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Tema N 13
Tema N 13
SUMARIO
1. Concepto
2. Fundamentos filosóficos y función social
3. Limites subjetivos de la cosa juzgada
4. Limites objetivos de la cosa juzgada
5. Cosa juzgada formal y material
6. Cosa juzgada y el proceso
7. Cosa juzgada y jurisdicción
8. Cosa juzgada y derecho.
DESARROLLO
1. CONCEPTO
Cuando se dice que la cosa juzgada es una forma de autoridad, se refiere a una
calidad (propiedad o conjunto de propiedades inherentes a una cosa, que permiten
apreciarla como igual, mejor o peor que las restantes de su especie) y una
inherencia (unión de cosas inseparables por su naturaleza, o que solo se pueden
separar mentalmente o por abstracción). La autoridad de cosa juzgada refleja una
calidad o atributo propio del fallo del órgano jurisdiccional cuando ha adquirido
carácter definitivo.
Por ello, en el anhelo de dar estabilidad y firmeza en las relaciones jurídicas, la paz
social, la economía del tiempo, salud física y hasta el esfuerzo económico que exige
todo proceso, resulta indispensable que los procesos tengan un término
infranqueable, así como los órganos judiciales no puedan revocar las sentencias
dictadas en la última instancia.
Es cierto que muchas veces las sentencias que llevan el sello de la autoridad de
cosa juzgada son injustas, atentatorias y contrarias al Derecho Natural, en razón a
la falibilidad de las decisiones judiciales. Los errores judiciales son comunes en
todo sistema jurídico porque, finalmente, son obra humana. De allí que resulte
injustificada la crítica a la institución de la cosa juzgada aduciendo que, a través de
ella, se consagran iniquidades que jamás debieron ocurrir. Por ello, en este como
en otras muchas situaciones, el Derecho Procesal se encuentra en el dilema de
elegir entre la seguridad y la firmeza de las relaciones que se propicia en el Estados
de Derecho, y la Justicia las más de las veces variable y contingente de lo resuelto
por los jueces y magistrados.
Delimitar cuando hay cosa juzgada en razón de las personas, significa fijar sus
límites subjetivos, vale decir, a quienes se extiende su autoridad. Por precepto
procesal, toda sentencia afecta únicamente a los sujetos procesales (esenciales)
que han intervenido en el litigio en calidad de partes. Ya sabemos que los terceros,
o los que han sido ajenos al juicio (terceros absolutos o terceros extra neí), no son
vinculados por ella, o sea, no los perjudica ni beneficia. Por consiguiente, los
terceros que sí resultaron alcanzados por la sentencia podrán oponer en su caso, la
defensa de cosa no juzgada y, eventualmente, impugnarla (Art. 194 del C.P.C.)
En efecto, con alguna frecuencia los derechos de los terceros son afectados por la
sentencia de la litis (efecto reflejo), quedando vinculados a un proceso en el que no
han intervenido y de cuya sentencia, empero, puede derivarles un perjuicio,
surgiendo entonces, la posibilidad de que esos terceros participen en el proceso,
para prevenir una sentencia que puede resultarles adversa. La regla que la cosa
juzgada alcanza a quienes han sido partes en el juicio, obliga la conclusión de que
sus efectos se consideraran indistintamente según que el actor del primer juicio
actué como demandado en el segundo y viceversa. El cambio de posición procesal
no altera el efecto de la cosa juzgada.
El tercero que no ha sido parte en la litis, con sentencia ejecutoriada, puede invocar
la cosa juzgada que le favorece, planteando su defensa, aunque es evidente que
contra él no podría invocarse el fallo que le perjudique si él no ha participado en el
proceso o no tenga conocimiento del mismo.
Para que la cosa juzgada material proyecte sus efectos, resulta necesario que exista
“identidad objetiva” entre dos o más procesos y, como el verdadero objeto
procesal es la pretensión, se precisa que sea la misma pretensión procesal la que
figure en cada uno de tales procesos. Esta identidad se manifiesta a través de los
tres elementos individualizadores de la pretensión procesal: los sujetos, el objeto y
el título o petición fundada (causa).
Por tanto, puede haber cosa juzgada formal sin cosa juzgada material; pero no al
contrario, ya que la cosa juzgada material tiene como presupuesto a la cosa
juzgada formal. Por eso decíamos que la sentencia citada en un juicio ejecutivo
tiene fuerza de cosa juzgada formal y permite su ejecución; pero carece de fuerza
de cosa juzgada material, porque el litigante vencido en el proceso ejecutivo tiene
el derecho de promover, posteriormente, el proceso de conocimiento ordinario
según el precepto del artículo 386 del C.P.C. para obtener su modificación. Igual
acontece con otros procesos sumarios de cognición limitada, como el de asistencia
familiar.
La cosa juzgada según previene el artículo 1319 del C.C. no tiene autoridad sino
con respecto a lo que ha sido objeto de la sentencia. Dicho precepto previene que
es menester que la cosa demandada sea la misma, se funde en la misma causa, que
las partes son las mismas y que se entable por ellas y contra ellas.
Es evidente, entonces, que las normas procesales que estudia el Derecho Procesal,
realizan y actualizan a la cosa juzgada. Es resultado de su función procesal. Los
procesalistas franceses como casi todos los autores, reconocen que el lugar o
espacio de estudio que corresponde a las disposiciones relativas a la cosa juzgada
es el Derecho Procesal, en general. Definitivamente: “... la independencia y
autonomía de las distintas ramas jurídicas no excluye la estrecha vinculaci6n que
une a las mismas”.
De otro lado, no podemos tampoco desconocer que los efectos de la cosa juzgada
trascienden el campo estrictamente procesal. En verdad, permiten alcanzar certeza
o estabilidad al derecho sustantivo cuya interpretación en el caso debatido en sede
judicial ha sido materia de litis. La relación jurídica que emerge de la decisión final
de un juez, alcanzando ejecutoria, es inamovible y es por ello que sobre la cosa
juzgada no puede recaer un nuevo pronunciamiento judicial. En corolario, la
inmutabilidad de la sentencia es la que caracteriza la cosa juzgada.