You are on page 1of 83
| ae ~ i Segunda parte El viaje eee La * busqueda del destino El viajero inicia su camino Asi como Yassuna crecié siendo Frankelin de Oriente sin conocer su verdadero origen ni su nombre 1 Chaquén, con el nombre de Viajero, fue otro de los jévones pescadores de la aldea de N -Pantano escondida en medio de la intrincada red de ciéna- ges del pais lacustre, Esta nacién habia aprendido a convivir con los enormes caimanes, las anacondas y Jas nubes de mosquitos que mantenfan alejadas a las huestes del imperio de la serpiente y la arafia. Viajero habia sido criado por la familia de un viejo pescador sin hijos y pasé —de ser un nifio delgado y enclen- que— a convertirse en un muchacho fuerte, exc Jonte nadador y conocedor del lenguaje de las best 2 la ciénaga y los bosques del pantano, ciano y su mujer le brindaron carifio de padres y se sentian orgullosos de ese muchacho que, ademés de saber hablar con los animales, tenfa la particularidad de contar un suefio maravilloso cada majiana, @ la hora del desayuno, Relataba historias extraordinarias de bosques tapizados de musgo que se escondian entre la niebla, donde jugaba con una nifia de extrafio nombre: Yassuna la hija de la nutria En los suefios, a medida que transcurrian los afios, ella crecia torndndose de infante gil y larguirucha, en hermosa joven de cabellos negros. Una noche de luna llena Viajero sofié que ella lo llevaba de la mano un lugar en los limites de la ciénaga y le mostraba un érbol de caucho matapalo que hablaba con una voz que le era conocida, diciéndole que mirara den: tro de él. Viajero escudrifié el interior del hueco y contemplé una luz intensa, como si ahi durmiera olla, a llegado la hora de continuar el camino —dijo el drbol con la voz de Atta el mono, pero Via jer no la reconocié, pues todavia estaba en el tiempo del olvido. La joven entonces se le acercé y 61 pudo sentir la frescura de su cabello, el perfume de flores que la rodeaba y la redondez de su cuerpo. —Te estoy esperendo en Monte-del-Rey —le dijo con una sonrisa, le dio un beso y desaparecié il recuerdo de Yassuna quedé en su corazén para siempre. Desde entonces no lo abandonaria la obse- sién de hallarla, porque, al perderla en sus suefios, habia comprendido que ella era la otra mitad de su vida. Viajero desperté en medio del calor himedo de noche de la ciénaga. La luz de la tuna lena inun- (aba de claridad la aldea dormida sobre los zancos, ue madera de Parasiempre y los grillos cantaban a coro con las ranas en una serenata al universo. Se levanté cauteloso, moviéndose sin hacer nuido, como le ensefara Atta "Atta, el mono rojo”, pens6 deteniéndose un instante. Acababa de recordar. El aullador que fue smo su padre y Ie ensefié a hablar con los animales Arboles, Salié a la noche clara y desamamé una canoa; record6 que Makuna la llamaba curiara, tomé un remo y a su mente, como si se abriera una puerta, legé la palabra canalete, Atta y Makuna, gracias a ellos, sabfan tantas cosas. Recordé al anciano incli- nado sobre la mesa de piedra llena de manuscritos de papel de amate, de yanchama y de pulpas de frutas, Recordaba a medida que avanzaba sobre la calmada superficie de la ciénaga, espejo donde se reflejaba la cara de la luna con las siluetas de Oker el armadillo, sefior de la oscuridad, y de Titalba la lechuza, vigi- lante de la noche. 16 la curiara en la orilla del lejano extremo de la ciénaga y, llevado por la luz maravillosa de la memoria, deshizo su camino de llegada hacia tantos, afios, hasta el lugar donde florecia, amarillisimo, un guayacén chicalé como una antorcha de vida. Un hermoso érbol que lo saludaba bafiéndolo con una lluvia de pétalos de oro, El perfume de la florescencia le hizo recordar los bosques de niebla de su infancia. —Hijo mio, ha llegado la hora de reiniciar tu camino —era la voz de Atta el mono rojo. Viajero recordé que él mismo se llamaba Chaquén y con lagri- mas en los ojos se arrodillé abrazando al érbol, nacido de la semilla que habia sembrado sobre el cuerpo de su amigo, En su memoria se abrieron las ventanitas del recuerdo cuando la lluvia de pétaios acabé de des- correr 6] velo del olvido y pudo rehacer su desorien- tado camino de nifio abandonado en el bosque que bordeaba la ciénaga hasta un claro donde el enorme caucho matapalo se levantaba con su hueco corazon ‘oculto por las orquideas. Dentro de ét vio el brillo de estrella que contemplara en su suefio. Viajero sep: Jos macizos de flores y retité la mochila de cumare. Ahi estaban los manuscritos del anciano Makuna, conservados a salvo del deterioro del tiempo, con los colores frescos como si hubiesen sido acabados de pintar. El aroma agradable de los papeles pintados le cabo de abrir los espacios de la memoria recordén dole la amable frescura de la caverna sagrada, perf ‘mada por la lamparilla de aceite de seje y los mejore: suefios de una infancia de juegos por entre el rmullico bosque donde retozaban con Yassuna, Atta y Lot El canto de Titalba la lechuza guardiana de Ia noche le hizo salir de su ensimismamiento, El bo que de la noche era igual otra vez a st mismo, la luna habia continuado su camino por el cielo y una tenue claridad anunciaba el amanecer. Cuando iba regreso en la canoa, camino de la aldea de Mata Pantano, su frente ya tenia una linea sobre las o donde se marcaba la decision de buscar a Yass \ de descifrar 19s manuscritos donde se encontraba su destino, Al legar al palafito, lo esperaban sus padres con una triste mirada de resignaci6n pintada en todo el cuerpo. Sabian que este momento tendrla que llegar alguna vez —Comolleg Gandole un apretado abrazo de madre. Chaqu air—exclaméla anciena acordé la sombra de una gran coiba, la orilla de un y el abrazo de una hermosa mujer de re {o, la sonri largos cabellos “He dejado de sofier, ha llegado mi hora —aijo + los ancianos con voz firme, Después les conté lo «que le habla ocurrido en el transgurso de la noche ¥ mostr6 los textos llenos de dibujos y de signos incom: prensibles para ellos, gente sencilla que no conocia la escritura. Los viejos de la aldea miraron aquellos manuscritos que resultaron indescifrables incluso para aquellos que dominaban las artes de la lecture. Hubo un anciano a quien le parecieron tan hetmo- sos que los miré cuidadosamente y después a so taté de reproducirlos durante las m que siguieron a la partida de Viajero. Esa fue una de as noches las numerosas copias apécrifas que despué ron por el imperio y llegaron a manos de la serpiente, que, en su afén de capturar a los fugitivos, examinaron nto documento pudiera relacionar con ellos El dia que Viajero parti los abuelos sembraron frente a la casa en la ciénaga una semilla de mang! rojo, Desde entonces, todos los dias salfan a mirarla con la primera luz del amanecer y ahi un espiritu del &bolles contaba cémo le iba a ese muchache a quien amaban como a un hijo, Por él se enteraron de que habia iniciado su camino mirando la primera figura llueta de Payara la de los que aparecia dibujada: la grandes colmillos, la reina y sefiora del agua Capitulo 2 El mosaico de palacio Un grito de pavor en el corazon del imperio Para el ao en el cual Viajero inicié su peregrinar en busca de una tierra vista en suefios y llamada Monte-del-Rey, el imperio unificado de la reine arafia y la serpiente habia extendido sus fronteras hasta los extremos del mundo conocido. Dominaba la vasta extension de Chundiia, también conocida como Citurna, la montafla ent como una piraémide inmensa coronada de nieve con- tra el océano del norte, por encima de las ruinas de la ciudad sagrada de Buritaca, sede del humillado Impe- tio tayrona. Hacia el oriente de Citurna se extendia hasta el desierto de los indémitos waytis, que va ban con sus rebafios entre los espinoso: tle la inmensa peninsula donde habian aprendido las utes de la invisibilidad. Por el occidente, el estan- larte habia arrasado“los bosques costeros de los pueblos del manglar, las naciones del manati y del yelicano, de quienes apenas sobrevivian los pueblos omberd y catio, reducidos a dispersos grupos itine- tantes en selvas eternamente lluviosas y cada vez mas deterioradas. Hacia el sur el imperio se dilataba hasta la inmensidad de los desiertos del serpiente, «que cada afio aumentaba sus fronteras a costa de la destruccién de lo que una vez fuera el territorio bos- oso de las naciories del tapir y de pecari. La unica frontera que permanecia verdaderamente inexpug: nable era la oriental, gracias a la gran barrera natural establecida por el rio-de-fuego, por los escarpados allones del Cusiana, los abismos que daban origen al piedemonte y la corriente indomable del orgulloso rio de la Cruz-del-Sur que aislaban las sabanas comu- neras de Monte-del-Rey la tierra de los libres, Para Viajero la bisqueda se hacia mas dificil por cuanto el imperio habia unificado el lenguaje y hecho recomenzar la historia del mundo, escrita por los ven: cedores. En ella no se mencionaban los pueblos rebel des que vivianallende las fronterasoen los lugares mas inhéspitos del interior del imperio, como ocurria con las naciones del ciénaga en el delta de Choromand6, el del desierto peninsular y los embe- cidente, a capital del imperio fue establecida en las montafias centrales, en la antigua ciudad de la reina arafa, desde donde podia vigilar sus dominios de acuerdo con las predicciones de los magos, las artirna jas de los hechiceros, los oscuros oficios de los brujos y las invenciones de los anispices que lenaban un ala entera del inmenso palacio que habia sido ampliado para albergar al serpiente y su corte de dignatarios. Los jardines se adomnaban con plantas y ani- males traidos de todos los rincones del imperio y muchos de ellos eran los tinicos ejempl vientes de las maravillosas selvas ya arrasad el estandart y la arafia. Debajo de los apacibles parques se extendia una interminable sos comune: Como ocurria desde hacia muchos afios, el mago de la corte y el pintor de palacio habian ganado el favor dela reina arafia y de su consorte el serpiente, por lo acertado de sus predicciones gracia: vacién del mundo grabado en los ojos de la nigratorias. El mago habia perfeccionado el aparato de analizar la retina de las éguilas cuaresmeras que cada ao Megaban en grandes bandadas a anidar on el cafién del rio Combeima, y que volaban desde oriente a través de los que fueran caminos secretos «lel extinguido bosque de niebla. Asimismo espiaba los ojos de los patos que remontaban el lejano norte jestizandose sobre el desierto que estallaba de luz, indagaba en el cristal liquido del humor vitreo de las oscuras golondrinas que dos veces al afio visitaban los nidos de amor en el balcén de las enamoradas. profanaba los globos oculares de todos los pequefios pajaros que hufan del frio. Gracias a un artilugio au ie permitia descifrar la luz impresa en las retinas, él mago ya no tenfa/que hacer la descripeién verbal de las imagenes en los ojos de los animales sacrificados mediante un enrevesado sistema de lentes, hacia que el pintor pudiera verlas directamente para luego dibujarlas con gran exactitud. La reina arafia presentia que el imperio estaba en peligro, como si supiera que los nifios de la leyenda habfan escapado. La inquietud no la abandonaba y hacia mucho tiempo una rabia sorda Ja mantenia ale- jada del serpiente, Ya no le apetecia transformarse en enorme ardcnido para envenenar a los prisioneros con sus pavorosos queliceros y luego extraetles los jugos vitales hasta no dejar sino la piltrafa de la piel vara de una uva pasa El mago y el pintor elaboraron un complejo mosaico, hecho de acuerdo con las pruebas obtenidas de los ojos de las aves y las informaciones de espias y comerciantes que cruzaban la frontera y llegaban con sus mercaderfas hasta los rincones mas aparta- dos del imperio. Compaginando imagenes y testimo- nios, contrasténdolos con las evidencias impr en los mds antiguos textos donde se consignaba la leyenda, reinterpretandola sequin el movimiento de las estrellas, no quedaba ninguna duda: se trataba del final del segundo lapso de quietud y el movi- miento se habfa reiniciado, Tal vez la prueba més contundente era un pedazo de roca recientemente obtenido al abrir lun camino veredal en las desoladas tierras de lo que tuna vez fuera la orguilosa nacién del bosque de niebla En ella se dibujaban las inconfundibles siluetas de un hombre y una mujer, acompafiados por las figuras del tapir y del pecari. Los cuerpos de los animales coin: cidfan exactamente con los dibujos en los dos frag- mentos de tela trafdos como desafortunada prueba de due los nifios que la reina buscaba hablan escapado —hacia mucho mas de veinte afios—, por la épo de la guerra entre esas dos naciones en las proximi- dades de Amacayacu el rio de las hamacas. Las dos figuras estaban arriba del simbolo del imperio, lo cual fue interpretado como un augurio de la sumisién de los pueblos a la majestad de la reina y el serpiente. La roca con la pinture habia sido enviada a los soberanos “como una muestra de la lealtad, la fide- lidad y el aprecio de este servidor a vuestras sacras y soberanas majestades” por el tiranuelo que habia heredado los territorios conquistados. La historia estaba armada e ilustrada en detalle, con una nueva interpretacién: los dos nifios eran ya el hombre y Ja mujer que habrian de aparecer muy pronto para rendir pleitesia a los supremos gobernantes de los territorios conocidos. Con una irrefrenable inquietud en el corazén, esa noche de la inauguracién del elaborado mosaico, la reina pidié que la dejaran a solas. La ciudad estaba silenciosa después del tréfago de las celebraciones y sobre el imperio se asémé poco @ poco una gigan tesca luna lena. Su pélida luz inund6 los jardines de palacio, las murallas de la ciudad y los aposentos donde la soberana contemplaba con preocupacién la extraordinaria obra de arte. En ese instante, el bri- lo lunar se colé por el alto tragaluz de una ventan baiié la textura del mosaico, lo recorrié lentamente como sutiles dedos de una mano iluminada y lleg6 hasta la pintura en el fragmento de roca, Las image- nes cobraron vida y la reina vio con absoluta claridad como el hombre y la mujer se movian acercandose, se abrazaban y se besaban de pie sobre el circulo for- mado por la sorpiente y la arafia con la calavera en el abdomen, En el mosaico el simbolo del imperio se hizo pedazos y esa ensefa —que ora la misma que 10 como una delicada la soberana portaba en su pec! joya hecha en filigrana de plata pura— en el mismo ido de la reina e imprimiéndose sobre su piel como si fuera instante se calentaba al rojo quemando el ve: un candente hierro de mercar ganado. ‘Un grito horrible llené el palacio, la ciudad amu- rallada, el imperio entero: la reina no pudo contener su pavor cuando vio cémo ese b \ciaha la destruccién del imperio, Llena de furia, tomé uno de los atizadores de la chimenea del aposento real y des- truy6 la obra de arte, Deinmediato, cité al se del ejército; establecié un plan de emergencia para enfrentar la situacion, mediante la oferta de r pensas a cambio de delaciones y la promulgacién de medida 1s extraordinarias para capturar sospechosos, condenar a muerte sin formula de jui acciones punitivas que con Jos fugitivos dieron sobre las ci Los primeros pasos st gas interminables y malsanas de Mata-de-Pantano, pues la informacién més aproximada provenia de la imagen de la despedida de un viajeto con las carac- teristicas del hombre mostrado por la piedra y regis- trada por los ojos de varios patos migratorios que por esa época habfan volado sobre los pantanos del delta do Choromandé. La soberana, buscando aire, con el pecho san- grando por la quemadura, se asomé a la ventana. En la luna lena, iluminada, enorme y cercana, se dibu; jaba la silueta inconfundible de Payara la reina de las aguas, el feroz pez de enormes colmillos, capaz de cerrar las fauces sobre su presa y morir luchando con olla. La reina sintié un nuevo sobresalto de furia al ver el astro como un ojo inmenso, miréndola fijamente desde la cara de la noche. La caida de Mata-de- Pantano La familia adoptiva de Viajero desaparece para siempre Las brigadas de hacheros y de incendiarios que tan buen desempefio habian tenido en la toma del bos: que de niebla formaron la vanguardia de la entrada a Mata-de-Pantano. Esta vez ol desfile de las tropas imperiales fue por los caminos polvorientos de los pueblos abandonados y miserables de la costa, los mismos que alguna vez conformaren las altivas naciones que habian rendido sus muchos afios y desde entonces id ios sin esperanza. Nadie aplaudié las legiones que parecian demasiado enjaezadas para el, icte de la guerra, demasiado cubiertas para el calor leno de humedad y de mosquitos que se cebaban en la soldadesca entrenada para las campafas en cli- mas benignos. Establecieron la linea de ataque segtin lo orde: naba su estrategia para cortar y luego quemar, pero se hundieron en los barrizales donde resoplaban los gases venenosos y las pestiloncias mefiticas que afiebraron los ejércitos después de los primeros intentos de destazar Jos altivos manglares. Durante largos meses insistieron las oleadas de milicianos e destruir los bosques de los pantanos, pero en ello habia un espfritu. que se obstinaba en hacer reto fiar durante las noches las semillas que amaneciai como una muralla en el barrial; los que lograban pasar eran ahorcados por las anacondas 0 desguazados y reducidos a piltrafas por los caimanes enormes que se confundfan con los troncos flotantes, La reina y el serpiente, exasperados por la pérdida de tropas, decidieron decretar la guerra de exterminio y para ello recurrieron a las artimafias de los magos de la corte que idearon sistemas de canales, diques y represas que impidieron el inter cambio entre las aguas dulces y las corrientes salo- bres en el inmenso delta del gran rio. Al siguiente verano, los manglares empezaron a languidecer y s murieron por millares los animales marinos que habi- taban en las raices de estos Arboles; después de un tiempo de putrefaccién y hediondez en la atmés las tropas de hacheros terminaron de deribar, con un soplo, los érboles muertos para que pasaran luego los incendiarios reduciendo todo a cenizas. Mas que por la guerra, puesto que eran un pue- blo pacifico, los pescadores perecieron de hambre. Cuando las tropas se tomaron la aldea p llevaron prisioneros a los pocos sobrevivientes que encontraron en un poblado donde los tinicos rbo vivos eran tres magnificos mangles rojos que, cuando fueron cortados, no manaron perfumada savia, sino espesa sangre. Dos de los troncos parecian haber cre: cido por entre la estructura de una casa, atravesando el piso, la cama, la rustica mesa y el techo de hojas de palma hasta entrelazar sus ramas formando un dosel de sombra amable sobre la casita thontada en pilotes de Parasiompre. Cuando se iniciaron las averiguacio- nes por medio de la tortura a los sobrevivientes, se supo que solo faltaban los dos ancianos que habian criado a Viajero, Para la reina y su congorte el ser piente eran fundamentales, pues intuian que entre ellos dos y el joven deberfa no solo existir algiin tipo de comunicacién, sino que serfan util instramento de chantaje. Un nuevo acceso de ita exasperé a la reina cuando los capitanes de hacheros, al dar un reporte minucioso del ataque y la toma, declararon que el grandes fue simplemente la descripcién de un joven pes tinico suceso extrafio habia sido el de nos, sin ota Jor igual a los demas muchachos aldé istica particular que la capacidad tan espe~ arboles que sangraron al ser derribados itd caracter n tabia—. gComo no iEran ellos! pudieron verlo? jEstipidos! zNo de que el espiritu del arbol los habia transformado? se dieron cuenta cial que ten{a para hablar con los animales y las plan- ida en tas, Sabian que Ilevaba ademés una bols fibra de cumare la palma sagrada que facilmente iTraigan esos troncos a ver qué pueden hacer los tre los miles de bolsas magos de palacio! podia pasar desapercibida e —Me temo que va a ser imposible, majestad semejantes, de uso tan comin en todo el imperio, smino. Viajero, mientras tanto, continuaba su c dijo el capitan de los hacheros con voz entrecor tada—, la aldea fue incendiada y reducida a ceni- eran sus 6rdenes, excelencia iMalditos initiles! —exclam6 la reina fijando una mirada aterradora sobre el oficial, quien se sintié condenado a muerte a no ser que una accién magni- fica lograra reivindicarlo con el Se inici6 entonces el penoso padecimiento de los sobrevivientes de la aldea, sometidos a los vejé- menes de la tortura para extraerles la informacion ca del joven llamado Viajero y c permaneciera oculta por el velo del olvido. Entre los : aya historia objetos decomisados por las tropas estaba el manus ito elaborado por uno de los ancianos de la aldea, burda, tan vaga e pero el documento era una cop’ incoherente que nadie pudo interpretarlo, ni s los habiles escribas y los nigromantes de la reina, El resultado de los centenares de interrogatorios iquiera Capitulo 4 La luna de Payara Viajero entra en el reino del agua La Payara 68 uno de los poces 5s de aquel saltando y prendiéndose, que es larga y suti, los colmillos dle la quijada inferior son tan largos ue por los conductos que Dios les hizo 1 entre la cabeza, les van a salit las puntas junto a los ojos. milla, BI Orinoco Tustrado, 1775 Joseph ( Eldia apenas empezaba y el mundo despertaba poco ‘a poco. Después de haber pasado tantos afios en el pantano, la sensacién de caminar por las sabanas abiertas, resecas y desprovistas de arboles era extrafia para Viajero, Tenia la vaga intuicidn de que, si seguia ‘a el siempre con rumbo al sur y al oriente, encont pais de Monte-del-Rey donde debi la hija de la nutria, De manera casi imperceptible, el estar Yassuna paisaje fue transformandose a medida que Viajero avanzaba por suaves colinas y algunos bosques que florecfan en las vegas donde corrian pequefios ria hhuelos. Todos confluian hacia un caudal principal que se hacia més grande; en Ja distancia espesas nubes preparaban una tormenta. El cielo se cubrié ocultando el sol y muy pronto se escucharon los true: nos lejanos y se vieron las descargas eléctricas que cruzaban el espacio buscando la tierra. Los primeros goterones cayeron acompafiados de una brisa que of adable olor ‘aba el ambiente y levantaba un a tierra mojada. El viento le trajo el rumor de un rio Mi rio habfa hecho del rastreo del joven pescador ciena- sntras Viajero buscaba su destino, el impe- guero una prioridad de los ejércitos. Las brigadas se plegaron en numerosas patrullas teniend lo como centro las ruinas desoladas de Mata-de-Pantano, donde los manglares arrasados empezaban a retofiar con inusitada tenacidad, como si se negaran a ser sometidos por la muerte. ido ta El camino de Viajero habi jo por Jas estrellas y seguia exactamente el limite entre los tertitorios vigilados por dos guamiciones; cruzé a lo largo de esa linea sutil que los unos suponian vigilada ja manera, llegé al gran rio. Sin legion estaba cerrando el paso por los ottos y, d embargo, una ter en la garganta natural adonde conflufan las corrien- tes que drenaban ese valle. Viajero sintié un profundo temor al contemplar los estandartes con el simbolo de la mapand que se a en el centro. La sangre le mordifa la cola y la telar trajo al alma el miedo profundo que habia vivido en la infancia primera, cuando fue rescatado por Atta el mono rojo hacia mas de veinte aiios y después ando huyé por los atholes con é| hasta encontrar refugio en la aldea de Mata-de-Pantano. eC Hacia muchos afios no veia las tropas que lle- vaban destruccién por doquier y entendié que se encontraba en peligro y debia ser cauteloso, Abraz6 su mochila tejida en fibra de cumare y cerr6 los ojos pensando en el sabio Makuna. Una luz se hizo en s corazén y en su mente se dibujé la silueta de Payara la reina del agua. Levanté la mirada y vio espiritus con la sontisa de Loti y la mirada de Atta. Eran los amigos de la infancia que venfan en su ayuda La guamicién estaba alerta a cualquier movi- io abierto por donde debe: siera alcanzar el rio. El aguac miento en el est pasar 10 arrecié y 2 lle- quien qui més nubarrones ocultaron el sol como si hubi gado la noche. En medio de los atronadores relampa- gos que iluminaban la tarde, se largo aullido que obtigt 1 camino hacia el caudal embre brillaba con luz propia y en medio de su ramaje se hé un tonco y mirar hacia un los guardi do del bosque que cubria la pared que bordeaba e vecido. Un Athol enorme balanceaba un gran m ono Tojo que repetia una y otra voz su atronador y largo aullido, mezcla de ronquido de je guar y escaloftiante grito de hombre, que sobre- pasaha él estrépito de la tormenta y helaba la sangre. ‘Atta, viniste a ayudarme”, pen 6 Viajero 'y descendié hacia el rio atronador. El investig pitan ordend a sus soldados dividirse, para 1r ese extiafio mono rojo y contin 1 vigi- lando el paso. Bl aguacero arrecié y las ¢ mn nites tur bias que venfan de la montafia empezaron a a inundar el camino. Viajero fue visto y los s dieron la alarma. El comandante ordené detenerlo de inmediato, pero en ese mismo instante yy un a que parecié llenar de mucha més luz el 4rbol donde aullando ese Atta de oro y la montafia tembl6 pertara toda su furia. Un rugido de la tierr acompané el deslizamiento del tronc enorme en un raudal de piedras, ramas y barro que arrollé a la mitad de la guamicién que habia subido a investigar. Los demds soldados huyeron a bus libre el refugio y dejaron camino por donde ahora Viajero orria abra- zando su mochila de cumare. Bl comandante de las tropas dio la orden de volver al camino cuando se dié cuenta de que ese tremendo alud y el érbol que des- cendfa arrolldndolo todo indefectiblemente le harian perder al fugitivo, y eso el imperio no se lo perdonaria jamés. El capitan de hacheros se atrojé al c: mino en rapida persecucién de la Agil silueta que avanzaba a toda carrera por el pequefio espacio que desaparecta, rundo bajo el alud iluminado e! drbol donde rugfa estruendoso el mono de luz, borrade segundo a p Viajero en medio de su carrera alcanz6 a ver al capitén —arco en mano, prontas las pavorosas flex el paso, y opto por la unica alternative que fue lan- is envenenadas que se acercaba a cerrarle zarse al rio de aguas turbulentas. Se encontraba en bre en el mundo, solo ese espacio como el nico mo un néufrago en medio de ese trozo de camino, ‘envuelto por el crujido del gigantesco tronco que des- lizaba sobre la superficie de barro y piedras, c ramas que se agitaban para dejar salir el enjambre de gritos y de luz que lo amparaban de todo mal y peli gro, pues Atta de luz se lanzé de un brinco a detener manos las flechas envenenadas lanzadas por pitén de hacheros. Desesperado y furioso, el comandante de la guamicién reagrupé las trop: y descendis al frente de ellas hacia la orilla del rio siguiendo el borde del camino de barro dejado por el alud que ya se perdia como tragado por la corriente pavoros Viajero vol6 por el aire frio de la tarde sobre las turbulentas aguas y en el instante mismo en que su cuerpo entié en el gran rio, reino de Payara, de inme- diato ella, el pez de pavorosos colmillos, lo tomé entre su cuerpo y sus aletas en una elegante vuelta con gra- cia de bailarina. El joven se hundia desconcertado, yn pavor su mochila de fibre Cuando ya le faltaba el aire, entré en un suefio pro- fundo, y plécidamente el pez lo oculté de nemigos. Payara empez6 a crecer dentro de las agita- das aguas, invisible a los soldados que se arracima: ban con arc 8, flechas y lanz en la fangosa orilla, dispuestos a acribillar a Viajero cuando volviera a salir a la superficie, pero, en vez de emerger de las aguas amarillas y revueltas un hombre semiasfixiado © un cadaver livido, surgié la payara inmensa que rugfa con un grito estridente que llenaba de pavor y helaba la sangre, La gran bestia de las profundid: des empezé a devorar metédicamente a los guat ensartandolos primero en los enormes colmillos de su mandibula inferior, luego lanzdndolos al aire y final- mente trituréndok entre sus fauces como si fueran gusanos. Payara crecié y se estité con furia hasta volverse la mitica serpiente de spinosas aletas que azotaban el aire llendndolo con el hielo de la muerte sobre las aguas turbias que expresaban la furia de sus aguas desmadradas, La ambicién desencadenada por el imperio, en su enloquecida busqueda de riqueza, arrasando los bosques, recibja ahora la primera respuesta, cuando la reina de las aguas se erguia amenazadora y dejaba alir todo su enojo protegiendo a Viajero el porta: do dos aquella tarde gris. Quienes fueron tocados por fauces de Payara quedaron 1 de los secretos de la vida. El miedo alcanzé para el hielo mottifero de las patalizados, reducidos a guifiapos, obligados a vivir de la limosna en los caminos donde contaban su tre gedia a los peregrinos. Quienes oyeron el grito en la jancia jams podrian volver a conciliar el suefo. legién completa fue diezmada por la furia del 2, cuya silueta seguia impresa en la luna lena esa noche de tragedia. Viajero, mientras tanto, permanecia en el reino profundo de las aguas, cuidado por peces inmensos. En su rostro se reflejaba una placida tranquilidac Capitulo 5 El secreto de Payara Viajero se entera de la existencia del caliz sagrado Ha NR Bagres, cachamas y mojarras lo habian conducido, tod wvia dormido, a los sagrados fondos donde el reino de las aguas alin mantenia su esplendor. Cuando des perté se encontré en un recinto opaco. Payara la reina de grandes colmillos estaba delante de él. —Has venido para conocer tu origen —le dijo vies fial6 un resplandor que suzgia de una gota de gua solidificada como un diamante atado a un cor uel de cuero que ahora pend el cuello de Viajero, De ella emanaba la tenue luz que llenaba el recinto y entraba como un balsamo en su corazén. Enton- ces pudo entender el fuego de la vida en ese camino le luz que habia pasado de padres a hijos, de una generacién otra, en el ininterrumpido relevo que venta desde el pasado, en el principio de todas las cosas, cuando de la oscuridad emané de pronto él primer destello de amor. Ese resplandor era uno con el agua, circulaba por el universo en un eterno reco: mienzo. Sintié que en el corazén de Payara habia una rabia profunda que se enfrentaba con desesperacién alafé del imperio por dominar, transformar y poser Ja vida en todas sus formas. La luz se quedé dentro dé él y permanecié en su corazén como en un nido al lado del recuerdo de Yass: una, en un lugar sa s. Desde este i ado al cual solo se podia llegar en suefio ante, Viajero sintié que su vida estaba lena de rios y de cielos, de aguas y corrientes que bendec! fan el espacio de su cuerpo, Supo que los torrentes rojos que circulaban por su geogral solamente podrian completarse cuando aba, ja y con quien recuperat encontrara su otra mitad, que no sabia dénde pero era la mujer que am: ia monfa perdida cuando se tergiversaron los cami- nos y en la confusién dominaron la ambicién de la reina y el serpiente. —En el agua estd el secreto de la vida, en el céliz de la torre cuadrada esté la posibilidad de leerlo desprendiéndolo del tiempo. Cierra los ojos y viaja en paz, recuerda que tienes la proteccién de los espiritus. Viajero agradecié, como decia el texto, que deben ser agradecidas todas las revelaciones, y lo hizo on sinceridad, desde el fondo de su corazén, aunque en ese instante fuera imposible para él descifrar el manuscrito miniado con los secretos de Makuna el sabio. La luz intema que ahora posefa le permiti la paz interior para despedirse de la reina Payara, cerrar los ojos, dormir placidamente y dejarse levar con total calma por los peces, que en silenciosa cara- vana lo condujeron hasta la superfi k ie ya calmada de aguas del gran rfo. Ahf lo dejaron sin mojarse y sin hundirse —como ocurre a quienes han recibido la revelacién del arcano del agua— para que flotara en la placidez del amanecer de un nuevo dia, ya cal: mado el aire después de la tormenta y la carnicerfa Alo lejos, en una de las orillas, una mujer ini- ciaba sus labores cotidianas bajo los almendros de asombrillado ramaje que combinaba el verde tiemo de los cogollos con el rojizo purpura, casi violeta, de las anchas hojas a punto de caer como aceptando el, pacto de la renov “ion. Después de dar de comer a las gallinas, la mujer sacé al aire sus sillas de palo y una mesa pequefia. Miré el cielo, luego una luz, un minimo y breve destello que la obligé a mirar hacia el rio y vid un cuerpo flotando. Un rayo de sol habia so infinito para entrar caminado a lo largo del univer por entre un agujero de alfiler en medio de las nubes, tocar el diamante de agua solidificada atado a un cor el de cuero en el cuello de Viajero y de alli saltar hasta los ojos de la mujer que se disponia a limpiar los muebles como primera labor del dfa. Ella tomé su canoa y se ditigié a lo que inicial- mente creyé eta un ahogado en la reciente tormenta © uno de tantos cadaveres que bajaban por el rio en estos tiempos de guerra, pero cuél no seria su sor presa al ver que se trataba de un joven que dormia placidamente en el agua sin ni siquiera mojarse, Lo toc més con la intencién de sacarlo que de desper- tarlo y 61 abrié los ojos y se desperezé estirando los brazos como si estuviera en una cama, se incorporé en so de pie y con toda naturalidad dio un paso y entré en la canoa. La mujer estupefacta no atinaba a decir nada, lo miraba con ojos asi de grandes hasta que el joven le dio los buenos dias y le pregunté que por dénde era el camino hacia la torre cuadrada. Elia sefial6 hacia 1a orilla donde estaba su casita bajo los elmendros cuando llegaron, ya sonrefan, pues no le costé trabaj aceptar que la vida no es un misterio por resolver, sino un milagro por descubrir, como le dijera el joven. Para los pueblos de la orilla del rio no era desc ida la leyenda del retorno de los uando el amor derrotara la ambicién; también sabian ue la reciente presenci pas, los retenes, las agatorias, los interrogatorios repetidos, las deten- ciones e incluso las desapariciones forzadas eviden- ciaban el miedo de! imperio, Es el signo de los tiempos —dijo la mujer cuando se despidié del viajero después de ofte- cerle un desayuno de huevos revueltos con cebolla y tomate picados, tajadas de plétano y agua de panela caliente, Viajero le dio las gracias y eché a andar hacia las montatias, en busca de la tore cuadrada jonde los nifios de la regién iban @ que les contaran las historias que guardaba el agua. Capitulo 6 La torre cuadrada Ahi estaba el caliz recomendado por Payara i de eucaliptos centenarios, estaba habitada por la reina a torre cuadrada, escondida en medio de un bosque Kurhay sus dos hijas. Era una mujer recia, peroa la’ tierna, a pesar de haber sido moldeada por duros gol pes en la vida; tenia el cabello negro, més bien corto, labios pequefios y ojos brillantes, reflejo de un alma scretos del pre la rodeabsa un perfume de duraznos y flores, como que dominaba los ua y de la luz, Siem: pasa con ¢ ruienes guardan enigmas de amor. Hacfa muchos afios el serpiente —que emulaba la ambicién de la reina arafia—, buscando amptiar su territorio, atacé el reino de Payara. Sabia, por infor- mes de su red de espionaje y sobomo, que existfa un recipiente sagrado, un céliz en el cual se podian leer Ja memoria del agua y los sectetos de la vida sobre- pasando los limites del tiempo, La experiencia le habia demosuado que la a de los bosques significa la muerte del agua y, cuando sus tropas cercaron el imperio de Payara empezaron por desecar las cabeceras de Choromandé el gran rio, En una campafia cuidadosamente planifi- cada, las huestes de hacheros e incendiarios asolaron las fuent y los nacederos hasta que la cuenca de la Wirtié en un erial ua y caudalosa corriente se donde el hilo de agué des rocas se recalentaban al sol como los costillar e perdia a trechos y las gran- de la tierra. El descenso del nivel del rio dejé al des: cubie le innumer tesoros del pueblo de Pat pero el recipiente sagrado donde se podia leer lo va nunca aparecié, sen lamente porque ¢ habia entregado al rey Eukal, padre de la reina Kurha, sefiora de la torre cuadrada. Este célebre juertero de ipizadas de euca- Jos bosques frios de las montafia liptos era un hombre alto y macizo como los étbole! que amaba. Cuando la entonces princesa Kutha era apenas una nifia, recibié d @ el caliz que up tenfa forma de copa de boca ancha, fundida en plata, revestida de oro jordeada por fuera su interior y con incrustaciones de otolitos (las piedras gradas de la cabeza de los peces més sabios que por genera- ciones habian gobernado ol reino de Payara). Eukal conocia los secretos de las plantas medi- cinales. Las habia aprendido a manejar durante los las tribus ember y catio, aces dominaban las selvas humedas afios de su juventud ent que de Choromandé el gran rfo. En uno de sus numero- sos viajes, la suerte quiso que su medicina salvara un hijo de la reina Payaza, tras lo cual se gané desde entonces el tesoro de su amistad, Cuando el ambi. cioso serpiente atacé el reino acuético, el rey Eukal. 0 de su propia vida, logré salvarla junto con liz grado, y los llevé en secreto desde el aso lado rio hasta la torre cuadrada en medio de las montafias, al abrigo de sus grandes bosques. En el exilio ella le ensefié a usar el recipiente sagrado y de ese arte ala Eukal a su vez transmitié los don cerpiente finalmente se convencié de la imposibilidad de encontrar —en medio de los arrasa- dos fangales del arruinado reino— el céliz sagrado para leer el agua, abandoné la empresa y con los afios el fue olvidado por el imperio, lo cualle permiti6 recuperar paulatinamente algo de su anterior esplendor. Cuando cabo del tiempo Paya construir ‘a pudo retornar a re el desencanto, su nacién, ya prisionera dela tristeza y d decidié dejar el céliz en la torre cuadrada, tal como lo afirmaban las leyendas y Jas antiguas tradiciones, Al tegresar de dejar a Payara en sus dominios del gran rio, el rey Eukal, traicionado por uno de sus oficiales de conflanza, murié en una emboscada de las tropas del serpiente. Durante mucho tiempo se pens6 que con él habla desaparecido el secreto del Aliz sagrado; sin embargo, la reina mantuvo la tra- i6n de la lectura del agua y logré sobrevivir con secreto al arrasamiento de la torre, por la época en que se acercaba la unificacién del imperio. Ella miraba en el recipiente sagrado del agua, de donde emanaben los destellos de la primera luz de la mafiana y podia enterarse de lo que ocurtiria ese dia, dénde nacerfa un venado o cantarian la de monte o se abrirfan con la miisica de la vida las uideas en medio de la bruma del bosque. Mirando el cristal del agua en el circulo perfecto del céliz y orienténdolo en el sentido de los puntos cardinales, 1s en cualquier direccin de Levantandola de la superficie de la mesa, podia ver el futuro, y haciéndola descen- der, la superficie del agua mostraba el pasado, en imagenes que narraban la memoria del agu A la sélida torre cuadrada venfa en secreto la gente a que la leyera el pasado escondido en el fquido. A ella legaban las nifias campesinas de pelo recogido atrés con un bejuquito enredado de diminu- tas flores azules y una dulce sonrisa como de muchas mieles. Portaban elagua de sus montafias en pequefios calabazos llamados taparitos, protegidos en mochilas de cumare la palma sagrada, con los simbolos que daban fe de sus lugares de procedencia. La geomé- trica secuencia que imitaba las olas identificaba a quienes venian de las agotadas naciones del delta de Choromand6; la sucesién de puntos y las lineas agu- das representaban los arenales y los espinosos cactus de los desiertos de Urumita que los indémitos wayti transitaban con sus rebafios. Las ondulantes lineas superpuestas sintetizaban las montafias y los paramos del antiguo reino del bosque de niebla. El tejido que geometrizaba el agua y los palafitos identificaba los pescadores de la ciénaga donde fue dispersado el pue- blo de Mata-de-Pantano; las ininterrumpidas paralelas a lo largo de las mochilas de fibra describian el hori- zonte de las grandes llanures donde galopaban libres el toro y el caballo, mas alld de la cordillera de oriente, en las sabanas comuneras de Monte-del-Rey la tierra de los libres Con sonrisa dulce inclinaban el taparito y lena- ban la copa. La reina de la torre cuadrada lefa enton- ces la palabra del agua que emanaba iridis formaba un arcofris mévil A los nifios les llamaba esp Jstal magico mente la atencion conocer el pasado en las hi se reconstruian los hermosos bosques de neblina, el orgullo del manglar y el esplendor de la ciénaga, antes de que el imperio arrasara esos paraisos El dia que llegé una nifia morena con su cala- bacito y llend la copa con agua de Choromand6 el gran rio, que en los inviernos tenia comunicacién con las ciénagas de Mata- de-Pantano, la reina de la tore cuadrada vio la mirada fija y los enormes col: millos de Payara, sefiora del agua, y supo que habia lleg verdadero duefio, Emocionada, levanté la copa de la jado el momento de entregar el céliz sagrado a su mesa para mirar con ms detenimiento el mensaje de Payara y la copa le mostré el futuro que lleno de dolor y sobresaltos, Abi Da comprendié que el destino la habia alcanzado y no podria volve a leer el agua. Su amada torre tendria que preparars para soportar e] asedio. No quiso levantar més la copa para ver el extremo del tiempo, después de su permanencia en esta tierra. Todavia no le era dado ver el mundo que seguia a su vida. Asf se enteré la reina de la torre de que una expedicién del imperio dela. ‘fia y el serpiente se acercaba a las fronteras, allende las montafias. La fortaleza habia sido levantada en un escar- pado risco en lo profundo del bosque y fue recons uida en silencio sobre las ruinas dejadas por las guerras del llamado primer imperio, antes de su uni- ficacién. Durante esos cruentos tiempos, la reina y sus hijas se refugiaron en cavernas del vientre de la montafia mientras su esposo daba la vida por ellas, en la defensa de la torre cuadrada. La deteriorada estructura original, cubierta de hiedras, de enreda- jeras silvestre y de musgos y liquenes, permanecié Ita por la vegetacién mientras los sobreviviente ‘econstrufan el interior durante la noche hasta que estuvo en condicion le ser nuevamente habitada por la reina Kurha y sus 18 Sol y L dos pequefias hijas, las prin- na, La torte cuadrada quedé escondida por el bos- que en medio de los perfumados eucaliptos que se balanceaban gigantes, chirriantes contra el viento La verdadera vida de la diminuta ciudadela fue noc: turna, pues durante el dia debian permanecer ocul- tos y en silencio, sin encender hogueras ni fogones para evitar que el humo delatara su presencia. A‘ pasaron désapercibides muchos afios hast largos hilos de la reina Alguien la a rafia llegaron a la torre. chaba. Sus 5 pasos eran segui- dos en medio de la hojarasca —una sombra que se Capitulo 6 La torre cuadrada Ahi estaba el caliz recomendado por Payara i de eucaliptos centenarios, estaba habitada por la reina a torre cuadrada, escondida en medio de un bosque Kurhay sus dos hijas. Era una mujer recia, peroa la’ tierna, a pesar de haber sido moldeada por duros gol pes en la vida; tenia el cabello negro, més bien corto, labios pequefios y ojos brillantes, reflejo de un alma scretos del pre la rodeabsa un perfume de duraznos y flores, como que dominaba los ua y de la luz, Siem: pasa con ¢ ruienes guardan enigmas de amor. Hacfa muchos afios el serpiente —que emulaba la ambicién de la reina arafia—, buscando amptiar su territorio, atacé el reino de Payara. Sabia, por infor- mes de su red de espionaje y sobomo, que existfa un ambicioso hasta la tltima escama de su armadura y la minima hebra de su plateada cota de malla, era quien habia vendido a su rey y ahora conquistaba a la princesa, Poco tiempo después de guardar el luto teglamentario se casaron. En esos dias felices, ella no quiso leer el agua por no poner dudas sobre un amor que consideraba perfecto. ‘on Jo qtue el nuevo rey no contaba era con ena morarse tan intensamente de su reina. Disfruté de un espacio de paz hasta después del nacimiento de las princesas Sol la de cabellos rubios como la luz del amanecer y Luna de tez blanca y pelo negro como la noche. Las cosas se complicaron cuando llegaron los emisarios del serpiente a demandar el cumplimiento del pacto de vasallaje, y cobrar el apoyo dado hacfa varios afios para deshacerse del rey Eukal en la emboscada Transformado por el amor, ahora Uwka se negaba a rendir pleitesfa al imperio, gesto que fue equivocadamente entendido por su pueblo como un acto de valor que le costé la vida al defender la torre cuadrada del asedio del serpiente. La noche anterior a la batalla confes¢ la traicién a su esposa, la reina Kurha. Acaso ella lo percioné y él fue redimido por la honrosa muerte en el combate o simplemente le dijo algo que lo obligé a ponerse frente a la linea de fuego como un animal que se deja conducir al degiiello; es igo que la soberana siempre mantuvo en secreto. Sin embargo, gracias al sacrificio del rey de la umadura de escamas y la cota de malla plateada, el pueblo de la torre cuadrada logré esconderse, sobre- vivir y resistir el asedio en el laberinto de cavernas en ol interior de las montafias durante varios aflos (que Nespués darian en llamar el tiempo de la guerra). En esa época del sitio, a la fortaleza la luna dibujé en tus crdteres la silueta de Murruco el pequefio bitho, sabio de la noche. Al final de los cruentos episodios, ©] corazén de la reina habia logrado sobreponerse al dolor, pero en su frente se grabé una linea vertical, recta y profunda, como si hubiese sido hecha por el filo de un pufial, y que ultaba con una joya. Cuando el disfrazado capitan se despidié con meloseria de la soberana, ella simplemente movié la boca, y lo que él interpreté como una sonrisa ino- cente, realmente era un gesto de pesar por el horrible final al cual estaba condenado el desafortunado hom- bre de guerra. Lo habia leido en el agua, ahora que Viajero se acercaba a la torre ¢ Capitulo 7 El imperio se prepara En el interior del palacio el serpiente se transforma A, pesar de Io que todos los stibditos del imperio suponfan, la unién entre la pareja de la reina arafia y el serpiente nunca se consumé. Los afios pasaron sobre su dominio y jamds se supo de un heredero a pesar de que los sabios, los magos y los arispices les llevaron toda suerte de pécimas y hechizos para favorecer @l amor. En los tiltimos tiempos, se sabia que la reina y el serpiente habitaban alas separadas de palacio y «que cada uno por su lado guardaba un horrible secreto. Desde los tiempos en que empezara su reinado sn el Iejano temtitario del desierto de Ja tatacoa, el lirano se dis 6 capacidad para eliminar 11 sus enemigos envenendndolos con mordedura de serpiente. Los sirvientes de palacio sabian —y no podian divulgarlo, pues su vida dependiia de su silen: cio— que el soberano en secreto se transformaba en culebra mapand. Con inusitada frecuencia en los tilti- mos tiempos lo encontraban durmiendo su hartazgo en cualquiera de los aposentos en su ala del castillo. No ocultaba su condicién; micaba fijamente con ojillos escrutadores, de un oscuro color indefinido, con hale ojos de sangrezuela inyectada a los lados. De pronto, abria la boca y su tufo helaba el aire de los aposentos. Todos los habitantes del castillo habfan apren- dido que nada era de ellos y que en cualguier momento podrian morir envenenados, pues la reina arafa y el serpiente eran los duefios y sefiores del universo conocido. La reina cuidaba la serpiente y la bestia le obedecia; era muy claro que ella tomaba Ja iniciativa, aunque la fuerza radicara en las huestes de hacheros y de incendia El silencio era necesario en palacio. Caminar con precaucién era lo debido en los helados pasi- los de la sombria fortaleza. Los criados sabian que Jo recomendable era "nunca congeniar con ellas ni confianza darles, puesto que morimnos pueden las terribles bestias”, cuchicheaban quienes limpiaban los laberintos, regaban los jardines y alimentaban las bestias prisioneras. En el manuscrito de Makune estaba escrito que solo el amor derrotaria el imperio del terror y la ignominia, No habia que tenderles trampas, solo ser precavidos. No defenderse, sino esperar; no atacar, vigilar. Un dia ella iba a golpear desesperada y se contraria con su propio odio refiejado en otra rabia igualmente terrible. Pero para ese entonces las ver dades del manuscrito permanecian desconocidas, rméticas a cualquier intento de lograr su revela cién, Por eso, el imperio parecia invencible, como destinado a durar milenio Seguro de su poder, el serpiente se transfor- maba en enorme bestia y se arrastraba por oscuros, pasillos, pelechaba en los corredores, se abrazaba en las columnas con dos, con tres, con seis vueltas, jadeaba debajo de las camas imaginando el abrazo de los amantes en los atrabales de los pueblos opri- midos, se deslizaba en la noche por callejuelas y par- ques para espiar los besos y trataba de robar caricias torpes a la reina arafia quien lo rechazaba con asco, herida también por su incapacidad de amar. ‘Todos tomfan al serpiente, nadie se lo decia. Solo la reina, su duefia de largas manos huesudas, se atrevia a tocarlo cuando sentia que podria atacarla incluso a ella, Lo acariciaba con una intencién fija, para man- tenerlo tenso, pero sin dejarlo avanzar. No le permitia un paso més all, una sola circunvolucion extra de su des lazamiento. Lo sostenfa esclavizado y él se arrastraba servil, queriendo siempre agradar a su smarlo, a duefia, sin saber que jamés ella llegarfa pues lo tenfa como guardian del poder y nada mas, La reina arafia no era una mujer al pasar dejara un fresco perfume como comesponde a | bendecidas por el amor. Quedaba mas bi un hélito de sangres viejas, un aleteo de moscas atrapadas, una angustia de polillas contra el vidrio, de avispones encerrados y de cucarrones acosados por las lluvias de a il. Ella tenfa el poder de transmutarse en una arafla venenosa, de ponzofiosos queliceros y ancho abo tejedor, con la calavera de la muer impresa en su abdomen. Habia tendido hilos por todo el casti- llo para saber siempre lo que ocurria en cada rincén Hilo para saber dénde estaba acechando la tatacoa, la brava mapané q 1e le protegia el trono. Hilo para la polilla que le abanicaba el ofdo con sus casposas alas. Hilo para las moscas que la pelechaban en su propio excremento y la mantenian informada con su zumbido despreciable. Hilo a los calabozos para conocs los avances de la rtura y leer los pensé mientos de los prisionetos, Hilo en las garitas de los guardias para prevenir invasiones, atentados y ace- chanzas de sus enemigos que eran todos sus amigos. [ilo en los parques para vigilar el juego de los nifios y trastocar los amores que oriaban demasiadas ale Hilo en las cloacas para vigilar las ratas. Hilo en los bosques para vigilar los pajaros y controlar las abejas. Iilo, hilo, hilo, hasta hacer de su reino una inmensa lolarafia donde nada se movia sin su consentimiento, lilos que salian sin cesar de su rabo cada vez que vacia un nifio en el imperio. Vigilaba el amor, contro- srvaba el parto, y cor nacido, el hilo de Ja arafa reina le nel primer laba la gestacién, obs lanto del rec! todeaba el cuello para vigilar toda la vida el camino le sus pasos, su pensamiento y su sonrisa, Su rabia me era no tener tendido un hilo sobre el corazon. e los nifios que habi apado de la guerra entre i, los m: las naciones del tapir y del pe pais del b mos que ie habian refugiado en ¢ que de niebla, en medio de los montes, oculto por la brama durante siglos. Cuando el imperio logré domefiar ese pueblo, la reina ordené demoler las ciudades, poner fuego a siempre su nombre de la faz las ruinas, borrar pé dela tierra y cerrar esa frontera. Sin embargo, perdu- taba la leyenda de una pare} la nacién de la esclavitud, que destruiria a la reina y devolveria la paz al mundo Ella, conocedora de la inexorabilidad de los también de alli habian escapado y, mitos, intuia qu por eso, redoblé sus esfuerzos para mantener el con- ol, torturé, indagé, removié huesos, cielo y tierra, ofrecié recompensas y amenaz6, pero fue en vano, La gente no sabia dénde se encontraba e joven, La reina no podia soportar la incertidumbre a medida que pasaba el tiempo, pues sabi ja que se acercaba un tremendo peligro para el imperio. Algo dentro de su retorcido corazén y su intrincada mente le decia que el viajero continuaba su camino, y cada paso que diera era como si Je sacaran une pieza a los cimien- tos del poder, Sus sospechas vinieron a confirmarse cuando el istronomo mayor del imperio le reporté una nefasta noticia: ‘Mejestad, cambian las manchas de la luna, se desdibuja la temible Payara, pero empieza a aparecer la silueta del venado, el Ochopuntas de la leyenda una del venado Ochopuntas Un amigo ensefia la prudencia a Viajero De: fo, el joven viajero emprendié la marcha hacia el sur spués de dejar la casa de la mujer a la orilla del lejano, a través de una lanura infinita, barrida por el viento y aparentemente de sprovista de toda forma de vida. Sin embargo, desde el instante mismo en que puso su pie sobre los pastizales, sintié que todos sus movimientos eran observados con atencién y segui- dos con sigilo. Caminé alo largo del dia con la sensa- cién de tener unos ojos clavados en la nuca y varias veces volvié veloz la cabeza, pero no habia nada, solo la hierba ¢ da por el viento, detuvo hacia el atardecer a la orilla de un torrente sombreado por los Arboles y, durante un largo rato, miré con atencién hacia el horizonte invariable tratando de descubrir quién podria estar siguiéndolo, pero también fue inutil. Se acercd a beber y, al acercarse al espejo de agua, vio su cara tellejada y a sus espaldas un hermoso venado de imponente cornamenta. Se dio vuelta asustado y el venado habia desaparecido, miré de nuevo el agua tba. Abrié entonces su bolsa de y ya no es mare con los manuser os y examiné las hojas con cui- dado, En una de ellas estaba el hermoso animal dibujado por la mano hébil del sabio Makuna; traté .gnos que lo acompafiaban pero de de interpretar los fue indtil: no sabia leerlos, no conocia el art mbinar los signos en la mente para que transmi- lieran un mensaje al corazén. —Ahi dice que soy Ochopuntas el prudente, jor de la lanura —dijo con cdlida y cautelosa voz, el venado que, sin que Viajero supiera cémo, habia vuelto a aparecer. —Has estado siguiéndome todo el tiempo expres6 con una sonrisa de incredulidad —Asi pa esperando para instruirte es, y te estal en la cautela y la discrecién. El 4 conmigo; te ensefiaré a mirar en la distancia, a permanecer en un lugar dominando la curiosidad y el deseo de intervenir. Viajero escuché atentamente a Ochopuntas el venado y dejé que sus palabras amables entraran en su coraz6n abriéndolo a un mundo nuevo. Cuan toda- las estrellas llenaron la boveda celeste, los do via seguian conversando y salié una hermosa luna llena que tenfa en su superfice la silueta altiva del animal, Ochopuntas le a, Se alejat pidié que lo sigu: ron del riachuelo, dejaron at los arbol —Ahora puedes mirar — elaroma agradable de humedad bi y siguieron por la llanura, dijo Ochopuntas, En el mundo desdibujado por la luz azulada de Ja luna, Viajero empez6 a ver siluetas y, ante sus ojos maravillados, los innumerables animales que habita- utela los ban aquellos pastizales. Su ejercicio de la invisibles a los ojos desprevenidos de quien no conociera el secreto ‘Debes aprender a ale carte con pru arte para poder distin- neia para saber la ver dad, mira, ..—susurré el venado sefalandole con su orgullosa amera las siluetas de los dtholes que insinuaban al frente, bajo la claridad lunar. Via- jero avanz6 hacia un lugar lleno de luces y de extra fos onidos. El piso era duro, como un empedrado nite parecian uniforme, y los brillos que inicialm el titilar de las luciémnagas resultaron ser extra- fias llamas permanentes, encerradas en capullos ee tansparentes. Avanzaron y se encontraron en medio de inmens ecidas a moles verticales, pi acantilados iluminados, geométricos y variados, e sucedian regularmente. is10 se llama ciudad, y es un lugar inventado por los hombres. Seré terrible si triunfa el imperio de ol serpiente y la arafia, sera un lugar hermoso y agra- dable si lo regulan el amor y la vida —afirmé Och puntas mostrandole el lado oscuro de la noche urbana sando el peligro recarre las calles y en los callejones acechan los ladrones y se preparan los atentados. Poro también lo llevé a un jardin lleno de flores dorm das y rosales florecid daba ala ventana de una habitacion donde dormfa una mujer, con un corazén onde estaba el suyo. (Yassuna! —exclamé emocionado Chaquén ol viajero El venado le pidié silencio. —Chiss,.. No la despertemes, pues ella suefia que suefias con ella y, por eso, sontie, es hora de retor- nar. Ya viste lo que Makuna querfa qu mocieras. Caminaron de regreso, invisibles dentro de la ciudad que dormia bajo las estrellas. Ochopuntas le ontregé un pitén de asta, capaz de advertitle la pre- encia del peligro que esa misma noche empezaria nla llanura, asolada pot los ejércitos imperieles El miedo de la reina significaba agitacién en las guamiciones, bloqueo de temtitorios, cierre de caminos y silencio después de las detenciones. Las noticias que llegaban de las zonas asoladas eran redu- cidas a la dimensién de meros rumores que “siempre estaban por ser confirmados", como rezaba la letra de los comunicados ofictales. La vida cotidiana tenia entonces la méscara de la paz impuesta cuando se recomendaba a los ciudadanos cumplir con sus déber tar la ley, celebrar con alegria la per- tenencia al imperio, izar en el frente de las casas el pabellon nacional con el emblema de la serpiente y Ja arafia, y como una recomendacién un tanto vaga y casual “denunciar cualquier irregularidad ala guar nicién més proximal Ochopuntas ensefé al viajero a mirar con pre- caucién las escruinas de los cautela la lotta de los edictos imperial sin ser visto por entre las alambradas, los barricadas con que el imperio aislaba el mundo para capturar a ese hombre que tenia tanto por aprender. Capitulo 9 El mago del castillo Las avanzadas artes permiten localizar al viajero La imagen del mago principal se desvanece en la memoria de los criados de la fortaleza. Personaje indefinido, de mirada perdida en los socavones de las cuencas e su cara huesuda, de ojos profundos, como animalitos asustados ante la constante presencia de las fieras, Algunos recuerdan haberlo visto, silencioso y apocado, por los pasillos de la fortaleza. Se dice —se dicen tantas cosas por estos dias en el castillo— que detenta numerosos secretos y se comunica con los podert 8 profundos en los himedos sotanos de la taleza. Los blancos cabellos revelan el paso de los afios acumulados sobre temporalis, los huesos donde marca el tiempo. En apariencia demasiado grande parece querer encogerse para lo que preferiria ser argos miembros del cuerpo. Se ha para ocultar Jos jorobado encorvandose sobre si mismo, debajo de la lanica bordada con serpientes doradas y arafias de plata, simbolo de los escogidos del imperio. Se dice —el rumor es grande entre los criados de la fortaleza— que le ha dado a su ama y sefiora los in espejo magico donde ella puede bora siios de su rostro y detener el tiempo. Se dice que le xplica los libros de los misterios que ella no lee no cidad di ‘e dice que, coder por falta de tiempo, sino por incaps 1 los sectetos cifrados por los uando estén a solas, ella lo acuna y le ofrece su seno eseco amamantandolo como a un bebé. Se dice que orberle lo ha rodeado el corazén con sus hilos para al sl conocimiento y asegurar que su magia nunca sea isada en su contra u ‘Acaso sin saber que sus actitudes a veces ‘angustian a la reina, el mago suele desaparecer por largos periodos en lo profundo de los bosques que rodean la ciudad imperial. Ella lo manda buscer con sus mejores oteadores y los cazadores mas expertos, pero la mayoria de las veces los intentos fallan, pue’ @] mago domina las habilidades del disfraz, se quita su toga de alquimista y pasa desapercibido en medio de las multitudes. Algunos aseguran haberlo visto

You might also like