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2.

1 Inteligencia emocional

El término inteligencia emocional (IE) ha pasado de ser estudiado únicamente en el ámbito

científico, a ser utilizado en distintos ámbitos de la vida. Por ejemplo, psicólogos, orientadores

escolares y profesores se basan en ella para intentar que los alumnos alcancen su máximo

potencial académico; las pruebas de inteligencia emocional se han convertido en un aliado

durante el proceso de selección de empleados en las empresas; incluso dentro del entorno

familiar, los padres que desean que sus hijos crezcan para ser personas emocionalmente estables

y felices recurren a libros y otros materiales que ayuden a fomentar la IE en sus hijos. Este es

uno de los constructos científicos que más popularidad ha adquirido en los últimos años,

apareciendo originalmente como una alternativa a la visión de la inteligencia general y

estableciéndose como una habilidad que va más allá de los aspectos intelectuales. Mesa (2015)

2.5.1 Conceptualizaciones de la inteligencia emocional.


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El desarrollo armónico de la vida social, académica o profesional de las personas no puede ser

explicado sólo a partir de una concepción monolítica de la inteligencia. En realidad, muchos

comportamientos y capacidades considerados excepcionales no son producto exclusivo de la

cognición, sino que influyen otras dimensiones o componentes para el funcionamiento y

adaptación de las personas en sociedad. Sin embargo, los pioneros en el estudio y la medición de

la inteligencia reconocieron la necesidad de ir más allá de los planteamientos puramente

cognitivos basados en la capacidad e incluir otros tipos de habilidades. De ahí que surgiera el

concepto de inteligencia emocional. Mesa (2015).

El concepto inteligencia emocional (IE) apareció por primera vez desarrollado en 1990 en

un artículo publicado por Peter Salovey y John Mayer, continuando con una tendencia iniciada

por otros grandes psicólogos como Wechsler (1940), Gardner (1983) o Sternberg (1988).

Citado en Enríquez (2011).

Así mismo, según los autores Fernández Berrocal y Extremera (2009), la inteligencia

emocional, es definida como la habilidad para percibir, comprender, asimilar y regular las

emociones propias y la de los demás, aparece como una habilidad que ayudaría a los

adolescentes a guiar sus pensamientos y a reflexionar sobre sus emociones ayudándoles a

mejorar sus niveles de bienestar.

Por su parte, Goleman (2008) refiere que la inteligencia emocional es el equilibrio que debe

existir entre la mente emocional y la racional, explica que una siente y la otra piensa. Afirma que

cuando personas con un elevado coeficiente intelectual tienen dificultades para triunfar

profesional y socialmente, y aquellos que tienen un coeficiente intelectual modesto, se


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desempeñan sorprendentemente bien en los diversos aspectos de la vida. La diferencia suele estar

en autodominio, la persistencia y la capacidad de motivarse a uno mismo. Citado en ( Ninatanta,

2015).

El autor Gardner (2003), citado en Ninatanta (2015) refiere que la inteligencia no era una

capacidad unidimensional limitada al ámbito lógico-matemático y lingüístico, sino que existían

múltiples tipos de inteligencia y que, en consecuencia, una persona podía ser inteligente en áreas

distintas a la intelectual.

La inteligencia emocional es concebida como un conjunto de habilidades cognitivas para usar

y manejar las emociones de manera óptima. Cantero, 2012, citado en Caizapanta (2018).

Recientemente, Bar-On (2006) ha considerado a la inteligencia emocional como la

interrelación de competencias sociales y emocionales que determinan el modo efectivo en el que

nos comprendemos a nosotros mismo y nos expresamos, cómo entendemos a otros, cómo nos

relacionamos con ellos y cómo afrontamos las demandas del día a día. Trigoso (2013)

2.5.2 Orígenes de la inteligencia emocional.

Históricamente, la primera aparición del concepto inteligencia emocional está en los tratados

de Charles Darwin, considerando que la expresión emocional era importante para la

supervivencia y la adaptación de los seres vivos con el medio ambiente. Luego, Thorndike

(1920) utiliza el termino de inteligencia social para describir la habilidad de comprender, dirigir

y motivar a los hombres y mujeres, y actuar sabiamente en las relaciones humanas. Chico (2016)

En 1983 se publicó Frames of Mind de Howard Gardner, donde planteaba su teoría de las

inteligencias múltiples. De estas inteligencias las que se relacionan con lo que Thorndike
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consideraba inteligencia social son la interpersonal (que se refiere a la capacidad que tiene una

persona para relacionarse con los otros de manera eficaz) y la intrapersonal (la capacidad de

analizar y entender quiénes somos, nuestras motivaciones y el conocimiento de nuestras

destrezas y debilidades). Esta teoría supone el inicio del desarrollo de la noción de inteligencia

emocional. Guevara (2011).

Para Sternberg (1988) citado en Caizapanta (2018), propone una visión de la inteligencia en la

que distingue varios tipos de ella relativamente interdependientes pues incluye otras dimensiones

no estrictamente cognitivas, como lo son la creatividad, los aspectos personales y sociales. Para

este autor la clave para alcanzar el éxito es desarrollar, además de la inteligencia analítica, las

inteligencias creativa y práctica.

Posteriormente, en 1990, dos psicólogos americanos, Peter Salovey y John Mayer, acuñaron

el término de inteligencia emocional como

“la capacidad para supervisar los sentimientos y las emociones de uno/a mismo/a y de
los demás, de discriminar entre ellos y de usar esta información para la orientación de la acción
y el pensamiento propio”. Salovey y Mayer (1990: p.189).

Estos autores resaltan que nuestras capacidades de percepción, comprensión y regulación

emocional son de vital importancia para la adaptación de nuestro entorno y contribuyen

sustancialmente al bienestar psicológico y al crecimiento personal, independientemente del nivel

cognitivo de la persona. Chico (2016).

Años más tarde, Salovey y Mayer reformularon esta definición, pues reconocieron que

resultaba insuficiente en algunas situaciones, ya que incidía solamente en la regulación de las


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emociones, omitiendo la relación entre los sentimientos y el pensamiento. Para eludir las

carencias encontradas, propusieron la siguiente definición:

«La inteligencia emocional relaciona la habilidad para percibir con precisión, valorar y
expresar emociones, relaciona también la habilidad para acceder y/o generar sentimientos
cuando facilitan el pensamiento, también la habilidad para entender emoción y conocimiento
emocional y la habilidad para regular emociones que promuevan el crecimiento emocional e
intelectual». (ayer y Salovey, 1997 p.10, en Dueñas (2002).

Es en 1995 cuando el término se populariza con Daniel Goleman, quien tomando en cuenta

investigaciones anteriores y habiendo estudiado el trabajo de Salovey y Mayer, publica su libro

Emotional Intelligence. En él, Goleman expone que la inteligencia emocional es la herramienta

que nos ayuda a interactuar con el mundo, que la misma envuelve sentimientos y habilidades

como el control de los impulsos, la autoconciencia, la motivación, la perseverancia, la empatía,

etc. También que la inteligencia emocional configura rasgos de carácter como la autodisciplina o

la compasión, los cuales resultan indispensables para una buena adaptación social. Goleman,

1995, citado en Mesa (2015).

Bar-On en (1983) citado en Enríquez (2011) utilizó la expresión EQ (Emotional Quotient) en

su tesis doctoral. Según explica él mismo, el término EQ fue acuñado en 1980 (Bar-On, 2000).

Aunque parece ser que no tuvo una difusión hasta 1997 en que se publicó la primera versión del

The Emotional Quotient Inventory (Bar-On, 1997) para referirse a la inteligencia emocional (con

el que se basa esta investigación), donde se distinguen 5 componentes factoriales como son, el

componente intrapersonal, componente interpersonal, componente de adaptabilidad, componente

del manejo del estrés, componente del estado de ánimo en general.

El que la inteligencia emocional se diera a conocer de manera masiva fue algo positivo, pero

se notaba una limitación desde un punto de vista científico: la relación entre su popularidad y el
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número de investigaciones realizadas sobre el constructo era inversa. A pesar de esta situación,

en poco tiempo las corrientes académicas y estudios empíricos sobre el tema de IE se fueron

multiplicando y el objetivo de los investigadores fue entonces operacionalizar el constructo

mediante medidas de evaluación y aportar evidencia empírica sobre la validez predictiva del

constructo. Gracias a esto, en la actualidad podemos presumir de tener una buena base

bibliográfica que permite diferenciar entre los planteamientos y modelos de IE existentes. Mesa

(2015).

2.5.3 Principios de la inteligencia emocional.

De acuerdo a Gómez, Galiana y León (2000) citado en Flores y Ynoñán (2018) la inteligencia

emocional adopta los siguientes principios:

- Autoconocimiento. Este principio nos permite conocer nuestras fortalezas, así como

nuestras debilidades.

- Autocontrol. De acuerdo a este principio las personas somos capaces de enfrentar

diversas situaciones, siempre buscando mantener la calma, controlando nuestros

impulsos, saber mantener.

- Automotivación. Este principio nos permite lograr nuestras metas por nuestra propia

motivación, sin depender de la motivación que otras personas nos brinden.

- Empatía. Por medio de esta habilidad los seres humanos, nos ponemos en el lugar de las

personas de nuestro entorno, comprendiendo sus necesidades, emociones, sentimientos,

etc.
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- Habilidades sociales. Por medio de esta habilidad, se evidencia como las personas

pueden, necesitan relacionarse y comunicarse con las personas de su entorno como ser

social.

- Asertividad. Por medio de esta habilidad el ser humano, defiende sus ideas, aprende a

enfrentar problemas y acepta las críticas para mejorar.

- Proactividad. Por medio de esta habilidad el ser humano busca oportunidades y soluciona

problemas, asumiendo sus actos.

- Creatividad. Por medio de esta habilidad el ser humano puede generar diversas formas de

afrontar y resolver sus problemas o retos.

2.6 Modelos de inteligencia emocional

A lo largo de los últimos años, diversos investigadores han elaborado diversos modelos

teóricos sobre la inteligencia emocional. No obstante, existen muchos puntos en común entre

unos y otros, de modo que, en ocasiones, los diferentes modelos tienden a ser complementarios

más que contradictorios entre sí. A pesar de ello, “si bien el estatus científico de cada modelo

pudo ser similar en un principio, los resultados de las investigaciones confirman a día de hoy que

el respaldo empírico de cada uno de ellos es bastante desigual”. Bisquerra, Pérez y García, 2015

p.43, citados en Hernández (2015)

Según Trigoso (2013) a lo largo de la última década, la literatura ha distinguido de forma

clara entre dos grandes acercamientos conceptuales en el estudio de la IE: Los modelos teóricos

de IE como habilidad, aquellas aproximaciones que analizan las habilidades mentales que

permiten utilizar la información que nos proporcionan las emociones para mejorar el
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procesamiento cognitivo. Es decir, los modelos de capacidad o habilidad basados en las

capacidades cognitivo-emocionales (Pérez, Petrides y Furnham, 2005). A este modelo pertenece

el modelo de Mayer y Salovey. Clavero (2011).

Y, por otro lado, los conocidos como modelos mixtos, aquellos acercamientos que en sus

postulaciones incluyen, dentro de la definición IE, tantas habilidades mentales con rasgos

estables de comportamiento y de personalidad, competencias sociales e indicadores de ajuste

(Fernández-Berrocal & Extremera, 2008; Mayer, Salovey, & Caruso, 2008) citado en Trigoso,

2013: p.41). Es decir, aquellos que combinan rasgos de personalidad con capacidades mentales y

emocionales (Stys y Brown, 2004). A este modelo pertenecen los modelos de Goleman y Bar-

On, en este último se basa la literatura de esta investigación. Clavero (2011).

2.6.1 Modelo de habilidades.

Según Mesa (2015), el modelo de habilidad concibe la IE como una inteligencia genuina

basada en el uso adaptativo de las emociones y la aplicación de esta al pensamiento. Se centra

exclusivamente en el procesamiento emocional de la información y en el estudio de las

capacidades relacionadas con dicho procesamiento (Extremera y Fernández- Berrocal, 2005).

Peter Salovey y John Mayer acuñan inicialmente este concepto que contempla cómo las nociones

de inteligencia y emoción se relacionan entre sí.

2.6.1.1 El modelo de Salovey y Mayer.

Según Melchor (2017) este modelo ha sido reformulado en sucesivas ocasiones desde que, en

el 1990, Salovey y Mayer introdujeran la empatía como componente. En 1997 y en 2000, los
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autores realizan sus nuevas aportaciones, que han logrado una mejora del modelo hasta

consolidarlo como uno de los modelos más utilizados y, por ende, uno de los más populares

Desde el modelo teórico de Salovey y Mayer, la inteligencia emocional es concebida como

una inteligencia genuina basada en el uso adaptativo de las emociones, de manera que el

individuo pueda solucionar problemas y adaptarse de forma eficaz al medio que le rodea (Mayer

et al., 1993). Desde esta primera conceptualización los autores desarrollan su modelo teórico y lo

publican en 1997, convirtiéndose en el modelo teórico con mayor rigor científico. Enríquez

(2011)

Según Chico (2016), dentro de cada una de las habilidades, identifican los autores una serie de

capacidades que se van desarrollando a lo largo de la evolución del individuo. Las habilidades

que presentan son las siguientes:

1. Percepción, evaluación y expresión de las emociones. Es la habilidad para percibir las

propias emociones con sus correspondientes correlatos físicos y cognitivos, percibir las

emociones de los demás y percibir emociones en objetos, artes, historia y otros estímulos.

2. Asimilación Emocional. Es la habilidad para generar, usar y sentir las emociones como

necesarias para comunicar sentimientos, o utilizarlas en otros procesos cognitivos.

3. Comprensión y análisis de las emociones. Es la habilidad para comprender la

información emocional, como las emociones se combinan y progresan a través del tiempo

y saber apreciar los significados emocionales.


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4. Regulación emocional. Es la habilidad para estar abierto a los estados emocionales tanto

positivos como negativos, modular los propios estados emocionales y los de los demás,

así como promover la comprensión y el crecimiento personal.

2.6.2 Modelos mixtos.

Los modelos mixtos consideran la inteligencia emocional como una combinación de

dimensiones de personalidad (asertividad, extraversión, impulsividad, optimismo, motivación,

etc.) con habilidades emocionales (autorregulación emocional, autoconocimiento emocional,

etc.). El modelo mixto se centra en rasgos de comportamiento estables y variables de

personalidad, así como con otras variables sin ninguna constatación de su verdadero vínculo con

la inteligencia emocional. La perspectiva de rasgo en estos modelos implica consistencias

situacionales en conductas tales como la empatía, el asertividad y el optimismo. Utiliza

instrumentos de medida muy parecidos a los autoinformes estandarizados que miden variables de

conductas. Chico (2016).

2.6.2.1 El modelo de Goleman.

Según Melchor (2017), Goleman establece la existencia de un Cociente Emocional (CE) que

no se opone al Cociente Intelectual (CI) clásico, sino que ambos se complementan.

Este complemento se manifiesta en las interrelaciones que se producen.

Es por lo que, Goleman (1995;1998) ha defendido la validez predictiva de su modelo mixto y

sitúa la inteligencia emocional como responsable del éxito en el hogar, la escuela y en el trabajo,

en un porcentaje que debería superar al éxito determinado por el cociente intelectual. Chico

(2016)
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Los componentes que constituyen la Inteligencia emocional según Goleman (1995) citado en

Melchor (2017) son:

1. Conciencia de uno mismo. Es la conciencia que se tiene de los propios estados internos,

los recursos e intuiciones.

2. Autorregulación. Es el control de nuestros estados, impulsos internos y recursos internos.

3. Motivación. Se explican cómo tendencias emocionales que guían o que facilitan el logro

de objetivos.

4. Empatía. Se entiende como la conciencia de los sentimientos, necesidades y

preocupaciones ajenas.

5. Habilidades sociales. Es la capacidad para inducir respuestas deseables en los demás,

pero no entendidas como capacidades de control sobre otro individuo.

2.6.2.2 Modelo de K. V. Petrides.

Otro modelo mixto es el de Autoeficacia Emocional de Petrides. El autor presenta similitudes

con el modelo de Bar-On, aunque Petrides entiende la IE como un rasgo que forma parte de la

estructura de la personalidad. Petrides y Furnham (2001), constataron el hecho de que la IE

mostraba claras correlaciones con las dimensiones de la personalidad, algo que no debe ser

entendido como un síntoma de debilidad del constructo. Más bien, sirve como punto de partida

para destacar la conceptualización de la IE como un rasgo de nivel inferior a la personalidad e

implica asociaciones con las dimensiones de orden mayor de la personalidad. Belmonte (2013)

citado en Mesa (2015).


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Petrides y Furnham definieron la IE como: “Un conjunto de componentes emocionales y

capacidades auto-perceptivas que representan el constructo de la personalidad” (Petrides y

Furnham, 2001, p. 479). Con esta definición ponen de relieve el carácter multifactorial del

modelo, la concepción de la IE como un rasgo de personalidad y el término de habilidades auto

perceptivas, lo que indica que el modelo se basa más en la percepción que un individuo tiene de

sí mismo de sus destrezas emocionales, que en la capacidad real y demostrable de sus

habilidades emocionales. Mesa, (2015)

2.6.2.3 Modelo de Reuven Bar-On: la inteligencia socio-emocional.

Siendo este un modelo mixto, se le atribuye la autoría del término EQ (coeficiente emocional)

por semejanza y complemento al termino IQ (coeficiente intelectual). Por lo que, su

conceptualización va más allá de estar únicamente basado en la inteligencia, sino que considera

un conjunto de factores emocionales, personales y sociales que influyen en la habilidad general

de adaptarse de manera activa a las presiones y demandas del ambiente (Bar-On, 2005).

Considera que la relación de las personas con el medio ambiente es consecuencia de una

capacidad que se centra en comprender, ser consciente, controlar y expresar las emociones de

una manera adecuada y esto depende, según el autor de las características de la personalidad

Ayala (2012) citado en Mesa (2015).

El modelo emplea la expresión “inteligencia emocional y social” haciendo referencia a las

competencias sociales que se deben tener para desenvolverse en la vida. Según Bar-On (1997), la

modificabilidad de la inteligencia emocional y social es superior a la inteligencia cognitiva.

Melchor (2017).
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Es por lo que, según Bar-On (1997), citado en Alejos y Izarra (2013) la Inteligencia Socio

Emocional (ESI) se define como un conjunto de habilidades personales, emocionales y sociales

que influyen en la capacidad de una persona para adaptarse y enfrentarse a las demandas y

presiones del medio ambiente. Se basa en la capacidad del individuo de ser consciente,

comprender, controlar y expresar sus emociones de manera afectiva. Gabel (2005). En este

sentido, el modelo “representa un conjunto de conocimientos utilizados para enfrentar la vida

efectivamente”.

Es por tanto que, Bar-On se enfoca en varios conceptos y teorías relacionadas con la

inteligencia emocional en el campo de la psicología; por ejemplo, en la influencia de Darwin al

destacar la importancia de las emociones como medio de supervivencia y adaptación; se apoya

en la teoría de Thorndike sobre la inteligencia social y su trascendencia en la realización de

cualquier suceso en la especie humana; se apoya en la teoría de Weschler sobre la importancia de

los factores no intelectuales de la inteligencia. Mesa (2015).

Así mismo, ofrece una definición de inteligencia emocional tomando como base a Salovey y

Mayer (1990), cuando reformula el concepto con el término de inteligencia socio-emocional y lo

define como un “conjunto interrelacionado de competencias sociales y emocionales, habilidades

y facilitadores que determinan cómo nos entendemos y nos expresamos efectivamente,

entendemos a los otros y nos relacionamos con ellos, y hacemos frente y resolvemos las

demandas del día a día”. Bar-On, 1997, 2006; citado en Bernal y Ferrándiz (2010).

Para Bar-On, esta inteligencia es diferente a la inteligencia cognitiva, señalando que los

factores componentes de la ESI son similares a los factores de la personalidad, pero con la

diferencia que los factores de la Inteligencia Socio Emocional pueden modificarse a lo largo de
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la vida. Según este modelo, una persona social y emocionalmente inteligente es aquella capaz de

comprender y expresar sus propias emociones, comprender y relacionarse bien con los demás y

hacer frente con éxito a las demandas, desafíos y presiones de la vida diaria. Alejos y Izarra

(2013).

Para ello un individuo debe tener unas capacidades intrapersonales tales como ser consciente

de uno mismo, entender cuáles son sus fortalezas y debilidades y ser capaz de expresar sus

emociones y necesidades de forma no destructiva. A nivel interpersonal, ser inteligentes social y

emocionalmente implica la capacidad de estar atento a las emociones y demandas de los demás y

ser capaces de establecer y mantener relaciones cooperativas de forma constructiva. Por último,

hay que gestionar con eficacia personal y social los cambios ambientales de forma realista y

flexible, resolver problemas y tomar decisiones adecuadas al contexto. Para ello, hay que

manejar las emociones de forma que trabajen para nosotros y no contra nosotros y tenemos que

ser optimistas y positivos. Bar-On, 2006, citado en Alejos y Izarra (2013).

De todo lo expuesto anteriormente, según Bar-On y Parker (2000), la inteligencia emocional

es un factor que va a determinar el éxito en nuestra vida y que va a influir directamente en

nuestra felicidad y bienestar emocional.

2.7 Bases neurológicas de la inteligencia emocional

Los autores, Bechara, Damasio y Bar-On (2007), citados en Clavero (2011) realizaron un

estudio en el que recogen las últimas investigaciones en torno a los circuitos neuronales que

gobiernan la experiencia emocional y que sustentan su modelo de inteligencia emocional. Los

resultados indican que el circuito neuronal que gobierna la experiencia emocional va a


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proporcionar aspectos clave de la inteligencia emocional. Además, ofrecen importantes pruebas

de que hay diferencias entre la IE y la inteligencia cognitiva, de modo que ambas inteligencias

no sólo están regidas por diferentes áreas neurológicas del cerebro, sino que además se ha

fracasado en demostrar una correlación estadística importante.

Basándose en estos datos, los cuatro elementos claves del circuito neuronal que gobierna la

inteligencia emocional son:

- Amígdala. La amígdala es el elemento clave en el circuito neuronal asociado con el

componente de autoconciencia de la IE, puesto que es el primer vínculo entre la

conciencia inicial de las emociones, la generación de los sentimientos asociados y el

control de las emociones y la expresión de los sentimientos. Por lo tanto, la amígdala

representa la base neurológica de la IE.

- Córtex somatosensorial e insular. En estas estructuras es donde las emociones se convierten

en sentimientos al tomar conciencia de ellas. Por lo tanto, es una de las zonas esenciales para

la mejora de la autoconciencia emocional, la cual comienza en la amígdala y representa la

base neurológica para empatizar con otros. Estas estructuras neuronales proporcionan la base

anatómica para la empatía.

- Córtex prefrontal orbitofrontal/ventromedial. Esta estructura es la zona neurológica que

gobierna la expresión de los sentimientos, la interacción social y el comportamiento, así

como la resolución de los problemas interpersonales, los cuales incluyen la habilidad para

desarrollar juicios personales en la toma de decisiones.


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- Córtex cingulado anterior. Esta es la zona cortical donde se toma conciencia de los sentimientos a

través de los cambios corporales experimentados. Además, contribuye a la regulación del

componente emocional de la IE mediante el control de la expresión no destructiva de sentimientos y

la aceptación de las convenciones sociales. Junto con el córtex prefrontal orbitofrontal/ventromedial,

el córtex cingulado anterior representa el componente de “inteligencia” de la IE más que cualquier

otro elemento del circuito neuronal que gobierne las emociones.

Estos descubrimientos ofrecen apoyo neurológico para la mayoría de los componentes claves

del modelo Bar-On de inteligencia emocional-social Bar-On y Parker (2000), citados en Clavero

(2011). Así, el mapa neurológico de los componentes esenciales de este modelo son los

siguientes:

- La Autoconciencia emocional: gobernada principalmente por la amígdala junto con el

córtex somatosensorial-insular y el córtex cingulado anterior.

- El Control de impulsos: gobernado por el córtex cingulado anterior.

- La Asertividad: controlada principalmente por el córtex prefrontal

orbitofrontal/ventromedial junto con el córtex cingulado anterior.

- La Empatía: controlada principalmente por el córtex somatosensorial/insular junto con el

córtex prefrontal orbitofrontal/ventromedial.

- La solución de problemas: controlado por el córtex prefrontal orbitofrontal/ventromedial.

- Las Relaciones interpersonales: dirigidas principalmente por el córtex prefrontal

orbitofrontal/ventromedial junto con el córtex cingulado anterior.

- La Responsabilidad social: controlada principalmente por el córtex prefrontal

orbitofrontal/ventromedial junto con el córtex cingulado anterior.


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2.8 Inteligencia emocional: diferencias de género y edad

La socialización e instrucción emocional se produce de forma distinta para niños y niñas. Los

padres tienden a hablar más sobre emociones con sus hijas que con sus hijos. Las madres

conservan aspectos emocionales y usan más términos emocionales que los padres cuando juegan

con sus hijos e hijas. Además, utilizan un espectro más amplio de emociones en el caso de que lo

hagan sólo con sus hijas, sumando a ello que son más detallistas con ellas cuando describen su

estado emocional. Sánchez, Fernández-Berrocal, Montañés y Latorre (2008), citados en Melchor

(2017).

Según refiere el autor, Hernández (2015) tradicionalmente se ha considerado que las mujeres

son más emocionales, debido a una socialización más en contacto con los sentimientos,

afirmándose que ellas suelen ser emocionalmente más expresivas que los varones, y que

reconocen mejor las emociones en los demás. Las mujeres parecen mostrar mayor habilidad que
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los hombres en ciertas competencias interpersonales, al menos en ciertas culturas en las que ellas

son educadas para permanecer más en contacto con los sentimientos y las emociones.

La autora Elaine Scharfe (2000), citada en Melchor (2017) encontró que estas diferencias

además eran estables en el tiempo. Es por ello que esta desigualdad en la educación emocional

termina desarrollando aptitudes muy diferentes en mujeres y hombres que dan lugar a los

diversos estereotipos actuales acerca del género; corroborando así las diferencias de género que

se muestran desde la niñez en relación a las competencias emocionales y resaltando cómo los

hombres muestran una inteligencia emocional superior a la que posteriormente desarrollan y

cómo a las mujeres les ocurre lo contrario. Guastello y Guastello (2003).

Existen estudios que señalan que las diferencias sexuales en el campo de la emoción y en los

patrones de la actividad cerebral podrían venir influenciadas por las diferencias en los procesos

de socialización y en este sentido se supone que la sociedad considera que los muchachos deben

inhibir sus emociones y expresar enojo. Chico (2016).

En general, los estudios parecen apoyar sólo en parte este hecho, mostrando que las mujeres

suelen ser más conscientes de sus emociones, mostrar mayor empatía y ser interpersonalmente

más diestras que los varones, mientras que, en algunos criterios como la regulación de las

emociones aversivas, o bienestar mental los varones obtienen mejores puntuaciones que las

mujeres Bar-On, (1997); Maestre (2003), citados en Maestre, Guild y Araujo (2010) citados en

Hernández (2015).
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Teniendo en cuenta a las investigaciones que se han realizado, diversos autores

encuentran que no existen diferencias en IE general entre varones y mujeres, lo que

vendría a contradecir la creencia popular de que las mujeres están más en contacto

con las emociones. Sin embargo, sí que parece haber ciertas diferencias en factores

concretos de la IE, por ejemplo, las mujeres parecen tener mayores habilidades

interpersonales, y ser más hábiles a la hora de percibir y comprender las emociones.

Por otra parte, los varones destacan en habilidades de control de impulsos y

tolerancia al estrés y en capacidad para mantener una actitud general más positiva.

Sin embargo, no se pueden extraer conclusiones sólidas, debido a la poca

investigación desarrollada sobre la variable género y la IE. Hernández (2015).

En referencia a la edad y según los datos obtenidos en la investigación realizada

por Ugarriza y Pajares (2005), las puntuaciones de inteligencia emocional en niños

de 10 años eran menores que los de las obtenidas en los alumnos de 7 a 9 años. Por

otra parte, no se observaron diferencias significativas en los grupos de edad de 7 a 9

y de 10 a 12 años.

No obstante, de acuerdo a Melchor (2017), cabe destacar que las investigaciones

realizadas por Bar-On y Parker (2000) muestran que la inteligencia emocional se va

incrementando a medida va aumentando la edad de los niños.

Siguiendo en esta línea, las diferencias con respecto a la edad en conductas

agresivas, hay que destacar que conforme va aumentando la edad las situaciones de

violencia física disminuyen dando paso a un comportamiento más relacional, es

decir, a conductas de tipo psicológico, siendo destacable que ocurre en ambos sexos.
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Green, Collingwood y Ross (2010), citados en Melchor (2017).

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