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Respuesta al “Che vuoi” sobre la formación del analista en el 2001

Por Jacques-Alain Miller

Respuesta a un cuestionario sobre la formación de analistas, elaborado por una revista


aparecida en París.

1.- El “psicoanalista nace”

Cuenta Lacan que un día alguien le felicitó por haber nacido psicoanalista, y que él
declinó el homenaje. Leyendo esto al comienzo de los años 60, pensaba en la frase,
firmada por Lazare Carnot, de la que Jean Massin hizo el exergo de su “Robespierre”:
“no se nace revolucionario, se hace. Si hubiera psicoanalistas nacidos, no habría que
formarlos, sería suficiente con descubrirlos. En el contexto de hoy día, esta opinión
arranca derrotada de entrada. Me gustaría sin embargo darle su oportunidad, a fighting
chance. ¿No dice Lacan que las mujeres son psicoanalistas nacidas? (porque estarían
dedicadas a apropiarse al fantasma del hombre). ¿Que los judíos no juegan por azar en
el psicoanálisis el rol eminente que es el suyo? ¿Que el psicoanalista lleva una “marca”,
la del desecho, que hay que encontrar, tarea que gusta a sus “congéneres”? ¿Que sería
hermoso que hubiera un don analítico como lo vemos en los matemáticos? A falta de
don, se constata el gusto que el excluido, el fracasado, el perdido tienen por el
psicoanálisis. Sin embargo, todo desanima para admitir que se sea analista por
naturaleza. Sería en efecto necesario que se sea psicoanalista sin psicoanálisis.
Brevemente: “¡Viva el psicoanálisis, porque si no hay psicoanálisis, no habría
psicoanalistas!”. Fue necesario esperar a 1910 para que se recomendara al analista
analizarse, incluso fue en nombre de Pasteur como se inoculó la rabia (la peste).
Después se convirtió en condición sine qua non. Además, vino Lacan y definió el
psicoanalista: el resultado de su análisis. Es el pase.

2.- La cura lógica

La idea de un término verdadero y definitivo del análisis, que realiza una mutación
irreversible del sujeto, contradice a Freud. Supone no sólo que haya una lógica de la
cura, sino que la cura sea lógica: determinada por un algoritmo inicial, concluida por
una fórmula de parada. No tendría más libertad (más juego) que una máquina de Turing,
si su curso no fuera sin embargo imprevisible. Los “efectos de verdad” vienen a
inscribirse como significantes al lugar vacío del “sujeto supuesto saber” en un orden que
no está prescrito de entrada, que se ordena après-coup. Lo que se acumula así de saber
ganado a los investimentos libidinales (efecto “shrink”), que se concentran en un nudo
siempre más denso, del que el sujeto se separa al mismo tiempo que se disipa la ficción
del saber supuesto. Un saber efectivo está ahí, adquirido por el sujeto, y susceptible de
ser puesto en forma y comunicado para ser validado. Este párrafo resume la tesis que
expuso Lacan en octubre de 1967, entre los dos seminarios que la encuadran: “La lógica
del fantasma” y “El acto psicoanalítico”.

3.- Los efectos de un Witz

Debido a Lacan, la palabra “analista” se entiende desde ese momento en dos sentidos y
son disjuntos (“ruptura de jerarquía”). Está el analista que proviene de su análisis: este
es el analizado; es reputado analista sin haber conducido jamás una cura, al menos, eso
no entra en la cuenta.

El otro es el analista que resulta de su práctica. El primero es nombrado analista en


après-coup de su análisis; el segundo, en après-coup de su práctica.

Al primero se le otorga el título de AE (Analista de la Escuela); al segundo, el de AME


(Analista Miembro de la Escuela). Antes de Lacan no nos imaginábamos que se pudiera
ser analista sin haber hecho sus pruebas en la práctica. Pero precisamente, Lacan dudaba
de estas pruebas, veía más bien que se nombraba por la reputación, el don de gentes, la
docilidad, por la negociación o por amiguismo. De ahí este “Witz”: tener por analista
(todo en potencia) un analizado sin otra experiencia que la suya propia como analizante.
Efecto clínico: dar un objetivo preciso y sublime a la cura; alargando la curación. Efecto
epistemológico: poner en cuestión la calificación por la práctica; poner los efectos de la
cura en intimación para revelarse. Efecto institucional: desinflar la suficiencia del
notable, e irritarlo; inflamar la ambición del neófito; activar la tensión generacional.

4.- El suspiro de Lacan

El suspiro de Lacan, “el pase es un fracaso”, ¿hay que tomarlo al pie de la letra y
abandonar la experiencia? ¿O bien hay que reanimarlo? Esta elección que parecía
ofrecerse después de la disolución de la EFP, era en realidad una elección forzada, al
menos porque el pase no era un apéndice que se pudiera amputar sin perjuicio de “la
enseñanza de Lacan”. Es así que, desde el mes de mayo de 1982, los miembros de la
ECF adoptaron casi unánimemente un reglamento del procedimiento cuyos términos
habían sido discutidos durante un año; instaló dos carteles del pase, precisó la
composición y la renovación, previó la reunión de un “Colegio del pase” cada seis años
para evaluar los resultados. Este procedimiento funciona en la ECF desde 1983; se ha
instalado progresivamente en el curso de los años 90 en otras Escuelas creadas en la
AMP; cada dos años, los carteles, después de haber cesado en sus funciones, redactan
un informe; los AE son incesantemente solicitados para presentar sus testimonios y
trabajos durante los 3 años en los que su título es válido (nada de AEs permanentes).
Por otro lado, una comisión nombra regularmente a los AME por el conocimiento que
puede tener de la práctica de los colegas, por el crédito de los trabajos, de los controles,
de la “vox populi”: este procedimiento que no se apoya en ninguna performance y que
no acciona ninguna candidatura, no sería tan resplandeciente como el pase; es discreto,
se habla a menudo de reformarlo sin hacerlo; de hecho, el pase es el que constituye una
garantía mayor.

5.- El éxito del pase

No nos imaginamos el respeto que rodea en la Campo Freudiano la nominación de un


AE, la atención apasionada con que se siguen sus trabajos, al menos los primeros. La
prueba de que ha triunfado en el procedimiento se prolonga, se repite cada vez que se
expresa. Su nominación tiene el valor de apuesta; es necesario aún que su producción la
confirme. Algunos decepcionan, son decepcionados, dejan la Escuela, es al menos la
prueba de que el pase no tiene como efecto encadenarles por siempre al sistema que les
ha distinguido. Los carteles que nombran, y cuyos miembros salen en parte por
elecciones y en parte por sorteo, proceden a una evaluación clínica del caso; responden
también a una pregunta epistémica: qué de nuevo nos enseña este pasante sobre las vías
que conducen a un final de análisis; deben finalmente tener en cuenta la resonancia
política de su decisión: el nuevo AE ¿sabrá responder a lo que la institución espera de
él, ser “analista de la experiencia” de la que él mismo forma parte, la de la Escuela?
Estas tres dimensiones no se recubren; los debates del Colegio del pase de la ECF han
sido tomados en dos ocasiones por las turbulencias de las escisiones; la calma de rodea
el funcionamiento ordinario del pase no tiene más resorte. Vemos cada vez más a
menudo a pasantes que se presentan al pase en otra Escuela que la suya, donde son
desconocidos (o son menos conocidos), e igualmente su analista; la prueba se hace más
pura; las Escuelas del Campo freudiano comparten desde ese momento el mismo
gradus.

6.- La inmersión en la Escuela

Si un analista es esencialmente un analizado, si no es practicante más que después,


entonces la formación analítica reabsorbe en la cura. Es el sentido del exabrupto de
Lacan (1973): “No hay formación analítica, sólo hay formaciones del inconsciente”.
Esto es que no hay formación que no esté ordenada por una identificación; desde el
momento en que la cura analítica está concebida como un proceso de des-identificación,
el nombre de formación no conviene más, y el grupo analítico tiene la estructura del
conjunto de Russell: es el grupo de los sin grupo. De hecho, la Escuela Freudiana no
organiza jamás nada que pareciera un curso. Sin embargo, Lacan quiso al mismo tiempo
analistas que no fuesen “mediocres” sino expertos y sabios. Sin duda quiso también que
sepan poner en paréntesis competencia y conocimientos para acoger lo inaudito del
caso, pero eso supone que tengan esa competencia y esos conocimientos. Es lo que
resume la fórmula: saber ignorar que se sabe.

La Escuela es precisamente el lugar geométrico donde convergen estas paradojas. Es un


lugar de saber, pero ordenado en un no-saber: nadie pretende ahí detener el saber de lo
que es el analista (a diferencia de la “Sociedades”), este saber es necesario para sus
miembros, a la vez para buscarlo (informarse), construirlo (inventarlo), y, en definitiva,
no satisfacerlo. Entonces, nada de formación por cursos, es decir: ningún itinerario
estándar prescrito por un saber a priori; ninguna forma ideal (una imagen, “Bila”) como
“terminus: -- quem”, mientras que “a” es el objeto del que no se tiene la menor idea;
nada de pedagogía, donde siempre se trata de dominar este objeto por el saber (S2----a).
Procedemos de otra manera: por la inmersión del sujeto en un medio que agita la falta
de saber de aquello que más le importa. Para cada uno nadar como puede, para cada uno
su sistema D. Para constituir un medio tal, hay que nombrarlo, la pluralidad de
publicaciones, la multiplicación de intercambios (a falta de lo cual, el sujeto cae bajo el
golpe de una estrecha sugestión, o vegeta en un club de veteranos). La Escuela
Freudiana, en lo que tuvo de mejor, fue tal medio, que se perpetuó y ensanchó con el
Campo freudiano. Pero la EFP estuvo inserta en un contexto intelectualmente vibrante,
que ha desaparecido.

7.- El mercado de las formaciones

Desde mediados de los años 70, se instaló en la periferia de la EFP la Sección clínica
del Departamento de psicoanálisis; proponía en el marco de la formación permanente
una enseñanza metódica de tipo universitario, no hubiera visto la luz sin el sostenido
apoyo de Lacan. Fue ya reconocido que la Escuela no podía bastar para todo, y que la
“subversión” que ella suponía aportar tomó sus efectos del cuidado de la formación
académica que discutía; desde el momento en que esta formación flaqueó, he aquí a
nuestros subversivos llevados a paliar las insuficiencias y a tomar el relevo. Lejos de
desaparecer con la creación de la ECF, que se adosó a ella en sus primeros tiempos, la
Sección clínica se extendió, emigró tanto a provincias como al extranjero, e hizo fuera
del Campo Freudiano numerosos émulos. Esto, en el mismo tiempo en que adoptaron
este modelo para-universitario tan criticado al comienzo, renunciaron a retomar el de la
Escuela. Hoy, las cosas están en el punto que, dentro y fuera de la Universidad,
innumerables filiales de formación explotan las fuentes de saber del orden
psicoanalítico, sin poder sin embargo garantizar la calidad de psicoanalista de sus
alumnos o diplomados. Esta disyunción entre formación y garantía favorece
naturalmente la creencia de lo que en España se llama “mundo psi”, y que se hincha
hasta el punto de que se difunde la noción de que el psicoanálisis puro se reabsorberá
allí poco a poco. Nada de eso. Al menos, nada de eso en tanto que mantengamos
Escuelas dignas de su concepto.

8.- El equilibrio de las paradojas

Lacan soñó una Escuela en la que no entrarían más que los AE (ver Otros escritos, pág.
307-308); ellos serían los únicos en practicar el psicoanálisis. En la práctica, los AE son
pocos, los practicantes numerosos, pero no veo a nadie en el Campo freudiano
satisfacerse por una vía corta. La formación se prolonga, se eterniza, no es ya una
formación, es un modo de vida: se siguen cursos, se permanece en control incluso
nombrado AME, se relanza gustosamente la parte analítica. Un potente ideal de
institución vela, inquieta e incita, sin que haya necesidad de reglas y de directivas. Pero
también, el pase es precario: hace falta un nada para que el procedimiento se desregule;
no puede sostenerse más que en un grupo bastante extenso por ser diversos, pero
también es necesario que no se disperse, y puedan acordarse referencias comunes y
puntos de vista compartidos, pero sin conformismo, sobre la objetividad de un fin de
análisis; es necesario que el pase tenga prioridad, sin tener la exclusividad; si se
convierte en un absoluto, pierde todo su sentido, porque tiene grados, no debiera ser
confundido con un despertar iniciático, y la nominación no escapa a la contingencia; si
el grupo se reparte en fracciones rivales, adiós al pase: la nominación se decidirá por
negociaciones. Etc. Es la cuadratura del círculo. El Campo Freudiano me parece que ha
llegado, no sin dificultad, no sin dolor, a un equilibrio de diversas paradojas donde se
estructura el efecto-de-formación en psicoanálisis. Un equilibrio, no habría que
pretender más, una solución, por ejemplo. Es lícito objetar: “¿Pero por cuánto tiempo?”.

9.- Al sin-porque

Una lectora informada me dice: “Y el deseo del psicoanalista?” Si las ideas recibidas de
los lacanianos fueran objeto de un diccionario, este recomendaría seguramente: “tener
en cuenta la íntima convicción de estar habitado”. De hecho, es aquí donde el pase
tropieza: capta en qué el sujeto se satisface del punto al que ha llegado (un “más-allá del
semblante”), y le trae a la Caverna (la Escuela), pero, entre los dos, no esclarece por qué
el analizado no encuentra mejor que hacer que hacer el analista. Se adivina que esto se
refiere a menudo a algo insuficiente de la cura. Por otro lado, el pasante ordinariamente
ya está establecido en una práctica “psipráctica” donde se encuentra más fácilmente el
fundamento fantasmático. Sería lógico que el deseo del analista, deseo de obtener de
cada uno su “sin-par”, se distingue, como la rosa de Angelus, por ser sin por qué. No
quedaría entonces más que verificar su presencia y su acción en la práctica, y esto, por
el control.

Jacques-Alain Miller 11 y 17 de mayo de 2001.

Post scriptum

Se me piden aclaraciones:

1) Los miembros de los carteles del pase ¿son llamados/elegidos por los AE? ¿Por los
AE+AME? ¿Por el conjunto de miembros de la ECF? ¿Por otros?

2) ¿Cómo devenimos “miembro de la Escuela? ¿Por el pase? ¿A partir de las


asociaciones del Campo freudiano? ¿Qué relación entre estas asociaciones periféricas y
las enseñanzas para-universitarias?

3) Se admite poca atención a los AME, y sin embargo es esta garantía la que puede
valer en lo social, ya que los AE son estrellas fugaces.

Respondo:

1) Un cartel del pase de la ECF comprende: el antiguo más-uno; un pasador extraído por
sorteo de una lista; un AE, elegido por la Asamblea general de la Escuela entre los AE
en ejercicio; un miembro de la Escuela que ejerce el psicoanálisis elegido de una
candidatura; el más-uno elegido por los 4 precedentes.

2) Se deviene miembro de la Escuela por decisión de su Consejo. Desde 1995, este


miembro deviene ipso facto miembro de la AMP, el Consejo de ésta debe ratificar la
decisión, y no lo hace siempre. Se entra o por la vía del pase o por “títulos y trabajos”.
Por la vía del pase: que el pasante sea nombrado AE, o que, no siéndolo, sea sin
embargo “recomendado” al Consejo por el cartel que ha escuchado su pase. Por “títulos
y trabajos”: es decir por el conocimiento que el Consejo (12 miembros) tiene del
recorrido del candidato.

3) ¿Cuál es valor “en la vida social” de la garantía que da una asociación de 1901? Piel
de zébi. Lo que quiere decir es que acredita las pretensiones de esta asociación. Es el
trabajo de Lacan que “garantizaba” la Escuela freudiana. ¿Qué “garantiza” la ECF? ¿La
continuidad y la extensión de sus trabajos publicados desde hace 20 años? Sin duda. ¿El
número de sus miembros, sus títulos universitarios, las funciones que ocupan “en lo
social? Ciertamente. ¿Su pertenencia a una basta red internacional? Sí. Pero también,
todo esto no es nada, no es más que un semblante. Lo real en juego, si lo hay, es el pase
que lo hace ex-sistir. Es necesario un uso del psicoanálisis que exige un resultado
demostrable. En nuestra concepción, el pase garantiza la Escuela que garantiza sus
AME. A falta de lo cual, este título no sería más que la medalla en chocolate otorgada
por una cofradía de impostores: Podular se vuelve garante de Hatchibombotar, que le
hace bien; semantienen por la perillita; y estallan a reír al mismo tiempo.

18 mayo 2001.

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