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UNIDAD 3: EL CONCEPTO DE SEXUALIDAD EN PSICOANÁLISIS

Temas:

 Concepto de sexualidad en psicoanálisis. La sexualidad infantil. Concepto de pulsión y sus elementos de la


pulsión: meta, objeto, fuente y esfuerzo. Pulsiones de autoconservación y pulsiones sexuales.
 Fases de desarrollo de la organización sexual. El Complejo de Edipo: los dos tiempos en la elección de objeto.
Complejo de Castración en el niño y en la niña. Sepultamiento del Complejo de Edipo.

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TRES ENSAYOS DE LA TEORÍA SEXUAL (APARTADOS II Y III)

II. LA SEXUALIDAD INFANTIL

El descuido de lo infantil: Forma parte de la opinión popular acerca de la pulsión sexual la afirmación de que ella falta en
la infancia y sólo despierta en el período de la vida llamado pubertad. No es este un error cualquiera: tiene graves
consecuencias, pues es el principal culpable de nuestra presente ignorancia acerca de las bases de la vida sexual.

Cosa notable: Es cierto que en la bibliografía hallamos ocasionales noticias acerca de una práctica sexual temprana en
niños pequeños, acerca de erecciones, de la masturbación y aun de acciones parecidas al coito. Pero se las menciona
siempre como procesos excepcionales, como curiosidades o como horrorosos ejemplos de temprana corrupción. Que yo
sepa, ningún autor ha reconocido con claridad que la existencia de una pulsión sexual en la infancia posee el carácter de
una ley. Y en los escritos, ya numerosos, acerca del desarrollo del niño, casi siempre se omite tratar el desarrollo sexual.

¿Cuál es la razón de este descuido?

Amnesia Infantil

Aludo a la peculiar amnesia que en la mayoría de los seres humanos (¡no en todos!) cubre los primeros años de su
infancia, hasta el sexto o el octavo año de vida.
¿Por qué nuestra memoria quedó tan retrasada respecto de nuestras otras actividades anímicas?
Siendo la infancia un tiempo de gran recepción y reproducción. Y donde exteriorizamos amor, odio, celos y demás
pasiones vivamente.
Por otro lado, tenemos que suponer -o podemos convencernos de ello merced a la indagación psicológica de otras
personas- que esas mismas impresiones que hemos olvidado dejaron, no obstante, las más profundas huellas en nuestra
vida anímica y pasaron a ser determinantes para todo nuestro desarrollo posterior. No puede tratarse, pues, de una
desaparición real de las impresiones infantiles, sino de una amnesia semejante a la que observamos en los neuróticos
respecto de vivencias posteriores y cuya esencia consiste en un mero apartamiento de la conciencia (represión). Ahora
bien, ¿cuáles son las fuerzas que provocan esta represión de las impresiones infantiles?
En mi opinión, pues, la amnesia infantil, que convierte la infancia de cada individuo en un tiempo anterior, por así decir
prehistórico, y le oculta los comienzos de su propia vida sexual, es la culpable de que no se haya otorgado valor al
período infantil en el desarrollo de la vida sexual.

Pulsión Sexual

Freud afirma que un estudio a fondo de las manifestaciones sexuales en la infancia nos revela los rasgos esenciales de la
pulsión sexual.
Concepto de pulsión sexual (en comparación con la pulsión de nutrición o de hambre)
Diferencia objeto sexual (lo que atrae, a lo que tiende) y meta sexual (la acción hacia la cual esfuerza la pulsión)
Entre pulsión y objeto sexual no hay sino una soldadura. La pulsión no trae consigo al objeto. La pulsión es, al comienzo,
independiente.

Periodo de Latencia y sus rupturas

Parece seguro que el neonato trae consigo gérmenes de mociones sexuales que siguen desarrollándose durante cierto
lapso, pero después sufren una progresiva sofocación; esta, a su vez, puede ser quebrada por oleadas regulares de
avance del desarrollo sexual o suspendida por peculiaridades individuales.
Latencia:

- Probablemente a expensas de las mociones sexuales infantiles mismas, cuyo aflujo no ha cesado, pues, ni siquiera en
este período de latencia, pero cuya energía -en su totalidad o en su mayor parte- es desviada del uso sexual y aplicada a
otros fines. Los historiadores de la cultura parecen contestes en suponer que, mediante esa desviación de las fuerzas
pulsionales sexuales de sus metas, y su orientación hacia metas nuevas (un proceso que merece el nombre de
sublimación), se adquieren poderosos componentes para todos los logros culturales.

- De tiempo en tiempo irrumpe un bloque de exteriorización sexual que se ha sustraído a la sublimación, o cierta
práctica sexual se conserva durante todo el período de latencia hasta el estallido reforzado de la pulsión sexual en la
pubertad.

Periodo de Latencia:

Las mociones sexuales de estos años infantiles serían, por una parte. inaplicable, pues las funciones de la reproducción
están diferidas, lo cual constituye el carácter principal del período de latencia; por otra parte, serían en sí perversas, esto
es, partirían de zonas erógenas y se sustentarían en pulsiones que dada la dirección del desarrollo del individuo sólo
provocarían sensaciones de displacer.

Diques psíquicos: ordenadores del desarrollo

Durante este período de latencia total o meramente parcial se edifican los poderes anímicos que más tarde se
presentarán como inhibiciones en el camino de la pulsión sexual y angostarán su curso a la manera de unos diques (el
asco, el sentimiento de vergüenza, los reclamos ideales en lo estético y en lo moral).

¿A qué se la llama dique?

Freud habla de inhibiciones que ponen obstáculos a la pulsión, a la manera de un dique de un río, que angostan el
camino y regulan el paso de agua. Diques que se instalan y regulan el paso de la pulsión. Todo niño necesita que se
construyan esos diques para moverse en la cultura y estar saludables. Posibilita el desarrollo. En el periodo de latencia,
el psiquismo no está ocupado al instalar procesos defensivos sobre la pulsión, sino que empieza a ligarse a cuestiones
culturales, por ejemplo, las exigencias del proceso de escolarización.

Las exteriorizaciones de la sexualidad infantil

El Chupeteo: modelo de las exteriorizaciones sexuales infantiles el chupeteo (el mamar con fruición). Consiste en un
conflicto de succión con la boca (los labios), repetido rítmicamente, que no tiene por fin la nutrición. Una parte de los
propios labios, la lengua, un lugar de la piel que esté al alcance -aun el dedo gordo del pie-, son tomados como objeto
sobre el cual se ejecuta la acción de mamar.

Tres características esenciales de la exteriorización sexual infantil:

1) Nace apuntalándose en las funciones corporales importantes para la vida: Es claro, además, que la acción del niño
chupeteador se rige por la búsqueda de un placer -ya vivenciado, y ahora recordado-. Cuando el niño mama el pecho de
su madre, los labios se comportan como una zona erógena y la estimulación por el aflujo de la leche le brindaron una
sensación placentera. Al comienzo, claro está, la satisfacción de la zona erógena se asoció con la satisfacción de la
necesidad de alimentarse. El quehacer sexual se apuntala primero en una de las funciones que sirven a la conservación
de la vida, y sólo más tarde se independiza de ella.

2) Es autoerótica: la pulsión no está dirigida a otra persona; se satisface en el cuerpo propio, es autoerótica. Es decir, que
el objeto de la pulsión es contingente, no está enlazado a ella, es lo más variable. La satisfacción se alcanza en el propio
cuerpo independientemente del objeto.

3) Su meta sexual se encuentra bajo el imperio de una zona erógena:

Meta sexual: producir satisfacción mediante la estimulación de la zona erógena.

¿Qué es una zona erógena? Es un sector de piel o de mucosa en el que estimulaciones de cierta clase provocan una
sensación placentera de determinada cualidad. La propiedad erógena puede adherir prominentemente a ciertas partes
del cuerpo. Existen zonas erógenas predestinadas, como lo muestra el chupeteo; pero este mismo ejemplo nos enseña
también que cualquier otro sector de piel o de mucosa puede prestar los servicios de una zona erógena, para lo cual es
forzoso que conlleve una cierta aptitud.

Las Exteriorizaciones sexuales masturbatorias

- Activación de la zona anal: gran valor erógeno. Heces, valor de regalo

- Activación de la zona genital: Por su situación anatómica, por el sobre aflujo de secreciones, por los lavados y
frotaciones del cuidado corporal y por ciertas excitaciones accidentales (como las migraciones de lombrices intestinales
en las niñas), es inevitable que la sensación placentera que estas partes del cuerpo son capaces de proporcionar se haga
notar al niño ya en su período de lactancia, despertándole una necesidad de repetirla. Si se considera la suma de estas
circunstancias y se repara en que las medidas adoptadas para mantener la limpieza difícilmente tendrán efectos diversos
de los producidos por ensuciamiento, se vuelve poco menos que forzoso concluir que mediante el onanismo del lactante
se establece el futuro primado de esta zona erógena para la actividad sexual.

- Tres fases de la masturbación infantil: La primera corresponde al período de lactancia, la segunda al breve
florecimiento de la práctica sexual hacia el cuarto año de vida, y sólo la tercera responde al onanismo de la pubertad, el
único que suele tenerse en cuenta.

Disposición perversa polimorfa: el niño puede convertirse en un perverso polimorfo, siendo desviado a practicar todas
las transgresiones posibles, ya que aún no se han constituido los diques que pondrán freno a los excesos sexuales.
Pulsión busca satisfacerse de distintas formas.

Pulsiones parciales: placer de ver y exhibir; de la crueldad.

Los dos tiempos de la elección del objeto

La elección del objeto se realiza en dos tiempos o en dos oleadas:

1) La primera se inicia entre los dos y los cinco años, y el período de latencia la detiene o la hace retroceder; se carac-
teriza por la naturaleza infantil de sus metas sexuales. COMPLEJO DE EDIPO

2) La segunda sobreviene con la pubertad y determina la conformación definitiva de la vida sexual.

A causa de la represión situada entre ambas fases, es decir, durante el periodo de latencia, la naturaleza infantil de
elección de objeto, se demuestra inaplicable. Sus metas sexuales han experimentado un atemperamiento, y figuran sólo
como corriente tierna. La elección de objeto de la época de la pubertad tiene que renunciar a los objetos infantiles y
empezar de nuevo como corriente sensual. El complejo de Edipo: se instala la barrera del incesto, la prohibición de elegir
como objeto de amor a los parientes consanguíneos. Dicha prohibición marca una ley, instaura un orden. El orden de lo
prohibido y lo posible.

III. LA METAMORFOSIS DE LA PUBERTAD

Las transformaciones de la pubertad

Pubertat: para Freud y su época, incluía a la pubescencia o pubertad, pubertad y adolescencia. En la pubertad, se
producen los cambios que llevan a la vida sexual infantil a su conformación definitiva. Del autoerotismo de la infancia, las
pulsiones sexuales cooperan y las zonas erógenas se subordinan al primado del falo (la organización genital infantil), y
luego de la latencia, en la pubertad el primado genital, al servicio de la función reproductora.

La Metamorfosis de la Pubertad: segundo despertar sexual

Con el advenimiento de la pubertad se introducen los cambios que llevan la vida sexual infantil a su conformación
normal definitiva. La pulsión sexual era hasta entonces predominantemente autoerótica; ahora halla al objeto sexual.
Ahora es dada una nueva meta sexual; para alcanzarla, todas las pulsiones parciales cooperan, al par que las zonas
erógenas se subordinan al primado de la zona genital. Puesto que la nueva meta sexual asigna a los dos sexos funciones
muy diferentes, su desarrollo sexual se separa mucho en lo sucesivo. El del hombre es el más consecuente, y también el
más accesible a nuestra comprensión, mientras que en la mujer se presenta hasta una suerte de involución. La
normalidad de la vida sexual es garantizada únicamente por la exacta coincidencia de las dos corrientes dirigidas al
objeto y a la meta sexuales: la tierna y la sensual.

El hallazgo del objeto


Desde el lado psíquico, se consuma el hallazgo de objeto, preparado desde la más temprana infancia. Cuando la
primerísima satisfacción sexual estaba todavía conectada con la nutrición, la pulsión sexual tenía un objeto fuera del
cuerpo propio: el pecho materno. Lo perdió sólo más tarde, quizá justo en la época en que el niño pudo formarse la
representación global de la persona a quien pertenecía el órgano que le dispensaba satisfacción. Después la pulsión
sexual pasa a ser, regularmente, autoerótica, y sólo luego de superado el período de latencia se restablece la relación
originaria. No sin buen fundamento el hecho de mamar el niño del pecho de su madre se vuelve paradigmático para
todo vínculo de amor. El hallazgo (encuentro) de objeto es propiamente un reencuentro.

Dos vertientes de elección del objeto

- Anaclítica (o por apuntalamiento). Busca a un otro que le recuerde al primero objeto de amor

- Narcisista. Busca a un otro que sea la propia imagen

Objeto sexual del periodo de latencia

A lo largo de todo el período de latencia, el niño aprende a amar a otras personas que remedian su desvalimiento y
satisfacen sus necesidades. Lo hace siguiendo en todo el modelo de sus vínculos de lactante con la nodriza, y
prosiguiéndolos. El trato del niño con la persona que lo cuida es para él una fuente continua de excitación y de
satisfacción sexuales a partir de las zonas erógenas, y tanto más por el hecho de que esa persona -por regla general, la
madre dirige sobre el niño sentimientos que brotan de su vida sexual, lo acaricia, lo besa y lo mece, y claramente lo toma
como sustituto de un objeto sexual de pleno derecho. Pero ya sabemos que la pulsión sexual no es despertada sólo por
excitación de la zona genital; lo que llamamos ternura infaliblemente ejercerá su efecto.

La Barrera del Incesto

Lo más inmediato para el niño sería escoger como objetos sexuales justamente a las personas a quienes desde su
infancia ama, por así decir, con una libido amortiguada. Pero, en virtud del diferimiento de la maduración sexual, se ha
ganado tiempo para erigir, junto a otras inhibiciones sexuales, la barrera del incesto, y para implantar en él los preceptos
morales que excluyen expresamente de la elección de objeto, por su calidad de parientes consanguíneos, a las personas
amadas de la niñez. El respeto de esta barrera es sobre todo una exigencia cultural de la sociedad. La elección del objeto
se consuma primero en la fantasía (plano de la representación). La prohibición del incesto es una ley que efectiviza el
pasaje de la naturaleza a la cultura.

El desasimiento de la autoridad parental. Exogamia

Contemporáneo al doblegamiento y la desestimación de estas fantasías claramente incestuosas, se consuma uno de los
logros psíquicos más importantes, pero también más dolorosos, del período de la pubertad: el desasimiento respecto de
la autoridad de los progenitores, el único que crea la oposición, tan importante para el progreso de la cultura, entre la
nueva generación y la antigua.

- La imagen de los padres de la infancia es el producto de la idealización del niño impotente ante realidad, como una
necesidad para continuar su desarrollo.

- Crecer es confrontar las imágenes infantiles con la real y rearmar internamente las imágenes parentales. Tolerar y
conocer las fallas de los padres, posibilita a su vez que el adolescente busque a sus pares, a otros adultos; es decir,
posibilita el desarrollo.

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PULSIÓN

Antecedentes: la pulsión aparece desde los inicios del psicoanálisis como concepto subyacente, incluso en los escritos
pre-psicoanalíticos. Encontramos con la palabra "Trieb" que del alemán significa "impulso". El proyecto de psicología
para un neurólogo, nos dice que los estímulos endógenos son los precursores de las pulsiones. "Sin embargo, el principio
de inercia es quebrantado desde el comienzo por otra constelación. Con la complejidad de lo interno, el sistema de
neuronas recibe estímulos desde el elemento corporal mismo, estímulos endógenos que de igual modo deben ser
descargados. Estos provienen de células del cuerpo y dan por resultado las grandes necesidades: hambre, respiración,
sexualidad."

Estímulos endógenos: es una fuerza constante, no pueden ser satisfechos de la misma manera que los estímulos
externos, requieren del auxilio ajeno debido a la indefensión humana, pone en movimiento al aparato psíquico y es
distinto al instinto.
"Aquí 'Ψ está a merced de la cantidad, y con ello se genera en el interior del sistema la impulsión que sustenta a toda
actividad psíquica. Tenemos noticia de este poder como la voluntad, el retoño de las pulsiones."

Tres ensayos de la teoría sexual

Concepto de sexualidad: no ligado directamente a la genitalidad. La sexualidad será la búsqueda del placer,
emparentado con el trabajo del aparato psíquico.
Trabaja la noción de etapas o fases pregenitales
Introduce el concepto de pulsión sexual. Planteamiento del primer dualismo pulsional (Pulsiones yoicas
"autoconservación" ≠ Pulsiones Sexuales)

Definición de pulsión

Por pulsión podemos entender al comienzo nada más que la agencia representante psíquica de una fuente de estímulos
intrasomática en continuo fluir. Ello a diferencia del estímulo que es producido por excitaciones singulares provenientes
de afuera. Así pulsión es uno de los conceptos del deslinde (separación) de lo anímico respecto de lo corporal.

Entonces, cada vez que pese a eso hablamos de una moción pulsional inconsciente o de una moción pulsional reprimida,
no podemos aludir sino a una moción pulsional cuya agencia representante-representación es inconsciente.

La hipótesis más simple y obvia acerca de la naturaleza de las pulsiones sería esta: en si no posee cualidad alguna, sino
que han de considerarse como una medida de exigencia de trabajo para la vida anímica. Lo que distingue a las pulsiones
una de otra, si las dota de propiedades específicas, es su relación con las fuentes somáticas, es decir, de donde surgen y
la relación con su meta. La fuente de la pulsión es un proceso excitador del interior de un órgano y su meta inmediata
consiste en cancelar ese estímulo de órgano.

Introduce la idea de sexualidad infantil

- Perversa: implica una desviación en la meta y el objeto, esa desviación está dada porque las metas de las funciones
sexuales en ese primer momento no es la meta sexual genital.
- Polimorfa: pulsiones parciales singulares, aspiran a conseguir placer cada una por su cuenta (lo oral, lo anal, lo fálico,
etc.).
- Pre-genital: conoce numerosas zonas erógenas. Lo genital no aparece como primado.
- Autoerótica: no está dirigida a otra persona, se satisface en el propio cuerpo.
- Las funciones sexuales nacen apuntalándose en las funciones corporales importantes para la vida y después se van a ir
separando.

PULSIONES Y DESTINO DE PULSIÓN

La «pulsión» nos aparece como un concepto fronterizo entre lo anímico y lo somático, como un representante psíquico
de los estímulos que provienen del interior del cuerpo y alcanzan el alma, como una medida de la exigencia de trabajo
que es impuesta a lo anímico a consecuencia de su trabazón con lo corporal.

Elementos de la pulsión
1) Esfuerzo de una pulsión: se entiende su factor motor, la suma de fuerza o la medida de la exigencia de trabajo que ella
representa. Ese carácter esforzante es una propiedad universal de las pulsiones, y aun su esencia misma. Toda pulsión es
un fragmento de actividad; cuando negligentemente se habla de pulsiones pasivas, no puede mentarse otra cosa que
pulsiones con una meta pasiva.

2) Meta de una pulsión: es en todos los casos la satisfacción que sólo puede alcanzarse cancelando el estado de
estimulación en la fuente de la pulsión. Pero si bien es cierto que esta meta última permanece invariable para toda
pulsión, los caminos que llevan a ella pueden ser diversos, de suerte que para una pulsión se presenten múltiples metas
más próximas o intermediarias, que se combinan entre sí o se permutan unas por otras. La experiencia nos permite
también hablar de pulsiones «de meta inhibida» en el caso de procesos a los que se permite avanzar un trecho en el
sentido de la satisfacción pulsional, pero después experimentan una inhibición o una desviación. Cabe suponer que
también con tales procesos va asociada una satisfacción parcial.

3) Objeto de la pulsión: es aquello en o por lo cual puede alcanzar su meta. Es lo más variable en la pulsión; no está
enlazado originariamente con ella, sino que se le coordina sólo a consecuencia de su aptitud para posibilitar la
satisfacción. No necesariamente es un objeto ajeno; también puede ser una parte del cuerpo propio. En el curso de los
destinos vitales de la pulsión puede sufrir un número cualquiera de cambios de vía; a este desplazamiento de la pulsión
le corresponden los más significativos papeles. Puede ocurrir que el mismo objeto sirva simultáneamente a la
satisfacción de varias pulsiones; es, según Alfred Adler, el caso del entrelazamiento de pulsiones. Un lazo
particularmente íntimo de la pulsión con el objeto se acusa como fijación de aquella. Suele consumarse en períodos muy
tempranos del desarrollo pulsional y pone término a la movilidad de la pulsión contrariando con intensidad su
desasimiento.

4) Fuente de la pulsión: se entiende aquel proceso somático, interior a un órgano o a una parte del cuerpo, cuyo
estímulo es representado en la vida anímica por la pulsión. No se sabe si este proceso es por regla general de naturaleza
química o también puede corresponder al desprendimiento de otras fuerzas, mecánicas, por ejemplo. El estudio de las
fuentes pulsionales ya no compete a la psicología; aunque para la pulsión lo absolutamente decisivo es su origen en la
fuente somática, dentro de la vida anímica no nos es conocida de otro modo que por sus metas. El conocimiento más
preciso de las fuentes pulsionales en modo alguno es imprescindible para los fines de la investigación psicológica.
Muchas veces puede inferirse retrospectivamente con certeza las fuentes de la pulsión a partir de sus metas.

Freud planteó alrededor en su obra dos dualismos:

1) Primer dualismo pulsional: Este dualismo pulsional se basa en la idea de que existen dos tipos de fuentes de
excitación: las internas, que provienen del cuerpo, y las externas, que provienen del mundo exterior.

- Pulsiones yoicas o de autoconservación: Las pulsiones yoicas son un concepto introducido por Freud para referirse a las
pulsiones que tienen como objetivo la autoconservación y la función represora del yo en los conflictos neuróticos. Estas
pulsiones se identifican con el yo y se diferencian de las pulsiones sexuales, que se dirigen hacia los objetos y tienen
como objetivo la satisfacción sexual. Sin embargo, la introducción del concepto de "narcisismo" complicó esta división,
ya que Freud planteó la noción de "libido yoica" o "libido narcisista", que inviste al yo por contraste con la "libido de
objeto" que inviste a los objetos. En resumen, las pulsiones yoicas son aquellas que tienen como objetivo la
autoconservación y la función represora del yo, y se diferencian de las pulsiones sexuales que se dirigen hacia los
objetos.

- Pulsiones sexuales: son aquellas que tienen como objetivo la satisfacción sexual. Estas pulsiones tienen múltiples
fuentes orgánicas y al principio actúan de manera independiente unas de otras, pero luego se reúnen en una síntesis
más o menos acabada. La meta a la que aspira cada una de estas pulsiones es el logro del placer de órgano, y solo
después de haber alcanzado una síntesis cumplida entran al servicio de la función de reproducción. En resumen, las
pulsiones sexuales son aquellas que buscan la satisfacción sexual y tienen como meta el placer de órgano, y se
diferencian de las pulsiones yoicas que buscan la autoconservación y la función represora del yo.

2) Segundo dualismo pulsional: Este dualismo pulsional se basa en la idea de que la vida psíquica está regida por dos
principios opuestos: el principio de placer, que busca la satisfacción inmediata de las pulsiones, y el principio de realidad,
que busca la adaptación al mundo exterior.

- Pulsiones de vida: Las pulsiones de vida son un tipo de pulsión introducido por Freud que tienen como objetivo la
preservación y la reproducción de la vida. Según Freud, las pulsiones de vida se rigen por el principio de placer, que
busca la satisfacción inmediata de las pulsiones. Las pulsiones de vida se dividen en dos grupos: las pulsiones sexuales y
las pulsiones yoicas. Las pulsiones sexuales tienen como objetivo la satisfacción sexual y buscan el placer de órgano. Las
pulsiones sexuales se diferencian de las pulsiones yoicas en que buscan la satisfacción sexual y no la autoconservación.
Las pulsiones yoicas, por otro lado, tienen como objetivo la autoconservación y la función represora del yo en los
conflictos neuróticos. En resumen, las pulsiones de vida son aquellas que buscan la preservación y la reproducción de la
vida, se rigen por el principio de placer y se dividen en dos grupos: las pulsiones sexuales y las pulsiones yoicas.

- Pulsiones de muerte: Las pulsiones de muerte son un tipo de pulsión introducido por Freud que tienen como objetivo
la destrucción y la aniquilación. Según Freud, las pulsiones de muerte se rigen por el principio de realidad, que busca la
adaptación al mundo exterior. Las pulsiones de muerte se oponen a las pulsiones de vida y buscan la aniquilación de la
vida. Las pulsiones de muerte se manifiestan en la agresividad, la violencia y la autodestrucción. Freud sugiere que las
pulsiones de muerte son una parte inherente de la vida psíquica y que su existencia es necesaria para la supervivencia
del individuo y de la especie. En resumen, las pulsiones de muerte son aquellas que buscan la destrucción y la
aniquilación, se rigen por el principio de realidad y se oponen a las pulsiones de vida.

Destinos de pulsión

Los destinos de pulsión son un concepto introducido por Freud para explicar cómo las pulsiones son sometidas a las
influencias de las tres grandes polaridades que gobiernan la vida anímica. Estas tres polaridades son:

- La biológica: La polaridad biológica es una de las tres grandes polaridades que gobiernan la vida anímica, según Freud.
Esta polaridad media entre actividad y pasividad. La polaridad biológica se refiere a la relación entre el organismo y su
entorno, y se caracteriza por la necesidad de satisfacer las pulsiones biológicas del individuo. Las pulsiones biológicas son
aquellas que están relacionadas con la supervivencia del individuo y de la especie, como el hambre, la sed y el deseo
sexual. La polaridad biológica se rige por el principio de placer, que busca la satisfacción inmediata de las pulsiones. En
resumen, la polaridad biológica es una de las tres grandes polaridades que gobiernan la vida anímica, y se refiere a la
relación entre el organismo y su entorno, y a la necesidad de satisfacer las pulsiones biológicas del individuo.

- La real: La polaridad real es una de las tres grandes polaridades que gobiernan la vida anímica, según Freud. Esta
polaridad media entre el yo y el mundo exterior. La polaridad real se refiere a la relación entre el individuo y su entorno,
y se caracteriza por la necesidad de adaptarse a la realidad externa. La polaridad real se rige por el principio de realidad,
que busca la satisfacción de las pulsiones de manera adaptativa y realista. En resumen, la polaridad real es una de las
tres grandes polaridades que gobiernan la vida anímica, y se refiere a la relación entre el individuo y su entorno, y a la
necesidad de adaptarse a la realidad externa.

- La económica: La polaridad económica es una de las tres grandes polaridades que gobiernan la vida anímica, según
Freud. Esta polaridad media entre el placer y el displacer. La polaridad económica se refiere a la relación entre el
individuo y sus pulsiones, y se caracteriza por la necesidad de buscar la satisfacción de las pulsiones. La polaridad
económica se rige por el principio de placer, que busca la satisfacción inmediata de las pulsiones. En resumen, la
polaridad económica es una de las tres grandes polaridades que gobiernan la vida anímica, y se refiere a la relación
entre el individuo y sus pulsiones, y a la necesidad de buscar la satisfacción de las pulsiones.

Los destinos de pulsión se refieren a los diferentes caminos que pueden tomar las pulsiones en su búsqueda de
satisfacción. Los destinos de pulsión incluyen:

1) El trastorno hacia lo contrario: El trastorno hacia lo contrario es uno de los destinos de las pulsiones, según Freud.
Este proceso se resuelve en dos procesos diferentes: la vuelta de una pulsión de la actividad a la pasividad, y el trastorno
en cuanto al contenido. La vuelta de una pulsión de la actividad a la pasividad se refiere a la inversión de la meta activa
de la pulsión por una meta pasiva. Por ejemplo, el sadismo puede invertirse en masoquismo, y el placer de ver puede
invertirse en exhibicionismo. El trastorno en cuanto al contenido se refiere a la mudanza del amor en odio. En resumen,
el trastorno hacia lo contrario es uno de los destinos de las pulsiones, y se resuelve en la inversión de la meta activa de la
pulsión por una meta pasiva, o en la mudanza del amor en odio.

2) La vuelta hacia la persona propia: La vuelta hacia la persona propia es uno de los destinos de las pulsiones, según
Freud. Este proceso se refiere a la inversión de la pulsión hacia uno mismo. En el caso del masoquismo, por ejemplo, el
yo pasivo se traslada en la fantasía a su puesto anterior, que ahora se deja al sujeto ajeno. Es decir, el masoquismo es un
sadismo vuelto hacia el yo propio. En resumen, la vuelta hacia la persona propia es uno de los destinos de las pulsiones,
y se refiere a la inversión de la pulsión hacia uno mismo.
3) La represión: Según Freud, la represión es uno de los destinos de las pulsiones. La represión como destino de pulsión
se refiere a la expulsión de los contenidos psíquicos inaceptables de la conciencia. Cuando una pulsión se encuentra con
una resistencia que impide su satisfacción, puede ser reprimida y expulsada de la conciencia. La represión es un proceso
activo que requiere un esfuerzo constante para mantener los contenidos reprimidos fuera de la conciencia. Los
contenidos reprimidos pueden seguir influyendo en el comportamiento y la personalidad del individuo, aunque de
manera inconsciente. La represión es un mecanismo fundamental en la teoría psicoanalítica de Freud, y se considera uno
de los principales procesos que dan lugar a los síntomas neuróticos. En resumen, la represión como destino de pulsión
se refiere a la expulsión de los contenidos psíquicos inaceptables de la conciencia, y es un proceso activo que requiere
un esfuerzo constante para mantener los contenidos reprimidos fuera de la conciencia.

4) La sublimación: Según Freud, la sublimación es uno de los destinos de las pulsiones. La sublimación se refiere a la
transformación de una pulsión en una actividad socialmente aceptable y culturalmente valorada. En lugar de ser
reprimida, la pulsión se canaliza hacia una actividad que no solo es aceptable, sino que también puede ser beneficiosa
para la sociedad. Por ejemplo, la pulsión sexual puede ser sublimada en la creación artística, la actividad científica o la
práctica deportiva. La sublimación es un proceso que permite al individuo satisfacer sus pulsiones de una manera
socialmente aceptable y constructiva, en lugar de reprimirlas o satisfacerlas de manera destructiva. Según Freud, la
sublimación es un proceso fundamental en el desarrollo de la cultura y la civilización. En resumen, la sublimación como
destino de pulsión se refiere a la transformación de una pulsión en una actividad socialmente aceptable y culturalmente
valorada, permitiendo al individuo satisfacer sus pulsiones de una manera socialmente aceptable y constructiva.

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COMPLEJO DE EDIPO

Recorrido del concepto en la obra de Freud

Freud nunca brindó sobre el complejo de Edipo una exposición sistemática. Las versiones, siempre parciales del
concepto, corren una historia paralela a la del psicoanálisis.

 El “descubrimiento" del Edipo fue elaborado paulatinamente a partir del trabajo con sus pacientes,
preanunciándose en “la teoría del trauma de seducción”, quince años antes de su primera mención realizada en
1910. La seducción surge como un verdadero hallazgo clínico en el análisis con los neuróticos que "recuerdan
escenas reales" de seducción, vividas pasivamente, en las que otro (casi siempre un adulto) ejercitaba
insinuaciones o maniobras sexuales. La seducción, acontecida según el recuerdo en los primeros años de vida,
no es patológica en sí misma. Cobra tal valor en un segundo tiempo, separado del primero por la pubertad, en
que el sujeto vive un acontecimiento sexual, siendo aún incapaz de responder adecuadamente a una
sobreestimulación de esta índole. El recuerdo de la seducción es así despertado y reinterpretado. Freud
abandona esta teoría de la seducción traumática (1895- 1897) cuando intuye que estas escenas son producto de
la fantasía. La seducción no sería esencialmente un "hecho real" localizable en la "historia" del sujeto, sino un
dato estructural que necesita para significarse, cobrar realidad, “realizarse” a través de una historia fantaseada y
personal.
 En “La interpretación de los sueños” (1900) plantea que, en los sueños de angustia, especialmente en los de
muerte de seres queridos, es determinante en la actividad onírica el deseo de muerte del progenitor del mismo
sexo.
 En “Tres ensayos de teoría sexual” (1905) describe la sexualidad infantil y aclara que al autoerotismo y al amor
incestuoso se le oponen la educación parental y la transmisión de la prohibición del incesto, ubicando esta
situación en el desarrollo de la fase genital (denominada fálica a partir de 1920).
 En 1916, Freud ubica como primer objeto de amor a la madre con la consiguiente dificultad de apartarse de ella
a pesar de severas prohibiciones. En la pubertad reaparece esta elección incestuosa debiendo el sujeto
desligarse de ella y hacer recaer sus deseos sobre un objeto no incestuoso.
 En 1920 (“Más allá del principio de placer”) indica cómo, durante el psicoanálisis, el sujeto en el desarrollo de la
transferencia (compulsión a la repetición) reproduce inconscientemente posiciones de su vida infantil, es decir,
del complejo de Edipo.
 En 1923 Freud instituye teóricamente la fase fálica en el lugar de la genital, ya que la oposición no se basa en la
realidad anatómica (pene-vagina) sino que sólo cuenta el órgano masculino. Es decir, la primacía del falo, dando
lugar a la oposición entre "presencia y ausencia de un mismo término”.
 Queda ubicado en esta fase el complejo de Edipo, replanteándose su atravesamiento y resolución en torno a la
oposición falo-castrado. En “El sepultamiento del complejo de Edipo" (1924) conceptualiza la “amenaza de
castración" como el factor determinante que lleva a que sucumba la organización fálica del niño.

El Complejo de Edipo (DEFINICIÓN)

Conjunto organizado de deseos amorosos y hostiles que el niño experimenta respecto a sus padres. En su forma llamada
positiva, el complejo se presenta como en la historia de Edipo Rey: deseo de muerte del rival que es el personaje del
mismo sexo y deseo sexual hacia el personaje del sexo opuesto. En su forma negativa, se presenta a la inversa: amor
hacia el progenitor del mismo sexo y odio y celos hacia el progenitor del sexo opuesto. De hecho, estas dos formas se
encuentran, en diferentes grados, en la forma llamada completa del complejo de Edipo.

Según Freud, el complejo de Edipo es vivido en su período de acmé entre los tres y cinco años de edad, durante la fase
fálica; su declinación señala la entrada en el período de latencia. Experimenta una reviviscencia durante la pubertad y es
superado, con mayor o menor éxito, dentro de un tipo particular de elección de objeto.
El complejo de Edipo desempeña un papel fundamental en la estructuración de la personalidad y en la orientación del
deseo humano. Los psicoanalistas han hecho de este complejo un eje de referencia fundamental de la psicopatología,
intentando determinar, para cada tipo patológico, las modalidades de su planteamiento y resolución. La antropología
psicoanalítica se dedica a buscar la estructura triangular del complejo de Edipo, cuya universalidad afirma, en las más
diversas culturas y no sólo en aquellas en que predomina la familia conyugal.

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Organización Sexual Infantil

Es sin duda notorio, para los lectores de mis Tres ensayos de teoría sexual (1905), que en ninguna de las posteriores
ediciones de esa obra emprendí una refundición, sino que mantuve el ordenamiento originario y di razón de los
progresos de nuestra intelección mediante intercalaciones y enmiendas del texto. Debido a ello, acaso ocurra muchas
veces que lo viejo y lo nuevo no se fusionen bien en una unidad exenta de contradicción. En efecto, al comienzo el
acento recayó sobre la fundamental diversidad entre la vida sexual de los niños y la de los adultos; después pasaron al
primer plano las organizaciones pregenitales de la libido, así como el hecho asombroso, y grávido de consecuencias, de
la acometida el dos tiempos del desarrollo sexual. Por último, reclamó nuestro interés la investigación sexual infantil, y
desde ahí se pudo discernir la notable aproximación del desenlace de la sexualidad infantil (cerca del quinto año de vida)
a su conformación final en el adulto. Hasta ese punto he llegado en la última edición (1922) de los Tres ensayos. En la
página 63 de ese volumen consigno que «a menudo, o regularmente, ya en la niñez se consuma una elección de objeto
como la que hemos supuesto característica de la fase de desarrollo de la pubertad. El conjunto de las aspiraciones
sexuales se dirige a una persona única, y en ella quieren alcanzar su meta. He ahí, pues, el máximo acercamiento posible
en la infancia a la conformación definitiva que la vida sexual presentará después de la pubertad. La diferencia respecto
de esta última reside sólo en el hecho de que la unificación de las pulsiones parciales y su subordinación al primado de
los genitales no son establecidas en la infancia, o lo son de manera muy incompleta. Por tanto, la instauración de ese
primado al servicio de la reproducción es la última fase por la que atraviesa la organización sexual.

Hoy ya no me declararía satisfecho con la tesis de que el primado de los genitales no se consuma en la primera infancia,
o lo hace sólo de manera muy incompleta. La aproximación de la vida sexual infantil a la del adulto llega mucho más allá,
y no se circunscribe a la emergencia de una elección de objeto. Si bien no se alcanza una verdadera unificación de las
pulsiones parciales bajo el primado de los genitales, en el apogeo del proceso de desarrollo de la sexualidad infantil el
interés por los genitales y el quehacer genital cobran una significatividad dominante, que poco le va en zaga a la de la
edad madura. El carácter principal de esta «organización genital infantil» es, al mismo tiempo, su diferencia respecto de
la organización genital definitiva del adulto. Reside en que, para ambos sexos, sólo desempeña un papel un genital, el
masculino. Por tanto, no hay un primado genital, sino un primado del falo. Para el varoncito es natural presuponer en
todos los otros seres vivos, humanos y animales, un genital parecido al que él mismo posee; más aún: sabemos que
hasta en las cosas inanimadas busca una forma análoga a su miembro. Esta parte del cuerpo que se excita con facilidad,
parte cambiante y tan rica en sensaciones.

Cuando el niño (varón) ha volcado su interés a los genitales, lo deja traslucir por su vasta ocupación manual en ellos, y
después tiene que hacer la experiencia de que los adultos no están de acuerdo con ese obrar. Más o menos clara, más o
menos brutal, sobreviene la amenaza de que se le arrebatará esta parte tan estimada por él. La mayoría de las veces, la
amenaza de castración proviene de mujeres; a menudo, ellas buscan reforzar su autoridad invocando al padre o al
doctor, quienes, según lo aseguran, consumarán el castigo. En cierto número de casos, las mujeres mismas proceden a
una mitigación simbólica de la amenaza. pues no anuncian la eliminación de los genitales, en verdad pasivos, sino de la
mano, activamente pecaminosa. Y con notable frecuencia acontece que al varoncito no se lo amenaza con la castración
por jugar con la mano en el pene, sino por mojar todas las noches su cama y no habituarse a la limpieza. Las personas
encargadas de la crianza se comportan como si esa incontinencia nocturna fuese consecuencia y prueba de que el niño
se ocupa de su pene con demasiado ardor, y probablemente aciertan en ello. Comoquiera que sea, la persistencia en
mojarse en la cama ha de equipararse a la polución del adulto: una expresión de la misma excitación genital que en esa
época ha esforzado al niño a la masturbación.

Sólo tras hacer una nueva experiencia empieza el niño a contar con la posibilidad de una castración, y aun entonces con
vacilaciones, a disgusto y no sin empeñarse en reducir el alcance de su propia observación. La observación que por fin
quiebra la incredulidad del niño es la de los genitales femeninos. Alguna vez el varoncito, orgulloso de su posesión del
pene, llega a ver la región genital de una niñita, y no puede menos que convencerse de la falta de un pene en un ser tan
semejante a él. Pero con ello se ha vuelto representable la pérdida del propio pene, y la amenaza de castración obtiene
su efecto con posterioridad.

En el curso de estas indagaciones el niño llega a descubrir que el pene no es un patrimonio común de todos los seres
semejantes a él. Da ocasión a ello la visión casual de los genitales de una hermanita o compañerita de juegos; pero niños
agudos ya tuvieron antes, por sus percepciones del orinar de las niñas, en quienes veían otra posición y escuchaban otro
ruido, la sospecha de que ahí había algo distinto, y luego intentaron repetir tales observaciones de manera más
esclarecedora. Es notoria su reacción frente a las primeras impresiones de la falta del pene. Desconocen esa falta; creen
ver un miembro a pesar de todo; cohonestan la contradicción entre observación y prejuicio mediante el subterfugio de
que aún sería pequeño y ya va a crecer, y después, poco a poco, llegan a la conclusión, afectivamente sustantiva, de que
sin duda estuvo presente y luego fue removido. La falta de pene es entendida como resultado de una castración, y ahora
se le plantea al niño la tarea de habérselas con la referencia de la castración a su propia persona. Los desarrollos que
sobrevienen son demasiado notorios para que sea necesario repetirlos aquí. Me parece, eso sí, que sólo puede
apreciarse rectamente la significatividad del complejo de castración si a la vez se toma en cuenta su génesis en la fase
del primado del falo.

El complejo de Edipo ofrecía al niño dos posibilidades de satisfacción, una activa y una pasiva.

- Activa (Masculina): Pudo situarse de manera masculina en el lugar del padre y, como él, mantener comercio con la
madre, a raíz de lo cual el padre fue sentido pronto como un obstáculo.

- Pasiva (Femenina): o quiso sustituir a la madre y hacerse amar por el padre, con lo cual la madre quedó sobrando.

En cuanto a la naturaleza del comercio amoroso satisfactorio, el niño sólo debe de tener representaciones muy
imprecisas; pero es cierto que el pene cumplió un papel, pues lo atestiguaban sus sentimientos de órgano. No tuvo aún
ocasión alguna para dudar de que la mujer posee un pene. Ahora bien, la aceptación de la posibilidad de la castración, la
intelección de que la mujer es castrada, puso fin a las dos posibilidades de satisfacción derivadas del complejo de Edipo.
En efecto, ambas conllevaban la pérdida del pene; una, la masculina, en calidad de castigo, y la otra, la femenina, como
premisa. Si la satisfacción amorosa en el terreno del complejo de Edipo debe costar el pene, entonces por fuerza
estallará el conflicto entre el interés narcisista en esta parte del cuerpo y la investidura libidinosa de los objetos
parentales. En este conflicto triunfa normalmente el primero de esos poderes: el yo del niño se extraña del complejo de
Edipo.

Ser y tener el falo

En algún momento el niño, en su relación con la madre, descubre que para ella hay algo más que él. Hay otra cosa que la
preocupa, y el hijo llega a asociar las ausencias de la madre con la presencia del padre.

El niño trata de identificarse con lo que es el objeto del deseo de la madre: el falo. Identificarse con el único y exclusivo
objeto del deseo del Otro primordial. Para agradar a la madre es preciso (y suficiente) ser el falo.

El hijo viene a cubrir el lugar de la falta de la madre, el lugar del deseo, de falo, ya determinado desde el complejo de
Edipo femenino (de la madre).

El sepultamiento del Complejo de Edipo

Las investiduras de objeto son resignadas y sustituidas por identificación. La autoridad del padre, o de ambos
progenitores, introyectada en el yo, forma ahí el núcleo del superyó, que toma prestada del padre su severidad,
perpetúa la prohibición del incesto y, así, asegura al yo contra el retorno de la investidura libidinosa de objeto. Las
aspiraciones libidinosas pertenecientes al complejo de Edipo son en parte de sexualizadas y sublimadas, lo cual
probablemente acontezca con toda trasposición en identificación, y en parte son inhibidas en su meta y mudadas en
mociones tiernas. El proceso en su conjunto salvó una vez a los genitales, alejó de ellos el peligro de la pérdida, y
además los paralizó, canceló su función. Con ese proceso se inicia el período de latencia, que viene a interrumpir el
desarrollo sexual del niño.

No veo razón alguna para denegar el nombre de «represión» al extrañamiento del yo respecto del complejo de Edipo, si
bien las represiones posteriores son llevadas a cabo la mayoría de las veces con participación del superyó, que aquí
recién se forma. Pero el proceso descrito es más que una represión; equivale, cuando se consuma idealmente, a una
destrucción y cancelación del complejo. Cabe suponer que hemos tropezado aquí con la frontera, nunca muy tajante,
entre lo normal y lo patológico. Si el yo no ha logrado efectivamente mucho más que una represión del complejo, este
subsistirá inconsciente en el ello y más tarde exteriorizará su efecto patógeno.

Tales son los nexos que la observación analítica permite discernir o colegir entre organización fálica, complejo de Edipo,
amenaza de castración, formación del superyó y período de latencia. Justifican la tesis de que el complejo de Edipo se va
al fundamento a raíz de la amenaza de castración.

El Complejo de Castración en la niña

Nuestro material se vuelve aquí -incomprensiblemente- mucho más oscuro y lagunoso. También el sexo femenino
desarrolla un complejo de Edipo, un superyó y un período de latencia.

¿Puede atribuírsele también una organización fálica y un complejo de castración? La respuesta es afirmativa, pero las
cosas no pueden suceder de igual manera que en el varón. La exigencia feminista de igualdad entre los sexos no tiene
aquí mucha vigencia; la diferencia morfológica tiene que exteriorizarse en diversidades del desarrollo psíquicos. El
clítoris de la niñita se comporta al comienzo en un todo como un pene, pero ella, por la comparación con un
compañerito de juegos, percibe que es «demasiado corto», y siente este hecho como un perjuicio y una razón de
inferioridad.

Durante un tiempo se consuela con la expectativa de que después, cuando crezca, ella tendrá un apéndice tan grande
como el de un muchacho. Es en este punto donde se bifurca el complejo de masculinidad de la mujer. Pero la niña no
comprende su falta actual como un carácter sexual, sino que lo explica mediante el supuesto de que una vez poseyó un
miembro igualmente grande, y después lo perdió por castración. No parece extender esta inferencia de sí misma a otras
mujeres, adultas, sino que atribuye a estas, exactamente en el sentido de la fase fálica, un genital grande y completo,
vale decir, masculino. Así se produce esta diferencia esencial: la niñita acepta la castración como un hecho consumado,
mientras que el varoncito tiene miedo a la posibilidad de su consumación.

El Complejo de Edipo en la niña

Excluida la angustia de castración, está ausente también un poderoso motivo para instituir el superyó e interrumpir la
organización genital infantil. Mucho más que en el varón, estas alteraciones parecen ser resultado de la educación, del
amedrentamiento externo, que amenaza con la pérdida de ser-amado.

El complejo de Edipo de la niñita es mucho más unívoco que el del pequeño portador del pene; según mi experiencia, es
raro que vaya más allá de la sustitución de la madre y de la actitud femenina hacia el padre. La renuncia al pene no se
soportará sin un intento de resarcimiento. La muchacha se desliza -a lo largo de una ecuación simbólica, diríamos- del
pene al hijo; su complejo de Edipo culmina en el deseo, alimentado por mucho tiempo, de recibir como regalo un hijo
del padre, parirle un hijo. Se tiene la impresión de que el complejo de Edipo es abandonado después poco a poco
porque este deseo no se cumple nunca.

Ambos deseos, el de poseer un pene y el de recibir un hijo, permanecen en lo inconsciente, donde se conservan con
fuerte investidura y contribuyen a preparar al ser femenino para su posterior papel sexual. La menor intensidad de la
contribución sádica a la pulsión sexual, que es lícito conjugar con la mutilación del pene, facilita la mudanza de las
aspiraciones directamente sexuales en aspiraciones tiernas de meta inhibida. Pero en conjunto es preciso confesar que
nuestras intelecciones de estos procesos de desarrollo que se cumplen en la niña son insatisfactorias, lagunosas y vagas.

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