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También lo dedico a mis padres, John y Tracey Gutiérrez, quienes han sido mis
maestros en temas bíblicos.
Todos los versículos en este libro son de la versión Reina Valera 1909, la cual,
siendo dominio público, se pueden utilizar libremente en este libro.
Tabla de Contenido
Introducción
Logística Pre-batalla
Nuestra Fuerza es del Señor
Cada Pieza es Importante
Los Enemigos
¿Qué es la Guerra Espiritual Exactamente?
El Entrenamiento
El Cinturón de la Verdad
La Coraza de Justicia
El Apresto del Evangelio de la Paz
El Escudo de la Fe
El Yelmo de la Salvación
La Espada del Espíritu
La Oración
Conclusión
Introducción
La Guerra es parte de nuestra naturaleza. Desde la creación del hombre, siempre
hemos estado luchando por algo. Lamentablemente, ni siquiera necesitamos una
razón; solamente necesitamos una excusa. La guerra humana nunca ha sido algo
lindo, sino que siempre es sangrienta, trágica, y deprimente. Hermanos luchan
contra hermanos, y se pierden muchas vidas, ¿y en nombre de qué? A veces ha
sido por causas nobles, pero no siempre es así.
Para muchos es un honor servir en el ejército, y no le quiero quitar mérito a eso.
Se necesita tener mucha valentía para tomar la decisión de servir a tu nación de
esa forma. Sin embargo, hay un honor superior a eso que podemos lograr, y es
uno que no requiere tanta muerte.
Si estás leyendo este libro, es muy probable que ya hayas tomado la decisión de
vivir para el Señor, y que eres su hijo. Si ese es el caso, formas parte del ejército
más grande e importante que puede existir. ¡Eres soldado de Dios!
Ahora, ya sé que dije que la guerra no es linda, pero recuerda, lo dije de la guerra
humana . La guerra espiritual es muy diferente; no luchamos contra hermanos,
sino en contra de enemigos espirituales. Lo mejor es que nuestro General nunca
ha perdido ni una sola batalla; siempre es victorioso, y con Él, “hacemos más
que vencer” (Romanos 8:37). Por tanto, en esta guerra gloriosa, mientras
sigamos las instrucciones bíblicas, nunca debemos temer.
Debemos entender que la guerra espiritual es un asunto de todos los días, y por
general, ni siquiera luchamos contra el diablo ni sus demonios directamente, sino
en contra de nuestras propias debilidades humanas. Debido a esto, siempre
debemos estar preparados para luchar; debemos planear para victoria todas las
mañanas cuando nos levantamos, y de esta manera viviremos una vida santa.
Este libro se divide en dos partes; la primera parte, la he llamado Logística Pre-
Batalla . Ningún ejército sale a la batalla sin un plan. Por general, antes de cada
misión, el oficial de alto rango da una sesión de información acerca de los
objetivos. Ellos les dan a los soldados información como por ejemplo el blanco,
el plan, y cualquier otro detalle importante que los soldados deben tomar en
cuenta antes de entrar en batalla. Esta sección es así, ya que verás todo lo que
deberás tomar en cuenta antes de iniciar la guerra espiritual. La segunda sección
se llama El Entrenamiento , en la cual serás entrenado en el arte de la guerra
espiritual. Nadie puede utilizar armadura efectivamente si no ha recibido
entrenamiento para usarla, y la Santa Armadura de Dios no es la excepción.
Espero que disfrutes este libro; oro para que sea efectivo para ti y que puedas
aprender a ser el soldado que el Señor quiere que seas. Quisiera ofrecerte un
consejo antes de que continúes; cada vez que abras este libro, ore para que Dios
te dé sabiduría y entendimiento, porque toda sabiduría viene de Él. Pídale
dirección mientras leas este libro.
Ahora, antes de que continuemos a la primera sección, quiero que leas un pasaje
importante de la Biblia. Este pasaje es la fuente principal de la información que
leerás en este libro, así que por favor ponga especial atención:
No podemos ganar con nuestras propias fuerzas. Considere la persona más fuerte
del mundo; si él no tiene a Dios de su lado, él es débil. No digo que sea malo
tener músculos fuertes, pero debemos saber que en términos espirituales, esto no
nos ayudará. La Biblia dice, “Porque nadie será fuerte por su fuerza” (1 Samuel
2:9). Quisiera agregar unas palabras a ese versículo para que diga, “Porque nadie
será fuerte por su [propia] fuerza [humana]”. Es muy importante que
dependamos de la fuerza de Dios en todo tiempo. Esto no debe ser solamente en
asuntos espirituales; debemos aprender a incluirlo en todas nuestras prácticas
diarias. Debemos poner todo en sus manos siempre.
Anteriormente mencioné un versículo que habla de hacer más que conquistar, y
es una verdad tan importante que debemos tomar en cuenta. Pero lo que es más
importante es saber por qué hacemos más que conquistar. ¿De dónde viene
nuestra victoria? Sabemos que viene de Dios, ¿pero de qué momento
exactamente? ¿Cuál evento causó que fuéramos victoriosos? La respuesta se
encuentra hace más de dos mil años, cuando nuestro Mesías murió por nosotros,
venciendo así, una vez por todas, todo el poder que el pecado tenía sobre
nosotros. Por eso, cuando estás en una lucha espiritual, piensa en ese momento,
y recuerda que ya estás de lado del equipo ganador. Eso es lo más hermoso de
esta batalla; el diablo no quiere que sepas esto, ¡pero él ya perdió! Repetiré eso
para asegurarme de que estamos claros con esto:
“Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las
asechanzas del diablo” (Efesios 6:11).
¿Alguna vez has soñado que fuiste a la escuela sin zapatos, o sin pantalones, o
cualquier otra parte de tu vestuario? Sé que a mí sí me ha pasado, y recuerdo que
en cada uno de esos sueños, sentí tanta vergüenza de haber ido a la escuela sin
estar totalmente vestido. Ahora, ¿cómo crees que te sentirías si eso sucediera en
la vida real? En un sueño, por lo menos despiertas y te das cuenta de que no pasó
realmente; pero si llegara a suceder en la vida real, todos los demás lo
recordarían.
En este caso, te sentirías desprotegido, ya que estarías exponiendo lo que debe
mantenerse oculto del ojo público. En la batalla, si no tienes toda la armadura,
sería aún peor, ya que no solo tendrías que preocuparte por las miradas, sino que
también habría espadas y flechas. La vergüenza de ver que todos te miran puede
herir tu orgullo, pero estas armas podrían herir tu cuerpo, o incluso te podrían
matar.
Ya que entendemos la importancia de poner toda la armadura, también debemos
tomar en cuenta en qué momento debemos tenerlo puesto. En tiempos de guerra,
no es común ver a un soldado sin sus armas o su armadura. Ellos saben que en
cualquier momento podría haber una emboscada o cualquier otro tipo de ataque.
Ellos saben que el enemigo planea matarlos de cualquier forma posible, y que
harán lo que sea, especialmente si eso significa utilizar un ataque sorpresa.
De la misma forma, no sabemos cuándo nos enfrentaremos a una batalla, por lo
que siempre debemos estar preparadas. Por favor no dejes tus armas ni tu
armadura muy lejos. Tenlos puestos en todo momento y sienta orgullo de ellos.
Recuerda, es un honor ser soldado, así que no hay nada de qué avergonzarse.
Nunca le des al diablo una oportunidad de encontrarte desprevenido.
Los Enemigos
“Porque no tenemos lucha contra sangre y carne; sino contra principados, contra
potestades, contra señores del mundo, gobernadores de estas tinieblas, contra
malicias espirituales en los aires” (Efesios 6:12)
Quizás parece que estoy diciendo algo obvio, pero el diablo existe, y tiene
muchos soldados, a los cuales llamamos demonios. Su meta es hacernos caer;
ellos saben que ya perdieron, y que no hay forma de ganar, pero buscan hacer
que todas las personas caigan con ellos. Estos soldados tienen muchas estrategias
para lograr esta meta, por lo que debemos estar muy preparados.
En muchos casos, estos enemigos espirituales usan seres humanos para hacer su
voluntad. Estas personas pueden ser satanistas, ateos, o incluso personas que
creen en Dios, pero no les importa nada de lo espiritual. Aun así debemos
entender que estas personas, sin importar a quien sirven o lo que creen, no son
nuestros enemigos. En lugar de luchar en contra de ellos, deberíamos mostrarles
que somos mejores que eso. Aunque no lo creas, dar la otra mejilla es una forma
de ganar la batalla en contra de las fuerzas del mal.
Este último subtítulo puede parecer algo sorprendente, pero la verdad es que en
muchos casos, el diablo y sus demonios ni siquiera están involucrados. Uno de
nuestros enemigos somos nosotros mismos. Santiago escribió lo siguiente: “cada
uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído, y cebado”
(Santiago 1:14). Tengamos en cuenta que el versículo no dice “cuando de la
concupiscencia que el diablo le da es atraído”, sino que dice “su propia
concupiscencia”, así que debemos entender que no todas las tentaciones vienen
del diablo. Es común que muchos niños digan “el diablo me obligó a hacerlo”, y
nos parece algo infantil decir eso. Sin embargo, en nuestras mentes a veces
decimos lo mismo.
Muchos creen que el diablo es el autor de cada tentación que tenemos, pero eso
no podría estar más lejos de la verdad. Si bien es cierto que él tienta a las
personas, como en el caso de Eva, en muchos casos es nuestra propia
concupiscencia que nos hace sentir el deseo de hacer lo malo. Recordemos que
cuando Adán y Eva comieron del fruto del conocimiento del bien y el mal, sus
ojos fueron abiertos, y se dieron cuenta por primera vez de lo que era el mal, y
desde entonces, el ser humano está predispuesto a pecar.
¿Qué es la Guerra Espiritual Exactamente?
La Verdad
¿Será posible para nosotros ser justos por nuestra propia cuenta? Incluso si
escudriñamos las escrituras todos los días y sabemos exactamente lo que Dios
quiere de nosotros, ¿lo podemos lograr solos? La Biblia nos da la respuesta: “Si
bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo
de inmundicia; y caímos todos nosotros como la hoja, y nuestras maldades nos
llevaron como viento” (Isaías 64:6). Para entender mejor este versículo, debemos
entender a qué se refería el escritor cuando dijo “trapo de inmundicia”, ya que no
solo se refería a una tela que no se había lavado por mucho tiempo. En tiempos
bíblicos, las mujeres no tenían todos los productos femeninos que existen en el
presente. Cuando llegaba cierta época del mes, ellas tenían que utilizar una tela
en su ropa interior para recoger la sangre. Eso puede sonar asqueroso, ¿verdad?
Pues, Isaías compara nuestra justicia con ese trapo lleno de sangre menstrual.
¿Significa eso que es imposible ser justo? Algunas personas podrían hacerse esta
pregunta. Primero leemos en la Biblia que debemos ser justos, pero luego la
misma Biblia nos dice que nuestra justicia es asquerosa. No tiene sentido, ¿o sí?
Ah, pero sí lo tiene, una vez que entendemos de dónde viene nuestra justicia.
Si bien es cierto que no podemos ser verdaderamente justos por nuestra propia
cuenta, no significa que no podamos ser justos; Dios nunca nos pedirá algo
imposible. El apóstol Pablo una vez dijo lo siguiente: “Al que no conoció
pecado, hizo pecado por nosotros, para que nosotros fuésemos hechos justicia de
Dios en él” (2 Corintios 5:21). Cuando Cristo se sacrificó a sí mismo, Él se hizo
pecado en ese momento. Él tomó sobre sí todos los pecados que se habían
cometido, y todos los que se cometerán, y estaba tan lleno de pecado (aunque Él
mismo no cometió ni uno solo) que Dios ni siquiera podía mirarlo en ese
momento, y fue ahí donde Jesús le preguntó por qué lo había abandonado.
Gracias a este sacrificio podemos tomar sobre nosotros la justicia de Dios,
aunque por nuestra propia cuenta no podamos ser justos.
El pecado y la justicia son opuestos; esto nadie lo puede negar. Ningún acto
pecaminoso es aceptable, sin importar la razón por la que se hace. Entonces,
¿significa que debemos ser perfectos? ¡De ninguna manera! Dios sabe que
somos seres imperfectos, ya que Él nos creó. Él nunca nos pide ser perfectos,
sino que seamos santos. Muchos creen que la santidad es sinónimo de
perfección, pero no podrían estar más lejos de la verdad. Somos imperfectos,
pero estamos apartados del mundo, y ese es el verdadero significado de la
santidad.
Para las personas que no tienen el Mesías en su corazón, no les importa pecar.
Ellos pueden cometer pecados sin sentir remordimiento, e incluso lo apoyan y lo
recomiendan. Pero, ¿tú cómo te sientes cuando pecas? En lo personal, siento en
ese momento que soy la peor persona que ha existido, y eso es lo que nos hace
diferentes. Ese remordimiento es lo que nos lleva al arrepentimiento. Ya no
somos pecadores, sino que somos santos que pecamos ocasionalmente, y nos
arrepentimos de nuestros pecados. Mientras tengamos esto en mente, estaremos
bien.
El Apresto del Evangelio de la Paz
“Y calzados los pies con el apresto del evangelio de paz” (Efesios 6:15).
¿Alguna vez has tenido que caminar descalzo fuera de tu casa? Yo sí, y
no es una experiencia agradable. El 3 de julio de 1997, ocurrió un evento que
recuerdo como si hubiera sucedido ayer. A las 5:30 de la mañana, desperté y vi a
mi primo (quien se quedaba en mi casa por algunos días) y mi padre al lado de
mi cama. Mi primo me sacó de la cama para llevarme fuera de la casa. Lo que vi
de camino fueron muchas llamas en la sala, y el fuero era intenso. No teníamos
tiempo para salvar nuestras pertenencias, así que tuve que andar descalzo.
Caminar así no era cómodo, y en algunos momentos dolía.
Ahora imagínate estar así en el campo de batalla, en donde hay rocas,
puñales, y otros objetos punzocortantes en el suelo. Si un soldado caminara así,
no sería fácil, y eso haría una gran diferencia. La falta de facilidad al caminar o
correr podría afectar la capacidad del soldado, y del mismo modo, la falta de
calzado nos puede afectar en las batallas espirituales también.
El apóstol Pablo hace referencia a las sandalias que los soldados de aquella
época usaban, y esta pequeña pieza de nuestro vestuario desempeña un papel
vital. ¿Qué sucedería si no tuviéramos protección para nuestros pies? Sería más
difícil movilizarnos. Esto era aún más cierto en tiempos bíblicos, ya que no
tenían carros ni trenes. Ellos tenían animales, como caballos, y asnos, pero aun
así tenían que caminar mucho, lo cual no hubiera sido fácil si lo tuvieran que
hacer descalzo.
Entonces, ¿cuál es el significado real de las sandalias? Pues, poder viajar para un
propósito específico, y ese propósito es el evangelismo. Cuando estudiamos el
libro de los Hechos, aprendemos que los apóstoles caminaban mucho para poder
predicar las buenas nuevas; en especial el apóstol Pablo. El evangelio se predicó
a lo largo de Europa, y en gran parte de Asia. Cuando viajaban, no siempre
caminaban, pero sí lo hacían con mucha frecuencia, y debemos aprender de su
ejemplo.
“Sobre todo, tomando el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos
de fuego del maligno” (Efesios 6:16).
Siempre será necesario llevar un escudo, sin importar cuánta armadura llevemos
puesta. ¿Alguna vez has visto películas de guerra de tiempos antigüos, o de
gladiadores? En muchas de esas películas, hay soldados que disparan flechas que
se han sumergido en alguna sustancia inflamable, y se les ha prendido fuego. Por
general, estas flechas pueden penetrar la armadura, así que si los soldados no
llevan protección adicional, pueden morir, y si no es así, por lo menos tendrán
quemaduras complicadas.
Toda la armadura es importante, pero el escudo es una de las piezas más
importantes de todas, ya que si no llevas ninguna otra pieza, el escudo te puede
proteger lo suficiente si sabes cómo utilizarlo. Ahora, no quiero que
malentiendas esto; no te digo que está bien luchar solamente con el escudo, sin
ninguna otra pieza de armadura. Aunque puede protegernos, tendríamos una
desventaja seria si no llevamos toda la armadura, pero sí quiero que entiendas la
importancia del escudo.
La fe también es uno de los aspectos más importantes en nuestras vidas
espirituales. La Biblia dice, “sin fe es imposible agradar á Dios; porque es
menester que el que á Dios se allega, crea que le hay, y que es galardonador de
los que le buscan” (Hebreos 11:6). La falta de fe no le agrada a Dios; Él quiere
que confiemos en Él en todo. Quizás algunos se pregunten qué es la fe, y para
responder esa pregunta, debemos volver al capítulo del cual cité el versículo
anterior, en donde dice, “Es pues la fe la sustancia de las cosas que se esperan, la
demostración de las cosas que no se ven” (Hebreos 11:1). En otras palabras, es
una confianza ciega.
Ahora, sé que para muchos aspectos de nuestras vidas, la confianza ciega no es
la mejor opción, pero cuando se trata de nuestro Padre Celestial, es muy
diferente. La Biblia nos enseña que Dios nunca muere (Números (23:19), que Él
tiene buenos planes para nosotros (Jeremías 29:11), y que todo lo que nos sucede
es para bien (Romanos 8:28). Él es perfecto en todos los sentidos, por lo que nos
podemos dar el lujo de confiar ciegamente en Él, ya que nunca nos fallará.
Cuando leemos el capítulo once de Hebreos, podemos ver muchos ejemplos de
hombres y mujeres que se beneficiaron grandemente por tener fe. En muchos
casos, las personas arriesgaron sus vidas debido a esa fe, y el Señor los honró y
les permitió vivir.
En la Reina Valera 1909, el versículo dice “el yelmo de salud”, pero en muchas
otras versiones, en lugar de decir “salud”, mencionan la salvación. En el capítulo
anterior, mencioné que el escudo es una de las piezas más importante de la Santa
Armadura de Dios , pero hay una pieza que lo supera, la cual es el yelmo. La
mayoría de las partes de nuestros cuerpos se pueden herir, o incluso los podemos
perder, y no moriremos. Si pierdes un brazo o una pierna, tu vida cambiará, pero
aún vivirás. Incluso tu corazón se puede herir, y aun así tienes probabilidad de
sobrevivir si tienes buenos doctores. No obstante, si logran herir tu cerebro
severamente, lo más seguro es que no sobrevivirás.
El yelmo protege el órgano más vital del cuerpo, y sin él, lo más probable es que
perderemos la batalla sin siquiera haber empezado. Es imposible sobrevivir en la
guerra espiritual sin él; podeos usar el escudo más grande del mundo, y aun así
no sería suficiente; si no protegemos nuestro cerebro, difícilmente podremos
vencer.
Sin la salvación, no importa cuánta fe tengamos; no viviremos en victoria. En el
momento que somos salvos, nos convertimos en hijos de Dios, y ese es el
momento en el que Él nos da el Espíritu Santo; sin eso, no tenemos esperanza.
Existe mucha controversia acerca de este tema, pero la Biblia es muy clara al
respecto. Algunos dicen que obtenemos la salvación por medio de nuestras
buenas obras, pero si fuera cierta, ¿será posible que nuestras buenas acciones
tengan más peso que nuestros pecados? La naturaleza humana es pecaminosa, y
es difícil pasar una hora sin pecar, ya que incluso pecamos con nuestros
pensamientos. Hay un versículo que dice lo siguiente: “El alma que pecare, esa
morirá” (Ezequiel 18:20). Según este versículo, no importa cuántas buenas obras
has hecho, ya que con solo un pecado, merecemos la muerte.
Si verdaderamente pudiéramos salvarnos solamente con nuestras buenas
acciones, no hubiera sido necesario que el Mesías viniera a salvarnos. Si ya
pudiéramos salvarnos a nosotros mismos, ¿para qué pasar por tantos problemas y
tanto sufrimiento? No tendría ningún sentido. El apóstol Pablo dijo las siguientes
palabras: “Porque por gracia sois salvos por la fe; y esto no de vosotros, pues es
don de Dios: No por obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2:8-9). Es
interesante que este pasaje mencione la fe, considerando que el yelmo y el
escudo son las partes más importantes de la armadura; no es coincidencia.
Ahora entendemos que las obras no nos pueden conceder la salvación, pero
entonces, ¿cómo podemos ser salvos? Pablo nos da la respuesta: “Que si
confesares con tu boca al Señor Jesús, y creyeres en tu corazón que Dios le
levantó de los muertos, serás salvo” (Romanos 10:9). Entonces, debemos
confesar que Jesús es nuestro Señor y creer verdaderamente. Si aún no eres salvo
por favor continúa leyendo; al final de este capítulo verás una oración para
aceptar a Jesús en tu corazón y convertirte en hijo o hija de Dios.
Si no somos salvos por nuestras buenas obras, ¿acaso significa que esas buenas
obras no son necesarias? Somos salvos de todas formas, ¿verdad? De verdad
espero que tú, querido lector, no tengas ese pensamiento. Si bien es cierto que no
somos salvos por nuestras buenas acciones, no por eso debamos dejar de
hacerlas, ya que debemos actuar con amor siempre. La Biblia nos enseña esto:
“El pecado, pues, está en aquel que sabe hacer lo bueno, y no lo hace” (Santiago
(4:17). Debemos recordar que luchamos en contra del pecado, así que no
debemos permitir el pecado en nuestras vidas. Si hay algo bueno que podemos
hacer y no lo hacemos, estamos pecando.
La oración que verás a continuación se debe leer en voz alta, y debes decir estas
palabras de todo corazón. No lo leas tan solo por leer, porque no tendrá efecto
así. Debes desear todo lo que dice ahí. Si no eres salvo y deseas serlo, por favor
lea la siguiente oración:
Señor Jesús, reconozco que soy pecador. Sé que he hecho lo malo ante tus
ojos, y no quiero vivir una vida pecaminosa más. Te acepto como mi
Salvador, y declaro que eres mi Señor, y el verdadero Hijo de Dios. Te pido
que entres a mi corazón; purifícame, Jesús, y guíame para hacer tu
voluntad y nunca apartarme. Quiero vivir para ti. Amén.
Este subtítulo puede parecer contradictorio para todo el capítulo, pero no lo es.
No estoy diciendo que no debemos leer la Biblia, ya que sí debemos. No
obstante, la simple lectura no debe ser nuestra única práctica con la Palabra de
Dios. Debemos estudiarla, y de esa forma podremos hablar de ella sin tener que
buscar referencias siempre.
Para los que no han estudiado la Biblia, es normal que no sepas mucho acerca de
la vida espiritual, y en ocasiones, ni siquiera sabes cómo estudiar la Palabra de
Dios. Sin embargo, debemos intentar entender lo más que podemos, leyendo y
estudiando todos los días, y pidiéndole dirección a Dios para entender su palabra
cada vez que abramos nuestras Biblias.
Algo que ayuda mucho es hablar de las escrituras. Si tienes amistades cristianas,
habla con ellos acerca de la Biblia. Si tienes amistades que no son cristianas,
háblales también, y de esa forma podrás evangelizar. Puede que te hagan
preguntas, y quizás eso te asuste si no sabes mucho, pero eso te obligará a buscar
las respuestas, y así aprenderás más. No solo tendrás la oportunidad de compartir
tu fe con alguien, sino que también podrás aprender más, por lo que estarás
matando dos aves de un solo tiro.