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Evocar La Falta La Angustia y El Deseo D
Evocar La Falta La Angustia y El Deseo D
Evocar la falta
La angustia y el deseo del enseñante
2011
Montevideo- Psicolibros-Walala
Los capítulos de esta publicación han sido evaluados utilizando el sistema de arbitraje
académico de la revista Didáskomai. Revista de Investigaciones sobre la Enseñanza del
Departamento de Enseñanza y Aprendizaje (Instituto de Educación, Facultad de
Humanidades y Ciencias de la Educación).
Los artículos que conforman este libro son productos del Grupo de Trabajo
“Cuerpo y Enseñanza”, perteneciente a la Línea de Investigación “Estudio de lo
didáctico como acontecimiento discursivo e intersubjetividad” que dirige el Prof. Luis
E. Behares. El Grupo de Trabajo integra investigadores del Departamento de
Investigación del Instituto Superior de Educación Física (ISEF) y del Departamento de
Enseñanza y Aprendizaje del Instituto de Educación (FHCE).
Este Grupo se conformó en el año 2006 con el fin de estudiar las relaciones
posibles entre las nociones de cuerpo y de enseñanza. Desde entonces se reúne
semanalmente en un espacio de estudio y discusión de textos. En sintonía con el marco
conceptual que sustenta dicha Línea, partió de la lectura de algunos trabajos de Freud
con el propósito de capturar aspectos relacionados con “el cuerpo”, fundamentalmente
aquellos en los que se presenta la noción de pulsión1. De allí se derivó a la noción de
angustia, primero en Freud2 y luego en el Seminario que Lacan le dedica a la angustia3,
cuyo análisis llevó dos años de trabajo.
De ese recorrido han surgido, además de los artículos de la presente publicación,
otros productos que se fueron plasmando en diferentes instancias:
- en el año 2007 uno de nosotros, Raumar Rodríguez Giménez, fue
invitado a organizar el dossier para un volumen de la revista
Educação Temática Digital de la Facultade de Educação de la
Universidad de Campinas, el que se publicó con el título Cuerpo,
lenguaje y enseñanza (Vol. 8, No. 2, 2007).
- El mismo año se celebró en Montevideo el evento denominado Un
Coloquio en Montevideo sobre Cuerpo, Lenguaje y Enseñanza, del 29
1
Freud, S., “Tres ensayos para una teoría sexual” (1905), “Sobre las teorías sexuales infantiles” (1908),
“Introducción del narcisismo” (1914), “Pulsiones y destinos de la pulsión” (1915) y “Más allá del
principio del placer” (1920). En: Sigmund Freud Obras completas. Buenos Aires: Amorrortu editores.
2
Freud, S., 1926, “Inhibición, Síntoma y Angustia”. En: Sigmund Freud Obras completas. Buenos Aires:
Amorrortu editores.
3
Lacan, J., 1962-1963, El Seminario Libro X, La angustia. Buenos Aires: Paidós, 2006.
de noviembre al 1º de diciembre, en el ISEF y la FHCE (Universidad
de la República), que reunió investigadores de dichas casas de estudio
y de otras Universidades de la Región. Lo producido para el coloquio
dio lugar a la publicación del libro Cuerpo, Lenguaje y Enseñanza
(L.E. Behares y R. Rodríguez Giménez (comp.), 2008, Montevideo:
Departamento de Publicaciones de la Facultad de Humanidades y
Ciencias de la Educación).
Para la concreción de este libro nos propusimos leer cada trabajo in progress y
comentarlo entre los integrantes del grupo, dispositivo que orientó una lectura crítica
con vistas a la publicación.
Ahora bien, ¿por qué estudiar la angustia en relación con el cuerpo y con la
enseñanza?; y, por otra parte, ¿por qué elegir en particular el Seminario sobre la
angustia de Lacan, como fuente conceptual para enmarcar las reflexiones al respecto?
Se trata de un Seminario que tiene el valor de trabajar uno de los conceptos
centrales en psicoanálisis: la angustia, como uno de los afectos en el sujeto. Pero
además, este Seminario cobra importancia en la teoría por su formalización del objeto
petit a.
Si bien, para hablar del objeto petit a se requiere un rastreo de la obra de Lacan,
podemos señalar al menos dos Seminarios anteriores al de La Angustia donde queda
plasmado el recorrido que realiza hasta su formulación: el Seminario La relación de
objeto y las estructuras freudianas4 (1956-57) y el Seminario La transferencia, en su
disparidad subjetiva, su pretendida situación, sus excursiones técnicas5 (1960-61).
En el Seminario La Angustia, Lacan se dedicará a mostrar que la angustia es el
peligro no de una pérdida sino de la pérdida de una pérdida (o de falta de la falta). Con
el esquema del ramo invertido, el investimento de la imagen especular es un tiempo
fundamental de la relación imaginaria. Hay un límite que consiste en que no todo el
investimento libidinal pasa por la imagen especular. Hay un resto que se presenta en la
localización imaginaria bajo la forma de una falta, de un -φ. Ese -φ constituye una falta
que aparece en lo imaginario, pero dicha falta no tiene una imagen, puede decirse
incluso que no hay imagen especular de dicha falta.
4
Ese es el nombre completo del Seminario; Miller, en la versión en español, lo redujo a La relación de
objeto. (Lacan, J., 1956-57, El Seminario Libro IV, La relación de objeto. Buenos Aires: Paidós, 1996).
5
En la versión de Miller, en español, se reduce a La transferencia. (Lacan, J., 1960-1961, El Seminario
Libro VII, La transferencia. Buenos Aires: Paidós, 2003).
Lo ominoso de la castración se debe a que el significante de la falta parece él
mismo faltar. Como si -φ se revelara finalmente por lo que es: una presencia en otra
parte, una “libra de carne” como nos lo recuerda el Mercader de Venecia.
Dicho lugar de blanco, donde reside lo que no aparece en la imagen especular y
que alcanzamos por el rodeo de la angustia, es lo que da a la angustia su marco. Es ese
surgimiento de lo Unheimlich lo que constituye el fenómeno de la angustia.
Cuando lo vivo -eso que desde la mirada biomédica podríamos llamar
organismo- es capturado por el lenguaje tenemos la condición fundamental de lo
humano, a la vez que la apertura al mundo de un cuerpo que habla. Esa dimensión se
pone en juego en la enseñanza. ¿De qué se trata sino de poner en signos? Pero la
angustia se hace presente por la desaparición de la falta, como señal del objeto causa de
deseo o por un significante que no opera en su necesaria función de castración. Es más,
el significante de la falta parece él mismo faltar. A partir de allí, toda posible enseñanza
rendirá tributo a la imbricación cuerpo-lenguaje, a los desplazamientos de la pulsión.
Esto nos permite establecer desarrollos conceptuales que toman distancia de las
habituales y dominantes psicologizaciones de la enseñanza y el aprendizaje.
Las conceptualizaciones desarrolladas por el grupo de trabajo “Cuerpo y
Enseñanza” están ligadas a una teoría del sujeto que procede de la tradición instaurada
por el psicoanálisis y por el análisis del discurso. Desde allí y con matices que en varias
ocasiones no son menores, los autores de este libro exploran diversos aspectos
implicados en la relación cuerpo-enseñanza, a punto de partida de la noción de angustia
que nos legara Freud y luego Lacan.
Finalmente, queremos realizar los siguientes agradecimientos:
a Susana Colombo, quien ha oficiado de correctora de los textos que componen
este libro, profesora con quien nuestro grupo guarda una relación de gran afecto y
respeto;
a Ofelia Ros, por acompañarnos en varias de las sesiones de trabajo y ofrecernos
sus agudas e incisivas preguntas;
a Luis Behares, por el constante estímulo y acompañamiento en el trabajo
académico;
a todos los miembros del grupo, autores de los artículos, por la dedicación, la
generosidad y el compromiso con este proyecto y por sostener con continuidad un
espacio de trabajo durante cinco años de manera ininterrumpida.
CLAROSCURO DE LA RELACIÓN CUERPO-EDUCACIÓN-
ENSEÑANZA
Raumar Rodríguez Giménez
6
La referencia a la pedagogía puede hacerse desde varias perspectivas, especialmente desde que se han
realizado una serie de revisiones críticas en el campo de la educación, fundamentalmente desde fines de
los años sesenta. En el recorte que realizo para este trabajo he optado por recurrir a la visión clásica y
dominante en la historia de la educación moderna, podría decirse la visión que mayor arraigo ha tenido en
la tradición normalista. En esta referencia a la pedagogía tomo, a grandes rasgos, el planteo que realizan
Abbagnano y Visalberghi (1957) en la introducción a su historia de la pedagogía.
El supuesto de este trabajo es que, aun realizando la distinción entre lo
pedagógico y lo didáctico, existe entre ambas disciplinas una solidaridad teórica que
procede de las condiciones de posibilidad de la escuela moderna. De acuerdo al tema
que me ocupa en este texto, es lo mismo que decir: para educar un cuerpo es necesaria
una dimensión epistémica, es preciso nombrar el cuerpo de alguna manera, asignarle
sentidos, exponer las razones por las que es posible y debe educarse un cuerpo. Las
formas institucionalizadas de la educación moderna han reinventado de un modo u otro
la necesidad de educar el cuerpo. Esta reinvención lleva implícita una definición o
definiciones del cuerpo, de ellas procede la enseñanza. De estas definiciones que
suponen un conocimiento del cuerpo proceden no solamente las derivaciones
pedagógicas del cuidado del cuerpo en los procesos de escolarización, sino también
ciertas derivaciones didácticas, toda vez que implican supuestos sobre la relación entre
enseñanza y aprendizaje y las dimensiones “psicológicas” y “sociales” de éstos. En la
medida en que la enseñanza y la educación suponen un sujeto psicológico y social,
incluso en las versiones que suponen alguna modificación que pretende una visión
unitaria y totalizadora del cuerpo (el ser “bio-psico-social”), admiten un cierto tipo de
acciones posibles y excluyen otras. De este modo se pone en funcionamiento la idea en
la que se ha supuesto que a mayor conocimiento del cuerpo, incluidas sus dimensiones
biológica, psicológica y social, mayor eficiencia de los procesos didácticos y
pedagógicos.
7
Es inevitable la referencia a Marx: No lo saben, pero lo hacen, dice Marx (1872), para referirse al acto
de intercambio de mercancías convertidas en fetiches, desconociendo el atributo social del trabajo.
Este fragmento lleva a pensar en algo análogo respecto del sujeto y lo que se
implica del cuerpo allí: lo vivo es tomado por la cultura. Los rasgos culturales se
incorporan, hacen al juego de ausencias-presencias de lo corporal, establecen esbozos
de lo imaginarizable del cuerpo, despliegan significación pertinazmente allí donde hay
acontecimiento y se impone lo real. La modernidad occidental, con sus formas de
conocimiento, que son formas de producción de conocimiento, establece modelos más o
menos universales de desciframiento del cuerpo. En el cuadro generalizado de la
producción, donde la tarea de los hombres está destinada a la “transformación objetiva
del mundo”, ha habido y hay un lugar para el cuerpo: producir el mundo objetivo es
también producir un cuerpo8. Para ello la ciencia, para ello la educación y la enseñanza:
conocer el cuerpo, explicarlo en sus componentes y funcionamiento; luego, hacer de él
un objeto que pertenece al dominio de lo gobernable y de lo que es necesario gobernar.
En este sentido, los modernos estamos obligados a poseer un cuerpo, a tomar conciencia
de su existencia objetiva y a hacer de él un objeto de cuidado. Esto es parte de lo que
Baudrillard (2000: 12) llama “la toma de conciencia de la especie humana en lo
imaginario”. A partir de esa objetivación tiene lugar una ambigüedad de la existencia
corporal; su representación enfrenta al menos un problema: hay lo que se representa y lo
que no deja de no representarse. Nina Leite nos dice:
Lo que está fuera del tiempo debe ser traído a su dominio: aquello que inicia la
familia será continuado, profundizado, objetivado y justificado en la institución escolar
al desplegar el trabajo pedagógico y requerir de él unos efectos duraderos, exhaustivos y
transferibles9. Entrar en el lenguaje es también entrar en el tiempo - aquello que está
allí, sin estar nunca como tal ante los ojos, dice Agamben (2004, p. 136) - y es, en la
8
Sigo ideas de Baudrillard (2000).
9
Aludo aquí al planteo de Bourdieu y Passeron (1981) sobre el trabajo pedagógico.
discontinuidad lenguaje-habla, estar en la historia, objetivarse a sí mismo, decir yo;
luego, decir éste es mi cuerpo.
Cuando la escuela dice “el cuerpo”, cuando le dice al niño “éste es el cuerpo”, lo
está implicando en un campo de saberes: desde este punto de vista epistémico, la
enseñanza compromete al sujeto. Ese campo de saberes, puesto a funcionar en una
dinámica de lo enseñable, pero allí donde las instituciones educativas apuestan, como
siempre apostaron en la modernidad, al gobierno de la infancia y al gobierno del saber
(pedagogía y didáctica) engaña. La enseñanza moderna, si supone al sujeto cartesiano,
supone también que el sujeto se piensa a sí mismo y de un modo transparente; a la vez,
al reificar su objeto, excluye aquello que no pertenece al dominio de lo pensado (una
vez más, toda reificación es un olvido10).
De esta manera, el cuerpo está en la escuela de un modo dual: para la enseñanza
(y su complemento pedagógico) tiene que ser excluido. Esa exclusión es, a la vez, una
operación epistémica: hay un supuesto saber del cuerpo, en él se apoyan la pedagogía y
la didáctica moderna. Sin embargo, esa dinámica no cobra visibilidad en la enseñanza
escolar, no solamente porque en la escena escolar los claroscuros no son bienvenidos,
sino porque habitualmente opera, prácticamente, una objetivación empirista del cuerpo:
allí se hace evidente la ruptura conciencia-cuerpo: “todo o erro da consciencia consiste
en não se aperceber de que o que ela toma por um processo externo ao objeto já é o
próprio objeto” (Žižek, citado en Leite, 2000, nota 4, p. 44).
Sin embargo, los claroscuros del cuerpo persisten, se imponen a la manía
interpretativa del discurso pedagógico: desde que el “sueño clasificador” constituye un
modelo de ciencia, los efectos se observan en la escena escolar. El que enseña cuenta
con una serie de herramientas que le permiten interpretar, clasificar y ordenar a sus
alumnos, sin reflexionar sobre los efectos que la propia clasificación produce, entre
ellos, confundir la clasificación con el conocimiento o al propio objeto con la
clasificación, incluso con la interpretación11.
Pedagogía y didáctica son ámbitos pasibles de distinción teórica, incluso es
posible remitir a cada uno de ellos a distintos objetos en el plano fenoménico. Aun así,
hay por lo menos un punto en el que lo pedagógico y lo didáctico se reúnen, se apoyan,
se funden y confunden: ese punto es el que existe para asegurarle una escena a la
10
Expresión utilizada por Adorno y Horkheimer (1998).
11
Tal vez el que está en la posición del que enseña debe suspender, al menos parcialmente, el acto de
interpretación de sus alumnos, o al menos reflexionar sobre los efectos de ese acto.
biología (entendida no como disciplina o ciencia, sino como lo que siempre todavía
pertenece a un real). Una vez que se educa y se enseña, una vez ya en esa escena, hay
necesariamente un discurso que recubre ese gesto en el que nadie transmite valores ni
conocimientos, ese gesto en el que la cultura hace funcionar la historia: algo le es
escamoteado a la biología. Se trata de una materialidad que da cuenta de la existencia
histórica y de la posibilidad de reconocerse en esa materialidad (y aquí, reconocerse
quiere significar “volver a conocerse”, o “conocerse en un segundo tiempo”, cuando ya
la escena está desplegada y el mundo subido a ella, para utilizar una expresión de Lacan
(1962-63, pp. 43-44).
Por otra parte, es preciso recordar que la educación moderna, fundamentalmente
aquella que se rige por la tradición normalista12, guarda un tipo específico de solidaridad
con la política (y, por tanto, con la biopolítica13): no pudo sino resolver el problema de
“lo vivo” como un problema de gubernamentalidad, esto es, gobernar la infancia allí
donde lo pulsional persiste. Lo que primero ha sido el arte de educar luego pretendió ser
ciencia de la educación. En ese pasaje han proliferado las técnicas pedagógicas y
didácticas, se han ampliado las posibilidades políticas (biopolíticas) del gobierno de las
poblaciones y de la infancia, se ha establecido una persistente preocupación por decidir
el destino de las nuevas generaciones y los caminos habilitados, rigurosamente
delimitados, para llegar a dicho destino. En el centro de la cuestión, el cuerpo,
desbordando “la certeza de las consistencias imaginarias” (Behares, 2008, p. 44).
12
Me refiero a la tradición inaugurada con el establecimiento de sistemas nacionales de educación
pública, cuyas características principales son las siguientes: la educación primaria comienza a ser
obligatoria, se define un estatuto de la infancia (invención de la infancia), se crean instituciones para
formar un cuerpo de especialistas destinados a la enseñanza (formados específicamente para la enseñanza
primaria y media), se establece un dispositivo de inspecciones que atraviesa el sistema en todos sus
niveles basado en la vigilancia jerárquica, se crean programas escolares unificados y uniformes para todo
el territorio nacional, se tiende a la estandarización de las prácticas pedagógicas y didácticas, se
implementan reglamentos escolares rigurosos, se construyen edificios con características específicas. Al
respecto, puede verse: Varela y Álvarez-Uría (1991), Querrien (1994), Zarankin (2002).
13
Agamben, al enunciar sus tesis sobre la “máquina antropológica de la filosofía occidental”, sostiene lo
siguiente: “El conflicto decisivo que gobierna todo otro conflicto es, en nuestra cultura, el conflicto entre
la animalidad y la humanidad del hombre. La política occidental es, pues, co-originariamente biopolítica”
(Agamben, 2007, p. 146).
secreto de la mercancía lo es, al suponer transparente lo que está velado) y que no será
develado en términos de conocimiento. Éste coloca al cuerpo como objeto que se
enfrenta a la experiencia psicológica. De ese cuerpo, de ese objeto, sólo sabemos lo
imaginariamente posible y lo necesariamente imaginario, aunque exista la suposición de
que el enunciado “este es mi cuerpo” se puede establecer sin interdicción alguna.
Poner en duda lo que significa el cuerpo o, al menos, suponer que allí no hay un
saber pleno y que no remite exclusivamente a la conciencia de su existencia como
objeto, no es lo mismo que denegar su materialidad biológica. De acuerdo con Lacan,
En este sentido, hay una noción de cuerpo sobre la cual se erige la ciencia
moderna de la cual resulta la deriva de prescripciones y el cálculo de normativas. Pero
hay, también, una presencia del cuerpo que resulta extraña, que adviene allí donde el
sujeto no se sostiene. Ahí, algo del cuerpo se torna inefable. Hay ahí ceniza,
parafraseando a Derrida (2009): ante esa constatación comparece el sujeto, el resto del
14
Me remito a la distinción que realiza Behares (2008) y a lo que ésta implica para la cuestión del cuerpo:
conocimiento como algo interpersonal, estable, objetivo y comunicable; saber como instancia subjetiva,
inestable, incomunicable.
sujeto escindido, sin saber que sabe15. Si el conocimiento tranquiliza, si toda cultura
inventa (sin inventor) mitos en los cuales resguardarse, o bien, como la modernidad
occidental, inventa la ciencia regia, tal vez sea para preservarse del sujeto -o de lo real
que impugna cualquier discurso. Sobre este aspecto parece sustancial tener en cuenta
que, si de conocimiento del cuerpo se trata, hay una relación estructuralmente
determinada de la cual el que conoce no puede prescindir:
15
Hay ahí una cosa que conserva y a la vez pierde su huella, algo que saber guardarse: “un resto cuyo
deber es no quedar, ese lugar de nada, un lugar puro aunque se esconda” (Derrida, 2009, p. 23).
Escolarización de la ciencia: normalización del cuerpo
A partir del momento cartesiano se constituye una noción de verdad en tanto que
instancia posible para el sujeto y la vía de acceso a ella estará dada por el conocimiento.
Contamos con una señal importante: hay una posibilidad de acceder a ese objeto que
llamamos cuerpo dada por el conocimiento. Las reglas que definen el acceso a esta
representación de la verdad están dadas por la estructura interna del conocimiento y por
condiciones extrínsecas al individuo (Foucault, 1981-82, p. 37).
La pedagogía y la didáctica modernas cobran forma en la escena cartesiana;
rinden tributo muy tempranamente a la posibilidad de una psicología. Por ello, lo que
privilegiaría la escolarización, por formar parte de aquellas condiciones de posibilidad,
es la experiencia psicológica del cuerpo16. El cuerpo queda implicado en el lenguaje,
pero algo queda fuera de él. Sin embargo, en este sentido, la educación moderna parece
querer poner al cuerpo en el dominio de lo plenamente representable y reducirlo a su
representación. De eso se trata el trabajo pedagógico: la materialidad de este trabajo está
allí donde logra hacer del cuerpo un objeto del pensar y sólo así. Por otra parte,
difícilmente alguien negaría que el predicamento pedagógico, el producto del trabajo
pedagógico, genere, efectivamente, lo imprevisto y lo no deseado, lo no incluido en los
fines que se proponía. Si el trabajo pedagógico hace del cuerpo su objeto, si el cuerpo
aparece en la instancia escolar como objeto de conocimiento (hay allí un mínimo de
solidaridades entre lo pedagógico y lo didáctico, no sólo porque sociológicamente
podríamos decir concurren en la misma escena, sino porque para hacer del cuerpo algo
16
¿Podría decirse que el cuerpo queda alienado en el cogito y se objetiva como sustancia muerta (en tanto
res extensa)?
educable es necesario ponerlo en un plano epistémico), lo hace desde una perspectiva
que supone lo científico. Tal vez deberíamos subrayar que no se trata de ciencia, sino de
sus efectos. Supuesta la ciencia y supuesto un ideal iluminista de la educación y la
enseñanza, aun la escolarización (y sus efectos de conocimiento) generan -del mismo
modo que lo generaban aquellas instituciones “oscurantistas” que pretendió superar-
aversión a lo extraño: recordemos el planteo de Freud (1921) sobre los efectos de un
cierto predicamento de las diferentes concepciones científicas respecto de las masas,
que se manifestaría del mismo modo que respecto del lazo religioso. Esto sucede,
entiendo, cuando la pedagogía y la didáctica abrazan el discurso científico como una
causa, cuando de lo que se trata no es de la ciencia sino de sus efectos (que atraviesan, a
la vez que constituyen su sustancia, la economía, lo social, lo cultural y lo político). De
este modo, se comprende por qué, por ejemplo, el discurso escolar higienista tiene como
contrapartida el rechazo de lo que no pasa por su filtro, de lo no higienizado,
potenciando sus efectos allí donde un cierto horror articula implícitamente la oposición
binaria y maniquea entre las bondades del higienismo y la amenaza de lo enfermo17.
Dicho de otro modo: la consolidación del higienismo se observa allí donde, suspendidos
los supuestos científicos, su ausencia representa una amenaza. En esa consolidación se
puede observar la conjunción pedagógico-didáctica: el cuerpo, objeto de la ciencia, debe
ser cuidado (en su aspecto anatómico, fisiológico, psicológico e incluso social); para
ello lo escolar prevé un conjunto de dispositivos que van desde el diccionario
enciclopédico al ejercicio físico. Sin embargo, si suponemos que toda pedagogía y toda
didáctica suponen una ficción, la escuela en su conjunto debe sostenerla: parafraseando
a Marx18, hasta un niño lo sabe (y sobre todo ellos).
Referencias bibliográficas
17
El higienismo es entendido aquí como esa preocupación que articulará el control anátomo-fisiológico
del cuerpo individual con la regulación de la población en lo que refiere a natalidad, promoción de estilos
de vida saludables, preocupación por la limpieza de los cuerpos y los espacios habitados. En gran parte
moralizado, el discurso higienista se despliega pedagógicamente y vincula directamente las conductas
individuales con el destino de las poblaciones. Es una forma específica de poder sobre la vida, de
regulación de la vida.
18
Citado por Althusser (1977, p. 69).
ADORNO, T. y M. HORKHEIMER. (1998). Le prix du progres. In: ADORNO, T. y M.
HORKHEIMER Dialéctica de la ilustración. Fragmentos filosóficos. Madrid: Trotta,
1998, p.274-275.
AGAMBEN, G. (2007). Lo abierto. (2ª ed., Trad. Flavia Costa y Edgardo Castro).
Buenos Aires: Adriana Hidalgo.
AGAMBEN, G. (2004) Infancia e historia.. (3ª ed., Trad. Silvio Mattoni). Buenos
Aires: Adriana Hidalgo.
FREUD, S. (1921). Psicología de las masas y análisis del yo. In: Strachey, J. (2007)
(comp.) Sigmund Freud Obras Completas. Bs. As.: Amorrortu Editores, Tomo XVIII,
2007, pp.89-94.
MARX, K. (1872). El proceso de producción del capital. In: El capital. Tomo I. Libro
primero. Buenos Aires: Siglo XXI editores, 2006.
Presentación
19
Algunas de las fuentes citadas por Grimal (1981) son: Apolodoro, Baquílides, Diodoro, Eurípides,
Plutarco y Pausanías. Si bien hay ciertas variaciones en las distintas versiones (algunos plantean que
Procusto tenía dos lechos y otros dicen que tenía uno solo que adecuaba según sus necesidades, u otras),
la historia sobre la adecuación de los cuerpos al molde establecido se mantiene.
20
Si bien el nombre más utilizado es Procusto (Procrustes), Polypemón es usado por Pausanías, quien
sostiene que Procusto era un apodo. Este nombre tiene un sentido alegórico: significa el de los muchos
sufrimientos, mucho dolor y calamidad. (Apollodorus, 1921)
21
Esta es la síntesis comúnmente utilizada de “Didáctica Magna. Que expone el artificio universal para
enseñar a todos todas las cosas.” (Comenio 1679, p. 5). Es la relectura moderna de lo expuesto por
nuestro país, el “padre” de la escuela pública uruguaya, José Pedro Varela, fue un
ferviente luchador por la igualdad entre todos los niños, garantizada por la escuela
pública, laica, gratuita y obligatoria. Estos tres principios se apoyan en el estandarte de
la igualdad.
Si bien el sentido de la palabra igualdad difiere en ambos autores, en la escuela
se mantiene el estandarte de la igualdad en el sentido vareliano, sociológico. La escuela
se ha convertido en la modernidad en la institución que garantiza esa igualdad entre
todos, manteniéndose como un valor socialmente significativo. La metáfora de Procusto
puede pensarse hoy en la escuela desde esa promesa escolar hacia los niños.
El presente trabajo busca indagar acerca del estatuto de “familiaridad”
(Heimlichkeit) y estabilidad de ese discurso escolar sobre la igualdad, así como en la
marca de Procusto en el niño que transita la escuela.
La escuela moderna
Comenio, una lectura sociológica. Es interesante analizar por qué es este el “efecto” comeniano que se
mantiene hoy en la escuela.
de la representación, de la correspondencia inequívoca entre significado y significante.
Los significantes parecen corresponder total y únicamente con un significado. Es, en sí
misma, un Universo Lógicamente Estabilizado como plantea Pêcheux (1988), donde
“todo” parece tener sentido, “todo” está representado y se presenta como una verdad.
La escuela, en su pretensión de brindar estabilidad, busca constituirse como el
lugar de las “definiciones”, donde todo significante se corresponde con “su” significado.
A pesar de que ese lugar sea imposible, los maestros se sienten “cómodos” manteniendo
esa fantasía. Si bien reconocemos que es necesaria esa ficción didáctica en la enseñanza,
también entendemos que esa fantasía (en términos de Behares, 2004) debe ser
reconocida como tal para permitir que emerja la falta. Sin embargo, la falta se borra con
la goma de la completud. ¿Qué pasa con el resto? La escuela no se interesa por el error
ni por el lapsus; de esta forma, obtura. Pensar en que es posible definir alguna cosa,
algún concepto, alguna palabra a través de otras palabras nos remite a una continuidad
de ilusiones. La enseñanza en la escuela está revestida de un “ideal de simplicidad”
donde lo enseñado se corresponde con lo aprendido. Asimismo, la escuela es en la
modernidad la institución encargada de la educación y socialización (pedagogización)
de los “niños”.
22
El resaltado en cursiva es nuestro. Para un análisis en profundidad de esta temática ver Varela y
Álvarez-Uría (1991).
23
Sobre esta temática ver los aportes de Fernández (2006).
El concepto de niño y el de escuela han estado unidos desde los inicios del
discurso moderno. El niño y la escuela se relacionan y complementan desde la irrupción
de la Didáctica Magna, y su vigencia y fortaleza son hoy aún mucho más fuertes. En la
actualidad, el niño ocupa un lugar central en los discursos políticos, sociales, etc. y el
punto fundamental es que el niño debe concurrir a la escuela para convertirse en el
adulto deseado por la sociedad, el ciudadano. La función principal de la escuela muchas
veces se confunde, no queda claro si es la educación o la enseñanza, en incontables
ocasiones se entremezclan sus funciones y objetivos primordiales. Lo que sí parece
difícil de negar es que la socialización/”ciudadanización”24 de los niños modernos tiene
su lugar esencial en la llamada edad escolar y en la institución escuela. Para ello, el
ideal de igualdad entre todos los niños tiene un valor fundamental, donde la
homogeneidad es un ideal a conquistar.
Proponemos reflexionar sobre ese ideal de igualdad en la escuela, sobre la
ideología que concibe a la igualdad como ideal, al tiempo que preguntarnos sobre la
constitución del “niño” como sujeto escolar. A este respecto, Lacan en su Seminario La
Angustia, plantea la cuestión del deseo del enseñante, otra pieza de la maquinaria
escolar. Los enseñantes son para él aquellos que “enseña[n] sobre las enseñanzas”, que
“hace[n] un recorte en las enseñanzas” (1962-63, p. 187). Este planteo le permite
reflexionar que:
24
Se propone el término “ciudadanización” para referir al proceso por el cual el niño deviene en
ciudadano. Ésta es una de las funciones que mantiene la escuela.
La escuela y la casa-del-hombre
La casa del hombre está en el Otro, es la falta fálica. El hombre no puede estar
en la autonomía porque está dividido, no puede ser uno, el sujeto se constituye por la
presencia del Otro. Safouan (2001, p. 223) plantea que “ese punto situado en el Otro
más allá de la imagen de la que estamos hechos y que representa la ausencia en que
estamos, se revelará finalmente por lo que es: una presencia en otra parte, una ‘libra de
carne’.”. Esa presencia en otra parte, eso separado, es lo que constituye al sujeto de
lenguaje, al sujeto barrado, sujeto que necesita al Otro para constituirse. Lacan propone
una operación de división para explicar la constitución del sujeto de lenguaje, lo que
permite también ubicar a la angustia:
A S
$ A
◊
a
De esta operación surge un resto, el objeto petit a. Este resto, “la libra de carne”,
es el pago que exige Procusto para igualar los cuerpos.
La posibilidad de igualdad remite a la repetición ilimitada de lo mismo, es la
multiplicación de imágenes especulares25 donde la marca de Procusto se vuelve
unheimlich.
25
Este planteo se apoya en el decir de Lacan del nudo Borromeo donde se entrecruzan el Real (R), el
Simbólico (S) y el Imaginario (I) con el objeto petit a. Las imágenes especulares son RSI.
lugar vacío, está en el Otro. El hombre, mientras vive, siempre está en la falta.
Unheimlich es imagen en la medida en que se contrapone a lo Heimlich que es la falta.
La relación entre lo Heimlich y lo Unheimlich es inseparable, para sentir lo
Unheimlich tuvo que existir lo Heimlich. En la literatura encontramos muchas veces
distintos juegos entre uno y otro, también la literatura infantil nos ofrece en numerosas
ocasiones situaciones que podrían considerarse unheimlich. En “Ricitos de oro”26, por
ejemplo, la niña que invade la casa de los osos no nos produce la extrañeza de lo
Unheimlich. Sin embargo, los “moldes” a los que los habitantes de la casa se amoldan
podrían causarnos extrañeza. El relato es quien nos acerca y nos aleja del Heim.
26
El cuento de “Ricitos de Oro” suele considerarse generalmente anónimo, aunque también puede
adjudicarse su autoría a los hermanos Grimm. En él se relata la historia de una niña que al pasear por el
bosque se encuentra con una cabaña y decide entrar. Ya en el interior, sobre la mesa halla tres tazones con
sopa de distintos tamaños, uno más grande, uno mediano y uno pequeño. Luego encuentra tres sillas de
los mismos tamaños y finalmente tres camas. La niña prueba la sopa de todos los tazones y decide beber
la del tazón pequeño, prueba las sillas y elige la pequeña y finalmente decide descansar, eligiendo la cama
pequeña. La cabaña pertenecía a una familia de osos (la mamá, el papá y el hijo) que habían salido a dar
un paseo mientras se enfriaba la sopa, al volver ven que alguien invadió su casa y encuentran a Ricitos de
Oro durmiendo en la cama pequeña. En ese momento la niña se despierta, se espanta al ver a los osos y
huye corriendo.
pretensión de completud, como la cosa llena. El discurso de la escuela es aquel que se
embandera con dar “todas” las respuestas, colmar todas las demandas.
La angustia se hace presente por más que se la desconozca, porque es
constitutiva de toda enseñanza, de toda relación conocimiento-saber. La angustia es
parte estructural de la enseñanza, es intrínseca, no manipulable. Para que haya
aprendizaje tiene que haber angustia. “Hay siempre cierto vacío que preservar, que no
tiene nada que ver con el contenido, ni positivo ni negativo, de la demanda. Es de su
colmamiento total de donde surge la perturbación en la que se manifiesta la angustia.”
(Lacan, 1962-63, p. 77). Es en este peligroso juego del colmamiento de la demanda
donde la escuela pone todo su empeño. El corte de Procusto es parte de ese juego, si
todos son iguales, tienen las mismas demandas que pueden ser satisfechas
completamente de la misma forma. Sobre esta ilusión, la fantasía didáctica se pierde
como fantasía y se convierte en “verdad”. “El niño” pasa a desdibujarse para
conformarse “los niños” como una unidad estática y completa. Desaparece aquí (o al
menos eso se pretende) la imposibilidad de enseñanza que siempre está presente.
Lo que paga
Si el niño se constituye como sujeto en relación con el lenguaje (el Otro) y por
tanto en relación con el otro, esa constitución primaria acontece en el núcleo familiar de
base. La escuela moderna necesita encontrar su Teseo para aniquilar a Procusto y
comenzar a escribir nuevas historias.
Referencias bibliográficas
APOLLODORUS (ca. 140 a.c.) Epitome of The Library. (Translated by Sir J.G. Frazer).
Cambridge: Harvard University Press, 1954.
LACAN, J. (1962-63) El Seminario, Libro 10. La angustia. Buenos Aires: Paidós, 2006.
Presentación
Hoy día hacemos uso de la escritura en todos los órdenes de la vida cotidiana,
alternando esta dimensión de la lengua con la oralidad. Consideramos que no siempre
fue así, resaltamos la fuerza de la palabra oral en su relación con lo sagrado,
constituyendo parte de los rituales y la vida devota. Podemos referirnos a la voz hebrea
dabar que significa palabra, también suceso, pero en definitiva refiere directamente a la
palabra hablada. Con el transcurrir del tiempo, al expandirse las religiones, aparecen
también los textos sagrados, cuyo sentido sacro se vincula con la escritura.
Nos provoca tomar como punto de partida algunas cuestiones vinculadas sobre
todo a la aparición de los caracteres escritos entre los hombres y su preeminencia sobre
la cultura oral acaecida en el devenir histórico de la humanidad. A los efectos
mencionaremos aspectos de un diálogo platónico, el cual atribuye la invención de la
escritura a un dios.
En Fedro o de la belleza, Sócrates cuenta una antigua tradición vinculada a los
primeros inventos realizados por el dios egipcio Theuth. “Este fue el primero que
inventó los números y el cálculo, la geometría y la astronomía, a más del juego de
damas y los dados y también los caracteres de la escritura” (Platón, 386-370, 273c-
275a). Theuth expuso todas las artes al supremo rey Thamus destacando la
conveniencia de difundirlas entre los egipcios. El rey le consultó acerca de la utilidad
de las mismas, elogiándolo o censurándolo según su parecer. Al exponer acerca de la
escritura Theuth expresó: “Este conocimiento hará más sabios a los egipcios y
vigorizará su memoria: es el elixir de la memoria y de la sabiduría lo que con él se ha
descubierto” (Platón, 386-370, 273c-275a). El rey argumentó su desacuerdo al
mencionar los posibles daños que acarrearía esta adquisición, la que produciría en el
alma de los aprendices el olvido por descuido del cultivo de la memoria al fiarse de la
escritura valiéndose de los caracteres externos. Largo fue el coloquio en el que el rey
argumenta que no es sabiduría sino su apariencia lo que este descubrimiento acarrea,
además de llevarlos al engaño.
Sócrates advierte a Fedro del terrible hecho del parecido de la escritura con la
pintura. Tanto una como la otra son seres vivos que no responden a la interrogación,
ofrecen una sola respuesta, por tanto dificultan el aprendizaje. Otro peligro que le
atribuye al texto escrito es la capacidad de circulación, hecho incapaz de ser detenido.
Esta capacidad de circulación posibilita que el texto llegue a todos (a los entendidos y
aun a aquellos a quienes no les interesa). Pero frente al maltrato que puede sufrir en esa
divulgación, requiere la necesaria presencia del creador para su defensa, posibilidad que
no tiene el texto escrito.
Este alegato sobre la escritura tiene su importancia. Sin desconocer que en las
sociedades “gráficas” la escritura no suplanta en su totalidad el valor de lo oral, el texto
escrito, dada su inmutabilidad, se convierte en elemento referencial de comparación.
La iniciación
É claro que, pelo As babuchas de baba Hassein, eu queria aprender a ler! Eis
como fiz meu aprendizado de leitura, que tanto me decepcionou mais tarde.
Acho que, se não tivesse tido essa motivação, nunca teria aprendido a ler
(Dolto, 1989, p. 71).
27
En Uruguay, el Sistema Educativo ha previsto el ingreso de los niños a la escolarización primaria,
universalizando el Nivel Inicial. La denominación corresponde a la primera etapa de educación formal,
que no tiene carácter propedéutico sino que tiene rasgos, objetivos y contenidos propios. Esta etapa
obligatoria (Ley de Educación 18.437) instaura una dimensión de inicio, que se incluye como etapa inicial
en la educación de la primera infancia.
analfabetismo a la cultura”. Cada niño que descubre “lo que dice” en cualquier material
impreso, que es capaz de descifrar el mensaje allí escrito, vive una experiencia similar a
la planteada por la autora y singular con respecto a sí mismo. Lo enuncian claramente:
“-ya soy grande, sé leer”. Este pasaje de atribuir sentido a los signos marcados como
profundas huellas en un soporte (llámese página de libro, folleto, periódico, anuncio
publicitario o cualquier texto de circulación social) revela otro nacimiento: el
advenimiento al mundo de la palabra escrita.
¿No estamos cubiertos de pequeños signos? [..]) Así pues, cada uno
de nosotros, ¿no ofrece a los demás, gracias a nuestra existencia
como objeto algo para ser leído, para ser descifrado, para saber con
ello de ellos mismos y del mundo, y para soñar? (Dolto, 1993, p. 138).
El encuentro con la escritura tiene que ver con leer y escribir, es enfrentarse a
dos actividades que se relacionan íntimamente; cifrar y descifrar se vinculan en el
escenario de tal manera, que uno remite al otro. Se otorga sentido a los signos (huellas,
marcas) se descifra, se comprende la letra. Esas marcas, a su vez, se reproducen, se
realiza “el cifrado”, para dar lugar a otras producciones que podrán ser descifradas
según las intencionalidades y/o necesidades de los otros.
Vinculado a estas acciones, tomamos aportes de Allouch (1984) quien nos
acerca a un interesante tríptico introducido en la doctrina psicoanalítica. El autor retoma
la palabra de Freud con respecto a la escritura y hace lo propio al interrogar a Lacan, en
tanto lector, respecto a lo que significa “leer” desde el punto de vista freudiano. El
tríptico mencionado por el autor refiere a tres operaciones vinculadas con el escribir, a
saber: transcribir, traducir, transliterar. La realización de esta serie de operaciones puede
darse por separado; no por eso, se encuentran en aislamiento, no juegan en forma
independiente unas de otras. Cabe la posibilidad de que una predomine sobre las otras,
como un “tomar ventaja una sobre otra”, o un “ganar de mano”, un adelantarse a la otra,
para ganar posición. Es un tríptico que está en relación con el ternario Real, Simbólico,
Imaginario (RSI).
Estas operaciones funcionan entrelazadas en la lectura que hace el analista del
texto del paciente; como operaciones lingüísticas son totalmente independientes. No
podemos trasladar la lectura que se hace en un análisis del complejo discurso “vivo” en
actos y palabras que ofrece el analizante al analista. Recordemos que Freud postula un
sistema de escrituras que tenía dificultad de ser un archivo vivo, esto es, inscripto en un
cuerpo. Sin embargo esta metáfora escritural ofrece su riqueza para re-situar y ampliar
la operación de la lectura.
“Transcribir, es escribir ajustando lo escrito a algo que está fuera del campo del
lenguaje” (Allouch, 1984, p. 18), es decir que el escrito se apoya sobre el sonido y no
sobre el sentido, lo que se denomina escritura fonética. “Traducir es escribir ajustando
lo escrito al sentido, transliterar cuando se ajusta a la letra”. Según el autor, en la
traducción existe el mantenimiento de una visión de lo escrito como exclusiva
transcripción de la palabra. “[…] escribir lo escrito es cifrarlo y esta forma de leer con
el escrito merece ser designada como un desciframiento” (Allouch, 1984, p. 17).
No podemos trasladar el terreno, y manejar la traducción; no estamos
contemplando el caso de niños bilingües ni enfrentados a la transliteración. Tratamos de
concentrar la situación en la transcripción, en lo que se puede “leer”, en un cifrado
enigmático, arbitrario, que se le presenta caprichosamente al niño, aquello que tiene que
descifrar y que resiste al imaginario.
Una vez enfrentados al código, requerimos del trabajo de ajustarnos a la
arbitrariedad y forzadamente adjudicar un sentido a esas cifras. Esto requiere de un
cierto trabajo que desprende angustia, ya por lo enigmático, ya porque requiere de un
deseo que impulse a atravesar ese esfuerzo que es ir en contra de la corriente imaginaria.
Llevado al terreno de aquellos que vivencian la situación iniciática con la
escritura, podemos apreciar las experiencias con el silabeo, la repetición, el “juntar
letras” para descubrir con posterioridad “lo que dice” en el soporte lleno de signos a que
se enfrentan. El aprender signos y sonidos (la letra, la sílaba, la palabra, la frase, puntual
y meticulosamente en orden) son acciones presentes en todas las metodologías
recurrentes en el escenario didáctico (?) del siglo XX. “¿Eso se llamaba aprender a leer
[…] algo cuyo sentido se me escapaba y donde no podía divisar el final de aquellos
balbuceos de sonidos que no querían decir ninguna otra cosa que los sonidos mismos?”
(Dolto, 1993, p. 141).
Pensamos que el ejemplo citado nos conduce a recordar múltiples instancias
vivenciadas en similares condiciones. Hay un instante en que el sujeto se “descoloca” al
escucharse emitiendo sonidos que corresponden a esos signos. Cree estar en presencia
de cierta “magia” en esa operación, máxime cuando descubre que ahí dice algo, es
decir, hay sentido.
Escritura, deseo y angustia
La historia que yo quería conocer había sido el anzuelo por el cual deseé
tanto aprender a leer (Dolto, 1993:145).
Referencias bibliográficas
COULMAS, F. (1989). Los sistemas de escritura del mundo. London: Basil Blackwell.
Presentación
Para Heidegger el ser no existe fuera de los entes, no va más allá de ellos ni los
trasciende. Se manifiesta en éstos, aunque ningún ente expresa al ser en su totalidad.
Asimismo, la totalidad del ente, que es del orden de lo óntico, es imposible de ser
aprehendida por el ser, ser que es siempre ser de un ente. Esto es la imposibilidad de
28
Estudio de lo Didáctico como Acontecimiento Discursivo e Intersubjetividad, una de las líneas que
sustentan las investigaciones que se llevan a cabo en el Instituto de Educación de la Facultad de
Humanidades y Ciencias de la Educación, Universidad de la República (Uruguay).
omnitud del ser y la imposibilidad de omnitud del ente ontologizado. Lo que es del
orden de lo puramente óntico, lo completamente existente que no es abarcado por
ontología alguna, excede las posibilidades de articulación en algo pensable. Este algo
pensable es una propiedad ordenadora del universo, principio dador de sentido que es
exclusivo del ser.
En la Introducción a “El ser y el tiempo” (Heidegger, 1927), el autor hace
referencia a corrientes del pensamiento científico de su época dominadas por una
epistemología que rechaza la inquietud por el ser, afirmando que “ser” es el concepto
más vacío por su universalidad en el lenguaje. Este término resistiría a todo intento de
definición, y aún así todos comprenderíamos, según dicha corriente, lo que se quiere
transmitir cuando se dice “el sol es brillante”, “ella es arquitecta”, “ellos son hinchas de
Nacional”. Los ejemplos son casi ilimitados, y siempre, en estos casos, a pesar de la
dificultad insalvable para definir el ser, entenderíamos lo que se dice cuando se lo
conjuga o emplea de cualquier manera. Entonces ¿por qué preocuparse por algo que
resulta obvio? El autor sostiene que estos prejuicios se remontan a la filosofía antigua y
sólo una exégesis que refiera al campo donde brotaron los conceptos ontológicos
fundamentales y que se ocupe de la precisión del significado y el número de las
categorías podrá hacerles frente.
Como decíamos, el pensador detecta tres errores en los que caen dichos
prejuicios. En primer lugar, se sostiene que el ser es el más universal de los conceptos.
Hay comprensión del ser toda vez que hay aprehensión de un ente. Pero, señala el autor,
la universalidad del ser no es la del género. La universalidad del ser la sobrepasa. La
abarca, la contiene y la excede. El ser es un trascendental universal con unidad, no
equiparable al mismo nivel de la pluralidad de los conceptos genéricos supremos de
contenido material o en referencia a una materialidad concreta. El ser no es reducible a
las propiedades de lo concreto, por lo que el acto de captar un ente no agota el preguntar
por el ser.
En segundo lugar, se dice que el concepto de ser es indefinible. Esto se sigue
de su suprema universalidad, que sobrepasa cualquier intento por pensarlo en su
totalidad, ya que el intentar pensarlo, de alguna manera, implica un intentar escaparse
del ser respecto de la conciencia al estar involucrado el ser en ese mismo proceso del
pensar que indaga por él, independientemente de cualquier voluntad. El volver
retrospectivo no es garantía de la posibilidad de entendimiento de la totalidad del ser.
En efecto, Heidegger concuerda con lo recién dicho. El ser no puede ser determinado
haciéndose de este un ente. Dice el autor “el ser no es susceptible de una definición que
lo derive de conceptos más altos o lo explique por más bajos” (Heidegger, 2003, p. 13),
es decir, no es pasible de ser abordado en su definición por concepto más universal,
porque no lo hay; tampoco por conceptos menos universales, porque la especificidad de
los mismos, si bien es articulable en el lenguaje con el ser, implica al conjunto de
posibilidades o de juegos que abre el ser. Pero esto no es razón para dejar de
preguntarse por él, más bien es razón que impele a ello.
En tercer lugar, el ser es el más comprensible de los conceptos. En todo modo
de relacionamiento conceptual, cognitivo, lingüístico, en todo vínculo de un interior de
la conciencia con un exterior que se toma como objeto, integrante de una realidad
objetiva que es independiente de uno mismo, se conduce relativamente a un ente.
Siempre en este conducir a un ente se encuentra implicado el ser mismo, que es
posibilidad de la integración con la cosa conocida, es condición del conocer. Aquí
encontramos lo que el filósofo llama término medio. Se trata de una comprensión del
ente que no es total, es una comprensión parcial, pero que en su parcialidad nos permite
conducirnos de modo tal, en medida suficiente, que hace posible la síntesis cognitiva
con la cosa que se pretende conocer, el ente. Esta comprensión a medias patentiza la
incomprensión restante del ente. Por lo que queda develado un enigma que es a priori al
conocer y a lo conocido, un enigma que los constituye y es parte de la posibilidad de
conocer. El enigma que es constitutivo del concepto del ser, a pesar de su universalidad,
también es motivo que impulsa a preguntar por ello.
Entonces, ¿qué es ser? Se tiene a disposición algo del sentido del ser: ciertos
parámetros de comprensión dentro de los cuales hablamos de lo que es, fue o será, sin
saber exactamente qué significa esto. De hecho, en la estructura de la pregunta “¿qué es
ser?” está implicado el ser, articulado, conjugado, sin que podamos prescindir de él. Ya
hay un término medio por el cual comienza la investigación y sin el cual es imposible
avanzar en su indagación. La comprensión vaga con la que nos conducimos es un
factum. Esta indeterminación es ya un fenómeno positivo, un mostrarse ante algo del
ser. Está vinculada con el ya mencionado impedimento de reducir el ser a cualquier
ente, por tanto, de tratar el ser del ente como se trata a un ente.
¿Qué es ente? Ente es todo aquello de lo que hablamos, aquello a lo que nos
referimos, es aquello que definimos de alguna manera, que relacionamos, que nos es
dado a conocer y que pretendemos fijar o congelar en lo mismo. Las personas son entes.
Somos entes cuando reflexionamos sobre nosotros mismos, cuando nos señalamos con
el pensamiento. El ente es separado de la indeterminación caótica, pero nunca del todo.
La indeterminación implicada en el actuar en un término medio persiste en el ente.
Ser es siempre ser de los entes. Siempre se trata de algo que es. La pregunta
por el ser de los entes involucra al ser de tal modo en su mismo preguntar que siempre
es un preguntar por el ser y un preguntar a aquello que es, un preguntar dirigido al ser.
El ser está implícito en el “qué”, el “por qué”, el “cuándo”, el “cómo”, esto es,
implicado en cualquier interrogación, y también en cualquier constatación, tal cosa es
de tal modo. La constatación es afirmación de un conocimiento, es un “hay” que
siempre es positivo. En este momento de su análisis, Heidegger introduce el ser ahí, el
hombre en tanto ser consciente. Algo hay ahí que es, y es ahí donde es. El “ahí” mienta
por una relatividad de lo que hay, de lo positivo, una relatividad que implica, por lo
menos, una ubicación en el espacio y el tiempo. La constatación de que se incluye la
dimensión espacial resulta de que ese ahí concreto contiene un algo que se diferencia
del resto de una totalidad espacial. Se trata de lo evidente de que ahí hay algo, ese algo
está sólo ahí y no en todos lados. La constatación de que se incluye la dimensión
temporal viene con la relatividad misma del “hay”. De la afirmación misma del hay se
desprende que antes no había. Es desde el momento en que una conciencia constata que
“hay” algo que es objeto, desde el instante en que se hace presente algo para alguien.
Al manifestarse en los entes, el ser es en el espacio y el tiempo. Estos últimos
se erigen en condición indispensable de cualquier sustancialidad. El ser ahí es el ente
por el que empieza la investigación por el ser o investigación ontológica, es el lugar
desde el cual el filósofo se posiciona. Este ente cumple con la condición previa del
preguntar y es que quien pregunta conserva su mismidad al ver a través del ser ahí. En
cada caso es nuevamente, hay distinción entre el “hay” que señala un presente y el
“hubo” que señala un pasado, y aún así se sigue siendo el mismo, no absolutamente,
siempre dentro de cierto horizonte de posibilidad de permanencia de lo mismo.
Heidegger sostiene que la pregunta ontológica es anterior a la pregunta óntica
de las ciencias positivas o ciencias ónticas.
29
Sobre la cuestión de la nada y su relación con la angustia volveremos más adelante.
Es inherente al ser ahí la tendencia a comprender la especificidad de su ser
partiendo de aquel ente al cual se conduce en término medio, que es el mundo. Aquí el
autor introduce lo que llama la retroactiva irradiación ontológica de la comprensión del
mundo sobre la interpretación del ser ahí. El ser ahí se asegura a sí mismo en los
procesos cognitivos que intervienen en su comprensión del mundo, ya que el
comprender es una acción del ser retrospectiva; es en el ser que es pensante donde es
posible cualquier distinción entre sujeto y objeto, interioridad y exterioridad, ser y
mundo. Al identificarse el ser ahí, el hombre, con un interior, contraponiéndolo y, a
partir del momento de la identificación, contraponiéndose a un exterior que se alza
como mundo, el ser ahí se reafirma y se otorga a sí mismo consistencia, ya que ese
mundo y su propia interioridad solo son pensables en un ser ya constituido como
pensante, pura interioridad subjetiva sin materialidad alguna. Nos encontramos ante una
situación que parece revelar la propiedad sui generis del ser, lo que mienta por una
nueva analítica para avanzar en la investigación, una analítica que no es ya óntica ni
ontológica, sino preontológica. Es constituyente del ser ahí, en su conformación óntica o
existencial, un ser preontológico que se las ve con la nada, como la llamará el autor en
“Qué es metafísica” (Heidegger, 1929).
El ser ahí es un ente con estructura ontológica, con ser, que es ahí
concretamente, siendo cada vez, toda nueva vez sigue siendo, tolerando la diversidad
que se puede constatar a partir del acontecer que trae consigo lo novedoso. El acontecer
mienta por una apertura de lo mismo a lo otro, habilita la heterogeneidad. Es posible, a
partir de un acontecimiento, establecer un antes y un después en el tiempo, pues esto es
el acontecimiento: un punto de inflexión, de ruptura o de disyunción en la continuidad
homogénea de lo mismo.
Un análisis preontológico encuentra su necesidad, como se dijo, en la
existencia de un ser preontológico. Este ser se las entiende con la nada. Coincide con
ésta. Es decir, el ser preontológico soluciona de modo impensable para el ser ahí,
posterior ontogenéticamente y de conformación ontológica, la imposibilidad propia de
un ser puramente ontológico, al estilo platónico, de habérselas con la nada, con el vacío
conceptual o como decíamos anteriormente, el ente puramente óntico. Un ser
absolutamente ontológico, como es Dios, no puede tener ninguna relación con la
ausencia por definición, ya que su condición de absoluto excluye toda nihilidad. Tal ser,
sin existencia y siendo pura esencia, resultaría impensable para el autor, ya que la
existencia del acontecimiento es evidente. Observamos cambios y cambiamos al pensar,
el mundo se nos presenta de otra manera, nunca absolutamente igual, nunca
absolutamente idéntico. En cada nueva mirada, en cada nueva percepción, el
acontecimiento siempre nos trae algo novedoso. Lo novedoso sólo se puede dar
habiendo vacío, habiendo espacio libre para su conformación, habiendo nada para que
algo pueda surgir. El mundo conocido, es decir, pasible de ser apresable por procesos
cognitivos, que es el único mundo al que refiere el filósofo en su análisis, cambia e
incorpora a su estructura, a su orden, lo novedoso del acontecimiento, incorporación que
no podría ocurrir de tratarse de un ser del mundo estrictamente ontológico, un ser que
no pudiera esencializar o contagiar con su esencia a lo óntico puramente existente. El
ser que es ser en el mundo es y existe. El ser preontológico se las ve con la nada, aunque
en “Qué es metafísica” parece que es la nada misma. La nada cumple con esta función
óntico-ontológica de generar un espacio vacío para que algo pueda haber ahí.
¿Cómo pensar la nada? El sentido común pregunta qué es la nada, y la nada
no es, por lo que la pregunta misma padece de carencia de lógica. La nada tampoco
existe, el pensarla como ente es otra insuficiencia lógica tradicional. Afirmar la
existencia de un ser preontológico es referir a algo que no es ni óntico ni ontológico,
pero según lo expuesto es necesario para la existencia del ser óntico-ontológico, ser de
los entes y ser que abarca a los entes. El autor recurre a una contradicción sabiendo que
no hay modo de abordar con el lenguaje, que delimita al pensamiento, lo que no es
positivo, lo que no es ni existe, ya que el lenguaje es estructuralmente óntico-
ontológico. Al decir que tal cosa es o tal cosa existe, se está abordando la cosa aludida
tal como se aborda a un ente, y la nada es el no ser y el no ente. Es la negación de
omnitud del ser del ente, es decir, el ser del ente no puede apresar en conceptos toda la
cosa, todo el ente, no puede sistematizarlo totalmente, no puede, si se quiere,
aprovecharlo por completo como materia prima del pensamiento y agotarlo todo. En
suma, el todo del ente no puede ser captado. Esta imposibilidad nos impide fundamentar
claramente un todo del ente y, por lo tanto, del ser, sin caer en reflexiones
evidentemente místicas.
Detengámonos un momento en el “no”, en la posibilidad de negación. El autor
afirma que “la nada es más originaria que el no y que la negación” (Heidegger, 1929, p.
34). La nada, si bien subsiste al advenimiento del ser óntico-ontológico, al nacimiento
del ser de los entes, le precede. La posibilidad de negación sobreviene con la existencia,
con la positividad. Ya que es un procedimiento cognitivo siempre se hace desde el ser
ahí, desde nosotros mismos, que ya somos cada vez, toda nueva vez, nosotros mismos.
Es decir, la positividad del ser está asegurada por su condición de lo mismo, de
identidad. Que la nada sea más originaria que la negación quiere decir que eso que se
presenta como nada para el ser ahí, para nosotros que somos quienes hacemos la
pregunta por el ser, es preóntico y preontológico o anterior a cualquier posibilidad de
distinción o discernimiento. Esto quiere decir que no hay contradicción ni oposición en
el ser preontológico.
“¿Hay en la existencia del hombre un temple de ánimo tal que le coloque
inmediatamente ante la nada misma?” (Heidegger, 1929, p. 40) se pregunta el filósofo.
Este temple, se contesta, es la angustia. La nada es el objeto de la angustia. Pero la nada
no es algo, es imposible de determinar, por lo que se especifica que la angustia está, se
hace presente, pero no es angustia de una cosa precisa. En este sentido se diferencia del
miedo. El miedo se debe a un ente aprehendido que habita ese exterior (realidad que se
opone a la interioridad del hombre) que se presenta al ser ahí como mundo, se lo
relaciona a un objeto específico. Se dice “él tiene miedo a la oscuridad” y con esto se
precisa el motivo, se materializa en un objeto, hay causante identificado. Por el
contrario, la angustia es imprecisa, es indeterminada. La indeterminación radica en la
imposibilidad esencial de ser determinado. La angustia es un efecto de la nada en el ser
ahí, y como efecto que es, patentiza el que haya una nada, da cuenta de esa falta del ser.
Es un efecto de la conciliación de lo inconciliable para el ser ahí, es testimonio de una
síntesis que permite la existencia del ser y no le exige una comprensión cabal de ese
procedimiento impensable. Por ser testimonio de esa síntesis, trabajo realizado por el
ser preontológico y anterior al ser óntico-ontológico, la angustia es el temple más
primordial del hombre.
La imagen pretende evocar un todo del cuerpo real o cosa. Pero el objeto a
permanece en lo Real, en lo inconcebible, sin ser autentificado por la presencia del gran
Otro ya que el Otro falta en el Real. Esta ausencia en la imagen especular que no puede
captar el todo de la cosa es lo que permite salir de un lugar que es exclusivo del goce
para hacer espacio al deseo, condescender a él. El objeto a está ausente, pues, en lo
reflejado, pero presente en el propio cuerpo, donde funciona como una reserva libidinal,
fuente que persiste tras la imagen para animar al deseo. Éste es orientado hacia aquello
que falta en la imagen, donde se presenta el vacío. Este vacío puede ser designado
también como el lugar de la angustia. Pero la angustia no es propiamente la falta, la
ausencia misma no es la causante de la angustia. Lo que angustia es la falta de esta falta,
dirá el autor, es cuando no hay espacio para que se cumpla la función del deseo, cuando
no hay lugar para que el significante pueda significar. La falta es lo que produce deseo,
al faltar la falta, el sujeto es perturbado, ya no tiene lugar para desear.
Por otro lado, Lacan hace referencia al objeto a como algo que por algún
mecanismo se presentifica en el lugar de ese vacío, lugar que es consecuencia de la
ausencia misma del objeto a. Entonces el objeto es traído al plano especular de otro
modo, por parte de algún mecanismo secundario que falla en su empeño.
La imprecisión de ese resto que falta deja una marca imprecisa de ausencia en
la imagen especular. Es decir, se sabe que algo falta, pero ese algo faltante, no se sabe
qué es. El sujeto lo desconoce. La angustia viene a aparecer también por esta suerte de
indefinición, indeterminación que nos devuelve a la imprecisión de la cosa misma, la
cosa del orden del Real. Al acercarnos al vacío, a la falta donde falta el resto y surge el
significante, las referencias fallan por lo que el significante, el lenguaje, es impreciso,
desde su conformación.
30
Este peligro preocupa a Badiou (1999) cuando habla de amenaza de “diseminación infinita” de “lo
uno” por la acción de lo “múltiple puro”, que es la “inconsistencia impresentable”.
- a la fantasía didáctica corresponde un saber-hacer del registro del
Imaginario. A este saber pertenece la ilusión de certeza;
Chevallard (1991) distingue entre “saber sabio” y “saber designado para ser
enseñado”. El primero es aquel que se produce en la academia, entre especialistas de la
disciplina, científicos e investigadores; mientras que el segundo es aquel que se enseña a
los no especialistas, a neófitos que se acercan por vez primera a determinado problema
y para ello pasan por un dispositivo educativo en el que predominan los textos de tipo
introductorio o manuales. El saber sabio acepta el saber-en-falta simbólico sin negarlo,
siendo la falta motor permanente que impulsa la investigación; la falta da lugar al deseo
de investigar. Por el contrario, quienes se dedican a la elaboración de un saber
designado para ser enseñado transformarían el contenido del saber sabio en-falta en algo
completo, suficiente y cerrado31. Esta transformación es llamada “transposición
didáctica” por Chevallard (1991). Lo angustiante en el saber sabio tiene que ver con el
saber-en-falta más que con cualquier otro, mientras que en el saber designado para ser
enseñado tendrá que ver con el saber-hacer, con la predeterminación.
El “tiempo didáctico” (Chevallard, 1991) funciona en el antagonismo que hay
entre lo antiguo y lo nuevo. “El objeto de la enseñanza produce pues un equilibrio
contradictorio entre pasado y futuro: es un objeto transaccional entre pasado y futuro”
(Chevallard, 1999, p. 77). Como “transacción” permite el “diálogo” entre éstos, entre lo
mismo y lo otro.
31
Para una lectura similar de la constitución del saber sabio citamos a Fernández: “hay dos objetos a
transliterar y matematizar: por un lado el del saber sabio (saber científico) que desde la ciencia intenta
capturar algo de lo Real y llevarlo a lo Simbólico (matematización, literalización); y por otro lado, el
objeto del saber enseñado que es del orden del Imaginario (de la unidad del Signo). Es decir: el saber
enseñado es Signo y no significante. Por lo tanto, la transposición didáctica consiste en eliminar eso que
la ciencia sabe del Real, vale decir, sustraer el real y convertirlo en un discurso de lo Imaginario”
(Fernández, 2004, pp. 99-100). La falta motiva la investigación, contrariamente al saber designado para
ser enseñado, discurso técnico que habla de lo que cree que sabe.
Se trata del tiempo que toma al alumno comprender lo aprendido e
incorporarlo a su bagaje de conocimientos. Contrariamente a una programación
objetivista con la cual se prepara un programa oficial, el tiempo didáctico no es
controlable. El antagonismo resultante sería entre un objeto de conocimiento que
acontece, trae consigo lo novedoso, haciendo eclosión en el sujeto; y que debe
necesariamente pasar a ser parte de lo antiguo para ser reconocido, ya que es condición
necesaria de todo reconocimiento la reiteración del objeto conocido. El “éxito del
aprendizaje” conlleva la superación de la contradicción.
32
A este respecto encontramos sugerentes las constataciones que hace la autora sobre la modalidad con la
que se presenta el gran Otro en la tradición occidental, modalidad que tiene algo de inaudito. Se trata de la
completa abstracción de lo sagrado respecto de lo fenoménico, imposibilidad de nombramiento que tiene
su origen en la tradición hebrea y que abre las puertas al ateísmo. Dice el autor “para nosotros, el Otro no
tiene nada de ente, es ser en estado puro, lo cual se expresa enérgicamente en la fórmula Soy el que soy
(Balmés, 1999, pp. 127-128).
Para un trabajo posterior sería interesante tratar las consecuencias epistémicas que trae esta separación tan
radical del ser y el ente. Pensamos en el tratamiento que hace Gilbert Durand de las estructuras del
imaginario (en un sentido que no es el lacaniano) a propósito de la enajenación de lo simbólico respecto
de lo semiológico; es un camino posible para indagar en la cuestión desde la antropología.
33
Ver Fernández (2010), publicado en este mismo volumen.
absolutamente óntico. El ente absolutamente óntico puede confundirse con la nada por
la exterioridad que ocupa respecto de los entes iluminados, pero Heidegger reserva el
concepto de nada a una no iluminación primordial que no deja posibilidad a la re-
iluminación, que implica siempre una ontologización del ente. La nada es siempre
insuficiente para la ontología, no así para lo preontológico.
Pensar al discurso como una estructura abierta implica algo de esto. La
estructura abierta conlleva la idea de indeterminación del ente ontologizado o de falta de
totalidad sellada, aunque existen mecanismos imaginarios que pugnan por la
totalización, como lo encontramos en la estructura del fantasma de Lacan, estructura de
la que participa la ficción didáctica. De esta estructura abierta forma parte el
acontecimiento discursivo. Una estructura que incorpora a su funcionamiento la
estructuralidad, contrariamente a una estructura cerrada compuesta por signos en lugar
de significantes.
La indeterminación que persiste en el ente nos remite a la materialidad
significante que escapa a la significación. En esto es posible ver el esbozo de una
concepción del universo como plural, hecho de multiplicidades. El initium ultrasimple
lacaniano es un mecanismo que singulariza el origen e inventa la unidad necesaria para
cualquier ontología y para cualquier sujeto. Žižek (1989) también da cuanta del estatuto
preontológico del inconsciente: “el inconsciente es una letra paradójica en la medida en
que no existe ontológicamente” (Žižek, 1989, p. 102), lo que pone sobre la mesa a la
cosa real como puro ente no ontologizado.
El sujeto está fundado en un absoluto frente al cual mira e identifica las cosas
y se identifica a sí mismo. De no haber un anclaje de lo mismo, todo sería puro
acontecimiento, lo otro sería total y no habría reconocimiento alguno. Todo
reconocimiento implica una detención retrospectiva. Es en la detención, en la no
celeridad de una temporalidad coartada y obligada a demorar lo novedoso del
acontecimiento, donde se reencuentra lo mismo y se constata la permanencia. Esta
detención es de alguna manera también una distensión de lo mismo. Un relajamiento
que dilata la compresión de lo idéntico para recombinarlo con lo heterogéneo. La
detención que conlleva en sí misma una distensión, la cual nos devuelve a la acción de
un ser preontológico que se ocupa de la conciliación de lo inconciliable34. Esto es la
apertura.
La angustia para Heidegger es un temple permanente. Al respecto dirá “la
angustia está ahí: dormita” (1929, p. 57). Es imprecisa dado que no se la identifica con
un ente, no es concreta, es difusa y no materializable, en esto se diferencia del miedo. Se
trata de un temple que coloca al hombre frente a la nada misma, por lo que pone a la
nada en evidencia ante el hombre. La imprecisión que provoca la nada en la existencia
con su mera presencia es lo que angustia al hombre, es decir, es una angustia vinculada
a la inexactitud, la falta de seguridad, al equívoco.
Lacan, de modo similar, concibe la angustia como algo no objetivable,
contrariamente al miedo, que se materializa en una cosa precisa, en un objeto parcial.
Pero el autor recorre un camino muy distinto al pensarla como falta de la falta, como
precisión absoluta y abolición de la incertidumbre. Como decíamos, esto nos hace
pensar en un universo imaginario o estructura cerrada (sistema que haya coartado
totalmente la estructuralidad de la estructura), compuesta por signos equilibrados en una
relación simétrica entre significante y significado. La falta de la falta es falta de
acontecimiento. Esta estructura estaría congelada en lo mismo; por otro lado, el puro
acontecimiento, el ente absolutamente óntico, dispersaría cualquier orden simbólico
ocasionando su desaparición. El puro ente o cosa, emergencia de la otredad radical, es
contrario a un funcionamiento epistémico-teórico capaz de conocer en un “término
medio” (Heidegger, 1927).
Lacan también aborda la angustia en un sentido cercano al de Heidegger.
Como decíamos, también angustia la indefinición, lo novedoso, lo otro que trae el
acontecimiento. Y más que nada lo inesperado del acontecimiento. Tanto la falta de la
falta como el exceso de acontecimiento en la estructura angustian al sujeto. El
acontecimiento didáctico, en tanto proceso intersubjetivo de enseñanza y aprendizaje,
está comprendido en este problema.
El saber-hacer del Imaginario se da pese al saber-en-falta del Simbólico. Los
sujetos en falta pueden actuar aún sin tener pleno conocimiento del sentido y las
consecuencias de sus acciones, lo que nos devuelve al término medio de Heidegger. El
conducirse relativamente del hombre al ente refiere a esto: no es necesario un
34
Kierkegaard se ha ocupado de la presencia de la eternidad en el instante, eternidad conciliada con la
sucesión de lo temporal. Para una revisión del autor desde la teoría de la enseñanza ver Marianella
Lorenzo (2010).
conocimiento total para operar; después de todo, la totalidad del ente escapa, es
imposible-saber. La no transparencia de lo que acontece entre la enseñanza y el
aprendizaje, de la autonomía de sus tiempos y la falta de correspondencia entre ellos es
parte constitutiva del saber, o lo que en la estructura del ser ahí se manifiesta en un
conocer del ser ahí, siempre fenoménicamente; un ser en el mundo, que se relaciona con
el ente en un término medio.
Aún así, que haya un saber-hacer es posible en la medida en que se remita a la
ilusión de un absoluto. Esta ilusión parece responder en parte al ser como trascendental
con unidad. Si bien no hay sustancia eterna, el concepto de ser no está contenido en
ningún ente concreto. Por ser el término más universal del lenguaje, escapa a cualquier
intento por definirlo en el lenguaje mismo.
A modo de conclusión
Referencias bibliográficas
BALMÉS, F. (1999). Lo que Lacan dice del ser. Buenos Aires: Amorrortu, 2002.
LACAN, J. (1966). El estadio del espejo como formador de la función del yo [Je] tal
como se nos revela en la experiencia psicoanalítica. Escritos 1. México: Siglo XXI
editores, 1984, pp. 86-93.
ŽIŽEK, S. (1989). El sublime objeto de la ideología. Buenos Aires: Siglo XXI editores,
2005.
DE VISIONES Y MIRADAS
UNA APROXIMACIÓN A LA PRÁCTICA DOCENTE
Marianella Lorenzo
Primera visión
DIDÁCTICA…
FORMULARIO DE EVALUACIÓN
LICEO DONDE REALIZA LA PRÁCTICA ...............................................................................
PRACTICANTE ...................................................................................................................
ESPECIALIDAD ..................................................................................................................
PLAN ...................... CICLO ................... GRUPO ........................... AÑO ..............................
JUICIO SOBRE EL PRACTICANTE
PRESENTACIÓN PERSONAL................................................................................................
EMPLEO DE LA VOZ ...........................................................................................................
GESTUALIDAD ...................................................................................................................
DESPLAZAMIENTO ESPACIAL ............................................................................................
35
Se entenderá por práctica docente aquella actividad de enseñanza realizada por estudiantes de
profesorado de una disciplina particular, en un curso correspondiente a ésta, en el contexto de la
educación media. Tal actividad es orientada por un especialista en la didáctica especial de la disciplina
(profesor de didáctica) y por el docente responsable de ese curso (profesor adscriptor); el profesor de
didáctica debe asistir a las clases impartidas por el docente en formación. Se espera que parte del
trabajo desarrollado por el profesor de didáctica consista en evaluar estas prácticas.
INFORMACIÓN TÉCNICA ....................................................................................................
SENTIDO DE RESPONSABILIDAD ........................................................................................
PREOCUPACIÓN POR SUPERARSE ......................................................................................
RECEPTIVIDAD A LAS ORIENTACIONES .............................................................................
RELACIONES HUMANAS ....................................................................................................
NUMERO DE CLASES DICTADAS A LA FECHA ....................................................................
PLANIFICACIÓN DE LA CLASE ...........................................................................................
CONDUCCIÓN DE LA CLASE ..............................................................................................
COMUNICACIÓN CON LOS ALUMNOS ................................................................................
EXPRESIÓN Y LÉXICO ........................................................................................................
MANTENIMIENTO DEL CLIMA DE TRABAJO .......................................................................
EMPLEO DE MATERIAL DIDÁCTICO ...................................................................................
JUICIO GENERAL SOBRE EL PRACTICANTE ........................................................................
FECHA DEL INFORME ............................................. FIRMA DEL PROFESOR DE DIDÁCTICA
Segunda visión
Según Sartre, soy en mi objetividad en tanto otro me mira, pero esa fundación
trasciende mi mundo y el del otro, instalándose una trascendencia-trascendida. Dicha
conceptualización sartreana dista de un registro lacaniano, desde el cual no estaríamos
hablando en términos de una trascendencia sino del orden del deseo. Es así que Lacan
afirma que
Es importante añadir también que Lacan trabaja la mirada como objeto a. Como
sabemos, el objeto a no es cualquier tipo de objeto; muy por el contrario, tiene un
estatus privilegiado tanto a nivel intrateórico como también debido a sus implicancias
en las derivaciones teórico-prácticas. Recordemos que dicho objeto es caracterizado
como “el objeto causa del deseo”, por lo cual la mirada puede ser pensada como un
objeto que pone en movimiento el deseo.
Volviendo al terreno del deseo que nos refería Bavcar —fotógrafo ciego—, nos
sorprende cuando nos relata algo de su hacer y comenta:
Esto nos recuerda justamente la escisión entre el ver y la mirada, donde existiría
una pérdida en lo simbólico que daría constitución a la segunda. La mirada aparece en
Lacan, entre varias caracterizaciones, como objeto perdido, y es necesaria esa falta en lo
simbólico para que el ver se organice, a partir de lo imaginario. Pero, a su vez, sabemos
que “después de a, ya no hay imaginario puro que se sostenga, ya no hay je m-i(a),
como figura en el grafo completo, ya no hay imagen especular pura sin alusión a lo
extraño y angustiante” (Lacan, 1964, p. 136).
Este punto resulta sumamente interesante dado que la introducción del objeto a
hace pensar la angustia en relación con este objeto “causa del deseo”. Y de esta forma
surge una diferencia del planteo freudiano, para el cual el miedo sí supone un objeto
específico en tanto la angustia no supone tal localización. Para Lacan la angustia no es
sin objeto (n’est pas sans objet). A su vez también se marca una separación del planteo
freudiano en la medida en que, para Freud, una de las causas de angustia se ubica en la
separación de la madre; Lacan, por su parte, nos lleva a pensar que la angustia es la falta
de tal separación. Es por lo tanto necesaria esa separación. Como en teorizaciones
realizadas más tarde (Lacan, 1962-63), será necesario sostener la falta, dado que la
angustia surge cuando falta la falta; aparece cuando se intenta colocar algo en su lugar.
Lacan nos dice: “Hay siempre un cierto vacío que preservar, que no tiene nada que ver
con el contenido, ni positivo ni negativo de la demanda. Es de su colmamiento total de
donde surge la perturbación en la que se manifiesta la angustia” (Lacan, 2006, p. 77).
Tercera visión
Referencias bibliográficas
BONILLA, O. (2005). La mirada invisible. Brecha, Nro. 1007, Año 20, p.17:
Montevideo, 11/03/2005.
LACAN, J. (1964). El seminario de Jacques Lacan. Libro 11: los cuatro conceptos
fundamentales del psicoanálisis. Buenos Aires: Paidós, 2006.
VILLALBA, A. (2005). La sublimación, ese afán tan doloroso como imposible. In:
BEHARES, L. y COLOMBO, S. (comp.) (2005) Enseñanza del saber-saber de la
enseñanza. Montevideo: FHCE, 103-106.
DEL ALMA O EL OBJETO CAÍDO36
Ana María Fernández Caraballo
Ya se los dije a ustedes un día, Venus nace cada día y, como nos lo dice el mito
platónico, por eso también todos los días es concebido Eros. Pero el
nacimiento del alma es, en lo universal y en lo particular, para todos y para
cada uno, un momento histórico. Y desde ese momento se desarrolla la historia
dramática a la que nos enfrentamos con todas sus consecuencias38 (Lacan, J,
1960-61, p. 260).
El discurso científico es algo que nada debe a los presupuestos del alma
antigua […] Y únicamente de esto surge el psicoanálisis (Lacan, 1972-73, p.
104).
Presentación
36
Mi especial agradecimiento a Gonzalo Percovich (miembro de la École Lacanienne de Psychanalyse)
por haber aceptado leer los sucesivos “borradores” que dieron lugar a este artículo. Sus afinados aportes
fueron fundamentales para la concreción de este escrito.
37
Aristóteles considera el nous como una especie de alma (psique), la única que “puede darse por
separado, como lo eterno de lo perecedero” (Aristóteles, ca. 368-348, p. 831). Identifica el nous con la
divinidad y con el primer motor inmóvil, cuya única actividad consiste en pensarse a sí misma (noesis)
(Aristóteles, ca. 335-322, p. 9).
38
Todos los resaltados de las citas son míos.
39
Con los términos alma, spiritus, psique, pneuma, se entiende, por lo común, el principio vital del
cuerpo, o el principio inmaterial que se considera origen de la vida material, de la sensibilidad y del
psiquismo del hombre. Psique del griego, soplo, aliento, vida. Al igual que el término pneuma, se
relaciona con el aire, el soplo o el aliento y generalmente se traduce por alma (del latín anima, de la
misma raíz que el griego ánemos, viento); y spiritus, soplo de aire, hálito, aliento, respiración (Cf. Barnes,
1992 y Kirk y Raven, 1981).
Entendemos que, para Lacan, la cuestión del alma, más que nombrar un objeto,
se constituye en una noción que le permite abordar diferentes temáticas en el recorrido
de su enseñanza. Así, se detiene, en diferentes momentos, en algunas cuestiones
referidas al alma: nacimiento, metamorfosis e inmortalidad del alma (Seminario La
Transferencia, Lacan, 1960-61), alma objeto caído (Seminario La Angustia, Lacan,
1962-63), alma mundo (Seminario Les noms du pére o Les non-dupes errent40, Lacan,
1973-74 y Seminario La Ética del psicoanálisis, Lacan, 1959-60), alma cuerpo, alma-
amor o almar (Seminario Aun, Lacan, 1972-73), entre otros.
No pretendemos realizar un recorrido exhaustivo de todas las posibles nociones
sobre el alma en la enseñanza de Lacan. Sí intentaremos acercarnos a dos tratamientos que
realiza sobre el alma en dos momentos diferentes de su enseñanza. Por un lado, nos
interesa la propuesta que plantea en el Seminario La transferencia (1960-61) sobre la
metamorfosis del alma. Metamorfosis que articularemos con el mito “del alma alada”
del Fedro de Platón (386-370a). ¿Por qué Lacan se sirve, en ese momento de su
Seminario, de la conceptualización platónica del alma alada?; ¿de qué manera le
permite articularla con el amor? Además, nos detendremos en las derivaciones que se
presentan en ese mismo Seminario sobre el nacimiento e inmortalidad del alma para dar
cuenta de las relaciones entre el alma, el deseo y el amor a partir del mito Eros-Psique.
Por otra parte, nos ocuparemos del planteo sobre el alma en el Seminario La
Angustia (1962-63), desde el momento en que entendemos que es a partir de allí que se
puede leer cómo el petit a le permite otro viraje en ese carácter etéreo del alma, y por lo
tanto, se vuelve un modo singular de Lacan de hablar del alma, en el nivel de a, de
objeto caído.
40
Decidimos mantener el nombre de este seminario en el original en francés dada la complejidad que
implicaría su traducción, a la vez que permite las homofonías propias del francés.
embargo, como veremos, tanto las nociones sobre el alma como sobre el amor tienen
diferencias en los dos mitos.
41
A veinte años de este Seminario de Lacan, Foucault dedicará su Curso de los años 1981-82 La
Hermenéutica del Sujeto al “cuidado de sí” en la antigüedad (Foucault, 2002). Una de las referencias
importantes para el desarrollo que Foucault realiza sobre este tema es el trabajo de Pierre Hadot sobre los
“ejercicios espirituales” y filosofía antigua (Hadot, 2006).
que se impone necesariamente a toda interlocución en función
de cierta manipulación, de cierta coherencia interna vinculada,
o que él cree vinculada, a la referencia única, pura y simple al
significante (Lacan, 1960-61, p. 121).
Es más, indica que Sócrates “abandona serenamente esta vida por una vida más
verdadera, por una vida inmortal”, pues “ese infatigable preguntón” desarrolla durante
toda su vida “lo que llamaré una formidable metonimia cuyo resultado […] es ese deseo
encarnado en una afirmación de inmortalidad” (Lacan, 1960-61, p. 122). Y se
pregunta: “¿a qué responde la posición que introduce? ¿A qué atopía? Esta palabra en
relación con Sócrates no es mía, como ustedes saben. ¿A qué atopía del deseo?” No
encaja en ninguna parte, “¿no coincide de algún modo con lo que podríamos llamar
cierta pureza lógica?”. De hecho, “allí el deseo ya no es sino su lugar, en la medida en
que para Sócrates es sólo ya el deseo de discurso, de discurso revelado, que revela para
siempre” (p. 124). De estas preguntas deriva en otra: “Si la castración es lo que ha de
ser aceptado en el término último del análisis, ¿cuál tiene que ser el papel de la cicatriz
de la castración en el eros del analista?” Y agrega: “para nosotros se trata, pues, de
intentar articular y de situar lo que debe ser, lo que es fundamentalmente, el deseo del
analista” (p. 125).
Lacan se vale en este momento de El Banquete (Platón, 386-370a) en tanto que
le permite situar allí lo que denominó “la estructura del amor” (Lacan, 1960-61, p. 25) y
propone leerlo como “una especie de acta de sesiones psicoanalíticas” (p. 37). Además
aclara: “tampoco voy a decirles que el analista deba ser un Sócrates, ni un puro, ni un
santo”, la lectura de éstos “puede darnos algunas indicaciones sobre el campo que está
en juego” (p. 125).
Ahora bien, ¿por qué Lacan se sirve del mito platónico del alma en este
momento de su enseñanza?; ¿qué rasgos de dicho mito le resultan de interés para
trabajar el amor y el deseo?
En Platón, las conceptualizaciones sobre el alma se despliegan a lo largo de su
obra42. Realiza un tratamiento sobre la naturaleza del alma (La República, libro IV,
Platón, 386-370b), su inmortalidad (Fedón, Platón, 386-370a), su preexistencia (Fedro,
Platón, 386-370a) y posterior supervivencia (República, Platón, 386-370b y Las Leyes,
Platón, 361-347b). En Fedro (Platón, 386-370a) presentará la preexistencia del alma de
la siguiente manera:
42
Sobre esta temática ver: Pájaro, C. J., 2008.
El alma que nunca ha visto la verdad no puede revestir la forma
humana. En efecto, el hombre debe ejercitarse en comprender
según la idea, es decir, elevarse de una multiplicidad de
sensaciones a una unidad inteligible. Ahora bien, este acto no
es otra cosa que el recuerdo de lo que nuestra alma ha visto
antes, cuando seguía a un dios en sus evoluciones, cuando,
apartando su mirada de lo que nosotros llamamos ser,
levantaba la cabeza hacia el ser verdadero. Por eso es justo que
sólo el pensamiento del filósofo tenga alas, puesto que se
aplica siempre y en la medida de sus fuerzas a recordar las
esencias a las que el mismo dios debe su divinidad. […]
Cuando un hombre percibe la belleza de aquí abajo y se
acuerda de la belleza verdadera, a su alma le crecen alas y
desea volar. Pero al advertir su impotencia, eleva como un
pájaro los ojos al cielo, deja a un lado las ocupaciones del
mundo y ve cómo le llaman insensato. Y así, de todas las clases
de entusiasmo, éste es el más magnífico. […] En efecto, como
ya hemos dicho, toda alma humana por naturaleza ha
contemplado las realidades: de otro modo no hubiese podido
entrar en el cuerpo de un hombre. Pero los recuerdos de esta
contemplación no se despiertan en todas las almas con la
misma facilidad. Una apenas ha entrevisto las esencias. Otra,
después de su caída a la tierra, ha tenido la desgracia de ser
llevada a la injusticia por ciertos tratos humanos y de olvidar
los sagrados misterios que había contemplado anteriormente.
Sólo un pequeño número de almas conservan un recuerdo casi
exacto. Estas almas, cuando ven alguna imagen de las cosas
del cielo, se llenan de turbación y no pueden contenerse; pero
no saben lo que experimentan, porque no pueden analizarse
con precisión (Platón, 386-370a, 249b-250c).
Para Platón pensar es aquello que constituye la ciencia, “lo cual es cosa que se
aprende y se enseña” (Koyré, 1966, p. 42), pensar, buscar la verdad, tratar de que se
despierte en la propia alma el recuerdo del saber olvidado es cosa difícil: “asunto
realmente serio, que implica un esfuerzo. Por ello es por lo que el pensamiento
presupone un amor, una pasión de la verdad; de modo que la educación intelectual y la
educación moral van necesariamente a la par” (p. 42).
Nehamas entiende que lo que Platón quiso decir sobre las relaciones entre Eros y
su atracción hacia to kalon (belleza) es una descripción sólida y precisa sobre la
“fenomenología del amor y la belleza” (Nehamas, 2008, p. 10). En el discurso de
encomio a Eros de Sócrates en El Banquete (Platón, 386-370a, 202 d-e y 207f), a través
de las palabras de Diótima44, describe una compleja jerarquía de los diferentes niveles
del amor y de los amantes:
43
“Sócrates había considerado el cuidado del alma como la suprema obligación moral del hombre. Platón
reafirma el mandamiento socrático, pero le añade un matiz místico, señalando que ‘cuidado del alma’
significa ‘purificación del alma’” (Reale y Antiseri, 1988, p. 144).
44
En el Banquete de Platón (386-370a) “será la sacerdotisa Diótima quien le enseñe a Sócrates sobre el
amor a través del daimon. Sócrates parece estar convencido de que le hablaba la experiencia religiosa más
antigua, oscura y profunda de la tradición griega” (Fernández, 2009, p. 156).
hasta que se convierte en amor a la Forma, la naturaleza o
esencia de la belleza misma que, ahora resulta, fue siempre el
objeto de Eros (Nehamas, 2008, p. 10).
Ahora bien, en Platón las nociones de amor no son las mismas en el Banquete y
en Fedro, pero ambas están en relación con el alma.
Lacan en su Seminario La transferencia (1960-61) le dedicará un tramo
importante de las sesiones a la lectura de El Banquete de Platón (386-370a) con el fin de
señalar que allí es posible leer “la primera transferencia analítica”. Danielle Arnaux
indica que
En palabras de Lacan:
Es más, para Lacan, si ese deseo del otro es separado de nosotros por la marca
del significante, se percibe el secreto del deseo como signo. Esa es la situación de
Alcibíades en El Banquete45 (Platón, 386-370a), “al percibir que en Sócrates está el
secreto del deseo demanda en una forma necesariamente impulsiva, ese deseo como
signo46. De ahí que Sócrates lo rehúse.” (Lacan, 1960-61, p. 266). Ver el deseo
producido como signo no es acceder al encaminamiento por donde ese deseo es
capturado en una cierta dependencia, que es lo que se trata de saber:
45
Lacan está recordando aquello que trabajó en el inicio de este mismo Seminario sobre la relación entre
Alcibíades y Sócrates en El Banquete de Platón (386-370a) y su propuesta sobre el objeto agalmático
presente en la transferencia. Sobre esta temática ver los artículos del libro La transferencia una loca
pasión (Etchegoyhen, 2010).
46
Al respecto ver “Los mensajeros y el amor: de Dáimones y Ángeles” (Fernández, 2010).
47
En la clase del 19 de febrero de 1974 del Seminario Les noms du pére o Les non-dupes errent,
siguiendo a Rabelais, Lacan identifica el alma con el mundo: “Ciencia sin conciencia, dijo, no es sino
ruina del alma. Y es verdad. Sólo que hay que tomarlo no como lo hacen los curas, a saber: que causa
estragos en esa alma que, como todos saben, no existe, sino que ¡echa al alma por tierra! […] Eso quiere
decir que no hay más mundo que alma. Y que por consiguiente, cada vez que se parte de un estado del
mundo, como se dice, para señalar allí la verdad, ¡uno se mete el dedo en el ojo! Porque el mundo -y bien,
basta ya de afirmarlo- es una hipótesis que se apodera de todo lo demás. Comprendida el alma. Y eso se
En la única clase del Seminario Los nombres del Padre del año 1963, Lacan
retoma la relación Sócrates-Alcibíades trabajada en el Seminario La transferencia y
puntualiza respecto del agalma: “este fantasma que he articulado bajo el término de
agalma, cima de la oscuridad donde el sujeto está sumergido en la relación del deseo, el
agalma es este objeto al cual cree que su deseo apunta” (Lacan, 1963, s/p) y lleva a su
extremo el desconocimiento de este objeto como causa del deseo.
Las relaciones entre Eros y Psique aparecen en el Fedro de Platón (386-370a) a
través del mito que Sócrates relata al joven mancebo Fedro quien, habiendo estado
presente durante el discurso que diera Lisias, se propone dar un paseo fuera de las
murallas de la ciudad. Los argumentos retóricos que este orador había expuesto
rebajaban el amor.
Si bien en El Banquete (Platón, 386-370a) el Eros se presenta como esencial a la
naturaleza del hombre, como el elemento cardinal del ethos y del logos, Eros es
fundamentalmente amor por la sabiduría. Sin embargo, dichas afirmaciones serán
cuestionadas en el Fedro (Platón, 386-370a). Con el primer discurso de Sócrates
(Platón, 386-370a, 237a-241d) y el de Lisias (Platón, 386-370a, 230e-234e) se presenta
la idea de que Eros es opuesto al bien ya que el deseo y la pasión son irracionales. En la
palinodia (retractación) de Sócrates (Platón, 386-370a, 242d-257a) el Eros además de
ser ético y filosófico es también Manía (Entusiasmo).
Sócrates, parece considerar las palabras de Lisias puestas en boca de Fedro, tan
sólo para que el joven entienda que no está en su naturaleza transformarlo en su amante
en estos términos:
ve bien al leer a Aristóteles, el Sobre el alma (De anima); lo mismo que para Hintikka” (Lacan, 1973-74,
s/p).
no es cierto el decir que afirme que, aún existiendo enamorado,
se ha de conceder favor al no-enamorado, precisamente porque
uno está loco, y el otro en su sano juicio. Si fuera una verdad
simple el que la locura es un mal, se diría eso con razón. Pero
el caso es que los “mayores bienes” se nos originan por
locura, otorgada ciertamente por divina donación (Platón,
386-370a, 244a).
Platón se propone dar cuenta de que Eros es la Manía donada por los dioses. Pero
para lograr tal demostración “es menester antes que nada comparar la inspiración
filosófica, viendo, con relación a la naturaleza del alma divina y humana, tanto las
pasiones como las operaciones” (Platón, 386-370a, 245c). En el Fedro, aquello que se
pueda saber sobre Eros, depende de la naturaleza de Psique.
A continuación, Sócrates, relata el mito del “alma alada” (Platón, 386-370a, 246a)
la cual es representada como un auriga que intenta dominar un carro tirado por dos
corceles, uno manso, esbelto y blanco y otro indómito, grosero y negro. En dicho mito,
los caballos dan cuenta de los apetitos del alma, unos sublimes, otros bajos. La tarea del
conductor consistirá en domar los apetitos groseros a fin de que primen los más
elevados. Cuando se logra, el alma puede intuir algo de la Verdad que ya ha visto y de
la que ha participado junto a los dioses. El encargado de conducirla a este estado de
contemplación de la Verdad y la Belleza es Eros, quien es capaz de elevarla por medio
del amor (locura divina) haciéndole crecer alas.
¿De qué se trata ese “sí mismo” del que hay que cuidar? Foucault (1981-82)
trabajó detenidamente en su Curso La hermenéutica del sujeto realizando un rastreo que
parte del mundo antiguo hasta lo que denominó el “momento cartesiano”. Encontrará
que los denominados “terapeutas” (su práctica era la therapeutiké) se llaman así “porque
quieren cuidar el alma como los médicos cuidan del cuerpo, y también porque ejercen el
culto del Ser (to on: therapeuousi to on). Cuidan el Ser y cuidan su alma” (Foucault,
1981-82, p. 111).
Por su parte Allouch leerá dicho curso de Foucault para interrogarse si El
psicoanálisis ¿Es un ejercicio espiritual? y resaltará que en la antigüedad “era posible
cuidarse de sí mismo, algo que tan sólo en determinadas escuelas quería decir ‘de su
alma’, fuera de toda psicología” (Allouch, 2007, p. 33).
Recordemos que en la lectura de Foucault (1981-82) “cuando Platón se vale de
la noción de khresis [valerse de] para tratar de ver qué es el sí mismo del que hay que
ocuparse, lo que descubre no es en absoluto el alma sustancia: es el alma sujeto”
(Foucault, 1981-82, p. 71). La tradición socrático-platónica propone “una conversión
que pone en juego ‘toda el alma’, es decir, toda la vida ética. La indagación socrática
supone la responsabilidad de dar cuenta de la vida de uno mismo” (p. 70). Ahora bien,
¿qué relación existe entre el cuidado de sí y el lazo amoroso? No puede sino formarse
en una referencia al otro. “El amar de manera desinteresada al joven, se erige, por lo
tanto en el principio y el modelo de la inquietud que éste debe tener por sí mismo en
cuanto sujeto” (p. 71). Es más, como señala Peinado Vázquez “Sócrates es contundente:
la tensión erótica debe ser superada como parte del cuidado del alma y, por lo tanto, de
48
Sobre la figura mitológica Daimon ver “Los mensajeros y el amor: de Dáimones y Ángeles”
(Fernández, 2010).
la posibilidad de llevar una vida filosófica. Esta es la finalidad del ‘dominio de sí’”
(Peinado Vázquez, 2006, p. 48).
Allouch subraya que también en la transferencia analítica el “cuerpo es un
obstáculo para el amor”:
y se pregunta ¿qué clase singular de objeto amado es entonces el psicoanalista?” (p. 67).
“Concluir un psicoanálisis es tirar al psicoanalista que ha caído” (p. 75). Es más, el
psicoanalista es el “mejor amado” porque “aloja la muerte en el amor” y porque,
“amado, se excluye como cuerpo”. El psicoanalista lleva el amor de transferencia “hasta
realizar ese amor en su pureza que consiste en dejarlo ser, realizarlo conforme a lo que
es” (p. 96) “Se trata de dejar que ocurra el advenimiento del amor, obrar de manera que
el amor tenga lugar en su lugar, el alma (Allouch, 2005, p. 44). Es más, el transamour
(“llamémoslo así, extraigamos la consecuencia del hecho de que si ‘la transferencia es el
amor’ ya no podríamos seguir hablando de amor de transferencia)” tiene un objeto
amado, “nada menos que el alma del psicoanalista descartando lo que producía su
encanto, su brillo, el cuerpo de ese objeto a desde el momento en que haya caído.” De
hecho, Allouch es categórico: “un acto así pone en cuestión la existencia del alma como
(psique) y en consecuencia la del alma ‘científicamente’ rebajada que fue denominada
‘aparato psíquico’” (Allouch, 2009, pp. 101-102).
Finalmente, como ya hemos indicado, la apuesta de Lacan consistió en hacer que
los términos Ser, alma y amor adquieran un alcance diferente al “dominio de uno mismo
sobre sí”. Ahora bien, de aquí Allouch desprende otra pregunta: “¿qué pensamos del
alma del lado de la falta?” (Allouch, 2009, p. 100). Intentaremos bordear dicha pregunta
en los dos apartados siguientes de este artículo.
49
Al respecto ver Allouch (2005) y Allouch (2009).
Nacimiento, metamorfosis e inmortalidad del alma
50
Sobre esta temática ver: Tocce, G., 2007.
51
Lucio Apuleyo (Madaura, 123/5 d. C. - ca 180). El Asno de Oro narra cómo el joven Lucio, víctima de
un hechizo fallido que lo transforma en asno, pasa por diversas aventuras. Las experiencias que vive (ve y
oye), bajo esta apariencia, son relatadas como cuentos intercalados en la novela, hasta que Isis le devuelve
su forma humana. Una interpolación desarrolla uno de los cuentos más conocidos de la Antigüedad
Clásica, la fábula de Eros y Psique. Este relato es el más extenso de la novela y da cuenta de las
tribulaciones del Alma (Psique) para alcanzar al Amor (Eros) y la inmortalidad (Apuleyo, S II d.C.;
también se puede leer en Grimal, 1981).
52
Jacopo Zucchi (Florencia 1541- Roma en 1596), pintor perteneciente al movimiento Manierista.
que hay, entonces, una superposición, o una sobreimposición, un centro común, en el
sentido vertical, entre el alma y ese punto de producción del complejo de castración”
(Lacan, 1960-61, p. 259).
En dicha clase describe el cuadro de Zucchi: “Psique sorprende a Eros”, quien
despierta sobresaltado por el dolor que le produce una gota de aceite caída de la lámpara
con que lo ilumina su amada:
De los mitos que relatan historias sobre Eros el que cuenta Apuleyo es de origen
milesio54. En el inicio del mito se resalta la extraordinaria belleza de la joven Psique.
Este rasgo, generaba el rechazo de sus posibles pretendientes, pues su misma belleza los
asustaba. Sus padres consultan el oráculo y por designio divino la encadenan al monte
Cáucaso, en el que un monstruo vendría a posesionarse de ella. Al pasar por allí Eros, se
apiada y decide rescatarla. Convertido en un viento invisible, la desata y la transporta a
su palacio. Al retomar el vuelo, Eros se pincha con una de sus flechas y se enamora de
53
Bosquejo que André Masson realizó, a pedido de Lacan, destinado a definir los trazos significativos de
la obra de Zucchi.
54
Se denomina escuela de Mileto o milesia a la fundada en el siglo VI a. C. en la colonia griega de
Mileto.
Psique. Por la noche, Eros irá hacia ella para hacerla su esposa, pero le impone una
condición: nunca debe mirar su rostro, porque el día en que lo haga, él se irá de su lado.
Cierto día Psique solicita a Eros le permita ir a ver a sus padres. En principio,
Eros se niega, pero finalmente acepta ante la insistencia de su amada. Transportada por
los aires hasta las puertas de su ciudad natal, Psique llega a la casa de sus padres y
luego visita a sus hermanas. Las hermanas, envidiosas de la suerte de Psique, la
interrogan acerca de su nueva vida, hasta hacerla confesar que desconocía la naturaleza
de su esposo. Las hermanas le sugieren a Psique que espíe a su amado mientras duerme
a fin de saber si está yaciendo o no con un monstruo.
La joven esposa vuelve al palacio, decidida a poner en práctica el plan. Una
noche, mientras Eros dormía, acerca una lámpara de aceite al rostro de su
amante. Psique armada de una cimitarra acecha a Eros, su amante nocturno y hasta
entonces nunca visto, la joven sucumbe a la curiosidad de ver el rostro del dios. Para su
sorpresa, a su lado yacía “el más hermoso de los seres que jamás hubiera visto”. Al
inclinarse para admirarlo, una gota del aceite cae sobre el cuerpo de Eros, quien al
sentirse quemado despertó. Al respecto dice Lacan:
55
“La pintura pompeyana ha popularizado la figura de Psique, representándola como una joven alada
semejante a una mariposa –en las creencias populares, el alma solía imaginarse como una mariposa que
escapaba del cuerpo después de la muerte-, jugando con Amores, alados como ella” (Grimal, 1981, p.
459). De acuerdo con Homero, en la Odisea, la psique sale volando de la boca del que muere como si
fuera una mariposa (psique). Por esta razón se asimiló la mariposa a un psicopompo, el conductor de las
almas hacia el Hades. La voz proviene del griego psicopompo que se compone de psique, “alma”, y
pompos, “el que guía o conduce”.
tenemos un testimonio literario del mito, tenemos muchas
representaciones plásticas. En Florencia, Eros y Psique, esta
vez los dos alados en forma diferente; Psique tiene alas de
mariposa, no así en Zucchi. Las alas de mariposa son signos
de la inmortalidad del alma. La mariposa, dada la
metamorfosis que sufre, nace en estado de oruga, se envuelve
en un sarcófago, reaparece en una forma glorificada. Es muy
difícil negar que no se trate de la metamorfosis del alma en esta
historia. En el texto de Apuleyo, a pesar de lo que piensen los
autores, hay riqueza extrema de sentido, ya que lo que es
representado aquí por el pintor, no es sino el comienzo de la
historia (Lacan, 1960-61, pp. 256-257).
Para Lacan sin la ayuda del pintor Zucchi pasaría desapercibido el carácter
fundamental y original del momento más conocido, “ya que lo que queda en la memoria
colectiva acerca del sentido del mito, es esto: que Eros huye y desaparece porque la
pequeña Psique ha sido demasiado curiosa y desobediente” (Lacan, 1960-61, p. 259).
De hecho, aquello que queda oculto detrás de ese momento del mito no sería nada más
que ese momento decisivo. Al decir de Quignard:
En el mito de Psique, Apuleyo no pretende decir cuál es la
naturaleza del dios Eros que por nada del mundo debe ser visto.
¿Un monstruo? ¿Un niño? Es el mutante monstruoso, el
mutante que va del animal al nacimiento de los niños. Es el
dios romano Mutunus convertido en Príapo, senil y calvo, o
bien pueril y amorphos. Ideal e inmundo (Quignard, 2000, p.
75).
A partir del amor perdido comienza el camino del alma en soledad por amor a
una ausencia. A partir de dicha ausencia, ella se eleva. El final del relato consistirá en la
ascensión de Psique por el amor de Eros, a partir de ese momento recibe las alas.
(Tocce, G., 2007).
Ahora bien, Lacan entiende que la temática que ilustra esta fábula no es aquella
de la pareja hombre-mujer, sino que se trata de las relaciones entre el alma y el deseo.
El nacimiento del alma aparece ilustrado en el mito como el instante en que el deseo
que colmaba al alma huye de ella y da comienzo a sus desventuras:
56
Recordemos que será en el Seminario La Angustia (Lacan, 1962-63) donde Lacan revisará su “esquema
del ramo invertido” y por lo tanto su “estadio del espejo” (Lacan, 1949). Al respecto dice Allouch:
“Parece que ha llegado el momento de una nueva visita del estadio del espejo. A decir verdad, esa
recapitulación era también exigida por el recorrido mismo de Lacan […] En efecto, su problematización
del estadio del espejo, tras haberse reavivado debido a la invención del paradigma simbólico imaginario
real en julio de 1953, adquiriendo entonces el régimen llamado ‘generalizado’ que cifra el matema del
‘ramo invertido’, parece concluir con la invención del objeto petit a en enero de 1963” (Allouch, 2001,
pp. 129-130).
En este lugar, i’(a), en el Otro, en el lugar del Otro, se perfila
una imagen tan solo reflejada de nosotros mismos. Está
autentificada por el Otro, pero es ya problemática, incluso
falaz. Esta imagen se caracteriza por una falta –o sea, lo que en
ella se evoca no puede aparecer ahí. Dicha imagen orienta y
polariza el deseo, tiene para él una función de captación. En
ella el deseo, está, no sólo velado, sino puesto esencialmente en
relación con una ausencia. Esta ausencia es también la
posibilidad de una aparición regida por una presencia que está
en otra parte. […] Como les indiqué, la presencia en cuestión
es la de a (Lacan, 1962-63, p. 55).
Ahora bien, ¿cuáles son las diferencias o similitudes entre la noción de alma y la
psique en el texto de Lacan? En el Seminario de La Angustia (1962-63) nos da una pista
importante:
Lacan no sólo no asimilará la antigua noción de alma con la psique sino que ésta
queda del lado de la tradición psicológica. A diferencia de la filosofía tradicional que
entiende al hombre como siendo un cuerpo y un alma, Lacan en su Seminario Aun (1972-
73) manifiesta: “¿quién no ve que el Alma no es otra cosa que la identidad supuesta del
cuerpo ese, con todo lo que se piensa para explicarla? En suma, el alma es lo que se piensa
a propósito del cuerpo, del lado del mango” (Lacan, 1972-73, p. 134). Es a partir de dicho
Seminario que introduce una noción nueva respecto del cuerpo: el cuerpo como
sustancia gozante. Sin embargo esta posibilidad no ha sido sin antes ponerla a trabajar
con los desarrollos filosóficos antiguos (nociones aristotélicas) y modernos (nociones
cartesianas del alma y cuerpo). Es más, allí retoma los desarrollos realizados por
Aristóteles y señala que “el hombre piensa con su alma” (Lacan, 1972-73, p. 135), esto
es, que el hombre piensa con el pensamiento de Aristóteles. Tiempo antes, en el escrito
“Situación del psicoanálisis y formación del psicoanalista” de 1956, contraponiéndose a
Aristóteles, Lacan dirá:
Que el alma esté “del lado del mango”, que sea esencial para
sostener el discurso que enseña F, el falo simbólico, el rango de
un significante amo (S1) en posición de agente, que el alma es
una noción que el discurso regularmente deberá revisar para
asegurar su supervivencia a pesar de sus dificultades, incluso
las imposibilidades a que se enfrenta dicha supervivencia
(Allouch, 2009, pp. 99-100).
Alma residuo
En este punto nos interesa leer el viraje que realiza Lacan (en la clase del 6 de
marzo de 1963) en el Seminario La angustia respecto del carácter etéreo del alma al
situarla en el nivel a, de residuo, de objeto caído. Entendemos que con la formulación
del petit a se produce en la enseñanza de Lacan un modo singular de hablar del alma:
Si toda la aventura cristiana no se embarcó por esa tentativa
central, inaugural, encarnada por un hombre cuyas palabras hay
que volver a oír, aquél que impulsó las cosas hasta el último
término de una angustia que sólo encuentra su verdadero ciclo
a nivel de aquél por el cual se instauró el sacrificio, es decir, a
nivel del padre. Dios no tiene alma. Esto es bien evidente.
Ningún teólogo pensó además en atribuirle una. Sin embargo,
el cambio total, radical, de la perspectiva de la relación, con
Dios, comenzó con un drama, una pasión en la que alguien se
hizo alma de Dios. Porque, para situar también el lugar del
alma en ese nivel a de residuo de objeto caído, lo que
esencialmente importa es que no hay concepción viviente del
alma, con todo el cortejo dramático en que esta noción aparece
y funciona en nuestro área cultural, sino acompañada,
precisamente de la manera más esencial, por esa imagen de la
caída (Lacan, 1962-63, p. 178).
57
En la clase del 20 de noviembre de 1963 señala que la angustia es un afecto del sujeto. “Ubicarla
también en función de la estructura, la del sujeto definido como el sujeto que habla, que se funda, que se
determina en un efecto del significante” (Lacan, 1963, s/p.). Aquello que, sea cual fuere este momento
“aquello por lo que el sujeto está afectado en la angustia, es, lo he dicho, el deseo del Otro. Está afectado
de un modo que debemos entender inmediato, no dialectizable, y es en esto que la angustia, en el afecto
del sujeto, es lo que no engaña” (Lacan, 1963, s/p).
58
Kierkegaard ha utilizado el término para expresar con él la condición fundamental del hombre, que se
caracteriza, en general, como ausencia total de sentido y, en particular, como temor o “vértigo ante la
libertad” (Kierkegaard, 1845).
[…] al final del seminario La angustia (19 de junio de 1963).
Lacan está dándole consistencia a los diferentes modos del
objeto petit a, indicando de qué manera cada uno de ellos
puede funcionar como causa. Señala entonces que esa
actualización requiere “una nueva crítica de la razón”, una
razón “ya tramada en el nivel del dinamismo más opaco en el
sujeto, es decir, en el dinamismo de esos diversos modos de
petit a. […] Esta nueva crítica de la razón conjuga pues el
opaco dinamismo de los objetos petit a con el efecto de un
significante cuya trascendencia, a partir de allí, se hace
evidente con respecto a dicho desarrollo” (Allouch, 2007, p.
115).
59
Oblación: ofrenda y sacrificio que se hace a Dios. La “oblata” es el dinero que se le da al cura por una
misa en homenaje a un difunto. También es el dinero que se da al sacristán o a la iglesia por razón del
gasto de vino, hostias, cera u ornamentos para decir las misas. Y, en la misa, también significa, la hostia
ofrecida y puesta sobre la patena, y el vino en el cáliz, antes de ser consagrados.
“Esto para disipar, parece, en el último término, ese término, el espectro venenoso desde el año 1927, el
de la oblatividad inventada por el gramático Pichon —Dios sabe que reconozco su mérito en la
gramática—, del que sólo demasiado podría lamentarse que un análisis, por así decir, ausente, lo haya
librado por entero a la exposición de la teoría psicoanalítica, lo haya dejado enteramente capturado en las
ideas que tenía previamente, y que no eran otras que las ideas maurasianas” (Lacan, 1962-63, p. 194).
como órgano-instrumento, esa laminilla, es una de las formas de nombrar lo
indestructible:
En dicho Seminario las distintas formas del objeto a aparecen como equivalentes
del órgano-instrumento libidinal, indestructible. El alma en su purificación, en su
exaltación, equiparada a uno de sus objetos a, el de la pulsión anal, puede entenderse
por el giro de la oblatividad. (Steinberg, I., 1990).
Lacan responde a una pregunta realizada por un estudiante de filosofía, a
propósito de si el sujeto de la conciencia no está condenado a ella, que:
60
Se refiere al congreso organizado por Henri Ey (1970) El inconsciente en el Hospital de Bonneval, del
30 de octubre al 2 de noviembre de 1960. El artículo “Posición del inconsciente” resume las
intervenciones de Lacan, redactadas por él mismo en 1964 y publicada en los Escritos (Lacan, 1964b). En
dicho escrito Lacan crea lo que se dio en llamar el “mito del homelette”.
61
“Hommelette: literalmente, “hombreleta”, como omelette, “tortilla” (que proviene del latín lamella, con
influencia del latín ovum). En todo esto parece estar implícita la expresión ‘On ne fair pas d’omelette sans
passer des oeufs’ (las tortillas no se hacen sin romper huevos), es decir, hay cosas que sólo se obtienen
perdiendo algo” (Nota del traductor. Lacan, 1964, p. 205). “Hay aquí, aparte del juego de palabras con
Homme, una alusión a un dicho francés: Hay que romper los huevos para hacer una tortilla (omelette),
equivalente aproximadamente a nuestro: no se pescan truchas a bragas enjutas” (Nota del traductor.
Lacan, 1964b, p. 824). “Neologismo en forma de sustantivo, creación a partir de un juego de palabras
entre homme (hombre) y omelette. Hay que subrayar que omelette en francés es una palabra femenina,
género marcado fuertemente por la terminación –elle. Esto le permite jugar también aquí con otro
neologismo hommelle, donde hombre va condensado, de manera intencionada con elle (ella)” (Pasternac,
M. y N. Pasternac, 2003, p. 144).
vacila aun el asentimiento de sus discípulos (Lacan, 1982, p.
27).
Allouch (2007, p. 108) nos recuerda que Lacan rechazó la distinción que
pretendía ser radical entre lo espiritual y lo corporal. Esto se presenta de diferentes
maneras en su enseñanza. Indicaremos al menos una: en el Seminario de La Angustia, el
6 de mayo de 1963, donde se trata del objeto petit a:
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pp. 9-48. México: Litoral, Ècole Lacanienne de Psychanalyse.
62
Lacan precisará en 1966 que el inconsciente es “espiritual”: “el inconsciente no sólo me parece
extremadamente particularizado, más que variado, de un sujeto a otro, sino también muy sagaz y
espiritual (spirituel: “ingenioso”), porque es justamente allí donde el chiste (mot d’esprit) ha revelado sus
verdaderas dimensiones y sus verdaderas estructuras” (Citado en: Allouch, 2007, pp. 103-104).
ALLOUCH, J. (2001). El sexo del amo. El erotismo desde Lacan. Córdoba: Ediciones
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escritos8caroltocce. Disponible en:
http://misitio.fibertel.com.ar/escritos8caroltocce/Content63389.shtml
LOS AUTORES
Marianella Lorenzo
Licenciada en Psicología (Universidad de la República). Profesora de Filosofía
(Instituto de Profesores Artigas). Psicoterapeuta habilitante (AUDEPP). Profesora
efectiva de Didáctica (IPA). Docente de Facultad de Psicología, Área de antropología y
epistemología (UdelaR). Miembro del grupo de trabajo “Cuerpo y Enseñanza”, en el
marco de la Línea de Investigación Estudio de lo didáctico como acontecimiento
discursivo e intersubjetividad, y de la Línea de Investigación Enseñanza Universitaria,
ambas del Departamento de Enseñanza y Aprendizaje, Instituto de Educación (Facultad
de Humanidades y Ciencias de la Educación-UdelaR).
seoanej@hotmail.com
Joaquín Venturini
Bachiller en la licenciatura de Ciencias Antropológicas. Docente del Departamento de
Enseñanza y Aprendizaje, Instituto de Educación, Facultad de Humanidades y Ciencias
de la Educación (Universidad de la República). Miembro de la Línea de Investigación
Estudio de lo didáctico como acontecimiento discursivo e intersubjetividad del mismo
departamento.
joacovent@hotmail.com
ÍNDICE
Presentación
Los autores
Otras publicaciones del Departamento de Enseñanza y Aprendizaje de la Facultad de
Humanidades y Ciencias de la Educación.
Otras ediciones:
Behares, Luis E.; Rodríguez Giménez, Raumar (org.) (2008) Cuerpo, lenguaje y
enseñanza. Montevideo: Departamento de Publicaciones de la Facultad de
Humanidades y Ciencias de la Educación.
Bordoli, Eloisa; Blezio, Cecilia. (2007) El borde de lo (in)enseñable. Anotaciones sobre
una teoría de la enseñanza. Montevideo: Departamento de Publicaciones de la Facultad
de Humanidades y Ciencias de la Educación.
Behares, Luis E.; Colombo de Corsaro, S (comp.) (2005) Enseñanza del Saber-Saber de
la Enseñanza. Montevideo: Departamento de Publicaciones de la Facultad de
Humanidades y Ciencias de la Educación.
Los artículos que conforman este libro son productos del Grupo de Trabajo
“Cuerpo y Enseñanza”, perteneciente a la Línea de Investigación “Estudio
de lo didáctico como acontecimiento discursivo e intersubjetividad” que
dirige el Prof. Luis E. Behares. El Grupo de Trabajo integra investigadores
del Departamento de Investigación del Instituto Superior de Educación
Física (ISEF) y del Departamento de Enseñanza y Aprendizaje del Instituto
de Educación (FHCE).