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Bianchi, M. Compilación La Psicología Comunitaria en Argentina América Latina y El Mundo
Bianchi, M. Compilación La Psicología Comunitaria en Argentina América Latina y El Mundo
En este Capítulo Maritza Montero busca retratar cómo se llegó a concebir a la psicología comunitaria
como una de las especialidades del campo de la psicología.
Radica su nacimiento en la serie de movimientos sociales de los 60’ y 70’ que difundieron ideas políticas y
económicas que influyeron sobre los modos de hacer y de pensar en ciencias sociales.
En la psicología tales ideas producen un vuelco hacia una concepción de la disciplina centrada en los
grupos sociales, en la sociedad y en los individuos que la integran -entendiendo al sujeto humano
como un ser activo, dinámico, constructor de su realidad-, así como en sus necesidades y
expectativas; hacia una concepción distinta de la salud y de la enfermedad y, sobre todo, del modo
de aproximarse a su consideración y tratamiento por los psicólogos. […]
A su criterio: “En América latina la psicología comunitaria nace a partir de la disconformidad con una
psicología social que se situaba, predominantemente, bajo el signo del individualismo y que practicaba
con riguroso cuidado la fragmentación, pero que no daba respuesta a los problemas sociales.”
Desde los 70’, dada las condiciones sociales de muchos países latinoamericanos y la poca capacidad de la
psicología para responder a los urgentes problemas, se desarrolla una nueva práctica, que exigirá una
redefinición tanto de los profesionales de la psicología, como de su objeto de estudio e intervención.
Ese nuevo modo de hacer buscaba producir un modelo alternativo al modelo médico, que hace
prevalecer la condición enferma, anormal, de las comunidades con las cuales se trabaja. Por el
contrario, la propuesta que se hacía partía de los aspectos positivos y de los recursos de esas
comunidades, buscando su desarrollo y su fortalecimiento, y centrando en ellos el origen de la
acción. Los miembros de dichas comunidades dejaban de ser considerados como sujetos pasivos
(sujetados) de la actividad de los psicólogos, para ser vistos como actores sociales, constructores de
su realidad (…). El énfasis estará en la comunidad y no en el fortalecimiento de las instituciones. […]
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BLEGER, J. [1966] (1999) Capítulo III “El Psicólogo en la Comunidad” En Psicohigiene y psicología
institucional. Paidós. Bs. As.
En este Capítulo de su conocidísimo libro, Bleger se dedica a analizar las funciones del psicólogo en la
comunidad. Así, enseña:
Se ha insistido reiteradamente que tanto los psiquiatras como los psicólogos deben trasladar el
énfasis de su actividad profesional: se debe tratar de superar la organización de una asistencia
individual y privada dedicada fundamentalmente a la curación, haciendo que el énfasis o el mayor
peso de la actividad profesional de los mismos recaiga sobre la población (la comunidad) y no sobre
individuos; promover bienestar y no solamente curar; no atender única, específica y
predominantemente a factores patógenos a nivel individual, sino situaciones más generales de la
comunidad; en lugar de la enfermedad hay que dirigirse a las condiciones corrientes de vida; en
lugar de crear más instituciones donde se atiende exclusivamente gente enferma, salir a la
comunidad y atender las situaciones cotidianas, las tareas y actividades diarias y ordinarias que
desarrolla la población. Todo esto se puede resumir diciendo que debemos atender más a la
administración y la planificación de los conocimientos y técnicas para atender la relación
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sino la función de estas autoridades, así como significa un aprendizaje por parte de estas últimas de
la posibilidad de actuar activamente como seres humanos. Esta autorización debe además ser
planteada y solicitada como una autorización precaria, en el sentido de que queda en manos de las
autoridades la posibilidad de revocarla o limitarla.
Un segundo aspecto que hemos considerado de suma importancia es el de la lealtad y el compromiso
de mantener y respetar la privacidad, en el sentido de no llevar datos de un grupo a otro y de no
tratar sino las situaciones presentes que se juegan en un momento dado. En tercer lugar, y aunque
está implícito en lo anterior, la veracidad es otra de las condiciones fundamentales, y con ello
queremos significar que no debemos incurrir en ninguna simulación o mentira, y en no ir más allá de
lo que realmente deseamos o nos proponemos.
Otro aspecto muy importante -y que no ha sido fácil cumplir- ha sido el de no fomentar la
dependencia o, en otros términos, el de no constituirnos en una sociedad de beneficencia, en el
sentido de que no nos corresponde hacer cosas por la comunidad que estén fuera de nuestra función
de psicólogos, de nuestros métodos y de nuestras técnicas. El no fomentar la dependencia lleva
implícita la consigna de incrementar la independencia de la comunidad y de sus miembros, actuando
nosotros únicamente como asesores y quedando en manos de la comunidad el derecho de seguir o
no nuestros esclarecimientos o nuestras interpretaciones.
Conjuntamente con lo anterior, otra de las consignas ha sido que el equipo de psicólogos en ningún
caso debe actuar por cuenta propia, es decir, los psicólogos no se deben constituir en un organismo
autónomo que actúa con independencia, aun en beneficio de la comunidad. Nosotros sólo debemos
dar nuestro asesoramiento, y la comunidad es la que ha de asimilarlo o no.
Otra de las consignas ha sido la de comprometernos a no publicar ningún informe que no haya sido
previamente conocido, discutido y consentido por los implicados en dicho estudio o, por lo menos,
por las autoridades de la comunidad.
Con estas consignas se cumple también el objetivo de no realizar proselitismo de ninguna índole, en
cualquiera de las acepciones que pueda tener este término.
Nuestra metodología y nuestras técnicas se han propuesto también no "psicologizar" a la comunidad
en el sentido de que aprendan y se manejen con términos psicológicos, sino todo lo contrario, el de
que el contacto de la comunidad con los psicólogos pueda ser una experiencia de aprendizaje y de
cierto insight.
Debemos cuidarnos en toda forma de no introducir pautas que correspondan a nuestras
modalidades de vida, sino intentar comprender las pautas ajenas, en este caso de la comunidad.
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Nuestra experiencia ha sido la de que los miembros de la comunidad se disponen a escuchar clases
de psicología como si se tratara de una difusión de conocimientos, y es necesario eludir y no caer en
esa tentación; tentación que está abonada por constituir una simplificación de la tarea (pero
también una tergiversación).
El establecimiento de los primeros contactos con la comunidad ha llevado implícita la necesidad de
reformar y modificar una cantidad muy grande de prejuicios, tales como el de suponer que nos
interesa especial o específicamente la gente enferma, o el de que hemos elegido a una comunidad
determinada por el hecho de que constituye una comunidad enferma o más enferma que otras, o
porque tiene más problemas de delincuencia, de prostitución o de cualquier otro "vicio".
De tal forma, vemos que las reflexiones que se realizaban en el país sobre intervención comunitaria y
sobre el rol o las funciones del psicólogo en la comunidad, ya desde los 60’ se dirigían no solo a ocupar un
lugar en la prevención, sino principalmente en la promoción de la salud, poniendo como objetivo lograr el
empoderamiento de la comunidad frente a sus dificultades, lo que significa correr del escenario la
posibilidad de caer en querer dirigir a los sujetos o ejecutar un paternalismo de los miembros a los cuales
apunta nuestra participación.