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1
A. FROSSARD, Dios existe. Yo me lo encontré, Rialp, Madrid 1979, 6.
EL HOMBRE, SER CREYENTE 11
2
L. CHAIGNE, Paul Claudel: poeta del simbolismo católico, Rialp, Ma-
drid 1963, 47. Casualmente, en la ‘noche luminosa’ del 25 de diciembre de
1886, Teresa de Lisieux recibió la gracia de su completa conversión (Cf. TE-
RESA DE LISIEUX, Manuscritos autobiográficos (Ms A 44v – 45r), en: ID.,
Obras Completas, Monte Carmelo, Burgos 1996, 163-165).
3
J. M. BEAURIN, Flèche de feu. Le Père Augustin-Marie du Très Saint
Sacrement, Hermann Cohen (1821-1871), Éditions France-Empire, Paris
1981, 61.
4
Cf. C. ARRANZ ENJUTO, Grandes conversos de la historia, Verdad y Vi-
da, Madrid 2005; F. GUGELOT, La conversion des intellectuels au catholicis-
me en France (1885-1935), CNRS, Paris 2010; J. PEARCE, Escritores conver-
sos: la inspiración espiritual en una época de incredulidad, Palabra, Madrid
2006.
12 JESÚS GARCÍA ROJO
6
Tomado de B. FERNÁNDEZ GARCÍA, “Buscadores y buscados”, Confer
50 (2011) 226.
7
Cf. BENEDICTO XVI, Audiencia general del miércoles 17 de octubre de
2012, Ecclesia 3646 (2012) 1588.
14 JESÚS GARCÍA ROJO
8
U. ECO - C. M. MARTINI, ¿En qué creen los que no creen? Un diálogo
sobre la ética en el fin del milenio, Ediciones Temas de hoy, Madrid 2000,
129-130.
EL HOMBRE, SER CREYENTE 15
man no creer han de reconocer que, de una u otra forma, creen, aun-
que sea en cosas puramente racionales. El anteriormente citado Mar-
telli, increyente confeso, decía que los que se declaran no creyentes
también creen: creen en el poder de la ciencia, en la honorabilidad de
la policía y de la justicia, en las compañías de seguros… “La vida del
hombre contemporáneo, sigue diciendo, es un continuo acto de fe lai-
co en cosas a veces mucho más abstrusas, absurdas e irrisorias de las
que se declaran en premisas fundadas en el misterio”9.
Aunque en sentido contrario, algo parecido cabría decir de los
creyentes; también ellos se sienten tentados por la duda y la falta de
fe. Ciertamente, su opción de fe puede consolidarse a la manera de un
edificio bien fundado; pero puede también tambalearse y venirse aba-
jo. La historia de todos los tiempos ofrece ejemplos maravillosos de
creyentes que han sabido hacer frente a pruebas de todo tipo. Esa
misma historia ofrece igualmente ejemplos de creyentes que, por di-
versas razones, abandonaron su fe. Se trata de un dato sobradamente
conocido que, de forma sencilla pero real, nos advierte que la fe no
está a salvo de la increencia. En realidad, la línea divisoria entre una
y otra es mucho más débil o tenue de lo que a veces imaginamos. Por
eso, no sólo es posible el paso de la increencia a la fe, sino también
de la fe a la increencia. De ahí que se diga que en todo creyente se es-
conde un increyente y, a la inversa, en todo increyente se esconde un
creyente.
Se preguntaba Karl Rahner si va contra la esencia de la fe el que
en su corazón conviva su contrario, y respondía que no. “¿Por qué no
ha de ser hoy posible con relación a la fe, lo que ha sido siempre con
relación al amor? (…). Si por fuerza ha de haber un simul iustus et
peccator católico, ¿por qué no puede haber también necesariamente
un simul fidelis et infidelis católico y cristiano? ¿Por qué no habíamos
de experimentar en nuestro propio corazón la tiniebla del mundo,
cuando éste se resiste a dejarse iluminar por la luz de Dios en Cristo
Jesús?”10. Nadie, creyente o increyente, puede sustraerse al dilema de
la condición humana que se debate entre la fe y la incredulidad. “Es
ley fundamental del destino humano no poder encontrar lo definitivo
9
Ibid., 141.
10
K. RAHNER, Siervos de Cristo. Meditaciones en torno al sacerdocio,
Herder, Barcelona 1969, 56.
16 JESÚS GARCÍA ROJO
11
J. RATZINGER, Introducción al cristianismo, Sígueme, Salamanca 1976,
28. Seguimos la traducción de J. M. Lozano-Gotor Perona, en: J. RATZINGER /
BENEDICTO XVI, Fe y ciencia. Un diálogo necesario, Sal Terrae, Santander
2011, 70.
12
“Uebermensch”, en: M. DE UNAMUNO, Obras Completas, IV La raza y
la lengua, Escelicer, Madrid 1968, 1369.
13
Carta a Adolfo Rubio, en: M. DE UNAMUNO, Epistolario inédito I
(1894-1914), Espasa-Calpe, Madrid 1991, 215.
14
“¿Qué es la verdad?”, en: M. DE UNAMUNO, Obras Completas, III Nue-
vos ensayos, Escelicer, Madrid 1968, 859.
15
“Del sentimiento trágico de la vida en los hombres y en los pueblos”,
en: M. DE UNAMUNO, Obras Completas. VII Meditaciones y ensayos espiri-
tuales, Escelicer, Madrid 1969, 209.
16
Ibid., 218.
EL HOMBRE, SER CREYENTE 17
17
M. DE UNAMUNO, Obras Completas II, Fundación José Antonio de
Castro, Madrid 1995, 343-344.
18
M. DE UNAMUNO, Obras Completas, III, Fundación José Antonio de
Castro, Madrid 1996, XIII.
19
“Salmo II”, en: M. DE UNAMUNO, Obras Completas, IV, Fundación Jo-
sé Antonio de Castro, Madrid 1999, 100. Recuérdese lo que decía Lutero:
que la duda es parte de la fe.
20
Cf. TERESA DE LISIEUX, Manuscritos autobiográficos (Ms C 4v – 7v),
en: ID., Obras Completas…, 276-281. Cf. J. MARTÍN VELASCO, “La noche de
la increencia. La noche de la fe”, en: E. J. MARTÍNEZ GONZÁLEZ (coord.), Te-
resa de Lisieux. Profeta de Dios, doctora de la Iglesia, Ediciones Universi-
dad Pontificia, Salamanca 1999, 607-621; C. MARTINI – G. GAUCHER – O.
CLÉMENT – J. M. LUSTIGER, En el drama de la incredulidad con Teresa de Li-
sieux, Verbo Divino, Estella 1998.
18 JESÚS GARCÍA ROJO
21
MADRE TERESA, Ven, sé mi luz. Las cartas privadas de ‘la santa de
Calcuta’. Edición y comentarios de Brian Kolodiejchuk, Planeta, Barcelona
2008, 238.
22
Ibid., 308. Cf. M. D. LÓPEZ GUZMÁN, “Madre Teresa: creer o no creer”,
Razón y Fe 269 (2014) 53-62.
EL HOMBRE, SER CREYENTE 19
23
P. LAÍN ENTRALGO, Creer, esperar, amar, Círculo de lectores, Madrid
1993, 97.
20 JESÚS GARCÍA ROJO
24
Ibid., 108.
25
Ibid., 136.
26
F. VIDAL FERNÁNDEZ, “La resistente fe de los Millennials. Sociología
de la fe de la nueva generación del siglo XXI”, Sal Terrae 101 (2013) 526.
27
Creer es siempre ‘creer que algo…’. En algunos casos es ‘creer a al-
guien’, y en otros puede ser ‘creer en alguien’.
EL HOMBRE, SER CREYENTE 21
ción ante una situación preocupante que genera malestar, pero tam-
bién como oportunidad para reflexionar más profundamente sobre el
sentido e importancia de la fe en la vida humana.
Hemos dicho que la fe forma parte intrínseca de la vida humana,
por eso no podemos no creer. Más todavía: la fe está llamada a ser un
importante factor de humanización. Gracias a ella crecemos como
personas, y gracias a ella desplegamos lo mejor de nosotros mismos:
la confianza en los demás, que fundamenta y garantiza las relaciones
interhumanas. Por ejemplo, cuando voy al peluquero lo hago con la
confianza de que me cortará el pelo y no las orejas o el cuello. Lo
mismo cabe decir de cuando acudo al hospital o subo al avión: lo
hago porque confío en la pericia profesional de médicos y pilotos. Si
no fuera así, es decir, si no confiara en las personas difícilmente po-
dría vivir y mantener auténticas relaciones con ellas.
A los habitantes de Jerusalén y, en particular, al rey de Judá el
profeta Isaías les advirtió que si no confiaban plenamente en Dios se-
rían derrotados por los reyes de los pueblos vecinos. “Si no creéis, no
subsistiréis” (Is 7,9), eso es lo que dice el texto hebreo. En cambio, la
traducción griega dice “si no creéis, no comprenderéis”. Con palabras
distintas las dos versiones están diciendo lo mismo: que “la subsis-
tencia que Isaías promete al rey pasa por la comprensión de la acción
de Dios” (Lumen fidei 23). Subsistencia y comprensión están íntima-
mente relacionadas entre sí. De modo que, para ir adelante, el hombre
tiene necesidad de conocimiento y de verdad, ya que sin ellos no po-
dría subsistir. Sin verdad y sin conocimiento “la fe se queda en una
bella fábula (…) o bien se reduce a un sentimiento hermoso que con-
suela y entusiasma, pero (…) es incapaz de dar continuidad al camino
de la vida” (Lumen fidei 24).
A veces la fe ha sido vista como un peso o fardo difícil de sopor-
tar, cuando lo cierto es que ella es un factor o elemento de crecimien-
to que implica a la persona entera. Ésta crece y se desarrolla adoptan-
do una actitud de confianza, como expresión de aquello que nos
humaniza: la capacidad de amar y de vivir la vida con sentido y espe-
ranza28. Cuando creo y confío en el otro pongo las bases para que sur-
28
Cf. I. M. FOSSAS, “La fe, compañera de vida”, Liturgia y Espiritualidad
43 (2012) 758-569.
22 JESÚS GARCÍA ROJO
29
Cf. H. U. VON BALTHASAR, Sólo el amor es digno de fe, Sígueme, Sa-
lamanca 1988.
30
P. TILLICH, Das Neue Sein, Evangelisches Verlagswerk, Stuttgart 1959,
45.
31
P. TILLICH, “Der Mut zum Sein”, en: Id., Gesammelte Werke, Band XI,
Evangelisches Verlagswerk, Frankfurt a. M. 1982, 128.
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32
G. RAVASI, “Dios al teléfono”, Vida Nueva 2877 (2014) 50. Cf. F. TO-
RRALBA, Creyentes y no creyentes en tierra de nadie, PPC, Madrid 2013.
24 JESÚS GARCÍA ROJO
33
Cf. N. MARTÍNEZ-GAYOL, “Fe, esperanza y amor en admirable urdim-
bre”, Razón y Fe 268 (2013) 441-453.
EL HOMBRE, SER CREYENTE 25
campo vedado para la fe. “La fe -se dice en la Lumen fidei- no aparta
del mundo ni es ajena a los afanes concretos de los hombres de nues-
tro tiempo” (n. 51). Todo lo contrario: la fe siempre busca compren-
der (fides quaerens intellectum), lo cual significa que ni es irracional
ni va contra la razón. “La búsqueda de la inteligencia es un acto inter-
ior al creer”34. El creyente no sólo no renuncia a su razón e inteligen-
cia, sino que las pone al servicio de la fe. Esto, que se aplica a todo
creyente, se pone especialmente de manifiesto en el ejercicio de la
teología en cuanto ciencia que versa sobre la inteligencia de la fe. La
fe creída debe ser una fe anunciada o testimoniada. Lo creído, prime-
ramente, en el corazón, después es profesado por los labios (cf. Rom
10, 9). Creyente a carta cabal no es el que guarda para sí la fe, sino el
que da cuenta de ella gozosa y convincentemente.
Juan de la Cruz, maestro insigne de la fe, decía que para obrar el
bien no hay que esperar al gusto ni moverse por el sentimiento, sino
atenerse a la razón y entendimiento. “El que obra razón -dice en el
número 45 de los Dichos de luz y amor- es como el que come sustan-
cia; y el que se mueve por el gusto de su voluntad como el que come
fruta floja”. Por eso, a quien desee avanzar en el camino que conduce
a la unión con Dios, él le aconseja que entre en cuenta con su razón
para hacer lo que ella le dice. Evidentemente, no se trata de atenerse
exclusivamente a la razón, sino de darle la importancia y relieve que
tienen en la vida del hombre. Importancia y relieve que no anulan el
papel de la fe, ni van en contra de ella, la cual, en palabras de Juan de
la Cruz, “es sobre todo aquel entender, gustar, sentir o imaginar”35.
No es éste el momento de explicar de qué manera la fe sanjuanista
no minusvalora la razón humana, antes al contrario la integra trascen-
diéndola y redimensionándola, no anulándola, dejando, por tanto, a
salvo el vínculo existente entre una y otra. Tanto la fe como la razón
tienen, valga la redundancia, su razón de ser, sin que sea legítimo sa-
crificar la una a la otra. Por muy creyente que sea la persona no puede
dejar de pensar, por la misma razón que quien piensa o razona puede
seguir creyendo. Fe y razón son, de acuerdo con la conocida expre-
34
BENEDICTO XVI, Audiencia general del miércoles 21 de noviembre de
2012, Ecclesia 3651 (2012) 1785.
35
JUAN DE LA CRUZ, “Subida del Monte Carmelo” II, 4, 2, en: Id., Obras
Completas, EDE, Madrid 1988, 213.
26 JESÚS GARCÍA ROJO
sión de Juan Pablo II, “como las dos alas con las cuales el espíritu
humano se eleva hacia la contemplación de la verdad” (Fides et ratio
1).
Por este motivo, la Iglesia, comunidad de creyentes, tiene en mu-
cha estima la filosofía, por cuanto le es de gran ayuda en la inteligen-
cia de la fe. Aunque distintos, entre el conocimiento de la fe y el co-
nocimiento de la razón existe un vínculo profundo, enraizado en el
ser del hombre, buscador de una verdad que le trasciende. La búsque-
da de la verdad está radicada en el corazón del hombre, y en dicha
búsqueda intervienen tanto la fe como la razón. Una y otra están lla-
madas a encontrarse a través de un diálogo fecundo. Eso fue lo que
hicieron los primeros pensadores cristianos, quienes afrontaron con
conciencia crítica la relación entre fe y filosofía, acogiendo con am-
plitud de miras los argumentos de la razón e incorporando a ella los
datos de la revelación.
Una etapa especialmente significativa de la relación fe - razón la
tenemos en el Medievo, donde asistimos a una armonía fundamental
entre pensamiento filosófico y fe cristiana con dos grandes figuras:
Anselmo de Canterbury y Tomás de Aquino. Mientras para el prime-
ro la prioridad de la fe no es incompatible con el cultivo de la razón,
mérito indiscutible del segundo es haber destacado la armonía entre
razón y fe, argumentando que “la luz de la razón y la luz de la fe pro-
ceden ambas de Dios; por tanto, no pueden contradecirse entre sí”
(Fides et ratio 43). Sin embargo, con la llegada de la Modernidad se
producirá una nefasta separación, de modo que “no es exagerado
afirmar que buena parte del pensamiento filosófico moderno se ha
desarrollado alejándose progresivamente de la Revelación cristiana
hasta llegar a contraposiciones explícitas” (Fides et ratio 46).
En este contexto, en el que no han faltado intentos encaminados a
una nueva integración desde la circularidad, la Iglesia no ha dejado de
dar muestras de su interés por la filosofía. Un paso importante en esta
dirección fue la publicación de la encíclica Aeterni Patris del Papa
León XIII (1879). El Concilio Vaticano II, por su parte, al ocuparse
de los estudios eclesiásticos, insiste en la importancia de la filosofía,
de la que los alumnos deben adquirir un conocimiento sólido y cohe-
rente, de manera que no sólo sean capaces de dialogar con los hom-
bres de su tiempo, sino también de “percibir el nexo que existe entre
EL HOMBRE, SER CREYENTE 27
36
Para centrar e incrementar esa relación en el ámbito de los estudios
eclesiásticos, el 28 de enero de 2011 la Sagrada Congregación para la Educa-
ción Católica publicó un importante documento titulado Decreto de reforma
de los estudios eclesiásticos de filosofía, que fue objeto de estudio los días 7
y 8 de junio de 2012 en la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia
de Salamanca. La reflexión giró en torno a cuatro ponencias presentadas por
los profesores Francisco García Martínez, Francisco-Javier Herrero Hernán-
dez, Benito Méndez Fernández y Gonzalo Tejerina Arias, las cuales fueron
publicadas en el último número del año 2012 de la revista Salmanticensis.
37
J. RATZINGER, Introducción al cristianismo…, 54. Seguimos la traduc-
ción de J. M. Lozano-Gotor Perona, en: J. RATZINGER / BENEDICTO XVI, Fe y
ciencia..., 97.
38
BENEDICTO XVI, Discurso a los profesores universitarios jóvenes. Ba-
sílica de El Escorial (19-8-2011), Ecclesia 3584-85 (2011) 1276.
28 JESÚS GARCÍA ROJO
39
J. RATZINGER, Introducción al cristianismo…, 56. Seguimos la traduc-
ción de J. M. Lozano-Gotor Perona, en: J. RATZINGER / BENEDICTO XVI, Fe y
ciencia…, 99.
40
BENEDICTO XVI, Audiencia general del miércoles 21 de noviembre de
2012, Ecclesia 3651 (2012) 1784.
41
BENEDICTO XVI, Discurso en la Universidad de Ratisbona (12-9-2006),
Ecclesia 3328 (2006) 1764.
42
J. RATZINGER, Fe, verdad y tolerancia. El cristianismo y las religiones
del mundo, Sígueme, Salamanca 2005, 153.
EL HOMBRE, SER CREYENTE 29
43
BENEDICTO XVI, Audiencia general del miércoles 20 de septiembre de
2006, Ecclesia 3329 (2006) 1438.
44
BENEDICTO XVI, Discurso que tenía previsto pronunciar en la Univer-
sidad de La Sapienza de Roma (16-1-2008), Ecclesia 3399 (2008) 157.
30 JESÚS GARCÍA ROJO
45
BENEDICTO XVI, Discurso a la Curia Romana ante la Navidad (22-12-
2006), Ecclesia 3343-44 (2007) 43.
46
J. RATZINGER, Fe, verdad y tolerancia…, 121. Cf. E. ESLAVA, “La ra-
zón mutilada: ciencia, razón y fe en el pensamiento de Joseph Ratzinger”,
Scripta Theologica 39 (2007/3) 829-851.
EL HOMBRE, SER CREYENTE 31
47
L. WITTGENSTEIN, Tractatus Logico-Philosophicus, Alianza Editorial,
Madrid 1973, 203 (n. 6.522).
48
Ibid., 201-203 (n. 6.52): traducción propia del texto alemán.
49
Cf. J. L. RUIZ DE LA PEÑA, “Dios y el cientifismo resistente”, Salmanti-
censis 39 (1992) 121-147.
50
En contra de cierta tendencia de algunas de nuestras editoriales consis-
tente en traducir obras de autores ateos y no de autores teístas, creando la fal-
sa idea de que el debate sobre Dios o bien está agotado o no interesa, Trotta
ha traducido un libro de Antony Flew (1923-2010), uno de los máximos ex-
ponentes del ateísmo durante más de medio siglo, quien el año 2004 anunció
su ‘conversión’ al teísmo. El libro en cuestión se titula Dios existe (Madrid
2012), una especie de testamento espiritual, donde, saliendo al paso de las
EL HOMBRE, SER CREYENTE 33
Hay que reconocer que los tres autores citados, ilustres represen-
tantes de lo que se ha dado en llamar cientifismo resistente, no son los
únicos que sostienen que ciencia y religión son incompatibles. Pero,
asimismo hay que reconocer que no pocos hombres de ciencia afir-
man lo contrario, a saber: que ciencia y religión son compatibles. Al
margen de lo que puedan ser debates estrictamente científicos, la teo-
logía no puede ser ajena a esta situación, ya que, según Ruiz de la Pe-
ña, el futuro de la fe “se juega precisamente en la capacidad crítico-
propositiva de la teología” para entablar un diálogo serio y sereno con
la ciencia.
En el apartado anterior vimos que la fe no es enemiga de la razón.
Lo que ahora nos interesa saber es si la fe es realmente enemiga de la
ciencia, tal y como defienden algunos científicos o si, por el contra-
rio, son perfectamente compatibles.
En un memorable discurso pronunciado en la Facultad de Medici-
na y Cirugía del Policlínico Gemelli, adscrito a la Universidad del
Sagrado Corazón, Benedicto XVI se refirió a la unidad del saber
humano y a la deseable armonía entre fe y razón, hoy más necesaria
que nunca. Y añadió: la ciencia y la fe “tienen una reciprocidad fe-
cunda, casi una exigencia complementaria de la inteligencia de lo re-
al”51. A este respecto, en su Mensaje a toda la humanidad, después de
haberse dirigido a los gobernantes, el Concilio se dirigió, en segundo
lugar, a los intelectuales y a los hombres de ciencia por medio de un
saludo especial, señalando que la posibilidad de un acuerdo profundo
entre la verdadera ciencia y la verdadera fe, “sirvientes una y otra de
la única verdad”, nunca ha sido tan clara como hoy.
En ocasiones, la relación entre ciencia y fe ha estado dominada
por la incomprensión y la mutua descalificación. Es hora de que esa
duras críticas de sus antiguos colegas, explica que su cambio nada tiene que
ver con su avanzada edad ni con ningún tipo de experiencia sobrenatural, sino
que responde a argumentos puramente racionales: la suya no ha sido una pe-
regrinación espiritual, sino racional.
51
BENEDICTO XVI, Discurso en la sede romana de la Universidad Católi-
ca del Sagrado Corazón con ocasión del 50º aniversario de la Facultad de
Medicina y Cirugía ‘Agostino Gemelli’ (3-5-2012), Ecclesia 3623 (2012)
734.
34 JESÚS GARCÍA ROJO
52
Cf. A. FERNÁNDEZ-RAÑADA, Los científicos y Dios, Trotta, Madrid
2008.
53
Cf. F. S. COLLINS, ¿Cómo habla Dios? La evidencia científica de la fe,
Temas de hoy, Madrid 2007.
54
El Mundo. Viernes 28 de diciembre de 2012, 44.
55
El Mundo. Sábado 14 de julio de 2012, 23.
EL HOMBRE, SER CREYENTE 35
56
El Mundo. Sábado 18 de mayo de 2013, 20. Para abundar en el tema
puede verse su libro El espejismo de la ciencia, Kairós, Barcelona 2013, en el
que pone sobre el tapete los diez dogmas que, en su opinión, atenazan a la
comunidad científica. Es interesante advertir que, en un escrito dirigido al
científico Odifreddi, Benedicto XVI afirma que también en el ámbito de las
ciencias existe la ciencia ficción, de la que el gen egoísta de Richard Dawkins
es un buen ejemplo (cf. BENEDICTO XVI, Carta al matemático italiano Pier-
giogio Odifreddi (30-8-2013), Ecclesia 3702 (2013) 1753).
57
Una refutación contundente de las tesis del nuevo ateísmo puede verse
en J. F. HAUGHT, Dios y el nuevo ateísmo. Una respuesta crítica a Dawkins,
Harris y Hitchens, Sal Terrae, Santander 2012. Cf. también L. SEQUEIROS,
“El nuevo ateísmo científico (1): En el siglo XXI vuelve la negación de Dios
aprovechando las redes sociales”, Iglesia Viva 249 (2012) 97-108; ID., “El
nuevo ateísmo científico (2): Richard Dawkins, ‘probablemente Dios no exis-
te’”, Iglesia Viva 250 (2012) 89-101; ID., “El nuevo ateísmo científico (3): El
‘hechizo’ religioso de Daniel Dennett”, Iglesia Viva 252 (2012) 84-98; ID.,
“El nuevo ateísmo científico (4): Sam Harris y Christopher Hitchens atizan el
fuego de la provocación”, Iglesia Viva 253 (2013) 85-98.
36 JESÚS GARCÍA ROJO
CONCLUSIÓN
58
M. P. GALLAGHER, “Una relectura del nuevo ateísmo”, Razón y Fe 267
(2013) 230. Unas líneas más arriba dice que “un auténtico hombre de ciencia
no tiene necesidad de criticar con aspereza la religión. De hecho, son muchos
los creyentes que se mueven en los más altos niveles de la investigación cien-
tífica” (ibi., 230).
59
JUAN PABLO II, “Epistula moderatori speculae astronomicae Vaticanae
missa”, Acta Apostolicae Sedis 81 (1989) 282.
EL HOMBRE, SER CREYENTE 37
60
Cf. D. BONHOEFFER, Resistencia y sumisión. Cartas y apuntes desde el
cautiverio, Ariel, Barcelona 1971, 214-216.
61
J. RATZINGER, Fe y futuro, Sígueme, Salamanca 1973, 20.