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CON ÁNIMO DE PÁNICO (II)

R/N. REVISTA DE NARRATIVA. ISSN 2605-3608


n.º 3, vol. II
2018
R/N
Revista de narrativa
Número 3, volumen II / 2018

ISSN 2605-3608

Con ánimo de pánico (II)


(Relatos por Halloween)

Edición y prólogo
José Eduardo Morales Moreno
R/N. Revista de narrativa
N.º 3, vol. II. ISSN 2605-3608
Diciembre, 2018

IES Los Cantos


Bullas (Murcia)

DISEÑO Y MAQUETACIÓN:
José Eduardo Morales Moreno

ILUSTRACIÓN DE PORTADA:
Leonardo Yip (Unsplash)

Licencia Creative Commons

Reconocimiento — No comercial — Sin obra derivada


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quiera de sus partes (salvo la ilustración de portada, que tiene la licencia esta-
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Sin obras derivadas. No se puede alterar, transformar o generar una obra
derivada a partir de esta obra.
En donde esté una piedra solitaria
sin inscripción alguna,
donde habite el olvido,
allí estará mi tumba.

BÉCQUER
ÍNDICE

Prólogo ........................................................................................... 9
El fantasma de la pared, por Alba López Escámez ..................... 11
La soledad, por Pedro Antonio García Díaz................................. 14
La feria de los infiernos, por Pablo Antonio Jiménez López ....... 19
La Universidad, por David Espín Jiménez ................................... 23
El hombre del saco, por Lope Javier López García ..................... 29
Stugartson, por José Javier Pérez Jiménez ................................... 32
No tengas miedo, por Francisco Espín Valera.............................. 34
La mujer del pasillo, por Fernando Caballero Puerta ................... 37
El aniversario de la muerte, por Ana Isabel Castro Gil .............. 39
La historia de mi abuelo, por Mateo Fernández Guirado............. 42
La caja misteriosa, por Rodrigo de Gea Fernández .................... 46
La mansión de los Cuervos, por José Manuel Sánchez Martínez. 50
Una familia con una sombra a las espaldas, por Carmen Lucía
López Fernández .......................................................................... 52
Sombra, por Juan Pedro Gea Muñoz ............................................ 57
La chica de la fotografía, por Juana María Álvarez Ruiz ............ 59
La fatídica excursión, por Mauricio Maciel Fernández ............... 61
Las sombras de aquel día, por Ana María Noguera Muñoz ........ 64
Caso cerrado, por María López Jiménez .................................... 67
Terror en la atracción, por José Guirado Guillén ........................ 71
La isla prohibida, por Francisco Fernández Fernández ............... 73
Era una noche fría de invierno, por José Gómez Fernández ....... 76
Sigue durmiendo, por Lope Jesús Moreno Egea .......................... 78
La preciosa y misteriosa muñeca, por Marta Martínez Martínez . 81
La desaparición, por Mario Jiménez Pérez .................................. 85
La soledad de Pepe, por Alejandro Martínez Espín ..................... 88
Pequeñas mentirosas, por Noa Fernández Fernández ................. 90
El armario, por Mateo Sánchez Jiménez ..................................... 93
El vecino, por Juan José León López ........................................... 96
Nahir, por Francisco Valera García.............................................. 99
La criatura de la cama, por Lucía Llamas Jiménez ................... 101
Algo entre los matorrales, por Antonio Espín Fernández ......... 104
El fantasma de la familia, por María Cayuela Rodríguez .......... 106
No todo es lo que parece, por José María Valera García ........... 108
Un trastorno desconocido, por Rosa Belén López Fernández ... 111
Una noche de terror, por María del Rosario Sánchez Sánchez.. 114
R/N. Revista de narrativa. Núm. 3, vol. II. 2018. ISSN 2605-3608

PRÓLOGO

En un cuento de Robert E. Howard, de cuyo título no


quiero acordarme, se interroga a los lectores acerca de una
cuestión que pocas veces nos planteamos en profundidad:
“¿El miedo?”, nos pregunta este autor, y a continuación repro-
cha:
—Ustedes no saben lo que es el miedo, ni siquiera pueden
imaginarlo.
Esta afirmación no es gratuita, pues el universo que desa-
rrolla en su libro Rostro de calavera, publicado en 1929, su-
merge al lector en situaciones dominadas por el horror más
devastador y lo arrastra hacia los márgenes de los sueños, ha-
cia las ruinas de la conciencia, de la voluntad y de la memoria;
a lugares donde no solo habita el olvido sino la ausencia más
absoluta de la esperanza, como si, nada más abrir aquel libro,
se pudiese leer la inscripción que siglos atrás encontró Dante
al llegar al Infierno en su Divina comedia: “Lasciate ogni spe-
ranza voi ch’entrate”. Abandonad toda esperanza, vosotros
que entráis.
A esta labor de construir mundos donde habite el terror y
la desesperanza se lanzaron los alumnos del IES Los Cantos
(Bullas, Murcia); con algunos de sus relatos publicamos el pri-
mer volumen de este tercer número de R/N. Revista de narra-
tiva; con otros publicamos este segundo volumen, para que los

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R/N. Revista de narrativa. Núm. 3, vol. II. 2018. ISSN 2605-3608

lectores se adentren en las fabulaciones y en las tramas que


del horror y del miedo han imaginado y formalizado estos jó-
venes escritores, algunos de los cuales se han visto envueltos,
por primera vez, en la escritura de un relato, una aventura que
han disfrutado y de la que no han salido tan mal parados como
inicialmente se temían.
Y es que el miedo habita muchas más veces en nuestra fe-
bril imaginación que en la propia realidad…

José Eduardo Morales Moreno


Profesor de Lengua y Literatura

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R/N. Revista de narrativa. Núm. 3, vol. II. 2018. ISSN 2605-3608

EL FANTASMA DE LA PARED,
por Alba López Escámez

3º ESO C

Ana era una chica muy feliz y divertida a pesar de que su


madre había muerto cuando ella tenía diez años.
Un día ella iba por la calle sola a hacer unos recados, por
el camino se fue dando cuenta de que en algunas paredes de
las casas había una especie de símbolo raro.
No le dio importancia y siguió su camino.
Al volver de hacer los recados colocó la compra y se dio
cuenta de que en una de las paredes de su casa había una marca
idéntica a las de antes. Decidió tomarle una foto por si acaso
era una imaginación o desaparecía al día siguiente.
Pasó un tiempo y cada día iba viendo la marca más y más
grande, por esta razón llamó a un especialista en investigar
casos paranormales.
Al llegar, el hombre quedó impresionado y tardó unos días
en dar con lo que estaba pasando.
Un mes más tarde le entregó los resultados a los que había
llegado… Resultaba que era una especie de fantasma que pa-
seaba por allí y cada vez que pasaba agrandaba un centímetro
la marca; al pasar tantas veces, si la marca se agrandaba hasta
el tamaño de la pared, la casa quedaría encantada por unas
criaturas peores y al final acabarían muriendo los residentes
de la casa.

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R/N. Revista de narrativa. Núm. 3, vol. II. 2018. ISSN 2605-3608

Este fantasma no iba a cualquier casa, solo había dejado


manchas en cinco casas de esta ciudad y era por casos que
nadie sabía, solo él.
Ana quedó asustada y fue en busca de los propietarios de
las demás casas que estaban como la suya. Al llegar a las casas
comprobó que nadie le abría la puerta y cuando miró por la
ventana pudo ver cómo había una marca entera en la pared de
la habitación y un rastro de sangre en el suelo, así que decidió
entrar para ver qué era lo que había pasado…
Al abrir la puerta notó cómo una corriente fresca y rápida
cerró la puerta de un golpe fuerte y brusco. Ana se adentró por
el pasillo, por el cual las fotos y los cuadros que había estaban
con caras poseídas y medio rotos. Ana estaba empezando a
arrepentirse por haber entrado a tal lugar.
Vio una puerta entornada y decidió abrirla, y vio cómo un
sillón se movía para adelante y para atrás como si alguien es-
tuviera meciéndose, ella no podía creer que hubiera alguien
ahí sentado, así que se sentó y se quedó dormida. Mientras
dormía, un fuerte balanceo la hizo caer del sillón y se des-
mayó.
Al despertar vio cómo todo había cambiado, ya que des-
pertó en un mundo paralelo y muy oscuro y tenebroso…
Estaba en la misma casa pero era todo diferente: en el si-
llón había un hombre serio meciéndose, en el pasillo ya no
había rastro de sangre ni ninguna marca en la pared.
Decidió salir de allí y se dirigió a su casa. Una vez allí
entró al salón vio cómo su madre estaba al lado de la pared
donde se encontraba la marca, y tenía una sonrisa maligna de
oreja a oreja.
Ana quedó en estado de shock y empezó a llorar, ya que
comprobó que estaba muerta y que su madre había sido la que
la había matado.

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R/N. Revista de narrativa. Núm. 3, vol. II. 2018. ISSN 2605-3608

Todos los días su madre pasaba por la pared del salón una
vez, pero este día su madre se hartó y pasó muchas veces se-
guidas hasta conseguir llenar la pared y conseguir la muerte
de su hija. En las otras casas en las que pasaba lo mismo, lo
que ocurrió fue la misma jugada, pero con familiares o cono-
cidos de los propietarios.
Así que, si algún día ves una marca en tu pared que va
aumentado de tamaño habiendo fallecido algún conocido, es-
capa de esa casa o te convertirás, como Ana, en el fantasma
de la pared.

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R/N. Revista de narrativa. Núm. 3, vol. II. 2018. ISSN 2605-3608

LA SOLEDAD,
por Pedro Antonio García Díaz

1º Bachillerato BH

Al volver del instituto, algo cansado y con los auriculares


rotos tras la broma que le hizo John en dibujo, Mads se siente
algo solitario, como si le hubieran arrebatado todo lo que le
quedaba, pero él pensaba solo en su madre, que solo podía ver
los viernes por su trabajo. Ella siempre le traía una barrita de
chocolate de donde trabajaba para que Mads no estuviera tan
triste.
Como cada día, Mads pasaba por el puente de Brooklyn,
que tanto le asombraba, quedaba impresionado con la canti-
dad de hierro con el que se hizo y con cómo, aun siendo tan
grande, aguantaba tanto peso. Él quería construir puentes.
Al llegar a casa y subir las escaleras fue a saludar a su ma-
dre, pero no estaba por ningún rincón de la casa, solo estaba
su padrastro, al cual odiaba, echando la siesta en el sofá, lo
despertó para preguntarle dónde estaba su madre, él le dijo
que había ido a por unas cosas al supermercado, así que deci-
dió esperarla.
Pasada una media hora, Mads tenía hambre, por lo que co-
gió algo de dinero y fue a la cafetería S. King a por un sánd-
wich que allí preparan que tanto le gustan, a una calle del re-
cinto se escucharon gritos salir del local y en un abrir y cerrar
de ojos un destello de luz acompañado de un grave ruido se
escuchó. Mads corrió para ver qué había pasado, entró y se
abrió paso entre la gente pero para su sorpresa un río de sangre

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R/N. Revista de narrativa. Núm. 3, vol. II. 2018. ISSN 2605-3608

se acercaba a sus pies dejando ver la cara del asesino y de otra


mujer llorando, su madre tirada en el suelo con un disparo en
el pecho yacía delante de él, por el suelo toda la compra que
acababa de hacer y el sándwich que se iba a comprar; parali-
zado, empezó a llorar y salió del local corriendo, se dirigió
hacia el puente por donde había pasado antes.
Lloró durante un largo tiempo hasta que el camarero de la
cafetería se acercó a él y le dijo que le estaba buscando, con
una sonrisa extraña le mencionó que lo sucedido hacía un rato
no era nada, pues él sabía que Mads había estado solo ya antes
y que esto no era para tanto. Mads le gritó que se callara y se
fuera, él no quería saber nada más, pasados unos minutos se
levantó, subió a la barandilla y miró abajo, aterrorizado por lo
que iba a cometer. Fue asustado por un hombre con un traje
manchado y, sin quererlo, cayó al vacío, donde acto seguido
murió.


Hacía un mes que cumplieron cinco años como casados,


Jennefer dejó a su familia en Atlanta para irse a vivir con Mi-
chael a Nueva York, la relación no iba tan bien como otros
años, él la culpaba de todas sus últimas desgracias y ella le
insultaba diciéndole que no era nadie con un trabajo tan me-
diocre, que parecía mentira que hubiese estado en el ejército.
Un día Michael se encontraba bebiendo en la cafetería, el
camarero, interesado, le preguntó cómo llevaba el día, Mi-
chael respondió que, como de costumbre, tenía ganas de coger
sus cosas y marcharse, el camarero le volvió a preguntar que
por qué había llegado a esa situación, Michael dijo que había
una persona que no paraba de amargarle la vida, que si pudiera
le daría una lección. El camarero, con una extraña sonrisa, le
dijo que lo hiciera, que nadie puede amargarle el día a nadie;

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R/N. Revista de narrativa. Núm. 3, vol. II. 2018. ISSN 2605-3608

Michael, pensativo, de repente se levantó y pagó, con una son-


risa salió del local.
Mientras esto sucedía, Jennefer había vuelto a quedar con
Stuart, él le había conseguido vender las acciones de la em-
presa con la consecuencia de que le daría una mejor vida a
Jennefer, los dos llevaban viéndose unos meses a espaldas de
Michael, Stuart no sabía sobre su existencia. Entonces se abrió
la puerta y él apareció, en menos de un segundo su expresión
de felicidad cambió a la de un tono más serio hasta acabar en
el enfado, preguntó que quién era este tío; Jennefer, sorpren-
dida, dijo que era un señor que les haría ricos con unas accio-
nes que ella le había comprado, Stuart cogió su maletín y se
marchó por miedo; Michael, como si nada hubiera pasado,
abrazó a Jennefer y le besó, dijo que le daba igual el dinero,
que tenía otro plan.
A los pocos días Michael fue a sacar dinero, pero se topó
con que no le quedaba nada, entonces pensó en sacarlo del
depósito pero también estaba vacío, entró al banco para pre-
guntar qué le había ocurrido a sus cuentas y le dijeron que tras
la compra de unas acciones se había quedado sin nada y tam-
poco podía venderlas, pues la empresa hacía dos semanas que
había cerrado por bancarrota.
Michael fue a su casa, donde cogió algunas cosas y entre
ellas una pistola, regresó a la cafetería, donde llamó a Jennefer
para que fuera, que le tenía que decir algo muy importante.
Ella llegó al local y se sentó en la mesa donde estaba Mi-
chael riendo, como si le hubieran contado el mejor de los chis-
tes; ella, algo extrañada, se sentó y Michael le empezó a in-
sultar diciendo que era la mayor de las putas y que ahora se
había quedado sin dinero, pero que daba igual por lo que iba
hacer.

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R/N. Revista de narrativa. Núm. 3, vol. II. 2018. ISSN 2605-3608

Michael se levantó y agarró a Jennefer hasta levantarla a


ella también, entonces sacó un arma y le amenazó con matarla
para darle una gran lección que nunca olvidaría, entonces ella
le empujó, haciendo que se resbalara con un charco y dispa-
rando el arma, dándole a una mujer que estaba expectante del
acto, Jennefer empezó a gritar y a llorar y unos cuantos hom-
bres que allí estaban redujeron a Michael, el cual no paraba de
reír. Un chico de repente salió de entre la multitud, empezó a
llorar y salió corriendo de la escena.



Stuart era un hombre con suerte, tenía dinero, amigos, acu-


día a todas las fiestas y siempre le alababan. Un día, mientras
estaba hablando por teléfono, un compañero le avisó de que
algo raro pasaba en los porcentajes, él echó un vistazo rápido
y dijo que todo estaba normal, que él ya lo había visto varias
veces. Horas después hubo un desplome en bolsa donde la em-
presa de la cual tenía tantas acciones había entrado en banca-
rrota, algo asustado decidió intentar poner en venta las accio-
nes, pero nadie las quería. A las pocas semanas había perdido
la gran mayoría de su dinero y la gente con la cual se llevaba
bien se empezó a distanciar, ya no le querían invitar a fiestas
y aquel hombre que fue alguna vez se había convertido en un
don nadie.
Meses después, sin nada que vender, se dedicaba a estafar
a personas vendiendo estas acciones que no llevaban a ningún
sitio. Un día se encontró con una mujer, ella era Jennefer, vio
que podía venderle las acciones que le quedaban y marcharse,
pero cada vez que hablaban él se iba enamorando más y más
de ella, pero en su cabeza aún quería venderle las acciones.

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R/N. Revista de narrativa. Núm. 3, vol. II. 2018. ISSN 2605-3608

Tras dos meses de intentos, Jennefer se comprometió a


comprarlas. Una vez hechas las cosas la puerta de la casa de
Jennefer se abrió y entró un hombre que no conocía de nada;
asustado, decidió marcharse rápidamente, pasó los días be-
biendo en un bar. Cuando salió de camino a su piso, pasó por
el puente Brooklyn y vio cómo un chaval se subía a una ba-
randilla, al intentar acercarse para bajarlo el chico se asustó y
cayó al mar. Stuart, sorprendido, fue corriendo a pedir ayuda
hasta acabar en la cafetería S. King, donde vio cómo bastantes
agentes de policía arrestaban al hombre que vio en la casa de
Jennefer y a ella siendo tranquilizada por otros agentes, el ca-
marero se acercó a él y le dijo que habían matado a una mujer
y lo peor era que el hijo de esta lo había visto todo pero que
se había marchado al puente a llorar, entonces Stuart relacionó
los hechos de la cafetería y se dio cuenta de lo que había ge-
nerado.
Meses después Jennefer acabó viviendo en la calle como
mendigo, Michael acabó en un psiquiátrico por esquizofrenia
y Stuart en la cárcel por negocios falsos.

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LA FERIA DE LOS INFIERNOS,


por Pablo Antonio Jiménez López

2º ESO E

Me llamo Sinder y esta es mi historia, que me ocurrió el


día cinco de enero de 1989, cuando tenía diecinueve años.
Estaba en mi casa viendo la tele cuando de repente escuché
entrar a alguien. Yo estaba en mi habitación cuando lo oí y mi
primer impulso fue esconderme en el armario.
Cuando llevaba unos diez minutos y ya no escuchaba nada,
decidí abrir la puerta del armario y me lo encontré. No sé lo
que paso después, pero aparecí en una atracción de una feria
abandonada que no conocía. Me di unas vueltas para ver si
averiguaba algo y encontré unos nombres grabados en la pa-
red con sangre y, además, me di cuenta de que en el suelo ha-
bía unos charcos de sangre y alguna que otra huella.
Decidí seguir las huellas y cuando iban desapareciendo oí
un disparo detrás de mí, me giré y vi un hombre muerto con
un mensaje en el que pude leer: “Te queda poco”, y al verlo
me asusté y me tropecé hasta que terminé en uno de los char-
cos de sangre empapándome todo el cuerpo.
Después de esta locura quería salir de aquel lugar y me
puse a buscar algo para abrir la puerta, pero por desgracia no
encontré nada e intenté empujarla, y por sorpresa me di cuenta
de que había otro mensaje que decía: “Nunca saldrás de aquí,
a menos que hagas lo que te diga”. En ese momento me pre-
gunté qué tendría que hacer para salvarme, y de la nada vi caer
un hombre muerto con una nota que decía: “Lleva este cuerpo

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al cementerio de la feria, la puerta está abierta. Si intentas es-


capar, tus familiares lo pasarán peor que tú”. Después de
leerlo cogí el cuerpo y lo llevé al cementerio.
En aquel lugar en el que casi no veía nada, vi a un hombre
con una pala y me acerqué. Él me dijo que enterrase a ese
hombre que llevaba y yo, sin decir nada, lo hice. Cuando ter-
miné de excavar, el hombre ya no estaba.
No sabía qué hacer en aquel sitio y me quedé sentado.
Cuando ya estaba aburrido, oí un grito que venía de la feria e,
intrigado, fui a echar un vistazo.
Cuando llegué, vi que las atracciones volvían a funcionar
y me pregunté cómo era posible que funcionasen en tan mal
estado.
Pensé acercarme más por si veía algo, pero no vi nada. Al
rato vi a una persona corriendo por la feria, intrigado me puse
a seguirla y me di cuenta de que se dirigía a la salida, pero me
paré porque vi cómo iba desapareciendo. Al girarme para in-
tentar buscarla, escuché un disparo que venía de afuera, y vi a
aquella persona misteriosa muerta. Yo lo único que quería era
escaparme, pero el pensamiento de que algo malo le podría
pasar a mi familia si lo hacía me detuvo. De modo que seguí
investigando por la feria, cuando de repente me di cuenta de
que un coche de choque que venía hacia mí con una metralleta
en la parte delantera empezó a dispararme sin control, lo que
pensé en ese momento fue que mi vida terminaba allí por to-
das las muertes que había visto, pero conforme iba corriendo
me di cuenta de que había dado con la salida de la feria y,
cuando me di la vuelta para ver si todavía me seguía el coche,
no lo vi.
Tras dar varias vueltas por el campo, por fin vi la carretera
y, cuando la alcancé, resultó que era la que iba para mi casa,
la seguí y durante el trayecto no me pasó nada, pero cuando

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llegué al vecindario mi casa había desaparecido, me fui a la


casa de mi vecino a preguntarle pero no me abrió, miré por la
ventana y había luz, pero no lo vi. De modo que miré en la
ventana de mi vecina y toqué el timbre, pero tampoco me
abrieron. Eso fue muy sospechoso y pensé que podrían estar
muertos, porque ellos son ancianos y a esas horas suelen estar
en casa.
Busqué alguna llave en alguna de las dos casas y por suerte
encontré una, era la de mi vecino Antonio. Cuando la encon-
tré, abrí la puerta y vi su cadáver y, por desgracia, estaba junto
con el de mi vecina. Pensé que eso de encontrar la llave lo
hicieron para que entrase y los viera. Tras verlos me vino a la
cabeza mi familia y, como vivían cerca de mí, allí fui co-
rriendo a ver si estaban vivos. Cuando entré, vi manchas de
sangre por toda la casa y no los vi. El único sitio que me que-
daba era la terraza, subí para ver si estaban allí y, como espe-
raba, estaban muertos. Tras ver la situación en la que me en-
contraba decidí suicidarme, ya que no tenía nada que perder,
pero cuando ya tenía los pies en el balcón y estaba dispuesto
a hacerlo, oí una vocecilla que venía del suelo, me bajé y era
mi hermana, que no había muerto del todo.
Llevé a mi hermana al hospital corriendo, la dejé en urgen-
cias y avisé a un médico para que la mirase. Cuando llegué
con el médico, mi hermana estaba muerta con un cuchillo cla-
vado en el corazón.
Al día siguiente me fui de mi ciudad y cogí un vuelo para
irme del país. Decidí vivir en Florida, ya que estaba lejos y era
grande. Al llegar escribí lo que me había pasado en esos días
tan angustiosos para mí.

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Aquí acaba la historia de Sinder, que murió en un acci-


dente de avión. Esta historia se publicó en los periódicos de
todo el mundo y conmovió a muchas personas. Por suerte para
Sinder y todos los de su familia, fueron enterrados en una ca-
tedral para que nunca se olvidara su historia.

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LA UNIVERSIDAD,
por David Espín Jiménez

3º ESO B

Y aquí nos encontrábamos Melchor y yo, enfrente de ella,


la que nos había atormentado y nos hizo perder a uno de nues-
tros mejores amigos, Rory.
Cuando nos disponíamos a abalanzarnos sobre Moira, ella
se escapó y nos dijo que la persiguiéramos, yo iba decidido a
buscar venganza pero Melchor me dijo que esperásemos e
ideásemos un plan, yo acepté, aunque por dentro tenía la co-
razonada de seguirle. Cuando nos paramos a idear un plan, me
quedé empanado sin prestar atención a lo que decía Melchor,
me puse a pensar cómo había sucedido todo esto, aquel día de
primavera, de cuya fecha me acuerdo perfectamente: el 20 de
agosto de 1998.
Aquel día iba a comenzar como cualquier otro día tran-
quilo en el que nos encontrábamos Melchor, Rory, Moira y yo
en la puerta de la universidad. Muchos os estaréis preguntando
quiénes son mis amigos; bien, pues os voy a contar un poco
sobre ellos.
Melchor: es un chaval de 20 años el cual es mi hermano,
es un chico rubio, de ojos marrones, de altura media, es muy
listo y astuto, se le ocurrirían cosas que a nadie se le pasarían
por la cabeza. Él y yo tenemos una mascota, un sapo llamado
Alex.

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Rory: chico de 22 años, el mayor del grupo, el cual estaba


enamorado de Moira, es un chico moreno con gafas, de ojos
verdes, bastante alto y fuerte pero, aunque tenga un cuerpo
robusto, es muy sensible por dentro. Es amigo de Melchor,
Manolo y Moira desde muy pequeños.
Moira: tiene la misma edad que Melchor, es una chica mo-
rena con mechas californianas en las puntas, con ojos verdes
y un físico atractivo, es muy sensible pero a su vez muy lista
y atrevida, ella también está enamorada de Rory, pero esto no
durará mucho, ya lo veréis por vosotros mismos; también te-
nía como afición investigar cosas paranormales, lo cual no le
llevaría por buen camino.
Manolo: sí, este soy yo, soy el menor del grupo, tengo 18
años, pelo castaño, me considero bastante listo, divertido, so-
ciable pero sobre todo muy sensible, ya iréis conociéndome a
medida que os narro este intimidante hecho.
Vayamos a lo importante: aquel día de universidad parecía
todo muy normal, entramos a la primera clase Moira, Melchor
y yo, los cuales íbamos juntos en la misma clase, al pobre de
Rory le tocó solo. La primera clase transcurrió como cualquier
otra, se pasó bastante rápido. Cuando iba a llegar la segunda
clase pasó lo que no debería haber pasado: Moira se acercó a
Francesco, un alumno de intercambio procedente de Italia, na-
die se atrevía a acercarse a él, pues decían que era un chico el
cual estaba metido hasta el cuello en cosas paranormales,
Francesco le contó a Moira que había escuchado e investigado
sobre esta universidad antes de venir y descubrió que hacía
unos cien años, el año en que se inauguró la universidad, hubo
un asesinato, el de Freddy, un chico de 18 años, del cual dicen
que su alma todavía sigue vagando por la universidad. A
Moira en ese instante le dio un poco igual, le pareció la típica

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historia de miedo que nadie se creía, ella se despidió de Fran-


cesco y volvió a su asiento correspondiente en clase, al lado
de Melchor. Al terminar las clases de ese día Moira empezó a
darle vueltas a lo que Francesco le dijo, lo que ella en un prin-
cipio no se había creído. Decidió despedirse de Melchor y Ma-
nolo, así lo hizo y decidió salir en busca de Francesco para
preguntarle más cosas sobre el asesinato pero, por desgracia,
Francesco ya se había marchado a casa, entonces Moira deci-
dió quedarse en los ordenadores del instituto investigando.
Ella investigó e investigó, pero no encontró respuesta alguna,
cuando de repente escuchó un ruido muy extraño, como si es-
tuvieran arañando la pizarra, ella miró hacia la pizarra y vio
cómo aparecieron las terroríficas palabras: “Deja de investigar
y pregúntame a mí, aquí estoy yo, Freddy”. Moira pensó que
sería alguna broma pero se dio cuenta de que no lo era cuando
ella siguió investigando y el ordenador se le apagó: aparecie-
ron unas letras en blanco en la pantalla que decían: “Te avisé”.
Cuando, de repente, Melchor y yo oímos un alarmante grito
que provenía del interior de la universidad, nosotros pensamos
que no sería nada grave, por lo que decidimos irnos a casa.
Al día siguiente, como era costumbre, fuimos a recoger
Melchor y yo a Rory y después a Moira, cuando llegamos a la
casa de Moira tocamos al timbre, salió a recibirnos su madre,
como era costumbre, ella nos contó que Moira no había ido a
dormir a casa y tampoco cogía las llamadas, nosotros pensa-
mos que se habría quedado durmiendo en la sala de ordenado-
res de la universidad, ya que ya le había ocurrido varias veces
en los últimos días. Cuando entramos en la sala de ordenado-
res y vimos que no estaba ahí Moira y tampoco la habíamos
visto por ningún lado, saltaron las alarmas entre nosotros, de-
cidimos al instante ir a hablar con el director para preguntarle

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que si sabía algo al respecto, por desgracia nos contó que no


sabía nada pero que si se enteraba de algo ya nos avisaría.
Entonces decidimos ir a clase y esperar a que apareciera
Moira, pero no, no apareció en todo el día y decidimos Mel-
chor, Rory y yo salir en busca de ella por toda la universidad,
no fuese que le hubiera pasado algo. Ya era bastante tarde,
sobre las doce de la noche, y seguíamos sin encontrarla
cuando, de repente, pasamos por al lado del baño, se escuchó
un grito malvado y decidimos entrar a ver qué había sucedido.
Cuando entramos vimos una de las peores imágenes que había
visto en toda mi vida: Moira acababa de intentar ahorcarse
pero, por suerte, llegamos a tiempo para salvarla. Rory fue el
que peor salió de toda esa escena, lloraba desconsoladamente
al ver lo que Moira acababa de hacer.
Desde aquel día Moira comenzó a comportarse de forma
extraña, dejó de juntarse con nosotros y, por si fuera poco, su
madre nos llamó ayer contándonos que su hija había empe-
zado a hacer cosas y ruidos raros por la noche. Aquel día nos
armamos de valor y decidimos ir a hablar con ella, pero hasta
que no terminaron las clases no pudimos, pues nos esquivaba
a todo momento. Empezamos a hablar sobre qué se le pasó
por la cabeza para hacer esa locura y nos dijo que había algo
que la obligaba a hacerlo, que ella no actuaba, había algo que
la movía, ella nos contó que el espíritu de Freddy estaba den-
tro de ella, nosotros no la creímos y ella, para demostrarlo,
giró la cabeza trescientos sesenta grados, cuando hizo eso qui-
simos salir corriendo, pero fuimos fuertes y nos quedamos allí
delante de ella. Rory, asustado, saltó a por ella y Moira, con-
trolada por Freddy, lo cogió por los pies, lo puso boca abajo y
le arrancó los ojos.
Melchor y yo nos quedamos sin saber qué hacer, decidi-
mos salir corriendo mientras que Moira lanzaba a Rory por el

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balcón de la universidad. Intentamos escondernos de ella en


los baños cuando, de repente, apareció saltando nuestro sapo
Alex; Melchor, asustado de que le pasase algo, se lo escondió
en el bolsillo, salimos del baño, fue salir y ¡zas!, ahí estaba
Moira, lo cual nos traslada al principio de esta historia.
A Melchor se le ocurrió la perfecta idea, con la ayuda de
nuestro sapo Alex, de hacer que Freddy saliese del cuerpo de
Moira, para ello Melchor cogió una biblia de la biblioteca y
una cruz que llevaba en el bolsillo, hizo que su sapo Alex se
la tragase, tras esto Melchor y yo salimos dispuestos a ir a por
Moira y así fue, cuando nos la encontramos nos amenazó y
nos dijo que nos quitásemos de su camino si no queríamos
morir, pero nosotros lo único que queríamos era acabar con el
espíritu, para ello Melchor sacó de su bolsillo al sapo, Alex
salió directo a por Moira y ella se lo comió, lo que Moira no
sabía es que dentro de Alex estaba la cura a los espíritus, la
palabra de Dios, que según los mejores exorcistas era la solu-
ción, y así fue, Freddy salió del cuerpo de Moira, yo lo atrapé
en un bote, Moira cayó desplomada al instante de que el espí-
ritu saliese de su cuerpo, Melchor salió corriendo hacia ella y
le echó agua para que se espabilase, pero ella no respondía.
Decidimos salir corriendo con ella en peso a nuestra casa,
una vez allí la acostamos en una cama, le pusimos una toalla
mojada en la cabeza, tras dos horas Moira despertó asustada,
pero allí estábamos Melchor y yo para calmarla. Le contamos
todo lo sucedido, ella se sentía fatal por lo que le tuvo que
hacer a Rory pero al final aceptó que quien lo hacía era Freddy
con su cuerpo. Moira se marchó a su casa tras encontrarse me-
jor, cuando ella se marchó yo decidí llevar el bote con el espí-
ritu de Freddy a una habitación, la cual estaba en el sótano,
puse el bote en una estantería, la rodeé de cruces para que el
espíritu no pudiese salir, tras eso salí de la habitación, la cerré

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con llave. ¿Qué hice con la llave?, os preguntaréis. Sincera-


mente, no lo sé ni yo, creo que la tiré al mar con la esperanza
de que nadie la encontrase.

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EL HOMBRE DEL SACO,


por Lope Javier López García

1º Bachillerato BH

Esta es la historia de un hombre, si se le puede llamar así,


que era pura maldad, no tenía alma, parecía que estuviera
muerto, pero quién dice que alguna vez estuviera vivo.
Esta es la historia de Tommy, el pequeño e inocente niño
de ocho años que un 31 de octubre de 1980, en Halloween,
vestido con un traje de payaso, apuñaló a su hermana con un
cuchillo jamonero hasta matarla. Tras apuñalarla intentó huir
de su casa, pero sus padres, afortunadamente, lo cogieron.
A continuación de este suceso sus padres lo internaron en
un colegio de menores hasta los dieciocho, cuando lo trasla-
daron a una cárcel tras una serie de altercados en el colegio.
Quince años después, durante la noche del 30 de octubre de
1995, el psiquiatra de Tommy y el encargado de seguridad de
la cárcel, José María (Chema), se dieron cuenta de que había
habido una fuga masiva de internos, incluyendo al pequeño
Tommy, ahora de veintitrés años.
Al día siguiente, el pueblo de Bullas se preparaba para la
llegada de Halloween. Pedro, que era un empollón, rechazó la
invitación de sus amigos porque tenía que estudiar y cuidar
por la noche de los hijos de los señores Estrellos (gran fallo,
sin duda alguna), los cuales habían sido invitados a una fiesta
de disfraces. Mientras que Pedro iba caminando hacia la casa
de los Estrellos se cruzó con Tommy, que por alguna extraña

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razón se paró y siguió a Pedro. Pedro recibió varias llamadas


de sus amigos intentando convencerlo para que fuese a la
fiesta; tras el rechazo insistente de Pedro, sus amigos colgaron
el teléfono, pero no quedaron satisfechos. Mientras tanto, el
encargado de seguridad de la cárcel había puesto en busca y
captura a los presos fugados, pero él mismo se quiso encargar
personalmente de Tommy.
Al ser Bullas un pueblo pequeño era cuestión de tiempo
que José María encontrase a Tommy, pero ¿sería capaz de
capturarlo? Bueno, la pregunta está formulada, pero lo que
José María no sabía era que se le agotaba el tiempo. En la casa
de los Estrellos, Pedro estaba viendo una película de terror in-
fantil, el famoso hombre del saco. Tras finalizar la película,
Pedro acostó a los niños en su cama. Justo antes de que Pedro
se despidiera de los niños estos le pidieron una última cosa,
como de costumbre le pidieron que mirara en el armario. Pe-
dro, con un tono sarcástico, dijo:
—Vaya, chicos, ¿creéis que el hombre del saco está aquí?
Vaya tontería, el hombre del saco no existe —dijo antes de ir
a cerrar el armario—. ¿Veis como no hay nad…?
El rostro sin vida de Tommy estaba en ese armario, tan frío
y siniestro como siempre. Tommy apuñaló a Pedro con su cu-
chillo jamonero, vestido de mecánico con una máscara de fan-
tasma. Los niños, aterrorizados, huyeron de la habitación,
pero Tommy les persiguió.
Los amigos de Pedro llegaron a la casa y tocaron a la
puerta (no al timbre, para no despertar a los niños) y al ver que
no les abría nadie saltaron la valla del jardín, colándose en el
interior de la casa. Los amigos de Pedro escucharon gritos que
venían de la planta de arriba, cogieron un cuchillo y fueron
tras ellos, cuando llegaron los gritos habían desaparecido, solo
se escuchaba un pequeño sonido. Los amigos de Pedro vieron

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a Tommy apuñalando a uno de los hijos de los Estrellos. Tras


una pequeña petrificación por el miedo, no dudaron en aba-
lanzarse contra Tommy, clavándole un cuchillo en el cuello,
pero seguía con vida, o al menos en pie, sin inmutarse.
Tommy golpeó a uno de los amigos de Pedro, dejándolo KO
y, justo cuando iba a apuñalar al último amigo del ya fallecido
Pedro, apareció José María disparándole en el pecho, ha-
ciendo que se cayera por el balcón. José María se preocupó
por los amigos de Pedro y, tras una breve conversación para
asegurarse de si estaban bien, se asomó al balcón para asegu-
rarse de que Tommy estaba muerto, pero el cuerpo de Tommy
no estaba.
Es así que no se encontró el cuerpo de Tommy, por lo que
puede estar en tu armario, debajo de tu cama o detrás de ti…

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STUGARTSON,
por José Javier Pérez Jiménez

3º ESO B

22 de enero de 1981. Mi nombre es Rafael, trabajo en una


carnicería dirigida por Danniel Stugartson, escribo este relato
porque estoy empezando a notar cosas no habituales en el tra-
bajo y en la calle.
Mi jornada es de 5 p.m. a 9 p.m., aunque a veces tengo que
hacer inventario yo solo y termino sobre la 1 p.m., es a esas
horas cuando empiezan suceder cosas muy extrañas…
Era un miércoles frío de enero, sobre la una de la madru-
gada. Mientras lavaba los cuchillos escuché un fortísimo
golpe en la cámara donde se guardaban los jamones, cogí un
cuchillo por si acaso hubiera algún ladrón, pero no, cuando
encendí la luz vi una grandísima sombra correr, estaba asus-
tado y empecé a mirar para todos lados pero, de repente, unas
grandísimas manos arrugadas, despellejadas y llenas de san-
gre me taparon la cara diciéndome: “Te despertarás en un lu-
gar donde nos conoceremos mejor…”.
Cuando desperté me encontraba en mi cama y pensé que
de una pesadilla se trataba, cuando intenté levantarme estaba
atado a mi cama con unas cuerdas de barco, grité a mi mujer
Anna: “¡Anna, ayúdame, socorro, Anna, no tiene gracia, sube
y desátame!”.

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Después de casi cuarenta minutos esperando, escuché pa-


sos subiendo la escalera, pensé que era ella, pero no. El nego-
cio iba tan bien que nos faltaba carne y querían poner en venta
distintos tipos.
Cuando los pasos que escuchaba abrieron mi puerta, nunca
lo habría pensado, pero era mi jefe, con cuchillos y motosie-
rras. Le pregunté qué hacía y él no contestó, solo dijo: “Adiós,
Rafael”. Le dije, intentando tranquilizarlo: “No tienes por qué
matarme, la carne de humano no está demasiado buena”. Él
me dijo: “La carne que vendiste ayer, los hígados, pechuga…,
no era de pollo, sino de tu mujer, así que he decidido vender
más y más hasta hacerme el hombre más rico del mundo”.
Cuando lo vi arrancar la motosierra utilicé algunas de las
llaves que hacía cuando hace dos años iba a taekwondo, se
abalanzó sobre mí queriéndome quitar la cabeza primero; yo,
al estar atado, lo empujé hacia atrás de un cabezazo y la mo-
tosierra salió volando hacia mis pies, me cortó el dedo gordo
del pie pero también cortó una cuerda, de esta manera mien-
tras Stugartson estaba aturdido aproveché para, con el pie de-
recho, quitarme las cuerdas, y así fue. Cuando me puse de pie,
el jefe, del cabezazo, estaba inconsciente.
Stugartson seguía inconsciente y yo no lo maté, cogí unas
maletas rápidamente y me mudé de lugar, corrí cojo hacia un
hospital para que me pusieran otro dedo gordo.
Cuando me levanté de la operación vi por el pasillo al jefe
en una camilla, yo solo hice como si no hubiera visto nada y
cogí el alta médica y, por supuesto, me fui a otra ciudad.
Pasaron cuatro días desde aquel día tan terrorífico y recibí
una llamada de un número oculto con una voz muy grave di-
ciendo: “Ten cuidado, sé dónde vives y sé dónde trabajas
ahora…”.

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NO TENGAS MIEDO,
por Francisco Espín Valera

3º ESO C

Esta historia se remonta al año 2010, cuando los padres de


un niño llamado Tom se dieron cuenta de que a su hijo no le
daba miedo nada, lo que es una cosa poco normal, ya que la
mayoría de niños le tienen miedo a algo. Los padres decidie-
ron llevar a Tom a un médico especializado en “el miedo en
los niños”, este les dijo que les avisaría cuando tuviera los re-
sultados. Dos días más tarde los padres volvieron a ir a la con-
sulta y el médico les dijo que tenían que intentar asustar al
niño como pudieran, porque si en unos cuantos años no con-
seguían asustarlo puede que tuviera una enfermedad, la mied-
nitrosis, es decir, que al niño le costara reconocer a las perso-
nas porque el mismo niño les pondría una cara diferente de la
que tienen y no las reconocería. Desde ese mismo instante los
padres empezaron a intentar asustar al niño, lo intentaron con
películas de miedo, con actores que se hacían pasar por fan-
tasmas, pero el niño, al no tener miedo, siempre adivinaba que
era una persona o bien tocándolos o bien observándolos y es-
cuchándolos.
Pasaron unos cinco o seis años, y los padres y Tom se en-
contraban en su casa, que estaba en una urbanización, y una
de las características de la urbanización era que todas las casas
eran iguales, en ese momento los padres se estaban desespe-
rando porque no conseguían asustarlo, y encima habían puesto

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mucho empeño y dinero, y estaban pensando en dejar de in-


tentar asustarlo y empezar a afrontar que su hijo en unos años
casi no les reconocería.
Hasta que un día Tom acababa de salir del instituto e iba
hacia su casa y no paraba de pensar en la cantidad de deberes
y de estudio que le habían mandado los profesores, y este no
se dio cuenta y se metió en la casa del vecino, la cual era fa-
mosa porque era una familia extraña porque hablaba con es-
píritus y monstruos. Cuando entró en la casa lo primero que
hizo fue ir a su habitación y nada más abrir la puerto apareció
un espectro, Tom al principio no se lo creía, se pensaba que
era otro intento de sus padres, pero cuando intentó tocarlo y
vio que este se estaba moviendo y se percató de que no eran
sus padres, empezó a llamarlos gritando, pero no contestaba
nadie, y bajó las escalera corriendo y entró en la cocina, y al
entrar se dio cuenta de que esa no era su casa, era la de sus
vecinos.
Fue corriendo a abrir la puerta pero no podía y, de repente,
empezó a oír ruidos que provenían del salón y el chico se
asomó y vio a una horrenda persona con cara de caballo que
venía corriendo hacia él con un trote similar al de un caballo
y le dijo: “Nunca podrás salir de aquí, estás atrapado y vas a
morir”. Tom empezó a correr y subió las escaleras y entró en
una habitación, era muy grande y había muchísimos juguetes
de una niña pequeña, Tom se escondió dentro de las sábanas,
la persona con cara de caballo entró pero no lo vio y se fue, en
ese momento Tom tenía muchísimo miedo, encima para él era
una sensación extraña porque nunca le había pasado, estaba
casi llorando, en ese momento decidió meterse en el armario
porque pensó que estaría más seguro, cuando abrió la puerta
del armario oyó una voz que le decía: “Vete de aquí”.

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Tom se dio la vuelta y vio en la cama donde estaba acos-


tado a una niña pequeña que tenía el cuello lleno de sangre y
empezó a decir la niña: “Vete de aquí si no quieres morir”, y
la niña empezó a gritar, y en ese mismo momento también el
niño empezó a gritar muy fuerte, este estaba superasustado y
no sabía qué hacer, en ese preciso instante sus padres, que es-
taban en la casa de al lado, escucharon los gritos, y como es-
taban buscando a su hijo porque era ya muy tarde fueron co-
rriendo. Tom lo que hizo fue bajar corriendo, y decidió escon-
derse en el sótano, sus padres lo escucharon y fueron co-
rriendo a la parte de atrás, ya que había una pequeña ventana
que daba al jardín, Tom se dio cuenta de que estaban sus pa-
dres en la ventana e intentó abrirla, pero en ese momento en-
traron al sótano la niña, la persona con cabeza de caballo y el
fantasma diciendo: “Ha llegado tu hora, vas a morir”. El chico
empezó a gritar del miedo y su padre rompió la ventana y lo
sacó de allí corriendo.
Una semana más tarde decidieron mudarse y se fueron a
otra ciudad, pero iban todos muy contentos, ya que su hijo iba
a superar la enfermedad, porque había pasado muchísimo
miedo. Desde ese momento a Tom le cambió la mentalidad y
empezó a ser un poco miedica, pero bueno, siguieron viviendo
felices como una familia.

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LA MUJER DEL PASILLO,


por Fernando Caballero Puerta

2º ESO E

Una noche de Halloween, por hacer algo de miedo, juga-


mos a la ouija, cosa de la que todos nos arrepentimos. La no-
che era fría, en el ambiente se notaba un aroma extraño, no sé
decirlo con palabras; bueno, total, es lo que quiso el destino.
Todo empezó cuando los alumnos de 2ºE del IES Los Can-
tos y yo buscábamos una vieja ouija que tenía guardada mi
bisabuela, la cual había muerto cuando yo aún no estaba ni en
pensamientos, y yo siempre había querido conocerla, ya que
mis padres decían que era una mujer muy extraña y sombría,
pero a la vez muy buena persona; bueno, la cosa es que mis
compañeros lo querían hacer por diversión y yo por hablar con
mi bisabuela.
El juego empezó entre risas y bromas, pero yo estaba muy
serio y concentrado; todo esto, hasta que cayó un rayo que
iluminó la habitación oscura, seguido de un trueno, que no
hizo gracia a nadie allí presente. Asustados por el rayo, mis
compañeros y yo quedamos en un incómodo y sombrío silen-
cio, hasta que la flecha de la ouija empezó a moverse ligera-
mente por el tablero. Uno de ellos preguntó suavemente quién
era, pero no respondió.
Más tarde empezó a moverse descontroladamente por el
tablero hasta que paró y suavemente formó esta oración: “Es-
toy yendo a por vosotros”.

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Era una mujer, que estaba en el pasillo y gritaba por entrar


a la habitación. Seguido de algún llanto de algún compañero,
intentamos bloquear la puerta, pero recordamos que el pestillo
estaba echado, y no podía entrar, pero parecía que iba a tirar
la puerta abajo. La mujer gritaba desesperada cada vez más
hasta llegar a un ruido desesperante para mis oídos.
Entonces me di cuenta: era mi bisabuela, algo quería de-
cirme, aunque con aquel ruido era imposible descifrar lo que
decía. Algo me decía por dentro: “Tengo que verla, tengo que
verla”, pero mis compañeros me agarraron antes de intentar
abrirla.
La mujer del pasillo comenzó a gritar de nuevo: “¡Os lo
advertí, y no me hicisteis caso, ahora moriréis!”.
Oí los gritos aterrorizados de mis amigos, histéricos, pi-
diendo socorro, dando patadas a la puerta para abrirla, ya que
ahora ya no se abría.
Escribo esto al día siguiente de lo ocurrido, ya que el ve-
cino nos salvó por la ventana de la habitación.
Para los que leáis esto: No hagáis la ouija ni ningún otro
juego, o de lo contrario estaréis en peligro de muerte. Si lo
hacéis, acordaos de estas palabras.

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EL ANIVERSARIO DE LA MUERTE,
por Ana Isabel Castro Gil

1º Bachillerato BH

Una tarde de invierno, Teresa planeaba una escapada junto


a sus hermanas, Ana y Enma. Esta escapada debía ser muy
especial, ya que sus padres celebraban su aniversario de boda.
Tras buscar miles de lugares, decidieron viajar hacia la zona
más alta de Italia, el pico Gran Paradiso, un lugar tranquilo en
el cual poder disfrutar en familia. Las tres hermanas se diri-
gieron muy ilusionadas hacia sus padres para comunicarles la
noticia, pero a Joan y Nina no les pareció muy adecuado el
lugar elegido, por sus temporales de nieve. Finalmente, y tras
debatir durante mucho tiempo el destino, decidieron viajar
hasta allí.
Llegó el día del viaje. Ana y Enma, muy entusiasmadas,
estaban cantando y riendo continuamente, pero Teresa, la her-
mana mayor, notaba una actitud extraña en sus padres. No le
dio mucha importancia y emprendieron el viaje hacia la casa
donde vivirían durante esos días. Todo transcurría con total
normalidad, pero a medida que se encontraban a mayor alti-
tud, aparecían vientos y lluvias cada vez más fuertes. La lluvia
acabó convirtiéndose en nieve y llegó un momento en que el
temporal les impedía avanzar. Tenían que encontrar un lugar
donde refugiarse lo antes posible o la nieve les alcanzaría.
Tras buscar por varios lugares, acabaron encontrando un pe-
queño hostal, el cual estaba rodeado por un gran bosque y al

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lado de él había un lago. La familia entró deprisa y pregunta-


ron si había alguna habitación libre para resguardarse del tem-
poral durante esa noche. La recepcionista, con una apariencia
desgastada y oscura, les condujo hacia sus respectivas habita-
ciones. Joan y Nina se encontraban en una habitación separada
de la de sus hijas, lo cual no les dio mucha confianza. Llegó
la noche y las tres hermanas empezaron a sentir miedo, por lo
oscuro y siniestro que era aquel hostal. Minutos después, Ana,
la menor de las tres hermanas, empezó a sentir movimientos
extraños y de inmediato se lo dijo a Teresa y Enma. Estas no
creyeron lo que Ana les dijo y siguieron como si nada hubiera
pasado.
Era la hora de la cena y Enma fue a buscar algo para co-
mer. Por el pasillo, las luces comenzaron a parpadear y de re-
pente se oyó una voz que le susurró al oído: “Esta será tu úl-
tima noche”. Enma, aterrorizada, comenzó a gritar y volvió
corriendo a su habitación. Allí les contó a Teresa y Ana lo que
le había pasado y Teresa creía que sus dos hermanas pequeñas
le estaban gastando una broma. Las dos pequeñas llevaban
asustadas a Teresa hacia el pasillo donde había ocurrido todo
y tras ver Teresa que no ocurría nada, se dio la vuelta y de
repente se apagaron todas las luces. Las hermanas, atemoriza-
das, vieron al final del pasillo a una niña pequeña, vestida de
blanco y con unas marcas en el cuello. La niña se fue acer-
cando poco a poco hacia Teresa, Enma y Ana. Las hermanas
echaron a correr hacia su habitación y escucharon un grito que
les decía: “Esta será vuestra última noche”.
A continuación, decidieron ir a la habitación de sus padres
para contarles lo que había sucedido. Sus padres con lágrimas
en los ojos no creían lo que acababa de suceder. Joan y Nina
se miraron mutuamente y dijeron: “Es hora de contar la ver-

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dad”. Llorando desconsoladamente, la madre comenzó a con-


tar el secreto mejor guardado que había entre aquel matrimo-
nio: “Vuestro padre y yo viajamos un verano a esta misma
zona en la que estamos. Nos encontrábamos junto al lago y
presenciamos cómo una niña moría ahogada, y a la que no
pudimos salvar. Esa niña era nuestra hija, a la que tuvimos
antes que a vosotras”. Al escuchar las palabras de su madre,
las tres hermanas se echaron a llorar y Teresa se dio cuenta de
que la razón de esa actitud tan extraña de sus padres y de que
no les gustase aquel lugar no era el temporal de nieve, sino lo
que les había sucedido en aquel sitio.
Desesperados, la familia buscó una solución para salir de
allí, pero el temporal se lo impedía. De repente, escucharon
pasos y, asustados, decidieron esconderse en el baño. Sin sa-
ber qué hacer, empezaron a escuchar agua caer de un grifo,
abrieron la cortina de la ducha y sorprendentemente estaba la
niña. Intentaron salir de aquel baño, pero la puerta no abría.
El baño cada vez se inundaba más y más de agua. Finalmente,
la familia murió ahogada, de la misma forma que murió aque-
lla niña.

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LA HISTORIA DE MI ABUELO,
por Mateo Fernández Guirado

3º ESO B

Esta historia que voy a contar está basada en un hecho real


en plena posguerra civil. Mi abuelo entonces tenía 15 años,
sus padres habían fallecido en la guerra y vivía con su abuelo
paterno, que se hizo cargo de él desde que sus padres fueron
fusilados en la guerra. Su abuelo era el enterrador del cemen-
terio del pueblo, era un hombre ya muy curtido en la vida por
todas las desgracias que había visto por sus propios ojos y ha-
bía padecido en sus propias carnes, tenía una mirada triste y
su rostro estaba marcado por el sol y el trabajo desde que era
un niño.
Mi abuelo comenzó a trabajar con él en el cementerio ayu-
dándole en los entierros y en la construcción de nuevas fosas,
por esa época la miseria y el hambre estaban al orden del día,
encontrar un trozo de pan para echarse a la boca era una odisea
y la falta de alimento y agua potable hacía que las enfermeda-
des dejaran su huella en las familias, sobre todo a los más dé-
biles, niños y ancianos.
Los entierros algunas semanas llegaban a las diez o quince
personas y la mayoría eran niños de ocho a diez años.
Recordaba un día de noviembre gris, el entierro de un niño
de ocho años llamado Francisco, era vecino suyo de toda la
vida y le conocía desde que nació, el pobre murió de forma
extraña, el entierro fue un sábado a las cuatro de la tarde, ape-
nas había diez personas en el entierro, el ataúd era una mísera

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caja de madera hecha a mano con cuatro púas y cuatro tablas.


Finalizaron el trabajo de darle sepultura como a otros tantos,
entonces volvió a casa como todos los días después del tra-
bajo.
Me contaba que esa noche no podía conciliar el sueño y
que cada vez que cerraba los ojos decía poder escuchar la voz
del niño al que habían dado sepultura, era como si sintiera que
quería comunicarse con él para contarle algo.
La madre de Francisco era una mujer que trabajaba sir-
viendo en la casa de un acaudalado vecino, este hombre tenía
fama de ser una persona que despreciaba a los demás, sobre
todo a los niños.
En el pueblo se contaba que Francisco nunca podía pisar
la casa del patrón de su madre, incluso una vez cuentan que le
pilló jugando dentro de la casa y le ató en una higuera que
tenía en el patio y le proporcionó una tremenda paliza con el
cinturón.
Mi abuelo sentía noche tras noche la voz del niño, él estaba
asustado y no le contó nada a su abuelo, todos los días se acer-
caba a la tumba de Francisco y le preguntaba en voz baja qué
era lo que quería de él.
Mi abuelo tenía un amigo que se llamaba Miguel y un día
le contó todo lo que le estaba sucediendo desde que falleció
Francisco, su amigo le miraba sorprendido y le dijo que tenía
que contactar con él porque seguramente tenía que contarle
algo sobre su muerte. Miguel le dijo a mi abuelo que por qué
no iban una noche al cementerio e intentaban contactar con él,
mi abuelo le contestó que si es que estaba loco, que cómo iban
a contactar con él y si él sabía cómo contactar con un muerto.
Miguel le respondió que él había oído a su madre hablar de su
vecina Salvadora, una mujer anciana que decían que hablaba
con los difuntos e incluso la visitaban el día antes de fallecer.

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Miguel le propuso hacerle una visita a la anciana, mi abuelo


no estaba muy convencido pero al final aceptó, así que un
miércoles al oscurecer después de terminar la jornada de tra-
bajo acudieron los dos a la casa de Salvadora.
Ella vivía en una casa que estaba a las afueras del pueblo,
vivía sola con sus gatos. Llamaron a la puerta y la anciana
respondió: “¿Quién es?”. Mi abuelo contestó: “Soy Mateo el
nieto de Antonio el enterrador”. La anciana dijo: “¿Y qué es
lo que os traído hasta mi casa?”. Mi abuelo dijo: “Usted abra
la puerta y se lo contaremos”.
La anciana cedió a abrirle la puerta de su casa y les pidió
que se sentaran al lado del fuego, los gatos no paraban de co-
rretear por toda la casa, la verdad es que estaban todos un poco
asustados. La anciana miró a los ojos a mi abuelo y le habló
como si supiera el porqué había ido a su casa y antes de que
dijera palabra la anciana le dijo: “Habéis venido por lo de
Francisco”. Los dos se quedaron atónitos sin poder decir pa-
labra, entonces la anciana les dijo: “¿Es que os ha comido la
lengua el gato?”. Se miraron él y su amigo y mi abuelo em-
pezó a contarle lo que le pasaba todas las noches desde que
había fallecido el niño, que escuchaba su voz y sentía que que-
ría comunicarse con él mientras estaba entre sueños, pero
nunca había podido entender lo que le quería decir y que ha-
bían ido hasta su casa porque la gente del pueblo decía que
ella podía hablar con los muertos.
La anciana los miró con una mirada fría y les dijo: “Todo
eso son habladurías del pueblo, pero sé que la muerte de ese
niño no ha sido algo natural”. Entonces mi abuelo le dijo que
si le podía ayudar a contactar con él. La anciana le dijo que
para tener contacto con él necesitaba una prenda que llevase
el día de su entierro, mi abuelo le contestó que eso sería difícil,
que habría que desenterrarlo, abrir el ataúd y quitarle algo que

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llevara puesto. Entonces su amigo le dijo que podían ir una


noche hasta el cementerio y conseguir dicha prenda. La an-
ciana les dijo que cuando tuviesen la prenda que volvieran. Mi
abuelo y su amigo planearon cómo iban a conseguirla.
Una noche mi abuelo cogió las llaves del cementerio y fue-
ron él y su amigo hasta allí, cogieron las palas y desenterraron
el ataúd, lo abrieron y le quitaron una camisa blanca que lle-
vaba el niño y volvieron a enterrarlo otra vez como si nada
hubiera pasado. Una vez conseguida la prenda fueron hasta la
casa de la anciana, que les dijo: “¿Qué me habéis traído?”, y
mi abuelo contestó: “Hemos traído la camisa que llevaba el
niño”. Salvadora cogió la camisa y la colocó encima de una
mesa cerca del fuego y les dijo que se sentaran alrededor de
ella. Salvadora dijo que tenían que estar muy concentrados y
que eso no era una broma, se colocaron en círculo, se cogieron
de las manos, entonces la anciana empezó a hablar y a men-
cionar el nombre del difunto, entonces sintieron un escalofrío
que les recorrió todo el cuerpo y se escuchó la voz del niño
como si dentro de un pozo estuviese.
El niño empezó a contar la historia de su muerte: su mamá
quería irse a vivir con su patrón y le obligó a envenenarle poco
a poco hasta que acabó con su vida porque él odiaba a los ni-
ños. Francisco dijo que no descansaría en paz hasta que no se
supiese la verdad y que pagasen por lo que habían hecho, así
acabó la sesión de espiritismo. Salvadora les sugirió que de-
bían contar a las autoridades lo que el niño les había contado,
así que al otro día fueron al cuartelillo y denunciaron el caso.
La guardia civil mandó levantar el cadáver y mandarlo a
Madrid a que el forense le realizara una autopsia, donde se
confirmó que el niño había muerto por la ingesta de arsénico.
La parricida y su cómplice fueron condenados a muerte y eje-
cutados con el garrote en la plaza del pueblo.

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LA CAJA MISTERIOSA,
por Rodrigo de Gea Fernández

3º ESO C

Era una tarde como cualquiera en casa de Ana. Eran las


cinco de la tarde, Ana estaba en su habitación preparándose
para ir con sus amigos Carlos y María al mercadillo que se
celebraba todos los domingos en la plaza del pequeño pueblo
donde vivían. A las seis Carlos y María pasaron por la casa de
Ana para dirigirse al mercadillo; una vez estuvieron todos jun-
tos emprendieron el camino.
Durante el camino discutieron sobre lo que iban a com-
prar con el dinero que les habían dado sus padres: Carlos iba
a comprar una espada y un escudo de madera fabricados a
mano, María compraría un collar y objetos de decoración para
su habitación, pero Ana no tenía claro qué iba a comprar, y
pensaba comprar lo que más le gustara para su habitación. Al
llegar, Carlos y María compraron las cosas que querían, pero
Ana no había encontrado nada, hasta que llegó a un puesto que
estaba en una esquina, el cual era un poco siniestro y al que
no iban muchas personas. Al fijarse en los objetos le llamó la
atención una pequeña caja de madera de color negro que tenía
una inscripción en la tapa, impulsada por la curiosidad y por
el misterio que envolvía a la caja, decidió comprarla e inves-
tigar sobre su procedencia y sobre qué decía la inscripción.
Llegó a su casa e inspeccionó la caja de arriba abajo pero
no encontró ninguna llave o alguna cerradura para abrirla, ex-
cepto un pequeño agujero en el centro de la caja. Al no saber

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qué podía hacer, decidió investigar sobre la inscripción que


tenía la caja, y se puso a buscar en el ordenador imágenes de
cajas que fueran similares o en el idioma en el que estaba es-
crito. No encontró fotos parecidas, pero sí en el idioma en el
que estaba escrita la inscripción, la cual estaba en latín y decía:
SI VIS APERIRE BUXUM ET GUTTA SANGUINIS ET BOUSIT IN FORA-
MINIS, que traducido al castellano significa: “Si la caja quieres
abrir, una gota de sangre en el agujero deberás poner”.



Ana, al enterarse de este descubrimiento, llama a sus ami-


gos corriendo para que vayan a su casa. Una vez llegan los
amigos se dirigen al sótano de la casa para no hacer mucho
ruido en caso de que ocurra algo inesperado. Una vez están
abajo encienden las luces y cogen el alfiler que previamente
le habían pedido a la madre de Ana, supuestamente para hacer
un trabajo de plástica. El elegido para clavarse el alfiler es
Carlos, el cual está muerto de miedo al no saber lo que puede
ocurrir. Se lo clava en el dedo y sale la gota de sangre que
necesitaban para abrir la caja.
Depositan la gota de sangre en el agujero y ante la mirada
expectante de los allí presentes la caja se abre lenta y miste-
riosamente. Una vez abierta del todo, aparece la sombra de lo
que puede ser un tablero de juego, lo sacan y lo que había den-
tro de esa misteriosa caja era un tablero para jugar a la ouija.
Los chicos, inocentemente y sin saber de qué trata ese miste-
rioso juego, empiezan a jugar siguiendo las instrucciones que
había escritas en un papel que también estaba en el interior de
la caja y que parecía escrito con sangre.

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Una vez comenzado el juego, los chicos se dan cuenta de


su peligrosidad y de que se están comunicando con un espí-
ritu. Después de hacerle una serie de preguntas a ese espíritu,
les dice que lleva encerrado en esa caja más años que los que
se pueden imaginar y les dice que por abrir la caja los va a
matar a todos. Una vez el espíritu termina de decir esto, los
tres amigos, muy asustados, deciden acabar el juego y olvidar
lo que ha pasado, pero no se dan cuenta de que el espíritu ha
poseído a Carlos y que puede controlarlo cuando quiera. Apa-
gan las luces del sótano y suben corriendo a la habitación de
Ana a investigar sobre lo sucedido. Una vez empiezan a bus-
car información, leen en un blog que el espíritu se puede apo-
derar del cuerpo de cualquiera de los allí presentes, y en ese
mismo instante el espíritu se apodera del cuerpo de Carlos, al
cual se le ponen los ojos blancos y le salen una especie de
cardenales y arañazos por todo el cuerpo.
Las chicas se dan cuenta de lo que pasa y se ponen a gritar
y a llorar. Antes de irse, el espíritu les dice que va a matar a
todos, el espíritu se va y justo llega Paula, madre de Ana, que
ha subido alarmada debido a los gritos. Paula calma a los chi-
cos y les pide que le expliquen lo que ha ocurrido. Una vez
Ana y María terminan de contar lo ocurrido, Paula corre a lla-
mar a un amigo sacerdote llamado Francisco. Le explica todo
lo que ha pasado al sacerdote y el cura corre a la casa de Ana
en su ayuda.
Entra en la casa y lo primero que hace es subir las escale-
ras lo más rápido que puede y entrar en la habitación de Ana.
Entre todo el alboroto, Ana y su amiga María se han encar-
gado de inmovilizar a Carlos y atarlo a la cama por si acaso el
espíritu toma el control del cuerpo de Carlos y se pone agre-
sivo. Una vez llega el sacerdote a la habitación seguido de
Paula, comienza un exorcismo para intentar liberar a Carlos

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R/N. Revista de narrativa. Núm. 3, vol. II. 2018. ISSN 2605-3608

del espíritu, Francisco les pide a las chicas que estén prepara-
das para sujetar a Carlos y que recen y no tengan miedo.
Una vez el espíritu se da cuenta de lo que en unos instan-
tes va a ocurrir, toma el control del cuerpo de Carlos, pero aún
no se alborota. Cuando el cura va por la mitad del exorcismo,
el espíritu se vuelve violento y se desata las cuerdas y se
suelta; gracias a que las chicas estaban preparadas para lo que
pudiera pasar, pueden controlar a Carlos y que no se mueva,
pero no por mucho tiempo, ya que el espíritu se había dado
cuenta de que podían liberar a Carlos, se pone muy furioso y
saca volando a las chicas; el sacerdote consigue mantenerlo a
raya, pero solo hasta que las chicas se levantan y en ese mo-
mento sale corriendo a la cocina a por un cuchillo. Cuando
vuelve todos están muertos de miedo y derrumbados, el espí-
ritu se aprovecha de la situación y primero mata a las dos ami-
gas. Derrumbada por el miedo, Paula se pone a llorar en una
esquina y, mientras, llama a la policía.
Después el espíritu la mata y, por último, queda el sacer-
dote, pero justo en ese momento la policía irrumpe en la casa
y el espíritu abandona el cuerpo de Carlos y el sacerdote se
desmaya. Cuando la policía entra en la habitación se encuen-
tran los cuerpos colgados boca abajo en forma de cruz de las
tres chicas, y al sacerdote y a Carlos llenos de cardenales y
heridas por todo el cuerpo.
El caso es investigado por la policía junto con el Vaticano.
Debido al gran poder que alberga la caja misteriosa, deciden
custodiarla en la basílica de San Pedro al lado de la tumba del
apóstol. Cada año miles de feligreses se acercan y contemplan
la caja.

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LA MANSIÓN DE LOS CUERVOS,


por José Manuel Sánchez Martínez

2º ESO E

Era fin de curso y el instituto siempre organizaba con un


grupo de alumnos un campamento de verano. Para este año el
sitio elegido era La mansión de los Cuervos, una mansión a
las afueras de un pequeño poblado. Al campamento se apun-
taron veinte niños y niñas de entre 15 y 18 años. Llegó el día
del campamento y todos, montados en el autobús, se dirigían
a La mansión de los Cuervos, llegaron ya al anochecer y em-
pezaron a instalarse en las distintas habitaciones. La mansión
era un lugar inmenso, tenía diez habitaciones, una biblioteca,
una sala de juegos, una cocina, un amplio salón y siete aseos.
Durante esa primera noche cayó una gran tormenta, cien-
tos y cientos de rayos y truenos acompañados de un viento
escalofriante. Allí, en la mansión y en el silencio de la noche,
todo se oía terriblemente, los chicos y chicas se miraban unos
a otros aterrorizados. Se encontraban en el salón cuando de
repente se rompieron las ocho bombillas de la lámpara, la te-
levisión de un chispazo y de un gran portazo se cerró la puerta.
Solo se oía llover y tronar cuando, de repente, un gran chillido
aterrador, ensordecedor, se oyó detrás de la puerta. Uno de los
chicos salió corriendo a abrirla y, al abrir las dos hojas de la
puerta de par en par, se vio la sombra de una niña vestida de
blanco con un peluche en las manos. Los chicos al verla gri-
taban, chillaban e incluso lloraban de miedo, el miedo hizo

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que salieran por la ventana del salón que daba al jardín, al sal-
tar por la ventana todos cayeron en una fosa llena de barro y
agua, ellos chillaban desolados: “¡Estamos enterrados, por
Dios, no podemos salir!”.
Por más que lo intentaban no podían subir, tenían los bra-
zos doloridos de trepar y, ya casi sin fuerzas, al mirar hacia
arriba vieron a la pequeña niña vestida de blanco, los chicos
le pedían ayuda sin parar pero la niña desde arriba solo los
miraba cogida a su muñeco.
El foso se iba llenando de agua de la lluvia y cerrándose
cada vez más, ya casi no tenía ni luz, solo se oían los gritos
inconsolables y aterradores de todos esos chicos.
Una voz en el silencio de la noche susurraba: “No os que-
remos aquí, aquí el que entra jamás se marchará porque la
mansión de los cuervos se lo tragará…”.

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UNA FAMILIA CON UNA SOMBRA A LAS ESPALDAS,


por Carmen Lucía López Fernández

3º ESO B

Érase una vez una familia un poco extraña, eran tres hi-
jos (Paco, Carlos y Alex) y tres hijas (Lucía, Valeria y
Cloe); su padre se había divorciado de su madre (llamada
Érica). Todos los hijos se fueron con su padre (llamado
Fernando), ya que decían que su madre era un tipo de bruja
y les hacía hechizos a sus hijos. Cuando Fernando se enteró
decidió llevárselos de ahí, ya que los mismos hijos ya se lo
habían pedido antes. Después de tres largos meses para que
se supiera a quién le daban la custodia de los hijos se supo
que se la daban a su padre. Fue entonces cuando su madre
se cabreó tanto que los hechizó con magia negra a todos
menos a Valeria, que según decía ella era su sucesora, a
quien le llegaría toda su magia cuando ella decidiera dár-
sela o muriera.
Fernando decidió mudarse y olvidar esa época de su
vida pero sus hijos seguían teniendo el miedo ya que ellos
habían visto a su madre hacer brujería. Valeria estaba bien,
no había mostrado ningún síntoma de brujería ni nada, de
momento todo iba perfecto o eso parecía, ya que ellos lo
que no sabían era que su madre les observaba cada día en
la sombra.
Era el 14 cumpleaños de Valeria. Fue el desencadenante
de todo lo que pasó de aquí en adelante: su madre decidió

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darle ya gran parte de la magia que a ella le pertenecía y


sabía que eso mataría a toda su familia, ya que ella sola no
sabría controlar su magia. Fernando y todos los demás ha-
bían decidido hacerle el mejor cumpleaños a su hermana,
ya que también hacía cinco años desde que se separó de su
mujer, todo iba a ser perfecto ese día o eso creían: a primera
hora de la mañana su madre ya había empezado su hechizo
y Valeria ya estaría empezando a sentir la magia que le lle-
gaba.
Para empezar, Valeria se levantó de la cama de un golpe
con los ojos en blanco, pero eso solo le duró unos segun-
dos, nadie la vio, solo ella, y no supo que en esos segundos
vio a su madre diciendo el conjuro que le traspasaba la ma-
gia, se levantó de un salto de la cama y fue al baño a vomi-
tar. Lo curioso es que no vomitó comida ni nada de ese
estilo: vomitó un colgante que luego lavó e investigó sin
que sus hermanos se dieran cuenta.
Fernando subió a levantarla sin saber nada de lo ocu-
rrido, cuando llegó a la habitación Valeria ya estaba termi-
nando de vestirse. Cuando Fernando la abrazó y le dio un
par de besos felicitándola fue ahí cuando se dio cuenta de
que llevaba un colgante nuevo, le pregunto por él pero Va-
leria le respondió que fue un regalo de una persona, aunque
no le dijo quién, fue un poco extraño, ya que Valeria no
supo por qué dijo eso, salió de su boca sin que ella se diera
cuenta, como si alguien lo dijera por ella.
Seguidamente bajó a la cocina a desayunar, ahí estaba
Paco, era un poco más pequeño que ella y un pelín rebelde.
Valeria iba a desayunar pero Paco estaba con la leche y no
se la quería dar, fue entonces cuando Valeria en un ataque
de ira mandó a Paco hasta el comedor con solo levantar la

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mano. Fernando bajó deprisa preguntando qué había pa-


sado y ayudando a Paco a levantarse le pidió una respuesta
a Valeria, pero ella no supo responder nada; su padre, muy
enfadado al ver que ella no le respondía, la mandó a su ha-
bitación. Valeria, muy enfadada, hizo explotar el microon-
das y lanzó un cuchillo hacia Fernando, pero no le llegó a
dar. Fernando, asustado y alucinado, no supo dar ni una
explicación de lo que había pasado, llamó de inmediato a
un médico que sabía un poco sobre cosas extrañas y le pi-
dió que viniera de inmediato.
El médico vino como un favor personal para su amigo
Fernando, le contó lo ocurrido y lo dirigió hacia la habita-
ción de Valeria, entró y le pidió a Fernando que no entrara
y le dejara hacer su trabajo. Al cabo de unos minutos salió
corriendo de la habitación hacia la puerta y le dijo a Fer-
nando que se alejaran de ella, que no se podía hacer nada
más por ayudar a esa chica. Fernando, sin palabra alguna,
se sentó en el porche pensando alguna explicación, pero no
había ninguna. Cuando miró hacia arriba, de la nada un pá-
jaro cayó muerto al jardín y seguidamente unos treinta más.
Se metió a la casa y cerró la puerta. Cuando la menor de
sus hijas le dijo que ya tenía hambre y que quería comer,
Fernando, sin saber qué hacer, puso la mesa y rezó para que
todo pasase rápido o que no pasase, llamó a todos sus hijos
e hijas e incluso a Valeria, que bajó de inmediato. Todos
estaban sentados en la mesa cuando de pronto a Valeria,
por un motivo desconocido, se le pusieron los ojos en
blanco y con una mirada los apartó a todos de la mesa y los
puso en las esquinas de la habitación, todos estaban asus-
tados pidiendo explicaciones. Mientras Valeria preparaba
como un tipo de conjuro en la mesa, Carlos se dio cuenta
de que ese no era un conjuro normal sino uno para invocar

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R/N. Revista de narrativa. Núm. 3, vol. II. 2018. ISSN 2605-3608

magia negra y lo sabía porque lo vio en el libro de su madre


cuando él y Valeria estaban mirando cómo su madre hacía
los conjuros. Fue entonces cuando les gritó a sus hermanos
que tenían que salir de ahí de inmediato o ya sería dema-
siado tarde para ellos, pero no había forma posible de mo-
verse. Valeria ya había empezado el conjuro: primero em-
pezó a decir unas palabras muy raras que solo Carlos en-
tendía, y no todas, sino algunas. Agachó la cabeza y em-
pezó a llorar, ya que sabía lo que iba a pasar.
Encima de la mesa había seis muñecos y seis cuencos.
Valeria cogió un cuchillo y les hizo un corte en la mano a
todos, le sangre que les escurría por la ropa y la mano iba
a parar a un cuenco, cada uno tenía su propio cuenco, antes
de que se desangraran les curó mágicamente las heridas, ya
que los más pequeños, Alex y Cloe, estaban casi desangra-
dos. Luego llegó lo esperado: Valeria, aún con los ojos en
blanco, dijo unas palabras y metió los muñecos en los cuen-
cos con sangre, dijo unas palabras muy raras y levantó la
muñeca del cuenco de Cloe, dijo una palabras y Cloe cayó
al suelo muerta. Todos se echaron a llorar e intentaron
desatarse, pero no podían. La primera fue Cloe, luego Alex,
seguidamente Lucía y Paco, solo quedaban Carlos y su pa-
dre, Fernando. Cuando Alex sin pensarlo dijo unas palabras
se liberó del hechizo que le impedía moverse y fue hacia
Valeria para poder ayudarla, ya que no era ella la que es-
taba haciendo eso, se puso a su lado y con las manos en
alto dijo unas palabras. Valeria por unos instantes volvió
con los ojos, pero antes de que Carlos pudiera seguir con
el hechizo Valeria volvió con los ojos en blanco otra vez y
salió con la misma voz que la que tenía su madre: “No po-
dréis pararme, hasta nunca, amor mío”, y justo después de
esas palabras mandó a Carlos de un golpe a la pared y mató

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la muñeca de su padre. Carlos, corriendo, tiró el cuenco


con su sangre y Valeria cayó al suelo, el hechizo se había
roto. Carlos se llevó a su hermana, la única que había que-
dado viva, y los dos juntos se marcharon sin mirar atrás.
Por lo que les había pasado, Valeria nunca volvió a ser la
misma y juntos los dos hermanos iban a matar a su madre
cuando pudieran controlar sus poderes, ya que era ella la
culpable de todo lo ocurrido en esa casa, y así los dos que-
maron la casa y se marcharon.

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SOMBRA,
por Juan Pedro Gea Muñoz

1º Bachillerato BH

Cuando mi hermano era pequeño, a eso de los seis, siete


años, dormía todas, absolutamente todas las noches con mis
padres. Pero esto siempre era así: terminábamos de cenar, mi
hermano iba al baño, yo iba al baño, nos íbamos a dormir y
algunas noches mis padres se quedaban despiertos viendo la
televisión. Dormíamos en la misma habitación y dejábamos la
puerta abierta, que daba a un pasillo enfrente del cual estaba
la habitación de mis padres.
Cuando ya estábamos acostados, yo me quedaba obser-
vando a mi hermano, que no paraba de dar vueltas y de mirar
hacia el pasillo, veía que tenía miedo por algo, pero yo nunca
le dije nada de esto, yo me dormía y a la mañana siguiente mi
hermano despertaba en la habitación de mis padres.
Tras varias semanas viéndolo así, una noche mi hermano
se quedó a dormir en casa de mis abuelos, y yo decidí dormir
en su cama para ver qué le atormentaba todas las noches desde
el pasillo, mis padres se quedaron abajo viendo la televisión,
yo me acosté, apagué la luz y no vi nada extraño, así que me
dormí. Cuando mis padres subieron a dormir, me desperté, y
seguía sin ver nada extraño, me quedé mirando hacia el pasillo
hasta que mis padres apagaron la luz de su habitación, y de
repente vi una gran sombra oscura reflejada en la puerta que

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R/N. Revista de narrativa. Núm. 3, vol. II. 2018. ISSN 2605-3608

estaba abierta que no dejaba de mirarme, no sé si era un hom-


bre o una mujer, encendí la luz, cerré la puerta y me fui a dor-
mir a mi cama.
Tras ver esto, ya sabía por qué tenía mi hermano tanto
miedo todas las noches, pero yo seguí sin decir nada a nadie,
y así una noche detrás de otra, cuando mis padres subían a
dormir, mi hermano, corriendo, cruzaba el pasillo donde se
veía esa sombra y se iba a dormir con mis padres, con ellos no
la veía y se sentía protegido.
Después de varios meses así, una noche todo era igual, la
misma historia de todos los días: nos acostamos, no paraba de
dar vueltas y se quedó mirando fijamente muy asustado du-
rante diez minutos hacia la puerta donde veía la sombra, se
levantó y pensé que iba hacia la habitación de mis padres, pero
dio un par de pasos y se volvió a la cama temblando. Tras
varios minutos sin parar de dar vueltas, se levantó con indeci-
sión y fue hacia la habitación de mis padres, yo me levanté
detrás porque este día lo notaba con demasiado miedo. Me
quedé escondido detrás de la puerta y mirando hacia él, a la
mitad el pasillo, vi cómo un gran hombre vestido de negro le
puso la mano en el hombro, mi hermano se paró, y observé
cómo el hombre le susurraba algo al oído, luego el hombre
desapareció y vi cómo mi hermano entraba corriendo y asus-
tado a la habitación de mis padres. Al ver que el hombre había
desaparecido, yo volví a mi cama a dormir.
A la mañana siguiente me despertaron mis padres asusta-
dos gritándome que dónde estaba mi hermano, yo pensaba que
había dormido con ellos, y ellos creían que por una noche ha-
bía dormido en su cama. Han pasado veintitrés años desde que
ocurrió esto, y a día de hoy, seguimos sin saber nada de él.

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R/N. Revista de narrativa. Núm. 3, vol. II. 2018. ISSN 2605-3608

LA CHICA DE LA FOTOGRAFÍA,
por Juana María Álvarez Ruiz

3º ESO C

Pablo era un joven de 18 años que vivía con su padre Ar-


turo, su madre Amanda y sus dos hermanas gemelas, Lucía y
Sara. Esta familia era procedente de Estados Unidos, pero de-
cidieron mudarse a un pueblo cerca de Los Ángeles por temas
de trabajo. Decidieron comprar una casa que estaba muy ale-
jada de las otras viviendas del pueblo. Era una casa grande,
antigua y que a Pablo y a sus hermanas gemelas les generaba
inseguridad. Al hospedarse dentro de la casa, Lucía y Sara es-
cogieron la habitación más grande, y Pablo se quedó con la
más pequeña. Su habitación estaba enfrente de la de sus her-
manas y al lado de la de sus padres. Al entrar, había una ven-
tana en la que se podía ver la entrada de un bosque algo ate-
rrador, pero él no le dio mucha importancia. Al lado de la ven-
tana había un pequeño escritorio para poder estudiar, hacer su
tarea, etc. La cama se encontraba enfrente del armario.
Al anochecer, Pablo miró debajo de la cama para asegu-
rarse de que no había nada y se dio cuenta de que había una
fotografía de una chica vestida de negro con unos tacones
blancos. Esta chica le resultó atractiva, y empezó a mirar la
foto muy seguida, hasta que se quedó dormido con la foto en
su mano derecha.
A la mañana siguiente, Pablo fue a conocer su nueva uni-
versidad, e hizo amigos rápidamente. Por la tarde, Pablo se
fue a su habitación para hacer todos los deberes que le habían

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R/N. Revista de narrativa. Núm. 3, vol. II. 2018. ISSN 2605-3608

mandado. Esa misma tarde, Pablo recordó la imagen de la


chica de la fotografía, y sin pensarlo, miró hacia la ventana y
la vio. Él se pensaba que todo era un sueño, pero la chica es-
taba en la entrada del bosque, indicando con sus dedos de la
mano derecha un “2”. Rápidamente la chica desapareció, y
Pablo se quedó en shock. Se fue de la habitación y salió de su
casa para dirigirse hacia la entrada del bosque para comprobar
si era real lo que había visto o no. Justo en ese momento, su
madre le llamó para decirle que era la hora de cenar. Pablo
subió y cenó. Al llegar a su habitación, sintió una extraña pre-
sencia, pero no le dio importancia y se fue a dormir.
A las 3:00 a.m., Pablo se despertó de un mal sueño y em-
pezó a escuchar ruidos por encima del techo de su habitación.
Quiso saber lo que estaba ocurriendo y se levantó de la cama.
Al salir de la habitación, había sangre por el suelo que indi-
caba un camino hacia la salida de la puerta de su casa. Justo
al salir, la sangre continuaba en dirección a la entrada del bos-
que. De repente, la chica apareció y Pablo le preguntó que por
qué le estaba molestando, a lo que ella le dijo que en esa casa
murió de la misma forma en la que iba a morir él.
A la mañana siguiente, los padres de Pablo, al ver que no
estaba en su habitación, fueron a buscarlo y se lo encontraron
muerto justo en la entrada del bosque. Arturo se fijó en que en
su mano derecha había una foto de una mujer con los dedos
levantados de su mano derecha indicando un “3”.
¿Será el siguiente?

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R/N. Revista de narrativa. Núm. 3, vol. II. 2018. ISSN 2605-3608

LA FATÍDICA EXCURSIÓN,
por Mauricio Maciel Fernández

2º ESO E

Me llamo Mike, tengo 13 años y este año mis padres me


apuntaron a un campamento para ir de excursión a la montaña,
a mí no me gustaba porque yo quería quedarme en mi pueblo
jugando con mis amigos, pero valió la pena porque la
excursión no era una excursión cualquiera, era una excursión
que solo niños con poca suerte pueden vivir.
Mi madre me llevó al campamento el día 30 de octubre de
2017, y allí también había niños y niñas que tampoco tenían
muchas ganas de ir, como Paul, cuyos padres se iban de viaje
y no querían que se quedara solo en casa y por eso lo
apuntaron; también Micaela, que fue porque su madre quería
apuntarla a alguna actividad; y, por último, Adam, que, en
cambio, sí quería venir a la excursión.
Nuestros padres todavía no sabían a qué montaña íbamos
a ir hasta que nos llevaran y nosotros no lo íbamos a saber
hasta que llegáramos a la respectiva montaña. Los padres se
enteraron de a qué montaña íbamos a ir, aunque a ninguno se
lo dijeron.
Al día siguiente, íbamos a ir a la excursión, estábamos
entusiasmados para ver a qué montaña íbamos a ir, y cuando
llegamos a nuestro destino quisimos que nuestros padres no
nos hubiesen apuntado a la excursión: la montaña se llamaba
Daemonium Cruento, que significa Demonio sangriento,
debido a las muertes que se habían ocasionado en ella, espero

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R/N. Revista de narrativa. Núm. 3, vol. II. 2018. ISSN 2605-3608

que no sea literalmente...


Nos fuimos adentrando en la montaña con siete monitores,
no sabíamos sus nombres, porque se ponían nombres de frutas
y verduras, todos mis amigos de la excursión (excepto Adam)
estaban cagados de miedo, el bosque era muy oscuro, no había
apenas luz y hacía el viento exacto para que el ruido de las
hojas moviéndose diese mucho miedo. Llegamos al centro de
la montaña donde íbamos a ir a acampar y pasar la noche.
Todos los monitores sacaron tiendas de campaña y nos
pusimos los pijamas, las tiendas de campaña eran
supergrandes, había tres: una para monitores, otra para chicas
y otras para chicos. A las 22:00 h nos fuimos a dormir.
Como yo no tenía sueño me desperté a medianoche y oí un
sonido muy siniestro fuera de la tienda. Inteligente de mí, salí
afuera para ver qué era ese sonido y vi algo espeluznante: los
siete monitores estaban despiertos y estaban cantando algo
que yo desconocía, yo me extrañé, y cuando un monitor me
vio, llamó a todos los demás monitores para que fueran a por
mí, dijo con una voz grave: “Machacadlo”. Yo, muy asus-
tadizo, hui por el bosque, dándome con las hojas, mientras los
monitores me perseguían, hasta que los despisté y llegué a una
explanada en la que había unas palabras dibujadas con ramas
que ponían: “Bienvenido a tu pesadilla”. Después de leer eso
se apareció Adam delante de mí y dije: “¿Qué haces, Adam?”.
Adam se rio y dijo: “No entiendes nada, como soy buena
persona te lo contaré todo. Todos los niños y niñas que estáis
en la excursión sois descendientes de unos legendarios
humanos que encerraron a un demonio llamado Malixitium,
que iba a destruir la faz de la Tierra, pero tres humanos lo de-
tuvieron y lo encerraron en un altar de este monte, yo soy
descendiente del demonio Malixitium y la única forma de
revivirlo y que destroce la tierra es destrozar y matar todo el

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linaje de cada uno de los tres humanos que lo encerraron.


Decidimos reunir a los descendientes de los tres humanos y
matarlos, contactamos con vuestras familias y les dimos
dinero si venían a la excursión”. Yo dije: “¿Dónde están Paul
y Micaela?”. Adam, sonriendo, dijo: “Están aquí”, y me en-
señó sus cadáveres, y riendo añadió: “Solo quedas tú”, y yo
pregunté: “¿Y los monitores?”. “Son demonios que también
quieren resucitar a Malixitium; bueno, creo que ya es hora de
matarte. Adelante, Cerbero”.
Yo quise huir, pero de repente en el bosque me atacó un
perro, medía tres metros de altura y tenía tres cabezas, cada
cual peor que la anterior, de repente me atacó y sufrí una
herida mortal y morí. Ahora ya solo era un alma y vi la
resurrección de Malixitium y cómo destruía la Tierra.
Espero que ningún niño viva otra experiencia como la mía.

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LAS SOMBRAS DE AQUEL DÍA,


por Ana María Noguera Muñoz

1º Bachillerato BH

Todo pasó una noche de invierno, estábamos mi hermana


María y yo en la calle jugando con nuestros vecinos y decidi-
mos jugar al escondite, entonces yo me escondí en una co-
chera que estaba cerca de mi calle, pero nadie llegaba, y aun-
que nadie llegara yo quería seguir allí porque no quería perder.
De repente empezó a hacer mucho frío y ya quería irme, pero
vi una sombra pasar y me daba miedo salir, empecé a llamar
a mis vecinos por el móvil pero nadie me contestaba, no había
cobertura, esto empezaba a sonarme algo raro y esperé un rato
más a ver qué pasaba.
Pasaron quince minutos y seguía allí y nadie se había preo-
cupado por mí, e intenté salir pero otra vez la sombra pasaba,
y se acercaba cada vez más a mí y tenía mucho miedo. Luego,
al rato, intenté salir otra vez y no estaba la sombra pero em-
pezó a llover, y aunque estuviera lloviendo me daba igual, salí
corriendo directamente para mi casa y allí estaba mi hermana
en mi casa, y decía que no le había llegado ninguna llamada
ni nada, estaba preocupada por mí pero como estaba lloviendo
no salió.
Nos quedamos viendo la televisión hasta muy tarde y so-
bre las dos de la mañana o así fui al frigorífico a coger un
yogur y se fue la luz en cuanto lo abrí, pero en poco tiempo
volvió y seguimos viendo la televisión, sobre las tres de la
mañana empezó a llamarme un número muy raro y cogía la

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llamada pero nadie hablaba y colgaba, cada cinco minutos me


estaban llamando y yo contestaba pero nadie hablaba, hasta
que denuncié ese número y seguía llamándome, estaba tan
asustada que le dije a mi hermana de irnos a acostarnos, pero
al apagar la televisión vi muchas sombras pasar a la misma
vez y la última sombra no se movía y fui a ver si había alguien
pero allí no había nada. Escuchaba ruidos por toda mi casa y
yo pensaba que así no me podría dormir y fui con mi hermana
por todas las habitaciones de la casa con un cuchillo y seguía-
mos escuchando ruidos, pero no veíamos a nadie.
Pensamos en esperar a nuestros padres, que iban a venir
tarde porque venían de viaje, pero daba igual, en mi casa no
estábamos seguras. De lo nerviosa que me estaba poniendo
me tomé una tila para relajarme y me esperé con mi hermana
en el sofá para a ver si se me pasaba, pero no hacía efecto,
intenté dormir en el sofá y tampoco, porque los ruidos y las
sombras no me dejaban dormir, no paraban de llamarme por
el teléfono números extraños, le dije a mi hermana de salir de
mi casa y esperar a nuestros padres en la calle, pero no podía-
mos abrir la puerta y no sabíamos por qué.
Fuimos a la cocina a bebernos un vaso de leche porque ya
estábamos desesperadas. Cuando entramos a la cocina vimos
una mujer con el pelo para atrás, estaba como cabreada y que-
ría venir detrás de nosotras, pero le cerré la puerta de la cocina
y, como no podíamos salir de casa, nos fuimos a mi habitación
y nos encerramos allí.
Empezamos a llorar y estábamos superasustadas, no sabía-
mos qué hacer ya, lo habíamos intentado todo, era demasiado
tarde y pensamos en relajarnos en mi habitación porque sabía-
mos que allí no podía entrar nadie porque la había cerrado con
llave y por lo menos estábamos seguras. Dormimos más o me-
nos dos horas y por lo menos pudimos descansar un rato, hasta

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R/N. Revista de narrativa. Núm. 3, vol. II. 2018. ISSN 2605-3608

que llegaron mis padres y les contamos todo lo que había ocu-
rrido, y no nos creyeron, nos cabreamos mucho y estuvimos
por un tiempo asustadas sin salir a la calle y sin separarnos de
nuestros padres porque lo que había pasado no era normal.
Aunque ni ellos ni nadie nos creyeran, sabíamos perfecta-
mente lo que había pasado y había posibilidades de que pasara
otra vez, fue una noche muy mala y de mucha desesperación
y no queríamos volver a repetirla.

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CASO CERRADO,
por María López Jiménez

3º ESO C

Esta historia que les cuento ocurrió hace tres años. Siete
amigos fueron juntos al bosque para acampar allí un par de
noches. Una de esas noches pensaron en gastarle una broma a
Raúl, ya que él era el típico que siempre gasta bromas. Su me-
jor amigo, Samuel, estaba en contra, pero siguieron con su
plan, así que Tomás, Leo, Iker, Fernando y Marcos lo estuvie-
ron planeando durante todo el día y, al caer la noche, Leo e
Iker se llevaron a Raúl junto a Samuel a lo más profundo del
bosque y se sentaron en el bordillo de un barranco. Al rato
llegaron Tomas, Fernando y Marcos para asustarlo, por des-
gracia la broma salió mal, ya que por el susto Raúl resbaló y
cayó por el barranco. Todos, muy asustados, llamaron a la am-
bulancia y a los padres de Raúl pero únicamente vino su padre,
ya que no localizaban a su madre. La ambulancia llegó un par
de horas más tarde pero, al llegar, el cuerpo de Raúl no estaba,
únicamente había una pulsera que pertenecía a él.
Durante un par de días estuvieron buscándolo por todo el
bosque junto a los policías y por fin apareció su cuerpo, pero
lo raro fue que estaba enterrado a 5 km del barranco por el que
había caído. La policía no le dio importancia a lo de su cuerpo,
así que archivaron el caso, hasta que un par de horas después
el cuerpo de Raúl había desaparecido. Sus amigos no estaban
tan convencidos de que el cuerpo hubiera desaparecido así

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solo, pero qué más podían hacer, simplemente eran unos ni-
ños.
Al caer la noche todo cambió, ya que los seis recibieron
un mensaje que decía: “Sigo vivo…”. Todos, muy asustados
y sin saber qué hacer, se lo callaron y no se lo contaron a na-
die.
Al cabo de un año el cuerpo seguía sin aparecer, así que ya
archivaron el caso y lo dieron por muerto.
Ese anónimo parecía saber hasta el mayor de sus secretos,
ya que varias veces los había chantajeado para que le hicieran
caso.
Una noche decidieron terminar con todo, ellos sabían que
ese anónimo iba a estar en una fiesta al otro lado de la ciudad
y decidieron ir para buscarlo. Entraron todos juntos en una
casa y de repente se apagaron las luces y se cerró la puerta. Al
volver a encenderse las luces, Tomas y Samuel ya no estaban,
así que decidieron ir a buscar al anónimo.
Samuel despertó en una cornisa a punto de caer pero, por
suerte, pudo volver a entrar en la casa y empezó a buscar a
alguien que pudiera decirle dónde estaban sus amigos.
Al abrir los ojos, Tomás se encontraba solo en un lugar
que no había visto en su vida, así que decidió ir a ver qué en-
contraba. Lo primero que encontró fue una cabina en medio
de un salón, se extrañó mucho, pero decidió entrar para poder
llamar a sus amigos. En un momento la puerta de la cabina se
cerró y ya no podía salir de ahí.
Tomás empezó a ver sombras por fuera de la cabina y em-
pezó a dar golpes, ya que creyó que eran sus amigos, pero al-
guien empezó a hablar y no reconocía esa voz, esa voz le dijo:
“Deja de buscarme o morirás”. Creyó que esa voz era del anó-
nimo, pero por miedo quedó inmovilizado, entonces empezó
a ver cómo el pomo de la puerta giraba. Tomás, muy asustado,

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intentó atascar el pomo pero no pudo, hasta que de pronto oyó


una voz que decía: “Hola, ¿hay alguien aquí?”. Tomas reco-
noció esa voz, era de Samuel, así que empezó a chillar para
que Samuel lo oyera y vio cómo la sombra corría para no ser
descubierta.
Samuel le abrió la puerta a Tomás y ya juntos se fueron
hacia la fiesta a esperar a que sus amigos salieran de esa casa.
Unos días más tarde un número desconocido llamó a Fer-
nando, cuando él lo cogió sonó una voz muy familiar, hasta
que se dio cuenta de que era Raúl. Fernando no sabía qué res-
ponder, ya que creía que Raúl estaba muerto. Después de ha-
blar, Fernando llamó a los demás para contarles todo y decir-
les que debían buscarlo.



A día de hoy, dos años después, siguen sin encontrar a


Raúl y los mensajes del anónimo han ido a más. Ellos creen
que les queda poco para encontrarlo, y es cierto, porque esa
misma tarde Raúl volvió a llamar por teléfono, les indicó
dónde estaba viviendo y esa misma noche ellos fueron a reco-
gerlo, subieron a una enorme terraza, que era donde habían
quedado, y allí estaba Raúl. Todos se dieron un enorme abrazo
pero, de repente, una persona encapuchada entró en la terraza,
era el anónimo, les apuntó con una pistola, por suerte Iker lle-
vaba el móvil en la mano y sin que el anónimo lo viera llamó
a la policía. Enseguida ellos estaban allí y el anónimo se fue
saltando de terraza en terraza. Al verlo, la policía fue en su
busca pero no encontraron a nadie.
Luego todos juntos fueron a ver en qué sitio había estado
Raúl: un teatro del que tenía que salir antes de que los dueños
llegasen, pero no había sido el único lugar donde había vivido

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sino también en la calle y en muchos sitios más. Fernando fue


al baño y al no oír nada decidió volver y, al asomarse, vio que
el encapuchado les estaba apuntando con una pistola. Aprove-
chando que a él no lo había visto, cogió un trozo de metal y
corriendo le dio en la cabeza y cayó así al suelo. Decidieron
quitarle la capucha para por fin saber quién estaba detrás de
ellos estos tres años.
Al ver la cara quedaron muy sorprendidos: era la madre de
Raúl. Él comenzó a llorar y se lo llevaron de allí a casa, al
llegar al pueblo todos se quedaron sorprendidos al verlo, ya
que habían estado tres años creyendo que estaba muerto. La
policía le hizo un par de preguntas y él testifico que su madre
lo había secuestrado, pero mintió, ya que su madre, al estar
muerta, no podría decir lo contrario. La policía empezó a bus-
car a su madre y también a poner carteles, los dueños del teatro
al ver los carteles avisaron a la policía y, al estar ella muerta,
dieron el caso por cerrado.

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TERROR EN LA ATRACCIÓN,
por José Guirado Guillén

3º ESO B

Esta historia empieza en un parque de atracciones. Todo


iba con normalidad, me lo pasaba bien con mis amigos, com-
pré un Calipo por tres con veinte. De repente a uno de mis
amigos se le ocurre que podemos hacer una cola de tres horas
y media para montarnos en la montaña rusa más grande que
se le puede ocurrir a un arquitecto sin que su proyecto acabe
en la basura. El caso es que cuando llevamos unas dos horas
en la cola una voz suena por megafonía y dice:
—La atracción quedará fuera de servicio por problemas
técnicos. Perdonen las molestias.
Entonces nos quedamos esperando y mirando a los técni-
cos con cara de no saber de lo que va la cosa durante veinte
minutazos de aburrimiento en estado puro, cuando de repente
la voz de megafonía dice:
—La atracción vuelve a estar a pleno rendimiento.
Después de unos minutos nos montamos detrás de un tipo
que estaba grabando con una videocámara del tamaño de su
cabeza.
Cuando nos montamos, vamos a toda velocidad por la pri-
mera bajada y entonces el tipo de enfrente se da cuenta de que
el sistema hidráulico que hace que cierre el asiento y no sal-
gamos volando está bastante mal y empieza a salir un líquido
de color rojizo de él. Y además al tipo que llevamos detrás se

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le cae la cámara con la mala suerte de que se queda engan-


chada en las vías. El vagón de la montaña rusa descarrila y,
por el brusco movimiento, el sistema hidráulico cede y TODOS
los de los primeros asientos salen volando precipitándose a
toda velocidad al suelo. Los de los asientos del medio se que-
dan colgando de la barra de seguridad, muriendo en el ins-
tante. Yo, que estaba en las últimas filas, conseguí salvarme.
Quizás mi cobardía hizo que no muriera, rechacé ponerme en
las primeras filas. O eso creía, cuando los bomberos vinieron
a rescatarme tuve la mala suerte de caer en la única colchoneta
que estaba rota y morir en el acto.

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LA ISLA PROHIBIDA,
por Francisco Fernández Fernández

2º ESO E

En 1890 había un pueblo a las orillas de un mar. Era una


península adonde viajaban famosos a ver sus preciosas playas
y montes. Pero en las faldas de un monte había un viejo edifi-
cio que había sido un sanatorio. En 1920, al darse cuenta de
que el sanatorio no funcionaba bien, decidieron cerrarlo. Años
después de su cierre, personas amantes de lo paranormal de-
cidieron ir a visitarlo debido a las numerosas muertes que
hubo en aquel sanatorio. Una vez allí decidieron comunicarse
con ellos con una simple ouija. Consiguieron comunicarse
con una niña que murió en aquel espantoso sitio.
La niña dice que ella estaba con su padre en el médico
cuando de repente viene el médico y dice: “Señor, usted tiene
tuberculosis, las pruebas han dado positivo, deberá ir al sana-
torio”. De repente mi padre se puso a llorar, el médico le in-
tentó calmar pero él seguía llorando, yo no sabía qué estaba
pasando. Al rato, cuando mi padre paró de llorar, nos fuimos
a casa. Yo estaba muy asustada, no sabía qué estaba pasando.
Mi padre no era el de siempre, ya no reía, no jugaba conmigo,
algo había cambiado. A la semana siguiente nos fuimos al sa-
natorio, era un hospital en las faldas de un precioso monte.
Allí empezaron a hablar médicos con mi padre y se acostó en
una camilla. Allí conocí a Laura, era una chica de mi edad, me
llevaba muy bien con ella hasta que se murió su padre y me
dejó sola porque se fue a otro país con sus tíos. Yo en ese

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momento me quedé muy sola. El día 13 de noviembre mi pa-


dre murió, entonces ya no tenía con quién estar, no tenía a
nadie y decidí tirarme del cuarto piso. Morí al instante, y esta
es mi historia”.
A los cinco años, los amantes de lo paranormal decidieron
abrir un portal interdimensional para poder hablar mejor con
la niña. Los riesgos de no salir con vida eran muy altos pero
si descubrían esa historia podían ganar el récord Guinnes. De-
cidieron abrirlo, al abrirlo ya no había vuelta atrás, era meterse
o morir. Cuando se metieron y empezaron a investigar se die-
ron cuenta de todo. Al darse cuenta de que la niña les había
tendido una trampa para poder entrar al mundo de los vivos,
salieron corriendo hasta el portal, pero ya era demasiado tarde,
había sucedido un desastre: un montón de espíritus malignos
salieron y fueron a aterrorizar al mundo.
En 2012, iba en un avión desde España a New York, un
vuelo de 13 horas. A las cinco horas de vuelo se escuchó un
crujido, se cayó una turbina del avión, a los minutos se apaga-
ron las luces. Nos habíamos chocado contra el agua. Era el
único sobreviviente, decidí ir a buscar ayuda, estuve dos horas
nadando pero no encontré nada. Cuando me iba a volver vi a
lo lejos una isla. Sin pensar decidí ir. Al llegar vi que era una
isla construida, pensaba que era una isla desierta. Pero había
un inmenso pueblo. Fui a investigar y a buscar comida, encon-
tré una tienda donde había solo sin caducar un par de latas de
conservas, decidí cogerlas, todo lo demás estaba caducado
desde 1890. Al volver encontré un chalé, decidí pasar allí la
noche.
Sobre las seis de la mañana escuché el ruido de un motor,
me pensaba que era la ayuda pero era un todoterreno negro
que se metía entre las montañas, decidí seguirlo. Aparcaron

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en frente de un edificio que parecía un sanatorio y al lado ha-


bía un cementerio, creo que ahí enterraban a las personas que
morían en el sanatorio. Decidí coger el coche de los que en-
traron en el sanatorio e irme a investigar, me fui al chalé. Allí
encendí fuego en el salón y calenté las latas de conservas para
comérmelas. Se me hicieron las doce y me acosté. A media-
noche escuché un chillido y fui a investigar en el coche. Venía
del sanatorio pero fui a investigar y no había nadie. A la vuelta
me encontré un policía muerto en medio del camino con una
flor en la mano. Me bajé a ver qué le pasaba, estaba muerto.
Sin dudar cogí la pistola y las balas. Y me fui al chalé, aparqué
el coche y me fui a dormir.
Me desperté a las 12:30 y me fui a investigar, vi una som-
bra gigante, parecía un monstruo, era un chasqueador. No sé
de dónde había salido pero yo ya estaba pensando que aquí
pasaba algo. Me fabriqué una potente bengala con encinas de
pino y un tubo de pegamento. Por la tarde vi un helicóptero
sobrevolando la zona y se la tiré, gracias a Dios el helicóptero
bajó y me pudo recoger. Les conté todo lo que había pasado y
me dijeron que esa era una isla prohibida, que dos hombres la
habían encantado, y entonces les conté lo de los hombres que
fueron al sanatorio.
Al día siguiente fuimos a la zona del accidente de avión
pero no había nada, fuimos a investigar las zonas de alrededor.
Al rato me acordé de que me dejé el fuego en la casa encen-
dido. Me callé y no dije nada, pero a la vuelta estaba la isla en
llamas. Cuando vino el barco de los bomberos, en la localiza-
ción de la isla no había nada.

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ERA UNA NOCHE FRÍA DE INVIERNO,


por José Gómez Fernández

1º Bachillerato BH

Era una fría noche de invierno en la que, junto a unos ami-


gos, Juan, Marcos y Laura, decidimos ir de acampada al bos-
que y refugiarnos en el calor de la hoguera, así que cogimos
mi coche y nos pusimos de camino. Al llegar comenzamos a
montar la tienda de campaña y preparar la comida, nada más
terminar prendimos una pequeña hoguera con ramas y Marcos
se presentó voluntario para ir a por leña para avivar el fuego.
Pasó y pasó el tiempo y Marcos no llegaba, por lo que empe-
zamos a preocuparnos y decidimos ir a buscarlo, pasó una me-
dia hora hasta que Irene encontró unas huellas en el barro y
decidimos seguirlas. Conforme nos fuimos acercando la cosa
se volvió mucho más escalofriante, junto a las huellas se en-
contraban unas gotas de lo que parecía ser sangre, avanzamos
más y esas gotas se volvían cada vez mucho más grandes y
calientes, lo que indicaba que la sangre era reciente, todos es-
tábamos muy asustados, al punto de que algunos se empeza-
ban a plantear dar la vuelta, intentamos llamar a emergencias,
pero no encontrábamos ningún tipo de señal por ningún sitio,
por lo que seguimos nuestro rastro.
Después de casi una agónica hora caminando encontramos
escondida en el bosque una antigua casa abandonada de ma-
dera en muy mal estado y con rastros de haber sido quemada.
Al ver que las huellas y los ya charcos de sangre continuaban
hacia la entrada de la casa, muy a nuestro pesar y después de

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estar dialogando un tiempo, decidimos entrar todos juntos. La


puerta estaba abierta, ligeramente entornada y sus bisagras
chirriaban, en el recibidor de la casa se encontraban unas es-
caleras, las cuales subían a una segunda planta. Mientras está-
bamos observando la entrada de la casa, la puerta se cerró
fuertemente por una ráfaga de viento y no encontramos forma
de volver a abrirla, por lo que entramos en un fuerte estado de
pánico, el cual aumentó estrepitosamente cuando seguida-
mente de un fuerte, corto y agudo grito nos giramos y nos di-
mos cuenta de que Irene había desaparecido. Juan y yo, ya casi
al borde del shock, nos refugiamos en lo que parecía haber
sido una cocina y nos metimos debajo de una antigua mesa de
madera algo quemada. Unos segundos después, Juan me dijo
que debíamos buscar algún tipo de cuchillo o utensilio por si
tocaba defenderse, nos incorporamos y tomamos rumbo a dos
estanterías distintas en las que encontré un viejo cuchillo, el
cual agarré fuertemente y justo al darme la vuelta oí un golpe
hueco y, Juan no estaba. Yo, casi paralizada por el miedo, me
volví a meter debajo de la vieja mesa, y en ese mismo mo-
mento escuché la voz de Juan proveniente de la parte superior
diciendo:
—Lara, ¡ven!
Fui rápidamente a la subida de la escalera cuando algo me
cogió con fuerza, me tapó la boca y me dijo:
—Yo también he oído eso.
Era Juan.
Eso fue lo último que recuerdo antes de que una especie
de sombra se acercara fugazmente hacia nosotros. La mañana
siguiente me desperté esposada a la camilla de un hospital,
con el cuchillo que cogí en aquella estantería en la camilla de
al lado. Acusada de degollar a mis tres amigos…

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SIGUE DURMIENDO,
por Lope Jesús Moreno Egea

3º ESO C

Todo comenzó un nubloso día en Bullas en un parque


donde se encontraban un grupo de amigos compuesto por
Bryan, José Luis y Gregorio, los cuales estaban charlando so-
bre Fortnite, planeando la gran viciada que se iban a meter esa
misma noche aprovechando que sus padres se habían ido de
casa a celebrar el aniversario de los padres de José Luis. El
problema era que ellos eran tres y el juego requería un mínimo
de cuatro jugadores, por lo cual los chicos buscaron un cuarto
integrante para poder jugar, tardaron mucho en encontrarlo
porque era muy tarde, pero finalmente entró un jugador anó-
nimo a las 3:33 de la madrugada. Este, con una voz tenebrosa,
comenzó a decir que los iba a matar a todos y a sus familias,
los chicos se lo tomaron en broma y empezaron a burlarse de
él riéndose entre ellos, incluso llegaron a insultarle. Este juga-
dor no dijo nada más después de amenazar de muerte a ellos
y a sus familias y lo único que se escuchó durante toda la no-
che fue una respiración profunda y entrecortada; el grupo de
amigos se dio cuenta de que este jugador tenía un gran nivel
de juego a pesar de ser un nivel 1, de ahí el hecho de que ju-
garan con él durante toda la noche y no lo expulsaran.
La noche siguiente, a eso de las 3:33 de la madrugada,
Bryan se despierta tras recibir un mensaje de WhatsApp de su
amigo José Luis, cuando abre la conversación para leer el
mensaje se encuentra con una foto de una persona de cara

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R/N. Revista de narrativa. Núm. 3, vol. II. 2018. ISSN 2605-3608

blanca sonriendo de oreja a oreja, de una manera tenebrosa, y


con unos ojos negros enormes, Bryan responde dudoso y ca-
breado preguntándole por qué manda eso a esas horas de la
madrugada, a lo que José Luis responde fríamente: “Sigue
durmiendo”. Cuando Bryan estaba en la cama, al principio no
le quiso dar importancia, pero pasaron las horas y no podía
parar de pensar en esos mensajes que le había mandado, y
cada vez que cerraba los ojos veía ese rostro impregnado en
su cabeza.
A la mañana siguiente Gregorio crea un grupo de
WhatsApp para jugar a Fortnite por la noche, Bryan responde
aceptando su propuesta y deciden empezar a jugar a las doce
de la noche. Después de comer Gregorio contacta con Bryan
diciéndole que José Luis no leía sus mensajes y no le cogía las
llamadas.
Decidieron ir a eso de las nueve a su casa a ver si estaba,
una vez estando allí se percataron de que la única luz que se
encontraba encendida era la de su habitación y no dudaron en
llamar, ya que creían que estaba allí. Tras tocar el timbre va-
rias veces, Bryan decidió asomarse para ver si la luz seguía
encendida, pero para su sorpresa no lo estaba, no le dieron im-
portancia porque pensaban que José Luis les estaba gastado
una broma de las suyas. En ese momento Bryan no se acordó
de la foto y los chicos se fueron a sus casas.
Como planearon, comenzaron a jugar a las doce de la no-
che y a las 3:33 se unió José Luis al grupo. Bryan y Gregorio
comenzaron a preguntarle por qué no tenía el móvil disponible
y si les había gastado una broma, pero en ese momento,
cuando dejaron de hablar, escucharon una respiración pro-
funda y entrecortada, la cual respondió: “Regla número uno:
no cuestionéis mis palabras”. Bryan comenzó a recordar lo su-

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cedido en los últimos días y experimentó una sensación esca-


lofriante al saber que su amigo José Luis estaba muerto, rápi-
damente se lo dijo eufórico a su amigo Gregorio, pero antes
de que se dieran cuenta se apagaron todas las luces de su casa
y se volvieron a encender, pero solo se encontraban Gregorio
y Bryan en el grupo, José Luis lo abandonó.
Bryan, muy asustado, le dijo a Gregorio que fuera a dormir
a su casa, ya que probablemente no podría dormir. Una vez
estando en su cuarto durmiendo escucharon un portazo muy
fuerte y una cruz que tenía Bryan en su cuarto de repente se
dio la vuelta, se escuchó un chillido muy fuerte y se rompieron
todos los cristales. Bryan y Gregorio decidieron salir de la
casa e ir al cuartel de la policía, pero este estaba cerrado, por
lo que tuvieron que esperar hasta las ocho de la mañana a que
lo abrieran. Durante esas cuatro horas los dos chicos intenta-
ron dormir en dos bancos de un parque cercano. Cuando abrió,
los chicos contaron todo lo ocurrido a la policía pero ellos no
tenían registrado a ningún chico de su edad de nombre José
Luis e incluso la casa en la que vivían él y sus padres era pro-
piedad del banco, durante más de cinco años estuvo ocupada
por un joven que acabó suicidándose en ese recinto. Los chi-
cos quedaron impactados, desmayándose al instante, Bryan
despertó en su cama con una sensación de que lo estaban ob-
servando y cuando se giró vio el rostro de su amigo José Luis
sonriendo de oreja a oreja, con el rostro pálido y unos ojos
negros, y una voz tenebrosa le dijo: “Sigue durmiendo…”.

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LA PRECIOSA Y MISTERIOSA MUÑECA,


por Marta Martínez Martínez

3º ESO C

Esto empezó un 13 de marzo de 2018 cuando mis padres


decidieron comprar una casa nueva, debido a que nuestra casa
ya era vieja y se quedaba pequeña para mi familia, porque ya
tenía dos hermanas gemelas y mi madre estaba de nuevo em-
barazada de un niño.
Yo sinceramente no tenía muchas ganas de abandonar esa
casa porque era mi hogar desde hacía ya catorce años y de mis
hermanas, que solo tenían 6 pero también se habían acostum-
brado a vivir allí. El día que nos mudamos yo cogí todas mis
cosas, pero se me olvidó coger una de ellas, que era un muñeca
idéntica a mí, que me había regalado una pobre anciana por la
calle cuando tenía seis años, mis hermanas casualmente tenían
otras, pero lo más raro de todo es que a ellas también se las
había dado una mujer anciana este mismo año, cuando cum-
plían los seis, claramente a ellas no se les olvidó porque les
encantaba que sus muñecas se parecieran tanto a ellas, y ade-
más se las habían regalado hacía nada, si a mis hermanas se
les perdieran, sería algo que no podrían aguantar ni ellas ni yo,
porque son tan cansinas que cuando algo se les pierde siempre
lo padezco yo. Por el contrario, a mí me daba igual que esa
muñeca se me hubiera olvidado en la casa de Segovia, porque
ya la tenía aborrecida y me daba mala espina eso de que fuera
igual que yo.

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Nuestra nueva casa iba a estar en El Tiemblo, en Ávila, en


ese pueblo vivía una amiga mía que también se vino a vivir
unos años atrás. Mientras íbamos en el coche, María y Marina,
que así se llaman mis hermanas, no paraban de jugar con las
muñecas, y no paraban de darme golpes, y entonces yo cogí,
y se las quité; en cuanto hice esto, cogí el brazo izquierdo de
la muñeca de María y vi que tenía un rasguño, mi hermana se
quejó justo al mismo tiempo y levantó el brazo haciéndome
ver un rasguño idéntico al de la muñeca, pero yo a esto no le
di importancia y no se lo dije a nadie, solo era una gran casua-
lidad.
Más tarde, cuando llegué a mi casa nueva, cogí y dejé to-
das mis cosas en una habitación que vi muy acogedora y a mi
estilo, que claramente iba a ser mi nueva habitación. Después
me fui pitando a la puerta de la plaza de toros para reencon-
trarme con mi mejor amiga, que, como había dicho antes, se
había mudado a los 10 años, pero a pesar de eso seguíamos
hablando un montón por videollamada, y algunas veces yo la
visitaba, es decir, el pueblo ya lo conocía como la palma de
mi mano, siempre quedábamos allí en la puerta, y yo me que-
daba en la casa que hemos comprado, porque antes la tenía-
mos solo alquilada para las vacaciones.
A ella fue a la única a la que le conté lo de mi hermana y
la muñeca, y ella también pensó que solo era una casualidad.
Al rato fuimos a comprar chuches a un chino. Mientras, a mi
antigua casa ya se había mudado una familia con un bebé, y
este bebé ya tenía mi regalo, pues había dejado en mi habita-
ción “la muñeca idéntica a mí”: él estaba en la cocina en su
cuna y, en cuanto cogió mi muñeca y tiró del brazo izquierdo,
yo tiré toda una pila de cajas llenas de chuches, yo en ese mo-
mento tuve una visión de este bebé jugando con mi muñeca y

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me asusté tanto, que me caí al suelo haciendo saber a mi amiga


que me había desmayado.
Cuando me desperté, me encontraba en un hospital lleno
de gente a mi alrededor, y en medio de toda esta gente, además
de a mi familia, vi a la misma anciana que me había regalado
la misteriosa muñeca, me fijé un poco más y esta se desvane-
ció. Al rato yo ya estaba un poco mejor, y los médicos dejaron
que mis padres hablaran conmigo, yo les conté todo, pero ellos
pensaron que yo me había imaginado todo eso cuando me des-
mayé. Les dije que llamaran a mi amiga porque quería hablar
con ella para relajarme un rato.
Esa noche dormí muy bien debido a todo lo ocurrido, y
cuando me levanté me encontré la muñeca de mi hermana Ma-
ría en mi habitación junto a los pies de mi cama, la cogí y
decidí tirarla porque me daba miedo por lo que ya me había
pasado a mí, y no quería que pudiera pasarles lo mismo a mis
hermanas: les tiré sus dos muñecas. Cuando mis hermanas se
enteraron y se lo dijeron a mis padres, yo les conté por qué las
había tirado y ellos directamente me cogieron y me llevaron
al sicólogo.
Al salir de casa para ir, vi cómo un perro cogía una de las
muñecas y empezaba a morderla. Cuando volvieron mis pa-
dres a mi casa, mi hermana Marina estaba gritando, mirando
a su hermana herida gravemente por mordiscos de un perro.
Mis padres cogieron a María y, mientras que mi padre llevaba
a María al hospital, mi madre me recogía a mí antes de lo de-
bido y me montaba en el coche con mi hermana Marina.
Cuando llegamos al hospital mi madre salió corriendo a la sala
donde se suponía que estaba mi padre con mi otra hermana. A
los cinco minutos de irse, Marina me explicó todo lo que había
pasado y salí corriendo de mi coche para ir a buscar las muñe-
cas, encontré solo la de mi hermana María e intenté arreglarla;

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cuando lo conseguí, mi madre me llamó dándome la buena


noticia de que mi hermana se iba recuperar, en cuanto supe
esto, me puse a correr, saqué a mi hermana Marina del coche
y fuimos a ver a María. Mis hermanas estaban bien, eso era lo
único en lo que yo pensaba en ese momento.
Esa noche mis padres y yo nos quedamos a dormir en el
hospital con mi hermana, y Marina se quedó a dormir en la
casa de mi mejor amiga, porque yo la dejé allí a cargo de
Marta, mi amiga, en cuanto le conté todo. A las 3 a.m. me
levanté, me dirigí a la ventana, la abrí y en ese momento mis
padres se levantaron, pero yo ya estaba cayéndome desde seis
pisos y llegando al suelo, donde me esperaba la muerte. (A la
misma vez que yo caía, en mi cabeza solo veía imágenes se-
guidas del mismo bebé de mi antigua casa, que había cogido
una rabieta y había tirado mi preciosa muñeca por la ventana).
Ahora mismo solo pienso en que por lo menos salvé a mis
hermanas de la maldición de las muñecas, pero mi vida no
llegué a salvarla debido a la distancia de mi muñeca, es decir,
lo único que me da por pensar es que mi familia sigue viva,
que es lo único que me alegra, espero que ahora mismo estén
disfrutando de la vida, que mi hermano Manu esté creciendo
como un campeón, como mis otras dos hermanas y mis queri-
dos padres.

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LA DESAPARICIÓN,
por Mario Jiménez Pérez

3º ESO C

Un martes 13 de agosto, una familia de Murcia se disponía


a ir a comer a la huerta de sus abuelos, a unos 40 km de casa.
En el pueblo al que pertenecía la huerta, dos semanas antes
se produjo una desaparición de un niño de ocho años mientras
este jugaba en el parque y a los tres días apareció su cuerpo
dentro de la sacristía de la iglesia del pueblo. No tenía heridas
ni signos de asfixia y no pudieron hallar las causas de la
muerte, pero al lado del cuerpo había una nota que decía: “Te-
ned cuidado, os estoy vigilando”.
Juan, nuestro protagonista, tenía muchas ganas de jugar
con sus primos, ya que llevaba meses sin verlos, pero su fami-
lia desconocía lo que había pasado días antes.
El día empezó muy bien: los niños se bañaban en la pis-
cina, jugaban a la pelota, hacían manualidades…
La comida salió buenísima, un arroz con costillejas y ca-
racoles de diez. Recogieron la mesa, los niños salieron a jugar
mientras hacían la digestión para poder bañarse y los padres,
mientras, hablaban y tomaban café, pero ellos no se imagina-
ban lo que les iba a pasar minutos después. Cuando ya estaban
recogiendo salió la madre de Pedro (el primo con el que Juan
más se juntaba) a decirle que ya se iban, no paraba de llamarlo
y decidió preguntarle a Juan que si él sabía dónde estaba Pe-
dro.

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Juan, que acababa de terminar de ducharse, le dijo que,


cuando él estaba saliendo de la piscina, Pedro le dijo que se
iba a quedar un poco más hasta que dijeran de irse. Charo, la
madre, fue a la piscina a buscarlo pero él ya no estaba ahí.
Toda la familia estuvo horas buscando al niño pero no lo en-
contraban. Isa, la más pequeña de la casa, miró en la piscina y
vio algo en el fondo de la piscina que antes no estaba, llamó a
Charo para que lo viera y cuando llegó vio que en el fondo de
la piscina había una frase de color rojo sangre que ocupaba
toda la superficie del fondo y que decía: “Os dije que teníais
que tener cuidado, ya os avisé”.
Después de eso no esperaron un segundo más para llamar
a la policía, ya que estaban muy nerviosos. Mientras la policía
llegaba tuvieron que llamar a una ambulancia porque a Charo
le dio un ataque de ansiedad.
Segundos antes de que llegara la policía se escuchó un
ruido muy fuerte, como si se tratara de un disparo, pero apa-
rentemente no había ocurrido nada. Cuando llegó la policía,
estos no sabían qué hacer, ya que ellos no estaban de servicio
cuando ocurrió semanas atrás. Los familiares de Pedro les di-
jeron lo que había ocurrido y fueron a la sacristía de la iglesia
a ver si se encontraba ahí el cuerpo, pero lo que se encontraron
no fue el cuerpo sino otra nota que decía: “Esta vez no os lo
voy a poner tan fácil”.
Posteriormente pensaron que podría haber sido un cono-
cido ermitaño que perdió un hijo por causas desconocidas y
llegaron a la conclusión de que podría haberlo hecho como
venganza. Dicho ermitaño vivía en una pequeña casa junto a
una cueva en la ladera de la montaña y se dispusieron a subir
al lugar.

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Los primeros en llegar fueron dos agentes de la policía que


ya lo conocían, pues tenía antecedentes y ya había cumplido
alguna pequeña pena de prisión.
Cuando bajaron del coche se escuchó un gran estruendo
que venía de la cueva, se acercaron rápidamente y descubrie-
ron el cuerpo fallecido del ermitaño, y al lado de este estaba
la última nota de la historia, que decía: “Perdón por todo, no
puedo seguir aquí. Voy contigo, hijo mío”.
Más tarde entraron en la casa de este y encontraron al niño
atado con una cadena y con la boca tapada.
Cuando el niño se recuperó contó que no quería hacerle
daño, sino que quería sentir que tenía un hijo, ya que no había
sentido esa sensación desde hacía mucho tiempo, y le dijo que
le dijera a la policía que siguieran buscando al hombre que
asesinó semanas atrás al niño de ocho años, ya que él no había
sido en esa ocasión.

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LA SOLEDAD DE PEPE,
por Alejandro Martínez Espín

2º ESO E

Toca el reloj y Pepe se levanta, se da su ducha y va a desa-


yunar.
¡Qué cosa más extraña! No hay nadie en casa, ni sus pa-
dres, ni su hermano Marco. No sabía que iban a viajar, llama
a su perro Lucky, se lo habrán llevado sus padres.
Es la hora de salir para el instituto, coge la mochila y sale
a la calle. No ve a nadie, ni coches ni personas. Piensa que
algo ocurre.
Llega al instituto y está cerrado, no entiende nada, piensa
que puede ser sábado y confundió el día. Llama a su amigo y
no suena el teléfono, llama a sus padres y tampoco suena, si-
gue insistiendo, ese teléfono llegó a su fin, tendrá que aprobar
si quiere otro.
Pasa el día y llega la noche, Pepe empieza a sentir miedo.
De pronto recuerda a su abuela, que está muy enferma en el
hospital y decide ir a verla.
Va por la calle y sigue sin ver a nadie, cada vez tiene más
miedo, no consigue coger autobuses, echa a correr, por fin
llega al hospital. ¡Qué cosa más extraña! No hay nadie, ni en-
fermeras, ni médicos, ni enfermos. Está aterrorizado, consigue
llegar a la habitación de su abuela. Entra y por fin ve a una
persona.
Su abuela lo mira y le sonríe, le dice que lo estaba espe-
rando, él la abraza y echa a llorar temblando de miedo, Pepe

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le cuenta todo lo ocurrido y su abuela lo mira con mucha ter-


nura y… ¡sorpresa! La abuela se pone de pie y empieza a an-
dar como si estuviese perfecta. “Se curó”, piensa Pepe.
La abuela coge a Pepe, que la mira feliz y le dice que mire
a la cama, allí está la abuela acostada, como dormida. No en-
tiende nada, la abuela lo lleva de un plumazo y, sin saber
cómo, están en un cementerio.
Allí se ve un entierro y sus padres y hermano frente a una
tumba llorando, también están todos sus amigos. Él se acerca
pero nadie lo ve ni lo escucha. Solo su abuela, que le explica
que lo atropelló un vehículo que se saltó el semáforo y murió
en el acto. Pepe se quedó atrapado entre dos dimensiones y su
abuela lo estaba esperando para atravesar la última dimensión
con él.
Pepe y la abuela caminan hacia la luz juntos.

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PEQUEÑAS MENTIROSAS,
por Noa Fernández Fernández

3º ESO B

Basado en la serie Pequeñas mentirosas

En una oscura noche del verano de 2009 una chica llamada


Alison desapareció. A la mañana siguiente se encontró su ca-
dáver enterrado en el jardín de su casa. Un año más tarde fue
su entierro, ya que en todo ese tiempo estuvieron investigando
su caso, pero no encontraron al posible asesino o asesina.
La historia que voy a contar comienza con la vuelta de
Aria a Rouswood, una de las amigas de Alison, que mientras
compraba comida conoció a Ezra e inmediatamente comenza-
ron un romance, sin saber que él sería su profesor de Inglés al
iniciar la escuela.
Hanna es una de las más populares del instituto junto con
Mona, las dos habían sido víctimas de las humillaciones de
Ali. Emily fue la única que se acercó para hablar con Aria el
primer día de clases y le contó que ya no eran tan amigas como
antes. Y por último está Spencer, una alumna destacada en
todo. Todas ellas eran amigas de Alison y creían conocer to-
dos sus secretos.
El día del entierro las antiguas amigas de Alison recibie-
ron un mensaje que decía: “Aún sigo aquí y lo sé todo. A”.
¿Qué significaba eso? ¿Alison estaba viva? Justo en ese mo-
mento llegó el nuevo inspector para decirles que pensaba en-
terarse de todo lo que pasó ese verano. Pero lo que ellas no

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sabían era que ese mensaje iba a ser el primero de muchos.


Cuando Aria se enteró de que Ezra iba a ser su nuevo profesor,
recibió un mensaje de A que decía que podía que él jugase con
todas sus alumnas, y allí empezaron los mensajes. Hanna tam-
bién recibió un mensaje, ya que debido a su mala situación
económica robaba joyas, ropa y zapatos de marca para man-
tener su estatus en el instituto. Spencer siempre terminaba en-
redándose con los novios de su hermana Melissa y A se lo re-
cuerda. Emily, aunque tenía un novio, aún no se ha dado
cuenta de que en realidad era lesbiana, pero todo se le aclara
con la llegada de Maya, que se mudó a la que fue la casa de
Alison.
A medida que pasaba el tiempo A empezó a revelar los
secretos más preciados de las chicas que se suponía que solo
Alison conocía, pero, como todos saben, su cuerpo fue encon-
trado y está muerta. Ellas se vuelven víctimas de los chantajes
de A. Las chicas se unen nuevamente para intentar averiguar
quién es A, pero lo único que han logrado es involucrar a las
personas que quieren y salir lastimadas en el camino. Durante
dos años las chicas siguen con sus relaciones con bastantes
obstáculos de por medio, pero consiguen superarlos. A lo
largo de esos dos años las chicas fueron acosadas por A, ellas
intentaron de todas las formas averiguar quién era, sospecha-
ron de varias personas, pero nunca llegaron a saber quién era
A.
Al pasar estos dos años las chicas cada vez estaban más
cerca de saber quién era A, pero antes de averiguarlo descu-
brieron que Alison estaba viva y A las acosaba para poder en-
contrarla. Alison terminó volviendo al instituto, esto signifi-
caba que A sabría dónde estaba durante el tiempo que tenía
que permanecer allí. Al final A secuestró al padre y al hermano
de Ali y en ese momento fue cuando se descubrió todo. En

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realidad, A era la hermana transexual de Alison que desde pe-


queña había estado ingresada en un centro de salud mental
porque tenía serios problemas, aún no se había curado, pero
se escapaba del centro para seguir con su búsqueda. Lo que en
realidad pasó la noche que Alison desapareció fue que A le dio
un golpe pensando que era otra persona, la enterró pensando
que estaba muerta, pero en realidad estaba viva y consiguió
salir de la tumba para escapar porque pensaba que querían ma-
tarla. Todo esto lo descubrieron las amigas de Alison al ver a
través de unas cámaras cómo A le contaba todo esto a Alison.
Al final A acabó de nuevo en otro centro de salud en el que
estuvo hasta curarse. Las chicas siguieron con sus vidas y Ali-
son se reconcilió con su hermana.
Pero la historia no termina aquí, unos años más tarde,
cuando A ya había salido del centro de salud mental y las chi-
cas volvieron a Rouswood, pasó algo inesperado: A apareció
muerta en la entrada de la iglesia y esto significaba que el
juego seguía. Las chicas volvieron a recibir mensajes, pero no
entendían por qué si A estaba muerta seguía el juego y ahí fue
donde descubrieron que no trabajaba sola, tenía muchas per-
sonas a su disposición y una de ellas quería terminar el juego.
Las chicas volvieron a ser torturadas durante un año hasta
que descubrieron que la persona que había estado ayudando a
A y que se había vuelto adicta al juego era Mona. Esto no les
sorprendió mucho, ya que ella ya había estado ingresada va-
rias veces en el centro de salud mental donde conoció a A. Al
final Mona acabó en el centro de salud mental de nuevo, pero
ahora de por vida.

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EL ARMARIO,
por Mateo Sánchez Jiménez

3º ESO C

Todo empieza una tarde cuando una niña de nueve años,


Claudia, pierde a su padre, pues fallece de un infarto. Claudia,
muy arrepentida, comienza a llorar, pues ese día estaba enfada
con su padre y no pudo decirle nada antes de perderlo.
Al día siguiente Claudia junto a su madre Ana comenzaron
a preparar la mudanza, pues tenían planeado mudarse de casa,
a un barrio de Nueva York, porque su madre iba a ser trasla-
dada en su trabajo de bióloga. Por la tarde fueron al entierro
de su padre, una tarde muy oscura en la que comenzó a llover
y Claudia se fue corriendo a su casa. Al llegar a su casa su
vestido negro estaba mojado, arrugado y roto por la parte de
abajo. Se sentó en una esquina de la buhardilla, cerca de un
armario, estuvo unos minutos sola, reflexionando sobre lo
ocurrido con su padre y que no podría volver a hablar con él,
y pensó en buscar un juego, la ouija, pero no se atrevió a
usarla, así que decidió guardarla y llevársela a su nueva casa.
Unos años después, cuando Claudia estaba en el colegio
en Nueva York, estaba hablando con sus amigas sobre lo que
hacer por la noche, pues era el día de Halloween. Cada amiga
dio una idea: disfrazarse, llamar a las casas, ver una película,
pero Claudia dijo de ir a su casa, pues iba a estar sola porque
su madre estaba en el laboratorio trabajando en un nuevo des-
cubrimiento.

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Esa noche las amigas llegaron a la casa de Claudia sobre


las 10:30, prepararon unas pizzas para cenar, cuando termina-
ron fueron a su habitación, cogieron unas mantas, hicieron pa-
lomitas y pusieron una película, La ouija 2. Cuando terminó
la película eran las 12:30, así que Claudia les propuso a sus
amigas jugar a la ouija que tenía en su armario. La mayoría de
sus amigas no querían pero cuando Claudia les explicó lo que
le pasó unos seis años atrás con su padre decidieron ayudarla
y jugar con ella. Se subieron a una sala que tenía una gran
mesa, colocaron el tablero en medio y alrededor unas velas
negras. Hicieron lo que vieron en la película, se cogieron todas
de las manos y comenzaron.
Pasados unos diez minutos las niñas seguían llamando a
Antonio, el padre de Claudia, pero no contestaba, así que de-
cidieron dejarlo, recoger las velas y guardar el tablero en un
armario. Entonces las niñas comenzaron a hablar sobre lo ocu-
rrido, una tenía miedo, así que permaneció sentada en el sofá,
pero otra amiga comenzó a reírse y a decirle que esto no era
como en las películas, que lo exageran mucho, porque ni se
movían los muebles ni se apagaban las luces ni pasaba nada
extraño. A la 1:00 se fueron todas las amigas, menos una que
se quedó a dormir en su casa.
Al día siguiente se levantaron y con total normalidad, se
prepararon el desayuno y volvieron a la habitación a recoger
sus cosas, pero se dieron cuenta de que la ouija ya no estaba
en el armario en el cual la habían dejado, sino que estaba en-
cima de la mesa de la habitación en la que habían dormido.
Muy asustadas, la cogieron, la liaron en papel, el cual sellaron
bien con cinta aislante, y la escondieron en el jardín en un pro-
fundo agujero cerca de un abeto, la dejaron ahí y se fueron sin
decir nada de lo que ha pasado a nadie, ni siquiera a sus ami-
gas, que estuvieron allí la noche anterior.

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Dos días más tarde, cuando Claudia regresó del colegio, se


dirigía a su casa y le pareció ver a su madre sentada en un
banco; ella, sin prestarle mucha atención, avanzó; más ade-
lante la volvió a ver, así que aceleró su paso cuando vio que
la mujer se levantaba. Cuando llegó a su casa subió las esca-
leras, dejó su mochila y se sentó. A continuación, escuchó una
voz que decía: “¡¡Claudia, a comer!!”. Se disponía a bajar las
escaleras cuando de repente sintió que un brazo rodeó su ca-
beza y la metió dentro de un armario oscuro. Era su madre, la
cual le dijo: “Silencio, yo también he escuchado eso”.

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EL VECINO,
por Juan José León López

2º ESO E

Este relato trata de un joven soñador llamado Williams,


que con tan solo 25 años se independizó de la casa de sus pa-
dres en un pequeño pueblo de Texas, para mudarse a la gran
manzana de Hollywood. Su sueño era poder llegar a ser un
gran actor y triunfar en el mundo del cine, aunque para conse-
guirlo él necesitaba conseguir dinero para ir a la academia de
arte dramático.
Su trabajo de camarero y los gastos de la academia solo le
permitía alquilar un pequeño apartamento a las afueras de la
ciudad, con una única habitación, un cuarto de baño y una co-
cina-comedor, todo en 30 m2. Este bloque de apartamentos
viejos y siniestros estaban casi deshabitados, solo en el tercer
piso vivía una anciana de pelo blanco que vivía sola. Pero esto
no le importaba, estaba en una gran ciudad y tenía un gran
sueño. Y lo iba a cumplir.
La primera noche en su nueva casa él estaba exhausto y
cansado de todo el día de mudanza, por lo que se fue a dormir
temprano. Pero sobre las tres de la mañana unos golpes fuertes
e insistentes en la puerta lo despertaron. Adormilado, fue a
abrir y se encontró a una mujer en camisón blanco, solo pedía
pasar una noche para poder descansar. Él sabía que no debía
dejarla pasar, no la conocía, pero como la vio inofensiva, la
dejó entrar y le ofreció un pequeño sofá y una manta.

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Al día siguiente, cuando despertó y fue a ver cómo estaba,


la mujer no estaba. ¿Había sido un sueño? Todo estaba como
él lo dejó la noche anterior. La manta en el armario de su ha-
bitación y la puerta estaba cerrada por dentro.
A la siguiente noche, otra vez. A las tres de la mañana,
unos golpes más fuertes, más insistentes, lo despertaron. Otra
vez la misma mujer, asustada y llorando. Nuevamente la vol-
vió a dejar entrar. Le preguntó qué le pasaba, por qué lloraba,
quién era y qué hacía allí, pero ella no hablaba. Se acurrucó
en el sofá y entre sollozos se quedó dormida. Él desistió y la
dejo descansar. Mañana la ayudaría y la llevaría a su casa.
A la mañana siguiente, cuando amaneció, de nuevo estaba
todo en su sitio y ni rastro de aquella mujer de pelo moreno.
¿Otra vez el mismo sueño?
Y la tercera noche él se fue a dormir con la sensación de
que volvería a soñar con la misma mujer, pero nadie tocó la
puerta. Aunque él a las 3:05 de la mañana se levantó, contem-
pló la puerta y la abrió con la esperanza de encontrarla, pero
no había nadie. Todo había sido un sueño. Decidió irse a dor-
mir, y mientras se dirigía a su habitación escuchó gritos que
venían de allí y de pronto cesaron. Asustado, fue a su habita-
ción, y allí estaba ella, en su cama, ensangrentada y muerta.
No podía parar de mirarla. ¿Qué hacía allí y cómo había en-
trado?
Con el miedo en el cuerpo, corrió lo más rápido que pudo
a pedir ayuda, pero en el edificio solo había una mujer mayor
que con sus gritos salió a ver lo que pasaba. Él le contó lo que
vio o lo que soñó, no sabía si aquello era real o no, él estaba
confundido. Esa anciana entonces le contó lo que ocurría cada
noche en esa casa a las 3 de la mañana, pues ella había vivido
allí toda su vida y conoció a esa desolada mujer que vivía por
y para su marido.

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Esa mujer de camisón blanco vivía con su marido, un hom-


bre rudo y borracho, que cada noche a las tres de la mañana
llegaba del bar y le pegaba. La mujer aguantaba porque lo
amaba y era la única familia que le quedaba. Pero tras años de
palizas, la mujer decidió dejarlo e irse lejos de él. Pero esa
noche el marido llegó antes y la encontró empaquetando sus
cosas, fue tal la paliza que le dio que la mató a golpes.
El joven entendió por qué lloraba aquella mujer, no era fe-
liz y no podía escapar de su cárcel. Pero él no podía seguir en
ese piso tras conocer esa historia, así que decidió abandonar
la casa y no se supo más de él.

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NAHIR,
por Francisco Valera García

3º ESO C

Basado en el caso de Nahir Galarza

Era una noche fría y húmeda de invierno cuando Marcos


volvía del trabajo y Nahir, su esposa, lo estaba esperando. La
notaba un poco rara últimamente, pero no le había dado mu-
cha importancia, ya que solía estar trabajando. Ella era una
chica rubia de 20 años y Marcos un chico alto de 1.80 con el
pelo castaño.
Al volver a casa vio a Nahir sacando del horno los restos
de la comida de esa tarde. Había sobrado un poco de pollo.
Nahir se comió su comida sin siquiera saludar a Marcos, algo
que lo extrañó. Marcos pensaba que Nahir estaba triste, ya que
hacía unas semanas había muerto su perro. Marcos no sabía
por qué estaba mareado, así que decidió ir a dormirse. Cuando
iba por las escaleras cayó al suelo y quedó inconsciente.
Al despertarse eran las tres de la mañana y tenía que ir a
trabajar a las diez, así que decidió subir, pero encontró a Nahir
en el jardín cavando un agujero. Fue a ver qué pasaba y al
verlo Nahir se asustó. Marcos, sin darse cuenta de que Nahir
portaba una pistola, le preguntó por qué estaba cavando un
agujero a esas horas de la noche, a lo que Nahir no se molestó
en contestar, apuntó a Marcos.
¿Cómo podía ser que la mujer con la que llevaba saliendo
durante ocho años le disparara? ¿Había estado durmiendo con

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una asesina capaz de dispararle con tal sangre fría? No dio


tiempo a que Marcos pensará más cosas, ya que Nahir se
acercó, lo rodeó y por la espalda, apuntando a la cabeza, dis-
paró. En su rostro no se mostraba más que odio, odio a quien
siempre había querido y siempre la había tratado bien. El ros-
tro de Marcos ya no expresaba sentimiento, ya que la bala lo
había atravesado y salido por la parte de la nariz, no se le podía
reconocer.
Entonces Nahir, a quien se le había complicado el plan,
eliminó las pruebas y enterró a Marcos. Ese horrible acto
quedó sin testigos, así que pasaron semanas hasta que un ve-
cino, aterrado por la situación, descubrió el cadáver de quien
tiempo atrás había sido su mejor amigo. Desolado por la si-
tuación acudió corriendo a la policía, la cual no tardó en ir allí
y preguntar a Nahir qué había pasado, a lo que contestó que
no sabía nada. Nahir acabó en prisión condenada a la silla
eléctrica. Sus últimas palabras, claras y concisas, fueron: “En
el cielo volveré a ver a Marcos y lo volveré matar”.

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LA CRIATURA DE LA CAMA,
por Lucía Llamas Jiménez

2º ESO E

Una vez una niña llamada Gissela se despertó a media no-


che, pensó que había algo o alguien debajo de su cama, asomó
la cabeza con temor a que hubiese algo y de pronto vio una
muñeca, la cual nunca había visto en su casa.
Al día siguiente Gissela asomó la cabeza bajo su cama y
vio que la muñeca no estaba, ella acudió a sus padres y les
preguntó que de dónde había salido esa muñeca, su padre dijo
que iba a ser un regalo para ella, más tarde su padre le pre-
guntó que cómo sabía lo de la muñeca, y ella dijo que la vio
debajo de su cama y su padre le contestó que no podía ser, ya
que él la tenía envuelta en papel de regalo en el armario.
Gissela, asustada al ver que era la misma muñeca que vio
debajo de su cama, investigó sobre ella, no encontró nada ex-
traño, y al quitar el ordenador de la mesa la muñeca estaba
detrás de ella en el suelo, le preguntó a su hermana Laura si
ella había dejado ahí a la muñeca y Laura dijo que no, que ella
cuando utiliza las muñecas las deja en el sitio de donde las
coge.
Gissela, confundida por lo ocurrido, comenzó a sospechar
que algo sucedía con la muñeca, un día la observó con aten-
ción y vio que las luces de su casa comenzaban a apagarse y
encenderse sin razón alguna, gritaba llamando a sus padres
aterrorizada pero ninguno de ellos acudía a sus gritos, y los
comenzó a buscar por toda su casa, se paró a observar a la

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muñeca que esta estaba tumbada en el medio del salón y re-


sultó que dentro de la muñeca habitaba un ser espeluznante,
una criatura extraña que salía poco a poco de la muñeca, la
criatura de un color negro, era alta, sobrepasaba los dos metros
de altura y poseía unas garras afiladas.
Gissela observó cómo esa escalofriante criatura comen-
zaba a moverse por todo el salón, vio cómo la criatura se le
acercaba poco a poco, ella no reaccionó debido al terror de ver
ese horripilante ser, acabó despertando en su cama y su her-
mana pequeña despertándola con la muñeca al lado de Gis-
sela. Gissela, aterrorizada por el supuesto sueño, le dijo a su
hermana que esa muñeca tenía algo dentro que ni ella misma
podría explicar, pero su hermana Laura no se lo creyó y ella,
segura de lo que decía, le dijo a su hermana que no tuviera tan
cerca esa muñeca.
Esa misma noche ocurrió una desgracia: su hermana pe-
queña desapareció. Sus padres, agobiados por el suceso y tris-
tes por la desaparición de su hija, llamaron a la policía, la po-
licía al investigar e inspeccionar la casa no logró encontrar
ninguna pista que llevase a encontrar a Laura.
Una semana más tarde sonó el timbre de casa y abrió Gis-
sela, vio que era Laura y al lado de ella estaba la criatura ex-
traña. Gissela dijo a Laura que tuviera cuidado con la criatura
que tenía al lado y a eso Laura respondió diciendo que no veía
a ninguna criatura cerca, en ese momento Gissela pensó que
ella podría ser la única que viese a la criatura. En cuanto a
Laura, llegó a casa con la muñeca en la mano, esa muñeca
estaba intacta pese a que pasó una semana. Sus padres, llo-
rando de alegría por verla, preguntaron a Laura qué había he-
cho en tanto tiempo, y Laura afirmó que solo había ido a la
casa de su amiga, y sus padres se preguntaron que quién sería
esa amiga.

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Esa misma noche Gissela se asomó debajo de la cama y la


muñeca estaba ahí, la criatura volvió a salir de la muñeca, la
criatura comenzó a dar vueltas por toda la habitación de Gis-
sela. Ella, por el miedo a que la criatura le hiciese algo, se
quedó paralizada ante esa situación por el terror que llegó a
sentir. A la mañana siguiente vio a sus padres un poco extra-
ños, no parecían ser ellos, Gissela creyó que era por culpa de
la criatura que habitaba en la muñeca y, por ese motivo, deci-
dió tirarla a la basura, pero por la noche volvió a estar debajo
de su cama.
A la mañana siguiente también notó rara a su hermana, ella
comprendió que debía acabar con la criatura y así devolver la
tranquilidad a su hogar. Como ella misma sabía que cuando
se asomaba a ver debajo de la cama salía la criatura, para aque-
lla noche tenía preparada una trampa: trataría de clavarle una
estaca. Al llegar ese momento, Gissela consiguió acabar con
la criatura de debajo de la cama.

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ALGO ENTRE LOS MATORRALES,


por Antonio Espín Fernández

1º Bachillerato BH

Yo era de aquellas personas que no suele creer en sucesos


paranormales, que niega todo lo que sus ojos incrédulos no
ven, hasta que llegó aquel fatídico instante, en el cual todo mi
cuerpo se paralizó e incluso mi rostro se tornó pálido, como la
cara de aquel ente reflejado en la ventana de mi habitación,
que causó dentro de mí una serie de sentimientos que ronda-
ban entre el miedo y la angustia, y lo peor es que la aterradora
experiencia no había hecho nada más que comenzar.
Recuerdo ese día a la perfección, como si alguien me lo
hubiese grabado a fuego en el subconsciente. Era media tarde,
el reloj marcaba las 19:37 y mi madre se acababa de ir a hacer
la compra de la semana, y yo hacía tiempo para que llegase mi
padre de trabajar jugando con mi hermana pequeña, Cloe. Nos
interrumpió un fuerte pitido que procedía del horno, ya que
mamá nos había hecho para merendar torta de manzana, dejé
a Cloe en mi habitación jugando, mientras yo bajaba a revisar
la torta, cogí un cuchillo dispuesto a devorar sin ningún tipo
de dudas aquel delicioso pastel, pero mi voraz hambre cesó
con un grito desgarrador procedente de la habitación, allí en-
contré a Cloe con marcas de garras gigantescas, tan grandes
que no podían ser de un animal, me quedé perplejo, y dis-
puesto a descubrir el responsable de aquel atroz acto, me
asomé a la ventana, con una serie de pensamientos contradic-
torios que lo único que hacían era volver más insoportable la

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situación, de repente algo con forma alargada salió de unos


matorrales, era increíblemente alto, nunca había visto algo
igual, sin que me diese tiempo a parpadear se abalanzó sobre
la ventana y puso sus zarpas contra mi cuello, pero de repente
la puerta de casa se abrió, era mi padre cansado tras una jor-
nada de trabajo, pero los gritos de Cloe lo alertaron, subió las
escaleras de tres en tres, y cuando llegó a la habitación, el ente
ya se había ido, pero me vio a mí, en shock, sin expresión en
la cara, ni un parpadeo..., nada. Tras un tiempo de estar va-
gando entre psicólogos, dijeron que, tras tanto estrés, lo mío
era un shock postraumático.

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EL FANTASMA DE LA FAMILIA,
por María Cayuela Rodríguez

2º ESO E

Como cada noche de Halloween, un grupo de amigos se


juntaba para celebrar esa noche tan terrorífica, pero no todos
de aquellos miembros eran iguales. Sara no creía en nada que
tuviera que ver con lo espiritual, pero se juntaba con ellos para
pasar un rato divertido con sus amigos. Lo que ella no sabía
era que esa noche iban a pasar una serie de hechos terroríficos.
La noche comenzó en el campo de Hugo, un chico al que
le gustaban mucho las cosas paranormales y todo relacionado
con ello. Todos estaban muy tranquilos en el porche del
campo con una gran hoguera encendida. Jorge no quería olvi-
dar ningún momento de la noche, por lo que estuvo todo el
rato con una cámara de vídeo. Tal y como iba diciendo, todos
estaban muy tranquilos hasta que las luces se apagaron junto
con la hoguera. Un gran grito conocido estalló en los oídos de
todos y, cuando volvieron a encender todas las luces, Irene
había desaparecido, pero todos sus amigos creían que era solo
una broma de mal gusto y pensaron que se había escondido.
Todos siguieron hablando de sus cosas, pero la hora de ce-
nar había llegado y todos tenían hambre. Pedro entró a la casa
a por las pizzas que habían encargado, pero él nunca llegó a
salir de aquella casa. Ellos siguieron pensando lo mismo, hasta
que el teléfono de Fran sonó, él contestó y era una voz extraña
que decía: “Salid de aquí si no queréis morir”. Todos ellos,
asustados, se encerraron en el baño, el cristal se empañó, y

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unas letras se dibujaran en el espejo, y ponía: “Ya os lo dije”.


Las luces se apagaron y todos murieron menos Sara. Ella salió
corriendo de aquel lugar en busca de ayuda de cualquier per-
sona, pero una voz le susurró al oído, decía: “¿Crees ahora en
estas cosas?”. Ella salió corriendo hasta que llegó a la policía.
Esa misma noche fueron a investigar la casa y encontraron la
cámara de Jorge, el policía vio el vídeo, pero no le encontró
ningún sentido a lo ocurrido.
A los pocos días de aquello Sara se puso a investigar sobre
esa casa y encontró una historia que decía que, antes de que la
casa fuera de Hugo, una familia entera murió allí, lo que a ella
le llevó a pensar que la familia era la que había asesinado a
todos sus amigos, ella contó aquella historia a la policía y la
casa fue cerrada para que nadie más pudiera comprarla.

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NO TODO ES LO QUE PARECE,


por José María Valera García

1º Bachillerato BH

Este cuento relata la historia de un joven llamado Robert


Owen. La familia de Robert se mudaba cada poco tiempo de-
bido a que despedían a su padre y tenía que buscar trabajo en
otras ciudades, esto provocaba que Robert no pudiera hacer
amigos. La familia de Robert se mudó a la ciudad de Newport,
en Oregón. Encontraron una antigua casa a las afueras de la
ciudad donde poder vivir.
Nada más mudarse, sus vecinos más cercanos advirtieron
al padre de Robert que esa casa había sido construida sobre
una zona india de rezo y la leyenda contaba que la maldición
de los chamanes permanecía presente para proteger ese sa-
grado lugar. El padre de Robert hizo caso omiso de la leyenda
creyendo que era un estúpido cuento para asustar a los niños.
Robert empezó a ir al instituto Newport High School.
Todo iba bien hasta que la noche del tercer día se empezó a
escuchar un ruido que provenía del desván, el padre de Robert
cogió una linterna para poder ver pero al subir las escaleras no
encontró nada, volvió a su habitación y para entonces el ruido
había cesado. Durante el resto de la semana no se volvió a
escuchar ningún ruido.
Los padres de Robert se tuvieron que ir esa noche de viaje
y Robert se quedó esa noche solo. Sobre las 2:17 de la mañana
se empezaron a escuchar pasos provenientes del ático, Robert
subió a echar un vistazo pero, al no ver nada, decidió volver a

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acostarse, poco después ese ruido de pasos volvió, pero esta


vez provenía de la planta inferior. Robert, asustado, llamó a
sus padres pero estos no cogieron la llamada. Robert, armán-
dose de valor, bajó las escaleras, mientras la bajaba Robert vio
una sombra en el jardín a través de la ventana de la puerta,
rápidamente llegó abajo y se aseguró de que la puerta estu-
viera bien cerrada. Mientras que la cerraba volvió a escuchar
los pasos que provenían de la cocina. Al entrar en la cocina la
nevera se abrió y Robert vio a una mano salir de ella. Rápida-
mente Robert se dirigió a la puerta para poder huir pero no
conseguía abrirla. Los pasos se oían cada vez más cercanos,
Robert decidió subir al desván para esconderse. Al llegar
arriba movió unas cajas para ocultarse tras ellas, al moverlas
Robert vio un mensaje escrito en la para que decía: “Todo
aquel que ose profanar el santuario será maldecido y su alma
devorada por el antiguo espíritu del chaman Pacheco Cara
Floja”.
El sonido de pasos cesó pero, al darse la vuelta, Robert vio
a una sombra alta y delgada parada enfrente de las escaleras.
Robert pensó qué hacer, pero no se le ocurría nada y la sombra
avanzaba hacia él. De repente, Robert vio un bate de béisbol
en el suelo, el cual cogió para poder defenderse. Robert atacó
al espectro pero este parecía no inmutarse, el espectro le quitó
el bate a Robert y, como de si un dementor se tratase, le em-
pezó a succionar el alma, hasta que la cara de Robert se quedó
pálida y blanca.
Al despertar Robert se encontraba en su habitación y, ner-
vioso, se dirigió a la habitación de sus padres, los cuales se-
guían durmiendo. Robert volvió a su cuarto y, al asomarse a
la ventana, descubrió que no estaba en Newport sino en una
pequeña casa en pleno casco antiguo de Bullas.

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Robert pensó que todo eso solo había sido una pesadilla,
pero al mirarse al espejo se notó más delgado y pálido que
otras veces.

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UN TRASTORNO DESCONOCIDO,
por Rosa Belén López Fernández

2º ESO E

Como ya era habitual, no solía irme a dormir sin que antes


mi hermana me contara la historia de su entierro, después me
dormía muy feliz. Yo soy una niña muy extraña, hablo con
extraterrestres, pero mis padres y familia me quieren llevar al
médico porque según ellos tengo un trastorno psiquiátrico.
En el instituto los niños no se quieren juntar conmigo por-
que les doy miedo y yo no sé qué les voy a hacer, yo solo soy
una niña con gustos y virtudes diferentes a ellos.
Normalmente cuando llegaba del instituto solía salir al
balcón de mi habitación a hablar con mis amigos extraterres-
tres. Mis padres estaban asustados, no sabían qué me estaba
pasando, hasta que llegó la noche y después de cenar subí a
ducharme y me dio un tic y salí a la calle sin ropa, mis padres
se dieron cuentan de que no estaba, se asomaron a la ventana
y ahí estaba, tumbada en el césped tomando el sol de noche,
mis padres salieron a por mí, entramos y nos sentamos en el
sofá, y empezaron a hablar conmigo pero yo no podía hacerles
caso, ya que por el trastorno me fueron desapareciendo algu-
nas neuronas.
Mis padres fueron a la cocina a tomarse un café, yo me
quedé en el sofá, y empecé a hablar con mi hermana de cómo
se murió y de repente salieron mis padres de la cocina y me

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vieron hablando sola y me preguntaron que con quién hablaba


y yo les contesté que con mi hermana. Mis padres se miraron
y se quedaron pensativos, ya que solo tuvieron dos hijas (yo y
mi hermana). Y empezaron a chillar como si pensaran que es-
tuviese poseída y llamaron al cura para que me bendijera.
Subí a la cama, ya que eran las 23:30 horas y tenía que ir
al instituto, me dormí y a las 6:30 horas abrió mi madre la
puerta sigilosamente para que no me despertara, me cogió
como a un bebé y me llevó al médico sin que me despertase,
ya que me negaba a ir. Tenía hora en el medico a las 7:00.

Son las 6:45 horas y llegamos a las puertas del hospital y


me meten al pasillo y ven en un cartel: “Sala de trastornos
psiquiátricos/psicológicos”. Entramos a la sala y ahí está el
medico esperándome, me observa y me pregunta cosas sobre
mi vida diaria relacionadas con el trastorno, y yo le respondo
que estoy dormida y no sé dónde estoy, me llevan a una sala
para pruebas donde solo estamos yo y el médico, me sacan a
la sala de espera y, cuando terminan de analizar las pruebas,
entramos y el médico no sabe de qué tipo es mi trastorno psi-
quiátrico y salimos. Son las 8:15 horas y voy al instituto, al
cual no me gusta ir porque lo paso mal, me persiguen personas
muy extrañas.
Llego a mi casa y mi madre tiene una buena...
La buena es que el médico la ha llamado esta mañana y ya
sabe de qué tipo es mi trastorno psiquiátrico y me tienen que
operar de urgencias porque me está afectando a las neuronas
y me puedo morir.
Me operan y llegó a casa muy feliz, ya que me han podido
quitar el trastorno. Mientras ceno, veo las noticias y escucho
que esta noche va a haber una lluvia de meteoritos a partir de
las 3:00 de la madrugada, son las 23:00 horas, y nos vamos a

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dormir un poco asustados, pero sabíamos que podría ser men-


tira, ya que no siempre sucede todo lo que dicen en las noticias
de la televisión.
Son las 5:00 h y la lluvia de meteoritos ha caído. Un me-
teorito no se ha llegado a desintegrar del todo, ha caído en mi
ciudad y hemos muerto todos.
Y colorín colorado, este cuento de terror ha terminado.

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UNA NOCHE DE TERROR,


por María del Rosario Sánchez Sánchez

1º Bachillerato BH

En una noche de verano de 1997, dos chicas, Ana y María,


andaban hacia una discoteca en Almería. Allí las esperaban
sentadas dos amigas más y un compañero de clase. Mientras
ellas caminaban para llegar a la discoteca New York, se en-
contraron algo especial pero a la vez terrorífico. Era un ser
extraño que no conocían de nada, de repente ese ser no paraba
de perseguirlas y les hablaba en un idioma que no entendían.
Él iba vestido con una chaqueta de color negro con tiras de
colores, azul, verde y gris, unos pantalones de flores rojos y
unos zapatos negros muy grandes, andaba de una forma muy
peculiar, daba saltos como un conejo. Ellas, asustadas, echa-
ron a correr, pero él seguía y seguía detrás de ellas.
Mientras que ellas corrían se encontraron a una señora que
no paraba de chillar, ellas poco a poco se fueron acercando
para ver lo que ocurría y vieron que la estaban violando dos
chicos. Ana y María empezaron a chillar y a pegarles a los
hombres para que dejaran a la señora tranquila, pero no pudie-
ron con ellos. De repente llegó un coche con tres hombres
más, se bajaron del coche y fueron a por Ana y María, ellas
intentaban huir pero no podían, unos minutos más tarde llegó
el ser extraño, chillando y dando golpes a todo lo que veía. Él
rompió un cristal y se llenó de cristales, se fue acercando hacia
ellas y empezó a sacudirse los cristales y a echárselos a ellas.
Al final después de que abusaran de ellas y les pegaran, entre

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ellos cuatro las cogieron y las metieron al coche. Ellas, dentro


del coche, intentaron llamar a sus familiares y a sus amigos,
pero ellos empezaron a pegarles, tuvieron que dejar el móvil
porque si no las mataban. Las llevaron a un lugar oscuro y
rodeado de calaveras. Las separaron y dos hombres se lleva-
ron a María a una sala con velas y olor a quemado, y los otros
dos cogieron a Ana y se la llevaron al lugar donde estaban las
tumbas.
A María le contaron la historia de lo que hacían cuando
alguien entraba en esa sala. Esa historia es que ellos ataban a
las personas que entraban y les quitaban la ropa y poco a poco
las iban violando y descuartizando, por eso cuando termina-
ban de hacerles todo eso las quemaban para que nadie supiera
lo que habían hecho con ellas, por ello el olor a quemado. Ma-
ría, cuando estaban contándole la historia, se puso muy ner-
viosa, se puso a llorar y a chillar. Ellos le dijeron que no ha-
blara, que si no iba a acabar como todos los que habían entrado
a esa sala. Ella se empezó a calmar porque pensaba que a lo
mejor no se lo hacían. De repente ellos se salieron de la sala
sin decir nada y ella se quedó sola dentro. Intentó salir por la
puerta por la que ellos habían salido pero estaba cerrada y al
tocar la puerta le daban calambres.
A Ana también le contaron otra historia de lo que hacían
con las tumbas. En esa historia le contaron que a toda persona
que entraba en ese lugar la metían en la tumba que eligiera, y
le metían a una persona dentro que poco a poco le fuera cor-
tando los dedos de las manos y de los pies y si esa persona se
quejaba o chillaban, la violaban y la mataban. Pero si esa per-
sona no decía nada, el hombre se salía de la tumba y la dejaba
dentro sola, con un vaso de agua. Y a la semana siguiente, la
sacaban de la tumba y la ponían de esclava y poco a poco la
iban metiendo a la otra sala para violarla y matarla. Ana,

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cuando le contaron esta historia, se quedó en shock y se cayó


al suelo. Ellos, al ver que ella reaccionó así, la tumbaron en
una camilla y se fueron de esa sala y también la dejaron ence-
rrada.
Al día siguiente, cuando entraron a las salas donde ellas
estaban, empezaron hacerles todo lo que les habían contado,
pero ellas esa noche se habían preparado herramientas para
intentar matarlos.
María cogió y rompió una cosa de madera que había y con
una cuerda lo enganchó, para que cuando entraran por la
puerta les pudiera clavar ese palo e intentar defenderse y sa-
lirse de ese lugar.
Ana abrió cada una de las tumbas que había y empezó a
sacar cosas para construir una herramienta para defenderse
para cuando entraran.
Ana y María tenían todas sus cosas preparadas y se colo-
caron en las puertas por las que ellos habían salido, para que
cuando entraran se pudieran defender, pero ellos, cuando fue-
ron a entrar, no entraron por esa puerta, tenían unas puertas
que ellas no sabían que existían. Y, cuando entraron por las
otras puertas, a ellas no les dio tiempo a actuar y toda la his-
toria que les contaron a ellas la hicieron. María murió en
cuanto la violaron, porque perdió toda la sangre, pero después
por si ella revivía la descuartizaron y la quemaron. Y Ana tam-
bién murió en la tumba porque no se pudo resistir al dolor
cuando le iban cortando dedo por dedo y la violaron y después
la mataron.

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