You are on page 1of 1

La oreja

Nunca llegó a entender por qué, cuando nació, lo separaron de su madre. Sintió por corto tiempo
su calor. Ahora, que estaba ante esa multitud, pensaba más en ese arreador. Apenas si se podía
parar y lo montaban en un cabello. Lo llevaron muy lejos. Hacía mucho frío. No se dio cuenta
cuando llegó, --porque dormía. Despertó cuando lo bajaron del caballo. ¡Cómo se reían entre sí!
Sentía cómo lo tocaban, le limpiaban la cabeza, las orejas. ¿Por qué me agarrarán? No me puedo
mover. ¿Por qué me ponen ese hierro candente? ¡Aaahhh…!

Pero no había terminado todo, le cortaron con un cuchillo las orejas, apenas pudo sobreponerse al
dolor. Lo echaron en el establo. Todavía brotaba sangre de sus orejas, y su lomo negro estaba muy
resentido.

Ahora sabía que ese era sólo el comienzo. Oía a la gente gritar, tomar tragos, todos a su alrededor.
No comprendí por qué lo metían en un camión. Todavía era muy joven y no tenía un solo recuerdo
grato de la vida. Luego sintió un chorro de agua muy fuerte y un pinchazo. ¿Por qué estará tan
oscuro? No veo nada. Sólo hay un camino. ¿Para dónde irá? Sólo hay una puerta. ¿Por qué había
tanta música? Han abierto la puerta. Hay demasiado luz y no puedo ver, he pasado mucho tiempo
en la oscuridad. Sin embargo, allá lo vio y supo que…

Había sido aclamado en todas las plazas de España. Se había enfrentado a toros de pura casta,
habiendo cortado orejas en varias faenas. Recordaban al ruedo y todos ensayaban y se
aventuraban a torear. Había aprendido a luchar contra el miedo, y sin embargo, ese día se sentía
muy solo. Le colocaron el traje de luces, las zapatillas y, por último, la montura. No le podía quedar
una sola arruga y hoy menos que nunca. Se iba a encontrar de frente a una enorme multitud.
Odiaba a esa gente, odiaba a su rival. Era su gran duelo y se lo tenía que demostrar: él era más
grande. Ya sonaba la música. El camino hasta el ruedo se le hizo largo. De lejos, sonaron los
clarines. Su cuadrilla siempre lo acompañaba. Vio a su rival con actitud desafiante.

Luego su turno. Cuando vio salir a aquel noble animal, sintió que sus vidas tenían algo en común.

Oyó el grito de la gente como un eco. Los peones corrían son sus capas. La sangre brotaba en
ambos, llevándose sus vidas. En uno del lomo, en el otro de la pierna. El eco, sin embargo,
permaneció colgado a la sorpresa.

You might also like