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Las Andanzas de Don Quijote 2
Las Andanzas de Don Quijote 2
EDITORIAL CCS
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Página web de EDITORIAL CCS: www.editorialccs.com
© Ma Belén Camacho
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ÍNDICE
Presentación
Introducción
Decorado
Personajes y vestuario
Música
Luces
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PRESENTACIÓN
Esta obra que tienes en estos momentos en tus manos se ha gestado como respuesta a la
gran acogida que tuvo Las andanzas de Don Quijote y, por tanto, en demanda de
nuestros alumnos que deseaban saber más de nuestro caballero Don Quijote.
¿Por qué de nuevo una obra de teatro? La respuesta a esta pregunta la tenemos en
nuestra propia experiencia de que con el teatro, hemos conseguido transmitir valores
fundamentales que el mismo Cervantes quiso plasmar en su obra, valores como la
nobleza, la amistad, la inocencia, la fantasía y la ilusión por la vida.
Así nace Las andanzas de Don Quijote 2, una obra para seguir dentro del mundo
maravilloso de un caballero andante, de su fiel escudero y de todos los personajes
maravillosos que en su mundo se van cruzando.
Esta obra ha sido representada por los alumnos del «Colegio Santa Rita»,
concretamente por los que formaban el Tercer Ciclo de Educación Primaria en el curso
escolar 2004-2005 dentro de la Semana Cultural con motivo de la celebración de la fiesta
en honor de la patrona del centro, «Santa Rita». Se ha usado además como base literaria
en las clases de Lengua Española del mismo ciclo para trabajar tanto la lectura como la
expresión oral y escrita.
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INTRODUCCIÓN
Las andanzas de Don Quijote 2 es una obra de teatro que se compone de 14 actos
breves en los cuales se desgranan la mayoría de las aventuras y avatares que vive Don
Quijote junto con su escudero Sancho en sus salidas por España.
Con los hechos que acontecen en esta obra, se van descubriendo los valores más
importantes encarnados en los personajes (amistad, nobleza, generosidad, ingenuidad,
espíritus luchadores…).
Decorado
El decorado puede ser tan sencillo o tan complejo y complicado como el grupo que vaya
a trabajar con la obra desee.
En los actos que se desarrollen al aire libre (exteriores), bastará con colocar varios
árboles y arbustos confeccionados con cajas de cartón cortadas y pintadas o bien en
contrachapado, y se podrán mover por todo el escenario; asimismo, se pueden
confeccionar algunos paisajes con casas y molinos en telas que irán pintadas y después
colocadas sobre biombos dispuestos por distintas partes del escenario.
Para simular los establos donde se encuentran los animales de los personajes,
bastará con esparcir por el suelo, en el rincón destinado al establo, un poco de paja y
colocar algún objeto como un cubo metálico o una pequeña banqueta de madera.
Para simular los interiores de las casas y ventas, varias mesas con libros, algún
perchero, mesas y sillas con vasos y jarras.
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Personajes y vestuario
• Ama. Vieja señora que se ocupa de Don Quijote. Irá vestida de negro, falda, camisa
con un delantal blanco muy limpio y zapatos negros. Irá peinada con moño y el
pelo encanecido con polvos de talco.
• Sobrina. Es la sobrina del caballero Don Quijote. Irá vestida con un vestido largo de
colores vivos y alegres, con el pelo suelto y zapatos negros.
• Duque. Irá elegantemente vestido con traje oscuro y camisa blanca, zapatos negros y
calcetines oscuros. El pelo irá encanecido con polvos de talco.
• Carretero y leonero. Vestirán pantalón negro, camisa blanca y fajín rojo; calzarán
zapatillas de esparto negras sin calcetines.
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• Sanchico. Vestirá pantalón marrón de pana, camisa del color que se prefiera y
calzará botas negras o marrones.
• Aldonza. Es el amor ficticio de Don Quijote. Viste vestido largo y descolorido, por
encima un delantal blanco con alguna que otra mancha y va con el pelo alborotado,
bastante despeinada. Calzará zapatillas de esparto negras, algo manchadas, sin
medias ni calcetines.
• Venteros. Son los dos dueños de las ventas que Don Quijote encuentra en su
camino. Irán vestidos con pantalón de pana oscuro y ancho sujeto con una cuerda,
camisa blanca algo manchada y delantal. Zapatillas de esparto negras sin calcetines
cubrirán sus pies.
• Cura. Irá vestido con sotana (túnica negra o marrón) anudada a la cintura con un
cordoncillo blanco, sandalias o botas en los pies.
• Barbero. Vestirá pantalones de pana anchos de color marrón o negro, camisa blanca,
fajín de color oscuro y delantal blanco cruzado en la cintura, calcetines blancos y
zapatillas de esparto negras.
• Teresa Panza y Mari Sancha. Vestirán con vestidos largos de colores vivos y muy
alegres, irán peinadas con moño alto y llevarán zapatos negros.
• Burro. Irá vestido todo de marrón (leotardos y camiseta larga), con calcetines y
guantes negros para simular las pezuñas. Llevará en la cabeza unas orejas de fieltro
pegadas a una diadema.
• Merlín. Vestirá túnica azul oscuro con estrellas de fieltro blancas o doradas, un
capirote en la cabeza de cartulina azul adornado con estrellas como la túnica.
Sandalias blancas y varita en la mano.
• Trifaldín. Vestirá con traje de bufón de distintos colores y llevará gorro con
cascabeles en la cabeza.
• Religiosos. Vestirán túnica marrón con o sin capucha sujeta en la cintura con un
cordoncillo blanco y sandalias marrones o negras.
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• Señora vizcaína. Vestirá vestido largo y elegante de color oscuro, zapatos de tacón y
pañuelo sobre los hombros de color claro; asimismo, irá peinada con un moño alto.
El resto de los personajes que aparecen como secundarios en las distintas escenas, se
vestirán tomando como modelo a los principales y se cambiarán los colores de las
prendas.
Música
La música que sonará en varias ocasiones a la largo de la obra será una música suave con
sonido de pájaros de fondo, que al principio comenzará sonando fuerte y después
descenderá de volumen hasta que no suene y comience a hablar el narrador (y al final la
misma música con sonido de cascos de caballo alejándose). Se utilizarán también
distintas piezas de música alegre y con ritmo y distintos sonidos (campanas, cascos…).
Luces
Las luces dependerán de la sala en la cual se vaya a representar la obra y para simular la
noche se utilizarán filtros de color azul que, colocados sobre los focos, harán el efecto
oscuro de la noche.
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PERSONAJES
– Narrador, muchacho que nos va llevando a través del hilo argumental de la obra.
– Caballero de la Blanca Luna, caballero armado en cuyo escudo luce una luna
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resplandeciente.
– Señora vizcaína, mujer que se topa con Don Quijote en una de las aventuras vividas.
– Mercaderes, especie de comerciantes que recorren los caminos para vender sus
productos y mercancías.
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ACTO PRIMERO
SOBRINA: ¡Id a la vuestra, que ha sido usted y no otro el que ha forzado a mi pobre tío
a emprender toda clase de locuras!
SANCHO: Pero… si fue él, él, el que me llevó por esos mundos; él me sacó de mi casa
prometiéndome una ínsula, que aún espero.
AMA: Además, mala cabeza, ¿una ínsula, qué es eso, algo de comer? ¡Golosazo,
comilón!
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SOBRINA: No entrarás aquí. Vete a gobernar tu casa y déjanos en paz.
BARBERO: Ya era hora de que alguien le cantara las cuarenta a ese necio.
QUIJOTE: ¿Pero qué es lo que ustedes dicen? Ese necio es un gran amigo, mi
compañero de fatigas.
QUIJOTE: ¡Ya está bien ama! ¡vale ya sobrina! Parad ya de dar voces y apartaos de la
puerta que mi amigo pueda pasar y verme por fin.
SANCHO: ¡Y dale que dale con el cuento! Yo solo quiero el bien para este noble
caballero.
QUIJOTE: ¡He dicho que basta y basta! Entra amigo mío, y ustedes vayan a sus
quehaceres.
QUIJOTE: Vayan con Dios, caballeros, que yo me quedo aquí, en buenas manos.
QUIJOTE: Y vosotras preparad algunas viandas que he de hablar con Sancho a solas.
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SOBRINA: Sea lo que usted prefiera, pero cuídese de ese infeliz.
QUIJOTE: Cuánto me apena Sancho, que creas que yo te saqué de tu casa; juntos
salimos, juntos fuimos y juntos volvimos, sin trampas ni engaños.
SANCHO: Eso es cierto, sí señor, pero uno oye tantas cosas que se dicen sobre usted…
QUIJOTE: Pues cuéntamelas, Sancho mío. ¿Qué dicen de mi valentía, de mis hazañas y
de mi cortesía?
QUIJOTE: Cuenta, cuéntame todo sin reparo que no me enfadaré contigo, habla
libremente y sin rodeo alguno.
SANCHO: Pues allá voy entonces: la gente dice que usted es un gran loco y yo un
mentecato.
SANCHO: Unos dicen «loco pero gracioso»; otros, «valiente pero desgraciado»; y
otros, «cortés pero impertinente»; y de mí ya ni le cuento. Vamos, no nos dejan
hueso sano.
ROCINANTE: Ya lo decía la tía, este marcha cualquier día y me arrastra, madre mía,
antes de que llegue el día.
QUIJOTE: Anda y habla con tu esposa, pues tengo intención de emprender nuevas
salidas y viajes.
QUIJOTE: Fiel escudero siempre fuiste y no quiero cabalgar con otro que no seas tú.
SANCHO: Pues corro, raudo y veloz para hablar con mi Teresa y Suena una música
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aunque me ate a una mesa, yo sabré salir de esa. alegre.
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ACTO SEGUNDO
TERESA: Ya era hora, Sancho, mi Sancho, cuánto has tardado, pero… ¿Qué te pasa
que traes esa sonrisa burlona en los labios?
TERESA: Vaya, pues celebro que así sea porque en este gran día, tu amigo el burro,
compañero de fatigas, como tú lo llamas, no hace más que quejarse.
SANCHO: Eso es, seguramente, porque también él está inquieto, ya que hay muchas
novedades.
TERESA: ¿Novedades? Cuando tú dices novedades, es que algo te traes entre manos.
TERESA: Pues vamos, dime pues, qué es eso tan importante y lo celebramos juntos.
NARRADOR: Teresa Panza está con la mosca detrás de la oreja, pues ya sospecha que
algo ocurre.
BURRO: Ya me lo temía yo, no me dejan descansar, ¡ay, qué vida de burro la mía!
Como no podía ser de otra forma, no entiendo qué se le ocurrió esta vez, porque
me temo que ya lo han liado.
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SANCHO: Querida Teresa, estoy más que alegre, pues he decidido volver a servir a mi
amo, Don Quijote, ya que quiere volver a salir en busca de aventuras y mi
necesidad también lo quiere.
TERESA: Pero… ¿Qué dices infeliz? No debí dejarte ir a verle de nuevo. ¡Qué
desgraciada que soy, ay alma mía, qué peso!
SANCHO: ¡Para ya, mujer, y no dramatices más, me entristece dejaros pero… honor y
deber obliga!
TERESA: Pero… ¿Tú te oyes? Hablas por boca de él y hasta sus palabras copias. Tú
eres sencillo y honrado y te has dejado engañar por ese truhán altanero.
BURRO: Algo saco bueno de todo esto, al menos comeré presto y abundante.
TERESA: Yo quedaré aquí rogando que nuestro Señor os saque pronto de esta mala
aventura.
SANCHO: Teresa, yo te prometo que no a mucho tardar aquí este escudero tendrá el
gobierno completo de una ínsula.
TERESA: Sin gobierno viniste al mundo, sin gobierno has vivido y sin gobierno te irás
cuando Dios te llame. Solo te pido, si lo consigues, que no te olvides de
nosotros.
SANCHO: Eso jamás, vida mía, que esto lo hago por vosotros, que si lo logro nos irá
mejor.
(Se abrazan.)
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MARI SANCHA: ¿Qué pasa, madre?
BURRO: Pasa, que se ha vuelto a trastornar; el hidalgo de armas tomar ha vuelto a liar a
este pobre y yo no veo el final.
SANCHO: Pasa hija mía, que si esto sale bien te he de casar tan altamente que te
llamarán señoría.
MARI SANCHA: Eso no, padre mío, casarme con un igual, que es lo más acertado.
SANCHO: Y tú, hijo mío, te sentirás orgulloso de tu padre cuando sea gobernador,
dejémonos llevar por los vientos favorables que, soplando y soplando, seguro
que me lleva al mando.
BURRO: ¡Ay madre, me lo temía! Siempre he querido ser burro, pero burro sin
sobresaltos y este mi amo compinchado está con el otro, me va a llevar a la ruina
y ya no estoy «pa» estos trotes.
TERESA: ¡Ay madre. Madre del amor hermoso, que me lo han vuelto loco también, tan
joven y ya perdido! ¡Todo por tu mal ejemplo!
SANCHO: Tranquila, mujer, Sanchico aún es muy joven y ha de quedarse aquí. Cuida
de tu madre y de tu hermana mientras yo esté fuera, que pronto regresaré y
podrás ayudarme.
SANCHICO: Sea pues como tú quieras, aquí aguardaré impaciente a que mi padre
regrese.
TERESA: Pues nada puedo hacer entonces, que Dios os guarde en el camino y que el
mismo Dios nos ampare. Maldita la suerte nuestra de dar con este infeliz y con el
otro andarín.
BURRO: Pues está claro que poco hay que decir, nos vamos, me Las luces se
oscurecen.
llevan, presa del pánico voy, las pobres patas me tiemblan.
Espero y también deseo que sea corto el camino y no mucha la
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batalla.
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ACTO TERCERO
«Que trata sobre lo que le pasó a Don Quijote con su sobrina y su ama»
AMA: (Aparece preparando su equipaje.) Señor mío, usted debe quedarse quieto en
casa y dejarse de andar por los montes y valles como alma en pena, buscando
esas aventuras…
SOBRINA: Que yo más bien llamo desdichas, que no le han traído más que desgracias.
Yo debo quejarme en voz alta a Dios y al Rey, pero no quiero que sufra usted
más.
QUIJOTE: El Rey y Dios mismo están demasiado ocupados como para atender a esas
tonterías.
AMA: Pero… ¿Usted no se da cuenta? Está demasiado mayor y cansado para andarse
por ahí jugando a ser caballero andante.
SOBRINA: No nos haga más sufrir y quédese tranquilo aquí; lea si es eso lo que le
gusta, pero no emprenda camino de nuevo, porque me temo que acabará mal.
QUIJOTE: Siento que ustedes lo vean así, pero yo soy caballero y Música estridente
mientras sale.
nadie, ni siquiera ustedes, van a impedirme que cumpla mi
misión.
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ACTO CUARTO
QUIJOTE: ¡Fíjate, amigo mío, de frente nos topamos con villanos, de nuevo!
QUIJOTE: Nada bueno, amigo Sancho, Dios los ha puesto en el camino y nosotros
arreglaremos el entuerto.
ROCINANTE: Poco nos ha durado la paz, este sigue loco y nos arrastra con él.
QUIJOTE: ¡Alto ahí caballeros, si es que lo son ustedes, confiesen que no hay en el
mundo doncella más hermosa que la única Dulcinea del Toboso!
QUIJOTE: Lo importante es que sin verla tenéis que creer lo que digo, así que confesad
ahora mismo, que de no ser así entraréis en batalla conmigo y no os librará
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nadie.
MERCADER 1: Suplico que al menos nos enseñéis una foto, pues aunque sea fea y
tuerta confesaremos que no lo es.
ROCINANTE: ¡Ay madre mía, ya la tenemos liada, daré con mis Suena música
estridente.
huesos en tierra y ya no estoy para estos trotes!
QUIJOTE: ¡No huyáis gente cobarde, esperad que no es culpa mía, ha sido mi caballo
que se ha caído y yo con él!
NARRADOR: «So manta» de palos le dieron, que el pobre caballero quedó tendido en
el suelo, mientras los mercaderes emprendían su camino riéndose a carcajadas.
ROCINANTE: Ya se lo dije a este loco, que nos vamos a matar, Suena música
suave.
pero no hay manera humana de convencerlo de nada.
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ACTO QUINTO
«Que trata sobre la aventura con los frailes y la pelea con el vizcaíno»
NARRADOR: Estando Don Quijote ya recuperado del percance sufrido, continuaba con
su viaje deseoso de nuevas aventuras; por eso al ver acercarse una carreta y
varias personas a caballo, su cara se iluminó.
QUIJOTE: ¡Esta ha de ser la más famosa de mis aventuras, porque esos que vienen por
ahí deben de ser encantadores que llevan raptada a una princesa y es necesario
que la liberemos!
ROCINANTE: Pero este hombre no se da cuenta de que son unos pobres frailes y de
que en la carreta viaja una señora vizcaína que va al encuentro de su esposo.
¡Qué aventura ni aventura!
SANCHO: Mire, señor, que aquellos son unos frailes y el coche debe ser de alguien
importante, fíjese bien no sea que el diablo le engañe.
QUIJOTE: ¡Amigo, sabes muy poco de aventuras, lo que yo te digo es verdad y lo vas a
comprobar ahora mismo! ¡Gente malvada, dejad a las princesas que lleváis en
esa carreta, porque de no ser así recibiréis la muerte como castigo!
NARRADOR: Ya sé lo que estáis pensando; pues así es, Don Quijote llevado por su
furia e ideas locas, arremetió contra los pobres frailes, uno de los cuales cayó al
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suelo, quedó magullado mientras el otro corría como un loco, tratando de huir
más ligero que el viento.
COCHERO: Anda caballero, qué mal andas, apártate del camino y deja de contar
locuras, que aquí no hubo raptos ni entuertos.
ROCINANTE: Nada, que no tiene arreglo, no se cansa de pelearse con todo el mundo y
un día va a ser tarde y se le acabará la suerte.
ROCINANTE: Y este pobre sigue confiando en este loco, que todo lo que va a hacer es
llevarnos a la ruina.
QUIJOTE: ¿Has visto Sancho, hombre más valiente que yo?, dímelo sin reparos.
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ROCINANTE: ¡Arrea y encima modesto, el pobre loco de atar!
SANCHO: La verdad es que yo jamás serví a caballero más valiente que usted, ni más
atrevido.
ROCINANTE: En eso sí que tienes razón y Dios quiera que sus atrevimientos no los
tengamos que pagar más caros de lo que ya lo estamos haciendo.
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ACTO SEXTO
«Que trata sobre la desgraciada aventura que le pasó a Don Quijote con unos
arrieros»
NARRADOR: (En el lateral del escenario.) Una vez hubieron comido y bebido en
abundancia y tras pasar la noche a la intemperie, al despuntar el amanecer se
internaron en un bosque llegando hasta un prado lleno de hierba fresca, junto a
un arroyo, y allí decidieron parar un instante, con tan mala suerte, que Rocinante
olió a unas jacas que pacían allí cerca con unos arrieros.
ROCINANTE: Por fin parece que podré tener alguna aventura por mi cuenta, pues esas
jacas parecen dispuestas a recibirme bien.
NARRADOR: Pobre amigo, las jacas lo recibieron con coces y dentadas y los arrieros
al verlas tomaron a Rocinante por enemigo y le dieron tantos palos que lo tiraron
al suelo.
QUIJOTE: Sancho amigo, estos no son caballeros sino todo lo contrario, me ayudarás a
tomar venganza de la paliza que le han dado al pobre Rocinante.
SANCHO: Pero no se da usted cuenta, mi señor, de que ellos son muchos más que
nosotros; dejemos la venganza para mejor momento y ocasión.
ROCINANTE: Déjelo, hombre de Dios, pero no está viendo que lo van a golpear, que
con uno que esté en el suelo ya es bastante, déjelo, déjelo…
NARRADOR: Los arrieros, viendo a Don Quijote y a Sancho dirigirse con violencia
hacia ellos, agarran sus palos y, rodeándolos, comienzan a golpearles con tal
fuerza, que dejaron a los dos aventureros maltrechos, antes de seguir su camino.
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SANCHO: Estoy molido a palos y apenas me aguanto en pie. ¿No habrá traído con
usted unas gotas de ese magnífico brebaje que todo lo cura?
SANCHO: Y… ¿Cuándo piensa usted que podemos empezar a mover los pies?
QUIJOTE: No tengo ni idea, amigo mío, pero empiezo a pensar que ha sido culpa mía,
pues no debí enfrentarme a gente que no son caballeros como yo, así que la
próxima vez pelea tú y castígalos como gustes.
SANCHO: Señor, yo soy un hombre pacífico, con mujer e hijos que mantener y no
lucharé con nadie; más vale perdonar los agravios que me han hecho y los que
me harán.
QUIJOTE: Apenas tengo fuerzas para sacarte de tu error, levántate y vámonos de aquí,
antes de que la noche nos sorprenda y estemos indefensos.
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ACTO SÉPTIMO
NARRADOR: El pobre Sancho dolorido, más en su amor propio que otra cosa, después
de la tunda de palos recibida llegó hasta donde estaba su amo tan marchito y
desmayado que apenas podía moverse.
QUIJOTE: Amigo Sancho, me debían tener encantado, pues no pude ayudarte, porque
te juro que si hubiera podido yo te habría vengado; esos malhechores se
acordarían para siempre.
SANCHO: Lo que a mí me parece es que estas aventuras que vamos buscando, nos
traen muchas desventuras y lo mejor sería volvernos a casa y a nuestra aldea.
QUIJOTE: Ten paciencia, Sancho amigo, que un día llegará y verás lo fabuloso que
puede ser este oficio.
SANCHO: Yo solo sé que desde que somos caballeros andantes, jamás ganamos batalla
alguna.
ROCINANTE: Pero qué sabio eres Sancho mío, que todo lo que hemos sacado es
hambre y frío y esto comienza a ser un martirio.
BURRO: Nunca pensé que esta vida fuera tan sacrificada, ni que Suena música
mientras el
estos dos estuvieran tan locos como una… narrador se coloca.
NARRADOR: Nuestros amigos iban enfrascados en sus pensamientos, cuando vio Don
Quijote que por el camino por el que se dirigían, venía hacia ellos una espesa
polvareda.
QUIJOTE: Este es el día, Sancho. ¿Ves aquella polvareda que allí se levanta? Pues por
allí viene un gran ejército al que vamos a enfrentarnos.
SANCHO: Pues deben de ser dos ejércitos, porque por la parte contraria otra polvareda
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asoma.
NARRADOR: Y vosotros pensaréis, ¿cuál de los dos tiene razón? Pues ninguno, pues
en realidad la polvareda la levantan dos grandes grupos de ovejas y de carneros y
ninguno de los dos cae en la cuenta de ello.
QUIJOTE: Pues favorecer y ayudar a los más necesitados. Por un lado el emperador
Alifanfarrón y por el otro Pentapolín del Arremangado Brazo, que van a
enfrentarse en breve me temo.
SANCHO: ¿Y qué les pasa a esos dos que se odian tanto que batallan sin cesar?
SANCHO: Pues me parece que hace muy bien y yo le ayudaré en todo lo que pueda.
QUIJOTE: Pues haces muy bien, pues para entrar en esta clase de batallas no es
necesario haber sido armado caballero.
ROCINANTE: ¡Madre mía, otra vez, mira que lo sabía, que estos dos nos llevan hacia
la ruina!
QUIJOTE: Pues déjale y no te preocupes, porque serán tantos los caballos que
tendremos después de vencer, que hasta Rocinante corre peligro de que lo
cambie por otro.
BURRO: Si es lo que yo decía, que no debí de venir a esta locura sin fin.
NARRADOR: Estos dos no se rinden y subiéndose a una loma para Sonido de ejército
avanzando.
verlo todo mejor, Don Quijote, llevado por su delirio, ve
guerreros y castillos donde solo ovejas había.
SANCHO: Que el diablo me lleve si los ejércitos y guerreros que dice usted se ven por
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alguna parte. Al menos yo no los veo.
QUIJOTE: Pero… ¿Cómo dices eso, no oyes los tambores y esos magníficos redobles?
QUIJOTE: Eso es el miedo que tienes que hace que no oigas a derechas, pero te
aseguro que me basto solo para darnos la victoria.
SANCHO: ¡Vuelva, señor Don Quijote, que son carneros y ovejas a las que va a
embestir! ¿Qué locura es esta? Mire que no son gigantes ni caballeros. ¿Qué es
lo que hace?
QUIJOTE: Allá voy, que solo soy un caballero que va a deshacer entuertos y a acabar
con los villanos.
NARRADOR: Queridos amigos, tan fuerte fue el golpe, que nuestro caballero se ha
caído del caballo, mientras las ovejas huyen despavoridas dejándole malherido al
pasarle por encima.
SANCHO: Pero… ¿Es que no me oía? Eran ovejas no ejércitos; madre mía, vaya facha
que le han dejado.
ROCINANTE: ¡Madre, madre, pero cómo te han dejado que pareces piltrafilla encima
de una alfombrilla!
QUIJOTE: Acércate, amigo mío, y mira cuántas muelas y dientes me faltan, porque
parece que no me han dejado ninguno en la boca.
SANCHO: ¡Qué mala suerte la nuestra, otra vez maltrecho y a punto de palmarla!
QUIJOTE: No te apures, pues todas estas cosas que nos suceden no pueden durar
mucho y pronto todo será mejor.
SANCHO: Pues no sé si creerme eso, porque las alforjas ya no están y ni una pizca de
comida nos ha quedado, mi amo.
ROCINANTE: Pues otra vez a dieta que a este paso no se nos va a ver, pues parecemos
fideos a punto de hervir en la olla.
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esto.
QUIJOTE: Vamos pues, te dejo elegir el sitio donde alojarnos. Yo te sigo, ponte en
marcha.
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ACTO OCTAVO
NARRADOR: Iban charlando tan tranquilos, nuestros amigos, cuando les pilló la noche
en mitad del camino; no sabían dónde iban a alojarse y lo peor de todo es que se
morían de hambre y apenas llevaban ya, nada de comer.
SANCHO: Mi señor, tengo hambre, tanta hambre que apenas me tengo en pie.
QUIJOTE: Pues ya somos dos, Sancho amigo, y mira si será que tengo hambre que me
parece estar viendo «lucecitas», allá a lo lejos.
NARRADOR: Vaya situación, ambos dos muertos de miedo y sin saber muy bien qué
hacer.
SANCHO: Usted es el que manda, pero más nos valdría correr y no parar hasta estar
bien lejos.
QUIJOTE: Esta debe ser una peligrosísima aventura, en la que de nuevo yo mostraré
todo mi valor y esfuerzo.
ROCINANTE: ¡Ay, madre mía, este hombre no escarmienta, mira que al final vamos a
terminar mal, pero mal, mal!
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SANCHO: ¡Desdichado de mí, parecen fantasmas y contra ellos es muy difícil luchar!
QUIJOTE: Pues por más fantasmas que sean no voy a permitir que te toquen un solo
pelo, tranquilo que yo os defenderé a todos.
ROCINANTE: Pues eso es lo que nos preocupa, que nos defiendas; mejor «quietecito»,
que al final siempre pagamos los platos rotos.
QUIJOTE: ¡Alto, alto, caballeros, decidme de inmediato, quiénes sois, de dónde venís,
dónde os dirigís y sobre todo qué es lo que ahí lleváis!
ENCAPUCHADO 4: La venta está lejos aún y no nos podemos detener a dar tantas
explicaciones como pedís.
SANCHO: Sin duda alguna, este mi amo, es tan valiente como él dice.
ROCINANTE: ¿Valiente?, lo que es, es un loco que lo van a dejar molido a palos y nos
tocará cargar con su maltrecho cuerpo… ¡Ya lo verás!
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QUIJOTE: Pues te digo que si no quieres salir más mal herido, responde a lo que te
pregunte.
ENCAPUCHADO 4: Venimos de Baeza, con otros sacerdotes que fueron los que
huyeron al verles a ustedes.
QUIJOTE: Pues si ha sido la voluntad de Dios, no queda más que callar y aceptarlo.
ROCINANTE Y BURRO: Y nosotros, los que pagamos los platos rotos de estos dos
insensatos que sueñan que son dos héroes, en este mundo tarado.
ENCAPUCHADO 4: Pues vaya suerte la mía, pues me habéis quebrado esta pierna, que
ya no estará derecha en lo que me resta de vida.
QUIJOTE: La mala suerte ha sido que fuera de noche y ustedes vestidos de blanco con
esas luces prendidas, rezando, parecían fantasmas y no humanos.
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SANCHO: Pues haberlo dicho antes, eso está hecho, mi señor y yo le ayudaremos a
continuar su viaje.
QUIJOTE: Una cosa antes: si alguien te pregunta quién es el que te dejó así, dile que
fue el famoso Don Quijote de La Mancha.
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ACTO NOVENO
«La aventura de los cueros de vino y otros sucesos que te contaré si sigues leyendo»
La escena representa la venta: algunas sillas y mesas y, en algún lado, una ventana con
rejas.
NARRADOR: Llegaron nuestros amigos a la venta, agotados, allí todos los presentes
los recibieron muy amablemente y Don Quijote se acostó enseguida, pues venía
molido a palos. Sancho le acompañó.
SANCHO: ¡Acudid, señores, rápido, que mi amo anda en la batalla más reñida que
jamás vi, le ha dado una cuchillada al gigante enemigo y le ha cortado la cabeza
de cuajo!
CURA: ¿Pero qué dices, cómo diablos puede ser eso, si el gigante está a más de dos mil
leguas de aquí?
VOZ EN OFF DEL QUIJOTE: ¡Detente ladrón, que aquí te tengo y no te va a valer
esa espada conmigo!
VENTERO: ¡Que me maten!, seguro que ese loco ha dado alguna cuchillada a algún
cuero de vino y eso es lo que parece sangre, pues no hay gigante ninguno.
SANCHO: Todo debe de estar encantado, porque no aparece la cabeza del gigante, que
yo vi perfectamente, y la sangre corría como una fuente.
VENTERO: ¿Qué sangre, ni qué fuente, no ves que la sangre no es más que el vino que
ese loco ha derramado?
QUIJOTE: Ya puede, hermosa señora, vivir más segura, ya que he matado a la malvada
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criatura.
SANCHO: Pues viendo esto empiezo a pensar que mi amo de verdad anda mal de la
«azotea».
NARRADOR: Después del suceso todos deciden reposar lo que quedaba de noche,
aunque Don Quijote se queda haciendo guardia por si los gigantes regresaban.
Maritornes y su criada deciden gastarle una nueva broma a Don Quijote.
QUIJOTE: Lo siento, joven señora, pero no puedo ser vuestro amado, ya estoy
comprometido.
QUIJOTE: Tomadla entonces y no para que la beséis, sino para que miréis la fuerza del
brazo que la sostiene.
NARRADOR: Pero nuestro pobre caballero, no sabe dónde se había metido, pues ataron
su mano a unos barrotes y fue imposible soltarse y aunque nuestro caballero
llamó a Sancho, este andaba tan dormido que no se enteró.
QUIJOTE: Vaya, menos mal, veo aparecer unos caminantes, les pediré ayuda de
inmediato.
CAMINANTE 1: Si sois el ventero, mandad que nos abran que somos caminantes y
solo deseamos dar pienso a nuestra cabalgaduras y pasar la noche y… ¡Deprisa!
QUIJOTE: ¿Os parece que tengo yo aspecto de ser el ventero de este castillo?
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CAMINANTE 3: Vaya, este tío está «majara»… ¡Que alguien nos atienda…!
¡Venterooooo!
ROCINANTE: Pues ya ves compañero, acompaño a mi amo que sin duda ha perdido el
juicio.
CABALLO 2: Ya lo vemos, lo sentimos, pues sabemos que es dura la vida por esos
caminos de Dios y máxime de rocín de un pobre loco.
ROCINANTE: Muchas gracias y ahora he de moverme un poco, llevo horas aquí atado
y mis pobres patas ya rechinan de dolor.
CABALLO 3: Pues adelante, compañero, muévete sin miedo y relájate, que seguro que
un duro camino te queda por recorrer.
VENTERO: ¿Pero qué ocurre, quién grita de esa manera, qué pasa aquí?
CAMINANTE 1: Este hombre que parece se ha vuelto loco, de repente empezó a gritar.
CAMINANTE 2: Nosotros solo queríamos saber si tendría sitio para descansar, pero le
aseguro que no le hicimos nada.
QUIJOTE: Algún gran mago ha debido encontrarme, pues no consigo que me suelte el
brazo y cuando quiero moverme tira de mí con tal fuerza que el dolor que me
produce es intenso.
VENTERO: Pero… ¡Bendito sea Dios!, deje que le suelte esta atadura y seguro que se
encontrará bastante mejor.
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QUIJOTE: No se atrevan a decirme que esto no ha sido fruto de un encantamiento, pues
llevo mucho camino recorrido y muchas son las aventuras vividas y ahora
mismo iré en busca de ese mago traicionero.
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ACTO DÉCIMO
«Que trata de cómo el Caballero de los Espejos o Caballero del Bosque reta a Don
Quijote»
C. DEL BOSQUE: Dejemos los caballos aquí, veo que hay abundante hierba para ellos
y suficiente silencio y soledad para nosotros.
QUIJOTE: Mira allí y verás a un caballero andante que no debe estar muy alegre
porque le vi bajarse del caballo y tumbarse algo abatido.
C. DEL BOSQUE: ¡Oh, la más hermosa e ingrata mujer del mundo! ¿No te basta que
haya conseguido que te confiesen la más hermosa del mundo leoneses,
andaluces, castellanos y caballeros de La Mancha?
C. DEL BOSQUE: ¿Quién está ahí? ¿Es del bando de los contentos o de los pesarosos?
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QUIJOTE: Del de los pesarosos.
C. DEL BOSQUE: Pues acércate, pues yo sufro la misma tristeza. Sentaos aquí
caballero, que sé que lo sois por encontrarnos aquí, lugar muy frecuentado por
los caballeros andantes.
QUIJOTE: En efecto, caballero soy y por lo que habéis contado deduzco que vuestras
penas son de amor por esa ingrata que nombrasteis.
ESCUDERO: Vamos los dos donde podamos hablar de nuestras cosas. ¡Qué vida la
nuestra, la de los que nos dedicamos a ser escuderos de caballeros andantes,
aunque con la esperanza en el premio, podemos seguir adelante!
ESCUDERO: Mejor sería retirarnos y volver a nuestras cosas, que los que buscan
aventuras no siempre las encuentran buenas.
BURRO: Sabio consejo ese, ¿por qué estos dos chalados no lo pondrán en práctica?
NARRADOR: Tanto hablaron y bebieron que se quedaron dormidos y así les dejamos
por ahora, para escuchar lo que mientras, hablaban los caballeros.
C. DEL BOSQUE: Y así ella me ha mandado que vaya por todas las provincias de
España y haga confesar a todos los caballeros andantes que ella es la más
hermosa y yo el caballero más valiente y el más enamorado del mundo.
QUIJOTE: (Alzando la voz.) No pongo en duda que usted haya vencido a muchos
caballeros, pero no a Don Quijote de La Mancha, puede ser que fuera otro que se
le pareciera.
QUIJOTE: Como que no y aquí está el mismo Don Quijote que defenderá la verdad con
sus armas, a pie o a caballo.
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C. DEL BOSQUE: Pues esperemos a que se haga de día para luchar y a condición de
que el vencido quede a disposición del vencedor.
ESCUDERO: Has de saber que mientras los caballeros riñen, los escuderos han de
pelear también.
SANCHO: Yo jamás oí decir eso a mi amo y aunque fuera una regla de la caballería
andante, yo no pienso cumplirla, pues soy un escudero pacífico.
QUIJOTE: Os pido, señor, que alcéis la visera un poco para que pueda ver vuestro
rostro.
C. DE LOS ESPEJOS: Tanto si sois ganador o vencido, os quedará tiempo para verme.
QUIJOTE: Pues al menos podéis decirme si soy yo aquel Don Quijote que aseguráis
haber vencido.
C. DE LOS ESPEJOS: Os parecéis como un huevo a otro huevo, sin duda lo sois.
QUIJOTE: Pues en menos tiempo que alcéis esa visera, si Dios, mi señora y mi brazo
me lo permiten, veré yo vuestro rostro y verá usted que no soy yo el vencido
Don Quijote que decís.
SANCHO: Señor Don Quijote, le suplico que antes de batallar, me ayude a subir a ese
alcornoque porque podré ver mejor esta fantástica batalla.
QUIJOTE: Me parece que tienes tanto miedo, que lo que quieres es huir de ese
escudero tan feo.
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SANCHO: Pues en verdad así es. No le habéis visto las narices, son tan grandes que
solo de mirarlas se hiela la sangre.
NARRADOR: Nuestro amigo Don Quijote al ver distraído al de los Se oyen quejidos.
Espejos, con seguridad y sin miedo arremetió contra él y le
hizo caer al suelo, donde el pobre quedó sin mover ni pies, ni
manos, dando señales de que estaba muerto.
QUIJOTE: Ven Sancho y verás cómo te sorprendes… ¿Pues no que me parece que este
que está en el suelo es el Bachiller Carrasco y no el Caballero de los Espejos?
SANCHO: Pues no le parece a usted, señor caballero, que es el mismo que usted dice.
QUIJOTE: Muerto sois caballero, si no confesáis que Dulcinea del Toboso se aventaja
en belleza a vuestra dama y os presentaréis ante ella, para poneros a su
disposición.
C. DE LOS ESPEJOS: Así lo haré, Don Quijote, pero retire ya la espada, que nosotros
solo pretendíamos hacerles entrar en razón y que con este vil engaño regresaran
a casa sanos y salvos.
ROCINANTE: Pues buena la habéis hecho, seguro que ahora este pobre caballero
andante ha cogido confianza y seguiremos de locura en locura.
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ACTO DECIMOPRIMERO
NARRADOR: Don Quijote divisa en mitad del campo, un carro lleno de banderas
reales y creyéndose de nuevo en una aventura, llamó a Sancho pidiéndole el
casco.
C. VERDE: Ese carro debe traer un cargamento para el rey que por las banderas se
reconoce.
QUIJOTE: ¿Qué será esto, Sancho, que se me ablanda el cerebro? Creo que será
gloriosa la aventura que va a sucedernos.
QUIJOTE: ¡Así que es eso, es requesón, traidor, mal escudero, ya te daré yo cuando te
pille!
SANCHO: ¿Cómo iba yo a atreverme a ensuciar el yelmo de mi señor? Esos han sido
los enemigos que ya sabe que siempre están al acecho.
QUIJOTE: Pues ahora que lo pienso, todo es posible y tal vez tengas razón.
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SANCHO: (Mirando al público). Pues claro que la tengo.
QUIJOTE: Pues ahora ya puede pasar lo que quiera, que puedo enfrentarme a quien sea
y a lo que sea.
QUIJOTE: ¿Qué carro es ese, qué lleváis en él y qué banderas son esas?
ROCINANTE: Vaya con las preguntitas; más vale que le respondan o este viejo loco
perderá de nuevo la «chaveta» y nos arrastrará de nuevo.
CARRETERO: El carro es mío, y lo que llevamos son dos leones enjaulados, vamos
hacia la corte para presentarlos ante su majestad, y las banderas son las del rey,
nuestro señor, y son la señal de que aquí van cosas suyas.
LEONERO: Muy grandes, sí señor. Son hembra y macho y van hambrientos porque no
han comido, así que será mejor que se aparte porque hemos de llegar pronto,
para que coman.
QUIJOTE: ¡Leoncitos a mí; bájese, buen hombre, y abra esas jaulas que en mitad de
ese camino les voy a hacer conocer quién es Don Quijote de La Mancha!
SANCHO: ¡Señor, por Dios, no haga usted locuras, que esos leones van a acabar con
nosotros!
C. VERDE: Pero… ¿De verdad creéis que vuestro señor se va a enfrentar a ellos? Si es
así, es que está loco.
C. VERDE: Mire señor, que esos leones no vienen contra usted, que van a ser
entregados a su majestad y no estaría bien impedirles su viaje.
QUIJOTE: Deje que cada uno cumpla con su oficio. Este es el mío y yo sé lo que he de
hacer.
ROCINANTE: Tú no sabes nada, viejo loco, que estás más que perdido; nos vamos
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ahora que aún estamos a tiempo.
QUIJOTE: ¡Bellaco, abre ya esa jaula que si no lo hacéis con esa lanza, os he de
destrozar el carro!
CARRETERO: Permítame al menos que ponga a salvo las mulas porque si las matan
quedaré arruinado para siempre.
LEONERO: Sean ustedes testigos de que abro las jaulas en contra de mi voluntad y
pónganse a salvo antes de que abra, que seguro que a mí no me harán daño.
SANCHO: Mire usted señor, que esto es serio, que me asomé a la jaula y el león es más
grande que una montaña.
QUIJOTE: Es el miedo el que te hace verlo tan grande. Retírate, si aquí me muero
acudirás a Dulcinea y le dirás que la amo.
NARRADOR: El leonero abrió de par en par la primera jaula, donde estaba el león
macho, que era enorme y de fiero aspecto, pero el generoso león se volvió de
espaldas y enseñó sus partes traseras a Don Quijote y con tranquilidad, volvió a
tumbarse en su jaula.
SANCHO: ¡Que me maten si mi señor Don Quijote no ha vencido a las fieras bestias!
LEONERO: Tenéis un caballero bien valiente, que se ha enfrentado sin miedo a estos
fieros leones, que al verle no han querido ni salir de la jaula.
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QUIJOTE: Y si su majestad os pregunta quién lo hizo, decidle que fue el Caballero de
los Leones, que me llamaré así, puesto que los caballeros andantes se cambiaban
el nombre a su antojo.
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ACTO DECIMOSEGUNDO
NARRADOR: Los duques estaban tan contentos con tener a Don Quijote y Sancho en
su palacio, que decidieron hacerles algunas burlas, al verles tan inocentes y un
poco mal de la cabeza; y dicho y hecho, los invitaron a participar en una
montería.
ROCINANTE: Sí, querido público, aquí me tenéis de nuevo acompañando a estos dos
pobres locos. Íbamos por un camino del bosque, cuando de pronto nos
detuvimos al ver un correo con traje de demonio.
DUQUE: Hola… ¿Quién sois, dónde vais y qué gente es la que cruza este bosque?
DEMONIO: Yo soy el diablo y busco a Don Quijote y estos que me acompañan son
hechiceros, que en este carro traen a Dulcinea del Toboso.
SANCHO: ¿Dulcinea del Toboso? Esa es la amada de mi señor, creo que aquí se va a
liar.
ROCINANTE: ¡Oh, Dios mío, ya lo creo que se va a armar, no hay más que mirar a la
cara de Don Quijote, está rojo de ira!
DEMONIO: Don Quijote debe esperar aquí mismo, alguien le dará instrucciones.
QUIJOTE: Aunque la ira me invade, esperaré aquí con paciencia, pues he de saber qué
hacer para salvar a mi Dulcinea.
NARRADOR: Pues ya lo estáis viendo, dicho y hecho, Don Quijote Suena música
suave.
esperaba sin darse apenas cuenta de que la noche se echaba
encima y de que la burla del resto continuaba. Ya se estaban
quedando dormidos cuando…
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MERLÍN: Soy el mago Merlín y he tenido noticias del encantamiento y la desgracia de
la dulce Dulcinea, convertida de dama en aldeana y tras mirar muchos libros de
magia, traigo el remedio.
QUIJOTE: Pues dámelo pronto, dime lo que tengo que hacer para librar a mi dama de
esta agonía en la que se halla metida.
MERLÍN: Para recobrar su estado es necesario que Sancho se dé tres mil azotes en sus
posaderas.
SANCHO: ¡Toma ya, vaya modo de desencantar, yo no sé qué tienen que ver mis
posaderas con los encantos! Yo creo que si Merlín no encontró otra forma de
desencantarla, pues muy a gusto que se quede como está.
NINFA: Vaya escudero que eres, alma de piedra, que solo piensas en comer. Ablándate
por ese pobre caballero que a tu lado tienes, que está muy preocupado y afligido.
MERLÍN: ¡De ninguna manera, aquí, en este instante y en este lugar tienes que decidir!
SANCHO: Está bien, todo sea por conseguir esa ínsula. Acepto la penitencia.
NARRADOR: Y así, de esta manera llegó el alba y dándose los duques por satisfechos
se volvieron a su castillo con la intención de continuar con sus bromas, ya que
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con ellas disfrutaban un montón.
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ACTO DECIMOTERCERO
NARRADOR: Tenía el duque un mayordomo muy burlón que preparó junto al duque
una nueva broma que gastar al pobre Don Quijote y a los que con él estaban y
estando todos reunidos, de repente vieron entrar a un grupo de personas, algo
extrañas, una de ellas se levantó el antifaz que llevaba puesto y…
DUQUE: Pues decirle que entre y que justo aquí tiene al caballero que busca, que
conociéndole le prestará la ayuda que ella precise, incluso yo mismo la ayudaré,
si es posible.
DUQUE: Ya lo veis caballero, hace poco que estáis aquí, pero ya vienen a buscaros
confiados en hallar remedio a sus males, eso será porque vuestra fama os
precede.
CONDESA: Buenas, queridos amigos presentes, espero poder hallar aquí remedio a mis
males, pero antes necesito saber si se encuentran aquí el caballero Don Quijote y
su escudero Sancho Panza.
SANCHO: Pues sí, aquí estamos tanto el uno como el otro, díganos qué se le ofrece.
ROCINANTE: Sí, sí, aquí están a cual más pirado de los dos.
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CONDESA: Así que aquí estáis ambos por fin; me arrojo a los pies de tan valeroso
caballero y ante vos, humilde escudero, le pido que interceda por mí ante su
señor para que me favorezca.
SANCHO: Yo rogaré a mi amo, que sé que me hará caso. Diga de una vez su pena.
CONDESA: En el reino de donde yo vengo, se vivió una historia de amor entre la niña
Antonomasia y el caballero Clavijo.
CONDESA: Ambos estaban esperando un hijo y se casaron sin permiso de sus padres.
Al enterarse la reina Maguncia cogió tal enfado y disgusto, que al cabo de tres
días la enterramos.
ROCINANTE: Pues mira el otro, ¡claro hombre!, se entierra a los muertos no a los
vivos.
CONDESA: Pues el mismo gigante dejó un mensaje que decía: «No recobrarán su
primitiva forma estos dos atrevidos amantes hasta que el valeroso manchego
mantenga batalla conmigo». Y fíjese además lo que nos hizo.
NARRADOR: Todos alzaron, entonces, sus antifaces y mostraron sus rostros llenos de
barbas, dejando a Don Quijote y Sancho pasmados sin darse cuenta de que
estaban burlándose de ellos.
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ROCINANTE: Pero mirad desdichados que son hombres y no mujeres y que todo es un
engaño para reírse de vosotros a carcajadas.
CONDESA: Así nos castigó el gigante y… ¿quién nos querrá con estas barbas, entiende
ahora, caballero, nuestras desdichas?
SANCHO: Juro que jamás había oído ni visto nada igual y qué malvado ese gigante y
seguro que ustedes no tienen dinero para que alguien las rape esas barbas.
QUIJOTE: Yo me pelaría las mías si así remediase ese desastre que os han hecho.
CONDESA: Os suplico entonces que oído lo que habéis dicho, vuestra promesa se
convierta en otra.
CONDESA: Dos personas, una en la silla y otra en las ancas, normalmente escudero y
caballero.
CONDESA: Clavileño, por ser de leño y tener una clavija que le sirve de freno.
SANCHO: Pues yo apenas puedo sujetarme en mi burro, como para sujetarme a ese
caballo volador. Así que cada cual se rape sus barbas que yo no pienso
acompañar a mi amo en tan largo viaje, pues no creo que yo sea necesario.
CONDESA: Claro que sois necesario y sin vuestra presencia no podemos hacer nada.
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HOMBRE 1: Suba a esta máquina, el que se atreva.
SANCHO: Mi señor puede buscarse otro escudero que lo acompañe, que yo no estoy
para subir por los aires.
ROCINANTE: Di que sí, no se te ocurra subir, que la vamos a armar buena si lo haces.
SANCHO: Está bien, señor, soy un pobre escudero y tengo que obedecer.
ROCINANTE: Y nada, que este pobre no se entera de que les están tomando el pelo y
riéndose a su costa.
TODOS: ¡Dios te guíe, valeroso caballero, Dios sea contigo, escudero intrépido, ya
estáis en el aire, que haya suerte!
SANCHO: Ya lo hago, pero si vamos tan altos… ¿cómo es posible que oiga sus voces
como si estuvieran aquí mismo?
QUIJOTE: Ya sabes, Sancho, las cosas de brujería y ten cuidado que entre el aire y tú,
me vais a tirar.
DUQUE: Mire usted, Don Quijote, aquí ha dejado el gigante Malambrino algo para
usted.
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QUIJOTE: Léalo usted si es tan amable, que del golpe aún me tengo que recuperar.
DUQUE: Malambrino se da por contento, retira las barbas de la duquesa y los reyes
Clavijo y Antonomasia vuelvan a su estado.
QUIJOTE: ¡Ea, señor duque, que la aventura ha terminado y ha acabado sin daño!
ROCINANTE: Otra aventura satisfecha y estos se lo han pasado genial. Esta vez me he
librado, espero que dure mucho.
NARRADOR: Todos quedaron contentos y Don Quijote el que más, que pensaba que
esta aventura había acabado apenas al empezar.
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ACTO DECIMOCUARTO
El escenario representa una playa desierta: pintada y arena esparcida por el suelo.
NARRADOR: Una mañana salió a pasear Don Quijote por la playa armado con sus
armas y vio cómo se acercaba un caballero armado también, de pies a cabeza, y
en cuyo escudo lucía pintada una luna resplandeciente.
C. BLANCA LUNA: Alabado señor Don Quijote, soy el Caballero de la Blanca Luna y
seguramente habéis oído hablar de mí.
C. BLANCA LUNA: Vengo a pelear contigo, para hacerte confesar que mi dama es, sin
comparación, más hermosa que tu Dulcinea del Toboso.
C. BLANCA LUNA: Pues lucharemos; si venzo dejaréis las armas durante un año y
viviréis en paz y si me vencéis, quedaré a tu disposición y decide pronto porque
solo tengo un día para despachar este asunto.
NARRADOR: El de la Blanca Luna llegó antes hasta Don Quijote y Suena música
durante la pelea.
arremetió contra él, con tal fuerza que tiró a Rocinante al suelo
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y con él a Don Quijote.
ROCINANTE: ¡Ay, madre, vaya golpe, se me han movido todas las costillas y ya no sé
si podré levantarme más!
QUIJOTE: Dulcinea del Toboso es la mujer más hermosa del planeta y yo el más
desdichado caballero, así que quitadme la vida, pues me he quedado sin honra.
C. BLANCA LUNA: No haré yo eso, solo me conformo con que se retire un año, como
dijimos antes de la batalla.
C. BLANCA LUNA: Soy el Bachiller Sansón Carrasco, del mismo pueblo que Don
Quijote, soy el que vestido del Caballero de los Espejos, intenté vencerle y
quitarle de esta locura suya; ahora lo he logrado y por fin descansará en su casa.
SANCHO: ¡Vaya sorpresa, así que sois vos, el Caballero de los Espejos!
SANCHO: Señor mío, alégrese, que aunque le ha vencido no tiene ninguna costilla rota
y Rocinante ha sobrevivido. Volvamos a casa y dejemos las aventuras y los
lugares que no conocemos. Además, yo soy el que más pierde, porque ya no
tendré ningún título.
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ROCINANTE: A este loco no hay quien lo cure, pero al menos un Música de fondo y
cascos de caballo.
año estaremos tranquilos.
FIN
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Índice
Portada 2
Página de derechos de autor 3
ÍNDICE 4
Presentación 5
Introducción 6
Decorado 6
Personajes y vestuario 7
Música 9
Luces 9
Las Andanzas de Don Quijote 2 12
59