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La Santa Armadura de Dios

De Paul D. Gutiérrez Covey


Todos los derechos reservados © Paul D. Gutiérrez Covey. Ninguna parte de este
libro se puede copiar, re-transmitir, publicar, ni usarse en ninguna otra manera
sin la aprobación escrita del autor.
Este libro lo dedico en primer lugar a mi Salvador, el Mesías, quien es el que me
ha guiado para llegar a donde estoy en este momento; sin su dirección, este libro
ni siquiera existiría.

También lo dedico a mis padres, John y Tracey Gutiérrez, quienes han sido mis
maestros en temas bíblicos.
Todos los versículos en este libro son de la versión Reina Valera 1909, la cual,
siendo dominio público, se pueden utilizar libremente en este libro.
Tabla de Contenido
Introducción
Logística Pre-batalla
Nuestra Fuerza es del Señor
Cada Pieza es Importante
Los Enemigos
¿Qué es la Guerra Espiritual Exactamente?
El Entrenamiento
El Cinturón de la Verdad
La Coraza de Justicia
El Apresto del Evangelio de la Paz
El Escudo de la Fe
El Yelmo de la Salvación
La Espada del Espíritu
La Oración
Conclusión
Introducción
La Guerra es parte de nuestra naturaleza. Desde la creación del hombre, siempre
hemos estado luchando por algo. Lamentablemente, ni siquiera necesitamos una
razón; solamente necesitamos una excusa. La guerra humana nunca ha sido algo
lindo, sino que siempre es sangrienta, trágica, y deprimente. Hermanos luchan
contra hermanos, y se pierden muchas vidas, ¿y en nombre de qué? A veces ha
sido por causas nobles, pero no siempre es así.
Para muchos es un honor servir en el ejército, y no le quiero quitar mérito a eso.
Se necesita tener mucha valentía para tomar la decisión de servir a tu nación de
esa forma. Sin embargo, hay un honor superior a eso que podemos lograr, y es
uno que no requiere tanta muerte.
Si estás leyendo este libro, es muy probable que ya hayas tomado la decisión de
vivir para el Señor, y que eres su hijo. Si ese es el caso, formas parte del ejército
más grande e importante que puede existir. ¡Eres soldado de Dios!
Ahora, ya sé que dije que la guerra no es linda, pero recuerda, lo dije de la guerra
humana . La guerra espiritual es muy diferente; no luchamos contra hermanos,
sino en contra de enemigos espirituales. Lo mejor es que nuestro General nunca
ha perdido ni una sola batalla; siempre es victorioso, y con Él, “hacemos más
que vencer” (Romanos 8:37). Por tanto, en esta guerra gloriosa, mientras
sigamos las instrucciones bíblicas, nunca debemos temer.
Debemos entender que la guerra espiritual es un asunto de todos los días, y por
general, ni siquiera luchamos contra el diablo ni sus demonios directamente, sino
en contra de nuestras propias debilidades humanas. Debido a esto, siempre
debemos estar preparados para luchar; debemos planear para victoria todas las
mañanas cuando nos levantamos, y de esta manera viviremos una vida santa.
Este libro se divide en dos partes; la primera parte, la he llamado Logística Pre-
Batalla . Ningún ejército sale a la batalla sin un plan. Por general, antes de cada
misión, el oficial de alto rango da una sesión de información acerca de los
objetivos. Ellos les dan a los soldados información como por ejemplo el blanco,
el plan, y cualquier otro detalle importante que los soldados deben tomar en
cuenta antes de entrar en batalla. Esta sección es así, ya que verás todo lo que
deberás tomar en cuenta antes de iniciar la guerra espiritual. La segunda sección
se llama El Entrenamiento , en la cual serás entrenado en el arte de la guerra
espiritual. Nadie puede utilizar armadura efectivamente si no ha recibido
entrenamiento para usarla, y la Santa Armadura de Dios no es la excepción.
Espero que disfrutes este libro; oro para que sea efectivo para ti y que puedas
aprender a ser el soldado que el Señor quiere que seas. Quisiera ofrecerte un
consejo antes de que continúes; cada vez que abras este libro, ore para que Dios
te dé sabiduría y entendimiento, porque toda sabiduría viene de Él. Pídale
dirección mientras leas este libro.
Ahora, antes de que continuemos a la primera sección, quiero que leas un pasaje
importante de la Biblia. Este pasaje es la fuente principal de la información que
leerás en este libro, así que por favor ponga especial atención:

10 Por lo demás, hermanos míos, confortaos en el Señor, y en la potencia


de su fortaleza. 11 Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis
estar firmes contra las asechanzas del diablo. 12 Porque no tenemos lucha
contra sangre y carne; sino contra principados, contra potestades, contra
señores del mundo, gobernadores de estas tinieblas, contra malicias
espirituales en los aires. 13 Por tanto, tomad toda la armadura de Dios,
para que podáis resistir en el día malo, y estar firmes, habiendo acabado
todo. 14 Estad pues firmes, ceñidos vuestros lomos de verdad, y vestidos
de la cota de justicia. 15 Y calzados los pies con el apresto del evangelio
de paz; 16 Sobre todo, tomando el escudo de la fe, con que podáis apagar
todos los dardos de fuego del maligno. 17 Y tomad el yelmo de salud, y la
espada del Espíritu; que es la palabra de Dios; 18 Orando en todo tiempo
con toda deprecación y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda
instancia y suplicación por todos los santos. (Efesios 6:10-18)
Logística Pre-batalla
Nuestra Fuerza es del Señor

“Confortaos en el Señor, y en la potencia de su fortaleza” (Efesios 6:10)

Es muy importante saber de dónde obtenemos nuestra fortaleza. En el mundo


físico, podemos hacer mucho ejercicio y hacer crecer nuestros músculos, pero
nada de eso importa en el mundo espiritual. Nuestra fuerza física puede
ayudarnos a ser victoriosos en asunto mundanos, pero en el reino espiritual, si
dependemos de esta fuerza, ciertamente perderemos. Pero entonces, ¿de qué
debemos depender?
Tenemos una ventaja que muchos soldados de los ejércitos de este mundo no
tienen, y es que nuestro General siempre nos acompañe, en cada paso que
damos. No hay batalla ni lucha ni conflicto en donde Él no esté presente. Luego
de la resurrección, Jesús dijo, “he aquí, yo estoy con vosotros todos los días,
hasta el fin del mundo” (Mateo 28:20). Con esto en mente, sabemos que siempre
podemos contar con Él para estar con nosotros y utilizar su fuerza.

¿Cómo funciona esto?

Quizás algunos se preguntan esto; ¿Cómo funciona esto? ¿Cómo nos


fortalecemos en el Señor? Esto es una acción de la vida diaria. No es algo que
hacemos ocasionalmente, sino que es constante. Antes de explicar esto,
permítame dar una pequeña ilustración.
Tengo una perrita, una dachshund, también conocido como perra salchicha. Ella
es pequeña, pero a veces tiene el coraje de una rottweiler. Sin embargo, ella
solamente es así cuando toma fuerza de algún miembro de mi familia. ¿A qué
me refiero con esto? Pues, te daré un ejemplo: en muchas ocasiones, ella escucha
ruidos como fuegos artificiales, carros, y otros sonidos fuertes. Cuando esto
sucede, ella inmediatamente salta al sillón para estar cerca de uno de nosotros y
empieza a ladrar. En ese momento, ella parece ser una perrita muy valiente. No
obstante, si la ponemos en el suelo cerca de la puerta (el lugar de donde ella
escucha los ruidos), su valentía se va, y en lugar de ladrar, ella nos mira a
nosotros para buscar apoyo. Entonces básicamente, ella toma fuerza de nosotros,
su familia.
Esto debe funcionar así con la guerra espiritual; debemos tomar fuerzas de Dios,
y la forma de hacer eso es buscar su presencia, de la misma forma que mi perrita
busca nuestra presencia cuando ella siente que necesita ser valiente. Es
importante tomar en cuenta que no solo debemos buscar de Dios cuando
necesitamos algo; Él no es el genio de la lámpara que solamente vive para
conceder nuestros deseos. Aparte de ser nuestro General en la guerra espiritual,
también es nuestro Padre, y es muy importante tener una relación fuerte con Él.
Por tanto, asegúrate que buscar una relación con nuestro Padre Celestial en todo
momento. Si hacemos eso y dependemos de Él en lugar de nuestras propias
fuerzas, seremos fuertes. La fuerza espiritual no es lo único que necesitamos
para ser victoriosos, pero sí es muy importante.

No podemos ser victoriosos con nuestras propias fuerzas

No podemos ganar con nuestras propias fuerzas. Considere la persona más fuerte
del mundo; si él no tiene a Dios de su lado, él es débil. No digo que sea malo
tener músculos fuertes, pero debemos saber que en términos espirituales, esto no
nos ayudará. La Biblia dice, “Porque nadie será fuerte por su fuerza” (1 Samuel
2:9). Quisiera agregar unas palabras a ese versículo para que diga, “Porque nadie
será fuerte por su [propia] fuerza [humana]”. Es muy importante que
dependamos de la fuerza de Dios en todo tiempo. Esto no debe ser solamente en
asuntos espirituales; debemos aprender a incluirlo en todas nuestras prácticas
diarias. Debemos poner todo en sus manos siempre.
Anteriormente mencioné un versículo que habla de hacer más que conquistar, y
es una verdad tan importante que debemos tomar en cuenta. Pero lo que es más
importante es saber por qué hacemos más que conquistar. ¿De dónde viene
nuestra victoria? Sabemos que viene de Dios, ¿pero de qué momento
exactamente? ¿Cuál evento causó que fuéramos victoriosos? La respuesta se
encuentra hace más de dos mil años, cuando nuestro Mesías murió por nosotros,
venciendo así, una vez por todas, todo el poder que el pecado tenía sobre
nosotros. Por eso, cuando estás en una lucha espiritual, piensa en ese momento,
y recuerda que ya estás de lado del equipo ganador. Eso es lo más hermoso de
esta batalla; el diablo no quiere que sepas esto, ¡pero él ya perdió! Repetiré eso
para asegurarme de que estamos claros con esto:

¡EL DIABLO YA PERDIÓ ESTA GUERRA!

¿Alguna vez has jugado algo en contra de un contrincante, ya sea un juego de


cartas, de mesa, o incluso un juego de video, y llegas a un punto en el que sabes
que ya ganaste? Es una sensación muy satisfactoria, porque en ese momento,
sabes que la victoria es tuya. Pues, en este caso de la guerra espiritual, es la
misma situación. Ya ganamos la guerra, y debemos tomar eso en cuenta en cada
batalla. Esto no es para ser más confiado de lo debido, ya que debemos recordar
que nuestra victoria viene de Dios, sino para que podamos tener fe de que
estaremos bien.

Ya se ha logrado antes, y se puede volver a lograr

Por si acaso necesitas más convencimiento de cuán efectivo e importante es


depender de la fuerza de Dios, quisiera dar algunos ejemplos de personas que se
apoyaron en Dios en lugar de sus propias habilidades.
Un ejemplo claro es Moisés; ¿quién se hubiera imaginado que un hombre se
podría enfrentar al imperio más grande de ese tiempo y lograr su objetivo?
Moisés no era un buen orador público, y no tenía mucha confianza en sus
habilidades. Sin embargo, el Señor estaba con él, y con su dirección divina, él
pudo liberar al pueblo de Israel de la opresión de Egipto.
Gedeón no tenía un alto concepto de sí mismo, sino que decía que formaba parte
del clan más débil, y que tan solo era un agricultor. ¿Acaso eso fue obstáculo
para que venciera? ¡Para nada! Él llevó un grupo de tan solo 300 hombres y
derrotó al ejército de los Madianitas. Esto puede sonar como de película, pero la
diferencia es que en cierta película con eventos similares, los 300 hombres
fueron entrenados desde que eran niños. En el caso del pueblo de Israel, no era
así; ellos no eran soldados. Ellos tenían que luchar por su libertad, así que
lucharon. No tenían entrenamiento, pero fueron victoriosos.
Un joven llamado David ni siquiera tenía entrenamiento para utilizar armadura,
y aun así decidió enfrentarse a un gigante. Ningún soldado fue lo
suficientemente valiente para pelear contra él, pero David sí, porque él sabía que
la victoria venía de Dios. El joven logró derrotar al gigante sin recibir ningún
daño, y todo fue porque confió en el Todopoderoso.
Los ejemplos siguen. Si aquí se hiciera una lista de todos los ejemplos, nunca
terminarías de leer este capítulo. Abra tu Biblia, y encontrarás muchos casos de
hombres y mujeres que sabían de dónde venía su victoria, and ellos tuvieron
éxito en donde muchos otros hubieran fracasado. Por tanto, ten ánimo; confía en
Dios y apóyate en su fuerza, y serás victorioso.
Cada Pieza es Importante

“Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las
asechanzas del diablo” (Efesios 6:11).

Es muy importante que usemos cada pieza de la Santa Armadura de Dios .


Imagínate por un momento que estás en los tiempos antigüos y peleas por tu
nación. Miras a los lados y ves que los demás soldados están totalmente
protegidos con sus armaduras, tienen espadas a sus lados, y arcos y flechas en
sus espaldas. En tu mente, mira a todos los que te rodean, mira la armadura, y
luego mira lo que llevas puesto. Mientras miras abajo, te das cuenta de que te
hace falta un cinturón. Quizás no parece ser importante comparado a las demás
piezas de la armadura, pero piensa en las consecuencias que tendrás.
Al faltar una sola pieza de la armadura, el resto se verá afectado de una forma
significativa. Sin este cinturón, tendrás que sostener la espada en tu mano, ya
que no tendrás donde ponerlo. Tendrás que levantar tus pantalones
constantemente, y también la armadura que protege tus piernas, ya que no habrá
nada que los sostenga.
Ahora, ¿te puedes imaginar el resultado si peleas sin esta pieza “insignificante”?
Es muy probable que eso te pueda costar la victoria. En la guerra espiritual,
debemos tener el mismo cuidado. Si te hace falta una pieza de la Santa Armadura
de Dios , eso podría tener consecuencias graves para ti.
El diablo puede ser muy estratégico, así que puedes estar seguro de que él estará
buscando cualquier debilidad que podamos tener para poder tomar ventaja. Si
eso sucede, tus probabilidades de ganar la batalla serán menores. Quizás ahora
estás pensando, “Oye, pensé que dijiste que ya ganamos. ¿Cómo puede haber
probabilidad de perder?” La respuesta es simple: hay una diferencia entre batalla
y guerra. Una guerra está compuesta de muchas batallas. Algunas se ganan, y
otras se pierden. El hecho de perder una batalla no significa que perdiste toda la
guerra; por eso debemos tener cuidado y siempre estar preparados para luchar.
En la introducción mencioné que en la segunda sección de este libro aprenderías
a utilizar la Santa Armadura de Dios , y es indispensable que pongas mucha
atención a cada capítulo de esa sección para que no te pierdas de ninguna pieza.

Siempre debemos estar totalmente preparados

¿Alguna vez has soñado que fuiste a la escuela sin zapatos, o sin pantalones, o
cualquier otra parte de tu vestuario? Sé que a mí sí me ha pasado, y recuerdo que
en cada uno de esos sueños, sentí tanta vergüenza de haber ido a la escuela sin
estar totalmente vestido. Ahora, ¿cómo crees que te sentirías si eso sucediera en
la vida real? En un sueño, por lo menos despiertas y te das cuenta de que no pasó
realmente; pero si llegara a suceder en la vida real, todos los demás lo
recordarían.
En este caso, te sentirías desprotegido, ya que estarías exponiendo lo que debe
mantenerse oculto del ojo público. En la batalla, si no tienes toda la armadura,
sería aún peor, ya que no solo tendrías que preocuparte por las miradas, sino que
también habría espadas y flechas. La vergüenza de ver que todos te miran puede
herir tu orgullo, pero estas armas podrían herir tu cuerpo, o incluso te podrían
matar.
Ya que entendemos la importancia de poner toda la armadura, también debemos
tomar en cuenta en qué momento debemos tenerlo puesto. En tiempos de guerra,
no es común ver a un soldado sin sus armas o su armadura. Ellos saben que en
cualquier momento podría haber una emboscada o cualquier otro tipo de ataque.
Ellos saben que el enemigo planea matarlos de cualquier forma posible, y que
harán lo que sea, especialmente si eso significa utilizar un ataque sorpresa.
De la misma forma, no sabemos cuándo nos enfrentaremos a una batalla, por lo
que siempre debemos estar preparadas. Por favor no dejes tus armas ni tu
armadura muy lejos. Tenlos puestos en todo momento y sienta orgullo de ellos.
Recuerda, es un honor ser soldado, así que no hay nada de qué avergonzarse.
Nunca le des al diablo una oportunidad de encontrarte desprevenido.
Los Enemigos

“Porque no tenemos lucha contra sangre y carne; sino contra principados, contra
potestades, contra señores del mundo, gobernadores de estas tinieblas, contra
malicias espirituales en los aires” (Efesios 6:12)

¿Quiénes son nuestros enemigos? Para muchos, la respuesta de esta pregunta


puede parecer muy obvia, pero aun así me gustaría aclarar esto, ya que hay
quienes no están muy seguros de la respuesta. Si eres parte del grupo de
personas que no están totalmente seguros, no te sientas mal; todos estamos
aprendiendo aún. Soy el autor de este libro, pero admito que aún me falta mucho
por aprender. El día que dejamos de aprender, dejamos también de crecer.
Lamentablemente, como mencioné anteriormente, la raza humana parece ser una
especie luchadora por naturaleza. Incluso en la primera familia que existió hubo
problemas. Caín sentía celos de su hermano, Abel, así que cometió el primer
asesinato en la historia. Actualmente, peleamos en contra de nuestros hermanos,
padres, patrones, profesores, y muchas personas más. Sin embargo, ¡las personas
no son nuestros enemigos!
Todos tenemos por lo menos una persona en nuestras vidas que nos saca de
quicio, lo sé. A veces puede ser difícil resistir la tentación de pelear con esa
persona; pero como dicen las escrituras, no luchamos en contra de personas de
sangre y carne. ¡Esas batallas no tienen sentido! Si luchas para defender tu
bienestar, como por ejemplo si alguien trata de hacerte daño, no haces mal; pero
no debemos iniciar peleas con otros, ya que no vale la pena.

Nuestros enemigos son espirituales

Quizás parece que estoy diciendo algo obvio, pero el diablo existe, y tiene
muchos soldados, a los cuales llamamos demonios. Su meta es hacernos caer;
ellos saben que ya perdieron, y que no hay forma de ganar, pero buscan hacer
que todas las personas caigan con ellos. Estos soldados tienen muchas estrategias
para lograr esta meta, por lo que debemos estar muy preparados.
En muchos casos, estos enemigos espirituales usan seres humanos para hacer su
voluntad. Estas personas pueden ser satanistas, ateos, o incluso personas que
creen en Dios, pero no les importa nada de lo espiritual. Aun así debemos
entender que estas personas, sin importar a quien sirven o lo que creen, no son
nuestros enemigos. En lugar de luchar en contra de ellos, deberíamos mostrarles
que somos mejores que eso. Aunque no lo creas, dar la otra mejilla es una forma
de ganar la batalla en contra de las fuerzas del mal.

A veces somos nuestros propios enemigos

Este último subtítulo puede parecer algo sorprendente, pero la verdad es que en
muchos casos, el diablo y sus demonios ni siquiera están involucrados. Uno de
nuestros enemigos somos nosotros mismos. Santiago escribió lo siguiente: “cada
uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído, y cebado”
(Santiago 1:14). Tengamos en cuenta que el versículo no dice “cuando de la
concupiscencia que el diablo le da es atraído”, sino que dice “su propia
concupiscencia”, así que debemos entender que no todas las tentaciones vienen
del diablo. Es común que muchos niños digan “el diablo me obligó a hacerlo”, y
nos parece algo infantil decir eso. Sin embargo, en nuestras mentes a veces
decimos lo mismo.
Muchos creen que el diablo es el autor de cada tentación que tenemos, pero eso
no podría estar más lejos de la verdad. Si bien es cierto que él tienta a las
personas, como en el caso de Eva, en muchos casos es nuestra propia
concupiscencia que nos hace sentir el deseo de hacer lo malo. Recordemos que
cuando Adán y Eva comieron del fruto del conocimiento del bien y el mal, sus
ojos fueron abiertos, y se dieron cuenta por primera vez de lo que era el mal, y
desde entonces, el ser humano está predispuesto a pecar.
¿Qué es la Guerra Espiritual Exactamente?

Si aún te queda alguna duda acerca de qué es la guerra espiritual exactamente,


este capítulo es para ti. Si lo entiendes bien, aun así estaría bien leer esto para
que te puedas asegurar de conocer todos los detalles. Entonces, ¿qué es la guerra
espiritual exactamente? Siga leyendo para encontrar la respuesta.
Básicamente, es la lucha que tenemos en contra de todo lo que se opone a Dios.
Cuando se menciona la guerra espiritual, muchos piensan en la expulsión de
demonios, y hacer que espíritus inmundos hagan lo que se les ordena. Aunque
eso sí sucede, no es tan común de lo que podrías pensar, y un gran porcentaje de
la guerra espiritual no tiene nada que ver con eso.
La lucha más grande que tenemos es con la tentación y el pecado; lo
enfrentamos a diario, y por general no es fácil resistirlo. Sentimos muchas veces
la tentación de hacer lo que sabemos que está mal, pero se siente tan bien. Si el
pecado fuera una práctica incómoda (hablando físicamente), no sentiríamos
tentación. El pecado, en muchos casos, puede hacer que ciertos aspectos de la
vida sean más fáciles; nadie puede negar eso. Cuando alguien no tiene dinero
para pagar sus deudas, el robo puede “resolver” el problema. Sin embargo, esta
“solución” puede tener consecuencias negativas, como por ejemplo la cárcel.
También luchamos en contra de la negatividad. En muchas ocasiones, tenemos
pensamientos acerca de que no vamos a tener éxito, o que no somos buenos
cristianos, o muchos pensamientos negativos más. Dios quiere que seamos
positivos, porque si Él está con nosotros, la negatividad se puede traducir como
falta de fe, y “sin fe es imposible agradar á Dios” (Hebreos 11:6).
Quiero repetir algo para que lo tengamos claro; luchamos contra todo lo que se
opone a Dios, pero eso no significa que debemos luchar contra ateos y satanistas;
ya aclaramos eso en el capítulo anterior. Sin embargo, en el reino espiritual,
debemos luchar contra todo lo que va en contra de Dios. Eso significa que si
conoces a un satanista o a un ateo, o incluso una persona que simplemente vive
una vida de pecado, puedes luchar para él, y no en contra de él. Debemos orar por
esas personas, y ayudarlos a aprender acerca de la verdad, pero no debemos
considerarlos como enemigos.
La mayoría de las batallas ocurren en nuestras vidas personales. En otras
palabras, luchamos para nuestra espiritualidad. Hay algo que debes tener en
cuenta siempre; si hay algo que te puede alejar de Dios, aunque sea solamente un
milímetro, debes luchar contra eso. Las palabras no pueden expresar lo
verdaderamente importante que es esta afirmación, pero incluso la distancia más
corta que te puedes alejar de Dios es demasiado lejos. ¡Pelea la buena batalla, y
nunca te rindas!
El Entrenamiento
El Cinturón de la Verdad

“Estad pues firmes, ceñidos vuestros lomos de verdad” (Efesios 6:14).

La verdad es una pieza muy importante de la armadura, así como lo es un


cinturón, no solo para nosotros en el presente, sino también para los soldados de
la época en la que el apóstol Pablo escribió esa carta. Imagínate lo que pasaría si
no tuviéramos cinturones. Cada vez que bajamos de peso, tendríamos que
comprar pantalones nuevos, ya que no tendríamos cómo hacer que los
pantalones viejos se sujeten bien. A veces con pantalones que nos quedan bien,
aún es necesario usar un cinturón para que podamos estar más cómodos con la
ropa que usamos. Además, hay objetos que se sujetan al cinturón, como el
estuche del teléfono, u otros objetos.
Ahora, imagínate esa época en la que los soldados usaban armadura para ir a
pelear; los ejemplos dados en el párrafo anterior son triviales en comparación. Si
un soldado no llevaba un cinturón, no habría forma de llevar su espada, excepto
en su mano en todo tiempo. Esto no sería práctico, ya que los soldados no
siempre llevaban sus armas en sus manos. A veces les era necesario guardarlos,
pero si no tuvieran cinturón, eso sería imposible.
Esto es muy interesante, ya que una de las piezas de la Santa Armadura de Dios
es la Espada del Espíritu. En otro capítulo estaremos estudiando más a fondo la
relación que tienen estas dos piezas, pero por ahora déjame decirte que no es
coincidencia que el cinturón representa la verdad, y al espada representa la
Palabra de Dios, y que la espada descansa en el cinturón.
Los soldados de esa época no tenían que preocuparse de que sus pantalones se
cayeran; la armadura no es como la ropa, ya que no solo te pones una camisa y
unos pantalones. Era necesario abrochar todo. El cinturón desempeñaba un papel
muy importante para esto, así que al removerlo, la armadura no se sujetaría de la
forma debida. Es interesante como una pieza tan pequeña de la armadura puede
tener un papel tan importante, y como su ausencia puede tener consecuencias
que nos puede costar la victoria. Sin el cinturón, nada se sujetará como debe, así
que nos quedaremos desprotegidos.

La Verdad

De la misma forma que el cinturón es una pieza importante de nuestro vestuario


espiritual, la Verdad lo es también. Jesús dijo una vez, “Y conoceréis la verdad, y
la verdad os libertará” (Juan 8:32). Me encanta este versículo para este contexto,
ya que menciona la libertad. Algunos se pueden preguntar de qué somos
liberados, y es una pregunta muy válida. Lo cierto es que el pecado nos hace
esclavos, pero la Verdad nos libera. Pero, ¿qué es la Verdad? ¿Será que eso
significa que tan solo debemos procurar ser honestos y no decir mentiras? Pues
eso es importante, pero no lo es todo.
Es muy importante que seamos honestos; sin embargo, la honestidad no solo
significa decir la verdad. Vivir una vida honesta significa hacer lo correcto. Si
entras a un tienda y el cajero por error te da una moneda más valiosa de lo que
tenías que recibir, tu obligación como persona honesta es devolver la moneda y
explicarle al cajero el error. Si no lo haces, estarás robando.
Aunque dije que no lo es todo, lo cierto es que la honestidad también es decir la
verdad en todo tiempo. Puede parecer que quise dar a entender que decir la
verdad no es importante, pero no es así. Simplemente quise que entendieras que
no es la descripción completa de la honestidad. Debemos decir la verdad, ya que
la mentira es pecado, y debemos recordar que una de nuestras luchas es en
contra del pecado.
Aunque no lo creas, decir la verdad, incluso cuando parece que nos traerá
consecuencias negativas, siempre tendrá un efecto positivo en nosotros. Quizás
no siempre nos damos cuenta, pero es así. Cuando yo tenía nueve años, uno de
mis vecinos me acusó de haber dicho una mala palabra. Mi madre estaba furiosa,
y trataba de sacarme la verdad. Lo que ninguno de nosotros sabíamos en ese
momento es que el niño que me acusó se refería a la palabra “cállate”, y ya que
esa palabra, desde su perspectiva, era vulgar, él pensaba que hacía lo correcto.
Debido a que yo no había dicho la mala palabra que mi madre pensaba que yo
había dicho, no lo iba a confesar. Si lo hubiera hecho, quizás todo hubiera sido
más fácil para mí. Mi madre me hubiera regañado, pero hubiera tomado en
cuenta el hecho de haber dicho la “verdad”. Eso en sí es un ejemplo de cómo la
verdad nos puede beneficiar, si fuera el caso, pero no lo era.
Aun sabiendo que hubiera sido más fácil mentir y decir que dije la mala palabra,
no quise confesar algo que no hice, porque yo sabía que hubiera sido mentira.
Me mantuve firme, y estaba a punto de meterme en muchos problemas. Oré para
que la verdad saliera a la luz de alguna forma, aunque no sabía cómo sucedería.
Al final de cuentas, mi madre llamó al muchacho que me había acusado, y en esa
llamada se dio cuenta de que la palabra que dije no era la que ella había pensado,
así que por fin yo estaba libre; no recibí ningún castigo ese día. Hubiera sido
fácil mentir y acabar con todo de una vez, pero al final, fue recompensado con el
hecho de que mi madre sabía que yo no dije la palabra que ella pensó que yo
había dicho.

El verdadero significado de la Verdad

¿Será que la honestidad es el único significado de la verdad? Supongo


que la respuesta es obvia, considerando el hecho de que no habría una sección
acerca del significado verdadero si la sección anterior hubiera explicado todo.
Para responder esta pregunta, debemos volver a las palabras de Cristo
cuando dijo, “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida” (Juan 14:6). Según este
versículo, Jesús es la Verdad. Él es el centro de nuestra fe, así como el Cinturón
es el centro de nuestra armadura. Cristo es la Piedra del ángulo de la iglesia,
cuando digo iglesia, no me refiero a un edificio; todos los hijos de Dios
formamos parte de su Iglesia. Él es la Piedra angular, y en la construcción, esta
piedra es la que sostiene el fundamento. Si la remueves, la estructura caerá. Del
mismo modo, si removemos el cinturón, la armadura caerá.
Mantengámonos firmes en la Verdad en todo tiempo, viviendo vidas
honestas, diciendo la verdad en todo tiempo, y apoyándonos en Cristo. Debemos
recordar que Él es nuestro Salvador, nuestro Sumo Sacerdote, y también nuestro
Hermano. Podemos contar con Él en todo tiempo.
La Coraza de Justicia

“Vestidos de la cota de justicia” (Efesios 6:14).

La justicia es una parte esencial de la Santa Armadura de Dios . La coraza protege


al corazón, el cual no solo es uno de los órganos más indispensables del cuerpo,
sino que también representa nuestras emociones. Un versículo interesante de la
Biblia dice lo siguiente: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y
perverso; ¿quién lo conocerá?” (Jeremías 17:9). Por tanto, debemos proteger
nuestro corazón de todo engaño y perversión que pueda provenir de él mismo.
¿Cómo hacemos eso? Es simple; lo hacemos con lo opuesto, lo cual es la
justicia.
¿Qué es la justicia exactamente? La Biblia dice, “Los labios del justo conocerán
lo que agrada: Mas la boca de los impíos habla perversidades” (Proverbios
10:32). En otras palabras, ser justo es hacer lo aceptable. No obstante, este
significado no es superficial, ya que no se trata solamente de nuestras acciones;
debemos recordar que Dios conoce nuestros corazones y nuestras mentes, y si
deseamos hacer algo inaceptable, estamos pecando. Así que, básicamente, la
justicia es ser aceptable en acciones, palabras, pensamientos, y todo lo demás.
¿Aceptable para quién? Pues para Dios, quien es el Juez de todo y de todos.
Debemos saber cómo descubrir si algo es aceptable o no según el estándar del
Señor. En realidad, esto es más fácil de lo que algunas personas creen. He visto
una frase en muchas publicaciones de redes sociales, y me molesta ver una
mentira tan grande, y es que dicen que la vida no viene con un manual de
instrucciones. Eso era cierto hace miles de años, ya que las personas no tienen lo
que ahora tenemos. En la actualidad, todos tenemos acceso a este manual de
vida, ya sea que lo compres en una librería, o si alguien te lo regala, o si lo
consultas en línea. Se llama “Santa Biblia”, y es muy accesible.
No hay excusa, entonces, para no saber lo que es aceptable y lo que no lo es.
Este tema de la Biblia es tema de otro capítulo, por lo que no me profundizaré
aquí, pero es muy importante que estudiemos las Escrituras todos los días; de esa
forma podremos conocer verdaderamente lo que Dios quiere para nosotros. Si no
lo estudiamos, ¿de qué manera podremos saber cómo vivir vidas justas?
Escuchar a un predicador no es suficiente.

¿Por cuál justicia debemos vivir?

¿Será posible para nosotros ser justos por nuestra propia cuenta? Incluso si
escudriñamos las escrituras todos los días y sabemos exactamente lo que Dios
quiere de nosotros, ¿lo podemos lograr solos? La Biblia nos da la respuesta: “Si
bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo
de inmundicia; y caímos todos nosotros como la hoja, y nuestras maldades nos
llevaron como viento” (Isaías 64:6). Para entender mejor este versículo, debemos
entender a qué se refería el escritor cuando dijo “trapo de inmundicia”, ya que no
solo se refería a una tela que no se había lavado por mucho tiempo. En tiempos
bíblicos, las mujeres no tenían todos los productos femeninos que existen en el
presente. Cuando llegaba cierta época del mes, ellas tenían que utilizar una tela
en su ropa interior para recoger la sangre. Eso puede sonar asqueroso, ¿verdad?
Pues, Isaías compara nuestra justicia con ese trapo lleno de sangre menstrual.
¿Significa eso que es imposible ser justo? Algunas personas podrían hacerse esta
pregunta. Primero leemos en la Biblia que debemos ser justos, pero luego la
misma Biblia nos dice que nuestra justicia es asquerosa. No tiene sentido, ¿o sí?
Ah, pero sí lo tiene, una vez que entendemos de dónde viene nuestra justicia.
Si bien es cierto que no podemos ser verdaderamente justos por nuestra propia
cuenta, no significa que no podamos ser justos; Dios nunca nos pedirá algo
imposible. El apóstol Pablo una vez dijo lo siguiente: “Al que no conoció
pecado, hizo pecado por nosotros, para que nosotros fuésemos hechos justicia de
Dios en él” (2 Corintios 5:21). Cuando Cristo se sacrificó a sí mismo, Él se hizo
pecado en ese momento. Él tomó sobre sí todos los pecados que se habían
cometido, y todos los que se cometerán, y estaba tan lleno de pecado (aunque Él
mismo no cometió ni uno solo) que Dios ni siquiera podía mirarlo en ese
momento, y fue ahí donde Jesús le preguntó por qué lo había abandonado.
Gracias a este sacrificio podemos tomar sobre nosotros la justicia de Dios,
aunque por nuestra propia cuenta no podamos ser justos.

¿Qué hay del pecado?

El pecado y la justicia son opuestos; esto nadie lo puede negar. Ningún acto
pecaminoso es aceptable, sin importar la razón por la que se hace. Entonces,
¿significa que debemos ser perfectos? ¡De ninguna manera! Dios sabe que
somos seres imperfectos, ya que Él nos creó. Él nunca nos pide ser perfectos,
sino que seamos santos. Muchos creen que la santidad es sinónimo de
perfección, pero no podrían estar más lejos de la verdad. Somos imperfectos,
pero estamos apartados del mundo, y ese es el verdadero significado de la
santidad.
Para las personas que no tienen el Mesías en su corazón, no les importa pecar.
Ellos pueden cometer pecados sin sentir remordimiento, e incluso lo apoyan y lo
recomiendan. Pero, ¿tú cómo te sientes cuando pecas? En lo personal, siento en
ese momento que soy la peor persona que ha existido, y eso es lo que nos hace
diferentes. Ese remordimiento es lo que nos lleva al arrepentimiento. Ya no
somos pecadores, sino que somos santos que pecamos ocasionalmente, y nos
arrepentimos de nuestros pecados. Mientras tengamos esto en mente, estaremos
bien.
El Apresto del Evangelio de la Paz

“Y calzados los pies con el apresto del evangelio de paz” (Efesios 6:15).

¿Alguna vez has tenido que caminar descalzo fuera de tu casa? Yo sí, y
no es una experiencia agradable. El 3 de julio de 1997, ocurrió un evento que
recuerdo como si hubiera sucedido ayer. A las 5:30 de la mañana, desperté y vi a
mi primo (quien se quedaba en mi casa por algunos días) y mi padre al lado de
mi cama. Mi primo me sacó de la cama para llevarme fuera de la casa. Lo que vi
de camino fueron muchas llamas en la sala, y el fuero era intenso. No teníamos
tiempo para salvar nuestras pertenencias, así que tuve que andar descalzo.
Caminar así no era cómodo, y en algunos momentos dolía.
Ahora imagínate estar así en el campo de batalla, en donde hay rocas,
puñales, y otros objetos punzocortantes en el suelo. Si un soldado caminara así,
no sería fácil, y eso haría una gran diferencia. La falta de facilidad al caminar o
correr podría afectar la capacidad del soldado, y del mismo modo, la falta de
calzado nos puede afectar en las batallas espirituales también.

El significado de las sandalias

El apóstol Pablo hace referencia a las sandalias que los soldados de aquella
época usaban, y esta pequeña pieza de nuestro vestuario desempeña un papel
vital. ¿Qué sucedería si no tuviéramos protección para nuestros pies? Sería más
difícil movilizarnos. Esto era aún más cierto en tiempos bíblicos, ya que no
tenían carros ni trenes. Ellos tenían animales, como caballos, y asnos, pero aun
así tenían que caminar mucho, lo cual no hubiera sido fácil si lo tuvieran que
hacer descalzo.
Entonces, ¿cuál es el significado real de las sandalias? Pues, poder viajar para un
propósito específico, y ese propósito es el evangelismo. Cuando estudiamos el
libro de los Hechos, aprendemos que los apóstoles caminaban mucho para poder
predicar las buenas nuevas; en especial el apóstol Pablo. El evangelio se predicó
a lo largo de Europa, y en gran parte de Asia. Cuando viajaban, no siempre
caminaban, pero sí lo hacían con mucha frecuencia, y debemos aprender de su
ejemplo.

¿Por qué debemos evangelizar?

Algunos quizás se preguntan para qué debemos evangelizar, o cuál es el sentido.


¿Por qué debemos predicar las buenas nuevas? En pocas palabras, es nuestra
responsabilidad. Debemos imitar a Cristo, y Él es amor. Toma en cuenta que no
dije “Él ama”, sino que dije “Él es amor”. De esa misma manera, nosotros
debemos demostrar el mismo amor por otros que él nos demostró a nosotros. Si
sabemos que nuestro prójimo no está en el camino correcto, pero no hacemos
nada al respecto, no estamos amando.
Si eso no te convence lo suficiente, permítame mostrar un versículo muy
conocido en la Biblia: “Por tanto, id, y doctrinad á todos los Gentiles,
bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” (Mateo
28:19). Este versículo es conocido como la Gran Comisión, y es para todos
nosotros. No pienses ni por un momento que el evangelismo es solo para
pastores, reverendos, u otros líderes espirituales; también es para ti y para mí.
Todo esto es bueno tomarlo en cuenta, pero ¿qué diferencia hace en términos de
guerra espiritual? ¿Cómo es que el evangelismo pueda afectar nuestra lucha
contra el mal? Pues, debemos recordar que estamos en guerra, y aunque la
cantidad de soldados no es un factor determinante, sí puede tener un efecto
grande en el resultado. En tiempos de guerra, los ejércitos siempre tratan de
reclutar a todas las personas que puedan. Nosotros formamos parte del ejército
de Dios, y por eso, debemos tratar de incrementar la cantidad de personas
dispuestas a luchar.
¿Cómo podemos evangelizar?

Al hablar del evangelismo, la imagen que llega a la mente por general es de


personas que van de casa a casa tocando puertas, repartiendo tratados,
predicando en los parques, etc. Sé que esto no es para todos, y eso se entiende.
Sin embargo, ¿qué tal si te dijera que esa no es la única manera en la que se
puede hacer? Pues te aseguro que no lo es.
Entonces, ¿cómo podemos evangelizar? El aspecto más importante que debemos
tomar en cuenta es que lo hacemos mediante nuestro ejemplo. Nosotros
interactuamos con muchas personas todos los días, y quizás te sorprenderías de
los aspectos pequeños que ellos notan. Recuerdo que una vez en mi trabajo, un
amigo se acercó y me iba a preguntar algo, pero se detuvo. Me sonrió y me contó
que estaba a punto de pedirme un cigarrillo, pero luego se dio cuenta de que era
obvio que yo no tendría uno. ¿Por qué será que eso era tan obvio? Es porque él
veía algo en mí, y sabía que yo era diferente.
Debemos demostrarle al mundo que hay un camino mejor. Demostrémosle al
mundo que no importa cuántos problemas puedan existir, podemos ser felices y
tener paz. Ellos notarán la diferencia en ti, e incluso algunos te preguntarán cuál
es tu secreto, ya que ellos querrán tener lo que tú tienes.
También podemos evangelizar por medio de las palabras, y no me refiero a la
predicación. Todos tenemos amigos, y en muchos casos, esos amigos nos piden
consejos. Esos son momentos perfectos en los que podemos ofrecer soluciones
que solo se pueden obtener por medio de aspectos espirituales. Si se aplica,
incluso podemos hablar de momentos en los que hayamos enfrentado situaciones
parecidas, y de cómo nuestra fe nos ayudó a salir adelante.
Otro método para el evangelismo que me gusta mucho mencionar es por medio
de las redes sociales. La mayoría de las personas que conozco utilizan alguna red
social, y cuando veo mis cuentas personales y veo lo que mis amigos virtuales
publican, muchas veces veo tanta negatividad, y es difícil encontrar algo que
edifique. Ahora, ¿qué sucedería si constantemente publicamos versículos,
palabras de motivación espiritual, y otras frases que edifican? Piensa en la
cantidad de personas que leerían esa publicación, y entenderás por qué las redes
sociales pueden ser una herramienta poderosa en las manos correctas.
Estas son solamente algunos ejemplos, pero hay más métodos; tan solo necesitas
un poco de imaginación. Por eso, ¡salgamos a hacer crecer el ejército de Dios!
No te preocupes por lo que las personas dirán; se burlaron de Jesús, y Él siguió
adelante. Nosotros debemos hacer lo mismo; si ellos rechazan las buenas nuevas,
no te rechazan a ti, sino al Rey de reyes, y habrás cumplido con tu
responsabilidad.
El Escudo de la Fe

“Sobre todo, tomando el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos
de fuego del maligno” (Efesios 6:16).

Siempre será necesario llevar un escudo, sin importar cuánta armadura llevemos
puesta. ¿Alguna vez has visto películas de guerra de tiempos antigüos, o de
gladiadores? En muchas de esas películas, hay soldados que disparan flechas que
se han sumergido en alguna sustancia inflamable, y se les ha prendido fuego. Por
general, estas flechas pueden penetrar la armadura, así que si los soldados no
llevan protección adicional, pueden morir, y si no es así, por lo menos tendrán
quemaduras complicadas.
Toda la armadura es importante, pero el escudo es una de las piezas más
importantes de todas, ya que si no llevas ninguna otra pieza, el escudo te puede
proteger lo suficiente si sabes cómo utilizarlo. Ahora, no quiero que
malentiendas esto; no te digo que está bien luchar solamente con el escudo, sin
ninguna otra pieza de armadura. Aunque puede protegernos, tendríamos una
desventaja seria si no llevamos toda la armadura, pero sí quiero que entiendas la
importancia del escudo.
La fe también es uno de los aspectos más importantes en nuestras vidas
espirituales. La Biblia dice, “sin fe es imposible agradar á Dios; porque es
menester que el que á Dios se allega, crea que le hay, y que es galardonador de
los que le buscan” (Hebreos 11:6). La falta de fe no le agrada a Dios; Él quiere
que confiemos en Él en todo. Quizás algunos se pregunten qué es la fe, y para
responder esa pregunta, debemos volver al capítulo del cual cité el versículo
anterior, en donde dice, “Es pues la fe la sustancia de las cosas que se esperan, la
demostración de las cosas que no se ven” (Hebreos 11:1). En otras palabras, es
una confianza ciega.
Ahora, sé que para muchos aspectos de nuestras vidas, la confianza ciega no es
la mejor opción, pero cuando se trata de nuestro Padre Celestial, es muy
diferente. La Biblia nos enseña que Dios nunca muere (Números (23:19), que Él
tiene buenos planes para nosotros (Jeremías 29:11), y que todo lo que nos sucede
es para bien (Romanos 8:28). Él es perfecto en todos los sentidos, por lo que nos
podemos dar el lujo de confiar ciegamente en Él, ya que nunca nos fallará.
Cuando leemos el capítulo once de Hebreos, podemos ver muchos ejemplos de
hombres y mujeres que se beneficiaron grandemente por tener fe. En muchos
casos, las personas arriesgaron sus vidas debido a esa fe, y el Señor los honró y
les permitió vivir.

Una aclaración acerca de la fe

Antes de proseguir, necesito aclarar algo; y es acerca de un mito en el que


algunas personas creen acerca de la fe. Es común creer que la fe significa que
Dios es como el genio de la lámpara, y que podemos pedir cualquier deseo, y si
tenemos suficiente fe, obtendremos lo que queremos. Existen tantas peticiones
que le hacemos a Dios que en realidad no nos benefician, y por eso Dios no
siempre los cumplirá. Si no me crees, te daré un ejemplo.
Hace dieciséis años, mis padres y yo nos mudamos de Estados Unidos a Costa
Rica. Mis hermanos se quedaron en Estados Unidos, y aunque mis hermanas nos
visitaron varias veces, pasamos años sin ver a mi hermano. Hace algunos años,
cuando yo estudiaba en la universidad, mi hermano se mudó a Costa Rica. Mis
padres tuvieron que ir a otra provincia para recogerlo en el aeropuerto, y para
ello, debieron pasar por una montaña que se llama Cerro de la Muerte .
Mi padre ya había conducido por ese camino muchas veces, por lo que no
teníamos miedo. El día que mi hermano llegó, yo quería ir con ellos para verlo;
no me molestaba el hecho de faltar a un día de clases para eso, pero el problema
era que ese día yo tenía un examen. Yo oré para que sucediera algo para que el
examen se cancelara, pero nunca sucedió, y no había nada que yo pudiera hacer.
Ese mismo día, me di cuenta de que mis padres tuvieron un accidente serio, y el
carro quedó destrozado. Cuando vi las fotos del carro, me di cuenta de que en el
lugar donde yo hubiera estado sentado, el daño fue tanto que, si yo hubiera ido
con ellos, probablemente no estaría con vida en este momento, y no estarías
leyendo este libro, ya que nunca se hubiera escrito.

¿Qué sentido tiene la fe?

Si la fe no significa que podemos pedir lo que queramos para recibirlo,


¿entonces cuál es el sentido de tener fe? Algunas personas podrían tener un
concepto erróneo de lo que es la fe realmente, y esa es la razón por la que esta
pregunta podría existir. La fe no significa creer que obtendremos algo, sino que
significa confiar en que Dios hará lo que más nos conviene. Significa creer en
las promesas de Dios. Si podemos tener esta fe, seremos más poderosos de lo
que te puedas imaginar, y seremos victoriosos.
Del mismo modo que un escudo nos puede proteger de las armas, nuestra fe nos
puede proteger de los ataques del diablo. Él tiene todo un arsenal de armas, y
muchos son tan sutiles que ni siquiera nos damos cuenta de que están ahí. Por
ejemplo, él usa la duda, la baja autoestima, pensamientos negativos, y mucho
más, y por eso debemos tener fe. Si sabemos quiénes somos en el Señor y lo que
Él nos ha prometido, cuando el diablo intenta convencernos de las mentiras,
nuestra fe nos convencerá de lo contrario.
Para poder estar totalmente protegido por el escudo de la fe, debemos procurar
que nuestra fe no sea parcial; debemos tener total confianza en el Señor “no
dudando nada: porque el que duda es semejante á la onda de la mar, que es
movida del viento, y echada de una parte á otra. No piense pues el tal hombre
que recibirá ninguna cosa del Señor” (Santiago 1:6-7). No podemos dudar, ya
que eso sería falta de fe. Si sientes que no tienes suficiente fe, solo abra tu Biblia
y lea acerca de todos los grandes eventos de la Biblia que fueron hechos por
Dios; todos los eventos imposibles que Dios hizo posibles. Si tomamos eso en
cuenta, ¿cómo no vamos a confiar plenamente?
El Yelmo de la Salvación

“Y tomad el yelmo de salud” (Efesios 6:17)

En la Reina Valera 1909, el versículo dice “el yelmo de salud”, pero en muchas
otras versiones, en lugar de decir “salud”, mencionan la salvación. En el capítulo
anterior, mencioné que el escudo es una de las piezas más importante de la Santa
Armadura de Dios , pero hay una pieza que lo supera, la cual es el yelmo. La
mayoría de las partes de nuestros cuerpos se pueden herir, o incluso los podemos
perder, y no moriremos. Si pierdes un brazo o una pierna, tu vida cambiará, pero
aún vivirás. Incluso tu corazón se puede herir, y aun así tienes probabilidad de
sobrevivir si tienes buenos doctores. No obstante, si logran herir tu cerebro
severamente, lo más seguro es que no sobrevivirás.
El yelmo protege el órgano más vital del cuerpo, y sin él, lo más probable es que
perderemos la batalla sin siquiera haber empezado. Es imposible sobrevivir en la
guerra espiritual sin él; podeos usar el escudo más grande del mundo, y aun así
no sería suficiente; si no protegemos nuestro cerebro, difícilmente podremos
vencer.
Sin la salvación, no importa cuánta fe tengamos; no viviremos en victoria. En el
momento que somos salvos, nos convertimos en hijos de Dios, y ese es el
momento en el que Él nos da el Espíritu Santo; sin eso, no tenemos esperanza.

Cómo obtener la salvación

Existe mucha controversia acerca de este tema, pero la Biblia es muy clara al
respecto. Algunos dicen que obtenemos la salvación por medio de nuestras
buenas obras, pero si fuera cierta, ¿será posible que nuestras buenas acciones
tengan más peso que nuestros pecados? La naturaleza humana es pecaminosa, y
es difícil pasar una hora sin pecar, ya que incluso pecamos con nuestros
pensamientos. Hay un versículo que dice lo siguiente: “El alma que pecare, esa
morirá” (Ezequiel 18:20). Según este versículo, no importa cuántas buenas obras
has hecho, ya que con solo un pecado, merecemos la muerte.
Si verdaderamente pudiéramos salvarnos solamente con nuestras buenas
acciones, no hubiera sido necesario que el Mesías viniera a salvarnos. Si ya
pudiéramos salvarnos a nosotros mismos, ¿para qué pasar por tantos problemas y
tanto sufrimiento? No tendría ningún sentido. El apóstol Pablo dijo las siguientes
palabras: “Porque por gracia sois salvos por la fe; y esto no de vosotros, pues es
don de Dios: No por obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2:8-9). Es
interesante que este pasaje mencione la fe, considerando que el yelmo y el
escudo son las partes más importantes de la armadura; no es coincidencia.
Ahora entendemos que las obras no nos pueden conceder la salvación, pero
entonces, ¿cómo podemos ser salvos? Pablo nos da la respuesta: “Que si
confesares con tu boca al Señor Jesús, y creyeres en tu corazón que Dios le
levantó de los muertos, serás salvo” (Romanos 10:9). Entonces, debemos
confesar que Jesús es nuestro Señor y creer verdaderamente. Si aún no eres salvo
por favor continúa leyendo; al final de este capítulo verás una oración para
aceptar a Jesús en tu corazón y convertirte en hijo o hija de Dios.
Si no somos salvos por nuestras buenas obras, ¿acaso significa que esas buenas
obras no son necesarias? Somos salvos de todas formas, ¿verdad? De verdad
espero que tú, querido lector, no tengas ese pensamiento. Si bien es cierto que no
somos salvos por nuestras buenas acciones, no por eso debamos dejar de
hacerlas, ya que debemos actuar con amor siempre. La Biblia nos enseña esto:
“El pecado, pues, está en aquel que sabe hacer lo bueno, y no lo hace” (Santiago
(4:17). Debemos recordar que luchamos en contra del pecado, así que no
debemos permitir el pecado en nuestras vidas. Si hay algo bueno que podemos
hacer y no lo hacemos, estamos pecando.

Oración de salvación (también conocido como la oración del pecador)

La oración que verás a continuación se debe leer en voz alta, y debes decir estas
palabras de todo corazón. No lo leas tan solo por leer, porque no tendrá efecto
así. Debes desear todo lo que dice ahí. Si no eres salvo y deseas serlo, por favor
lea la siguiente oración:

Señor Jesús, reconozco que soy pecador. Sé que he hecho lo malo ante tus
ojos, y no quiero vivir una vida pecaminosa más. Te acepto como mi
Salvador, y declaro que eres mi Señor, y el verdadero Hijo de Dios. Te pido
que entres a mi corazón; purifícame, Jesús, y guíame para hacer tu
voluntad y nunca apartarme. Quiero vivir para ti. Amén.

Si has dicho esta oración, entonces eres mi hermano o hermana. Tenemos


el mismo Padre ahora, y quiero darte la bienvenida a la familia. Ahora te
aconsejo que encuentres una iglesia donde te puedas congregar, si no lo tienes
ya, y que empieces a estudiar la Palabra de Dios.
La Espada del Espíritu

“Y la espada del Espíritu; que es la palabra de Dios” (Efesios 6:17).

En los cinco capítulos anteriores, hemos estudiado diferentes piezas de


armadura, pero ahora el tema es la única pieza ofensiva mencionada en este
pasaje. En la guerra, la defensa no lo es todo. Las mejores defensas caen si no
hay armas. Nosotros, como soldados de Dios, tenemos el arma más poderosa que
existe, la cual es la Espada del Espíritu. Las armas de este mundo pueden dañar
nuestros cuerpos, pero esta espada espiritual “es viva y eficaz, y más penetrante
que toda espada de dos filos: y que alcanza hasta partir el alma, y aun el espíritu,
y las coyunturas y tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del
corazón” (Hebreos 4:12). ¿Conocen algún arma de este mundo que pueda hacer
eso? Yo no.
En el primer capítulo de esta sección mencioné que el cinturón de la verdad y la
Espada del Espíritu van de la mano, y dije que lo explicaría más en otro capítulo,
y aquí estamos. Debemos entender que la Palabra de Dios es la verdad, así que sin
la espada, no hay cinturón. Sin la Palabra de Dios, no hay verdad.

La Palabra de Dios es un arma

Quizás algunos lectores se preguntan cómo funciona esto, y eso es precisamente


lo que quiero que entiendas en este capítulo. En Mateo hay una historia
interesante en la que Jesús utilizó la Palabra de Dios como arma, y salió ileso. La
historia es la siguiente:
Entonces Jesús fué llevado del Espíritu al desierto, para ser tentado del
diablo. Y habiendo ayunado cuarenta días y cuarenta noches, después tuvo
hambre. Y llegándose á él el tentador, dijo: Si eres Hijo de Dios, di que
estas piedras se hagan pan. Mas él respondiendo, dijo: Escrito está: No con
solo el pan vivirá el hombre, mas con toda palabra que sale de la boca de
Dios. Entonces el diablo le pasa á la santa ciudad, y le pone sobre las
almenas del templo, Y le dice: Si eres Hijo de Dios, échate abajo; que
escrito está: A sus ángeles mandará por ti, Y te alzarán en las manos, Para
que nunca tropieces con tu pie en piedra. Jesús le dijo: Escrito está además:
No tentarás al Señor tu Dios. Otra vez le pasa el diablo á un monte muy
alto, y le muestra todos los reinos del mundo, y su gloria, Y dícele: Todo
esto te daré, si postrado me adorares. Entonces Jesús le dice: Vete, Satanás,
que escrito está: Al Señor tu Dios adorarás y á él solo servirás. El diablo
entonces le dejó: y he aquí los ángeles llegaron y le servían. (Mateo 4:1-11)
Como podemos ver en este pasaje, Satanás hizo todo lo posible para tentar al
Mesías, pero Jesús sabía cómo luchar; Él utilizó la Palabra de Dios. Cada vez
que el diablo intentó tentarlo, Jesús citó un versículo de Deuteronomio, y de esa
manera venció. Ahora, un aspecto que me parece muy interesante es que en la
segunda tentación, Satanás también citó la Biblia. Debemos estar conscientes de
que el diablo también conoce las Escrituras, y las torcerá para utilizarlas en
contra nuestra. De la misma forma en la que él torció la verdad cuando le dijo a
Eva que no moriría, también intenta engañarnos a nosotros usando la Palabra de
Dios para convencernos de que lo que él quiere que hagamos es lo correcto.
Debido al hecho de que el diablo también conoce la Biblia, debemos prestar
especial atención a lo que la Palabra de Dios dice y aprender todo lo que
podamos. Entre más sabemos, menos serán las probabilidades de que seamos
engañados.
Ahora, algunos podrían afirmar que la Biblia no tiene versículos para cada
situación que pudiéramos enfrentar, pero eso no es cierto. Quizás no
encontremos versículos que citen textualmente las situaciones que estemos
pasando, pero existen tantos versículos que nos pueden ayudar para toda
circunstancia. ¿En dónde están? Pues estudiemos la Biblia para encontrarlas.
La Palabra de Dios está llena de promesas y bendiciones, y muchas veces las
personas las desconocen simplemente porque no toman el tiempo para buscarlas.
Una vez vi una imagen en una red social, y me encantó. La imagen mostró un
hombre pidiéndole a Dios que le hablara, y lo que vio fue una mano gigante que
bajaba del cielo y le entregaba una Biblia. No te quejes de que Dios no te habla
si no lees la Biblia.
Mientras escribo este capítulo, he intentado recordar momentos específicos en
los cuales he abierto mi Biblia y he encontrado justamente lo que necesito; sin
embargo, la verdad es que me ha sucedido tantas veces que no sabría ni por
dónde empezar. Incluso ha habido momentos en los cuales ni siquiera he estado
buscando, pero recuerdo cierto versículo, o lo veo escrito en alguna parte, y eso
cambia totalmente mi perspectiva de la situación en ese momento.

No debemos simplemente leer la Biblia

Este subtítulo puede parecer contradictorio para todo el capítulo, pero no lo es.
No estoy diciendo que no debemos leer la Biblia, ya que sí debemos. No
obstante, la simple lectura no debe ser nuestra única práctica con la Palabra de
Dios. Debemos estudiarla, y de esa forma podremos hablar de ella sin tener que
buscar referencias siempre.
Para los que no han estudiado la Biblia, es normal que no sepas mucho acerca de
la vida espiritual, y en ocasiones, ni siquiera sabes cómo estudiar la Palabra de
Dios. Sin embargo, debemos intentar entender lo más que podemos, leyendo y
estudiando todos los días, y pidiéndole dirección a Dios para entender su palabra
cada vez que abramos nuestras Biblias.
Algo que ayuda mucho es hablar de las escrituras. Si tienes amistades cristianas,
habla con ellos acerca de la Biblia. Si tienes amistades que no son cristianas,
háblales también, y de esa forma podrás evangelizar. Puede que te hagan
preguntas, y quizás eso te asuste si no sabes mucho, pero eso te obligará a buscar
las respuestas, y así aprenderás más. No solo tendrás la oportunidad de compartir
tu fe con alguien, sino que también podrás aprender más, por lo que estarás
matando dos aves de un solo tiro.

Vivamos la Palabra de Dios

Cuando estudiemos la Biblia, nuestra meta no debe ser de acumular


conocimiento nada más; eso no nos servirá de nada. ¿De qué nos sirve saber que
debemos ayudar a los necesitados si cuando vemos alguien que necesita algo, lo
ignoramos? ¿De qué nos sirve saber que debemos amar a nuestros enemigos si
buscamos la venganza en cada oportunidad que se presenta? Eso no tendría
ningún sentido.
Cuando leemos y estudiamos, siempre debemos preguntarnos, ¿qué es lo que
Dios quiere que aprenda? Y, ¿cómo puedo aplicarlo a mi vida? Ahora imagínate
la tercera tentación de Cristo en el pasaje que leímos anteriormente. En la
actualidad, hay muchas personas que no podrían pasar ni un minuto sin revisar
su celular, y otros que harían lo que sea para obtener dinero extra. Si Satanás les
tentara de la misma forma, me los imagino diciendo que solo podemos servir a
Dios, citando de esa forma Deuteronomio, así como lo hizo el Mesías. Me
imagino la respuesta del diablo, que sería algo así como, “Ah, sí, pero no lo
adoras solamente a Él; también tienes tus propios ídolos”. Si no vivimos
conforme a la Palabra de Dios, la espada no será un arma eficiente.
La Oración

“Orando en todo tiempo con toda deprecación y súplica en el Espíritu, y velando


en ello con toda instancia y suplicación por todos los santos” (Efesios 10:18).

Este último capítulo es diferente de los demás en el hecho de que no se trata de


una pieza de la armadura, pero sí es de vital importancia para nuestra guerra
espiritual. En una relación, la comunicación es indispensable; si no hay
comunicación, la relación probablemente perecerá. En nuestra relación con
nuestro Padre Celestial, la comunicación también es importante, así que
debemos hablar con Él. La pregunta es, ¿cuántas veces al día debemos orar? La
respuesta, aunque no lo creas, no es tres veces. La Biblia nos enseña lo siguiente:
“Orad sin cesar” (1 Tesalonicenses 5:16), así que debemos orar en todo
momento.
Pero entonces, ¿debemos estar arrodillados durante todo el día? ¿Cómo se
supone que debemos realizar nuestros deberes si fuera así? La oración no se trata
solamente de estar arrodillado. Si bien es cierto que es una buena práctica, no es
obligatorio para todas nuestras oraciones. En la mañana y en la noche, es bueno
arrodillarnos para hablar con Dios, pero cuando hablamos de la constante
comunicación que debemos tener con Él, debes ser constante sin importar lo que
estemos haciendo.
Si esto te es difícil, imagínate que el Señor está a tu lado de forma física, como si
lo pudieras ver. Cuando pasas tiempo con tu mejor amigo, se hablan
constantemente, ¿verdad? En estas situaciones, eso es lo normal, y así debe ser
con Dios.
Algunos se preguntarán, ¿de qué debemos hablar? Por favor no te limites a
solamente pedir. ¿Cómo te sentirías si solamente hablaras con tu padre para
pedir? No sería una buena relación, y aunque no está mal pedir, debemos hablar
de mucho más. Podemos hablar de cómo estuvo nuestro día, qué ha sucedido, y
más.
En mi experiencia personal, lo que hago es hablarle a Dios de prácticamente
todo. A veces, cuando estoy en mi trabajo y tengo una tarea difícil, le cuento a
Dios que lo que hago me está costando, e incluso le hablo de la forma en que
solucionaré el asunto. También le doy gracias por mis bendiciones. La verdad es
que hay tanto de qué hablar, pero ya que no es algo que practicamos lo
suficiente, a veces puede ser difícil.
Si te das cuenta de que orar te es difícil, no te sientas mal; simplemente debes
entrenarte a ti mismo. Orar puede ser como un deporte; el primer día que lo
intentas, sientes que tus músculos se te van a caer, y no puedes jugar tan
eficientemente como los demás. Sin embargo, entre más practicas, mejor podrás
jugar. La oración es igual; al principio es difícil orar por diez minutos, pero si
luego incrementamos ese tiempo poco a poco, llegamos al punto de que una hora
no parece ser suficiente.
Algo que debemos tomar en cuenta es que la oración es como un alimento
espiritual. ¿Te puedes imaginar a un soldado que pelea sin haber comido? Lo
más probable es que se desmayará y morirá en la batalla. De la misma manera,
no podemos luchar sin orar. Ahora, no digo que debemos orar solamente cuando
vamos a luchar, y esto lo digo por dos razones. Primero, ¿qué sucedería si los
soldados comen solamente cuando van a pelear? Serán débiles por la falta de
nutrientes. De la misma forma, si no oramos constantemente, seremos débiles
espiritualmente hablando. La segunda razón es porque enfrentamos batalla todos
los días. Siempre hay alguna tentación, o algún mal que se opone a Dios, por lo
que siempre debemos estar preparados.

La oración es una forma de comunicación de doble vía


Es común pensar que la oración es unilateral, y que solamente le hablamos a
Dios, pero eso no es nada cierto. Nuestro Padre Celestial nos habla también. No
puedo ni contar las ocasiones en las que he conversado con Dios durante horas, y
mientras hablo, llegan pensamientos a mi mente, y sé que no son pensamientos
propios. Él no siempre responde de esa manera, pero debemos estar dispuestos a
escucharlo de cualquier forma que Él nos quiera hablar. Puede ser por medio de
nuestros pensamientos, una señal, a través de la Biblia, o de alguna otra forma.
Debemos aprender a escuchar a Dios, y no solo a hablar.
Conclusión
En general, es de vital importancia que seamos soldados eficientes en la guerra
espiritual, usando la Santa Armadura de Dios , y estando preparados para la
batalla en todo momento. Debemos recordar que nuestra fuerza viene del Señor,
por lo que no debemos depender de nuestra propia fortaleza. Con Él, seremos
victoriosos. Cuando luchamos, debemos poner cada pieza de la armadura para
no tener debilidades, y debemos saber quiénes son nuestros enemigos. No
luchamos contra seremos humanos; no importa cuánto se oponen a Dios.
Debemos recordar andar en la verdad, ser justos, y evangelizar en todo tiempo.
Es importante que tengamos fe, que seamos salvos, que estudiemos la Palabra de
Dios, y que oremos constantemente.
Si tomamos en cuenta todos estos aspectos, estoy seguro de que seremos
victoriosos. Ahora que has terminado de leer este libro, te animo a seguir
estudiando este tema. Espero que hayas aprendido mucho, pero siempre hay más
que podemos aprender. Estudia y aprenda más, y de esa forma podrás ser aún
más eficiente en la guerra espiritual, y podrás enseñar a otros también Que el
Señor te bendiga en todas tus batallas.

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