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3 El retorno a la filologia De todas las ramas del conocimiento asociadas al humanismo, a filo~ logfa es casi a que esté menos de moda, la menos atractiva y la mis ual, y ambién Ja que con menor probabilidad aflora en las dis- siones sobre la relevancia del humanismo para la vida en el siglo xx Pero tendremos que apartar provisionalmente tan desalentadora idea, testo que me propongo profundizar en el tema del que me vengo upando con la cabeza alta, confio, con la perseverancia firme del lector. Supongo que algo que puede contribuir a reducir la resisten cia ala de, por otra parte quiz poco atrativa, de quel flologa no cs una disciplina anticuada es lo sigy quien acaso haya sido el pensador occiden radical e intelec- tualmente audaz de los Gitimos ciento cincuenta alios, Nietzsche, fue (f se considerd siempre ante todo y pri filélogo. Filo deberia disipar de inmediato cualquier vestigio de que la filologia es tuna forma de conocimiento reaccionaria, como la que encarna el per sonaje del doctor Casaubon en la novela de Eliot Middlemarch: algo estéril, inditil y de todo punto irrelevante para la vida. La filologia, en el sentido literal del término, es amor a las pala // bbras; pero, en tanto que disciplina, y en las restantes tradiciones cul- “Turales principales —incluidas la occidental y la érabe-iskimica, que han enmarcado mi propia formacién—, ha adquirido un prestigio in- lectual y espiritual cuas co en diferentes momentos. Baste con recordar brevemente que segiin la tradi miento se fndamenta en primera instancia e1 fcraca el fenguaje que comienza por el Cor la palabra eterna 81 ‘gran relevancia Todo ello supone que se lenguaje por ser por- jento que se cifie por entero a lo que el he seftalado ha aS tuna minuciosa tador de un tipo de conos enguaje hace o deja de hacer. C terior, se ha producido cierta fi subyacentes a la formacién hu 2 Dicho de ott modo, la ci las palabras de Richard Poirier para ex guaje pueden descubrirse los rastros d te la que nos i 8 & Nosotros de la naturaleza» (135). Poirier pros ia de la Jectura es prix ELRETORNO A LA FILOLOGIA ‘La verdadera lectura f ° puna Ge xin joe ana enlaces Asi pues, se= esta concepcién del lenguaje las palabras no son indicadores 0 de la propia rea terior, HUMANISMO Y CRITICA DEMOCRATICA De todo lo anterior se desprende con claridad que leer es el acto indispensable, el gesto inicial sin el cual toda filologia es simplemen= 705 iala dea literatura consiste en dedic tiles que los de cualquier otra instancia de la sociedad, sirvi mismo tiempo de las convenciones y de la originalidad. Creo que acierta de pleno, y asi trataré yo en lo que sigue de preservar esta idea sua, cuando afirma que la literatura nos proporciona la muestra mis destacada de que disponemos de palabras en aceidn y que, por con= siguiente —y por infinidad de razones—, es la mas compleja y 1e= confortante de las pricticas verbales. Al reflexionar hace poco sobre esto, tropecé con la increible objecién, tan habitual entre los profe= sores de literatura de Estados Unidos, que sostiene que al igual qu existen el sexismo, el elitismo, la discriminacién por razones de © el racismo, existe también algo reprensible denominado «liter ‘mor, segiin el cual se atribuye una consideracién tan seria ¢ inge= nua ala lectura que llega a constituir un defecto muy acusado, consiguiente, prosigue esta argumentacién, rio deberiamos dejarnos embaucar por I |, puesto que leer con demasiada atencién es dejarse engafar por estructuras de poder y autoridad. Esta logica (#1 es que puede ser calificada de tal) me parece un tanto singular; pero. si pretende apartarnos y liberarnos de las actitudes serviles hacia la autoridad, debo decir entonces que se trata, por desgracia, de otra a surda quimera. Como sugiere Poirier, solo los actos de lectura leva dos a cabo cada vez con mayor minuciosidad, con mayor atenci61 84 EL RETORNO A LA FILOLOGIA, con mayor amplitud, con mayor receptividad y resistencia (si se me ermite acuhar este concepto) pueden dotar al humanismo del ade- ado ejercicio de su esencial valia, sobre todo dados los mudables lamentos del humanismo a los que me he referido en el capitulo terior. Sin embargo, para un lector de textos, pasar de inmediato de una Jectura ripida y superficial a realizar afirmaciones generales o incli- so concretas acerca de vastas estructuras de poder o (para quienes creen que la literatura le convierte a uno en mejor persona) de es- ‘ructuras terapéuticas y redentoras, supone abandonar los findamen- ‘os perdurables de toda prictica humanistica. Dichos fundamentos se ntran en Ta base de lo que he venido deno1 es decir, el examen minucioso y paciente de las palabras ‘omo Ia palabra «mundanidad». Ambos conceptos nos permiten cexplicar no la.condicién eterna; permanente o sobrenatural de los v es, sino mis bien los mudables fundamentos de la prictica huma-|) 1S jcién humana quiza modesto, pero que transforma y realza nuestro miento en aras de algo diferente del reduccionismo, el cini 10 o el estéril «mantenerse al margen». Claro que cuando leemos, por ejemplo, un poema de John Ashbery o una novela de Flaubert, atencin hacia el texto es n con un periddico 0 un articulo de una revista sobre po- ‘ca exterior o de defensa. Peto en ambos casos la atencién en la lectura exige mantenerse vigilante y establecer relaciones que de ro modo quedan ocultas 0 ensombrecidas por un texto que, si se ata de un articulo que tenga que ver con decisiones politicas so- bore sise debe d ciudadanos nos adentremos en él con responsabilidad y una escru- pu ‘ontrario, gpor qué molestarse? Por lo que respecta a lo que en ilustracion y, si los pro~ positos emancipadores de la lectura detenida, me ocuparé de ellos conjunto hat os da la etimologia de la obra cra vista tris en este proces 10 mis intensa y concentrada de lo lo sei larar una guerra, por ejemplo, nos exige que como fatizar. Porque el proceso de lectura con e ae y lo que hace posible la lectura es sa atencion. De I imo término son cepcién que incluye abrirse al texto tante, estar dispuesto a realizar afirmaciones fandadas sobre su sent lirse al mismo, Se trata solo de vineulan, ensegu A nadie se le exige que emule al in tido, a ese otro ad ible Spitzer ni, en ese sen= logo que tuvo una influencia tan de cisiva en nuestra leetura de los clasicos de Occidente en este pais, Erich Auerbach (de cuya obra, Mimesis, me ocuparé en el capitulo siguiente). Pero es necesario darse cuenta de que la lectura detenida -eptividad critica como en cierta a gran obra estética se resiste a la afirmaciones y significados que nacen a raudales de la lectura deteni= da, Esto es lo que R.P. Blackmur denomina sponer la literatura funcionamiento». Y a lo que Emerson se refiere cuando dice qi cada mente particular debe aprender la leccién por si misma recorrer todo el camino. No conocer aquello que no vea, aqui ‘que no vivav ye que originarse tanto en la de que, aun cuando comprensién definitiva, hay posibilidad de ejercer una comprension critica que acaso no pueda ser munca completa, pero que sin duda si se puede afirmar de modo provisional. Constituye un t6pico decir com Es la evitacién de este proceso de adoptar esta amistosa respon: sabilidad sobre la propia lectura lo que explica, opinién, ciert . o IMANISMO Y CRITICA DEMOCRATICA que todas las lecturas estin sometidas a posteriores relecturas, p también es conveniente recordar que puede haber primeras lect heroicas que posibilitan hacer otras muchas lecturas posterior ¢Quién puede olvidar la explosién de riqueza que experiment al leer a Tolt6i o escuchar a Wagner © a Armstrong? ZY como demos olvidar en algtin momento la sensaci6n de cambio que cor consecuencia de ello percibimos en nosotros mismos? Abordar: des obras artisticas, experimentar la demoledora desorientacion rivada de welaborar Ana Karenina, una mist luba o el Taj Mahal, pone cierta especie de heroismo. Eso es lo propio, en mi opinion, quehacer humanistico: percibir en el autor cierto heroismo digno: que, aparte de los poetas, novelistas o dramatu: por ejemp! i solo la obsesidn lo que espolea a Robert Lowell el ejemplo de i solo la obsesién lo que impulsa a Si vens a superar la audacia de los simbolistas fianceses; ni solo la sién de un critico como el difiunto Lan Watt a ir mis alls de Leavis: Richards, Claro que existe competitividad, pero tambien cierta miracién y entusiasmo por la labor que nos aguarda, y ninguna cllas se vera satisfecha hasta que tomemos nuestra propia vez que un gran predecesor ha marcado ya un ¢: ridad. Se puede y se debe decir en gra roismo humanistico de permitirse a uno mismo exp. con parte de su impulso originario y de su poder conformador. somos escritorzutelos ni humildes escribas, sino mentes cuyas, nes acaban formando parte de la historia hi wstruye a nuestro alrededor. in de empresa comin compartida con otros nes y su propia disciplina. Sie EL RETORNO A LA FILOLOGIA cal supuestamente exclusive. Como el Corin es la palabra de Dios nelis -sulta por tanto imposible comprenderlo jamas por com- pleto, pese a lo cual se debe leer una y otra vez. Pero el hecho de que se trate de lenguaje convierte ya en un primer objeto de incum- bencia de los lectores tratar de comprender su sentido literal, siendo profundamente conscientes de que otros antes que ellos han empren- lido esa misma y sobrecogedora tarea, De modo que la presencia de mis se presenta en forma de comunidad de testigos cuya dispo- ibilidad para el lector contemmporineo se conserva bajo la forma de una cadena en la que cada testigo depende hasta cierto punto de un testigo anterior, Este sistema de lecturas interdependientes se deno- mina isnad. El objetivo comin consiste en tratar de aproximarse al fun damento del texto, a su principio o usu, si bien siempre debe haber cierto componente de compromiso personal y esfiuerzo ad i, que en arabe se denomina jjtihad, (Sin ciertos conocimientos de arabe, es ificil saber que jjtihuad se deriva de la famosa palabra que mis bien remite a un esfiverzo en esencia espiritual et cangar la verdad.) No debe sorprendernos que desde el siglo Xiv se haya desarrollado una in mica acerca del grado y los limi- tes bajo los que es permisible la jtiad. La perspectiva dogmitica de s lecturas islimicas ortodoxas sostiene que Ibn-Taymiyya (1263- 1328 de nuestra era) estaba en lo cierto, y que solo se debe seguir a los as-salaf al-salih (los piadosos precursores), cerrando con el puerta, por asi decirlo, ala interpretaci6n individual. Pero esto siem- pre se ha combatido, sobre todo desde el siglo xvii, y los defensores de la ijtihad no han sido en modo alguno derrotados. ‘Al igual que sucede en otras tradiciones interpretativas religiosas, todos esos términos y sus sentidos admisibles h: pertado una enorme controversia, y quiz yo corra el riesgo de simy sar por alto muchas de sus argumentaciones. Pero estoy en lo cierto cuando afirmo que en-lostimites de lo permisible de cualquier ti =| los d mente ma raiz que la ac peers tativa personal de comprender la estructura retérica y semantica de tun texto se encuentran, en sentido estricto, las exigencias de la juris 9 HUMANIMO ¥ CRITICA DEMOCRATICA, C prudencia junto con, en términos mis generales, las convenciones elespiritu de una época. La ley, ganum, es lo que en la esfera pili gobierna o preside los actos de la iniciativa personal, aun cuando garantice minimamente cierta libertad de expresién. No se puede de= cir responsablemente lo que a uno le apetezea y del modo que uno: dese decirlo. Este sentido de la responsabilidad y de lo permisible no solo preside de manera abrumadora lo que Spitzer tiene que de~ cir sobre la induecién filologica, sino que también establece los limi= tes de lo que Emerson y Poirier nos offecen: los tres ejemplos que aportado, el de la tradicién arabe, el de la tradicién herms filologica y el del pragmatismo nortcamericano, emplean diferentes términos para caracterizar algo como las convenciones, los marcos se= | minticos y las comunidades sociales 80 politicas que restrin= | gen en parte lo que de otro modo seria una actividad febril y des= controlada, que es lo que Swift parodia sin clemencia en Cuento de sina barca. Entre la verdadera promulgacién de un compromiso riguroso con. la Jectura para buscar sentido —y no simplemente para hallar estruc= tuna discursivas y pricticas textuales, lo cual no quiere decir que no- sean ‘porate y las exigencias de formular en qué medida ese sentido contribuye activamente a la ilustracién y la emancipaci6n, un considerable margen para el ejercicio de las energt: eel cas. Un estudio reciente de David Harlan se lamenta con razén tan= to en su contenido como en el titulo —The Degrade if American History— de la paulatina desaparicién del rigor y el compromiso, tras Jo cual concluye en un tono un tanto sentimental y a modo de ex= cepcidn que Estados Unidos deberia aprender de su propia historia; pero, en todo caso, su anilisis de la act n de declive qua atraviesa la produccién académica constituye un diagndstico ajusta= do. Sostiene que | del discurso, de la automati otras ortodoxias, ha desnatural smo, del anslisis ivismo, entre ado y restado mordiente a la mision del historiador. En mi opinién, gran parte de esto puede decirse tam= bién de la prictica literaria humanistica, en la que un nuevo dogma- 94 ELRETORNO A LA FILOLOGIA tismo ha cesfera pablica, sino también de los demas profesionales que no em- su misma jerga. Las alternativas parecen ahora un tanto empo- brecedoras: o bien convertirse en un deconstructivista tecnocritico, analista del discurso, un neohistoricista o algo similar, 0 retroce- 1 hacia una especie de celebracién nostilgica de cierta condicion wloriosa del pasado asociada con lo que sentimentalmente se evoca humanismo. Lo que ha desaparecido por completo de la pric istica es cierto componente intelectual, en contraposicion los elementos meramente téenicos, que podria volver a situarla en. cierta posicién de relevancia para nuestra época, Esto es lo que tra to de hacer aqui, es decir, huir de esta extenuante dicotomfa. Pasemos por fin a la idea de resistencia. No veo modo alguno de presentar la resistencia sin el anterior anilisis de la recepcién en las di- vversas vertientes en que acabo de describirlo, aungue haya sido de un modo inadecuado y telegrifico: ese proceso de lectura y recepcin filolégica representa su niicleo irreductible. Recapitulemos: la re- ccepcidn se basa en la jtihad, la lectura detenida, la induccién herme- néutica, y conlleva enriquecer el lenguaje ordinario aii mis hasta conformar tn lenguaje critico personal reconociendo plenamente que la obra de arte en cuestion permanece a una necesaria e insalva~ ble distancia, irreconcilable con la condicién de totalidad esencial ‘que hayamos tratado de integrar o imponer, Pero el proceso no se de- tiene ahi en modo alguno. Puesto que si, como sostengo, las fuerzas deshumanizadoras de la globalizacién, los valores neoliberales, la co- dicia econémica (calificada mediante un eufemismo de slibre mer- cado»), ademas de la ambicién imperialista, estin levando a cabo actualmente en nuestra sociedad un ataque al pensamiento mismo, por no decira la democracia, la igualdad y e1 medio ambiente, el hu- ‘manista debe ofrecer alternativas hoy dia silenciadas o no disponibles en los canales de comunicacién que controlan un reducidisimo nét- mero de agencias de noticias. Extamos siendo bombardeadlos por sepresentaciones prefabrica- das y cosificadas del mundo que usurpan nuestra conciencia y reem- ado a algunos profesionales de Ia literatura no solo de la 95 HUMANISMO ¥ CRITICA DEMOCR. plazan a la critica democritica; y, como tan acertadamente expresa C. Wright Mill, la labor del mnista deberia consagrarse a invali- no obstan- inico espacio disponible para llevar a cabo verdaderas priicticas intelectua~ st no hay ninguna otra instituci6n si otro lugar del mundo actual, y por n te orgulloso de haber pertenecido a ella durante la mayor y anistas universitarios ocupan una posiciém mente privilegiada desde la que realizar su bor, pero las gozan no residen tan solo en el hecho de ser profe- ventajas de q sionales o expertos académicos. Més bien, la academia —con su de~ dicacién a la reflexis ciertas dosis de dis la investigacién, la ensefanza socratica y escéptica— nos concede libertad frente a los plazos, las obligaciones debidas a un inoportuno y exigente jefe y las presiones para producir de forma regular que aqucjan a tantos exper~ tos de esta enigmaitica era nuestra de los asesores politicos. Lo no me~ s0 de la reflexion y el pensamiento que se desarrollan en una etsidad es el hecho de que uno tenga tiempo p: los a cabo, Un asunto que surge de i wuestiGn de qué lengua Je debe urilizarse en la tarea de resistencia, qué expresiones, qué modo iudadanos. En los medios ido bastante sobre las denomina~ ade un como ha sos= n pol desgracia, las intuiciones poéticas y el genio dialéctico de Adorno es- 96 ELRETORNO A LA FILOLOGIA ‘omo dijo Sartre en otro contexto, Valéry era un pequeioburgués, |! pero no todo pequefioburgués es un Valéry. Ni tampoco todo aquel, tun lenguaje alambicado es un Adorno, Los riesgos de emplear jerga especializada en las humanidades, tanto dentro como fuera de la universidad, son obvios: simplemente sustituyen una forma de expresién prefabricada por otra. zPor qué no asumir, por el contrario, que la funcién central de la exposicion hu- manistica consiste, como reclama nuestra labor, en desmitificar y cuestionar del modo mis transparente y eficiente posible? :Por qué convertirsiquiera la «mala escriturav en un tema, sino es para caer en la trampa de centrarse en vano en cémo se dice algo en lugar de qué es lo quese dice, que-es la cuestin mis importante? Disponemos de demasiados modelos de lenguaje comprensible a nuestro alrededor mnteligibilidad y eficacia recorren todo el espectro posible, des- I hasta lo relativamente simple; desde, pongamos por caso, el lenguaje de Henry James hasta el de WE.B. DuBois. No hay necesidad de emplear absurdas expresiones extravagantes y rebuscadas independencia y originalidad. El humanismo deberia ser tuna forma de revelacién, no de iluminacién misteriosa o religiosa. La iacién entendida como recurso distanciador ha escapado a ‘nuestro control, sobre todo en algunas formas de expresin acadé~ ‘ica que han acabado siendo antidemocriticas y antiintelectuales. En. el corazén de lo que he veniclo denominando «movimiento de resis- tencia del humanismo» —cuya primera fase es la lectura y recep- cién— reside la critica; y la critica siempre se esclarece a si misma sin 1 béisqueda de la libertad, 1a ilustracién y una mayor in fluencia, y sin duda no de sus opuestos. Nada de esto puede Hevarse a cabo ficilmente. En primer lugar, Ja informacién_prefabricada que preside nuestras pautas de pensa~/ ‘miento (los medios de comunicacién, la publicidad, las declaraciones, oficiales y los argumentos politicos ¢ ideolégicos concebidos para per- suadir o para adormecer en la sumisi6n, y no para estimular el pen= samiento y ocupar el intelecto) suele encajarse en formas breves y te= legrificas, La CNN y imes ofrecen informacion en cu para exh descanso ” HUMANISMO Y CRITICA DEMOCRATICA opciones, exclusiones y énfasis—por no hablar de li historia del tema Se trate— son invisibles y se desprecian por considerarse irrele= vantes. Lo que he venido denominando resi quiere por tanto adoptar formas articulos mas Lrgos, periodos de reflexion mas prolongados, de forma que, por ejemplo, ‘Ia istoria anterior del gobierno de Sa les que incluayen a yo estadounidense directo a su persona, Es necesario que alguien sea. capaz de ofrecérnoslo a desde la guerra h: «je deMMalv 0 que afirmen que «lrak pose armas de destruccion, masiva y representa a directa para Estados Unidos y nues= tro modo de vida», expresiones cuya des refutacién 0 c jo. Estas son cuestiones de estadounidenses, undo y cuya aquiese: documentacis “de reflexién mis profundo y deliberado, de tacién indagadora que realmente aborden el act tecimientos) en cuestion, i se mucho mis sobre la cues sobre otros asu EL RETORNO A LA FILOLO un lugar concretos, del mismo modo que la prosa que encontra~ ria en una serie de en el curso de los estu ue cualquiera que sea la lectura que realicemos se sitja en una épo~ iarcos derivados de i sant dominios estético e hist6rico, y que ca- poetisa relativamente solitaria como Emil no Henry James. No hay autor ni en las Hlega hasta cen que se inscribe, asi como cut 0 tarda en salir ala uz la constitucion.// nte ala identidad y el Ex 805 anilisis, tanto en Estados Unidos c wt Hall y Raymond Wi woltorio de historia nacional con . periodos, momentos de gloria, lo minuciosamente diseiado. derrotas, triunfos, etcétera, todo, Lo que estoy tratando de descril que se ha creado, horizonte nacional ico con todos 99 \ \ HUMANISMO ¥ CRITICA DEMOCRATICA sus movimientos internos, lecturas en disputa y razonamientos apa~ sionados o cerebrales. Ahora quisiera advertir contra el acto de pasar ‘con demasiada rapidez y de modo demasiado abrupto ¢ irteflexivo de la jtihad, © lectura detenida privada, al horizonte en toda su am plitud, Pero no cabe duda de que para mi el humanismo, en tanto {que prictica mundana, puede avanzar mis y habitar algo mis que la intimidad original del autor o el espacio relativamente privado del aula o el sanctasanctrum, ambos necesarios e inevitables para lo que tratamos de hacer como humanistas. La educacién supone ensanichar_ los circulos de conciencia, cada uno de los cuales aporta un plano de iferente, a la ver que mantiene el contacto con los dems en vvirtud de la realidad mundana, Un lector se encuentra en un lugar, ‘en-una escuela 0 universidad, en un centro de trabajo en un pais concreto y en un momento, situacién, etcétera, determinados. Pero. todos estos no constituyen marcos de trabajo pasivos. En el proceso de ensanchar el horizonte humanistico, los logros de su intuicién y narco debe entenderse, construirse e interpre~ tarse como un elemento activo, ¥ en esto consiste la resistencia: en la capacidad de diferenciar entre 1o que viene dado directamente y Jo “que puede mantenerse oculto, ya se deba a que las propias circuns= tancias personales de un especialista en humanidades puedan confi narlo a un expacio limitado mis alli del cual no puede aventurarse, @ ‘que esté adoctrinado para reconocer tan solo aquello que ha sido edus ” cado para ver, © porque solo se les suponga a los expertos politicos la acreditacién para hablar de economia, servicios sanitarios o politicas_ exterior y de defensa, cuestiones de apremiante interés para cl hu= ‘manista en tanto que ciudadano, :Aceptamos los horizontes y res= tricciones dominantes o tratamos de ponerlos en cuestion como hu= su comprensi6s Unidos actuales y para el mundo del que forman parte, si es que aqui debe tener algin sentido més alli de enseiiar a nuestros alumnos y EL RETORNO A LA FILOLOGIA ma una labor estimable, pero por su propia energia ¢ inventiva también nos lleva necesariamente mis alla incluso de la apreciadi recepcién subjetiva. Si, debemos continuar volviendo a las palabras y a las estructuras de los libros que leemos; pero del mismo modo que el poeta extrajo y evoed esas palabras del mundo desde el silen- cio hasta hacerlas adoptar una forma contundente, proceso este sin el que no hay creacién posible, los lectores deben también ampliar su ctura para aproximarse a los diferentes universos en los que residi- mos cada uno de nosotros. Para que el humanista contemporineo ccultive esta percepcién de los miiltiples universos y de la compleja in- teraccién de cada tradicién, resulta particularmente apropiada esa ine- vitable combinacién de pertenencia y desapego, de recepcidn y re= sistencia a la que me he referido. La labor del humanista no consiste sin mais en ocupar un lugar 0 un cargo, ni tampoco en pertenecer solo a algiin lugar, sino mis bien en ser al mismo tiempo miembro de la tela de juicio en nuestra sociedad, en la sociedad de algin otro 0 en la sociedad del «Otro». Vinculado a esto, resulta estimulante recordar (como ya he hecho en otro libro de ensayos de Isaac De donde podemos encontrar una explicacién de cémo los grandes pen= sadores judios Spinoza, ‘pal de ellos, pero también Freud, Heine y el propio Deutscher— pertenecian y al mismo tiempo re~ \ciaban a su tradici6n, a la ver que preservaban el vinculo 01 sometiéndolo a una corrosiva critica que los llevé mucho mis alli de 1, en ocasiones hasta quedar desterrados de su comunidad en ese pro- ceso. No muchos de nosotros podriamos o querriamos aspirar a se~ nte tensién dialéctica, que tan sensiblemente se centra en cierta clase de individuos; pero resulta iluminador percibir en ese destino la cristal tratara de ionista y otros ensayos, fincién del humanista estadounidense como si se n humanista no humanista. En otras palabras, si como humanista me viera obligado a clegir we la funcién de o bien «teafirmar» con patriotismo nuestro pais, te lo ha definido Richard Rorty (la palabra que n HUMANISMO Y CRITICA DEMOCRATIC cemplea no es steafirmars, sino shacer realidad», pero en diltima instane cia se traduce en Jo mismo), 0 cuestionarlo sin patriotismo, escoge= ria sin duda la funcidn de cuestionarlo, El humanismo, como en otro. contexto dijo Blackmur refiriéndose al modernismo, es una técnica dora y debe mantenerse asi en una época Fizonites nacional ¢ internacional estin experimentando transforma ciones y remodelaciones a gran escala, La tarea es inable, y no deberia aspirar a una conclusion que tenga de garantizarnos una identidad por que defender y sostener, mientras que una gran parte de nuestro mundo que es interesante y merecedor de que profundicemos en él se queda sencillamente al margen. En el mundo surgido de la ‘guerra fra, ica de Ia identidad y la separacién (me refiero Gini= ‘camente a la politica identitaria agresiva, no ala defensa de la iden= tidad cuando se ve amenazada con la ext lestino) han acarreado mis problemas y mis suftimiento de lo que. valen, y en ningtin sitio han producido tantos problemas como cuan= dlo estin asociadas precisamente con elementos como las humanida= des, las tradiciones, el arte y los valores que dicha identidad supues- tamente defiende y preserva, puesto que acaban constituyéndose en. procesos, territorios e identidades que, mis que exigir vivir, parecen. demandar matar, Desde el 11 de septiembre hemos tenido suficientes dosis de ello en Estados Unidos, lo cual ha tenido como consecuen= cia que el examen reflexivo y no dogmitico de snuestray funcién y ‘nuestras tradiciones siempre parece acabar reforzando esa guerra con= tra todo el mundo que Estados Unidos parece estar liderando. ¢Qué otra cosa puede, pues, ser mas adecuada para el humanista cen Estados Unidos que aceptar la responsabilidad de mantener la ten sién entre lo estético y lo |, en lugar de resolverla, utilizando lo primero para desafiar, re ir y combatir lo di modos de recepcién y comprensién lentos pero racionales que con- forman la senda del humanista? Por lo que respecta a las relaciones que nos permiten verla parte y el todo, esto es lo principal: :qué re~ lacionar?, ge6mo? y zc6mo no? \cibn, como en el caso pa EL RETORNO ALA FILOLOGIA Es necesario analizar el combativo universo moral que encarna a obra de teatro 0 una novela y percibir en esa experiencia estéti- 11 del conilicto y el dilema. Pero negar- la emancipacion y la dismi- mnto humano supone, en mi opinién, abrogar ese de erréneamente, por ejemplo, que la eco- exclusivo de las celebridades de las finanzas, los directivos de las empresas 0 los expertos que se retinen anualmente Davos (pese a que, no obstante, sospechamos que incluso alli esti produciendo alguna perturbaciGn), mientras que la obra absolu- tumente esencial de economistas como Joseph Stiglitz y Amartya Sen sobre los detechos de propiedad, la dstribucién de la riqueza, la po- breza, las hambrunas, la equidad y la libertad ha supuesto un desa- :ngo para la economia ce mercado imperante en casi todo el mundo, Menciono a estos dos autores laureados con el premio Nobel porque representan un instructivo ejemplo de lo que esti sucedien- do en el plano intelectual en todas las vertientes de las humanida~ des a través de las transformaciones y la remodelacién del paradig- :ma supradominante de la globalizacién, y de as resistencias que este despicrta, s dicotomias que nos brindan, por lo, las vulgares tentativas de suavizarlo levadas a cabo por Tho- mnanesieftanl Olive ‘Tree o por Benjamin Bar- ber en Jihad Versus McWorld, Lo que sucedié en noviembre de 1999 en Seattle o como consectencia de la rebelién del sistema sanitario que afect6 a los hospitales cuando las desigualdades colectivas de las HIMO* resultaron excesivas incluso para los médicos, por no hablar dels millones de pacientes no segudos gus no reciben ningin tipo d horizonte humanistico en el que nuestas disciplinas a menudo quie- fio wl HUMANIMO ¥ CRIT PEMOCRATICA tistas nos han enseiiado 2 no entrometernos, pero que exigen anili- sis y resistencia de alguno dos deliberados que he venido ido, aunque sea de forma sucinta e intuitiva. Y, por supuesto, general los antiguos intelectuales disidentes resentidos 0 acas midados. Cuando nuestra politica exterior —basada en la proyeccién y el despliegue de vastos recursos supuesto una nueva variedad de de los casos incontestado, ‘mundo de las naciones y culturas dada su condicién de superpoten- pasado a ser un aspecto relevante para el humanista de este pais. no que la India o Sudafrica, y ni siquiera se parece a serlo en un pi nte. Quién ¢s ese «nosotros» al que el presentador del telediario de la noche se refiere al entrevistar cortés- @ al secretario de Estado si enuestras» sanciones a Sadam agedias, y por tanto desde la formaci6i ‘vuelve necesario pl: preguntas de la responsal 104 EL RETORNO A LA FIL hhace caso omiso del sagqueo y pillaje del asombroso patrimonio de Trak mo se ocupa de la lect perspectiva y, por lo respecta a nuestra labor como humanistas, de ls transiciones de un ‘oun drea de la expe ana a otro. Se ocupa también de la prictica de las identidades diferentes de aquellas que confiere la que ambos deben part pueden comenzar por ifestacién que valga la pena istoria ni agencia humanas que sea pre= ‘iso preservar y promover. Pero se puede ser nominalista y realista y subrayar que el salto hacia la movilizacién de identidades colectivas —sin transici6n cuidadosa ni reflexi6n deliberada, 0 solo con una ase -diada— demuestra ser mis destructive 1a de las cosas que supuestamente defienden. Esos saltos sin tran: Jos tinicos que hay que contemplar con dureza y severidad bocan en lo que Lukics solia denominar etotalidad tencialmente incognoscible pero con gran poder de m idades poseen una fuerza inmensa precisamente porque son ‘es la matanza y destruccién de los innumerables civiles despachados genocidamente en una frase. La tnica palabra para poner fin a este salto propio del bandolerismo colect shumano», y los humanistas que carec HUMANISMO Y CRITICA DEMOCRATICA ELRETORNO A LA FILOLOGIA escrutadora y reflexiva son, como reza la expresion, bronce que sue~ exilios que constituyen los rasgos prominentes de este tipo de glo- na o cimbalo que retifie.* Naturalmente, esto nos lleva también a la balizacion. {) cucstién de ha ciudadania, y asi ¢s como deberia ser. Me gustaria conchuir con una reflexién que ha sido una caracte- ‘Cuando se insta 0 se ordena a Jos humanistas que regresen a sus ristica primordial de mi labor siempre cambiante, y quisiera creer textos y dejen el mundo para aquellos cuyo trabajo consiste en diri= también que receptiva y resistente, como humanista en Estados Uni- dos, puesto que ese es el modo en que concibo el campo de actua- girlo, resulta saludable o incluso necesario recordar que nuestra era y nuestro pais son un simbolo no solo de lo que se ha colonizado y cién de la atencién humanistica: en términos espaciales y geogril reside aqui de forma permanente, sino siempre y constantemente la en lugar de exclusivamente temporales. Los mor no documentada agitacién de los exiliados sin tierra ni hogar, de los Spoca y de nuestro pais son movimientos hacia dentro y hacia fuera de inmigrantes, de las poblaciones itinerantes o cautivas para quienes huestro territorio: tratar de entrar y salir de él, tratar de quedarse, tra~ todavia no existe documento ni expresi6n adecuada que refleje la si- tar de volver a establecerse de nuevo en otro sitio, y siempre en una tuacién que atraviesan. Y con toda esa energia sin hogar, este pais. dinémica implacable de ubicacién y desplazamiento que es todavia lear una amplitud de miras que vaya mis alla de la espe= cn gran medida lo principal en este pais nuestro de tan incansable mo- académica que todo wn espectro de humanistas mis j6= vilidad, donde la localizacién de la frontera tanto metaférica como real no parece estar nunca definitivamente delimitada Este movimiento me parece el hecho central de la historia de la. ( humanidad, quiz’ porque nuestras propias experiencias como emi- ) mientos de nuestra vvenes han caracterizado como cosmopolita, mundana, movi n esta época de extremos, resulta irénico que aun cuando este sea el momento de la historia en el que hay mas documentacion y. comunicacién es mas ripida (si biet mondtona y unidimen= grantes, peregrinos y naufiagos del breve wiglo de los extremos» de h Sional) sea también en el que, en mi opinidn, se esta perdiendo mias Eric Hobsbawm que acaba de terminar han tefido nuestra perspec- ‘experiencia que nunca a causa de la marginacién_y la homogenei= tiva del pasado de tun modo absolutamente decisivo, tanto en el pla- {| “acion moldeadora de los procesadores de textos: la experiencia de no politico como en el existencial. Como escribe Bourdieu, a me- blos no documentados que ahora describen con displicencia los nudo los emplazam \res —ya se trate de un gueto o de uw puebi reporteros itinerantes de nuestro imperio que residen en los confie zona periférica confictiva, Chechenia, Kosovo, Irak 0 Africa— son fantasmas que se alimentan de experiencias emocionales estimuladas + ywtd® nes de la tierra, Creo firmemente que el humanismo debe ahondar” fee eis los sileaclos; ef eT mundo de Wt menioria, de los grupos GOR por palabras e imvigenes mais 0 menos incontroladas, como las que se transmiten en los tabloides y mediante la propaganda politica o los Pe “Gs que apenas consiguen sobrevivr, en Tos lugares de la exch a “FJ ha invisibilidad, en ese tipo de testimonios que no aparecen en los. rumores. Pero para romper con Jas ideas aceptadas y el discurso or informes pero que cada vez mis nos remiten a la cuestién de si un dinario (que en un plano muy profando representan todo aquello de medio ambiente sobreexplotado, unas pequefias economias soste= lo que la lectura humanista se ocupa), no basta, como en ocasiones nos niles, unas pequeiias naciones y unos pueblos marginados tanto gusta pensar, con sir a ver» de qué se trata, En efecto, la ilusion empi- cl exterior como en cl interior de Jas fances del micleo metrop rista (que es norma de la cobertura informativa del mundo que hacen contemporineos) no es nunca tan firer donde iltad, incluso riesgo, y por esa razén litano pueden sobrevivir a la opresién, la homogeneizacion y h Jos medios de comunicaci te sin duda como en estos cas la realidad co confrontacidn directa con leva cierta di * Primera epstla a los 13,1. (Nd T) 106 requiere cierta credibilidad. Sin embargo, hay razones convincentes para creer que el principio esencial de lo que se vive y se ve sobre el terreno esti presente en todas partes, ‘Asi pues, debemos practicar mis que nunca un modo de pensae rmiento para-dasal (doxa: sentido comin, ideales recibidos) que, aun ‘mostrindose igualmente escéptico ante las buenas intenciones y los nobles sentimientos, se arriesgue a presentarse ante los bienpensan= fs no como una posicin inspirada por el deseo de sepatar a los bur= gueses», ni tampoco como una muestra de intolerable indiferencia ante el suftimiento de los mis desfavorecidos de nuestra sociedad. Esta sugerencia es del desaparecido Pierre Bourdieu, pero también es titi para el humanista estadounidense: «“Unicamente a través de un rigue 1050 anilisis de las relaciones entre las estructuras del e spacio social y las del espacio fisico se puede romper coi las apariencias engafiosas con los errores que se inscriben en el pensamiento sustancialista [es decir, no mediado Lado antes] sobre el lugar» (123) Opino que el humanismo es el medio —quiz’ la conciencia— tancia antin6miico o antagonista entre el espacio de las palabras y sus diversos origenes y desarrollos en el espacio fisico y social; que nos lleve desde el texto hasta Ia sede real de la apropiaci6 cia, hasta la tra no la resisten= isin, la lectura y la interpretacién; desde lo pr vado a lo piiblico, desde el silencio a la explicacién y la expresion y de nuevo al comienzo, hasta que encontremos otra vez nuestro si- Iencio y nuestra condicién mortal. Todo lo anterior se da en el mun- do, en el terreno de la vida cotidliana, de la historia y las esperanzas, y en el de la biisqueda del conocimiento, de la justicia y quiza también de la liberacién. ELRETORNO ALA FILOLOGIA ILEFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS us MeWerld: How Globalism and Til », Nueva York, 1996. lity Press, Cambridge, raduccién de Horacio Pons, Akal, Tres Cantos, ‘The Non-Jewish Jew, edicion ¢ introduccién de Tamara Deutscher, Oxford University Press, Londres y Nueva York, 1968 (bay trad, east: Eljudio no sionista y ots ensayes, traduccion de Nati Martin ‘Moro, Ayuso, Madrid, 1971). Z Emerson, Ralph Waldo, Essays: Fist and Second Series, Vintage Books, Nue~ yy trad. cast: Ensayos, edicién y traduccién de Rica do Miguel Alfonso, Espasa-Calpe, Madrid, 2001), Forster, E.M., Howard’ End, Penguin, Nueva York, 1988 (hay tad. east: Regreso a Howards End, traduccion de Eduardo Mendoza, Alianza, Ma~ dri, 2008). Chicago Press, Chieago, 1997. 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