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Los Dinamiteros - Milt Creighton
Los Dinamiteros - Milt Creighton
HOLMES Y WATSON
Sherlock Holmes, que apareció por primera vez en la novela Estudio en escarlata, publicada
en la edición de 1887 del Beeton’s Christmas Annual, sigue siendo un personaje
impresionante y fascinante a pesar de su avanzada edad. Actualmente, el hogar y la oficina
del gran detective, enclavados en el número 221-B de Baker Street, son auténticos templos y
no simples habitaciones en las que Holmes dormía, hacía sus deducciones y tocaba el violín
cuando no podía descifrar el significado de una pista o discernir los retorcidos motivos de
un criminal.
Sabemos, al mismo tiempo, mucho y poco acerca del hombre llamado Sherlock Holmes.
Hijo de un terrateniente (y nieto de la hermana del artista francés Vernet), Holmes parece
haber llamado escasamente la atención hasta los días de su ingreso en la universidad. Allí
demostró su extraordinario talento en la aplicación de la lógica y sus dotes de observación y
deducción, que le proporcionaron una cierta reputación de genio al resolver pequeños
misterios. Holmes dio el siguiente paso lógico cuando estableció un despacho de detective
privado, probablemente en 1878. Cuatro años después, conoció y entabló amistad con un ex
cirujano militar, el doctor John Watson. Cuatro novelas y cincuenta y seis relatos cortos nos
indican todo lo que conocemos acerca de aquella extraña pareja y de sus extraordinarias
aventuras.
La personalidad de Sherlock Holmes no aparece como una individualidad clara, sino como
una agrupación de rasgos contradictorios e inhabituales: hacía ejercicio en raras ocasiones,
pero era un hombre fuerte y muy rápido; podía trabajar intensamente en un caso durante
varios días sin descansar y sin comer apenas y, sin embargo, en períodos de ocio, se negaba
durante días a levantarse de la cama. Tal vez su comentario más revelador sea el que aparece
en La aventura de la piedra preciosa de Mazarino:
Holmes se interesaba poco por el conocimiento abstracto (en una ocasión comentó que no le
importaba si la Tierra giraba alrededor del Sol o viceversa). Sin embargo, podía identificar
docenas de tipos de ceniza de tabaco o perfumes por su aspecto y su olor, respectivamente.
Los criminales y sus modus operandi le obsesionaban, y estudiaba con detenimiento todos los
periódicos sensacionalistas de Londres.
Holmes era un maestro en el arte de disfrazarse: sin ser reconocido, podía presentarse como
un anciano sacerdote, como un criado borracho... ¡e incluso como una anciana! El atónito
Watson es el compañero perfecto de Holmes, y este parece disfrutar de manera especial al
provocar el asombro de su gris, aunque amable, acompañante.
En El Signo de los Cuatro, Holmes indicó brevemente cuáles eran las cualidades que todo
buen detective debería poseer en abundancia (a ser posible, de manera intuitiva): gran
capacidad de observación y de deducción, y un amplio abanico de conocimientos concretos
(y a menudo inusuales). En esta aventura, tendrás muchas oportunidades para probar tu
habilidad en estos aspectos, y si juegas varias veces a ella podrás mejorar tus dotes
detectivescas.
Aunque Sherlock Holmes poseía un talento impresionante y se dedicaba de lleno a su
trabajo, no era perfecto ni mucho menos. Superado en astucia por Irene Adler, Holmes
reconoció abiertamente su derrota ante «la mujer» en Un escándalo en Bohemia. En 1887,
admitió ante Watson que tres hombres le habían superado (y también Scotland Yard). La
lección que Holmes extrajo de estos fracasos fue reveladora:
«Es posible que, cuando un hombre tiene conocimientos y poderes especiales como los míos, se
sienta impulsado a buscar una explicación compleja cuando hay disponible otra más sencilla».
Para aprender a confiar en tus propias observaciones y deducciones (cuando tengan sentido
y correspondan a las pruebas físicas y al testimonio de personas fiables), no te apresures en
tu juicio y, si lo deseas y la aventura lo permite, pide a Holmes o a Watson que te ayuden y
te aconsejen.
Cuando Holmes vivía y trabajaba en Londres, desde los comienzos de la década de 1880
hasta 1903, la época victoriana era mucho más que un tema de estudio y diversión. La reina
Victoria se mantuvo en el trono durante más de 60 años en Inglaterra, y nunca se había
visto un reinado tan prolongado. Los gustos y las inhibiciones de la reina se reflejaron en
los de la sociedad inglesa y los modelaron. Tras la Revolución Industrial, que se produjo
aproximadamente entre 1750 y 1850, Inglaterra, que era un país principalmente rural, pasó
a ser, a trancas y barrancas, una fábrica nacional poderosa, aunque deteriorada. (Las novelas
de Charles Dickens dibujan dramáticamente este período, cruel y eufórico, de súbitos
cambios sociales). El imperialismo plantó la bandera británica (la «Union Jack») y las
costumbres inglesas en África, la India y Extremo Oriente, incluido Afganistán, donde el
doctor Watson trabajó y fue herido.
El Londres de finales del siglo XIX, cosmopolita y sin embargo retraído, albergaba más de
seis millones de habitantes, muchos de ellos procedentes del resto del mundo; se jactaba de
la alta sociedad de Park Lane, pero, en cambio, cobijaba un andrajoso Barrio Chino en el
que el opio podía comprarse y consumirse como si fuera té. Para orientarte, ten en cuenta
que Baker Street se encuentra al sur de Regent’s Park, cerca del Parque Zoológico, en el
corazón del elegante sector occidental de la ciudad (el West End). Los medios de transporte
favoritos eran el ferrocarril y los coches de caballos; la gente solía caminar y,
frecuentemente, los ladrones iban corriendo de un lugar a otro.
¡EL JUEGO HA COMENZADO!
Rivaliza con el mejor detective del mundo y no temas, pues si no tienes mucho éxito al
principio... ¡podrás jugar otra vez! Has de tener siempre en cuenta el consejo que Holmes
dio a Watson y a todos los futuros detectives:
—Es una antigua máxima mía la de que cuando se ha eliminado lo imposible, lo que queda, por
improbable que parezca, debe ser la verdad.
¡Buena suerte y buena caza!
SISTEMA DE JUEGO
EL LIBRO-JUEGO
Este libro-juego describe incidentes, situaciones y lugares que puedes encontrar en tus
aventuras. Cuando leas los apartados del texto, se te plantearán distintas opciones de
acciones que puedes realizar. La siguiente sección que deberás leer dependerá de los
números de los apartados del texto y de si logras realizar o no las acciones que intentas.
Cada apartado de texto está encabezado por un número de tres cifras (por ejemplo, 365). Lee
cada apartado solamente si el texto te lo indica.
NÚMEROS AL AZAR
Durante tus aventuras en este libro-juego se te pedirá a menudo que lances dos dados
(también puedes lanzar un solo dado dos veces).
Si no dispones de dados en el momento de jugar, puedes utilizar los siguientes métodos
alternativos:
1) Pasa a la Tabla de Números al Azar, situada al final del libro, toma un lápiz (o un
bolígrafo o cualquier objeto similar), cierra los ojos y toca la Tabla de Números al Azar con
el lápiz. El número que hayas tocado será el que utilizarás en esa ocasión. Si el lápiz cae
sobre una línea, repite el intento, o bien:
2) Hojea rápidamente las páginas del libro, elige una al azar y mira el número que hay
debajo, en la esquina interior de la página. Este es el número que utilizarás.
A menudo se te indicará que sumes unos puntos al número obtenido al azar. Cuando esto
suceda, considera los resultados superiores a 12 como «12», y los inferiores a 2 como «2».
Durante el juego descubrirás ciertas pistas (por ejemplo, una huella, el arma asesina o un
artículo de periódico), tomarás decisiones y harás algunas deducciones (por ejemplo,
decidirás seguir a alguien, o deducirás que el culpable es el mayordomo). El texto te
indicará frecuentemente que emprendas una de las siguientes acciones:
Anota la Pista XX
Anota la Decisión XX
Anota la Deducción XX
«XX» simboliza una letra para las Pistas y un número para las Decisiones y Deducciones.
Cuando esto ocurra, pon una señal en la línea correspondiente en las listas que encontrarás
al inicio del libro. También deberías anotar la información obtenida y apuntar el número de
apartado en la línea correspondiente. Puedes hacer una copia o una fotocopia de estas
páginas para tu uso personal.
También podrás encontrar en el texto otras informaciones útiles que no precisen una
«anotación». Si deseas tomar otras notas, utiliza el espacio de «notas, que encontrarás en la
parte inferior de la tarjeta de Identificación del personaje. Recuerda que algunas de las
pistas e informaciones dadas pueden ser absurdas o carecer de importancia.
EQUIPO Y DINERO
¡ATENCIÓN!
Hasta hace muy pocos años, los ingleses utilizaban un sistema monetario muy distinto del
nuestro. Has de tener en cuenta el valor de cambio de las monedas inglesas cuando compres
o vendas algo.
En la Inglaterra de Sherlock Holmes, había cuatro tipos de monedas: peniques, chelines,
guineas y libras. Sus equivalencias eran:
1 chelín = 12 peniques
1 guinea = 21 chelines = 252 peniques
1 libra = 20 chelines = 240 peniques
Comienzas la aventura con el dinero indicado en la Tarjeta de Identificación del personaje
ya rellenada.
CÓMO ELEGIR PERSONAJE
En cuanto hayas leído las reglas anteriores, y si escoges el personaje que hemos creado para
ti, ya puedes comenzar la aventura: pasa al Prólogo que encontrarás más adelante, y luego
lee los pasajes numerados según lo que te indique el texto o según cuáles sean tus
decisiones. Si prefieres crear tu propio personaje, lee los párrafos siguientes.
HABILIDADES
Las siguientes seis «Áreas de Habilidades» afectan tus posibilidades de realizar ciertas
acciones durante la aventura.
1) Condición física (incluye buena salud, destreza, fortaleza, agresividad y pugilato): esta
habilidad refleja tu capacidad para realizar acciones y maniobras que requieran equilibrio,
coordinación, velocidad, agilidad y rapidez. Estas acciones pueden incluir: luchar, evitar
ataques, correr, trepar, cabalgar, nadar, etc.
2) Ingenio (incluye capacidad para engañar, disfrazarse, caminar con sigilo y escuchar
conversaciones disimuladamente): utiliza esta habilidad cuando trates de moverte sin que
te vean ni te oigan (o sea, a hurtadillas), al robar algo, abrir una cerradura, librarte de unas
ligaduras, disfrazarte y otras muchas actividades similares.
3) Intuición (incluye sensibilidad, perspicacia, lógica, deducción y suerte): esta habilidad
refleja tu capacidad de entender y relacionar distintas informaciones, pistas, etc. También
refleja tu capacidad para adivinar algunas cosas y prever otras.
4) Comunicación (incluye la capacidad para hacer interrogatorios, actuar, relacionarse con
la gente, negociar y mostrar diplomacia): esta habilidad refleja tu capacidad para conversar,
negociar y sonsacar información a otras personas. También refleja tú «don de gentes» y tu
sociabilidad, así como tu aptitud para actuar y disimular tus propios pensamientos y
sentimientos.
5) Observación (incluye percepción, vivacidad, lucidez): esta habilidad refleja cuánta
información puedes acumular con tu percepción visual.
6) Cultura (incluye educación, conocimientos científicos, información sobre los sucesos de
tu época, idiomas): esta habilidad refleja tu adiestramiento y aptitud en varias materias y
ciencias: idiomas extranjeros, arte, historia, sucesos de actualidad, química, biología,
conocimientos sobre el tabaco, etc.
PUNTOS DE HABILIDAD
Para cada una de estas habilidades tendrás unos puntos que utilizarás cuando intentes
realizar ciertas acciones. Cuando el texto te indique que «sumes los puntos de...», se refiere a
estos Puntos de Habilidad. Ten en cuenta que pueden ser positivos o negativos.
Al crear tu personaje, dispones de seis puntos para asignarlos a tus habilidades. Puedes
asignar más de uno a una habilidad, pero no más de tres Anótalos en los espacios
correspondientes de la sección de Habilidades de la Tarjeta de Identificación de tu
personaje.
Si no asignas al menos 1 punto a una habilidad, debes anotar — 2 puntos (y no 0 puntos) en
el espacio correspondiente.
Durante el juego, podrás adquirir materiales para tu equipo que aumentarán tus
habilidades, o lesiones que las disminuirán. Anota también estas modificaciones en los
espacios correspondientes.
Lista de personajes
Sargento Mayor de Regimiento Peter Austin: suboficial de rango más elevado del
regimiento de caballería ligera Príncipe de Gales con guarnición en el Torreón, en
Kingston-upon-Thames. Mayor Stephen Dillon: oficial ayudante del regimiento de
caballería ligera Príncipe de Gales y subordinado del coronel Sterling.
Teniente Neville Mores: Teniente Primero de la fragata HMS Defiant.
Sr. Shawn O’Grady: seudónimo utilizado por uno de los líderes de la facción irlandesa de
los Dinamiteros.
Gladys O’Keefe: una mujer de la limpieza.
Coronel Sir Edward Harrison Sterling, Caballero y Oficial de Imperio Británico:
Comandante en jefe del regimiento de caballería ligera Príncipe de Gales.
Inspector Jefe Maxwell Stern: Supervisor de detectives de Scotland Yard.
Samuel Charles Watson: Teniente del Quinto de Fusileros de Northumberland (el antiguo
regimiento del doctor Watson). Tú encarnarás este personaje en la historia y tratarás de
resolver el misterio de la muerte de un amigo tuyo.
Jonathan Adams Wheeler: miembro de los Lanceros Bengalíes y Víctima de un atentado
con bomba en la estación de Paddington.
PRÓLOGO
El mes de mayo de 1886 trae una primavera fría y lluviosa a Londres. Por todas partes se
ven personas con largos impermeables y abrigos; muchos de ellos huelen a alcanfor, ya que
sus propiciarlos se habían confiado en exceso tras un cálido abril. No obstante, el frío no
paraliza el comercio en esta gran ciudad, corazón de una gran nación en la cima de su poder.
En efecto, la fortuna parece favorecer a la Gran Bretaña; a ingleses de todas las partes del
mundo les gusta decir que el sol nunca se pone en el Imperio Británico. Casi todas las
personas importantes de la sociedad británica están satisfechas con su posición. La reina
Victoria reina en el palacio de Buckingham y el país está en paz. Las viejas sospechas de una
Europa unida contra Inglaterra gozan de escasa resonancia y las relaciones con el
archienemigo, Francia, son casi amistosas. Las potencias europeas no se agreden entre sí,
sino que se concentran en las regiones marginales del mundo; naciones ricas en recursos
naturales, pero tecnológicamente Inferiores e incapaces de defenderse del poderío de las
armas modernas.
En el propio Londres, el boato de la riqueza imperial se evidencia por todas partes.
Majestuosos edificios de mármol y granito se alzan en las transitadas avenidas del West
End. Muchas de ellas, adornadas con esculturas y columnas, muestran la influencia de la
poderosa flota británica como homenaje a las bases del Imperio. En las calles abarrotadas se
ven reflejados los territorios nías distantes del poder de la Gran Bretaña: las túnicas de
color azafrán y los turbantes blancos flotan entre un mar de banqueros y abogados de traje
oscuro. Los pobres también están ahí, pero, de una manera extraña, nadie parece verlos ni
reconocerlos.
Pilluelos con ropas raídas corren entre la multitud, y mendigos tullidos tratan de sobrevivir
en las sombras de la grandeza que les rodea.
Es un jueves frío y claro. El calor del sol queda mitigado por el viento, cortante como una
cuchilla. Por el momento han terminado las lloviznas y el mal tiempo de la semana pasada,
pero la luz del sol parece impropia ante los gritos de los vendedores de periódicos:
—¡Otro atentado de los Dinamiteros! —vocifera uno.
—¡Masacre en la estación de Paddington! —exclama otro.
Los diarios relatan con horror la nueva atrocidad cometida por los Dinamiteros, un grupo
disperso de terroristas de la época victoriana, herederos de los revolucionarios
intransigentes y anarquistas nacidos en los días de la Revolución Francesa, hace casi un
siglo. Recientemente se les han unido unos separatistas irlandeses que intentan expulsar de
su país a los ingleses para conquistar su sueño de una Irlanda independiente. William
Gladstone, el Primer Ministro británico, apoya la idea de una autonomía para Irlanda como
medida de compromiso, pero lo que ha conseguido ha sido una escisión en su partido, el
Liberal. El país es mayoritariamente conservador y la propuesta de autonomía parece
condenada al fracaso. La gente cree que, con la reciente serie de artefactos con bomba que
han explotado, los terroristas intentan demostrar la fuerza de su determinación de
conseguir el autogobierno para Irlanda.
Al parecer, el estallido provocado durante la noche ha destruido parte de la estación de
metro de Paddington. Los periódicos hablan de techos hundidos, muros semiderruidos y
escapes de agua que podrían dejar la línea de metro fuera de servicio durante varias
semanas. Afortunadamente ha habido pocas víctimas, debido parcialmente a que era una
hora bastante tardía. Solo dos personas parecen haber muerto en la explosión: una es un
joven teniente del Ejército, Jonathan Adams Wheeler; se cree que la otra es Gladys O’Keefe,
una mujer de la limpieza de avanzada edad, que solía refugiarse en la estación del frío aire
de la noche.
Tú, el teniente S. Charles Watson del Quinto de Fusileros de Northumberland, te
encuentras en el Torreón, en Kingston-upon-Thames, acabando de tomar el desayuno en el
Comedor de Oficiales del regimiento de caballería ligera Príncipe de Gales. Cumples un
destino de dos años fuera de tu regimiento y, por ello, ahora te encuentras en Kingston en
período de adiestramiento.
Clavas la mirada en el espejo situado en la pared más cercana. Mientras el camarero se
acerca, contemplas tú propia imagen. Ves a un hombre joven y alto, de anchos hombros
(que, como bien sabes, no han pasado inadvertidos a unas muchachas en la iglesia del
Monte Sagrado, en el pueblo). Tus cabellos rubios contrastan Inertemente con el intenso
bronceado de tu piel, testimonio de tu infancia en la India, que ni siquiera un año en
Inglaterra ha conseguido borrar. Tu rostro franco y honesto está cruzado por una fina
cicatriz blanca en la mejilla izquierda que se adentra en la patilla; es el recuerdo de un
encuentro con un bandolero afgano hace algunos años. Estás a punto de decidir si pides otra
taza de té al camarero, que se aproxima con paso vacilante y con un periódico en la mano.
Finalmente encuentras el bar «El Trébol». Es más fácil de distinguir por el grupo de
hombres abatidos que se apiñan a la entrada que por el rótulo casi borrado de la fachada. Te
abres paso entre la multitud y te acercas a la barra.
—¿Qué va a ser? —te pregunta el camarero con un fuerte acento irlandés.
—Un whisky —dices con tu mejor acento norteamericano.
—Americano, ¿eh?
—Sí, nacido y criado en Nueva York. Pero me llamo Patrick O’Keefe, ¿sabe?
—¡Un irlandés! —cacarea de satisfacción, y agarra la botella más cara de whisky de centeno.
Tras tomar un trago, merodeas por la estancia observando la clientela y tratando de
seleccionar un candidato para charlar con él. Finalmente decides que, dado que no tienes la
perspicacia de Sherlock Holmes, el camarero te servirá Has previsto contarle que tu tía era
la mujer de la limpieza, Gladys O’Keefe, que fue asesinada en la misma explosión que mató
a Jonathan. Con ello esperas enzarzarle en una discusión sobre los Dinamiteros. Tira dos
dados y suma al resultado tus puntos de ingenio:
—Si el total está entre 2 y 6, pasa al 343.
—Si está entre 7 y 12, pasa al 521.
155
Sigues trabajando en el escritorio durante casi media hora después de la marcha del
sargento. Sabes que sospecha de ti, ya que tu versión de los hechos es poco convincente.
Cuando crees que ya ha transcurrido el tiempo suficiente, apartas los papeles a un lado y te
marchas. Regresas a tu habitación, te pones ropa más adecuada y partes para Londres con el
propósito de investigar el club Leónidas. Pasa al 366.
156
Por un momento estás a punto de encontrar una conexión, algo que has observado
recientemente. Pero, la sensación es pasajera. Sin lugar a dudas, se te volverá a ocurrir más
tarde. Pasa al 311.
157
—¿Luchar? —pregunta—. ¿Qué quiere decir?
—Esos hombres le han traicionado —le dices—. Usted ya no les debe lealtad.
—Tal vez no —contesta con un brillo de fracaso en los ojos—, pero ¿qué propone para
enfrentarse a ellos? No tengo ni idea sobre sus identidades, aunque conozco a muchos de los
miembros normales. Además, creo en sus propósitos. Hice un juramento.
—Sí, el juramento —replicas, consciente de que tienes poco tiempo para convencerle de tu
punto de vista—. Pero son ellos quienes lo han violado, no usted. ¡Ellos han permutado su
sangre por un beneficio político!
Percibes que has aludido una cuestión candente. Pasa al 170.
158
Pasa casi media hora hasta que regresa, con el rostro enrojecido y sumiso. Te pide que le
acompañes al despacho del inspector Jefe. Pasa al 204.
159
Has sido incapaz de impedir la muerte de Dillon, pero aún te queda el sargento mayor.
Abandonas el cadáver del mayor en un callejón y llamas un coche de caballos. Metes al
sargento en el interior y das instrucciones al cochero para que se dirija a Scotland Yard.
Durante el viaje permaneces sentado pero vigilando sin cesar a tu hombre, que se mantiene
inmóvil todo el tiempo. Estás bastante seguro de que ya no se halla inconsciente, pero dudas
de que sepa realmente lo que está sucediendo.
Cuando llegas, dices al policía de guardia que has capturado a uno de los hombres que crees
responsables del atentado de la estación de Paddington. Momentos después aparece un
detective que te conduce a un despacho, mientras avisan al médico para que atienda a tu
sospechoso. El detective te pide explicaciones.
—Preferiría hablar con el señor Athelney Jones —contestas—. Él me conoce y ahorraremos
tiempo.
—Esta noche el señor Jones está fuera, ocupado en otro caso —comenta el policía—. De
todas maneras, el Inspector Jefe Stern ha sido informado y vendrá a verle dentro de poco. —
Procuras no mostrar tu preocupación—. Además, teniente —continúa en tono indiferente
—, debo advertirle de algo: el hombre que ha traído niega tener ninguna relación con el
atentado y afirma que le vio a usted asesinar a un mayor llamado Stephen Dillon en un
ataque de ira.
En ese momento, Stern aparece en la entrada. Anota el Resultado VII. Pasa al 325.
160
Te esfuerzas por escuchar lo que dice Dillon, pero no logras entenderlo lo suficientemente
bien. De lo poco que puedes captar, deduces que el portavoz del Consejo acusa de algo al
mayor, quien se siente ofendido. Entonces el líder se irrita cada vez más mientras habla y
Dillon parece más desafiante. Finalmente, el mayor dice algo al jefe y se marcha por dónde
entró con paso decidido.
Observas cómo se aleja y te vuelves para mirar de nuevo a los encapuchados cabecillas. Sin
embargo, en ese momento sientes un golpe seco en la nuca y pierdes el conocimiento. Pasa
al 115.
161
Aunque sabes que es imprescindible que extraigas de aquí la mayor información posible,
piensas que no debes poner en peligro la investigación llamando la atención de los
presentes. Decides que lo más seguro es permanecer dónde estás y reunir todos los datos a
tu alcance.
La ceremonia continúa, ya que en eso consiste la representación que se desarrolla ante ti:
un ritual de ingreso. Observas que las figuras enmascaradas del estrado indican unas
instrucciones a los candidatos y luego les piden que hagan un juramento. No oyes las
palabras exactas del mismo, pero por lo que captas de vez en cuando, ¡suena como si
implicaran una traición al reino!
Los candidatos cuentan con el apoyo de unos padrinos que empuñan unas espadas
desenvainadas, que simbolizan el destino que obtuvieron quienes respondieron de manera
inadecuada en el pasado. Sospechas que ahora la amenaza implícita solo forma parte del
ritual, porque los consortes manejan sin convicción las espadas y no son armas de combate
afiladas, sino sables de uniforme.
Uno de los aspirantes parece vacilar ante una cláusula que se le exige y, de pronto, la tensión
invade la sala. Sin embargo, su protector le susurra algo enérgicamente al oído y el iniciado
completa la frase de respuesta; puedes percibir un suspiro de alivio generalizado.
La actitud recalcitrante de ese hombre despierta algo en ti: una especie de recuerdo de un
hecho que no has presenciado nunca. Puedes imaginarte aquí a Jonathan, vestido con su
uniforme de oficial, lleno de orgullo por estar a punto de unirse a este prestigioso club. Pero
tu compañero, tan tozudo como siempre, nunca habría hecho un juramento que no pudiera
aceptar, sin preocuparle las implicaciones. ¡Y ahora sabes que la consecuencia fue su
muerte! De repente estás absolutamente seguro de estar muy cerca de resolver el misterio.
El líder de las siluetas encapuchadas otorga el ingreso a los candidatos. A una orden suya, se
vuelven hacia el público, que les da la bienvenida al club con una entusiasta salva de
aplausos. Momentos después, los nuevos miembros se sientan en la primera fila y el
cabecilla se dirige a los reunidos en tono solemne, anunciando que todos deben prestar
atención a asuntos muy graves. Hace una señal y las puertas de doble hoja se abren una vez
más. Bañado en la brillante luz, aparece la conocida figura del mayor Stephen Dillon. Pasa
al 311.
162
—Perfectamente, señor —responde, abriendo más la puerta para dejarte entrar—. ¿Me
permite su sombrero, señor?
Extiende la mano y se lo ofreces. Confías tener tiempo de recogerlo cuando salgas. Abre una
puerta y te pide que esperes, llevándose el sombrero.
Aprovechas que se ha ido y registras la estancia con la mirada.
La sencilla antecámara da un vestíbulo con paneles de madera de roble: la fibra y el rico
colorido de la madera proclaman con orgullo su origen canadiense. Unas anchas escaleras
dobles de mármol se elevan a ambos lados de la sala, y de las paredes cuelgan enormes
retratos con marco dorado de héroes militares. Reconoces a algunos de ellos, como a
Wellington y Nelson, pero otros te son desconocidos. Unos pocos tienen nombres
aparentemente extranjeros, pero la mayoría son ingleses y murieron jóvenes. Momentos
después vuelve el mayordomo.
—¿Me permite que le acompañe al bar, señor?
—Sí, gracias.
Le sigues hasta el primer piso. Abre otra puerta en el instante en que suena la campanilla
abajo.
—Otro invitado —dice el criado en tono de disculpa, y te hace pasar a la habitación—. ¿Le
importaría ir usted mismo, señor? Es por allí.
Te señala una puerta que se halla al otro lado de la habitación.
—Muy bien —respondes.
El mayordomo cierra la puerta detrás de ti y baja a abrir la puerta de la calle. Cruzas la
estancia y, al llegar a la otra puerta, apoyas en ella la oreja para hacerte una idea del número
de personas que se hallan al otro lado. ¿Se fijarían en un extraño entre la multitud? No oyes
nada. Todo está tan silencioso como si se tratara de una tumba.
Con curiosidad, agarras el tirador y lo accionas. Nada. Está cerrada con llave. Comienzas a
recelar que la situación es terriblemente mala. Te diriges rápidamente a la puerta por dónde
entraste Cerrada. Buscas una ventana con la mirada, ya que solo estás a un piso de la calle.
Avanzas con rapidez sobre el suelo de madera pulida y descorres las cortinas. Detrás hay
una pared. ¡No existe ninguna salida al exterior! ¡Es una celda amueblada con elegancia, y
tú estás encerrado en ella! Pasa al 321.
163
Bajas las escaleras y entras en el despacho de tu unidad sin que te descubran. El centinela
abre la puerta en el momento en que te sientas tras el escritorio. Se pone firme y te
pregunta:
—Señor, ¿ha oído pasar a alguien corriendo por el pasillo? Hay un intruso.
—No, soldado —contestas, poniéndote en pie—. ¿Ha avisado al sargento de guardia?
—Aún no, señor.
—Entonces, hágalo. Quienquiera que sea debe de haberle burlado.
El guardia saluda y se va. Pasa al 368.
164
Te diriges al primer piso en silencio, encuentras un escondrijo y esperas a ver quién sale de
la sala de actos. Cinco minutos después llegas a la conclusión de que no va a irse nadie. Te
encaminas a la puerta y apoyas la oreja en ella. Silencio. Pasa al 447.
165
Aparentemente, el portavoz del Consejo da permiso a Dillon para que hable, pero ahora lo
hace en tono más bajo y apenas logras entender algunas palabras sueltas. Tira dos dados y
suma al resultado tus puntos de intuición:
—Si el total está entre 2 y 7, pasa al 160.
—Si está entre 8 y 12, pasa al 216.
166
—Explique con más detalle su charla con el coronel Sterling —dice Holmes cuando le
entregas la carpeta—. No deje nada en el tintero.
Se lo cuentas tan minuciosamente como puedes recordar.
—Sé que las pruebas son débiles, pero creo que mentía —terminas en tono inseguro—. Pese
a todo, no puedo acusarle. Al fin y al cabo, es mi superior.
—Como usted ha dicho, sus pesquisas no justifican la opinión de que el coronel Sterling
sabe algo sobre la muerte del teniente Wheeler que no quiere comunicarnos —observa
Holmes cuando callas—. En esta disyuntiva tendría que ponerme del lado de la policía;
aunque es posible que usted tenga razón, no hay pruebas concluyentes de ello. El teniente
podría haber encontrado su fin en otras circunstancias, y las pruebas de ese crimen habrían
quedado ocultas por la explosión. Unas condiciones similares se produjeron en el caso
Heist, en Potsdam, en 1841; y también en el affair Rossovitch en Moscú, en 1878. Pero esta
vez creo que la evidencia apunta a que fue una víctima inocente de una bomba de los
Dinamiteros.
Pasa al 123.
167
Estás bastante cerca de Dillon cuando sale del bar casi una hora después, y le oyes indicar al
cochero que le lleve a la estación de Waterloo. Supones que vuelve a casa. El sargento mayor
le sigue momentos después y echa a correr por la calle para subir al único coche de alquiler
a la vista. No podrás seguir a ambos carruajes a pie, y no ves ningún otro en los alrededores.
Sin embargo, sabes adónde se dirigen. Caminas deprisa a la estación de metro más cercana y
subes al tren que más se aproxima a la línea de la estación de Waterloo. Allí encuentras un
coche que te transporta durante el resto del camino. ¡Llegas incluso antes que Dillon y el
sargento mayor! Pasa al 369.
168
—Teniente Watson, si tanto sabe usted, también tendrá conocimiento de que he dado mi
vida a esta organización —replica, envolviéndose de tanta dignidad como puede, vestido
con el camisón de dormir—. Si mi muerte hará avanzar nuestra causa, aunque solo sea en
un día, ¡entonces me sacrificaré sin vacilar!
Intentas convencerle, pero supones que es inútil. Este idiota estirado ya ha tomado su
decisión y morirá por ella. Te marchas sintiéndote derrotado, y decides dejar el campo libre
a la policía y a Sherlock Holmes.
Tu investigación ha terminado con un éxito parcial. Con las pruebas que has descubierto
hasta ahora, Sherlock Holmes resolverá rápidamente el caso. La conspiración contra el
reino fracasará, pero no hay evidencias que inculpen a los líderes del Consejo. El asesino,
Dillon, morirá; sin embargo, nunca se sabrán los motivos del asesinato de Jonathan. En
último extremo, puedes enviar una carta al padre de tu compañero y decirle que su hijo
murió con honor, negándose a traicionar a su patria.
—Si tratas de solucionar el misterio por completo, pasa al 308.
—Si solo quieres leer la solución, pasa al 430.
169
Bajas corriendo las mismas escaleras que subiste. En cuanto pierdes de vista al mayordomo,
te agachas y te escondes en un hueco bajo los escalones. El criado pasa corriendo sin
descubrirte. Esperas que crea que has huido por la puerta principal. Tira dos dados y suma al
resultado tus puntos de intuición:
—Si el total está entre 2 y 6, pasa al 134.
—Si está entre 7 y 12, pasa al 454.
170
—¿Puede emplazar una reunión especial de todos los miembros? —le preguntas.
Dillon asiente.
—Desde luego. Basta con poner un anuncio en el Standard. También puedo indicar al
mayordomo que alce el banderín de convocatoria.
—Hágalo, pues —apremias—. Se me ha ocurrido algo que el club Leónidas sabrá apreciar.
—¿Qué, teniente?
—Otro invento griego: el Caballo de Troya.
Pasa al 238.
171
El policía te pide que le sigas hasta el segundo parapeto. Allí te ruega que esperes y va a
buscar a los detectives. Por lo que puedes ver, los daños no son tan graves como informaron
los periódicos. Parece que la estación volverá a estar en servicio por la mañana. El agente
regresa enseguida, acompañado de Athelney Jones.
—Si has anotado el Resultado 1, pasa al 360.
—De lo contrario, pasa al 336.
172
Estás seguro de que este estuche de efectos de escritorio con su misterioso blasón constituye
una pista decisiva para el éxito de tu investigación. La corona y el cetro suelen representar
al monarca, y el escudo está engalanado con un antiguo símbolo del ejército británico, que
llevaron a menudo los caballeros cruzados ingleses. Pero ¿qué quieren decir las iniciales
«CV»? ¿Cuál es el significado global del membrete? El mismo hecho de que estuviera oculto
en un departamento secreto y cerrado con llave indica su extrema importancia. Pasa al 502.
173
Athelney Jones y tú subís al tren de Kingston y hacéis planes. Si el detective consigue
arrestar a Dillon, toda la conspiración se tambalearía. Si el mayor está detenido dudarán en
actuar, y la subsiguiente investigación descubrirá lo que se oculta en el club Leónidas.
Sabes que la traición necesita lugares oscuros donde cobijarse y crecer hasta estar madura.
¡La luz que tratas de arrojar sobre este asunto desvelará a los Conquistadores y acabará con
su complot! Pasa al 405.
174
Decides visitar el club Leónidas, ya que allí podrías encontrar algunas respuestas sobre las
actividades de Jonathan. Sabes muy poco sobre este círculo, pero la mayoría de los mejores
clubes de Londres se fundaron para el uso exclusivo de grupos de gente muy restringidos.
Dispuesto a probar suerte, subes a un coche de caballos que te conduce a la entrada. El club
Leónidas, como muchos otros, no tiene una fachada llamativa, sino que transmite una
imagen de noble dignidad y elegancia sin ostentación. Sus tres pisos se cobijan entre un
hotel y una mansión privada. Solo la pequeña placa de latón situada debajo de la campanilla
lo identifica como tal. Anota el Resultado X
—Si deseas interrogar al mayordomo del club, pasa al 320.
—Si decides tratar de entrar con un engaño, pasa al 473.
—Si entras en el club a escondidas, pasa al 276.
175
Enojado por la actitud de la policía, reflexionas sobre cuál será tu próximo movimiento.
Jones se ha apresurado a acusar a los Dinamiteros de la muerte de Jonathan y es reacio a
aceptar toda información contraria a sus ideas preconcebidas. Si él no te escucha, ¡tal vez
Sherlock Holmes lo haga! Anota la Decisión 8. Pasa al 404.
176
En estos momentos te preocupa más el sargento mayor, ya que representa una amenaza
inmediata para tu vida. Yace en el suelo sin moverse. Oyes que Dillon tose y sabes que
morirá a menos que vayas a atenderle. Entonces le escuchas emitir lo que solo podría ser un
gemido de muerte y te vuelves desesperadamente para cuidarle. ¡Es demasiado tarde! Se ha
ahogado. Cuando te vuelves hacia el sargento, ves que ha desaparecido.
Solo te queda ir a la policía, pero decides que hoy ya no hay nada que hacer. Te diriges con
paso cansino a Baker Street y te tumbas en tu cama.
A la mañana siguiente te levantas temprano, te afeitas y te pones la camisa limpia que el
doctor Watson ha dejado preparada para ti. Tras un reconfortante desayuno preparado por
la señora Hudson, partes para Scotland Yard. Te habría gustado tener la oportunidad de
charlar con tu primo y con el señor Holmes, pero la señora Hudson asegura que no
regresaron en toda la noche. Anota el Resultado VII. Pasa al 520.
177
Te preguntas cómo le explicarás las aventuras del día anterior al coronel Sterling. Él nunca
te creerá si no le presentas pruebas convincentes. Dillon ha servido en el regimiento
durante años y en los últimos cinco ha sido un subordinado leal del propio
coronel. De hecho, se comenta entre los oficiales jóvenes que si este oficial fuera ascendido a
general de brigada, su reconocimiento se lo debería al mayor. No obstante, por lo que sabes
de Sterling, no tiene ningún problema en adjudicarse los éxitos de los demás. Pasa al 132.
178
Te encuentras en un recibidor pequeño. Escuchas atentamente, pero no oyes nada. Cuando
echas a andar hacia la parte frontal de la casa, una voz te deja paralizado.
—¿Hay alguien ahí? —Es la señora Dillon, que está en la habitación contigua—. Por favor,
¿hay alguien?
Vuelves al recibidor y desciendes por la misma ventana que empleaste al entrar, en silencio
pero deprisa. Lamentas haber asustado a la pobre mujer, pero quieres estar muy lejos de
aquí, por si acaso extiende la alarma. Pasa al 393.
179
Acompañas a Athelney Jones en el siguiente tren a Kingston. Luego os dirigís juntos a casa
de Dillon. Sientes un nudo en el estómago al pensar que vas a encararte con el hombre que
asesinó a tu mejor amigo.
El mayor abre la puerta ante vuestras insistentes llamadas. Va vestido solamente con un
camisón de dormir, y está irritado.
—¿Qué demonios quiere, Watson? ¿Y quién es este? —te espeta, mirando a Jones por
encima de tu hombro mientras trata de cubrirse los ojos del sol de la mañana.
—Su vida, mayor —replicas fríamente—, y sospecho que alguien se encargará de ese detalle
muy pronto. Le presento al señor Athelney Jones, de Scotland Yard. Ha venido a arrestarle.
el club Leónidas. Si vas ahora, aún tienes tiempo de evitar la cena. Te disculpas y te
marchas. Pasa al 265.
250
Aunque buscas tenazmente entre los escombros, parece ser que la policía ha descubierto
todo lo que podría suscitar interés. Anota el Resultado III. Pasa al 128.
251
La voz te resulta conocida, pero en estas circunstancias no logras identificarla. Pasa al 267.
252
Subes a la ventana con el mayor sigilo posible, conteniendo el aliento al apoyar el pie en el
suelo con más fuerza de la que deseabas. Afortunadamente, nadie parece haberte
descubierto. Cruzas con cuidado la habitación y abres la puerta del pasillo. Percibes voces
abajo y decides ir a investigar. Desde el segundo piso cuentas con una visión clara de la
puerta principal. Los miembros llegan en tropel y suben las escaleras hacia una sala de actos
enclavada en el primer piso. Debe de estar ocurriendo algo importante. Desciendes y sigues
a la multitud hasta la habitación. Pasa al 243.
253
¡Esa voz! Le has oído pronunciar tu nombre un centenar de veces anteriormente, pero no
en esta situación. «¡Qué apropiado!», piensas. Te has preguntado un par de veces por qué él
no era miembro. Anota la Deducción 6. Pasa al 271.
254
Informas a Athelney Jones sobre el fragmento de ticket que encontraste en el bolsillo de
Jonathan y mencionas que Sherlock Holmes te ha confirmado que el billete procede del
club Leónidas. Evitas comentar tus otras sospechas.
—Conozco al señor Sherlock Holmes —replica el policía cuando terminas—. Es un teórico
brillante, pero en realidad no es un detective auténtico. ¿Dice usted que se lo confirmó?
¿También comparte sus reservas respecto a que los Dinamiteros estén implicados en el
asunto?
—Debo confesar que no —respondes.
Jones reflexiona sobre tus palabras por un momento. Tienes la sensación de que el señor
Holmes le impresiona más de lo que está dispuesto a admitir.
—Muy bien, pues —dice en tono concluyente—. No creo que este ticket tenga nada que ver
con el asesinato. Aquel joven era algo alocado y tal vez visitó ese club en muchas ocasiones.
No es significativo. Estoy convencido de que los autores del atentado fueron los
Dinamiteros y el hecho de que su amigo fuera un oficial del ejército británico ha
constituido un golpe de suerte para ellos. Ahora discúlpeme, teniente; debo acabar lo que
estaba haciendo y volver a casa, a tomar una cena fría.
Ya adviertes cuándo te echan. Parece que lo hagan constantemente. Das las gracias al señor
Jones, te giras y cierras la puerta detrás de ti.
—Si vas a visitar la escena del crimen, anota la Decisión 3 y pasa al 240.
—Si decides merodear por los bares del East End, donde se sospecha que se reúnen los Dinamiteros,
pasa al 306.
255
Decides visitar a Sherlock Holmes para que te aconseje. La señora Hudson abre la puerta y
te informa de que el señor está arriba, en su sala de estar. Pasa al 145.
256
Dillon se está ahogando y decides ayudarle a respirar. Le das la vuelta y le abres la boca. Así
consigues que inspire de manera algo más normal, aunque sigue inconsciente. Cuando te
vuelves hacia el sargento mayor, descubres que se ha ido. Pasa al 219.
257
Esperas casi una hora hasta que el sargento mayor sale del club. Oyes que dice al cochero
que le lleve a la estación de Waterloo, y sospechas que regresa a Kingston. Pasa al 317.
258
Abres la puerta, agarras el silbato que tenías guardado en el bolsillo y emites la señal que
Athelney Jones está esperando. En cuanto percibes que la policía se pone en movimiento,
vuelves a entrar.
Pasas al salón y adviertes que varios miembros han oído el silbido; pero aún no saben lo que
significa. Se encuentran en el dintel de la puerta y te observan.
—¿Qué ha sido eso, Hermano? —te pregunta uno de ellos.
—Solo un ladronzuelo, Hermano —mientes—. Pasó corriendo frente a la entrada del club,
seguido de cerca por la policía.
Llegas a la sala de actos justo antes de que Athelney Jones y la mitad de las fuerzas
policiales londinenses penetren violentamente por el acceso principal.
—¡La policía! —grita uno de los asistentes, lleno de pánico. Se arma un tremendo alboroto
en la sala. Tiratas de abrirte paso entre la multitud, pero te resulta difícil porque avanzas
contra corriente.
Pasa al 259.
259
Mientras progresas a través de la muchedumbre, atisbas de vez en cuando a los
componentes del Consejo, que se encuentran en la parte frontal de la sala. Extraes de un
bolsillo el revólver que te dio Jones y lo empuñas para abrirte camino.
Aunque los sectarios se apartan de ti, vislumbras que llegarás demasiado tarde. Los
miembros del Consejo huyen por un pasaje secreto situado en la parte delantera. Así era
como conseguían aparecer y desaparecer ante tus ojos: ¡una de las columnas constituye una
escalera de descenso hábilmente construida! El último en bajar es el sargento mayor, que
hace avanzar a Dillon a empujones.
—Si les sigues, pasa al 442.
—Si regresas para avisar a la policía, pasa al 351.
260
Vuelves a interrogarte sobre tu encuentro casual con Mores. Asegura ser un teniente
primero, pero parece varios años más joven que tú. También tiene un acento regional muy
marcado, aunque no puedes precisar su procedencia, y carece de la dicción y modales
aprendidos en una escuela privada inglesa que esperarías encontrar en un candidato al club
Leónidas.
También te parece inquietante que, al haberse escapado contigo, ha conseguido averiguar
precisamente aquello que el portavoz del Consejo quería conocer. ¡Si fuera un espía del club
Leónidas, le habrías conducido al doctor Watson y a Sherlock Holmes! Decides que no
debes hacer caso del peligro. Anota la Deducción 5. Pasa al 511.
261
De repente, adviertes mucha hostilidad en el bar. Varias personas sacan navajas y porras.
Debes marcharte de inmediato.
—Si continúas la investigación por tu cuenta, pasa al 425.
—Si acudes a la policía, anota la Decisión 6 y pasa al 390.
—Si visitas a Holmes, pasa al 404.
262
Examinas el contenido del cesto. Te llaman la atención varios objetos. Uno de los
periódicas, un ejemplar del Standard del pasado miércoles, tiene un círculo dibujado
alrededor de uno de los anuncios por palabras. Es un aviso de convocatoria para los
miembros del club Leónidas. También observas que la moneda es una mala imitación de
una antigua pieza griega; sobre una de sus caras y en letras muy pequeñas, están grabadas
las iniciales «C.L.»... Finalmente, la colilla de puro conserva todavía una vitola dorada con
las mismas siglas «C.L.»... Anota la Pista M.
—Si te vas, anota el Resultado III y pasa al 128.
—Si sigues registrando el lugar, pasa al 197.
263
Transcurren varias horas hasta que oyes pasos por el pasillo. La puerta se abre y dos siluetas
aparecen bajo la luz de una lámpara de aceite situada en una mesita detrás de ellos. Uno va
armado con una pistola, pero tu atención se centra en el otro que lleva una bandeja de
comida. Habías olvidado cuánto tiempo ha pasado desde la última vez que tomaste un
bocado.
El hombre deposita la fuente en el suelo y se aparta con cuidado, siempre cubierto por el
portador del arma. Cuando salen, observas que un pañuelo se desliza del bolsillo del
vigilante y cae al suelo, junto a la puerta.
Ambos devoráis las viandas. Debes admitir que el club Leónidas no ofrece bazofia. Es uno
de los mejores manjares que has probado en mucho tiempo, aunque te cuesta masticar y
tienes que comértelo con los dedos, ya que vuestros carceleros no tenían intención de
proveeros de cubiertos. Buscas algo con que limpiarte las manos cuando recuerdas el
pañuelo que se le cayó al guardia.
Vas a recogerlo, pero descubres que está atorado en la puerta. Tiras de él y esta se abre. La
tela ha impedido que se cierre bien. ¡Tienes la oportunidad de escapar!
Ahora te enfrentas a otro dilema. ¿Debes llevarte contigo a Mores? Tal vez tengáis que
correr, y su pierna herida podría retrasaros. Quizá deberías marcharte solo y traer ayuda.
Por otra parte, si los celadores descubren tu huida, podrían tener la tentación de desahogar
su frustración con tu compañero.
—Si te llevas a Mores, pasa al 355.
—Si le dejas en la celda, pasa al 277.
264
Haces girar a Dillon, tratando de apartarle de tu camino. Por desgracia, la porra del atacante
desciende e impacta en la cabeza del mayor con un desagradable crujido. Este se desploma
como un saco sobre tu adversario, que tropieza y cae también. Te arrojas sobre él de
inmediato. Le propinas un fuerte puñetazo en la mandíbula, gime y se queda inmóvil. Solo
entonces adviertes que el agresor era el sargento mayor Peter Austin. Dillon empieza a
ahogarse.
—Si centras tu atención en el mayor, pasa al 423.
—Si te concentras en el sargento, pasa al 176.
265
Vuelves a tu habitación, te cambias de ropa y te diriges raudamente a la estación de
ferrocarril. Pasa al 174.
266
Decides investigar el club Leónidas de Londres, con la esperanza de encontrar alguna pista
que explique por qué Jonathan
fue asesinado. Aunque estás seguro de que no hallarás pruebas incriminatorias visibles, tal
vez haya indicios que aclaren el misterio. ¿Hay otras personas implicadas, además de
Dillon? En tal caso, ¿con qué pudo amenazarles Jonathan? Su padre es un hombre poderoso
que significaría un peligroso enemigo, incluso desde la lejana Singapur. El mayor debió de
tener muy buenos motivos que avalasen su actuación. Pasa al 296.
267
—Estaré encantado en hacerle saber nuestros propósitos —interviene el portavoz sin
alterarse—. Estoy convencido de que no los encontrará extraños a sus propias opiniones.
—No esté tan seguro —replicas.
—Bien, escúcheme, teniente, y luego juzgue por sí mismo. Sé que conoce la existencia de
los Dinamiteros, sobre quienes intentamos que cayeran las sospechas del desafortunado
accidente que afectó al teniente Wheeler.
—Sí, sé que trataron de que parecieran culpables del asesinato —le corriges.
—¡Ah, sí! Bueno, asesinato es una palabra muy fuerte, ¿no cree? —Luego, al ver tu
expresión, se apresura a proseguir—: En cualquier caso, nosotros nos oponemos
precisamente a este grupo y a otros criminales de su misma calaña, criaturas de la noche y
de barrios peligrosos. Ellos son los que crean la atmósfera de terror en la que vivimos. Ellos
la fomentan, se sustentan de ella y les resulta satisfactoria. Matan siguiendo el azar y el
capricho; por puro placer. No les importan sus víctimas; las mujeres y los niños corren el
mismo riesgo que cualquiera de nosotros. No tienen el valor de luchar abiertamente como
hombres.
—Están destruyendo la misma estructura de la sociedad británica —continúa—. La gente
tiene miedo de reunirse porque les teme. Somos la nación más fuerte y rica en la historia del
mundo y no nos atrevemos a enfrentarnos a unos cuantos delincuentes que se ocultan entre
nosotros como lobos entre las ovejas.
¿Y sabe por qué no nos defendemos? —sigue disertando, sin darte la ocasión de responder
—. ¡Por culpa de esos cobardes del Parlamento! Ellos atan las manos a la policía, entierran
al ejército y a la armada bajo montañas de papeles, ¡y los más nefastos de esos políticos
pretenden renunciar a una parte del Reino Unido para apaciguar a esos homicidas!
¡Renunciar! ¿Se lo imagina?
»Lo que se necesita es una mano firme. La fuerza que solo un monarca puede ejercer, un
soberano no constreñido por reglas parlamentarias pensadas para proteger a los criminales a
costa de sus víctimas. Eso es lo que pretendemos. No es traición; proyectamos poner el
asunto en las manos muy capaces de la Reina. Debemos disolver el Parlamento. La reina
Victoria puede encararse perfectamente a esos animales si no se ve obligada a seguir
acatando las súplicas de un puñado de cobardes lloriqueantes. Con la gran masa de las
fuerzas armadas respaldándola, ella sabrá cómo conviene actuar.
Sus palabras te dejan paralizado. Los ánimos entre el pueblo británico están tan alterados
que este loco podría desencadenar una guerra civil.
—¿Qué hay de la Carta Magna1? —le inquieres.
—Debe ser derogada —sentencia el portavoz sin inmutarse—. Temporalmente, por
supuesto.
—¿Está la Reina al corriente de sus planes? —indagas, desorientado por la audacia y la
ambición de la conspiración.
—No —admite el cabecilla, pero estamos seguros de que cumplirá con su deber cuando
llegue el momento.
—¿Y si se niega?
—Entonces, es que no es digna de llevar la corona —contesta tu interlocutor imperturbable
—, y tendremos que encontrar a alguien que sí lo sea.
Pasa al 268.
268
—No, creo que no, caballeros. No me gustaría ver a Inglaterra gobernada por individuos
como ustedes.
Extraes el silbato del bolsillo y emites la señal acordada.
—No se mueva, caballero —dices, empuñando la pistola—. Nada me alegraría más.
Oyes que las puertas son abiertas con estrépito. Pasa al 430.
269
Mores no te hace más preguntas sobre la investigación. Parece más preocupado por los
planes que el grupo tiene preparados para vosotros. Pasa al 263.
270
En el regimiento se acostumbra a que los oficiales lleven uniforme de gala en la cena de los
viernes, por lo que regresas a tus aposentos para cambiarte. Cuando entras en el comedor, el
coronel está conversando con un grupo de oficiales.
—¡Oh, Watson! —exclama el coronel Sterling al verte—. Permítame que le haga una
pregunta: ¿conoce a la familia del teniente Wheeler?
—No, señor —respondes—. Nunca les he visto, pero solo tenía a su padre y a un hermano
mayor. Creo que la madre del teniente murió hace algunas años.
Sterling se vuelve a uno de los oficiales —Es lo que le dije al general, Stevens. Debe de estar
muy mal informado.
No da más explicaciones. La conversación te da la oportunidad de examinar con cuidado el
uniforme de gala del coronel. Pasa al 372.
271
—Buenas noches, coronel Sterling —saludas—. Permítame que le diga que la máscara y la
capa no le favorecen especialmente. —Luego, siguiendo con el sarcasmo, añades—:
Coronel, ¿qué esperaba conseguir con esta conspiración?
Pasa al 274.
272
Regresas a tu habitación y esperas. En estos momentos correr es absurdo y solo llamaría
peligrosamente la atención sobre tus actividades. Diez minutos después alguien está
llamando en tu cámara.
Con aprensión, te levantas de la silla y abres la puerta. Ves ante ti al capitán preboste.
—Teniente Watson, creo que se ha olvidado esto.
Te alarga el sombrero, que te dejaste en el comedor de oficiales con las prisas.
—Gracias —contestas, procurando que el alivio que sientes no se refleje en tu voz. Luego
tomas el sombrero y cierras de nuevo. ¡Estuvo cerca! Ahora tienes que resolver una
decisión. ¿Cómo te conducirás a continuación?
—Si sigues registrando el cuartel general, pasa al 282.
—Si vas a visitar el club Leónidas, pasa al 285.
273
Tomas aliento profundamente y echas a correr entre los árboles hacia la parte trasera de la
casa. Te detienes por unos momentos bajo la sombra de los bojes, pero nadie ha dado la
alarma. Respiras con mayor tranquilidad y tratas de abrir una de las ventanas. Cede en
cuanto la empujas. Entras con sigilo y registras la casa de manera rápida pero concienzuda,
procurando no dejar rastro de tú presencia. Sin embargo, el examen resulta infructuoso.
Cuando estás a punto de marcharte, adviertes un periódico sobre una mesa. Pasa al 466.
274
—¡Ah, teniente Watson! —dice el coronel Sterling, quitándose la máscara y entregándosela
al sargento mayor—. Supongo que ya no necesito esto. Precisamente ayer noche estuve
hablando con mis colegas sobre usted. Les dije que era tozudo, pero confiaban en que el
teniente Mores pudiera disuadirle. Ahora veo que estaban equivocados.
—No ha respondido a mi pregunta, coronel —replicas fríamente—. ¿Cómo justifica su
traición?
Pasa al 267.
275
Consigues abrirte paso entre la muchedumbre hasta alcanzar la puerta. Varios de ellos te
persiguen, pero entonces aparece, de pronto, Wiggins y te conduce por una serie de
tortuosos callejones. Al cabo de un rato dejas de oír los ruidos de tus acosadores, pero
continúas corriendo en pos del esquivo Wiggins. Finalmente, cuando estás tan agotado que
no puedes dar un paso más, te detienes y miras a tu alrededor para orientarte. Te quedas
asombrado al verte de nuevo en el West End, junto a Oxford Street. Wiggins, sin embargo,
ha desaparecido.
—Si prosigues la investigación por tu cuenta, pasa al 425.
—Si acudes a la policía, anota la Decisión 6 y pasa al 390.
—Si decides visitar a Holmes para que te ayude, pasa al 404.
276
Encuentras un bar desde el que se observa el club y esperas en su interior hasta que cae la
noche. En cuanto ha oscurecido, rodeas la manzana y entras en las caballerizas situadas
entre las partes traseras de los edificios de cada lado. En general, aquí se efectúan las
entregas de mercancías para las cocinas y se recoge la basura, pero hoy confías en que sirvan
para otro propósito. Examinas atentamente el muro que separa el recinto de las caballerizas
y descubres que la puerta no está cerrada con llave En cuanto superas ese obstáculo,
consigues subir por una escalera de incendios hasta encontrar una ventana no atrancada en
el tercer piso. En silencio, la abres y te introduces por ella. Tira dos dados y suma al resultado
tus puntos de ingenio:
—Si el total está entre 2 y 6, pasa al 333.
—Si está entre 7 y 12, pasa al 252.
277
Decides dejar a Mores y conseguir ayuda acudiendo de inmediato a la policía. Explicas tu
plan a tu compañero, que no protesta, aunque su actitud indica que le has decepcionado.
Sales y avanzas por las escaleras hasta el salón. Tienes la suerte de que el carcelero esté
platicando con la cocinera, lo que te da tiempo para encontrar un escondrijo. Después, solo
tienes que salir del club sin ser visto.
Decides que lo más conveniente es tratar de ponerte en contacto con Athelney Jones, de
Scotland Yard, pero te ves obligado a ir andando hasta cerca de Oxford Street antes de
encontrar un coche de caballos. Llegas a tu destino a primera hora de la mañana. Bajas del
vehículo y te diriges al despacho del detective, pero la puerta está cerrada con llave. Jones
aún no ha llegado. Estás a punto de tomar otra alternativa, cuando el Inspector Jefe Stern
dobla la esquina y te ve. Pasa al 325.
278
Te encuentras en un pequeño recibidor. Escuchas atentamente, pero no percibes ruidos en
el interior de la casa. Evidentemente, el mayor Dillon está ausente y es probable que su
mujer haya ido a visitar a algún pariente. Corres las cortinas, enciendes una vela y
comienzas a buscar. Tras una hora, tienes que admitir tu derrota. Si hay pruebas escondidas
aquí, no puedes ser capaz de encontrarlas. Estás a punto de marcharte cuando observas un
ejemplar del Standard de hoy en una mesa del salón principal. Está abierto por la sección de
anuncios. Al examinar la página, ves una marca en lápiz junto a un aviso de reunión general
para los miembros del club Leónidas programada para esta noche. Pasa al 458.
279
El cuartel general del regimiento no está muy vigilado, pero no será fácil introducirse en él.
Además del centinela apostado en la entrada principal, otro patrulla la parte exterior y un
tercero los pasillos interiores. Si vas con cuidado, podrás entrar sin correr riesgos
innecesarios, pero permanecer en el interior durante mucho tiempo sería peligroso. Tira dos
dados y suma al resultado tus puntos de ingenio:
—Si el total está entre 2 y 5, pasa al 305.
—Si está entre 6 y 12, pasa al 202.
280
Decides que el único sitio lógico en Kingston donde buscar y que no has examinado todavía
es la casa del mayor Dillon. Confías en que esté vacía. Pasa al 207.
281
Explicas a Sherlock Holmes y al doctor Watson tus sospechas de que Jonathan no murió a
consecuencia de la explosión en Paddington. Les informas de su salud y su aversión a los
trenes subterráneos, ya que su enfermedad se agravaría si los utilizara. Para concluir,
indicas:
—Aparte del ticket, no tengo ninguna evidencia auténtica, solo suposiciones. No creo ni por
un momento que el teniente fuera por propia iniciativa a aquella estación. Sufría tanto de
asma que el humo y el hollín podrían haberle matado. Me parece más lógico pensar que le
mataron o hirieron en alguna otra parte y luego le llevaron a Paddington. Por desgracia, no
tengo idea de cómo seguir investigando el asunto y esperaba que usted tuviera la amabilidad
de aconsejarme, señor Holmes.
—Las pruebas no apoyan su teoría, teniente —observa Sherlock cuando callas—. Al menos,
no en estos momentos. Por ahora tendría que ponerme del lado de la policía, ya que no ha
presentado ninguna razón concluyente. No niego que sea verosímil su versión a pesar de la
falta de evidencias. El teniente Wheeler podría haber encontrado su fin en otras
circunstancias, y las pistas de ese crimen habrían quedado ocultas por la explosión. Algo
similar se produjo en el caso Heist, en Potsdam, 1841; y también en el affair Rossovitch en
Moscú, en 1878. Pero en esta ocasión creo que las averiguaciones apuntan a los
Dinamiteros.
Pasa al 123.
282
Es imprescindible que encuentres pruebas que convenzan a la policía y, en particular, a ese
charlatán fanfarrón llamado Athelney Jones, de que es necesario buscar en otro sitio a los
asesinos de Jonathan. Has llegado a la certeza de que debe de haber motivos muy siniestros
detrás del crimen, condicionamientos tan importantes para las personas implicadas que
estuvieron dispuestas a matar para protegerlos.
Sabes que Jonathan era impetuoso y a menudo hablaba cuando era más seguro guardar
silencio. Ello os puso en apuros a ambos en más de una ocasión, y ahora podría haber
provocado su muerte. Decides procurar no cometer el mismo error. Estás persuadido de que
las pistas que precisas se encuentran en el despacho de Dillon, por lo que debes regresar,
aunque sea peligroso. Tira dos dados y suma al resultado tus puntos de ingenio:
—Si el total está entre 2 y 8, pasa al 416.
—Si está entre 9 y 12, pasa al 152.
283
La tarea más importante que puedes realizar es reunir las pruebas suficientes que
convenzan a la policía y, en particular, a ese charlatán fanfarrón llamado Athelney Jones, de
que es necesario buscar en otro sitio a los asesinos de Jonathan. Debe de haber motivos muy
siniestros detrás del crimen, condicionamientos tan importantes para las personas
implicadas que estuvieron dispuestas a matar para protegerlos.
Sabes que Jonathan era impetuoso y a menudo hablaba cuando era más seguro e inteligente
guardar silencio. Ello os puso en apuros a ambos en más de una ocasión, y ahora podría
haber provocado su muerte. Decides procurar no cometer el mismo error, al menos hasta
que conozcas la identidad de tu enemigo. Estás persuadido de que las pistas que precisas se
encuentran en el club Leónidas, por lo que resuelves ir allí de inmediato. Pasa al 314.
284
¡Es demasiado peligroso registrar el cuartel general! Tal vez averigües algo en el club
Leónidas de Londres. Pasa al 426.
285
—Soy el Inspector Jefe Maxwell Stern, teniente —comienza—. ¿Puedo ayudarle en algo?
—De hecho, creo que sí, Inspector —contestas—. Mi coronel me ha encargado que me
cerciore de que los efectos personales del teniente Wheeler sean enviados a su familia. Si me
lo permite, me gustaría echar un vistazo por el lugar.
Tira dos dados y suma al resultado tus puntos de comunicación:
—Si el total está entre 2 y 7, pasa al 182.
—Si está entre 8 y 12, pasa al 292.
286
Manteniendo vigilado al sargento mayor con la pistola, sacas el silbato del bolsillo y soplas.
Athelney Jones y la mitad de la policía londinense ocupa el club, bloqueando las salidas.
Ninguno de los miembros escapa, pero has tenido que disparar la trampa demasiado pronto
para poder atrapar a los líderes del Consejo. Solo te queda confiar en que se encuentren
entre los seguidores que habéis capturado. Pasa al 195.
287
Al llegar, encuentras a Sherlock Holmes en su sala de estar. Le explicas lo que has
descubierto en Paddington. Cuando acabas, comenta:
—La colilla de puro... ¿Ha examinado cuidadosamente la vitola?
Admites que no lo has hecho.
—Realmente es una pena —continúa—. He indagado ese tema de manera exhaustiva. Si la
hubiera observado con mayor atención, podríamos haber identificado su origen. Debe
recordar, teniente, que a menudo son los pequeños detalles los que tienen mayor
importancia en la investigación de un delito.
Pasa al 174.
288
El Consejo de los Cinco. Eso te recuerda algo. Miras con mayor atención las ornadas
vestimentas que utilizan los líderes. Cada uno de ellos tiene unas estilizadas siglas «CV»
cosidas con hilos dorados y plateados en el lado derecho del pecho. Ya has visto
anteriormente esas inscripciones: ¡en el estuche de efectos de escritorio! Efectivamente, la
«C» es la inicial de «Consejo», mientras que la «V» podría ser el número romano «5», con lo
que «CV» significaría «Consejo de los Cinco», ¡los cabecillas de esta sociedad secreta! Anota
la Deducción 4. Pasa al 511.
289
Cruzas la entrada y bajas las escaleras hasta el sótano, donde encuentras un pasadizo que se
dirige hacia la parte trasera del edificio. Delante puedes distinguir el alumbrado oscilante
de los fanales. La fila de luces se interrumpe en una intersección. Observas que los líderes
del Consejo toman un ramal, mientras que el sargento mayor y Dillon se dirigen hacia el
otro.
—Si espías al sargento mayor y a Dillon, pasa al 300.
—Si sigues al Consejo, pasa al 294.
290
Cuando vuelves con la policía, encuentras cerrada la puerta que accede a la escalera secreta.
Tira dos dados y suma al resultado tus puntos de ingenio:
—Si el total está entre 2 y 6, pasa al 309.
—Si está entre 7 y 12, pasa al 303.
291
Regresas a tus aposentos y te preparas para la cena de oficiales. Llegas pronto al comedor y
te sitúas en un lugar desde donde puedes vigilar la puerta mientras conversas cortésmente
con otros jóvenes oficiales. Cuando entran los trompetas del regimiento para dar el toque de
reunión en torno a las mesas, le divisas: el mayor Dillon se ha introducido por una puerta
lateral y se halla en el bar, tomándose una bebida fuerte. Te diriges hacia él.
—Buenas noches, señor —le saludas.
Dillon asiente con la cabeza para no empezar una conversación y se bebe otro whisky. No
intentas iniciar de nuevo un diálogo, sino que te dedicas a examinar su uniforme. Tira dos
dados y suma al resultado tus puntos de observación:
—Si el total está entre 2 y 6, pasa al 249.
—Si está entre 7 y 12, pasa al 129.
292
—Supongo que no hay nada malo en ello. Hágale pasar, sargento.
Pasa al 449.
293
Decides acudir a la instancia más alta, por lo que regresas al cuartel general y solicitas ver al
coronel Sterling. Tras una corta espera te hacen pasar a su despacho.
—¿Sí? —dice el coronel con irritación como respuesta a tu saludo—. ¿Qué pasa ahora,
Watson?
—Señor, encontré esto en el bolsillo de la capa del teniente Sheeler. —Le enseñas el trozo
de papel—. Pensé que podía ser importante; tal vez sea una indicación de adónde fue ayer
noche.
Sterling recoge el billete.
—¿Me permite? —pregunta, y lo examina atentamente—. Nunca he visto otro parecido. Me
temo que no puedo ayudarle. ¿Algo más? —inquiere mientras te devuelve el ticket.
—No, señor —contestas.
—Entonces le sugiero que deje el trabajo de detective para la policía. Tengo entendido que
son expertos.
—Sí, señor —asientes, notando la impaciencia del coronel.
—Bien, hágalo —ordena el coronel, despidiéndote.
Te marchas rápidamente enojado por las críticas del oficial. Te prometes a ti mismo no
solicitar ver de nuevo su persona en los próximos días, si puedes evitarlo. Tira dos dados y
suma al resultado tus puntos de intuición:
—Si el total está entre 2 y 7, pasa al 513.
—Si está entre 8 y 12, pasa al 326.
294
Decides seguir a los miembros del Consejo. La captura del sargento mayor y de Dillon no es
tan importante como descubrir las identidades de los componentes de este grupo. Tomas el
pasadizo correspondiente y aceleras el paso. Pasa al 480.
295
Regresas al Torreón rápidamente. La cena del regimiento acabará pronto y no debes ser
visto. Pasa al 114.
296
Te preguntas cómo le explicarás las aventuras del día anterior al coronel Sterling. Él nunca
te creerá si no le presentas pruebas convincentes y, aun así, quizás estas no sean suficientes
para persuadirle. Dillon ha servido en el regimiento durante años y en los últimos cinco ha
sido un subordinado leal del coronel. De hecho, se comenta entre los oficiales jóvenes que si
Sterling fuera ascendido a general de brigada, debería su reconocimiento al mayor. No
obstante, por lo que conoces del oficial, no tiene ningún problema en adjudicarse los éxitos
de los demás.
Te sorprende que no pertenezca al club Leónidas o a alguna otra asociación similar. Al fin y
al cabo, es de la clase de miembros que estas reuniones pugnan por conseguir. Tomas el
siguiente tren a Londres, emprendiendo de nuevo tu misión con gesto sombrío. Pasa al
174.
297
Tras cenar y charlar agradablemente con el doctor Watson sobre asuntos familiares, te vas a
la cama. Anteriormente, Holmes había ido a ponerse en contacto con el misterioso golfillo
llamado Wiggins, mientras que el doctor y tú os encaminabais a la oficina de Telégrafos
para comunicar al regimiento que pasarías la noche en Londres por cuestión de negocios.
El día siguiente amanece frío y húmedo, con rachas de viento soplando con fuerza bajo un
cielo gris. Sales de tu habitación y asciendes por las escaleras. Allí te encuentras con tu
primo, que bajaba del segundo piso. Oyes un golpe de la puerta principal y, al volverte,
descubres a Sherlock Holmes subir las escaleras detrás de ti. Holmes lleva un periódico
plegado bajo el brazo.
Buenos días, muchacho —te saluda alegremente Watson—. ¿Ha dormido bien?
Muy bien, gracias —mientes a regañadientes.
De hecho, has permanecido despierto la mayor parte de la noche, tratando de hacerte a la
idea de que Jonathan ha muerto, recordando los días que pasasteis juntos y comprendiendo
ahora lo buen amigo que era. El colchón, flojo y de superficie irregular, no ha facilitado las
cosas, pero sabes que el insomnio te habría acechado de igual forma aunque te hubieras
acostado en el lecho más suave de plumón de ganso. Miras a Sherlock Holmes a tiempo de
ver su sonrisa sardónica. Ha deducido lo que se le ha escapado al doctor Watson.
—Bien, Holmes —apremia el doctor cuando os sentáis a la mesa—. ¿Va a tenernos
intrigados mucho rato? ¿Qué dicen los periódicos?
—Después de todo, parece que el teniente ha encontrado algo. Nadie ha reivindicado la
autoría del atentado en los diarios matutinos. El caso empieza a ponerse interesante. Si no
estuviera tan absorto por otro asunto, me encantaría investigarlo.
Los tres tomáis el desayuno y luego esperáis el informe de Wiggins. Acabas de sentarte en
un sillón para leer el periódico cuando oyes que la señora Hudson alza la voz en un tono
inconfundible de desesperación. Un momento después, resuenan unas pisadas en las
escaleras y un golfillo vestido con harapos entra por la puerta, seguido pocos segundos
después por la patraña.
—Todo está en orden, señora Hudson —tranquiliza Holmes a su encolerizada casera—.
Trabaja para mí.
La dueña te lanza una mirada significativa.
—Si usted lo dice, señor Holmes... —replica en tono inseguro, y vuelve al piso inferior.
—Veamos, Wiggins —dice Sherlock a su joven empleado—. ¿Qué significa todo esto? Creo
que te dije que preguntaras por mí en la puerta.
—Esa no quería dejarme entrar, señor —contesta el pícaro.
—Lo entiendo —responde Holmes—. Bueno, tendremos que encontrar una manera mejor.
Ahora no tiene importancia. ¿Qué has descubierto? ¿Encontraste a la banda?
—No, señor, pero he oído por ahí que muchas noches se les puede encontrar en «El
Trébol».
Te fijas en que el chico, andrajoso y sucio, adopta la posición de firmes mientras habla con
su interlocutor.
—Entonces, eso es todo. Puedes irte, Wiggins —señala Holmes, satisfecho, y le entrega
unas monedas.
El muchacho sale velozmente de la habitación y, unos momentos después, oyes un portazo
abajo. Te vuelves hacia Sherlock, que está inclinado sobre un mapa.
—«El Trébol» es un bar del East End frecuentado por irlandeses que apoyan la autonomía
de su tierra —dice, señalando un punto en el interior del barrio del East End—. Los
hombres que busca, sin duda, se encuentran entre la clientela de ese bar.
»Debe entrar después de que hayan estado bebiendo un buen rato —prosigue—, lo bastante
tarde como para que ya se hallen algo aturdidos, pero no tanto como para que tengan ganas
de pelea. Debe ir con cuidado. Le aconsejo que no diga a nadie que es un oficial del ejército
británico si desea sobrevivir. De hecho, podría ser útil que simulara no ser británico. ¿Sabe
imitar acentos?
—Sé simular un aceptable acento norteamericano —contestas.
—Eso bastará. Muchos estadounidenses simpatizan con los irlandeses respecto a sus
reivindicaciones autonomistas. ¿Qué me dice de la ropa? No puede aparecer con ese
aspecto. Mmmm... —Holmes medita por unos momentos—. Creo que tengo algo que se
ajustará a las circunstancias.
Pasa al 154.
298
Te alejas y observas la fachada del club Leónidas desde el dintel de un bar de la misma
calle. Mientras vigilas, dos hombres llegan en un coche de caballos, se plantan ante la
entrada principal, tiran del cordón de la campanilla tres veces y esperan. Poco después se
abre la puerta y ambos hombres extraen un objeto de entre sus ropajes y se lo enseñan al
mayordomo. Luego intercambian saludos y entran en el recinto. Desde tu lugar de acecho
parece que los tres toques sean una señal; lo que han mostrado al mayordomo tiene la
apariencia de una tarjeta similar a la que encontraste en el escritorio del mayor Dillon.
Podrías intentar Introducirte con una de ellas. Sacas la cartulina del bolsillo y escribes
cuidadosamente tu nombre en ella. Anota la Deducción 3.Tira dos dados y suma al resultado tus
puntos de observación:
—Si el total está entre 2 y 6, pasa al 392.
—Si está entre 7 y 12, pasa al 464.
299
Echas a correr hacia los árboles y, una vez que te has ocultado de la vista de los centinelas,
cambias de dirección y te alejas del campamento como si fueras un ladrón. El ruido de la
persecución aumenta detrás de ti, pero conoces este área mejor que tus sabuesos y consigues
escapar. Pasa al 137.
300
Decides seguir al sargento mayor y a Dillon. Como el mayor aceptó cooperar, te sientes
responsable de su vida, y sabes que el sargento le matará a la primera ocasión. En estos
momentos, de ti depende que se salve, al menos hasta que llegue el día de su ejecución.
Pasa al 412.
301
Estás convencido de que la policía debería ampliar el ámbito de su investigación. Te diriges
a Scotland a entrevistarte con Athelney Jones, el detective asignado para dirigir las
investigaciones. Jones te permite hablar durante casi un minuto antes de pedirte, de manera
educada pero firme, que salgas de su despacho, y te recomienda que dejes estos asuntos en
las manos expertas de la policía.
—Si prosigues la investigación por tu cuenta, pasa al 359.
—Si vas a visitar a Sherlock Holmes, pasa al 175.
302
Entras en una habitación de la parte posterior del segundo pise y cierras la puerta detrás de
ti. El cuarto es grande, pero resulta obvio que está equipado para una sola persona. El
mobiliario el de buen gusto; puedes imaginar a un miembro viviendo aquí de forma muy
confortable. Por desgracia, la estancia no está ocupada en estos momentos. Las tres
habitaciones siguientes en las que penetras también están deshabitadas. No puedes
arriesgarte a seguir buscando, ya que las posibilidades de que seas descubierto aumentan
con cada minuto que transcurre. Debes tomar una decisión sobre tu actuación subsiguiente.
—Si vuelves a la reunión de miembros, pasa al 324.
—Si vas a visitar a Sherlock Holmes, pasa al 435.
303
Examinas cuidadosamente la columna, porque sabes que tiene que haber un mecanismo que
accione la puerta. Entonces, casi por accidente, aprietas uno de los azulejos triangulares de
cerámica que cubren el pilar y notas que cede. Lo presionas con más fuerza y, con un
chasquido, el pasadizo se abre.
Bajas corriendo las escaleras seguido por la policía, hasta que llegas a un pasaje, que se
dirige hacia la parte trasera del edificio. Corres por el túnel y llegas a una bifurcación. Ves
huir en una dirección a los miembros del Consejo, que se desvanecen a lo lejos. En la otra,
distingues al sargento mayor arrojando a Dillon contra una pared y levantando la pistola.
Le disparas. Tira dos dados y suma al resultado tus puntos de condición física:
—Si el total está entre 2 y 6, pasa al 367.
—Si está entre 7 y 12, pasa al 357.
304
Recuperas el conocimiento en el mismo instante en que se cierra una pesada puerta.
Tambaleándote, te pones en pie y avanzas a tientas por la oscura habitación hasta la salida,
pero la encuentras atrancada por fuera. La golpeas y, un momento después, un panel se abre
a la altura de los ojos.
—Creo que podemos tenerle fuera de circulación hasta que Scotland Yard venga a buscarle,
teniente —gruñe el sargento mayor Peter Austin—. ¡Y puede ir diciendo adiós a su maldita
carrera militar!
Desmoralizado, comprendes que ahora depende de Sherlock Holmes la resolución del caso.
Él se encargará de que el asesino de Jonathan sea conducido ante la justicia.
—Si vuelves a empezar la investigación, pasa al 308.
—Si quieres leer la solución, pasa al 430.
305
Esperas a que el centinela que patrulla la parte exterior del edificio haya doblado la esquina,
dejando así la zona posterior sin vigilancia. Caminas velozmente hacia esa zona y subes la
escalera hasta una de las puertas cuyo cerrojo sabes estropeado. En cuanto pones la mano en
el pestillo, el vigilante del interior entra en la habitación y te descubre. Tiratas de
disimular, diciéndole que has venido a acabar un trabajo, pero se niega a dejarte entrar.
Prefieres marcharte en vez de organizar un jaleo.
—Si has anotado la Decisión 10, pasa al 174.
De lo contrario:
—Si vas a visitar el club Leónidas, pasa al 174.
—Si te diriges a la casa del mayor Dillon, pasa al 132.
306
Viajas en coche de caballos al barrio del East End, una parte de Londres que no has visitado
nunca. Los edificios son pequeños y vulgares, con fachadas semiderruidas y tejados a punto
de hundirse; aquí ya no existe la elegancia y gracia del West End. En esta zona, el rasgo
arquitectónico que predomina es el desmoronamiento. El mismo sol que nunca se pone en
el Imperio Británico parece no querer alumbrar los oscuros callejones y suburbios del East
End. Se divisan por todas partes figuras de hombres destrozados que se desploman en
portales desvencijados, y niños harapientos. El abundante hollín y la desesperación flotan
en el aire.
Tras varios errores y momentos de dificultad, logras encontrar el bar «El Trébol». Es más
fácil de distinguir por el grupo de hombres abatidos que se apiñan a la entrada que por el
rótulo casi borrado en la fachada. Te abres paso entre la multitud y te acercas a la barra.
—¿Qué va a ser? —te pregunta con recelo el camarero.
—Un whisky —contestas.
—¿Y qué hace aquí un inglés? —te pregunta con un matiz de amenaza en la voz.
—Inglés por formación y por parte de madre —respondes, pensando rápidamente—, nacido
y criado en Londres, pero me llamo Patrick O’Keefe, ¿sabe?
—Un irlandés, ¿eh? —Alza las cejas hasta las entradas de su cabellera y saca su botella más
cara de whisky de centeno—. Más le vale que no vaya caminando por ahí con esa ropa —te
comenta mientras te sirve un trago. Luego se aleja para atender a otro cliente.
Recoges el vaso y merodeas por la estancia observando la clientela y tratando de seleccionar
un candidato para charlar con él. Finalmente decides que, dado que no tienes la astucia y
perspicacia de Sherlock Holmes, el camarero te servirá. Has previsto contarle que tu tía era
la mujer de la limpieza, Gladys O’Keefe, que fue asesinada en la misma explosión que mató
a Jonathan. Con ello esperas enzarzarle en una extensa discusión sobre los Dinamiteros.
Tira dos dados y suma al resultado tus puntos de ingenio:
—Si el total está entre 2 y 6, pasa al 223.
—Si está entre 7 y 12, pasa al 521.
307
En el Torreón, preguntas al centinela de la entrada si el sargento mayor está en el
campamento. Te dice que partió para Londres hace casi una hora. Saber que el oficial está
ausente facilita tus propósitos, porque proyectas registrar su casa. Estás seguro de que no
sería tan estúpido de tener pruebas acusatorias en su despacho, ya que es uno en los que más
actividad se detecta de todo el regimiento. Si hay alguna pista, lo más probable es que esté
en su vivienda. La casa del sargento mayor está ubicada a un lado de la avenida, una casa
pequeña de piedra que se encuentra entre los árboles. ¡Esta noche te serán muy útiles para
tus intenciones!
De vuelta a tu habitación, te pones ropas oscuras, y sales con sigilo hacia la franja verde que
se extiende por la parte trasera de la casa. Conoces las rutas de las patrullas de vigilancia,
pero el sargento tiene la costumbre de cambiar los puestos de vez en cuando para mantener
alerta a los centinelas. Confías en que no haya hecho ninguna variación recientemente.
Tomas aliento y echas a correr hacia la zona posterior del edificio Tira dos dados y suma al
resultado tus puntos de ingenio:
—Si el total está entre 2 y 7, pasa al 467.
—Si está entre 8 y 12, pasa al 273.
308
Decides preguntar por el campamento acerca del ticket, con la esperanza de que alguien sepa
adónde fue Jonathan ayer noche Hay varias personas que podrían conocer la respuesta a tus
preguntas, y entre ellas está el coronel Sterling, de cuyo despacho has salido hace poco.
Otra probable fuente de información es el sargento mayor del regimiento, Peter Austin. Es
un hombre de complexión robusta, aunque no especialmente alto. Su cuello grueso y sus
enormes hombros te recuerdan a un luchador, pero sus ojos oscuros están escondidos y
sospechas que ocultan una gran inteligencia. Imaginas que este hombre podría ser el
individuo más peligroso con que toparas.
El oficial ayudante, el mayor Stephen Dillon, es otra persona que podría identificar el
billete. El mayor es un hombre bajo, de rostro encarnado y con la nariz bulbosa propia de
un gran bebedor Su baja estatura, sus ojos oscuros y almendrados y su barriga le podrían
convertir, en muchas circunstancias, en una figura cómica. La devoción de Dillon por su
jefe es casi legendaria en el regimiento. Por la noche suele embriagarse, pero, por lo que te
han dicho, ese hábito nunca ha afectado al cumplimiento de su deber.
El último sujeto que se te ocurre es el cabo Bosworth, que estaba de guardia en la puerta
principal la noche anterior. Jonathan podría haberle comentado adónde se dirigía, ya que
Bosworth y él se llevaban bien y habían trabajado juntos en varios proyectos.
—Si decides preguntar al coronel Sterling sobre el asunto, pasa al 293.
—Si inquieres al sargento mayor Peter Austin, pasa al 145.
—Si lo intentas con el mayor Stephen Dillon, pasa al 504.
—Si pruebas con el cabo Bosworth, pasa al 399.
309
Examinas con cuidado la columna, porque sabes que debe de haber un mecanismo que
accione la puerta. Sin embargo, te sientes cada vez más frustrado al no lograr encontrar el
resorte. Sigues trabajando en ello. Tira dos dados y suma al resultado tus puntos de ingenio:
—Si el total está entre 2 y 7, pasa al 315.
—Si está entre 8 y 12, pasa al 303.
310
Los cuatro hombres muestran sus tarjetas al mayordomo del club (tal como esperabas) y,
tras intercambiar saludos, se introducen en el interior. Ahora es un buen momento para
entrar, ya que no quedan coches en la calle. Pasa al 246.
311
El mayor Dillon camina con paso vacilante hacia los líderes del Consejo. Se detiene frente
al grupo de enmascarados, se pone firme y pronuncia en voz alta:
—El Hermano Stephen Dillon solicita la indulgencia del Consejo de los Cinco respecto a
los sucesos previos a esta noche.
Tienes que esforzarte por oírle a pesar de su fuerte tono de voz, a causa de las crecientes
murmullos que se extienden entre los miembros.
—Si te acercas, pasa al 383.
—Si te quedas dónde estás, pasa al 165.
312
Le hablas de Jonathan y de tu investigación, pero omites el hecho de que Sherlock Holmes
y el doctor Watson te han ayudado.
No es porque desees llevarte todo el mérito, sino que crees que no tienes derecho a
implicarles sin su consentimiento. Además, hay algún factor extraño en toda esta situación.
Tira dos dados y suma al resultado tus puntos de intuición:
—Si el total está entre 2 y 7, pasa al 269.
—Si está entre 8 y 12, pasa al 212.
313
Mientras te explayas, notas que el doctor Watson escucha ávidamente tus comentarios. Ni
siquiera parpadea al conocer los extraordinarios sucesos que describes, sino que te interroga
sobre las circunstancias que condujeron a tu captura y posterior huida. Sus preguntas te
inducen a creer que te resultan difíciles de aceptar los descuidos que facilitaron tu escapada.
Pasa al 316.
314
Tomas el tren en la estación de Kingston. Mientras buscas asiento, observas el vagón
siguiente por la ventanilla delantera y divisas al coronel Sterling sentado junto a uno de los
oficiales de mayor edad. Te preguntas con cierta aprensión si el coronel se ha percatado de
tu ausencia. Sherlock Holmes asegura siempre que los pequeños detalles suelen ser los más
importantes, y tú estás de acuerdo, pero no por las razones que te dio. Las acciones
minúsculas pueden forjar una carrera en el ejército o, como en tu caso, interrumpirla. Pasa
al 174.
315
Oyes el sonido de un disparo procedente de abajo. Retrocedes un paso y dejas que la policía
derribe la puerta. Pasa al 332.
316
—Teniente Mores, no le he presentado a mi primo, el doctor Watson —dices, y te vuelves
hacia este—. Doctor Watson, le presento al teniente Neville Mores, de la Royal Navy.
—¿En serio? —pregunta tu pariente, interesado—. Siempre he admirado a la Royal Navy.
¿En qué barco sirve, teniente?
—En el «Desafío» —responde Mores.
—¿Está seguro? —le pregunta el doctor Watson—. No sabía que la armada tuviera un
buque de guerra con ese nombre. Tal vez se refiera al «Desafiante».
Pasa al 118.
317
Le sigues hasta la estación y le ves subir al tren de Kingston. Decides no continuar la
vigilancia, ya que mañana tienes que acudir a la policía. Te diriges con paso cansino al 221
de Baker Street y te tumbas en tu cama. Al día siguiente te levantas temprano, te afeitas y te
pones la camisa limpia que el doctor Watson ha dejado preparada para ti. Tras un
reconfortante desayuno preparado por la señora Hudson partes para Scotland Yard. Te
habría gustado tener la oportunidad de discutir el asunto del sargento mayor y Dillon con
tu primo y con el señor Holmes, pero la señora Hudson asegura que no regresaron en toda
la noche. Pasa al 520.
318
—Gracias, señor Holmes —contestas—. Aceptaré su amable invitación. —Te vuelves al
doctor Watson y le preguntas—: ¿Está seguro de que la señora Hudson no pondrá
objeciones a tener un tercer comensal para la cena?
—Claro que no, muchacho, claro que no —dice tu primo, radiante—. Le mostraré su
habitación para que pueda lavarse mientras Holmes llama a sus irregulares. Holmes, usted
podría recordarle a Wiggins que no venga con todo el grupo. Ya sabe cómo se pone la
casera.
Sherlock asiente con gesto distraído, y el doctor te conduce a tu cuarto. Pasa al 297.
319
Haces tus planes durante el viaje a Kingston. Sabes que es tradicional que los oficiales del
regimiento vistan de uniforme en la cena de los viernes. Tal vez descubras que al mayor
Dillon le falta un botón de la chaqueta, lo que confirmaría tus deducciones. Tira dos dados:
—Si el total está entre 2 y 8, pasa al 352.
—Si está entre 9 y 12, pasa al 291.
320
Avanzas con grandes zancadas hacia la entrada y das un enérgico tirón al cordel de la
campanilla. A los pocos segundos, la puerta se abre y aparece la figura envarada e
implacable del mayordomo del club.
—Soy el teniente Charles Watson —te presentas—. Uno de los oficiales de mi regimiento
fue asesinado el jueves por la noche y se me ha encargado que reúna sus efectos personales
para enviárselos a su familia. Tengo entendido que era miembro de este club.
—Usted dirá, señor —se ofrece el criado, con una expresión menos rígida en el rostro—.
¿Cómo se llamaba ese hombre?
—Teniente Jonathan Wheeler.
El mayordomo menea la cabeza con pesar.
—Lo siento, señor, pero nunca había oído ese nombre. El teniente no era miembro de esta
tertulia.
Encontré un ticket de guardarropa perteneciente a este club en el bolsillo de su capa —
replicas—. Quizás acudió como invitada —Yo controlo el registro de visitas, señor. No ha
venido como Invitado ni era socio. No sé cómo llegó a su poder uno de nuestros resguardos,
pero nunca ha entrado en este edificio. Ahora debo atender mis obligaciones.
Te cierra la puerta en las narices.
—Si tratas de entrar en el club sin ser visto, pasa al 276.
—Si vas a visitar a Sherlock Holmes, pasa al 146.
321
Esperas, cada vez más impaciente y preocupado. Finalmente, la puerta se abre y entra el
sargento mayor Peter Austin, seguido de tres corpulentos matones. Al verte, se detiene y
parpadea. Tú también estás estupefacto, pero reaccionas con mayor presteza que él.
—Sargento mayor, ¿qué está haciendo aquí? —exclamas.
—¡Teniente Watson! ¿Es usted el intruso del que hablaba el mayordomo?
—¡El mismo, sargento! Pero he venido por un asunto importante y me alegro mucho de
encontrar una cara amiga —declaras, pensando que el rostro del sargento mayor no es
amistoso en absoluto—. ¿Por qué me ha encerrado el criado en este cuarto? Si sospechaba
de mí, ¿por qué no me echó del edificio?
—Esta vez se ha metido en un buen lío, teniente. Ha sido conducido a esta habitación
porque ha mostrado una tarjeta que no debería poseer, ya que no es miembro de este club.
Tengo el desagradable deber de averiguar cómo llegó esa identificación a sus manos.
—Lo que me recuerda que no ha respondido a mi pregunta. ¿Qué está haciendo aquí,
sargento mayor? ¿Y qué les importa a esas personas si tengo o no una de sus tarjetas?
—Es un trabajo temporal, teniente, que realizo en mi tiempo libre —gruñe el oficial. El
derecho a la vida privada no está limitado a las altas instancias. ¿Vendrá conmigo sin
oponer resistencia, o tendré que pedir a estos hombres que le escolten?
—Obstruiré sus diligencias, sargento mayor —anuncias con gesto huraño—. Creo que el
teniente Wheeler cometió ese error, pero yo no seré una presa tan fácil.
Te preparas para su arremetida.
Anota la Pista S. Tira dos dados y suma al resultado tus puntos de condición física:
—Si el total está entre 2 y 10, pasa al 227.
—Si es 11 o 12, pasa al 149.
322
Cuando recoges el estuche, descubres un paquete de tarjetas de visita en un rincón del
cajón. Afortunadamente, has advertido su presencia. Anota el Resultado V. Pasa al 438.
323
El agente te pide que le sigas hasta el parapeto interior, donde te ruega que esperes mientras
va en busca de los detectives. Por lo que puedes ver, los daños no son tan graves como
informaron los periódicos. Calculas que la estación volverá a funcionar por la mañana. Poco
después, el policía regresa acompañado de un detective alto y delgado.
—¿Sí, teniente? ¿Puedo ayudarle en algo? Soy Wilson Carpenter —se presenta el
acompañante.
—Creo que sí, señor Carpenter —contestas—. Mi coronel me ha encargado que reúna los
efectos personales del teniente Wheeler para enviárselos a su familia. Si me lo permite, me
gustaría inspeccionar el área.
Tira dos dados y suma al resultado tus puntos de comunicación:
—Sí el total está entre 2 y 6, pasa al 143.
—Si está entre 7 y 12, pasa al 245.
324
Cruzas la entrada procurando, en lo posible, pasar inadvertido. Una vez dentro, echas un
vistazo a tu alrededor. La sala de actos se extiende de un lado al otro del edificio; un
extremo comunica con la calle y el otro con el jardín. Calculas que la estancia tiene una
longitud superior a los treinta metros, y más de quince de anchura. El techo abovedado y las
columnas, cubiertas de azulejos, dan aspecto catedralicio al recinto. Las ventanas que la
limitan están cubiertas de gruesas cortinas con símbolos heráldicos bordados con hilo
dorado; a lo largo de las paredes penden incontables banderas de batalla, como centinelas
cubiertos de polvo Todos estos elementos dejan en sombras la sala y enfatizan la
solemnidad de la ocasión.
Muchos de los miembros están sentados, aguardando el inicio de las ceremonias. Otros
intercambian saludos. Te aprovechas de la situación para colocarte en un rincón oscuro en
la parte trasera desde donde divisas bien toda la pieza. Tira dos dados y suma al resultado tus
puntos de intuición:
—Si el total está entre 2 y 6, pasa al 120.
—Si está entre 7 y 12, pasa al 450.
325
—Buenos días, teniente —dice el Inspector Jefe con una sonrisa afable—. ¿En qué puedo
servirle hoy?
—De hecho, he venido a ver al señor Athelney Jones, Inspector Jefe —replicas algo
nervioso—. Tengo información importante sobre el atentado.
La sonrisa del Inspector Jefe se reduce un poco.
—Muy bien, tal vez sería mejor que viniera conmigo —sugiere—. He enviado fuera de la
ciudad al señor Jones y dudo que regrese antes del mediodía.
Acompañas al Inspector a su despacho. Te ofrece asiento y ordena a un ayudante que te
traiga una taza de té. Luego te pide que le cuentes lo que has averiguado. Le hablas de
Dillon y de las pruebas que has descubierto en Kingston y en el club Leónidas. Mientras
disertas, su rostro se vuelve serio y comprendes que te cree. Cuando terminas, se levanta y,
tras rogarte que le esperes, sale del despacho. Acabas de tomar tu bebida y, cuando estás a
punto de pedir otra al ayudante, el Inspector regresa acompañado de dos fornidos agentes.
—Arresten a ese hombre —les ordena, señalándote con el dedo. — Si has anotado el
Resultado VII, pasa al 109.
—De lo contrario, tira dos dados y suma al resultado tus puntos de comunicación:
—Si el total está entre 2 y 6, pasa al 109.
—Si está entre 7 y 12, pasa al 371.
326
Hay algo en la actitud del coronel que te inquieta. Parece demasiado despreocupado para ser
un comandante en jefe que acaba de perder a un oficial bajo su mando, especialmente
teniendo en cuenta que la familia del fallecido tiene contactos tan importantes dentro del
gobierno. Su estudiado examen del fragmento de ticket te parece un poco exagerado. Tienes
la sensación de que te está ocultando alguna información, pero también estás enterado de
que los oficiales jóvenes que, aun de manera indirecta, insinúan que un oficial veterano
podría estar mintiendo, suelen tener una carrera militar muy breve. Debes reunir pruebas
más sólidas antes de hacer públicas tus sospechas. Anota la Pista C. Pasa al 340.
327
Hay algo en el mayor Dillon que te intriga, pero no puedes discernir qué palabras suyas no
suenan a ciertas. Pasa al 340.
328
—Sargento, no vi al teniente cuando inspeccioné esa habitación hace diez minutos —
responde.
No puedes negar que el individuo es inteligente: está tratando de enmascarar el deficiente
cumplimiento de sus obligaciones. Teniendo en cuenta su actitud negligente, es improbable
que hubiera advertido tú presencia en el caso de que te hubieses hallado en el despacho. Tal
vez te vayan mejor las cosas con un oficial.
—Sargento —dices, para atraer de nuevo su atención e impidiéndole pensar sobre lo que
acaba de decir el centinela—. ¿Por qué no envía a un hombre en busca del oficial de
guardia? Yo discutiré este asunto con él.
—Muy bien, señor —asiente el sargento—. ¡Muy bien! ¿A qué esperas? —dice a un
soldado.
Aguardas. El soldado regresa acompañado del oficial de guardia, a quién le cuentas tu
versión. Tira dos dados y suma al resultado tus puntos de comunicación:
—Si el total está entre 2 y 8, pasa al 337.
—Si está entre 9 y 12, pasa al 474.
329
Cuando abandonas tu escondrijo, detectas unos movimientos en las sombras de la calle.
Examinas fijamente el área situada entre las dos farolas más próximas y disciernes la figura
de un hombre. Te ocultas mejor en la oscuridad y permaneces inmóvil. Cuando pasa el
coche de Dillon, el individuo cruza rápidamente la calle y salta a la parte trasera del
carruaje, donde el cochero no puede verle. Por un segundo, el vehículo pasa bajo la luz de la
farola. El sujeto escudriña en tu dirección: jurarías que se trata del sargento mayor Peter
Austin.
—Si les sigues en otro coche, pasa al 187.
—Si acudes a la policía, pasa al 104.
330
Cuando te aproximas a la parte frontal, alguien te sujeta los brazos a la espalda. Un instante
después sientes el golpe de un objeto duro en tu cabeza y pierdes el conocimiento. Pasa al
115.
331
—Cuénteme más detalles sobre su charla con el mayor Dillon —pide Holmes cuando le
entregas la carpeta—. No deje nada en el tintero. Un antiguo axioma mío es que los datos
aparentemente triviales suelen ser los más importantes.
Le describes la conversación con todos los pormenores que puedes recordar, pero, mientras
hablas, te sientes abrumado por las dudas. En presencia de este gran detective, tus sospechas
no suenan muy convincentes y muchas de ellas son endebles porque solo conoces al mayor
de una manera que parece demasiado superficial.
—Sé que las evidencias son débiles, pero creo que oculta algunos datos —terminas en tono
inseguro.
—Como usted ha indicado, las pruebas no justifican su opinión de que el teniente Wheeler
no fue asesinado en la explosión en la estación de Paddington —observa Holmes cuando
callas—. En esta disyuntiva tendría que ponerme del lado de la policía; aunque es posible
que usted tenga razón, no hay averiguaciones concluyentes que determinen su hipótesis. Su
compañero podría haber encontrado su fin en otras circunstancias, y las pistas de ese
crimen habrían quedado ocultas por la explosión. Unos condicionantes similares se
produjeron en el caso Heist, en Potsdam, en 1841; y también ocurrió lo mismo en el affair
Rossovitch en Moscú, en 1878. Pero esta vez creo que las indagaciones apuntan a que fue
una víctima inocente de una bomba de los Dinamiteros.
Pasa al 123.
332
Una vez que la policía fuerza la puerta, Jones y tú bajáis las escaleras hacia un pasadizo que
se dirige a la parte trasera del edificio. Llegáis a una bifurcación: un camino conduce a unas
escaleras que ascienden al nivel de la calzada, pero en el otro encuentras el cuerpo del mayor
Stephen Dillon. ¡El sargento mayor y el Consejo han escapado! Pasa al 339.
333
Mientras trepas en silencio a la ventana, sientes unos brazos fuertes que te agarran. Antes de
que puedas recuperar el equilibrio, notas que un objeto contundente impacta en tu cabeza y
pierdes el conocimiento. Pasa al 304.
334
Te aproximas al centinela de la entrada principal y, con un tono de voz oficial, le ordenas
que abra la puerta. Tira dos dados y suma al resultado tus puntos de comunicación:
—Si el total está entre 2 y 6, pasa al 345.
—Si está entre 7 y 12, pasa al 101.
335
¡Has tenido éxito! El guardia estaba dentro de la habitación cuando cruzaste el salón. Ahora
debes encontrar un cuarto abierto en una planta inferior y esperar hasta que haya
completado las rondas; entonces podrás reanudar la búsqueda. Sin embargo, cuando llegues
al despacho ya será totalmente de noche y tendrás que encender una vela.
—Si vuelves a la oficina del mayor Dillon para seguir tu registro, los valores modificadores negativos
de búsquedas anteriores se anulan. Pasa al 463.
—Si vas a investigar el club Leónidas, pasa al 426.
336
—¿Qué está haciendo aquí, teniente? —pregunta el detective, caminando hacia ti.
—Me gustaría mucho entrar a echar un vistazo, señor Jones —contestas en tu tono más
amistoso—. Mi coronel me ha encargado que reúna los efectos personales del teniente
Wheeler y debo comprobar que no queda nada olvidado.
—Supongo que no hay ningún problema —refunfuña el detective y, volviéndose al agente,
añade—: Deje pasar al teniente, sargento.
Pasa al 449.
337
—Teniente Watson, ¿qué está haciendo aquí? —inquiere el oficial de servicio, un capitán a
quién apenas conoces—. Se me dio a entender que el coronel Sterling le había relevado de
sus otras obligaciones hasta que hubiera arreglado todo lo concerniente al teniente Wheeler.
—Es cierto, señor —contestas con una confianza que no sientes—. Sin embargo, los asuntos
pendientes no se evaporan porque uno no los atienda. El capitán Anderson espera estos
programas de adiestramiento para mañana, cuando regrese de Dorset, a pesar del coronel
Sterling. Por eso he decidido no acudir a la cena esta noche, y acabarlos.
Tu explicación te suena plausible. Solo esperas que el capitán no advierta que las hojas que
tienes frente a ti son los pedidos de suministros del mes pasado.
El capitán se vuelve al sargento y le indica:
—Todo está en orden, sargento. Yo asumo la responsabilidad.
El sargento reúne a sus hombres y sale, pero el oficial de guardia se queda contigo.
—Watson, no le conozco bien, pero creo que me ha mentido —comenta, observándote con
una mirada fría y distante—. No sé qué espera conseguir con su engaño, pero le aseguro que
esta cuestión no acabará aquí. Entretanto, no es necesario que saque a relucir nuestros
trapos sucios. Considérese arrestado hasta que el coronel Sterling tenga tiempo para verle.
Como estás bajo arresto en tus aposentos, no puedes proseguir tu investigación. Deprimido,
regresas a tu habitación. Ahora depende de Sherlock Holmes la resolución del caso.
—Si vuelves a empezar la investigación, pasa al 308.
—Si quieres leer la solución, pasa al 430.
338
Dejas pasar un minuto entero y luego le sigues. No llegas a cruzar la puerta, porque sientes
que unas manos fuertes te agarran por detrás. Tratas de girarte para golpear a tus atacantes,
pero un objeto contundente se estrella contra tu cabeza y percibes que te desplomas. Pasa al
115.
339
No te satisface el resultado final. Aunque Dillon ha pagado por el asesinato de tu amigo, sus
últimos responsables han huido. Su complot ha sido aplastado y el asesinato está resuelto,
pero la resolución te deja mal sabor de boca. Un éxito parcial es un trago amargo cuando se
ha estado tan cerca del triunfo.
—Si tratas de resolver el caso por completo, pasa al 308.
—Si quieres leer la solución, pasa al 430.
340
Experimentas cada vez mayor frustración. Cuanto más te esfuerzas por obtener información
útil sobre la muerte de Jonathan, ¡más inseguro te sientes de haber descubierto realmente
algo!
Te das cuenta de que necesitas ayuda profesional, y la policía ya ha demostrado que se
proponen seguir el camino más sencillo en esta investigación. A quien necesitas es a un
experto independiente que te ayude a encajar las piezas de este rompecabezas.
De repente, recuerdas una cosa que mencionó tu padre en su última carta. Parece ser que
tienes un pariente que, por coincidencia, vive en Londres. Tu padre te ha pedido que le
presentes tus respetos, pero has tenido poco tiempo para hacerlo hasta ahora Este es un
momento adecuado, ya que tu primo segundo es el doctor John H. Watson, ¡que comparte
su vivienda con el famoso detective privado Sherlock Holmes! Pasa al 415.
341
La biblioteca se alza tras el escritorio del mayor. Examinas los títulos y encuentras
principalmente textos militares con algunas obras históricas sobre asedios. No hay nada
importante, y no tienes tiempo de sacar los libros de los estantes y revisarlos uno a uno. Te
concentras en el armario de doble hoja. Tira dos dados y suma al resultado tus puntos de
observación:
—Si el total está entre 2 y 7, pasa al 510.
—Si está entre 8 y 12, pasa al 221.
342
Consigues atemperar las sospechas del Inspector Jefe Stern, pero te solicita que permitas a
la policía llevar adelante sin interferencias las investigaciones. Cuando te marchas, te
preguntas si el oficial ordenará que te sigan.
—Si desafías al Inspector Jefe y te diriges a la escena del crimen, pasa al 240.
—Si vas a visitar a Sherlock Holmes:
—Si has anotado las Pistas F y H, así como la Decisión 6, pasa al 153.
—Si has anotado la Pistas G o la H, así como la Decisión 4 o la 5, pasa al 103.
—De lo contrario, pasa al 130.
—Si acudes al club Leónidas, pasa al 174.
343
El tabernero sospecha de ti en cuanto mencionas el nombre de Gladys O’Keefe. Afirma que
ella era hija única. En esos momentos, te rodea una multitud irritada. Tira dos dados y suma
al resultado tus puntos de comunicación:
—Si el total está entre 2 y 7, pasa al 261.
—Si está entre 8 y 12, pasa al 479.
344
Esperas en un bar situado al otro lado de la calle hasta que la policía retira el cordón y se va.
Cuando te cercioras de que se han marchado, cruzas los parapetos y entras en la estación
derruida. Observas que la explosión ha causado más daños de los visibles desde el exterior.
Aparentemente, la bomba detonó cerca de las vías, destrozando varios bancos emplazados a
lo largo de la pared, así como una de las escaleras de madera que comunicaba el andén del
metro con el del ferrocarril, que se halla encima. Aún no se han iniciado las reparaciones
del acceso, puesto que existen otras entradas, de modo que no se ha efectuado más que un
examen superficial. Se han producido daños más serios en las guarniciones de alumbrado de
gas del techo, que parecen haber reventado a consecuencia de la explosión y se han
quemado tras una acumulación de fluido, debilitando los soportes del techo. Los esfuerzos
de las brigadas de restauración se han concentrado en este ámbito. Pasa al 517.
345
—Debe autorizarlo el sargento de guardia, señor —contesta el centinela. Es un recluta y no
está dispuesto a interpretar con flexibilidad las órdenes recibidas.
De hecho, no es raro que los oficiales más jóvenes estén de servicio los fines de semana. Es
probable que pudieras persuadir al oficial de guardia de que te deje entrar, pero ello
significaría atraer la atención sobre ti, factor que tratas de evitar. Es mejor pasar inadvertido
e intentar introducirte de otra manera. Pasa al 279.
346
Tras escucharte, Jones se recuesta en su silla, guardando un inusual silencio. Finalmente,
carraspea y señala:
—Teniente, creo que le debo una disculpa. Le estoy muy agradecido. Ha reunido pruebas
suficientes para que podamos acusar al mayor Dillon y, además, descubrir un nido de
traidores.
—Señor Jones, Dillon no es más que un comparsa —contestas—. Ante todo, aunque me
duele tener que decirlo, creo que debemos aplastar la conspiración y averiguar las
identidades de los miembros del Consejo.
—Vuelve a tener razón, teniente. ¿Tiene alguna sugerencia? Pasa al 141.
347
Supongo que no hay ningún problema, señor —indica, después de echar un vistazo a su
alrededor para comprobar que ya se han ido los detectives.
Pasa al 396.
348
Decides que, aunque la pistola es importante para la investigación, no es una prueba clave:
el mayor Dillon podría decir que hacía prácticas de tiro, y tú no podrías demostrar lo
contrario.
—Si no has examinado ya el estuche de efectos de escritorio y quieres hacerlo ahora, pasa al 516.
—De lo contrario, pasa al 518.
349
Utilizando el método de razonamiento deductivo en el que te ha adiestrado Holmes,
consideras que el botón debía de estar muy cerca de la bomba para haber quedado
incrustado tan fuertemente a causa de la explosión. Además, debió de caerse poco antes del
estallido, porque si hubiese ido al suelo durante las horas de funcionamiento del metro, el
oro que contiene habría llamado la atención de algún pasajero. El botón no pertenecía al
uniforme de Jonathan, ya que las piezas del uniforme de gala de los Lanceros Bengalíes, el
regimiento de Jonathan, son muy distintas. Estás seguro de que este botón procede de un
atuendo perteneciente al regimiento de caballería ligera de Kingston. ¡Un oficial de este
debió de encontrarse aquí ayer noche!
Lo examinas de cerca y deduces que su propietario debió de enzarzarse en alguna actividad
física dura que causó el desprendimiento del botón de su uniforme. Los hilos de la parte
posterior están desgarrados, no deshilachados. Además, la persona que lo perdió debía de
encontrarse en un estado de notable agitación pues no se dio cuenta de que le faltaba un
elemento tan caro de su uniforme, ni lo descubrió pese a que debía hallarse bien visible. Fue
la explosión la que lo lanzó bajo las escaleras. Anota la Deducción 1. Pasa al 128.
350
Parece que ya no te resta ninguna indagación sobre este lugar. Has examinado
cuidadosamente todos los objetos del cajón y has sacado las conclusiones oportunas. Pasa al
518.
351
Decides que no puedes arriesgarte a perseguir solo a seis hombres desesperados, de modo
que haces dos disparos al techo para abrirte paso entre la multitud y echas a correr hacia el
salón, soplando el silbato de nuevo. Athelney Jones te divisa y, gritando órdenes a sus
hombres, irrumpe en la sala de actos seguido de una larga hilera de policías uniformados.
Pasa al 290.
352
Vuelves a tus aposentos y te preparas para la cena de oficiales del regimiento. Acudes al
comedor con anticipación y te quedas de pie en un lugar desde donde puedes observar la
puerta. Sin embargo, cuando los trompetas entran al paso para avisar a los comensales,
comprendes que el mayor Dillon no va a aparecer. Te disculpas y te marchas. Pasa al 126.
353
Reflexionas mientras te alejas del despacho del capitán preboste. Es improbable que el
sargento mayor fuera tan estúpido como para dejar pruebas acusatorias en su propia casa.
Debe de haber otro camino, y el club Leónidas es el único que te queda. Tal vez valga la
pena ir a visitarlo. Pasa al 174.
354
Tratas de apartar de tu camino a Dillon, que está borracho, pero tus diligencias fracasan
porque se derrumba sobre ti, sujetándote las piernas y dejándote indefenso ante tu atacante.
Lo último que ves antes de que la porra se estrelle en tu cráneo es el rostro del sargento
mayor Peter Austin. Pasa al 115.
355
Decides llevar contigo a Mores y pedir ayuda a Sherlock Holmes. Explicas tu plan a tu
compañero, aunque no mencionas adónde pretendes ir. Para guardar las formas, el teniente
rechaza tu propuesta porque su pierna herida podría hacer fracasar la huida y te sugiere que
recapacites y le abandones en la celda. Tú no quieres ni planteártelo.
Cruzáis la puerta y subís las escaleras hasta el salón. Ves al guardia saliendo de la cocina
mientras charla con la cocinera. Disponéis de tiempo suficiente para encontrar un
escondrijo. Después solo tenéis que salir del club sin ser vistos.
Una vez fuera del edificio, tratas de parar un coche que os lleve. Te cuesta casi una hora
encontrar uno. Mores está agotado, debido al esfuerzo que supone caminar con su pierna en
tan mal estado.
Tu primera intención era ir a Baker Street, pero ahora te preguntas si no deberías acudir
directamente a Scotland Yard. Como Mores apoyará tus afirmaciones, incluso el zoquete de
Jones tendrá que escucharte.
—Si vas a la policía, pasa al 409.
—Si vas a Baker Street, pasa al 230.
356
Ahora que has desactivado el «chivato», puedes examinar sin peligro los objetos guardados
en el cajón. Pasa al 516.
357
Por fortuna, tu disparo le da en el hombro y salvas a Dillon. La policía rodea al sargento
mayor, mientras que Jones y tú desviáis vuestra atención hacia los miembros del Consejo
que huyen.
Tira dos dados y suma al resultado tus puntos de condición física:
—Si el total está entre 2 y 6, pasa al 389.
—Si está entre 7 y 12, pasa al 374.
358
Confiabas en encontrar alguna pista en el armario ropero, pero tus expectativas sufren una
decepción. Ahora debes decidir si sigues buscando. Cuanto más tiempo permanezcas aquí,
más oscuro se hará todo; tendrás que usar una luz y, más peligrosa será tu tarea. ¿Debes
arriesgarte a seguir registrando este lugar?
—Si te marchas, pasa al 284.
—Si continúas el examen, tira dos dados y resta un punto por cada búsqueda que hayas realizado ya
(puedes registrar el mismo objeto en más de una ocasión):
—Si el total está entre 2 y 4, pasa al 228.
—Si está entre 5 y 12, pasa al 463.
359
Irritado por la actitud de la policía, reflexionas sobre tu próximo movimiento. Jones,
ansioso por acusar a los Dinamiteros de la muerte de Jonathan, es reacio a aceptar
informaciones que vayan en contra de sus ideas preconcebidas. Tal vez haya pasado por alto
otras pruebas. Decides continuar la investigación por tu cuenta. Anota la Decisión 7. Pasa al
425.
360
—¿Qué está haciendo aquí, teniente? —gruñe el detective mientras avanza hacia ti—. Será
mejor que no le vea el Inspector Jefe —añade, mirando a su alrededor con nerviosismo.
—Me gustaría mucho echar un vistazo al lugar, señor Jones —indicas, sabiendo de
antemano su respuesta.
—¡No puedo permitirlo! Esto es una investigación oficial. No podemos dejarle campar
libremente eliminando pruebas.
—Lo entiendo perfectamente, señor Jones —contestas en tono conciliador al ver que la
policía está acabando su trabajo en esta zona—. En tal caso, le deseo buenos días.
Te marchas. Calculas que los agentes se irán al cabo de una hora. Pasa al 344.
361
Vuelves a dejar la pistola en su sitio. Ahora debes decidir tu siguiente movimiento. Anota la
Pista K.
—Si no has examinado ya el estuche de efectos de escritorio, pasa al 348.
—De lo contrario, pasa al 350.
362
El sargento mira de forma inquisitiva a uno de los detectives, que menea la cabeza.
—Me temo que no, señor —te dice—. Los detectives son las únicas personas que pueden
dar su autorización.
Vuelves a inspeccionar la estación derruida. Pasa al 148.
363
Cuando el coche de caballos pasa a tu altura, echas a correr velozmente y saltas sobre la
parte trasera, en un lugar donde el cochero no puede advertir tú presencia. De nuevo
detectas sombras que se mueven a la luz de las farolas, pero el vehículo dobla una esquina, y
un edificio te obstaculiza la visión. Pasa al 429.
364
Cuando el centinela se ha alejado por el pasillo, tú te encaminas de puntillas hacia el
despacho del coronel Sterling. Por desgracia, has olvidado el tablón suelto de la escalera y el
ruido que haces es lo bastante fuerte como para despertar a los muertos. No tienes
autorización para estar en el segundo piso, por lo que te encontrarías en una situación
delicada si te descubrieran en este lugar. Decides volver a tu despacho, donde estarás a
salvo. Tira dos dados y suma al resultado tus puntos de condición física:
—Si el total está entre 2 y 7, pasa al 180.
—Si está entre 8 y 12, pasa al 163.
365
Te apartas del cajón y lo examinas atentamente. No te fías de este escritorio. Algunos de
ellos están llenos de «chivatos», unas trampas de resorte que no pueden reajustarse sin una
llave. Tira dos dados y suma al resultado tus puntos de observación:
—Si el total está entre 2 y 5, pasa al 188.
—Si está entre 6 y 12, pasa al 420.
366
Te pones un traje de noche, más apropiado para un club de caballeros. No tienes ninguna
esperanza de cruzar la puerta principal si no vas bien vestido. Pasa al 174.
367
Fallas, pero el tiro asusta al sargento mayor. La policía le rodea; mientras tanto, Jones y tú
desviáis vuestra atención hacia los miembros del Consejo que huyen. Tira dos dados y suma
al resultado tus puntos de condición física:
—Si el total está entre 2 y 6, pasa al 389.
—Si está entre 7 y 12, pasa al 374.
368
Ahora solo te queda un camino para proseguir la investigación: el club Leónidas. Sales del
edificio y te diriges a la estación. Pasa al 174.
369
El coche de Dillon llega ruidosamente unos minutos después. El mayor baja con paso
vacilante, paga al cochero y se encamina a la estación de Waterloo para adquirir el billete de
tren. El sargento mayor le sigue unos instantes más tarde, caminando todavía entre las
sombras.
Dillon baja al andén correspondiente, sube al vagón y se acomoda en un compartimento. El
sargento le observa. Cuando el ferrocarril sale de la estación, este para otro coche, en esta
ocasión una berlina. Pasa al 370.
370
Tienes mucho interés por descubrir la identidad de las personas a quienes informará
posteriormente el sargento mayor. Saltas a la parte trasera de su coche y esperas para
descubrir adónde os lleva, aunque lo imaginas. Tal como sospechabas, menos de media hora
más tarde el vehículo se detiene a la puerta del club Leónidas. El sargento baja y penetra en
el edificio.
—Si le sigues al interior, pasa al 209.
—Si le esperas fuera, pasa al 257.
371
Te encuentras en un calabozo de los sótanos de Scotland Yard. ¡Al principio, no puedes
entenderlo! Estabas seguro de que habías conseguido convencer al Inspector Jefe. La única
explicación posible es que lo hiciste demasiado bien. Te creyó, y por eso estás aquí. ¡El
Inspector debe formar parte de la conspiración, ser miembro del club Leónidas, y te ha
atrapado sin ninguna dificultad!
Intentas que alguien avise a Sherlock Holmes, pero los carceleros tienen órdenes de no
hablar contigo e ignoran todas tus súplicas. Finalmente, llevado por la desesperación,
indicas al hombre que te trae la cena que estás dispuesto a confesar, pero que solo hablarás
con el señor Athelney Jones, el famoso detective. El centinela resopla de manera burlona,
pero va a buscar a Jones.
Jones llega poco después y, al verte, parpadea estupefacto.
—¿Qué quiere decir con que quiere confesar? ¿Confesar qué? Soy un hombre ocupado y no
tengo tiempo para oír sandeces. Le narras lo que explicaste a su superior. Por la expresión
del rostro de Jones, comprendes que se da cuenta de la gravedad de la situación. Luego le
informas de tus sospechas sobre el Inspector Jefe. Tira dos dados y suma al resultado tus puntos
de comunicación:
—Si el total está entre 2 y 7, pasa al 395.
—Si está entre 8 y 12, pasa at 181.
372
Te llevas una sorpresa al ver que todos los botones de la chaqueta del coronel Sterling son
iguales. Permaneces en el lugar unos Instantes y luego te marchas. Parece que se reducen
tus posibilidades. Uno de los pocos aspectos del caso que no has investigado es el club
Leónidas. Si te vas ahora, todavía podrás eludir la cena. Por otra parte, podría haber
pruebas acusadoras ocultas en el despacho del coronel, alguna pista que pudieras utilizar
para convencer a la policía. Sales del comedor sin que se fije nadie en ti y regresas a tu
habitación para cambiarte.
—Si te diriges al club Leónidas, pasa al 174.
—Si registras la oficina de Sterling, pasa al 446.
373
Has eliminado una posibilidad, al menos por esta noche. Aún resta el club Leónidas. Te
diriges corriendo a la estación de ferrocarril, tratando de olvidar el dolor que sientes en la
cabeza. Pasa al 174.
374
Les encuentras quitándose los ropajes antes de subir las escaleras que comunican con el
exterior. Pasa al 408.
375
Confiabas en encontrar algún dato valioso en el escritorio, pero tus expectativas sufren una
decepción. Ahora debes decidir si sigues buscando. Cuanto más tiempo permanezcas aquí,
más oscuro se hará todo; tendrás que usar una luz y, por lo tanto, más peligrosa será tu
tarea. ¿Debes arriesgarte a seguir registrando este lugar?
—Si te marchas, pasa al 284.
—Si continúas el examen, tira dos dados y resta un punto por cada búsqueda que hayas realizado ya
(puedes registrar el mismo objeto en más de una ocasión):
—Si el total está entre 2 y 4, pasa al 228.
—Si está entre 5 y 12, pasa al 463.
376
Decides que la tarea más importante que puedes emprenda es reunir pruebas que convenzan
a la policía y, en particular, ese charlatán fanfarrón llamado Athelney Jones, de que es
necesario investigar en otro sitio a los asesinos de Jonathan. Has llegado a la convicción de
que debe haber algunas causas muy siniestras detrás del crimen, motivos tan importantes
para las personas implicadas que estuvieron dispuestas a matar para guardar el secreto.
Sabes que tu compañero era impetuoso y a menudo hablaba cuando era más seguro e
inteligente guardar silencio. Ello os puso en apuros a ambos en más de una ocasión, y ahora
podría haber provocado su muerte. Decides ser cauteloso y no cometer el mismo error.
Estás persuadido de que las pistas que precisas se encuentran en la casa de Dillon, por lo
que resuelves ir de inmediato. Anota el Resultado V. Pasa al 232.
377
El agente te observa de manera inquisitiva.
—Usted era de su misma unidad, ¿no? —te pregunta. Asientes y prosigue—: ¿Eran amigos?
—Vuelve a asentir—. Lo suponía —suspira con gesto comprensivo—. Es un asunto feo. Lo
siento, teniente, pero hay muy pocos detalles que contar. Una bomba de nitroglicerina, o al
menos eso me han dicho los detectives. Todo quedó destruido. Aún no hay ningún indicio
fiable. Es un trabajo tipleo de los Dinamiteros, si quiere saber mi opinión. No puedo
Ofrecerle más datos. —Te mira fijamente por unos momentos y añade en voz baja—:
Lamento lo de su amigo.
En aquel instante, dos sujetos entran y se quedan conversando en el vestíbulo. El sargento
se inclina hacia ti de forma confidencial.
—Ésos son los hombres con quienes debe hablar. El más corpulento es el señor Athelney
Jones, el detective asignado al caso.
Miras hacia donde te señala y distingues a un individuo alto y tímido, pero que empieza a
engordar. Sus ojos son pequeños pero brillantes, y se esconden tras unos párpados
hinchados.
—¿Quién es el otro? —preguntas, moviendo la cabeza hacia el segundo hombre. Este es de
estatura media, vestido de modo impecable y con aires de caballero.
—El Inspector Jefe Maxwell Stern, el superior del señor Jones... y mío también.
El agente se yergue cuando Athelney Jones viene a vuestro encuentro.
—¿Hay algún problema, sargento? —le pregunta.
—No, señor. El teniente ha venido en busca de información sobre el atentado de ayer
noche.
Te presentas, pero es obvio que el detective no está interesado en ayudarte, sino que, de
manera bastante arrogante, te indica que la policía no divulga las pesquisas concernientes a
una investigación en marcha. Luego da media vuelta y se va. Pasa al 410.
378
Te mezclas entre la multitud, tratando de no quedarte embobado contemplando la
antecámara recubierta con paneles de roble o la doble escalera de mármol que asciende al
primer piso, donde se encuentra la sala de actos en la que están reuniéndose los miembros.
Sigues a tus nuevos amigos por las escaleras, uno de los cuales conversa contigo como si
fuerais compañeros que no os veíais desde hacía mucho tiempo. Entráis todos en el recinto
de la convocatoria. Pasa al 243.
379
—Sí —exclamas con asombro—. El mayor Dillon, ayudante del regimiento, encaja
perfectamente en la descripción.
Anota la Deducción 2. Pasa al 432.
380
Escuchas atentamente al líder de la facción irlandesa, que describe las bases racionales en
las que se basan las actividades de su grupo y que justifican sus crímenes en nombre de un
bien mayor. Pasado un rato, se incorpora, afirma estar de acuerdo en que no venías con
malas intenciones y te indica que puedes marcharte.
—Si continúas la investigación por tu cuenta, pasa al 425.
—Si acudes a la policía, anota la Decisión 6, y pasa al 390.
—Si visitas a Holmes, pasa al 404.
381
—Señor Holmes —dices—, aunque tengo en gran aprecio su opinión sobre estos asuntos,
no puedo quedarme aquí sentado esperando los periódicos matutinos. Me resulta difícil
concebir que esa banda de terroristas tenga la clase de disciplina que usted describe. Creo
que hay otros caminos abiertos ante mí. Le agradezco su generosa oferta de hospitalidad,
pero pienso que debo marcharme ahora y dejarles que cenen tranquilos. Gracias a ambos
por su ayuda y, doctor Watson —continúas mientras te incorporas—, le agradecería que me
permitiera verle dentro de algún tiempo. Sería un honor para mí.
—Sí, sí —contesta tu pariente mientras se levanta para acompañarte a la salida—, claro que
sí, muchacho. Debe hacer lo que crea correcto, aunque presiento que, en este caso, sus actos
son un poco impetuosos. Holmes es algo áspero en ocasiones, pero raras veces está
equivocado. Le suplico que recapacite.
Les estrechas la mano a ambos en señal de despedida.
—Lamento no poder esperar, doctor Watson, pero mi comandante en jefe me ha dado poco
tiempo para atender este asunto y me temo que ya se haya arrepentido incluso de habérmelo
encargado.
Partes con desgana, consciente de que, aunque no has cortado los lazos con Sherlock
Holmes, sí están bastante deshilachados.
—Si acudes a la policía, pasa al 198.
—Si visitas la escena del crimen, anota la Decisión 3 y pasa al 240.
—Si decides merodear por los bares del East End, sospechosos de ser puntos de encuentro de los
Dinamiteros, pasa al 306.
382
La reunión acaba de manera confusa. Los miembros se incorporan y van a buscar a Dillon.
Tú también te levantas para indagar dónde están los componentes del Consejo, pero cuando
consigues hallar un campo de visión abierto entre la multitud, ellos ya han desaparecido.
Los secretarios comienzan a salir de la sala.
Ya has logrado lo que perseguías averiguar. ¡Sabes quién mató a Jonathan! ¡Lo has oído de
los propios labios del asesino! Sin embargo, aunque te duele admitirlo, la muerte de tu
compañero puede no ser lo más importante. ¡Parece que este siniestro grupo está planeando
una traición!
Podrías presentar esta información a la policía, pero ¿te creerían? ¿O exigirían pruebas más
palpables de tu testimonio? Desde luego, aquí se encontraban presentes ciertas personas
muy importantes, y el hecho de que los líderes llevaran máscaras indica que son personajes
públicos. Si tienes que enfrentar tu palabra contra la suya, no saldrás muy bien librado. De
todas formas, tienes un punto de partida y te propones acaparar las pruebas que necesitas.
Tira dos dados y suma al resultado tus puntos de ingenio:
—Si el total está entre 2 y 4, pasa al 441.
—Si está entre 5 y 12, pasa al 105.
383
—Hermano, has venido aquí a hablarnos de un asunto grave —comienza el portavoz del
Consejo—, del tema de tu precipitación respecto a la muerte del Hermano candidato
Wheeler. Es censurable que hayas emprendido una acción semejante sin la aprobación del
Consejo. ¿Qué tienes que abogar en tu favor?
—Líder, fui yo quien le propuso como miembro, y era responsabilidad mía corregir ese
error —replica Dillon—. Debemos preservar el secreto de la causa a toda costa.
—Hermano, se ha sugerido que tu razón quedó obnubilada a consecuencia de tu vicio
alcohólico —remarca el cabecilla con severidad—. También se ha sugerido que tu escasa
reflexión acerca de esta cuestión es solamente el ejemplo más desafortunado de muchos
incidentes similares en el transcurso del pasado año. Se cuestiona tu capacidad para
permanecer en tu puesto.
—Líder, mi problema con la bebida es asunto mío y no debería preocupar a nadie —
responde, irguiéndose encolerizado—. No interfiere en absoluto en el cumplimiento de mi
deber, como aquellos que me conocen podrán ratificar si se les inquiere. Supongo que no se
cuestiona mi lealtad a la causa. Aunque admito mi equivocación en este incidente, esto no
debería oscurecer mis servicios pasados, ni debería considerarse como una demostración de
mi capacitación actual. He servido fielmente a esta causa durante veinte años. El suceso no
tendrá una importancia duradera.
—¿Cómo puedes decir eso? —pregunta el jefe con un tono de creciente incredulidad en la
voz—. ¿Sabe que nosotros, como grupo, estamos a punto de perder el apoyo de ciertos
individuos muy influyentes debido a tu apresuramiento? ¡Eso constituiría un desastre
irreparable para nuestros fines! La familia del teniente Wheeler tiene amigos poderosos en
el gobierno, personas que nosotros necesitamos desesperadamente. Uno de ellos en
particular pide tu cabeza y yo, por una vez, no estoy seguro de que no debamos entregársela.
—Líder, antes funcionábamos satisfactoriamente sin todas estas maniobras —replica Dillon
sin arredrarse—. No las precisamos.
¡EI Consejo y usted han dejado a un lado las propias razones de nuestra existencia, en su
deseo de implicar a nuestra sociedad en la política!
—¡Contén tu lengua, Hermano! —contesta el líder—. Hay sabiduría en nuestra causa,
aunque tú no tienes perspicacia para verlo. ¿Creemos que podemos enfrentarnos solos al
Parlamento? Si no tenemos poder para reforzar nuestros deseos, ¡nuestras cabezas
decorarán las picas de los alabarderos en los muros de la Torre de Londres!
»¡En opinión de muchos, lo que planeamos sería traición! —prosigue—. Aunque hemos
jurado por nuestra antigua fórmula destruir la hez que está infectando nuestra patria, habrá
oposición: ¡una oposición poderosa! No podemos permitir que tú facilites las cosas a esos
enemigos con actos irreflexivos. ¡Acatarás las decisiones del Consejo de los Cinco, o deberás
arriesgarte a ser castigado!
—¡Y yo digo que lo que hice era inexcusable! —insiste el mayor, tercamente, con voz áspera
—. ¡Me someteré a las decisiones del Consejo en otros asuntos, y asumo toda la
responsabilidad de haber traído aquí a aquel traidor! Como fue mi error, me correspondía a
mí enmendarlo. Que las represalias caigan sobre mi cabeza si así debe ser. ¡El secreto de
nuestros propósitos debe ser preservado si queremos prevalecer!
Con estas palabras, da media vuelta y sale con paso enérgico de la habitación. Cada uno de
los gestos de su cuerpo es desafiante. Anota la Pista T. Pasa al 382.
384
—Puedo estar equivocado, pero diría que es un ticket del guardarropa del club Leónidas —
comentas, entregando el billete a Holmes.
—Y tiene razón —afirma el detective en tono aprobador—. Precisamente el año pasado
publiqué una monografía sobre tickets. La policía ya la ha utilizado para solucionar un caso
de fraude. Tiene buenas cualidades, teniente.
Holmes extrae una carpeta de debajo del escritorio y te la entrega. La abres y confirmas el
origen del recibo.
—Si has anotado la Pista C, pasa al 166.
—Si has apuntado la Pista D, pasa al 413.
—Si has registrado la Pista E, pasa al 331.
—De lo contrario, pasa al 281.
385
Te alejas, preguntándote si Bosworth tiene razón. Tal vez el ticket no sea más que un recibo
de una compañía de coches de caballos. Ojalá pudieras estar seguro de ello. Pasa al 340.
386
Intentas interrogar a Mores, pero este solo te observa fijamente, y no estás dispuesto a
utilizar las técnicas que emplean sus amigos para desatarle la lengua.
El doctor Watson sugiere que le registres pata aseguraros de que no lleve más armas ocultas.
No le encuentras ninguna, pero sí un trozo de papel doblado en el bolsillo del abrigo. Lo
despliegas y adviertes que se trata de un mensaje escrito en una tarjeta usada por el Consejo
de los Cinco. Parece estar en una especie de código, ya que todas las palabras tienen cinco
letras y las frases no tienen sentido.
Aprendiste algunas cosas sobre codificación durante tus años de servicio, y piensas que tal
vez conozcas la clave empleada. Colocas el papel sobre el escritorio de Holmes y te pones a
trabajar. Tira dos dados y suma al resultado tus puntos de cultura:
—Si el total está entre 2 y 6, pasa al 111.
—Si está entre 7 y 12, pasa al 108.
387
El mayordomo no intenta cerrar la puerta y aplastarte el pie, sino que estira el brazo a un
lado y tira del cordón de una campanilla mientras sigue bloqueando la entrada. La situación
se prolonga. Intentas convencerle de que te deje pasar. Él se niega incluso a responder y
espera con paciencia a que te marches. Cuando estás a punto de ceder, oyes un ruido de
pisadas en el pasillo.
—¿Hay algún problema? —inquiere una grave voz masculina al otro lado de la puerta.
—Un intruso, sargento —declara el mayordomo—. Desea introducirse sin tarjeta. Ha
solicitado ver al coronel Sterling por un asunto algo urgente. Le he informado de que ese
hombre no es miembro del club, pero se niega a marcharse.
—Yo me encargaré de esto. Usted puede ir a atender sus, obligaciones.
El criado asiente con agradecimiento y se aparta, dejando el camino libre al otro hombre.
La puerta se abre por completo y ves al sargento mayor Peter Austin. Ambos os miráis,
parpadeando por la sorpresa. Él se recobra antes.
¡Teniente Watson!
—Hola, sargento mayor —saludas, algo incómodo.
—Teniente, no entiendo sus actos, pero no puedo permitirle la entrada. El club es de acceso
restringido a sus miembros. El mayordomo tiene razón: el coronel no es uno de ellos.
Deberá ir a Kingston para hablar con él.
—Pero ¿qué está haciendo aquí, sargento mayor? Aseguraría que esta labor no es muy digna
de usted.
—Es algo provisional. Un amigo mío fue herido y le sustituyo por las noches hasta que esté
recuperado.
Debes admitir tu derrota esta vez, pero llama la atención que haya sido precisamente este
oficial quien te ha impedido entrar. Anota la Pista S.
—Si decides entrar en el club Leónidas sin ser visto, pasa al 234.
—Si visitas a Sherlock Holmes, pasa al 435.
388
El capitán preboste no te cree y te ordena que vuelvas a tus aposentos en espera de que se
investigue este asunto. En efecto, quedas bajo arresto y no puedes proseguir las
averiguaciones. Has fracasado y la resolución del asesinato de Jonathan depende ahora de
Sherlock Holmes.
—Si vuelves a empezar la investigación, pasa al 308.
—Si quieres leer la solución, pasa al 430.
389
Cuando llegas a la cámara situada al final del pasadizo, ves que los miembros del Consejo se
han quitado los ropajes y las máscaras y han salido a la calle por las escaleras. Pasa al 397.
390
Buscas un coche de caballos que te lleve al 221 de Baker Street. Pides al cochero que te
espere y corres a la puerta principal. La señora Hudson te saluda y te informa de que el
doctor Watson te ha dejado ropa limpia por si venías. Se ha anticipado puesto que ha
imaginado que no pensabas volver a Kingston. Tras cambiarte de atuendo, vuelves a subir
al vehículo y ordenas al conductor que te lleve a Scotland Yard.
—Si has anotado las Pistas F y H, pasa al 497.
—Si has apuntado la Pista G o la F, pero no la H, pasa al 211.
—De lo contrario, pasa al 301.
391
Cuando corres por el pasillo, el guardia sale de la habitación, ya que solo ha efectuado una
inspección rutinaria. Te ve y da la alarma. ¡Te ha descubierto un centinela negligente en el
deficiente] cumplimiento de su deber! Tira dos dados y suma al resultado tus puntos de
condición física:
—Si el total está entre 2 y 6, pasa al 136.
—Si está entre 7 y 12, pasa al 192.
392
Sales del bar y caminas por la calle hacia el club. Un coche pasa a tu lado, se para y salen de
él cuatro hombres que suben las escaleras de la entrada. Aparentemente, han estado
bebiendo.
—Si intentas unirte a ellos, pasa al 224.
—Si te quedas rezagado y les dejas pasar primero, pasa al 310.
393
Te restan menos alternativas: puedes volver al Torreón y registrar el despacho de Dillon, o
bien ir a Londres y probar suerte en el club Leónidas.
—Si no has anotado el Resultado IV y vuelves al Torreón, pasa al 295.
—Si has apuntado el Resultado IV, o si te diriges a Londres, pasa al 174.
394
Entras en el despacho sin alarmar a los guardias del piso superior. Corres las cortinas y lo
registras de manera concienzuda, pero no encuentras nada sospechoso. Pasa al 407.
395
En la expresión de Jones puedes advertir que titubea, y comprendes que necesitas algún
dato aparte de tus sospechas para convencerle de que su superior está de acuerdo con unos
criminales. Cambias de táctica y le apremias a investigar las pruebas que has descubierto,
así como para avisar al doctor Watson y a Sherlock Holmes de que estás aquí. Él se muestra
de acuerdo.
Aunque no estás satisfecho de la evolución de los acontecimientos, sabes que aún existe una
posibilidad de desenmascarar a los inspiradores. El detective se halla sobre la pista gracias a
las evidencias que le has proporcionado y, pese a que no te inspira mucha confianza, te ha
dado su palabra de que se pondrá en contacto con Holmes y con tu primo. ¡Con estas dos
personas tras ellos, es imposible que los traidores tengan éxito!
—Si vuelves a empezar la investigación, pasa al 508.
—Si quieres leer la solución, pasa al 450.
396
Abres la cesta y examinas su contenida Encuentras una colilla de puro (Pista I), fragmentos
de cinco periódicos diferentes (Pista J), una pipa de brezo, un paraguas roto, un zapato, una
moneda (Pista K) y lo que parece ser un montón de papeles viejos. Anota las Pistas I, J y K.
Tira dos dados y suma al resultado tus puntos de cultura:
—Si el total está entre 2 y 7, pasa al 462.
—Si está entre 8 y 12, pasa al 262.
397
No te satisface el resultado final. Aunque Dillon pagará por el asesinato de tu amigo, sus
últimos responsables han huido. Su complot ha sido aplastado y el caso está resuelto, pero
esta resolución te provoca desazón. Un éxito parcial es un trago amargo cuando se ha estado
tan cerca del triunfo.
—Si tratas de solventar por completo el misterio, pasa al 508.
—Si quieres leer la solución, pasa al 450.
398
Decides registrar el despacho del mayor Dillon antes de que corten la luz: sería muy
peligroso después del anochecer. Además, tienes una excusa legítima para estar en el
edificio, lo que no te sería posible de establecer en Kingston. Sin embargo, aún tienes que
determinar una elección; si quieres preservar el secreto, debes introducirte en el cuartel
general sin ser descubierto. Por otra parte, puedes entrar abiertamente arguyendo que debe
atender unos asuntos concernientes a la muerte de Jonathan, lo que de algún modo es
verdad. No obstante, el centinela podrí prohibirte el paso, ya que no son horas de oficina, y
no te siente tentado a llamar al oficial de guardia para que anule las órdenes del centinela. Si
no has anotado ya la Decisión 9, hazlo ahora.
—Si entras abiertamente en el edificio, pasa al 334.
—Si te introduces sin ser visto, pasa al 279.
399
Decides interrogar al cabo Bosworth.
—No, señor, no dijo ni una palabra respecto a esa cuestión —contesta el cabo a tu pregunta
—. Aunque se lo pregunté.
—¿Ha visto alguna vez un objeto como este en manos del teniente Wheeler?
—No, señor, no lo he visto. Parece el ticket de un coche de caballos. «Coches de Londres».
¿No es eso lo que significan las iniciales, señor? Es una compañía importante, quizá la
mayor.
Guardas el billete en el bolsillo y, tras dar las gracias al cabo te marchas. Tira dos dados y
suma al resultado tus puntos de intuición:
—Si el total está entre 2 y 7, pasa al 385.
—Si está entre 8 y 12, pasa al 340.
400
Llegas a la conclusión de que los efectos de escritorio deben de concernir a uso personal de
Dillon y estar relacionados con asuntos de familia. Ha sido una suerte que no te dejaras
engañar sobre su importancia. Crees que es un ejemplo típico de lo que Sherlock Holmes
llamaría «pista falsa». Pasa al 496.
401
Tras arreglar el despacho, vuelves a tu habitación para ponerte una ropa más acorde para el
club Leónidas. Luego te diriges apresuradamente a Kingston para tomar el tren. Pasa al
174.
402
Te colocas ropas oscuras pero respetables y te diriges a Kingston, con la esperanza de que el
mayor Dillon y su mujer no se hallen en casa. Así tendrías la oportunidad de hacer un
registro concienzudo. Pasa al 132.
403
El agente te pide que le sigas hasta el parapeto interior, donde te ruega que esperes mientras
va en busca de los detectives. Por lo que puedes ver, los daños no son tan graves como
informaron los periódicos. Calculas que la estación volverá a funcionar por la mañana. Poco
después, el policía regresa... ¡acompañado del Inspector Jefe Maxwell Stern!
—Si has anotado el Resultado I, pasa al 406.
—De lo contrario, pasa al 285.
404
Llegas al 221 de Baker Street y en la puerta te saluda la señora Hudson. Subes enseguida las
escaleras en busca de Sherlock Holmes.
—Si has anotado las Pistas F y H, así como la Decisión 6, pasa al 153.
—Si has apuntado las Pistas G o H, así como las Decisiones 4 o 5 pasa al 103.
—De lo contrario, pasa al 130.
405
Jones para un coche para que os conduzca a casa de Dillon, pero cuando llegáis observas que
ya hay policías en el lugar. Jones se apea del coche y te pide que le esperes. Luego se dirige a
un detective apoyado en la puerta. Habla con él durante unos minutos y regresa.
—Me temo que hay malas noticias —te explica—. El mayor ha sido asesinado. Su esposa
volvió de hacer una visita a su hermana y le encontró muerto con una pistola en la mano. A
juzgar por el estado de la casa, ese detective cree que regresó tarde por la noche y sorprendió
a un ladrón. Sin embargo, sospecho que ya sabemos la verdad.
—Si —afirmas—. Le han matado porque era arriesgado que siguiera vivo. Ahora se
proponen recuperar los apoyos perdidos por su causa. Realmente es un suceso nefasto.
¿Tiene alguna idea?
—Creo que no serviría de nada investigar el asunto en Scotland Yard —responde
lentamente el detective—. No estoy preparado para encararme con el Inspector Jefe. Mi
propia posición pende de un hilo por haberle liberado.
—Eso solo nos deja una alternativa.
—Sí —dice Jones haciendo una mueca—: Sherlock Holmes.
Pasa al 493.
406
—¿Por qué está aquí, teniente? —te pregunta con irritación Stern—. Creo que fui muy claro
antes. Debe mantenerse apartado de la investigación. ¿Puede decirme un motivo para no
arrestarle por obstrucción a la justicia?
—¡Sí, Inspector Jefe, creo que sí! —ruges, encolerizado—. En mi opinión, sus
averiguaciones han sido una chapuza desde el principio. En lugar de dejar que sea la
evidencia la que le guíe hacia la solución, usted ha forjado un desenlace y hace caso omiso
de todo lo que no encaja en su teoría. Voy a escribir una carta al padre del teniente Wheeler
—continúas en tono glacial— y le contaré la total ineptitud de la policía para descubrir la
verdad respecto a la muerte de su hijo. El señor Wheeler tiene contactos en el gobierno y,
sin lugar a dudas, investigará esto con todos los recursos e influencias de que pueda
disponer. ¿Responde eso a su pregunta?
Tira dos dados y suma al resultado tus puntos de comunicación:
—Si el total está entre 2 y 9, pasa al 488.
—Si está entre 10 y 12, pasa al 455.
407
Consigues salir del despacho y luego del edificio. Has eliminado una alternativa. ¡Ahora te
diriges al club Leónidas! Debes apresurarte para llegar a la estación de ferrocarril
enseguida. Pasa al 174.
408
Entras en la estancia y apuntas con la pistola a los miembros del Consejo de los Cinco, que
se han quitado las máscaras. «¡Qué apropiado!», piensas.
—Quédese dónde está, coronel Sterling, por favor —ordenas—. Y todos ustedes
manténganse inmóviles también. Tienen una cita con Scotland Yard y no creo que se
celebre en su despacho, Inspector Jefe Stern.
Pasa al 506.
409
Decides que es preciso ir a la policía antes de que los miembros del club Leónidas cometan
más fechorías. No tienes pruebas directas para condenar, o incluso identificar, a los líderes
del club, pero al menos si actúas rápidamente pondrás entre rejas a un asesino y estropearás
sus planes. Estás deseoso de dejar el resto de las investigaciones a la policía. Al fin y al cabo,
ellos están adiestrados para resolver estos asuntos, como ellos insisten en recordarte.
Ambos tomáis un coche hacia Scotland Yard y llegáis justo después del amanecer. Mientras
Mores se queda durmiendo en el coche, tú entras y preguntas por Athelney Jones. Te
encaminas a su despacho, pero encuentras la puerta cerrada. Un agente que pasa por su lado
te informa de que Jones aún no ha llegado. Decides volver al vehículo, pagar al conductor y
llevar a Mores al edificio. Cuando sales al exterior, adviertes que el carruaje y el teniente
han desaparecido. Estás a punto de decidir qué haces cuando el Inspector Jefe Stern
desciende de un coche frente a la entrada y te ve. Pasa al 325.
410
Vuelves a Kingston, consciente de que la policía no dará respuestas a tus preguntas por
algún tiempo, o tal vez nunca más. Apenas has entrado en la habitación cuando el secretario
del comandante del regimiento llama a la puerta.
—Le traigo saludos del coronel Sterling, señor —dice—. ¿Tendría la amabilidad de
acompañarme ahora a su despacho?
Asientes. Te limpias las botas con el cepillo de cerdas negras y te encaminas al cuartel
general. El edificio es de color amarro— nado y tiene dos pisos, con un tejado de tejas rojas
que nunca te ha gustado. Como has vivido la mayor parte de tu vida en la India, estás más
acostumbrado a la arquitectura abierta y espaciosa de las colonias. Este enorme bloque
siempre te ha parecido que se cernía sobre el paseo, oscuro y amenazador como una cárcel.
Entras en la oficina de Sterling, adoptas la posición de firme y saludas de la manera más
profesional posible. (Sabes que el coronel es amante de la corrección en las formas, y puede
ser implacable si observa la menor infracción).
—Por fin ha venido, Watson —indica el oficial, que está mirando por la ventana. Te
devuelve el saludo con gesto indolente y con el látigo de montar en la mano—. No tenía ni
idea de dónde se había metido.
—Lo siento, señor —contestas—. Fui a la ciudad a realizar algunas averiguaciones sobre el
teniente Wheeler.
—¡Ah, sí! Precisamente de eso quería hablarle —replica, volviéndose hacia ti. El coronel Sir
Edward Harrison Sterling, Caballero Comandante y Oficial de la Orden del Imperio
Británico, es alto y delgado, y es el epítome de los peores aspectos de la aristocracia
británica. Sus ojos, azules y fríos, y sus cabellos grises le dan un aire de altiva dignidad, y su
actitud despreciativa hacia sus subordinados siempre le ha hecho inaccesible.
—Me pregunto, Watson, si tendría la amabilidad de solucionar lo referente a Wheeler.
Reúna sus efectos personales, envíeselos a su familia, etcétera. Ya he escrito a su padre al
respecto.
—Desde luego, señor —afirmas, consciente de que esta es la manera del coronel de dar
órdenes—. ¿Cuándo debo empezar?
—Inmediatamente, por favor. Ya he informado al sargento mayor del regimiento de que
queda libre de obligaciones hasta que termine esta. ¿Cree que bastará con una semana?
—Por supuesto, señor —contestas, algo sorprendido de que te haya otorgado tanto tiempo.
Esa misma noche examinas el vestuario de Jonathan, incluida la capa de su uniforme de
gala que, curiosamente, has encontrado sobre la cama cuando volviste a la habitación. De
pronto, recuerdas que Jonathan la llevaba puesta la noche anterior.
Confundido, tiras de ella y, al hacerlo, un pequeño fragmento de cartón rojo cae de un
bolsillo interior. Lo recoges y lo examinas más de cerca. Es un pedazo rectangular, y roto
por el lado más corto. En la parte inferior se leen las letras «C.L.» y, más arriba, los números
«1104». Anota la Pista A. Tira dos dados y suma al resultado tus puntos de cultura:
—Si el total está entre 2 y 10, pasa al 131.
—Si está entre 11 y 12, pasa al 440.
411
La luz de la linterna del policía ilumina la bodega. Observas un trozo de papel sobre un
barril de cerveza, junto a los restos de una vela gastada. Lo recoges y ves que se trata de un
borrador de un comunicado de los Dinamiteros dirigido a la policía, en el que niegan ser
responsables del atentado en la estación de Paddington. Lo guardas en el bolsillo y subes las
escaleras. Anota la Pista G.
—Si continúas la investigación por tu cuenta, pasa al 425.
—Si acudes a la policía, anota la Decisión 6 y pasa al 390.
—Si visitas a Sherlock Holmes en busca de ayuda, pasa al 404.
412
Frente a ti divisas la débil silueta de Peter Austin, que empuja a Dillon por el pasadizo.
Llegan a una cámara pequeña y rocosa, y el sargento mayor se detiene a encender una vela.
Aminoras el paso para no alertarle y avanzas empuñando la pistola.
De repente, el sargento hace girar al mayor y lo lanza contra una pared. Luego gruñe algo
que no puedes captar, saca una pistola, la amartilla en un gesto rápido y la levanta. No
puedes disparar, porque su víctima está en tu línea de fuego.
Das un grito para distraer al sargento, conminándole a lanzarse al suelo. Tira dos dados y
suma al resultado tus puntos de condición física:
—Si el total está entre 2 y 7, pasa al 418.
—Si está entre 8 y 12, pasa al 414.
413
—Cuénteme más detalles sobre su charla con el sargento mayor —pide Holmes cuando le
entregas la carpeta—. No olvide nada en el tintero. Un antiguo axioma mío es que las cosas
aparentemente triviales suelen ser las más importantes.
Le describes la conversación con todos los pormenores que puedes recordar, pero, mientras
hablas, te sientes abrumado por las dudas. En presencia de este gran detective, tus sospechas
no resultan muy convincentes y muchas de ellas son endebles, puesto que solo conoces de
manera superficial al sargento mayor.
—Sé que las pruebas son débiles, pero estoy seguro de que guarda información. Tal vez no
consista en nada concreto; no obstante, puede ser significativo si lo relacionamos con el
resto de las averiguaciones —terminas en tono inseguro.
—Como usted ha dicho, las pistas no justifican su opinión de que el teniente Wheeler no
fue asesinado en la explosión de la estación de Paddington —observa Holmes cuando callas
—. En esta disyuntiva tendría que ponerme del lado de la policía; aunque es posible que
usted tenga razón, no hay datos concluyentes de la veracidad de su hipótesis. El teniente
podría haber encontrado su fin en otras circunstancias, y las huellas de ese crimen habrían
quedado ocultas por los escombros. Algo similar se produjo en el caso Heist, en Potsdam, en
1841; y también en el affair Rossovitch en Moscú, en 1878. Pero creo que la evidencia
apunta a que fue una víctima inocente de una bomba de los Dinamiteros.
Pasa al 123.
414
El sargento mayor te dispara una bala que roza tu oreja. Cuando ves que el mayor Dillon se
aparta para esconderse, disparas tu arma y das en el blanco. Tu bala alcanza a Austin en el
hombro. Su arma sale volando por la cámara y él cae al suelo. Te acercas, la recoges y te
sientas a esperar a Athelney Jones. Pasa al 422.
415
Cuando regresas a tu habitación, revuelves el escritorio hasta que encuentras la carta de tu
padre. La abres y examinas rápidamente el contenido.
«Aquí está —dices para tus adentros—. La dirección es Baker Street, 221, cerca del bosque
de St. John».
Piensas frenéticamente por unos momentos. El siguiente tren procedente de Kingston
llegará a Waterloo a eso de las cuatro de la tarde. Puedes llegar a casa de tu primo al
anochecer, bastante antes de la hora de la cena. Te comprometes contigo mismo a no alargar
la visita, pero esperas de todo corazón que el doctor Watson disponga de tiempo para
escuchar tu relato.
Te vistes con ropas de civil y sales apresuradamente hacia la estación. Afortunadamente
para ti, el tren lleva casi diez minutos de retraso y alcanzas el andén en el momento en que
está haciendo su entrada. Cuando subes descubres que el mayor Dillon, como tú, sin
uniforme, se encarama a otro vagón, más adelante. No te ha visto. Decides que no te
beneficias yendo a saludarle.
Tras un viaje sin incidentes, llegas a la estación de Waterloo y consigues encontrar un coche
de caballos que te lleve a Baker Street. Tus cálculos anteriores resultan ser correctos;
cuando el vehículo se detiene frente a la casa de tu primo, el sol se está poniendo. Consultas
tu reloj de bolsillo; confías en que haya tiempo suficiente para una visita, por lo que subes
las escaleras y llamas a la puerta.
Pasados unos instantes se abre la puerta y aparece una mujer ya anciana que aguarda a que
le expliques el motivo de tu aparición. Cuando le explicas que has venido a ver a tu primo,
el doctor Watson, su actitud se suaviza de forma considerable y se presenta como la señora
Hudson.
—Creía que sería otra de esas personas que quieren ver al señor Holmes —dice con desdén,
dejándote entrar—. No puede imaginarse el barullo que hay siempre en esta escalera. Es la
segunda puerta del piso de arriba —te indica, y vuelve a la cocina meneando la cabeza y
murmurando algo para sí. Asciendes al rellano superior y llamas a la puerta indicada.
Abre un hombre alto y delgado que viste una chaqueta apropiada para estar por casa. Son
sus ojos los que te dejan hipnotizado; son intensos y penetrantes como los de un ave de
presa, y refuerza esta comparación su nariz, larga y aguileña. Por un momento, sientes como
si un foco te hubiera iluminado y luego, con igual rapidez, esta sensación desaparece. El
individuo te saluda con una sonrisa leve pero amistosa, abre completamente la puerta y
extiende la mano.
—Bienvenido, teniente Watson —dice—. Soy Sherlock Holmes. Entre, por favor. Al buen
doctor le encantará su visita. Ha estado intranquilo todo el día.
Sientes que te flaquean las rodillas. ¿Cómo es posible que este extraño sepa tu nombre?
—Buenas tardes, señor Holmes —contestas, nervioso—. Espero no ser una molestia.
Penetras en la habitación y observas a tu alrededor. Es una estancia grande y aireada, bien
iluminada y con un mobiliario confortable.
—¡Santo Cielo, Holmes! —oyes exclamar a otro hombre, que se levanta de un sillón
colocado junto al hogar—. ¿Ha dicho que es el teniente Watson?
Este personaje no es un alto como el detective, pero sí más robusto, y luce un poblado
bigote. Debe de ser tu pariente.
—Sí, eso he dicho —contesta Holmes—. Teniente Watson, permítame que le presente a su
primo, el doctor Watson. Ya veo que el teniente pertenece a su antiguo regimiento, Watson.
Bienvenido, bienvenido —exclama el doctor, acercándose a ti a grandes zancadas y
estrechándote vigorosamente la mano. Luego advierte tu confusión y prosigue con una
sonrisa—: No haga caso a Holmes. Se comporta así siempre.
—Sí, pero ¿cómo lo ha hecho? —preguntas, todavía alterado—, que yo sepa, no nos
habíamos encontrado nunca anteriormente.
Tendrá que preguntarle eso a él —señala meneando la cabeza—. No deja de sorprenderme.
—No es tan difícil como parece, teniente —comenta Holmes mientras va a buscar tabaco
para llenar su pipa—. Si se lo explico, pensará que carece de importancia, como así es, en
efecto. De hecho, a menudo es más difícil traducir algo a palabras que llevarlo a la práctica.
La mayoría de las personas miran a la gente sin verla; yo trato de examinarla y luego
deduzco lo que me es posible a través de dicha observación.
—Sí —dices tú—, pero no entiendo cómo pudo ese proceso ayudarle a identificarme con
unta certidumbre. No sabía que mi padre le había hablado por carta al doctor Watson sobre
mí.
—Si lo ha hecho, no lo sabía ni tenía necesidad de ello. —Holmes calla por un momento
para encender la pipa y luego continúa—: En realidad, es relativamente sencillo. Usted
tiene un gran parecido con su pariente, el buen doctor, lo que es más evidente para un
extraño que para cualquiera de ustedes dos. En el dedo corazón de la mano izquierda lleva
un anillo con el blasón de la familia Watson. El buen doctor me había contado
anteriormente que no tiene parientes vivos en Inglaterra, pero eso no incluye a los parientes
que viven en el extranjero. Usted tiene la piel bronceada, pese a que no ha estado sometido a
los rayos del sol en las últimas fechas. Todos estos datos unidos al hecho de que luce una
cicatriz hecha por un sable en la mejilla, apunta a la guerra del Afganistán y a su servicio en
la India. Lleva puesta la corbata reglamentaria del Quinto de Fusileros de Northumberland,
señal de que es un oficial y, por su edad, debería ser teniente. Dado que sé que el doctor
Watson no tiene ningún sobrino que coincida con su descripción, usted debe de ser primo
suyo. Como le dije, es muy sencillo.
—Ahora que lo ha explicado, es cierto que parece simple —comentas—, pero dudo que
comprender la deducción a posteriori sea un éxito igual a realizarla.
—Es posible —admite Holmes—. Realmente, es cierto que hay pocas personas capaces de
concentrarse en un objeto, una persona o una situación durante el tiempo suficiente para
ver lo que merece ser percibido.
—Ya basta —os interrumpe tu primo—. Estamos olvidando nuestros buenos modales,
Holmes. Por favor, únase a nosotros junto al fuego. Naturalmente, se quedará a cenar. La
señora Hudson prepara unos manjares excelentes. Si no estoy equivocado, hoy toca chocha.
—Me encantaría hacerlo —indicas, aceptando la invitación con agradecimiento—, pero me
temo que no he venido únicamente a saludarles. He acudido a ustedes para que me
aconsejen sobre un asunto grave, en el que tal vez no deseen involucrarse.
—Se lo ruego, continúe —te anima el doctor Watson en tono preocupado. El detective
permanece en silencio, pero notas que ya se había persuadido de que algo te inquieta, y
estaba esperando que lo comentaras.
—Posiblemente habrán oído hablar del atentado de ayer noche a la estación de Paddington
—comienzas; ambos asienten—. Una de las víctimas era el teniente Jonathan Wheeler, mi
mejor amigo. He llegado a la conclusión de que la versión oficial de los hechos podría ser
incorrecta, y que la policía se ha precipitado al acusar de la explosión a los Dinamiteros.
Explicas a grandes rasgos lo que has averiguado hasta ahora y acabas mostrándoles el
pedazo de ticket.
—Si has anotado la Pista B, pasa al 384.
—De lo contrario, pasa al 242.
416
Esperas hasta el siguiente turno de guardia, con la esperanza de que durante el relevo sean
menos precavidos. Entonces inicias una intentona de regresar al despacho de Dillon. Llegas
a la puerta y subes las escaleras sin ser visto, pero, por un azar de la fortuna, el centinela del
pasillo te descubre y vuelve a dar la alarma. Tornas a salir corriendo y jurando que nunca
volverás a jugar a ladrón. Desde luego, esta actividad va en contra de tu código moral, ¡pero
con tu suerte, tu carrera sería corta de todas formas! Anota el Resultado IX. Pasa al 192.
(Resta un punto en tu próxima tirada de dados).
417
Sales y cruzas la calle hasta encontrar un lugar oscuro entre dos farolas. Allí esperas a que
salga el mayor Dillon. Si puedes abordarle a solas, tal vez consigas obtener la prueba que
precisas. Tira dos dados y suma al resultado tus puntos de observación:
—Si el total está entre 2 y 7, pasa al 203.
—Si está entre 8 y 12, pasa al 205.
418
El sargento mayor te dispara una bala que roza tu oreja. Cuando ves que el mayor se aparta
para esconderse, disparas tu arma y, aunque tu puntería no es mejor que la del sargento, el
ruido de tu pistola le asusta y le ofrece la ocasión de apuntarle de nuevo. Tira dos dados y
suma al resultado tus puntos de condición física:
—Si el total está entre 2 y 6, pasa al 434.
—Si está entre 7 y 12, pasa al 457.
419
Entras en una habitación de la parte posterior del segundo piso y cierras la puerta detrás de
ti. La cámara es amplia y es obvio que está equipada para una sola persona. El mobiliario es
de muy buen gusto; puedes imaginarte a un miembro residiendo allí de manera muy
confortable. Por desgracia, no está ocupada actualmente.
Te retiras con el mismo sigilo con que penetraste y cierras la entrada con mucho cuidado.
Cuando se corre el pestillo, alzas la mirada y ves al mayordomo, que estaba observándote y
ahora da la alarma. ¡Debes huir! Tira dos dados y suma al resultado tus puntos de condición
física:
—Si el total está entre 2 y 7, pasa al 220.
—Si está entre 8 y 12, pasa al 169.
420
Mueves los objetos del cajón con mucho cuidado. ¡Tal como pensabas! Al desplazar el
estuche a un lado, descubres un pequeño «chivato» en una esquina del cajón. Por fortuna,
no lo has disparado. Tira dos dados y suma al resultado tus puntos de ingenio:
—Si el total está entre 2 y 7, pasa al 499.
—Si está entre 8 y 12, pasa al 431.
421
—Sí, sargento, le vi —contesta ansiosamente el hombre. Teme admitir que no está seguro.
Solo te queda esperar que no confiese esta mentira más tarde. En cualquier caso, esta noche
no tendrás más oportunidades de investigar en este lugar. Debes decidir tu siguiente
movimiento.
—Si vas al club Leónidas, pasa al 155.
—Si no has anotado la Decisión 10, puedes ir a Kingston a registrar la casa de Dillon. Apunta el
Resultado IV. Pasa al 110.
422
Mientras esperas, formulas preguntas al sargento mayor acerca de su intervención en el
asunto. Él se niega a responder y prefiere observarte con hostilidad. Dudas de que ni
siquiera Scotland Yard pueda obligarte a hablar. Pasa al 195.
423
Adviertes que Dillon está a punto de ahogarse. ¡Morirá a menos que le prestes asistencia!
Tira dos dados y suma al resultado tus puntos de cultura:
—Si el total está entre 2 y 6, pasa al 159.
—Si está entre 7 y 12, pasa al 256.
424
Cuando recogiste el estuche de efectos de escritorio, oíste un débil chasquido del que hiciste
caso omiso hasta ahora. Al extraer la caja del interior, descubres un pequeño «chivato», un
dispositivo de resorte, colocado en una esquina. Por desgracia, lo has disparado y solo
puedes reajustarlo con una llave que no posees. ¡Dillon deducirá que alguien ha examinado
el lugar! Anota el Resultado VI. Pasa al 438.
425
Buscas un coche de caballos que te lleve al 221 de Baker Street. Cuando llegas, te abre la
puerta la señora Hudson, que te informa de que el doctor Watson te ha dejado ropa limpia
por si venías por aquí. (Se ha anticipado, ya que se imaginaba que no pensaba volver hoy a
Kingston). Tras cambiarte de atuendo, paras otro carruaje y partes hacia la escena del
crimen. Pasa al 240.
426
¡Llegas a la estación cuando el tren está saliendo! Echas a correr por el andén y subes de un
salto al último vagón. Con buena suerte, llegarás a Londres en menos de dos horas. Pasa al
174.
427
—Por desgracia, no podré ayudarle en su tarea, ya que mis energías se concentran
actualmente en otro caso —prosigue Holmes.
—¡Vamos, Holmes! —le interrumpe el doctor Watson—. Seguramente dispondrá de tiempo
libre para este joven. Al fin y al cabo, es mi primo.
—Así son las cosas, doctor —replica el detective—. Me dedicarla en cuerpo y alma, pero no
dispongo de días, ni siquiera de lloras, que dedicar al teniente. Usted conoce muy bien que
el caso que estoy investigando actualmente es una competición que debo apurar hasta el
final. Aunque le decepcione, debo rechazar su petición.
—¡Pero, Holmes, supongo que al menos podrá aconsejar a Charles si encuentra más
pruebas! ¡Es su profesión y su deber! —arguye Watson.
Desde luego, puedo hacerlo —asiente—, siempre y cuando ello no se interfiera en mi propia
investigación. ¡Bien, pues! —continúa con decisión tras haber impuesto sus condiciones—.
¡A trabajar! Le sugiero que empiece por los Dinamiteros. Debe hablar con ellos. ¡Ah, veo
que ya tiene una pregunta!
Holmes calla al ver que te inclinas hacia adelante en la silla.
—Señor Holmes —le dices—, no quiero ser impertinente, pero debo confesar que su
consejo me deja algo perplejo.
¿Qué quiere decir? —te pregunta Holmes.
—Quiero decir, señor, que no sé cómo espera que me ponga en contacto con una sociedad
secreta en la que Scotland Yard ha sido especialmente incapaz de infiltrarse a lo largo de
muchos años de intensas pesquisas.
¡Ah, es eso! —exclama Holmes—. Debe comprender, teniente, que cuando se intenta entrar
en la guarida de un conejo, es mejor no oler a perro de caza.
—Si le he entendido bien, creo que tengo una ventaja sobre la policía. No sé cuál, señor
Holmes. No poseo ningún adiestramiento detectivesco ni concibo por dónde empezar.
—Teniente, al menos parte de la respuesta es obvia. —Con desánimo, notas un matiz de
irritación en la voz de Sherlock Holmes—. Si las Dinamiteros son responsables de este acto
odioso, se apresurarán a reivindicarlo. Es su costumbre. Los periódicos matutinos deberían
publicar su comunicado. Si no son los responsables, esos criminales podrían adjudicarse el
atentado de todas formas, pero la confusión que se generará en sus filas debería impedirles
hacerlo con la misma rapidez. En tal caso, su afirmación no se editaría en varios días.
Finalmente, estos terroristas podrían no ser los culpables y, en consecuencia, negarlo todo.
»En el primer caso, sería peligroso contactar con ellos —prosigue—, pero los diarios le
advertirían a usted de dicha eventualidad y eliminarían todas las razones para seguir
investigando el asunto. En la segunda posibilidad, una acción rápida podría revelar la
verdad del asunto antes de que todos los miembros de la banda hubieran sido consultados.
Por último, los terroristas podrían aprovechar la oportunidad de rechazar su implicación
ante la persona adecuada, siempre y cuando su causa se vea beneficiada con ello.
»El primer evento sería resuelto en pocas horas y no requiere ninguna acción por parte de
usted. Las hipótesis segunda y tercera precisan que contacte directamente con los
terroristas. Por lo tanto, contienen un factor de riesgo personal y algunas dificultades pata
establecer el contacto. Creo que puedo ayudarle en esto.
—¿Cómo, Holmes? —pregunta ansiosamente Watson.
—Gracias a la división de policía de Baker Street, por supuesto —declara Holmes,
esbozando una sonrisa.
—¿Qué? —inquieres, sintiéndote desorientado.
—Los golfillos de la calle —aclara tu primo asintiendo con la cabeza—. Holmes los emplea
a veces para obtener información.
—Efectivamente, doctor —agrega el detective—. Suelen poseer acceso a lugares donde yo
no lo tengo. Daré instrucciones a su líder, Wiggins, para que prepare mañana un encuentro
con uno de los cabecillas de los Dinamiteros. Puede pasar la noche aquí, teniente. La señora
Hudson tiene una habitación libre que le encantará.
—Si has anotado las Pistas C, D o E, pasa al 318.
—De lo contrario, pasa al 381.
428
Avanzas entre la multitud por la parte trasera de la sala, murmurando disculpas a todos. Los
hombres junto a los que pasas están tan concentrados en la ceremonia que apenas se fijan en
ti. Finalmente estás lo bastante cerca para oír las palabras pronunciadas por los
participantes.
El ritual continúa, ya que eso es lo que estás presenciando: un ceremonial de ingreso.
Mientras observas, las figuras enmascaradas imparten instrucciones a los candidatos y les
piden que hagan un juramento. Los aspirantes están respaldados por unos padrinos que
empuñan unas espadas desenvainadas, que simbolizan el destino que se aplicó a quienes
respondieron de manera incorrecta en el pasado. Sospechas que la amenaza es solo
figurativa, ya que las armas no están convenientemente preparadas, sino que son sables de
uniforme, sin filo.
El portavoz dice:
—Sabed, pues, que somos los Conquistadores, con cuya sangre los reyes de estas tierras
compraron sus gloriosas victorias, instrumentos de su terrible voluntad. Es nuestro destino
servirles con las cualidades en las que destacamos y cabalgar como los Cuatro Jinetes del
Apocalipsis sobre todos aquellos que pretenden destruir a quienes hemos jurado proteger.
Nuestra misión es salvaguardar la nación que amamos de los salvajes que llaman a sus
puertas. Como Leónidas, el rey de Esparta, que resistió en las Termópilas, ¡no les dejaremos
pasar!
Otro de los líderes entona:
—Nosotros, los Conquistadores, procedemos de un antiguo pacto. Surgimos de los días de
las Cruzadas, cuando unos caballeros hermanados contuvieron la oscuridad que les acosaba,
con todos los medios de que disponían y derramaron su sangre sobre Tierra Santa. Cuando
un rey luchaba contra otro en querellas ridículas por motivos carentes de importancia y
derrochaba las vidas de sus siervos, sin tener en cuenta su sacrificio, se estableció un pacto
entre sus huestes.
Un tercer cabecilla enmascarado prosigue la disertación:
—Seguiremos a los reyes, pero no a ciegas. Siempre que conduzcan el destino de Inglaterra
por el mejor de los caminos, nosotros los secundaremos con lealtad y con obediencia
incuestionables. Pero cuando los monarcas den la espalda a sus votos por Dios e Inglaterra,
¿debemos traicionar nuestra fe suprema? ¡No! Nuestro deber es superior y se basa en el
servicio a nuestra patria. No debemos desertar de esa fe, y someteremos a ella incluso a los
soberanos.
Luego, un cuarto declama el juramento de los candidatos:
—¿Juráis alianza al deber supremo, comprado con la sangre de vuestros Hermanos?
—¡Sí, juramos! —responden los candidatos a coro.
—¿Estáis prestos a sacrificar vuestras vidas al servicio de la patria?
—¡Sí, lo estamos!
—¿Juráis obedecer a nuestra soberana, que gobierna por divino derecho, mientras cuide los
más altos intereses de la nación?
—¡Sí, juramos!
—¿Y juráis fidelidad al Consejo de los Cinco en todos los asuntos en que los intereses de la
nación sean primordiales?
—¡Sí, juramos! —resuena la vacilante respuesta de casi todos los candidatos. Sin embargo,
el oficial de la armada titubea; es evidente que este tono le disgusta. De repente, la tensión
se extiende por toda la estancia; pero, tras unos enérgicos susurros de su padrino, el joven
dubitativo termina sus votos y un suspiro generalizado surge entre los reunidos.
Ahora todo empieza a encajar en tu mente. Puedes imaginarte aquí a Jonathan, vestido con
uniforme de gala, lleno de orgullo al unirse a este prestigioso club. Pero tu compañero, con
su tozudez característica, nunca habría hecho un Juramento que no podía cumplir, sin
importarle las consecuencias. Sabes que él nunca habría hecho esta afirmación, y el
resultado de aquella negativa ha sido la muerte.
El líder de las figuras enmascaradas otorga solemnemente el ingreso a los iniciados. A una
orden suya se vuelven de cara a los presentes, que les dan la bienvenida al club con una
entusiástica salva de aplausos. Instantes después, a los nuevos miembros se les asignan sus
asientos en la primera fila y el líder se dirige a los asistentes en tono vehemente,
anunciándoles que ha llegado el momento de discutir un hecho trágico. Entonces efectúa
una señal; las puertas vuelven a abrirse de par en par y de la brillante luz surge la conocida
figura del mayor Stephen Dillon.
—Si has anotado la Pista C, tira dos dados y suma al resultado tus puntos de intuición:
—Si el total está entre 2 y 6, pasa al 156.
—Si está entre 7 y 12, pasa al 288.
—De lo contrario, pasa al 311.
429
El coche de alquiler solo recorre tres manzanas y, a una orden apagada de su pasajero
borracho, se detiene. Se ha parado frente a un bar que sigue abierto a pesar de las recientes
ordenanzas sobre cierre de locales. Dillon baja del vehículo, paga al conductor y camina
dibujando eses hacia la taberna. Esta es tu oportunidad. Avanzas rápidamente hacia él.
—Espere un momento, mayor Dillon —exclamas, obligándole a volverse.
El mayor te observa durante unos instantes con su mirada perdida y está a punto de decir
algo, pero sus ojos se quedan clavados en un punto que está más allá de tu hombro derecho.
Tira dos dados y suma al resultado tus puntos de intuición:
—Si el total está entre 2 y 6, pasa al 244.
—Si está entre 7 y 12, pasa al 107.
430
Pasa casi una semana hasta que tienes la ocasión de pasarte por el 221 de Baker Street. Vais
a celebrar el éxito con una cena, un auténtico banquete preparado en tu honor por la señora
Hudson. Después de la comida, acompañas a Sherlock Holmes y al doctor Watson a su sala
de estar, donde eres testigo del ritual de relleno de una pipa más complejo que has
presenciado nunca. Finalmente, la pipa queda repleta al gusto de Holmes y los tres os
sentáis en los sillones, cerca del hogar. El doctor te pasa un vasito de brandy. Te acomodas
en el asiento y contemplas a tus nuevos amigos. El tabaco les envuelve como si fueran
cabellos de ángel. Luego te acuerdas de Jonathan y alzas el vaso para brindar.
—Por los amigos ausentes —entonas, y Holmes y Watson imitan tu gesto—. Que descansen
en paz.
Hay un momento de respetuoso silencio. Luego tu primo comenta:
—De modo que usted tuvo razón todo el tiempo. El atentado no fue cometido por los
Dinamiteros. ¡Me imagino que esos individuos no suelen ser inocentes de los crímenes de
los que se les acusa! Fue muy astuto por su parte, ¿no cree, Holmes?
—Sí, mucho —afirma el detective—. Tiene instinto para la caza. Y eso demuestra un
antiguo proverbio mío, según el cual son los detalles que parecen insignificantes los que
determinan el éxito o el fracaso de una investigación.
—El botón y el fragmento de ticket —confirmas—. Sí, está en lo cierto. Sin el botón habría
sido muy difícil identificar al mayor Dillon como el asesino. Y sin el pedazo de ticket nunca
habría conocido la existencia del club Leónidas y su sociedad secreta.
—Ambas cosas le condujeron hasta el Consejo de los Cinco y su complot para suprimir el
Parlamento —añade Watson—. Es notable, realmente notable.
—Todavía me queda una pregunta, señor Holmes —indicas—. No comprendo cómo
imaginó aquella organización que podían llevar a la práctica sus propósitos. A mí me parece
un plan demencial. En el mejor de los casos, podrían haber originado una guerra civil.
—Una atmósfera de terror proporciona oportunidades a los hombres ambiciosos —asegura
Sherlock Holmes—. En tiempos más tranquilos, ese ardid habría sido una locura. El buen
doctor puede explayarse a este respecto; él sigue los temas políticos más de cerca que yo.
—Sí —interviene el doctor—. Es seguro: la política fue, en gran medida, la responsable de
la conspiración.
—¿Por qué? —le preguntas.
—Cuando el Primer Ministro, el señor Gladstone, propuso un régimen de autonomía para
Irlanda, muchos miembros de su partido se distanciaron de él. Algunos se pasaron a los
Conservadores, pero, por lo que sabemos, unos cuantos tenían sus propios planes. ¿Sabía
que el portavoz del Consejo era, en realidad, Stuart Blackpool, un ministro sin cartera del
gobierno?
—No, no lo sabía —respondes—. Nunca he prestado mucha atención a estos temas.
—¿Lo ve? ¿Lo ve? —te apoya el detective, inclinándose levemente hacia ti.
—De todas formas, fue la política la que proporcionó el motivo del crimen —continúa tu
primo sin inmutarse—. Un número reducido de hombres inteligentes y ambiciosos se
negaron a confiar en el sistema democrático. Me temo que estuvieron más cerca del triunfo
de lo que cualquiera de ustedes pueda imaginar.
—Es posible, doctor —señala Holmes—, pero he observado que los periódicos no
mencionan el peligro de guerra civil.
—Una cosa muy significativa, en mi opinión —replica Watson.
—¡Oh, sí! —comentas al fijarte en la expresión pensativa de Holmes—. Probablemente su
versión es verdadera. Debo admitir que eso no se me había ocurrido.
—De todas maneras, en general ha sido una investigación excelente —opina Sherlock
Holmes—. ¡Usted tiene madera de detective! Espero que no esté muy decepcionado al
comprobar que Athelney Jones se está llevando toda la fama en la prensa —sonríe con
malicia—. Me temo que ese es el precio del éxito. Sin embargo, si conozco al doctor Watson
tan bien como creo, apostarla a que ya está trabajando en alguna obrita que restituya el
mérito a quién le pertenece realmente.
Sabes que acabas de recibir el mayor cumplido que el genial teórico es capaz de otorgar. Por
ello casi dejas de oír la respuesta de Watson.
—Es cierto, estaba escribiendo un relato, pero dudo que se imprima en mucho tiempo.
—¿Por qué, doctor? —se interesa Holmes.
—Debo confesar que he estado ocultando información a ustedes dos —responde—. Estaba
esperando el momento apropiado.
Watson deja con cuidado su pipa en la mesita situada junto a su sillón y se dirige a una
estantería, de donde extrae un paquete escondido tras una fila de libros. Te lo entrega y
vuelve a sentarse. Recoge la pipa de nuevo y prosigue:
—Esta tarde he tenido una visita. Por eso sé que no se me permitirá publicar el caso de los
Dinamiteros, ni ahora ni posiblemente nunca.
—¿Y qué es esto? —le inquieres, examinando el bulto, pequeño y envuelto en papel de
embalar, que tienes entre las manos.
—Es para usted —responde con expresión presumida.
Miras a Holmes en busca de alguna pista, pero, por una vez, él parece tan perplejo como tú.
Te encoges de hombros y lo abres. Dentro del envoltorio hay una cajita forrada de
terciopelo Al abrirla, encuentras un pergamino enrollado sobre una medalla que has visto
en contadas ocasiones: ¡la Cruz Victoria! En su envés está grabado tu nombre. Con manos
temblorosas, desenrollas el manuscrito. Dice así:
Fin.
431
Levantas con cuidado el estuche lo suficiente para examinar el resorte del «chivato».
Observas un agujero pequeño, aunque lo bastante amplio para que entre un alfiler.
Obviamente, así es como el mayor Dillon lo desactiva cuando tiene que abrir el cajón. Abres
otro y buscas los clips que el ejército británico suele emplear para sujetar varias hojas de
papel. Efectivamente, encuentras uno y lo utilizas para desactivar el mecanismo. Anota la
Resultado V.
—Si registras el contenido del estuche, pasa al 356.
—Si examinas la pistola, pasa al 199.
432
Estás firmemente convencido de que el mayor Dillon es una pieza importante y siniestra en
este caso, pero necesitas pruebas que convenzan a la policía. Además, aún no tienes ninguna
pista sobre las circunstancias que han rodeado la muerte de Jonathan. Te despides de
Holmes y subes al siguiente tren que se dirige a Kingston. Si no has anotado ya la Deducción
2, hazlo ahora. Pasa al 319.
433
—¡Y yo le digo que no tiene autoridad para actuar por su cuenta y riesgo, Líder! —replica
el mayor Dillon. Luego, se vuelve hacia los presentes y prosigue—: Os digo, Hermanos, que
nuestra causa ya está perdida si permitimos que el Consejo de los Cinco emprenda una
diligencia semejante, contra un Hermano, sin el consentimiento de todos los miembros.
Te parece interesante el argumento de Dillon. Su vida puede depender del resultado de este
debate, pero no está planteando si merece morir, sino el mecanismo por el que debe
efectuarse su ejecución. Pasa al 201.
434
Te arrojas al suelo y vuelves a disparar. Tu tiro falla de nuevo y saltan fragmentos de roca de
la pared situada junto a la cabeza del sargento mayor. Entonces él te dispara a su vez. Tira
dos dados y suma al resultado tus puntos de condición física:
—Si el total está entre 2 y 5, pasa al 451.
—Si está entre 6 y 8, pasa al 443.
—Si se baila entre 9 y 12, pasa al 436.
435
Como has reunido información suficiente para saciar el apetito de Holmes, ahora puedes
convencerle de que este es un asunto muy serio. Tomas un coche de caballos hasta el 221 de
Baker Street. ¡Es el propio Holmes quien te abre la puerta! Te invita a subir y le explicas en
pocas palabras todo lo que has averiguado. Tenías razón: el detective queda fascinado. Sus
ojos chispean de interés mientras te formula con entusiasmo una pregunta detrás de otra.
Sus cuestiones desvelan detalles de los que no eras consciente. Por fin, Holmes se recuesta
en su sillón, recoge su pipa de su estante, la llena de tabaco y la enciende. Las volutas de
humo suben hacia el techo mientras reflexiona sobre lo que le acabas de contar.
—Ha acertado al venir a verme, teniente Watson —comienza—. Se ha concentrado en este
caso con la tozudez típica de un inglés y, desde luego, es un asunto muy singular. ¡Diantre,
ha despertado mi interés!
Creo que la muerte del teniente Wheeler está relacionada con unas circunstancias todavía
más importantes, aunque aún no puedo decir en qué consisten —prosigue el gran detective
—. Sin embargo, usted está comprometido en esto y ya no puede actuar libremente, ya que
los criminales conocen su identidad. Debe quedarse aquí. No salga a la calle ni se asome a la
ventana. Y, sobre todo, no hable con nadie. Yo completaré la investigación y llevaré a los
villanos ante la justicia.
—Si deseas volver a empezar la investigación, pasa al 308.
—Si quieres leer la solución de este caso, pasa al 430.
436
Te revuelves y sientes que la bala roza zumbando tu mejilla. Vuelves a disparar, recordando
ahora que debes presionar el gatillo y no tirar de él con tanta fuerza. El destino guía tu
mano.
Tira dos dados y suma al resultado tus puntos de condición física:
—Si el total está entre 2 y 4, pasa al 453.
—Si está entre 5 y 12, pasa al 459.
437
Desciendes del coche de un salto y pagas apresuradamente al conductor para dar a posibles
espías la impresión de que tienes encargada una misión importante. Te diriges con rapidez
a la entrada y tiras con energía del cordón de la campanilla. A los pocos segundos, la puerta
se abre y aparece la figura envarada e implacable del mayordomo del club.
¡Rápido, tengo que hablar con uno de los miembros! —exclamas—. Es asunto de extrema
urgencia.
—¿Y a qué persona desea ver, señor? —te pregunta el criado en tono gélido.
—Al coronel Sterling —declaras, arriesgándote a apostar a ciegas.
—Ese nombre me resulta desconocido, señor —replica el mayordomo, y hace ademán de
cerrar la puerta.
—Bueno, él debe de estar aquí —mientes—. Estoy totalmente seguro de haberle visto entrar
hace menos de cinco minutos. Tengo que verle. ¡Es un asunto urgente!
—El coronel Sterling no es miembro de este club, señor —contesta el guardián con firmeza
—. Tenga la amabilidad de marcharse
Pones el pie entre la puerta y la jamba para que él no pueda cerrarla.
—No tengo más remedio que insistir —declaras con una hosca determinación en tu tono de
voz.
Pasa al 387.
438
Cuando sacas las tarjetas de visita del estuche, la última cae sobre el escritorio. Tiene
impreso el nombre del mayor Dillon.
—Si crees que la caja de efectos de escritorio es básica para resolver el caso, pasa al 172.
—Si piensas que carece de importancia, pasa al 400.
439
El líder de los terroristas vuelve a erguirse en la silla, pero esta vez no contiene su ira.
—¡Usted, señor, es un imbécil! —sisea en voz muy baja—. ¡Un inglés imbécil y arrogante!
Probablemente cometo un error al dejarle vivir, pero lo haré porque sus investigaciones solo
pueden favorecer nuestros propósitos. De todas maneras no se confunda, señor: no vuelva
por aquí, o no me haré responsable de su vida.
Sale a grandes zancadas, dejándote solo en la bodega.
—Si continúas la investigación por tu cuenta, pasa al 425.
—Si acudes a la policía, anota la Decisión 6 y pasa al 390.
—Si visitas a Sherlock Holmes, pasa al 404.
440
El ticket despierta algo en tu memoria. Recuerdas que Jonathan iba vestido con su uniforme
de gala cuando se fue; es un atuendo bastante formal, incluso para él. Había sido muy vago
sobre sus propósitos, pero te viene a la mente que su padre había pertenecido a un club
privado para hombres de Londres, que tenía el nombre de un antiguo héroe griego. Tus
conocimientos sobre la Grecia micénica son fragmentarios, pero lo relacionas con Leónidas,
el rey de Esparta que murió heroicamente en las Termópilas. Las iniciales podrían
significar «Club Leónidas».
Anota la Pista B. Pasa al 308.
441
No traspasas la puerta, porque unas manos fuertes te sujetan por detrás. Tratas de revolverte
contra tus atacantes, pero algo duro se estrella en tu cabeza y sientes que te desplomas. Pasa
al 115.
442
Decides que no puedes esperar a la policía. El Consejo podría escapar. Echas a correr hacia
la entrada secreta antes de que se cierre y, tras detenerte el tiempo necesario para abrir la
puerta por completo, les sigues por el pasadizo. Pasa al 289.
443
Sientes una fuerte impresión cuando la pistola salta de tu mano. Te quedas aturdido por un
segundo, pero luego te arrojas sobre el sargento mayor antes de que pueda volver a disparar.
Tira dos dados y suma al resultado tus puntos de condición física:
—Si el total está entre 2 y 6, pasa al 468.
—Si está entre 7 y 12, pasa al 465.
Al recoger la pistola, oyes un débil chasquido que habías ignorado hasta ahora. Sacas el
arma por completo del cajón y descubres un «chivato», un pequeño dispositivo de resorte,
colocado en una esquina. Por desgracia, lo has disparado y solo puedes reajustarlo con una
llave que no tienes. Anota el Resultado VI.
—Si te quedas con la pistola, pasa al 150.
—Si la dejas, pasa al 561.
445
Intentas disipar las sospechas del Inspector Jefe, pero su actitud se endurece.
—Teniente —dice con frialdad—, tal vez los hechos hayan ocurrido como usted dice, pero
me parece que, como mínimo, está facilitando las cosas a una banda de criminales muy
peligrosos interfiriéndose en nuestra investigación. Daré instrucciones para que le vigilen.
Es por su propio bien, desde luego. Buenos días.
—Si vas a la escena del crimen, pasa al 240.
—Si visitas a Sherlock Holmes:
—Si has anotado las Pistas F y H así como la Decisión 6, pasa al 153.
—Si has apuntado la Pista G o la H, así como la Decisión 4 o 5, pasa al 103.
—De lo contrario, pasa al 130.
—Si te diriges al club Leónidas, pasa al 174.
446
El centinela de la entrada te conoce. Cuando afirmas que tienes asuntos pendientes en el
edificio, te deja entrar sin ningún problema. En lugar de ir al despacho de tu unidad, como
cree el centinela, subes las escaleras sigilosamente e intentas que el vigilante del piso
superior no te descubra Tira dos dados y suma al resultado tus puntos de ingenio:
—Si el total está entre 2 y 6, pasa al 364.
—Si está entre 7 y 12, pasa al 394.
447
Accionas con cautela el pestillo y penetras en la habitación. Está vacía. Eso te deja perplejo,
porque desde tu lugar de observación en la parte exterior podías vigilar ambas salidas.
¿Habrá dejado el sargento mayor una nota para alguien? Enciendes la lámpara de aceite con
poca luz y te arriesgas a encender también una de las lámparas de gas, pero no encuentras ni
rastro de ningún mensaje.
Apagas las luces y sales de la habitación. Te marchas del club Leónidas con el
presentimiento de que no averiguarás nada más esta noche. Te diriges con paso cansino al
221 de Baker Street y te tumbas en tu cama.
A la mañana siguiente te levantas temprano, te afeitas y te pones la camisa limpia que el
doctor Watson ha dejado preparada para ti. Tras un reconfortante desayuno preparado por
la señora Hudson partes para Scotland Yard. Te habría gustado tener la oportunidad de
discutir el asunto del sargento mayor y Dillon con tu primo y con el señor Holmes, pero la
señora Hudson asegura que no volvieron ayer noche. Pasa al 520.
448
Decides esperar a Holmes. Estás convencido de que él podrá descifrar la clave. Entretanto,
el doctor Watson te pregunta si no te importa que le eche un vistazo Unos minutos más
tarde te anuncia que ha desvelado el código; ha tardado tan poco tiempo que te sientes
abochornado. Luego se vuelve hacia ti, te guiña el ojo y dice:
—Debo confesar que aprendí algunas cosas sobre claves en Afganistán.
Pasa al 112.
449
La luz del sol de las primeras horas vespertinas desaparece cuando desciendes a la
semioscuridad de la estación de metro. Unos fanales de aceite colocados por las brigadas de
reparación proporcionan el único alumbrado del lugar, configurando marcados relieves.
Los sitios en que se trabaja están muy iluminados, pero, por lo demás, la estación está
sumida en las sombras.
Un momento después, los detectives te dejan solo e inspeccionan el área. Observas que la
explosión ha causado más daños de los que pueden verse desde el exterior.
Aparentemente, la bomba detonó cerca de las vías, destrozando varios bancos emplazados a
lo largo de la pared, así como una de las escaleras de madera que comunicaba la estación de
metro con la del ferrocarril, que se halla en la parte superior. Aún no se han iniciado las
reparaciones del acceso, pero existen otras entradas al andén, de modo que no se ha
efectuado más que un examen superficial. Se han producido daños más serios en las
guarniciones de alumbrado de gas del techo, que parecen haber reventado a consecuencia de
la explosión y se han quemado tras una acumulación de fluido, debilitando los soportes. Los
esfuerzos de las brigadas de restauración se han concentrado en esta zona. Mientras recorres
la estación, ves que la policía está recogiendo lo que parece ser una cesta con las pruebas.
—Si solicitas examinar la cesta, pasa al 461.
—Si echas un vistazo por la zona, pasa al 148.
450
Momentos después de sentarte, descubres que la reunión está a punto de comenzar. Los
miembros que aún están erguidos se mueven hacia la parte trasera, obstaculizando
parcialmente tu visión, o encuentran asiento. El ruido de las conversaciones se apaga y el
silencio invade la sala. El público está orientado hacia un estrado semejante al de una
iglesia. En él hay instalada una mesa cubierta por un mantel blanco y sobre ella se hallan
objetos que no puedes divisar desde tu posición. El recinto se oscurece a medida que se
extinguen las lámparas de gas, dejando solamente la luz fantasmal de unos enormes
candelabros de pie a cada lado de la habitación y otros sujetos a las paredes.
Los siseos reclamando silencio se incrementan cuando unas puertas dobles situadas en una
pared se abren de par en par. Entran marchando seis hombres, cuatro de ellos vestidos con
los uniformes de gala de los regimientos más prestigiosos del ejército británico. Los dos
restantes son oficiales de la armada, también vestidos de uniforme. Avanzan por el pasillo
central y pasan junto a ti en dirección a la parte frontal de la estancia.
Tu atención se vuelve hacia la mesa colocada en el centro del estrado. Hay unos hombres de
pie detrás de ella; son cinco, pero hace unos segundos no había nadie allí. Van
enmascarados y llevan capas largas, bordadas con distintos adornos y tachonadas de joyas.
La luz de las velas hace que reluzcan el rojo de los rubíes y el azul de los zafiros engastados
en sus vestimentas. Los dibujos bordados son difíciles de distinguir desde tu puesto, pero
observas el signo de los Cruzados y varios blasones familiares de algunos de los linajes más
nobles de Gran Bretaña.
Los individuos se detienen frente a las figuras enmascaradas. Se ponen en una rígida
posición de firmes.
Oyes que una de las figuras enmascaradas murmura unas palabras y ves que sus labios se
mueven al dirigirse a los hombres uniformados que están frente a él.
—¡Sí! —responden con energía tres de los seis hombres. Estás demasiado atrás para oír
ambas partes de la conversación.
—Si intentas avanzar, pasa al 142.
—Si te quedas dónde estás, pasa al 161.
451
Sientes una fuerte impresión cuando la bala impacta en tu hombro. El mundo gira sin cesar
y caes al suelo. Pasa al 476.
452
La puerta se abre bruscamente con un fuerte estrépito. Levantas la mirada y ves al sargento
de guardia en el umbral junto a varios de sus hombres.
—¿Sí? —dices, aparentando estar irritado—. ¿Qué pasa?
—Un intruso —replica—. ¿Cuánto tiempo lleva aquí, señor? No se me había comunicado
que hubiera alguien en el edificio.
—Llevo aquí casi una hora. Vi a aquel soldado —señalas al centinela de la parte interior—,
que estaba haciendo la ronda hace casi diez minutos. Seguro que él también me vio.
El sargento se vuelve hacia el soldado. Esperas que su negligencia te favorezca en vez de
perjudicarte. Tira dos dados y suma al resultado tus puntos de comunicación:
—Si el total está entre 2 y 6, pasa al 328.
—Si está entre 7 y 12, pasa al 421.
453
Tu disparo le arranca la pistola de la mano y le obligas a que se apoye en la pared hasta el
momento en que lleguen los refuerzos. Pasa al 422.
454
En cuanto oyes al mayordomo abrir la puerta principal, sabes que por el momento estás a
salvo. Él no puede estar seguro de que sigues en el edificio, lo que te dará tiempo para salir
por la puerta trasera y huir por las caballerizas. Así podrás ir a contarle a Sherlock Holmes
lo que has averiguado. También puedes volver junto con los miembros y esconderte entre la
multitud.
—Si regresas a la reunión, pasa al 324.
—Si visitas a Sherlock Holmes, pasa al 435.
455
Te quedas asombrado al ver que el Inspector Jefe Stern se echa a un lado. Es cierto que lo
hace de manera sutil, pero se aparta de todas maneras. En ese momento te permite la
entrada. Pasa al 449.
456
Echas a correr, pero antes de que puedas dar más de unos pasos, aparece otro centinela por
la otra esquina. ¡Y lo que es peor, este te conoce! Decides engañarle.
—¡Teniente Watson! —dice el vigilante perplejo.
—¡Rápido, muchacho! —contestas—. ¿No le ha visto pasar corriendo?
—¿Corriendo? ¿A quién, señor?
—Al intruso que trataba de entrar en la casa del sargento mayor. Le he visto entre aquellos
árboles —señalas hacia la vegetación donde te divisó el otro guardia—. Estaba yendo tras él
cuando se oyó el grito y huyó escondiéndose entre ellos. ¡Estoy seguro de que usted le ha
visto!
—No, señor, no es así —contesta en tono titubeante—. ¿Quiere acompañarme a ver al
sargento de guardia, señor? Tal vez él sepa cómo conviene actuar.
Vuelves a contar tu historia al oficial de guardia. Tira dos dados y suma al resultado tus puntos de
comunicación:
—Si el total está entre 2 y 7, pasa al 124.
—Si está entre 8 y 12, pasa al 200.
457
Te arrojas al suelo y recuerdas que debes presionar el gatillo, no tirar de él con fuerza. Pasa
al 525.
458
Te marchas por el mismo lugar por dónde entraste y reflexionas sobre lo que harás a
continuación. Podrías registrar el despacho de Dillon en el Torreón, o ir a Londres a
investigar el club Leónidas.
—Si indagas en el club Leónidas, pasa al 174.
—Si examinas el despacho del mayor Dillon, pasa al 398.
459
Tu disparo le lanza por los aires contra una pared como si fuera un muñeco de trapo. Por un
momento crees que está muerto. Luego gime y trata de sentarse. Pasa al 422.
460
No tardan en venir. Son tres hombres, corpulentos y con ganas de pelea. Te conducen a otra
habitación del sótano, más amplia y bien iluminada. En ella hay un hombre enmascarado
sentado tras una mesa, sobre la que hay una lámpara de aceite.
—Pase, teniente Watson —dice—. Soy el portavoz del Consejo de los Cinco. Estamos muy
interesados en usted, pero a la mayoría de nosotros nos gustaría saber por qué muestra tanto
apego por nosotros.
—Porque el teniente Wheeler era mi amigo —respondes.
—Eso creía —replica sin inmutarse—. Es un asunto personal. Pero usted ha ido demasiado
lejos y sabe en exceso para ser inexperto en el oficio de detective. Alguien le ha ayudado, y
quiero saber los nombres de sus amigos.
—No me ha apoyado nadie —mientes—. Penetrar en su laberinto no ha sido tan difícil
como usted cree. Había muchas pistas que me conducían hasta ustedes. Solo tenía que
seguirlas.
—Creo que no —comenta el encapuchado en tono distraído—, pero ya lo veremos.
Lo que sigue es doloroso y desagradable, pero ya te han pegado en otras ocasiones. Estos
sujetos son expertos y no causan contusiones duraderas. No les descubres ninguna
información. Finalmente, el líder suspira desilusionado y dice a los matones que vuelvan a
llevarte a tu celda. Pasa al 210.
461
—Sargento, ¿le importa si echo un vistazo a la cesta? —dices.
Tira dos dados y suma al resultado tus puntos de comunicación:
—Si el total está entre 2 y 7, pasa al 362.
—Si está entre 8 y 12, pasa al 347.
462
Examinas el contenido de la cesta, pero no parece haber nada extraordinario. No hay más
que los objetos que suelen encontrarse entre la basura de una estación de ferrocarril.
—Si te marchas, anota el Resultado III y pasa al 128.
—Si decides quedarte y seguir examinando el lugar, pasa al 148.
463
Decides arriesgarte a efectuar otra búsqueda. ¿Qué mueble vas a examinar? (Puedes
registrar el mismo más de una vez). — Si te decides por el escritorio, pasa al 489.
—Si lo intentas con el armario ropero, pasa al 481.
—Si examinas la estantería, pasa al 341.
—Si registras el archivador, pasa al 475.
464
Un rato después, adviertes que además de enseñar las tarjetas a la entrada, los invitados
susurran algo al mayordomo. Obviamente se trata de algún mensaje cifrado, pero ¿cómo
sabrás cuál es? Ves entrar a varios grupos y el procedimiento se repite en todos los casos.
Luego tu paciencia se ve recompensada: un grupo bullicioso baja de un coche de caballos
que acaba de detenerse frente al club. Hace tiempo que pasó la hora de cenar y este grupo de
recién llegados ha bebido demasiado. Son charlatanes y no pondrían ninguna objeción a
que te unieras a ellos; y además, te ofrecen una oportunidad excelente de aprender la cita en
clave. Pasa al 224.
465
Consigues sujetarle antes de que pueda volver a disparar. Le quitas la pistola de la mano y le
obligas a apoyarse en la pared hasta que llegan refuerzos. Pasa al 422.
466
Giras el periódico y ves que se trata de la edición de hoy del Standard. Lo hojeas a la luz de
una cerilla y encuentras una marca a lápiz junto a un aviso por palabras en el que se anuncia
una reunión general del club Leónidas. Te preguntas por qué el sargento mayor estaría
interesado en acudir a un club de caballeros refinados. Decides averiguarlo y te diriges a la
estación de ferrocarril. Pasa al 174.
467
En cuanto llegas a la parte trasera de la casa, oyes un grito—. ¡Te han descubierto! Debes
marcharte antes de que te identifiquen. Tira dos dados y suma al resultado tus puntos de
condición física:
—Si el total está entre 2 y 6, pasa al 456.
—Si está entre 7 y 12, pasa al 299.
468
Evita en parte tu acometida, pero le arrancas la pistola de la mano antes de que pueda volver
a disparar. Mientras tratas de recogerla, el sargento mayor aprovecha la oportunidad para
escapar por una puerta situada a un lado de la cámara, atrancándola por el otro lado. Pasa al
195.
469
Te preparas para oír el chasquido del dispositivo, con la esperanza de que el resorte que has
descubierto no constituya más peligro que un simple «chivato». ¡Ahora sería desastroso que
se disparara una alarma! Mueves la pistola y oyes el débil crujido de un mecanismo.
Suspiras de alivio. Tal vez cuando el mayor Dillon vea las señales de que has estado aquí, ya
tendrás pruebas suficientes para acudir a la policía.
Sacas la pistola del cajón y hueles el cañón. ¡Ha sido disparada recientemente! ¿Fue esta el
arma utilizada para matar a Jonathan? Anota el Resultado VI.
—Si te quedas con la pistola, pasa al 150.
—Si la dejas, pasa al 361.
470
El agente te mira un momento y menea la cabeza con pesar.
—Lo siento, señor —expone con brusquedad—. No puedo hacer comentarios sobre las
investigaciones que están en marcha. El Inspector Jefe me lo haría pagar caro. —Luego
parece reconsiderar su actitud y continúa en tono más amable—: Teniente, vuelva dentro
de unos días y pregunte por el señor Athelney Jones. Es el detective asignado al caso. Tal
vez él pueda ayudarle.
En aquel instante, dos hombres entran y se quedan conversando en el vestíbulo. El sargento
se inclina hacia ti de forma confidencial.
—Ésos son los individuos con quienes debe entrevistarse. El más corpulento es el señor
Athelney Jones.
Miras hacia donde te señala y divisas a un hombre alto y fornido, pero que empieza a estar
gordo. Sus ojos son pequeños pero brillantes, y están escondidos tras unos párpados
hinchados.
—¿Quién es el otro? —preguntas, indicando con la cabeza hacia el segundo hombre. Este es
de estatura media, vestido de modo impecable y con aires de caballero.
—El Inspector Jefe Maxwell Stern, el superior del señor Jones... y mío también.
El agente se yergue cuando Jones se os aproxima.
—¿Hay algún problema, sargento? —le pregunta.
—No, señor. El teniente ha venido en busca de información sobre el atentado de ayer
noche.
Te presentas, pero es obvio que el detective no está interesado en ayudarte, sino que, de
manera bastante arrogante, te comunica que la policía no divulga los datos concernientes a
una investigación en marcha. Luego da media vuelta y se va. Pasa al 410.
471
Tras la marcha de Mores, te incorporas, te limpias un poco y miras a Watson.
—¿Se encuentra bien, doctor?
—Sí, sí, muchacho. Nunca he estado mejor —declara, pasando el dedo con cuidado por el
cristal roto de la ventana.
—Me encargaré de pagar los destrozos, doctor Watson —señalas, sintiéndote muy torpe—.
Es lo menos que puedo hacer.
—No, no. No es necesario en absoluto. No ha sido culpa suya. Él también me engañó a mí.
Si Holmes hubiera estado aquí, ese tipo ya estaría tan atado como un pavo de Navidad.
—Debo insistir en pagar los desperfectos —añades—. Fui tan estúpido como para traerlo
hasta aquí. Y lo peor es que ahora sabe quiénes son ustedes. Cuando informe a sus jefes,
tanto usted como el señor Holmes estarán corriendo un grave y serio peligro.
Cruzas la habitación para colocar de pie la silla derribada. Entonces descubres un pedazo de
papel en el suelo.
—¡Vaya! ¿Qué tenemos aquí? —exclamas, y lo recoges. Le das la vuelta y ves que se trata de
una tarjeta de visita utilizada por el Consejo de los Cinco. En ella están escritos el nombre
del mayor Dillon y su dirección de Kingston.
—¿Qué le parece esto, doctor Watson? —le preguntas, entregándoselo—. Debe de habérsele
caído del bolsillo a Mores durante la pelea.
Tu primo lo examina durante un minuto y llega a la misma conclusión que tú.
—Creo que ese Mores es un espía y probablemente un asesino que trabaja para el Consejo
de los Cinco —responde—. Y también imagino que tiene órdenes de matar al mayor en
cuanto acabe la tarea referida a usted
Pasa al 100.
472
Decides que el siguiente paso más lógico es visitar el club Leónidas. Ahora tienes buenas
razones para creer que puede ser la clave que resuelva el misterio.
Sabes muy poco sobre esta reunión, pero la mayoría de los mejores clubes de Londres se
fundaron para el uso exclusivo de grupos de gente muy restringidos. El ingreso en ellos solo
se realiza por invitación y muchos poseen largas listas de espera. Algunos son tan
prestigiosos que pasan de padres a hijos, junto con las propiedades de la familia.
El club Leónidas, como muchos otros, no tiene una fachada llamativa, sino que transmite
una imagen de noble dignidad y elegancia sin ostentación. Sus tres pisos se cobijan entre un
hotel y una mansión privada. Solo la pequeña placa de latón situada debajo de la campanilla
lo identifica como tal.
—Si decides tratar de entrar con un engaño, pasa al 437.
—Si utilizas la tarjeta que encontraste en el escritorio del mayor Dillon para entrar, pasa al 246.
—Si te alejas y vigilas la entrada, pasa al 298.
473
Desciendes del coche de un salto y pagas apresuradamente al conductor para dar a posibles
espías la impresión de que tienes encargada una misión importante. Te diriges con rapidez
a la entrada y tiras con energía del cordón de la campanilla. A los pocos segundos, la puerta
se abre y aparece la figura envarada e implacable del mayordomo del club.
—¡Rápido, tengo que hablar con uno de los miembros! —exclamas—. Es asunto de extrema
urgencia.
—¿Y a qué persona desea ver, señor? —te pregunta el criado en tono gélido.
—Al coronel Sterling —declaras, arriesgándote a apostar a ciegas.
—Ese nombre me resulta desconocido, señor —replica el guardián, y hace ademán de cerrar
la puerta.
—Bueno, él debe hallarse dentro —mientes—. Estoy totalmente seguro de haberle visto
entrar hace menos de cinco minutos. Preciso verle.
—El coronel Sterling no es miembro de este club, señor. Tenga la amabilidad de marcharse
—contesta el mayordomo con firmeza, y cierra la puerta.
—Si intentas entrar en el club sin ser visto, pasa al 276.
—Si visitas a Sherlock Holmes, pasa al 146.
474
—Teniente Watson, ¿qué está haciendo aquí? —inquiere el oficial de servicio, un capitán a
quién apenas conoces—. Se me dio a entender que el coronel Sterling le había relevado de
sus otras obligaciones hasta que hubiera arreglado todo lo concerniente al teniente Wheeler.
—Es cierto, señor —contestas con una confianza que no sientes—. Sin embargo, las
responsabilidades pendientes no se evaporan porque uno no las atienda. El capitán
Anderson espera estos programas de adiestramiento para mañana, cuando regrese de
Dorset, a pesar del coronel. Por eso he decidido no ir a cenar esta noche y acabarlos.
A ti te resulta plausible tu explicación. Solo esperas que el capitán no note que los folios que
tienes frente a ti son los pedidos de suministros del mes pasado.
El oficial se vuelve al sargento y le indica:
—Todo está en orden, sargento. Yo asumo la responsabilidad.
El sargento reúne a sus hombres y sale, pero el capitán se queda contigo.
—Watson, no le conozco bien, pero creo que me ha mentido —afirma, observándote con
una mirada fría y distante—. No sé qué espera conseguir con su engaño, pero le aseguro que
este asunto no acabará aquí. Entretanto, no es necesario que saque a relucir nuestros trapos
sucios.
—Sí, señor —contestas, consciente de que hay muy pocas cosas que puedas añadir. Cuando
se marcha, tienes que tomar una decisión.
—Si no has anotado la Decisión 10, puedes registrar la casa del mayor Dillon. Anota el Resultado
IV y pasa al 121.
—Si investigas el club Leónidas, pasa al 266.
475
El archivador se halla a un lado del escritorio, bloqueando el paso por dicha parte. Es casi
tan grande y feo como el armario ropero. Lo abres y comienzas a examinar lo que contiene.
Tira dos dados y suma al resultado tus puntos de observación:
—Si el total está entre 2 y 7, pasa al 508.
—Si está entre 8 y 12, pasa al 491.
476
Te despiertas en el hospital con el pecho y el hombro vendados abundantemente. Después
te enteras de que Athelney Jones te encontró tumbado junto al cadáver del mayor Dillon. El
sargento mayor ha huido. Pasa al 195.
477
Esa tarde, Dillon es traído desde Kingston al despacho de Athelney Jones. Explicas al
mayor lo que sabes, le comentas la misión de Mores y le muestras el mensaje en clave. Al
principio, Dillon parece impasible y se niega a hablar de ello, pero luego te pide que le dejes
reflexionar sobre cuanto has dicho. Jones asiente y el arrestado es conducido a una celda.
El doctor Watson, Jones y tú estáis discutiendo la estrategia a seguir cuando un agente
llama a la puerta e informa al detective de que el mayor ha sido hallado muerto en su celda
del sótano. Tras formularle una serie de preguntas descubrís que, por un desgraciado error,
la víctima fue encerrada en el mismo recinto que el supuesto teniente Mores. Ahora, el
asesino ha desaparecido. Por un momento te preguntas si los conspiradores se habrán
infiltrado en Scotland Yard, pero esta idea te parece ridícula y la descartas.
—Eso solo nos deja una alternativa —señalas al detective.
—Sí —afirma Jones con una mueca—: Sherlock Holmes.
Tu investigación termina con un éxito parcial. Con las pruebas que has descubierto hasta
ahora, Holmes resolverá rápidamente el caso. El complot contra el reino, si ha existido de
verdad, fracasará, pero no hay evidencias para inculpar a ninguno de los implicados. El
asesino, Dillon, está muerto, pero nunca se conocerán los motivos de la muerte de Jonathan.
Lo único que puedes hacer es escribir al padre de tu compañero notificándole que su hijo ha
muerto con honor al negarse a traicionar a su patria.
—Si vuelves a empezar la investigación, pasa al 308.
—Si quieres leer la solución, pasa al 430.
478
Al revisar el cajón del lado izquierdo, notas que es menos profundo de lo esperado. Extraes
una pila de carpetas del mismo y la depositas sobre el escritorio. Luego examinas con más
cuidado su interior. Efectivamente, descubres un fondo falso. Lo levantas suavemente con
tu navaja y lo registras. ¡En un departamento secreto hay un revólver y un estuche de
efectos de escritorio!
—Si abres el estuche de efectos de escritorio, pasa al 484.
—Si examinas el arma, pasa al 247.
—Si observas los objetos sin tocarlos, pasa al 365.
—Si cierras el cajón y te vas, pasa al 518.
479
Convences al tabernero de que has leído la información sobre el atentado en los periódicos y
solo deseabas averiguar más cosas para contárselas cuando vuelvas a tus parientes irlandeses
que viven en América. El camarero te escruta con la mirada, pero parece aceptar tu
explicación. Pasa al 521.
480
Echas a correr por el pasadizo en persecución de los que huyen. Oyes a la policía detrás de
ti, muy lejos, y a Athelney Jones, que te llama a gritos. No contestas por temor a alertar a los
fugitivos.
Luego, detrás de ti, escuchas a lo lejos el sonido de un disparo y un débil grito. Supones que
la policía ha encontrado al sargento mayor y a Dillon. El ruido de la pistola hace que te
plantees si los miembros del Consejo irán armados o no. Pasa al 490.
481
El armario ropero se alza junto a una pared como una enorme bestia de caoba que frunce el
entrecejo de manera amenazadora. Estás seguro de que este mueble es propiedad del
gobierno, ya que no puedes imaginar que nadie compre una monstruosidad semejante para
su uso personal. No está cerrado con llave. Lo abres y hallas en su interior varios uniformes,
un paraguas, unas botas y un abrigo de hule En la parte inferior hay dos cajones, que
examinas cuidadosamente. Tira dos dados y suma al resultado tus puntos de observación:
—Si el total está entre 2 y 7, pasa al 358.
—Si está entre 8 y 12, pasa al 122.
482
Aunque el sargento mayor no encaja en la descripción dada por Holmes, crees que hay muy
pocas cosas que ocurran en el Torreón sin que él esté al corriente. Puede compararse a la
araña, situada en el centro de esta tela de intrigas, controlando incluso a sus superiores.
Decides investigarlo de cerca. Das las gracias al detective y tomas el tren para Kingston.
Pasa al 307.
483
Te preparas para oír el chasquido del dispositivo, con la esperanza de que el resorte que has
descubierto no sea más peligroso que un simple «chivato». ¡Ahora sería desastroso que se
disparara una alarma! Mueves el estuche y escuchas el débil crujido del mecanismo.
Suspiras de alivio. Tal vez cuando el mayor Dillon vea las huellas de tu registro, ya poseerás
las pruebas suficientes para acudir a la policía. Anota el Resultado VI. Pasa al 516.
484
Introduces la mano en el cajón y sacas el estuche de efectos de escritorio. Lo abres con
cuidado y examinas su interior. Exhalas un suspiro de decepción, sin que te hubieras
percatado de que estabas conteniendo el aliento. Es solamente una caja con los objetos
propios de un escritorio. Impelido por la curiosidad, recoges una hoja de papel sin tocar las
tarjetas. El membrete del folio es un símbolo interesante: muestra una corona y un cetro
sobre un escudo en el que está dibujado un león rampante. A la derecha, en pequeñas letras
góticas, están grabadas las letras «CV». Además de las hojas de tamaño carta, hay cuadernos
de notas y pequeñas tarjetas de visita, todas ellas con este extraño membrete.
—Arreste a este hombre —le indica, y luego se encara contigo—. Tal vez encuentre tiempo
para escribir esa carta en el interior de la prisión de Newgate.
Estás a punto de ser encarcelado. Quedarás confinado allí durante varias semanas y no
podrás continuar la investigación. Maldices tu suerte y comprendes que ahora la resolución
del caso depende de Sherlock Holmes.
—Si vuelves a empezar la investigación, pasa al 308.
—Si quieres leer la solución, pasa al 430.
489
Decides registrar el escritorio. Es un mueble muy grande, con tres cajones a cada lado y otro
más ancho en el centro; todos ellos están cerrados con llave. Es improbable que haya una
llave de reserva, porque el mayor Dillon guarda una en la cadena de su reloj. Por lo tanto,
debes probar suerte y forzar todas y cada una de las cerraduras.
Introduces lentamente la hoja de tu navaja bajo una de ellas y empujas. Oyes un chasquido:
¡el cajón del medio se ha abierto! El cerrojo, que está ya muy viejo, no encaja bien y el
compartimento se abre antes de que pueda romperse. Ni el cierre ni el escritorio han sufrido
daños y no percibes ninguna marca de que lo hayas forzado. Abres el cajón y encuentras una
llave en su interior: ¿abrirá los cajones de los lados? ¡Sí! Los registras rápidamente. ¡Nada!
Tira dos dados y suma al resultado tus puntos de observación:
—Si el total está entre 2 y 5, pasa al 375.
—Sí está entre 6 y 12, pasa al 478.
490
Oyes voces más adelante; son retazos de una conversación apresurada. Aminoras el paso y
avanzas cautelosamente hacia ellas. Te acercas todo lo posible sin dejarte ver, en un intento
de descubrirles a la luz del farol. Tira dos dados y suma al resultado tus puntos de observación:
—Si el total está entre 2 y 6, pasa al 512.
—Si está entre 7 y 12, pasa al 505.
491
Confiabas en encontrar algo en el archivador, pero esta vez te llevas una decepción. Ahora
debes decidir si continúas la búsqueda. Cuanto más tiempo permanezcas aquí, más oscuro
se hará todo; tendrás que utilizar una luz y, por lo tanto, más peligrosa será tu tarea. ¿Debes
arriesgarte a proseguir el examen de este lugar?
—Si te marchas, pasa al 284.
—Si sigues buscando, tira dos dados y resta un punto por cada búsqueda que hayas hecho ya (puedes
registrar el mismo objeto más de una vez):
—Si el total está entre 2 y 4, pasa al 228.
—Si está entre 5 y 12, pasa al 463.
492
De algún modo, logras convencer al capitán preboste de que no mientes, aunque en realidad
sí lo haces. Te dice que asumirá la responsabilidad de explicar la situación al coronel y que
puedes marcharte. Pasa al 523.
493
Tu investigación termina con un éxito parcial. Con las pruebas que has descubierto hasta
ahora, Sherlock Holmes resolverá rápidamente el caso. El complot contra el reino fracasará,
pero no hay evidencias para inculpar a ninguno de los implicados. El asesino, Dillon, está
muerto, pero nunca se conocerán los motivos del crimen de Jonathan. Lo único que te resta
por hacer es escribir al padre de tu compañero diciéndole que su hijo ha muerto con honor
al negarse a traicionar a su patria.
—Si vuelves a empezar la investigación, pasa al 308.
—Si quieres leer la solución, pasa al 430.
494
Esperas unos minutos y luego sigues a tu hombre al interior del bar. Te abres paso entre la
gente hasta encontrar una mesa junto a la pared opuesta, desde donde puedes vigilarle. El
mayor está en la barra, solo, como si nadie se atreviera a dejarse ver en su compañía.
Engulle un whisky y la tensión comienza a reflejarse en su rostro. Se yergue y, tras dar la
vuelta de forma ostentosa, se dirige con paso vacilante hacia la puerta. Pasa al 338.
495
Por unos momentos, estás demasiado aturdido para pensar. Has matado a un hombre. Es
cierto que no te proponías hacerlo, aunque él sí quería quitarte la vida. Nunca lo habías
hecho anteriormente. Incluso la tenue cicatriz de tu mejilla, producida hace años, pudiste
haberla evitado si hubieras disparado contra tu atacante en vez de tratar de capturarle. El
doctor Watson te asegura que él se encargará de hablar con la policía, pero apenas le oyes.
Es él quien sugiere que registres el cuerpo para ver si encuentras alguna pista. No hallas
ningún arma, pero sí una hoja de papel doblada en cuatro en el bolsillo del abrigo. La
despliegas y ves que es un mensaje escrito en papel del Consejo de los Cinco. Parece estar
redactado en clave, ya que todas las palabras tienen cinco letras y el texto no tiene sentido.
Has tenido cierta experiencia con la codificación durante tus años de servicio y crees que
podrías descubrir la clave empleada en este caso. Apoyas el papel en el escritorio de Holmes
y te pones a trabajar. Tira dos dados y suma al resultado tus puntos de cultura:
—Si el total está entre 2 y 6, pasa al 111.
—Si está entre 7 y 12, pasa al 108.
496
Estás convencido de que no ganarás nada quedándote aquí. Debes encontrar un modo de
llegar al centro de este laberinto y comienzas a pensar que ese camino pasa por el corazón
del club Leónidas. Decides salir del edificio y tomar el siguiente tren para Londres. Pasa al
174.
497
Consideras que las pruebas que posees bastan para convencer a la policía de que amplíe el
ámbito de su investigación. Preguntas por el señor Athelney Jones, el detective asignado al
caso. Al inicio es reacio a creerte, pero le persuades. Decide informar a su superior, el
Inspector Jefe Maxwell Stern, y te pide que le esperes. Pasa al 158.
498
Cuando sales de la habitación, te preguntas qué parte de tu conversación con el mayor
Dillon te ha dejado incómodo. Estás seguro de que sabe la procedencia del ticket, pero ha
preferido omitirlo. También estás convencido de que se ha sobresaltado al ver el fragmento
de la tarjeta. ¿Estaba mintiendo? No puedes acusar de falsedad a un superior sin tener
buenas razones. Sin embargo, todo esto lo tendrás presente. Anota la Pista E. Pasa al 340.
499
Mueves el estuche lo justo para observar mejor el resorte del «chivato». Por desgracia, no
puedes distinguirlo lo bastante bien como para determinar la manera de desactivarlo. Si lo
intentas, el mecanismo podría dispararse y tienes serias dudas de que haya algún modo de
reajustarlo sin causar daños en el cajón que alarmen al mayor Dillon.
—Si registras el estuche de todas formas, pasa al 483.
—Si examinas la pistola, pasa al 469.
—Si decides no tocar el cajón, pasa al 229.
500
—Señor O’Grady, aunque comprendo que su pueblo tiene graves problemas, dispongo de
poco tiempo para solucionar los míos —comentas, arriesgándote a despertar su cólera—. En
realidad, le creo, pero necesito algo más que su palabra de que no son responsables del
atentado. Necesito pruebas que convenzan a la policía.
Tira dos dados y suma al resultado tus puntos de comunicación:
—Si el total está entre 2 y 6, pasa al 439.
—Si está entre 7 y 12, pasa al 503.
501
Acudes a la reunión del Consejo llevando una pistola y un silbato que te ha proporcionado
Jones. Además, sabes que el club estará rodeado por agentes, ocultos pero listos para actuar.
A la hora acordada, el mayor Dillon y tú tomáis un coche de caballos hacia el edificio.
Siempre existe la posibilidad de que algún conocido se fije en ti, pero debes correr ese riesgo
si quieres resolver este caso y llevar a todos estos criminales ante la justicia. Cómo te
acompaña el mayor, al menos no deberías tener problemas con el mayordomo del club.
Programas vuestra llegada para poco antes de la hora del comienzo de la convocatoria.
Cuando arribáis, ya divisáis a algunos miembros entrando. El personal del club está muy
atareado y dispone de poco tiempo para prestar atención a una persona en concreto. Dillon
y tú os aproximáis juntos a la puerta. Tira dos dados y suma al resultado tus puntos de ingenio:
—Si el total está entre 2 y 4, pasa al 186.
—Si está entre 5 y 12, pasa al 183.
502
Ha llegado el momento de tomar decisiones rápidas.
—Si te quedas con una de las tarjetas y te vas, pasa al 472.
—Si guardas el estuche de efectos de escritorio donde estaba y te marchas, pasa al 518.
503
El líder terrorista se envara, pero vuelve a relajarse
—Usted es persistente —dice riéndose—. Es muy posible que penetre en este laberinto, y
eso solo servirá para que progrese mi causa.
»Pues bien, creo que puedo darle la prueba que anda buscando —continúa—. Verá: Gladys
O’Keefe era una de los nuestros. No era un líder, claro, pero sí alguien que había trabajado
bien y con lealtad a lo largo de los años. Debía vigilar los trenes nocturnos que pasaban por
Paddington, observar a quién y qué transportaban, y en ocasiones incluso preparar una
rápida huida a los miembros de nuestro grupo perseguidos por la policía.
»Ella estaba en la estación el miércoles por la noche cuando vio que un grupo de hombres
con gabanes oscuros bajaba de uno de los últimos trenes. Transportaban el cuerpo de un
hombre joven, vestido con un brillante uniforme y con el pecho manchado de sangre. Lo
dejaron caer sobre un banco y se pusieron a construir un artilugio que ella no pudo ver.
»Tenía que salir con disimulo para que no la descubrieran, y aprovechó una oportunidad
para informar de lo ocurrido a su superior antes de regresar. El resto ya lo sabe.
—¿Pudo describir a alguno de ellos? —preguntas.
—Me temo que iban enmascarados —replica O’Grady. Luego se toca su propia máscara y
añade—: Deben de estar de moda.
—¿Había alguien más? —insistes.
—De hecho, sí. Ella informó que uno de ellos se dirigió al líder del grupo como «mayor».
Anota la Pista H.
—Si continúas la investigación por tu cuenta, pasa al 425.
—Si acudes a la policía, anota la Decisión 6 y pasa al 390.
—Si visitas a Sherlock Holmes, pasa al 404.
504
Decides interrogar al mayor Stephen Dillon, el ayudante del regimiento. Dillon debe saber
si Jonathan fue invitado a asistir a alguna reunión oficial, lo que explicaría que fuera vestido
con el uniforme de gala. El despacho del mayor está en el cuartel general, en la parte trasera
del edificio, frente al del coronel Sterling. Cruzas la pequeña antecámara dónde están
sentados sus secretarios y entras en su despacho. Dillon está trabajando duro en su
escritorio y tienes que esperar hasta que percibe tú presencia. Finalmente, levanta la
mirada.
—Dígame, ¿qué pasa, Watson? —pregunta con aire distraído.
—Lamento molestarle, señor —comienzas—. Es respecto al teniente Wheeler.
—¿Qué pasa con él? —pregunta Dillon, otorgándote toda su atención.