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Miller J.-A, Che Vuoi Sobre Formación Del Analista
Miller J.-A, Che Vuoi Sobre Formación Del Analista
Cuenta Lacan que un día alguien le felicitó por haber nacido psicoanalista, y que él
declinó el homenaje. Leyendo esto al comienzo de los años 60, pensaba en la frase,
firmada por Lazare Carnot, de la que Jean Massin hizo el exergo de su “Robespierre”:
“no se nace revolucionario, se hace. Si hubiera psicoanalistas nacidos, no habría que
formarlos, sería suficiente con descubrirlos. En el contexto de hoy día, esta opinión
arranca derrotada de entrada. Me gustaría sin embargo darle su oportunidad, a fighting
chance. ¿No dice Lacan que las mujeres son psicoanalistas nacidas? (porque estarían
dedicadas a apropiarse al fantasma del hombre). ¿Que los judíos no juegan por azar en
el psicoanálisis el rol eminente que es el suyo? ¿Que el psicoanalista lleva una “marca”,
la del desecho, que hay que encontrar, tarea que gusta a sus “congéneres”? ¿Que sería
hermoso que hubiera un don analítico como lo vemos en los matemáticos? A falta de
don, se constata el gusto que el excluido, el fracasado, el perdido tienen por el
psicoanálisis. Sin embargo, todo desanima para admitir que se sea analista por
naturaleza. Sería en efecto necesario que se sea psicoanalista sin psicoanálisis.
Brevemente: “¡Viva el psicoanálisis, porque si no hay psicoanálisis, no habría
psicoanalistas!”. Fue necesario esperar a 1910 para que se recomendara al analista
analizarse, incluso fue en nombre de Pasteur como se inoculó la rabia (la peste).
Después se convirtió en condición sine qua non. Además, vino Lacan y definió el
psicoanalista: el resultado de su análisis. Es el pase.
La idea de un término verdadero y definitivo del análisis, que realiza una mutación
irreversible del sujeto, contradice a Freud. Supone no sólo que haya una lógica de la
cura, sino que la cura sea lógica: determinada por un algoritmo inicial, concluida por
una fórmula de parada. No tendría más libertad (más juego) que una máquina de Turing,
si su curso no fuera sin embargo imprevisible. Los “efectos de verdad” vienen a
inscribirse como significantes al lugar vacío del “sujeto supuesto saber” en un orden que
no está prescrito de entrada, que se ordena après-coup. Lo que se acumula así de saber
ganado a los investimentos libidinales (efecto “shrink”), que se concentran en un nudo
siempre más denso, del que el sujeto se separa al mismo tiempo que se disipa la ficción
del saber supuesto. Un saber efectivo está ahí, adquirido por el sujeto, y susceptible de
ser puesto en forma y comunicado para ser validado. Este párrafo resume la tesis que
expuso Lacan en octubre de 1967, entre los dos seminarios que la encuadran: “La lógica
del fantasma” y “El acto psicoanalítico”.
Debido a Lacan, la palabra “analista” se entiende desde ese momento en dos sentidos y
son disjuntos (“ruptura de jerarquía”). Está el analista que proviene de su análisis: este
es el analizado; es reputado analista sin haber conducido jamás una cura, al menos, eso
no entra en la cuenta.
El suspiro de Lacan, “el pase es un fracaso”, ¿hay que tomarlo al pie de la letra y
abandonar la experiencia? ¿O bien hay que reanimarlo? Esta elección que parecía
ofrecerse después de la disolución de la EFP, era en realidad una elección forzada, al
menos porque el pase no era un apéndice que se pudiera amputar sin perjuicio de “la
enseñanza de Lacan”. Es así que, desde el mes de mayo de 1982, los miembros de la
ECF adoptaron casi unánimemente un reglamento del procedimiento cuyos términos
habían sido discutidos durante un año; instaló dos carteles del pase, precisó la
composición y la renovación, previó la reunión de un “Colegio del pase” cada seis años
para evaluar los resultados. Este procedimiento funciona en la ECF desde 1983; se ha
instalado progresivamente en el curso de los años 90 en otras Escuelas creadas en la
AMP; cada dos años, los carteles, después de haber cesado en sus funciones, redactan
un informe; los AE son incesantemente solicitados para presentar sus testimonios y
trabajos durante los 3 años en los que su título es válido (nada de AEs permanentes).
Por otro lado, una comisión nombra regularmente a los AME por el conocimiento que
puede tener de la práctica de los colegas, por el crédito de los trabajos, de los controles,
de la “vox populi”: este procedimiento que no se apoya en ninguna performance y que
no acciona ninguna candidatura, no sería tan resplandeciente como el pase; es discreto,
se habla a menudo de reformarlo sin hacerlo; de hecho, el pase es el que constituye una
garantía mayor.
Desde mediados de los años 70, se instaló en la periferia de la EFP la Sección clínica
del Departamento de psicoanálisis; proponía en el marco de la formación permanente
una enseñanza metódica de tipo universitario, no hubiera visto la luz sin el sostenido
apoyo de Lacan. Fue ya reconocido que la Escuela no podía bastar para todo, y que la
“subversión” que ella suponía aportar tomó sus efectos del cuidado de la formación
académica que discutía; desde el momento en que esta formación flaqueó, he aquí a
nuestros subversivos llevados a paliar las insuficiencias y a tomar el relevo. Lejos de
desaparecer con la creación de la ECF, que se adosó a ella en sus primeros tiempos, la
Sección clínica se extendió, emigró tanto a provincias como al extranjero, e hizo fuera
del Campo Freudiano numerosos émulos. Esto, en el mismo tiempo en que adoptaron
este modelo para-universitario tan criticado al comienzo, renunciaron a retomar el de la
Escuela. Hoy, las cosas están en el punto que, dentro y fuera de la Universidad,
innumerables filiales de formación explotan las fuentes de saber del orden
psicoanalítico, sin poder sin embargo garantizar la calidad de psicoanalista de sus
alumnos o diplomados. Esta disyunción entre formación y garantía favorece
naturalmente la creencia de lo que en España se llama “mundo psi”, y que se hincha
hasta el punto de que se difunde la noción de que el psicoanálisis puro se reabsorberá
allí poco a poco. Nada de eso. Al menos, nada de eso en tanto que mantengamos
Escuelas dignas de su concepto.
Lacan soñó una Escuela en la que no entrarían más que los AE (ver Otros escritos, pág.
307-308); ellos serían los únicos en practicar el psicoanálisis. En la práctica, los AE son
pocos, los practicantes numerosos, pero no veo a nadie en el Campo freudiano
satisfacerse por una vía corta. La formación se prolonga, se eterniza, no es ya una
formación, es un modo de vida: se siguen cursos, se permanece en control incluso
nombrado AME, se relanza gustosamente la parte analítica. Un potente ideal de
institución vela, inquieta e incita, sin que haya necesidad de reglas y de directivas. Pero
también, el pase es precario: hace falta un nada para que el procedimiento se desregule;
no puede sostenerse más que en un grupo bastante extenso por ser diversos, pero
también es necesario que no se disperse, y puedan acordarse referencias comunes y
puntos de vista compartidos, pero sin conformismo, sobre la objetividad de un fin de
análisis; es necesario que el pase tenga prioridad, sin tener la exclusividad; si se
convierte en un absoluto, pierde todo su sentido, porque tiene grados, no debiera ser
confundido con un despertar iniciático, y la nominación no escapa a la contingencia; si
el grupo se reparte en fracciones rivales, adiós al pase: la nominación se decidirá por
negociaciones. Etc. Es la cuadratura del círculo. El Campo Freudiano me parece que ha
llegado, no sin dificultad, no sin dolor, a un equilibrio de diversas paradojas donde se
estructura el efecto-de-formación en psicoanálisis. Un equilibrio, no habría que
pretender más, una solución, por ejemplo. Es lícito objetar: “¿Pero por cuánto tiempo?”.
9.- Al sin-porque
Una lectora informada me dice: “Y el deseo del psicoanalista?” Si las ideas recibidas de
los lacanianos fueran objeto de un diccionario, este recomendaría seguramente: “tener
en cuenta la íntima convicción de estar habitado”. De hecho, es aquí donde el pase
tropieza: capta en qué el sujeto se satisface del punto al que ha llegado (un “más-allá del
semblante”), y le trae a la Caverna (la Escuela), pero, entre los dos, no esclarece por qué
el analizado no encuentra mejor que hacer que hacer el analista. Se adivina que esto se
refiere a menudo a algo insuficiente de la cura. Por otro lado, el pasante ordinariamente
ya está establecido en una práctica “psipráctica” donde se encuentra más fácilmente el
fundamento fantasmático. Sería lógico que el deseo del analista, deseo de obtener de
cada uno su “sin-par”, se distingue, como la rosa de Angelus, por ser sin por qué. No
quedaría entonces más que verificar su presencia y su acción en la práctica, y esto, por
el control.
Post scriptum
Se me piden aclaraciones:
1) Los miembros de los carteles del pase ¿son llamados/elegidos por los AE? ¿Por los
AE+AME? ¿Por el conjunto de miembros de la ECF? ¿Por otros?
3) Se admite poca atención a los AME, y sin embargo es esta garantía la que puede
valer en lo social, ya que los AE son estrellas fugaces.
Respondo:
1) Un cartel del pase de la ECF comprende: el antiguo más-uno; un pasador extraído por
sorteo de una lista; un AE, elegido por la Asamblea general de la Escuela entre los AE
en ejercicio; un miembro de la Escuela que ejerce el psicoanálisis elegido de una
candidatura; el más-uno elegido por los 4 precedentes.
3) ¿Cuál es valor “en la vida social” de la garantía que da una asociación de 1901? Piel
de zébi. Lo que quiere decir es que acredita las pretensiones de esta asociación. Es el
trabajo de Lacan que “garantizaba” la Escuela freudiana. ¿Qué “garantiza” la ECF? ¿La
continuidad y la extensión de sus trabajos publicados desde hace 20 años? Sin duda. ¿El
número de sus miembros, sus títulos universitarios, las funciones que ocupan “en lo
social? Ciertamente. ¿Su pertenencia a una basta red internacional? Sí. Pero también,
todo esto no es nada, no es más que un semblante. Lo real en juego, si lo hay, es el pase
que lo hace ex-sistir. Es necesario un uso del psicoanálisis que exige un resultado
demostrable. En nuestra concepción, el pase garantiza la Escuela que garantiza sus
AME. A falta de lo cual, este título no sería más que la medalla en chocolate otorgada
por una cofradía de impostores: Podular se vuelve garante de Hatchibombotar, que le
hace bien; semantienen por la perillita; y estallan a reír al mismo tiempo.
18 mayo 2001.