You are on page 1of 2

Algunos textos de san Agustín sobre el conocimiento, la memoria y la iluminación

Orientación o movimiento habitual en la reflexión de Agustín: “De lo exterior a lo interior, de lo


interior a lo superior” (Cfr. Ennarrationes in Psalmos 145, 5).

“¿Qué es, por tanto, lo que amo cuando amo yo a mi Dios? ¿Y quién es él sino el que está
sobre la cabeza de mi alma? Por mi alma misma subiré, pues, a él. Traspasaré esta virtud mía por
la que estoy unido al cuerpo y llena su organismo de vida, pues no hallo en ella a mi Dios. Porque,
de hallarle, le hallarían también el caballo y el mulo, que no tienen inteligencia, y que, sin
embargo, tienen esta misma virtud por la que viven igualmente sus cuerpos.

Hay otra virtud por la que no sólo vivifico, sino que también doy sensibilidad a mi carne, y que
el Señor me fabricó mandando al ojo que no oiga y al oído que no vea, sino a aquel que me sirva
para ver, a éste para oír, y a cada uno de los otros sentidos lo que les es propio según su lugar y
oficio; las cuales cosas, aunque diversas, las hago por su medio, yo un alma única. Traspasaré aún
esta virtud mía, porque también la poseen el caballo y el mulo, pues también ellos sienten por
medio del cuerpo.” (Confessiones X, 7)

“Traspasaré, pues, aun esta virtud de mi naturaleza, ascendiendo por grados hacia aquel que
me hizo. Mas heme ante los campos y anchos senos de la memoria, donde están los tesoros de
innumerables imágenes de toda clase de cosas acarreadas por los sentidos. (...). Grande es esta
virtud de la memoria, grande sobremanera, Dios mío, interior amplio e infinito. ¿Quién ha llegado
a su fondo? Mas, con ser esta virtud propia de mi alma y pertenecer a la naturaleza, no soy yo
capaz de abarcar totalmente lo que soy. De donde se sigue que es angosta el alma para
contenerse a sí misma. Pero, ¿dónde puede estar lo que de sí misma no cabe en ella? ¿Acaso fuera
de ella y no en ella? ¿Cómo es, pues, que no se puede abarcar?

Mucha admiración me causa esto y me llena de estupor. Viajan los hombres por admirar las
alturas de los montes y las ingentes olas del mar, y las anchurosas corrientes de los ríos, y la
inmensidad del océano y los giros de los astros, y se olvidan de sí mismos, y no se admiran de que
todas estas cosas, que al nombrarlas no las veo con los ojos, no podría nombrarlas si
interiormente no viese en mi memoria los montes y las olas y los ríos y los astros, percibidos
ocularmente, y el océano, sólo creído, con dimensiones tan grandes como si las viese fuera. Y, sin
embargo, no es que haya absorbido tales cosas al verlas con los ojos del cuerpo, ni que ellas se
hallen dentro de mí, sino sus imágenes. Lo único que sé es por qué sentido del cuerpo he recibido
la impresión de cada una de ellas.” (Confessiones X, 8-9)

“Pero no son estas cosas las únicas que encierra la inmensa capacidad de mi memoria. Aquí
están como en un lugar interior remoto, que no es lugar, todas aquellas nociones aprendidas
sobre las artes liberales, que todavía no se han olvidado. Más aquí no son ya las imágenes de ellas
las que llevo, sino las cosas mismas. Porque yo sé qué es la gramática, la pericia dialéctica y
cuántos los géneros de preguntas; y lo que de estas cosas sé, está de tal modo en mi memoria que
no está allí como la imagen suelta de una cosa, cuya realidad se ha dejado fuera, o como la voz
impresa en el oído, que suena y pasa, dejando un rastro de sí por el que la recordamos como si
sonara, aunque ya no suene; (...). Sino que, cuando oigo decir que son tres los géneros de las
preguntas –si la cosa existe, qué es y cómo es– retengo las imágenes de que se componen estas
palabras, y sé que pasaron por el aire con estrépito y ya no existen. Pero las cosas mismas
significadas por estos sonidos ni las he tocado jamás con ningún sentido del cuerpo ni las he visto
en ninguna parte fuera de mi alma, ni lo que he depositado en mi memoria son sus imágenes, sino
las cosas mismas. Las cuales digan, si pueden, por dónde entraron en mí. Porque yo recorro todas
las puertas de mi carne y no hallo por cuál de ellas han podido entrar. En efecto, los ojos dicen: ‘Si
son coloreadas, nosotros las hemos anunciado’; los oídos dicen: ‘Si hicieron algún sonido, nosotros
las hemos indicado’ (...).

¿Por dónde, pues, y por qué parte han entrado en mi memoria? No lo sé. Porque cuando las
aprendí, no fue dando crédito a otros, sino que las reconocí en mi alma y las aprobé por
verdaderas y se las encomendé a ésta, como en depósito, para sacarlas cuando quisiera. Allí
estaban, pues, y aun antes de que yo las aprendiese; pero no en la memoria. ¿En dónde, pues, o
por qué, al ser nombradas, las acepté y dije: ‘Así es, es verdad’, sino porque ya estaban en mi
memoria, aunque tan retiradas y sepultadas como si estuvieran en cuevas muy ocultas, y tanto
que, si alguno no las suscitara para que saliesen, tal vez no las hubiere podido pensar?”
(Confessiones X, 9-10).

“También contiene la memoria las naturalezas de los números y dimensiones y sus leyes
infinitas, ninguna de las cuales ha sido impresa en ella por los sentidos del cuerpo, por no ser
coloreadas ni tener sonido ni olor, ni haber sido gustadas ni tocadas. Oí los sonidos de las palabras
con que fueron significadas cuando se disputaba de ellas; pero una cosa son aquéllos, otra muy
distinta éstas. Porque aquellos suenan de un modo en griego y de otro en latín, mas estas no son
griegas ni latinas ni de ninguna otra lengua. He visto líneas trazadas por artesanos tan sumamente
tenues como un hilo de araña. Más aquellas (i.e., las matemáticas) son distintas de éstas, pues no
son imágenes de las que me entran por los ojos de la carne, y sólo las conoce quien interiormente
las reconoce sin ningún pensamiento de ningún cuerpo. También he sentido por todos los sentidos
del cuerpo los números que contamos, pero otros muy diferentes son aquellos números con los
que contamos, los cuales no son imágenes de esos, poseyendo por lo mismo un ser mucho más
excelente. Ríase de mí, al decir estas cosas, quien no las vea, que yo tendré compasión de quien se
ría de mí”. (Confessiones X, 12)

"Atended y ved si os agrada lo que voy a decir. Porque a ese tal le dirijo esta palabra fraternal
y pacífica: 'Si ambos vemos que es verdad lo que tú dices, y ambos vemos que es verdad lo que yo
digo, pregunto: ¿en dónde lo vemos? Ciertamente, ni yo en ti ni tú en mí, sino ambos en la misma
inconmutable verdad, que está sobre nuestras inteligencias' ". (Confessiones XII, 25)

You might also like