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: Kinnd Mat laa Led egal eee | Shree : i | | DEL MISMO AUTOR | Ft 1 _ BN TAURUS * La ironia (Colec, «Ensayistas», nim. 225), i | VLADIMIR JANKELEVITCH i LA AVENTURA, EL ABURRIMIENTO, LO SERIO ! Versi castellahe , ‘ELENA BENARROCH taurus OU 1 3 eee = ‘Titulo original: L'aventure, Yennui, le sériewx © 1965, Rorrions Monearewe “ISBN: 2-7007.00414 © 1989, AurEA, TAURUS, ALFAGUARA, S. A. TAURUS Juan Bravo, 38. 28006 MADRID ISBN: 84-306-1294-7 Depésito legal: M. 6.717-1989 PRINTED IN SPAIN Tn fon demos pan,” spb no Pde rah hind a npr, i ean ar an tt ep “RES Soe ie eee © Sie’ om, ne benno por cee de oe INDICE CAPITULO PRIMERO LA AVENTURA. advenimiento del porvenir ... ss. «s+ La aventura mortal La aventura estética La aventura amorosa CAPITULO SEGUNDO EL ABURRIMIENTO Angustia y sburrimiento ... La desgracia de ser demasiado feliz Bios y Zola. oes see see ose El tiempo reencontrado os. ss+ so+ cae soe ses ees CAPITULO TERCERO LO SERIO |. Intermediarided y mediacin. El tomar algo en serio. .Tetalizacién en profundided yen duracién. El ean. Dolor y muerte. Lo serio y lo trégico Lo serio es el humor, La seriedad humorfsticg 1. 4. 7 41 61 116 154 166 179 185 meal eel La aventurs, el aburrimiento y lo serio son tres maneras distintas de considerar el tiempo, En Ia aventura lo que vivi mos y esperamcs apesionadamente es él surgimiento del futuro. En cambio, el aburrimiento se vive més bien en presente: desde luego, el tedio a menudo se reduce al temor de aburrirse y es indiscutible que esta aprensién, en la cual consiste nuestro abl- Trimiento, se refiere al futuro; no obstahte, el tiempo privile- siado del tedio es ese presente de Ia expsctativa despojedo de antemaro de valor por un futuro demasiado lejano y esperado con demasiada impaciencia; en esta enfermedad el futuro de- Precia de forma retroactiva el momento presente en lugar de arrojar luz sobre él. En cuanto a lo serio, podemos definirlo como cierta forma razonable y general no de vivir el tiempo, sino de contemplarlo en su conjunto, de considerar la mayor duracién posible. Baste decir que si la aventura tiende a situar- seen el punto de vista del instante, el aburrimiento y 10 serio tienden a considerar el devenir como intervalo: el princi aventuroso, pero la continuaciGn es, segin los casos, seria 0 aburrida, De donde se sigue que la aventura nunca es «seria» y gue se recurre a ella a fortiori como antidote: contra el aburri- miento. En el desierto informe, en la eternidad abotargada del {edio, Ia aventura circunscribe’ oasis encantados y jardines ce- rrados, pero tembién contrapone el principio del instante a la duracién total de Io serio. ZAcaso recobrar la seriedad no es volver a In prosa amorfa de la vida cotidiana, abandonando los episodior intensos y los instantes apretados que forman el 1apso de tiempo aventuraso? CAPITULO PRIMERO LA AVENTURA La temporalidad privilegiada que intentamos describit, si- Buiendo al filésofo Georg Simmel, no es exactamente la’ del ‘aventurero, sino la del aventuroso. Porque la temporalidad aven- furosa y ta temporalidad aventurera son cosas distintas,.. El hombre aventurcso representa todo un estilo de vida, mientras ¢l aventurero es un profesional de las aventuras; para este dit. ‘mo, To esencial no es correr aventuras, sino ganar dinero y si conociera un medio de conseguirlo sin aventures, lo empleart fiene un negocio de aventuras y afronta los riesgos igual que el zapatero vende sas zapatos, En resumen, més que estar al mar- gen ds la vida prosaica, esta’ al margen de los escripulos. El aventurero es sencillamente un burgués tramposo que viola el Juego de los burgueses y juega al margen de las reglas, como cure en el mercado negro; y asf como el mercado negro es una versién marginel, ifcitn y clandestina del mercado, o-el dinero Regro una versién inconfesable del dinero, la aventura del aventurero ¢5 uns empresa turbia que esté all mergen de la ley. Pera el empresario de esta empresa, para este profesional egoista ¥ ublitario, el nomadismo se ha convertido en especialidad, el ‘vagabundso en oficio, In xexcepcionalidad» en hibito, el «: tematismor en sistema de vida. Para el aventurero la aventt! es sencillamente un medio para un fin, a fo sumo, un mal nece: sario. No hay nada en todo ello digno de atencién, tan s6lo sor. didez y mezquindad. Las ruines aventuras aventureras no son " Piosophische Kultur (1912, pp, 1428," i a j ] ‘més que una caricatura de In aventura aventuross. Lo que que- remos déscribir es un estilo dé vida y no un medio de existon- ia, ya que una vida emprendedore nada tiene en comin con al oficio de empresarig, En una continuacién aventurera el tru- hhén se instala de un modo burgués, en la aventura inocente y esinteresada el aventuroso siempre es un principiante... EL ADVENIMIENTO DEL PORVENIR Empecemos por intentar comprender la aventura «infinitesi- mal», la menor aventura posible, aquella 2 la que, en general, no solemos dar el nombre de aventura; quizé sorprendamos en embrién o en germen lo que después se convertiré en novela de aventuras. Para hallar en el tiempo ese umbral de la aventura, fsa aventura elemental, acaso sea bueno recordar que [a aven- tura tiene desinencia de futuro. La aventura esté ligada a ese tiempo del tiempo que lamamos el tiempo futuro, cuyo carécter ‘sencial estriba en ser indeterminado, porque es el imperio enig- ‘mitico de lo posible y depende de mi libertad. iNo es lo posi ble lo que puede ser asf 0 de otro modo, lo que seré esto 0 aquello segiin mi valor, segdn los riesgos que accpte correr, se- gin mi buena o mala suerte? El pasado, determinado y definiti- vo para siempre, puesto que ye ha existido, no podria ser Ia regién de la aventura, [Pl tertitorio de la aventura es el porvenir.. { Peto cxiste wina.razén atin més profunda, y es el carécter anfi- “ bolégico, ambiguo y equivoco de Ia aventura. ‘Veremos eémo Ia “aventura es aventurosa por su propia ambigliedad. El porvenit es ambiguo, en primer lugar, porque es a Ia vez cierto ¢ incierto. Lo cierto es que el futuro seré, que advendré un porvenir; pero ceudl seré es algo que queda envuelto en Las brumas de la incer- tidumbre. De todos modos, el Adn-no, con el tiempo, seré un ‘Ahora; de todos modos, el porvenir seré presente y seré un Hoy, estemos 0 no abi para verlo; en cualquier caso, el domin- go que viene Iegaria, aunque no bubiera ningtin hombre para amarlo domingo, y esto es as{ en virtud de In futuricién que hace advenir inevitablementc el porvenir. 2Pero cudl seré ese futuro? eQualisy? {De qué naturaleza? 2Seré tn dia de fiesta ode luto? 2Un dfa de luz o de tinieblas? Tal es el enigma de la esfinge TInmada futuro, La respuesta a la pregunta an es segura: «cAn futurum sit?e QHabré un futuro? Sf, habré un futuro. 2 Pero «{Quid sit futurum?» 2Qué ser&? ¢De qué clase, de qué color, de qué humor? 2Cufl serd su luz y cudl su naturaleza? A estas preguntas ya no podemos contestar. Podemos contestar a la pregunta general, a saber, que habré un futuro, pues el hhecko de advenir o «quodidad» constituye ya In respuesta; pero no podemos decir qué cosa est por venir; no se puede contes- ‘ak @ In pregunta circunstancial, la que interroga sobre las mo- dalidedes segrin las categorias de Ja interrogacién; no se puede decir lo que seri, De este menera, In «fututidads del futuro no es sino nuestra temporalidad destinal, es decir, nuestro abrums- dor destino cerrado por Ia muerte. Perd las modelidades del por- venir representan el terreno del puede ser y muestran al hombre el horizonte apasionante de la esperanza: lo que sea depende de nuestra libertad. Frente al pretérito, que e3 unfvoco o incuestio- able porque ya estd ehecho» y resielto, el futuro contiene toda Ia indeterminacién del misterio, si.admitimos que el mis- terio es una mezcla de certidumbre © incertidumbre; asf, Io infinito segin Pascal* es aguello cuya existencia entrevemes y, sin embargo, no podemos ni asignarle una cantidad, ni nombrar su nimero. ZNo siente la aventura Ja atraccién de lo infinito? Sé que, y no sé qué. El porvenir es un no sé qué. * Podemos ir més lejos: la aventura infinitesimal esta ligada ‘al advenimiento del_acontecimiento. Distingamos més exacts- mente] & y Advenit. 1 acontecimiento no es més que una feche-trrel teléndario, péro el advenimiento se anuncia como el «adviento» de un misterio, El acontecimiento adviene demasia- do tarde para la aventura: estoy frente a frente y cara a cara ante él y ya no es hora de afrontar con valor ese presente grente. Al contrario, el advenimienio es el instante inminent no ya le actutlided Aaciéndose, ni a medida que se hace, sino @ pinto de hacerse. Para el hombre aventuroso Ia contempora- neidad Je! Haciéndose es casi tan péstuma como Ia retrospect vidhd de lo «Y@hechow. Més que a lo contempordneo, a aven- fura esté ligeda a lo extempordneo de In improvisacién. Hay tuna aventurosa futuricién a medio camino entre el porvenir leja- nro, tbstraccién conceptual ¢ ideal contemplative mantenido. a considerable distancia del presente, y la actualidad del hombre de accién, vivide en el momento y en su flagrancia, Frente a las ahs Rear Alfeguara, 1981, fr. 418.) ) INL, fr, 235. (Treduccion espafiola en Obras, 13 a i ; ‘utopfas Iejanas de Ia serena esperanza, Ia tentaciGn febril de la aventura cercana designa 1a regidn infinitesimal del futuro pr. xime ¢ inmediato; seacerca més al in promtu que a le escato. Jogia. Demos 2 Jos tésminos efuturim proximum» su sentido a de superlativo apasionante. Ademés, el futuro inmediatamente siguiente o posterior es aquel del que no estoy separado por la mediacién de ningtin instante intermedio, Es un comienzo que no cesa de comenzar, un continuo recomenzar én cuyo curso Ja novedad germina y asoma-a cada paso. Asi es la aventura instanténea, Ja diminuta aventura del préximo minuto, Ia que ‘os reserva el instante imprevisible del minuto inminente y nos corta la respiraciér. Todo lo ambiguo es, como el tabi, objeto de un sentimiento 1, 2° smbivalente, compuesto de horror y straccién al mismo tiempo. ‘9° En el tabi le prohibicién sagrada y ol ansia sacrflega entran en conflicto. La aventura tienta al hombre porque el pathos de la aventura es un complejo de fuerzas contradictorias; la tentacién fs precisamente esa mezela de ganas y hoor, donde el horror screcienta las ganas actuando como ingrediente paraddjico, mien. tras el deseo, positividad sin negatividad implica Ia atraccién simple y unfvoca. Por eso la fobia, a diferencia del simple te- mor, es un temor atrayente. Es el sentimiento dividido, desge- yrado, «tentado», en el que cada fuerza tira por su lado, es el sentimiento pasional por antonomesia, Por eso la tentacién de Ja aventure es la tentacién tipica, El hombre, apasionado por la apasionante inseguridad de le aventura, por la apasionante in- certidumbre del porvenir, se encuentra en la situacién pesional de esos amantes frenéticos que no pueden vivir ni juntos ni ee- Parados: juntos se peléan, no se coportan; separados suspiran luno por otro y aspiran de nuevo a su confusa simbiosis, Se ado- tan y se detestan, No saben lo que quieren, se sucle decir. En realidad, saben muy bien lo que quicfen, pero lo que quieren es imposible, irrealizable y sobrehumano; io contradictorio no es la voluntad, son Jas cosas queridas las que se contradicen, Al ‘buscar In aventura, el timido quiere y no quiere, quiere lo que no quiere y no quiere lo que quiere, quiere por una mezcla de yoluntad y noluntad quiere, de algin modo, con una noluntad ‘Guetiente bastante andloga al odio amoroso. {Se atreverd? Que- rer sin querer queriendo, he aqut la voluntad embigua del hom. bre tentado, reticente, atraido por su propio conflicto y su 1 ferva interior. El hombre anhela fo que. més teme, Cutiosidad 4 apasioneda y delicioso horror, la tentacién de Ia aventura no es then cl vistiga, La Rusalla de Pushkin nos presenta al hombre a Ja ver repelido inexplicablemente atrafdo por Ondina; y las Sirenas, a su manera, encarnan la inconfesable tentacién del naufragio. ZActso el abismo insondable no es al mismo tiempo Jn ameneza de Ia nada? Las ayenturas de Sadko se desarrolian sobre todo en las profundidades del océano, donde le retiene el hhechizo de Ta zarina de los mares. El viajero del Céucaso del que nor hablan Lermontov y el miisico Balakirey es tentado por los eantos de Tamara, In seductora circasiana; pero esta sirena del deseo es, a su vez, la sirena del atrayente no ser. En el vértigo adivinamos el atractivo paradéjico y diabélico de la mucite, es decir, su elemento esotérico 0 erfptica, pero un pode- 0s0 instinto de conservacién complica esa atraccién. Asimismo, en la pasién vertiginosa de a aventura hallamos los dos senti- rolentos opuestos: por un lado, el terror-al riesgo incdmodo que amenaza nuestre instalacién en el intervalo y la economia de la rutina cotidiana: por otro lado, las ganas locas de profenar un seereto, de descifrar el misterio del porvenir, de levantar la hi- Potece de Ja po:ibilided inminente; por un Indo, la timidez en ¢] umbral de tn noveded y, por otto, la voeacién de Ia futuri- clgn; ef bienestar del intervalo y Ia peligrose pasién del instante efectivo; ef placer de continuar y Ia alegria de empezar... o de (pues la creacién también es aventurosa). Unas veces pre- Gomina el impulso heroico del peligro, Ia guerra y la catéstrofe, ¥ otras el horror frena el impulso. Pero, en ambos casos, la ten. sidn que se crea entre el horror al vacio y el deseo azaraso pue- den ilsgar a Ia angustia. 2No intentaron Kierkegoard? y Leon Chestov resolver esta polémica desconcertante? : ‘Hemos de ir ahora més alld de Ia aventura puntual del pré- ximo instante. Para que haya aventura, en el sentido usual de le palebra, es preciso que se engarcen.una serie de episodios 0 peripecias a través de Ia duracién, Si desplegamos la aventura ‘en el tiempo y en cl espacio, veremos ema el equivoco inheren- te a la liminarided de Ja aventura adopta tres formas fundamen- tales, Cada uno de estos tres estilos de aventura implica une oscilacién infinita de le conciencia entre el juego y lo serio. Es ris, In propia cscilacién es un juego... 2Qué digo? El nico juego verdaderamente lidico es el juego con lo serio, pues un EL concepto de angusti, 15 a i i juego que se limitase a jugar y no incitase de algiin modo a la seriedad batiria todos Jos records del aburrimicnto, serfa més aburrido que lo eerie Si se suprime uno de los contrarios, juego © Seriedad, naxBid~o cmovéy), la aventura deja de ser aventuro- sa: si se suprime el clemento lidico, la aventura se vuelve una tragedia y si se suprime el elemento scrio Ja aventura se con- vierte en una partide de cartas, un pasatiempo irisorio y una falsa aventura. En otras palabras, para que haya aventura hay que estar a Ja vez dentro y fuera; el que est dentro de los pies a la cabeza esté inmerso en plena tragedia; el que esté entera- mente fuera, como un espectador en el teatro, contempla un espectéculo que nb Te compromete y no lo toma en serio: ast es el mundo visto desde un sillén y desde Ia dptica contempla- cionista del juego{ Ta imnplicicion etita y el distanctansiéato este / | 80 son los dos polos entre los cuales transcurren las. aventu- i ras./E] hombre aventuroso es a la vez exterior al drams, como el actor, e interior a ese drama, como el agente incluido en el misterio de su propio destino. {Cémo se puede estar a la vez fuera y dentro? Espacialmente es imposible y I6gicamente es impensable, es decir, contradictorio, Una puerta ha de estar abierta o cerrada, e incluso una puerta entreabierta ya esté ‘abierta; un hombre ha de estar dentro de Ja sala o fuera de ella, Pero también se puede estar en ef-umbral, paser una y otra vez del interior al exterior: este milagro se produce mister mente todos los dfas. La vida humana esté ala vez abierta y cerrada, e5 decir, estd entornada, Asimismo, lo aventuroso esti dentrofuera, iNo hay quien [o entienda! El espacio, que dis- tribuye los lugares «partes extra partes», lo niega y el principio de identidad lo prohtbe; sin embargo, vivimos Ia contradiccién ccontinuamente; sin embargo, la disyuncién es papel mojado para Ja vida. Se podrian distinguir muchas variedades en la aventura: cl juego, aventura en miniatura, limitada al espacio de un table- ro, que sélo afecta # una zona parciel de nuestro ser, el ser del jugedor; 10 novelesco, terreno de las aventuras peligtosas, pero que no me conciernen personelmente; las aventuras como la caza, los viajes 0 los cruceros, que me conciemen fisicamente, pero en el fondo excluyen todo elemento aleatorio. Quizé sea més sencillo estudiar sucesivamente los casos en los que preva- lece 10 serio, los casos en los que domina el juego y aquéllos, por iiltimo, én los que el juego y Ia scricdad se entrelazan sin cesar, 16 "como todo acto arbitrario y gratuito, de, ne za Un_POCg ‘estética, Pero, de pronto, ef hombre descomprometido se’ com- * promicte @ fondo. El aficionado, que ha abandonado voluntarie- 1. La AVENTURA MORTAL EI hombre eventuroso, decfamor, esté dentto-fuera, pero a veces mas dentro que fuera, a veces més fuera que dentro y a veces tanto fo uno como Io otro de un modo inextricable. En el 1 hombre est4 més dentro que fuera, es-decir, le aveniura incluye a la vez el juego y lo serio, pero en este caso lo serio prevalece sobre el juego y Ia inmanencia sobre Ja trascendencia, de modo que la aventura se muda fécilmente en tragedia; el deslizamiento se produce cuando desaparece el elemento Iidico, la pizca de sal que adereza y resta gravedad a toda aventura; entonces tiende a confundirse con la vida misma, sus vicisitudes y peripecias draméticas invaden toda Ia exister cia, Es decir, al mismo tiempo que esté comprometido con toda su alma en la eventura, el hombre debe mantenerse relativa- mente distanciado de ella, El hombre aventuroso esté a la vez comprometido, como tan a menudo se dice hoy en dia, y des- comprometido, pero de tal forma que el compromiso domina en Bran medida sobre ese estar descomprometido y distante. Esta anfibolopia puede formularse en términos temporales. En efecto, segiin Ja cronologfa el que esté dentro dé Ja aventura la vive como una continuacién mientras dura y va experimentando sobre Ia marcha todes sus vicisitudes. La aventura depende de mi el principio, pero su continuacién no siempre depende de mi, y atin menos su terminacién. O viceversa, estoy més dentro que fuera, pero he empezado por meterme dentro libremente. ‘Un hombre decide un buen dia escalar el Himalaya. No tic obligscién alguna de hacer semejante esfuerzo. Esté obligado a ‘pagar los impuestos, hacer el servicio militar y ejercer un oficio, ya que todas esas cosas son eserias»; pero no escalar el Everest, ft es0 nadie Ie oblige. Es decir, el principio de la aventura es tun decreto, autocrético de nuestra WBeriad j, en esa medida, mente 2 su familia y desatendido sus ocupaciones, se ve sor- prendido por una’ tormenta de nieve en las pendientes del Everest. Sin duda, entonces se arrepiente de haber ido, pero es demasiado tarde para lamentarse y volver atrés; a partir de ese movento se juega el todo por el todo y lucha por su 7 Tee ellejo. Abora lo que esté em juego es ou destinge * y sw propia existencia; es, se suele decir, cuestién de vida o tmuerte, Enton- es la aventura esté a punto de dejar de cer un convertirse en (ns tragedia, con. mayor razén muere de friotn ti glaciar 0 cae ‘Por una gricta, es decir, si Ie aventura acaba trégicamente. A veces se empieza por fuerza ¥ se sigue por juego, pero lo més frecuente es lo contrario: Ja aventura se empieza por juego, pero no se sabe ni cémo ni cudndo puede acabar ni hasta dénde puede legar. Empiezs frivola, contintia seria y tetmina ‘tégica; se desencadena de una forma libre y voluntaria, pero su continuacién, y sobre todo su conclusién, se pierden entre brumas amenazantes en la incieria ambigtiedad del porvenir. El aventurero he-quemado Jas na- Yes, las naves del retorno yet artepentiiaicife. TAquf empieza 1a tragedis! Bl hombre esté un poco en la situaciGn del aprendiz de brujo respecto a Ja empresa descabellada y barroca llamada aventura. Brajo sélo a medias, conoce la Palabra que desata las fucrzas mégices, pero no la que las frecarfa; el aprendiz s6lo conoce la mitad de la palabra, Unicamente el brujo conoce ambas palabras, Ja que desencadena y la que detiene, Si el hombre conociera las ‘dos palabras de Ia aventura no serfa un mago a medias, ni un aprendiz, en fin, un aventurero, sino un mago a carta mejor dicho, seria como Dios. Dios es el nico que puede desatar y detener a voluntad, el nica que conoce le palabra del principio y Ja del fin, el Gnico literalmenie omnipotente; el hombre no es més que un semidiés, su libertad fs tuna somilibertad y su poder no es todo-poderoso, sino poderoso a medi icamente esté en nuestras manos el fiat inicial, y slo para el comienzo de una empresa que se des- arrolls Iuego por si sola. Frente a la irreversiblidad del tiempo, Jos nuestros son poderes ojos, truncados Y unilaterales, y, sin duda, es esta disimetria lo que explica la preponderancia de lo fo. 2Cémo asombrarse de que tal disimetria nos inspire sen- timientos ambivalentes? Al hablar de una aventura en la cual Ia scricdad prevalece sobre el juego, atin no hemos dicho la Palabra esencial que tor opone « 1a largo Wel texto los términce destin y destinge (véanse sobre todo pp. 30-31), marcando una diferencia imposible de Feprogucit en castellano, ya que nuestro término destino y todos sus 4p6nimos englobon ambas significaciones. Traduciremos destin por des. ‘Une y dsiaremos destinée en francés. (N. de la T/) 18 reyela su objeto y explica por qué nuestra destinée entern esté ‘aégicamente comprometida en elle. Esta palabra es Ia palabra ‘muerte. Esta palabra innominada © incluso inconfesable presta 8 Is oventura su apariencia inmotivada. Sin duda, el hombre std fuera de Ie muerte porque toma conciencia de elld, pero como esta condiencia no impide en absoluto al ser pensunte moriz de hecho, el ser pensente-mortal esté, ante todo, detitro de Ia muerte, Al fin y al cabo, la muerte es lo serio en todo azar, 1o trézico en toda casa seria, lo que estd implicitamente en juego en tods aventure. Una aventura, cualquiera que sea, incluso una Pequefia aventura de mentirijllas, sélo es aventucosa cuando contiene une dosis de muerte posible, dosis a menudo infinite- simal, homeopftica, si ee quiere, y generalmente apenas percep- tible... Sin embsrgo, es esa pequefia y a veces remota posibili dad Ie que pone su grano de sal a Ia aventura y Ia hace aven- turosa, Desde ua ptinto de vista més amplio, el dolor, Ia des- gracia, Ia enfermedad o el peligro estin marcados por el mismo sello, Un peligro sélo es peligroso cuando, es un peligro de muerte. El riesgo mortal puede representar tan sélo una posi- bilided sobre mil, no una sobre veinte, como en aquella «ruleta del suicidio» que fue antaiio pasatiempo de los oficiales rusos, sino una sobre mil y, sin embargo, la combra de esa pequeit. ima posibilidad, esa minima preocupacién to gun bac ligroso el peligro y apasionante Ia aventura, La muerte es ie de toco peligro, lo malo de toca enfermedad, aun cuando ésta sea ana calentura de nada, un benigno dolor de ca- beza eel furiineulo més insignificante. La enfermedad s6lo es tal cuando el hombre puede morir tedricamente a causa de ele 165 de todo, Zacaso un dolor de mueles ‘no es una posibilided de muerte? Un peligro del que estuviera exchui de antemano Ia posibilided misma de Ia muerte serfs una co- ‘medi y no un peligro serio; una aventura de Ie cual estuviéra- mos seguros de salir antes de empezar no serfa en absoluto una aventura, todo lo més seria In aventura de un fanfarcén. La razén es muy sencilla: Ia criatura es Finita, Un éngel puede correr aventuras porque es incapaz de motir; por mucho que descendcra a lec chttaias de i terra, explora ine profun dades del océano o Megara en cohete a la estrella polar. ‘derfa igual! el ser inmortal, con su invisible armadura, no puede ponerse en peligro porque no puede morir, Quizé a los Angeles ies gestufe morir para poder tener ayenturas como 19 A todo el mundo, pero estén condenados © la inmortalidad, iy ‘neaso ‘mueran de no morir! Es algo muy simple: para poder corer una aventura hay que ser mortal y vulnerable de rail marieras; es preciso que la muerte pueda penetrar en nosotros Por todos los poros™del organismo, por todas las junturas del edificio corporal. {Més vale no pensar de cudntas maneras se puede quebrar el frail edificio! Nuestra seguridad es un logro tan excepcionel, supone Ia reunién de tal nimero de condicio- nes siempre revocables, que su renovacién diaris es ya en sf misma una coineidencia milagrose y un afortunado azar por el que deberfamos dar gracias sin cesar al destino. La vida es el conjunto de posibilidades que nos sustraen muerte, La frogilidad esencial y la naturaleza fatalmente pre- caria de nuestra existencia psicosomética funda la posibilidad de Ja aventura, La muerte es lo que hallamos cuando profundiza. ‘mos hasta el extremo de lo humano, hasta el bordé agudo © insuperable de una experiencia; 1a muerte es el Iimite absoluto que alcanzariamos si, en lugar de detenernos en ei camino, nos adentrésemos en él de leno y hasta el final; es el fondo fnfimo de le profundidad, la cima suprema de la altitud y el punto extremo de Ia distancia. La muerte esté sl final de todas las avenidss cuando Jas prolongamos indefinidemente en una. di- eccién. Si prolongésemos un bulevar de Paris hacia cualquiera de los puntos cardinales, tarde o temprano, acabariamos por en- contrar el océano, ese océano primordial y terminal donde los propios continentes flotan como isles... Y, del mismo modo, ‘cuando aumentamos progresivamente Ia intensidad de una sen- sacién o de una percepcién encontramos la muerte; por ejemplo, el crescendo de un dolor o una alegria demasiado intensa no pueden soportarse indefinidamente, jel hombre es demasiado endeble para aguantarlo! Llega un momento en que Ia cuerda se rompe, Se pucde morit de dolor-y aun de alegria. Una expe- riencis desmesuradamente crecida acaba por estallar y se pierde en Ja nada que cieme nuestra finitud. Por eso ef hombre en busca de aventuras avanza peligrosamente hacia los bordes. La necesidad de alcanzar los extremos y los finisterres, que son el nec plus ultra del espacio, dirigirse a les profundidades d tierra o del océano, a a cumbre de las montafias o hacia Ia extrema altitud del mundo sideral, al Polo Norte, al Polo Sur, al Extremo Oriente, al Extremo Occidente, todo ‘ello demuestra claramonte la existencia de una tentacién extremista e incluso . efee purista, El hombre aventuroso aspira a un més allé de In zona intermedia, de esa zona de mezclas que es también In zona Diolégien éptima, donde cl hombre vive y respira més cémoda mente, pero en Ie cual, no siendo ni angel ni bestia, leva la existencia més burguesa y més sedentaria. Los hombres de la humano; en cambio, el hombre de Ia aventura va tremos, hneia Ics polos norte y sur de su existenci renuncia a la ccmodi caso do ese justo medio, de aquel feliz término medio que Aris- ‘Gteles confundia un poco aprisa con la excelencia. La desventura de muerte es Jo aventuroso de toda aventura, asl "CONG TS Peligroso "de “Todo peligro y lo dolorGse" de"todo dolor, 1o malo de Ia desgracia y Ia enfermedad. Aparece de nuevo Ja aventurosa ambigiedad de Ii que partimos. La inde- terminncién de la muerte es la misma que la del porvenir am- bigvo. La muerte es lo absolutamente cierto y Jo absolutamente incierto por excelencia, ;Ambas cosas a Ia vez! No esté en la sombra, tino en Ia penumbra, El hecho de que moriremos en féneral cs seguro, pero In fecha de la muerte permanece inde- terminada y es0 es lo que nos permite vivir; si en lugar de ser aprendices'y semidioses, si en luger de tener una netural demoniaca, conociéramos: jos partes de Ta palabra, al quod Ve guando, el hecho de que y la fecha final, no podriamos soportar Ja vide. Platén cuenta en el Gorgias que Zeus, tras haber privado z los hombres de Ia inmortalidad, quiso ofre- cerles un humikle regalo, un misero regalo en su condicién deavelida, Les cculté la fecha de su muerte: moriremos, pero nunca subremos cttindo. Pobre compensacién, a decir verdad, Ieonsuelo irisorio! En todo caso, esa bruma propicia permite que el centenario haga proyectos de futuro, que diga, como todo el mundo, e! domingo que viene, el verano que viene. La fecha de la muerte es una fecha absolutamente incierta y contin- gente, «Hora incerta», dicen los predicadores en los comentarios del Evangelio: No sebéis ni el dia ni In hora. Pero, a la inversa, la posibitidad de aplezer indefinidamente esa fecha justfica la esperanza progresista y el optimismo médico. La quodidad o des cierta y, sin embargo, vivimos en Ia absoluta incertidumbre er cuanto a las circunstancias; ignoramas preci- 2 ‘enie In més importante © inguictante de todas: Ia fecha, tCuindo? No podemos coritestar a esta pregunta, como tam- poco a Tas demés preguntas circunstanciafes. .Dénde, cémo, cust 6s le causn?, ete, ¢Moriré en la cama? ZDe pie? LA ca hallo, a In eabe2a G5 mis tropes? {En qué eiudad? A conse- cuencia de qué enfermedad? Y asf sucesivamente. Todas Ins categorias fracasen. Sélo conocemos Ja gran respuesta general, Ja que ni siquiera responde a una pregunta: sabemos que moriremos. Esta disimetria, que es sintoma de misterio, Pascal Ja encontraba en Dios y Juan Crisdstomo en las relaciones entre alma y cuerpo. Adivinamos que hay un Dios, pero no sabemos cual es, cuél es su naturaleza, cusles sus atributos, cudl su ros- to. Ese Dios esié casi aculto, fere ebsconditus. Tenemos Ia ntuicién de un niimero infinito, pero no sabemos si ese niimero es par o impar: apenas hemos dicho cudnto, asignado,la canti- dad, pronunciado por efémplo un mimero per, cuando un nt ‘mero impar mayor nos acude a In mente y asf eal infinitox, ya que 10 infinito es precisamente, ere movimiento indeterminsdo, ese pujar y aumentar sin Iimite, esa misma auccién, Para cada uno de nosotros la propia muerte siempro esté por venir, igual que el propio nacimiento siempre es algo ya hhecho. Y asi como la muerte estard en futuro mientras vivamos, el nacimiento pertenecerd al pesado durante toda Ia vids, del principio al fin, porque la fecha inicial es Ia tinica determins- a. Le vida s6lo esté cerrada a parte ante-y por el principio; a porte post la futuricién 1a mantiene abierta, Por consiguiente, la vida esté entreabierta. Y también por eso es una aventura, Sin duda, la muerte tendré la tiltime palabra; en este sentido, de cualquier modo, todo acabaré mel: on esa aventura que no hemos elegido y que se lama la vide, el desenlace es conocido de entemano y, en consecuencia, la dosis de aventura y de juego es muy limitads. Pero el eplazamiento indefinido de la termine- cign nos permite una vaga esperanza y, como munca es nece- sario morir en una fecha mejor que en otrs, como nunca es absurdo salvarse, todos los proyectos del enfermo quedan jus- tificados. El recurso a la suerte sblo es ignorado cuando In descsperacién es insoportable, Vemos ahora cémo el objeto innominado de nuestra intensa curiosidad y de nuestro horror cra Is muerte. La muerte es el preciado condimento de le aven- ura, Jatcven Ia tensign més aguda no es la que se produce 2 entre of horror el nowser y el paradéjico atractivo del naufragio supremo? 2. LA AVENTURA ESTETICA ‘Veamos shora tm segundo tipo de aventura en el que halla- mos de nuevo la aventurose smbigiiedad entre el juego y lo serio, pero esta Yez prevalece el juego, El hombre esté a la vez dentro y fuera, pero esti més fuera que dentro; més que sumergirse, sobrevuela, Si s6lo estuviera fuera, volveriamos a estar en el ceso del espectador que contempla desde su butaca las aventuras de Jos demés, sin correrlas por sf mismo. Aguf la condicién de Ja aventura sigue siendo un minimo compromiso, ‘un compromiso con Ia punta de Ia conciencia; pero el hombre s6lo expone wns pequeia porcién de a existencia, no esti in- ‘voluerado en In aventura como lo esti ea su destino. Esta aven- tura es sobre todo de tipo estético; tiene como centro no ya Ie muerte, sino Ia belleza, que es el objeto del Arte. Ya no se trata de una aventura vivida en su vuelta empezar o su conti- nuacién por el que esti sobre todo dentro; sino de una aventura contsmplada a posteriori una vez acabeda. Hay que distinguir dos casos: el ceso de Ja aventure-propia (la mfa para mi, las {ayes para tl eventun- Gr Sade ooo pera cada cl, e0 SU, Jn aventura en primera persona), y las aventuras de los demés (las tuyas para mf, las mfas pera ti, es decir, la aventura en segunda 0 tercem persona). En el primer caso sujeto y objeto son une sola y misma persona, Para que la aventura en primera Percona cen de nafuraleca exten es preciso que hays salido de ella, que ya no esté en Ia tormenta ‘de nieve on las pe del Himalaya, y que, de nuevo en Paris, pueda contar mis a ‘quas aventures ol enochecer como si le hubieran sucedido otro. Cuando tedo vuelve a estar en orden, Ia exploracién se convierte para ol explorador en un mero y simple juego. Enton- ces Ia aventurapropia se redondea como una obra de arte, A veces se dice, sefitlends'a-an”buirgués retirado; «ha tenido aventurass; naturelmente, en general, se trata de aventuras eré- ticas, pero sobre todo sc trata de aventuras ya corridas. Se Homo ludens, (Existe edicién en castellano en Alianza, ‘Medtid, 1987, 23 hhable de 1a aventura en pasado, También puede estar en futuro Perfecto, cuando anticipamés su final, A menudo os esta ante cipacién lo que jnfunds el valor necesatio a los alpinistas afi. Ciotiados para su peligrosa expediciGn; atin no han salido y ya se imaginan a ‘su Fegreso, cubjertos de gloria, relatando sus hazafias ante un auditorio boquiabierto. Sin duda, no se encon- frarfan tantos voluntarios para los viajes intersiderales ei los s a le aventura eésmica no imaginssen previamente su regreso triunfel; In perspectiva de las conferencias de prensa y Tos entrevistas que se sucederén permite afronier muchos ries. 405. Le vida que vivimos al principio parece informe y tras le muerte se convierte en una biografia, es decir, cobra un sentido Orgénico y una finalidad retrospectiva; asimiso, la aventur ue al principio y para el aventuroso podria acabar trégicamente, cobra después y a posteriori un sentido eatético: la terminacién, como en las sonatas y los cuentos, ilumina retrospectivamente la obra de arte. : Las aventuras de Jos demés o las mfas, en tanto que me he convertide en otro o en una tercera persona ante m{ mismo, itienen por definicién un cardcter estético, Vuestras aventuras ara mf son obras de arte con las que simpatizo més 0 menos, Pero de Ins que estoy esencialments distancindo, puesto que no soy quien las corre, Entran en la inmensa categoria de lo No- velesco. Las aventuiras de los demés o de terceras personas pera ti, las mias para vosotros, las que no se corren personalmente, se redondean y se cierran sobre sf mismas. El hombre asiste como espectador al desfile de la apasionante imagineria; hojea con el coreén palpitante el libro de imégenes, el celeste libro azul, ese clibro de la paloman cuyos episodios van desgranendo las Teyondes rusas ante nuestra mirada aténite. Fl sultéa escucha los relatos de Scheherazade, que le cuenta cada noche las mil s de Oriente y las navegeciones migicas. Se asusta a s{ mismo, igual que a un apacible burgués le gusta asustarse un poco cuando va a ver les fieras al zooldgico acer- séndose todo lo que puede a los barrotes... Ante lo que podria amenazar su seguridad, el chomo ludens» adopta Ia actitud de un testigo a ratos asustado, a ratos divertido, unas veces mara. villado y otras deliciosamente espantado, Y el corazén le late més fuerte y més deprisa cuando lee la Odisea, la narrecién historiads 2 Heradoto 0 Jos relatos de Julio Verne, 24 Antes Ta aventura se aburguesaba haciéndose demasiado Seria y shora st abutpuesa convirlidndose en um gtnero lero tio, epopeya, drama o novela; la tragedia es el limite 2 partir. Gel cual lo trdgico deja de ser a patti del eal la deses- "Perncion-sincera-se"Tottia dispratd téatral, Por otro lado, aqui ni Tepresentados todos los grados de Ia aventura, desde 1as mis burgueses, las menos parccidas.a una aventura, hasta las ‘més aventurosas, en Jas que el hombre se comprométe apasio nada y radicalmente. Podemos distinguir dos extremos: Ulises y Sadko. {Representa realmente Ulises, el héroe mediterréneo Por excelencia, el estilo aventuroso? Desde luego, Calipso, Cires, Jas Sirens y Jos Lot6fagos suponen para Ulises otras tantas promeses de una vida inédita e ins6lita; el gusto por lo extrafio 0 la necesidad de cambiar de mujer encuentran un terre- ‘no propicio cn esas aventurosas metéboles. Pero si lo examina- mos més despacio, Jas tentaciones de Ulises son lias del alto en el camino y no las del movimiento. Sus tentaciones son més estéticas que cinéticas; lo que se le propone al viajero es interrumpir su viaje, detenerse en el camino, descansar y beber a Ia sombra. Les seductoras encarian el vagabundo las delicies de Ia vida sedentaria y el domicilio estable. En este caso, es el deber lo que le dice a Ulises: jEn pie! jAdelantel iMés leios todavial Sin embargo, el deber ‘por si mismo no conduce a tn més allé infinitamente Iejano... Como en Ja épera de Gabriel Fauré, Ulises slo desea una cosa: egresar a casa, volver 2 ver a Penélope, su fiel esposa, su casa de Itaca yel humo de su aldea. El no ha buscado las aventuras, En realidad, este falso viajero es aventurero por fuerza y hogarefio por v cién y, en este sentido, sus peregrinaciones son aventuras un Poco burguesas. En el fondo, Jes scductoras apostadas en el iti- nerario de Ja Odisea no son sino obstéculos negatives y desvios ‘en el crmino de regresb; los rodeas alargan Ia linea recta, des- vien al cabellero de ta verdad, la razén y la justicia, retrasan @ un esposo impeciente por ver a su esposa, a un ciudadano ansioso por volver a su patria. Vagar sin rumbo fijo y hacer novillos son deliciosas tentaciones, pero Ulises es un hombre Tazonable que s6lo piensa en encontrareé'¢at home> y busca el “Camino més corto para volver a su tierra natal. {Acaso la Odi- sea no fue para los Misterios y para el neoplatonismo In alegoria del gran Nostos, es decir, del retorno def alma exiliada a su patria celeste? La.nostalgia del Nostos que consume al exiliado 25 es Jo contrario de Ja curiosidad aventurose. Las aventuras de Ulises s¢ limitan @ modir cl desfase que scpara lo real y Jo ‘deal. Las cruzadag obedecen, esimismo, a un deseo de reducir ese margen. En.esta, sentido, In aventura moderna petiplo antiguo como lo abierto & lo cerrado, no existe sin abertura. El Ulises de Dante atraviesa las columnas de Hércules, abandona el Mediterréneo y sale al océano infinito, EI héroe moderna no gira en redondo en uni mar sin salida cerrado como un lago, ni vuelve sl punto de pertida avanzando siempre en le misma direcciéa. Para el hérce mademo'el ciclo se abre y el recorrido circular se convierte en un viaje rectil- neo, un viaje hacia un nuevo mundo y una tierra desconocida, tierra ignota, hacia una regién extraiia y fabulosa. Los grandes vViajeros tenacentistes no estaban completamente seguros de que Ja tierra fuese redonda, ni de recotrer el circuito del planeta avanzando en linea recta. {Colén embicionaba algo més que sin- lar hacia Itace! La aventura moderna és In salida sin retorno. siosa de grandes visjess, cantan Gabriel Fauré y el poeta Jean de la Ville de Mirmont en L’Horizon chimérique. Entre el Ulises dantesco y el Ulises homérico esté el caso inter- medio de Sedko, ef aventurero ruso inmortalizado por In leyen- a lirica de Rimski-Korsakov. Sadko es un pobre trovador que va a buscar tesoros para enriquecerse y dorer el bulbo de les ‘iglesias de su ciudad natal, Su viaje es un viaje de negocios. Ese es el lado burgués y negetivo de la epopeye submarina. Pero Sadko también es un héroe de los tiempos modernos, que sale en busca de una ciudad meravillosa; esa ciudad que las leyendas ruses aman extrafiamente Venecia, Ledenetz o Vede- netz, es una ciudad mistica, una Venecia de meres azules que los comerciantes de Novgorod munca han visto; con sus palacios blancos y sus cipulas asomando, la cluded fabulosa, situada en tuna iste desierta con flores exéticas, acaba por confundirse con Jerusalem; esta ciudad de luz, igual que Ia ciudad invisible de Kitesch, es algo ast como la Sién de nuestra esperanza. En Zar Saltan 1a meta de las fabulosas navegeciones es Bouyena, 1a isla exética, Sadko no es sélo un aventurero que piensa volver 8 Novgorod tras haber hecho fortuna; su viaje es una peregr- nacién hacia tierras de otro mundo, inaccesibles para el hom- bre. El recorrido mistico de Sndko ‘no es un_circuito cerrado. Novrored es una ventana abierta al mar y al infinito del ho- rizonte quimérico. «{Hacia nuevos confines!», escribla Mus- 26 sorgsky a Vladimir Stasov. Sadko acepta Ia invitacién al vit Y 8 hece a le mar preparado pora una expediciin mds fates dice que la de fos Argonnutas. Cuando se separa de su Penélope, Hameda Liubeve, Jo hace sin esperanza de regreso... Porque. Sadko no es, como la Odisea o como Ia Penélope de Fauré, un ‘mostosy. Sako es In partida. Esas naves de aventura que levan ef ancla al atarcecer, como en un cuadro de Lorrain, acuden a he Mameda del horizonte, «Me he embarcado en una nave que ail: ‘Simmel * hace une diferencia entre la percepcién préctica 0 utilitaria y Ja percepcién artistica: Ia primera se refiere al con- junto de Ia vida, forma un solo bloque con Ia praxis y esté ligada ‘través del trabajo al mundo de las fuerzas fisicas; esta percep- cién atraviesa toda la vide y ta va comprometiendo poco a poco. Es la pross de Ia existencia y, en ese sentido, es seria. En Ja medida en qu: se refiere a la totalidad de Io vivido, podemos comparerla con un «continentes. Frenie a la percepci6n ceria, ‘que es el tel6n de fondo de la vida, la percepcién artistica tiene vun carécter insular. El cundro dentro del marco, la estatua sobre el z6calo y hasta los museos en una ciudad evocan en dimen- siones reducidas fa isla feliz de Ia que hablan Debussy y Cha- brier 0 el «Jardin cerrado circunscrito por Ia poesia de van Lerbergue y la misica de Fauré, El mismo juego tiene su «terre- no», que es un huger mégico, }Qué estrafalario, extraiio e intitil fs ese lugar encantado al que Iamamos museo! Los mereados centrales sirven para el abestecimiento, las estaciones para las salidas y 1as legidas, los hospitales para culdar a los enfermos, Jas esouelas para educar & los nifios; s6lo el musco, bien aislado “en el seno de la vide serfa como un poems en el seno de Ia cotidinneidad prosaica, parece no servir para nada. Y del mis- mo modo que e| pedestal, al elevar Ia estatua, produce el des- nivel que Is protege de Ia promiscuidad del gentio, la obra domiina Ja cotidianeided en lugar de confundirse con ‘ella; por eso el héroe de bronce esté rodeado por una reja en torno a le cual citculan los vehfculos y vociferan los comerciantes. La insularided en el espacio se corresponde con la intermitencia de los dias festivos en la duraci6n; el dia festivo es un enclave en Ja rutine diaria, igual que Ia poesfa ¢s una vacacién de la prose cotidiana, {No es le poesia una prosa suspendida? Si la percep- 5 Op. cit, p. 1 27 Mae cién artistica es insular y la, percepcién seria es «continentals, deémo lameremos ahora a la aventura? Quizd habria que decir que es peniagular; es casi una isla, a condicién de der al Casi su sentido anfikolégico; queds en Ia epenumbra»; no est cculta, sino casi oculta, como Dios, Es insular porque se parece a la obra de arte y hemos visto que el esteta y el diletante contemplan Js aventura sobre todo como una obra hermosa, pero no es completamente insular porque puede acabar mal y ter- minar en tragedia, Insular por su principio, en el sentido de que soy yo quien lz plantea, la aventura es continental por su termi- nacién, ya que se confunde con él conjunto de Ia destinée. La percepcién no tiene ni principio ni fin, la obra de arte poses tun principio y un fin; y la aventura, disiméitica desde ese punto de vista, tiene un principio, pero no un fin. La seclusién ‘estétion de la aventura siempre es incompleta. ‘A medio camino entre la percepcién insular y la continen- tal, habria un lugar para el reino de la aventura. Por esa tiene puntos en comiin con el arte, sin ser el arte mismo, La aventura es Ta forma que tienen las nautralezas poco artisticas de pertici- par en cierta medida en la belleza; en muchas vidas no artisti- cas la aventura es el tinico medio de tener una existencia esté- net tna relaciGn desinteresada con lo ideal; In esta- mntura es la Gnice en Ia que los hombres més sérdidos e incluso los que son incapaces de ser pintores, mi- sicos o poetas, tendrén fuerzas para vivir en el mundo de los valores y para hacer cosas que no sirven para nada. Pero esta obra de arte, nunca perfectamente circunscrita, slo es obra de arte medias, Cuando ta aventura tiene, como In obra de arte, un princi- pio y un fin y esté desplegeda en el espacio, en ese espacio donde no hay adventimiento ni legada en general, deja de ser luna aventura: es un cuadro acabado, un fresco completamente terminado 0, mejor, une pelicula cuyo desenlace esté previsto, tun poema que sabemos de memoria, una ceremonia que des- arrolla su liturgia segin un horario fijado previemente; la cele- bracién de un drama ritual cs una aventura sin intriga. La aven- tura que culmina en obra de arte deja de ser aventura, pero une ‘obra cuyo final se pierde en los azares indeterminados de la futuricién se hace aventurosa y deja de ser una obra de arte. En ese sentido Ja novela, In pelicula, la obra de teatro, el poe- ‘ma o [a sonata son un poco més «aventurosos» que el cuadro 28 “puede unirse la » clausura. Y, el contrario, la insularidad de Ie obra de arte © Is estatua. Lo que caracteriza a Ia aventura es Ja abertura en el tiempo. Ahors bien, si consideramos el graye desting ah we ventura, Is sbertura parece més bien una parece més una sbertura por cuanto representa Ia forma plan- teada por nuestra libertad. En cierto sentido, Ia aventura es tuna obra que flaye, mévil y siempre inacabada y, a la inversa, podriamos decir (si la aventura no exigiese el movimiento) que Ja obra de arte es una aventura inmovilizada: Ia estatua, por ejemplo, es una aventura petrficada, una aventura de mérmol. Naturalmente, es una manera de hablar tporque lo petrificado nega Ia aventura! Digamos sencillamente que la aventura, be- leza temporal, no es ni forma pléstica, ni cosa informe o de- forme, sino mejor scmiforme, igual que el propio aventurero es ton sembertsta. 3. LA AVENTURA AMOROSA Nos queda por situar el tercer tipo de aventura, probable- ‘mente el més importante... Cuando decimos «la aventura» a socas, In aventure pura y simplemente, 1a aventura absolutamen- te, todo el mundo entiends que sc trata de In aventura por excelencia, le aventura del corazén, [a aventura amorosa. Es el caso del hombre del que decimos en pasado: ha tenido aven- tures. En Ja aventura mortal, declamos, prevalece lo serio incluso to trégico; en Ia aventura estética, aun cuando ésta in- cluye 1s dimensién del tiempo como la novela o Ia epopeya, Ia delimitacién espacial prevalece sobre lo imprevisible del de- venir y por eso el hombre esté més fuera que dentro. 2Qué decir, ahora, del amor? El hombre esté dentro o fuera? {Aqui ya no podemos contestar! Aqui el juego y lo serio se mezclan e un modo ton inextricable y en combinaciones tan parad que se hace casi imposible determinar la posologfa del complejo y disipar el equivoco, or En primer luger, comprobemos si el elemento Kidico inter. viene en le aventura amorosa y, sobre todo, en sus formes més mezquinas y degradadas, en su versiOn de aventura galante 0 erética. Las mismas palabras evocan algo frivolo y exterior a la vida, Le syenturé emorosa es un enclave en la zona serie y prossica de la cotidisneidad, como el principado de Ménaco, OTS + con su casino, sus zuaves y sus palmeras es un enclave en el deparfamento de los Alpes Maritimos, La aventura es extravital, extraterritorial, catreordinavia, es decir, esth fuera del orden (extra ordinem),es excepcional y literalmente excéntrica, Todo lo que empieza por extra o ex se le puede aplicar. Esté fuera de encuadre y es fuera de serie. La aventura esté onclavada y Simmel precisa que este enclave es un «exclave», La aventura amorosa es como Ia isla feliz, un paréntesis sin relecién con el conjunto de le : : Pero en otro sentido, y sobre todo cuando se trata de las formas més sentimentales de la aventura amoross, las que ponen en juego-el verdadero amor y no s6lo el deseo de los sentidos, la aventura es, al contrario, profundamente intravital, porque mantiene les més intimas relaciones con el conjunto de Ja vids, porque desata las pasiones mis ardientes y vehemen- tes, porque es cepaz de desbordar y alterar a existencia hasta sus rafces. Y entonces, ya no es excéntrice, sino central. {Quién podria negar su cardcter serio y aun trégico? Desde este ngulo, el régimen del enclave, al establecer el adulterio burgués, 1s pareja paralela y la queride como insttucién, seria més bién la caricatura grotesca de Ia aventura, Una palabra que no se-aplica especialmente a Ie aventura amorosa quizé aclare Ja relacién paradéjica entre exterioridad interior ¢ intericridad exterior: podrfamos decir que Ia aventura amorosa no forma parte del destino del hombre, aunque quizé forme parte de su destinée. Llamaremos destino # las fatalidades econémicas y sociales, fisiolégicas y biolégicas, en waa palabra, ls fatalidades materiales, Ia herencia, Ia invalidez, ser pobre de nacimiento, incepacided ‘por una enfermedad grave, etc., todo ‘eso forma parte de mi destino, Se puede decir que ia aventura amorosa no forma parte de esc destino cerrado y rigido. El amor esté fuera del destino. Pero alrededor de ese destino hay algo evanescente y més difuso que lo envuelve como un aura © un halo de luz, que designaremos con el nombre fememino de destinée, La libertad por la cual el hombre modifica su pro- pia suerte es un ingrediente de esa destinée. Gracies a ella extravagancias arbitrarias, absurdas 0 deshilvanadas que arroje €l destino cobran sentido. Dos ejemplos en los que el amor no esté directemente implicado mostrarén oémo se distinguen 10 abierto de tn destinée y lo cerrado del destino. Hacer contra- bando de armas en Abisinia y morir luego misereblemente en 30 Jun Inzarcio de Marsella no formaba parte del destino de un posta, Y, como todo el mundo sobs, cia fus le sustts de Rims aud. ZAcaso no era esc el destino de un poeta, pero si si destirée? Publicar volimenes de versos en editoriales parisi- znas, gener o dejer de genar tal premio, pronunciar ordculos en Jes revistes y desempefiar su papel en el teatro de marionetas de Ja repiblica de Jas Ietras forma parte del destino de un poeta. En cambio, esa actividad disparatada, extrafia y Peregrine que consiste en vender armas @ los reyes de Arabia no esté prevista en la carrera de un escritor. Y, sin embargo, esa fue la destinge de Rimbaud, No formaba parte del destino de un pintor vivir en Tahiti, casarse con una mujer maor{ y acabar muriendo en una miserable choza de Oceania. El destino de un pintor es vivir en Paris, frecuentar las galerias, vender o no sus lienzos y tener, como todo el mundo, una masia en Provenza. Lo que no formaba parte del destino de Gauguin, sin duda formaba perte, en un sentido més profundo, de su destinée. En principio, esto es aplicable al amor. La aventura del amor no forma parte del destino, pero gquién sabe? acaso sea un elemento de la destinge, El amor no forma parte de esa Lforms sidicula del destino qué”sé llama Ia’ éarrera y'aiin menos Tde-esa forma ridicule de la carrera que se Hama curriculum vitae, Cuando un funcionario redacta su instancia no menciona i amores, pues eso no Ie interesa a la administracién; especi- fica cl puesto al que aspire, enumera las condecoraciones y méritos scumuladss, pero no se le pregunta el nombre de las mujeres a las que ha amado. Y, sin embargo, jes la cosa mids importante y grave del mundo! Lo més importante en Ia vida de un hombre no son los grados sucesivos de cu progreso en le «tekhne», son las amantes que ha tenido. {Es sorprendente y arack’jico que sea lo tinico de lo que no habla el curriculum! La aventura emorosa aparece como un paréntesis dentro de Ia vida, una especie de madrigal o de poema en verso inter- calado en el texto pros y serio de Ia existencia. Al introdu- amorose actia como una suerte de intermedio poctico que in- terrumpe la prose cotidiana o, mejor dicho, la contemplamos como una anécdota amable que apenas roza el destino, un capricho de Ia epidermis. Desde este punto de vista, el atractivo de la aventura consiste en ese cosquilleo culpable 'y esa tenta- dora mutacin que vienen a distraer al tedio y aceleran la reno- a r vvaclén, en cuyo origen siempre sc halle Ja futuricién. El hombre juega con Ie desconocida'con la que cruzé una mirada on el sutobils; repreggnta Ia promesa no muy seria de un mundo mievo, de ung Vide inédita, Cambiar de residencia o cembiar de mujer son” doi formes entre otras muchas de ese afin de desplazamiento, extrafiamiento o mudanza que sirve de coarta. da a la curiosidad amorosa, En ese aspecto, la aventura amorosa se parece 2 la obra de arte. Peto, en otro sentido, el amor echa rofundas raices en el centro de Ta existencia y Ia penetra de un modo ten esencial que puede legar a transformer la vida de arriba abajo. La «clausura» nunca es impermeable: sparecen sin cesar fenmenos de absorcién y reabsorcién, unas veces la aventura se infiltra en el océano circundante de lo serio y ottas el emor aventuroso relaja Ja vida seria. La aventura de amor. es un juego serio. Sabemos cSmo empiezn'Is intrigd, pero ape- nas sabemos cémo se desarrolla y atin menos cémo acabaré... iSélo Dios sabe hasta dénde puede llegar una aventura que empieza como un madrigell O, mejor dicho, Io sabemos dems. siado bien: una aventura amorosa puede legar al infinito; al menos puede Hegar de Tos finales que, para todos los seres finitos sin excepcién, se lama le muerle, Por eso entre el amor y Ia muerte hay un estrecho parentesco que siempre ha sido subrayado por los grandes liricos y melafi- sicos. El amor penetra Ia existencia y Ia ipscidad misma de la Persona de una manera tan esencial que-el hombre puede amar haste legar a morir de amor, la prucha es que se muere por amor al otro, El madrigal se hace serio y acaba en traged Podriamos citar dos ejemplos de esa, anfibologia aventuros obra maestra de Ant6n Chejov, La dama del perrito, y la adn table pelicula de David Lean, Breve encuentro, que es como una versién briténica del cuento de Chejov. El breve encuentro, que empieza arbitrariamente, como un amor‘o, ¥ luego invade Jn Vida entera para acabar de un modo sibito y misterioso le inspiré a Ivan Bunin otras paginas no menos conmovedoras. No en vano es en el breve encuentro donde se expresan de la me- Rera més enigmética los misterics de la irreversibilidad y la semelfacticidad: Tambiéaaqui tendriamos que matizer y distinguie entre un estilo masculino y un estilo femenino del amor, Deciamos que el juego y Io serio no eran dosificables en el smor. La verdad es ue en cfzrtos casos el juego puede dominar sobre lo serio y en 32 © otros fo serio sobre el juego. Lo serio prevalecerfa en les Mujeres; de un modo més acusado que cn el aventurets, on ie” xaventurera» hay algo que es contra-natura y podemos encontrar i ‘poderosas razoner para explicarlo. Para la mujer la aventura. 5 un acontecimiento fisiolégico que se sitda en el mismo cuerpo, ineumbe af ser femenino en su totelidad y, gradualmente, ai futuro biolégico de In especie. Las consecuencias del acto se- unl, secucla moral y repercusién fisica en la duracién, ligan el divertimento galante a una totalidad seria, El nifio, que ‘es el futuro del amor, sella el compromiso total de la existencia femenina con Ja empresa amorosa. La maternidad y Ja familia contretian Ia circunscripciém insular del juego 0, como diria Simmel, convierter ta isla encantada en continente. Ahora el amorfo ocupa todo el terreno. Igual que el explorador en difi- cultades o el aprendiz de brujo piensa «no era esto lo que querlay, Ja mujer que busca Ia aventura sin duda quiere més de Jo que quiere; quiere Jo que no quiere, Més que de ninguna otra, de esta aventura podriamos decir una vez més: empieza frivola, contiméa seria y acaba trégica. En el hombre la aventura ‘ammorosa conseiva més'a menudo su cardcter insular, lo que im- plica el plural de les aventuras. Ya hemos hablado dos veces del hombre «que ha tenido aventuras», Ia primera vez a pro- pésito del pasado, Ja segunda a propésito del erotismo; hable- mos une iltima vez 2 propésito del plural, El hombre que no ‘ha tenido en su vida més que une sola aventura es aqucl cuya amante se ha convertido en su mujer; Ia isla feliz se ha unido 2 uno de los continentes més serios. No haber tenido més que una aventura es no haber tenido aventuras en absolito y decir gue Ia vida entera, aventura tinica «per definitionem», es aven- turosa s6lo es una manera de hablar. Si la dvettira Conserval su cerdcter aventuroso y, en esa medida, tun poco estético ge debe « le multiplicidad; cada aventura confina a la anterior en el pasado y todas quedan circunscritas entre sé. Asi son las aventuras de Don Juan, porque Juan, coleccionista de mujeres, es como un Ulises de la seduccién repetida. Pero, mientras Uli- ses se resiste a las seductoras, ya se lamen Circe, Calipso 0 Jas Sirenas, en el caso de Juan él cs el seductor y mantiene Ja iniciativa de Ia empresa; sus andanzas son intencionadas de i a fin. Asi como las navegaciones de Ulises, Gulliver y Sadko son viajes en varios episodios entre prodigios y maravi- Is, Don Juan, ese aventuroso que es cas] un aventurero, va 3B re + pasando por sucesivas mujeres; su vida aventurera es un peripio de belleza en belleza a Jo largo del cual cada maravlla confina en el pasado ala maravilla anterior, El plural Poligémico de las aventures amagosas impide ef arraigamiento trdgico del amor en el centro de la existencia, se opone a Ja totalizacién destinal del amorio; mantiene, en suma, el caricter frivolo de cada aventura. El juramento de amor es una promesa de futuricién. EI S{ del amor, co pena de contradiccién, se Pretende eterno en el momento en que se pronuncia; Ia repeticién irrisoria del juramento de fidelidad impide que la aventura se ‘haga coexten- siva a la vida, pues Ia iteracién tiene la Propiedad de hacerlo todo fétil. Juan, el perjuro, destruye une tras otra les eterni. dades sucesivas. {No es la ironia lo que contrarresta la tenden- ia pasional del juego a volverse serio? La aventura amorosa estd en equilibrio inestable: como un fundmbulo, siempre tiende 8 caer a derecha o izquierda y se incli por la tragedis. : Pero podemos hacer otra distincién més fina entre Ia aven- tura viril y Ja aventura hembra, Cuando domina el crescendo pasional que nos hace del juego a lo serio y de lo serio @ Jo trégico, el cer aventuroso es arrastrado Por la pasi6n. Tene- mos, entonces, la actitud femenina, que es un abandonarse a J gracia y a la merced caprichosa de la fortuna, La mujer espera Ja aventura, el hombre corre las aventuras mujer se abandona a la suerte, el hombre la tienta. Reconozco que hay muchos hombres que en esto se parecen a les mujeres y, como ‘todo el mundo sabe, lo mismo ocurre a la inversa. En todo caso, una inicistiva decidida, voluntaria y hasta violenta, tener Ia insularidad de la aventura, para resistir a la tendencia totalizadora que convertiria Ia anécdota en una tra- gedia y unirfe la isla al continente. Aquf es el oder lo que pro- ‘voca lo posible. Salir al encuentro de la coyuntura yal paso de Jas aventuras, ir a buscar las aventuras allf donde estén, solicitar la fecundidad del sorprendente y maravilloso azar, ayudar a lo posible a actualizarse, todo ello configura el estilo masculino, Ja aventura dirigida que es, en suma, la fria aventura de In modernidad. Juan, el hombre modernisimo, no es al mismo tiempo condottiere y conquistedor, conductor de la empresa seductora y conquistador de mujeres? Maquiavelo decia; la © Sime, Op. eit, p. 20, a4 fortuna, como las mujeres, sélo se rinde ante Ia juventud, que 56 atrevide y emprendedora, porque la fortuna es mujer, perch? Ja fortuna @ donna?. A Jos dos estilos corresponderfan dos mic- “dos de futuriciém que podrfamos designar bastante bien con los términos de Inminencia y Urgencia. La inminencia es mas feme- nine, por cuanto lo dominante es In espera pasiva, aunque ten- sa’y no quietista, del acontecimiento repentino: curiosidad o angustia, en ambos casos Ja imeginaci6n anticipadora de la nove- dad cercana implica una actitud de expectacién apasionada; el corezén late més fuerte y més deprisa durante esos minutos rio, en In urgencla domina el valor, que es la virtud de la accién, 1a eapacided de hacer frente adclanténdose al futuro y afrontando el peligro; ya no se trata de esperar que advenga el Porvenir, sino de coliciter, precipitar, apremiar, guiar la futuri- i6n; In urgencia es mrsculina y se opone a la inminencia como el frenest del deseo se opone al vértigo del anhelo. ‘Marcada por Ia vertiginosa inminencia o regida por Ia fre- nética urgencie, la aventura amorosa tiende recrear una se- gunde vids dentro de la vida, una vida intensa y ferviente, une vida realmente vivida que es como une sfntesis ejemplar de la vida real, A veces el paréntesis erético es una especie de obra de arte, ua episodio insélito intercalado en la existen- cia, un devenir de ritmos febriles y trepidentes gracias al cual se ecelera momenténeamente el tiempo Minguido de Ia contimia- ci6n cotidiana; Allegro eaprichoso, Capriccio o Sherzo; Ja aven- ture es una pequetia vida dentro de la grande; intercalada én la {gran Vide aburrida, mustia y desvaida que es la cotidianeidad, Ja eveoture es como un oasis de fantasia. En él los hombres se “ienten existir por primera vez, al buscar Ia elte temperatura de Ja pasigm: donar su vida de fantesmas para adentrarse en In deliciosa itegalided, por fin conocerén Ia condensaciéa apasionada de un verdadero devenir. Pero sucede que la pe- uefa vide intense enclavada en In gran vida seria © informe sustituye a esta dltima, toma su luger, invade y ocupa la dest née en su totalidad. EI scoplamiento de amber vidas acaba en trégica competencis. La gran vida serie y Ia pequefia vide intense son como Ja verdad del idfa y la verdad de la noche: contradictories, aurque igualmente ciertas y, por eso, incompa- 7 BT principe, can, XY, sub finem, cy ables, No se parece # una apucota la elecclén por una o por otra? Hebia una yer un pobre funcionario que iba todos los’ dias 2's oficin por ef mismo camino, Un buen dfa, cuando becia cl itinerario de vida seria, encuentra una sontisa de mujer; da un rodeo, no cambia en ia estacién de metro habitual, no fuerce en Ia esquina de costumbre. Su aventura se parece a Ia de lot étomos de Epicuro, que caian paralelamente en el vacio. Si esos dtomos hubieran seguido cayendo en una caida sempi- terna unos junto-a otros, nunca fabrfa pasado nada. Para que courra algo en general es preciso que un étomo se desvie, quiera vivir su vida y se aparte de los demés, Hace falta un encuentro. Es Jo que los epicireos Mamaban declinacién (nupéyxdiog). De repente, un étomo se harta (no se sabe por qué) de caer al lado de los demas étomos y da un rodeo. A partir de ese «clinamens gratuito todo es posible: se produce una reaccién en cadena y nacen las elevaciones, las cordilleras; los continentes, todo el relieve del suelo y, en una palabra, el mundo variopinto que hhabitamos. Lo mismo ocurre con el apasionante zigzag en el camino diario a Ia ofieina. Igual que Ta declinacién inicia une cosmogonfa y da a luz un mundo real, el encuentro desencadena Paso a paso los acontecimientos que configuran una hist real y las emociones que apasionan una vida real. gAcato es ida la mondtona vida de un emplendo? No, no es vide. La / vida empieza cuando ocurre algo, cuando sobreviene o adviene ¢l acontecimiento. Hasta el dia del clinamen el trayecto del fun- cionario habie dibujado un grafico inmutable en el-plano de la ciudad y su vida habia sido un juego de sombras, una eskiagra- fa», como dice Platén a propésito de los prisioneros de Ie caverna, A pertir del encuentro y el consiguiente rodeo, el po- bbre enamorado cada dfa lege més tarde a Ia oficina, cada dia se hace un poco més irregular. ¥, por tiltimo, llega un momento en que el funcionario enamorado deja de ir ‘al trabajo comple- tamente. Entonces Ja aventura deja de ser galante para hacerse trégica: el pobre funcionario es despedido. Quizé se haya casa- do con Ia sonrisa hallads en In calle, De todos modo: tura se ha hecho coextensiva al conjunto de Ia vida; Ia segunda vida se ha convertido en la primere y hasta en ta nica, Aqui vers eémo la insercién de la pequefie vide en la grande puede 36 hocet desanarecer la aventura. La primera manera de bortar Ja AVEMEATS 63 SievOr Ie SOME te iglesia Daa ae w KeMigne, ‘con la totelidad ce nuestra existencia; es casarse con la aman- ~ te, porque cuando Ie aventura acaba en boda el comienzo ince- sante s¢ extingue en las arenas de la continuacién. Esa especie de estencamiento no es sino decepcién. La aventura desfallece con el desencanto y fallece con la tragedia. siempre esté a punto de perder cu carécter “veces se torna juego frivolo y no merece siquiers el nombre de aventure, otras scaba en rutina y otras, por iiltimo, estalla tré- gicamente. aPor qué Ia aventura? ZY para qué filosofar sobre ella? En algunas ocesiones nos parece estar viviendo un periado de adve- nimefnio; nuestra época parece estar voléeda hacia el futuro in- medinto. «Hacia el mundo que viene...» es ef titulo de un libro de Edmon Fleg. A menudo se escribe que los aconteci- mientos se precipitan, que los tiempos legan, que los tiempos hhan legado, que los tiempos estfin cerca, que estamos en el Adviento de una fiesta mfstica en Ia que todo se resolver4. Des- de luego, los hombres siempre han dicho cosas as{. zCémo es posible que desde que se anuncian Jas primicias de In Ucgeda ¥ Ia proximidad de los tiempos éstos no hayan Ucgedo todavia? Las dos Escritures, Ia Antigua y la Nueva, los ‘Profetas y el Evangelio, anuncian la nueva aurora y la inminencia de un gran acontecimiento, ‘Epxéuevos Hie, veniens veniet. "IBob Epyerat, ecce venit: Dios eité casi presente, no del todo, ipero casi! Y el propio Tolstoi, i finales del siglo pasedo, atin escribia: EL eino de Dios esti a les puertas, Dios Hama a la puerta y s6lo nos sepera de él una fina membrana, El Reino se acerca, se sproxima, esti muy cerea, ahf mismo; In historia est atm paso dei desenlace. £Cémo no iba a latimaos el corazén con todas sus fuerzes? En realidad, no es de esa aventura de Ie que hemos hablo aguf, Eso aventura es le verdadera aventura, la aventura sin desventura de un hombre con la mirada puesta en su porvenir sobrenatural: porvenir eternamente prometido, inmemorialmen- te esnerado, pera también porvenir escatolégico y demasiado ‘ideal para estar humanamente prOxima, En ese caso el gran a” frande porque ou legada estaba prevista desde siem- or las Tataidades econémicas y soci ¥ por los comportamientos estancos de Ia vide urbana, Al introducir Ia tensién patética y la fantasia en Ia existencia, Fecuerda que las barreras sociales son fluidas; Hor ¥ al superior, acerea a lor desigusles, uri ins, trastoca las jerarqufas, suavizn ‘una justicia she, la barrera entre To posible y lo impestbie wt desdibuja... edo lo posible se hard realidad pare tores ine criaturas. Quiz aya muchas posibilidedes en el univergo gue se Pierden, mu- Shs Potencialidades en reserva que se desvaneoss £ falta de un cette aq, Sctualice, Le aventura explora lee posibilieg.: Gceltas en Ia miseria © adormecidas en te tedeae beatitud. ¥ mud sp 2t0s Podrdn mostrar de Io que son capeees, Todo el undo tendré ou oportunidad! Gracias esa flere universal aciones humanas y merced imprescriptibles ¢ irracionales que el Picea realidad, aviva el instante picaresca y eral’ el delicioso desbarajuste de Ie existencia, A javienes nunca comrerén aventuras por sf mismos y tam- oso tes basta el relato de las aventuras de les demés, ta vida chudiana también les depara aventuras apasionantee Por ejem- Blo, desde la oscuridad de sus eal, el cine nen Procura fantas- peission owes sublimes que nunca seria. nucstres, maraviliens peisajes que nunca veremos, scttudes ejemplarcs « estos he- Toleos de todas clases. Pero este herofamo es tan fulminante Como linaginerio; estas aventuras y evasiones son aventuras y (cunndo no se es cardinco), en el nacer la primavera del ini no, Ja intervenciin del szar es précticameate null. Si wonion ‘masemos Ia vida en une perpetua acciGn de gracias se nee hen, fEotadore enseguida. Sin embargo, la conversiGn al dover ne lo es todo para nosotros y en esa medida es lo serio Por exce- {encia, se destace sobre un fondo vacio puede aparcrer Gn, de lo meen tveatura bastante ineélita. Por ejemplo, la teora, (Quieg nos ayude a entender In funcién de le aventura un sflebre cuatro de Rembrandt expuesto on el museo de Amaten dam. En Ie parte inferior derecha de La Ronda de Noche y como urgiendo de las tinfeblas que envuelven casi por completo 1a sscens, hay un hombre vestido de amarillo, Qué significa ese +6, Snmm, Op. cit, p. 16, 39 srg aby te aventura, deciamos, esté a la vez cerrada y abiart ssi entreabierta, como esa forma informe, esa forma sin fore, Ut aus llsmamos vida humana. Cerrada por la muerte, ia van el hombre queda entomada por el eplazamiento indefinite {iuGl. Para el que esté dentro, la inmanenciasiguifte lo sere, {p ausencia de forma, la clausura dal destino y la certidushe Sf mort: para el jugador, en cambio, Ia existenia, permene rte y las formas, hijas del libre arbitrio, alivian la fetalided compacta. Abierta y cerrada, clara y oscura, asi aparece la vida Cece esté a la vez dentro y fuera. El hombre de lux ot Ulises de los tiempos modernos, indita la abertura e la vende tus ire en Jas tinieblas sin encontrar la salida; een aberiura ee sag ntexbrirse, pero ya nos deja entrever Jo infinito, El cireule aestg®, Zi bombre de luz es el principio del tiempo que ‘muestra a Ia ronda nocturna el camino de ia aurora. s80N, La Rose et le Vin, Comentario XXVIII, 40 CAPITULO 11 EL ABURRIMIENTO Describiames In aventura como un remedio para el aburri- miento. Al precipitar y acelerar el ritmo de la futuricién, la aventura nos procura una historia rica en acontecimientos, ‘1o- vededes y ocasiones inéditas; saca a flote.los instantes virtuales sumergidos en el continuum del intervalo. Sin embargo, iserfa simplista considerar el instante como el remedio y el intervalo como le desgracis! Es cierto que la emergencia aventurosa del instante a menudo se produce en Ia alegria, pero atin més a ‘menudo, se presenta en los trances angustiosos. 1, ANousttA ¥ anuRRIMTENTO Podemos hacer tres lecturas sucesivas de la angustia desde fuera hacia dentro: I. La angustia que aprebende el instante y el aburrimiento ‘que se sumerge en el intervalo tienen en comtn el hecho de ser inmotivedos. Para muchos hombres no metafisicos la angustia sin duda seré menos seria que la preocupacién prosaica, cura ‘vulgaris, Ia humilde preocupacién de Jos dias Jaborables; la an- gustia es una preocupacién de lujo para uso de los que no tie. ‘Ren preocupaciones; jla seriedad cotidiana no conoce la angus- tin metafisical {Acaso el minero que lucha por su salario tiene tiempo para sentir Ia angustia de la existencia? En primer Iu. far, les preocupsciones son en plural y una manera de mitigar |e angustia es dissregasa on modestes preccupaciones y peque- a Me fios quebraderos de cabeza, A diferencia de Ia engustia, Ins preo- cupaciones son legiGn: mientras el angustindo esté obseso por Ja monomania fascinante de su angustia, el hombre serio se ve cosado por un enjambre de preacupaciones y esertipulos diver. sos, En este sentido, el preocupado y el escrupuloso estén en el ‘mismo caso, ambos han de afrontar la pluralidad... zAcaso las situaciones que constituyen motives de preacupacién no son tan diversas como los escripulos de conciencla? Pata enumerar las variedades de la preocupaci6n y clasificar sus categorias ne- cesiterfamos toda una saciologia del. hombre preocupado que atendiera a la época, la edad, el sexo, Ia clase. social y In profe- sién: preocupaciones de salud, de dinero y de trabajo, preocu- paciones profesionales y politicas. Las avispas de la preocupa- cién acribillan de picaduras al hombre serio. Originada ‘por las circunstancias y las situaciones, Ia preocupacién es necesaria- mente exdgena o alégena, mientras que la angustia emana del mismisimo centro del alma, Como el célculo cn el rifién o Ia carbonilla en el ojo, como Ia arenilla en el engranaje de un reloj, Ia preocupacin es una especie de cuerpo extrafio, una concrecién escabrosa que entorpece el mecanismo de le vida y hhace chirriar el devenir; igual que el escripulo, la preccupacién ¢s un elemento adventicio e importado (¢naxrév), un ingredien- te indigesto en la durocién cotidians o, si se prefiere, una espe. cie de grumo en Ia continuidad fluida del devenir, un’ nédulo que interrumpe su curso. Las preocupaciones son del orden de fener, mientras Ja angustis, més-cervand ences empecta: ma des Prédcupaciéa, seria del ordem del ser. Los viajeros sin equipaje no tienen preocupaciones, pero pueden conocer Ja.angustia, La angustia que dimana de las profundidades del ser parece incu- rable @ primera vista, mientras que el objetivo contingente de Ja preacupacién se puede suprimir. Por eso la angustia compe- te al poicoandlisis 0 a las terapéutices morales; en cambio, In Preocupacién desaparece ipso facto y sin dejar huella con Ia desaparici6n de su causa, como le apendicitis con Ia spéndice; Ja preocupaci6n econdmica se elimina no por sugestién moral, sino con Ja llegada del cheque. La preocupaciéa ie contrapone a Ja angustia como la previsién activa a la espera pasiva. La expectative ansiosa del condenado a muerte que espera la gra- © la ejecucién ‘no es una «preocupacién» sino la angustia misma; én este sentido, Jos tormentos de la engustia s6lo se diferencian de la desesperacién por su punzante incertidumbre, 8 8 que en Ip desesperacién la falta de perspectiva cierra el hori- zonte por completo. Instante inminente o espera fatidica, el Porveir invacigo de angustia es un porvenir destiaal que Wat cults ef enigma de In fatalidad impenetrable: ya slo queda abandonarse 8 la suerte, Al contrario, el arduo, dificil y espinoso futuro de 1s preocupaciéa represents un problema o una aporfa que esté por resolver, ua obstéculo que hemos de vencer, una Carge que nos incumbe yen parte depende de nuestro trabajo: La preacupaciin es a le experiencia lo que la objecién refutable al zazonamiento; mis preecupaciones ponen en tela de juicio mis deberes y mi responsebilidad. Cuando el porvenir esté sembra. do de preocupaciones estamos en el terreno de la seriedad por fantonomasis: ny que prever y estar sobre aviso, prevenir ef imprevisto. {Vizilate ergot Cuando In desidia y Ia frivola des- reocupecién no han salido de.las eguss del Leteo o del io Ameles son sefial de una «mens momentanea® tan inerme como los moluscos del Filebo. \Ay de los inocentes y los inconscien- tes! El «cuidedo» 0 preocupacién del hombre razonable busca lun futuro mejor, igual que Ia «cura» de un enfermo precavido Intenta recobrar In salud; Je preocupacién inspira a los pruden- tes Jes conductas precavicas, Jos tratamicntos terapéuticos y las estratagemas estratégicas, El activismo, el meliorismo, el futu- rismo de Ia preocupacién desmienten a Ia vez el pasatiempo del remordimiento retrospectivo y el quietismo del tedio y, por otro lado, el carécter prospective de Ia preocupacién desmiente el carécter retrospective del escripulo, Indirectamente. optimista, In preocupacitin entrevé una selida en ese futuro irrenediable. mente cerrado que hace trégica la desesperacidn; relativame Pesimista, la preocupacién no se deja Uevar por una futu sidn fluids y facil, no Je basta con dejar devenir el devenir, ne- cesita hacer advenir un determinado porvenir con su esfuerzo Y su trabejo, quicre modelar con sus propias manos el «crasti- aus dies». Es una futuricién espinosa y, en este sentido, est cn las entipodas del presente laxo y desmayado dande el tedio s@ aburre, Desde luego, Ia hipoteca del futuro incierto agobia tanto a la preocupacién como a.la angustia: el inquietante futu- FO cuyos cnigmas, segin cuenta Plat6n, canta la parca Atropos al hombre, es Jp zona difusa de nuestras angustias, pero tam. bbién el motivo de nuestra preocupacién... No obstante, la an- siedad viene @ ser opresin en el caso de'la angustia y obstruc- ién on of caro de Ja preceupacién, Esta iiltima obstruye le 2

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