You are on page 1of 9

TEMA N° 13 LA COSA JUZGADA

SUMARIO

1. Concepto
2. Fundamentos filosóficos y función social
3. Limites subjetivos de la cosa juzgada
4. Limites objetivos de la cosa juzgada
5. Cosa juzgada formal y material
6. Cosa juzgada y el proceso
7. Cosa juzgada y jurisdicción
8. Cosa juzgada y derecho.

DESARROLLO

1. CONCEPTO

El termino jurídico de “cosa juzgada” es su significación original latina viene de


“res judicata” aunque algunos lingüistas todavía tienen dudas sobre el significado
real de los términos de “causa” que evoca la idea de asunto o cuestión, en relación
a “res” que significa cosa o bien. Cuando se habla de “res judicata” el término
“res”, efectivamente, debe ser traducido por “asunto”. Entonces, la traducción
correcta no sería “cosa juzgada”, sino “asunto juzgado”. De su parte, el término
“juzgar” viene del latín “judicare” que equivale a “ser juez” o “actuar como juez”.

La cosa juzgada es “la autoridad y la fuerza que la ley atribuye a la sentencia


ejecutoriada. Entendemos por autoridad la necesidad jurídica de lo fallado en las
sentencias se considere como irrevocable e inmutable, ya en el juicio en que
aquellas se pronuncien, ya en otro diverso. La fuerza consiste en el poder coactivo
que dimana de la cosa juzgada, o sea que debe cumplirse lo que ella ordena”.

Al respecto Chiovenda refiere que la cosa juzgada era en el Derecho Romano el


juicio después de haberse dictado la sentencia. Según esa referencia, la cosa
juzgada es el bien de la vida, materia del juicio, y sobre el cual se ha pronunciado
sentencia, que ya no está sometida a oposición de rebelde, ni apelación, ni recurso
de casación, ni a demanda de revisión.
Por su parte, Carnelutti señala que: “La expresión cosa juzgada, de la que por la
fuerza de la costumbre no cabe prescindir, tiene más de un significado. La “res
judicata”, es en realidad el litigio juzgado, o sea, el litigio después de la sentencia;
pero más exactamente, la sentencia dada sobre el litigio, es decir su decisión. En
otras palabras, el acto y a la vez el efecto de decidir, que realiza el juez en torno al
litigio. Si se descompone este concepto (en acto y efecto), el segundo de los lados
que dé el resultan, o sea el efecto de decidir recibe también y especialmente el
nombre de cosa juzgada que por consiguiente sirve para designar tanto la decisión
en conjunto, como en particular su eficacia”

Las definiciones anteriores nos permiten aseverar junto a Cabanellas en su


Diccionario Enciclopédico de Derecho Usual que la cosa juzgada es lo resuelto en
juicio contradictorio, ante un juez o tribunal, por sentencia firme, contra la cual no
se admite recurso, salvo el excepcionalísimo de revisión. Se proclama, entonces,
que “… la cosa juzgada, se tiene por verdad y no cabe contradecirla ya judicialmente,
para poner fin a la polémica jurídica y dar estabilidad a las resoluciones, el intento a
renovar la causa en tales condiciones encuentra el insalvable obstáculo de la
excepción de cosa juzgada”.

En la búsqueda del contenido íntimo de la cosa juzgada naturaleza jurídica la


doctrina procesal busca determinar si ella es el mismo derecho sustancial que
existía antes del proceso, convertido luego de la sentencia en indiscutible y en
coercible: o si por el contrario la cosa juzgada es otro derecho, autónomo del
anterior, creado en función del proceso y de la sentencia.

Si advertimos, es una consecuencia del debate sobre el valor de la sentencia, esto


es, si este pronunciamiento crea o no una nueva norma jurídica. Nosotros creemos
que, en rigor, la sentencia es un nuevo derecho porque la función jurisdiccional es
copartícipe en la re – creación permanente de los contenidos mandatorios y
sustanciales de la norma jurídica. Empero, vale la pena conocer los argumentos en
uno u otro sentido:

a) Si es el mismo derecho sustancial, entonces la cosa juzgada se explica por las


mismas razones por las cuales se explica el derecho sustancial, siendo participe de
su misma naturaleza; o sea, la cosa juzgada obligaría por la simple declaración
función declarativa de la sentencia de los mismos derechos (objetivos) que se
hallan instituidos en el orden jurídico de la demanda y de la sentencia. En otros
términos, no se ha modificado ni cambiado el derecho anterior; solo se ha aplicado
el preexistente. Nada hay de nuevo; tan solo situaciones impeditivas de la revisión
en un nuevo proceso que ligan al juez que ha pronunciado la sentencia
ejecutoriada, o que incidentalmente pudiera ser dicho juez llamado a conocer de
las emergencias que resultan de dicho proceso, es decir, ejecutar lo decidido.

b) Si la cosa juzgada es otro derecho, entonces la cosa juzgada no encuentra su


eficacia en el derecho sustancial preexistente a la sentencia, sino en la fuerza de la
sentencia misma luego que esta se torna indiscutible. En otros términos, la
sentencia pasada en cosa juzgada, ha nacido en el orden del derecho de una nueva
norma, lo que llaman un “novurn ius”, un nuevo derecho. Entonces, su eficacia
vinculatoria emana de ella misma y no de la norma sustancial anterior. Bien pudiera
ser que esa norma no coincida, por diversas circunstancias, con el derecho
sustancial; pero inclusive en esos casos la cosa juzgada es obligatoria y eficaz. En
resumen, la cosa juzgada constituye una cualidad de la sentencia, porque es algo
más que se suma a la decisión, confiriéndole autoridad y eficacia a la misma.

Cuando se dice que la cosa juzgada es una forma de autoridad, se refiere a una
calidad (propiedad o conjunto de propiedades inherentes a una cosa, que permiten
apreciarla como igual, mejor o peor que las restantes de su especie) y una
inherencia (unión de cosas inseparables por su naturaleza, o que solo se pueden
separar mentalmente o por abstracción). La autoridad de cosa juzgada refleja una
calidad o atributo propio del fallo del órgano jurisdiccional cuando ha adquirido
carácter definitivo.

Asimismo, en ocasión de estudiar la eficacia (virtud, actividad, fuerza y poder para


obrar) de la cosa juzgada nos referimos a tres posibilidades inherentes a ella: la
inimpugnabilidad, la inmutabilidad y la coercibilidad. La cosa juzgada es
inimpugnable, porque la ley impide toda ofensiva o arremetida que busque
obtener la revisión del caso litigado. Es inmutable e inmodificable, ya que ninguna
autoridad podrá modificar o cambiar los términos de una sentencia pasada en
autoridad de cosa juzgada. La cosa juzgada es coercible, o sea, susceptible de
recibir ejecución forzada. (Art. 397 del C.P.C.)

2. FUNDAMENTOS FILOSOFICOS Y FUNCION SOCIAL


Según Laurent: “Sin la cosa juzgada el mundo sería un caos de litigios”. No es difícil
imaginar este caos e incertidumbre si hubiese la posibilidad de impulsar un
número indeterminado de procesos sobre las mismas controversias. Es evidente
que los litigantes, muchos de ellos en manifiesta mala fe, aprovecharían esta
posibilidad para impedir la conclusión de un litigio, esto es, para reavivarlo
indefinidamente, pese al transcurso del tiempo. Un panorama así sería,
ciertamente, intolerable.

Por ello, en el anhelo de dar estabilidad y firmeza en las relaciones jurídicas, la paz
social, la economía del tiempo, salud física y hasta el esfuerzo económico que exige
todo proceso, resulta indispensable que los procesos tengan un término
infranqueable, así como los órganos judiciales no puedan revocar las sentencias
dictadas en la última instancia.

Es cierto que muchas veces las sentencias que llevan el sello de la autoridad de
cosa juzgada son injustas, atentatorias y contrarias al Derecho Natural, en razón a
la falibilidad de las decisiones judiciales. Los errores judiciales son comunes en
todo sistema jurídico porque, finalmente, son obra humana. De allí que resulte
injustificada la crítica a la institución de la cosa juzgada aduciendo que, a través de
ella, se consagran iniquidades que jamás debieron ocurrir. Por ello, en este como
en otras muchas situaciones, el Derecho Procesal se encuentra en el dilema de
elegir entre la seguridad y la firmeza de las relaciones que se propicia en el Estados
de Derecho, y la Justicia las más de las veces variable y contingente de lo resuelto
por los jueces y magistrados.

Para mantener el orden social, entonces, es indispensable que los procesos no


puedan renovarse al capricho de las partes o de sus abogados. Resulta harto
evidente que el Estado se ha vista en la necesidad de inmolar o sacrificar los ideales
de una justicia irreprochable, en aras de la seguridad y firmeza de los derechos
subjetivos, tal cual han sido reconocidos en el ejercicio de la funci6n jurisdiccional.

A estas graves consideraciones debemos agregar el hecho innegable y seguro que


la colectividad perdería su confianza y la fe que deben inspirarle los órganos
judiciales si las decisiones y fallos judiciales pudieran ser modificadas por un nuevo
proceso. Quedaría desnaturalizado el contenido del principio de economía procesal
que guía y norma la actividad judicial, amén de la incertidumbre y caos generado.
3. LIMITES SUBJETIVOS DE LA COSA JUZGADA

Delimitar cuando hay cosa juzgada en razón de las personas, significa fijar sus
límites subjetivos, vale decir, a quienes se extiende su autoridad. Por precepto
procesal, toda sentencia afecta únicamente a los sujetos procesales (esenciales)
que han intervenido en el litigio en calidad de partes. Ya sabemos que los terceros,
o los que han sido ajenos al juicio (terceros absolutos o terceros extra neí), no son
vinculados por ella, o sea, no los perjudica ni beneficia. Por consiguiente, los
terceros que sí resultaron alcanzados por la sentencia podrán oponer en su caso, la
defensa de cosa no juzgada y, eventualmente, impugnarla (Art. 194 del C.P.C.)

En efecto, con alguna frecuencia los derechos de los terceros son afectados por la
sentencia de la litis (efecto reflejo), quedando vinculados a un proceso en el que no
han intervenido y de cuya sentencia, empero, puede derivarles un perjuicio,
surgiendo entonces, la posibilidad de que esos terceros participen en el proceso,
para prevenir una sentencia que puede resultarles adversa. La regla que la cosa
juzgada alcanza a quienes han sido partes en el juicio, obliga la conclusión de que
sus efectos se consideraran indistintamente según que el actor del primer juicio
actué como demandado en el segundo y viceversa. El cambio de posición procesal
no altera el efecto de la cosa juzgada.

El tercero que no ha sido parte en la litis, con sentencia ejecutoriada, puede invocar
la cosa juzgada que le favorece, planteando su defensa, aunque es evidente que
contra él no podría invocarse el fallo que le perjudique si él no ha participado en el
proceso o no tenga conocimiento del mismo.

4. LIMITES OBJETIVOS DE LA COSA JUZGADA

Para que la cosa juzgada material proyecte sus efectos, resulta necesario que exista
“identidad objetiva” entre dos o más procesos y, como el verdadero objeto
procesal es la pretensión, se precisa que sea la misma pretensión procesal la que
figure en cada uno de tales procesos. Esta identidad se manifiesta a través de los
tres elementos individualizadores de la pretensión procesal: los sujetos, el objeto y
el título o petición fundada (causa).

El objeto de la pretensión puede ser corporal o incorporal. Chiovenda sostiene que


él ”bien de la vida”, reclamado en la demanda y reconocido o negado en la
sentencia, conforme a lo previsto por la ley. De este modo, la cosa juzgada alcanza
a las pretensiones formuladas por las partes y resueltas por el juez en su sentencia,
además de las cuestiones que pudieron haber sido alegadas y probadas y no lo
hicieron pese a que se referían y estaban contenidas en el mismo proceso. (Art. 213
del C.P.C.)

5. COSA JUZGADA FORMAL Y COSA JUZGADA MATERIAL

La cosa juzgada formal y la cosa juzgada material, constituyen institutos procesales


importantes que es preciso diferenciar:

a) La cosa juzgada formal

Esta referida a la imposibilidad de reabrir el debate en el mismo proceso donde se


dictó la sentencia, porque el pronunciamiento ha quedado firme, ya sea porque las
partes han consentido el mismo o porque se han agotado los recursos ordinarios y
extraordinarios viables al caso. Pero, la cuestión puede reabrirse en otro proceso,
de ahí el carácter formal de esta manifestación de la cosa juzgada.

La cosa juzgada formal por ejemplo las sentencias dictadas en un proceso


ejecutivo. (Art. 490 del C.P.C. sustituido por el Art. 28 de la Ley 1760). Este tipo de
decisiones judiciales contienen, aun cuando no se hubiera agotado la vía de los
recursos, una eficacia meramente transitoria. Su cumplimiento y obligatoriedad tan
solo se relacionan con el proceso en que se han dictado, y el estado de cosas que
se tuvo en cuenta en el momento de decidir. Sin embargo el óbice que en un
procedimiento posterior, cambiado el estado de cosas que se tuvo presente al
momento de decidir, la cosa juzgada puede modificarse. A esta forma particular se
llama en la doctrina cosa juzgada formal.

En efecto, concluido el proceso ejecutivo, el ejecutado podría si sus defensas


estuvieron restringidas en razón a la sumariedad del trámite en la vía ejecutiva, o a
alguna circunstancia que impidió, asuma defensa conveniente reabrir la discusión
pero únicamente a través de un juicio ordinario. Es lo que, en nuestro medio, se
denomina “ordinarizar” el proceso ejecutivo, es decir, instaurar un proceso
ordinario para que en dicho trámite que permite la más amplia defensa, pueda
exponer lo que no pudo hacerlo en el ejecutivo. Desde luego que esta posibilidad
se encuentra limitada tanto por un término, así como por cuestiones sustanciales
propias que se encuentran establecidas en la legislación procesal (Art. 386 del
C.P.C.).
b) La cosa juzgada material

En cambio, se origina cuando a la inimpugnabilidad de la sentencia, se añade la


inmutabilidad del fallo. Es decir, la revisión es casi absoluta y solo en el
excepcionalísimo caso de la revisión extraordinaria de sentencia, cuyos
presupuestos y exigencias son muy difíciles de llenar, podría revertirla.

Por tanto, puede haber cosa juzgada formal sin cosa juzgada material; pero no al
contrario, ya que la cosa juzgada material tiene como presupuesto a la cosa
juzgada formal. Por eso decíamos que la sentencia citada en un juicio ejecutivo
tiene fuerza de cosa juzgada formal y permite su ejecución; pero carece de fuerza
de cosa juzgada material, porque el litigante vencido en el proceso ejecutivo tiene
el derecho de promover, posteriormente, el proceso de conocimiento ordinario
según el precepto del artículo 386 del C.P.C. para obtener su modificación. Igual
acontece con otros procesos sumarios de cognición limitada, como el de asistencia
familiar.

Contrariamente, la sentencia dictada en los procesos de cognición amplia (como el


proceso ordinario), producen cosa juzgada material, porque suponen la
improcedencia de todo recurso que lleva implícita la imposibilidad de modificar la
decisión. La cosa juzgada material da al contenido de la sentencia, con caracteres
de inmutabilidad y su ejecutabilidad y coercibilidad, con efectos hacia el pasado y
al futuro. Las partes están obligadas a acatar la decisión judicial sobre el caso
dirimido, situación que se encuentra amparada por la defensa de cosa juzgada, que
es la “exceptio res iudicata” (Art. 128.10, 398 del C.P.C. y Arts. 1319 y 1451 del C.C.)

6. COSA JUZGADA Y EL PROCESO

El objetivo de todo proceso es la sentencia. Consiguientemente, la cosa juzgada


obtenida en el litigio es el fin del mismo. El proceso tiene como objetivo final la
cosa juzgada, “como hacia su fin natural” como afirma Couture. Esta concepción
procesal teleológica el proceso que no finalice en cosa juzgada no pasa de ser un
simple procedimiento. Entre el proceso y cosa juzgada concurre la relación entre
medio y fin “entre el destino final del derecho, de obtener la justicia, la paz, la
seguridad en la convivencia, y el instrumento id6neo para obtenerlos”.

7. COSA JUZGADA Y JURISDICCION


La cosa juzgada es el símbolo de la jurisdicción, acaso su nota emblemática que la
distingue de otras manifestaciones del Poder Público. Ninguna manifestaci6n de la
vida jurídica tiene la particularidad de exhibir las cualidades que distinguen la cosa
juzgada. Los preceptos constitucionales contenidos en el Art. 178, a propósito de
los principios que informan al Órgano Judicial y Tribunal Constitucional
Plurinacional, en lo tocante a la seguridad jurídica, así coma el 180.I, referido a los
principios de eficacia, eficiencia y debido proceso, consagran implícitamente el
valor de la cosa juzgada.

En efecto, no podría predicarse seguridad jurídica o consecución de los fines de la


jurisdicci6n ordinaria (eficacia) y hasta eficiencia (mínimo de dispendio de recursos
humanos y materiales), si los litigios se reabrieran permanentemente. Es más, el
concepto que reside en la garantía constitucional del debido proceso sería
incomprensible si no hubiere certeza de un fallo definitivo y definitorio.

En síntesis, la irrevisabilidad, la inmutabilidad y la coercibilidad constituyen el rasgo


esencial distintivo de otras manifestaciones de la juricidad. Resulta obvio o
evidente además de indiscutible que no podría hablarse de jurisdicción, sin
presencia de la cosa juzgada.

8. COSA JUZGADA Y DERECHO

El instituto de la cosa juzgada engloba todo el ordenamiento jurídico, en sentido


normativo. Los principios constitucionales se desenvuelven en la legislación vigente
y está en la cosa juzgada la cosa juzgada. Como bien dicen los procesalistas: “es la
justicia prometida en la Constitución” y que resulta del conjunto de disposiciones,
sean propias de la jurisdicción ordinaria, la indígena originaria campesina, la justicia
constitucional o las demás modalidades que han sido recogidas en la norma
fundamental.

La cosa juzgada según previene el artículo 1319 del C.C. no tiene autoridad sino
con respecto a lo que ha sido objeto de la sentencia. Dicho precepto previene que
es menester que la cosa demandada sea la misma, se funde en la misma causa, que
las partes son las mismas y que se entable por ellas y contra ellas.

Es bueno advertir sin embargo, que el derecho de la cosa juzgada, es el derecho


obtenido por medio del proceso. Pertenece entonces al ámbito del derecho
procesal y no del derecho sustantivo. Y es que el derecho sustantivo tiene su
dinámica solamente mediante el derecho procesal. Esto significa que las
disposiciones previstas por el artículo 1319 del C.C. así como las relativas a las
presunciones establecidas por la ley (presunciones legales y judiciales) sin la
intervención de las normas procesales, no pasarían de ser normas abstractas o
estáticas, sin función práctica alguna y sin la menor relevancia para el
desenvolvimiento de la sociedad.

Es evidente, entonces, que las normas procesales que estudia el Derecho Procesal,
realizan y actualizan a la cosa juzgada. Es resultado de su función procesal. Los
procesalistas franceses como casi todos los autores, reconocen que el lugar o
espacio de estudio que corresponde a las disposiciones relativas a la cosa juzgada
es el Derecho Procesal, en general. Definitivamente: “... la independencia y
autonomía de las distintas ramas jurídicas no excluye la estrecha vinculaci6n que
une a las mismas”.

Esta última constatación permite la aplicación dinámica y permanente del principio


de unidad del Derecho, como verdad que encuentra en la fuerza vinculante de la
cosa juzgada su más viva manifestación. De ahí que el contenido eminentemente
procesal de la cosa juzgada se advierte más objetivamente en ocasi6n del proceso,
del que aquella no es sino una de sus más importantes consecuencias.

De otro lado, no podemos tampoco desconocer que los efectos de la cosa juzgada
trascienden el campo estrictamente procesal. En verdad, permiten alcanzar certeza
o estabilidad al derecho sustantivo cuya interpretación en el caso debatido en sede
judicial ha sido materia de litis. La relación jurídica que emerge de la decisión final
de un juez, alcanzando ejecutoria, es inamovible y es por ello que sobre la cosa
juzgada no puede recaer un nuevo pronunciamiento judicial. En corolario, la
inmutabilidad de la sentencia es la que caracteriza la cosa juzgada.

You might also like