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La traducción de los LXX: su posición en el mundo judeo helénico y su relación


con el cristianismo contemporáneo

Conference Paper · May 2008

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Guillermo Calderón-Núñez
Pontificia Universidad Católica de Valparaíso - Chile
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La traducción de los LXX: su posición en el mundo judeo
helénico y su relación con el cristianismo contemporáneo

GUILLERMO CALDERÓN NÚÑEZ


Pontificio Seminario San Rafael
Valparaíso - Chile
ISSN 1851-6718
Simposio Internacional Helenismo y Cristianismo
Buenos Aires, mayo 2008

Introducción

La LXX, llamada también Biblia de los LXX o Septuaginta, fue inicialmente la versión
griega de los cinco rollos de la Ley mosaica, la Torah, realizada por los judíos a
principios del siglo III a. C, en Alejandría. Se sabe del origen de la LXX a través de un
texto griego, escrito por un autor judío anónimo conocido como la Carta de Aristeas.
Esta Biblia de origen judío, adoptada por los cristianos, se encuentra históricamente en
la confluencia de tres realidades: el judaísmo de la época helenística, el uso de la lengua
griega y el nacimiento del cristianismo. ¿Acaso es una traducción al griego de un
modelo hebreo interpretado por la piedad judeohelénica?, ¿es un texto griego
considerado por los cristianos como texto bíblico “divinamente inspirado”? Los
estudios sobre la LXX están siempre en tensión sobre estos dos polos: una traducción
que, sin embargo, fue considerada primer texto. El desafío es definir la posición de la
LXX en medio de esta confluencia. En la búsqueda de una respuesta a este desafío, el
presente trabajo revisa aspectos del origen de la LXX, aborda algunos temas que son
todavía hoy objeto de debate en el mundo de los estudios bíblicos y luego, examina las
revisiones judías, la recepción cristiana de la LXX y su situación en el cristianismo
contemporáneo.
2

I. La Setenta (LXX)

En el período que supone la fijación y estandarización del texto bíblico, la tradición


griega comprende la traducción griega de los Setenta (LXX), las revisiones judías de la
LXX, de las cuales las tres principales son la de Teodosio, kaigé (th’), Aquila (a’) y
Simáco (sV) y las recensiones cristianas, a saber las Hexaplas de Orígenes, la
recensiones de Luciano, Esiquio y otras anónimas.

A. Las fuentes antiguas

El testimonio de las fuentes antiguas parece impresionante1, varios autores judíos y


cristianos de lengua griega hablan de la LXX en sus obras tanto para contar sobre sus
orígenes (Carta de Pseudo Aristeas) como para evocar temáticas corrientes en la
antigua apologética judía, retomada por los apologetas cristianos como el llamado
“plagio” de los filósofos griegos, según el cual no habrían creado nada, pues sus ideas
ya se encontraban en estado germinal o de manera explícita en el Antiguo Testamento

1 Testimonios Judíos pre-rabínicos: prólogo de Sirácida (escrito entre 132 y 117); Colofón de
Esther (Est 10,31); Carta de Pseudo Aristeas; Aristóbulo (inicios del siglo II a.C) citado por
Eusebio de Cesárea, Preparación Evangélica XIII, 12 1-2; Filón de Alejandría (siglo I), De vita
Mosis I-II.

Testimonios Cristianos: Justino, Apología I,31 (escrita entre 148 y 154) ; Justino, Diálogo con
Trifón (escrito entre 150 y 155) ; Irineo de Lyon (120-203), Adversus haereses III,21 ; Clemente
de Alejandría (150-211/216), Stromata ; Carta de Africano a Orígenes (escrita hacia 250);
Orígenes, carta a Africano, Eusebio de Cesárea (265-340), Preparación Evangélica; Cirilo de
Jesrusalén (313-386), Catequesis IV,34; Ambrosio (330/340-397) , Comentario al Salmo 118,
67; Hexamerón III, 5,20; Epifanio, Tratado de los pesos y medidas (escrito en 392); Juan
Crisóstomo(347-407), Homilía V,2 sobre Mateo; Homilía VIII,4 sobre la Carta a los Hebreos;
Segunda homilía Sobre la oscuridad de los profetas § 2-4; Jerónimo (347-419), Prefacio al
Comentario sobre el Pentateuco y Prefacio de Paralipómenos; Agustín (354-430); La doctrina
cristiana II, XV,22

Testimonios Rabínicos: Talmud de Babilonia, Megilla 8b-9b (siglo II); Talmud de Jerusalén,
Megilla I, 71d (siglo V); Masseket Soferim, I, 7-10 (siglo VIII)
3

al que habrían tenido acceso a través de una traducción griega (Aristóbulo). Veltri
(1992) desarrolla ampliamente este tema. Sin embargo, a pesar de sus rasgos
legendarios, la Carta de pseudos Aristeas contiene antecedentes importantes sobre el
origen de la LXX. Las otras fuentes antiguas se inspiran en ella y además,
proporcionan otros datos esenciales acerca de la Septuaginta.

B. La denominación Setenta en las fuentes antiguas

Primeramente, es importante señalar que la carta de pseudos Aristeas, y los testimonios


que en ella se inspiran, se refiere a la traducción griega de los primeros cinco libros del
Antiguo Testamento llamados Ley o Torah (por los judíos) y Pentateuco (por los
griegos). El testimonio de estas fuentes no cuenta para las traducciones de los otros
libros. Sin embargo, a partir del siglo II, y particularmente en los Padres de la Iglesia, la
denominación LXX implica la traducción griega del AT completo. La palabra Setenta
tiene, por tanto, un sentido estrecho y amplio que es necesario no confundir.

C. Lugar y fecha

La traducción griega del Pentateuco fue hecha en Egipto, esta localización nunca ha
sido, seriamente, puesta en duda.

La cuestión de la fecha es algo más delicado. Las indicaciones de las fuentes antiguas
son contradictorias: según Ireneo (Adv. Haer.,III,21,2) la traducción se realizó bajo el
reinado de Ptolomeo Lagos (323 – 282 a.C); la carta de pseudo Aristeas y la mayoría de
las fuentes judías y cristianas indican que se hizo cuando reinaba Ptolomeo II (285 –
246)2 ; según Clemente de Alejandría (Stromata, I, 22, 148) se habría llevado a cabo bajo
el reinado de uno u otro Ptolomeo; Anatolio de Alejandría, citado por Eusebio de
Cesárea (Historia eclesiástica, VII, 32, 14-19) señala que la traducción se habría hecho en
el reinado de uno y otro de los Ptolomeos; para Justino y los testimonios rabínicos se
tradujo en el reinado de Ptolomeo, sin más precisión.(Apología, I,31 y Trifón 71).

2 Hubo corregencia entre 285 y 282 a.C


4

Resulta manifiesto que las tres últimas indicaciones (Clemente de Alejandría, Anatolio
de Alejandría, Justino y los testimonios rabínicos) conocen las tradiciones que sitúan la
traducción de la LXX en los reinados de Ptolomeo Lagos y Ptolomeo II Filadelfia y
resuelven el problema recurriendo a un artificio (bajo uno ‘u’ otro, bajo uno ‘y’ otro,
‘sin precisión’). Por tanto, es necesario buscar indicios en otro lugar.

Existen dos indicios en la tradición misma de la LXX, uno en la tradición directa: un


manuscrito. El testimonio manuscrito más antiguo de la LXX data de la primera mitad
del siglo II a.C (Papiro Rylands 458 que corresponde a Dt. 23-28) es una traducción
griega anterior a 150 a.C. y, en la tradición indirecta: una cita de la LXX, pues se ha
demostrado que Demetrio el Cronógrafo, un historiador judío que escribe hacia el 220
– 210 a.C, cita y utiliza la LXX.3

Otro antecedente importante en la datación de la LXX, lo constituye la información


que la carta de pseudo Arsiteas y Aristóbulo entregan sobre Demetrio de Falera (350
a.C – 280 a.C). Se sabe que fue un político y filósofo ateniense que se refugió en
Egipto, luego de ser expulsado de Atenas, que fue contemporáneo de Ptolomeo II (285
a.C – 246 a.C) y que murió hacia 280 a.C. Estos datos proporcionan puntos de
referencia bastante precisos: la traducción del Pentateuco, la LXX, habría sido realizada
entre 285 y 280 a. C. Sin embargo, existe una gran dificultad, según Diógenes Laercio
(Vida y doctrinas de filósofos ilustres, V, 78), Ptolomeo II, al asumir el trono, habría hecho
prisionero y luego, asesinado a Demetrio, por tanto, se hace imposible una
colaboración entre ambos4. Entonces, si se considera decisiva la participación de
Demetrio y Ptolomeo II en la traducción de la LXX, habría dos posibilidades: La
primera, que en el reinado de Ptolomeo Lagos, cuyo bibliotecario era Demetrio, se
realizó la traducción del Pentateuco, es decir, antes de 282 a.C. y, la segunda, que se
haya llevado a efecto tanto al inicio como hacia el final del reino de Ptolomeo II, hacia
250 a.C.

3 Conocido a través de Clemente de Alejandría y Eusebio de Cesárea.

4Demetrio había aconsejado a Ptolomeo Lagos no confiar el reinado al hijo que había tenido
con Eurídice, el futuro Ptlomeo II.
5

Resulta claro que todos los libros del A.T no fueron traducidos al mismo tiempo ni por
los mismos traductores5 . Primero se tradujo el Pentateuco, hacia la mitad del siglo III
a.C. El resto del A.T se tradujo poco a poco. Los traductores de los otros libros se
inspiraron en el trabajo realizado en el Pentateuco. No es fácil fijar fechas precisas para
la traducción de los otros libros, de todas maneras, hacia el 150 a.C casi todos los libros
estaban traducidos. Esto se sabe por el prefacio del libro del Sirácida. El autor de la
traducción, Jesús ben Sirá dice que ha traducido al griego el libro que su abuelo había
escrito en hebreo y que él emprendió la traducción en el trigésimo octavo año del rey
Ptolomeo VIII Evergeta II, llamado Fiscón (170 – 117 a.C), es decir, después del 132
a.C. 6.

D. Razones para una traducción griega del Antiguo Testamento

¿Por qué se tradujo primero la Torah, y después los Profetas y los otros escritos? Las
fuentes antiguas dan varias razones. Según la Carta de pseudo Aristeas, el rey aceptó la
proposición de Demetrio de Falera de traducir la ley judía, con el fin de completar la
Biblioteca de Alejandría. La traducción respondía a las exigencias de una política
cultural de prestigio, completar la biblioteca. Este motivo cultural se encuentra también
en Aristóbulo, Justino, Irineo y Clemente de Alejandría.

Sin embargo, los § 307 – 313 de la Carta de pseudo Aristeas suponen un segundo
motivo: el interés del rey por el derecho. No es imposible que el rey deseara conocer
los textos legislativos de una de las etnias de Alejandría. Este segundo motivo aparece
también en Filón (De vita Mosis § 31): el rey desea conocer la ley, pero su deseo

5 Es lo que se puede comprobar a partir de la comparación entre textos paralelos, por ejemplo,
entre el Salmo 18 y 1Re 22: se trata de dos traducciones diferentes de un mismo texto hebreo.
No difieren solamente en el vocabulario sino también la técnica de la traducción que de un
libro a otro oscila entre la palabra por palabra y la paráfrasis.
6 El prólogo de Sirácida, escrito entre 132 y 117 a.C, reproduce la división bíblica entre la Ley

(Gn, Ex, Lev, Nu, Dt), los Profetas (Profetas anteriores: Jos, Ju, 1-2 Sam, 1-2 Re, que son los
actuales libros históricos; y Profetas posteriores: Is, Jer, Ba, Ez y los doce profetas menores,
que son los actuales libros proféticos) y los Escritos (los otros libros). Esto indica que desde
mediados del siglo II a.C, los judíos de lengua griega disponían de una traducción de casi todos
los libros.
6

responde más a preocupaciones filosóficas que a un gusto por lo legislativo. Las otras
fuentes no se refieren a este tema.

Los historiadores han desconfiado del testimonio del pseudo Aristeas, pues los rasgos
legendarios desacreditarían la carta, es por esto que han buscado otras explicaciones.
Para algunos, la traducción responde a las necesidades litúrgicas de la comunidad judía
de Alejandría porque la mayor parte de los judíos no conocía sino la lengua griega, el
hebreo ya era lengua muerta para ellos. Las celebraciones litúrgicas hacían
indispensable hacer una traducción de los textos. Otros historiadores han invocado las
necesidades de lectura personal, las necesidades educativas, incluso apologéticas. Hacer
intervenir las necesidades de las comunidades judías se enfrenta a varias objeciones:

a. Si es la comunidad judía de Alejandría la que ha tomado la iniciativa, ¿por qué


las fuentes judías no hacen mención de aquello?
b. La hipótesis litúrgica choca con una objeción fundamental: la liturgia judía
antigua no necesitaba que la traducción fuese puesta por escrito. Nada impedía que en
Alejandría se procediera de la misma manera que en Palestina. En Palestina, la situación
era similar, pues la lengua vernácula era el arameo y no el hebreo. En la liturgia
palestinense se leía primero el texto de la Torah en hebreo y luego, se improvisaba una
traducción en arameo que no era puesta por escrito. Se habría, por tanto, hacer lo
mismo en Alejandría7.
c. Invocar la necesidad de lectura personal supone la existencia de traducciones
privadas. Sin embargo, las traducciones privadas no están atestiguadas antes del siglo II.
Además, las fuentes alejandrinas y rabínicas están de acuerdo en afirmar que la
traducción de la Torah no es una traducción privada.

7 Dorival, Harl , Munich (1988:68-69) señalan que no hay evidencias que en Alejandría hubiese
una lectura cíclica de la Torah como ocurría en Babilonia y Palestina, pero sí había lecturas
fragmentadas en griego.
7

En 1978, se publica un papiro8 que es un fragmento de la traducción griega de un texto


legislativo, el “derecho consuetudinario demótico9” de Hermópolis oeste. Este texto
legislativo es la codificación del antiguo derecho local de la población indígena de
Egipto10. En el aparato judicial instalado por Ptolomeo II, los funcionarios reales
podían aplicar tanto reglas egipcias como reglas griegas decodificadas en el derecho
consuetudinario. Pero para que estas reglas pudiesen ser aplicadas por funcionarios
griegos y para que los funcionarios reales pudiesen garantizar a los judíos el respeto de
la Torah, era necesario que fuese traducida al griego y recibiera la aprobación real.
Luego de la aprobación real, la ley judía, una vez traducida al griego se transformaba en
una ley griega para los judíos, así como el derecho consuetudinario demótico era una
ley griega para los egipcios. Se confirman así dos antecedentes de la Carta del pseudo
Aristeas, la LXX es una traducción oficial con aprobación real ligada, a su vez, a las
inquietudes jurídicas del rey Ptolomeo II. Sin embargo, surgen dificultades:

• ¿Se puede asimilar la Torah a un código jurídico como es el derecho


consuetudinario demótico?
• No existe ningún testimonio fehaciente de que la LXX haya estado integrada
en el sistema judicial ptolemaico. Dorival, Harl, Munich (1988: 66-78)
formulan objeciones a la hipótesis de J. Meleze-Modrzejewski que cree
encontrar pruebas en dos papiros.

8 Papiro Oxyrhynchus nº 3285 publicado por J.Rea, The Oxyrhyncus Papyri, 1978. Este es
posterior al año 150, pero según el editor deriva de una versión griega que data de principios de
la época ptolemaica, último tercio del siglo IV a.C.
9 El demótico fue el único sistema de escritura nativo de uso general en Egipto. El nombre

demótico proviene del antiguo griego demotika, "popular", y se refiere claramente a sus funciones
seculares para escribir la lengua egipcia.
10 Derecho local heredero del pasado faraónico que trata de los contratos de arrendamiento,

relaciones entre arrendadores y arrendatarios, problemas de sucesión, etc.


8

E. Las Diferencias entre la LXX y el Texto Masorético

a. Primera presentación

1. Las diferencias pueden deberse a accidentes de lectura o de transmisión.


Debido a que el texto hebreo fue vocalizado mucho más tarde11, las variantes de la
LXX se explican a veces por una vocalización diferente, por un defectuoso corte de las
palabras o por una confusión entre consonantes agrupadas en las palabras hebreas.
Cabe destacar que el Texto Masorético no escapó a este género de accidentes, pues
existen pasajes absolutamente corrompidos (Os. 7,3-7; 8,12; 11,7; etc.) ¿se puede usar el
texto de la LXX para interpretar o restaurar un texto hebreo ininteligible o
manifiestamente corrompido? Sí, pero con prudencia, en el caso donde el texto griego
se acerca al texto hebreo. No, cuando la versión griega es muy parafrástica.

2. Las diferencias pueden explicarse en el método utilizado por los traductores. El


valor de la LXX difiere de un libro a otro, incluso de una sección a otra dentro de un
mismo libro, no solamente en razón de la competencia del traductor, sino sobre todo
en razón del método de traducción, palabra por palabra en ciertos libros y/o paráfrasis
en otros.

3. En otros casos, las divergencias suponen un modelo hebreo diferente12. Así, el


orden diferente de los versículos en Gn. 31, 46-52; Ex. 20, 13-15; Prov. 15, 27-16, 9
proviene de una traducción de la LXX realizada desde un texto hebreo no fijado que
tenía un orden diferente. Luego de la fijación del texto hebreo se le dio a estos pasajes
el orden que conocemos hoy, pero el orden antiguo ha sido preservado en la LXX. El
mismo fenómeno se produjo en los últimos capítulos del Éxodo donde las omisiones y
las adiciones del texto LXX se fundan en un texto hebreo no fijado. Por ejemplo, el

11El proceso de vocalización del texto hebreo se realizó entre los siglos V y X.
12La LXX, al menos en las partes más antiguas, fue traducida antes de la fijación del texto
hebreo.
9

libro de Job, cuyo texto griego sirvió para la versión copta sahídica, es mucho más
corto que el hebreo.

b. Segunda presentación

En algunas partes, las divergencias entre la LXX y el Texto Masorético son muy claras.
Para esto hay dos explicaciones: las diferencias de la LXX pueden ser concientes por
parte del traductor o resultado de accidentes en la transmisión textual, o bien, ellas
señalan un sustrato hebreo distinto del Texto Masorético, en ese caso la LXX y el
Texto Masorético representan dos tradiciones textuales distintas cuya originalidad debe
ser estudiada. Por tanto, emergen las siguientes interrogantes: ¿cuál de estas tradiciones
es la más antigua? Y ¿con qué intención ha sido revisada la más antigua para dar
nacimiento a la segunda? Algunos ejemplos destacados:

En Ex. 35,40, la LXX presenta una disposición particular de los temas así como
omisiones notables. Estas diferencias son atribuibles a un traductor sin duda diferente
al que tradujo Ex. 1-34.

Las diferencias en Josué LXX (9. 1-2 transpuesto después de 8,29; la forma breve del
capítulo 20; la adición en 24,33)13 suponen un modelo hebreo más antiguo que el
Texto Masorético.

En las secciones alfa, beta-beta, beta-gamma del libro de los Reyes14 , la antigua LXX
descansa sobre un sustrato hebreo diferente del Texto Masorético y próximo a 4QSama

13 La mención de Eglón (cf. Jc 3,12ss) en las últimas palabras de la adición “y el Señor los
entregó al poder de Eglón, rey de Moab, que los oprimió durante dieciocho años” podría
reflejar una antigua edición donde Josué y Jueces no formaban sino un solo libro en el cual los
datos sobre Ehud estaban insertos después de Jos 24, lo que daría un carácter secundario a Jc
1,1-3,11.
14
Thackeray (1907: 262-278) dividió los cuatro libros de los Reyes en cinco secciones de
acuerdo a las características de la traducción griega. Teniendo en cuenta las precisiones
aportadas por Shenkel (1968) la división quedó así: alfa= 1Re; beta-beta= 2 Re 1,1-9,13;beta-
gamma= 2Re 10,1 a 3Re 2,11;gamma-gamma= 3Re 2,12-21,43;gamma-delta= 3Re 22,1 a 4Re
25,30.
10

y 4QSamb. Ofrece una visión corta de la historia de David y Goliat en 1Re 17-18,
mientras que en el Texto Masorético se presenta una versión revisada donde el soldado
valiente es transformado en un joven pastor.

Las múltiples diferencias que aparecen en la sección gamma-gamma de Reyes son


imputables mayoritariamente a iniciativas exegéticas del traductor.

En la sección gamma-delta, la adición 4Re 1,18a-d deriva a un modelo hebreo diferente


del Texto Masorético.

En la traducción del libro de Isaías existió la tendencia de actualizar y de mostrar que


ciertas profecías se habían cumplido, por ejemplo, el traductor aplicó a Antioco IV el
oráculo contra el rey de Babilonia en Is 14.

En el libro de Jeremías, las diferencias son todavía más manifiestas. La LXX presenta
un texto más corto donde los oráculos de las naciones son ubicados en medio del libro,
no al final y en un orden diferente. Hoy se considera que la LXX se funda en un texto
hebreo diferente y más antiguo que el Texto Masorético. No es la LXX la que resume,
sino que el texto hebreo agrega, y los descubrimientos de Qumran han venido a
confirmar esta visión.

Se ha llegado a una conclusión parecida en el caso de Ezequiel, el estudio de Ez 7


muestra, en efecto, que la redacción larga del Texto Masorético es posterior en relación
a la LXX.

El primer traductor griego de Daniel invirtió los capítulos 4-5 y 7-8 con el fin de hacer
una sucesión de los reinos más lógica que la del Texto Masorético.

Los ejemplos anteriores muestran lo limitada que es la posición de las críticas textuales
que utilizan la LXX solamente para corregir o mejorar el texto hebreo.
11

II. Las Revisiones Judías

La LXX, en su sentido amplio de traducción del A.T, dejó de ser una selección judía
para llegar a ser la Biblia cristiana. Esto se puede percibir en el Nuevo Testamento,
pues las citas que allí aparecen se aproximan más a la LXX que al Texto Masorético. El
A.T fue adoptado por la iglesia cristiana en su forma griega y es a partir de la LXX que
los primeros apologistas cristianos fundamentaron sus controversias con los judíos. La
utilización de la LXX por los cristianos es una de las razones por las cuales los judíos la
abandonaron. Hubo también una segunda causa, los judíos terminaron por rechazar la
LXX porque no era una traducción exacta del texto hebreo que ellos utilizaban. Se
puede dar, finalmente, una tercera razón, se constata en el judaísmo de finales del siglo
I una renovación de los estudios bíblicos que termina, por una parte, en la
estandarización del texto hebreo y, por otra, en la confección de traducciones griegas
más conformes al texto hebreo estandarizado. Los revisores – autores se presentan a
continuación según el orden cronológicamente aceptado.

A. Teodosio y el grupo kaigé

La primera revisión de la LXX es obra de Teodosio considerada hoy como el único


testimonio no anónimo del grupo kaigé

Teodosio es un pagano convertido al judaísmo. Su revisión debe ser datada en los años
30-50. Las modificaciones realizadas por Teodosio son en general mínimas, su trabajo
no modifica fundamentalmente el texto de la LXX. Una de sus características es que
translitera algunas palabras hebreas en lugar de traducirlas.

La revisión kaige, fue puesta en evidencia por Dominique Barthélemy, con ocasión del
descubrimiento, en 1952, de un texto de los Profetas menores en le desierto de Judá
(Nahal Hever). La apelación kaigé se debe que el adverbio hebreo gam “también”, es
traducido casi siempre por el adverbio griego kaigé. Esta recensión ya anuncia los
procedimientos mecánicos de Aquila.
12

Además de los pasajes formalmente atribuidos a Teodosio, a saber, un texto completo


de Daniel, una serie de adiciones hexaplarias al libro de Job y los pasajes indicados thV
en las Hexaplas, la revisión del grupo kaigé aparece en la sección beta-gamma y gamma-
delta del libro de los Reyes, los agregados anónimos en Jeremías, la Quinta de los
Salmos y el Dodecaprofeton del desierto de Judá. Por otra parte, el grupo kaigé es autor
de la traducción del libro de las Lamentaciones y probablemente del Cantar de los
Cantares y de Rut. Rasgos de esta revisión aparecen también en una parte del Salterio,
de Ezequiel y de II Paralipómenos.

B. Aquila

Según las fuentes antiguas, Aquila sería un pagano convertido al cristianismo, más tarde
excomulgado por pasarse al judaísmo poco antes del año 135. Aquila es un traductor
que posee un conocimiento excepcional del griego y del hebreo. Su traducción se
caracteriza por un literalismo llevado al extremo que pudo haber heredado de su
maestro el rabino Aqiba (muerto en 135). Aquila manifiesta un apego a la
correspondencia sistemática entre raíces griegas y hebreas, lo que lo lleva a forjar
numerosos neologismos griegos. Conserva en griego los mismos giros idiomáticos que
en hebreo. De cierta forma Aquila, no ha hecho sino llevar al extremo una tendencia ya
visible en la revisión de Teodosio.

De la obra de Aquila, se han conservado pocas cosas, una cita de Gen.1,1-5 en el


Papiro Amherst 3, fragmentos de las Hexaplas (141 versos de los Salmos en el
palimpsesto Ambrosianus O 39 sup., algunos fragmentos en la Barberinianus gr.549 y
el Ambrosianus B 106 sup.; fragmentos descubiertos en la Genizah del Cairo: 1R 21, 7-
17, 2R 23, 11-27, los Salmos 22, 90-102 en forma parcelada y algunas expresiones de
Prov. 17-19), las lecciones hexaplarias ( aV) transmitidas en los márgenes de ciertos
manuscritos bíblicos, por los comentarios patrísticos y cadenas de manuscritos, la
adición hexaplar en 3R 14,1-20 y el texto LXX de Qohélet.
13

C. Simaco

Simaco es probablemente un samaritano convertido al judaísmo. Se sabe por Eusebio


(Historia Eclesiástica, VI, 17) que Orígenes (muerto en 254) tuvo en sus manos la
traducción de Simaco. Por otro lado, su trabajo supone la traducción de Aquila. Estos
dos datos proporcionan una datación entre 135 y 254. El trabajo de Simaco es una
reacción contra el de Aquila, a quien Simaco reprocha un literalismo servil. Simaco
busca dar un sentido y hacer una obra literaria más que traducir palabra por palabra. La
versión de Simaco es la más clara y bella de todas las traducciones griegas.
Contrariamente a Aquila, busca dar variedad al vocabulario. La traducción de Simaco
influyó la edición antioquena de la LXX y causó mucha impresión en Jerónimo que se
inspiró ampliamente en ella para redactar la Vulgata.

En tradición directa, la revisión de Simaco es conocida por fragmentos de los siglos II


y IV. (Sal 69, 13-14.30-33 y Sal 81, 11-14). Quizás se le puede atribuir también la
traducción llamada Barberini del Cántico de Habacuc 3, así como un fragmento del
Génesis. Para el resto, como el caso de Aquila, es necesario recurrir a las glosas
marginales (s’) y a las citas patrísticas.

Existen otras revisiones sobre las que no se sabe casi nada; ciertos papiros judíos,
algunos provenientes de Qumran, parecen haber conservado rasgos de revisiones
parciales, a veces anteriores a la era cristiana. Estos testimonios indican que las
revisiones de Teodosio – kaigé, de Aquila y de Simaco constituyen los momentos
fuertes de un vasto movimiento de revisión del griego a partir del hebreo
estandarizado, cuyos primeros rasgos se remontan al siglo II a.C.
14

III. Las Ediciones Cristianas

A. Las Hexaplas

La obra de Orígenes ocupa un lugar excepcional en la historia de la LXX y de sus


revisiones y sin ella no sabríamos casi nada de Aquila y de Simaco. Orígenes emprendió
en Cesárea (después de 231-232) una obra en la cual cada palabra del texto hebreo era
seguida de la transcripción en griego y de su traducción en las cuatro versiones griegas:
Aquila, Simaco, LXX y Teodosio. El orden de seis columnas es un orden lógico y no,
como se ha creído mucho tiempo, cronológico. Aquila, muy literal, sigue el hebreo;
Teodosio está ubicado después de la LXX, pues es más cercano a ella; Simaco ocupa
una posición intermedia. Para algunos libros, las Hexaplas comprendían más de seis
columnas (para el Salterio: Quinta, Sexta, Septima) Sobre la base de las Hexaplas,
Orígenes realizó una edición de un solo texto de la LXX provisto de signos críticos.
Los agregados de la LXX, en relación al texto hebreo, aparecen marcados al inicio por
un óbolo ÷ y por un meta óbolo (÷) al final. Mientras que las palabras o pasajes
ausentes en la LXX aparecen ubicados entre un asterisco * y un meta óbolo (÷).

B. La Recensión Luciánica

El reconocimiento de una edición o de una recensión luciánica se funda en diversos


datos: el hecho que Jerónimo, en su prefacio a los Paralipómenos, atribuye una edición
de la LXX al mártir Luciano de Antioquia (muerto hacia 311-312)15; enseguida, el
parentesco que existe entre las citas de los Padres antioquenos (Juan Crisóstomo,
Teodoreto) y el texto de ciertos manuscritos griegos; finalmente, la presencia en los
márgenes de algunos manuscritos precedidos por una abreviación que reenvía entre
otros al texto de Luciano16. Sin embargo, la recensión luciánica sigue siendo un enigma.

15
“Alexandria et Aegyptus in Septuaginta suis Hesychium lauda tauctorem, Constantinopolis usque
Antiochiam Luciani martyris exemplaria probat, mediae inter has provinciae palestinos codices legunt, quos ab
Origine elaboratos Eusebius et Pamphilius vulgaverunt, totusque orbis hac inter se trifaria varietate compugnat”
Jerónimo, Praef. In Par.
16
La abreviación /kai l/ puede significar: /kai ho lukianós/ o también, /kai hoi loipoí/, los otros
traductores, es decir, los revisores judíos.
15

Unas veces ella presupone la recensión hexaplar por la cual ha sido influenciada, en
otras representa un estado textual mucho más antiguo (particularmente en el libro de
los Reyes). Textos luciánicos aparecen en Qumran, en Flavio Josefo, en Justino, en
ciertos papiros antiguos y en la Vetus latina. Hoy, se prefiere hablar de edición o
recensión antioquena. Ausente en el Pentateuco, la recensión luciánica puede ser
descubierta sobretodo en los libros históricos y más claramente en los libros
proféticos.

Las características más relevantes de la recensión luciánica son: tendencia a completar


las omisiones de la LXX con la ayuda de las Hexaplas u otras fuentes, agregado de
glosas explicativas, armonización con pasajes paralelos, sustitución de una palabra por
otra, mejoras estilísticas y gramaticales y traducción de palabras simplemente
transcritas.17

C. La recensión de Esiquio

Contrariamente al texto antioqueno, se sabe poco de la recensión de Esiquio. No es


suficiente basarse en las indicaciones de Jerónimo en su prefacio a los Paralipómenos
donde señala que Alejandría y Egipto recibieron el texto de Esiquio (cf. nota 16)
porque, al ser tan común este nombre, podría estar haciendo referencia a Esiquio,
obispo de Egipto que murió hacia principios del siglo IV, víctima de Diocleciano o a
otro Esiquio que se desconoce. Se ha tratado, pero sin éxito, de encontrar huellas de
esta recensión en los manuscritos de la LXX, pues no se pueden identificar en su
tradición textual testimonios del texto de Esiquio ni precisar cuáles eran las
características de este texto (¿simple edición, recensión, revisión?)

17 cf. Bogaert, P.M , art. “Septante", en el Suplemento al Diccionario de la Biblia (en francés).
16

D. Recensiones anónimas

Existen vestigios en los escritos de Filón de Alejandría de la existencia de citas del


Pentateuco distintas de la LXX. Katz18 señala que se trataría de una recensión
proveniente de Constantinopla o del Asia Menor y que es recogida y designada con la
letra R, por A. Ralphs en Jueces, Rut y Reyes.

IV. La LXX y el cristianismo contemporáneo

Más allá de su uso en la Iglesia primitiva, donde se le consideró escritura divinamente


inspirada, la LXX no desapareció. En las regiones en las que se iba extendiendo el
cristianismo, fue traducida en varias lenguas orientales.

En oriente, se puede observar la influencia de la LXX. En la traducción de algunos


libros de la antigua versión siriáca del A. T, cuya revisión, hecha con la ayuda de la
LXX, ayudó en la fijación del texto de la Peshitta o versión simple. La versión Siro-
Hexaplar es la traducción al siriáco de la recensión de la LXX hecha por Orígenes. En
Egipto, se pueden distinguir, entre 150 y 200 al menos seis versiones dialectales coptas,
predominando posteriormente, desde el concilio de Calcedonia (451), la versión
sahídica, luego, es la versión bohirica (siglo XI) la que predominará y hasta hoy es
usada en la liturgia de la Iglesia Copta. En Etiopía, se realizó una traducción en lengua
guizze o etiópico clásico a partir de la LXX hexaplar y del código uncial Vaticanus (B),
posteriormente fue traducida al amárico, lengua oficial de Etiopía.

En la actualidad existen dudas acerca de la lengua que sirvió de base para la traducción
Armenia del A.T, pudo ser el griego o el siriáco, lo que está claro es que la versión
Armenia Antigua fue corregida a partir de la LXX hexaplar. Por su parte, la versión
georgiana se hizo a partir de la traducción Armenia, sin embargo, a partir del siglo VII
esta traducción fue revisada desde la LXX hexaplar. La versión georgiana se usa hasta

18 P. Katz, “Philo’s Bible”, Cambridge, 1950, en Dorival, Harl, Munich (1988:173)


17

hoy en aquella Iglesia. La versión árabe más antigua de la Biblia, hoy desaparecida, fue
hecha a partir de la LXX.

En occidente, el A.T de la Vetus Latina fue traducido a partir de la LXX,


posteriormente, a partir del siglo VII predominó la traducción de Jerónimo (Vulgata),
sin embargo, nunca terminó de imponerse en la liturgia y la Vetus Latina especialmente
el Salterio, siguió siendo usada por las Iglesias locales. El más antiguo testimonio de
una versión bíblica en una lengua germánica fue la realizada, a partir del griego, hacia
350, en lengua gótica.

En occidente, después de Ambrosio, Agustín y Jerónimo se olvidó que la LXX había


sido durante muchos siglos la Biblia de las Iglesias y texto comentado por los Padres
griegos.

En el siglo IX, Cirilo y Metodio, evangelizadores de los Eslavos, tradujeron la Biblia


desde la LXX. Esta traducción realizada vino a equilibrar la virtual desaparición de la
LXX. En oriente, contribuye a este equilibrio la revisión que hace la Iglesia siriáca de la
versión antigua usando como texto de referencia la LXX.

Durante toda la Edad Media, prevaleció la postura de Jerónimo que establecía la


autenticidad escriturística en el texto hebreo y que solamente la versión latina Vulgata
debía ser leída y comentada. El latín pasó a ser la lengua eclesiástica y teológica oficial.
Se podría afirmar que la Iglesia Católica romana no mantuvo vivo el recuerdo de la
LXX de la cual hasta hoy tanto el laicado como algunos religiosos desconocen su
existencia.

No obstante, hubo autoridades cristianas que desde los siglos IV y V mandaron a hacer
copias de los manuscritos griegos que se realizaron en las abadías medievales. Los
manuscritos más antiguos, casi completos, de la LXX son conocidos como Vaticanus
(B), Sinaiticus (S), datados a mediados del siglo IV y Alexandrinus (A) que data del siglo
V.
18

Estos manuscritos recobraron vigencia en los siglos XVI y XVII con ocasión de las
disputas humanistas en torno al griego, principalmente en lo relativo a aceptación del
griego neotestamentario como lengua sagrada. En 1514 y 1519 aparecen, en Alcalá y
Venecia respectivamente, las primeras ediciones impresas de la LXX. Los dos siglos
siguientes guardan más bien silencio sobre la LXX, no obstante haberle dedicado un
artículo la Enciclopedia. A fines del siglo XIX se proyectan ediciones críticas de la
LXX, pero será después de 1947, año del descubrimiento de las Cuevas de Qumran o
del Mar Muerto que se abordarán más plenamente los estudios sobre la LXX.

Las consecuencias de los descubrimientos del Mar Muero tuvieron para el estudio de la
LXX son varias: los rollos, escritos en hebreo, allí encontrados atestiguan que la LXX
era aceptada como texto bíblico; que existían textos hebreos diferentes al usado para
fijar el Texto Masorético, esto obligó a los expertos a aceptar que había una pluralidad
de textos hebreos y una evolución de los mismos; también quedaron en evidencia
formas que explican la traducción de la Septuaginta19.(19) La LXX, por tanto, no fue ni
es un texto aislado, sino que se le debe situar en el conjunto de los textos judíos
producidos antes de la era cristiana.

Trebollé Barrera (1999:339) refrenda lo anterior, “La llamada versión de los Setenta
constituyó la primera traducción de un corpus completo de literatura semítica a la lengua
culta de la antigüedad clásica. Representó un gran ensayo de simbiosis cultural entre
griegos y semitas en el que los judíos helenistas actuaron como intermediarios. El
cristianismo asumió la versión griega de los Setenta e hizo de la Biblia cristiana,
Antiguo y Nuevo Testamento en lengua griega, el cauce de fusión entre la cultura
greco-romana y la tradición bíblica”

19
Ciertos pasajes, al presente considerados como errores o adiciones de los traductores de la
LXX, encuentran sustento en el texto hebreo de Qumran, por ejemplo, el versículo final del
Cántico de Moisés en Dt 32, 43.
19

V. Situación actual

En la actualidad, no cabe duda que los descubrimientos del mar Muerto, hace 60 años,
junto con reactivar los estudios de la LXX tuvieron un efecto divulgador para el
público en general y han puesto como tema de discusión interrogantes históricas, que a
pesar de largos años de investigación, no acaban de dilucidarse. Por otra parte, las
investigaciones científicas sobre Jesús están de moda, especialmente luego de los
descubrimientos de textos gnósticos en Nag Hamadi, cerca de El Cairo, lo cual hace
volver a los manuscritos para revisar y profundizar en el Nuevo Testamento y en la
literatura intertestamentaria.

Además, las traducciones bíblicas siguen apareciendo en los principales idiomas de


occidente. A su vez, la diversidad de traducciones bíblicas permiten comparaciones, se
discuten opciones de traducción y mantienen vivo el debate y la reflexión acerca de lo
que significa traducir un texto, la importancia de traducir la Biblia, la legitimidad de
renovar las traducciones bíblicas, etc.

La LXX es tema de diversos proyectos que se realizan o acaban de realizarse en el


mundo, por ejemplo, en inglés, The New Traslation of the Septuagint, traducción y
comentario de cada uno de los libros de la LXX iniciada en 2000; en italiano, La Bibbia
dei LXX, publicó la traducción del Pentateuco en 1999; en alemán, la Septuagint Deutsch,
y en francés, la Bible d’Alexandrie, iniciada en la Sorbona en 1981. En 2001, apareció en
un solo volumen le Pentateuque d’Alexandrie. Posteriormente se han ido traduciendo el
resto de los libros.

En nuestro idioma castellano, existen tres proyectos en la Universidad Iberoamericana


de México, que desarrollan una línea de investigación orientada a dar cuenta en
castellano de la interpretación que el traductor griego de la LXX hizo del texto hebreo.
Los proyectos tienen como objetivo la traducción y anotación del Deuteronomio, del
libro de Tobías y del Primer libro de los Macabeos. Por su parte, en el Instituto de
Lenguas y Culturas del Mediterráneo y Oriente Próximo del Consejo Superior de
Investigaciones Científicas del Gobierno de España, se desarrolla, desde 2005, el
proyecto de primera traducción de la Biblia griega al español, el equipo está a cargo del
20

Prof. Natalio Fernández Marcos. Este proyecto tiene como fecha de finalización
diciembre 2008.

Cabe señalar que en 1920, se inició en Chile, específicamente en la ciudad de


Concepción, en el sur del país, la traducción de la Biblia al castellano por parte del
sacerdote alemán Guillermo Jünemann, quien, para traducir el A.T recurrió a la LXX,
por el valor que le dieron los padres de la Iglesia. Esta traducción tiene como
característica principal su literalidad. El Antiguo Testamento, versión de la Septuaginta al
castellano, permaneció guardado desde 1928 y fue editado 64 años después, en 1992,
con la aprobación de la Conferencia Episcopal de Chile. El padre Jünemann falleció el
21 de octubre de 1938.

No cabe duda que los estudios sobre la LXX han ocupado y seguirán ocupando un
lugar en los estudios bíblicos y, en los inicios del siglo XXI, los conocimientos sobre
este texto deberían ser cada día más y mejor conocidos, sobretodo en lengua castellana,
porque la LXX resulta indispensable para la actualización del sentido de la Escritura en
la dinámica cultural que asumen la diversas traducciones bíblicas latinoamericanas, en
su búsqueda de acercar la Palabra de Dios a su pueblo.

Ediciones consultadas

PSEUDO ARISTÉE, «Lettre d’Aristée à Philocrate», ed. A. Pelletier, Coll. Sources


Chrétiennes, 89, Paris, 1962

EUSÈBE DE CESARÉE, «Préparation evangelique », XIII,12, 1-2, tr. E des Places, Coll.
Sources Chrétiennes, 307, Paris, 1983

PHILON DÁLEXANDRIE, «De vita Mosis», I-II, OPA (Oeuvres de Philon


d’Alexandrie) 22, Coll. Sources Chretiennes, Paris, 1967, p.203-211.

CLEMENT D’ALEXANDRIE, «Stromates» I, 148 , éd. C. Mondésert, tr. M. Caster, SC


30, Paris 1951, p. 152.

IRÉNÉE DE LYON, «Contre les hérésies» III, 21, éd. A. Rousseau et L. Doutreleau, SC
211, Paris 2002, p. 405-411.
21

PADRES APOSTÓLICOS Y APOLOGISTAS GRIEGOS, ed. Daniel Ruiz Bueno


(2002), Biblioteca Autores Cristianos, 1ª edición, Madrid.

DIOGÉNE LAËRCE, Coll. Garnier Flammarion (1993), «Vie, doctrines et sentences des
philosophes illustres», Ed. Flammarion, vol. 1-2, Paris.

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Bibliografía

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Legras B., « Les experts égyptiens à la cour des Ptolémées », Revue historique 2002/4, N° 624, p.
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Migne, J.P (1844-1880) ed., Patrologiae cursus completus, 221 vols. Paris, con
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Migne, J.P, Patrología latina y griega, Edición digitalizada,


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Veltri, G (1992), « Dalla tessi giudeo-ellenistica del ‘plagio’ dei greci al concetto
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22

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