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Barbacoa de Jacobo Langsner Versión Completa
Barbacoa de Jacobo Langsner Versión Completa
DOS ACTOS
DE
JACOBO LANGSNER
Presentación
Suele suceder que en las obras farsescas del autor, por ejemplo “El
terremoto”, “La gotita” y “Locos de contento”, los finales presentan un
claro viraje a una alegoría crítica directa. En “Barbacoa” esto se evita,
llegando a un final que se acerca mucho más al género fantástico. Ese
jardín de plástico sumido en las llamas de la parrilla alude al mismísimo
infierno, sitio ya mencionado por Elvira en el final de “Esperando la
carroza”. Otro elemento fantástico se encuentra en el nacimiento del hijo de
Susana, que no es ni mujer ni varón, y el cual termina siendo nombrado
como monstruo. La familia vendió su dignidad por unos departamentos y
Nora y Antonio se reconocen que lo suyo no es amor, sino un mero interés
económico. El jardín que se derrite y el bebe monstruoso parecen ser la
señal no de una purificación, sino de un derrumbe sin retorno ni
renacimiento. Antonio, en su trágico texto final, termina convirtiéndose en
el clásico personaje del grotesco criollo, quebrado en su discurso,
fatalmente desesperado en su propia angustia. “Barbacoa” es un texto que
pide una puesta en escena alucinada, cercana a la pesadilla, que no tema a
la exageración y a internarse en lo más profundo y miserable de la
naturaleza humana. Una obra bestial, llena de bestias que son al mismo
tiempo tan despreciables como divertidas. Difícil equilibrio. Desafío
fascinante para actores y directores que todos los textos de Langsner
exigen.
“Barbacoa” encontró su primera puesta teatral en Uruguay en el año 1986.
El estreno se produjo en el Teatro Stella D´Italia por la compañía La
Gaviota, con dirección de Júver Salcedo. En Buenos Aires se estrenó un
año después en el teatro Regina y con nuevo nombre: “Chimichurri”, luego
de haber pasado antes por títulos como “Esperando el asadito”, “La carne
en el asador” y “El jardín de las malicias”. El importante elenco estaba
compuesto por: Carlos Carella, Diana Maggi, Tina Serrano, Manuel Callau,
Andrea Tenuta (que volvía a repetir el papel de Matilde), Alberto Busaid,
Natalio Hoxman, Patricia Gilmour e Hilda Suárez. La dirección corrió por
cuenta de Omar Grasso, quién ya había dirigido del autor “El tobogán” y
“Una margarita llamada Mercedes”. El equipo técnico se completó con
escenografía de Guillermo de la Torre, vestuario de Leonor Puga Sabaté,
Jorge Valcarcel en la música y Chino Carreras y Eduardo Bernardo en la
producción. La obra arrancó muy fuerte en sus primeras funciones, pero
luego el interés decayó rápidamente. Al público no le gustaba como había
sido encarada la propuesta. Afirma Carreras en el programa “Detrás del
éxito”: “Esa era una obra genial porque cuando la lees te reís de principio a
fin. Fue un fallo de la dirección. En la primera función había gente parada
porque querían ver la obra como fuera. Pero al cabo de una semana la gente
salía diciendo que era horrible”.
Hablando con Jacobo sobre “Barbacoa”, señala: “La pobre nunca tuvo
suerte. Ni en el teatro ni en la televisión. Con la versión para cine se perdió
una gran oportunidad. Estaba todo servido para que fuera un suceso, cosa
que no pasó y lamento mucho.”
PERSONAJES:
EPOCA: ACTUAL
ACTO I
LA ACCION TRANSCURRE EN EL AMPLIO SALON DEL CHALET
DE NORA Y ANTONIO, EN VICENTE LOPEZ. NORA HA
DECORADO EL AMBIENTE CON IMPECABLE MAL GUSTO.
ESTILOS FRANCES, CHINO Y CASTELLANO EN LOS CARISIMOS
MUEBLES. LAS PAREDES EMPAPELADAS EN COLORES
CHILLONES. EL ROJO, EL AMARILLO Y EL VERDE COTORRA
PREDOMINAN SOBRE EL NEGRO DEL MUEBLE CHINO, EL ORO
DE LAS SILLAS LUIS XV Y EL MARRON DE LOS MUEBLES
CASTELLANOS. AL FONDO, UNAS GRANDES PUERTAS
VIDRIERAS DAN AL ESCANDALOSO JARDIN QUE NO SOLO ESTA
LLENO DE PLANTAS DE PLÁSTICO, SI NO DE PAJAROS
EMBALSAMADOS SOBRE LOS ÁRBOLES. EN EL CENTRO DEL
JARDIN UNA ESTATUA DE YESO; REPLICA DE UNA MUY
FAMOSA. MUY VISIBLE EL OSTENTOSO ASADOR PARRILLERO.
POR EL LATERAL DERECHO SE VA AL INTERIOR DE LA CASA Y
POR EL IZQUIERDO A UN HALL, DONDE SE SUPONE QUE SE
ENCUENTRA LA PUERTA PRINCIPAL. ANTES DE LEVANTARSE
EL TELON SE OYEN FURIOSOS LADRIDOS DE VARIOS PERROS Y
EL INSOPORTABLE RUIDO QUE PRODUCEN CENTENARES DE
COTORRITAS AUSTRALIANAS.
NORA: ¡Ay, que no sea lo que pienso! ¡Dios mío! Solo te pido que no sea
lo que pienso. (SACA UNA ESTATUILLA DE YESO.) Es lo que pensaba.
Están en liquidación en la Ferretería Espartaco.
ANTONIO: ¿Quién la envía?
NORA: ¡Yo que sé! Aquí hay una tarjetita. (SACA UN SOBRESITO DE
LA CAJA Y DEL SOBRE UNA TARJETITA.) ¡Antonio!
ANTONIO: ¿Qué?
ANTONIO: ¿A quienes?
NORA: García Navajo se llama. Si sigo con las averiguaciones podré darte
más de una sorpresa.
ANTONIO: ¿Desanimado?
ANTONIO: Nora, hace una eternidad que no los vemos. Ni nos hablamos
por teléfono. La última vez que los vimos fue cuando murió mamá.
Después… nunca más. Hicimos viajes…
NORA: Y siempre se les trajo regalos. Y esta vez fuiste más espléndido
que nunca. Máquinas fotográficas, grabadores, perfumes, whisky escocés…
(TIMBRE)
JORGE: Feliz aniversario, Nora. Aquí te traigo las carnes y las achuras
para la parrilla.
NORA: Si, porque con este calor algo se puede echar a perder. (LOS
HOMBRES LLEVAN LAS COSAS ADENTRO.) Ofrecele a Jorge una
cervecita o lo que él quiera.
NORA: Mejor que sobre y no que piensen que somos unos roñosos.
(BAJANDO LA VOZ) Tu hermano no pensará quedarse hasta que empiece
la reunión, ¿no?
ANTONIO: ¡Ssscht!
JORGE: Yo, por mi… por lo que duermo… Pero Sergio necesita sus ocho
horas de cama.
NORA: Lo lamento mucho por él. Debería estar muy, pero que muy
agradecido, de que los hayamos invitado.
NORA: Antes de darme cuenta de lo ordinarios que eran, que son y que
seguirán siendo hasta el fin de sus días. Perdoname Jorge, pero son dos
ordinarios, tanto Sergio como Elvira y el monstruo que engendraron.
ANTONIO: Nora…
NORA: Querido, Dios sabe cómo me sangra el corazón por hablar así de
alguien que lleva tu misma sangre. ¡Pero es que cada vez que nos vemos
pasa una desgracia! (SUENA EL TELEFONO. ANTONIO VA A
ATENDER.)
ANTONIO: Ya lo sé. Por eso los compré a precio de regalo. ¡Una ganga!
ANTONIO: Decile a Manolo que los mate a todos hoy mismo, incluyendo
a los que ya están muertos.
NORA: ¡Ay Jorge, vos siempre tan alarmista! Estoy segura de que vos
mismo comiste jamón y chorizos hechos con ese tipo de carne y nunca te
pasó nada. (A ANTONIO.) No estarás haciendo nada fuera de la ley,
querido, ¿verdad? (SIN ESPERAR RESPUESTA.) ¡Sos tan pícaro!
JORGE: Me pagás bien y reconozco que tenés una paciencia muy grande
conmigo. Pero solo quiero saber una cosa… El matadero… ¿Es
clandestino?
NORA: (RIE.) ¡Mirá la cara de tu hermano! Jorge, vos sos como yo.
Idealista y soñador. Este es un pícaro. No te asustes. No va a pasar nada.
¿No sabés acaso que tenemos protección? Estás ahí para dar la cara, porque
con la posición social que tenemos ahora, no quedaría bien que se dijera
que somos dueños de un matadero. ¿Comprendés?
NORA: No seas alarmista. Hay que ser optimista. Ese es mi lema. Hay que
ser optimistas aún en los momentos más trágicos de la vida. Y vos tenés
muchas razones para ser feliz.
NORA: Solo quería recordarle que tiene dos niños que son un sueño.
ANTONIO: Se lo recordarás esta noche, Nora.
NORA: Jorge, hacé lo posible por traer a los niños. Sabés cuanto los
quiero.
NORA: ¡Tesoro! Tesoros los dos. Benditos sean todos los niños del mundo.
JORGE: No tengo.
NORA: ¡No señor! Que vengan como todo el mundo. No quiero que haya
esta noche ni una sola nota que suene mal. Todo deberá salir perfecto,
como una sinfonía de Brahms… perfectamente ejecutada. Antonio, se
terminó el ruido ambiental; no oigo a los pajaritos.
ELVIRA: ¿Y por qué vinimos con valijas? ¿Nos vamos a quedar unos días?
NORA: No. Nadie quiere gritos en un día de fiesta, a menos que sean de
sana y jubilosa alegría. Como la que Antonio y yo disfrutamos en el día de
hoy y que estamos dispuestos a compartir con los miembros inteligentes de
la familia.
ANTONIO: ¡Sergio!
MATILDE: ¿Viste como es, tío Antonio? ¿Viste? Está así todo el día.
Como si yo tuviera la culpa. (AL PADRE.) Yo no manejo la naturaleza.
Ella me maneja a mí.
NORA: Llevalo al cuarto chino. Y llevá las valijas de las señoras al rosado.
NORA: Es que son nuevos. Los terminamos de decorar antes del último
viaje. Ya te los mostraré.
ELVIRA: ¡Exacto!
ELVIRA: ¡Está todo más lindo que nunca! Como crecieron esas plantas
durante estos tres años que no nos vimos. (NORA Y ANTONIO RIEN.)
ELVIRA: ¡No!
ELVIRA: ¡Ay Nora! Si tuviera que buscar una palabra para describir lo que
sos…Y no solo para mi, si no para el mundo…Sos un genio. Genio es la
palabra. Genio. ¿Y qué hicieron con los rosales, los helechos, los
gomeros…?
NORA: Una gran fogata. Lo único que hacemos es lavar todo una vez por
mes con la manguera y rociar ese vergel con el spray de Hong Kong.
ELVIRA: Ustedes sí que saben vivir.
ELVIRA: ¿Qué?
N ORA: Para vos, Sergio, como siempre, una botellita de whisky escocés
de colección, para que lo disfrutes solo.
MATILDE: ¡Claro!
ELVIRA: Ah, con que soy yo sola la que tiene colesterol, ¡eh!
NORA: Sobre todo… no nos gusta hacer ostentación de nada. Detesto esa
gente que hace ruido para llamar la atención. Dame Antonio, que quiero
tener yo el placer de darles sus regalos.
NORA: ¡De veras! Pues ahí tenés a tus adorables papás que no te
retacearan, estoy segura, todos los mimos del mundo. (ANTONIO VA A
CAMBIAR LAS BOLSAS DE LOS REGALOS.)
SERGIO: Si le gusta que la traten como una niña, sería conveniente que
deje de desarrollarse como una….
MATILDE: ¡Yo que sé! No tengo ganas de perder Hay tantas chicas más
lindas que yo.
NORA: ¡Ay, tanto lío por un pecho bien formado! Mi consejo, querida, es
que sigas siendo humilde y que vivas como si fueras una chica de barrio,
vulgar y corriente. Sufrirás menos (SACANDO PAQUETES DE LA
BOLSA.) El whisky, como dije, para Sergio. (LE ENTREGA UNA
BOTELLITA DE COLECCIÓN.) ¡Chivas Regal, eh! Y esto es para vos,
Elvira, para que sigas haciendo prodigios en la cocina.
ELVIRA: Pero es mucho más útil. Y de Hong Kong como son casi todo lo
de esta casa. Me encantan los regalos útiles.
NORA: Me alegro. Los regalos se hacen para eso; para hacer felices a los
demás. (A SERGIO.) Vas a trabajar como un negro. Seis kilos de tira,
cuatro de lomo, cuatro de vacío, cuatro de chorizos blancos y cuatro de los
colorados, morcillas, pollos, riñones, chinchulines…
SERGIO: ¡Pero si nosotros no nos vemos desde hace como tres años y
mamá murió hace seis meses!
NORA: ¡Exagerado!
SERGIO: ¡Nora! Solo nos vemos en ocasiones así, cuando alguien hace
una fiesta o cuando alguien muere. Antes nos veíamos los fines de
semana…
ELVIRA: Ni una. Sí nos enteramos que se habían ido por los ecos
mundanos de La Nación.
NORA: ¡Ay, que crimen! Te mandé como ocho. Por lo menos dos de
Niuyork y si la memoria no me engaña, dos de Miami y por lo menos
cuatro de Disneylandia.
NORA: Fue como regresar a la niñez. ¡Es tan divino todo! ¡Tan real! Ah,
tienen que ir. ¡Tienen que ir! Ya tendrán con que. No mires con esa mirada.
Si yo tengo fe, pasando lo que está pasando en el país, ¡como no la vas a
tener vos!
NORA: ¡Por Dios, Elvira! Te ruego que no nos rebajes. ¿Crees que por
haber llegado a tanto, me voy a olvidar de la familia? ¡Es que estoy
ocupadísima! ¡Ya te dije que estudio idiomas y pintura y encima mis obras
de beneficencia. Mis propios niños pobres, de los que no me quiero olvidar.
ELVIRA: ¡Sé que hay pobreza Nora! ¿Te crees que nosotros nadamos en la
abundancia?
ELVIRA: Sabés que no tengo memoria. ¿Y vos por qué no me contaste que
Jorge trabajaba para Antonio?
SERGIO: Que no hablás más que de trapos y comidas y que ella es una
mujer inquieta y sobre todo… culta.
SERGIO: ¿Pero vos te crees que porque soy viejo soy bobo?
NORA: Sergio, sos las dos cosas. Mirá si esta criatura, con la educación
que recibió…
ELVIRA: Tu padre tiene razón. Era inútil. Repetiste primero cuatro años
seguidos.
SERGIO: Nena, ya sé que vos querés salir. Es por eso que yo no quiero.
ELVIRA: ¡Los últimos! ¡No vi siquiera vi. los primeros, Nora! ¡Tengo
tanto dolor en el corazón!
NORA: ¿Pero qué estás diciendo? (A SERGIO) ¿Que dice esta mujer?
ELVIRA: Lo que oís. Desde que inauguraron el chalet de Punta del Este
con aquella fiesta que salió fotografiada a todo color en el suplemento de
La Nación, no nos hemos vuelto a ver. Se te subió a la cabeza el gran
mundo. Eso es lo que pasa.
ANTONIO: ¡Ah, yo que sé! Sos vos la que siempre está ocupada.
ELVIRA: Yo sufro como un animal herido. Estos tres años me han hecho
perder la alegría de vivir.
NORA: ¡Ay! Eso sí que no puede quedar así. Algo vamos a hacer. ¡Esa
chispa! ¿Qué esa chispa que tenías se apagó? ¡Vamos!
NORA: ¡Te prohíbo que hables así, eh! Mirá que soy sensible y que puedo
echarme a llorar. Vení, vamos a mi estudio, así hablamos un rato. (SE LA
LLEVA HACIA EL JARDIN, TOMADA DE LA CINTURA.)
MATILDE: ¡Ay, estoy tan contenta con este regalo! Es el más lindo que
me han hecho en mi vida. (MUY INSINUANTE.) Tío, vos me vas a echar
a perder.
ANTONIO: ¿Me darías esa oportunidad?
MATILDE: ¡Pero tío! ¡Tía Nora es una mujer de una belleza deslumbrante!
AN TONIO: Belleza sos vos, Matilde. Vos, con esos…. Ojos maravillosos
que tenés. Con esos Con esas… (TRAGA SALIVA.) maravillas que te dio
la naturaleza…
MATILDE: Vos sabés tío que yo jamás le haría una porquería a tía Nora.
La quiero demasiado.
ANTONIO: ¡No sería incesto! Sería justicia. Porque después de tantos años
de trabajo y de soportar las cursilerías de esa estúpida nueva rica, merezco
un premio.
NORA: Matilde, no te quedés con ese viejo. Vení a ver mi nuevo estudio.
Sé que te va a gustar.
NORA: ¡Ay, eso sí que estuvo gracioso, Emilia! Adoro tu sentido del
humor. “Los años pasan hasta para los pobres”. Lo anotaré en algún lado
para no olvidarlo.
NORA: Es casi de luto. Tiene unas pintitas negras por aquí y allí.
NORA: ¡No! Jamás me atrevería a decir eso. Solo quiero decir que siento
como si yo no fuera más que un insignificante peón al servicio del arte. Soy
nada más que el instrumento que ejecuta lo que algún genio, por imperativo
de la muerte, ya no puede hacer. ¿Entendés?
ELVIRA: ¡Que suerte tenés! ¡Poder evadirte de esta rutina por los caminos
del arte! Yo estoy condenada a ser nada más que una pobre espectadora.
¡Con lo que me hubiera gustado ser artista!
ELVIRA: ¿Casarla con quien? ¡Si no queremos otra cosa! ¡No es que me
avergüence de ella, eh! Entendámonos. No tengo por qué avergonzarme. Es
más mujer que muchas y es… dentro de ciertos límites, muy inteligente.
Porque picardía no le falta, Nora. (SE ECHA A LLORAR.)
ELVIRA: ¡Tanta ilusión que tenía depositada en esa criatura! Era la luz de
mis ojos, mi razón de ser, de existir… ¿Sabés como la llaman en el barrio?
EMILIA: La tetona.
ELVIRA: Esa que se ocupe de sus cosas y que deje a la nena tranquila.
NORA: ¡Ay, ciega querida! ¿Recordás aquella canción que dice algo así
como… “lo mejor de la vida es gratis”?
EMILIA: ¡Claro que eso es gratis! ¡Vaya estupidez! Pero los que
trabajamos diez o doce horas por día, no disfrutamos de nada de eso.
NORA: ¡Ah! ¡No respirás vos! ¡Emilia! ¿Querés que te diga una cosa? De
toda la familia, la verdaderamente pobre, soy yo. (LA MIRAN Y SE
MIRAN ASOMBRADAS.) ¿Saben por qué? Porque hay algo que yo jamás
podré tener ni aún pagando todo el oro del mundo. Un hijo.
ELVIRA: Nadie dice eso. Pero los científicos aconsejan tenerlos antes de
los treinta.
ELVIRA: Oíme Emilia, nadie te pidió opinión sobre mí, que yo sepa.
¿Alguna vez te pedí opinión sobre algo que no fuera sudor, sangre y
lágrimas? Porque vos de lo único que podés hablar es de lo que conocés.
EMILIA: Todo lo que se puede saber. Sos un libro de una sola página.
NORA: ¡Ay chicas, que brillantes están! Reserven algo para la noche que
tendrán oportunidad de lucirse ante gente del gran mundo. (ENTRA
ANTONIO. NORA RIE,) Antonio, ¡estas mujeres están irresistibles! Si
siguen así serán la alegría de la fiesta. Vení Emilia, así te probás el vestido.
(SE LA LLEVA ADENTRO, RIENDO.) ¡Que familia divertida la tuya!
ELVIRA: Claro que lo vi. ¿Pensás que lo recorrí con los ojos cerrados?
ELVIRA: ¿Sabés por qué nos invitó? Para que le hagamos de sirvientes.
ELVIRA: Sos un falso. Te da tanta rabia como a mí. ¿Por qué no hacen
algo por nosotros? (EL COME PIZZA.) No te llenés con la pizza que hay
carne como para mil muertos de hambre. Un “pela todo”. Me trae una latita
de mierda y me refriega por la cara las muñequitas que trajo para la nena de
Susana.
ELVIRA: No sé coser.
NORA: ¿Y Antonio?
NORA: ¡Ah! ¡No te imaginás, Elvira, lo sucios que están! Tuve que hacer
uso de toda la diplomacia para que tanto Luís como Emilia se metieran en
el baño. ¡Un olor a sudor!
NORA: Vos sos un ángel, Sergio. Jamás pensás mal de nadie. ¿Qué hora
es?
N ORA: Ojalá salga todo bien. ¡Es tan importante Para Antonio que todo
salga bien esta noche! Vos me ayudarás Elvira. Necesito de tu clase para
que todo sea perfecto. Necesito de tu “tach”
ELVIRA: Haré todo lo que pueda, menos ajustarle el vestido a Emilia. Una
mujer como ella debería saber coser.
NORA: ¡Esta es mi Elvira! Defendiendo sus derechos. ¡Ya sé! Le daré una
de mis túnicas griegas. Que la pobre tenga dos buenos vestidos. También
ella tiene derecho. (VA PARA ADENTRO.)
ELVIRA: ¿Le encanta ayudar a la familia? ¿Dijo eso? Eligen las palabras
que pueden hacerme sufrir más. Saben que la empresa para la cual trabajás
quebró. Saben que vivimos de algunas changas que hacés como pintor o
albañil…
ELVIRA: Para conservar algo tan pesado necesito ayuda. ¡Dios mío! ¡Qué
habré hecho para merecer este desprecio?
SERGIO: ¿De qué estás hablando?
ELVIRA: No voy a quedarme para sufrir. Diré que me siento mal y que…
la verdad es que no me siento bien. Debo de tener una úlcera o algo peor.
(APARECE MATILDE CON SU GRABADORA Y AIRE DE
INOCENTE. SE OYE MUY FUERTE EL PIAR DE LOS PAJARITOS.)
¿Por que volvés sola, tan despeinada y con la ropa arrugada?
NORA: Pasan volando. ¡Con todo lo que tenemos que realzar Elvira y yo
para mejorar este aspecto!
NORA: No lo digo por ustedes. Sabés que son lo que más quiero.
(ANTONIO VA A ABRIR.) Matilde, tesoro, sabés que lo me caracteriza es
la discreción y que detesto hacer observaciones personales, pero… creo que
deberías tener más cuidado. Viniste que parecías un pimpollo y mirate
ahora como estás. Toda arrugada. ¿No crees que deberías tener más
cuidado?
SUSANA: Los dejé con mamá. ¿Qué tal todos? No los beso porque apenas
si me puedo mover con este bombo. (SE SIENTA PESADAMENTE.)
¡Estoy tan cansada! Aumenté como veinticinco kilos este último mes.
NORA: También hay regalitos para vos, Susana y para los nenes y hasta
para el que tenés en la barriguita.
ELVIRA: ¡No lo para nadie a Jorge, eh! Está como un macho cabrío.
(NORA RIE.)
NORA: ¡Ay, estos hombres! No saben pensar más que en las finanzas.
NORA: ¡Ay, el vestido! Vas a tener que esperar porque… Emilia está
alargándole los pantalones a Luís y luego tendrá que… pero esperate, que a
pesar del caos y la escasés, aguja e hilo te puedo conseguir. (SALE.)
MATILDE: ¿Cuáles?
ELVIRA: (A SUSANA.) ¿Y vos qué tal? ¿Te adaptás bien? A las nuevas
circunstancias, quiero decir. (SUSANA LA MIRA SIN CONTESTAR.)
Porque subir de esta manera en la escala social….
NORA: ¡Soy tan torpe con las manos! Salvo para el arte…
ELVIRA: Para hacer lo que hacen las muñequitas de Hong Kong (ELVIRA
SALE.)
ANTONIO: Matilde, dame esa cinta. Alguien puede oír lo que grabaste y…
MATILDE: ¡Ay tío! ¿Crees que soy capaz de hacerle una porquería así a
un hombre generoso como vos? ¡Porque vos sos buenísimo tío y yo te
quiero tanto!
ANTONIO: Si me querés tanto, devolverme esa cinta.
MATILDE: La guardé.
ANTONIO: ¿A quien saldrás tan pícara vos? ¿Querés que tu tío te regale
algo? ¿Algo especial? Si es algo sensato lo tendrás. ¿Qué es lo que querés,
Matilde? Tengo problemas muy serios y vos me estás volviendo loco.
MATILDE: Las intenciones que tengo son las mejores. Para mí, claro. Pero
no me tengas miedo. ¿Vos crees que yo soy capaz de hacerte daño?
NORA: ¡Ay, que sobrino tan buen mozo! (LUIS LE SACA UNA
INSTANTANEA A NORA.) ¡Así con esta facha, no! No gastés rollo
ahora. Esperá a que me ponga el Jamandreu que me compré. ¡Ah, Luís!
Quiero que oficies de fotógrafo real, esta noche. Me sacarás con los
Jáuregui, los Ponce de León, los Zorrilla, los….
ANTONIO: (FURIOSO.) No conoce a nadie de esta gente.
NORA: Todo el mundo conoce a esa gente. Y en vez de gritar, ¿por qué no
te pegás un baño y te cambiás? ¡A seguir el ejemplo de este chico! ¡Vamos!
¡A vestirse todo el mundo! (VIENE SERGIO.) Vos también, Sergio.
¡Elvira! ¡Muchachas! Manos a la obra, que quiero que esta sea una noche
inolvidable. (SE OYEN PIAR A LOS PAJARITOS MUY FUERTE.)
OSCURO.
CUADRO II
SERGIO: ¡La puta madre que los parió a todos! ¡Mirá como me puse con
este carbón de mierda! (LUIS VIENE DEL ESTUDIO DE NORA Y LE
SACA UNA INSTANTANEA CON FLASH.) ¿Querés dejarte de joder
con esa máquina?
SERGIO: ¡Lindo recuerdo voy a tener yo de esta fiesta! Elvira tiene razón;
nos invitaron solo para trabajar. Y encima pretende que vista de negro.
SERGIO: Vos hacé chistes nomás, así el hígado me revienta antes. (LUIS
LE SACA OTRA FOTO) ¿Querés que te rompa esa maquinita?
LUIS: Tío, tenés que tomarte la vida más en joda. Mirame a mí. ¿Vos crees
que yo no tengo un buen traje? Tengo. Para serte sincero, tengo tres trajes
bastante buenos. Me vine con lo peor a propósito, porque sabía que la rica
no iba a permitir que fuera la nota discordante de la fiesta.
LUIS: No señor.
NORA: Mirá, para caminar, tenés que agarrar la túnica de aquí, ¿ves? Así.
La levantás para caminar. Ay, mirame a mí, dándote lecciones a vos, ¡con
esa elegancia natural que Dios te dio!
NORA: Dejame arreglártela. (LO HACE.) Mirá. Sos otra. (A LUIS.) ¿Es
otra o no es otra? ¡Ay Emilia! ¡Qué trabajo me das!
MATILDE: ¿Viste que tragedia, tía? ¿Qué hago ahora? ¿Qué hago ahora?
¿No me prestarías algo?
NORA: Ay, ustedes deben pensar que soy multimillonaria. Soy solo
millonaria, que en esta época de inflación, es decir que no nos sobra tanto
como la familia cree. ¿De dónde querés que saque un vestido para vos?
NORA: ¡Claro! ¿Cómo se puede dar una fiesta sin músicos? Contamos dos
violines, un violonchelo, un arpista y percusión. Cinco jubilados de la
filarmónica de Adrogué. Me dijeron que hacen prodigios. (VUELVE
LUIS.) Luís, ocupate de esos hombres. Que se ubiquen en la glorieta y que
no toquen, pero que vayan afinando los instrumentos. (VA PARA
ADENTRO.)
LUIS: Si, tía. (PERO NO SE MUEVE.) Pida por esa boquita, que sus
deseos se verán realizados. (A EMILIA.) Vieja, tomátelo como si
estuvieras en un baile de disfraz. Esa peluca la vendés mañana y sacás unos
mangos.
EMILIA: ¡Ay Luis! ¡No hagas de las tuyas. Eh! ¡Mirá que te conozco! (LE
REVISA LOS BOLSILLOS Y LE SACA LAS MINIATURAS.)
LUIS: ¿Qué estás diciendo? Te llevaron a Punta del Este para que les
limpiaras y cocinaras. ¿Vos te crees que yo me caí del catre?
EMILIA: No son tantas. Las dos somos pobres. Solo que yo no pretendo
engañar a la gente. Vos sos capaz de gastarte el dinero de una semana en
una sola comida. Solo para impresionar.
ELVIRA: Hace dos años que estiro el dinero de una semana para vivir un
mes. ¿Sabés como vivimos, Emilia?
EMILIA: No me lo digas a mí, que yo vivo de milagro.
EMILIA: Del único modo que se puede ayudar al que no tiene. Dándole.
¿De dónde saca? Robará. Se lo darán.
ELVIRA: Desde que sufro. (RAPIDAMENTE.) No, ¡no es verdad que sea
atea! Creo. ¡Creo en ti, Señor! Pero dame una prueba. (APARECE
MATILDE CON UN VESTIDO CERRADO HASTA EL CUELLO. NO
ES DE FIESTA. SE TRATA MÁS BIEN DE UN VESTIDO DE OTOÑO,
DE UNA EPOCA EN QUE LOS VESTIDOS SE USABAN LARGOS
HASTA LA MITAD DE LA PANTORRILLA.) Y esta es la prueba. ¿De
dónde sacaste esa porquería?
MATILDE: ¡Me lo prestó tía Nora! ¿No es un amor? ¡Qué ángel la tía,
mamá!
ELVIRA: ¿Pero cómo es posible que tenga túnicas griegas para algunas y
vestidos… yemenitas para otras?
ELVIRA: ¡Roñosa! ¿Y por qué te ponés tan adulona con tu “¡Qué buena es
la tía Nora!”? ¿A quién saldrás tan falsa?
ELVIRA: Hace calor, pero vos estás dando la imagen de que esto es el
trópico. (EL SE SECA EL SUDOR DE LA FRENTE, EL CUELLO Y
OTRAS PARTES DE SU FIGURA.) ¿Qué te pasa?
ELVIRA: Yo me arriesgo.
ELVIRA: Jorge, de algo hay que pecar ¿Tenés vocación de santo, ahora?
Hablá.
JORGE: Veo un futuro muy negro.
ELVIRA: ¡Ya lo sabemos, Jorge! Los cáncer tienen todo más difícil. Pero
si tuvieras el buen tino de desahogarte… (DISCUSIÓN DE NORA Y
ANTONIO ADENTRO.) Tampoco soy muy felices aquí.
JORGE; Decímelo a mí, que no hago más que correr de un lado para otro.
SUSANA: No lo digas como si eso fuera poco. Estamos mejor que antes.
¿Estás haciendo algo indebido?
ANTONIO: Por unos trapos de porquería. Ahí las tenés llorando a las dos.
A la vieja, como si fuera una criatura y a la tetona como si… (VIENDO A
JORGE.) ¿Qué hacés aquí?
SUSANA: Dicen que tenés una vieja. También podrían decir algo peor;
tenés suerte. ¿Te mantiene una vieja?
LUIS: Los ricos son desconfiados. ¡Te hacen cada pregunta! Tenés que
mentir. No les vas a decir que lo único que tenés son piojos y chinches.
(JORGE SE DIRIGE CORRIENDO A LA PUERTA DE SALIDA.)
ELVIRA: Una viene a esta casa, de estúpida que es, nomás. ¿Para qué
vengo?
ELVIRA: Estoy hablando con Luís. ¿Por qué pensaste que hablaba con
vos? ¿Desde cuándo me codeo con la chusma?
ELVIRA: ¿De ese viejo? Para viejos desanimados me basta con el que
tengo.
LUIS: Tía, Familia de mierda también podemos ser mamá y yo; tío Jorge y
Susana.
ANTONIO: ¡Luis! Portate bien, vos. Mirá que hay gente y… gente.
ELVIRA: ¿Y si te enroscaras esa boa varias veces para tapar un poco todo
eso?
LUIS: Dejen que muestre lo que tiene. ¡No hay que ser roñoso!
MATILDE: Porque tía Nora calza uno o dos números menos. Me aprietan.
MATILDE: No combinan. Tienen que ser estos. ¿No ves que están
forrados con la misma tela del vestido? Cuando venga la gente, me los
saco. Es solo para dar la primera impresión.
MATILDE: ¿Sabés lo que más me saca de mis casillas papi? Que me trates
como si fuera una puta. (SE OYE MUSICA DE CAMARA.)
ANTONIO: Pero oí como suena. ¿Te parece que suena bien? (OYEN
TODOS. SUENA HORRIBLE.) Fueron de una orquesta… Hace
muuuuuchos años.
NORA: (CADA VEZ MAS FASTIDIADA.) ¡Es música clásica! Hay que
entender.
ANTONIO: Les tiemblan las manos. (Los imita.) Parecen gatos enclenques
a un segundo de la muerte.
NORA: Yo solo quería que esta noche fuera sublime. Y mirá lo que
consigo. (VA PARA ADENTRO.)
ELVIRA: Luís, ¿querés llevarle a Antonio una de estas tazas? Yo voy con
esta al cuarto de Nora. (LUIS VA CON LA TAZA A LA BIBLIOTECA.)
¿De qué hablabas con ese? ¡Tené cuidado, eh! Sabés muy bien que es un
atorrante.
ELVIRA: Yo solo te repito una cosa, hija mía. ¡Ojo! Y no tengo nada más
que agregar. (LLEVA LA TAZA DE TILO AL CUARTO DE NORA.)
Matilde: ¡Cómo envidio a Tía Nora! ¡Tanto dinero! Y tanta capacidad para
crear un ambiente agradable a su alrededor. (GRITOS DE NORA Y
ELVIRA.) Casi siempre. Es raro en ella, ¿no? Para mí que es la
menopausia. ¿Viste como le suben los colores de la cara? (APARECE
ELVIRA MUY DESENCAJADA, TODA EMPAPADA EN TILO.)
ELVIRA: ¡Me tiró el tilo a la cara! ¡Eso me pasó! ¿No lo ves? Yo me voy.
Yo sé cuando estoy de más en una casa.
MATILDE: ¡Mamá, por favor, va a venir gente muy importante! ¡Yo tengo
tanta ilusión!
ELVIRA: ¿Ilusión de conseguir un novio de la alta sociedad? Ingenua, si,
Matilde, pero estúpida… ¡eso si que no!
ELVIRA: ¡Ay, como arde! Ojalá se me hinche toda esta parte y me quede
todo cubierto de llagas. Ya verás como me las paga esa nueva rica. ¿Pero
quien se cree que es? ¿Jackeline Kennedy? (MOSTRANDOLE A
MATILDE LOS LUGARES AFECTADOS POR EL “TILAZO”) ¿Se ve
algo?
MATILDE: Se ve mojado.
ELVIRA: ¿Pero está colorado? ¡Dame una esperanza, Señor! Vos estás
contra mí desde hace muchos años. No me obligues a cambiar de religión o
a dejar de creer en vos. Me estás castigando desde hace muchos años y mi
paciencia se termina. ¡Pero Rey de las alturas! ¡Es que ya no puedo más!
MATILDE: ¡No estoy vestida! Tía Nora tiene una capillita divina junto al
estudio.
SUSANA: Estoy de siete meses, pero siento que como si fuera a producirse
la cosa de un momento a otro.
MATILDE: ¡Mamá!
SUSANA: Ya pasó.
ELVIRA: Esperemos un poco más.
ELVIRA: Los médicos son unos burros ateos que no saben nada de nada.
¿Conociste alguno que creyera en algo que no fuera ciencia pura? En
cambio yo soy una creyente desesperada que solo aspira a una venganza.
Te suplico Susana, como si fueras la misma Virgen María. Jodeles la fiesta.
SUSANA: (A GRITOS.) ¡Se me rompió la bolsa! ¡El nene está por nacer!
NORA: ¡Sobre los sillones no! Aguantate un ratito querida, que llamo a
una ambulancia.
NORA: No pasa nada. ¿No sabés que Antonio es amigo de todo? ¿Estás en
un sindicato? ¿Quién te atiende?
MATILDE: Si, mamá. Pregunto por tío Jorge. (APARECE LUIS CON
UNA SILLA DE LA COCINA.)
LUIS: Las mujeres están muy ocupadas. Dicen que ahora no pueden.
(APARECE EMILIA CON TRAPO Y ESCOBILLÓN)
ELVLIRA: Nora, todos conocemos los esfuerzos que está dispuesta a hacer
la humanidad. Si estuviéramos en mi casa le ofrecería mi cama. Pero
desgraciadamente estamos en casa ajena.
NORA: Esta no es una maternidad. ¡Esta casa no está preparada para eso!
(SUJSANA VA A SENTARSE EN UN SILLON.) ¡Susana no te sientes!
(LA MIRAN.) ¿Para qué perder tiempo? Llévenla al cuarto amarillo
mientras Sergio toma un taxi y va a buscar a la comadrona.
EMILIA: ¿Adónde vas? ¡Luís! No hagas pavadas en un día como hoy. ¿Me
oís? Mirá que las cosas a veces son irreparables.
NORA: ¿Y va a gritar así todo el tiempo? Las asiáticas tienen sus hijos con
una sonrisa en los labios.
EMILIA: No lo creo. Es una mujer sufrida. Solo deseo que lo tenga antes
de que llegue la gente porque te va a aguar la fiesta.
EMILIA: A nadie le gusta la realidad. Pero la realidad está ahí. Solo hay
que mirar para verla. (ENTRA JORGE.)
JORGE: (MUY ASUSTADO.) ¿Por qué aquí? ¿Quién les dijo que podrían
encontrarme aquí? Tengo que hablar con Antonio. Necesito que me ayude a
salir del país.
EMILIA: No exageres.
EMILIA: ¿Para eso quién la tiene? Mi Luis, pobrecito, cada vez que lo
encierran vuelve tosiendo y con ocho kilos menos. ¡Con la carne que hay
en este país!
JORGE: Pedir limosna. Yo que sé. (ENOJADO.) Yo sabía que con Antonio
no iba a sacar nada bueno. ¡Yo sabía!
JORGE: Porque soy un desesperado. Pero esta vez yo lo mato. Esta vez
termino con él. Mirá a lo que me empujó. Ahora soy un prófugo. Con la
INTERPOL siguiéndome seguramente los pasos.
EMILIA: Además ya salió el vapor de la carrera. ¿No ves que son las
nueve y media?
JORGE: ¡Ay, es verdad! Vas a ver que esta noche duermo en un calabozo.
Y vas a ver que a Antonio no le pasa nada. El es leo. Todos los
delincuentes son de Leo y a esos no les pasa nada. (GRITO DE SUSANA.)
Esa es Susana. ¿Qué le hacen? ¿La están torturando para que diga dónde
estoy?
JORGE: ¡Dios! ¡Todo se junta! ¿Cómo me voy ahora? ¿Cómo la dejo así?
EMILIA: No me lo preguntaste.
JORGE: ¿Pues querés que te diga una cosa? No me gusta nada la idea.
ELVIRA: (Desde Adentro.) ¡Aquí Jorge! (APARECE.) Ay, por fin empezó
a brillar el sol.
ELVIRA: ¡Es que no quiero que hables de la vida con ese atorrante! ¿De
qué te crees que hablamos tu padre y yo cuando te engendramos? ¡No se
habla de la vida con un primo, Matilde! Y menos con un primo pobre.
¿Querés tener un hijo asesino, ladrón, o lo que es peor aún, pobre? Porque
eso tendrás si seguís hablando con ese don nadie, de la vida.
MATILDE: ¡Basta eh! Estoy harta de que sospechen todo el tiempo de mí.
¡Yo también puedo juzgar, eh! ¡Ojo! Así que cuidadito.
MATILDE: Yo no pienso nada. Pero sé cosas. Tío Antonio está harto de tía
Nora. Él mismo me lo dijo.
LUIS: Te recuerdo que tanto Matilde como yo, somos personas mayores.
EMILIA: Si hicieron algo, habrá sido por culpa de esta. Con ese vestido de
loca y esas tetas… Si yo fuera hombre la tendría a manoseo puro. Es una
provocadora.
ELVIRA: Estás hablando como una degenerada. ¿Qué sabés vos como
actuarías si fueras hombre?
ELVIRA: Rompé el molde antes de que salga otro igual. ¿Será posible que
en esta familia no haya una sola persona decente? (MUY AGRESIVA.) Si
necesitás un pretexto para pegarte un tiro ya lo tenés. Solo tenés que
enterarte de cómo se gana la plata.
MATILDE: De lo único que podés estar segura es que yo, abuela, no te voy
a hacer. (YENDOSE PARA ADENTRO.) ¡Deformarme de ese modo!
EMILIA: ¡Pero! ¿Quién se cree que es? ¿Briggite Bardot?
ELVIRA: ¿Y por qué te crees que me saca de quicio? ¡Toda esa crema! Y
es inútil porque no le quita ni una sola arruga. Se puso crema como para
afeitarse ella y todo el ejercito argentino. La propaganda muestra que con
un dedito apenas mojado en la crema, se lo pasa por toda la cara. Pero esta
mete toda la mano en un tarro tamaño baño y… es solo para chocar.
(VUELVE LUIS.)
LUIS: Tía, se quedan solo con una condición; que respeten sus antiguas
jerarquías, de integrantes de la filarmónica de Adrogué.
NORA: (DESDE ADENTRO.) ¡Pero sí! ¿Les preguntaste si querían tomar
algo?
LUIS: Aceptan, pero con otra condición. Quieren tener acceso a la comida
como si fueran cinco invitados más y que les sirvan cerveza bien fría cada
media hora porque se deshidratan mucho.
MATILDE: Tía Emilia, tío Jorge dice que vayas. (EMILIA VA PARA
ADENTRO.) ¡Ay mamá! ¿Vos sufriste tanto como ella?
LUIS: Tía, se ofendieron. Dicen que les pagues, que no quieren saber nada
de gente bruta y musicalmente hablando, analfabeta. (REAPARECE
NORA SIN CREMA.)
NORA: ¿Pero que les dijiste? (YENDO AL JARDIN.) ¡Te rogué que lo
hicieras con tacto!
ELVIRA: ¿No ves que todo lo hacen como de medio pelo? Contrato a un
grupo de jubilados que sufren del Mal de Parkinson, en lugar de contratar a
un grupo juvenil. Yo prefiero música de disco. ¡Con los aparatos que
tienen! ¿Para qué necesitaba orquesta? Tampoco la orquesta de Adrogué es
la filarmónica de “niuiork” me parece. (REGRESA NORA)
NORA: Ya está todo arreglado. Tocarán media hora de clásico,
descansarán para comer y beber algo y media hora de salsa. (VA
PARAADENTRO.) ¡Que cruz! (ENTRAN ANTONIO Y SERGIO.)
ANTONIO; Nos dieron mal la dirección. Hay una mujer que dice que no es
partera.
ANTONIO: ¡Ah, pero ustedes piensan lo peor! No te puse ahí para que
pensés. Te puse para que dieras la cara. ¿Y vos que hacés? Pensás y saltás
por la tapia del fondo.
JORGE: ¿Y por qué te crees que me asusté? Me asusté porque era la ley. Se
puso brava la ley, Antonio. Ya no es como antes.
ANTONIO: De miedo. No por hacer algo útil. ¡Si no servís ni para cargar
las reses!
SERGIO: Nadie te invitó a bailar este vals, Elvira, así que quedate en el
molde.
ELVIRA: Solo digo que la gente decente se muere de hambre en este país.
ELVIRA: Una vez al año. Comiste en mi casa muchas más veces que yo en
esta mansión.
ANTONIO: Jorge, cada seis meses viene ese inspector. Cada vez que
aparece, dice: “¡Con que un matadero clandestino, eh!” Es una frase hecha.
La dice y entonces uno agarra y mete la mano en el bolsillo y lo tantea. Le
da un billete. ¿Qué no alcanza? Pues se le da otro. Y ya está. El tipo se va y
no aparece por otros seis meses.
JORGE: Entonces, ¿para qué me necesitabas a mí?
ELVIRA: Algún día alguien tendrá que ir preso por ese matadero. Por eso
está ahí, Jorge. Hay gente que va presa por hacer cosas indebidas. Y
generalmente es gente como Jorge. Bueno, débil y un poco ingenuo. Por
eso no le ofreciste a Sergio el puesto. Porque sabés que Sergio y yo somos
más avispados. Confesá Antonio, que no somos de la policía.
JORGE: Elvira tiene razón. Me pusiste ahí para que yo fuera el chivo
expiatorio, en caso de necesidad. ¿Eh? ¿Fue por eso?
MATILDE: ¡Ay, qué suerte! La cinta quedó intacta. ¡Tío amoroso! A vos
que te encanta la justicia, ¿no me comprarías otro para compensarme de
esta pérdida?
SERGIO: Si.
SERGIO: ¿Será posible que nadie haga un esfuerzo para mantener unida a
la familia?
ELVIRA: Mirá que a mí no me vas a sacar nada. ¿Pero qué hacemos aquí?
¿Por qué no nos vamos?
MATILDE: Yo quiero conocer gente.
ELVIRA: ¿Y vos te crees que va a venir algo parecido a gente? A esta casa
vendrán malandras como son los dueños. (YENDO AL JARDIN.) Sergio,
vamos. Vamos para casa.
ELVIRA: ¡Sergio!
ELVIRA: Vas a terminar en la cárcel. ¿Es eso lo que querés? ¡Lo están
investigando!
EMILIA: Mal.
ELVIRA: Me alegro. Quiero decir… ¿Qué dijiste? ¿Le diste tilo? Dale
otro.
SUSANA: Me voy. No quiero tener mi hijo en esta casa. ¿No oyen lo que
dice? Me siento como una intrusa.
NORA: ¿Te sentís mejor? ¡Qué suerte! Es pura sensatez tuya, querer tener
a tu hijo en tu casa. Eso es muy noble de tu parte. Luís, pedile plata a
Antonio y llevala.
NORA: ¡Que!
NORA: Es lo más sublime que le pueda suceder a una mujer. Algo, por
cierto, que a mí me está negado.
SUSANA: ¡AY!
NORA: Ya lo sabemos.
NORA: Hacelos pasar. ¿Por qué no les dijiste que entraran? (MATILDE
VUELVE A SALIR. NUEVO GRITO DE SUSANA.) Ay, Dios, ¿qué
habré hecho para merecer esto?
OSCURO.
CUADRO II
EMILIA: (adentro.) ¡Salí de aquí Jorge! ¿No ves que molestás? Llevatelo,
¿querés?
JORGE: Es por los puros que fuma la Perica. Son de bombero. Me parece
que me voy a desmayar.
ELVIRA: Este tiene tanto miedo que hasta se apura para volver al
desmayo.
ELVIRA: Jodete.
SERGIO: ¿Si? Pedime que te traiga un buen plato. Verás lo que te traigo.
NORA: Sergio, las hachuras se están calcinando; hay que cuidarlas. ¿Qué
pasa?
ELVIRA: ¡Jorge! No vino una sola persona de alto copete. Son todos
parientes pobres de gente rica. ¿Te crees que no conozco? Ya me parecía a
mí. Hace semanas que la gente importante está en Punta del Este. (ENTRA
MATILDE.)
ELVIRA: Vení, antes de que dejes de conversar del todo. Vamos al baño.
ELVIRA: Tenés que. Decile vos, Jorge, antes de que empiece a hacerle la
digestión.
ELVIRA: Me alegro. Pero vos andá a vomitar. Esa parrilla puede estar
envenenada.
JORGE: No se puede asegurar en un cien por ciento de que sea así, pero
tampoco se puede descartar la posibilidad…
ELVIRA: ¿Y por qué hablás sin pruebas? ¿Solo para sembrar el pánico?
¿Es eso? Lo conseguiste. Yo tengo miedo y te ordeno Matilde que vayas al
baño, te metas los dedos en la boca hasta tocarte la campanilla y que
vomites hasta la última longaniza. ¿Me oíste?
ELVIRA: ¡Un poco! Dice tu padre que te zampaste tres platazos al hilo.
MATILDE: ¡Es que hay tanto! Es una fiesta para los ojos.
ELVIRA: Yo soy testigo de que vos sos nada más que un boludo.
NORA: ¡Está tan rico todo! ¡Es un éxito! Lástima el calor. Parece un
infierno ese jardín. No sé que pasa. Es un calor anormal.
ELVIRA: Que después no se olvide los sacrificios que hago por ella.
EMILIA: ¡Está con un pedo que no ve! Se bajó como seis añejas. Guardale
un poco para después. (EMILIA REGRESA AL CUARTO AMARILLO,
TAMBALEANDOSE.)
JORGE: Yo solo dije que había una posibilidad de que estuviera en mal
estado. Existe esa posibilidad…
NORA: ¡Pero qué coma todo lo que quiera! ¡Si no es por el gasto!
Simplemente quiero que recuerdes todo lo que comió por si se empachara.
Y también sería bueno que supieras distinguir entre empacho e
intoxicación.
ELVIRA: ¿Y cuando averigua uno la diferencia? ¿Cuándo se hace la
autopsia?
NORA: Bueno, basta, que yo prefiero decir adiós y quedar como amigos.
Sabés que detesto las peleas. (APARECE SERGIO.)
SERGIO: Elvira, ¿querés ver con quien está Matilde? No puedo abandonar
la parrilla y desapareció de mi radio de acción.
ELVIRA: ¡Ojo con lo que decís vos, eh! ¡Mucho ojo! (SALE.)
NORA: ¡Si Antonio! ¡De repente este calor! ¿Estará por llover?
MATILDE: Pero tío, ¡mirá que soy otra cuando no siento la opresión de la
familia. ¿Tenés vergüenza de mí? ¡Con lo que yo te quiero! Que hasta
grabé tu preciosa voz para atesorar tu sonido más allá de la muerte.
ELVIRA: Matilde… necesito oír esa cinta. Vos estás insistiendo mucho
con eso de la maravillosa voz de Antonio y eso me da mucho que pensar. Si
tuviera una voz maravillosa estaría en estos momentos deleitándonos en el
Colón y no se dedicaría tanto a sus turbios negocios.
MATILDE: ¿Debería?
ELVIRA: ¡Claro que debería! Yo que vos le haría pasar una vergüenza que
terminaría con su cara estrellándose contra ese césped de plástico.
ELVIRA: Nunca imaginé que iba a sentir tanto orgullo con toda esa
vergüenza que me hace pasar. (APARECE EMILIA.)
EMILIA: ¿Por qué se deja manejar por una chanta como esa?
ELVIRA: Esos son los reflejos de las plantas que se proyectan con la
iluminación.
ELVIRA: Sin embargo el cielo está cuajado de estrellas, como diría Nora.
NORA: Cuando le llevé las sales para reanimarlo, estaba comiendo una
longaniza con pan. ¡Qué calor! Espero que no se eche a llover ahora.
Aunque no creo. El cielo está cuajado de estrellas. (SALE.)
SERGIO: Para mí la fiesta se terminó. ¿Por qué no me dijiste que esto era
una ruptura?
ELVIRA: Lo dijo cuando vos ya estabas tan doradito como esa carne
apestada.
ELVIRA: ¿Sabés una cosa? Descubrí que hay gente peor. (SE OYE UN
ALARIDO COLECTIVO DADO POR TODOS LOS INVITADOS.
ELVIRA Y SERGIO QUEDAN PARALIZADOS. ENTRA EMILIA Y
DETRÁS DE ELLA VIENE CORRIENDO, COMO PUEDE, SUSANA.)
ELVIRA: Con nadie y con todos. Como Dios. ¡Orgía romana! Voy a ver
qué pasa ahí. (SALE.)
LUIS: Si no hiciera tanto calor ahí afuera, también yo participaría. (VA
ADENTRO CON LA BANDEJA.)
SERGIO: Seguro que vos sabés, como eran, con tu gran cultura. Horas
junto a esa parrilla infernal, para que al final se nos despida como
indeseables.
SERGIO: Muy bien. Pues yo, desde el mío, te exijo que me pagues.
ANTONIO: Esta tarde, ante las provocaciones constantes de esa tetona que
mi hermano tiene por hija (ENTRA MATILDE CON SU APARATO
GRABADOR.) yo no pude resistirme y la abracé. En ese momento, este
macró nos sacó una instantánea y desde hoy solo amenaza con mostrártela.
MATILDE: ¡Tío! ¡Eso duele! ¡Y yo que venía tan contenta a decirte que el
aparato funciona y que se puedo oír clarito todo lo que me dijiste esta tarde!
(SILENCIO.)
ANTONIO: Sabés que tengo socios de muy alto nivel, Luis. Tan alto que
llegan a puestos claves dentro de algunos ministerios.
LUIS: ¿Del otro gobierno? ¡Tío! ¿Sabés como andan del upite? A cuatro
mano para no ensuciar el piso.
MATILDE: Ay, no puedo permitir que esto siga adelante. Yo no los quiero
perder, tíos.
MATILDE: ¿Pero qué vas a hacer para borrar lo que acabás de decir?
Jamás podré olvidar…
NORA: ¡Antonio!
ANTONIO: ¡Callate!
LUIS: A cada familia. ¿No tío? Pero que sea moderno, luminoso y
habitable. Y además no va a pasar una asignación mensual a cada familia,
para que ninguno de sus hermanos pase más necesidades.
ANTONIO: Yo te mando preso. ¿Vos crees que podés jugar conmigo como
si yo fuera Jerry y vos fueras Tom?
ELVIRA: ¡Pero cómo! ¿No nos regala esos departamentos contento? ¿Lo
están obligando?
MATILDE: ¡Ah no! Esto no puede seguir así. Voy a hacer sonar esta cinta
a todo trapo para que esos doscientos invitados que hay ahí se diviertan con
nosotros un rato, así nos olvidamos de todo. (SALE.)
SERGIO: ¡Ese hijo de puta! ¡Le puso las manos encima a Matilde!
ELVIRA: Vos se las pusiste encima a Nora hace unos años. ¿Te crees que
me chupo el dedo? (REGRESA ANTONIO Y MATILDE.)
NORA: ¡Pero Antonio! ¡La gente está asombradísima! ¿Por qué corriste
detrás de Matilde? ¿Estás borracho?
ANTONIO: No digas más pavadas y andá para allá. (NORA SALE.) Está
bien. Por ahora ganan ustedes. Vayan a verme mañana a la oficina.
ANTONIO: Tiene que ser ante notario. Tenemos que esperar a mañana.
NORA: Antonio, hay tres personas vomitando en el lado oeste del jardín.
¿Qué hago?
LUIS: LA cosa no es tan simple, tía Nora. Aquí hay doscientas personas
que tienen que perdonar. Y vaya a saber unos cuantas hay en todo el país.
¿Verdad tío?
NORA: ¡Ay Antonio! ¡Cómo pudiste dejarte madrugar! Qué habrás hecho
o dicho que no se puede saber.
ANTONIO: Vamos. Pero que quede claro, que hago esto, no porque tenga
ideas izquierdistas, si no porque me obligan las circunstancias.
LUIS: Todos comprendemos, tío. Tampoco nosotros somos comunistas.
(LUIS Y ANTONIO SALEN.)
ELVIRA: Sergio, sabés muy bien, que quién roba a un ladrón tiene cien
años de perdón. (GRITO DE EMILIA, ADENTRO.)
MATILDE: Tía…
NORA: ¿Justo hoy? ¿Por qué me hace esto en un día tan importante?
MATILDE: Dejó una carta. Opi. (LEE.) “Yo, el abajo firmante, me tomo la
vida por voluntad propia, no debiendo culparse de ello a nadie más que a la
pobreza, las circunstancias y el miedo. Ruego a mi querida esposa y a mis
amados hijos que me perdonen”.
MATILDE: Sobre todo ahora, tío Jorge, que se está arreglando todo. Tío
Antonio nos está llenando de regalos. Departamentos, muebles,
asignaciones mensuales para todos, joyas y pieles para mi…
SERGIO: Bueno, ya pasó. No hay que hablar más del asunto. Fue solo un
momento de depresión.
JORGE: Un momento, no; la depresión me dura desde que nací. Fue un
rapto de desesperación. Pero ahora dice Matilde que todo se está
arreglando. (GRITO DE SUSANA.)
MATILDE: Yo lo adoro a todos. ¿Por qué estaré tan llena de amor, mami?
ELVIRA: No jodas más. La otra borracha exige agua todo el tiempo y vos
no hacés más que pedir. (EMILIA REGRESA AL CUARTO
AMARILLO.)
ELVIRA: Callate.
MATILDE: ¡Tía!
JORGE: No.
JORGE: Tampoco.
EMILIA: Dice la Perica que puede ser varón, pero que también hay
posibilidades de que sea mujer.
EMILIA: Nadie. Pero la verdad es que a simple vista no se sabe. Habrá que
esperar a que crezca un poco.
ANTONIO: Un esfuerzo.
ELVIRA: Dejala, siempre te saldrá más barato que un divorcio. Muere por
causa de su extraordinaria y refinada manera de ver la vida. ¡Feliz
aniversario, Nora! Feliz final. (LA FAMILIA VA SALIENDO. EMILIA
SE DETIENE Y MIRA A ANTONIO.)
ANTONIO: ¡Hacelos callar, Nora! ¿No ves que esa música angustia?
NORA: Antonio, es para demostrar que tenemos la moral alta. Pero mirá
que se nos puede acabar.
ANTONIO: ¡Carajo! ¿Es que ya nadie me hace caso? ¿Ya no mando aquí?
¡Que pare esa música! (LA SIRENA POLICIAL CRECE PARALIZANDO
A ANTONIO Y LA MUSICA CONTINUA.)
FIN
7 de noviembre de 1981
Presentación y edición: Diego Ezequiel Avalos.
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