas escaleras hasta llegar a la humildad.
Protégeme, ayúdame, mándame tu Espíritu, que es mi fuerza, para que
siempre esté con tu Hijo. Líbrame del mal. Amén»[125].
«La reacción que tuvo Pedro cuando el Señor le iba a lavar los
pies es como un eco de san Juan Bautista: “Soy yo el que debe ser
bautizado por Ti, ¿y tú vienes a mí?”. Jesús responde: “Déjame
ahora, pues conviene que así cumplamos toda justicia”. La “justicia”
salvífica de Dios. Mi reacción muchas veces es la misma: “¿Y Tú me
buscas a mí y me llamas a mí?”. Hay veces cuando no entiendo, no
entendemos lo que hace el Señor. He aquí la confianza y la humildad:
no lo entiendo, pero lo acepto, sabiendo que Él siempre ve más allá y
todo lo que hace es para el bien de su hija»[129].
«Me puse a los pies del Señor allí en la cárcel del piso de abajo de
la casa de Caifás. Le decía: “Yo creo, adoro, espero y os amo, y os
pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no os
aman”. Le podía oír respirar profunda, lentamente. Me decía como un
pobre: “Ámame”. Yo quiero, aunque mi amor es muy pobre, pero yo te
lo ofrezco. Después me encontré con la Virgen y, llorando, yo la
abracé y me quedé allí un rato. Que todo esto sea para la mayor
gloria de mi Dios y me haga entregarme más y más a su voluntad,
devolverle todo lo que tengo, poniendo todo en sus manos y dejándole
llevar las riendas de mi vida. ¡Líbrame del pecado! ¡Líbrame de mí
misma!
Al ver al Señor siendo llevado desde la casa de Caifás, donde
estaba mucho tiempo en la cárcel, hasta donde Poncio Pilato, le
llevaban como un cordero, con cuerdas, atado como si fuera un
hombre peligroso. Yo estaba bastante cerca de Él y grité: “¡Gracias,
gracias, gracias por hacer esto por mí. Ayúdame a hacer lo mismo por
Ti! ¡No te merezco, pero te necesito!”. Este grito vino desde lo
profundo de mi alma. Le contemplo ante Pilato, ante la muchedumbre
en la flagelación y la coronación de espinas. Le seguí allí donde le han
puesto la corona y, mientras los soldados estaban hablando fuera,
entré y le limpié la saliva que tenía entre su frente y su nariz. Después
me postraba delante de Él, diciéndole: “Tú eres mi Rey, quiero que
seas Rey de mi corazón, de mis pensamientos, de mis acciones, de mi
vida. Quiero que seas el centro de mi vida. Creo que Tú eres el Hijo de
Dios, creo que Tú eres el Mesías, creo que Tú eres la segunda persona
de la Santísima Trinidad, creo que haces esto para salvarme, creo en
tu misericordia, creo en tu amor por mí. No permitas jamás que me
separe de Ti, no permitas que ninguna criatura tenga parte de mi
corazón. Dame un corazón indiviso. No dejes entrar nada entre tu
Corazón y el mío, jamás, jamás. Ayúdame siempre a escoger la corona
de espinas. Déjame estar siempre contigo y que esto no sea
simplemente unas palabras bonitas o unos sentimientos piadosos y
momentáneos, sino que verdaderamente me convierta y que fije
siempre mi mirada en Ti”. Sentí que el Señor me miraba con una
mirada de amor y gratitud. Me pregunté si, aunque yo le causé tanto
dolor con mis pecados, le consolaba con mi deseo grande de amarle.
Antes de decirle algo, Él, apoyado contra la pared me decía:
“Consuélame” »[131].
Al lado de este párrafo, con otro bolígrafo, añadió: “Hna. Clare María
de la Trinidad. Tienes que ser de la Trinidad”. Parece que después de esta
segunda experiencia de la Trinidad, la Hna. Clare lo revisó y añadió la nota
a la primera. Estas palabras: “Tienes que ser de la Trinidad”, se las dijo el P.
Rafael cuando ella le comentó sus experiencias. Lo explica en una nota de
su cuaderno durante los Ejercicios de mes, después de la meditación de la
Transfiguración. Aquí vemos cómo la experiencia de la vida de la Trinidad
en su alma era una gracia que el Señor le concedía frecuentemente en estos
años de noviciado:
Allí entendí yo por qué el Padre me había dicho que yo tenía que
ser de la Trinidad. Yo no puedo subir a este monte que está en mi alma
si el Señor no me lleva allí y, a veces, aunque yo lo intento, no puedo
entrar allí sola. La verdad es que no entiendo cómo me ha dado a mí
esta gracia, que muchas veces es mi alimento y mi seguridad –yo sé
que he estado allí, he sentido la grandeza y la gloria del Padre dentro
de mí–, si soy tan complicada y reflejo tan poco a su Hijo, cuando me
tengo que bajar del monte”[139].
«Así lo experimento yo, que para mí era más que maestra, más que
madre, era “Mamma”, era mi tesoro y mi amor. Me hizo sentir esta
herida de amor en el alma durante estos días y continuamente tenía
ganas de llorar de amor, de alegría, de gratitud. Estaba en este tiempo
trabajando en la imprenta con la hermana Leti, y estaba yo flotando.
Hay una imagen de la Virgen tras el tendal, en el jardín, y mirándola a
veces mientras trabajaba se me inflamaba el corazón. Decir su
nombre o hablar sobre Ella en estos días me llenaba más de una
ternura y de un gozo inexplicables.
Veía claramente que yo tenía que ser de Ella, que la tenía que
incluir en mi nombre religioso. Entonces pensaba: de la Trinidad y de
María, porque sentía que tenía que ser de Ella en totalidad y, como
cuando pronunciamos el nombre de Jesús, estamos diciendo con esto
todo lo que Él es, lo mismo pasa con el nombre de María, en su
nombre se incluye: “mamma”, amor, tesoro, consuelo, refugio, roca,
etc. Pero hablando con la hermana, me decía que a lo mejor no
pegaba Clare María de la Trinidad y de María. Tenía que pedirle otro
nombre. Pensaba yo… Pues… del Corazón de María, porque como el
Corazón también es como un símbolo de la totalidad de la persona,
pues podría ser eso, pero no sabía. Una noche en la adoración del
jueves sentía que el Señor me decía: “Clare María de la Trinidad y del
Corazón de mi Madre”, pero dudaba si era el Señor o era mi
imaginación. Así que seguía pidiendo luz a la Virgen. Cuando una
mañana estaba en la oración (era un día de fiesta de la Virgen, y
normalmente en estos días rezamos el rosario con canciones en
comunidad), yo decía a la Virgen: “Vale, si quieres que me llame del
Corazón de María, hoy tenemos que cantar la canción de “Madre,
eres tu más bella que el sol”. Me encantaba esta canción y me hizo y
hace llorar muchas veces. Será la señal para que sepa yo que este
tiene que ser parte de mi nombre[141]. Al terminar la oración, la
hermana que tenía que elegir las canciones este día, eligió la canción
de “Madre, eres tú…”. Yo casi me muero. Miraba a la Virgen y sentía
que sonreía. Así que esto es lo que me pasó.
Durante esta semana, un día salió por la tarde durante el tiempo libre a
la colina que está detrás de nuestra casa de Barcenilla. Estuvo allí, en
conversación con el Señor, un poco desanimada al ver todas sus miserias.
Habló con Él sobre su Transfiguración y acabó en lágrimas, al pensar en
todas las razones por las cuales no podía ser transfigurada en Él. Tenía este
profundo deseo de identificación total con Cristo, pero veía muchos
obstáculos dentro de ella misma que no permitían que esto llegara a una
realidad. Entonces experimentó que el Señor le decía con gran ternura: “Yo
te amo. Eres muy querida por mi corazón. No te desanimes, hija mía, mi
hija. No te canses de levantarte de nuevo. Estoy contigo» [148].
Durante estos Ejercicios Espirituales, el P. Rafael la llamó a ella junto
a otras tres hermanas a su despacho un día. Les anunció que en octubre ellas
abrirían una nueva comunidad en Estados Unidos, en la parroquia de la
Asunción, en Jacksonville (Florida). Podemos ver su disposición de aceptar
la voluntad de Dios para con ella en esta nota que escribió hacia el final de
los ejercicios:
La Hna. Clare había querido ir a Estados Unidos para ser actriz famosa
en Hollywood. Ahora el Señor la enviaba allí para evangelizar. Después de
renovar sus votos por un año el día 8 de septiembre, fiesta de la Natividad
de la Virgen, la Hna. Clare ya estaba lista para su nuevo encargo.
Un instrumento en sus manos
Capítulo 12
–¿Recuerdas que nos dijiste que si veíamos una imagen del Papa
debíamos hacer una oración por él?
–No llevamos aquí mucho tiempo. Antes hemos rezado ante las
otras tres imágenes del Papa que hay en ese pasillo –dijeron
señalando el pasillo que llevaba desde su clase hasta el baño.
¡Yo no me había dado cuenta de que había otras tres imágenes del
Santo Padre en el mismo pasillo! ¡Si todos nos acordásemos de rezar
por el Papa con la misma devoción con la que estos niños lo hacían…!
»[152].
Rece por nosotras, Padre, para que hagamos todo eso por la
gloria de Dios y la salvación de las almas. Tenemos muchas ganas de
trabajar con los jóvenes»[159].
Desde el principio, las hermanas de Jacksonville invitaban a chicas
jóvenes a su casa para lo que llamaban “SisterBucks”, café con las
hermanas, los domingos por la tarde. Con frecuencia hablaban también a los
jóvenes de la parroquia y organizaban actividades del Hogar de la Madre
para chicas, como reuniones, retiros, peregrinaciones y campamentos de
verano.
Sus veranos estaban siempre llenos de actividades, para llevar a los
niños y a los jóvenes a Jesucristo. En el verano de 2007, fue a España para
renovar sus votos por tres años y después volvió para los campamentos, uno
en Florida y otro en New Hampshire. Las hermanas ayudaron también en el
campamento de día de la parroquia de la Asunción. En el verano de 2008,
participó en dos campamentos en Florida y una peregrinación a Nueva York
para visitar el santuario de los mártires de América del Norte. Durante el
mes de julio, las hermanas también ofrecieron actividades para adolescentes
tres veces a la semana, para que tuvieran algo productivo que hacer durante
el verano. En 2009, junto con todas las hermanas, fue a España en junio
para los Ejercicios Espirituales y el 25º aniversario de la fundación de las
Siervas. Después volvió a Estados Unidos para dos campamentos, uno para
niñas pequeñas en Florida y otro para chicas en Georgia, en las Montañas
Smokey.
Todas estas actividades eran oportunidades que el Señor daba a la Hna.
Clare para entregarse por la salvación de los jóvenes. La Hna. Clare tenía
un deseo insaciable de llevar más y más almas jóvenes a Cristo. Como
describí en la anécdota del principio del capítulo, la Hna. Clare tenía un don
para elevar el tono general, incluso en las situaciones más difíciles. Otro
ejemplo de este talento fue su improvisado programa de televisión durante
un campamento: “La vida con el Hogar”.
Una tarde, durante un campamento, cuando todo el mundo estaba
cansado después de las actividades del día y del calor húmedo de Florida,
las chicas empezaron a quejarse. No querían cantar, y las hermanas no
sabían qué hacer para mejorar la situación. Una, por ejemplo, pensaba que
lo mejor era mandar a las chicas a la cama. La Hna. Clare se levantó con
una mirada de determinación y agarró el micrófono. No iba a permitir al
demonio tener la última palabra del día con ese espíritu de quejas y de
melancolía. Junto con la Hna. Grace, llamó a las chicas para el espectáculo
“La vida con el Hogar”.
–¡Buenas tardes a todos los que nos estáis viendo en directo, en “La
vida en el Hogar”! –comenzó, después de subir al escenario entre aplausos
y una música introductoria–. Estoy aquí, con la Hna. Grace Silao, la
presentadora que me acompaña y estamos retransmitiendo en vivo desde
Madison, Florida.
–Cámaras, por favor, aseguraos de que grabáis las caras de todas estas
señoritas que han venido al estudio para estar con nosotras esta noche –
interrumpió la Hna. Grace.
-Saludad a las cámaras. Seguro que vuestras familias os están viendo –
les exhortó la Hna. Clare.
A las chicas les encantó el espectáculo improvisado y empezaron a
saludar realmente a las “cámaras”. La Hna. Grace a veces se ponía nerviosa,
porque no sabía qué más decir después, pero la Hna. Clare la tranquilizaba:
“No te preocupes. Tú sígueme la corriente”. Entonces, las dos empezaron a
llamar a diferentes chicas para que subieran al escenario de la televisión
(una de las mesas del comedor) y hacerles una entrevista sobre las
actividades del día, sobre sus reflexiones de la reunión o del lema del
campamento. También las sacaron a cantar, a hacer karaoke, etc. Se recibían
“llamadas en directo” de fuera del estudio a través del walkie-talkie. Las
chicas se reían mucho, pero la Hna. Clare y la Hna. Grace procuraban,
además, elevar las conversaciones y hacerles reflexionar. Aquí comenzó lo
que luego se convirtió en tradición durante los campamentos.
En su apostolado con jóvenes, uno de los temas favoritos de la Hna.
Clare era la autenticidad en contraste con la superficialidad. Insistía mucho
a las chicas en que tenían que ser sinceras, aplicando su propia “etimología”
para hacerles entender el significado de manera más gráfica. Les explicaba
que la palabra “sincera” estaba formada por dos palabras: “sin” y “cera”, es
decir, sin cera, sin máscara, sin hipocresía y falsedad[160]. Tenemos que ser
verdaderamente nosotros y no un personaje del escenario. Debemos seguir
nuestras convicciones y ser fieles al Evangelio, sin preocuparnos de lo que
los demás piensen de nosotros. Cuando somos superficiales estamos más
pendientes de la apariencia de nuestra imagen exterior y de nuestras
máscaras que del verdadero bien de nuestras almas.
Ella había luchado por vencer su propia superficialidad durante el
periodo de candidatado y noviciado, dejando que Dios le quitase las
máscaras y le mostrase quién era realmente. Ahora se mostraba ante los
jóvenes increíblemente genuina: “Todo lo que decía y hacía era propio de
ella. Era auténtica. Todo lo que hacía lo llevaba a cabo con todo su ser y no
tenía miedo a dejar que todo el mundo supiese quién era y que era
propiedad de Dios. Defendía al Señor y a la verdad con todo su ser”[161].
La Hna. Clare rechazaba lo que era directamente superficial, pero eso
no quiere decir que estuviese constantemente dando charlas sobre la
Santísima Trinidad. Como estamos viendo, aprovechaba las cosas más
simples para bromear con los jóvenes y hacerles sentir en casa. Un ejemplo
clásico de esto son los nombres indios. En el verano de 2007, en España, la
Hna. Clare pasó un tiempo en Las Presillas, un pueblo que está a pocos
minutos de Zurita, ayudando en la construcción de la casa nueva de los
Siervos con un grupo de chicas. Mientras trabajaban, solían tener algunas
conversaciones profundas y otras divertidas. Eran tareas duras, pero la Hna.
Clare las hizo también amenas. En un momento dado, empezaron a
inventarse “nombres indios”. La Hna. Clare le dio a Sasha Smith el nombre
de “Pelo Loco”, por lo salvaje y rizada que era su cabellera; y a Kelly Foht
le asignó el nombre de “Humo Potente”, porque siempre hacía breves
descansos para fumarse un cigarro. Todas estas bromas tenían su trasfondo.
Esta chica, que ahora es la Hna. Kelly, escribe: “Allí en Las Presillas paraba
para fumar, incluso durante el tiempo de trabajo y, en vez de regañarme,
hacía la vista gorda. Lo convirtió en una broma, poniéndomelo como
nombre indio. Esto no significa que estuviera de acuerdo con mi vicio, pues
recuerdo que a veces me preguntaba si no era capaz de dejar de fumar por
amor al Señor, pero nunca me lo decía de forma que me sintiera juzgada por
ella”. Sasha le dio a la Hna. Clare el nombre de “Palo Azul”, por su hábito
de trabajo azul y el pico o la pala que siempre tenía en sus manos.
El verano siguiente, Sasha fue de peregrinación con las hermanas a
Nueva York. La peregrinación giró en torno a los indios americanos del
norte, ya que visitaron el lugar de nacimiento de santa Katerina Tekakwitha
y el Santuario de Nuestra Señora de los Mártires, donde tres misioneros
jesuitas fueron martirizados a manos de los indios. Después de escuchar la
historia de los nombres indios, las chicas le pidieron a la Hna. Clare un
nombre. Y así nació la tribu india. En todas las actividades futuras, cada vez
que llegaba una chica nueva, le avisaban: “Hna. Clare, tal chica y tal otra no
tienen nombre indio”. La Hna. Clare asentía con la cabeza y miraba
atentamente a la nueva chica. Decía que tenía que esperar a que le llegase la
inspiración. Y en algún momento del día llegaba la tal inspiración y les
asignaba el nombre. Era algo tan simple como absurdo, pero ayudaba a
crear un ambiente de alegría y de unidad en el grupo. Una vez que tenías tu
nombre indio, eras, indudablemente, parte del grupo. En un viaje, la Hna.
Clare y las chicas escribieron la canción: “¡Somos una tribu, somos una
tribu, somos una tribu en este mundo!" A modo de ejemplo, estos son
algunos de los nombres indios de varias chicas e incluso hermanas:
Melocotón Risueño, Toro Bailarín, Tormenta Silenciosa, Pavo Real
Sentado, Mansa Paloma, Pájaro Rojo, Ardilla Feroz, Bosque Veloz, Tortuga
Voladora, Pavo Tranquilo... Lo impresionante es que los nombres encajaban
a la perfección con la personalidad de cada una.
Muy ligada a la superficialidad y a la autenticidad estaba la
mediocridad, otro tema favorito de la Hna. Clare. Uno de los miembros del
grupo de jóvenes de la Asunción recuerda lo fuerte que les hablaba la Hna.
Clare. “¿Te crees bueno solo porque vas a Misa los domingos? ¿Qué haces
cuando no estás en la iglesia? En el libro del Apocalipsis, Dios dice que si
no eres ni frío ni caliente, te vomitará de su boca (cf. Ap. 3, 15)”. Ella
confiaba que el Espíritu Santo iba trabajando en sus corazones para
ayudarles a entender estas palabras aparentemente duras. Como le escribe
en un correo al P. Rafael: “Esa es una de las cosas que he aprendido aquí,
que hay que decir la verdad sin miedo. Y he visto el poder que tiene la
palabra de Dios en las almas y cómo trabaja el Espíritu Santo a través de
nosotras”[162].
Decía la verdad sin temor, pero también con amor. Cuando hablaba
claro y retaba a los jóvenes, ellos percibían con nitidez que lo hacía por
amor a ellos, buscando la salvación de sus almas. La Hna. Clare llevaba
estas reflexiones de la mediocridad a cosas concretas, como la música.
Usaba con frecuencia un documental sobre los peligros de la música rock.
Pedía a las jóvenes que reflexionaran sobre el ritmo y la letra de las
canciones que escuchaban y cantaban. Les hacía ver cómo el ritmo en sí
estaba diseñado para mover a la sensualidad y la letra de las canciones era
directamente pecaminosa. Una joven eliminó mil canciones de su iPod
después de una marcha con las hermanas. Otra borró todas menos diez, de
sus más de trescientas canciones.
Ni siquiera la música cristiana era suficiente para la Hna. Clare. Les
decía a los jóvenes que no podían solo escuchar música cristiana; debían
transformarla en una oración sincera. Si estaban cantando sobre entregar sus
vidas al Señor, tenían que ser auténticos. De lo contrario, les insistía, sería
mejor no cantar. Una de sus canciones favoritas en aquel momento era “Let
it be done unto me”, de Danielle Rose, sobre las palabras de la Virgen en la
Anunciación: “Hágase en mí”. Para ella, cantar era una forma de rezar y
permanecer unida al Señor mientras trabajaba y hacía tareas en casa.
Una vez oyó a otra hermana dar una charla basada en un artículo del
dominico francés Garrigou-Lagrange sobre las almas retardadas. Estas
almas no crecen debido a su negligencia y a su pereza espiritual. Son
“buenas personas” pero no son generosas con el Señor. Constantemente
ponen límites a lo que tienen que darle y no llegan a ser los santos que están
llamados a ser. Le encantó la charla e inmediatamente pidió una copia para
poder usarla ella con los jóvenes. Garrigou-Lagrange escribe: “Ciertas
almas, como consecuencia de su negligencia o pereza espiritual, nunca
salen de la edad de los principiantes para continuar en la de los proficientes;
son de esas tales, almas retardadas, algo así como esos niños, más o menos
anormales, que no atraviesan con felicidad la crisis de la adolescencia y
que, aunque no continúan siendo niños, no llegan nunca al completo
desarrollo de la edad adulta” [163]. Las dos causas principales de este retardo
en el crecimiento son la negligencia en las cosas pequeñas y el rechazo a
hacer sacrificios. La Hna. Clare utilizaba sus talentos de actriz para imitar a
las chicas y darles ejemplos de esta pereza espiritual. Conseguía que se
troncharan de risa mientras parodiaba a estas almas retardadas, pero el
mensaje llegaba: ¡Tenemos que ser santos! ¡Es todo o nada! No podemos
permanecer en la mediocridad. Tenemos que luchar con todas nuestras
fuerzas contra los obstáculos que nos impiden crecer. Tenía una capacidad
impresionante para decir la verdad clara y directamente, sin esconder o
disminuir su realidad. Sin embargo, lo hacía con tal sentido del humor que
lo convertía en algo fácil de aceptar, a pesar de que, a menudo, implicaba un
gran cambio de vida.
La Hna. Clare hablaba a las jóvenes sobre la forma de vestir y la
importancia de la modestia y de la castidad. Les decía que se preguntasen a
sí mismas, cuando se mirasen al espejo por la mañana: “¿Cuántas almas
irán al infierno hoy por mi culpa?”. Algunas podrían haberse ofendido por
estas palabras. La Hna. Clare explicaba lo que quería decir pacientemente,
pero sin aguar nunca la verdad. Sabía que, normalmente, no tenían la
intención de hacer pecar a otros cuando iban vestidas de forma poco
modesta, pero les ayudaba a entender que su vanidad podía tener efectos
fatales en otros, llevándoles al pecado de impureza, sin importar la
intención que tuvieran las chicas.
Muchas acudieron a la Hna. Clare en busca de dirección espiritual.
Ella hacía todo lo que podía para ayudarlas a crecer en su relación con el
Señor sin negarle nada. La Hna. Clare les daba una lista de cosas en las que
trabajar para crecer en la vida espiritual y quitar los obstáculos que el
demonio y el mundo les ponían en su camino. Una chica guarda muchas
cartas y notas que la Hna. Clare le escribió. Este es un ejemplo de una “lista
de tareas” que la Hna. Clare le escribió después de una conversación con
ella. Veía que esta joven necesitaba un corte radical con todos sus amigos
para poder dejar atrás el mundo del pecado y vivir en gracia.
«Estos días con toda la comunidad han sido una gracia. Las he
sentido a todas y al Padre como mi familia. Cuesta la separación, pero
¡adelante!
«Querido Padre:
Hna. Clare»[174].
«El día que haga mis votos perpetuos quiero darme completamente
a Dios para hacer, con un corazón dócil y libre, lo que Él quiere de mí
para siempre. Quiero que Él, en su gran Bondad, tome mi alma y la
una íntimamente con la suya y la de su Madre. En este día, quiero
decir “SÍ” de una vez por todas. Rece para que no me distraiga, para
que no quite mi mirada de Él. ¡Necesito muchas oraciones! No
entiendo por qué el Señor y Nuestra Madre me han elegido, pero con
todo lo que soy y tengo quiero ser Sierva de verdad».
«¡Padre!
¿Qué piensa? Padre, entre las cinco hermanas de Irlanda y los dos
Siervos, podemos fácilmente conseguir sitios donde quedarnos. Sería
bueno también para Irlanda y el mundo entero (¡Qué rollo tengo!,
¿verdad?). Pero aquí estamos entusiasmadas con la idea, que vino de
pronto, por cierto, cuando estábamos fregando los platos después de
la comida.
Si cree que es algo que podemos hacer y quiere más información
sobre el asunto, díganoslo y, si está aprobada la idea, ya podemos
anunciarlo a las jóvenes de aquí (ya sabe, a los americanos les gusta
tener todo planeado casi un año antes).
Hna Clare»[195].
Luego comenta:
1. Él es Dios y es real.
Hay que prestar mucha atención a esta lista, simple pero fundamental.
En estos momentos de desolación y confusión, estas son las cuatro verdades
a las que siente que el Señor le pide que se aferre a toda costa.
Después, ese mismo día, en otro momento reflexiona sobre la falta de
paz y la tristeza que estaba experimentando:
«¿Cuál es mi infelicidad?
–mi falta de generosidad
–mi falta de dominio de mí misma
–mis tontos caprichos y pequeñas esclavitudes
–mi falta de amor verdadero
–mi falta de verdadera libertad
–mi miedo al sufrimiento».
Concluye con esta oración: «Señor, mira lo que me hace infeliz y ten
compasión de mí. Líbrame de todo esto, de mis apegos egoístas, para que
pueda estar libre para un mayor servicio, para tu servicio. Amén» [200].
Y con este deseo de liberarse de su egocentrismo para entregar su
espíritu totalmente a Dios y servirle a Él, viajó a Irlanda para juntarse allí
con las chicas que volaban desde Estados Unidos. También iba a volver a
ver a su familia.
Aquí está el horario de lo que ella llamó: “La aventura de Irlanda
2010”:
Día 1 (15 junio): llegada al aeropuerto de Shannon. Comida en
Ennis, Co. Clare. Visita a El Burren (un parque nacional), los
acantilados de Moher y el pozo de santa Brígida. Pasamos la noche en
Liscannor.
Día 2 (16 junio): La Roca de Cashel y la Abadía de la Santa Cruz.
Pasamos la noche en Cork.
Día 3 (17 junio): Día en Cork. Visita a Berrings Mass Rock, el
Castillo y la piedra de Blarney, Gougane Barra. Noche en Cork.
Día 4 (18 junio): salida de Cork para visitar Waterford. Visita al
oratorio de san Declan, Ardmore Round Tower, Mount Melleray
Abbey y la Gruta en Cappoquin. Pasar la noche en Waterford.
Día 5 (19 junio): Viaje hacia el norte de Dublín. De camino,
visitar el monasterio en Glendalough. Pasar la noche en Dublín.
Día 6 (20 junio): Visita a Dublín: Catedral de san Patricio, Book
of Kells in Trinity College[201]. Noche en Dublín.
Día 7 (21 junio): Viaje hacia Downpatrick. Visita Inch Abbey y la
tumba de san Patricio. Pasar la noche en Down.
Día 8 (22 junio): Viaje hacia Derry vía Omagh. En Omagh, visitar
Ulster American Folk Park. Noche en Derry.
Día 9 (23 junio): Por la mañana, un breve paseo por la ciudad de
Derry y después partir a Knock. Visita al santuario de Nuestra Señora
de Knock.
Día 10 (24 junio): Croagh Patrick. Noche en Knock.
Día 11 (25 junio): Desde Knock nos volvemos a Liscannor.
Día 12 (26 junio): De Liscannor al aeropuerto de Shannon.
Una tarde durante la Misa, mientras las hermanas daban gracias después
de la comunión, la Hna. Clare no dijo nada al Señor. Él se hizo muy
presente y ella experimentó que inclinaba el oído a sus palabras tranquilas,
como si deseara escucharla con gran amor y entusiasmo[210]. Lo que salió
de las profundidades de su alma fue un simple: «Te quiero, te amo.
Ayúdame». Ella escribe: «No sentí que tuviera que decir nada más, ya que
Él conoce todos los miedos, las luchas y todo lo que tengo dentro de
mí»[211]. Él conocía sus ansiedades, sus preocupaciones, sus luchas
interiores, pero también conocía sus anhelos más profundos. Ella le había
pedido no distraerse el día de sus votos perpetuos «con criaturas o cosas
externas»[212]. Él todavía tenía que purificar su amor.
Del 25 al 30 de agosto hizo los Ejercicios Espirituales en silencio. Era
la preparación final para sus votos y no sería fácil. El día antes de comenzar
escribe:
Y copió dos citas del libro del P. Walter Ciszek, “Caminando por valles
oscuros”, que seguía ayudándola en estos momentos:
Silencio de Dios
Silencio que hiere
Silencio que escucha
Silencio que mira
Silencio que habla con acontecimientos
Silencio que grita en mis adentros:
“¡Mira el amor!”
Silencio del Señor
Silencio que me llama al silencio
Silencio creador
Silencio Redentor
Silencio que grita en mis adentros:
“¡Mira el amor!”»[216]
Al tercer día, después de una mañana de profunda confusión, la Virgen
vino a rescatarla. La Hna. Clare abrió el libro de santa Edith Stein y leyó
esta oración: «Como Madre de Dios, ella elige las almas que quiere llevar a
su Hijo amado y revestirlas con túnica de novia para su honor y gozo».
Lo vio como una señal clara de Nuestra Madre. Sintió, de repente, sin
ninguna duda, su presencia materna, abrazándola, dándole paz,
tranquilizándola, como lo hacen las madres cuando sus hijos lloran. «Mi
pequeña alma –sintió que la Virgen le decía–, estoy contigo siempre. No lo
dudes».
Los Ejercicios siguieron adelante y la purificación también. El Señor
quería mostrarle lo que realmente había en su corazón para que ella pudiera
volverse humildemente a Él y pedirle la curación. Copió esta frase de san
Agustín en su cuaderno: «Nos hieres para sanarnos y nos matas para que no
nos muramos lejos de ti»[217].
Después reflexiona:
Examina su amor:
«He recibido una gracia al oír a las Carmelitas rezar, al ver cómo
son verdaderos sacrificios agradables a Dios. He experimentado,
rezando ahí en su capilla, que todo esto es real, Dios existe y me llama
y yo le tengo que responder. Sus vidas escondidas en Dios me
asombran y pensar en cómo están tan enamoradas del Señor me hace
querer amarle y dar más»[222].
A la Hna. Clare le impactó especialmente una historia sobre las
Carmelitas que las hermanas le contaron. Santa Teresa de Jesús se había
dado cuenta de que el Domingo de Ramos, después de ser aclamado por la
multitud en Jerusalén, el Señor regresó a Betania para comer. Betania está a
unos 3 km de Jerusalén y, por lo tanto, santa Teresa interpretó que, a pesar
de haber sido recibido con ramos, canciones y alabanzas, nadie invitó a
Jesús a comer en Jerusalén ese domingo y tuvo que regresar a Betania, a la
casa de sus amigos. Por eso, las Carmelitas siempre invitan a Jesús a comer
el Domingo de Ramos. ¿Cómo lo hacen? Al comienzo de la comida, sirven
sus platos como todos los días. Luego, cada hermana, voluntariamente,
devuelve a la olla lo que quiere ofrecer a Jesús. ¡Obviamente, la olla se
llena de nuevo! De antemano, buscan una familia pobre y esa familia está
fuera esperando. Cuando todas han terminado, sacan la comida que no han
comido y se la dan a aquella familia. Así quedan llenas de alegría, porque
Jesús ha sido invitado a comer, en la persona de esos pobres, aquel
Domingo de Ramos.
El amor por el Señor que ellas tenían le impresionó y le ayudó a querer
amarlo y a dar más de ella misma. En muchos sentidos, la vida de las
Carmelitas era aún más radical y sacrificada que la de las Siervas. Quizás,
precisamente, por esta razón, su alegría era innegable, desbordante.
Al día siguiente, 5 de septiembre, copió el salmo 4 en su cuaderno
durante la oración, y escribió:
«Señor, tres días hasta mis votos perpetuos. Dame paz y serenidad.
Conquista mi corazón de nuevo y dame la firme convicción en la fe de
que mi vida es para Ti, que tengo que entregarme totalmente a Ti.
A finales del mes de agosto, las hermanas recibieron sus destinos para
el siguiente curso. La Hna. Clare iba a volver a Jacksonville, donde había
estado sirviendo al Señor durante los últimos cuatro años. Sin embargo,
después de sus votos pasó un mes en Zurita. Hubo cambios en varias
comunidades y pasaba el tiempo. La Hna. Clare no sabía con seguridad
cuándo volvería a Estados Unidos y lo que el Señor querría de ella ese año.
En esas semanas pudo conocer mejor a su santa protectora, santa
Teresa de Lisieux, gracias a una buena biografía[234] que tuvo ocasión de
leer. De hecho, un día nos hizo reír a todas anunciándonos en la comida
que, por fin, había descubierto algo que tenía en común con santa Teresita,
y esto era que ella imitaba a los sacerdotes que predicaban a su comunidad.
La carcajada general fue inmediata.
Pero –bromas aparte– también reflexionó sobre su vida espiritual y
cómo podía aprender de santa Teresita. Una muestra de ello es esta cita que
copió en su cuaderno: «El amor se alimenta de sacrificios. Cuanto más se
niega el alma las satisfacciones naturales, tanto más desinteresado se vuelve
su cariño» [235].
Empezó a pedir al Señor y a la Virgen que no la volvieran a enviar a
Jacksonville (Florida, EEUU). Quería ofrecer ese sacrificio como renuncia
a una “satisfacción natural”, para que su corazón fuera verdaderamente
indiviso para el Señor. Confiaba en que Él la guiaría a través de la
obediencia, aceptando o rehusando su sacrificio. No era por falta de amor
hacia todos los niños y demás personas que había conocido en Jacksonville,
a los cuales amaba. Al contrario, era por la grandeza de su amor por lo que
quería ofrecer ese sacrificio. Sabía que el Señor lo aprovecharía para
producir abundante fruto por vías imperceptibles y desconocidas, si era su
voluntad aceptarlo.
Enseguida supo que, efectivamente, volvería a Estados Unidos. Un día
antes de volar, en la capilla de las hermanas de Móstoles (Madrid), escribió:
Sin embargo, tenía la intuición interior de que todavía era posible que
el Señor aceptara su sacrificio. A la mañana siguiente, dos hermanas de la
comunidad de Móstoles la llevaron junto con la Hna. Ruth María al
aeropuerto. Antes de volver a casa, verificaron que el vuelo seguía en pie y
que estaba todo en orden. Y lo estaba. Por tanto, se despidieron de ellas y
las dejaron en el mostrador de facturación. La señorita del control revisó el
pasaporte de la Hna. Clare y vio que no tenía el tipo de visado adecuado
para poder volar a Estados Unidos. Su primer visado era válido hasta 2012,
pero el hecho de que hubiera dejado Estados Unidos en un momento
específico del proceso de inmigración había cambiado las cosas. Cuando
llamó a la M. Ana para comunicarle lo que había pasado, la Madre pensó
que le estaba gastando una broma –cosa habitual en ella–. Pero la Hna.
Clare insistió: “¡No, de verdad! ¡No me dejan volar!”.
Al día siguiente escribió:
«La Hna. Ruth María y yo fuimos a coger el avión a Jax. ¿Y qué
pasó? ¡No me dejaban volar! No puedo entrar en los Estados Unidos
porque no tengo el visado adecuado.
“Le escribo para contarle qué estoy haciendo por estas tierras de
Valencia. Ahora yo estoy en el Hospital Militar. Es un hospital para
enfermos crónicos. Allí hay gente que ha intentado suicidarse, gente
con cáncer terminal, sida terminal, esquizofrénicos, gente que no
puede moverse. Hay mucho sufrimiento, y allí nos han llevado el Señor
y la Virgen.
Rece mucho por él, Padre. Se siente muy humillado con esta
enfermedad e incluso hay [gente] que le trata como si fuera un
leproso, y él se da cuenta. Ojalá, si Dios quiere, un día usted le pueda
ver y hablar con él. Solo quería contarle eso para que vea la
misericordia infinita de Dios y la belleza de un alma que acepta esta
misericordia» [246].
Señor, Madre, ¡no dejéis que el demonio venza sobre mí! ¡Vosotros
me habéis elegido! ¡Sostenedme!»[249].
Sufría, porque veía qué poco amaba al Señor y Él le permitía ver sus
defectos, para que permaneciera humilde y luchara contra ellos. Sin
embargo, sabemos por los testimonios de las hermanas que vivieron con
ella durante aquel año, que en su vida se veían verdaderos cambios. La
gracia del Señor realmente la estaba transformando. La Hna. Isabel Cuesta,
su superiora aquel año, la describe como totalmente “pegada al Señor”.
Siempre iba a Él y le contaba todo lo que pasaba en su alma. Cuando metía
la pata en algo, le decía: «Señor, me avergüenzo de mi manera de tratarte»
[251]. Él era su Esposo y quería tratarlo con amor. Sabía que cada acción
suya y su disposición durante el día, o fomentaba esa relación o hería su
corazón:
«Mi querido Señor, Dios mío, perdona todas las idioteces soberanas
que digo. Siento con todo mi corazón haberte herido. Me encantaría
decirte: ¡Voy a cambiar! Pero sé lo que soy y no puedo hacerlo sin ti.
“Puedes tomar mi corazón si no te molestan las cosas rotas”.
Perdóname, Señor, Tú eres Dios. Yo soy nada. Aquí estoy… ¡a tus
plantas! »[252].
Asimismo, estaba abierta a aprender las lecciones que el Señor quisiera
enseñarle a través de los enfermos del hospital y de la gente con la que
trataba. Una vez hizo una visita a la habitación de un hombre joven que
había tenido un grave accidente. Tendría que estar postrado en cama de por
vida y no iba a poder recuperar el habla. Sería como un niño pequeño en el
cuerpo de un hombre para el resto de su vida. Estaba casado y tenía dos
hijos pequeños. A la Hna. Clare le impresionaron particularmente la
fidelidad y la dedicación de su esposa. Esta mujer contó a las hermanas:
«Cuando nos casamos, prometí que le amaría y cuidaría de él en la salud y
en la enfermedad, hasta que la muerte nos separase». La Hna. Clare admiró
la fidelidad y generosidad de esta mujer y la ternura y amor con que trataba
a su marido. Tiempo después, la Hna. Clare reflexionaba sobre cuál era el
ideal de su vida. Llegó a esta conclusión: «El mío es tener un corazón libre
para el Señor y amarle mucho. Pienso que si tuviera un marido haría todo
para hacerle feliz. Lo mismo tengo que hacer con Jesús, tener detalles de
esposa –sonreírle, hacerle sonreír, escucharle, preguntarle cómo está,
mirarle con amor, decirle mucho que le amo, que lo que Él quiera...»[253].
Sus hermanas de comunidad percibieron una profundización del amor
de la Hna. Clare hacia el Señor. Siempre había tenido el don de hacer reír a
la gente. Pero ahora, las hermanas veían que ya no lo usaba para atraer la
atención hacia sí o, simplemente, para divertirse. La motivación que estaba
detrás de sus bromas y risas se había convertido ahora en caridad. La Hna.
Isabel, al comparar el tiempo pasado con la Hna. Clare en 2008 en
Jacksonville con su experiencia ese año en Valencia, observa: «En
Jacksonville todavía tenía esa manera de ser de buscar siempre la broma, en
realidad, de buscar la diversión casi como un “añadido”. De alguna manera,
se le perdía algo de vida interior en echarle sal a la vida. En Valencia era
como si no buscara ese “plus”; su interés parece que había cambiado de
foco, me parece que estaba absorbida por otra actividad más interior. No le
interesaba el “añadido”».
Su amor a Él, aun con todo lo pobre que ella pensase que fuera, era
genuino. Le impulsaba a amar a los demás y, a su vez, su testimonio
incentivaba a los demás a amar a Dios. El P. Luis Torregrosa, capellán del
Hospital Clínico Universitario por aquel entonces, hizo una buena
descripción de ella y de su tiempo en Valencia cuando dijo: «Era una
religiosa totalmente enamorada del Señor, y lo contagiaba, con toda
sencillez y naturalidad». Ella suplicaba una y otra vez a Dios que le diera la
gracia de tener un corazón indiviso para Él, un amor “más fuerte y
desinteresado” hacia Él. Realmente, el Señor la estaba llenando de su amor,
aunque poco a poco. ¡Ella era la única que no llegaba a darse cuenta!
La Virgen vive entre nosotras
Capítulo 18
«Sabes que un día hace poco (yo estoy en el estudio con las
pequeñas), yo veía que llevaban como una semana no haciendo un
esfuerzo en el estudio, haciendo los deberes malamente, etc. Y todos
los días de esta semana en particular empezamos el estudio con la
charla: “Si no sois responsables…”. Después de unos días ya cansa
un poco. No estaba desanimada, pero un poco harta sí. El Señor en la
oración me dijo que yo no tengo derecho de cansarme y bajar los
brazos, que yo el día de mis votos perpetuos le he dicho que yo quería
“gastarme” por la juventud. ¿Y ahora qué? Claro, cuando el Señor te
dice algo así y bastante seriamente, o te espabilas o… Igual parece
una cosa pequeña, pero me hizo y me hace reaccionar, darme. Ojalá
pudiera hacer la vida más fácil para los demás, especialmente para
las hermanas»[260].
«Una cosa que yo veo es que nunca puedo dejarme llevar por la
falta de virtud: el enfado, la ira, el cansancio… cuando trato con las
chicas. Es verdad que meten la pata, es verdad. Son plastas y hay
épocas en que te pueden sacar de quicio, pero yo no soy mejor que
ellas. El Señor tiene mucha más misericordia conmigo. No puedo
juzgarlas y juzgar sus intenciones, solo Dios sabe, pero sí tengo que
corregirlas cuando hay que corregirlas, pero con mansedumbre, con
amor y, si el Señor lo quiere, con gracia. Para mí es importante
intentar siempre ver el lado bueno de la situación y reír. Reír hace
mucho bien y creo que es importante que cuando estamos en
comunidad, especialmente aquí, que riamos»[261].
San Juan Bosco usó un método preventivo en su labor con los jóvenes:
en vez de esperar a tener que corregir su mal comportamiento, se adelantaba
y hacía todo lo posible para ayudarles a desear el bien. Aplicar este método
era algo que le salía casi espontáneamente –o mejor, por obra del Espíritu
Santo–. Era muy importante no dejar que la tristeza entrase y echara raíces
en los corazones de las chicas. En cuanto ella o una de las hermanas
notaban que las chicas estaban “en baja” o que algo estaba fallando en el
ambiente general, empezaba a planear algo para levantar el ánimo y
ayudarles a seguir en la lucha por la santidad.
A mitad de noviembre se dieron cuenta de que el demonio estaba
tentando a las chicas con la tristeza. Para evitar que la actitud de queja se
extendiera entre ellas, a la Hna. Clare rápidamente se le ocurrió una
solución: ¡La mafia de María! Durante varias semanas, las hermanas
aparecían de repente en el comedor con chaquetas negras y un sombrero por
encima del hábito con música “de mafia”. El primer día, después de su
aparición, la Hna. Clare explicó quiénes eran y cómo iba el asunto, con una
buena dosis de teatro. “Somos la mafia de María. Somos sus más cercanos.
Cuando Ella necesita algo, acude a nosotras”. ¡Las chicas se partieron de la
risa desde el primer momento! Luego ella siguió explicando cómo iba el
juego. Era un modo simple de romper la rutina y elevar el ambiente general.
Una vez, más avanzado el curso, las chicas se fueron al colegio y
dejaron sus habitaciones hechas un desastre. Y tampoco habían hecho bien
ninguna de las tareas de casa. A las hermanas se les ocurrió un plan.
Cuando las chicas volvieron del colegio, se encontraron con que las
hermanas habían titulado el resto del día de la siguiente manera: “Un día en
los zapatos de las monjas”. Había una nota para cada chica en la puerta de
su habitación con una explicación de lo que tenía que hacer. A cada chica se
le dio una tarea o cargo que, normalmente, hacían las hermanas, como
doblar la ropa en la lavandería. Así pues, una hermana llegaba en un
momento dado imitando a las chicas. Por ejemplo, buscando frenéticamente
entre la ropa que la chica estaba doblando, desdoblando y arrugando todo.
A la hora de cenar, tenían que servir a las hermanas y las hermanas se
comportaban mal, cogiendo la comida con la mano directamente de las
bandejas o pidiendo más comida sin decir “gracias”. Las chicas se echaron
a reír al ver a las hermanas imitándolas, pero sirvió como toque de atención.
A la Hna. Clare se le ocurrió también un teatrillo para el final de la jornada.
Al día siguiente había una excursión con barbacoa planeada para las
chicas. La Hna. Clare partió con el primer grupo de chicas y enseguida salió
el segundo grupo con otra hermana. La Hna. Ana Mª Lapeña, superiora,
llamó por teléfono a la Hna. Clare poco después de haber salido y le dijo
que otra vez las chicas habían dejado sus habitaciones hechas un completo
desastre. Las hermanas habían intentado corregirlas de forma graciosa, pero
no habían hecho el más mínimo esfuerzo por cambiar su comportamiento.
La Hna. Ana dijo que iban a tener que cancelar la salida. No tenía sentido
pasar todo el día divirtiéndose si habían hecho caso omiso de la corrección
del día anterior. Cuando la Hna. Clare terminó de hablar con la Hna. Ana,
todo lo que dijo fue: “No me lo puedo creer”. Inmediatamente, pidió a todas
las chicas ponerse a su alrededor y les dijo muy seria lo decepcionadas que
estaban las hermanas porque no habían aprendido la lección del día anterior.
Volvieron a casa caminando en silencio y al llegar las mandaron a su
habitación.
Sabía que las chicas tenían buena intención; simplemente habían sido
demasiado perezosas para poner en práctica lo aprendido. La Hna. Ana
recuerda que la Hna. Clare tenía un don para “desdramatizar” situaciones,
realmente impresionante si recordamos que de jovencita era una teatrera.
Aunque sabía que ese día tenían que estar castigadas, se le ocurrió una idea.
Las hermanas podrían escribir una carta a cada una de parte de la Virgen y
pasársela por debajo de la puerta, animándolas a mejorar y a cambiar. Hacia
el final de la tarde, una vez que habían tenido tiempo de reflexionar sobre
su mal comportamiento, planeó una cena divertida con las chicas para que
no se desanimasen demasiado. Su amor a las chicas la movió
espontáneamente a poner en práctica el consejo de San Pablo: “Padres, no
exasperéis a vuestros hijos, no sea que pierdan el ánimo” [262].
Un caso especial de cómo la Hna. Clare ayudaba a las jóvenes a
superar la tristeza y el desaliento fue el de una chica de trece años. A pesar
del hecho de que ya llevaba cuatro años en Belmonte con las hermanas,
nunca había creído realmente en Dios. El verano de 2011 había sido
tremendamente difícil para ella. Llegó a Belmonte con una fuerte depresión
y su autoestima estaba por los suelos. Durante todo el primer mes en el
colegio, nunca sonreía ni entraba en relación con las hermanas ni con
ninguna de las chicas. Más tarde, la Hna. Clare le dijo que parecía que no
sabía sonreír. Muy pronto la Virgen transformaría a esta adolescente con la
ayuda de la Hna. Clare.
En otra ocasión, las hermanas habían organizado un “rosario
internacional” y varios grupos de chicas, con la ayuda de una hermana,
tenían que preparar un misterio del rosario en un idioma concreto. El grupo
de la Hna. Clare iba a rezar el misterio en irlandés y esta joven estaba en su
grupo:
Y en otro correo de unos meses después termina con una cita del P.
Segundo Llorente que le ayudó mucho:
Pero el Señor le enseñó pronto que tenía que aceptar su propia miseria
y no ser orgullosa en su deseo de ser perfecta. Escribió al P. Rafael:
Estaba entristecida por la clara tensión que había entre las distintas
religiones. Los cristianos que viven en Tierra Santa, son con frecuencia
tratados con menosprecio. ¿Cómo es posible que Cristo venga a salvar a la
humanidad y, sin embargo, en la misma tierra donde vivió, el odio y el
orgullo sean tan visibles? En el mismo Calvario experimentó este dolor,
aumentado por la oposición entre los cristianos. En cierto momento, cuando
estaba rezando allí, el sacerdote ortodoxo que estaba de guardia empezó a
reprender a los peregrinos católicos por estar unos segundos más besando la
roca del Calvario donde el Señor murió por todos nosotros. La Hna. Clare
se puso de pie con determinación y se hizo a un lado para hablar con él. La
conversación fue en inglés: «¿Eres cristiano?». Él respondió
afirmativamente. «Yo también. Somos hermanos, ¿sabes?».
Él permaneció en silencio, mirándola atentamente. La Hna. Clare le
extendió la mano. Él la aceptó y se la dio, y luego ella se fue. Ella había
vivido en primera persona la experiencia de la división religiosa en el norte
de Irlanda. Ahora, según iba estando más cerca del Señor, Él llenaba su
corazón con sus mismos deseos y estaba consternada por la falta de unidad
entre los cristianos. Unas horas antes de su muerte en cruz en el Calvario, el
Señor rezó: «Que todos sean uno»[293].
Había en nuestra peregrinación un grupo grande de peregrinos de
habla inglesa y todas las hermanas que hablaban inglés hacían turnos para
traducir del español las explicaciones del guía y las homilías. A mitad de la
peregrinación, la Hna. Clare se resfrió, pero continuó sin quejas traduciendo
cuando era su turno. Yo nunca pensé en sustituirla. Sin embargo, dos días
después, ¡también cogí el resfriado! Era muy difícil pensar tan rápido para
traducir todo lo que se decía. Después de un rato, sentí que ya no podía
continuar. La Hna. Clare se dio cuenta de mis dificultades y en seguida vino
a mi lado y se ofreció a sustituirme para traducir.
Llegamos a Madrid el 13 de octubre. Poco menos de una semana
después, la Hna. Clare iba a volar a Ecuador con el P. Rafael, la M. Ana y
otras dos hermanas. Algunos Siervos estarían también en el mismo vuelo,
ya que iban a abrir una nueva comunidad en Guayaquil ese mismo mes de
octubre. La Hna. Clare estuvo en Madrid dos días con las otras dos
hermanas para obtener el visado para Ecuador y después volvieron a Zurita
otros tres días antes del vuelo. Cuando vio la foto de su visado exclamó:
«¿Esta soy yo? ¡Mirad mis ojos! ¡Se están cayendo!». Nos enseñó la foto y
exageraba: «¡Mis ojos están casi en mi nariz!». Mientras nos reíamos,
continuaba diciendo: «¿Por qué no me habíais dicho que mis ojos se
estaban cayendo? Sí, sí, reíros, pero esperad y ya veréis, en unos años
estarán aquí», y se señalaba la boca. Estaba sorprendida de ver que se
estaba volviendo “mayor”, a pesar de que estaba cerca de cumplir 29 años.
Lo convirtió en una broma para reírse y hacer reír a las hermanas.
El 19 de octubre voló a Ecuador. En el viaje leyó un libro de la vida de
san Pío de Pietrelcina. La Hna. Gema Díaz, que estaba también destinada en
la comunidad de Guayaquil, recuerda cómo en un punto del vuelo tuvieron
una conversación sobre las actividades y el trabajo que hacen las hermanas
en Ecuador. La Hna. Gema había estado en Ecuador, en una comunidad
diferente, algunos años antes. Era obvio que iba a haber bastante trabajo. La
Hna. Clare dijo: «Me preocupa un poco que el exceso de trabajo pueda
vaciarnos espiritualmente». Y las dos hablaron de la importancia de tener
cuidado para que la actividad no les absorbiese y que estuviesen centradas
en el Señor.
Intenso apostolado en Guayaquil
Capítulo 20
Asimismo, sabía muy bien que, como misionera, tenía que ser humilde
y fiel a las cosas pequeñas para llevar almas al Señor, por eso, pidió a la M.
Ana que rezara por ella:
«Ayer, en mis clases con los pequeños les conté sobre la fiesta y
ellos también se entusiasmaron. ¡Menudos “Vivas” gritaron a la
Virgen! » [301].
«Me parece importante por qué una chica elige una hermana
determinada para que sea su guía. Sé que algunas veces puede ser
porque simplemente “me cae bien” y allí entra el tema de la
afectividad. Algo que puede ser bueno en un principio, el hecho de que
la chica tiene confianza para hablar contigo, tiene que ser purificado.
Creo que es fundamental que este primer impulso sea purgado, porque
si no, no hay dirección espiritual, sino una búsqueda camuflada de
uno mismo. En algunos casos de chicas que hablaban conmigo llegaba
un punto en que yo claramente veía que la meta de la chica no era la
santidad, sino que estaba demasiado pendiente de mí: si la saludo o no
la saludo, llamadas de atención estando ella excesivamente triste para
que le pregunte qué le pasa, etc. A algunas las he animado a hablar
con otra hermana y así lo han hecho. En esto, Padre, soy bastante
cortante. No descortés, pero seria… Yo, francamente, no tengo ningún
interés en guiar a ningún alma, bastante tengo con lo mío propio, que
cada día me veo más nada y más necesitada, pero sé que el Señor y la
Virgen nos pide este servicio de guiar las almas hacia ELLOS»[307].
Tenía un atractivo tal que las personas siempre querían estar con ella.
Muy consciente de esto, estaba siempre atenta para asegurarse que de
verdad estaba ayudando a cada una de las almas que dirigía a acercarse al
Señor. Si tenía que decirle a una chica que hablara con otra hermana, lo
hacía. Buscaba su verdadero bien y no quería que su persona se interpusiera
en ello. En otros casos, cuando veía que una joven tenía una gran lucha en
la vida espiritual y ya había hecho todo lo que estaba en sus manos, se
dirigía a su superiora y le decía: «Hermana, lo único que falta es hacer
penitencia», y pedía permiso para ofrecer un sacrificio, suplicando al Señor
que tuviera misericordia de esa alma en particular.
En un correo al P. Rafael, escribe:
La Hna. Clare estaba muy atenta a las palabras que el sacerdote decía
en la homilía. Tenía la impresión de que la misma Virgen María estaba
presente no solo allí, en el santuario de Schoenstatt, como Madre tres veces
Admirable, en la imagen que tenía delante de ella, sino también dentro de
su alma.
El sacerdote explicó: «Hace poco fui de peregrinación a Tierra Santa.
Fue una gracia muy grande visitar el pozo de la Virgen en Nazaret. Ella iba
allí a coger agua todos los días. Quizás incluso ¡varias veces al día! Fue un
gran regalo estar sentado allí, en ese lugar santificado por la presencia de
la Virgen y cerrar los ojos y pensar en cómo trabajaba…».
La Hna. Clare también había visitado recientemente el pozo de la
Virgen en una peregrinación a Tierra Santa y le era fácil imaginárselo de
nuevo. Después de la Misa fue a confesarse. Como penitencia, el sacerdote
le pidió que se sentara en el santuario y mirase a la Virgen a los ojos
durante algunos minutos. Los minutos pasaron y la Hna. Clare seguía
mirando a su Madre. Le suplicó a la Virgen que la purificase con su mirada
virginal. Le pidió ayuda para ver las cosas como Ella las veía. Con sus ojos
todavía fijos en el rostro amoroso de la Virgen María, repitió interiormente
las palabras de un poema del P. Rafael: «Vengo a ti, Madre de
Misericordia, en este atardecer, herido y sucio por la lucha. Pero no vengo
derrotado, pues conservé la fe como mi mayor tesoro»[310].
Estaba agradecida al Señor y a Nuestra Madre por el día de silencio.
Era el primer día del mes de mayo de 2013, mes dedicado a María. Había
recibido fuerza para continuar con mayor amor, como siempre ocurría en el
retiro mensual[311].
◆◆◆
En su cuaderno escribió:
Y recibí una luz de que yo tenía que vivir con todas mis fuerzas
estas 15 cosas, pero a lo bestia, y examinarme mucho sobre cada una
de ellas. Experimento que el Señor me lo pide»[331].
Nuestra superiora general, la M. Ana Campo, dice que una hermana
humilde siempre se lleva bien con su comunidad y que una hermana
orgullosa siempre tiene problemas con las demás. Una chica le preguntó un
día a la Hna. Clare si las hermanas discutían alguna vez. Había tal alegría
entre ellas que parecía demasiado bueno para ser verdad. La Hna. Clare
respondió: «Cuando uno vive para agradar a Dios, las diferencias con otras
personas se hacen más ligeras, porque uno sabe ceder. Tienes que aprender
a ceder por amor a Dios. Y por eso, es mucho más fácil vivir en una
comunidad, cuando Dios está en el centro, que en una familia normal, si
todo el mundo va buscando sus propios intereses».
La vida de comunidad en Guayaquil durante esos dos años fue un
verdadero regalo del Señor. A finales de 2014, le pidieron a la Hna. Clare
que compartiese una gracia que el Señor le hubiera dado ese año. Su
respuesta espontánea fue la bendición de la vida de comunidad. Después de
terminar actividades intensas, cuando llegaba el momento de estar
solamente con las hermanas, experimentaba que su alma descansaba
verdaderamente. Solía decir: «Nunca había estado en una comunidad en la
que fuera tan fácil hacer reír a las hermanas».
La Hna. Clare se aseguró de llevar la alegría de la vida comunitaria
también a las candidatas. Les mostraba su interés por conocer y querer a
cada una. Para chinchar, las llamaba la “Mafia de Guayaquil”, pero además
de bromear con ellas también les contaba cosas serias. Una tarde, mientras
iba con Sandra a la parroquia para limpiar, ataviadas con escobas y
fregonas, la Hna. Clare compartió con ella una gracia que había recibido
una vez: mientras barría durante los cargos, le vino a la cabeza una larga
lista de cosas que tenía que mejorar y experimentó que el Señor le decía:
«Vive cada momento como si hubieras nacido solo para hacer lo que estás
haciendo en ese instante y entrégamelo a mí como si fuera lo único que te
queda para darme». El Señor quería que dejase de preocuparse por sus
miserias y empezase a vivir el momento presente por amor a Él. Sandra
nunca olvidó este consejo. Muchas de las historias de estos últimos
capítulos son de las memorias de conversaciones de Sandra y de otras
candidatas con la Hna. Clare.
Las migrañas de la Hna. Clare continuaron en Guayaquil y, a veces,
tenía que retirarse de las actividades para descansar un rato. Gracias a Dios,
había descubierto una medicina que se producía en Estados Unidos y que le
aliviaba bastante si cogía la migraña a tiempo. Las hermanas de Florida le
enviaban la medicación cuando había un viaje misionero desde Estados
Unidos. Ella nunca se quejaba de su dolor. De hecho, una de las hermanas
de la comunidad se enteró de que sufría migrañas más de un año después de
vivir con la Hna. Clare.
Un día, la Hna. Clare empezó a sentir un extraño cosquilleo en uno de
sus brazos y, a veces, se le quedaba completamente dormido. La Hna. Clare
se lo dijo a la Hna. Mercedes, pero insistió en que no tenía que ir al médico
si iba a ser caro. Sabiendo que la Hna. Clare era de todo menos
hipocondríaca, la Hna. Mercedes la llevó al médico lo antes que pudo. La
Hna. Clare tuvo que tumbarse en la camilla mientras el médico movía sus
pies de un lado a otro y le hacía diferentes pruebas. Para disimular la
vergüenza que sentía, la Hna. Clare hacía comentarios graciosos mientras él
la examinaba. En un momento, le pidió que se quitara las sandalias y se
pusiera de pie junto a la pared. Empezó a medirla. «¡Tienes una pierna más
corta que la otra! Esto afecta al nervio que pasa por el brazo». Ella se reía
mucho de esto: «¡Gracias a Dios que soy monja! Esto es sin duda una
broma del Señor. Si hubiese descubierto esto en el mundo, imaginaos los
titulares: “La actriz Clare Crockett con una pierna más corta que la otra”».
Cuando vio a las otras hermanas, la Hna. Clare se puso derecha y les pidió
que la miraran y descubrieran lo que estaba mal. Después de dar un par de
pistas, descubrieron su secreto y la Hna. Clare se reía mientras decía:
«¡Estoy mal hecha!». Recordaba su juventud y la importancia que le había
dado a la perfección de su apariencia física, y ahora había descubierto que
estaba «mal hecha». La solución fue fácil: de ahora en adelante tendría que
llevar un alza en un zapato.
En septiembre de 2014, el trabajo de construcción de la casa de las
hermanas se intensificó y se aproximó a su fin. El P. Rafael y la M. Ana
iban a ir a Ecuador en octubre para estar presentes en la Misa de
inauguración de la capilla de la casa nueva de las hermanas. La Misa la iba
a celebrar el entonces arzobispo de Guayaquil, Mons. Arregui. Las
hermanas estaban muy entusiasmadas mientras terminaban los últimos
retoques y preparaban las cosas para la mudanza.
Durante este tiempo, escribe al P. Rafael:
«Leímos una frase el otro día que intento repetir con frecuencia y
sin fariseísmo al Señor, más que nada después de comulgar, dice así:
“Por todo lo que ha sido, gracias; por todo lo que será, sí” »[332].
La Hna. Clare cogió todas las clases de la Hna. Ruth María: clases de
inglés para todas las edades y clase de religión para los alumnos de
bachillerato. Horario completo, ¡como siempre! Al poco de su llegada, las
hermanas comenzaron a escuchar, durante las comidas, un audiolibro sobre
la vida de san Juan Pablo II. Escribió a la M. Ana para explicarle lo mucho
que le estaba ayudando el libro:
¿Qué actos de obediencia eran difíciles para ella? Quizás uno de los
más difíciles seguía siendo levantarse pronto por la mañana. En otro correo
escribe:
«Es una frase que decían los antiguos cuando querían desechar,
con gesto magnánimo, lo que les parecía mediocre, vulgar, mezquino:
¡para cosas mayores he nacido! Y ¿por qué me ha ayudado tanto?
Porque en la oración entendí que todo lo que hago y especialmente lo
de levantarme a las 5 de la mañana, tengo que convertirlo en un
“sacrificio de alabanza”, tengo que elevar este acto que me cuesta
tanto en algo grande. Dios me pide este sacrificio, porque hará algo
grande con ello. Salí de la oración con esta seguridad, “ad maiora
natus sum”»[349].
Cuando la Hna. Clare llegó a Playa Prieta, se metía con las chicas por
su “exagerado” amor hacia esta advocación mariana. Sin embargo, dos
semanas después de llegar a Playa Prieta, las hermanas organizaron un viaje
sorpresa a El Cajas para las jóvenes. Fue entonces cuando la Hna. Clare
tuvo una experiencia fuerte de la presencia de la Virgen. Después de un
momento de oración, se acercó a las chicas brillando de alegría y con aire
misterioso. Las chicas sonrieron y preguntaron: «¿Ahora entiende por qué
estamos locas por Nuestra Madre en El Cajas?». La Hna. Clare respondió
afirmativamente y todas empezaron a reírse de la alegría. Cuando se
levantaron para irse, la Hna. Clare exclamó: «¡No podemos irnos sin cantar
una canción final a la Virgen!». Su corazón estaba tan lleno de
agradecimiento a su Madre del Cielo que empezó a cantar con todas sus
fuerzas: «¡Gracias a ti, a ti, a ti! ¡Gracias a ti, a ti, a ti!». Después de esta
ocasión, las hermanas y las chicas sabían siempre que cuando escuchaban a
la Hna. Clare empezar esta canción iba dirigida a Nuestra Madre. Ya
cuando se iban, la Hna. Clare miró hacia la imagen de la Virgen y gritó:
«¡¡¡Guapa!!!». Había más gente presente, pero a la Hna. Clare no le
importó. Los respetos humanos no iban a impedirle mostrar el amor por su
Madre del Cielo.
El viaje de ida y vuelta fue también una ocasión para el apostolado. Se
lo explicó en un correo al P. Rafael: «Normalmente en las
peregrinaciones[351], Padre, yo cojo la guitarra y me pongo allí delante para
cantar con las chicas, contar algunas historias y animar el autobús. También
intento sentarme con todas las chicas, no tengo silla fija, voy pasando y
hablando con todas»[352]. En una peregrinación, una hermana se le acercó y
le dijo: «Hna. Clare, recuerda que tienes que dar clase el lunes cuando
vuelvas a Playa Prieta. Quizás debas dejar de cantar y guardar tu voz para la
clase». La Hna. Clare había estado cantando varias horas y su voz estaba
tan ronca que ya no podía llegar a algunas notas de las canciones. La Hna.
Clare respondió: «Da igual, hermana, el Señor me lo pide y no puedo no
hacerlo». Estaba segura de lo que el Señor le pedía en ese momento y
confiaba plenamente en que el Señor le daría la “voz” para la siguiente
actividad, si Él la necesitaba entonces. Las hermanas notaron en ciertas
ocasiones que su voz volvía repentinamente cuando surgía la necesidad[353].
El Cajas tiene una altura de 3.500 metros sobre el nivel del mar. El
cambio repentino de altitud durante el viaje en autobús con frecuencia causa
mal de altura, con síntomas como mareo, dolor de cabeza, dolor de
estómago, vómitos y dificultad para respirar. La Hna. Clare no fue una
excepción. Aunque a veces tenía que ir en la parte delantera del autobús
para recuperarse, normalmente intentaba hacer lo posible para seguir
cantando y hacer apostolado. La Hna. Karen acompañó al P. Rafael y a la
M. Ana a un viaje a Ecuador en abril de 2015. Le edificó la actitud de
generosidad y olvido de sí de la Hna. Clare a lo largo de la peregrinación al
Santuario de El Cajas. A pesar de los esfuerzos de la Hna. Clare para
intentar ocultar que no se encontraba bien, la Hna. Karen, que la conocía
muy bien, pudo notar que tenía dolor de cabeza y malestar durante todo el
viaje. No obstante, transmitía alegría y amor por las chicas a través de las
canciones y conversaciones mantenidas durante horas. Cuando llegaron,
después de despedir a las chicas, la Hna. Clare entró en casa de las
hermanas, puso la guitarra en la esquina y se desplomó en una silla.
Obviamente estaba agotada. El P. Rafael, que también estaba extenuado
después de la intensa peregrinación, miró a la Hna. Clare, exclamando:
«¡Lo que hay que hacer por las almas!». La Hna. Clare levantó la mirada
hacia su padre espiritual y consiguió responder: «Sí, Padre». La Hna. Karen
tuvo la impresión de estar en presencia de dos grandes almas. Como firmó
la Hna. Clare en un correo al P. Rafael en 2013: «¡Vivan las almas grandes
que solo buscan la gloria de Dios!»[354].
En otra ocasión, la víspera de la fiesta de Pentecostés, las hermanas
pasaron toda la noche en vigilia de oración delante de la Virgen de El Cajas,
pidiéndole su intercesión para recibir los dones del Espíritu Santo. Las
hermanas en España estaban haciendo lo mismo en Garabandal. La Hna.
Clare escribió a la Virgen:
Desde el inicio de su vida como Sierva, la Hna. Clare tenía claro que
su meta en esta tierra era la unión con Dios en el Cielo. De candidata dijo:
«Me enamoré de Él… Y mi motivación era esta: estar unida a Dios para
siempre»[357]. A lo largo de los años, al ir creciendo su deseo de una unión
perfecta y definitiva con Dios, iba creciendo también su deseo de la vida
eterna.
En 2011, cuando estaba en Valencia trabajando en los hospitales,
escribió en su cuaderno:
«Ayer fuimos a ver a Ana, una chica del hospital clínico que tiene
un cáncer terminal y está en sus últimos momentos. Me ha
impresionado muchísimo y me hizo pensar en la muerte, en mi propia
muerte. Santa Inés antes de morir dijo: “Voy hacia ti, a quien siempre
he buscado y amado, a quien siempre he deseado”. ¿Yo tendría la
misma actitud a la hora de mi muerte? ¿Puedo decir estas palaras de
Sta. Inés ahora, en mi vida? Si tengo miedo a la muerte es porque no
estoy viviendo bien la vida. “Es que, Señor, Tú tienes que ser TODO
para mí, si no es así, todo lo que soy y hago no tiene sentido. Lléname,
Señor, sé mi todo” » [358].
San Juan de la Cruz, cuando habla de las señales con que Dios purifica
a un alma, dice que el Señor «en ninguna cosa le deja engolosinar ni hallar
sabor» [366]. Eso es exactamente lo que la Hna. Clare experimentaba: «el no
querer nada, ni de Dios ni del mundo» [367]. Él quería purificar su amor
propio, que aún ocupaba demasiado espacio en su corazón. Y lo hizo
arrojando cada vez más luz sobre su debilidad: «Mi debilidad me arrastra,
me derrumba»[368]. Escribe, «¡Ay… mi pobre y miserable corazón!
¿Cuándo estaré libre de mis pasiones y amores desordenados?»[369]. En
medio de esta oscuridad, en que su pecaminosidad parecía tan evidente, el
sacramento de la confesión era una gran ayuda, infundiéndole nuevas
fuerzas, alegría y deseo de continuar en la lucha. Una noche, mientras leía
la exhortación apostólica “Redemptionis donum” de san Juan Pablo II,
recibió una gracia enorme de ver cómo el Señor realmente la estaba
redimiendo de todas sus miserias:
«Querida Karola:
Hna. Clare
«¡Soy feliz, feliz, feliz! aunque hay días que muchas cosas me
cuestan. Merece la pena dar la vida a Dios, que es tan grande. Esto es
lo que mi corazón siempre ha anhelado y que ningún amor humano, ni
plan, ni cosa ha podido llenar»[401].
[89] Es decir, con las Siervas. Cuaderno nº 1, enero 2002. Traducido del original en inglés.
[90] Correo a Kristen Gardner, 7 mayo 2003. Traducido del original en inglés.
[91] Cuaderno nº 1, sin fecha. Traducido del original en inglés.
[92] Su hermana Megan encontró las colillas de los cigarrillos en su habitación después de que
se fuera. Cuando habló con ella por teléfono le dijo: “Entonces, fumaste cuando estuviste aquí…”, y
Clare le preguntó: “¿Cómo lo sabes?”. Y las dos se rieron cuando Megan le dijo lo que había
encontrado y que Clare ni se había molestado en esconderlas o tirarlas a la basura. Su padre recuerda
haberle ofrecido un cigarrillo, pero ella se había mantenido firme al exterior delante de su familia.
Sin embargo, no lo consiguió a escondidas.
[93] Cuaderno nº 1, 13 febrero 2003.
[94] Hna. Clare Crockett, Cuaderno nº 2, 28 noviembre 2003.
[95] Ibíd., 4 octubre 2004.
[96] En julio de 2004, otra hermana y yo entramos al noviciado y nos unimos a las otras
hermanas que estaban entonces en su segundo año.
[97] Cuaderno nº 2, 24 noviembre 2004.
[98] Ibíd., 1 mayo 2005.
[99] Ibíd., 14 diciembre 2005.
[112] Ibíd.
[234] “Everything is grace: The Life and Way of Therese of Lisieux” (Todo es gracia: Vida y
Camino de Teresa de Lisieux), por Joseph F. Schmidt, FSC.
[235] Santa Teresa de Lisieux, “Historia de un alma”, 237.
[236] Cuaderno nº 4, 5 octubre 2010.
[237] Ibíd., 7 octubre 2010.
[238] Ibíd., 15 octubre 2010.
[239] Cabe decir también que la casa era muy grande y había estado en desuso durante un
tiempo, por lo cual siempre era necesario realizar trabajos de limpieza, arreglos varios, cuidar de la
huerta y de un gran jardín. ¡Desde luego no faltaba el trabajo!
[240] Cuaderno nº 4, 1 noviembre 2010.
[241] Correo al P. Rafael, 28 octubre 2011.
[242] Correo al P. Rafael, 31 enero 2011.
[243] 1 Cor. 9, 22.
[244] En español: “un poquito”. La Hna. Clare quería referirse a “un rato”.
[245] Correo al P. Rafael, 31 enero 2011. Lo que escribe a continuación muestra su
preocupación por llevar a los enfermos a Dios: “Yo sé que no estamos allí simplemente para hacer a
la gente sonreír o hacer una labor social, yo rezo para que a través de nosotras conozcan al Señor, que
vuelvan a la Iglesia, que se confiesen, comulguen, reciban la unción de enfermos, todo... Pero poco a
poco”.
[246] Correo al P. Rafael, 15 febrero 2011.
[247] Es interesante observar que su psiquiatra consideraba la presencia de la Hna. Clare como
una terapia de primera clase. Y cuando el paciente fue dado de alta, la misma psiquiatra se encargaba
de echar al correo las cartas que Rafael escribía a la Hna. Clare.
[248] Cuaderno nº 4, 12 diciembre 2010.
[249] Ibíd.
[250] Ibíd., 4 enero 2011.
[251] Ibíd., 5 enero 2011.
[252] Ibíd.
[253] Correo al P. Rafael, 27 enero 2012.
[254] Correo al P. Rafael, 27 enero 2012.
[255] Cuaderno nº 4, 14 septiembre 2011.
[256] “Le encantaba”, se entiende en el plano sobrenatural, no natural.
[257] Correo al P. Rafael, 28 octubre 2011.
[258] Ibíd.
[259] También usaba su creatividad para hacer más divertidos otros momentos difíciles del día,
como el momento de levantarse de la cama por la mañana. Había veces en que iba a despertar a las
chicas y se ponía en medio del pasillo a cacarear como una gallina. Las chicas saltaban de la cama y
corrían para ponerse en la fila para entrar en el servicio. Otras veces, mientras acompañaba a las
chicas al colegio, empezaba a cantar y estas chicas la seguían.
[260] Correo a la M. Ana, 20 marzo 2012.
[261] Correo a la M. Ana, 20 marzo 2012.
[262] Col. 3, 21. Fue en este momento cuando pensó en la idea del vídeo “The Risa Experience”
para ayudar a las chicas a reírse y, probablemente, a seguir desdramatizando la reprimenda de los días
anteriores.
[263] La Hna. Clare se inventó la música de la canción, pero no la terminó. Cantó la primera
parte a las hermanas y les preguntó si tenían alguna idea para terminarla. A ella nunca le faltaba
creatividad. Es evidente que quería involucrarlas a todas en la composición de la canción.
[264] Cuaderno nº 4, 15 marzo 2012.
[265] Correo a la M. Ana, 20 marzo 2012.
[266] Cuaderno nº 4, 15 marzo 2012.
[267] Ibíd.
[268] Tiempo después, en Ecuador, la Hna. Clare explicaría el significado de esta introducción a
las historias de Sor Clor, queriendo mostrar con ello que todo era un chiste. Por eso dirá que Sor Clor
no es fuerte. “Salta más alto que un conejo”, pero los conejos no saltan muy alto, así que Sor Clor en
realidad no puede saltar muy alto…“Es deportiva”, queriendo decir “deportista”, que tampoco lo era.
En definitiva, toda la historia de Sor Clor era algo cómico con lo que la Hna. Clare se presentaba
como un falso superhéroe para hacer reír a las demás.
[269] Correo a la M. Ana, 20 marzo 2012.
[270] Cuaderno nº 4, 21 marzo 2012.
[271] Menciona a san Josemaría Escrivá de Balaguer no solo por su devoción a él, sino también
porque a la vuelta del viaje pasaron por el Santuario de Torreciudad, construido bajo el impulso de
este santo.
[272] Cuaderno nº 4, 21 marzo 2012.
[273] Correo al P. Rafael, 28 octubre 2011.
[274] Correo al P. Rafael, 27 enero 2012.
[275] Correo al P. Rafael, 28 octubre 2011.
[276] Ibíd.
[277] Cuaderno nº 4, 29 diciembre 2011.
[278] Correo al P. Rafael, 27 enero 2012.
[279] Unos años antes, la Hna. Clare había copiado esta cita de Sta. Teresa de Calcuta para una
chica en Jacksonville: “Amar es dar hasta que duela”. Y añadió otra cita: “Cuando te has vaciado de
ti misma, puedes llenarte de Dios”.
[280] Correo a la M. Ana en 2012, copiado al final del Cuaderno nº 4.
[281] Cuaderno nº 4, 12 junio 2012.
[282] Cuaderno nº 4, 18 julio 2012.
[283] Ibíd.
[284] Ibíd., 6 agosto 2012.
[285] Ibíd., 31 agosto 2012.
[286] Ibíd.
[287] Ibíd., 1 septiembre 2012.
[288] De hecho, el viaje fue aún más largo, alrededor de 15 horas, debido a que hubo que hacer
frente a una gota fría. Nos encontramos fuertes y torrenciales lluvias, puentes caídos y tramos de la
carretera anegados por el agua, que nos obligaron a desviarnos varias veces. Recuerdo a la Hna.
Clare con una chaqueta sobre su cabeza, porque las migrañas que sufría eran muy fuertes y no podía
tolerar nada de luz. De vez en cuando, se la levantaba y me preguntaba: “¿Qué ves ahora?”. Y
después se lamentaba: “¡Me estoy perdiendo una aventura!”. Y volvía a su oscura cueva dentro de la
chaqueta.
[289] Hna. Clare Crockett, Cuaderno nº 5, 7 octubre 2012.
[290] Cuaderno nº 5, 7 octubre 2012.
[291] Ibíd., 11 octubre 2012.
[292] Ibíd.
[336] En su segundo año en Playa Prieta, empezó a enseñar inglés a los niños de 3 a 5 años.
Juntó a dos cursos. Tenía tres clases con ellos cada semana. El primer día les enseñaba, por ejemplo,
los colores y les ayudaba a aprender el significado y la pronunciación correcta. El segundo día, les
enseñaba una canción con los colores. Y el tercer día les enseñaba un vídeo para reforzar lo que
habían aprendido. Las hermanas recuerdan cómo resonaban con frecuencia en el colegio las voces de
los niños cantando con la Hna. Clare.
[337] A mediados del segundo año de la Hna. Clare en Playa Prieta, los abuelos de Valeria, sus
tutores, le dieron permiso para entrar como aspirante en las Siervas del Hogar de la Madre a pesar de
su joven edad. Valeria estaba en casa de las hermanas el día del terremoto y murió con la Hna. Clare.
[338] María Augusta, Jazmina, Mayra, Catalina y Mercedes vivían en la residencia y estaban en
casa de las hermanas el día del terremoto.
[339] La Hna. Clare ayudaba en la catequesis de los padres de los niños que iban a recibir un
sacramento. La Hna. Kelly Pezo nos da información sobre esto: «Después del terremoto, me tocó dar
la catequesis a los padres [en Playa Prieta]… Unos padres que habían tenido a la Hna. Clare como
catequista decían que la hna. Clare era una cosa excepcional. Que antes, cuando tocaba catequesis,
normalmente venían “arrastrando los pies”, pero cuando la catequista era la Hna. Clare, toda la
semana estaban deseando venir para escuchar lo que les tenía que decir. Decían ue se morían de la
risa, pero que aprendían muchísimo y se acercaban a Dios. ¡Qué alegría me daba escuchar estas
cosas!».
[340] Correo a la M. Ana, 11 enero 2015. Termina el correo con este comentario: «Para mí es
una bendición muy grande estar aquí. Gracias a Dios, como la Virgen nos tiene muy ocupadas, no
puedo pensar en mí misma».
[341] Mt. 21, 13.
[342] Correo a la M. Ana, 23 diciembre 2014.
[343] Correo al P. Rafael y a la M. Ana, 8 abril 2015.
[344] Correo al P. Rafael y a la M. Ana, 27 mayo 2015.
[345] Cuaderno nº 5, 2 mayo 2015.
[346] Cf. Jn. 14,13.
[347] “Combate espiritual”, por Lorenzo Scupoli.
[348] Cuaderno nº 5, 2 mayo 2015.
[349] Correo al P. Rafael y a la M. Ana, 27 mayo 2015.
[350] Lo curioso es que la Hna. Clare no sabía que la advocación de la Virgen era «Guardiana
de la Fe» hasta que llegó. Le había pedido a la Virgen esta gracia antes de saberlo.
[351] La Hna. Clare tenía siempre la misma actitud de generosidad en todos los viajes y
peregrinaciones que hacían, no solo en El Cajas. Una experiencia memorable fue un viaje a
Guayaquil en julio de 2015, cuando el papa Francisco fue a Ecuador. No tenían entradas pero
providencialmente fueron invitadas a participar en el coro y pudieron ver al papa muy de cerca.
[352] Correo al P. Rafael, 10 diciembre 2015.
[353] Otras veces hacía zumo de limón, por ejemplo, para intentar recuperar la voz.
[354] Correo al P. Rafael Alonso, 11 enero 2013.
[355] Cuaderno nº 5, 23 mayo 2015.
[356] Correo al P. Rafael y a la M. Ana, 27 mayo 2015.
[357] Entrevista para el programa “Ways of God”, H.M. Televisión (2003). Traducido del
original en inglés.
[358] Cuaderno nº 4, 14 enero 2011.
[359] Esta frase la copió en su cuaderno el 11 de noviembre de 2015, tres días antes de cumplir
33 años.
[360] Correo al P. Rafael, 7 diciembre 2015.
[361] Se refiere a Sta. Catalina de Siena.
[362] Hna. Clare Crockett, Cuaderno nº 6, 13 octubre 2015.
[363] Correo al P. Rafael y a la M. Ana, 15 septiembre 2015
[378] Ya hay un libro publicado sobre la vida de Catalina, titulado: “¿Y yo puedo ir al Cielo?”,
escrito por la Hna. Sara María Jiménez.
[379] Correo al P. Rafael, 22 febrero 2016.
[380] Para entender el sentido de esta cita, ayuda ver otra traducción de esta obra: “Yo sentía un
gran deseo de recogerme en mi interior. La oración hervía en mi corazón y sentía necesidad de calma
y de silencio para dejar a esta llama subir libremente, y para ocultar un poco las señales externas de la
oración, lágrimas, suspiros y movimientos del rostro y de los labios”. El peregrino ruso escribe esta
frase en un momento en que está hablando con alguien y siente la necesidad de irse para recogerse,
ya que siente que la oración le agita el corazón, o le hierve el corazón; es decir, le viene la necesidad
de rezar y tiene que buscar la calma y el silencio para poder orar libremente.
[381] Correo al P. Rafael Alonso, 22 febrero 2016.
[382] Cuaderno nº 6, 18 febrero 2016.
[383] Ibíd., 24 febrero 2016.
[384] Correo al P. Rafael, 22 febrero 2016.
[385] La confesión de aquel campamento fue para Erika el punto de partida de una nueva vida
en la gracia de Dios. El terremoto de un mes después continuaría la transformación comenzada en su
alma durante el campamento.
[386] San Agustín, “Confesiones”, X, LI.
[387] Cuaderno nº 6, 24 marzo 2016.
[388] Solo tres meses después del terremoto, los Siervos fueron, a petición del obispo, a
encargarse de la cura pastoral de esa zona. El P. Kevin formaría parte de esta nueva comunidad.
[389] Correo a la M. Ana Campo, 7 abril 2016.
[390] 1 abril 2016.
[391] Cfr. Jn. 21, 5: “Muchachos, ¿tenéis pescado?”.
[392] Una expresión usada en Ecuador para pedir que le presten atención a uno.
[393] Carta a Karolina Vera, 9 abril 2016.
[394] Catalina tenía planeado ir a su casa en Tosagua ese lunes, pero después de la inundación
decidió quedarse y ayudar a las hermanas.
[395] En realidad, Guadalupe no estaba en la casa cuando tuvo lugar la inundación, pero iba de
camino. Karolina y Catalina salieron para ir a su encuentro y ayudarla a llegar al colegio. Karolina
pasó todo ese primer día y noche con las hermanas y chicas, y los días siguientes estuvo todo el día
ayudándolas.
[396] Cfr. Gen. 3, 15.
[397] La potabilizadora de agua del colegio se había estropeado a causa de la inundación y él les
dijo que podían ir y llenar garrafas grandes de agua. La Hna. Clare aprovechó esta visita para
confesarse.
[398] La Hna. Clare no era la única que corría a coger lo más difícil. Todos los presentes en esa
semana, recuerdan que a Catalina también se la veía siempre usando una de esas tablas pesadas.
[399] Cuando Mercedes, después del terremoto, viajó a España para entrar en el noviciado,
recordaría esas palabras y elegiría “de la Cruz” como nombre religioso, recibiendo mucha luz de la
meditación de la cruz en su vida.
[400] Entrevista para el programa “Creados para amar”, HM Televisión, 2010.
[401] Correo al P. Rafael y la M. Ana, 15 septiembre 2015.
[402] Cuaderno nº 4, 14 enero 2011.
[403] Jn. 10, 27.
[404] Dios concedió a la Hna. Clare recibirle como viático en esa última Misa. Pudo tener una
pregustación de ese deseado encuentro y el Señor le dio el alimento final para las últimas horas de su
peregrinación por este mundo. Cuántas veces, en ese momento de unión tan estrecha con el Señor,
había traído a la mente el dibujo de sus votos perpetuos, reclinando la cabeza sobre su pecho.
¡Cuánto deseaba estar por fin sola con Él!
[405] “Dad gracias al Señor, pues su amor no tiene fin...”.
[406] Había partes de la casa totalmente abiertas, sin ventanas, lo cual facilitaba oír lo que
pasaba en otro piso.
[407] Las hermanas que estaban en Chone, lugar más cercano a Playa Prieta, no pudieron llegar
aquella noche debido al bloqueo de las carreteras.
[408] No pretendo suplantar el juicio de las autoridades de la Iglesia Católica sobre la santidad
de la Hna. Clare; no me corresponde a mí decir si ella y las otras cinco chicas están o no en el Cielo.
Simplemente, hago unas afirmaciones basadas en las virtudes teologales de la fe y de la esperanza en
la existencia del Cielo y lo que el Señor ha prometido a los que le siguiesen: “Yo les doy la vida
eterna; no perecerán para siempre” (Jn. 10, 27).
[409] Habíamos intentado ya solicitar el permiso para acompañar los restos de la hermana, pero
nos habían dicho que era imposible. Cuando los medios humanos fallaron, el Señor mismo intervino.
[410] En un correo al P. Rafael, el 19 de agosto de 2013, la Hna. Clare escribe: «La verdad es
que me considero ya mitad irlandesa, mitad española = Irlañola. Llevo casi la mitad de mi vida entre
ustedes».
[411] Cuaderno nº 4, 31 agosto 2012.
[412] Correo a la M. Ana, 14 julio 2014.
Nota final