You are on page 1of 118

BARBACOA

DOS ACTOS

DE

JACOBO LANGSNER
Presentación

Nos complace presentar por primera vez esta edición de la hasta


ahora inédita “Barbacoa”, obra de Jacobo Langsner que fuera escrita como
continuación de su texto teatral más famoso: “Esperando la carroza”.

Esta edición ha sido transcripta siguiendo el original mecanografiado que


nos diera el propio autor, fechada su finalización en el día 7 de noviembre
de 1981. Por ese entonces Langsner se encuentra padeciendo un exilio en
Madrid debido a las presiones ejercidas por las fuerzas represivas de la
década del setenta, tanto en Argentina, su país de adopción, como en
Uruguay, su país de crianza. “Barbacoa”, que sitúa su acción en Olivos,
uno de los barrios más tradicionales y exclusivos de la provincia de Buenos
Aires, deja entrever la oscura mirada que Langsner tuvo sobre la situación
del país. Además, de manera asombrosa, se presenta como una terrible
profecía sobre los años venideros, años de nuevos ricos, fiestas y plástico.

No se puede hablar de que “Barbacoa” sea tanto la segunda parte de


“Esperando la carroza” como de una historia independiente. Pocos son los
elementos que las vinculan de manera directa. Son casi todos los mismos
personajes de la obra anterior, pero sumidos ahora en una aventura
totalmente distinta. En “Esperando la carroza” ya se habla del jardín de
Nora y Antonio, como también se menciona a Luis, el pícaro hijo de
Emilia, quién no aparecería en la obra y recién tomaría cuerpo como Cacho
en la versión de cine de 1985, aunque con características muy distintas: si
Luis se destaca por su inteligencia, Cacho es la representación de todo lo
contrario. A Mamá Cora no se la nombra por su nombre, solo se le hace
una somera mención cuando se informa que murió hace seis meses. Por
otra parte se alude de manera lateral el romance que tuvieron Sergio y
Nora, pero no se desarrolla esa línea en ningún otro momento. “Barbacoa”
se debe leer con total autonomía del texto anterior. Si en “Esperando la
carroza” el humor negro se hace más digerible por convivir con elementos
melodramáticos, en “Barbacoa” nos sumergirnos de manera directa en una
farsa oscura, trágica, donde ocurren las peores inmoralidades, llegándose a
vislumbrar incluso la sombra del asesinato dentro de la familia.

Si los temas principales de “Esperando la carroza” son la familia como


sistema de convivencia hipocritica y la vejez como lo marginal en la
sociedad moderna, en “Barbacoa” nos enfrentamos a una feroz crítica, ya
no de la familia, sino del país entero. Los Musicardi (apellido que no se
menciona en toda la obra), su fiesta y su jardín, son la representación de un
país sumido en la corrupción, la decadencia moral, el desprecio entre las
clases y el ventajismo como única táctica de supervivencia. En 1981 se está
produciendo de manera lenta pero firme el derrumbe de la dictadura, que
encontraría en la Guerra de Malvinas su último acto. Este final es percibido
por los personajes de la obra, quienes comprenden que la situación es para
preocuparse: los negociados sucios serán descubiertos, los juicios en el
extranjero un día podrán hacerse en el país, los misteriosos huesos
enterrados saldrán por fin a la luz. En definitiva, esos años de fiesta para
unos pocos, al fin terminan. La celebración de Antonio y Nora es la fiesta
de un país vencido, una fiesta cara y delirante, excluyente de la mayoría,
asesina y devoradora de sus propios sirvientes. Langsner se suma a esa
larga tradición nacional en la que un tipo de edificio se vuelve metáfora
crítica de la sociedad argentina. El matadero clandestino de Antonio, aquel
que esconde cadáveres, aquel que envenena a la sociedad, aquel que
esclaviza a los inocentes y es lugar del crimen, es el emblema que
sobrevuela toda la obra. Una familia corrupta sostenida por un matadero
clandestino. Una fiesta decadente donde se servirán variados cortes de
carne a lo que se supone es lo más selecto y aristocrático de la alta
sociedad. Una clase que considera ordinario decir parrillada y prefiere
renombrarla como barbacoa, a la manera norteamericana. Argentina, un
país obsesionado con la carne, la voracidad y la muerte.

Suele suceder que en las obras farsescas del autor, por ejemplo “El
terremoto”, “La gotita” y “Locos de contento”, los finales presentan un
claro viraje a una alegoría crítica directa. En “Barbacoa” esto se evita,
llegando a un final que se acerca mucho más al género fantástico. Ese
jardín de plástico sumido en las llamas de la parrilla alude al mismísimo
infierno, sitio ya mencionado por Elvira en el final de “Esperando la
carroza”. Otro elemento fantástico se encuentra en el nacimiento del hijo de
Susana, que no es ni mujer ni varón, y el cual termina siendo nombrado
como monstruo. La familia vendió su dignidad por unos departamentos y
Nora y Antonio se reconocen que lo suyo no es amor, sino un mero interés
económico. El jardín que se derrite y el bebe monstruoso parecen ser la
señal no de una purificación, sino de un derrumbe sin retorno ni
renacimiento. Antonio, en su trágico texto final, termina convirtiéndose en
el clásico personaje del grotesco criollo, quebrado en su discurso,
fatalmente desesperado en su propia angustia. “Barbacoa” es un texto que
pide una puesta en escena alucinada, cercana a la pesadilla, que no tema a
la exageración y a internarse en lo más profundo y miserable de la
naturaleza humana. Una obra bestial, llena de bestias que son al mismo
tiempo tan despreciables como divertidas. Difícil equilibrio. Desafío
fascinante para actores y directores que todos los textos de Langsner
exigen.
“Barbacoa” encontró su primera puesta teatral en Uruguay en el año 1986.
El estreno se produjo en el Teatro Stella D´Italia por la compañía La
Gaviota, con dirección de Júver Salcedo. En Buenos Aires se estrenó un
año después en el teatro Regina y con nuevo nombre: “Chimichurri”, luego
de haber pasado antes por títulos como “Esperando el asadito”, “La carne
en el asador” y “El jardín de las malicias”. El importante elenco estaba
compuesto por: Carlos Carella, Diana Maggi, Tina Serrano, Manuel Callau,
Andrea Tenuta (que volvía a repetir el papel de Matilde), Alberto Busaid,
Natalio Hoxman, Patricia Gilmour e Hilda Suárez. La dirección corrió por
cuenta de Omar Grasso, quién ya había dirigido del autor “El tobogán” y
“Una margarita llamada Mercedes”. El equipo técnico se completó con
escenografía de Guillermo de la Torre, vestuario de Leonor Puga Sabaté,
Jorge Valcarcel en la música y Chino Carreras y Eduardo Bernardo en la
producción. La obra arrancó muy fuerte en sus primeras funciones, pero
luego el interés decayó rápidamente. Al público no le gustaba como había
sido encarada la propuesta. Afirma Carreras en el programa “Detrás del
éxito”: “Esa era una obra genial porque cuando la lees te reís de principio a
fin. Fue un fallo de la dirección. En la primera función había gente parada
porque querían ver la obra como fuera. Pero al cabo de una semana la gente
salía diciendo que era horrible”.

La siguiente versión de “Barbacoa” llegaría en el año 1993, por ATC, con


el título de “Esperando la carroza”. Enterado Antonio Gasalla de que
Langsner estaba planeando la adaptación de la obra con formato de serie, le
pide sumarse al proyecto. El éxito del cómico en esos años interesó al
autor, aunque no permitió el plan original de Gasalla: poner en el elenco a
los mismos actores de su exitoso ciclo de humor, decisión que luego
Langsner se reprocharía. La serie tenía en su elenco a Antonio Gasalla
como Mamá Cora, Mónica Villa como Susana, Lidia Catalano como
Emilia, Tina Serrano como Elvira (papel que ya había representado en la
versión de teatro), Gabriela Acher como Nora, Salo Pasik como Sergio y
Roberto Carnaghi como Jorge, papel que años después repetiría en la
versión para cine. La serie fue un fracaso. Las críticas llovieron por la mala
puesta en escena, la pobreza de la producción, la calidad de los libros y las
marcaciones actorales. Pronto Gasalla y Langsner se vieron enfrentados
entre sí a través de los medios, echándose la culpa el uno al otro por los
problemas del producto. La serie no se grabó completa y salieron al aire
menos capítulos de los realizados.

El primer intento de llevar “Barbacoa” al cine vino de parte de Alejandro


Doria luego del éxito de “Esperando la carroza”. En 1986 comienza a
planear la adaptación con Langsner. El primer problema era el personaje de
Mamá Cora. Jacobo, que sitúa la obra tres años después de la primera parte,
había matado al personaje. Pero ahora se daba cuenta junto a la productora
que el público había amado la caracterización de Gasalla, por lo que era
necesario tenerla en la continuación. Doria dudaba, prefería a Gasalla
realizando múltiples papeles dentro de la fiesta de Antonio y Nora: una
mucama, un monseñor, una mujer adinerada. En pleno proceso Doria
concluye que luego del complejo rodaje de la primera parte, los egos de los
actores serán difíciles de sobrellevar, por lo que decide cancelar el proyecto
y no verse expuesto a problemas de cartel, sueldos y enemistades varias.
Recién en 1988 el mismo Doria acercaría el proyecto a la productora Aries,
propiedad de Fernando Ayala y Héctor Olivera, pero ambos productores no
se vieron interesados, por lo que “Barbacoa” volvió a dormirse por varios
años.

Finalmente en 2008 se inicia la producción de “Esperando la carroza 2”,


título cambiado al original propuesto por el autor: “Se acabó la fiesta”. La
dirección estuvo a cargo de Gabriel Condrón, la producción fue de los
hermanos Adrián y Pablo Serantoni, y el elenco estuvo conformado por:
Luis Brandoni, Betiana Blum, Juan Manuel Tenuta, Andrea Tenuta,
Mónica Villa, Roberto Carnaghi, Lidia Catalano, Facundo Espinosa, Lola
Fernandez, Gabriela Mandato y Juan Acosta, entre otros. Los problemas de
la producción fueron muchos: un director no apto para semejante
responsabilidad, un elenco que no estuvo protegido por un claro concepto
de puesta en escena, una dependencia total a lo ya creado por Doria, una
escenografía y vestuario que no destacó los aspectos más interesantes de la
propuesta del autor, una adaptación que excluyó la fiesta, fuera de campo
esencial para que ocurra el verdadero conflicto del drama. El público
acompañó pero los fanáticos y la crítica la destrozaron. Extrañaron la
presencia de China Zorrilla y Antonio Gasalla, pero por sobre todo lo que
realmente se extrañó fue la mano maestra de Doria para el grotesco
propuesto por Langsner, poética difícil de representar, aún más en el medio
cinematográfico.

Langsner haría un nuevo intento con sus queridos personajes. Directamente


para cine escribió “Y seguimos Esperando la carroza”, tercera parte de la
historia, centrada en el intento de Antonio por convertirse en presidente de
la nación, plan arruinado esta vez por Mamá Cora y Matilde, las verdaderas
protagonistas de esta nueva aventura. Al no ser realizada la película, Jacobo
utilizó varias de esas ideas para el guión de Cohen vs. Rosi, película
dirigida por Daniel Barone en 1998.

Hablando con Jacobo sobre “Barbacoa”, señala: “La pobre nunca tuvo
suerte. Ni en el teatro ni en la televisión. Con la versión para cine se perdió
una gran oportunidad. Estaba todo servido para que fuera un suceso, cosa
que no pasó y lamento mucho.”

Esta edición de “Barbacoa” se propone acercar a los admiradores del


talento de Jacobo Langsner un material tan brillante como desgarrador, con
la intención de que sean ellos quienes juzguen su verdadera calidad.
También tiene la ilusión de que gracias a esta salida, finalmente
“Barbacoa” encuentra sobre el escenario al director y al elenco capaz de
hacer brillar una vez más a la familia Musicardi, a sus maldades, a sus
miserias, a ese humor que tanto hemos aprendido a amar. Ojalá así sea.

Diego Ezequiel Avalos.


22/12/2016
BARBACOA

PERSONAJES:

NORA………………………. 47 años, mujer de


ANTONIO…………………… 49 años
ELVIRA………………………42 años, mujer de
SERGIO………………………47 años
MATILDE…………………….l8 años
SUSANA………………… ..... 32 años, mujer de
JORGE………………………..52 años
EMILIA……………………….54 años, madre de
LUÍS…………………………..22 años

EPOCA: ACTUAL

ACTO I
LA ACCION TRANSCURRE EN EL AMPLIO SALON DEL CHALET
DE NORA Y ANTONIO, EN VICENTE LOPEZ. NORA HA
DECORADO EL AMBIENTE CON IMPECABLE MAL GUSTO.
ESTILOS FRANCES, CHINO Y CASTELLANO EN LOS CARISIMOS
MUEBLES. LAS PAREDES EMPAPELADAS EN COLORES
CHILLONES. EL ROJO, EL AMARILLO Y EL VERDE COTORRA
PREDOMINAN SOBRE EL NEGRO DEL MUEBLE CHINO, EL ORO
DE LAS SILLAS LUIS XV Y EL MARRON DE LOS MUEBLES
CASTELLANOS. AL FONDO, UNAS GRANDES PUERTAS
VIDRIERAS DAN AL ESCANDALOSO JARDIN QUE NO SOLO ESTA
LLENO DE PLANTAS DE PLÁSTICO, SI NO DE PAJAROS
EMBALSAMADOS SOBRE LOS ÁRBOLES. EN EL CENTRO DEL
JARDIN UNA ESTATUA DE YESO; REPLICA DE UNA MUY
FAMOSA. MUY VISIBLE EL OSTENTOSO ASADOR PARRILLERO.
POR EL LATERAL DERECHO SE VA AL INTERIOR DE LA CASA Y
POR EL IZQUIERDO A UN HALL, DONDE SE SUPONE QUE SE
ENCUENTRA LA PUERTA PRINCIPAL. ANTES DE LEVANTARSE
EL TELON SE OYEN FURIOSOS LADRIDOS DE VARIOS PERROS Y
EL INSOPORTABLE RUIDO QUE PRODUCEN CENTENARES DE
COTORRITAS AUSTRALIANAS.

NORA: (VISTIENDO PIJAMA DE SEDA Y TURBANTE “AL TONO”


VIENE DE ADENTRO.) ¡Antonio! Bajá el sonido ambiental, ¿querés?
Está demasiado fuerte. (BAJA EL SONIDO.) Así. (VA HACIA LA
PUERTA DE ENTRADA. ANTONIO VIENE DEL JARDÍN CON AIRE
MARINERO. FOULARD AL CUELLO, SACO AZUL, PANTALÓN
BLANCO Y CHAMPIONES.)

ANTONIO: Nora, ¿sonó el timbre?

NORA: (DESDE ADENTRO.) Si, sonó el timbre. ¿Tenés cambio,


Antonio? Trajeron un paquete. (ANTONIO VA A SOCORRER A SU
MUJER, MIENTRAS ESTA ENTRA CON UN PAQUETE.) Dale una
buena propina, que pesa mucho. (ABRE EL PAQUETE.)

ANTONIO: (VOLVIENDO.) ¿Qué es?

NORA: ¡Ay, que no sea lo que pienso! ¡Dios mío! Solo te pido que no sea
lo que pienso. (SACA UNA ESTATUILLA DE YESO.) Es lo que pensaba.
Están en liquidación en la Ferretería Espartaco.
ANTONIO: ¿Quién la envía?

NORA: ¡Yo que sé! Aquí hay una tarjetita. (SACA UN SOBRESITO DE
LA CAJA Y DEL SOBRE UNA TARJETITA.) ¡Antonio!

ANTONIO: ¿Qué?

NORA: ¡No me digas que los invitaste!

ANTONIO: ¿A quienes?

NORA: A Elvira Y Sergio.

ANTONIO: Sergio es mi hermano.

NORA: ¡Pero son impresentables!

ANTONIO: Nora, ¿cómo iba a ignorarlos el día de nuestro aniversario?

NORA: Ignorándolos. Tan simple. ¡Sergio y Elvira! Ha corrido mucha


agua bajo el puente y ni ellos ni nosotros, somos los mismos. (MUY
AFLIGIDA.) ¡Que disgusto!

ANTONIO: ¡Nora! Tengamos la fiesta en paz.

NORA: Parecería que no quisieras comprender. Somos ALGUIEN ahora.


Nuestros nombres suenan en los ecos mundanos. ¿Los de ellos suenan?
Contestame solo a eso. ¿Los de ellos suenan?

ANTONIO: ¡A mí el poder no se me va a ir a la cabeza, Nora, eh! Soy rico,


pero jamás olvidaré de donde vengo. Y vos tampoco deberías olvidarte.

NORA: Tengo una sorpresa para vos, querido. Estuve haciendo


averiguaciones y descubrí que el apellido de mi padre se remonta a mucho
antes del siglo XII.

ANTONIO: Como que se llama García.

NORA: García Navajo se llama. Si sigo con las averiguaciones podré darte
más de una sorpresa.

ANTONIO: Nora, todos venimos de alguna parte. ¿Crees que mi familia


apareció… ¡PLUM! así de golpe? No digas pavadas.
NORA: Antonio, respetemos el día. Yo no digo pavadas. Digo que las
cosas han cambiado y que ahora tenemos una imagen pública y
responsabilidades. (ABISMADA.) ¡Invité a gente muy importante! ¿Vos te
crees que lo hago por mí? Lo hago por vos. Te estoy ayudando a construir
un imperio. ¡Más que eso! Estoy ayudándote a poner los cimientos de…
una dinastía.

ANTONIO: ¿Ves? Eso es lo que yo llamo decir pavadas. ¡Dinastía!


¿Querés que te recuerde que no tenemos hijos?

NORA: Ya los tendremos.

ANTONIO: ¿Cuándo? Ya tenés cuarenta y siete años…

NORA: Sabés muy bien que hay un error en mi partida de nacimiento.

ANTONIO: Nora, cumplimos veinticinco años de casados y tenías


veintidós cuando nos casamos.

NORA: ¿Y con eso? ¿Estoy acaso menopáusica o algo por el estilo?

ANTONIO: ¡Yo que sé!

NORA: Si no sabés, no hables. Puedo quedar embarazada…


(CHASQUEANDO LOS DEDOS.) en un periquete. En este matrimonio, el
que esta desanimado, sos vos.

ANTONIO: ¿Desanimado?

NORA: Si. Ya no sos el de antes.

ANTONIO: ¡Que gracia! ¿Vos si?

NORA: Estás empeñado en hacerme llorar, pero no te voy a dar el gusto.


(SE SIENTA.) ¡Tan feliz que me levanté esta mañana!

ANTONIO: (SACANDO UN ESTUCHE.) Feliz aniversario, querida.

NORA: (TOMANDO EL ESTUCHE.) No lo quiero. No. No quiero nada


tuyo. (ABRE EL ESTUCHE.) ¡Nada! ¡Antonio! ¡Es precioso!
ANTONIO: Un brillante por cada año de vida y por cada año de casados,
sobre oro puro.

NORA: (PONIÉNDOSE EL BRAZALETE.) ¿No ves que cuando querés


podés ser fino? (MIRÁNDOLO.) Vení que te premio. (LO BESA.) Te
llenaré de besos esta noche.

ANTONIO: No es necesario; me basta con que seas feliz.

NORA: ¿A qué hora les dijiste que vinieran?

ANTONIO: A las diez como a todo el mundo.

NORA: Y vendrán con… ¡eso!

ANTONIO: ¡Eso! ¿Qué es eso?

NORA: Esa monstruosa criatura.

ANTONIO: ¿Qué monstruosa criatura?

NORA: No te hagas el inocente. Bien sabés que hablo de Matilde. (COMO


DÁNDOSE CUENTA DE LAS INTENCIONES DE ANTONIO.) ¡Ah!
¡Por ella! ¡Los invitaste por ella!

ANTONIO: Los invité porque está invitada toda la familia y Matilde es mi


sobrina mayor.

NORA: ¡Esa! Esa va a ser el hazmerreír de la noche. Vas a ver como


nuestras nuevas amistades se pierden para siempre.

ANTONIO: Nora, hace una eternidad que no los vemos. Ni nos hablamos
por teléfono. La última vez que los vimos fue cuando murió mamá.
Después… nunca más. Hicimos viajes…

NORA: Y siempre se les trajo regalos. Y esta vez fuiste más espléndido
que nunca. Máquinas fotográficas, grabadores, perfumes, whisky escocés…
(TIMBRE)

ANTONIO: (MIRANDO SU RELOJ.) ¿Quien será?


NORA: Anda a abrir. Sabés que la servidumbre está ocupada en la cocina.
(ANTONIO VA A ABRIR. ELLA SE PONE A CONTAR LOS
BRILLANTES DEL BRAZALETE.)

JORGE: (DESDE ADENTRO.) Ayudame.

NORA: ¿Quién es, tesoro? (ANTONIO ENTRA CON DOS ENORMES


PAQUETES.)

ANTONIO: ¡Jorge! ¿Quién va a ser? ¡Mirá como vino de cargado!


(ENTRA JORGE “MUY BIEN” VESTIDO, CARGANDO PAQUETES.)

JORGE: Feliz aniversario, Nora. Aquí te traigo las carnes y las achuras
para la parrilla.

NORA: No digas parrilla Jorge, que suena tan ordinario. Es para la


“barbequiu”.

ANTONIO: Vamos a dejar esto en la cocina.

NORA: Si, porque con este calor algo se puede echar a perder. (LOS
HOMBRES LLEVAN LAS COSAS ADENTRO.) Ofrecele a Jorge una
cervecita o lo que él quiera.

ANTONIO: (REAPARECIENDO.) Me parece que se nos fue la mano en


las cantidades.

NORA: Mejor que sobre y no que piensen que somos unos roñosos.
(BAJANDO LA VOZ) Tu hermano no pensará quedarse hasta que empiece
la reunión, ¿no?

ANTONIO: ¡Ssscht!

NORA: ¡Es que es temprano! (JORGE VIENE BEBIENDO UNA


CERVEZA.)

JORGE: ¡Que rica! ¡Hace un calor!

NORA: Por eso la fiesta empezará recién a las diez.

JORGE: Es un poco tarde para la gente que trabaja. Es miércoles.


NORA: La mayoría de los que vienen no trabajar. Además… nos casamos
un veintisiete de noviembre. Detesto festejar los acontecimientos fuera de
fecha.

JORGE: Yo, por mi… por lo que duermo… Pero Sergio necesita sus ocho
horas de cama.

NORA: Lo lamento mucho por él. Debería estar muy, pero que muy
agradecido, de que los hayamos invitado.

JORGE: ¡Pero Nora! ¡Antes los querías vos!

NORA: Antes de darme cuenta de lo ordinarios que eran, que son y que
seguirán siendo hasta el fin de sus días. Perdoname Jorge, pero son dos
ordinarios, tanto Sergio como Elvira y el monstruo que engendraron.

ANTONIO: Nora…

NORA: Querido, Dios sabe cómo me sangra el corazón por hablar así de
alguien que lleva tu misma sangre. ¡Pero es que cada vez que nos vemos
pasa una desgracia! (SUENA EL TELEFONO. ANTONIO VA A
ATENDER.)

ANTONIO: Ellos no tienen la culpa.

NORA: Tampoco yo. Pero esa gente arrastra la desgracia.

ANTONIO: ¿Si? Ah Susana, ¿qué decís?

JORGE: ¿Es Susana?

NORA: Así parece.

ANTONIO: ¡Pero como no vas a venir! ¡Traelos! ¡Pero mujer! Si no


encontrás una babysitter, te los traés y se acabó. (JORGE SE LE
ACERCA).

JORGE: Dame. (ANTONIO LE PASA EL TUBO MIENTRAS NORA


INCREPA EN VOZ BAJA A ANTONIO POR LA IDEA DE QUE
SUSANA VENGA CON LOS NIÑOS.) ¿Qué pasa Susana? ¡Pero traelos!
Tomate un taxi y no me compliques la vida que estoy en un día fatal. Pedile
a tu madre que se quede con ellos y… o llevatelos a casa de ella o…
Bueno. (CUELGA.) Todo lo arregla a gritos. Gracias por la cerveza; vuelvo
al matadero.

NORA: ¡No me digas que tenés que irte!

JORGE: Si. Llegó el ganado que le compramos a Berrutti.

ANTONIO: ¡Ah! ¿Y por qué no me lo dijiste antes?

JORGE: ¡Está enfermo ese ganado, Antonio, eh!

ANTONIO: Ya lo sé. Por eso los compré a precio de regalo. ¡Una ganga!

JORGE: Empezaron a morirse apenas los descargaron.

ANTONIO: ¿Todo el ganado?

JORGE: Mas o menos la mitad. Pero el resto está como debilitado.

ANTONIO: Decile a Manolo que los mate a todos hoy mismo, incluyendo
a los que ya están muertos.

JORGE: ¡Pero Antonio! ¡Manolo dice que están apestados!

ANTONIO: Manolo exagera como siempre. No te preocupes. Decile que


prepare la carne y que la despache, lo antes posible a la fábrica de
embutidos.

JORGE: ¡Pero Antonio! (MUY ASUSTADO) ¡La peste es una


enfermedad! ¡La gente se va a intoxicar!

NORA: ¡Ay Jorge, vos siempre tan alarmista! Estoy segura de que vos
mismo comiste jamón y chorizos hechos con ese tipo de carne y nunca te
pasó nada. (A ANTONIO.) No estarás haciendo nada fuera de la ley,
querido, ¿verdad? (SIN ESPERAR RESPUESTA.) ¡Sos tan pícaro!

ANTONIO: Jorge, no comentes con nadie…

JORGE: ¡Antonio, claro que no!

ANTONIO: Ni siquiera con Susana.


NORA: Y sobre todo con Sergio y Elvira. Que sabés que después deforman
las cosas. (VIENDO LO ANGUSTIADO QUE ESTA SU CUÑADO.)
¡Jorge! Tu hermano te está dando una oportunidad.

JORGE: Ya lo sé y por eso le estoy tan agradecido.

ANTONIO: No tenés porque.

JORGE: Me pagás bien y reconozco que tenés una paciencia muy grande
conmigo. Pero solo quiero saber una cosa… El matadero… ¿Es
clandestino?

ANTONIO: ¡Claro! ¿Si no porque te iba a pedir que tuvieras discreción?

JORGE: (SUDANDO) Pero vos no me dijiste que fuera clandestino.

ANTONIO: Es clandestino, Jorge, porque si no, entre papeleos,


inspecciones veterinarias, instalaciones adecuadas, frigoríficos, etcétera…
los costos subirían hasta las nubes. ¿Vos crees que tu sueldo sería tan
elevado si tuviera que poner todo el orden?

NORA: (RIE.) ¡Mirá la cara de tu hermano! Jorge, vos sos como yo.
Idealista y soñador. Este es un pícaro. No te asustes. No va a pasar nada.
¿No sabés acaso que tenemos protección? Estás ahí para dar la cara, porque
con la posición social que tenemos ahora, no quedaría bien que se dijera
que somos dueños de un matadero. ¿Comprendés?

JORGE: Pero… ¿y si cayera una inspección? ¿Si cayera la policía?

NORA: No seas alarmista. Hay que ser optimista. Ese es mi lema. Hay que
ser optimistas aún en los momentos más trágicos de la vida. Y vos tenés
muchas razones para ser feliz.

JORGE: ¡Tengo! ¿Cuáles?

NORA: ¡Cuales pregunta! ¡Jorge! No querer ver lo que Dios nos ha


concedido en su infinita misericordia es algo que no se puede perdonar.

ANTONIO: Bueno, continuarás adoctrinándolo esta noche, que ahora tiene


mucho que hacer.

NORA: Solo quería recordarle que tiene dos niños que son un sueño.
ANTONIO: Se lo recordarás esta noche, Nora.

NORA: Jorge, hacé lo posible por traer a los niños. Sabés cuanto los
quiero.

ANTONIO: ¡Nora! Si no quieren traerlos, ellos sabrán.

NORA: Esta casa está añorando los grititos de la nena, Jorge.

JORGE: ¡Si supieras como grita el varón! ¡Tiene unos pulmones!

NORA: ¡Tesoro! Tesoros los dos. Benditos sean todos los niños del mundo.

ANTONIO: Estamos de acuerdo en todo. Hasta luego, Jorge.

NORA: ¡Ah, Jorge! ¡Venite de smoking, eh!

JORGE: No tengo.

NORA: BUENO, ENTONCES DE AZUL.

ANTONIO: Venite como quieras.

NORA: ¡Antonio! (RESPIRA PROFUNDAMENTE.) Las invitaciones


dicen al pie de la tarjeta: “De largo y traje oscuro”.

JORGE: Vendré de largo y traje oscuro. Hasta luego. (SALE. ANTONIO


LO ACOMPAÑA PARA REGRESAR ENSEGUIDA.)

ANTONIO: Dejá que vengan como quieran.

NORA: ¡No señor! Que vengan como todo el mundo. No quiero que haya
esta noche ni una sola nota que suene mal. Todo deberá salir perfecto,
como una sinfonía de Brahms… perfectamente ejecutada. Antonio, se
terminó el ruido ambiental; no oigo a los pajaritos.

ANTONIO: La cinta dura treinta minutos.

NORA: No te olvides de recomendarle a Nino que no se distraiga y que lo


haga funcionar todo el tiempo.

ANTONIO: No me olvidaré. (SE OYE AFUERA UN GRAN


ALBOROTO.)
NORA: ¿Qué es eso?

ANTONIO: Es en la calle. Una pelea. (SE ACERCAN A MIRAR.) Son


Sergio, Elvira, Matilde y dos tipos.

NORA: ¡Ay Dios! ¿No te dije que arrastran la desgracia?

ANTONIO: Solo están discutiendo.

NORA: Van a alborotar al vecindario, como si estuviéramos en Mataderos.


¡Y te recuerdo que esto es Vicente López. (ANTONIO SALE.) ¿Adónde
vas? No te mezcles en peleas callejeras.

ANTONIO: (DESDE ADENTRO.) ¿Quieren que llame a la policía?

ELVIRA: (DESDE ADENTRO.) ¡Psicópatas! ¡Pusilámines salvajes! (SE


OYEN LAS RISOTADAS DE DOS HOMBRES QUE SE ALEJAN.) ¡Y
encima se ríen! ¡Este país está cada día más inhabitable!

ANTONIO. (ENTRANDO.) ¿Qué pasó? (DETRÁS DE ÉL ENTRA LA


FAMILIA. SERGIO CARGA SU TRAJE AZUL, COLGADO DE UNA
PERCHA Y MATILDE, QUE LUCE UNOS ENORMES SENOS Y
UNAS ESCANDALOSAS CADERAS, LLEVA UNA VALIJITA.
ELVIRA ENTRA CON UN BOLSON.)

SERGIO: Lo que pasa siempre con ésta (REFIRIÉNDOSE A MATILDE)


cuando sale a la calle.

ELVIRA: Sergio, no empecemos.

SERGIO: ¿Qué? ¿Acaso miento? ¿No la manosean todos los muchachos


del barrio?

MATILDE: ¿Y yo qué culpa tengo?

SERGIO: ¡Muy inocente no serás, Matilde! Cuando se tiene tanto como


vos tenés es que hay mucha fantasía sexual en la cabeza.

ELVIRA: No digas pavadas y dejá ya de acomplejarla, ¿querés?

SERGIO: (GRITANDO.) ¡Que deje ella de acomplejarme a mí!


ELVIRA: ¿Y qué querés que haga?

SERGIO: Quiero que no se desarrolle más; eso quiero.

NORA: El físico no lo es todo. Lo importante es lo que uno tiene en la


cabeza. (BESANDO A MATILDE.) ¿Verdad tesoro?

MATILDE: Feliz aniversario, tía.

NORA: Gracias, ángel mío.

ELVIRA: ¡De verdad, Nora! ¡Feliz aniversario. ¿Sabés que me había


olvidado completamente que hoy era tu aniversario?

NORA: ¡Como que te olvidaste! Y ese regalo maravilloso que recibimos,


¿quién lo eligió?

ELVIRA: ¿Qué regalo?

NORA: Esa… joya escultórica.

ELVIRA: Ah… Es cierto. La elegí yo.

SERGIO: ¡Está con un colesterol!

NORA: ¿Quién está con colesterol?

SERGIO: (REFIRIENDOSE A ELVIRA.) Esta.

ANTONIO: ¿Querés tomar algo, Sergio?

SERGIO: Si. Cianuro. ¡Estoy tan harto!

NORA: ¡Sergio! ¿Por qué traés el traje en la mano, en vez de traerlo


puesto?

SERGIO: Porque se me arruga. Me vestiré a la nueve, nueve y media.

ELVIRA: ¿Y por qué vinimos con valijas? ¿Nos vamos a quedar unos días?

SERGIO: (FURIOSO.) Trajiste tu vestido de noche y los zapatos dorados


en esa valija. ¿Te acordás? El médico te prohibió la carne de cerdo,
chorizos y grasa en general. ¿Te lo prohibió o no te lo prohibió?
ELVIRA: ¡Y yo que sé! ¿Te crees que me acuerdo?

NORA: Si se lo prohibió, hoy tendrá que hacer una excepción. Tenemos


barbequiu esta noche y no pensará desairarnos, ¿no?

SERGIO: Pues si sigue comiendo lo no debe el colesterol le aumentará y


encima de olvidarse de todo…

ELVIRA: De lo que quisiera olvidarme de una buena vez, es de que estoy


casada con vos.

SERGIO: (GRITANDO.) ¿Te crees que a mí me gusta recordarlo?

ELVIRA: Bajá el tono, Sergio, que yo podré olvidarme de muchas cosas,


menos de gritar. ¿Querés una prueba?

NORA: No. Nadie quiere gritos en un día de fiesta, a menos que sean de
sana y jubilosa alegría. Como la que Antonio y yo disfrutamos en el día de
hoy y que estamos dispuestos a compartir con los miembros inteligentes de
la familia.

ELVIRA: ¿Quiénes son? (NORA RIE.)

NORA: ¡Elvira! Ese es el espíritu que quiero.

ELVIRA: ¡Estás preciosa, Nora! ¿Te hiciste la cirugía? Te estiraste.

NORA: ¡Ay, Elvira! ¿Por qué me iba a estirar a mi edad?

ELVIRA: Entonces, estás más gorda, porque desaparecieron las arrugas


que tenías (TOCANDOSE LOS OJOS.) aquí.

NORA: No estás tan mal del colesterol, querida.

ELVIRA: Ay, si yo pudiera me haría de nuevo. Estoy tan desconforme con


casi todo.

SERGIO: Lo que vos necesitás no se arregla con cirugía.


(REFIRIENDOSE A MATILDE.) La que necesitaría una cirugía es esta.

ANTONIO: ¡Sergio!
MATILDE: ¿Viste como es, tío Antonio? ¿Viste? Está así todo el día.
Como si yo tuviera la culpa. (AL PADRE.) Yo no manejo la naturaleza.
Ella me maneja a mí.

NORA: No te quejes de lo que Dios te ha dado.

SERGIO: ¡Es que le dio como para doce!

ELVIRA: ¡Sergio! La estás empujando a cometer algo…que no quiero ni


nombrar.

SERGIO: Porque no te acordarás como se dice. Dame una copa, Antonio.

ANTONIO: Antes, vení como ese traje.

NORA: Llevalo al cuarto chino. Y llevá las valijas de las señoras al rosado.

ELVIRA: ¡El rosado! ¡El chino! El violeta… (LOS HOMBRES SALEN


CARGANDO TODO.) Sergio tiene razón; me olvido de todo. Ni siquiera
me acuerdo del cuarto chino ese, ni del rosado…

NORA: Es que son nuevos. Los terminamos de decorar antes del último
viaje. Ya te los mostraré.

ELVIRA: ¡Ah! Ya me parecía. Todo luce distinto a como lo recordaba. A


ver que es… ¡Ya se! Ese mueble negro. ¡Es divino! ¿No es divino Matilde?

MATILDE: ¡Ay, es un sueño!

NORA: Chino auténtico, fabricado en Japón y comprado en “Niuyork”.


¿No es precioso?

ELVIRA: ¡Y tan chic! ¡Es un sueño! (MIRA HACIA EL JARDIN Y


LANZA UN GRITO.) ¡El jardín! (ANTONIO Y SERGIO REGRESAN
CORRIENDO.)

ANTONIO: (JADEANDO) ¿Qué pasó?

ELVIRA: ¡Ese… jardín! ¡Como floreció! (NORA Y ANTONIO


INTERCAMBIAN MIRADAS CARGADAS DE SATISFACCION.
ELVIRA AVANZA MUNDANA RESPIRANDO A PLENO PULMÓN.)
¡El aire de esta zona! ¡Respirá ese olor, Sergio! ¡Respirá!
SERGIO: Respiro. ¿Qué te pensás que estoy haciendo?

ELVIRA: ¡Ay, esa mezcla de olores!

NORA: ¿No es cierto? ¿No es como si olieran a jazmines, rosas y


azucenas?

ELVIRA: ¡Exacto!

NORA: Es un spray comprado en Niuyork y fabricado en Japón, que te


deja la casa entera con este olor. No hay un solo jazmín en todo ese Edén.

ELVIRA: ¡Está todo más lindo que nunca! Como crecieron esas plantas
durante estos tres años que no nos vimos. (NORA Y ANTONIO RIEN.)

NORA: ¿Se lo confesamos? (ELVIRA MIRA A NORA.) No hay una sola


planta de verdad. Todo, pero todo, todo, es de plástico.

ELVIRA: ¡No!

NORA: ¡Sí! ¿No es precioso? De Japón. ¡Lavables, eternos y siempre con


ese brillo tan natural! ¿No te deslumbra?

ELVIRA: ¡Pero! ¡Es un paraíso!

NORA: ¿No es cierto? (SE OYE EL ENLOQUECIDO PIAR DE LOS


PAJARITOS.)

ELVIRA: ¡El canto de esos pájaros!

NORA: Es ruido ambiental. (GRITANDO HACIA EL FONDO DEL


JARDIN.) ¡Nino! Tan fuerte, no. (BAJA EL SONIDO. NORA HACE UN
GESTO DE SATISFACCION AL COMPROBAR EL CAMBIO DE
SONIDO.) Así. Contraté al chico de la cocinera para que maneje los ruidos
ambientales.

ELVIRA: ¡Ay Nora! Si tuviera que buscar una palabra para describir lo que
sos…Y no solo para mi, si no para el mundo…Sos un genio. Genio es la
palabra. Genio. ¿Y qué hicieron con los rosales, los helechos, los
gomeros…?

NORA: Una gran fogata. Lo único que hacemos es lavar todo una vez por
mes con la manguera y rociar ese vergel con el spray de Hong Kong.
ELVIRA: Ustedes sí que saben vivir.

NORA: Antonio, ¿querés guardar esa maravillosa pieza escultórica en


algún cuarto hasta que le encontremos el lugar exacto? (ANTONIO SE
LLEVA LA PIEZA CON LA CAJA.) Es realmente de un gusto…

SERGIO: Hubiese querido que fuese de oro.

ELVIRA: ¿Qué?

SERGIO: (FURIOSO.) ¡La escultura!

ELVIRA: ¡Ah, sí! O de mármol.

NORA: Me encanta el yeso. Se consiguen cosas maravillosas en yeso.


Antonio, no te olvides de los regalitos.

ANTONIO: (DESDE ADENTRO.) No me olvido.

N ORA: Para vos, Sergio, como siempre, una botellita de whisky escocés
de colección, para que lo disfrutes solo.

ELVIRA: ¿Necesitás ayuda? Vinimos tan temprano para eso, ¿verdad


Matilde?

MATILDE: ¡Claro!

NORA: ¿Con toda la servidumbre que tenemos? Hay cuatro mujeres en la


cocina. Está todo hecho, salvo la barbequiú, que de eso se encargará Sergio,
como siempre. ¿Verdad que si?

SERGIO: ¿De qué me encargo siempre?

ELVIRA: Ah, con que soy yo sola la que tiene colesterol, ¡eh!

SERGIO: No sé de qué habla.

NORA: (RIENDO.) ¡De la parrilla! No te civilizás mas, hombre de las


cavernas.

SERGIO: ¡Mirá vos! Cincuenta años haciendo “barbequiues” y no lo sabía.


(ANTONIO REGRESA CON UNA BOLSA DE PLASTICO.)
ANTONIO: Aquí están nuestros pobres regalos.

ELVIRA: Ni siquiera nos avisaron para que fuéramos a buscarlos a Ezeiza.

ANTONIO: ¿Para qué? No nos gusta molestar a la gente.

NORA: Sobre todo… no nos gusta hacer ostentación de nada. Detesto esa
gente que hace ruido para llamar la atención. Dame Antonio, que quiero
tener yo el placer de darles sus regalos.

ANTONIO: Tomá, date el gusto.

NORA: (MIRANDO DENTRO DE LA BOLSA.) ¡Este es el de Susana,


Antonio! ¡Ay, que hombre! Esta bolsa es para la familia de Jorge. ¿No ves
que tiene juguetes para los niños? Compramos una muñeca preciosa,
Elvira, para la nena de Jorge. Para el varón un traje espacial inflable, que
sirve de abrigo para el invierno y para la nena una muñequita así de grande
(UNOS DIEZ CENTIMETROS) que llora con lagrimas de verdad, hace
pipi y si le metés papilla en la boca también hace lo otro, ¡con ruidos y
todo! Es un prodigio de la ciencia.

ANTONIO: Vení Matilde, que te doy tu regalo.

NORA: Antonio, no te pongas meloso con Matilde, que ya no es una nena.

MATILDE: Tía, a mi me encanta que me traten como a una bebita.

NORA: ¡De veras! Pues ahí tenés a tus adorables papás que no te
retacearan, estoy segura, todos los mimos del mundo. (ANTONIO VA A
CAMBIAR LAS BOLSAS DE LOS REGALOS.)

SERGIO: Le gusta que la traten como a una criatura. (A ELVIRA.) ¿Oíste


eso?

ELVIRA: ¿Y qué tiene de malo?

SERGIO: Si le gusta que la traten como una niña, sería conveniente que
deje de desarrollarse como una….

ELVIRA: ¡Sergio! ¿Sabés que sos vos? ¿Querés que te lo diga?

NORA: ¡Chicos! ¡Chicos! ¡Que es día de fiesta!


ELVIRA: Sos un padre desnaturalizado. Eso sos. Un buen padre acepta a
sus hijos con todos los defectos.

NORA: ¿Pero qué defectos tiene esta belleza? (A MATILDE.) No les


lleves el apunte. Yo que vos me presentaba al concurso de Miss Universo.
Te aseguro que lo ganarías. (ANTONIO VIENE CON LA OTRA BOLSA.)

ANTONIO: Si querés te arreglo el concurso de Miss Mataderos. ¿Querés?

MATILDE: No te burles, tío.

ANTONIO: Estoy seguro que lo ganarías. Y de ahí a Miss Argentina hay


un paso.

MATILDE: Lo tuyo es ceguera de tío amoroso, tío precioso. (LO


ABRAZA. ANTONIO ES SENSIBLE A LOS ENCANTOS DE
MATILDE.)

ELVIRA: Matilde, tu tío es hombre; no juegues con fuego, que corrés


peligro.

NORA: Todos corremos peligro.

ANTONIO: Vení a verme mañana a la oficina y hablamos. No te vendría


mal ganar un concursito, ¡eh!

MATILDE: ¡Yo que sé! No tengo ganas de perder Hay tantas chicas más
lindas que yo.

ANTONIO: PERO NO CON ESE…ESTOS…ESAS….

NORA: ¡Ay, tanto lío por un pecho bien formado! Mi consejo, querida, es
que sigas siendo humilde y que vivas como si fueras una chica de barrio,
vulgar y corriente. Sufrirás menos (SACANDO PAQUETES DE LA
BOLSA.) El whisky, como dije, para Sergio. (LE ENTREGA UNA
BOTELLITA DE COLECCIÓN.) ¡Chivas Regal, eh! Y esto es para vos,
Elvira, para que sigas haciendo prodigios en la cocina.

ELVIRA: ¿Qué es?


N ORA: Un pela… todo. Desde papas hasta zanahorias. Es de gran ayuda
en la cocina (ELVIRA ESTA MUY FRUSTRADA.) Y esto para Matilde.
(SACA UN RADIO-CASSETTE.)

ANTONIO: Es radio y graba todo. Va con cinta. Vení, vamos a la


biblioteca que te enseño el manejo.

Nora: No seas pesado, querido; tiene las instrucciones.

ANTONIO: Están en inglés.

NORA: Están en inglés y francés y Matilde domina ambos idiomas.


¿Verdad tesoro?

MATILDE: Es … ¡precioso! ¡Estoy tan emocionada! (ABRAZA Y BESA


AL TIO.) ¡Gracias tío! ¡Sos un amor!

NORA: Matilde, no te arrugues la ropa.

MATILDE: ¡Es que estoy tan emocionada!

ELVIRA: ¡Y si! Gracias por el pela todo, Nora. Aunque no lo use, te lo


agradezco. Pensaré en vos cada vez que lo vea.

NORA: ¡Como que no vas a usar ese prodigio de la ciencia moderna! Te


será de gran utilidad. Ya sé que no es tan lindo como la Venus que me
elegiste.

ELVIRA: Pero es mucho más útil. Y de Hong Kong como son casi todo lo
de esta casa. Me encantan los regalos útiles.

NORA: Me alegro. Los regalos se hacen para eso; para hacer felices a los
demás. (A SERGIO.) Vas a trabajar como un negro. Seis kilos de tira,
cuatro de lomo, cuatro de vacío, cuatro de chorizos blancos y cuatro de los
colorados, morcillas, pollos, riñones, chinchulines…

ELVIRA: Ay, se me hace agua la boca.

NORA: ¿Tenés hambre? Hay pizza en la cocina que sobró de ayer.


Antonio, cortá una en cuadraditos y traela. ¿Querés?

MATILDE: Te acompaño tío. (TIO Y SOBRINA Y VAN A LA


COCINA.)
SERGIO: ¡Pues sí que es un paraíso, esto! ¡Nos tuvieron olvidados, eh!

NORA: ¿Quién podría olvidarlos a ustedes? No es eso. Sabés como nos


dejó la muerte de tu madre.

SERGIO: ¡Pero si nosotros no nos vemos desde hace como tres años y
mamá murió hace seis meses!

NORA: ¡Exagerado!

SERGIO: ¡Nora! Solo nos vemos en ocasiones así, cuando alguien hace
una fiesta o cuando alguien muere. Antes nos veíamos los fines de
semana…

NORA: ¡Ay! ¡Estoy ocupadísima con mis estudios de idiomas y pintura! Y


después… ¡todos esos viajes! Hemos viajado como locos estos últimos
tiempos. Que París, que Londres, que Madrid, que Roma, que Niuyork…
Llegó un momento que pensamos incluso en no volver. Este país no ofrece
garantías. Mirá ahora todos esos juicios…

ELVIRA: ¿Lindos los viajes, che?

NORA: ¿Lindos? Te puedo condensar la experiencia en una sola palabra. I-


nol-vi-da-ble.

ELVIRA: Ni siquiera una postal.

NORA: ¿Cómo que…

ELVIRA: No se despidieron. No avisaron cuando llegaban...

NORA: ¿Qué no recibieron una sola postal? No te creo.

ELVIRA: Ni una. Sí nos enteramos que se habían ido por los ecos
mundanos de La Nación.

NORA: ¡Ay, que crimen! Te mandé como ocho. Por lo menos dos de
Niuyork y si la memoria no me engaña, dos de Miami y por lo menos
cuatro de Disneylandia.

ELVIRA: ¿Estuvieron en Disneylandia?


NORA: ¿Y cómo no íbamos a ir? Era un sueño que arrastraba desde la
infancia.

ELVIRA: ¡No me digas que Disneylandia tiene tantos años!

NORA: Fue como regresar a la niñez. ¡Es tan divino todo! ¡Tan real! Ah,
tienen que ir. ¡Tienen que ir! Ya tendrán con que. No mires con esa mirada.
Si yo tengo fe, pasando lo que está pasando en el país, ¡como no la vas a
tener vos!

ELVIRA: No lo entiendo, Nora. ¡Tan amigas que fuimos! Éramos como


hermanas.

NORA: ¡Ay, cómo que éramos! Somos. Somos hermanas.

ELVIRA: Antes íbamos los sábados de noche al cine. Comíamos asados


aquí o ravioles en casa. Y de pronto… Decime la verdad. ¿Es porque nos
separan abismos sociales?

SERGIO: Se le metió en la cabeza que por el hecho de que de vez en


cuando salen en la página de sociales de los diarios….

NORA: ¡Por Dios, Elvira! Te ruego que no nos rebajes. ¿Crees que por
haber llegado a tanto, me voy a olvidar de la familia? ¡Es que estoy
ocupadísima! ¡Ya te dije que estudio idiomas y pintura y encima mis obras
de beneficencia. Mis propios niños pobres, de los que no me quiero olvidar.

ELVIRA: ¿Qué niños pobres?

NORA: ¡Ay, preguntás como si no te hubieras dado cuenta de que tenemos


pobres! ¿No viste la “indigencia” que hay?

ELVIRA: ¡Sé que hay pobreza Nora! ¿Te crees que nosotros nadamos en la
abundancia?

NORA: No me refiero a gente de tu clase social. Yo hablo de los hijos de


los empleados de Antonio. Viven en una pobreza que da escalofríos.

ELVIRA: Yo creía que Antonio les pagaba bien.

NORA: Antonio les paga lo máximo, pero igual…

SERGIO: Me dijeron que Jorge trabaja para Antonio.


NORA: ¿Te lo dijeron? Si. ¡Pobre Jorge! Quisimos aliviarle un poco los
años difíciles. No es que rinda mucho. En realidad no sirve para nada. Pero
vos conocés el corazón de tu hermano. (EN UN EXABRUPTO PARA
CAMBIAR DE CONVERSACION) ¡Elvira! ¡Si vieras los progresos que
hice en pintura! Dice mi profesor que prometo mucho. Después les
mostraré mis últimas obras. (NERVIOSA.) ¡Antonio! ¿Necesitás ayuda?

ELVIRA: Está con Matilde.

NORA: (PREOCUPADA.) Si. Ya sé. (VA A LA COCINA.)

SERGIO: Me prometiste que no ibas a salir con esas pavadas.

ELVIRA: Sabés que no tengo memoria. ¿Y vos por qué no me contaste que
Jorge trabajaba para Antonio?

SERGIO: Para evitarte un disgusto.

ELVIRA: Lo único que hiciste fue cambiarle la fecha, porque el disgusto lo


tengo ahora. ¿Vos no sos hermano? ¿Nosotros no estamos pasando años
difíciles?

SERGIO: Bajá la voz.

ELVIRA: Seguramente a Susana si la invitó a su chalet de Punta del Este.

SERGIO: Lo que pasa Elvira, es que Nora evoluciona y vos te quedaste


detenida en el tiempo.

ELVIRA: ¿Qué querés decir?

SERGIO: Que no hablás más que de trapos y comidas y que ella es una
mujer inquieta y sobre todo… culta.

ELVIRA: Con los millones de Antonio yo también progresaría. ¡Qué


coraje! ¿Querés que te diga porque no progreso?

SERGO: No hace falta.

ELVIRA: No progreso porque tuve que especializarme en economía


doméstica y en hacer equilibrios sobre una cuerda floja. Por eso no
progreso. Porque vos ganás justo la mitad de lo que es necesario para vivir
apretados.

SERGIO: Hay mujeres que ayudan a sus maridos.

ELVIRA: ¿Querés que te enumere todo lo que hago por vos?


(REAPARECEN NORA Y MATILDE. LAS DOS CON EXPRESION
GRAVE.)

NORA: Sentate querida, tu tío no se va a herniar si corta la pizza solo.


(NORA REGRESA A LA COCINA.)

ELVIRA: ¿Qué quiso decir?

MATILDE: ¡Yo que sé!

ELVIRA: Algo quiso decir. ¿Qué pasó en la cocina?

M ATILDE: ¡Nada, mamá! (MATILDE, QUE NO HA DEJADO LA


RADIO-CASSETTE, SE DISTRAE OBSERVANDOLA.)

ELVIRA: Matilde, te dije que no te pusieras ese corpiño. Te levanta


demasiado las lolas y ese pullover te marca demasiado. Por eso los
muchachos te manosean en la calle; vos los provocás.

MATILDE: ¿Qué les hago?

ELVIRA: Te contoneás demasiado. ¡Se te mueve todo, Matilde!

SERGIO: Bueno, terminala. Me parece que la estamos acomplejando.


(NORA REGRESA CON UN PLATO DE PIZZA Y ANTONIO CON
BEBIDAS.)

NORA: Pizza fría. Sobró de anoche.

ANTONIO: Y cerveza para vos, Sergio. Las señoras tomarán vermouth.

NORA: Matilde debería tomar coca o naranjada. ¿Qué edad tiene?

ELVIRA: Diez y ocho recién cumplidos.

NORA: ¡Ah! Ya no es menor. Entonces puede hacer… “casi” todo lo que


se le antoje, ¿verdad?
MATILDE: Tía, soy una prisionera en mi propia casa. No me dejan ni
hacer los mandados.

SERGIO: ¿Y desde cuando te gusta hacer mandados a vos? ¿Eh? Desde


que el dependiente nuevo de Manolo te manosea cuando te hace pasar a la
trastienda.

MATILDE: ¡Inventan cosas!

SERGIO: ¿Pero vos te crees que porque soy viejo soy bobo?

NORA: Sergio, sos las dos cosas. Mirá si esta criatura, con la educación
que recibió…

MATILDE: No me dejan salir ni siquiera a estudiar.

SERGIO: ¿Para qué? Jamás pasaste primero.

ELVIRA: Tu padre tiene razón. Era inútil. Repetiste primero cuatro años
seguidos.

MATILDE: No hago más que mirar televisión.

NORA: Bueno, eso también es cultura.

MATILDE: ¡Pero yo quiero salir!

SERGIO: Nena, ya sé que vos querés salir. Es por eso que yo no quiero.

ANTONIO: (SIRVIENDO LAS BEBIDAS.) Matilde, ¿te gustaría trabajar


conmigo?

NORA: ¡Pero Antonio! ¡Qué ocurrencia!

ANTONIO: Yo necesito una secretaria.

NORA: ¿Pero no acabás de oír que no pasó de primero? (A MATILDE.)


No tengo nada contra vos, tesoro, sabés que creo en tu capacidad e
inteligencia. Pero el trabajo de secretaria es muy duro.

ANTONIO: Solo tendrá que atender el teléfono y tomar mensajes.


MATILDE: ¡Ay tío! (LO ABRAZA Y BESA.) Te adoro. Me encantaría
trabajar para vos.

NORA: (SEPARANDOLOS.) ¿Pero vos crees que yo iba a permitir que


este monstruo te explote? No quiero que esas manitas preciosas hagan
nada. Rechazo de plano la idea de que mi sobrina preferida trabaje por un
sueldo en la oficina de mi marido. Y no se hable más del asunto. (A
ELVIRA.) Vení, vamos a mi estudio que quiero que veas mis últimos
trabajos.

ELVIRA: ¡Los últimos! ¡No vi siquiera vi. los primeros, Nora! ¡Tengo
tanto dolor en el corazón!

NORA: ¿Por qué?

ELVIRA: Porque vos no sos la misma.

NORA: ¿Pero qué estás diciendo? (A SERGIO) ¿Que dice esta mujer?

ELVIRA: Lo que oís. Desde que inauguraron el chalet de Punta del Este
con aquella fiesta que salió fotografiada a todo color en el suplemento de
La Nación, no nos hemos vuelto a ver. Se te subió a la cabeza el gran
mundo. Eso es lo que pasa.

NORA: ¡El gran mundo! Mi gran mundo son ustedes…mi familia.

ELVIRA: No. Con nosotros ahora pasás vergüenza.

NORA: ¡No digas eso! Eso si que no te lo voy a permitir.

ELVIRA: (LLORANDO.) ¿Por qué perdí la amistad de Nora y Antonio?

NORA: (MUY HALAGADA.) ¡Ay, que situación! (A ANTONIO.) ¿Cómo


la convencemos ahora de que nuestra única fortuna son ellos?

ANTONIO: ¡Ah, yo que sé! Sos vos la que siempre está ocupada.

NORA: Pero… Ni siquiera vos sos capaz de comprender que mi vida se ha


transformado en una vorágine incontenible. Las cosas se encadenan. Que
una conoce a fulanita y que fulanita te presenta a menganita y empiezan los
tes y las canastas de beneficencia. ¡Porque que hay mucha miseria, Elvira!
¿Viste cuanta miseria hay?
ELVIRA: ¿Pensás que tengo que salir para verla?

NORA: Lo tuyo es pobreza digna. Yo hablo de miseria miseria. Una no


puede cerrar los ojos a la realidad. Una no es un monstruo después de todo.
Una tiene corazón.

ELVIRA: ¡NORA! (TODOS LA MIRAN EXPECTANTES.) ¡Te llevaste a


Emilia a Punta del Este, para la inauguración de la casa!

NORA: Para que me ayudara. Estábamos sin servicio. (RIENDO.) ¿Creíste


que fue a disfrutar de un veraneo?

ELVIRA: Yo ya no sé que creer. Lo que sé es que me dejaste de lado como


si fuera menos que un trapo sucio de cocina. (REIVINDICANDOSE.) Yo
también sé jugar canasta.

NORA: ¡Pero no por dinero! ¿Sabés cuanto se arriesga en esos


enfrentamientos? Tres o cuatro sueldos de tu marido. Si no te hago
participar de esos actos es para protegerte de… la vorágine del juego.

ELVIRA: Yo sufro como un animal herido. Estos tres años me han hecho
perder la alegría de vivir.

NORA: ¡Ay! Eso sí que no puede quedar así. Algo vamos a hacer. ¡Esa
chispa! ¿Qué esa chispa que tenías se apagó? ¡Vamos!

ELVIRA: Se apagó, si. Se apagó para siempre.

NORA: ¡Te prohíbo que hables así, eh! Mirá que soy sensible y que puedo
echarme a llorar. Vení, vamos a mi estudio, así hablamos un rato. (SE LA
LLEVA HACIA EL JARDIN, TOMADA DE LA CINTURA.)

SERGIO: ¿Adónde van?

ANTONIO: Al Estudio. (SEÑALANDOLE.) Allí en el fondo, ¿ves?


Construimos un taller para Nora con baño y todo.

SERGIO: ¡Ah, pero que progresos! (VA DETRÁS DE LAS MUJERES.)

MATILDE: ¡Ay, estoy tan contenta con este regalo! Es el más lindo que
me han hecho en mi vida. (MUY INSINUANTE.) Tío, vos me vas a echar
a perder.
ANTONIO: ¿Me darías esa oportunidad?

MATILDE: Tío, no te burles de mil. Lo que me dijiste en la cocina no


puede ser cierto. Vos estás enamorado de tía Nora.

ANTONIO: El amor se murió hace tiempo. Solo somos… compañeros en


la vejez.

MATILDE: ¡Pero tío! ¡Tía Nora es una mujer de una belleza deslumbrante!

AN TONIO: Belleza sos vos, Matilde. Vos, con esos…. Ojos maravillosos
que tenés. Con esos Con esas… (TRAGA SALIVA.) maravillas que te dio
la naturaleza…

MATILDE: Vos sabés tío que yo jamás le haría una porquería a tía Nora.
La quiero demasiado.

AN TONIO: Hacemela a mí, la porquería. Quiero decir… ¡Dios mío! Creí


que ya era viejo, que ya no me interesaba nada más que el dinero y los
negocios. Y de pronto llegás vos, con tus…diez y ocho años maravillosos
y… ¡mirá como estoy!

MATILDE: ¡Tío! ¡Controlate! O me voy a echar a llorar. Y se bueno; no


me toques que me asustás.

ANTONIO: Tocame vos. Mirá como estoy. (ELLA SE ALEJA DE EL,


SIEMPRE CON EL GRABADOR EN LA MANO.) Solo un poquito.

MATILDE: ¡No lo puedo creer! ¿Vos cometerías incesto?

ANTONIO: ¡No sería incesto! Sería justicia. Porque después de tantos años
de trabajo y de soportar las cursilerías de esa estúpida nueva rica, merezco
un premio.

MATILDE: ¡Estúpida nueva rica! ¡Estás hablando de tía! ¡De mi


maravillosa tía Nora!

ANTONIO: Si. Estoy hablando de esa gorda recauchutada. Yo necesito


algo como vos, que me haga sentir joven todavía.

MATILDE: Tía Nora es joven.


ANTONIO: Es fofa como un flan. Yo quiero tus carnes firmes, tus formas
de diosa griega…

MATILDE: No te escucharé más, tío. Y dejaré de tutearte si seguís


hablando así de la querida tía Nora.

ANTONIO: Con alguien tengo que desahogarme.

MATILDE: No conmigo. Yo soy de hielo.

ANTONIO: Yo te derretiré. ¡Yo soy de fuego, Matilde! Tocame un


poquito. Dejame que te muestre hasta que punto te necesito. ¡Matilde!
¡Madre mía! Despertaste el monstruo que hay en mí. Y hasta que no te
goce, no quedaré contento. (NORA VIENE DEL ESTUDIO. ANTONIO
ESTA EXCITADISIMO.)

NORA: Matilde, no te quedés con ese viejo. Vení a ver mi nuevo estudio.
Sé que te va a gustar.

MATILDE: Voy tía. (MUY OSTENTIBLEMENTE Y MIRANDO A


ANTONIO A LOS OJOS, APAGA EL GRABADOR QUE ESTUVO
FUNCIONANDO TODO EL TIEMPO. MATILDE SALE
CONTONEANDOSE.)

ANTONIO: ¡Grabó todo! ¡Esa tetona! ¡Dios mío! (SUENA EL TIMBRE.)


¿Pero es que nadie piensa atender? ¿Nadie oye? ¿Donde está la
servidumbre? (TOCA TIMBRES PARA LLAMAR A LA
SERVIDUMBRE.)

NORA: (VOLVIENDO DEL JARDIN.) Antonio, dejá a los sirvientes en


paz. Ya perdieron bastante tiempo cuando los echaste de la cocina para
quedarte a solas con esa….trepadorita. ¿No podés abrir vos?

ANTONIO: Me cuestan una fortuna esas cuatro mujeres que están en la


cocina.

NORA: Esas cuatro mujeres están preparando cosas para doscientas


personas muy exigentes. ¿Será posible que no tengas ninguna
consideración? (ANTONIO VA A ABRIR.)

ELVIRA: (VINIENDO DEL ESTUDIO.) Sergio y Matilde están


maravillados con tu talento. ¡Qué dominio del pincel! ¿Qué es? ¿La pintura
que hacés? ¿A qué género pertenece?
NORA: Es….pintura al óleo.

ELVIRA: Si, pero… ¿es realista, surrealista o figurativo? (PAUSA. NORA


LA MIRA ASOMBRADISIMA.) ¡Creías que era más burra, eh! ¡No! Si
algo he aprendido mirando televisión. (ENTRAN EMILIA, DE NEGRO,
MUY POBREMENTE VESTIDA, ACOMPAÑADA DE SU HIJO LUIS,
QUE ES BUEN MOZO, PERO ESTÁ SUCIO, BARBUDO Y MAL
VESTIDO.)

ANTONIO: Vinieron temprano. Para ayudar.

NORA: ¡Emilia, tesoro! ¡Siempre pensando en los demás! (LOS BESA.)


¿Se trajeron, como Elvira, Matilde y Sergio, ropa para cambiarse?

EMILIA: ¿Que ropa? Trajimos lo mejor que tenemos.

ELVIRA: ¡Que grande estás; Luís! ¿Te acordás de mi?

LUJIS: ¡Si, claro! Nos vimos en el cementerio.

ELVIRA: ¡Estás enorme!

EMILIA: Y… los años pasan hasta para los pobres.

NORA: ¡Ay, eso sí que estuvo gracioso, Emilia! Adoro tu sentido del
humor. “Los años pasan hasta para los pobres”. Lo anotaré en algún lado
para no olvidarlo.

EMILIA: Pero si solo he dicho la verdad.

NORA: La verdad en tu boca, tiene una gracia… Y en premio a eso te


regalaré un vestido precioso que compré en Miami y que te va a quedar
regio.

EMILIA: Estoy de luto.

NORA: Es casi de luto. Tiene unas pintitas negras por aquí y allí.

EMILIA: ¿Pintitas negras sobre qué? Estoy de luto riguroso.


NORA: Es verde con rosas rojas estampadas. Algo discreto. Te quedará
perfecto. Y para Luís… (A ANTONIO.) No seas salvaje, querido, y
ofrecele uno de tus trajes, así no se ensucia el que tiene puesto.

ANTONIO: Vení conmigo, Luís, acompañame al dormitorio. (SALEN.)

NORA: Pregúntale al chico se quiere bañarse y afeitarse. (RIENDO.) Se lo


tengo que decir todo.

EMILIA: ¿Matilde y Sergio?

ELVIRA: Están en el estudio de Nora contemplando sus obras. Estábamos


hablando de pintura.

EMILIA: (MIRANDO A SU ALREDEDOR.) ¡Pero si esto está impecable!

ELVIRA: Hablábamos de sus cuadros. ¿Te interesa la pintura Emilia? (A


NORA.) ¿Qué género preferís?

NORA: No me lo he planteado. Pinto como impulsada por fantasmas,


como poseída por el espíritu de algún gran pintor del Renacimiento
italiano, que me utiliza para expresarse. ¿Entendés?

ELVIRA: ¿Querés decir que lo que pintás es… clásico?

NORA: ¡No! Jamás me atrevería a decir eso. Solo quiero decir que siento
como si yo no fuera más que un insignificante peón al servicio del arte. Soy
nada más que el instrumento que ejecuta lo que algún genio, por imperativo
de la muerte, ya no puede hacer. ¿Entendés?

ELVIRA: ¡Que suerte tenés! ¡Poder evadirte de esta rutina por los caminos
del arte! Yo estoy condenada a ser nada más que una pobre espectadora.
¡Con lo que me hubiera gustado ser artista!

NORA: Ser madre ya es un arte. Crear una hija como Matilde…

EMILIA: ¿Es cierto que está muy tetona?

ELVIRA: ¿Quien te lo dijo?

EMILIA: ¡La familia! Nadie habla de otra cosa.

ELVIRA: ¡Se nota que no tienen problemas, eh!


NORA: Es una… ¡sexy!

ELVIRA: Ciento veintidós, setenta y cinco, ciento treinta.

EMILIA: ¿Qué es eso?

ELVIRA: Sus medidas.

NORA: Elvira, no te dejes abatir por eso.

EMILIA: Casala antes de que tengas motivos para avergonzarte.

ELVIRA: ¿Casarla con quien? ¡Si no queremos otra cosa! ¡No es que me
avergüence de ella, eh! Entendámonos. No tengo por qué avergonzarme. Es
más mujer que muchas y es… dentro de ciertos límites, muy inteligente.
Porque picardía no le falta, Nora. (SE ECHA A LLORAR.)

NORA: ¡Elvira! ¿Pero qué es esto?

ELVIRA: ¡Tanta ilusión que tenía depositada en esa criatura! Era la luz de
mis ojos, mi razón de ser, de existir… ¿Sabés como la llaman en el barrio?

EMILIA: La tetona.

NORA: ¿Lo adivinaste o te lo dijeron?

EMILIA: Me lo contó Susana.

ELVIRA: Esa que se ocupe de sus cosas y que deje a la nena tranquila.

EMILIA: Solo me contó cómo se la llamaba.

NORA: Eso es pura envidia. Yo solo sé que es una muchacha preciosa.


Elvira… no peques. Deberías agradecerle a Dios los bienes recibidos.

ELVIRA: ¿QUE BIENES?

NORA: ¡Ay, ciega querida! ¿Recordás aquella canción que dice algo así
como… “lo mejor de la vida es gratis”?

EMILIA: ¡Esa es la estupidez más grande que…! Lo mejor de la vida se


paga.
NORA: ¡Emilia! El cielo es gratis. El mar es gratis. El amor es gratis. La
luz del sol…La margarita que crece en el campo…

EMILIA: ¡Claro que eso es gratis! ¡Vaya estupidez! Pero los que
trabajamos diez o doce horas por día, no disfrutamos de nada de eso.

NORA: ¡Ah! ¡No respirás vos! ¡Emilia! ¿Querés que te diga una cosa? De
toda la familia, la verdaderamente pobre, soy yo. (LA MIRAN Y SE
MIRAN ASOMBRADAS.) ¿Saben por qué? Porque hay algo que yo jamás
podré tener ni aún pagando todo el oro del mundo. Un hijo.

ELVIRA: Siempre pensé que deberían adoptar uno.

NORA: Antes quiero agotar hasta el último recurso de la ciencia, sin


olvidar de rezarle a aquel que puede otorgar.

ELVIRA: ¡Recursos de la ciencia! ¿Vos todavía crees que podés quedar


embarazada?

NORA: Elvira, ¿querés que te muestre la partida de nacimiento?

EMILIA: De todos modos, a tu edad no te convendría. Podría salirte


deforme, enfermo, o…

NORA: ¡Ay, pero no soy Matusalén!

ELVIRA: Nadie dice eso. Pero los científicos aconsejan tenerlos antes de
los treinta.

NORA: La vida comienza a los cuarenta.

EMILIA: Esa es otra estupidez. (REFIRIENDOSE A ELVIRA.) Esta tiene


cuarenta y dos mirala como está.

NORA: ¿Cómo está? Fulgurante. Yo la veo regia.

ELVIRA: Oíme Emilia, nadie te pidió opinión sobre mí, que yo sepa.
¿Alguna vez te pedí opinión sobre algo que no fuera sudor, sangre y
lágrimas? Porque vos de lo único que podés hablar es de lo que conocés.

EMILIA: Como todo el mundo.


ELVIRA: Como todo el mundo no. Porque hay gente que puede hablar
sobre lo que leyó, por ejemplo.

EMILIA: No será ese tu caso.

ELVIRA: ¡Pero qué sabrás vos de mi!

EMILIA: Todo lo que se puede saber. Sos un libro de una sola página.

ELVIRA: Esa frase la oíste en la televisión.

NORA: ¡Ay chicas, que brillantes están! Reserven algo para la noche que
tendrán oportunidad de lucirse ante gente del gran mundo. (ENTRA
ANTONIO. NORA RIE,) Antonio, ¡estas mujeres están irresistibles! Si
siguen así serán la alegría de la fiesta. Vení Emilia, así te probás el vestido.
(SE LA LLEVA ADENTRO, RIENDO.) ¡Que familia divertida la tuya!

ANTONIO: Mi ropa le va a quedar chica al muchacho. (YENDO PARA


ADENTRO.) Emilia, ¿podrías arreglarle el pantalón a Luís? Hay que
alargárselo. (SERGIO VIENE DEL JARDIN.)

SERGIO: ¿Viste el estudio?

ELVIRA: Claro que lo vi. ¿Pensás que lo recorrí con los ojos cerrados?

SERGIO: ¡Que refinamiento!

ELVIRA: ¿Sabés por qué nos invitó? Para que le hagamos de sirvientes.

SERGIO: Hay cuatro mujeres en la cocina y contrató tres mozos para


servir.

ELVIRA: Y a vos para hacer la parrilla. ¿Por qué no contrató a un


parrillero?

SERGIO: Porque a mí me sale bien.


ELVIRA: ¿Tenés idea de cómo vas a quedar? Nos hace venir de traje largo
y a vos de traje oscuro para que nos ocupemos de la parrilla. Vas a parecer
un sirviente; no el hermano de Antonio. Jorge será un rey, Emilia una reina
y vos…

SERGIO: ¡Emilia una reina! ¡Pobre Emilia!


ELVIRA: (ABISMADA.) Le está dando un vestido de los que se compró
en “niuyork”. Y a tu sobrino un traje.

SERGIO; Me alegra saber que se preocupan por ellos.

ELVIRA: Sos un falso. Te da tanta rabia como a mí. ¿Por qué no hacen
algo por nosotros? (EL COME PIZZA.) No te llenés con la pizza que hay
carne como para mil muertos de hambre. Un “pela todo”. Me trae una latita
de mierda y me refriega por la cara las muñequitas que trajo para la nena de
Susana.

SERGIO: ¿Vas a sentir celos de una criatura?

ELVIRA: (DESESPERADA.) ¡Esa muñeca llora, hace piso y caca, Sergio!


Debe de haber pagado una fortuna.

SERGIO: Le debe de haber salido lo mismo que tu aparatito. Lo más caro


es el grabador de Matilde y seguro que no le salió más de veinticinco
dólares. Estas cosas en los Estados Unidos están tiradas de baratas.
(APARECE NORA.)

NORA: ¿Elvira, no le ajustarías un poco el vestido a Emilia? Le queda un


poco ancho.

ELVIRA: No sé coser.

NORA: ¡Ay, siempre tan humilde! Como si no supiera que siempre te


hiciste tu ropa y la de Matilde. Hablando de Matilde, ¿dónde está?

ELVIRA: Quedó en el estudio.

NORA: ¿Y Antonio?

ELVIRA: Debe de estar con Luís.

NORA: ¡Ah! ¡No te imaginás, Elvira, lo sucios que están! Tuve que hacer
uso de toda la diplomacia para que tanto Luís como Emilia se metieran en
el baño. ¡Un olor a sudor!

SERGIO: No tienen agua caliente.

NORA: ¿Para qué necesitan agua caliente con este calor?


SERGIO: A lo mejor se bañaron. Quizás sea la ropa la que huele.

NORA: Vos sos un ángel, Sergio. Jamás pensás mal de nadie. ¿Qué hora
es?

SERGIO: Las ocho.

N ORA: Ojalá salga todo bien. ¡Es tan importante Para Antonio que todo
salga bien esta noche! Vos me ayudarás Elvira. Necesito de tu clase para
que todo sea perfecto. Necesito de tu “tach”

ELVIRA: Haré todo lo que pueda, menos ajustarle el vestido a Emilia. Una
mujer como ella debería saber coser.

NORA: Sabe. Lo que no sabe es medirse sola.

ELVIRA: Hoy yo no trabajo. Estoy festejando el aniversario de bodas de


mis queridos cuñados Nora y Antonio. Y lo voy a festejar sin mojarme la
punta de los dedos.

NORA: ¡Esta es mi Elvira! Defendiendo sus derechos. ¡Ya sé! Le daré una
de mis túnicas griegas. Que la pobre tenga dos buenos vestidos. También
ella tiene derecho. (VA PARA ADENTRO.)

ELVIRA: ¡Túnica griega! ¿Oí bien? ¿Dijo “Túnica griega”? ¡Y luego no


quiere pasar papelones! ¿Emilia con una túnica griega? Me moriría de la
risa si no tuviera tantas ganas de llorar. (APARECE ANTONIO.)

ANTONIO: Se lo alargará Emilia. Le va a quedar perfecto. Me encanta


poder ayudar a la familia. Va a quedar hecho un dandy con la camisa de
seda, la corbata, los calcetines negros, y los zapatos de charol que la regalé.
(VA AL ESTUDIO).

ELVIRA: ¿Le encanta ayudar a la familia? ¿Dijo eso? Eligen las palabras
que pueden hacerme sufrir más. Saben que la empresa para la cual trabajás
quebró. Saben que vivimos de algunas changas que hacés como pintor o
albañil…

SERGIO: Elvira, conservemos la dignidad.

ELVIRA: Para conservar algo tan pesado necesito ayuda. ¡Dios mío! ¡Qué
habré hecho para merecer este desprecio?
SERGIO: ¿De qué estás hablando?

ELVIRA: Está muy claro que para ellos ya no contamos. Y yo no voy a


resistir ver a Emilia luciendo una túnica griega, mientras Matilde y yo…

SERGO: Son dos vestidos preciosos.

ELVIRA: Son dos vestidos de porquería que ya tienen mil años.

SERGIO: Son algo viejos, es cierto, pero…

ELVIRA: ¿Algo viejos? El vestido de Matilde es uno mío de los años


cincuenta y el mío es una reforma de una reforma que ya estaba reformada
cuando Matilde nació. Yo me voy. (Y SE PONE EN MOVIMIENTO.)

SERGIO: No hagas locuras.

NORA: (APARECIE NDO.) Antonio, no le dirías a… (AL VER QUE NO


ESTA.) ¿Antonio?

ELVIRA: (SECA.) Fue al Estudio.

NORA: ¡Ay Dios! (YENDO AL ESTUDIO.) ¡Este hombre!

ELVIRA: No voy a quedarme para sufrir. Diré que me siento mal y que…
la verdad es que no me siento bien. Debo de tener una úlcera o algo peor.
(APARECE MATILDE CON SU GRABADORA Y AIRE DE
INOCENTE. SE OYE MUY FUERTE EL PIAR DE LOS PAJARITOS.)
¿Por que volvés sola, tan despeinada y con la ropa arrugada?

MATILDE: ¡Yo que sé!

SERGIO: (A MATILDE.) ¿Por qué tenés esos colores, Matilde?

MATILDE: Será porque soy sana.

SERGIO: ¿Qué estuviste haciendo en el Estudio?

MATILDE: ¡Estuve mirando! ¿Pero qué es esto? Les recuerdo que ya


tengo diez y ocho años.

SERGIO: Volvé a recordármelo y te dejo turulata de los diez y ocho


castañazos que te doy.
MATILDE: Yo les aviso que un día de estos me veré obligada a cometer un
acto desesperado. Después no digan que no les avisé. (ANTONIO Y
NORA VIENEN DEL ESTUDIO CON AIRE GRAVE. EL SE ARREGLA
LA ROPA.)

NORA: Bueno, podríamos ir vistiéndonos y arreglándonos, pienso yo.

SERGIO: Faltan dos horas.

NORA: Pasan volando. ¡Con todo lo que tenemos que realzar Elvira y yo
para mejorar este aspecto!

ELVIRA: Yo me siento mal.

NORA: Si. No tenés buena cara. (ANTES DE OIR LA RFEPLICA.) Pero


vas a quedar regia con una mano de pan-cake. Te haré partícipe de mis
conocimientos de belleza.

ELVIRA: ¿Para qué?

NORA: Para devolverle a esos ojos el brillo maravilloso de otros tiempos.


(TIMBRE.) ¡Ay, quién será ahora? Dije a las diez y todo el mundo viene a
las ocho.

ELVIRA: Si querés, nos vamos.

NORA: No lo digo por ustedes. Sabés que son lo que más quiero.
(ANTONIO VA A ABRIR.) Matilde, tesoro, sabés que lo me caracteriza es
la discreción y que detesto hacer observaciones personales, pero… creo que
deberías tener más cuidado. Viniste que parecías un pimpollo y mirate
ahora como estás. Toda arrugada. ¿No crees que deberías tener más
cuidado?

MATILDE: Esta ropa es muy ordinaria, tía.

NORA: No le echemos toda la culpa de la ordinariez a la ropa. (RIE


FALSAMENTE.) ¡Tesoro! Pensar que te vi nacer.

ANTONIO: (PRECEDIENDO A SUSANA QUE VIENE CON UN


EMBARAZO DE SIETE MESES.) Pasá que ya está casi toda la familia.
NORA: ¡Susana! ¡Ay, qué suerte! ¡Qué suerte que hayas encontrado con
quien dejar a los nenes!

SUSANA: Los dejé con mamá. ¿Qué tal todos? No los beso porque apenas
si me puedo mover con este bombo. (SE SIENTA PESADAMENTE.)
¡Estoy tan cansada! Aumenté como veinticinco kilos este último mes.

NORA: ¡No sabés cuanto te envidio!

SUSANA: Ojalá fuera tuyo este embarazo. Yo con dos me conformaba.


¡Pero aquel es tan descuidado! Miren como se me rompió el ruedo del
vestido. ¡El micro venía tan lleno!

ELVIRA: ¿Y por qué no tomaste un taxi? Tengo entendido que ahora


pueden.

SUSANA: ¿Y quién consigue taxi? Tengo las varices a la miseria.

NORA: ¿Querés tomar algo? Antonio servirle algo sanito, ¿querés?

SUSANA: Una naranjada, si tenés.

NORA: Hay de todo. (ANTONIO VA A LA COCINA.)

SUSANA: ¿Qué tal Matilde?

MATILDE: (MOSTRANDOLE EL GRABADOR.) Mirá lo que me


trajeron los tíos.

NORA: También hay regalitos para vos, Susana y para los nenes y hasta
para el que tenés en la barriguita.

ELVIRA: ¡No lo para nadie a Jorge, eh! Está como un macho cabrío.
(NORA RIE.)

NORA: ¡Susana, es maravilloso que lo hayas rejuvenecido de ese modo!


Antes de conocerte era un anciano.

ELVIRA: Y sigue siéndolo.

NORA: Aquí no hay ancianos. No vamos a hablar de achaques ni de


arrugas. (VIENE ANTONIO CON LA NARANJADA.) Vamos a beber, a
comer, a cantar y a ser felices.
JORGE: (GRITANDO DESESPERADO DESDE LA CALLE.) ¡Antonio!
¡Antonio! (TIMBRETAZOS.)

NORA: ¿Qué pasa? (ANTONIO VA A ABRIR.) ¡Y después dice que está


hecho un anciano! ¡Qué bríos! (JORGE ENTRA TRANSPIRANDO CON
LA CORBATA DESABROCHADA Y EL SACO EN LA MANO.)

JORGE: ¡Ah! Están todos aquí. Antonio, tenemos que hablar.

SUSANA: ¿Qué pasa, Jorge?

JORGE: Nada. Problemas de trabajo.

NORA: ¡Hoy no! Estamos de fiesta.

JORGE: Aquí estarán de fiesta. Pero allá… no.

ANTONIO: Vení. Vamos a la biblioteca. (LOS DOS HOMBRES SALEN.)

NORA: ¡Ay, estos hombres! No saben pensar más que en las finanzas.

SUSANA: Nora, ¿tenés aguja e hilo? Mirá como se me rompió el vestido.

NORA: ¡Ay, el vestido! Vas a tener que esperar porque… Emilia está
alargándole los pantalones a Luís y luego tendrá que… pero esperate, que a
pesar del caos y la escasés, aguja e hilo te puedo conseguir. (SALE.)

SUSANA: ¿Qué tal los estudios, Matilde?

MATILDE: ¿Cuáles?

SUSANA: ¿No estudiás más?

ELVIRA: Estudia idiomas. Se le metió en la cabeza que quiere ser


traductora simultánea del inglés, francés e italiano, para aspirar a un puesto
en la UNESCO.

MATILDE: A vos se te metió en la cabeza.

ELVIRA: Si se me metió a mí en la cabeza fue porque vos lo sugeriste.


¿Quién quiso estudiar idiomas?
MATILDE: Vos. Lo único que yo quiero es que me dejen tranquila.
(JORGE APARECE CORRIENDO Y SALE AL JARDÍN SIN MIRAR A
NADIE. ANTONIO VIENE DETRÁS.)

SUSANA: ¿Qué pasa Antonio? ¿Sucede algo?

ANTONIO: Nada grave.

SUSANA: Está muy angustiado estos últimos tiempos. ¿Los negocios


marchan mal?

ANTONIO: Marchan bien. Lo que pasa es que él necesita un pequeño


ajuste para adaptarse a las nuevas circunstancias.

ELVIRA: (A SUSANA.) ¿Y vos qué tal? ¿Te adaptás bien? A las nuevas
circunstancias, quiero decir. (SUSANA LA MIRA SIN CONTESTAR.)
Porque subir de esta manera en la escala social….

SERGIO: Elvira, ¿no sería conveniente que fueran vistiéndose?

ELVIRA: Hay tiempo.

ANTONIO: Matilde, dame el grabador, que te lo guardo en algún lugar


seguro.

MATILDE: No pienso separarme de él; lo adoro.

ANTONIO: Nadie te lo va a quitar. (RIE NERVISO.)

MATILDE: Me encanta grabar conversaciones, así de sorpresa. Ya grabe a


papá, a mamá, a tía Nora, a vos tío Antonio.

SERGIO: ¿A ver cómo sonamos?

ELVIRA: Si. A ver como sonamos.

ANTONIO: Otro día, que si perdemos tiempo, Nora se pone nerviosa.

NORA: (APARECIENDO CON UN COSTURERO.) ¿Por qué me pongo


nerviosa?

ANTONIO: ¡Los regalos! Nora, dale los regalos a Susana.


NORA: A eso vengo. A darle los regalos y aguja e hilo para que se arregle
el vestidito de futura mamá. ¡Ay, la envidia que me da!

ELVIRA: Con pedirle la receta a Jorge…. (GRANDES RISOTADAS DE


ALGUNOS.)

SUSANA: Me parece que no voy a poder agacharme con el bombo que


tengo. ¿Quién me haría el favor? (SILENCIO.)

NORA: ¡Soy tan torpe con las manos! Salvo para el arte…

ELVIRA: Sacátelo y cosételo sola.

SUSANA: Tenés razón.

NORA: Vení, vamos al cuarto amarillo, que allí estarás tranquila.


(SALEN.)

ELVIRA: Yo me voy al cuarto de baño.

SERGO: ¿Para qué?

ELVIRA: Para hacer lo que hacen las muñequitas de Hong Kong (ELVIRA
SALE.)

SERGIO: ¡Ay Dios! Antonio, no quiero parecerte mal agradecido, pero…


¿no pudiste comprarle algo más atractivo que un pela papas? Se muere de
envidia.

ANTONIO: Nora se ocupó de los regalos.

SERGIO: ¿Qué le compró a Susana?

ANTONIO: Un camisón para cuando dé a luz.

SERGIO: Se muere. ¡Se siente tan subvalorada! (VA PARA ADENTRO.)

ANTONIO: Matilde, dame esa cinta. Alguien puede oír lo que grabaste y…

MATILDE: ¡Ay tío! ¿Crees que soy capaz de hacerle una porquería así a
un hombre generoso como vos? ¡Porque vos sos buenísimo tío y yo te
quiero tanto!
ANTONIO: Si me querés tanto, devolverme esa cinta.

MATILDE: La guardaré de recuerdo toda la vida.

ANTONIO: (ARREBATÁNDOLE EL GRABADOR.) ¡Dame! Te


compraré un centenar de cintas y podrás… (CALLA PORQUE LA CINTA
NO ESTÁ PUESTA.

MATILDE: La guardé.

ANTONIO: ¿A quien saldrás tan pícara vos? ¿Querés que tu tío te regale
algo? ¿Algo especial? Si es algo sensato lo tendrás. ¿Qué es lo que querés,
Matilde? Tengo problemas muy serios y vos me estás volviendo loco.

MATILDE: (INGENUA.) ¿Por qué?

ANTONIO: Porque lo que estás haciendo tiene un nombre

MATILDE. Lo conozco. Se llama chantage. Qué palabra tan fea, ¿verdad?

ANTONIO: ¿Y la intención te parece linda?

MATILDE: Las intenciones que tengo son las mejores. Para mí, claro. Pero
no me tengas miedo. ¿Vos crees que yo soy capaz de hacerte daño?

ANTONIO: Ya no sé qué pensar. Esto es la democracia, ¿ves? Esta


libertad. ¡Esto es libertinaje! ¿Qué quieren de mi? ¿Qué quieren? Si yo solo
quiero que seas feliz. Que todos seamos felices. Y para eso es preciso
preservar la tranquilidad de todos. ¿Dónde guardás la cinta? (EL SE
ABALANZA SOBRE ELLA Y LA EMPIEZA A MANOSEAR
BUSCANDO LA CINTA. APARECE LUIS IMPECABLEMENTE
VESTIDO CON LA ROPA DEL TIO. EL MUCHACHO VIENE CON
UNA MAQUINA FOTOGRAFICA CON FLASH Y LES SACA UNA
INSTANTANEA.)

LUIS: ¡Gracias por la maquina, tía! Me parece que me voy a aficionar a la


fotografía. (APARECE NORA.)

NORA: ¡Ay, que sobrino tan buen mozo! (LUIS LE SACA UNA
INSTANTANEA A NORA.) ¡Así con esta facha, no! No gastés rollo
ahora. Esperá a que me ponga el Jamandreu que me compré. ¡Ah, Luís!
Quiero que oficies de fotógrafo real, esta noche. Me sacarás con los
Jáuregui, los Ponce de León, los Zorrilla, los….
ANTONIO: (FURIOSO.) No conoce a nadie de esta gente.

NORA: Todo el mundo conoce a esa gente. Y en vez de gritar, ¿por qué no
te pegás un baño y te cambiás? ¡A seguir el ejemplo de este chico! ¡Vamos!
¡A vestirse todo el mundo! (VIENE SERGIO.) Vos también, Sergio.
¡Elvira! ¡Muchachas! Manos a la obra, que quiero que esta sea una noche
inolvidable. (SE OYEN PIAR A LOS PAJARITOS MUY FUERTE.)

OSCURO.

CUADRO II

MEDIA HORA MÁS TARDE. SERGIO ESTA EN EL JARDIN


VACIANDO UNA BOLSA DE CARBON EN EL ASADOR. ESTÁ
SOLO.

SERGIO: ¡La puta madre que los parió a todos! ¡Mirá como me puse con
este carbón de mierda! (LUIS VIENE DEL ESTUDIO DE NORA Y LE
SACA UNA INSTANTANEA CON FLASH.) ¿Querés dejarte de joder
con esa máquina?

LUIS: Es para tener un recuerdo.

SERGIO: ¡Lindo recuerdo voy a tener yo de esta fiesta! Elvira tiene razón;
nos invitaron solo para trabajar. Y encima pretende que vista de negro.

LUIS: De negro se te van a notar menos las manchas de carbón. (LUIS


SIGUE A SERGIO QUE ENTRA AL LIVING.)

SERGIO: Vos hacé chistes nomás, así el hígado me revienta antes. (LUIS
LE SACA OTRA FOTO) ¿Querés que te rompa esa maquinita?

LUIS: Tío, tenés que tomarte la vida más en joda. Mirame a mí. ¿Vos crees
que yo no tengo un buen traje? Tengo. Para serte sincero, tengo tres trajes
bastante buenos. Me vine con lo peor a propósito, porque sabía que la rica
no iba a permitir que fuera la nota discordante de la fiesta.

SERGIO: ¿De dónde sacaste tres trajes vos?

LUIS: Tengo mis rebusques.

SERGIO: Yo tengo uno que se arruga de solo mirarlo. Lo traje en una


percha y me lo voy a poner para echarlo a perder del todo con esa parrilla
hija de puta.

LUIS: Calmate. Tomatelo con humor.

SERGIO: Esta fiesta la tengo atragantada (SE TOCA LA NUEZ.) aquí,


mirá, y me parece que no la voy a tragar ni con whisky. ¿De dónde sacaste
tres trajes vos?

LUIS: De una sastrería.

SERGIO: ¿Los robaste?

LUIS: No señor.

SERGIO: ¿En qué trabajás?

LUIS: Esos son secretos.


SERGIO: Infundios, secretos… ¡Dame una pista, hombre! ¿No sabés que
estamos en la ruina? (LUIS RIE ) ¿De qué te reís? ¿No crees que estamos
en la ruina?

LUIS: Si, te creo. Me reía de otra cosa.

SERGIO: No me lo digas. Voy a pegarme un baño. (SERGIO VA


ADENTRO. LUIS PASA REVISTA A LOS MUEBLES Y SE GUARDA
EN LOS BOLSILLOS ALGUNA MINIATURA. ENTRA MATILDE
CON UN POBRE TRAJE DE FIESTA Y CAMINANDO CON
DIFICULTAD SOBRE UNOS ENORME TACONES.)

MATILDE: (SIEMPRE CON EL GRABADOR EN LA MANO) ¡Luis,


sabés la emoción que me produce saber que tengo un primo tan buen mozo!
¿Por qué te habías escondido de ese modo?

LUIS: Me sentía indigno de la familia. Fui un niño rebelde. Era un


atorrante.

MATILDE: (DECEPCIONADA.) ¡Ah! ¿Y ahora?

LUÍS: Y ahora smoking, zapatos de charol, camisa de seda…

MATILDE: ¡Estás bárbaro! Mirá mi facha. (EL LA MIRA Y SIN DECIR


NADA SE LE ACERCA Y LE ROMPE EL VESTIDO.)

LUIS: (ANTE LA MIRADA ESPANTADA DE ELLA.) Decí que se te


rompió sin querer, así tía Nora te da otro.

MATILDE: (ILUMINADA) ¡Ay, las cosas que se te ocurren! (YENDO


PARA ADENTRO.) ¡Tía Nora! ¡Tía Nora! ¡Mirá que catástrofe! Vos sos la
única que puede sacarme de esta tragedia. Vos y la Virgen María.

EMILIA: (DESDE ADENTRO.) ¡Nora , que no! No pienso ponerme eso.

NORA: (DESDE ADENTRO.) ¡Pero Emilia! (EMILIA ENTRA


VISTIENDO UNA TÚNICA GRIEGA, DEMASIADO GRANDE PARA
ELLA. SE LA PISA CONSTANTEMENTE. NORA LA PERSIGUE CON
UNA PELUCA EN LA MANO.)

EMILILA: ¡No quiero pelucas! No es mi estilo. No tengo porque usar


pelucas; no estoy calva.
NORA: Yo tampoco y sin embargo las uso. (MATILDE ENTRA
“TIMIDAMENTE”. ¡Luis, convencela! La pobre tiene un pelo divino, pero
no fue a la peluquería y esta peluca es de puro nylon. Es una maravilla.

LUIS: ¡Vieja! Ponétela

EMILIA: ¡Pero Luís! Me siento ridícula. La túnica me queda enorme. Vas


a ver cómo me caigo y me rompo los dientes.

N ORA: ¡Ay, Emilia! Lo dientes no se rompen tan fácilmente.

EMILIA: Decímelo a mí, que ya se rompieron tres veces.

NORA: Mirá, para caminar, tenés que agarrar la túnica de aquí, ¿ves? Así.
La levantás para caminar. Ay, mirame a mí, dándote lecciones a vos, ¡con
esa elegancia natural que Dios te dio!

LUIS: Ponétela, vieja. ¿A ver cómo te queda? (EMILIA SUSPIRA Y SE


LA PONE COMO SI FUERA UNA BOINA VASCA.)

NORA: Dejame arreglártela. (LO HACE.) Mirá. Sos otra. (A LUIS.) ¿Es
otra o no es otra? ¡Ay Emilia! ¡Qué trabajo me das!

Matilde: ¡Estás divina tía Emilia!

NORA: (IMPRESIONADA.) ¿Qué te pasó?

MATILDE: ¿Viste que tragedia, tía? ¿Qué hago ahora? ¿Qué hago ahora?
¿No me prestarías algo?

NORA: Ay, ustedes deben pensar que soy multimillonaria. Soy solo
millonaria, que en esta época de inflación, es decir que no nos sobra tanto
como la familia cree. ¿De dónde querés que saque un vestido para vos?

MATILDE: Entonces dame un alfiler. ¿Tenés? ¡Total! ¿Quién se va a fijar


en mí?

NORA: ¿Quién se va a fijar en vos? Todo el mundo se va a fijar en vos. (A


EMILIA.) Prestale el verde estampado que te regalé.

EMILIA: No le va a entrar. Me queda chico a mí después del ajuste que le


hice. Con esas tetas… lo revienta.
MATILDE: No importa, le pediré a papá que me lleve a casa. Después de
todo, mamá tampoco se siente bien.

NORA: ¿Y quien se ocupará de la barbequiu?

MATILDE: ¡Ay, ni que te faltara ayuda! (LLAMANDO.) ¡Papá!

NORA: Esperá, ¡no te apures!

MATILDE: O si no le pido a tío Antonio que me lleve a casa.


(LLAMANDO.) ¡Tío Antonio! ¡Tío Antonio!

NORA: ¡Esperate. (HACIENDO UN GESTO DE FASTIDIO.) Vení,


vamos a ver que encontramos en esos placares. (TIMBRE.) Luís, ¿querés
abrir?

LUIS: ¡Claro, tía! (VA A ABRIR MIENTRAS EMILIA SE MIRA CON


DISGUSTO EN UN ESPEJO. REGRESA LUIS.) Tía, son los músicos.

NORA: (REAPARECIENDO.) ¿Tan temprano? ¿Qué hora es? ¡Ay que


tarde y yo sin vestirme! (A LUIS.) Deciles a los músicos que entren por la
parte de atrás. No pretenderán entrar por donde entra la gente. (LUIS
VUELVE A SALIR.)

EMILIA: ¡Contrataron músicos!

NORA: ¡Claro! ¿Cómo se puede dar una fiesta sin músicos? Contamos dos
violines, un violonchelo, un arpista y percusión. Cinco jubilados de la
filarmónica de Adrogué. Me dijeron que hacen prodigios. (VUELVE
LUIS.) Luís, ocupate de esos hombres. Que se ubiquen en la glorieta y que
no toquen, pero que vayan afinando los instrumentos. (VA PARA
ADENTRO.)

LUIS: Si, tía. (PERO NO SE MUEVE.) Pida por esa boquita, que sus
deseos se verán realizados. (A EMILIA.) Vieja, tomátelo como si
estuvieras en un baile de disfraz. Esa peluca la vendés mañana y sacás unos
mangos.

EMILIA: ¡Ay Luis! ¡No hagas de las tuyas. Eh! ¡Mirá que te conozco! (LE
REVISA LOS BOLSILLOS Y LE SACA LAS MINIATURAS.)

LUIS: Vieja, no seas gallina, ni servil.


EMILIA: Jamás he sido servil.

LUIS: ¿Qué estás diciendo? Te llevaron a Punta del Este para que les
limpiaras y cocinaras. ¿Vos te crees que yo me caí del catre?

EMILIA: Yo tampoco me caí del catre, ¿pero querés que llamen a la


policía?

LUIS: ¡Vieja! Podrían matar a tío Antonio y esconderían el cadáver en el


sótano o diría que está en cama con un simple resfriado y ella bailaría toda
la noche antes de llamar a la policía. (ENTRA ELVIRA CON UN TRAJE
MUY ARRUGADO, LUCIENDO FLORES DE TERCIOPELO EN EL
ESCOTE.) ¡Tía, que elegante! (VA AL JARDIN.)

ELVIRA: ¿Lo dijo con ironía? Prefiero lucir mi pobreza y no lujos


prestados.

EMILIA: Si la envidia fuera tiña…

ELVIRA: Emilia, no alardees de tu cultura popular porque puedo lanzar un


grito.

EMILIA: Lanzá los gritos que quieras. ¿Crees que yo no sé gritar?


(LANZA UN GRITO.)

NORA: (DESDE ADENTRO.) ¿Qué pasa?

EMILIA: Nada. Nos estamos divirtiendo. (A ELVIRA) ¿Viste como sé?

ELVIRA: A vos se te subió esa túnica griega a la cabeza.

EMILIA: Y a vos se te atragantó en la garganta. ¿Sabés lo que nos


diferencia a nosotras Elvira?

ELVIRA: ¡Tantas cosas!

EMILIA: No son tantas. Las dos somos pobres. Solo que yo no pretendo
engañar a la gente. Vos sos capaz de gastarte el dinero de una semana en
una sola comida. Solo para impresionar.

ELVIRA: Hace dos años que estiro el dinero de una semana para vivir un
mes. ¿Sabés como vivimos, Emilia?
EMILIA: No me lo digas a mí, que yo vivo de milagro.

ELVIRA: A vos te ayuda Antonio.

EMILIA: El único que me ayuda a mí, es mi hijo Luis.

ELVIRA: ¿Luis? ¿Cómo?

EMILIA: Del único modo que se puede ayudar al que no tiene. Dándole.
¿De dónde saca? Robará. Se lo darán.

ELVIRA: Estás muy misteriosa Emilia y sobretodo… muy cínica.

EMILIA: Tuve buenas maestras.

ELVIRA: No te referirás a mí, supongo.

EMILIA: No menciono a nadie. Pero fuiste dura, Elvira. Fuiste dura.

ELVIRA: ¿Y quién fue blando conmigo? Nombrame a uno solo. ¿A quién


le preocupa si soy feliz o desgraciada? ¿Si tengo o no tengo? No existe
justicia Emilia. Ni aquí. (MIRA EL TECHO.) Ni allí (MIRA EL PISO.) Ni
ahí.

EMILIA: ¿Desde cuándo sos atea?

ELVIRA: Desde que sufro. (RAPIDAMENTE.) No, ¡no es verdad que sea
atea! Creo. ¡Creo en ti, Señor! Pero dame una prueba. (APARECE
MATILDE CON UN VESTIDO CERRADO HASTA EL CUELLO. NO
ES DE FIESTA. SE TRATA MÁS BIEN DE UN VESTIDO DE OTOÑO,
DE UNA EPOCA EN QUE LOS VESTIDOS SE USABAN LARGOS
HASTA LA MITAD DE LA PANTORRILLA.) Y esta es la prueba. ¿De
dónde sacaste esa porquería?

MATILDE: ¡Me lo prestó tía Nora! ¿No es un amor? ¡Qué ángel la tía,
mamá!

ELVIRA: ¿Pero cómo es posible que tenga túnicas griegas para algunas y
vestidos… yemenitas para otras?

MATILDE: ¡Ay mamá! No vine a buscar novio. Servirá para cubrirme.


(EMILIA SALE.)
ELVIRA; Servirá para que quedes en ridículo. (EMILIA VA EN BUSCA
DE SU HIJO, AL JARDÍN.) ¿Por qué no elegiste algo más juvenil?

MATILDE: (AHORA QUE NADIE OYE.) No me dejó ni siquiera mirar el


placard.

ELVIRA: ¡Roñosa! ¿Y por qué te ponés tan adulona con tu “¡Qué buena es
la tía Nora!”? ¿A quién saldrás tan falsa?

MATILDE: A tía Nora.

ELVIRA: Tía Nora no es de tu sangre. ¿Me oíste a mí o a tu padre decir


alguna palabra que no sintiéramos con el corazón?

MATILDE: ¿Estás buscando un pretexto para cachetearme?

ELVIRA: Si. ¡Pero por estúpida!

MATILDE: Cuando me vea tío Antonio, me dará otro. Vos sabés la


debilidad que tiene conmigo.

ELVIRA: ¡Matilde! ¡Ojo! Y no digo más. (APARECE ANTONIO, DE


SMOKING.)

MATILDE: ¡TIO! Que soberbio! ¡Estás hecho un divino galán de cine!


¡Qué chic! ¿No mamá? (EL ESTA IMPRESIONADO CON EL VESTIDO
DE MATILDE.) Me lo prestó tía Nora.

ELVIRA: Parece que no encontró otra cosa en los placares.

MATILDE: Yo estoy agradecida. No pretendo mucho. ¡Me conformo con


tan poco! La ropa no hace a la gente, ¿no es cierto? Mamá, ¿te dije que
grabé la voz de tío Antonio? Parece un locutor de radio. ¿Querés oírlo? ¿O
esperamos a que vengan los demás?

ANTONIO: Esperemos. Esperemos. Ahora vení conmigo, que seguramente


habrá otra cosa para una jovencita inteligente y mona como vos, en alguno
de esos placares.

MATILDE: ¿Viste mamá que es un ángel? ¿No te lo decía yo? (SIGUE A


ANTONIO QUE V A PARA ADENTRO.)
JORGE: (VIENE JORGE DE LA CALLE, CORRIENDO.) La puerta
estaba abierta. ¿Cómo dejan la puerta abierta, con los ladrones que hay?
Como me metí yo, se puede meter cualquiera. Es una imprudencia. ¿Dónde
está Antonio?

ELVIRA: Hace calor, pero vos estás dando la imagen de que esto es el
trópico. (EL SE SECA EL SUDOR DE LA FRENTE, EL CUELLO Y
OTRAS PARTES DE SU FIGURA.) ¿Qué te pasa?

JORGE: ¡Ay Elvira! Estoy asustado. No sé donde me metí. Estoy


caminando sobre un pantano.

ELVIRA: Jorge, soy tu aliado. Contá.

JORGE: Es que…si hablo…

ELVIRA: Si hablás, me entero. Y vos te aliviás.

JORGE: Si digo lo que sé… lo que quizás no deba…

ELVIRA: Tenés la obligación de confesarte.

JORGE: Ya no sé dónde está el bien o el mal.

ELVIRA: Contá, y yo te indico donde se encuentra cada cosa.


.
JORGE: Es que…

ELVIRA: Jamás entendí los puntos suspensivos. No sé para que sirven.

JORGE: Es que no me animo a…

ELVIRA: ¡Y más puntos! Mirá, seguí sufriendo y sudando, que es lo que


hacés realmente bien.

JORGE: Es que…si hablar es peligroso, oír también lo es.

ELVIRA: Yo me arriesgo.

JORGE: No quisiera pecar de mal agradecido.

ELVIRA: Jorge, de algo hay que pecar ¿Tenés vocación de santo, ahora?
Hablá.
JORGE: Veo un futuro muy negro.

ELVIRA: ¿Para quién? ¿Para el país, para vos, para mí?

JORGE: Tengo el presentimiento de que…

ELVIRA: ¡Eso ya es algo!

JORGE: ¡Ay, Dios, que dura es esta vida!

ELVIRA: Jorge, no estás descubriendo nada nuevo.

JORGE: Nunca fui feliz, Elvira. Nunca. Ni de niño, ni de adolescente, ni de


hombre, ni de viejo. Siempre tuve problemas. Soy cáncer y…

ELVIRA: ¡Ya lo sabemos, Jorge! Los cáncer tienen todo más difícil. Pero
si tuvieras el buen tino de desahogarte… (DISCUSIÓN DE NORA Y
ANTONIO ADENTRO.) Tampoco soy muy felices aquí.

SUSANA: (VIENE DE ADENTRO.) ¡Ay, se van a matar! Discuten por


ropa.

ELVIRA: (YENDO PARA ADENTRO.) ¡Ay, por nosotros, no! Nora,


nosotros solo vinimos a ayudar

SUSANA: ¡Ay, que pesado está el día!

JORGE; Decímelo a mí, que no hago más que correr de un lado para otro.

SUSANA: ¿Por qué no te lo tomás todo con más calma? Ya no estás en


edad…

JORGE: Gano más.

SUSANA: No lo digas como si eso fuera poco. Estamos mejor que antes.
¿Estás haciendo algo indebido?

JORGE: Según como se mire.

SUSANA: ¿Qué querés decir?


JORGE: Que yo acepté el trabajo con toda ingenuidad. Di mi nombre a una
empresa en la que Antonio no quiere figurar como dueño.

SUSANA: ¿Por qué?

JORGE: Porque… (ENTRA ANTONIO DE MUY MAL HUMOR.)

ANTONIO: Por unos trapos de porquería. Ahí las tenés llorando a las dos.
A la vieja, como si fuera una criatura y a la tetona como si… (VIENDO A
JORGE.) ¿Qué hacés aquí?

JORGE: ¡Antonio, vinieron con excavadoras! Están revisando el jardín.


Dice Manuel…

ANTONIO: Vení, vamos a la biblioteca.

SUSANA: ¿Por qué cuando se trata de negocios, te lo tenés que llevar a la


biblioteca?

ANTONIO: Porque allí se habla mejor. (SALEN. ENTRA LUIS.)

LUIS: ¡Qué asco de gente! (SE OYEN LOS INSTRUMENTOS QUE


AFINAN LOS MUSICOS.)

SUSANA: Luís, sabés que a mí no me gusta meterme en lo que no me


importa.

LUIS: Querés saber de dónde saco el dinero para mantenernos.

SUSANA: Dicen que tenés una vieja. También podrían decir algo peor;
tenés suerte. ¿Te mantiene una vieja?

LUIS: No te imaginás como sudo para ganarme esos mangos. (ELLA LO


MIRA.) Tiene sesenta y siete años, es (PONE LA MANO A LA ALTURA
DE SU CINTURA.) así de alta y así de gorda. ¡Es de un blanco verdoso y
arrugada!

SUSANA: ¡Pobrecito! ¿Y cuánto te paga?

LUIS: Me hace un regalo cada vez que voy.

SUSANA: ¿Y cuántas veces vas?


LUIS: Todo lo que me da el cuero. Dice que la voy a heredar.

SUSANA: No le creas nada. Yo no le creo a los ricos.

LUIS: Yo tampoco. Pero mil hoy, mil ayer, mil mañana…

SUSANA: Luís, vos sos lo mejor de la familia, pero no te hipoteques; la


juventud dura muy poco. Con la pinta que tenés podrías conseguirte una
joven rica…

LUIS: Los ricos son desconfiados. ¡Te hacen cada pregunta! Tenés que
mentir. No les vas a decir que lo único que tenés son piojos y chinches.
(JORGE SE DIRIGE CORRIENDO A LA PUERTA DE SALIDA.)

SUSANA: ¿Adónde vas? ¡Jorge! Este… me parece que anda en peores


pasos que vos. (ENTRA ELVIRA.)

ELVIRA: Una viene a esta casa, de estúpida que es, nomás. ¿Para qué
vengo?

SUSANA: Decíselo a ella. ¿Qué me decís a mí?

ELVIRA: Estoy hablando con Luís. ¿Por qué pensaste que hablaba con
vos? ¿Desde cuándo me codeo con la chusma?

LUIS: ¡Tía! ¡Susana a está embarazada!

ELVIRA: No por mi culpa, supongo. (FURIOSA.) Está embarazada por


que no deja de hacer porquerías

SUSANA: ¿Estás celosa?

ELVIRA: ¿De ese viejo? Para viejos desanimados me basta con el que
tengo.

SUSANA: Mi marido es un buen hombre.

ELVIRA: Los buenos hombres suelen ser un desastre en la cama. Mirate.


Ahí tenés la prueba.

SUSANA: (INCORPORANDOSE.) ¿Sabés que no te tengo paciencia?


ELVIRA: Andá. Andá a respirar el aire puro de ese jardín. (SUSANA
SALE AL JARDIN) Si fuera inteligente me iría ahora mismo.

LUIS: Están preparando buena comida.

ELVIRA: ¿Y qué me importa a mí la comida? ¿Querés que te diga la


verdad? Me importan muy pocas cosas. (ENTRA ANTONIO.) Jamás me
sentí más humillada.

ANTONIO: Nora no tuvo la intención.

ELVIRA: ¿Y cuándo se refirió a “tu familia de mierda” a quién se refirió?

ANTONIO: DIJO “la familia”, así, en general. No se refirió a vos y no dijo


“de mierda”

ELVIRA: Lo dijo. Dijo “de mierda”

ANTONIO: Nora no emplea esas palabrotas.

ELVIRA: Habrá empezado una nueva etapa en su vida. Yo entendí clarito.


Dijo “de mierda”.

LUIS: Tía, Familia de mierda también podemos ser mamá y yo; tío Jorge y
Susana.

ANTONIO: ¡Pero si no ha pasado nada! No hay que armar tanto escándalo


por unos gritos emitidos en un momento de nervios. La reunión de esta
noche es muy importante.

LUIS: ¿Si? ¿Quiénes van a venir? (ANTONIO LO MIRA.) ¿Gente de…


recursos? ¿Podré conseguir alguna novia?

ANTONIO: ¡Luis! Portate bien, vos. Mirá que hay gente y… gente.

LUIS: ¿Y qué diferencia hay entre la gente y la gente? ¿Querés que te


saque una foto, tío?

ANTONIO: Sacale a Elvira, así la dejás contenta. (VA AL JARDIN.)

ELVIRA: Este va a lograr que yo me haga comunista. (APARECE


SERGIO CON SU POBRE TRAJE, MUY LIMPITO.) ¿Para qué te
vestiste antes de hacer el fuego?
SERGIO: ¿A qué viene ese tono? ¿Qué pasó con Nora? ¿Por qué gritó de
ese modo?

ELVIRA: Porque… es muy fina para nosotros. Por eso.

SERGIO: Dejá de lado la ironía y contame.

ELVIRA: A Matilde se le rompió el vestido y entonces a la nueva rica, se


le ocurrió disfrazarla de musulmana fanática. Lo único que le faltaba era el
velo. ¡Estaba horrible! Entonces Antonio, que es algo mejor que esa…
resucitada, quiso prestarle uno más digno de su belleza y juventud. Y por
fin la tigresa sacó las garras. ¡Se las vi, Sergio! Se puso como loca.

SERGIO: ¡Ay, siempre tan exagerada vos!

ELVIRA: ¡Nos llamó “familia de mierda”, Sergio! (APARECE MATILDE


CON UN DESPAMPANANTE VESTIDO AL QUE CON SUS
EXHUBERANCIAS DEFORMA UN POCO. LLEVA UNA BOA AL
CUELLO COMO SI FUERA UNA BUFANDA Y CALZA UNOS
APRETADISIM OS ZAPATOS QUE LA OBLIGAN A CAMINAR CON
DIFICULTAD.) ¡Pah! ¡Lo conseguiste!

MATILDE: ¿Viste que divino, papi?

SERGIO: Pero… ¡es un vestido de puta!

MATILDE: ¡Es de tía Nora!

SERGIO: ¡Es de puta!

MATILDE: Hablá con ella.

SERGIO: Se te ven las… ¡Se te ve todo!

ELVIRA: ¿Y si te enroscaras esa boa varias veces para tapar un poco todo
eso?

MATILDE: Se lleva así.

LUIS: Dejen que muestre lo que tiene. ¡No hay que ser roñoso!

SERGIO: ¿Saben una cosa? Yo me quiero morir.


LUIS: ¿Pero por qué?

SERGIO: A lo mejor no tengo motivos, pero ganas de vivir no tengo. ¡Mi


hija! ¡Mi única hija!

ELVIRA: ¡Ay, no seas exagerado! Es una mujer… impresionante. ¿Por qué


caminás así, Matilde?

MATILDE: Porque tía Nora calza uno o dos números menos. Me aprietan.

ELVIRA: Ponete los tuyos.

MATILDE: No combinan. Tienen que ser estos. ¿No ves que están
forrados con la misma tela del vestido? Cuando venga la gente, me los
saco. Es solo para dar la primera impresión.

SERGIO. Pero es que… de la primera impresión o se mueren de risa o se


mueren… de lo que sea.

ELVIRA: Y después soy yo quien la acompleja. Para mí está divina.

MATILDE: ¿Sabés lo que más me saca de mis casillas papi? Que me trates
como si fuera una puta. (SE OYE MUSICA DE CAMARA.)

SERGIO: ¡Eso no! Yo no dudo de tu pureza.

MATILDE: ¿Y de qué dudás?

SERGIO: (DESPUES DE DUDAR.) Si. Dudo de tu pureza. ¿Qué le voy a


hacer? Dudo de que seas virgen. Lo dudo. Y eso me tortura día y noche.
(GRITANDO.) ¿Pero qué tocan esos carcamales?

ELVIRA: ¡Sergio! No estás en tu casa.

SERGIO: Tocan música dramática. Me llenan de angustia. (ANTONIO


VIENE DEL JARDÍN.) ¿Pero a quién contrató esa mujer? Nos vamos a
morir de aburrimiento con esas momias. (APARECE NORA VISTIENDO
UN DESHABILLEE LLENO DE VOLADOS.)

NORA: Oí lo que dijiste, Antonio. Sólo un inculto puede hablar de ese


modo. Para tu gobierno, te aclaro que esos músicos pertenecen a la
filarmónica de Adrogué.
ANTONIO: ¿La filarmónica de dónde?

NORA: (Fastidiada.) Si no sabés no hables.

ANTONIO: Pero oí como suena. ¿Te parece que suena bien? (OYEN
TODOS. SUENA HORRIBLE.) Fueron de una orquesta… Hace
muuuuuchos años.

ELVIRA: Si. Les tiembla un poco la mano

NORA: (CADA VEZ MAS FASTIDIADA.) ¡Es música clásica! Hay que
entender.

ANTONIO: Les tiemblan las manos. (Los imita.) Parecen gatos enclenques
a un segundo de la muerte.

MATILDE: A mí me parece sublime, tía. Todo lo que vos hacés me resulta


sublime.

NORA: (MIRANDOLA SECAMENTE.) ¡Ah! ¡Te entró! Tratá de no


romperlo, porque me dolería desprenderme de ese Jamandreu. Fue el
primero.

ANTONO: ¿Qué hacemos con los músicos?

NORA: ¿Cómo que qué hacemos?

ANTONIO: ¿Vas a dejar que nos arruinen la noche?

NORA: Antonio, va a venir gente acostumbrada a las veladas de arte. Toda


la gente que invité es de la que saca abonas para los conciertos, óperas,
recitales y esas cosas. Es gente toda esa, que viaja y ha visto, oído y
disfrutado de la mejor música del mundo.

ANTONIO: Y nosotros les ofreceremos los maullidos de tres gatos


moribundos.

NORA: No tengo ganas de discutir, Antonio, ni tengo fuerzas. Si querés


pediles que toquen rumbas, congas y cha cha chaes, que es lo única música,
pese a todos los esfuerzos que hice para educarte, que a vos te gusta.
ANTONIO: ¿Pero no pudiste contratar a un guitarrista? ¿Alguien que cante
folklore? Sabés que soy nacionalista.

NORA: Mirá… dejame disfrutar de mi aniversario en paz, ¿querés?

ANTONIO: Te recuerdo que este aniversario da la casualidad que también


es mío y que la fiesta la pago yo.

ELVIRA: Nora, ¡tu vestido es fantástico!

NORA: (A GRITOS.) ¡No es un vestido! ¿No ves que es un desabillé?

ELVIRA: Yo solo quise ayudar.

NORA: Tengo los nervios destrozados.

MATILDE: Deberías tomar tilo, tío Nora. Calma.

NORA: Yo solo quería que esta noche fuera sublime. Y mirá lo que
consigo. (VA PARA ADENTRO.)

ANTONIO: Pero si la conseguiste la noche sublime. Oí como tocan. (A


GRITOS.) ¡Silencio, carajo! (PARAN LOS MUSICOS.) Aquí nadie se
rasca sin mi permiso. (VA PARA ADENTRO.)

ELVIRA: (A SERGIO) Andá a tranquilizarla, mientras yo voy a preparar


unos tilos a la cocina.

MATILDE: ¡Con lo que yo odio las peleas! (SERGIO Y ELVIRA


SALEN.)

LUIS: ¿De veras sos virgen?

MATILDE: Esas cosas no se preguntan. ¿Y Es verdad que a vos te


mantiene una vieja?

LUIS: ¿Te acostás por plata?

MATILDE: ¡Soy virgen! ¡De veras!

LUIS: Te estás perdiendo los mejores años de la vida. Por lo menos ya te


perdiste cuatro. (EMILIA VIENE DEL JARDÍN MUY SOFOCADA.)
EMILIA: Los músicos se van.

LUIS: ¡Qué suerte!

EMILIA: ¡Están ofendidísimos! Dicen que jamás los atendieron de esa


manera. ¿Dónde está Nora?

LUIS: Llorando en su cuarto. (EMILIA ENTRA. ELVIRA VIENE CON


DOS TAZAS DE TILO HUMEANTE, DE LA COCINA.)

ELVIRA: Luís, ¿querés llevarle a Antonio una de estas tazas? Yo voy con
esta al cuarto de Nora. (LUIS VA CON LA TAZA A LA BIBLIOTECA.)
¿De qué hablabas con ese? ¡Tené cuidado, eh! Sabés muy bien que es un
atorrante.

MATILDE: ¡Ay acá, es de nuestra sangre!

ELVIRA: Yo solo te repito una cosa, hija mía. ¡Ojo! Y no tengo nada más
que agregar. (LLEVA LA TAZA DE TILO AL CUARTO DE NORA.)

MATILDE: (ACERCANDOSE AL JARDIN.) ¡Ay, que paraíso!

SUSANA: (QUE ESTÁ SENTADA EN UNA HAMACA QUE TIENE


LAS CUERDAS RECUBIERTAS DE HOJAS Y MARGARITAS DE
PLÁSTICO) Si todo esto no fuera falso, el aire sería más puro.

Matilde: ¡Cómo envidio a Tía Nora! ¡Tanto dinero! Y tanta capacidad para
crear un ambiente agradable a su alrededor. (GRITOS DE NORA Y
ELVIRA.) Casi siempre. Es raro en ella, ¿no? Para mí que es la
menopausia. ¿Viste como le suben los colores de la cara? (APARECE
ELVIRA MUY DESENCAJADA, TODA EMPAPADA EN TILO.)

ELVIRA: Ojalá me salgan ampollas, para así tener un motivo para


demandarla.

MATILDE: ¿Qué te pasó?

ELVIRA: ¡Me tiró el tilo a la cara! ¡Eso me pasó! ¿No lo ves? Yo me voy.
Yo sé cuando estoy de más en una casa.

MATILDE: ¡Mamá, por favor, va a venir gente muy importante! ¡Yo tengo
tanta ilusión!
ELVIRA: ¿Ilusión de conseguir un novio de la alta sociedad? Ingenua, si,
Matilde, pero estúpida… ¡eso si que no!

MATILDE: ¿Cuántas mujeres pobres se casaron con multimillonarios?

ELVIRA: ¡En los cuentos de hadas!

MATILDE: ¡La belleza en la mujer, a veces es una gran dote, mamá!

ELVIRA: ¡Ay, como arde! Ojalá se me hinche toda esta parte y me quede
todo cubierto de llagas. Ya verás como me las paga esa nueva rica. ¿Pero
quien se cree que es? ¿Jackeline Kennedy? (MOSTRANDOLE A
MATILDE LOS LUGARES AFECTADOS POR EL “TILAZO”) ¿Se ve
algo?

MATILDE: Se ve mojado.

ELVIRA: ¿Pero está colorado? ¡Dame una esperanza, Señor! Vos estás
contra mí desde hace muchos años. No me obligues a cambiar de religión o
a dejar de creer en vos. Me estás castigando desde hace muchos años y mi
paciencia se termina. ¡Pero Rey de las alturas! ¡Es que ya no puedo más!

MATILDE: Mamá, ¿querés hacerme llorar?

ELVIRA: Vamos a la Iglesia.

MATILDE: ¡No estoy vestida! Tía Nora tiene una capillita divina junto al
estudio.

ELVIRA: ¡A la mierda con esa ordinaria! (ENTRA SUSANA.)

SUSANA: Tengo contracciones.


ELVIRA: ¿Y a mí qué me decís?

SUSANA: Estoy de siete meses, pero siento que como si fuera a producirse
la cosa de un momento a otro.

ELVIRA: ¡Ay Susana! ¡Si vos pudieras joderle la fiesta!

MATILDE: ¡Mamá!

SUSANA: Ya pasó.
ELVIRA: Esperemos un poco más.

SUSANA: Es que no puede ser. El médico dijo que entre el cinco y el


quince de enero. Y estamos a veintisiete de noviembre.

ELVIRA: Los médicos son unos burros ateos que no saben nada de nada.
¿Conociste alguno que creyera en algo que no fuera ciencia pura? En
cambio yo soy una creyente desesperada que solo aspira a una venganza.
Te suplico Susana, como si fueras la misma Virgen María. Jodeles la fiesta.

SUSANA: Me voy a casa.

ELVIRA: ¡No! Tenelo aquí. (SUSANA RIE DEBILMENTE.) Es muy


importante para mí. ¿Sabés como lo voy a querer si les jodés la fiesta? Será
como un hijo para mí. (SUENA TIMBRE.) ¡Ay, qué bien! Ya empiezan a
llegar. Vamos a joderles bien el aniversario. ¿Si, Susanita?

NORA: (DESDE ADENTRO, MUY AIRADA.) ¿Es que nadie piensa


atender? Si es gente importante ofrézcanle bebidas y háganlos pasar al
jardín.

ELVIRA: ¡Si Norita! Se hará como vos digas. (A MATILDE.) Andá a


abrir. (MATILDE VA.) Ay, siento como si la desgracia se estuviera
esfumando como humo. ¿Cómo te sentís? (VUELVE MATILDE.)

MATILDE: Es la policía. Buscan a tío Jorge.

SUSANA: (A GRITOS.) ¡Se me rompió la bolsa! ¡El nene está por nacer!

ELVIRA: (CONTENTA.) ¡NORA! ¡NORA! Un nuevo argentinito está


naciendo. (APARECE NORA CORRIENDO, EN VISO) Mirá. (SEÑALA
EL PISO.) ¡Esta sí que será una fiesta inolvidable!
FIN DEL PRIMER ACTO
ACTO II
CONTINÚA LA ACCION. LOS ACTORES ESTÁN EXACTAMENTE
EN LA MISMA POSICIÓN.

ELVIRA: Mirá. (SEÑALA EL PISO.) ¡Esta sí que será una fiesta


inolvidable!

NORA: ¡Susana! ¡El piso recién encerado!


SUSANA: Ay Nora, perdoname. Debe de haber sido por lo de la policía.
(A ANTONIO, QUE ENTRA.) ¡La policía vino por Jorge!

MATILDE: Está en la puerta, esperando a tío Antonio. (ANTONIO VA A


LA PUERTA.)

ELVIRA: Sentate Susana.

NORA: ¡Sobre los sillones no! Aguantate un ratito querida, que llamo a
una ambulancia.

ELVIRA: ¡Pero si tiene contracciones, Nora!

NORA: ¡Y yo tengo una fiesta dentro de media hora!

ELVIRA: ¿Pero que fiesta mayor que la llegada de un argentinito a esta


casa, el día que Antonio y vos cumplen veinticinco años de casados?

NORA: (A LUIS) ¿Querés traerle una silla de la cocina? (A MATILDE) Y


vos traé un trapo para limpiar eso. ¡Y que una de las mujeres vuelva a
encerar la zona!

MATILDE: Yo no puedo agacharme tía. Se rompería el vestido.

EMILIA: Dejá, voy yo. (VA A LA COCINA.)

SUSANA: ¿Qué pasa con la policía?

NORA: No pasa nada. ¿No sabés que Antonio es amigo de todo? ¿Estás en
un sindicato? ¿Quién te atiende?

SUSANA: La Perica. Una tía mía, partera. No tiene teléfono.

NORA: Entonces habrá que tomar un taxi y llevarte a la casa. (SUSANA


HACE UN GESTO DE DOLOR.)

ELVIRA: ¿Querés que lo tenga en el taxi? ¡Ofrece una cama!

MATILDE: ¿Qué te gustaría tener tía? ¿Varón o nena?

ELVIRA: No hagas preguntas estúpidas, ¿querés? Y agarrala de ese lado,


que así la llevamos al cuarto verde, chino o amarillo.
NORA: Esperate que Antonio la lleva en un periquete, así estará rodeada
de sus cosas, de sus hijos y del amor del marido.

ELVIRA: Por lo que veo, el marido estará en la cárcel. (SUSANA


SOLLOZA.) La policía está ahí y preguntó por Jorge, ¿no? (A MATILDE)
A vos te pregunto.

MATILDE: Si, mamá. Pregunto por tío Jorge. (APARECE LUIS CON
UNA SILLA DE LA COCINA.)

LUIS: Las mujeres están muy ocupadas. Dicen que ahora no pueden.
(APARECE EMILIA CON TRAPO Y ESCOBILLÓN)

EMILIA: Salí de ahí Susana, así limpio.

NORA: Está enchastrando todo. Pisa el trapo primero, que si no esto se va


a transformar en un barrial.

SUSANA: Matilde, ¿qué pasa con el policía? (APARECE ANTONIO.)


¿Qué quieren de Jorge, Antonio?

ANTONIO: ¡Nada! Cayó una inspección al matadero, por una denuncia de


la extrema izquierda y el cagón se escapó, en lugar de ofrecer una coima.

ELVIRA: Él habló de excavadoras. Están excavando el matadero. ¿Qué


enterraste ahí?

ANTONIO: (GRITANDO.) ¡Jamás estuve metido en algo ilegal!

ELVIRA: El matadero es ilegal.

ANTONIO: Es ilegal, si. Pero dentro de lo ilegal no hago cosas ilegales. De


todos modos, ya está todo arreglado.
NORA: Antonio, llamá a un taxi, así alguien la lleva a casa de la
comadrona.

ANTONIO: La llevaré en uno de nuestros coches.

NORA: Nos va a echar a perder los tapizados.

ELVIRA: Antonio, Susana no está en condiciones de moverse. Se le


rompió la bolsa y ahora tiene las contracciones a cada rato. No podés
exigirle esfuerzos en un momento así.
NORA: Elvira, estamos haciendo lo humanamente posible por llevar esto a
buen término.

ELVLIRA: Nora, todos conocemos los esfuerzos que está dispuesta a hacer
la humanidad. Si estuviéramos en mi casa le ofrecería mi cama. Pero
desgraciadamente estamos en casa ajena.

ANTONIO: (A NORA.) ¡Ofrecele un cuarto!

NORA: Esta no es una maternidad. ¡Esta casa no está preparada para eso!
(SUJSANA VA A SENTARSE EN UN SILLON.) ¡Susana no te sientes!
(LA MIRAN.) ¿Para qué perder tiempo? Llévenla al cuarto amarillo
mientras Sergio toma un taxi y va a buscar a la comadrona.

SERGIO: Ando sin plata.

NORA: (DE MAL HUMOR.) Se te reembolsará.

SERGIO: No se trata de eso. Apenas si tengo para el micro.

ANTONIO: Vamos con el coche. No demoramos nada. (EMILIA Y


ELVIRA HAN LLEVADO A SUSANA AL CUARTO AMARILLO.) ¿La
dirección de la partera?

MATILDE: Enseguida te la traigo.

SERGIO: ¿Por dónde andará Jorge?

ANTONIO: ¿Que me importa? ¡Es un estúpido! ¡Mirá que salir corriendo


como un delincuente! Eso siempre levanta sospechas.

SERGIO: El gobierno está levantando polvareda con tantas denuncias.

ANTONIO: ¡Mirá si se le puede hacer caso a esos comunistas!

MATILDE: (REGRESA MATILDE CON UN PAPEL.) Aquí tienen. Pero


si no se apuran me parece que… (SERGIO Y ANTONIO SALEN
CORRIENDO.) ¡Que destino el de la mujer, eh! Yo preferiría meterme a
monja antes que pasar por esto. De todos modos, soy fría como un
témpano.
LUIS: ¿Qué me das si yo te derrito? A que te derrito. ¿Querés ver cómo te
derrito? Vamos un ratito al estudio de tía Nora.

MATILDE: Voy, pero vas a ver como no conseguís nada. (VAN AL


ESTUDIO EN EL MOMENTO EN QUE EMILIA VUELVE CON CERA
Y UN TRAPO, PRECEDIENDO A NORA.)

EMILIA: ¿Adónde vas? ¡Luís! No hagas pavadas en un día como hoy. ¿Me
oís? Mirá que las cosas a veces son irreparables.

NORA: Mirá Emilia. Mirá esta mancha.

EMILIA: La pobre no lo pudo evitar. Eso no se controla. La naturaleza


tiene sus imperativos.

NORA: (EMILIA LIMPIA Y PASA CERA.) Sos un ángel. ¡No te ensucies


vos ahora, eh! Que estás preciosa. Voy a ver si termino de arreglarme.
(GRITO DE SUSANA) ¿Qué es eso?

EMILIA: Las contracciones.

NORA: ¿Y va a gritar así todo el tiempo? Las asiáticas tienen sus hijos con
una sonrisa en los labios.

EMILIA: Esas no son humanas. (OTRO GRITO.)

NORA: ¡Ay! ¿No exagerará un poco?

EMILIA: No lo creo. Es una mujer sufrida. Solo deseo que lo tenga antes
de que llegue la gente porque te va a aguar la fiesta.

NORA: (YENDO PARA DENTRO.) Gracias querida. ¡Qué ánimo me das!

EMILIA: A nadie le gusta la realidad. Pero la realidad está ahí. Solo hay
que mirar para verla. (ENTRA JORGE.)

JORGE: ¿Con quién hablás? (EMILIA AHOGA UN GRITO.)

EMILIA: ¿Por qué entrás como si fueras un delincuente?

JORGE: Porque soy un delincuente. ¡Ay Emilia! Terminaré mis días en la


cárcel.
EMILIA: La policía vino a buscarte.

JORGE: (MUY ASUSTADO.) ¿Por qué aquí? ¿Quién les dijo que podrían
encontrarme aquí? Tengo que hablar con Antonio. Necesito que me ayude a
salir del país.

EMILIA: No exageres.

JORGE: Emilia, no tengo salud para la cárcel.

EMILIA: ¿Para eso quién la tiene? Mi Luis, pobrecito, cada vez que lo
encierran vuelve tosiendo y con ocho kilos menos. ¡Con la carne que hay
en este país!

JORGE: Me voy a Montevideo. Tomaré el vapor de la carrera, así como


estoy. No voy a casa porque la policía puede andar rondando por ahí.
Después, cuando esté en condiciones…

EMILIA: Jorge, calmate.

JORGE: ¡Tengo que velar por mis hijos, Emilia!

EMILIA: ¿Qué vas a hacer en Montevideo?

JORGE: Pedir limosna. Yo que sé. (ENOJADO.) Yo sabía que con Antonio
no iba a sacar nada bueno. ¡Yo sabía!

EMILIA: ¿Y por qué aceptaste?

JORGE: Porque soy un desesperado. Pero esta vez yo lo mato. Esta vez
termino con él. Mirá a lo que me empujó. Ahora soy un prófugo. Con la
INTERPOL siguiéndome seguramente los pasos.

EMILIA: ¡Llegaste a ser tan importante! ¡Ay Jorge!

JORGE: (MIRA EL DINERO QUE TIENE EN LOS BOLSILLOS.) No


me alcanza ni para un pasaje.

EMILIA: Además ya salió el vapor de la carrera. ¿No ves que son las
nueve y media?
JORGE: ¡Ay, es verdad! Vas a ver que esta noche duermo en un calabozo.
Y vas a ver que a Antonio no le pasa nada. El es leo. Todos los
delincuentes son de Leo y a esos no les pasa nada. (GRITO DE SUSANA.)
Esa es Susana. ¿Qué le hacen? ¿La están torturando para que diga dónde
estoy?

EMILIA: Tiene contracciones.

JORGE: ¡Dios! ¡Todo se junta! ¿Cómo me voy ahora? ¿Cómo la dejo así?

EMILIA: Antonio ya arregló todo. Le dio una coima al inspector ese.

JORGE: (FURIOSO.) ¿Y por qué no me lo dijiste antes?

EMILIA: No me lo preguntaste.

JORGE: ¿Pero no viste que estaba desesperado?

EMILIA: Siempre estás desesperado; Sos igualito a mí.

JORGE: ¿Pues querés que te diga una cosa? No me gusta nada la idea.

EMILIA: Con el destino no se discute.

JORGE: (YENDO PARA ADENTRO.)¡ Soy un perseguido! ¡Vida roñosa


esta! (LLAMANDO.) ¡Susana! ¿Dónde estás? Siempre me pierdo en esta
casa. ¡Susana!

ELVIRA: (Desde Adentro.) ¡Aquí Jorge! (APARECE.) Ay, por fin empezó
a brillar el sol.

EMILIA: ¿A esta hora? Si estás contenta, te diré que no tenés motivos. Tu


hija se llevó a Luís al estudio de Nora y no creo que para ver los cuadros.

ELVIRA: (A GRITOS.) ¡Matilde!

MATILDE: (MUY LEJANA.) Si, mamá.

ELVIRA: Que no te agarre mirando extasiada el techo porque soy capaz de


despellejarte viva. ¿Qué estás haciendo ahí?

MATILDE: (MUY LEJANA.) ¡Nada!


ELVIRA: No te pongas zalamera y vení para acá. (EMILIA SALE CON
LA CERA.) ¿Me oís? Será mejor que vengas impecable, con la ropa en su
sitio. (APARECE MATILDE, IMPECABLE.)

MATILDE: ¿Qué pasa? ¿Ya nació el nene de Susana?

ELVIRA: No Pero a lo mejor nace el tuyo dentro de nueve meses. ¿Qué


hacías ahí?

MATILDE: Estaba hablando con Luís.

ELVIRA: ¿De qué?

MATILDE: ¡De la vida! ¿De qué vamos a hablar?

ELVIRA: ¡Es que no quiero que hables de la vida con ese atorrante! ¿De
qué te crees que hablamos tu padre y yo cuando te engendramos? ¡No se
habla de la vida con un primo, Matilde! Y menos con un primo pobre.
¿Querés tener un hijo asesino, ladrón, o lo que es peor aún, pobre? Porque
eso tendrás si seguís hablando con ese don nadie, de la vida.

MATILDE: ¡Basta eh! Estoy harta de que sospechen todo el tiempo de mí.
¡Yo también puedo juzgar, eh! ¡Ojo! Así que cuidadito.

ELVIRA: ¡MATILDE ¡ME ESTÁS AMENAZANDO!

MATILDE: No. Yo solo digo.

ELVIRA: Estás repitiendo como un loro lo que oís por ahí.

MATILDE: Mamá, soy más capaz e inteligente de lo que te imaginás.

ELVIRA: Ya lo sé, tesoro. Si yo no pongo en duda tu enorme capacidad


intelectual.

MATILDE: ¿Entonces por qué desparramás por ahí que no pasé de


primero?

ELVIRA: Porque no pasaste.

MATILDE: Por hablar me perdí un trabajo estupendo con tío Antonio.


ELVIRA: ¡Matilde! ¿Te crees que no me doy cuenta de lo que pasa por tu
cabecita?

MATILDE: A ver… ¿Qué pasa por mi cabecita? ¡Decimelo!

ELVIRA: No soy ciega. Antonio es tu tío, es viejo y da la casualidad de


que está casado.

MATILDE: La vida no es eterna.

ELVIRA: ¿Crees que hiciste un descubrimiento o estás filosofando?

MATILDE: Tía Nora tampoco es eterna.

ELVIRA: Nena, no estarás pensando en… No me animo en pronunciar la


palabra.

MATILDE: Yo no pienso nada. Pero sé cosas. Tío Antonio está harto de tía
Nora. Él mismo me lo dijo.

ELVIRA: ¿Por qué se confesó con vos? ¿Se propasó?

MATILDE: Vos no tenés en la cabeza más que sexo.

ELVIRA: ¿Sabés por qué? Porque no lo tengo donde debería tenerlo.


Quiero decir que yo no tengo sexo hace siglos. Solo tengo miedo.

MATILDE: Por mí no tenés que preocuparte. Yo me las se arreglar.

ELVIRA: De eso también tengo miedo. Sos una inconsciente.

MATILDE: ¿Qué decís? No doy un pasito sin calcularlo bien antes.

ELVIRA: ¿A quien ibas a salir calculadora, vos?

MATILDE: ¡A tía Nora!

ELVIRA: ¿Cuántas veces querés que te diga que solo se hereda lo de la


sangre?

MATILDE: También se pueden heredar otras cosas. Lo de los bancos, por


ejemplo.
ELVIRA: ¿Qué estás maquinando? (ENTRA LUIS.) ¿Vos la estuviste
adoctrinando.

LUIS: ¿De qué me acusás?

ELVIRA: De todo. ¿De qué hablaban ahí?

LUIS: Te recuerdo que tanto Matilde como yo, somos personas mayores.

ELVIRA: Matilde recién tiene diez y ocho años.

LUIS: Ya puede votar.

ELVIRA: Pero no por vos.

LUIS: Veremos cuando le presente mi candidatura.

ELVIRA: Mirá Luis, que puedo llegar a… cortarte la herramienta de


trabajo. ¿O te cree que no sé todo sobre vos? Lo sé todo. ¡Todo!

LUIS: No sabés ni la mitad.

ELVI RA: Sos un descarado.

LUIS: Y vos una entrometida. ¿Qué te importa cómo me gano la vida? Si


no te gusta, manteneme. Me gano la vida como puedo.

ELVIRA: Solo te aviso que no te acerqués a esta porque te circunciso con


una Gillette.

LUIS: ¡Qué bien! Aprovecharé para cambiar de religión. (ENTRA


EMILIA.)

EMILIA: ¿Qué pasa?

ELVIRA: Preguntá mejor, ¿qué pasó? Cuando estos dos estuvieron en el


estudio de Nora.

EMILIA: Si hicieron algo, habrá sido por culpa de esta. Con ese vestido de
loca y esas tetas… Si yo fuera hombre la tendría a manoseo puro. Es una
provocadora.
ELVIRA: Estás hablando como una degenerada. ¿Qué sabés vos como
actuarías si fueras hombre?

EMILIA: Si fuera hombre actuaría como actúan los hombres cuando se


topan con una provocadora como esta. ¿Qué tenía de malo el otro vestido?

MATILDE: Me daba calor.

EMILIA: ¿Y mostrar todo lo que mostrás no te da calor?

ELVIRA: Emilia, que no es tu hija.

EMILIA: Si lo fuera me pegaba un tiro.

ELVIRA: Ah, ¿crees que no tenés motivos?

EMILIA: Mi hijo es un modelo de hijo.

ELVIRA: Rompé el molde antes de que salga otro igual. ¿Será posible que
en esta familia no haya una sola persona decente? (MUY AGRESIVA.) Si
necesitás un pretexto para pegarte un tiro ya lo tenés. Solo tenés que
enterarte de cómo se gana la plata.

EMILIA: ¿Te crees que no lo sé?

MATILDE: Mamá, me estás haciendo pasar vergüenza.

ELVIRA: ¿Y vos a mi qué? ¿Te crees que me das motivos de orgullo?

MATILDE: Si solo me dieran una oportunidad.

ELVIRA: Se te dio esa oportunidad. Estas aquí, ¿no? ¿Gracias a quién?

MATILDE: A tía Nora y a Tío Antonio.

ELVIRA: No me refiero a esta casa, pavota. Me refiero a la vida. Y andá al


cuarto amarillo a ver a tu tía Susana, así te hacés una idea de lo que cuesta
traer un hijo al mundo, con lo lindo que es encargarlo. ¡Anda! Mal
agradecida.

MATILDE: De lo único que podés estar segura es que yo, abuela, no te voy
a hacer. (YENDOSE PARA ADENTRO.) ¡Deformarme de ese modo!
EMILIA: ¡Pero! ¿Quién se cree que es? ¿Briggite Bardot?

ELVIRA: (A LUIS.) ¿Qué hicieron en ese estudio?

LUIS: Tía… lo pasado… pisado. ¿A qué llorar sobre la leche derramada?


(SE VA AL JARDIN.)

ELVIRA: A que llorar sobre… ¿Qué quiso decir?

EMILIA: Elvira, sufrí en silencio, que es día de fiesta. (REGRESA LUIS.)

LUIS: ¡Tía Nora! Los músicos esperan.

NORA: (DESDE ADENTRO.) ¿Qué esperan?

LUIS: Que les pagues. ¡Están furiosos! (APARECE NORA CON LA


CARA LLENA DE CREMA.)

NORA: Deciles que se calmen, que todo ha sido un malentendido y


preguntales si quieren tomar algo fresco.

LUIS: No van a querer. Parece que tocaron ante concejales, diputados y


están acostumbrados a un mayor respeto.

NORA: Vos deciles. (VUELVE LUIS AL JARDIN.) ¡Ay! ¡Como se me


fue el tiempo! ¿En qué? (VUELVE A ENTRAR.)

ELVIRA: Lo que esta gasta en embadurnarse la cara, yo vivo a todo lujo un


mes.

EMILLIA: Es con su plata.

ELVIRA: ¿Y por qué te crees que me saca de quicio? ¡Toda esa crema! Y
es inútil porque no le quita ni una sola arruga. Se puso crema como para
afeitarse ella y todo el ejercito argentino. La propaganda muestra que con
un dedito apenas mojado en la crema, se lo pasa por toda la cara. Pero esta
mete toda la mano en un tarro tamaño baño y… es solo para chocar.
(VUELVE LUIS.)

LUIS: Tía, se quedan solo con una condición; que respeten sus antiguas
jerarquías, de integrantes de la filarmónica de Adrogué.
NORA: (DESDE ADENTRO.) ¡Pero sí! ¿Les preguntaste si querían tomar
algo?

LUIS: Aceptan, pero con otra condición. Quieren tener acceso a la comida
como si fueran cinco invitados más y que les sirvan cerveza bien fría cada
media hora porque se deshidratan mucho.

NORA: (DESDE ADENTRO.) Está bien. Prometeles lo que quieran.


(APARECIENDO.) No me van a dejar plantada ahora. (LUIS VA A LA
COCINA.) ¿Se dan cuenta ahora lo que es llevar una casa comme il faut?
(REAPARECE LUIS CON BANDEJA, VASOS Y CERVEZA.) Luís,
preguntales si saben tocar música popular. Hace calor y la gente va a querer
un poco de ritmo moderno. Preguntáselos con tacto, ¡eh! (LUIS SALE.
GRITO DE SUSANA.) ¡Ay! Esta parturienta querida me va a echar a
perder la fiesta. ¡Pobrecita! (VA PARA ADENTRO.)

Elvira: Pobrecita y seguramente la está puteando en sus fueros más íntimos.


(VIENE MATILDE.)

MATILDE: Tía Emilia, tío Jorge dice que vayas. (EMILIA VA PARA
ADENTRO.) ¡Ay mamá! ¿Vos sufriste tanto como ella?

ELVIRA: Si querés una respuesta aproximada mirate en un espejo.

MATILDE: Ay, si. Nací con sesenta y ocho kilos.

ELVIRA: Como si los estuvieras tenido. (ENTRA LUIS.)

LUIS: Tía, se ofendieron. Dicen que les pagues, que no quieren saber nada
de gente bruta y musicalmente hablando, analfabeta. (REAPARECE
NORA SIN CREMA.)

NORA: ¿Pero que les dijiste? (YENDO AL JARDIN.) ¡Te rogué que lo
hicieras con tacto!

LUIS: Pero por qué no te vas a…

ELVIRA: ¿No ves que todo lo hacen como de medio pelo? Contrato a un
grupo de jubilados que sufren del Mal de Parkinson, en lugar de contratar a
un grupo juvenil. Yo prefiero música de disco. ¡Con los aparatos que
tienen! ¿Para qué necesitaba orquesta? Tampoco la orquesta de Adrogué es
la filarmónica de “niuiork” me parece. (REGRESA NORA)
NORA: Ya está todo arreglado. Tocarán media hora de clásico,
descansarán para comer y beber algo y media hora de salsa. (VA
PARAADENTRO.) ¡Que cruz! (ENTRAN ANTONIO Y SERGIO.)

ANTONIO; Nos dieron mal la dirección. Hay una mujer que dice que no es
partera.

ELVIRA: Es. Lo que pasa es que trabaja ilegalmente.

ANTONIO: ¿Y por qué no me lo dijeron? A mí me pareció que la mujer no


decía la verdad.

SERGIO: Debe de haber pensado que éramos de la policía.

ELVIRA: Hablando de eso, ahí está Jorge.

ANTONIO: ¡Ese estúpido! (APARECE JORGE.) ¡Sos un inútil! ¿No te


dije que no te asustaras?

JORGE: Si, vos me dijiste. Pero yo me asusté igual. ¡Empezaron a salir


huesos con la excavadora!

ANTONIO: ¡Ah, pero ustedes piensan lo peor! No te puse ahí para que
pensés. Te puse para que dieras la cara. ¿Y vos que hacés? Pensás y saltás
por la tapia del fondo.

JORGE: ¡Me asusté, Antonio! (IMITANDO A ALGUIEN.) “Con que


matadero clandestino”, dijo…

ANTONIO: Siempre dicen lo mismo. ¿Si no cómo te sacan la coima? El


hombre se ofendió Jorge. Es la ley.

JORGE: ¿Y por qué te crees que me asusté? Me asusté porque era la ley. Se
puso brava la ley, Antonio. Ya no es como antes.

ANTONIO: ¿Vos pensás que soy presidente de la Cruz Roja internacional?


Yo no hago beneficencia. Te pago para que sirvas para algo.

ELVIRA: ¡Ah! ¿No era para aliviarle los años de vejez?

SERGIO: Vos no te metas.


ANTONIO: Hay que justificar lo que se recibe. Si no lo que se recibe es
una limosna.

JORGE: ¿Te parece que sudo poco?

ANTONIO: De miedo. No por hacer algo útil. ¡Si no servís ni para cargar
las reses!

JORGE: No sirvo para trabajos ilegales. Soy honrado.

ELVIRA: Por eso no tenés nada. Como este.

SERGIO: Nadie te invitó a bailar este vals, Elvira, así que quedate en el
molde.

ELVIRA: Solo digo que la gente decente se muere de hambre en este país.

ANTONIO: Y la gente como yo, da de comer.

ELVIRA: Una vez al año. Comiste en mi casa muchas más veces que yo en
esta mansión.

SERGIO: ¡Carajo! ¿Será posible?

ANTONIO: Nora tiene razón. Es una familia de mierda, esta.

ELVIRA: Yo tengo mis ideas sobre la familia de ella.

MATILDE: (SIEMPRE CON EL GRABADOR EN LA MANO.) No


peleen mas, que tía Nora es muy sensible y se puede sentir herida. ¿Por qué
no escuchamos mejor la divina voz de tío Antonio que grabé hoy?

ANTONIO: (ARREBATANDOLE EL APARATO CON FURIA.) Me


tenés podrido con ese aparato. (LO TIRA AL SUELO Y LA PATEA.)

MATILDE: ¡Tío! Acabás de romperme el corazón.


JORGE: Y todo por mi culpa. ¡Y yo que me sentía tan útil!

ANTONIO: Jorge, cada seis meses viene ese inspector. Cada vez que
aparece, dice: “¡Con que un matadero clandestino, eh!” Es una frase hecha.
La dice y entonces uno agarra y mete la mano en el bolsillo y lo tantea. Le
da un billete. ¿Qué no alcanza? Pues se le da otro. Y ya está. El tipo se va y
no aparece por otros seis meses.
JORGE: Entonces, ¿para qué me necesitabas a mí?

ANTONIO: ¿Vos te crees que no tengo otras ocupaciones? No puedo estar


en todo.

ELVIRA: Algún día alguien tendrá que ir preso por ese matadero. Por eso
está ahí, Jorge. Hay gente que va presa por hacer cosas indebidas. Y
generalmente es gente como Jorge. Bueno, débil y un poco ingenuo. Por
eso no le ofreciste a Sergio el puesto. Porque sabés que Sergio y yo somos
más avispados. Confesá Antonio, que no somos de la policía.

JORGE: Elvira tiene razón. Me pusiste ahí para que yo fuera el chivo
expiatorio, en caso de necesidad. ¿Eh? ¿Fue por eso?

ANTONIO: ¿Pero vos te crees que esto es Núremberg? Esto es Vicente


López. (MATILDE HA RECOGIDO LOS RESTOS DEL APARATO.) Lo
que pasa es que ustedes deberían seguir en Mataderos.

ELVIRA: Seguimos en Mataderos.

ANTONIO: Siempre, quiero decir. Y no invadir estas zonas reservadas


para gente con clase.

MATILDE: ¡Ay, qué suerte! La cinta quedó intacta. ¡Tío amoroso! A vos
que te encanta la justicia, ¿no me comprarías otro para compensarme de
esta pérdida?

ANTONIO: Pero esta criatura es la Mesalina más…

ELVIRA: ¡Cuidadito, eh! Que esta criatura lo aprendió todo de tu fina


mujercita. Y si es una Mesalina, la profesora debe ser algo que… (A
SERGIO.) Mesalina fue esa que…

SERGIO: Si.

ELVIRA: ¿Habrá que aguantar tanto?

SERGIO: Si, yo quiero una familia unida.

ELVIRA: Todos queremos una familia unida. Pero este no es el clan


Kennedy. Esta familia se escapó de una tragedia de esas que al final muere
todo el mundo. Pero te diré una cosa Antonio… y que también me oiga la
otra embadurnada de crema revitalizadora… Yo no pienso dejarme matar
ni por vos ni por nadie.

SERGIO: Elvira, salvemos lo que aún se pueda salvar.

ELVIRA: ¿Vos ves algún salvavidas? Esta familia naufraga y yo no pienso


hacer “glu-glu” Te lo aviso.

NORA: (DESDE ADENTRO.) ¿Sergio no volvió?

SERGIO: Si, Sergio volvió. Quiero decir… aquí estoy.

NORA: (DESDE ADENTRO.) ¿No sería conveniente que fueras


prendiendo el fueguito?

ELVIRA: EL fueguito ya está prendido, pero no en la “barbequiu”.

NORA: (DESDE ADENTRO.) ¿Es la querida Elvira la que habla? No te


entiendo.

ELVIRA: Vos no entendés lo que no querés y no ves lo que no querés ver,


ni oís lo que no te conviene.

SERGIO: ¡Bueno, basta! (GRITO DE SUSANA.)

Jorge: ¡Susana! ¡Dios! ¡La partera! Antonio, lo discutiremos todo después.


Ahora me voy a buscar a la Perica.

ANTONIO: No hay nada que discutir. (OTRO GRITO DE SUSANA.)

JORGE: (SALE CORRIENDO.) ¡Voy! (ANTONIO SE VA PARA


ADENTRO.)

SERGIO: ¿Será posible que nadie haga un esfuerzo para mantener unida a
la familia?

ELVIRA: ¡Andá! ¡Andá a hacer el fueguito! (SERGIO VA AL JARDIN.)

LUIS: (LE DA UN BESO A ELVIRA.) ¡Me gusta!

ELVIRA: Mirá que a mí no me vas a sacar nada. ¿Pero qué hacemos aquí?
¿Por qué no nos vamos?
MATILDE: Yo quiero conocer gente.

ELVIRA: ¿Y vos te crees que va a venir algo parecido a gente? A esta casa
vendrán malandras como son los dueños. (YENDO AL JARDIN.) Sergio,
vamos. Vamos para casa.

SERGIO: Aguantá un poco. Te lo pido. A lo mejor me da el empleo de


Jorge.

ELVIRA: ¡Sergio!

SERGIO: Hay que ser realistas, Elvira. Yo no le estoy haciendo una


zancadilla a Jorge, pero si el puesto queda libre… ¿Por qué no ocuparlo?

ELVIRA: ¿Y vas a ponerte bajo sus órdenes?

SERGIO: Sabés que mí nadie me da órdenes.

ELVIRA: Vas a terminar en la cárcel. ¿Es eso lo que querés? ¡Lo están
investigando!

SERGIO: ¡Elvira! (DESESPERADO.) Ya no tengo veinte años. ¿Te crees


que puedo seguir haciendo changuitas toda la vida? Yo no se lo voy a
pedir. Pero si me lo ofrece… Le ayudaría más que Jorge. Y sabés que yo no
soy Antonio. Yo lo ayudaría a Jorge. (VIENE EMILIA DE ADENTRO.)

Emilia: ¿Viene o no viene la partera?

MATILDE: Tío Jorge fue a buscarla.

EMILIA: Elvira, ¿no vas un ratito con Susana?

ELVIRA: Sabés que no me traga. ¿Cómo está?

EMILIA: Mal.

ELVIRA: Me alegro. Quiero decir… ¿Qué dijiste? ¿Le diste tilo? Dale
otro.

MATILDE: Yo se lo preparo. Me encanta ser útil. Acompañame Luís.

ELVIRA: No tiene por qué. La cocina no es lugar para hombres.


(MATILDE VA A LA COCINA CONTONEANDOSE.) ¡Matilde!
¡Controlate! (DISCUSIÓN ADENTRO ENTRE NORA Y ANTONIO.)
Eso parece que va bien.

EMILIA: Esa no termina de arreglarse. Se pasó con la oreja pegada a la


pared para oír la discusión. ¿Por qué se pelearon? Ella está empeñada en
echarnos. (IMITÁNDOLA.) “Te dije que no los invitaras”. “Te dije que
arrastraban la desgracia”.

ELVIRA: Pues ahora la desgracia es de ellos, porque yo me siento regia.


Después de todo, las cosas están saliendo tal como se las desee, ¿no?
(APARECE SUSANA CALZANDO UNAS ZAPATILLAS Y
LUCIENDO UN DESHABILLEE DE NORA.)

SUSANA: Me voy. No quiero tener mi hijo en esta casa. ¿No oyen lo que
dice? Me siento como una intrusa.

ELVIRA: (CONTENTA.) ¡Eso es lo bueno de la situación! Nos odia y al


mismo tiempo nos necesita.

SUSANA: ¿Quién me ayuda a vestir?

ELVIRA: Susana, vas a tenerlo en la vía pública. ¿Qué te importa lo que


diga? Pensá en el bebé. Tenés las contracciones cada vez más seguidas.

SUSANA: ¿Quién me lleva a lo de la Perica?

LUIS: Tío Jorge fue a buscarla. Ya debe de estar en camino.

SUSANA: (DESESPERADA.) No quiero que mi hijo nazca en un clima


así.

ELVIRA: El clima te va a perseguir a donde vayas.

SUSANA: ¿Quien me ayuda a vestir? (COMO NADIE DICE NADA.)


Luís, vos sos bueno. Ayudame a vestir y llevame.

ELVIRA: Luís no va a hacer nada de eso. Vos te volvés a la cama y tendrás


a tu hijo en ese cuarto y lanzaras los gritos que hagan falta. No te estarás
conteniendo Susana, ¿no? Mirá que eso puede dañar a la criatura.
(APARECE MATILDE CON UN TILO.)

Matilde: Tía, ¿qué hacés levantada? Mirá te preparé tilo.


SUSANA: No quiero te. Solo quiero irme de acá.

ELVIRA: ¡Mirá que sos terca! (APARECE NORA CON UN VESTIDO


MUY SCARLET O· HARA Y UNA PELUCA MUY BATIDA, CON
FLORES Y PERLAS EN UNA ESPECIE DE CORONITA.) ¡Pa… jarito
cantor!

MATILDE: (CON REAL ADMIRACION.) ¡Tía, que sublime!

ELVIRA: ¡Escapada de “Lo que el viento se llevó”.

NORA: Susana, cielo, ¿qué hacés levantada?

SUSANA: Yo me quiero ir.

NORA: ¿Te sentís mejor? ¡Qué suerte! Es pura sensatez tuya, querer tener
a tu hijo en tu casa. Eso es muy noble de tu parte. Luís, pedile plata a
Antonio y llevala.

ELVIRA: No puede irse así. ¿No ves lo pálida que está?

NORA: Es solo un bajón de presión. Es natural. Antonio, Susana se va.


(APARECE ANTONIO.)

ANTONIO: ¿Vino la partera?

NORA: No. Pero ella, con el tino que la caracteriza…

ANTONIO: Pero si la partera viene con Jorge para acá, ¿cómo se va a ir


ella para la casa?

ELVIRA: Es lo que yo digo. Va a producirse un desencuentro, que me


atrevería a catalogar de… fatal.

NORA: ¡No seas alarmista! De aquí a la casa de Susana hay apenas…

ELVIRA: Dos horas de viaje.

NORA: ¡Que!

ELVIRA: Con las combinaciones, hay como tres horas. En taxi…


NORA: En auto serán veinte, treinta minutos… Y no veo como el bebé
puede ocurrírsele nacer justo en ese lapso de tiempo. (SUSANA GRITA.)
Apurate. ¿No ves que estamos perdiendo el tiempo? Hay que ayudarla a
vestir.

ELVIRA: Nora, ¿vos te hacés responsable? (NORA LA MIRA.) De lo que


pueda pasarle, digo. Vos sos una mujer que no ha tenido ni un solo aborto.
Vos tenés idea de lo que es tener un hijo.

EMILIA: Es lo que yo opino.

ELVIRA: Tener un hijo….

NORA: Es lo más sublime que le pueda suceder a una mujer. Algo, por
cierto, que a mí me está negado.

SUSANA: Me voy sola

NORA: ¡No! Sola no te vas. Luís te va a acompañar y si es necesario, todos


te van a acompañar.

ANTONIO: La llevaré yo, entonces.

NORA: Vos tenés que quedarte a recibir a los invitados.

ANTONIO: Voy y vengo.

NORA: No. Vas y te quedás. Como si no conociera tu corazón.

MATILDE: Voy con vos, tío Antonio.

NORA: Menos que menos.

ELVIRA: ¿Menos que menos por qué? Exijo una explicación.

NORA: Elvira, que no estamos para sutilezas.

SUSANA: ¡AY!

ELVIRA: ¡Rápido! ¡Rápido!

NORA: ¡Si, si! ¡Rápido! Sáquenla de la casa.


ELVIRA: Llévenla a la cama. ¿No ven que ya viene?

NORA: ¡El piso! ¡Susana! ¿Por qué te levantaste? ¡Los hombres!


Cárguenla y llévenla a la cama. (ANTONIO Y LUIS LA CARGAN Y LA
LLEVAN ADENTRO.) ¡Qué horror!

SERGIO: (DESDE EL JARDIN.) El fueguito ya está.

NORA: Ya lo sabemos.

SERGIO: Esperemos ahora que se hagan las brasas. (GRITO DE


SUSANA. TIMBRE.)

Nora: ¿Timbre? Sonaron juntos.

ELVIRA: Yo no oí más que el grito.

NORA: ¿Querés ir a ver?

ELVIRA: No quedaría bien. Este no es mi casa.

NORA: ¿No ves que así no puedo ir a abrir?

MATILDE: Iré yo, tía. (VA A ABRIR.)

NORA: ¡Que buena chica!

ELVIRA: Si. Dice que sale a vos.

NORA: (NUEVO GRITO DE SUSANA.) ¿Ay, por qué no sufrirá en


silencio?

ELVIRA: No se puede. El dolor hay que expresarlo a gritos. Como la


alegría. (REGRESA MATILDE.)

MATILDE: Tía, son los Borrego- Alzogaray.

NORA: Hacelos pasar. ¿Por qué no les dijiste que entraran? (MATILDE
VUELVE A SALIR. NUEVO GRITO DE SUSANA.) Ay, Dios, ¿qué
habré hecho para merecer esto?

MATILDE: (ANUNCIANDO COMO UN LACAYO.) Los Borrego-


Alzogaray.
NORA: (MUY MUNDANA, VA A RECIBIRLOS.) ¡Adelante! ¡Adelante!
¡Qué gusto que sean los primeros!

OSCURO.

CUADRO II

LAS PUERTAS QUE DAN AL JARDIN ESTÁN CERRADAS. ES ALLI


DONDE SE CELEBRA LA REUNIÓN. SE ESCUCHAN RISAS Y
VOCES ENTREMEZCLADAS. TAMBIÉN MÚSICA DE SALSA MUY
MAL EJECUTADA POR LA ORQUESTA DE JUBILADOS. UN GRITO
DE SUSANA. LA ESCENA ESTÁ SOLA.

EMILIA: (DESDE ADENTRO.) ¡Elvira! El agua.

ELVIRA: (VIENE DE LA COCINA CON UNA GRAN CALDERA


HUMEANTE.) ¡VOY! ¿Qué hace con tanta agua caliente?
(DESAPARECE LLEVANDO EL AGUA AL CUARTO AMARILLO.)

EMILIA: (adentro.) ¡Salí de aquí Jorge! ¿No ves que molestás? Llevatelo,
¿querés?

ELVIRA: (TRAYENDO A JORGE MUY MAREADO.) ¿Para qué querés


entrar? ¿No ves que te impresiona?

JORGE: Es por los puros que fuma la Perica. Son de bombero. Me parece
que me voy a desmayar.

ELVIRA: Hacé lo que quieras. (JORGE SE DESMAYA. ELVIRA, MUY


SATISFECHA SE ACERCA A LA PUERTA QUE DA AL JARDIN Y
LA ABRE. UN VAHO DE MÚSICA Y RISAS ENTRA.) A ver si alguien
ayuda. Jorge se desmayo. (ENTRA SERGIO.)

SERGIO: (VIENE DEL JARDIN.) ¿Qué pasó? (SE ACERCA A SU


HERMANO Y LE GOLPEA LA CARA PARA REANIMARLO.) ¡Jorge!
¡Jorge!

ELVIRA: (SIRVE UN VASO DE VINO.) Tomá, dale esto. (SERGIO


CUMPLE CON LA ORDEN.) Yo grito que Jorge se desmayó y el único
que reacciona sos vos.

SERGIO: ¿Y qué esperabas? ¿Un movimiento popular?

ELVIRA: Esperaba que por lo menos la dueña de casa se preocupara. ¡Pero


no! Ella solo se preocupa de que suene la música.

SERGIO: Ya vuelve en sí.

ELVIRA: Este tiene tanto miedo que hasta se apura para volver al
desmayo.

JORGE: ¿Qué es? ¿Ya nació?


ELVIRA: No, no nació. ¿Cuánto tiempo crees que pasó desde que saliste
de ese cuarto?

SERGIO: ¡Hace un calor junto a esa parrilla!

ELVIRA: Jodete.

SERGIO: ¿Si? Pedime que te traiga un buen plato. Verás lo que te traigo.

JORGE: (ASUSTADO.) ¡Que nadie coma de esa parrilla! (LO MIRAN.)


No es de confianza. Compramos varias partidas de ganado enfermo.

SERGIO: ¿Y lo decís ahora? Ya me parecía que la carne era demasiado


tierna.

ELVIRA: ¡Sergio! Hay que avisarle a la nena que no coma.

SERGIO: Ya comió como tres platos.

ELVIRA: (DESESPERADA.) ¿Cómo la dejaste? Decile que no coma más,


entonces.

SERGIO: Voy a avisarle a la gente del peligro que corren.

ELVIRA: Eso no estaría mal. Pero esperá. A ver si empieza a enfermarse


alguien. Hay gente que se muere por una intoxicación con carne, ¿no?
¡Sería tan lindo que en lugar de los “ecos mundanos” salieran todos
fotografiados en la página policial!

JORGE: (ASUSTADO.) ¡El negocio está a mi nombre! (ENTRA NORA.)

NORA: Sergio, las hachuras se están calcinando; hay que cuidarlas. ¿Qué
pasa?

ELVIRA: ¿Por qué?

NORA: Como están reunidos… ¿Susana tuvo alguna novedad? (GRITO


DE SUSANA. NORA CORRE A CERRAR LA PUERTA QUE DA AL
JARDIN, APROVECHANDO EL MOMENTO PARA DESAPARECER.)

ELVIRA: Andá Sergio. Solo te pido que le prohíbas a Matilde seguir


comiendo.
SERGIO: Lo que voy a hacer será mandártela para que la obligues a
vomitar.

ELVIRA: Hacela vomitar delante de todo el mundo.

SERGIO: (SALIENDO.) ¡Elvira!

ELVIRA: ¿Qué? ¿No es una buena idea? Alguien se va a morir. Me lo dice


el corazón.

JORGE: ¿Sabés el escándalo que se armaría? ¿Con toda la gente de copete


que está ahí?

ELVIRA: ¡Jorge! No vino una sola persona de alto copete. Son todos
parientes pobres de gente rica. ¿Te crees que no conozco? Ya me parecía a
mí. Hace semanas que la gente importante está en Punta del Este. (ENTRA
MATILDE.)

MATILDE: ¿Qué querés?

ELVIRA: Vení, vamos al baño.

MATILDE: ¿Y para qué me necesitás a mi? ¿No podés ir sola? Estoy


conversando con Manucho Perez Llorca.

ELVIRA: Vení, antes de que dejes de conversar del todo. Vamos al baño.

MATILDE: ¿Para qué?

ELVIRA: Para vomitar.

MATILDE: No quiero vomitar.

ELVIRA: Tenés que. Decile vos, Jorge, antes de que empiece a hacerle la
digestión.

JORGE: Yo no puedo asegurar. Solo digo que existe el peligro.

MATILDE: ¿Qué peligro?

ELVIRA: De que esa carne que comiste…


MATILDE: Está todo riquísimo. ¡Es un éxito. Todo el mundo repite y
repite.

ELVIRA: Me alegro. Pero vos andá a vomitar. Esa parrilla puede estar
envenenada.

MATILDE: ¡Ay vos! Cuando se te mete alguien entre ceja y ceja…

ELVIRA: Jorge, convencela. Y apurate que a lo mejor ya le empieza a


hacer efecto y es la única hija que tengo.

JORGE: No se puede asegurar en un cien por ciento de que sea así, pero
tampoco se puede descartar la posibilidad…

ELVIRA: Tu tío compra carne apestada. Decíselo Jorge.

JORGE: Es que… ¡es muy delicado acusar de ese modo!

ELVIRA: ¿Pero no dijiste que no comiéramos de esa parrilla? ¿No dijiste


que compraron un lote de ganado enfermo?

JORGE: Uno no. Varios. Nadie lo niega. Lo dije. Ahora no te puedo


asegurar que esa carne sea de ese ganado.

ELVIRA: ¿Y por qué hablás sin pruebas? ¿Solo para sembrar el pánico?
¿Es eso? Lo conseguiste. Yo tengo miedo y te ordeno Matilde que vayas al
baño, te metas los dedos en la boca hasta tocarte la campanilla y que
vomites hasta la última longaniza. ¿Me oíste?

MATILDE: No podés soportar que disfrute de nada, ¡eh!

ELVIRA: Matilde, ¿querés lamentarte después de no haberle hecho caso a


mamá?

MATILDE: ¡Pero si yo me siento regia! Un poco pesada…

ELVIRA: ¡Un poco! Dice tu padre que te zampaste tres platazos al hilo.

MATILDE: ¡Es que hay tanto! Es una fiesta para los ojos.

ELVIRA: ¡Matilde! Mirá que pudiste haberte comido la morcilla fatal o el


chorizo asesino. Es mi deber de madre, avisarte…
MATILDE: Estoy avisada. (SALE.)

ELVIRA: ¡Matilde! Yo armo un escándalo. Anuncio por el micrófono que


la parrilla proviene de ganado apestado.

JORGE: ¡Elvira! Que se trata de mi libertad.

ELVIRA: Yo soy testigo de que vos sos nada más que un boludo.

JORGE: No basta. Además… si no fuera así, ellos te pueden demandar…


por difamación. Podés lesionar su buen nombre.

ELVIRA: ¡Buen nombre! ¡Ese par de vampiros negros! (ENTRA NORA.)

NORA: Elvira, ¿no comés?

ELVIRA: No tengo apetito.

NORA: ¡Está tan rico todo! ¡Es un éxito! Lástima el calor. Parece un
infierno ese jardín. No sé que pasa. Es un calor anormal.

ELVIRA: ¿Es lo único anormal?

NORA: Jorge… ¿sin novedad aún?

EMILIA: (APARECIENDO.) Más agua, Elvira.

ELVIRA: ¿Qué hace con todo esa agua?

EMILIA: Nada. Pero pide. (ELVIRA VA A LA COCINA.)

ELVIRA: Que después no se olvide los sacrificios que hago por ella.

NORA: Emilia, preguntale a la doctora si gustaría un poco de parrilla.

EMILIA: ¡Está con un pedo que no ve! Se bajó como seis añejas. Guardale
un poco para después. (EMILIA REGRESA AL CUARTO AMARILLO,
TAMBALEANDOSE.)

NORA: Jorge, deberías comer algo. Estás muy pálido. (ENTRA


ANTONIO.) Cerrá la puerta que entra humo.

ANTONIO: (A JORGE.) ¿Qué anduviste diciendo vos?


JORGE: ¿A quién?

ANTONIO: A Matilde. La muy estúpida le cuenta a Luís que la llamaron


para que vomitara lo que había comido, porque vos le dijiste a Elvira que
esa carne estaba apestada.

JORGE: Yo solo dije que había una posibilidad de que estuviera en mal
estado. Existe esa posibilidad…

ANTONIO: ¡Encima de inútil, estúpido! Y la otra hablando en voz alta. Así


como la oí yo, pudo oírla cualquiera.

ELVIRA: (APARECIENDO CON UNA PAVA DE AGUA CALIENTE.)


¡Emilia! (VA CON EL AGUA AL CUARTO AMARILLO.)

ANTONIO: ¿Pero qué es lo que están buscando? ¿Arruinarme?

JORGE: Yo solo pensaba en la salud de la familia.

ANTONIO: ¿Pero vos pensás que yo no pienso? (REAPARECE ELVIRA.)


¿Pensás que soy capaz de envenenar a mis amigos y a mi familia?

ELVIRA: ¡Ah! ¿Solo envenenás a desconocidos? Eso me tranquiliza. Pero


yo soy madre y es normal que me preocupe por la salud de mi hija.

NORA: Si tu hija se enferma será porque se sirvió tres platazos así de


llenos.

ELVIRA: ¿Tenés tiempo de llevar la contabilidad de lo que come la gente?

NORA: ¡Pero qué coma todo lo que quiera! ¡Si no es por el gasto!
Simplemente quiero que recuerdes todo lo que comió por si se empachara.
Y también sería bueno que supieras distinguir entre empacho e
intoxicación.
ELVIRA: ¿Y cuando averigua uno la diferencia? ¿Cuándo se hace la
autopsia?

ANTONIO: Elvira… este no es solo nuestro aniversario, también es


nuestra despedida.

ELVIRA: ¿Van a hacer otro viaje cultural?


ANTONIO: No volveré a ver a ningún miembro de la familia. Estoy hasta
(TOCÁNDOSE LA CABEZA.) aquí de todos ustedes.

JORGE: ¡Antonio! ¡Es tan difícil no ser honesto!

ANTONIO: ¿Pero quién te pidió que fueras deshonesto, muerto de


hambre? Lo único que te pedí es que fueras vivo. Pero sos un caído del
catre desde que naciste.

NORA: Bueno, basta, que yo prefiero decir adiós y quedar como amigos.
Sabés que detesto las peleas. (APARECE SERGIO.)

SERGIO: Elvira, ¿querés ver con quien está Matilde? No puedo abandonar
la parrilla y desapareció de mi radio de acción.

ANTONIO: Si. Andá a cuidarla un poco, que me está haciendo pasar un


sofocón horrible con sus contoneos y su desvergonzada manera de actuar.

ELVIRA: ¡Ojo con lo que decís vos, eh! ¡Mucho ojo! (SALE.)

SERGIO: ¡Que calor, Nora! ¡Es el infierno! (SERGIO SALE.)

NORA: ¡Si Antonio! ¡De repente este calor! ¿Estará por llover?

ANTONIO: ¡Yo que sé! (LA PUERTA HA QUEDADO ABIERTA Y LA


MUSICA Y LAS VOCES DE DOSCIENTOS INVITADOS LLEGAN
AMPLIFICADAS. HASTA QUE SE OYE UN GRITO TERRIBLE DE
SUSANA Y SE HACE SILENCIO. NORA CORRE A CERRAR LAS
PUERTAS QUE DAN AL JARDIN.) Y esa otra con sus exageraciones.

JORGE: Antonio… está transpirada y la cama está toda manchada de


sangre.

ANTONIO: ¿Querés que te vomite la última morcilla que comí? (ENTRA


ELVIRA TRAYENDO DE UN BRAZO A MATILDE.)
ELVIRA: Me importa un pito que sea Manucho Perez Llorca. ¿Por qué
tenés que esconderte con ese baboso en el fondo del jardín?

MATILDE: Solo buscábamos un poco de fresco. ¡Hace un calor de la


parrilla!

ELVIRA: ¿De qué hablabas con ese?


MATILDE: De nada y de todo. Es un gran conversador. ¿Y sabés una cosa
mamá? No hace nada en todo el día. ¿Te imaginás la cantidad de dinero
que debe tener?

ANTONIO: Matilde, dedicate a Luis y dejá en paz a los invitados. No estás


preparada para mantener una conversación culta con ellos.

MATILDE: Pero tío, ¡mirá que soy otra cuando no siento la opresión de la
familia. ¿Tenés vergüenza de mí? ¡Con lo que yo te quiero! Que hasta
grabé tu preciosa voz para atesorar tu sonido más allá de la muerte.

ELVIRA: Matilde… necesito oír esa cinta. Vos estás insistiendo mucho
con eso de la maravillosa voz de Antonio y eso me da mucho que pensar. Si
tuviera una voz maravillosa estaría en estos momentos deleitándonos en el
Colón y no se dedicaría tanto a sus turbios negocios.

ANTONIO: Elvira… te invito a que te marches de esta casa. (ANTONIO


SALE. CADA VEZ QUE ALGUIEN ENTRA O SALE DEBE SURGIR
EL SONIDO DE LAS VOCES Y LA MUSICA COMO UNA OLEADA
DE CALOR.)

JORGE: ¡Dios mío, en la calle nuevamente! ¡A esta edad buscar otra


ocupación!

MATILDE: Tío Jorge, no te preocupes. Que yo sé manejar a tío Antonio.


Sabés como me quiere.

ELVIRA: ¿Cómo te quiere? Decímelo.

MATILDE: ¿Pero vos no ves como se preocupa de que no haga el ridículo?

ELVIRA: ¡Hija mía! ¿Eso no te ofende?

MATILDE: ¿Debería?

ELVIRA: ¡Claro que debería! Yo que vos le haría pasar una vergüenza que
terminaría con su cara estrellándose contra ese césped de plástico.

MATILDE: ¿Querés que vuelva al jardín?

ELVIRA: No. No quiero que vuelvas, pero es lo que yo haría y además le


diría a todo el mundo que soy a sobrina preferida del dueño de casa.
(MATILDE BESA A LA MADRE.)
MATILDE: Sos un amor, mamá. (Y SALE AL JARDIN.)

ELVIRA: Nunca imaginé que iba a sentir tanto orgullo con toda esa
vergüenza que me hace pasar. (APARECE EMILIA.)

EMILIA: Más agua.

ELVIRA: Pero no le llevés el apunte.

EMILIA: Pide. (ELVIRA VA A LA COCINA.) ¡Que noche! Conozco


mujeres que se pasan hasta tres días enteros así. Necesitaría una inyección
para dilatarle… la salida. Pero esa mujer no sabe nada y encima no ve de la
tranca que tiene. Susana se te puede morir en ese cuarto. Te lo aviso.

JORGE: Si llamo al médico la Perica va presa. Ejerce ilegalmente y tiene


antecedentes.

EMILIA: ¿Por qué se deja manejar por una chanta como esa?

JORGE: Porque es parienta y cobra poco.

EMILIA: Elegí. O la mandás presa o enterrás a Susana. Vos sabrás lo que


hacés. (VUELVE AL CUARTO.)

LUIS: (ENTRANDO.) Huy, hace como sesenta grados. Es lo que marca el


barómetro. La gente se está sacando los sacos y las corbatas. ¡No te
imaginás como sudan! (APARECE SERGIO CON UNA MONTAÑA DE
SACOS DE SMOKING.)

SERGIO: Pongan esto en el cuarto chino. Son órdenes de Nora. (Y


VUELVE A SALIR. APARECE ELVIRA CON UNA PAVA
HUMEANTE.)

ELVIRA: ¿Órdenes de Nora? ¿A quién?

JORGE: ¡A mí! ¿A quién va a ser? (LLEVA LOS SACOS ADENTRO.)

ELVIRA: ¡Emilia! El agua. (VIENE EMILIA A BUSCARLA.)

EMILIA: Yo si sé disfrutar de la vida. (APARECE NORA


DESESPERADA.)
NORA: ¡Se desmayó el arpista! ¡Pobrecito!

ELVIRA: ¿No se habrá muerto? Tiene noventa y siete años, me lo dijo.

NORA: (YENDO A SU CUARTO). Voy a buscar las sales.

LUIS: Y no será el único. La mayoría está verde.

ELVIRA: Esos son los reflejos de las plantas que se proyectan con la
iluminación.

NORA: (RUMBO AL JARDIN.) ¿Cómo lo están pasando? ¿Bien?

ELVIRA: Estamos atento. Queremos que todo salga perfecto. (NORA


SALE.) ¡Ay Dios! Sabés que en el fondo soy buena y que tengo un corazón
de oro. Solo te pido que aligas diez o doce de los más inútiles que hay en
ese jardín y les des el pasaporte para el otro mundo. (LUIS RIE.) ¡No es
tanto lo que pido!

LUIS: ¿Es cierto que tío Antonio compra carne apestada?

ELVIRA: ¿Cómo te crees que se amasan las fortunas? (ENTRA SERGIO.


SUBEN LAS VOCES.)

SERGIO: Hay como descargas eléctricas en el aire.

ELVIRA: Sin embargo el cielo está cuajado de estrellas, como diría Nora.

SERGIO: No podés tocar a nadie sin que te de cómo una descarga.

ELVIRA: Apagá ese fuego, ¿querés? Ya el calor está entrando a la casa.


(GRITO DE SUSANA. NORA VIENE CORRIENDO A CERRAR LA
PUERTA PORQUE EL GRITO HA PROVOCADO UN GRAN
SILENCIO.)

NORA: La puerta. No la dejen abierta.

SERGIO: Nora… ¿te diste cuenta de lo que está pasando? ¿Tocaste a


alguien?

NORA: ¿Por qué iba a tocar a alguien?

SERGIO: Yo toqué a Matilde y me dio una descarga eléctrica.


NORA: ¡Ah, Matilde!

SERGIO: Y luego toqué a Antonio y me pasó lo mismo. Te repito que algo


raro está pasando en ese jardín.

NORA: Está todo perfecto y la gente está feliz.

ELVIRA: ¿El viejo arpista murió?

NORA: Cuando le llevé las sales para reanimarlo, estaba comiendo una
longaniza con pan. ¡Qué calor! Espero que no se eche a llover ahora.
Aunque no creo. El cielo está cuajado de estrellas. (SALE.)

SERGIO: Traeme una cervecita helada, Luis. Se bueno. (LUIS VA A


TRAERLA.) ¡Que fiesta de mierda!

ELVIRA: ¡Por estúpido! ¡Yo la estoy disfrutando plenamente! (APARECE


EMILIA QUE VIENE DEL CUARTO AMARILLO.) Más agua.

EMILIA: No. Solo vengo a preguntar si nadie piensa acordarse de mí. Me


ponen una túnica griega y una peluca de nylon (SE LA ARRANCA.) para
lucirme ante la comadrona borracha esa y me matan de hambre.
(APARECE LUIS CON LA CERVEZA PARA SERGIO.) Nadie es capaz
de preocuparse por mí.

ELVIRA: Casualmente porque nos preocupamos es que no te servimos


nada. No sabemos si esa parrilla es la parrilla de la muerte o no.

EMILIA: Por lo menos un pedazo de pizza.

LUIS: Te traiga. ¿Querés una cervecita?

EMILIA: Quiero irme a casa.

LUIS: Si querés te llevo.

EMILIA: No puedo dejar a Susana así.

ELVIRA: Entonces no jodas más y andá a sufrir con ella.

LUIS: Andá al cuarto chino que te llevo algo de comer.


EMILIA: No. Voy al cuarto amarillo; se cumplir con mi deber. (VA PARA
ADENTRO. LUIS VA A BUSCAR PIZZA Y CERVEZA.)

ELVIRA: (A SERGIO.) Sacate el saco. Se lo sacaron los finos, ¿por qué no


ibas a hacerlo vos? ¿Sabés que esta es la despedida?

SERGIO: ¿De quién?

ELVIRA: De tu hermanito Antonio. No quiere volver a vernos más. Nos


echan. Ruptura de relaciones diplomáticas. Como si nosotros
representáramos a la Unión Soviética y ellos a la gran nación americana.

SERGIO: ¿Entonces qué hacemos aquí?

ELVIRA: Yo quiero ver cómo termina esta fiesta.

SERGIO: Para mí la fiesta se terminó. ¿Por qué no me dijiste que esto era
una ruptura?

ELVIRA: Lo dijo cuando vos ya estabas tan doradito como esa carne
apestada.

SERGIO: Yo me voy. Yo tengo dignidad.

ELVIRA: Cuanto me alegra oírlo.

SERGIO: ¡Ay! Oigo la voz de una santa.

ELVIRA: ¿Sabés una cosa? Descubrí que hay gente peor. (SE OYE UN
ALARIDO COLECTIVO DADO POR TODOS LOS INVITADOS.
ELVIRA Y SERGIO QUEDAN PARALIZADOS. ENTRA EMILIA Y
DETRÁS DE ELLA VIENE CORRIENDO, COMO PUEDE, SUSANA.)

SUSANA: (SOSTENIÉNDOSE EL VIENTRE.) ¿Qué pasó? ¿Qué fue eso?

ELVIRA: No sé. Pero fue horrible. (SUSANA VA A ABRIR LA PUERTA


DEL JARDIN.)

SUSANA: ¿Qué pasó? (NORA, AL VERLA, RIE.)

NORA: (ACERCANDOSE MUNDANA.) Nada querida. (ENTRA ELLA


Y CIERRA.) Pero Susana, ¿cómo te dejaron levantar? ¿Qué hace la
doctora?
EMILIA: Está echando un sueñito.

SUSANA: ¿Pero qué pasó? ¿Por qué gritaron?

NORA: No fue un grito. Fue una explosión de júbilo. Andá, volvé a la


cama.

SUSANA: Dejame un poco de pie. A lo mejor me ayuda a bajar el feto.


Estoy harta de estar acostada.

NORA: Quedate como quieras, tesoro, pero andá al cuarto amarillo.

SUSANA: Me deprime ese cuarto, Nora. El amarillo siempre me deprimió.

NORA: (PICADA.) Lo recordaré, querida y solicitaré tu sabio consejo.


(LA LLEVA DE UN ABRAZO ADENTRO.) Emilia, ¿la peluca?

EMILIA: (YENDO CON ELLAS.) ¿Para qué querés que la luzca?

ELVIRA: Le resta importancia, pero algo pasó. (ENTRA MATILDE.)

MATILDE: ¿Oyeron eso? (LUIS VIENE DE LA COCINA CON PIZZA Y


COCA COLA PARA LA MADRE.)

ELVIRA: Seré boba, pero no sorda.

MATILDE: Se produjo como una descarga eléctrica entre todo el mundo.


Fue algo impresionante.

SERGIO: ¿Viste? Tocás a alguien y…

ELVIRA: ¿La gente se toca?

MATILDE: ¡Que pregunta, mamá! Eso está transformado en una orgía


romana. Salvo “aquello” la gente hace de todo.

ELVIRA: ¿Y vos con quién?

MATILDE: Con nadie y con todos. (VUELVE A SALIR.)

ELVIRA: Con nadie y con todos. Como Dios. ¡Orgía romana! Voy a ver
qué pasa ahí. (SALE.)
LUIS: Si no hiciera tanto calor ahí afuera, también yo participaría. (VA
ADENTRO CON LA BANDEJA.)

ANTONIO: (VOLVIENDO DEL JARDIN CON EL SACO EN LA


MANO.) Algo muy, pero muy anormal está ocurriendo. Es como si hubiera
explotado una bomba atómica. Se están haciendo experimentos.

SERGIO: A lo mejor tenés uranio en el jardín.

ANTONIO: Llevame el saco al cuarto chino.

SERGIO: No soy tu sirviente. (ANTONIO LO MIRA.) Apenas soy el


parrillero.

ANTONIO: Sergio… quiero que terminemos bien. Nuestros destinos se


separan pero quiero emprender mi camino y que vos emprendas el tuyo con
un fuerte apretón de manos. Nora me dijo hoy algo muy inteligente.

SERGIO: Anotá la fecha, porque eso si es algo extraordinario. ¡Algo


inteligente, Nora!

ANTONIO: Si. Dijo que la familia no se elige, que es una lotería.

SERGIO: Desde que decoró el cuarto chino se transformó en un pozo de


sabiduría. Deben ser los efluvios orientales. (NORA VIENE DEL
CUARTO AMARILLO.) Así que yo soy una lotería. ¿Y de cuánto es el
premio, Nora?

NORA: Me niego en rotundo a participar de una estéril reyerta entre


hermanos.

SERGIO: Quiero que me paguen por el trabajo de esta noche.

ANTONIO: Supongo que habrás comido, bebido y fumado mis cigarrillos


americanos.

NORA: Antonio, pagale sus servicios. Si él considera que ha hecho un


sacrificio hay que pagárselo.

SERGIO: ¡Sacrificio! ¿Lo llamás sacrificio? Me sentí toda la noche como


un carguero del siglo VII.
NORA: ¿Cómo eran?

SERGIO: Seguro que vos sabés, como eran, con tu gran cultura. Horas
junto a esa parrilla infernal, para que al final se nos despida como
indeseables.

NORA: Sergio no lo tomes a la tremenda. Es la vida. Sin darnos cuenta


nuestros caminos se han bifurcado.

SERGIO: Muy bien. Pues yo, desde el mío, te exijo que me pagues.

ANTONIO: (CON GRAN DESPRECIO SACA DE SU BOLSILLO UNOS


BILLETES Y SE LOS ARROJA AL SUELO EN EL MOMENTO QUE
LUIS HACE ESTALLAR SU FLASH PARA SACARLES UNA FOTO.)

SERGIO: ¿Esperás que me agache para recoger esto?

ANTONIO: Es lo que le pagaría a cualquier peón.

LUIS: ¡Tío! Déjenos un buen recuerdo a todos. Yo estoy contentísimo con


mi máquina fotográfica. Espero que las instantáneas que hice, hayan salido
claras. Pero despidámonos dejándonos contentos a todos.

ANTONIO: ¿En nombre de quién hablás?

LUIS: De toda la familia.

ANTONIO: Nora, me está haciendo chantage. ¿Y sabés por qué?

LUIS: ¡Se lo vas a decir!

ANTONIO: Yo no tengo porque esconder nada a mi mujer. Más que


marido y mujer, somos amigos y ella conoce los misterios del ser humano.
NORA: Antonio, me vas a hacer llorar. Contame.

ANTONIO: Esta tarde, ante las provocaciones constantes de esa tetona que
mi hermano tiene por hija (ENTRA MATILDE CON SU APARATO
GRABADOR.) yo no pude resistirme y la abracé. En ese momento, este
macró nos sacó una instantánea y desde hoy solo amenaza con mostrártela.

SERGIO: (FURIOSO.) ¡Estúpido cornudo!

MATILDE: ¡Papá! ¿Qué pasa?


SERGIO: Con que la tetona te provocó, ¿eh? Sos un imbécil. ¿Y vos te
animaste a ponerle las manos encima a Matilde?

MATILDE: Fue solo jugando. No hay que darle importancia. Si oyeras lo


que grabé en ese momento, comprenderías que fue cosa de poca
importancia.

ANTONIO: Familia de delincuentes. ¡Chantagistas!

MATILDE: ¡Tío! ¡Eso duele! ¡Y yo que venía tan contenta a decirte que el
aparato funciona y que se puedo oír clarito todo lo que me dijiste esta tarde!
(SILENCIO.)

ANTONIO: Está bien. ¿Cuánto quieren?

LUIS: Considerando que las despedidas son siempre dolorosas y esta es


para nunca más… creo que deberías comprarle a tus hermanos… a cada
uno de ellos, un departamentito. No es necesario que sea en un barrio
residencial, ni departamento de lujo…

ANTONIO: ¿Pero vos te crees que el dinero crece en los árboles?

LUIS: No. Pero sale de los mataderos clandestinos, de inmobiliarias


fraudulentas, de destilerías misteriosas, de fábricas de embutidos
especiales, de aceites tóxicos y de…

ANTONIO: Sabés que tengo socios de muy alto nivel, Luis. Tan alto que
llegan a puestos claves dentro de algunos ministerios.

LUIS: ¿Del otro gobierno? ¡Tío! ¿Sabés como andan del upite? A cuatro
mano para no ensuciar el piso.

MATILDE: Ay, no puedo permitir que esto siga adelante. Yo no los quiero
perder, tíos.

ANTONIO: Andate a la mierda.

MATILDE: ¡Tío! Me estás obligando a que te parta el corazón como vos


me partís el mío. Voy a tomar ese micrófono para que todos oigan lo que
me dijiste esta tarde. (VA A SALIR.)
ANTONIO: ¡Esperá! (ELLA SE DETIENE. SERGIO LOS MIRA
ASOMBRADÍSIMO.)

MATILDE: ¿Pero qué vas a hacer para borrar lo que acabás de decir?
Jamás podré olvidar…

ANTONIO: Tengo tres departamentos vacíos en Lanús.

NORA: ¡Antonio!

ANTONIO: ¡Callate!

NORA: ¿Pero qué dijiste? ¿Se puede saber?

LUIS: Tía, si se pudiera saber no nos llevaría el apunte. ¿Y qué


comodidades tienen esos departamentos?

ANTONIO: Son mejores de los que tienen actualmente.

LUIS: Con eso no decís mucho. Mamá y yo vivimos en un cuarto.

ANTONIO: Son grandes.

LUIS: ¿Vos querés decir que son viejos?

NORA: ¡Yo me muero! ¡No soporto esto! (VA AL JARDIN Y SE CRUZA


CON ELVIRA QUE ENTRA.)

ELVIRA: ¡No podés tocar nada! (MOSTRANDO LAS MANOS.) ¡Mirá


como tengo las manos! ¡Todas verdes!

SERGIO: No interrumpas ahora.

ELVIRA: ¿Qué pasa?

MATILDE: El amoroso tío Antonio nos va a regalar un departamento a


cada uno.

ELVIRA: ¡A cada uno!

LUIS: A cada familia. ¿No tío? Pero que sea moderno, luminoso y
habitable. Y además no va a pasar una asignación mensual a cada familia,
para que ninguno de sus hermanos pase más necesidades.
ANTONIO: Yo te mando preso. ¿Vos crees que podés jugar conmigo como
si yo fuera Jerry y vos fueras Tom?

ELVIRA: ¡Pero cómo! ¿No nos regala esos departamentos contento? ¿Lo
están obligando?

MATILDE: Si. ¿No es horrible, mami? ¡Perder de este modo el cariño de


los tíos!

ANTONIO: Yo los voy a mandar a todos presos. Incluyendo a esa partera


ilegal que está con Susana.

MATILDE: ¡Ah no! Esto no puede seguir así. Voy a hacer sonar esta cinta
a todo trapo para que esos doscientos invitados que hay ahí se diviertan con
nosotros un rato, así nos olvidamos de todo. (SALE.)

ANTONIO: (ASUSTADISIMO.) ¡Matilde! (SALE CORRIENDO


DETRÁS DE ELLA.)

SERGIO: ¡Ese hijo de puta! ¡Le puso las manos encima a Matilde!

ELVIRA: Vos se las pusiste encima a Nora hace unos años. ¿Te crees que
me chupo el dedo? (REGRESA ANTONIO Y MATILDE.)

MATILDE: Ay tío, ¿pero de qué tenés miedo? Si es lo más inocente del


mundo. (ENTRA NORA.)

NORA: ¡Pero Antonio! ¡La gente está asombradísima! ¿Por qué corriste
detrás de Matilde? ¿Estás borracho?

ANTONIO: Andá a atender a la gente.

NORA: Está excitadísima la gente, Antonio. No quiero ni pensarlo, ¿pero


alguien sabe si Buenos Aires es zona de cataclismos? ¡La tierra está tan
caliente!

ANTONIO: No digas más pavadas y andá para allá. (NORA SALE.) Está
bien. Por ahora ganan ustedes. Vayan a verme mañana a la oficina.

LUIS: ¿Para qué esperar a mañana?


ANTONIO: Porque hay que redactar documentos. ¿Vos te crees que todo
es soplar y hacer botellas?

ELVIRA: Además, yo quiero ver el departamento. No quiero bajar en la


escala social.

ANTONIO: ¡Ah, vos crees que pertenecés a alguna!

ELVIRA: ¿Y qué? ¿No soy de clase media?

ANTONIO: Sos de clase inferior.

LUIS: No por mucho tiempo más. Todos confiamos en vos. ¿Verdad? Yo


creo que si redactamos un compromiso en cualquier papel y lo firmás…

ANTONIO: Tiene que ser ante notario. Tenemos que esperar a mañana.

LUIS: Ahí en el jardín hay como quince notarios. Cualquiera de ellos


podría certificar el compromiso. (APARECE NORA CORRIENDO.)

NORA: Antonio, hay tres personas vomitando en el lado oeste del jardín.
¿Qué hago?

ANTONIO: Llevales un Alka Seltzer y dejame en paz.

NORA: Antonio, no vayas a hacer nada con consultar antes conmigo.


Sabés que soy comprensiva y que estoy dispuesta a perdonarte todo.

LUIS: LA cosa no es tan simple, tía Nora. Aquí hay doscientas personas
que tienen que perdonar. Y vaya a saber unos cuantas hay en todo el país.
¿Verdad tío?

NORA: ¡Ay Antonio! ¡Cómo pudiste dejarte madrugar! Qué habrás hecho
o dicho que no se puede saber.

ANTONIO: ¡Ocupate de esos tipos, Nora! Llevales agua y bicarbonato de


soda. (NORA SALE.)

LUIS: ¿Vamos a tu biblioteca, tío?

ANTONIO: Vamos. Pero que quede claro, que hago esto, no porque tenga
ideas izquierdistas, si no porque me obligan las circunstancias.
LUIS: Todos comprendemos, tío. Tampoco nosotros somos comunistas.
(LUIS Y ANTONIO SALEN.)

ELVIRA: (A SERGIO.) Andá con ellos.

SERGIO: No. No me gusta esto.

ELVIRA: ¿Por qué? Si se puede sacar una casa y una asignación


mensual…

MATILDE: Y cosas para mí, como tapados, joyas y vestidos…

ELVIRA: ¿Y qué fue lo que te dijo?

MATILDE. Pavadas. Es de bueno. Parece malo, pero en el fondo tiene un


corazón de oro.

SERGIO: Yo no quiero entrar en esto. No soy un delincuente.

ELVIRA: Sergio, sabés muy bien, que quién roba a un ladrón tiene cien
años de perdón. (GRITO DE EMILIA, ADENTRO.)

MATILDE: ¡Que horrible ser mujer, mamá!

ELVIRA: Ese grito no fue de Susana. Fue Emilia.

SERGIO: ¿Emilia estaba embarazada? (CORREN ADENTRO, NORA


VIENE DEL JARDIN.)

NORA: Antonio, no estarás haciendo una estupidez, ¿no? Consultá primero


con un abogado. (MIRA EL PISO.) ¡Verde! ¿De dónde sale este verde?
¿No ves que son cerdos? ¡Mis zapatos! ¡Ay Dios! ¡Mis zapatos están
teñidos de verde! (APARECE MATILDE MUY IMPRESIONADA.)

MATILDE: Tía…

NORA: No me llames tía.

MATILDE: Nora… tío Jorge se colgó.

NORA: ¿Justo hoy? ¿Por qué me hace esto en un día tan importante?
MATILDE: Dejó una carta. Opi. (LEE.) “Yo, el abajo firmante, me tomo la
vida por voluntad propia, no debiendo culparse de ello a nadie más que a la
pobreza, las circunstancias y el miedo. Ruego a mi querida esposa y a mis
amados hijos que me perdonen”.

NORA: ¡Ay Dios, qué escándalo! (ELVIRA Y SERGIO TRAEN A


ELVIRA DESMAYADA.) ¿Pero qué pasa? ¿Ésta también?

ELVIRA: Se desmayó de la impresión. Ocupate vos de reanimar a Jorge.

JORGE: (APARECIENDO.) No es necesario. Estoy buen. Gracias a Dios


no pasó nada. Mirá si me llego a morir.

NORA: Pero, ¿por qué hiciste eso?

JORGE: Ya me conocés, Nora. Sabés lo exagerado que soy.

MATILDE: Sobre todo ahora, tío Jorge, que se está arreglando todo. Tío
Antonio nos está llenando de regalos. Departamentos, muebles,
asignaciones mensuales para todos, joyas y pieles para mi…

NORA: (GRITANDO MIENTRAS SE ENCAMINA HACIA LA


BIBLIOTECA.) ¡Antonio! Nuestros gananciales… (PELEA ADENTRO
ENTRE NORA Y ANTONIO.)

JORGE: ¿Antonio nos asegura el porvenir?

MATILDE: Y el presente. (JORGE SE ECHA A LLORAR.)

ELVIRA: ¿Por qué llorás ahora? (EMILIA VUELVE EN SI.)

EMILIA: Lo único que faltaba. Un suicida en la familia. (AHOGA UN


GRITO A VER A JORGE.) ¡Es él!

ELVIRA: ¡Claro que es él! No es Alfredo Alcón. Eso lo ve cualquiera.


EMILIA: ¡Jorge! Estabas tan impresionante ahí, colgado. Y sacándome la
lengua…

SERGIO: Bueno, ya pasó. No hay que hablar más del asunto. Fue solo un
momento de depresión.
JORGE: Un momento, no; la depresión me dura desde que nací. Fue un
rapto de desesperación. Pero ahora dice Matilde que todo se está
arreglando. (GRITO DE SUSANA.)

EMILIA: ¡Ay, me había olvidado! (CORRE AL CUARTO AMARILLO.


JORGE VA CON ELLA.)

ELVIRA: ¡Realmente Sergio! ¡Qué familia!

MATILDE: Yo lo adoro a todos. ¿Por qué estaré tan llena de amor, mami?

ELVIRA: Porque salís a mí. ¡Mirá como está quedando el piso!

MATILDE: Es el plástico del jardín. Se está derritiendo como chocolate


con el calor de la parilla.

SERGIO: Voy a apagar el fuego.

ELVIRA: Vos no hacés nada. No es tu responsabilidad.

SERGIO: ¡Pero esa gente puede correr peligro, Elvira! Si el plástico se


derrite puede llegar a provocar llagas como el plomo.

ELVIRA: ¿Qué sabrás vos de química?

EMILIA: (APARECIENDO.) Más agua.

ELVIRA: No jodas más. La otra borracha exige agua todo el tiempo y vos
no hacés más que pedir. (EMILIA REGRESA AL CUARTO
AMARILLO.)

NORA: (APARECIENDO CON EL COMPROMISO ESCRITO POR


ANTONIO Y PERSEGUIDA POR ESTE Y LUIS.) Prefiero el escándalo
antes que perder esas propiedades. Siempre podremos refugiarnos en otro
país.

ANTONIO: ¿Y abandonar los negocios?


NORA: Antonio… yo de mi dinero no doy un centavo. Primero haremos
separación de bienes y después vos les regalás de lo que te toque todo lo
que quieras.

ANTONIO: Esto significa… divorcio.


MATILDE: Tío querido, yo te consolaré.

ELVIRA: Callate.

MATILDE: Pero mamá, ¿te imaginás lo triste que va a quedar? ¿Con lo


que él quiere a tía Nora?

NORA: Yo no quiero el divorcio, Antonio, pero vos y tu familia me están


empujando a él.

ELVIRA: Ese es el mejor regalo de aniversario que le pudimos haber


hecho.

NORA: (ROMPE EL PAPEL.) Aquí está mi respuesta. (VA AL JARDIN.)

MATILDE: ¡Tía!

ELVIRA: Dejala. (MIRADA SIGNIFICATIVA DE ELVIRA A SU HIJA.)

ANTONIO: ¿Qué pasa? ¿Por qué está tan sucio esto?

ELVIRA: El plástico destiñe y parece que también se derrite.

ANTONIO: ¡Dios mío! (AGOTADO.) Ustedes ven que no es mala


voluntad, pero sin su consentimiento no hay firma. Son gananciales. Si ella
no firma, no hay traspaso de propiedades. (LLANTO DE RECIEN
NACIDO.)

ELVIRA: ¡Por fin!

MATILDE: ¡Mamá! Es como una señal. (APARECE JORGE MUY


AGOTADO.)

SERGIO: ¿Qué es? ¿Varón?

JORGE: No.

SERGIO: ¡Ah, mujer!

JORGE: Tampoco.

ELVIRA: ¡Pero algo tiene que ser! ¿Te fijaste bien?


JORGE: No se ve nada.

ELVIRA: ¿Pero qué querés decir? (APARECE EMILIA.)

EMILIA: Dice la Perica que puede ser varón, pero que también hay
posibilidades de que sea mujer.

ELVIRA: ¿Pero quién puede hacer caso a esa borracha?

EMILIA: Nadie. Pero la verdad es que a simple vista no se sabe. Habrá que
esperar a que crezca un poco.

MATILDE: ¡Ay, tenemos que festejarlo! ¡Tenemos que festejarlo!

ELVIRA: ¿Nace un monstruo y vos querés festejar?

ANTONIO: (MIRANDO MUY PALIDO HACIA LA PUERTA QUE DA


AL JARDIN.) ¿Qué es eso? (TODOS MIRAN).

ELVIRA: El plástico avanza. Se está filtrando por debajo de las puertas.


(VA HACIA LAS PUERTAS. SE OYEN GRITOS DE LOS INVITADOS
Y LA VOZ DE NORA POR EL MICROFONO.)

NORA: (DESDE EL JARDIN. LA VOZ MUY AMPLIFICADA.) Se ruega


calma y que no cunda el pánico. ¡Antonio! Antonio, ¿me oís?

ANTONIO: Te oigo y te veo.

NORA: Estamos atrapados como en un lodazal. ¿Qué hacemos?

ANTONIO: Un esfuerzo.

NORA: ¿Y qué te crees que estamos haciendo? Estamos sumergidos en un


cráter de lava ardiente. Hay gente desmayada, desesperada, pero con buen
ánimo. ¿No crees que conviene llamar a alguien? (SIRENA POLICIAL
QUE COMIENZA MUY BAJITO PARA IR CRECIENDO HASTA EL
FINAL.) ¿Los bomberos, quizás? No podremos aguantar mucho más este
calor.

ELVIRA: Yo te los llamo y de pasó llamaré también a todos los cronistas


de sociales, para que te divina fiesta tenga la promoción que se merece.
(APARECE SUSANA CON EL BEBE EN BRAZOS, ACOMPAÑADA
DE EMILIA.) Vamos todos. Salgamos antes de que el plástico nos devore a
todos.

JORGE: ¡Antonio! ¡La policía! ¿Oís? ¡La policía!

NORA: Antonio, no te quedes paralizado. Hacé algo.

ELVIRA: Dejala, siempre te saldrá más barato que un divorcio. Muere por
causa de su extraordinaria y refinada manera de ver la vida. ¡Feliz
aniversario, Nora! Feliz final. (LA FAMILIA VA SALIENDO. EMILIA
SE DETIENE Y MIRA A ANTONIO.)

JORGE: ¡Apúrense! Rajemos antes de que caiga la policía.

EMILIA: La Perica se durmió. ¿Qué hacemos? ¿La despertamos o la


dejamos morir con los demás?

ELVIRA: Dejala. No lo va a sentir. (SE OYEN LOS TRISTES ACORDES


EJECUTADOS POR LOS POBRES JUBILADOS.)

ANTONIO: ¡Hacelos callar, Nora! ¿No ves que esa música angustia?

NORA: Antonio, es para demostrar que tenemos la moral alta. Pero mirá
que se nos puede acabar.

ANTONIO: ¡Carajo! ¿Es que ya nadie me hace caso? ¿Ya no mando aquí?
¡Que pare esa música! (LA SIRENA POLICIAL CRECE PARALIZANDO
A ANTONIO Y LA MUSICA CONTINUA.)

FIN

7 de noviembre de 1981
Presentación y edición: Diego Ezequiel Avalos.

Agradecimiento especial a Mario Caraceni.

Todos los derechos reservados. Para su representación se deberá pedir


autorización a ARGENTORES, Buenos Aires, Argentina.
Una edición de la página JACOBO LANGSNER.

https://www.facebook.com/jacobolangsnerpaginaoficial/?fref=ts

You might also like