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KORDC
M. L'HOSTE - M . SEGOVIANO - M .CAC)
DESARROLLOS
SOBRE GRUPALIDAD
UNA PERSPECTIVA PSICOANALITIC
J b, Lugar Editorial
Capítulo 1 ·
Los pequeños grupos
MARTA L. L'HosTE
INTRODUCCIÓN
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opacados ... Toda época tiene también sus malestares culturales,
sus descomposiciones o desorganizaciones sociales en contrapun-
to con nuevas organizaciones que aparecen en lucha por el poder
(político, científico, técnico, etc), los que generan una demanda
social de soluciones, y sus instituciones hegemónicas encargan a
sus científicos y técnicos abordar nuevas propuestas (Lourau, R.
1975).
J\\uestro recorrido se apoyará en dos líneas de trabajo:
La que se inscribe en el plano académico científico.
La que se produce tomando al grupo como campo de investi-
gación e intervención.
La primera la ubicamos a fines del siglo pasado en la polémi-
ca que funda las Ciencias Sociales, en la que se planteara la rela-
ción entre Individuo y Sociedad. Sus más grandes expositores fue-
ron el sociólogo Durkheim y el psicólogo Tarde, fundadores de las
escuelas del realismo o determinismo social, y del nominalismo,
respectivamente. Por primera vez se hace una interrogación teó-
rica sobre los grupos, la que más adelante será retomada por Freud,
Le Bon, Mac Dougall, George Mead (Romero, R. 1987).
La otra línea que trabaja en el campo de la investigación y de
la intervención se desarrolla a partir de la década del veinte. Bus-
ca objetivos de cambio en los integrantes de un grupo, a través del
trabajo con y en el grupo, creando técnicas, técnicos, diversos dis-
positivos grupales, produciendo teorías e ideologías acerca de los
mismos.
POLÉMICA REALISMO-NOMINALISMO
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Las tesis básícas se expresaron del siguiente modo:
Sólo el individuo es real, y el grupo es una suma de individuos
sin ninguna especificidad (Nominalismo).
La sociedad es lo real, y el individuo aislado constituye un;:i
abstracción (Realismo).
Tal vez pueda parecer vetusta esta discusión, y tendamos a
creerla superada. Sin embargo reaparece con diferentes ropajes,
como más adelante lo veremos, en el campo psicoanalítico, en el
que ciertas tendencias teóricas tienden a antropomorfizar al gru-
po, o, en el otro extremo, a negar que en él se producen fenóme-
nos psíquicos específicos'.
Para el Nominalismo sostenidu por Tarde, el grupo es un tér-
mino que se refiere a una multiplicidad de procesos individuales,
y en él la única realidad la constituyen los individuos, en tanto
son los únicos actores, en la medida en que los procesos psicológi-
cos ocurren únicamente en ellos. Las instituciones, creencias y
prácticas sociales siguen, por lo tanto, los principios de la psico-
logía individual, ya que son sólo producto de las motivaciones y
necesidades de los individuos. Lo social se reduce a lo intermen-
tal, y se considera que nada nuevo se produce en un conjunto,
nada que no haya existido previamente en la mente de los inte-
grantes. La relación social consiste en el interjuego de lo que Tar-
de llama las tres formas de lo intermental: imitación, oposición y
adaptación-invención.
Más tarde, el lazo sociál explicado por la imitación se deslizará
al de la sugestión en Le Bon. Tarde plantea que el hombre social es
una sonámbulo. Que la imitación que los niños interiorizan es mucho
más importante que la educación que reciben y se les impone a la
fuerza. Con estos desarrollos se opone a la teoría de la coerción social
de su interlocutor, no puede pensar que ésta puede operar, aun en
la ausencia de una institución en sentido morfológico. Esta toma
de posición condena al problema a un reduccionismo psicológico.
La tesis antagónica, llamada de la mentalidad de grupo, Dur-
heim la desarrolla alrededor de ciertos presupuestos nucleares,
que son:
El individuo está sujeto al cambio continuo, aparece y desapa-
rece, mientras la sociedad es el único continuum, y lo úníco
que perdura es el vínculo social.
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El individuo se realiza en el lazo social, pues fuera del grupo
sólo cuenta con potencialidades amorfas: es una abstracción.
En el grupo surgen fenómenos que tienen sus propias leyes,
irreductibles a la psicología de los integrantes.
La noción de ins titución, entendida también como el hecho
social, es un referente privilegiado, y pasa a ser sinónimo de
regulación social. Ella encarna las normas, las que son impues-
tas coercitivamente, sin tener en cuenta los deseos de los suje-
tos sociales. Afirma que existe una interiorización de repre-
sentaciones colectivas, que se encuentran fuera del individuo
y que llegan a su mente bajo esta forma de normas.
Con la noción de mente de grupo se intenta explicar cómo
muchos acontecimientos colectivos se desarrollan y mantienen, a
menudo sin relación con las intenciones de los individuos, pero
con este tipo de nominación se termina atribuyendo íntencionali-
dad al grupo. Esta mente de grupo pensada como análoga a la
individual, aunque cuantitativamente supra-individual, se desli-
za hacia una noción antropomórfica de la grupalidad.
Es interesante s eñalar, de todos modos, el valor que esta escue-
la tiene, en cuanto ha enunciado cómo la interiorización de lo social
constituye la subjetividad humana, aunque el nivel de su expli-
cación la restrinja a lo normativo y a un mecanismo de coerción,
reduciendo el problema al orden de la moral y del derecho. Tam-
bién le ha dado especificidad a los fenómenos grupales, aunque la
sostenga en un criterio antropomórfico, en la medida que le atri-
buye intencionalidad al grupo.
Hoy la polémica continúa. Se siguen buscando articuladores
entre estos dos conjuntos heterónomos e irreductibles: lo psíqui-
co y lo socio-histórico. Las preguntas sobre la dimensión de lo socio-
histórico en la construcción de la subjetividad o sobre la subjeti-
vidad determinando el proceso del mismo, siguen en plena vigen-
cia. Con nuevos paradigmas para pensarlo, el problema sigue
abierto a nuevas discusiones, algunas de las cuales se desarrolla-
rán a lo largo de esta obra.
UN MODELO DE ARTICULACIÓN
DE LA INTERIORIZACIÓN DE LO SOCIAL
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puntos fundamentales que en el prólogo de la edición de 1965 Gino
Germani sintetizó de la siguiente forma:
- La sociedad es previa al individuo, y éste emerge corno tal en
la matriz de sus interrelaciones sociales.
A través de la adopción de papeles formadores del yo se inter-
naliza lo sociocultural.
El sentimiento de sí, el desarrollo de la autoconciencia, tiene
carácter histórico y sólo deviene en la pertenencia social.
En el terreno filosófico Mead es un pragmatista, es decir que
reinterpreta los conceptos de espíritu, inteligencia y conciencia en
términos biológicos, psicológicos y sociológicos, continuando la
corriente postdarwiniana. Es también un naturalista, en la medi-
da que pretende evitar el dualismo de espíritu y materia. Se apro-
xima a analizar la experiencia humana en términos de conducta,
adscribiendo al conductismo. Su escuela se denominó del "lnter-
accionismo simbólico de Chicago".
Mead define a la persona como diferente del organismo, en
cuanto persona significa poder ser objeto para sí en términos refle-
xivos, a través de la comprensión de la actividad social en que está
implicada.
La conciencia de sí alude a un fenómeno cognoscitivo antes que
emocional, y se adquiere por la internalización del lenguaje, que
es el intermediario simbólico.
El espíritu es la subjetivación del proceso social de comunica-
ción en que ha surgida' el símbolo significante y la capacidad de
simbolización.
Podemos articular los conceptos de persona, espíritu y concien-
cia de sí como procesos que se precipitan, uno en articulacíón con
los otros, en la emergencia del lenguaje. Mead propone una géne-
sis de la construcción de la persona y del lenguaje.
El primer organizador del lenguaje son los gestos. Estos son
símbolos, en la medida que anticipan algo que no está, es decir,
significan etapas ulteriores de la conducta. Un puño cerrado ame-
naza, anticipando un golpe. El lenguaje está ya ahí, presupone
una sociedad que ha creado sus significacíones y una puesta en
actividad de ciertas capacidades fisiológicas en el individuo. Las
significaciones por ende no son subjetivas, ni privadas, ni menta-
les, sino que están objetivamente en la situación 1:1ocial. Cuando
alguien levanta la mano debe saber que está anuncíando el golpe
para el otro, es decir que debe ser capaz de interpretar la signifi-
cación de su propio gesto.
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Del gesto-símbolo se produce el pasaje al símbolo-significante
cuando:"(. .. ) se despierta en sí la reacción que el propio gesto pro-
voca en el otro, y se utiliza esa reacción para el control de la con-
ducta posterior(. .. )" (op. cit. pág. 216). Gracias al símbolo se pue-
de adoptar el papel del otro para la regulación de la propia con-
ducta. Cuando alguien grita en un teatro: ¡Fuego!, y afecta a uno
como a todos, se ha llegado a la etapa del genuino lenguaje, el ges-
to vocal.
El espíritu es la internalización de ese proceso desde el gesto
al símbolo significante en la conducta del individuo.
La persona adviene a través de comprender y adoptar las acti-
tudes de otros hacia sí, en su propia actividad social, pues la socie-
dad no se internaliza en abstracto, sino en la adopción de los pape-
les concretos que el grupo le ofrece. Es en las actividades lúdicas
y el deporte donde se irá organizando. El niño juega a algo, en ese
juego adopta los diferentes papeles de los otros. En el deporte, en
cambio, adopta la actitud de todos los otros hacia un objetivo y las
relaciones que tienen entre ellos. Internaliza una estructura, la
que a su vez es estructurante. Eso es el otro, una organización de
las actitudes d e los que están implicados en el mismo proceso,
siendo el otro generalizado la actitud de toda la comunidad, y es
lo que proporciona al individuo su unidad de persona. Para Mead
es imposible concebir una persona surgida fuera de la experien-
cia social, y las pertenencias y referencias a los grupos sociales
regularán permanentemente su identidad personal.
En la persona Mead distingue dos aspectos: el mí, que represen-
ta la adopción de las actitudes de los otros y el yo, en cuanto asu-
me una conducta de reacción a las actitudes de los otros. El yo reac-
ciona ante el mi, en él está la libertad, la iniciativa, la invención.
El mí es en cierto sentido un censor, el control social interiorizado.
En este modelo las nociones de individuo y sociedad no se enun-
cian como pares antagónicos, sino que se encuentra la mediación
a través del lugar que se le asigna al surgimiento del lenguaje en
la experiencia social, como organizador fundante, y a las prácti-
cas socializadoras en el grupo social.
Mead realiza un intento sistemático de comprender cómo la
subjetividad es producida por y en la cultura, quedando afue-
ra algunas cuestiones, en la medida que no lo preocuparon los pro-
cesos inconscientes ni las especificidades que se producen en tan-
to los individuos forman parte de un conjunto.
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EL GRUPO COMO C.AMPO DE INVESTIGACIÓN
Y DE INTERVENCION
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zación, nuevas normas, nuevas motivaciones que se alejan de las
formales con que se iniciaron. Comienza a vislumbrarse una idea
de grupo asociada a que un conjunto de personas en intercambio
informal afectivo produce un plus, algo más que la sumatoria de
las interacciones de sus integrantes. Este plus se visualiza en el
mayor o menor rendimiento que el grupo puede dar, con indepen-
dencia de los cambios esperados por modificaciones del ambiente
social. Retomaremos este punto más adelante, con el desarrollo
del modelo de G. Homans.
Es a partir de aquí que se recorta la psicosociología centrada
en el análisis e intervención en los grupos de trabajo. Intervenir
significa en este contexto e·s trategias de acción a realizar en y por
los grupos de una organización social, a solicitud de ésta, con miras
a facilitar ciertos cambios.
Dos sistemas de referencia psicológica cumplieron una función
importante en la producción de modelos para pensar lo grupal:
- la teoría del comportamiento
- la teoría de la forma (Gestalt).
Actitud, conducta, interacción, motivación, relación, fuerzas,
cambio, facilitación, resistencia al cambio, entre otros, son con-
ceptos operacionales producidos en el interior de estas teorías.
DINÁMICA DE GRUPOS
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Realizó una conocida investigación con R. Lippit y R. White
sobre los climas grupales y las diferentes respuestas agresivas
que se producen en un gru po según el modelo de coordinación uti-
lizado: autoritario, democrático o laissez {aire. Partió de la con-
vicción de que la frustración ocasiona agresión, y observó que las
reacciones a nte la misma varían según los climas grupales gene-
rados por el tipo de coordinación. La coordinación democrática
baja la respuesta agre siva. A partir de aquí comenzó a formular
ciertas hipótesis básicas. Por primera vez se va a teorizar el pl us
que se produce en los grupos reconocido en las experiencias de
Elton Mayo ya nombradas. El hallazgo de que en el grupo se pro-
ducen propiedades que son diferentes a la suma de las partes, pro-
duce un recorte, por el cual los fenómenos grupales quedarán para
siempre ubicados en un lugar de irreductibilidad respecto de los
individuos que los componen. El campo de lo grupal se instituye
a sí en su especificidad.
Lewin analizó cómo el grupo y su ambiente constituyen un
campo dinámico, un sis tema de fuerzas interdependient es, en un
equilibrio no estático, en un proceso en continuo movimiento. Por
lo tanto, si s e modifican algunos de sus elementos se modificará
la estructura del conjunto, cuyos elementos principales son los
sub-grupos, los canales de comunicación de sus miembros, las
barreras de la misma.
Lewin operó con un modelo de conflicto, en cuanto reconoce en
todo grupo la acción y coéxistencia de fuerzas contradictorias que
favorecerán la cohesión grupal o tenderán a la desintegración,
afirmando que la conducta grupal estará orientada siempre a resol-
ver esta tensión. Por lo tanto el cambio ser á posible según la inten-
sidad y tensión de las fuerzas puestas en juego, posibilitando esta
noción operar en la desarticulación de las fuerzas de desintegra-
ción. Una de las mayores preocupaciones de este autor fue com-
prender las determinantes de la cohesión grupal.
Su unidad de análisis fundamental es la relación entre los ele-
mentos y las configuraciones del conjunto. Las relaciones las
entiende como un entramado que, en cada momento, en el aquí
y ahora, configuran organizaciones particulares, enunciando
formas de lectura del sistema de interdependencia que se orga-
niza entre los miembros del grupo y los elementos del campo
(finalidades, normas, percepción del medio exterior, división
de roles, status, etc., en determinado momento), tratando de
encontrar regularidades.
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En un segundo tiempo de sus investigaciones, las relaciones
que descubrió en el laboratorio pasaron a ser confrontadas en los
grupos naturales, talleres, fábricas, escuelas, etc. Intentó fundar
una ciencia del cambio social, con la convicción de que el peque-
ño grupo facilita vencer las resistencias al cambio de actitudes y
valores. En estas ideas está inscripta la investigación-acción que
realizó con las amas de casa norteamericanas para modificar
hábitos de alimentación durante la segunda guerra mundial.
Organizó dos tipos de reuniones. A un grupo se les dio sólo con-
ferencias sobre el valor nutritivo y la dieta, y la necesidad de
aporte a la guerra. Al otro se lo coordinó con una técnica de libre
discusión, y se le propusieron recetas de cocina cuando hubo moti-
vación en los integrantes para conocerlas. El primer grupo modi-
ficó la dieta en un tres por ciento, el segundo en un treinta y dos
por ciento. Infirió de estos resultados que las decisiones tomadas
en grupo permiten cambiar actitudes con mayor rapidez que las
que se toman en forma individual, convirtiéndose la pertenencia
al grupo en un operador que permite vencer las resistencias al
cambio.
La corriente lewiniana se entrecruza con otras: la interaccio-
nista, en su vertiente naturalista con G. Homans, la sociométri-
ca de J. Moreno, la psicoanalítica de los grupos. Sus postulados y
sus técnicas se aplicaron con distintos objetivos en grupos de for-
mación, psicoterapia, animación, etc. Con posterioridad a la muer-
te de Lewin en 1947, la dinámica de grupos adquiere un dominio
importante en la investigación y la intervención, y su trabajo se
multiplica. Los objetivos centrales en sus intervenciones apuntan
a comprender y trabajar el conflicto entre la cohesión y la desin-
tegración, tratando de mantener al grupo en un buen nivel de
adaptación a su tarea. En nuestro país sus aportes serán retoma-
dos y retrabajados por los psicoanalistas Enrique Pichon-Riviere
y José Bleger, dando origen el primero, en convergencia con otros
articuladores teóricos, a su teoría de los grupos operativos.
La teoría del campo instituye un nuevo saber y nuevas prác-
ticas sobre lo grupal. Como ya dijimos, recortó los procesos gru-
pales como un campo de análisis específico en un trabajo con mode-
los que dieron cuenta de s us regularidades, y creó dispositivos
grupales como estrategias para determinados objetivos. Por otra
parte, nos interesa puntuar algunas cuestiones que a dicho mode-
lo le quedaron invisibles:
- Su explicación espacial del dinamismo del campo estructural da
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cuenta de la conducta grupal en un momento dado, pero no de su
dimensión socio-histórica ni de sus inscripciones institucionales.
Conceptos como el de coordinación y clima democráticos están
impregnados, ideológicamente, de un valor social jerarquiza-
do en su época, como es el de democracia, pero la noción polí-
tica de la idea quedó empobrecida al reducirse en los grupos a
la libre discusión.
El coordinador se ubica en el lugar del liderazgo, ofreciéndose
como modelo. Más adelante, los desarrollos psicoanalíticos de
la grupalidad se preocuparán por diferenciar el lugar de la
coordinación como descentrado del de liderazgo.
Lewin no tomó en cuenta los procesos inconcientes en los gru-
pos, trabajo que realizarán W. R. Bion y otros en Inglaterra a par-
tir de la década del cuarenta. Más tarde, después de haber tra-
bajado con la teoría lewiniana, la escuela francesa de grupos fun-
dada por Didier Anzieu a partir de 1968 abandonará la dinámica
de grupos, considerándola una pedagogía, y la diferenciará del
psicoanálisis grupal en algunas cuestiones. En cuanto promue-
ve la pertenencia al grupo, pero sin trabajar con el nivel de las
fantasías que se suscitan en él, los integrantes suelen quedar
apresados sin discriminar su singular anudamiento en esa per-
tenencia. Durante el proceso grupal la técnica de la dinámica de
grupo incentiva la liberación del proceso primario, produciéndo-
se un efecto de shock, pero al no ser éste interpretado, la regre-
sión que se produce en lo~ miembros del grupo es controlada con
el refuerzo de defensas yoicas. Los cambios suelen ser entonces
espectaculares, pero se atenúan con el transcurrir del tiempo.
Tienden a ampliar la percepción de los roles jugados en el grupo
por el sujeto mismo y por los otros, haciendo concientes ciertas
situaciones afectivas y motivaciones, pero sólo en el nivel pre-
conscíente. Tratan de impedir la cristalización de hábitos de pen-
samiento y de sentimientos en cuanto los someten a una refle-
xión común, incentivando la búsqueda de conductas más efica-
ces para la realización de la tarea, apuntalando siempre la
pertenencia, pero no elucidan la modalidad singular de cada inte-
grante ante ella (Anzieu, D., 1972).
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C. Cooley (1904) que acuüó las nociones de grupo primario y gru-
po secundario, y en el de la psicología social de K. Lewin.
Trabajó sobre los protocolos levantados por la citada "Encues-
ta Hawthorne" de Elton Mayo, específicamente sobre los grupos
de la sala de observación de la conexión de horneras. Se dedicó a
analizar sistemáticamente las mutuas relaciones de estos grupos
en términos de variables específicas. tratando de hacer sus apor-
tes en la línea de una teoría sociológica que formule uniformida-
des y pueda enunciar legalidades para la teoría de los pequeños
grupos. Su herramienta de análisis fundamental será la noción
de 1:nterdependencia, tanto en el comportamiento de las variables
tomadas como unidades de análisis hacia el adentro del grupo
como en sus relaciones con el afuera, es decir, con el ambiente
social. Remarcará siempre que a los grupos nunca se los podrá
comprender aisladamente. Los cambios se vincularán siempre en
forma conjunta con la organización interna y el ambiente.
Define al grupo como la participación conjunta de un número
de personas en sus interacciones, recortadas de un ambiente exter-
no, lo que demarca un sistema. Lo distingue en dos planos, el sis-
tema externo y el sistema interno. En cada uno de ellos analiza el
comportamiento de tres variables específicas: la interacción, la
actividad y el sentimiento. Postula que en todos los grupos estos
elementos actúan como regularidades cumpliendo las mismas fun-
ciones y observando las mismas relaciones reciprocas. Define al
sistema externo, como aquel estado de la actividad, interacción y
sentimientos que en su interacción constituyen una solución entre
otras para sobrevivir en su ambiente. Este es el primer problema
a resolver por todo grupo, la adaptación El sistema externo defi-
ne las relaciones de acción y reacción recíprocas y circulares que
se organizan entre el grupo y su ambiente particular. En este sis-
tema la actividad se definirá por la organización planeada, en la
que cada miembro tiene un papel de acuerdo a sus habilidades
para llevar a cabo la tarea que los ha convocado. La interacción,
por los intercambios de unos con otros, definidos por las particu-
laridades de la tarea y del lugar que cada uno ocupa; y el senti-
miento, por el interés propio de cada uno que los llevó a ser par-
te de ese grupo. Las interrelaciones de estas tres variables en la
forma enunciada, son las encargadas de producir el ajuste al medio,
y constituirán sólo bajo esa condición el sistema externo. La tarea
y los roles manifiestos serán los organizadores en este nivel.
De estas primeras relaciones se producirá, según Homans, una
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elaboración social en el grupo, que irá más allá de sus necesida-
des adaptativas, y que es imposible evitar. Aquí aparece el plus
de gr.upo ya señalado. Nuevos sentimientos emergen de la inter-
acción, simpatías y aversiones, aprobaciones y desaprobaciones,
realizadas a la luz de las normas que van siendo producidas por
el conjunto. También nuevas actividades, algunas de las cuales
pueden entrar en contradicción con las prescriptas por el sistema
externo y el ambiente, tales como juegos, conversaciones, pujas,
etc., que a su vez darán lugar a nuevas pautas de interacción con
otras regularidades e intensidades, organizando redes de comu-
nicación centradas en liderazgos. El desvío de estas variables de
conducta respecto de como han sido definidas en el sistema exter-
no, y la aparición de estas nuevas modalidades, es lo que se nom-
bra como sistema interno, el que no está directamente condicio-
nado por el ambiente.
La frontera entre ambos sistemas no es rígida, más bien está
dirigida a modelizar un proceso circular, en la medida que el siste-
ma interno surge del sistema externo y luego reacciona sobre éste.
Tomando el caso específico observado, de la sala de conexión
de borneras, el resultado hubiera sido un mayor rendimiento (en
cuanto se les ofrecía a los obreros aumentos de retribución), si sólo
el sistema externo regulara la vida del grupo. P ero el sistema
interno, producido en la división de sub-grupos, de nuevas nor-
mas, de sistemas de liderazgos, de simpatías y rechazos, determi-
nó que uno de los sub-~upos rindiera menos en el nivel de pro-
ducción, en tanto esa había sido la decisión grupal. Los fenóme-
nos de cohesión y pertenencia se definen en este nivel, por lo tanto
la vida en el grupo satisface t a nto el interés propio como algo más.
Homans, con su método positivista, ha realizado aportes a la
comprensión de ciertas legalidades que permiten analizar cual-
quier tipo de pequeño grupo. Su discriminación entre sistem a
externo y sistema interno ha proyectado un análisis metodológi-
co imprescindible para la continuación del pensamiento sobre lo
grupal. Ha remarcado que siempre un grupo se convoca para rea-
lizar alguna tarea, alrededor de la cual se organizan prácticas y
se funda un orden simbólico que lo recorta y diferencia de los otros,
lo que le permite y lo obliga a relacionarse con su espacio social.
Estas primeras relaciones dadas en este nivel luego serán reali-
mentadas por las elaboraciones particulares intragrupo, y estos
dos sistemas estarán implicándose uno al otro en sus términos en
mutua interdependencia.
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El desarrollo del pensamiento psicoanalítico sobre los grupos,
producirá nuevas conceptualizaciones, hará visibles nuevos fenó-
menos, pero este enfoque metodológico no se perderá.
Hasta aquí hemos hecho un recorrido posible, podría haber
sido otro. Pero nos hemos apoyado para el mismo en dos ejes. Por
un lado nuestra convicción de que toda teoría tiene un sello socio-
histórico en su producción a la manera en que lo hemos señalado
al comienzo, y por el oti-o que trabajar los desarrollos psicoanalí-
ticos, que es nuestro interés en este libro, ha enriquecido pero no
invalidado las nociones y conceptos producidos desde otros cam-
pos epistemológicos para el conocimiento de la grupalidad.
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Capítulo JI
Grupo de trabajo-grupo
de supuesto básico
DIANA KORDON
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ción a lo grupal, en la medida en que se asume explícitamente en
un lugar de excentricidad respecto del corpus psicoanalítico.
La confluencia entre su práctica con grupos con objetivos de
cuyo cumplimiento y nivel de eficacia se derivaban consecuencias
en la práctica social, y su formación psicoanalítico., generaron la
condición de posibilidad de elaboraciones conceptuales fundamen-
tales, tales como los dos niveles de funcionamiento en los grupos
(grupo de trabajo-grupo de supuesto básico), la relación dialécti-
ca entre lo progresivo y lo regt·csivo.
Bion demuestra un interés simultáneo por la subjetividad y
por la realidad externa.
La investigación de la inserción del sujeto en el mundo exter-
no, recuperando la subjetividad, abordando los temores y fanta-
sías más primarias, constituye uno de los atractivos de s u obra.
Su trabaj o con grupos que deben afrontar tareas en e l mundo
externo y la necesidad de resolver los obstáculos que se presen-
tan, tiene que ver con el reconocimiento de los fenómenos de supues-
to básico y los procesos regresivos, al tiempo que sostiene la posi-
bilidad de eficacia del grupo de trabajo.
Como seúaláramos, su pensamiento psicoanalítico se inscribe
en la corriente kleiniana; él mismo es contemporáneo de la época
de cierta hegemonía de dicha corriente en el campo del psicoaná-
lisis; más aún, fue paciente de Melanie Klein, y habría sido ella
misma una de las personas que le sugirieron el abandono de su
trabajo psicoanalítico con grupos .
Con cierto forzamiento respecto de Freud, y retomando la for-
mulación de que toda psicología individual es siempre simultánea-
mente social, sostiene que la psicología individual y la grupal no pue-
den diferenciarse, en tanto la psicología individual es una función
de la relación de una persona con otra. El individuo es siempre miem-
bro de grupos, aun cuando su participación en ellos consista a veces
en comportarse de tal forma que parezca demostrar que no perte-
nece en absoluto a ninguno. El individuo es un animal de grupo que
está en guerra tanto con el grupo como con los aspectos de su perso-
nalidad que constituyen la esencia de su carácter gregario.
Ningún individuo puede ser considerado aislado en tiempo y
espacio, como fuera de un grupo o como falto de manifestaciones
de psicología de grupo. La aparente diferencia entre la psicología
individual y la psicología grupal es una ilusión que surge del hecho
de que el grupo coloca en primer plano ciertos fenómenos que resul-
tan extraños al que no está familiarizado con los mismos.
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Este planteo de Bion surge en polémica con los de W. Me Dou-
gall y G. Le Bon, quienes sostienen que la psicología de grupo sólo
surge cuando varias personas se reúnen en un mismo lugar y tiem-
po, planteo éste que Freud no desaprueba. Cuando Bion plantea
que tales requisitos no son imprescindibles, excepto para hacer
posible el estudio, es decir, que la reunión de un grupo sólo es nece-
saria para que las características del mismo se revelen, pero no
para la producción del fenómeno de grupo, no está sino esbozan-
do dos cuestiones que retomará la Escuela Francesa a posteriori,
a saber, la problemática de las representaciones psíquicas de gru-
po y la importancia del dispositivo para la investigación de los
fenómenos grupales.
En su polémica también con Le Bon, y, por qué no decirlo, con
Freud, en lo que hace a la relación individuo-grupo, plantea que
éste ofrece ventajas para el despliegue creativo de las individua-
lidades y de los aspectos de pertenencia discriminada y señala la
posibilidad de que el grupo no constituya necesariamente un ins-
trumento enmascarador; plantea también el hecho de que el tra-
bajo grupal puede interesarse por la verdad en tanto sean elabo-
rados los aspectos regresivos que promueve. En tanto Freud sos-
tiene que en las situaciones grupales las emociones se intensifican
extraordinariamente y ejercen una influencia perniciosa para la
producción intelectual del grupo (efecto grupo), Bion no cree en la
disminución de la capacidad intelectual en grupo; más aún, afir-
ma la existencia de un plÚs de posibilidades en la grupalidad. Así
señala que los grandes descubrimientos y aportes son grupales,
no son producto de hombres aislados.
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previo al grupo, Bion, apoyándose en una teoría realista de las
relaciones objetales, considera que el sujeto se constituye en el
proceso de sus relaciones de objeto.
Bion aborda, apoyado en las ideas kleinianas, la problemáti-
ca de las ansiedades y defensas tempranas y su relación con la
vida grupal.
Cuando un grupo se reúne para realizar una tarea específica
se evidencian muchas veces actitudes y métodos que no parecen
conducentes al objetivo trazado. Se pueden discernir dos tipos de
tendencias: una dirigida a la realización de la tarea propuesta, y
otra que parece oponerse a ella. La actividad de trabajo es obs-
truida, diversificada o asistida por una actividad más regresiva y
primaria.
Al estar en grupo, el adulto experimenta una regresión; vive
la sensación de pérdida de su particularidad. El grupo es vivido
como una instancia unitaria, no equiparable a la suma de las per-
sonas que lo componen y subsume a sus miembros en una situa-
ción equiparable a la despersonalización.
La coexistencia de las dos modalidades de funcionamiento gru-
pal señaladas (grupo de trabajo o "grupo sofisticado" y grupo de
supuesto básico) implíca un conflicto permanentemente planteado
y siempre r ecurrente dentro de los grupos; la tendencia a la dife-
renciación del individuo se contrapone a la tendencia regresiva.
La actividad en relación al desarrollo de una tarea manifies-
ta, con objetivos explícitos, es lo que Bion define entonces como
grupo de trabajo, y la actividad en la que predominan los proce-
sos regresivos, la indiferenciación, constituye el llamado grupo de
supuesto básico.
GRUPO DE TRABAJO
26
pertinencia entre aquello de lo que se habla y la tarea. El grupo
de trabajo que tolera la frustración, permite la evolución de ideas
nuevas. Esta modalidad de funcionamiento grupal está al servi-
cio del principio de realidad.
Cada miembro coopera voluntariamente en la actividad y de
acuerdo a sus capacidades individuales, ya que este nivel de fun-
cionamiento grupal requiere del desarrollo de las funciones yoi-
cas de los individuos que en él participan.
El individuo, dentro del grupo de trabajo, en tanto sujeto simul-
táneamente participante y diferenciado, experimenta el placer de
la pertenencia discriminada y de la gratificación de la autoestima
por sus aportes a la tnrea grupal, pero se ve expuesto al inevitable
componente de soledad asociado al crecimiento y la diferenciación.
27
secución. El lenguaje es un lenguaje de acción, no es una expre-
sión del proceso de pensamiento (o de proceso secundario).
El grupo no está interesado en la eficacia en la tarea, no requie-
re de las funciones yoicas de sus miembros.
Bion diferencia tres tipos de supuestos básicos. Estos no pue-
den estar funcionando simultáneamente, pero sí puede pasarse
de uno a otro.
Los supuestos básicos son:
1- Supuesto de dependencia: El grupo se reúne para lograr el sos-
tén de un líder de quien depende para nutrirse material y espi-
ritualmente y para obtener protección. Ese líder debe satisfa-
cer todas sus necesidades y deseos. Este supuesto est á vincu-
lado a los sentimientos de culpa y depresión.
2- Su.pu.esto de ataqu.e y fuga: Implica la existencia de un enemi-
go que pone en peligro al grupo frente al cual éste debe defen-
derse. Se ponen en juego las ansiedades vinculadas a la agre-
sión, odio y destrucción.
3- Supuesto mesiánico o de apareamiento: Seúala un hecho futu-
ro, ya sea la existencia de una pareja o una figura mesiánica,
que resolverá todas las a nsiedades del grupo. La expectativa
mesiánica, nunca concretada, constituye el sentir predominan-
te en este supuesto.
Para Bion, en el supuesto básico se concentra el deseo y la
defensa.
El supuesto básico es un producto de fantasías subyacentes,
fantasías grupales de tipo omnipotente y mágico acer ca del modo
de satisfacer los deseos. Estos impulsos, que se pueden oponer a
las opiniones racionales y conscientes de los miembros del grupo,
tienen una fuerza y una realidad que se manifiestan en la con-
ducta del grupo. Son fantasías primitivas, universales, que corres-
ponden a lns primeras relaciones objetales.
Básicamente, Bion considera a los supuestos básicos como
formaciones secundarias de una escena primaria muy primiti-
va, elaborado. en el nivel de objetos parciales, asociada con ansie-
dades psicóticas y en la que están presentes los mecanismos de
escisión, introyección e identificación proyectiva. ;i Téngase en
3 "ldenlificélción proyectiva" e& 11n témlino introducido por Melanie Klcin pnra
designar un mecanismo que se traduce por la existencia de fantasías en los que el
sujeto introduce i;u propia persona, en su totalidad o en parte, en el interior del
objeto para dañarlo, poseerlo y controlarlo.'" Loplanche, J . y Ponta lis, J-B. 1967.
28
cuenta que la concepción que utiliza Bion sobre fantasía remite
a Melanie Klein.
Los supuestos básicos inactivos se ubican en un sistema pro-
tomental en el que la actividad física y psicológica quedan indis-
criminadas. "El sistema protomental, que considero como un sis-
tema donde lo fisico y psicológico o mental se hallan indiferencia-
dos, es una matriz de la que surgen los fenómenos que en un
principio(...) parecen ser sentimientos discontinuos sólo muy lige-
ramente asociados entre sí. Es de esta matriz de donde parten las
emociones propias del supuesto básico que refuerzan, invaden y
en ocasiones dominan la vida mental del grupo ( .. .) Los supues-
tos básicos no operativos están confinados en el sistema proto-
mental, es decir que si el grupo sofisticado (de trabajo} está inmer-
so en las emociones asociadas con el supuesto básico de depen-
dencia, los supuestos básicos de ataque y fuga y de emparejamiento
quedan relegados dentro de las limitaciones de la etapa protomen-
tal" (Bion, W. 1948, pág. 84).
En términos generales, se puede señalar que Jos supuestos
básicos constituyen fenómenos correspondientes a la presencia de
la fantasmática originaria en los grupos.
El supuesto básico de dependencia remite a las fantasías más
primitivas de fusión; el supuesto de ataque y fuga se corresponde
con las fantasías de castración. Es más problemático encontrar
una equivalencia con el su¡mesto de apareamiento. Por una parte
este supuesto puede ser considerado también como un equivalen-
te de las fantasías fusionales vinculadas a la escena primaria; pero
simultáneamente y teniendo en cuenta el carácter de precursor de
la sexualidad que le atribuye Bion y su falta de existencia como
una situación actual, su importancia como posibilidad de futuro,
es posible considerarlo en equivalencia con las fantasías de seduc-
ción. D. Anzíeu (1986} considera, efectivamente, que los fantasmas
de seducción corresponden al supuesto de emparejamiento.
Todo grupo funcionando bajo el predominio de un supuesto
básico incluye la existencia de un líder.
29
tible a sacrificar su personalidad en pro de exigencias que el lide-
razgo implica dentro del grupo.
El líder pierde características distintivas de sí mismo, goza de
igual libertad para ser él mismo que cualquier otro miembro del
grupo; en realidad es más prisionero aún del grupo que los otros.
Un individuo es líder de supuesto básico en virtud de su capa-
cidad para combinarse instantáneamente, involuntaria o volun-
tariamente, con todos los otros miembros del grupo y lo único que
lo separa de éstos es que cualquiera sea su función en el grupo de
trabajo, él es la encarnación de la propuesta de funcionar de acuer-
do a determinado supuesto básico.
Como se ve, de acuerdo a Bion, el líder de supuesto básico es
aquel que resulta capaz de expresar más acabadarnente los pro-
cesos correspondientes a la transubjetividad. 4
El líder del grupo de trabajo mantiene contacto con la reali-
dad externa; al de supuesto básico no se le exige esta cualidad.
No es excluyente que coincida la identidad del líder del grupo de
trabajo con la del líder de supuesto básico, pero éste concentra la
lealtad entusiasta del grupo y no se interesa por otra realidad que
la que le demanda el grupo de supuesto básico. Pero asume a su
vez el prestigio ligado al líder del grupo de trabajo.
30
dueto de la cultura del grupo. Este concepto de cultura grupal con-
sidera cuál es la estructura adquirida por un grupo en un deter-
minado momento, cuáles son las tareas que se propone, la orga-
nización que adopta para la realización de las mismas y la forma
en que se expresan los conflictos de los miembros del grupo en
relación tanto a aquella estructura como a la mentalidad grupal.
En últíma instancia"(. .. ) la cultura del grupo es una función del
conflicto entre los deseos del individuo y la mentalidad grupal".
(Bion, W. ídem; pág. 58).
Bion interpreta en los grupos el contenido de la mentalidad
grupal (supuesto básico), y los conflictos que de ella se despren-
den en relación a los objetivos de trabajo del grupo y a los deseos
de los miembros del mismo.
La interpretación dirigida especialmente al grupo como un
todo, y teniendo en cuenta la relación que establece entre supues-
to básico y fantasía, ha tenido particular importancia en su inci-
dencia en 1a escuela argentina de grupos.
Así, en los primeros años del trabajo psicoanalítico grupal en
nuestro país, se interpretaba al grupo como un todo señalando
cuál era la fantasía inconsciente grupal subyacente al material
manifiesto. Se interpretaba la mentalidad grupal bajo la consig-
na de interpretar la fantasía inconsciente grupal.
Bion esbozó la diferencia conceptual en la comprensión de los
distintos niveles de fantasía presentes en la dinámica grupal, dife-
rencias que fueron desarroliadas posteriormente, del mismo modo
que fueron reconocidas las diferencias en cuanto a estructura y
contenido.
31
De esta manera, los mecanismos de control social tienden a
que los sujetos se sientan ajenos de su propia capacidad de ope-
rar sobre la realidad; se promueve la idea de que el logro de deter-
minado objetivo es producto, no del grupo de trabajo sino de la
actividad del supuesto básico (incluido su líder), asociado al fun-
cionamiento de la institución de 1a que se trata.
32
Capítulo III
El imaginario grupal
33
Aun con sus diferencias, los modelos expuestos en los ejl'mplos
están operando en el registro emocional de los sujetos, y aquellos que
los coordinan hacen lo que L. Grinbcrg, M. Langer y E. Rodrigué lla-
maron terapias por el grupo"( ...} ya que incitan y se valen de las emo-
ciones colectivas sin tratar de comprenderlas" (Op. cit., 1957 pág. 33).
Estos son los antecedentes de los dispositivos terapéuticos en
los que se manipulan emociones, en el sentido de ubicar sus fuer-
zas en posiciones y direcciones, pero que carecen de una interpre-
tación analítica de las mismas.
Kurt Lewin, en los años siguientes a la Segunda Guerra Mun-
dial, intentó la primera representación científica de los fenóme-
nos grupales cuando los interpretó como un juego de fuerzas físi-
cas, donde la conducta de un grupo se reduciría a la resultante de
las fuerzas internas y externas a las que el grupo se ve sometido.
Como salta a la vista, los dispositivos que acabamos de descri-
bir dejaban de lado algunos fenómenos grupo.les, ya sea por Ja difi-
cultad de detectarlos, o por la imposibilidad de explicarlos a raíz
de las limitaciones inherentes a todo modelo teórico. De todas
maneras, como ya lo hemos puntualizado, estos fenómenos des-
apercibidos permanecían activos y seguían produciendo efectos
(regresiones, transferencias, identificaciones, etc.).
La investigación psicoanalítica, por su parte, cuando decidió
internarse en este continente nos puso en la pista de que cada
grupo construye guiones imaginarios, a partir de los elementos
materiales de que dispone y sobre los que se apuntala. Pero, curio-
samente, esta construcción del grupo entra simultáneamente en
tensión con los objetivos manifiestos del mismo. Es a partir de
este momento y a raíz de este descubrimiento cuando entra en
escena el concepto de imaginario .
34
los propios interesados, lo cual generó poco a poco un espíritu de
cuerpo que permitió conjurar la anarquía, los robos y la violencia
del principio. Se trató, en realidad, de una verdadera interven-
ción institucional.
Bion luego se ocupa de la readaptación de veteranos de gue-
rra e implementa una técnica de encuentro en grupo donde pro-
pone:"( ... ) tratar de comprender las tensiones que se manifiestan
en el curso de las sesiones, entre sus integrantes" (Bion, W. 1948,
pág. 31). Es interesante ver cómo se ubica como psicoanalista, en
tanto prioriza un lugar de abstinencia y neutralidad, y además se
propone a partir de su contratransferencia devolver mediante
interpretaciones lo que va entendiendo.
Esa actitud abierta que permite trasladar el encuadre y la teo-
ría psicoanalítica al dispositivo grupal, deviene un modelo propio
para la comprensión de los procesos grupales, en el que se le reco-
noce haber dado un salto cualitativo en el saber de los mismos .
Esas producciones imaginarias (dependencia, ataque-fuga y
emparejamiento) con que los integrantes del grupo se unen deli-
mitando posiciones a un liderazgo, creando cierta atmósfera emo-
cional que denomina supuestos básicos (o también hipótesis o asun-
ciones básicas), son el primer acercamiento teórico a lo que más
tarde será conceptualizado como uno de los organizadores del pro-
ceso grupal, también llamados organizadores transpsíquicos (Kaes,
R. 1986-87). Tienen la forina de esquemas subyacentes que orga-
nizan la dinámica del grupo, cuando el conjunto de personas que
lo integra entra en regresíón perdiendo, entonces, cada uno su
singularidad y dando paso a la creencia de que: "(. .. )un grupo
existe como algo distinto de un agregado de individuos" (Bion, W.
op. cit., pág. ll5).
Esta creencia, que califica de fantasía, es capaz de llevar a los
individuos a una despersonalización. Y si bien Bion no explica lo
que aquí entiende por fantasía"( ... ) es demasiado analista (y klei-
niano por añadidura), para asimilarla a una ilusión que una pro-
gresiva experiencia de la realidad lograría felizmente disipar: no
cabe duda de que la fantasía es cierta realidad estructurada,
actuante, capaz de informar no sólo imágenes o ensoñaciones sino
el campo entero del comportamiento humano". (Pontalis, J-B.,
1963, pág. 284).
Los supuestos básicos serian una de las maneras de expresión
de In fantasía de escena primaria. Estos actúan, según lo plantea
Bion, obstaculizando, diversificando o asistiendo la actividad del
35
grupo de trabajo (contacto con la realidad, racionalidad, división
de tareas, temporalidad, cooperación). El lenguaje del grupo de
supuesto básico es de acción, en tanto dramatización de las fan-
tasías inconcientes que se filtran en el grupo de trabajo, produ-
ciendo un efecto de cultura grupal, que surge del entrecruzamien-
to de lo fantasmático con la tarea.
Por primera vez, comienza a hablarse de un nivel de lo incon-
ciente en el grupo en cuanto una combinación de emociones y fan-
tasías que, hallándose siempre presentes, regulan la producción
del grupo de trabajo. Por lo tanto Bion señala la construcción de
una representación del grupo que opera como una fantasía. Esto
es lo que Pontalis subraya cuando plantea en su texto que, desde
Bion en adelante, podemos discriminar entre grupos reales y gru-
pos como fantasías.
Con lo recorrido hasta aquí podemos concluir, en coincidencia
con otros autores, que hasta la aparición de Bion se podía hablar
de un psicoanálisis aplicado al grupo, y a partir de él, de los gru-
pos como un campo de descubrimiento (Fernández, A. 1989).
36
En el intercambio grupal se recrean las relaciones conflictivas
primarias, que serían vehiculizadas a través de las identificacio-
nes proyectivas e introyectivas en referencia a las posiciones esqui-
zo-paranoide y depresiva.
Esta teoría cree encontrar una fantasía inconciente común del
grupo, a la que postula como quintaesencia de la dinámica y la
comprensión psicoanalítica de lo grupal. Esto llevaría a pensar al
grupo en términos de una íntencionalidad, deslizándose sin solu-
ción de continuidad hacia un antropomorfismo, que se veía expre-
sado en las intervenciones que los coordinadores dirigian a un úni-
co interlocutor ("El grupo me dice ... ; el grupo piensa ..."). De esta
manera se hacía un traslado lineal y mecánico de los conceptos
psicoanalíticos de un plano epistémico a otro, sin elaborar los inter-
mediarios que dieran cuenta de aquel traslado y del nuevo con-
texto. Esta situación conllevaría, además, el riesgo de una visión
absolutamente unificadora del grupo donde se pierden o quedan
sin diferenciar las singularidades rle sus miembros.
37
les. Comienza a responderse, retomando y jerarquizando las pos-
tulaciones de Bion, en cuanto éste pone en el centro a las fanta-
sías, apoyándose en dos polos: el sociológico (el grupo como reali-
dad) y el psicológico (el grupo como fantasía). Desde este último
polo, los individuos comparten la creencia en la existencia de un
grupo como realidad, más allá de los integrantes que lo forman,
y que será objeto de una investidura 1ibidina1 y de una represen-
tación, dando lugar a que en cada subjetividad se suscite"(. .. ) una
conciencia de ser manejado por fuerzas tan difíc1les de controlar
como de definir. .. " (Op. cit., pág. 285). Esta dependencia es la mar-
ca indeleble que señala aquello que entre los sujetos se ha arma-
do y de lo que ninguno puede salir sin la ayuda o la oposición de
los otros.
La propuesta inicial que estatuye Pontalis será el primer jalón
en el largo recorrido que dará la escuela francesa en su aproxima-
ción psicoanalítica a una lectura de lo grupal. Didier Anzieu en la
obra que dedica a esta cuestión, El grnpo y el lnconciente (que lle-
va por subtítulo Lo Imaginario Grupal), lo deja planteado desde
el inicio cuando dice que. si bien"(. .. ) un grupo es un objeto de cate-
xia pulsional... esta idea seguirá siendo insuficientemente utili-
zable, tanto en la teoría como en Ja práctica, hasta que encuentra
el complemento indispensable a su operatividad en el nuevo enun-
ciado que propongo'' (Anzieu, D. 1986 pág. 16) y que consistirá en
la incorporación a la teoría de la dimensión imaginaria, que de
ahora en más será indispensable para la comprensión de la diná-
mica grupal.
38
citas), de costumbres, de ritos, de actos y prácticas; encierra pen-
samientos, palabras y acciones que permiten que el grupo defina
un espacio interno y una temporalidad propia que estructura una
trama imaginario-simbólica.
La otra cara, vuelta hacia la realidad interna de los miembros
del grupo, está formada por la urdimbre de los movimientos de
exteriorización e interiorización de sus formaciones inconcientes
(grupos internos, vida fantasmática, tópica subjetiva).
A medida que aborda la dimensión imaginaria en los grupos,
Anzieu va apuntando algunos conceptos que empiezan a esclare-
cer esta temática. Lo primero que destaca es que el grupo es una
puesta en común de las imágenes interiores y de las angustias de
los miembros. Por lo tanto, el grupo es un lugar de fomento de
imágenes que trasunta n en sentimientos y emociones que excitan
o paralizan la actividad grupal, sea ésta cual fuere, y que gene-
ran fenómenos de unidad, de disgregación, de defensa, apatía o
resignación . La violencia de estas emociones, el poder de las imá-
genes que las desencadenan o mantienen, son algunos de los fenó-
menos de grupo más potentes y misteriosos.
Por otra parte, el grupo es una amenaza primaria para el indi-
viduo debido al ataque a la identidad que genera la despersona-
lización que produce la entrada al mismo:"(. .. ) la angustia de la
unidad perdida( ... ) hace surgir Jos fantasmas más antiguos, los
del desmembramiento (. ..)" ~Ibíd. pág. 55). Los participantes recons-
truyen su ilusoria unidad yoica suprimiendo esta fantasía de rotu-
ra y colocando en su lugar otra, que la supera y que se conforma
como una metáfora de aquella (cuerpo, máquina, etc.).
Estos conceptos (imágenes, unidad yoica, desmembramiento)
nos ponen frente a la problemática del narcisismo, en s u dimen-
sión especular dentro del campo identificatorio. La s uperación de
la vivencia de desmembramiento que refiere a un cuerpo despe-
dazado con la consecuente constitución de una unidad yoica ilu-
soria, se produce durante el estadio del espejo.
La preeminencia del funcionamiento a modo del Yo Ideal que
tiene el infans permanecerá intacta en algún estrato psíquico y
se pondrá a la orden de los fenómenos grupales cuando las viven·
cías de despersonalización y desmembramiento se activen en las
fases iniciales de la formación de un grupo. De estas primeras
imágenes se desprenden las representaciones idealizadas del gru-
po, construidas mediante la proyección del yo ideal que configu-
rnnin lo que más adelante se teoriza como ilusión grupal.
39
3.2. UNA MITOLOGÍA GRUPAL
40
la función de instituir la presencia de un pasado que permita
semantizar el presente.
Resumiendo, se puede admitir que en toda situación de grupo
hay una representación imaginaria subyacente común a muchos
de sus miembros, que da cuenta de la unidad y de lo común com-
partido. Esta representación puede obstaculizar el funcionamien-
to del grupo respecto a sus fines específicos y hasta producir su
parálisis. Pero también cuando un grupo funciona eficazmente es
una representación imaginaria la que le permite encontrar la soli-
daridad y la eficacia.
Por lo tanto la representación imaginaria que el grupo cons-
truye es indispensable para su desenvolvimiento, consecuente-
mente, en los casos que una se desecha es porque se la reempla-
za por otra. Esta conclusión nos permite establecer la siguiente
fonnulación: sin imaginario no hay grupo.
41
Otra vía para pensar a cerca de imagen es en referencia a ilu-
sión. Ilusión no se asocia a error ni a oposición, sino a prescinden-
cia de la realidad lFreud, S. 1927). En el campo de la grupalidad
se constituirá como un fenómeno muy particular conceptualizado
con el nombre de ilusión grupal.
Estas aclaraciones ayudan a contextualizar el camino que
Anzieu despeja para que la analogía entre sueño y grupo haga su
aparición. Plantea en relación al deseo, que si el sueño nocturno
es una realización alucinatoria del mismo, el grupo es su realiza-
ción imaginaria. En ambos, el proceso primario es el dominante
a pesar de su fusión con el secundario, o sea que el grupo, como
el sueño, es el debate con una fantasía subyacente. Por lo tanto,
los humanos vamos a los grupos igual que al dormir entramos en
el sueño, esto implica que, desde Ja dinámica psíquica, el grupo
es un sueño.
Anzieu desarrolla tres enunciados que condensan el paralelis-
mo entre el grupo y el sueño desde la dinámica psíquica.
En primer lugar, el deseo realizado en el grupo y en el sueño,
es un deseo reprimido con anterioridad: son deseos que al no ser
satisfechos en la vinculación con los otros, son retrasladados al
grupo. Como lo demuestra la pandilla de adolescentes que se des-
morona con la instauración de relaciones amorosas, por efecto de
la dilución del apuntalamiento que se establecía entre los sujetos
del mismo sexo.
En segundo lugar, el deseo que se realiza tanto en el sueño como
en el grupo, es un deseo infantil reprimido. Anzieu recuerda que
los niños cuando se agrupan juegan a ser adultos, mientras que
los a dultos bajo la protección del contexto grupal exterioriza n sus
aspectos infantiles, regresión característica de todo grupo.
El t ercer enunciado alude a que el deseo, tanto en el grupo
como en el sueño, tiene un sentido desconocido y anuncia las for-
mas en que intentará realizarse. Las acciones que se dan en ambos
son desplazamientos, condensaciones y representaciones simbó-
licas de deseo.
3.3.1. LARESONANCIAFANTASMÁTICA
42
mano primario en la pareja, el grupo, la vida social, es la circula-
ción fantasmátíca ( .. .)"' (Anzii:u, D. 1986, pág. 202).
Los integrantes de un grupo intercambian fantasías y éste a su
vez"(. .. ) es un lugar de fomento de imágenes" (Ibídem pág. 43). Efec-
tivamente, la fantasía tiene una particularidad, está relacionada con
las imágenes y éstas con la mirada. La mirada que es el primer ele-
mento de coordinación del espacio en relación a la prematurez huma-
na, ejerce una función de anticipación, organiza un campo visual, y
es el primer elemento de control y contacto con el mundo externo, a
la vez que el primero de aprehensión libidinal. La fantasía, entonces,
se manifiesta como una disposición visual y dramática.
La circulación fantasmática se producirá en tanto los sujetos que
forman parte del vínculo, de la pareja o del grupo puedan ofrecer y
aceptar los lugares y roles que corresponden a la estructura de su
fantasía. Para esto será necesario que haya un mínimo de tejido vin-
cular o grupal que permita la expresión de la dramática que repre-
senta a dicha fantasía inconciente. Este tejido se constituirá en tan-
to lo que se despliegue en el grupo, o sea en lo intersubjetiva, tenga
un correlato en el aparato psíquico de cada uno de los miembros. Es
en este sentido como R. Kaes {1976, 1985) teoriza el carácter grupal
de la fantasía y como ésta puede ser dramatizada en el espacio ima-
ginario del grupo. Pero para que la circulación fantasmática se pon-
ga en juego es necesaria esta vibración conjunta entre las fantasías
individuales denominada resonancia fantasmática.•
Esta consiste en"( ... ) 'el reagrupamiento de algunos partici-
pantes en torno a uno de ellos, que a través de su manera de ser,
sus actos, sus ideas, ha hecho ver o ha dado a entender una de sus
fantasías individuales inconcientes" (Ibídem pág. 204). No se tra-
ta de un acuerdo, que apuntaría a algo conciente, sino de una con-
vergencia, eco o estimulación mutua. La red de lugares ofrecidos
será aceptada y puesta en juego a nivel de la dramát ica siempre
que otros participantes se identifiquen con alguno de esos luga-
res, en la reactualización de sus propias fantasías.
Si retomamos el planteo de que todo sujeto entra al grupo corno
a un sueño, y por lo tanto lleva deseos a satisfacer, podremos vis-
lumbrar cómo la aceptación o el rechazo de la oferta de una deter-
minada dramática se produce como resultante de las fuerzas de-
siderativas en juego: "Como portador de un deseo reprimido, una
43
fantasía suscita, en aquél ante quien se devela, el horror, la fas-
cinación o la indiferencia, según despierte en este testigo, que se
siente invitado a convertirse en actor, una violenta condenación
por el Superyo o un deseo análogo ha sta ahora latente pero dis-
puesto a arder si se lo solicita o por último, eficaces mecanismos
de defensa, especialmente de denegación" (Ibídem pág. 205).
Posteriormente, la temática de la resonancia fantasmática será
retomada y retrabajada por R. Kaes. Este autor describirá los dis-
tintos enfoques que de este concepto se desarrollaron desde su
aparición, delimitando tres momentos. Una primera perspectiva,
caracterizada como estadística, se basa en la existencia de una
fantasía común:"(...) por lo tanto varios participantes tienen en
común un contenido fantasmático idéntico" (Kaes, R. 1976 pág.
183) como se desprende de los desarrollos de H. Ezriel. La segun-
da es de tipo funcional y"(. .. ) destaca las propiedades escénicas
de la fantasía y el papel inductor de un miembro del grupo, por-
tador de aquella" (Ibídem pág. 184) como lo enunciaraAnzieu. La
tercera perspectiva, introducida por el propio Kaes, permite la
exploración de las propiedades estructurales de la fant asía que la
ubican como organizadora del grupo; en este caso se plantea que
la fantasía misma está estructurada como un grupo.
De lo consignado se desprende que el concepto de resonancia
fantasmática tiene un lugar destacado, en tanto funciona como
un divisor de aguas en la teoría psicoanalítica grupal, ya que a
partir de su enunciación quedó definitivamente sepultada la teo-
rización acerca de una fantasía inconciente grupal, de la que ante-
riormente nos hemos ocupado. A partir de este momento, se ini-
cia un nuevo período dominado por la idea de que en los grupos
las fantasías puestas en juego son individuales, aunque pueden
ser compartibles si están más cercanas al polo de lo primario, pero
aún así siguen siendo individuales. La vuelta de tuerca que da
Kaes con la estructura grupal de la fantasía, el aparato psíquico
grupal y la idea de un sujeto surgiendo del grupo (Kaes, R. l993a)
termina de configurar, por un lado un campo inédito para la inves-
tigación psicoanalítica, a la vez que una mirada multidimensio-
nal de lo intrapsíquico.
De este recorrido, a través de 1a génesis y el desarrollo del con-
cepto de lo imaginario se desprende claramente cómo su inclusión
en el campo de lo grupal permitió abrir una nueva dimensión en
la perspectiva del trabajo con grupos e instituciones en general y
del psicoanálisis en particular.
44
Capítulo N
Fantasía y grupo
DIANA KORDON
LUCII..A EDELMAN
DEFINICIÓN
Para La planche y Pontalis (1967), la fantasía constituye:"(. .. )
una escenificación imaginaria, en la que se halla presente el
sujeto y que representa, en forma más o menos deformada por
los procesos defensivos, la realización de un deseo, y en última
instancia de un deseo inconsciente." La vida de una persona apa-
rece modelada o estructurada por una determinada fantasmá-
lica. Esta fantasmática básica constituye -retomando una expre-
45
sión de Freud en La interpretación de los sueños- lo que se deno-
mina realidad psíquica, diferente de la realidad material y de
los pensamientos de mediación. Esta fantasmática básica tiene
un papel importante en la estabilidad y organización de la vida
psíquica.
Las fantasías pueden ser conscientes o inconscientes. Los ensue-
ños diurnos, ciertas irnaginarizaciones perversas o delirantes,
constituyen fantasías conscientes o preconscientes.
Las fantasías inconscientes son estructuras subyacentes a un
contenido manifiesto, y constituyen el contenido primario de los
procesos mentales inconscientes. En el síntoma neurótico, por
ejemplo, e"-isten elementos visuales, cenestésicos, auditivos, es
decir, elementos de carácter perceptual organizados a la manera
de una escena en la que está presente un deseo prohibido y un sis-
tema defensivo.
El desarrollo del sujeto se produce a lo largo de una relación
de oposición entre las exigencias del mundo externo y las del
mundo interno. La fantasía es una de las formas de organiza-
ción de la vida psíquica en la que predomina el principio de pla-
cer, la tendencia a la satisfacción ilusoria del deseo inconscien-
te, aunque la presencia de mecanismos de defensa promovidos
por el principio de realidad, evid encia la necesidad de realizar
transacciones.
CARACTERÍSTICAS DE LA FANTASÍA
46
es la escenificación del deseo y, por lo tanto, marca la presencia
de lo prohibido." (Laplanche, J. y Pontalis, J-B.; 1967; pág. 142).
En el sueño, la fantasía constituye el verdadero núcleo, sobre
el cual se produce una elaboración secundaria. Ambos aspectos
guardan relación de simbolización en tre sí.
Preconsci€11tc -
Inconscient€ consci€ntc
"'.-.______. . -------.,!"'-------.. .
*V'1 zy=
FANTASÍAS FA.i'J"TASÍAS
ORIGINARIAS SECUNDARIAS
Utilizamos este esquema en aras de una mayor claridad, pero
las diferencias no son tajantes, y la definición del status metapsi-
cológico de los diferentes tipos de fantasías no está aún del todo
resuelta. En la visión de Freud, no se puede efectuar una distin-
ción de naturaleza entre las fantasías inconscientes y las cons-
cientes, sino que éstas coinciden en contenido y organización.
Téngase en cuenta, a su vez, que se va produciendo en el psi-
quismo una estratificación compleja de fantasías desde las más
simples hasta las más desarrolladas, y que ciertas fantasías pri-
mitivas son resignificad'as posteriormente.
Como puede observarse, las fantasías inconscientes incluyen
dos grupos diferentes. Las más cercanas al polo fusiona} (fanta-
sías originarias) no han sido nunca conscientes ni reprimidas por
efecto de la censura. Estas constituyen una pertenencia colecti-
va, transindividual, tienen que ver con situaciones presentes en
todos los seres humanos, y no están condicionadas por la historia
personal.
Vale la pena aclarar que el hecho de que una fantasía sea
transindividual no indica que, necesariamente, sea ubicable
como una fantasía de poco nivel de complejidad. Más adelante
desarrollaremos el por qué de que no todo lo transindiuidual
corresponde a lo originario, pero, en cambio, todo lo originario
es transíndiuidual.
Las fantasías secundarias inconscientes, por el contrario, están
definidas desde la historia individual. Surgen a partir de la repre-
sión secundaria, por efecto de la censura. Las fantasías secunda-
47
rias inconscientes tienen en común con las fantasías originarias
la cualidad de inconscientes, y con las conscientes-preconscientes
el hecho de estar determinadas por la historia personal, y el tener
al sujeto como protagonista, es decir, éste está presente en la esce-
na en primera persona.
48
Según Laplanche y Pontalis, las fantasías originarias son"(. .. )
estructuras fantasmáticas típicas (vida intrauterina, escena pri-
maria, castración, seducción), que el psicoanálisis reconoce como
organizadorns de la vida fantasmática, cualesquiera que sean las
experiencias personales de los individuos". (Laplanche, J. y Pon-
talis, J-B.; 1967; pág. 143)
Estas fantasías se constituyen en el preciso momento de la
represión primaria; son parte del inconsciente no reprimido, se
trata de esquemas previos a la experiencia de individuación.
Constituyen una formación del inconsciente de cada sujeto, pero
son simultáneamente universales, por lo menos para una deter-
minada cultura. Estas fantasías tienen, por lo tanto, un carácter
mixto, manifiestan una doble pertenencia: individual y colectiva.
En su interés por fundamentar sus descubrimientos científi-
cos en la realidad, Freud plantea, en una primera etapa, que habría
existido en la historia infantil una escena renl de seducción del
niño por parte del adulto. Seducción sexual-presexual, no trau-
mática en ese momento, que es rnsignificada en la adolescencia,
en ocasión de una u otra escena real, de carácter sexual, que otor-
garía a la primera, en apres-coup, un carácter traumático.
Cuando, ante la experiencia clínica, debe abandonar esta idea
y, por lo tanto, la teoría traumática, recurre a la hipótesis de que
estas escenas realmente existieron, pero en la prehistoria de la
humanidad. Ubica entonces a las fantasías originarias dentro de
la categoría de lo filogenético.
J. Laplanche, criticando esta concepción, destaca que no es
posible heredar guiones escénicos presentes en un a especie de
memoria. Lo filogenético, en cambio, está referido a herencia de
caracteres, al perfeccionamiento de funciones, de aparatos. Para
Freud las protofantasías serían recuerdos o esquemas de recuer-
dos, heredados filogenéticamente.
Establecida claramente la diferencia entre fantasías origina-
rias y teorías sexuales infantiles, diferencia a la que nos referire-
mos más adelante, pensamos que las fantasías originarias son
adquisiciones de la especie humana en tanto esquemas de desa-
rrollo que predisponen a aquellas tareas psíquicas básicas que
todos los seres humanos tenemos que resolver en el momento del
nacimiento.
M. Bernard ha señalado la relevancia del carácter fusional de
las primeras producciones fantaseadas, y su importancia clínica
en la vida de los grupos. (Bernard, M.; 1981).
49
Si consideramos como constitutivo del primer fantasear una
estructura escénica de tres elementos (Aulagnier, P.; 1975), en la
que el fantasean te desconoce ser él mismo uno de los términos de
la pareja o la mirada que observa, podemos considerar equivalen-
tes las fantasías de fusión con las de escena primaria. Coinciden
en esta etapa la aparición de la seducción por la actividad de ero-
geneización de la madre sobre el cuerpo del hijo, y la vivencia de
separación equiparable a la castración. El deseo presen te en todas
ellas es el deseo de fusión.
50
Las fantasías de los orígenes, como respuesta a los enigmas
infantiles, requieren entonces un cierto acceso al orden simbóli-
co. Están apoyadas en las protofantasías o fantasías origínarias.
Es por eso que muchos autores ]es dan la misma denominación;
pero que estén apoyadas no quiere decir que se las pueda consi-
derar en un mismo plano de análisis.
Laplanche señala que la fantasía de castración, concebida ini-
cialmente como una respuesta a la pregunta infantil sobre el ori-
gen de la diferencia anatómica entre los sexos, vinculada por lo
tanto a la idea del cercenamiento, es por excelencia correspon-
diente al proceso secundario. Esto es así porque plantea Ja exis-
tencia de la negación lógica de la contradicción, propia del proce-
so secundario."(. .. ) Habría entonces que situarla (a la fantasía de
castración) del lado de ese logro cultural inmenso que introduce
al género humano en el pensamiento de la contradicción" (Laplnn-
che, J.; 1987; pág. 46). Esta afirmación de Laplanche, que consi-
deramos importante, no cuestiona solamente la ubicación tópica
de las fantasías vinculadas a la castración, sino que abre la puer-
ta al cuestionamiento de la formulación freudiana acerca de que
en el inconsciente no hay negación.
La confusión entre protofantasías y fantasías de los orígenes,
se debe también al carácter desubjetivado que ambas comparten,
carácter que facílita la permutación de lugares. Esto determina
que cumplan un papel organizador en el proceso grupal, como lo
ha destacado R. Kaes.
P. Aulagnier, en su desarrollo sobre la actividad de represen-
tación del psiquismo, ubica a la representación fantaseada en una
segunda etapa del desarrollo del aparato psíquico, posterior a la
etapa que denomina originaria, y en la cual la actividad de repre-
sentación está caracterizada por el pictograma. Describe tres
modos de funcionamiento. El pictograma característico de lo ori-
ginario, la fantasía característica de lo primario, y la actividad
ideativa, propia de lo secundario. La aparición sucesiva de estos
diferentes procesos está impuesta por la necesidad que se le impo-
ne a la psiquis de reconocer propiedades del objeto exterior a ella.
El pictograma representa lo que P. Aulagnier denomina obje-
to-zona complementario, es decir se trata del producto de un tipo
de actividad en la cual el psiquismo no puede reconocer aún sepa-
ración alguna de espacios diferenciados entre cuerpos.
La producción fantaseada es, en cambio, una puesta en esce-
na en la que existe una representación de dos espacios, pero estos
51
dos espacios están sometidos al poder omnímodo del deseo de
uno solo.
Fantasía e inconsciente se constituirían a partir de la presen-
cia de un primer juicio, impuesto por el principio de realidad, acer-
ca de la presencia de un espacio exterior y separado. La escena
primaria es concebida como una producción límite entre el picto-
grama y la fantasía, ya que por una parte constituye el núcleo de
toda organización fantaseada, y por otra parte aporta un testimo-
nio de lo pictográfico. (Au1agnier, P.; 1975).
La organización de la fantasía determina que el fantaseante
ignore que es él quien la pone en escena, y que su construcción se
origina en la proyección sobre el otro de un deseo que le concier-
ne a él. Este desconocimiento es responsable de una característi-
ca específica y constitutiva de la organización fantaseada: la exi-
gencia que tiene el fantaseante de plantear un argumento cuyo
desarrollo incluye dos objetos y, en el exterior de la escena, un ter-
cero representado por la mirada que lo contempla. Esta mirada
experimenta un efecto de placer o displacer frente a la escena
fusiona!; placer o displacer que se supone causado por el poder del
deseo del otro.
La concepción de P. Aulagnier propone una explicación sobre
el origen de la fantasía particularizado en el vínculo con el otro,
sin necesidad de poner el acento en el aspecto filogenético.
FANTASÍAS SECUNDARIAS
53
Más precisamente esta autora define a la fantasía como el vín-
culo activo entre instinto y mecanismo del yo. El instinto es un
proceso psicosomático limítrofe que tiene u n fin corpora l dirigido
a objetos externos. Y los mecanismos del yo son términos abstrac-
tos que definen métodos fundamentales de funcionamiento de la
vida mental, tales como la proyección y la introyección.
Por lo tanlo, la fantasía es el vínculo entre el impulso del ello
y el mecanismo del yo por el cual uno se transmuta en el otro.
"Quiero comerme tal cosa, y por lo tanto ya la he comido'', es así
una fantasía que representa al impulso del Ello (instinto) en el
psiquismo y, simultáneamente, es la experiencia subjetiva de un
mecanismo del Yo (introyección).
Al ser, en p1imer lugar, representantes psíquicos de los instin-
tos, las fantasías se elaboran y expresan a través de la experien-
cia. Las fantasías inconscientes, para M. Klein, ejercen una influen-
cia continua durante toda la vida, en todas las personas, marcán-
dose las diferencias individuales y l os difer entes tipos de
estructuración psicopatológica posible, por el car ácter específico
de las fantasías dominantes, por el deseo o ansiedad asociados a
ellas, y por s u in terrelación mut ua y con la realidad externa.
FANTASÍA Y GRUPO
54
rición de fenómenos rf)gresivos en los que se reactivan deseos,
angustias y mecanismos defensivos primarios. En los primeros
momentos de un grupo, sus miembros viven una situación equi-
valente a las primeras angustias infantiles: angustia de no encon-
trar un lugar de reconocimiento en su vínculo con los otros, nece-
sidad y lemor de no ser tomados en cuenta en el deseo del otro,
reactivándose las vivencias básicas de indefensión presentes en
el psiquismo. Esto conforma lo que en el proceso grupal denomi-
namos angustia de no asignación. ~i
Las fantasías originarias, por su universalidad de contenido y
por su estructura de múltiples entradas, por atribuir lugares, posi-
ciones, a cada uno de los miembros del grupo, cumplen una prime-
ra función específica como organizadores del proceso grupal. Con-
tribuyen a conformar los primeros entramados intersubjetivos y
el lazo transubjetivo, y aplacan la angustia de no asignación.
Superpuestas a las fantasías originarias, y en correlato con
ellas, en el grupo están presentes las fantasías de los orígenes,
también transindividuales por contenido y equivalentes en fun-
ción y estructura.
Por lo tanto, la dramatización grupal de las fantasías origina-
rias y de las fantasías de los orígenes da cuenta especialmente de
los aspectos transindividnales de la subjetividad, sin que impor-
te la historia personal de los miembros del grupo.
En la puesta en esc:ma de las fantasías originarias y de los orí-
genes, el sujeto es el grupo y, si bien en la estructura de roles que
se establece al ser dramatizadas, quien asume cada lugar lo hace
también teniendo en cuenta determinaciones de carácter indivi-
dual, de lo que se trata es de que estas fantasías constituyen u na
pertenencia colectiva, universal, aunque siempre vivida por cada
sujeto del grupo de acuerdo a su impronta singular.
Como señalamos precedentemente, en el grupo se dramati-
zan simultáneamente los diferentes tipos de fantasía. Sin embar-
go, de acuerdo al tipo de grupo de que se trate y al momento evo-
lutivo, tienen predominancia uno u otro tipo de escenificación
fantasmática. Por ejemplo, en. los grupos de corta duración, en
situaciones de modificación de encuadre, en situaciones de cri-
sis por movilidades internas en un gTUpo, o en momentos de alte-
55
raciones en el contexto inmediato o en el macrocontexto, la pre-
sencia de estas fantasías transindividuales es relevante, ya que
dichas condiciones del funcionamiento grupal favorecen espe-
cialmente la pérdida de los aspectos más discriminados de la
identidad persona] en favor de los aspectos más indiscrimina-
dos, más fusionales .
Así, en estos momentos regresivos, en los que se presentan las
angustias más primarías de indefensión, de desamparo, de ani-
quilamiento, son las fantasías originarias y las de los orígenes, en
las que se pueden descubrir deseos fusionales y defensas muy pri-
mitivas, las que organizan e] proceso grupal.
E1 despliegue de estas fantasías en la situación grupal eviden-
cia, por ejemplo, cómo el grupo, al ser vivido ilusoriamente como
un todo omnipotente, sirve de sustituto imaginario de las prime-
ras imagos parenta1es, poderosas, capaces de otorgar o quitar pro-
tección, de apuntalar o desapuntalar el psiquismo infanti1; o como
metáfora corporal cuya compleción garantiza a sus miembros la
resolución de las vivencias de inermidad y fragmentación.
En un nivel aná]ogo y más discriminado que el de las fanta-
sías originarias y de los orígenes, están presentes en un grupo las
fantasías secundarias que corresponden a la historia personal de
cada uno de sus integrantes y constituyen, por Jo tanto, elabora-
ciones individuales. Pueden ser más claramente identificables en
grupos que tienen un funcionamiento prolongado, y en los que se
busca o se posibilita una mayor discriminación de sus miembros,
como por ejemplo, un grupo terapéutico.
En el grupo terapéutico se produce un despliegue del grupo
interno de cada paciente en la estructura de roles grupal. Se esta-
blece así un abanico de roles que permite asumir posiciones com-
plementarias a los miembros del grupo en la dramatización de sus
fantasías secundarias.
Es decir, cada miembro del grupo tiene una determinada fan-
tasía, asumiendo un determinado rol que incluye vanos lugares
o posiciones. En el grupo esa persona tenderá a identificarse con
alguna de las posiciones de. su fantasía asumiendo un determina-
do rol en la escena, e intentará que los otros asuman los roles que
él r equiere para poner en escena su fantasía.
El contenido de su fantasía puede, por r esonancia, activar
fantasías en los otros miembros del grupo, que asumirán o no
roles complementarios, intentando poner en escena sus propias
fantasías.
fi6
Si el mecanismo funciona, varios o todos los miembros del gru-
po van a construir una estructura de roles complementaria que
permitirá dramatizar una escena vincular, que co1Tesponde a dife-
rentes fantasías secundarias de cada uno. Uno o más miembros
del grupo pueden quedar afuera de esta dramatización, si las fan-
tasías no encuentran resonancia en ellos. La resonancia fantas-
mática permite entonces el análisis, en la situación grupal, de las
fantasías secundarias.
Toda dramatización secundaria incluye fantasías más regre-
sivas, más cercanas al polo de las originarias, pudiendo reducir-
se finalmente a pares antitéticos elementales.
Si bien describimos el fenómeno de la resonancia fantasmáti-
ca referido a los grupos terapéuticos por la importancia que revis-
te para el trabajo interpretativo, se trata de un mecanismo pre-
sente en cualquier grupo.
Estamos trabajando actualmente en la problemática de los
aspectos transindividuales de la fantasmática edípica. Esta pro-
blemática se vincula con la investigación de niveles más comple-
jos de la transubjetividad.
57
LA CONCEPCIÓN DE H. EZRIEL
58
tenidos de las fantasías. El papel particular que cada miembro
adopta corresponde a sus mecanismos de defensa ante los t"'mo-
res inconscientes despertados por este problema grupal.
Ezriel propone interpretar a cada participante los mecanismos
de defensa que pone en juego al enfrentarse con la tensión común
grupal.
Pensamos que la descripción de Ezriel corresponde a dos
fenómenos.
Por un lado, a lo que fuera conceptualízado más adelante como
"resonancia fantasmática'' (Foulkes, S. H., 1957; Ezriel, H. 1952).
Para que haya resonancia fantasmática tiene que haber algo en
comú11 en la conflictiva de los fantaseantes, como podría ocurrir
con ciertos aspectos del conflicto edípico. Las fantasías que resue-
nan o movilizan fantasías de los otros integrantes del grupo son,
en este caso, fantasías secundarias.
Coincidimos con Ezriel en la presencia y articulación de las
fantasías secundarias de los miembros de un grupo.
Por otro lado, al concepto de tensión grupal común o común
denominador. Este evita, por una parte, la hipótesis de la existen-
cia de una "fantasía inconsciente grupal". O al menos esto surge
del texto aunque no está explicitado. Por otro lado, es difícilmen-
te comprensible el concepto de denominador común de las fanta-
sías inconscientes dominantes en todos sus miembros, salvo que
en realidad, el aspecto.común esté referido al polo más regresivo
de las fantasías, es decir, a las fantasías originarias.
59
personal, sus actos, sus ideas, ha hecho ver o ha dado a entender
alguna de sus fantasías individuales inconscientes. Este reagru-
pamiento no implica acuerdo, sino interés, convergencia, eco y
estimulación mutua. La fantasía suscita, en aquellos ante los que
se despliega, desde una condena hasta un deseo análogo.
El término resonancia inconsciente fue ideado por Foulkes, en
analogía con el fenómeno físico de la resonancia. Metafóricamen-
te, una fantasía inconsciente, desplegada en un grupo por un suje-
to, podría activar, hacer vibrar en otro, una fantasía similar, com-
plementaria, antagonista, etc ..
Según Anzieu (1986), el hecho de que la fantasía inconsciente
individual, secundaría, sea el primer organizador grupal en el
nivel fantasmático, estaría en relación con la tendencia a la iso-
morfia que R. Kaes describiera, según la cual se hacen coincidir
narcisista e imaginariamente los espacios psíquicos individual y
grupal, y que es típica de este primer momento.
Siguiendo esta misma línea de pensamiento, Anzieu afirma
que la fantasía individual inconsciente opera también en los gru-
pos naturales cuando es posible reconocer, con relativa facilidad,
cómo se ha institucionalizado la fantasía de los fundadores. Un
líder que logra cumplir sus objetivos en el plano de una tarea mani-
fiesta, no sólo ha podido resolver eficazmente los problemas que
existen en el sector de la realidad externa con el que se enfrenta,
sino que también puede despertar una amplia resonancia fantas-
mática dentro de et:ia realidad exterior. En un grupo, en cambio,
en que todos sus miembros son iguales en su status de miembros
del grupo, la prevalencia de uno de ellos continuamente, en el pla-
no fantasmático, no es ni soportable, ni soportada.
60
tes-preconscientes o inconscientes, remarcando un nivel de con-
tinuidad entre las mismas.
Las fantasías que trascienden al individuo y toman un carác-
ter general, se reencuentran, para Dorey, en lo que puede denomi-
narse inconsciente colectivo. Para descubrir cómo se presentan las
diferentes fantasías en los grupos considera los distintos niveles:
Las fantasías secundarias conscientes, correspondientes en el
individuo a los ensueños diurnos, se pueden identificar en el
grupo con las producciones imaginarias colectivas organiza-
das frecuentemente en un relato o en un juego colectivo, mos-
trando un parentesco con los mitos.
Las fantasías secundarias inconscientes, desde el punto de vis-
ta grupal, sólo se pueden descubrir en grupos de larga dura-
ción, ya que se requiere un determinado tiempo para que una
fantasía de este tipo, ligada a la historia y a la problemática
individuales, pueda adquirir un carácter grupal. Se desarro-
lla en este caso, una verdadera historia alrededor de la cual el
grupo se estructura, construyendo de este modo una fantas-
mática común.
Dorey otorga un papel importante al rol inductor de uno o algu-
nos de Jos participantes, que verbaliza una fantasía que le es pro-
pia, y que la situación de regresión presente en el grupo permite
aflorar. La inducción será eficaz en la medida en que encuentre
eco en muchos o en la to~alidad de los miembros del grupo. Estos
entran en resonancia con el inductor y se produce, de esta mane-
ra, una especie de cristalización del grupo alrededor de estafan-
tasía. "El sujeto que ocupa el rol del inductor, en realidad lo pue-
de ser, porque además de expresar su propia fantasía, transmite,
amplificado, lo que ha recibido". Por lo tanto, el sujeto revelador
de la fantasía es tanto inductor como inducido.
Si bien destaca las ventajas de las fantasías originarias, por
su carácter relativamente impersonal y general y por el número
restringido de formas que puede asumir, para ser puestas en cir-
culación en un grupo, especialmente de corta duración, sostiene
idéntica posibilidad para las fantasías secundarías, siempre y
cuando se de el tiempo suficiente para construir la historia común.
61
en el carácter estructural de la fantasía. Este carácter estructu-
ral está dado por la existencia de difer entes posiciones, por r eglas
que regulan su funcionamiento y por las propiedades atributivas,
distributivas y permutativas que determinan la configuración de
un sistema de roles.
La fantasía, dotada de una estructura grupal, constituye para
Kaes, uno de los organizadores de la representación psíquica del
grupo y, al mismo tiempo, organiza el proceso grupal.
R. Kaes llama la a tención sobre el carácter desubjetivado del
escenario fantasmático originario, el carácter impersonal general
de las fantasías originarias y el número restringido de formas que
puedo revestir. Estas características permiten al sujeto entrar, sin
que importe dónde, en la escena y ocupar en ésta un lugar, sea el
que fuere, sucesiva y simultáneamente.
Las fantasías originarias constituyen, para Kaes, la estructu-
ra de r elación básica que soporta el vínculo y las posiciones típi-
cas en los grupos, siendo la fantasía de escena primaría el mode-
lo privilegiado a partir del cual se organiza la presencia de las
otras fantasías origina rias.
El papel organizador de la fantasía en los procesos grupales
se apoya en:
a) la estructura escénica: escenario de dramatización que propo-
ne objetos de investidura pulsional a los miembros del grupo;
b) su organización grupal: su estructura escénica permite múlti-
ples entradas, hay atribución de lugares y permutabilidad de
los mismos; constituye una relación organizada por una arti-
culación de los términos con el conjunto. La atribución de luga-
res en la escena fantasmática permite reducir la angustia de
no asignación, que padecen los miembros del grupo, especial-
mente al comienzo del proceso grupal. La permutabilidad de
lugares favorece el proceso identificatorio.
Kaes no diferencia entre protofantasías y fantasías de los
orígenes. Pensamos que s us formulaciones se aplican a ambos
tipos de fantasías, teniendo en cuen ta la similitud de estructu-
ra y el carácter trans ubjetivo de ambas. Coincidiendo con Laplan-
che y Pontalis (1 964), señala que la fantasía de los orígenes es
una formación del inconsciente de un sujeto único, pero tam-
bién por su frecuencia, su generalidad y su origen, una perte-
nencia colectiva.
Pero, en tanto J . Laplanche y J. B. Pontalis enfatizan el carác-
ter mixto de la fantasía teniendo en cuenta sólo los aspectos estruc-
62
tural e imaginario, R. Kaes destaca también su carácter mixto en
relación a su doble pertenencia individual y colectiva. Es decir,
destaca la doble faz de este tipo de fantasías: una, que mira y orga-
niza al psiquismo, y otra que mira y organiza al proceso grupal.
Sin contraponerse a Laplanche y Pontalis, Kaes recupera la
idea kleiníana, en el sentido de que las fantasías inconscientes
constituyen una expresión psíquica de las pulsiones arraigadas
en la experiencia corporal. Para la teoría kleiniana, la fantasía es
el representante psíquico de la pulsión, y la incorporación del pecho
es el prototipo de la fantasía inconsciente.
Kaes retoma el modelo kleiniano porque considera que, al insis-
tir en la relación con el cuerpo expresada en la investidura del
objeto por parte del sujeto, la perspectiva kleiniana concibe la fan-
tasía como una estructura de relación.
R. Kaes pone el acento en el vínculo como estructurante de la
vida psíquica.
El sujeto de la fantasía originaria es el grupo mismo; en él cada
individuo tiene asignada una posición. Es decir, que la asignación
de un lugar no define al sujeto de la fantasía. A su vez, la singu-
laridad puede señalarse en la medida en que, en esa trama hori-
zontal e impersonal, se articule la fantasmática individual. Indu-
dablemente ésta está siempre presente, por más dificultoso que
resulte descubrirla. Pero cuanto mayor sea la regresión produci-
da en el grupo, mayor tendencia habrá a que la fantasmática indi-
vidual se aproxime al po1o de lo originario y, por lo tanto, mayor
será la dificultad para identificarla.
En tanto el sujeto, en la fantasmática originaria está const i-
tuido por el grupo, se habla del grupo como si fuera éste como tal
el portador de la fantasía. Sólo cuando se produce el pasaje a nive-
les de mayor individuación, puede dejar de hnblarse en términos
de "el grupo se" para pasar al "nosotros".
Kaes sostiene, y en este sentido coincide con Bion, que la fan-
tasía originaria emerge como defensa contra las angustias psicó-
ticas, asignando lugares y sentidos, contra la amenaza de estalli-
do y dispersión. Cuando en un grupo predominan las fantasías
originarias, el grupo se encuentra en una posición que Kaes deno-
mina ideológica. Cuando predomina la fantasmática secundaria,
el grupo se encuentra en posición mitopoiética.
El pasaje de una a otra posición puede ser dado por la recita-
ción de un mito, o por la celebración de un ritual, que permite cal-
mar las angustias más arcaicas y pasar al proceso de individuación.
63
Kaes señala que en la recitación del mito o en el ritual, que-
daría marcado que la causa del problema "ya ha sido dicha" . Y
que el sujeto, señalado en su aspecto transubjetivo y abierto al
grupo se puede sentir contenido. A partir de esto, la persona pue-
de ser actora y sujeto de su fantasía individual. El ritual o el
mito, marcan el límite del espacio común en el que queda depo-
sitada la fantasmática originaria, del zócalo fusiona} construi-
do colectivamente que constituye la base de sociabilidad nece-
saria para sostener los niveles más discriminados. El concepto
de zócalo inconsciente fue desarrollado por J. J:>uget e I. Berens-
tein (1988) para refer)rse a fenómenos fusionales a nivel de la
parcja. 11>
64
dado por la inserción del sujeto en la trama intersubjetiva, en la
que irá desarrollando vínculos cada vez más pendientes de la dis-
criminación yo-otro.
El reconocimiento de la alteridad del otro, implica una com-
plejización creciente de la estructura de la fantasía. Las fantasías
secundarias se constituyen sobre la base del desarrollo del aspec-
to imaginario, a partir de la estructura original e int roduciendo
cambios en ella. La adición de la huella mnémica verbal es una
modificación cualitativa de la estructura que le aporta la sintaxis
propia del lenguaje.
Cada vínculo dará lugar a vivencias equivalentes a las inicia-
les del sujeto: desde la vivencia de fusión, o sea el enamoramien-
to en el caso de una parej a , o la ilusión grupal en un grupo, con
un borramiento de los límites interst¡bjetivos, hacia un nuevo pro-
ceso de reindividuación. De este nuevo vínculo quedarán nuevas
fantasías secundarias y la base fusional, depositada en la estruc-
tura del vínculo intersubjetiva. En cada grupo, cada participante
puede desplegar simultáneamente, por ejemplo, una fusión con el
cuerpo grupal sin perder su noción de mismidad. 11
11 Este mismo fen ómeno es el que determina que, subyaciendo por ejemplo a
la demanda de un mi embro de un grupo terapéutico de una entrevista indivi-
dual con el terapeuta, Sll pueda encontrar un a fantasía incestuosa, que a su vez
exprese una fantasía de fusión. Es decir, que las fantasías más discriminadas
contienen a las más regresivas.
65
Capítulo V
Los grupos internos
IVlARCOS BERNARD
l. INTRODUCCIÓN
67
2.1. EL GRUPO INTERNO PARAPICHON-RIVIERE
68
interna y la externa- se evidenciaría el malentendido, considera-
do como manifestación patológica (en la terapia familiar, por ejem-
plo). "El grupo es un conjunto de personas articuladas por su mutua
representación interna. Representación ésta que sigue las carac-
terísticas del modelo dramático" (op. cit., pág. 189). Subrayo en
esta frase de Pichon-Riviere lo de conjunto de persona~ articula-
das por su mutua representación interna. La escena representa a
personajes interactuando, más allá de sus funciones instanciales
específicas (Ello, Yo, Superyo, por ejemplo). Dice más ade1nnte en
este mismo trabajo "La dialéctica interna es la dialéctica del gru-
po cuya crónica( ... ) es la fantasía inconsciente 1 ~. Por dicha dialéc-
tica cada integrante alcanza una totalización, una síntesis, que
hace al grupo como grupo, que lo constituye. La tarea -sentido del
grupo- y la mutua representación interna hecha en relación con
la tarea, constituyen al grupo corno grupo. La tarea es la marcha
del grupo hacia su objetivo, es un hacerse y un hacer dialéctico
hacia una finalidad, es una pra>..'is y una trayectoria" (Üp. Cit., pág
189). Es importante la síntesis que logra Pichon-Riviere entre la
conceptualización psicosocial de tarea, como organizadora del gru-
po, y la mutua representación interna, como la otra variable que
encontraremos siempre presente en un contexto grupal.
En resumen: Pichon-Riviere retoma la conceptualización psi·
cosocial de G. Mead, de formación del sí-mismo a partir de la inter-
nalízacíón del contexto social (grupal) en que se origina, enrique-
ciéndola con aportes pro./enientes del psicoanálisis, en especial el
kleíníano, concernientes a la fantasía inconsciente. El grupo inter-
no es el resultado de tal internalización. Reflejo de los personajes
a partir de los cuales se ha constituido, reproduce, en el interior
del sujeto, los vínculos signíficativos de su infancia, a partir de la
experiencia internalizada de la vida familiar. El grupo interno
está constituido por imagos de estos objetos familiares, relaciona-
dos a través de una compleja red vincular, agrupados en escenas
dramáticas significativas, que son la esencia de la problemática
inconsciente. Pasibles de ser proyectados sobre el grupo externo,
12 Es interesante cotejar esta afirmación con la de ,J. -B. Pon talis ( 1963), en su
comentario sobre los aportes de Bion: "(. .. )Si en el campo sociológico, es cierto
que el grupo es una rcalid:id específica. cuando funciona como tal en el campo
del psiquismo individual -modalidad y creencia que toda la psicosociologír-t tien-
de• precisamente a fortificar- opera efectivamente como una fontAsí:l". Cuando
vnrios de los sujetos de una serie compartan esta fantasía, se habrán dado las
condiciones para que <'Sta serie lle transforme en un ¡n-upo.
69
producen fenómenos transferenciales, cuya elucidación e interpre-
tación forman la materia prima del proceso de curación. El nwlcn-
tendido, resultado de estos fenómenos de transferencia, surge de
la mayor o menor distorsión que se produce en la percepción de
los vínculos en los que participa el sujeto, a partir de su proyec-
ción sobre ellos de estos engramas vinculares internos. La posibi-
lidad de compartir una imago acerca de determinado contexto gru-
pal, así como la tarea dirigida a una praxis, es lo que constituye
al grupo como tal.
Desde fines de la década del '60 Kaes, junto con otros miem-
bros del CEFFRAP 1:i, se abocó al estudio del efecto organizador,
en los grupos y en el psiquismo, de las fantasías inconscientes,
70
especialmente las definidas por Freud como fantasías origina-
riasH. En 1976 publica su libro El aparato psíquico grupal, en el
que expone su te01ia, ya completamente elaborada, sobre los orga-
nizadores grupales. Son éstos, en lo que hace especialmente a la
organización psíquica de la representación del grupo, formacio-
nes de fantasías estructuradas grupalmente.
71
perfecta, que perderá irremisiblemente después del nacimiento.
La experiencia funda nte del sujeto es la de esta pérdida, que lo
somete a la del desamparo más extremo, dada la prematuración
con que se presenta al mundo. El infans reencontrará la primiti-
va seguridad, en parte, en el vínculo simbiótico que establece con
su madre, que debe reemplazar, aunque imperfectamente, aque-
lla cubierla que lo contenía antes del nacimiento. Este vínculo,
que pronto comienza a ser internalizado, tiene una doble función:
contribuye al manejo instrumental de la realidad (en el futuro se
irá perfeccionando en ese sentido) y proteje al niño de una frus-
tración intolerable. Este vínculo internalizado, prototipo de la fan-
tasía, es un grupo interno, y sus elementos mantienen entre sí
una relación determinada. Es a esta relación entre los elementos
a la que alude Kaes cuando habla d e las funciones de ligazón en
el aparato psíquico. Se relaciona con la idea de Freud de la fun-
ción unificadora del Yo.
"Pluralidad de elementos distintos": Son los que componen la
fantasía. La madre y el hijo, la boca y el pezón, la madre y el padre
fusionados de la primitiva escena primaria, etc.
"Un sistema de ligazón entre ellos". Hay en todas estas fanta-
sías un argumento determinado, una lógica que reúne sus elemen-
tos en un conjunto que porta un sentido, que es ése y no otro, es
decir, que tiene una especificidad.
"La polaridad del deseo inconsciente que da forma y consisten-
cia a esos objetos". La problemática del deseo, entendida en el sen-
t ido lacaniano del término, está jugada en estos grupos-fantasía.
La fantasía no es el objeto del deseo, ni lo es un determinado ele-
mento de ellas 1i;. El deseo se juega en el conjunto de su argumen-
to. Si la fantasía representa a la boca del niño fusionada con el
pezón, por ejemplo, el deseo está contenido e n el vínculo entre
estos elementos, sin poder ser reducido a uno u otro de ellos. La
polaridad alude a la secuencia de atracción-rechazo, o aún a la de
deseo-defensa, presente siempre en este vínculo fantaseado. Debe-
mos también considerar, además, una polaridad objetal-narcisis-
ta: objeta! en tanto la fantasía implica un reconocimiento del otro,
narcisista en tanto la fantasía representa una negación de la fal-
ta y la ausencia del objeto; pensemos que la alucinación optativa
del pecho es un reconocimiento de éste y, al mismo tiempo, una
negación de su pérdida.
16 Se refiere esta afirmación c:-specialmantc a las fantasías originarias.
72
3.2. DIFEREN CIAS Y EQUIVALENCIAS ENTRE LOS
CONCEPTOS DE E. PICHON-RIVIERE Y R. KAES
73
amplios, psicodrama, etc. Estos grupos son coordinados psicoana-
líticamente. En el transcurso de su desarrollo pueden observarse
intensas regresiones, que dan paso posteriormente a procesos de
re-ident.ificación y subjetivacíón, con los que culmina la secuen-
cia de la experiencia. Las fantasías puestas en juego en la mayor
parte del tiempo que dura el proceso del grupo se aproximan al
polo de las originarias. Recordemos la caracterización que de ellas
hacen Laplanche y Pontalis (1964): universales, no subjetivadas;
el sujeto está siempre presente en ellas pero no en primera per-
sona. En el momento en que los participantes del grupo ven diluir
su identidad, para sumergirse en los fenómenos de la ilusión gru-
pal (D. Anzieu, 1986), de la fusión en un conjunto idealizado, las
fantasías correspondientes no son las que sostienen una identi-
dad individual, sino aquellas que, por su universalidad, pueden
dar 1ugar a fenómenos de transu bjetividad. 1H
Es por esto que R. Kaés habla de grupos internos: varias for-
maciones fantasmáticas (imagen del cuerpo, castración, escena
primaria) pueden ser movilizadas en los sujetos, todas ellas con
la característica mencionada de no subjetivación, todas previas al
complejo de Edipo, anteriores por lo tanto a la total asunción de
la identidad sexual 19 . Se trata de un modelo óptimo para dar cuen-
ta de lo que ocurre en estos grupos de formación, modelo surgido
precisamente de la observación de ellos a través del dispositivo
analítico.
Pero ¿qué pasa en otro dispositivo, aquél que utilizamos en la
terapia analítica grupal, una de cuyas características es un tiem-
po de duración mucho más prolongado? Debemos tener en cuen-
ta una diferencia fundamental: los efectos propios de un grupo de
formación surgen de la misma combinación grupal; pasa lo que
pasa por el solo hecho de haberse reunido un conjunto de indivi-
duos con un determinado encuadre, intensivo y de duración rela-
74
tivamente corta, lo que moviliza fantasías regresivas. Los efectos
analizados surgen predominantemente del efecto producido por
el agrupamiento. En cambio, en un grupo terapéutico, aunque en
un comienzo debe esperarse que se desencadenen los mismos fenó-
menos que los producidos en los seminarios de formación, la pro-
longación del tiempo de tratamiento permite la instalación de fenó-
menos propios de la neurosis de transferencia. Por otra parte, en
los grupos terapéuticos, los participantes llevan al grupo aquello
que desean poner en escena, y, a través de ello, modificar. Esto
tiene que ver con las problemáticas que surgen de la neurosis
transferencia!, es decir, con algo relacionado con el desarrollo y
resolución del complejo de Edipo.
En las fantasías que soportan y estructuran la neurosis trans-
ferencia}, los procesos que llevan a la identidad personal ya se han
casi completado~º. En ellos, soportados por fantasías secundarias
de alto grado de complejidad, el sujeto figura en primera perso-
na: "_yo hago tal cosa a tal persona".
Para conceptualizar el mundo interno de un paciente -llamé-
moslo así para diferenciarlo del participante de un grupo de for-
mación- precisamos de un instrumento teórico que de cuenta de
esta personificación, de este nivel alto de identidad logrado.
4.1. DEFINICIÓN
75
que iremos a buscar en una entrevista diagnóstica, que dará
como resultado la manera específica en que se han organizado
y ordenado en el sujeto los múltiples elementos que han ido a
constituir su mismidad.
Es una estructura triangular, porque en su esencia y en el
momento de máximo desarrollo puede reducirse a tres términos:
el que desea, aquello que es deseado y lo que se interpone entre
uno y otro. Encontraremos al sujeto identificado con el polo dese-
an te, al objeto con el deseado, y al tercer término representado
por una distancia, una terceridad, un obstáculo, que en el com-
plejo de Edipo está presente en la función paterna.
El tercer término, que marca una distancia entre el polo dese-
ante y el deseado, es el que nos indicará el monto de indiscrimi-
nación remanente en el sujeto, entendiendo como tal su posibili-
dad, inversamente proporcional, de reconocer al otro como alguien
distinto y autónomo. Hace ya bastante tiempo se nos hízo eviden-
te que el diagnóstico nosológico que habíamos estado utilizando
en el tratamiento psicoanalítico individual no era suficiente para
dar cuenta de las vicisitudes que surgirían de la inserción de un
sujeto en un grupo: un paciente histérico puede desarrollar ade-
cuadas maniobras de seducción, o puede someter a sus compañe-
ros de grupo a un monopolio insoportable, transformándolos en
espectadores de su despliegue escénico. En ambos casos, el cua-
dro clínico es el mismo, el monto de indiscriminación, en cambio,
es diferente.
En un grupo terapéutico de duración prolongada puede obser-
varse habitualmente una secuencia regular. En las primeras sesio-
nes, se observan fenómenos de ilusión grupal, de emergencia de
fantasías primitivas. Bion había descripto este momento como el
surgimiento de supuestos básicos, de dependencia, de lucha y fuga,
y de apareamiento. Más tarde (semanas después) comienza a ins-
talarse la neurosis de transferencia (o mejor dicho, los pacientes
retoman su identidad habitual de "afuera"). Cada uno se encuen-
tra repitiendo en el contexto grupal aquello que, según dijo cuan-
do ingresó al grupo, le pasaba en la vida cotidiana. El paciente
vuelve a asumir aquellos rasgos que momentáneamente había
dejado de lado, en tanto su identidad se había disuelto en los fenó-
menos iniciales de su pertenencia al grupo. Comienza entonces
un análísis de esta neurosis transferencia!, desplegada ahora en
el aquí-ahora grupal.
76
4.2. GRUPO INTERNO Y FANTASÍA
77
grupo interno que toda fantasía tiene una estructura básica, inde-
pendiente de su contenido (aunque no existe sin éste), que remite
en última instancia a este modelo de vínculo fusional. Concuerdo
con la hipótesis sostenida por Laplanche y Pontalis (1964) de que
el deseo no está personalizado en las fantasías más primitivas; si
bien en el modelo que propongo hay un lugar deseante y otro que
funciona como aquello que es deseado, el fin último del proceso es
la desaparición de la distancia entre ambos lugares. El deseo,
entonces, no aparece personalizado en la escena, pero sí forma
parte de su estructura íntima.
78
enriqueciendo su contenido. Conjunción de forma y contenido ele-
mental en el principio, la experiencia las va dotando de un ima-
ginario cada vez más rico 2 ~. Con el acceso al lenguaje y a las reglas
que éste le aporta (no contradicción, identidad, etc.), se separará
un estrato pasible de consciencia -que formará el sistema pre-
consciente- y otro que permanecerá inconsciente. Las fantasías
secundan.as son definidas como aquellas que, habiendo sido cons-
cientes en algún momento (ensueños diurnos) han perdido esta
cualidad por su asociación con fantasías originarias, cayendo en
el inconsciente.
El sistema de las fantasías originarias, impregnado de indis-
criminación, hace que en ellas el sujeto no pueda distinguirse (des-
de su subjetividad) de su objeto. Son el tipo de fantasías que cons-
tituyen, en el modelo de Bleger (1967), el núcleo a{?lutinado. La
identidad que el sujeto puede establecer tomándolas como base
es propia de la sociabilidad sincrética. El sujeto es su objeto, el
miembro es el grupo. Si retomamos el concepto de grupo interno,
éste y el grupo externo están en este nivel superpuestos. Aquí la
identidad personal necesita apoyarse en la pertenencia al víncu-
lo real: el niño no puede separarse de su madre, porque dejaría
de ser. La fusión presente en este grupo interno es correlativa con
la falta de discriminación del sujeto co~1 su objeto, de la que se ori-
gina y a la que determina, en un ida y vuelta constante.
Más adelante, establecida la discriminación, a la salida del
complejo de Edipo, el sujeto ha elaborado una identidad propia
que se apoya en la diferencia. Como mencionamos antes, los esta-
dios anteriores no desaparecen, permanecen subsumidos en este
estado de discriminación superior (Bernard, M. 1992). Esto hace
que el camino que se ha hecho en un sentido progresivo pueda
desandarse, sobre todo si la discriminación no se ha asentado sobre
bases sólidas. En estos casos la identidad queda establecida sobre
una clasificación no pertinente, que da lugar a debilidades y rigi-
deces: una precaria identidad sexual apuntalada sobre una acti-
tud machista, por ejemplo, o una identidad ambigua transforma-
da en una estructura autoritaria o maniquea. El grupo interno
79
tiene entonces características de rigidez y estereotipo, que pue-
den transmitirse a la estructura de roles de un grupo, si un suje-
to con estos rasgos debe integrarse en él.
Esto ocurre porque toda entrada en un contexto vincular pro-
mueve una regresión en el sujeto que la enfrenta. Se reactiva
entonces la secuencia de fantasía en el sentido regresivo. La iden-
tidad personal sufre pues los efectos de la regresión cronológica.
Este fenómeno, que es inevitable, es a su vez insoportable para
sujetos con características de rigidez y precariedad como las que
describí antes, a los que se presenta la perspectiva de hacer de
esta regresión un "viaje de ida". Un individuo que controla su ten-
dencia a establecer vínculos simbióticos a través de una actitud
de hiperdiscriminación de sus objetos, no podrá acceder fácilmen-
te a un proceso de enamoramiento, con los efectos de dependen-
cia e ideahzación que lleva implícitos, por el temor a no poder
remontar luego el pasaje a una complejización del vínculo que lo
torne compatible con otras exigencias yoicas.
Observamos entonces cómo la identidad personal se va cons-
tituyendo a partir de la elaboración de un grupo interno, con y en
el que el sujeto se identifica: se considerará a sí mismo corno siente
haber sido tratado, y se dirigirá a los demás como cree haber sido
requerido. La identidad, además, es un proceso móvil y dinámi-
co, en constante elaboración, crecimiento y transformación, aun-
que, como ya lo había señalado Freud cuando hablaba de las series
complementarias, lo principal de ella se constituye en la niñez.
80
(Bernard, M. 1986, 1991a). Este apuntalamiento puede formar
parte de un sentimiento de pertenencia normal, que no impide el
establecimiento de vínculos instrumentales y maduros. Puede
también cristalizar en una actitud hiperdiscriminada -ya hablé
antes de ella- condenando al sujeto al aislamiento. Estos conflic-
tos son tanto más intensos cuanto mayor sea el grado de indiscri-
minación remanente en el sujeto.
Si en un grupo, varios o todos los miembros aportan este tipo
de inserción, se observa una serie de perturbaciones en lo que hace
a la posible realización de su tarea -cosa que ya había observado
Pichon Rivíere- apareciendo los fenómenos que Bleger llamó buro-
cratización grupal.
5. UN EJEMPLO CLÍNICO
81
Sí aplicamos a nuestra paciente lo que hemos desarrollado has-
ta ahora, tomando el material manifiesto que surge de esta entre-
vista, diremos que en principio, los personajes que menciona (su
marido, ella misma, su hija) nos dan cuenta, metafóricamente, de
su grupo interno. Este, a su vez, se encuentra en una situación de
apuntalamiento en la relación de la paciente con sus objetos exter-
nos (con su grupo externo). En parte el grupo interno de Rosa se
ha constituido a partir de la inlernalización de este grupo exter-
no: los personajes de su relato se corresponden con los de su rea-
lidad. Pero además, su grupo interno los precede, y en cierto sen-
tido los ha configurado. Podemos hacer la hipótesis de trabajo
siguiente: el vínculo de Rosa con su hija es tal vez la reproducción
del que ha vivenciado con su propia madre, aunque invertido: aho-
ra ella es la que ocupa el polo materno. El padre aparece autoex-
cluido, lo cual es consecuencia y causa, a la vez, del carácter sim-
biótico que caracteriza la relación madre-hija. Rosa ha formado
así una familia en la que su grupo interno encuentra apuntala-
miento. En tanto esto es necesario, está obligada a repetir una
historia previa. Puede encontrarse un cambio en su posición den-
tro de la estructura: fue hija, ahora es madre, pero el sentido total
de la estructura se mantiene.
Rosa ingresa en un grupo terapéutico. Y aquí nos encontramos
con algo significativo: hace alianza con sus compaüeros de grupo,
cuya atención monopoliza promoviendo una actitud de exclusión
activa hacia el terapeuta. Sus compañeros representan para ella
a su hija y reconstruye con ellos una relación estrecha. Podemos
pensar que el terapeuta excluido es el propio marido-padre. Se
puede ver que lo que ella relataba como una ausencia o abando-
no del marido coincide, en realidad -si tomamos en cuenta el des-
pliegue transferencia! de su grupo interno- con una exclusión acti-
va de él por parte de ella.
El primer grupo interno que describimos corresponde a una
realidad manifiesta de la que Rosa participa y de la que puede
"dar pruebas" a partir de la historia manifiesta. En la dramática
que despliega en su grupo terapéutico observamos otra escena que
resignifica el relato de la paciente. Cada una de estas versiones
toma su sentido pleno de la otra, y pienso que no podemos descar-
tar ninguna de las dos si pretendemos tener una visión completa
de la situación. No podemos hablar de dos grupos internos, sino
de un conflicto que se manifiesta entre ambas versiones, que fun-
cionan como las imágenes complementarias pero invertidas que
82
ofrece un espejo, a quien se posiciona frente a su cristal. Ambas
imágenes representan a Rosa, que queda así desgarrada en la con-
tradicción que establecen.
83
Capítulo VI
Relaciones entre el grupo interno
y el grupo externo.
MARCOS BERNARD
A Andrée Cuissard
l. INTRODUCCIÓN
Voy a referirme en este capítulo a las complejas relaciones que
se establecen entre los dos grupos, el interno y el externo; ya he
adelantado algo acerca de este tema en el desarrollo anterior. Voy
a ejemplificar aquí, utilizando un material literario, cómo se esta-
blece este vínculo entre el "adentro" y el "afuera".
85
El ejercicio que sigue es una ejemplificación de las tesis expues-
tas, más que una prueba tendiente a su demostración.
El fragmento que voy a utílizar pertenece a "La voz del cara-
col", primer capítulo del libro.
3. EL EXTRAVÍO, EL ENCUENTRO
"El niño rubio se dejó ca.er por la roca y se abrió paso hacia la
laguna. Aunque se había quitado el chaleco de colegio y lo lleva-
ba ahora en la mano, la camisa gris se le pegaba al cuerpu y el pelo
se le aplasta.ba en la frente. A su ladu la larga cicatriz abierta en
la jungla era un baño de vapor. El nÍlfo avanzaba pesadamente
entre lianas y troncos rotos cuando un pájaro, una aparición roja
y amarilla, remontó uuelo velozmente con un grito de bruja;)' a
este grito respondió otro.
-jEhJ se oyó. ¡Espérame!"
86
cio. Un pájaro, "una aparición roja y amarilla" irrumpe en la esce-
na. Su grito es comparado con el de una bruja.
87
"La voz habló otra vez.
-Apenas puedo m overme con estas cosa s que se arrastran.
El dueño de la voz salió retrocediendo de las malezas y las rami-
tas arm1aron un grasiento rompevientos. S e le habían clavado unas
espinas en las corva s rollizas y desnudas. S e inclinó, se sacó cui-
dadosmncnte las espinas, y se volvió. Era más bajo que el n iño
rubio y muy gordo. Se adelantó, pisando con cuidado, y luego alzó
los ujos y miró a través de unos gruesos lentes."
88
claro se puso cabeza abajo y sonrió con una mueca a la figura inver-
tida del niño gordo
-¡Ningún grande!"
89
pone en un primer plano la dependencia de estos de referentes
externos, especialmente de la necesidad de mayores , figuras capa-
ces de definir y organizar situaciones cotidianas: "el hombre del
megáfono" .
En ausencia de una figura como ésta, es a través de la inter-
acción entre ambos como intentarán restablecer el apuntalamien-
to externo imprescindible. Es imposible implementar una ubica-
ción frente al objeto, frente a la realidad exterior, sin este resta-
blecimiento de parámetros que den cuenta desde dónde cada uno
inicia, intenta el vínculo. Dada la urgencia identificatoria"iRde los
protagonistas, observamos que, por momentos , las maniobras
adaptativas..i9 de los niños quedan supeditadas a estos esfuerzos
tendientes a devolverles su mismidad:10• En ese sentido es nota-
ble la capacidad del niño gordo para organizar un campo a través
de ciertas caracteristicas personales, entre las que se destaca su
aspecto físico.
Desearía, además, llamar la atención sobre dos rasgos carac-
terológicos de los protagonistas: la tendencia a delegar del gordo
-a través de las preguntas, por ejemplo, que plantean una cues-
tión que él mismo está tan capacitado para contestar como el otro-
y la utilización de técnicas de negación maníaca por parte del
rubio. Este juego, que hasta cierto punto se complementa, se acen-
túa en la secuencia siguiente.
"-¡Ningún l{rande!
El niño gordo pensó un momento.
- Aquel piloto.
El niño rubio dejó caer los pies y se sentó en la tierra humeante.
-Debe de haberse ido luego de dejarnos. No puede aterrizar
aquí. No en un aeroplano con ruedas.
-¡No."- atacaron.'
-Volverá .
El niño ~ordo sacudió la cabeza.
-Cuando bajábamos miré por la ventanilla. Vi la otra parte del
aeroplano. Salía fuego.
90
Miró a lo largo de la cicatriz.
-Y esto lo hizo la cabina de pasajeros.
El ni1io rubio alargó la mano y tocó el extremo mellado de un
tronco. Durante un instante preció interesado.
-¿Que le pasó? -preguntó-. ¿Dónde está ahora?
-Aquella tormenta se lo llevó al mar. La caída no pudo ser peli-
grosa con todos estos árboles. Algunos chico~ debían estar aden-
tro todavía."
91
El niño gordo se d etuvo junto a él, respirando con ftterza.
-Mi tía me dijo que no corriera -explicó-, por el asma.
-¿Ass-mar?·11
-Eso es. Me quedo sin aire. Yo era el único en la escuela con
asma -dijo el niño gordo casi orgullosamente-. Y llevo lentes des-
de los tres años.
S e sacó los anteojos y se los mostró a Ralph, parpadeando .Y
sonriendo, y luego empezó a frotárselos contra el sucio rompevien-
tos. Una expresión de dolor y concentración interior le alteró lo s
pálidos contornos de la cara. S e secó el sudor d e las mejillas y se
puso rápidamente los anteojos.
-Habrá fruta.
Miró a los lados del claro.
-Habrá fruta -dijo- espero ...
Se ajustó los anteojos, se apartó de Ralph, y se agachó entre el
enmarañado follaje
-Saldré en seguida ... "
92
el niño gordo podrá seguir colgándose "firmemente del hombro",
como había venido haciendo hasta ese momento. Desearía subra-
yar que la fortaleza de uno se ha establecido no tanto (no sólo) por
méritos propios, como por contraste con la exhibición de debilidad
del otro. El juego de palabras peyorativo de Ralph-que no entien-
de el sentido de ser asmático- tiene el mismo efecto. A continua-
ción el niño gordo expresa su preocupación por la comida, con lo
que incluye el tema de su obesidad, y termina retirándose a defe-
car detrás de unos arbustos.
Ralph puede entonces, ya librado de su debilidad interior por el
juego de proyecciones cruzado realizado en la estructura vincular
de su relación con el gordo, ver la isla con otros ojos. El texto conti-
núa con una descripción que subraya la magnificencia del paisaje
tropical; no voy a trascribirlo por razones de espacio, sí desearía
marcar su contraste con los párrafos que comienzan el relato, menos
entusiastas y por momentos cargados de detalles ominosos.
Más adelante:
:1:! "Cerdito"
93
-¡ Shi-aa-ou!
Aterrizó en la arena a los pies de Piggy y se tendió allí riéndose.
-¡Piggy!
Pig,;y sonrió de mala gana, complacido a pesar de sí mismo
ante tan.ta atención."
94
de cada uno de ellos más la circunstancia que los determina des-
de el presente.
Del niño gordo, Piggy, sabemos que ha estado a cargo de una
tía sobreprotectora, dueña de una tienda de dulces ("Me pasaba
el día comiendo dulces", dirá Piggy), huérfano de padre y con una
madre de la que prefiere no dar noticias:1:;. Da muestras de pose-
er una inteligencia normal, y tiene conciencia clara de la situa-
ción en que se encuentran. El padre del otro niño, Ralph, es coman-
dante en la Marina. Le ha enseñado a nadar des de muy pequeño.
y, según espera su hijo, va a pasar a buscarlos "tan pronto como
pueda", a pesar de que Piggy ha escuchado al piloto hablar de una
bomba atómica, y de la posibilidad de que estén "todos muertos".
Ralph mantiene una fe inconmovible en el futuro rescate, que
vendrá gracias a la posición y poder de su padre. Piggy considera
la posibilidad de permanecer en la isla indefinidamente, tal vez
hasta la muerte. De ambos destinos, el más probable es el plan-
teado por Piggy: no hay razones para suponer que el mundo exte-
rior está enterado de la situación de los niños. Ralph, en el fondo,
también lo sabe, aunque no puede hacerse cargo de semejante
idea. Cuando Piggy le pregunta cómo es posible que el padre mari-
no conozca el lugar en que se encuentran, Ralph piensa con fuer-
za "Porque lo sabe, porque lo sabe", como si quisiera convencerse
a sí mismo . Termina contestando a Piggy con una mentira, que
éste no cree.
¿Qué es lo que hace 'que Piggy, siendo capaz de hacerse cargo
de la situación en términos adecuados, necesite tomar a Ralph
como referente, haciéndole consultas de las que conoce la respues-
ta? Como cuando hacemos una entrevista diagnóstica , podemos
plantear algunas hipótesis al respecto, a partir de los datos de que
disponemos (incluidos los que surgen de s u relación con Ralph).
Un padre muerto; una madre a la que no se puede (o no se quie-
re l rncordar; una tía sobreprotectora que es causa indirecta de su
obesidad. una enfermedad psicosomática inYalidante (por lo menos
desde la versión de su tía) no constituyen, al parecer, una conste-
lación que sustenga eficazmente su autoestima. Su necesidad de
aprobación respecto de Ralph -que aparece en varios pasajes de
este primer ca pítulo- abona esta hipótesis. Si buscáramos un
Gscena que r epresentara esta problemática, es decir, como vefa .
:{S Es Los Jato:; St! han completado con otros párrafos del libro, no mencionado¡;
;iquí.
9 f)
mos en el capítulo anterior, una estructura que fuera común a la
mayoría de las fantasías que pueblan su imaginario, una especie
de común denominador psíquico, esbozaríamos una en la que una
imagen protectora idealizada provee -y aplasta- a otra. El tercer
lugar en esta imagen (el que correspondería a la ley paterna) esta-
ría poco bosquejado: Piggy se integrará en el grupo mayor a tra-
vés de Ralph, utilizándolo como puente e intermediario:~ll . Es una
escena con dos protagonistas: no hay demasiado lugar para ter-
ceros. Es fácil pensar que Ralph es el candidato a representar el
papel de sostén de esta autoestima sin autonomía. El autor se
encarga de subrayar esta posibilidad cuando hace la descripción
contrastante entre ambos niños, en la que uno puede aparecer
como el negativo del otro, y es precisamente Ralph el que deten-
ta las cualidades que prescribe nuestra cultura para aparecer
como modelo de identificación.
Piggy no es un niño adaptado fácilmente a sus pares. Lo demos-
trará a lo largo de toda la historia, aunque ya hay indicios para
intuirlo desde el principio de la acción. No aparece así Ralph. Su
padre es comandante de la Marina: le ha enseñado a nadar a los
cinco años. Su apostur~ y determinación nos permiten pensar en
alguien seguro de sí mismo. Es menos inteligente que Piggy, y, como
ya lo he señalado, presenta una notable capacidad de negación de
la realidad cuando ésta aparece angustiante. Si lo comparamos con
Piggy, podríamos decir que es un niño fácilmente adaptado -obtie-
ne enseguida el liderazgo del grupo mayor- siempre que las cir-
cunstancias mantengan un cierto grado de permanencia: lo que sos-
tendrá su liderazgo en el futuro es la presencia virtual de las nor-
mas de la civilización, representadas por la esperanza un tanto
mesiánica de rescate. Ralph necesita de la conexión de Piggy, nece-
sita que éste piense por él, ya que la negación -lo subrayo una vez
más-lo enceguece. Piggy necesita de Ralph, de su manifiesta segu-
ridad, la que contribuirá a sostener y no cuestionará nunca. Si hicié-
ramos el ejercicio propuesto antes para Piggy, imaginaríamos la
escena de Ralph en términos de un adulto muy firme que protege
a un niño desvalido. Asumiendo el lugar del protector, el temor y la
inseguridad son arrojados afuera, como algo que no tiene lugar ni
sentido. Había dicho antes que Ralph aparecía como adaptado: el
diagnóstico más adecuado para él sería el de sobreadaptación.
36 Con esto quiero decir que Piggy tiende a establecer relaciones diádicas; le
resultará dificíl vincularse con los otros y con Ralph al mismo tíem¡JQ.
96
Ambos se encuentran en la coyuntura de la isla, y, como
aquellos que en una situación extrema tienen que maneja1·
sus puntos de debilidad, se re-conocen rápidamente. Ralph
será la tía sobreprotectora que necesita Piggy, probable-
mente no tan aplastante como parece haber sido ésta. Piggy,
a su vez, será el niño débil que su compañero no puede asu-
mir, aunque en su realidad no sea tan desvalido como la subjeti-
vidad de Ralph pudiera encontrarlo. La experiencia, hasta aquí,
podría ser enriquecedora para ambos: Piggy ya ha podido prescin-
dir de ciertas ínhibicíones y Ralph pude disfrutar de algunas posi-
bilidades de la isla como el nüio que es. Hay una realimentación
entre ambos que abre un círculo virtuoso. Las circunstancias que
sobrevendrán modificarán brutalmente este desarrollo, mostran-
do un punto débil de cualquier experiencia correctora, del que no
escapa la terapia: no se puede detener la vida mientras tanto, y el
timing de los que están aprendiendo no siempre es respetado por
el tiempo exterior a ellos, el de la historia.
* **
Ya he seüalado que la inmadurez propia de los niños que pro-
tagonizan esta historia favorece el apuntalarnientoJ; de su iden-
tidad en el vínculo con los otros. Este despliegue del grupo inter-
no en el externo es, sin embargo, realizado siempre en algún gra-
do. En tanto el grupo ínte\-no tiene como una de sus características
mantener un grado de continuidad de la indiferenciación Yo-no
Yo, es inevitable que la difracción35 del adentro sobre el afuera se
realice, en proporciones variables según el monto de este rema-
nente. Bleger (1971) postuló que este zócalo de indiscriminación
establece lo que llamó sociabilidad sincrética, trasfondo sobre el
que se dibuja la sociabilidad propia del Yo grupal, de la que los
97
agrupantes pueden tener conciencia. Los grupos que mantienen
un monto excesivo de sociabilidad sincrética caen en la burocra-
tización: la necesidad de sus miembros de sostener su identidad
a partir de) efecto de pertenencia h a ce que el conjunto se aleje de
su tarea específica3!1 •
Volviendo a nuestros personajes: es difícil hablar de una capa-
cidad adaptativa de estos niños, sin hacer la salvedad de que esta
capacidad está habitualmente delegada en los mayores. Sus urgen-
cias, entonces, deberíamos buscarlas en la necesidad de reasegu-
ramiento, de ubicación en un contexto desconocido, sin referentes
en la experiencia previa de los que lo enfrentan. Para Ralph la
laguna es un lugar en el que se puede practicar la natación, tal
como lo hacía en su lugar d e origen. Nadando podrá, aunque sea
parcialmente, encontrarse a sí mismo. Piggy buscará frutas para
saciar su voracidad, también para transformar la isla en una figu-
ra alimenticia frente a la cual posicionarse. El componente de
burocratización, entonces, debemos buscarlo no tanto en el mon-
to de alejamiento de la tarea centrada en la adaptación, sino en
el grado de estereotipo con que sus respectivos lugares se fijen . Si
bien no he trascripto el texto correspondiente a la continuación
de la historia, en él puede comprobarse cómo Ralph y Piggy que-
dan fijados en la defensa de una forma social que, al no tener la
realimentación de la sociedad de la que fuera extraída, va cayen-
do en la inoperancia, hasta llegar a un colapso final que culmina
con la amenaza de destrucción física de ambos. ¿Es esta forma
mantenida por convicciones filosóficas o ideológicas de ambos
niños, o expresa su incapacidad de modificar una identidad dema-
siado abroquelada en determinadas pautas de interaccíón? No
siempre es fácil distinguir entre ambas series de determinantes.
Con frecuencia encontramos que las primeras sirven de raciona-
li zacion para sostener las segundas 40 •
98
viene la experiencia anterior de cada uno de ellos. Es esta expe-
riencia precisamente la que forma la materia prima de la trans-
ferencia. Lo que deseo destacar con 1a conceptualización que adop-
tara es que esta transferencia, en el campo vincular que desea-
mos desarrollar, se despliega en escenas que se superponen sobre
situaciones totales. Dejo el tema bosquejado: lo retomaré con deta-
lle en otro capítulo.
99
Capítulo VII
El apuntalamiento del psiquismo
LUCILA EDELMAN
DIANA KORDON
101
palabra apuntalamiento. Esta última tiene una acepción más com -
pleja, que incluye a la idea del apoyo.
Frcud utilizó el término alemán anlr.hnung. Este tiene un tri-
ple significado: apoyo, modí'lo y resquicio o entreabertura. Kaes
retrabaja estos tres significados y establece un status particular
de l concepto de apuntalamiento.
La id ea de apoyo se corresponde con el concepto corriente de
sostén; uno de los términos soporta al otro, es decir sugiere, aun-
que no en forma absoluta, un carácter unidireccional en ostc caso.
La relación de apoyatura es recíproca y simultánea entre apo-
yante y apoyado. Así por ejemplo el narcisismo de los padres se
apoya sobre el bebé y ést.e, a su vez, apoya su narcisismo en sus
padres.
La idea de modelo tiene que ver con que en la relación con la s
estructuras apoyantes el psiquismo se va modelizando, es decir
que interviene el proceso identificatorio.
En cuanto a la noción de entrcapertura o resquicio, a la que
Kaes le da gran importancia, ésta indica a su vez ol límite y la
continencia entre lo que apoya y lo apoyado. "El concepto de apo-
yo implica la idea de que los elementos en apoyo están a la vez
separados y abiertos sobre una de sus fases" (Kaes, R ; 1980a; pág.
94)41 . Esto se relaciona con la posibilidad de que distintas instan-
cias jueguen un papel contenedor.
Se trata de un espacio que permite el proceso de transcripción;
por lo tanto no se trata de la existencia de un espacio meramen-
te virtual.
Cuando se habla de apuntalamiento se incluye, de esta mane-
ra, estos tres aspectos diferenciables y articulados enlre si.
El concepto de apuntalamiento pone el acento en lo que ame-
naza con caers e y reclama una consolidación, un refuerzo.
Indica la existencia de un sistema de apoyos múltiples. Parte
de la importancia de considerar la. existencia de una red de soli-
daridades que sostienen el funcionamiento del psiquismo.
Este apuntalamiento múltiple implica la presencia permanen-
t e de un movimiento, movimiento de apoyos y de desapoyos, de
aperturas y cierres, de crisis y de creación. Estos movimientos son
producidos a partir de estructuras relativamente estables, con cier-
to nivel de complejidad y de características diferentes entre sí.
102
R. Kaes considera que el apuntalamiento se produce en rela-
ción a la estructura pulsional, a l cuerpo, a la función materna y
paterna, a los grupos, a las instituciones, y, por intermedio de
éstos, a lo social en su conjunto.
El apuntalamiento es múltiple, reticular, mutuo 'Y crítico. Los
apoyos no son de idéntica naturaleza y por lo tanto el psiquismo
se apoya de manera diferente sobre cada uno de ellos. Como seña-
lamos precedentemente, la cualidad del apuntalamiento es defi-
nida por Kaes como una apoyatura en duble apoyo; depende de la
existencia del espacio intermediario de apoyo que es la base del
"contrato de apoyatura". Este contrato implica reciprocidad en el
placer y en el beneficio del doble apoyo. El doble apoyo se produ-
ce a través de la complementariedad o del antagonismo.
En cuanto a la idea de entreapertura, Kaes reconoce como ante-
cedentes de su propuesta la problemática del espacio transicional
de Winnicott en relación con la unión y separación, la del encua-
dre de Bleger en relación con lo continuo y lo discontinuo, y la fun-
ción alfa, contenedora, de Bion en relación con la cuestión del con-
tinente y el contenido.
Consideramos que el concepto de espacio intermedia1io de apo-
yo o entrcabertura puede encontrar su equiYalente en el concep-
to de Winnicott sobre espacio transicional. (Winnicoti, D.; 1971).
La idea de lo transicional probablemente da cuenta mejor de las
características de este espacio. Entre las estructuras de apoyatu-
ra también existe un espacio.
En cada apuntalamiento aparecen siempre los tres componen-
tes del apuntalamiento: apoyo sobre una base originante, mode-
lización, y transcripción. Esta última aparece en relación a los
movimientos de ruptura crítica.
Las características del apuntalamiento se ponen en evidencia
con mayor claridad en las situaciones de crisis. El apuntalamien-
to es en sí mismo el modelo de resolución de éstas, a través, por
vjemplo, de la transformación de un objeto fusiona! en objeto sexual.
La situación de crisis implica una pérdida, una falta, una rup-
tura en relación a los apoyos con que cuenta el psiquismo.
La crisis puede ::;er considerada tanto en el desanollo evolutivo
l'Omo en el funcionamiento permanente del psiquismo. La situación
dt• crisis coloca al psiquismo ante una vivencia de desamparo.
El concepto de crisis puede articularse con el de transiciona-
1idad, dado que la transicionalidad implica la exist encia de un
P~pacio de elaboración de la experiencia de ruptura tanto en la
103
continuidad del sí mismo, como en la continuidad de las relacio-
nes con los objetos.
En lo que hace al apuntalamiento del psiquismo, la elabora-
ción de una crisis puede seguir tres caminos:
1) la sutura o reducción del espacio transicional;
2) la existencia de un espacio vacío; ésto significa una distancia
exagerada en el sistema de solidaridades recíprocas;
3) la creación de un espacio transicional, espacio de la creativi-
dad, en el que se producen los procesos de transcripción.
Kaes propone, a partir de sus ideas sobre la elaboración de las
crisis y el desapuntalamiento, que no es posible resolver ciertas
crisis a nivel sólo personal, sin establecer las condiciones de un
trabajo psíquico a nivel del grupo.
De esta manera el grupo, que es utilizado espontáneamente
como recurso durante las crisis (el ejemplo clásico es la adolescen-
cia), en las que se produce una ruptura en la continuidad de las
relaciones psicosociales, es también un instrumento privilegiado
para el trabajo terapéutico en estas situaciones.
El grupo permite asimismo una experiencia de reapuntala-
miento de aquello que no llegó a constituirse como realidad psí-
quica. Y, en ciertas condiciones, este reapuntalamiento es posible.
"El grupo es investido con esta capacidad de albergue psíquico,
con la función de ser esta psique o de hospitalizar sus partes enfer-
mas, donde se pueda formar lo que no se ha constituido: el lugar
donde las palabras que no fueron dichas, las prohibiciones que no
fueron promulgadas se puedan enunciar y puedan abrirse su cami-
no. La eficacia del proceso de grupo es función de s u capacidad de
contener y de transformar los objetos internos, de su aptitud para
crearlos y para constituir los eslabones no advenidos en el psiquis-
mo." (Kaes, R.; 1989; pág. 147).
En nuestra experiencia clínica hemos encontrado muchas veces
esta capacidad del grupo de a ctuar como unan ueva matriz de
desarrollo de aquello que no pudo llegar a formarse por fallas en
la evolución (Edelman, L. y Kordon, D.; 1983). La problemática
del proceso identificatorio en grupo , direct amente relacionado con
este tema, está tratado en otro capítulo de este libro.
El grupo funciona como un aparato protésico en las situacio-
n es de crisis y desapuntalamiento. Desde este punto de vista, el
grupo cumple para muchos sujetos una función anaclítica.
En el desarrollo de esta temática es importante la influencia
del concepto de P. Aulagnier del contrato narcisista. La autora
104
sostiene que existe un acuerdo entre el sujeto y la cultura por el
cual aquél se compromete a transmitir los enunciados fundamen-
tales del discurso social dominante, a cambio de ser reconocido
narcísistamente en su pertenencia a dicha cultura. (Aulagnier,
P. 1975)
R. Kaes toma el concepto de contrato narcisista de P. Aulag-
nier como ejemplo de cómo el narcisismo materno, parental, fami-
liar, hallan su expresión y su satisfacción en el marco de un sis-
tema socio-cultural. Las diferencias históricas y culturales mues-
tran, sin embargo, que existe en la vida humana un conflicto
vital entre las exigencias del narcisismo del sujeto individual,
apuntalado sobre el narcisismo parental y las exigencias de los
sistemas valorativos sociales. Hay que tener en cuenta que la
transmisión genealógica contribuye a sostener el narcisismo
materno.
Indisolublemente unido al concepto de apuntalamiento está el
concepto de pasaje de un orden a otro y la transcripción de un
orden en otro.
Como hemos señalado, es necesario que exista algo entreabier-
to entre dos sistemas heterogéneos: esto asegura las condiciones
para una metabolización de lo heterogéneo.
M. Bernard señala, precisando el concepto de transcripción en
Kaes, que"( ... ) la separación entre los términos apuntalados recí-
procamente implica la necesidad de una elaboración psíquica en
el momento del pasaje, responsable del proceso de traducción que
transforma el estímulo heterólogo en algo, 'del lado de adentro',
homólogo". (Bernard, M.; 1991b; pág. 58).
El proceso de transcripción encuentra desde nuestro punto de
vista, una equivalencia en lo que P. Aulagnier define corno activi-
dad de representación, que permite que un elemento extraño al
psiquismo, a través de un proceso de metabolízación (tomado del
modelo fisiológico), sea incorporado como elemento homogéneo en
d plano íntrapsíquico. (Aulagnier, P., 1975)
La problemática del apuntalamiento está vinculada a la rela-
ción entre el grupo interno o los grupos del adentro con el grupo
Pxterno. Kaes propone la denominación de isomórfica y homomór-
fica para las dos modalidades de relación (fusional o discrimina-
da) del sujeto con el grupo. O, mejor dicho, para la relación entre
lo.s grupos del adentro y una formación psíquica intermediaria
rnnstruida por los miembros de un grupo, a la cual denomina apa-
mto psíquico grupal.
105
LA POLÉMICA ENTRE R. KAES Y J. LAPLANCHE
En realidad, el concepto de apoyo o anaclisis (de la palabra ale·
mana anlehnung, traducida actualmente como apuntalamiento)
fue recuperado de la obra de Freud por J. La planche y J-B. Ponta-
lis. En el Diccionario de Psicoanálisis (1967) lo definen como "Tér-
mino introducido por Freud para designar la relación primitiva de
las pulsioncs sexuales con las pulsioncs de autoconservación: las
pulsiones sexuales, que sólo secundariamente se vuelven indepen-
dientes, se apoyan sobre las funciones vitales que les proporcionan
una fuente orgánica, una dirección y un objeto. En consecuencia,
se hablará también de apoyo para designar el hecho de que el suje-
to se apoya sobre el objeto de las pulsiones de autoconservación en
su elección de un objeto amoroso, esto es lo que denominó Freud el
tipo de elección de objeto por apoyo." En 1905, en "Tres ensayos
sobre teoría sexual'', Freud describe una íntima relación enlre el
"instinto sexual" y ciertas "funciones corporales básicas''.
En la actividad oral del lactante, el placer producido por la suc-
ción del pecho se corresponde con la satisfacción de la zona eró-
gena, al principio íntimamente asociada a la satisfacción de la
necesidad de alimento.
Así, la función corporal, es decir la actividad auloconservati-
va otorga a la sexualidad su fuente erógena. define un objeto, el
pecho, y procura un placer que está dado por un plus respecto a
aquello otorgado por la mera satisfacción de la necesidad (del ham-
bre). Se produce un suplemento de placer. Con el tiempo la nece-
sidad nutritiva quedará francamente separada de la necesidad de
repetir el placer sexual. Similar procedimiento existe en relación
a las restantes pulsiones parciales.
R. Kaes realiza una nueva propuesta a partir de un análisis
minucioso del concepto de apuntalamiento en Freud. A partir del
concepto de apoyo de la pulsión sexual sobre las funciones corpo-
rales necesarias para la vida, en un pasaje que se construye per-
manentemente entre lo biológico y lo psíquico, abre un camino
para la comprensión de la incidencia del vínculo, del grupo y de
la cultura en la estructuración del inconsciente y del conjunto del
aparato psíquico.
No obstante, vale la pena señalar que J. Laplanche, en Nue-
vos Fundamentos para el Psicoanálisis (1981), discute esta amplia-
ción del término que establece Kaes. "Después que fue redescu·
bierta por Pontalis y por mí mismo (se refiere al concepto de apun-
106
talamiento) su suerte fue verdaderamente la de ser condimento
de todas las salsas; desde hace ya cierto tiempo se habla de apun-
talamiento de cualquier cosa en cualquier otra: apuntalamiento
en la madre, apuntalamiento cm lo biológico, apuntalamiento en
el cuerpo L .. )". Reafirma que apuntalamiento es ''( ... J el apoyo que
toma el funcionamiento sexual sobre el funcionamiento autocon-
servativo siendo que uno y otro por igual pueden ser llamados tan-
to psíquicos como som áticos"- (Laplanche, J .; 1987; pág. 144/145).
Para Laplanche, el ap untalamiento mantit>ne validez si se tra-
ta de considerarlo como la presentación de un cierto modo de arti-
culación para el cual presenta diferentes esquemas. pero no es
válido si se intenta considerarlo como un modelo de origen o de
génesis. Sostiene que on Freud, en algunos casos, se da la idea de
una génesis de la sexualidad según el apuntalamiento. Señala
que, analizado seriamente, se puede considerar como una diver-
gencia progresiva, en el seno de un funcionamiento biológico, entre
la autoconservación y la sexualidad. Sostiene que en este proce-
so de divergencia juega un papel fundamental la actividad de
seducción externa, en el sentido que se ejerce una acti\·idad de
erotización sobre el sujeto. A esta actividad la denomina seduc-
ción gen.eralizada. Es decir, discute la idea de un clivaje a partir
de un movimiento endógeno.
Para Kaes, el apuntalamiento compromete una serie de obje-
tos y de formaciones psíquicas sin los cuales la mis ma pulsión no
podría emerger como formación específica, ya que el apuntala-
miento múltiple interviene en la constitución misma del objeto.
El apuntalnmiento de la pulsión depende de cuál es la experien-
cia vincular que se produce de acuerdo a la modalidad de presen-
tación del seno por parte de la madre y al modo de aprehensión y
succión por parte del niño. Esta experiencia tiene a su vez un sig-
nificado en el grupo y en la cultura, tiene un sentido para el padre.
Por lo tanto, cuando en función de los mecanismos de presencia-
ausencia de la madre se constituye el pecho como objeto sexual,
st' establecen por inlernalización, y en la fantasía, un conjunto de
rPlaciones en el que están incluidos el valor pulsional, la signifi-
1·;1ción cultural, el sentido para el otro.
Este último aspecto nos lleva a pensar que el planteo de Kaes
no resulta antagónico con el de Laplanchc, tal como ést e lo pre-
ll'nde, en tanto la presencia de la actividad externa de seducción,
v11 lü que él insiste, introduce de hecho a la m ad1·e, y a través de
1•lla, al grupo y al orden de la cultura.
107
Por su importancia en la constitución del psiquismo y en el
mantenimiento de su unidad a lo largo del tiempo, coincidimos
con la amplíación que efectúa Kaes en relación al concepto; dan-
do cuenta, por otra parte, de lo que la clínica nos muestra.
Trataremos de ilustrarlo con una viñeta clínica.
Lucía perdió a su padre cuando tenía cinco años. Su familia
sufrió una pérdida brusca de su nivel económico. Su madre cortó
todo vínculo con la familia del marido, a quienes acusó de haber-
la estafado en una empresa familiar compartida. Lucía transcu-
rrió su infancia viviendo con su abuela, su madre y sus tres her-
manos. Sus dos hermanos menores, gemelos, presentan, a partir
de su adolescencia, cuadros psicóticos en forma alternada: cuan-
do uno está asintomático el otro se enferma y viceversa. Cuando
Lucía cursa todavía el colegio secundario inicia una relación de
pareja con un compañero, con el cual se va a ca sar siendo muy
joven y sin haberse sentido nunca enamorada de él. Pero Lucía
consigue a través de este casamiento ser "adoptada" y a su vez
"adoptar" una nueva familia integrada por sus suegros, sus cuña-
dos, primos, tíos, tíos abuelos. Esta familia tiene algunos puntos
de contacto con el modelo de la de su origen, en el sentido de que
hay una empresa familiar y propiedades compartidas, incluidas
las viviendas de casi todos sus miembros. En esta familia Lucía
se ubica en un lugar central: en su casa se hacen las fiestas y todos
se reúnen allí naturalmente. Ella se encarga de atender a todos
los parientes que se enferman, y de realizar cuanto trámite nece-
site cualquiera de ellos. Las condiciones, cada vez más marcadas
por la locura, de la relación entre su madre y sus hermanos meno-
res, hacen que su distanciamiento autoprotector sea cada vez
mayor, aunque ayuda a su manutención económica. Su vida trans-
curre sin mayores problemas, y con un sentimiento subjetivo de
bienestar. Lo único conflictivo es su relación matrimonial. Su mari-
do funciona como un chico más, el mayor, y es evidente que no hay
espacios privados para la pareja.
En un momento dado, y en un transcurso de tiempo muy cor-
to, muere su suegro, bastante joven, y se enferma una tía muy
mayor que vive en un departamento contiguo al suyo. Se produ-
ce inmediatamente un distanciamiento, con sospechas recíprocas ,
entre los miembros de la familia que compartían la empresa y se
decide una división y venta de ésta, incluyendo los inmuebles en
los que funcionaba. Lucía, poco tiempo después, entra en crisis en
su relación de pareja: reclama a su marido falta de protección, de
108
no ocupar éste el lugar de un hombre adulto. Esto la lleva a una
separación.
Al poco tiempo muere la tía enferma, y Lucía comienza a sen-
tirse ansiosa, deprimida, confundida, incapaz de hacerse cargo de
sí misma, con variados síntomas fisicos: anorexia, vómitos, taqui-
cardia, mareos, ahogos, cólicos intestinales, temblores. Su aspec-
to es el de quien padece una crisis psicótica y sus vivencias son de
despersonalización. Dice no comprender qué le pasa, y por qué ha
dejado de ser la que era. Adelgaza muchos kilos, no se siente en
condiciones de realizar ninguna tarea.
Este es un ejemplo clínico de cómo, ante la situación de des-
apuntalamiento producida por la pérdida inicial y precoz de su
familia, Lucía pudo reconstruir en la familia del marido una red
que funcionaba como sostén de sus identificaciones, hasta que las
situaciones de enfermedad y muerte la rompen. Esta red consti-
tuye para ella un sistema de apuntalamiento psíquico. El brusco
desapuntalamiento, producido por las pérdidas posteriores, la lle-
vó a la producción de una crisis en la que apareció una desiden-
tificación según la modalidad que ha sido descripta clínicamente
como ruptura de relación simbiótica.
La importancia de la función de apuntalamiento que cumplía
esta familia sustituta se aprecia, como ocun-e habitualmente, ante
la pérdida.
Desde el punto de vista del desarrollo y mantenimiento de la
identidad personal, hay una relación simultánea de compleme.n-
tariedad y oposición entre el apuntalamiento y la transcripción.
Teniendo en cuenta la existencia de lo que J. Bleger denomina
base sincrética, indiscriminada, de la identidad, existe siempre la
necesidad de algún nivel de apuntalamiento. Si los apuntalamien-
tos primeros han sido insuficientes o inadecuados, es decir, si ha
habido una falla en ellos, se dificulta el proceso de transcripción
que permite el funcionamiento autónomo. En el caso de Lucía,
hubo una falla en la apoyatura original que ella intentó sustituir
a través de una prótesis.
El apoyo que se establece es múltiple y es mutuo: de Lucía en
la nueva familia y de cada uno de los integrantes de la nueva fami-
lia en ella. Es evidente que no ha habido en Lucía una elabora-
ción de los duelos y conflictos vividos en sus primeros años, sino
una sustitución protésica en el segundo grupo familiar, una sutu-
ra en el espacio transicional, una falta de creatividad, lo que deter-
mina un déficit en la autonomía del yo, que recién emerge en for-
109
ma de síntoma cuando se produce un desapoyo critico a partir de
las modificaciones producidas en esta segunda familia.
En las situaciones sociales de ruptura (migración, modificación
brusca de paradigmas sociales, situaciones de catástrofe natural
o social, etc.), se produce una falla en los sistemas sociales de apo-
yo que determina, desde el punto de vista psíquico, la aparición de
lo que R. Kaes (1976) denominara an~ustia de no asignación, con
la irrupción de sentimientos de indefensión, inermidad, agresivi-
dad y tendencia a conductas impulsivas (Bleger, J., 1967). El agru-
pamiento constituye una posibilidad de restituir ciertos niveles de
apoyatura perdidos. De esto se deduce la utilidad de dispositivos
grupales para la elaboración de las situaciones de crisis.
Pero el dispositivo grupal de apoyatura no implica sólo próte-
sis, aunque la prótesis sea, en determinadas circunstancias, con-
dición para la supervivencia.
Implica simultáneamente la condición de posiblidad para la
creación.
El sentimiento de permanencia, de seguridad y de continui-
dad están en relación, desde los primeros momentos de la vida,
con la disposición del medio material y maternal circundante.
110
Capítulo VIII
Identificación, identidad y grupo
MIRTA SEGOVIANO
DIANA KoRDoN
EL CONCEPTO DE IDENTIFICACIÓN
111
en la formación de síntomas, en el trabajo del sueño, en las fan-
tasías, en los lapsus, en la creación artística y otros, además de
ser, por ejemplo, la condición de posibilidad del trabajo de duelo,
donde por medio de la identificación el Yo se ofrece al Ello como
sustituto del objeto perdido.
Por otro lado, la identificación es también un mecanismo for-
mador de estructuras: cuando Freud elabora la segunda tópica,
señala cómo por la vía de las identificaciones las otras instancias
se van diferenciando a partir del Ello. Incluso, según sugieren
Laplanche y Pontalis (1967), habría sido justamente el descubri-
miento del papel que las identificaciones cumplen en la estructu-
ración del psiquismo y de la personalidad, lo que lo llevara a esa
nueva formulación.
La noción de identificación refiere pues, a un mecanismo prin-
cipal tanto del funcionamiento como de la estructuración de lo psí-
quico. Corresponde a un proceso, el proceso identificatorio, y tam-
bién a una resultante, por ejemplo cuando definimos al Yo como
la "sedimentación de las investiduras de objeto resignadas" (Freud,
S., 1923, pág. 31) que han pasado a constituirlo por medio de las
identificaciones, o como cuando hablamos de la identidad de una
persona.
Pero si el abordaje de esta noción es complejo, no lo es sólo por
requerir que estos diferentes niveles de análisis sean contempla-
dos, sino también y sobre todo porque existen diversos desarro-
llos psicoanalíticos que se han ocupado de ella: unos u otros de
estos desarrollos suponen ciertas variaciones en la concepción
acerca del psiquismo, e implican también diferencias en aspectos
técnicos. Algunas de estas diferencias abarcan incluso el disposi-
tivo que se puede considerar adecuado, o aún el más adecuado
-<:orno en el caso del abordaje psicoanalítico grupal-, para la emer-
gencia, despliegue y elaboración tanto de las manifestaciones como
de las formaciones psíquicas en juego.
Esas distintas teorizaciones parten evidentemente de los enun-
ciados freudianos, pero en Freud, mientras que hay nociones que
parecen explicar el funcionamiento psíquico como si se tratara del
sujeto aislado, separado y hasta casi independiente de los otros,
hay otras nociones en las cuales los otros del sujeto aparecen impli-
cados desde un principio. Algunas de las diferencias teóricas a que
hacemos referencia se relacionan, pues, justamente con una diver-
sa concepción en este punto.
En "Psicología de las masas y análisis del Yo'', el texto donde
112
Freud hizo su más completa exposición acerca de la identificación,
dejó enunciada la famosa frase: "En la vida anímica del individuo,
el otro cuenta, con total regularidad, como modelo, como objeto,
como auxiliar y como enemigo, y por eso desde el comienzo mis-
mo la psicología individual es simultáneamente psicología social
en este sentido más lato, pero enteramente legítimo" (1921, pág.
67). La integración del otro en el psiquismo individual es para
Freud una evidencia, algo que efectivamente ocurre. Sin embargo
existen interrogantes que esta misma formulación plantea y que
el sentido lato deja ocultos.
Así, la identificación, vía privilegiada por la que el otro está
integrado en el psiquismo individual, es caracterizada por Laplan-
che y Pontalis (1967) como el "Proceso psicológico mediante el cual
un sujeto asimila un aspecto, una propiedad, un atributo de otro
y se transforma total o parcialmente, sobre e1 modelo de éste",
mientras que D. Lagache (1955), desde una óptica que toma en
cuenta el contexto intersubjetiva en el cual se producen las iden-
tificaciones, señala que "Lo interiorizado no es la imagen de un
socius, es la experiencia de. una relación interpersonal. Este des-
doblamiento de la interioridad procede de la interiorización de
una relación de dos, en otros términos, de una doble identifica-
ción. Así se explican los desplazamientos o transferencias ulterio-
res en los cuales el sujeto puede, según las circunstancias, jugar
uno u otro rol, por ejemplo, el de la madre o el del hijo, el de la
autoridad o el de la sumisión".
Un aspecto principal de las divergencias que advertimos aquí
surge de ciertos desarrollos de la teoría dé las relaciones objeta-
les, como los aportados por D. Fairbain, M. Mahler y D. Lagache
principalmente, y de la importancia creciente que fueron toman-
do en psicoanálisis. Vemos cómo la idea de "objeto" no es la mis-
m a en cada caso: la asimilación o la internalización que tiene lugar
en la identificación, corresponde a aspectos, propiedades, atribu-
tos, en uno y a un vínculo en el otro.
Sobre estas bases, subrayamos dos cuestiones que nos intere-
san especialmente: una más general, ya enunciada por Freud, que
es la de la integración del otro en el psiquismo individual; y otra,
más particular, acerca de la idea que representa ese otro, o eso
otro que se internaliza.
113
LA INTEGRACIÓN DEL OTRO EN EL
PSIQUISMO INDIVIDUAL: UNAMATRIZ VINCULAR
114
Es por esto que pensamos que el problema de la i11t. ·¡.;m<'11111
del otro y de los otros en el psiquismo individual, hac·c• i11tl1s¡w11
sable la consideración de la intersubjetividad y de la tmn .rnl~il'l1
vidad en la constitución de la subjetividad."~
Desde otro nivel de análisis, la psicología socíal, con G. Mead
(1934), se ha plonteado ya esta problemática. El autor señala el
papel que la internalización de la sociedad organizada cumple en
la organización de la persona. Una y otra organizaciones, aunque
con una capacidad de influencia que es asimétrica, se determinan
mutuamente. El grupo, al anteceder al indi,·iduo, posee una capa-
cidad de determinación sobre éste significativamente mayor que
la del individuo sobre el grupo social. Esta influencia sobre el indi-
viduo se manifiesta en la internalízación que se ve llevado a efec-
tuar de las organizaciones sociales que encuentra ya dadas.
Se trata de una óptica que subraya un hecho no siempre teni-
do en cuenta en psicoanálisis: las organizaciones internas del indi-
viduo tienen tales sirnílitudes y complem.entariedades con orga-
nizaciones internas de sus otros significativos por un lado, y con
la organización que en su experiencia han tenido los vínculos con
esos otros por otro lado, que es necesario admitir que la organi-
zación o las organizaciones ínternas mismas han surgido también
en ocasión del contacto con el mundo externo.
Las instancias psíquicas, por ejemplo, han sido ampliamente
descriptas como organizaciones. Pensamos al Yo, de hecho, como
una organización, y si esto se hace evidente al consiiierar sus fun-
ciones, también el Yo como representación remite a una organiza-
ción. En Introducción del narcisismo, Freud había afirmado que
"Es un supuesto necesario que no esté presente desde el comien-
zo en el individuo una unidad comparable al yo; el yo tiene que
ser desarrollado. Ahora bien, las pulsiones autoeróticas son ini-
115
ciales, primordiales; por tanto, algo ti ene que agregarse al auto-
erotismo, una nueva acción psíquica, para que el narcisismo se
constítuya." (1914, pág. 74). Esta nueva acción psíquica consiste,
en parte, en la organización, la reorganización de los elementos
distintos que supone el autoerotismo acoplándolos unos con otros
de maner a tal que la relación entre ellos resulta más significati-
va que su dispersión. La nueva organización es concomitante de
una nueva significación. El resultado de este movimiento y de esta
transformación es el armado de un objeto, el obj eto que desde
entonces pasará a ser el Yo para el Ello. Para constituir este obje-
to, es ta nueva unidad, el psiquismo se apuntala en la percepción
de otras unidades-organizaciones vividas: el cuerpo, el grupo.
En su origen, en su desarrollo, en su representación, en el ejer-
c.icio y en el mantenimiento de sus funciones, hay una estrecha liga-
zón entre el aparato psíquico y el grupo, entre el yo y el grupo43 . La
idea de la organización nos parece hacerla más manifiesta.
La identificación es, pues, un mecanismo, un proceso y un resul-
tado que posibilita y evidencia la interiorización de experiencias
vinculares del sujeto. Desde n uestra pers pectiva, la interioriza-
ción que se lleva a cabo corresponde a una matriz vincular, es decir
a una red de relaciones en la que está ya presente el sujeto mis-
mo, y que incluye al otro, al otro del otro y también a objetos inani-
mados que se han vuelto significativos. Este origen y esta confor-
mación son los que determinan sus caracteristicas grupales y sus
propiedades grupalizantes. 44
EL MECANISMO INTRAPSÍQUICO
DE LA IDENTIFICACIÓN
116
mos y de los interjuegos de la identificación y del apuntalamien-
to" (ídem. pág. 30), nos valdremos pues de estos tres elementos
para el análisis del movimiento identificatorio.
De hecho, Freud explicita las funciones de apoyo y modelo en
el mecanismo de la identificación, en diferentes ocasiones: la absor-
ción de alimentos proporciona un modelo (canibcílico) ofreciendo
el apoyo en una función orgánica 4 ~; asimismo, la imagen del padre
(1921, pág. 99) o de los padres (1923, pág. 33, nota al pie) en la pre-
historia del complejo de Edipo, funcionando como un ideal, pro-
porcionan también, pues, un modelo. Volveremos sobre este pun -
to al analizar la identificación primaria.
La transc:rípción en relación con la identificación, aparece en
Freud en La interpretación de los sueños (1900, pág. 168) cuando
subraya, refiriéndose a la identificación en la histeria, una distin-
ción que toma aquí todo su valor: "Por tanto, la identificación no
es simple imitación, sino apropiación ( ... ) expresa un "igual que
(. .. )"y se refiere a algo común que permanece en lo inconciente".
Es decir, no se trata, evidentemente de una copia o reflejo. Apro-
piación alude a un procedimiento que tiene lugar en el interior
del aparato psíquico, y por el cual algo que no le es propio se hace
propio. Esta apropiación implica un trabajo psíquico de transfor-
mación. Veámoslo con más detalle.
Las postulaciones de P. Aulagnier nos ofrecen una descrip-
ción ejemplar de este procedimiento: "Por actividad de represen-
tación entendemos el equivalente psíquico del trabajo de meta-
bolización característico de la actividad orgánica (. .. ) en este
caso, el elemento absorbido y m etabolizado no es un cuerpo físi-
co, sino un elemento de información. Si consideramos la activi-
dad de representación como la tarea común a los procesos psí-
quicos, se dirá que su meta es metabolizar un elemento de natu-
ral eza heterogénea convirtiéndolo en un elemento homogéneo a
la estructura de cada sistema" (1975, pág. 23, 24). Y más adelan-
te: "Podemos añadir que los elementos que no fuesen aptos para
sufrir esta metabolización no pueden tener un representante en
117
el espacio psíquico y, por lo tanto, carecen de ex1stenci a para la
psique" (ídem, pág. 27).
Esta metabolizac:íón que se efectúa en el proceso del cual resul-
ta una representa<:ión psíquica corresponde a la transcripción.
A partir de este desarrollo, se nos facilita hacer una primera
distinción que adquiere un importante relieve con las conceptua-
lizacíones actuales acerca de la transmisión psíquica : por un lado,
existen procesos de identificación propiamente dicha, en los que
tiene lugar una metabolización-transcripción y de los que surge
así una representación psíquica del elemento transformado; por
otro lado, procesos en los que esta transformación no ocurre y por
lo tanto no existe representación del elemento en cuestión: son
procesos de incvrporación1l', que incluyen, por ejemplo, a las iden-
tificaciones caracterizadas como adhesivas, fusionales (D. Melt-
zer y E. Bick) proyectivas, en las que lo tomado del exterior sigue
siendo de algún modo externo, un cuerpo extraño sin metabolizar.
La transcripción (apropiación, metabolización) implica una
recreación del objeto -sistema de relaciones de objeto que inclu-
ye al sujeto-, en el mundo interno, que podemos entender como
la construcción interior de una metáfora de aquello que ha sido
tomado del exterior'.
L a actividad de re-creación del objeto es precisamente aque-
lla donde trabaja en cada psiquismo lo individual, la capacidad
de producción origina] que lo hace diferente de cualquier otro psi-
quismo; en tanto que lo producido, por su parte, no es solamente
un resultado original y diferente en sí mismo, sino que se cons ti-
tuye además en l a confirmación de esa capacidad productiva del
aparato: es la prueba de su existencia y su efectividad. Es de est e
modo como creando objetos internos (representaciones) el psiquis-
mo se crea y se confirma también a sí mismo 4 M. Y esto es válido
tanto cuando se trata de la producción interna de los objetos, como
cuando se trata de la producción de un objeto tan especial como
es el propio Yo.
En todos los casos, ya se trate de los objetos o del Yo como obje-
to, es todavía necesaria otra condición para que esos objetos ere-
4fi Ver R. Kaes (1984); R. Kaes, R Faimberg, f\l. Enriquez, .J. -J. Baranes 09931.
4 7 St~gún lai> postulaciones de P. Aubgnier (197Gl. cuym; dC'sarrollos seguimos
en este punto, e l cuerpo es "externo" al psiquismo, forma parte del exterior.
48 Esla idea correspunde asimismo al admirable desnrrollo que Piera Aulag-
nicr hiciera al respecto , en el t exto que señalamos antel'Íormcnte.
118
atlas en el mundo interno adquieran la cualidad que los hace con-
sistentes: deben ser confirmados, además, en el contacto con el
medio externo: la creación personal debe ser aceptada, convalida-
da o cuando menos, no desmentida en su modo peculiar de exis-
tencia efectiva lparadojal); se trata de que la metáfora subjetiva
acerca de los objetos (o del propio Yo) tenga un espacio posible en
el mundo intersubjetivo 4 ~. Esta última condición es la que nos per-
mite entonces comprender el papel que lo in tersubjetiva juega en
la paradoja de la identificación: esa relación particular entre lo
misnw y lo otro, que como veremos define a la identificación y que
está sujeta desde un comienzo a las relaciones con los otros, sigue
siendo para siempre, aunque ele diferente modo en cada sujeto sin-
gular, una sujeción que se reedita unu y otra vez.
LO MISMO/LO OTRO:
IDENTIFICACIONES PRIMARIAS Y SECUNDARIAS
LA IDENTIFICACIÓN PRIMARIA
11 9
ligazón afectiva con un objeto" (1921), si~ndo entonces una moda-
lidad del funcionamiento psíquico de tal fonna "(. .. )directa e inme-
diata (no mediada), y más temprana que cualquier investidura de
objeto" (1923, pág. 33) que "Al comienzo de todo, en la fase primi-
tiva oral del individuo, es por completo imposible distinguir entre
investidura de objeto e identificación" (ídem, pág. 31).
Las clásicas discusiones acerca del carácter objeta! o anobje-
tal de la identificación primaria podrían apoyarse, cualquiera que
fuese la posición adoptada al respecto, en esta aparente contra-
dicción: la identificación primaria es una forma de "(. .. ) ligazón
afectiva con un objeto" (el objeto existe),"(. .. ) anterior a cualquier
investidura de objeto'' (el objeto no existe).
En la consideración de una objetalidad o bien de una anobje-
talidad en la identificación primaria, se trata, en última instan-
cia, más que de una diferencia de concepción, de una diferencia
en cuanto a la posición que adopta el observador: en cualquier
caso, el objeto evidentemente existe en la realidad material, pues-
to que ningún desarrollo psíquico del bebé podría seguirse de la
completa ausencia de la madre en cuanto a su disponibilidad físi-
ca y psíquica para él. Pero el objeto como tal para el niño, como
parte de su realidad psíquica, en la que el objeto está discrimina-
do y tiene carácter de objeto es, también evidentemente, un logro
posterior.
Ahora bien, ¿cuál es, entonces, la relación entre la investidu-
ra de un objeto y una identificación cuando consideramos la for-
ma primitiva del funcionamiento psíquico? Para Freud, no es posi-
ble diferenciarlas desde un comienzo, no antes de que la comple-
jidad creciente del aparato psíquico permita una distinción entre
ambos movimientos. Cuando esta distinción sea posible, incluso
podrán llegar a hacerse elecciones de los objetos según dos moda-
lidades principales que no sólo son diferentes entre sí, sino que
pueden constituir polaridades: el objeto podrá ser elegido enton-
ces sobre todo en función de cierta diferencia -antagonismo, com-
plementariedad- con el sujeto (elección objetal anaclítica o por
apuntalamiento) o bien, por el contrario, sobre todo e n base a una
identidad con el sujeto (elección objetal narcisista ).
De este modo, la identificación, en un primer momento indife-
rnnciable de la investidura de objeto, podrá ser luego distinta de
ella cuando objeto sea distinto de yo, o cuando externo sea distin-
to de i.nterno.
¿Y cómo ocurre, entonces, que partiendo de esta indiferencia-
120
ción sujeto-objeto que sostiene a la identificación primaria Hl' }Hll'
da llegar a una identificación secundaria que presupone la dit(•-
renciación? No se trata, es evidente, de que exista una oposición
intrínseca entre estos procesos: uno deriva del otro, y en esa deri-
vación existe un cambio cualitativo: por la identificación prima-
ria, que implica una indiferenciación sujeto-objeto, o interno-exter-
no, la diferenciación se hace posible, comienza a hacerse posible.
No pocos autores se han interesado en dar una explicación a
la aparición psíquica de la diferencia.
Freud señalaba en 1921 que la identificación primaria consis-
te en una identificación con el padre de la prehistoria del comple-
jo de Edipo, y que simultáneamente o casi simultáneamente el
niño comienza a tomar a su madre como objeto de sus pulsiones
sexuales, mostrando entonces dos tipos de enlaces psicológicamen-
te diferentes. Uno francamente sexual, con la madre, y una iden-
tificación, con el padre.
Esta formulación no debe haber dejado satisfecho al mismo
Freud que, dos años después en El yo y el ello, corrige, aunque
significativamente, sólo en una nota al pie: "Quizás sería más pru-
dente decir 'con los progenitores', pues padre y madre no se valo-
ran como diferentes antes de tener noticia cierta sobre la diferen-
cia de los sexos". ¿Qué signjfica este punto que ya desde entonces
hace cuestión y cuya dificultad Freud intenta zanjar diciendo que
"(. .. )en aras de una mayor simplicidad expositiva(. .. )" tratará
solamente la identificación con el padre? (1923, pág. 33).
Pensamos que el problema que aquí se manifiesta es el de dar
explicación de la aparición de un lo m1.smo y un lo otro en el inte -
rior del psiquismo, que no puede apuntalarse sino en un lo mii;-
mo y un lo otro en el exterior. Que la madre pudiera ser represen-
tada, por y para el niño como lo mismo, es casi un hecho de obser·
vación. Pero ¿de dónde saldría la representación de lo otro, de la
diferenóa? Así como la teoría de l a seducción pensada como una
realidad material derivó después en la idea de realidad psíquica,
y en In seducción como de naturaleza puramente psíquica, tal vez
así hubiera debido ocurrir con esta identificación con el padre, que
no es con un hombre, tal como Freud adara en 1923. Así pues, en
la identificación primaria, en la teoría freudiana como en los des-
arrollos posteriores, existe una relación entre una mismidad y
una diferenciación que simultáneamente o casi simultáneamente
actúan desde afuera y se representan en el adentro.
Daniel Lagache (1961, pág. 37), lo describía de este modo: "Cuan-
121
do está todavía en estado de unión parasitaria y que su pasividad
es mayor que su actividad, el niño recibe su personaje de la situa-
ción, con una partícipación sincrética en la omnipotencia mater-
na. Los progresos de la actividad permiten la identificación pri-
maria con la mndre. Más aumenta la actividad dQl niño, más entra
en conflicto con la de la madre. El rechazo de la madrQ coloca al
niii.o ante una alternativa: o bien se somete regresando a la par-
ticipación parasitaria, o bien se opone identificándose al agresor''.
Aquí la diferencia es introducida por la posición activa .
Winnicott 0971), también apela a dos elementos distintos -que,
como Lagache, ubica en la madre- cuya presencia carncleriza a
la madre sufícícntemcnte buena: uno de esos elementos posibilita
un primer sentimiento en el niño d e ser el pecho, "(. . .) el bebé se
convierte en el pecho (o en la niadrc)_, dado que el objeto es el suje-
to"(_ .. ) "La madre ofrece al niño la oportunidad de sentir que eJ
pecho es él, o bien no la ofrece. (. .. l O bien la madre tiene un pecho
que es, de modo que el bebé también puede ser cuando él y ella no
se encuentran aún separados en la mente rudimentaria del niño;
o bien la madre es incapaz de efectuar esa contribución, en cuyo
caso el ht::bé tiene que desarrollarse sin la capacidad de ser, o con
una capacidad mutilada".
El otro tipo de relación objeta!, el otro elemento en la rQlación
madre-niño, presupone separación con el objeto y "En cuanto se
dispone de la organización del yo, el bebé asigna a éste (al objeto)
la cualidad de ser no-yo o separado, y experimenta sensaciones del
ello que incluyen la ira relativa a la frustración. La satisfacción de
los instintos acentúa la separación del objeto respecto del bebé, y
lleva a la objetivación dQl objeto" tWinnicott, D., 1971, pág. ll0-113).
Para Winnicott la madre aporta lo que podemos entender como
un elemento "narcisista" y un elemento "objeta!".
M. Bernard tl992J, al considerar las condiciones vinculares que
hacen posible la constitución y la diferenciación progresivas del
adentro y el afuera, del sujeto y el objeto, establece lo que podría-
mos llamar sus pmto-condiciones: ''(. .. J la escansión producida en
el vínculo simbiótico por la serie de presencias-ausencias de la
madre, íntroducini un nuevo elemento de discriminación".
Se trata ele una formulación que en nuQstra opinión facilita la
visión de conjunto del proceso al abrir la posibilidad de que, en
cada polo -por ejemplo, el de la presencia y el de la ausencia de
la madre- pueda integrarse progresivamente el otro.
Pensamos que , en los aspectos que aquí nos ocupan, el proce-
122
so continúa de este modo: la secuencia de las ausencias y presen-
cias físicas de la madre resulta un puntal para la representación
simbólica, posterior para el bebé, pero ya presente para la madre,
de la simultaneidad de su presencia/ ausencia, aquello que hace
que, ni su presencia, ni su ausencia, puedan ser absolutas, exc..:e-
sivas. Habrá un tiempo, un lugar, en primer término sobre todo
material, luego cada vez más simbólico. en que la madre está, pero
sin que esa presencia anule la presencia simultánea del bebé.
Habrá. un tiempo, un lugar, en primer término sobre todo mate-
rial, luego cada vez más simbólico, donde la 1nadre no está, pero
esa ausencia no es absoluta, no significa una mutilación, puede
representarse como el no-yo. Esta representación del no-yo es con-
comitante a la representación del yo, y es el antecedente de lo que
será el objeto como separado del yo.
En cuanto a su registro psíquico, la indiscrinúnación inicial
entre el yo y el objeto antes de que uno y otro existan como tales,
indiferenciación que hace posible la existencia de cada uno y la
posterior discriminación entre ambos, queda inscripta en el psi-
quismo en la forma de lo que P. Aulagnier (1975) ha llamado el pic-
tograma, el registro del objeto-zona complementaria. Por su inter-
medio se inscriben, pues, ese lo mismo y ese lu otro. En ese pri-
mer momento, para el bebé, como hechos, cosas, mientras las
significaciones van siendo aportadas por la madre.
Con estas significi¡ciones que las figuras parentales, en pri-
mer lugar la madre, aportan al bebé, ejercen sobre él lo que esta
autora ha llamado la viofencia primaria: en la medida en que lo
que dicen del mundo, lo que dicen de él, todo esto excede la posi-
bilidad de respuesta del bebé, se le anticipa, su encuentro con el
mundo tiene la impronta del exceso y de una violencia necesaria.
La constitución de Ja propia identidad está del mismo modo
sometida a esta violencia: en el ejercicio de la función materna,
produciendo este efecto de anticipación, la madre, representante
del discurso social a la vez que de sus propias expectativas y deseos
-atravesados por su propia represión-, le transmite una serie de
enunciados con los que el niño se representará a sí mismo. Estos
enunciados identificatorios son juicios que atribuyen identidad,
señalando desde el otro significativo quién es el sujeto, brindan-
do signific..:ac:ioncs acerca de su antes, su durante y su después,
otorgándole primariamente un sentido singular a su vida. Algu-
nos de estos enunciados funcionan como puntos de certeza en el
sentido de ser referentes identificatorios estables de los que se
123
upropia el yo para garantizarse el sentimiento de permanencia.
Otro autor, H. Bleichmar, ha señalado cómo, además del con-
tenido temático, los enunciados id entificatorios transmiten implí-
citamente un conjunto de reglas que ha conceptualizado como
reglas de la enunciación. identificatoria . Son reglas que, vía trans-
cripción, podrán ser combinadas de manera tal que el sujeto podrá
construir representaciones de su yo y de los otros. Son desconoci-
das para el sujeto"(. .. ) no en el sentido de que estén reprimidas
por razones de censura, sino porque constituyen las operaciones
mismas bajo las que se forma el psiquismo y que nunca estuvie-
ron representadas como tales." (Bleichmar, H. , 1983, pág. 58).
Mediante estas reglas el niño adquiere un tipo de operación men-
tal que le permitirá organizar los datos de su experiencia más allá
de un contenido particular.
Por ejemplo, por una de estas reglas, la transposición catego-
rial,"( ... ) determinados atributos y acciones singulares son tras-
ladados a categorías valorativas que atribuyen una identidad al
sujeto: pegarle al hermanito, significante con múltiples significa-
ciones posibles, pasa a categorizarse como 'ser malo'." (ídem, pág.
32). Más adelante, un ejemplo ilustrativo: "(. .. ) sí en un sujeto se
dan las siguientes condiciones: a) el narcisismo como temática que
centra sus preocupaciones -o sea cuánto vale una persona, cómo
queda ubicada desde el punto de vista de la valoración respecto
de los demás; b) hay tendencia a la descalificación; c) su discurso
realiza trasposiciones categoriales por las cuales un dato parcial
sirve para atribuir una identidad; d) se rige por las reglas del dis-
curso totalizante en que una vez atribuida una identidad ésta
actúa como premisa de la que se derivan obligadamente conclu-
siones particulares que la refrendan, entonces cuando estas reglas
operatorias se encuentren con un acontecimiento ocasional, pon-
gamos por caso que al sujeto le robaron el automóvil, se podrá pro-
ducir un encadenamiento que esquemáticamente planteado y aun
cuando requiere de más pasos intermedios adoptaría la forma:
a) 'que me roben el automóvil dice algo de mí, de mi valía, de mi
capacidad';
b) 'yo hice algo inadecuado, por eso me robaron el automóvil';
c) 'si me robaron el automóvil es que soy incapaz, un incapaz';
d) 'soy un incapaz; cualquier cosa que haga será una muestra de
mi incapacidad'." (ídem, pág. 63).
Subrayémoslo una vez más: si en principio el yo que se identi-
fica es sobre todo producto de los primeros enunciados identificato-
124
rios que provienen del discurso parental, no es por esto un mero
receptor de esas representaciones aportadas por los otros primor-
diales, sino que desarrolla una actividad propia de autoidentífica-
ción construyendo, a partir del proceso de transcripción de mode-
los y discursos, un vínculo intrapsíquico identificante-identificado.
LA IDENTIFICACIÓN SECUNDARIA
50 Tal como Freud lo postul<1 cuando estim<1 que es posible que lu identificación
scu la única forma en que el yo puede realizar un trabajo de duelo: "Si un tal obje-
to sexual es resignado, porque pare<:e que debe serlo o porque no hay otro reme-
dio, no es raro que a cambio sobrevenga fa alteración en el yo que es prel:iso des-
cribir como erección del objeto en el yo{. . .) Quizás el Yo, mediante esta íntroyec-
ción qµe es una suerte de regresión al mecanismo de la fase oral, facilite o posibilite
la resignación del objeto. Quizás esta identificación sea en general la condición
bujo la cuul el ello resigna sus objetos(. .. )" (Frcud, 1923, pág. 31).
resulta un factor esencial para el logro de un funcionamiento autó-
nomo. Las identificaciones secundarias son responsables, a su vez,
do la formación del carácter y de la identidad sexual.
126
Para el sujeto, entre la identidad por pertenencia y la ¡wrtc•-
nencia discriminada, igual que entre las identificaciones prima-
rias y las secundarias, juega su papel la asunción de la castración,
que remite al reconocimiento de una falta, de un ideal que no se
es y el cual se pretende alcanzar.
Los grupos, por su relación con el proceso idenlificatorio, han
sido.clasificados (Bernard, M., 1982) en primarios, cuya "(. .. ) tarea
principal es generar identidad en sus participantes", y secunda-
rios, cuya tarea es externa al grupo. Algunos grupos secundarios
adquieren, a veces, un papel tan particular en relación a la (pre-
caria) identidad de sus miembros, que resultan primarizados.
Expresión extrema de este último tipo de grupos serían los des-
critos por M. Bernard (1987) como burocratizado::; y tal vez el archi-
grupo descrito por R Kaes 0976).
Ya nos hemos ocupado ampliamente de la función identifica-
toria del grupo primario, en especial la familia, y de Jos proce·sos
que la vehiculizan.
Veamos ahora lo que ocurre con la identificación en los grupos
secundarios, donde bs modalidades de la pertenencia, así como los
distintos estratos de la identidad personal, se articulan con dos
niveles distintos del funcionamiento grupal que caracterizamos
como el polo indiscriminado y el polo di,i;crirninado del grupo.
127
el reconocimiento de la máxima diferencia de sujeto a sujeto; pre-
domina el tipo de relación inti:rsubjetiva, en la que un espacio
intermediario de transformación asegura entre los miembros la
posibilidad de transcripción de los intercambios. En este nivel, la
pertenencia al grupo se presenta como discreta y en él se actua-
lizan y se producen identificaciones secundarias.
Veamos estas dos modalidades de funcionamiento algo más
detalladamente:
I. En el nivel de funcionamiento indiferenciado , el grupo apare-
ce como un todo indiviso, continuo, coherente, que asegura al sujeto
la existencia y permanencia de una realidad (interna y externa) inal-
terable, que constituye una ficción al servicio del principio del placer
y de las fantasías de omnipotencia. Esta vivencia de compleción, de
expansión narcisista, corresponde al funcionamiento del yo ideal.
En tanto, por la actualización de los aspectos más regresivos
de la personalidad, el individuo no se discrimina del grupo, logra
de este modo, en la identificación con él, compensar sus vivencias
de inermidad.
Opera entonces, aquí, una escasa diferenciación entre grupo
interno y grupo externo, en la que, como señala M. Bernard (op.
cit.), existe un repliegue del grupo en la persona y de la persona en
el grupo: partes del sí mismo se asignan por proyección al grupo
que constituye una unidad, la cual es introyectada por el sujeto.
J. Bleger 0971) explica este estrato del vínculo, que conceptua-
liza como sociabilidad sincrética, por la proyección masiva del
núcleo aglutinado en el contexto vincular y señala el fenómeno de
transitivismo que se opera entonces entre los miembros a este nivel.
La ausencia de discriminación yo-no yo implica una falta de
reconocimiento de la autonomía del mundo externo, que es conco-
mitante de una pérdida de la autonomía del sujeto con respecto a
sus objetos externos. Recién cuanto el sujeto acepta, y el grupo
posibilita, la renuncia a la omnipotencia y el reconocimiento de la
autonomía del mundo externo, es decir cuando se produce la renun-
cia al vínculo idealizado, es posible el proceso de individuación.r. 1
Gl Desde su propio modelo conceptual, Kacs (1976) ha descripto asímismo doi;
polos del funcionamiento grupal. Encontramos una estrecha correspondencia
entre el tipo de funcionamiento del que nos estamos ocupando y el correspon-
diente a l que él llama polo isomórfíco, caracterizado por una reducción de la dis-
tancia, la tensión y la diferencia entre el grupo y las formaciones grupales del
psiquismo individual. De este modo, hay una tendencia a Ja superposición y a
la asimibciún entre el funcionamiento grupal y el aparato psíquico individual.
128
En este polo, la representación del propio cuerpo t'S Ju dt• 1111
cuerpo confundido con el cuerpo de la madre, que no es tenido por
el de alguien diferente. Esto se presenta en el grupo como un11
vivencia de fusión del propio cuerpo con el cuerpo grupal, con borrn-
miento de los límites que indican la diferencia y la distancia: exis-
te una equivalencia con la célula madre-hijo, la cual es capaz de
explicar la indiscriminacíón entre los miembros del grupo dentro
de la cubierta común constituida por la envoltura grupal.
En el plano intrapsíquico, actúan aquí principalmente las iden-
tificaciones primarias, duales, preedípicas, las identificaciones
omnipotentes vinculadas, como indicamos, al funcionamiento del
yo ideal.
En este sentido, A. Missenard, otorgando un papel fundamen-
tal a la mirada, insiste especialmente en la oferta que produce el
grupo de identificaciones arcaicas ligadas a la unificación corpo-
ral: "La importancia de la mirada como modo relacional replan-
tea todos los problemas que la mirada dirigida al cuerpo del otro
y al propio cuerpo permitió revelar y también resolver. El niño
descubre al mismo tiempo y retroactivamente las angustias liga-
das al despedazamiento inicial al percibirse por vez primera como
cuerpo unificado por una imagen descubierta en el espejo o en el
cuerpo materno". (1972, pág. 366).
La prevalencia de esta modalidad de funcionamiento, en la que
predomina la fantasmática originaria, produce una situación de
congelamiento en la qúe se trata de negar la existencia de las
variables de tiempo y espacio, se instala una situación utópica y
ucrónica que hace desaparecer toda posibilidad de proyecto: el pri-
mer plano lo ocupa la necesidad, para los miembros del grupo, de
mantener una estructura estable como soporte identificatorio.
Es por esto que caracterizamos a este polo como narcisista, no
sólo por el papel que puede cumplir en el sentido de la autoesti-
ma, sino por el que cumple al proporcionar la vivencia de una uni-
dad del ser sin fisuras que protege al sujeto de los sentimientos
de desamparo e indefensión.
En la medida en que en este nivel se actualiza un tipo de vín-
culo simbiótico, en él no resulta significativa la terceridad que
facilita el acceso al universo simbólico. En las parejas, si bien este
estrato es el que funda el vínculo, su pred11minancia estereotipa-
da, con la escasa discriminación que le es propia, es una fuente
frecuente de patología. Un tipo de pareja tal r~.::ulta muchas veces
en un empobrecimiento de las individualidad~~ ocupadas en la
129
penelopeana actividad de intentar la fusión y la defusión: la iden-
tidad totalmente alienada en el otro deviene incompatible con la
vida psíquica, y por lo tanto los momentos de fusión van seguidos
de alguna forma de violencia, que preserva, aun en los niveles más
arcaicos, cierta vivencia de mismidad . La dependencia respecto
del otro en cuanto al núcleo identificatorio del propio ser es la pro-
motora de los sentimientos de odio que en ocasiones se muestran
extremos.
En cuanto al grupo, es necesario señalar que aun en los
momentos en que predomina la transubjetivídad, se produce ade-
más simultáneamente un movimiento identifica torio intersubje-
livo, en el que están presentes los procesos de transcripción. Este
movimiento de identificación intersubjetiva favorece el proceso
de individuación.
II. El polo correspondiente al funcionamiento grupal discrimi-
nado se asienta sobre el reconocimiento de la diferencia entre el
sujeto y el grupo, y de los miembros del grupo entre sí. Según la
excelente fórmula de R. Kaes 0982), el grupo es capaz de tolerar
las t ensiones individuantes y el sujeto es capaz de estar solo en
grupo.
Este reconocimiento de las diferencias comprende las relati-
vas a la identidad sexual, a los rasgos de carácter, a las expecta-
tivas personales, a los contenidos y estructuras superyoicas.
Opuestamente al vínculo dual omnipotente que caracteriza al
nivel indiferenciado, actúa aquí la marca de la castración que per-
mite aceptar la existencia del tercero y se incluye así la triangu-
laridad que tanto propone posibilidades, como impone la acepta-
ción de límites y prohibiciones.
En este nivel no rige la ficción de un psiquismo grupal: exis-
te, sí, un nosotros, pero este nosotros está constituido por un cada
uno diferente de los miembros del grupo, unidos en una tarea
común. La realización de esa tarea se hace posible porque, sobre
la impronta del yo ideal, según cuyo dominio todo ideal está ya
dado, funciona aquí el ideal del yo, que admite en este sentido una
distancia con la meta.
Las identificaciones que se actualizan son las secundarias,
post-edípicas, lo que significa la puesta en juego de las diferentes
historias personales, con lo que es manifiesta la consideración del
factor temporal y por lo tanto, es además posible la construcción
de una historia grupal dado que existe un pasado, un presente y
un futuro.
130
En el nivel fantasmático, predominan las fantasías secunda-
rias, y la inserción en la estructura de roles de cada uno de los
miembros del grupo, está vinculada a los fenómenos de resonan-
cia fantasmática.
El movimiento entre los dos polos (fusional y discriminado)
puede entenderse, efectivamente, como un movimiento en el
desarrollo evolutivo de un grupo, pero en la medida en que se tra-
ta también de niveles simultáneamente presentes en la situación
grupal, cada uno puede predominar en uno u otro momento y favo-
recer la prevalencia de formaciones psíquicas diferentes en cada
caso.
A. Missenard, partiendo de la observación de grupos de forma-
ción, señala que el grupo es en sí mismo un objeto de identifica-
ción en el que se instala la dramática del deseo. A veces puede ser
vívido como producto del deseo del analista (madre), funcionan-
do en consecuencia como referente identificatorio para cada uno
de sus miembros. Coincidimos con este autor en que"(. .. ) las iden-
tificaciones con los otros son procesos que les permiten a los miem-
bros del grupo un trabajo de apuntalamiento del deseo: si se inten-
ta delimitar las semejanzas y las diferencias entre los sujetos, las
semejanzas permiten apuntalar el deseo, mientras que a través
de las diferencias se rechaza lo que se opone a él y se comienza a
deslindar lo que es irreductible". (1972, pág. 379).
ELGRUPOCOMOPRbDUCTOR
DE NUEVAS IDENTIFICACIONES
131
ta a la constitución de nuevas identificaciones primarias cuando,
en equivalencia metafórica madre-grupo, a la manera del ejercicio
de la violencia primaria el grupo asume una función análoga al
papel de anticipación que la madre cumple como portadora de enun-
ciados identificatorios, en relación a los miembros del grupo. En el
caso en que el grupo asume un papel ejecutor de violencia secun-
daria al obstruir la presencia y desarrollo de aspectos discrimina-
dos del yo, refuerza, por el contrario, las identificaciones prima-
rias preexistentes, es decir, la identidad por pertenencia.
Por otro lado, en Jos momentos de pasaje de las formaciones
duales a la tr.iangularidad, los grupos facilitan los procesos de
recomposición identificatoria, es decir, la producción de nuevas
identificaciones secundarías.
132
simultáneamente y por oposición, la construcción Ul' id(•nlili
caciones secundarias. La adquisición de nuevas identifica('io
nes secundarias hace posible, a su vez, la aparición de nueva~
capacidades yoicas.
133
Capítulo IX
Ilusion grupal y archigrupo
LUCILA EDELMAN
135
en la configuración vincular grupal. Esta forma del enamoramien-
to incluye la coartación de las tendencias sexuales en su fin .
La denominación de ilusión grupal , que otorga Anzieu a este
fenómeno se origina en la idea desarrollada por Freud en "Tótem
y Tabú" (1912), de que existen tres formas sociales importantes
de ilusión: la ilusión religiosa, la ilusión artística y la ilusión filo-
sófica o ideológica.
Pero et que desarrolla más precisamente el campo de la ilu-
sión es Winnicott (1971). Para Wjnnicott, existe un momento o un
campo de transición entre aquello que sería el período de pura
fusión fantasmática con el pecho y el reconocimiento de la exis-
tencia de la realidad externa como tal. Y este ten-eno intermedia-
rio, transicional, forma parte del campo de la ilusión. Los grupos,
de un modo equivalente, constituyen un campo de transición entre
la realidad interna y la realidad externa.
La propuesta de Anzieu es agregar un nuevo fenómeno de ilu-
sión que no sería ya una ilusión individual, ni la ilusión que está
luego expresada en la vida social y cultural como arte, como reli-
gión, como imaginación, como creación científica, sino la ilusión
grupal.
En su desarrollo aparecen como básicas la analogía entre gru-
po y sueño, la escisión de la transferencia, la ideología igualita-
ria, la posibilidad de que los integrantes del grupo compartan un
yo ideal común.
GRUPO Y SUEÑO
136
diurna, como un juego, o puede generar empresas reales en las
que se pueden gastar cantidades considerables de energía. Pero,
ya sea a través de la ensoñación o de las acciones, se persigue una
ilusión, y el placer intenso que ellas procuran, es el placer de una
realización de deseo en forma de ilusión.
La producción de una ilusión actuaría en el grupo por un pro-
ceso de puesta en escena análogo al del sueño;4 • Que el grupo man-
tenga una especie de fantasía preconsciente, por medio de una
conversación desordenada o que se comprometa en las activida-
des tomadas de la realidad exterior, esta fantasía, estas activida-
des constituyen las puestas en escena del deseo común que los
participantes se dan a sí mismos, sobre un decorado que es el espa-
cio imaginario del grupo.
Anzieu sostiene que el sueño, que concibe como la ilusión indi-
vidual por excelencia, al producirse en el dormir, se corresponde
con el estado de máximo retraimiento funcional con respecto a la
realidad externa. Sus observaciones se realizan básicamente en
reuniones grupales de los que él denomina seminarios de forma-
ción; estos seminarios se cumplen en una situación de aislamien-
to con respecto a la vida social y profesional, con una duración
breve, pero que es una pausa en las actividades habituales. Por
esto Anzieu considera que, así como durmiendo hay un máximo
retraimiento pulsional con respecto a la realidad externa, en el
curso de las reuniones grupales, hay también una realidad exte-
rior que queda como deténida, dejada de lado, y por lo tanto, la
libido se concentra sobre la única realidad presente en el aquí y
ahora, convirtiéndose entonces el grupo en un objeto libidinal.
Dentro de la concepción del grupo, en cierto modo antropomór-
f'íca, que tiene Anzieu en el momento de escribir este trabajo, él
considera que de la misma manera como en el aparato psíquico
individual existe una correlación inversa entre la libido objetal y
la libido del Yo, en el grupo también habría una correlación inver-
sa entre la investidura grupal de la realidad y la investidura nar-
cisista del grupo.
Anzieu homologa el sueño con el síntoma, en el sentido de que
ambos son formaciones de compromiso. Pero ¿cuáles serían las ins -
tancias grupales entre las que se darían estas formaciones de com-
promiso? De acuerdo a este criterio antropomórfico, una vez que
137
el grupo se convierte en una realidad psíquica habría un compro-
miso entre un Ello pulsional del grupo y un Superyo del grupo.
La situación de regresión que produce el grupo, admitida por
todos los autores de distintas escuelas que han realiza.do observa-
ciones sobre grupo, es explicada por Anzieu como una consecuen-
cia de la amenaza angustiosa de pérdida de la identidad que se pro-
duce al inicio de un grupo . Si tenemos en cuenta las condiciones en
que se realizan los seminarios de formación¡;\ es de suponer que la
regresión producida en los participantes es importante.
Este proceso de regresión, común al grupo y al sueño, permi-
te a Anzieu establecer otra analogía entre ambos. Desde este pun-
to de vista, analiza cómo la situación de grupo produciría una
regresión cronológica al narcisismo primario.
La regresión tópica, también en estos términos analógicos, está
presente porque considera que ni el Yo ni el Superyo están en con-
diciones de controlar al representante r epresentativo de la pul-
sión, y en consecuencia en el aparato psíquico predominan en esta
situación regresiva grupal, el Ello y el Yo ideal.
En cuanto a la regresión formal, ésta se observaría como el recur-
so a modos de expresión más próximos al proceso primario, como
el pensamiento figurativo, los juegos de palabras, las interjeccio-
nes, la música que acompaña las palabras, las onomatopeyas y Jos
signos infralingüísticos como gestos, mfradas, sonrisas, posturas,
mímicas tomadas de la expresión de las emociones o de los prime-
ros simulacros simbólicos descubiertos por el niño en sus juegos con
su madre y con su entorno. De aquí provendrían las frecuentes difi-
cultades en las clases o en otras actividades grupales para mante-
ner Jos intercambios a nivel de los procesos secundarios.
Es decir, que estarían presentes los tres niveles de regresión
cronológica, tópica y formal, que se darían en el grupo de la mis-
ma manera como se dan en el sueño.
Pensamos que sólo a través de una abstracción, de un recorte
de otros elementos presentes, el grupo puede ser definido como
un sueño. Por una parte, en el grupo existen personajes reales.
55 "En el grupo de diagnostico (o 1'-group', o 'grupo de base', o 'grupo de evolución')
siete a doce participantes, siempre los mismos. se reúnen muchas veces por día
paro mantener diálogos y debates líbrese intentar comprender qué se intercam-
bia en ellos. Un monitor participa e n este grupo; no formula programa ni direc-
tiva alguna, pero garantiza las reglas constitutivas de Ja situación, y a través
de sus intervenciones, intenta facilitar la toma de conciencia de lo que subyace
a la experiencia vivida en común". Anzieu, D. y colab. {)972, pág. 16).
138
Además, hay una posibilidad de incidencia en el mundo externo,
real. Por lo tanto, la realización de deseos, o el sostenimiento de
la identidad individual de los constituyentes de un grupo, impli-
can también un actuar de alguna manera solidaria, de acuerdo
con un escenario, o la necesidad de inmovilizar a otros integran-
tes del grupo en determinado rol. Es decir, hay una configuración
real de los elementos del grupo, que de alguna manera es diferen-
te a aquella que se produce en el sueño. El peso de los factores
adaptativos es demasiado importante.
56 A. Béjarano (1972), sobre la base del modelo kleiniano, desarrolló las dis-
tintas posibilidades de escisión de la transferencia en los grupos. Esta escisión
de la transferencia implica la existencia de objetos parciales.
139
sido concebido por partenogénesis. Desde este punto de vísta, la
ilusión grupal seria una defensa contra la fantasía de escena pri-
maria, o de otra manera, podría pensarse en una cuarta protofan-
tasía, que sería la fantasía de autoengendramiento57 . Se trataría·
de un grupo matriz que se engendra a sí mismo y desde este pun-
to de vista hay un rechazo para admitir al coordinador o a la ins-
titución como fundadores del grupo.
En nuestra opinión, si se establece una diferenciación clara
entre protofantasía y teorías sexuales infantiles o fantasías sobre
los orígenes, no es necesario sostener que sólo existen tres fanta-
sías de los orígenes entre estas últimas. La fantasía de autoen-
gendrarniento puede encontrarse en ese grupo, así como las teo-
rías cloacales, por ejemplo. Pero además, creemos que lo que se
niega en este caso en el grupo es la fantasía de castración. De nhí
la negnción de toda diferencia y la ilusión de omnipotencia.
YO IDEAL COMÚN
140
una fantasía de omnipotencia narcisista. Esto hact• que• c•n t•I
momento de la ilusión grupal, se vivan las relaciones t•nln• lol'!
miembros del grupo como cálídas. La fusión de unos y otros so¡.;.
tiene una vivencia de reciprocidad y de protección que el grupo
aporta a sus integrantes. Por otra parte, hay un sentimiento de
participar en el poder que da el grupo.
Muchas veces, además del estado de bienestar y de confort que
los miembros del grupo describen, aparece también como parte
del fenómeno de ilusión grupal, la participación en una comida
que tendría en este caso el sentido de compartir una especie de
introyección colectiva del pecho en cuanto objeto parcial~º.
Sería diferente entonces, para Anzieu, de las características
del festín totémico, que derivan en la constitución del Superyo.
Para Anzieu existe una contrapartida, una dialéctica entre la
vivencia de ilusión grupal y las fantasías de a menaza de ruptura
del grupo, incluyendo la individuación dentro de estas posibilida-
des de ruptura del grupo.
Consideramos la ilusión grupal como un tipo, una faz inevitable
en la vida de los grupos, como un tipo de configuración vincular" 1
imprescindible para el establecimiento de, por una parte, la inves-
tidura del objeto grupo, y en consecuencia, la posibilidad de repre-
sentación de ese objeto grupo, en el sentido establecido por Ponta-
lis. Desde ese punto de vista, es asimilable al enamoramiento.
El fenómeno de la il.usión grupal se produce como una defen-
sa ante la amenaza de pérdida de la identidad personal en el
momento de la constitución de un grupo. El hecho de que se encuen-
tren espejos múltiples, dados por cada uno de los participantes,
desata una angustia particular de despersonalización, como si
cada uno de ellos devolviera a los otros integrantes una imagen
fragmentada de sí mismo. Desde este punto de vista, la formación
de un grupo implica para cada uno encontrarse con una plurali-
dad de desconocidos. Ante esta amenaza de pérdida de identidad,
ante la angustia de despersonalización que produce, aparece un
deseo de seguridad, de preservación de la unidad yoica amenaza-
da, y un movimiento en este sentido, consiste en reemplaz ar la
60 La película "La fiesta de Babette" ilustrn bellamente el sentido fusiona! pro-
pio de un momento de ilus ión grupéil, de este lipo de comidas.
61 Por configuración t·i11cular entcndc-mos la forma que adquiere un determi-
nado tipo de vínculo en este caso grupal. No nos referimos a rnnfi¡::-uracíón vin-
cular sólo como un nombre genérico que abarca la pareja. la familia, e l grupo.
las instituciones.
141
identidad individual por una, desde ya ilusoria, identidad de gru-
po. El narcicismo individual agredido por la entrada al grupo pare-
ce reencarnarse así en el espíritu de cuerpo y en un narcisismo
puesto en el grupo.
En síntesis:
1º) La ilusión grupal es un observable en todos los grupos . Como
todos los fenómenos imaginarios, es más intenso en aquellos
grupos terapéuticos, de formación o de reflexión, en los cuales
la tarea permite un mayor margen de ambigüedad y por lo tan-
to la estructura y las reglas que se establecen en el grupo favo-
recen la emergencia de los aspectos fantasmáticos. También es
intenso en grupos que se encuentran al margen de las activi-
dades habituales: vacaciones, proyectos cortos ocasionales, etc.
2n) La ilusión grupal aparece como un movimi ento necesario para
la constitución de ese grupo como objeto y en consecuencia para
la investidura del grupo por parte de sus integrantes.
3º) Expresa un momento fusional del grupo. Si pensamos que en
todo grupo existe una tensión permanente entre el polo fusio-
na} de lo indiscriminado y el polo de lo discriminado y diferen-
ciado, en el momento de la ilusión grupal el grupo tiene un
funcionamiento mucho más cercano al polo de lo fusiona!, de
lo isomórfico, de acuerdo a la denominación de fumé Kaes (Kaes,
R.; 1976). Pero la fantasía prevaleciente parece ser efectiva-
mente una fantasía de autoengendramiento o, de otra mane-
ra, una fantasía de escena primaria, pero en el sentido de una
escena muy primitiva, tal como la conciben Bion ( 1948) y Pie-
ra Aulagnier (Aulagnier, P. 1975).
4º) El funcionamiento en Yo ideal de los miembros del grupo, consti-
tuye una defensa frente a la realidad de la castración (en el sen-
tido de la existencia de una faltn). que aparece como lo diferente.
Es así como propuestas tales como "hasta que la muerte nos
separe", o "juntos todo lo podemos", pret~nden negar todo lími-
te y requieren, para ser sostenidas, de la escisión de la trans-
ferencia y de un monto de negación como el que se produce en
los estados maniacos.
5º) La ilusión grupal también puede ser explicada por la fantasía
de un Yo corporal común. Es decir, que los aspectos omnipo-
tentes característicos del Yo ideal están fantaseadamente cor-
porizados en el grupo, en el sentido de que el cuerpo individual
aparece transfigurado por el cuerpo grupal inalterable, triun-
fante, invencible, inmortal, abstracto, total.
142
6º) En los grupos que tienen un encuadre psicoanalítico, psicote-
rapéutico o psicodramático, la ilusión grupal produce por este
carácter omnipotente y narcisista, un efecto de atracción a los
coordinadores, que pueden en ese momento tender también, o
desear compartir la ilusión grupal, entrando en una situación
fusional que los puede llevar a omitir las reglas de funciona-
miento grupal, por ejemplo, la regla de abstinencia que ellos
mismos han formulado como consigna. El deseo de compartir
la ilusión grupal puede aparecer también en los coordinado-
res como un modo de evitar la angustia de no asignación, deto-
nada por las fantasías de autoengendramiento del grupo. Esto,
que puede llevar a Jo que podría ser conceptualizado como
acting out contratransferenciales, se produce al no poder evi-
tar el coordinador la vivencia de felicidad de compartir con los
participantes, no tanto la comprensión de los fenómenos que
estén ocurriendo en ese momento, como el momento de eufo-
ria de las comidas o de las distracciones comunes.
7º) La ilusión grupal está en la base de los fenómenos de perte-
nencia grupal e institucional. Si partimos de la base de que
siempre hay un zócalo, una base fusiona} e indiscriminada,
isomórfica, que sostiene la pertenencia más discriminada y
discontinua, que esta base fusiona} es otorgadora de identi-
dad por pertenencia, la ilusión grupal puede ser considerda
como el momento fundante y a su vez la base permanente de
la pertenencia. •
Entendida de esta manera, la ilusión grupal, más que algo que
ocurre en los grupos, debería ser considerada como nuclear,
esencial a la existencia del grupo mismo.
8º) La ilusión grupal implica un tipo particular de apuntalamien-
to, con tendencia a la fusión entre lo apuntalado y lo apoyante.
9") Algún monto de ilusión, grupal o individual, es necesario para
el sostenimiento libidinal de cualquier tarea.
143
que hagan posible el cumplimiento de la tarea del grupo. También
se puede salir hacia un proceso de individuación y discriminación,
en los grupos de reflexión, de formación o terapéuticos, a partir
de interpretaciones del coordinador o los coordinadores, teniendo
como presupuesto que hayan podido permanecer afuera, compren-
diendo el fenómeno sin haber caído en la tentación narcisista de
formar parte de la vivencia de ilusión grupal.
Un viaje de fin de curso, por ejemplo, puede generar un perío-
do de intensa iJusión grupal que cumple la función de negación de
}a inminente separación y refuerza Ja pertenencia al grupo de ado-
lescentes, pertenencia por otra parte necesaria para apuntalar la
transición niñez-adultez. Muchas veces los integrantes del grupo
cortan vínculos extra-grupales en ese momento, vínculos que apa-
recen como perturbadores de su inclusión totalizante en el grupo
de pares. Pero, habitualmente, ésta es una situación transitoria
que tiende a disolverse posteriormente.
Si la desilusión es demasiado abrupta, produciéndose a un rit-
mo tal, por la irrupción de algún elemento exterior, que dificulta
a nivel del psiquismo individual la reincorporación de lo que ha
sido negado y escindido, pueden eventualmente producirse gra-
ves trastornos, como aquellos que Bleger describe por irrupción
del núcleo aglutinado en el Yo {Bleger, J . 1967). Para Bleger, aspec-
tos de este núcleo aglutinado, indiscriminado del psiquismo están
permanentemente depositados y contenidos en los grupos y las
instituciones. Por lo tanto, una situación del tipo de la ilusión gru-
pal facilitaría esta depositación.
No necesariamente se cumple una secuencia exacta de estos
pasos en un grupo y, por otro lado, en cualquier grupo se puede vol-
ver a un período de ilusión grupal después de haber salido de ésta.
En el caso de que el grupo no pudiera salir del fenómeno de
ilusión grupal como fenómeno transitorio, entraríamos en el terre-
no de distintas configuraciones o estructuraciones que tienen una
función imaginaria determinada, o que constituyen una función
de sostén de la identidad de sus miembros, y que implican dificul-
tades importantes para Ja realización de la tarea establecida.
GRUPO BUROCRATIZADO
144
estructura de roles del grupo sostenga la identidad de sus miem-
bros va determinando un alejamiento progresivo de la tarea mani-
fiesta, una dificultad en la circulación de la información, una difi-
cultad en considerar el factor tiempo, etc.
La descripción de un tipo de configuración que René Kaes (1973)
denomina archigrupo entra dentro de estas evoluciones posibles.
ARCHIGRUPO
145
que se experimenta como un todo. Imagen que no implicaría toda-
vía un cuerpo diferenciado, ordenado. Este cuerpo parcial, que se
experimenta como un todo, equivale a una utopía paradisíaca, de
tierra virgen. Se afirma la omnipotencia que proviene de la nega-
ción de su origen y de sus límites. Hay un "se" grupal. "Se" forma-
rá, "se" renacerá. Esa indeterminación o no-subjetivación elude
el origen.
El cuerpo imaginario, inmortal, total y abstracto proporciona
potencia al grupo. La potencia del grupo proporciona a su vez la
realización inmediata y cosifican te, mediante el grupo mismo, a los
deseos de sus constituyentes. La realización del deseo es una cosi-
ficación, un actuar solidario de acuerdo con un escenario en el que
cada cual encuentra su Jugar ordenado para un fin que se le esca-
pa. Esta es para Kaes la base psicótica de la grupalidad. La poten-
cia del archigrupo es la de su tiranía y la de las certidumbres pri-
marias que le proporciona como contraparte al sujeto vacilante.
Es decir que, en condiciones similares a aquellas descriptas por
Anzieu, Kaes pone en este caso el acento en el aspecto de la poten-
cia del grupo. Cómo el grupo se puede experimentar en estos casos
sólo como potencia, como energía que puede ser buena o mala.
Las fantasías que organizan la escena grupal serían, en este
caso, fantasías originarias, incluyendo fantasías de retorno al seno
materno. El grupo queda investido como potencia.
Pero para que la potencia del archigrupo exista, además que
el archigrupo es en sí mismo un objeto idealizado, que asegura la
superpotencia vital, tiene que haber otro objeto al cual es conve-
niente proyectar fuera y destruir. Permite el ataque contra el ene-
migo común exteriorizado.
Esta potencia del archigrupo se utiliza ante la necesidad de
atacar un orden opresivo o perseguidor.
Nuevamente, encontramos la posibilidad de incidencia en la
realidad, y por lo tanto, el peso de los factores adaptativos.
En los grupos, en las instituciones, hay una apropiación ope-
ratoria por parte del conjunto grupal de esta potencia del archi-
grupo, así como hay una base de ilusión.
Hay también una tensión entre esta imago omnipotente del
archigrupo y el proceso de apropiación de las reglas como necesi-
dades instrumentales que garantizan la posibilidad de realiza-
ción de la tarea grupal, que aseguran una experiencia formativa
en el grupo, y en consecuencia, el proceso de individuación de los
participantes.
146
Kaes diferencia entre autoridad y poder. Seria la autoridad la
que garantiza la búsqueda y construcción del sentido, micnlrus
que el problema del poder quedaria, para Kaes, vinculado a la pro-
blemática omnipotente del archigrupo.
La organización del poder en un grupo procede del esfuerzo
por introducir una diferenciación defensiva y constructiva en c>I
archigrupo. De este modo, un poder particular es siempre suscep-
tible de constituirse en ídolo.
147
Capítulo X
La organización del grupo
MARCOS BERNARD
149
sis, que denominó sístema externo y sistema interno, y estudió cada
uno de ellos teniendo en cuenta las variables de la interacción, la
actividad y el sentimiento. Desde su descripción del sistema exter-
no, partió de la premisa de que "la conducta del grupo debe ser de
índole tal que le permita sobrevivir en el ambiente" (op.cit. pág
117). Así, surgirá en el conjunto un sistema (los elementos de la
conducta están en relación de mutua dependencia) que se halla-
rá condicionado por el ambiente, y que tenderá a una adaptación
activa del conjunto a su contexto. En este sistema, los sentimien-
tos a considerar son los que corresponden al "interés propio indi-
vidual" (op.cit. pág 121), es decir, las razones personales que han
llevado a los sujetos a asociarse, en la expectativa que esta unión
será beneficiosa comparada con los esfuerzos disociados de cada
uno de ellos. Coinciden estas razones con lo que la psicología social
había llamado motivación. La actividad surge del planeamiento
más o menos organizado, pero consciente, que los miembros del
grupo se han propuesto para llevar a cabo la tarea que los convo-
ca. La interacción, por último, alude a cierta organización que sur-
ge del ejercicio de la tarea, a partir de, por ejemplo, las especiali -
zaciones instrumentales de cada uno de los actores 62 .
A partir de estas consideraciones Homans establece las rel a-
ciones entre actividad, sentimiento e interacción, que definen las
recíprocas determinaciones entre estos términos. Define una vez
más al sistema externo como el que da cuenta de "la dependencia
mutua entre el trabajo realizado en un grupo y los motivos para
trabajar, entre la divísión del trabajo y el esquema de la interac-
ción, en la medida en que tales relaciones satisfagan la condición
de que el grupo sobreviva en su ambiente" (op.cit. pág 133)
Pero es en el capítulo siguiente, dedicado al estudio del siste-
ma interno, donde encontraremos los elementos que más nos inte-
resan para apoyar nuestro tema. Dice allí, citando a C. l. Barnard:
"Al asociarse con una empresa cooperativa, el Individuo ha acep-
tado una posición de contacto con otros individuos asociados de
modo similar. De este contacto han de surgir interacciones entre
esas personas, consideradas como indiuiduos, y tale.~ interacciones
son de índole social. Puede ser cierto, y a menudo lo es. que tales
interacciones no constituyan un propósito u objetivo, ni de los sis-
temas cooperativos ni de los individuos que en ellos participan. Sin
150
embargo, no es posible evitarlas. Dichas interacciones, si b1:en no
buscadas, son por lo tanto consecuencias de la cooperación _y cons-
tituyen un conjunto de factores sociales implicados en la coopera-
ción. Estos factores actúan sobre los individuos afectados y junto
con otros factores se incorporan a sus rasgos m enta.les y emociona·
les. Es este efecto el que los vuelve significativos. La cooperación,
por tanto,. introduce cambios obligado~ en los motivos de los indi-
viduos, cambios que de otro modo no ocurrirían. En la medida que
estos cambios ocurren en una dirección favorable al sistema coope-
rativo, representan recursos para este sistema. En la m edida que
ocurren en una dirección desfavorable a la cooperación, constitu-
yen un detrimento o le imponen limitaciones" (op.cit, pág 134).
El texto alude a los fenómenos que se producen m ás allá de las
necesidades adaptativas de los miembros del grupo y no son expli-
cadas por éstas. Homans define entonces el sistema interno corno
la "elaboración de la conducta del grupo, que de modo simultáneo
surge del sistema externo y reacciona sobre éste. Lo llamarnos
'interno', porque no está directamente condicionado por el ambien-
te, y hablamos a su respecto de una 'elaboración', porque abarca
formas de conducta no incluidas bajo el título de sistema exter-
no." (op.cit. pág. 135)
Si aplicamos al sistema interno las categorías que Homans
había prescripto, el sentimiento (es decir, lo que en el sistema exter-
no representaba las motív,aciones de cada uno para integrar el
conjunto) aparece aquí "emergiendo" de 1a interacción: "Si las
interacciones entre los miembros de un grupo son frecuentes en
el sjstema externo, se desarrollarán entre ellos sentimientos de
simpatía, y esos sentimientos conducirán a su vez a posteriores
interacciones, en exceso de las interacciones del sistema externo".
Y más adelante: "No se trata sólo de que los sentimientos favora-
bles aumentan a medida que aumenta la interacción, sin o de que
ellos estimulan una interacción aún mayor" (op.cit. pág 139). Esto
es ciertamente así, como lo demuestra la observación de cualquier
grupo. También es comprobable la observación que agrega Homans,
que cuanto mayor sea la solidaridad interna de un grupo, mayor
será la hostilidad hacia los extraños.
Si la necesidad de supervivencia en el ambiente motiva a los
sujetos a agruparse, es decir, tiene un papel en la organización
del conjunto (recordemos la relación entre el sentimiento, la inter-
acción y la actividad), consideramos aquí otra serie de organíza-
(iores relativamente independiente de la anterior. Las conclusio-
151
nes de Homans están tomadas de trabajos de campo con grupos
secundarios ~. ¿Qué ocurre en aquellos grupos que son desde un
6
2. J. B. PONTALIS.
"EL PEQUEÑO GRUPO COMO OBJETO"
152
envoltura gracias a la cual los individuos se mantienen juntos"
(op.cit. pág. 13). Los grupos desarrollan una trama compleja de
reglas, normas, estructuras de roles, costumbres, tradiciones,
mitos, todos ellos implícitos o explícitos, y este conjunto compar-
tido define dos espacios: aquel habitado por los que los compar-
ten, y el que queda por fuera, habitado por extrafios. Entre ambos,
esa"(. . .) Envoltura viva como la epidermis, que se regenera rode-
ando el cuerpo y como el Yo que se esfuerza en englobar al psi-
quismo, es una membrana con dos caras. Una mira a la realidad
externa física y social. (. .. ) Gracias a esa cara, la envoltura gru-
pal edifica una barrera protectora contra el exterior. Si hubiera
lugar a ello, puede funcionar como filtro de las energías que aco-
ge e infonnaciones que recibe. La otra cara mira hacia la realidad
interna de los miembros del grupo. Aunque no existe más reali-
dad interna inconsciente que la individual 65 , la envoltura grupal
se constituye dentro del movimiento por el que los individuos pro-
yectan sobre ella sus fantasías, sus imagos, su tópica subjetiva
( .. .).Y gracias a su cara interna, la envoltura grupal permite. el
establecimiento de un estado psíquico transindividual que pro·
pongo llamar un Sí-mismo de grupo: e] grupo tiene un Sí-mismo
propio. Mejor aún, él es el Sí-mismo. Este Sí-mismo es imagina-
rio. Es el continente en el interior del cual va a activarse una cir-
culación fantasmática e identificatoria entre las personas." (op.cit.
pág 14) (la bastardilla es mía),
Podemos trabajar nuevamente las observaciones de Homans,
cotejándolas con la conceptualización de D. Anzieu. No existe agru-
pación humana si no se cumplen las exigencias impuestas por las
demandas de la inserción y el dominio respecto de las variables
económicas e históricas que constituyen su macrocontexto1;"· Nos
encontramos aquí con lo que Homans llamaba sistema externo,
estructura destina.da a enfrentar esta adaptación. Es la función
que tiene, en el modelo de Anzieu, la cara externa de su membra-
na límite. El sistema interno descripto por Homans corresponde
153
a ese espacio interior de la piel grupal, y su función es aquí la
circulación de fantasías e imagos. Es una pantalla de proyec-
ción en donde éstas se despliegan y representan.
Las normas, estructura de roles, etc., que un grupo elabora,
contribuyen a su organización desde estas dos vertientes que mar-
can su doble función como instrumento adaptativo y pantalla de
proyección. En tanto determinan los límites del grupo, su piel,
contribuyen a su delimitación respecto a lo que queda determina-
do a partir de allí como un afuera.
En un capítulo posterior de la misma obra, D. Anzieu descri-
be concretamente cinco organizadores inconscientes del grupo. El
primero estaría dado por la resonancia fantasmática. Tomando la
idea de este primer organizador de A. Míssenard, a quien cita: "El
discurso del grupo puede ser escuchado como la puesta en escena
y en palabras de la fantasía de aquel que es su portador, al que
los otros miembros del grupo -al menos algunos de ellos- dan
entrada. Más precisamente, cada uno de los protagonistas ocupa
una de las posiciones individuales incluidas en el argumento fan-
tasrnático del portador" (op. cit. pág. 205) 67 • Anzieu concluye que
es una fantasía individual inconsciente la que "organiza" el fun-
cionamiento grupal. El mecanismo de esta organización es la posi-
bilidad de una resonancia fantasmática : como hemos visto en capí-
tulos anteriores, debe entenderse por este concepto "(. .. ) El rea-
grupamiento de algunos participantes en torno a uno de ellos que,
a través de su manera de ser, sus actos, sus ideas, ha hecho ver o
ha dado a entender una de sus fantasías individuales inconscien-
tes." (op. cit. pág. 204). Toda actividad humana produce, en dife-
rentes medidas, un fenómeno de fantasmatización, es decir, la
emergencia, movilización y activación de una actividad fantasmá-
tica a partir del encuentro de los individuos. En el proceso de for-
mación de un grupo, uno de los participantes inicia una actividad,
154
portadora de una fantasía inconsciente individual. Esta puede ser
aceptada por los demás en la medida en que favorece la tarea del
agrupamiento, la posibilidad de que el conjunto"( ... ) Delegue
inconscientemente (en el líder inicial) la doble función necesaria
y difícil de formar compromisos entre el Ello, el Superyó y la rea-
lidad, descargando en el aparato grupal la responsabilidad de s us
aparatos psíquicos individuales; el individuo llamado precisamen-
te central se sitúa como el Yo del grupo: el líder es entonces un
árbitro'' (op. cit. pág. 207).
Como puede observarse en este primer organizador descripto
por Anzieu, la fantasía es individual; no se aclara si se trata de
fantasías originarias o secundarias, aunque puede suponerse que
piensa en las primeras 6B, y el efecto de resonancia se produce sobre
el contenido de las fantasías.
Los conflictos que pueden surgir en el interior del grupo por la
rivalidad "fantasmática" entre sus integrantes, es decir, por el hecho
de que la prevalencia de uno determinado entre ellos sea cuestio-
nada por los demás, da lugar a la emergencia de un segundo orga-
nizador. Este sería, en la concepción de .Anzieu, la imago. La ima-
go tiene el mismo orden de realidad inconsciente que la fantasía,
pero guarda, respecto a ésta, diferencias significativas. La fanta-
sía surge, para Anzieu, durante el desarrollo psíquico del indivi-
duo, mientras que la imago es un resabio de experiencias vividas
por la humanidad en el tra~curso de su historia como especie, y
están presentes en el niño desde antes de su nacimiento. Esto le
daría una mayor estabilidad en su papel de organizador:"(. .. ) Una
misma imago puede encontrar un soporte sobre algunos individuos
sucesivos, y el grupo con fundamento imagógico puede sobrevivir
más fácilmente al cambio de líder que el grupo organizado en tor-
no a la fantasía de un individuo" (op. cit. pág. 209). Sería necesa-
rio suponer la presencia de alguna imago como organizador cuan-
do encontramos una predominancia, en la estructura del aparato
grupal, de alguna de las instancias del aparato psíquico individual.
La necesidad de una mayor complejización en las actividades
del grupo impone la presencia de un tercer organizador: las fanta-
sías originarias. En tanto éstas se refieren a preguntas que los
niños se hacen respecto a sus orígenes, estas fantasías son "pare-
fül En otro lugar del trabajo de Missenard, citado por An zieu, se afirma que "los
~rrandes temas del inconsciente son poco numerosos", tal como podría ocurrir
t:on las fantasías originarias.
155
ciclas en todos los seres humanos". No son para Anzieu, como ya lo
habíamos mencionado, de origen filogenético, pero el hecho de res-
ponder a problemáticas comunes a todos los niños hace de ellas un
patrimonio común a"(. .. ) Todos los neuróticos y quizás a todas las
criaturas humanas", como lo postulara Freud, y les permite por
ello estar, en tanto patrimonio compartido, a disposicion de los par-
ticipantes de un grupo. "Con las protofantasías, el aparato psíqui-
co grupal adquiere sistemas de oposición más elaborados y más
diferenciados que la bivalencia introducida por la imago: por ejem-
plo, continente-contenido (fantasías intrauterinas), actor-observa-
dor (fantasías de escena primitiva), activo-pasivo (fantasías de cas-
tración), iníciador-iniciado (fantasías de seducción). Estas diferen-
cias que la ilusión grupal intenta negar: por esta razón la he
considerado como una contra-protofantasía" (op. cit. pág 213). Es
interesante la idea de una organización a partir de pares de opues-
tos, tema que retomaré más adelante. El otro punto que desearía
destacar es el hecho de que la ilusión grupal es también un orga-
nizador grupal, precisamente en su papel de contraprotofantasía.
Un cuarto organizador estaría constituido por el complejo de
Edipo. Situación discutible, si tenemos en cuenta la posición que
al respecto sustentara Freud en "Psicología de las masas y análi-
sis del Yo", respecto de la incompatibilidad de la genitalidad y la
organización de las masas (aplicable también a los pequeños gru-
pos)69. Anzieu acuerda con estas opiniones: ..(. .. ) El grupo es una
realidad psíquica anterior a la diferencia de sexos. Los vínculos
narcisistas y homosexuales inconscientes son los más fuertes -pre-
sentan la ventaja suplementaria de constituir una buena defen-
sa contra la agresividad potencial entre los miembros-, en tanto
que el vínculo heterosexual domina en la familia ." (op. cit, pág.
217). Anzieu se inclina a aceptar la opinión de R. Kaes, para quien
el complejo de Edipo sería un metaorganizador, es decir, un ele-
mento que marca las tendencias generales de los vínculos, en tan-
to incluidos en un contexto social y cultural.
69 "En las grandes masas artificiales, Iglesia y Ejército, no hay lugar para la
mujer como objeto sexual. La relación amorosa entre hombre y mujer queda
excluida de estas organizaciones. Aun donde se fonnan masas mixtas de hom-
bres y mujeres, la diferencia entre los sexos no desempeña papel alguno. Ape-
nas tíene sentido preguntar si la libido que cohesiona a las masas es de natura-
leza homosexual o heterosexual, pues no se encuentra diferenciada según los
sexos y prescinde, en particular, de las metas de la organización genital de la
libido". (Freud, S ., 1921, pág. 134).
156
Habríu aún un quinto organizador. Estaría destinado a ins-
taurar In diferencia entre interior y exterior del grupo, y su sus-
tancia sería la imagen del cuerpo propio y la envoltura psíquica
del aparato grupal (ya hemos visto este tema al comienzo de esta
sección).
157
representación del grupo de que hablara J. B. Pontalis, llevada
incluso a dar cuenta de la formación de los contenidos del psiquis-
mo, que para Kaés tiene una estructura grupal , desde su origen.
De estos conceptos podemos hacer algunas reflexiones: Un origen
grupal del psiquismo -aunque algunos de sus pilares, las fanta-
sías originarias y las imagos sean hereditarias-, y un aporte de
la cultura que tal vez, m ás que fundar, contribuye a la adaptación
de algo que estaba ya allí. Debemos además, subrayar la afirma-
ción de que estos contenidos tienen una estructura grupal.
La organización grupal del psiquismo es correlativa de la orga-
nización de los grupos en los que el sujeto se inserta, a partir pre-
cisamente de estas estructuras intrapsíquicas grupales. Para
Kaes (1986-87 ), debemos considerar dos series de organizadores
del grupo: una constituida por estas formaciones intrapsíquicas
que acabamos de describir, y otra que surge en el transcurso del
devenir grupal, a partir de la interacción de lo aportado por cada
integrante (por proyección), de la combinación producida entre
estos aportes71 • En este último rubro encontramos una serie de
formaciones, definidas por varios autores, que se refier en a estas
organizaciones: los supuestos básicos (Bion, W.R. 1948), la matriz
grupal (Foulkes, S.H. 1957), la ilusión grupal (Anzieu, D. 1986),
los pactos denegativos (Kaés , R. 1989) y el contrato narcisista
(Aulagnier, P. 1975).
Afirma Kaes que"(. .. ) Ningún grupo humano funciona si no
se efectúa (y no se mantiene) una relativa apropiación de cierta
tensión entre una representación social (generalmente varias
r epresentaciones sociales) referida y una representación incons-
ciente (generalmente varias representaciones inconscientes) del
grupo. Se puede considerar al proceso grupal bajo el ángulo de la
búsqueda de esta adecuación y esta tensión complementaria entre
las dos series de organizadores" (op. cit, pág. 87). Un poco más
adelante, "( .. . ) El tercer término que introduce, al lado de la rea-
lidad psíquica y de la representación social, la realidad social y
material de un grupo llama, pues, a no considerarlo sólo como un
objeto de representaciones, sino como un marco social, un sopor-
158
te material, un espacio de intercambio simbólico, una forma prác-
tica de instrumentación, que se definen por su lugar y sus funcio-
nes en la realidad social: funciones de producción, de intercam-
bio, de defensa y de cognición. Su organización y sus procesos inter-
nos están codeterminados por esos lugares y esas funciones sociales''
(op. cit., pág. 89). De todo esto podemos considerar la eventuali-
dad de varios niveles posibles de conflicto: entre los organizado-
res intrapsíquicos y los socioculturales, entre estos y la base mate-
rial del grupo, y en el interior de cada uno de estos organizadores
(entre fantasías o entre pautas sociales, por ejemplo).
Kaes se ha ocupado, además, de describir un modelo genético
de organizadores del grupo: así como hemos visto la existencia de
fuerzas organizando desde los grupos al psiquismo, y desde éste
a los grupos, estableciéndose entre ambos niveles relaciones com-
plejas, es posible seguir una secuencia en un grupo determinado,
a partir del encuentro de sus miembros, hasta etapas posteriores
de su deuenir. La secuencia, tal como está descripta en su traba-
jo de 1987-8872 , refleja lo que puede observarse en el transcurso
de un grupo de diagnóstico. Pensamos que en otro tipo de grupos,
o aun en los grupos naturales, no necesariamente debe recorrer-
se la secuencia completa, o en el orden estricto en que se enun-
cian aquín.
Distingue R. Kaes tres momentos en la secuencia organizati-
va de un grupo: •
Un momento originario. Se caracteriza por una extensión (pér-
dida?) de los límites del Yo (Moi), correlativa con las identifica-
ciones adhesivas o primarias. La regresión propia de contextos
grupales, favorecida tal vez por el encuadre psicoanalítico, colo-
ca al sujeto en la situación de reviviscencia de su nacimiento
psicológico. De allí la posibilidad de iden tificaciones primarias
y el establecimiento de un nivel de vínculos transubjetivos. De
acuerdo al autor que inspira este enfoque, (P. Aulagnier, 1975),
este momento correspondería al proceso originario. Las angus-
159
tías que emergen de este estado de relativa despersonalización
da lugar a la acción del primer organizador.
Primer organizador. Este tiene una función reductora y unifi-
cadora, dando lugar a la formación de un conjunto. El organi-
zador privilegiado es aquí un grupo interno7\ que actúa espe-
cialmente por su función de integrar a los miembros en una
estructura continente. Surge el primer pacto denegativo inevi-
table pensando en la función reductora de este organizador.
Habíamos mencionado antes esta función reductora: alude a
la acción necesaria de dejar fuera del vínculo aquellos elemen-
tos que pudieran cuestionar su existencia. Así, reducción y uni-
ficación son dos efectos que se implican recíprocamente. Las
contradicciones que se establecen entre las necesidades del
agrupamiento y la de los individuos imponen el cuestionamien-
to del vínculo isomórfico sujeto = grupo, y lleva al pasaje al
segundo organizador.
Segundo organizador.Implica un reforzamiento de los límites
comunes; el momento de la ilusión grupal, la búsqueda del ene-
migo exterior. Los elementos desorganizadores provienen nue-
vamente de la re-emergencia de los deseos individuales. Pue -
de presentarse una fantasía de muerte, proveniente de la riva-
lidad suscitada por la instalación parcial del complejo de Edipo
como organizador-desorganizador. El grupo continúa su pro-
ceso, y puesto que se ha producido una identificación entre el
aparato psíquico de cada integrante y el aparato grupal (la iso-
morfia), se busca la restauración de los límites corporales a
través del establecimiento de un límite del grupo: la ilusión
grupal proveerá esa piel común. La escisión de la transferen-
cia, descripta como propia de este proceso (Anzieu, D. 1986),
permite colocar en el afuera aquellos componentes negativos
que harán vivenciar a sus habitantes como enemigos. El con-
flicto sigue suscitándose entre la tendencia al agrupamiento
en el sentido más total del ténnino, y la tendencia a mantener
la individuación. Esta última corriente busca imponer los nive-
les edípicos, sostén de identidades discriminadas. Como lo
observara Freud en "Psicología de las masas y Análisis del Yo",
este nivel de integración es disruptor para la economía de las
74 Recordemos que para este autor son grupos íntemos las fanlasías origina-
rias, las redes ídentifü:atorias y los sistemas de relación de objeto, la imagen cor-
poral. la imagen del psiquismo, los complejos e imagos.
160
identificaciones que sost ienen a la masa (al grupo), producién-
do:,;c remezones que conducen al tercer organizador~
Tercer or~rmizador. El advenimiento de la historia y la distin-
ción entre tiempos comunes y tiempos individuales marcan
este momento. Se instala la posición mitopoiética;5 : el grupo
puede abandonar el uso de la ideología rígida con que sostuvo
desde el proceso secundario los momentos anteriores, y puede
permitirse formas más acordes con la aparición en su seno de
"islotes yoicos".
Si bien tanto Anzieu como Kaes utilizan la idea de una fanta-
sía, puesta en escena, como elemento organizador del grupo, hay
que hacer una distinción en la posición de ambos. ParaAnzieu, el
elemento organizador es la posibilidad de resonancia fantasmáti-
ca , como habíamos visto. Esto significa que un contenido fantas-
má tico produce la asociación, alrededor del cual se ubican los inte-
grantes convocados por el líder inicial. En Kaes, e n cambio, la
capacidad atributiva y distributiva de la fantasía, más que su con-
tenido, es lo que le concede poder organizador:
"l) Se trata de una estructura de dramatización de la energía pul-
sional que propone objetos de catectización a los miembros del
grupo.
2) El carácter general de la fantasía predispone a una distribu-
ción de lugares en un escenario en relación con el origen; de
este modo se afectan lugares y posiciones, con lo que se r edu-
ce la angustia de no a"signación, que embarga al comienzo del
proceso de grupo a los individuos que se encuentran en él. "
Kaes, R., 1976, pág 186). La fantasía es un guión , pasible de
ser escenificado, cómo vimos en otro lugar; desde esta propie-
dad distribuye lugares , y a través de estos forma un conjunto
coherente a. partir de una serialidad.
161
mi opinión, e) grupo, el grupo rea] es, ante todo, la realización
imaginaria de un deseo; los procesos primarios, velados por una
fachada de procesos secundarios, son sus determinantes; dicho
de otra forma: el grupo eficaz, así como el que se encuentra para-
lizado en su funcionamiento, el grupo, como el sueño, es el deba-
te con una fantasía subyacente. Los sujetos humanos van al gru-
po de la misma forma que al dormirse entran en el sueño. Desde
el punto de vista de la dinámica psíquica, el grupo es un sueño."
(op. cit. pág 69.)
- El grupo cumple una función en la economía psicológica del ser
humano. Tan necesaria es la pertenencia a un conjunto vincular
{aunque sea virtual) como poder soñar, en tanto en ambos casos se
posibilita un despliegue del inconsciente que parece ser impres-
cindible para el buen funcionamiento del psiquismo. Así como las
necesidades de supervivencia tenderán a organizar e] vínculo para
optimizar su interacción con el mundo exterior, también las nece-
sidades impuestas por el inconsciente van a tender a modelar la
forma del vínculo para adaptarlo a sus requerimientos.
Debemos hacer aquí algunas reflexiones acerca de la compa-
ración entre el grupo y el sueño y lo que afirmáramos más arri-
ba, ya que existen diferencias de matiz entre los distintos grupos,
según el encuadre con que hayan sido convocados. Seguramente
la afirmación de Anzieu conserva gran parte de su pertinencia en
un grupo organizado alrededor de un encuadre psicoanalítico, pre-
cisamente por la cualidad de este encuadre de suspender los deter-
minantes adaptativos de la actividad de sus miembros, con Jo que
quedan los elementos grupales a disposición del despliegue de las
formaciones del inconsciente de cada uno de ellos. 76 En los grupos
psicoanalíticos existe una tarea (aunque consideremos como tal
la propuesta por la regla fundamental), que tiende, por su propia
naturaleza, a mantener un contexto de ambigüedad entre los luga-
res que a partir de ella se determinan: es inevitable pensar que
las vicisitudes del despliegue inconsciente se verán atravesadas
(y facilitadas) por esta circunstancia. En resumen: si bien siem-
pre un grupo estará organizado por las necesidades de la tarea
que se haya propuesto, y por el despliegue de fantasías incons·
cientes que sus miembros hagan sobre la estructura de roles cen-
162
trada en esa tarea, las "proporciones" y modalidades con la que
estas dos series de determinantes intervienen puede ser variable.
En 1980 elaboré una serie de hipótesis sobre la posibilidad de
que la estructura de roles manifiesta de un grupo, en tanto sufrie-
ra los efectos del despliegue inconsciente de sus integrantes, asu-
miera ciertas características propias del lenguaje. Retomaré aquí
algunas de aquellas consideraciones, a fin de trabajarlas desde el
punto de vista que desarrollamos.
Un grupo -y esta definición cabe también a los psicoanalíti-
cos- es un conjunto de sujetos que se han reunido convocados por
una tarea determinada. Es ésta la que constituye el primer orga-
nizador desde lo manifiesto, la que fuerza el primer paso desde la
serialidad hacia el grupo. Lo que ha llevado a estos sujetos a reu-
nirse es un conjunto de intereses anterior a la constitución del
grupo, y la expectativa es que éste va a mejorar las posibilidades
de que estos intereses se satisfagan. 77
Estos intereses se concretan en el planeamiento de una tarea,
cuya concreción en común es tomada como meta del conjunto.7:;
La tarea determina en los participantes una serie de roles com-
plementarios: las habilidades diferentes de cada uno de ellos así lo
determinará. Es precisamente la especialización complementaria,
con la potencia1ización del esfuerzo compartido, lo que hace a la tarea
en común económica. Se cumple aquí la premisa que el grupo es más
que la suma de sus miembros. La tarea, por otra parte, lleva implí-
cita la determinación de tiempos y espacios; sus prescripciones inser-
tan al conjunto en las variables de la economía y la historia.
Sin embargo, los movimientos del conjunto no se agotan aquí.
El vínculo, todo vínculo -y el grupo no es una excepción- tiene otra
función desde el inconsciente de sus miembros, a la que ya nos
hemos referido en otras partes de esta obra, relacionada con la nece-
sidad de cerrar la brecha que se abre a partir del nacimiento psico-
lógico. Los sujetos de este grupo, inevitablemente, lo utilizarán en
este sentido, y un "derramamiento" de sus grupos internos se lle-
vará a cabo en los materiales que ofrece la configuración grupaF 9 .
Los roles, determinados por las vicisitudes y prescripciones de la
77 Seguramente simplifico, y hasta esquematizo este primer movimiento; pido
que se acepte la posibilidad de estos primeros "pasos" para focilitnr la exposi-
ción del tema
78 Tomo el concepto de tarea de E. P1chon Riviere.
79 Es un proceso semejante al que hemos descripto e n el capitulo sobre "Rela-
ciones entre el grupo interno y el grupo externon, al que remitimos al lector
163
tarea, sufren a partir de aquí un "torcimiento", una desviación pro-
ducida por esta proyección de cada uno de ellos; la posibilidad atri-
butiva y distributiva de las fantasías actuantes -recordemos el esta-
do de regresión relativa de todo contexto vincular- determina una
nueva estructura de roles, esta vez inconsciente, que cabalga sobre
la anterior, y que representa fantasías en las que los integrantes
despliegan aquellos rasgos en que asientan su identidad.
Vemos que esta otra corriente organizadora se agrega a la que
ya habíamos considerado, la trabaja, la fuerza -a veces la refuer-
za- y, en algún grado la modifica. Observamos que cuanto más
establecida esté la actividad manifiesta de un grupo, más resis-
tencia ofrecerá a esta segunda serie de determinantes: los orga-
nizadores de reuniones recreativas lo saben bien, y ofrecen a los
participantes un conjunto de juegos que encaminen y contengan
el despliegue inconsciente, que puede transformarse en ciertos
casos en aburrimiento (en nuestros términos, ansiedades produ-
cidas por la no asignación de lugares en el despliegue de fanta-
sías inconscientes), o en movimientos desorganizativos, emergen-
cia de agresión, etc. Sería tal vez más adecuado comparar un gru-
po no psicoanalítico con un síntoma, dada la compleja trama de
compromisos y transacciones que deben cumplirse en ellos entre
las exigencias de la tarea manifiesta y las que impone la satisfac-
ción de deseos provenientes del inconsciente. El análisis del con-
junto de niños que hiciéramos en el capítulo VI, destinado a pre-
sentar las relaciones que se establecen en la interacción entre el
grupo interno y el externo, es un ejemplo de esto.
Los grupos psicoanalíticos, en cambio, juegan con las posibili-
dades que brinda un encuadre continente en cuanto a variables
témporo-espaciales, y abierto en los que hace a esa organización
de la tarea que mencionaba antes: la consigna "asocien libremen-
te", o alguna de sus variantes, permite ese contexto que transfor-
ma al grupo en una cubetaP.0 , aproximándolo así tanto a una sesión
psicoanalítica clásica corno a un sueño. El grupo se transforma,
de esta manera, en otra vía regia hacia el inconsciente.
El análisis de un fragmento de sesión de grupo terapéutico tal
vez pueda ayudarnos a ver los elementos que aparecen organizan-
do la interacción entre sus integrantes.
Comienza la sesión María, relatando que está muy triste por·
que el día anterior murió una tía a la que estimaba mucho. Esa
80 Tumo el t.¿rmino de J. Laplanche (1987bl.
164
tía fue muy desgaciada en vida (nos informa), porque cuando niña
padeció una enfermedad infecciosa muy grave que la dejó lisiada.
Nunca fue muy considerada por el resto de la familia. El padre de
María, por ejemplo, por temor al contagio (aunque la tía ya se
había curado desde el punto de uista infectológico), la hacia comer
aparte del resto de la familia. Vivía en un.a pensión, y comía cada
día en casa de un hermano distinto.
El terapeuta señala que no hubo premio ni compensación por una
vida desgraciada,)' que María tal vez se siente identifu:ada con esta
tía. (Suele contar con frecuencia y con tono quejoso sus "desgracias').
María asiente mecánicamente, y continúa relatando detalles
de la vida de su tía. En ese momento Alicia, que se había nwstra-
do muy impactada por el relato, comienza a sollozm: Luisa le pre-
gunta qué le pasa, y Alicia le contesta que no tiene deseos de con-
tarlo en ese momento. Sin embargo, dice que está muy impresio-
nada por el relato de María, y que no puede oír hablar de muertes,
porque ese día se cumplen 20 años de la de su padre, que ocurrió
cuando ella tenía 3 años. Piensa cómo hubiera sido su vida si hubie-
ra tenido un padre.
Luisa le recuerda que sí tuvo un padre: la madre de Alicia se
volvió a casar cuando ella tenía 6 años. Alicia contesta que no es
lo mismo. A su padrastro, por otra parte, ahora lo quiere mucho,
pero no es como un padre. Maria, mientras tanto, permanece calla-
da, con cara compungida, sin participar del relato de Alicia.
El terapeuta señála que Alicia no puede sentir al padrastro
como un padre, porque tal vez no termina de aceptar la pareja de
éste con su madre, así como no pudo soportar que María atrajera
la atención de todos con su relato. Le señala a María la necesidad
de negación de su avidez, al ceder el campo a Alicia, identificán-
dose de esa manera, nuevamente, con su desgraciada tía.
Los pacientes concurren al grupo con l a intención de modifi-
car ciertas pautas de su funcionamiento que les produce inconve-
nientes en sus actividades, vínculos , etc. Esperan que su perte-
nencia a un grupo terapéutico sea el instrumento adecuado para
producir las dese adas modificaciones de estas pautas conflictivas
(de las que tienen un relativo conocimiento). En ese sentido, el
grupo funcionará como un grupo primario, en tanto su funcíón
será la de modificar rasgos de su identidadRt.
165
Esta intención de los pacientes, previa a su inserción en el gru-
po, más las determinaciones proporcionadas por la explicitación
del encuadre y la regla fundamental por parte del analista, dan
forma a la tarea manifiesta del grupo . Como en cualquier tipo de
grupo, esta tarea manifiesta genera una estructura de roles . El
encuadre psicoanalítico, sin embargo, está preparado para que las
características de la tarea tengan un margen de ambiguedad en
su definición, que se refleja en los roles que produce. Estos que-
dan así ofrecidos como pantalla de proyección para la circulación
de fantasías , tal como lo describiera D. Anzieu en su modelo de la
superficie interior de la envoltura grupal.
El relato de María tiene varios niveles posibles de lectura, que
obedecen a otros tantos de determinación. Desde el manifiesto, la
noticia de la muerte de su tía, con el impacto emotivo que ocasio-
nara en ella. El retrato de una vida desgraciada, la falta de com-
pensaciones, la tristeza, la injusticia, hasta la crueldad de sus alle-
gados, queda bien delimitado. El terapeuta señala la posibilidad
que María haya tomado como modelo esta imagen, y subraya la
falta de recompensa del sufrimiento. Aunque no aparezca en este
material, tiene razones para pensar que es una creencia arraiga-
da en María la posibilidad de que la desgracia otorgue derechos
a quienes la sufren. En este caso, estos podrían tal vez estar redu-
cidos a una compensación narcisista, en el sentido de asimilar
sacrificio con bondad. Posiblemente esta razón motiva a María a
dar más detalles de la vida de su tía, como intentando reforzar
este modelo en el que se ha fijado .
La escena tiene, sin embargo, otra lectura: el relato manifies-
to es el de una vida despojada; a través de él María acapara la
atención de sus compañeros. Mientras continúe, tendrá un grupo
exclusivamente para ella. La fantasía alternativa de desamparo,
reflejada en el relato manifiesto, queda rechazada en este otro
registro que tiene que ver con la dramática que propone a sus com-
pañeros. La compleción de la falta originaria que pone en escena
María, ubica a Alicia en el lugar de la observadora excluida de
una escena primaria. Propone Alicia entonces el relato de su pro-
pia falta, la de padre. Des plaza de esta manera a María de su
lugar central, que queda ocupado por ella. Luisa se engancha con
un aspecto manifiesto del relato de Alicia, señalando la relativi-
dad de su falta . En la lógica de Alicia, sin embargo, la del todo o
nada, no hay sustitución posible.
La interpretación del terapeuta enfoca la situación desde una
166
P''rSpPctiva edípica, al relacionar la actitud de Alicia en el aquí-
ahora con la reviviscencia de su posición frente a la pareja de su
madre. María, por su parte, habría mutado su lugar en la escena,
pasando a ocupar un lugar símétrico al que tenía antes de la inter-
venci6n de Alicia.
Seguramente hay un contenido edípico en la actitud de Alicia;
sería, sin embargo, importante considerar si este enfoque agota
los posibles determinantes de la configuración presentada. En
todo caso, este sentido edípico se "monta" sobre una fantasía más
primaria: María ocupa el lugar de líder organizador del grupo en
esta sesión. Pone en acto una fantasía primaria en la que están
presentes los polos desamparo-compl eción de una manera muy
neta. En tanto esta fantasía carece de matices, -o se está dentro
de un contexto idealizado o totalmente excluido de él- la respues-
ta de Alicia es igualmente enérgica: se incluye en esa estructura
pero modifica la posición relativa de María respecto de la suya.
De excluida pasa a ser excluyente, a través del monopolio que ejer-
ce sobre el conjunto. Y aquí está el punto que considero importan-
te destacar: si pensamos en la fantasía que los organiza en térmi-
nos del nivel originario, daría lo mismo estar en uno o en otro de
los lugares que ésta determina, ya que como en este nivel de fan-
tasía no existe un efecto notable de subjetivación, cualquiera pue-
de ubicarse en cualquier lugar'2 • Pero desde Alicia interviene, ade-
más, un posicionam iento que está determinado desde lo edípico,
y es precisamente este factor el que determina la inversión de
lugares con María. La estructura incluido-excluido se mantiene;
está jugada en dos niveles fantasmáticos diferentes (que podría-
mos llamar, sintéticamente, edípico y pre-edípico).
La estructura de roles se ha corrido hacia las características
propias de un lenguaje. No está determinada ya por la tarea (aun-
que no deja de estar atravesada por ella), sino que sus elementos
se definen por su posición relativa con los otros del conjunto. El
sentido, sin embargo, no aumenta en el intercambio entre los agru-
pantes, ya que está dado, para cada uno, por esos determinantes
167
que son comprensibles solamente desde la subjetividad individual.
Los lugares de la estructura de roles grupal que en el nivel de
determinaciones dependientes de la tarea manifiesta están pro-
ducidos por las habilidades propias de cada uno, en el nivel de las
determinaciones inconscientes lo están por lo que Pichon-Riviere
llamaba, siguiendo a Foulkes, transferencia vertical.
168
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