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Duelo Normal y Patologico en APS
Duelo Normal y Patologico en APS
CUADERNOS DE
PSIQUIATRIA COMUNITARIA Y SALUD MENTAL
PARA LA ATENCIÓN PRIMARIA DE SALUD
Nº 1
1. Introducción 3
El duelo y las experiencias de pérdida
2. Concepto de duelo 4
Epidemiología 5
Perspectivas 6
Psicológica
Psicosocial
Social
Suicidio 14
Evaluación clínica 14
5. Abordaje terapéutico 15
6. Tratamiento psicofarmacológico 15
8. Bibliografía 16
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Introducción
El objetivo de un sistema moderno de atención a la salud mental es el aportar estructuras
asistenciales que satisfagan de manera integral las necesidades de tratamiento y prevención de
la enfermedad mental a un menor costo posible. En este sistema, la atención primaria
desempeña un papel fundamental, así, el médico de atención primaria, que hace poco años era
visto como filtro de los pacientes psiquiátricos hacia los servicios especializados, se ha
convertido en la figura clave para el diagnóstico y tratamiento de trastornos mentales como el
que se abordará en el presente trabajo.
El sistema de atención nunca se ha ocupado del apoyo al duelo, ni del estudio de sus
respuestas, menos aún de su prevención. Se actúa sobre hechos consumados e incluso en el
caso de petición expresa de apoyo, el profesional está acostumbrado a diferir esa
responsabilidad. De otra parte el paciente tampoco espera el apoyo que precisa porque
culturalmente no lo identifica con ayuda médica y sí con religiosa en el caso de que sea
creyente. En nuestro medio, la atención al duelo ha tenido siempre un carácter religioso,
realizada por el entorno de vecinos, familia y amigos.
Es imprescindible que el médico de atención primaria esté alerta para identificar los síntomas y
signos secundarios a un proceso de duelo, acompañar a los pacientes que lo comuniquen o
pidan de nuestra ayuda, atender las desviaciones patológicas y trabajar en las situaciones en
que es más frecuente la evolución mórbida del duelo y valorar la posible aparición de psicopatía
que precise de ayuda más especializada.
Cada enfermedad, cada pérdida física o funcional representa un duelo mas o menos grave y
duradero.
La pérdida de una persona cercana implica un sufrimiento profundo que puede tener efectos
importantes en el estado de salud de las personas. En la atención primaria a menudo nos
encontramos con expresiones o confesiones directas de duelos o pérdidas, o con los síntomas
a veces somatizados, inadecuados o insuficientemente elaborados.
El duelo se presenta con bastante frecuencia en atención primaria y de ahí su importancia para
su buen diagnóstico y manejo.
Se calcula que aproximadamente un 16% de las personas que han padecido la pérdida de un
ser querido presentaron un cuadro de depresión durante un año o más después del
fallecimiento.
Aunque las formas de respuesta emocional a la muerte, son diferentes según el marco cultural,
en los países desarrollados, han surgido nuevas situaciones relevantes como son, las
reacciones de aflicción por la muerte de un neonato, las reacciones por el fallecimiento de
jóvenes por accidentes de tráfico, los enfermos de SIDA, o patologías como la enfermedad de
Alzheimer, que han requerido cuidados prolongados, etc., provocando una progresiva
“medicalización” como soporte de la respuesta de adaptación a la pérdida sufrida, ante la crisis
de otros dispositivos tradicionales de tipo religioso y cultural en la sociedad occidental. Es
igualmente relevante señalar, las complicaciones potenciales que una reacción de duelo
anormal, puede provocar, destacando entre ellas el abuso de fármacos, alcohol y drogas, el
aislamiento social, la aparición de patologías ansioso depresivas e incluso el incremento de la
mortalidad y suicidio, más común entre viudos y ancianos afligidos.
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Concepto de duelo:
Duelo es un término que, en nuestra cultura, se refiere al conjunto de procesos psicológicos y
psicosociales que siguen a la pérdida de una persona con la que el sujeto en duelo estaba
psicosocialmente vinculado. Habitualmente se considera como modelo para los procesos de
duelo los que acompañan y siguen a la pérdida de una persona amada. Psiquiatría en Atención primaria
1999.
Autores han realizado aportes relevantes para el conocimiento de las reacciones de duelo,
entre ellos:
El concepto psicoanalítico, postulado por Freud (1912), en que el duelo hace referencia a la
“pérdida del objeto amado”, incluyéndose como pérdidas objetales, tanto la muerte de un ser
querido como la ruptura sentimental o la pérdida de empleo, estableciendo la diferencia entre
aflicción y melancolía, en que el afligido cumple el “duelo”, al negociar con la realidad, admitir la
irreversible desaparición del objeto amado y liberar el deseo para buscar nuevos objetos de
amor. El melancólico rechaza la idea de la pérdida, se identifica con el objeto y retira su deseo
del mundo.
Bourgeois (1996) concibe el duelo como “la pérdida de un familiar y/o un ser querido con sus
consecuencias psicoafectivas, sus manifestaciones exteriores y rituales y el proceso psicológico
evolutivo consecutivo a la pérdida”, que denomina trabajo o elaboración del duelo.
Melanie Klein (1935)refiere que el proceso de duelo también es aplicable a los procesos
psicológicos y psicosociales que se ponen en marcha ante la pérdida, frustración proveniente
de seres animados o entes inanimados o abstractos como la pérdida de un ser querido, ante un
fracaso personal, ante la necesidad de separarse de un lugar de trabajo, de una parte corporal,
o sea, ante la “Pérdida Afectiva”.
En general se prefiere hablar de funeral y del luto para referirse a los aspectos y
manifestaciones socioculturales y socio-religiosas de los procesos psicológicos del duelo y
reservar el término duelo y procesos de duelo para los componentes psicológicos, psicosociales
y asistenciales del fenómeno.
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posterior o bien estrechar la relación entre el moribundo y el doliente intensificando el posterior
sentimiento de pérdida y complicando la correcta evolución.
Epidemiología
Entre5 a 9% de la población general sufre la pérdida de un familiar cercano cada año y cerca de
un 20 a 25% de las consultas de Medicina General son personas que han sufrido una pérdida.
Un 85% de personas mayores de 60 años sufren episodios depresivos desencadenados por
acontecimientos vitales
Un tercio de las personas que experimentan un duelo presentan trastornos en su salud física
y/o mental y alrededor de un 25% de los viudos experimentan depresión clínica y ansiedad
durante el primer año luego de la pérdida. Esto baja al 17% al final del primer año y sigue
bajando progresivamente
Posteriormente a una lucha por recuperar lo perdido que dejaría de tener sentido cuando la
perdida es irreversible, en cuyo caso el duelo sería la respuesta cuya función tendría por objeto
recuperar la pérdida al no disponer de otra respuesta. Sería como si evolutivamente la perdida
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irreversible no estuviera prevista, sería como un error de aprendizaje por el cual el ser humano
no tiene bien aprendido que su existencia es limitada.
Estas emociones universales son ofrecidas por todo tipo de culturas. Y no son sólo del hombre
pues según diversos autores, ira, desesperación y desesperanza provocadas por la pérdida
también ocurren en otras especies. Debe existir algún entramado biológico subyacente que
explique todo lo anterior y en consecuencia existirán circuitos cerebrales que les den soporte y
justificación.
Perspectiva psicológica
En toda vida humana en su avance o desarrollo se producen pérdidas, en este sentido, la vida
humana y el crecimiento o desarrollo psicológico pueden entenderse como “un conjunto de
procesos de duelo escalonados”, no es posible evitar los duelos, pero la reacción ante ello
puede ser diversa.
Las primeras situaciones de pérdida de lo amado se dan desde los primeros momentos de la
vida o no con el destete, o sea, la pérdida del pecho materno (o la pérdida de la mamadera y
los cambios de alimentación). Posterior a ello, las pérdidas van a ser frecuentes y variadas y no
hay forma de evitarlas.
En general, desde un punto de vista psicológico se sabe que la falta de elaboración de un duelo
importante predispone hacia dificultades con otros duelos; un duelo insuficientemente elaborado
lleva a una cronificación del sufrimiento psicológico, a trastornos psicosociales y a la aparición
de diversos tipos de psicopatologías.
Perspectiva psicosocial
Perspectiva social
Las manifestaciones sociales y antropológicas del duelo y los procesos de duelo poseen tres
pilares fundamentales:
Es la expresión al nivel de grupos pequeños, sociedad, instituciones, que son vividos por
casi todos los miembros de esa comunidad.
La ritualización y las costumbres que implican, en una cultura lo suficientemente integrada,
tienen a “ayudar en el trabajo psicológico del duelo”, por ello la importancia de determinados
ritos como los funerales.
Por último, esos ritos y costumbres poseen una vertiente antropológica y social, facilitando
la comunicación, además dan ocasión a los vivos de congraciarse con los muertos y sus
familiares, de preparar nuevas relaciones a través de los actos sociales.....
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Estos ritos si no son excesivamente rígidos y ritualistas, ayudan en los procesos emocionales
de los individuos en duelo, es decir, poseen un valor emocional.
Poseen un “valor simbólico y comunicacional”, son formas de comunicación entre los miembros
y, con ello, son medios de cohesión social.
Aflicción: Define la respuesta, el estado emocional del individuo ante la pérdida. En este
término se engloban todos los sentimientos generados y que algunos autores acertadamente
engloban: pena, preocupación con la imagen de la muerte, culpabilidad en relación con la
pérdida, hostilidad con las personas más próximas a las que no se quiere ver, pérdida de
normas de conducta y ritmos vitales.
Pena: La pena es descrita como una sensación displacentera donde se mezclan: tensión en
cuello y garganta, respiración entrecortada, sensación de ocupación interior sobre todo en
pecho y abdomen, pérdida de energía, de fuerzas para cualquier cosa y sobre todo para vivir,
cansancio, rigidez, bloqueo mental y una sensación de malestar intenso, imposible de concretar
en ningún lugar del cuerpo, ni de comparar con cualquier otro.
Luto: El luto, llorar lamentarse, exteriorizar la pena, vestir, comer, acudir a la iglesia, visitar
diariamente la tumba, automarcarse socialmente y hacer notar los sentimientos, es una
necesidad para mantener el dolor abierto y en algunas culturas hasta una exigencia social.
Lo que sí debe ocurrir al finalizar, es que termine con éxito el proceso del duelo que permite
recuperar a aquellas personas que han vivido un acontecimiento traumático. Cada individuo, de
acuerdo con la magnitud de la situación, con la personalidad previa que posea, además del
apoyo de otros, llevará a cabo el proceso de manera particular. Su terminación permite a
aquellos afectados, volver a su vida normal, reconstruyendo su cotidianidad y utilizando esa
energía
Etapa Inmediata, de Impacto o shock: Se produce tras el estrés inicial de la muerte que
dura de pocas horas a una semana después del deceso. Puede cursar tanto con embotamiento,
falta general de motivación como con liberación emocional intensa con llantos, suspiros,
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parestesias y espasmos laríngeos, sensación de irrealidad, negación o incredulidad, no siendo
consciente de lo sucedido y mostrando una conducta semiautomática.
Es el momento de los ritos sociales y familiares del duelo que facilitan la resolución de esta
fase.
Desde el punto de vista psicopatológico, la ansiedad es la emoción predominante
produciéndose igualmente un estrechamiento del campo de la conciencia.
Se caracteriza por la aparición de una depresión reactiva con gran componente ansioso y un
intenso dolor. Inquietud, el paciente responde irritado con facilidad y hacia las personas más
próximas, médicos e incluso hacia Dios. A la vez que presenta apatía e indiferencia. No le
merece la pena nada y las cosas que antes le provocaban interés son indiferentes e incluso
odiosas. El vivir diario pesa como una losa y lo cotidiano le produce ya no sólo indiferencia,
sino displacer. Todo lo ve negro y la vida pierde su sentido, abandonando lo anterior, bien
actividades, ocupaciones, relaciones. El paciente se recluye en casa, tiene la necesidad de
vivir solo para el recuerdo de la persona querida y de aquello que lo representa, así como de
serle fiel con tal intensidad que todos los momentos y acciones del día deben evocarle.
Hay autores que dividen esta fase en dos incorporando una fase definida por depresión en la
cual comienza el proceso de aceptación de la pérdida despegándose progresivamente del
ser querido, liberándose de las disciplinas impuestas por la percepción constante de su
imagen.
En esta fase el apoyo del medico de cabecera al que probablemente frecuente por otros
motivos, es fundamental, ya que el paciente se siente incapacitado para pedir ayuda. Prestar
el apoyo emocional necesario, facilitándole al paciente momentos y oportunidad para que
exteriorice sus emociones y preocupaciones, incluso sus problemas sociales o económicos,
facilitando su comprensión y ofreciéndole ayuda personal o dirigiéndole a los servicios de
asistencia social.
La distribución de papeles en nuestra sociedad clásica hace que esta fase sea más llevadera
por la mujer que por el hombre. El marido tras el fallecimiento de la esposa se puede sentir
incapacitado, desvalido, impotente para soportar el peso del hogar y las obligaciones
domésticas.
Los rituales socio-religiosos han finalizado, la persona se encuentra sola ante la realidad de
la pérdida y frecuentemente con la exigencia social imperiosa de reincorporación inmediata a
su vida habitual: retorno al trabajo, cuidado de los familiares a su cargo, etc. Durante este
período el estado de ánimo es superponible al de un trastorno depresivo.
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Etapa tardía, de “recuperación” o reorganización: Aprende a aceptar la pérdida y el
hecho de que la persona amada ya se fue. Se produce al cabo de seis meses a un año, en
donde se retorna al nivel de funcionamiento previo siendo capaz el deudo de establecer nuevos
lazos afectivos. Disminuyen los síntomas mentales y somáticos, primero recupera el apetito con
ganacia del peso normal frecuentemente a los 6 meses, luego reaparece la preocupación por
la apariencia física, el deseo sexual y la interrelación social
Frecuentemente esta etapa coincide, con el primer aniversario del deceso produciéndose en
este período una intensificación emocional en la línea de la nostalgia, tristeza, llanto,
recuerdo doloroso, etc., que duran unos días y que finalmente marcan el final del duelo.
Con relación a la duración del duelo, existen grandes diferencias culturales aceptándose en
nuestro entorno cultural que la duración normal es aproximadamente un año.
La fuerza con que se expresan estas necesidades varía a lo largo del tiempo.
El duelo no complicado considera sus sentimientos depresivos como “normales”, aunque acuda
en busca de ayuda profesional, para liberarse de síntomas como el insomnio o la anorexia.
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La Asociación Americana de Psiquiatría (APA), señala, que cuando el cuadro depresivo persiste
más de dos meses desde el fallecimiento con síntomas característicos, se debe plantear el
diagnóstico de “trastorno depresivo mayor”.
Físicas
Daño al sistema de respuesta inmune, aumento de actividad adrenocortical, aumento de
prolactina sérica, aumento de hormona del crecimiento, desordenes psicosomáticos, aumento
de la mortalidad por enfermedad cardiaca (en especial en viudos ancianos)
Psicológicas
Depresión clínica, con o sin riesgo de Suicidio, trastornos de Ansiedad, escape a la
actividad, duelo Crónico, ausencia de Duelo, duelo Anticipado.
El criterio cronológico es el que se emplea con más frecuencia para diferenciar el duelo normal
del complicado como las preocupaciones y pensamientos sobre la muerte y el fallecido o la
dificultad para aceptar la muerte, son normales si se expresan poco tiempo después de la
pérdida, pero son indicios de complicación si persisten por un tiempo prolongado.
Se ha intentado establecer si existe algún signo o síntoma característico del duelo complicado
pero la variable expresión de las respuestas al duelo lo hacen difícil. Los síntomas que no están
relacionados con deterioro en el ajuste del individuo deben considerarse normales, y aquellos
que muestran riesgo de perturbar el bienestar y adaptación debe ser considerado como
indicativos de duelo complicado, como el nivel de rendimiento en sus ocupaciones y en su
desarrollo social.
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Horowitz y cols. (1997) realizaron un intento de delimitar el cuadro clínico y crearon un grupo de
signos y síntomas que podrían ser considerados como criterios diagnósticos del trastorno por
duelo complicado:
Recuerdos o fantasías intensivas relacionadas con la relación perdida
Períodos intensos de intensas emociones relacionadas con la perdida.
Anhelo y deseo intenso de que el fallecido esté presente
Sentimientos de soledad o vacío
Permanencia excesiva en lugares, actividades y personas que recuerdan al fallecido
Trastorno del sueño
Pérdida de interés en el trabajo, a nivel social o en las actividades lúdicas alcanzando la
mala adaptación.
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En esta clasificación se abordan las alteraciones en la intensidad ya sea por exceso (excesivas,
atípicas o de duración más allá de lo aceptado) y por defecto (ausencia de manifestaciones)
La incidencia y prevalencia de este cuadro clínico oscilan, entre el 5 y el 20 % de las
reacciones de duelo.
Bourgeois distingue diferentes modalidades de duelo complicado, alguna se superponen entre
sí.
Duelo inhibido: Se produce una “anestesia emocional”, con dificultad para expresar las
manifestar las emociones de la pérdida. No hay manifestación de pérdida. El componente
emocional del duelo es tan doloroso que el individuo emplea mecanismos que bloquean el
dolor.
Duelo prolongado o crónico: Con persistencia de la sintomatología depresiva, más allá de los
6-12 meses. El duelo se detiene en la segunda fase.
Duelo intensificado: Se produce una intensa reacción emocional tanto precoz como mantenida
en el tiempo.
Reacciones de aniversario anormalmente dolorosas: Más allá del primer año, se presupone
que las reacciones de aniversario, no deben conllevar un serio recrudecimiento de las
emociones.
2. Duelo psiquiátrico
Se produce la aparición de un verdadero trastorno psiquiátrico, cumpliendo todos los criterios
para su diagnóstico.
Hanus, señala la predisposición de las personalidades de tipo narcisista a sufrir esta modalidad
de duelos porque son particularmente sensibles a la pérdida de sus objetos amados. Distingue
varios tipos clínicos:
Histérico: El deudo se identifica con la persona fallecida, presentando el mismo cuadro que
motivó su fallecimiento.
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Maníaco: (Manía del duelo). Se produce un cuadro de excitación psicomotriz, hiperactividad y
humor expansivo que evoluciona posteriormente a un cuadro depresivo.
Diversos autores han centrado sus investigaciones en diferenciar entre los procesos de duelo
complicado y la depresión. De los cuales se puede concluir que el cuadro clínico de duelo
complicado abarcaría síntomas relacionados con el dolor de la separación como llanto, anhelos
y conductas de búsqueda del fallecido, continuos pensamiento sobre él, también se asocia a
elementos del trastorno por estrés postraumático como incredulidad, aturdimiento, y otros
relacionados con elementos generales de afrontamiento como aceptación de la muerte. El
núcleo central de este síndrome parece girar en trono al anhelo y a las rumiaciones, y aquellos
dolientes muestran mayor intensidad en estos síntomas, experimentando un duelo más
complicado. Por el contrario síntomas como la pérdida de autoestima, tristeza, sentimientos de
minusvalía, hipocondría, insomnio, inhibición o pensamientos suicidas se relacionan más con la
presencia de un cuadro depresivo.
Un 15 a 35% de las personas en duelo cumplen con criterios de depresión durante el 1º año
4 a 9 veces mayor que en la población general
Sólo un 17% de los pacientes con depresión asociada a duelo son tratados con Antidepresivos
La culpa por las cosas más que por las acciones, recibidas o no recibidas por el
superviviente en el momento de morir la persona querida.
Pensamientos de muerte más que voluntad de vivir, con el sentimiento de que el
superviviente debería haber muerto con la persona fallecida.
Preocupación mórbida con sentimiento de inutilidad.
Retardación psicomotor acusado.
Deterioro funcional intenso y prolongado.
Experiencias alucinatorias complejas y persistentes.
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Suicidio
El riesgo de suicidio se incrementa con la edad. Los ancianos son el grupo de edad con mayor
tasa de suicidios consumados por intentos de suicidio, especialmente entre los varones. Entre
los factores sociales relacionados con el suicidio, el matrimonio aparece como un factor
protector, mientras que la separación y la viudez son predisponentes. El estatus
socioeconómico correlaciona inversamente con la tasa de suicidios consumados. El aislamiento
es el factor sociodemográfico que con mayor frecuencia se asocia al suicidio, aunque la calidad
de las relaciones del anciano es un factor pronóstico más preciso que el hecho de vivir solo.
El 20 por ciento de los ancianos que cometen suicidio o intento de suicidio presentan consumo
abusivo de alcohol y el 10 por ciento problemas de alcoholismo crónico. La dependencia, la
pérdida de capacidad para adaptarse a los cambios, el sistema de valores del paciente y el
sentimiento de desesperanza, son también indicadores de riesgo suicida en los ancianos.
Algunos ancianos consultan por primera vez con los especialistas tras un intento de suicidio.
Evaluación clínica
A veces se dificulta el distinguir entre la reacción de pesar de la depresión mayor por lo que el
objetivo del médico de atención primaria se centrará en valorar:
Abordaje terapéutico
Se debe facilitar el que el paciente hable sobre el fallecido y las circunstancias de su muerte.
Propiciar la expresión emocional del paciente, siendo frecuente además de las vivencias de
tristeza, pesar o desesperación, los sentimientos de hostilidad hacia el fallecido y la cólera hacia
el médico o el hospital donde se produjo la muerte del ser querido.
Explicación al enfermo de que los síntomas que padece como: ansiedad, sentimientos de culpa,
preocupación por la imagen del difunto son reacciones normales y que desaparecerán con el
paso del tiempo.
Asegurar que aunque inicialmente puede ser necesario que reduzca sus compromisos laborales
o sociales, se debe facilitar el retorno a sus actividades habituales en un plazo de 3-6 semanas.
Recomendar el acompañamiento de familiares y amigos y facilitar la realización de las tareas
domésticas durante el período inicial.
En las reacciones agudas de duelo, la contemplación del cuerpo de la persona fallecida, evita la
cristalización de fantasías, imaginaciones o temores a lo desconocido, ya que para poder iniciar
el duelo, muchas personas necesitan la oportunidad de decir “adiós”.
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Tratamiento psicofarmacológico
Como antidepresivo de primera elección se recomienda los I.S.R.S. y entre ellos la Paroxetina
por su mayor efecto secundario de ansiolisis, pese a su menor vida media en relación a la
Sertralina. Y si ha de utilizarse benzodiazepinas, en especial, las de vida media larga.
Como ya analizamos, el duelo es un proceso común a todos los seres vivos que en algún
momento de sus vidas deberán padecer, ya que estamos insertos en una sociedad que nos
obliga a interaccionar con otros seres vivos y a establecer relaciones sentimentales con ellos.
Frente a la pérdida de “algo querido” inevitablemente se precipita el proceso de duelo, que será
diferente a cada persona y según la experiencia vivida, a las patologías mórbidas que posean,
etc. Serán capas de sortear este evento sin mayor obstáculo, pasar por el proceso de duelo o
quedar en el duelo no resuelto.
El rol fundamental del médico que se engloba en el Modelo Actual en Atención Primaria y en
Salud Mental, es lograr el diagnóstico precoz del proceso del duelo, rapidez en el inicio del
tratamiento cuando es necesario, y la incorporación temprana a sus actividades cotidianas.
Dentro de la prevención del duelo patológico sus objetivos se dirigen hacia los factores
precipitantes de la enfermedad, técnicas de consultoría (psiquiatría de enlace) y programas de
educación que ayuden a acortar el período de duelo, detener la evolución a un duelo patológico
y a promover un mejor nivel de salud mental para la comunidad.
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Es necesario la actitud activa del médico ante un paciente en duelo, no dejarlo como un
proceso natural de la vida, aunque así sea, porque hay riesgos de alargar este proceso
repercutiendo directamente en la persona y su entorno social como laboral.
Bibliografía:
Psiquiatría en Atención Primaria; José Luis Vázquez-Barquero; “El Duelo y las Experiencias de
Pérdida”, Libros Princeps- Biblioteca Aula Médica, págs 509 a 518, España 1999.
Kaplan, H. I., Sadock B. J., "Comprehensive Texbook of Psychiatry" Five edition, Williams &
Wilkins, 1989
Casarett D. et al., Life after death: A practical approach to grief and bereavement, Ann Intern
Med 2001; 134:208-15
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