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SEMANA 4

ÉTICA PROFESIONAL
UNIDAD II

“PRINCIPIOS, VALORES Y VIRTUDES”


INTRODUCCIÓN

Pese al trascendente hito que significó la proclamación universal de los Derechos


Humanos, llevada a cabo por las Naciones Unidas en 1948, y sus posteriores
convenios y pactos celebrados, en la actualidad somos testigos de constantes y graves
trasgresiones de los postulados una vez declarados.
Los múltiples conflictos a lo largo del orbe y la amenaza sistemática en la que viven
millones de seres humanos nos hacen cuestionar el real alcance que estos
fundamentos poseen hoy.
Otros derechos relevantes como el derecho al trabajo, la seguridad social o a las
condiciones justas en el plano laboral siguen igual suerte y ponen en jaque a los
trabajadores, atropellando gravemente la dignidad de las personas.
Desde un punto de vista moral, este fenómeno debe preocuparnos.
Hoy más que nunca se hace necesario manifestar empatía y consideración por la
realidad que atraviesan distintas sociedades pues, pese al pesimismo que nos generan
estos actos de la cotidianidad y el abismo que separa lo enunciado teóricamente con la
práctica de estos derechos, siguen siendo estas proclamaciones un vestigio de aquella
visión moderna de compromiso con el deseo de un mundo mejor y una convivencia de
todos, sobre el fundamento de un mutuo reconocimiento.
El material de esta semana se aboca a la revisión de dos dimensiones relacionadas
directamente con la ética, especialmente en su aplicación a la profesión.
La primera de esas dimensiones la constituyen los Derechos Humanos, referente no
solo jurídico normativo, sino, cuanto más, una prescripción a nivel de la moralidad de
las sociedades.
Dentro de esta dimensión, se pondrá especial atención al concepto de empatía como
núcleo central y, al tiempo, requisito esencial para la actuación bajo el criterio de esos
derechos fundamentales.

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Finalmente, un segundo ámbito a revisar dice mención con las Relaciones entre
Profesionales y los distintos fenómenos implicados en esta clasificación, a saber, la
delimitación, subordinación e interacción entre profesionales en sus respectivas
jurisdicciones laborales con las tensiones éticas que emergen de tal interacción. Estos
contenidos, Relaciones entre profesionales y Los Derechos humanos como farol moral
de la humanidad, ambos relativos a la segunda unidad “Principios, Valores y Virtudes”,
nos permiten retomar dos de los objetivos generales estipulados en nuestro programa:
Conocer y comprender los rasgos específicos de la moralidad humana en su práctica
individual y social, valorando el significado de la dignidad personal, de la libertad y de la
autonomía moral en todos los seres humanos.
Analizar críticamente la evolución del concepto de trabajo a través del tiempo, los
procesos que le han entregado su actual fisonomía y las principales problemáticas y
tensiones desde un punto de vista moral.

Junto con ello, abordaremos el siguiente objetivo específico:


Comprender la importancia del ámbito laboral como el espacio de generación de
virtudes por excelencia, y las vicisitudes existentes en materia éticas en la relación
entre profesionales

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IDEAS FUERZA

EN CUANTO A LAS IDEAS PRINCIPALES POR SU PARTE, EL SIGUIENTE


DOCUMENTO ABORDARÁ:
Los Derechos Humanos (DDHH): Definición, características, implicancias y tipos de
derechos por generación.
Origen histórico de los Derechos Humanos: Hitos y su situación en la actualidad.

RELACIÓN CON LA ÉTICA Y EL CONCEPTO DE RESPONSABILIDAD SOCIAL


EMPRESARIAL (RSE)
La Declaración Universal de los Derechos Humanos: Pactos, convenios y gestación.
Principales críticas al concepto de DDHH
La empatía: Definición y el rol que cumple en la moralidad y en las relaciones entre
personas.
Relaciones entre profesionales: Delimitación, subordinación y monopolio profesional,
y sus implicancias en la ética profesional.

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DESARROLLO

LOS DERECHOS HUMANOS Y SUS CARACTERÍSTICAS.


Los Derechos Humanos constituyen en sí mismos principios de carácter ético y se han
vuelto un horizonte de orden moral para la humanidad.
De acuerdo, al planteamiento tradicional, poseen una serie de características que
explican su relevancia y trascendencia, siendo la primera de ellas, su naturaleza
universal, pese a que encontramos diversas expresiones de acuerdo a cada cultura, es
decir, corresponden a todos los seres humanos indistintamente de su raza, género u
origen, entre otros factores.
De esto se desprende su carácter innato e inherente, y por tal le es propio a cada
persona por su condición de ser humano.
Además de ello, los derechos humanos son inalienables e intransferibles, lo que implica
la imposibilidad de renuncia hacia estos pilares y libertades fundamentales y, menos
aún, de su despojo o atropello.
Son indivisibles, en el sentido en que se encuentran concatenados, y no van unos en
desmedro de otros.
Finalmente, son imprescriptibles y, por tal, el paso de los años no afecta su ejercicio y
exigibilidad, lo que los hace además inviolables
Pese a tener hitos importantes de proclamación, estos derechos poseen larga data y
responden a un proceso evolutivo: el proceso de toma de conciencia ética de la
humanidad.
Como señaló en su momento el jurista italiano Norberto Bobbio, los derechos
humanos actúan a modo de síntesis del pasado e inspiración para el porvenir.
Sin embargo, intelectuales como Theodor Adorno consideran que estos derechos
humanos no surgen para un bien, de un estadio superior de la razón, sino como freno o
paliativo del mal y la barbarie inherente a esa razón.
En este sentido ético, los derechos humanos establecen límites y regulaciones en
términos de la convivencia y son portadores de los principios, valores y normativas para
una ética actual. Las primeras líneas de este documento nos recuerdan un hito
fundacional de ese proceso.
En 1789, en el contexto de la Revolución Francesa, la declaración gala abordó
explícitamente los derechos del hombre y del ciudadano.

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En esta declaración se contiene la génesis de una idea vaga en ese momento de los
derechos, que se asociaba con la que, algunos años antes, se manifestaba en la
Declaración de Derechos del Buen Pueblo de Virginia en los Estados Unidos (1776).
Con esto, las clásicas discusiones filosóficas en torno a los derechos, que se
remontaban al Renacimiento, tenían un correlato en el ámbito político jurídico.
Pese a que la discusión fue ininterrumpida durante décadas, tendríamos que esperar
hasta mediados del siglo XX para reencontrarnos con una manifestación legal en
materia de derechos, ahora con residencia en el derecho internacional, lo que llevaría a
un cambio en materia de moralidad.
El surgimiento de la Organización de las Naciones Unidas, en 1945, y con ella de la
Comisión de Derechos Humanos, posibilitó la generación de la Carta de Derechos,
adoptada por la Asamblea General de la ONU el 10 de diciembre de 1948, el primer
instrumento jurídico internacional y el principal referente ético normativo de los
derechos humanos contemporáneos.
Esta declaración se uniría a otros pactos el Pacto Internacional de Derechos Civiles
y Políticos (PIDCP) y el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y
Culturales (PIDESC) para la conformación de la Carta Internacional de Derechos
Humanos, lo que posee enorme importancia pues la primera constituye un documento
referencial, de orientación, mientras que los pactos poseen carácter de tratado
internacional que obliga a los estados participantes a su irrestricto cumplimiento.
Con esto, el concepto de derechos humanos no solo se insertaría con mayor fuerza en
la opinión pública, producto del propicio clima intelectual, político y moral que reinaba
en los setenta, al promulgarse estos pactos, sino que se estructura de mejor forma,
sobre ejes esenciales.
Estos ejes lo constituyen, en primer lugar, un sistema de derechos, que vienen a
constituir la expresión de principios éticos enarbolados en diversas convenciones de
derechos humanos.
Pero, además, un eje es constituido por una serie de instituciones encargadas de la
promoción y seguimiento de lo estipulado en los principios mencionados, junto con
divulgar este contenido en otras instancias, a modo de similares convenciones.
A estos dos ejes estructurantes, podemos agregar un mayor desarrollo teórico en la
propuesta de derechos, que termina por ordenarlos en cuanto a generaciones.
Este ordenamiento posiciona a los derechos individuales, civiles y políticos como
derechos de primera generación. Los derechos sociales, económicos y culturales
vendrían a conformar una segunda generación.

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Una tercera generación, por su parte, la conformarían los llamados derechos de
solidaridad, como lo serían el derecho a la paz, al desarrollo o a la autodeterminación
de los pueblos, entre otros.
Lo común en estos últimos sería su naturaleza colectiva y la función reivindicativa que
jugarían, constituyendo una nueva forma en el ejercicio de la ciudadanía.
Finalmente, cabe señalar que ciertos intelectuales han argumentado en torno a una
cuarta generación que derechos que estarían relacionados a nuevos tópicos
emergentes, como el medio ambiente e incluso el ciberespacio.
Hernán Santa Cruz, jurista chileno, miembro del importante comité que se reunió
en 1948 para redactar la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Desempeñó, además, cruciales cargos como embajador de Chile ante la ONU,
nombrado por Eduardo Frei Montalva y representante regional para América
Latina.

DERECHOS HUMANOS Y ÉTICA PROFESIONAL.


Los derechos humanos, si bien se encuentran protegidos en este ordenamiento jurídico,
poseen una profundidad mucho mayor, que no la restringe a meras garantías de orden
político; constituyen un elemento central en lo que se concibe como un sistema justo de
convivencia.
En ese sentido, se vinculan de mayor forma con la disciplina ética y sus asociados. Uno
de esos asociados lo constituye la deontología profesional ver material de la primera
semana.
Como todo código deontológico, genera una influencia jurídica en la práctica profesional
y cuanto en ella es permitido o restringido.
En términos generales, los derechos humanos se vuelven un marco normativo para las
organizaciones en su globalidad.
Como señalan Carvajal, Valencia y Cortés (2013:14), los derechos humanos son un
asunto vinculante con el desarrollo de la ética de las organizaciones y, especialmente,
con el concepto de Responsabilidad Social Empresarial (RSE), siendo el Pacto
Mundial de Derechos Humanos la iniciativa que Hernán Santa Cruz, jurista chileno,
miembro del importante comité que se reunió en 1948 para redactar la Declaración
Universal de los Derechos Humanos.
Desempeñó, además, cruciales cargos como embajador de Chile ante la ONU,
nombrado por Eduardo Frei Montalva y representante regional para América Latina.

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Mayor soporte le ha entregado al estipular una serie de principios fundamentales a
considerar, entre ellos las normas laborales, el respeto a la libertad de asociación y la
negociación colectiva, la eliminación del trabajo forzoso y el trabajo infantil, así como la
discriminación en el empleo y la educación, la protección del medio ambiente y la lucha
contra la corrupción.
La relación entre derechos humanos y derechos de los trabajadores, o la inclusión de
los derechos en materia empresarial, no son fenómenos nuevos:
Los movimientos de trabajadores a finales del siglo XIX o la misma Organización
Internacional del Trabajo (OIT), formada en 1919, son prueba de ello; más aún si se
considera la inclusión de la Responsabilidad Social como eje de la norma ISO26000,
entre otras medidas.
Y pese a esta histórica relación existen problemas éticos generados de la misma:
vulneración a la integridad humana en las organizaciones, cargas excesivas de trabajo,
incidir de manera negativa en la motivación, etc.
Instigada por esta paradójica realidad, la misma organización adoptó, en 1998, la
Declaración sobre “Principios Fundamentales y los Derechos en el Trabajo” en donde
insta a la promoción de:
La libertad de asociación y el reconocimiento efectivo del derecho a la negociación
colectiva;
La eliminación de todas las formas de trabajo forzado;
La abolición efectiva del trabajo infantil, y
La eliminación de la discriminación con respecto al empleo y la ocupación. Sin
embargo, estas medidas persisten en lo que, a ojos de Martínez (2011), resulta una
vital contradicción: sostener un planteamiento acerca de los derechos de los
trabajadores en gran medida de una consideración de los derechos como algo colectivo
mientras que la tradición de los derechos humanos parte de estos como un fenómeno
individual.
Esta crítica no es única y se suma a la amplia gama de cuestionamientos en torno a
este documento deontológico.
La crítica más fiera acusa a los derechos humanos de ser una mera palabrería, carente
de un real sustento teórico e intelectual, y poseer intrínsecamente una serie de
anomalías.
La primera de estas anomalías sería su carácter occidental, lo que hace sumamente
cuestionable la universalidad de la propuesta.

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Desde su fuente originaria, la Declaración de 1789, que se explicitan los derechos de
los hombres, pero ¿Qué pasa con las mujeres?; se reconocen soberanamente los
derechos de los ciudadanos franceses, pero ¿Qué hay de los extranjeros? Quienes
sostienen estos cuestionamientos argumentan que tales derechos nacen ligados no
solo a una clase social en particular la burguesía-, sino también a una cultura la
europea occidental, a una raza la blanca y a un género el masculino.
Por esto, algunos autores sostienen que es la Declaración de 1948 la única que merece
el calificativo de universal propiamente, lo que no la resta de cuestionamientos en torno
a su capacidad para hacer frente a demandas de procesos actuales, como la
globalización, sino, por el contrario, insta a otros a postular incluso la opción de
reescribir la declaración.
La paradoja final es que nunca han coexistido como hoy en día tantas normativas e
instituciones encargadas de proteger la dignidad humana, y nunca como hoy se han
registrado tantas y tan atroces violaciones de las garantías fundamentales en ellas
prescritas.
Quizá la clave se encuentre en superar o trascender lo normativo y poner el acento y la
atención sobre la disposición de los individuos hacia otro.
En esto, el papel de la empatía como núcleo de la habilidad relacional resalta como
esencial y de urgente necesidad.

LA EMPATÍA.
Para la gran mayoría de las personas, la empatía sigue constituyendo la “simple” idea
de ponerse en el lugar, o “en los zapatos” del otro.
La empatía, se ha dicho, es el conjunto de los esfuerzos empleados para acoger a un
otro con su respectiva singularidad.
Estos esfuerzos son consentidos y desplegados cuando se adquiere la conciencia de la
separación entre ese otro y el propio sujeto “y de la ilusión comunicativa de la
identificación pasiva con el otro” (Marandon, 2001: 95).
Se menciona que ese esfuerzo es el de trascender de la simpatía “trata a los demás
como quieras que te traten a ti” para adoptar la empatía, y actuar con los demás como
ellos actuarían consigo mismos.
La palabra empatía proviene etimológicamente de su raíz griega ∏αθεûv, epathón,
que significa sentir, y del prefijo εv, preposición que significa dentro.
Fue Tichener quien tradujo el término del inglés (Empathy) al alemán (Einfühlung)
y que vendría a significar “sentir adentrándose en el otro, compenetrarse”.

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Considerando lo anterior, es posible comprender el por qué la empatía es una pieza
fundamental para el reconocimiento de la autonomía de cada persona y la consecuente
valoración del otro como un ser merecedor de consideración moral.
Para Martín Hoffman, psicólogo norteamericano y principal autoridad en el estudio del
fenómeno de la empatía, la mayoría de los dilemas morales en la vida pueden activar la
empatía porque implican a víctimas vistas o no vistas, presentes o futuras y, dado que
la empatía se halla íntimamente relacionada con los principios morales, la activación de
la empatía debería activar los principios morales y así directamente, o indirectamente a
través de estos principios tener un efecto sobre el juicio y razonamiento morales.
La palabra empatía proviene etimológicamente de su raíz griega ∏αθεûv, epathón,
que significa sentir, y del prefijo εv, preposición que significa dentro.
Fue Tichener quien tradujo el término del inglés (Empathy) al alemán (Einfühlung) y
que vendría a significar “sentir adentrándose en el otro, compenetrarse”.
De acuerdo a lo anterior, Hoffman concibe la empatía como un atributo de la conducta
moral y la sitúa a la base de la construcción personal del principio moral de justicia,
aunque en ciertos casos, y ante una serie de legítimas demandas en conflicto, la
empatía no sea suficiente.
Este enfoque se remonta incluso a Adam Smith, para quien constituía una de las
bases de los sentimientos morales, considerando la empatía como motivadora del
altruismo, favorecedora de conductas pro sociales y la cognición social, e inhibidora de
la agresividad.
En pleno siglo XVIII, Adam Smith ya concebía la empatía como una capacidad humana
para situarse en el lugar de otra persona, que atraviesa una situación específica, e
imaginarse lo que siente, compartiendo así sus sentimientos mediante un acto de
representación mental.
En la unión de esas dos creencias se encuentra la clase comprensiva en torno a la
empatía pues implica no solo un proceso de identificación contagio sentimental, sino
también una operación ética compleja vinculada a una mentalidad abierta y en la que
intervienen tanto los sentimientos de compasión como las consideraciones acerca del
bien legítimo y el trato digno a las personas, en general y en situaciones particulares
(Gozálvez y Jover, 2016).
Desde la teoría de la socialización moral de Hoffman, el desarrollo moral se refiere a
una transmisión del niño de normas morales y valores por parte de la sociedad, en este
caso la orientación “interna” refleja una internalización de estas normas y valores.
Esta internalización y motivación depende fundamentalmente, del cultivo de un
importante afecto moral o empatía.

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A partir de esta teoría, la empatía puede contribuir sustancialmente al juicio moral y a la
toma de decisiones.
Finalmente, cabe consignar dos aspectos que pueden llevar a confusión: en primer
lugar, la empatía, pese a su constante vinculación con la moral, sería de hecho amoral
en la medida en que, como capacidad, no es intrínsecamente “buena o mala” aunque
de ella sí se puedan derivar consecuencias útiles y relativas a la moral, lo que ha
justificado su tratamiento en el estudio ético.
La empatía no es necesariamente compasiva, aunque sí puede ser la condición
necesaria para la misma, por lo que no se debe confundir la empatía con la compasión
ni se debe relacionar forzosamente con elementos como la beneficencia.
Y, en segundo lugar, al concebir la empatía en términos de propiedad, algunos autores
sostienen que es la ausencia de ésta una característica distintiva de psicópatas o de
todo aquel que dañe a otro sin evidenciar culpa o remordimiento; esta “erosión de la
empatía” estaría a la base de la conducta sociópata.
Para Cabezas (2007:91) sin la empatía no hay deliberación ni acción moral o, dicho de
otro modo, una falta de empatía lleva a un acto no moral (…)
Si no se es capaz de empatizar, el sufrimiento ajeno se convierte en indiferente, primero
porque no se comprenderá en toda su dimensión y con sus implicaciones para quien lo
padece y, segundo, porque el conocimiento no es suficiente para la deliberación moral.
Por el contrario, la presencia de la propiedad actuaría a modo de custodio de la justicia,
como el filósofo, político y economista inglés John Stuart Mill la llamó, generando en
nosotros una “Indignación empática”, es decir, aquel sentimiento natural de venganza
alimentado por la razón, la simpatía y el daño que nos causan los agravios de que otras
personas son objeto.
Esta última idea renace en el filósofo alemán Theodor Adorno autor ya mencionado en
el presente documento para quien, el deseo de la humanidad de que un hecho como el
Holocausto no se repita, incide en la necesidad de formular una nueva ética, sustentada
en un impulso moral generado por la indignación y la impaciencia frente a la injusticia,
ante el trato inhumano infringido a los seres humanos por otros seres humanos, ante la
vulneración de la integridad física, psíquica y moral de los individuos.

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RELACIÓN ENTRE PROFESIONALES
Cada una de las profesiones que conocemos busca ejercer el monopolio del ejercicio
profesional en el ámbito de su competencia.
Cuando este monopolio resulta efectivo, en materia de abarcar la totalidad de un campo
de actividad, podemos reconocer una consolidación de la profesión como tal.
Sin embargo, este monopolio no se encuentra consolidado de la misma manera en
todas las profesiones, lo que difiere aún más si consideramos variables culturales para
diferentes países o grupos humanos.
Por tal, la constante interrelación entre profesionales en determinados espacios “no
monopolizados” conlleva e impele a una constante mejora en los estándares de
excelencia del ejercicio profesional, criterios que se encuentran identificados en los
distintos códigos deontológicos.
Lo anterior sin embargo choca a su vez con las relaciones de competitividad que
emergen de manera natural y que ayudaron a consolidar, a través de tal competencia y
también colaboración, las competencias de cada profesión.
Un ejemplo emblemático de este tipo de relación lo encontramos en la historia interna
de la cirugía y la medicina, por siglos profesiones diferentes.
La primera de ellas avanzó de tal forma que representó una fuerte competencia para la
medicina tradicional, conflicto que solo tuvo término al momento de posicionar a la
cirugía como especialidad de la medicina, obligando así a los cirujanos a tener
previamente la formación y condición de médicos para posteriormente adquirir su área
de especialización.
Un segundo ejemplo lo encontramos entre dos áreas que velan por el comportamiento y
las emociones: Psicología y Psiquiatría.
Aquí se evidencia un problema de competencias compartidas. En este caso el colectivo
que lleva más tiempo de profesionalización, el de los psiquiatras, posee una ventaja: la
posibilidad de no ser increpado o culpado de intrusismo al inmiscuirse en áreas
psicoterapéuticas, no siendo el caso similar si es el psicólogo licenciado en psicología y
sin estudios previos en medicina como el psiquiatra quien intentase prescribir algún tipo
de medicamento a pacientes, lo que es de conocida función del psiquiatra.
Con este caso podemos evidenciar claramente un problema de Delimitación
Profesional cuando se trata de asuntos complejos en el que intervienen distintos
profesionales o distintos especialistas, se plantean problemas de competencia y de
integración de diferentes actuaciones.

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Es comprensible que, cuando se trata de aspectos sociales, lo ideal es abordar las
diferentes problemáticas a través de equipos multi profesionales, con el riesgo evidente
de generar una sobre intervención y una toma de decisiones improvisada y espontánea
por ejemplo en el caso de un niño que, al ser llevado a los servicios sociales víctima de
malos tratos, presente, además, lesiones, síntomas de malnutrición, requiera atención
psicológica, intervención familiar, etc.
Con él trabajarán médicos, trabajadores sociales, psicólogos, pedagogos y juristas
entre otros profesionales.
En conclusión, con la proliferación de profesiones surgen una serie de necesidades,
entre las que se cuenta el establecimiento de límites en materia de competencias
profesionales y el establecimiento de espacios de reconocimiento mutuo entre
trabajadores, pues el diálogo interdisciplinar y la cooperación no llega a establecerse si
cada uno de los profesionales hace sólo su propio oficio desconociendo la labor del otro
y su propuesta en contextos de trabajo conjunto.
Aspectos de colaboración, coordinación, delimitación y subordinación de profesionales
en contextos compartidos son todos aspectos esenciales de la relación entre
profesionales y deberían ser todos elementos al servicio de las personas para las
cuales se trabaja.

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CONCLUSIÓN

Los denominados Derechos Humanos han sido objeto de profusa investigación y


debate.
La reflexión acerca de su fundamento y protección, su condición ética, política y
jurídica, ha desempeñado un papel central en el discurso político y moral de toda
sociedad.
Pero su discusión previa a la última década del siglo XX, resulta a lo menos superficial.
Su declaración ilustrada no había logrado convencer, debido a la no inclusión de todas
las personas en su formulación, y los cuestionamientos, impulsados por la
globalización, en torno a la eficacia en la asignación de las responsabilidades sobre los
derechos se multiplican vorazmente.
Actualmente, convivimos con la paradoja de poseer cuantiosas normativas regulatorias
sistemáticamente perfeccionadas y, al tiempo, sumar día a día nuevos casos de
atropellos a esos derechos por ellas formuladas.
Al mirar por sobre el plano jurídico, el veredicto es claro: la necesidad de empatizar con
los otros se hace urgente como único medio de superación de esa realidad
contradictoria; empatizar con su realidad, con el sufrimiento y el dolor se convierte en
un piso moral para cada uno de nosotros.
Si posicionamos al trabajo como el campo de virtudes por excelencia, es precisamente
éste un campo fértil para poner en juego esa empatía en el modo en que los
profesionales se interrelacionan, haciendo del común desenvolvimiento laboral un
espacio adaptado de esa justa convivencia.

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ÉTICA PROFESIONAL.
EJERCICIOS SEMANA 4
UNIDAD 2
1. Responda, fundamentadamente, la siguiente pregunta:
a. Considerando el material de estudio de la semana 4, revise la Declaración Universal
de Derechos Humanos e identifique tres aspectos que considere relevantes, teniendo
en cuenta la actual realidad que vive el mundo, y específicamente nuestro país. Puedes
encontrar la Declaración en el Link a continuación: http://www.un.org/es/universal-
declaration-human-rights/
Respuesta: Un aspecto consignado por la Declaración Universal de Derechos
Humanos, en su artículo primero, menciona que “todos los seres humanos nacen libres
e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben
comportarse fraternalmente los unos con los otros”.
Esta formulación se pone en claro cuestionamiento al revisar la situación por la que
atraviesa el mundo en la actualidad. Los graves desencuentros internacionales que se
viven hoy a nivel político tienen al mundo en vilo ante un probable nuevo conflicto
global.
Las naciones, especialmente los líderes de estas, interponen sus intereses personales
por sobre los colectivos, siendo los ciudadanos de cada nación las principales víctimas
de sus acciones egoístas.
La fraternidad a la que apela la declaración se ve fuertemente comprometida, tanto por
la amenaza de guerra como por las determinaciones de las naciones: por ejemplo, la
medida de crear un muro en la frontera que divide Estados Unidos y México genera una
división que trasciende el plano territorial apuntando a la dignidad de las personas,
estableciendo jerarquías entre las mismas y restando a estos grupos de sus derechos,
por ejemplo, el derecho al trabajo y el derecho a una vida digna, ajena de toda carencia
o discriminación.
Un segundo aspecto, en este caso consignado en el artículo 12 de la declaración, dice
mención con las injerencias en la vida privada de las personas y los ataques a la honra
y reputación de las mismas, un hecho que se ha vuelto repetitivo en los últimos años
afectando no solo a personalidades del espectáculo en Chile y el mundo, sino también
a grandes grupos de personas.
Célebre es el caso de Edward Snowden, el consultor tecnológico estadounidense y
antiguo empleado de la CIA y de la NSA (Agencia de Seguridad Nacional), quien en
2013 saltó a la fama al hacer públicos documentos clasificados que comprobaban la
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vigilancia masiva que Estados Unidos realizaba a su población a través de diversos
programas.
Snowden declaró en ese momento su total aversión a “vivir en un mundo donde se
registra todo lo que hago y digo”.
Otros casos cotidianos los vemos en la publicación de imágenes y videos ofensivos,
que rompen toda barrera de intimidad del ser humano, generando incontrarrestables
perjuicios a la honra.
Un tercer aspecto, se consigna en el artículo 23 de la declaración y dice mención con el
derecho de toda persona al trabajo, pero no a cualquier tipo de trabajo, sino a uno de
libre elección bajo condiciones de trabajo satisfactorias, en áreas como salarios, tipo de
tareas, oportunidades de ascenso, entre otras.
En nuestra realidad, y en variadas dimensiones, estos ideales están lejos de ser una
realidad; la incertidumbre que caracteriza al mercado laboral actual genera
problemáticas de diversa naturaleza que no solo impiden al trabajador a acceder a
oportunidades laborales sino, más grave aún, lo posicionan en convivencia con
condiciones laborales de alta precariedad, en ambientes hostiles, bajo condiciones de
presión o acoso laboral importantes, con sueldos que no representan el real esfuerzo
de la persona y otros elementos adicionales, todo ellos contra toda conformidad de lo
que implica la dignidad humana.
Múltiples prácticas empresariales, bajo la óptica de la productividad y la ganancia, están
atentando directamente contra los derechos al trabajo contemplados en la declaración:
la deslocalización y la creciente automatización de los servicios, al tiempo en que crean
una ilusión de modernización, generan serios problemas de desempleo y otras
afecciones en los individuos que nos hacen cuestionarnos en qué medida lo declarado
en el artículo ha tenido eco en el mundo laboral actual.
b. De acuerdo al material de estudio, la empatía es una pieza fundamental para el
reconocimiento de la autonomía de cada persona y se sitúa a la base de la construcción
personal del principio moral de justicia. Considerando esto, responda a la siguiente
pregunta, de manera fundamentada:
¿Crees que en nuestra sociedad la empatía se encuentra presente de buena forma? De
acuerdo a su respuesta, ya sea sí o no,
¿En qué acontecimientos se ejemplifica esa realidad? Aporte al menos dos
ejemplos.
Respuesta: Si bien la empatía es posible de reconocer en las acciones de los
individuos en nuestra sociedad, no se encuentra tan generalizada como desearíamos.

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Al tiempo en que iniciativas, tanto individuales como de orden social, nos prueban la
consolidación de un ideal colectivo, de “ponerse en los zapatos del otro”, otras prácticas
nos hacen cuestionarnos tal afirmación: la situación que viven los grupos más
vulnerables de la sociedad parece responsabilidad de otros grupos que han hecho vista
gorda de tal condición sin prestar el auxilio o las oportunidades necesarias para que
estos grupos acceden a mejores condiciones.
Ejemplo de esto lo representan hoy por hoy grupos inmigrantes, tanto en Chile como en
el mundo, bajo la fuerte crisis migratoria vivida en Europa desde los últimos dos años.
En ese momento, países como Islandia demostraron una fuerte empatía y sus
ciudadanos abrieron sus hogares a inmigrantes venidos de confines lejanos, tan solo
por su condición de seres humanos, realidad que difiere de la demostrada por otras
naciones o personas que cerraron sus fronteras.
Esta serie de acontecimientos genera, adicionalmente, la denominada Indignación
Empática, aquel sentimiento natural de venganza alimentado por la razón que nos
causan los agravios de que otras personas son objeto.
Ejemplo de esto lo representa la indignación con que la opinión pública chilena
reaccionó ante la brutal agresión de la que fue víctima Nabila Riffo, por parte de su
pareja.
Miles de personas siguieron el juicio día a día esperando la resolución del mismo y
empatizando con la aberrante situación provocada.
En conclusión, y como se expone en el material de aprendizaje, la empatía se sitúa a la
base de la construcción personal del principio moral de justicia, aunque en ciertos casos
esta empatía no sea suficiente para las personas, ni para la sociedad en su conjunto.

SÍNTESIS SEMANA 4
El material de esta semana se aboca a la revisión de dos dimensiones relacionadas
directamente con la ética, especialmente en su aplicación a la profesión.
De acuerdo, al planteamiento tradicional, los Derechos Humanos, poseen una serie de
características que explican su relevancia y trascendencia, siendo la primera de ellas,
su naturaleza universal, pese a que encontramos diversas expresiones de acuerdo a
cada cultura, es decir, corresponden a todos los seres humanos indistintamente de su
raza, género u origen, entre otros factores.

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De esto se desprende su carácter innato e inherente, y por tal le son propios a cada
persona por su condición de ser humano.
Según, Norberto Bobbio, los derechos humanos actúan a modo de síntesis del pasado
e inspiración para el porvenir.
Theodor Adorno considera que estos derechos humanos no surgen para un bien, de
un estadio superior de la razón, sino como freno o paliativo del mal y la barbarie
inherente a esa razón.
En 1789, en el contexto de la Revolución Francesa, la declaración resultante abordó
explícitamente los derechos del hombre y del ciudadano.
En esta se contiene la génesis de una idea –vaga en ese momento- de los derechos,
que se asociaba con la que, algunos años antes, se manifestaba en la Declaración de
Derechos del Buen Pueblo de Virginia en los Estados Unidos (1776). Con esto, las
clásicas discusiones filosóficas en torno a los derechos, que se remontaban al
Renacimiento, tenían un correlato en el ámbito político-jurídico.
Pese a que la discusión fue ininterrumpida durante décadas, tendríamos que esperar
hasta mediados del siglo XX para reencontrarnos con una manifestación legal en
materia de derechos, ahora con residencia en el derecho internacional, lo que llevaría a
un cambio en materia de moralidad.
El surgimiento de la Organización de las Naciones Unidas, en 1945, y con ella de la
Comisión de Derechos Humanos, posibilitó la generación de la Carta de Derechos,
adoptada por la Asamblea General de la ONU el 10 de diciembre de 1948, el primer
instrumento jurídico internacional y el principal referente ético normativo de los
derechos humanos contemporáneos.
Esta declaración se uniría a otros pactos –el Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos (PIDCP) y el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y
Culturales (PIDESC) para la conformación de la Carta Internacional de Derechos
Humanos, lo que posee enorme importancia pues la primera constituye un documento
referencial, de orientación, mientras que los pactos poseen carácter de tratado
internacional que obliga a los estados participantes a su irrestricto cumplimiento.
En relación a la deontología profesional esta genera una influencia jurídica en la
práctica profesional y en cuanto a lo que en ella es permitido o restringido.
Carvajal, Valencia y Cortés (2013:14), señalan que los derechos humanos son un
asunto vinculante con el desarrollo de la ética de las organizaciones y, especialmente,
con el concepto de Responsabilidad Social Empresarial (RSE).
Mayor soporte le ha entregado al estipular una serie de principios fundamentales a
considerar, entre ellos las normas laborales, el respeto a la libertad de asociación y la
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negociación colectiva, la eliminación del trabajo forzoso y el trabajo infantil, así como la
discriminación en el empleo y la educación, la protección del medio ambiente y la lucha
contra la corrupción.
La OIT (Organización Internacional del Trabajo) adoptó, en 1998, la Declaración
sobre “Principios Fundamentales y los Derechos en el Trabajo” en donde insta a la
promoción de:
La libertad de asociación y el reconocimiento efectivo del derecho a la negociación
colectiva;
La eliminación de todas las formas de trabajo forzado;
La abolición efectiva del trabajo infantil, y
La eliminación de la discriminación con respecto al empleo y la ocupación.
Este documento deontológico es cuestionado, por ejemplo, por Martínez (2011), que la
considera contradictoria: sostener un planteamiento acerca de los derechos de los
trabajadores considerando los derechos como algo colectivo, mientras que la tradición
de los derechos humanos parte de estos como un fenómeno individual.
Quizá la clave se encuentre en superar o trascender lo normativo y poner el acento y la
atención sobre la disposición de los individuos hacia otro.
En esto, el papel de la empatía como núcleo de la habilidad relacional resalta como
esencial y de urgente necesidad.
La empatía, se ha dicho, es el conjunto de los esfuerzos empleados para acoger a un
otro con su respectiva singularidad.
La empatía es una pieza fundamental para el reconocimiento de la autonomía de cada
persona y la consecuente valoración del otro como un ser merecedor de consideración
moral.
Para Martín Hoffman, psicólogo norteamericano y principal autoridad en el estudio del
fenómeno de la empatía, la mayoría de los dilemas morales en la vida pueden activar la
empatía porque implican a víctimas vistas o no vistas, presentes o futuras y, dado que
la empatía se halla íntimamente relacionada con los principios morales, la activación de
la empatía debería activar los principios morales y así directamente, o indirectamente a
través de estos principios tener un efecto sobre el juicio y razonamiento morales.
Hoffman concibe la empatía como un atributo de la conducta moral y la sitúa a la base
de la construcción personal del principio moral de justicia
La empatía implica no solo un proceso de identificación-contagio sentimental, sino
también una operación ética compleja vinculada a una mentalidad abierta y en la que
intervienen tanto los sentimientos de compasión como las consideraciones acerca del

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bien legítimo y el trato digno a las personas, en general y en situaciones particulares
(Gozálvez y Jover, 2016)
La “erosión de la empatía” estaría a la base de la conducta sociópata.
En relación a las profesiones, uno de los problemas es que cuando se trata de asuntos
complejos en el que intervienen distintos profesionales o distintos especialistas, se
plantean problemas de competencia y de integración de diferentes actuaciones.
Con la proliferación de profesiones surgen una serie de necesidades, entre las que se
cuenta el establecimiento de límites en materia de competencias profesionales y el
establecimiento de espacios de reconocimiento mutuo entre trabajadores, pues el
diálogo interdisciplinar y la cooperación no llega a establecerse si cada uno de los
profesionales hace sólo su propio oficio desconociendo la labor del otro y su propuesta
en contextos de trabajo conjunto.
Aspectos de colaboración, coordinación, delimitación y subordinación de profesionales
en contextos compartidos son todos aspectos esenciales de la relación entre
profesionales y deberían ser todos elementos al servicio de las personas para las
cuales se trabaja.

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