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¿Qué es el Ciberbullying?
El ciberbullying es el uso de los medios telemáticos (Internet, telefonía móvil y videojuegos online principalmente)
para ejercer el acoso psicológico entre iguales. No se trata aquí el acoso o abuso de índole estrictamente sexual ni
los casos en los que personas adultas intervienen.
¿Qué no es el ciberbullying?
Por tanto tiene que haber menores en ambos extremos del ataque para que se considere ciberbullying: si hay algún
adulto, entonces estamos ante algún otro tipo de ciberacoso.
Tampoco se trata de adultos que engatusan a menores para encontrarse con ellos fuera de la Red o explotar sus
imágenes sexuales. Aunque hay veces en que un/a menor comienza una campaña de ciberbullying que puede
acabar implicando a adultos con intenciones sexuales.
¿Cuándo estamos ante un caso de ciberbullying?
Estamos ante un caso de ciberbullying cuando un o una menor atormenta, amenaza, hostiga, humilla o molesta a
otro/a mediante Internet, teléfonos móviles, consolas de juegos u otras tecnologías telemáticas.
Según el Estudio sobre hábitos seguros en el uso de las TIC por los menores publicado por el INTECO en marzo de
2009 el ciberbullying se define como acoso entre iguales en el entorno TIC, e incluye actuaciones de chantaje,
vejaciones e insultos de niños a otros niños.
¿Qué tiene que ver el ciberbullying con el bullying o acoso escolar?
No son tan similares como podría pensarse. En ambos se da un abuso entre iguales pero poco más tienen que ver
en la mayoría de los casos. El ciberbullying atiende a otras causas, se manifiesta de formas muy diversas y sus
estrategias de abordamiento y consecuencias también difieren. Sí es bastante posible que el bullying sea seguido
de ciberbullying. También es posible que el ciberbullying pueda acabar también en una situación de bullying, pero
desde luego esto último sí que es poco probable.
¿Por qué es especialmente grave el ciberbullying?
El anonimato, la no percepción directa e inmediata del daño causado y la adopción de roles imaginarios en la
Red convierten al ciberbullying en un grave problema.
Sinónimos
Además de la adaptación del neologismo inglés (cyber-bullying) se utilizan en castellano otros términos para
denominar al ciberbullying, combinando el prefijo ciber- o los adjetivos online o virtual con las
palabras matonaje, matoneo o abuso, asociadas con la denominación de matones o abusones para los que efectúan
el bullying. Así podemos encontrarnos con los siguientes sinónimos de ciberbullying: ciberabuso, cibermantonaje,
cibermatoneo; abuso online, mantonaje online, matoneo online; abuso virtual, matonaje virtual, matoneo virtual.
Además, en inglés también se utilizan e-bullying y online bullying.
¿Cómo se manifiesta el ciberbullying?
Las formas que adopta son muy variadas y sólo se encuentran limitadas por la pericia tecnológica y la imaginación
de los menores acosadores, lo cual es poco esperanzador. Algunos ejemplos concretos podrían ser los siguientes:
Colgar en Internet una imagen comprometida (real o efectuada mediante fotomontajes) datos delicados, cosas que
pueden perjudicar o avergonzar a la víctima y darlo a conocer en su entorno de relaciones.
Dar de alta, con foto incluida, a la víctima en un web donde se trata de votar a la persona más fea, a la menos
inteligente… y cargarle de puntos o votos para que aparezca en los primeros lugares.
Crear un perfil o espacio falso en nombre de la víctima, en redes sociales o foros, donde se escriban a modo de
confesiones en primera persona determinados acontecimientos personales, demandas explícitas de contactos
sexuales…
Dejar comentarios ofensivos en foros o participar agresivamente en chats haciéndose pasar por la víctima de
manera que las reacciones vayan posteriormente dirigidas a quien ha sufrido la usurpación de personalidad.
Dando de alta la dirección de correo electrónico en determinados sitios para que luego sea víctima de spam, de
contactos con desconocidos…
Usurpar su clave de correo electrónico para, además de cambiarla de forma que su legítimo propietario no lo pueda
consultar, leer los mensajes que a su buzón le llegan violando su intimidad.
Provocar a la víctima en servicios web que cuentan con una persona responsable de vigilar o moderar lo que allí
pasa (chats, juegos online, comunidades virtuales…) para conseguir una reacción violenta que, una vez denunciada
o evidenciada, le suponga la exclusión de quien realmente venía siendo la víctima.
Hacer circular rumores en los cuales a la víctima se le suponga un comportamiento reprochable, ofensivo o desleal,
de forma que sean otros quienes, sin poner en duda lo que leen, ejerzan sus propias formas de represalia o acoso.
Enviar menajes amenazantes por e-mail o SMS, perseguir y acechar a la víctima en los lugares de Internet en los se
relaciona de manera habitual provocándole una sensación de completo agobio.
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¿Qué es el acoso cibernético?
El acoso cibernético (o ciberacoso) consiste en utilizar la tecnología para amenazar, avergonzar, intimidar
o criticar a otra persona. Amenazas en línea, textos groseros, agresivos o despectivos enviados por
Twitter, comentarios publicados en internet o mensajes, todo cuenta. Y también cuenta el hecho de colgar
en internet información, fotografías o vídeos de carácter personal para herir o avergonzar a otra persona.
El acoso cibernético también incluye aquellas fotografías, mensajes o páginas publicadas en internet que
no se eliminan o que no dan de baja, incluso después de que se le haya pedido que lo haga a la persona
que las haya publicado. En otras palabras, es todo aquello que se publica en línea con la intención de
hacer daño, avergonzar o molestar a otra persona.
La intimidación o los comentarios despectivos que se centran en aspectos como el género, la religión, la
orientación sexual, la raza o las diferencias físicas de las personas se consideran formas de
discriminación, y van en contra de la ley en muchos estados. Esto implica que las fuerzas del orden
público podrían intervenir, y los acosadores podrían tener que afrontar graves sanciones.
El acoso en línea puede ser especialmente doloroso y ofensivo porque suele ser de carácter anónimo y es
muy difícil identificar al acosador. También es difícil de controlar, y la persona que lo recibe no tiene ni
idea de cuántas personas (o cuántos cientos de personas) han visto los mensajes o las publicaciones. La
gente puede sufrir sin parar, cada vez que consulta el teléfono o la computadora.
El acoso (o bullying) cibernético puede ser más fácil de cometer que otros tipos de acoso, porque el
acosador no tiene que enfrentarse cara a cara con su víctima.
¿Cuáles son las consecuencias del ciberacoso?
A veces, recibir acoso cibernético, como cualquier otro tipo de acoso, puede conducir a problemas graves
y duraderos. El estrés provocado por vivir en un constante estado de alerta y de miedo puede crear
problemas en el estado de ánimo, el nivel de energía, el sueño y el apetito. También puede hacer que la
víctima se sienta inquieta, ansiosa y/o triste. Si una persona ya estaba deprimida o ansiosa antes del acoso,
el hecho de recibirlo puede empeorar todavía más las cosas. Los estudiantes que reciben acoso cibernético
pueden tener dificultades para concentrarse en la escuela, lo que puede afectar negativamente a su
rendimiento académico.
No solo es la persona acosada quien sufre. El castigo que reciben los acosadores cibernéticos puede llegar
a ser importante. Cada vez hay más centros de estudios y de actividades extraescolares que crean sistemas
para responder al acoso cibernético. Hay centros de enseñanza que expulsan a los acosadores de los
equipos deportivos e, incluso, del centro. Hay algunos tipos de acoso cibernético que violan los códigos
de los centros de estudio y/o que incluso incumplen las leyes contra la discriminación o contra el acoso
sexual. Por lo tanto, el acosador puede tener que afrontar importantes problemas legales.
¿Por qué lo hace la gente?
¿Por qué la gente comete acoso cibernético? Probablemente hay tantas razones como acosadores.
A veces, lo que parece ser acoso cibernético puede ocurrir de forma accidental. El carácter impersonal de
los mensajes de texto, los comentarios que se publican y otras formas de comunicación en línea pueden
hacer difícil distinguir entre un chiste y algo que no lo es.
De todos modos, la mayoría de la gente sabe cuándo la están acosando, porque el acoso implica el uso de
amenazas y/o insultos repetidos. La gente que acosa en línea sabe que se ha pasado de la raya. No se trata
de una broma o de un insulto de carácter aislado, sino de insultos y/o de amenazas constantes que van
más allá del típico pique o comentario desagradable como resultado de un enfado puntual.
¿Qué puedo hacer si recibo acoso cibernético?
A veces la gente tiene miedo o no está segura de si la están acosando. Y no hace nada para detenerlo. Si te
están acosando, si alguien se está metiendo contigo utilizando comentarios hirientes o si conoces a
alguien que está siendo objeto de este tipo de comportamiento, no hay ningún motivo para sufrirlo en
silencio. De hecho, deberías informar sobre cualquier mensaje de texto, publicación o correo electrónico
de carácter ofensivo que recibas o leas.
Explícaselo a alguien. La mayoría de expertos coinciden en lo siguiente: Lo primero que se debe hacer es
contárselo a un adulto de confianza. Es algo que suele resultar más fácil de decir que de hacer. La gente
acosada es posible que se sienta avergonzada o que tenga reticencias a informar sobre el acoso. Algunas
personas dudan porque no están seguras al 100% sobre de quién se podría tratar. Pero el acoso puede ir a
peor, de modo que explica lo que te ocurre hasta que encuentres a alguien que te pueda ayudar. A veces,
la policía puede identificar a acosadores anónimos en línea, de modo que suele merecer la pena
informarla.
La mayoría de los padres están tan preocupados por proteger a sus hijos que a veces se centran en tomar
medidas preventivas drásticas para cortar de lleno con el acoso. Si alguien te está acosando y temes
perder tus privilegios para utilizar el teléfono o conectarte a internet, explica lo que temes a tus padres.
Explícales lo importante que es para ti estar conectado y colabora con ellos hasta que encuentren una
solución que no suponga ningún castigo para ti. También deberías negociar con ellos sobre el uso seguro
del teléfono y de la computadora; lo más importante es empezar por mantener el acoso cibernético bajo
control.
También puedes hablar con tu orientador escolar o con el psicólogo de tu centro de estudios, un profesor
de confianza o un miembro de tu familia. Si el acoso cibernético te está hundiendo anímicamente (si está
afectando a tu sueño o a tu concentración), la terapia psicológica te puede ayudar. Si no te sientes
preparado para acudir a un profesional de la salud mental, busca apoyo en un adulto de confianza.
Aléjate. Lo que funciona con el acoso en persona, propio del mundo real, también funciona con el acoso
cibernético, propio del mundo virtual. Ignorar al acosador es la mejor forma de extraerle su poder, aunque
no siempre sea fácil hacerlo (tanto en el mundo real como en el virtual).
Si alguien te está molestando, prueba a no conectarte a la computadora o a apagar el teléfono durante un
rato. No contestes, y no reenvíes nunca el mensaje del acosador a otra persona. Encuentra algo para
desconectarte de lo que te está ocurriendo y distraerte. Haz algo que te apasione y que te impida pensar en
lo que te está pasando, como tocar la guitarra, salir a correr, o perderte en un buen libro o una buena
película. También puedes conversar con uno de tus padres o con tu hermano o jugar con tu mascota.
Hacer este tipo de pausas para desconectar te ayudará a relativizar las cosas y a centrarte en lo bueno de la
vida. También te dará algo más de tiempo para averiguar cómo quieres llevar las cosas.
No caigas en la tentación de responder o de contraatacar. Si te alejas y te tomas un respiro ante el acoso
cibernético, no te dejarás llevar por la tentación de contraatacar y enzarzarte en una pelea virtual con el
acosador o los acosadores. Responder cuando uno se siente ofendido puede empeorar todavía más las
cosas. (Plantarle cara al acosador puede funcionar en algunas ocasiones, pero lo más probable es que el
acosador se sienta provocado e intensifique el acoso). Si haces una pausa para desconectar y te tomas un
respiro, ¡recuperarás de nuevo tu poder!
Aunque no sea una buena idea responder al acosador, es conveniente guardar las pruebas del acoso. Te
podrán ayudar a demostrar el acoso, en caso necesario. No hace falta que conserves correos electrónicos
agresivos u otro tipo de comunicados en un lugar donde los veas constantemente; puedes pedir a uno de
tus padres que haga una copia y los guarde en un pen drive.
Informa sobre el acoso. Las redes sociales se lo toman muy en serio cuando la gente utiliza sus servicios
para publicar mensajes o contenidos crueles o despectivos o para crear cuentas falsas. Si un usuario
informa sobre un uso incorrecto, como el acoso, el administrador del sitio puede bloquear al acosador,
impidiéndole utilizar el servicio en el futuro. Si te están acosando mediante mensajes de móvil y/o de
correo electrónico, informa al servicio telefónico o al administrador de correo electrónico (como
Comcast, Google y Verizon).
Bloquea al acosador. La mayoría de los dispositivos electrónicos e informáticos disponen de funciones
que permiten bloquear electrónicamente al acosador o a los acosadores. Si no sabes cómo utilizar esta
función, pregúntaselo a un amigo o a un adulto.

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Ciberacoso: Qué es y cómo detenerlo Lo que los adolescentes quieren saber acerca del ciberacoso

Reunimos a especialistas de UNICEF y a expertos internacionales en acoso cibernético y protección de la infancia, y


colaboramos con Facebook, Instagram, Sanpchat, Tik Tok y Twitter para responder algunas de las preguntasmás
frecuentes sobre el el acoso en línea y ofrecer consejos sobre la manera de hacerle frente.

¿Qué es ciberacoso?
Ciberacoso es acoso o intimidación por medio de las tecnologías digitales. Puede ocurrir en las redes sociales, las
plataformas de mensajería, las plataformas de juegos y los teléfonos móviles. Es un comportamiento que se repite y
que busca atemorizar, enfadar o humillar a otras personas. Por ejemplo:
Difundir mentiras o publicar fotografías o videos vergonzosos de alguien en las redes sociales.
Enviar mensajes, imágenes o videos hirientes, abusivos o amenazantes a través de plataformas de mensajería
Hacerse pasar por otra persona y enviar mensajes agresivos en nombre de dicha persona o a través de cuentas falsas.
El acoso cara a cara y el ciberacoso ocurren juntos a menudo. Pero el ciberacoso deja una huella digital; es decir, un
registro que puede servir de prueba para ayudar a detener el abuso.

Si te preocupa tu seguridad o algo que te sucedió en línea, puedes recibir ayuda llamando a la línea de asistencia
nacional. Si tu país no tiene una línea de ayuda, habla sin demora con un adulto en el que confíes o busca apoyo
profesional de cuidadores capacitados y experimentados.

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La adolescencia es un periodo crítico de cambios biológicos, comportamentales y sociales que permite desarrollar y
reafirmar la personalidad, la autoestima, la autoconciencia y, en definitiva, la identidad del adolescente y futuro
adulto. Estos cambios implican un desarrollo cerebral que pueden conducir a mantener conductas de riesgo en
adolescentes y jóvenes.
Esta semana, Alejandra Escura y Mireia Garibaldi, psicólogas del INSTITUT D’ASSISTENCIA PSICOLOGICA I
PSIQUIATRIA MENSALUS, nos hablan sobre las conductas de riesgo en adolescentes y jóvenes, y nos recuerdan la
importancia de consultar con un profesional cuando sea necesario
Qué son las conductas de riesgo
Las conductas de riesgo son comportamientos que implican un efecto placentero inmediato pero carecen de una
valoración de las consecuencias posteriores.
Es fundamental comprender qué mecanismos cognitivos guían al adolescente a la asunción de conductas de riesgo.
Los procesos cognitivos que se desarrollan ante estas conductas son interpretaciones mayoritariamente erróneas que
aparecen de forma espontánea ante diferentes situaciones y que son aceptadas como verdaderas. Estas, a su vez,
conducen a desarrollar emociones desagradables que perjudican la salud, las relaciones personales y el bienestar
emocional del adolescente.
Así pues, aprender a identificar los pensamientos automáticos erróneos o distorsiones cognitivas permitirá al
adolescente alcanzar un mayor bienestar. Esta es una de las principales tareas que llevamos a cabo desde
la intervención psicoterapéutica.
Conductas de riesgo en adolescentes y jóvenes
Los adolescentes son el sector de la población más sensible a las influencias del entorno. Se trata de una etapa
decisiva en la adquisición y consolidación de los estilos de vida, ya que se reafirman algunas tendencias
comportamentales adquiridas en la infancia y se incorporan otras nuevas provenientes de dichos entornos de
influencia.
Así pues, en la adolescencia se pueden iniciar una amplia gama de conductas de riesgo que afectan a la salud
biopsicosocial de los chicos y chicas de esta etapa. Estas conductas son acciones voluntarias o involuntarias
realizadas por un individuo o la comunidad que pueden llevar a consecuencias nocivas.
Por todo ello, es esencial que padres e hijos hablen y, en caso de ser necesario, consulten con un profesional.
Principales conductas de riesgo en los jóvenes
Hoy destacamos algunas de las conductas de riesgo más relevantes de la adolescencia:
Consumo de drogas (especialmente alcohol, tabaco y marihuana)
El contacto de los adolescentes con las drogas aparece cada vez a edades más tempranas. El tabaco es la sustancia con
la que tienen un contacto más precoz, situándose la edad media de inicio al consumo en los 13,20 años, seguido del
alcohol con 13,70 años. Concretamente, el abuso de alcohol en la adolescencia se relaciona con problemas de salud,
fracaso escolar, sexo no planificado, problemas legales, alteraciones afectivas e inicio de consumo de otras drogas.
Relaciones sexuales precoces y sin medidas de protección
La mayoría de las personas inician su vida sexual durante la adolescencia. El número de abortos en esta etapa supera
los 2,5 millones. Este incremento parece estar relacionado con una iniciación sexual más precoz, mayor número de
parejas sexuales y el no uso del preservativo o de otras medidas anticonceptivas.
Trastornos de la alimentación
La aparición de trastornos como la Anorexia Nerviosa y la Bulimia Nerviosa es mayor en la adolescencia dada la
magnitud de los cambios biológicos, psicológicos y de redefinición del papel social en esta etapa de la vida, asociada
a la preocupación por el culto a la belleza. Estos trastornos se asocian a conductas de riesgo como el suicidio, las
autolesiones y problemas graves de salud que pueden conducir a la muerte.
Conducta Antisocial
Los menores que manifiestan conductas antisociales se caracterizan, en general, por presentar conductas agresivas
repetitivas, robos, provocación de incendios, vandalismo, y, en general, un quebrantamiento de las normas. Cuando
los niños se convierten en adolescentes y adultos, sus problemas suelen continuar en forma de conducta criminal,
alcoholismo, afectación psiquiátrica grave, dificultades de adaptación manifiestas en el trabajo y la familia y
problemas interpersonales.
Abandono de los estudios
El fracaso y el absentismo escolar roban a muchos menores sus posibilidades de crecimiento personal y social. El
fracaso escolar incrementa la posibilidad de sufrir algún daño o de cometer conductas infractoras como: consumir
tóxicos, sufrir accidentes, depresión, asociarse con pares que presentan conductas disruptivas, antisociales o
violentas, usar inadecuadamente las redes sociales, llevar a cabo prácticas sexuales sin protección, etc.
La Conducta suicida: la conducta de riesgo tabú
La conducta suicida es un importante factor de riesgo en la adolescencia y, a su vez, es uno de los mayores tabúes. En
realidad, es una de las primeras causas de mortalidad en esta población.
La conducta suicida engloba varios fenómenos entre los cuales destacan el suicidio consumado, la tentativa suicida y
la ideación suicida. Algunos signos de alerta relacionados con esta conducta de riesgo son:
La desesperanza acerca del futuro.
La ausencia de proyectos vitales a corto/medio plazo.
El bajo estado de ánimo y baja autoestima.
La alteración de los hábitos, del sueño, la alimentación o disminución del rendimiento académico.
Las dificultades para compartir el malestar o sufrimiento con familia y/o amigos.
El aislamiento.
El cese de actividades que antes realizaba, o incapacidad de disfrutar de las mismas.
Autolesiones (cortes en antebrazos, muslos…) normalmente realizadas con la finalidad de regular emociones
negativas.
Sufrimiento relacionado con acoso escolar, bullying.
Experiencias traumáticas (abuso sexual, maltrato…) que generan gran sufrimiento.
El papel de la familia
La familia cumple un rol primordial en el desarrollo de cada uno de sus integrantes, es moduladora y promotora de
emociones y sentimientos, es escenario constante de modelos de conducta, transmisora de valores y normas de
convivencia. La familia es el primer pilar del desarrollo de un vínculo adecuado basado en la dedicación, el afecto, la
comunicación, la cohesión, la adaptabilidad, etc.
Por todo ello, los modelos parentales y de otros adultos significativos en la vida del adolescente desempeñan un papel
trascendental, ya que ejercen una importante influencia en el desarrollo de hábitos de vida, formas de expresar
afectos, relacionarse con los demás, de resolver conflictos y de desarrollar conductas de autocuidado. Por este
motivo, el trabajo conjuntamente con los padres, en muchos casos, será uno de los pilares del tratamiento.
La adolescencia es una etapa en la que se producen grandes cambios en el desarrollo emocional, físico, mental y
social, los cuales provocan desorientación y ambivalencia en la búsqueda del equilibrio personal y social. En
ocasiones, la ayuda de un psicólogo puede facilitar la comprensión y adquisición de dichos cambios.

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¿Qué son las sustancias psicoactivas y cuánto se consumen?
Las sustancias psicoactivas son aquellas cuyo consumo puede alterar los estados de conciencia, de ánimo y de
pensamiento. Son sustancias psicoactivas, por ejemplo, el tabaco, el alcohol, el cannabis, las anfetaminas, el éxtasis,
la cocaína y la heroína. Más en inglés…
1.1 El consumo de tabaco se está extendiendo a un ritmo acelerado en los países desarrollados y entre las mujeres. El
consumo medio de cigarrillos es especialmente elevado en Asia y el Extremo Oriente, aunque el continente
americano y Europa del Este le siguen muy de cerca. Más en inglés…
1.2 Si bien el consumo de alcohol está disminuyendo en los países desarrollados, se encuentra en aumento en los
países de la antigua Unión Soviética y en los países en desarrollo, en particular en la región del Pacífico
Occidental. Más en inglés…
1.3 En todo el mundo, cerca de 200 millones de personas consumen algún tipo de droga ilegal, por lo
general cannabis, pero también anfetaminas, opiáceos y cocaína. El consumo de drogas ilegales es más habitual entre
los varones y los jóvenes. El número de personas que consumen drogas por vía intravenosa también está creciendo, lo
cual contribuye a la propagación del VIH.

2. ¿En qué medida afectan las drogas a la salud?


2.1 Las sustancias psicoactivas constituyen un lastre notable para la sociedad en términos de salud. En particular, el
tabaco y el alcohol se encuentran entre las principales causas de muerte y discapacidad en los países desarrollados.
Además, se espera que el impacto del tabaco aumente en otras partes del mundo. Más en inglés…
2.2 El consumo de sustancias psicoactivas, ya sea por placer o para aliviar el dolor, puede dañar la salud y acarrear
problemas sociales a corto y largo plazo. Los efectos sobre la salud pueden consistir en enfermedades del hígado o
del pulmón, cáncer, lesiones o muertes provocadas por accidentes, sobredosis, suicidio y agresiones. Algunos
ejemplos de los efectos en el plano social son las detenciones, la pérdida de las relaciones y el descuido de las
obligaciones.

3. ¿Cómo afecta la drogadicción al funcionamiento del cerebro?


3.1 La drogadicción, también llamada drogodependencia, es un trastorno cerebral provocado por el consumo de
sustancias psicoactivas. El drogodependiente puede experimentar un fuerte deseo por la droga, tener dificultad para
controlar su consumo, sufrir el síndrome de abstinencia cuando se reduce o interrumpe el consumo y necesitar dosis

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