You are on page 1of 2

El aborto, ¿comercio o solución?

Cuando hablamos de persona, nos referimos a un modo particular de ser y existir en el mundo.
La persona no es algo sino alguien, es decir, un ser capaz de pensar, sentir, buscar la felicidad y
transformar el entorno en el que vive. Y por esta capacidad de pensar, la persona está por
encima de cualquier otro ser que no sea persona, pero además es un ser relacional, capaz de
relacionarse con los demás seres de la naturaleza; esto lo convierte en un ser llamado a dar y
recibir amor en sus relaciones interpersonales.

De lo dicho anteriormente podemos deducir que la persona no es digna según lo que es capaz
de hacer en cada estadio de su desarrollo, qué capacidades puede aportar al mundo, que
acciones puede realizar, sino que la dignidad se encuentra arraigada en la realidad intrínseca
de ser persona. No tiene que ver con las funciones que puede realizar, sentido operativo; ni
por sus acciones virtuosas o su valor personal, sentido moral; ni por ser reconocido por otros,
sentido social; la persona es digna por ser persona.

Esta dignidad implica un respeto incondicional hacia cualquier persona en todo momento de la
vida y en cualquier condición física, psíquica y espiritual. Por lo tanto ninguna persona es más o
menos digna que otra, toda persona reviste el mismo grado de dignidad.

Ahora bien, la pregunta sobre cuando la persona comienza a ser persona es un tema que ha
preocupado al hombre en las diversas ciencias y la filosofía. La biología se ocupa de definir
cuando se inicia la vida, pero la pregunta sobre cuándo hay que comenzar a respetar y
proteger esa vida corresponde responderla a la ética.

Para responder este interrogante debemos remitirnos nuevamente a la biología, ya que desde
el momento inicial de la concepción el embrión (cigoto) es un ser diferente dentro del cuerpo
de la madre, es un ser humano, persona independiente en una etapa de desarrollo específica.
Por lo tanto la condición de dignidad debe respetarse desde este momento, la persona merece
respeto y cuidado desde que inicia su vida.

En este sentido, desde el momento de la fecundación y posterior anidación, el feto provoca


procesos biológicos dentro del cuerpo de la madre, sin conocimiento de ella y aun cuando ella
no esté enterada del embarazo. Esto significa que ya es un ser humano que va adquiriendo
mayor operatividad en la medida que crece y se desarrolla en el vientre materno.

El embrión no es una persona en potencia porque no ha nacido, sino que es persona con
posibilidades de desarrollarse. Por lo tanto, para la medicina, ya es un paciente y merece un
traro respetuoso por parte de los profesionales de la salud, más allá de principios utilitaristas;
por ejemplo desde el punto de vista de los diagnósticos prenatales, estos deben realizarse en
función de la calidad de vida del embrión.

De todo esto podemos deducir que el aborto inducido presenta un problema ético, legal y
clínico. Esto es así porque el aborto viola el respeto a la dignidad de la persona que debe ser
defendida por ser la más vulnerable de todas. El aborto viola los principios de beneficencia y
justicia, otorgando al feto un valor mínimo como ser persona. En muchos casos este valor
mínimo aumenta cuando se lo utiliza como objeto de experimentos científicos y posible
donante de células o recursos vitales para otras personas consideradas en mayor estima.
Por otro lado, y con intención de justificar esta práctica, se buscan expresiones que no dejan
de ser eufemismos para referirse a una cuestión tan delicada como es el darle fin a una vida.
Algunas de estas expresiones son: interrupción del embarazo, como si fuera posible
interrumpir el proceso y después de un tiempo volver a empezar; el cuerpo de la mujer como
propiedad, olvidando que el cuerpo dentro del útero es una persona distinta al de la madre;
presentar el aborto como un derecho de salud reproductiva, cuando en realidad la
reproducción ya está en curso porque la persona ya fue gestada; el concepto de pre-embrión,
como una manera de darle menor entidad de acuerdo al estadío de desarrollo que presenta;
calidad de vida de la persona por nacer, en casos en los que se presentan anomalías que sean
incompatibles con la vida o incluso con discapacidad; la violación de la madre, provocando más
dolor a esa mujer promoviendo el asesinato del mas débil y menos culpable.

Cabe mencionar que en muchas oportunidades las células embrionarias obtenidas por aborto
son utilizadas para experimentación como también para la creación de productos de belleza
entre otros. Estas situaciones hacen que promover el aborto sea aún más objetable desde el
punto de vista ético y antropológico ya que se estaría tratando a la persona por nacer como un
bien de uso, de descarte y experimentación, olvidando la principalísima ley de la dignidad
humana como bien indenegable a toda persona desde el minuto cero de la concepción.

Referencias

Bioética, una ética para la vida

Curso a distancia de introducción a la Bioética personalista. Módulo VII

Hna. Dra. Elena Lugo – Hna. Mg. Virginia Perera

You might also like