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en Ciencias Sociales
Compiladoras
Silvia Faraone, Eugenia Bianchi y Soraya Giraldez
w Autores
Alejandra Barcala, Mercedes Barral, Eugenia Bianchi, Noelia Boiso,
Magdalena Bugge, Alfredo juan manuel Carballeda, Martín De Lellis,
Martín Di Marco, Silvia Faraone, Soraya Giraldez, Lorena Irala,
Gabriela Lacarta, Gustavo Lasala, Mariano Laufer Cabrera,
Liliana Murdocca, Susana Murillo, Adriana Nill, Ana Lucía Pekarek,
Lucia Rodríguez y Gabriela Spinelli
ISBN 978-987-3810-16-9
ISBN 978-987-3810-16-9
Presentación
w Silvia Faraone, Eugenia Bianchi y Soraya Giraldez................................................................................. 13
Bibliografía.................................................................................................................................................................................. 169
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17
Por ello es que se ha vuelto cada vez más necesario pensar la relación en-
tre la Universidad y los organismos del Estado responsables del diseño e
implementación de las políticas públicas, a fin de que los conocimientos se
transfieran adecuadamente y que los contenidos de la enseñanza mantengan
vigencia para responder a las cada vez más complejas necesidades y deman-
das sociales.
En el caso específico de la salud mental, se ha constatado desde hace dé-
cadas una profunda brecha entre los requerimientos sociales y sanitarios
de la población y la práctica de las instituciones que brindan servicios de
atención. Contribuye fuertemente a ello la formación de técnicos y profe-
sionales, pues se ha basado en un paradigma lineal que ha impedido ofrecer
una respuesta multidimensional, articulada y compleja a las problemáticas
hoy prevalentes en nuestra sociedad.
Este proceso ha producido la extraña coexistencia de una abundancia de
técnicos y profesionales que han recibido una dilatada y compleja formación
en las más altas casas de estudios y una realidad institucional en la que se
han reproducido por décadas prácticas atávicas asociadas a la vulneración
de derechos y el abandono en el proceso de atención.
Al encarnar un nuevo paradigma, la Ley Nacional de Salud Mental 26.657
recoge este importante desafío, ya que debe revertir la desarticulación entre
los requerimientos de atención y la formación de quienes se desempeñan o
aspiran a desempeñarse en el sistema de servicios de salud.
La Ley señala textualmente lo siguiente: “La autoridad de aplicación debe
desarrollar recomendaciones dirigidas a las universidades públicas y priva-
das, para que la formación de los profesionales en las disciplinas involucra-
das sea acorde con los principios, políticas y dispositivos que se establezcan
en cumplimiento de la presente ley, haciendo especial hincapié en el cono-
cimiento de las normas y tratados internacionales en derechos humanos y
salud mental. Asimismo, debe promover espacios de capacitación y actua-
lización para profesionales, en particular para los que se desempeñen en
servicios públicos de salud mental de todo el país” (art. 33).
Cabe señalar que en octubre de 2014 se ha iniciado, conjuntamente con la
Secretaría de Políticas Universitarias del Ministerio de Educación y la Jefa-
tura de Gabinete de Ministros, el proceso de elaboración de las “Recomen-
daciones a las Universidades”, cuyo objetivo es dar cumplimiento al Artículo
20 33º de la Ley Nacional y contempla los objetivos de promover una persis-
22
1 Ese empirismo gestará innumerables situaciones dilemáticas al epistemólogo más avezado; así, por ejemplo, Hume
nos hablará de “naturaleza” cuando analiza el entendimiento humano, concepto ese que no deja de sorprender por su falta
de fundamento empírico: ¿cuáles son las sensaciones puras de las cuales extraer el concepto de “naturaleza”?, finalmente
Hume reconocerá que estos conceptos del entendimiento son solo nombres construidos por el hábito (Hume,1984), lo cual
no obstará a su uso y aplicación a casos individuales o colectivos, como si aquello mentado por la “naturaleza” y develado por
la ciencia positiva fuese verdadero. 25
2 Por ello en el liberalismo el médico a domicilio fue una institución valorada frente al espacio pestilente del hospital. Esta
26 idea, nacida de la revolución francesa, tuvo en Argentina a fines de siglo XIX una fuerte impronta.
las neurociencias
Esta administración de la vida se expresaba en palabras de George Bush,
quien en 1999 declaraba que la década por comenzar era la década del ce-
rebro (Rose, 2012). Se trataba de la profundización sobre las neurociencias y
sus aplicaciones en neuromarketing y neuroeconomía, que en afinidad con
la propuesta de Hayek sostienen que la red neuronal ligada a las decisiones
funciona en relación a aspectos de la herencia genética que son activados o in-
hibidos en la propia experiencia, particularmente en la infancia. El estudio de
la misma se despliega en base a imágenes, a fin de analizar cómo los diversos
sectores del sistema nervioso funcionan en el momento de tomar decisiones.
Ello permitiría conocer, clasificar y modular elecciones individuales y con ello
hacer más predecible los movimientos del mercado. Cuando decimos “mer-
cado” no estamos aludiendo a una relación meramente económica; en el arte
de gobierno neoliberal todos los aspectos de la vida son incluidos en eso que 31
la psicoeconomía
Ahora bien, hasta el momento las neurociencias asumen que si bien los sujetos
somos a partir de un programa heredado genéticamente, ciertas influencias
del medio pueden propiciar u obstruir algunos aspectos de tal herencia. En
ese sentido, las terapias focalizadas de carácter cognitivo conductual son el
remedio aceptado para complementar a los fármacos que actuarían sobre el
sistema nervioso. Todo ello en un entramado de poder donde lo central no es
la salud de la población en el sentido de la medicina clínica en el liberalismo.
La economía del comportamiento, en complemento con las neurociencias
asume, tal como sostenían Hayek y Ludwig von Mises, que el ser humano no
es un homo œconomicus, sino un homoagens; esto significa que somos sujetos
34 activos que al momento de tomar decisiones en nuestro sistema nervioso no
actúan en nosotros solo los aspectos ligados al razonamiento, sino también las
emociones y valores.
En esa clave de análisis, la psicoeconomía o economía del comportamien-
to complementa la mirada molecular de las neurociencias con el análisis de
presuntos modelos o esquemas conductuales que se reiterarían de manera
universal y a partir de los cuales la economía del comportamiento le da pau-
tas a cada individuo para que se transforme en un gestor de sí mismo, acep-
tando y aprovechando sus fortalezas y debilidades. Lo que la psicoeconomía
no analiza es ese a priori cultural desplegado desde hace casi medio siglo: los
sujetos, presuntos empresarios de sí, se encuentran constantemente desga-
rrados por esa contradicción irresoluble, y por ello trágica, entre amenaza
constante e interpelación a ser feliz. Lo que sí sostiene esta nueva ciencia es
un larvado racismo sustentado en un reduccionismo biologista de neto cuño
neodarwiniano: “Lo diré una vez más: los seres humanos somos máquinas
cuyo diseño es el resultado de las presiones que nuestros ancestros recolec-
tores y cazadores debieron enfrentar para garantizar la supervivencia y la
reproducción de la especie en un medio ambiental que resulta hostil. Esto no
significa que estemos programados para realizar ciertas tareas de un modo
determinado, sino que, entre todas las maneras posibles en las que esas ta-
reas podrían haberse efectuado en el pasado, el proceso evolutivo se encargó
de seleccionar las más exitosas. Simplemente quienes estuvieron dotados de
programas más funcionales para enfrentar las circunstancias particulares
de cada ambiente en cada momento del tiempo, pasaron más cantidad de
copias genéticas a las generaciones posteriores, de modo que esos compor-
tamientos se hicieron más habituales” (Tetaz, 2014: 90).
El texto arriba citado es de divulgación y, al igual que otros, no presenta
pruebas convincentes de sus aseveraciones, e incluso en algunos casos las
pruebas exhibidas no pasarían un serio test de validación científica. A ello se
une una cantidad de afirmaciones presuntamente probatorias, encabezadas
por un “supongamos que”; no obstante, el uso de un lenguaje ameno, “a la
moda” y despojado de convencionalismos académicos, los torna populares:
ese es precisamente el objetivo. En esa clave, los manuales de divulgación
de esta disciplina no se reducen a popularizar sus ideas, ellos apuntan a los
responsables de políticas públicas, y en ese sentido sostienen que los líderes
gubernamentales están interesados en captar “mediciones oficiales de agre-
gados de felicidad que no se reflejan en las estimaciones tradicionales del
PBI [producto bruto interno]” (Tetaz, 2014: 14).
Las preguntas fundamentales ligadas a esta “medición de felicidad” están
guiadas por interrogaciones tales como: ¿De qué modo debería comportarse 35
nificación familiar. Al tiempo que Melinda expuso ante “el Banco Mundial
cómo podrían beneficiarse los países en vías de desarrollo del denominado
‘dividendo demográfico’. La idea consiste en que, a medida que los padres
reducen el tamaño de las familias, los países pueden invertir más en educar
a los jóvenes” (Gates, 2012).
La propuesta tiene antecedentes, en 1952 John D. Rockefeller III y Fre-
derick Osborn, preocupados por las consecuencias que podía tener el cre-
cimiento de la población en los países en desarrollo, crearon el Consejo de
Población, desde donde se propuso estudiar la fisiología de la reproducción.
Durante la primera década de funcionamiento, la institución financió la
creación de la Sociedad Estadounidense de Eugenesia y ofreció apoyo a la
publicación Eugenics Quarterly. Esta organización tiene, además, una in-
fluencia esencial en la política estadounidense de despoblación. También re-
cibe fondos de la Fundación Ford. Desde entonces, el Consejo de Población
tiene un papel clave en las investigaciones teóricas sobre “asuntos de pobla-
ción” y en el desarrollo de técnicas de contracepción con el fin de limitar la
fertilidad de las mujeres del mundo en desarrollo.
En 1958, el Departamento de Estado de EE. UU. adoptó como tesis oficial
que el crecimiento demográfico constituía el mayor obstáculo para el desa-
rrollo económico y social y para el mantenimiento de la estabilidad política
en los países del Tercer Mundo (Elía Marcos, 2009).
Por su parte, la Fundación Rockefeller en un informe anual de 1968llama-
ba al desarrollo de una vacuna capaz de reducir la fertilidad humana (The
Rockefeller Foundation, 2003). El financiamiento de la Fundación Rocke-
feller al desarrollo de vacunas anti-fertilidad fue reconocida en 1997 por el
Centro Internacional para la Ingeniería Genética y la Biotecnología, de la
ONU (www.mineducacion.gov.co).
En el caso de Bill Gates, quien posee el 55% de las acciones de Monsanto,
ha creado una fundación que es presidida por su padre, un eugenista que
ha financiado la organización de carácter eugenésico Planned Parenthood
(Miranda, 2012).
En 2003, Bill Gates Jr. admitió que su padre fue fundador de Planned Pa-
renthood con el objetivo de eliminar humanos que eran “imprudentes” y
“malas hierbas”. En entrevistas posteriores Gates habló abiertamente sobre
la reducción de la población mundial con el fin de frenar lo que llamó el
“colapso planetario”. En una ocasión posterior sostuvo frente a grupos de
maestros y trabajadores que negarles atención médica a los ancianos podría
traducirse en la contratación de más maestros, a lo que el público aplaudió
38 y vitoreó.
z Conclusión
39
41
Riesgo y diagnósticos
El estudio de diagnósticos como el TDAH y el TEA habilita el análisis de
algunas características del proceso de medicalización en la actualidad y el
papel que en él cumple la infancia. Los estudios de la medicalización llevan
más de cinco décadas de existencia e incluyen aportes de distintas perspec-
tivas, como la sociología médica, la historia, la antropología, la salud públi-
ca, la economía, la bioética y la literatura (Conrad, 2013). Originalmente
orientada en la expansión del dominio médico hacia áreas previamente no
consideradas en esa clave, este enfoque se reconfiguró hasta abarcar hoy un
espacio complejo de inteligibilidad que contempla la definición, descripción,
comprensión y tratamiento de un problema en términos médicos (Conrad,
2007), e incluye el análisis de modos de saber y verdad asociados al conoci-
miento científico-tecnológico.
Clarke y otros (2003) sistematizaron algunos ejes con los cuales ubican di-
ferencias entre los estudios sobre fenómenos analizados desde las perspectivas
de la medicalización y la corriente de la biomedicalización. Entre ellos, el foco
que la biomedicalización tiene en la salud, el riesgo y la vigilancia, una tríada
que ya estaba presente en los procesos de medicalización pero que en los fenó-
menos analizados por Clarke y sus colegas adquiere características específicas.
A diferencia de la medicalización, dirigida a la enfermedad, la biomedi-
calización no restringe su accionar a procesos mórbidos sino que apunta
a la salud misma (Clarke y otros 2010). Esto se cristaliza en que, además
de encargarse de la definición, detección y tratamiento de enfermedades,
configura complejos conglomerados de factores abstractos e indicios cuya
co-ocurrencia produce un riesgo. Este cambio de eje inaugura nuevas fór-
mulas de gestión de poblaciones, enmarcadas en modos de gobierno especí-
ficos. Castel entiende esta mutación como el paso de una clínica del sujeto a
una clínica epidemiológica y sostiene que el “riesgo no es el resultado de un
peligro concreto del que es portador un individuo o incluso un grupo deter-
minado, sino que es un efecto de la correlación de datos abstractos o factores
que hacen más o menos probable la materialización de comportamientos
indeseables” (Castel, 1986: 229).
Los datos generales, impersonales, pueden interrelacionarse y reagrupar
factores heterogéneos entre sí. Como remarca Rose (1996), estos factores no
necesariamente son peligrosos individualmente, sino que es la agrupación lo
que dispara el riesgo. La lógica misma del “estar en riesgo”, por un lado pres-
cinde de la manifestación de síntomas específicos, y por otro instaura una
gradación de ocurrencia de la enfermedad antes que su presencia o ausencia
44 (Bianchi, 2012), lógica más propia de la dinámica de la medicalización.
Como se adelantó, la tercera versión del DSM (APA, 1980), supuso una
transformación epistemológica y tecnológica capital y el inicio de un pro-
ceso de penetración mundial del manual en la práctica clínica psiquiátrica.
Esta transformación incluyó rasgos que se consolidaron en versiones subsi-
guientes ‒entre ellas: flexibilidad, dinamismo, estandarización, a-teoricidad,
prescindencia de explicaciones etiológicas y sustento en la observación de
sintomatología conductual‒ que generaron numerosas críticas del campo de
la Salud Mental (Bianchi, 2014b).
El DSM no es el manual de diagnóstico de trastornos mentales más utili-
zado en el mundo. La encuesta mundial realizada en 2011 por la Asociación
Psiquiátrica Mundial (WPA, World Psychiatric Association) y la OMS, arro-
jó que el 70,1% de los psiquiatras encuestados empleaba la décima versión de
la CIE, vigente en ese momento, y que la mayoría de los que no lo utilizaban
refirieron emplear el DSM (Reed y otros, 2011). A pesar de esta estadística,
en su análisis de la medicalización del TDAH como fenómeno globalizado,
Conrad y Bergey (2014) señalan que la psiquiatría estadounidense está en
franca expansión, y remarcan que una consecuencia de este fenómeno es el
uso cada vez más extendido del DSM, en detrimento de los criterios del CIE.
La expansión de los diagnósticos infantiles, estrictamente hablando, no
se inaugura con el DSM-5. Según Frances, presidente del grupo de trabajo
de la versión anterior del manual, ya en esa publicación se desarrollaron
sobrediagnósticos de cuadros como el autismo, el TDAH y la denominada
bipolaridad infantil (Frances, 2014). El DSM-5 elaboró tipificaciones en las
que se identifican factores de riesgo que no coinciden exactamente con el
trastorno que vendría a manifestarse a futuro, sino que estas tipificaciones
pincelan una condición psiquiátrica diferente y de menor severidad. Los
problemas metodológicos suscitados por estos constructos incluyen, entre
otros aspectos, que “a) la mayoría de las personas con ‘factor de riesgo’ final-
mente no desarrollan la enfermedad temida; b) la mayoría de las personas
con ‘factor de riesgo’ son indistinguibles de los ‘normales’; c) actualmente no
hay intervenciones eficaces para evitar un inevitable estigma de rotulación
en psiquiatría” (Heerlein, 2013: 22).
La prevención derivada de identificar factores de riesgo pretende cons-
truir las condiciones objetivas de aparición del peligro, para deducir de ellas
nuevas y múltiples modalidades de intervención y lograr el control absoluto
de lo imprevisto (Castel, 1986). En este contexto, la publicación del DSM-5,
con los cambios mencionados, reposiciona a la infancia como blanco emi-
nentemente gobernable, al que los procesos de biomedicalización tienen en-
46 tre sus objetivos dilectos.
Sin embargo, esta lógica del riesgo opera de modo diferente en las dos
tipificaciones mencionadas: esquemáticamente, en el TDAH el riesgo se re-
laciona con los futuros posibles de los niños que han sido diagnosticados, y
con el presente de los adultos que no fueron diagnosticados; y el riesgo en
el TEA se expresa por el énfasis en la gradualidad con la que se asume que
puede manifestarse el cuadro.
z Consideraciones finales
53
z La escucha
A su vez, las características de los relatos y las condiciones en las cuales los
recibimos, se relacionan con un contexto definido, un escenario y un terri-
torio donde este proceso se manifiesta y se construye en forma permanente.
Escuchamos en contextos y escenarios que tienen sus propias tonalidades,
sonidos y silencios, y estos constituyen el telón de fondo de ese acto. Pueden
ser hostiles o acogedores, facilitar u obstruirla interacción de quienes hablan.
La escucha implica entendimiento, selección de la información que surge
de la palabra del Otro, intento de captar su lógica discursiva, determinación
de los detalles importantes del relato, reflexión sobre su contenido y análisis
del sentido de lo dicho.
Pero también es posible entender la escucha como una acción que se ubica
dentro de un proceso histórico y social, es decir, una forma de hacer, signada
por un conjunto de hechos relacionados entre sí que transcurren a través
del tiempo. De este modo las palabras, los gestos, las significaciones, se van
construyendo en diferentes circunstancias contextuales y pueden decir di-
ferentes cosas.
En el espacio del diálogo, las palabras se entrelazan con el escenario de
intervención, el contexto y el territorio. Escuchar, en términos de interven-
ción, implica acceder a un proceso de comprensión y explicación que intenta
organizar los sentidos, las pautas, los códigos, las implicancias y perspectivas
de quien está hablando. Como así también una búsqueda de elucidación y
revisión crítica que conforma las circunstancias, valores y perspectivas del
que está escuchando.
La posibilidad de visibilizar y reflexionar sobre el poder de la escucha, el
silencio y las palabras en todo proceso de intervención, puede proveer de
más instrumentos para comprender, explicar y hacer, de entender a ese Otro
como sujeto de derechos y producto de una transformación social. Es decir,
recuperando la noción del relato como constructor de sentido.
Así, la escucha tiene la posibilidad de salir de los lugares establecidos y
adentrarse en otros donde la interacción no implica sometimiento. La ca-
pacidad de escuchar tal vez vaya más allá de los agentes institucionales y su
actitud activa o pasiva. Se entrelaza con la historia de las instituciones, las
marcas subjetivas visibles en los diferentes actores y las políticas que fueron
llevadas adelante, en territorios definidos y diferentes climas de época.
En otras palabras, desde la intervención social, el “lugar” de la institu-
ción es el escenario donde la capacidad de escuchar se expresa. Es posible
reconocer diferentes formas de inscripción en los escenarios institucionales
como facilitadoras u obturadoras del proceso de escuchar. De ahí que tam-
bién es la institución la que escucha o la que facilita esta acción. 57
la escucha activa
La escucha es una necesidad y como tal se transforma en un derecho. Este
se vincula con la construcción y ratificación de la identidad y la pertenen-
cia. Como tal, habilita la posibilidad de reflexionar, aleja temores y facilita
la aceptación. Ser escuchado puede implicar la reafirmación o el inicio de
procesos de re-inscripción social en aquellos que fueron siendo dejados de
lado en los complejos laberintos de la exclusión.
La escucha se entrelaza de manera relevante con la inclusión social. Quien
no puede ser escuchado no es ratificado como un sujeto que pertenece al
“todo” social. La ausencia de lugares, actividades, espacios que faciliten la
posibilidad de escuchar, sostienen la exclusión, la ratifican y generan otro
tipo de identidades y pertenencias efímeras, en soledad, donde la presencia
del Otro es una imagen pasajera, casi espectral. Ser escuchado es un derecho
que en tanto no es cumplido separa, segrega, cosifica a ese Otro que reclama,
muchas veces de forma diferente, esa condición.
La circulación de la palabra genera nuevos recorridos, construye caminos de
entrada y salida, sostiene y se presenta como un elemento significativo en la
construcción de lazos sociales. Su ausencia es sinónimo de ausencias, soledades,
aislamiento y fragmentación social. La ausencia de las palabras es tal vez una de
las herramientas más eficaces de los terrorismos de Estado y de mercado.
La denominada “escucha activa” implica un interesarse por ese Otro, estar
58 disponible, aceptarlo como es, con lo cual se da lugar a otras perspectivas o
62
1 La Ley Nacional de Salud Mental 26.657 fue sancionada por el Congreso Nacional el 25 de noviembre de 2010, promulgada
por el Poder Ejecutivo Nacional el 2 de diciembre de 2010 a través del Decreto 1855 y publicada en el Boletín Oficial el 3 de
diciembre de 2010.
2 En este trabajo se entiende por soportes sociales al contexto social y científico que legitima las intervenciones trans-
formadoras en el campo de la Salud Mental. La idea de legitimación engloba dos aspectos: el de creación o generación de
teorías, técnicas y acciones concretas, por un lado, y por otro, el tipo de sustento en el orden epistemológico y social de
prácticas elaboradas en un contexto con relación a una problemática social específica. Dichos soportes sociales, si bien dan
una legitimación relativamente estable y homogénea, no excluyen conflictos, tensiones, desequilibrios, transformaciones,
contradicciones y superposiciones (Bialakowski, Faraone y Lusnich, 2002). 63
z El advenimiento democrático
3 El doctor Neri solicitó a la OPS un informe sobre la situación de la salud mental de nuestro país. Este fue realizado durante
enero de 1984 por el doctor Goldemberg, quien en ese momento se desempeñaba como asesor de dicha organización. Tal
como lo expresa Alberdi (2003), esta solicitud adquirió un peso simbólico, ya que implicaba una decisión de transformación
en el área.
4 Las acciones transformadoras en salud mental de esta gestión ministerial pueden enmarcarse en un concepto de integra-
ción en el sistema de salud, que incluyó la implementación del Seguro Nacional de Salud. Esta idea había sido ya intentada en
1973 con la programación y puesta en funcionamiento del Sistema Nacional Integrado de Salud, que proponía la articulación
del sector público y de la seguridad social (Llovet, 1984). Tras el golpe militar, una de las primeras acciones en salud fue
derogar esta iniciativa y junto con esto la ley de carrera sanitaria única. El intento durante la gestión de Aldo Neri no logró en la
64 práctica el sostenimiento de un sistema integrado y con igualdad de derecho para todos los habitantes.
5 Muchos de estos grupos de profesionales de Salud Mental se encontraban en ese momento sin inserción institucional
debido a que un número importante de ellos recién regresaban al país, luego del largo período de exilio obligado por la dic-
tadura cívico-militar.
8 Este sector estaba integrado por más de 300 obras sociales, en su mayoría de origen sindical y escasamente reguladas
por el Estado. Estas entidades no desarrollaron capacidad instalada propia y cumplieron un rol de financiadores de presta-
ciones médicas, particularmente en las instituciones y prestadores privados. Si bien en este texto se analizan las políticas
del subsector público-estatal, las obras sociales tienen un peso importante en la temática, ya que dan cobertura sanitaria
aproximadamente al 50 por ciento de la población. Esta cobertura estuvo históricamente caracterizada por estar exclusiva-
mente orientada a lo curativo con énfasis en las prácticas de diagnóstico y tratamiento, situación que provocó un escaso o
66 nulo desarrollo de las políticas des/institucionalizadoras propuestas en esta etapa por la Dirección Nacional.
1988). Si bien la propuesta del Seguro Nacional de Salud9 era una forma de
racionalizar y estructurar un sistema salud articulado, este no llegó a imple-
mentarse y se continuó con la política de tres subsectores fragmentados, lo
que dio una impronta muy disímil a la estructura propuesta por la DNSM
en las diferentes provincias.
acuerdos nacionales
En la DNSM, dada la gran dispersión y fragmentación del sistema sanitario,
los esfuerzos se orientaron a la organización de un espacio interjurisdiccional,
consolidando acuerdos técnicos-políticos. Estos convenios posibilitaron la
creación o reorganización de direcciones y programas de salud mental en el 90
por ciento de las provincias, que se constituían en la contraparte más importan-
te de la DNSM. Este dato resulta de relevancia si se toma en cuenta que hasta
1984 solo el 40 por ciento de las provincias tenía alguna referencia en esta área.
Además, se avanzó en la construcción del Foro Federal Interpartidario, In-
terdisciplinario e Intersectorial10 y en la organización de la Red de Servicios
Asistenciales Estatales (DNSM, 1989). De la misma forma se consolidaron,
como uno de los objetivos en pos de los procesos de reforma, espacios de ca-
pacitación para los equipos de conducción que conformaban las direcciones
y programas provinciales11 y para funcionarios del área metropolitana y la
provincia de Buenos Aires (DNSM, 1989).
La capacitación fue uno de los pilares que tuvo la DNSM durante este perío-
do. Asimismo, y en otro orden de actores, se desarrollaron seminarios para los
trabajadores (profesionales y no profesionales), tanto desde la Nación como
desde las propias provincias o regiones, con un importante caudal de con-
currentes12. Otro hecho importante en la capacitación, durante este período,
lo constituyó la creación de la Residencia Interdisciplinaria de Salud Mental
(RISAM) dirigida a médicos, psicólogos, trabajadores sociales, terapistas ocu-
pacionales y enfermeros con inserción en los centros de salud y los hospita-
les generales (Ferro, 1989). La RISAM fue un intento de reinventar el tipo de
9 El Seguro Nacional de Salud fue fuertemente resistido por el sector privado y el sindicalismo; sobre su presentación Iriart
plantea: “el dilatado debate en torno del proyecto del seguro es una expresión más de la crisis de la sociedad global y de la
lucha por el reparto de los recursos en la que el Estado no logra ejercer su papel de contralor. La disputa entre el gobierno y
la primera oposición, el peronismo, gira alrededor de la administración y conducción de las obras sociales y el papel que debe
cumplir el Estado” (Iriart, 1997: 127).
10 Durante el período 1985-1986, en este foro se reunieron regularmente funcionarios de salud mental de 19 provincias.
11 Estos encuentros se realizaron en forma conjunta con la DNSM en módulos mensuales de tres días de duración.
12 Se realizaron tres seminarios nacionales –en 1986 se reunieron 1.000 representantes de todo el país– y 23 provinciales y
regionales, con participación de alrededor de 3.000 trabajadores (DNSM, 1989). 67
la impronta galli
La dimensión de lo que significó el período Galli para la implementación de
los procesos de transformación en Salud Mental puede encontrarse en el In-
forme de Gestión de la DNSM (1989), en el cual se señalan dos resultados espe-
cialmente relevantes: la generación de prácticas preventivas y de atención no
convencionales –con la creación de 160 programas comunitarios en distintas
regiones del país– y la disminución de personas internadas en los grandes hos-
pitales psiquiátricos, cuyo número se redujo de 25.000 a 20.000 en tres años13.
Sin embargo, en este último aspecto no fue posible desarrollar una política
de transformación de los grandes hospitales monovalentes, ni siquiera de los
que dependían directamente de la DNSM14. Si bien hubo varios proyectos
provinciales en este sentido, la única jurisdicción que avanzó en un proceso
de transformación, en ese momento, fue la provincia de Río Negro.
Tal como se ha descripto, en el primer período democrático se generó un
avance importante en términos de políticas de Salud Mental. Sin embargo,
a excepción de algunas experiencias, el propósito de realizar transforma-
13 Hay una diferencia respecto de la cifra inicial: según el informe de la OPS eran 24.000 personas.
14 A pesar de que en el Hospital Borda se había nombrado como interventor al Dr. Héctor Luna con el objetivo de reestruc-
68 turar esta institución a las normas internacionales de funcionamiento propuestas por la OMS.
ciones quedó marcado por las amenazas de quienes se oponían a ellas, que
obligaron constantemente a forzar las negociaciones (Barcala, 2010). Este y
otros factores hicieron que no se pudiera enfrentar la ofensiva regresiva que
llegaría con el gobierno siguiente (Galende, 2007).
15 Durante este período y luego de la salida de Fiasché estuvieron a cargo de la Unidad Ejecutora de Salud Mental el Dr. Nas-
sep –quien después se desempeñó como gerente del PAMI–, Hugo D´ Aquila –funcionario sin antecedentes profesionales
relevantes ni experiencia anterior en el ámbito público–, y el doctor Pavia, cuya especialidad era la neuroanatomía (Barcala,
2010). 69
16 En 1991 se reformularon los proyectos con financiamiento del Banco Mundial, aprobados en 1985 y destinados a áreas
parciales, tales como la descentralización de instituciones de salud, desarrollo de los recursos humanos, red de información
en salud y programa materno infantil. Esto implicó un primer acercamiento a las nuevas pautas que el Banco impuso hasta
dar por concluido el préstamo vigente en ese momento, en abril de 1994. En los siguientes, estos lineamientos se profun-
dizaron para la reforma y se destinaron a apoyar la transformación de los hospitales estatales en hospitales públicos de
autogestión (Préstamo 3931, PRESSAL) y a la desregulación de la seguridad social médica (Préstamos 4002-AR, 4003-AR y
4004-AR Proyecto BIRF B PNUD ARG 96/005, PROS) (MSAS, 1996, 1997).
17 Solo la Colonia Montes de Oca, ubicada en la provincia de Buenos Aires, no fue transferida y quedó bajo jurisdicción del
70 Ministerio de Salud de la Nación.
miento generado por las políticas oficiales que privilegiaban una concep-
ción monetarista” (Iriart, 1997: 137).
Durante ese mismo año, y acorde con estos lineamientos políticos, se re-
activaron varios proyectos de transformación del hospital público, que die-
ron como consecuencia la aprobación, en 1993, del Decreto 578 de Hospital
Público de Autogestión. Este documento tuvo una impronta significativa en
los hospitales monovalentes en dos sentidos: por un lado, en la generación
de políticas de externamiento compulsivo, es decir, políticas deshospitali-
zadoras (Rotelli, De Leonardis y Mauri, 1987), y por otro, en el profundo
abandono de la población que continuaba internada.
La propuesta de reforma de los servicios públicos estatales de atención a la
salud impuso la construcción de una nueva lógica, asimilable a una empresa
social de atención médica, que tuvo graves consecuencias en el sistema de
prestaciones de atención a la salud mental.
Por el Decreto 578, el hospital público pasó de la gestión definida glo-
balmente por el nivel central a la lógica de hospital público de autogestión,
que significó que el hospital definía con qué establecimientos se vinculaba
(redes), con qué obras sociales hacía los convenios, a qué población atendía,
qué programas de salud priorizaba, etcétera. Sin embargo, el cambio más
profundo estuvo en el hecho de que cada establecimiento debió implementar
mecanismos de recaudación, para lo cual tuvo que constituir en competidor,
no solo del sector privado sino también de otros establecimientos estatales.
Por otro lado, el presupuesto se debió vincular a la demanda (expresada en
el consumo efectivo, no en las necesidades de la población) y no a la oferta,
es decir que dependía de una producción cuantificable que le permitiera
mostrar la cantidad y tipo de prácticas realizadas.
Los hospitales monovalentes fueron particularmente cuestionados por
la baja relación costo/efectividad (Stolkiner, 1994, 2008). Por otro lado, la
imposibilidad de recaudación extrapresupuestaria de estas instituciones y
las reducciones presupuestarias agravó aún más el deterioro que las mis-
mas ya venían sufriendo. En estos establecimientos se observó escasez de
recursos, demanda creciente de atención por parte de la población y un
discurso oficial que planteaba el achicamiento o cierre de estas institu-
ciones pero sin ofrecer propuestas alternativas. Las prácticas relacionadas
con la población internada o que asistía a una institución psiquiátrica re-
presentó, para el modelo neoliberal, un importante gasto social que debía
reducirse.
71
18 Se implementaron los siguientes programas: Programa Nacional de Prevención y Lucha Contra el Consumo Excesivo de
Alcohol (Ley 24.788); Programa Nacional de Patologías Mentales Severas y Prevalentes, en función de la sanción de la Ley
Nacional de Salud Mental 26.657 (Expediente 1-2002-2420-11-4); Sistema de Vigilancia Epidemiológica en Salud Mental y
Adicciones; Programa de Promoción de la Salud y Prevención de las Problemáticas Psicosociales Emergentes(Expediente
12002-19448-10-1); Programa de Salud Mental, Justicia y Derechos Humanos, con la Unidad de Fiscalización Ley 26.657,
la Unidad de Capacidad Jurídica y la Unidad Reglamentación de la Ley 26.657 (Expediente Nº 2002-11842-08-0); Programa
Interministerial de Salud Mental Argentino (PRISMA), junto al Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación (Re-
solución conjunta 1075/2011-Ministerio de Justicia y Derechos Humanos y 1128/2011-Ministerio de Salud) (DNSMA, 2011b).
19 En este marco se han incorporado más de 300 profesionales y operadores para 56 centros de integración comunitarias. 73
A pesar de que no ha sido posible evaluar el real impacto que estas polí-
ticas tienen en la implementación de procesos de transformación, ya que se
encuentran en pleno proceso de expansión, se puede precisar que los puntos
de tensión para su desarrollo tienen cierta coincidencia con los existentes
durante la gestión de la antigua Dirección, en inicio democrático. No obs-
tante, a diferencia de aquella instancia, desde la sanción de la Ley el enfren-
tamiento se planteó no sólo con los servicios de salud y las cátedras, sino
también con diferentes grupos de profesionales y gremios que se presentan
como desacordes con las políticas implementadas.
77
80 1 Para un desarrollo más extenso y con detalle normativo sobre la temática de este artículo, ver Laufer Cabrera (2011).
2 Ley 26.657, artículo 22: “La persona internada involuntariamente o su representante legal, tiene derecho a designar un
abogado. Si no lo hiciera, el Estado debe proporcionarle uno desde el momento de la internación. El defensor podrá oponer-
se a la internación y solicitar la externación en cualquier momento. El juzgado deberá permitir al defensor el control de las
actuaciones en todo momento”.
3 Para delinear adecuadamente la intervención de la defensa en estos ámbitos, se deberán tener en cuenta otros instru-
mentos internacionales que contienen indicaciones al respecto, como la Convención Internacional sobre los Derechos de
las Personas con Discapacidad, la Convención Americana sobre Derechos Humanos, los Principios de Salud Mental, de la
Organización de las Naciones Unidas, y las Reglas de Brasilia, de la Cumbre Judicial Latinoamericana. 81
4 El Código Civil Argentino se sancionó en 1869 mediante la Ley nº 340. Su vigencia se extiende hasta el 1° de agosto de 2015,
82 fecha en la que entra en vigor el nuevo Código Civil y Comercial de la Nación.
5 A través de la Constitución de la Ciudad de Buenos Aires, la Ley de Salud 153 y la Ley de Salud Mental 448. 85
87
1 Este artículo se basa en resultados producidos por la investigación “Condiciones de externabilidad de usuarios y usuarias de
hospitales monovalentes y derecho a la salud en la zona sur de la CABA”, inscripta en el Proyecto UBACyT “Epidemiología territorial
participativa y derecho a la salud. Exigibilidad y justiciabilidad en la zona sur de la CABA”, que dirige la psicóloga y profesora Graciela
Zaldúa, realizada en el marco de la beca de Estímulo de Vocación Científica otorgada por el Consejo Interuniversitario Nacional.
Agradezco al colectivo de la Cátedra de Psicología Preventiva de la Facultad de Psicología de la UBA por sus aportes a mi caja de
herramientas, y a Agrupación La Cueva, el espacio de trabajo comunitario en Salud Mental del Hospital Moyano, por los aprendizajes y
92 las transformaciones.
En línea con los desarrollos de Ana Tisera, considero que los procesos de
transformación en la atención en Salud Mental pueden sostenerse desde tres
enfoques sinérgicos (Tisera y otros, 2014): por una parte, la epidemiología
crítica, que entiende al proceso salud-enfermedad-atención como la síntesis
de un conjunto de determinaciones que propician una articulación de sabe-
res y prácticas psicosociales y comunitarias, y facilitan la co-construcción
de estrategias de promoción y prevención de salud (Breilh y Granada, 1985;
Breilh, 2004). Por otra, la Psicología social comunitaria, en la cual la comu-
nidad es pensada como un agente de cambio y los trabajadores del área se
constituyen como actores capaces de acompañar procesos de transforma-
ciones en esa comunidad (Montero, 2004). Por último, la perspectiva de la
Salud Mental comunitaria, que visibiliza estrategias terapéuticas que deben
llevarse adelante para el cuidado de las personas con padecimiento mental
desde una mirada socio-sanitarias y comunitarias (Cohen, 2001).
El acceso a los derechos básicos como alimentación, vivienda, salud, así
como a procesos autónomos, se constituye en intervenciones preventivas y
promotoras de salud. La existencia de estrategias comunitarias que integren
a distintos actores sociales (comunidad hospitalaria, familia, amigos, etc.)
o dispositivos alternativos permiten construir otros espacios vinculantes y
subjetivantes que rompen con el aislamiento hospitalario (Kornblit y Mén-
des Diz, 2004).
La perspectiva planteada por la Ley debería estimular la consolidación y
profundización de los procesos de transformación en la atención de la salud
mental, en particular de aquellos dispositivos que faciliten el desarrollo de
nuevas habilidades y/o la recuperación de las ya adquiridas, que permitan
nuevos entramados sociales y que establezcan nuevas identificaciones y
proyectos.
La accesibilidad al sistema de salud, y en particular al de salud mental, se
podría facilitar mediante el desarrollo de servicios de atención en la comu-
nidad (Saraceno, 2007; Comes y otros, 2006). Una estrategia comunitaria
permitiría pensar no solo en un diagnóstico y un padecimiento mental, sino
también en los aspectos promocionales de la salud presentes en los disposi-
tivos, que garantizan estrategias que incorporan aspectos vinculares, labo-
rales, habitacionales y culturales desde una perspectiva de derechos (Rotelli,
De Leonardis y Mauri, 1990). Las prácticas comunitarias en salud mental
con espacios terapéuticos alternativos vienen operando en la dirección del
pasaje de la concepción de “paciente pasivo” hacia un “usuario activo”, ciu-
dadano pleno de derechos (Bosi y Mercado, 2007).
94
b Sin salud no podés acceder a nada, porque si no te sentís bien no podés acceder
a nada, porque cómo hacés para trabajar, para rebuscarte la vida. Yo creo que sin
salud no se puede (UEHB).
b Yo creo que derechos tenemos todos, pero vos si te quedás sentado en tu casa
no sé qué derechos vas a conseguir, mi mamá siempre laburó y somos gente
laburante (UEHB).
b Yo no tenía claro cuál era mi problema, todos pensaban que era el consumo,
pero no era ese mi problema. Mi problema era que yo tenía mucho miedo, en-
tonces no estaba bien (UEHB).
b A los dieciocho años decidí sacarme la vida porque tenía malos pensamientos
que no me dejaban en paz, que me torturaban y yo no quería vivir así. Me res- 97
cataron de las vías del subte y me llevaron al Hospital Alvear. Estuve en Ado-
lescencia tres meses, después abandoné el tratamiento. Después de cuatro años
vino un psiquiatra a mi casa, me dijeron que tenía una semana de tiempo para
presentarme y me olvidé. A la semana me vino a buscar la policía y me llevaron
al Borda. En el Borda estuve seis meses más o menos, después me llevaron al CE-
NARESO, estuve nueve meses en un centro de rehabilitación para drogadictos.
Después me pasaron al Centro de Día. Mi mamá le escribió una carta a Alicia
Kirchner contándole mi problemática y me mandaron a la cooperativa de una
panadería, más o menos a los veintidós años, antes era por cuatro meses. Y a
los dos meses me enfermé de vuelta, me llevaron al Borda. Fui al CENARESO
y después al Borda de vuelta. Después me llevaron a un lugar que era como un
hospital pero era una casa, Minerva, una comunidad terapéutica. […] Después
fui al Borda, la última vez, estuve tres años (UEHB).
b Yo le observo [a la médica] que a las chicas las vuelven a internar y así no podés.
Las familias se descomponen. Casi todas las pacientes que les dieron el alta vol-
vieron a internarse (UEHM).
b Los talleres de X serían los que están sosteniendo mi externación. […] Este em-
prendimiento es muy importante porque nosotras estamos cobrando y vendien-
98 do, no es tan fácil conseguir un trabajo y que el grupo permanezca (UEHM).
b Psicólogas, asistentes sociales, van por los pabellones, te entrevistan, hacen una
selección, hablan con la psiquiatra y vas al módulo. Primero Prealta y después
PrEAsis. A este módulo de convivencia me invitó X (UEHM).
Al hablar de accesibilidad hay que considerar que las barreras que posible-
mente se presentan pueden ser de distintos tipos y combinaciones: episté-
micas, simbólicas, institucionales, económicas, territoriales, religiosas, jurí-
dicas. Aquí surge con fuerza la idea de la falta de alternativas, de dispositivos
y efectores, que fortalezcan los lazos sociales, la inserción en el trabajo y la
autonomía singular y colectiva.
El desarrollo de efectores en la comunidad, acorde a lo establecido en la
Ley 26.657, facilitaría la accesibilidad al sistema de salud y en particular al 99
b Yo busqué otras instituciones del Estado, estudié costura, folclore, ahora yoga,
gimnasia, porque de tanto trabajar tenés que buscar distenderte también, hacer
ejercicio (UEHM).
102
Contextualización de la experiencia
Como se adelantó, la experiencia analizada se desarrolló en un hospital pú-
blico de emergencias psiquiátricas de la CABA que se caracteriza por realizar
internaciones breves de episodios agudos. En esa institución, los migrantes
representan alrededor del 8% de los usuarios que requirieron internación1. 2
12 Estadística propia con datos secundarios relevados de la base de datos de estadística del hospital para usuarios interna-
dos entre enero de 2005 y agosto de 2008. Se internaron en total 344 personas, de las cuales está consignada la nacionali-
dad en 320 de ellas. En total se realizaron 886 internaciones, contabilizando las reinternaciones. 105
z La historia de Iván
antecedentes y entrevista
Su problemática en torno a la salud mental comenzó a los 15 años, cuando
ya residía en la Argentina. Lo conocí durante alguna de sus internaciones en
el hospital donde realizaba guardias como médica residente de psiquiatría.
Nos volvimos a encontrar en 2010, en el hospital de día de la misma insti-
tución, donde él continuaba su tratamiento. En su historia clínica podía leer-
se el diagnóstico de esquizofrenia paranoide. Cuando me informaron que
sería la psiquiatra a cargo de su tratamiento, me comentaron también que
estaba en proceso de derivación desde hacía un año porque ya no se podía
hacer mucho desde el hospital de día. Agregaron: “Iván es un caso perdido,
su familia no asume su enfermedad, por sus creencias la toman como un
susto, así no se puede trabajar”.
En el transcurso de su tratamiento su madre me contó que había invertido
gran parte de su dinero en llevar de nuevo a Perú a su hijo para que lo viera
un curandero, ya que le habían dicho que tenía un susto a raíz de situaciones
familiares que habían vivido.
A los fines de este trabajo le propuse a Iván realizar una entrevista fuera
del hospital. El aceptó y eligió que nos encontráramos en un shopping en
Avellaneda, localidad donde él vive. Durante la entrevista Iván me contó que
no había querido irse de Perú:
Sus padres decidieron venir porque su país estaba atravesando una impor-
tante crisis económica y no tenían trabajo. Me contó también había tenido
muy malas experiencias en el colegio, que a veces lloraba:
b A veces pasa que, me pasó a mí, que me cargaban mucho. Me hacía sentir mal
eso. Por la forma de hablar. Tenía el dejo peruano. Tonada.
b Yo no quería quedarme, yo me sentía mal. La idea de mis papás era venir a que-
darse a vivir acá. No comía, o no hablaba a veces. Me sentía solo, melancólico,
me daba una tristeza… No, no la pasé bien.
b El curandero sabe más cosas de la persona, del ser humano, o sea, va al punto,
al tema. Eso es lo que me ha pasado antes. Yo he ido a un curandero y me ha sa-
cado. Yo sentí que me ayudó. Me sentí bien. Porque no tomaba medicación, me
daban hierbas. El curandero decía qué cosas podía tomar y qué cosas no. O sea
reemplazó la medicación por las hierbas.
Iván me relató que mientras estuvo viviendo allá, en el interior del Perú con
su tío, se sintió bien con el tratamiento que le daban. Luego retornó a la
Argentina con su madre y, según su vivencia, los síntomas reaparecieron.
Al día de hoy, Iván sigue pensando en volver a vivir a Perú, pero sus pa-
dres quieren continuar en la Argentina y piensan que él no puede manejarse
allá viviendo con sus primos o tíos. Por lo pronto decidió ir de visita en el
verano, mientras encuentra el camino de regreso a su casa. Pero de algo está
seguro, no quiere abandonar la olanzapina, un antipsicótico atípico utilizado
en el tratamiento de la esquizofrenia y del trastorno bipolar. Piensa que si
bien no se siente curado, la medicación le hace bien. También piensa que
concurrir a un curandero podría seguir aliviándolo.
el concepto de riesgo
Cuando se les preguntó a los profesionales sobre cómo se manejarían si un
paciente le dice que no cree en la medicina convencional, todos respondie-
ron que en principio intentarían conocer más sobre las creencias de la per-
sona y respetar sus elecciones. Un alto porcentaje mencionó que lo anterior
estaría supeditado al riesgo del cuadro clínico.
En un caso el entrevistado asoció este riesgo a la gravedad del cuadro y en
otro caso se mencionó que la excepción sería un individuo con diagnósti-
co de psicosis. Ahora bien, el criterio de riesgo aparece en estas entrevistas
como subjetivo y difícil de determinar. Ya en 1984, Robert Castel se refería
a las dificultades implicadas en la asociación entre prevención de riesgos y
moralización o normalización de las costumbres (Castel, 1984). En este sen-
tido, no sería conveniente dejar al entendimiento de cada profesional deter-
minar cuáles son las “prácticas de riesgo” y cuáles no, por lo que sería nece-
sario buscar un consenso en relación al criterio de riesgo cierto e inminente.
De hecho, en la muestra de profesionales consultados, uno de ellos asoció el
riesgo al diagnóstico de psicosis, con todas las imprecisiones que implica el
diagnóstico en la práctica psiquiátrica. En ninguna respuesta se mencionó,
por ejemplo, los vínculos de esa persona o su inserción comunitaria para
determinar su situación de “riesgo”, así como, cuando deberían considerar-
se como cuestiones inescindibles. En el informe del proyecto “Desarrollo
humano en comunidades vulnerables” puede leerse la importancia de la co-
munidad de origen y de la organización de cada una de esas comunidades
en el grado de vulnerabilidad que desarrollarán sus miembros (Domínguez
Lostaló y Di Nella, 2009).
el diferente
En esta línea, ciertas comunidades con diferente cosmovisión a la occidental
no consideran a la locura como peligrosa. Recuerdo especialmente un co-
mentario que me hizo la organizadora de un encuentro de salud de pueblos 111
23 Se trata de la Feria-Encuentro Intercultural de Pueblos Originarios para la Salud, llevada a cabo en el Centro Cultural La
112 Paternal el sábado 19 de diciembre de 2009.
Podemos concluir que todavía falta un gran tramo por recorrer para brin-
dar una atención centrada en la perspectiva de derechos, entendiendo como
tal la necesidad de permitir al usuario participar en las decisiones sobre las
prácticas de salud a las que será sometido. Es ineludible comprender que
para llegar a esto es fundamental aprender a comunicarse y, sobre todo, a
respetarse mutuamente.
No puede hablarse de una buena práctica profesional si no se brindan las
mismas condiciones de atención a todos los que consultan y, al mismo tiem-
po, si no se logra tener en cuenta la diversidad cultural particular de cada
sujeto. Tal vez sería más saludable pensar en las multiplicidades de cada in-
dividuo en vez de referirse a cada persona con un padecimiento psíquico
desde la nosografía psiquiátrica y explicar cualquier conducta que presente
desde esta concepción, lo que puede llevar a patologizar situaciones cultura-
les o simplemente prácticas individuales (Benasayag y Schmit, 2011).
114
La Ley Nacional de Salud Mental 26.657, tal como viene siendo expresado
por los autores que precedieron a este capítulo representa un nuevo paradig-
ma en la materia, ya que implica el reconocimiento explícito de los derechos
humanos de las personas con padecimiento psíquico, dentro de los cuales
se incorpora a los usuarios de drogas. Tradicionalmente, los diversos dispo-
sitivos de atención del consumo problemático de drogas, al adscribir a las
características del modelo médico hegemónico, presentan una jerarquiza-
ción de las ciencias biomédicas como actores dominantes en los modelos de
tratamiento, las cuales han dispuesto qué tipo de consumo es problemático.
Menéndez se refiere a este modelo como el “conjunto de prácticas, saberes y
teorías generados por el desarrollo de lo que se conoce como medicina cien-
tífica, el cual, desde fines del siglo XVIII, ha ido logrando establecer como
subalternas al conjunto de prácticas, saberes e ideologías teóricas dominan-
tes en los conjuntos sociales, hasta lograr identificarse como la única forma
de entender la enfermedad, legitimada tanto por criterios científicos como
por el Estado” (Menéndez, 2004: 126).
Este proceso se ha desarrollado, al decir de Bourdieu, en función de los
diferentes tipos y cantidad de capitales puestos en juego (económico, social,
cultural, simbólico), por lo que el abordaje comunitario en general no es 115
117
procesos de formación
Son variadas las definiciones que podemos encontrar sobre los procesos de
formación. Podemos entenderlo como el proceso de permanente adquisi-
ción, estructuración y reestructuración de conocimientos, habilidades y va-
lores para el desarrollo de una función (De Lella, 1999); o como la capacidad
para elaborar e instrumentar estrategias a través de un componente crítico
tendiendo puentes entre la teoría y la práctica, sirviendo la teoría para co-
rregir, comprobar y transformar la práctica en interrelación dialéctica (Go-
rodokin, 2005).
Los OST ocupan un lugar privilegiado en los tratamientos de adicciones,
tanto en instituciones privadas como públicas, acompañando a personas y
familiares en procesos complejos y prolongados. De las entrevistas realiza-
das surge que la mayoría de los OST se encuentran en procesos de recu-
peración o son familiares de usuarios de drogas que no accedieron a una
formación profesionalizada para la atención y tratamiento.
b Ahora hay carreras de operadores que duran seis meses [...].Yo creo que hay
muchas carreruchas que por ahí posicionan a las personas en un lugar que por
ahí están muy lejos de estar (OST-2).
118
b […] como una enfermedad, crónica y progresiva […]. Lo que pensamos sobre la
adicción es que es una patología compleja, que hay un montón de factores que
son predisponentes, pero que ninguno por sí sólo es determinante. Influye lo
social, influye lo genético, influyen un montón de cosas, pero el tema es cuando
se juntan algunas de esas cosas y hacen de lo predisponente algo determinante
[…]. No es una sola cosa, son varias (OST-1).
Aquí nos interesa establecer un diálogo entre la Ley de Salud Mental y las
estrategias de atención en las que se enmarcan las prácticas de los OST. Para
ello, nos proponemos caracterizar el Modelo Minnesota, el enfoque inter-
disciplinario y el abordaje comunitario, recuperando los principales aportes
de los entrevistados.
121
el Modelo Minnesota
Los dispositivos de atención y tratamiento para usuarios de drogas se han
construido en relación con lo que Menéndez ha denominado el “modelo
médico hegemónico”. Según él, los modelos de atención de los padecimien-
tos se refieren “[…] no solo a las actividades de tipo biomédico, sino a todas
aquellas que tienen que ver con la atención de los padecimientos en térmi-
nos intencionales, es decir que buscan prevenir, dar tratamiento, controlar,
aliviar y/o curar un padecimiento determinado” (Menéndez, 2004: 86). Si
bien existen distintos modelos de atención, que tienen que ver con condi-
ciones religiosas, étnicas, económicas, políticas y científicas, según los con-
textos en los que se enmarcan, lo cierto es que la mayoría de ellos quedan
subordinados a este modelo.
La Ley 26.657 plantea un cambio importante respecto a los modelos de
atención, al establecer que la internación debe ser considerada como “un re-
curso terapéutico de carácter restrictivo, y sólo puede llevarse a cabo cuan-
do aporte mayores beneficios terapéuticos que el resto de las intervenciones
realizables en su entorno familiar, comunitario o social”. A su vez, la Ley
promueve que “el proceso de atención debe realizarse preferentemente fuera
del ámbito de internación hospitalario y en el marco de un abordaje interdis-
ciplinario e intersectorial, basado en los principios de la APS. Se orientará al
reforzamiento, restitución o promoción de los lazos sociales”. Ambas cues-
tiones son novedosas y primordiales en el campo de la Salud Mental, dado
que otorgan un rol activo a las personas en los procesos de atención/cuidado
de su salud mental, y a la vez busca desjerarquizar las intervenciones médi-
co-hegemónicas.
En este sentido, en relación a la Ley, un entrevistado manifestó que:
b El Modelo Minnesota tiene bastante que ver con los doce pasos de Alcohólicos
Anónimos. En EE.UU., los médicos de las instituciones psiquiátricas se dieron
cuenta de que en el tratamiento a los alcohólicos empezaban a medicarlos con
psicofármacos y lo único que conseguían era que se cambiara una sustancia por
otra. Entonces le pidieron ayuda a AA y juntos hicieron un programa que se lla-
ma “Modelo Minnesota”, que se basa en un mix de lo que es la parte profesional
del abordaje, con generalmente operadores que están en recuperación pero que
están profesionalizados y propone internaciones breves que después tienen su
continuidad en grupos de autoayuda [...]. Se basa en trabajar con la recupera-
ción, no en la adicción (OST-1).
b Casi todos los trabajos que yo hago son con equipos y evaluamos las personas,
entrevistamos, consideramos que hay un tiempo de adaptación, consideramos
que hay un tiempo de conocimiento y que hay un tiempo de evaluación (OST-2).
124
abordaje comunitario
La hegemonía del modelo biomédico ha promovido que las intervenciones
en el campo prioricen los aspectos psi (intra-psíquicos) y/o biológicos sobre
posibles abordajes de las dimensiones socioculturales, reduciendo la prác-
tica del uso de drogas a un factor de riesgo personal, que debe ser atendida
como una patología (Pawlowicz y otros, 2011).
En este sentido, la perspectiva de la Ley de Salud Mental plantea una rup-
tura con el modelo médico hegemónico, al privilegiar la atención de la Salud
Mental comunitaria en consonancia con los principios de la atención pri-
maria de la salud.
Otro aspecto fundamental de la Ley es la promoción de intervenciones
terapéuticas alternativas al dispositivo manicomial, como herramientas pro-
picias para favorecer la adaptación e inclusión de las personas en la comuni-
dad, fomentando los lazos sociales. Según el artículo 11 “se debe promover
el desarrollo de dispositivos tales como: consultas ambulatorias; servicios
de inclusión social y laboral para personas después del alta institucional;
atención domiciliaria supervisada y apoyo a las personas y grupos familiares
y comunitarios; servicios para la promoción y prevención en salud mental,
así como otras prestaciones tales como casas de convivencia, hospitales de
día, cooperativas de trabajo, centros de capacitación socio-laboral, empren-
dimientos sociales, hogares y familias sustitutas”.
Como resultado del análisis de la oferta de cursos de formación para OST
también emerge una jerarquización de espacios cerrados, de raigambre hos-
pitalaria, en desmedro de enseñar otro tipo de herramientas de intervención
u fomentar otros dispositivos.
En las entrevistas, los OST indicaron que el trabajo en los barrios es fun-
damental para lograr un vínculo con las instituciones locales y para com-
prender las condiciones de vida y los padecimientos de los sujetos.
veces pasamos por los domicilios y por ahí logramos que las personas volvieran a
acercarse […]. Hasta que no empezamos a entrar a las viviendas y darnos cuenta
de cómo la gente vivía, cómo era la realidad donde la gente vivía, la mayoría de
nosotros no podíamos entender bien como poder asistir o ayudar (OST-1).
Los determinantes sociales de la salud van más allá de los aspectos biofisio-
lógicos del individuo, tal como lo plantean las posiciones hegemónicas, por
lo que limitarse a estos aspectos es una forma reduccionista de abordar la
complejidad de los procesos de salud y enfermedad.
Por ello, consideramos que deben producirse profundos cambios en los
procesos de formación de las distintas disciplinas que forman parte del
campo de la salud, que den cuenta de la complejidad de los desafíos que
imponen las intervenciones en la problemática del consumo de sustancias
psicoactivas.
Se hace necesario ubicar en el centro de la conceptualización el proceso de
producción-reproducción social como matriz del fenómeno, también diná-
mico y procesual, de la salud mental.
Resulta fundamental que los diferentes espacios y niveles de formación de
los actores del campo de la Salud Mental sean reorientados hacia el compo-
nente social, histórico y cultural que determina los procesos de salud-enfer-
medad-cuidado de las personas, grupos y comunidades. No se trata entonces
de cambios de contenidos curriculares o de sumar materias de las Ciencias
Sociales a los programas existentes, sino de revisar la concepción general
que se tiene de la salud mental en la totalidad de los planes de estudio y de
buscar un contacto más amplio con la realidad social. Es necesario crear un
escenario de diálogo constante entre la realidad y la teoría, construir refe-
rentes conceptuales para abordar la cuestión de la salud mental partiendo de
la idea de que el producto del trabajo en salud solo existe durante su misma
producción tanto por los trabajadores como los usuarios.
Pensamos que es clave una transformación en el campo cognitivo, entre
posiciones hegemónicas y subalternas relacionadas con diversas formas de
126 producir y aplicar el conocimiento. En este sentido, consideramos que la
formación de los OST, como así también del conjunto de los agentes, traba-
jadores y promotores de Salud Mental, debe ser entendida como una prác-
tica contrahegemónica, enfocada a revertir la designación de determinados
saberes como legítimos y universales, y la relegación de otros, por no ser
contemplados dentro del paradigma científico.
Se trata de disputar espacios de formación donde se puedan construir
nuevos marcos epistemológicos, conceptuales, analíticos, teóricos, en los
cuales se vayan generando nuevos conceptos y categorías de análisis, en el
marco del enfoque de derechos humanos.
127
algunas precisiones
Consideramos la construcción social de la subjetividad como un proceso
histórico ligado, entre otros aspectos, a las políticas sociales que se desarro-
llaron en nuestro país. Para ello tenemos en consideración que la Ley Na-
cional de Salud Mental forma parte de un proceso que pretende dar alguna
respuesta a los mecanismos de desintegración de la salud pública implemen-
tados en nuestro país durante los años de aplicación de políticas neolibera-
les, o, como lo define Murillo (2012b), del “arte neoliberal de gobierno”.
Este proceso de transformaciones objetivas de las políticas sociales de sa-
lud ha dado lugar a nuevos procesos de subjetivación, producto tanto del
modo en que estas impactaron en nuestra sociedad como del diseño para
el que fueron concebidas. Como propone Klein (2007) en una sociedad que
se encuentra en estado de shock –político, social y económico–, como lo
estaba la Argentina del neoliberalismo, el concepto de riesgo de otro social
peligroso produjo verdaderos virajes en la subjetividad colectiva y profundi-
zó la implementación de estrategias defensivas frente a la emergencia de una
otredad “patológica” y “peligrosa”.
Estas subjetividades dicotomizadas entre lo normal y lo patológico abo-
naron la implementación de prácticas de alta medicalización en las que la
referencia del nuevo mapa de las normalidades y patologías se pueden leer
en los manuales de psiquiatría que se producen en los países centrales.
En la CABA, las niñas y los niños y adolescentes privados o carentes de
cuidados parentales son alojados en instituciones de albergue. La ley del
GCBA 2881/2008, los define como “aquellos establecimientos en los cua-
les se brindan servicios de alojamiento transitorio, alimentación, higiene,
recreación activa o pasiva, a título oneroso o gratuito, a niñas, niños y ado-
lescentes en un espacio convivencial, acorde a los fines propuestos en el pro-
yecto socioeducativo elaborado por el establecimiento”.
Esas instituciones, en su mayoría organizaciones no gubernamentales con-
tratadas por el Ministerio de Desarrollo Social del GCBA, son clasificadas en 131
Las complejas situaciones que atraviesan las niñas, los niños y adolescentes
más vulnerabilizados, que presentan altos niveles de sufrimiento psíquico,
difícilmente puedan ser abordadas desde una concepción biologicista que
no remita a la red de relaciones sociales que determinan lo fenoménico de
ese padecimiento.
La Ley Nacional de Protección Integral de Derechos de Niños, Niñas y
Adolescentes 26.061/2005 reconoció a las personas menores de edad como
sujetos de derechos y al Estado como responsable de crear las condiciones
para promover y hacer efectivos esos derechos. Esta adecuación normativa,
que en la CABA se produjo cinco años antes con la sanción de la Ley de Pro-
132 tección Integral de los Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes 114/1998,
b […] sea permeable a inocular lo normativo. Con los “disociales”, como se les
dice en la jerga de los hogares, y para mí psicopáticos, es muy difícil lograr algo
en beneficio del joven y de la institución y del grupo. Es difícil. Te diría que no es
fácil, es más: no es posible. Un disocial… yo a este mmmmhhh.
b Se nos exige que los chicos vayan a un efector público y esto es sumamente difícil
en este tipo de chicos porque no tienen la capacidad de sostener un esfuerzo sos-
tenido [sic]. Además de brotes, con los que convivimos bastante frecuentemente
y todas las semanas en muchos casos. La escolaridad es brindada dentro de la
misma institución.
En la misma línea, el informe destaca que, aun cuando las instituciones de to-
dos los tipos señalan que uno de los principales obstáculos para la externación
de las niñas y los niños y adolescentes son las insuficientes políticas públicas
orientadas al fortalecimiento familiar y social, las posibilidades de egreso apa-
recen condicionadas al grado de especialidad institucional; esto es: a mayor
especialidad institucional disminuyen las posibilidades de egreso.
Agrega que el tratamiento farmacológico es una práctica que aumenta
según el tipo de institución de que se trate: señala casi que el 40% de las 137
b Estos chicos son el efecto de algo diferente, que no es la familia; estos chicos vi-
nieron a la vida porque sí, son un accidente biológico. Y se los echa, se los aborta
de la casa familiar. Yo desde que empecé acá nunca vi que un chico egresara. Lo
que sí vi es que se escapara o se lo trasladara a otro hogar.
el recorrido institucional
Las prácticas que se llevan a cabo en los dispositivos en análisis dan lugar a
procesos de estigmatización (Goffman, 1998; Acuña y Bolis, 2005) en tanto
promueven la exclusión, la marginación y la desvalorización de las personas
allí alojadas. Por su parte, el hecho de que la totalidad de ellas se encuentre
en situación de vulnerabilidad social advierte sobre los medios de control
social que se emplean respecto de determinados grupos. En este contexto,
Acuña y Bolis remarcan que el Programa Conjunto de la Organización de
138 las Naciones Unidas sobre el VIH/sida (ONUSIDA) plantea que: “Estigma
141
Tal como ya fuera enunciado a lo largo de este libro, la Ley 26.657 incluye
entre los principios generales (art. 7), en relación a los usuarios, que estos
deben ser reconocidos como sujetos de derecho, que se debe presumir su
capacidad y que no deben ser discriminados por un diagnóstico, su padeci-
miento mental o sus antecedentes de tratamiento u hospitalización; asimis-
mo, que deben recibir información adecuada y comprensible acerca de los
derechos que puede ejercer en la relación con el sistema de salud mental.
Asimismo, en cuanto a la modalidad de abordaje, la Ley establece que la
atención y los tratamientos se realicen fuera del ámbito de internación, a
través de dispositivos basados en la comunidad. Y propone que las inter-
naciones, en caso de haber necesidad, se desarrollen en los hospitales ge-
nerales. También, la Ley considera que los abordajes terapéuticos se deben
desenvolver en un marco interdisciplinario e intersectorial, por lo que im-
pide la creación de nuevos manicomios y propende a la transformación de
los existentes.
En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA), luego de 15 años de apli-
cación de la Ley de Salud Mental 448, los resultados en las modificaciones
de los abordajes y las condiciones en las que los sujetos realizan su atención,
tratamiento y rehabilitación distan de los objetivos planteados en la norma.
Desde nuestra perspectiva, convergen en este punto al menos dos factores:
por un lado, la falta sostenida de inversión y desarrollo de dispositivos de
intervención alternativos a la atención hospitalaria, vinculado esto tanto a
una decisión política de gestión pública como a una escasa o casi ausente
demanda social por la efectivización y cumplimiento de esta norma; pero
también, por otro lado, a las resistencias de parte de los trabajadores del
sector ante los cambios que instituye la norma, particularmente basadas en
el temor por la supuesta pérdida de puestos de trabajo. Esta idea circula en
diferentes actores sociales, como sindicatos y asociaciones de profesiona-
les, vinculada a la premisa de que la transformación del hospital implica la
necesidad de menos recursos humanos. Ejemplo de esto es lo manifestado
por una administrativa hospitalaria en una asamblea en la cual se realizó
una observación: “Si hay pocos pacientes internados van a cerrar el hospital,
entonces paremos con las altas y los traslados”.
Partiendo de estos lineamientos, en el trabajo que aquí se presenta nos
propusimos indagar acerca de esas experiencias y rumbos en los sujetos con
padecimientos mentales al momento de recurrir a un servicio de urgencia, e
identificar las visiones y concepciones que acerca de los sujetos con padeci-
miento mental tienen los profesionales de los equipos interdisciplinarios de
144 Salud Mental. Para abordar esta perspectiva analizamos los equipos de guar-
Contextualización de la experiencia
A fines de la década de 1990 se generan en la CABA diversos debates al
interior del campo de la Salud Mental de los que participaron actores y or-
ganizaciones públicas y de la sociedad civil, que –tal como ya se enunciara–
culminaron en el año 2000 con la sanción de la Ley 448, legislación central
para pensar en las transformaciones en el área en esta ciudad.
Tal como enunciamos, la Ley 448 fue concebida con un enfoque integral e
integrador de salud; entre sus principios se destaca el reconocimiento de la
salud mental como un proceso de construcción histórico, cultural y social, y
una fuerte concepción vinculada a la concreción de los derechos humanos.
Se identifica el enfoque asistencial en redes de la promoción, prevención,
asistencia, rehabilitación, reinserción social y comunitaria, y la articulación
efectiva de los recursos intersectoriales y de los tres subsectores de salud
como los abordajes necesarios para dar cumplimiento a sus principios. 145
león, 15 años
Llegó a la guardia del hospital general en el cual realizamos la investigación,
donde no se disponía de evaluación especializada, con un amplio acompa-
ñamiento: cuatro profesionales de la Defensoría zonal, su abuela materna
–con la que convive, junto a dos hermanos menores– y una hermana mayor
de edad. Las profesionales presentaron la situación y narraron que acompa-
ñaban a León desde hacía un tiempo, que su padre estaba ausente e inter-
pretaron, por sus dichos, que la madre había fallecido, motivo por lo cual el
joven estaba a cargo de su abuela. Refirieron que León consumía sustancias,
hecho que la abuela sabía desde un mes antes de producida la consulta en la
guardia. Sin embargo, el motivo explicitado de la urgencia en la intervención
era que León había expresado que “quería irse con su madre”. Al escuchar
esto los profesionales de la Defensoría, y ante la interpretación que la madre
había fallecido, evaluaron que León estaba ante la posibilidad de una situa-
ción de riesgo cierto e inminente.
Al observar la entrevista que los profesionales habían mantenido con
León, se pudo inferir que el equipo de la Defensoría había incurrido en una
importante equivocación respecto de su situación familiar: el equipo consta-
tó que, en realidad, la madre no había fallecido sino que se había ido a vivir
148 a una ciudad del interior, sin dejar datos de contacto, y dejando a los niños
julián, 21 años
Un día, a las cinco de la tarde, llegó solo a la guardia de un hospital especia-
lizado de Salud Mental. Estaba desaliñado, algo sucio, con aspecto de haber
estado varios días en la calle. Al verlo, la psicóloga del equipo de guardia le
comentó a su compañero que lo conocía de otra guardia. En la entrevista
inicial Julián dijo haberse ido del hospital una semana antes, que durante ese
tiempo había estado en la calle y en la puerta de una Iglesia de la zona, donde
le dieron algo de dinero para comer y le aconsejaron que volviera al hospital.
Este relato fue percibido por los profesionales que lo entrevistaron como
disgregado y desarticulado; dijo sentirse muy mal, que había consumido un
cigarrillo de paco por la mañana y querer internarse. También afirmó que 149
Del análisis de los registros y entrevistas emergen con fuerza los elementos
constitutivos del discurso hegemónico. En el ámbito de la guardia de un
efector de salud, la prioridad es la rapidez en dar por concluido el acto de
asistencia; este “acto” tiene varios finales posibles: alta, derivación a trata-
miento ambulatorio, internación, e incluso puede retirarse el paciente sin
acceder a la atención.
ciona y que resulta de la interacción entre las personas con deficiencias y las
barreras debidas a la actitud del entorno que evitan su participación plena y
efectiva en la sociedad, en igualdad de condiciones con las demás”.
Entonces, son las condiciones sociales las que delimitan el escenario para
el desarrollo pleno de los derechos de los sujetos con discapacidad o pade-
cimiento mental. Esto introduce una cuestión fundamental establecida en
el artículo 3 de la Ley 26.657, referente al instituto de capacidad jurídica
presente en nuestro Código Civil. Dicho artículo determina que “se presu-
me la capacidad de las personas”. Así, se intenta reorientar las prácticas de
impronta tutelar y asistencialista hacia el reconocimiento de los sujetos a
ejercer sus derechos.
Sin embargo, en los hechos, subsisten ámbitos excluidos del alcance de la
lógica planteada, que habilitan la persistencia de prácticas que operan en con-
trario a estas nociones. Tal es el caso de muchas personas con padecimiento
mental que han envejecido, en quienes la variable etaria pareciera otorgar una
significancia particular al tipo de abordaje relativo a su salud mental. Pese a
que el envejecimiento presenta un carácter dinámico, multidimensional y he-
terogéneo, Sánchez Salgado (2005) señala que existe una tendencia a definir a
la vejez en términos de edad cronológica, lo que aplicado al ámbito de la Salud
Mental podría direccionar las estrategias para su atención.
En esta línea, un ejemplo paradigmático lo constituye la institucionaliza-
ción en geriátricos, respuesta que suele presentarse una vez que el sujeto con
padecimiento mental alcanza la edad que lo incluye en este grupo etario.
Toda institucionalización, sin duda, opone una serie de condiciones que van
a interpelar la autonomía del sujeto en las decisiones vinculadas a su plan
de vida; en tal sentido, resulta esclarecedor el concepto de “institución to-
tal” desarrollado por Goffman (2009), según el cual la ruptura de las barre-
ras que, en la sociedad, separan los diferentes ámbitos de la vida en los que
se desenvuelve el sujeto (específicamente los del dormir, jugar y trabajar),
constituye su cuestión central. Dentro de esta categoría, el autor distingue
como función social de los “hogares para ancianos” el “cuidar a las personas
que parecen ser a la vez incapaces e inofensivas” (Goffman, 2009: 20).
Entendiendo que la estrategia de institucionalización abarca tanto a la ins-
tancia previa al ingreso institucional como a la instancia de permanencia, lo
que guía el recorrido analítico que sigue se enmarca en un interrogante prin-
cipal: ¿de qué manera la estrategia de institucionalización geriátrica opera
en la atención de las personas con padecimiento mental?
En la investigación que aquí se expone, la propuesta fue explorar y analizar
158 la inclusión del enfoque de derechos, cómo y en relación con qué otras prác-
z Estrategia metodológica
Sin embargo, esta distinción entre ambos grupos constituye una realidad
relativa y solo verosímil en la instancia de planificación de la estrategia, en
tanto las personas ya incluidas en instituciones geriátricas llevan años en esa
situación, sin que se vislumbren proyectos de vida fuera del ámbito institu-
cional. El mismo entrevistado expresó que:
Lo dicho invita a abrir una reflexión en torno a cuáles serían, entonces, los
elementos compartidos por ambos grupos y que, en el primero, relevan de
la posibilidad de ofrecer una alternativa de atención, y en el segundo, habi-
litan a que la institucionalización sea pensada en términos definitivos. Al
profundizar en los aspectos que evalúan los profesionales, los entrevistados
coincidieron en señalar que esta decisión suele estar determinada por los
recursos socio-familiares y económicos con los que cuenta el sujeto. Según
explicaron dos de ellos:
b […] es multicausal el hecho de que vaya a una residencia geriátrica y por ahí no
quede en la casa. Tiene que ver con los recursos propios, con los recursos que se
le puedan brindar de la obra social, con la red de apoyo que puedan de alguna
manera sostener la situación, y eso no está, digamos. […] Entonces, poder re-
unir todo eso en una misma situación es lo que en definitiva no se alcanza y es
lo que por ahí parecería que ofrece como algo ya más instalado una residencia
geriátrica (TS-2).
b […] lo cierto es que en los casos en los que yo estoy pensando hay escasa o nula
red social y familiar, ni cantidad ni calidad, y eso hace que después pensar en
una externación, una vuelta a casa sea prácticamente imposible (TS-1).
b […] el riesgo comienza a pesar más cuando los años van pasando […] el dispo-
sitivo que sí funcionó cuando era más joven empieza a pensarse como de mayor
riesgo con el paso de los años, el deterioro de la enfermedad y la dependencia
(TS-1). 163
b […] cada vez se espera menos estabilidad, ¿entendés? […] Una persona joven hace
un tratamiento de hospital de día, cambia de un tratamiento a otro y en el imagina-
rio del dispositivo, y en el seguimiento, se persigue una estabilidad, ¿sí?, como que
ese momento agudo va a pasar […]. Con los viejos ya no se piensa tanto así (TS-1).
una idea muy de la vejez […] como que ya fue […]. Esto que yo te decía, a los 30
y pico, sí, hacés un taller, algo de formación laboral, algo que te pueda permitir.
Ahora, cuando llegaste a viejo, ya está. Mientras estés más o menos estabilizado,
ya va a llegar la muerte. ¡Es una idea espantosa! […] pasa un poco esto ¿no?. Que
se invita a lo estancado […] es como esperar a que llegue… sentarse a esperar a
que llegue la muerte (TS-1).
b […] hay que entender el marco en el que se lo estás ofreciendo… estamos ha-
blando de gente que seguramente despega de la clínica psiquiátrica para ir al
geriátrico […]. En ese contexto la verdad es que es una respuesta mucho más
atractiva y el consentimiento se consigue así, digamos (TS-1).
b […] también uno puede decir sí, autonomía, pero cuando no hay opciones para
tomar decisiones… O sea que en realidad no son decisiones, hacés lo que hay…
o son decisiones condicionadas, muy condicionadas (TS-2).
165
b Las instituciones geriátricas son instituciones abiertas. Lo que pasa es que de-
pende mucho de cada institución. […] En realidad el espíritu de la institución
abierta, en la práctica después no es cierto. La persona está todo el tiempo con-
trolada, todo el tiempo supervisada (TS-1).
168
182