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El Cine en La Novela Española Desde 1970-02
El Cine en La Novela Española Desde 1970-02
ESPECTACULARES:
EL CINE EN LA NOVELA ESPAÑOLA
DESDE 1970
Estudios Literarios
Universidad
PREÁMBULO....................................................................... 13
INTRODUCCIÓN................................................................. 17
CONCLUSIONES................................................................ 265
BIBLIOGRAFÍA.................................................................. 271
PREÁMBULO
' l.a novela c■ptlñolo y el cine, de l.ttis Qtiexada. es un;i ompleta recopilación de
adaptaciones Je novelas hasta I0H5. Otras lecop ilacion es que incluyen atlaptaeioncs de
novelas y/o de litios géneros literarios son Lileratrtra ap a ñ a la : Una historia de cine
(catálogo de la exp osición del misino nombre organizada poi la D irección General de
d elacion es Ciiltur.iles y CienliTicus c n lW J ), En literatura expañol,t en el cine nacional.
UM7-I977, de Luis G óm ez M esa, Coitlemporary Spanisli Film fiatu l'iction. de Tilomas
IX veny, 1.a adaptación literaria en el fine español, de Juan de Mata M oncho Agun le y
Del escenario a la pantalla: l.a adaptación tlel teatro español t tuilettiporáneo al eitte,
de M" Asunción Gómez.. Escritores y cinema en E speta, de líal icl Utrera, incluye fi
chas técnicas de adaptaciones cinem atográficas y tele . isivas de una serie de escritores
liniseculares. Hxiste además una multitud de libros y artículos dedicados exclusivam en
te a autores o textos específicos.
? Por ejemplo, los libros de Rafael Utrera, así com o This Loving Darkness de C. B. Mo
rris, Surrealistas, Surrealismo y Cinema de Juan Manuel Compuny (et al.), y El universo cre
ador del 27 de Cristóbal Cuevas y Enrique Buena (eds.l. Como estudio a fondo de un cuso
específico, sirva de ejemplo Luis Huñttel de Itt literatura td cine de Antonio Monegal. Como
ejemplo de opiniones y reacciones de un escritor ante el fenómeno cinematográfico cabe
mencionar El escritor y el cine, recopilación de artículos de francisco Ayala. Cuentos de ci
ne es una selección de fragmentos, poemas y relatos breves de tema o referentes cinemato
gráficos, realizada por Utrera,
precedentes a la guerra civil,1mientras que la prese icia del ci
ne en la novelística actual ha sido abordada sólo en artículos y
colaboraciones en libros de tema más amplio. P e s; a la rele
vancia de la cuestión, no existe aún un libro moni gráfico so
bre la presencia del cine en la novela española es netamente
contemporánea. Lecturas espectaculares quiere i mtribuir a
paliar esa deficiencia.
El libro está organizado en torno a ti es categon is o moda
lidades mediante las cuales se articulA la presencia del cine en
las novelas. La primera modalidad comprende el i dato de las
experiencias cinematográficas de ciertos narradoi ;s y perso
najes novelescos y los modos en que tales experii ncias afec
tan a la construcción de su identidad y a su visión leí mundo.
La segunda consiste en la incorporación a los discursos nove
lescos de temas, motivos, referencias y alusiones a tipologías
características de ciertos géneros cinematográficos y a pelícu
las específicas. La tercera se define como la imiti ción de re-
.-tirsos expresivos asociados a la retórica del cine, tales como
movimientos de cámara, ángulos de toma, tipos de planos y
estilos de montaje. Cada capítulo se dedica a explorar una de
dichas modalidades, apoyándose para ello en el análisis de una
serie de textos seleccionados. Algunas novelas a sultán ilus
trativas de más de una modalidad y por ello reapaiecen en va
rios capítulos bajo énfasis o enfoques diferente s, mientras que
el análisis de otras se concentra en un solo capítulo. Esta or
ganización de los capítulos por modalidades y no estricta*nen
ie por novelas parece aconsejable una vez comprobada n. >só
lo la ya mencionada confluencia de varias modalidades e-n al
gunos de los textos sino también la riqueza de ecos y parale
lismos entre muchos de ellos, lo cual invita a un estudio com
parativo, aglutinador, fortalecedor de vínculos y estimulador
de diálogos intertextuales. Las distinciones que determinan la
división de los capítulos son, en definitiva, diferencias de én
fasis y perspectiva, en ningún modo categorías excluyentes ni
1 Uno Je los libros clave sivjue siendo This Lorian üarktwss Je C. B. M onis, que dedica
un capítulo a la presencia del cine en la novela Je los años 20 y 30.
unidlo menos preceptivas o absolutas. Los capítulos, consi
guientemente, no son compartimentos estancos sino más bien,
como las propias novelas, galenas inlerconectadas por espejos
y pantallas.
Si a la hora de seleccionar las novelas he tenido en cuenta
su representaiividad, también he considerado otros factores.
He querido evitar una dependencia excesiva de textos y auto
res “canónicos”, los cuales he combinado con otros que no
han recibido hasta ahora la atención crítica que se merecen.
Tal es el caso de las valiosas novelas de Rubén Caba. Marcos
Ordóñez y José María Riera de Ley va, por ejemplo, que no ha
bían sido estudiadas antes en detalle y cuya inclusión en Lec
turas espectaculares aporta al libro un interés adicional. Aun
que hay una representación de textos de las tres décadas que
constituyen c¡ marco del estudio, he otorgado un énfasis par
ticular a la producción más reciente: la mayor parte de los re
latos escogidos han sido publicados en Jos últimos quince
años.
INTRODUCCIÓN
" Dejando aparte la negativa de Unamuno a reconocer el valor de la narrativa visual del
cine, su intransigente oposición a este medio se apoya en un presupuesto falaz, el de consi
derar al cine como un medió exclusivamente visual y no verbal. Ello es inexacto incluso en
e! llamado “cinc mudo" que Unamuno conoció durante la mayor parte de su vida. Ver discu
tió;! en el capítulo tercero.
7 Curiosamente, si las adaptaciones se vieron (sobre todo én un primer momento) como
una forma de colonización - o incluso “invasión"- del cine sobre la literatura, la aparición del
llamado cine sonoro a finales d:e Pos años 20 y la preeminencia que este da a la palabra tam
bién llegó a ser calificada de intervención “invasora". pero en este caso de la literatura sobre
el cine (ver Peña-Ardid. Literahtm y cine. 31-37).
A prepósito del cine como práctica colonizadora, y ya que
hemos1 mencionado
• .!
los víndulos:
• '
do Blasco lbáñez con; la in-
dustria cinematográfica de Hollywood, es preciso señalar el
auge imparable que desde lós prijneros momentos y a lp largo
de todo él siglo XX experimenta; el cine norteapiericanio, pro
ceso que habrá de tener consecuencias tan decisivas para la li
teratura,! las artes, lá vida cultural y el propio cine españoles.
Por supuesto, el crecimiento del cine estadounidense es un fe
nómeno ^relacionado con la¡ progresiva consolidación de los j
Estados lUnidos como supeipotencia mundial. ¡Desde jas pri
meras décadas de la historia! del cine, Hollywood -queipronto
se identifica sinecdóquicamente con el^con ¡unto del cipe esta
dounidense- se imbrica íntimamente con e! proyecto político,
comercial, militar e industrial del expansionismo norteameri
cano como destacado agenté y beneficiario del mismo.; Si, co
mo hemos comentado, el auge del cine se ha visto como una
“colonización” de éste sobre la literatura, la expansión y el do
minio del cine norteamericano sobre los demás cines naciona
les constituye un proceso colonizador en sentido estricto, y de
alcance mucho mayor. Las películas de Hollywood han domi
nado entre el 75% y el 90% de las carteleras españolas y lati
noamericanas durante la mayor parte del siglq XX, cifras si
milares.a las de muchas otras partes del mundo. Los paradig
mas estéticos del cine estadounidense han alcanzado tal rele
vancia que desde hace tiempo es casi imposible hablar de ci
ne o hacer cine en cualquier lugar del mundo al margen de los
modelos de Hollywood. Cabe adorarlos o despreciarlos, imi
tarlos o rebelarse contra ellos, pero siguen siendo un referente
difícil de ignorar y que ha condicionado el trabajo de los cine
astas tanto como el de los historiadores cinematográficos du
rante décadas." Como ha señalado Marsha Kinder, todos los
cines nacionales se convierten en regionales al considerarlos
desde una perspectiva global, frente a la presencia hegemóni-
“ Para un análisis crítico de la prominencia global del cine norteamericano y una pro
puesta para un replantcamieiuo de los criterios de la historiografía cinematográfica, véase Ta-
leus y Zunzuriegui.
ca del cine estadounidense.9 Si tenemos en cuenta la presencia
dominante dei cine norteamericano en las pantallas españolas
a lo largo de cien años y su consiguiente influjo sobre largas
generaciones de escritores, espectadores y lectores, el predo
minio destacado de Hollywood como referente e intertexto de
las novelas españolas contemporáneas que analizaremos en
este libro no es, desde luego, casual n?sorprendente.
Volviendo a las primeras décadas del siglo pasado, si las
adaptaciones de obras literarias y las colaboraciones de escri
tores con la industria cinematográfica constituyen las notas
dominantes de la relación entre ambos medios, también em
piezan a ser frecuentes ias manifestaciones del cine en las pro
pias novelas. En el marco de la pujante presencia del cine en
la vida cultural del país, durante los veinticinco o treinta años
que transcurren desde que el nuevo medio empieza a merecer
la atención de los escritores e intelectuales españoles hasta el
estallido de la guerra civil en 1936, numerosos textos incor
poran referencias al cine o recurren a él como tema. Blasco
Ibáñez y Ramón Gómez de la Serna se ocupan del mundo de
. los estudios de Hollywood en sus novelas La reina Calafia y
Cinelandia, respectivamente, ejemplos de la preeminencia del
mundo del cine norteamericano que acabamos de mencionar.
Es de notar cómo el exaltado elogio de Hollywood expresado
en la novela de Blasco Ibáñez contrasta con la visión descar
nada y crítica de la de Gómez de la Serna.1" Otros textos rele
vantes por sus temas o abundancia de referencias cinemato
gráficas son la novela Cinematógrafo, de Andrés Carranque
11 Uncía defiende que dicha visión debía corresponder bastante fielmente a la, realidad
(ver Utrera, "De autores y obras”, 12-13J.
Véase también el artículo "Pío Baroja y el cine” de Luis Quesada.
11 Para una aproximación a los aspectos cinematográficos de las Sonatas ver, entre otros,
el iibi'o de Alonso Zamora Vicente, Las “Sonatas" de Valle-lnclán.
McMahon sostiene que ei texto de Tirano Banderas guía la mira
da del lector a través de secuencias y espacios cambiantes de mo
do similar a como lo hace el cine por efecto de los movimientos
de la cámara y del montaje. McMahon detecta en esta novela “una
relación constante entre lo que se ve y quién lo mira” (82) y ex
plica cómo a través de la dirección textual de las miradas el lector
puede construir espacios mentales consistentes y comprensibles,
de manera similar a como lo hace el espectador de cine.
El trío vanguardista de Ayala, Espina y Jamés comparte un p ro -.
yecto de experimentación novelesca inspirado directamente por el
cine. Entre las aportaciones de estos escritores, Víctor Fuentes des
taca ei desplazamiento del narrador omnisciente por el objetivo de
la cámara como punto de focalización de la narrativa, con su mo
vimiento y su variación de planos; la preferencia por un relato en
presente y una “exaltación del instante” que evocan la inmediatez
de la narración cinematográfica; la desaparición de la división por
capítulos en favor de una separación mediante títulos o rótulos si
milar a la de los guiones de cine; las transiciones discontinuas en
tre escenas y secuencias según los recursos del montaje filmico
(204). José Manuel del Pino explica cómo el principio “fragmen-
tador / analítico” del montaje y las posibilidades introducidas en la
perspectiva visual por la cámara cinematográfica constituyen he
rramientas particularmente apropiadas parados narradores de la
vanguardia. Según del Pino, la tergiversación del orden espacio-
temporal conseguida por los relatos mediante un azar compositivo
inspirado en los recursos filmicos citados representa un rechazo a
las pretensiones fniméticas y totalizadoras de la novela realista.
Frente al mundo .orgánico y estable postulado por ésta, en la no
vela vanguardísta prima el caos, la fragmentación y el hibridismo.
Estas consideraciones sirven a del Pino para fundamentar su aná
lisis de una de las novelas más emblemáticas de la vanguardia, Pá
jaro pinto de Antonio Espina, del927.,J*V I.
" Para un estudio de la presencia del cine en las novelas de Jumes, junto a las de Rosa
Chace! y José Díaz Fernández, así com o en los relatos de Francisco Ayala. véase el capítulo
VII. "Spanish Novclists". de This Loving Darkness de C. B. Morris. Para las ideas de Ayala
en tomo al cinc a lo largo de siete décadas véase su libro El escritor y el cine.
En comparación con la actividad creativa jy experimenta
dora dé preguerra, las primeras décadas dé la-posguejtra civil
conllevan un drástico declive de la novela tanto corncj) del ci
ne yj de las demás artes. Lo qué subsiste de la producción ci
nematográfica española lo hace bajo el control estricto del ré
gimen jde Francó. El cine de Hollywood, por su parte; gozará
durante toda la posguerra dé un 'acceso casi ilimitado a las au
diencias españolas; su influencia social, económica e! ideoló
gica |se; ampliará, y el pesó de su presencia cultural habrá de
dejar una profunda huella én las generaciones, de lectores, es
pectadores y escritores cuyps infancia y adolescencia transcu
rren bajo el franquismo. : ; j . j
Las novelas de la posguerra, especialmente aquellas que
surgen a partir de los, años ¡cincuenta bajo! el estímulo de una
marcada conciencia social,! fundamentan -pus vínculos con el
cine alrededor del concepto de “objetivismo”.' En su libro La
hora del lector -aparecido en 1957 pero que incluye artículos
previamente publicados a principios de Ips cincuenta-, José
María Castellet propugna un método de “narración objetiva'
caracterizado por una “progresiva desaparipióii del autor” y un
auge correspondiente de la importancia del lector, fenómeno ¡
que en esa época es palpable en la novela norteamericana.
Castellet reconoce el influjo cultural del cine! en la forma de
ver y de sentir de los lectores contemporáneo^ y relaciona di
rectamente con el cine la “nueva sensibilidad” que caracteriza
a las novelas norteamericanas de este período;
Para un panorama de opiniones cínicas al respecto véanse, por ejemplo. Darío VíHn-
mieva. “Los muráis de la literatura española (1975-1990)“: Samuel Ame!!. Introducción a hi
aiintni rxmiñottt en el pvsfrumiiiismti'. Jusé-Carlos Mainer. "1975- I9.H5: i.os poderes del pa
sado."'. Ignacio Soldeviia Durante. “La novela española en lengua castellana desde 1976 has-
la 1985“,
¡izar y evaluar un conjunto de conexiones existentes entre una
serie de novelas que en bastantes casos y por diversos con
ceptos pueden presentar entre sí notables diferencias. Mi estu
dio constata que la presencia del cine es un aspecto frecuente
en la narrativa española contemporánea, que las manifestacio
nes de dicha presencia son variadas y que pueden encontrarse
en una amplia gama de textos y autores. Análogamente, y a
■propósito de estos últimos, quiero recalcar que de ningún mo
do propongo que los novelistas analizados en Lecturas espec
taculares constituyan grupo o movimiento alguno, ni muchísi
mo menos una “generación”. En primer lugar, porque este li
bro se concentra en análisis de novelas específicas -u n a por
escritor, con la excepción de Marsé y pocos m ás-, y las con
clusiones de dichos análisis no tienen por qué ser extrapola
b a s al conjunto de la producción de tales novelistas. En se
gundo lugar, porque el propio concepto de “autor” como enti
dad aglutinadora del conjunto de una “obra" es en sí bastante
problemático y la utilización del término en el sentido citado
exigiría un análisis profundo que queda fuera de. los límites es
tablecidos para este libro. En tercer lugar, porque la mera di:
ferencia de edad entre los escritores cuyos textos se estudian
aquí excluye de raíz cualquier intento de agrupación genera
cional. aparte de los problemas que presenta también el con
cepto de generación Iiteraría.:"
Dicho todo lo anterior, y debidamente recalcado e! necesario
relativismo sobre las fechas específicas en las que situar el ori
gen de ciertos procesos, cabe plantearse, en primer lugar, la po
sibilidad de identificar rasgos o tendencias destacados en la no
vela española de las ultimas tres décadas, para seguidamente
evaluar las posibles razones aducidas por la crítica para explicar'
dichas tendencias y por fin plantear cómo y en qué medida pue
de existir relación entre las mismas y el masivo interés por el ci
ne que se advierte en tantas novelas del período que nos ocupa. :
J' Juan Marsé, [>or ejemplo, nace en 1933 y publica su primera novela, Encerrados con
mi .solo juguete, en ! 961. Et .signo de. los tiempos, la primera novela de Marcos Ordóñez -na
cido en 1957-, aparece en 1988.
i; ¿ n jsu estudio; sotare la |iove;lá españojlá contemporánea,
Vanpe Hollo|vay hace; un repasojde los rasaos que Ja crítica ha
considerado comci más. caradíejisticos de la producción narra
d la jde lias últimas tres' décadas j ¡Tales j^asgpjs inclinen la me-
taficciqn, el alejamiento; del experimenialishio y la vuelta a las
contenciones realistas, ¡el gusto) 'por lá fábula y la narración
histórica, de |intriga y documental (Holknyáy, 9-1,0). Parece
generalmente! aceptado que a pkrtir de ljos años setenta se pro
duce' una reorientácíóh hacia uná nueVa valoración de la na-
matiyidad, tendencia que habrá; de continuar jhasta el moincn
tO;presente. En opinión rjebatibje;pero signi^~"*!'Icativa
" de
!j~ algunos
------
críticos, el experimentalísmo formal de los sesenta, reiterado
aún en los setenta por autores como Juah Benet y Juan Goyti-
solo,; llega a producir oqras á menudo farragosas, que “no se
pueden leer: solamente pueden estudiarse”) (Ynduráin, 349).
Domingo Ynduráin considera; que tal situación acaba por des
pertar en muchos lectores el deseo por uin tipo de relatos “que
colmen el gozo (y el interés) de la lectura, lia; fruición que su
pone leer una;obra de arte, no sólo el esfuerzo de resolver (a
medias) un jeroglífico que... no tiene solución” (349). José
Colmeiro atribuye idénticas inquietudes; a uh grupo creciente
de escritores que en el inmediato posfranquismo se lanzan a la
busca “de una hueva alternativa que viniera á paliar las agota
das vías de la narrativa social y experimental por las que ha
bía discurrido la novela española de posguerra” (29). Como
observa Colmeiro, dicha búsqueda se dirige fundamentalmen
te hacia la recuperación de la narradvidad, y uno de sus logros
aparentes es “la eclosión..1, de novelas y novelistas con 'histo
rias que contar’” (29). Análogamente, Santos; Sanz Villanueva
habla de “una vuelta al viejo gusto por eóntalr, al clásico rela
to cervantino... que se fundamenta en la narración de una his
toria” (254). Darío Villanueva conecta esta vuelta a la narrati-
vidad con una pujante valoración en España) y en el resto de
Europa de la función ludipa y hedonista de la novela y de la
necesidad de ésta de abrirse a un público amplio (286). Fer
nando Sánchez Dragó relela una actitud similar cuando en
1979 clama por una novela “capaz de divertir, cautivar y con
mover” (cit. Villanueva, 287). Sanz Villanueva sitúa el origen
de esta tendencia novelística en los alrededores de 1975, con
la aparición de La verdad sobre el caso Savolta, de Eduardo
Mendoza. Darío Villanueva prefiere tomar como texto inicia
dor La saga/fuga de J. B. de Torrente Ballester, de 1972. Por
su parte, Holloway sitúa “el retomo de la fábula” en 1976
(39). Lo cierto es que la lectura de Los dominios del lobo de
Javier Marías, de 1971, revela ya una presencia apabullante de
todos los elementos citados.
En cualquier casó, el resurgimiento de la narratividad, el
espíritu lúdico y el afán de apertura a públicos masivos que se
produce a partir de los años setenta continúa en los ochenta y
los noventa, ampliándose con nuevos elementos y apuntando
nuevas vías de exploración. A principios de los ochenta se em
pieza a hablar de una “nueva narrativa” que, manteniendo las
prioridades arriba mencionadas, cuenta entre sus variadas fa
cetas la incorporación de elementos metaficcionales, la recu
peración de aspectos del género detectivesco -reconocida co
mo una de las principales aportaciones de la novela de la tran
sición-, el despliegue de la imaginación y la-fantasía, la exal
tación de la aventura y el sentido de lo exótico o el repliegue
en un intimismo reflexivo (ver Sanz Villapueva, 254-73).21
:t El término “nueva narrativa” es una etiqueta quc.ha servido en momentos diferentes para
caracterizar a grupos de novelas y de novelistas de las más variadas tendencias. Así, en 1972, el
lanzamiento conjunto por parte de Banal y Planeta de una serte de novelistas encuadrados en el
marchamo de “nueva novela" presentaba unos textos muy distantes de los que merecerían esa mis
ma denominación diez; años después. Como señala Martínez Cachero, aquel grupo de Bamd-Pfa-
ncta incluía a escritores rclati vaincntc Iradióionales como Ramón ÍCamicer, Antonio Penes y Gar
cía Hortelano junto a “novísimos" como Félix de Azúa y José María Vaz de Soto. Tales “novísi
mos” practicaban por lo general una uoveln experimental de la que Martínez Cachero comenta:
“sus novelas suelen resultar imperfectas o defectuosas, gratuitamente difíciles para el lector, casi
siempre aburridas, con muy escasa peripecia sustentadora..., preocupados sus autores por la expe
rimentación lingüística y técnica pero sin que lo obtenido corresponda a 10 ambiciosamente pre
tendido” (499). Jo Labany, a su vez, califica-dichas novelas de “highly intellectual, laigely unrea-
dable”, ejemplos de una política editorial elitista (147). Lo cierto es que la escasa o casi nula re
sonancia d élos textos de este último grupo parece corroborar el agotamiento del interés de públi
co y crítica por la experimentación formal heredada de los años sesentay la existencia, ya a prin
cipios de los setenta, de una necesidad insatisfecha de nairatividad, de novelas con fuerte peripe
cia argumental y capaces de promover una lectura más fluida y hedonlsta.
Uno de los elementos relevantes para el análisis de la na
rrativa española a partir de los años setenta es, indudablemen
te, la censura, cuya presencia marca la literatura, las artes y los
medios de comunicación durante la dictadura y hasta la pri
mera transición. Aun cuando no se trata de una innovación del
régimen franquista, el poder y la ubicuidad que la censura ad
quiere bajo el mismo la convierten en un elemento ineludible
a la hora de analizar cualquier texto literario, fílmico o perio
dístico en la España franquista, tanto antes como después de la
Ley de Prensa de 1966. Su desaparición oficial en 1977 cons
tituye, por lo tanto, uno de los cambios más esperados y sin
duda uno de los más emblemáticos de la transición. La aboli
ción de la censura oficial, unida a la restauración progresiva
de las libertades democráticas durante la segunda mitad de los
setenta, conlleva grandes expectativas de un resurgimiento
creativo que, en opinión de algunos, no acaban de satisfacer
se. En 1981, David Herzberger presenta una visión deprimen
te del panorama literario español, explicable, según él, tanto
por una corrupción de los gustos del público como por una po
sible falta de escritores de talento (Herzberger, “The Literary
Malaise of Posí-Franco Spain”). A su vez, Philip Silver se ha
ce eco de una opinión extendida cuando escribe en 1985 que
)a nueva situación política no ha producido nada extraordina
rio en el terreno cultural, ninguna revelación sorprendente ni
deslumbrante en la novela, el teatro, la poesía o el ensayo. Sil-
ver asevera que “ [no] ha habido genios reprimidos durante la
dictadura que la democracia haya sacado a la ¡uz" -aunque de
clara., sin embargo, que el fin de la censura oficial sí ha pro
vocado un renacimiento en el cine- (76).“ La ausencia del bo
om novelístico que muchos habían soñado como consecuencia
inmediata de ia abolición de la censura puede explicarse en•
•• Ello e» explicable, en parre, por el hecho de que el estatus clei cine como medio de co
municación de masas io convirtió durante lodo el franquismo en víctima de una acción cea-
sofá frecuentemente más terrea que la ejercida sobre ju literatura --en especial, sobre los gé
neros minoritarios como ¡a poesía-. Se puede entender así que la <Jcsapar.ción de la censura
oficiuf significara un cambio más drástico para el cinc que para ¡a literatura.
parle por lo exagerado de dichas expectativas, que simple
mente no se correspondían con la realidad cultural del país, y
también porque uno de los efectos de la “ley Fraga” del 66 ha
bía sido interiorizar en muchos escritores una inercia autocen-
sora que habría de mostrarse bastante difícil de erradicar.2" Sin
embargo, y paralelamente al sombrío retrato que ofrece de la
situación de la literatura “seria”, Herzberger reconoce la emer- -
gencia de una variedad de literatura popular animada por las
nuevas libertades y los nuevos intereses de los lectores y es
pectadores. La pobre consideración que dicha literatura popu
lar le merece a Herzberger parece justificada por algunos de
los títulos que utiliza como ejemplos, sub-productos del con
sumo más elemental. Pero cabe pensar que bajo ese aparente
declive de la literatura “seria” y el auge de una literatura po
pular imprecisamente definida por Herzberger lo que se está
produciendo ya desde unos años antes es un desplazamiento
de aquélla hacia unas formas más integradoras. abiertas al uni
verso de la cultura de masas, animadas por un espíritu íúdico
y eminentemente narrativas: unas formas, en definitiva, más
populares sin dejar por ello de ser “serías”.
Si ya durante los últimos años de la dictadura empieza a.
producirse en la novela un resurgimiento de la narratividad, ■_
hay varios factores, entre ellos la propia desaparición de la-
censura, que pueden ayudar a explicar la intensificación de di
cha tendencia a partir de la transición. Como explica Ignacio
Soldevila, la censura favorece varios tipos de literatura, desde
el expenmentalismo (opción “tranquilizadora” impulsada por
la industria editorial, especialmente en el decenio 1966-76) y
la literatura “social” hasta formas híbridas que recurren aesti-
Recordemos tiiic- la ley tic Prensil de ISUSó elimina In censura previa, pero mantiene to-' .
da su Tuerza punitiva -incluyendo secuestro de publicaciones, suspensiones y multas para edi
tóles. periódicos y revistas, y mullas c incluso penas de prisión para los autores-contra aque
llos que la autoridad considerara que habían rebasado el límite siempre indelínido de la per-
misibilidad oi'icial. La inescriitabilidad de la censura, el apárenle capricho y volubilidad de
sus criterios y la dureza de sus castigos consiguió electivamente inyectar en muchos escrito
res. artistas y periodistas un atemorizado espíritu aiitoeensor en un grado incluso mayor til que
existía antes (no olvidemos que la censura previa mutilaba los testos y obligaba a revisiones
y alteraciones, pelo no castigaba a los autores).
los experimentales para camuflar una denuncia que la prensa
no puede realizar (40). Mientras que la literatura de ficción
durante los añós finales del régimen franquista opta mayorita-
riamente por un experiméntalismo elitista o por la crítica so
cial encubierta bajo formas alegóricas o crípticas, en cuanto
desaparece la censura oficial se produce un boom de obras his-
toriográñcas, memorias, ensayos, docurri;entc>s, testimonios y
reportajes periodísticos qiie abordan temas hasta entonces ta
bú como la república, la guérra civil y él franquismo de un
modo mucho más abierto y directo de Id qué la literatura de
ficción había hecho hasta entoñebs, copaildo ¡el interés mayo-
ritario del público lectoríy por consiguiente el mercado edito
rial?4 Dé hechój, el auge !sin precedentes dé lalliteratura de no-
ficcióri en la primera etapa transicionál es|unajde las causas de
la crisis de la novela en ésa mÍsmaíépoca.|j“Coh el nuevo esta
do de cosas”, cjamenta Soljdeviia,’“es la prensa diaria y sema
nal la gran ganadora1y la í^teratiura de ficción ja gran perdedo
ra. La eclosión de la literatura tanto tiempo prevista y espera
da {jará después del deshielo, no ■encontrará Situación favora
ble para producirse durante los ¡primeros cinci) años’1(41). La
desaparición dé la censuraj y la jconsiguieñte reconquista de,la
libertad dé expresión é información, junto al .boom dé la pro
ducción historiográfica* testimonial, ensayísdéa y periodística
provocado por ía nueva sitjuacion hacen innecesarios o super-
fiuos el oscurantismo y el estilo alégóricojpracticado por gran
parte de la ficción desde la segunda mitad de los años sesen
ta?5 a la Vez que liberan á la novela y a los novelistas de su
obligación moral dé téstimónió y dénuncia”f en palabras de
Soldé vil a (42). Este éstádo de cósa¿ impulsa el crecimiento de
esa novela másj popular,; n arrativá y lúdica a [la que venimos
" Para una breve descripción del mercantilismo editorial y cultural de la época, véase Ju-
'sé-C.artos Mainer. “ 1975-!985: Los poderes de! pasado". Para un análisis más abarcador, vé
ase Darío Viltunucva, "Los marcos de ia literatura española (1975-199(1): Esbozo de un sis
tema."
lógico, este nuevo marco de producción y consumo literarios,
impulsado por las fuerzas del mercado, tiene entre otros efec
tos el de promover en los novelistas una preocupación por las
demandas del público, un esfuerzo por mantener contacto con
ias inquietudes, intereses y preferencias de los lectores. Como
habremos de ver en otras partes de este libro, la crítica ha va
lorado de maneras diversas este proceso de creciente mercan-
tilización y comercialización de la novela.28 En cualquier caso,
cabe pensar que el lugar de ésta dentro de la masiva industria
cultural y su sujeción a las leyes del mercado han facilitado ei
mantenimiento de la narratividad como uno de sus rasgos más
destacados, consolidando así la tendencia iniciada a principios
de los años setenta e impulsada en la primera transición por
los efectos combinados de la desaparición de la censura y la
crisis editorial.
En este ambiente favorable a la narratividad, a la recupera
ción del placer por la lectura y al acercamiento a las audien
cias es donde hay que encajar el interés por el cine evidencia
do en un extenso número de novelas y novelistas desde los
años setenta. Este interés por el cine no surge de la nada, sino
que es la emergencia de un sustrato de experiencias e inquie
tudes personales y colectivas acumuladas sobre todo a lo lar
go de la etapa histórica precedente, la posguerra. Es cierto que
la presencia del cine en la vida cotidiana española, y consi
guientemente, en el imaginario colectivo nacional, se remonta
a las primeras décadas del siglo, pero es en la posguerra cuan
do se produce su pleno desarrollo como elemento fundamen
tal de lo que José-Carlos Mainer llama los “circuitos infrac ul-
turales” que abarcan, además del propio cine nacional y ex
tranjero, tebeos y novelas rosas y de aventuras, cancionero po
pular, radio y, finalmente, la televisión (Mainer, 7).
El influjo del cine y demás formas de expresión “infracui-
tural” en el contexto de la vida cotidiana bajo el franquismo
afecta decisivamente a la experiencia infantil y adolescente de
' MEl lugar prioritario del cine en las vidas de numerosos novelistas del período que nos
ocupa queda plasmado en manifestaciones y actividades extrafíccionales o extraliterarias de
muchos de ellos, las cuales incluyen: autobiografías (Moixj; entrevistas y declaraciones pú
blicas en las que dejan explícita constancia de su cinefília (M oix, Marsé, M uñoz Molina y un
largo etcétera); colaboraciones periodísticas y programas televisivos sobre cine (M oix, Mar-
sé, Ordóñez, Quim Monzó); libros de historia y crítica de cine (M oix); escritura de guiones
para películas (Ordóñez, Rubén Caba, José María Riera de Leyva, Jesús Perrero, Martín Ca
sariego, Elvira Lindo, Francisco Casavella, David Trueba, eíte.); dirección de películas (Gon
zalo Suárez, David Trueba). La anterior no es en absoluto-una lista exhaustiva, sino mera
mente indicativa. ;
lo d o estudio de las interrelaciones entre cine y novela de
be enfrentarse a la cuestión de las similitudes y diferencias en
tre dos medios distintos. En un libro como éste, cuyo título
contiene la expresión “el cine en la novela” -apuntando por lo
tanto a una “presencia” o “integración” de aquél en ésta-, la
cuestión mencionada está en la base misma de la investiga
ción. ¿Hasta qué punto y de qué manera es posible tal “pre
sencia” o “integración”? En último término, no lo es más que
en un sentido figurado, metafórico. La novela, como genero li
terario basado en la palabra escrita, y el cine, medio audiovi
sual fundamentado en la yuxtaposición de imagen fotográfica,
palabra ora! y escrita, música y otros efectos sonoros, explo
ta!» órdenes de signos diferentes que, como señala Antonio
Monegal, “se apelan mutuamente, pero cuyas leyes no son ho
mologas ni intercambiables” (Monegal, “Imágenes del deve
nir”. 58).
La imposibilidad de hablar de una correspondencia exacta
entre lenguaje fílmico y literario deriva no sólo de la diferen
cia de base entre el simbolismo de ¡a palabra escrita y la ¡co
nicidad de la imagen visual, sino del hecho, ya destacado por
Christian Metz, de que el lenguaje cinematográfico carece de
“vocabulario”, “gramática” o “sintaxis” en un sentido similar
al del lenguaje verbal. En respuesta a los intentos de teóricos
como Eiseristein, Pudovkin y otros por identificar palabras
cor» imágenes, planos con oraciones o secuencias con párrafos,
Metz señala que, a diferencia de las palabras, las imágenes no
tienen significados asignados de antemano, que el número de
imágenes posibles es infinito, y que su ordenación en el texto
fílmico según el montaje está guiada no por reglas gramatica
les, sino por decisiones estéticas.* Consistente con dichos ra
zonamientos, Monegal plantea tres premisas fundamentales:
'fer Metz, Film Uuixiuige. en particular el capítulo 3, 'The Cinema: tanganee or Lan-
gtiagc System?” (3 1-1/ ! ) y el 4, "Sonic Points in thc Scmiolicx oí' ihe Cinema” (92-107).
P rim ero... o! tipo d e relación que une a am b os (em e y literatura| p u ed e d e s
cribirse m ediante criterios d e c o n e x ió n sim ilares u lo s que organizan la m e
táfora. S eg u n d o, cu an d o los com p aram os esta m o s h ab land o de m o d o apro-
xim ativo. Tercero, lo s m o d e lo s y el vocab u lario q u e n o s sirven para refe
rirnos a la literatura se utilizan ap licad os al cin e para suplir una caren cia de
term in ología esp e cífica . (M o n eg a l. “ Im ágen es d el d even ir”, 58}
Tiie screen is not a fram e like that o f a pieture but a m ask thai allovvs on ly
a parí o f the aetion to b e se en . W h cn a character m o v e s o f f screen ..., he
con tin ú es to ex ist in ¡lis o w n cap acity at som e ocher p lace in lite d ecor that
is hiüden from us... T he sp ace o f the screen i¡; cen trifu gal. (B azin . lOO)”'
Bazin contrapone ese “espacio centrífugo” de la pantalla al “espacio centrípeto” del es
cenario teatral. Stanley KaufFmann rechaza ios planteamientos de Bazin en “Notes on The;;
ter-and-Film.”
El carácter centrífugo que Bazin atribuye al espacio de la
pantalla es adoptado por algunos de los textos estudiados en
este trabajo como modelo para la construcción de sus propios
espacios. En “El fantasma del cine Roxy”, de Juan Marsé, un
niño observa a través de una libreta enrollada a modo de cata
lejo a un hombre que se acerca. Como sólo se puede ver la par
te superior del cuerpo del hombre, y dado que éste lleva las
manos en la hebilla del cinturón y además cojea, la impresión
es que el hombre viene montado a caballo. El texto impulsa a
visualizar más allá de los límites impuestos por el “objetivo-
catalejo” y a crear mentalmente, en ese difuso espacio sin for
ma ni fronteras evocado por Bazin, la imagen de un caballo
que no existe. En Beltenebms, de Antonio Muñoz Molina, la
visión del protagonista queda frustrada continuamente por
marcos, dinteles, muros, áreas de sombra y otros obstáculos
materiales que tienden a producir en el lector una vivida, in
cluso claustrofóbica, sensación de limitación física equivalen
te a ía que el rectángulo dé la pantalla ejerce sobre el especta
dor de cine. En la novela de Muñoz' Molina, como en una pe
lícula, esa conciencia de encuadramiento no hace sino estimu
lar un ánimo de expansión espacial, una necesidad de conocer
lo que hay más allá, un deseo imperioso de ver qué se oculta
en esa zona de sombra e indefinición a la que no accede la mi
rada del protagonista.
Los esfuerzos de la novela por imitar recursos retóricos del
cine son también, irremisiblemente, exploraciones en una zo
na de sombra e indefinición, la que separa la página de la pan
talla, la narrativa escrita de la audiovisual. Aunque el cine y la
novela pueden compartir principios narrativos o criterios esti
lísticos, la distancia entre ellos permanece; una distancia sólo
superable por los recursos asociativos de la metáfora. Y es a
los lectores, convertidos en lectores-espectadores, a quienes
les corresponde navegar ese mar de asociaciones y equivalen
cias metafóricas. Porque la eficacia de los mecanismos des
plegados por las novelas a imitación de la retórica cinemato
gráfica depende en última instancia de la capacidad y la vo-
luntad de los lectores paita captarlos guiaos jy aceptár las invi
taciones textuales. Depende, ¿eii definitiva, de la capacidad y
voluntad de lps lectores!para apreciar los textos por o que fin-
gen Ser y no son. ■ !
4. [Sinopsis
I I • ! : - i ! ¡
i Ej capituló primero, ‘Las pantallas de la experiencia”, se
propone desentrañar co n o las experiencias cinematográficas
dé ciprtos narradores y personajes afectan a su sentido de iden
tidad; a su visión del mundo y a su propia labor nar ativa. Na-
irádores y personajes de^El diasque murió Áfiarilyn de Terenci
ivípix, Escenas de ciHemudo de Julio Llamazares y Una vuel-
la^por el Rialto dé Marcos Órdóñéz coinciden en unas expe
riencias cinematográficas de infancia$y adolescencia en el
nJarqo de la posguerraciyil. En! iriuplios de ellos, el influjo del
cine Imediatiza sus;percepciones e imaginación y contribuye a
fprjaír unas visiones del imundo intipiaménté cinematográficas.
Lá primera sección, ¡“Eljjcirie Cómo;experiencia vital”, explica
cómo los naijadored y personajes se construyen ccjmo espec
tadores :a través dé unos relatos que incluyen la visualización
de películas, la experiencia de las 'salas, la:contcniplación de
carteleras y fotografías1y otras ¡formas qle contacto pon el cine
fuera dél contexto de la proyección; La Segunda sección, “Ma-
níobitas editoriales en: la pscuridad”¡investiga;lás reacciones de
personajes y narradores infantilestante la exjiériencita del mon
taje cinematográfico y demuestra cómo las¡ referencias a cier
tos aspectos del montaje revelan el destarrojlpjde mecanismos
perceptivos e! interpretativos que los narradores extienden a su
interacción con el entorno. Ál mismo tiempo, las evocaciones
del montaje; sirven para 'elaborar una rejpresentación crítica de
la posguerra civil y del piapel dé la censura. Laitercera sección,
“Los fotogramas de la memoria”, se concentra en los narrado
res de Escenas y Una vuelta, quienes recrean y reinventan su
pasado a través de la contemplación dé una serie de fotogra-
fías. Éstas funcionan en sus mentes como planos y secuencias
incompletas que el discurso narrativo hilvana y dinamiza, cre
ando narrativas que son en buena medida reproducciones de
modelos del cine de su infancia. La sección cuarta, “Salas, ga
lerías, lámparas y linternas”, aborda la asistencia al cine como
una actividad social y cultural relevante para los narradores de
las tres novelas y considera aspectos tales como el sentido de
; celebración o de premio asociado a dicha actividad, el presti
gio derivado de asistir a ciertos cines, la significación ideoló
gica de ir a ver ciertas películas, la vivencia del espacio físico
de la sala. Éste se representa con frecuencia como un espacio
simbólico, generador ide metáforas, eje de la interacción de
■una serie de discursos fílmicos y extra-fílmicos, centro de ar-
: ticulación de la memoria y lá imaginación de los narradores.
La sección quinta, “La astronomía de la pasión”, profundiza
en la construcción textual de narradores y personajes como es
pectadores mediante el estudio de la relación de éstos con cier
tas estrellas del cine norteamericano. Inmensos en una serie de
prácticas y fantasías espectatoriales, los personajes de Moix,
Ordóñez y Llamazares pugnan por alcanzar una cualidad que
perciben como “esenciál” en las estrellas, meta ilusoria porque
tal esencia es en sí misma una ilusión. Paradójica y contradic
toria, la relación entre espectadores y estrellas deviene una
“astronomía de la pasión” a través de la cual se dirimen los
conflictos de identidad y definición individual que son la base
del discurso narrativo de los tres textos. La breve sección fi
nal, “Un borroso laberinto de espejos”, funciona a modo de re
capitulación.
Bajo el título “Lectores y espectadores, textos e intertex
tos”, el capítulo segundo explora el uso de temas, motivos, re
ferencias y alusiones a tipologías genéricas y a películas espe
cíficas y estudia su incorporación a los discursos narrativos, a
la caracterización de personajes, ambientes y lenguaje en una
diversidad de novelas de Rubén Caba, Javier Marías, Juan
Marsé, Rosa Montero, Antonio Muñoz Molina, José María
Riera de Ley va y Manuel Vázquez Montalbán. Si el capítulo
primero analiza la construcción do los personajes como espec
tadores, el segundo muestra cómo las novelas presuponen un
lector-espectador dotado de una competencia cinematográfica
análoga o superior a la de los personajes. El capítulo corrobo
ra el predominio del cine de Hollywood como fuente genera
dora de alusiones, parodias y otros mecanismos intertextuales,
considera las implicaciones sociales y culturales de la utiliza
ción masi\'a de dicho intertexto, y plantea cómo la integración
del cine norteamericano en las novelas viene a subrayar la pre
ocupación de éstas por la narratividad. La sección inicial, “De
Kenia a Shanghai, vía Hollywood” introduce las ideas centra
les y la organización del capítulo. La sdgunda sección, que lle
va por título “Un universo referencia!”, ofrece un resumen ar
gumenta] de Los dominios del lobo de Marías, Una cen ’eza en
Kenia de Riera de .Leyva, Belteriebros de Muñoz Molina y El
embrujo ¿le Shanghai de Marsé y un breve comentario sobre
las peculiaridades del uso de los referentes cinematográficos
en dichas novelas. “Juegos espec(tac)ulares”, la tercera sec
ción, se ocupa de la cuestión espectatorial en los textos de Ma
rías y Riera de Leyva. Si todas las novelas construyen a sus
personajes como espectadores, Los dominios y Una cerveza
incluyen personajes y na madores que son además actores, es
decir, añaden a su condición espectatorial otra “actorial”. Su
participación activa como agentes del proceso de producción,
cinematográfica y ia integración en la trama de las novelas del
relato de algunas películas protagonizadas por dichos perso
najes añade una dimensión metaficcional y una compleja yux
taposición de niveles narrativos que no se plantea, por ejem
plo, en los textos de Moix, Llamazares y Ordóñez estudiados
en el capítulo primero. Bajo el título “Complicidades peligro
sas”, la cuarta sección estudia la incorporación a los argumen
tos de las novelas de Riera de Leyva, Marías, Marsé y Muñoz
Molina de un conjunto de rasgos y convenciones de géneros
cinematográficos, aspectos de películas específicas, motivos
arguméntales, caracterización de personajes, ambientes y len
guaje. Estos textos construyen lectores implícitos que son a su
vez espectadores cuya supuesta competencia cinematográfica
incluye no sólo una familiaridad con el intertexto cinemato
gráfico invocado por las novelas -y, consiguientemente, una
habilidad para identificar las referencias y alusiones-, sino
también ciertos hábitos mentales, el reconocimiento de ciertos
patrones arguméntales y el despliegue de ciertos horizontes de
expectativas correspondientes a las convenciones de los diver
sos géneros. La quinta sección se titula “Write It Again, Sam”
y aborda el caso de las reinscripciones literarias de la película
Casablanca, incluyendo ejemplos de Una cerveza, El invier
no en Lisboa de Muñoz Molina y el relato “Happy End” de
Vázquez Montalbán. El estatus de Casablanca como mito de
la cultura de masas norteamericana y la insistencia con que
tantas novelas españolas lo han adoptado como referente esti
mulan la indagación de cuestiones como la competencia cine
matográfica y el predominio de Hollywood en la literatura y
en el imaginario colectivo español contemporáneos, así como
los mecanismos de la intertextualidad como práctica narrativa
y cultural. Usando como casos relevantes Temblor de Rosa
Montero, La función delta de la misma autora y La puerta de
marfil de Rubén Caba, además de El embrujo, Una cetyeza y
Los dominios, la sexta sección del capítulo - “Leopardos, ex
traterrestres y sacerdotisas”- aborda la introducción implícita
de elementos cinematográficos, lo cual consiguen estas nove
las mediante alusiones y parodias que no declaran abierta
mente sus referentes. En estos casos, la dependencia de los
textos en la condición espectatorial de sus lectores y en el gra- '
do de su competencia cinematográfica es aún mayor que en
aquellos casos en que los textos reconocen sus referentes de
manera explícita. La séptima sección, “El sigiloso espectácu
lo de la narración”, es un estudio comparativo del intertexto
cinematográfico en Beltenebros y El embrujo, novelas que
condensan todos los aspectos considerados en el capítulo y
que destacan tanto por el grado de complejidad al que llevan
su integración del intertexto cinematográfico hollywoodiense
como por el modo en que ambas supeditan la utilización de-dr-
! i \ ., • , ■I :
ciií. rjtfcrtfcxto ja una cucsiión amplia» reiterada lo largo
del' ;.apítul'.>: y'.que he d nominado, precisairiphtc, "e embrujo
de ¡la harración
jRasgo distintivo de novela española a partir dé los años
setenta, el interés por lá narratividad que'se evidencia en estos
y .otros textos incluye pe) sólo una predilección por la trama
-que -en muct os casos se ve impul.' ada y articulada por úna
ab andancia de aventuras, viajes y e.\pec|icicnes. invjestigacio-
ne s detdctivescas, historias dq ámoies \j celos, rímenes, hui-
cia s >1 pejrsecupioneis-^ sih i ranátién or ^amulti; licidad de es
trategia:!, metajficcionalps mediante i... s cuales jas novelas cons
truyen jf entrelazan susjciscuj'spi.; Los textos) analizados en el
se^uhdp capítulo postulan lectúijas hedjias de c omplicidades,
dp guiños y sobreentendidos Iqúe aj udan a construir un senti
da dé comunidad lectorl, unjrecpnociniiento de la ^existencia
de:un niarco jreferencial y un) bagaje cultural compartidos en
lo^ que éí cine - y de manera fespecial eJ cine nudhstream nor
teamericano- es un elemento fundamental. Alcausa del predo-
minio dé referentes de la cultura de masas norteamericana y de
la preferencia de los textos por la acción, lá aventura y el es
píritu'lúdico, buena pártp de la novelística jejspañola reciente
haj sido acusada enj ocasiones de ."parasitisnjio”; y dé literatura
“ligeja”j La sección final del capítulo, “j^po'stilla: trayectorias
intergalácticas, destinos transitorios”, contrijbuye a ese debate
crítico mediante una reflexión que intenta prómove■una eva
luación más justa de taíé| novelas ¡ Según arkuyo, la adopción
de [rasgos deljcinejde Hplfywood en lós textos de Riera de
Lejyvá, Marías, Mairsé, Muñoz Molina, Cabaiy lUontero, como
en los de otros! autores, inducejn al lector ja tomar con ciencia de
la presencia del cine, a nptar la especificidad) cultur ti e histó-
rica de dicha presencia, á corisiderar su elabóración y su ma-
tripulación en los relatos. En su diálogo i róni cb ¡y paródico con
el cine, las novelas; no sólo despliegan su espíritu ládico sino
que dirigen, confirman ojeonfunden hábitos y expectativas de
lectura y revelan actitudes estéticas e ideológicas. Si muchos
de los discursos novelescos poseen un;irréprimiblé carácter
hedonista, en ellos el cine -n o sólo el cine noi teamericano si
no también el cine en un sentido más amplio como práctica
cultural, como medio de comunicación- sirve.además para
desvelar procesos metatextuales de autocuestic namiento sobre
■la naturaleza de la narración y de la lectura, de la condición de
personajes y narradores y de las relaciones entre realidad y fic
ción. I .
. El capítulo tercero! “Embrujos visuales”, aborda la imita
ción novelesca de recursos expresivos asociados a la retórica
del cine: movimientos de cámara, ángulos de toma, planos,
encuadres, iluminación, estilos de montaje, incluyendo transi
ciones mediante fundidos, flashbacks y tratamiento de la si
multaneidad. Adoptando el cine como un agente transforma
dor de estímulos, percepciones y sensaciones, muchas novelas
tienden a promover procesos de visualización mental a través
de los cuales postulan un acercamiento de la experiencia lec
tora a la contemplación de una película. La sección inicial,
“To Make You See”, sirve de introducción ál capítulo y subra-
;ya, entre otras cosas, la distinción irreductible entre el medio
novelístico y el cinematográfico, que impide hablar de una
transposición literal de recursos entre ambos órdenes de sig
nos. La exploración qüe propongo se concentra en la magni
tud, complejidad y variedad de los mecanismos empleados por
los textos para acercarse, y acercar a los lectores, a la expe
riencia fílmica. Mi indagación en la naturaleza del lenguaje
verbal escrito de la novela y el audiovisual del cine (que in
cluye lo verbal, oral y escrito) aspira a un entendimiento de las
peculiaridades y los límites expresivos de cada uno y de las
formas en que es posible la asociación metafórica de sus téc
nicas y recursos retóricos, ya que no su identificación literal.
La competencia cinematográfica que las novelas atribuyen a
los lectores sigue siendo un factor crucial, en particular lá ha
bilidad adquirida de interpretar los signos fílmicos, llenar hue
cos, establecer enlaces, seguir la rapidez del ritmo, las transi
ciones espacio-temporales, los cambios de perspectivas y
otras exigencias del lenguaje cinematográfico tal como apare-
ccn representadas en los textos. Tomatillo en consideración
■fragmentos seleccionados de Una vuelta, Yo maté a Kennedy
de Vázquez Montalbán y ‘'El fantasma del cine Roxy” de Mar-
sé, la segunda sección, "La cámara de papel”, atiende a la ela
boración de los discursos novelescos según ciertos rasgos for
males y estilísticos típicos de los guiones cinematográficos.
La incorporación de rasgos guiónieos a dichos textos es un
factor que contribuye a estimular la visuaJizaeión mental y a
acercar la experiencia de lectura a la contemplación de pelícu
las. Al mismo tiempo, la condición verbal y escrita del guión,
análoga a la de la propia novela, se manifiesta continuamente,
actuando como un recordatorio para los lectores de la distan
cia insalvable entre medio literario y cinematográfico, palabra
e imagen, escritura y oralidad. La tercera sección del capítulo,
"Be lo visible e invisible”, retorna a lldienchros y El embru
jo para investigar la multiplicidad de estrategias mediante las
cuales ambas novelas se vinculan a la retórica cinematográfi
ca y promueven complejos procesos de visualización mental.
En estas novelas, como en casi todas las demás, la eficacia de
las'estrategias narrativas dirigidas .a promover la visualización
depende en gran medida dei contexto de referencias y alusio-'
nes fílmicas que los textos generan con el objetivo precisa
mente de emplazar al lector en una perspectiva de lectura fa
vorable para ejercitar su competencia cinematográfica e inter
pretar las referencias visuales en términos dei lenguaje fílmi-
co. Una vez más quedan subrayados varios conceptos funda
mentales: que no hay “novelas cinematográficas”, sino proce
sos de evocación e imitación de recursos retóricos dei cine;
que no es lo mismo visualizar mentalmente una narración es
crita que contemplar una película, narración audiovisual; que
"visual” tampoco es io mismo que ''cinematográfico”, es de
cir, que las referencias de las novelas a elementos ópticos no
deben tomarse, automáticamente como referencias a la imagen
fílmica. Las novelas construyen contextos y evocan recursos
expresivos del cine; despliegan señuelos que propenden a cre
ar una determinada predisposición; invitan a los lectores a par-
lie ipar en un juego de evocaciones, 'complicidades y fingi
mientos, un juego que no llega nunca a ocultar su condición de
tal. A través de un análisis que incluye El amante bilingüe de
Marsé y el caso de los “explicadores” dé la época inicial del
cine, la sección final, “Narraciones mudas, lectores analfabe
tos y espectadores ciegos”, profundiza en las interacciones en
tre lenguaje verbal y audiovisual, escritura y oralidad. visuali
zación óptica y mental, culminando así la exploración de los ■
procesos de evocación literaria de la retórica cinematográfica
que constituye el eje del capítulo.
CAPÍTULO 1
A tod os v o sotro s, los q u e siem p re m e h a b éis rep roch ad o... m is ‘con tinu as
referencias c in em a to g rá fica s’..., c o m o si uno n o;fu era lo que h a c o m id o
(Marcos Ordóñez, U n a v u e lta p o r e l R iu h o , 71)
1Escrita Civ¡n¡nalnientc en catalán, El tíía que murió Marílyn fue traducida al castellano
pur José Miguel Velloso y publicada por Editorial Lumen en 1970. Partiendo de la traducción
de Velloso, el propio Tcrenci Moix realizó ana nueva versión castellana, profundamente re
visada. la cual apareció en 1984. Dicha versión, considerada por Moix como "la definitiva",
es ia i|ue he utilizarlo para este estudio. En 1996. Moix publicó una nueva versión catalana de.
];¡ novela, muy revisada y modificada respecto a la versión catalana original.
! En adelante. El día. Escenas y Una vacila, respectivamente.
¡a educación laica y el entorno rural en que se cría Julio. En su
proceso de reconstrucción y reinvención de la historia perso
nal y colectiva, los tres relatos'utilizan-el cine como referencia
omnipresente. El contraste entre el elitismo de los cines de es
treno y el bullicio popular de los de barrio, la (des)informa-
ción de los reportajes de¡'No:Do y las peculiaridades derias
películas y las estrellas sirven para ilustrar las desigualdades
sociales, las normas ideológicas, los mitos y las modas que
conforman el paisaje cultural español bajo el régimen fran
quista. ' ■
Elemento integral de ese contexto, la experiencia cinema
tográfica deja una hüclla' indeleble en narradores y personajes. -.
Bruno y ciertos personajes secundarios del texto1de Moix, así
como Julio y Marcos en los de Llamazares y Ordóñez, desa
rrollan una fascinación casi obsesiva por el fenómeno del ci
ne: el ámbito mágico de las salas los cautiva, la fantasía de las
películas los hechiza, el brillo de las-estrellas los deslumbra.
Desde su prisma evocador de narradores adultos, los tres re-*
fléxionan acerca de la influencia del'cine sobre-sí mismos co
mo niños y adolescentes: cómo el cine les ayudó-a sobrepo
nerse a su presente, cómo les permitió afrontar su incierto por
venir. Pere Gimferrer habla del cine como un instrumento de
supervivencia para el público de la posguerra española. Según
Gimferrer, “el dilema era: o bien la vida diaria o bien... el ci
ne de, los sábados” (19-20). Para los niños Bruno, Julio y Mar
cos, el cine fue vehículo de evasión tanto como estrategia de
supervivencia, mediador de percepciones y pensamientos, ca
talizador de sueños y deseos. Para los narradores adultos, el ci
ne es, además, elemento determinante de su actitud vital, fun
damento de su identidad, revulsivo de su memoria y de su ac
tividad literaria.
El presente capítulo se propone explorar la función del ci
ne en la formación personal y en la visión del mundo de na
rradores y personajes a través- de un estudio centrado eñ las
novelas mencionadas. En ellas, las referencias históricas al c ri
ne y el relato de las experiencias cinematográficas están supe-
tinados a esa función forjadora de una Weltanscltauung perso
nal. El cine como referente histórico es inseparable del cine
como experiencia vital de cada narrador, de modo que la re
currencia de aspectos cinematográficos sirve para articular
una búsqueda subjetiva, individual y emotiva a través de la
cual narradores y personajes establecen perspectivas y nego-
■ daciones con la realidad. El recuento de la infancia y adoles
cencia de Bruno Quadreny, por ejemplo, se organiza en torno
a un calendario de películas, estrellas y personajes de Holly
wood: el “año de Bambi” (138), “mi año de La Cenicienta, el
invierno antes de Marilyn” (153), “aquel día del año anterior
al del cinemascope” (166). El resultado es un mapa de la his
toria, del cine -m uy especialmente.el cine norteamericano-
tanto coino de la propia vida de Bruno, para quien cada una de
las experiencias cinematográficas citadas supone un momento
culminante de su trayectoria vital: las revelaciones y los de
sengaños que Bruno vive a través del cine son pruebas de ma
durez en su fíildungsroman particular. La mención que Ame
lia, madre de Bruno y narradora secundaria dé El día, hace de
ciertas estrellas de su juventud (Irene Dunne, Norma Shearer
y Ronald Colman) es una referencia histórica que permite a
los lectores situar la adolescencia del personaje en el marco
temporal y cultural de los años treinta. Pero dicha referencia
está impregnada de valores morales y estéticos que rebasan el
ámbito dei cine y a través de los cuales Amelia expresa su vi
sión del mundo. Para ella, la decadencia del cine -y a no hay
películas ni artistas como los de antes, afirm a- es el signo de
una decadencia global: “la alegría, la felicidad de aquellos
años míos, no tiene comparación con nada de vuestro mundo,
tan aburrido” (43). Incorporados al discurso de Amelia, Dun
ne, Shearer y Colman trascienden el contexto cinematográfico
para convertirse en símbolos de un pasado idílico e idealiza
do. testigos a quienes la narradora recurre para autentificar su
propia superioridad y para dar autoridad a sus.opiniones sobre
e! mundo contemporáneo. Este fenómeno, la imbricación del
c iríe como reverente histórico y como elemento integral de la
memoria, sentido de identidad y actitud vital de los ñamado-
res, se manifiesta tanto en El día como en Escenas y en Una
vuelta.
En la medida en que el cine ocupa un lugar central en la v i- j
da cotidiana y en la formación de los narradores y personajes,
de estas novelas de iMoix, Llamazares y Ordóñez, todos ellos (
coinciden en caracterizarse, antes que nada, como espectado
res. El término spectatorship -traducible, quizá, como “espec-
tación”- describe una forma de consumo cultural que rebasa
la mera contemplación de películas para constituirse en ele
mento de una construcción general de identidades (Stacevyj
148-49). Análogamente, el concepto de “espectador” es un?,
concepto cultural que no se define solamente por la actividad?
específica de visualizar una película. La ensoñación de Arnér
Ha ante el lujo del cine Goya, las colecciones de cromos de .
Ben-Hur y La Cenicienta de Bruno, las sesiones masturbato
rias de Julio y sus amigos adolescentes ante las postales de ac-
trices norteamericanas, las enfermedades fingidas de Marcos . '
para conseguir que su madre le contara películas junto a la ca- , .
ma son manifestaciones espectatoriales tan significativas corg.;-
mo la contemplación de películas, y contribuyen en igual me- ’ •
.dida que ésta a la construcción de identidades y actitudes vita*,
les de los citados narradores y personajes. Partiendo de esteÉ).
planteamiento, en mi aproximación a las experiencias cspecl l l
tatoriales de estos personajes quiero proponer un análisis o r ^ í
ganizado en tres categorías íntimamente interconectadas. Laj';.,í
primera comprende las experiencias de visualización directa ■
de películas. Los relatos de tales experiencias revelan una di
versidad de mecanismos perceptivos e interpretativos que los.
personajes-espectadores desarrollan en el momento de la pro-,
yección. Textos film icos desplegados en la pantalla, Jas pelí-^
culas se ofrecen a la lectura de los espectadores; promueven.:
ciertas interpretaciones y desafían otras; son agentes de se-, ■
ducción; educan al público, lo manipulan o lo confunden. La,
segunda categoría de experiencias abarca la actividad Üe
cine”, mediante la que se construye el contexto inmediato d¿;
ia proyección. La asistencia a una sesión de cine posee signi
ficaciones morales, sociales y materiales que conllevan, entre
otros factores, la interacción del narrador con el espacio físico
de la sala y con el resto del público congregado en ella. Para
ciertos personajes, el acceso a la sala posee connotaciones ini-
ciaticas: entrar en ella es traspasar el umbral de un mundo
aparte, que prefigura y complementa la experiencia de ia pro
yección. Convertida en una especie de limbo de entrada al cie
lo de las películas, la sala es para algunos narradores un espa
cio privilegiado para la reflexión sobre las relaciones entre el
cine y la vida, la fantasía y la realidad. El tercer grupo de ex
periencias abarca las manifestaciones del influjo del cine so
bre- los narradores más allá de la sala de cine y de la experien
cia específica de la proyección. Se incluirán en esta categoría
los contactos con el fenómeno del cine a través de carteleras y
fotografías; las conversaciones sobre cine; la adopción de mo
das y formas de comportamiento inspiradas en las películas y
en las estrellas cinematográficas.
Tales categorías -las percepciones de la proyección, la expe
riencia de “ir al cine”, el contacto con el cine fuera de las salas
y de las películas- están sometidas a una constante yuxtaposi
ción, interpenetración y fusión. La contemplación de una pelí
cula no ocurre en él vacío, sino en el marco de la sala (en la épo
ca anterior al vídeo), espacio repleto de connotaciones que el-es
pectador percibe integradas en la acción de la pantalla. Los
efectos combinados del entorno ideológico y moral, la educa
ción escolar y el ambiente familiar, así como otras circunstan
cias (por ejemplo, el conjunto de expectativas y preconcepcio
nes que el espectador tiene de la película, su grado de identifi
cación con las estrellas que la protagonizan) son factores adi
cionales que afectan a su visualización e interpretación del tex
to fílmico. Las propias estrellas, que tanto fascinan a los narra
dores, son entidades múltiples e intertextuales cuyas facetas se
despliegan simultáneamente dentro y fuera de ia pantalla,
Es, pues, a través de esta interacción de elementos fílmi-
cos y extra-fíimicos que los personajes y narradores de El
día. Escenas y Una vuelta se van construyendo como espec
tadores. Por eso, el presente capítulo insistirá en la in te ra c
ción de las experiencias fílmicas y extra-fílmicas de Bruno,
Amelia, Julio y Marcos, entre otros, y en las paradojas y con
tradicciones de dichas experiencias y de las visiones del
mundo que de ellas se derivan. Quiero comenzar esta explo
ración prestando atención a las maneras en que personajes y
narradores de El día, Escenas y Una vuelta expresan su fa-
miliarización con los mecanismos del montaje, fundamento
de ia narrativa cinematográfica. Esto nos permitirá compro
bar cómo las referencias a ciertos aspectos del montaje reve
lan el desarrollo de mecanismos perceptivos e interpretativos
que contribuyen decisivamente a construir á los narradores y
personajes como espectadores. Al mismo tiempo, veremos
cómo las evocaciones del montaje cinematográfico en estas '
novelas sirven para elaborar una representación crítica y do
liente de los paisajes culturales de la posguerra, que para és
tos narradores y personajes son también, inevitablemente,
los paisajes de la memoria.
mor.ULge is libe associaüon o f ideas rendered visual: it gives the single shots their
ulliniitse meaning..; becau.se the spectator presupposcs that in the sequence o f pic-
lures that piiss beiore his eyes títere is un intentional predeterminalion and inter-
pretation. This... confiüence that w e are seeing the \vork o f a Creative intention
and purposc, nat a number o f pictures thrown and stuck together by chance, is a
psychological precondition o f fifm -watching and w e always expect, presuppose
iind seardi fot meaning in every film we see. ( 1 19)
1 La película en cuestión es la clásica Arabkm Nights. dirigida por John Rawlins en 1942.
La inserción dei discurso ideológico-morai de la censura
religiosa cu el discurso cinematográfico mediante la adopción,
o apropiación (ilegítima), de sus. mismos mecanismos narrati
vos ubre una negociación cultural, que afecta directamente a
las percepciones de Bruno y del resto de espectadores. Con
vertidos en el espacio de esa negociación, los personajes se
enfrentan al desafío de discernir los signos de ambos discur
sos y de reaccionar ante el híbrido resultante. En el caso na
rrado por Bruno, el público descubre al instante la intromisión
/- de la censura y protesta airadamente mediante gritos de “¡Cor
te! ¡Corte!” y golpes en las sillas, acción que desata la inter
vención inmediata de los curas. La crueldad con que éstos re
primen este conato de rebelión infantil (mediante cachetes y
tirones de orejas) es la manifestación en el plano real de la
misma violencia que la actividad censora implica en el plano
film ico. La mano qué usa las tijeras para alterar el texto de la
película y limitar las percepciones de los espectadores es la
misma mano que reparte cachetes y tirones de orejas para aca
llar las voces discrepantes. Estrategias complementarias, tije
ras y cachetes responden a un idéntico objetivo de control. Si
en el primer caso -las tijeras, acción censora- el discurso ide
ológico dominante se inscribe sobre la cinta de celuloide, en el
segundo -los cachetes, acción represora- lo hace sobre las ca
ras y orejas de los niños. Es paradójico que semejante dinámi
ca de violencia se desarrolle a partir de una escena de amor.
También lo es que las secuencias violentas de la película no
sean objeto de censura, como se comprueba en las imágenes
de Ja lucha en las escalinatas del palacio. Igual que un espejo,
dichas imágenes reproducen el enfrentamiento entre curas y
estudiantes en la sala a raíz del corte de la escena amorosa pre
cedente.
El fragmento citado testifica sobre la prominencia de la
Iglesia católica en la educación, al tiempo que ilustra el al
cance. y los criterios de su autoridad censora durante las pri
meras décadas de la dictadura franquista. Como es sabido, las
manifestaciones del erotismo y la sexualidad se convierten en
74
objeto de la represión eclesiástica más cruda, la cual se im-
plementa mediante una estrecha colaboración con los orga
nismos oficíales del Estado y abarca todas las áreas de la vi
da pública y privada, desde ios materiales escolares hasta la
prensa, los medios de comunicación, ei cine, la literatura, la
publicidad, la moda, los usos amorosos o las prácticas sexua
les. En el terreno específico de la censura del cine es signifi
cativa la constitución, en 1946, de la Junta Superior de Orien
tación Cinematográfica, que viene a asumir todas las respon
sabilidades de clasificación de las películas y que incluye co
mo elemento central la figura del censor eclesiástico, con de
recho a veto y capacidad dirimente en cuestiones de moral o 1
dogma. A pesar del puritanismo de dicha Junta, ciertos escán
dalos -com o el del estreno de Gilda en 1947-, llegan a pro
vocar tal inquietud entre sectores del integrismo católico que
en 1950 se forma la Oficina Nacional Clasificadora de Espec
táculos, dependiente de la Comisión Episcopal de Ortodoxia,
y Moralidad, la cual crea sus propias normas en materia de ca
lificación moral de las películas. Aunque se trata de .una cla
sificación meramente orientadora y no prescriptiva, la enorme
influencia social de la Iglesia hace que sus criterios se adop-.
ten con gran fidelidad en colegios, residencias religiosas, zo
nas rurales -gracias al influjo de los párrocos locales-, así co- .
mo en algunas ciudades importantes. Algunos distribuidores
no dudan en practicar cortes en sus propias películas para me-,
jorar su clasificación eclesiástica y no afectar negativamente
su difusión pública.(Gubern, 106). En 1953, la firma del Con
cordato con el Vaticano supone una confirmación de los po
deres eclesiásticos y de la autoridad de la Iglesia española en
materias de educación y censura: se impone la obligatoriedad
de la enseñanza religiosa en todos los centros escolares; la
presencia de sacerdotes y religiosos en las instituciones y ser
vicios de formación de ia opinión pública; el derecho de la
Iglesia de censurar, prohibir o retirar “los libros, publicacio
nes y material de enseñanza contrarios al dogma y a la moral
católica” (cit. por Gubern, 123). V
Además del poder de la Iglesia sobre los aparatos censores
del. Estado,' las primeras empresas de eme familiar y escolar
que surgen en España a principios de ios 50 están controladas
por capitales y tutelas eclesiales. Dicho control financiero - y
por lo tanto, moral e ideológico- se utiliza con frecuencia pa
ra censurar, manipular o cambiar fragmentos de películas ya
previamente censuradas por la Administración. El catálogo de
1951 de la distribuidora Magister señala que “se han suprimi
do por nosotros, en las películas, pasajes o planos que motiva
ron la valoración de las entidades católicas” y el catálogo de
Pax Films de 1954-55 menciona que “se han efectuado las su
presiones de píanos o escenas que por su forma podían ofrecer
algún reparo, conforme a un sano y severo criterio... con el
asesoramiento de personas de reconocida solvencia moral”
(cit. por Cubern, 126-27). En estos casos se advierte un triple
.proceso de manipulación editorial, o montaje -legítim o e ile
gítim o-, de las películas que llegan al público: al montaje ori
ginal de dichas películas se superponen las “maniobras edito
riales” del Estado, bajo la autoridad de la Junta Superior de
Orientación Cinematográfica, y a éstas, las de las empresas
distribuidoras controladas por intereses eclesiásticos. Hay que
mencionar también que las “maniobras editoriales” de la cen
sura cinematográfica estatal y eclesiástica españolas durante
las décadas de los 40 y- 50 no se limitan a cortar o eliminar pla
nos y secuencias, sino que con frecuencia se insertan cambios
en los diálogos o se incorporan textos adicionales a las imáge
nes de las películas.5
En conjunto, las imposiciones de la censura cinematográfi
ca española abarcan desde la prohibición de películas hasta el
establecimiento de cortes, cambios de imágenes, variaciones
arguméntales y .alteraciones en los doblajes (Ávila, 19). Me-
’ B» este sentido, la obligatoriedad del doblaje a¡ castellano de todas las películas pro
yectadas ett territorio nacional es una de las vías más eficaces, y más exhaustivamente ex
plotadas, de la acción censora estatal y eclesiástica durante décadas. Para un estudio de la cen
sura del doblaje cinematográfico en España, ver Avila y Oubern. Para un estudio sobre el do
blaje en España que abarca las dos primeras décadas del cine “sonoro”, ver Ballester Casado.
diante tai variedad de prácticas y de manifestaciones, la cen
sura constituye una forma de intervención institucional a tra
vés de la cual determinadas autoridades, en este caso el Esta
do franquista y la Iglesia católica, superponen sus propias vo
ces a las voces de los actores, guionistas, directores, produc
tores y técnicos de la película, administrando los recursos tec
nológicos y expresivos dél cine -m uy especialmente el mon
taje, como fundamento retórico y narrativo del m ism o- al ser
vicio de sus intereses particulares'
Bruno, el personaje de El día,, vive y crece sometido a esta
dinámica de discursos conflictivos y superpuestos. El relato de
la película del cine del colegió y el subsiguiente enfrenta
miento con los curas a causa del córte de la escena amorosa.es
un testimonio directo de los mecanismos de la censura y de
sus efectos sobre un espectador infantil en el contexto cultu-
. ral, contradictorio y violento, dé la España de los años 50. Di
cha experiencia contribuye al adiestramiento cinematográfico
de Bruno tanto como a su aprendizaje vital. A través de la lec
tura de la narrativa fílmica y de sus manipulaciones, Bruno
ejercita sus capacidades perceptivas e interpretativas, inclu
yendo su habilidad para desentrañar las discontinuidades in
herentes aí montaje, y para'identificar intromisiones ilícitas en
éste. La intervención-de los curas dentro y fuera de la pantalla,
es un elemento del.(con)tcxto histórico e ideológico que Bru
no aprende a percibir --a leer- al mismo tiempo que la pelícu
la. Dentro y fuera de la pantalla,' Bruno se asoma a un mundo _
marcado por la' fragmentación, el enfrentamiento y la violen
cia, un mundo donde se suceden y se entremezclan el erotis
mo y la represión, el deseo y el,castigo, el anhelo de libertad
y el autoritarismo sin concesiones.
Una experiencia relatada por Julio en Escenas viene a com
plementar la problemática planteada en el caso anterior. El na
rrador de Llamazares evoca las películas que llegan a Olleros;
el pueblo de su infancia, para ser proyectadas en el cine Mi
nero. Rotas y quemadas por el tiempo y el abuso, dichas pelí
culas se han vuelto incomprensibles; en muchos' casos, nó
puede saberse ni siquiera sus títulos. Pero su desintegración
materia! -y en consecuencia, desintegración narrativa- no es
óbice para.su continuada explotación: “Las vendían dé saldo”,
cuenta Julio, “para que las explotaran mientras pudieran o las
utilizaran para empalmar las nuevas cuando éstas, con el uso,
se rompían” (59-60). La confusión creada por el deterioro fí
sico de las películas y el trasvase de fragmentos de unas a
oirás se ve aumentada por la tendencia del señor Mundo, el
proyeccioriista, a equivocar el orden de los rollos. En conse-
o cuencia, y de forma análoga al caso narrado por Bruno, al
montaje cinematográfico original de las películas descritas por
Julio se le incorporan ciertas acciones “editoriales” que alte
ran y desfiguran los textos fílmicos. Si en ei caso de Bruno ta
les alteraciones son el resultado directo de la censura, en el de
Julio son consecuencia de las condiciones de pobreza y desin
tegración social y económica de la España rural de (a posgue
rra. La precariedad cultural, material y moral de las circuns
tancias históricas deja una huella física sobre las cintas de ce
luloide y da como resultado nuevos textos que por su oseuri-
. dad, fragmentación y taita de sentido son testimonios directos
dei .contexto cultural, social y económico en que viven ambos
niños. La experiencia cinematográfica de los espectadores in
fantiles ante éstas películas coincide con su experiencia- vital:
las películas participan del deterioro y la incoherencia del
mundo que está fuera de la sala, y las percepciones de Bruno
. y Julio frente a la pantalla corresponden a sus percepciones de
ese mundo exterior fragmentario, confuso e incierto/’
r' J. l\ Anuida reíala una experiencia personal tic las primenis décadas tic ht posguerra que
eumcidcnic en algunos ¡ispéelos c o n la expresada por el narrador de Llamazares. El
iv m j I ül
sobrc el montaje original de las películas se añade otra alteración (la que provoca el señor
Mundo al cambiar el orden de los rollos), en el caso relatado por Aranda también se incorpo
ra una manipulación adicional, en este caso como resultado de una voluntad de experimenta
ción estética directamente reminlscente de los métodos dadaístas y surreaJistas: “Soon I mi- •
xed in bits of difíerent movies: Lady Windermere looking down from her balcony and se- .
eing... whatever! ivlost oí' my splicing 1 cl¡d at random. automatically. When I had completed ■
a two hotir procramiiie my írtends carne to my borne and \ve saw it together. The Bttñucí faic
niily tvtis patlieularly Comí oí ihese programmes" (23).
icieía puede ser superior a l:i visual i/.ación directa de la pelí
cula. Las. prohibiciones, por su parte, pueden ser un estímulo
definitivo .para la imaginación, y por ello merecen el agrade
cimiento (ciertamente irónico) del narrador adulto: “Bendita
prohibición, vasodilatadora del placer: siempre resultaba más
excitante im aginarlo que podría haber tras un título como El
caballo sin cabeza que ver El caballo sin cabeza\ una vez vis
ta..., ya estaría vista” (72). Inmerso en unas experiencias cine
matográficas que conceden tan destacado protagonismo a la
imaginación, Marcos coincide con el narrador de Llamazares
er¡ su habilidad para inventar caminos a través de textos fílmi-
cos intransitables y para crear enlaces insospechados entre las
imágenes aisladas y estáticas de las vitrinas. Y tales iniciativas
son contestaciones, directas o tangenciales, a las limitaciones
impuestas por las circunstancias históricas -especialmente la
censura estatal y eclesiástica-, por las condiciones socio-eco
nómicas de la España de la posguerra y por la edad infantil.de
los personajes.
La amalgama textual de las películas que describe Julio en
Escenas, construidas a base de retazos de origen heterogéneo
mezclados sin ningún orden preestablecido, invita a conside
rarlas como collages, o más precisamente, como combinacio
nes d q .collage y montage, según la acepción de estos términos
asociada a las artes visuales y también a ciertas prácticas poé
ticas. Gregory Ulmer define collage como “the transfer of ma-
terials from one contexí to another” y montage como “assem-
blage... the ‘dissemination’ of íhe borrowings through the new
setting” (84). En la medida en que cuestiona la coherencia,
unidad y calidad orgánica del texto, el procedimiento de co~
llcige / montage pone a prueba la confianza del lector/especta-
dor en la existencia de un sentido último, como defendía Be-
iázs. Por esa razón, la combinación de collage / montage po
see una función irónica. Como señala Peter Bíirger, “the man-
rnade organic work of art... projeets an image of the reconci-
hation of man and nature... it is the characteristic of the non-
crganic work.,-. that it no longer creates the semblance of re-
conciliation" (78). Una obra de arte unitaria, coherente, "or
gánica”, según esta concepción, no hace sino falsificar la ex- .
periencia de un mundo que la perspectiva contemporánea ad
vierte como de una complejidad creciente y abrumadora.
Puesto que la ironía posmoderna se percibe precisamente co
mo un sentido de alienación de la humanidad respecto a un
mundo inaprehensible (JFisher, 281), parece apropiado califi
car de irónicas las yuxtaposiciones y superposiciones textua
les que constituyen las películas a las que se enfrenta, con
comprensible asombro ycon tremenda imaginación, el prota-
gonista infantilde. Escenas. -
El ejercicio de la imaginación otorga al niño Julio una va
riedad de recursos perceptivos e interpretativos que éste trans
fiere directamente a sú interacción con la realidad. Julio
aprende a leer el texto de su entorno socio-político a través de
su entrenamiento en el caos y en el enigma: caos, el de las pe
lículas incoherentes que. ve en la pantalla del Minero; enigma,
el de aquellas otras no autorizadas o inaccesibles cuyas imá
genes contempla en las vitrinas.' Igual que en la-pantalla,-lo
que no entiende del mundo, lo inventa. Pero esa invención^
lleva irremisiblemente la .marca del cine y está m ediatizada1
por él. Los ejemplos se acumulan en el texto: Julio niño'
imagina al presidente Kennedy con la cara de algún actor
de Hollywood (69-70); ve a Tango, un muchacho del pue7
blo, como un cowboy (172-73); la catedral de León le pa
rece un decorado de cine (187). Julio adulto afirma conocer -
los Estados Unidos desde pequeño, a través del cine, sin ha
ber salido nunca.de su pueblo. Cuando de mayor viaja a •
Chicago, la ciudad se le antoja “menos real” que en las pelí
culas (77).
Dado el grado de mediatización cinematográfica de la ima
ginación y de las percepciones de Julio, no es casual que el ca
pítulo de la novela dedicado a su .experiencia infantil de la
huelga de mineros y de su represión lleve por título “La huel
ga (película para mayores)”. Los rumores sobre la huelga, las
maniobras de. la guardia civil, y la,inquietud que se apodera
de! jjuobio son fragmentos inconexos >■ oscuros de un texto
que el niño recompone, reinveuta y trata de interpretar como
si lucra una película;
Aparecían [ios cines] en mitad ¿le una tarde vacía; había navios enormes,
suntuosos, con arañas de cristal y columnas y mármoles, y otros plantados
como una carpa en las.afueras... y en todos ellos había una misma oscuri
dad. y cuando se apagaban las luces parecía -s í, por un momento, un ma
ravilloso momento- bajar del techo la antigua sombra de los sauces.
(Marcos Ordóñez, U n a v u e lta , 69)
Las minas deben de tener memoria. O, mejor: la memoria es una mina ,¡i.
ocuita en nuestro cerebro, lina mina profunda, insondable y oscura, llena ^
de sombras y galerías, qñe se va abriendo ante nuestros ojos a medida que '
avanzamos dentro de ella; una mina tan profunda com o los hundimientos t:
de nuestros sueños. A sí, a medida que yo.-avanzaba... en mi memoria se iba M
encendiendo una luz (una luz roja, difusa, com o las de las linternas y los
focos de mis dos acompañantes) que alumbraba cada vez con más intensi-
dad la propia mina de mis recuerdos.... Aparecían de pronto - y desapare- ■
. cían de igual manera: fundiéndose otra vez en n egro- com o las sombras
que las linternas proyectaban cada p o c o e n torno nuestro. Entre esas som
bras fugaces... encontré la mía propia... yo no sabía muy bien si lo que las
linternas iluminaban era un recuerdo o un sueño tan repetido que, al e v o
carlo en el tiempo, me parecía uirrecuerdo... El redondel de la bocamina...
había desaparecido como el ojo de'una cámara cuando se cierra por fuera,..
( 107- 09 ) ' ■
' El fundido cu -negro es un efecto óptico que consiste en enlazar un plano con otro me
diante el cierre gradual de la luminosidad hasta el negro total en el primero, y la apertura gra
dual tic-.dc el nouro hasta la luminosidad adecuada en el segundo.
de ¡a linterna para iluminar la exploración de Mareos por su
propio pasado sirve para conectar dos fuerzas motrices del
discurso del narrador: el cine y la memoria. La sección del tex
to dedicada a esta exploración funciona, igual que en la nove
la de Llamazares, como un mise-en-abyme. La experiencia de
“ir al cinc” y la interacción con el espacio de la sala también
es vivida con especial intensidad por Marcos. Si Julio en Es
cenas relaciona los espacios del cine y la mina, Marcos evoca
los cines cómo ascensores o navios que se mueven en la ciu
dad. La fascinación del narrador por la decoración interior de
algunos cines conecta su experiencia con la de Amelia en el ci
ne Goya. Como en los casos de Julio y de Amelia, para Mar
cos la sala participa de la magia e irrealidad de las películas:
/
Aparecía» ¡los cines] en mitad de una tarde vacía; había navios enormes,
suntuosos, con arañas <lc crista! y columnas y mármoles, y otros plantados
com o una carpa... y en todos ellos había una misma oscuridad, y cuando se
apagaba» las luces parecía... bajar del techo ia antigua sombra de los sau
ces. (...) A veces, en el .silencio de la película, antes de que ir i padre dijera
"listo ya loca a su l'itv' o "Aquí llegam os”, antes de ese horrible momento,
podía oírse caer una baya de saúco, entre tíos planos, atravesando el agua
de plata. (69)
U n a foto, esc crees, es una imagen concreta, tangible, más real que las enga- .
Ansas i.nil palabras... Una foto del Atlántico o de) Avenida de la Luz o del Orien-
te p od ría devolver las certidunibres efe su ubicación y de nuestra presencia allí, .
aquellas tardes, pero nunca e! lento rugido amazónico de aquel techo deseo- i'-
rriéndose por vez primera y dejando ver las estrellas de un cielo de verano: nun- -■
ca ei verde y punzante aroma det ozonopino en la nariz mientras en la boca se
abría, como si desperezase, el sabor de un caramelo de mema York; nunca esa
frase que probablemente escuché, v que he olvidado. (101)
iOl
lili* 11fr ol inoro niiin.ils, luis n n ü ia ! aml iiKimiilicd cm ixions. is scpin.ilo
linin.lho '.vorhl o!'(lio poionlial lilm viowcr... (lio star is an ¡mpossiblo inía-
iic... lanuilisinaly closo aiul siuiilai'. yol al iho sanio i i me remóle and ílissi-
mikir. (307>
:í' Gran parte Je ¡os estudios sobre los procesos perceptivos e interpretativos de !o “es-
pectación" tienden a construir ;J espectador contó un tnodeio teórico, una función del texto
filático o un elemento cíe una cadena semiótica en la cual el espectador aparece deshumani
zado. objetivizadu y desprovisto de historia c individualidad. El carácter empírico del traba
jo dé Staeev. su tveotioeiittiemo de la necesidad de una contcxtualización cultural y su rei
vindicación del papel Subjetivo y creador del espectador como agénte interpretativo son al
gunos de los aspectos que, a mi parecer! conceden más valor a su investigación. Para un de
sarrollo más elaborado de las ideas y métodos de Stacey. ver su libro SiarGazing.
Las estrellas se presentan como pertenecientes a otro mundo,
á un plano superior de existencia. La adoración de las estrellas
como divinidades ajenas al universo mortal del espectador en
fatiza su "otredad” respecto a éste, e involucra un grado de a ti
to negar ion típico de ciertas formas de adoración religiosa: la
identidad del espectador se desvanece y sólo existe a través de
s.u adoración .de la estrella (Staeey, 149-50). El discurso de
* Bruno manifiesta tilles rasgos cuando en su descripción de una
sesión de cine infantil - “cine-ensueño”, en sus propias pala
bras- equipara al pato Donald con un dios del Olimpo al tiem
po que identifica a Júpiter con Burt Lancaster y a Dorothy La-
rnour. María Monfez o Terry Moore con la divina Atenea
(.149). El citado comentario es un reconocimiento de la devo
ción inianrii.de Bruno hacia dichas estrellas, y al mismo tiem
po revela una visión irónica del narrador adulto respecto a esa
pasada fascinación. La solemne evocación del pato Donald
como “pato inmortal” (149) contiene un claro elemento paró
dico que subvierte el .sincero sentido religioso de la devoción
de Bruno niño.
£1 caso de Amelia brinda otro ejemplo de fantasía de devo
ción. y muestra también cómo el personaje reevaiúá esa fanta
sía juvenil a tenor de su propia evolución personal. La devo-
ción/adoración de Amelia, caracterizada por ella misma como
un "hechizo'', no se desata sólo ante la visión de sus estrellas
favoritas en ia pantalla, sino que alcanza una intensidad simi
lar frente ;¡. las fotografías de dichas estrellas que guarda en su
casa, ¡as cuales se comparan a reliquias divinas. La madura
ción personal de la. Amelia adolescente provoca un enfria
miento de su devoción 'por- las estrellas. Aunque sigue perci
biéndolas como habitantes de un ámbito ajeno e inalcanzable,
su relación con ellas se tiñe de amargura y resentimiento: “ya
no guardaba, como reliquias divinas, las fotos de mis artistas
preferidos {ellos... continuaban a! otro lado del mar, en Cine-
landia, reproduciendo sus imágenes... que harían palpitar con
más vi.olepcia a otras niñas hechizadas, pero nunca más a mí)”
(79). Él resentimiento de Amelia es pasajero, puesto que las
circunstancias la empujarán a una creciente nostalgia que ha
rá resurgir su devoción juvenil. Estos procesos sirven para
ilustrar la inestabilidad y las contradicciones de la relación es
pectador-estrella. características que reflejan la propia condi
ción inestable y contradictoria de ambos miembros de la rela
ción. Adicionalmente, se pone de manifiesto la.iniciativa de
los espectadores en dicha relación, y su capacidad para produ
cir nuevas lecturas que'reevalúan, subvierten y ocasionalmen
te recobran lecturas anteriores.
Una segunda categoría de fantasías involucra un deseo de
acercamiento a la estrella (desire to become). Aún cuando per
siste la noción de úna distancia acaso insalvable, el espectador
anhela parecerse a la estrella, imbuirse de algunas de las ca
racterísticas físicas o morales que percibe en ella. En ese sen
tido, las estrellas cumplen una función normativa, porque sus
imágenes suelen tomarse como role models que contribuyen a
la construcción de ciertos ideales (Staeey, 150-51). Si bien la
existencia de tales procesos es innegable, hay que subrayar
una vez más la fluidez de las relaciones entre estrellas y es
pectadores. Dadas la multiplicidad y el dinamismo de las imá
genes de las estrellas, así como las ambigüedades y contradic
ciones de las audiencias, es posible la coexistencia de lecturas
divergentes u opuestas de una misma estrella por parte de au
diencias diferentes. Las novelas que nos ocupan ofrecen
ejemplos de lecturas diversas de una estrella por parte de un
mismo narrador/espeetador, como resultado de la evolución
personal de éste a lo largo de la narración, y muestra también
a narradores/espectadores "que conjugan pasiones aparente
mente incompatibles hacia ciertas estrellas en las cuales perci
ben role models de signo bien distinto. Amelia recuerda cómo
en su juventud soñaba con ser Joan Crawford, cubrirse d e jo - ■
yas y hacerse acompañar por Clark Gáble (43). Casi al mismo
tiempo, declara que hubiera deseado ser “la Jean Arthur, que
en la.s películas siempre salía haciendo de secretaria america
na, muy deportiva”, y envidia en ella su independencia y mo
dernidad (52). La intensidad con que los narradores experi-
meiitan "cíeseos de acercamiento*' hacia ideales tan diversos
-en el caso de Amelia, eÁ glamour más sofisticado codo a co
do con la perfecta eficacia profesional- enfatiza una vez más
la identidad múltiple, dinámica y contradictoria de tales narra
dores y la fluidez de sus relaciones con las estrellas.
Las fantasías citadas trazan una gama de procesos a través
de ios cuales el espectador negocia su relación con la estrella:
mediante la devoción-adoración se ensalza a la estrella en tér
minos divinos y se eclipsa o niega la propia identidad; el de
seo de acercamiento implica un movimiento deí espectador
hacia la estrella, aunque no logra trascender la distancia que le
separa dé ella. Un nuevo grupo de fantasías, denominadas por
Stacey de “identificación y escapismo” (Identification and es-
capism), involucra a] espectador en una momentánea evasión
de su mundo y le permiten integrarse en el mundo de la estre
lla. La identidad del espectador se funde con la de la estrella o
la del personaje que ésta representa en la pantalla. Este tipo de
fantasías, por tanto, supone el punto de máximo contacto en
tre espectador y estrella, aquél, en que la distancia se desvane
ce y se alcanza el ideal.
La relación de. Marcos con Diana Rigg/Emma Pee! en Una
vuelta incorpora elementos de toda la gama de fantasías men
cionadas. Por la variedad de fantasías que abarca y la intensi
dad con que el narrador experimenta estas fantasías, la rela
ción con Diana/Emma es fundamental en la formación perso
nal .de Marcos y sirve de emblema que ilustra y sintetiza los
casos anteriores. La dicotomía entre los nombres Diana Rigg
y Emma Peel se deriva de la confusión entre e¡ nombre de la
actriz y el del personaje que ésta representaba en la serie tele
visiva Los vengadores. Obsesionado por esta última, Marcos
superpone ambas identidades y se refiere a la estrella como
Emma Peel incluso cuando habla de su aparición en el cine en
otras películas representando personajes diferentes. El descu
brimiento de Diana/Emma tiene para Marcos un carácter de
auténtica epifanía. Marcos califica a la estrella de “diosa” (80,
82), pero al mismo tiempo anticipa su aparición en la pantalla
como una “cita con mi amada” (8.1). De este modo, la devo
ción se combina con la identificación; la estrella es simultáne
amente distante y (en apariencia) inmediata. Marcos se niega
a “recibir a.aquella diosa” tomando agua mineral porque le pa
rece poco apropiado o irrespetuoso (81-82). Ese detalle revela
una yuxtaposición del mundo real y el mundo supra-real de la
estrella en la mente de Marcos, equivalente a la que sufre Ju
lio niño en Escenas cuando se pone pantalones largos “para
parecer mayor ante los ojos dé'd as mujeres que lo esperaban
para besarlo en la pantalla dél- cine” (26). Marcos describe su •
experiencia como una “transustanciación”: “un trago de Coca- *
Cola helada a guisa de poción mágica, transustanciadora; la
respiración contenida ante las primeras notas de la sintonía,
como un salmo, y ya he atravesado la ventana del televisor, no
hay quien me atrape” (83-84). Las fantasías de devoción y de
seo de acercamiento se funden bajo el anhelo de convertirse en
la propia estrella;
¡o fundamental no era que yo descase a Emma Peel, sino que yo deseaba
SER Emma Pee 1, VIVIR Y ESCRIBIR COMO ELLA SE MOVÍA. .Quería
ser aquella criatura que podía conseguir todo cuanto se propusiera. Quería
su gracia, su ligereza, su humor, su valor.’su inteligencia, su belleza. Atra
vesar aquel mundo definitivamente extraño como ella lo atravesaba... Cam
biar ei abrigo empapado por aquel traje de cuero negro, flexible y brillante,
pegado a la piel, como una nueva piel. (85)
i ló
tography’s real referent] in the photograph completely, i.e., in
its essenee, ‘as into itself...’: the photograph can correspond to
my fond des ire' only by something inexpressibie” (107). Ese
"algo inexpresable5’ es precisamente el “aire” que cautivad los
espectadores de El día y Una vuelta y que, inasible e inefable,
condensa la naturaleza paradójica de las estrellas. Análoga
mente. la exploración que Julio hace de su pasado a través de
las fotografías es una búsqueda de lo inalcanzable no sólo por
que sus percepciones y su imaginación están mediatizadas por
sus hábitos cspeetatoriales infantiles, sino porque la condición
dual de la imagen fotográfica hace de ésta un muro infranque
able -aunque sea de papel- al mismo tiempo que una ventana,
hacia la realidad.
En 1as fantasías y prácticas asociadas a la relación entre es
pectador y estrella está implícito un elemento central al fenó
meno del estrellato: e! énfasis en el individuo. La noción de in
dividuo es una fuerza motriz de la cultura occidental, y.las es
trellas son expresiones de esa noción. Según Dyer, lo que lla
mamos “individuo” es un modo de pensar y sentir acerca del
ser humano como entidad separada y coherente. Se concibe al
individuo como un núcleo dotado de ciertas cualidades únicas
y peculiares que se suponen constantes por encima de las cir
cunstancias y cíe'ios cambios en el comportamiento; incluso 4
ios cambios “interiores” se atribuyen a una evolución que no
altera la realidad fundamental de, ese núcleo individual.. De
acuerdo a esta visión, el concepto de “individuo” se opone al
de “sociedad”, y el mundo se divide en espacios “públicos” y
“privados”. Dyer presenta algunas de las oposiciones que se
derivan de esta, dicotomía: “sineero/hipócrita”, “cuerpó/men-
te”, “naturaUdad/ani.íicio”,. “sexual'idad/relaciones sociales”.
Cuando las estrellas funcionan ponto, afirmaciones de la no
ción de indi\hdualidá.d.:.suercti;.hacerlo: a través del énfasis, en
los primeros.cp¡npo.fíiéVaé^:;:(,ié cada; una de las..citadas dualida
des .(Dyer, ¡h;-:. ' ■.
Las fantasías .y prácticas contentadas en éste capítulo co
rroboran esta apreciación. Los personajes de las novelas de
117
Moix. y, Grdóñéz copian e imitan gestos y apariencias físicas,
anheían conocer Ja verdadera identidad de las estrellas, aspi
ran a impregnarse de su estilo, a penetrar en su mundo, a tran-
susianciarse en las propias estrellas o en los personajes que és
tas representan. Bajo tales rasgos de la relación de narradores
y estrellas subyacc la noción de ¡a estrella como un ser indivi
dual, una entidad auténtica y distinta del mundo que la rodea;
una entidad, sobre todo, que se promete “tal como es” en sus
apariciones en la pantalla.
La importancia del concepto de individuo en la interacción
de espectador y estrella se concentra en un aspecto fundamen
tal: el carisma. Dyer explora la relevancia de este concepto pa
ra el estudio de las estrellas partiendo de una definición de
Max Wcbcr: "jeharisma isj a ceríain quuiity o f an individual
personality by virtlie of vvhich lie is set apart from ordinary
¡nen and ircatedas endowed witb supematural, superhuman or
al lea,si superficial!}' exccptionnl qualities” (eit. por Dyer.
"Chansma'’,-57j. Esta .definición es consistente con la mayor
parte de fantasías y prácticas cspeetatoriales analizadas en las
novelas de Moix y Qrdóñez, en particular aquellas que com-
.pórtán una “divinización” de las estrellas y pseudo-estrellas.
En casos como el de Amelia con Joan Crawford, Jordi con An
drea v Amelia, Marcos con Ernma/Diana o Bruno con Arturu
y .Gene, la atribución a dichas estrellas y pseudo-estrellas de
cualidades sobrehumanas o excepcionales convierten a éstas
en figuras carismáticas.
, Dada la-naturaleza aparente y dinámica de las estrellas, las
cualidades en las que se basa su .carisma dependen de la per
cepción de ios espectadores: distintos espectadores pueden
atribuir distintas.cualidades a la misma estrella; una estrella
puede tener carisma para un grupo, o para un espectador, y no
p^ra •otfo¿:;''üttá;-é3Ó?e|l'ia- puede.adquirir carisma en cierto mo
mento, o dejar de tenerlo, a consecuencia de cambios en las
percepciones o en las prioridades de los espectadores. Toman
do como base estos; elementos de'subjetividad y dinamismo,
Dyer identifica varios aspectos que conforman el atractivo ca-
■X ' . 118
risnuílico de (ciertas) estrellas sobre (ciertos) espectadores
(en ciertos momentos). Propone que los espectadores reco
nocen como-carismáticas aquellas cualidades que conside
ran centrales a su'propía'existencia, y añade que el carisma
de la estrella se acentúa ante determinadas inestabilidades,
ambigüedades y contradicciones culturales que cuestionan
o amenazan la consolidación de esas cualidades y tienden a
convertir a la estrella en'un emblema, una promesa de or
den o estabilidad, un valor fiable (Dyer, “C harism a’ó 57-
58). Los aspectos citados aportan claves para el estudio del
carisma de las estrellas en las novelas de Moix y Ordóñez.
En Una vuelta, Marcos percibe en Emma/Diana un modelo
individual de independencia, una equilibrada fusión de va
lor, gracia e inteligencia; en El día. Jordi ve a Andreu y a
Amelia como epítomes de estilo y elegancia, sólidos mólde
los estéticos que sobresalen en un entorno de mediocridad;
Bruno encuentra en Marilyn Monroe una guía ética y eróti
ca coherente y definida frente a las crisis personales de su
adolescencia y las contradicciones de su ambiente familiar.
. cultural c histórico. ' .
Los conflictos.de identidad y definición individual que
se articulan a través de la interacción de espectadores y es
trellas en las novelas analizadas se manifiestan con parti
cular intensidad en el caso de Bruno y Marilyn M onroe en
El día. La presencia earismáfica de Marilyn- se convierte en
un foco de deseos y obsesiones para Bruno, una fuente de
maravilla y fascinación que funciona como sinécdoque del
propio cine, o al menos, del cine norteamericano. Bruno
encuentra en Marilyn Monroe una guía ética, estética y eró- _
tica coherente y definida frente a las crisis personales de su
adolescencia y las contradicciones de su ambiente familiar,
cultural e histórico. Bruno convierte a Marilyn en una ale
goría de i amor, c! sexo, la libertad y la autenticidad frente
a! puritanismo, la:mezquindad y la hipocresía de su entor
no burgués en la-Barcelona de la posguerra. Sin embargo,
como toda estrella, Marilyn es una figura problemática, una
multiplicidad de imágenes elusivas e inaprensibles, una
construcción, eí resultado cambiante de incesantes proce
sos intertextuales. La misma autenticidad que Bruno le atri
buye es e! resultado de una fabricación. Como todas las es
trellas, Marilyn es un reflejo de reflejos; no hay en ella
esencia alguna, solamente una cadena de promesas perm a
nentemente diferidas.
Al. mismo tiempo que afirma la idea de individuo, la es
trella Marilyn implica la imposibilidad de realización de esa
idea. Las contradicciones y paradojas de la relación Bruno-
Marilyn en El día son una indicación de las dudas y ansie
dades que envuelven la percepción que el narrador tiene no
sólo de la estrella, sino de sí mismo como individuo y de su
relación con el mundo que lo rodea. Paradójica y contradic
toria, la relación entre Bruno y .Marilyn. espectador y estre
lla, deviene una “astronomía de la pasión” a través de la
cual se articulan los conflictos de identidad y definición in
dividual que son la base del discurso narrativo del relato de
Moix.
La relación entre M arilyn y Bruno se estructura en tor
no a dos polos: el descubrim iento de M arilyn y su muerte.
Bruno descubre a la M arilyn de Niágara en la pubertad,
etapa de afirmación de su sexualidad y de búsqueda de va
lores individuales. D escubrir a M arilyn supone para Bruno
descubrir el sexo y, en consecuencia, descubrir una parte
de sí mismo. Ese descubrim iento se produce én el seno de
dos contextos, uno privado -e l de ]a propia maduración de
Bruno y la búsqueda de definición individua] asociadas a
su ed ad - y otro público -e l de la educación religiosa, las
convenciones morales y las circunstancias culturales de la
Barcelona de los primeros años cincuenta-. El sexo ad
quiere una importancia preeminente en ambos contextos,
que se manifiesta bajo signos bien diversos. Bruno afronta
esa faceta de sí mismo con ansiedad, inquietud, miedo,
vergüenza y, sobre todo, curiosidad; la educación religiosa
y ía cultura oficial evidencian similares ansiedades e in-
quietudes, pero tratan con ellas a través de la censura y ¡a
represión: -j
Todos ios cines... que pudieran aportar luces a !a gruta de dudas, vergüen
za y miedo en que las ¿Aplicaciones de los curas habían convertido mi jue
go cotidiano quedaban prohibidos, pero afortunadamente la gran moral de
Barcelona siempre tenía un eslabón perdido que los más pequeños supimos
aprovechar para irnos udentrando, más y más, en aquella gruta no explica
da. ( 187)
Yo le busqué cu lu sueño,
y allí te vi vagando en un borroso
laberinto de espejos'.
(Antonio Machado, D e l c a m in o , X X X V I I )
2. Un universo referencia!
■' He emplearlo puní este análisis la primera edición de.la novela tic Murcié, tic nievo de
IW3. Las.ediciones subsiguientes presentan, algunos párrafos añadidos y otras alteraciones
menóresiíq'.ic no afectan sustancial mente el texto, aunque s í alteran levemente la numeración
de las páginas.
y de su hija Susana, vecinas de Daniel, Forcat va desgranando
el fantástico relato, de las aventuras del Kim, el padre ausente'
de Susana, a quien Forcat conoce por ser ambos, supuesta- .
mente, estrechos colaboradores en la lucha antifranquista. A
través de constantes referencias y alusiones a aspectos di ver—-;
sos del mundo del cine, la narración de Daniel va construyen- ,
do un marco que tiene, entre otros efectos, el de subrayar las
conexiones fílmicas del relato de Forcat, Situado en un Shang- ■
hai mítico plagado de.poderosos gángsters, antiguos oficiales i
nazis y exóticas mujeres, dicho relato participa de rasgos del
cine de aventuras y de espías. Aunque la narración es bastan
te inverosímil, su influjo en la imaginación de Daniel es tan in
tenso que no pierde fuerza ni viveza en su memoria con el pá- :
so de los años.
En las cuatro novélaselas constantes referencias explícitas
a estrellas, películas, salas y otros elementos del mundo del ci-
ne consolidan un patrón ya evidenciado en los textos de Moix-,
Llamazares y Ordóñez que analizamos en el primer capítulo.
En Una cerveza se menciona a Gregory Peck, Burt LancasteL '
Marión Brando y Montgomery Clift, entre otros. En BelteriiL >
bros, a Clark Gable, Laurence Olivier, Joan Fontaine y, sobre i
todo, Rita Hayworth. Además de la conexión ya indicada dé
Rebeca con el personaje protagonista de Gilda, su nombre se ;
asocia abiertamente al cine (la Rebecca de Hitchcock). En E l i .
embrujo se habla de Gene Tierney, Clark Gable, Judy Garland ;
y Charles Boyer, además de personajes tales como la “Betibú” ■ ;
(Betty Boop); el cuarto de Susana está lleno de recortes de pe- :
riódicos y revistas con fotos de estrellas de cine. Si en el capí- ■
tulo primero estudiamos la compleja interacción de personajes-:
y narradores con diversas estrellas y “pseudoestrelías”, en las
novelas del presente capítulo dicha interacción ilustra el aF
canee de la fascinación social del cine y el aura de prestigió
que la pantalla otorga a quienes consiguen aparecer en ella. Lá •
simple presencia de la propia imagen en la pantalla se con - 1 ■
vierte en una marca de status: en Los dominios, los fam osos;
Arthur y Glenda reciben ovaciones del público, firman auto-.
gralos, son reconocidos por la calle; en Una cerveza, la dis-
creta aparición del.desconocido Leo en un par de escenas de
una película, pronunciando apenas dos o tres frases en total,
basta para provocar la viva admiración de Silver y convertir a
Leo, momentáneamente,.en una “pseudoestrella” para la mu
chacha (ver Riera de Ley va, 7 J -72).
Tanto las novelas de Moix, Llamazares y Ordóñez como
las que estudiamos en el.presente capítulo incluyen men
ciones explícitas a salas de cine. En Beltenebros se otorga
una importancia decisiva al Universal Cinema, espacio fie-,
dona! comparable ai cine M inero en el texto de Llam aza
res y al Mundial en E l embrujo. Además, la novela de Mar-
sé coincide con El día y Una vuelta en sus numerosas refe
rencias a salas auténticas de Barcelona. La presencia de ci
nes en las novelas de Moix y.Ordóñez -e l Coya, el A tlánti
co, el Avenida de la Luz o el O riente- así corno en la de
Marsé -e l Rovira, el Iberia, el Roxy o el M etropol- contri
buye a enlazar el espacio de la narración con el espacio de
la realidad- del lector -específicam ente, en las novelas cita
das, del lector barcelonés-,
. En Una cerveza, la vinculación profesional del narrador
Leo a ambientes cinem atográficos y publicitarios justifica
frecuentes menciones a instrumentos -cám aras, focos, vi
deos- y personal especializado -realizadores, agentes, ac
tores^ modelos, extras-, además del empleo de term inolo
gía técnica -c-asiings, flashbacks, montaje, panorámica,
piano, corte-. Esa presencia explícita de elementos técni
cos y profesionales es comparable a 1a. que se da en ciertos
episodios de Los dominios,, donde algunos de los persona
jes son actores, directores y productores y donde’ se habla
. de cámaras, platós y primeros planos. En Beltenebros ad
quiere especial relevancia la figura del proyeccionista, en
carnada en Walter, lo que aporta una conexión adicional
con el señor Mundo, proyeccionista del cine M inero en ,1a
novela de Llamazares, En El embrujo, la señora Anita, y
posteriorm ente Susana, trabajan como taquilleras en el cine
M undial; el Kim había sido representante de una marca dehj
proyectores.5
Integrados en un universo rebosante de referentes cinematc
gráficos compartidos, ios narradores y personajes de Riera de
Ley va, Marías, Marsé y Muñoz Molina, como los de M o k , Lla3p
mazares y. Ordóñez, se construyen como espectadores. En Unce!;
cerveza, Leo dice ir al cine un mínimo de cuatro o eincó vecest
por semana y describe esta actividad como una de sus necesidad
des vitales básicas (41, 51). Daniel, el protagonista de El em¿:
brujo, es otro asiduo movie-goer. En la novela de Riera de L e y ||
va, así como en la de Mareé y, en menor medida, en la d^ M a r®
as, los personajes se enzarzan en conversaciones y comentario®''
sobre cine, de manera análoga a los personajes de El díáí*Esce$£\
ñas y Una vuelta. La. imaginación, las percepciones'y lá capac
dad interpretativa de los narradores de Riera de Lcyva y;M areé
como las de Bruno en E l día, Julio en Escenas y Marcos en Uñé
vuelta, se ven mediatizadas por el cine. Con frecuencia, Léo deSf (?=
cribe y evalúa Ja realidad mediante referencias cinematografié
cas: en tres Ocasiones expresa la belleza de otros tantos pers£^!S ||
najes femeninos (S ilver, Cristina y Jessica, respectivamente! ■
mediante la comparación con estrellas de cine (71, 95,;|146); ia; ^ .
otro personaje, Richard, lo asocia a “un villano de pjríícula* jl¡fc
(136); para expresar Una sensación de deja vu utiliza el germinó fgf
flashback (89). Algo semejante ocurre con Daniel en ElembrU,- f -,
jo. Frente a los rumores populares que pintan a Forcat como un
hombre culto, honrado e idealista,, y aquellos que lo catalogan ;.:
como un vulgar delincuente,Daniel niño imaginá “al hombre idé
acción, el que se'jugaba lá piel con el revólver en la*nano^-:>5
siempre en compañía del Kim, espalda contra espalda^ p r o t^ ^ p
giéndose el uno al otro...” (15). Dicha imagen es la proyección
de una imagen cinematográfica arraigada en la mente def perecí-
naje: la imagen estereotipada del héroe de las películas de misrb; .
; Las manifestaciones del.cine en El embrujo incluyen las cinco modalidades que Samuel -
Amell identifica en el conjunto de la obra de Marsé: presencia física del cine; mención d e g e - ,
lículas; alusión a actores; diálogos sacados del cine; influencia cinematográfica en la des-:
cripción de personajes y situaciones (Amell, 53-54). 'j
itrio y de aventuras que Daniel está acostumbrado a ver en los
■cines del barrio. Una página antes, el texto ha sentado las bases
para tai conexión al referirse a la película presentada por esas
mismas fechas en el cercano cine Rovira, en ia cual Jesse James
cae "acribillado traicioneramente por la espalda” (14). Análoga
mente, la interpretación que Daniel niño hace del episodio.de la
zanja, así como el modo en que relaciona dicho episodio con la
reaparición de Forcat en el portal de su casa, y la descripción del
aspecto, mirada y gestos de Forcat en esa secuencia, están mar
cados por el influjo del cine norteamericano de misterio, de es
pías y de detectives (ver Marsé, El embrujo, 15-21).4
Ün vínculo fundamental entre El día, Escenas y Una vuel
ta y las novelas de Riera de Leyva, Marías, Muñoz Molina,
Marsé,- Montero y Caba que incluimos en este capítulo es su'
marcado carácter narrativo, esto es, su predilección por la tra
ma, que en muchos de los textos se ve impulsada y articulada
por una abundancia de aventuras, viajes y expediciones, in
vestigaciones detectiyescas, historias de amores, celos y desa-
mores, crímenes, huidas y persecuciones. El interés por la na
rrad vidad se manifiesta también en la multiplicidad de juegos
y estrategias metaficcionales mediante los cuales muchas no
velas construyen y entrelazan sus discursos. El énfasis en la
narrad vidád se ha identificado repetidamente como uno de los
rasgos fundamentales de la novela española a partir de los
años setenta. José Colmeiro destaca el resurgimiento de nove
las y novelistas con “historias que contar” (29); Santos Sanz
Villanueva describe esta etapa como “una vuelta al viejo gus
to por contar, al clásico relato cervantino... que se fundamen
ta en la narración de una historia” (254);: Darío Villanueva ‘Co
rrobora ese ritorno delEintreccio -retorno de la trama-, que
afecta de manera similar a la novela italiana y francesa y que en su
opinión viene a cumplir sobre todo una función lúdica y hedonis-
J Se trata de un fenómeno frecuente en otros textos o'e Marsé: Anne White identifica un ca
so similar en cierta secuencia de Un día volveré, en donde Néstor y .sus amigos perciben una ima
gen de Jan Jüliycrf mediatizada y distorsionada bajo la influencia del cine de /¡angslers <108-09.).
'Historia de detectives", relato incluido en Teniente Bravo, aporta otro ejemplo entre muchos.
ta (285-86). Sanz Villanueva establece el inicio de este periodo
“ñamad vista” de la novela española en 1975, con la aparición de
La verdad sobre el caso Savolta de Eduardo Mendoza; Darío Vi
llanueva retrocede hasta 3972, con La saga/fuga de J. B, de To
rrente Ballestea Lo cierto es que en Los dominios, de 1971, la pri-'
macla de la narratividad - “el gusto por contar”, la fascinación por
la intriga, la recreación en los entresijos de la trama- es total, y es
en ese aspecto, como veremos, donde radica una de las conexio
nes fundamentales entre la novela de Marías y otras de los años
ochenta, como Beltenebros de Muñoz Molina y La puerta de mar-
fd de Rubén Caba, y de los noventa, como Una cerveza de Riera'
de Leyva, El embrujo dé Marsé y Temblor de Rosa Montero.
Al igual que en las novelas del capítulo anterior, el predo
minio de referencias al cine de Hollywood es abrumador. Pa
ralelamente, las referencias al cine español brillan por su au
sencia, a excepción de algunas menciones aisladas en Una
vuelta de Ordóñez. La invocación de Fred Astaire, Clark Ga-
ble y Myrna Loy en Los dominios es lógica, puesto que la na
rración se sitúa en Estados Unidos, pero la ubicuidad de estre
llas de Hollywood en el contexto español de las otras novelas
es un dato llamativo. Si. como hemos discutido en el primer
capítulo, la presencia de estrellas de la vida real en las nove
las sirve para enlazar el universo textual habitado por los per-'
sonajes con el universo extrá-textual habitado por los lectores
(unos y otros, en principio, españoles), resulta significativo
que ese enlace venga definido mayoritariamente por elem en-.
tos de origen foráneo. Por supuesto, la preferencia de las no
velas por un marco referencial delimitado en tomo al cine de
Hollywood es consistente con la primacía del cine norteame
ricano (y de otras manifestaciones de la cultura de masas nor
teamericana) en la España de la posguerra tanto como en la
contemporánea.3 Apoyadas en el poderío incontestable de un
-'.Manuel Vázquez Montalbári ofrece dos aproximaciones distintas a este fenómeno en Lu'--
penetmck'm americana en España y en Crónica sentimental de España. La obra de Terencift
Moix aporta otro valioso retrato, no sólo en la novela E't día que murió Marilyn, estudiada e n .. '
el capítulo anterior, sino también en El cine de los sábados y Ei beso de Peler Pan, primeros | |
volúmenes de sus memorias El'peso de ta paja. :
descomunal aparato industrial, financiero, político y militar,
las películas norteamericanas han gozado durante los últimos
cincuenta años de un acceso privilegiado a las audiencias es
pañolas y aún hoy, después de casi veinte años de activa pro-
. moción del cine nacional-y más recientemente, europeo-, las
producciones norteamericanas siguen llenando el ochenta por
ciento de las carteleras españolas. España es actualmente el
quinto mercado mundial de películas made in Hollywood
(Kinder, 12). No es extraño, pues, que esta destacada mani
festación de la cultura norteamericana de masas sea una pre
sencia recurrente en los textos de Moix, Llamazares, Ordóñez,
Riera de Ley va, Marías, Marsé, Muñoz Molina, Montero, Ca-
ba y tantos otros novelistas españoles. Estas novelas compar
ten con el cine de Hollywood una variedad de intereses, ten
dencias y preocupaciones que hacen de éste un aliado excep
cional, Hay, de entrada, una coincidencia en cuanto a la pri
macía de la narratividad. El “gusto por contar,” la fascinación
por la intriga que caracteriza a las películas de Hollywood las
convierte en modelos para tantos narradores españoles que
ven en el aprovechamiento de las convenciones genéricas del
cine norteamericano un vehículo ideal para articular sus pro
pias preferencias por “contar historias”. Además, los géneros
de Hollywood ofrecen un conjuntó de paradigmas ya hechos y
asimilados, un universo ficcional ya estilizado, ready-made,
listo para ser usado. Y .la condición privilegiada del ciñe de
Hollywood como referente cultural mayoritario ha permitido
a las novelas la posibilidad de conectar fácilmente con un pú
blico masivo de lectores que son también espectadores de ci
ne. En el marco de una posmodernidad proclive al entrecruza
miento de géneros y a la disolución de barreras entre arte cul
to y popular o de masas, la incorporación de elementos cine
matográficos les sirve a los textos para aunar una cierta ex
ploración estética con la indagación en las identidades perso
nales y colectivas y con los intereses económicos de una no
velística ya plenamente integrada en la pujante industria cul
tural española de las ultimas tres décadas.
3. Juegos espec(tac)ulares í
. ' ; ' § , i'
■Si ios narradores y personajes de Moix, Llamazares y Or-.' -
dóñez coinciden con los que. abordamos en el presente capítu-
lo en su condición espéctatorial, dos textos incluidos en é ste:':'j
presentan personajes que son al mismo tiempo espectadores y;L=
actores. Son los casos de Leo en Una cerveza y de Aríhur y?';
Glenda en Los dominios. En cielitos momentos, la condición!:
espectatorial de estos personajes converge abiertamente’con
que podemos denominar “ actorial”. En el episodio tituladóf?
“Silver”, Leo asiste en compañía de la muchachasal estreno dé>.:
una película en la que él mismo aparece como aétpr,. situación* í
análoga a la qué se da por dos veces en Los dominios. La ac4
tuación de los personajes en la pantalla es simultánea a?su vÍt|- ‘
sualización desde las butacas dé la sala. En. Una cerveza^cáfi
esos dos actos se superpone un tercero, que el propio Leo lie-':
va a cabo: la narración. Hay que recordar que, según la revé#
lación del epilogo, todo el relato de. Riera de Ley va puede le^
erse como una serie de “ guiones mentales” cinematográficos!
y que, según la última oración de Los dominios, todo eLtextof
de M anas puede entenderse como la narración de una o varias!
películas. En consecuencia, las confluencias de actuación y vi- "
sualización que se producen én los episodios mencionados:
constituyen ejercicios de “metacine” dentro d e los espacios!
textuales de las dos novelas: construidos como relatos dé pelfif
culas, los textos a su vez incluyen relatos de películas. En ÜnM
cerveza, la secuencia citada es un emblema sintetizados u n
en abyme del juego espec(tac)ular que constituye la basé-de láb .
novela. Al elaborar la narración como un conjunto de guiones! ,
imaginarios que lo involucran como actor protagonista -aunque'
el lector no descubre esto hasta el final-, Leo no hace otra cosa:
que imaginarse - “verse”- a sí mismo actuar en todas y cada una*
de sus aventuras. En la secuencia mencionada, en la cual “se-ve
a-sí-mismo-viéndose”, Leo queda retratado como lo que es, dé
principio a fin y simultáneamente, durante toda la novela: actor
y espectador, espejo y espectáculo, narrador y guionista. sf
Las insúmelas de metacine que se derivan de la doble con-
' dlción actorial/espectalorial de Leo en Una cerveza y de Art-
hur y Cicada en Los dominios ilustran el funcionamiento de
un juego de niveles de realidad Acciona! en los textos. Dicho
juego subvierte la estabilidad de ios espacios narrativos e im
pide, o difiere, el acceso del lector a la identidad de los perso-
najes. La complejidad de ese juego metafílmico se intensifica
mediante una maniobra adicional: a la yuxtaposición de “ac
tuaciones” y “espectaciones” se añade la superposición de
unas “actuaciones” sobre otras. Leo aparece como actor se
cundario en una película incluida en el relato de su aventura
con Sil ver, relato que a su vez corresponde al guión de una pe
lícula imaginada por Léo narrador. Arthur y Glenda actúan en
películas cuya.proyección se integra en la acción de otra “pe
lícula” , la novela, en la cual “actúan” Arthur y Glenda. Así, las
actuaciones de Leo, Arthur y Glenda en las películas a cuyos
estrenos asisten tienen lugar dentro de. la “actuación” general
que constituye cada capítulo y cada uña de las dos novelas en
conjunto. Las estrategias metafílmicas de Una cerveza y Los
dominios abarcan, por lo tanto, la confluencia de espectación
y actuación y la superposición de actuaciones.
Un ejemplo peculiar de metacine/meta-actuación en Una
céryeza es el noviazgo fingido de Leo con Cristina. Dicho no-
■ viazgo no es otra cosa que una maniobra orquestada por Cris
tina y su tío Tomás para distraer la. atención de la gente y eli-
• minar posibles sospechas acerca de la relación secreta que
mantienen tío y sobrina. En ese sentido, el falso noviazgo de
Leo y Cristina es un noviazgo “de apariencias” que evoca la
relación de Arturu y Gene en El día. Cristina establece los tér
minos de esa espúrea relación: Leo es contratado como actor
. y recibirá un sueldo por su actuación. En consecuencia, si to
dos los capítulos de Una cerveza son guiones mentales de pe
lículas imaginarias, este capítulo en particular'lo es de un mo
do abierto y explícito, aunque no sea el relato de una verdade
ra película sino, por así decirlo, de una pseudo-película. Em
pezando por el título, “Actores secundarios”, el texto insiste
en d carácter psoudo-fflmico del episodio y la función actorial
tanto de Leo como de Cristina. Ambos hablan de su relación
en términos de “actuaciones" (94, 108), “escenas” (108) y “ro
dajes" (109); la luz del sol sobre el pelo de Cristina le parece
a Leo “un foco dirigido especialmente sobre ella" y compara
a su “novia” con una estrella de cine (95). Con una ironía que
el lector sólo podrá captar al final de la novela -o en la relec
tura, cuando ya haya descubierto que el texto es un “guión ci
nematográfico mental"-, Leo describe así la “oferta de traba
jo" de Cristina:
4. Complicidades peligrosas
Two dicli.es mate us.latigh. A himdrcd clichés move us. For we sense dimly
lliíit ihe, dichos icé: i.iikulg anióng. ihem sdves. and celebrating a reunión.
Jusi us ihe heíglit ol'jxim niay encounter sensual pleasure. and the heíght of
perversión border on niysticar energy. so too the heíght o f banality aliows
us to catch a glimpse of the sublime.
(Umberto Eco. '‘‘C a s a b la n c a , o r, the Clichés Are Havíng a Ball" 264}
-Te has de olvidar de esa chica.,, dirá que necesita verte. Que no puede vi
vir sin ti. Y te suplicará qué la dejes intentarlo de nuevo.
Seguía mirándome fijamente. En la penumbra, me pareció que tenía los
ojos húmedos.
-¿D e veras erees que me llamará?-preguntó. .
-S í-b r o m e é - Quizás 'no será hoy. ni será mañana, pero...
-N o seas tonto -dijo.
(fosé M“ Riera de Ley va. U n a c e r v e z a e n K e n i a W )
* Tal vez convenga recordar que no estoy usando el término “competencia***en el sentido
chomskhtno - o sea. como la capacidad innata de los seres humanos para aprender un lengua
je íel “ lenguaje** del cine, en este caso)- sino como una manera de referirme a la familiaridad
do los personajes y la que se les atribuye a los lectores con el cine como referente cultural, in
cluyendo su conocimiento de películas específicas, estrellas y convenciones genéricas, parti
cularmente Jas del Hollywood de ios años 40.
Lucrecia se acodó en la barra, probó el whisky y dijo, burlándose de sí mis
ma y de Biralbo y de lo que estaba a punto de decir...:
-Tócala otra ve/. Tócala otra vez para mí.
-Sam -dijo él. calculando la risa y la complicidad-. Samtiago Biralbo, (80)
í)
compartidos y contradictorios o sucesivos, compuestos de un
mexhaustible banco de información en el que acumulan al
azar los textos verbales y gráficos, Jas melodías y las emocio
nes” (114). Con su insistencia en utilizar y enfatizar la presen
cia del cine y otros referentes culturales, El invierno en Lisboa
y Una cerveza extienden a los lectores esa misma conciencia
intertextual que Pope reconoce en los personajes de Muñoz
Molina y que se advierte también de manera especial en los de
Riera de Ley va. Por consiguiente, tanto en una novela como
' en la otra la reinscripción del cine clásico norteamericano, y
de Casablanca en particular, es tanto un factor de vinculación
e identificación entre ciertos personajes como entre éstos y la
comunidad de lectores. Es también un factor que contribuye a
la construcción de personajes y lectores como espectadores.
El tono de broma y la reacción cómplice expresada por los
personajes citados invitan al lector a captar el “guiño”, a par
ticipar del juego intertextual de los relatos, y a hacerlo con una
actitud irónica que se revela como típicamente posmoderna.
Umberto Eco fue uno de los primeros en sugerir que la actitud
posmoderna hacia el pasado histórico radica en una aceptación
no ingenua de dicho pasado y de sus referentes culturales. Pa
ra Eco, a la conciencia de ia imposibilidad de destruir el pasa
do se corresponde la conciencia de.la imposibilidad de afron
tarlo de forma inocente:
Pienso que la actitud posmoderna es como la del que ama a una mujer muy
culta, y sabe qué no puede decirle “te amo desesperadamente”, porque sabe
que ella sabe (y qüe ella sabe qué él sabe) que esas frases ya las ha escrito
Líala.10 Podrá decir: “Como diría Líala, te amo desesperadamente”..., am
bos habrán aceptado e! desafío del.pasado, de lo ya dicho que es imposible
eliminar; ambos jugarán a conciencia y con placer el juega de la ironía...
(Eco, A p o s tilla s , 74-75)
'■ E .
",
•
Segunda Guerra Mundial fue enviado a Casablanea con la es
colta de un coronel. En un contexto tan intensamente cinema
tográfico como el de esta novela de Marsé és difícil no apre
ciar tal referencia .como una alusión al coronel Strasser, que
ilega enviado-a Casablanea para supervisar la captura del ase
sino de los mensajeros alemanes y recuperar las cartas de trán
sito que éstos transportaban. Tal vez sea necesario aclarar, en
este punto, que con estos ejemplos no pretendo sugerir que la
adscripción del apellido Ugarte a un personaje novelesco con
temporáneo sea en sí misma, necesariamente, una referencia a
Casablanea. Lo que afirmo es que todas las novelas comenta
das incorporan de forma abrumadora tantos ecos, referencias
y alusiones al cine clásico-de Hollywood que construyen un
contexto-y una perspectiva de lectura los cuales empujan al
lector a ejercitar su competencia cinematográfica y le invitan
a entrar en su juego irónico, lúdico e intertextual.
Junto a estos casos de reinscripción del texto de Casablan-
ca en novelas, parece apropiado traer a colación la película Lct
flor de mi secreto de Pedro Almodóvar (1995) porque su acu
mulación de referencias explícitas y conexiones más o menos
indirectas con la película de Curtlz establece vínculos signifi
cativos con los textos literarios que estamos considerando: En
una secuencia de Im flor de mi secreto, Ángel -personaje in
terpretado por Juan Echanove- menciona que en Casablanea
R ick recuerda que lisa vestía de azul la última vez que se vie
ron en Rarís, cuando estaban a punto de marcharse para huir
de los nazis. ‘‘De azul vestías tú también” , le dice Ángel a Leo
-interpretada por Marisa Paredes- '‘cuando huyendo de tü vi
da te tropezaste con la mía”! Esta referencia explícita a Casa-
blanca despliega una red de asociaciones que envuelve a los
personajes de La flo r de mi secreto y a sus circunstancias per
sonales y colectivas y cuyas implicaciones se extienden hasta
ios espectadores de la película. A raíz del comentario de
Angel, ésLe establece una conexión entre sí mismo y Bogart y
entre Leo y Bergman, conexión que a su vez ilumina otros pa
ralelismos entre la película de Almodóvar y la de Curtiz (y
también, por cierto, entre ambas y El invierno en Lisboa): el
triángulo amoroso, los encuentros y las separaciones, la huida,
el viaje, la persecución simultánea y paradójica del deseo y de
una cierta estabilidad emocional. La asociación con Casa-
blanca abre también una expectativa sobre el final -¿quizá
Leo volverá con su marido.?^, expectativa que finalmente no
se confirma.
Kathleen Vernon ha señalado que, a diferencia de películas
de la época franquista como Bienvenido, Mr. Marshall, que re
presentaban Hollywood/América como el lugar de la fantasía
y la plenitud, en Almodóvar el intertexto hollywoodiense se
usa para articular una posición de marginalidad y subversión
de ¡as categorías de clase y género. Pienso que un análisis de
la reinscripción de Casablanea en La flor de mi secreto puede
sacar partido de.'esta idea. La asociación que Angel establece
entre sí mismo y Rick/Bogart y éntre Leo e Ilsa/Bergman es
una deformación paródica: Angel no se parece en. hada a. Bo
gart físicamente, es gordo, torpe, poco agraciado. Si su alusión
a Bogart es paródica, él mismo se convierte en una parodia de
Bogart, un eco intertextual que tiene consciencia de serlo. Por
otra parte, a partir del subtexto,homosexual de la película de
Curtiz -que no por insistente deja de mantenerse en un disere^
to segundo plano-, La flo r de mi secreto despliega un vistoso ■
juego de ambigüedades, identificaciones transgenéricas y tra-
vestismo en la relación entre Ángel y Leo que va más allá, por
vía de la deformaciónípííróclica, de lo que Rick, Usa, Víctor,
Renault o Ugartc podria'ií admitir abiertamente en Casablan-
ca: no olvidemos que Ángél adopta un seudónimo femenino.
-Paqui D erm a-com o uii conveniente disfraz para escribir su
crónica periodística en defensa de Amanda Gris, y más ade
lante llega a suplantar a la propia Leo en su papel de Amanda '
Gris cuando escribe Ja última novela de ésta, reconociendo de
paso que “siempre quiso ser una escritora de novelas rosas”.
£n la última secuencia, el propio Ángel asocia su relación con
Leo en ese punto a la.de las dos amigas escritoras de Rich and
Famous. Por supuesto, y tal como ocurría en las novelas ana-
¡izadas con anterioridad, todo este juego de alusiones, paro
dias, deformaciones y expectativas truncadas sólo funciona
plenamente si ei espectador comparte el universo referencia!
que la película de Almodóvar propone. Y de forma análoga a
las novelas citadas, la película invita a los espectadores a to
rnar conciencia.no sólo de la presencia del referente cinema
tográfico de Hollywood en el contexto cultural de los perso
najes de [.a flor de mi secreto sino en el propio contexto cul
tura! e histórico en e¡ que ellos mismos, los espectadores, es
tán inmersos. En definitiva, la película, como las novelas, em
puja a los lectores a verse a sí mismos como intertextos de la
. historia y de la ficción.
Implícito en la insistencia con que películas y novelas han
adoptado Cu sabia rica como objeto favorito de referencia, imi
tación y parodia, parece existir un deseo de capturar la “esen
cia” del filme,, de conquistar una hipotética Casctblanca “pu
ra”, '‘original”, auténticamente “blanca”. Ésta es, sin embargo,
una tarea imposible. Casablanca es un mito de la cultura de
masas, y como tal, un espacio dinámico de convergencia y
acumulación de discursos fílmicos y extrafílmicos. A la pelí
cula de Bogart y Berginan de 1942 se añaden, por ahora, seis
décadas de continuas referencias, reapropiaciones, alusiones,
imitaciones y parodias por parte de textos literarios y críticos,
prensa, radió, TV y cine. En consecuencia, no es desde luego
una supuesta Casablanca original, sino esa imagen elaborada
y mediatizada, hecha de acumulaciones y yuxtaposiciones, la
que llega hasta el Leo de Una cerveza, BiraJbo de El invierno
en Lisboa, el espúreo Bogart de “Happy End”, Ángel de La
flo r de mi secreto y, presumiblemente, hasta los lectores y es
pectadores de estos textos fílmicos y literarios, el resultado de
un largo e intenso proceso de semioúc tayering. Pero además,
cualquier intento de alcanzar una “esencia” original en Casa-
blanca es doblemente problemático cuando se considera la
abrumadora complejidad ¡ntertextual de la misma película.
Umberío Eco habla de Casablanca como una acumulación de
arquetipos y clichés, como muchas películas en una, una cspe-
cié de antología en la que convergen los mitos de la Tierra Pro
metida, la Prueba, la Espera, la Llave Mágica, el Regalo, el Sa- . •"
orificio, el Deseo, el Triunfo de la Pureza, la Redención, el
Amor Desgraciado y otros mitos repetidamente explotados por
el cine de Hollywood: el Aventurero Ambiguo, el Amante De--
sengañado, el Borracho Redimido, la Mujer Enigmática o
Femme Fatale. Todo ello, claro está, en el marco de Rick’s
Place, el “Grand Hotel” (otro mito del cine) donde todo es po
sible: amor, muerte, persecuciones, espionaje, juegos de azar,..
seducciones, música, patriotismo. Esta multiplicidad tiene, se- .
gún Eco, el efecto de provocar un despliegue de reminiscen-
cias, ecos y asociaciones en los espectadores: “The authors [of ^
Casablanca] mixed in a little of everything, and everything-
they chose carne from a repertoire of the tried and true... [And]
precisely because a-11 the archetypes are there, precisély becau-
se Casablanca cites countless other films, and each actor ré- ■
peats a parí played on other occasions, the resonance of iníer-
textuality plays upon the spectator” (“Casablanca”, 260-64).
La multiplicidad de reinscripciones de Casablanca én las,,
novelas y películas que acabo de presentar debe considerarse;.;;.,
en el contexto de la primacía del cine de Hollywood como,; :
fuente favorita de referencias y alusiones en la narrativa y e l¿
cine españoles contemporáneos. Dicha primacía, como ya he :
señalado, puede explicarse por una combinación de motivos .;
que quizá valga la pe ría repetir aquí. En primer lugar, el mar- ;
cado énfasis en .la narratividad típico del cine de Hollywood ■
coincide con la tendencia similar que caracteriza a gran parte
de la novela española reciente. Sin duda, el interés por “c o n -. ;
tar historias” que tantos escritores españoles vienen cultivan-, -j
do desde los años 70, unido a su marcado deseo por acceder a ;
un público lo más amplio posible -lo cual es consistente con; i
la incorporación de la novela en una pujante industria cultural. )
y con el consiguiente sometimiento de aquélla a la “lógica del- ;■
mercado”- han provocado el surgimiento de una nueva ficción;' ;
caracterizada por un sentido lúdico y con una marcada prer- l
sencia de la fantasía, imaginación, aventura y exotismo que la.;-
conectan tanto con la tradición de Hollywood como con otras
¡acules como la cultura popular, “eneros subliferarios como la
novela policial y ia novela rosa, los cómics e incluso el len
guaje de los anuncios comerciales. Está claro que Una cerve
za., El invierno en Lisboa, Deltenebros, El jinete polaco. El
embrujo de Shanghai y “Happy End” ponen énfasis en íaies
elementos, como también lo hace la película de Almodóvar
(una de las más “literarias” de su filmografía). Asimismo, ia
amplia gama de personajes, ambientes y argumentos conven
cionales de Hollywood provee una fuente casi inagotable de
mundos ficciónaies listos para ser utilizados por los escritores,
y ia popularidad más que demostrada de las fórmulas holly-
woodienses. garantiza de antemano la aceptación de un gran
público de lectores que son también espectadores y que están
.familiarizados con el universo referencial construido a lo lar
go de décadas de exposición al cine norteamericano.
Tai corno planteo en otra parte de este libro, algunos críti
cos han visto la incorporación masiva de elementos holiywo-
odienses y de otras fuentes de la cultura de masas como un
signo de “conformismo” de la nueva narrativa española. Sin
embargo, el estudio de la reinscripción intertextua! de Casa-
blanca en Una cerveza. El invierno en Lisboa, “Happy End”
y otras novelas, así como en la película La flo r de mi. secreto,
sugiere que dichos textos no se limitan a duplicar los modelos
de. Hollywood. Por el contrario, los utilizan como objetos de
parodia, ironía y sátira, formas de manipulación a través de las
cuales las. novelas (y también ¡a película de Almodóvar) reve
lan su condición póvSinoderna a la vez que promueven lecturas
críticas y suscitan una reflexión sobre los componentes hete
rogéneos, transnacionales y transculturales de la herencia cul
tura! y de ia identidad colectiva españolas. Mediante.el des
pliegue de un paradigma de códigos culturales asociados con
Casabkmca en particular y con el cine norteamericano en ge
neral, estos textos no sólo reconocen la prominencia de Holly
wood en la España contemporánea sino que usan tal promi
nencia para invirar a los lectores a analizar crítica e irónica-
mente su propia identidad y asunciones ideológicas, a ponde
rar el papel que la cultura de masas y el cine norteamericanos
han tenido y siguen teniendo para ellos.
De la utilización masiva de referencias y alusiones en las
novelas de Riera de Leyva, Muñoz Molina y Vázquez Mon-
talbán, así como en e! filme de Almodóvar, se deduce la con
fianza de los textos en un lector-espectador dotado de una ade
cuada competencia cinematográfica, familiarizado con los có
digos y las convenciones del intertexto clásico hollywoódien-
se y de Casablanca en particular. A través de la integración de
tales elementos fílmicos los relatos proveen espacios de en
cuentro, identificación y complicidad entre ciertos personajes
y entre éstos y ios lectores-espectadores al tiempo que consta
tan la primacía absoluta del cine de Hollywood y del ámbito
referencial construido por éste. Novelas y película reconocen
con ironía el influjo dé ese referente compartido y construyen1
sus discursos* desde una conciencia de la pervivencia del pasa
do, la imposibilidad de ser original, la pérdida de la inocencia
histórica, la inevitabilidad de la repetición y del eterno retor
no. Por eso, ahora que estamos más cerca del año 2042 que del
1942 en que se estrenó' Casablanca, podemos sospechar que
su presencia intertextua! continuará reapareciendo en novelas,
películas, ensayos críticos y otras manifestaciones culturales,
quizá no hoy, quizá qo mañana, pero pronto, y hasta bien en
trado el sislo XXI. .
■ Eü su articulo sobre El em brujo,y \olor Erice incluye una fotografía del curte) de ia ver
sión española de la película, con una imagen de Gene Tiemey que coincide con la descrip
ción ofrecida por Daniel en la novela.
Debo cstíi información a Randolph D. Pope.
cíón, concretamente The Wizard o f Oz, Star Wars y The Empi
re Strikes Back, en el caso de Montero, y Cióse Encounters o f
the Third Kind, en el de Caba. Otras novelas españolas de las
últimas décadas se han aproximado al género de la ciencia-fic
ción -incluyendo el usó de personajes y narradores extrate-
rrestres-, cómo es el caso de ¡xi novela de Andrés Choz, de Jo-,
sé María Merino y .Sin noticias, de Gurb de Eduardo Mendos
za. En tales textos, sin embargo, se trata más bien del aprove
chamiento de convenciones de la ciencia-ficción en general,
no específicamente del cine, como sí ocurre en las novelas de
Montero y Caba. En mi aproximación a las asociaciones in
tertextuales de Temblor y Lapuerta.de marfil con el cine fa n -1
tástico y de. ciencia-ficción norteamericanos quiero prestar es
pecial atención a la coincidencia de mecanismos retóricos me
diante los que ambas novelas incorporan los elementos fílmí-
cos. El hecho de que la presencia fílmica en Temblor y La
puerta de marfil se manifieste exclusivamente a través de alu
siones implícitas y no de referencias explícitas afecta particu
larmente al procesó de lectura en la medida en que presupone'
y exige un alto grado de familiarización de los lectores con el
universo intertextual en el que se insertan los relatos de Caha
y Montero. Hemos visto ya bastantes ejemplos de cómo algu
nos textos apelan a la competencia cinematográfica de sus lec
tores como un factor fundamental de sus procesos de signifi
cación y como un mecanismo clave de la experiencia de lec
tura. En el caso .dé las novelas de Montero y Caba que nos
ocupan, el. ejercicio de la-competencia cinematográfica es cru
cial no sólo, cómo ya he indicado, por lo velado de unas alu
siones que excluyen cualquier referencia explícita sino ta m -.
bién porque los juegos intertextuales que las novelas proponen
en torno a las películas citadas constituyen los fundamentos
temáticos y estructurales de los relatos.
Tal como ha advertido Thomas Franz, la intensa intertex-
tualidad de Temblor se manifiesta en elementos de origen tan
variado como The Handmaid’s Tale de Margáret Atwood, re
tórica falangista y aspectos diversos de Santo Tomás de Aqui-
no. Joseph Contad y Miiton. En tan heterogéneo contexto se
insertan alusiones a películas con las que Temblor comparte
elementos de la trama y motivos específicos. Franz ha identi
ficado y analizado tres de ellas: la primera es la versión de
1939 de The Wizard of-Oz, dirigida por Víctor Fleming y pro
tagonizada por Judy-Garíand;17 las otras dos .son Star War.s de
George Lucas (1977) y su primera secuela, The Empire Strikes
Back (1980), dirigida por Irvin Kershner. A esta lista sería ne
cesario añadir, entre otras, The Dark Crystál, película co-d irí
gida en ¡982 por Jim Henson y Frank Oz.IBLa estructura ge-
' nérica del c/uest'tale, o “relato de búsqueda,"-provee el marco
común en ei que confluyen los diversos elementos de las pelí
culas citadas y la novela de Montero. En este marco común es
posible identificar una multitud de alusiones que abarcan, en
primer lugar, la estructura y motivos arguméntales. Partiendo
de ios ejemplos aportados por Franz, y añadiendo algunos sin
pretensiones de exhaustividad, se puede mencionar los si
guientes: la peregrinación de Agua Fría, la protagonista de
Temblori reproduce el viaje de Dorothy en The Wizard o f Oz y
el de Jen en Dark Crystal’, ía motivación de Agua Fría de ven
gar la muerte de su madre evoca la de Luke Sky walker de ven
gar a sus tíos en el filme de Lucas; Agita Fría y Jen coinciden
en su misión de salvar ün mundo en descomposición y tanto
en Temblor cómo en Dark Cryslal y en la saga de Star Wars
• JVaiíz scntila.que ese mismo arto (1939) apareció la. versión española de la película, ti-
luiudu /:) q/íí/j liman t/i‘ O-, que alcanzó un enorme éxito de público. Aprovechando la popu
laridad de la película, ataño .siguiente se publicó la traducción española de la novela en la que
aquélla se Había inspirado (Fran/., 267).
Phyllis Zatlin ha identificado otras conexiones fílmicas eii Temblor, las cuales incluyen
la película de El mimbre líe la rusa, ciertos personajes de Disney y determinadas representa
ciones bollywoodienses de pueblos indígenas. Sin embargo, mientras que Franz apoya minu
ciosamente sus afirmaciones con una variedad de ejemplos textuales y distingue entre el
guión cinematográfico de The Wizard y el texto original de la novela de Frank Baum. las co
nexiones propuestas por Zatlin se presentan de ün modo eminentemente impresionista, sub
jetivo. y no se apoyan con ejemplos textuales. Zatlin nu explica, por ejemplo, por qué conec
ta Temblor con la película El nombre de la rosa de Jéan-Jacques Annaud en vez de hacerlo
cotí la novela de Uiíiberto Eco, ni aporta un solo indicio textual que apoye una supuesta alu
sión de lá novela de Montero a Sean Connery. Claro está que la explicación puede ser. táci
tamente. que una gran mayoría de los lectores de Temblor conocerán El nombre de la rosa a
través de la adaptación de Annaud y no del texto de Eco.
se persigue liberar al mundo, o al universo, del yugo de un im
perio maligno y opresivo; ostensiblemente, él fundamento de
la religión y la filosofía tradicionales del cosmos de Temblor y
del de Dark Crystal radica precisamente en un cristal, el cual
en ambos textos está fragmentado o incompleto.
Otras alusiones se refieren a aspectos puntuales de los per
sonajes: por ejemplo, la Gran Hermana y la Gran Sacerdotisa
del relato de Montero reproducen simétricamente a las Wicked
Witches hermanas del Este y el Oeste de The Wizard, los guar
dianes del oasis, los personajes Urr y Zao de la tribu Urna o
Torbellino y Mo de Renacimiento en Temblor muestran parale
lismos con los seres semihumanos o subhumanos de la “canti
na mexicana” de Star Wars, con los munchkins de The Wizard
y con las diversas razas que pueblan el mundo de Dark Crys
tal; Agua Fría, protagonista de Temblor, Dorothy, de The Wi
zard, Jen, de Dark Crystal y Luke, de Star Wars tienen edades
similares; Bruna, la perrita de Agua Fría, es una réplica de To-
to, el perrito de Dorothy en The Wizard y de la pequeña, pelu
da y escandalosa mascota de Jen en Dark Crystal,; tanto el Ta-
lapot de Temblor como la fortaleza de la bruja en The Wizard
están custodiados por una guardia de uniformes púrpura. Cier
tas alusiones, en fin, se manifiestan en el'propio lenguaje, sien
do el ejemplo más notable las expresiones rituales “Que la Ley
te acompañe” en Temblor y.‘"May the Forcé be with you” en la
saga de Star Wars: Tomadas aisladamente, cada una de estas si
militudes podría desecharse como una mera coincidencia o una-
impresión. más o menos subjetiva. Sin embargo, la acumula
ción de ecos, evocaciones y repeticiones de las películas cita
das alcanza tal intensidad que sólo un lector ajeno por comple
to al universo fílmico hollyvvoodiense podría pasarlas por alto;
y es precisamente la confianza del texto en lo que hemos dado
en llamar la competencia cinematográfica de los lectores lo que
justifica no sólo esa insistencia del relato en desarrollar parale
lismos y conexiones con las películas sino también el hecho de
que tales conexiones se mantengan siempre en Un nivel implí
cito, desechando, por innecesarias, las referencias abiertas.
Cabe abrir aquí un inciso para mencionar otra novela de de
Rosa Montero en la que. se manifiesta e! mismo tipo de conexio
nes implícitas que caracterizan a Temblor. La novela en cuestión
es La función delta, (1981). En ella, un personaje llamado Tadeo
presenta significativas similitudes con Norman Bates, el prota
gonista del filme Psycho de Alfred Hitchcock (1960). Lucía: la
narradora de La función delta, describe a Tadeo como una figu
ra patética, de apariencia inquietante y hasta fantasmagórica, y
de mirada extraña (27, 28, 30). A semejanza de Norman Bates,
Tadeo dice vivir con su madre vieja y paralítica, que nunca sale
de casa: “ni moverla cabeza puede”, dice Tadeo, “y la tengo que
dejar, por las mañanas, con la frente apoyada en el cristal de la
ventana, así ella mira y cuando se cansa, pues cierra los ojos un
ratito” (33). A pesar de su precaria condición física, sin embar
gó, la madre de Tadeo parece tener un “carácter fuerte” análogo
al que Bates atribuye a la suya: “a veces se enfada un poco, le sa
le el carácter que tiene, porque mi mamá siempre ha sido una
mujer de genio fuerte” (34). Las alusiones a Bates se acentúan
cuando Lucía descubre en cierta ocasión a Tadeo vestido con ro
pas de mujer, maquillaje y una peluca, presumiblemente de su
madre; el efecto es grotesco, como en Psycho (243-45). !‘J
Aunque en La función delta no hay referencias a Norman
Bates, ni a Psycho. ni.a Hitchcock, la novela está repleta de
comentarios sobre cine. Tal .acumulación, justificada por el he
cho de que la propia narradora ha sido director ck. Cío ciiiíij pro
vee el contexto cinematográfico que dirige la atención de los
lectores y les invita a descubrir conexiones implícitas como la
de Tadeo y Norman Bates. Cabe suponer, quizá, que la condi
ción espectátorlai de Lucía le ha llevado a incorporar, acasó
inconscientemente, taies elementos cinematográficos en su re
lato. La función delta presupone un lector-espectador cuya fa
miliaridad con un ámbito intertextual determinado -e n este ca-
Phyllis Zatlin conecta la secuencia det travestistno de Tadeo con ciertos momentos de
otras novelas de Montero (Te licitaré como a ana rehuí y Amado Amo) y sugiere un parale
lismo entre estas y “potential off-beat films” (118-19). Zatlin no explica, sin embargo, en qué
consiste dicho paralelismo ni aporta un solo título para justificar tal asociación.
so, el cine de Hitchcock y Psycho en particular- debe capaci
tarle para identificar el juego de afusiones distribuido a lo lar
go de la novela de un modo fragmentario pero insistente.
Una novela estrechamente complementaria a Temblor es La
puerta de marfil de Rubén Caba, que comparte con la de Mon
tero el esquema composicional de la quest tale, basado en la
sucesión de aventuras hilvanadas por el viaje y justificadas por
el motor de la búsqueda. El relato de Caba se construye sobre
una red de alusiones intertextuales que van desde el Quijote
hasta la Biblia, pasando por Alice In Wonderland. En este mar
co decididamente polifónico se inserta una cadena de alusio
nes al cine de ciencia-ficción norteamericano, concentradas en
la película de S te ven Spielberg Cióse Encounters o fth e Third
Kincl (1977).
Vale la pena ofrecer una breve síntesis argumental de la pe
lícula de Spielberg y de la.novela de Caba, En Cióse Encoun
ters, ciertos visitantes extraterrestres comunican telepática
mente el lugar de su próximo aterrizaje a un grupo de seres hu
manos seleccionados, entre ellos el protagonista de la pelícu
la, sin que éstos sepan de dónde viene el mensaje que reciben,
ni qué significa. Tai mensaje es vago pero poderoso: se trata
de la obsesiva imagen mental de una masa enorme, de forma
y consistencia no muy definidas. El protagonista de la pelícu
la casi pierde la razón tratando de comprender el significado y
la procedencia de esa'imagen que le atormenta de modo tan
insistente. Enfebrecido, se dedica a construir masas descomu
nales en su propia ciisap tratando, de reproducir esa imagen
mental, usando para ello tierra o cualquier material que pueda
conseguir. Finalmente tiene una revelación: la masa corres
ponde a la forma de la montaña donde los extraterrestres ha
rán su aparición. El protagonista deja a su familia y acude a la
llamada. En la montaña señalada encuentra a otras personas
que han pasado por la misma experiencia y todos acaban mar
chándose con los extraterrestres en su nave.
La novela de Gaba sigue el esquema argumental de la pelí
cula y retoma motivos concretos, pero los somete a una defor-
inación grotesca y paródica que se prolonga a lo largo del tex
to y liega a convertirse en uno de los pilares estructurales y
temáticos dei misino. £1 protagonista, Pompeyo Gil, se obse
siona en la contemplación de sus propios excrementos, que se
describen en términos significativamente orográficos, como
una versión escatológica de la masa de la montaña de Cióse
Encoimlers. A través de. la lectura e interpretación “copro-
mántica” de los excrementos Pompeyo cree recibir los mensa
jes de los supuestos visitantes espaciales. Como en Cióse En-
counters, el protagonista también acude a la llamada, pero en
este caso la montaña soñada no es la imponente mole en me
dio dei desierto dei Oeste norteamericano de la película de
Spielberg sino un modesto montículo junto a un humilde pue-
biecito en algún punto perdido de Castilla. Nada más llegar a
dicho pueblccito, Pompeyo se convierte en blanco de las bur
las de sus habitantes, quienes lo consideran un pobre trastor
nado y elaboran un plan -q u e incluye la intervención de fal
sos extraterrestres y magnetófonos ocultos- con la intención
d e reírse de él.
■' Si los. ecos intertextuales de Cióse Encounters, así como
dei Quijote., saltan a la vista incluso en un superficial recuen
to de la trama como el que acabo de hacer, quizá valga la pe
na indagar brevemente en otro intertexto menos obvio que la
novela de Caba usa para articular la correspondencia "copro-
mántica” entre Pompeyo Gil y los extraterrestres. Dada la con
dición de semidiosas que el protagonista de Lo puerto de mar
fil otorga a los visitantes espaciales, podríamos aventurar .que
. la relación que mantiene con éstos no es sólo escatológica si
no m ás bien “escateológica,” concepto heterodoxo que sin
embargo no carece de precedentes literarios y culturales: más
allá de las referencias a la película de Spielberg, el ars copro-
mantica de Pompeyo Gil -esa forma de inspiración a través de
ios deshechos y no de los hechos, esa búsqueda de la verdad
en algo tan nuestro y tan otro como las heces-, se hace eco de
la disquisición sobre el inodoro cómo vehículo de santidad
que se desarrolla en Juan sin Tierra de Juan Goytisolo, dis-r
quisición que a su vez se apoya ostensiblemente en la tradi
ción escolástica, particularmente en el debate sobre la pertur
badora cuestión de si los excrementos de los santos podrían
despedir mal olor.
Sea como fuere, al comentar la presencia de Casablcinca en
novelas como Una cerveza y El invierno en Lisboa considera
mos que las citas de dicha película constituían manifestacio
nes de ironía posmoderna a través de las cuales se promovía
una vinculación entre personajes y lectores basada en el reco
nocimiento de una referencialidad compartida. La incorpora
ción de alusiones a Cióse Encounters, The Wizard o fO z , Star
Wars y The Empire Strikes Back en La puerta de marfil y Tem
blor conlleva implicaciones distintas que vale la pena reseñar.
Los personajes de las novelas de Caba y Montero son igno
rantes de la intertextual idad cinematográfica que.actúa sutil
pero intensamente en sus aventuras y que incluso los constru
ye a ellos mismos como personajes. Pompeyo Gil y Agua Fría
no son espectadores en el sentido en que lo son Leo y Biralbo
en las novelas de Riera de Leyva y de Muñoz Molina. En La
puerta de marfil y Temblor no puede existir, por lo tanto, una
complicidad entre personajes y lectores como la que se mani
fiesta en Una cerveza y El invierno en Lisboa. Lo que se pro
duce en cambio es un guiño, o múltiples guiños, de los auto
res implícitos hacia los lectores por encima de Jos personajes
y aun a cosía de ellos. Esto se hace especialmente obvio en La
puerta de marfil, donde la ignorancia cinematográfica de
Pompeyo Gil lo convierte.en víctima de la ironía autorial del
mismo modo que su carácter lunático e idealista lo hace vícti
ma de las burlas de los aldeanos. “Fíl nucamente incompeten
tes”, Pompeyo Gil y Agua Fría quedan excluidos de.una co
munidad de lectores construida en parte sobre la condición es-
pectatorial y la consiguiente competencia cinematográfica. La
incompetencia de Pompeyo Gil y Agua Fría sirve así para re
calcar su “otredad” respecto a los lectores y, consiguiente- _
mente, reforzar en éstos un sentido de comunidad. Ni La puer
ta de marfil ni Temblor ofrecen contextos abiertamente fílmi-
eos. No hay referencias a películas, ni a directores, ni a movie
stárs\ el cine como actividad social o como tema de conversa
ción está ausente de ambas novelas. Al despojarse de toda re
ferencia! idad explícita y basar sus conexiones con el cine en
alusiones cuya captación depende exclusivamente de la com
petencia fílmica de los lectores, la novela de Montero y la de
Caba reconocen tácitamente a las películas de Spielberg y Lu
cas, y por extensión, al conjunto de macroproducciones norte
americanas, como referentes familiares para el público lector
español de finales de los años ochenta y principios de los no
venta.
En nuestro análisis de Casablanca apuntamos que la insis
tencia de tantas novelas y películas por retornar a! clásico fil
me sugería un anhelo por conquistar una supuesta “esencia'’,
una hipotética originalidad encerrada en la película de Curtiz,
anhelo que resultaba irónico ante la propia, múltiple condición
intertextual de la misma. Tal condición es compartida por las
películas incorporadas a Temblor y a La puerta de marfil. En
absoluto obras “puras” u “originales,” ellas mismas son den
sas redes de metadiscursos y ecos intertextuales, de forma que
la amalgama de discursos políticos, morales, filosóficos y re
ligiosos de las novelas de Caba y Montero -la búsqueda de la
verdad, la lucha por la justicia, el afán de libertad- se constru
ye sobre otra amalgama ya. existente en los filmes de Lucas,.
Spielberg, Fleming y Hensen. No es .casual, por ejemplo, que
la saga de Slar Wars aparezca junto a The Wizard o f Oz entre
los referentes más obvios de la novela de Montero, porque The
Wizard es de por sí uno de los muchos referentes de StarWars,
película que entremezcla lo fantástico y la ciencia-ficción con
el western y el género bélico. A su vez, entre los oscuros re
flejos de Dark Crystal se adivinan las siluetas de Tolkien y
hasta las de los hermanos Grimm, cuyas propias fuentes se re
montan a tradiciones muy anteriores. Los mundos de Temblor
y La puerta de marfil son, pues, ficciones construidas a partir
de otras, artificios confeccionados sobre otros artificios con
feccionados sobre otros, ad infinitum. Así, como fuente de re-
fereneias y alusiones en las novelas de Caba y Montero.
Hollywood no es sino el eslabón más directo, o si se prefiere,
el planeta más cercano en esta vertiginosa'galaxia de textos e
intertextos. ' .
sí el nombre es la cara, no tenerlo, o tener sólo apellido, tal vez sea ana ma
nera de mantenerse a medias oculto, un recurso instintivo del escritor para
sugerir que de los personajes... es muy poco lo que puede saberse, y que al
escribir importa tanto lo que se dice como lo que se calla. (Muñoz Molina,
L a r e a lid a d , 43)
' 205
: ' i
¡
gar su pertinencia e investigar cómo y en qué medida la inte
gración de elementos fílmicos en las. novelas que nos ocupan
puede, ser un factor relevante de “condenación” o de “reden-
'e 55 11
cion , ■
La cimentación de la novela de Ferrero sobre una serie de
mitologías populares, entre ellas el cine y el cómic, es consi
derada por Bértolo como un signo de “parasitismo”. “Nada en
ella es originai”,.sostiene Bértolo, “nada nace de la novela. To
do lo que en ella se daba, se presentaba como mera asimila
ción de otras estéticas” (295). Esta absorción de “materiales
estéticos ya.digeridos” y “realidades previamente estetizadas”,
o sea, el uso del “cliché estético”, según los términos de Bér
tolo (295), es un rasgo compartido por todas las novelas ana
lizadas en este capítulo. Entre los elementos de ese “parasitis
mo”, Bértolo menciona el recurso ai género de aventuras y los
escenarios exóticos, aspecto central de Bélver Yin que se pone
plenamente de manifiesto en Los- dominios, Temblor, Una cer
veza y El embrujo.
Bértolo critica lo que él describe como la doble “desubica-
ción” de buena parte de la nueva ficción española: primero,
una '‘desubicación espacio-temporal” referida a la frecuente
Vocalización de la acción en marcos históricos y geográficos
alejados del entorno español contemporáneo. En el caso de
Bélver Yin la- acción se sitúa en China; en las novelas que es
tarnos estudiando, los ejemplos abarcan desde las sabanas afri-,
canas de Una cerveza y la América cinematográfica de Los
dominios hasta el Shanghai mítico de £7 embrujo y el mundo
fantástico de Temblor; Segundo, Bértolo habla de una “desu
bicación ideológica” referida a la aceptación incuestionada de
los modos del cine y los mass-media, la ausencia de escalas de
' Aunque Bértolo adopta el año 1981 (con la publicación üs Bélver Yin) com o inicio de
la Ñamada "nueva narrativa", las caracterísiticas que atribuye a ésta -u s o de referentes de la
cultura de masas, énfasis en la aventura y el viaje, ubicación de la acción en lugares lejanos-
se manifiestan plenamente ya en Los dominios, de 1971.. No me parece inexacto, pues, incluir
la novela de Marías en ei mismo grupo que Uncí cerveza. El embrujo o Tembló} al efecto de
respondería las críticas de Bértolo. Hay que tener en cuenta, además, que Marías, nacido er.
1951. tiene Casi la misma edad que Ferrero, nacido en el 52.
valor ético, estético o social, y la consiguiente conversión de
la novela en “un simple artefacto moldeador de narcisismo”
(295). Entre los textos analizados en este capítulo, quizá sea
Los dominios el que más afectado pudiera quedar por esa crí
tica, debido a que el aprovechamiento de referentes y conven
ciones del cine de Hollywood abarca en esta novela la to tali-' '
dad de la acción y el universo narrativo. En Los dominios no ' :
hay, por cierto, un narrador que sirva de enlace con el mundo
real, como Leo en Una cerveza o Daniel en El embrujo; tam
poco la inscripción de convenciones cinematográficas nortea-
mericanas se produce en un contexto histórico español reco- •
nocible, como ocurre con el modelo del film noir insertado en ..
ei Madrid de posguerra de Beltenebros o los elementos del ci
ne de espías y de aventuras en la Barcelona de El embrujo. La 1
acción de Los dominios transcurre íntegramente en los Estados i ;
Unidos, a través de un panorama cronotópico que va desde ¿1 :
Sur esclavista de la Guerra Civil hasta el Chicago mafioso de
los años treinta, pasando por el engañoso glamour de la Cali-; ■
fornia de los rich and famous. La novela de Marías se ha des-' >
crito como un pastiche construido sobre un referente que no es-
la realidad española pero tampoco la Norteamérica histórica ;
sino la imagen que el cine y los mass-tnedia ofrecen de esta til- _ '■
tima (Mena, 354-55). El mundo de Los dominios, pues, es una ‘
ficción construida a partir de otras. Y esas otras ficciones ci- ■
nematográficas, televisivas, periodísticas, literarias y sublite- ‘
rarias que'.conforman' el referente cultural de la novela están5' ■
construidas, a su vez, sobre otras ficciones previas derivadas ' ■
de referentes igualmente variados. El texto de Marías, en con-y f
secuencia, es un conglomerado de ficciones superpuestas, uriq ;'
artificio confeccionado sobre otros artificios confeccionados:: i '
sobre otros ad infinitum. El análisis de Casablanca y sus m ú l
tiples reinscripciones literarias nos ha ofrecido un ejemplo ;
contundente de este proceso. Algo similar hemos mostrado en
relación con la amalgama de tiempos y espacios míticos en ?
Temblor y lo mismo se comprueba en el relato de Forcat en EL-,
embrujo, ubicado en un Shanghai;que no es la ciudad-real sk|gri
■fiX' •;
no un espacio milico creado por la interacción de elementos
.genéricos del cine de Hollywood, películas específicas (The
: Shanghai Gésmre)<cómics y novelas de épocas diversas,’"1
En Ja medida .eri quedas novelas citadas elaboran unos
mundos .Acciónales construidos sobre los referentes de otros
mundos■ficcionales construidos sobre otros, sería posible con
cebir los “círculos referenciales” de los que hablaba Navajas
más bien como espirales que dibujan una trayectoria de aleja
miento progresivo de una hipotética realidad original (ver sec
ción 5 de este capítulo;. De hecho, así parece implicarse en los
comentarios del propio Navajas cuando afirma que en la “no
vela popular5' de hoy (clasificación que encuadraría a todos los
textos considerados aquí) “la textualidad confirma un concep
to de la realidad como divergente y separada de una supuesta
materialidad externa”, para concluir destacando “ la progresiva
alienación de la cultura contemporánea con relación a unas ra-
ices'humanas primordiales” (225). La visión de Navajas sobre
la. auíorreferencialidad de las novelas contemporáneas y la
consiguiente alienación de las mismas respecto a unas supues-
tas “raíces primordiales” viene a complementar las críticas de
" Bértoio centradas en la utilización de “clichés estéticos”, la
desubicación espacio-temporal e ideológica y la trivialización
y narcisismo resultantes.
A los criterios arriba, reseñados, que son compartidos por
seétores'significativos de la crítica española, pueden contra-
poherse ciertas consideraciones y matices. Textos como Tem
blor. La puerta de marfil, Las dominios, Una cerveza, Belte-
nebros, 'El, :fwbruió -y -tantos’ otros que incorporan elementos
del cine de Hollywood no se limitan a duplicar esos modelos.
Por el contrario, aprovechan la familiaridad del público con
los mismos para convertirlos en objetos de parodia, ironía o
sátira, y para propiciar un cúmulo de reflexiones críticas. La
The ta.sk i ’m trying to' achicve is above a!l to make you see.
(D. W, Griffhh. d t. Jacobs, 119)
•' Ver Monegal, "La pamnllu ile pape!" (186, 19.U92) y Luis Bttñuel (105-14).
gyt:
la portada, imagen que propenderá a interferir con las imáge
nes mentales que surjan de la lectura.1 Inversamente, igual que
. ocurre con toda adaptación cinematográfica; el conocimiento
previo que el publico de Griffith tuviera de las novelas que
servían de base a algunas de sus películas podría llevar apare
jada una multitud de imágenes mentales, distintas para cada
lecLor, que tenderían a yuxtaponerse a las imágenes visuales
de tales películas.4
Así como Griffith y Gomad apelan a !lyou's” social y cul
turalmente-diversos, el “nosotros” implícito en la cita de Da
niel se diferencia de ambos de un modo radical. No es sólo el
hecho de .que el director y el novelista se dirigieran inicial
mente a un público estadounidense e inglés, respectivamente,
mientras que Susana y Daniel son españoles (como también lo
son, primariamente, los lectores de El embrujo). Los públicos
originales de Griffith y Conrad respecto al narrador Daniel y
los lectores de Marsé están separados, sobre todo, por el tiem
po. Conrad escribe su prefacio en 1897, el comentario de Grif
fith data de 1913, y la primera edición de El embrujo es de
1993, fechas significativas porque cubren aproximadamente
los cien años de historia del cine. Durante ese periodo, la pri
macía del cine como forma de cultura popular ha dejado su
huella en autores, lectores, narradores y personajes literarios:
unos y otros se han convertido en espectadores, han pasado a
_______ i
' Esa imagen particular sólo puede afectar a los lectores de El embruja y no. com o es
natura!, a Daniel ni a Susana.
1 Sobre la cuestión de la visuali/ación mental y sus Implicaciones literarias es muy reco
mendable el libro de Hilen Esnx'k. The Reuáer '.s Eye. El libro incluye un panorama histórico
de diversas concepciones - científicas y filosóficas acerca de la naturaleza de ¡as imágenes
m entales, así como una reflexión sobre la influencia de ciertos laclóles ideológicos -sexo,
clase y raza- en la construcción c interpretación de las imágenes por parte de los mismos lec
tores i|ite las producen. Esrock analiza una variedad de perspectivas fenomenológieas. lin
güísticas y psicoanalíticas que atañen a la lectura y al funcionamiento de los procesos cogni-
tivos. y denuncia la falta de atención - o la escasa importancia- que tales perspectivas han
concedido a la imaginación visual. Además, explora las aportaciones más destacadas de la.
psicología oogiíiíivn y la neutopsicología en relación con el estudio de los efectos cognitivos
de la imaginación visual -concretamente,"sus efectos sobre la memoria y sobre In capacidad
de resolución de problemas-. El libro también toma en cuenta las aportaciones psicoanalíti-
cas al entendimiento de los aspectos afectivos de las imágenes mentales, así como otras apor
taciones no psicoanalíticas enfocadas en la misino dirección.
. compartir un universo referencial, unos hábitos de percepción e
interpretación-de Ja realidad, unas experiencias, vitales ajenas al
contexto cultural de'un.siglo antes. Los textos de Moix, Llamaza
res. Ordóñez, Riera de Leyva, Marías, Muñoz Molina, Marsq,
Montero, Caba, Vázquez Mbntalbán y otros demuestran sobrada
mente e] alcance de este influjo cinematográfico. Por eso, cuando
Daniel en El embrujo alaba la capacidad narrativa de Forcat está
apuntando a un fenómeno a la vez similar y distinto a los de Con
rad y Griffith. No sólo las imágenes que Forcat sugiere y evoca son
distintas a las de aquéllos, sino que también lo son el público, las
condiciones del entorno, la forma de percibir, interpretar y valorar
dichas imágenes. ■
Las anteriores consideraciones resultan pertinentes como
introducción al presente capítulo, que propone una categoría
adicional de integración del cine en la novela española de los
últimos treinta años. El capítulo primero se ha centrado en la
discusión que algunos textos desarrollan sobre el papel del ci
ne como experiencia crucial en las vidas de personajes y na
rradores; el segundo ha explorado la invocación de temas, mo
tivos, referencias y alusiones a tipologías genéricas y a pelí
culas específicas, y ha considerado la incorporación de dichos
elementos a los discursos narrativos, a la caracterización de
personajes, ambientes y lenguaje. Lo que pretendo en el tercer
capítulo es mostrar cómo, sobre la base de los citados ele
mentos, algunas novelas se lanzan a una imitación de recursos
expresivos asociados a la retórica del cine: movimientos de -
cámara, ángulos de toma, planos, encuadres, manejo de la ilu7
mínación, aspectos del montaje, incluyendo transiciones me
diante fundidos, flashbacks, tratamiento de la simultaneidad.
Además de ser un referente temático, una fuente de tipologí
as, convenciones y iñodelos culturales, el cine pasa a conver
tirse en un agente transformador de estímulos, percepciones y
sensaciones. Imitando recursos cinematográficos, algunos tex
tos tienden a transformar lá experiencia lectora y acercarla a la,-
contemplación de una película. Si en El día Bruno describe
sus vivencias como movie-goer\ y Marcos hace otro tanto en
Una vuelta, ciertas novelas -entre las que se incluye esta últi
ma intentan ir más allá de ese nivel descriptivo o explicativo.
Mediante la imitación de recursos expresivos del cine y la pro
moción de formas de visualización mental, tales novelas in
tentan transmitir directamente esas vivencias a los lectores,
implicarlos en ¿lias.como si fueran lo que no son, espectado
res ante la pantalla. Tratan, en definitiva, de “hacerles ver”.
iniciaremos nuestra exploración con un análisis de la ela
boración de ciertos discursos novelescos según rasgos forma
les y estilísticos típicos de ios guiones cinematográficos. A
medio camino entre la literatura y el cine, el guión es una es
pecie de híbrido que no se suele considerar sino en función del
producto final, la película, en la cual se disuelve y desaparece
como tal. Sin embargo, la incorporación de rasgos caracterís
ticos de los guiones á los textos de varias novelas es un factor
que contribuye á estimular la visualización y a acercar la ex
periencia ele lectura a la contemplación de películas. Al mismo
tiempo, la condición verbal y escrita del guión, tanto como la
de la propia novela, se manifiesta continuamente, actuando
como un recordatorio para los lectores de la distancia insalva
ble entre el medio literario y el cinematográfico, entre visuali-
zación mental y visualización óptica, entre palabra e imagen.
Tomaremos en consideración fragmentos seleccionados de
Una vuelta dé Ordóñez, Yo maté a Kennedy de Manuel Váz
quez Montalbán (1972) y “El fantasma del cine'Roxy” dé Juan
Marsé (1987).
En la tercera sección completaremos el estudio comparati
vo de Beltenebros y El embrujo iniciado en el capítulo ante
rior, prestando atención precisamente a la multiplicidad de es
trategias mediante las cuales ambas novelas desarrollan sus
asociaciones con la retórica cinematográfica y promueven
complejos, sugerentes procesos de visualización mental. Tales
asociaciones incluyen ciertas combinaciones de voces narrati
vas e imágenes, la representación de ángulos y perspectivas
visuales, movimientos de cámara y articulación de transicio
nes espacio-temporales a la manéra del montaje.
A través de un análisis que incluirá El amante bilingüe de
Juan Marsé (1990) y el caso de los “explicadores” de la época
inicial del cine, la última sección profundizará en las interac
ciones entre lenguaje verbal y audiovisual, escritura y oralidad,
visualización óptica y mental, culminando de este modo la ex
ploración de los procesos de evocación literaria de la retórica
cinematográfica que constituye el eje del presente capítulo. -•
Antes de abordar los análisis, textuales es preciso hacer una-
serie de puntualizaciones. De entrada, hay que proclamar el
hecho fundamental de que cine y novela son medios distintos,
cada uno con sus propios, recursos, posibilidades y limitacio
nes. No cabe hablar, por lo tanto, de una transposición literal,
de recursos entre ambos órdenes de signos, ni sería riguroso
atribuir sin más a los escritores el empleo de técnicas cinema
tográficas. Los instrumentos del cineasta son las cámaras, los
focos, el equipo de sonido, la mesa de montaje; los del nove
lista, el bolígrafo o el procesador de textos. Por definición^ una
novela no puede usar “técnicas del cine”, péro sí-está a su al
cance, como señala Monegal, desarrollar procesos de imita
ción que explotan la analogía y la equivalencia, formas de aso
ciación características de la metáfora (Mónegal, “Imágenes del
devenir”, 58). La visualización que los textos pueden estimular
será una visualización mental comparable metafóricamente a la
visualización óptica, pero no idéntica; las-estrategias narrativas
mediante las que las nóvelas buscarán reproducir efectos fílmi-
cos seguirán siendo estrategias literarias. Aceptando pues de an
temano que existe una separación irreductible entre ambos me
dios, mi exploración-se concentrará en la magnitud, complejidad
y variedad de los mecanismos empleados por los textos para
acercarse, y acercar a ios lectores, a la experiencia fílmica. Esta
exploración pennitirá indagar en la naturaleza del lenguaje ver
bal escrito de la novela y el audiovisual (que incluye lo verbal,
' oral y escrito) del cine, aproximarse a las peculiaridades y los lí
mites expresivos de cada uno y aprender sobre las formas en que
es posible la asociación metafórica de sus técnicas y, recursos re
tóricos, ya que no su identificación literal.
Se lia- argumentado a veces que los estímulos visualizado-;
res y las asociaciones fílmicas sugeridas por las novelas no
son derivaciones del cine sino de tradiciones literarias previas.
Suele citarse en apoyo de esta postura el artículo de Sergei Ei-
senstein titulado “Diclcens, Griffith, and the Film Today”, es
crito en 1944, én el que el director soviético defiende el origen
novelesco de fórmulas y técnicas cinematográficas tales como
el primer plano y el montaje. En mi opinión, el hecho cierto de
que el cine recurriera en sus inicios al stock de mecanismos re
tóricos y estrategias narrativas que le proporcionaba una tradi
ción establecida como la literaria -y a fuese a través.del teatro
o de la novela- no debe ocultar el hecho de que a lo largo de
su historia el cine ha elaborado, desarrollado y transformado
profundamente tales mecanismos y estrategias, y que dichos
..procesos han tenido un efecto decisivo sobre la producción
novelesca, fenómeno que Pere Gimferrer denomina el “efecto
boomerang” (Gimferrer, Cine y literatura, 86). Es legítimo y
necesario recordar los antecedentes literarios del flashbock,. el
fundido o el montaje paralelo, por ejemplo, pero no sería jus
tificado,'al analizar novelas contemporáneas, saltar por. enci
ma de más de un siglo de aportaciones y elaboraciones cine
matográficas cuya influencia proclaman además abiertamente
los propios escritores. Es difícil hallar en las novelas recursos
asociados al cine que no deriven de. una tradición literaria pre
via, pero no lo es menos encontrar elementos de la tradición
novelesca que hayan conseguido atravesar el siglo XX. ajenos
al influjo transformador del cine.
No es el propósito de este capítulo profundizar en un deba
te sobre antecedentes e influencias que resulta reminiscente de
la proverbia! cuestión del huevo y la gallina. Por otra parte,
frente a ese tipo de planteamientos existen vías alternativas de
análisis, como ¡as propuestas por Alan Splegel en Fichan and'
the Camera Eye o Keith Cohén en Film and Fiction, .quienes
abordan la historia de la novela contemporánea como un pro
ceso constante de. interacción e intercambio con el cine, no co
ntri úna influencia unidireccional de uno sobre otro. Cohén y
Spiegel tienden a explicar el cine y la novela contemporáneos
como el resultado del desarrollo de unas inquietudes comunes*, . '
que no son otras que las del momento histórico. Lo que im-'"
porta para el presente estudio es el minucioso esfuerzo que de- ,
terminadas novelas españolas recientes llevan a cabo en el
sentido de subrayar su “íllmofilia”, de resaltar las asociado-
nes cinematográficas de la visualización mental que proponen,
de “fingirse películas” e invitar a los lectores a entrar en un. ■
juego que en todo momento se reconoce como tal. Estos pn>~
cesos vienen a apoyar las prioridades centrales de los textos:
su interés por la narradvidad, la indagación en los mecanismos
de la escritura y de la lectura, el énfasis en el carácter lúdico j .
de la experiencia literaria, su espíritu irónico y paródico, su
naturaleza reflexiva y crítica.
La eficacia de la imitación de recursos fílmicos en estas no
velas radica en gran parte en el apoyo que ellas mismas logran’
crear por medio de un contexto de referencias, alusiones y
marcas de género cuyo objetivo es emplazar al lector en una •
perspectiva de lectura e impulsarle a canalizar y articular su
visualización mental en términos fílmicos. El conjunto de aso
ciaciones cinematográficas de las novelas analizadas constitu- y
ye, en definitiva, una nueva fase del proceso estudiado en el
capítulo anterior, por el cual los textos presuponen un.lector-
espectador dotado de una competencia cinematográfica. Has- . ;
ta ahora hemos centrado la cuestión de la competencia en la,
familiaridad con .películas, estrellas y convenciones genéricas^ ;
del cine, especialmente del cine de Hollywood, manifestación*'
nes de una presencia influyente en la vida e identidad cultural ■
de los lectores-espectadores. En este capítulo, el análisis’de lá
competencia cinematográfica de ios lectores se concentrará en
aquellos aspectos que atañen específicamente al hábito de ver *;
películas, aspectos que las novelas de Moix, Llamazares y Or- Lri
dóñez atribuían a sus narradores: la habilidad adquirida de le- ’ j.
er y entender los signos fílmicos, el entrenamiento para llenar ’l 'L
huecos, establecer enlaces,: seguir la rapidez del .ritmo, com- ji
prender los manejos espacio-temporales, las maneras de arti-
ciliar las transiciones,, ios cambios'de perspectivas y otras exi
gencias .del lenguaje cinematográfico. .-
2. La cámara de papei
This was the íhing aboui movies..., they kept moving past your inind Jike the
scenery (rom a car, excepi you couldn'i gu baek, They were irreversible and
they liad tlieir own speed tiuu you had to aecommodate to. stories wliích iti
iliat vvay were a íot iike.life. (Róñale! Sukenick, "‘Film Digrcssion”. 156)
E! tipo está señuelo .en la .terraza d¿ lá casa vaciVfrente a las montañas azu
les por la luz clel atardecer. Parece muerto. A su alrededor no se mueve una
hoja. Tiene un vaso en la mano; tiene un. libro en' la mano... en este mo
mento hay ú ri c ltjjte y f p dedil ctímara, lento pero de golpe fatal, que revela
las'«migas junto á las ojos, los surcos bajo los ojos (ahora se oye muy bai-
jo. como desdo una /leste lejana, ‘'The Traeks o f My Tears". y luego el ex-
irnño eco de] lina carcíijiiíln).,. til tipo de la tenaza, entretanto, no mueve la
cara... poro su mano.lo delata, girando en insistentes y sospechosos círcu
los sobre su estomago... Si la cámara'se acerca-un poco más y se deja de
solemnidades, advertiréis que lo que hay. en su vaso no es alcohol sino Sal
de Frute Eno... y que los cigarrillos son Craven. (14-15)
" ciilcyonas básicas de movimiento en o! cinc incluyen ei movimiento tic las figuras
dciiííí) del cuadro; io.s movimientos del propio cuadro que .sé consiguen mediaiUe el giro de
la cámara sobre mi eje-m ovim iento panorámico y basculante-; los movimientos de la cáma
ra transportada -imveUiiií*, plano de «nía. plano daíly, sU'adycam, etc.-; los movimientos del
objetivo ~z(>ont~in. :.oow-oit[-\ y finalmente ei movimiento entre planos y secuencias que se
consigue metliaiite el montaje. H1 fragmemn inicial de Una vuafta no alude ni sugiere esta til
tima clase de movimiento.
cación abierta a unos.naríatarios -los lectores de la novela-,
mediante el l iso de la segunda persona del plural - “adverti
réis"-, delata la presencia de una voz narrativa detrás de las
imágenes, un narrador consciente de la presencia de su público
lector y deseoso de una.comunicación con éste. Ese nairador se
í manifiesta también por medió de comentarios y digresiones in
tercalados en la secuencia y que deliberadamente desdicen el
! carácter impersonal que de otro modo podría atribuirse a la m is-,
ma a causa de su imitación de recursos fílmicos: la sugerenciaí|
de una imagen visual - “el tipo fuma un cigarrillo sin filtro”- vaff
seguida inmediatamente por una disquisición acerca del hábito
de fumar, la soledad y el amor en la que se incluyen referencias
literarias novisualizables (13); a la imagen de la casa vacía su
cede un comentario autorial explicando que ésta “es, natural
mente, otra figura retórica” (14). En un momento dado, el.na
rrador reconoce abiertamente el carácter lúdico de su ejercicio ; -
de imitación -de recursos cinematográficos y su condición de si- .
mulacro: “Está bien, corten, acabemos con el suspense y con
esos rravellings que no conducen a paite alguna. Lo adivinas
teis...; el tipo soy yo, el libro es este libro” (16). Tales interven
ciones metanarratívas rompen continuamente el “embrujo” vi
sual producido por la imitación de elementos retóricos del guión. '
de cine, e impiden que el lector se abandone a la ilusión de es-' •
tar asistiendo a una experiencia fílmica.
La adopción de elementos de un guión cinematográfico con
que comienza Una vuelta se interrumpe después de las prime- (
ras páginas para no retomarse después más que de forma oca-,¿
sional. Por lo tanto, su efecto se concentra en introducir la nof¡§
vela con un tono, cinematográfico que ayuda a crear una cone-fl
xión con el mundo del cine, además de informar acerca de las|
cinefilia del narrador -q u e habrá dé confirmarse con creces .agí
* medida que avance la narración- y situar al lector desde el p rí||l
i mer momento en una perspectiva .de. lectura sensibilizada ha-;
! cía las referencias y alusiones fílmicas. ; A
En Yo m até a Kennedy, de M anuel V ázquez M ontalbán
(1972), hay u.n.fragmento elaborado según los parám etros |
formales de un guión, de numera sim ilar a! anterior pasa
je de O rdóñez. El fragm ento de Yo m até a K ennedy tiene
la peculiaridad de centrar la atención en el ru id o -e n p ar
ticular, el ruido del cierre de la puerta de un c o ch e - co
mo elem ento de enlace entre secuencias de una hipotéti
ca película:
" De hecho, esta afirmación es también metafórica. Las imágenes de una película ndt!
mueven. Lo que se proyecta en la pantalla es una sucesión de fotogramas estáticos; la se á jp i
clon de movimiento es una ilusión creada por cienos fenómenos ópticos y psicológicos etijé
espectador. Pura una introducción a los fundamentos técnicos de la producción y percepcio
de la imagen fílmica, incluyendo Id ilusión'de movimiento, ver Bordwell y ThompSor..(3-jO),
'''Naturalmente, ei vídeo sí permite ese tipo de acciones. £ |
hablar aproxima! iva. Tales rasgos son impresiones que el tex
to puede sugerir, evocar o estimular, pero no características in
trínsecas que se le puedan atribuir, como s is e le pueden atri
buir, en cambio, a una película (a la misma película que podría
realizarse a partir del guión de “El fantasma”, por ejemplo).
Como vimos, en los fragmentos iniciales de Una vuelta la
técnica y el estilo guióñicos se intercalan con comentarios
* metanarrativos y con digresiones de índole literaria. Algo si
milar ocurre en “El fantasma”. En el texto de Marsé, a seme
janza del de Ordóñez, esos comentarios intercalados son
agentes d e '“des-ilusión”, es decir, elementos que continua
mente desmontan el efecto de realidad cinematográfica pro
ducido por la imitación de recursos del lenguaje fílmico y re
cuerdan sin cesar ia naturaleza literaria del texto. Por ejem
plo, una de las secuencias del guión en “El fantasma” mues
tra a unos niños que observan desde lejos a un desconocido
(Vargas) que se acerca caminando despacio. Uno de los niños
enrolla un cuaderno a modo de catalejo y mira por él al hom
bre, A partir de entonces l a ‘-cámara” sigue a Vargas a través
del círculo del cuaderno-catalejo. La mirada de la “cámara”
'.coincide con la del niño, evocando el recurso cinematográfi
co de la “cámara subjetiva”:
3. De lo visible e invisible
...advertí que a! fondo, detrás del mostrador, una cortina sé movía despa- ;
ció... Avancé sin ruido hacia la cortina, sosteniendo la lámpara, que al mo
verse hacía que se desplazaran hacia atrás las sombras de las cosas. La le-
viimó: no vi mitin más quü lina oquotíntl vacia... Cuitó la espita de la lám
para y .retrocedí lui.sla apoyar ia espalda en la pared... Un círculo de luz se
proyectó en la cortina.tras la que yo me escondía y la cruzó velozmente...
Al cabo de uno o dos minutos de inmovilidad y silencio me atreví a apar
tar ligeramente la cortina con los dedos. Un hombre grande y ancho, con
gafas, con un traje marrón, estaba sentado en el camastro... Había posado
verticalmente la linterna ante sí, y su luz era una pantalla cónica de gasa
que me impedía distinguir los rasgos de su cara. Sólo veía el brillo vago de
sus galas y ¡a brasa púrpura del cigarrillo, que se avivaba y desaparecía con
una regularidad de mecanismo automático... Miraba la almohada, las no
velas. ¡as latas... pero no enfocaba sobre ellas Ut linterna, que se volcó en el .
sucio sin que él la levantara y agrandó su figura y las sombras que desfi
guraba u su rostro. (7,1-74)
" Wendy L. Rolph elabora un análisis parecido en su. estudio conjunto del interlexto ci
nematográfico en la novela de Muñoz Molina y la, película Beltenebros de Pilar Miró.
templar una vez tras otra películas antiguas sumido en un iluso
rio presente atemporal, Valdivia vincula definitivamente al cine
su “voyeurismo”, su afán por congelar el tiempo y escapar a sus
electos. El hecho de que el Universal Cinema lleve años cerrado
ai público lo convierte en un espacio muerto e invisible, intensi
ficando aún más su conexión con el personaje que io habita. El
cine aporta'recuerdos y'permite revivir experiencias familiares,
y en ese sentido es un aliado de la memoria, pero además, como
señala Monegal, “el cine es él mismo memoria, una memoria
más perfecta que fija y repite con rigurosa exactitud’' (“Imáge
nes deí devenir”, 59). En Beltenebros, el cine se convierte lite
ralmente en el espacio de la memoria de Valdivia.
El acoso final y las circunstancias específicas de la muerte
de Valdivia se vinculan ai cine de forma decisiva y proveen los
medios para una visualización articulada metafóricamente por
recursos fñníicos: la sala del Universal provee el marco espa
cial para dichos sucesos, y las imágenes que se están proyec
tando en la pantalla se imbrican con la realidad de la acción
hasta fundirse con ella. La pantalla muestra “la cara de.un
hombre con la boca abierta y unos ojos azules de locura”, lo
cual alude por igual al terror de Walter y al de Andrade antes
de m orir.'La secuencia de un hombre persiguiendo a otro
(213) expresa gráficamente el rol de “perseguidor” que carac
teriza a Darman a lo largo de la novela y de modo particular
en esa escena. La presencia en la pantalla de un hombre y una
mujer rubia (225) posee el efecto de sintetizar tiempos y per
sonajes de la historia, puesto que alude, simultáneamente: a
Walter y Rebeca madre, a Andrade y Rebeca hija y tanto a Val
divia como a Darman y cualquiera de las dos mujeres. Acción
rea! y acción cinematográfica se superponen: “cuando la alcé
del suelo [a Rebeca hija] abrazándola miré hacia la pantalla y
el hombre y !a mujer de la película se estaban abrazando tam
bién” (226-27). ' ;
Pasando al caso de El embrujo, la percepción de asociacio
nes retóricas con el cine se ve particularmente agudizada por
el contexto que se construye en torno al relato de Forcat, en es-
pecial las condiciones físicas en que tiene lugar la narración y
el tipo de relación que se establece entre narrador y narrata-
ríos. Las alusiones a la galería de la casa de Susana, desde
donde Forcat narra, son evocadoras del aspecto y función de
una sala cinematográfica, y las emociones y sentimientos que
el relato despierta en Daniel niño se asocian estrechamente a
la experiencia infantil de una sesión de cine. Para Daniel, el
derecho a escuchar la narración de Forcat se convierte en “mi
premio de todas las lardes”, y la mesa camilla o la cama de Su
sana, en cuyo borde suele sentarse Daniel, constituye para és
te “mi asiento de preferencia en la cálida galería de la torre”
(78). El espacio de la galería-sala cinematográfica participa de
una doble naturaleza: es un espacio definido, real, sometido al
paso del tiempo y alüeterioro, pero también es el punto de ac
ceso al mundo atemporal de las películas. Esta condición am
bivalente de la galería está acentuada por el sentido de irreali
dad y misterio que marca el acceso de Daniel a la misma la
primera vez que entra en casa de Susana: “el corredor en pe-
. numbra me confundió: parecía interminable, tan largo que me
produjo la extraña sensación, mientras avanzaba por él, de es
tar rebasando los límites de la torre y de adentrarme en otro
ámbito” (39). Insertada en este contexto, la narración de For
cat se articula mediante asociaciones y equivalencias con la
retórica cinematográfica, mediante las cuales se busca acercar
la experiencia del lector a la'del espectador de cine en su pro
ceso de visualización de una película.
Un primer factor que contribuye a esa aproximación es la
narración en presente. Si la desubicación espacio-temporal de
la narración de Daniel adulto produce un efecto de simulta
neidad entre el acto de narrar y la lectura, el uso del tiempo
presente en el relato de Forcat acentúa un triple efecto de si
multaneidad entre el acto de narrar, la lectura y los hechos na
rrados. En la medida en que éstos se desenvuelven frente al
lector simultáneamente al acto de la lectura, la recepción del
relato de Forcat evoca la de una película, cuya acción invaria
blemente tiene lugar en la pantalla al mismo tiempo qué el es-
pccladpr la contempla.IJ No es que la narración en presente sea
de por sí un rasgo exclusivamente cinematográfico, sino que
el contexto de referencias y alusiones al mundo de.1 cine, la
asociación de la galería a una sala de cine y ,1a evocación de
recursos expresivos fílmicos del relato propenden a crear una
determinada predisposición, y es en esas precisas circunstan
cias como ia narración en presente, por sus citadas caracterís
ticas de inmediatez y simultaneidad, contribuye a asociar me
tafóricamente la experiencia de la lectura a la contemplación
de una película.
Un segundo factor es el conjunto de técnicas narrativas vin
culadas a ia imagen fílmica y a la velocidad,- dinamismo, y '
fragmentación característicos del lenguaje cinematográfico. El
•texto remeda el usó de primeros planos, desplazamientos del
campo y ángulo de visión, captación de movimientos,rápidos
y eri rápida sucesión y enlaces entre segmentos narrativos me
diante fundidos. Pero la imitación de dichos recursos se pro
duce de manera que ios efectos visuales que sugieren no ocul
tan la naturaleza verbal de la narración, sino que vienen a
complementarla y contribuyen, en definitiva, a intensificar el
protagonismo central de la naiíatividad. En la secuencia de Ja
clinioa.de París (84-85), el Kim recibe de su amigo Lévy el en
cargo de eliminar al coronel Kruger, ex-oficial nazi que lo tor
turó durante la guerra y que ahora vive en Shanghai bajo el
nombre, supuestamente falso, de Ornar Meiningen. En un mo
mento de dicha secuencia, ia improbable aparición de un ala
crán en la habitación de la clínica actúa como una velada se
ña! que alerta a los lectores acerca de una posible trampa o
motivo oculto en la misión del Kim. El modo en que el texto
dirige la atención de los.lectores (y de Daniel y Susana) hacia
eJ alacrán, cuya presencia pasa inadvertida ai Kim y a Lévy,
comparte Sos rasgos de un primer plano cinematográfico y po-
“ Para una discusión acerca de los tiempos narrativos en cine y en literatura, incluyendo
la.cuestión ds si el cine puede narrar en otro tiempo que no sea el. presente, ver entre otros
Bluestone (48-61). Kracauer (234-35), Ross (17-34). Dagle, Cohén (123-56) y Morrissette
see la misma "función reveladora” que Siegfried Kracauer
atribuye a dicho recurso en el cine. En la citada secuencia, esa
función reveladora no se manifiesta sólo a través de la forma
en que el relato presenta ia imagen del alacrán, sino que se ve
apoyada por el comentario intercalado de Forcat. Recurso
eminentemente literario, ese.comentario sería problemático en
una película, porque su equivalente fílmico más preciso, la
voz en off, debili taría el impáctó visual conseguido por la ima
gen del alacrán. En ese sentido, la imbricación de recursos de
rivados de la retórica cinematográfica y otros típicamente lite
rarios funciona de manera similar a los casos de Una vuelta,
Yo maté a Kennedy y “El fantasma” estudiados en la sección
anterior de este capítulo. .
El relato de la incursión furtiva del Kim en la cabina del ca
pitán del Nantuckét (99): brinda un ejemplo semejante al ante
rior, aunque más complejo. Dicho episodio recrea él efecto de
ciertos recursos cinematográficos/tales, como e! movimiento
de la “cámara”, que evoca un traveíling por detrás del Kim y
sobre su hombro* el enfoque de esa misma “cámara” en .el po
ema de Cavafis que el Kim descubre en el libro abierto al azar
y la minuciosa visualización mental a. 1a que el lector queda
sometido a través de esta secuencia. A la incursión del Kim en
la cabina se superpone otra incursión, ésta no furtiva, sino bien
explícita: la del narrador Forcat en su propio relato, mediante
el uso de la primera persona del plural y la involucración ex
plícita de sus narratarios Susana y Daniel. Se produce así una
nueva interacción, o/negociación, entre asociaciones visuales
de índole cinematográfica y elementos específicamente litera
rios.
En la mencionada secuencia, la interacción de lo cinemato
gráfico y lo literario es particularmente compleja; los ecos y
reflejos intertextuales obligan a indagar en los mecanismos de
la narración, la visualización y la integración de cine y litera
tura, proceso que en última instancia acaba proclamando la
naturaleza literaria del texto y la condición de simulacro.de las
equivalencias cinematográficas propuestas. En el marco del.
relato de boreal, percibido y vivido como una película por Su
sana y Daniel e indirectamente por ios lectores de la novela, la
inserción del poema “La ciudad" de Cavafis constituye una in
tromisión de un texto perteneciente de manera ostensible a un
orden distinto, no cinematográfico sino literario, no oral como
elreiato, sino escrito. Porque se trata de una cita literaria es
crita, incorporada a un relato oral15 que finge ser una película
y que a su vez está incorporado al texto más amplio de la no
vela..Como resultado de esa incorporación se produce un efec
to de extrañamiento reminiscente del que Monegat atribuye a
la citas literarias dentro de películas. Afirma Monegai que en
tales casos el texto' de la cita “se identifica de inmediato como
ajeno,- ajeno al universo de la película, ajeno por ser de otro
autor... La.cita es una marca de heterogeneidad, una intromi
sión que exige una lectura desde criterios distintos del resto
det texto fílmico. Y a la vez es parte de éste, por lo que debe
leerse- en relación aí conjunto” (Monegai, “La pantalla de pa
pel”, 188). Puesto que el relato de Forcat empuja a Susana,
Daniel y los lectores de la novela a una visualización mental,
se puede decir,, metafóricamente,, qué todos ellos acceden al
texto de Cavafis por. vía visual, guiados por la “cámara” que
espía por encima del hombro del Kim. Pero ello implica una
presencia visual del texto de Cavafis, como si éste apareciera
en primer plano eri la hipotética pantalla mental postulada por
el relato. Se plantea así una situación problemática -la necesi
dad de visualizar mentalmente el texto de un poem a- que de
lata el carácter de artificio literario de! relato, de la “película”
de las aventuras deíKirn, y de la novela.16
F.l extrañamiento producido por el poema es aún más nota
ble por la introducción de un elemento tan ajeno a la expresión
orai, y tan infrecuente incluso en el lenguaje novelístico, co
mo es la nota a pie de página en la que se indica que la versión
" El relato de Forcat se construye como un relato oral y es .recibido como tai por Daniel
y Susjina, si biei;. aí ser parte del texto tic la novela, llega a los lectores como relato escrito.
" 1 Una' adaptación (TImica de /./ embrujo sí podría, por cierto, presentar en la pantalla el
til>[xi abierto con el poema y dejar que los espectadores lo leyeran.
de ''La ciudad" corresponde al poeta Angel González. Aparte
de lo inhabitual del procedimiento de la nota,17 la atribución a
González aumenta a su vez el extrañamiento, puesto que pa
rece inverosímil no ya la presencia de esa versión del poema
en un libro a bordo del Nantucket, sino su misma existencia en
los años cuarenta, a tiempo para que Forcat la conociera y se
la pudiera recitar a Susana y Daniel.18
Por otro lado, la cita es parte del texto y por ¡o tanto, como
indica Monegai, debe leerse en relación a éste. Así leído, el
poema de Cavafis se revela como un núcleo generador de co
nexiones entre todos los elementos de la novela, porque sus
referencias a mares y ciudades, a búsquedas y huidas imposi
bles, al paso del tiempo y a la memoria implican tanto al Kim
del relato de Forcat corno al propio Forcat y desde luego al -na
rrador Daniel. Texto escrito dentro de un relato oral que imita
una película dentro de otro texto escrito, convertido en eje
simbólico y en síntesis de la novela al modo de un significati
vo mise en abyme, el poema ocupa además, físicamente, por
voluntad autorial o por azar, casi el centro exacto de la misma.
. La-secuencia de la detención de Nualart (70-72) ofrece un
ejemplo adicional. Se trata de una secuencia completamente
fenomenoiógica: todo en ella son formas, colores, distancias,
direcciones y referencias a la disposición espacial de los obje
tos y de los personajes. Es imposible leer este episodio sin vi
sualizar mentalmente.cada.paso.de la acción y cada detalle
descriptivo. A ello contribuye también la profusión de verbos
como “observar”, “ver" o “mirar”, los cuales no dejan al lec
tor otra alternativa que dirigir su mirada en direcciones espe
cíficas determinadas por el texto con una autoridad sólo com
parable a la de una cámara. Hay que insistir en que la activi
dad visualizadora puede no ser cinemática per se\ la novela re
alista de] siglo XIX está llena de imágenes y de verbos de vi
sión. Pero vale la pena insistir ers que las asociaciones entre
■' Christian Me», qlsib'd'M li.íipS'eiíítion de Eichenbaum cuando.comenta que existía “to
da una gesticulación en el juego üel acrOr..,,.uná tentativa inconsciente de. hablar sin palabras,
pura decir sin el lenguaje veíbaí no sóiu to,cjue se hubiera dicho por medio de él.... sino para
decirlo sin él ih'I mistiioiuixhi.qiK se'hub¡era. dicho por medio de él” (cit. por Peña-Ardid, Lí-
Itminmt r eme. 6S). .■■■
curso interpretativo interior (ver Pena-Ardid, Literatura y ci
ne, 62-70).
En cuanto a la palabra oral propiamente dicha, ésta so ha
bía incorporado ya a las llamadas “pelícnlas mudas'’ desde
los primeros años gracias a la presencia de unas intrigantes,
y todavía escasamente estudiadas, figuras que serían conoci
das en España como ''explicadores” o “picoteros”. Según los
pocos documentos existentes, la presencia de explicadores
en el cine español parece haber alcanzado su apogeo duran
te la primera década del siglo XX, para acabar desaparecien
do en torno a 1913 (Sánchez Salas, 76-78). Se trata, pues, dé
un fenómeno muy anterior a la introducción de la banda so-'
ñora al final de la década de 1920, que se ha tomado tradi-
cionaímente como el inicio Oficial del llamado “cine sono
ro” . De pie en un extremo de la sala, los explicadores se de
dicaban a contar, inteipretar y comentar en. voz alta las ac
ciones de la'pantalla, en un intento de ayudar a los especta
dores a seguir un discurso fílmico que podía ser demasiado
rápido y confuso para éstos. Los explicadores no se limita
ban a contar la trama de la película sino que solían añadir sus
propias impresiones y con frecuencia inventaban o transfor
maban elementos de la acción con el objeto de conmover, di
vertir. o asombrar al público, además de improvisar conti
nuas respuestas para las preguntas y comentarios espontáne
os de parte de éste. Todo ello solía convertir a estas sesiones
en verdaderos happenings, interactivos e imprevisibles, en
ios que la conjunción de imágenes, narración verbal de los
explicadores y preguntas y comentarios del público contri
buía a desplegar nuevas y cambiantes formas de “ver”. Cabe
considerar, pues, el discurso oral de! explicador como una
voz que se superpone a la “voz muda” del discurso de las
imágenes y propone lecturas y visüalizaciones que a su vez
pueden superponerse a la visualización de las imágenes de la
pantalla. Er. este sentido, los explicadores podrían haber he
cho suya la afirmación compartida por Griffith y Conrad de
que su misión era, precisamente, “hacer ver” .
E! carácter ora! del discurso de los explicadores entra en
abierta contradicción con la sordera que Unamuno esgrimía
corno uno de los rasgos que harían justificable, o al menos
tolerable, la asistencia al cine. Sin embargo, el otro rasgo
apuntado por el autor vasco, el analfabetismo, no parece
irrelevante en este contexto. De hecho, a los espectadores
españoles de la época cabría calificarlos de “analfabetos” en •
un doble sentido: primero, porque en su mayoría no sabían
leer (un porcentaje abrumador de la población española era
analfabeta a fines del siglo XIX) y por lo tanto no podían se
guir las explicaciones de los rótulos intercalados cuando los
había. Segundo, porque no estaban habituados todavía a
descifrar - a "lee];”- los entresijos de lo que podríamos lla
mar la sintaxis cinematográfica.
Dejemos momentáneamente a los explicadores, casó fasci
nante de incorporación temprana de la palabra oral a la expe
riencia cinematográfica, para considerar, simétricamente, la
presencia de la imagen cinematográfica en la literatura. A lo
largo de este capítulo hemos visto cómo algunos textos de Or-
dóñez, Vázquez Montalbán. Marsé y Muñoz Molina se lan
zan a una imitación de recursos expresivos asociados abierta
mente a la retórica del cine. El caso de El amante bilingüe de
Marsé aporta una dimensión adicional en este proceso. Para
nuestros propósitos resulta particularmente relevante la rela
ción entre dos personajes de esta novela, Carmen y el prota
gonista Juanito Marés -abierta alusión al propio Juan Marsé
que aparece ya en otros textos de este escritor-. Carmen es
una muchacha ciega que vive y trabaja en la pensión regenta- .
da por su abuela, pensión a la que Marés, haciéndose pasar
por un amigo de la infancia llamado Faneca, acude para alo
jarse por una temporada. La mayor afición de la chica es sen-
■tarse frente al televisor y quedarse embobada imaginando las
películas que su ceguera no le permite ver. Llevado por la ter
nura que la muchacha le despierta, Marés empieza a contarle
las películas, poniendo atención a los detalles y aportando sus
propios comentarios:
w W W w
- El proceso por el que tos textos audiovisuales de las películas de la'televisión se'ín-
corporan a la narración oral.de Mares, que a su vez es elaborada y estilizada para .integrante
en el texto escrito de la novela corresponde a ló que Antonio Monegal ha caracterizado cotilo
“traslaciones". Ver Monegal. “La pantalla de papel” (186. 191-92) y L i tis B ti ñ u e l (105-14).
En un cuarto nivel, fuera del texto de la novela aunque pro
movido por éste, quedarían incluidas las múltiples y variadas
reconstrucciones' mentales que los lectores pueden hacer de las
películas que JVÍarés explica. Tales imágenes mentales varia
rán de lector a lector, y sobre ellas podrán influir las peculia
ridades de la-imaginación y d é la competencia cinematográfi
ca,'de cada uno, que la novela apoya no sólo mediante la abun
dancia de sugerencias visuales y umeonstante énfasis fenome
nología) sino también, mediante frecuentes referencias Ínter-
textuales. Por.ejemplo, en uña de las escenas narradas por Mia
rás, ios detalles de la acción y tas menciones a “Alicia”, “Alex
Sebastian”, y “Mr. Devlin” '(215-18) servirán para revelar la'
asociación con la película Notorious de Hitchcock. Para aque
llos lectores: que -hayan visto la película, ia visualización men
tal estimulada por la lectura de dicha escena estará marcada
ineludiblemente por las imágenes de Ingrid Bergman, Claude
Rains y-Cary Grant. Por otra parte, en la caracterización, el
ambiente y las peculiaridades .de la interacción de Marés/Fa-
neca y Carmen resuenan ecos de la película City Lights de
Chapiin: Ja muchacha ciega, que también vive con su abuela;
la doble, engañosa identidad del protagonista, y el juego que
tanto la novela como la película desarrollan en torno a dicho
engaño;-la relación afectiva, el tono sentimental y el sentido
de protección que impulsa tanto a Mares como al vagabundo
dé Chapiin hacia las respectivas muchachas.
La cuestión del engaño y la ocultación, los juegos de apa
riencias que constituyen uno de los temas centrales de El
amante bilingüe y que son también la base de City Lights, re
sultan igualmente importantes en Notorious. En primer lugar,
porque el género de espionaje se basa, por definición, en el en
gaño de las apariencias, la doblez y la ocultación, algo que ya
tuvimos ocasión de estudiar en relación a Beltenebros. Pero
además, la escena de Notorious que Faneca relata a Carmen
• gira precisamente en torno a ese tema. En dicha escena, Alicia
(Ingrid Bergman) coge disimuladamente una ilave del llavero
de su marido y la guarda en su puño cerrado para que éste, que
entni.cn la habitación en ese momento, no la descubra. El es
pectador del filme de Hitchcock puede ver cómo Alicia coge
la llave, También puede. verio.Marés (dentro del mundo fic-
cional de la novela), puesto que está mirando la película por
. televisión, y a través de su relato pueden visualizarlo mental
mente los lectores-de El amante bilingüe. Sin embargo, la lla
ve queda oculta para Alex Sebastian, el marido (Claude
Rains), gracias a los buenos reflejos de Alicia, y también que
da fuera de la visión de Carmen, a causa de su ceguera (aun
que, naturalmente, es informada del suceso por Marés). Hay,
pues, un juego de visiones, apariencias, ocultamientos y enga
ños dentro y fuera de la película y de la novela que involucra
tanto a personajes de aquélla y de ésta como a los espectado
res y lectores de uiia y otra. Por otra parte, el propio persona
je Marés queda construido como un engaño viviente: disfraza
do de Faneca, usurpando y reinventando la identidad de éste,
oculto bajo una apariencia física, una manera de h ablar-una
“voz”- y una mirada (incluyendo el parche en el ojo) medio
apropiadas, medio inventadas. La alteración de la propia iden
tidad o de la propia historia es otro rasgo que lo asocia con
Forcat en El embrujo.2''
En los mecanismos narrativos de El amante bilingüe y los
procesos perceptuales e imaginativos que nacen de las expli
caciones de Marés y las referencias intertextuales aportadas
por la novela convergen los personajes con los lectores, el
mundo ficcional con el real, el discurso fílmico audiovisual
con los discursos verbales de la oralidad y la escritura. Por
eso, si los explicadores del primer cine español verbalizan los
discursos mudos de las películas para unas audiencias analfa
betas -que no sordas-, en las secuencias citadas de El amante
bilingüe, marcadas por la ocultación y el engaño de las apa
riencias, lectores y personajes quedan unidos bajo el signo, li
teral y figurado, de la ceguera: mediante el ejercicio de su ima-
-■'•De hecho, se trata de un tema recurrente en ht obra de Mar.se. Véase, por ejemplo, eJ
caso del Pijoaparte en Ú l t i m a s ¡ a r d e s c o n T e r e s a y Llnis Forres! en L a m u c h a c h a d e f a s b r a
g a s d e oro.
pimidóii visual, los lectores se constituyen en “espectadores
ciegos" de iá novela, de la misma manera que Carmen es ‘Mec
iera ciega" de Jas películas que Mares le cuenta. ’1
.Tanto'Mas sesiones de los explicadores como los discursos-
superpuestos de la novela de.Marsé manifiestan una transgre
sión y un cuestionamiento de la autoridad narrativa bajo los
que se revelan rasgos de una cierta posmodemidad comparti
da a través de !a distancia cronológica: en.el caso de los ex-
piieadores, el discurso colectivo .y-cambiante que resulta de la
tnieraccidn.de imágenes en ,la pantalla, narración oral del ex-
plicador y comentarios y preguntas del público subvierte no
. sólo el reparto tradicional de papeles asignados a autor, texto
. y público sino que acaba diiuminando o incluso contradicien
do abiertamente el sentido, el orden y la lógica narrativa de la
película, sustituyéndolos por un discurso imprevisible, impro
visado, colectivo y cambiante. En el caso de El amante bilin
güe, ia superposición de discursos que van desde Hitchcock
hasta Chaplin, de la mano—o mejor, de la voz y la m irada- de
un narrador que cuenta, comenta.e inventa,, acaba borrando la
posibilidad de discernir ün autor -esto es, una autoridad, y
también, por lo tanto, un origen—en.la historia. La intertex-
■maliciad se convierte así en .un factor inherente a la misma tex-
rualidad, y los conceptos de originalidad, autenticidad, copia y
■' •falsificación en cine y literatura se distorsionan y se desvane*
cen en un torbellino de. voces, ecos y reflejos. En medio de ese
torbellino, ciegos, analfabetos, tal vez incluso sordos, a los
■lectores y espectadores les queda, todavía, la narración.'
7 En su libro tic memorias' Viaje de ida, Román Gubcm (Ja te de la existencia, durante, los
años cúp,renta, de retransmisiones radiofónicas tic películas, en las que el locutor, instalado en
l;¡ sida de proyección, iba "explicando” las películas en directo para que los radioyentes pu- .
■ dieran seguirlas y visualizarlas mentalmente a través de los aparatos. Según indica Gubern,
dichas retransmisiones se consideraban idóneas para ciegos y enfermos inmovilizados, aun
que eran estudiadas también por aquellos que no podían costearse la entrada a un cine de es
treno ¡Gubcm, Viaje d e ida. 65). La dinámica que se establece entre película, espectador/na- ■
itador -el locutor—y audiencia "ciega” -io s radioyentes, quienes no tienen acceso visual a la
película y deben visualizarla mentalmente- resulta muy similar a la que tiene lugar en El
a m a n t e b i l i n g ü e entre i:: ixhícula H o t o r i o u s , Márés/Faneca. Carmen y los lectores de la no
vela. quienes coinciden con la muchacha y con los radioyentes mencionados por Gubern en
su "ceguera" literal o figurada.
CONCLUSIONES