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La niebla obstruía la capacidad de visión. Era un lugar frio y desconocido.

El pequeño
espíritu celestial descansaba bajo el manto estelar mientras la brisa acariciaba su suave y
delicada piel. Mechones ondulados caian sobre su frente dándole una apariencia seráfica,
sus largas y delgadas manos reposaban muy cerca de su rostro.

No había sonido alguno, solo era posible escuchar la parsimoniosa respiración del doncel.
De repente, el jaez blanco que llevaba puesto fue arrancado sin piedad.

Pendenciero, belicioso, agresivo.

Una fuerza inhumana se coloco encima suyo, no podía moverse. Cuando abrió sus dos
luceros pudo divisar a un ente dominante y hostil. Su cabellera rojiza caia sobre sus
omoplatos y en sus clavículas habían pequeñas cruces marcadas con sangre.

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