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En 1953 terminó la Guerra de Corea, y para Uruguay la época de las grandes ventas al exterior y los buenos precios (…) Recuperada Europa,
desaparecido Stalin, la “guerra fría” dejó lugar a la “coexistencia pacífica” y Estados Unidos pudo volver su atención a su esfera más inmediata:
América Latina (…) el criterio era abrir las economías latinoamericanas y sostener la estabilidad de las monedas.
En el Uruguay aparecieron los síntomas de la crisis hacia mediados de la década de los 50’. Bajaron los precios de los
productos exportables mientras que subían los de importación (…) a la par de los precios, bajaron los volúmenes
exportados. El estancamiento del agro, por un lado, que producía menos, y el proteccionismo extranjero, por otro, explican
el fenómeno. Si Estados Unidos le regalaba trigo a Brasil, mediante su ley 480 (…) Uruguay perdía su mercado externo para
el trigo (…) El Gobierno estadounidense resolvió defender el trabajo de sus obreros textiles y de sus agricultores, y no
eliminó las barreras proteccionistas contra los tops uruguayos ni derogó esta ley, pero continuó presionando para que los
países latinoamericanos “liberalizaran” sus economías (…)
Al reducirse las divisas que proporcionaba el agro, la industria empezó a disminuir las importaciones imprescindibles para
su funcionamiento. Bajó su producción, descendió el empleo, se redujo el salario.
Diversos sectores del Partido Nacional —Nacionalismo Independiente, Reconstrucción Blanca, Movimiento Popular Nacionalista— que mantenían
discrepancias más o menos profundas con la mayoritaria fracción herrerista (…) consideraron indispensable un entendimiento que les permitiera
disputar al Herrerismo la hegemonía en el plano partidario y transformarse en una opción de poder, capitalizando el descontento popular que la
crisis había provocado… El 15 de agosto de 1956 se formó la coalición de los grupos nacionalistas con la denominación de Unión Blanca
Democrática, “con el objeto de rehacer el Partido Nacional como una gran fuerza cívica bajo el imperio de sus principios tradicionales,
oponiéndolo al Partido Colorado y conquistar el poder para ejercerlo como instrumento de bien público".
EJERCICIO:
La profundización de la crisis económica, evidente a partir de 1960, provocó el aumento de las tensiones sociales reflejadas
particularmente en la actividad sindical. La reiteración de las huelgas y la frecuencia de las medidas de lucha consideradas
especialmente graves (movilizaciones masivas, enfrentamientos con las fuerzas policiales, ocupaciones de fábricas, etc)
tuvo (…) la consecuencia directa de facilitar la unificación del movimiento obrero. A corto plazo (…) el efecto más visible
fue la transformación de la convivencia social, agregándole un clima de enfrentamiento que no era frecuente en el país.
Las oposiciones sociales y económicas, aparecían encubiertas bajo el manto de la lucha ideológica: a los ojos de los
uruguayos de la época había surgido un nuevo “enemigo”, el comunismo -primer elemento de ruptura en la clásica
tolerancia del Uruguay batllista-.
(…) Aunque la tolerancia incluía fundamentalmente a los partidos tradicionales, era suficientemente amplia como para
abarcar a todos los demás. En ese contexto, el Partido Socialista se transformó en una respetable opinión y el mismo
Partido Comunista (…) El sistema político se consideraba lo suficientemente fuerte como para tolerar la disidencia dentro
del amplio margen permitido por las normas, y el escaso caudal electoral de los “partidos menores” no movía
preocupaciones. Si en cualquier momento se producía algún “desborde” del Ejecutivo, la oposición parlamentaria estaba
siempre alerta y la prensa se encargaba de dar amplia difusión al “atropello”. A la vista de estos acontecimientos no llama
la atención el epitafio que el diario “El País” dedicó al último colegiado colorado: “…me de justicia reconocerle la firmeza
con que respetó e hizo respetar los derechos individuales y las libertades públicas que a esta altura de los tiempos son
patrimonio común de los orientales” (…) hubo verdaderas campañas periodísticas simultáneas con el evidente fin de formar
opinión e inducir comportamientos al respecto de ciertos hechos, como la Revolución Cubana, por ejemplo (…)
La presión anticomunista no logró concretarse en medidas legislativas. En general, los legisladores, aún los de tendencia
conservadora, no acompañaron los ataques contra la Universidad, en parte por la tradición liberal del país y en parte por
la sospecha de que la sociedad uruguaya no estaba lo suficientemente polarizada para hacer del anticomunismo una
atractiva bandera electoral (…) sus intervenciones fueron muy ocasionales e ineficaces para eso, ya que el problema dividió
las fuerzas de los dos grandes partidos, que no lograron adoptar una posición que les resultara cómoda. Esto determinó
una parálisis que, si bien impidió la concreción de medidas legislativas impulsadas por las fuerzas de derecha, ambientó
una mayor libertad en la acción del Ejecutivo, que se fue atribuyendo potestades a lo largo del período y fue limitando
cada vez más la esfera de acción del individuo.