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La Nueva Religión
La Nueva Religión
La nueva religión
(1)A mediados de nuestro siglo surgió una religión que hoy cuenta millones
de fieles. Como toda religión, es un sistema de mitos que atribuyen propiedades
extraordinarias a los seres que adora. Como toda religión, ha acabado por
institucionalizarse en poderosas organizaciones. Como toda religión, ha
penetrado en hogares y escuelas. Como toda religión, alienta en algunos
respectos y ata en otros.
(2)A diferencia de las demás religiones, la que nos ocupa rinde culto a
ciertos artefactos que encontramos en lugares no consagrados, tales como
laboratorios, comercios y oficinas estatales. Y, a diferencia de las demás
religiones, ha captado a las personas más prácticas del mundo: los científicos,
ingenieros y administradores. El lector ya adivinó: se trata del culto de los
ordenadores.
(12)Lo que sí debemos temer es que se abuse de los programas que dan
como resultados finales decisiones que afectan a nuestras vidas. Esto es de
temer porque, al habituarnos a delegar decisiones a ordenadores, podemos
delegar nuestra responsabilidad, convirtiéndonos en seres amorales. Al obrar de
esta manera olvidamos que los programas respectivos suponen principios
científicos, tecnológicos o morales falibles, por lo cual debiéramos revisarlos de
cuando en cuando. En otras palabras, el abuso de los ordenadores nos torna
dogmáticos sin advertirlo: nos acostumbramos a aplicar (vía ordenadores)
principios científicos, técnicos o morales, olvidando la necesidad de controlarlos,
revisarlos, enriquecerlos o abandonarlos.
(13)En resolución, los ordenadores no sienten ni dudan: no formulan
problemas ni tienen “olfato” para “ver” y sopesar ideas o actos: no tienen
corazonadas ni escrúpulos. Ni siquiera calculan por cuenta propia, esto es,
independientemente de los programas que los alimentan. Por estos motivos no se
equivocan al ejecutar instrucciones (a menos, claro está, que se les dé alguna
instrucción errada o se descompongan). Por los mismos motivos los ordenadores
son incapaces de crear y evaluar ideas y métodos radicalmente nuevos: son, por
decirlo antropomórficamente, conservadores y dogmáticos.