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Taller de Empleo La Cobia.

Modulo 2: Principios del equilibrio alimenticio


Técnico en Dietética y Nutrición. Temas 49. El paciente

49. El paciente

Índice

49.1. Comunicación y comprensión. Naturaleza de la relación de ayuda

49.2. Inicio de la relación

49.3. Planificación y ejecución de la dieta

49.4. Actividades de seguimiento

49.5. Asertividad en las relaciones con pacientes y familiares

49.6. La confidencialidad

49.7. Respeto en el trato

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Técnico en Dietética y Nutrición. Temas 49. El paciente

49.1. Comunicación y comprensión


Las necesidades nutricionales varían a lo largo de la vida por eso lo ideal sería que todas las personas lo
supieran y pudieran vigilar y adaptar sus prácticas alimentarias según las necesidades específicas de una etapa
concreta. Normalmente esto no ocurre y en algún momento de su vida necesitan ayuda especializada para
lograrlo.

Es en este momento cuando es necesaria la asistencia del dietista, cuya misión no cosiste exclusivamente en
presentar y animar al cliente a seguir una dieta, además debe forzar el cambio de conducta para sustituirla por
otra más adecuada a los objetivos pretendidos, así como concienciar al paciente / cliente para que ese cambio
sea estable durante el resto de su vida.

La modificación de la dieta de una persona tiene una gran dificultad. Por eso el dietista debe trasmitir al
paciente/cliente sus conocimientos de una forma que lo pueda entender para que los acepte y los ponga en
práctica.

Uno de los primeros aspectos que conviene analizar en la relación dietista/cliente es el principio de
autoridad. En una crisis aguda de salud la autoridad la posee el médico, y el paciente lo reconoce sin
cuestionárselo, mientras que el dietista es un miembro más del equipo de asistencia. Cuando la situación
corresponde a un proceso de rehabilitación, tanto el dietista como el paciente tienen casi el mismo control de la
situación quedando la autoridad y el poder repartidos. Si se trata de una situación de prevención, el cliente
tiene el poder de aceptar o rechazar lo que propone el dietista. El papel del dietista es dinámico y se modifica
según lo indiquen las circunstancias de su paciente/cliente.

NATURALEZA DE LA RELACIÓN DE AYUDA

Cuando un paciente atraviesa una crisis de salud suele pasar por diferentes etapas: primero presenta una
actitud pasiva y después una colaboración en sus cuidados y tratamiento. Durante el periodo de pasividad es el
equipo asistencial el que dirige la asistencia necesaria. En cuanto el paciente empieza a mostrar interés por su
tratamiento, el dietista debe animarle a aceptar las responsabilidades sobre su control. De este modo, el papel
asistencial desempeñado hasta ese momento, por el dietista, se convierte en un papel de asesoramiento: el
paciente abandona su actitud pasiva y participa el la labor de su asesoramiento, que desde ese momento
consistirá en fijar metas y participar enteramente en sus cuidados.

Varios trabajos en los que se estudian estas relaciones han demostrado que el asesor debe crear un clima de
confianza entre él y el paciente. Es muy importante aceptar sin condiciones los sentimientos del paciente y sus
valoraciones personales como los percibe.

La necesidad de establecer una relación de ayuda de estas características es tan importante en la prestación de
asistencia nutricional porque la mayor parte de dicha asistencia se va a realizar fuera de una estructura
institucional, y en el contexto de un ambiente social y familiar habitual: el dietista propone un proceso que se
debe desarrollar y no una solución concreta al problema.

Dentro del plan de actuación de un dietista se pueden distinguir tres fases:

1. Inicio de la relación con el paciente

2. Planificación y ejecución de la dieta

3. Actividades de seguimiento

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49.2. Inicio de la relación


Cuando es el paciente el que busca la ayuda del profesional el establecimiento de la relación suele
simplificarse mucho.

Pero es muy frecuente que el paciente entre en el sistema asistencial para resolver un problema médico y sea
enviado al dietista. En este caso el paciente no busca un proceso si no una solución y el dietista debe
establecer la relación con el paciente sobre unas bases más inestables de las que el paciente espera conseguir:
un resultado inmediato.

En situaciones más desfavorables hay tres medios fundamentales para poder establecer una relación efectiva:

1) Emplear argumentos basados en el temor


2) Argumentos basados en la razón
3) Argumentos basados en la confianza

Son las necesidades del paciente/cliente las que determinan cual de los argumentos utilizar. Unas veces el
temor a perder la salud, otras el análisis razonado de su situación y otras basándonos en la confianza si se trata
de pacientes que llevan ingresados mucho tiempo o han acudido a la consulta muchas veces.

Al establecer la relación, el dietista debe iniciarla desde el punto de vista en el que se encuentra el paciente y
no desde donde desea que esté.

49.3 Planificación y ejecución de la dieta


Los objetivos de asistencias definidos y las estrategias adoptadas para conseguirlos tienen que estar
directamente relacionados con el problema/as del paciente y deben reflejar los propósitos comunes de todo
el equipo asistencial. Si se quiere que el paciente sea el protagonista de sus propios cuidados, los objetivos
establecidos por el personal asistencial deben ser coherentes con los del paciente.

Los hábitos alimentarios de una persona forman parte de su todo social y cultural: la herencia cultural, el
entorno social, las costumbres familiares, la educación del paladar, las características religiosas, la preparación
culinaria, el horario de las comidas e incluso las modas y supersticiones son un conjunto de factores que
determinan los hábitos de alimentación de un individuo. A estos factores hay que añadir otros que influyen en
la aceptación de la comida y que son propios de cada individuo. Cuando se determinan las necesidades del
paciente y se marcan los objetivos que debe lograr (con el régimen) hay que tener en cuenta todos estos
factores.

La composición de un determinado menú, cómo se consume o con quién se comparte, está integrado en una
rutina diaria que es rota por la nueva situación (propuesta de la dieta) y que puede tener manifestaciones
psicológicas importantes.

En pacientes ingresados en instituciones asistenciales (hospitales, geriátricos, etc) la situación de miedo a lo


desconocido, la angustia y la frustración que sufren por la rotura de sus hábitos cotidianos, la relación con
personal extraño que tiene capacidad para decidir sobre su futuro, el contacto con compañeros de habitación
impuestos, la situación de dependencia de otros, etc., pueden originar con mucha frecuencia comportamientos
regresivos con manifestaciones de apatía y ausencia de cooperación.

Estas preocupaciones (estado de malestar) se suelen manifestar en mayores exigencias durante la atención,
mayor susceptibilidad ante situaciones banales o incluso cuadros anoréxicos que sirven al paciente para
manifestar su estado depresivo de una forma más cómoda y rápida que simplemente decirlo.

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En pacientes ambulatorios o en clientes, inmersos en su medio social y familiar habitual, que siguen una
dieta, estas manifestaciones están mucho más atenuadas, aunque todos tienen unos rasgos comunes fáciles de
percibir.

Sus hábitos alimentarios se han conformado a lo largo de muchos años, integrándose en su personalidad y
asociando el consumo de ciertos alimentos con vivencias particulares para ellos. Un ejemplo puede ser el de
los dulces y golosinas, que se han relacionado mucho con premios o recompensas durante las etapas infantiles,
por lo que algunas personas en situaciones de tensión psíquica recurren a ellos como forma de recompensa
psicológica. Otro ejemplo es el caso de las bebidas: ciertas bebidas se asocian a la adultez, como el alcohol y el
café

El mismo régimen terapéutico puede tener un significado diferente para el personal asistencial con respecto
al paciente. Así el paciente puede interpretar una mejoría de su salud al pasar de una dieta líquida a una sólida;
o puede interpretar lo contrario se el cambio de dieta es a la inversa. Las dietas terapéuticas de larga duración
suelen inducir un sentimiento de frustración y desánimo.

Cuando es necesario modificar hábitos alimentarios muy arraigados en una persona hay que contar
siempre con su opinión y su actitud frente a los diferentes alimentos. Hay que saber interpretar las reacciones
frente a la comida. Este tipo de reacciones han de tenerse en cuenta para modificar ciertos aspectos de la dieta
para que así sea aceptada y cumplir los objetivos propuestos

49.4. Actividades de seguimiento


Una vez establecido el plan de acción hay que temporalizar los encuentros sucesivos con el paciente, los cuales
deberán fijarse de mutuo acuerdo en función de los objetivos y las metas definidos previamente. Las metas
deben ser realistas y estar en consonancia con las posibilidades de realizarlos. Al principio deben ser poco
ambiciosos y fáciles de conseguir para que actúen como refuerzo positivo. La programación de sucesivas
visitas debe estar en función del tipo de plan que se vaya a ejecutar y de sus posibilidades.

Se recomienda que las primeras revisiones se realicen pronto (3-7 días) y posteriormente, según la respuesta,
las nuevas metas propuestas y los logros obtenidos se podrán alargar en el tiempo (cada 15 días o al mes). En
tratamientos largos se pueden separar hasta 3-4 meses, pero no se recomienda alargarlas más para que no
romper la relación dietista - paciente / cliente.

Las metas logradas, logros parciales, dificultades encontradas y la interpretación de todos ellos deben
recogerse en registro de cuidado nutricional o encuestas de seguimiento y aceptación. Este documento
presenta las siguientes ventajas:

- Ayuda al paciente a comprender el cuidado nutricional que sigue y refuerza el concepto de que su
participación activa es imprescindible para que el plan tenga éxito.

- Contribuye a asegurar que el plan de cuidados será completo y eficaz, al proporcionar una base
documental que refleja los problemas encontrados y establece los criterios para valorar los cuidados
aplicados.

- Permite que todo el equipo de salud comprenda el por qué de los cuidados nutricionales planteados y
los medios que se utilizan, de modo que todo el equipo pueda participar en estos cuidados y así reforzar la
educación nutricional del paciente.

- El registro de los cuidados nutricionales garantiza la conservación de todos los aspectos del plan de
cuidados como parte del expediente global de salud, permitiendo que secciones de esta información
puedan incorporarse a otros planes de cuidados, como son los de enfermería.

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- El registro detallado puede ser una importante base documental para auditorías hospitalarias,
estándares y protocolos profesionales y de educación del paciente.

Puesto que muchos pacientes encuentran difícil seguir los planes de alimentación establecidos, sobre todo si
son a largo plazo o crónicos, se han realizado estudios para establecer estrategias de mejora del
cumplimiento de los tratamientos. Estas estrategias se basan en 3 puntos: mejorar el grado de conocimiento
de la enfermedad que sufre el paciente, mejorar la dieta propuesta y las relaciones entre ambas. Cuanto mayor
es la información sobre estos aspectos mayor es el cumplimiento de los planes.

Otra forma de actuación al respecto consiste en una supervisión más intensa del plan mediante el aumento de
la frecuencia de las visitas de seguimiento, según las necesidades. Esto contribuye a la mejora de la adhesión
del paciente con su plan de cuidados.

Finalmente, la individualización y adaptación máxima del régimen y su adecuación progresiva mediante


la modificación gradual de la conducta del paciente parece lo más eficaz para el cumplir el régimen, sobre todo
a largo plazo. La utilización de refuerzos positivos ante las metas logradas, la temporalización corta de los
objetivos y metas reales favores su cumplimiento. Se ha demostrado que los objetivos diarios se cumplen
mejor que los semanales. Es muy importante (en todos los casos) un sistema de apoyo social en el que
intervenga la familia u otro entorno para reforzar las modificaciones de la conducta

A lo largo del plan de cuidados puede ser necesario modificar algunos alimentos si el paciente no los acepta o
por otro tipo de dificultades. Para poder realizarlo con el mínimo de inconvenientes y reforzar con ello el
concepto de autocuidado del propio paciente, de modo que puede modificar los alimentos indicados en su dieta
dentro de unos límites, se utilizan las tablas de intercambio. En los años 40 del siglo pasado un comité de la
Asociación Americana de Dietistas, en colaboración con el Comité Educativo de la Asociación Americana de
Diabetes, elaboró un sistema simplificado para calcular la dieta para los pacientes diabéticos. Este sistema se
ha extendido y ampliado en la actualidad y se conoce como Sistema de Intercambio para el Cálculo de la
Dieta.

El sistema se basa en el concepto de ración de alimento y consiste en la agrupación de los productos


alimenticios que tienen un contenido similar en hidratos de carbono, lípidos y proteínas por ración. De esta
forma se pueden elegir distintos alimentos contenidos en el mismo grupo con la confianza de que la cantidad
de principio inmediato dominante es similar. Así las nueces y el tocino se incluyen en el grupo de intercambios
grasos y no entre las frutas y los cárnicos como cabría esperar, debido a que su aportación a la dieta es mayor
en grasa que en hidratos de carbono o proteínas respectivamente. El contenido medio de vitaminas y minerales
no está recogido, en general, en estas tablas, por la gran variabilidad según el alimento escogido.

Aunque en un primer paso este sistema se pensó para los diabético, en la actualidad es de aplicación corriente
para dietas hipocalóricas, con restricción en lípidos u otras dietas.

49.5. Asertividad en las relaciones con pacientes y familiares.


El derecho a la información es uno de los más importantes que se reconocen en la carta de los derechos de
los pacientes. En estudios recientes se llegó a la conclusión de que la satisfacción de los pacientes está en
relación directa con la información que reciben, y que los trabajadores de la sanidad deben poner más atención
en la cantidad, tipo y calidad (que el paciente lo comprenda) de la información que se les facilita.

Por el contrario, los avances científicos de las últimas décadas están orientados a la formación técnica, a
adquirir habilidades y conocimientos en el manejo de la tecnología, y esto, sin lugar a dudas, mejora la
atención al paciente, pero se escapan las habilidades de relación interpersonal, fundamentales en los
cuidados, ya que si queremos prestar una atención integral y adecuada a las necesidades individuales del
paciente, esta es una faceta más a tener en cuenta.

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El profesional sanitario está constantemente interrelacionado con el paciente y su familia. La mayor parte
de las veces, y en situaciones conflictivas, no se desarrolla un buen rol profesional, por lo que la calidad
asistencial puede disminuir.

Es importante que el profesional sanitario se forme en técnicas de habilidades sociales y domine técnicas de
comunicación, como la asertividad, ya que en la actualidad son poco conocidas por la mayoría.

Son numerosos los autores que dan importancia al hecho de ser asertivo, ya que ello comporta una mayor
calidad de relaciones interpersonales. Muchos también son los autores que definieron la asertividad, Wolpe
(1958) y Lazarus (1966), como “la expresión de los derechos y sentimientos personales”, y se halló que casi
todo el mundo podía ser asertivo en algunas situaciones y totalmente incapaz de serlo en otras. Por tanto, de lo
que se trata es de desarrollar una conducta asertiva en la mayor parte de las situaciones e intentar disminuir
aquellas que nos producen decaimiento u hostilidad.

Comportamiento asertivo  Mejor relación profesonal/paciente/ familia  Incremento de la calidad


asistencial/calidad en el cuidado  Mayor reconocimiento personal y profesional

La conducta no verbal, como la mirada, la expresión facial, la postura, la entonación y el volumen de voz, es
también muy importante y puede ayudar o quitar valor a la conducta verbal.

En la mayoría de los estudios revisados, los profesionales sanitarios actúan como especialistas instrumentales y
fallan en el área expresiva. De sobra es conocido que son ellos quienes más se relacionan y comunican con el
paciente; cubren facetas asistenciales y terapéuticas.

Pero la atención de salud no debe limitarse al individuo “enfermo”, ya que la enfermedad es un proceso
colectivo que afecta a toda la unidad familiar, y la necesidad de prestar una atención de ayuda, apoyo o
enseñanza no sólo es para los miembros que requieren atención directa, sino también a los que le rodean y se
relacionan con él. Raramente, la familia ocupa uno de los primeros lugares en la escala de priorización de
atención.

Para que la comunicación sea efectiva debe de reunir una serie de características:

- Que sea un proceso interactivo y bidireccional. No sólo dar información, sino observar cómo se
entendió y sus consecuencias.

- Relación no paternalista, tener en cuenta la opinión del paciente.

- Adaptar la comunicación, según los “recursos personales” del paciente.

- No presuponer. Hay que escuchar, empatizar, preguntar y CREER.

Pero toda información puede tener condicionantes, dependiendo de la situación que se va a comunicar:
pacientes críticos, donación de órganos, patologías en niños, enfermedad terminal, etc., y es en esta última
sobre todo donde tendremos en cuenta:

- El modo de informar. - La capacidad de superación.


- El nivel cultural. - Las posibilidades de curación.
- La opinión de la familia. - Los deseos y opiniones del paciente.

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La familia constituye un foco principal de atención. Debe fomentarse la entrevista y el intercambio de


información entre ella y el equipo, y hay que dar todas las facilidades posibles para ello.

Se le informa al paciente del tratamiento que se le va a realizar, y a continuación se le da la información más


“simplificada”, de forma que el paciente y su familia lo entiendan correctamente.

Por lo tanto:

- Informaremos con un lenguaje asequible.


- Al paciente y familia.
- Con información por escrito, si fuese necesario.
- Sin prisas, conducta verbal positiva.

Bien es cierto que la falta de tiempo material a veces nos impide estar más tiempo con los pacientes; no ha de
ser este el motivo para encontrar hostilidad, agotamiento y hastío.

Parar terminar y como conclusión, diremos que si queremos ofrecer cuidados integrales debemos apuntarnos a
la adquisición de habilidades sociales e interpersonales.

49.6. La confidencialidad
Guía para profesionales sanitarios europeos sobre confidencialidad y privacidad en el cuidado de la salud (Mayo 2006)

Introducción

Todos los pacientes tienen derecho a la privacidad y esperan, en consecuencia, que los profesionales
sanitarios mantengan rigurosamente la confidencialidad de su información personal. El derecho de cada
paciente a la privacidad y el deber de cada profesional de mantener la confidencialidad afecta a todas las
formas de conservación o comunicación de datos (por ejemplo, electrónicas, fotográficas o muestras
biológicas).

Esta guía va dirigida al conjunto de los profesionales sanitarios y aborda las áreas de la confidencialidad en el
cuidado sanitario y de la privacidad de la información. La guía ha sido creada en el marco de las Directrices
Europeas sobre Confidencialidad y Privacidad en el Cuidado Sanitario (EuroSOCAP- European Standards on
Confidentiality and Privacy in Healthcare) y tiene como objetivo proporcionar recomendaciones basadas en
consideraciones éticas y legales a las instituciones sanitarias. Las directrices también contienen un glosario.
Tanto el texto de las directrices como la guía están disponibles en varios idiomas en la página web
www.eurosocap.org

Las directrices europeas son, ante todo, normas éticas, desarrolladas en el contexto jurídico en el que los
profesionales sanitarios toman decisiones acerca de la protección, el uso y la divulgación de información
confidencial. No todos los profesionales sanitarios tienen las mismas obligaciones jurídicas con respecto a la
confidencialidad, pero sí que tienen la misma obligación ética de mantenerla.

La guía aborda en detalle las necesidades, pues son mayores, de los pacientes vulnerables con respecto a la
confidencialidad: el riesgo de violación de la confidencialidad de estos pacientes es mayor que el de otros. Por
lo tanto, los profesionales sanitarios deben prestar una atención especial para asegurar que el derecho a la
privacidad de los pacientes vulnerables se respeta y que cumplen con sus deberes con respecto a estos
pacientes.

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En esta guía son consideradas tres áreas relativas a la protección, el uso y la divulgación de información:

- La protección, uso y divulgación de información sobre el paciente para su cuidado sanitario

- La protección, uso y divulgación de la información sobre el paciente con fines sanitarios no


directamente asociados al cuidado de su salud

- Las obligaciones y justificaciones para la divulgación de información que permita identificar al


paciente para usos no relacionados con su cuidado sanitario.

Protección, uso y divulgación de información sobre el paciente.


Consideraciones generales

1. Principios fundamentales de la confidencialidad en el cuidado sanitario. Los


profesionales de la salud deben respetar los siguientes principios fundamentales de confidencialidad en el
cuidado sanitario:

- Toda persona tiene un derecho fundamental al respeto de la privacidad y confidencialidad de la


información relativa a su salud.

- Toda persona tiene derecho a controlar el acceso y la divulgación de la información sobre su propia
salud pudiendo dar, retener o retirar su consentimiento al respecto.

- En caso de divulgación de información confidencial sin permiso del paciente, los profesionales
sanitarios deben tomar en consideración si es realmente necesario, su proporcionalidad y los riesgos
derivados de la misma.

2. Ayuda a las personas vulnerables. Los profesionales sanitarios deben asegurarse de


que las personas vulnerables reciben toda la ayuda necesaria para entender la complejidad de los
problemas de confidencialidad y deben ayudarles a expresar sus deseos.

3. Protección de las personas vulnerables. Si un profesional de la salud identifica a un


paciente como vulnerable, esta identificación, su naturaleza específica y la justificación de la misma
deben, con el consentimiento del paciente o su representante legal, ser registradas en su historial.

4. Incapacidad. Cuando un profesional sanitario estime que la divulgación de


información iría en beneficio de un paciente que no puede dar su consentimiento, debe plantearlo al
representante legal del paciente (en el caso de un menor, sus padres o tutor legal). Si el representante legal
no da su consentimiento, el profesional deberá atenerse a los principios de “buena práctica” en vigor en su
país para resolver el desacuerdo.

5. Situaciones de urgencia. En situaciones de urgencia, la información confidencial del


paciente puede ser divulgada o utilizada, pero tan sólo se divulgará o utilizará la información mínima
necesaria para abordar la situación de urgencia.

6. Divulgación tras la defunción. La confidencialidad de la información sobre el paciente


debe mantenerse tras su muerte.

7. Cuando un paciente competente realiza la petición explícita antes de su muerte de que


se mantenga la confidencialidad sobre su caso, esa petición debe ser respetada tras su defunción.

8. Si un profesional sanitario considera que la divulgación de información tras la muerte


de un paciente es necesaria, deseable o recibe una petición de divulgación y no tiene instrucciones
específicas al respecto del paciente, el profesional de la salud deberá entonces considerar esto como una

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situación de posible divulgación de datos a terceros o divulgación en aras del interés público. (Véanse los
puntos 19-23 de la guía.)

9. Acceso del paciente a su información personal y clínica. Los profesionales sanitarios


deben respetar las peticiones de sus pacientes con respecto al acceso a sus datos personales y a su
información clínica y cumplir con sus obligaciones legales en virtud de las leyes de protección de datos.

Protección, uso y divulgación de información sobre el paciente para su cuidado sanitario

10. Informar al paciente. Los profesionales sanitarios deben asegurarse de que los
pacientes y/o su representante legal están al corriente conforme a sus necesidades de información:

- Del tipo de información que está siendo recopilada y conservada;

- De la finalidad que tiene recopilar y conservar esa información;

- De las medidas de protección que se están aplicando para evitar la divulgación de esa información;

- De los tipos de intercambio de información que suelen realizarse normalmente;

- De las opciones de las que disponen en relación con los posibles usos y la divulgación de su
información;

- De su derecho a acceder a la información y, si es necesario, su derecho de rectificación de la misma en


el historial clínico;

- De la información que los pacientes pueden exigir en virtud de la legislación nacional por la que se
implementa la Directiva 95/46/CE; y

- De la legislación nacional específica o principios que regulan la divulgación de información.

11. Los pacientes, y/o sus representantes legales, deben ser informados acerca de los
intercambios de información relacionados con el cuidado de su salud. Siempre que los pacientes sean
informados de esta forma, su consentimiento explícito no será necesario y el consentimiento implícito será
suficiente para el intercambio ético de información sobre el paciente para su cuidado sanitario.

12. Auditoría clínica. Los profesionales sanitarios deben procurar que las políticas
institucionales relativas a auditorías clínicas sean compatibles con el requisito ético de confidencialidad.

13. Cuidadores. Los posibles beneficios derivados del intercambio de información con los
cuidadores informales deben ser hablados con el paciente y/o su representante legal. Sin embargo, el hecho
de que este intercambio de información pueda ser beneficioso no exime en modo alguno del deber de
confidencialidad que el profesional sanitario tiene con el paciente.

14. Equipos Multidisciplinares. El equipo de profesionales sanitarios puede incluir


miembros temporales dedicados a funciones particulares. Los profesionales no deben divulgar la
información a estos miembros a no ser que estén sujetos a una obligación de mantenimiento de la
confidencialidad que permita que determinados niveles de divulgación puedan realizarse.

Los equipos multidisciplinares deben acordar estrategias para cualquier divulgación de información
confidencial fuera del equipo.

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Los profesionales sanitarios pueden tener diferentes criterios y límites para la divulgación de información
confidencial, por ejemplo en relación con la seguridad pública. Es esencial que cada profesional sanitario
se familiarice con estas diferencias y modere las divulgaciones de acuerdo con ellas.

15. Equipos interinstitucionales. Antes de implicar al personal de otras instituciones


sanitarias, es necesario discutirlo con el paciente y/o su representante legal. El paciente debe recibir una
explicación sobre la finalidad perseguida con la participación de otra institución y acerca del intercambio
de información previsto.

Cuando otras instituciones pidan información sobre los pacientes, los profesionales sanitarios deberán ante
todo solicitar el consentimiento del paciente o su representante legal sobre el intercambio de información y
sobre el contenido de la información que se divulgará.

16. Funciones y responsabilidades múltiples. Los profesionales sanitarios deben, si es


posible, evitar situaciones de responsabilidades y obligaciones múltiples con el mismo paciente.

Cuando se dé el caso de que un profesional sanitario tiene responsabilidades múltiples, es importante que
se explique al paciente y/o a su representante legal, al principio de la consulta o evaluación, en nombre de
quién se está atendiendo al paciente y la finalidad de la consulta o evaluación. Deberá también dejarse
claro al paciente y/o su representante legal que la información suministrada no será tratada de forma
confidencial.

Protección, uso y divulgación de información sobre el paciente con fines médicos no relacionados
directamente con su cuidado sanitario

17. Consentimiento para usos secundarios. El consentimiento expreso del paciente o su representante legal
debe obtenerse, siempre que sea posible, antes de que se propongan usos secundarios de su información
personal. Si se acuerda la divulgación de la información, tan sólo se darán a conocer los datos mínimos de
identificación del paciente con fines legítimos de cuidado sanitario.

18. Protección de la identidad del paciente. Los profesionales sanitarios deben hacer un esfuerzo para asegurar
que en las unidades y centros hospitalarios y en el resto de entidades prestatarias de servicios sanitarios, se
están aplicando políticas y protocolos apropiados para la protección de la identidad y para los usos sanitarios
secundarios de la información que permita identificar al paciente.

19. Datos Anónimos. La información sólo debe ser guardada de forma que permita la identificación del
paciente si esto resulta necesario para los fines para los que está siendo conservada. Si los datos son
anonimizados, ello supone que el paciente ya no podrá ser identificado de forma directa o indirecta a partir de
los mismos. Los pacientes y/o su representante legal deben ser informados acerca de la intención de hacer
anónimos sus datos y de las consecuencias que esto puede tener, en concreto de la imposibilidad de acceder a
sus propios datos y de conocer su utilización posterior y, por tanto, de oponerse a esos posibles usos. Los
pacientes y/o su representante legal deben ser informados de los fines que se persiguen con el tratamiento de
datos una vez que se han hecho anónimos.

Obligaciones y justificaciones para la divulgación de información para usos no relacionados con el


cuidado sanitario que permita la identificación del paciente

20. Obligaciones jurídicas de divulgación. Cuando en el curso de la relación del profesional sanitario con el
paciente se impone la obligación jurídica de divulgar datos, hay que hablar con el paciente y/o su representante
legal lo antes posible, a no ser que esta conversación pudiera entorpecer el fin mismo de la divulgación. Antes
de cumplir cualquier obligación legal de divulgación de datos, los profesionales sanitarios deben asegurarse de
que la situación se inscribe claramente en la categoría de casos en los cuales se exige por ley la divulgación de

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datos. Deben asimismo asegurarse de que todo argumento que pueda esgrimirse en contra de la divulgación de
datos es puesto en conocimiento de la autoridad a la que es necesario divulgar la información. Toda
divulgación debe limitarse a lo estrictamente necesario.

21. Justificaciones de la divulgación. Los profesionales sanitarios deben asegurarse de que conocen las
disposiciones y principios legales específicos vigentes en el país en virtud de los cuales se debe llevar a cabo la
ponderación de intereses.

22. En situaciones que impliquen la divulgación de información para proteger los intereses preponderantes de
terceros, cada caso será considerado por separado. Cabe preguntarse si la divulgación de información en aras
del interés público o con vistas a proteger los intereses de terceros prevalece de forma excepcional sobre el
deber de confidencialidad debida al paciente. Las decisiones de divulgar información que permita identificar al
paciente fuera de los servicios sanitarios cuando no exista obligación de divulgación serán objeto de una
evaluación equilibrada.

Los factores que deberán considerarse antes de tomar estas decisiones son, entre otros:

- La importancia de los intereses que la no divulgación de la información pone en riesgo. Por ejemplo, la
divulgación podría estar más justificada cuando la vida o la integridad (física o psicológica) de un
tercero están en riesgo;

- La probabilidad de perjuicios en un caso concreto, es decir, la divulgación de los datos podría estar
justificada si existe una gran probabilidad de que la vida de un tercero se vea seriamente perjudicada,
pero no está necesariamente justificada si la probabilidad es baja;

- La inminencia del perjuicio, es decir, la divulgación podría estar justificada si la protección del tercero
requiere una acción inmediata, pero no si no hay más de una posibilidad de que en algún momento
futuro el paciente pudiera suponer un riesgo para un tercero;

- La existencia de una autoridad competente a quien se pueda considerar la posibilidad de divulgar la


información;

- La necesidad de divulgación para evitar un perjuicio, es decir, que no haya otra posibilidad de advertir
sobre el perjuicio si no es con la divulgación;

- La probabilidad de que la divulgación pueda advertir sobre un perjuicio, lo cual requiere que el
profesional sanitario se asegure de que el perjuicio a terceros o al interés público legalmente protegido
es lo suficientemente probable como para advertir del mismo mediante la divulgación de la
información.

23. Divulgación para proteger los intereses de un/a paciente incapaz de dar su consentimiento. Cuando un/a
paciente sea incapaz de dar su consentimiento, la divulgación de información puede estar justificada en
beneficio de sus intereses. El hecho de que la divulgación esté justificada en un caso así depende de la
ponderación pormenorizada de los intereses del paciente en cuanto al mantenimiento de la confidencialidad de
su información y de los intereses que estarían en riesgo en caso de que no se realizase la divulgación.

24. Buenas prácticas en materia de divulgaciones justificadas. En todos los casos en los que se deban tomar
decisiones ponderadas, se insta a los profesionales sanitarios a que aborden el caso con sus compañeros sin
revelar detalles que permitan identificar al paciente, del mismo modo que cuando sea necesario buscar
asesoramiento jurídico o de otros especialistas. La mayoría de las situaciones en las que se puede decidir
divulgar información requieren establecer una buena comunicación con el paciente y brindarle mucho apoyo.
Una vez se toma una decisión, el procedimiento habitual sería el siguiente:

- Explicar al paciente y/o a su representante legal las razones por las que se revela la información.

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- El profesional sanitario debe animar al paciente (y/o a su representante legal, según proceda) a que
informe a las autoridades pertinentes (como la policía o los servicios sociales). Si el paciente o su
representante legal están de acuerdo, el profesional sanitario solicitará a dicha autoridad que confirme
que se ha realizado la divulgación.

- Si el paciente o su representante legal se niegan a actuar, el profesional sanitario debe comunicarles su


intención de divulgar la información a las autoridades pertinentes. A continuación procederá a
informar a dicha autoridad, divulgando sólo la información relevante y comunicando al paciente y/o a
su representante legal la información que ha divulgado.

- Los profesionales que decidan divulgar información confidencial (habiendo o no informado


previamente al paciente y/o a su representante legal) deberán estar preparados para explicar y justificar
su decisión a la autoridad, si así se les requiere. El profesional sanitario debe registrar en el historial
clínico los detalles de todas las conversaciones, reuniones y citas que hayan tenido que ver con la
decisión de divulgar o no la información.

La excepción a este procedimiento normal se da cuando el hecho de informar por adelantado al sujeto de la
divulgación sobre la intención de comunicar la información pudiera hacer fracasar el objetivo justificado de
dicha divulgación.

Seguridad

25. Seguridad. Dada la responsabilidad de los profesionales sanitarios de mantener la confidencialidad, éstos
deben esforzarse por asegurar que en las instituciones y entidades prestatarias de servicios se aplican políticas
y protocolos apropiados para garantizar el mantenimiento de la seguridad de la información relativa al
paciente. Los profesionales sanitarios deben ser conscientes del estricto cumplimiento de sus obligaciones en
relación con la seguridad y la privacidad al comunicarse con los pacientes, sus representantes legales,
cuidadores y compañeros, particularmente al usar métodos indirectos como teléfonos, correo electrónico y
faxes.

49.7. Respeto en el trato


La creencia de que todos los seres humanos merecen respeto e igualdad de trato es relativamente reciente. En
la mayor parte de las sociedades, el trato irrespetuoso y desigual de las personas y grupos era aceptado como
normal y natural. La esclavitud fue una práctica que no fue erradicada en las colonias europeas y en Estados
Unidos hasta el siglo XIX y todavía existe en algunas partes del mundo. El fin de la discriminación contra las
personas no blancas en países como Sudáfrica es mucho más reciente. La mujer todavía es víctima de falta de
respeto y de trato desigual en la mayoría de los países. La discriminación por edad, discapacidad u orientación
sexual es generalizada. Es claro que existe una gran resistencia a la afirmación de que todas las personas deben
recibir un trato igual.

El cambio gradual y todavía en marcha de la humanidad a la creencia en la igualdad humana comenzó en los
siglos XVII y XVIII en Europa y América del Norte. Fue motivada por dos ideologías opuestas: una nueva
interpretación de la fe cristiana y un racionalismo anticristiano. La primera inspiró a la Revolución
Norteamericana y a la Declaración de Derechos y la segunda, a la Revolución Francesa y los cambios políticos
relacionados. Bajo estas dos influencias, la democracia fue tomando forma paulatinamente y comenzó a
expandirse por el mundo. Estuvo basada en la creencia de la igualdad política de todos los hombres (y mucho
después de las mujeres) y el consiguiente derecho de decidir quien los gobierne.

En el siglo XX se elaboró mucho el concepto de igualdad humana desde el punto de vista de los derechos
humanos. Una de las primeras acciones de la recientemente creada Naciones Unidas fue la formulación de la

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Declaración Universal de Derechos Humanos (1948), que estipula en su artículo 1: “Todos los seres
humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos”.

Muchos otros organismos internacionales y nacionales han producido declaraciones de derechos, ya sea para
todos los seres humanos, para todos los ciudadanos de un país específico o para ciertos grupos de individuos
(derechos del niño, derechos del paciente, derechos del consumidor, etc).

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Se han creado muchas organizaciones para promover la aplicación de estas declaraciones, aunque
lamentablemente los derechos humanos todavía no son respetados en muchos países.

La profesión sanitaria ha tenido opiniones algo conflictivas sobre la igualdad y los derechos del paciente a lo
largo de los años. En la Declaración de Ginebra se dijo: “No permitiré que consideraciones de afiliación
política, clase social, credo, edad, enfermedad o incapacidad, nacionalidad, origen étnico, raza, sexo o
tendencia sexual se interpongan entre mis deberes y mi paciente”.

La compasión es uno de los valores centrales de los profesionales sanitarios y es un elemento esencial de una
buena relación terapéutica. La compasión está basada en el respeto de la dignidad y los valores del paciente,
pero además reconoce y responde a su vulnerabilidad frente a la enfermedad o la discapacidad. Si el paciente
siente la compasión, es más probable que confíe en que el médico actuará en su mejor interés y esta confianza
puede contribuir al proceso de curación.

La confianza generalmente se ha interpretado como que el profesional no debe dejar a los pacientes que
atiende. El Código Internacional de Ética Médica indica que la única razón para terminar la relación
profesional-paciente es si el paciente necesita otro médico con conocimientos distintos: “El profesional debe a
sus pacientes todos los recursos de su ciencia y toda su lealtad.

Cuando un examen o tratamiento sobrepase su capacidad, el profesional debe llamar a otro compañero
cualificado en la materia”. Sin embargo, existen muchas otras razones por las que un profesional sanitario
quiera poner término a la relación con el paciente, por ejemplo, un cambio de domicilio de su consulta o el
cierre de la misma, si el paciente se niega o no puede pagar los servicios del médico, si el paciente se niega a
seguir las recomendaciones, etc. Las razones pueden ser totalmente legítimas o pueden ser antiéticas. Cuando
se considere esta situación, se debe consultar su código de ética y otros documentos de orientación pertinentes
y examinar cuidadosamente sus motivos. Debe estar preparado para justificar su decisión ante sí mismo, sus
pacientes y terceros, si es necesario. Si el motivo es legítimo, el profesional sanitario debe ayudar al paciente a
encontrar otro compañero adecuado o si esto no es posible debe avisar al paciente con tiempo del término de
sus servicios, de modo que éste pueda encontrar atención alternativa. Si el motivo no es legítimo, por ejemplo,
prejuicio racial, debe tomar medidas para superar este defecto.

Muchos profesionales sanitarios, en especial los del sector público, a menudo no pueden elegir a qué pacientes
tratar. Algunos pacientes son violentos y son una amenaza para la seguridad del mismo. Otros sólo pueden ser
descritos como ofensivos por sus actitudes y comportamiento antisociales. Con pacientes como estos, el
sanitario debe equilibrar su responsabilidad por su propia seguridad y bienestar y la de su personal, con el
deber de promover el bienestar de los pacientes. Debe tratar de encontrar la manera de cumplir con estas dos
obligaciones. Si esto no es posible, debe tratar de organizarse de otra manera para atender a sus pacientes.

La atención de pacientes infecciosos plantea otro desafío para el principio de respeto y trato igualitario para
todos los pacientes.

Aquí el tema a menudo es el VIH/SIDA, no sólo porque es una enfermedad que es una amenaza para la vida,
sino porque se asocia con frecuencia a prejuicios sociales. No obstante, existen muchas otras enfermedades
infecciosas graves, incluidas algunas que se transmiten con más facilidad al personal de la salud que el
VIH/SIDA. Algunos profesionales sanitarios dudan en realizar procedimientos invasivos en pacientes con
dichas condiciones por la posibilidad de que puedan infectarse. Sin embargo, los códigos de ética sanitaria no
hacen excepciones para los pacientes infecciosos con respecto al deber del profesional de tratar a todos los
pacientes por igual.

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“Los pacientes con sida tienen derecho a una atención sanitaria adecuada con compasión y respeto por su
dignidad humana. El profesional sanitario tiene el deber moral de no rehusar el tratamiento de un paciente
cuya enfermedad está dentro del marco de su competencia, por el solo hecho de que el paciente es
seropositivo. La ética médica no permite una discriminación categórica contra un paciente, basada
solamente en su condición de seropositivo. Una persona que tiene SIDA debe ser tratada adecuadamente y
con compasión. El profesional sanitario que no pueda prestar la atención y servicios que necesitan las
personas con SIDA, debe referirlos a los médicos o instituciones que tengan los medios para proveer dichos
servicios. Hasta que estos últimos puedan encargarse del tratamiento, el profesional sanitario debe atender
al paciente de la mejor manera posible.”

La relación profesional sanitario-paciente es de naturaleza íntima, lo que puede producir una atracción sexual.
Una regla fundamental de la ética sanitaria tradicional indica que esta atracción debe resistirse. El juramento
hipocrático incluye la siguiente promesa: “Siempre que entrare en una casa, lo haré para bien del enfermo. Me
abstendré de toda mala acción o injusticia y, en particular, de tener relaciones eróticas con mujeres o con
hombres...”. En los últimos años, muchas asociaciones han reafirmado esta prohibición de relaciones sexuales.
Las razones para esto son tan válidas hoy como en el tiempo de Hipócrates, hace 2.500 años. Los pacientes son
vulnerables y entregan su confianza para que los trate bien. Ellos pueden sentir que no pueden resistir los
requerimientos sexuales por temor de que no recibirán el tratamiento necesario. Además, el juicio clínico
puede verse afectado de manera adversa por una relación emocional con un paciente.

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