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BORDER ATILIO CHIAPPORI ‘Pocos exoritores argentinos tan respelados y admirados como Atiuo Chiappor, Manuel Gélver ha dicho de 61 aut 1 més artista de nuestros aitores do cuentos que “poses una rari ¥ siti SonsibUdsd, el dill sentido fo ig composteldn y <1 don do 1a prose artisticw". Na- Mo en Buenea Alves, en 1680. Soo primeras pisinas sparocioron on “Tdens", Te revista quo dirleio Manuel GE en tow aos 1908, 1904 y 1905 y on “La Naci6n", Su pri eee toro, “Borderland”, fortado por euentes. publieados vent togow en “ta Na¢i6a”, apareci6 en 1907, Lego publics "La eterna angus casa lubor — deseracin belleza uvaible”, exitica do arte. Ha ejeroido Ia extica aera on “Ideat” 3 ta erfsien de arte en "La Nactoa” ¥ wn ta rovista *Patlas” por él fundada ¥ que Jamentebiemen- ve vivié muy poco Heripo, Hs ef mis autorizado de tos oxi those de arto argentings, Prepara on vosfamon que conte: da Is critica de Ins exporiclones oficiales que renlizanse ait nfo. gi bien 2 uD criico inteligente, probo, senslble, saersotitades mis grandes son part el cuenta, Hn este xé sere iterario na producido obraz maestras como “La cor ate azal, que bocravlaa & cuaguler Titratura. Chlappori Drepara también uns uueva selecciéa de cuettos L | { BIBLIOTECA DE NOVELISTAS AMERICANOS /BORDERLAND ATILIO CHIAPPORI 4 EDITORIAL “PATRIA” BUENOS AIRES PQT198 BORDERLAND “ste titulo de “Borderland” — tiorra de frontera — conviene como ningiin otro a la obra dé don Atifa Chiappori, EI volumen s¢ inicia con Jas aventuras de ‘Augusto Caro, “pobre alma enferme de paradoja”, y termina con la muerte de Irene, episodio de sotonismo criminal, in estas dos figuras podria representorse 60 ‘mo en dos formas opuestas 3 complerientoras el es- piri det Kbro: ambos seRalon en cierto modo los dos pimtos extromos de esa comorca livida y desolado, don~ de ha hecho vivir a sus personajes una vida “suntuoca yy triste. Admirable tipo do belesa femenina, Irene es ta mds pura y noble de las mujeres imaginadas por ef escritor. Es lo poesia misma de exe pais de suplicis, cuya es- tension confina con los territorios desconocidos de ta locura'y de la muerte, Ningios detlle trivial ni grose- to envilece la dignidad de su infortunio. Su “enjerme= dad absurda” es, a nuestros ojos, menos el sintoma de tina degencracién hereditaria que cl signa visible de Roms” 6 poRDERLAND Ja fatotidad. La muerte ta fulnina sin deformarto; y cste fin trigico es ef desexlace natural de ste vida. Frigit 9 esbeita, vn su gracia desfaleciente y sw me Jancotie serena, reclawa de nuestra piedad el mismo ‘cntimiento que suscita on ef coro et especticula de las virgenes sacrificodas a las dioses terribles; y po- dia ser la Tfigenia de este drama moderno. Et stor {a ha evocado en el anbiente de Ia “Ville Engadds”, viejo caserén colonial, “con su hxgerto fomiliar circu ido de une pérgota sombria, y su jardin olvidado, don- fie tos rosoles tenfan ramas cérdenas y fos caracoles egruseos lustvaban (a fismedad de fos arrayanes”. ‘EL anismo jardin presia sue decoracién favorable al relato de Augusto, protagonist de “Un libro impo- Mote”. De todas las novelas del volwnen, es aguetia onde ef mnisterio interviene con mayor evidencia. Es tin caso curioso de ruina do la personalidad cuya ex piscocién corresponderia o las conjeturas de [a clinica foto como a fa hipdtesis del ocultismo, Ciertas expe- rrencias det doctor Lays 0 del coronet de Rockas pue- tien ayudarnos a comprender las tentativas arriesga- das sobre su propio expivite y sobre el de Anna Marla fpor Augusto, on el retiro quieto de lo isla extendida entre fa montaia y ef mar. Obsedidos por et deseo de inirse en una idemificacién supresa, ambos penctran ‘on fa sono del mds alla y abordan el mundo habitado de to sobrenatural, Sus formas preston albergue al iniomero infinilo de las ospiritus astrales y en sts sem: Viantes se hace visible la presencia de las entidades focuites. Por ef método de 1a ascensién magico sus sen- fidos se aguean para percibir la realided de aguellas ATILIO CHIAFPORI + existencias quiméricas, y ef delirio se prolonga hasta 1 desasive final que comprueba una vee més ef aforis ‘mo de los grimorios: “Fnsitando at fantasma se lego fo serlo”. En los cuentos subsiguientes, en “La corbata azul” y en “La tmariposa”, estudia et sefior Chiappori vtras formas menos raras y mds explicables de la perturba- ‘idm mental. Ambos aparacieron hace ya algunos oes, 9 ft autor de “Borderland” ha sido sin duds uno de tos primeros ev intentar, dentro de nuestra literatura, ese pénero particular de novela que més tarde ha tenido prestigiosos cultores. Con taies clementos, ef sefoy Chiappori ha hecho novelas de wn interts dramstico y una intensidad tré- fie evidentes. Estas condiciones intrbusecas do su Sbra se ealorican por las ewalidades superiores del es filo. BI estilo de “Borderland” es extvemadamente per- sonal, Es el que conviene a la indole del libro y a la particutoridad de su tema, 9 la correspondencia entre fo forma el pensamiiento es ton constante que no se conetbe 0 este tltimo desarrollade de otro modo que Como ef outor fo fia querida. Es un estilo claro ¥ pre= iso, de palabras justas y sobria sintaxis. Sw’ voco~ hrulavio copioso busca ante todo la exactitud, y no des- dea el Barbavisino cuando es inevitable, wi fa pala- bro técnica cuando es necesaria, Mancja, por otra parte, con fa misma habilidad el verbo y et adjetivo, El verbo que fija la imagen activa de tos movimiontos, y sorprende et signo fugaz de fos ademanes; el adjeti= vo, “binica Fransparente que viste y colore el concep to substonciat”. Su elegancia mesurada te permite ile 5 BORDERLAND, (gar at lvismo sin afectaciém y descender a to triviat in eulgaridad. Hay en la obra pdgines dignas de un gran exeritor, 9 este breve pasaje, tomado al azar, pa~ ria ser ws ejemplo de fa manera del seiior Chiappori: “Cala la torde 9 en 1a penumbra del tearoom de~ sierfo [os iltimas geflejos morian en los porcelonas diseminadas en bandejas de cobre rojo sobre tri- podes de bambi. Aquella soledad envolutame como ws ‘monto, y tve tania tristeza que pareciome sentirla como wn velo sabre mis ojas y como sin hilito sobre ‘mis monos, Soli al jordin. Poco después aparecié An- na Maria, sola. A su Hegada 1a tarde se poblé de ar- tmonias. Entonces, sin une palabra — la més casta hi biese sido un peceda — tomb sus manos y me cubri cL rosiro, Después, no sé, Cuondo volvt a Ta vida, sem Hi sus lgrimas entibiar mi euelto, Pero esas ya eron lagrimas de wna alegrin triste. Después nos acodamos, uty juntas, en fa baronda de un puente + permane- imos, osi, miranda cémo el crepisculo oierciopetaba el cielo, desuanecia fas colinas lejanas, 9, allé en ta yada, desflocaba los albos copos de las olas sobre el ‘oul violela del que parila un barco con su penacho de Kum. Una ligere brisa, aromada de yerbas salvajes 1y de iluvia reciente, legs de la sontahe y fué como dina invitacin af retira. Nos volvimos. Et horizonte ardia tras una cadena de montes morados que se por- fileban con indecision fontéstica sobre aquet fondo rojogranate. Muy tejas, allé muy lejos, el pico de Teide esfumaba su alba cispide on ta lividee del cielo En los volles cercanos, algunas palmeras recortaban ‘en aguelle tne cerilea sus copas ya verdinegras de 1i0- ARILIO CHTAFPORT > che. Bn tn jacorondé do flores azules que parecian mordoradas, una calandria tind su aflictiva escala. “Abajo, por la subida de Santa Cruz a ta laguna, iban labriegos arrastrando sus madrefias, ef sombre yo en fas manos, les camisas abullonadas por et vien fo, tras una caravana de camellos corgados de cockim ills, tabaco y tomates. Mds abajo, volviendo de Wa- tering Place, wn grupo de muchachas con sus barr Titos multicolores en la cabeza, pasaba cantando wna ccancién aldeana, monocorde © interminable. Toda ta campitia parecla cubrirse de cenisas. Los montes ya tno se perfilaban en ef horisonte vialéceo. Ces6 Is bri- ro y no se movie una hoja en las frondas que casted Bomos, Entonces, en la ciudad ya negra, las camponas Sonaron pausadamente, campanas que ofmos durante Yodo ef camino cada vex mis débiles, cada vee més lejanas...” ‘Pero el sefior Chiappori no tiene sélo et arte del es- filo, sino ef arte, mas dificit aim, de la composiciin, “Un libro imposible” os, como novela, de primer or- don, y ef autor ha vencido allt dificultades muy gra- ves, pues a Ia exposicién de los hechos se agrege [a de las ideas, En cuanto a “Lo corbata asu!” es us cwen- to perfecto, ¥ otestigua en el autor un dominio com- pleto de la forma, en un génoro tan arduo y peligroso ‘como este. El procedimiento es, ex todas las obras, mis 0 menos ef mismo. EI relato se inicia bruscamente en al centro mismo de ia accién y so desenouclve segiin @l trazodo de una tinsa seuy original, manteniendo la Ccuriosidad det lector y ese interés dramético sin el cual no existe el verdadero cuento, Se le podria creer a w BORDERLAND primera vista complicado, pero no lo vs, y basta para lla examinar por medio de qué sencillos recursos se da en “Un libro imposible” La sensaciéu de terror. ‘Sensible « las impresiones del swundo exterior, el schor Chiappori laz treduce de we modo muy perso- Wal, y en un Tenguaje que denuncia sis aficion a las fries plisticas 9 1m sentimicnto muy vivo del color ¥ ds la linea, Eldibujo es siempre firme y precisa, ais en tos figuras mds delicadas, y eb rasgo siempre certero, pues ef escritor sabe discernir of detalte caracteristico 1 esencial de fas formas. Asi su procedimiento varla Segiin los casos, 9 miontrar algunas escenas cobran ta plenitud corpérea de wn relicve, en otras los contornos ‘se ofinon sin esfumarse en una tonuidad de apariencia frveal. Se ha aplicado al retrato y af poisoje, sobre to- ido al relvato femenina y al paiscje ristico, de fronda y de agua, de tos que hay algunos delicioses modelos ‘tn "Un libro imposible” y en “ET peusamiento oculto”. Pero et autor de “Borderland” es también un psi- célogo 3 tanto como las imagenes det wniverso sensi= ble Te interese et seereto de las alas y “el espectécu- To quimérico de las vidas interiores”, Ho estutiado en su Hibro con wna pronjidad cruel los fendmenas ‘més dolorosos de la intelgencia » asido las transicio- hues sds intimas del sentimiento, Ha trazado con luci= dee imperiurbable ef proceso de la demencia recon: truyendo, por el esfuerzo de To Légica, ta linea desws riada 9 sinsosa de tales pensamientos, A ta vez son- ‘sual y espirityalista procura abarcor en sus obras ima- ginadas los dos aspectos de la naturolesa, concebida como forma + como espirits, como sensecién como AgTLIO CHIAPFORT au idea, Las cosas no son aie sus jos sino Ios signos permanentes ¥ materiales de fuerzas invisibtes, y en Pipe soutido fabyia derecho para tenerle por wn escrin tor mistico. "No es por lo menos un eseritor realisto, en Ta ‘acepeién que suele darse al vocablo. Con sna obser Goede sumeniente fina ha tomedo de te naturaleca Cireundante y de lo propia experiencia fos elementos necesarias, pero ha claborado esos elementos segtin fas layes de su imaginacidn y las exigencias de st gus to, Ee porque el sear Chisppori es onte todo un ar- tista, que aspira a transfigurar cn imdgones duraderas las jensaciones fugaces +) las impresiones transitorias, ‘Es wn espiritu aristocritico, en quien es innato la afi ‘idm a las formas delicadas y selectas. Por eso es en i sratural el sentimiento det iujo, Si describe wn objeto ha de darle uno forma rarc; si busca nombres los ha de querer armoniosos y puros, pues siente Ia bellesa de las palabras tanto como la de las cases. “Ast nos presenta espiritus extraordinarios y les ha~ ce hablar un idioma elegante y noble. Sus persouajes on on su mayoria hipersensibles, atvibulados por do~ ores exeesives y sobrehumanas angustias. Pusstos @ lo linde de Ia vida ordinaria, en la tomerosa “Border- ond” que cite por sus cuatro costados la provincia exigua y populosa de las existencias uormiates, aque Hos personajes “son alias deformes pero wo malas”. Una bellesa nueva resulta de ese conflicto, que no he ce sino restaurar en un nuovo episodio el eterna cho- que de la vacilaate voluntad humana y 18 eiega fara- fided del universe, “Son bellos, dice Augusto, porque 2 DORDERLAND son infortunados", Las mujeres, sobre todo, cobran bajo esta influencia trégica una. hermosura ingwicton- te, el outor ha trazada en si libro més de wn retra~ to memorable: Irene la pélide, ta Interlocutora, fina yy exprestoo, com sus manos ofiladas y sus ojos at nitos; Flore Nist, ambigua on su perversidad de i Dertinaje extenuado 9 alguimia clandestina; y Anns Maria, casi fontéstica en la excelsitud de su dolor irreal y su rostvo iuminodo por “ws destelfo de suntua- sidades estratervesires”. Unpesimisnio sereno parece ser el fondo de esta obre, imaginada por wn espiritn grave y fin arlisia sensible, Uno percepeién aguda de ta be- Teza y del dolor, et sentimiento profundo de ta impo~ tencia y la frogitidad de los hombres ante lo infinito de las fuerzas hostiles, la cevtidumbre de que of si~ friniento es la condicion del esfuerzo y la esencia de la vida, han inspirado este libro, hecho con tanta pro- bidad como talento, Ennio Brena. “ue Nacién”, Noviembre 26 de 1807 Ala memoria de mi Madre Botigiosemente, NOTA—Witliam Stead, usando det derecho de prio- ridad, ha publicado un tibro ocultista con et Mtulo de este volumen, Sin embargo, oo tor To adopta, sencillomente, convencida de ‘que ninguna tierra, como a esta de sus per- sonajes, podré eplicarsele con sayor propie~ ‘dad la designocién expresiva de “Border lana”, — Tierra de confin, LA INTERLOCUTORA Fuélo, durante todo un Linguido oto, admirable de silencio y de atencién, 2 Qué ansia enfermiza. impul- ‘sébala a lividecer su alma en Ia angustia de tales relax tos? Nunca quiso decirlo, Cuantas veces se fo pregun- tara sonreia penosamente y los ojos se le lenaban de agrimas. La tarde en que presintié que estaba a punto de adivinar su secreto, cerréronse para mi también las puertas de “Las Glicinas”. Desde entonces vive sola en st quinta solariega, sin otro confidente que tun suntuoso cuaderno de cautos dorados, donde ex ctibe una historia resignade y triste que jamés verd la uz. Y de la misma manera que en aquella emo- cionante figefén de Radiana Glanegg, el ‘Tiempo vela su retiro voluntario con su hoz y ‘su reloj de arena, como en las alegorias, 18 BORDERLAND ‘Alta, fina, singolarmente pla, tenia las manos ailadas y expresivas y el aire pasmado de esos nifios trigicos que pasan con ofos atbnitos por los cartones de miss Kate Greenaway. Tra Ja oyente ideal. Avida de fébulas, ow espirita no destellabs Ja clarividencia quimériea de sus ber- manas extraterrestes, Morella, Ligeia, pero aquilaté- halo, en cambio, sensibilidad tan exquisita, que el sen- tido ‘de las imagenes abriase para ella con sorpresas ée prodigio. Las tardes crudas refugiibase en aquel salén de reliquia, donde habia siempre una partitura olvideda en el historiado facistol y grandes rosss exangiies en Jos floreros antiguos. A “Ia hora del té humeante y de 10s libros cerrados”, cuando la Tz mortecina prestaba matiteces de cutis a las porcelanas de Is con- sola, y el piano ahondaba reflejos de estangue noc- tumo, y los retratos de los antepasados adguirian est animacida grave de la vida espectral, acodabase bre una lacia piel blanca, la cara en las manos, para escuchar en esa postura tendida de esfinge que adop- tan Ins girls juiciosas de los Keepsakes, Citras veces, com lat primeras vombras abandona- ba el recinto, Adin me parece verla a mi lado con su andar clistico, leno de Ia gracia ceremoniosa de las gavotas, De ver en cuando, na rifaga mis fria prov TA INTARLOSUTORA, 1” sba ligeto temblor en la fronda exhausta del jar~ En todas partes — sobre los arbustos de eopas ferennes, en los bancales contiguos 0, a sts pics, ‘conchilla menuda del sendero, — en todas partes ‘una lamentable profusién de hojas amarillentas reanudaba Ja marcha con un suspiro. ‘Sin embargo, rara fué Ia tarde on que tales pa- ‘no se interrumpicran de improvise. Con fre- rescado mucho; entremos”. nteas nos. alejébamos en fsboles inméviles, crujia la arena del ca~ Mage Barats ‘tecearto acordarme de nuestros buenos tiempos PeSaoador™ para creer qu todavia egaré & Fate te. Solamente ahora me doy cuenta de cémo fide’ anuléedome en mi actitud ireparable, cad dd mig. 7A, #1 yo no hubiese tenido orgullo, qué i feta mi destino! A ninguno, nia ti, quise que- Seize de a influenia matigna que fracssara mis se- Jores propésitos, que me levara hasta el crimen. Camprendo que he pecado contra la amistad. Pero su- fro perddamente: ca quién recutir sino a que puede Comprenderlo todo, al que puede. perdonarfo todo? Ven hoy mismo. Tré a eporare a Lojin”. “Aqualls eavla de Augusto Cazo legibame, Sefiora, después de seis afos de indestifrable silencio. Des- “ BORDERLAND de of dia ex que embarcara para Europa, ni su fa- tmilia ni sus amigos, nadie volvié saber de él. In guiriése, mas tarde, que intesrumpiera et viaje‘en ‘Te- nerife, peto alli se perdia el rast, Con Emilio Flores y Pablo Beraud — el corsillo subversive del colegio — emprendimos una verdade- ra pesquisa internacional. Manteniamos con Irene, a fa sazén en Patis, una correspondencia asidua, en la que el retorno de Augusto era el nico afén y Ia eter- nna congoja, Todavia conservo las cartas de la pilida hhermana, ungidas de amor fraternal y de tristeza in: finita 1Ab, desde mifa, Irene foé una santa! Reeuerdo que al fnalizar nuestro bachillerato, ana grave afec- cién 2 la vista impididle a Augusto la més eorta lec- fura, y aquel muchacho, a la idea de truncar quizd para siempre sus estudios, cayd en un abatimiento in Guietante. Entonces efla salvé su porvenir imponién- dose In carga, enorme para sus quince afios, de pre- pararle sus exémenes de alumno libre, Con sna vo- luntad de madre, sin desfallecimientos, sin impacien- cias, amorosamente, una vez cumplidos sus deberes del “Sacré-Coeur”, lela y explicdbale las leceiones hase ta que el hermano las repetia del memoria. ;Pensar fen esa obscura hervicidad de cada dia, en dos largos afios, sacrificando af lado del enfermo todas las dis- uN uisno wposinus * 26 = taceiones, todos los gustos — el paseo a Palermo, las visitas de las amiga, los dis de sol, — para st- mirse en la aridce de las costografias, las filosotias y las quimicas! ;Verdad que dan ganas de ponerse ae rodillas? lla sola, con desesperada pertinacia, requeria nue ‘vas de Jos consulados y agencias maritimas. I pa- dre, don Leopoldo, olvidabase a menudo en Ja sen: sualidad turbuleata del bulevard. Viejo alegre que, alos seventa afos, florecia ain su smoking, amanc- fase, noche a noche, eenando con una descoiada, co to en las viietas bertinas de los menus. Diguo hijo de aquel don Epifanio Caro, bebedor formidable y mujeriego, famoso en retruécanos y farsas, quiet, en trance de muerte y cuando los suyos esperaban una palabra eontrita, observé. gravemento que el jaquet del médico perecia cortado con podadera. ‘Alguna razén tenia Augusto al desir que 2caso no hay hombre que ao lore por culpa de sus padres. Nuestras diigencias fueron vanas, Al cabo de un afo esesperamos de dar con sit paradero. 2Qué pensar de aque! espicita romancesco y atsibulado, sino que ssucumbiera en la ruta de algin viaje fabulovo por e0- rmareas incégnitas? jPobre alma enferma de paradoja! La destemplan- 48 origivaria del Tinaje, trasmstérase en dl, por retro- 2s [BORDERLAND. ceso de inaptitud orgénice, en instintiva amsia de per~ feecién. Queria reeuperar en Ta continencia fa pleni- tad emotiva dilapidada por sus genitores. Para lo- grarlo, obstindbase en adaptarse ala vida natural simplifieando sus deseos y conteniendo sus pasiones. Pero como hubiese perdido el tesoro de ser ingenuo, sélo consiguié crearse wn tremendo conflicto de alma. Era de ver aguella lucha eotidiana entre los sobcesaltos de su hiperestesia y la moderate vigilancia de Ia vo- luntad. Sacrificio initil qué no llegé @ tranguilizar sug das, ni fo salvé siguiera de gue lo agraciasen con prestigio satanista de la fauilia. Un afio de aven- turas, a las que se entregara a fn de aturdirse y ol- vidarse de si mismo, bast6 para rotularlo de ealavera, ‘Sia embargo, acaso no haya existido otro a quien iuhibiesen mayores incompatibilidades para un rol dlonjuanesco. ‘Tenia el vino triste, eserupuloso, sts- ceptible, y st voluptuosidad torturada era la exclusi- va y conyugal de los sentimentales. Za Bonne Chan son fuera algo asi como su florilegio afectivo. So- Fiala con una amiga quimériea, que hubiese hecho cosas extranrdinarias 0 sufrido sigurosas vieisitudes, con quien retiarse cualquier quinta Tejana en una Vida de entusiasmos de arte y de felicidades domés- ticas. El tipo de Ia estudiante ruse que va sola por 1 mundo entre infinitos peligros, “armada de pies @ TN uinno IMPOStELE ” cabeza de su virginidad”, obsediale constantemente. “Esas mujeres némades — devia a menudo — por la misma atsencia de afectos que las aisla, cuando lle- ‘gan a amar deben ser suaves y consoladoras como her~ manas. Yo tengo por ellas un carifio genérico que 3 también una de mis tristezas inexplicables.” Pero la suerte siempre fué aciaga para ese pobre amigo. Cuando creyé realizar sa fébula romantica, el liber tinaje subrepticio de cierta proserita casi le cuesta Iz vida. Ese mismo afin de probidad obst a que con un gran talento llegase a Aestacarse siquiera como un voro — eredencial tan espectable en [a vida Iiteraria labia publicado una serie de articulos — 1#més que pueda hacerse honradamente a los veinte afios — pe- ro, repuidianda las actitudes de plataforma que ayu- dan a salir de la obscusidad, pas6 casi inadvertido ‘ea esa nulidad a priori de las firmas nuevas, Toda ‘exhibicién antojébasele histriomsmo; toda téctica, ex- tratagema; toda habilidad, viveza de mala ley. V es- to sin imbecilidades de genio ignorado sino, sencilla ‘mente, por categérica imposibilidad moral. Luego era tun silencioso. Escondido en su existencia interior, no ‘conformandose al juego de las opiniones hechas y los jiuicios aprendidos de memoria, mi al flores de mesa redonda, quedibase las mis de las veces callado en BONDERLAND tna modestia altanera y, en casos, hiriente. Poco fa- miliar en tin pais donde se sube por camaraderta, su de plorable destiatia y parquedad sociales alejébanle cusl- aquier padrinazgo. Carecia, como se ve, de los atti- Dbutos mis evidentes del talento, Para triunfar, solo, faltibanie, a més de fa eave dia que impide a la ambicién permanecer extitica, dos aptitudes indispensables en toda férmula de accién: audacia activa y gesto pigil. La sociedad, como cier~ tas mujeres, no tiene fidelidades sino para el que s2- be ser attevido o violento con ella. Tra natural, pues, que en tales condiciones, su bagaje de ideas auevas ¥y osadas fuese mis bien una piedra al evello que un Hlotador suntuoso, Asi lo vimos hundirse, dia a dia, ‘envuelto en st recéndito orgullo como en una ban- aera. Miealias el mundo sea mundo, siempre existirin caballeras andantes, Setora. ‘Aquella increible misiva, més que conjeturas, des~ até en mi memoria un revuelo de remembranzas no: UN ranRo IMPOSIBLE 2» tilgicas. Venia fechada on “Villa Engaddi” — vie do eséril que don Leopoldo transformara en quinta veraniega. Aun me parece ver el caserén antiguo, re sidencia de mis vacaciones infantiles, con su huerto familiar cirewide de una pérgola sombria, y su jar~ din olvidado, donc los rosales tenia ramas c&rdenas yy los caracoles negruzcos Iustraban 1a humedad de jos atrayanes. Recuerdo que en aquella época Iejana, tas glicinas habian trepado hasta el balcGn del mira- dor, donde la caza al reclamo amparaba con un velo de ingenuidad rdstica nuestras lecturas furtivas. ‘reeuerdo también que un dia, en Ia glorieta, pido de ‘ fos, le recité a Trend estupefacta mi primer 1Cuiinta inocencia, Sefioral Pero esas cosas “acen mal cuando revienen en el tiempo. Quedibanme pocos minutos para aleanzar el tren y me puss en camino con el alma anegada en remi- Cuando partié el convoy ya eafa la tarde. Kstéba- mos a fines de agosto y Ia temperatura era demasia- do elevada para 7a estacidn, Unos de esos dias hnime- dos y claros en Jos que un pregusto vernal agrava, por so BORDERLAND conteaste, las apariencias consuuitas del invierno, ;Tar- des primaverales que descienden sobre ta extenttacién de las praderas Jo mismo que las sonrisas en los la bios de una enferma! Bajo el cielo impasible, en el aire que la luz matizaba con suavidad desesperante, las ramas exhaustas Iucian un refleja dorado como una vanidad funeraria, Y ese esplendor ficticio, suscitan- do Ia idea de algén heehizo eésmico cuya virtwalidad nociva traicionaran las nubes presagiosas y las rachas sélidas que, de tiempo en tiempo, aterian aquells ti- bieza como un calofrio, embargaba el animo com an- gustia imprecisa. Sin embargo, la decoracién crepus- cular {ué de maravilla, A medida que el horizonte lividecia, un tiltimo rayo de sol coloraé las nubes con gradaciones tan vivas —~ del sinabrio al violeta y del rosa al verdemalva ~~ que esas nubes fantisticas, en vex de recibir luz parecia iradiarla, de encantamien- to, de magnificencia munca imaginada. Pero el mila- gro desvaneciéss muy pronto. Repentinamente cerré Ja noche con viento frio y, casi en seguida, una lu via silenciosa y fina empafié los cristales de las venta nillas, Cuando llegamos 2 Lujan ¢l temporal era des- echo. uw Lino nupostaLit 1 “No me preguntes nada, después te dicé — su- urréme Augusto al ofdo en el largo abrazo fraternal ‘A. su lado, apretindose contra , halldbase una criatura de quien s6lo distinguia, en aquella obsess dad, el rostro livido y los ojos brillantes. Me incli- né a besarlo, pero retrocedié huratio y detuvo mi 2° gesta con su manecita srRste niffo tiene frio... — balbuci aturdidamente iesisisaular e) extrafio suceso. hacer? No quiere separarse ni un segundo ara que no lorase he tenido que traerle con tiempo... Rebordle afin més en ia esclavina de pieles gue to envolvia y, tomindole en brazos, piisose en marcha hhacia las oficinas. Ahora aguardaremos 2 que escampe wn poco. ‘Con gran dificultad logramos abriraos paso en el ~apifiado andén. Como nunca, experimenté entonces esa impresion de inquietud indefinible ¢. los arribes ; nocturnos. Verdad es que ef aspecto tréigico de las cestaciones de campatia 2 tales horas, complicdbase {quella noche con una concuerencia a Ja chambergs, donde la precaria Inz de peiréleo destacaba ‘inicamen- te Ins cabczas, silenciosas y foseas, sobre un remolino de ponchos humeantes que el aguacera impelia bajo el tinglado. EI despacho del Jefe estaba desierto, Sobre Ia me- sa principal, impidiendo que el viento yolase ua nite ‘mero de “Mins”, habia una copa servida de ajenjo: 45 en la del escribiente brillaba atin Ia tinta fresca en tuna planilla de guarismos recién abandonada + Al entrar, oimos en Ia habitacién contigua una fuga de pasos amortiguados y, poco después, presentése tun muchacho Iampifio, palido como un muerto. En- tre tanto, por la puerta entornada vidse desaparecer en la obscuridad un flotante peinador. —Buenas noches, Giménez ¢¥ el Jefe? En el andén... por ahi... zno lo ban viso? 1 Podemos esperar en la salita? —1Cémo no! Pasen. Y, hacigndose a un lado para anunciarnos, aquel reco personaje de peligrasos decamerones puso en el aplomo de sus diez y seis afios toda la ingenuidad de una colegiala. —Sefiora... a sefiora aparecié al punto trayendo una ldmpara ‘que depuso en Ia chimenea. Saludé a Augusto cou serena desenvoltura; pero, al inclinarse a besar al nie a3 fo, ef peinador desabrochado se combs en el seno de- Jando espacio como para una mano, He querido verte — dijo Augusto cuando que- damos solos — por algo muy grave. ‘Tal insinuaba tu carta. —Pero de eso hablaremos Iuego. ‘Antes es menes- ter que te explique mi silencio y la existencia de Ma- alo — concluyé, sefialando al nifo con un gesto. \Macjo se habia acurrucado en el sof para no ver gontinuos relimpagos que fosforeaban en la ven- “tana, ‘Tenia una eabecita rubia dolorosamente bella, realzada de misterio por la atencién fatidica de Jos ojos y ef silencio medroso de tos labios lineares, ¥ en todo 44, desde la actitud precavida basta la trans- parencia femenina de la tez, se denunciaba esa sen- sibilidad sobresaltada de los seres taciturnos y buc- hos que vienen al mundo para ser muy deseraciads tPara qué remover secuordos quizd dolorosos? repuse. — Hablaremos otro dia... —No, no; €s necesario que lo sepas hay, ¥ mirindome fijo, afiadié con lentitud —Quien sabe si podremos hablar otro dia, a ‘BORDEALAND iCuinto habia cambiado! Desde mi Uegada no me ceansaba de contemplarlo, Sus veinte y seis afios pa- seclan cuarenta. Conservaba atin el porte erguido, pero una mascara angustiosa sombreaba de inquietit- des sus rasgos juveniles. Habis enflaquecido de ma- rnera increible, y estaba tan débil que, al hablar, os- cildbale la cabeza visiblemente. Los ojos, sobre to- do, atemorizaban. Agitfbanlos movilidades extrafias, y en las pupilas enormes la fiebre latia en alucinacio- —2De qué hablaba? Vacilé un instante, mas era imposible rehuir la respuesta: —Hablabas de ti. iAh! es cierto: como cuando estoy solo. A ese punto, Mario, todo azorado, preciptése en sis brazos: —Papi, vimonos. —ZNo ves que leve todavia? iVimones, vimonos! —2Qué hay? :Por qué temblas? ;enes frie? ~-gEatonces? Ahi esté! —2Quién? —Patlo Lasca — musité el pobrecito en un sollozo UN LIBRO nuPosims 3% —uQuign es Pablo Lasca? — preguaté levantine dome. Ese que ves alli, junto a fa ventana Y en vor mis baja: Cierra 10s postigos. Mario es muy impresiona- ble y Rosina le Ilena Ta cabeza de historias que no de- ben contarse 2 los nifios. Verdaderamente, el aspecto de aquel hombre era ‘como para inspirat recelo. Fnelengue y bajo, tenia ea ‘us actitudes esa movilidad convuisiva do los pose'- “dos. Nadie hubicra podido precisar stt edad. No obs- cesirias profundas de las arrugas y el eabetio -rostro imberbe, albarazado, ostentaba en los pequefoe ¥ agudos un reflejo de juventud si- aiettra. Jurara conocerle de antafio. Recordaba con- fusamente aquel rostro como en esa lejauia impr sa de las iinégenes infantiles. —iTiene una facha! —dije, —WVerdad seh? — confirmd Augusto. Y después de una pausa: Para qué negarlo? Su presencia me hace mal a ‘mi también... De todas maneras, hay cosas que no deben contarse a las criautras. —2Cuiles? Hs una leyenda sombyia — murmuré dejando 2 38 onpEreaND Mario de nueva en el sofa. — Aseguran que ef hom bre est dotado de una potencia inociva... Todo un sefor brujo, entonces — dije sonriendo, no tanto por Ia credulidad de Augusto, cuanto para re- accionar de una impresién indefinible que comenzaba a invadirme. —1Por qué sonreic? Haces mal, :Qué sabemos nosotros? Claro esté que no creo, como el vulgo, que si muere un nifio en el vecindario es que Pablo Las- a lo micara con “ojos seeos”; y si se incendia sn cam- po, porque Pablo Lasca paso por alli al obscurecer. Comprendes que eso y preparar bebedizos y vender contrahierbas, seria un diabolismo demasiado de fe- ria para preocuparme... Hay algo més, que me ate- ra siempre que Rosina lo repite, ;También esa vieja tiene una manera de ensombrecer las palabras! Figdrate que ha tenida tres mujeres, y las tres no aleanzaron a vivir medio afio. Las tres murieron, repentinamente, en noches de tormenta... Puedes pensar lo que quieras; pero el hecho es cierto, estric- tamenté cierto, tauto que, Is Giltima vez, se ordené st prisién, seguida, como es natural, de libertad inmediata. Los médicos comprobaron en la autopsia un sincope cardiaco, Con todo, convendrés en que son muchas coincidencias UN LIBRO mPosInLE ENo dice ta leyenda de qué manera las hacia morir? —Liegada la noche propicia, despertaba a obseu- sas a Ia victima en lo mis recio de fa tempestad. La infeliz recordabase atada a la cama, cou los brazes en cruz. Entonees, sin decir una palabra, diabélicamen- fe, a fo largo del cuerpo desmudo, desde las axilas abiertas a la curva sobresaltada de los flancos, sus dedos giles y retrictiles, rozando a penas la piel con pases lentos, casi sin contacto, extendian como un ci- licio invisible una devesperante red espasmédiea de los talones a la nuea. Al principio, Ia sorpresa, el miedo, contenian a la pobre. Pero a medida que los dedos se destizaban mis convulsos, errumpia en wna carca jada incoereible que el viento ahogaba en ia noche, junto con las stiplicas y tos sollozos. Y asi, exasperan- do a cada minuto la tortura, ensafiéndose en las re- sgiones més sensibles, haciala reir horas y horas en la cobscuridad, sin tregua, sin perdén, hasta verla ar- ‘quearse toda, el seno erccto, las venas del cuello gre sas como cuerdas, la cara azul y los ojos propulsados enos de ligrimas....2Se puede morir ast No contesté. Y como en ese momento escampara, abri en silencio 1a ventana para no ver el rostro de Augusto. Afuera no habia un alma. Nada més gue 1 viento ululando en los excaliptus, y las dos pupil a ORDERLAND rojas del seméforo, alld lejos, iampasibles y fijas en la lobreguez. Salimos. ‘Ya on el breack, volvi6 a preocuparme aquella seme janza de Pablo Lasea con la imagen confusa de mi memoria, y no pude resistir al deseo de cerciorarme: —iDesde evdndo esté aqui ese hombre? ~-No se sabe... —iQué quiens! Viéndolo ven las mismas horas, por el mismo camino, siempre igual, ‘da més la impresién de un fendmeno que de una exis- tencia. — Augusto! —Créeme; es0s ojos no parecen tempararios. Callamos. Y micntras el breack seguia pesadamen- te la buella hacia un lejano retumbar de truenos, aguel parecido indeciso reveldseme de pronto, Sefiora, com ja nitider de un ealeo. Vi entonoes, en inenarrable sorpresa, que el rostro de Pablo Lasea era el mismo de aguel mago de “L’Incaniation” de Rops que, en st laboratorio de ambiguas alquimias, reencarna desnu- da a la castellana esquiva de sus deseos con solo leer, todos los dias, a 0 INPOSIELE ® frente 2 su retrato, los ensalmos de un enorme Com- pendidm Maleficarum, pomposo e historiade como tun santoral. Cuando Hegamos a ta quinta caia una loviena tan densa que el viento la ondulaba como a una gasa hii meda, ‘Tomé en brazos a Mario aterida, y entramos por el camino de granza bordeado de viejos arrayanes en cuyo extremo blanqueaba Ia escalinata colonial, Rosina, que nos esperaba al pie de ella, precediénos con su linterna temblona a través del vestibulo; y, al paso de la luz parpadeante, los omebles de mimbre parecian agitarse en una vida espectral y silencio. En el comedor ya estaba tendida la mesa y tia buen fuego poblaba cl recinto de alegres reflejos familia- res, Salié la eriada levindose a Mario, y nosotros aceteamos las sillas a Ta chimenea, Hizose un silencio Teno de esperas. En la ventana, de tempo en tiempo, las réfagas sacudian los retofios de glicina con mur- “0 BORDERLAND. nulla medroso; y en el piso alto alguna puerta entre- abierta batia acompasada y sordamente. —zCeinto tieinpo as pasado sin noticias miss? “Mis de seis aos. iso es: la edad de Mario. Y¥ moviendo la cabeza con gesto de desaliento: —1Por qué no te escribi? Alb! no es fail deirfo en dos palabras... Ha sido tan irreal mi aventura que es menesterseguisla en detalle, episodio por episodio. De otro modo resulta iligica y Cabulosa B, interrumpiéndose, quedése absorto en la contem- placiin de sus manos apoyadas sobre las rodillas, cu ya lividee bordesba ef fuego en las extremidades con vyagas transparencias violaceas. —.Quién iba a pensar — reanudé entornando Ios pirpados — que al descender en ‘Tenerife por algunas hhoras, realizarfa alli ql suefio més resplandeciente y teiste que pueda viviese sobre la tierra? i sabes qué propésitos levibanme a Europa. De haber tenido fuer- as para coronatla, la obra imaginada habsia expan- ido mi nombre en todo el mundo... zNo erées? Si, st. Yo apenas conocia Ia idea preliminar por trun- cas referencias de otro tiempo: Ja gsimérica obra maestra de 10s veinte affos, que jams Hlega a eseri- birse, DN LBRO MAPoSTELE a —iCémo tne alentaba entonees Ja esperanza! j Ab, Ja £61 — prosignié presa de una exaltacién inguie- tante, —jLa £8! Hi scereto del triunfo esta alli. :Am~ bicionar con fé, erear con £6; apasionarse en fa con- templacién de las cosas y de los seres, encontrar el ideal en todas partes y amarlo perdidamente! Volvié a callarse, y esta ver la passa fué opreso- 1a, Por minutos, evidencidbaseme el estade de Agus: to. Fsa falta de afectuosidad en quien fuera el m: carifioso de los amigos, recibiéndome después de afios como si nos hubiésemas separado el dia antes; ese de- bilitamiento de la atencién, esa veleidad de ideas y las repetidas pérdidas de memoria, eran signos suficien- tes para alarmarme. Ansié entonces que alguien lle- gara a fin de interrumpir un cologuio ya insosteni- ble. Por fortuna, en ese momento entré Rosina con- duciendo @ Mario a quién sent6 cautelosamente a la mesa, Después llegése hasta fa chimenea, sobre la que depuso una bandeja de plata donde erepitaban, entze brazas, algunas hojas seeas y negruzeas, Blevése una tenue espiral de humo azulado y, en seguida, diluydse en el aire un vago olor medicinal. Augusto, que seguia estupefacto sus movimientos, ‘progunté 2 Qué es? —Lanrel bendito, sefor. w BORDERLAND Ya le dije que usted no debia repetitto, Sin embargo, en tiempo de Ia sefora... —iPrecisamente, por eso! jLlévese la bandeja! Rosina salié murmurando, y mientras nos sentaba- mos a In mesa afiadié Augusto con aire misterfoso: No Te consiento estas pricticas porgue, hechas por ell, no tienen ninguna virtud. No es el acto lo que vale zeomprendes? Hay que crecr y hay que me- recerlo, Y me irvita que recurra a las cosas preter- naturales como quien wtiflza un remedo... En tiempo de la sefiora... ;Figirate! jEn tiempo de la sefiora! iAtreverse a pensar en Ella! ~Debes disculparla — intervine, — Siempre fué buena y servicial. Después, jes tan vieja! ‘Yo sentia por aguella anciana, bondadosa y rezon gona, un enternecimiento casi infantil, al que no era extrafia esa sujestiOn de los recuerdos que ella ‘iar antafio con sus relatos sombrios del tiempo de Rosas y sus leyendas do duendes gauchescos. Ya en quel entonees tenia ese aspecto apergaminado y cler- ta jerarquia de abuela postiza en mérito a su ex-rol de camarera de la madre de Augusto. Estaba en En- gadldi desde muy joven; alli se habia casado y allt tex- minaria su vida, que apesadumbearan una larga viu- dez tena de sobresaltes y las calaveradas de su hijo Carlitos, el cochero de ta quinta, quien, a todas vis- UN Linke MosiDL 8 tas, abuseba de Ia impunidad consiguiente a haber si- do hermano de vacuna y compafiero de juegos del iio. Parecia tan vieja porque habla trabajado m- cho, y, Sobre todo, sufrida mucho, ‘Trabajos y desgra- cias que achacaba al designio oculto de potencias ma- Téfieas, eterno ciclo de sus escasos y stimarios racio- cinios. Tan segura estaba de que Dios consentia cierta intromision diabétiea en su malandanza, que practica- ba un rito incongruente alternando misas con ensal- mos y confesiones con santiguaderas, Asi iba con la taisma uncidn a los misterios sagradas, a fin de asegu- rar su humilde puesto en el cielo, que a fas manosan: tas y adivinas pare arredrar al demonio eon sus pro- pias armas, preservindose de posible aojos y hechi zos. ¥ en st actitud, en el tono de la vor, en sus miradas, hhasta en sus més habituales gestos, descubriase el re celo constante a lo gue no se ve y que umenaza, Un sollozo subitineo hizonos volver hacia Mario. Jl pobrecito apretibase Jos labios con la servilleta pa- 1a contener stt congoja, y en sts grandes ojos aluci- nados habia un velo de ligrim —iPor qué Moras? — pregunté Augusto abatida- mente. — Los niffos buenos no Horan exando hay vi sitas... AY asi caen rayos? — suspird, — Yo tengo miedo, mucho miedo, papa! “ BORDERLAND —1No m‘hijo! nunea caen rayos. Ven, siéntate a mi lado... Asi, Bueno, ya no tendrés miedo, ¢Ver~ dad que ya no tendras miedo? No, papi Yen el propio momento, un truena formidable sa cudié el edificio hasta en sus cimientos. Mario lanzé, ‘un grito y se prendié desesperadamente al cuello de su padve, hasta que el fragor se perdié en un rolido fe- jano, Entonees, rompiendo en Ilanto, comenz6 a re- petir con monotonia desgarradora: iNo ves, papdl jno ves, papa Augusto consiguié calmarle, al fin, a fuerza de be sos y de buenas palabras. Du‘ante el resto de la co- rida, que fu triste y precipitada, no volvié a quejar~ se} pero, cada ver que arriba golpeaba aquella puerta cntreabierta, sus pupilas posabanse en mf com tal des- ‘consuelo que me hacian un dao indecible. A los pos- tres darmidse con un gran suspiro y Rosina subié a acostarlo, uN L1Ro neposiDLat 7 Afuera ef viento seguia aullando en fos eucaliptes De tiempo en tiempo, huracanadas mangas de Unvia vyenfan a azotar la glicina de la ventana; y la obseuri- dad era tan densa que pareeiafillrarse, como un flui- do, a través de fos crstales y empafiar sn poco la lux amarillenta del interior. Como Rosina dejara apagar Ja chimenes, un frig malsano invadié el aposento y ‘Augusto pasedbase agitadisimo en aque! silencio en que Ja inminencia de la revelacién. postergada flotaba co- mo una angustia. ;Y allé arriba, intermientemente, cfernamente, aquella puerta entreabierta que batia st comps sordo! Yo buscaba, en tunio, entre los recuerdos comunes, tun sucedido que me permitiese reanudar la conversa- cidm sin peligro de agravar sus preocupaciones. Mas todos agolpabanse en mi memoria de tal manera vin- culados a la tribulacién de esa vide, que atin los més familiares hubiesen provocado la escena que trotaba de alejar. De pronto Augusto se detavo y pregunt6 —aTienes noticias de casa? si. —2Siempre en Europa? —Siempre en Paris —Sélo por los diarios, muy de tarde en tarde, he sabido de ellos. 6 BORDERLAND, —aPor qué no escribias? — aventuré a decitl, Ya sé, ya sé fo que vas a reprocharme, Mil ve- ces me lo he increpada yo mismo. Pero por favor! ipor fayor! ahora no, ¢Ves cémo estoy enfermo? eno Echdse en el sofa y rompié a Morar tax’ amarga~ mente que me acerqué sobrecogido: —Y qué ganas con desesperarte? Célmate, Nunca es tarde, Todos estin buenos. La dnica tristeza era tu desaparicién, Cuando sepan que te hallas aqui, valve sn a Ia paz de otro tiempo gRecuerdas? Quedése largo rato sollozando en tnis brazos come tun nif, y luego murmuré, entrecortadamente: —iPensar en todo el mal que les he causado que- rigndolos tanto! Pero zhabrian ellos aceptado a Ia ma- te de Matio? ;Cémo hacerles comprender que no se ‘trataba de una aventurera? Siempre la hubiesen mirado ‘como a la enemiga, Luego necesitaba aislarme, vivir ‘en el silencio, en la mayor soledad. .. ¢'Tenia el dere- cho de exigirles, en gaje de mi obra, ef sacrificio de sus costumbres, de sw carifio, de su moral? Preferi esaparecer momentineamente. Después las cosas pt saron de otra manera. Sobrevino aquel dia terrible ‘Ya no supe lo que hacia... Sin embargo, nunea mi exclisién fu6 absoluta, Cuando se ama como yo los UN LIBRO mirosiME a amo, se ¢sté siempre figado por las presencias virtua- tes, ‘Yo temblaba a ta idea de que me obligara a preci- sar mis referencias y tener que confiatle la muerte de su madre, A. propésito, dime: alguna ves me creyeron smuerto? ‘Vacilé. Aflos hacia que ta pilida Trene levaba Into por di, y la pobre doia Rosario habia dejado este mun- do en esa creencia, —Dimelo, dimelo Uanamente; no temas afligiemiés —iPero si te desesperas a cada palabra! —No, ya veris que no, En adelante seré fuerte {Tenia tantas ganas de Worar! No es lo mismo Horar solo... gcomprendes? —Como todos, legaron a pensarlo, pero jamis per- ieron Ia esperanza de encontrarte tn dia... Abstié a cabeza y permanecié un instante con ta ritads fija en los tizones que se afelpaban de una ea- pa gris en la sombra del rescoldo. Luego, con vox ean- sada, repit —iLa esperanza, la esperanza, Ia esperanza! ~Te juro. —iNo, no! — replicéme — ;Debieron tener la se- sguridad de que vivial ¢Para qué estaban sus corazo- Res sino para presentitlo? Oh, qué cosa hortible! PORDERLAND Muetto, es decir: jolvidado! FY yo que sé que euan- do estoy triste es porque Trene sufre o esti enferma! ‘Mama... Espera: ti me ocultas"una cosa. —2Cnal? —La muerte de mamé, —j Augusto! No, si fo 86; pero quiero que me To digas. is ciertol —Bueno,—afiadié con aire exaltado y mirindome de manera extraviada — escucha, para que veas que ceuiando se ama intensamente esas cosas no se ignoran, ‘Lo supe en el propio momento. Fué en una madrugada. Fi 12 de Octubre hari cuatro afios, Estaba solo en el Mirador, trabajando, y de pronto siento un hilito que ‘me roza la frente, Levanto Ia cabeza y veo a oud {que se iba, ; qué se iba después de besarme! Fin ese mis- mo seyutido, Mario, que tenia dos afias, se puso a lo- rar desgarradoramente en sw cana, Corti a sit lado y, en sus cortas frases, ol pobrecito me dijo que una se- fiora lo habia besado, Todavia ahora es uno de sus temores noeturnos. ; Pobrecito! ; Qué noche Dios mio! qué noche! Si a Jo menos bubiese estado Anna Ma~ {Anna Maria? — interrump. Ti 1a madre de Mario... Pero ven, subamos al Mirador, ;Qué {rio hace aqui! UN LIBRO miPostBL o Fué a cerrar los postigos y se detavo temblando. 2 Qué hay? No sé, afuera ocurre algo. Yo senti wna onda gélida correrme en la médula y me acerqué a mirar, No se hubiera podido decit fo que pasaba afuera. En realidad no habia ningiin sig- no visible. Pero habia algo. Aquel silencio repentine, aguella repentina inmovilidad de los arboles y del viento en medio del temporal, hacian pensar en e50s momentos de estupor ambiente que presedea al de fas puertas que se abren solas, —No hay nada — dije con wna sontisa mortal — qué quieres que haya? —H’s extrafio: ya van dos noches que acantece Jo —éQué acontece? zqué? No, nada... Pero ven, su Zn lugar del pintoreseo mirador de antafo, eneon- tré ka suntosa ciara rectangular que ocupaba to- 50 BORDERLAND dio el frente del primer piso, con dos puertas a la so- Jana y ventanales en ambos lados. La decoracién, al catilo de fas de Burne-Jones, era sencilla y, a la ver, fantistica, Tanto en la ornamentacién como en el mo= Diliario combinihanse dos eolares tnicos. Las paredes tapizadas de moiré blanco no ostentaban otro ador~ no que una franja violeta al nivel de la cornia, sobre cuyo fondo; entrecruzindose por Tos tallos, destack- banse de trecho en trecho dos patias blaneas. Bl mis- sno dibujo matizaba Ta alfombra; y del florén del cie- To raso blanco pendia una alba limpara sostenida. por tuna cadena de acero pavonado. Ea la parte del este, tabia una amplia mesa de fresno eubierta de libros y papeles. En ef centro, en el espacio eomprendide en- tue las dos puertas, una chimenea esculpida en mérmol blanco. A eada lado ménsulas de fresno sostenian va- sos de poreelana con violetas y fresias. Tn los esta tes, libros primorosamente encuadernados. En el oto extreme, casi en penumbra, distinguiase un piano de cola, algonos mucblectos muy bajos; y, en el dngu- Jo contiguo, un camarin de reposo formado por col- sgaduras violetas, en euyo dosel entreeruzdbanse tam bign dos palmas Blancas como un augurio de paz ‘Alejdse Augusto un momento para ver si Mario dormia tranquilo, y comencé a recorrer aguella extra- fa hebitacién que tenfa algo de gabinete de estudio y algo de tocador, y en cuyo ambiente flotaba ese reco gimiento solemne y dulce de los santuarios. En la pe- guefia biblioteca ‘contenida en los estantes, habia sna veintens de obras literarias y cientificas cuya afinidad de sefeccion explicdbame, mejor que todas mis con- jeturas, el estado de dnimo del pobre amigo, Hoff mann, Poe, Baudelaire, Walter Pater, Jules Bois, D'Annuncio, Moeterlinck, Verlaine, Samain, Sar Pe- fadan, en la de Ia izquierda; y en la otra: Le Damtec, Ribot, Magnan, Berheim, Crookes, Kardec, De Re- chas, Pregalmini, Papus, Sage, Krafe-Bbing, ete. En Ja primera inspeccién no habia reparado en una leyen- da que ostentaba el estante superior. Me acerqué pade leer en mindsculas letras géticas esta sentencia terrible: nque va}, unque tt volt ‘eamnino # alsperato.” 1A PIGKIA DE Jont0: av, ett En esto ented Augusto pilido como un muerte, A. medida que avanzabe oscilibale la cabeza de manera {que daba listima, y tenfa las manos caidas a lo largo del cuerpo como un hombre que ya no puede més, —2Qué ocurre? — progunté alarmado, Un horror! ;Figitrate que voy a ver si Maria 2 BORDRRLAND dugrine y gre Jo encuentro en la obseuridad, sentado en su camila, sollorando en silencio! La matipota se hha apagado y el pobrecito dice que alguien ta soplé iQué et ha visto! ~-Debes euidar a esa eriatura, Semejantes alucina- ciones no son nada bueno. —Alueinaciones, al —iPero Augusto! —Explicame entonces por qué no he podide encen- der fa mariposa, En fin, no hablemos, Alora tiene ua Timpara y lo he dejado casi dormido, 2Qué sabemos? —iAnna Maria, Anna Maria! ;Ah, si ella estuviese aqui, a mi lado, como fo estaba antes! Ein ver de este desastre, mi vida fuera un Paraiso. Pero su presencia de ahora ¢s mi mayor castigo. Es la eterna y muda ‘nerepacién de mi culpa; jes mi propio remordimien- to siempre en acecho! La exaltacién de Augusto presagiaba extremos de tun desenlace inquietante, Ya era initil mi propésito de desviar aquel cologuio de su idea fija, Vefalo pre- sa de las fuerzas misteriosas que su mente atribulada esencadenara sobre sit vida, y que en ese relato, cient UN LBRO DIPostELE 7 veces interrumpido, fa misma vaguedad de sus alusio- nes determinaban en toda su flagrante morbilidad, A me dida que penetraba en sus zeeuerdos, yo iba com virtiéndome en un personaje impersonal, en un perso- rnaje-testimonio, y sélo advertia mi presencia duran- te las repentinas fugas de memoria, siendo entonces juaa obasidn para reanudar ef hilo de sit relato diva _gante e imposible. Pero en el resto del tiempo, Augus- to me hablaba como si estuviera solo, —iPor mi culpa, por mi culpa no més, ta he per- ido! De no ser un loco, de no haberla profanado, la tendria atin, como antes, corporizada. Yo debi pa~ sarme Ja vida de rodillas, adorindola. En cambio la envolvi en mi destino, en mi destino que — ti lo sabes —- no es més que una fuerza de disgregacién. Diseminé su alma a los cuatro vientés, presté sx euer- po a todas las existencias virtuales que nos rodean, y ‘como esa alma y ese cuerpo apenas estaban figados por un error de Ia naturaleza, mi audacia, impetida por una voluniad siniestra, fue la mano que rompié quel vineulo tan debil + 1s6lo un error de la fatalidad pudo condenar a ‘Anna Maria a la existencia! Ser de excepcién, todo era extraordinario en Billa. Cuerpo y alma, Con Ja belleza herdica que florece en las vidas cortas poseia la excelsitud de espiritu de las elegidas. Y era ese con- PORDERLAND taste de fa envoltura voluptuosa de las formas y las significaciones ideates de le mirada, et que infundia la estupefaccién de que uno era presa al yolo verla. A Ta edad en que Tas dems mujeres maduran turgencias de matronas, conservabase esbelta y flexible, con un vago aire de adolescencia,-en ta plenitud formal de sup cuarenta afios, De articulaciones finas, parecia atin mds alta por la sencilla magestad con que erguia el cuello; y Satindbala esa piel imperial para la que se idearon la Latistafriolenta y Ios encajes labrados, Sin ‘embargo, aun completamente desnuda, bastibale pa- 1a velar la magnificencia sensual de su exerpo, el sim ple reeato de su distincién supresia. Mas donde se si- Blimaba su naturaleza de ensuefio era cn las nostal- sas de tos ojos y en la perfeccién de las manos, Ba- jo las abundosas crenchas de éhano que dolores irrea~ Jes purifiearan, como una luz sobre la frente, como nna guedeja blanea; en el rostro serenado en tonos de mac- files viejos, las pupilas de terciopelo pardo doréban- se en el fondo can destellos de quién sabe qué suntuo- sidades extraterrestres... Y las manos, — joh! sus manos ungidas de misteria — tenian la palidez seri- fica, Ia Figura alargada, ia movilidad expresiva y, sobre todo, ese effuvio sensible por el cual el Princi= pe de las Imagenes califcara a otras, que debieron parecerle en algo, de rafces del alma, 'Y mientras hiciera este retrato quimérico de la que fué su amiga, desaparecié del rostro de Augusto la expresién de angustia que lo laceraba, Un resplandar de gloria iluminé su fisonomia, y su vor temblorosa vvelése con el tono férvido de las imploraciones, Du- ante todo el tiempo mantavo los ojos fijas en el ca~ matin de descanso, como si entee Jos pliegues de las colgaduras violetas viese surgir a ou palida adorada, Cuando callé, quedése absorio, extitico, en esa con- ftemplacién alucinante, ¥ era tal la potencia patética de sus palabras, tal Ta ansiedad de sw actitud, que por tun segundo erei en un posible milagro de encarnacién. En ece silencio aun Tatente de sus evocaciones, sen- tase como un infiujo del ms alli, al punto de mante- nnerme suspenso, expectante, mirando pasmado aquel wa fantéstica, como si yo también stencia de aquella atencién incon de la eén esperase algo. Y en la in wwoluntaria, fai distinguiendo poco a poco, en el ter~ iopclo violeta del lecho de descanso, tuna forma blan- ca, sin contornos precisos, muy blanca e indecisa, como fa estela de un rayo Iimar. Un sobresalto subitineo aterié mi piel. No pude soportar la tensién de ese mix puto y me levanté para cerciorarme, —2Qué vas a hacer? — dijome es voz baja, sobre- cogida, conteniéndome por un brazo — zDénde vas? No hallé qué contestar. Volvi a mi asiento y sin 6 DORDIRLAND decir palabra, sacudido por et quedé mirando el camaria. No — afiadié con triste sontisa —~ te equivacas No hay nadie todavia... porque estis tt agui. No hay nada més que su tinica de encajes. Parece agi- tarse porque es muy fina, ¢s como uaa espusna de se- a, como uta Hama blanca; fué labrada por sus ma- nnos desde el cuctlo a ta orla... Ks I que usaba du ‘ante sus encarnaciones, Ia que tenia puesta en el mo-~ mento terrible que te contaré Callose de nuevo y, después de una passa mortal, implord lastimeramente —iNo te enojes! Escucha: eres mi amigo, east mi hermano, y quiero contarte todo, toda, todo, Pero no me pidas que te deje aproximar a esa reliquia... jSé razonable! Es sagrada coma ua ostensorio,.. Liev: bala sobre su cuerpo desnuda, blanco como wn citi, iA, si supieras! Ham pasado seis afios y, sin embar- 0, esta embalsamada de su perfume como el primer dia — un sutil aroma de fresias y de nardos — may suave ¢ inextinguible. ¥ para que el milagro sex per- fecto, conserva ain el escorzo de sas formas, y en sus pliegues ténues ondula todavia el ritmo de sus actite: des, Es como su carne de ahora, mistetiosa y vaga, Realizase en ella, en la alta nocke, e! prodigio inefable de las hostias. Es sagrada como un ostensorio, inuos calofrios, me —Lo que me mortifiea — repuse ya sereno — es que persistas en recordar tales vicisitudes. Célmate, ‘hablaremos mafiana, pasado, euanda quieras. Pero re- posa esta noche. Para eso te he lamado, —Bucno: hablaremos de ti, de tus trabajos. Es que todo, mi vida, mi obra — especialmente mi obra — todo esté ligado a Ella. 1Mi obra! ; Ali! mil veces maldita la hora en que 1a imaging, {Ha sido Ia causa det crimen que necesito gritar, gritar may fuerte, con ligrimas, con risas, co- ‘mo quien se saca_un peso enorme de encimat Y es metester que conozeas hasta em sus detalles 1a mar~ cha de esta fatalidad: Un hombre que con sus propias manos perecederas, destruye Ia Felicidad, el Paraiso, Ja Gloria, por complacer una voluntad perversa; por apluar una sed de dolor, de sacrificio, de sangre; tun apetito obscuro que séla se sacia con fa voluptuo- sidad del datio propio ofertado por la misma vietima, iDesligar mis recuerdos de Hilla! {Qué locura! Hay que saber lo que fué ese aflo y medio de vida, Acaso no ha existido sobre Ia tierra ctra unién come Ia niues- fra, tan intima, tan indisoluble, gracias a una efusién total de afecios y deseos, y a una patidad sublime de fdeales, Alli habia todo el amor, y ese algo mais que el amor que es lo dinico que imprime huellas perdurables oe BORDERLAND cn las amas que se buscan: La comunién con ef mis: terio, com las fuerzas ciegas de Ia vida, las que presi- den fos génesis y las disoluciones, las que llevan a los origenes. Silo asi es dado identificarse, De otra m nera las almas son easi siempre impenetrables, De alli esa ree6ndila inguietud del amor, gérmen de la eterna tragedia humana. Pero nosotros éramos dos y uno. Dentro del mis acorde sineronismo espiritual persis- tia, no obstante, la dualidad sensual necesaria a Ia insalvable desarmonia humana; dos y uno, asi como con fas aguas de un delta, el verde obscuiro de las on- das salobres se trasluce en el seno de fa corriente cris- falina del rio que se abre al oeéano... ;¥ todavia se~ guitiamos siéadolo, de no haberla poseido, de no ha- Derla profanado! En ese momento oyése un pavoraso grito de Mario, y Augusto corrié a su euarto, separado del gran salén Por pesadas colgaduras, Serfame imposible anal UN Linke meposmum 0 fe calidad del silencio que se hizo en seguida. Tl ex trafio fendmeno que nos embargara, poco antes, en el comedor, repetiase afuera; y esta vez mi inquietud iHegaba 2 los lindes del miedo, Jamas, jamés en mi vida, habia presenciado una inmovilidad mas absoluta de los elementos y de las cosas, ui siquiera, Sefiora, en Ia guinta, aquella tarde infausta ea. gue usted ste exis gi6 Is historia de “Lo Corbata Asul’. ¥ eso en medio del temporal, de golpe, como si una mano invisible detuviera repentinamente el viento desencadenado y, 1 51 influjo, se pasmara toda vida patética en la na- turaleza, ¥ Io que filtraba calofrios en mis venas era que, en medio de la quietud, de la impasibilidad circu dante, parecia despertarse en el fantistico reciuto — en los angulos en penumbra, tras los tapices det ca marin — esa actividad espectral, que se siente de la manera como se adivina el odio y Ia antipatia. Llego Augusto y, antes de ocupar su puesto, levans 16 el cortinado sin duda para que Mario quedase tranguilo, viendo que no nos alejibamos de alli. Dejése caer pesadamente en su silla y sin decir palabra co: menzé a mover Ja cabeza como un hombre perdido, ‘Puve que Ievantarme y sacudirle, porque aquello era ‘ya insoportable. =1Otra ver Ia Ine! — gesticul6 sin alzar Ja vista. sora no duerme! Pero entonces esa & PORDERLARD Si, duerme; pero siempre fué ast, Aun en to mds profundo del suefio, si sc apaga la luz se despierta ‘en el acto, en el acto, gritande como si alguien lo mar- tirizara. En los tiltimos tiempos, Anna Maria también sobresaltébase dutmienda en cuanto Ia mariposa se extingoia, Pero Ella ya habia penetrado en el miste- rio... /Torpemente yo desencadenara sobre su ca: vera todo el horror de mi destino... Y antes de que pudiera contener sx movimiento, ca- ¥y6 de rodillas a mis piés gimiendo —iAh!) jquerido, querido!,.. jsoy on esiminal! imate! sé fuerte, jlevéntate! Debi adorarla asi, de rodillas, de rodillas toda ta vida, ;toda la vida! Eso era ya ef desvario, y me Ievanté haciendo inact ditos estuerzos para fingirme sereno: —iOye! — dije, casi golpeindale — si permaneces un minuto mis asi, me marcho en seguida, y no me volverés a ver. ;Qué locural —iNo, no, quédate! jperdéname! jy perdéname tit tambiéo Anna Maria! — imploré mizando a lo alto, Lentamente, humildemente, fué a su asiento y alli lord en silencio largo tiempo. UW ammo iPosinLR a é na tarde, en ‘Tenerife, en los jardines del Quisisana Hotel, donde la conoc!. Bajaba la monta- fa serpenteada de terrazas floridas, dando el brazo 4m anciano valetudinario y ciego. Era sa padre, un sabio italiano que muri, poco después de con cemos, en una mofiana lumigosa y alegre como una alelaya. Desembarcara en la Tsla por algunas horas, no mis, y ya me volvia, cuando Bla glorified mis ojos. Habia tal distineién en su porte, tanta exacttud cn sit mirada, y circundibala no sé qué misterioso aire dle melancolia y de extratierra que, a si paso, sentt doblirseme las rodillas y a mis labios subié su nombre simplemente: ; Anna Maria! Aun hoy me proganto ed mmo pude adivinarlo, Al principio tuve la sensacién indenifble de las cosas nuevas que nos parecen de pronto ya vistas. Pero fué algo muy distinto, Fué une verdadera anunciacion. Créeme, una snunciacién, Ie- cuerdo que Ella se volvié lentamente, may palida pero ano extrafiada, y sonriése con tanta tristeza que el erepiseulo se angustié en Tos aleores, Era Ell, 1a sofiada, Ta esperads, Ia imploradal j lla, que me son- relq tristemente como tina persona que ya sabe! ee PORDERLAND Volvi al Hotel como un ausente y escribi a mis padres avisindoles que me quedaba. Cala la tavde y x la penumbea del tea-room desieto los dltimes re- flejos morian en Jas porcelanas diseminadas en bane dejas de cobre rojo sobre tripoes de bambi. Aque- Ia soledad envolviame como un manto, y tuve tanta tristeza que paresiame sentisla como wn velo sobre mis ojos y como un hilito sobre mis manos. Sali al jar- din, Poco después aparecié Anna Marla, sola. A st Megada Ia tarde se poblé de armontas. Eatonces sin tuna palabra — la mis easta hubiese sido un peeado — tomé sus manos y me enbei el rostro. Después no sé Cuando volvi ata vida, senti sus ligrimas entibiar mi cuello, Peto esas ya eran Iigrimas de una alegria triste. Después nos acodamos, muy juntos, en la ba- randa de un puente y permanceimos, ssi, mirando bio et erepisculo aterciopelaba el cielo, desvan Jas colinas lejanas, y, alld en la rada, desflocaha los atbos capos de las olas sobre el act violeta del que partis un bareo con st penacho de hutio, Una ligesa brisa, atomads de yerbas salvajes y de tiuvia recien- fey llegé de la montafia y fué como una invitacién al tetiro. Nos volvimes. EI horizonte ardia tras ana cadena de montes morados qug se petfilaban com in- decisiin fantistica sobre aguel fondo rojogranate. Muy lejos, allé muy lejos, el pico de Teide estumaba UN Lino miPosrLE a st alba ciispide en la livider del cielo. In tos valles cercanos, algunas palmeras recortaban en aquella luz cerilea sas copas ya verdinegras de noche, Hm un ja- carandi de flores azules que parecian mordoradas, tuna calandria tring su aflictiva escala. Abajo, por la subida de Santa Cruz a la Laguna, iban labriegos arras- trando sus madrefas, et sombrero en las manos, las camisas abullonadas por el viento, tras tuna caravana dde camellos cargados de cochinilla, tabaco y tomates. is abajo, volviendo de Watering Place, an grapo de muchachas con sus barrilitos multicolores en Ja ca- beza, pasaban cantando una cancién aldeana mono- corde ¢ interminable. ‘Toda ta campifia parecia cu- brirse de cenizas. Los montes ya no se perfilaban en cl horizonte viotéceo, Ces6 fa brisay no se movia una hoja en los frondas que costedbamos. Entonees, en Ja ciudad ya negra, las eampanas souaron pausada- mente, companas que oimos durante todo el camino cada vez ms débiles, cada vez més lejanas. ‘Termind aguel relato en actitud de éxtasis: Ia voz (rémula, las manos juntas y la mirada perdida en Jo invisible, Era otro. Sus facciones se suavizaron, tun vago rosa colored las mejillas y de los labios en- o BORDERLAND treabiertos por ef Fervor del recuerdo, parecia ascen- der una llama incolora, muy tenue, como tn soplo ar- diente, coma sube un desea que no se dice o una plega- via interior. Pero semejante exaltacién embargibame més que ‘el abatimiento de antes, A todo trance era menester arranearlo de sus episodios pasionales, y no encontré otro rectss0 que insinuar la eonversacién sabre sit libro. No era posible que permancciésemos asi toda Ja noche, en aquella tensién de espirits, aumontada por mil sucedidos ambiguos — los sobresaltos de Mario, Jas supersticiones de Rosina — y las ades de quella tormenta quimérica, con sus ealmas agobian- tes y la alterna furia del viento, cimbzando como a juneos los enhiestos eucaliptus, en una sucesién de reldmpagos tan continua que el revinta paresia inva- dido de una atmésfera malsana y fosforescente, don- de las tintas violetas del decorado adquitian tonos ed dlenos y el moiré blanco de tas paredes se argentaba con fluidas vetas de azogue, —Hablaste de tu obra — dije temblando por el eco de mi vor en ese instante — la tienes ya ter minada? Desde que Ella se fué, ya nadie podria termi- narla sobre la tierra... Ni siquiera yo, a quien visita fn los silencios nocturnos, UN LIBRO niposieie os Volviamos al tema obsesor y apresuréme a pro- untar: ala titulabas? —"sBstéis Salvados?” —2Un libro mistico? Si y no: cada uno ve en Ios libros, 1o que ve en si mismo... Pero, en todo caso, no os lo que su th tulo sugiere a primera vista. Hay alli, es cierto, una ansia de elevacin, pero no es la de fos Ejerccios Es- pirtuales... {Cémo podria explicar?... Mira, debo confesarte una falla tremenda de mi inteligencia: a causa de esa misma obra, que me arroba y maldigo: 2 causa de la disgregacién de mi eapirtt en mil vidas quiméricas, a veces, bablando, no puedo conerelar mis pensamientos. Se confunden, se desvanesen he perdido el don de sensibilizarlos en la palabra. ¢Cémo te diré?... Como un eseultor cayas manos no puidie- san modelar la imagen que ve cerrando los ojos. Prefiero relatarte el origen de ese titulo y, aca, le- gue asi a darte una idea de la obra. Le ofrect un cigarro pera lo rechaeé tapindose los ojos. Seria um veneno — dijo azoradamente — (an veneno que me atrze como una boca aromada y fa- tal). Si lo aceptara, minutos después no recordaria tn solo nombre, un solo sitio, Hace afios que el doe- 6 BORDERLAND tar Biercold me lo prohibiera. Atribuia ese fenéme- ‘no a un efecto de intoxicacién. Habléme de amnesia tabiquica aguda... Sin embargo, yo sé que es otta cosa... —=2Qué cosa? Suspir6 profundamente como un hombre a quien obligan a explicar algo que no va a ser comprendido y dijo: —Seria menester que supieses a qué punto he le- gado a exteriorizar mi sensibilidad, para que admi- tetas la relacién substancial que hay entre el huzio que se diluye en el aite y la fuga de mi memoria... Y¥ no vayas a creer qite reedito ef banal cliché romin- ‘ico... jh, nol... is algo mas profundo.... Dime: ghas tomado haschichs, alguna vez? —No. —Bajo su influencia se tiene la sensacién de ser, por ejemplo, el objeto que una mira, zComprendes? Miras un drbo! y ti estés en el arbol, eres el drbol y sientes lo que debe sentir ol drbal: te agitas si pasa ‘una racha de viento y tu frente adquiere frescuras de follaje. Qué gloria sentirse brotar en primavera! El hhaschichs suprime el vinculo de cohesién de la indivi- ‘dualidad y nuestro ser se disemina hasta en las cosas jnertes. Fis como si una fuerza extrafia venciera In cohesion molecular de un sélide: se desvaneceria Io mismo que un gas que se expande. Bien, las inume- sables tranismutaciones y transfusiones de alma a que ime sometiera por mi obra, han roto esa unidad per- sonal; y asi tengo na voluntad inguebrantable sie yando un roble y se borran mis pensamientos cou el humo. |Hazme el servicio de no famar ti tampoco! Aceedi presa de atroz angustia por aguella preoew- pacién misteriosa hasta en los més nimios detalles, y A continus. —";Eistéis Soluados?” os ta traduccion literal de ‘un extrafio anuncio que vi en grandes letras metil cas ef lo mis alto de un enorme y gris office de Lon- res: “gre you soved?”. Una secta redentorista, ha bia puesto alli esa pregunta terrible, entre re des telegrificas y chimeneas humeantes, paca recordar: 2 los hombres de negocio que con el destino no se opera a plazo fijo.., Yo le doy otra acepeién, Luego veris. Fichése a reir siniestramente y dijo: Es curios zeh? que una simple leyenda revele de improvise al dnimo toda una erescién hasta enton- ces inconsciente, Pero soy asi A mi me sugiere més profundas reilexiones sobre la finalidad humane un grabado de Rops que todos los voliimenes de Nietes- the, Soy as 6s OnDmRLAND Y tentamente, moviendo ta cabeza, recité ef delisio de Candia Della Leonessa 1B d'una tela vionse tanta trame, ‘@ duna fonte vlenso (auto fume dune quercia viense tante fauna madre tinte creature sAre you saved? —Hlay una forma de existencia que mo es la lo- ‘cura y que, sin embargo, no es fa vida natural, Cada dia deseubres a algamo de tus conocidos, que hasta fentonces se comportara correctamente, cometiendo de pronto actos arbitrarios, inmorales o extravagantes: Para todo ef mundo es uno mas que cae bajo juris diccién de los eddigos, vencido por las mil concuspi- cencias de fas ciudades. Hs un criminal, es un cinico, es un insensato. Pero obsérvalo bien, inquiere el oti gen de sus faltas, y no encontraraés ninguno de los prodromos en que se deslizan aquéllos. Ese hombre tha eaido como fulgurado. uy Ligko nurosinL o Si eres su amigo interrdgalo. Entonees te diré que desde wn tiempo atras sintié una ansia indefinible, ‘Tristezas repentinas, éxtasis destumbradores. Poco a poco, stt personatidad, su yo, fué entregindose mis y mas a esas formas dijusas del yentimiento, y a me- ida que se alejaba en ta vida, desapareciendo casi nacia en 41 otra naturaleza parisita, hasta llegar un momento a levantarse amenazadora frente a su vo- Jontad. Y alli comienza ef drama horrible, No sélo se advierte que ese espiritu es perfectamente ex trafio a st yo, sino que comprucha angustiad@ las mo- dificaciones perniciosas que imprime a su caricter, a us deseos, a su afectuosidad. Sufre hasta fisicamen- te: livideces repentinas, sudores frios, insomnios... Ya ves, como los endemoniados. Con palabras de espanto te referiri Ia Iucha ho rrenda con la intrusa; el conflieto absurdo de dos yo en la direccidn de una vida. Uno, insensato, inmoral preocupado de futesas; y el otro, razonable, contraido al estudio y al trabajo. Y no vayas a creer que es Ia demencia, ‘Trétase de algo que antafio llamirase ma- leficio, que fa medicina calificé un dia de obsesiones, ¥¥ que yo he descubierto como un avance sobre la vida personal, desintegrada por cualquier cassa, de las existencias virtuales que en todas partes nos circun- dan, La prueba Ia tienes observando que siempre son fallas pasionales 0 de instinto, es decir: de la sensi- bilidad y def sentimiento, las dos formas primordial y mis simples de la vida. Esa intrusién, no obstacu- Jiza en nada ef mecanismo general de Ia inteligencia Ja memoria queda intacta, el raciocinio perfecto, Ja voluntad vigila — el posefdo discute con Ia intrusa — nes de ideas subsisten. De alli resulta que tw amigo, fuera de sus impulsos perversos © antiso- ciales, es un hombre habil en su profesién, en su arte ¥ hay otrs particularidad. He observado que esta especie de maleficio ataca solamente a las naturaleens uperiores, vale decir, a las menos naturales, las mis cevolucionadas, las mis refinadas, las mas_disgrega- das. El patin y el gomoso — cuyo valor espiritual es idéatico — 0 son locos de manicomio © normales o- mo filisteos. Es el mismo destino que generd y di rigid sus vidas el que Jes hace preferir, en materia de sensaciones, la conmocién del chock al calofrio de la caricia; el brochuze vivo a la desvancscencia de los matices, cl melodrama a Ia tragedia, Cuando beben Jes ocurre algo andlogo. No conocen el glorioso deli- lo de la embriaguez. En seguida se descomponen del festémago © caen en sopor. Y eusando estim alegres, rien pero no saben sonreir. Es ef frecuente defecio que afea a las campesinas hermosas: no saber sonreir. EN 1anRO wsPOSIBLE oy Y repara que no te hablo aqui de Ja tocura sean ta idea popular. Cuando te digo que no son demen- tes, sobreentiendo que no son delirantes ni padecen de ideas fijas. La demencia destraye el intelecto, y la idea fija es un pensamiento fio, expectante, que anu Ja la voluntad, Ia reemplara y que, hacténdase acep~ tur como real y ligiea, no provoca ningiin conflicio Cee Cee ee tata otras vidas en Tas muestras, sin que se requiera que scan malignas para provocar el conflcto. Basta con In desharmonia que provocan, para desbaratar el vie- jo dogma de la libertad humana y, por tanto, la mo- ral tradicional. Bn esa accién de un espirita sabre otro, hhay una especie de impresion fotogrética, con Ia tni- ca diferencia de que el objeto sensibilizado es eons- ciente, sin que el tener conciencia def fendmeno que se realiza altere en nadia Ja naturaleza del mismo. Y lo terrible es que puede ejercerse sobre cualquie- ra: Jo mismo sobre el que nace disminuido en sa in- tegridad espiritual, por una herencia de predisposicio- ‘es, como sobre el normal que se debilita en oxces0s 0 jentos — dolor o placer — y sobre todo esas as diablieas del leo! y de tn Injura Bueno — interrumpi, — con eso habrés deseu- bierto una nueva forma de neurosis de maleficio, ” BORDERLAND como ti quieras Hamarla; con cllas podris hacer his- torias clinicas mas 0 menos literarias, pero no tw obra. —1Ah, cémo te equivocas! — reptisome con una sontisa compasiva. — Si el tremendo conflicto que aca- bo de referirte se redujera a una simple tucha de c&- fulas, claro est que si. Pero no, aqui hay algo que nunca Hegaré a ver la histologia patoldgica, iHistoria clinicas! Pero entonces olvidas que esos esgraciados viven en sociedad, que tienen padces, cesposas, amigos, queridas, a quienes cus actos at trarios pueden lesionar dolorosamente! jOlvidas que sientiendo su inteligencia perfecta tienen aptitudes y ambiciones, ¥ que en su arte 0 su profesidn se ven obs- taculizados por ese poder extraiio que aventa st por- venir! 4O acaso tales dolores no som dignos del dra ma? 2Tendremos que li nos a llorar eternanente 1a eterma memoria de la eterna novia de los quince afios? ‘Verdad que alli hay lo que aman “substractum de- generativo", pero no se describe. Interviene virtual- ‘mente en sus destinos como intervenia la fatalidad en fas tragedias griegas, el honor en los dramas espatio- les, la perversidad primordial en la historias de Poe, las preocupaciones sociales en la coniedia moderna. Es Ja fatalidad finisecular. Son hombres como todos; no se tes distingue. Sus taras son tinicamente expiatorias. No crees? —Pero aun admitiendo tu teoria — insisti — gno piensas que limitus Ja observacién a un grupo redu~ ido, tan reducido que casi puede decinse que esti fuera de la vida? —Bastaria uno slo de esos seres para justificar In obra de atte, Pero te equivocas pensando que son ppocos. Son pocos los que llegan al grado que te he descrito, es decir: al paroxismo. Pero hay miles y mi- les que viven sin violar ningin precepto de la moral cortiente y que, no obstante, estin todos los momentos 1 punto de violarla, Tienen la suerte de que no se era ‘ce en sus vidas ana causa determinante. $i no, dime: geual ¢s el hombre sensato que no ha tenido aunca tuna idea monstruosa? ¢Quién esta seguro de no te- netla un dia? Are you saved? Asi, a cada paso, encuentras quien se te queja de no poder trabajar: que esti deprimido, que tiene “la ‘cabeza vacia”. Cuéstale un verdadero esfuerzo diti- gir sus pensamientos, y cada ver que debe tomar una tresolucién abrimante hesitaciones terribles. Fis 1a con- fusién mental, 2 veces exaltada al extremo de simular tuna fecunda actividad intelectiva, pero que siempre se denuncia por In fuga de ideas, las incoherencias y las ficciones de un mundo imaginario, Hasta el olvido co- lectivo de tos antepasados — ta muerte de la tradi cidm, el despego por tos intercies de la sociedad — no és mas que 1a suma de las incapacidades individuales para precisar los recuerdos. —iSeal, pero partiendo de esas perturbaciones, vvas a remover todas las heces humanas, —iAh, no! tranquilizate, No tengo ninguna predi« lecein por Jo fe0, 1o deforme, lo malo. Por eso no hhe iimaginado refinamientos a lo Sade ni teologtas a fo Bradomin, ‘Tranquilizate. Fatalmente eastos y abs- temios, mis. protagonistas mada saben de perversio- ses, ni se deleitan con roles de medicina legal. Mon- sieur de Phocas no tiene alli ningtin prosélito, ni en- tre ellos se cuenta siquicra un morfinémano.... Ya vves, por ese lado, como en las avelas para las modis- tas. Bajo sw influencia nefasta, mis que en una no- menclatura neuropitiea, podria ineluirseles en las ane tiguas consejas de los poseides, No son, puss, finiseculares en cl sentide coneupis- cente de la palabra, No se complacen en sur degene- racién, Al contrario, quieren ser buenos, sensatos; as- piran a vivir la vida riente que constitaye ef eterno tema de sus divagaciones; y si no lo consiguen ¢s porque en sus destinos hay algo del horror litiegica el anathema, Diriase que cada uno de sus actos eum ple un designio anterior. Por eso, melancélicos 0 gesti- UN 11nR0 ninosieLA 16 eulantes, pasan siempre en acttud punitoria camino del terrtorio predestinado, Sin embargo, a pesar de ese conflicto odioso, no son pesimistas. Acontéceles To que a los tisicos que en la tmafiana del dia de st muerte forjan proyectos de en- suefo para el porvenir. De ali que sean easi siempre sentimentaes, con In nostalgia un tanto rencorosa que les inspira el recuerdo de la destemplanza originaria de tos abuetos, y Ia melancolia proveniente de la pre- cioncia de sus destinos, y de saber que, sin embargo, sus anhelos no estén tendidos hacia esos destinos Bajo esa influencia obscura vive sobresaltados, tratando de deseubrir, en los confines del bien y del mal, eududo son y cundo no son ellos; exindo estén ¥ etiindo no en su propia responsabilidad y dentro de su conciencia; pues, gozando en absolito de sus fa- cultades directrices, poseen na peuetracién asombro- sa para anlar el confito interna que los atormen- (a, “el fardo de to incomunicable” que decia ‘Tomé dle Quincey Son hombres que sufren y que aman; que hacen subtic y que se hacen querer. Son almas deformes pe- yo no malas, Son peoces y mejores que cada uno de nnosoteos, Hasta son ellos, porque son desdichados. Dignos de envidia_y de léstima, Son de este tiempo y sot: remotisimos ciudadanos de todos los paises. ‘Tie 6 HORDERLAND nen la edad de todos, :Quitn no se les parece un po- co? Are you saved? —Hay una objevién preliminar que hacerte, — di- je, como diltima teatativs, — la que opusiera Anatole France a Hamlet: “Obligas a la gente a pensar, y ese es un error que de ninguna manera se te perdonard aq —Objecién formidable, simi libro no fuera otra cosa que teorias filosifices dialagodas, Mas a parte del interés dramatico, encierra Ia invencible atraceién del espanto, ¢Hay un aliciente mas tentador? Mira: Jos homibres de todos los tiempos complaciéronse en cultivar terrores desconocidos que incorporaban a sus ritos y a su arte, Maleficios, obsesiones, “tedium vi- tw”, no son sino distintas fases de una sola influen- cia, que vemos bajo diversos aspectas siguiendo las transmutaciones de la sabiduria, pero que, en si, es siempre la misina: Ia eterna angustia humana ereada por el misterio del mis alli—fuga moriis—j y por las acechanzas de los seres que viven en ef mis alli — los habitantes de Shadowlond. A ella se deben desde Jag supersticiones ingenuas hasta los eraditos relatos del mal finisecular. Por eso cada época tiene si lite ratura de tribulaciéu, Hoffmann, Poe, Baudelaire les charmes de [horreur n'enniveent que les forts”. ‘Sélo que dicha influencia va torndndose cada vex mis ‘uN Lingo mipostnur ea éifusa, La supersticién suponfa wna accién obscura pero personal. Era el terror a-un espiritu, con pasiones y actos de hombre, misericordioso para con estos y cruel para con aquellos, Irritabasele @ contestabascle segiin el grado de atencidn que se fe prestaba 0 el ho- nor que so le rendia, Pero siempre mal humorado, hostil a la alegria humana, De alli que se le desagra- ‘viata sactificando una parte de ese placer para que consintiera el resto, Cuando eseribia el primero de aquellos, aun era facil encontrar frescas las raices ide las supersticiones, por eso el terror de sus cuen- tos fantisticos proviene de una aecién preternatual Deseparecida Ia £é, el maleficio murié con ef demonio. ‘Ya en la obra de Poe los fantasmas son menos obje- tivos. Es la perversidad primordial, el “primum mo- vile” el que impera, La alucinacién reemplaza al fan tasma, Pero siempre siguen siendo historias extraor- dinarias, Palacios encantados, paises fantisticos, mu- jeres extraterrestres, Lego vino Ia efimera literatue ta de detectives; mas Scherlock Holmes fué tan ht- Dil en sts inducciones que ya no tubo porque tener miedo. ¥ el rmundo «que no encontraba ya de qué horro- rizatse, ni de qué asustarse, enfermése de tedio. Viajo de un lado 2 otro, bused el olvido en la inguietud, en log refinamientos, en los paraisos artificales, en las y para huir de ta eterna angustia hu perversiones. ‘mana, aristocratizada en spleen, vivid como nos een fa Jean Lorrain, dilapidando sus, energias, infectén- dolo todo, gastindolo todo. Mis personajes son os nietos de esos agotados, ‘i La newrastenia, la melancolia yutil, ef ‘spleen, las ‘obsesiones y los delirios — desvarios de las vidas ocak tas que anidan en nuestras almas—no son enfermeda- des de Ia literatura, sino del individuo y de la época, Crecieron junto con el progreso y son, por tanto, flo- res de civiizacién. Concibese que stirjan en las obras de arte, ya que la estética no pertenece a la inteli- geucia sino a la sensibilidad. Pero para externar esa vida interior, sobresalta- da, angustiosa, de eterno conflicio, — continué Ad gusto en pleno deliquio — era necesario estudiar es- tados de alma ptes fos signos exteriores son por to general eseasos, ya que quien sitfre esa dannacién, asi como se defiende en si mismo del pensamiento in- truso, trata de despistar 2 Ia sociedad; cosa tanto més ficil cuanto que conserva su eguilibrio intelectual Habia, pues, que observar estados de dinimo, sorpren- derlos, 2 pesar del disimulo y de Ia tactiea ocultado- UN LIBRO mPOEID 8 ra. Y como comprenderis era una obra casi iereali- sable. Por mi parte algo podia hacer. Los afios agitadas y aventureros de mi vida, la hiperestesia que me co- hnoces, formatan um substractum bastante apto para en- carnar esas vidas ocultas y completar con el examen de smi propia tribulscién Tas impresiones que debia trans mitir. Propenso a los ensuefios, al sollaquio, no me fu dificil tensionar mi espisitu y aguzar atin més mi sensibilidad para vivir virtualmente, por algiin tiem- po, mis desdichados personajes, De esa manera logré una serie de estudios y bocetos que jams pude orde- nar. Veriis por qué. Mas, no obstante fa adquisicién de esa nueva moda- lidad espiritual, los cuadros quedaban incompletos. Un conjunto innumerable de sensaciones preciosas es eapaban 2 mi observacién. Ante el relieve y vitali- dad con que mi espfritu coneebia los personajes mas- culinos, las mujeres de mis episodios resultaban simple- mente esquemiticas. ¢Quién podia darme ese tesoro inapreciable? No hastaba solamente encontrar un es piritu extrasensible, sino un espiritu eapaz también de analizar sus emociones y sus sentimicntas, Por eso, durante cierto tiempo, me dediqué al estu- dio de los fendmenos inconscientes. y del automatis- mo psiguico, a fin de poder insinuarme, infiltrarme 80 ‘BonDrALaNn cen Tos espiritus, y observar asi el espectécule quiméri- cco de las vidas interiores, Cuando me volvi y hallé a Mario parado detrés de 1m sill, le juro, Sefiors, que me puse a temblar como tun malhechor. El pobrecito mirdbanos en silencio, temblando bajo su camis6n de batista, y grandes lige smas cotrian por sus mejillas lividas. {M’hijo! ;Por Dios! — grité Augusto levantan- dose de un salto, — 2Por qué has hecho esto? ‘Tomélo en sus brazos y quiso llevarlo nuevamen- te a su lecho, Entonces Mario, que no habia dicho una palabra, que no tuviers ne queja, solloz6: —iNo papA! imo pap! Yo te quiero mucho... No sme Hleves all. —Si, Augusto — dije, — consiente... Ya ves que no pucde dormir. zPor qué no se lo dejas a Rosina? Yo mismo podria ir. Mario desprendiése del culo de su padre y tuvo UN LIBRO BePosmmLn a para mi una mirada de inmenso reconocimiento que me helé, porque era la mirada de un hombre a quiea- salva de un suplicio atroz, ienes razén; pero iré yo mismo — repuso Au gusto. ‘Tomé def soti una piel de zorro gris, envolvid en ella al nifio, y se dirigiS hacia el piso bajo para en- tregirselo a Rosina. ‘Quedé solo, Nuevos relimpagos inundarom Ia cé- mara, Quise cetrar fos postigos para evitar esa cati- sa de sobresalto fisico, pero los ventanales de vitrawe carecian de ellos. Y no tuve mis remedio que quedar- me alli, viendo e6mo aquella luz livida y azulada en- volvia en tonos quiméricos muebles y tapicetias. So- bre todo ese camarin violeta, donde resallaba, como un cuerpo mity tenue, 1a tinica misteriosa que era como una espuma de seda 0 como wna llama blanca, —Mi arte debia ser de una simplicidad natural en a descripcién exterior, y ef resultado de un anélisis minucioso, de innumerables observaciones en lo espi- titttal — dijo Augusto reanudando sus teo sinada hubiese pasado. — Uniendo esas dos impresio- fe PORDERLAND ses Hegaria a un reslismo sutil, de cierta manera and Jogo al que prociams the sacred seven, Hs decit: vex sista no sélo en las representaciones vi nas, aclitdes, fisonomias — sino también en las rea- Fidades de la vida interior — conflictos sentimentates ‘© morales; de suerte a dar, en una sintesis preponde- rante, la exactilud del momento. dramteo. Claro esté que semejante propésito imponiame un trabajo inaudito, Para aleanzar esa simplicidad subli- me, requeriase una intensidad pereeptiva, na parti- cular sutileza de sensibilidad, que me permitiera. de- dlacit de las propias sensaciones y emociones as reali- dades de vida interior en los demis, Nosotros ignora- mos muchos fenémenos y formas de Ja vida porque ros falta el sentido correspondiente pasa notar sus cualidades especiales. Ah! ti ignoras el enjambre de ‘vidas virtuales que nos rodea. Todo esprit linda con cl mis alli, Y para aquellos que lo merecen, hasta en fos sucedidos mis nimios se manifiestan tas vidas ocul- tas, Hstin en todas partes, nos acompatian a todas par- tes, Se identifican con nosotros, son desdoblamientos dle nosotros mismos, son almas de nucstrasalmas. Son Jas que dispensan las alegrias espontineas, y las que nos exsombrecen repentinaments con angustias sin motivo. Es el subitinen recuerdo de la ausente, son las caricias que flotan en el aire, fas melencolias que UN LBRO IMPOSIBLE a deseienden en Ios crepiisexlos, son las voces que tos Haman en el silencio. Soa las que presiden las horas ‘supremas del amor y de la muerte, Para apreciar estas vidas que tan gran importan- cia cobran en fa direccién de las nuestras, debia formarme un sentido nuevo como el que tienen para las presencias ocultas los sondmbulos, los videntes, ¥ los hipnotizados, La inteligencia sola no basta. Bs un error creer que pensamos tinicamente con el cerebro, Hay que pensar con todo el ser por media de las sen- saciones y de las emociones. Asi como Ia sensacién es el primer signo de Ia vida orginica, y por ella se ordenan nuestras relaciones con el mundo exterior, asi Ja emocién — primer estado de conciencia — es en la vida espiritual la invitacidn a la idea. Ta idea que te~ nnemos de algo no es otra cosa que ta asociaciém de muchas sensaciones pasadas al estado de imigenes, Por eso siempre que pensamos concretamente, Io ha- cemos eon objetos, o con imagenes de objetos. Hay un endmeno psiquico que fo confirma: las ideas s6lo som contagiosas cuando tienen wn valor representative, Para formarme tal sentido, comprendi entonees que debiacomenzar corporizando, es decir: sensiili- zando mis ensuefios, y espiritualizando his sensacio- Durante meses y meses — gesticulé — en el silen- u BORDERLAND cio, con Ia perseverancia de un santo, con probidad se- vera y amor profundo, armado de pies a cabeza de voluntad, diseiplin€ mi espfritu para aguzar la percep- cidm sutil que requeria el prodigio imaginado, y sor prender en mi mismo fa participacion de las vidas mil- tiples que me rodeaban — su signo recéndito — pene- trando en su substancia: en el misterio de las sensa- ciones, de fos sentimientos, y de las emociones, a fin de levar mi arte adonde nadie todavia ha imaginado. fin ese examen continuo de mi mismo, Hegué a intuir ‘otras mil vidas, tan cierto es que cuanto mas se cree mismo tanto mas se obra sobre los y se obra en ftros, ;Ab, euando sepas a To que llegera! Faltabame Gaicamente fa jntimidad de un alma ge- mela, n0 silo porque en la meditacin y el examen en comin se penetra mucho mis finamente en st mismo, sino también para cultivar en ella las reacciones ex- ‘quisitas agenas a mi vida interior. Adivinaba Ia exis- tencia de seres extraordinarios que habitan natural- mente Jos confines misteriosos de Ja naturaleza, por- que sfendo muy simples, poco individualizados, se ha- Ilan mas cerea de lo inconseiente. Seres que tisnen por imisién mostrarnos fos prodigios, y que sin abdiear de su voluntad, gracias a cierta facultad de disgregacién, pudieran servirme para enearnar esas vidas errantes 'y ocultas. Baudelaire se acerca a mi idea cuando dice: vw Lipno nsposiwia, 5 “Ja mujer es fatalmente sujestiva; vive de otra vida 1a mas de ia propia; vive espiritualmente en las ima- iginaciones gue ella frecuenta y que ella fecunda”. ;Tmaginate Ia suprema felicidad de gozar de si en otto, de ver su perfeccién reflejada en un alma que se de- ja sorprender! Un prescntimiento pertinaz, que en realidad fué ia, alentdbaine con Ia esperanza de encontra Ja un dia, de improviso, en mi ruta, Era na aspira- cin imprecisa todavia, hacia Ia conjunciéa con wna fermineidad que, siendo complemento intelectual y mo- ral de mi ser incorpéreo, se desdablase, sin embargo, fen su vida afectiva como para obseguiarme con las tonfidencias de sus emociones y permitiera, 2caso, florecer el amor entre uno y otro. ‘Debia ser, pues, fo modelo, tanto para las persona les reacciones del espiritu, que casi siempre equivoca- ms, como para las genérieas, una vez gue lograra ha~ cerla vivir las existencias virtuales de que te he fae Dlado. —2Y cémo conseguirias esa copia interior? —Ficilmente: se ha dicho que la representacién de tun movimicnto es ya an movinniento que comienza, un movimiento “en estado de nacimiento”; nada se opo- ne a que la representacién ordenada de una emocién Tioga nacer esa misma emocién, Es una ley universal 8 — sostiene Espinas — en todo ef dominio de la vida inteligente, que [a representacién de los estados emo- cionales provoca el nacimiento de los mismos en el testigo. La emocién no es sino el estado de concieneia de los. signos exteriores que el vulgo considera como efectos. Quiero decir que las formas de expresién, no sélo externan el estado del alma, sino que son una par- te virtual de los mismos, Eneuentras, por ejemplo, a tun sujeto presa del miedo mis terrible, Msti. desen= eajedo, tiembla como un pobrecito, suda frie y des- fallece. Si le obligas a marchar, enjugas sus sudores, y le ordenas que no tiemble, en una palabra: si lo le- vvantas fisicamente, vers cémo, aun subsistiendo Ia ‘causa de espanto, el hombre se anima y se trangui= liza, Si por tal medio llegaba a poner bajo tos ojos det lector los estados de conciencia, su emocidn seria per fecta, No sé si me explico: Yo he invertide el posta lado de Leibnitz de esta manera: “Nada se realiza en fos cwerpos como si no tuviesen almas”, Toda repre- sentacién mental, todo acto psiquico, tiene un equiva lente expresivo: movinientos, gestos, sudores, palide ces, ‘Todos, para un orden habitual de ideas o de emo- ciones, empleamos determinadas actitudes, miradas 0 entonaciones de vor que, varianda en matices, conser vyan, no obstante, ana fisonomia fundamental, wna es UN LIBRO mepostBLat st pecie de parecido expresiva, Gracias a ello presenti- mos lo que se nos va a decir y adivinamos lo que se pos ocuita; gracias a ello, un cuadro deja de ser un ‘caprichoso adosamiento de pastas y colores; gracias allo el orador y el actor son menos histriones, Quie- ro decir que detorminadas actitades eugiérennos siem- pre las miismas ideas o despiertan en el que las pre- sencia los anismos estados de alma del interlocutor. En tal sentido empleaba yo Ia modelo. Esto constituia una revolucién literaria, Desde Ho- mera, el procedimiento ha sida nico: ef doctrinado por Lessing. En lugar de reproducir objetivamente las cosas y las personas, transmitese la impresién cau~ sada en el espiritu del narrador. Elena era tan bella ‘ue, a sit paso, temblaban los ancianos de Toya. Aho- ra bien: a través del espivitu del autor, tas impresio- nes se desvirtdan en muchos casos, por las reacciones individuales. 2Quieres un ejemplo? zPor qué el des- nudo, siempre easto en Ia estatua y el cuadro, n0 Lo ces en la descripcién de un literato? Porque este ilt- ‘mo, al seflejasto, agrega instintivamente, inevitable mente, 1 poco de su voluptuosidad. Es por eso que todas las descripeiones literarias del desnudo pe~ can de “deshabillé”, —¥ zcémo infendirias esas existencias quiméricas en la modelo? 88 BONDMRLAND. —Beaunis ha dicho: Se puede manejar el alma hu- ‘mana coino se pulsa un instrumento, Hay que saber pulsarlas, y ya te dije cémo me experimentara antes en [a mi iA fuerza de sugestion? No de la sugestién o, mejor dicho: muy poco de la sugestin. En una especie de comunicacién interce- rebral , de alma a alma, que generalmente se manifies- ‘ta por ias vias de la inconsciencia y de tina manera im- prevista y sin que se requiera entre los dos seres uta relaciéa previa, Rara ver interviene la voluntad. La st~ gestién supone un espltity amorfo, por cuanto su po- sibilidad depende del grado de disminucién personal ‘que se ofrece al inflajo imperativa, Tampoto es la imi- tacién inconsciente, especular, de los contagiados men- ‘ales. Hs la facultad de rvencarnar otros espiritus, pa- ra cuyo prodigio reservibame Gnicamente un poder ‘sogestivo débil como fuerza de freno, direetriz, de guia. Esa modelo buseaba, —Que no bubieses encontrado. . —aPor qué? ¢Cémo no encontrar una mujer que ime hiciera espiritualmente la donacién gue para otras tantas obras maestras hicieran Carlota Fossetta, Paola Borghese, Diane de Poitiers, Lady Dighy? ilmaginate ahora, si puedes, con qué palpitaciones de entusiasmo, con qué fervor de agradecimiento des ON HDR UAPosiEm 9 cubrisia aquella tarde en Jos jardines del Quisisana ala criatura éxcelsa que en vida se Ilainé Anna Maria! —Vacité fargo tiempo, hasta que en una noche inol- vvidable de lagrimas y de besos, pediselo como se piden fas gracias divinas. Anna Maria consintié jubilosa iAb, qué buena erat Y fué en este mismo recinto donde vivi las horas resplandecientes que en vano trataria de narrarte, No puedes siguiera presentir la voluptuosidad de penc- trar en un alma, asistir a sus més intimas trasmuta- ciones y regirla, envolverse en ella, deseparecer en cllay ser otro.... ;Imposible, Imposible! Como ademis de su estupenda imaginacién repre- sentativa, sw alma lindaba siempre con el més allé, bastibame, pata verla encarnar una vida imaginaria, con hacerle una descripeién exaltada del momento pa- tetico. Recogiase algunos minutos en la penumbra de ese camarin, y un temblor imperceptible recortia su 0 BORDERLAND cuerpo. Poco después ella era la otra, fa imaginada Por e30 he dicho encarnar. Alli no habia sugestiones, sino una verdadera transfusién de espisitus, Sentio comio Is otra, stfria 0 alegrabase como ta otra, su vor cambiaba de timbre y hasta sus facciones sugerian Ia fisonomia virtua Al priticipio nos distrafamos, a veces, con la sens cién fisiea de nuestra realidad, pero poco tiempo dev pués, de tal manera llegamos a fandir oa disociat nuestros espiritus, que realizibamos absolutamente ef ppeligroso prodigio, Una especie de armonia estable- cidse entre nucstras almas, permitiéndonos sentir el tuno en ef otro en estados andlogos, lo que unido a la facultad de sentir tas otras vidas, eonvertianos uno en dos y mites en uno ‘Tal naturalidad habiamos adguirido insensiblemen- te que, a menudo, sufriamos verdaderas disoluciones de muestra personalidad en Ta de otros seres, dejando, fn cierto modo, de existir. Asi como te he dicho que quien se embriaga con haschisch Tega a creerse y sentir, fen el objeto que contempla, asf nosotros, a fuerza de incorporar otras vidas en Ia nuestra, coneluiamos fam bién por adoptar sus sentides y hasta sus fisonomias, porque toda sensacién es una presencia. Al iiltimo tt vvimos que suprimir los espejos para no sorprendemos, ¥en verdad, yo no sé qué facciones tengo ahora. UN LBRO miPoSIPLE 1 Laaego, junto con ese desdoblemiento espiritual, ad- quirimos fal sutitera de sentidos que el mundo exte- rior abriase @ nuestros ojos-hasta en sus significacio- nes mis recénditas. Tan cierto es que la suntuosidad de las cosas depende tan solo del ardor que por elas tenemos! ; Hasta los objetos inertes revestian aparien- cias muevas ¢ inesperadas! {Oh, si supieses que ferti- lidad de imigenes! Mis cvadernos de apuntes flore- cfan de ella... Pero es misma facultad extraordi- niaria causé el desastre de mi vida, A fuerza de malear mi sensibilidad la he agotado. Te prestado mi yo a tantas vidas quiméricas, que mi alma ya no es mi Hie vivido tantas emociones contradictorias, he refle- jado tantos rostros, he vibrado en tantas sepsaciones, 4que ahora mi vida la encuentro en todas partes, me= rnos en mi, Y no sélo por esa dispersién de espiritn carezco de unidad personal, sino que, no pudiendo con moverme sino disgregindome, ahora el mundo exte- rior eg para mi un enigma frio. Puedo decir que ya he desaparecido; que, fisicamente, soy lo mismo que sa ftinica,.. Mi alma esté en las manos impalpables de Ella. ; Pronto la tendr& para siempre! —iOb!, ;no desvaries! ‘Tu mal lo debes a este ais- Jamiento y 2 esta inaccién. ‘Trabaja, vuelve en ti, en- tra en Ia vida, y ya verds céto desaparecen los fan tasmas.. o2 BORDRRLAND —'lrabajar, trabajar! jqué comodo resulta dicho por ustedes....! Trabajar jpero si no puedo! Co- mienzo a escribir, mis ideas son claras, la expresién facil y fiel. De pronto un detalle de estilo me detie- ne y mis ideas se confunden. Una profunda obscutr dad mental sucede a la lucides del principio; un pe- so enorme gravita sobre mi cabeza, y ya me es impo- sible escribir una linea ‘mis. Ea un segundo ha des- aparecido toda relacién entre Jas imagenes y ta facul- tnd de expresarlas, Las ideas abstractas todavia puedo transimitirlas con algin esfuerzo; pero cuando trato dde reproducir estados de alma 0 copiar un paisaje, me agito en la impotencia mis absoluta, He perdido la ‘comprensién de las imigenes. Veo un paisaje, imagino tun drama, siento as pasiones de les protagonistas, pe- 70 no puedo deseribir aquél, ni transmitir éstas, Ast ‘como los afisicos épticos ven un objeto y, reconocié dolo, no pueden dar con su nombre, en el orden st pperior de mi castigo los objetos y los seres no despier- tan en mf la imagen sensible correspondiente, Dejo de reconocer el sentido, tanto del mundo exterior como de 10s estados del aluma. Lo animado, — a forma, el color, la emocién — desaparece y no me queda més que el esquetna, Veo las cosas coma dibajos geométricos, Siento una impresién y no puedo deducir una idea, Uw TARRO APORLRLE % Cuando deseribo to hago de la manera servil de los caleos. Y no es una lesidn cerebral: conservo intacta fa no- cid de Ja palabra y la mecdnica del Ienguaje, ya lo ves... Bs algo mis grave, Es que en aquella comu- nién de espiritu tan intima, tan total, he perdido par- te demi alma: la sensible, Auna Maria se fa lev6. Rés tame lo gue basta a los demas hombres para vivir: fa razés -—1Exageras! — interrumpf con forzada sonrisa — Lo que te falta es voluntad y te ha sobrado orgullo, como desias en tu carta, Vuelve 4 escribir —-No puesio, no puedo... Y jcosa desesperante! siempre el obsticulo reside za que no adivinas en qué? —2En qué? En el adjetivo, No puedo califiear, no puedo sen- sibilizar Ta frase, ;porque yo mismo agotara toda sen- sibilidad en mi! ;E1 adjetivo! ;Ah, no es tan silo Ia ‘tinica transparente que viste y colorea el concepto substancial, es mucho mis: es la fisonomia del verbo! Es como esa tinica que, a veces, corporiza una vida! ‘Aquello eta ya el delirio y comprendi que no debia pronunciar una palabra més. Solamente pedia at cielo uerzas con qué sobrellevar ese momento y, sobre to- fio, que me salvara de la tentacién de esa demencia, pes, a pesar de mi Iucidez, a veces Megaba a conta yy, asi mismo, ésta ya vacila o BORDERLAND sgiarme al punto de admitir tas divagaciones de Aue gusto como posibles y reales, Después de su tiltima frase habiase quedado absor- (©, con la vista fija en el camarin. Levantése lenta- ‘mente, como para no desvanccer un prodigio que se anuucia, y tomdadome de la mano obligéme a seguir Te hacia ef fecho de descanso. ; Aquella mano laminas, pilida y ardorosa, estremecia hasta los tuétanos! Un silencio profundo escoltaba nuestro avance. Afuera to- do estaba inmovil, todo callado, todo inerte, y a través de fos eristales filtrébase una livider de aurora. De- bia ser muy tarde, de madrugada, aunque esa Iz fue- xa més bien vespertina, Yo temblaba de pies a cabeza, ‘Vatias veces tuve 1a sensacién de que alguien tocase mi hombro, y en la cara sentia, de ver en cuando, una impresién parecida a esas gasas impalpables que traen (os vientos del verano, y que los campesinos laman Baba del Diablo. Cuando ya ibamos a llegar se detuvo y, casi al ofdo, me dijo: Ahora, que ya fo sabes todo, escucha mi gran se- creto, mi crimen. Durante afio y medio, em las encar- naciones de que te hablara, colagué 2 Anna Maria en todas las tragedias del espiritu, en todas las tribulaci- nes de la vida, para sorprender en sus ojos y en sus palabras, sus sentimientos y emeciones.,. Sin em UN LIBRO uiPosteL 9% argo, nunca me atrevi a sugerirle fa suprema angus: ia humana. Pero tna noche de tormenta, como esta, tuve tun deseo incontenible, un aciago deseo, de s ber lo que sentitia en ese instante y le dije: “Anna, oye: isi ti me vieses de pronto enlogueser y saltar sobre ti como uma fiera, y con estas mis manos ate- sinas — ves, com estas manos ~ estrangulatte, ti sentirias....!" Ella se puso muy palida, miro mis manos largo tiempo con ojos despavoridos, Ilevé las suyas a su garganta desnuda, entorné los pirpados, anudésele la garganta en un sollozo, y dijo entrecortadamente —"\Te perdonaria, te amaria siempre, y me iria Su palidez tMeg a un tone de transparencia, abriéronse sus pupilas en una mydriasis resplande- ciente, y no volvid més, {Se me fué! jSe me fué! iComprendes ahora toda Io nefando de mi crimen? 4No me abofeteas? No me eseupes? Pero, dime: scomprendes? Augusto! ;Por amor de Dios! — implo smirarl, ~2Comprendes? Yo sabia que apenas un débil, muy débil vineulo la unia a Ta vida, y yo mismo Jo quebré. Le dije: “zves? yo te comprimo hasta sofocarte, — eso si, no Tlegué a tocarta, jte juro! — tit sientes que

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