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Yo no soy como Stanford

S. Giner
Contents
Title Page
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capitulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
No se permite la reproducción total o parcial de este relato, ni
su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en
cualquier forma o por cualquier medio, sin previo aviso del
propietario del copyright.
Los nombres, personajes, lugares y sucesos que aparecen en
este relato son ficticios, cualquier parecido con la realidad es pura
coincidencia.
Copyright © S. Giner 2023
Todos los derechos reservados.
Título del relato: "Yo no soy como Stanford", registrado.
Esta novela es la cuarta entrega de la serie “Stanford”

Novelas publicadas del autor:


Una esposa para Stanford (primera entrega de la serie
“Stanford”)
Adiós, señor Stanford (segunda entrega de la serie “Stanford”)
Tan arrogante como Stanford (tercera entrega de la serie
“Stanford”)
Yo no soy como Stanford (cuarta entrega de la serie “Stanford”)
Una pelirroja indomable.
Un paseo por Alaska.
Susurros desde el mar.
El anuncio de Alex.
365 días en una cárcel de cinco estrellas.

Relatos eróticos publicados:


Encuentro inusual.
Atrapado por una novata.
Una sola noche contigo.

Twitter: @sginerwriter
Capítulo 1
—Nunca podré olvidar el día que nos mudamos a esta ciudad,
porque es el día de mi cumpleaños —dijo Eve a su madre.
—Tienes razón —dijo Ellie, sonriendo.
—Me habría gustado quedarme en casa, en el pueblo. Allí
están todos mis amigos, los abuelos y Peter —dijo la niña mientras
desayunaban.
El camión de la agencia de transportes les había llevado sus
cosas el día anterior y aún no habían abierto las cajas. Solo habían
llevado con ellas un par de maletas con las cosas que podrían
necesitar para los primeros días.
—Lo sé, cariño, pero aquí harás amigos nuevos, e iremos a ver
a Peter y a los abuelos siempre que podamos, y él también vendrá a
vernos a nosotras.
—No entiendo por qué Peter y tú os separasteis. Nunca os oí
discutir, ni siquiera levantaros la voz.
—Peter y yo siempre nos hemos llevado muy bien.
—Lo sé. Creo que soy suficientemente mayor para entender
cualquier situación, y me gustaría preguntarte algunas cosas que
quiero saber.
—Sabes que puedes preguntarme lo que quieras. Siempre he
contestado a todas tus preguntas, ¿no?
—Sí. Pero algunas cosas son personales y es posible que no
quieres que las sepa.
—Yo no tengo secretos que no se puedan saber, y siempre
contestaré a cualquier pregunta que me hagas. ¿Qué te parece si
hoy, ya que es tu cumpleaños, vamos de compras? Supongo que
aquí las chicas vestirán de diferente forma que en el pueblo, y no
deberías desentonar en el instituto. Ese será mi regalo.
—Vale.
—Luego iremos a comer para celebrarlo. Sé que te sientes
extraña y tienes que asimilar muchos cambios: nuevo colegio, nueva
ciudad, nueva casa... Y, además, Peter no estará con nosotras.
—Lo voy a echar de menos. Ya lo echo de menos.
—S'i, yo también. Para mí también va a ser difícil el cambio,
pero vamos a estar bien. Además, estaremos cerca de mis padres y
podremos visitarlos siempre que queramos.
—Sí, lo sé.
—Y solo tendrás que ir al instituto unas semanas porque el
curso acabará el próximo mes.
—Sé que estaremos bien, mamá.
—Cuando volvamos de comer hablaremos mientras
desembalamos las cosas y podrás preguntarme lo que quieras,
sobre cualquier cosa. ¿Te parece bien?
—Sí, muy bien.
—La tutora del instituto del pueblo habló con la del de aquí y la
puso al corriente de cómo te está yendo este curso, y los anteriores.
Cuando hablé con ella me dijo que te daría libros para que no
tengamos que comprarlos, ya que estamos a final de curso.
—Estupendo.
—Tenemos seis días para familiarizarnos con la ciudad y con el
trayecto al instituto y a mi trabajo.
—He buscado la ubicación del instituto en el móvil. Está cerca y
podré ir caminando.
—Perfecto, así ahorraremos el autobús. Y hemos tenido suerte
al encontrar el piso, parece un buen barrio.
—Sí, aunque esta casa es muy pequeña.
—Tienes razón. Fuimos privilegiadas al vivir en casa de Peter.
Su casa es enorme y tiene un jardín fantástico. Pero no todo el
mundo vive así.
—Lo supongo.
—De todas formas, voy a trabajar en una inmobiliaria y puede
que aparezca algún apartamento más grande que este. Las cosas
nos irán bien.
—Claro que nos irán bien.
Compraron un montón de ropa para la adolescente. Comieron
en un precioso restaurante en el centro de la ciudad. Sus abuelos
llamaron mientras comían para felicitar a su nieta, y se disculparon
por no pasar el día con ellas, porque estaban de viaje. Al final de los
postres les llevaron una tarta con trece velas encendidas y Eve se
emocionó.
—Estoy pasando un día genial. Es perfecto —dijo Eve
abrazando a su madre cuando llegaron a casa.
—Yo también, cariño. Feliz cumpleaños.
—Gracias, mamá.
—¿Vaciamos las cajas de tus cosas?
—Vale. Aunque tal vez sería mejor empezar por los cosas de la
cocina.
—Bah, no te preocupes. Hoy comeremos unos sandwiches
para cenar, tenemos el pan de molde y los fiambres que compramos
ayer. Me ocuparé de las cajas de la cocina antes de acostarme.
Fueron al dormitorio de la niña. Había algunas cajas pegadas a
una de las paredes de la pequeña habitación.
—Ve abriendo las cajas, cariño. Empieza por la que pone
perchas y luego sigue con las de la ropa.
—De acuerdo.
Eve abrió la primera caja y dejó las perchas sobre la cama.
Luego abrió la siguiente y empezó a sacar la ropa, dejándola junto a
las perchas.
—Los vestidos habrá que plancharlos, pero lo haré cuando todo
esté en su sitio. De momento los colgaré para no dejarlos por en
medio.
—Bien. De todas formas, no me los pondré para ir al instituto,
iré con vaquero.
—Puede que algún día te apetezca ir con vestido.
—Es posible, pero primero quiero ver cómo visten las chicas
para ir al colegio.
—Claro. Los muebles de este cuarto son horrorosos.
—Gracias, mamá —dijo Eve sonriendo—. Aunque los del tuyo
tampoco son muy allá.
—Nos haremos la idea de que esta casa es provisional, aunque
puede que tardemos algún tiempo en mudarnos a otra.
—Cuando decore la habitación parecerá más bonita.
—Podría haber seguido buscando hasta encontrar otra casa
mejor. Aunque el alquiler sería más alto y no sabía cómo iban a
irnos las cosas.
—No te preocupes, mamá, aquí estaremos bien.
—Has dicho que querías hacerme algunas preguntas.
—Es cierto. Aunque, en realidad, lo que me gustaría es que me
contaras como conociste a mi padre y lo que recuerdes de él. Lo
único que sé es que Peter no es mi padre biológico.
—De acuerdo.
—Y luego quiero que me hables de lo que sucedió, después de
que supieras que estabas embarazada. Quiero saberlo todo, así
puede que no tenga que hacerte ninguna pregunta.
—Bien. Nunca te he hablado de tu padre porque Peter ocupó su
lugar desde que naciste. Pensaba hablarte de él cuando estuvieras
preparada, pero parece ser que ya lo estás.
—Me gustó que me dijerais que Peter no era mi padre, aunque
yo lo quiero como si lo fuera.
—Para él siempre has sido su hija.
—Sí, lo sé.
—Los dos pensamos que tenías derecho a saberlo.
—Os lo agradezco.
—He tenido mucha suerte contigo. Eres muy responsable, una
buena estudiante, educada, cariñosa…
—Tú eres quien ha hecho que yo sea así.
—Bien —dijo sonriéndole—. Empezaré por el principio.
—Será lo mejor.
—Ya sabes que desde que tenía siete años pasé los veranos
en el campamento al que tú fuiste también.
—Sí.
—Me encantaba estar allí. Cada verano conocía a chicos y
chicas nuevos. Peter y yo empezamos a ir juntos cuando teníamos
siete años, y seguimos yendo cada verano hasta los quince.
—Peter me dijo que os conocíais desde preescolar.
—Sí. Siempre fue mi mejor amigo, y sigue siéndolo. Vi a tu
padre por primera vez un verano a primeros del mes de julio, yo
tenía nueve años. Y era un adefesio.
—¿Él?
—Él no, yo.
—Eso no es posible.
—Te aseguro que sí —dijo sonriéndole a su hija—.¿Acaso no
recuerdas las fotos de los álbumes? Las has visto muchas veces.
—Yo nunca te he visto como un adefesio.
—¡Por favor! Tenía el pelo del color de las zanahorias, rizado y
por los hombros de largo. Cuando lo llevaba suelto parecía que
llevaba un nido de pájaros sobre la cabeza. Además, tenía la nariz y
los pómulos salpicados de pecas. Te aseguro que parecía un
espantapájaros.
Eve soltó una carcajada y su madre se rio también.
—Por suerte el pelo se me oscureció con los años y ahora está
más presentable. También he de decir que estaba gorda. Bueno, no
demasiado, digamos que rellenita. Y a todo eso hay que añadir que
llevaba un aparato en los dientes, que impedía que pronunciara bien
las palabras. Tú has llevado aparato, ya sabes lo que es.
—Sí, lo sé. Es horroroso.
—Pero merece la pena el sacrificio, ¿no crees? Nuestra
dentadura es perfecta.
—Tienes razón.
—Me enamoré de tu padre en el momento que lo vi bajar del
autobús. Era el chico más guapo que había visto en mi vida. Tenía el
pelo liso, rubio y muy corto. Sus ojos eran color miel. No era muy
alto, creo que yo era más alta que él, aunque claro, éramos críos.
—¿Cuántos años tenía él?
—Once, dos más que yo.
—¿Cómo se llamaba? Nunca me dijiste su nombre.
—Carter Hirsch.
—Carter… —repitió Eve—. Me gusta su nombre.
—Y también te habría gustado él. Llegó al campamento con un
amigo. Si no recuerdo mal, se conocían desde que eran pequeños.
Su amigo se llamaba Logan… No recuerdo su apellido, pero sí
recuerdo que también era muy guapo. Era moreno y tenía los ojos
grises.
—O sea que mi padre tendrá ahora treinta años.
—Sí.
—Sigue —dijo Eve abriendo otra caja y dejando la ropa que
había en su interior sobre la cama.
—Ese primer año no hablé con ellos durante el mes de julio. No
parecía que ninguno de los dos quisiera tenerme cerca. Pero a
medida que pasaban los días, vieron que no era una remilgada,
como el resto de las niñas de mi edad, y que no tenía miedo de los
bichos, o de lanzarme al lago desde lo alto de una roca. Y
empezaron a aceptarme. A mitad de agosto los tres éramos
inseparables e íbamos juntos a todas partes. Y el último día de ese
mes se marcharon.
—¿Peter también estaba con vosotros?
—Nos acompañaba de vez en cuando, pero tenía sus amigos
del colegio y solía estar con ellos.
—¿Os llamasteis o estuvisteis en contacto de alguna forma?
—Nunca hablé con tu padre por teléfono, aunque claro, éramos
críos. Durante varios años los tres mantuvimos una amistad un poco
extraña.
—¿Por qué dices que fue extraña?
—Porque los siguientes años pasamos juntos los dos meses de
verano, sin separarnos para nada. Y los diez meses restantes no
sabíamos nada los unos de los otros. Pero cuando volvían al
siguiente año era como si no hubiésemos estado separados.
—¿Durante cuantos veranos fue él al campamento?
—Ambos fueron durante seis años. Logan y él fueron juntos
cada año. El último verano fue diferente, porque todos habíamos
cambiado. Ellos fueron ese año como monitores. Vi el autobús
detenerse en el rellano que había delante de la cabaña de
recepción. Estaba nerviosa por volver a verlo. La puerta del autobús
se abrió, y allí estaba Carter, como salido de un sueño —dijo Ellie
suspirando—. Los dos eran altos, tenían un cuerpo atlético, supongo
que debido a los deportes que habían practicado en el instituto. Tu
padre llevaba el pelo más largo de lo que solía llevarlo. Lo tenía liso,
como tú, y del mismo color que el tuyo. También tienes el color de
sus ojos.
—Entonces, ¿me parezco a él?
—Sí, mucho. Al menos al chico que yo recuerdo.
—Sigue.
—Me quedé alucinada al verlo. Supongo que a él le sucedió lo
mismo conmigo. Mi cuerpo había cambiado, estaba delgada,
aunque con curvas, ya no llevaba el aparato en los dientes, y mi
pelo se había oscurecido un poco. La gente pensaba que me lo
había tintado.
—A mí me encanta el color de tu pelo, parece fuego.
—Sí, ahora no está mal. Lo tengo mucho más oscuro que
entonces.
—Sigue.
—Yo tenía quince años y ellos diecisiete. Ese año habían
terminado el instituto e irían a la universidad en unas semanas.
Carter iba a estudiar Medicina.
—¿Mi padre es médico?
—Cariño, no sé nada de él desde ese último verano. Pero es lo
que me dijo que iba a estudiar. Has heredado de él, incluso, su amor
por la Medicina. Siempre has dicho que querías ser médico.
—Y si no pasa nada, lo seré. Solo tengo que seguir sacando
buenas notas para conseguir una beca.
—Sé que serás médico —dijo sonriéndole a su hija—. A él
también se le daban bien las matemáticas. Recuerdo que a veces
ayudaba en el campamento a los chicos que habían suspendido esa
asignatura. La primera semana de julio de ese último año fue un
poco extraña.
—¿Por qué?
—Puede que porque ellos eran monitores y tenían trabajo, o tal
vez fuera porque habíamos cambiado y ya no era lo mismo. Lo que
sí tenía claro era que yo seguía loca por él. Y parece ser que yo
también le gustaba, porque la segunda semana, un día que
estábamos sentados junto al río, me besó. Y dos días después me
hizo el amor.
—¿Habías estado antes con algún chico?
—No.
—Entonces, ¿perdiste la virginidad con él?
—Sí. Aunque él no la perdió conmigo. A mi entender, él tenía
experiencia, a pesar de tener solo diecisiete años. Y supongo que
con Logan sucedía lo mismo, porque siempre estaba acompañado
de alguna de las otras monitoras. Y no me extrañaba, porque era
también guapísimo. Carter y yo hicimos el amor cada noche, hasta
que se marcharon dos meses después. Yo me sentía en las nubes.
Estaba locamente enamorada de él desde hacía años, creo que
desde la primera vez que lo vi, pero nunca pensé que llegaríamos a
estar juntos. Me refiero a acostarnos. Y tenía que haber seguido
pensando lo mismo.
—¿Por qué?
—El día anterior a nuestra marcha quedamos los tres por la
tarde donde siempre nos reuníamos. Carter y yo habíamos hecho el
amor hacía escasamente una hora. Estábamos los tres sentados
sobre la hierba. Les dije que deberíamos compartir los teléfonos.
Pensaba que antes de separarnos hablaríamos de la forma en que
mantendríamos nuestra relación a partir de ahí. Logan me dio el
suyo y yo le hice una llamada perdida para que tuviera el mío. Pero
Carter no me dio el suyo. En vez de eso, me dijo que quería que
termináramos lo que había entre nosotros.
—Oh…
—Me sentí aterrada, y no solo por perderlo. Se me había
retrasado la regla y no era lo normal en mí.
—¿Qué razón te dio para cortar contigo?
—Que iba a ir a la universidad y que la carrera de Medicina era
muy dura y no podía permitirse distracciones; que él no volvería más
al campamento; que a mí me quedaban dos años para terminar el
instituto y era muy joven... Le dije que estaba enamorada de él y él
dijo que sentía lo mismo por mí, pero que lo nuestro había sido un
amor de verano y nos olvidaríamos pronto. Creo que le supliqué que
no me dejara, pero no sirvió de nada. Le dije que lo esperaría el
tiempo que hiciera falta, pero me dijo que no lo hiciera porque ya
tenía planes de futuro. Le pregunté si yo estaba en ellos y
permaneció en silencio. Y eso significaba que no.
Eve vio que a su madre se le llenaban los ojos de lágrimas e
intentó no mirarla.
—Me dijo que quería disfrutar de sus años de universidad,
viajar con sus amigos, salir con chicas… Y que no quería
comprometerse hasta al menos los treinta años, cuando ya tuviera
un trabajo estable en un hospital y una consulta privada. Esos eran
sus planes de futuro. Así que pensé que no iba a ser yo quien le
desbaratara todos esos planes diciéndole que, posiblemente,
estuviera embarazada.
—¿Estás bien?
—Sí, estoy bien —dijo Ellie respirando hondo y expulsando el
aire lentamente—. Supongo que me confundí con él y sí le
importaban las clases sociales. Por lo que me había contado ese
verano, sus padres eran millonarios, y los míos, unos simples
trabajadores. Y así acabó todo. Me despedí de Logan, pero no de él.
No volví a verlo. Al día siguiente me dijeron que me había estado
buscando, pero yo me había escondido para que no me encontrara.
Ya me había humillado bastante suplicándole que no me dejara. Y
sabía que me pondría a llorar si lo hubiera visto de nuevo. No quería
que viera que mi vida había llegado a su fin.
—Pero tu vida no se acabó.
—No —dijo Ellie sonriendo, pero con los ojos brillantes por las
lágrimas—. Estaba aterrada. Ni siquiera me había hecho la prueba
del embarazo y no se lo había dicho a nadie. Además de la tristeza
que me acompañaba desde que él se marchó, tenía que añadir un
serio problema.
—Ese problema era yo, ¿verdad?
—Sí. El problema más grande que iba a tener que afrontar en
mi vida.
—Lo siento, mamá.
—Yo no lo siento, cariño. De no haber sido por ti, estoy segura
de que no lo habría superado. Tú eres lo mejor que me ha pasado
en la vida. Es cierto que los primeros meses, desde que Carter me
dejó, lo pasé muy mal, realmente mal. Te aseguro que deseaba
morirme. Pero cuando empecé a sentirte dentro de mí todo cambió.
La ilusión volvió a mi vida.
—¿Qué sucedió después de que mi padre se marchara?
—Estuve muy mal durante unas semanas. Le dije a mis padres
que estaba enferma y no fui al instituto durante algún tiempo. Me
pasaba los días en la cama, llorando. Un día Peter y Lucy fueron a
verme. Eran las únicas personas en las que podía confiar y les dije
lo del embarazo. Bueno, lo de mi sospecha de que estaba
embarazada. Ambos me aconsejaron que se lo dijera a tu padre.
Tenía el teléfono de Logan y podría haberlo llamado para pedirle el
de Carter. Pero, después de todo lo que me había dicho, pensé que
de saberlo, posiblemente se casaría conmigo, pero no porque me
quisiera, sino por obligación o, aún pero, por lástima. Les conté a
mis amigos la última conversación que tuve con Carter y ellos me
dieron la razón. De todas formas, aún no era seguro de que
estuviera embarazada. Tal vez, si lo hubiera pensado
detenidamente, y hubiera pensado en ti, le habría dicho que
esperaba un hijo suyo, al menos, para darle la opción de estar en
contacto contigo. Pero, tenía quince años.
—No te culpes. Estoy segura de que yo, en tu situación, habría
hecho lo mismo. Sigue contándome.
—Al día siguiente de hablar con mis amigos les dijimos a
nuestros padres que íbamos a la ciudad a pasar el día.
Necesitábamos comprar un test de embarazo, y no podíamos
comprarlo en el pueblo. Ya sabes que todos nos conocíamos y se
correría la voz.
—Es lo malo de los pueblos.
—Sí. Además, cabía la posibilidad de que no estuviera
embarazada y solo fuera un retraso, pero tenía que asegurarme.
—Claro.
—Me hice la prueba en los aseos de una cafetería. Y, por
supuesto, estaba embarazada. Así que allí estaba yo, con un terrible
problema y sin una solución a la vista. Tenía que pensar en tantas
cosas… Lo primero era hablar con mis padres. Sabía que la noticia
les disgustaría, pero también sabía que el enfado no les duraría
mucho. Era su única hija y me querían con locura. Tenía que hablar
con ellos cuanto antes para que mi madre me llevara al ginecólogo.
Además, acababa de empezar el curso en el instituto y tenía que
asimilar que después de las navidades empezaría a notarse el
embarazo. Lo que significaba que sería la comidilla, y no solo del
instituto, sino del pueblo.
—Una pregunta.
—¿Sí?
—Has dicho que mi padre tenía diecisiete años y que, según tú,
tenía experiencia con las chicas.
—Sí.
—¿No debería haber sabido que tenía que usar protección?
—Nunca lo hicimos sin condón. Cuando mi madre me llevó al
ginecólogo se lo dije, y me dijo que los condones no son seguros al
cien por cien. Que a veces tienen fallos, o un poro, o se rompen.
—Vale. ¿Qué hiciste a continuación?
—Peter nos llamó al día siguiente para decirnos que había
tenido una idea para solucionar mi problema. Así que esa tarde
quedamos los tres en un parque. Lucy no lo sabía y yo no es que
estuviera completamente segura, pero tenía mis sospechas de que
Peter era gay.
—¿Peter… gay?
—Nunca se lo había preguntado. Pensé que si no nos lo había
dicho era porque no estaba preparado. Pero ese día nos lo dijo. Nos
pidió que no se lo dijéramos a nadie porque sus padres no lo
sabían.
—Nunca pensé que Peter fuera gay. Pero entonces…
—Cariño, déjame que termine.
—Perdona.
—Peter me propuso que nos casáramos y de esa forma los dos
nos haríamos un favor. Él estaría casado y nadie sospecharía de su
condición sexual. Y yo tendría un marido y, aunque hablaran en el
pueblo sobre mi embarazo, me iba a casar con quien se suponía
que era el padre del bebé.
—Y aceptaste.
—Sí. Hablamos con mis padres y con los suyos. Y no fue tan
duro como pensamos. Nos casamos en noviembre de ese mismo
año por el juzgado, yo estaba embarazada de tres meses y medio.
Al principio estuvimos viviendo en casa de mis padres. Entre todos
habíamos decidido acondicionar la casa que la abuela de Peter le
había dejado en herencia. Sus padres y los míos se encargaron de
vaciarla porque los muebles eran antiguos y horribles. La verdad es
que daban grima —dijo Ellie sonriendo—. Peter la pintó de blanco y
nuestros padres nos compraron los muebles que elegimos. Y
cuando todo estuvo listo nos mudamos.
—¿Por qué nunca he llamado papá a Peter?
—Los dos sabíamos que él no era tu padre, aunque siempre te
ha querido como si lo fuera. Pensamos que cuando fueras mayor
querrías conocer a tu padre biológico y decidimos que era lo mejor.
Pensé que si Carter hubiera sabido que tenía un bebé habría estado
a tu lado y no consideraba justo que llamaras a Peter papá. A sí que
decidimos que lo llamaras por su nombre.
—Supongo que por eso llevo también tu apellido en vez del
suyo.
—Sí. No sabía lo que ocurriría en el futuro. Y no me parecía
justo para Carter que su hija llevara el apellido de otro hombre.
—¿Los abuelos no dijeron nada?
—Al principio no les gustó que le llamaras por su nombre, pero
como él no le daba importancia lo olvidaron. En cuanto a lo del
apellido… Les dijimos que era yo quien quería que llevara el mío,
aunque no fuera lo usual.
—Jamás habría imaginado que Peter fuera gay. Dormíais en la
misma cama; te besaba siempre que se marchaba o volvía a casa;
nunca os oí discutir. Y los fines de semana salíamos juntos a comer
o a merendar, e íbamos al cine, al parque, de compras…
—Estábamos casados y él era gay, pero no era problema
porque nunca dejamos de ser amigos.
—¿Hacíais el amor?
—No, nunca lo hicimos.
—¿Él no salía con nadie?
—Ya sabes que a veces quedaba con los amigos. Y de vez en
cuando pasaba algún fin de semana fuera, por asuntos de trabajo,
según decía él. Yo nunca le pregunté.
—¿Y tú?
—¿Yo?
—No recuerdo que nunca salieras de casa sin mí o sin Peter.
¿No has estado con ningún hombre desde que te casaste?
—Lo intenté un par de veces hace unos años, pero no pude
irme a la cama con ninguno de los dos.
—¿Por qué?
—Puede que por vergüenza. Solo había estado con un hombre
en toda mi vida, y tenía quince años. Pensé que no sabría como
comportarme en la cama. Así que decidí esperar un poco más.
—Me da la impresión de que esperar es lo único que has hecho
desde que Carter cortó contigo. Precisamente, lo que te dijo él que
no hicieras.
—Eve, no estoy esperando por él, si es lo que estás insinuando.
Lo que hubo entre nosotros fue un amor de verano y lo olvidé muy
pronto.
Eve miró a su madre sin creerse absolutamente nada.
—Acabas de decirme que te enamoraste de él tan pronto lo
viste bajar del autobús, cuando tenías nueve años.
—Tú lo has dicho, tenía nueve años. Era una niña —dijo Ellie
sonriendo—. Las cosas aquí serán diferentes. Ya no vivimos en un
pueblo y no tendré que recorrer kilómetros para estar con un
hombre.
—Sigue hablándome de las cosas que no sé de tu matrimonio.
—Peter y yo decidimos mantener el dinero de cada uno por
separado. Cuando nos casamos me dijo que cuando encontrara al
hombre de su vida le diría a sus padres que era gay, y entonces nos
divorciaríamos. Nuestros padres estuvieron manteniéndonos hasta
que terminamos el instituto. Y Peter empezó a trabajar con su padre
en la ferretería después de graduarse. Poco después yo encontré
trabajo en la empresa de Joe y tus abuelos se turnaban para
ocuparse de ti. Pensé que no era justo que Peter corriera con todos
nuestros gastos, así que abrimos una cuenta conjunta para pagar
los gastos de la casa, la comida, las cosas de limpieza y aseo… y
cuando el dinero se estaba terminando ingresábamos más. Pero yo
me hacía cargo de la ropa tuya y mía y de todo lo que pudieras
necesitar. Y empecé a ahorrar, pensando en nuestro incierto futuro.
Aunque tampoco me obsesionaba ahorrar, porque compré el coche
y todos los caprichos que se me ocurrieron para ti —dijo sonriendo
—. Ahora comprendo que debí haber pensado con la cabeza y
haber guardado hasta el último céntimo, así no estaríamos en esta
situación.
—No te preocupes, nos apañaremos. ¿Por qué decidisteis
separaros?
—Peter encontró al hombre se su vida. Joe, mi jefe.
—¿Joe? ¿Joe es gay?
—Sí.
—No lo parece. Bueno, Peter tampoco.
—Cariño, todas las personas gais no son amaneradas. Peter y
él llevaban viéndose unos meses y decidieron vivir juntos en la casa
en la que vivíamos, que era mucho más grande que la de Joe. Peter
no me dijo que teníamos que marcharnos, de hecho, quería que nos
quedáramos en su casa, porque no quería separarse de ti. Pero
habría sido extraño que viviésemos los cuatro juntos, ¿no crees? Y
para mí habría sido muy violento cuando todos supieran que Peter
era gay. Además, él y yo teníamos un acuerdo. Hablamos con
nuestros padres y les contamos todo desde el principio.
—¿Le dijiste a los abuelos que Peter no era mi padre?
—Sí. Les dije que era uno de los chicos del campamento.
Pensé en mudarnos con mis padres hasta que encontrara trabajo.
Ellos vivían en New Milford desde que mi padre se jubiló y pensé
que sería un buen sitio para empezar de nuevo. Pero entonces Joe
me dijo que tenía aquí un amigo que tenía una inmobiliaria y me dijo
que hablaría con él. Y me ofreció el trabajo. Pensé que no estaría
mal vivir en Nueva York, yo siempre había querido venir, y estaba a
poco más de cien kilómetros de mis padres.
—¿Sabes dónde vive mi padre?
—Carter y Logan vivían en una ciudad de New Jersey cuando
estaban en el campamento. No sé si seguirá viviendo allí. ¿Por qué?
¿Quieres conocerlo?
—No, no tengo ningún interés, era simple curiosidad.
—Eve, tu padre no se portó bien conmigo, pero estoy segura de
que no quiso hacerme daño. Éramos muy jóvenes, yo una cría y él
un adolescente. Él tenía planes de futuro y entiendo que se asustara
de que yo pudiera desbaratarlos.
—Tú también tenías planes para tu vida y él los desbarató
dejándote embarazada y largándose.
—Cariño, no es justo que digas eso. Él no sabía que estaba
embarazada. No quiero que le guardes rencor. Era un chico
estupendo, amable, simpático, inteligente… Así que, por favor, no
quiero que lo culpes de nada.
—De acuerdo. No lo haré.
—Cuando estés preparada para conocerlo lo buscaremos.
—Vale.
—Estoy segura de que aquí nos irá bien.
—Lo sé, mamá. Estar juntas ya es más que suficiente.
—Te quiero muchísimo.
—Y yo a ti.
—¿Estás nerviosa por ir al instituto el lunes?
—Un poco. No me gusta no conocer a nadie, y que estemos a
mitad de curso no es una gran ayuda.
—Yo también estoy intranquila por mi trabajo. Y no por no
conocer a nadie, sino porque no sé si sabré hacer bien un trabajo
como ese.
—Lo harás bien, mamá. Tú todo lo haces bien.
—Gracias, cariño. Joe me dijo que su amigo, mi nuevo jefe y
dueño de la inmobiliaria, es muy simpático y que me enseñaría todo
lo que necesito saber.
—Entonces no tienes que preocuparte por nada. Además, eres
muy inteligente y en unos días estarás a la altura de tus
compañeros.
—Eso espero.
—¿Tienes alguna foto de mi padre?
—Tengo unas cuantas en un USB. Me las guardó en él Peter
por si un día me preguntabas por él y querías verlas. También las
tenía en el móvil, pero las borré hace años. Me cansé de verlas
cada día pensando en él. Ya había asumido que no volvería a verlo.
Está en mi joyero, puedes cogerlo. Creo que también hay una foto
suya que le hizo Logan.

Al día siguiente Ellie y su hija entraron en el edificio donde


vivían cargadas con bolsas. Habían comprado las cosas que
necesitaban para la cocina y comida del supermercado. Había una
mujer esperando el ascensor, quien les abrió la puerta para que
entraran primero.
—Vais muy cargadas. Apuesto a que sois las nuevas inquilinas
del sexto.
—Sí —dijo Ellie—. Soy Eleanor Whitworth y ella es mi hija, Eve.
—Mucho gusto. Yo soy Rachel, vivo en el séptimo —dijo
entrando tras ellas y apretando el botón de la sexta planta.
—¿Hace mucho que vives aquí?
—Desde que me quedé viuda, hace dos años.
—Lo siento.
—Ya lo he superado. Vivíamos en el centro en un piso muy
grande, pero teníamos dos sueldos. Cuando mi marido murió
tuvimos que mudarnos porque mi sueldo no daba para mantenernos
y no me quedó una pensión de viudedad muy alta.
—¿Vives con alguien? —preguntó Ellie al ver que hablaba en
plural.
—Con mi hija. Tendrá tu edad —le dijo a Eve—. ¿Cuántos años
tienes?
—Ayer cumplí trece.
—Mi hija cumplió trece el mes pasado. ¿Estás matriculada en
algún instituto?
—En el Sussex. Es el que me corresponde.
—Mi hija va al mismo.
El ascensor se detuvo y Eve abrió la puerta.
—¿Qué tal es? —preguntó Ellie.
—No está mal. Los profesores son buenos. Mi hija tuvo suerte
al congeniar con dos de sus compañeras que viven muy cerca de
aquí y ahora son buenas amigas. ¿Te gustaría conocerla? Ella
podría ponerte al día de todo lo que necesites saber sobre el
instituto.
—Sí, me gustaría —dijo Eve.
—¿Por qué no venís a comer a casa? Parece ser que habéis
comprado comida para cocinar, pero seguro que no tienes la comida
preparada.
—No teníamos sartenes ni cazos —dijo Ellie sonriendo—. De
acuerdo. Aunque primero tenemos que ir a casa a guardar la
compra.
—No hay problema. ¿Qué te parece en una hora? Así mi hija
habrá vuelto del instituto. No tengo prisa porque esta tarde no tengo
que trabajar.
—Genial.
—Vivimos en el piso de arriba, en el séptimo C.
—Vale, hasta luego —dijo Ellie saliendo del ascensor detrás de
su hija.

—Hola —dijo Ellie a su vecina cuando le abrió la puerta.


—Hola de nuevo. Ella es mi hija, Jenny —dijo la mujer cuando
la niña se acercó a ellas—. Jenny, ellas son Eleanor y su hija, Eve.
—Hola, Jenny. Podéis llamarme Ellie, nadie me llama Eleanor.
—Hola. ¿Quieres venir a mi cuarto? —preguntó la niña a Eve.
—Claro.
—Comeremos en diez minutos.
—Vale.
—Acompáñame a la cocina, estoy preparando la ensalada. Tu
hija es muy alta —dijo la mujer al ver que Eve le pasaba media
cabeza a su hija.
—Sí. He traído una tarta. La he comprado en el supermercado y
no sé si estará muy buena.
—Nosotras no somos remilgadas. Gracias.
—¿Te ayudo?
—No, ya estoy acabando. ¿Quieres una cerveza?
—No, gracias. ¿Dónde trabajas?
—En el Reginald Hospital. Soy enfermera.
—Si alguna vez tienes que trabajar por la tarde o por la noche,
Jenny puede venir a cenar con nosotras y quedarse a dormir.
—Te lo agradezco. Suele quedarse con una vecina cuando
tengo turno de noche, pero es muy mayor. Apuesto a que prefiere
quedarse con vosotras. Y lo mismo te digo. Por cierto, ¿tienes
trabajo?
—El lunes empiezo en una inmobiliaria del centro. Estoy un
poco preocupada, porque solo he tenido un trabajo, de
recepcionista.
—Seguro que te irá bien.
—Eso espero.
—¿Estás casada?
—Lo estuve. Nos divorciamos hace unas semanas.
Estuvieron hablando del barrio, de los comercios que había
cerca, de la peluquería a la que iba Rachel, que estaba en el centro,
y del instituto. No entraron en detalles sobre sus vidas.
Las dos niñas pasaron buena parte de la tarde juntas. Jenny
también era una buena estudiante y hablaron de las asignaturas y
de los profesores.

Ellie y su hija pasaron la siguiente mañana sacando la ropa de


Ellie de las cajas y colocándola en su sitio. Luego siguieron con las
cosas del baño. Y a continuación se dedicaron al salón. Eve tenía
un bloc a mano e iba anotando lo que su madre le decía para
comprarlo.
Eve subió a casa de Jenny cuando la llamó por teléfono. Había
vuelto del instituto con dos amigas y quería que las conociera.
Ellie aprovechó que su hija estaría en casa de la vecina para ir
a comprar las cosas que necesitaban: unos cojines para el sofá, dos
cojines cuadrados grandes para las camas, porque a las dos les
gustaba leer antes de dormir, y algunas toallas.
Se sentía bien porque su hija conocía ya a tres compañeras de
clase e irían y volverían juntas del instituto.
Cuando volvió a casa se puso a planchar la ropa de su hija y la
colgó en el armario. Luego planchó la suya. No sabía si su ropa
sería adecuada para el trabajo que iba a desempeñar. Rachel le
había dicho que, normalmente, la mujeres que trabajaban en
inmobiliarias vestían trajes de chaqueta, de falda o pantalón, y ella
no tenía ningún traje de chaqueta. No quería gastar mucho en ella
porque, aunque tenía dinero ahorrado, tenía que pagar ochocientos
dólares al mes de alquiler, más los gastos de la casa. Y además, la
gasolina, el seguro del coche… ¡Dios! Cómo había cambiado su
vida de repente, pensó.
Estaban en mayo, y sabía que pronto haría calor. Que todas
llevaran traje de chaqueta no quería decir que ella tuviera que
llevarlo. Empezó a probarse la ropa que tenía. Siempre había tenido
buen gusto vistiendo, además, le gustaba ojear las revistas de
moda. Decidió que al día siguiente iría a una tienda de ropa que le
había dicho Rachel que estaba cerca y no era cara. Además, era la
dueña quien estaba en la tienda y seguro que estaría encantada de
aconsejarla.

Eve fue al instituto con sus amigas al día siguiente, que era
viernes. Ellie había llamado el día anterior a la directora para
preguntarle si podría asistir a clase en vez de esperar al lunes, como
habían acordado, y la mujer le dijo que sí. Y Ellie aprovechó para ir
a la tienda de ropa mientras su hija estaba en el instituto.
La dueña era una chica de unos treinta y cinco años y muy
simpática. Ellie le dijo que quería comprar prendas que combinaran
con la ropa que había llevado con ella. Como era temprano no había
más clientas, así que se dedicó a ella. Le dijo que no todas las
mujeres que trabajaban en inmobiliarias llevaban traje, que algunas
vestían vaqueros ajustados y una blusa, o vestidos. Ellie se probó
toda la ropa que había llevado a la tienda con ella y la mujer iba
llevándole al probador prendas que combinaran.
Compró varios jerseys para llevar con algunos de los vestidos
que le quedaban genial. También dos vaqueros muy ceñidos, uno
azul y el otro negro, que le hacían un cuerpo espectacular. Y unas
cuantas blusas. La mujer la había convencido para que se llevara
una falda vaquera muy corta y una cazadora corta de cuero, porque
Ellie le dijo que nunca había tenido ninguna de las dos.
Se acercó a la zapatería que le había indicado la dueña de la
tienda de ropa y se quedó mirando el escaparate. No pudo resistirse
a comprar unos botines de tacón de aguja. De vuelta a casa
pensaba en los zapatos y bolsos que tenía, pero decidió que estaba
bien surtida, de momento.
Llegó contenta. Parecía como si tener ropa adecuada para
trabajar le diera confianza en sí misma y seguridad. Después de
guardar la ropa y de comer un sandwich volvió a salir vestida con su
ceñido vaquero nuevo, sus botines de tacón, un suéter de hilo fino
que le sentaba de maravilla y la cazadora.
Ahora le toca al pelo, pensó sonriendo mientras subía al coche
e introducía en el GPS la dirección de la peluquería que le había
dicho su vecina.
Tuvo que esperar media hora a que la atendieran. Le dijo al
peluquero, un hombre que tendría su edad, que quería un cambio
de look, algo moderno. Y el peluquero se entusiasmó.
Le cortó una melena por los hombros, toda despuntada. Le
quedaba genial, parecía que iba despeinada. Se vio más joven, más
moderna, más como una chica que vivía en Nueva York.
Iba feliz, caminando por la calle hacia el coche, que había
dejado a dos manzanas. Pasó por delante de una iglesia y decidió
entrar. Hacía más de tres semanas que no había ido a misa, y en el
pueblo iba cada domingo. Tendría que ver dónde estaba la iglesia
más cercana a casa, pero por lo pronto, esa serviría.
Capítulo 2
Ellie estaba sentada en uno de los bancos de la iglesia
escribiendo un mensaje a su hija. Le decía que estaría en casa en
cuarenta y cinco minutos.
—¿Has venido a rezar a Dios o a escribir mensajes en el móvil?
—le dijo un hombre sentándose en el banco a su lado.
—¿Cómo sabes que no estoy hablando con Dios? ¿No dicen
que está en todas partes? —dijo ella girándose para mirarlo.
El hombre no pudo evitar reírse al escuchar sus palabras. Ellie
se quedó embobada mirándolo porque era un hombre guapísimo.
—Vaya, sigues siendo igual de descarada —dijo él sonriendo.
—¿Hacer como si conocieras a una mujer es una forma nueva
de ligar?
Él volvió a sonreír.
—No sé si te has dado cuenta de que estamos en una iglesia.
—Soy consciente de ello. Y, en este caso en particular, no tengo
que fingir que te conozco, Ellie.
—¿Por qué sabes mi nombre? No creo que nos conozcamos
porque, de ser así, te habría reconocido —dijo ella sorprendida.
—Sí que nos conocemos. Y nos hemos visto muchas veces
durante algunos años. Pero hace mucho que no nos vemos.
—¿Dónde nos hemos visto?
—En el campamento de verano de Jenkins. ¿No me recuerdas?
Ellie lo miró detenidamente. Sabía que no era Carter, pero tenía
los ojos grises, como Logan.
—¿Logan?
—El mismo.
—¡Oh, Dios mío! ¡Qué coincidencia! —dijo ella abrazándolo—.
No me digas que vives aquí.
—Pues sí que te lo digo. Vivo aquí desde hace unos años. ¿Y
tú?
—Me mudé aquí hace tres días.
—Tres días. Así que acabas de llegar a la ciudad.
—Sí.
—¿Dónde vivías antes?
—En Jenkins, siempre he vivido allí.
—¿Cuántos años hacía que no nos veíamos?
—Catorce, más o menos.
—Dios mío. Estás fantástica.
—Tú también. Has cambiado muchísimo, por eso no te he
reconocido.
—Yo tampoco lo habría hecho, de no ser por el color de tus
ojos.
—Y por el color de pelo —dijo ella sonriéndole.
—El color de tu pelo ha cambiado bastante desde la última vez
que te vi, y he de decir que para mejor. Al igual que tu voz. Tienes
una voz preciosa.
—Gracias. ¿Qué haces en la iglesia?
—Soy sacerdote.
—¡¿Sacerdote?! —preguntó ella sorprendida.
—Sí, sacerdote.
—Será una broma.
—No, no es broma. Esta es mi iglesia.
—Pero..., no puede ser. Recuerdo que en el campamento
estuviste con muchas de las chicas...
—Sentí la llamada de Dios.
—No me lo puedo creer.
—Ellie, ahora tengo que confesar, pero me gustaría que nos
viésemos para ponernos al día. ¿Quieres que vayamos a cenar
hoy?
—Me gustaría, pero tengo una hija y no quiero dejarla sola.
—Puede venir con nosotros.
—No sé si querrá. Tiene trece años y ya no se considera una
niña. ¿Por qué no vienes tú a cenar a casa?
—Perfecto. Añade tu número a mis contactos —dijo él
entregándole el móvil—. Te haré una llamada perdida para que
tengas mi número. Y luego me envías tu dirección.
—De acuerdo —dijo Ellie escribiendo su número y
devolviéndole el móvil.
—Cuando me envíes la dirección dime a qué hora quieres que
vaya.
—Vale. No sabes cuanto me he alegrado de verte.
—Yo también. Te veo más tarde —dijo Logan besándola en la
mejilla.
¡Madre mía! Vaya con Logan, pensó Ellie viendo como se
alejaba. Es un auténtico bombón.

Logan aparcó el coche a dos manzanas y caminó hasta el


edificio donde vivía Ellie. Se detuvo frente a la puerta y llamó al
interfono. Se había informado sobre la zona y había averiguado que
era un barrio de trabajadores muy tranquilo.
—¿Sí?
—Ellie, soy Logan.
Después de abrir, Ellie dejó la puerta entreabierta y llamó a su
hija para que fuera a la cocina.
Logan entró en el edificio, subió a la sexta planta y se detuvo
delante de la puerta D. Estaba entornada y la abrió para entrar.
Luego la cerró.
—¿Ellie?
—Pasa, Logan. Estamos en la cocina.
No tuvo que preguntar donde estaba la cocina, el piso era
reducido y no iba a perderse.
—Hola, guapísima —dijo acercándose a Ellie para besarla en la
mejilla—. He traído algo para el postre.
Eve lo miraba embobada. Su madre le había dicho que era cura
y que era el amigo que iba con Carter al campamento, aunque no
sabía si ambos seguirían en contacto. Llevaba un vaquero
desgastado, una camiseta gris de cuello de pico y deportivos
negros. Además, el pelo le rozaba el cuello de la camiseta. Eve
nunca había visto a un cura con el pelo tan largo, ni vestido de esa
manera tan informal…, ni tan guapo. No era la idea que tenía ella de
los sacerdotes. Al menos, los de su pueblo no tenían ese aspecto. Y
además, era muy alto y tenía un cuerpo que ya desearían muchos
hombres.
—Hola, Logan. Me alegro de tenerte en casa. Ella es mi hija,
Eve.
—Hola, Eve —dijo él acercándose a la niña para besarla.
—Hola… padre.
—No me llames padre —dijo él riendo—. Logan es suficiente.
—Vale.
—Eve, ve poniendo la mesa, por favor.
—Tu madre me ha dicho que tienes trece años —dijo
apoyándose en la bancada.
—Sí, los cumplí el día doce de este mes.
—¿Hace tres días?
—Sí.
—Lástima no haberme encontrado antes con tu madre.
Podríamos haber salido a celebrarlo y te habría comprado un regalo.
Lo anotaré en la agenda y no lo olvidaré el próximo año.
—Puede que no sigamos en contacto dentro de un año.
—¿Por qué? ¿Te marchas a algún sitio?
—No —dijo la niña sonriendo.
—Esta vez no voy a permitir que tu madre se aleje de mí.
—¿Por qué dices eso? —preguntó Eve mientras ponía en la
mesa las servilletas y los cubiertos.
—No sé si sabes que nos conocimos hace muchos años. Tu
madre y yo fuimos juntos a un campamento de verano.
—Sí, lo sé. Yo también he ido al mismo campamento durante
varios años.
—¿Te gustaba ir?
—Sí, mucho.
—Después de que me marchara del campamento el último año
la llamé un par de veces y estuvimos hablando, pero la siguiente vez
que la llamé no contestó. Poco después recibí un mensaje suyo
diciéndome que no quería seguir en contacto conmigo.
—¿Quieres una cerveza o una copa de vino? —preguntó Ellie
para que cambiara de tema.
—Tomaré vino, gracias.
—Sácalo de la nevera y ábrelo, por favor. Yo no entiendo
mucho de vinos. Lo he comprado en el supermercado y uno de los
empleados me ha dicho que era bueno.
—No te preocupes —dijo Logan abriendo la botella y
sirviéndose un poco en una copa que Eve le dio. Luego lo probó—.
No está mal pero, si no te importa, la próxima vez que venga traeré
yo el vino.
—Será lo mejor —dijo Ellie sonriendo.
—¿Estás matriculada en algún instituto? —preguntó a la niña.
—Sí, y hoy he asistido a clase por primera vez.
—¿Cómo ha ido? Sé que los cambios de colegio son difíciles, y
más aún, cuando el curso está empezado.
—Habría estado preocupada de no haber conocido a nadie,
pero la vecina de arriba tiene una hija de mi edad y va al mismo
instituto, y a mi clase. Además, he conocido a dos amigas suyas y
nos llevamos bien.
—Eso es estupendo. ¿Eres una buena estudiante?
—Sí, muy buena.
—Disculpa a mi hija, es un poco arrogante —dijo Ellie
sonriendo.
—Es la verdad. ¿Acaso no lo soy?
—Por supuesto que lo eres. Lo cierto es que es un genio con
las Matemáticas. He decidido que sea ella quien se encargue de la
contabilidad de la casa.
—Con el dinero que tenemos será bien fácil —dijo la pequeña
sonriendo.
Logan se preguntó si estarían en apuros.
—¿Sabes ya lo que quieres estudiar?
—Medicina.
—Vaya, has contestado muy rápido. Supongo que sabes que es
una carrera difícil. ¿Por qué quieres ser médico?
—No lo sé. Siempre he sabido que era lo que quería. Sé que es
una carrera muy dura, pero eso no va a hacer que cambie de
opinión. Me estoy esforzando mucho para sacar buenas notas, así
conseguiré una beca.
—Tampoco te esfuerzas tanto, no te pases —dijo su madre
poniendo la cena sobre la mesa—. Sentaos. Tiene una gran ventaja
respecto al resto de sus compañeros, porque lo entiende todo al
instante. Además, no tiene que esforzarse mucho en estudiar.
Parece que tenga memoria fotográfica.
Ellie se sentó frente a Logan y sirvió los platos.
—Señal de que es muy inteligente. Tu madre me ha dicho que
os mudasteis aquí hace unos días.
—Sí, precisamente el día de mi cumpleaños. No se me olvidará
nunca.
—¿Por ser una fecha señalada?
—Por eso y por el cambio que supuso. Llegar a una nueva
ciudad sin conocer a nadie, un nuevo colegio, una nueva casa…, y
lejos de Peter.
—Peter es su padre —le aclaró Ellie.
A Logan le extrañó que se refiriera a su padre por su nombre en
vez de llamarlo papá. Y no sabía si ese Peter era el marido de Ellie,
porque ella le había dicho cuando se conocieron que tenía una hija,
pero no mencionó que estuviera casada. De todas formas, no le
había hablado de su marido, si es que lo tenía, y no consideró
prudente sacar el tema delante de la niña. Pero, por lo que había
dicho Eve, sabía que él no vivía con ellas.
—En Jenkins vivíamos en una casa enorme, y reconozco que
ha sido un cambio brutal —dijo Ellie.
Fue una cena muy agradable para los tres. Ellas le contaron lo
que habían hecho desde su llegada. Y él les habló de lo que le
gustaba hacer fuera de la iglesia.
—¿Juegas a balón cesto con un grupo de chicos? —preguntó
Eve.
—Sí, casi todos los días. Son chicos difíciles, ya sabéis,
relacionados con las drogas, los robos, las peleas, los malos
tratos… Los cogí bajo mi protección hace unos meses para intentar
enderezarlos y parece que lo estoy consiguiendo. Lo comenté con
mis amigos y entre todos compramos una nave que estaba cerrada
desde hacía mucho tiempo. No estaba en muy buenas condiciones,
pero uno de ellos es arquitecto y se encargó de rehabilitarla. De
hecho, todavía no está terminada. Lo primero que hicimos fue
construir una cancha de balón cesto delante de la nave.
—¿Qué vais a hacer en esa nave?
—Ya lo estamos haciendo. Tenemos una escuela taller. Nathan,
uno de mis amigos, que es abogado, se encargó del papeleo.
Impartimos clases a futuros electricistas, fontaneros, carpinteros,
pintores, escayolistas, informática, peluquería… Tenemos
matriculados a más de cien jóvenes. Algunos de mis feligreses se
encargan de las clases, y otros están dispuestos a darles trabajo a
los chicos cuando terminen los estudios para que practiquen.
—Eso es estupendo —dijo Ellie.
—Me siento orgulloso de saber que los he sacado de la calle.
—Desde luego, es para estar muy orgulloso.
—Mis amigos y yo jugamos un partido los fines de semana con
algunos de los chicos. Es divertido porque los chavales tienen entre
quince y dieciocho años y se burlan de nosotros porque somos muy
mayores, y además, creen que no sabemos jugar —dijo Logan
sonriendo—. Pero somos muy buenos y, de vez en cuando,
decidimos no dejarles ganar y les damos una buena paliza para que
no nos subestimen.
—Yo jugaba a balón cesto en mi instituto —dijo Eve.
—Tienes altura para ello, ¿cuánto mides?
—La última vez que me midió mi madre un metro sesenta y
nueve centímetros.
—Dos centímetros más y me pasa —dijo Ellie—. Y tiene solo
trece años.
—¿Te gustaría venir a jugar con mis amigos y conmigo alguna
vez?
—¿Yo? ¿Juega alguna chica con vosotros?
—No, pero puede que si te ven a ti se animen. Normalmente
vamos los sábados sobre las nueve. A veces falla alguno de mis
amigos porque están de viaje de negocios, pero siempre aparecen
algunos.
—Me gustaría.
—Logan, ¿crees que será seguro?
—Por supuesto. Todos son buenos chicos. Van al instituto por la
mañana, por la tarde a nuestra escuela y luego hacemos deporte.
No les dejo mucho tiempo libre para portarse mal. Y saben que si se
meten en líos tendrán que abandonar la escuela.
—En ese caso, no hay problema.
—Si quieres hacer algo por esos chicos, ya que eres tan buena
en Matemáticas, podrías ayudarlos con los deberes. Habíamos
pensado contratar a un profesor un par de veces a la semana, pero
si te interesa, el puesto es tuyo —le dijo a la niña.
—¿Has olvidado que tengo trece años?
—La edad no es importante. Tu madre ha dicho que lo
entiendes todo al instante.
—Bueno, me gusta esa asignatura y, he de admitir, que en mis
ratos libres practico con un libro que tengo de Matemáticas
avanzadas.
—Y que ya se ha estudiado de principio a fin —la interrumpió su
madre.
—Mamá, las Matemáticas no se estudian, solo hay que
entenderlas, excepto algunas fórmulas.
—Y a ti se te da de maravilla —dijo Ellie orgullosa de su hija.
—Parece que eres la persona indicada para ayudar a esos
chicos. Tendría que ser por la tarde, después del instituto. Estamos
habilitando un espacio que sirva de biblioteca y sala de estudio. Y
por supuesto te pagaríamos.
—El dinero me vendría bien porque quiero ayudar a mi madre.
—Cariño, no tienes que preocuparte por eso.
—De todas formas, no podría cobrar por algo así. Pero me
gustaría contribuir en vuestra escuela, ayudando a esos chicos.
—Cariño, deberías pensarlo detenidamente. Sabes que por las
tardes tienes que estudiar y hacer los deberes.
—Mamá, no es que me lleve mucho tiempo hacer los deberes,
y puedo hacerlos allí, al mismo tiempo que ayudo a los chicos.
—Si es lo que quieres…
—Genial —dijo Logan—. Lo tendremos todo listo en unas
semanas. Y, Ellie, no te preocupes, vendré a recogerla y la traeré a
casa al terminar.
—No hace falta. El lunes me darán el carnet de estudiante y el
autobús me costará muy poco.
—De eso nada, te recogeré yo.
Cuando terminaron de cenar Eve retiró los platos de la mesa y
puso en un plato limpio dos pasteles de los que había llevado
Logan.
—Voy a subir a casa de Jenny a ver una película. Me llevo
estos pasteles.
—Muy bien —dijo su madre—. A las once te quiero en casa.
—Mamá, mañana es sábado. Y no voy a salir del edificio. Vale,
estaré aquí a las once —dijo Eve al ver la mirada de su madre—.
Me ha gustado conocerte, Logan.
—Y a mí a ti. ¿Quieres venir a jugar mañana?
—Vale.
—Estupendo. Suelo desayunar con mis amigos antes del
partido. ¿Te recojo a las ocho y media?
—Estaré preparada a esa hora. Que te dé mi madre mi
teléfono. Hazme una llamada perdida cuando estés llegando y te
esperaré bajo.
—De acuerdo.
—Hasta mañana. Luego te veo, mamá —dijo dándole un beso.
—Me has dejado alucinado. No puedo creer que tengas una
hija tan mayor —dijo Logan cuando la niña se marchó.
—Yo tampoco.
—Parecéis hermanas.
—No exageres.
—Ellie, estás fantástica. No aparentas más de veintidós o
veintitrés años.
—Ese es un gran cumplido. En septiembre cumpliré
veintinueve.
—El tiempo pasa volando. Recuerdo el último año del
campamento como si fuera ayer. Yo cumpliré treinta y uno en
diciembre.
—Vaya, has pasado los treinta, eso ya es serio.
Logan le sonrió.
—¿Te apetece un café para acompañar los pasteles?
—Sí. Recogeré la mesa mientras lo preparas.
—No te preocupes, lo haré cuando te marches. Echa un vistazo
a mi mansión. Y luego me esperas en el salón del ala oeste —dijo
ella con sarcasmo.
—De acuerdo —dijo sonriendo de nuevo.
Logan se dirigió al pasillo. La primera puerta que encontró era
un dormitorio, supuso que sería el de ella porque tenía una cama
doble. No podría decirse que fuera grande porque había el espacio
justo para la cama, una mesita de noche, un armario, una cómoda y
una silla. Todo estaba muy ordenado. Salió de la habitación y abrió
la siguiente puerta, que era un baño bastante pequeño. A
continuación estaba el cuarto de Eve. Se sorprendió al verlo tan
ordenado como el de su madre. Era una habitación muy pequeña,
con una cama de un metro diez, demasiado grande para el poco
espacio que había. En la estancia había una mesita de noche, un
armario muy pequeño, una cómoda, un escritorio con una silla y una
estantería repleta de libros. Muchos de ellos de Matemáticas. En un
rincón había una caja con algunas cosas que, sin duda, Eve pondría
en las paredes de decoración.
Logan se maldijo porque las cosas no le fueran bien a su
amiga. Ellie siempre le había caído bien. Y también le gustaba su
hija. Parecía una buena chica, divertida, educada y muy inteligente.
—Siento que te haya llevado tanto tiempo ver todas las
habitaciones y los baños —dijo Ellie cuando lo vio pasar camino del
salón.
—Creo que tu sarcasmo se ha acentuado con los años —dijo él
sin detenerse.
Logan se paró delante de la única estantería que había en el
pequeño salón para ver las fotos. Había una que supuso sería de su
boda, aunque no llevaba vestido de novia. Reconoció a su marido
como uno de los chicos del campamento. Los dos estaban igual que
la última vez que los vio, aunque Ellie estaba mucho más delgada
ahora. Supuso que se casarían poco después de que Carter y él se
marcharan del campamento. Había muchas fotos de la niña, en
todas las etapas de su vida. Y otras del matrimonio con ella. Pensó
que parecía una pareja bien avenida, ambos parecían felices y en
todas las fotos sonreían. También había fotos de los que supuso
serían los abuelos de la niña. ¿Dónde estaba su marido?, se
preguntó Logan volviendo a mirar la foto de la boda.
—Ese es Peter, mi marido. Bueno, ahora es mi exmarido. Nos
divorciamos recientemente. Esa es la razón de que nos mudáramos
aquí —dijo Ellie dejando la bandeja sobre la mesita de centro, y
contestando a la pregunta que se había hecho Logan.
—Lo he reconocido del campamento. Si mi memoria no me
falla, erais amigos desde parvulario.
—Tu memoria es muy buena.
—Os casasteis muy jóvenes.
—Tuvimos que hacerlo, me quedé embarazada —dijo ella sin
mirarlo.
—¿Por eso no llevabas vestido de novia en la foto de tu boda?
—Supongo, y también porque era una cría y habría estado
ridícula vestida de novia. De todas formas, nos casamos por el
juzgado. Fue más una firma de un documento que una boda.
—¿Fuiste feliz con él?
—Siempre se portó bien con nosotras, y adora a Eve.
—No has contestado a mi pregunta.
—Es que no estoy segura. Si no me hubiera quedado
embarazada no nos habríamos casado. Éramos muy jóvenes.
—Supongo que a Eve le habrá afectado vuestra separación. Y
más, al mudaros aquí y vivir lejos de su padre.
—Sí. Lo echa de menos, y yo también. Pero Peter vendrá a
verla siempre que pueda, y ella pasará parte de las vacaciones con
él. Hablan casi a diario por videollamada.
—Bendita tecnología. ¿Mantenéis una buena relación?
—Sí, muy buena. Nunca ha dejado de ser mi mejor amigo.
—Eso es bueno para la niña.
—Lo sé.
—¿Tus padres siguen en Jenkins?
—No, viven en New Milford, Conneticut. Vendieron la casa del
pueblo cuando mi padre se jubiló y compraron un piso allí, cerca de
un matrimonio amigo suyo. Pero solo está a ciento treinta kilómetros
de aquí. Esa es la razón de que decidiera venir a Nueva York. He de
admitir que estaba preocupada. Bueno, sigo estando preocupada,
no te voy a engañar. Me hago la fuerte por mi hija, pero he de
admitir que estoy asustada. He estado más de la mitad de mi vida
con Peter y ahora me siento… La verdad es que no sé muy bien
como me siento.
Logan vio que los ojos se le humedecían por las lágrimas.
—Por lo que Eve ha insinuado en la cena, parece que no
disfrutáis de una vida holgada.
—Tampoco estamos tan mal. Tengo algún dinero ahorrado. En
el pueblo trabajaba de recepcionista en una empresa, y Peter quería
que mi dinero fuera mío. Y ahora lo agradezco. Como habrás
podido apreciar, este apartamento no es gran cosa y los muebles
son horrorosos. Aunque el barrio no me disgusta, parece tranquilo y
seguro. He tenido suerte con mi hija, ella no se ha quejado en
ningún momento. Y siempre ve la parte positiva en todas las
situaciones.
—No quiero ser indiscreto pero, ¿Peter te ha dado la custodia
de vuestra hija?
—Sí.
—Supongo que te pasará una pensión y la manutención de la
niña. No entiendo por qué te marchaste de casa. Tengo entendido
que las mujeres suelen quedarse con la casa al divorciarse, y más
teniendo una hija.
—La casa la heredó Peter de su abuela. Antes de casarnos
firmamos un acuerdo prematrimonial. Y no me pasa pensión ni
manutención de Eve porque teníamos un acuerdo verbal desde que
nos casamos. Sé que es difícil de entender, pero es algo que
decidimos los dos en aquel momento.
Logan supo que no quería seguir hablando del tema. Aunque le
pareció muy extraño que Peter, adorando a su hija como le había
dado a entender Ellie, no le pasara manutención y, además, que le
hubiera cedido la custodia total.
—Tengo un nuevo trabajo. Empiezo el lunes.
—¿Dónde vas a trabajar?
—En una inmobiliaria. El dueño es amigo de mi antiguo jefe. Él
fue quien me consiguió el trabajo. No es lo mismo trabajar de
recepcionista que vendiendo casas, y no sé nada al respecto. Eso
también me preocupa, y mucho.
—Lo harás bien.
—Eso espero. Mi hija tiene razón. Este cambio también ha sido
horrible para mí. Con Peter tenía una estabilidad y no tenía que
preocuparme de nada. Además, allí están mis amigos y aquí no
conozco a nadie.
—Eh, eh, no irás a llorar, ¿verdad?
—Por supuesto que no. Suelo hacerlo en privado.
Logan sonrió.
—Todo te va a ir genial, ya verás. Y me conoces a mí. Tengo un
grupo de amigos fantásticos, y apuesto a que te llevarás bien con
todos ellos. En este momento estamos todos un poco descentrados
porque Nathan, el abogado de quien os he hablado durante la cena,
se casa en tres semanas. Y Tess, una de nuestras amigas, acaba
de tener un bebé. Así que esperaré a presentároslos después de la
boda. Por cierto, voy a ser yo quien los case. Aunque Eve conocerá
mañana a algunos de ellos.
—Logan, no tienes que preocuparte por mí.
—Sí, tengo que hacerlo. Quiero que sepas que estaré aquí
siempre que me necesites. Y si las cosas no te van bien en la
inmobiliaria, yo te ayudaré a encontrar otro trabajo. Conozco a
mucha gente que estará encantada de ayudarte.
—Gracias. Disculpa que te dijera que no quería seguir en
contacto contigo.
—Cariño, de eso hace muchos años y ya está olvidado.
—Cuando os marchasteis me sentí muy mal durante mucho
tiempo. Mis padres estaban preocupados por mí porque no comía y
pasaba el día en la cama llorando y durmiendo. Me costó bastante
tiempo superarlo, pero el tiempo lo cura todo.
Siguieron hablando de una cosa y otra, pero no pronunciaron el
nombre de Carter en ningún momento.

Logan se marchó de casa de Ellie a las diez y media de la


noche. Mientras conducía camino a casa pensaba en todo lo que
habían hablado después de la cena. Calculó las fechas para saber
en qué año se habían visto por última vez y supo que había sido en
el verano del 2006. Eve le había dicho que había cumplido trece
años tres días atrás. Eso significaba que había nacido en mayo del
2007.
También recordó que Ellie había mencionado que le había
llevado mucho tiempo superarlo y, aunque no lo había dicho con
palabras, ambos sabían que se había referido a la ruptura con
Carter. Le había dicho que le había llevado mucho tiempo
recuperarse, pensó de nuevo. Eso quería decir que no estaría
preparada para estar con otro chico hasta algún tiempo después.
Pero el caso era que Eve tenía trece años, y no pudo evitar que un
escalofrío le recorriera el cuerpo. Llamó a su amiga Tess.
—Hola, Logan.
—Hola, Tess. ¿Cómo estás?
—Muy bien.
—¿Y el pequeñajo?
—Creciendo a la carrera. Ya tiene casi dos meses y medio.
—Ahora mismo lo tenemos corriendo por ahí.
—Sí.
—Quería preguntarte algo.
—Dime.
—Si un niño cumplió trece años el doce de este mes, ¿cuándo
tenía que haberse quedado embarazada su madre?
—¿Se trata de uno de tus protegidos?
—Algo así.
—Como sabes la fecha de nacimiento y su edad es fácil. El
embarazo son cuarenta semanas, de manera que solo hay que
contar cuarenta semanas hacia atrás desde el doce de mayo de
este año. Dame un minuto y lo calculo.
—Vale.
—Se quedó embarazada el cinco de agosto del 2006 —dijo
Tess poco después—. Aunque ya sabes que el parto puede
adelantarse o atrasarse unos días.
A Logan se le heló la sangre. Ellie y Carter habían estado juntos
desde mediados de julio hasta primeros de septiembre de ese año.
Eve era hija de Carter.
—¿Por qué quiere saberlo?
—Quiere averiguar quién es su padre.
—Espero que le guste lo que descubra.
Logan y Tess terminaron de hablar y colgó.
Logan supuso que Peter, amigo de Ellie de toda la vida, se
había casado con ella para salvarla del apuro. ¡Oh, Dios mío! ¿Qué
iba a hacer?, se preguntó mientras conducía. ¿Debería decírselo a
Carter? Desde luego tenía que saberlo, pero decidió que no le diría
nada, al menos de momento.
—¡Joder! —dijo al darse cuenta de que Eve y Carter se verían
al día siguiente.

Eve esperaba delante de su edificio cuando Logan paró el


coche junto a ella. Le abrió la puerta del copiloto desde dentro y ella
se sentó a su lado. A la niña le extrañó que, siendo cura, Logan
tuviera un BMW, y no precisamente antiguo. Aunque ya le había
quedado claro la noche anterior que ese hombre no era un
sacerdote tradicional, al menos no como el de la iglesia de su
pueblo.
En el trayecto hablaron de la escuela taller y de los chicos que
asistían a ella.
Logan aparcó el coche y caminaron hasta la cafetería donde
quedaban siempre para desayunar antes del partido. Eran los
primeros en llegar y se sentaron en una de las mesas junto a la
ventana.
Eve no le había comentado nada a su madre por si le decía que
no podía ir con Logan, pero estaba preocupada por si veía a Carter,
su padre. Ellie le había dicho la noche anterior que Logan no había
mencionado a Carter en ningún momento, lo que podría significar
que no viviera en Nueva York, o que habían perdido el contacto a
través de los años, cosa que ocurría normalmente con los amigos
de la juventud.
—¿Estás bien? —preguntó Logan al verla mirar a menudo
hacia la puerta, intranquila.
Logan se preguntó si Ellie le habría hablado de Carter.
—Estoy bien. Es que soy un poco tímida al conocer a gente
nueva y, según has mencionado, vendrán cuatro amigos tuyos.
—Te van a caer todos muy bien, no te preocupes.
—¿A qué se dedican?
—Uno de ellos es un magnate hotelero —dijo sonriéndole.
—¿Lo has dicho para que aumente mi intranquilidad?
—No, es la verdad —dijo sonriéndole—. Si no estoy
equivocado, ahora tiene ciento ochenta y cuatro hoteles de lujo
repartidos por todo el mundo. Aunque también se dedica a otros
negocios.
—¿Y es una persona normal?
—¿A qué te refieres con normal?
—No sé… Supongo que tendrá un montón de pasta.
—Supones bien. Pero es muy normal, te lo aseguro. Tal vez sea
un poco arrogante.
—Puede permitirse ser arrogante, con el dinero que tendrá.
Parece ser que, por el coche que tienes, tú tampoco eres pobre.
—No, no lo soy.
—¿Todos sois ricos?
—Me temo que sí. He de decir que lo que yo tengo procede de
una herencia. Mi abuelo tenía mucha pasta y bastantes
propiedades. Y yo lo heredé todo. De hecho, la casa en la que vivo
era la de mis abuelos.
—Entonces, eres de Nueva York.
—Yo nací en Trenton, New Jersey. Mi padre se mudó allí al
casarse con mi madre, porque su familia era de allí y quería vivir
cerca de ellos. Mi abuelo tenía negocios en Trenton y mi padre se
ocupó de ellos. Pero mis abuelos siempre vivieron aquí.
—¿A qué se dedican tus otros amigos?
—Uno es abogado, otro arquitecto y el otro médico.
—No sé si ha sido buena idea venir contigo —dijo Eve
pensando que el médico pudiera ser su padre.
—¿Por qué? No irás a decirme que te asusta conocerlos.
—No, no es eso.
—Mira, ahí están dos de ellos —dijo al verlos bajar del coche a
través de la ventana—. El de la izquierda es Delaney, el hotelero. El
otro es Nathan, su abogado y socio en algunos negocios. Además,
son amigos desde que eran pequeños.
—¡Oh, Dios mio! —dijo ella al verlos entrar.
—¿Qué ocurre?
—Son guapísimos.
—Sí, eso dicen.
—¡Qué bien acompañado estás, Hunter? —dijo Delaney
acercándose a la mesa.
—Cariño, él es Delaney y el que lo acompaña es Nathan. Ella
es Eve.
—Hola, pequeña —dijo Delaney inclinándose para besarla en la
mejilla.
—Hola. Me has llamado pequeña, pero es porque estoy
sentada.
—Stanford, no seas desconsiderado con ella —dijo Nathan
revolviéndole el pelo a Eve, como si fuera una niña—. Hola,
preciosa.
—Hola —dijo ella ruborizada.
—¿De qué os conocéis? —preguntó Delaney sentándose frente
a ellos en el banco que había al otro lado de la mesa.
—Es hija de una amiga mía.
Cinco minutos después aparecieron en la puerta del local Sean
y Carter. Y Logan vio claramente cómo Eve los miraba escéptica y
algo inquieta.
—Hola a todos —dijo Sean—. Vaya, hoy nos acompaña una
señorita.
—Eve, él es Sean, el hermano de Delaney. Y el otro es Carter.
Chicos, ella es Eve, una amiga mía.
Y entonces, Logan notó la tensión en la niña. Además se dio
cuenta de que no podía apartar la mirada de Carter. Puede que no
lo hubiera reconocido al verlo, aunque su madre le hubiera mostrado
alguna foto suya, porque había pasado mucho tiempo, pero el
escuchar su nombre lo confirmó. Aunque Logan no sabía si estaría
al corriente de que era su padre.
—Hola, cielo —dijo Sean besándola—. Las amigas de Logan
también son amigas nuestras.
—¿Logan tiene muchas amigas?
Todos se rieron.
—Hola, Eve —dijo Carter besándola también y sentándose a su
lado.
Logan se había corrido en el banco en forma de u para dejarles
espacio y estaba frente a Carter y Eve. ¿Cómo no se había dado
cuenta antes del parecido que había entre los dos?, se preguntó
Logan. Ambos tenían el mismo color de pelo y el mismo color de
ojos. Era fácil emparentarlos cuando se estaba al corriente, pero los
otros no se habían dado cuenta.
—Eve ha venido a jugar con nosotros —dijo Logan.
—No sé si jugaré con vosotros o contra vosotros porque sois un
poco mayores.
Todos se rieron.
—Mírala, qué graciosa —dijo Carter sonriéndole.
Pidieron lo mismo de siempre para desayunar y el camarero fue
llevándolo todo a la mesa.
—Aunque Logan me ha dicho que a veces dejáis ganar a los
chicos.
—No se lo digas a ellos, es un secreto —dijo Sean.
Poco después estaban los seis desayunando.
¡Dios del cielo!, pensó Logan al mirar a Carter y a Eve. Los dos
estaban poniendo mantequilla en una tostada, luego le pusieron
encima mermelada, a continuación doblaron la tostada por la mitad
y empezaron a comérsela mientras hablaban o escuchaban a los
otros. Habían seguido los mismos pasos, con total exactitud. Incluso
se limpiaban la boca con la servilleta de la misma forma. ¿Cómo no
se daban cuenta los otros?, se preguntó.
—Logan, has dicho que Eve es hija de una amiga tuya, ¿cómo
es que no nos la has presentado? —preguntó Nathan.
—Porque no vivían aquí, llegaron a la ciudad hace unos días.
Eve va a ayudar a los chicos de la escuela con las Matemáticas. Por
cierto, Sean. Envía a alguien para que termine la sala de estudio
cuanto antes. Eve les dará clase allí.
—Enviaré a un par de hombres el lunes.
—Sean es arquitecto. Él ha sido quien se ha encargado de toda
la reforma de la nave de la escuela.
—¿No es un poco joven para darles clase? —preguntó Carter.
—No voy a darles clase, sino a ayudarlos con los deberes —
dijo Eve mirándolo por primera vez.
—¿Te gustan las matemáticas? —preguntó Delaney.
—Sí.
—No es muy normal que a una chica de tu edad le gusten.
—¿Has resaltado lo de chica porque piensas que las chicas son
menos inteligentes que los chicos?
—¡Menudo carácter! No, cariño. Es que no sabía si decirte
chica o niña. Pero te aseguro que no pensaba en la inteligencia de
ambos sexos. Precisamente mi mujer es muy inteligente. Y Nathan
se casará en tres semanas con una chica increíble, es ingeniero
informático y diseña videojuegos.
—¿En serio? Me encanta jugar con la consola.
—¿De quién has heredado que te gusten las Matemáticas? —
preguntó Sean—. ¿De tu madre? ¿Estudió ciencias?
—No, ella no pudo estudiar.
Logan notó el tono de su voz como si quisiera continuar la
frase, pero no lo hizo.
—Entonces, ¿de tu padre?
—Mi padre solo estudió el bachiller. Tiene una ferretería.
—¿Vas a trabajar con él en el futuro? —preguntó Delaney.
—No, yo estudiaré medicina. Quiero ser cirujano cardio
vascular.
—Carter es médico. Ginecólogo —dijo Nathan.
—Genial. Siempre es bueno tener un amigo médico, así no me
cobrará las consultas.
—Eres una listilla, ¿eh? —dijo Carter sonriéndole.
—¿Habéis terminado? —preguntó Nathan.
—¿Tienes prisa para volver con tu prometida? —preguntó
Sean.
—La verdad es que sí.
—Déjala que descanse un rato de ti —dijo Delaney.
—Mira quién habló —dijo Carter riendo—. Se muere de ganas
por volver a casa para ver a su mujercita y a su princesa.
—No te olvides del pequeñajo —dijo Delaney.
—Delaney tiene un hijo de dos meses y medio —dijo Logan a
Eve.
—Felicidades.
—Gracias, cielo. Bien, vayamos a enseñarle a esos
adolescentes cómo se juega.

Fue un partido fantástico. Estuvieron turnándose para quedar


uno en el banquillo porque eran seis. Eve no recordaba haberse
divertido tanto en su vida. Logan y sus amigos eran muy divertidos y
ella había estado riendo sin parar. Además, había comprobado,
claramente, que ellos jugaban muchísimo mejor de lo que lo estaban
haciendo. Y reconoció que era complicado ver los fallos que hacían
a propósito para que los chicos no se dieran cuenta y se sintieran
bien. Y se partía de risa al escuchar los comentarios que los
adolescentes les dedicaban a ellos, como si fueran unos viejos.
Eve los miraba sonriendo porque esos hombres eran una
maravilla, en cuanto a físico se refería. La prueba era la cantidad de
chicas que había mirando el partido, porque estaba segura que no
estaban allí para ver a los adolescentes.
En un principio pensó que se sentiría incómoda por tener cerca
a su padre. Su madre le había dicho que era simpático y divertido, y
eso no había cambiado con el paso del tiempo.
El partido lo perdieron ellos y fingían estar cansados. Eve los
miraba divertida.
—Creo que la próxima vez jugaré con el equipo de los chicos —
dijo Eve cuando los chavales se marcharon—. No me gusta perder.
Todos ellos se rieron.
—No te preocupes, la próxima vez ganaremos —dijo Delaney.
—A mí también me jode perder —dijo Logan.
—No sabía que los curas decían palabrotas.
—Logan no es un cura normal —dijo Carter sonriéndole.
—Sí, ya me he dado cuenta.
—La verdad es que a mí también me fastidia perder —dijo
Nathan—. No entiendo por qué tenemos que dejar que nos ganen.
Que espabilen y entrenen más.
—Nathan tiene razón —dijo Sean—. Si siguen ganándonos
pensarán que son buenísimos y no se esforzarán..
—Pues a partir de ahora se acabó fingir —dijo Logan.
—No sabía que podían jugar chicas —dijo una adolescente
acercándose a Eve.
—¿Juegas a balón cesto?
—Sí, soy Carol.
—Yo Eve. Puedes unirte a nosotros. Supongo que sabes que
venimos los sábados sobre las nueve y media. Solo por ver a estos
hombres merecerá la pena —dijo Eve mirando a sus nuevos amigos
y sonriendo.
—Tienes razón. El sábado vendré.
—Estupendo —dijo Logan.
—¿Has dicho que merecerá la pena solo por vernos? —
preguntó Nathan sonriendo.
—Supongo que tendréis espejos en casa. Apuesta lo que
quieras a que el sábado Carol no viene sola.
—Mira qué espabilada nos ha salido —dijo Sean.
—Padre, a mi madre le gustaría hablar con usted. ¿Puede
dedicarle unos minutos? —preguntó un chico a Logan.
—Es que tengo que llevar a mi amiga a su casa —dijo Logan
mirando a Eve.
—No te preocupes, puedo coger el autobús.
—No digas tontería, nosotros te llevaremos —dijo Sean.
—¿No os importa? —preguntó Logan.
—¿Por qué iba a importarnos? Es sábado y no tenemos nada
que hacer. La llevaremos a casa y luego iremos a casa de Delaney.
—De acuerdo. Pero no os marchéis hasta que Eve entre en su
edificio.
—Logan, no soy una cría.
—Lo sé, cariño, pero si te pasa algo tu madre me matará.
—No te preocupes, esperaremos hasta que entre en casa —
dijo Carter.
—Bien. Eve, te llamaré esta semana —dijo logan.
—Vale. Gracias por invitarme a jugar con vosotros. Lo he
pasado genial —dijo la niña besándolo.
—De nada, cariño.
Eve se despidió de Nathan y Delaney cuando llegaron a donde
estaban los vehículos. Carter abrió la puerta del asiento trasero de
su coche para que subiera Eve.
—Gracias —dijo ella antes de entrar en el vehículo.
—Dame la dirección para introducirla en el GPS —dijo Carter
cuando se sentó al volante.
Ella se la dio.
—¿De qué conoces a Logan? —preguntó Sean abrochándose
el cinturón de seguridad. Le había parecido que Logan se
preocupaba mucho por Eve.
—Es amigo de mi madre.
—¿Que clase de amigo? —preguntó Carter mirándola por el
retrovisor.
—¿Cuántas clases de amigos existen?
Sean se volvió para mirarla sonriendo.
—No lo sé —dijo Carter—. Me refiero a de qué se conocen.
—No se lo he preguntado. Pero si quieres se lo pregunto a mi
madre y te lo digo la próxima vez que nos veamos.
—No te molestes, cariño. Solo lo he preguntado por curiosidad.
Es que Logan y yo nos conocemos desde que éramos unos críos y
pensaba que conocía a todos sus amigos.
Con esa información y por si tuviera alguna duda, Carter le
había confirmado que era su padre. Aunque ella lo había reconocido
por las fotos que había visto de él.
—¿Todos tenéis coches alemanes? —preguntó ella mirando a
Carter por el retrovisor—. Logan tiene un BMW, Delaney y tú un
Mercedes…
—Pues ahora que lo pienso, sí. Nathan tiene un BMW también
y su prometida un Mercedes. Y la mujer de Delaney tiene un Audi.
—¿Y tú, Sean?
—Yo tengo un Porsche.
—También es alemán.
—¿Te gustan los coches?
—No especialmente, pero tengo un amigo a quien sí le gustan y
me habla tan a menudo de ello que he cogido interés. Mi madre
tiene un utilitario, un Ford Fiesta. Vosotros y nosotros no jugamos en
la misma liga.
—Pero jugamos juntos a balón cesto —dijo Sean.
—¿Te gustaría tener un buen coche? —preguntó Carter.
—El medio de transporte no es algo que me preocupe
excesivamente. Para mí es más importante tener un buen sitio
donde vivir. Aunque supongo que todos vosotros dispondréis de
buenas casas, además de los increíbles coches. Logan me dijo ayer
que todos sois millonarios, incluido él. ¡Vaya con el cura!
Siguieron hablando durante el trayecto. Eve contestaba a las
preguntas que le hacía Sean sobre los estudios.
—Bien, ya hemos llegado —dijo Carter poco después,
deteniendo el coche junto a la acera donde había un aparcamiento
libre para un descapacitado—. ¿Es aquí?
—Sí, el edificio siguiente.
Bajaron los tres del coche.
—Gracias por traerme.
—Ha sido un placer. Esperaremos aquí hasta que entres —dijo
Carter sonriendo.
—¿Crees que me van a raptar a veinte metros de la puerta?
—Espero que no, no me gustaría tener problemas con tu madre
—dijo Carter.
—Gracias por traerme —dijo besándolo.
—Ha sido un placer, cielo.
—Adiós, Sean —dijo besándolo también.
—Hasta el sábado, preciosa.
Rachel, la vecina del séptimo había visto a Eve despedirse de
esos dos hombres, que seguían allí mirando a la niña caminar hacia
la entrada del edificio. Cuando pasó junto a ellos los miró. Ellos le
devolvieron la mirada sonriendo.
—Eve, espera —dijo la mujer antes de que abriera la puerta.
—¿Crees que será su madre? —preguntó Carter cuando
entraron en el vehículo.
—Ni idea. Eve es guapa, ¿eh?
—Sí. Su padre va a tener que espantar a los chicos cuando
tenga unos años más —dijo Carter poniendo en marcha el coche y
uniéndose al tráfico.
—Es muy alta para tener trece años.
—Y tiene un vocabulario muy extenso para su edad —dijo
Carter—. ¿Has estado enamorado alguna vez?
—¿Por qué me preguntas eso?
—Por simple curiosidad.
—No, no me he enamorado nunca. Cuando conocí a Tess, el
día que Delaney la llevó a casa de mis padres para que la
conocieran, me gustó, me gustó mucho. Y a medida que pasaba el
tiempo me gustaba más. Cuando supe que se habían casado
simplemente por un acuerdo tuve esperanzas, hasta que me di
cuenta de que ella estaba loca por él. Y luego resultó que él también
lo estaba por ella.
—Vaya.
—Y luego me sucedió algo similar cuando conocí a Lauren,
pero ya estaba pillada.
—¿Qué pasa que solo te fijas en las novias de los demás?
—No lo sé. Nunca me había importado ninguna mujer tanto
como ellas. Tienes que reconocer que son dos bombones.
—Eso no te lo voy a discutir —dijo Carter.
—¿Cómo es que no te interesaste tú por Tess? Si no recuerdo
mal la conoces desde que tenía diecisiete años.
—Supongo que esa era la razón. Cuando la conocí ella era una
adolescente y yo ya había terminado la carrera de medicina. Creo
que desde el principio la vi como a una hermana pequeña —dijo
Carter.
—A veces envidio a mi hermano. Pensaba que era lo material lo
que convertía su casa en algo diferente a lo que yo he visto. Pero es
Delaney y Tess y la forma en la que se miran. La forma que tienen
los dos de revolotear alrededor del otro. No sé cómo explicarlo, y
tampoco lo comprendo. Y sucede lo mismo con Nathan y Lauren.
Han tenido suerte al encontrar a sus parejas.
—Y que lo digas —dijo Carter.
—Si yo encontrara a una chica como ellas, creo que sentaría la
cabeza.
—Puede que yo también lo hiciera. ¿Crees que habrá más
como ellas?
—Por supuesto. El problemas va a ser encontrarlas.
—Lo de Nathan y Lauren fue muy fuerte, ¿eh?
—Sí. Su encuentro fue de película —dijo Sean riendo al
recordarlo—. Aunque la historia de mi hermano y Tess no se queda
atrás.
—Tienes razón.
—¿Tú te has enamorado alguna vez?
—Sí —respondió Carter sin mirarlo.
—No lo sabía. Nunca has hablado de ello.
—Hace mucho de eso. Fue antes de ir a la universidad.
—¿Cuándo y dónde la conociste?
—La conocí cuando tenía once años, y ella nueve. Logan y yo
coincidimos con ella en un campamento de verano y nos hicimos
amigos.
—Erais unos niños.
—Sí. Estuvimos yendo al campamento durante seis años.
Éramos solo amigos, hasta el último año. Ese último verano fue
diferente. Ella tenía quince años y había cambiado. Estaba preciosa.
Hicimos el amor durante todo el verano.
—¿Has dicho que tenía quince años? Era una cría.
—Sí, lo sé.
Carter permaneció en silencio un instante y Sean esperó
porque le dio la impresión de que estaba ordenando sus ideas. Pero
viendo que no decía nada volvió a hablar.
—¿Qué sucedió?
—Corté con ella el día antes de abandonar el campamento. Yo
iba a ir a la universidad en unos días y… no quería atarme a nadie.
Fui un poco duro con ella. Según Logan, que estaba presente, muy
duro. Escuchó cuando me dijo que estaba enamorada de mí desde
hacía años.
—¿Por qué pensó Logan que habías sido muy duro con ella?
—Porque le dije que quería centrarme en los estudios, salir con
chicas en los ratos libres, ir de viaje con mis amigos... Ella me dijo
que me esperaría hasta que yo decidiera sentar la cabeza. Pero,
¿cómo iba a permitir que me esperara? Le dije que no lo hiciera
porque yo ya tenía planes de futuro. Supongo que adivinó que no
quería que ella formara parte de ese futuro. Me echó en cara que
me hubiera acostado con ella todas esas semanas, si tenía
intención de terminar con lo nuestro.
—La verdad es que sí fuiste duro. Fuiste un cabrón.
—Lo sé. ¿Y sabes lo mejor?
—No.
—No pude dejar de pensar en ella durante toda la carrera.
—Ese fue tu castigo.
—Yo también lo pensé. Antes de empezar la especialidad fui a
buscarla. Bueno, no a buscarla sino a saber de ella. Sé que vivía en
un pueblo de Kentucky, donde estaba el campamento. No sabía su
dirección, pero era el mes de julio, así que fui al campamento.
Todavía trabajaba allí la misma cocinera, que vivía en el pueblo. Le
mencioné que estaba recordando viejos tiempos. Le hablé de
algunos de los chicos y chicas que recordaba y que solían ir todos
los años. Y la nombré a ella. Parecía que la conocía bien porque
vivían en el mismo pueblo. Me dijo que se había casado con uno de
los chicos del campamento, su amigo de toda la vida, y que tenían
una niña. Creí morir.
—¿Pensabas que iba a estar esperándote después de todos
esos años?
—No lo sé lo que pensaba, pero te aseguro que no había
imaginado que estuviera casada. Pensé que estaría en la
universidad. La cocinera me dijo la empresa donde trabajaba y
estuve horas aparcado frente a ella hasta que la vi salir. Estaba
cambiada, más mujer. Estaba preciosa.
—¿Por qué fuiste allí?
—Quería decirle que no la había olvidado y seguía queriéndola.
Yo había salido con un montón de chicas en todos esos años de
universidad y me había divertido, pero no había dejado de pensar en
ella ni un solo día. Así que ese fue mi primer amor. Era una chica
fantástica y la perdí.
—Eras muy joven, y ya se sabe que los jóvenes cometemos
estupideces.
—Esa es la excusa que siempre he utilizado para mí mismo.
—Cuando menos lo esperemos, la mujer de nuestra vida se
cruzará en nuestro camino —dijo Sean.

—Mamá, ya estoy en casa —dijo Eve al entrar en el


apartamento.
—Hola, cariño. ¿Ha ido todo bien?
—Sí. Ha sido muy divertido —dijo la niña entrando en la cocina
y besando a su madre—. Nunca podrías imaginar el aspecto que
tienen los amigos de Logan. Dios, nunca había visto hombres tan
guapos. Son espectaculares.
—No sabía que te atraían los hombres mayores.
—Yo tampoco. Son increíbles, te lo aseguro.
—¿Se han portado bien contigo?
—Sí. Son todos muy simpáticos. He de decirte algo importante.
—¿Qué?
—Carter vive en Nueva York.
—¿Te lo ha dicho Logan? ¿Le has preguntado por él?
—No le he preguntado nada. Carter era uno de ellos.
—¿Has visto a tu padre?
—Sí, mamá. Es guapísimo. Me ha traído a casa.
—¿Te ha traído a casa?
—Sí. Después del partido una señora quería hablar con Logan.
Al decirle él que no podía en ese momento porque tenía que
traerme a casa, Sean y Carter, que habían ido en un mismo coche,
se han ofrecido a traerme.
—¿Cómo te sientes?
—Bien. Supongo. Ha sido una sorpresa y pensé que iba a
sentirme muy nerviosa, pero no ha sido así. Excepto cuando lo he
visto y he sabido que era él. Ha cambiado, mucho comparado con
las fotos que me diste de él, así y todo lo he reconocido. Aunque no
habría hecho falta ver las fotos, porque tenía que haber sido mucha
coincidencia que otro amigo de Logan se llamara Carter y fuera
médico.
—Tienes razón.
—Es muy simpático, como los otros. Y es médico, ginecólogo.
—¿Has notado a Logan raro? ¿Crees que pueda haberse dado
cuenta de que es tu padre… por tu parecido con él?
—No, se ha portado normal conmigo. Deberías plantearte la
posibilidad de que te encuentres con él, si sigues quedando con
Logan.
—Tienes razón. Tal vez sea mejor que no vuelva a ver a Logan.
Pero si tu vas a seguir yendo con ellos a jugar, o decides que
quieres que sepa que eres su hija, entonces quedaré con él un día
para hablar.
—Por el momento no quiero que lo sepa. Me gustaría conocerlo
un poco más, antes de dar ningún paso. Además, no se portó muy
bien contigo, y eso no voy a olvidarlo.
—Cariño, ya te dije que éramos muy jóvenes. No quiero que lo
culpes por lo que hizo.
—Sí, sé lo que dijiste. Voy a ducharme.

Ellie fue a abrir la puerta diez minutos después.


—Hola, Rachel.
—Hola.
—Estoy preparando la comida. ¿Te apetece una copa de vino?
—Sí, gracias —dijo la vecina entrando y cerrando la puerta.
—Aunque creo que no es muy bueno. Anoche vino a cenar un
amigo y no le gustó. Aunque claro, él es rico.
—Yo no soy rica, seguro que a mí me gusta. Pensaba que me
habías dicho que no conocías a nadie en la ciudad.
—Me encontré con él ayer, por casualidad. Estuvimos yendo al
mismo campamento de verano durante seis años cuando éramos
pequeños.
—Desde luego es una casualidad. ¿A qué se dedica?
—Es sacerdote.
—¿Y has dicho que es rico?
—Eso creo que dijo.
—Pues los dos tíos que han traído a tu hija a casa, también
tenían pinta de ser ricos. Llevaban un Mercedes precioso.
—Son amigos del cura. Eve ha ido con ellos a jugar un partido
de balón cesto. Pero no los conozco.
—Pues cuando los veas te vas a caer de culo. No puedes
imaginar su aspecto. Eran guapísimos, muy altos y con un cuerpo
de escándalo.
—Me lo ha dicho mi hija.
—Si algún día te dice tu amigo el sacerdote que quiere
presentártelos, dímelo y te acompañaré.
—Por lo que me ha dicho Eve, son bastante más jóvenes que
tú. ¿No me dijiste que tienes cuarenta y cuatro años?
—No tengo problema con salir con hombres más jóvenes, y
más siendo ricos.
—Lo tendré en cuenta.
En tus sueños voy a permitir que los conozcas, pensó Ellie.
—¿Qué planes tenéis para el fin de semana?
—Mañana temprano iremos a ver a mis padres. Vuelven esta
noche de sus vacaciones.
—¿Viven aquí?
—No. En New Milford, Conneticut. Pasaremos el día con ellos.
Capítulo 3
—Hola, mamá —dijo Eve contestando al teléfono.
—Hola, cariño. ¿Has llegado ya a casa?
—Sí, hace diez minutos.
—¿Qué tal te ha ido hoy en el instituto?
—Bien. ¿Y a ti en tu primer día de trabajo?
—Estoy un poco descentrada.
—Supongo que es normal, ¿no?
—Eso espero.
—¿Qué tal tus compañeros de trabajo?
—Bueno, no sé qué decirte. La primera impresión que he tenido
al verlas es que no son muy simpáticas.
—¿Todas son mujeres?
—Sí, son cuatro mujeres entre cuarenta y cincuenta años. Al
lado de ellas me siento como una adolescente.
—¿Y tu jefe?
—Rondará los cuarenta, y parece amable. Tengo que dejarte,
cariño. Hablamos cuando llegue a casa.
—Vale.

Ellie llegó a casa a las ocho y media de la tarde. Su hija estaba


en la cocina preparando la cena.
—Huele bien, ¿qué estás cocinando? —dijo acercándose y
dándole un beso.
—Pasta. Y tengo una ensalada en la nevera.
—Gracias, cariño.
—Mamá, no me des las gracias. Llevas todo el día trabajando.
Además, siempre has cocinado para mí, está bien que yo lo haga
alguna vez.
—Vale, te lo agradezco. Estoy muerta —dijo Ellie sacándose los
zapatos—. Esto de llevar tacones durante todo el día es horrible. Y
menos mal que son cómodos.
—Cambiate mientras termino la cena.
—De acuerdo. Vuelvo enseguida.
Cuando regresó a la cocina la mesa estaba puesta y Eve
estaba aliñando la ensalada. Sirvió la pasta en los platos y se
sentaron.
—Está bueno.
—He preparado la salsa como me enseñaste.
—Eres la hija perfecta. ¿Qué has hecho esta tarde?
—Cuando he llegado me he preparado un sandwich, después
de comérmelo he hecho los deberes y he estudiado. Y luego he
colocado los pósteres en las paredes de mi cuarto.
—¿Ha quedado bonito?
—Yo no diría tanto, pero está mejor que estaba. Cuéntame lo
que has hecho tú. ¿Qué tal tu primer día?
—Pensé que mi jefe me enseñaría cómo hacer las cosas, pero
solo lo he visto quince minutos en todo el día. El tiempo necesario
para darle los datos que necesitaba para el contrato y hablar un
poco del trabajo. He pasado el día acompañando a una de mis
compañeras. Hemos ido a enseñar cuatro casas.
—¿Es simpática?
—Creo que no le caigo bien. Me mira con aires de superioridad.
Y parece que le moleste que vaya con ella. Me da la impresión de
que no le hace gracia tener que enseñarme cómo hacer las cosas.
—¿Y tus otras compañeras?
—Creo que evitan hablar conmigo. Aunque no es que hayan
estado mucho tiempo en la oficina, y yo tampoco.
—¿Te ha hablado tu jefe de las condiciones de trabajo?
—El horario será de nueve a seis de la tarde y descansaré una
hora para comer. Aunque me ha dicho que es posible que algún día
acabe más tarde porque muchos clientes quieren ver las las
propiedades después del trabajo, como ha sucedido hoy.
—Son ocho horas. ¿Te pagarán las horas extras?
—No lo creo.
—¿Qué me dices del sueldo?
—Eso es lo peor. Me ha dicho que voy a estar tres meses de
prueba, y durante ese tiempo cobraré quinientos dólares al mes.
—Pero con eso no podrás pagar el alquiler. Además, ¿cómo
vas a vender pisos si no te enseña cómo hacerlo?
—Eso le he dicho yo. Le he preguntado si partiría la comisión
con la mujer con la que voy, pero ha dicho que no. Dice que solo voy
con ella para aprender. Ni siquiera va a pagarme la gasolina. No sé
si esto va a funcionar. Además, tengo que sacarme un título para
poder trabajar, y cuesta cuatro mil quinientos dólares. Por suerte me
ha dicho que no lo necesitaré hasta finalizar el periodo de prueba.
Eso es mucho dinero y no quiero arriesgarlo.
—¿Qué vas a hacer?
—Si va a pagarme solo quinientos dólares, gastaré demasiado
al mes del dinero que tengo ahorrado. Tengo que pensarlo bien. O
buscar otro trabajo.
—No te preocupes, algo se te ocurrirá. Y yo te ayudaré con la
contabilidad.
—Estupendo. Luego te diré la cantidad que tengo en el banco y
todos los gastos de la casa —dijo Ellie sonriéndole.
—Vale —dijo Eve—. Empezaremos por ahorrar luz. Vamos a
procurar no dejar luces innecesarias encendidas.
Ellie sonrió de nuevo.
—Además, deberíamos cocinar para más de un día, así el
consumo de electricidad será el mismo que cocinando para un día.
A partir de ahora, tú pensarás las comidas para la semana y harás
la lista de lo que necesitamos, y yo me encargaré de la compra. Me
tomaré mi tiempo en el supermercado y buscaré los productos que
están de oferta. Tienes que pedir en el banco una tarjeta para mí,
para eso tenemos que ir las dos al banco para que me incluyas en
tu cuenta.
—¿Cómo has salido tan lista?
—Seguro que lo he heredado de ti.
—Yo no estaría muy segura de ello.
—Buscaré en Internet formas de ahorrar.
—Siento que hayamos tenido que cambiar de vida.
—Mamá, no te preocupes, saldremos adelante.
—Contigo al frente, no lo dudo.
—Esto será como un desafío. También pensaré en las opciones
que tienes para encontrar otro trabajo. Voy a anotar todas las cosas
que haces bien para ver a qué te puedes dedidar.
—Vale —dijo Ellie pensando que su hija era estupenda.
Después de cenar recogieron la cocina entre las dos y luego se
fueron a la cama. Ellie se sorprendió, casi se asustó, al recibir una
llamada cuando se disponía a abrir la novela para empezar a leer.
Miró la hora en el móvil y vio que eran las diez y media. Al ver el
nombre de quien la llamaba sonrió.
—Hola, Logan.
—¿Qué tal, Ellie?
—Bien. Hemos sobrevivido al lunes.
—Te llamo para saber cómo te ha ido tu primer día de trabajo.
¿Te he llamado muy tarde?
—No. Acabo de acostarme, pero iba a leer un rato. Mi primer
día de trabajo ha sido un poco raro.
—No pareces muy contenta.
—No lo estoy. ¿Sabes? En este momento me arrepiento de
tantas cosas de las que he hecho en mi vida…
—¿De qué cosas?
—Bah, no tiene importancia.
—¿Quieres que quedemos para cenar un día? Me da la
impresión de que te vendría bien hablar, y a mí se me da bien
escuchar.
—Ya he hablado con mi hija.
—Ellie, tu hija tiene trece años. Me refiero con alguien de tu
edad.
—Hoy me he dado cuenta de lo madura, inteligente y
responsable que es.
—También podemos hablar de eso.
Ellie sabía que no debería quedar con él. Se había dicho a sí
misma que no debería volver a verlo.
—Logan, no creo que sea buena idea que nos veamos.
—¿No quieres volver a verme? ¿Ha sucedido algo de lo que no
estoy al corriente?
—No, no ha sucedido nada.
—Por supuesto que ha sucedido algo. Ah, ya sé. Supongo que
tu hija sabe tu historia con Carter y te dijo que entre mis amigos
estaba él.
—Sí. No quiero volver a verlo.
—¿Tampoco vas a permitir que tu hija vaya a jugar con
nosotros? ¿Y qué me dices de que ayude a los chicos en la
escuela?
—Eso no tiene nada que ver conmigo.
—Por supuesto que tiene que ver contigo. Tu hija te adora y si
sabe que no quieres nada conmigo ni con mis amigos, ella cortará
con nosotros.
—Me dijo que lo había pasado muy bien con vosotros. Y está
ilusionada con ayudar a esos chicos.
—Que quedemos tú y yo no quiere decir que tengas que ver a
Carter. Entiendo perfectamente que no quieras verlo. Aunque,
después de tanto tiempo, pensé que lo habrías superado.
—Lo superé hace años.
—¿Estás segura?
—Por supuesto.
—Ellie, no quiero perder el contacto contigo. No digo que
tengamos que vernos todos los días, pero podemos quedar un par
de veces al mes para ponernos al día. Carter no sabrá que estás
aquí.
—Me has convencido.
—Busca un día que te vaya bien al final de esta semana y
llámame.
—El viernes me iría bien. Estaré de prueba en el trabajo
durante tres meses y no trabajaré los sábados en todo ese tiempo,
de manera que no tendré que levantarme temprano. Además, el
viernes a primera hora Eve se irá a la excursión de fin de curso del
instituto y pasará una semana fuera.
—Genial. ¿Te recojo el viernes a los ocho?
—Espero haber terminado el trabajo a esa hora. Si termino
antes o después, te lo diré.
—De acuerdo. Hasta el viernes. Buenas noches.
—Buenas noche, Logan.

Logan abrió la puerta del copiloto para que subiera Ellie.


—Gracias —dijo ella sonriéndole.
El cura no pudo evitar mirarle las piernas a su amiga. Llevaba
un vestido negro ceñido y corto, que tenía colgado en el armario
desde hacía dos años. Solo lo había utilizado una vez porque con él
puesto no daba la imagen de la esposa perfecta para un pueblo tan
pequeño. Pero en Nueva York todo era diferente. Tenía un escote de
barco y la prenda le sentaba genial.
—No me dijiste donde iríamos y no sabía qué ponerme —dijo
cuando Logan se sentó al volante.
—Estás genial. Me encanta el color de tu pelo.
—Gracias.
—¿Qué ha pasado con tus pecas?
—Todavía las tengo, aunque suelo cubrirlas con maquillaje.
—¿Por qué? Siempre he pensado que te sentaban muy bien.
—No me gustan nada. Hacen que piense en el pasado. Dijiste
que un amigo tuyo se casaba pronto.
—Sí, es Nathan, el abogado que se encargó del papeleo de la
escuela. Su prometida también es amiga nuestra, se llama Lauren y
es ingeniero informático. Se dedica al diseño de videojuegos.
—Vaya, qué lista.
—Sí, la verdad es que es muy inteligente.
—Supongo que todos los que van a la universidad lo son.
—No todos. Las personas inteligentes lo son igual yendo a la
universidad que sin ir. Ella estudió en casa, en la universidad a
distancia.
—Si va a casarse con tu amigo, supongo que también será rica.
Eve me dijo que todos tus amigos son millonarios, lo mismo que tú.
—Ella no lo es. Te aseguro que pasó muchas necesidades en
su vida. Pero el que tenga más o menos dinero no tiene nada que
ver con el amor.
—Yo creía que los ricos se casaban entre ellos, que buscaban a
una pareja de su misma clase social.
—Pues te equivocas. Están locos el uno por el otro. Y el otro
matrimonio amigo nuestro estaban en la misma situación. Él era
multimillonario, de hecho, es el más rico de todos, y ella trabajaba
muy duro persiguiendo un sueño, y vivía en un sencillo apartamento
de alquiler.
En un principio, Logan había pensado llevarla a un restaurante
elegante, pero cambió de opinión. No conocía a Ellie y quería que
se sintiera cómoda. La llevó a un pequeño restaurante que se comía
muy bien y que siempre que Carter y él llevaban allí a su amiga
Tess, se sentía bien.

Se sentaron en una de las mesas y pidieron la cena.


—¿Siempre bebes agua? —preguntó Logan cuando el
camarero se retiró.
—Normalmente. En alguna ocasión especial tomo una copa de
vino, pero no es lo habitual. De hecho, hoy tomaré vino.
—Estupendo.
—¿Y la cerveza te gusta?
—No. Y tampoco tomo refrescos. No quería que mi hija se
acostumbrara a los refrescos con gas y pensé que si yo no los
tomaba ayudaría.
—¿Y fue así?
—Sí, Eve no toma bebidas con gas —dijo sonriéndole.
—Háblame de tu semana. ¿Qué tal el trabajo?
—No creo que ese sea el trabajo de mi vida —dijo ella
sonriendo.
Ellie le contó lo mismo que le había contado a su hija cuando
volvió a casa después del trabajo.
—Lo más seguro es que no les caigas mal a tus compañeras
sino que te envidien.
—No será por lo bien que hago el trabajo, porque te aseguro
que no me aclaro con los contratos.
—Por supuesto que no es por eso. Además, solo llevas cinco
días trabajando allí. Te envidian porque eres preciosa y joven, y
pensarán que cuando sepas todo lo que saben ellas, arrasarás y las
desbancarás.
—Eres un exagerado.
—Yo creo que no.
—De todas formas, tus palabras me han hecho sentir bien. Odio
cuando me restriegan por la cara los hombres de su vida.
—¿Qué quieres decir?
—Saben que estoy separada y que tengo una hija, y no porque
se lo haya dicho yo. Supongo que mi jefe las puso al corriente de mi
patética vida. Y de vez en cuando las lleva o las recoge algún
hombre del trabajo, o se presentan en la oficina y las besan delante
de todos… Eso si que lo encuentro patético, porque apostaría a que
lo hacen para que yo las vea.
—¿Tal vez deberías hacer lo mismo que ellas?
—¿Lo mismo?
—Me refiero a que te lleven al trabajo y te den un beso de
despedida… lo mismo que hacen ellas.
—¿Te vas a ofrecer tú como candidato?
—¿Por qué no? —dijo él sonriendo.
—¿Estás seguro que eres sacerdote?
Logan se rio.
—El lunes te llevaré al trabajo. Y como no tendrás coche, te
recogeré al final del día.
—Vale —dijo ella sonriendo—. De todas formas, no voy a durar
mucho allí. Mi hija está buscando el trabajo adecuado para mí.
—Tu hija —repitió él sonriendo.
—El lunes, cuando volví del trabajo, tenía la cena preparada. Es
una niña genial.
—¿Sabe cocinar?
—Siempre le ha gustado estar conmigo mientras cocino, y
presta mucha atención a todo. Me dijo que teníamos que ir al banco
para que la incluyera en mi cuenta y poder solicitar una tarjeta para
ella.
—Quiere una tarjeta del banco.
—Sí. Me dijo que teníamos que empezar a ahorrar, empezando
por la electricidad: se acabó lo de dejar encendidas las luces que no
vayamos a utilizar, nada de recrearse en la ducha, cocinar una
misma comida para varios días… Es un plan de emergencia, según
sus palabras.
Logan se rio.
—Me dijo que hiciera la lista de la compra para la semana y que
ella se encargaría de comprar, buscando las ofertas. Y ojo con el
teléfono, me dijo. Tengo que evitar ser yo quien llame por teléfono,
hasta que ella encuentre una compañía que ofrezca un buen plan en
el que las llamadas sean gratuitas. Aunque me ha dicho que lo
mejor es que use el WhatsApp, que es gratis.
—A partir de ahora te llamaré yo siempre —dijo él sonriendo.
—A veces me da miedo escucharla —dijo ella riendo—. Está
viendo tutoriales en Youtube sobre cómo ahorrar. Dice que va a
llevarme la contabilidad de la casa.
Logan se rio.
—Y no te lo pierdas, está haciendo una lista con todas las
cosas que se me da bien hacer, para buscarme el trabajo adecuado.
Logan se rio de nuevo.
—Está preocupada por mí, por nosotras. Y eso no es lo que
debería ser. Siempre he sido yo quien se preocupara por ella, y
ahora…
—A mis amigos les cayó muy bien —dijo Logan para que no
siguiera hablando porque los ojos le brillaban por las lágrimas
retenidas.
—A ella también le gustaron ellos. Dijo que se había divertido
mucho.
—Voy a hacerte una pregunta delicada.
—Puede que no la responda.
—Me arriesgaré.
—De acuerdo. Adelante.
—El día que coincidimos en la iglesia, ¿le dijiste a tu hija de qué
nos conocíamos?
—Sí.
—¿Le hablaste también de Carter?
—Sí. Le hablé de los dos. Le dije que me gustaba Carter y que
tuvimos una relación durante el último verano que estuvimos en el
campamento.
—O sea que, cuando se encontró con Carter el sábado pasado,
sabía que había habido algo entre tú y él.
—Vio fotos de la época del campamento, supongo que lo
reconoció. O puede que supiera que era él por su nombre y porque
era amigo tuyo. Espero que no fuera grosera con él… Le conté lo
que había pasado entre Carter y yo.
—No, se portó igual con todos. Entonces, ¿qué vas a hacer
respecto al trabajo?
—Esperaré a ver qué se le ocurre a Eve —dijo ella sonriendo—.
De lo que sí estoy segura es de que no voy a quedarme trabajando
allí, con esas tías tan antipáticas y frías. Y, por supuesto, no voy a
gastar cuatro mil quinientos dólares por ese título, para trabajar para
ese…
—¿Has tenido problemas con tu jefe?
—No.
—No vuelvas por allí.
—De momento no tengo nada mejor que hacer. Pero te aseguro
que no duraré mucho, porque cuando vuelvo a casa estoy de mal
humor. Y yo no soy así.
—Ellie, si necesitas dinero…
—Ni se te ocurra ofrecerme dinero, Logan —dijo ella
interrumpiéndolo—. Yo sacaré a mi hija adelante. Todavía no sé
cómo, pero lo haré.
—Solo quiero que sepas que estaré aquí para lo que necesites.
—Ya me ayudó mi ex jefe a conseguir un trabajo. Se lo
agradecí decenas de veces, y ahora me arrepiento de que me
ayudara. ¿Y sabes por qué? Porque a mi jefe le importo una mierda.
Voy a serte sincera. No se lo he dicho a mi hija todavía, pero ayer
dejé el trabajo.
—Te pasó algo con tu jefe, ¿verdad?
—Lo único que busca es acostarse conmigo. Me insinuó que si
me portaba bien me subiría el sueldo.
—¡Me cago en la puta!
—No te alteres, no merece la pena.
—Entonces, ¿estás sin trabajo?
—Tampoco he perdido gran cosa. Pero me fui satisfecha
porque le di una hostia que le dejé la mano marcada en la mejilla. Y
le dije que era un cabrón infiel y un salido. Y te aseguro que grité lo
suficiente para que sus empleadas se enteraran. Aunque puede que
se haya acostado con todas ellas.
—¿Y qué vas a hacer?
—Eso ya me lo has preguntado —dijo Ellie sonriendo.
—No te veo muy preocupada.
—Tal vez debería estarlo. Ahora me arrepiento de haber
gastado tanto dinero mientras estuve casada. Aunque aún me
queda algo ahorrado. Pero, ¿sabes? Ayer vi la lista de lo que mi hija
había anotado sobre las cosas que hago bien, y he tenido una idea.
Aprovecharé esta semana que mi cerebrito no está en casa para
estudiarla. Si ella estuviera aquí tomaría el control —dijo sonriendo
—. No puedes imaginarte lo controladora y arrogante que es.
Siempre quiere tener la razón. ¿Y sabes qué es lo peor?
—¿Qué?
—Que siempre la tiene.
Los dos se rieron.
—Pues ya me informarás del avance de tus planes, cuando los
estudies.
—Sí, lo haré. En este restaurante se come bien.
—Tenemos una amiga a la que traemos a menudo. Se llama
Tess y es la mujer de Delaney, uno de los que jugaron con tu hija el
otro día.
—Si no estoy equivocada, creo recordar que me dijo que
Delaney era el magnate hotelero. ¿Es posible que me dijera que
tiene más de doscientos hoteles de lujo repartidos por el mundo?
—Sé, ese es Delaney Stanford. La cadena de hoteles lleva su
apellido.
—Tiene que ser rico.
—Sí, es muy rico. ¿No vamos a hablar de él?
—¿De Stanford?
—No, de Carter.
—No tengo nada que decir de él. Lo nuestro fue un amor de
adolescentes. Él lo dejó bien claro. Logan, de eso hace mucho
tiempo.
—Lo sé. Y esa es la razón de que me extrañe que no quieras
hablar de él ni de lo que ocurrió entre vosotros. Si lo dejaste atrás y
lo has olvidado, no debería importarte.
—Y no me importa, pero no quiero verlo. En aquel momento lo
pasé mal. Bueno, en realidad, fue horrible. Cuando os marchasteis
el mundo se hundió a mis pies.
—Lo siento. Sé cuanto lo querías, y cuanto te afectó.
—Éramos muy jóvenes. Con el tiempo me di cuenta de que él
tenía razón.
—¿Sobre qué?
—Quiero decir que entendí por qué me había dicho todas esas
cosas. Yo tenía quince años y él diecisiete, y es normal que no
quisiera atarse a nadie. Era un adolescente y comprendo que a esa
edad quisiera salir con chicas y disfrutar con ellas. Y también
entendí que me pidiera que no le esperase. Supongo que no quería
hacerme daño ya que estar conmigo no entraba en sus planes de
futuro.
—¿Lo habrías esperado, si te lo hubiera pedido?
—Cuando le dije que lo esperaría hablaba en serio, porque
estaba asustada. Sabía que lo iba a perder, que no volvería a
verlo… Pero de haberlo esperado, me habría olvidado de él con el
tiempo. No quiero pensar que podría haber sido tan estúpida como
para esperarlo durante años, sin verlo siquiera.
—Así que lo olvidaste.
—Qué remedio. ¿Sabes que es lo bueno del pasado?
—No.
—Que puedes elegir los recuerdos que quieres que
permanezcan contigo.
—¿Y eso es lo que hiciste?
—Respecto a Carter no. Nunca pude olvidar lo mal que me
sentí cuando cortó conmigo. Pero, a pesar del tiempo que ha
pasado y de que no le guardo ningún rencor, no quiero volver a
verlo. No quiero que tengamos ningún contacto, ni siquiera por
teléfono. No sabría cómo comportarme con él.
—Han pasado muchos años, Ellie. Ya no somos adolescentes.
Todos hemos cambiado. Carter es médico, un buen médico. Trabaja
por las mañanas en un hospital y por las tardes en una consulta
privada. Es un buen hombre. Trabajador, serio, responsable…
Sabes que somos amigos desde que éramos pequeños y forma
parte de mi círculo de amigos. Y me gustaría que tú también los
conocieras.
—Me alegro de que las cosas le hayan ido bien en la vida y que
sea un hombre de éxito. No creas que lo odio por lo que hizo en el
pasado. Pero la vida siguió para mí, y Carter no ha estado en ella, ni
yo en la de él. Somos dos desconocidos, como tú y yo.
—Tú y yo ya no somos desconocidos.
—Tienes razón, y no me importa que sigamos en contacto,
como acordamos el otro día, pero no hace falta que conozca a tus
amigos. Logan, mírame, ¿qué podría hacer yo entre un grupo de
millonarios?
—Dos de nuestras amigas tienen tu edad y son chicas
sencillas, como tú. Una tiene dos hijos y la otra está embarazada. Te
aseguro que seríais buenas amigas.
—Puede que esas mujeres sean sencillas, pero ahora son
millonarias, y yo, ni siquiera tengo trabajo. No quiero que acepten
conocerme, simplemente, porque tú se lo pidas. O lo que es peor,
por lástima.
—No te aceptarían por eso, no las conoces.
—No quiero conocerlas.
—Temes que si lo haces te encuentres con Carter en algún
momento.
—Sí. Y no quiero que eso suceda.
—¿Y si me asegurara que quedaras con ellas cuando Carter
estuviera de guardia en el hospital o cuando vaya a ver a sus
padres? Entonces no habría posibilidad de que te encontraras con
él.
—No entiendo ese interés tuyo porque las conozca.
—Te lo explicaré. Tess y Lauren viven en mansiones
impresionantes. Y ambas tienen una fantástica piscina. Si aceptaras
conocerlas, Eve podría disfrutar nadando, mientras tú hablas con
mujeres, además de con una niña y conmigo.
—También conozco a Rachel, mi vecina.
—¿Cuántos años tiene?
—Cuarenta y cuatro.
—Lauren y Tess tienen tu edad.
—Es lo único que tenemos en común.
—Sus maridos te encantarían. A Eve le cayeron muy bien.
Además, eres madre con experiencia y podrías aconsejarlas.
—Lo pintas tan fantástico que dan ganas de aceptar.
—Entonces, acepta conocerlas.
—Lo pensaré.
—¿Me lo prometes?
—Sí.
—Si tu hija está de excursión no vendrá a jugar con nosotros
mañana. Todos la echaremos de menos.
—Seguro que sí.
—Y el sábado siguiente tampoco, porque es la boda de Nathan.
—Hazle fotos a los novios y me las enseñas cuando nos
veamos.
—Lo haré.

Ellie se levantó temprano al día siguiente. La noche anterior


cuando se acostó había estado pensando detenidamente en el
proyecto que se le había ocurrido. Haría un estudio sobre la
inversión que tenía que hacer para empezar su negocio en casa, y
sin darse de alta, de momento. Tenía una libreta llena de notas y
datos de cosas que tenía que averiguar. Y que tendría que ayudarla
su hija, porque el uso del ordenador estaba bastante limitado para
ella. Ahora no trabajaba y tenía tiempo para organizarse. Se le
había ocurrido la idea de dedicarse a la repostería y vender los
productos a las cafeterías.
Pasó la semana siguiente, aprovechando que Eve estaba fuera,
visitando los bares y cafeterías que había en el barrio. Quería que
no estuvieran lejos para no gastar mucho dinero en gasolina con las
entregas. Compró un mapa y fue recorriendo las calles, marcando
en él los establecimientos que encontraba. Había veintidós
negocios. Averiguarlo le llevó dos días. Luego decidió ir a los locales
para hablar con los dueño.
Además, había visitado algunas tiendas de electrodomésticos y
de menaje de cocina, viendo precios de las cosas que tenía que
comprar para su negocio.
El viernes por la noche estaba completamente agotada. Tenía la
mesa de la cocina repleta de papeles con notas, presupuestos,
direcciones, precios de artículos, y listas con las cosas que
necesitaba. Además, había recopilado en una libreta todas las
recetas que había ido acumulando a lo largo de su vida: de su
madre, de su suegra, y de algunas conocidas del pueblo.
También había hablado con su madre, quien apoyaba su
proyecto, porque sabía la buena mano que tenía su hija para la
repostería. Y le había enviado por WhatsApp recetas que tenía
nuevas para que las añadiera a su colección.
Logan la había llamado a mediados de semana para invitarla
cenar, pero ella rechazó la invitación diciéndole que estaba muy
ocupada con el proyecto que tenía entre manos y quería dejarlo listo
antes de que su hija volviera.
Logan no lo interpretó como un rechazo, porque sabía que Ellie
estaba muy ilusionada con el proyecto.

Logan llamó a primera hora del domingo siguiente a Ellie


porque sabía que Eve había vuelto la noche anterior, y Ellie lo invitó
a comer para que viera a su hija, y para ponerle al corriente de su
nuevo proyecto. Y, además, para que él les hablara de la boda de
sus amigos que se habían casado el día anterior.
Eve abrió la puerta del apartamento y abrazó a Logan.
—¿Qué tal lo has pasado? —preguntó el sacerdote después de
cerrar la puerta.
—Muy bien. Aunque si hubiéramos vuelto un par de días antes
no me habría importado. Sabía que mi madre tramaba algo y estaba
preocupada por ella —le dijo la niña en voz baja.
Entraron en la cocina. Logan besó a Ellie y le dio una bolsa con
varias botellas de vino blanco y tinto para dejarlas allí.
Logan y Eve se sentaron a la mesa y la niña estuvo contándole
durante media hora todo lo que había hecho y visto en la excursión.
Ellie sirvió una copa de vino y la dejó en la mesa junto con un plato
con queso y unas aceitunas. Luego siguió con la cena.
—¿Has visto el despliegue de papeles que tiene mi madre en el
suelo?
—Sí. Parece que ha estado muy ocupada —dijo mirando a su
amiga, que lo miraba a su vez sonriéndole.
—Mi madre ha dejado el trabajo. ¿Lo sabías?
—Sí.
—Yo me alegro de que lo haya hecho. Cuando Peter sepa las
intenciones que tenía su jefe le montará un pollo a Joe.
—Joe era mi jefe en Jenkins y quien me encontró el trabajo
aquí —le explicó Ellie—. El dueño de la inmobiliaria para quien
trabajé era amigo suyo.
—Menudo amigo tiene —dijo Logan.
—Sí, la verdad es que no me parece muy buena persona.
—¿De qué va todo ese despliegue de papeles?
—Te pondré al corriente —dijo Eve—. Yo no sabía nada del
tema. Mi madre ni siquiera me había dicho que había dejado el
trabajo.
—No te lo dije porque te conozco y no quería que estuvieras
pensando en ello durante la excursión.
—Mi madre ha tenido una idea y yo la apruebo al cien por cien,
porque tiene unas manos de oro para la repostería.
—¿Vas a trabajar en una pastelería?
—No exactamente —dijo Ellie.
—Va a trabajar por su cuenta. Todos estos días que he estado
fuera ha aprovechado para investigar. Le ha llevado una semana
recopilar todos los datos que hay escritos en esos papeles. He de
resaltar que si hubiera esperado a que yo volviera, yo lo habría
hecho en solo unas horas en el ordenador.
—No tenía nada que hacer. A mí no se me da bien la
informática —dijo Ellie a Logan.
—Fue con el coche, mapa en mano, para descubrir los bares y
las cafeterías que hay en el barrio. Y no te lo pierdas, me refiero a
un mapa de papel. Ni siquiera utilizó el Google maps —dijo Eve
sonriendo a Logan.
Logan sonrió a su amiga.
—No me importó hacerlo, y me mantuve entretenida.
—Bueno, no entremos en detalles. El caso es que fue a hablar
con los dueños de las cafeterías y bares que hay en este barrio, que
son veintidós, y todos estuvieron interesados.
—Eso es estupendo.
—Me hace ilusión. Llevo toda la semana cocinando dulces, solo
para calcular la cantidad de ingredientes que necesito para cada
cosa. Mi hija, a quien se le dan muy bien los números, me ayudará a
saber el precio de cada unidad.
—He de admitir que ha trabajado muy duro —dijo Eve
sonriendo de nuevo a Logan.
—Luego te daré unos cuantos dulces para que te los lleves.
Nosotros no podremos comérnoslos todos y, como puedes
comprobar, el congelador de nuestra nevera es demasiado
pequeño.
—Genial. Si quieres que te guarde algo en el congelador me lo
llevaré a casa. El mío es muy grande.
—No hace falta. Pero tú puedes congelar lo que te lleves y
sacarlo poco a poco.
—Gracias.
—Pon la mesa, cariño. La comida está casi lista.
Poco después estaban comiendo.
—Parece ser que no solo se te da bien la repostería. He de
decirte que esta carne está deliciosa.
—Gracias.
—¿Qué tal el balón cesto? —preguntó Eve.
—Ayer no fuimos porque era la boda de Nathan.
—¿Fue todo bien en la boda? —preguntó Ellie.
—Fue fantástica. Tengo en el móvil un montón de fotos para
enseñároslas. Lauren estaba preciosa.
—Las veremos luego, mientras tomamos el café —dijo Ellie.
—Sigue hablándome de tu proyecto.
—Bueno, tengo que invertir algo de dinero y eso no me gusta
mucho.
—Mamá, la inversión es imprescindible.
Logan sonrió.
—Lo sé. Tengo que comprar dos hornos, que colocaré sobre
ese trozo de bancada —dijo Ellie señalándola—. Sé que me van a
quitar mucho espacio, pero será provisional. Eve se ocupará de
comprobar que los que compremos quepan, y además se encargará
de tantear los precios del mercado.
—Estoy leyendo las reseñas de los hornos, del robot de cocina
que quiere mi madre y de los utensilios que necesita. No quiero
equivocarme.
—¿Para cuando crees que lo tendrás todo listo para empezar a
trabajar?
—Tan pronto tenga lo necesario.
—Calcula dos o tres semanas —dijo la niña—. Mi madre ha
pensado en todo. Incluso en las cajas de embalaje y las tarjetas de
visita. Así que me lo ha puesto fácil a la hora de buscarlo en
Internet. Mañana tendré la lista completa y haré el pedido. Y
también he encontrado una empresa que vende al por mayor
ingredientes para pastelerías.
—Parece que formáis un buen equipo. Me alegro de que hayas
encontrado algo a tu medida.
—Gracias, Logan.
—Eve, ¿vendrás a jugar con nosotros el próximo sábado?
—Iré si mi madre no me necesita. Ella es lo primero.
—Claro. Llámame el viernes y me lo dices.
—Mejor llámame tú —dijo Eve.
—De acuerdo —dijo él sonriendo, recordando lo que Ellie le
había dicho sobre los planes de ahorro.
Logan y Eve recogieron la mesa mientras Ellie preparaba el
café. Logan le enseñó a Eve las fotos de la boda mientras Ellie
ponía en un plato un surtido de dulces.
—Cuando los pruebes podrás darme tu opinión —dijo dejando
el plato sobre la mesa y sentándose con ellos.
—Todo tiene una pinta estupenda.
—¿Te importaría enviarme las fotos de todos tus amigos y la
tuya? Me gustaría enseñárselas a mis amigas —dijo Eve—. Quiero
darles un poco de envidia.
—Envíate tú misma las que quieras —dijo él dándole el teléfono
a la niña.
—Gracias.
—Estas galletas están riquísimas.
—Me alegro de que te gusten.
—La novia estaba guapísima —dijo Eve devolviéndole el
teléfono—. Bueno, es guapísima, y también su amiga.
—Sí, las dos son muy guapas.
—¿Quién es la chica pelirroja?
—Es la hermana de Nathan. Y las cuatro niñas pelirrojas son
sus hijas.
—¿No es muy joven para tener cuatro hijas?
—Son dos parejas de gemelas. ¿Quieres ver las fotos? —
preguntó Logan a Ellie.
—Claro —dijo ella, cogiendo el teléfono que él le dio y
empezando a pasar las fotos—. Las crías son monísimas. ¿Quién
es la pequeñaja que va delante de la novia por el pasillo? Es muy
guapa.
—Es la hija de Delaney y de Tess —dijo él deslizando las
imágenes hasta encontrar la foto del matrimonio.
—Es el hotelero, ¿no?
—Sí.
—Es un bombón de hombre. Ya me lo dijo Eve. Y su mujer es
una belleza.
Logan acercó la silla a ella para ir diciéndole quienes eran todos
los de las fotos que iban apareciendo.
—Ese es Nathan, el novio. Y su mujer, Lauren.
—Es guapísima, igual que él. Y lleva un vestido precioso.
—Sí.
—Supongo que este es hermano de Delaney o un pariente. Se
parecen muchísimo.
—Es Sean, su hermano, el arquitecto de quien os hablé. Y ese
es Carter. Supongo que lo has reconocido.
—Hace tanto que no lo veía… Está muy diferente.
Eve miró a su madre. Tenía los ojos brillantes por la emoción de
volver a verlo. Ellie pasó a la siguiente foto.
—El jardín es una maravilla.
—Sí, estaba muy bonito. Es el de la casa de Nathan. Se
casaron allí.
—Qué pasada. Es fantástico. ¡Mirate! —dijo Ellie al ver la foto
de Logan después de que los casara—. Estás muy elegante con
traje de etiqueta.
—Muchas gracias.
—Debió ser una boda de ensueño —dijo devolviéndole el
teléfono.
—Sí, lo fue.

Eve no fue a jugar el partido con sus amigos el siguiente


sábado. Había sido una coincidencia detrás de otra. Primero el viaje
de fin de curso. Luego la boda de Nathan. La semana siguiente
había tenido que ir a la biblioteca con sus compañeras para buscar
información para un trabajo de clase. Y el siguiente sábado
recibirían todo lo que habían comprado para el negocio de Ellie y
quería estar con su madre para ayudarla a instalarlo. Quería
organizarlo todo con ella, porque le había dicho que quería hornear
cuanto antes muestras de los dulces, para llevarlas a las cafeterías.
Pero el siguiente sábado, que era veinte de junio, sí iría a jugar
con sus amigos.

Logan la recogió en casa.


—¿Vendrán hoy a jugar todos tus amigos?
—Menos Carter, que está de guardia y no saldrá hasta mañana.
Tu madre me dijo que estabas al corriente de la relación que había
tenido con él en el pasado.
—Sí, me lo contó. Fue hace una eternidad. Imagínate, yo aún
no había nacido.
Logan no sabía si Ellie le habría dicho que era su padre, porque
la niña no parecía estar al corriente.
Eve lo pasó genial con ellos. Se sentía bien en su compañía, a
pesar de la diferencia de edad. Era como si de repente tuviera
hermanos mayores. Se dio cuenta de que echaba de menos a
Carter y quería volver a verlo. Habían ido dos niñas nuevas desde
que Eve fue la primera vez. Ambas tenían diecisiete años y se
comían con los ojos a sus amigos. Eso le molestó. Puede que
porque ella no tuviera todavía edad para pensar en el sexo.
Después del partido Logan la llevó a su casa y luego se dirigió a
casa de Tess, como hacía cada sábado. Le había pedido a su amiga
que los invitara a todos, incluidos sus suegros, porque quería
comentarles algo importante.
Capítulo 4
Logan les pidió a Jack y a Cath que se sentaran con ellos a
comer. Eran como de la familia y quería que estuviesen al corriente
de lo que iba a decirles.
—Ya está bien de suspense —dijo Tess—. Dijiste que tenías
que hablarnos de algo muy importante.
—Sí, es algo muy serio —dijo Logan.
—¿Vas a dejar el sacerdocio? —preguntó Nathan.
—¡Por supuesto que no! ¿Cómo se te ha ocurrido algo tan
estúpido?
—Hay algo que me sorprende —dijo Sean—. Carter y tú sois
como hermanos, y me parece muy extraño que quieras hablarnos
de algo, según tú muy serio, precisamente hoy que Carter está de
guardia en el hospital.
—Es que voy a deciros algo que está relacionado con él y no
quiero que lo sepa, al menos, de momento.
—¿Le ha ocurrido algo? —preguntó Tess preocupada, porque
Carter era para ella como un hermano, al igual que Logan.
—Carter está bien. Quiero hablar con vosotros, más que nada,
para que me ayudéis a decidir cómo decirle algo que va a cambiar
su vida.
—Hasta aquí hemos llegado, Logan. Habla de una puta vez —
dijo Delaney—. Estás preocupando a mi mujer.
— Está bien. Voy a contaros algo que sucedió hace varios
años. Tess está al corriente, pero no de todo.
Logan les habló del campamento, de todos los veranos que
estuvieron yendo allí y de lo que sucedió la última vez que Carter y
Ellie se vieron.
—Ellie estaba loca por él desde que lo vio por primera vez.
Entonces tenía nueve años y nosotros once.
—Una niña precoz —dijo Nathan.
—Yo ya sé esa historia —dijo Sean.
—¿La sabes? —preguntó Logan.
—Me la contó Carter, precisamente hace unas semanas.
—¿Qué te contó, además de lo que acabo de decir?
—Que estuvo enamorado de esa chica durante toda la carrera.
Que nunca había mantenido una relación con ninguna mujer porque
a todas las comparaba con ella. Me dijo que cuando terminó la
carrera, antes de hacer la especialidad, fue a verla. Bueno, no a
verla, me dijo que quería saber sobre ella. Como no sabía dónde
vivía fue al acampamento. Me dijo que la cocinera era la misma que
años atrás y que le preguntó sobre algunos de los chicos que Carter
recordaba, pero la mujer no se acordaba de ninguno de ellos,
excepto de Ellie y de su amigo, porque vivían en el pueblo, como
ella. Le dijo a Carter que se había casado con su amigo de toda la
vida, que tenían una niña y que eran muy felices. Carter fue al
trabajo de Ellie y esperó en la puerta hasta que la vio salir. Pero se
marchó sin intentar hablar con ella y decidió pasar página. Según
me dijo, nunca logró olvidarla del todo.
—¿Fue a buscarla? —preguntó Logan extrañado de que su
amigo nunca se lo hubiera mencionado.
—Es lo que acabo de decir.
—¿Y por qué nos cuentas todo eso, Logan? Estás hablando de
un amor de juventud. Carter y esa chica eran adolescentes —dijo
Louise, la madre de Delaney.
—Esa niña que ha mencionado Sean, es hija de Carter —dijo
Logan sin darle más vueltas al asunto.
—¿Qué? Carter jamás ocultaría que tiene una hija. Nos lo
habría dicho. Ya sabéis cuánto le gustan los niños —dijo Tess.
—Él no sabe que tiene una hija. Que, por cierto, tiene trece
años.
—¡Oh, Dios mío! —dijo Tess.
—¿Estás seguro de ello? —preguntó Nathan.
—Completamente. Carter y ella estuvieron juntos los meses de
julio y agosto del 2006, y su hija nació el doce de mayo del año
siguiente. No hay ninguna posibilidad de duda.
—Puede que se acostara con otro chico... —dijo Delaney.
—Si la hubieras conocido no habrías hecho ese comentario.
Para Ellie no existía otro chico que no fuera Carter.
—¿Cómo te has enterado? —preguntó Patrick Stanford.
—Simple casualidad. Encontré a Ellie en mi iglesia a mediados
del mes pasado. No me reconoció, pero yo a ella sí. El color de sus
ojos es inconfundible.
—¿También los tiene violeta, como mi mujer? —preguntó
Nathan.
—No, los tiene verdes. Estuve hablando con ella, pero era la
hora de confesar y no podía entretenerme y la invité a cenar. Me dijo
que prefería que yo fuera a su casa porque tenía una hija y no sabía
si querría acompañarnos.
—¿Conociste a su hija? —preguntó Sean.
—Sí. Es una niña genial. Buena estudiante, muy inteligente,
educada, simpática y muy guapa. No sospeché nada de que fuera
hija de Carter, pero algunas cosas que había mencionado mientras
cenábamos hicieron que pensara sobre ello cuando volvía a casa.
—Esa fue la noche que me llamaste, ¿verdad? —preguntó
Tess.
—Sí. Acababa de salir de su casa.
—Me llamó para preguntarme cuando tenía que haberse
quedado embarazada una mujer para dar a luz en una fecha, que
ahora no recuerdo —dijo Tess.
—El doce de mayo del 2007 —dijo Logan—. Tess me dijo que
el embarazo dura cuarenta semanas. Sacó la cuenta en ese
momento y me dijo que se había quedado embarazada a primeros
de agosto del año anterior.
—Cuando Carter y ella estaban juntos —dijo Lauren.
—Pondría la mano en el fuego a que su amigo de toda la vida
se casó con ella para evitarle el escándalo —dijo Logan.
—Puede que estuviera enamorado de ella —dijo Cath.
—Puede ser, pero te aseguro que ella no lo estaba de él.
—De todas formas, ¿estás seguro al cien por cien de que es
hija de Carter? —preguntó Jack.
—No puedo estar tan seguro, pero yo apostaría a que es su
hija.
—Puede que te hayas precipitado en tus conclusiones y sea
hija de su marido —dijo Sean.
—Si es así, hay muchas cosas que no cuadran.
—¿Qué cosas? —preguntó Delaney.
—Ellie se trasladó aquí el doce de mayo, precisamente el día
del cumpleaños de su hija. Me dijo que acababa de separarse de su
marido.
—Eso no tiene nada de extraño —dijo Patrick.
—No le pasa pensión a Ellie, ni manutención para su hija. Sin
embargo, Ellie dice que Peter, que así se llama su exmarido, adora
a la niña.
—Eso sí que es raro —dijo Nathan.
—Además, me dijo que tiene la custodia total de la pequeña.
¿Qué padre cede a su hija sin luchar? Me dijo que tienen un
acuerdo verbal desde que se casaron.
—Eso es todavía más extraño —dijo de nuevo el abogado.
—Ellie habla de su exmarido como si todo estuviera bien, pero
a mí no me cuadran las cosas. Además, la niña llama a su supuesto
padre Peter, en vez de papá.
—Yo creo que antes de mencionarle nada a Carter deberíamos
hacerles una prueba de ADN —dijo Nathan—. ¿Tienes oportunidad
de verla de nuevo?
—Sí. Y vosotros también.
—¿A quién te refieres con nosotros? —preguntó el abogado.
—A ti, a Delaney, a Sean, a Carter... La hija de Carter es Eve.
—¿Quién es Eve? —preguntó Tess.
—Es la niña que te mencioné —dijo su marido—. La que se ha
unido a nosotros en los partidos de los sábados. Precisamente,
hemos jugado juntos esta mañana.
—¡Oh, Dios mío! —dijo Louise.
—¿No podría darse el caso de que conocer a esa chica no
fuera casualidad? —preguntó Jack—. Puede que al divorciarse de
su marido haya pensado que su hija podría pasar por la hija de
Carter, teniendo en cuenta las fechas.
—Hace unos días hablé con Ellie. Le dije que tenía dos amigas
de su edad y que estarían encantadas de conocerla. Me refiero a
vosotras —dijo Logan mirando a Tess y a Lauren—. En ese
momento ya sabía que Carter vivía aquí y que pertenecía a nuestro
grupo de amigos. Me dijo que prefería no conoceros para evitar
encontrarse con Carter. Me dejó bien claro que no quería verlo ni
tener contacto con él.
—¿Cómo es esa chica? —preguntó Sean.
—Preciosa —dijo Logan sonriendo.
—¿Dónde viven? —preguntó Jack.
—A las afueras de la ciudad. En un barrio de gente trabajadora.
Por lo que la niña mencionó un día cenando, no tienen mucho
dinero. Ellie vino aquí porque encontró un trabajo en una
inmobiliaria, que era de un amigo de su antiguo jefe. Aceptó el
trabajo porque sus padres viven cerca de aquí. Pero al cuarto día se
despidió. Le dio un hostión a su nuevo jefe y le dijo que era un
cabrón delante de sus empleadas.
—¿Y eso? —preguntó Patrick.
—Le pagaba una miseria y le ofreció mejor salario a cambio de
sexo.
—Cabronazo —dijo Lauren.
—Eve es un cielo. Vosotros no la conocéis como yo, pero os
sorprendería lo que se preocupa por su madre.
—¿Crees que la niña sabe que Carter es su padre? —preguntó
Sean.
—No lo sé, pero sí sabe que Carter y su madre tuvieron una
relación cuando eran adolescentes.
—Antes de nada haremos una prueba de ADN —dijo el
abogado—. El próximo sábado cogeremos los vasos y las tazas de
sus desayunos, con un poco de suerte habrá restos de saliva.
—Puede que tú tengas acceso a su cepillo del pelo —dijo
Delaney a Logan—. Si consigues unos cuantos cabellos... Aunque
puede que se mezclen con los de su madre, si usan el mismo.
—Eve tiene el pelo del mismo color que Carter, pero su madre
lo tiene rojo.
—¿Otra pelirroja? —dijo Nathan pensando en su hermana y sus
sobrinas.
—Vale. Procuraré ir a su casa esta semana. Solo tienen un
baño y me será fácil. Aunque no me voy a sentir bien, va a ser como
traicionarla.
—No va a enterarse, Logan. Además, necesitamos asegurarnos
de que es hija de Carter —dijo Jack.
—Ya sabéis que le ofrecí a Eve ir a ayudar a los chicos de la
escuela con los deberes, parece ser que se le dan muy bien las
Matemáticas —dijo Logan para que sus amigas lo supiesen—. Le
ofrecí dinero a cambio, pero lo rechazó, a pesar de que sé que lo
necesitan. Dijo que no podía cobrar por ayudar a unos chicos que
necesitaban ayuda.
—Es una buena chica. A mí me cayó muy bien —dijo Delaney.
—Su madre también es una buena chica, y os caerá genial —
dijo Logan.

Logan llamó a Ellie el jueves siguiente y le dijo que iba a


comprar algo para cenar y cenaría con ellas. Cuando llegó a su casa
encontró a madre e hija muy contentas. La semana anterior habían
recibido un montón de llamadas con pedidos. En las cafeterías
habían probado los productos que Ellie había llevado y a todos les
habían gustado.
Ellie le dijo a Logan que no iba a abusar del trabajo, que
trabajaría para cubrir los gastos de la casa y de ellas y para ahorrar
un poco, pero no más, porque necesitaba tiempo para su hija.
Logan se sintió un poco culpable al coger los cabellos del
cepillo del pelo de Eve y meterlos en la bolsa que había llevado con
él.
Las cosas le iban bien a Ellie. Se levantaba cada día a las cinco
de la mañana y se metía en la cocina a preparar los pedidos que
tenía. Cuando Eve se levantaba desayunaban juntas. Y cuando la
niña volvía del instituto la acompañaba a hacer el reparto. Cuando
regresaban a casa Eve hacía los deberes, mientras su madre
preparaba la cena.
Eve era quien se encargaba de la contabilidad del negocio. Así
que su madre le entregaba los cheques o el dinero que le pagaban
cada día y ella lo anotaba en su libreta, y lo dejaba todo listo para
ingresarlo en el banco el sábado. Luego cenaban juntas y la
pequeña se quedaba estudiando un rato. Pero Ellie se acostaba a
las nueve de la noche porque ya estaba muerta de sueño.

El sábado siguiente se reunieron en la cafetería para desayunar


antes del partido, como hacían siempre. Ese día les acompañó
Jack, que fue quien se encargó de coger la taza de Eve y el vaso de
zumo de Carter cuando estaban saliendo y los metió en una bolsa
que había llevado consigo.
Después del partido, Delaney y Jack llevaron las muestras,
junto con los cabellos que Logan les había dado, a un hospital y las
dejaron en el laboratorio para que las examinaran.
Cuando volvieron a casa se ducharon y se sentaron a tomar un
café con Tess y Cath.
—¿Qué te ha parecido la niña? —le preguntó Tess a Jack.
—¡Dios! Esa niña es súper inteligente. Se nota que lee mucho
porque tiene un vocabulario muy extenso para su edad. ¿Y sabéis?
Yo no necesito las pruebas de ADN para saber que es la hija de
Carter. El color de su pelo es idéntico, al igual que los ojos. Los
tenía sentados delante de mí en la cafetería y había cosas que los
dos hacían de igual forma al comer, al beber, al limpiarse con la
servilleta…
—Jack tiene razón. Eve es hija de Carter. No tengo la menor
duda. Cuando no lo sabía no presté atención, pero, ¡joder! Se
parecen un montón. Espera, tengo una foto —dijo Delaney a su
mujer, levantándose para ir a por el móvil que estaba en la bancada
de la cocina.
—¿Cómo has conseguido la foto?
—Le he dicho que nos hiciéramos la foto juntos para que tú la
vieras. Mira —dijo dándole el móvil.
—Es muy guapa.
—Sí, ciertamente lo es —dijo Jack.
—Y tenéis razón, se parecen muchísimo. ¿Habéis conseguido
coger la taza?
—Sí, he cogido la taza de ella y un vaso de Carter —dijo Jack.
—Las hemos llevado al hospital, junto con los cabellos que nos
ha dado Logan —añadió Delaney.
—¿Cuándo estarán los resultados de las pruebas?
—En una semana.
—¿Qué haremos? Logan ha dicho que no va a traicionar a su
amiga —dijo Tess.
—A lo mejor decide ser amiga tuya y de Lauren —dijo Delaney.
—Ojalá. Si Carter supiera que tiene una hija y que ella y su
madre están pasando apuros, no le sentaría muy bien.
—Logan dice que han llevado una buena vida hasta que se
divorció de su marido. Parece ser que fue recientemente.
—Podríais investigar al marido, a ver lo que descubrís. Logan
tiene razón, el comportamiento de ese hombre respecto a su hija no
me cuadra —dijo Cath.
—¿Os habéis planteado que su comportamiento se deba,
precisamente, a que no es hija de su marido? —dijo Delaney.
—Cath tiene razón. Podríamos enviar al detective al pueblo
donde vivían, a ver que descubre, con la mayor discreción.
Deberíamos saber todo sobre ese hombre, y también sobre la
madre de Eve —dijo Jack.
—La niña tiene trece años y no va a ir a ningún sitio. ¿No creéis
que deberíamos esperar a tener los resultados de los análisis antes
de hacer nada? —dijo Tess.
—Eve es hija de Carter —afirmó Jack.
—Yo estoy de acuerdo. Jack, encárgate de organizarlo con tu
amigo el detective —dijo Delaney—. Que se asegure de ser
discreto.
—¿En qué pueblo dijo Logan que estaba el campamento?
—Jenkins, en Kentucky —dijo Tess.
—Anota también que el marido es el dueño de una ferretería —
dijo Delaney—. Eve lo mencionó uno de los días que nos vimos. Si
es un pueblo pequeño no habrá muchas.
Jack lo anotó en la pequeña libreta que siempre llevaba con él.
—Tal vez estéis precipitándoos —dijo Cath—. ¿No deberíais
antes consultarlo con los demás?
—Ellos estarán de acuerdo —dijo Delaney.
—Cariño, no es por hacerte la contraria, pero yo no estoy muy
segura de que Logan lo apruebe —añadió Tess.
—Ahora no vamos a preocuparnos por eso —dijo su marido—.
Deberíamos hacer algo para conocer a esa mujer.
—Logan dijo que no estaban bien de dinero. Puede que a la
niña le interese trabajar de canguro para vosotros durante el fin de
semana —dijo Cath.
—Tiene trece años —dijo Tess.
—No me refiero a que dejéis a los niños a su cuidado, pero sí
puede encargarse de entretener a Brianna.
—Esa es una buena idea. Se lo diré a Logan —dijo Tess.
—No le digas nada. Yo hablaré con Eve el sábado que viene y
le ofreceré el trabajo. Pero si acepta, nosotros estaremos en casa
cuando esté con Brianna, y también Jack —dijo Delaney,
preocupado por su hija.
—Por supuesto, no pensaba dejarlas solas —dijo Tess—.
Procura no ser demasiado arrogante cuando hables con la niña. Si
es tan inteligente como decís, no sería bueno que pensara que no
se lo estás ofreciendo, sino ordenándoselo. A veces llegas a
intimidar.
—No me estarás diciendo que yo te intimido —dijo Delaney a
su mujer sonriéndole.
—A mí no, pero puede que a ella sí.
—Te aseguro que esa niña no se siente intimidada ante ninguno
de nosotros —dijo Jack.
—¿Creéis que sabe que Carter es su padre?
—Si lo sabe, es muy buena fingiendo.

—Hola, cariño —dijo Tess cuando contestó a la llamada de su


marido.
—Eve es hija de Carter. Nathan y yo acabamos de recoger los
resultados de las pruebas del laboratorio.
—¡Dios mío!
—En unos minutos llegaremos a la cafetería y le ofreceré a Eve
el trabajo.
—Espero que acepte. Tengo ganas de conocerla.
—Te va a caer muy bien. Te dejo, cielo.
—Hasta luego.
Nathan aparcó el coche delante de la cafetería y bajaron los
dos. Carter, Eve, Logan y Sean ya estaban dentro. Cuando el
camarero los vio entrar, empezó a preparar el desayuno de todos.
Se sentaron a la mesa y se saludaron. Poco después les llevaron el
desayuno. Delaney fue directo al grano.
—Tess me ha dicho que va a buscar una canguro para que
pase unas horas en casa los sábados entreteniendo a Brianna.
—¿No teníais una? —preguntó Nathan.
No era cierto y ambos lo sabían, pero era una mentira pequeña.
—Solo fue a casa dos días. Le dijimos que ya no la
necesitábamos.
—¿Y eso?
—Según mi mujer era seca y antipática, y Brianna se aburría
con ella.
—¿Cuánto le pagabais? —preguntó Sean.
—Veinticinco dólares la hora.
—¿Le pagabais ese dinero por entretener a vuestra hija? —
preguntó Eve.
—Sí.
—¡Menudo chollo!
—¿Te interesa el trabajo?
—No sé… ¿Has dicho que era para los sábados?
—Sí, desde las diez y media o las once de la mañana hasta
después de comer. Unas cuatro horas.
—Tengo entendido que tu hija es pequeña.
—Sí, tiene dos años. Si te interesa el trabajo, es tuyo. Y si
vemos que a Brianna le gusta estar contigo y no se aburre te
pagaremos cuarenta dólares la hora.
—¿Hablas en serio?
—Por supuesto.
—Serían ciento sesenta dólares a la semana. Me interesa. Pero
antes he de hablar con mi madre. En el pueblo hacía de canguro
para la hija de una vecina desde que tenía diez años, pero vivía al
lado de casa. Mi madre no te conoce y tampoco a tu mujer. Y es
muy protectora conmigo.
—Puedo llevarte a casa después del partido para conocerla. Y
si está de acuerdo, puedes empezar hoy. Eso si a ti te va bien.
—Vale.
Fue un desayuno divertido, al igual que el partido. A Eve le
gustaba Carter. Era muy simpático y muy amable. Se preguntaba
cómo habría sido su vida si en vez de tener a Peter como padre lo
hubiera tenido a él.

—Mamá, ya estoy en casa.


—Muy bien, cariño.
—No vengo sola.
—Logan no necesita invitación para venir a casa.
—No es Logan —dijo Eve entrando en la cocina.
Ellie se dio la vuelta y se quedó petrificada mirando a los dos
hombres que aparecieron detrás de su hija.
—Mamá, ellos son mis amigos Delaney y Nathan. Ella es mi
madre, Eleanor.
—Es un placer conocerte, Eleanor —dijo Delaney dándole un
beso en la mejilla.
—Mucho gusto —dijo ella aturdida—. Llamadme Ellie, por favor.
—Me alegro de conocerte, Ellie —dijo Nathan besándola
también.
—Un placer.
—Sentimos haber venido sin avisar. Y, además, con estas
pintas. —dijo Delaney.
—Sí, teníais que haberlo hecho. Al menos me habría vestido
decentemente.
—No te preocupes, nosotros vamos con chándal y necesitamos
una ducha.
—¿Qué os trae por aquí?
—Delaney me ha ofrecido trabajar de canguro los sábados
después del partido para cuidar de su hija de dos años.
—Estamos buscando a alguien que la entretenga —dijo
Delaney—. Tenemos un bebé de dos meses y mi mujer no da
abasto. Eve me dijo que tu no la dejarías sin conocernos antes.
—Logan me ha hablado muy bien de todos vosotros. Si no me
equivoco, tú eres quien se ha casado recientemente —le dijo a
Nathan.
—Sí, hace tres semanas.
—Felicidades.
—Muchas gracias.
—A pesar de lo bien que me ha hablado Logan de ti, se trata de
mi hija —dijo mirando a Delaney—. No quiero que pienses que soy
desconfiada, pero antes de darle mi permiso, necesito saber dónde
vives y conocer a tu mujer.
—Me gusta que seas así. Yo también desconfiaría, si se tratase
de mi hija.
—Me alegro de que lo entiendas. ¿Os apetece un café?
—Sí, gracias —dijeron los dos.
—Sentaos, por favor.
—Me ducharé mientras lo tomáis —dijo Eve desapareciendo
por el pasillo.
Ellie preparó la cafetera y la puso al fuego. Sacó dos fuentes de
galletas de los dos hornos que había sobre la bancada.
—¿Te dedicas a la repostería? —preguntó Nathan.
—Sí. Vendo los productos a las cafeterías del barrio —dijo
poniendo unas cuantas galletas en un plato y llevándolo a la mesa.
—¿Cómo te va el negocio? —preguntó Delaney.
—No me puedo quejar. Trabajo horneando desde antes del
amanecer y hago los reparto por las tardes.
—Incluidos los sábados —dijo Delaney.
—A veces, incluso los domingos —dijo ella sonriéndole—.
Según mi hija, que es quien me lleva la contabilidad, saco para el
alquiler, los gastos de la casa, y aún puedo ahorrar algo.
—¿Tu hija te lleva la contabilidad? —preguntó Nathan
extrañado.
—No pienses que es tan complicado, con lo que gana, no tengo
que hacer demasiados números —dijo Eve sonriendo cuando se
unió a ellos.
Ellie puso en la mesa todo lo necesario. Luego sirvió los cafés y
se sentó con ellos. Delaney cogió una galleta y la probó.
—Está deliciosa.
—Gracias. Os daré unas cuantas para que os las llevéis.
—Nuestras mujeres lo agradecerán —dijo Nathan—. Gracias.
—No hay de qué.
—Entonces, ¿qué dices sobre que tu hija haga de canguro en
casa? Si estás de acuerdo, podría empezar hoy.
—No me importa que cuide de tu hija, siempre que la lleve yo a
tu casa y me presentes a tu mujer.
—No hay problema. Puedes venir con nosotros.
—Prefiero ir con mi coche, así no tendrás que traerme luego.
Además, tengo que cambiarme. Escríbeme la dirección y la llevaré
tan pronto me vista.
—De acuerdo. Eve, añade el número de tu madre a mis
contactos —dijo Delaney dándole el teléfono—. Por cierto, Eve.
Llévate el bañador, a mi hija le gusta el agua más que a los peces.
—Vale.

Jack acompañó a Ellie y a su hija a la piscina donde se


encontraban todos los amigos. Logan se levantó al verlas y se
acercó para besarlas.
—Siento no haberte dicho nada sobre lo del trabajo que le han
ofrecido a Eve. No sabía que estaban buscando una canguro —dijo
Logan.
—No te preocupes.
—Chicos, quiero presentaros a Ellie, una buena amiga. Y para
los que aún no la conozcáis, ella es Eve, su hija.
Todos se habían levantado al verlas llegar y se acercaron para
besarlas también. Ellie estaba alucinada con el aspecto de esos
hombres, aunque las dos mujeres también eran dos bellezas.
Agradeció que Carter no estuviera entre ellos.
—Él es mi hermano, Sean.
—Mucho gusto en conocerte.
—El gusto es mío, preciosa.
—Te pareces mucho a tu hermano.
—Eso dicen.
—Siéntate, Ellie —dijo Tess.
—Solo un momento, no tengo mucho tiempo. ¿Puedo coger a
tu bebé? —preguntó Ellie a Delaney que tenía a su hijo en brazos.
—Claro.
—Mi marido me ha dicho que te dedicas a la repostería —dijo
Tess mirando la forma tan cariñosa con que acariciaba a un hijo.
—Estoy empezando con ello. Ni siquiera me he dado de alta. Y
no voy a hacerlo hasta que me asegure de que la cosa va bien.
Estuve trabajando en una inmobiliaria cuando llegamos aquí, pero
no duré ni una semana. No me sentía a gusto con el trabajo, así que
decidí probar otra cosa. Creo que la repostería se me da bien, y me
gusta.
—Desde luego, las galletas que le has dado a nuestros maridos
estaban deliciosas —dijo Lauren—. Pensábamos guardarlas para el
café, pero nos las hemos terminado.
—Eso es una buena señal.
—Nuestro amigo Carter se ha retrasado y se ha quedado sin
probarlas —dijo Tess.
Todos notaron la tensión en Ellie al oír su nombre, aunque
intentó disimularlo. Se preocupó por si llegaba y decidió marcharse
cuanto antes.
—¿Habría posibilidad de conseguir una muestra de todos los
productos que haces? —preguntó Tess—. Tengo una librería con
una cafetería en la planta superior. Servimos algunos dulces, pero
tus galletas superan las que ofrecemos allí, con diferencia.
—No hay problema. El lunes prepararé un muestrario para ti. Te
las traeré por la tarde, cuando termine con los repartos.
—No hace falta que te molestes. Yo iré a recogerlas a tu casa.
Precisamente Lauren y yo tenemos que ir el lunes a comprar unas
cosas para su bebé.
—¿De cuánto tiempo estás?
—De veintidós semanas.
—Ya has pasado la mitad del embarazo.
—Sí —dijo Lauren sonriendo.
—De acuerdo. Por la mañana suelo estar en casa, pero si vais
por la tarde tendrá que ser a partir de las seis, que es cuando suelo
terminar de repartir. Que os dé mi hija la dirección antes de
marcharse.
—Perfecto.
—Tengo que marcharme, de lo contrario, no podré servir los
pedidos esta tarde —dijo devolviéndole a Delaney a su hijo—.
Tenéis una piscina preciosa.
—Gracias —dijo Tess—. Un día que tengas más tiempo
vendrás a comer con nosotros y te enseñaré la casa.
—Muy bien.
Jack llegó con Brianna. Logan se lo presentó y Ellie le dio un
beso. Luego cogió a la pequeña que llevaba en brazos.
—¡Oh, Dios mío! Es preciosa.
—Gracias —dijo Tess.
—Desde luego, no puedes negar que es tu hija —le dijo a
Delaney.
—Sí, se parece a mí. Se llama Brianna.
—Su nombre también es precioso. Bueno, me marcho.
Eve cogió a la pequeña.
—Llámame cuando acabes y vendré a buscarte —le dijo Ellie a
su hija.
—No hace falta que te molestes, yo la llevaré —dijo Logan.
—No será molestia. Tengo que salir a hacer el reparto. Ha sido
un placer conoceros a todos. Nos veremos el lunes —le dijo a las
dos mujeres.
—Sí.
Logan la acompañó al coche.
—Tenías razón, tus amigos son muy simpáticos. Y la piscina es
increíble.
—Puede que ahora te sea más fácil decidir si te unes a nuestro
grupo.
—Sí, puede —dijo ella besándolo antes de subir a su utilitario.
Logan entró en la casa para abrirle la puerta de la verja.
Cuando Ellie traspasó la puerta se encontró de frente con el
Mercedes de Carter, que iba a entrar en la finca. Ella lo reconoció al
instante, tal vez porque había visto fotos suyas recientes, y porque
sabía que lo estaban esperando. Pero él no la reconoció, puede que
porque Ellie llevaba gafas de sol. Ella lo saludó con la cabeza y él le
devolvió el saludo de igual forma.
Cuando Ellie vio por el retrovisor que el coche de Carter había
desaparecido paró a un lado, porque estaba temblando y las manos
le sudaban. Permaneció unos minutos allí, con los ojos cerrados y
respirando profundamente, intentando tranquilizarse. El corazón le
latía tan fuerte que se asustó. No sabía que volver a verlo le
afectaría de esa manera y dio gracias de no haberlo encontrado en
la piscina con sus amigos porque habría hecho el ridículo. Pensaba
que lo había olvidado hacía mucho tiempo, y puede que fuera así.
Pero ese hombre había seguido en su cabeza y en su corazón,
escondido en un rincón, hasta que lo había vuelto a ver. Pensaba
que lo tenía todo encauzado, mas o menos, y de repente, cuando no
lo esperabas, todos los soportes empezaron a tambalearse.

Ellie entró en el dormitorio de Eve para guardar la ropa que


había planchado. El día anterior, después de que recogerla en casa
de Delaney, habían ido a comprar unos portarretratos que Eve
quería. Y estaban allí, sobre la cómoda. Había fotos de todos sus
amigos. Fotos que se habían hecho algún día de los que fueron a
jugar a baloncesto, y fotos de la boda de Nathan, que su hija se
había enviado ella misma desde el móvil de Logan. Había una foto
de Eve con su padre, los dos vestidos con pantalón corto y
camiseta. Cogió la foto para verla de cerca, con los ojos empañados
por las lágrimas. —¡Mierda, Carter! No te he olvidado.
Por suerte, también había fotos de Eve con sus amigas del
instituto. Y eso hizo que no se preocupara. Porque no era normal
que tuviera fotos de todos esos hombres, como si realmente fueran
amigos suyos. Aunque en realidad lo eran, ¿no? Desayunaban
juntos los sábados y luego jugaban un partido. ¿No era eso lo que
hacían los amigos?

—Siéntate, cariño. La comida está lista.


Ellie sirvió la comida y se sentó frente a su hija.
—Ayer vi a Carter —dijo Ellie.
—¿Lo viste? ¿Dónde?
—Cuando salía de casa de Delaney, él entraba en la finca.
—¿Te reconoció?
—No creo. Además, solo me vio unos segundos.
—No sé por qué lo he preguntado. Sé que no te reconoció, de
lo contrario habría comentado algo con sus amigos, pero no lo hizo.
¿Cómo te sentiste?
—Extraña. En realidad, esa palabra es un eufemismo para
como me sentía —dijo sonriendo—. Lo cierto es que tuve que parar
a un lado para tranquilizarme porque estaba muy nerviosa y
temblaba.
—¿Por qué estabas nerviosa?
—No lo sé.
—Puede que sigas enamorada de él.
Vaya, qué lista es mi hija, pensó.
—No creo que sea eso, no lo he visto en catorce años.
—Investigué sobre él. Nunca había pensado en hacerlo, pero
cuando lo conocí… No sé, supongo que sentí curiosidad.
—¿Descubriste algo interesante?
—Terminó la carrera en ocho años, incluida la especialidad. No
repitió ningún curso y acabó entre los tres primeros de su
promoción.
—Ya sabemos a quien te pareces en lo de buena estudiante —
dijo Ellie sonriéndole.
—Ha salido en la prensa infinidad de veces. En muchas de
esas ocasiones con Tess, la mujer de Delaney.
—¿Por qué? ¿Hubo algo entre ellos?
—Según las entrevistas que le hicieron a ella, después de que
se casara con Delaney, no. Siempre dijo que eran amigos desde el
primer año de universidad de ella, que fue cuando se conocieron. Y
Carter ya era médico. Y por lo que pude ver ayer en su casa, no
creo que hubiera nada entre ellos. Pero se nota que son buenos
amigos, yo diría que más que eso, casi como hermanos. Y también
es muy amiga de Logan, a quien también conoció en la universidad.
Además, Delaney fue la primera relación de Tess, lo dijo ella en una
entrevista que le hicieron.
—¿Logan y Carter estudiaron en la misma universidad?
—Sí, y Tess también. Por eso se conocieron. Logan terminó
antes la carrera y vino a vivir aquí. Según he averiguado, le dieron la
iglesia tres meses después de instalarse en la casa en la que vive,
que heredó de su abuelo.
—¿Todo eso lo has averiguado por Internet?
—La mayoría de las cosas las sé por él. Tiene algunas
propiedades aquí, sobre todo, locales. También heredados de su
abuelo. Su padre lleva la empresa que era de su padre y que está
en Trenton, New Jersey. Los padres de Logan viven allí, y los de
Carter también.
—Tus abuelos.
—Sí, mis abuelos. ¿Los conociste alguna vez?
—Conocerlos no, pero los vi tres o cuatro veces, cuando iban a
verlo al campamento o a recogerlo.
—¿Cómo eran?
—Se les notaba que eran ricos, por la forma de vestir y por el
coche que llevaban. Eran una pareja atractiva. Recuerdo que el
padre era muy alto, mucho más alto que la madre. Carter se parecía
a él. Sigue contándome lo que has averiguado.
—Cuando Carter se hizo un nombre como ginecólogo, se
convirtió en uno de los solteros de oro. Parece ser que tiene mucho
dinero. Tiene una consulta privada en Manhattan, y vive en el ático
del mismo edificio donde tiene la consulta. Ha aparecido en la
prensa infinidad de veces. Desde que Delaney y Tess comenzaron
su relación todavía hablaban más de Carter.
—¿Por qué?
—Porque Delaney es un hombre muy importante y como Carter
era amigo de su novia…
—Ah, claro.
—Ha salido con muchas mujeres, pero no ha tenido ninguna
relación con ninguna de ellas.
—¿Nunca?
—No. Por lo que dicen, no dura más de un par de semanas con
las mujeres.
—Vaya, tu padre es un mujeriego.
—Eso parece.
—Aunque, claro, es soltero y puede hacer lo que le dé la gana.
—Sí, es verdad. Tiene un cargo importante y de mucha
responsabilidad en el hospital en el que trabaja.
—Le han ido bien las cosas.
—Sí, muy bien.
—Parece ser que siguió al pie de la letra todos los planes que
tenía para su futuro. Incluso lo de que no tendría ninguna relación
seria hasta los treinta años.
—Es difícil que los planes de futuro a largo plazo salgan tan
bien —dijo Eve.
—Seña de que es un hombre inteligente. ¿Todo lo que me has
dicho está en Internet?
—Sí.
—Dios mío. Eso asusta.

Eve contestó al interfono el lunes siguiente a las seis de la


tarde. Eran Tess y Lauren. Y dos minutos después abrió la puerta de
su casa para que entraran.
—Hola, Eve —dijo Tess.
—Hola. Adelante —dijo la niña apartándose a un lado para que
entraran.
—¿Has pasado un buen fin de semana? —le preguntó Lauren.
—Sí, gracias —dijo cerrando la puerta—. Mi madre está en la
cocina. Por allí.
—Hola, Ellie —dijeron las dos cuando llegaron.
—Hola. Esperadme en el salón si queréis. Tengo que sacar
unas bandejas del horno.
—Esperaremos aquí —dijo Tess.
—En ese caso, sentaos, por favor.
—Huele divinamente —dijo Lauren.
—Mamá, voy a mi cuarto a hacer los deberes.
—Muy bien, cariño.
Eve abandonó la cocina después de despedirse de las chicas.
—¿Cómo te encuentras? —preguntó Ellie a Lauren.
—Gorda —dijo sonriendo.
—Esa es una buena señal —dijo Ellie sonriéndole también—. Y
no estás muy gorda para estar de veintidós semanas. ¿Sabéis ya el
sexo?
—Es una niña. Nathan está loco de contento.
—No me extraña. A los hombres les gustan las niñas.
—A Delaney se le cae la baba con su princesa, como él la llama
—dijo Lauren—. Aunque también con su hijo Christian.
—Christian Stanford. Es un bonito nombre, y el apellido le
queda bien.
—Eso pensamos nosotros también —dijo Tess.
—He preparado unas muestras de todo lo que suelo hacer —
dijo poniendo dos cajas planas sobre la mesa—, para cada una de
vosotras. Quiero que probéis todo y me deis vuestra opinión.
—De acuerdo —dijo Tess.
—Gracias —añadió Lauren.
—Esta es la lista detallada con los precios —dijo dándosela a
Tess.
—Lo probaremos todo y te haré un pedido para la cafetería.
¿Tienes días de entrega?
—Reparto todos los días, pero solo por el barrio. Vosotros vivís
lejos de aquí…
—No te preocupes por eso, Jack vendrá a recogerlos y los
llevará a la cafetería. También te haré un pedido para casa.
—Yo también —dijo Lauren—. Además, te daré unas recetas de
lo que yo preparo, puede que te interesen.
—Eso sería estupendo, gracias.
—Te las daré la próxima vez que nos veamos.
—De acuerdo. ¿Os apetece un café? Tengo descafeinado.
Supongo que tú embarazada y tú dando el pecho, no tomaréis
cafeína.
—Carter nos lo tiene prohibido a las dos —dijo Tess sonriendo
—. No conoces a nuestro amigo Carter, ¿verdad?
Ellie pensó en decirles que no, pero decidió decirles la verdad.
—No puede decirse que lo conozca, porque han pasado
muchos años desde la última vez que nos vimos. De todas formas,
pensé que lo conocía en aquel entonces, pero me equivoqué. Logan
y él iban al mismo campamento que yo y nos vimos unos cuantos
veranos. Pero no mantuvimos contacto fuera del campamento.
—Menuda casualidad, ¿eh? —dijo Tess.
—Y que lo digas.
—Es un buen amigo nuestro —dijo Lauren—. Bueno, más
amigo de Tess que de los otros, porque a ella la conoce desde
mucho antes.
—¿Tienes problemas en encontrarte con él de nuevo?
—No, ninguno —dijo Ellie preocupada por haber contestado tan
rápido.
—Estupendo. Logan nos ha dicho que no conoces a nadie aquí.
—Prácticamente acabo de llegar a la ciudad y, la verdad, no
tengo mucho tiempo libre. Me levanto antes del amanecer para
preparar los pedidos del día. Por la tarde hago las entregas. Y me
acuesto muy pronto porque a las nueve de la noche estoy que me
muero de sueño.
—Podríamos quedar para comer algún fin de semana, o todos
—dijo Tess—. Somos prácticamente de la misma edad y tendremos
muchas cosas en común.
—Sí, lo de ser millonarias —dijo Ellie con sarcasmo.
—Ni Tess ni yo teníamos dinero cuando nos casamos. Los
millonarios son nuestros maridos.
—Me lo dijo Logan. Aunque tengo entendido que vuestros
negocios van muy bien.
—No nos podemos quejar —dijo Tess—. Podríamos quedar el
sábado para ir a comer.
—Los fines de semana suelo dedicárselos a mi hija.
—Eve estará en casa con mi hija. Y nuestros amigos van a
comer a casa los sábados. Ellos pueden encargarse de todo.
Ellie lo pensó. Le vendría bien tener amigas, y esas chicas le
caían bien. Además, Tess había dicho de ir a un restaurante y no a
su casa, donde estarían sus amigos, y entre ellos, Carter.
—Eso sería estupendo.

Ellie bajó a la calle el sábado siguiente cuando Lauren la llamó


para decirle que estaban en la puerta. Se sorprendió al ver el
Mercedes con Jack, el chófer, junto a él. Ya le habían presentado al
hombre cuando estuvo en casa de los Stanford la semana anterior,
pero no le habían dicho que era el chófer. Ellie había pensado que
era alguien de la familia, porque lo trataban como tal.
—Hola, Ellie —dijo el hombre abriéndole la puerta de atrás para
que entrara.
—Hola, Jack. Gracias. Hola, chicas —dijo entrando en el coche
y sentándose.
—Hola —dijo Tess—. ¿Va todo bien?
—Sí. Genial. ¿Cómo estás, Lauren?
—Muy bien. Engordando a la carrera. Te has puesto muy
elegante.
—Supongo que vosotras vais a restaurantes elegantes.
—No creas. A veces vamos a restaurantes sencillos, incluso
cuando vamos con nuestros maridos —dijo Tess.
—Vamos a ir a un restaurante italiano —dijo Lauren—. Los
propietarios son como unos padres para mí y me ayudaron a salir
adelante hace unos años. Voy a menudo por allí a verlos.
Poco después llegaron al restaurante.

Después de saludar y presentarle a Ellie a Sofía, la propietaria,


entraron en la cocina para que Roberto, su marido, que era el
cocinero, la conociera. Luego se sentaron en una de las mesas y
estudiaron las cartas.
—El restaurante es muy bonito —dijo Ellie.
—Sí. Cuando me trasladé a vivir aquí, los dueños me dieron
trabajo los fines de semana. Eso me ayudó a salir adelante.
—¿Trabajaste de camarera?
—Y de ayudante de cocina. En París también trabajé en un
restaurante.
Sofía se acercó para tomarles nota y luego se retiró. Poco
después les llevó el agua que todas habían pedido para beber.
—¿Estuviste viviendo en París?
A las chicas les interesaba más la vida de Ellie que hablar de
las suyas, pero pensaron que para que Ellie les contara su vida,
ellas también tendrían que hacerlo.
—Te hablaré mi vida a grandes rasgos para que vayamos
conociéndonos un poco.
—De acuerdo —dijo Ellie preocupada porque ella también
tuviera que hablarles de la suya.
Aunque había dicho a grandes rasgos y en ello había un
margen grande para ocultar lo que no quería que supieran que, en
realidad, solo era una cosa: que el padre de su hija no era su
marido.
Lauren le habló de su infancia, de lo mal que la había tratado su
madre el tiempo que estuvo viviendo con ella en la caravana, hasta
que se marchó de casa a los dieciséis años para embarcarse rumbo
a Europa.
—¿Te marchaste a Europa en un barco de carga? ¿No te dio
miedo ir sola?
—El capitán era hermano del cocinero del restaurante en el que
había trabajado cuando salía del instituto. Los dos eran buenas
personas.
Luego le habló de su estancia en Inglaterra y de su traslado a
París. Le contó el viaje de regreso a los Estados Unidos cuando aún
no había cumplido veinte años.
Sofía se acercó con los entrantes y los dejó sobre la mesa.
—¿Te robaron el dinero en el aeropuerto? —preguntó Ellie
cuando ella siguió con la historia.
—Sí, todo. Lo pasé realmente mal durante unas semanas. Viví
en la calle. Por suerte un chico se apiadó de mí y me ofreció su casa
para vivir.
—No me lo puedo creer. Y mírate ahora. Tienes un marido
guapísimo y millonario. Y apuesto a que vives en una casa de
ensueño.
—No te equivocas.
—Háblale de cómo conociste a Nathan —dijo Tess.
Y Lauren se lo contó.
—¿Me estás diciendo que vivías en casas de millonarios
cuando ellos estaban de viaje y sin que lo supieran?
—Sí. Esa era mi vida. Era una auténtica delincuente —dijo
Lauren sonriendo—, hasta que alquilé un apartamento a mediados
del año pasado.
—Vaya.
Lauren siguió hablándole y Ellie soltó de pronto una carcajada.
—¿En serio estabas acostada al lado de Nathan? ¿En su
cama?
—Siempre ha sido una descarada —dijo Sofía, que había
escuchado lo que Lauren había dicho al acercarse a la mesa y
dejando la ensalada en el centro—. Aunque le salió bien, porque
Nathan se volvió loco por ella.
—No creas que se volvió loco por mí nada más verme. Estuvo
odiándome y tratándome con desprecio durante semanas.
—¿En serio?
—Sí.
—A pesar de haberlo pasado tan mal, siempre ha sido una
chica con suerte —dijo Sofía.
Lauren miró a la mujer sonriendo.
Poco después les llevó la pasta que habían pedido y se retiró.
—Así fue como conocí a Nathan.
—¡Por favor! ¿A quién le ocurre algo así?
—A mí me ocurrió —dijo Lauren sonriendo.
La chica siguió hablándole de la relación que mantuvo con
Nathan, y de cuando encontró a su abuelo.
—¿Te quedaste embarazada de Nathan?
—Sí, nunca he estado con otro hombre.
Yo también he estado solo con un hombre, pensó Ellie. Y
también me quedé embarazada.
—Me alegro de que encontraras a tu abuelo. No me has
hablado holgadamente de tu vida, pero sospecho que fue más cruda
de lo que me has contado.
—Sí, no fue fácil —dijo Lauren sonriendo—, pero todo quedó
atrás.
—Te mereces tener un abuelo que te quiere.
—Fred, su abuelo, es genial —dijo Tess—. Ella y Nathan van al
rancho casi todas las semanas. Y nosotros vamos todos los meses,
a veces más a menudo. Lo pasamos muy bien allí y a Brianna le
encanta. Cuando digo nosotros, me refiero a todos los amigos y a
mis suegros. Nos acompañan, incluso Jack y Cath.
—¿Quién es Cath?
—Es quien organiza todo en nuestra casa y cocina para
nosotros. Conoce a Delaney desde que era un bebé, al igual que
Jack. Ambos son de la familia. Cath nos acompaña cuando vamos
al rancho para ayudar en la cocina y con los niños. Bueno, Jack
siempre viene también con nosotros, a cualquier lugar al que
vayamos. No es solo chófer, podría decirse que es el
guardaespaldas de la familia.
—Vaya. Tienes cocinera y guardaespaldas.
—Tengo muchas cosas, Ellie —dijo Tess sonriendo—. Mi
marido se ocupa de que no me falte de nada.
—Incluidos dos aviones y unos cuantos helicópteros —añadió
Lauren.
—¡Santa madre de Dios! ¿Se puede saber por qué queréis ser
amigas mías? ¿Tal vez porque tengo tres hornos en mi cocina?
Tess y Lauren soltaron una carcajada.
Sofía se acercó para retirar los platos. Poco después les llevó
los postres.
—Has tenido una vida muy interesante —le dijo Ellie a Lauren.
—La mía no ha sido nada comparada con la de Tess.
—¿En serio? Pues la mía ha sido patética, si la comparo con la
tuya. ¿Quieres contarme tu historia, Tess?
Y Tess se la contó resumida, muy resumida.
—¡Por el amor de Dios! Vuestras vidas son para hacer una
película. Desde luego, una propuesta como la que te hizo tu marido
es difícil de rechazar.
—Te aseguro que no habría aceptado, si no hubiera estado
enamorada de él.
—Lo entiendo. Entonces, las dos pescasteis a dos mujeriegos.
—Sí —dijo Tess sonriendo.
—Y las dos erais vírgenes.
—Sí —dijo Lauren sonriendo también.
—Y las dos os quedasteis embarazadas de ellos, antes de
casaros.
—Sí —contestaron las dos al mismo tiempo.
Ellie las miró durante unos segundos, pensando que ella
también era virgen cuando se acostó con Carter y también se había
quedado embarazada de él.
—Tess tiene una teoría. Dice que todas las mujeres que se
casen con nuestros amigos serán vírgenes.
—Estupendo, así me salvo —dijo Ellie—, ya no soy virgen.
—Tienes razón —dijo Tess.
—Aunque, en teoría, vosotras tampoco erais vírgenes cuando
os casasteis. Así que tu teoría no es correcta.
—Lo que quiero decir es que todas las mujeres que se casen
con nuestros amigos no habrán estado antes con ningún hombre,
sino que ellos habrán sido los primeros.
—Ah.
—Tess y y yo cumplimos los requisitos —dijo Lauren.
—Es cierto.
—Te hemos contado nuestras vidas. Ahora te toca a ti —dijo
Tess.
Sofía volvió a aparecer para retirar los platos y llevarles el café
y unos dulces.
—Ya estamos terminando. Os la contaré la próxima vez.
—Todavía es pronto. Vamos a tomar un helado a Versus —dijo
Tess.
—Genial. Eso es lo que más me apetece ahora —dijo Lauren—.
Y podrás contarnos allí tu historia.
Jack llevó a las tres chicas a la heladería y se sentaron en la
terraza. Pidieron lo que querían al camarero y el chico se retiró.
Ellie no esperó a que le preguntaran por su vida, quería acabar
cuanto antes.
—Os aseguro que mi vida no tiene ningún interés. Mis padres
eran de clase humilde. Mi padre era electricista y mi madre ama de
casa, aunque hacía arreglos de ropa. Tuve una buena infancia, a
pesar de los pocos recursos con los que contábamos. Vivíamos en
una casa de dos habitaciones. Soy hija única.
—Eso lo tenemos en común las tres —dijo Lauren.
—Sí, cierto. Siempre fui una buena estudiante. A los siete años
mis padres me llevaron a un campamento de verano. No podían
permitirse pagar un campamento como ese, pero los dueños eran
del pueblo y amigos de mis padres y prácticamente no les cobraban
nada. Aunque nadie se enteró, incluida yo, que lo supe cuando ya
era mayor. Iban niños de todo el país, la mayoría de ellos de familias
de clase alta, porque el campamento era muy caro. Yo les decía a
mis padres que no necesitaba ir al campamento porque no teníamos
dinero ni para ir de vacaciones, pero ellos me decían que estando
yo todo el verano fuera de casa serían para ellos unas buenas
vacaciones. Lo decían en broma, claro. El último año que fui tenía
quince años. Peter, mi exmarido fue al campamento conmigo desde
siempre. Éramos amigos desde la guardería.
—¿Ese era el campamento donde conociste a Logan y a
Carter?
—Sí. Sus padres eran ricos. No me lo dijeron hasta el último
año, pero no hacía falta, se notaba en su ropa y en sus deportivos,
todos de marca. Y vi a sus padres en varias ocasiones. Era como si
llevaran un cartel diciendo que eran de clase alta. Pero en el
campamento no había distinción de clases. Logan y Carter eran
chicos sencillos e hicimos amistad a través de los años. Cuando
tenía quince años me quedé embarazada, y Peter y yo nos
casamos.
—¿Estabais enamorados?
—No, pero éramos buenos amigos.
—¿Cómo fue vuestro matrimonio?
—No puedo quejarme. Fue un buen marido y un buen padre.
Aunque nunca sentí eso que dicen…, ya sabéis, el revoloteo de las
mariposas en el vientre y la excitación al ver a un chico a quien
quieres. Y el deseo…
Lauren y Tess se miraron solo un segundo.
—¿Qué supuso para ti tener que casarte tan joven?
—Fue un verdadero desastre. Todos mis sueños
desaparecieron. Tenía planes de futuro. Iba a ir a la universidad,
luego me iría a una gran ciudad y encontraría un buen trabajo,
tendría mi propia casa, un perro… Pero tampoco voy a quejarme.
No me faltó de nada mientras estuve casada.
—Si era un buen marido y un buen padre, ¿por qué os
divorciasteis?
—Porque no estábamos enamorados. Pero nos separamos de
buen rollo y seguimos llevándonos muy bien.
—¿Terminaste el instituto?
—Sí. Soportando las burlas de todos por mi embarazo. Peter
había heredado una casa de su abuela y nuestros padres la
acondicionaron para que viviéramos en ella. Durante los dos años
de instituto que nos quedaban a Peter y a mí, nuestros padres se
ocuparon de Eve. Cuando Perter se graduó fue a trabajar en la
ferretería de su padre, y yo me ocupé de la casa y de la niña hasta
que fue a la guardería. Entonces empecé a trabajar de recepcionista
para un arquitecto paisajista. Él fue quien me buscó un trabajo aquí
cuando Peter y yo nos separamos. Un amigo suyo tenía una
inmobiliaria.
—¿Fuiste a trabajar con él?
—Sí. Duré menos de una semana. Tenía que estar de prueba
durante tres meses, cobrando quinientos dólares al mes. Además,
tenía que sacar una licencia que costaba casi cinco mil dólares. Si
hubiera estado contenta, posiblemente habría continuado, a pesar
del mísero sueldo. Pero mis compañeras eran frías conmigo y, para
terminarlo de arreglar, mi jefe me ofreció sexo a cambio de una
mejora de salario. Y no me interesó.
—Qué cabrón.
—¿Te va bien el negocio de la repostería?
—Según mi hija, que es quien se encarga de las finanzas, muy
bien.
—¿Eve?
—Es muy inteligente. No os dejéis engañar por su edad.
—Has mencionado a Logan y a Carter, pero de pasada.
¿Tuviste algo alguna vez con alguno de ellos?
—Los tres éramos amigos. Carter y yo… No es que hubiera
nada serio entre nosotros, pero el último verano que nos vimos nos
acostamos unas cuantas veces. Fue un amor de adolescentes.
—¿Os mantuvisteis en contacto?
—No. Nunca mantuvimos contacto de ningún tipo fuera del
campamento.
—¿Crees que el que te acostaras con Carter pueda afectarte si
lo vieses de nuevo?
—¿Afectarme? —dijo Ellie sonriendo—. Tess, han pasado
catorce años. Éramos dos críos. Ahora somos adultos, y eso quedó
en el pasado.
—¿No te enamoraste de él? —preguntó Lauren—. No me mires
así, Carter está bueno de narices y a más de una le gustaría
cazarlo. Aunque se conformarían con llevárselo a la cama —dijo
sonriendo.
—Puede que me gustara en aquel entonces, pero ya sabéis
como son las adolescentes, se enamoran de un chico hasta que
aparece otro y olvidan al anterior.
—¿Tu exmarido era más guapo que Carter? ¿Por eso lo
cambiaste?
—En aquel entonces no creo que para mí hubiera un chico más
guapo que Carter. De todas formas, se marchó al finalizar el verano
y ya no volví a saber nada de él.
—Yo nunca me enamoré de ningún chico, porque estudié en un
internado de religiosas hasta que fui a la universidad. Y cuando iba
a casa en las vacaciones prácticamente no salía porque no tenía
amigos. Mis amigas eran las del internado —dijo Tess—. Delaney
fue mi primer amor.
—Yo tampoco me enamoré nunca de nadie —dijo Lauren—.
Con mi pasado era imposible que ocurriera. Mi primer amor fue
Nathan.
Yo también tuve solo un amor. El amor de mi vida fue Carter,
pensó Ellie.
—Yo solo tuve algo así con Carter. Luego me casé…
—Al menos te enamoraste una vez —dijo Tess.
—Sí, a los quince años.
—Encontrarás a alguien aquí —dijo Lauren—, como nos pasó a
nosotras.
—Eso va a ser un poco difícil con todas las horas que trabajo al
día. A no ser que ese hombre venga a casa por equivocación y se
enamore perdidamente de mí al verme —dijo riendo.
—Nunca se sabe lo que nos deparará el futuro —dijo Lauren.
—En eso te doy la razón.
Tess llamó a Jack para que las recogiera y las llevó a casa.
Capítulo 5
—¿Mi hija habrá terminado? —preguntó Ellie a Tess antes de
que se abriera la verja de la mansión.
—Es pronto.
—En ese caso me iré a casa. Llamaré un taxi. Dile a mi hija que
me llame cuando termine y vendré a recogerla —dijo abriendo la
puerta del coche para bajar.
—¿Por qué te vas? ¿Has quedado con alguien?
—No, pero puedo ir adelantando trabajo para el lunes. Seguro
que tengo un montón de pedidos en el contestador.
—No estarás preocupada por ver a Carter, ¿verdad?
—Por supuesto que no.
¿Por supuesto que no?, se dijo. No estaba preocupada por
verlo, estaba aterrada.
—Entonces entremos. Cierra la puerta, Ellie.
Ella volvió a cerrar la puerta, preocupada, y Jack puso el coche
de nuevo en marcha.
El vehículo se detuvo frente a la puerta de la casa. Las tres
chicas bajaron y caminaron hacia la piscina donde se encontraban
todos. Habían terminado de comer y estaban tomando café.
Nathan se levantó y se acercó a su mujer para besarla y luego
besó a Ellie. Delaney también la saludó besándola, después de
besar a su mujer. Ellie se encontró de pronto aturdida. Había mirado
a Carter solo un segundo. Él la había reconocido de la vez que la vio
cuando salía de la finca. En aquella ocasión había pensado que era
una chica nueva del servicio o que hubiera ido a entregar algún
paquete. Y se había equivocado, porque parecía ser que era amiga
de Tess y de Lauren.
Logan se levantó para besar a sus tres amigas.
Y parecía que no era solo amiga de Lauren y Tess, sino
también de Logan, pensó Carter. Y eso le extrañó, porque él
conocía a todos sus amigos.
Esa chica no era solo guapa, era una mujer impresionante,
pensó Carter. Deseaba que se quitara las gafas de sol para ver sus
ojos. Tenía una belleza de esas que a los hombres les era casi
imposible apartar la mirada de ellas. Su cabello rojo captaba los
rayos de sol convirtiéndolo en puro fuego. Sus labios eran carnosos,
perfectamente perfilados y resaltados con un lápiz color natural.
Los ojos de Carter se deslizaron por el cuerpo de Ellie hasta
llegar a sus piernas con una lentitud que hizo que ella se tensara y
se preguntara por qué ese hombre se tomaba tanto tiempo
mirándola. El cuerpo de esa mujer era espectacular, pensó Carter
sin dejar de mirarla.
—¿Quereis un café? —preguntó Delaney.
—Ya hemos tomado.
—Hola, mamá —dijo Eve desde la piscina infantil con Brianna y
Sean a su lado.
—Hola, cariño.
—Hola, preciosa —dijo Sean sonriéndole.
—Hola, Sean.
Vaya, Sean también la conoce, pensó Carter, levantándose
para saludar a sus amigas.
—Sentémonos —dijo Tess.
Ellie se acercó a la mesa. Solo faltaba que la saludase Carter, o
que ella lo saludara a él.
—Ellie, supongo que te acordarás de Carter —dijo Logan.
Carter se tensó al escuchar el nombre de la desconocida.
—Tengo un ligero recuerdo del aspecto que tenía entonces —
dijo ella mirándolo—, pero está cambiado. Si te hubiera visto por la
calle no te habría reconocido. Han pasado demasiados años.
Ellie se felicitó a sí misma por haber hablado sin tartamudear y
sin que se notara lo nerviosa que estaba.
—Carter, ¿te acuerdas de Ellie?
Carter seguía desconcertado. Ellie se quitó las gafas de sol y
Carter fijó la mirada en sus ojos. La observó pensativo durante un
instante. Se sintió aturdido. Parecía que tuviera delante de él una
serie de piezas y tuviera que encontrar la única que no encajaba
entre ellas. De pronto le temblaron las piernas. Hacía años que no
pensaba en ella, o al menos lo intentaba desde que supo que
estaba casada y tenía una hija. Aunque no la había olvidado. Y
ahora tenía ahí, frente a él, a esa chica que había conocido años
atrás. Sus vidas habían vuelto a cruzarse. Y era la cosa más bonita
que había visto en su vida.
Ellie se sentía intranquila y, de pronto, se encontró temblando
por la forma que tenía ese hombre de contemplarla. Y cuando él le
sonrió… ¡Santa madre de Dios! Esa sonrisa fue como un arma de
destrucción masiva. Pero Ellie consiguió fingir una falsa apariencia
de absoluta serenidad.
Volver a verla hizo que las emociones que Carter tenía ocultas
salieran a la luz. Seguía atrayéndole como en el pasado. No, no era
igual. La atracción ahora era distinta. Odiaba el hecho de que Ellie
siguiera en su corazón, que todavía formara parte de él.
Esa chica no solo le había despertado los sentidos sino también
todo lo que había sentido por ella en el pasado y que había
mantenido bajo control durante mucho tiempo. Aunque, no tenía
nada que ver con la que conoció años atrás. Tenía unos ojos verdes
enormes que destacaban con la piel bronceada de su rostro. Las
pecas de sus pómulos eran una delicia. Deseaba sumergir los
dedos en ese cabello rojo, que parecía fuego, para comprobar si era
tan suave como parecía. Aunque no solo deseaba acariciar su pelo.
Deseaba follarla contra la pared más cercana.
De pronto, los labios de Carter volvieron a curvarse lentamente,
causándole a Ellie un efecto de lo más devastador.
Carter lo había querido todo de ella, y lo habría tenido cuando
fue a buscarla unos años atrás, de no ser porque el destino le había
tendido una trampa.
Ellie permaneció inmóvil, esperando que desapareciera aquella
sensación que tenía, como si estuviera mareada. Pero cuanto más
miraba a Carter, más crecía la fascinación que sentía por él.
¿Qué poder tenía ese hombre sobre ella?, se preguntó Ellie,
contrariada por lo que estaba pensando y sintiendo. No quería
engañarse a sí misma, siempre había sabido que nunca había
dejado de querer a Carter, y el paso del tiempo no había disminuido
la intensidad de lo que sentía por él, sino todo lo contrario. Tenía
que salir cuanto antes de allí, pensó.
—Hola. Ha pasado mucho tiempo —dijo Carter, todavía
aturdido.
—Sí. A ti te han tratado bien los años —dijo Ellie simulando no
estar nerviosa y besándolo en la mejilla.
—Estás preciosa.
—Gracias —dijo ella sentándose en una de las butacas del
jardín.
Carter le dedicó una mirada tan intensa que ella tuvo la
sensación de que se había iluminado su alma y partes de su interior,
que no se había dado cuenta de que habían estado en completa
oscuridad.
—Ellie, nosotras vamos a ponernos el bañador. Podemos
dejarte uno para que te bañes —dijo Tess.
—Tal vez otro día. Me marcharé enseguida.
—¿Por qué tanta prisa?
—Eve y yo vamos a ir al cine y luego a cenar. Entre semana no
nos vemos mucho y solemos aprovechar todo el tiempo del que
disponemos los fines de semana.
—De acuerdo. Eve, ve a cambiarte —dijo Tess.
—No te preocupes, Tess, esperaré hasta que termine —dijo
Ellie.
—Ya estamos todos aquí, podemos entretener a Brianna.
Eve se levantó. Sean cogió a su sobrina en brazos y salieron
los tres de la piscina.
—Voy a ducharme y a vestirme —dijo Eve a su madre.
—Vale, cariño.
—¿Quedamos un día para cenar? —preguntó Carter a Ellie—.
Me gustaría pasar un rato contigo para hablar y ponernos al día.
—Perdona, Carter. No creo que tú y yo tengamos nada de qué
hablar. Y en cuanto a lo de ponernos al día… No nos conocemos
como para que tengamos que contarnos nuestras vidas.
—¿Que no nos conocemos?
—Hace catorce años pensé que te conocía, pero me
equivoqué. Han pasado muchos años desde la última vez que nos
vimos, y eso quedó atrás. Y, no quiero que te ofendas, pero no estoy
interesada en hablar del pasado contigo. De no haber sido porque
hace un par de meses me encontré con Logan, tú y yo ni siquiera
nos habríamos visto. Todo han sido una serie de coincidencias que
nos han llevado a mi hija y a mí a conoceros.
—Así que quieres olvidar el pasado.
Los que estaban sentados a su alrededor los miraban en
silencio.
—Exacto. Nos trasladamos aquí hace dos meses, cuando mi
marido y yo nos divorciamos. Y ahora solo quiero pensar en el
futuro.
—¿Por qué vinisteis a vivir aquí? ¿Tú marido y tú habéis
terminado mal y querías que hubiera distancia entre vosotros?
—No, vinimos aquí porque mis padres viven cerca. Mi marido y
yo hemos terminado muy bien. De hecho, no hemos terminado.
Vendrá a pasar con nosotros el próximo fin de semana.
—En tu casa no tenéis habitación de invitados —dijo Logan.
—Eso no es problema. Hemos dormido juntos casi catorce
años. Y seguimos siendo buenos amigos.
A Carter no le gustó saber que compartiría cama con un
hombre, y se preguntó por qué le molestaba. No recordaba cuándo
había sido la última vez que una mujer lo había puesto tan al límite,
que cada palabra o sonido que pronunciara produjera una sacudida
en su cuerpo.
Eve se acercó con Lauren y Tess.
—Ya estoy, mamá.
—Muy bien —dijo Ellie levantándose.
—Toma, esta es la lista de lo que necesito para la cafetería —le
dijo Tess a Ellie.
—Vaya, es un pedido muy largo.
—Eso es solo para probar. Tengo que tantear a mis clientes
para ver lo que les gusta más. ¿Cuándo podrá recogerlo Jack?
—Lo tendré listo el lunes a las nueve de la mañana.
—Genial. El lunes por la tarde el encargado de la cafetería me
dirá como ha ido todo y te haré un pedido para que lo recoja Jack
cada día.
—De acuerdo.
—Y estos dos son los pedidos de Lauren y mío para nuestras
casas. Hemos pensado que tres veces en semana estaría bien. Los
recogerá Jack al mismo tiempo. Si no puedes tenerlos listos para el
lunes, que sea para el martes, no hay prisa.
—Muy bien.
—¿Llevas encima tarjetas de visita?
—Sí, las encargó mi hija. Y como es quien se encarga de mis
finanzas, me obliga a llevarlas. Creo que ha metido unas cuantas en
cada uno de mis bolsos —dijo Ellie sonriéndoles.
—Pues dame las que lleves. Mi suegra ha probado algunos de
tus dulces y me las ha pedido. Tiene un montón de amigas y
apuesto a que te harán pedidos.
—Al final voy a tener que repartir lejos de donde vivimos. Y no
voy a dar abasto.
—Lo solucionaremos cuando llegue el momento —dijo Eve.
—Si ella lo dice… —dijo Ellie sonriendo a su hija—. Bueno, nos
marchamos. Me ha gustado veros a todos.
—Jack os llevará a casa. Y te dará el dinero por tu trabajo —le
dijo Delaney a Eve.
—Gracias —dijo la niña.
—No nos des las gracias —dijo Tess—. Parece ser que a
nuestra hija le gusta estar contigo y se ha divertido.
—Yo también lo he pasado bien.
—No hace falta que las lleve Jack —dijo Logan, que se dirigía
hacia ellos ya vestido—. Voy a ir al cine con vosotras.
—Estupendo —dijo Ellie sonriéndole—. Hasta la vista.
Jack las interceptó cuando se dirigían al coche de Logan y le
dio a la niña un sobre con el dinero.
—Muchas gracias.
—Te has ganado hasta el último céntimo —dijo el hombre
revolviéndole el pelo y abriendo la puerta del copiloto para que
subiera Ellie.
—Gracias, Jack —dijo Ellie sonriéndole.
—De nada. Te veré el lunes a las nueve.
—Te esperaré para desayunar contigo.
—Genial —dijo el hombre.
—¿Esa es la chica del campamento de quien me hablaste? —
preguntó Sean a Carter en voz baja.
—Sí.
—Pues tío, metiste la pata hasta el fondo. Esa chica es un
bombón y, por cómo ha educado a su hija, creo que es una mujer
que merece la pena tener en cuenta. No me extrañaría que lograra
que Logan colgara los hábitos por ella. Parece muy interesado.
—No digas tonterías.
—A mí me ha gustado mucho Ellie. Es preciosa. Y su hija es
fantástica, me cae genial —dijo Sean.
—Pues ponte las pilas, hermano —dijo Delaney—. Una mujer
como esa no creo que esté sola mucho tiempo.
—¿Ha dicho que Eve es su contable? —preguntó Carter.
—Sí —dijo Tess sonriendo—. Ellie dice que es muy inteligente.
Además de ocuparse de sus finanzas, ha sido quien se ha
encargado de buscar y comprar todo para el negocio de su madre.
—Tiene tres hornos en su cocina —dijo Nathan sonriendo—. La
verdad es que hace maravillas con el poco espacio que tiene.
—¿Has ido a su casa? —preguntó Carter.
—Sí.
—Yo también —dijo Delaney—. Fuimos juntos. Su casa es
bastante humilde, pero parece que las dos lo llevan bien.
—Esa chica es un genio con los dulces —dijo Tess—. Nos ha
dicho que cuando pueda alquilará un local para instalar un horno
profesional. Trabaja muy duro y se merece que las cosas le vayan
bien.
—Nathan, tú podrías echarle una mano. Nos ha dicho que tan
pronto encuentre un local tendrá que darse de alta —dijo Lauren—.
Eve va a informarse sobre los pasos que tiene que dar y si necesita
algún permiso para trabajar con alimentos.
—El lunes me informaré de todo —dijo el abogado—. Y le
pediré a Eve los datos que necesite. Al fin y al cabo, esa pequeña
es quien se encarga de las finanzas del negocio de su madre —dijo
sonriendo.
—Esa niña es muy inteligente —dijo Delaney sonriendo—. Y
solo tiene trece años. ¿Os la imagináis cuando tenga veinticinco? Si
no estuviera tan convencida de que quiere ser médico, la reclutaría
para mi empresa.
—A los veinticinco años estará haciendo la especialidad de
medicina, o puede que ya la haya terminado —dijo Lauren—. Me ha
dicho que quiere ser cirujano cardiovascular.
—Supongo que esa especialidad se refiere al corazón —dijo
Sean.
—Y al aparato circulatorio —dijo Carter.

El sábado siguiente Eve y Peter, su padre, llegaron a la


cafetería donde solían desayunar antes del partido. La noche
anterior Eve había llamado a Logan para decirle que no fuera a
recogerla porque la llevaría su padre. A Logan le gustó la idea de
que Carter lo viera. El sábado anterior había visto como su amigo
miraba a Ellie y quería comprobar si aún sentía algo por ella.
Entraron en la cafetería. Carter, Logan y Sean ya estaban allí.
—Hola —dijo Eve.
Los tres hombres se levantaron para besarla.
—Él es Peter, mi padre.
—Hola, Peter —dijo Logan dándole la mano—. Supongo que no
me reconocerás. Nos conocimos en el campamento. Soy Logan.
—Te recuerdo —dijo estrechándole la mano—. Todos hemos
cambiado.
—Yo soy Carter —dijo dándole la mano.
—Hola, Carter. A ti también te recuerdo.
—Lo mismo digo.
—Él es Sean —dijo Eve.
—Un placer conocerte —dijo el pequeño de los Stanford.
—El placer es mío —dijo Peter estrechándole la mano.
—Buenos días —dijeron Delaney y Nathan acercándose a la
mesa y besando a Eve.
Eve le presentó a su padre a los dos y luego se sentaron todos.
—Eve nos ha hablado de ti —dijo Nathan.
—Espero que bien.
—Sí, muy bien.
—¿Has venido a jugar con nosotros? —preguntó Sean.
—No, he venido a ver jugar a mi pequeña.
El camarero les tomó nota y poco después les llevó el
desayuno.
—¿Cuándo has llegado a la ciudad? —preguntó Logan.
—Ayer a última hora de la tarde.
—Se sorprendió al ver a mi madre —dijo Eve sonriendo.
—¿Y eso? —preguntó Delaney.
—¡Dios! Está preciosa. Parece que le ha sentado bien el
divorcio, o puede que haya sido Nueva York.
—¿Hasta cuando te quedarás? —preguntó Carter.
—Había pensado irme mañana por la tarde, pero puede que me
quede hasta el lunes. Las he echado mucho de menos a las dos y
me gustaría pasar más tiempo con ellas. Aunque mi hija me ha
dicho que pasará dos semanas conmigo el mes que viene. Estoy
deseando que llegue el momento, y mis padres también. Voy a
intentar convencer a Ellie para que la acompañe.
—Yo también echo de menos a los abuelos, y a mis amigos —
dijo Eve.
—Ellie me ha dicho que eres sacerdote.
—Sí —dijo Logan.
—Quien lo diría. En el campamento no tenías madera de
sacerdote. Las chicas te perseguían y no podía decirse que las
rechazaras.
—Era adolescente.
—Ellie dice que sigues sin tener madera de sacerdote.
—¿En serio? —dijo Logan sonriendo.
—Sí. Dice que la iglesia no es lo tuyo y que la abandonarás
cuando tu media naranja se cruce en tu camino.
—No creo que eso vaya a suceder.
—Nunca se sabe lo que nos deparará el futuro —dijo Peter.
Carter pensó que tal vez a Ellie le gustara Logan, y eso hizo
que algo se removiera en su interior.
—¿A qué te dedicas, Carter?
—Soy ginecólogo. ¿Y tú?
—Yo no fui a la universidad. Ellie y yo nos casamos con quince
años. Me quedé la ferretería de mi padre cuando se jubiló.
—¿Te va bien? —preguntó Logan.
—Sí, muy bien. El pueblo ha crecido desde que estuvisteis allí
por última vez. Y es la única ferretería.
Logan le habló de los chicos que jugaban con ellos y luego le
contó lo de la escuela que habían abierto entre todos.
—Estáis haciendo un gran trabajo con esa escuela. Y me alegro
de que mi hija contribuya a ello.
—Los chicos están locos con Eve. No es que sea solo
inteligente, es paciente con ellos y les explica todo muy bien.
—Mi hija me ha dicho que vuestras mujeres también trabajan
allí.
—Mi mujer da clases a los padres de los chicos que no saben
leer, y ha creado un club de lectura para introducirlas en el hábito de
leer —dijo Delaney.
—Es genial.
—Mi mujer les da clases de informática —dijo Nathan.
—Carter va un día a la semana y hace de médico de cabecera
para los que no tienen seguro sanitario. Sean es arquitecto y es
quien se ha encargado de la obra. Nathan ayuda a las familias que
tienen algún problema legal, asesorándolas.
—Vaya, es como un negocio familiar.
—Sí, más o menos —dijo Logan.
—Y, parece ser que mi hija pertenece a esa familia.
—Sí.
—Es una gran chica —dijo Nathan.
—Sí lo es. Estoy muy orgulloso de ella —dijo Peter.
—Ya sabes que después del partido tengo que ir a casa de
Delaney —dijo Eve a Peter.
—Sí, lo sé.
—¿Qué vas a hacer cuando llegues a casa?
—Voy a pasar tiempo con tu madre. La llevaré a comer y luego
te recogeremos.
A Carter no le gustaba que pasara tiempo con Ellie, ni que la
llevara a comer. No le gustaba Peter, y punto.

Tess fue a casa de Ellie el siguiente lunes. La había llamado el


día anterior para decirle que iría con Jack cuando fuera a recoger la
repostería, porque quería comentar algo con ella.
Jack bajó todo el pedido, haciendo dos viajes y se quedó en el
coche.
—Parece que a tus clientes les gustan mis galletas —dijo Ellie,
llevando el café a la mesa—. Tus pedidos han aumentado.
—Sí, a todos les encantan.
—Me alegro. Me han llamado amigas y conocidas de tu suegra
para hacerme encargos. Entre ellos, tres tartas.
—Estupendo.
—Te enseñaré las fotos de las tartas. Mi hija me obligó a
hacerlas. Está haciendo un book de todo lo que hago —dijo Ellie
pasándole el móvil para que las viera.
—¡Oh, Dios mío! Son preciosas.
—Sí, no están mal.
—Precisamente he venido para encargarte una tarta. La
necesito para el miércoles por la noche. ¿Tendrás tiempo para
hacerla?
—Si no tuviera tiempo lo buscaría.
—Gracias. El miércoles es el cumpleaños de mi marido,
cumplirá treinta y seis años. De hecho, esa es la razón de que esté
aquí. Voy a prepararle una cena para celebrarlo y he venido a
invitarte.
—No me gusta dejar sola a mi hija por la noche.
—Puedes llevarla contigo, será una fiesta con mis suegros y
algunos amigos. Si Eve no quiere cenar con nosotros puede
acostarse. En los dormitorios hay televisor. O, si lo prefiere, puede
ver la televisión en el salón, o jugar a la consola, o leer… El año
pasado estuvimos una semana en Las Maldivas para celebrarlo y lo
pasamos muy bien. Habríamos repetido, pero nuestro hijo es
demasiado pequeño.
—Lo hablaré con mi hija.
—De acuerdo.
—¿Quieres algo especial para la tarta?
—Me gustaría que fuera de crema. A Delaney es la que más le
gusta. Recuerda que cumplirá treinta y seis años. Si pones algo
relacionado con nuestros hijos, le gustará.
—¿Qué tal, felicidades, papá?
—Genial. ¿A qué hora la tendrás para recogerla?
—La tendré lista el miércoles por la mañana, pero si voy a la
cena, yo te la llevaré. Ya te lo diré.
—No voy a aceptar que no vayáis.
—De acuerdo, iremos.
—Genial. Logan está muy contento con la ayuda que tu hija
está prestando en la escuela. Los chicos me has dicho que están
encantados con ella.
—A ella le gusta ayudarlos.
—Me han dicho que no solo está ayudándolos con las
Matemáticas y la Física, sino que está enseñándolos a estudiar.
—Eve es muy organizada.

Ellie llegó a casa de los Stanford el miércoles a las siete de la


tarde, y llevó la tarta con ella.
—¿No ha venido tu hija? —preguntó Tess.
—Se ha quedado a dormir en casa de una amiga.
—Estás preciosa.
—Me he esmerado arreglándome. Creo que lo hago desde que
os conozco a ti y a Lauren. Tú estás espectacular.
—Gracias. Ese vestido te queda realmente bien.
—Es un sencillo vestido de verano. ¿Puedo ayudarte en algo?
—No. Todo está controlado. Cath y yo nos hemos encargado de
todo. Cenaremos en la mesa de la piscina. He decorado todo el
techado de manera hortera.
—¿Hortera?
—Quería salirme un poco de la ostentación, la suntuosidad y el
lujo —dijo Tess sonriendo.
—Estupendo, así no me sentiré fuera de lugar.
—No digas tonterías. Esa fue la razón por la que os dije a todos
que vinierais vestidos de manera informal.
—Por eso llevo Converse en vez de zapatos de tacón —dijo
Ellie sonriendo—. ¿Seremos muchos para cenar?
—El grupo de amigos de siempre, a los que ya conoces; Carlo,
un amigo que tiene un restaurante; dos amigos de Delaney y de
Nathan de la universidad; dos socios de mi marido que siempre
vienen en su cumpleaños, que te van a encantar porque son
geniales; mis suegros, a quienes les hemos hablado de ti y tienen
ganas de conocerte; y dos amigos y compañeros de Carter del
hospital, que se han unido recientemente a nuestro grupo y te van a
gustar. Y lo mejor de todo es que ninguno vendrá acompañado —
dijo Tess con una pícara sonrisa.
—Por tu forma de sonreír, me da la impresión de que me estás
buscando pareja.
—No es eso, pero eres joven y tienes que divertirte. Y tanto los
amigos de Delaney y Nathan, como los socios de mi marido y los
compañeros de Carter son guapos y muy divertidos. Divertirse no
tiene nada de malo, ¿no? —dijo guiñándole un ojo.
Yo no me he divertido con un hombre desde hace catorce años,
pensó Ellie, adivinando que su amiga hablaba de sexo.
—Supongo que no.
—Vamos, te enseñaré la escena donde se celebrará la fiesta —
dijo Tess sonriendo.
—¿Dónde están los pequeños? —preguntó Ellie mientras
caminaban hacia la piscina.
—Christian está durmiendo. Le daré el pecho antes de la cena y
volverá a dormirse. Brianna está con Cath. Ya ha cenado y la está
bañando. Delaney no tardará en llegar y le leerá un cuento antes de
dormir. Se ha acostumbrado y no se duerme hasta que llega su
padre. Cuando se va de viaje y está unos días fuera tiene que
llamarla a la hora de dormir y hablar con ella un buen rato.
—¡Santa madre de Dios! —dijo Ellie cuando llegaron—. No es
hortera, es lo siguiente.
El techado, que era grandísimo, estaba decorado con luces de
colores, globos y chorradas variadas. Parecía la verbena de un
pequeño pueblo.
—Ya te he dicho que era cutre —dijo Tess riendo.
—Incluso yo me siento fuera de lugar con este decorado —dijo
riendo también—. ¿Cómo crees que se sentirán tu marido y todos
esos amigos tan sofisticados que tenéis entre tanta vulgaridad?
—Les parecerá divertido y se sentirán estupendamente. He de
reconocer que son refinados, sofisticados y arrogantes, pero te
aseguro que en el fondo son gente sencilla. Al igual que mis
suegros.
—Yo soy sencilla. Ellos no —dijo Ellie.
—Estás equivocada. Lo comprobarás a medida que vayas
conociéndolos a todos.
—Has dicho que no vendrían acompañados, ¿por qué?
—A veces han traído a alguna amiga. Bueno, no amiga, sino a
la chica con la que están saliendo en ese momento. Aunque tengo
que decirte que después de unos días con ellas cortan, no les duran
mucho. Pero esta vez les pedí que no vinieran acompañados. Y no
es problema porque ninguno de ellos tiene novia y no tiene que dar
explicaciones.
—¿Por qué les dijiste que vinieran solos?
—Por ti. Si trajesen a alguien no sería una fiesta entre amigos,
porque las chicas que los acompañarían serían desconocidas para
todos. Y no sería lo mismo. Así que solo seremos tres chicas, sin
contar a mi suegra, y vamos a tener la atención de todos los
hombres. Bueno, en realidad, toda su atención será para ti, que
estás soltera y sin compromiso.
—Pues no sé…, creo que eso no me va a gustar. La verdad es
que procuro evitar ser el centro de atención.
—Hoy te va a ser difícil, porque todos los hombres que estarán
aquí, son unos mujeriegos y unos auténticos seductores.
—Creo que me voy a casa.
—No digas tonterías —dijo Tess sonriéndole—. Si alguien se
atreve a propasarse contigo, Delaney o cualquiera de nuestro grupo
lo machacará. Relájate. Vamos a pasar una velada fantástica.

Tess y Ellie se levantaron de las butacas cuando Sean bajó del


coche y subió al porche de la casa. Miró a las dos chicas. Tess
estaba preciosa, como siempre, pero Ellie llevaba uno de esos
vestidos finos y hasta los tobillos que hacían que un hombre diera
gracias a Dios por estar en verano. Era de tirantes y de color azul,
del mismo tono de las aguas del mar Caribe en calma. Se
abotonaba de arriba abajo y llevaba los botones desabrochados
hasta la mitad de los muslos. Sin ser ceñido, caía a lo largo de su
cuerpo mostrando cada una de sus curvas.
—Hola. Estáis guapísimas —dijo besándolas.
—Gracias.
—Has sido el primero en llegar, eso demuestra que eres el que
menos trabaja —dijo su cuñada sonriéndole.
—Procuro evitar el trabajo todo lo que puedo. Además, tenía
ganas de veros para conocer un poco más a nuestra nueva amiga.
—Eres un zalamero. Voy a dar de comer a tu sobrino. Ocúpate
de Ellie, ¿vale?. Está preocupada porque le he dicho que los
hombres que habrá aquí esta noche son unos mujeriegos.
—Yo me ocuparé de ella y la defenderé de todos ellos.
—Tú eres el peor de todos —dijo Tess sonriendo.
—No le hagas caso, cielo —dijo Sean a Ellie con una seductora
sonrisa—. Puedes confiar totalmente en mí.
—De acuerdo —dijo Ellie sentándose de nuevo.
Él se sentó en la butaca de al lado.
—Tess me dijo que ibas a preparar tú la tarta de cumpleaños de
mi hermano.
—Sí. Es de crema, la preferida de Delaney.
—Seguro que está buenísima.
—No lo dudes. Me ha costado poner las treinta y seis velas,
pero creo que me ha quedado preciosa. Yo pienso que las velas son
lo más importante de las tartas.
Poco a poco fueron llegando los invitados y fueron
presentándole a todos a Ellie. Delaney llegó acompañado de Carlo;
Nathan con Lauren, su mujer; Los padres de los Stanford; los dos
amigos de Delaney y Nathan; Logan llegó con los dos amigos de
Carter del hospital; poco después aparecieron los dos socios de
Delaney; Y el último fue Carter. Y Ellie, pensando en lo que Tess
había dicho cuando llegó Sean, se preguntó si Carter sería el que
más trabajaba de todos.
El reluciente Mercedes se detuvo delante de la casa. Ellie
pensó que ese vehículo costaría lo que ella ganaría en varios años.
El hombre que bajó del coche era igual de impresionante. Iba
impecablemente vestido y era lo bastante sexy para que cualquier
mujer inteligente cometiera estupideces por él. Tendría que
esforzarse mucho en no portarse como una de ellas.
Ellie no apartaba la vista de él. Dios, ese hombre la excitaba.
Se veía un hombre muy seguro de sí mismo. Era alto y muy guapo.
Tenía un rostro precioso y una boca tan sensual que haría que
cualquier mujer deseara que la sedujera en contra de su voluntad.
Tenía que reconocer que ese hombre era imponente.
El cuerpo de Ellie reaccionó de tal forma que comprendió que, a
pesar de todos los años que habían pasado, seguía echándolo de
menos. No lo había olvidado. Y nunca podría olvidarlo, porque su
hija siempre le recordaría a él.
Ellie se maldijo por no haber puesto cara de indiferencia al
verlo, pero se le daba muy mal mentir o disimular. Siempre mostraba
sus emociones de manera natural, como si fuese un accesorio en su
vestimenta.
Ellie se intranquilizó al ver la mirada que Carter le dedicó.
Parecía enfadado. Así y todo, la abrazó para saludarla. Recordó
cuánto lo había echado de menos cuando la abandonó, y lo mucho
que había llorado por él y por el futuro que nunca compartirían. Se
preocupó al darse cuenta que todos esos sentimientos volvían a
estar a su alrededor, atormentándola.
Decidió que ese hombre no era el adolescente que le había
robado el corazón catorce años atrás y la había abandonado,
embarazada y a su suerte. Ese hombre era una persona distinta.
Era un hombre que irradiaba poder y seguridad.
Estuvieron sentados en el porche tomando una copa y
hablando.
—Bien, vayamos a cenar —dijo Tess levantándose.
Se dirigieron todos a la zona de la piscina. Al llegar, todos se
rieron al ver la decoración alrededor de la mesa. Louise, la madre de
Delaney parecía espantada, pero tenía una sonrisa en los labios.
—Te has esmerado en la decoración, cuñada —dijo Sean
besándola.
—Lo sé —dijo ella de forma coqueta.
—Seguro que ha sido un gran esfuerzo —dijo Carter abrazando
a su amiga por detrás y besándola en el cuello.
Ellie los miró y se preguntó si había algo entre ellos, a pesar de
que su hija le había dicho que no.
Carter se sentó donde Tess le indicó. A Ellie la situaron frente a
Carter y a Logan junto a ella.
—Quería que fuese algo informal y fuera de lugar para todos
vosotros —dijo Tess hablando de la decoración.
—Desde luego, lo has clavado en lo de informal. Vasos y
servilletas de papel —dijo Ryan, cirujano y compañero de hospital
de Carter, sentándose junto a Ellie, donde le indicó Tess.
—Al menos, los cubiertos son de verdad —dijo Nathan
sonriendo.
—Compré de plástico, pero los probé y se doblaban o rompían
al cortar la carne —dijo Tess sonriéndole.
—¡Y mirad esto! —dijo Daniel, uno de los amigos de
universidad de Delaney y Nathan—. ¡Copas de plástico! No lo había
visto en mi vida.
—Daniel, tú no estás al día —dijo Lauren sonriendo—. Las he
comprado yo.
—Esas son para el vino, pero también tenemos para el
champán —dijo Tess.
—¡Vaya! Vamos a beber champán, menuda sofisticación —dijo
Carter.
—El vino no está mal —dijo Carlo, el dueño del restaurante, que
sabía que cada botella costaba quinientos dólares.
—Que sea una cena informal no significa que la comida y la
bebida sean cutres —dijo Tess sonriendo al chef.
—Me encanta como lo has preparado todo, cielo —dijo Delaney
abrazando a su mujer por detrás.
—Siéntate, cariño. Si sigues besuqueándome no tardaremos en
dar un espectáculo delante de todos.
—Vale.
Ellie miró a la pareja y sintió envidia, pero sana. Y sintió lo
mismo al ver a Nathan y a su preciosa mujer. Era evidente que
estaban locos el uno por el otro.
—A mí me parece entrañable como te ha quedado la
decoración —dijo Ellie mirando a Tess—. Además, lo importante es
la compañía.
—¿No os parece que la voz de esta mujer dejaría en ridículo a
la mejor profesional de las lineas eróticas? —dijo Ryan que estaba
junto a Ellie.
—Pues ahora que lo dices, tienes razón. Me parece de lo más
sensual y rezuma pecado —dijo Gabriel, el otro amigo de la
universidad de Delaney y Nathan.
Ellie se ruborizó. Miró al frente y encontró a Carter con la
mirada clavada en la de ella.
—Estáis haciendo que Ellie se sienta incómoda —dijo Charles,
uno de los socios de Delaney—. Aunque yo pienso lo mismo.
Carter debería haberse dado cuenta cuando vio a Ellie la vez
anterior, de que lo que había entre ellos no se había apagado. Solo
estaba aguardando en estado latente hasta que se encontraran de
nuevo. Siempre había pensado que si se veían en un futuro, los
sentimientos que había sentido por ella en el pasado se habrían
disipado. Pero se había equivocado por completo. Ellie había sido la
persona más especial de su vida, tan especial que no era capaz de
entenderlo. Y encontrarla de nuevo había servido para confirmarlo.
Porque todo seguía ahí. A pesar de los años que habían pasado, sin
tener ningún contacto, esa chica seguía formando parte de él, en
todos los sentidos. Había sido así desde el día que se conocieron.
—Deberíais comportaros. ¿Siempre tenéis que estar
seduciendo a las mujeres? —dijo Louise, la madre de los Stanford,
aunque lo dijo sonriendo—. No les hagas caso, Ellie. Están tan
acostumbrados a comportarse como seductores que no saben
portarse de otra forma con las mujeres.
—Tenéis que saber que Ellie es una respetable mujer con una
hija —dijo Delaney.
—¿Tienes una hija? —preguntó Ryan, el médico que se
sentaba a su lado.
—Sí —dijo Ellie sonriéndole.
—¿Se ha quedado con tu marido?
—Ellie, Ryan está tanteándote para ver si tiene posibilidades —
dijo Sean.
—No le hagas caso, cariño —dijo el médico.
—Mi hija está en casa de una amiga. Y no tengo marido, estoy
divorciada.
—Vaya, eso es interesante.
—¿Tú crees?
—Por supuesto. ¿Cuántos años tiene tu hija?
—Trece.
—¿Tienes una hija de trece años? —preguntó Jules, el
traumatólogo que trabajaba en el mismo hospital que Carter y Ryan.
—Sí.
—¿Cómo es posible? ¿Te quedaste embarazada cuando
estabas en la guardería?
—No. Cuando estaba en el instituto —dijo Ellie sonriéndole.
—¿Tienes una foto suya? —preguntó Ryan a su lado.
—Tengo un millón de fotos suyas —dijo sacando el móvil del
bolso que tenía colgado de la silla y pasándoselo después de buscar
las fotos.
—¡Joder! Tu hija es preciosa.
Ellie se dio cuenta de que Ryan levantaba la mirada hacia su
amigo Carter, que estaba frente a ellos y luego volvía a mirar la foto.
Carter también se dio cuenta del detalle, aunque no le dio
importancia.
—Sí, es muy guapa.
—En vez de tu hija parece tu hermana.
—Es lo que pasa cuando tienes hijos muy joven.
—He venido a casa de Tess varias veces, pero nunca te había
visto por aquí.
—Soy una amiga nueva. Nos conocemos desde hace poco.
—Su hija, Eve, juega a baloncesto con nosotros los sábados —
dijo Sean.
—Tendré que ir a jugar con vosotros. Me gustaría conocerla.
—Os lo hemos ofrecido muchas veces a Jules y a ti —dijo
Logan.
—De todas formas, la conocerás el sábado, cuando vengáis a
comer. Eve viene a ayudarnos con Brianna unas horas después del
partido —dijo Delaney.
—Vendréis a comer los dos el sábado, ¿verdad? —preguntó
Tess—. No vamos a admitir más excusas.
—Es que todos vosotros sois amigos desde hace muchos años
y no queríamos abusar —dijo Jules.
—No digas tonterías. Ellie también es una nueva amiga y va a
venir con su hija los sábados a comer, ¿verdad? —preguntó Tess
mirando a Ellie.
—Vendremos los sábados que podamos.
—Es normal que falles algún sábado. A todos nos pasa —dijo
Nathan.
—De acuerdo. A partir de ahora vendremos todos los sábados
que no tengamos guardia o no vayamos a ver a nuestra familia —
dijo Ryan.
—Estupendo —dijo Tess.
—¿Cómo os conocisteis Tess y tú? —preguntó Ryan.
—Fue una simple casualidad. Me encontré con Logan en su
iglesia hace un par de meses, aunque no lo había visto en catorce
años. Vino a cenar a casa para ponernos al día y conocer a mi hija.
Carter miró a Logan recriminándole que no se lo hubiera dicho.
—Al día siguiente mi hija lo acompañó a jugar un partido con
sus amigos. Una cosa llevó a la otra.
—Ryan, no acapares a Ellie —dijo Delaney.
—Solo le doy conversación —dijo él sonriendo.
—Si quieres ligar con ella, espera a que acabemos de cenar —
dijo Nathan.
—De acuerdo —dijo el médico mirando a Ellie y sonriendo—.
Luego seguimos, preciosa.
—Vale.
—Pero antes quiero hacerte una pregunta —le dijo poniendo el
brazo alrededor del respaldo de la silla de Ellie y acercándose para
hablarle al oído—. ¿Carter lo sabe?
—¿Si sabe qué? —preguntó ella intranquila y hablándole
también en voz baja.
—Que tiene una hija.
Ellie lo miró asustada. Carter pudo ver el cambio en la
expresión de su rostro. Pensó que su amigo le habría dicho algo
inapropiado.
—Nadie lo sabe —dijo ella acercándose a él de nuevo—. Y me
gustaría que siguiera así.
—Hablaremos cuando nos marchemos de aquí.
A pesar de lo nerviosa que estaba Ellie, porque sabía que iba a
confirmarle a un desconocido, y además amigo de Carter, que él era
el padre de su hija, lo pasó realmente bien. Todos los que asistieron
a la fiesta eran encantadores.
Después de cenar Delaney apagó las velas de la preciosa tarta,
que le había encantado. Ellie había puesto una niña y un bebé
gateando que parecía que estuvieran encendiendo dos velas.
Bebieron el champán en las copas de plástico. Delaney abrió
los regalos y Ellie le dijo que el suyo se lo acababan de comer,
porque era la tarta.
Eve le había enviado un WhatsApp felicitándolo con un montón
de emoticonos relacionados con un cumpleaños, cosa que
conmovió al magnate. Y había pocas cosas que lo alteraran.
Se quedaron un buen rato en la mesa hablando de una cosa y
otra.
Carter escuchaba a su amigo Jules, que estaba sentado a su
lado, o intentaba hacerlo, porque en muchos momentos perdía la
concentración pensando en Ellie. En esa chica que le era tan
familiar, pero al mismo tiempo tan desconocida. Deseaba deslizar
los dedos entre sus cabellos. Quería acariciar su cuello con los
labios…
Ellie sentía como si Carter la tuviera atrapada, como había
sucedido años atrás. Tal vez fuera porque cuando la abrazó para
saludarla, todas las sensaciones y sentimientos que había
experimentado por él en el pasado, la habían invadido de nuevo.
—Es muy agradable estar con vosotros, pero tengo que
levantarme a las cinco de la mañana, así que me marcho —dijo Ellie
levantándose.
—El próximo lunes es mi cumpleaños —dijo Lauren—. Y
cenaremos en mi casa. No hace falta que te diga que tienes que
asistir. Además, tienes que ocuparte de prepararme la tarta.
—Me encantará ir a tu cena de cumpleaños. Y puedes contar
con la tarta.
—Gracias. Si no tienes con quien dejar a Eve puedes llevarla a
casa.
—Precisamente el domingo por la tarde vendrá mi ex marido a
recogerla. Va a pasar dos semanas con él.
—Bien. De todas formas, hablaremos antes.
—Claro. Gracias por la cena —le dijo a Tess—. Lo he pasado
de maravilla.
—Me alegro.
—Felicidades de nuevo —le dijo a Delaney abrazándolo—. Ha
sido una fiesta fantástica.
—Eso es porque tú estabas con nosotros.
—Gracias. Buenas noches a todos. No os levantéis, por favor.
—¿Te importa llevarme a casa? —preguntó Ryan levantándose
también.
—Por supuesto que no.
Carter miró a Ellie y la encontró nerviosa. Luego miró a su
amigo, y no de manera amistosa.
—¿Quieres que vayamos a tomar algo? —preguntó Ryan
cuando salieron de la finca.
—Si no te importa, iremos a mi casa, porque estoy muerta de
sueño. Aunque luego tendrás que irte a casa por tu cuenta.
—No hay problema.
No hablaron nada en el trayecto referente a Eve. Ellie le
preguntó sobre el trabajo del hospital y Ryan le estuvo hablando de
ello.
—Eres neurocirujano.
—Sí.
—Mi hija también estudiará medicina.
—¿Ha heredado de su padre la pasión por la Medicina?
—De mí no, desde luego. ¿Cómo lo has sabido?
—La pregunta correcta sería: ¿cómo no se ha dado cuenta
nadie más? Carter y tu hija son idénticos.

—¿Te apetece tomar algo? —preguntó Ellie tan pronto entraron


en su casa.
—Me tomaría un whisky con hielo.
—Ve al salón, te lo llevaré enseguida.
Poco después se reunió con él y le dio uno de los vasos. Luego
se sentó en el sofá a su lado y tomó un sorbo de su whisky. Ellie no
solía tomar alcohol pero estaba nerviosa y pensó que la calmaría.
—No quiero que le digas nada a Carter. Es algo que debo hacer
yo.
—Carter debería haberlo sabido hace años. Díselo cuanto
antes.
—Lo haré cuando mi hija me lo pida, pero no creo que tarde
mucho en hacerlo. Cada vez que vuelve a casa, después de haberlo
visto, veo en su cara la sombra de la culpabilidad. El otro día me dijo
que era como si estuviera engañándolo.
—Es lo que está haciendo. Las dos lo estáis engañando.
—Lo sé. Yo tampoco me siento bien cuando lo veo. Hasta que
no volví a verlo hace unas semanas, nunca me había sentido
culpable... No he sabido nada de él en catorce años. Prácticamente
lo había olvidado.
—Cuéntame vuestra historia.
—¿Mantendrás el secreto?
—Por supuesto.
Ellie le habló de la época del campamento hasta el último año.
—Sí que fue un poco cabrón al cortar contigo de esa manera.
—Sí, lo fue. Me afectó mucho que me hablara de sus planes de
futuro, sin que yo apareciera en ellos…, después de haber pasado
todo el verano juntos. Con el tiempo comprendí que éramos unos
críos, además de adolescentes. Y ya se sabe que los adolescentes
tienen un comportamiento imprevisible. Aunque he de admitir que lo
pasé muy mal durante bastante tiempo.
—¿Qué pasó a continuación? Porque se entiende que cuando
Carter se marchó ya estabas embarazada.
—Según el ginecólogo, me quedé embarazada a primeros de
agosto. Cuando Carter se marchó estaba casi de un mes. Cuando
me enteré de que esperaba un hijo pensé en decírselo pero,
posiblemente, se habría casado conmigo y yo habría desbaratado
todos los planes que tenía pensados para su futuro… sin mí. Me
dejó claro que no quería nada conmigo.
Ellie le contó lo que sucedió con Peter.
—Os usasteis el uno al otro como tapadera.
—Sí. Peter no quería que se supiera que era gay. Estaba
preocupado por si sus amigos y, sobre todo, su familia, no lo
aceptaban. Ya sabes que el comportamiento de la gente de un
pueblo pequeño no es como el de una gran ciudad. Y él tendría que
ocuparse de la ferretería de su padre cuando se jubilara.
—Lo entiendo. Supongo que tu vida cambió.
—Completamente. Cambié a un chico del que estaba
locamente enamorada, por vivir con otro que era mi amigo desde
siempre. Acabamos el instituto. Él empezó a trabajar en la ferretería
con su padre. Y yo tuve que olvidarme de la universidad, que era mi
sueño.
—Nunca es tarde para estudiar.
—Lo sé. Pero ahora no puedo pensar en mí. He de sacar mi
negocio adelante para que a mi hija no le falte de nada.
—Supongo que sabes que Carter es millonario.
—Yo no voy a tener nada que ver con Carter. No quiero su
dinero.
—Háblame de tu matrimonio.
Ellie le dijo que habían vivido como amigos, pero con el añadido
de que los fines de semana salían con la pequeña. Y que Peter salía
solo de vez en cuando.
—Me ha quedado claro que tu marido salía con otras personas.
Pero, ¿y tú? Supongo que necesitarías desahogarte.
—No sé qué decirte. Desde que tuve a mi hija me centré en
ella. Pero sí, necesitaba estar con alguien. Y lo intenté algunas
veces.
—¿Y?
—No pasé de la cena.
—¿Por qué?
—No sé si te das cuenta de que esto es un poco violento para
mí. No te conozco, y te aseguro que no acostumbro a hablar de
sexo con desconocidos.
—Después de esta noche ya no seremos desconocidos. Y si
quieres puedo hablarte luego de mis relaciones sexuales.
—No, por Dios —dijo ella sonriéndole . Bueno, pues… Habían
pasado muchos años y yo solo había estado con Carter, y tenía
miedo de no saber cómo actuar. No quería sentirme avergonzada.
—¿A qué te refieres con actuar?
—Ya sabes, a como comportarme en la cama.
—Ellie, eso no se olvida —dijo Ryan sonriendo.
—Lo supongo. Pero éramos adolescentes cuando estuvimos
juntos y no sabía si se hacía lo mismo al hacer el amor siendo
adultos.
Él soltó una carcajada y ella se ruborizó, pero también sonrió.
—El caso es que no fui capaz de hacerlo. Y con el paso de los
años, el problema se acentuó. Ahora no sería capaz ni siquiera de
coquetear con nadie.
—Pues yo creo que has seguido a la perfección los flirteos de
todos los que estábamos en la fiesta.
—Con ellos es fácil, al igual que contigo.
—¿Es fácil? Ellie, ellos son seductores profesionales.
—Supongo que como tú. De todas formas, me ha parecido muy
divertido —dijo ella sonriendo.
—Tienes razón, flirtear es muy divertido —dijo él con una
seductora sonrisa—. Has dicho que tu hija lleva tu apellido, y que ni
siquiera llama papá a tu marido.
—Yo no quise adoptar su apellido. Sabía que llegaría un
momento en que nos divorciaríamos, y tampoco quería que mi hija
llevara el apellido de Peter. Pensé que un día podría conocer a su
padre y no quería que Carter se sintiera mal porque su hija llevara el
apellido de otro hombre. Y esa fue también la razón de que nunca le
llamara papá a Peter.
—¿Desde cuándo sabe tu hija que Carter es su padre?
—Se lo dije cuando llegamos aquí hace unas semanas, antes
de que yo me encontrara con Logan. Ni siquiera sabía que vivían en
Nueva York. Eve sabía que Peter no era su padre, nunca le
mentimos respecto a eso. Jamás me preguntó por su verdadero
padre, hasta el día de su cumpleaños, que fue precisamente el día
que llegamos aquí. Me dijo que era suficientemente mayor para
conocer mi historia con su padre. Así que se la conté.
—¿Cómo fue encontrarte con Logan?
Ellie le habló de ello.
—Yo nunca había creído en las casualidades.
—Ellie, las casualidades no existen. No sé si sabes lo que dijo
Einstein.
—¿Qué dijo?
—Que Dios no juega a los dados.
—¿Y si no fue casualidad, que fue?
—Puede que el destino.
—Yo no creo en el destino.
—No quiero ofenderte, cielo. Pero solo los estúpidos van contra
el destino. El destino se toma su tiempo. Lo intenta de mil maneras.
Pero siempre termina por encontrar una forma de conseguir lo que
se propone.
—Vaya, pareces completamente convencido. Puede que tengas
razón. Pero si crees que el destino ha cruzado a Carter en mi
camino…
—Es posible que seas tú quien se ha cruzado en el suyo.
—Sí, puede ser.
—Entonces, ¿no has estado con otro hombre además de con
él?
—No. Al final tuve una abstinencia voluntaria.
—Compadezco al primer hombre que esté contigo… después
de tantos años de sequía.
Ellie le golpeó con una de los cojines del sofá riéndose.
—Dejaré pasar un tiempo para que aclares tus ideas respecto a
Carter. Y luego iré a por ti.
—Vale —dijo Ellie sonriéndole—. Aunque no tengo que aclarar
nada respecto a Carter.
—Cuando sepa que tiene una hija de trece años, acabará
contigo por no habérselo dicho. Así que no voy a molestarme hasta
ver el desenlace.
—¿Te refieres a si sigo viva?
—Sí.
Ellie soltó una carcajada.
—Dame tu teléfono. Pondré mi número en tus contactos.
—De acuerdo —dijo ella entregándoselo.
—¿Sientes todavía algo por Carter? —preguntó después de
devolverle el teléfono y enviarse a él mismo una llamada perdida.
—Han pasado catorce años. Fue un amor de adolescente.
—El primer amor nunca se olvida.
—Puede que tengas razón, pero ahora somos adultos, y
desconocidos el uno para el otro. He de reconocer que me afectó
verlo después de tanto tiempo. Pero a Dios gracias pude mostrarme
indiferente. Por nada del mundo hubiera querido que se diera cuenta
de que estaba alterada por verlo. Está guapo —dijo sonriendo—.
Mucho más guapo que antes, y más alto, y más fuerte, y más
responsable, y más maduro... En fin, más de todo —dijo sonriendo
de nuevo.
Ellie le habló del aspecto que tenía ella en el campamento,
haciéndolo reír.
—Puede que fueras un adefesio, como tú dices, pero ahora
eres un bombón de primera.
—Gracias.

Era sábado. Eve y su madre estaban en la cocina después de


cenar. Eve sentada en la mesa sin hacer nada, simplemente,
mirando a su madre mientras recogía las cosas de la cena.
—¿Qué ocurre? —preguntó Ellie.
—¿Qué?
—Sé que te pasa algo. Nunca has estado tanto tiempo sin
hacer nada, y llevas un cuarto de hora ahí sentada, en silencio.
—Tal vez no debería irme, puede que me necesites.
—Cariño, has comprado todo lo que necesito para varios
meses. Confía en mí, por favor.
—Vale.
—¿Qué te ocurre, además de tu preocupación por dejarme
sola?
—No me ocurre nada.
—Por supuesto que sí.
—Hay algo que no puedo apartar de mi mente.
—¿Te ha sucedido algo en el instituto?
—En el instituto no.
—¿Y en otro sitio? ¿Te ha pasado algo hoy durante el partido?
—No.
—¿Y en casa de Delaney y Tess?
—Tampoco.
—Cariño. Sé que te pasa algo y no voy a estar tranquila hasta
que me hables de ello. Dime qué ocurre.
—Bueno… Hoy, mientras desayunaba y luego jugaba el partido
con mis amigos, y más tarde cuando estaba con Brianna en la
piscina, me he sentido muy culpable.
—¿Culpable de qué?
—De que Carter no sepa que es mi padre.
—Cariño...
—Le estoy engañando y eso hace que me sienta muy mal. Y
ahora aún me siento peor, porque mañana me marcharé con Peter y
estaré dos semanas fuera. Dos semanas más sin que sepa que
tiene una hija.
—¡Oh, Dios mío! ¿Por qué no me dijiste que te sentías así?
—No te preocupes, se me pasará.
—¿Desde cuándo te sientes así? —dijo quitándose el delantal.
—Desde hace unos días.
—Tengo que salir, no tardaré.
—¿Adónde vas? Son las diez y media de la noche.
—A verlo.
—¿A verlo? ¿Te refieres a Carter?
—Sí —dijo saliendo de la cocina.
—¿Vas a decirle que soy su hija? —dijo la niña siguiéndola.
—Claro. Te dije que hablaría con él cuando tú me lo pidieras.
No voy a permitir que te sientas culpable por algo que hice yo.
—Tú no tienes ninguna culpa, mamá. Y no hiciste nada malo.
—Puede que no hiciera las cosas bien al no decirle que estaba
embarazada —dijo secándose las lágrimas con la mano—. Lo
siento, cariño.
—Mamá, hiciste lo correcto. Yo habría hecho lo mismo.
—No tardaré —dijo cogiendo las llaves del coche y las de casa,
que estaban en el recibidor—. Cierra con llave y acuéstate. No
abras la puerta a nadie. Y si pasa algo, llama a Rachel, ella bajará
enseguida.
—No te preocupes. Te esperaré despierta.

Ellie estaba nerviosa mientras se dirigía a Manhattan. Acababa


de llamar a Logan para que le diera la dirección de Carter e iba
hacia allí. Después de aparcar, que le llevó bastante más de media
hora, llegó a la puerta. Se impresionó al ver la elegancia del edificio.
Estaba buscando en el interfono el piso de Carter. En la primera
planta había un Carter Hirsch, ginecólogo, y pensó que sería su
consulta. Una señora de unos cincuenta años se acercó a la puerta.
Vestía muy elegante.
—Buenas noches, ¿a quién busca?
—Hola. Al doctor Hisch.
—Entre conmigo, yo vivo un piso debajo de él, es mi
ginecólogo.
Ellie dudó un instante. No quería subir sin que él lo supiera.
—¿Tiene algún problema?
—He de hablar con él sobre mi hija.
—Vamos, entre. Él estará encantado de ayudarla con cualquier
cosa que le suceda a su hija. Es un hombre encantador.
Ellie entró en el edificio con la mujer, y la siguió a uno de los
ascensores.
—El doctor tiene la consulta en la primera planta.
—Sí, lo sé.
El ascensor se detuvo y la señora salió.
—Tiene que subir una planta más. El doctor vive en el ático. Su
apartamento es el de la derecha.
—Muchas gracias.
—No hay de qué. Buenas noches.
—Buenas noches.
Las puertas del ascensor se cerraron y segundos después
volvieron a abrirse. Salió al rellano y caminó hasta la puerta. Estaba
temblando cuando se encontró frente a ella. Estuvo tentada de dar
media vuelta y marcharse. Pero pensar en su hija y saber cómo se
sentía la animó a pulsar el timbre.
Carter abrió la puerta con el pantalón del traje y la camisa
desabrochada. Miró a Ellie de arriba abajo, sin poder creer que se
encontrara allí. Llevaba un pantalón de estar por casa viejo y una
camiseta ancha y con manchas. Tenía el pelo recogido con una
pinza, aunque muchos mechones se le habían escapado. Iba sin
maquillar y estaba inquieta. Y él seguía sorprendido de verla allí, en
su casa.
—Hola. Siento molestarte. ¿Puedo pasar? Solo será un
instante.
—Cariño, estoy en la cama esperándote —dijo una voz de
mujer que provenía del interior de la vivienda.
—¡Oh! Lo siento. Parece ser que no he llegado en un buen
momento. Iba a tocar al interfono, pero una paciente tuya, tu vecina
de abajo, entraba en el edificio… Ella ha sido quien me ha dejado
entrar. Por favor, discúlpame por no haberte llamado antes. Lo
siento —dijo ella girándose para volver al ascensor.
Carter había permanecido allí, de pie, sin hablar y sin invitarla a
entrar.
—Ellie.
Ella se volvió para mirarlo.
—Sé que no soy la persona a quien más deseas ver, pero si
estás aquí, apuesto a que es por algo importante.
—Y tienes razón, pero puede esperar. Además, me llevaría
tiempo contestar a todas tus preguntas. Siento haber venido. Olvida
que he estado aquí, por favor. La próxima vez te llamaré antes por
teléfono.
—Si te va a llevar tiempo contestar a las preguntas que
supones te haré, dime de qué se trata y te haré las preguntas otro
día.
Ellie lo miró indecisa.
—Eve es tu hija. Buenas noches.
Ellie caminó hacia el ascensor, pulsó el botón y las puertas se
abrieron unos segundos después. Entró, pulsó el botón de la planta
baja y se dio la vuelta. Carter seguía allí, sin apartar la mirada de
ella y algo aturdido, hasta que las puertas se cerraron.
Ellie corrió hacia el coche, que estaba bastante alejado, lo
abrió, se sentó frente al volante y puso el seguro. Tenía el corazón
tan acelerado que pensó que sufriría un infarto. Respiró hondo
varias veces para intentar tranquilizarse. Sentía unas ganas terribles
de llorar. Sabía que Carter era un mujeriego, su propia hija lo había
descubierto en Internet. Pero una cosa era estar al corriente de ello
y otra saber que una mujer lo esperaba en la cama. Y no fue capaz
de retener las lágrimas.
—¡Santa madre de Dios! —dijo al darse cuenta de que seguía
completamente enamorada de él.
Cuando se calmó llamó por teléfono a Ryan, el amigo de Carter.
—Hola, Ellie.
—Hola, Ryan. Espero no interrumpir nada.
—No lo has hecho, aunque tampoco me habría preocupado.
Estoy de guardia en el hospital. Me vendrá bien hablar contigo para
sacarme del aburrimiento. ¿Me has llamado porque te morías de
ganas por hablar conmigo?
—No. Pero quería que fueras el primero en saber que Carter ya
sabe que tiene una hija.
—¿Se lo has dicho?
—Acabo de presentarme en su casa para decírselo.
—¡Y sigues viva! ¿Cómo se lo ha tomado?
—No lo sé. Se lo he soltado y me he largado.
—¿Qué? Cuéntame qué ha pasado.
Ellie se lo contó con todo detalle.
—¿Y te has marchado, después de soltarle algo así?
—Ya te lo he dicho. Ha sido él quien ha insistido en que se lo
dijera y que me haría las preguntas otro día.
Ryan soltó una carcajada.
—No me extrañaría que se presentara en tu casa esta noche.
—No lo creo. Recuerda que te he dicho que tenía a una mujer
esperando en su cama.
—¿Crees que después de saber que tiene una hija iba a estar
con esa mujer? La habrá metido en un taxi y la habrá enviado a
casa.
—Bueno, pues… si va a casa, le estaré esperando.
—¿Dónde estás?
—En el coche. Estaba muy nerviosa y estaba esperando
calmarme para poder conducir. Voy a casa, tengo que decírselo a mi
hija.
—Llámame para contarme lo que pasa.
—Vale.

Ellie entró en casa. Eve se levantó del sofá y la miró.


—Acabo de darme cuenta de que llevo la ropa de estar por
casa, y está manchada —dijo Ellie algo desconcertada.
—No te preocupes por eso, mamá. ¿Qué ha pasado? ¿Se lo
has dicho?
—Sí —dijo sentándose en el sofá. Su hija se sentó a su lado.
—No has tardado mucho que digamos.
—Había una mujer esperándolo en la cama. Le he dicho que
hablaríamos otro día, pero ha insistido en que le dijera para qué
había ido a verle. Le he dicho que me llevaría tiempo y que querría
hacerme algunas preguntas. Y ha insistido en que se lo dijera, y que
me haría las preguntas otro día.
—¿Te ha dejado entrar o te ha mantenido en la puerta?
—Yo creo que ni siquiera ha pensado si estaba dentro o fuera
de su casa. Se ha sorprendido mucho cuando ha abierto la puerta y
me ha visto.
—¿Se lo has dicho en el pasillo?
—Sí. Solo le he dicho que eras su hija.
—¿Y qué ha dicho él?
—No ha dicho nada. Se ha quedado allí, quieto como un
pasmarote. Parecía aturdido y desconcertado. Le he dado las
buenas noches y me he largado.
—¿Te has marchado, así, sin más?
—Eve. Había una mujer dando voces, diciendo que estaba
esperándolo en la cama. ¿Qué querías que hiciera?
Eve miró a su madre, tenía los ojos brillantes por las lágrimas
retenidas y se preocupó.
—Vamos a acostarnos, mamá. Es tarde. Y él vendrá temprano,
eso, si no viene esta misma noche.
—Voy a ducharme. Dios mío, mira qué pinta llevo. Parezco una
pordiosera. Y él ha abierto la puerta con un pantalón de traje
impecable y una camisa impoluta.
Y desabrochada, pensó Ellie. Dejando ver esos pectorales y
abdominales espectaculares.
Ellie entró en el baño, se quitó la ropa y se metió en la ducha.
Eve entró tras ella para lavarse los dientes.
—¿Crees que estará muy enfadado?
Ellie pensó en lo que le había dicho Ryan.
—Sí, creo que sí. Pero no te preocupes, yo me encargaré de él.
Ellie estuvo despierta mucho tiempo, dando vueltas en la cama.
Pensaba en todo lo que él podría decirle o preguntarle, y en lo que
ella le contestaría. Hasta que por fin la venció el sueño y se durmió.
Capítulo 6
Eran las ocho y cuarto de la mañana del siguiente día, domingo,
cuando llamaron al interfono. Ellie se despertó con el sonido del
timbre y rápidamente se tensó al pensar que pudiera ser Carter. Y
no solo le preocupaba lo que tuviera que decirle, sino que viera
dónde vivían. Se levantó de la cama suspirando y cogió el telefonillo
del interfono.
—¿Sí?
—Soy yo.
—Seas quien seas, ¿piensas que eres el único hombre sobre la
tierra?
—Abre la puerta, joder.
Ellie pulsó el botón para abrir la puerta de la calle. Luego se
dirigió al baño para lavarse la cara. No tuvo tiempo para nada más
porque llamaron al timbre.
—¿Es él? —preguntó Eve desde la puerta de su cuarto.
—Sí. Espera en tu habitación —dijo mientras caminaba hacia la
puerta descalza.
Ellie abrió. Carter estaba frente a ella y los dos se miraron.
—¿Vas a tenerme en el pasillo?
—Tú lo hiciste anoche conmigo.
—No me gustan los tríos —dijo él, frío como el hielo.
—Pues no sabes lo que te pierdes. Puedes pasar —dijo
echándose a un lado para que entrara.
Ellie cerró la puerta y caminó hasta el salón. A pesar de lo
cabreado que estaba, Carter no pudo evitar echarle un buen vistazo
a sus piernas, que se veían larguísimas con ese pantalón de pijama
tan corto.
—¿Quieres un café?
—No he venido a socializar contigo. Lo que quiero es una
prueba de ADN, para asegurarme de que Eve es mi hija.
Eso era lo único en lo que Ellie no había pensado la noche
anterior. No podía creer lo que acababa de escuchar.
—¿Crees que te he engañado? Ah, lo había olvidado. La
diferencia de clase es lo más importante para ti. Piensas que soy
cualquier cosa, y que lo único que pretendo es sacarte dinero,
¿verdad?
—Ellie, tú y yo no nos conocemos. Y no eres la primera que
intenta sacarme dinero con algo así.
—Desde luego que no nos conocemos. Al menos tú no me
conoces a mí. De lo contrario no habrías tenido la menor duda de
que mis palabras son ciertas. No tengo ningún inconveniente en que
mi hija se haga la prueba.
—Puede que tú no, pero yo sí —dijo Eve apareciendo en el
salón—. No voy a hacerme ninguna prueba. Para mí es suficiente
saber que desconfías de mi madre para que no quiera tenerte en mi
vida.
—Eve...
—Déjame hablar, mamá. Mi madre es la persona más honesta
del mundo, además de la mejor madre. Yo no te he necesitado en
mis trece años de vida, porque tengo un padre que me quiere sin ni
siquiera llevar su misma sangre, que se ha preocupado de mí y que
confía plenamente en mi madre. No necesitamos ni queremos tu
dinero. Puede que no seamos ricas ni tengamos una casa bonita o
un coche de lujo, pero no necesitamos nada de eso para ser felices.
Y te aseguro que lo somos. De no ser porque yo le dije anoche que
quería que supieras que yo era tu hija, ella no te lo habría dicho. Así
que puedes olvidarte de que lo sabes. Mi madre se ocupará de mí,
como lo ha hecho siempre, y hará lo necesario para que no me falte
de nada.
—Eve, tienes que comprender...
—Entiendo perfectamente lo que sucede, no soy estúpida —dijo
la niña mirando a su padre—. Anoche pensé que quería tenerte en
mi vida, pero he cambiado de opinión. Y ahora quiero que te
marches de nuestra humilde casa. Vuelve a tu vida de lujo y con tus
amantes. A partir de ahora, olvidaré que eres mi padre. Mi madre y
yo tenemos amigos en común contigo, pero nos alejaremos de ellos.
Lárgate de nuestra casa. Y no vuelvas por aquí porque no eres
bienvenido.
Carter miró a su hija. Era más fuerte que su madre. A pesar de
tener las lágrimas en los ojos, no derramó ni una. Luego miró a Ellie,
que estaba mirándolo con una expresión triste y apenada en el
rostro, y con las lágrimas resbalándole por las mejillas. Y de pronto
Carter se asustó por si realmente se había equivocado y había
cometido el error más grande de su vida.
—Ven conmigo, mamá —dijo Eve cogiéndola de la mano—.
Cierra la puerta al salir —le dijo a Carter sin ni siquiera mirarlo.
Carter se quedó allí de pie mirando el pasillo por el que habían
desaparecido y pensando que esa niña era extraordinaria. Cuando
salió de su aturdimiento se dirigió hacia la puerta y se marchó.
—Acuéstate un rato más, mamá. Anoche no dormiste mucho y
pareces cansada.
—Tengo que adornar la tarta de Lauren.
—Puedes hacerlo más tarde.
—De acuerdo —dijo entrando en su habitación y cerrando la
puerta.

Eve volvió al salón e hizo una llamada.


—Hola, Eve.
—Hola, Tess.
—¿Qué sucede?
—Ya sabes que hoy me marcharé con mi padre y estaré dos
semanas fuera.
—Sí, me lo dijiste ayer.
—Ya. Lo que quiero decirte es que me ha surgido algo para los
sábados y ya no podré cuidar de Brianna.
—Puedes venir los domingos.
—Lo siento, pero los domingos se los dedico a mi madre.
—De acuerdo.
—¿Te importaría decirle a tu marido que no iré a jugar con ellos
más?
—Claro, se lo diré. Diviértete en el pueblo.
—Gracias. Hasta la vista.
—¿Era Eve? —preguntó Delaney.
—Sí. Ha pasado algo. No volverá a cuidar de Brianna y me ha
dicho que te diga que no volverá a ir a jugar con vosotros.
—Cielo, es una adolescente, su misión en la vida es ser
impredecible.
—No creo que sea eso. Ojalá me equivoque.
Eve hizo otra llamada.
—Hola, Eve.
—Hola, Lauren. Quería decirte que mi madre no podrá asistir a
tu fiesta mañana.
—¿Por qué?
—Va a aprovechar que yo estoy fuera para pasar unos días con
sus padres.
—Vale.
—Pero te llevará la tarta mañana por la mañana.
—De acuerdo. Pásatelo bien en tus vacaciones.
—Muchas gracias. Adiós.

Ellie entró en la cocina dos horas después. Había conseguido


descansar un rato.
—Hola, cariño. ¿Cómo estás?
—Bien.
—¿Has desayunado?
—No. Estaba esperando para desayunar contigo —dijo la niña
sentada en la mesa de la cocina frente al ordenador.
—¿Seguro que estás bien?
—Sí. No lo necesitamos. No lo hemos necesitado nunca.
Ellie se acercó a su hija y la besó en la cabeza.
—Estaremos bien. No te preocupes por nada, todo se arreglará.
—Mientras dormías he llamado a Tess.
—¿Para qué?
—Para decirle que no volveré a hacer de canguro. Y le he
pedido que le diga a su marido que no volveré a ir a jugar con ellos.
—¿Por qué? Te diviertes mucho jugando con ellos.
—Ya no quiero hacerlo. No quiero volver a verlo.
—Cariño, no tienes que tener en cuenta lo que dijo Carter. Es
un hombre rico y a los hombres como él las mujeres tratan de
pescarlos.
—A mí no me importa lo que haga con las demás mujeres, pero
no me gustó que desconfiara de ti. ¿A ti te sentó bien?
—No, no me sentó nada bien. La noche anterior barajé todas
las preguntas que podría hacerme, pero he de reconocer que no se
me ocurrió que me pidiera una prueba de ADN. Me cogió totalmente
por sorpresa.
—No quiero volver a verlo, ni relacionarme con sus amigos, así
no habrá posibilidad de que me lo encuentre.
—¿También abandonarás a los chicos de la escuela?
—No. Carter solo va un día a la semana a la escuela y me
aseguraré de no coincidir con él. Por cierto. También he llamado a
Lauren y le he dicho que no podrías ir mañana a su cena de
cumpleaños.
—¿Qué excusa has puesto?
—Le he dicho que ibas a ir a pasar unos días con los abuelos,
aprovechando que yo estaría fuera. Pero le he asegurado que le
llevarías la tarta por la mañana. Siento haber mentido.
—No importa. La verdad es que a mí tampoco me apetece ver a
tu padre, al menos de momento.
—No lo llames mi padre.
—De acuerdo.

Los sábados de cada semana todos iban a pasar el día a casa


de Delaney y Tess, por eso de que tenían niños. Y los domingos
iban a casa de alguno de los otros, incluídos los padres de Delaney,
donde se reunían ese domingo. Alguna semana fallaba alguno de
ellos por estar de viaje, porque iban a ver a sus familias o porque
estaban de guardia, cono ocurría con los tres médicos.
Carter fue el último en llegar. A nadie le pasó desapercibido el
mal aspecto que tenía. Además de no haber dormido en toda la
noche, pensando en la posibilidad de que Eve fuera realmente su
hija, había que añadir la preocupación que sentía por si en realidad
era su hija y lo había estropeado todo con ella.
—¿Qué te ocurre? —le preguntó Tess.
—Nada, ¿por qué?
—Tienes mala cara.
—Anoche no pude pegar ojo.
—¿Por algo en particular?
—Puede. ¿De qué hablabais? —preguntó a los otros para
cambiar de tema.
—De Eve —dijo Delaney—. Esta mañana ha llamado a Tess
para decirle que ya no podría cuidar de Brianna. Y que tampoco
volvería a ir a jugar con nosotros.
—A mí también me ha llamado —dijo Lauren—. Parece ser que
como Eve se marcha hoy con su padre para pasar dos semanas con
él en el pueblo, Ellie ha decidido también ir a pasar unos días con
los suyos. Así que no vendrá mañana a mi cumpleaños. Pero nos
llevará la tarta a casa mañana antes de marcharse. Lo que me ha
extrañado es que llamara ella en vez de Ellie.
—Puede que ahora, además de ser su contable, sea su
asistente personal —dijo Nathan—. Esa niña es fantástica.
—Puede que yo tenga algo que ver con esas llamadas que
habéis mencionado —dijo Carter.
—¿Tú? ¿Por qué?
—Ellie me dijo anoche que Eve es mi hija.
Carter se dio cuenta de que todos se hacían los sorprendidos.
Pero conocía bien a sus amigos y sabía que estaban fingiendo.
—Vosotros lo sabíais. Tú lo sabías y no me dijiste nada —le dijo
Carter a Logan.
—Fui yo quien se lo dijo a los demás cuando lo descubrí.
—No le eches toda la culpa a Logan —dijo Tess—. Lo comentó
con nosotros para que le ayudáramos a pensar la mejor forma para
decírtelo.
—¿Desde cuándo lo sabéis?
—Desde mediados de mayo.
—¿Lo sabéis desde hace dos meses y medio? ¿Y en todo ese
tiempo no habéis encontrado la forma de decírmelo?
—Bueno, ahora ya lo sabes. Y mejor que te lo haya dicho Ellie,
¿no? —dijo Sean.
—¿Qué has hecho para que ni tu hija ni su madre quieran
volver a vernos? —preguntó Tess—. Porque no me creo eso de que
a Eve le haya salido algo para los sábados.
—No la llames mi hija.
—¿Por qué no voy a llamarla tu hija si lo es?
—Veo que esa mujer os ha comido el coco. Parece mentira que
no os deis cuenta de que es una oportunista.
—No hables de ella de esa forma, tú no la conoces —dijo
Logan.
—A ti también te ha engatusado.
—Carter, ¿te importaría contarnos lo que habéis hablado Ellie y
tú? —preguntó Louise, la madre de Delaney.
Carter les contó lo que había sucedido la noche anterior,
cuando Ellie se presentó en su casa. Luego les dijo que esa misma
mañana había ido a casa de ellas.
—En realidad, quien más habló fue su hija —dijo contándoles la
conversación que habían mantenido.
—¿Lo único que se te ocurrió decirle a Ellie fue que
necesitabas una prueba de ADN? ¿Pero tú eres gilipollas? —dijo
Logan cabreado.
—Sabes que no es la primera vez que intentan pescarme con
ese truco.
—Si Ellie hubiera querido pescarte no habría esperado catorce
años, ¿no crees? —dijo Tess—. ¿Y sabes? Aplaudo a tu hija por no
aceptar hacerse la prueba y defender a su madre como lo hizo.
Nathan se levantó y fue al coche a coger algo.
—Carter, ¿Crees que si Ellie y la pequeña quisieran pescarte te
habrían dicho todo lo que te dijeron, antes de echarte a la calle? —
preguntó Patrick Stanford.
—Esa niña me puso de los nervios. Me trataba como si fuera un
monstruo.
—Tal vez porque te portaste como uno —dijo Sean—. Estabas
dejando a su madre por una mentirosa.
—Esa niña adora a su madre y la defendería a muerte —dijo
Logan.
—A ver cómo arreglas lo que hiciste ayer —dijo el abogado
cuando regresó y le entregó a Carter un sobre—. Toma, gilipollas.
—¿Qué es esto? —preguntó abriendo el sobre.
Cuando desplegó la hoja y supo lo que era casi le dio un infarto.
Le faltaba la respiración después de leer el informe.
—No te dijimos nada porque necesitábamos asegurarnos de
que Eve era tu hija —dijo Delaney—. Cogimos la taza del desayuno
de Eve y el vaso y una cuchara tuyas uno de los sábados que fuinos
a jugar. Y Logan cogió unos cabellos del cepillo del pelo de tu hija.
—También cogí unos de tu cepillo del pelo —dijo Logan a su
amigo.
—Eve es mi hija —dijo mientras miraba el papel y aparecía una
sonrisa en sus labios—. Me gusta esa niña.
—Esa niña te ha echado de su casa y no te va a perdonar —
dijo Nathan—. De todas formas, felicidades, papá.
—Gracias. Voy a matar a Ellie.
—¿Eso es lo mejor que se te ocurre para que tu hija te
perdone?
—Me he perdido trece años de su vida. Eso sí que no se lo voy
a perdonar, por mucho que sea su madre.
—Por cierto, el detective me llamó a yer. Ya ha terminado con la
investigación —dijo Nathan.
—¿Qué investigación? —preguntó Carter.
—Le pedimos que se informara sobre la vida de Ellie antes de
venir a Nueva York, y de su marido.
—Su exmarido —le rectificó Carter.
—Como íbamos a reunirnos todos mañana en mi casa, por ser
el cumpeaños de mi mujer, le pedí que fuera allí a las siete de la
tarde. ¿Os parece bien?
Todos contestaron afirmativamente.
—Que sepas que no soy partidario de que tú estés presente —
dijo Logan a Carter—. Te portaste muy mal con Ellie en el pasado, y
lo has vuelto a hacer ahora. No sé lo que nos dirá el detective, pero
sea lo que sea, tendrás demasiada información en tus manos sobre
Ellie. Y eso no me gusta.
—Logan, es el padre de Eve —dijo Tess.
—Se portó muy mal con esa chica hace catorce años. La
destrozó, y encima, la dejó embarazada.
—¿Has olvidado que yo no sabía que estaba embarazada? —
dijo Carter cabreado.
—Sé que lo hizo muy mal y se portó como un canalla —dijo
Tess—, pero sigue siendo su padre.
—Y tú no le eches la culpa a Ellie por haberte ocultado que
tienes una hija, porque todo fue culpa tuya. Y da gracias de que me
encontrara con ella hace un par de meses, de lo contrario, puede
que nunca lo hubieras sabido —le dijo Logan a Carter—. Y voy a
decirte otra cosa. Esa chica está luchando muy duro para sacar
adelante a su hija.
—También es mi hija.
—Sí, a vuestra hija. Pero como vuelvas a hacerle daño te daré
tal paliza que tendrán que ingresarte en tu hospital.
—Vaya, te preocupas mucho por Ellie.
—Esa chica merece que se preocupen por ella. Tienes dos
semanas para que escuche todas tus disculpas, mientras vuestra
hija está con su padre.
—Su padre soy yo. Además, ¿no has oído que Ellie va a pasar
unos días con sus padres?
—¿Y tú te lo has creído? Tu hija es muy lista. Tenía que
encontrar una excusa para que su madre no se encontrara contigo
en la fiesta de Lauren, y sus abuelos fueron la mejor opción que
encontró.
—Sabes que Ellie es muy cabezota, no sé si me perdonará —
dijo Carter.
—Puede que haya cambiado.
—¿Ha cambiado?
—No —dijo Logan sonriendo—. Además, Ellie está empezando
un negocio y no lo va a dejar para irse de vacaciones.
Carter llevó a Logan a casa a última hora de la tarde.
—Entra en casa conmigo. Es pronto.
—De acuerdo —dijo Carter abriendo la verja con el mando que
llevaba en el coche.

Logan puso hielo en dos vasos, sirvió dos whiskys y los llevó al
salón. Se sentó en un sillón frente a su amigo.
—¿Cómo te sientes?
—Raro. No puedo creer que tenga una hija de trece años.
—¿Cómo no te diste cuenta de que era tu hija? Joder, sois
idénticos.
—Ni se me pasó por la cabeza. ¿Cómo te enteraste?
Logan le contó el encuentro con Ellie en la iglesia, y luego la
cena en casa de ella.
—Cuando iba de vuelta a casa, después de cenar con ellas, se
me pasó la idea por la cabeza. He de reconocer que yo tampoco me
di cuenta del parecido que Eve tenía contigo hasta que lo supe.
—¿Qué idea?
—No podía apartar de mi mente que Eve me había dicho que
había cumplido trece años justo el día que llegaron a Nueva York, el
doce de mayo. Llamé a Tess para preguntarle cuánto tiempo duraba
el embarazo. Ella lo calculó, después de que le dijera la fecha de
nacimiento de Eve, y me dijo que a principios de agosto. Entonces
calculé los años y me di cuenta de que era el último verano que
estuvimos en el campamento. Como comprenderás, no tuve
ninguna duda de que tú eras el padre. Esa chica estaba loca por ti y
no tenía ojos para nadie más.
—Fui un estúpido. Si no hubiera cortado con ella no me habría
perdido nada relacionado con mi hija.
—¿Por qué no me dijiste que habías ido a buscarla unos años
después?
—¿Cómo sabes eso?
—Por casualidad. Sean nos contó a todos que habíais hablado
de si alguna vez os habíais enamorado.
—Lo recuerdo. Le hablé de Ellie y de cómo había cortado con
ella. ¿Sabes, Logan? No pude quitármela de la cabeza desde que
nos marchamos del campamento ese último año. Pensaba en ella
continuamente. Pude soportarlo hasta que terminé la carrera, y
entonces fui a buscarla.
—¿Para qué?
—La verdad es que no había pensado en qué decirle. Supongo
que quería verla y preguntarle si todavía sentía algo por mí. Quería
que supiera que la quería, que siempre la había querido y que no la
había olvidado. Pero cuando me dijeron que se había casado y tenía
una hija…
—Abandonaste.
—¿Qué podía hacer? Me dijeron que era muy feliz, que vivía en
una buena casa y que su marido la adoraba.
—Me has dicho muchas veces que lo que las personas dicen, a
veces no es la realidad.
—Lo sé, pero… Fui a verla a su trabajo. Esperé en el coche
hasta que la vi salir. Una señora la esperaba en la puerta con una
niña. Sin duda era mi hija. Cuando me di cuenta de que la había
perdido para siempre me hundí.
—Ahora lo entiendo. Fue la época en que abandonaste la
universidad por unos meses y te fuiste a casa de tus padres. Ellos
estaban preocupados porque no habías asistido a clase las primeras
semanas de la especialidad.
—Sí. No podía concentrarme en los estudios. Pensaba que
jamás sería feliz, que no me enamoraría nunca más, que no tendría
hijos.
—Lo de enamorarte, puede que no vuelva a pasar, pero al
menos sabes que tienes una hija.
—De la que me he perdido toda su vida.
—Fue elección tuya. Le dejaste muy claro a Ellie que no
querías volver a saber nada de ella.
—Fui un cabrón.
—Al menos lo reconoces. Tendrás más hijos, vivirás la
experiencia del embarazo y disfrutarás de su infancia. Pero antes de
eso, experimentarás la adolescencia con Eve. Y lo siento por ti,
dicen que es la peor época de una persona.
—¿Crees que me perdonará por haber desconfiado de su
madre?
—Puede que con el tiempo. Para Ellie, su hija es su vida. Y me
temo que para Eve, su madre lo es todo. Deberías estar orgulloso
de lo bien que ha cuidado de tu hija.
—Eve nunca me verá como su padre. Tiene a otro padre que ha
estado a su lado durante toda su vida.
—Tienes que darle tiempo. Lo que más me jode es que por tu
culpa tengan que apartarse de nosotros. Ellie no conoce a nadie
aquí, excepto a una vecina que tiene más de cuarenta años. Me dijo
que le gustaba estar con Tess y Lauren.
—Encontraré la forma de arreglarlo.
Carter volvió a casa poco después. Se sentó en el sofá con una
botella de whisky y un vaso. Hacía muchos años que no se
emborrachaba. La última vez había sido cuando se enteró de que
Ellie estaba casada. Eso fue cuando era joven y estúpido. Ahora ya
no era tan joven, pero sí igual de estúpido, o tal vez más.

A primera hora del lunes Ellie llevó a casa de Lauren la tarta de


cumpleaños y su pedido de repostería de la semana, pero ella no
estaba y se la dejó al ama de llaves. Y luego llevó a casa de Tess el
pedido suyo para la casa y el de la librería, pero no vio a Tess
porque aún no se había levantado.
Lauren lo había organizado para celebrar su cumpleaños con
una cena tranquila. Pero en ese momento solo se encontraban los
amigos de siempre y los padres de Delaney. Además, de Jack.
Estaban esperando al detective.
—Esto se está convirtiendo en una costumbre —dijo Sean
reuniéndose en el jardín con sus amigos y sus padres—. Que el
detective se encargue de investigar nuestra nueva adquisición de
amiga. Primero se encargó de buscar a Tess cuando abandonó a
Delaney.
—Y no me encontró —dijo ella sonriendo.
—Luego investigó a Lauren, y ahora a Ellie. Hola a todos.
Todos lo saludaron y él se acercó para besar a su madre y
luego a sus amigas.
—Tienes razón —dijo Nathan sonriendo.
—En realidad, no habría hecho falta averiguar nada sobre Ellie,
con el tiempo nos habría hablado de su vida —dijo Tess—. Aunque,
claro, Carter lo estropeó todo y ahora no quiere ni vernos.
—A nosotros sí quiere vernos, es a él a quien no quiere volver a
ver —dijo Delaney señalando a Carter.
—No os preocupéis por nada. Seguro que todo se arregla —dijo
Louise—. Puede que Eve esté enfadada con su padre, muy
enfadada de hecho, pero es su padre, y tarde o temprano lo
perdonará. Las cosas se solucionarán solas con el tiempo.
—Eso espero —dijo Logan—. Porque Ellie necesita amigos.
El detective llegó a las siete de la tarde, puntual como siempre.
Se sentaron todos en el porche y le sirvieron un té con hielo para
que los acompañara. Después de saludarse todos, Nathan tomó la
palabra.
—¿Qué ha averiguado de Ellie?
—Puedo presumir de que lo he averiguado todo sobre ella,
absolutamente todo. Me ha llevado algún tiempo, pero a la gente de
los pueblos les gusta hablar. Aunque he de admitir que son bastante
reticentes hasta que cogen confianza. Alquilé un apartamento por
semanas e hice correr la voz de que mi mujer había fallecido, lo que
es cierto, aunque hace mucho tiempo de ello. Les dije que había
pedido una excedencia en el trabajo, y dejé que pensaran que
necesitaba un cambio. He de decirles que tengo un montón de
facturas de restaurantes, bares y cafeterías. Tuve que invitar a
mucha gente.
—En esta ocasión, seré yo quien se haga cargo de todos los
gastos —dijo Carter.
—De acuerdo. Pues bien. Cada vez que hablaba con alguien
del pueblo me interesaba por cualquiera a quien mencionara, por
cualquier detalle, aunque no tuviera nada que ver con la chica a
quien investigaba —dijo el hombre sacando una libreta del maletín
que llevaba y abriéndola—. Dios, me sé la historia de casi todos los
del pueblo —dijo el detective sonriendo—. Bien. Vamos al asunto
por el que estoy aquí. Su nombre completo es Eleanor Whitworth,
aunque todos la conocen por Ellie. Nació en Jenkins, Kentucky, el
cuatro de septiembre de 1991, y vivió allí hasta hace unos meses.
Como me pidieron, empecé por el principio, cuando Eleanor era
pequeña.
Su padre se llama John y su madre Sophie. Él era electricista,
ya está jubilado. Su mujer era ama de casa, aunque se dedicaba a
hacer arreglos de ropa para sacar un dinero extra. Poco después de
casarse compraron una casa y estuvieron pagando la hipoteca
hasta hace unos pocos años. Cuando el padre se jubiló vendieron la
casa, que era pequeña y modesta, y compraron una en New Milford,
Conneticut. Parece ser que allí vivían unos amigos suyos del pueblo
desde que se jubilaron y decidieron trasladarse a vivir allí. Eleanor
fue al colegio en el pueblo y luego al instituto. Estuvo yendo a un
campamento de verano, que estaba a tres kilómetros del pueblo,
desde los siete años. El campamento era muy caro e iban chicos de
todos los estados, porque tenía muy buena reputación. Sus padres
no se lo podían permitir, pero los dueños del campamento eran
vecinos y amigos suyos de toda la vida y les cobraban una cantidad
ridícula, más como un precio simbólico. Eleanor era una buena
estudiante en el colegio y más tarde en el instituto. El último año que
estuvo en el campamento no se separó de uno de los chicos, un tal
Carter Hirsch.
—Ese es nuestro amigo —dijo Delaney señalando a Carter.
—No se preocupe, no lo he investigado a usted…, en
profundidad.
—Eso no me preocupa. Siga, por favor —dijo Carter.
—Cuando finalizó el último verano que fueron al campamento
usted se marchó —dijo el hombre dirigiéndose a Carter—, y por las
fechas he deducido que Eleanor ya estaba embarazada cuando
abandonaron el campamento.
—Lo sabemos —dijo Tess—. Carter es el padre de ese bebé.
—Supuse que era el padre por la fecha en que nació la
pequeña.
—Lo que nos interesa es lo que sucedió a partir de ahí —dijo
Sean.
—Eleanor tenía un amigo, Peter Warring. Eran amigos desde
parvulario, y fueron juntos al campamento desde el primer año. En
noviembre de ese mismo año Peter y ella se casaron. Él había
heredado de su abuela una casa muy grande en el pueblo. Los
padres de ambos se encargaron de acondicionarla y de cambiar los
muebles. Y la pareja se mudó allí antes de las navidades. Ellie no
adoptó el apellido de su marido y su hija lleva el de ella. La pequeña
se llama Eve Whitworth.
—¿No lleva el apellido del marido de Ellie? —preguntó Carter.
—No. Eleanor terminó los dos años que le quedaban de
instituto mientras los abuelos de ambos se ocupaban del bebé.
Cuando la niña empezó a ir a la guardería, ella comenzó a trabajar
de recepcionista en el estudio de un arquitecto paisajista y trabajó
para él hasta finales de abril de este año.
—¿Ha averiguado algo sobre cómo les fue el matrimonio? —
preguntó Carter.
—Todos los del pueblo hablan muy bien de ellos. Piensan que
eran una pareja muy bien avenida y que se querían. Siempre salían
juntos y la pequeña parecía feliz. Alguien me dijo que se llevaban
bien, como lo habían hecho durante toda su vida, pero que nunca
vio entre ellos amor y pasión. Y cuando seguí investigando, todo
tuvo sentido.
—¿Qué tuvo sentido? —preguntó Lauren.
—En marzo de este año Peter reconoció que era gay. A todos
les cogió por sorpresa, porque nunca había dado muestras de serlo.
Parece ser que se descubrió al declarar que se había enamorado
del arquitecto, Joseph Stuart, el jefe de Eleanor. Ella dejó el trabajo
unas semanas después. Tan pronto se supo que Peter era gay
fueron a un abogado para tramitar los papeles del divorcio. Todavía
no están divorciados legalmente. La relación entre el matrimonio
siguió exactamente igual. Como si fueran amigos. Los del pueblo se
extrañaban de que Ellie no se hubiera quedado embarazada de
nuevo durante su matrimonio. Según la nueva recepcionista del
arquitecto, su jefe le buscó a Eleanor un trabajo estupendo aquí en
Nueva York, por eso vinieron a vivir aquí. Llegaron el doce de mayo,
precisamente el día del cumpleaños de su hija. Y sí, era cierto que
Eleanor tenía un trabajo en una inmobiliaria, y comenzó a trabajar el
día dieciocho de mayo. Aunque le duró menos de una semana.
Hablé con la secretaria del dueño de la inmobiliaria, una chica a
quien le gustaba hablar demasiado. Me contó que su jefe y Eleanor
habían discutido. Por lo visto, él le ofreció mejor salario a cambio de
favores sexuales.
Carter se tensó al escuchar las palabras del detective.
—Y parece ser que ella le dio un hostión y le dijo unas cuantas
cosas subidas de tono. Me dijo que su jefe tuvo el ojo morado
durante bastantes días. Tengo entendido que desde hace unas
semanas Eleanor trabaja por su cuenta. Se dedica a la repostería,
pero no está dada de alta. Entré en una de las cafeterías, después
de que ella les llevara un pedido, y la camarera me dijo que estaban
encantados con ella porque les quitaban los pasteles de las manos.
Y eso es todo.
—Gracias por su trabajo —dijo Carter.
—Ha sido un placer. Por cierto, ¿quienes más quedan solteros
de su grupo de amigos? Sin contar al señor Hirsch.
—Quedan Sean, mi hermano, y Logan. Pero Logan es
sacerdote —dijo Delaney.
—En ese caso, los volveré a ver, al menos, una vez más.
Parece ser que necesitan de mis servicios siempre que uno de
ustedes conoce a una mujer.
Todos se rieron.
—¿Por qué ha dicho que me excluyeran a mí? —preguntó
Carter—. Yo estoy soltero.
—Me da la impresión de que usted ya está pillado. Bien, si no
me necesitan, les dejo para que sigan con lo que tienen que hacer
—dijo el hombre levantándose—. Hasta la vista.
Todos se levantaron para despedirlo.
—Le acompañaré al coche y le daré un cheque por su trabajo.

—Hola, Ellie.
—Hola, Ryan, ¿te llamo en mal momento?
—Estoy en la consulta y me temo que no puedo hablar ahora
porque va a entrar un paciente. Pero dispongo de un minuto. ¿Qué
ocurre?
—Solo quería que supieras que Carter fue a casa ayer por la
mañana, como bien me dijiste.
—¿Y qué pasó?
—Mi hija lo echó de casa.
—¿En serio?
—Sí. ¿Has quedado con alguien para cenar? —preguntó Ellie.
Ryan recordó que era la cena del cumpleaños de Lauren.
—No.
—¿Te apetece cenar conmigo?
—Sí.
—Estupendo. Envíame tu dirección. Cuando me llevaste a tu
casa no presté mucha atención. ¿A qué hora quieres que te recoja?
—Temprano, tengo que madrugar. Y supongo que tú también.
—¿A las siete?
—Vale. Ahora te envío la dirección.
—Hasta luego.

Ellie bajó a las siete, cuando recibió un mensaje del médico


diciéndole que estaba en la puerta. Cuando salió del edificio él la
miró de arriba abajo. Luego la besó ligeramente en los labios.
—Estás preciosa.
—Muy amable —dijo ella sonriendo.
Ryan le abrió la puerta del copiloto para que entrara, y luego
rodeó el coche y se sentó al volante.
—Estás preciosa.
—Ya me lo has dicho.
—Lo sé.
—Tú también estás muy guapo.
Él se giró para mirarla sonriendo.
—¿Tu hija se ha marchado ya?
—Sí.
—¿Qué vas a hacer todos estos días sin ella?
—Trabajar. Tengo un montón de pedidos cada día. Pensé que
irías a cenar a casa de Nathan y Ellie.
—Es lo que iba a hacer, pero estaba más interesado en cenar
contigo. Yo también pensé que irías a cenar con ellos.
—Ese era el plan, pero después de lo de Carter…

Ryan y Ellie se sentaron en la mesa del restaurante el uno


frente al otro.
—El restaurante es muy bonito.
—Sí, me gusta venir. Además, la comida es riquísima.
—Estupendo.
—Espero que te parezca bien cenar en un reservado. Pensé
que la conversación que íbamos a tener sería delicada.
—Eres muy considerado. Apuesto a que lo has hecho por si me
pongo a llorar —dijo ella sonriéndole.
—Cabía la posibilidad —dijo él devolviéndole la sonrisa.
Después de que pidieran el vino y la cena el camarero se retiró.
—Nunca he tenido un amigo, aparte de Peter, mi exmarido. Y
menos aún a uno como tú. Él y yo somos amigos desde la
guardería.
—¿A qué te refieres a como yo?
—Elegante, seductor, guapísimo, un hombre de éxito…
—Cielo, eres la presidenta de mi club de fans.
Ellie se rio.
—Porque... somos amigos, ¿no? —preguntó ella.
—De momento sí.
—Vale —dijo ella sonriéndole—. Me vendrá bien tener un
amigo. Aunque a Logan también lo considero amigo mío.
—Logan es sacerdote y no cuenta.
—¡Por supuesto que cuenta! —dijo ella con una sonrisa
traviesa.
—Háblame de lo que pasó con Carter.
Ellie le contó primero lo que sucedió cuando ella se presentó en
su casa a las once de la noche.
—Estaba con una mujer y le interrumpí —dijo Ellie sonriendo.
—Después de lo que le dijiste seguro que se le quitaron las
ganas de estar con ella. ¿En serio le soltaste que Eve era su hija y
te largaste?
—Sí —dijo ella sonriendo de nuevo—. Cuando volví a casa me
di cuenta de cómo iba vestida. Llevaba ropa de estar por casa y
además, la tenía sucia, porque había estado en la cocina toda la
tarde preparando dulces. Y él estaba impecable, con el pantalón del
traje perfectamente planchado y la camisa tan blanca…
—¿Qué pasó cuando volviste a casa?
Ellie le contó lo que había hablado con su hija. Y a
continuación, lo que había sucedido cuando Carter llegó a la
mañana siguiente.
—¿Te pidió una prueba de ADN?
—Es lo primero que hizo. Dijo que ya se había encontrado en
situaciones como esa con anterioridad. Que no era la primera que
una mujer intentaba colarle que la había dejado embarazada para
pescarlo. Me hice la fuerte, pero en realidad, estaba hundida, y
llorando como una imbécil.
—¿Por qué llorabas?
—Porque me di cuenta de que no le importaba lo más mínimo,
y nunca le había importado. Pero mi hija… Dios, tenías que haberla
visto. Se enfrentó a él sin derramar ni una sola lágrima, con una
entereza desbordante. No sabía que era tan fuerte. Tenía que
haberla grabado —dijo sonriendo.
—Eres su madre y lo ha aprendido de ti.
—Yo no soy tan fuerte, te lo aseguro. Sé que lo pasó muy mal
mientras me defendía y, sobre todo, cuando lo echó de casa.
Porque ella lo consideraba su amigo.
—La verdad es que, para tener trece años, es valiente de
cojones.
—Sí. Cuando volví a ver a Carter, después de tantos años,
supe que tendría problemas.
—¿Qué clase de problemas?
El camarero se acercó con el vino, y poco después les llevó la
cena y la ensalada.
—Porque el corazón se me aceleró cuando lo vi. Alguien que
provoca una reacción como la que yo sentí, no puede ignorarse. Y
eso que había cambiado por completo. Había sentido lo mismo cada
vez que lo había visto catorce años atrás. No esperaba volver a
sentirme así. Llevo años pensando que algún día conocería a un
hombre, y que se enamoraría de mí y yo de él. Alguien que me
hiciera olvidarlo. Pero, de todas formas, también pensaba que no
me importaba si esa persona aparecía, porque ya tenía algo
extraordinario en mi vida.
—A su hija.
—Sí. Eve es mi vida.
—Sigues enamorada de él.
—Me siento muy confundida, eso es todo. Pero he de decir que
no puedo negar lo evidente. Entre nosotros hay algo, al menos, por
mi parte. Aunque no volveré a estar con él. Lo pasé muy mal por su
culpa. Él hizo su elección. Decidió que yo no era suficientemente
buena para él. Cuando cortó conmigo creí que era el fin del mundo,
y me di cuenta de que lo que había habido entre nosotros no había
significado nada para él. Estuve muy mal durante varias semanas. Y
cuando digo muy mal, me refiero a querer morirme. Y eso se
acentuó más cuando pensé en mi embarazo —dijo Ellie suspirando.
—¿Cuánto te duró ese estado de depresión?
—Varias semanas. Pero cuando empecé a sentir a mi bebé
dentro de mí sucedió algo. Algo que hizo que me olvidara de todo lo
malo que me había sucedido —dijo dedicándole una tierna sonrisa
—. De pronto ya no quería morirme, porque iba a tener una hija de
los dos. En esos momentos ni siquiera me importaba que me
hubiera abandonado, porque iba a tener siempre parte de él en mi
vida.
—¡Oh, Dios mío! Estás más enamorada de lo que pensaba.
—Estás confundido. Estoy hablando del pasado. Hace años
que no pienso en él. Aunque he de admitir que desde que lo he visto
es como si no hubiera pasado el tiempo. Me siento como una
adolescente. Soy patética, ¿verdad?
—Dejaste a un lado lo que sentías por él, pero no dejaste de
quererlo.
—Cuando me dijo que quería una prueba de ADN me partió el
corazón..., otra vez. Jamás pensé que desconfiaría de mí y más en
algo tan importante.
—Se disculpará cuando sepa que se ha equivocado.
—No aceptaré sus disculpas. Hace catorce años era una cría,
una adolescente, pero ahora soy adulta y las cosas no me afectan
tanto como antes.
—¿Por eso llorabas mientras tu hija te defendía?
Ella le sonrió.
—¿Vas a seguir en contacto con Logan?
—Por supuesto. Sé que voy a volver a encontrarme con Carter,
pero no le tengo miedo. Ahora que sé que siempre le he importado
un pimiento ya no me preocupa verlo. A pesar de que mi hija cortó
con Tess y Lauren para evitar que volviera a encontrármelo.
—¿Tu hija?
—Sí. Llamó a Tess y le dijo que cuando volviera a Nueva York
ya no podría trabajar cuidando a Brianna, porque le había salido
algo más interesante. Al mismo tiempo le pidió que le dijera a
Delaney que ya no iría con ellos a jugar a baloncesto.
—Vaya.
—Luego llamó a Lauren y le dijo que yo no podría asistir a su
cena de cumpleaños, porque me iba a pasar unos días con mis
padres, pero que le llevaría la tarta antes.
—No pensabas ir a ver a tus padres.
—Ella se lo inventó. No quiere que me encuentre con Carter y
me sienta mal.
—¿Y se han creído que ibas a ver a tus padres?
—Seguramente no. No creo que tarden mucho en venir a verme
las dos.
—¿Qué les vas a decir?
—La verdad. No me gusta mentir, y mi hija tampoco suele
hacerlo, pero no quiere que yo tenga problemas.
—¿Vas a volver a ver a Tess y a Lauren?
—Por supuesto. Son mis amigas. Además, si no lo hiciera,
Carter pensaría que tengo miedo de encontrarme con él y que soy
una cobarde. Y no lo soy.
—Lo sé.
—Las llamaré para ir a comer y les contaré lo sucedido con
Carter. Somos amigas y tienen que saberlo.
Siguieron hablando de una cosa y otra hasta que terminaron de
cenar. Luego Ryan la llevó a casa.

Aparcó en un hueco que encontró cerca de la casa de Ellie y


apagó el contacto.
—Gracias por la cena. Y por escucharme.
—Ha sido un placer cenar contigo. Cuando quieras hablar, de lo
que sea, llámame. Si no te contesto será porque estoy con un
paciente, pero te devolveré la llamada tan pronto pueda.
—Vale.
—Escucha. Sé que estás empezando un negocio, y estás
trabajando muy duro para sacarlo adelante. Pero si necesitas mi
ayuda, o dinero, no dudes en decírmelo.
—Te lo agradezco, pero no voy a necesitar dinero, las cosas me
van bien.
—De acuerdo. Pero no olvides que te lo he ofrecido.
—No lo olvidaré. Gracias.
—Por cierto, a mediados de Agosto vamos a ir de acampada y
me gustaría que tú y tu hija vinierais con nosotros.
—¿Quienes iréis?
—Carter, Logan, Jules y yo.
—No sé…
—El sitio os gustaría y hay un río con aguas cristalinas.
Siempre vamos nosotros cuatro, aunque a veces nos ha
acompañado Tess. Pero les hemos pedido a Nathan, a Delaney y a
Sean que nos acompañen.
—¿Con sus mujeres?
—Sí, y con los niños. Se lo están pensando.
—Si van ellas, iremos nosotras también.
—Estupendo.
Ryan bajó del coche y lo rodeó para abrirle la puerta. Ellie bajó
y le dio las gracias.
—He pasado una noche estupenda, incluso sin sexo —dijo él
sonriendo cuando la acompañó hasta la puerta del edificio.
—Yo también —dijo ella sonriendo divertida.
—Buenas noches, preciosa —dijo besándola en los labios.
—Buenas noches, Ryan.

Al día siguiente llamaron al interfono de casa de Ellie y ella les


abrió a Tess y a Lauren. Cuando subieron la puerta estaba abierta y
entraron.
—Hola —dijeron ambas al llegar a la cocina.
—Hola —dijo Ellie mientras sacaba una bandeja del horno con
galletas—. Me preguntaba cuánto tardaríais en venir.
—No vinimos ayer por mi cena de cumpleaños —dijo Lauren—.
Gracias por llamarme para felicitarme.
—¿Por qué no iba a felicitarte? Somos amigas.
—Queríamos dejarte un poco de espacio para que
recapacitaras tu decisión.
—No fue mi decisión. Fue mi hija quien os llamó sin decírmelo.
Pensaba llamaros para ir a comer y contaros lo que había sucedido
con Carter. Precisamente se lo dije anoche a Ryan.
—¿A Ryan? ¿A Ryan Owens? —preguntó Tess.
—No sé su apellido, pero solo conozco a un Ryan. Sí, me invitó
a cenar.
—Entonces, por eso no asistió a mi fiesta de cumpleaños —dijo
Lauren.
—Lo siento.
—No te preocupes.
—¿Os apetece un café?
—Sí.
—Lo prepararé descafeinado. Sentaos, por favor. He de
contaros algo. Aunque es posible que ya lo sepáis.
—Nos gustará escucharlo con tus palabras.
—Creo que debería contaros todo desde el principio.
—Sí, será lo mejor.
Ellie les contó lo sucedido con Carter catorce años atrás y cómo
Carter cortó con ella. Luego les habló del embarazo y de su
matrimonio con Peter. Ellas lo sabían todo por el detective, pero les
gustó escuchar los pequeños detalles. Luego les dijo lo preocupada
que estaba al saber que Carter vivía en Nueva York.
—Vaya. De manera que la historia entre vosotros no acabó
cuando él cortó contigo.
—No hay nada entre Carter y yo.
—Vale. Sigue contándonos.
Ellie les contó que había ido al apartamento de Carter para
decirle que Eve era su hija. Y luego lo que había ocurrido cuando él
se presentó en su casa al día siguiente.
—¡Guau! —dijo Tess sonriendo.
—¿Y fuiste tú quien nos dijiste que la vida de Tess y la mía eran
de película? Tu historia parece una telenovela mejicana —dijo
Lauren.
—Sí, es cierto —dijo Ellie sonriendo—. Siento que mi hija os
llamara para dejaros claro que no quería mantener contacto con
ninguno de vosotros.
—Sabemos que Eve se preocupa mucho por ti. Lo entendemos,
no te preocupes. Lo único que quería era protegerte —dijo Lauren.
—¿Vamos a seguir viéndonos? —preguntó Tess.
—Por supuesto. Lo único que pretendía mi hija es que no
volviera y ver a Carter, para que no me sintiera mal.
—¿Tienes problema con volver a verlo?
—No, ninguno. Me he dado cuenta de que no le he importado
nunca. No voy a dejar de lado a mis amigos por él. Si creéis que él
pueda sentirse incómodo con mi presencia podemos quedar para
vernos en la calle.
—Si Carter se siente incómodo será porque se siente
avergonzado de lo que te dijo.
—Yo no estoy segura de que no le hayas importado nunca —
dijo Tess—. Y me da la impresión de que siente algo por ti.
—Aunque fuera el último hombre de la tierra no volvería a estar
con él.
—¿Ya no sientes nada por él?
—Eso pensaba…, pero cuando volví a verlo algo se removió
dentro de mí. Puede que fuera la sorpresa de encontrarlo de nuevo.
—¿Sigues enamorada de él?
—Yo no he dicho eso.
—¿Qué pensará tu hija de que sigamos viéndonos?
—No dirá nada. Le caéis muy bien, todos vosotros. Le
aseguraré que no tengo ningún problema en encontrarme con
Carter. Y ella tampoco tendrá problema con encontrarse con él. A
Eve no le duran mucho los enfados. Puede que le cueste perdonarlo
por haber desconfiado de mí, pero es su padre. Estaba contenta por
haberlo conocido. Le pediré que vuelva a jugar a baloncesto con los
chicos. No me costará convencerla, porque se pasaba la semana
deseando que llegara el sábado.
—Estupendo —dijo Tess.
—Y también irá a cuidar de Brianna cuando la necesites.
—¿Y lo de la escuela? —preguntó Lauren.
—Eso me dijo que no lo dejaría. Le gusta ayudar a esos chicos.
—¿Por qué cenaste ayer con Ryan?
—El día del cumpleaños de Delaney le enseñé una foto de Eve
y al verla descubrió que era hija de Carter.
—Por eso te pidió que lo llevaras a casa.
—Sí. Le conté la historia y le pedí que no se lo dijera a Carter,
porque tenía que hacerlo yo. Ayer lo llamé para informarle de que ya
se lo había dicho y me invitó a cenar.
—¿Estás interesada en Ryan?
—No en el sentido que lo estás preguntando. Somos amigos,
solo amigos. Además, yo jamás me enrollaría con un amigo de
Carter.
—Ryan es un buen hombre —dijo Tess.
—Y un bombón —añadió Lauren.
—¿Qué pasa? ¿Vosotros seleccionáis a las personas por su
físico antes de pasar a convertirse en amigos vuestros?
—Claro que no —dijo Tess ofendida—. Es coincidencia.
—Pues la verdad es que me parece rarísimo que todos los
bombones de Nueva York pertenezcan a vuestro grupo de amigos.
—Sí, la verdad es que es una coincidencia muy extraña —dijo
Lauren sonriendo.
—Ryan me comentó anoche que estabais planeando ir de
acampada el mes que viene.
—Los tres médicos y Logan suelen ir de acampada dos o tres
veces al año —dijo Tess—. Yo fui con ellos un par de veces y lo
pasé genial.
—¿Cómo ibas a pasarlo mal, siendo la única mujer? —dijo
Lauren—. Cuatro bombones para ti sola.
Las tres se rieron.
—¿Habéis decidido si iréis vosotras?
—Delaney y yo sí que iremos —dijo Tess.
—Nathan y yo nos lo estamos pensando, por lo del embarazo.
—Me dijiste que estabas de veinticinco semanas. No tienes
ningún peligro. Además, van a ir a la acampada tres médicos, y uno
de ellos ginecólogo.
—Lo sé —dijo Lauren—. ¿Si vamos nosotras nos
acompañarás?
—Por supuesto. Pero me gustaría que Eve viniera con
nosotros.
—¿Cuándo regresa?
—Peter la traerá el domingo, nueve.
—Lo organizaremos para la semana siguiente de su vuelta —
dijo Tess—. Organízate, porque estaremos fuera cinco o seis días.
—De acuerdo. Avisadme con tiempo para que deje a todos mis
clientes surtidos.
—Por cierto. El viernes que viene vamos a ir al rancho de mi
abuelo —dijo Lauren—. Y me gustaría que vinieras para que lo
conozcas. Quiero enseñarte mi cabaña y que conozcas a mi cuñada
Rebecca, la hermana de Nathan y a sus cuatro niñas.
—¿Las pelirrojas?
—¿Las conoces?
—Logan me enseñó fotos de tu boda. ¿Quienes iréis?
—Siempre vamos los mismos, pero esta vez nos acompañarán
también Ryan y Jules. Últimamente hacemos muchas cosas juntos.
Llevan camino de convertirse en parte del grupo.
—¡Como no! Otros dos bombones para el grupo —dijo Ellie.
—Tienes razón —dijo Lauren sonriendo—. Además, le hemos
hablado a mi abuelo de ellos y quiere conocerlos.
—Vale, iré con vosotros. Así practicaré estando con Carter.
—Genial.
Poco después las dos chicas se marcharon, porque sabían que
Ellie tenía que terminar el trabajo para repartir los encargos.

—Aunque diga que no, Ellie sigue enamorada de Carter —dijo


Tess a Lauren cuando iban en el ascensor.
—Ha dicho que no volvería a estar con él, aunque fuera el
último hombre sobre la tierra.
—Yo también dije eso de mi marido, y creo recordar que tú
mencionaste algo similar de Nathan.
—Es verdad —dijo Lauren sonriendo.
—Carter va a tener que esforzarse con ella. Va a ser algo nuevo
para él —dijo Tess—. No está acostumbrado a ir detrás de las
mujeres.
—Es cierto. Va a ser como un reto para él. Y además, tendrá
que disculparse con su hija. No puedo creer que tenga una hija de
trece años, solo se llevan diecisiete años. ¿Recuerdas lo que dijiste
de todos los hombres de nuestro grupo, sobre que se casarían con
mujeres vírgenes?
—Ellie no es virgen.
—No, pero fue Carter quien le robó la virginidad. Y nos ha dicho
que no ha estado con otro hombre. Él fue el primero y el único. Era
virgen hasta que estuvo con él, como nosotras.
—Tienes razón.
Las dos se rieron.

Llegó el viernes, el último día de julio. Iban a ir al rancho del


abuelo de Lauren doce adultos y dos niños. Decidieron ir en tres
coches. Por suerte, no tenían que llevar nada para Brianna y el bebé
de Tess, porque en el rancho tenían todo lo que pudieran necesitar.
Cuando Ellie salió a la calle vio parados en doble fila los tres
todoterrenos negros y le recordó a las películas en las que salían
agentes del FBI. La diferencia era que los hombres que estaban
junto a los coches no llevaban trajes oscuros, sino vaqueros y
camisetas. Pero, ¡por el amor de Dios! ¿Cómo era posible que se
hubieran reunido tantos hombres atractivos y con un cuerpo
espectacular? Era imposible que fuera casualidad. Eso era un
milagro.
Ellie desvió la mirada hasta Carter. Le encantaba el ligero tono
bronceado de su piel, que resaltaba con la camiseta blanca. No era
un bronceado por haber estado horas bajo el sol, sino el normal de
los hombres que pasaban tiempo al aire libre.
Un hombre que se veía tan atractivo con unos simples vaqueros
viejos era alguien especial. El tejido realzaba sus caderas y el largo
de sus piernas. Las mangas de la camiseta las llevaba subidas
hasta debajo de los codos y dejaban ver sus antebrazos, lo que le
daba un aspecto increíblemente masculino y sexy. Ellie nunca se
había fijado en esa parte del cuerpo de un hombre, por no ser nada
especial, pero de pronto, al ver todas esas venas en tensión sintió
un enorme placer que se instaló entre sus piernas. Aunque también
era posible que no fueran los antebrazos lo que la excitaban, sino
todo el conjunto al completo, pensó apartando la mirada de él.
Cuando vio a Ellie, la tensión que sentía, simplemente por
saber que iba a verla, se disolvió de repente. Carter sentía la sangre
caliente correr por sus venas. Pensó que era peligroso el efecto que
esa chica tenía sobre él. Era la feminidad en estado puro, incluso
con un vaquero, una camiseta y sin una pizca de maquillaje. Esa
chica haría que se le acelerara la respiración, aunque se vistiera con
una bolsa de basura negra.
Ellie miró a Carter de nuevo, que la miraba a su vez con
intensidad. Lo encontró tan atractivo, tan guapo, tan espectacular…
Se le pasó por la mente la imagen de él con diecisiete años pero,
¡por Dios! Ese hombre no tenía nada que ver con aquel chico que
había conocido años atrás, y que ya en aquel entonces era guapo
de caerse de espaldas. Pero ahora era un hombre espectacular.
En el Mercedes de Delaney iba Jack conduciendo con Stanford
a su lado. Detrás iban Tess y Cath con los pequeños. En el Audi de
Carter iban él, Ryan, Jules y Logan. Y en el BMW de Nathan iban él
con Sean a su lado, y detrás Lauren y Ellie.
—¿Has hablado con Eve? —preguntó Lauren a Ellie.
—Sí, hablo con ella todas las noches.
—¿Te ha dicho algo al saber que pasarías el fin de semana con
todos nosotros?
—Me ha dicho que ignore a Carter —dijo sonriendo—. Que
haga como si él no estuviera.
—Está realmente preocupada por ti.
—Me vio llorar cuando Carter vino a casa. Y creo que era la
primera vez que me veía llorar.
—¿Vas a ignorarlo? —preguntó Nathan mirándola por el
retrovisor.
—Por supuesto que no. Es amigo vuestro y soy una mujer
educada.
Capitulo 7
—No puedo creer que tengas una hija de trece años —dijo Jules,
el traumatólogo, a Carter que estaba conduciendo.
—Yo tampoco.
—Aunque por lo que he oído, puede que la hayas perdido antes
de conoceros —dijo Ryan desde el asiento de atrás.
—Lo arreglaré.
—No te va a ser fácil —dijo Logan que iba en el asiento del
copiloto.
—Carter nunca ha tenido problemas para manejar a las mujeres
—dijo Jules.
—Me temo que Ellie no se parece a las mujeres con las que
suele salir Carter —dijo Logan—. Y su hija…
—¿Crees que Eve me perdonará por lo que le dije a su madre?
—preguntó Carter interrumpiendo a su amigo.
—¿Qué le dijiste? —preguntó Jules.
—Lo primero que se le ocurrió decirle a Ellie, después de
enterarse de que Eve era su hija, fue que quería una prueba de
ADN —dijo Ryan.
—Vaya, no fuiste muy diplomático, y tampoco puede decirse
que te mostraras muy sensible —dijo Jules.
—Fue un capullo. Y con eso consiguió que su hija lo echara de
casa —dijo Ryan.
—¿Tú cómo sabes todo eso?
—He estado con Ellie un par de veces. El lunes la invité a cenar
y me lo contó.
—¿Por qué la invitaste a cenar?
—¿A ti qué te parece?
—¿Estás interesado en ella?
—Es posible.
—¿Y puede saberse por qué tiene tanta confianza contigo? Os
conocéis desde hace solo unos días.
—Porque soy un encanto y le caigo muy bien.
—¿Te ha hablado de mí?
—Sí, me contó cómo había sido vuestra relación y lo que le
dijiste antes de que cortaras con ella.
—¿Qué le dijo? —preguntó Jules.
Logan se lo contó.
—¡Joder! Desde luego, empiezo a pensar que careces de
sensibilidad.
—Tenía diecisiete años, y ella quince. Éramos unos críos.
—A pesar de ser tan joven, estaba loca por ti desde hacía años
—dijo Ryan.
—Ya te dije que no deberías haberte acostado con ella durante
dos meses, si tenías intención de cortar con ella —dijo Logan—. ¿Y
sabéis qué es lo más gracioso? Que él también estaba loco por ella.
Cada vez que hablábamos de Ellie me decía: No lo entiendo porque
a mí no me gustan las pelirrojas, ni las chicas con pecas, y ella tiene
las dos cosas. No sé lo que me pasa con ella.
—No me importa reconocer que me equivoqué, ¿vale? Ellie me
gustaba muchísimo, y no pude olvidarla durante los siguientes años.
—Ese fue tu castigo por ser tan cruel con ella —dijo Ryan—. Y
ahora has vuelto a serlo, dejándole muy claro que no confías en ella
y que es una buscona.
—Tampoco te pases.
—¿Crees que me estoy pasando?
Carter se limitó a mirarlo por el espejo retrovisor.
—Si dices que no la olvidaste en años, ¿por qué no fuiste a
buscarla? —preguntó Jules.
—Lo hice, pero descubrí que estaba casada y tenía una hija.
—Tu hija —matizó Logan.
—Sí, mi hija, pero yo no lo sabía.
—Y el marido de Ellie era su mejor amigo desde que eran niños
—dijo Ryan a Jules—. Y era gay. Se casaron para ayudarse
mutuamente. Ella para evitar el escándalo del embarazo, y él para
ocultar su inclinación sexual.
—¿Crees que no habría hecho algo al respecto de haber sabido
que estaba esperando un hijo mío?
—Puede que, con un poco de suerte, consigas mantener una
relación con Ellie de amigos, pero nada más —dijo Logan.
—¿Todavía sientes algo por ella? —preguntó Jules.
—Desde que volví a verla aquí sueño con ella, y yo no suelo
soñar. He de admitir que la he deseado cada vez que la he visto y
nunca he sentido eso al ver a una mujer. Me refiero a desearla con
tanta intensidad. Parece que desde que la he encontrado de nuevo,
todo eso ha cambiado. Lo que hace años evité tener con ella, es
todo lo que deseo ahora.
—Pues suerte con la conquista —dijo Ryan.

Llegaron al rancho y bajaron de los coches. Ryan se acercó a


Ellie y la besó en los labios. Jules también se acercó a ella para
abrazarla.
Carter miró a su amigo, preguntándose por qué besaba a Ellie
en los labios.
—Hola, Ellie —dijo Carter acercándose a ellos.
—Hola —dijo ella casi sin mirarlo.
Carter permaneció quieto, como si fuera una estatua, mientras
le atravesaba el corazón otro de esos rayos, como ocurría cuando la
veía.
—Hola, preciosa —dijo Logan abrazándola.
Entre todos bajaron las maletas de los coches y entraron en la
casa. El ama de llaves salió de la cocina y abrazó a Lauren. Todos
saludaron a la mujer y le presentaron a los dos amigos que no
conocía y a Ellie.
—Tu abuelo ha ido a ver a un amigo. No os esperaba tan
pronto, pero no tardará.
—No te preocupes. ¿Rebecca está aquí?
—Ella y las niñas están en Dover, se fueron ayer a ver a Rick y
vendrán mañana.
—Vale. Subiremos a dejar las maletas.
—He instalado a tus nuevos amigos en las tres habitaciones
que hay a continuación de la de tu abuelo.
—Muy bien. Desharemos el equipaje e iremos a la cabaña.
Nathan y yo dormiremos allí.
—Ya lo suponía.
Después de que todos sacaran las cosas de las maletas y las
colocaran en su sitio, que no tardaron nada porque no habían
llevado muchas cosas, ya que solo estarían allí dos días, salieron de
la casa y caminaron hasta la cabaña de Lauren.
Carter no apartaba la vista de Ellie, mientras hablaba con Ryan,
que iba junto a él. Ellie llevaba en brazos a Christian, el hijo de
Delaney. Carter la imaginó con su hija cuando era pequeña y se
maldijo por no haber estado presente en su vida.
Los dos médicos y Ellie quedaron impresionados al ver la
cabaña. Era pequeña, pero una maravilla. Había una pasarela
exterior de madera que llegaba a una gran terraza que quedaba
sobre el río.
—Es una cabaña fantástica. Me encanta —dijo Ellie a Lauren.
—A mí también. La construyó Rick, ya os hablé de él.
—Cuando tengáis el bebé se os quedará pequeña —dijo Tess.
—Siempre puedes decirle a Rick que diseñe una ampliación —
dijo Delaney.
—¿A Rick? No da abasto con el trabajo y la construcción de su
cabaña. Esa sí es una cabaña grande. Tiene dos plantas y un
montón de habitaciones.
—¿Por qué tan grande? ¿No me dijiste que era soltero? —
preguntó Ryan.
—Es soltero, de momento. Pero su novia, que es mi cuñada,
tiene cuatro hijas —dijo Lauren sonriendo.
—¿Cuatro hijas?
—Sí. Mañana las conoceréis. Rick le pedirá a mi hermana que
se case con él cuando termine la cabaña —dijo Nathan.
—Lauren, yo me haré cargo de la reforma de vuestra cabaña—
dijo Sean—. Siempre que a Rick no le importe, ya que es un
proyecto suyo.
—Eso sería genial. Y a Rick no le importará —dijo Lauren.
—¿Cómo vas a hacerlo viviendo tan lejos? —preguntó Nathan.
—Cuando tenga el plano será fácil. Traeré una cuadrilla y al
maestro de obras y el se encargará de organizar el trabajo y de
dirigir a los hombres. Yo solo vendré una vez a la semana para
controlar el trabajo.
—Tampoco queremos gran cosa. Aislar nuestra habitación y
hacer un par de dormitorios más, y puede que otro baño. Solo la
usaremos algunos fines de semana.
—Estudiaré el plano con Rick.
—¿Rebeca vive cerca? —preguntó Ellie.
—Vive con mi abuelo. Cuando murió su marido vino para pasar
un tiempo con Nathan, y mi abuelo le ofreció quedarse con él. Así
que vendió su casa y se instaló aquí —dijo Lauren—. Y se enamoró
de Rick. Mi abuelo está loco con las pequeñas. Bueno, también con
los hijos de Tess y Delaney. Es como el abuelo de todos.
—Este es un buen sitio para que los niños crezcan. Todo este
espacio es una maravilla —dijo Ellie.
Carter la miró y luego fue caminando hasta detenerse en el
borde de la terraza sobre el río. Había visto la expresión en el rostro
de Ellie al ver la cabaña. Expresión que mostraba las ansias que
tenía de poder darle a su hija una casa y no vivir en la ratonera en la
que vivían. Y él podía dársela. Le debía tanto a esa chica. No había
contribuido en nada durante los trece años que tenía su hija, y
tampoco durante el embarazo. Había sido un estúpido. Había
cortado con ella después de pasar los dos meses más maravillosos
de su vida y, aunque Ellie no lo hubiera sabido entonces, ya estaba
esperando un hijo suyo. Pensó en la vergüenza y la preocupación
que habría tenido en aquel entonces y con solo quince años.
Mientras él se divertía con sus amigos, intentando olvidarse de ella.
¿Por qué se había acostado con ella si pensaba abandonarla?, se
preguntó. Pero no era difícil contestar a la pregunta. La respuesta
era que en aquel entonces estaba loco por esa chica y no se pudo
resistir. Ahora se preguntaba si había merecido la pena terminar con
su relación. ¿Por qué había cortado con ella? Porque quería pasar
tiempo con sus amigos. Quería hacer un viaje todos los años con
ellos, mientras estuviera en la universidad. Quería salir con chicas…
Había hecho todo eso y, sin embargo, nunca la había olvidado.
Ahora se preguntaba qué habría sucedido de no haber cortado con
ella. Él sabía que no era posible tener completo control sobre la
vida. Era una tontería preguntarse lo que habría sucedido si hubiera
hecho las cosas de manera diferente o si hubiera tomado otras
decisiones. No merecía la pena cuestionarse si los caminos que
había tomado en su vida habían sido los correctos, porque ya no
tenían solución. Pero no podía sacarse de la cabeza el pasado.
Podrían haber hablado por teléfono a diario, si él hubiera querido,
porque sus padres eran ricos. Él podría haberla visitado algunos
fines de semana. Y se habría casado con ella al saber que estaba
embarazada. Ellie pensaba que había cortado con ella porque no la
consideraba de su misma clase social, pero estaba equivocada. Él
no era un snob, y tampoco sus padres. Ellos habrían estado
encantados con Eve. ¡Dios mío!, pensó al recordar a sus padres.
Tenía que hablar con ellos para decirles que tenían una nieta. Y
querrían conocerla. ¿Cómo iban a conocer a su hija si ni siquiera
quería hablar con él?
Carter se volvió hacia sus amigos al escuchar que volvían a la
casa.
Ellie lo miró y vio preocupación en su rostro. La camiseta blanca
que llevaba de cuello de pico se ceñía a sus músculos bien
definidos y a sus increíbles pectorales. Tenía los brazos fibrosos…
Ellie apartó la mirada de ese hombre, que le hacía ponerse a cien, y
soltó un suspiro.

Fred, el abuelo de Lauren, se acercó a ellos cuando estaban


llegando a la casa. Bajó de la camioneta y su nieta lo abrazó.
—Hola, abuelo.
—Hola, cariño. ¿Cómo estás?
—Cada vez más gorda.
—Esa es una buena señal.
Todos se acercaron para saludarlo. Fred besó a Christian, a
quien llevaba su tío Sean y cogió en brazos a Brianna.
—Hola, abuelo.
—Hola, pequeñaja.
—¿Cómo está mi caballito? —preguntó la niña.
—Muy contento de que hayas venido. Mañana daremos un
paseo con él. Veo caras nuevas. Parece que vuestro círculo de
amistades se va ampliando.
—Sí. Abuelo, quiero que conozcas a Ellie, nuestra última
adquisición —dijo mirando a su amiga y sonriéndole—. Ellie, él es
mi abuelo, Fred.
—Tenía ganas de conocerte, me han hablado mucho de ti —dijo
el hombre besándola.
—Espero que bien —dijo ella devolviéndole el beso.
—Sí, muy bien.
—Él es Ryan Owens. Es cirujano y trabaja en el hospital con
Carter. Ryan, mi abuelo, Fred.
—Un placer conocerle, señor —dijo dándole la mano.
—Nada de señor, muchacho —dijo estrechándosela.
—Gracias por habernos invitado.
—Es un placer teneros por aquí.
—Y Jules es otro médico que trabaja en el mismo hospital. Es
traumatólogo. Los tres son amigos desde hace varios años. Jules,
mi abuelo, Fred.
—Un placer, Fred.
—Lo mismo digo. Me alegro de que hayáis venido. Desde que
mi nieta y sus amigos aparecieron por aquí, mi vida ha cambiado.
Entremos en la casa, aquí hace demasiado calor.

Poco después estaban cenando en la gran mesa del comedor.


Fred le pidió a Ryan que le hablara de él y de su familia. Y el médico
le resumió su vida en unos pocos minutos. Luego se interesó
igualmente por la vida de Jules. Y a continuación se centró en Ellie,
que estaba sentada a su lado. Lauren ya le había hablado de ella y
estaba al corriente de que tenía una hija de Carter.
—Ellie, me han dicho que estás empezando un negocio.
—Sí.
—¿Cómo te va?
—Bien. Bueno, la verdad es que me va muy bien. Tengo un
montón de pedidos cada día, no me puedo quejar.
—¿Te apañas sin tu contable? —preguntó Logan.
—Lo intento —dijo ella dedicándole una tierna sonrisa.
—La contable es su hija, Eve —le aclaró Lauren.
—¿Cuántos años tiene?
—Trece —dijo Ellie.
—¿Cuándo la tuviste, a los cinco años?
Ellie se rio.
—A los dieciséis. Estoy guardando todos los recibos de los
pedidos, los cheques y cualquier factura relacionados con el negocio
para que los contabilice cuando ella vuelva —dijo Ellie sonriendo—.
Tengo que empezar a buscar un local, porque trabajar en casa se
me está haciendo muy complicado.
—¿Trabajas en casa? Me han dicho que eres repostera.
—Sí. Tengo tres hornos en la cocina, pero son hornos normales
y ya no son suficientes. La cocina es tan pequeña que es imposible
poner ninguno más. Y aunque tuviera algún horno más sería lo
mismo, porque no puedo estirar las horas del día para trabajar más.
—Tengo entendido que haces unas tartas increíbles.
—A mis amigos les gustan. Si no le importa que invada su
cocina, prepararé una mañana para tomarla con el café.
—¿Importarme? Eso será estupendo. ¿Qué harás cuando
encuentres el local adecuado?
—Lo primero darme de alta. Y me haré un seguro para mi hija y
para mí, por si caemos enfermas. Luego buscaré a alguien que me
ayude. Tendré que comprar un vehículo adecuado y contratar a un
repartidor. Yo nunca he tenido un negocio propio y tengo que pensar
en muchas cosas. Por suerte tengo a mi hija.
—Yo te ayudaré con lo que necesites, y me ocuparé del
papeleo —dijo Nathan.
—Muchas gracias.
—¿Qué clase de local vas a buscar? —preguntó Sean.
—Nada especial, pero con espacio suficiente para instalar un
horno industrial, o tal vez dos, y tener una bancada muy amplia para
poder trabajar.
—¿Y en que zona de la ciudad te gustaría que estuviera? —
preguntó Delaney.
—No me importa demasiado el lugar, siempre que esté cerca
del centro, porque abarcaría más territorio para vender mis
productos. Aunque lo que realmente me gustaría es que hubiera un
piso arriba del local para vivir en él. Así ahorraría tiempo en
desplazamientos.
—Te presentaré a mi padre —dijo Delaney—. Él tiene muchos
locales y pisos para alquilar.
—Te lo agradezco. Aunque, según tengo entendido, tu padre se
dedica a alquilarlos, no a venderlos. Yo quiero comprarlo, y si no
puedo de momento, al menos quiero alquilarlo con opción a compra.
—¿Eso es lo que quieres para el futuro? —preguntó Lauren—.
Te levantas antes de que amanezca y trabajas muy duro durante
todo el día.
—Los comienzos nunca son fáciles, sobre todo cuando no
tienes dinero, pero el trabajo no me asusta. Aunque en realidad, no
es eso lo que quiero para el futuro, al menos, no eso solo.
—¿Y qué es lo que quieres? —preguntó Sean.
—Quiero formar un buen equipo, gente de confianza y que
trabajen bien. Las recetas serán mías, pero poco a poco iré
delegando el trabajo más duro en ellos. Yo necesito pasar más
tiempo con mi hija. Y ahorraré hasta tener suficiente dinero para
abrir una cafetería en la parte de delante del local, y en la parte de
atrás tendré el horno. Y Eve y yo viviremos arriba.
—Parece que lo tienes todo bien decidido —dijo Fred.
—Al menos lo tengo pensado. Sé que estaré muy ocupada,
pero me tomaré el tiempo necesario para estar con mi hija. Me
turnaré con los empleados para estar en el horno y en la cafetería.
—Es un buen plan —dijo Fred.
—Además, quiero estudiar.
—¿Qué quieres estudiar? —preguntó Nathan.
—Algo relacionado con el negocio y que me ayude a poder
dirigir mi empresa. Mi hija no estará siempre cerca para ayudarme.
En tres años acabará el instituto y se irá a la universidad. La carrera
que va a estudiar es muy dura, vosotros lo sabéis bien—dijo
mirando a Ryan y a Jules, pero no a Carter—, y no necesita
distraerse con mis asuntos. Cuando Eve vuelva de sus vacaciones
le pediré que me ayude a buscar información para ver si puedo
matricularme en algún curso.
—He deducido que tu hija quiere estudiar medicina —dijo Fred
—. ¿Sabe qué especialidad quiere?
—Quiere ser cirujano cardio vascular.
—Esa carrera suena importante.
—Sí. He de ponerme las pilas para ahorrar dinero para la
universidad —dijo sonriéndole al hombre.
—No tienes que ahorrar para la universidad, yo me encargaré
—dijo Carter.
Ellie le dedicó una mirada de advertencia. Esa mirada que las
mujeres conocían como la mirada de ándate con cuidado con lo que
dices.
—¿Por qué no ha venido tu hija contigo? Todos hablan muy
bien de ella y me habría gustado conocerla.
—Ha ido a pasar un par de semanas con su padre.
—Su padre soy yo —dijo Carter sin mirarla.
—A ella le habría encantado estar aquí. Le gustan mucho los
caballos —dijo Ellie como si Carter no hubiera hablado.
—¿Sabe montar?
—Sí. Antes de divorciarme y de trasladarnos a Nueva York
vivíamos en Jenkins, un pueblo de Kentucky. Unos amigos tienen un
rancho y nuestras hijas eran amigas. Allí la enseñaron a montar.
—Estupendo. Espero que vengáis las dos con tus amigos cada
vez que vengan.
—Les acompañaremos siempre que podamos. Muchas gracias
por invitarnos.
Después de cenar fueron todos al salón a tomar una copa
mientras charlaban. Media hora después Ellie estaba durmiéndose.
—Deberías acostarte —dijo Logan—. Te estás durmiendo.
—Me he levantado a las cuatro de la mañana para terminar a
tiempo todos los encargos y poder venir con vosotros. Ha sido un
día muy largo.
—Sube a acostarte. Mañana no tienes que levantarte temprano.
—¿Necesitas que te acompañen a tu habitación? —preguntó
Fred.
—No, me acuerdo de cual es. Buenas noches a todos.

—Me cae bien esa chica —dijo Fred cuando Ellie abandonó el
salón.
—Es estupenda —dijo Tess.
—Y cuando conozcas a su hija te va a encantar —dijo su nieta.
—Lauren tiene razón. Es una niña fantástica —dijo Delaney—.
Es amable, educada, cariñosa… y muy inteligente.
—¿Qué te pasa con Ellie? —preguntó Fred a Carter—. Me ha
dado la impresión de que no os lleváis bien.
—Eso es un eufemismo —dijo Tess—. Cuando Carter se enteró
de que Eve era su hija, lo primero que se le ocurrió fue presentarse
en casa de Ellie y pedirle una prueba de paternidad.
—No fuiste muy delicado —dijo el hombre a Carter.
—Lo sé.
—Eve, su hija, lo echó de casa por desconfiar de su madre —
dijo Lauren.
—Sé que cometí un error. Pero estaba cabreado. Mi hija tiene
trece años y Ellie nunca me dijo que teníamos una hija.
—No te dijo nada porque catorce años atrás le dejaste claro
que no querías mantener relación de ningún tipo con ella… Después
de acostarte con ella durante dos meses —dijo Logan irritado.
—¡Joder! Éramos dos críos. Yo no estaba preparado para tener
novia. Iba a ir a la universidad en unas semanas.
—Podrías haber fingido que seguíais con vuestra relación,
aunque fuera a distancia. Y puede que al estar lejos hubiera sido
ella quien cortara contigo —dijo Logan—. En vez de eso le dijiste
que querías pasar tiempo con tus amigos y estar con otras chicas. Y
le dejaste muy claro que no tenías sitio para ella en los planes de
futuro que tenías previstos. Le rompiste el corazón.
—Si hubieras hecho lo que dice Logan habrías sabido que Ellie
estaba embarazada y habrías disfrutado de tu hija todos estos años
—dijo Tess.
—Creía que eras mi amiga —dijo Carter.
—Y sigo siéndolo, pero yo habría hecho lo mismo que Ellie.
—De hecho lo hiciste —dijo su marido.
—Bueno, pero todo se arregló —dijo ella sonriéndole.
—Y también se arreglará esto —dijo Fred.
—Eso espero —añadió Carter.

—Buenos días, Anna —dijo Carter a la mujer que se encargaba


de la casa de Fred desde hacía muchos años y que era como de la
familia, entrando en la cocina a las siete y cuarto de la mañana del
día siguiente.
—Buenos días. ¿Te apetece un café?
—Sí, gracias. ¿Aún no se ha levantado nadie?
—Fred está en los establos. Y Ellie está tomando un café en el
porche. Esa chica me cae muy bien.
—Sí, a todo el mundo le cae bien.
—¿A ti no?
—Sí, a mí también. Pero me temo que no me he portado bien
con ella.
—No temas, todo se arreglará. Todos hablan muy bien de tu
hija. Tengo muchas ganas de conocerla.
—Eve aún te gustará más que su madre. Es un cielo.
—Eso va a ser difícil, porque Ellie es encantadora —dijo la
mujer dejando la taza de café en la bancada al lado de él.
—Sí, lo sé. Iré a hablar con ella. O, al menos, lo intentaré.
—Sé amable y cariñoso —dijo la mujer sonriéndole.
Carter salió al porche, pero Ellie no estaba. Se sentó en una de
los sillones y tomó el café saboreándolo a pequeños sorbos. Poco
después la vio acercarse a la casa. Venía por el camino del río.
Llevaba un vestido veraniego muy sencillo y a la luz del sol parecía
tan joven como cuando era una adolescente. Carter se levantó
cuando ella subía los escalones. Ellie lo miró pensando que ese
hombre era la perfección personificada. Por un instante pensó en
dar media vuelta y seguir paseando, pero eso sería una cobardía, y
ella no era cobarde.
Sabía que se estaba enamorando de él de nuevo. Pensó que
después de que la abandonara habría aprendido la lección, pero
parecía que se había equivocado. O puede que nunca hubiera
dejado de quererlo, se dijo. Lo que sí sabía era que lo deseaba tan
desesperadamente que no podía ni pensar en que pudiera ser un
error. Pensó sin lugar a dudas que aquel torbellino de sensaciones y
emociones que revoloteaban en su interior era amor, no podía ser
otra cosa.
—Buenos días, pelirroja.
Ellie se estremeció al escuchar que la llamaba como cuando
estaban en el campamento.
—Buenos días, Carter.
—Pensé que te levantarías más tarde.
—Es difícil saltarse las costumbres. Estaba en la cama
despierta y pensé que debía aprovechar el tiempo que estoy aquí,
porque no sé cuándo podré disponer de otro fin de semana libre.
Carter le miró el rostro. Llevaba la cara lavada y se le veían las
pecas.
—Me gustas más sin maquillaje. No entiendo por qué te cubres
las pecas, y te recoges el pelo. Debería ser pecado.
Carter disfrutó al verla ruborizarse. A Ellie se le aceleró el pulso
simplemente porque la mirara.
—¿Te importa sentarte? Me gustaría hablar contigo.
—Si vas a pedirme de nuevo una prueba de paternidad, no te
molestes, porque he decidido hacerlo. Pero sin que Eve se entere —
dijo ella sentándose en un sillón frente a él.
—No necesito ningún tipo de prueba. Fui un estúpido y nunca
debí habértela pedido. Parece ser que Logan vio el parecido que
había entre Eve y yo.
—Ryan también lo descubrió al ver una foto de ella. Pero te
facilitaré la prueba para que estés completamente seguro.
—No la necesito. No debí desconfiar de ti.
—Tú y yo no nos conocemos, Carter. Ni siquiera nos
conocíamos cuando éramos adolescentes, aunque yo creía lo
contrario. Pensé que yo te importaba y que me querías. Y no porque
lo imaginara, sino porque me lo dijiste muchas veces aquel verano.
—Y era cierto.
—De haberme querido no habrías cortado conmigo. Lo pasé
muy mal, ¿sabes? Estuve a punto de hacer la tontería más grande
de mi vida. Por suerte supe que estaba embarazada. El miedo y la
preocupación hicieron que dejara de lado lo que me había propuesto
hacer y que tomara una decisión. En un principio decidí abortar.
Tenía quince años y pensé que era la mejor opción. Pero a medida
que pasaban los días y las semanas fui cambiando de parecer. La
ilusión que sentí por esperar un bebé hizo que mis penas se
esfumaran. Me olvide, incluso, de que me habías roto el corazón.
—Lo siento, Ellie.
—Bah, no te preocupes, es agua pasada.
—¿Le has hablado mal de mí a mi hija?
—¿Tu hija? ¿Ahora pretendes que sea solo tuya?
—No pretendo nada. De todas formas, no parece que me tenga
mucho aprecio.
—Nunca le hablé de ti, ni bien ni mal. Aunque estaba al
corriente de que mi marido no era su padre biológico. El día de su
último cumpleaños, que por cierto es el doce de mayo, me pidió que
le hablara de ti y que quería saberlo todo sobre nosotros.
—Y se lo contaste.
—Sí, con todo lujo de detalles. Además, del motivo por el que
cortaste conmigo. Esa parte no le gustó. Pero le expliqué que
éramos adolescentes y que lo nuestro solo había sido un amor de
verano. Esas fueron las palabras que empleaste para definir esos
dos últimos meses que pasamos juntos. Eve lo comprendió. Le dije
que cuando quisiera que supieras que era tu hija yo me ocuparía de
buscarte. Cuando me encontré con Logan, pensé que tal vez tú
también vivirías en Nueva York, pero él no te mencionó en ningún
momento, por lo que supuse que no vivirías allí. Le di a Eve unas
fotos que tenía tuyas de nuestro último verano y te reconoció
cuando fue a jugar con vosotros a baloncesto. Y estás muy
equivocado al decir que ella no te aprecia. Estaba muy ilusionada
porque supieras que era tu hija. Y se sentía muy orgullosa de que
fueras médico.
—Entonces, ella sabía que era su padre cuando me vio por
primera vez.
—Sí. No mencionó nada de que quisiera que lo supieras, así
que no lo comenté. Pero una noche la vi triste y apagada, y ella no
es así. Al preguntarle qué le sucedía me dijo que se sentía culpable
cada vez que te veía, porque pensaba que te estaba engañando.
—Es lo que estaba haciendo.
—Sí, lo sé. Me di cuenta de que estaba sufriendo y no lo pude
soportar. Salí de casa, sin prestar atención a mi atuendo y fui a
verte. Me quedé un poco cortada al no encontrarte solo, porque
pensé que tendríamos que hablar un buen rato. Y a eso hay que
añadir que estaba muy nerviosa.
—Me soltaste de golpe que Eve era mi hija.
—Me pediste que te dijera lo que había ido a decirte. Y yo cada
vez estaba más nerviosa. Y el que una mujer te estuviera dando
prisa para que volvieras con ella me enervaba aún más.
—¿Por qué estabas nerviosa?
—¿Tú qué crees? Iba a decirte que tenías una hija de trece
años. Eve estaba esperándome cuando volví a casa. Se sorprendió
al decirle que me había largado nada más darte la noticia. Pero
sabía que estaba muy ilusionada porque lo supieras.
—Hasta que fui a tu casa y lo jodí todo.
—No fuiste muy delicado. Y a mí me fastidió saber que no
confiaras en mí y me tomaras por una cazafortunas.
—Lo siento.
—No te preocupes. He de admitir que me afectó mucho y no
pude evitar ponerme a llorar. Te aseguro que llorar era lo último que
quería hacer delante de ti.
—Siento haberte hecho llorar.
—No lloré por ti sino por mi hija.
—También es mi hija.
—Sí, es cierto. A mí me partiste el corazón, por segunda vez.
Pero no podía soportar que le hicieras lo mismo a ella.
—Tienes que ayudarme a recuperarla.
—Es una niña muy responsable y sabrá lo que ha de hacer. Yo
no voy a hablarle mal de ti, puedes estar tranquilo, pero tendrás que
ser tú quien haga el trabajo. Podía haber cortado con todos tus
amigos y olvidarme de ti. Pero también son mis amigos y no
conozco a nadie más en Nueva York. Supongo que eso te facilitará
que te encuentres con ella.
—Eso ya es algo. ¿Por qué te casaste?
—Estaba embarazada y necesitaba un chico para que no
hablaran mal de mi y para que mi hija no se avergonzara cuando
tuviera edad suficiente.
—¿Por qué no me lo dijiste? Podrías haberme llamado y me
habría casado contigo.
—No me diste tu teléfono para que no pudiera localizarte.
Seguramente pensaste que te acosaría con llamadas.
—Pero tenías el teléfono de Logan.
—Logan no me dejó embarazada. Además, ¿para qué iba a
llamarte? Dijiste que tenías planes de futuro y que yo no estaba en
ellos. Creí conveniente no molestarte. Una chica embarazada
derrumbaría los planes que tenías tan bien organizados. Y después
de todo lo que me dijiste, sinceramente, no sentí ningún deseo de
casarme contigo. Pensabas que no era buena para ti, que era
inferior a ti, que no era de tu misma clase social...
—Yo nunca he pensado eso de ti.
—Sabía que serías un médico importante y yo… mírame,
Carter. Yo no he ido a la universidad. Todo lo que sé lo he aprendido
por mi cuenta.
—¿Por qué no fuiste a la universidad? Creo recordar que tú
también tenías planes.
—Cierto, tenía planes. Planes en los que yo sí te incluía. Pero
se presentó algo mucho más importante que la universidad. Mi hija.
Mis padres y mis suegros se ocuparon de Eve los dos primeros
años para que Peter y yo termináramos el instituto. Él empezó a
trabajar cuando nos graduamos. Y yo decidí ocuparme de la niña
hasta que fuera al colegio. Y entonces busqué trabajo, porque
pensé que no era justo que mi marido se encargara de todos los
gastos míos y de Eve, ya que no era su hija. El tiempo pasó y ya no
pensé en ello. Y ya que estamos hablando de manera civilizada,
quiero comentar algo contigo.
—Dime.
—Anoche, durante la cena, mencionaste que yo no tenía que
preocuparme de la universidad de Eve, que tú te harías cargo.
—¿Y?
—A tu hija no le ha faltado nada desde el día que nació. Peter y
yo le proporcionamos todo lo que necesitó durante los años que
vivimos con él. Además, me dijo que guardara todo el dinero que
ganaba yo por si un día nos separábamos. Pero yo no le hice caso y
seguí comprándole a Eve todo lo que necesitaba. Así que cuando
nos separamos nos vinimos aquí con muy poco dinero. Pero Peter
me dio una buena cantidad para que no tuviera que empezar de
cero. Y ahora, después de todo lo que he tenido que comprar para
mi negocio, no tengo mucho dinero, pero sí el suficiente para ir
tirando y que a Eve no le falte de nada. Y sé que mi negocio va a ir
genial. Así que no tienes que preocuparte de nada, porque tu hija
tendrá todo lo que pueda necesitar. Buscaré una casa mejor para
ella y ahorraré para la universidad. Aunque he de decirte que Eve
también tiene planes y piensa pedir una beca. Y te aseguro que la
conseguirá porque sus notas son increíbles.
—Ellie, no he contribuido en nada durante todos estos años, y
soy su padre.
—No lo has hecho porque no sabías que tenías una hija.
—Estáis en esta situación por mí.
—No eres el único culpable. Yo podría haberme deshecho del
bebé al saber que estaba embarazada, pero no pude. Puede que
fuera porque estaba enamorada de ti y aún no había perdido la
esperanza de que volvieras a por mí.
—Quiero ayudaros.
—Carter, no te necesitamos.
—Además, me gustaría que tú y yo volviéramos a estar juntos.
—No digas tonterías. Que compartamos amigos no quiere decir
que tú y yo tengamos que serlo. Entre tú y yo nunca va a haber
nada. Estuvimos juntos dos meses de nuestras vidas.
—Estuvimos juntos dos meses de cada año de los seis años
que fuimos al campamento.
—Los meses anteriores éramos niños. Carter, han pasado
catorce años desde entonces y ya no somos las mismas personas.
Seré amable y educada contigo, porque tenemos una hija en común
y no quiero malos rollos con nuestros amigos, pero no estoy
interesada en salir contigo, y mucho menos en acostarme contigo.
Pero estaré disponible para hablar siempre que quieras saber algo
de nuestra hija. Y te mantendré al corriente de todo lo que suceda
en su vida —dijo levantándose para entrar en la casa.

Rick, Rebecca y la cuatro niñas llegaron cuando todos


acababan de desayunar. Fred hizo las presentaciones para que
conociesen a Ellie y a los dos médicos compañeros de hospital de
Carter que les habían acompañado por primera vez.
Se sentaron todos en el porche, excepto Rebecca que fue a
deshacer el equipaje, acompañada de Tess y Lauren.
—No me habíais dicho nada de que tuvierais una nueva amiga.
—Queríamos darte una sorpresa.
—¿Por qué?
—Porque Ellie tiene una hija.
—Menuda sorpresa, yo tengo cuatro.
—La hija de Ellie es hija de Carter.
—¿Qué? ¿Carter tiene una hija?
—Sí. De trece años.
—¡Oh, Dios mío! ¿Y él no lo sabía?
—No.
Entre las dos le contaron la historia mientras iban colocando las
prendas en su sitio.
—Ahora lo entiendo. Carter se portó con ella como un canalla.
De estar en el lugar de Ellie yo tampoco le habría informado de mi
embarazo.
—Lo hizo mal, pero eran solo dos críos.
—¿Cómo es la niña?
—Se parece mucho a Carter —dijo Lauren.
—Es una niña fantástica. La próxima vez que vengamos la
traeremos. Te va a encantar.
—Oye, y esos dos médicos están buenos de narices.
—Sí. Y son muy simpáticos. Ellos también de van a encantar.
—Bajemos ya, tenemos que aprovechar el día.
—¿Cómo va la cabaña?
—Está quedando preciosa. Ahora iremos a verla, si queréis.
—Claro.
—¿Cómo van las cosas con Rick?
—Muy bien. Es un cielo. Y adora a las niñas.
—Y ellas a él —dijo Tess.
—Sí.
—¿Habéis hablado ya de casaros? Porque está claro que esa
cabaña que está construyendo Rick es para que viváis todos en ella.
—Por supuesto, pero aún no hemos hablado.
Salieron al porche las tres.
—Tío Carter, ¿me llevas a ver a mi caballito?
—Claro, princesa —dijo él cogiendo en brazos a Brianna.
—Nosotras también tenemos caballitos —dijo Victoria, una de
las gemelas mayores de Rebecca que tenía cinco años.
—El abuelo compró cuatro caballitos para nosotras —añadió
Viviana, su gemela.
—¿Sabéis? Tenía una buena reputación como criador de
caballos de pura raza, y la estoy perdiendo —dijo sonriendo—. La
gente empieza a pensar que crío caballos para niños.
Todos se rieron.
—Por cierto, he comprado dos más, uno para Chistian y otro
para mi nieto o nieta, cuando nazca. Los traerán en dos semanas.
—Fred, mi hijo Christian tiene cinco meses —dijo Tess.
—El tiempo pasa muy rápido y ahora mismo estará montando.
—Te pagaré lo que te han costado —dijo Delaney.
—No seas ridículo. Este es mi rancho y yo me ocupo de mis
cosas.
—Gracias.
—No me des las gracias. Tengo ganas de que crezca tu hijo,
tantas mujeres me ponen nervioso.
Todos se rieron.
Después de que las dos parejas de pelirrojas de Rebecca y
Brianna estuvieran sentadas sobre sus caballitos, todos, excepto
Fred y Rick, porque tenían que hablar con el capataz, fueron a ver la
cabaña que estaba construyendo Rick.

—¡Oh Dios mío! Es una casa fantástica —dijo Ellie.


Era una cabaña enorme de dos plantas. Tenía seis habitaciones
en la planta superior, cada una con su baño. En la planta baja había
un salón muy grande, una cocina con una gran mesa para comer, un
baño completo y una sala de juegos.
Carter se sintió culpable de que su hija no tuviera una casa de
la que su madre se sintiera orgullosa y decidió que tenía que
solucionar eso. Y lo haría cuando volviera a la ciudad. Decidió que
iba a comprar una casa. Se acabó lo de vivir en un apartamento
donde llevaba a mujeres. Ahora tenía una hija y pretendía tener una
familia. Necesitaba una gran casa con jardín y piscina, pensó
sonriendo.
Fred y Rick entraron en la cabaña cuando todos salían por la
parte de delante. Caminaron por la pasarela de madera que llegaba
a una gran terraza que reposaba sobre el río, como en la cabaña de
Lauren.
—Esta casa es una maravilla —dijo Logan.
—Gracias —dijo Rick.
—Nathan y yo queremos ampliar la nuestra —dijo Lauren—.
Sean se ha ofrecido a hacerlo, siempre que tenga tu consentimiento.
—Te daré los planos —le dijo él a Sean—. Me harás un favor si
te encargas tú. Yo estoy muy liado.
—Estaré encantado de hacerlo, y no es que yo disponga
tampoco de mucho tiempo, pero traeré a una cuadrilla. Cuando sepa
lo que Lauren quiere lo consultaré contigo y lo estudiaremos en el
plano.
—Muy bien.
—Gracias, Sean —dijo Lauren abrazándolo.
—De nada, cielo.

Después de comer todos juntos salieron al jardín trasero, donde


estaba la piscina, a tomar café. Todos se habían puesto el bañador
decididos a pasar una tarde relajada. Las cinco pequeñas ya
estaban en el agua de la piscina de niños que Fred hizo construir
cuando conoció a los amigos de su nieta y supo que Delaney tenía
una hija. Ahora tenía dos hijos y Lauren esperaba el primero, su
nieto.
Ellie pensó que se encontraría tensa por la cercanía de Carter
que, normalmente, hacía que los latidos de su corazón se
aceleraran, pero se sentía realmente cómoda. Se mantenía juiciosa,
relajada y serena.
Carter parecía que se había convertido en un buen hombre, y
no es que pensara que fuera una mala persona en el pasado. Un
buen hombre con una sonrisa letal, un cuerpo increíblemente
perfecto y unos ojos que parecían ver hasta el fondo de su alma.
Dios mío, ese hombre era irresistible, pensó mientras lo veía
coger a Brianna en brazos y lanzarse al agua con ella. Se enfureció
con él más de lo que estaba, por encontrarlo tan atractivo.
—Carter, no seas bruto —dijo Tess—. Seguro que ha tragado
agua.
—Qué va. A Brianna le encanta. ¿Te gusta lanzarte al agua
conmigo, princesa?
—Sí. Otra vez —dijo la niña riendo.
—Carter, tiene poco más dos años —dijo Delaney acercándose
al borde de la piscina y cogiendo a su hija cuando Carter la elevó.
—Ahora contigo, papá —dijo la pequeña.
Delaney suspiró y seguidamente se lanzó al agua con su hija.
—No sé por qué le dices nada a Carter, si tú haces lo mismo
que él —dijo Tess a su marido cuando salió de la piscina con la
pequeña en brazos.
Carter salió del agua y se quedó mirando a su amigo con su
hija. Él también había tenido una hija, pero nunca había podido
disfrutar de momentos como ese.
Luego se acercó a Jules y a Ryan y se quedó hablando con
ellos.
Ellie lo miró de nuevo. Pensó que cuando Carter tenía diecisiete
años era un chico guapísimo, pero con el tiempo había mejorado y
se había convertido en un hombre de una belleza devastadora.
Contempló su cuerpo, deslizando una mirada apreciativa a sus
hombros anchos, a sus pectorales, a su tableta en los abdominales
y a sus bíceps, fuertes y definidos. Tenía un cuerpo de ensueño. Ella
no era de las que se sentían atraídas por un cuerpo masculino
perfecto, ni por una barba incipiente, ni por las sonrisas perfectas, ni
por los bronceados del Caribe…
Carter la miró con una media sonrisa que le hacía parecer
mucho más joven, y al mismo tiempo, un seductor. Ellie apartó la
mirada de él y se concentró en lo que le decía Lauren.
Poco después, Ellie volvió a mirarlo con los ojos entreabiertos al
darse cuenta de que él seguía pendiente de ella. Pero en vez de
apartar la vista, Ellie cambió la expresión de su rostro y le dedicó la
sonrisa más tierna que él había visto en su vida. En ese momento
Carter comprendió que tenía serios problemas.
¿Había pensado que no se sentía atraída por un cuerpo
perfecto?, se preguntó Ellie. Pues se había equivocado, porque una
oleada de deseo por él la asolaba en ese momento. Deseó poder
deslizar los dedos entre los mechones de su pelo liso y dorado y
sujetarlo fuertemente de los cabellos para acercarlo a ella y
devorarle esos labios que la estaban volviendo loca.
Sin duda, Carter era muy consciente de su atractivo.
Poco después, Carter estaba sentado con Sean, Delaney y
Logan debajo de una de las sombrillas. Miró a Ellie de nuevo. Tenía
una vida muy cómoda y segura y tan organizada como una máquina
bien engrasada. Todos los aspectos de su vida los tenía bajo
control. Hasta ahora. Porque el amor de su vida había vuelto… y
con un pesado equipaje. Su hija.
Carter había estado observando a Ellie durante todo el día. Era
una mujer inteligente e ingeniosa, y con un descaro que no sabía de
dónde salía, pero que era tan refrescante como ella. Se dio cuenta
de que seguía queriéndola, a pesar de los años que habían pasado
desde que habían estado juntos.
A última hora de la tarde todos subieron a sus habitaciones
para ducharse y vestirse para la cena. Cenaron en la gran mesa que
había en la zona de la piscina. Hacía calor, aunque no tan intenso,
por ser última hora de la tarde. Los niños habían cenado y ya
estaban en la cama.
Fue una cena muy agradable. Ellie todavía se sorprendía al ver
a todos esos hombres tan atractivos reunidos.
—Nunca había visto a tantos hombres guapos juntos —dijo Ellie
de repente mientras cenaban—. Parece que sea un casting para
elegir a uno de vosotros para un anuncio.
¿Cómo era posible que se las arreglara siempre para decir lo
que se le pasaba por la mente, antes de darle tiempo a su cerebro
para que no lo hiciera?, pensó arrepentida por sus palabras.
—Se podría decir lo mismo de las mujeres que hay en la mesa
—dijo Sean.
—¿Habéis pensado ya lo de la acampada —preguntó Logan—.
Habíamos dicho de irnos el viernes catorce por la tarde.
—Yo ya tengo los días libres —dijo Ryan—. Volvíamos el
miércoles diecinueve, ¿no?
—Ese era el plan —dijo Sean—. Yo tengo que dejar acabado
un proyecto, y solucionar algunos cabos sueltos, pero tengo tiempo.
—Delaney y yo también lo tenemos solucionado —dijo Tess.
—¿Os llevaréis a Brianna y a Chris? —preguntó Sean.
—A Brianna sí, pero Chris se quedará con Cath. Un amigo de
Jack se quedará en casa por si sucede algo. Jack vendrá con
nosotros —dijo Delaney.
—¿Y vosotros? —preguntó Ryan a Nathan y a Lauren.
—Nosotros hemos decidido acompañaros, y ya lo tenemos todo
resuelto.
—¿Y tú, Carter? —preguntó Logan.
—Yo lo tengo arreglado. Y no tengo ninguna paciente que esté
apunto de dar a luz. De todas formas, dejaré a un compañero
sustituyéndome por si se presenta algo.
—A mí me falta que me confirmen un día, pero si no me lo dan
libre, ya tengo buscado un sustituto —dijo Jules.
—¿Qué dices tú, pelirroja? —preguntó Carter a Ellie.
—Tendré que dejar muchos encargos preparados, y voy a tener
que trabajar muy duro los siguientes días antes de marcharnos, pero
mi hija está de vacaciones y me ayudará.
—¿Eve nos acompañará? —preguntó Tess—. A nosotros nos
vendría bien. Brianna está loca con ella.
—No he hablado con mi hija todavía, pero si no quiere ir con
nosotros la llevaré a casa de mis padres.
Carter se maldijo a sí mismo porque sabía que si no quería ir
con ellos era por su culpa.
—Entonces todo arreglado. Nos marcharemos el viernes
catorce después de comer —dijo Delaney.
Cuando terminaron de cenar se trasladaron al porche, que los
sillones eran más cómodos, para tomar café y una copa. Estuvieron
hablando de todo un poco.
De pronto Rick se levantó y se acercó a Rebecca. Y entonces
puso una rodilla en el suelo bajo la mirada de todos y bajo la
sorpresa de ella.
—Sé que no hace mucho que nos conocemos. Podría asegurar
que lo que me ocurrió contigo fue un flechazo, porque tan pronto te
vi no pude apartar la mirada de ti. Estoy loco por ti y por tus hijas.
¿Quieres casarte conmigo? —preguntó abriendo el pequeño
estuche de terciopelo.
Becca miró el increíble rubí que tenía el anillo.
—¡Oh, Dios mío!
—Sé que no es la piedra tradicional para un anillo de
compromiso. Pero ya tienes el anillo de compromiso que te regaló tu
marido, y quería que fuera algo diferente. Además, queda genial con
el color de tu pelo.
—Me encanta.
—Me alegro de que te guste, pero no has contestado a mi
pregunta.
—¡Sí, sí, sí!
Rick le puso el anillo en el dedo, se levantó y la ayudó a
levantarse. Y entonces la besó.
Anne y Cath estaban junto a la puerta. Rick les había dicho que
lo haría después de cenar y estaban esperando.
—Anne, creo que esto merece unas botellas de champán —dijo
Fred.
—Está en la nevera, lo traigo enseguida —dijo la mujer
secándose las lágrimas y besando a rick y a Rebecca para
felicitarlos.
Después de brindar por el compromiso, fueron levantándose
para retirarse a sus habitaciones. Se quedaron Nathan y su
hermana Rebecca.
—A veces pienso que he traicionado a Jim.
—¿Por qué?
—Por enamorarme de otro hombre.
—A tu marido le habría gustado Rick. Y le parecería bien que te
casaras con él para que cuidara de vosotras.
—No pensé que pudiera volver a enamorarme y, sobre todo, tan
pronto. Solo han pasado seis meses desde que Jim murió.
—Rick es un buen hombre y te quiere. Y también quiere a las
pequeñas.
—Lo sé.
—Además, que estéis comprometidos no quiere decir que os
vayáis a casar la semana que viene. Supongo que Rick querrá
terminar antes la casa.
—Sí. La cabaña es preciosa, ¿verdad?
—Sí, lo es.

Ellie entró en la cocina a la mañana siguiente antes de que se


levantara nadie. Y de pronto se olvidó de todas las preocupaciones
que tenía en la cabeza al ver a Carter de pie, mirando por una de las
ventanas y con una taza de café en la mano. Lo veía de lado.
Llevaba un pantalón de chándal y una camiseta ajustada que le
sentaba de muerte. Le llamó la atención ver que llevaba barba de
dos días, tenía el pelo despeinado e iba descalzo. Lo encontró tan
sexy que se mordió el labio inferior para que no se le escapara un
gemido de placer. Tenía las piernas un poco separadas. Parecía
concentrado mientras tomaba pequeños sorbos de café. Ellie deseó
abalanzarse sobre él y volver a disfrutar de ese cuerpo espectacular
con el que había soñado durante años. Tuvo que apretar los muslos
y suspiró lentamente, obligándose a apartar de su mente esos
lujuriosos pensamientos.
Carter se giró hacia ella, aunque Ellie estaba segura de que no
había hecho el más leve ruido. Vio aparecer una sonrisa lenta y
deliciosa en sus labios, que hizo que aparecieran los hoyuelos en
sus mejillas. Supo que esa sonrisa era únicamente para ella, una
sonrisa que debería llevar una etiqueta de advertencia. La
intensidad de su mirada hizo que algo se removiera en su interior.
—Te has levantado temprano —dijo Ellie entrando en la
estancia e intentando disimular lo alterada que se sentía.
—Me desperté a las seis y ya no pude volver a dormirme.
—¿Tienes problemas que te quitan el sueño? —dijo ella
sirviéndose un café y apoyándose en la otra bancada, alejada de él.
—Tengo una hija que no sabía que existía. Lo estropeé todo
con ella y busco la forma de arreglarlo.
—Te diré algo para que te tranquilices. Tu hija no es de las que
le duran mucho los enfados. Apuesto a que ya ha olvidado lo que
dijiste aquella mañana.
—Yo no estoy muy seguro de ello. La cabreé, y mucho. ¿Crees
que querrá ir de acampada con nosotros?
—No. Si no hablas con ella antes.
—¿Qué me aconsejas que haga? Tú la conoces bien.
—Invítala un día a desayunar, o a comer, o a tomar un helado.
Tendrás que pedirle disculpas por haber desconfiado de mí.
—¿Crees que me perdonará?
—Por supuesto. Estaba muy ilusionada porque supieras que
era tu hija. El único problema fue que la decepcionaste.
—¿Podrías allanarme el terreno?
—¿Por qué debería hacerlo? A mí también me decepcionaste, y
no solo una vez.
—Lo sé. ¿Has hablado con ella desde que se marchó?
—Hablo con ella todos los días.
—¿Cómo está?
—Feliz porque está pasando unos días con su padre.
—Su padre soy yo.
—Peter es el único padre que ha conocido y siempre lo querrá.
También está contenta porque está con sus amigos y con sus
abuelos.
—¿Crees que si la llamo me cogerá el teléfono?
—Supongo que contestará. Eso, si no te tiene en sus contactos.
De lo contrario, no lo sé. Pero puedes intentarlo. Te daré su teléfono
luego —dijo sonriendo.
—¿Por qué sonríes?
—Me gusta verte preocupado, sobre todo, si la preocupación
está relacionada conmigo —dijo ella volviendo a sonreírle.
—¿Quieres que vayamos a dar un paseo?
—No creo que sea buena idea.
—¿Por qué?
—Porque no.
—Me encanta eso de ti. Eres la perfecta mujer de negocios, con
razones de lo más lógicas y sólidas.
—Te has levantado sarcástico.
—Vale, nos olvidaremos del paseo. Cuando volvamos a Nueva
York podríamos quedar para cenar.
—Esa idea todavía me gusta menos.
—¿Tienes miedo de estar a solas conmigo?
—No tengo miedo, pero eres demasiado guapo, y no he estado
con un hombre desde hace algún tiempo.
—¿Y crees que pasaría algo entre nosotros si fuéramos a
cenar?
—Es lo que quiero evitar.
—De acuerdo, pelirroja —dijo él sonriendo—. De todas formas,
tal vez sea mejor así, porque estar a solas contigo sería una
tentación demasiado grande para mí.
—¿Sabes los planes que tenemos para hoy? —dijo ella
cambiando de tema.
—Fred quiere enseñaros el rancho a los nuevos. La propiedad
es inmensa y la recorreremos a caballo.
—Yo no sé montar.
—Puedes montar conmigo —dijo dedicándole una seductora
sonrisa.
—Eso sería lo último que haría. Pero no tienes que
preocuparte, soy especialista en hacer cosas por primera vez.
—Estupendo. Me encanta el color de tu pelo.
—Carter, puedes ahorrarte tus flirteos. Te aseguro que conmigo
no surten efecto.
—¿Estás segura?
—Completamente.
—No parece que te moleste cuando lo hace cualquiera de
nuestros amigos.
—Ellos no son tú.
—Sigues enfadada conmigo.
—¿Enfadada?
—Porque cortara contigo hace catorce años.
—Carter, eramos unos críos.
—Sí, cierto. Pero eso te cambió la vida y todos tus planes se
desbarataron cuando te dejé embarazada.
—Desde luego que me cambiaste la vida. Mientras que mis
amigas del instituto salían de fiesta, al igual que tú, yo estaba
embarazada. Tuve que casarme, sin estar enamorada. Luego llegó
Eve y… Nunca tuve una aventura con ningún hombre. Más tarde mi
vida de casada, la niña y el trabajo no me dejaron tiempo para nada.
Pero todo eso no me impidió seguir soñando. Sigo siendo una
romántica capaz de imaginar lo que sería tener una aventura con un
hombre, o incluso, mantener una relación seria.
—Ya tuviste una aventura conmigo.
—Éramos adolescentes. Me refiero a una aventura con un
hombre. Un hombre con experiencia.
—Estuviste más de trece años casada. Aunque tu marido no
tuviera mucha experiencia cuando os casasteis, la adquiriría
contigo.
—Eso es diferente.
—Buenos días —dijo Jack, el chófer y guardaespaldas de
Delaney entrando en la cocina.
—Buenos días, Jack —dijo Ellie sonriéndole.
—Hola, Jack —dijo Carter—. Voy a subir a vestirme.
Desayunaron todos en la gran mesa de la cocina. Luego fueron
a los establos, menos el hijo de Delaney que se quedó en la casa
con Cath y Anna.
Ellie estaba preocupada porque nunca había montado a
caballo. Aunque se consolaba al saber que Jules también era
novato. Las cinco pequeñas fueron las primeras que montaron en
sus respectivos ponis, y Jack, Lauren y su marido se quedarían con
ellas.
Cuando dos empleados del rancho empezaron a sacar los
caballos del establo Ellie se asustó. Le parecieron enormes.
—Fred, ¿no tendrás por ahí otro poni para mí? No he montado
nunca y esos caballos son muy altos —dijo Ellie.
—Si en vez de uno tienes dos, yo también te lo agradecería —
dijo Jules, que estaba junto a ella.
Ellie se volvió a mirarlo y lo abrazó riendo.
Todos se rieron con ella.
—¿Asustada, pelirroja? —preguntó Carter subiendo al caballo
que montaba siempre que iban—. Mi oferta sigue en pie.
—Antes de montar contigo me tiraría por un precipicio.
Carter soltó una carcajada.
—¿Por qué te ríes?
—Porque cuando te enfadas estás preciosa.
Ellie lo miró con los ojos entrecerrados. Un instante después
Carter se giró para mirarla. Ella tenía una sonrisa tan
resplandeciente que no pudo evitar sonreír también.
—Esta es perfecta para ti —dijo Fred saliendo del establo con
una yegua sujeta por las riendas—. Era de mi mujer y es muy
tranquila. Se llama bonita. Puedes estar segura de que no te tirará.
Es bastante mayor y ya no corre, pero te ayudará con las primeras
lecciones.
—Hola, bonita —dijo Ellie acercándose al animal y
acariciándolo.
—No entiendo por qué se la has dado a ella. Yo también soy
novato —dijo Jules.
—También tengo un caballo tranquilo para ti —dijo Fred
sonriendo.
Fred le indicó cómo montar a Ellie y la ayudó. Cuando estuvo
sentada los miró a todos sonriendo. Fred no cesaba de darle
indicaciones.
—¿No crees que deberías ayudarme también a mí? —preguntó
Jules.
—Ella es una señorita —dijo el hombre sonriéndole.
—¿Dónde está la igualdad de derechos?
—Sube al caballo y ven a mi lado —dijo Ellie sonriéndole a
Jules—. Así oirás todos los consejos que me den.
—Buena idea.
—Estuvieron casi tres horas cabalgando. Cuando regresaron no
podía decirse que los dos novatos fueran expertos jinetes, pero se
defendían muy bien. Aunque les dolía el trasero.
Carter miró a Ellie. Bajo la visera de la gorra que le cubría los
ojos pudo apreciar las pecas que resaltaban después del sol que
había cogido. Tenía los pómulos sonrosados y cuando sonrió le
pareció la cosa más bonita que había visto en su vida.
Capítulo 8
Después de comer el domingo decidieron volver a casa. Todos
cogieron el equipaje que tenían en el porche para llevarlo a los
vehículos. Carter cogió la maleta de Ellie y la suya y las llevó a su
coche para meterlas en el maletero.
—Yo no vine contigo, sino con Nathan y Lauren —dijo Ellie.
—Ahora irás en mi coche. Tu casa nos coge a los tres de
camino. Así Nathan no tendrá que dar un rodeo para llevarte.
Ryan y Jules lo miraron, porque ambos vivían en Manhattan,
muy cerca de Carter, y la casa de Ellie no les cogía de camino, sino
todo lo contrario. Los de los otros coches también los miraban
sonriendo.
—¿Quieres subir delante, preciosa? A mí no me importa
sentarme detrás —dijo Jules.
—No, prefiero sentarme con Ryan —dijo Ellie subiendo en el
asiento trasero.
Carter y Jules estuvieron hablando casi todo el trayecto y Ellie
con Ryan. De vez en cuando Carter miraba por el retrovisor al oírlos
reír.
El coche se detuvo y Ellie miró por la ventanilla.
—¿Ya hemos llegado?
—Sí —dijo Carter.
—Se me ha hecho muy corto el trayecto. Seguramente por la
compañía —dijo mirando a Ryan y sonriendo.
—Si quieres subo a tu casa y sigo acompañándote.
Carter lo miró por el retrovisor y su amigo le sonrió.
—Mejor no. Voy a comer algo y me acostaré enseguida.
Mañana tengo que levantarme muy temprano.
Bajaron todos del coche. Carter fue al maletero a sacar la
maleta de Ellie. Ella se depidió de Jules con dos besos y un abrazo
y el médico entró al coche y cerró la puerta. Luego se acercó a
Ryan.
—Parece que el trayecto te ha sentado bien. Estás radiante —
dijo el médico.
—Todo ese tiempo metida en el coche contigo haría que
cualquier chica brillara.
Él soltó una carcajada.
—Eso es muy halagador, cielo. Aprendes rápido. Cada vez se
te dan mejor los flirteos.
—Es lo que pasa cuando todos tus amigos son unos expertos
seductores.
Carter los miró, preguntándose de nuevo si habría algo entre
ellos.
—Llámame si quieres ir un día a cenar —dijo Ryan besándola
en los labios.
—De acuerdo. Adiós.
—Adiós, preciosa.
Carter miró a su amigo serio.
Ellie siguió a Carter hasta la puerta de entrada del edificio. Él
dejó la maleta en el suelo.
—¿Quieres que te acompañe arriba?
—Por supuesto que no.
—Dame el teléfono de Eve.
—Es cierto, lo había olvidado.
Ellie se lo deletreó y él lo añadió a sus contactos.
—Ahora dame el tuyo.
—¿Para qué?
—Por si necesito preguntarte algo de nuestra hija.
—De acuerdo —dijo diciéndoselo.
Carter le hizo una llamada perdida.
—Ahora tú también tienes mi teléfono.
—No lo necesito porque no pienso llamarte.
—Así sabrás que soy yo cuando te llame.
—Vale. Gracias por traerme a casa.
—Ha sido un placer. Me ha gustado pasar el fin de semana
contigo.
—No has pasado el fin de semana conmigo.
—Si tú lo dices... Adiós, pelirroja —dijo acercándose a ella y
besándola en la mejilla—. Cuando hable con Eve te llamaré para
contarte lo que ha pasado.
—Muy bien. Adiós.
Carter volvió al coche, se sentó al volante y miró hacia la casa.
Ellie había entrado y caminaba hacia el ascensor.

Carter no había llamado a su hija la noche anterior como tenía


previsto. No había encontrado las palabras adecuadas para
disculparse con ella. Cuando salió de la consulta subió a su
apartamento, que estaba en el ático del mismo edificio. Se quitó la
ropa y se puso un pantalón cómodo de chándal y una camiseta.
Cogió el móvil y se sentó en el sofá. Eran las ocho de la tarde y
esperó que no fuera un mal momento.
—¿Diga?
—Hola, Eve. Soy Carter.
Solo hubo silencio al otro lado de la linea. Esperó unos
segundos.
—¿Estás ahí?
—Sí. Hola, Carter.
—Le pedí tu teléfono a tu madre.
—¿Qué quieres?
—¿Te llamo en mal momento? Puedo llamarte más tarde.
—¿Qué quieres?
—Disculparme contigo.
—Deberías disculparte con mi madre.
—Ya lo he hecho. Siento mucho haber dicho lo de la prueba de
paternidad. Tu madre me soltó, así de pronto, que eras hija mía y se
largó. Pasé la noche en vela pensando. Y a la mañana siguiente no
estaba muy centrado que digamos. Quiero que sepas que lo dije sin
pensar. De haberlo pensado, jamás se me habría ocurrido decir algo
así. Además, me había pasado algo similar con una mujer
recientemente...
—A mí no me importa lo que te pase con otras mujeres.
Estamos hablando de mi madre. La mujer a la que dejaste tirada a
los quince años, y embarazada.
Vaya, no se lo iba a poner fácil, pensó Carter. Su hija tenía
carácter.
—¿Crees que mi madre es estúpida? De haber querido algo de
ti te habría buscado hace años. Pero no lo hizo. A ella no le importa
tu dinero. Siempre ha cuidado de mí y seguirá haciéndolo. Y quiero
que sepas que te dijo que era tu hija por mí, porque yo quería que lo
supieras. Ella no tenía ningún interés en informarte de mi existencia.
—Lo sé. ¿Por qué no dejamos todo eso atrás? Eres mi hija, y
quiero estar presente en tu vida. Sé que cometí un error muy grande
al desconfiar de tu madre y no volverá a suceder. Espero que
puedas perdonarme.
—De acuerdo.
—Estupendo. Me gustaría que volvieras a venir a jugar con
nosotros los sábados. Sé que te gusta el baloncesto. Lo dejaste
para no verme, y quiero que vuelvas.
—Vale.
—Hemos pasado el fin de semana en el rancho del abuelo de
Lauren.
—Me lo ha dicho mi madre.
—Te habría gustado. Sé que sabes montar.
—Sí. Y parece ser que habéis enseñado a mi madre a montar
también.
—Se le da bien. Se han unido a nosotros dos compañeros de
mi hospital. Me refiero para ir al rancho, no los habíamos llevado
antes.
—¿Son simpáticos?
—Sí, mucho. Me parece que tu madre los conoce desde el día
del cumpleaños de Delaney, o tal vez antes, no lo recuerdo. Los
conocerás cuando vuelvas.
—Bien.
—¿Cómo lo estás pasando?
—Muy bien. Veo todos los días a mis amigos. Los echaba
mucho de menos.
—Es lo que pasa cuando cambias de colegio. ¿Te ha
mencionado tu madre algo sobre la acampada?
—Algo me comentó ayer.
—Si no hay ningún contratiempo nos iremos el viernes de la
semana que viene. Estaremos allí cinco días.
—¿Habéis elegido el sitio?
—Siempre vamos al mismo. Está en pleno bosque y junto a un
río donde nos podemos bañar. ¿Vendrás con nosotros?
—¿Mi madre irá?
—Estaba ilusionada cuando hablaba con Tess y Lauren de ello.
Pero si tú no vas puede que ella tampoco lo haga.
—Mi madre no ha salido mucho del pueblo. Y ahora con el
trabajo, necesita distraerse. Iré con vosotros.
—A ella le gustará que nos acompañes. ¿Cuándo vuelves?
—Mi padre me llevará a casa este domingo.
—¿Quieres que vaya yo a recogerte? Así no tendría que
molestarse Peter.
—A él no le molesta. Le gusta llevarme. Dice que así pasa un
poco más de tiempo conmigo. Pero gracias por ofrecerte.
Lo que Carter no quería era que Peter volviera por allí y, sobre
todo, lo que no quería era que durmiera en la misma cama que Ellie.
—Me gustaría que nos viéramos cuando vuelvas.
—Vamos a ir de acampada juntos.
—Quiero que nos veamos cada día. Quiero aprovechar el
tiempo mientras estés de vacaciones.
—No voy a tener mucho tiempo libre. Le dije a Logan que iría
todas las mañanas a vuestra escuela para ayudar a los chicos que
han suspendido alguna asignatura. Se examinarán a mediados de
septiembre y no queda mucho tiempo. Además, mi madre tendrá
que dejar los encargos listos antes de irnos de acampada y
necesitará ayuda.
—Yo tampoco tengo mucho tiempo libre. Por la mañana trabajo
en el hospital y por la tarde en la consulta. Pero podemos vernos
cuando los dos terminemos, para tomar algo o para cenar. Me he
perdido toda tu vida y he de ponerme al día.
—De acuerdo.
—Llámame si necesitas algo.
—No voy a necesitar nada.
—Vale, nos vemos a tu vuelta. Me alegro de que seas mi hija.
—Quiero preguntarte algo.
—Dime.
—¿Cómo he de llamarte, Carter o papá? Creo que si sigo
llamándote por tu nombre luego me será difícil cambiar. ¿Te importa
si te llamo papá?
—Por supuesto que no. Me sentiré feliz si lo haces.
—Vale. Nos vemos en unos días... papá.
—Muy bien, cariño. Hasta entonces. Escucha.
—¿Qué?
—Puedes llamarme cuando quieras. Aunque mejor a partir de
las siete y media de la tarde, que es cuando suelo terminar la
consulta. Si me llamas antes y no te contesto es porque estoy con
un paciente, pero te devolveré la llamada tan pronto pueda.
—Vale.

Tan pronto colgó, Carter llamó a Ellie. Eran casi las ocho y
media de la tarde.
—Hola, Carter —dijo ella intentanto que no se notara lo alterada
que estaba, simplemente, por haber visto el nombre de él en la
pantalla de su móvil.
—Hola, pelirroja.
—Supongo que me llamas porque has hablado con Eve.
—Sí.
—¿Estás sonriendo?
—¿Cómo sabes que estoy sonriendo?
—Por el tono de tu voz.
—Eve me ha perdonado. Y me llama papá.
Ellie no pudo evitar que las lágrimas de emoción le resbalaran
por las mejillas.
—Me alegro.
—¿Estás llorando?
—Solo un poco. Me he emocionado.
—Yo me siento igual.
—Cuéntame de qué habéis hablado.
Carter le detalló la conversación que había mantenido con su
hija.
—Al principio pensé que no me perdonaría. Estaba siendo muy
dura.
—Seguramente ya se le había olvidado el enfado y estaba
fingiendo para no ponértelo tan fácil —dijo Ellie riendo.
—No quiero cagarla con ella de nuevo.
—No lo harás. Tienes a Delaney y a Tess, ellos tienen hijos y
podrán aconsejarte en cualquier dudas que tengas.
—¿Por qué voy a necesitarlos a ellos si te tengo a ti? Tú
también tienes una hija.
—Pero yo siempre me inclinaría a favor de mi hija.
—Deberías acostumbrarte a no decir mi hija. O dices nuestra
hija o Eve.
—Tienes razón.
—Tienes la voz más sensual que he escuchado en toda mi
jodida vida.
—¿Eso es un piropo?
—Es la verdad. Qué estás haciendo ahora?
—Trabajando. Tenía un montón de pedidos en el contestador
cuando llegué ayer. Llevo todo el día metida en la cocina. Esta tarde
he ido a hacer algunas entregas. Les he dicho a los clientes que
estaría unos días fuera la siguiente semana, y todos me han hecho
un pedido extra para cuando no esté. Como les dije que podrían
congelar algunas cosas... Empiezo a agobiarme con tanto trabajo.
Me siento impotente al trabajar con estos ridículos hornos. Tan
pronto volvamos de la acampada voy a buscar un local. Tengo
suficiente dinero para el alquiler de unos cuantos meses. Y tengo
trabajo de sobra para poder salir adelante.
—¿También tienes dinero para comprar los hornos que
mencionaste y las reformas que tengas que hacer en el local?
—Bueno, para eso no.
—Además, supongo que tendrás que comprar utensilios,
suministros...
—Pediré un préstamo al banco.
—No seas ridícula. ¿Por qué vas a recurrir a un banco, que te
va a cobrar al menos el veinte por cien de interés? Yo te daré el
dinero.
—Carter, te dejé claro que no quiero tu dinero.
—Entonces te lo prestaré y me lo devolverás cuando puedas.
—Gracias, pero no.
—Es por lo que te dije de la prueba de paternidad, ¿verdad?
—Me diste a entender que pensabas de mí que era una
sinvergüenza que solo buscaba tu dinero.
—Ya te pedí disculpas.
—Y yo te disculpé, pero...
—No lo has olvidado —dijo él acabando la frase por ella.
—Me hiciste sentir muy mal. De todas formas, no quiero que me
ayudes. Quiero hacerlo por mí misma.
—Eres la madre de mi hija.
—Carter, quiero hacer esto sola. No voy a recurrir al hombre
que me abandonó a los quince años y destrozó mi vida. Tengo mi
orgullo, ¿sabes?
—Y ahora me sales con todos mis errores del pasado. ¡Joder!
Nunca me vas a perdonar, ¿verdad?
—No te metas en mis asuntos y así no volveré a mencionártelo.
—De acuerdo.
—Nathan se ofreció a ayudarme con el papeleo del negocio. Le
preguntaré la forma de conseguir un préstamo.
—La forma que te va a decir va a ser la misma que te he dado
yo, darte él dinero él.
—Tampoco lo aceptaré.
—Entonces él lo arreglará para que el banco te dé el préstamo.
¿Necesitarás ayuda para buscar el local? Recuerdo que dijiste que
querías que tuviera una vivienda en la parte superior.
—Sí, me gustaría. Pero no te preocupes. Delaney me dijo que
lo hablaría con su padre. Parece ser que Patrick tiene muchos pisos
y locales. Puede que lleguemos a un acuerdo, si tiene una
propiedad que me guste.
—Seguro que tiene algo que te interese —dijo Carter pensando
en el piso de Patrick que le había ofrecido a Lauren para que lo
alquilara, a mitad de precio del alquiler que pensaba pedir.
—Carter, tengo que seguir trabajando.
—Claro. Perdona por haberte robado tiempo.
—No importa. Me ha gustado que me llamaras.
—¿Quieres que vaya a hacerte compañía? Incluso podría
ayudarte.
—¿Estás loco?
—Y podría quedarme a dormir en la habitación de Eve.
—Tú no estás bien de la cabeza.
—¿Por qué dices eso?
—Porque no quiero estar cerca de ti.
—¿Cuál es la razón? ¿Es porque sigues enfadada conmigo?
—No tiene nada que ver con el enfado.
—¿Entonces?
—Entonces, nada. Cambiemos de tema.
—De acuerdo. Eve me ha dicho que vuelve el domingo. He
pensado llevarla a cenar al día siguiente. ¿Te parece bien?
—No tienes que pedirme permiso para llevarla a cenar, solo
tienes que preguntarle a ella.
—Puedes acompañarnos.
—Es mejor que vayáis solos, para ir conociendoos.
—Sí, tal vez sea mejor. También me gustaría llevarla a casa de
mis padres para que la conozcan.
—Háblalo con ella.
—Vale. Ya no te molesto más. Buenas noches.
—Buenas noches, Carter.
Carter siempre se había sentido culpable por haber cortado con
Ellie años atrás. Habían pasado los años diciéndose a sí mismo que
ya lo había superado y que ya no sentía nada por ella. Una gran
mentira. Porque en el momento que la tuvo frente a él, después de
tanto tiempo, se le aceleró el corazón y la sangre empezó a correr
de manera descontrolada por sus venas. Y eso significaba que no
todo había terminado para él respecto a ella.

Carter paró el coche delante del edificio y envió un mensaje a


su hija para que bajara. Cuando Eve salió, le dio un beso y Carter
sonrió. Luego le abrió la puerta del copiloto para que entrara, y a
continuación se sentó al volante.
La llevó a un restaurante italiano donde hacían las mejores
pizzas de la ciudad. Quería que se sintiera cómoda y a todos los
adolescentes les gustaba la pizza. En el trayecto, ella le contó lo que
había hecho durante las vacaciones.
Llegaron al restaurante y se sentaron en una de las mesas que
estaban libres. Pidieron la cena y la bebida. Agua para Eve y una
cerveza para Carter.
—¿Peter se marchó anoche? —preguntó Carter.
—No, pasó la noche en casa. Se ha marcado hoy después de
desayunar. Suena un poco raro pensar que ahora tengo dos padres.
Sé que ha sido mi padre durante todos estos años, pero ahora te
tengo a ti también.
—Le tengo un poco de envidia.
—¿Por qué?
El camarero les llevó las bebidas y los entrantes.
—Precisamente porque estuviste en su vida. A mí me habría
gustado tenerte en la mía.
—Habría sido así, posiblemente, si no hubieras cortado con mi
madre.
—Posiblemente no, seguro.
—¿Por qué cortaste con ella? Me dijo que en aquel entonces tú
eras lo más importante de su vida.
—Ella también fue muy importante para mí.
—Pues no lo entiendo.
—Iba a ir a la universidad en un par de semanas y sabía que la
carrera de medicina sería muy dura y que tendría que estudiar
mucho. No quería distraerme, y de haber seguido con ella, lo habría
hecho.
—¿Las otras chicas con las que estuviste durante la carrera no
te distrajeron?
—Ellas no eran importantes para mí.
—Tengo entendido que le dijiste cosas muy duras.
—Es cierto. Y me dolió mucho decirlas, creeme. Pero conocía
bien a tu madre y sabía que me esperaría el tiempo que hiciera falta.
Y lo que quería era que se olvidara de mí. Aunque he de admitir que
fui egoísta, porque en el fondo quería hacer lo que le dije: salir con
mis amigos, ir de viaje con ellos todos los años, ver a otras chicas...
Tenía diecisiete años y no quería sentirme atado a una chica
durante la universidad. Además, vivíamos lejos y no me gustaba la
idea de no poder verla. Y ella tenía quince años, le quedaban
todavía dos años para acabar el instituto. Y yo... Quería tener otras
experiencias, algo que no fuera serio. Pero, ¿sabes? Cometí un
error.
El camarero les llevó las pizzas.
—¿Qué error?
—Cortar con ella. Porque durante los cinco años de universidad
no pude olvidarla.
—¿Hablas en serio?
—Completamente. Seguramente fue el castigo por haberla
abandonado. Antes de hacer la especialidad decidí ir a buscarla.
Pensé que estaría en la universidad, porque ella tendría entonces
veinte años. No sabía su dirección así que fui al campamento. Era
finales de agosto. Estaba la misma cocinera que años atrás. Le dije
que había ido al campamento durante muchos años y le pregunté
por tu madre. Me dijo que vivía en el pueblo, que se había casado y
que tenía una hija. Cuando dijo que era muy feliz me hundí.
—¿Lo sabe mi madre?
—No. Y no quiero que eso cambie.
—¿Para qué fuiste a buscarla?
—Para decirle que la quería, que nunca había dejado de
quererla y que quería estar con ella. Volví a casa. Me sentía muy
mal, porque todas mis esperanzas se habían esfumado. Eso hizo
que perdiera los primeros meses de la especialidad, porque no
podía asumir que la había perdido. Pero tuve que salir adelante.
—Se casó con Peter para guardar las apariencias. Peter es gay.
Aunque yo no lo sabía. De habernos quedado un poco más de
tiempo en el pueblo me habría enterado. Ya sabes como son los
pueblos. Lo supe hace unos meses, el día de mi cumpleaños.
Precisamente el día que llegamos aquí. Fue cuando mi madre me
habló de ti.
Carter la miró. Ya estaba al corriente de la inclinación sexual de
Peter por el detective.
—Creo que mi madre ha estado esperándote todos estos años.
—¿Esperándome?
—Ella dice que no, pero yo sé que no es verdad.
—No hablarás en serio.
—Por supuesto que sí. Y si en algún momento dices que te lo
he dicho, tú y yo habremos terminado, antes de conocernos.
—¿Por qué me lo has dicho?
—Porque quiero que sea feliz. Ha fingido que lo era durante
todos estos años, pero yo la conozco bien. ¿Sientes algo por ella
todavía?
—No estoy seguro. Ha pasado mucho tiempo, y ya no somos
los mismos. De todas formas, Ellie me ha dejado muy claro que no
quiere tener nada conmigo.
—Bueno, ese es vuestro problema, no el mío.
Estuvieron hablando de los estudios de Eve y de la carrera que
iba a estudiar, y de la beca que necesitaba.
—No tienes que preocuparte de la beca. Tú solo tendrás que
centrarte en los estudios y yo me encargaré de los gastos de la
universidad.
—Mi madre no permitirá que pagues mis estudios.
—De tu madre me encargo yo.
—De acuerdo. Aunque me temo que no la conoces bien. Es
muy testaruda.
—Yo también.
Poco después abandonaron el restaurante y la llevó a casa.
Carter apagó el contacto del coche y se giró para mirarla.
—Hoy he hablado con mis padres, tus abuelos, sobre ti.
Quieren conocerte.
—Voy a ser la niña con más abuelos del mundo.
—Eres una chica con suerte. Mi madre me ha dicho que, si
estás de acuerdo, vendrán mañana a Nueva York y cenarán con
nosotros. Saben que trabajo todo el día y no dispongo de mucho
tiempo. ¿Te parece bien cenar con ellos mañana?
—Supongo que sí.
—Le dije que iríamos a cenar fuera, pero mi madre se ha
empeñado en cocinar en mi casa.
—Por mí está bien.
—¿Te recojo mañana a las ocho?
—De acuerdo.
—Dile a tu madre que ella también puede venir.
—Se lo diré, pero no irá.
—Lo imagino.
—Buenas noches, papá —dijo acercándose a él para besarlo
en la mejilla.
—No te despidas aún, voy a acompañarte arriba.
—Mamá ya estará acostada, se levanta muy temprano.
—No entraré en casa.
A pesar de que era tarde, Ellie estaba en la cama leyendo,
esperándola.
—¿Por qué me has esperado?
—No te esperaba, estaba leyendo.
—Ya —dijo la niña echándose en la cama a su lado.
—¿Lo has pasado bien?
—Sí, muy bien.
—¿Te has sentido incómoda?
—Tal vez un poco al principio. Y no incómoda, sino rara. No
sabía cómo iba a resultar la velada. Pero ha estado bien, muy bien,
de hecho.
—Me alegro mucho.
—Me ha pedido disculpas otra vez por lo que te dijo de la
prueba de paternidad. Creo que lo sintió de verdad.
—Lo sé.
—Hemos hablado de todo un poco. Me gusta que Carter sea mi
padre. Con eso no quiero decir que vaya a querer menos a Peter,
pero Carter es diferente.
—Sí, completamente diferente. Peter no es tan guapo, ni
millonario, ni médico, ni sofisticado... Pero es una buena persona y
mi mejor amigo.
—Sí, lo sé. Y yo siempre lo voy a querer.
—Los amigos de Carter también dicen que él es una buena
persona.
—Yo también lo creo. Mañana veré su casa. Sus padres van a
venir para conocerme. Y su madre se ha empeñado en preparar la
cena.
—Habrá pensado que te sentirías más cómoda y relajada en
casa de tu padre que en un restaurante.
—Seguramente. Me dijiste que no conocíste a sus padres
cuando estabais en el campamento, ¿verdad?
—No, no los conocí. Solo los vi un par de veces.
—¿Qué te parecieron?
—No puedo decirte mucho. Eran elegantes y se notaba que
tenían dinero. Nunca llegué a hablar con ellos.
—Espero que no sean muy estirados.
—No te preocupes. Tu padre estará a tu lado y no dejará que te
sientas mal.
—Lo sé. Por cierto, me ha dicho que puedes venir a cenar con
nosotros.
—Gracias, pero no iré. No estoy preparada para hablar con tu
abuela y contestar a su pregunta de ¿por qué no sabían nada de
que tenían una nieta?
—Lo entiendo. Me voy a la cama —dijo Eve dándole un beso y
levantándose—. Despiértame cuando te levantes y te ayudaré.
—No hace falta que madrugues para ayudarme. ¿Irás mañana
a la escuela para dar la clase de apoyo a los chicos?
—Sí. Logan me recogerá a las nueve y media.
—Le enviaré un mensaje para que venga antes y desayune con
nosotras.
—Estupendo. Me levantaré a las siete para contabilizar los
cheques y las facturas que guardaste para mí.
—Gracias, cariño. Buenas noches.
Ellie no se pudo resistir. Cogió el teléfono y le envió un mensaje
a Carter:
Eve ya ha llegado a casa. Parecía contenta. Gracias por
hacerla sentir bien.
Y entonces recibió una llamada de Carter.
—Hola. Sé que ha llegado a casa porque la he acompañado
hasta la puerta de vuestro apartamento. Y no tienes que darme las
gracias. Me alegro de ser su padre. Nuestra hija es un cielo.
—Haz que mañana en la cena también se sienta bien. No me lo
ha dicho, pero la conozco y sé que está algo preocupada por si no le
gusta a tus padres.
—Mis padres la van a adorar.
—Buenas noches.
—Buenas noches, pelirroja.
Ellie sonrió al escuchar lo de pelirroja. Aún no se acostumbraba
a que él la llamara como hacía catorce años atrás.
Ellie recordaba muy bien como era Carter a los diecisiete años,
y cuales eran las cosas que le gustaban de él: era simpático y
divertido; le gustaba ayudar a los demás; y , por supuesto, era
guapo; cuando estaban a solas era tierno, romántico y encantador,
pero también era apasionado y conseguía que ella le suplicara para
que se diese prisa cuando hacían el amor. Se preguntaba si habría
cambiado en su forma de hacer el amor. ¡Por supuesto que habría
cambiado!, se dijo. Con diecisiete años y, a pesar de que había
estado con otras chicas antes de ella, podría decirse que era un
novato. Ahora era un hombre con experiencia. Eso la aterró, porque
ella se había quedado estancada con lo que él le había enseñado.
¿Por qué demonios le preocupaba eso si no volvería a acostarse
con él?
Así y todo, ese pensamiento la mantuvo inquieta durante un
buen rato antes de que se quedara dormida.

Eve subió al coche de su padre, que la esperaba en la puerta


de casa. Le dio un beso y Carter arrancó.
—¿Estás bien?
—Un poco nerviosa.
—No tienes que estarlo. A mis padres les vas a encantar.
—Eso espero.
—Yo creo que ellos están más nerviosos que tú. Mi madre está
preocupada por si no te gusta la cena.
—A mí me gusta todo. La mamá se encargó de ello durante
toda mi vida.
—Te ha educado bien.
—Es la mejor madre —dijo mirándolo y sonriendo.
—Apuesto a que eres su fan número uno.
—Sí. Es fantástica. ¿Y sabes? Me alegro de que me tuviera tan
joven. Mis amigas del colegio me envidiaban, decían que parecía mi
hermana.
—Y tenían razón.
—Mis amigas de este instituto todavía no la han visto y tampoco
a ti. Me gustaría que os vieran a los dos.
—¿Quieres que tus compañeras de aquí también te tengan
envidia?
—Sí —dijo con una sonrisa traviesa en los labios—. ¿Dónde
vives?
—En Manhattan.
—Tengo entendido que es una zona muy cara.
—No tengo problemas de dinero, cariño. ¿Qué has hecho hoy?
—Me he levantado temprano y he puesto al día la contabilidad
del negocio de mi madre.
—¿Sigues siendo su contable?
—Sí. En este momento prefiero que no gastemos dinero
innecesariamente. No es que a ella se le de mal llevar las cuentas,
porque lo ha hecho siempre, pero trabaja demasiado y no tiene
tiempo. Y me gusta ayudarla.
—Claro.
—Luego ha venido Logan y hemos desayunado los tres.
Después de pasar tantos días fuera de casa, ya no me acordaba del
calor que hacía cuando los tres hornos están funcionando. Luego,
Logan y yo nos hemos ido a la escuela y a la una me ha llevado de
nuevo a casa. Y después de comer he ayudado a mi madre con lo
que le quedaba por hornear y hemos ido a hacer el reparto.
—Cuando fuimos al rancho del abuelo de Lauren, tu madre nos
dijo que quería buscar un local para el negocio.
—Me lo dijo por teléfono hace unos días. Tiene dinero suficiente
para alquiler uno. Pero, preciamente esta tarde me ha dicho que le
gustaría comprarlo. Y he de decirte que, cuando se empeña en
hacer algo, no cambia de opinión hasta que lo consigue.
—También nos dijo que le gustaría que tuviera un piso encima
del local para que vivieseis en él.
—Sí, lo sé. Mi madre odia el piso en el que vivimos ahora. Y he
de admitir que a mí tampoco me gusta.
—Le ofrecí mi ayuda, pero no la aceptó. No va a permitir ni
siquiera que le preste el dinero que necesita. Prefiere ir a un banco y
pagar un alto interés.
—Ella no aceptará dinero de nadie, y menos aún tuyo. Es un
poco orgullosa. Si aceptara tu ayuda sería como arrastrarse ante ti
—dijo Eve sonriendo.
—No digas tonterías.
—Si yo fuera ella, preferiría morirme antes que recibir ayuda de
tu parte.
—¿Tan mal concepto tienes de mí?
—No es eso, pero tienes que reconocer que no te portaste muy
bien con ella y lo pasó muy mal. De todas formas, a ella le gusta
hacer las cosas por sí misma. No se lo tengas en cuenta.
—No lo haré.
—Entiendo que tenga ganas de tener un local para trabajar. No
puedes imaginar el trabajo que le lleva elaborar sus dulces con los
tres hornos que tiene en casa. Además, desde que comenzó con el
negocio, los pedidos se han cuadruplicado. Por eso se levanta a las
cuatro o las cinco de la mañana, de lo contrario, no le daría tiempo.
Si tuviera el local y un horno industrial, haría todo el trabajo de una
sola vez, y en unos minutos, en vez de emplear medio día. Y no hay
que olvidar la electricidad, porque los hornos consumen lo suyo.
Tengo que dedicar un rato a investigar en Internet todas las formas
de conseguir dinero.
Carter no pudo evitar sonreír al escuchar sus palabras.
—Tu madre me dijo que iba a hablar con Nathan. Él se ofreció a
ayudarla con el papeleo para el nuevo negocio.
—De eso puedo encargarme yo. De todas formas, antes tendrá
que tener el local porque en casa no se lo permitirían. Además no
tenemos espacio. Antes de hacer ningún movimiento tiene que
decidir lo que realmente quiere. Porque si busca un local en alquiler
puede hacerlo ya, pero si pretende comprarlo, la cosa cambia.
—¿Dices que el negocio le va bien?
—Le va mejor que bien, teniendo en cuenta las condiciones en
las que trabaja. Yo también quiero que tenga un local para que
pueda disfrutar un poco de la vida. Ahora no tiene tiempo para nada.
Y si sale a cenar con alguien, a las nueve de la noche está que se
cae de sueño.
—¿Sale con alguien a cenar?
—De vez en cuando lo hace con Logan. Y tengo entendido que
también salió en una ocasión con uno de tus amigos médicos,
cuando yo estaba fuera. Creo que se llama Ryan. Yo no lo conozco.
—Sí, trabaja conmigo en el hospital. Es uno de los compañeros
que se han unido a nuestro grupo de amigos.
—¿Le gusta mi madre?
—No lo sé. ¿Te gustaría que tu madre saliera con él? ¿Te ha
dicho ella que le gusta?
—Me ha dicho que son amigos.
—Ya hemos llegado —dijo Carter abriendo la puerta de acceso
al aparcamiento del sótano con el mando a distancia.

—Mamá, ya hemos llegado —dijo Carter cuando entraron en el


apartamento.
Segundos después entraron en el salón donde estaba su padre.
La madre entró detrás de ellos.
—Hola, mamá —dijo Carter besándola.
—Hola, hijo —dijo ella sin apartar la mirada de Eve.
—Hola, papá.
—Hola, Carter.
—Quiero presentaros a Eve, mi hija, y vuestra nieta. Eve, ellos
son Alice y George, tus abuelos.
—Hola, cielo —dijo la mujer con los ojos brillantes por la
emoción—. Te pareces mucho a tu padre.
—Eso dicen. Hola, abuela —dijo abrazando a la mujer.
—¡Oh, Dios mío! —dijo la mujer abrazándola muy fuerte.
—Hola, pequeña —dijo el padre de Carter.
—Hola, abuelo —dijo él abrazándola también.
—Pensé que también vendría tu madre.
—Le habría gustado, pero ha estado unos días fuera con mi
padre y sus amigos y tenía mucho trabajo atrasado.
Carter miró a su hija pensando que, además de inteligente, era
diplomática.
—La conoceremos en otro momento. La cena está lista. Si os
parece, vamos a la cocina.
—Pensé que cenaríamos en el comedor —dijo Carter.
—Quería que Eve se sintiera cómoda y como en casa. De todas
formas, tu padre y yo siempre cenamos en la cocina.
—Mi madre y yo también. Es un poco difícil que me sienta como
en casa, porque toda nuestra casa cabría en este salón —dijo Eve
sonriéndole a su abuela
George miró a su hijo, preguntándose si su nieta y su madre
estarían pasando apuros.
—Mamá, danos cinco minutos para que le enseñe a Eve el
apartamento.
—Claro. George, vamos a la cocina.
—Parecen simpáticos —dijo Eve cuando se dirigían al pasillo.
—Lo son. Y les has caído bien.
—Ellos también a mí.
—Esta es mi habitación —dijo Carter cuando abrió la puerta.
Eve entró y silbó.
—Madre mía. Mi madre daría cualquier cosa por tener un
dormitorio como este.
Era una estancia enorme, con una cama increíblemente grande.
Había un gran baño dentro de la habitación. Era de mármol en su
totalidad y la ducha era de lo más moderna. También había un
vestidor tan grande como el dormitorio de Eve de su casa. Luego le
enseñó la habitación de al lado, que era la de los invitados. No era
muy grande, pero tenía una cama doble. Eve pensó que sería donde
dormían sus abuelos porque había una maleta abierta sobre la
cama. Junto al dormitorio había un baño completo. Y al final del
pasillo había otra habitación muy grande y con baño interior.
—Esta será tu habitación. Si hay algún mueble que no te guste
lo cambiaremos. Y si quieres algo más, lo compraremos.
La cama era también doble. Había un armario muy grande y
precioso.
—Papá, puede que mi casa no sea tan grande ni tan bonita
como esta, pero no voy a venir a vivir contigo.
—Jamás te pediría que vinieras a vivir conmigo. Pero puede
que quieras quedarte a dormir alguna noche.
—Sí, es posible.
—Puedes decorarla como quieras. Compraré un televisor.
—No necesito un televisor. Si me quedo alguna vez aquí, me
gustaría ver la televisión en el salón, contigo.
—Estupendo.
—Y no necesito cambiar la decoración, está perfecta tal cual.
—Me alegro de que te guste.
Carter le enseñó luego la terraza y a Eve casi le da un infarto al
verla. Era tan grande como el salón comedor y había unos muebles
preciosos.
—Me encanta tu casa.
—A mí también. Tengo la consulta en la primera planta del
edificio.
—¡Qué práctico!
—Sí.
—Por eso la mamá quiere tener una vivienda arriba de su
negocio. Supongo que se ahorra u montón de tiempo en los
traslados.
—Sí, es verdad. Vayamos a cenar. Estoy hambriento. Mi madre
es una buena cocinera.
—¿Cocina ella en su casa?
—Sí.
—Pensé que tendrían cocinera.
—Nunca han tenido cocinera. A tu abuela le gusta cocinar.
—Yo también tengo hambre.
Entraron en la cocina. Eve miró a su alrededor pensando que a
su madre le encantaría esa estancia. Se sentaron a la mesa y Alice
sirvió la cena.
—¿Qué quieres beber? —preguntó George.
—Para mí agua —dijo Eve.
—Tenemos refrescos.
—Yo no suelo tomar refrescos con gas.
—Mejor. Dicen que no son buenos —dijo Alice—. Espero que te
guste la cena.
—A mí me gusta todo, abuela.
Fue una cena muy agradable. Los padres de Carter no le
hicieron ninguna pregunta, dejaron que ella les contara lo que
quisiera. No querían que se sintiera agobiada. Y Eve les habló de su
vida en el pueblo, y de su madre.
—Carter nos ha dicho que tu madre es amiga de su grupo de
amigos —dijo su abuela.
—Sí. No puede decirse que mis padres sean buenos amigos,
pero al menos se hablan —dijo Eve sonriéndole a sus abuelos.
—No sé por qué has dicho eso. Tu madre y yo somos amigos
—dijo Carter sonriendo.
—Si tú lo dices...
—Nuestro hijo nos ha contado lo que pasó entre tu madre y él
el último verano que se vieron en el campamento.
—En ese caso, entenderéis que mi madre no le dijera que
estaba embarazada.
—Lo entendemos perfectamente. Tu padre no se portó muy
bien con ella. De haber estado en su lugar, yo tampoco se lo habría
dicho —dijo Alice—. Aunque lo siento, porque nos hemos perdido
toda tu vida.
—Yo os contaré todo lo que queráis saber, y os enseñaré mis
fotos de pequeña.
—¿Vendrás a pasar algunos días con nosotros? —preguntó
George.
—Claro. Aunque tendré que organizarme, porque ahora tengo
tres pares de abuelos y dos padres.
—Si no puedes, no importa, podemos venir nosotros a verte a
menudo.
—Lo arreglaré, abuela. Además, me gustaría ver vuestra casa,
donde creció mi padre.
—También nos gustaría conocer a tu madre.
—Abuela, no te lo tomes a mal, pero no estoy segura de que
ella quiera conoceros. Puede que cuando pase algún tiempo.
—No te preocupes —dijo George.
Siguieron hablando hasta que finalizó la cena. El matrimonio
estaba orgulloso de ella, por ser tan educada y cariñosa. Y se
emocionaron cuando Eve les dijo que quería ser médico, como su
padre.
—Nos gustaría tener una foto tuya.
—Eso es sencillo, tengo un montón en el móvil. Papá, ¿quieres
enviarles tú las que te parezcan mejores? —dijo dándole el teléfono.
—Claro —dijo Carter cogiendo el móvil.
Carter añadió el teléfono de su madre a los contactos de Eve.
Carter empezó a ver las fotos de la galería.
—Le enviaré a tu abuela alguna foto de tu madre para que la
vean —le dijo a su hija.
—Vale.
—Gracias —dijo la mujer.
Carter empezó a enviar algunas fotos al teléfono de su madre,
pero también envió algunas de su hija y de Ellie a su propio teléfono.
Alice empezó a verlas.
—Me gusta mucho esta que estás con tu padre.
—Nos la hicieron el día que nos conocimos. Entonces él no
sabía que era su hija.
—Pues es extraño, porque sois idénticos —dijo el abuelo.
—Pero también tienes parecido con tu madre —dijo Alice al ver
la foto de Ellie que le habían hecho el día del cumpleaños de
Delaney—. Tienes su boca, y sus pómulos altos —dijo la mujer
mostrándole la foto a su marido.
—Tu madre es una belleza.
—Gracias, abuelo. Yo también pienso que es muy guapa.
Carter llevó a Eve a casa después de cenar. La acompañó
hasta la puerta de arriba, pero no entró porque era medianoche.
Luego bajó y se sentó al volante.
Cogió el móvil y vio las fotos que se había enviado él mismo
desde el móvil de su hija. Eve era preciosa, pero su madre era un
bombón. Pensó en todos los sacrificios que habría hecho Ellie por
haberse quedado embarazada: se había perdido salir de fiesta con
sus amigos, y le había impedido ir a la universidad. Pero lo peor de
todo era que se había casado con un chico, únicamente por no dar
un escándalo. Y, ¡joder! Eve le había dicho que creía que su madre
lo había estado esperando a él. De haberlo sabido cuando fue a
buscarla unos años atrás… Esa mujer se merecía lo mejor, y era él
quien debía proporcionárselo.

Eve contestó al interfono cuando llamaron y abrió la puerta.


—¿Quién es? —preguntó Ellie mientras sacaba una bandeja
del horno.
—El papá.
—¿El papá?
—Carter, mi padre.
—¡Mierda! Se suponía que vendría dentro de una hora, y que
no subiría. Siempre que me ve estoy hecha un desastre.
—No te preocupes, mamá. Además, ¿qué más te da cómo
vayas vestida? No estás interesada en él, ¿verdad?
—Por supuesto que no.
—Entonces, ¿qué importa? Da igual como estés —dijo Eve
saliendo de la cocina para abrir la puerta cuando llamaron.
Poco después, Eve y su padre entraron en la cocina.
—Hola, pelirroja.
Carter se acercó a ella, colocó la mano en la parte baja de su
espalda y la besó en la mejilla. Ellie se tensó. El contacto fue como
un hierro al rojo vivo y sintió un calor abrasador a través de la fina
camiseta de tirantes.
Su piel era suave y olía a vainilla. Carter siempre había
asociado ese aroma con ella. Ese olor, que le había hecho desvariar
cuando lo había olido en todos los años que habían estado
separados y se daba la vuelta imaginando que se la encontraría a
ella.
—Hola, Carter —dijo ella apartándose de él y sacando la
bandeja de galletas del otro horno—. En menos de dos minutos te
arrepentirás de haber venido. No tenemos aire acondicionado y
hace un calor del infierno. Te aconsejo que vayas al salón, aquí no
se puede estar.
—Lo soportaré. He venido antes porque la última paciente ha
cancelado la visita.
—Podrías haber llamado —dijo Ellie sin mirarlo.
—No tenía nada que hacer.
—¿Y pensaste en dar un paseo por donde vive la gente de
clase baja?
Carter la miró. Los ojos de Ellie no flaquearon ni un instante
mientras decía aquellas duras palabras, con la seductora voz de una
linea erótica. Carter observó maravillado el verde de sus ojos, su
perfecta nariz cubierta de pecas, al igual que sus pómulos. Parecía
una cría inocente. Le miró los labios bien perfilados y sonrosados.
Decir que lo que le pasaba con Carter se estaba
descontrolando se quedaba muy corto, y no sabía qué hacer con el
agradable calor que se extendía por su cuerpo mientras él seguía
observándola en completo silencio.
—En realidad, quería ver la casa donde vivís —dijo él
intentando no seguir con sus pensamientos.
—Por lo que me ha contado Eve, tu casa es fantástica.
—No está mal.
—Ven, papá. Te la enseñaré —dijo la niña lavándose las manos
en el fregadero y secándoselas con el paño de cocina.
—Vale —dijo él siguiéndola hacia el pasillo.
—Tenías que haber llamado para decir que vendrías antes, así
mi madre habría estado arreglada —dijo Eve.
—No he venido para verla arreglada.
—No creas que voy a avergonzarme de nuestra casa. El lugar
no importa sino los que viven en él. Y yo sería feliz debajo de un
puente si estuviera con mi madre.
—Lo sé. Y me gusta que pienses así. También sé que esto es
temporal y pronto viviréis en una casa mejor.
—De eso puedes estar seguro. Esta es la habitación de mi
madre —dijo la niña abriendo la puerta.
Carter entró en el dormitorio, cabreado con él mismo, porque se
sentía culpable de que vivieran allí. La habitación era ridículamente
pequeña. Se acercó a la ventana, y no para ver las vistas del edificio
de enfrente, sino para tranquilizarse. Luego se dio la vuelta y salió
del cuarto.
Eve abrió la puerta que había a continuación.
—Esta es mi habitación.
Carter vio que la puerta no abría del todo, porque la cama era
demasiado grande para una estancia tan pequeña. Había un
pequeño armario, un mueble alto de cajones, una mesita de noche y
un escritorio. Cada mueble estaba pegado al de al lado y no
conjuntaban para nada el uno con el otro, al igual que los del
dormitorio de Ellie. Lo único bueno de las habitaciones era que
estaban muy ordenadas, pensó Carter.
Y el baño que había en el pasillo era deprimente. Estaba limpio,
pero los sanitarios estaban amarillentos y el esmalte de la bañera
estaba desconchado en algunas partes debido al tiempo
transcurrido.
Luego regresaron a la cocina.
—Supongo que no esperabas que tu hija viviera en un sitio así.
Carter vio que tenía lágrimas en los ojos y supo que era por si
él pensaba que no podía darle algo mejor a la pequeña.
—Yo no he dicho nada.
—Papá, no me apetece salir. ¿Te importa si lo dejamos para
otro día? Mamá tiene que terminar los encargos para entregar
mañana antes de que nos vayamos a la acampada y tengo que
ayudarla.
—Vete con tu padre, yo lo terminaré —dijo Ellie.
—No me importa —dijo Carter—. Cenaremos aquí.
Ellie se giró para mirarlo.
—Pediré que nos traigan algo para cenar —dijo sacando el
móvil del bolsillo y caminando hasta el pequeño balcón que había en
el salón.
Por un instante Ellie se olvidó de todo, porque solo podía fijarse
en el culo tan increíble que le hacían esos vaqueros, y sus hombros
anchos, y sus brazos fuertes... ¡Por el amor de Dios! ¿Por qué no
dejaba de mirarlo? Tenía un cuerpo fantástico. El vaquero era
ceñido y se apreciaban unas piernas fuertes y muy largas. Ya había
observado sus músculos cuando habían estado en la piscina de
Tess, o en la del abuelo de Lauren. Sabía que su imaginación era
inocente, tal vez tan inocente como era ella, pero nunca habría
podido pensar que Carter se convirtiera en un hombre tan
espectacular. Y además, era guapo de narices.
Ellie lo miró de nuevo de arriba abajo, pensando que un cuerpo
como el de ese hombre ofrecía promesas que iban mucho más allá
del placer.
Eve se dio cuenta de que su madre estaba embobada
mirándolo y siguió sacando las galletas de la bandeja, sonriendo.
—Traerán la cena en una hora —dijo Carter volviendo a la
cocina.
Carter miró a Ellie. Llevaba una camiseta de tirantes,
claramente sin sujetador, y un pantalón corto. De pronto se la
imaginó desnuda en su cama y con ese pelo rojo extendido sobre su
almohada… y retorciéndose de placer debajo de su cuerpo.
Llamaron al timbre.
—¿Te importa abrir, papá?
—Claro que no —dijo él agradeciendo la distracción.
Al abrir la puerta se encontró con una mujer de unos cuarenta
años largos. La reconoció del día que Sean y él trajeron a Eve a
casa. Ella los había mirado a ambos de manera seductora y sin el
menor disimulo. Y tampoco disimulaba ahora, que lo miraba de
arriba abajo.
—Hola. ¿Está Ellie? Soy su vecina.
—Sí, está en la cocina. Adelante —dijo él dejándola entrar.
Después de cerrar la puerta, Carter caminó hacia la cocina y la
mujer lo siguió, mirándole el trasero con descaro.
—Ellie, te buscan.
—Hola, Rachel. Te presento a Carter, el padre de mi hija.
Carter, ella es Rachel, nuestra vecina.
—Un placer conocerte.
—El placer es mío, te lo aseguro —dijo ella besándolo en la
mejilla—. Hace unos días me presentaste al padre de tu hija, y no
era él.
—El que te presenté el otro día era mi ex marido. Carter es su
padre biológico. ¿A qué has venido? —preguntó Ellie, que no le
gustaba la forma en la que miraba a Carter.
—Venía a decirte que me han invitado a una fiesta unos
compañeros del hospital y me gustaría que vinieras conmigo.
—Lo siento. Mañana nos vamos de acampada con Carter y
unos amigos y estaremos fuera unos días. De todas formas, aunque
no me marchara, no podría ir. Ya sabes que tengo que levantarme
muy temprano y me acuesto pronto.
—Necesitas tener más vida social y este trabajo no te lo
permite.
—Lo sé, pero tengo que aguantar un poco más, hasta tener
algo mejor. Rachel, he de acabar los encargos que tengo para
mañana. Posiblemente hoy no pueda acostarme.
—Pues vaya rollo. Eve, Jenny está en casa, si quieres puedes
subir.
—Gracias, pero mi padre se queda a cenar con nosotras. Ha
pedido la cena y estará a punto de llegar.
—Entonces me marcho. Si no nos vemos, que os divirtáis en la
acampada. La próxima vez que vayas con tus amigos dímelo con
tiempo para que pueda cambiar algún turno e iré con vosotros.
—Vale —dijo Ellie.
Ni en tus sueños, pensó Ellie.
—Me alegra haberte conocido, Carter.
—Igualmente.
Cada vez me gusta menos esa mujer, pensó Ellie al ver la
sonrisa que su vecina le había dedicado a Carter.
—¿Has ido hoy a la escuela a ayudar a los chicos? —preguntó
Carter a su hija cuando se quedaron solos.
—Sí. Tess ha enviado dos cajas enormes con libros para la
biblioteca. Logan me ha dicho que eran novelas que tenía mucho
tiempo en la librería. Por cierto, te he traído una, mamá.
—Cariño, sabes que me gusta mucho leer, pero nunca aguanto
despierta más de dos páginas. Eve, dale a tu padre el álbum de
fotos del que te hablé.
—¿Qué álbum? —preguntó él cuando su hija se dirigía a la
estantería del salón.
—Cuando nací mi madre empezó a preparar un álbum de fotos
mías y ha ido añadiendo fotos hasta ahora.
—Me encantará verlo.
—Es tuyo, lo hizo para ti —dijo Eve dejándolo sobre la mesa de
la cocina.
—¿Para mí?
—Sabía que Eve te conocería algún día y pensé que te gustaría
tener fotos suyas en todas las etapas de su vida.
—Muchísimas gracias —dijo él sentándose a la mesa y
apoyando el álbum en el espacio que quedaba libre junto a las
bandejas de galletas.
Carter estuvo viendo las fotos detenidamente, examinando
hasta el más mínimo detalle de cada una de ellas. Cuando terminó
cerró el álbum.
—Gracias, Ellie. Ha sido un gran detalle por tu parte.
—De nada.
No podía apartar los ojos de Ellie. Había algo especial en ella
que hacía que fuera consciente de su presencia. Esa chica brillaba,
pensó. Era más impresionante de lo que imaginaba. El sofocante
calor de la cocina hacía que le brillara la piel y a Carter se le hacía la
boca agua, simplemente por contemplarla. Miraba su estrecha
cintura, sus caderas, y esas piernas larguísimas. De pronto pensó
en tenerlas alrededor de su cuerpo y se sintió algo mareado.
—¿Sabéis ya lo que llevaréis a la acampada? —preguntó
Carter para quitarse esos turbulentos pensamientos de la cabeza.
—Sí. Hablé ayer con Tess. Le dije que yo llevaría comida, pero
me dijo que todo lo referente a las comidas lo llevaba ella. Seguro
que lo dijo porque sabe que estoy muy ocupada.

Carter fue a abrir la puerta cuando llamaron, era la cena. Y


mientras, Ellie y Eve pusieron la mesa. Poco después se sentaron a
cenar.
—Le has dicho a tu vecina que esta noche posiblemente no te
acostarías —dijo Carter sirviendo vino a Ellie y agua a su hija.
—No estoy segura, pero es posible. Me quedan un montón de
encargos por preparar, y no creo que me de tiempo a hornearlos.
Eve me acompañará a repartirlos mañana temprano.
—¿Vas a pasar la noche sin dormir?
—No es problema. Dormiré en la acampada. Recuperaré el
sueño el primer día —dijo Ellie sirviendo los platos—. Este pollo
huele de maravilla.
—Y sabe todavía mejor —dijo Eve después de probarlo.
—Me alegro de que os guste. ¿Os recojo mañana?
—No hace falta. Tess me dijo que habíais quedado todos en su
casa para salir juntos, así que iremos allí. Además, prefiero dejar el
coche en casa de Tess que aquí en la calle. Sé que mi coche no es
gran cosa, pero no tengo otro, y en este momento no puedo
permitirme que me lo roben. Aunque a lo mejor cada uno tiene que ir
con su coche a la acampada.
—No, llevaremos los todoterrenos. La mayor parte del camino
será por el bosque y es más seguro.
—Tienes razón, Eve. Esto está riquísimo. No le he preguntado a
Tess si se llevará a los niños. La última vez que lo comentamos
estaba indecisa de si llevarse a Christian o no.
—Solo se llevarán a Brianna. Chris se quedará con Cath. Y un
amigo de Jack se quedará en la casa con ellos, por si sucede algo.
—¿Jack vendrá con nosotros?
—Sí. Tiene que ocuparse de la seguridad de Delaney y de su
familia.
—No creo que vaya a pasarles nada con tantos hombres a su
alrededor.
—Es su trabajo. Está preocupado por dejar a Chris en casa,
pero ese amigo suyo le ha sustituido muchas veces y es de total
confianza.
—¿En cuántos coches iremos?
—En cuatro. Somos diez personas, pero tendremos que llevar
muchas cosas.
—Tengo entendido que no soléis ir todos de acampada.
—Normalmente vamos Logan, Jules, Ryan y yo. Tess nos ha
acompañado algunas veces, pero antes de tener a los niños.
—El primer día ya estaréis arrepentidos de que os hayamos
acompañado las mujeres y las niñas. Seguro que ibais de
acampada para relajaros.
—Yo estoy encantado de que vengáis. Y Ryan y Jules también.
No hace mucho que se han unido a nuestro grupo de amigos y
todos les caen muy bien. De hecho, fueron ellos los que ofrecieron a
los demás que nos acompañaran.
—Espero que no se arrepientan.
—¿Qué soléis hacer en la acampada? —`preguntó Eve.
—Pescar, jugar al ajedrez y a las cartas, comer, bañarnos,
dormir largas siestas y, sobre todo, hablar. Cuando volvemos al
trabajo estamos como nuevos.
—¿Estas serán tus vacaciones de verano? —preguntó Ellie.
—Suelo repartir las vacaciones durante todo el año. En verano
me gusta ir de acampada y a los chicos también. Las navidades
suelo pasarlas con mis padres, pero para fin de año los amigos
vamos a una cabaña que tengo en las montañas, para disfrutar de la
nieve. En primavera suelo pasar unos días con mis padres para
relajarme. El trabajo de médico es estresante, te lo aseguro —le dijo
a su hija sonriendo.
—Lo supongo.
—Yo pensaba que aprovecharías todas tus vacaciones para
viajar a lugares exóticos y excitantes —dijo Ellie.
—Es lo que hacía cuando era más joven.
—Quién diría que eres un viejo. Solo tienes treinta años.
—Ahora disfruto más descansando. Pero no me importará ir a
cualquier lugar, si vosotras me acompañáis. Puedo coger unos días
libres siempre que queráis. Cualquier compañero me sustituiría.
—Conmigo no cuentes. Desde que empezado a trabajar en lo
de la repostería, para mí las mejores vacaciones son dormir —dijo
Ellie.
—Puede que a ti te apetezca que vayamos de viaje a algún sitio
—le dijo Carter a su hija.
—De momento no quiero ir de viaje, papá. Pero lo de la
acampada y la nieve me gusta. Y no me importaría pasar unos días
con tus padres, mis abuelos, para conocerlos.
—Estupendo. Tendremos que organizarnos para pasar juntos
parte de las vacaciones. Entiendo que tienes que pasar tiempo con
tus otros abuelos y con tu otro padre.
—Ya lo arreglaremos —dijo Eve.
Ellie se levantó a llevar los platos al fregadero y sirvió la tarta
que habían llevado con la cena, mientras Eve preparaba la cafetera.
Estuvieron hablando un rato más hasta que terminaron el café.
—Carter, si no te importa, voy a seguir trabajando.
—Claro, me marcho ya.
—No he dicho que tengas que marcharte, no te estoy echando.
—Lo sé, pero mañana tengo que estar a las siete y media en el
hospital —dijo levantándose y besándolas a las dos—. Nos vemos
mañana.
—Gracias por la cena. Buenas noches.
—Ha sido un placer cenar con vosotras. Buenas noches.
Eve recogió la mesa y fregó los platos mientras su madre se
ponía con el trabajo. Luego se unió a ella para ayudarla. Ellie la
mandó a la cama a las once de la noche, pero ella no pudo
acostarse.
Ellie se quedó trabajando toda la noche. Habría querido que
desapareciera de su cabeza aquel hombre, que desprendía una
energía sexual que hacía que la suya se despertara de repente.
Pero por mucho que lo había intentado, no lo había conseguido.
Carter era jodidamente sexy. Sabía que se sentía muy atraída por
él, pero comenzaba a sentir algo más que atracción. ¡Por supuesto
que sentía por él algo más que atracción! ¡Estaba loca por él! Todo
el odio que había sentido por ese hombre, si es que había sentido
odio alguna vez, había cambiado y se había convertido en algo…
intenso. Debía dejar de pensar en él, pensó Ellie sonriendo.
Capítulo 9
A la una y cuarto de la tarde llegaron los tres médicos a la
mansión de los Stanford. El Audi de Carter se detuvo delante de la
casa. Todos sus amigos ya estaban cargando los coches. Eve se
acercó a su padre y lo abrazó. Y Ellie le dedicó una sonrisa
resplandeciente, como si realmente se alegrara de verlo, cosa que
hizo que Carter se estremeciera.
Ellie llevaba un pantalón corto vaquero sin marca y una
camiseta de tirantes. Llevaba el pelo recogido en lo alto con una
pinza. Desde luego no iba vestida para impresionar. Pero estaba
rodeada de una determinación que a Carter lo dejaba
completamente impresionado.
Cuando Carter la miraba sentía un dolor muy intenso y casi se
quedaba sin respiración.
Terminaron de cargar poco antes de las dos y el convoy salió de
la finca.
—Cada vez que veo a tu chica está más guapa —dijo Ryan,
que iba sentado junto a Carter.
—¿Mi chica? —dijo Carter girándose para mirarlo.
—No puedes disimularlo, tío. Esa chica te gusta.
—No creo que haya ningún hombre a quien no le guste. Me
gusta incluso a mí —dijo Jules, que era gay.
—Bueno… sí, he de reconocer que me gusta… mucho.
—En ese caso, y después de lo que le hiciste, tendrás que
esmerarte en seducirla.
—Ya me dejó claro que no está interesada en mí.
—No me extraña. Te portaste con ella como un canalla —dijo
Ryan.
—¿Y te vas a rendir? —preguntó Jules.
—Yo no he dicho eso. Pero puede que no me lo ponga fácil.
—Las cosas fáciles son aburridas.
—Tienes razón —dijo Carter mirando a Jules por el espejo
retrovisor.
—Y tienes una gran ventaja: tenéis una hija.
—No sé qué decirte. Mi hija siempre estará del lado de su
madre.
—Supongo que es normal, a ti te conoce solo desde hace unas
semanas.
—Esta acampada será una gran oportunidad para ti —dijo Ryan
—. No quiero decir con esto que le vayas a declarar tu amor, porque
ella no te creería.
—No estoy enamorado de ella.
—¿Estás seguro?
—Creo que sí.
Ryan sonrió por las dudas de su amigo.
—Ryan tiene razón. Ni se te ocurra decirle que la quieres.
—Es que no la quiero. ¿Qué os pasa? ¿Acaso estáis sordos?
—Lo único que tienes que hacer es dejarle claro que la deseas.
—En eso no voy a tener que esforzarme mucho —dijo Carter
sonriendo.
—Y además, tienes que conseguir que ella te desee a ti —dijo
Jules.
—Eso ya me parece más complicado.
—Siempre se te han dado bien las mujeres. Además, eres
inteligente y sabrás como actuar.
—Qué ganas tengo de llegar. Espero que no se entretengan
mucho con chorradas y vayamos directos a la comida. Estoy
hambriento —dijo Ryan.
—Yo también —dijeron sus otros dos amigos al mismo tiempo.

Llegaron al claro del bosque a las tres y cuarto de la tarde.


Nada más detener los coches empezaron a sacar las bolsas de
comida. Cath, la señora que se encargaba de la casa de Delaney, le
había explicado a Ellie toda la comida que había preparado, como si
fuera ella y solo ella quien tuviera que estar al cargo de todo.
—Tú eres una chica muy organizada y pareces tenerlo todo
bajo control —le había dicho la mujer.
—Siempre se nos escapa algo. Cuando pensamos que lo
tenemos todo controlado, es cuando todo se descontrola —le había
dicho Ellie sonriendo.
—Cath me dijo que tú estabas a cargo de la comida —dijo Tess
a Ellie.
—Y yo estoy de acuerdo con ella —añadió Lauren.
—No hay problema —dijo Ellie poniéndose al mando—. Me
daré prisa, porque estoy hambrienta.
Carter la miró. Estaba claro que esa mujer confiaba plenamente
en su destreza para tenerlo todo bajo control. Normalmente, a él no
le gustaban las mujeres tan perfectamente organizadas, pero
cuando vio ese pequeño ceño fruncido sintió deseos de llevarla
entre los árboles y poseerla de manera poco civilizada.
Quince minutos después estaban sentados a la mesa.
—Después de comer os enseñaremos el río y los alrededores
—dijo Ryan.
—¿Hay algún sitio seguro donde se pueda bañar mi hija? —
preguntó Delaney.
—Hay un remanso donde la corriente va muy lenta y hay solo
un palmo de agua —dijo Jules—. Es completamente seguro.
—Eso, si las cosas no han cambiado en los meses que no
hemos venido por aquí —añadió Carter.
—De todas formas, Brianna no puede estar sola —dijo Ryan.
—No lo estará —dijo Jack.
La pequeña estaba sobre las piernas de su tío Sean, comiendo
con las manos lo que tenía en su plato.
—Lo primero que tenemos que hacer es montar nuestra tienda
—dijo Tess—. Brianna está acostumbrada a dormir la siesta, así no
nos molestará durante un buen rato.
—Yo me apunto a lo de la siesta. Esta noche no me he
acostado —dijo Ellie.
—¿Has salido de fiesta? —preguntó Nathan.
—Sí, he pasado toda la noche bailando —dijo ella con
sarcasmo.
—Mi madre ha pasado la noche en la cocina trabajando —dijo
Eve.
—He terminado a las diez y media de la mañana. Y después de
desayunar, mi hija y yo hemos ido a hacer las entregas.
—Espero que no los hayas repartido todos y hayas traído
algunos dulces contigo —dijo Delaney.
—Por supuesto. Tengo unas galletas deliciosas para tomar con
el café. Además, magdalenas, bollitos dulces, cruasanes. Y además,
he preparado una empanada rellena de verduras y atún.
—Estupendo —dijo Logan.
—Este pollo está buenísimo —dijo Sean.
—Desde luego, Cath es una gran cocinera.
—Ellie, ¿el color de tu pelo es natural? —preguntó Lauren.
—Sí. Pero solo desde los diecisiete años. Antes de eso tenía el
color tradicional de las pelirrojas. No me gustaba nada.
—Con lo guapa que eres, cualquier color de pelo te sentaría
bien —dijo Jules.
—Que va. Pregúntale a Logan o a Carter. Cuando me
conocieron tenía el pelo corto y parecía que llevaba un cesto de
zanahorias en la cabeza.
Todos se rieron.
—Eres una exagerada —dijo Ryan.
—De exagerada nada. Y eso, por no hablar del resto de mi
físico.
—¿Y cómo fue fijarte en ella? —preguntó Jules a Carter.
Carter miró a Ellie con intensidad. Ellie se preguntó por qué el
corazón tenía que darle un vuelco cada vez que veía a Carter o,
simplemente, con que la mirara.
—El último año que la vi estaba completamente diferente —dijo
sin dejar de mirar a Ellie y sonriéndole.
Había algo muy especial en Carter, pensó Ellie. Rezumaba una
sensualidad que prometía noches de placer interminables.
Rápidamente se quitó de la cabeza esos pensamientos tan
inadecuados.
—Carter tiene razón. A los quince años tenía un cuerpazo,
aunque seguía teniendo el cesto de zanahorias sobre la cabeza —
dijo Logan sonriendo.
—Por suerte me cambió el color.
—Desde luego, ahora tienes un color de pelo precioso —dijo
Tess.
—No está mal.
Ellie miró a todos los hombres que había a su alrededor y no
entendía por qué no sentía por alguno de ellos lo que
experimentaba cuando Carter estaba cerca. Porque cuando sucedía
parecía como si el aire se cargara de una tensión especial.
—Iré montando la tienda de Delaney —dijo Jack cuando
terminó de comer.
—¿Sabes dónde hay que montarla? —preguntó su jefe.
—Los coches están rodeando la mitad del claro. Y ellos, que
son los que conocen esto han dicho que había que colocar las
tiendas rodeando la otra mitad, dejando un gran círculo en el interior.
Y a mí me parece bien, porque será fácil de controlarlo todo —dijo
Jack.
—Además, los porches de las tiendas nos darán sombra para
dormir una siesta sobre las hamacas, o para comer —dijo Carter.
—Voy a preparar café mientras termináis de comer. Jack, te
avisaré cuando esté listo.
—Gracias, Ellie.
—Yo te ayudaré con la tienda, Jack —dijo Eve levantándose.
—¿Sabes montar tiendas?
—He ido al campamento al que fueron mis padres durante seis
veranos. Mi madre quiso que no me lo perdiera. Dijo que allí había
pasado los mejores días de su vida. Y montar tiendas era lo primero
que aprendíamos.
Ellie miró a Carter, que estaba mirándola a su vez, y se ruborizó
por si él pensaba que habían sido los mejores días de su vida,
porque había estado con él. Aunque era no se equivocaría.
—Perfecto, porque yo no sé si lo recuerdo —dijo Jack.
—Es muy fácil. Yo te enseñaré.
Poco después Ellie dijo que el café estaba listo.
—Jack, ve a tomar café, yo acabo esto —dijo Eve.
—¿Estás segura?
—Claro. Solo falta el techado del porche. Brianna, ven a
ayudarme.
La niña fue corriendo hacia ella.
—Los niños de trece años no suelen saber como montar una
tienda de esa envergadura —dijo Jack cuando se sentó a la mesa.
—Es una chica lista —dijo Carter orgulloso.
Ellie sirvió café a todos y puso dos platos de galletas en el
centro.
—¡Oh, Dios mío! Estas galletas están de muerte —dijo Sean
después de probar una—. Creo que yo también voy a hacerte un
pedido todas las semanas.
—Vas a engordar. Y te aseguro que eso sería una lástima —dijo
Ellie con una sonrisa traviesa en los labios.
Carter la miró. No le gustó que flirteara con su amigo.
—Correré dos kilómetros más cada día. Valdrá la pena. ¿Cómo
tengo que pagarte los encargos?
—No digas tonterías. No voy a cobrarte unas galletas.
—No quiero solo galletas. Quiero un poco de cada cosa que
hagas.
—Eso tampoco te lo cobraré.
—¿Por qué a él no vas a cobrarle y a nosotras sí? —preguntó
Tess.
—Seguramente es porque es hombre y además guapo —dijo
Lauren.
—Vuestros maridos también son hombres, y tan guapos como
él.
—¿Y entonces? —preguntó Tess.
—¿Te has molestado en mirar las facturas que le doy a Jack
junto con los pedidos? —le preguntó Ellie a Tess.
—No. Es Jack quien se encarga de hacer el talón y dártelo. Y
las facturas se las da al contable de la empresa de mi marido, que
es quien lleva la contabilidad de la librería. Yo ni siquiera las veo.
—Entonces tampoco te habrás dado cuenta de que no hay
ninguna factura del pedido de Lauren ni del tuyo de tu casa. Lo que
me paga Jack es lo de tu librería.
—¿Nos estás regalando lo que nos trae Jack a nuestras casas?
—Sois mis amigos. No voy a cobraros unos dulces. Como
tampoco se los cobraré a Sean o a cualquiera de vosotros que
queráis algo.
—Pero eso no es justo. Es tu trabajo —dijo Tess.
—Tú lo has dicho, es mi trabajo, y yo le cobro a quien quiero.
—Muchas gracias, Ellie —dijo Delaney.
—Bah, no tiene importancia.
—Sí la tiene. Muchas gracias —dijo Nathan.
—La tienda está terminada —dijo Eve, acercándose a la mesa y
cogiendo una galleta.
—Brianna, ¿lista para la siesta? —preguntó Tess.
—No quiero dormir. Quiero ir a bañarme.
—Te bañarás cuando te despiertes —le dijo su madre.
—¿Quieres que me acueste contigo y te cuente un cuento? —
preguntó Ellie—. A mí también me vendrá bien una siesta.
—Sí —dijo la niña entusiasmada.
—En recoger lo de la comida nos acostaremos.
—Mamá, acostaros ahora, estarás muy cansada, yo recogeré
los platos —dijo Eve.
—Gracias, cariño.
Ellie cogió a la pequeña de la mano. Se quitaron los zapatos
antes de entrar en la tienda. Luego cerraron la cremallera y se
acostaron sobre las colchonetas que había en el interior. Ellie
empezó a contarle un cuento, pero no lo terminó porque la pequeña
se durmió. Y Ellie lo hizo poco después.

Cuando Ellie se despertó estaba sola en la tienda. Ni siquiera


se había enterado de que la pequeña había salido. Abrió la
cremallera y salió al exterior. Se encontró a Carter echado sobre una
hamaca en el porche de la tienda donde ella había dormido, leyendo
una novela.
—Hola.
—Hola.
—¿Qué hora es?
—Casi las ocho y media.
—Madre mía. He perdido toda la tarde.
—Necesitabas dormir.
—¿Dónde están todos? —dijo ella sentándose en una silla que
había junto a la tienda para ponerse los deportivos.
—En el río.
—¿Por qué no estás con ellos?
—No podía dejarte aquí durmiendo y sola. Seguramente, de
haber sido por mí no estaría aquí. Pero Jack siempre se pone en lo
peor y me ha dicho que me quedara, por si aparecía alguien.
—Lo siento.
—Yo no. Es agradable estar aquí leyendo a la sombra. Incluso
he dormido unos minutos. ¿Vas a bañarte?
—No. Es un poco tarde. Supongo que Eve está con ellos.
—Sí.
—Iré a verlos.
—Te acompaño —dijo él levantándose.
—¿La hamaca es tuya?
—Hay varias, y son de todos. Las compró Tess cuando
decidieron venir con nosotros. Son de aluminio y muy ligeras. La
verdad es que se descansa de maravilla en ellas.
—Hola, chicos —dijo Ellie cuando llegaron al río.
—Vaya, ya se despertó la bella durmiente —dijo Sean—. ¿Has
dormido bien?
—De maravilla. Ni siquiera me he enterado cuando Brianna se
ha despertado. Esto es precioso —dijo Ellie mirando a su alrededor.
—Hola —dijo la niña saliendo del agua y acercándose a Ellie.
Ellie la cogió en brazos.
—Estoy mojada.
—No importa.
—Cuando me he despertado estabas dormida. Mi papá me ha
sacado de la tienda.
—Es que anoche tuve que quedarme trabajando hasta muy
tarde y estaba muy cansada.
—No terminaste de contarme el cuento.
—Porque las dos nos dormimos, pero te lo contaré hoy cuando
termines de cenar, ¿de acuerdo?
—Vale.
—Si te acuestas a contarle el cuento volverás a dormirte —dijo
Carter.
—He dormido cuatro horas, hoy aguantaré hasta tarde.
—¿Vas a ocuparte tú de la cena? —preguntó Tess.
—Sí. ¿Tenéis hambre ya?
—Yo sí tengo hambre —dijo la pequeña.
—Entonces, tú serás la primera en cenar —dijo Ellie bajándola
al suelo.
—¿Puedo comerme una galleta?
—Claro. Tess, quieres que le quite el bañador mojado y le
ponga el pijama?
—Te lo agradecería. Lo he dejado dentro de la tienda, cuando
entras a la izquierda.
—Vale.
—Ellie, no olvides cerrar del todo la cremallera cuando salgas,
hay serpientes —dijo Jules.
Instintivamente Ellie miró al suelo, cogió de nuevo en brazos a
la pequeña y la abrazó.
Todos se rieron.
—No te preocupes, cielo. Llevamos viniendo aquí un montón de
años y nunca nos han molestado las serpientes —dijo Ryan.
—No muerden si no las provocas —añadió Jules.
—Pero si dejas la tienda abierta o alguna bolsa pueden meterse
dentro. Y sería peligroso si metes la mano. De todas formas, debéis
llevar siempre botas. Así, si os encontráis alguna y la pisáis sin
daros cuenta, evitaréis que os muerda en los pies.
Carter se acercó a ella.
—¿Estás bien? ¿Te has asustado? —dijo sujetándole una de
sus manos.
Al sentir su roce, Ellie perdió el aliento. No podía creer que un
gesto tan sencillo como ese pudiera hacer que todo en ella se
encendiera. De pronto, el miedo que sentía por saber que había
serpientes, se transformó en puro deseo. Se le encendieron las
mejillas de manera violenta, apartó la mano de él y se alejó con la
pequeña.

—¿Dónde habéis dejado la comida? —preguntó Ellie al verlos a


todos allí cuando salió de la tienda con la niña en brazos.
—En el segundo coche de la derecha —dijo Sean.
Habían colocado los cuatro vehículos de espaldas al claro
formando un semicírculo.
—Muy bien.
—Iré contigo —dijo Jack—. He preparado lo necesario para una
barbacoa mientras dormías la siesta. En unos minutos estarán listas
las brasas para poner la carne.
—No se te escapa nada, Jack.
—Ese es mi trabajo. Además, he oído antes que decías lo que
cenaríamos hoy.
—Primero le daré de comer a esta niña, que está hambrienta —
dijo Ellie besando a la pequeña en el cuello y haciéndola reír.
Después de dar la cena a la pequeña Tess la ayudó a lavarse
los dientes.
—Cuando se duerma os ayudaré con la cena —dijo Ellie.
—Puedo encargarme yo —dijo Tess.
—Disfruta de tu marido, tú que tienes uno. Vamos, cariño —le
dijo a la pequeña cogiéndola de la mano y llevándola a la tienda.
—¿Quieres que le lea yo el cuento, mamá?
—No hace falta, solo serán unos minutos. Disfruta de tu padre y
de tus amigos —dijo Ellie cerrando la cremallera de la tienda.
Media hora después estaban todos cenando.
—Pensé que al despertarme de la siesta encontraría un montón
de peces para la cena —dijo Ellie.
—Era el primer día de acampada, necesitábamos relajarnos —
dijo Ryan.
—Y no se puede decir que hayamos estado descansando,
porque hemos montado todas las tiendas mientras dormías una
siesta de cuatro horas —dijo Logan sonriéndole a su amiga.
—Creo que es la primera vez en mi vida que duermo una siesta
tan larga.
—¿Por qué no te has bañado, Ellie? —preguntó Tess—. El
agua estaba buenísima.
—Me he levantado un poco destemplada, después de dormir
tanta horas. Además era tarde.
—¿Te encuentras mal? —preguntó Jules.
—No. Mañana estaré bien.
—¿No se despertará Brianna con las voces? —preguntó Ryan.
—Que va. Está acostumbrada a dormir con ruido.
—¿Vas a encargarte tú de todas las comidas? —preguntó Jules
a Ellie.
—Eso parece. No sé por qué Cath me dio a mí la lista de todos
los alimentos que había preparado y las instrucciones —dijo
sonriendo.
—Puede que te viese como la única perfecta ama de casa —
dijo Sean.
—Pues yo prepararé todas las comidas, pero vosotros os
encargaréis de recoger la mesa y fregar los platos.
—No hay problema —dijo Delaney.
Su mujer lo miró divertida.
—No has fregado un plato en tu vida. Bueno, puede que en la
universidad.
—En la universidad vivíamos juntos y Louise, la madre de
Delaney, contrató a una asistenta que iba cada día —dijo Nathan.
Todos se rieron.
—Yo nunca he tenido servicio en casa —dijo Ellie—. La única
ayuda que he tenido han sido las toallitas húmedas para limpiar el
polvo.
Todos volvieron a reír.
Estuvieron hablando de una cosa y otra. Tan pronto Eve acabó
de cenar se disculpó y se fue a dormir sin esperar a los postres.
—Anoche se quedó hasta tarde ayudándome y se ha levantado
temprano. Está muy cansada —dijo Ellie disculpándola.
Tomaron fruta de postre y luego café con unos pasteles de
crema que había llevado Ellie.
—Tienes unas manos de oro, cielo —dijo Nathan después de
probar uno de los pasteles—. Tus dulces son exquisitos.
—Gracias, Nathan. ¿Sabéis? Antes de conoceros no sabía que
existían hombres como vosotros —dijo Ellie con su natural descaro.
—¿Qué quieres decir? —preguntó Sean.
—Ya sabes, machos alfa: atractivos, amables, divertidos, con
un cuerpo diez, hombres de éxito, millonarios y guapísimos.
Además, todos sois del mismo tipo: seguros de sí mismos y
elegantes. ¡Joder! No tenéis ni un puñetero defecto.
—Yo tampoco, hasta que conocí a mi marido —dijo Tess
sonriendo a su amiga—. Bueno, puede que mucho antes, cuando
conocí a Carter y a Logan. Pero ninguno de ellos son tan perfectos
como piensas, creeme.
—Menos mal, ahora estoy más tranquila.
Todos se rieron.
Carter tenía que reconocer que ese brillo travieso que Ellie
tenía en sus ojos la volvía irresistible.
—Nosotros también podríamos decir lo mismo de vosotras —
dijo Nathan sonriéndoles—. Las tres sois preciosas y con todos los
atractivos de mujeres diez.
—Muchas gracias —dijo Lauren besando a su marido en los
labios.
—Voy a volver a deciros algo que tenéis que tener en cuenta —
dijo Ryan—. Tenéis que llevar siempre las botas puestas. Es cierto
que las serpientes no hacen nada si no se las molesta, pero se
pueden cabrear mucho si las pisáis o tropezáis con ellas.
—¡Oh, Dios mío! —dijo Ellie.
—No tenéis que preocuparos demasiado, pero es mejor no ir
solos a ninguna parte de noche —añadió Jules—. Si vais al aseo,
mejor que otro os alumbre el camino. Por el día no hay problema
porque podéis ver lo que hay a vuestro alrededor.
—Creo que no voy a ir al aseo hasta que volvamos a casa —
dijo Ellie.
Todos se rieron.
—Yo te acompañaré cuando tengas que ir —dijo Carter
dedicándole una sonrisa tan tierna y seductora que hizo que algo
dentro de ella se estremeciera.
—No sé si eso sería aconsejable —dijo Tess—. Puede que las
serpientes sean inofensivas comparadas con Carter.
—Creía que eras mi amiga.
—Y lo soy, pero Ellie también. Y es justo que sepa los peligros
con los que se puede encontrar.
—No te preocupes, Tess. Sabré defenderme de cualquier cosa
que me encuentre entre los árboles.
—No sé por qué te gusta ocuparte de las comidas —dijo Jules
—. Otra en tu lugar ni se le ocurriría ponerse delante de un hornillo,
pasas el día metida en la cocina debido a tu trabajo. —Jules tiene
razón —dijo Ryan—. Deberías hacer meditación, te sentaría bien.
—Meditación —dijo Ellie sonriendo—. Tengo una vida muy
ocupada como para pensar en fusionarme con el planeta.
—Me encanta esta chica. Siempre tiene contestaciones para
todo —dijo Sean.
A Ellie le irritaba darse cuenta de que Carter seguía atrayéndola
igual que años atrás, como si el tiempo no hubiera pasado, y que
bastara que estuviera cerca de ella, o incluso que la mirase con
intensidad, para sentirse excitada.
Ellie lo miró. Estaba sentado frente a ella hablando con Nathan.
Vio como gesticulaba con las manos. Respiró hondo, recordando lo
que aquellas manos habían hecho sobre su piel catorce años atrás.
Pero Carter ya no era ese chico, ahora era un hombre imponente.
Ellie era consciente de los cambios que experimentaba su
cuerpo al tenerlo cerca: la tensión de sus pechos y el
endurecimiento de sus pezones; el calor y la humedad entre sus
piernas. Cosas que estaba sintiendo en ese instante. Desde luego,
no necesitaba mucho para fantasear con él. Mirarlo era más que
suficiente para que en su mente aparecieran los pensamientos más
lujuriosos, y que su sangre se calentara de repente. Ellie echó de
menos su vibrador. Ese fiel amigo que la había acompañado desde
hacía muchos años.
Carter estaba echado sobre la manta, con la cabeza apoyada
sobre su mano, escuchando la conversación que mantenían sus
amigos. Aunque, en realidad, no los escuchaba, se limitaba a
pensar en sus cosas. De vez en cuando miraba a Ellie. Esa chica
había vuelto a su vida y había entrado en ella por la puerta grande, y
con la delicadeza de un huracán. Ellie había conseguido mantenerlo
en una especie de nebulosa y a veces le resultaba muy difícil pensar
con claridad.
Siempre sentía un cosquilleo cuando ella entraba en una
habitación o se acercaba a él. Y no era solo eso: era la forma en
que se movía; el modo en que se ponía el pelo detrás de las orejas;
la manera que tenía de inclinar la cabeza cuando le escuchaba
hablar; la forma en que sus preciosos ojos verdes brillaban cuando
se reía; y la forma en la que lo miraba a veces, como si ella también
lo deseara, como si quisiera rodearle la cintura con las piernas
mientras lo sentía en su interior. Si tuviera que aventurar una
hipótesis, diría que ella se sentía igual de atraída por él, que él por
ella. Se preguntó si debería hacer algo al respecto. Y también se
preguntó si no estaría obsesionado con esa mujer, porque la tenía
en la mente durante el día, y en sus sueños mientras dormía.
De pronto se encontró preguntándose cómo sería besarla.
Deseaba saborear esos labios y explorar su boca con la lengua. Se
preguntó si sería la clase de mujer que le gustaba llevar las riendas
en la cama o si se las cedía a los hombres. ¿Sería desinhibida con
él como en el pasado? ¿Sería tímida en la cama o apasionada?
Tenía demasiadas preguntas, y quería descubrirlas todas.
—Tal vez deberíamos acostarnos —dijo Lauren—. Me estoy
muriendo de sueño.
—Yo también —dijo su marido—. Todos nos hemos levantado
temprano.
—Deberíamos acostarnos todos —dijo Logan.
—Mañana podríamos remontar el río unos cientos de metros y
pescar —dijo Carter—, así no molestaremos a las chicas mientras
se bañan.
—De todas formas, si nos quedáramos aquí no pescaríamos,
porque ellas nos espantarían los peces —dijo Jules.
—¿A qué hora nos levantaremos?
—El primero que se levante, que haga ruido.
—Voy al río a lavarme los dientes —dijo Ellie levantándose.
—Tienes unas piernas increíbles, preciosa —dijo Ryan
levantándose también.
—Muchas gracias. Puede que sea porque hago yoga —dijo ella
de forma coqueta.
—Pues no dejes de hacer yoga.
—¿Por qué flirteas conmigo?
—Porque es divertido, y eres preciosa.
—Además de porque eres la única mujer disponible —dijo Sean
—. Y estoy de acuerdo con él. Tienes unas piernas increíbles.
—Qué bien se siente una cuando es soltera —dijo Tess.
—Cielo, vamos a lavarnos los dientes y nos acostamos. Voy a
demostrarte lo bien que se siente una mujer cuando está casada —
dijo Delaney cogiéndola de la mano.
—Vale —dijo Tess sonriendo a su marido.
—Ellie, hemos dejado botellas de agua sobre la mesa, no hace
falta que vayas al río a lavarte los dientes —dijo Lauren.
—A pesar de los reptiles, necesito ir a hacer pis. De paso me
lavaré los dientes y me refrescaré.
Lo que más necesitaba era refrescarse, pensó Ellie. Porque sus
lujuriosos pensamientos la habían hecho arder.
—Te acompañaré —dijo Carter levantándose.
—Tu amiga, que te conoce bien, ha insinuado que eres más
peligroso que las serpientes —dijo Ellie.
—No creas todo lo que dicen —dijo él cogiendo una linterna.
Ambos cogieron los cepillos y la pasta de dientes y se
adentraron en la oscuridad del bosque.
¡Hostia puta!, se dijo Carter, preguntándose qué tenía esa chica
que con solo tenerla cerca se le fundiera el cerebro.
Carter iluminó una zona detrás de unos árboles y le dijo que
podía orinar allí. Cuando Ellie terminó se acercaron al río. Ellie se
lavó las manos a continuación y se refrescó el rostro con el agua
fría. Luego ambos se lavaron los dientes.
Cuando terminaron, se pusieron de pie. Carter miró esos
carnosos y suaves labios. Dos minutos antes se había preguntado si
la boca de ella sería tan dulce como parecía. El corazón le latía
descontrolado y odiaba esa sensación. Se maldijo a sí mismo por lo
que iba a hacer.
Inclinó la cabeza sobre Ellie hasta alcanzar la boca de ella con
la suya, y la invitó a separar los labios para él. Y ella lo hizo, porque
se moría de ganas de volver a sentir lo que había experimentado
años atrás cuando él la besaba. Y Carter la besó, aunque no con un
beso desesperado. Quería que se quedara con ganas de más.
Desde luego, Carter besaba bien, pero hasta ese momento Ellie
no había sabido cuánto le gustaba besar y que la besaran. Pensó
que podría estar besando a ese hombre durante horas. O podría
quitarse la ropa y obligarlo a que la tomara bajo la luz de la luna.
Con un simple beso Carter despertó en ella un deseo por él que
estaba adormecido en lo más hondo de su ser. Quería sentirlo de
nuevo en su interior. Pero el sentido común ganó y se separó de él.
Ambos caminaron hacia las tiendas sin decir nada.
Carter se preguntaba cuándo había deseado a una mujer tanto
como había deseado a Ellie un instante atrás. Estaba seguro de que
nunca había sentido ese deseo por ninguna. Sabía que con ella no
se trataba solo de deseo sexual, era algo más, mucho más.
Cuando llegaron ya no había nadie, ella le dio las buenas
noches y se metió en su tienda, cerrando del todo la cremallera.
Carter también entró en su tienda. Se puso el pijama y se
acostó. Aunque poco después seguía sin poder dormir. Esa chica le
provocaba un calor y un deseo incontrolables. Y eso solo por un
simple beso. Se preguntaba qué sentiría si la besara de verdad.

Ryan fue el primero que se despertó. Salió de la tienda, subió al


coche donde habían dejado la basura de todo el día anterior para
que ningún animal pudiera hacerse con ella, y fue a llevarla al
contenedor que había a dos kilómetros de allí. Cuando regresó al
campamento, Ellie estaba levantada y preparando café en el
pequeño hornillo de gas.
—Buenos días, preciosa.
—Hola. ¿De dónde vienes? ¿Has ido a echar un polvo a
escondidas?
Él soltó una carcajada.
—Estoy aquí para relajarme y, en parte, para descansar de los
polvos —dijo besándola en la mejilla y sonriéndole.
—Qué sobrado estás. Yo daría lo que fuese por estar cansada
de echar polvos.
Ryan sonrió mirando a Carter que acababa de salir de la tienda
y, sin duda había oído la conversación.
—Aquí lo tienes fácil, hay mucho espacio donde tener intimidad
y unos cuantos hombres entre los que elegir. A mí no me importaría
que me eligieras.
Carter se vio desbordado por la emoción que le embargó en
ese instante. Se preguntó si serían celos. De ser así, sería la
primera vez que los sentía en su vida. Era un sentimiento que no
deseaba, como si un dolor punzante le estrujara el corazón y le
fuera imposible dominar. ¿Desde cuándo sentía celos por una
mujer? Porque no había ninguna duda de que esa furia que sentía
en su interior se debía a los celos.
—Creo que podré contener mis ansias —dijo Ellie sonriéndole
—. Con descansar será suficiente.
—Buenos días —dijo Carter acercándose a ellos.
—Buenos días —dijeron los dos.
Carter vio que Ellie ni siquiera lo miraba, pero distinguió el tono
rosado que había adquirido su rostro de repente y sonrió pensando
que ella sentiría vergüenza por el beso de la noche anterior.
Fueron apareciendo todos, uno a uno, excepto Eve y Brianna. A
quienes despertaron cuando Ellie tuvo el desayuno listo. Preparó
otra cafetera porque todos, excepto Lauren, habían tomado un café
nada más levantarse y se había terminado.
Lauren fue colocando los huevos, el beicon y los tomates fritos
en las bandejas metálicas, mientras Tess ponía en la mesa los
platos, las tazas y los cubiertos. Logan dejó sobre la mesa un plato
con rebanadas de pan que había tostado sobre una parrilla. Y Jack
colocó un tazón con tomate rallado, aceite y orégano para poner
sobre el pan.
—Está todo tan apetitoso… —dijo Lauren.
—Supongo que te refieres a la comida —dijo Ellie sentándose.
—La comida también está apetitosa —dijo la embarazada
siguiéndole el juego y besando en los labios a su marido que estaba
sentado a su lado.
Carter abrió la botella de leche de larga duración y la dejó sobre
la mesa. Sonrió a su hija y a Brianna, que acababan de salir de las
tiendas. Luego se sentó.
Eve puso cereales en un bol y lo colocó delante de Brianna.
Luego sirvió otro para ella y se sentó a la mesa.
—¿Qué planes tenemos para hoy? —preguntó Eve.
—Nosotros vamos a pescar —dijo Ryan—. Hoy comeremos
pescado.
—Estás muy seguro de ti mismo —dijo Lauren.
—Cariño. Los peces están muertos de hambre. Pescaremos
uno cada vez que lancemos la caña.
—¿Tenéis una caña de sobra? —preguntó Eve.
—Si lo dices por ti, te compré una hace unos días —dijo Carter.
—Gracias, papá.
—¿Sabes pescar?
—He ido a pescar muchas veces con Peter y con mi abuelo.
Ellos me enseñaron.
—Estupendo, así traeremos más pescado —dijo Jules.
—¿Qué vais a hacer vosotras? —preguntó Delaney.
—Bañarnos y tomar el sol —dijo Tess.
—Eso suena a gloria —dijo Ellie.
Estuvieron hablando y riendo durante el desayuno. Cuando
terminaron llevaron los platos al río para fregarlos. Al ver que su hija
llevaba chanclas, Ellie se volvió hacia ella.
—¿Que es lo que no entendiste de la frase debéis llevar botas
siempre que dijo Ryan?
—En realidad, no estaba delante cuando lo dijo, pero lo oí. Iba a
ponérmelas luego para ir a pescar.
—¿Sabes lo que significa la palabra siempre?
—Lo siento, mamá.
—No importa, por esta vez. No quiero que te pase nada.
—Lo sé. De todas formas, aquí hay tres médicos.
—Son médicos pero, aunque lo parezcan, no son dioses. Si te
tuviéramos que llevar al hospital se acabarían las vacaciones.
—Tienes razón, no lo había pensado.
—Te acompañaré a que te pongas las botas, y luego me
ayudas a preparar lo de la pesca —dijo Carter.
—Vale.

Después de que los hombres se marcharan, las tres chicas se


pusieron los biquinis y fueron al río con la pequeña. Se echaron
sobre las tumbonas que Jack había llevado y se embadurnaron de
crema protectora. Jack se sentó a leer en una silla a la sombra,
mientras vigilaba a la niña.
—Esto es el paraíso. Os aseguro que no me importaría
quedarme a vivir aquí —dijo Ellie.
—¿Has pensado en los animales que hay? —preguntó Lauren.
—He de reconocer que no me gustan las serpientes, pero con
un poco de cuidado, podríamos llevarnos bien.
—No hay solo serpientes.
—Lo imagino. También odio las arañas. Puede que necesitara a
un hombre para que me defendiera —dijo Ellie sonriendo.
—¿Has pensado en alguno en particular? —preguntó Tess—.
¿Tal vez en Carter?
—No he pensado en nadie. Además, estaba hablando por
hablar. Aquí se está genial y van a ser unas vacaciones fantásticas,
pero estoy empezando un negocio y tengo que sacarlo adelante.
Ellie estuvo hablándoles un buen rato de los planes que tenía
para su futuro inmediato. Luego se quedaron en silencio unos
minutos.
—¿Qué hay entre Carter y tú? —preguntó Tess de pronto.
—Nada.
—Ya sabes que Carter es mi mejor amigo desde mi primer año
de universidad.
—¿Y?
—Me gusta estar al corriente de lo que sucede en su vida.
—En ese caso tendrás que preguntarle a él.
—Para algunas cosas es muy reservado.
—Tess es una cotilla, aunque diga lo contrario —dijo Lauren
sonriendo.
—Ya me ha dado cuenta. De todas formas, vuelvo a repetirte,
que entre Carter y yo no hay nada. Y no lo habrá. No tienes por qué
sentirte celosa. Sé que es tu amigo, y no quiero ofenderte, pero no
podría volver a confiar en él.
—No estoy celosa. Nunca ha habido nada entre Carter y yo.
Somos amigos, tal vez más que amigos, pero nada más. A lo mejor
eres tú quien está celosa de mí —dijo Tess mirándola y sonriendo.
—¿Queréis dejar de decir tonterías? —dijo Lauren.
—Ellie, Carter y yo somos como hermanos desde mi primer año
de universidad. Hermanos en todos los sentidos. No sabes las
veces que discutí con él cuando Delaney y yo éramos novios. Se
portaba como el clásico hermano mayor sobre protector. Te aseguro
que fue horroroso.
—Disculpa, Tess.
—No te preocupes.
—Te equivocas con Carter, Ellie. Te aseguro que es un hombre
serio y de toda confianza.
—Si te hubiera abandonado, como lo hizo conmigo, pensarías
de diferente forma.
—Posiblemente. Pero erais unos críos.
—La desconfianza es muy poderosa. Se extiende rápidamente,
como la mala hierba, y lo invade todo. Y si a la desconfianza le
añadimos el miedo, la complicación se agrava.
—¿De qué desconfías?
—Tengo inseguridades respecto a Carter.
—¿Y de qué tienes miedo?
—Carter quiere acostarse conmigo.
—¿Te lo ha dicho él?
—No hace falta que me lo diga, lo sé.
—¿Y cuál es el problema? Sois adultos y los dos estáis solteros
y sin compromiso. ¿De qué tienes miedo?
—Tengo miedo de acostarme con él y encariñarme. Y que luego
me abandone de nuevo. Tengo entendido que es lo que suele hacer
con las mujeres. Te aseguro que no lo soportaría otra vez.
—Carter no te haría algo así. Tiene una hija contigo, y no va a
arriesgarse a perderla. Eve es muy importante para él. Si quiere
acostarse contigo es porque quiere algo más.
—Sigues estando colada por Carter, ¿verdad? —dijo Tess.
—Digamos que me gusta. De todas formas, no habrá nada
entre nosotros. Pero, aunque Carter me causara un gran dolor al
abandonarme, eso no quiere decir que no pueda apreciar un buen
ejemplar masculino al verlo. Además, es inteligente, guapo y tan
sexy como el pecado. Tendría que estar bajo tierra para no
reaccionar ante un hombre como él —dijo Ellie sonriendo.
—Se te cae la baba cada vez que lo miras. Ese hombre te pone
nerviosa, ¿eh? —dijo Lauren.
—Me temo que sí. De todas formas, lo que más me importa
ahora es la seguridad, la independencia, la amistad y la lealtad.
—¿No consideras importante el amor?
—Soy una romántica empedernida y el amor es muy importante
para mí. Pero, aunque no estoy enamorada, me gustaría creer que
en un futuro encontraré a un hombre que me vea como a su igual y
que quiera compartir su vida conmigo, sin pensar en nuestras
diferencias sociales.
—Buscas un final feliz.
—Yo creo que la felicidad no está en que haya un final feliz,
sino en los pequeños detalles de cada día. Aunque he de deciros
que, aunque no he estado con un hombre desde que tenía quince
años, no me he olvidado del sexo.
—¿Cómo pudiste resistir tantos años sin un hombre?
—Tengo un vibrador.
Las tres sonrieron se rieron. Incluso Jack, que estaba a algunos
metros de ellas, sonrió al escucharla, sin despegar la vista de su
novela.
Permanecieron un rato en silencio hasta que Ellie lo rompió.
—Carter me besó anoche —dijo sin ni siquiera abrir los ojos.
—¿Qué?
—¿Qué has dicho?
—No creo que ninguna de las dos estéis sordas.
—¿Cómo fue?
—Maravilloso. Aunque no fue un beso apasionado.
—Me refiero dónde lo hizo, porque no nos hemos separado en
ningún momento.
—Junto al río, cuando me acompañó a lavarme los dientes.
—¿Y tú te dejaste besar?
—No pude resistirme.
—¿Le devolviste el beso.
—Por supuesto. No soy una maleducada.
Las tres se rieron de nuevo.
Jack las escuchaba mientras leía. Le caía bien Ellie. Conocía su
historia, como todos sus amigos. Había sido muy fuerte durante toda
su vida y la admiraba por ello. Y también la apreciaba. Además,
había hecho un buen trabajo con su hija. Eve le caía realmente bien.
Y deseaba que Carter no la dejara escapar.
—Puede que también te acuestes con él para no ser
maleducada.
—No lo creo.
—¿Hablasteis del beso después de que ocurriera?
—No, no dijimos nada.
—¿Y esta mañana?
—Tampoco.
—Bueno, no es nada nuevo —dijo Lauren—. Al fin y al cabo,
seguro que os besasteis cientos de veces en el pasado.
—Te aseguro que en el pasado Carter no besaba de la misma
forma.
—Supongo que la práctica habrá tenido algo que ver —dijo
Tess.
A Ellie no le gustaba pensar en la práctica que tenía Carter ni
cómo la había adquirido.
—Voy a acercarme donde están pescando.
—¿Qué pasa? ¿No puedes estar tanto tiempo sin ver a Carter?
—No digas tonterías. Voy a asegurarme de que Eve se pone
protector solar. Seguro que lo olvida, y a partir de ahora el sol será
más intenso. ¿Necesitarán cervezas? —preguntó poniéndose el
pantalón corto y las botas.
—Se han llevado una buena remesa, y también agua.
—Le llevaré un plato de hojaldres rellenos salados para
acompañarlas.
—A mí también me vendría bien comer algo —dijo Lauren.
—Prepararé también un plato para nosotras —dijo Ellie
levantándose y dirigiéndose hacia los coches.
Poco después regresó y le dio el plato a Lauren.
—Gracias.
—Brianna, ¿vienes a ver a tu papá?
—Sí, sí, sí.
Jack se levantó para acompañarlas y cogió a la pequeña en
brazos mientras su madre le ponía las botas.

Ellie miraba a Jack mientras caminaban. Llevaba unas


bermudas tipo cargo y una camiseta. Tess le había dicho que
siempre iba armado y eso le preocupaba. Sabía que llevaba un
arma en uno de los bolsillos del pantalón.
Carter se volvió hacia Ellie como si supiera que estaba allí. Le
echó un buen vistazo de arriba abajo. La vio caminar hacia él y
pensó que parecía un ángel que había ido a salvarlo.
—Hola, chicos.
—Hola —dijeron todos.
—Os traemos un tentempié —dijo dejando el plato sobre una
roca.
—Eres nuestra salvación, nos estábamos muriendo de hambre
—dijo Logan.
—¡Menudo cura estás hecho! Eve, ¿te has puesto crema
protectora?
—Iba a hacerlo ahora.
—Ya. Carter, procura que no se olvide, por favor.
—Yo mismo le pondré la crema, descuida.
—Me vuelvo con las chicas.
—¿Por qué no te quedas un rato? Así podremos fantasear
contigo —dijo Sean.
—Fantasear con los peces.
Todos se rieron.
—Vamos, Brianna.
—Yo quiero quedarme con Eve.
—Si te quedas espantarás a los peces y no tendremos nada
para comer —dijo Ellie.
—Ya hemos pescado suficiente para la comida, preciosa —dijo
Ryan.
—Pescad un poco más. Más vale que sobre que no que falte.
—Delaney, voy a volver con Ellie al campamento —dijo Jack—.
No pierdas a la pequeña de vista.
—No le va a pasar nada con nosotros.
Ellie miró a Carter antes de marcharse. Tenía barba de dos
días. Pensó que si volvía a besarla le dejaría marcada la piel
alrededor de los labios. Y eso la excitó. Nunca había sentido la
barba de un hombre, porque Carter no era muy velludo cuando era
adolescente. Esa sombra en su rostro le daba un aire de hombre
sexy y peligroso que la volvía loca.
Carter entrecerró los ojos mirándola, intentando adivinar lo que
pasaba por su mente. Ellie dio media vuelta y desapareció.

Los hombres volvieron a la una. Jack y Logan se encargaron de


limpiar los peces. Delaney, Nathan y Carter ya estaban ocupándose
de encender la barbacoa para asarlos. Ellie preparó una gran
ensalada de tomate y la aliñó con ajo picado, orégano, vinagre, sal y
pimienta. Luego se sentaron a la mesa.
Poco después estaban hablando de Carter y de su carácter.
—Algunas personas le temen —dijo Ryan.
—Seguramente porque posee una escalofriante facilidad de
palabra y las deja boquiabiertas —dijo Ellie—. Pero a mí no me
intimidan sus escogidas y sofisticadas palabras. Recordad que lo
conocí cuando aún las desconocía.
Carter la miró sonriendo.
—Aunque he de reconocer que su sonrisa sí logra intimidarme.
Todos se rieron.
Poco después estaban hablando de los lugares que habían
visitado cada uno de ellos.
—Yo no he viajado a ningún sitio —dijo Ellie—. Lo más lejos
que he estado de casa ha sido al ir a vivir a Nueva York. Y cuando
fui con vosotros a Nueva Jersey, al rancho del abuelo de Lauren.
—Yo te llevaré a ver el mundo —dijo Ryan.
—¿Ese comentario tiene doble sentido? —preguntó ella
divertida.
—No seas mal pensada. Ha sido un comentario de lo más
inocente.
—¿Inocente? Esa palabra no te queda bien.
Ryan la miró riendo. A quien no le hizo mucha gracia fue a
Carter, que no le gustaba que tontearan con ella, aunque lo
disimulaba bien.
Ellie miró a Carter y le dedicó una tierna sonrisa que hizo que a
él le flaquearan las rodillas.
Después de comer, mientras unos recogían la mesa y otros
fregaban los platos, Jules preparó el café y Ellie colocó en la mesa
unos platos con dulces.
—¿Has traído dulces para tomar con el café para todo el tiempo
que estemos aquí? —preguntó Sean a Ellie.
—Yo creo que sí. Hoy hemos comido en el desayuno los
cruasanes porque duros no estarían buenos. Nos quedan un
montón de magdalenas, hojaldres de crema y galletas de varios
tipos.
—Recuerda que estaremos aquí cuatro días más —dijo Logan.
—Ya os he dicho que habrá suficiente.
Delaney empezó a hablar de su hija mientras tomaban el café.
Tess se había acostado a dormir la sienta con la pequeña.
—Me hace gracia porque siempre elige el mismo cuento para
que se lo lea, día tras día. Tú que tienes una hija, ¿sabes por qué lo
hace? —le preguntó Delaney a Ellie.
—Creo que sí voy a poder contestarte. Si tu mujer estuviera
aquí, estoy segura de que también podría hacerlo. Leí muchos libros
sobre todo lo que se podría presentar en la infancia. El cerebro de
los niños no está tan desarrollado como el de los adultos y no tiene
las experiencias y recuerdos de su vida. De manera que todo es
nuevo para ellos. El cuento que le lees cada noche le da seguridad.
Al leérselo varias veces le es familiar y eso la hace sentir bien. Se
siente conectada con algo que conoce y además, seguramente
escucha algo nuevo, algún comentario que añades cada vez que se
lo lees. Esa es una forma de aprender. Y también le gusta escuchar
tu voz, porque pronuncias las palabras de una forma determinada. Y
eso lo asocia contigo. Tu hija está creando recuerdos en su mente.
—Lo que has dicho es muy bonito —dijo Delaney emocionado.
—¿Por qué sonríes? —preguntó Jules a Eve.
—Porque mi madre es fantástica.
Después del café Lauren se acostó un rato con su marido.
Jack se puso a jugar al ajedrez con Eve. El resto se echaron en
las hamacas para descansar, hablando entre ellos.
—Eve, deberías decidirte de una vez —dijo Jack—. Estudias las
piezas como si guardaran el secreto de la vida. Si sigues así me
quedaré dormido.
—Relájate, Jack. Estamos de vacaciones. Tengo que pensar en
todas las posibles jugadas antes de hacer un movimiento.
—No quiero ni imaginar cómo te lo tomarías si hubiéramos
apostado algo.
—Tal vez piense demasiado —dijo dedicándole al hombre una
sonrisa.
—Tranquila. Tú a tu ritmo, yo soy muy paciente.
Ellie evitaba con todas sus fuerzas mirar a Carter. Su atractivo
hizo que los pensamientos de Ellie se disiparan. Algunos hombres
tenían un cuerpo perfecto, un rostro maravilloso, unos ojos que
podían hipnotizarte y una sonrisa que podía eclipsar el sol. Pero
Carter lo tenía todo, pensó. Aquel hombre era como un afrodisíaco
para ella. No le gustaba sentirse incómoda con su presencia, pero
no podía dejar de pensar en el beso de la noche anterior. No podía
olvidar el destello de deseo, calor y necesidad que le había
provocado. Y eso solo con un simple beso. Se preguntaba qué
sentiría si la besara un con beso devastador, como los besos de los
que hablaban en las novelas.
Al ver que Ellie lo estaba mirando, Carter levantó una ceja y
sonrió de lado. Y esa fue la expresión más seductora que ella había
visto en su vida.
Cuando se despertaron sus amigos de la siesta fueron todos al
río a bañarse. Ya no hacía mucho calor y se estaba de maravilla
mojados y echados sobre las hamacas.
Después de cenar Ellie le pidió a sus amigas que la
acompañasen al aseo. Y ellas accedieron porque tenían las mismas
necesidades. Eve se unió a ellas y se encargó de llevar la linterna.
Cuando volvieron Carter estaba sentado en una de las sillas.
Ellie lo miró algo avergonzada porque, sin duda, él había adivinado
que le había pedido a sus amigas que la acompañaran para que no
lo hiciera él. Aunque le dedicó una sonrisa tan insolente y descarada
que Carter no pudo evitar reírse al verla.

Ellie se despertó al amanecer. Decidió ir al río a lavarse el pelo.


Era tan temprano que todos dormían. Cogió la toalla, la pastilla de
jabón y el champú y cerró la cremallera de la tienda. Se sentó en
una de las sillas, ee puso las botas y caminó hacia el río. Y cuando
llegó a la orilla se detuvo en seco al ver a Carter sumergirse en las
aguas claras. Poco después lo vio aparecer de nuevo.
Por Dios bendito, pensó al verlo. Parecía un dios emergiendo
de las profundidades. Con su gloriosa desnudez, bronceado y con el
brillo del agua sobre su piel. Se echó el pelo hacia atrás con las dos
manos y Ellie pudo ver cómo los músculos se le tensaban por ese
pequeño movimiento.
De pronto Carter la vio. Se quedó quieto unos segundos,
observándola y decidiendo qué hacer.
Ellie estaba en shock, embobada, mirándolo de arriba abajo. Y
Carter se sintió tan complacido que empezó a caminar hacia la
orilla. Se agachó para coger la toalla que había dejado sobre una
roca. Con el movimiento, Ellie volvió a la tierra y lo miró a los ojos.
Carter se puso la toalla en las caderas y se acercó a ella que,
aunque había salido de su aturdimiento, aún no se había
recuperado del todo.
—Buenos días, pelirroja.
Ella asintió, porque no podía pronunciar palabra, y Carter
aprovechó para acercarse más a ella. Le metió los dedos entre los
cabellos y la sujetó de la nuca. Luego inclinó la cabeza y la besó.
Ellie se aferró a él rodeándole el cuello con los brazos, para no
caerse al suelo, se dijo a sí misma. La boca de Carter era suave y
cálida. Sabía que no debería sentirse tan a gusto entre sus brazos.
Pero respondió al beso con una pasión descontrolada y pegando su
cuerpo al de él.
El torso mojado de Carter humedeció la fina camiseta que
llevaba. El frío del agua debería haberla enfriado, pero fue todo lo
contrario. Ellie se sentía arder y los pechos le dolían.
Carter empezó a deslizar las manos por su cuerpo, sin apartar
la boca de la de ella. La acariciaba de forma tan sensual que la
estaba haciendo arder.
Carter la besó con ansias, con los labios, con la lengua y con
los dientes, pero con una ternura tan grande que Ellie se apretó más
contra él, gimiendo en su boca.
Hacía tanto tiempo que nadie la besaba que ya no recordaba lo
increíble que era. ¿Y alguna vez lo había sido tanto?, se preguntó.
Seguramente no.
Carter metió una de las rodillas entre las piernas de Ellie y la
apretó de las nalgas para acercarla más a él. Ella se estremeció al
sentir el musculoso y duro muslo de él presionando su sexo y
aliviando ligeramente su deseo.
Carter se sintió muy bien al comprobar que Ellie lo deseaba
tanto como él a ella. Se separó un poco y le acarició los pechos, y
los pezones se le endurecieron al instante. Carter volvió a devorarle
la boca con desesperación.
En el pasado, Ellie y él juntos eran explosivos. Y eso no había
cambiado, sino todo lo contrario. La química que había habido entre
ellos se había incrementado. Cuando estaba cerca de ella, Carter
sentía que la piel le ardía y el mundo parecía reducirse a ella.
Carter la besó de nuevo, de forma descarada y perversa. Y ella
le devolvió el beso con un ansia de la que sabía que se arrepentiría
más tarde. Pero no podía refrenarse, porque el deseo había hecho
que perdiera el control.
La pasión entre ellos aumentó y Carter se apartó de ella con un
suspiro… y una descomunal erección. Pero ella se acercó para
pegarse a él de nuevo.
—¡Santa madre de Dios! —dijo Carter sujetándola de la nuca
para volver a besarla.
Fue tal como Ellie lo deseaba. Un beso salvaje y feroz. Sentía
la boca de Carter, cálida y dura, sobre la suya. Y ella se entregó por
completo a él. Estaba fuera de sí, con la sangre ardiendo en sus
venas y su cuerpo gobernando su mente.
—¡Joder!
Carter estaba sin aliento y se sentía aturdido. No sabía lo que
había esperado al besarla, pero desde luego no se parecía a lo que
había ocurrido. Ellie se encendía en sus brazos.
Carter nunca había experimentado algo similar con ninguna
mujer. Esa primitiva y salvaje ansia que lo devoraba. No podía
pensar en nada más que no fuera poseerla. En tomar todo lo que
quería de ella y saciar la necesidad casi insoportable que sentía. La
deseaba de tal forma que lo tenía asombrado, porque jamás había
sentido nada igual.
Carter se apartó de ella de nuevo. Ellie lo miró aturdida y sin
comprender lo que estaba pasando. Carter se dio la vuelta y caminó
unos pasos hasta llegar a la orilla del río. Levantó el rostro para que
la brisa del amanecer lo sosegara. Luego se volvió para mirarla,
pero Ellie ya no estaba.

Por primera vez en su vida Ellie se portó de manera cobarde.


Cuando su hija se despertó le dijo que había pasado una mala
noche y que iba a dormir un rato más.
Eve salió de la tienda y les dijo a todos que su madre no
prepararía el desayuno porque no había dormido en toda la noche y
estaba muy cansada. Lo prepararon entre Jack y Eve. Y después de
desayunar llevaron las hamacas al río dispuestos a pasar allí la
mañana.
Ellie salió de la tienda a media mañana. Tomó un café y un par
de galletas. Se lavó los dientes y se puso el biquini. Luego se dirigió
hacia el río rezando para que Carter no estuviera. Estaba
avergonzada por cómo se había entregado a él. ¡Por Dios bendito!
Si él hubiera querido, la habría poseído allí mismo. Carter no era tan
amable e inofensivo como había imaginado. Había en él algo…
peligroso. Algo que a Ellie le parecía irresistible.
Ellie respiró profundamente al ver que solo estaban sus dos
amigas y Logan.
—Hola.
—¿Te has recuperado ya de tu mala noche? —preguntó Logan.
—Sí. ¿Dónde están los otros?
—Han ido a explorar.
—¿Por qué no pudiste dormir anoche? —preguntó Tess.
—En realidad, dormí perfectamente.
—Entonces, ¿por qué le dijiste a Eve que no habías dormido y
que estabas cansada? —preguntó Lauren.
—No quería encontrarme con Carter.
—No me digas que tuviste otro encuentro clandestino con él
anoche.
—¿Un encuentro clandestino? —dijo Logan.
—Anoche no, esta mañana al amanecer.
—Me he perdido. ¿Qué está pasando entre Carter y tú? —
preguntó el cura.
—Carter la besó anteanoche, cuando la acompañó a lavarse los
dientes —dijo Tess.
—¿Qué ha pasado esta mañana? —volvió a preguntar Logan.
—Logan, estamos hablando entre amigas, lo que significa que,
aunque seas hombre, no puedes repetir lo que oigas aquí —dijo
Tess.
—Él no puede decir nada porque es sacerdote —dijo Ellie.
—¿Qué tiene que ver que sea sacerdote? No estoy
confesando.
—Pues imagina que lo estás haciendo —dijo Lauren.
—No pensaba decir nada, de todas formas.
—Cuéntanos —dijo Tess.
—Esta mañana me he levantado al amanecer y he ido al río.
Quería aprovechar que estaría sola para asearme y lavarme el pelo.
Al llegar Carter estaba en el agua. Al parecer había pensado lo
mismo que yo. Estaba saliendo del agua, con su gloriosa desnudez,
con esa piel perfectamente bronceada y esos músculos tan
definidos. Estaba guapo como el pecado. Me he quedado
traspuesta, y casi me echo a llorar.
—¿A llorar? ¿Por qué? —preguntó Logan.
—Porque pensé que si le hubiera dicho hace catorce años que
estaba embarazada, podría haber disfrutado de su impresionante
cuerpo durante años.
Logan soltó una carcajada y las dos chicas la secundaron.
—Parece que te ha impresionado la desnudez de Carter —dijo
Lauren sonriendo.
—Es que hace catorce años no tenía ese cuerpo.
—Teniendo en cuenta lo mucho que te atrae Carter, te va a ser
difícil resistirte a hacer el amor con él —dijo Tess.
—¿Te ha dicho Carter que quiere acostarse contigo? —
preguntó Logan.
—No con esas palabras. No ha hecho falta.
—¿Qué ha pasado cuando Carter ha salido del agua…
desnudo? —preguntó Lauren.
—Creo que se ha envuelto una toalla a las caderas. Me he
sentido muy aturdida. Entonces me ha dado los buenos días, como
si haberle visto desnudo fuera lo más normal del mundo para mí.
—Supongo que lo has visto muchas veces desnudo —dijo
Logan.
—Cuando él tenía diecisiete años.
—¿Y qué ha hecho Carter?
—Se ha acercado a mí y me ha besado. Y yo me he portado
como una desvergonzada. Le he devuelto el beso como si él fuese
el último hombre sobre la tierra. Y me he pegado a él como una
lapa. Dios mío, estaba descontrolada. Carter ha empezado a
acariciarme, sin dejar de besarme. Me ha sujetado del culo para
pegarme más a él y he sentido su erección. Ha metido el muslo
entre mis piernas y creí que moriría de placer. Luego ha vuelto a
besarme y yo casi me lo como vivo.
Sus tres amigos rompieron a reír, y Ellie se rio con ellas.
—Luego me ha acariciado los pechos, y ha vuelto a besarme de
forma desesperada. Y yo no me he quedado atrás. Luego se ha
apartado de mí. ¡Dios mío! Estaba tan aturdida y desconcertada que
no sabía ni lo que estaba pasando. Pero no quería que lo que fuera
terminara. Me he acercado a él para besarlo de nuevo. Pero cuando
nos estábamos besando otra vez, él se ha detenido, se ha apartado
de mí y se ha dado la vuelta.
—¿Y qué has hecho?
—Me he ido. Estaba claro que él no quería terminar lo que
había empezado.
—No creo que él no quisiera terminarlo. No querría hacerlo allí
y que alguien os sorprendiera. Como tu hija, por ejemplo —dijo
Logan—. De todas formas, está bien claro que quiere acostarse
contigo. ¿Tú quieres acostarte con él?
—Ese es el problema. Yo no puedo acostarme con él. Antes
debería practicar con otros hombres.
—¿De qué hablas? —preguntó Tess.
—No he estado con un ningún hombre, excepto con él, cuando
tenía quince años. Éramos unos críos. Él habrá estado con cientos
de mujeres desde entonces y habrá mejorado sus habilidades. Pero
yo no.
—Eso no es un problema. A Tess y a mí nos ocurrió lo mismo.
Ya te dijimos que éramos vírgenes cuando conocimos a nuestros
maridos. Puedes decirle que eres virgen.
Los cuatro se rieron.
—Me da miedo y vergüenza no tener experiencia.
—Nosotras estábamos en desventaja porque nunca habíamos
estado con ningún hombre, y no tuvimos ningún problema —dijo
Tess—. Tú estuviste varias veces con él. Y míralo por el lado bueno,
al no ser virgen no te dolerá.
—Logan, dile algo.
—¿Yo?
—Eres nuestro amigo.
—De acuerdo. Ellie no tienes nada de lo que preocuparte. Te
aseguro que a Carter no le va a importar que no tengas experiencia,
sino todo lo contrario. Lo único que has de hacer es dejar que él se
ocupe de todo.
—Ni siquiera debería estar pensando en acostarme con él, no
es el único hombre de Nueva York.
—Cariño, la vida es muy fácil cuando todo va bien, pero los
baches que encontramos en el camino son los que hacen que no
sea aburrida. Además, ayudan a que nos demos cuenta de lo que
realmente es importante, y nos hace fuertes.
—El cura nos ha salido filósofo —dijo Ellie sonriéndole.
—Por lo que nos has contado, te sientes tan atraída por Carter
como él por ti.
—No lo voy a negar. Pero no voy a permitir que haya algo más
que sexo entre nosotros. No quiero mantener una relación con él, no
voy a salir con él.
—Puede que Carter piense como tú y solo quiera acostarse
contigo.
—Será lo más seguro. ¿Qué otra cosa iba a interesarle de mí?
Dejaré que el tiempo transcurra. Lo que tenga que pasar, pasará —
dijo Ellie levantándose de la hamaca—. Voy a lavarme el pelo.
Ellie cogió el champú y se metió al agua.
—¿Creéis que Carter conseguirá llevarla a la cama? —preguntó
Lauren cuando su amiga ya no podía oírles.
—Por supuesto —dijo Tess—. Yo creo que Ellie sigue
enamorada de él. Me atrevería a decir que ha estado esperándole
todos estos años.
—¿Tú qué crees, Logan?
—Que Carter nunca la olvidó. Y que desde que supo que Eve
era su hija, no ha estado con ninguna mujer. Y de eso hace casi un
mes. Os aseguro que no es lo normal en Carter. Supongo que eso
significará algo, ¿no?

Sus amigos volvieron cuando Ellie terminaba de lavarse el pelo.


Carter la miró. Tenía el agua por la cintura. Le vino a la cabeza
lo que había sucedido esa mañana, en ese mismo lugar. Ninguna
mujer había conseguido excitarle de aquella manera. Tuvo que
meterse en el agua para ver si el frío bajaba su erección.
Ellie lo miró y el color tiñó sus mejillas. Desvió la mirada de su
cuerpo y salió del agua.
Y Carter se hundió en las frías aguas, pero sin apartar la mirada
de ella. Desde luego, esa chica tenía un cuerpo impresionante. No
tenía nada que ver con la niña que conoció años atrás. Ahora era
una mujer con curvas donde tenían que estar. Contempló cómo se
desenredaba el pelo, ese pelo que parecía una hoguera cuando el
sol se posaba sobre él.
Eve entró al agua y se acercó a Carter. Y él dejó de pensar en
la madre de su hija.
Ellie se echó en la hamaca. Llevaba semanas engañándose a
sí misma. Había hecho la cosa más estúpida que podría haber
hecho en la vida. Se había enamorado de Carter. Se había vuelto a
enamorar de Carter, rectificó sus pensamientos. ¿Había dejado de
quererlo alguna vez?, se preguntó. Sentía que estaba profunda y
completamente enamorada de él. Y eso la asustó. No sentía lo
mismo que había sentido años atrás. Aquello era algo insignificante
comparado con lo que sentía ahora. Era un sentimiento tan intenso
que sentía dolor en el corazón. Pero podía echar marcha atrás
cuando quisiera, pensó convencida.
Carter y Ellie habían estado todo el día jugando al ratón y al
gato. Él se mantenía alejado de ella, porque no podía olvidar lo que
había sucedido esa mañana, y la forma en la que ella se había
entregado a él, sin ningún tipo de reserva. De haber querido, la
habría follado allí mismo. Pero eso no podía suceder. No podía
arriesgarse a que su hija apareciera y los sorprendiera. Sabía que si
se acercaba a Ellie la volvería a besar a la más mínima oportunidad
que se le presentara.
Y ella huía de él como de la peste. Se sentía avergonzada por
su comportamiento. ¡Por Dios! Si incluso él había tenido que
apartarse de ella, dos veces, porque lo estaba agobiando.
Carter la había estado observando mientras comían. Cuando
sus miradas se cruzaban, ella la apartaba rápidamente.
Carter sabía que estaba enfadada con ella misma, sus ojos y
sus labios lo dejaban claro. Pero lo único que hacía su enfado era
resaltar lo atractiva y apasionada que era. Le fascinaba la forma en
que ella se reía por algo que había dicho alguno de sus amigos;
miraba cómo se colocaba el pelo detrás de la oreja; cómo se llevaba
el tenedor a la boca o lo movía en el aire cuando hablaba de algo;
cómo le brillaban los ojos cuando sonreía; cómo se encendía su
pelo con los rayos del sol… Carter jamás había imaginado que ella
pudiera sentirse también atraída por él. Pero estaba claro que era
así. Recordó el último verano que pasaron juntos. Ambos sentían
una chispa cada vez que se rozaban o se tocaban. Y tenía que
reconocer que, a pesar del tiempo que había pasado, esa chispa
seguía ahí.
Ellie lo miraba de vez en cuando desde la lejanía cuando
hablaba con alguno de los chicos. Había una poderosa presencia en
él que pocos hombres tenían, exceptuando los que estaban allí. Era
tan masculino… No era un hombre que te hiciera pensar en escenas
románticas, sino en encuentros secretos y placeres prohibidos. Ellie
imaginaba que las mujeres lo perseguirían, al igual que harían con
todos los hombres que los acompañaban en ese momento, pensó
sonriendo. Todos ellos eran hombres de primera.
Carter estaba dentro de su tienda. Seguía despierto y mirando
el techo, a pesar de que hacía más de una hora que se había
acostado. Intentaba recordar cuándo había deseado estar con una
mujer, sin pensar en el sexo. Solo estar en su compañía, hablar de
sus cosas, bromear, sin contar el tiempo que faltaba para llevarla a
la cama. Después de darle vueltas al asunto decidió que nunca
había deseado eso con las mujeres con las que había salido. Hasta
que Ellie apareció de nuevo en su vida.
Capítulo 10
—Qué rápido pasa el tiempo —dijo Ellie mientras desayunaban
—. Ya han pasado la mitad de las vacaciones.
—Sí, el tiempo pasa volando, sobre todo, cuando estás de
vacaciones —dijo Tess—. Aunque yo quiero volver a casa para ver a
Chris.
—Si no fuera por nuestro hijo, yo tampoco querría volver —dijo
Delaney—. Es agradable estar sin hacer nada.
—No digas tonterías —dijo Nathan, su abogado—. No
aguantarías ni dos semanas sin hacer nada. Y he de admitir que yo
tampoco.
—Puede que tengas razón.
—Yo creo que tampoco podría estar mucho tiempo sin trabajar
—dijo Sean—. Me gusta demasiado mi trabajo, pero reconozco que
me ha venido bien este descanso. Estar aquí en plena naturaleza es
relajante.
—¿Por qué crees que venimos nosotros durante tantos años?
—dijo Carter.
—Nuestro trabajo es estresante. Estamos bajo presión y
preocupados por las vidas de nuestros pacientes, demasiado a
menudo —dijo Ryan.
—Cuando volvemos al trabajo, después de estar aquí unos
días, nos sentimos como nuevos —añadió Jules.
—A mí también me sienta bien —dijo Logan—. Y os aseguro
que lo necesito.
—Oh, sí, desde luego. En tu iglesia te matas a trabajar —dijo
Carter a su amigo.
—La iglesia no me estresa. Pero me gustaría verte a ti en la
escuela tratando con un puñado de adolescentes maleducados y
contestones. Por suerte, Lauren va a darles clase de informática un
par de veces a la semana y los mantiene interesados y entretenidos.
Y también ayuda que Eve vaya a ayudarles con los deberes.
—Yo no tengo ese problema porque no trato con adolescentes,
sino con sus madres. ¿Cómo se portan contigo los chavales, Eve?
—preguntó Tess.
—Me tratan muy bien —dijo ella sonriendo—. Aunque he de
admitir que me cuesta que me presten atención. Pero cuando lo
hacen, todo va sobre ruedas.
—Es una profesora excelente —dijo Logan—. Y lo más
destacable es la paciencia que tiene con los chicos.
—Se parece a su padre —dijo Carter.
—Tú eres de todo menos paciente, aunque no en el trabajo.
¿Qué me dices de ti, preciosa? —le preguntó Ryan a Ellie—.
¿Tienes ganas de volver a casa?
—No. Yo preferiría quedarme a vivir aquí con los animales del
bosque.
—¿Incluidas las serpientes?
—Sí. Me encanta esto. Y lo estoy pasando genial. Aunque,
claro, sin vosotros no sería lo mismo.
—Yo podría quedarme para hacerte compañía —dijo Ryan.
—No dudo de que fueras una buena y amena compañía. Pero
por otra parte, quiero volver a casa. Y no lo digo por lo grande y
bonita que es —dijo mirando a su hija y sonriéndole—. Quiero volver
al trabajo. Mi contable me ha dicho que encontrará la forma de
poder comprar un local. Y yo tengo plena confianza en ella. Así que
estoy ilusionada por volver. Aunque voy a aprovechar al máximo el
tiempo que nos queda de estar aquí.
—Ahora ya no tendremos vacaciones hasta Navidad —dijo
Jules.
—A final de año iremos a mi casa de las montañas. Supongo
que vosotras también vendréis —preguntó Carter a Tess y a Lauren.
—Nosotros iremos —dijo Tess—. Aunque no sé si llevaremos a
Chris.
—Ya tendrá casi un año y gateará —dijo Carter.
—Ya veremos —dijo Delaney.
—Nosotros no creo que vayamos —dijo Nathan—. Nuestro
bebé nacerá en noviembre.
—Tu mujer ya estará casi recuperada, y el aire de las montañas
le sentará bien. Al igual que a vuestro bebé —dijo Carter.
—Somos muchos para ocuparnos de los niños —dijo Tess—. Y
hablando de muchos. Estoy pensando que tu cabaña no tiene
habitaciones para todos.
—Y hay que añadir a Jack, que vendrá con nosotros —dijo
Delaney.
—Bueno, tendremos que compartir las habitaciones y compraré
un par de sofás cama. Nos apañaremos. Solo serán cinco o seis
días —dijo Carter—. Ahora no hay tiempo, pero voy a ampliar la
casa en la primavera. Sean, avísame cuando tengas tiempo.
—De acuerdo.
—No os he preguntado si vendréis con nosotros porque lo he
dado por hecho —dijo Carter mirando a Ellie.
—Nos organizaremos para ir.
—Estupendo. Eve, ¿cuándo empiezas el instituto?
—El lunes, catorce.
—¿Tienes ganas de volver? —preguntó Tess.
—Solo estuve unos días en el nuevo instituto, porque nos
mudamos a Nueva York en Mayo y no tuve mucho tiempo para
hacer amigos. Pero sí me apetece volver. Prefiero ir a clase y estar
ocupada.
—Espero que no nos abandones en la escuela —dijo Logan.
—Claro que no. Iré los días acordados. Además, puedo hacer
los deberes allí y estudiaré cuando vuelva a casa.
—Estupendo.
—Después de desayunar podríamos dar un paseo remontando
el río —dijo Jules—. Hay una zona a unos dos kilómetros de aquí
donde los animales van a beber.
—Y hay unos acantilados impresionantes donde anidan las
águilas —dijo Ryan.
—Es una buena idea —dijo Logan.
—¿Qué animales viven en estos bosques? —preguntó Ellie—.
Además de serpientes.
—Hay un montón de ardillas —dijo Eve—. Y cuando fuimos a
pescar vimos una familia de mapaches.
—Esta vez no los hemos visto, pero hay unos murciélagos rojos
asquerosos —dijo Carter.
—Y unas salamandras enormes, miden casi un metro —dijo
Ryan—. Yo no sabía que existieran salamandras tan grandes.
—También hay halcones y águilas —dijo Logan—. Es fantástico
verlos volar.
—En el lugar al que iremos hoy hemos visto en ocasiones
linces, zorros, venados... —dijo Jules—. Una vez vimos un oso
negro con su bebé.
—¿Habéis visto alguna vez una serpiente? —preguntó Lauren.
—No —dijo Carter—. Pero sabemos que hay varias clases,
entre ellas, de cascabel.
—Yo vi anoche luciérnagas. He reservado un bote de cristal.
Esta noche cogeré unas cuantas para Brianna —dijo Eve.
—Gracias, cielo —dijo Delaney a la niña.
—¿Qué son luciérnagas? —preguntó la Brianna.
—Son unas mariposas pequeñas que tienen luz.
—¿Como una bombilla?
—Algo así. Pero bombillas muy pequeñitas.
—¿Y las vas a meter en un bote?
—Solo para que las veas, pero luego las soltaremos, porque de
lo contrario se morirían.
—Yo no quiero que se mueran.
—Yo tampoco.
—¿Has cogido antes luciérnagas? —preguntó Sean.
—Cuando era pequeña iba a coger con mi padre.
Ellie miró a Carter y vio que no le gustaba que hubiera tenido
otro padre. Imaginó que pensaría que era él quien tenía que haberla
llevado a coger luciérnagas.
Cuando acabaron de desayunar empezaron a levantarse todos.
—¡Ay! —dijo Ellie.
Todos se volvieron hacia ella.
—¿Qué te pasa? —preguntó Carter acercándose rápidamente.
—Me ha picado algo.
—¿Te ha picado o te ha mordido?
—Solo he notado un pinchazo en el muslo —dijo levantándose
—. ¡Oh, Dios mío! Se me está hinchando.
—Siéntate. ¿Qué te ha picado? —le preguntó Carter.
—No lo sé. Puede que haya sido solo un mosquito.
Carter la cogió en brazos y la llevó a una hamaca para
acostarla en ella. Jules se acercó a él con el maletín de emergencia
que siempre llevaban con ellos.
—Puede que haya sido una araña —dijo Ryan arrodillándose
en el suelo para examinar el lugar exacto donde le había picado.
—Yo me inclino más por una abeja —dijo Jules.
—Puede que tengas razón —dijo Ryan—, creo que tiene un
aguijón clavado. Carter, pásame las pinzas.
—Puede que sea alérgica —dijo Carter dándole las pinzas—.
¿Eres alérgica a las abejas?
—No lo sé, nunca me ha picado una. Se me está hinchando
mucho, ¿no creéis?
—Estoy seguro que era una abeja —dijo Ryan sacándole el
aguijón.
—Prepararé una inyección —dijo Jules.
Cuando la tuvo preparada le pasó la jeringuilla a Ryan.
—Esto te dolerá un poco, preciosa.
—No te preocupes, lo soportaré.
—¿Se va a poner bien? —preguntó Eve preocupada.
—Claro —dijo Carter—. En unas horas estará como nueva.
—Pasaremos la mañana bañándonos, en vez de ir a los
acantilados —dijo Lauren.
—De eso nada. Podéis ir vosotros. No quiero que
desaprovechéis el día. Yo me quedaré aquí descansando.
—No os preocupéis. Yo me quedaré con ella —dijo Carter—, y
controlaré la hinchazón.
—No hace falta que te quedes conmigo.
—Me quedaré, aunque no quieras.
—Yo también me quedaré —dijo Eve.
—No, cariño. Quiero que vayas con ellos. Sé cuánto te gustan
los animales, y las especies que han mencionado no suelen verse
en la ciudad.
—Papá, ¿seguro que se va a poner bien?
—Completamente.
—Tiene el muslo muy hinchado.
—Es la reacción normal de una alergia —dijo Ryan—, pero tan
pronto la medicación haga efecto volverá a la normalidad. No te
preocupes, tu madre se pondrá bien.
Carter y Ellie estaban tumbados en dos hamacas a la sombra.
Ninguno de los dos habló durante un rato. Carter no quería que se
sintiera incómoda por estar con él a solas.
—¿Qué comeremos hoy?
—Me temo que vamos a comer los restos de lo que nos queda.
Reservaré huevos para los dos días que tenemos que pasar aquí y
comeremos los que sobren. Esta tarde deberíais pescar algo para la
cena, al igual que mañana y pasado mañana.
—No hay problema. Hay peces en abundancia.
—Tenemos bastantes tomates para ensalada. Y zanahorias y
patatas. No nos moriremos de hambre.
Unos minutos después Carter se incorporó y se sentó en la
hamaca. Acarició con los dedos la hinchazón del muslo de Ellie, que
ya estaba bajando.
—¿Te duele?
—No.
No le dolía nada. Lo único que sentía eran los dedos de él
deslizarse sobre su muslo, y el latido desbocado de su corazón, que
le golpeaba dentro del pecho. Tenía miedo de que él notara lo
alterada que estaba.
—No te preocupes, estoy bien —dijo ella incorporándose y
sentándose de lado en la hamaca.
Carter se levantó y ella lo hizo también. Cometió el error de
hacerlo del lado en el que se encontraba él, porque sus rostros
quedaron uno frente al otro, y muy cerca. Ellie levantó la mirada
para encontrarse con la de él, con esos ojos dorados, como la miel
líquida, que la fascinaban.
Una ola de sentimientos invadieron el interior de Ellie con tanta
rapidez que no fue capaz de guardar las distancias, ni de rechazar
los labios de Carter cuando se posaron sobre los suyos. No supo
cómo había sucedido. Se estaban mirando y de pronto sus labios
estaban unidos. Ni siquiera se le pasó por la mente protestar.
Carter la acercó a él, cogiéndola de la cintura y la besó de
manera insistente mientras movía las caderas contra las de ella, con
todo el descaro del mundo.
Ellie se sentía aturdida y seducida, y la tentación de disfrutar de
ese momento era difícil de contener. El placer que sentía con su
beso y el sensual balanceo de sus caderas se concentró en su
centro del placer.
Carter se separó y ella lo miró. Él pudo ver el deseo en sus
ojos.
—¡Joder! —dijo Carter.
La sujetó de la nuca y la acercó a él para besarla de nuevo,
haciendo que se pusiera de puntillas. Se dijo a sí mismo que no
estaba siendo nada delicado con ella, como se había propuesto que
haría. Pero no se pudo contener y arrasó su boca devorándola,
hasta que la conciencia de Ellie se derritió. Ella se maldijo a sí
misma. Porque siempre había sucedido lo mismo con él. Cada vez
que él la había besado, había perdido el sentido. Y ahora con mayor
razón, porque no besaba igual que en el pasado.
Ellie le rodeó el cuello con los brazos y metió los dedos entre
sus cabellos, pegándose a él. Carter avanzó hacia delante hasta
que la espalda de Ellie chocó contra un árbol y la aprisionó con su
poderoso cuerpo. Carter soltó un gemido sin despegarse de su
boca.
Ellie le subió la camiseta y él se la sacó por la cabeza. Carter
hizo lo mismo con la de ella y se echó un poco hacia atrás para
contemplarla. Tenía los labios hinchados por su beso y el pelo
revuelto. Bajó la vista por su escote y la detuvo en el sujetador de
encaje color rosa. Empezó a deslizar sus dedos por encima de la
prenda en una suave caricia. Le rodeó los pezones, que se pusieron
duros al instante. Cogió uno de ellos y lo pellizcó, y Ellie sintió una
ola de deseo que le cortó la respiración por un instante.
Carter la pegó a su cuerpo y la besó de nuevo con
desesperación. El corazón de Ellie le golpeó con fuerza en el pecho
y la sangre empezó a desplazarse por su cuerpo a toda velocidad.
Carter la sujetó de la nuca con una mano y de la cadera con la otra
acercándola más a él. Podía sentir el calor que ella desprendía y su
cuerpo respondió rápidamente sin poder disimular la excitación que
sentía.
A medida que la pasión y el desenfreno los invadía, el cuerpo
de Ellie iba apoyándose en él, derretida por la lujuria. Se besaban
como si fuera a acabar el mundo en los siguientes segundos.
La extrema situación en la que se encontraba, los roces
devastadores de su lengua, los mordiscos en sus labios y los
suaves gemidos que Carter hacía cada vez que cambiaba la cabeza
de posición, hicieron que las sensaciones atravesaran a Ellie
desbordándola y se sintió agobiada.
Dios, si un solo beso de ese hombre podía ser tan delicioso…,
pensó Ellie, apartándose de el con el corazón alterado. Besarlo era
tan maravilloso como lo había sido años atrás. Carter se aferraba a
ella de forma desesperada. Ellie pensaba que en el pasado sus
besos habían sido apasionados. Pero no tenían nada que ver con
ese beso, que la estaba consumiendo por completo. Se sintió
aturdida, desorientada y su mente se había convertido en un
auténtico caos.
Carter metió la mano dentro del pantalón corto de ella y le
acarició el sexo por encima de las bragas, hasta que ella acercó las
caderas más a él. Sintió como si hubiera esperado toda la vida para
tocarla, para acariciarla y para saborearla. Los besos que habían
compartido no lo habían saciado en absoluto, lo único que habían
conseguido era encenderlo todo.
Hacía tiempo, demasiado, que no sentía aquella súbita oleada
de deseo puro. Ellie se preguntó si la había sentido en realidad
alguna vez.
Carter introdujo la mano en su ropa interior. Sus dedos
comenzaron a deslizarse sobre el clítoris con suavidad. Y Ellie
estuvo a punto de gritar. Se sentía aún más aturdida y
desconcertada que unos minutos atrás, y el placer que sentía era
enloquecedor. Y Carter no la dejaba respirar, porque estaba
devorándole la boca. Por primera vez en catorce años deseó con
todo su corazón que un hombre la hiciera perder el sentido. Carter
recogió en su boca el grito que soltó Ellie cuando se corrió.
Pasaron unos minutos así, pegados el uno al otro. Ella
abrazándolo y con el rostro escondido en la curva de su cuello.
—Me he dado cuenta de que me equivoqué contigo— susurró
ella en su oído con la cabeza apoyada en su hombro.
—¿En qué te equivocaste?
—Pensé que eras solo una cara bonita y un cuerpo
impresionante. Pero eres mucho más que eso —le dijo Ellie al oído.
—Tu halago me abruma —dijo él besándola en el pelo.
Carter sentía un placer desconcertante y se le tensaron todos
los músculos del cuerpo debido a la lujuria.
Ellie sentía su erección en su bajo vientre y se conmovió.
—Debería hacer algo contigo —dijo ella separándose un poco y
mirándolo avergonzada.
—No te preocupes por mí. Ya me devolverás el favor en otro
momento.
—Tengo que sentarme.
—Claro —dijo Carter—. Vuelvo enseguida.
Ellie había pensado, después de que la besara el día anterior,
que Carter era intenso. Pero esa palabra no era la adecuada para
describir lo que acababa de experimentar. Su pulso seguía latiendo
de forma descontrolada y sentía correr la sangre caliente por sus
venas. Deseó que eso no la hiciera sentir bien. Pero se sentía
genial.
Desde que Carter se había disculpado por haber cortado con
ella catorce años atrás, los sentimientos de Ellie se habían
intensificado y le costaba conciliar el sueño por las noches. No
podía dejar de pensar en él. De fantasear con él. Le gustaba cuando
él le sonreía y cuando la miraba de manera insistente. Todo había
sucedido muy rápido. Había pasado de estar resentida con él a la
desconfianza. Luego había cambiado la desconfianza por el
aturdimiento, la confusión y el miedo. Y a continuación se había
sentido fascinada por ese hombre desconocido, que no tenía nada
que ver con el adolescente con el que había hecho el amor tantas
veces en el pasado.
No quería pararse a pensar en cuales eran los sentimientos que
tenía por él. Carter tenía un aire de aplomo y magnetismo que hacía
que ella se sintiera segura cuando él estaba cerca. Estaba cada vez
más preocupada. Ese hombre era el perfecto príncipe azul de los
cuentos, con quien había soñado desde que era adolescente. Pero
era demasiado bueno para ser la realidad. Y sabía, además, que era
tan inalcanzable como una estrella.
Sonrió al darse cuenta de que lo único que quería era que
llegara el momento en que él volviera a besarla y experimentar de
nuevo todas las sensaciones que la habían invadido.
Ellie vio a Carter caminar hacia ella. Estaba mojado. Las gotas
de agua brillaban sobre su piel bajo el sol. Sin duda se había
bañado para que le bajase la erección.
Ellie había aparecido en su vida como una ráfaga de viento
fresco y frío, para enviar al infierno la serenidad que lo
caracterizaba, pensó Carter mirándola mientras se acercaba a ella.
Cuando llegó a la hamaca, donde había estado echado minutos
atrás, la arrastró y la puso a un par de metros de la de Ellie, al sol.
Luego se acercó a ella, se agachó y le rozó el muslo.
—La hinchazón ya ha bajado —dijo él.
Luego se sentó en su hamaca, se echó sobre ella y se puso las
gafas de sol.
—Sí, ya estoy bien.
—Siento lo de antes.
—¿Sientes haberme besado?
—No. Siento haberlo hecho cuando no te sentías del todo bien.
Si quieres saber a qué eres alérgica, pásate por el hospital y me
encargaré de que te hagan las pruebas necesarias.
—No hace falta. Si vuelvo a venir de acampada, estarás tú y tus
amigos. Y parece ser que venís muy preparados.
Estuvieron un rato sin decir nada hasta que Carter rompió el
silencio.
—Fui un cobarde y un egoísta por dejarte.
—Totalmente de acuerdo contigo —dijo ella sin ni siquiera
mirarlo.
—Si no lo hubiera hecho, habría estado todos estoy años al
lado de nuestra hija.
—Si hubieras sabido que estaba embarazada, puede que te
hubieras casado conmigo…
—¿Puede? —dijo él interrumpiéndola—. Por supuesto que me
habría casado contigo.
—Y puede que nos hubiésemos separado unos meses
después. Tú no me querías.
—Yo te quería, Ellie.
—Es posible que sintieras algo por mí, pero no lo suficiente
como para vivir juntos. De lo contrario no me habrías abandonado.
—Ya te pedí disculpas por ello.
—No te estoy echando nada en cara. De hecho, no pensaba
mencionarlo nunca más. Has sido tú quien ha sacado el tema.
—Eres una mujer muy valiente.
—Cuando tienes una hija de quien ocuparte, es fácil ser
valiente. Simplemente haces lo que tienes que hacer. Además, no
estuve sola. Nunca me faltó la ayuda y el apoyo de Peter. Él trató
siempre a Eve como si fuera su hija y eso nunca lo olvidaré. Y
también tenía a mis padres y a mis suegros.
—Pero te casaste con un hombre de quien no estabas
enamorada para guardar las apariencias y viviste trece años con él.
Podrías haberte casado igualmente conmigo.
—Sí, podría haberlo hecho. Y de ti, sí estaba enamorada.
Puede que no estuviera enamorada de Peter, pero sí le quería, y le
quiero. Sigue siendo mi mejor amigo. Y tengo mucho que
agradecerle por haberse casado conmigo.
—Tenemos que hablar de lo que hay entre nosotros.
—Entre nosotros no hay nada.
—Creo que estoy loco por ti.
—No digas tontería, Carter. Lo único que te sucede es que
estás intrigado por mí. Por si todavía existe esa complicidad que
teníamos en la cama.
—¿Has dicho por si todavía existe? ¿No crees que es
evidente?
—De todas formas, eso no tiene nada que ver con los
sentimientos. Tú y yo no nos conocemos.
—Yo te conozco bien, pelirroja.
—No me conoces en absoluto. Ya no soy aquella niña que
conociste.
—Desde que te vi en casa de Delaney la primera vez, me he
preguntado cómo sería volver a hacer el amor contigo.
—Pues quítate esa pregunta de la mente, porque tú y yo no
vamos a volver a estar juntos.
—Supongo que sabes que decir algo así es un reto para un
hombre.
—Olvídate de la atracción que sentimos.
—Somos adultos y podemos controlar nuestras necesidades. Y
la atracción entre nosotros es más que evidente. ¿Qué tendría de
malo que mantuviésemos una relación física?
—No voy a ser una más en tu lista de conquistas. No me
acostaría contigo ni aunque fueras el último hombre sobre la tierra.
—¿Estás segura? Porque todas las veces que te he besado me
has correspondido.
—Eso eran simples besos.
—¿Simples besos? —dijo él sonriendo.
—Sí.
—Hace unos minutos ha sido más que un simple beso.
—Carter, me enamoré de ti una vez y me rompiste el corazón.
No quiero ofenderte, pero no confío en ti.
—¿Siempre planeas con quien vas a acostarte? Creo que te
tomas el sexo muy a pecho. Tal vez deberías respirar, relajarte y
dejarte llevar para ver lo que sucede.
—Puede que lo haga, pero no contigo.
—Me deseas tanto como yo a ti.
—No voy a negarlo. Estás bueno de narices —dijo ella
sonriéndole—. Pero hay más peces en el río, Carter. Cometí un
error al acostarme contigo. No volveré a hacerlo.
—¿Cometiste un error? Si no te hubieras acostado conmigo,
Eve no estaría aquí.
—Eso es lo único bueno que saqué de ti. El resto todo fueron
mentiras y decepciones.
—Yo nunca te mentí. El día que me despedí de ti…
—¿El día que te despediste de mí? —dijo ella interrumpiéndolo
—. No te despediste de mí. Cortaste conmigo.
—Bueno, pues el día que corté contigo te dije toda la verdad.
Yo también te quería.
—No me hagas reír. Tú no sabes lo que es querer a una
persona. No tienes ni idea de lo que ha sido mi vida en todo el
tiempo que estuvimos sin vernos. Podría decirte que viví en el
infierno, aunque no me hubiera faltado de nada.
—Yo también he sufrido.
—Por favor, no me hagas reír.
—Parece que piensas que he sido muy feliz.
—Es posible que no lo hayas sido, así y todo, has vivido la vida
que querías y tenías planeada vivir, mientras te olvidabas de mí.
—No me olvidé de ti.
—¿En serio? Carter, yo he vivido de recuerdos. Recreando en
mi mente todas las veces que tú y yo estuvimos juntos. Cada beso
tuyo, cada caricia, cada palabra de amor que me dijiste. No puedes
imaginar cuánto te quería. Te alejaste de mí tan pronto encontraste
un resquicio por el que poder escapar.
—Estás siendo cruel conmigo.
—¿Eso crees? Yo creo que lo que te molesta es oír la verdad.
—Esa no es la verdad.
—Al día siguiente de que cortaras conmigo me escondí para
que no pudieras encontrarme. Había pasado toda la noche llorando,
preguntándome qué iba a ser de mi vida. No quería verte. No quería
que vieras el aspecto que tenía, después de no haber pegado ojo en
toda la noche y que, además de no sentir nada por mí, me tuvieras
lástima. Cuando llegué a casa me sentía vacía, estaba
completamente rota. No pude comer en semanas. Mis padres
estaban muy preocupados por mí porque, además de no comer,
había dejado de hablar en casa. No salía de mi cuarto. Perdí varias
semanas de instituto. Tú eras mi vida, lo habías sido durante seis
años. Nunca te lo dije, pero desde que abandonábamos el
campamento cada año, contaba los días hasta que llegara el
siguiente verano, y rezaba para que volvieras a ir el próximo año.
Solo tenía ganas de desaparecer. De hecho, en un par de ocasiones
estuve a punto de tomarme un frasco de pastillas que tenía mi
madre para dormir, y así acabar con mi vida. Y eso, sin saber que
estaba embarazada. Cuando me enteré de que llevaba un bebé
dentro de mí me pregunté qué había hecho mal para merecer todo
eso. Cuando me abandonaste dejaste un vacío dentro de mí. No
quería admitirlo, pero ahí estaba, profundo y oscuro. Estuve
esperándote unos cuantos días, esos días se convirtieron en
semanas, y las semanas en meses. Pensaba que aparecerías en
cualquier momento, pero no sucedió. Luego me consolé cuando
empecé a sentir al bebé dentro de mí. Incluso me sentí ilusionada.
Me alimentaba mejor, pensando en él. Te esperé, incluso, después
de casarme. Te esperé durante años, Carter —dijo ella sonriendo,
aunque él vio como le brillaban los ojos por las lágrimas retenidas—.
Hasta que comprendí que tú no irías a buscarme. Y entonces me
convencí de que tal vez tú hubieras tenido razón y yo no era buena
para ti, porque era de una clase social muy inferior a la tuya. Así que
no vuelvas a decirme que me querías, porque mientras tú estabas
en la universidad, cosa que yo no pude hacer, y te divertías con tus
amigos y salías con chicas, yo estaba criando a tu hija. Pero sabes,
a pesar de lo mal que lo pasé durante un tiempo, siempre he
agradecido que me dejaras embarazada, porque tu hija fue quien
me salvó de la desesperación a la que tú me habías llevado. Y me
aferré a ella, como si fuera un ancla que me mantuviera a flote.
—Ellie, nunca te deseé ningún mal. Y que cortara contigo y no
volviera a verte, no significa que te olvidara.
—Seguro que te acordaste de mí muchas veces… mientras
estabas con otras mujeres.
—Ellie, no voy a volver a hacerte daño.
—Ya me lo has hecho. Cuando te vi aquí, después de tantos
años abriste heridas muy dolorosas que tenía en mi interior y que
creía que estaban curadas.
Ellie se levantó de la hamaca y entró en su tienda. Cinco
minutos después salió con el biquini y las chanclas.
—Hay cosas que se quedan dormidas en lo más profundo de
nuestro ser y cuando menos lo esperas vuelven a resurgir —dijo
Carter.
—¿Qué significa eso?
—Nunca te he olvidado, Ellie.
—No digas tonterías, Carter. Voy a bañarme.
—No deberías llevar chanclas.
—Si se cruza en mi camino una serpiente en estos momentos
tendrá problemas —dijo alejándose de él.
Carter se maldecía a sí mismo por lo que le había hecho años
atrás. Sabía por lo que Ellie había tenido que pasar, estando casada
con un chico a quien no quería y, encima, homosexual. Había
renunciado a su vida de adolescente para ocuparse de su hija. Se
sentía muy mal porque lo había conmovido con sus palabras.
Cuando Ellie volvió se echó sobre la hamaca y se puso las
gafas de sol.
—Siento todo lo que tuviste que pasar.
—Ya pasó. Y mereció la pena.
—Con tu sacrificio.
—Volvería a hacerlo por tener a Eve. Tenemos que hablar de
algunas cosas —dijo ella sin mirarlo.
—Estoy de acuerdo.
—No quiero que tú y yo discutamos, por el bien de nuestra hija.
No quiero que piense que hay malos rollos entre nosotros. Además,
tenemos amigos en común. Supongo que podremos ser amigos.
—Supongo —dijo él.
—Lo de hace un rato no volverá a pasar. No quiero que vuelvas
a besarme.
Carter la miró durante un buen rato sin decir nada.
—No lo haré, si es lo que quieres.
—Sí, es lo que quiero. En cuanto a nuestra hija. Podrás verla
cuando te apetezca. Puedes ir a casa cuando quieras.
—¿Y si estás acompañada?
—¿Crees que voy a llevar a algún tío a mi casa estando mi
hija? Ahí me demuestras lo poco que me conoces. Eve es mayor y
puede tomar decisiones. Me refiero a que si quieres llevarla a
comer, a cenar, de viaje o a ver a tus padres, solo tienes que
preguntarle a ella. Siempre que no interrumpas su horario escolar.
—Muy bien. No has hablado de dinero.
—No tengo que hablar de dinero contigo.
—Pero yo sí.
—No necesito tu dinero.
—Has mantenido a nuestra hija durante trece años sin recibir ni
un céntimo de mí.
—He dicho que no necesito tu dinero.
—Me importa una mierda lo que necesites. Hablaré con Nathan
y él me dirá cuánto dinero debería haberte pagado desde que
descubriste que estabas embarazada. Y te lo daré. Y tú lo
aceptarás. Quieres un local y una casa y ese dinero te ayudará a
conseguirlos.
—Carter. Cuando te dije que Eve era tu hija lo primero que me
dijiste fue que querías una prueba de paternidad. Pensabas que
quería engañarte para conseguir dinero. Si acepto tu dinero ahora
volverás a pensar lo mismo.
—Cometí un error. Pero no tiene nada que ver con esto. Es un
dinero que te debo y tienes que aceptarlo. No me gusta deber nada.
Y cada mes te pagaré lo que me corresponda.
—De acuerdo, hablaré con Eve a ver qué le parece.
—Añadiré un extra por todos los regalos que debería haberle
hecho a ella y a ti durante todos estos años. Y para que le compres
la ropa que necesite. A no ser que quieras que la lleve yo de
compras.
—No, yo me encargaré. No quiero que la malcríes.
—Y quiero que compres la casa cuanto antes, no quiero que mi
hija viva allí.
—¿Crees que a mí me gusta que viva allí? Nos mudaremos
cuando encuentre lo que busco y pueda pagarlo.
—Y otra cosa. No tienes que preocuparte por la universidad, yo
me haré cargo.
—Me siento como una inútil que no puede mantener a su hija.
—Ya te has encargado tú de hacerlo durante muchos años,
ahora lo haré yo.
—Hablas como si estuviéramos divorciados.
—Si hubiéramos estado casados no me habría divorciado de ti.
—Hola, mamá —dijo Eve apareciendo por detrás de las tiendas.
—Hola, cariño.
—¿Cómo te encuentras? —preguntó sentándose en un lado de
la hamaca de Ellie y besándola.
—Muy bien. La hinchazón ha desaparecido. Tu padre la ha
estado controlando.
—Estupendo. Hola, papá —dijo levantándose para besarlo.
—Hola, cielo.
—¿Habéis visto animales?
—Unos cuantos. Luego os enseñaré las fotos. Ahora voy a
ayudar a Tess a preparar la comida.
—Os ayudaré —dijo Ellie incorporándose.
—No hace falta —dijo su amiga apareciendo en el claro.
—Ya estoy bien.
—Quédate tumbada —dijo Ryan sentándose a su lado y
acariciándole el muslo arriba y abajo—. ¿Te duele?
—No, estoy bien.
—Eso ya lo sé, preciosa.
Carter perforó a su amigo con la mirada y él le sonrió.
Ellie permaneció echada mientras veía a todos trastear en los
hornillos y dejando cosas sobre la mesa. De pronto Brianna se
acercó a Carter y le dio un conejito de peluche. Y él lo sostuvo en la
mano el tiempo que estuvo hablando con Sean. Ellie se rio en voz
baja porque jamás habría imaginado que un hombre pudiera estar
tan sexy con un conejito de peluche en la mano. Carter la miró y vio
que lo miraba sonriendo. Entrecerró los ojos pensando por qué lo
miraba tan contenta.

Dos guardas forestales se presentaron en el campamento.


—Buenos días —dijo uno de ellos adelantándose.
—Hola, Michael —dijo Carter.
—Hola, Carter. Él es Sam, mi compañero.
—Un placer.
Logan, Ryan y Jules se acercaron para saludarlos.
—¿Va todo bien?
—Sí, genial. Hemos venido a pasar unos días.
—Nunca soléis venir tantas personas.
—Nos acompañan unos amigos con sus mujeres —dijo Carter
presentándoselos a todos—. Y esta es mi hija, Eve.
—Pensaba que eras soltero.
—Y lo soy, pero tengo una hija. Y esta es Ellie, su madre.
—Es un placer conocerte, Michael. Y a ti también, Sam —dijo
Ellie sonriéndoles.
—El placer es nuestro. Supongo que no hace falta que os diga
que no se pueden hacer hogueras en verano.
—Ya lo sabemos —dijo Ryan—. Sabes que siempre traemos
hornillos.
—¿Coméis con nosotros? —preguntó Ellie.
—Gracias, pero ya hemos comido. Tenemos que acabar el
recorrido. ¿Habéis tenido algún problema? ¿Habéis visto a alguien
por aquí?
—No, todo ha estado tranquilo —dijo Carter.
—A mí me ha picado algo esta mañana y se me ha hinchado el
muslo —dijo ella sonriéndoles. Los dos chicos deslizaron la mirada
hacia sus muslos instintivamente.
—Parece ser que soy alérgica a lo que me picó. Pero ya estoy
bien. Estar rodeada de médicos es una maravilla.
—Sin duda lo es. Nos alegramos de que estés bien.
—Gracias.
—Os dejaremos para que sigáis con lo vuestro. Si tenéis algún
problema, ya tenéis mi teléfono. Aunque sabéis que la cobertura no
es muy buena aquí.
—Lo sabemos. Gracias —dijo Jules.
—Me ha alegrado veros —dijo Michael.
—Igualmente.

Ellie se sentó en una de las sillas porque no la dejaban hacer


nada.
—No hacía falta que coquetearas con ellos —dijo Ryan a Ellie.
—¿Qué dices? No estaba coqueteando. Nunca he coqueteado
con ningún hombre. No sabría hacerlo.
—No digas tonterías. Has estado coqueteando con todos
nosotros desde que te conozco. Y se te da realmente bien. Y esos
tíos no podían apartar la mirada de tus piernas.
—¿Y qué pasa? ¿Estás celoso?
Todos se rieron.
—Es que es difícil apartar la mirada de sus piernas —dijo Sean.
—¿Ves como tengo razón?
—Menudo zalamero estás hecho —dijo Ellie dándole un codazo
en las costillas.
—Eso ha dolido.
—¿Ahora eres un blandengue?
—Preciosa, yo nunca he sido un blandengue —dijo Ryan
dándole un rápido beso en los labios—. Y te lo demostraré cuando
quieras.
—Dios, eres imposible. No entiendo por qué sigues
coqueteando conmigo.
—Puede que sea porque eres un bombón.
—Coquetear es importante —dijo Delaney sonriéndole—. Hay
que hacerlo para que la sangre te corra por las venas.
—Chicos, llevad todo esto a la mesa —dijo Tess.
A Ellie le habría gustado no estar sentada enfrente de Carter.
Sentía su corazón acelerado y la intranquilidad en todo el cuerpo,
simplemente, porque él había desviado la mirada hacia ella, una
mirada larga y penetrante, antes de que una sonrisa apareciera en
sus labios, despertando de nuevo su deseo. Un deseo que ella
también podía ver claramente en los ojos de él. Y ese
descubrimiento hizo que se sonrojara y apartara la mirada de Carter,
porque parecía ser capaz de ver en ella lo que nadie más había
visto nunca, si dejaba que mirase suficiente tiempo.
—Ese color te sienta genial —dijo Carter mirándola.
Ellie lo miró sin comprender de qué hablaba.
—Me refiero al rubor de tus mejillas. El sol te sienta realmente
bien.
Ellie sabía que no pensaba que fuera debido al sol, estaba
segura que sabía que estaba pensando en cuando la había besado.
Y no se había equivocado.
—Carter tiene razón —dijo Ryan que estaba sentado junto a
ella—. Estás deliciosa. Los ojos te brillan y, además, te favorece
estar despeinada. No pareces la misma chica de Nueva York.
—Parece ser que no te das por aludido —dijo Ellie—. Si sigues
flirteando conmigo voy a tener que darte una paliza.
Esas palabras hicieron que todos se rieran, excepto Carter. Y
tampoco le gustó que Ryan le rodeara los hombros a Ellie para
acercarla a él y le diera un sonoro beso en la mejilla.
Ellie desvió la mirada hacia Carter y se dio cuenta de que la
miraba con una intensidad que no supo a qué se debía

Por la tarde los hombres, excepto Jack, se fueron a pescar. Ya


no les quedaba nada para las comidas y las cenas. Ellie y sus
amigas se quedaron tomando el sol junto al río. La pequeña estaba
en la orilla llenando de piedrecitas uno de sus cubitos de playa
ayudada por Eve. Y Jack estaba sentado en una silla, sin apartar la
vista de las niñas.
Aprovechando que su hija nos las oía, Ellie le contó a sus
amigas lo que había pasado, después de que Carter la besara,
nuevamente.
—¿Le dijiste que no volviera a besarte?
—Sí.
—¿No quieres que vuelva a besarte?
—Es que cuando me besa estoy en sus manos. Me siento
vulnerable.
—Carter no volverá a besarte. Te aseguro que es un hombre de
palabra y si dijo que no lo haría, no lo hará.
—Lo sé.
—Ellie, ¿estás enamorada de él?
—Estoy empezando a pensar que sí. Siempre lo he querido. Y
lo más probable es que nunca deje de quererlo.
—¿Y entonces?
—Eso no significa que pueda estar con él. ¿Cómo voy a
confiarle mi corazón, otra vez?
—Deberías hacerte una pregunta.
—¿Qué pregunta?
—Si te da más miedo que te haga daño de nuevo o que volváis
a distanciaros sin saber si lo vuestro podría haber funcionado.
—Estoy aturdida y desconcertada. ¿Qué probabilidades hay de
que te encuentres con el mismo imbécil dos veces?
—Ellie, en Nueva York puede suceder cualquier cosa. Hay
imbéciles por todas partes —dijo Lauren riendo.
—Aunque yo te diría que Carter tiene bien poco de imbécil. Yo
creo que está loco por ti —dijo Tess.
—Yo pienso lo mismo. ¿Por qué no te relajas y te dejas llevar a
ver qué sucede entre vosotros?
—Porque no confío en él.
—Y parece ser que tampoco confías en ti misma cuando estás
con él.
—Es que no le encuentro ningún sentido a que quiera
arriesgarme de nuevo.
—¿Por qué crees que tiene que tener sentido? Lo único que
tienes que hacer es estar con él y ver qué sucede.
—No voy a permitir que pase nada entre nosotros.
—¿No crees que es tarde para eso? Ya han pasado cosas
entre vosotros. Muchas cosas, diría yo.
—Porque no pude resistirme. Lo único que quiero es
protegerme.
—Llevas años protegiéndote. Esa es la razón de que no hayas
salido con ningún hombre. ¿No crees que ya va siendo hora de
darte una oportunidad?
—Una oportunidad, ¿para qué?
—Deberías aceptar lo que te ha ofrecido. Tengo entendido que
Carter es muy bueno en la cama —dijo Tess.
—¿Cómo lo sabes? ¿Has estado con él?
—Ya sabes que no. Pero si no fuera bueno, las mujeres no lo
perseguirían para repetir con él. Te ha dejado claro que ahora la
pelota está en tu tejado. De manera que si quieres que haya algo
entre vosotros, o que te bese de nuevo, tendrás que ser tú quien dé
el primer paso —dijo Tess.
—Soy consciente de ello. También hablamos de Eve y sobre…
dinero.
—¿Te ha ofrecido dinero?
—Ya me lo ofreció hace unas semanas y lo rechacé. Pero esta
vez ha sido diferente.
—¿A qué te refieres?
—Esperad un momento. Creo que esto debe oírlo mi hija. Eve,
¿puedes venir un momento, por favor?
La niña se acercó a ellas y se sentó en una hamaca que había
vacía.
—Esta mañana tu padre y yo hemos estado hablando de
algunas cosas. Y de dinero.
—¿Y?
—Me ha dicho que va a pedirle a Nathan que averigüe cuánto
dinero debería haberme pasado de tu manutención, de haber sabido
que tenía una hija.
—Ya le dejaste claro que no querías dinero.
—Y he vuelto a hacerlo. Pero dice que tenía que haber
contribuido con tu manutención y que me lo debe.
—Yo creo que Carter tiene razón —dijo Tess—. De haber
sabido que tenía una hija, se habría hecho cargo de todos sus
gastos.
—Yo estoy de acuerdo —dijo Lauren.
—¿Tú qué dices? —preguntó Ellie a su hija.
—Yo pienso lo mismo. Entiendo que tengas tu orgullo y no
quieras aceptar nada de él… por lo que te hizo. Pero las cosas han
cambiado. Sé que entre vosotros no hay nada, pero él me quiere, y
yo a él. Si tuviera un trabajo normal que le permitiera llegar solo a
final de mes, pensaría que es una estupidez, pero tiene dos
trabajos, y todos sabemos lo que ganan los médicos. Tú te hiciste
cargo de todos mis gastos desde que nací. Según me dijiste, Peter y
tú pagabais los gastos de la casa a medias, pero mi ropa y todos los
extras que necesité los pagaste con tu trabajo, a pesar de que eso
no era lo que quería Peter.
—Para Peter siempre has sido su hija.
—Lo sé. Yo estoy totalmente de acuerdo, mi padre debería
haber contribuido, de haber sabido que yo existía.
—¿Tú qué dices, Jack? —le preguntó Ellie.
—Todos sabemos que Carter tiene mucho dinero, y no solo por
su trabajo. Si no aceptases lo que él considera que debería ser tuyo,
se sentiría mal. Además, piensa que será una buena cantidad,
teniendo en cuenta la edad de vuestra hija. Y con ese dinero podrías
comprar una casa, y puede que pagarla en su totalidad. Y él se
sentiría recompensado porque su hija viviría en un lugar mejor.
—Tiene razón, mamá. Podríamos tener nuestra propia casa.
—Pero es que quiere seguir pagando tu manutención y añadir
un extra para tu ropa y los regalos que nunca te ha hecho. Y
además, quiere hacerse cargo de los gastos de la universidad.
—Él obró de manera egoísta hace catorce años cuando cortó
contigo. Ahora no estás sola, somos dos. ¿Por qué no podemos
obrar nosotras de manera egoísta con él? Jack tiene razón.
Podremos comprar un piso con un local en la parte de abajo para tu
negocio.
—Siento como si estuviera robándole.
—Tú no le vas a robar nada, mamá. Te has ocupado de mí
desde que nací. Eres la mejor madre que podría haber tenido.
Hablaré yo con el papá, si no te importa, y le diré que estoy de
acuerdo con su decisión.
—Muy bien.
Eve volvió con Brianna y se acostaron en la orilla que había un
palmo de agua.
—Tu hija es increíble —dijo Tess.
—Sí. Estoy muy orgullosa de ella.
Los hombres llegaron con la pesca. Unos fueron a preparar la
barbacoa y los otros fueron a limpiar y lavar los peces en el río,
alejados de donde se bañaban. Logan se acercó a Ellie, que estaba
sola, y se sentó en la hamaca de al lado.
—Te noto distraída. No estás aquí, ¿verdad?
—Lo siento. No estaba en ninguna parte —dijo ella sonriéndole.
—Debes tener cuidado con ese sitio.
—¿Qué sitio?
—En el sitio donde estabas. A ese lugar es donde van las
almas que se sienten solas. Y muchas de ellas no consiguen volver.
—¿Eso tiene algo que ver con tu iglesia?
Logan le guiñó un ojo y se levantó para reunirse con sus
amigos.

Había sido un día extraño para Ellie. Estaba echada en la


tienda. Era tarde y suponía que todos estaban dormidos. Pero ella
no podía conciliar el sueño. Recordaba que Carter había insistido en
acostarse con ella, haciéndola razonar con el intento. Y ella lo había
rechazado con un no rotundo. Sabía que él no volvería a
mencionarlo, por mucho que la deseara. Y eso, en parte, la hacía
sentir realmente mal. Ahora sabía que no habría sexo entre ellos, ni
más besos. Pensó en lo que Carter le había dicho: si hubiéramos
estado casados no me habría divorciado de ti. ¿Eso significaba que
ella le importaba?
Había imaginado en más de una ocasión que se acostaba con
él y que ella mantenía sus sentimientos al margen del sexo. Ahora
ya no tenía que preocuparse por mantener alejado su corazón,
porque no habría sexo entre ellos.
Sabía que enamorarse de Carter en el pasado había sido
inevitable. Sus sentimientos por él se habían ido incrementando año
tras año. Hasta que él cortó con ella. Pero también sabía que seguir
enamorada de él sería un auténtico desastre. Lo que tenía que
hacer era intentar olvidarlo y dejar de fantasear con él. Pero, ¿cómo
podía hacerlo si tenía en su mente todo lo que había sucedido entre
ellos en los últimos días?
Ellie se preguntaba si Carter sentiría el mismo vacío que ella
sentía en su interior. No había sabido de qué se trataba hasta que él
había puesto sus manos sobre ella de nuevo. Era el deseo sexual
reprimido durante tantos años. Desde que la había besado por
primera vez no había podido dejar de pensar en él. Y estaba
aterrorizada porque cuando volviera a casa ya ni siquiera lo vería.
Por supuesto que él no sentiría ese vacío, se dijo. Lo había llenado
con amantes mientras que ella había estado pasando los días, las
semanas, los meses y los años en completa soledad. Y ahora,
después de haberla besado y de haberla tocado, tenía que volver a
la soledad del pasado. Por suerte tenía a Eve, y su negocio. Se
centraría en el trabajo para sacarlo adelante, y estaría tan ocupada
que no le quedaría tiempo para pensar en él.

Había amanecido un nuevo día. El último día de acampada,


porque al día siguiente volverían a casa.
La noche anterior Brianna se durmió antes de que Eve la llevara
a coger luciérnagas, pero esa noche la entretendría para mantenerla
despierta.
El día transcurrió con normalidad. Ellos estuvieron pescando y
ellas tomando el sol y descansando. Las tres comidas las pasaban
hablando y riendo.
Carter y Ellie hablaban como si no hubiera pasado nada entre
ellos. Aunque ella sabía que estaba enfadado, porque no había
aceptado de buena gana su rechazo. Carter lograba ocultarlo a los
demás, pero no a ella.
Ellie veía en él una expresión peligrosa, pero muy atractiva, que
hizo que se alterara. A Carter le gustaba que se sintiera así en su
presencia. Y le gustaba aún más comprobar que cuando se
acercaba a ella demasiado no sabía adónde mirar por los nervios.
Pero reconocía que no era una cobarde, porque permanecía ahí, sin
apartarse.
Eve mantuvo a Brianna despierta hasta que oscureció. Luego
cogió el bote de cristal, al que su padre le había hecho unos
agujeros en la tapa y se fue con Jack, que llevaba a la pequeña en
brazos. Cogieron un montón de luciérnagas, que la pequeña llevaba
en el bote orgullosa para enseñárselas a todos.
Cuando Eve vio que Brianna estaba que se caía de sueño
decidió que era el momento de soltar a los insectos. Fue un gran
espectáculo ver todas esas lucecitas flotando en la oscuridad y
desapareciendo entre los árboles.

Llegó el miércoles, el día de su partida. Decidieron marcharse


después de desayunar. Todos tenían que levantarse temprano al día
siguiente y consideraron que era mejor irse con tiempo para
organizarse.
—Eve, ¿te apetece pasar conmigo el próximo fin de semana?
—preguntó Carter.
—Claro. Mamá, ¿no te importa quedarte sola?
—Por supuesto que no.
—Estupendo. Te recogeré el viernes por la tarde cuando
termine la consulta.
—Vale.
—No hace falta que te quedes sola, Ellie —dijo Logan.
—No me importa estar sola. Así adelantaré trabajo.
—Yo iba a invitarte a pasar el fin de semana en mi casa.
Todavía no la has visto. Y tengo piscina —dijo el sacerdote.
—Siempre venís a casa los sábados —dijo Tess a Logan—. Y
te digo lo mismo a ti, Carter.
—Eve y yo iremos a jugar el partido, luego iremos a vuestra
casa a bañarnos y comeremos con vosotros, como hacemos
siempre —dijo Carter.
—Ellie y yo también iremos – dijo Logan.
—Ryan, ¿vendrás a jugar con nosotros? —preguntó Sean.
—No lo sé. Los sábados no pongo el despertador para
levantarme.
—¿Y tú, Jules?
—Yo tengo guardia en el hospital el sábado.
—Tengo entendido que nunca habéis ido jugar el partido con
ellos —dijo Eve a los dos médicos—. Deberíais ir, aunque solo sea
una vez. Os aseguro que os divertiréis. Los chicos contra los que
jugamos piensan que ninguno de los que están aquí saben jugar y
se burlan de ellos.
—Hasta que nos cansamos y les damos una paliza —dijo
Delaney.
—Has dado por hecho que iría contigo a tu casa y ni siquiera
había aceptado la invitación. Pero creo que es una buena idea —
dijo Ellie a Logan—. Iremos a tu casa, Tess.
—Muy bien.
—Te pediría que llevaras alguna de tus especialidades para
tomar con el café? —dijo Delaney—, pero ahora que sé que no nos
las vas a cobrar, no puedo hacerlo.
—Vas a invitarnos a todos a comer, ¿no? Cuando a uno lo
invitan siempre ha de llevar algo.
—¿En serio? Porque ninguno de ellos trae nada jamás —dijo
Stanford señalando a todos los de la mesa.
—Tu mujer no nos invita por el simple placer de nuestra
compañía, sino porque se aburre contigo —dijo Logan.
—Podrías haberte inventado cualquier cosa, pero en cuanto a
lo de aburrido te equivocas. Nunca me he aburrido al estar a solas
con mi marido —dijo Tess sonriendo y besando a Delaney en los
labios—, es de lo más creativo. Pero he de reconocer que me gusta
teneros a todos en casa.
—Y a nosotros nos gusta estar allí —dijo Carter.
—Ahora vamos a vuestra casa porque Chris es pequeño —dijo
Nathan—, pero cuando nazca nuestro bebé tendréis que ir todos a
la nuestra.
—Ya lo sabemos —dijo Tess—. Son las normas. Siempre
iremos a casa del que tenga el hijo más pequeño.
—Eso descarta la casa de Carter, porque Eve ya es mayor y,
además, no está casado —dijo Lauren.
—Y no tiene piscina —añadió Sean—. Y la piscina es
importante para el verano.
—Eso cambiará pronto. He decidido que voy a comprar una
casa con un gran jardín. Y por supuesto tendrá piscina —dijo
sonriendo.
Ellie lo miró. Le sorprendía que Carter fuera puro fuego cuando
estaba con ella, en un instante pasar a ser frío como el hielo y de
repente sonreír y parecer el hombre más tierno del mundo. Ese
hombre le parecía totalmente contradictorio.
—¿Lo dices en serio? —preguntó su hija.
—Por supuesto.
Al ver a su hija tan contenta de que su padre comprara una
casa Ellie se sintió algo intranquila. Se preguntaba si Eve preferiría ir
a vivir con Carter.
—De hecho, ya he hablado con una inmobiliaria. Les llamaré
para que nos enseñen algunas propiedades este fin de semana.
—Estupendo.
Cuando terminaron de desayunar comenzaron a recoger las
cosas. No tuvieron que guardar nada de comida porque se lo
terminaron todo.
Colocaron las pequeñas maletas y las bolsas de viaje sobre la
gran mesa y las hamacas. Luego sacaron todo lo de las tiendas y lo
dejaron sobre las sillas.
Eve se encargó de enrollar las esterillas y las colchonetas y
poner las almohadas en las bolsas que tenían para ello.
Jack, Ryan y Jules se ocuparon de desmontar las tiendas y
guardarlas en las fundas.
—Es una lástima que tengamos que irnos —dijo Tess mirando
el gran vacío que habían dejado las tiendas.
—Sí, es una pena. Voy a echarte muchísimo de menos —dijo
Carter abrazándola por detrás y besándola en el cuello.
—Nos veremos el sábado —dijo ella sonriéndole.
—Así y todo, te echaré de menos. Y a ti también, preciosa —le
dijo abrazando a Lauren y acariciándole la barriga.
Logan miró a Ellie y vio las lágrimas retenidas en sus preciosos
ojos.
—Aparta tus manos de mi mujer —dijo Nathan, que estaba
plegando las hamacas y las sillas.
—No te pongas celoso, abogado.
Ellie cerró su maleta y empezó a meter la ropa de su hija en la
otra, sin levantar la cabeza ni mirar a nadie.
Una hora después lo tenían todo recogido. Se despidieron
antes de subir a los coches. Carter fue muy efusivo al despedirse de
Tess, de Lauren y de Eve. Pero a Ellie le dijo un simple: hasta la
vista.
Ellie tenía un nudo en la garganta y ni siquiera pudo pronunciar
una sola palabra.
Por suerte la calurosa despedida del resto de sus amigos hizo
que Ellie se sintiera mucho mejor.
Logan abrió la puerta del copiloto de su Lexus todoterreno para
que Ellie subiera. Eve se sentó detrás y el cura se sentó al volante.
Fueron los primeros que se marcharon, porque Logan quería alejar
a su amiga de Carter lo antes posible.
Capítulo 11
Logan subió a casa de Ellie el viernes siguiente por la tarde. Eve
y ella habían hecho unas entregas, pero no pudieron repartirlo todo.
Logan le dijo que lo meterían todo en su coche y lo repartirían antes
de ir a su casa. Y Ellie estuvo de acuerdo, así evitaría encontrarse
con Carter, que pasaría a recoger a su hija.
Ellie se sorprendió al ver la casa de Logan.
—Vaya, no esperaba que tu casa fuera así.
—¿Así cómo? —preguntó Logan.
—Tan grande. No es una casa sino una mansión.
—Ya te dije que era la casa de mis abuelos —dijo él entrando el
coche en el garaje.
La puerta de acceso a la casa desde el garaje estaba en el
recibidor y entraron en él.
—¡Dios mío! —dijo ella al verse en aquel recibidor inmenso.
—Sí, sé que es muy grande, pero solo utilizo parte de la casa,
el resto está cerrado y los muebles cubiertos con sábanas.
—¿Por qué?
—Para que no cojan polvo y no se estropeen.
—No. Quiero decir que por qué vives aquí si no disfrutas de
toda la casa.
—Me gusta vivir aquí, siempre me ha gustado —dijo dejando la
maleta en el suelo—. Te enseñaré las estancias que utilizo.
—Vale.
—Este es el salón —dijo él abriendo la puerta.
Los suelos eran de láminas anchas de roble, que brillaban de lo
suaves que estaban. Unas maravillosas alfombras de Aubusson
cubrían algunas zonas del salón. Había dos sofás muy grandes con
el tapizado en tonos marrones y rojos. Todo era elegante, pero no
ostentoso. Era una estancia para sentirse cómodo en ella. Una de
las paredes contrastaba con el resto de la habitación por los
aparatos de última generación que había en ella. Había una pantalla
en la pared enorme.
—Está muy ordenado y limpio. Y es muy grande.
—No lo utilizo mucho que digamos. Después del trabajo en la
iglesia voy a la escuela y me quedo allí hasta tarde. Cuando vuelvo
a casa solo tengo ganas de cenar y acostarme. Aunque de vez en
cuando veo alguna película. La estancia de al lado también la utilizo
—dijo saliendo del salón y entrando en la habitación de al lado—.
Era el despacho de mi abuelo y ahora el mío.
—Los muebles son una maravilla.
—Sí.
Luego abrió la puerta que había a continuación. Era un aseo
enorme.
—Es precioso. ¿Has cambiado algo de la casa? —preguntó
Ellie cuando salieron.
—No. Paso tan poco tiempo aquí que ni siquiera me lo he
planteado. Las puertas que hay a continuación son salones que no
utilizo. Las dos primeras puertas del otro lado eran la salita de mi
abuela y su despacho, y la siguiente otro aseo. Puedes verlos todos
mañana.
—Vale.
—Te mostraré la cocina —dijo Logan caminando hacia ella
seguido por su amiga.
—¡Hala! —dijo Ellie entrando—. Es una maravilla.
—Sí, mi abuela era una buena cocinera. Ella se encargaba de
las comidas, a pesar de que tenía servicio.
—¿Tú tienes servicio?
—Viene una señora a limpiar las habitaciones que uso una vez
a la semana. Y una vez al mes viene con su hija y limpian toda la
casa a fondo. Les lleva dos días hacerlo.
—¿Esa mujer cocina para ti?
—No. Aunque no lo parezca, me defiendo bien en la cocina.
Carter y yo vivíamos en un apartamento cuando estábamos en la
universidad y aprendimos a cocinar con vídeos de Youtube y recetas
de nuestras madres.
—Eso está bien. Es una cocina increíblemente preciosa.
—Gracias. Vamos arriba. Me he dado cuenta de que no te has
cambiado. Supongo que porque no querías entretenerte para no
encontrarte con Carter. Eve me dijo que la recogería al terminar la
consulta —dijo mientras subían la escalera.
—Sí. Si quieres que salgamos a cenar tendré que ducharme y
ponerme ropa adecuada.
—No hay prisa. Arriba no hay mucho que ver —dijo mientras
subían la escalera—. Solo utilizo dos de las habitaciónes. La mía y
la de Carter. A veces viene a cenar cuando no le apetece salir y
pasa la noche aquí. Tiene ropa y las cosas de aseo. Esta es mi
habitación —dijo abriendo la puerta.
—Muy bonita, y muy grande también.
—Sí. Y esa puerta es el baño.
—Este baño es como mi cocina de grande —dijo ella
asomándose.
—La habitación de al lado es la de Carter —dijo abriendo la
puerta—. También tiene baño. Bueno, en realidad, todas las
habitaciones tienen baño.
Ellie no prestó mucha atención al dormitorio de Carter. Ni
siquiera miró el baño.
Logan abrió la puerta del dormitorio que había a continuación.
—Y esta es tu habitación. Por suerte hicieron la limpieza
general de la casa hace unos días y está limpia.
—Me encanta —dijo Ellie adentrándose en la estancia.
—En el baño encontrarás lo necesario. Si necesitas algo,
dímelo.
—Gracias. No tendré que ir muy elegante, ¿verdad? Solo he
traído un sencillo vestido de verano y unos pantalones cortos.
—Yo no voy a ponerme traje, cielo.
—Estupendo.
—Voy a ducharme. Cuando termines baja al salón.
—De acuerdo.

—¡Santa madre de Dios! —dijo Logan cuando Ellie entró en el


salón—. Ese vestido lo diseñaron para que un hombre quisiera
arrancártelo. Incluso para mí eres una tentación.
Ellie llevaba un vestido veraniego rojo con tirantes muy finos y
unas sandalias de tacón de aguja, también rojas. Era muy corto y
con un poco de vuelo y el fino tejido hacía que se enredara entre
sus muslos al caminar.
—No digas tonterías, Logan. No pensé que te fijaras en mi
atuendo.
—Cariño, soy cura, pero no estoy ciego.
—Lo compré con mi hija. En realidad, lo eligió ella. Tal vez sea
demasiado juvenil.
—Te queda genial.
—¿Sabes? No estoy totalmente convencida de que el
sacerdocio sea lo tuyo. No he conocido a muchos curas, pero a los
pocos que he conocido jamás he oído de ellos que piropearan a las
mujeres, y menos aún, que flirtearan con ellas.
—Puede que yo sea raro —dijo sonriéndole.
—No eres raro. Eres un tío normal y corriente. Y que es
sacerdote, pero sin vocación.
—Tengo vocación.
—Si tú lo dices… Vayamos a cenar, que me muero de hambre.

Fue una cena fantástica. Todo estaba buenísimo, pensó Ellie.


Incluida la compañía. Logan llevaba un pantalón de vestir azul
marino y una camiseta azul claro de cuello de pico que se adhería a
su torso y sus bíceps de manera deliciosa. Lo miró y volvió a pensar
que ese hombre estaba perdiendo el tiempo trabajando para Dios.
Ellie le habló de lo que quería para su futuro. Luego Logan le
habló largo y tendido de la escuela de formación que el dirigía y de
los problemáticos chicos.
Después de cenar fueron a tomar un helado a una terraza.
Hacía una noche preciosa, pero calurosa. Por lo que decidieron ir a
casa y refrescarse en la piscina.
Poco después estaban echados en dos hamacas, mojados por
el baño, y tomando un whisky.
—Háblame de ti y de Carter. Por lo que ha ocurrido entre
vosotros estos días atrás, lo que empezó hace años, aún no ha
acabado.
—Pensé que entre Carter y yo ya no había nada.
—Siempre habrá algo entre vosotros, porque tenéis una hija.
—Sí, es cierto. De todas formas, me equivoqué. El tiempo que
ha pasado desde que estuvimos juntos no ha hecho que el dolor
que sentí al abandonarme desapareciera, sino todo lo contrario, se
ha incrementado. Y podría decir lo mismo de la desconfianza. Sin
embargo, me siento muy atraída por él. Creo que mucho más que
en el pasado.
—Cuando las personas se hacen mayores todo se amplifica,
tanto sus problemas como sus sentimientos y emociones. Así que
supongo que lo que te sucede es normal. Erais unos críos y ahora
sois adultos.
—Sin olvidar que él es un bombón, mejorando lo presente.
—Gracias, cielo. Tú sí eres un bombón. ¿Sigues pensando que
no vas a volver a estar con Carter?
—Su forma de comportarse y esa seguridad innata que tiene en
sí mismo, de saber que ha conseguido todo lo que había planeado,
y ese encanto, que es capaz de seducir a una persona, sin
pretenderlo, hace que me sienta inferior al compararme con él.
Puede que apartarse de mí fuera lo mejor para él. Con él me siento
como si estuviera atravesando un campo de minas y que si doy un
mal paso terminaré destrozada, otra vez. No sé cómo he llegado a
este punto con él.
Ellie le contó lo que había ocurrido entre Carter y ella el último
día de la acampada. Lo del beso y la conversación que habían
mantenido.
—¿No quieres volver a estar con él?
—Logan, he pasado catorce años sin mantener relaciones
sexuales, excepto con mi vibrador. No sabría cómo comportarme en
la cama. He comprobado que no soy capaz de mantener una
conversación con un hombre, sin que imagine que me tira los tejos,
o sin malinterpretar frases normales, pensando que son
insinuaciones de tipo sexual.
—Seguramente la razón de ello es el largo tiempo que ha
pasado sin que estés con un hombre—. ¿Te sucede eso con todos
los hombres?
—Contigo me esfuerzo porque no me suceda.
Logan soltó una carcajada.
—Me temo que el destino hizo que tú y yo nos encontráramos.
Podrías haber entrado en otra iglesia, pero entraste en la mía.
—Pasaba por allí. Fue una simple casualidad.
Logan y Ellie se levantaron temprano al día siguiente. Logan iba
a ir a jugar a baloncesto con sus amigos como cada sábado y ella
quiso acompañarlo.
—Supongo que eres consciente de que vas a ver a Carter —
dijo Logan cuando iban en el coche.
—¿Crees que le tengo miedo?
—No, ya sé que no eres una cobarde. Pero si crees que vas a
sentirte incómoda puedo dar la vuelta y llevarte a casa.
—No digas tonterías. Desayunaré con vosotros y luego veré el
partido.
—De acuerdo.
Cuando llegaron a la cafetería donde solían desayunar ya
estaban todos allí. Eve se levantó de la mesa cuando los vio entrar,
al igual que todos, y abrazó a su madre. Todos besaron a Ellie,
excepto Carter que la saludó con un simple hola. Aunque ella había
visto su mirada recorriéndola de arriba abajo cuando entró en el
local.
—No sabía que solías venir —dijo Ryan rodeando a Ellie con
los brazos—, de lo contrario habría venido a jugar con ellos mucho
tiempo atrás.
—Es la primera vez que vengo —dijo ella sonriéndole—, pero
puede que, ahora que sé que tú también vienes, venga a menudo.
Todos se rieron porque Ellie le siguiera el flirteo. Bueno, Carter
no lo hizo porque no le hacía ninguna gracia.
Todos se sentaron y poco después el camarero les llevó el
desayuno.
Carter estaba sentado al otro lado de la mesa, lo más alejado
que pudo sentarse de Ellie. Pero cada vez que ella lo miraba se
encontraba con su penetrante mirada.
Sabía que Carter la había observado durante todo el tiempo
que habían estado sentados a la mesa. Él hablaba con unos y otros
de forma animada, pero su mirada siempre volvía a ella. Y Ellie
sentía que una ola de calor la invadía por dentro cada vez que sus
miradas se encontraban. No quería sentirse fascinada por ese
hombre, más de lo que ya estaba, y por supuesto no iba a dejar que
su mirada, aunque muy intensa, la alterara.
Carter nunca había pensado que desearía a una mujer, cuando
le había dejado tan dolorosamente claro que no deseaba estar con
él. Y eso hacía que Ellie aún le atrayera más. Eso lo tenía muy
confundido. Posiblemente fuera porque esa chica era una novedad
para él, y no porque fuera arrogante o engreído, sino porque estaba
acostumbrado a que las mujeres desearan estar con él. Ninguna lo
había rechazado hasta el momento, y tenía que reconocer que, a
pesar de no hacerle mucha gracias, eso lo fascinaba.
Salieron de la cafetería y caminaron hacia la pista donde había
un grupo de chicos esperándolos. Chicos que empezaron a silbar y
provocar a Ellie con sus insinuaciones. Ellie llevaba un pantalón
corto vaquero y una camiseta de tirantes negra. Carter se maldijo,
porque no podía apartar la mirada de sus preciosas piernas.
Todos se adentraron en la pista y les presentaron a los chicos a
Ryan.
Ellie se sentó en un banco que había a la sombra y contempló a
sus amigos. Todos ellos rezumaban virilidad, al igual que otros
hombres desprendían el característico olor de su colonia o de su
loción de afeitar. Y Ellie estaba segura de que ellos lo sabían. Sonrió
al ver a la multitud que se había congregado alrededor de la pista, la
mayoría del sexo femenino.
Ahora entendía por qué su hija le decía que se divertía tanto en
el partido. Pasaban todo el rato riendo. Los chicos del equipo
contrario bromeaban con ellos, diciendo que eran viejos, pero Ellie
los miraba pensando que esos hombres, todos ellos, eran una
maravilla de la naturaleza.

Después del partido fueron todos a casa de Tess. Excepto


Logan que fue su casa a ducharse y vestirse porque tenía que ir a la
iglesia a oficiar una misa. Después de subir a sus respectivas
habitaciones a ducharse y a ponerse el bañador bajaron a la piscina.
Eve aprovechó que estaban en el dormitorio para darle a su
madre un sobre que Carter le había pedido que le entregara. Pero
no quiso abrirlo hasta estar de vuelta en su casa.
Ellie apareció poco después en el jardín con el pequeño Chris
en brazos. Se sentó en la piscina de los niños con el bebé entre sus
piernas, que chapoteaba en el agua con las manos.
Carter estaba metido en la piscina y la miró. Y ya no deseó solo
tenerla en la cama, sino que quería tener otro hijo con ella. Ese
pensamiento hizo que se maldijera a sí mismo.
Brianna llegó corriendo, seguida por Jack, y se lanzó a la
piscina grande antes de que el hombre pudiera sujetarla.
—¡Dios mío! Qué rápida es esta niña —dijo Jack—. No le da
miedo el agua.
No hubo problema porque Delaney y sus amigos estaban
dentro de la piscina.
—Mirad lo que he pescado —dijo Sean sacándola a la pequeña
del agua, que sin duda habría tragado parte de ella—. Un pececito.
—No soy un pececito, tío Sean.
—Pues estabas en el fondo como un pez.
—¿Cuántas veces tenemos que decirte que no te puedes
lanzar a la piscina sola? —le dijo su padre.
—No estaba sola, todos estáis en el agua.
—Vaya, qué niña más inteligente tengo —dijo Delaney
orgulloso.
Poco después llegaron Tess y Lauren.
Pasaron la mañana bañándose, hablando y riendo. Antes de
comer se ducharon todos y se vistieron.
Ellie miró a Carter cuando salió de la casa. Pensó que aquel
hombre, con sus vaqueros desgastados y una sencilla camiseta
blanca, era un espectáculo. El pelo se le veía dorado al posarse los
rayos del sol sobre él. El bronceado hacía que resaltara el color miel
de sus ojos. Se podían apreciar los músculos de sus brazos debajo
de la camiseta. Ellie se preguntó si alguna mujer dudaría de irse a la
cama con él. Se maldijo al darse cuenta de que ella no había
dudado sino que le había dejado claro que entre ellos no sucedería
nada.
Entre todos sacaron las cosas y las colocaron sobre la mesa
que había junto a la piscina debajo de un gran árbol. Todos se
sentaron alrededor de la mesa, excepto Ellie que volvió a la cocina a
por dos vasos que faltaban.
Carter la observó cuando caminaba hacia ellos. En ese preciso
instante se dio cuenta de que después de todos los años
transcurridos, seguía enamorado de ella. Por mucho que tratara de
convencerse a sí mismo de lo contrario, tenía que admitir que
estaba locamente enamorado de esa mujer. Le gustaba la forma
que tenía de moverse al caminar y la manera tan natural que tenía
de balancear las caderas. Le gustaba el color de sus cabellos, eran
como una llama cuando el sol se posaba sobre ellos. Su boca era
pura perfección, con los labios perfectamente perfilados y carnosos.
Cada vez que Ellie levantaba la vista y miraba a Carter su
corazón se saltaba un latido. La miraba con una expresión intensa.
Parecía enfadado con ella y Ellie pensó que sería porque no
accedía a acostarse con él.
Carter también pensaba que ella estaba enfadada, de no ser
porque cuando lo miraba, en sus ojos aparecía de vez en cuando
una chispa de humor que le decía que se equivocaba.
—¿Qué planes tenéis para esta tarde? —preguntó Tess a
Logan.
—No lo sé. Ellie y yo no lo hemos hablado. Puede que vayamos
a tomar un helado y luego a cenar. Y tal vez al cine.
—¿Al cine? —dijo Ellie—. Creo que la última película que vi en
el cine fue El rey león. Eve, ¿cuál fue la última película que vimos en
el cine juntas?
—El valle encantado —dijo Eve, que estaba comiendo en una
mesa junto a la piscina con Brianna, entreteniéndola para que
comiera.
—Cierto. Era de dinosaurios y de dibujos animados. Creo que
no he visto una película de adultos desde que estaba en el instituto.
Y ni siquiera yo era adulta —dijo sonriendo.
—Entonces, iremos al cine. Decidido —dijo Logan.
—¿Os importa que vaya con vosotros? —preguntó Ryan—. Yo
también hace mucho tiempo que no voy al cine. Y me apetece estar
en la oscuridad con una chica guapa.
—¿No has quedado con ninguna mujer esta noche? —le
preguntó Carter.
—No, he quedado mañana —dijo Ryan sonriéndole a su amigo
porque no podía disimular que estaba celoso.
—Estaremos encantados de que nos acompañes —dijo Ellie.
—¿Qué vais a hacer vosotros? —preguntó Lauren a Carter.
—Eve y yo vamos a ir a ver algunas casas. Hemos quedado a
las cuatro con una agente inmobiliaria.
—Entonces, ¿es en serio que vas a comprar una casa? —
preguntó Tess.
—Sí.
—Antes de comprarla dímelo para que vaya a verla —le dijo
Sean—. Así sabré si hay algún problema con la construcción.
—Pensaba decírtelo.
Carter y su hija fueron los primeros que se marcharon. Carter
no le dijo nada a Ellie, excepto que llevaría a Eve a casa al día
siguiente por la tarde.
A ella le habría gustado que le pidiera que los acompañara para
ver las casas, pero luego pensó que era una estúpida. ¿Por qué iba
él a pedirle que fuera a ver las casas con ellos?

Carter y su hija se presentaron en el domicilio que le había


dado la agente inmobiliaria. Atravesaron la verja que estaba abierta
y Carter condujo hasta detenerse delante de la casa. Ambos miraron
el edificio.
—No está mal, ¿eh?
—¿Que no está mal? Papá, esa casa es un palacio. Mira, en
aquel lado está la piscina.
—Luego la veremos.
Bajaron del Mercedes y caminaron hacia la casa. Antes de que
subieran el último escalón la puerta se abrió y salió una mujer muy
atractiva de unos treinta y cinco años. Llevaba un vaquero ajustado
y una camisa de seda rosa. Al ver a Carter le dedicó una seductora
sonrisa.
—Supongo que es el doctor Hirsh.
—El mismo.
—Me alegro de conocerle —dijo ella dándole la mano—. Soy
Cathy
—Un placer —dijo él estrechándosela—. Ella es mi hija, Eve.
—¿Su hija? —dijo mirando a la niña extrañada.
—Sí, mi hija.
—Hola —dijo Eve.
—Hola. ¿No lo acompaña su esposa?
—No estoy casado. Soy padre soltero —dijo él sonriéndole.
Eve puso los ojos en blanco al ver la expresión de interés en el
rostro de la mujer.
—Entremos —dijo dejando pasar a Carter y a Eve delante.
La mujer los siguió y cerró la puerta después de entrar en la
casa.
El recibidor era enorme. Los suelos eran de mármol blanco con
vetas grises y negras.
—Tengo tres casas para mostrarle, contando esta. Las tres
reúnen las condiciones que me pidió.
—Estupendo. ¿Las otras dos están por aquí? Tengo unos
amigos que viven muy cerca y me gusta esta zona.
—Supongo que se refiere a la casa de los Stanford y a la de su
abogado, Nathan Brooks.
—Veo que se ha informado sobre mí.
—Doctor, tanto usted como sus amigos salen a menudo en las
revistas y lo he reconocido nada más verlo —dijo ella con una
sonrisa seductora—. Una de las otras dos casas está muy cerca de
esta. La otra está alejada, pero es una casa espectacular.
—Bien. Veamos esta.
—De acuerdo. La casa está sin amueblar. El propietario se
mudó a Los Ángeles y se llevó los muebles —dijo la mujeres
entrando en una de las enormes estancias.
—La prefiero sin muebles, así la decoraremos a nuestro gusto.
—Sí, es lo mejor.
Eve estaba alucinada. No entendía que hubiera tantos salones,
como la mujer les había informado que eran antes de que sacaran
los muebles. Y todos eran enormes. Casi lloró al ver la increíble
cocina, pensando en su madre. Carter la miraba sonriendo. Eve era
tan expresiva como Ellie y se podía adivinar sin esfuerzo lo que
pensaba.
Además de los salones, había dos aseos en la planta baja.
Junto a la cocina había dos cuartos para el servicio con salita y baño
en su interior.
En la planta superior había doce habitaciones de buen tamaño,
todas con baño. Aunque no eran tan grandes como el dormitorio
principal, que era más grande que los otros con diferencia, y tenía
un baño de ensueño. Además de un vestidor del tamaño de una
tienda de ropa.
La segunda planta era una buhardilla que ocupaba el mismo
espacio de tres de las habitaciones de la planta inferior, con un baño
increíble.
El jardín era inmenso. Y la piscina enorme y preciosa. Había
vestuarios, aseos, una barbacoa grandísima.
A un lado de la mansión había una casa de invitados completa
con un dormitorio.
—¿Por qué hay tanto terreno en la parte de atrás de la casa?
—El antiguo propietario le compró al vecino de al lado un trozo
de tierra, aprovechando que estaba atravesando una mala época y
necesitaba dinero. Pensaba hacer una cancha de tenis, pero se
mudó antes de cortar los árboles para comenzar la obra.
A continuación fueron a ver las otras dos propiedades, pero
tanto a Carter como a Eve, les había gustado más la primera casa
que habían visto. Cuando terminaron de ver la última se sentaron en
el porche de la misma.
—¿Qué le han parecido?
—A mi hija y a mí nos ha gustado la primera.
—Yo también la habría elegido. Es una casa espectacular.
—¿Qué piden por ella?
—Veintidós millones de dólares.
Eve se quedó sin respiración y miró a su padre, pero él parecía
tranquilo, como si ese precio fuera lo más normal del mundo.
—Seguro que sabe que las mansiones que hay por la zona
donde se encuentra la casa valen mucho más, pero quieren
venderla rápido.
—¿Están en apuros?
—Eso parece.
—Bien. Cuando hable con los propietarios dígales que les
ofrezco veinte millones al contado.
—De acuerdo.
—Pero antes de firmar nada, quiero traer a un amigo arquitecto
para que le eche un vistazo.
—No hay problema.
—Si tengo que dar una señal para que la reserve…
—No será necesario. Sé que es un hombre de palabra.
¿Cuándo cree que podrá venir su amigo a verla?
—Puede que mañana por la mañana. ¿Sería posible?
—Por supuesto. Solo tiene que llamarme para decirme la hora.
—La llamaré tan pronto lo sepa.
—Perfecto. Respecto al local que me pidió que le buscara, ayer
nos entró a la agencia una propiedad que puede que le interese.
—¿Tiene una vivienda arriba?
—Sí. No está en el centro, pero sí en un buen barrio. En
realidad, es un edificio entero, de los pocos que quedan en Nueva
York. Todavía no se lo he enseñado a nadie, pero le aseguro que
tan pronto salga a la venta me lo quitarán de las manos. Los
constructores andan locos buscando casas antiguas para derribarlas
y poder construir en el terreno.
—¿Está en buenas condiciones?
—No soy una experta, pero aseguraría que sí. Aunque he de
decirle que está para reformar. ¿Quiere que vayamos a verlo?
—Depende de cuanto pidan. No es para mí sino para una
amiga.
—Considero que el precio es relativamente bajo. Es una
herencia a repartir entre tres sobrinos los cuales viven en otros
estados, y tienen prisa por vender. Piden trescientos treinta mil
dólares.
—Vayamos a verlo.

A Carter le pareció que la situación de la casa era la adecuada


para Ellie y su hija. El edificio hacía esquina. Había un parque frente
a la propiedad y nunca le taparían las vistas.
La agente rodeó la casa y entró con el coche en un espacio que
había abierto. Carter entró con el coche y aparcó junto al de ella.
—No me disgusta la zona —dijo él cuando bajaron del coche.
—Es muy tranquila y solo está a unas manzanas del centro —
dijo ella caminando por la acera rodeando la casa
—¿Hay algún instituto cerca?
—Sí. Al otro lado del parque está el instituto Lincoln. Tengo
entendido que es de lo mejorcito de la ciudad.
—¿El espacio donde hemos dejado los coches pertenece a la
propiedad?
—Sí. Antes había una tienda de comestibles en la planta baja y
había una entrada trasera que daba al almacén. Esta es la puerta de
subida a la vivienda —dijo ella cuando pasaron junto a ella—. Le
enseñaré primero el local.
No se veía nada desde fuera porque los escaparates estaban
pintados de blanco.
La mujer abrió la puerta de cristal y acero, que parecía nueva,
al igual que los escaparates. Carter se asombró al entrar y ver lo
grande que era el local y la claridad que tenía, a pesar de estar los
cristales cubiertos de blanco.
—Es muy grande.
—Sí. Y el almacén de atrás también —dijo ella.
—Creo que es perfecto —dijo Carter a su hija cuando vieron el
almacén—. ¿Crees que habrá suficiente espacio para los hornos
que quiere instalar la mamá?
—Sí, creo que sí. Y le vendrá bien que haya acceso a la calle
desde aquí para cargar la furgoneta de reparto.
—¿Su amiga quiere montar un restaurante?
—Una pastelería y cafetería.
—Es una buena zona para ello.
—Veamos la vivienda.
Salieron a la calle y dieron la vuelta al edificio. Entraron por una
puerta que daba a una estrecha escalera.
—Si las paredes estuvieran pintadas de color claro no parecería
tan oscura —dijo Carter.
—Tiene razón. De todas formas, el papel de las paredes es
horroroso. Y la puerta de la calle está para cambiarla —dijo la mujer.
Subieron a la planta y la agente abrió la puerta de entrada a la
vivienda que había en el amplio descansillo.
—El piso es grande, tiene ciento ochenta metros cuadrados.
Las paredes y las puertas del piso estaban muy deterioradas,
pero había muchísima luz. Tenía cuatro dormitorios, dos baños, un
salón muy grande y una cocina enorme.
—La cocina hay que cambiarla por completo. Y lo mismo se
podría decir de las puertas y las ventanas. Y no digamos nada de
los baños. Así y todo, no me disgusta. ¿Qué opinas, Eve?
—A la mamá le va a encantar. A mí me gusta.
—Arriba tiene una terraza. La antigua propietaria la utilizaba
para tender la ropa y tener algunas plantas. Pero se podrían hacer
un montón de cosas en ella. Es tan grande como la vivienda.
—Subamos a verla.
—Esto es lo que más le va a gustar a la mamá —dijo Eve
cuando salieron al exterior.
—¿La terraza? —preguntó Carter.
—A veces, cuando viene de comprar y saca los tomates de la
bolsa me dice: algún día tendré una casa en la que pueda plantar
una tomatera y tendremos siempre tomates para la ensalada. Y yo
quiero que pueda hacerlo. Esta casa será perfecta para ella, hasta
que yo le compre una.
Carter se conmovió por las palabras de su hija.
—¿Vas a comprarle una casa a tu madre? —preguntó la mujer.
—Sí.
—Mi hija va a estudiar medicina.
—Va a ser médico, como usted. Es maravilloso que quiera
comprarle una casa a su madre.
—Sí, es una hija estupenda.

Carter llamó a Sean a las diez de la mañana del día siguiente,


que era domingo. Le dijo que estaba en casa de Delaney y su hija y
él fueron a verlo.
Cater y su hija subieron al porche donde estaban Delaney,
Tess, la pequeña y Sean y se sentaron con ellos.
—¿Has encontrado la casa ideal? —preguntó Sean a Carter.
—Creo que sí. A Eve también le gusta. Está a cinco minutos de
aquí. ¿Puedes acompañarme a verla esta mañana?
—Claro.
—Estupendo.
—¿Podemos acompañaros? —preguntó Tess.
—Por supuesto.
—Eve, ¿te importaría quedarte un rato con Brianna? Nos
gustaría ver esa casa tan maravillosa que quiere comprar tu padre
—dijo Tess.
—Claro, no hay problema.
—Llamaré a Lauren, seguro que quiere acompañarnos.
Carter llamó a la agente, y quedaron en verse en la casa. Cathy
ya había llegado y la puerta de la verja estaba abierta. Entraron los
dos vehículos.
—¿Por qué te ríes? —preguntó Delaney a Lauren cuando
bajaron del coche.
—Porque estuve viviendo aquí unos días, cuando era una
delincuente.
—¿En serio? —dijo Carter.
—Es la última propiedad en la que estuve. ¿Os acordáis que os
dije que estaba en una casa que no me gustaba nada por el mal
gusto de la decoración? Estaba abarrotada de cosas por todas
partes y tenía miedo de romper algo. Esta era la casa. Espero que
los propietarios se hayan llevado los muebles.
—Sí, está vacía —dijo Carter.
Lauren, la esposa de Nathan, vivía en casas de millonario
mientras ellos estaban de vacaciones, sin ellos saberlo. Uno de
esos millonarios fue su marido, que volvió de uno de sus viajes
antes de lo previsto y se la encontró en la cama a su lado.
—Menuda coincidencia —dijo Nathan.
—Es la casa de Brandon Sanders —dijo Sean.
—¿Quién es? —preguntó Tess.
—Es un banquero —dijo Lauren—. ¿Por qué vende la casa?
—La agente me ha dicho que se ha trasladado a Los Ángeles
—dijo Carter.
—He oído que tuvo problemas en el banco y le dieron la opción
de que dimitiera, antes de que lo echaran —dijo Nathan.
—¿Robó dinero? —preguntó Tess.
—Eso es lo que dicen —respondió el abogado.
—¿Cuánto te han pedido? —preguntó Delaney.
—Veintidós millones.
—El precio no está mal.
—Puedes apretarlo un poco, tengo entendido que necesita
dinero urgente —dijo Nathan.
—Le he dicho a la agente que le ofrezca veinte millones.
—Bien hecho.
Subieron al porche y la mujer abrió la puerta antes de que
llamaran. Se quedó sorprendida al verlos.
—Hola.
—Buenos días. Siento que seamos tantos —dijo Carter
sonriéndole a la mujer.
—No lo sienta.
—Chicos, ella es Cathy Stevens —dijo Carter—. Ellos son
Delaney Stanford y su esposa, Tess. Nathan Brooks y su esposa
Lauren. Y él es…
—Sean Stanford —dijo la mujer—. No pueden negar que son
hermanos. Me alegro de conocerlos —dijo ella dándoles la mano a
todos.
La mujer los dejó entrar a todos, pero ella no lo hizo.
—Les dejaré que vean la casa detenidamente.
—Gracias —dijo Carter dedicándole una seductora sonrisa.
La agente estaba contenta porque sabía que Carter compraría
la casa. Y puede que también se quedara con el local con la
vivienda en la planta superior, al fin y al cabo, era para la madre de
su hija. Y ella se llevaría una muy buena comisión.
Sean le dijo a Carter que no había nada que inspeccionar en
aquella mansión, porque la casa la había construido un arquitecto
amigo suyo hacía seis años y sabía que estaba en perfectas
condiciones.
A todos les encantó la casa.
—¿Qué vas a hacer con todo ese terreno? —preguntó Delaney
cuando salieron por la puerta de atrás de la casa.
—Me gustan esos árboles grandes y que haya sombra en
verano para que corran los niños. Tal vez construya una casa en
uno de los árboles. Eve me dijo ayer que podríamos ir de acampada
allí.
—¿Qué niños? —preguntó Tess.
—Todos los niños, tus hijos, los de Lauren, los míos… Los de
todos.
—Me gusta eso de la casa en el árbol —dijo Lauren.
—Y lo de la acampada tampoco está mal —dijo Tess—. Cada
vez me gusta más la idea.
—Aunque tu hija es mayor y no creo que lo disfrute mucho
tiempo —dijo Nathan.
—Algún día me casaré y tendré más hijos—dijo Carter.
—¿Puedes acompañarme ahora luego a ver un local que la
agente me enseñó ayer? Puede que a Ellie le interese —dijo Carter
a Sean cuando los otros se adelantaron para ver la zona de la
piscina—. La propiedad tiene algunos años, bueno, la verdad es que
bastantes, y necesito que la veas y me aconsejes.
—No hay problema.
—No voy a decírselo a los demás. No quiero que Ellie piense
que habéis visto todos el local antes que ella.
—¿Vas a comprárselo?
—¡No! Si lo hiciera no lo aceptaría. Pero podrá comprarlo ella
con todos los atrasos que le he pagado de la manutención de mi
hija.
—Bien.
Cuando terminaron de ver la propiedad todos se dirigieron a los
coches. Carter se quedó hablando con la agente.
—Me quedo con la casa. Siempre que consiga que acepten mi
oferta.
—Aceptarán.
—Si es así, puede ir redactando el contrato de compraventa.
Cuando lo tenga llámeme e iré a firmarlo.
—De acuerdo.
—En cuanto a la otra propiedad. Esa sí quiero que la vea Sean
Stanford en profundidad. Es arquitecto y quiero que me asegure de
que no hay ningún problema con la estructura. ¿Le importa perder
un poco más de tiempo para ir a verla con él?
—Voy a ir a comer con mis padres, que viven fuera de la
ciudad, y ya voy con retraso. Pero le daré las llaves para que vayan
ustedes. Además, supongo que querrá que su amiga también la
vea.
—Se lo agradezco.
—No tiene que agradecerme nada. La propiedad esa solo la
llevo yo, por lo tanto es como si no estuviera a la venta en la
agencia. Puede tomarse su tiempo para verla y para que su amiga
lo piense detenidamente.
—Muchas gracias.
—Ha sido un placer conocerle, doctor Hirsch —dijo ella dándole
la mano.
—El placer ha sido mío —dijo Carter estrechándosela.
Los dos matrimonios volvieron a casa de los Stanford y le
dijeron a Eve que su padre había ido con Sean a hacer un recado.

—¿Tu hija ha visto el local? —preguntó Sean cuando iban en el


coche.
—Sí, la agente nos llevó a verlo ayer. A Eve le gustó y me
aseguró que a su madre le encantaría.
—Pues, por la expresión de tu cara, no parece que eso te
alegre.
—La casa que voy a comprar es para Ellie.
—¿En serio?
—Estoy loco por ella.
—¿Te has dado cuenta ahora?
—Más o menos.
—Carter, reconoce que siempre has estado loco por esa chica.
No la llegaste a olvidar, ¿verdad?
—Me temo que tienes razón, aunque yo no lo sabía. Me
preocupa que le guste demasiado el local y el piso y que no tenga
ninguna oportunidad con ella.
—Siempre se te han dado bien las mujeres.
—Ellie no es como las mujeres con las que salgo. Ya me ha
dejado claro que no está interesada en mí y nunca lo estará.
—Supongo que es duro, ¿verdad?
—¿El qué?
—Que una mujer te diga que no quiere nada contigo —dijo
Sean sonriendo.
—Pues lo cierto es que sí. No estoy acostumbrado a que me
rechacen. ¿A ti te han rechazo alguna vez?
—No —dijo Sean sonriendo—. Yo no me creo eso de que Ellie
no esté interesada en ti. Tengo entendido que te devolvió los besos
en la acampada.
—¿Y tú cómo sabes eso?
—¿Desde cuándo ha habido secretos entre todos nosotros?
—Debí suponerlo.
—Carter. Si cambia o no de opinión respecto a ti, la casa en la
que Ellie viva no será ningún problema. De todas formas pasará un
tiempo, hasta que puedas convencerla para que salga contigo. Y,
míralo por el lado bueno.
—¿Hay un lado bueno?
—Mientras tanto, tu hija y ella vivirán en un lugar más adecuado
y podrá empezar con su negocio.
—Tal vez tengas razón. Ya hemos llegado. Es esa casa —dijo
Carter señalándola.
—Parece grande —dijo Sean mirando el edificio—. Y le hace
falta una buena limpieza a la fachada.
—En realidad, está todo para arreglar o cambiar. Da la vuelta a
la casa. Hay una entrada por el almacén y espacio para dejar el
coche.
—Vale.
Sean detuvo su Porsche y los dos bajaron.
—Por como está situado, todo este espacio pertenece a la
propiedad —dijo Sean mirando a su alrededor.
—Sí. A Ellie le vendría bien porque podría dejar aquí el coche y
la furgoneta que compre para el reparto.
—Se puede hacer un techado en ese muro para que los
vehículos estén a cubierto. Y en este lado también. Es grande y
quedará suficiente espacio para maniobrar el furgón. Calculo que, al
menos, cabrán cinco o seis vehículos, además de un furgón.
—¿Podría cerrarse este espacio?
—Claro. Podría ponerse una puerta ancha para abrir con
mando a distancia. Así habría más seguridad. Aunque parece una
zona muy tranquila.
—Eso creo yo también. Acompáñame. Entraremos al local por
la puerta de delante —dijo Carter empezando a caminar.
—No creo que este edificio tenga problemas en la estructura.
Es de piedra, y parece que muy sólida. La fachada quedará como
nueva después de un buen cepillado y de lavarle la cara. De todas
formas, mañana vendré con el ingeniero y estudiaremos todo en
profundidad.
—Perfecto.
—Vaya. Es muy grande, y muy luminoso —dijo Sean cuando
entraron en la estancia.
—Yo creo que sería un buen local para la cafetería que quiere
Ellie.
—Desde luego que sí.
—Y este es el almacén —dijo Carter cuando entraron en él—.
Eve dice que habría suficiente espacio para instalar los hornos que
quiere su madre, una bancada grande para trabajar y aún quedaría
espacio para armarios.
—Sí, aquí se podrían hacer muchas cosas.
Volvieron al local.
—La puerta y los escaparates no habrá que cambiarlos porque
están en perfecto estado. Solo habrá que pintar las paredes. Los
aseos… No sé si habrán cambiado las normas, porque hace tiempo
que no reformo un local para una cafetería, pero si todo sigue igual,
habrá que hacer otro más. Y puede que necesite un pequeño
almacén.
—Vamos a ver la vivienda —dijo Carter saliendo del local
seguido de su amigo.
Caminaron por la acera hacia la esquina y luego giraron. Sean
no perdió ni un solo detalle de todo lo que veía en la fachada. Se
detuvieron delante de la puerta.
—Esta puerta sí habrá que cambiarla, está muy deteriorada.
—Sí. Y la escalera no es muy ancha que digamos. Además, es
muy oscura —dijo Carter abriendo la puerta y encendiendo la luz.
—No es tan estrecha —dijo Sean mirando la escalera—. Lo de
la oscuridad se puede solucionar. Como hay que cambiar la puerta
se puede poner un cristal en la parte superior y habrá luz suficiente.
Y la puerta puede ser más ancha, hay dos palmos de pared a
ambos lados del marco de la puerta. Y la escalera parece más
estrecha por el empapelado de las paredes, es tétrico y oscuro.
—Y que lo digas —dijo Carter subiendo la escalera y abriendo
la puerta de la vivienda al llegar al rellano.
—¿Qué hay arriba? —preguntó Sean al ver que la escalera
continuaba.
—Una azotea. Luego subiremos —dijo entrando en la vivienda.
—Aquí sí hay que cambiar muchas cosas. Empezando por el
papel de las paredes, que tendrá, al menos, treinta años.
—Aquí vivía la tía de los tres que han heredado la propiedad.
—¿Cuánto piden?
—Trescientos treinta mil dólares.
—Los treinta mil es lo que han decidido que quieren rebajar.
—Eso he pensado yo. La agente me dijo que tenían prisa por
vender. Seguro que aceptarán los trescientos mil.
—Aunque fueran treinta mil más sería un buen precio.
Cualquier constructor lo compraría para hacer un edificio nuevo. De
hecho, si a Ellie no le interesa, me lo quedaré yo. Y no para hacer
un edificio nuevo, sino para reformar la propiedad y venderla.
—De acuerdo.
—Bien. Echemos un vistazo. Hay que cambiar todas las puertas
—dijo el arquitecto caminando por el pasillo.
—Por supuesto.
—Yo también cambiaría los suelos y los pondría de madera. El
piso es grande y le daría elegancia.
—Totalmente de acuerdo contigo.
—Y cambiaría los interruptores. Son de la misma época que el
papel de las paredes. Habría que sacar el papel de todo el piso y
pintar.
—Claro.
—Los baños hay que hacerlos nuevos —dijo Sean después de
verlos.
—Eso por descontado.
—Hay que cambiar la instalación de agua y poner tuberías
nuevas. Las que hay serán muy estrechas y antiguas. Y también la
instalación eléctrica. Y, por supuesto las ventanas. La reforma va a
costar bastante dinero, pero valdrá la pena, porque será una
propiedad de Ellie. Y cuando se vayan a vivir contigo podrán alquilar
la casa. Será un piso enorme… tendrá alrededor de doscientos
metros.
—La agente me dijo que tenía ciento ochenta.
—La agente se equivoca.
—Pues si es más grande, mejor.
—Te aseguro que cuando yo termine, porque si la compra Ellie,
me ofreceré para hacer la reforma, esta casa podrá alquilarla al
menos por dos mil dólares al mes.
—Alquilarla sería una buena idea.
—La cocina hay que renovarla por completo.
—Por supuesto. Sean, quiero que seas tú quien le enseñe a
Ellie la propiedad. Dile que eres amigo de la agente, del dueño de la
inmobiliaria, o cualquier otra cosa que te inventes. Dile que te llamó
para ofrecértela y que al verla pensaste en ella.
—No quieres que sepa que la has encontrado tú.
—No.
—Pero has dicho que viniste a verla con tu hija.
—Le pedí que no le dijera nada a su madre.
—De acuerdo. La llamaré tan pronto examine el edificio.
—Vamos, te enseñaré la azotea.
Carter vio lo maravillado que se había quedado su amigo al salir
a la azotea. Como si hubiera visto una obra de arte. Y no lo
entendía, porque él solo veía unos cables para tender la ropa,
retorcidos y oxidados, y unos cuantos tiestos de barro con plantas
secas.
—¿Estás viendo lo mismo que yo? —preguntó Carter.
—Seguramente no. Hace un par de años reformé un edificio de
dos plantas y tenía una azotea como esta. Un arquitecto paisajista
amigo mío diseñó un jardín en ella. Espera, tengo una foto —dijo
Sean sacando el móvil del bolsillo y mostrándosela.
—¡Joder! Es una maravilla.
—Sí. Cuenta con que Ellie va a quedarse la casa.
—Lo sé.
—Y el día que se marche Ellie a vivir contigo no la podrá
alquilar por dos mil dolares, sino por tres mil.
—Estupendo.
—Bien. Mañana vendré a primera hora con Charles, el
ingeniero, y haremos todas las pruebas en la estructura.
—Vale —dijo Carter mientras cerraba la puerta y bajaban la
escalera.
—Cuando sepa que todo está bien llamaré a Ellie y la traeré
para que vea la propiedad.
—Genial. Llámame después de que la vea. Si le gusta, llamaré
a la inmobiliaria y le diré que irás con Ellie.
—¿Tiene suficiente dinero para comprarla? De lo contrario la
convenceré para que acepte mi ayuda. No quiero que pierda esta
oportunidad.
—Le he pagado todos los atrasos que le debía y tiene suficiente
para comprarla, para la reforma y para montar el negocio.
—Muy bien. Me va a gustar hacer esta reforma. Me va a
recordar cuando hice la reforma de la librería de Tess.

—Hola, cariño.
—Hola, mamá —dijo Eve entrando en la casa a última hora de
la tarde y besándola.
—¿Qué tal has pasado el fin de semana con tu padre?
—Ha sido estupendo. ¿Sabías que es un hombre muy
divertido? Es imposible aburrirse con él.
—Sí, lo sé desde hace muchos años.
Eve empezó a contarle todo lo que habían hecho juntos.
—Creo que hoy va a firmar el contrato de compraventa de la
casa. Esta tarde lo ha llamado la agente inmobiliaria para decirle
que los propietarios habían aceptado la oferta que les había hecho
el papá.
—Entonces, ¿la casa ya es suya?
—Tan pronto firme los papeles y la pague. Sabía que tenía
dinero, pero no sabía cuánto. Le ha costado veinte millones.
—¡Dios santo!
—Los médicos ganan mucho dinero, mamá.
—Entonces me alegro de que vayas a estudiar medicina.
—Yo también. La casa te encantará cuando la veas. A Tess y a
Lauren les gustó mucho. Y está muy cerca de las de ellas.
—¿Tu padre les pidió que lo acompañaran a ver la casa? —
preguntó Ellie sintiéndose traicionada, aunque sin motivo.
—Le pidió a Sean que lo acompañara para que viera la casa
antes de comprarla, ya sabes, por eso de que es arquitecto. Pero
los demás estaban allí, así que Delaney, Tess, Nathan, Lauren le
pidieron de acompañarlos. Yo me quedé con Brianna.
Ellie se sintió mejor. De todas formas no quería tener contacto
alguno con Carter, y se lo había dejado claro. Así que no tenía
porqué molestarse.
—¿Qué había dentro del sobre que el papá me dio para ti?
—No lo he abierto.
—¿Por qué?
—Tenía miedo —dijo sonriendo a su hija.
Ellie pensaba que sería una carta hablando de lo que sucedió
entre ellos en la acampada.
—¿Miedo? ¿Quieres que lo abra yo?
—No, yo lo haré —dijo sacándolo del bolso, de donde no lo
había movido.
Ellie lo abrió y leyó el informe. Eve vio el cambio en el rostro de
su madre.
—¿Qué pasa?
—¡Oh, Dios mío!
—Mamá, me estás asustando —dijo al ver que su madre estaba
a punto de llorar.
Ellie le dio el cheque que acompañaba el documento y se sentó
en el sofá.
—¿Qué es esto? —preguntó al ver que era más de un millón de
dólares.
Ellie le entregó el documento para que lo leyera porque no
podía hablar y ya estaba llorando.
—Pero es estupendo, mamá.
—No creo que esté bien aceptarlo.
—No digas tonterías. Sabes que el papá tiene mucho dinero.
—Así y todo… Esta noche lo llamaré.
—¿No estarás pensando en devolverle el dinero?
—No. Pero tengo que darle las gracias. No estaba obligado a
darme nada. Parece ser que el abogado, en este caso Nathan,
calculó lo que tenía que haberme pagado desde que naciste, como
si hubiéramos estado casados y nos hubiésemos divorciado.
—Ahora podrás convertir tus sueños en realidad. Comprar un
local, un piso…
—Tienes razón.
—Mañana me levantaré temprano y te acompañaré al banco.
Tenemos que ingresar el cheque. No podemos tener tanto dinero en
casa.
—Gracias, cariño.

Ellie estuvo retrasando la llamada a Carter. Se sentía intranquila


solo por pensar en escuchar su voz por teléfono. Después de cenar
le dijo a su hija que iba a acostarse. Eve sabía que su madre se
levantaba antes de que amaneciera y no se extrañó.
Ellie aún retrasó más la llamada cuando entró en su habitación.
Fue al baño y se duchó. Luego se puso una camiseta larga con la
que dormía y se metió en la cama, apoyando la espalda en el
cabecero. Volvió a leer el informe del abogado que le había hecho
llegar Carter. Y sin pensarlo más, cogió el teléfono y lo llamó. Eran
las nueve y media de la noche y seguramente él no estaría en casa,
pensó Ellie rezando para que fuera así. Pero Carter contestó al
tercer tono.
—¿Ellie?
—Hola, Carter.
—¿Qué sucede? ¿Eve está bien? ¿Y tú?
—Las dos estamos bien. ¿Es un mal momento para ti? Puedo
llamarte mañana, si no estás solo.
—Estoy preparándome la cena. Y estoy solo.
—¿Quieres que te llame más tarde?
—Ellie, ¿qué pasa? —preguntó él apagando el fuego y
apoyándose en la bancada.
—No pasa nada. Es solo que… He abierto el sobre que le diste
a Eve.
—¿Lo has abierto ahora?
—Sí.
—¿Por qué no lo has abierto antes?
—Estaba preocupada por si era una carta y me hablabas de lo
que ocurrió entre nosotros en la acampada.
—¿Estabas preocupada por lo que ocurrió en la acampada?
—No lo sé. El caso es que estaba preocupada.
—Ellie voy a colgar, ahora te llamo —dijo él antes de colgar.
Ella se quedó mirando el teléfono. Segundos después sonó y
ella cogió la llamada.
—¿Por qué me has colgado?
—Eve me dijo que estabais en plan de ahorro y no podíais
llamar vosotras.
—Carter, ahora soy rica.
—Es cierto.
—Bueno, solo quería darte las gracias.
—¿Por qué?
—¿Me preguntas por qué? Me has dado más de un millón de
dólares.
—Solo te he dado lo que te correspondía. Tenía que haberte
pagado intereses.
—No digas tonterías. No tenías porqué pagarme nada. Tú y yo
no estuvimos casados.
—Eso no importa.
—Eres un ángel, Carter.
—Nada más lejos de la realidad, pelirroja.
—Muchísimas gracias. Quiero que sepas que con el dinero voy
a comprar un local.
—Me parece bien.
—Y puede que el dinero me dé incluso para comprar un piso y
una furgoneta. Aunque no estoy segura.
—Es tu dinero y puedes hacer con él lo que quieras. Y si no
tienes suficiente para todo lo que quieres, puedo hacerte un
préstamo.
—Según el documento que va adjunto al cheque, vas a
ingresarme en mi cuenta cinco mil dólares al mes. Yo no suelo
derrochar dinero y voy a ahorrar un montón de pasta. Gracias por
hacer que mis sueños vayan a hacerse realidad. Aunque… me
siento como si me pagaras por cuidar de mi hija.
—En realidad es así. Y estás haciendo un trabajo fantástico con
ella. Te mereces eso y más, pelirroja.
A Ellie le gustaba que la llamara así.
—Mañana voy a tirar la casa por la ventana invitando a tu hija a
un súper desayuno para celebrarlo. Pero antes iremos al banco a
ingresar el cheque. Con la mala suerte que he tenido en mi vida, no
me extrañaría que me robaran el bolso por la calle.
—¿En qué has tenido mala suerte?
En haberte perdido, pensó Ellie.
—En algunas cosas.
—¿Qué cosas?
—No quiero pensar en ellas. Te dejo para que sigas
preparándote la cena.
—¿Tú has cenado ya?
—Claro. Ya estoy en la cama. Mañana tengo que levantarme a
las cuatro. Tengo un montón de encargos.
—Me gustaría acompañaros mañana a ese súper desayuno,
pero tengo que salir para el hospital a las siete y media.
—Te invitaré en otro momento.
—De acuerdo.
—Buenas noches, Carter. Y gracias de nuevo.
—Buenas noches, pelirroja.
Ellie respiró hondo, tenía el corazón acelerado. Pero se sentía
bien. De hecho, se sentía genial por haber hablado con él. Cuando
se marcharon de la acampada estaba enfadado, y seguía enfadado
cuando fueron a comer a casa de Delaney el día anterior. Pero
parecía que el enfado había remitido.

Ellie no había podido dormir la noche anterior. No estaba


segura de si era porque tenía más de un millón de dólares o porque
había hablado con Carter antes de dormir. Seguramente sería por
las dos cosas. El caso era que a las dos de la mañana se levantó,
cansada de dar vueltas en la cama, y se puso a trabajar.
—Vaya, sí que te ha cundido hoy. ¿Todo esto lo has hecho esta
mañana? —preguntó Eve mirando hacia el salón que había
bandejas de galletas, de magdalenas, de cruasanes y otras cosas
sobre la mesita de centro y sobre la mesa y la bancada de la cocina.
Incluso sobre las sillas.
—Me levanté a las dos. No podía dormir. Seguramente por la
excitación de saber que ya no tengo que preocuparme por el dinero.
Por cierto, llamé a tu padre anoche para darle las gracias.
—¿Sigue enfadado contigo?
—¿Por qué dices eso?
—El sábado os noté raros. Él prácticamente no te habló, y tú
tampoco a él.
—Tuvimos una diferencia de opiniones, pero ahora estamos
bien.
—Me alegro.
—Vamos a vestirnos. Tan pronto venga Jack a por el encargo
iremos al banco. Y luego te llevaré a desayunar.
—¿Vamos a desayunar fuera?
—Sí. Tenemos que celebrar que somos ricas.
—Es cierto.
—¿Sabes ya lo que vas a hacer con el dinero?
—Lo que vamos a hacer, cariño. El dinero es de las dos. Pero
no debemos precipitarnos. Tenemos que pensar bien las cosas
antes de tomar cualquier decisión.
—Sí, hay que pensarlo bien —dijo Eve preguntándose qué
haría su padre para conseguir que su madre viera la propiedad que
había encontrado para ella.
A media mañana Ellie recibió una llamada.
—¿Puedes contestar tú, cariño? —dijo Ellie sacando una
bandeja del horno y metiendo otra.
—Claro —dijo ella cogiendo el móvil de su madre—. Es Sean.
Hola, Sean.
—Hola, Eve. ¿Está tu madre?
—Sí, ahora se pone —dijo pasándole el teléfono.
—Hola, Sean. ¿Me llamas para hacerme un pedido? Si es para
eso, he de decirte que esta mañana, cuando ha venido Jack a
recoger el encargo de ella y de Lauren, le he dado una caja para ti.
—¿En serio?
—Claro.
—Muchas gracias, cielo. Pero no te llamo para eso.
—¿Quieres invitarme a salir?
—¿Aceptarías?
—Si es como amigos, sí. Aunque sé que eres un peligro.
—Gracias, preciosa. Te llamo porque me han ofrecido comprar
una propiedad, y cuando la he visto he pensado en ti.
—¿En mí?
—Recordé lo que nos dijiste que querías para tu futuro. Es un
local con un gran almacén y una vivienda arriba. Me han dejado la
llave y he pensado que podrías verlo, sin compromiso. De todas
formas, si a ti no te interesa voy a quedármelo yo. El precio que
piden es muy bajo para dejar escapar esta oportunidad.
—Seguramente lo que para ti es muy bajo para mí será una
cifra astronómica.
—Yo creo que podría conseguir que me vendieran todo el
edificio por unos trescientos mil dólares.
—¿Todo el edificio?
—Sí, es un edificio antiguo, pero la estructura está intacta.
Aunque hay que gastarse algún dinero rehabilitando la vivienda. El
local está en perfectas condiciones porque hasta hace poco había
un comercio.
—Me gustaría verlo. Aunque no quiero que por mí pierdas la
oportunidad.
—Cielo, a mí me ofrecen propiedades todos los días.
—Gracias por pensar en mí.
—Cariño, pienso en ti más de lo que debería. Entonces, ¿te
interesa? ¿quieres verlo?
—Sí.
—¿Te parece bien que quedemos sobre la una?
—Sí, está bien.
—Te invitaría a comer, pero no tengo mucho tiempo porque he
quedado con alguien en mi estudio a las tres. Pero compraré unos
sandwiches y comeremos allí.
—No te entretengas comprando nada, yo me llevaré algo para
comer. Eve vendrá conmigo. Envíame la dirección de la propiedad y
nos veremos allí, así no perderás tiempo.
—No, yo os recogeré a la una. Y, Ellie, no hace falta que os
arregléis, yo estoy en una obra y voy hecho un asco.
—Muy bien, iremos también hechas un asco para no
desentonar contigo. Estaremos bajo a la una.
—Vale. Hasta luego.

Poco después estaban los tres en el todoterreno de Sean, ellas


dos con ropa de estar por casa y deportivos.
—¡Dios mío! Las dos oléis de maravilla —dijo Sean girando la
cabeza para mirarla—. A vainilla, canela…
—Has dicho que no nos arregláramos. Las dos estábamos en la
cocina con la repostería.
—Pues te aseguro que si ese aroma fuera un perfume sería de
lo más seductor.
—Supongo que sabes que estás hablando con mi madre,
¿verdad? —dijo Eve desde el asiento de atrás.
—Por supuesto —dijo Sean sonriéndole por el retrovisor—. No
estaba flirteando con ella.
—Si tú lo dices…
—Háblame del local —dijo Ellie para cambiar de tema.
—El edificio tiene bastantes años, calculo que alrededor de
cuarenta.
—¿No crees que es demasiado viejo?
—No te preocupes. Esta mañana un ingeniero y yo hemos ido a
examinarlo a fondo. La estructura y la cimentación están en perfecto
estado. Eso es lo único que importa. La fachada está un poco sucia
por los años, pero si te quedas con la propiedad, me encargaré de
que eso cambie.
—¿Qué harías con esa propiedad si la compraras tú?
—Exactamente lo mismo que haré si la compras tú, y dejas que
sea yo quien me encargue de la reforma.
—Parece que piensas que es una buena propiedad.
—Lo es. De hecho, si quisieras venderla después de reformarla
te darían bastante más del doble del dinero que hubieras invertido.
—Si me la quedase no la vendería. Lo que quiero es empezar
un negocio y tener un buen sitio donde vivir.
—Pues esa propiedad cumple todos los requisitos que quieres.
—Sigue hablándome de ese edificio.
—El local es muy grande, tendrá algo más de cien metros
cuadrados. Y en la parte de atrás tiene un almacén casi tan grande
como el local y con salida al exterior, que da a un espacio de la
misma propiedad y donde podrían aparcar varios vehículos.
—Estupendo, el almacén podría utilizarlo como lugar de trabajo
e instalar los hornos. Y es genial que haya ese espacio fuera para
dejar mi coche y el furgón que compre.
—Sí. En el local no hay que hacer grandes reformas. Excepto
en el aseo, porque hay solo uno y supongo que en la cafetería
tendrías que tener dos. Habría que pintar y colocar los muebles que
necesites y la barra. Los escaparates y la puerta de entrada son de
aluminio blanco y cristal, y están en perfecto estado.
—He estado pensando sobre la cafetería y he decidido que, de
momento, voy a olvidarme de ella. Pero me vendrá bien tener todo
ese espacio para almacenar lo que vaya horneando. Tendría que
instalar unas mesas anchas para dejar las bandejas del horno.
¿Qué me dices del piso de arriba?
—Es muy grande, tendrá unos doscientos metros cuadrados.
Tiene cuatro dormitorios, dos baños, el salón comedor, que tiene un
balcón bastante grande, y la cocina. Tiene mucha luz porque hace
esquina y todo da al exterior. Además, hay un parque enfrente, lo
que significa que nunca te taparán la luz y siempre tendrás buenas
vistas.
—Me gustan las casas luminosas.
—No quiero que os sintáis decepcionadas cuando veáis la
vivienda. Vivía en ella una señora mayor y el papel de las paredes
tiene al menos treinta años, aunque es posible que más. Y os
aseguro que el papel es horroroso —dijo sonriendo—. Hay que
cambiar las puertas y las ventanas. Los baños y la cocina hay que
hacerlos nuevos. Yo también cambiaría el suelo, que es de terrazo,
y lo pondría de madera. Será caro, pero el resultado merecerá la
pena.
—Parece ser que hay que cambiarlo todo.
—Sí. Además de la instalación eléctrica y las tuberías —dijo él
riendo al ver la cara que puso su amiga—. Pero te aseguro que
cuando acabe la reforma no querrás vivir en otro lugar.
—Entonces, si lo compro, ¿te encargarás tú de la reforma?
—Me gustaría.
—Tendría que saber cuánto va a costarme.
—Te haré un presupuesto, si decides comprarla.
—Aunque no es que tenga problemas de dinero precisamente.
—¿Te ha tocado la lotería y no me he enterado?
—Yo no compro lotería. Carter me ha pagado lo que el abogado
ha calculado que me correspondía desde que nuestra hija nació. Me
ha dado más de un millón de dólares. Ahora somos ricas —dijo
volviéndose a mirar a su hija y sonriéndole.
—¡Guau!
—Sí. Carter ha sido muy generoso, y muy amable.
—Ellie, no ha sido amable ni generoso. Ese dinero te
correspondía por haberte ocupado de esa carga durante toda tu
vida.
—¡Oye! —dijo Eve dándole un puñetazo en el hombro—. Yo no
soy una carga, soy su hija.
Sean le sonrió por el retrovisor.
—Ese dinero lo tienes bien merecido por haberte ocupado de tu
preciosa hija.
—Eso está mejor —dijo la niña.
—Y de haber hecho un trabajo excelente con ella —añadió
Sean.
—Sí, mucho mejor —dijo Eve sonriéndole.
—De manera que no tienes que sentirte como si te hubieras
aprovechado de él, porque no lo has hecho. Y tendrás dinero
suficiente para comprar la propiedad, hacer la reforma y para
comprar todo lo que necesites para tu negocio, incluido el furgón.
—Estupendo.
—No te voy a regalar las horas que hagan los obreros que se
encarguen de la reforma, pero todos los materiales que utilicemos te
los dejaré al precio que me cobran a mí.
—Sean, no puedes hacer eso.
—Por supuesto que puedo hacerlo, porque a cambio, me vas a
surtir de dulces para toda la vida.
—Pues será un placer. Muchas gracias.
—No hay de qué, cielo.
Media hora más tarde estaban los tres sentados en el suelo en
un rincón de la azotea comiendo lo que Ellie había llevado.
Le había encantado el local. La vivienda la había mirado a
través de los ojos del arquitecto, que le iba explicando lo que haría
en un sitio u otro, y le gustaba lo que imaginaba en su mente. Pero,
después de ver las fotos de cómo podría quedar la azotea, se había
puesto a llorar.
—¿No habrá problemas de goteras en la vivienda por el jardín
en la azotea?
—No. Es lo mismo que ocurre en cualquier azotea por la lluvia.
Poco después estaban tomando un café con unos hojaldres de
crema mientras Ellie hacía planes en su mente.
—Parece que a ti también te ha gustado la propiedad —dijo
Ellie a su hija.
—Me ha encantado. El apartamento es grandísimo y me gusta
que haya un parque ahí enfrente.
—Si no me equivoco, al otro lado del parque está el instituto
Lincoln —dijo Sean—. Y tengo entendido que es un buen instituto.
—Sí, tengo un compañero de clase que estudiaba allí, antes de
que se mudaran de casa. Y me habló muy bien de él.
—Entonces, ¿quieres que compremos el edificio? —preguntó
Ellie.
—Por supuesto —dijo Eve sin dudarlo.
—Sean, ¿crees que te dejarían la llave un poco más de tiempo?
Me gustaría que Carter viera la propiedad y me diera su opinión.
Pero no sé si podrá verla hoy.
—No hay problema. Cuando se la enseñes me llamas y me
pondré en contacto con la agencia inmobiliaria para que vayan
preparando el contrato.
—Eso si a Carter le parece bien.
—Por supuesto —dijo Sean sonriendo y pensando que esa
chica sentía algo muy fuerte por su amigo.
—Deberíamos buscar una influencia para poder matricularme
en el nuevo instituto, porque empieza el día catorce y el plazo de
entregar las solicitudes se habrá terminado —dijo la niña.
—Ellie, llama a Delaney. Él tiene amigos influyentes.
—No me gustaría abusar de su amistad.
—No vas a abusar, los amigos están para eso. Además, no le
estás cobrando los dulces que les envías cada semana.
—Es verdad. De acuerdo. Le llamaré.

Ellie llamó a Carter poco después de las siete y media de esa


misma tarde, cuando sabía que habría terminado la consulta. Carter
estaba al corriente de todo porque Sean había hablado con él
después de que dejara a Ellie y a su hija en casa. Y se había
sentido muy bien cuando su amigo le dijo que Ellie quería que él
viera la propiedad, antes de tomar una decisión.
—Hola, pelirroja.
—Hola, Carter. ¿Has terminado de trabajar? Eve me dijo que
terminabas sobre las siete y media.
—Sí, acaba de marcharse la última paciente.
—¿Tienes algún compromiso ahora?
—No, a no ser que tú cambies eso.
Ellie le contó que había ido con Sean a ver una propiedad.
—¿Y le has dicho a Sean que antes de comprarla tenía que
verla yo?
—Bueno… Al fin y al cabo la voy a pagar con tu dinero.
—Ellie, ese dinero no es mío sino tuyo. Pero te agradezco que
quieras mi opinión. Parece que te gusta.
—Me encanta. ¿Quieres que vayamos a verla ahora?
—Claro, estaré en tu casa en veinte minutos.
—Vale. Hasta luego.
Ellie salió de casa cuando Carter la llamó diciéndole que estaba
en la puerta esperándola.
Cuando Ellie salió del edificio y Carter vio el vestido que
llevaba, el pulso se le aceleró hasta el límite. Tragó saliva e intentó
que ella no se percatara de que se había excitado con solo verla. El
vestido tenía un escote impresionante. La falda era muy corta, lo
suficiente para que se le vieran esas piernas largas y
espectaculares.
Ellie sintió un cosquilleo en el estómago. No era la primera vez
que le sucedía al ver a Carter, pero estaba acostumbrada a
disimular aquella emoción que la embargaba al tenerlo cerca.
—Estás jodidamente preciosa, pelirroja —dijo Carter abriendo la
puerta del coche para que entrara, intentando no volver a mirarle los
muslos, sin conseguirlo. Y disfrutando del sonrojo que apareció en
su rostro. Luego rodeó el coche por delante y se sentó al volante.
Miró a Ellie y le dedicó una seductora sonrisa, aunque ella apartó
rápidamente la mirada de él. Se preguntó donde estaba la Ellie que
siempre daba la cara y que jamás se escondía.
Ella le dio la dirección para que la introdujera en el GPS y se
pusieron en camino.
—¿Por qué no ha venido Eve?
—Es el cumpleaños de una amiga. Iban a ir a cenar a una
pizzería y luego dormirían las cuatro en la casa de la niña del
cumpleaños.
—¿Conoces a sus padres?
—¿Crees que la dejaría ir a dormir a esa casa si no los
conociera?
—Perdona por preguntártelo.
—No pasa nada. Gracias por acompañarme a ver la propiedad.
—Gracias a ti por pedirme que te acompañe.
—Me sentiría culpable si la comprara sin que lo supieses. Entre
tú y yo no hay nada, pero eres el padre de mi hija.
Ellie lo miró y vio en su rostro un gesto de culpabilidad.
—¿Qué ocurre?
—Nada —dijo Carter.
—Por supuesto que ocurre algo. La expresión de tu cara ha
cambiado.
—Yo sí me siento culpable.
—¿Por qué?
—Porque he comprado una casa y ni siquiera te lo he
mencionado.
—Estabas un poco disgustado conmigo y supongo que es
normal que no me dijeras nada. Además, no es lo mismo. A mí no
tienes que darme explicaciones de lo que haces.
—Tú tampoco. Sin embargo, no has comprado esa propiedad
hasta esperar a que yo la viera.
—Bueno… Ya sabes porqué lo he hecho.
—Y tú eres la madre de mi hija.
—Vale. Olvidémoslo. Tampoco vamos a preocuparnos por un
detalle como ese. Hoy te enseñaré lo que yo quiero comprar, y otro
día me enseñas tú tu nueva casa.
—De acuerdo.
Carter pensó en decirle de ir a verla después porque se hacía
de noche tarde, pero prefirió dejarlo para otra ocasión. Así tendría
excusa para poder verla una vez más.
Capítulo 12
Carter estaba fascinado con Ellie mientras le enseñaba la
propiedad. Le explicaba con absoluto detalle todo lo que Sean le
había dicho que podría hacer en el aparcamiento para los vehículos.
Luego habían subido a la vivienda y se había maravillado al ver la
expresión de su rostro mientras se lo mostraba todo. Y cuando
subieron a la terraza irradiaba felicidad al enseñarle en el móvil la
foto del jardín de una azotea, que Sean le había enviado.
—Parece que la casa te gusta mucho —dijo Carter.
—También me gusta el local —dijo ella sonriéndole.
—En ese caso debes comprarla cuanto antes, no vaya a ser
que se te adelante alguien.
Ellie lo miró. Ese hombre parecía un ángel caído, con esos ojos
fascinantes color miel, el pelo dorado y la incipiente barba, que le
daba un aire descuidado y peligroso. De adolescente ya era guapo,
pero había que admitir que los años lo habían tratado bien, de
hecho, muy bien, y se había convertido en un hombre fuera de serie.
Cuando terminaron de verlo todo, Ellie llamó a Sean para
decirle que se quedaba la casa. Él le pidió los datos que necesitaba
para que la agencia se pusiera a redactar el contrato y ella le dijo
que lo llamaría cuando llegara a casa para dárselos.
Carter y ella salieron de la vivienda y Ellie cerró la puerta.
Caminaron hasta el coche y él le abrió la puerta para que entrara.
Cuando ella se sentó, Carter volvió a mirarle las piernas y suspiró.
—¿Te apetece ir a cenar? Estoy muerto de hambre —dijo él
mirándola después de sentarse a su lado y antes de poner el coche
en marcha.
—No sé...
—Has dicho que Eve no dormía hoy en casa.
—De acuerdo, pero elige un sitio sencillo. No voy vestida de
manera adecuada para un sitio elegante.
—Ese vestido te sienta de puta madre.
—Llevo deportivos, y no voy maquillada.
—Estás preciosa. Y me alegro de que no lleves maquillaje,
siempre me han gustado tus pecas. ¿Quieres que vayamos a una
pizzería?
—Me parece bien. Yo también tengo hambre.
Carter arrancó el coche y se unieron al tráfico. Quince minutos
después aparcó en un hueco que encontró y bajaron del vehículo.
Ellie se sentía rara caminando a su lado, sin ni siquiera rozarse.
Una calidez se instaló dentro de ella. Era algo desconocido, y a la
vez aterrador. No tenía ni idea de qué hacer con ello.
Carter se sentía flotar caminando a su lado. Quería tener con
ella todas las citas que merecía y que no habían tenido, y estaba
seguro de que sucedería, pero tendrían que esperar a que ella
estuviese preparada.
Giró la cabeza para mirarla. Lo único que deseaba en ese
momento era besarla hasta caer rendido y acariciarla.
—Aquí es. En este restaurante hacen las mejores pizzas de
Nueva York.
—No sé qué decirte. Tu hija dice que mis pizzas están de
muerte.
—Espero probarlas alguna vez —dijo él abriéndole la puerta
para que entrara en el local y sonriéndole.
—Es posible que te invite alguna vez —dijo ella devolviéndole la
sonrisa.
—Eso me gustaría mucho.
Nada más entrar, Ellie se percató de la mirada tan intensa que
le dedicó a Carter una de las camareras. Se dirigieron hacia una
mesa vacía y se sentaron.
—¿Vienes mucho por aquí?
—De vez en cuando, ¿por qué?
—La camarera rubia parece muy interesada en ti.
—Es la hija de los dueños.
—¿Te has acostado con ella?
—¿Estás celosa?
—¡Por supuesto que no! Era simple curiosidad.
—¿Crees que si me hubiera acostado con ella te habría traído
aquí?
—No lo sé, no te conozco.
—Hola, doctor —dijo la camarera de quien hablaban, que se
había detenido junto a ellos.
—Hola, Molly. ¿Cómo están tus padres?
—Bien, gracias.
—Vamos a comer pizza.
—¿Usted tomará la de siempre?
—Sí.
—¿Y usted? —preguntó la camarera mirando a Ellie por
primera vez.
—¿Puedo tomar media de cada cosa?
—Sí.
—Pues quiero la mitad de peperoni y la otra mitad vegetal.
—Vale. ¿Usted tomará la cerveza de siempre?
—Sí —dijo Carter.
—Yo tomaré lo mismo —dijo Ellie sin mirar a la chica.
—Si prefieres vino...
—No me gusta mucho la cerveza, pero con la pizza va muy
bien.
—Opino lo mismo.
—No le caigo muy bien a la camarera —dijo Ellie cuando la
chica se alejó—. ¿Sueles traer aquí a mujeres?
—Nunca he traído a ninguna. He venido con Logan, con Sean
y, en alguna ocasión, con compañeros del hospital.
—Por supuesto.
—¿Qué quieres decir con ese por supuesto?
—Vi algunas fotos tuyas en Internet y las mujeres que te
acompañaban no encajarían en una pizzería, eran demasiado
sofisticadas.
—¿Has investigado sobre mí?
—No te creas tan importante, Carter. Lo hizo tu hija cuando te
conoció y supo que eras su padre.
Ese hombre era el sueño de cualquier mujer, pensó Ellie. Y
para ella era un sueño muy peligroso. Sabía que iba a ser muy difícil
resistirse a él. De pronto sintió la garganta oprimida, como si tuviera
algo en ella que impidiera pasar el aire. Intentó dominar esa
emoción que había aparecido de repente en su interior. No sabía si
estaba asustada, enfadada, excitada o, simplemente, celosa. O tal
vez sentía todas la emociones al mismo tiempo. Notaba que tenía
demasiado dentro de ella y que necesitaba sacarlo fuera, de lo
contrario explotaría.
Ellie cometió el error de mirarlo y se encontró con esos ojos
color miel, que la miraban de manera curiosa. De pronto los labios
de Carter esbozaron una sonrisa burlona que la desconcertó,
cortándole la respiración. Se quedó mirando la boca de ese hombre,
intentando calmar el deseo que sentía de besarlo.
Carter notó que estaba alterada, aunque no supo la razón, y
habló para que se relajara.
—Háblame de los planes para tu negocio y tu nueva casa.
—No quiero aburrirte.
—No vas a aburrirme. Nunca me has aburrido, cielo, ni siquiera
cuando estábamos en el campamento y éramos unos críos. Estoy
interesado en saber lo que vas a hacer. ¿Vas a decorar primero el
local para abrir la cafetería?
—He pensado que, de momento, voy a olvidarme de la
cafetería.
—¿Por qué? Parecías muy ilusionada cuando nos hablaste de
ella.
—Quiero ir poco a poco e ir asimilando lo que voy haciendo.
Tengo que pensar bien las cosas antes de tomar decisiones
importantes. Sean se ha ofrecido a ocuparse de toda la reforma. Va
a cobrarme todos los materiales a precio de costo.
—¿Qué quiere a cambio?
La camarera se acercó a su mesa.
—Esto se lo envía mi madre para que lo coman mientras
esperan —dijo la chica, dejando dos platos y dos cervezas sobre la
mesa.
—Dale las gracias a tu madre —dijo Carter.
—Vale —dijo la chica retirándose.
—¿Por qué piensas que quiere algo a cambio? —preguntó
Ellie.
—Porque es un hombre de negocios; porque es uno de los
mejores arquitectos de Nueva York; y porque los presupuestos de
sus reformas son astronómicos.
—En ese caso, me va a resultar barato. Solo quiere que le
envíe dulces para la semana... durante toda su vida —dijo ella
riendo.
—Para toda la vida —repitió él.
—Sí.
—Eso es mucho tiempo.
—No me importa. Aunque no monte la cafetería, pintaré el local
y pondré unas mesas alargadas para almacenar lo que vaya
horneando.
—Es una buena idea, porque supongo que necesitarás espacio
para dejar todo antes de que lo repartas.
—Sí. Lo primero que quiero hacer es el local y el almacén, que
será donde trabaje. Quiero tenerlo cuanto antes. Tengo que
informarme de los horno que he de comprar para que Sean busque
el lugar más adecuado para instalarlos.
—¿Has utilizado alguna vez hornos de ese tipo?
—No. Estoy estudiando sobre ellos. Sé que hay hornos
pequeños con más eficiencia energética, que trabajan a mayor
velocidad. Y ocurre lo mismo con las máquinas de mezclar. Tendré
que investigar en profundidad. Y cuando me decida por los modelos
adecuados estudiaré su funcionamiento mientras me los envían y
los instalan. Además tengo que pensar en el resto de cosas que
necesito en el lugar de trabajo: bancadas para trabajar, un
fregadero, un frigorífico industrial, utensilios...
—Supongo que vas a estar muy ocupada a partir de ahora.
—Sí, tendré que hacer un millón de listas. Menos mal que tengo
a tu hija. Yo soy buena organizando cosas, pero Eve es pura
organización.
—Estoy muy orgulloso de ella.
—Yo también. Cuando los obreros terminen la reforma de la
planta baja, podrán empezar con la planta superior.
—¿Te gusta la vivienda?
—Me enamoré de ese piso tan pronto lo vi. Y no por su
aspecto, que me pareció deprimente, sino por la luz tan increíble
que tiene, y la estabilidad que nos va a aportar a Eve y a mí.
Carter volvió a preocuparse. No quería que se encariñara con
esa vivienda.
—Sean tiene grandes ideas para la reforma. Quiere incluir en
mi dormitorio el baño que hay en el pasillo junto a mi cuarto.
—Es cómodo tener el baño en la habitación.
—Sí, supongo. Además, el dormitorio pequeño…
La camarera les llevó las pizzas, ellos le dieron las gracias y la
chica se retiró.
—¿Qué decías del dormitorio pequeño?
—El dormitorio que hay al otro lado de mi habitación es
pequeño, y Sean ha decidido convertirlo en un gran vestidor. Y lo
dividirá haciendo que una parte dé a mi dormitorio y la otra al de
Eve, que es el que hay a continuación. Le he dicho que ninguna de
las dos vamos a necesitar vestidor, que un buen armario es
suficiente. Pero se ha empeñado y no seré yo quien lo contradiga.
—Sean sabe lo que hace. Deberías dejarlo todo en sus manos.
—No acostumbro a dejar las cosas en manos de nadie. Crié a
nuestra hija sin ayuda, a pesar de que Peter estaba a mi lado, y me
acostumbré a solucionar los problemas y a tomar decisiones sola.
La idea de tener que pedir la opinión de otra persona o, como dices
tú, dejarlo todo en sus manos, es algo desconocido para mí. De
todas formas, yo, prácticamente, no salgo y no necesito mucha
ropa, de manera que no me hace falta un vestidor.
—Nunca se sabe. Puede que encuentres a tu príncipe.
—Yo no soy una princesa de manera que no necesito a un
príncipe que cuide de mí. Porque yo soy una reina y puedo
ocuparme de mí misma —dijo ella con claro sarcasmo.
Carter le dedicó su más preciosa sonrisa.
—Me temo que has visto muchas películas, Carter —dijo Ellie
cogiendo un trozo de pizza y comiéndoselo con la mano—. Umm,
está deliciosa.
A Carter le gustó haberla visto reír tantas veces cuando
estuvieron en la acampada. Y ahora se daba cuenta de que también
le gustaba verla comer. Sentía un extraño placer mirándola. Cada
vez que se metía un trozo de pizza en la boca lo miraba y le sonreía.
Y él se sintió feliz en ese instante.
—Sigue hablándome de la casa.
—Sean quiere tirar los tabiques y dejar un espacio abierto del
comedor, del salón y de la cocina. A mí me parece bien, lo he visto
en muchas películas y me gusta.
—Mi apartamento también es así. Un día te llevaré a verlo.
—Vale —dijo ella mirándolo a los ojos.
Tenía unos ojos increíbles, del color de la miel derretida,
exactamente iguales que los de su hija, pensó Ellie. Sin duda, la
nueva versión de Carter Hirsch era mucho más atractiva que la del
adolescente que ella había conocido y que le había fascinado.
Ellie lo observaba mientras hablaba. Era completamente
imposible no mirar sus manos. Eran grandes, acordes a su altura,
con dedos largos, y muy bien cuidadas. Eran las manos de un
médico, pensó. Un médico que había traído al mundo a cientos de
bebés. Estaba segura que sus pacientes fantasearían con sus
manos, imaginando lo que podría hacerles con ellas. Y Ellie se dio
cuenta de que eso era lo que realmente quería ella.
—Entonces, ¿vas a hacer en la azotea el jardín de la foto que
me has enseñado?
—Por supuesto. Me hace muchísima ilusión. ¿Te imaginas lo
que sentiría estando allí echada sobre una tumbona, con el cielo por
techo y contemplando las estrellas?
—No tengo que imaginarlo. Solo he de recordar. Tú y yo
hicimos el amor muchas veces bajo las estrellas.
Ellie lo miró sorprendida por sus palabras y bajó la cabeza.
—No lo he dicho para avergonzarte —dijo él al ver que se había
ruborizado—. Y tengo que añadir que jamás he sentido con ninguna
mujer lo que sentí estando contigo.
—Sí, claro. Me pregunto si cuando esté terminada la azotea
habrá goteras —dijo ella cambiando de tema—. Un jardín como ese
requiere mucha agua, al menos en primavera y verano.
Carter sonrió al ver el cambio que había dado en la
conversación y se quedó mirándola.
Ellie puso sus impresionantes ojos verdes en él. Cuando
estaban en el campamento los chicos decían que sus ojos eran
fríos, pero Carter nunca los vio así. Siempre había pensado que los
ojos de esa chica eran turbulentos. Una maravilla de la naturaleza
en los que él podía leer todas sus emociones.
—No creas que he cambiado de tema porque me avergüence
hablar de sexo. Te aseguro que no es eso. Es solo que no quiero
hablar de ello contigo. Me gustaría plantar tomates en la azotea —
dijo Ellie con una radiante sonrisa.
—Tomates —repitió él, recordando lo que le había dicho su hija.
—Sí. Y también algunas hierbas aromáticas. Siempre he
querido tener una casa con jardín y con un pequeño huerto.
—Lo conseguirás.
—De eso estoy segura. Nuestra hija dice que cuando empiece
a ganar dinero me comprará una casa con piscina —dijo ella
sonriendo.
—Y estoy seguro de que lo hará.
—Yo también. ¿No crees que es la hija perfecta?
—Sí, pienso lo mismo.
—¿Crees que me irá bien el negocio?
Carter vio la duda en su mirada.
—Ya te va bien trabajando en una mini cocina. ¿Por qué no te
va a ir bien cuando tengas un espacio más grande para trabajar
cómodamente y con las mejores condiciones?
—Eso es lo que dice Eve.
—Es una chica lista.
—Desde luego que lo es.
Cuando terminaron, Carter pagó la cuenta y salieron a la calle.
Al llegar al coche él le abrió la puerta y ella se sentó. Y Carter volvió
a mirarle las piernas. Y cada vez que lo hacía le parecían más
preciosas.
—¿Te apetece ir a tomar una copa? ¿O un helado? —preguntó
él cuando se sentó a su lado.
—Te lo agradezco, pero mañana tengo que levantarme antes
de las cinco de la mañana.
—¿Cuando tengas montado tu nuevo negocio, también te
levantarás a esas horas intempestivas? —preguntó arrancando el
coche.
—Alguien me dijo en una ocasión que para llegar a las
montañas más altas hay que pasar primero por los barrancos más
profundos. Me imagino que el trabajo duro serán esos barrancos.
—Yo también lo he oído.
—Tú no lo conocerás por propia experiencia. Seguro que ese
dicho va dedicado a personas con trabajos normales, no a gente
con carrera.
—No parece que tengas muy buen concepto de mí ni de a lo
que me dedico.
—Todo lo contrario, estoy muy orgullosa de ti. Y ahora
comprendo mejor por qué cortaste conmigo. Yo habría sido una
carga para ti y puede que si hubiera estado contigo no hubieras
conseguido todo lo que tienes.
—No digas tonterías.
—Contestando a tu pregunta. Al principio sí que seguiré con
este horario intempestivo, como lo has llamado, hasta que
encuentre a un ayudante. Y con el tiempo buscaré a alguien que se
encargue de los repartos. Pero, por lo pronto, voy a comprar una
furgoneta y haré que amolden en ella unas estanterías para que me
quepan más cosas y no tenga que hacer tantos viajes.
—¿Por qué no buscas a alguien que se encargue ya los
repartos? De esa forma podrías trabajar por las tardes y no tendrías
que levantarte tan temprano.
—De momento me apañaré como hasta ahora, pero lo haré en
unos meses. Sé que voy a trabajar duro en mi nuevo negocio, pero
también quiero disfrutar de mis amigos. Nunca pensé que tendría un
grupo de amigos como vosotros. Y, sobre todo, quiero disfrutar de
mi hija. Perdona, de nuestra hija —dijo ella sonriéndole—. Quiero
ser una mujer soltera, cosa que, por las circunstancias, nunca fui.
Me habría gustado tener citas con hombres interesantes y disfrutar
con ellos. Cuando digo disfrutar con ellos no me refiero solo a sexo.
Pero eso no sucedió porque siempre había estado pensando en
él, pensó Ellie. Carter siempre había estado ahí, impidiéndoselo.
—Te va a ir muy bien. He pasado una velada fantástica contigo.
—Por supuesto —dijo ella de manera sarcástica—. Estoy
segura de que es lo que sueles hacer. Llevas a mujeres a comer
pizza y las escuchas durante dos horas hablando de sus proyectos
de futuro.
—Lo he pasado maravillosamente bien. ¿Y sabes qué es lo
único que siento?
—No soy adivina.
—Me habría gustado escuchar todos tus proyectos y tus planes
de futuro durante los catorce años anteriores.
—A mí también me habría gustado escuchar los tuyos. El
problema es que yo nunca entré en esos planes.
—Eso ya lo hemos dejado atrás, ¿verdad?
—Sí. Lo he mencionado porque con tus palabras me has dado
pie para hacerlo.
—Lo sé —dijo él cuando paró el coche delante del edificio de
ella—. De todas formas, vuelvo a decirte que lo he pasado muy bien
cenando contigo.
—Carter, quiero que tengas claro que esto no ha sido una cita.
Solo hemos ido a comer una pizza.
—Por supuesto que no ha sido una cita. Solo somos amigos —
dijo él dedicándole una sonrisa que la desconcertó.
¡Por Dios bendito!, pensó Ellie. Había pronunciado la palabra
amigos de una forma tan sensual, que la hizo estremecer.
—Te acompañaré hasta la puerta.
—No hace falta...
—Me ha quedado claro que no ha sido una cita —dijo él
interrumpiéndola—. Así y todo, te acompañaré.
Antes de que Ellie pudiera reaccionar, tenía a Carter a su lado
abriéndole la puerta del vehículo. Le tendió la mano para ayudarla a
salir y ella la sujetó.
—Dijiste que nunca saldrías a solas conmigo —dijo Carter
mientras caminaban hacia la entrada del edificio.
—No he salido contigo. Esto ha sido porque quería que vieras
la propiedad antes de comprarla.
—¿No lo has considerado una cita porque en el restaurante no
habían velas?
—¡Por supuesto que no! Las velas no tienen nada que ver. A
veces no hay velas en las citas.
—¿Cómo lo sabes? Has dicho que nunca has tenido una cita.
—He visto películas —dijo ella deteniéndose en la puerta y
mirándolo con una sonrisa divertida en los labios.
—Tienes razón —dijo mirándola y desviando la vista hacia su
boca.
Carter se acercó a ella. Había una atracción entre ellos que no
se podía negar. Ellie vio el brillo de los ojos en él y supo que iba a
besarla. Y de repente no fue capaz de pensar en nada que no fuera
la boca de ese hombre.
Carter enredó los dedos en sus suaves cabellos y la sujetó
firmemente de la nuca. Luego se inclinó y puso los labios sobre los
de ella.
Con el contacto saltaron las chispas, como cada vez que se
habían besado. Quería que fuera un beso suave para que ella no lo
interpretara como si deseara llevársela a la cama, que es lo que
quería hacer en realidad.
De pronto, Ellie le rodeó el cuello con los brazos y se pegó a él.
Carter se excitó, sin poder evitarlo, al sentir sus pechos contra
sus pectorales y sus caderas sobre las de él. Y cuando sus lenguas
se enredaron sucedió como las veces anteriores. Ambos se
descontrolaron y el beso, que Carter pretendía que fuera tierno y
suave, se convirtió en uno salvaje y devastador.
Cuando dejaron de besarse Carter apoyó la mejilla en la sien de
ella para tranquilizarse. Y entonces dijo las palabras menos
acertadas que podía haber pronunciado.
—Faltaba el beso para que pudiera considerarse una cita —dijo
separándose un poco de ella y mirándola con una radiante sonrisa.
—Dijiste que no volverías a besarme.
—Tienes razón y, normalmente suelo cumplir mi palabra, pero
eres una tentación muy grande, pelirroja. Lo siento, no me he podido
resistir. Soy un hombre —dijo él con una seductora sonrisa.
—Que eres un hombre me ha quedado muy claro. Y además,
un excelente espécimen del género masculino.
Carter la miró con los ojos entrecerrados, porque no se
esperaba que le dijera algo así.
—No vas a acompañarme arriba.
—Por supuesto que no, solo somos amigos. Pero, ¿sabes una
cosa? Seguiré besándote hasta que no me devuelvas los besos.
—Buenas noches, Carter.
—Buenas noches.
Ellie abrió la puerta de cristal y entró en el edificio. Carter se
quedó allí de pie, con las manos en los bolsillos, mirándola fijamente
y completamente excitado, mientras reprimía el impulso de ir tras
ella. La vio entrar en el ascensor y darse la vuelta. Ellie lo miró y le
dedicó una traviesa sonrisa, antes de que las puertas del ascensor
se cerraran.
Carter volvió al coche sonriendo, se sentó al volante, lo puso en
marcha y arrancó. Lo que sentía por esa chica no había aparecido
de un día para el otro, pensó. Había ido creciendo en su interior
desde que la abandonó, pero en un lugar tan escondido que no se
había dado cuenta. Hasta que volvió a verla… y la situación escapó
de su control.
No podía dejar de pensar en ella ni un solo instante. Eso de
entregar el corazón a una mujer era algo para sí mismo, algo para
mantener en su interior. Pero a lo largo de las semanas, se había
dado cuenta de que el amor no era algo que se pudiera controlar,
sino que era el amor quien te controlaba a ti.

Dos días después, Sean y Ellie habían ido a la inmobiliaria a


firmar el contrato de compraventa de la propiedad con los tres
propietarios y luego habían ido al banco para pagarles.
Al día siguiente, Nathan acompañó a Ellie para que firmara la
escritura de la propiedad que había comprado.
Ellie se sintió pletórica de felicidad cuando firmó el documento.
Ya era oficial. Era la dueña de una casa y de un local. Iba a
comenzar una nueva vida en un nuevo hogar, con su hija. Y
empezaría también un nuevo negocio.
Y había vuelto a encontrarse con Carter. Sabía que seguía
habiendo algo entre ellos, pero no sabía adónde los llevaría.
Todos sus amigos se habían puesto en marcha para ayudar a
Eve a que entrara en el nuevo instituto. Sin duda Delaney Stanford
lo conseguiría con una simple llamada. Pero al final fue Carter quien
lo consiguió. Se informó de quien era el director del instituto y su
esposa. Y sonrió al saber que la mujer era paciente suya. Volvió a
sonreír al saber que a esa paciente, como a muchas otras, las
avisaban de la consulta cuando les tocaba una revisión rutinaria.
Faltaban aún dos semanas, pero Carter le dijo a la recepcionista de
su consulta que le diera una cita para el día siguiente, que era
viernes.
Cuando la mujer acudió a su cita, Carter sacó a relucir el
problema que tenía con su hija mientras hablaban, como si no
supiera que era la mujer del director del instituto. Y ella le dijo que
era su marido y que hablaría con él esa misma noche. Y le aseguró
que podría contar con la plaza en el colegio. Fue el marido de su
paciente quien lo llamó por teléfono esa misma noche y le dio cita
para que se presentaran en el instituto el próximo lunes para
formalizar la matrícula de su hija.

Al día siguiente todos los amigos fueron a casa de Nathan y


Lauren a pasar el día, en vez de ir a casa de Delaney. Era el
cumpleaños de Nathan, cumpliría treinta y seis años. Habían
preparado una comida informal para sus amigos y familiares. Asistió
Rebecca, la hermana de Nathan con Rick y las niñas. También Fred,
el abuelo de Lauren. Y los padres de Delaney, que querían a Nathan
como si fuera un hijo.
Comieron en la gran mesa que habían preparado a la sombra
en el jardín. Los temas principales durante lo comida fueron el
embarazo de Lauren, que estaba de treinta semanas; la compra de
la propiedad que Ellie había adquirido recientemente y los planes
que tenía respecto a ella; la casa que Rick estaba construyendo
para casarse con Rebecca y que la terminarían en unos meses; y
Eve, a quien Fred, Rick y Rebecca no conocían; y la compra de la
mansión de Carter.
—¿Habéis pensado ya en la fecha de la boda? —preguntó Tess
a Rebecca.
—Nos casaremos a primeros de año —dijo Rebecca—. Hemos
decidido esperar a que se cumpla un año de la muerte de Jim,
—De todas formas, la cabaña no está terminada —dijo Rick—.
Sean, la reforma que hiciste en la cabaña de Lauren quedó
fantástica.
—Gracias.
—A Nathan y a mí nos encanta como quedó —dijo Lauren.
—No entiendo esa manía de construir más casas en el rancho,
como si no hubiera espacio en la mía —dijo Fred, el abuelo de
Lauren—
—Abuelo, cuando uno se casa quiere independencia.
—Lo sé.
—No te preocupes, Fred. Todos nosotros nos quedaremos en tu
casa siempre que vayamos a verte —dijo Delaney.
—Con eso ya contaba. Veremos que hacen esos dos con mi
casa cuando yo ya no esté —dijo el hombre refiriéndose a su nieta y
a Rick, que era también como un nieto para él, desde que lo había
adoptado de niño cuando perdió a sus padres.
—Tú siempre estarás con nosotros, abuelo.
—Más quisiera yo. Por suerte vuestro grupo de amigos va
aumentando y siempre habrá alguien por allí.
—De eso puedes estar seguro, Fred —dijo Ryan.
—Ellie, háblame de esa propiedad que has comprado —dijo
Fred.
—La compré gracias a Carter, me dio dinero por los años que
había cuidado de su hija. Un dinero que no esperaba.
—Eso está bien. Y es lo justo. ¿Cómo es la propiedad?
—En realidad es un edificio. Ahora no está en muy buenas
condiciones, pero lo estará. Sean va a encargarse de la reforma. La
planta baja es muy grande. Puede que en un futuro monte una
cafetería, pero de momento voy a dedicarme como hasta ahora,
pero con hornos adecuados y espacio para poder trabajar
cómodamente. Y en la planta de arriba hay una vivienda muy
grande que tiene una luz increíble porque hace esquina y enfrente
hay un parque que no le resta luz. Eve y yo viviremos en ella.
Fred miró a Carter y, por la forma que miraba a Ellie supo que
no quería que ella viviera allí. Además, su nieta le había dicho que
había comprado la casa para Ellie y su hija.
—¿Cuándo vas a enseñarme tu nueva propiedad? —preguntó
Ryan a Ellie que estaba sentada a su lado en la mesa.
—Cuando tú quieras. Aunque preferiría que la vieras cuando la
reforma esté acabada. Tengo planeado hacer una comida o una
cena para celebrarlo y os invitaré a todos.
—Yo quiero ver el local, ya —dijo Tess—. ¿Por qué no vamos a
verlo el sábado que viene después de comer en mi casa?
—Por mí no hay problema. Y tú Ryan, podrás venir a visitarme
cuando quieras. Tan pronto Sean termine las obras en la planta baja
pasaré mucho tiempo allí trabajando. Sé que por las mañanas estás
en el hospital, pero podrás ir por la tarde, si no tienes nada que
hacer.
—Preciosa, por la tarde tengo una consulta privada.
—Demonios. Estos médicos no pierden el tiempo. Seguro que
ya sois todos millonarios. Pero yo me alegro de haberos encontrado
porque, como dice el refrán: quien va con un cojo, si al año no cojea,
renquea.
—¿Crees que se te va a contagiar lo de ser millonario?
—Sí.
Todos se rieron.
—Por cierto, Sean, ¿cuándo empezarás con las obras? —
preguntó Ellie.
—Antes tenemos que hablar. Me dejaste claro que antes de
nada querías acondicionar el lugar de trabajo e instalar los hornos.
Tengo que saber todo lo que necesitas en esa zona y las medidas
de los hornos.
—¿Por qué no vienes a cenar mañana a casa? Lo pensaré
durante el día.
—Estupendo.
Cuando terminaron de comer retiraron lo de la mesa y sacaron
la tarta que había preparado Ellie como regalo y que era una
maravilla.
—Cielo, no tenías que haber puesto tantas velas —dijo Nathan.
—¿No cumples treinta y seis?
—Sí. Pero me refiero a que podías haber puesto dos velas con
un tres y un seis. Así parecería que cumplo menos.
—No digas tonterías, Nathan. Eres guapísimo y tienes un
cuerpo de escándalo. Puedes estar orgulloso de tus treinta y seis
años. Además, las velas son lo más bonito de las tartas de
cumpleaños.
—¿Sabes? Ya no me molesta haber cumplido esos años.
—Ellie tiene razón, cariño. Estás estupendo —dijo su mujer
besándolo en los labios.

Ellie y su hija bajaron cuando Carter les dijo que estaba


esperándolas en la calle. Subieron las dos al coche y se pusieron en
marcha.
—Papá, el instituto está al otro lado del parque, podíamos
haber ido andando.
—Lo sé. Pero tengo que estar en la consulta en dos horas y
media. Y no sé cuánto tiempo tendremos que estar en el instituto. Y
quiero que vayamos luego a comer.
—Vale.
—¿Cómo conseguiste una cita con el director? —preguntó Ellie
—. El plazo de las matrículas ya está cerrado.
—Me informé de su nombre y averigüé el de su mujer. Fue
mucha coincidencia, pero resultó ser paciente mía.
—Vaya. Sí que ha sido casualidad.
—De todas formas, de no haberla conocido, Delaney lo habría
conseguido con solo una llamada a cualquiera de sus contactos.
—Es una maravilla tener amigos influyentes y poderosos.
—Sí, tendrás que agradecérmelo —dijo él girándose para
mirarla.
—Los favores que se hacen por la familia no se devuelven.
—Era broma. Cielo, ¿has traído la documentación que te dije?
—Sí. Y también llevo anotada la dirección de nuestra nueva
casa —dijo Eve.
—Bien.
Entraron en el despacho del director a la una en punto, y media
hora más tarde salieron con los papeles de la matrícula firmados.
—El instituto empezará en dos semanas —dijo Eve.
—Tendremos que ir a comprar los libros y el material escolar
que necesites —dijo Ellie.
—Podemos ir el sábado. ¿Quieres venir con nosotros, papá?
—Sí, me gustaría. Si queréis vamos después del partido, y
antes de ir a casa de Tess. ¿Te parece bien, Ellie?
—Claro.
—Eve, llévate el sábado ropa para cambiarte y nos ducharemos
en mi casa. Así tu madre podrá ver tu habitación y el apartamento.
—Genial.

Poco después estaban en el restaurante. Eve se levantó para ir


al aseo después de que pidieran la comida.
—Me siento muy bien.
—¿Y eso?
—Por haber ido con vosotras al instituto a matricular a Eve. Es
lo primero que hemos hecho juntos con nuestra hija —dijo Carter.
—Sí —dijo Ellie.
—Me va a gustar ir a comprar los libros con vosotras.
—A ella le hace ilusión que nos acompañes.
—¿Te molesta que os acompañe?
—Claro que no. Y ya que estamos compartiendo cosas, sabes
que Sean vendrá a cenar a casa esta noche. ¿Quieres
acompañarnos? Me refiero a si no has quedado con nadie.
—Me encantará cenar con vosotros. Iré tan pronto acabe la
consulta.
—Vale.
Cuando Eve regresó, el camarero ya había llevado las bebidas
y estaba dejando los aperitivos en la mesa.
—Me muero de hambre —dijo la niña.
—Tú siempre te mueres de hambre —dijo su madre sonriendo.
—Estoy creciendo.
—Lo sé. Y demasiado deprisa.
Carter se sentía bien viéndolas tan unidas y bromeando. Se
maldijo, una vez más, por haber cortado con Ellie años atrás. Se
había perdido todo el crecimiento de su hija. Y también todos los
cambios de Ellie, de adolescente a mujer, y de su embarazo.
—¿Necesitarás ropa para el instituto? —preguntó Carter.
—Papá, no voy a llevar uniforme. Pero creo que no. La mamá
me compró algunas cosas cuando llegamos aquí y me apañaré con
lo que tengo.
Carter se sintió muy orgulloso de ella. Su madre la había
enseñado a no comprar cosas innecesarias y a no malgastar dinero.
Incluso sabiendo que él era rico.
Carter las llevó a casa después de comer. Mientras su hija
bajaba del asiento trasero, se acercó a Ellie y la besó en los labios.
—Te veré esta noche, pelirroja —dijo sonriéndole.

Carter y Sean llegaron juntos a casa de Ellie. Eve les abrió la


puerta.
—Hola —dijo Carter entrando en la cocina y acercándose a
Ellie para besarla en la mejilla.
—Hola, Carter.
—Hola, preciosa —dijo Sean besándola también—. Tu casa
huele maravillosamente bien.
—Es lo que pasa cuando horneas dulces. Hola, Sean.
—De todas formas, tú hueles igual de bien, a vainilla y a canela.
—Un perfume francés muy sofisticado —dijo ella sonriendo.
—A mí me da igual que sea sofisticado o no. Me gusta como
hueles.
—Pues muchas gracias.
—He de decirte que el olor de mi madre no es a causa de los
pasteles, al menos en parte. Su perfume huele a vainilla.
—Pues es una buena elección porque huele de maravilla.
—Vas a hacer que me sonroje. Coged una cerveza de la nevera
y sentaos en el salón. Cenaremos en diez minutos.
—Nos quedaremos aquí, si no te importa —dijo Carter sacando
dos cervezas de la nevera.
Eve llevó a su padre a su habitación con la excusa de enseñarle
algo y le dijo que el siguiente viernes era el cumpleaños de su
madre y quería hacerle una fiesta sorpresa. Carter le dijo que él se
encargaría.
—¿Sabes ya qué horno vas a comprar? —preguntó Sean
sentándose en una de las sillas.
—Sí. Esta mañana he hablado con un repostero que conozco
del pueblo y me ha aconsejado una marca y un modelo.
—¿Sabes la medida?
—Las medidas, porque voy a comprar dos hornos. Son
bastante caros, pero me van a permitir que haga gran cantidad de
dulces de una sola vez. Voy a pensar a lo grande.
—Eso está bien. Hay que ser ambicioso.
—He encontrado el horno en Internet. Bueno, Eve lo ha hecho
—dijo mirando a su hija y sonriéndole cuando entró en la cocina con
su padre.
—Sabemos los precios y las garantías, pero no pensé en las
medidas. Luego lo buscaré —dijo Eve.
—¿Sabes el nombre del fabricante o la marca del horno? —
preguntó Sean sacando el móvil del bolsillo para buscarlo.
—La empresa se llama Ralstone.
—Eres una mujer con mucha suerte, cielo —dijo Sean a Ellie.
—¿Con mucha suerte? Eso es lo único que no he tenido en mi
vida. ¿Por qué lo dices?
—Porque esa es la empresa con la que trabajo yo. A ellos les
compro los electrodomésticos para las obras. Así que los compraré
yo y pagarás el precio de mayorista que van a cobrarme a mí.
—Eso será estupendo, porque son realmente caros.
—Buscaré las medidas mientras terminas —dijo él buscando en
el móvil la empresa y seleccionando hornos industriales.
—Ese es —dijo Eve que se había sentado a su lado.
—¿Puedes anotar lo que te diga?
—Claro —dijo la niña cogiendo papel y un bolígrafo y
escribiendo.
—Estupendo. Mañana a primera hora llamaré al fabricante y
pediré que envíen dos hornos al local.
—¡Oh, Dios mío! Esto empieza a ir en serio. Estoy un poco
asustada —dijo Ellie sirviendo la lasaña en los platos y colocando
una ensalada en el centro de la mesa.
—Todo va a irte bien, ya lo verás —dijo Carter lavándose las
manos en el fregadero antes de que lo hiciera Sean.
—Eso espero.
—Si tienes que comprar cualquier electrodoméstico dímelo.
—Gracias, Sean. Tengo que ponerme las pilas y estudiar sobre
las mezclas. Estoy acostumbrada a preparar poca cantidad y ahora
tendré que usar las matemáticas para los cálculos.
—Yo te ayudaré, mamá.
—Menos mal que te tengo a ti, cariño.
—¡Joder! Esta lasaña está de muerte —dijo Sean—. Podrías
prepararme una de vez en cuando.
—No sé si será mejor que me cobres los materiales de la obra y
los electrodomésticos al precio que te cobran a ti. Me da la
impresión de que vas a aprovecharte de mí.
—De acuerdo, no me prepares lasaña, pero avísame cuando la
hagas y vendré a cenar.
Ellie le tiró la servilleta a la cara y él la cogió al vuelo.
—¿Cuándo empezaras con las obras? —preguntó Carter que
no le gustaba ver la complicidad que había entre Sean y Ellie.
—He traído el plano de la planta baja, incluido el espacio de
aparcamiento con las medidas exactas.
—¿Cómo sabes las medidas? —preguntó Ellie.
—Envié a alguien para que midiese toda la propiedad, después
de que me confirmaras que ibas a comprarla.
—Trabajas rápido.
—Me dijiste que querías empezar a trabajar cuanto antes.
—Sí.
—Después de cenar quiero que me digas todo lo que necesitas
en la planta baja y dónde lo quieres. Mañana cuando llegue al
estudio le pediré a uno de los delineantes que haga el plano y lo
organizaré todo para empezar cuanto antes. Cuando hable con el de
los hornos le daré prisa para que los envíe lo más rápido que pueda.
—¿Cuánto tardarás en hacer la reforma de toda la planta baja?
—Un par de semanas.
—Pensé que llevaría más tiempo.
—No hay mucho que hacer, porque no hay que cambiar puertas
ni ventanas. La vivienda es otra historia. Nos llevará dos o tres
meses.
—La vivienda no nos corre prisa, porque podemos seguir
viviendo aquí. Lo único será que tendré que llevar y traer a Eve al
instituto.
—Puedo ir en el autobús.
—Te llevaré yo —dijo su madre—. Aunque como la reforma
tardará unas dos semanas, solo serán unos días, porque las clases
empiezan el catorce.
—Empezaré la obra cuanto antes, y dejaré la instalación de los
hornos para el final, para darles tiempo a que los envíen.
—Genial.
—Tendrás que asegurar toda la propiedad al menos por un
millón y medio. Eso es lo que valdrá cuando yo acabe con ella.
—¿En serio?
—Por supuesto.
—A lo mejor sería más interesante dedicarme a comprar
propiedades, lavarles la cara y venderlas. En vez de pasar horas
trabajando con un calor insoportable.
—¿Y privarle a la ciudad de tus delicias?
—Tienes razón. Soy muy buena en lo que hago.
—Y muy modesta.
—Mamá, me dijiste que no trabajarías tantas horas como ahora.
Tienes que buscar a alguien que te ayude con el trabajo, y además,
un repartidor.
—Eso llegará con el tiempo.
—Con el tiempo no, tiene que ser desde el principio. Necesitas
divertirte y no pasar el tiempo trabajando y durmiendo.
—Eve tiene razón —dijo Carter.
—Lo sé. Sean, ¿tengo que asegurar ya la propiedad?
—No hará falta hasta que toda la reforma esté terminada
porque, mientras nosotros estemos trabajando, el seguro de mi
empresa cubrirá cualquier cosa que suceda en la propiedad —dijo
Sean.
—Me estás haciendo ahorrar un montón de pasta. No voy a
poder pagarte el favor.
—Por supuesto que podrás pagármelo. Tendrás que aumentar
la cantidad de dulces que me envíes.
—Bueno, no es un precio muy alto. Aunque no me gustaría que
engordases. Tienes un cuerpo fantástico.
—No deberías flirtear conmigo delante del padre de tu hija.
—El padre de mi hija también tiene un cuerpo fantástico —dijo
ella mirando a Carter con una descarada sonrisa.

Carter habló al día siguiente con sus amigos sobre el


cumpleaños de Ellie y decidieron hacer la fiesta en casa de Logan,
porque había más espacio que en el apartamento de Carter. Tess y
Lauren se ocuparían de la cena y de la decoración. Entre todos
compraron un regalo. Logan llamó esa misma noche para invitarla a
la fiesta que, según él, celebraban cada año como aniversario de
cuando comenzó a trabajar en la iglesia. Sus amigas la llamaron y
quedaron en ir a comprar algo de ropa al día siguiente por la
mañana.
Ellie tuvo que trabajar tres horas más esa tarde para poder salir
a la mañana siguiente con Tess y Lauren.
Eve se quedó en casa de una amiga mientras su madre iba de
compras. Las tres mujeres lo pasaron muy bien. Tess se compró un
vestido azul por media pierna. Lauren uno de súper embarazada,
porque ya estaba de treinta y una semanas, pero a pesar de lo
gorda que estaba se la veía radiante. A Ellie la convencieron para
que se comprara un vestido estampado de tirantes, muy veraniego,
que llevaba un corte en la pierna hasta el muslo.
—¿No creéis que es demasiado sexy? ¿Habéis olvidado que es
para la celebración del aniversario de un sacerdote?
—Es el aniversario de Logan.
—Pero es sacerdote.
—Pero no es un sacerdote normal.
—En eso te doy la razón.
—El mío también es sexy —dijo Tess.
—Sí, pero no enseñas nada. Además, estás casada. A mí se
me ve medio pecho y toda la pierna.
—Mi marido no tiene problemas en que lleve vestidos sexys —
dijo Tess.
—Eso es lo que tú te crees —dijo Lauren—. Tanto a tu marido
como al mío no les hace gracia que nos miren los hombres, aunque
ellos digan lo contrario.
—Puede que tengas razón —dijo Tess sonriendo.
—Estamos en verano —dijo Lauren—. Os envidio. Yo ya no me
siento sexy.
—Puede que no te sientas sexy, pero tu marido te mira como si
fueras la mujer más sexy y seductora del planeta —dijo Ellie.
—Cuando estoy con él me siento así —dijo sonriendo.
—Tu marido está loco por ti, ¿eh?
—Y yo por él.
—Vale. Me quedaré el vestido —dijo entregándoselo a la
dependienta—. Y también las sandalias de cuña.
Después de pagar la cuenta salieron de la tienda.
—No hemos tardado mucho. ¿Queréis que vayamos a tomar un
helado? —preguntó Lauren—. Me apetece muchísimo.
—Entonces, tomaremos un helado.
Poco después estaban sentadas en una cafetería.
—Llevaos a casa de Logan los biquinis el día de la fiesta. He
hablado con él esta mañana y ha dicho que nos quedemos todos a
dormir en su casa, ya que será viernes. ¿Tienes que trabajar el
sábado? —preguntó Tess a Ellie.
—No. Eve y yo vamos a ir con Carter a comprar los libros del
instituto después del partido. Tendré que llevarme también ropa para
ello.
—¿Va a acompañaros Carter? —preguntó Lauren.
—Sí. Se lo pidió Eve.
—Y supongo que tú no querías que os acompañara —dijo Tess
con sarcasmo.
—No me importa que venga con nosotras. Últimamente nos
llevamos bastante bien.
—¿Y eso?
—Después de que Sean me llevara a ver la propiedad que he
comprado, llamé a Carter para pedirle que fuera a verla, antes de
que la comprara.
—Seguro que le gustó ese detalle de tu parte.
—Sí, creo que sí. Después de darme todo ese dinero pensé
que lo menos que podía hacer era llevarlo a ver la propiedad.
—Claro —dijo Tess.
—Y después de enseñarle el local me invitó a cenar.
—Vaya —dijo Lauren.
—No imaginéis cosas raras, porque no pasó nada.
—¿Eve no fue con vosotros?
—Era el cumpleaños de una de sus amigas y unas cuantas se
quedaron a dormir en su casa. Y después de cenar me llevó a casa
y me acompañó hasta la puerta.
—¿Y ya está? —preguntó Tess.
—¿Estabas sola en casa y no lo invitaste a subir?
—No.
—¿No pasó nada más?
—Bueno… Me besó antes de que entrara en el edificio, aunque
yo no quería.
—¿Que no querías? ¿Crees que somos estúpidas? —dijo
Lauren sonriendo.
—Ellie miras a Carter como si estuviera cubierto con una
suculenta capa del mejor de los chocolates.
—¡Oh, Dios mío! ¿Creéis que él se habrá dado cuenta?
—No, los hombres no se fijan en esos detalles —dijo Lauren
sonriendo.
—Yo no estaría muy segura de eso, yo creo que todos los
hombres de nuestro grupo conocen muy bien a las mujeres —
añadió Tess.
—Así que te gusta Carter, ¿eh?
—No solo me gusta, estoy loca por él. Creo que nunca he
dejado de quererle.
—No tienes nada que temer, es un hombre excepcional.
—No te lo voy a discutir, pero me lo voy a tomar con calma. Sé
que quiere acostarse conmigo, pero puede que no sienta nada por
mí. No voy a dar ningún paso hasta estar segura de que hay algo
más, además de deseo.
—Carter esperará todo lo que haga falta. Parece muy
interesado en ti —dijo Tess.
—¿Te lo ha dicho él?
—No hace falta, he visto como te mira.

Sean comenzó con la obras esa misma semana. Y antes del fin
de semana tenía el local pintado y había cubierto todos los cristales
de los escaparates y de la puerta de entrada con un papel adhesivo
con un pequeño estampado que había elegido Ellie para que no se
vieran con ese blanco que los cubría de cualquier manera
anteriormente. Además, había llenado el local de caballetes y
tableros de madera resistentes al calor, formando largas filas de
mesas en donde dejarían las bandejas de lo que fueran horneando y
donde empaquetarían los productos para la entrega. El aseo no lo
tocó porque estaba en buenas condiciones.
Los padres de Ellie querían pasar con su hija el día de su
cumpleaños, pero Ellie les dijo que tenía que trabajar ese día y que
tenía que asistir a una fiesta de aniversario de su amigo el
sacerdote, pero les aseguró que irían a verlos el sábado por la tarde
y se quedarían hasta el domingo después de comer.
A Ellie le extrañó que su hija no la hubiera felicitado porque
siempre era la primera en hacerlo. Había estado ayudándola toda la
mañana y luego habían ido las dos a repartir los encargos.
Eve se sentía mal por no haberla felicitado. Pero había
comprado el regalo juntamente con su padre y no tenía nada para
darle. Además, no quería revelar la sorpresa de la fiesta.
Logan fue a recogerlas a las ocho y media.
Cuando llegaron a su casa, Eve cogió en brazos a Brianna. La
pequeña había corrido hacia ella al verla bajar del coche, porque
quería enseñarle la bicicleta que le había comprado su tío Carter.
Ellie y Logan caminaron hacia la casa. Todos estaban sentados
en el porche. Carter posó la mirada sobre la chica que caminaba
hacia ellos. Era la fantasía más salvaje que un hombre pudiera
tener. Llevaba un vestido estampado con un generoso escote y un
corte a un lado por el que se veía una pierna cuando caminaba y
que había conseguido que a Carter le costara tragar saliva. Esa
chica tenía un cuerpazo, pensó. Llevaba el cabello suelto y
ondulado. En los labios solo llevaba brillo y casi no iba maquillada,
posiblemente, por el calor que hacía. Logan sonrió cuando vio cómo
miraba su amigo a Ellie.
Cuando subieron al porche el aroma de ella llegó hasta Carter y
recibió como un latigazo que le arrebató el aire de los pulmones y
afectó directamente a su polla.
Ellie miró a sus amigos. Todos los hombres vestían traje,
aunque las chaquetas habían desaparecido. Sus amigos se
levantaron para saludarla. Carter no dijo nada, pero Ryan, Sean e
incluso Jules, que era gay, se deshicieron en alabanzas sobre cómo
le sentaba el vestido a Ellie y lo preciosa que estaba.
Ellie se preguntó si Carter sería consciente de lo atractivo que
estaba con el pantalón del traje gris claro, la camisa blanca con los
botones superiores desabrochados y las mangas subidas hasta la
mitad de los antebrazos. Antebrazos en los que se podían apreciar
los definidos músculos, contrayéndose con el más mínimo de sus
movimientos. Ese hombre estaba arrebatador y una auténtica
tentación.
Carter era uno de esos hombres que, además de guapo, ponían
los cinco sentidos cuando miraban a una mujer, haciéndola sentir
como la más especial del mundo. La única que era capaz de que él
se fijara en ella. Un hombre como él nunca apartaba la vista y jamás
se fijaba en otra. Y conseguía que la mujer pensara si sería igual de
intenso haciendo el amor. Ellie pensó que la mujer que pusiera
todas sus ilusiones y esperanzas en Carter, terminaría con el
corazón roto. Y, muy a su pesar, reconoció que estaba a punto de
convertirse en esa mujer.
Se sentía tan atraída por él y tan a gusto cuando estaban juntos
que supo que lo que tenía con Carter se acercaba peligrosamente al
final. Y si no cortaba ella, se arrepentiría pronto de no haberlo
hecho.
—¿Está todo preparado? —preguntó Logan a sus amigas,
después de besarlas y saludarlos a todos.
—Sí —dijo Tess—. Cath ya tiene la cena lista.
—Le pedí solo a ellas que se encargaran de organizar la fiesta
—dijo Logan a Ellie—, porque sabía que tú estabas muy ocupada.
—Gracias.
—Hemos decorado el cenador de la parte de atrás de la casa.
Cenaremos allí —dijo Tess.
Eve retuvo a su madre, entreteniéndola con Brianna. Cuando
supo que todos estaban en el cenador se dirigieron las tres hacia
allí.
Ellie llevaba a la pequeña en brazos. Estaba oscureciendo y los
farolillos que colgaban del techo del cenador estaban encendidos.
Las luces color rosa le daban un ambiente cálido a la estancia.
Ellie sonrió al verlos a todos de pie alrededor de la mesa. Había
plantas exuberantes por todas partes. De pronto, se quedó quieta
mirando fijamente el cartel que había en la parte alta de una de las
paredes de madera y que decía: Feliz cumpleaños, Ellie.
—¡Oh, Dios mío! Y yo pensaba que mi hija se había olvidado de
felicitarme.
—Lo siento, mamá —dijo Eve abrazándola—. No sabes cuánto
me ha costado no hacerlo. Quería que pensaras que lo había
olvidado, pero no puedes imaginar lo mal que lo he pasado durante
todo el día. Feliz cumpleaños.
—Gracias, cariño.
—El papá y yo te hemos comprado el regalo juntos. Te lo
daremos luego.
—Vale.
Todos se acercaron a ella para felicitarla y darle un gran abrazo.
Incluso Jack y Cath, que se habían trasladado a casa de Logan para
cuidar de los pequeños.
—Feliz cumpleaños, pelirroja —dijo Carter rodeándole la cintura
y besándola en los labios.
—Gracias, Carter —dijo ella algo ruborizada porque la besara
delante de todos—. Qué callado lo teníais tu hija y tú.
—Queríamos que fuera una sorpresa.
—Desde luego, lo ha sido. No esperaba que hicierais una fiesta
para mí.
Ellie estaba casi derretida porque Carter no la soltaba y ella no
tenía palabras para decirle que lo hiciera. Hasta que recobró la voz.
—Carter, deberías soltarme. Todos están pendientes de
nosotros y van a malinterpretar tus intenciones.
—Son nuestros amigos y no van a malinterpretar nada. De
todas formas, a estas alturas ya sabrán que me gustas.
—Si no nos sentamos a comer la cena se va a enfriar —dijo
Tess.
Fue una cena muy animada. Ellie pensó que había tenido
suerte al encontrar a ese grupo de personas, que la habían acogido
y la consideraban como a uno más de ellos. Sabía que por muchos
problemas que se le presentaran, cualquiera de ellos se los
solucionaría en un abrir y cerrar de ojos y sin ni siquiera pedirlo.
Y allí estaba Carter, pensó Ellie mirándolo. El amor de su vida.
El único hombre que hacía que se le detuviera la respiración con
solo mirarlo.
—¿Cómo llevas lo de Ellie? —preguntó Sean a Carter, que
estaba sentado a su lado en la mesa—. Os he visto muy
acaramelados. Parece que vas avanzando.
—Te equivocas. Las cosas no van bien. En la acampada la
besé varias veces.
—Lo sé —dijo Sean sonriéndole.
—Por supuesto que lo sabes. Los secretos no abundan entre
nosotros.
—¿Qué pasó en la acampada, además de besaros?
—Le insinué que nos viéramos. Entre nosotros hay una
atracción difícil de ignorar. Pero me dijo que no quería acostarse
conmigo. De hecho, dijo que no quería tener relación alguna
conmigo.
—¿Y qué vas a hacer?
—Seguiré intentándolo, por supuesto. Pero si no lo consigo, me
resignaré. Prefiero vivir atormentado y tenerla cerca, que estar
alejado de ella.
—¿Y vas a seguir sin salir con otras mujeres?
—¿También sabes eso?
Sean lo miró sonriendo.
—Desde que Ellie apareció de nuevo en mi vida, no me apetece
salir con nadie. Así que he decidido tomarme una moratoria sexual
por un tiempo.
—Deberías hacer algo.
—Hay tantas cosas de ella que no puedo controlar… Por lo
pronto ha comprado una propiedad y pronto vivirá en una casa
nueva.
—Con tu hija.
—Sí, con mi hija.
—Deberías decirle que la quieres.
—No me creería. Pensaría que solo quiero acostarme con ella
para añadirla a mi lista de amantes y que luego la dejaré.
—¿Crees que Ellie siente algo por ti?
—En algunos momentos pienso que sí. Sobre todo cuando me
devuelve los besos. Se nota lo apasionada que es. Pero luego me
deja claro que lo he imaginado.
—No te rindas. Esa chica merece la pena.
—Lo sé.
Carter miró a Ellie. Estaba locamente enamorado de aquella
preciosa chica con aspecto de ángel travieso.
Ellie lo miraba a su vez, mientras mantenía una conversación
con Tess, a quien tenía a su lado.
Por la expresión de su rostro, Ellie supo que en ese momento
Carter empezaría a sonreír y le mostraría esa preciosa sonrisa lenta
que aparecía poco a poco en sus labios y se iba reflejando en su
rostro hasta llegar a sus ojos. Esa sonrisa que la atraía, la persuadía
y la dejaba completamente cautivada, hizo que casi se le escapara
un gemido.
Estaban recogiendo los platos de la cena entre todos, excepto
Ellie que, al ser la que cumplía años, no la habían dejado
levantarse. A continuación sacaron unas botellas de champán y
Cath apareció con una preciosa tarta con veintinueve velas, que
dejó sobre la mesa frente a Ellie.
—Seguramente no estará tan buena como las tuyas, pero no
pudimos encontrar una explicación para pedirte que la hicieras tú —
dijo Lauren sonriendo.
—Seguro que está buenísima —dijo Ellie con los ojos brillantes
por las lágrimas que deseaban salir.
—Pide un deseo, preciosa —dijo Ryan—. Y espero estar en él.
Ellie lo miró y se rio.
—De acuerdo.
Ellie miró a Carter un segundo. Él la miraba como si fuese un
depredador y ella su siguiente presa.
Después de que le cantaran el cumpleaños feliz, Ellie cerró los
ojos para pedir su deseo: que Carter se enamorara de ella. Luego
los abrió y sopló hasta apagar todas las velas.
Todos volvieron a besarla y felicitarla. Comieron la tarta, que
estaba muy buena. Y luego pasaron a los regalos que Jack, Ryan y
Logan acababan de dejar sobre la mesa.
—Hemos puesto los nombres a cada uno de ellos para que
sepas de quienes son —dijo Tess.
—No teníais que haberme comprado nada, la fiesta era más
que suficiente.
—No digas tonterías. Siempre nos hacemos regalos entre
nosotros —dijo Lauren.
—De acuerdo. Este es de Logan —dijo Ellie cogiendo el
paquete y sonriéndole al cura mientras lo abría—. ¡Oh!
Era un colgante de oro blanco con una fina cadena.
—Es muy bonito. ¡Me encanta! Muchísimas gracias —dijo ella
abrazándolo.
—De nada, cariño. Me alegro de que te guste.
—Dios mío, no he tenido tantos regalos desde… Creo que
desde que estaba en el instituto —dijo mirando los paquetes de la
mesa y cogiendo otro—. Este es de Lauren.
Era un bolso y unas sandalias color azul cielo. Ellie miró a su
amiga sonriendo.
—Dijiste que te encantaban cuando estuvimos en la tienda,
pero que era más práctico el color negro porque combinaba con
todo y no querías gastar más dinero del necesario.
—Ahora ya no tengo problemas de dinero —dijo sonriendo a su
amiga y abrazándola—. Muchísimas gracias.
—No hay de qué.
—Ahora tienes que abrir el mío —dijo Tess poniéndole el regalo
delante.
—Vale —dijo Ellie abriéndolo—. Vaya, hace juego con el bolso.
—Lauren y yo pensamos que te quedaría genial.
—Es precioso —dijo Ellie levantando el vestido azul y blanco de
tirantes para verlo entero—. Aunque, ¿no es un poco corto?
—Tienes unas piernas preciosas —dijo Ryan—. No deberías
ocultarlas.
—Ryan tiene razón —añadió Jules—. Además, tienes
veintinueve años y puedes permitirte los excesos que quieras.
—Gracias, Tess. Me encanta —dijo abrazándola.
—De nada. Se está acabando el verano y no podrás ponértelo
mucho.
—Me lo pondré el año que viene. Los vestidos como este no
pasan de moda. Nunca había llevado vestidos cortos, ni escotes tan
pronunciados hasta que llegué aquí. Si me hubiera puesto algo así
en el pueblo habría sido la comidilla. No quiero decir que fuera mala
gente, pero todos eran muy tradicionales, y yo no quería destacar.
El siguiente regalo era el de Jules. Eran unos sencillos
pendientes de oro blanco con unas piedras verdes.
—¡Oh, Jules! ¡Son preciosos! Muchísimas gracias —dijo
abrazándolo también.
—De nada, cielo. Cuando los vi me recordaron a ti porque son
del color de tus ojos.
—Ahora es el turno del abogado —dijo Ellie sonriéndole a
Nathan, mientras abría el paquete.
Era una agenda de piel color rosa. En la parte superior había
escrito en oro: Eleanor Whitworth. Ellie le dedicó una sonrisa tan
tierna que logró estremecer al abogado.
—Me encanta —dijo abrazándolo muy fuerte.
—Te va a ser útil para tu nuevo negocio.
—Lo sé. Es preciosa. Gracias, Nathan.
—De nada, cielo.
—Tu turno, Sean —dijo cogiendo el siguiente regalo.
Cuando Ellie lo desenvolvió se quedó de piedra. Eran dos
portarretratos. En uno estaba ella con su hija, las dos riendo. Ellie
miró al arquitecto con una radiante sonrisa.
—¿Hiciste tú esta foto?
—Sí. El día del cumpleaños de mi hermano.
—Es preciosa.
—Eso pensé yo. Sabía que te gustaría tenerla.
—Me encanta.
Ellie le dio la vuelta al otro portarretratos y se le paró el corazón.
En él estaba Carter con su hija.
—Supongo que no es el regalo apropiado para ti, a pesar de
que esté tu hija, pero me pareció una foto tan bonita... Y, al fin y al
cabo, es el padre de tu hija.
—Es una foto preciosa. Las dos lo son. Gracias —dijo
besándolo y abrazándolo.
—De nada, cariño.
—El turno de mi querida hija y su padre. Me han comprado el
regalo juntos. Como Eve hizo ese plan de ahorro tan estricto, seguro
que no quería gastar dinero, por eso se ha unido a Carter.
Todos se rieron.
—Ya no necesitamos ahorrar, mamá. Somos ricas.
—Tienes razón —dijo Ellie mientras rasgaba el papel de regalo
y abría el estuche.
Ellie se quedó quieta mirando el interior del estuche de
terciopelo. Había una gargantilla fina de diamantes, una pulsera y
los pendientes a juego.
—¿No te gusta? —preguntó Eve al ver que no decía nada.
—Son una maravilla. Es solo que… no esperaba algo así.
Carter, no puedo aceptar un regalo como este.
—Por supuesto que vas a aceptarlo. Es el regalo mío y de
nuestra hija y no querrás decepcionarla. Además, lo eligió ella.
—¿Cuándo me voy a poner algo así?
—Bueno, todavía no te hemos llevado a ninguna fiesta, pero lo
haremos muy pronto—dijo Lauren.
—Y necesitarás joyas, si quieres pasar desapercibida entre los
invitados.
—Gracias a los dos —dijo mirando a Carter y a su hija y
dejando el estuche sobre la mesa—. Este es de Cath.
Carter había esperado que ella lo abrazara, como había hecho
con todos sus amigos, pero no lo hizo.
—Seguro que es un suéter —dijo Lauren.
—Has acertado —dijo la mujer.
—Es precioso —dijo Ellie al ver el suéter verde claro de hilo.
—Lo he tejido yo. Espero haber acertado en las medidas.
—Me encanta, Cath. Muchísimas gracias —dijo abrazando a la
mujer—. El siguiente regalo es de Ryan.
—Nathan te ha comprado una agenda normal. Supongo que lo
ha hecho porque tiene una asistente que le lleva su agenda y él no
la usa.
Ellie miró a Nathan y el abogado le guiñó un ojo.
—Y como él no se encarga de ello, no sabe que las agendas de
papel están obsoletas. O puede que sea porque ya es muy mayor.
Así que me he permitido comprarte una tablet para que tengas todos
los asuntos del negocio informatizados.
—Dios mío, no sabré usarla.
—Apuesto a que tu hija estará encantada de ayudarte con ello.
Aunque yo también estaría encantado de hacerlo.
—Muchísimas gracias, Ryan —dijo ella abrazándolo—. Te
aseguro que aprenderé a utilizarla porque sé que ahorraré mucho
tiempo. Así y todo, usaré la que me ha regalado Nathan para mis
asuntos personales y todo lo relacionado con mis amigos.
—En ese caso, elige un día para cenar conmigo, y anótalo en
esa agenda personal —dijo Ryan.
—Tendrás que darme un poco de tiempo para que compruebe
los compromisos que tengo pendientes. Gracias por el regalo —dijo
Ellie abrazándolo de nuevo—. El siguiente es de Jack.
Ellie se quedó mirando el cartel metálico de abierto y cerrado
que había dentro del papel de regalo.
—Es para la puerta de tu nuevo negocio —dijo el hombre.
—Es precioso, Jack. Parece antiguo.
—Es antiguo. Lo compré en un anticuario.
—Me gusta muchísimo. Muchísimas gracias —dijo abrazándolo.
—De nada. Ya tengo ganas de que Sean acabe con la reforma
del local y de la casa para poder ir a ayudarte.
—Acabo de empezar la reforma —dijo Sean.
—Me encantará que vayas a ayudarme y a aconsejarme, Jack.
—Será un placer.
—Este es el último. El de Delaney.
—A mi marido no le gusta mucho ir de compras.
—¿Por qué dices eso? A veces te acompaño cuando vas a
comprarte ropa.
—Porque te lo pido yo. Y no es porque necesite tu compañía,
es porque me gusta ver babear a las dependientas cuando te miran.
Todos se rieron.
—¡Por Dios bendito! —dijo Ellie al abrir el estuche y ver la
pulsera de esmeraldas.
—Delaney, no puedo aceptar un regalo como este.
—¡No digas tonterías! —dijo Tess—. Para mi marido eso es
como si cualquiera de nosotras comprara una bufanda de diez
dólares. Le gusta comprar joyas.
—El dinero no tiene el mismo valor para todos ellos como para
nosotras —añadió Lauren.
—Gracias, Delaney —dijo abrazándolo muy fuerte.
—De nada, cielo.
—¿Sabéis? Estoy tan feliz de teneros en mi vida que siento
ganas de llorar. Me habéis acogido entre vosotros como a uno más,
y me tratáis como si nos conociéramos de toda la vida. No sabéis
cuánto significáis para mí. Habéis comprado vuestros regalos
pensando en mí. Sé que para vosotros no son nada importante
porque tenéis mucho dinero, pero cada regalo que me habéis dado
me ha llegado a lo más profundo de mi corazón —dijo con las
lágrimas retenidas por la emoción.
—Deja las lágrimas para luego, cariño. Las vas a necesitar —
dijo Logan secándole con el torso de los dedos una que se le había
escapado.
—¿Qué?
—Acompáñanos —dijo Delaney rodeándole los hombros con el
brazo.
Todos los siguieron hasta la puerta del garaje.
—Hemos decidido entre Logan, Nathan, Carter, Ryan, Delaney,
Jules y yo hacerte otro regalo. Algo que necesitas para tu nueva
empresa —dijo Sean.
—Has dicho que estabas feliz de tenernos en tu vida —dijo
Nathan—. Y quiero que sepas que somos nosotros los que
agradecemos que estés en la nuestra.
—Este regalo va a suponer que prepares un buen lote de tus
productos para cada uno de nosotros… cada semana —dijo
Delaney.
—Ya preparo uno para casi todos vosotros. Pero no hay
problema, compraré otro horno para vuestros dulces.
Todos se rieron.
—Yo también soy relativamente nuevo en el grupo, porque
antes solo era amigo de Carter y de Logan. Pero me gusta tenerte
como amiga —dijo Ryan—. Eres una preciosidad y me encanta
estar contigo.
Ellie no podía hablar. Tenía un nudo en la garganta.
—Yo podría decir lo mismo que Ryan. Eres una buena amiga,
leal, simpática, preciosa y te preocupas de todos nosotros. Lo
demostraste en la acampada —dijo Jules.
—La vais a hacer llorar —dijo Eve emocionada.
—No sé que podría añadir yo —dijo Logan—. Fuiste una buena
amiga durante seis años cuando éramos unos críos. Mejor amiga
que cualquiera de las chicas de mi colegio o del instituto. Y cuando
nos separamos sentí un vacío muy grande. El destino ha hecho que
nos volvamos a encontrar. No sabes lo que significa para mí que
seamos amigos de nuevo.
Ellie no pudo mencionar palabra.
—Solo quedo yo para decir unas palabras —dijo Carter—. Para
mí también fuiste mi mejor amiga. Y siento haber sido yo quien
rompiera lo que había entre nosotros. No sabes cuánto me
arrepentí. Pero te he vuelto a encontrar y aprovecharé esta segunda
oportunidad que se me ha ofrecido para recuperar la amistad que
compartimos.
—Yo creo que deberíais enseñarle ya el regalo para que llore
de una vez, porque lleva reteniendo las lágrimas más de quince
minutos —dijo Tess.
—Tienes razón —dijo Logan abriendo la puerta abatible del
garaje con el mando.
En el centro del inmenso espacio había lo que debía ser un
vehículo, por su gran tamaño. Estaba envuelto en su totalidad con
un papel marrón oscuro y tenía un gran lazo rojo. Ellie lo miró y
luego miró a todos sus amigos.
—Vamos, corta el papel —dijo Lauren dándole unas tijeras.
Ellie lo hizo y vio un furgón de buen tamaño blanco con la caja
trasera cuadrada.
—No le hemos puesto nombre ni lo hemos decorado porque no
sabíamos lo que querías —dijo Sean—. Pero cuenta con ello
cuando te decidas.
Ellie miró a Sean, que estaba a su lado, y ya no pudo detener
por más tiempo las lágrimas. Se abrazó a él y lloró de manera
desconsolada. Él se dedicó a acariciarle la espalda arriba y abajo
para que se tranquilizara.
Eve no sabía nada de ese regalo y se emocionó al ver llorar a
su madre. Se abrazó a su padre y lloró también.
Pasaron uno, dos, tres minutos sin que Ellie dejara de abrazar a
su amigo.
—¿Estás más tranquila? —preguntó Sean acariciándole el pelo.
Sí —dijo separándose de él—. Siento haberme derrumbado.
—Lauren y yo nos hemos sentido tan abrumadas como tú en
algún momento desde que conocimos a nuestros maridos —dijo
Tess.
—Ellos no se dan cuenta porque son millonarios y no entienden
cómo nos sentimos —dijo Lauren.
—Pero no te preocupes, con el tiempo se supera —dijo Tess
sonriéndole.
—Vamos, tienes que verlo por dentro —dijo Logan cogiendo a
Ellie de la mano y entrando en el camión por detrás.
Había estanterías muy anchas en ambos laterales desde abajo
hasta el techo con un borde para que las bandejas no cayeran al
suelo.
—Es perfecto —dijo mirándolos a todos—. Podré hacer las
entregas en un solo viaje. Esta vez no voy a deciros que es
demasiado o que no puedo aceptar un regalo tan caro. Sé que lo
habéis hecho de todo corazón y me encanta. Os quiero muchísimo a
todos. ¿Puedes guardarlo aquí hasta que vaya a utilizarlo? —
preguntó Ellie a Logan.
—Por supuesto.
Capítulo 13
Carter recogió al día siguiente a Ellie y a su hija para llevarlas a
desayunar con sus amigos, como hacían siempre antes del partido.
Ellie llevaba un vestido corto con vuelo, y Carter no pudo evitar
mirarle las piernas.
Verlos jugar era la cosa más divertida que Ellie había
presenciado en mucho tiempo.
Después del partido Carter las llevó a su apartamento, para
ducharse él y su hija. Entró en el sótano y aparcó el coche junto a su
todoterreno. Luego caminaron hacia el ascensor.
—Bajaremos en la primera planta y os enseñaré la consulta —
dijo Carter cuando las puertas del ascensor se cerraron.
—Vale —dijo su hija.
La consulta tenía clase. Había una bonita sala de espera con
varios sofás que parecían muy cómodos, y en el pasillo un cuarto de
aseo muy elegante. La recepción estaba amueblada a juego con la
sala de espera. Todo era en tonos marrones y beis. Había unos
cuadros preciosos en las paredes y plantas por todas partes. Pero el
despacho de Carter se llevaba la palma de la elegancia. Era una
estancia muy masculina y los muebles eran verdaderas obras de
arte.
—Es precioso. Los muebles son una maravilla.
—Los compré en anticuarios.
Había un baño completo dentro del despacho. Junto a él había
una habitación con una camilla y lo necesario para trabajar, y otro
baño para las pacientes.
—Es una consulta preciosa —dijo Ellie.
—Gracias.
Luego subieron al ático, donde vivía Carter. Eve abrió la puerta
con su propia llave y Ellie la miró sorprendida.
—Me la dio el papá.
—Pensé que debía tenerla por si alguna vez quería venir y yo
no estaba. Pasa —dijo él a Ellie para que entrara después de su hija
—. Si no te importa, ve viendo el apartamento mientras nos
duchamos Eve y yo. No quiero que se nos haga muy tarde para ir a
casa de Tess a comer.
—Vale.
Ellie se adentró en el salón, que era un espacio abierto con el
comedor y la cocina. El apartamento era impresionante. Se
sorprendió bastante al ver todas las paredes pintadas de blanco. Se
veía luminoso y hacía que la estancia, ya de por sí espaciosa,
pareciera aún más grande. Había plantas enormes por todas partes.
Ellie había pensado que sería un apartamento minivalista en tonos
negros, grises y acero y con pocas cosas de decoración, pero se
había equivocado. Los tres sofás del salón eran rojos, un rojo
apagado, y los muebles de madera marrón. Unos muebles
impresionantes, que pensó que serían también de anticuarios. Eran
una maravilla. Había un montón de cuadros por todas partes y
recuerdos de sus viajes. Y fotos, muchas fotos en portarretratos, de
su familia, de sus amigos, incluida ella, y un montón de su hija.
Había, incluso, una foto de Carter, Logan y de ella cuando estaban
en el campamento. Dios, eran unos críos, pensó Ellie.
Después se acercó a la cocina. Era una estancia maravillosa,
con una barra de desayuno enorme, que hacía de separación del
salón comedor. Abrió la nevera, que era grandísima, y vio que
estaba muy bien surtida.
Luego se adentró en el pasillo. Lo primero que encontró fue un
baño completo y precioso. La siguiente puerta estaba abierta y
entró. Y nada más entrar, Carter salió por una puerta, que sin duda
sería un baño, con una toalla envuelta a las caderas.
Ellie se quedó paralizada al verlo. El bronceado de su piel
destacaba sobre la toalla blanca. Carter la miró, como la había
mirado días atrás mientras ella salía del río, y Ellie se ruborizó.
—Lo siento. La puerta estaba abierta y no sabía que era tu
habitación.
—No importa, pelirroja. Te he dicho que vieras la casa y es lo
que estás haciendo. Además, no has visto nada que no hayas visto
antes.
—Voy a la terraza que aún no he visto. Luego me enseñará Eve
su cuarto.
Ellie salió rápidamente del dormitorio y se dirigió a la terraza. Y
no porque sintiera unas ganas irrefrenables por verla sino porque
necesitaba aire, porque se había quedado sin respiración al verlo.
La terraza era una verdadera maravilla. Había unos muebles de
jardín preciosos y dos tumbonas. Seguro que tomaba el sol en ellas,
acompañado por alguna mujer, pensó Ellie. Había arbustos enormes
a lo largo de la balaustrada y que impedían que los vieran.
Seguramente tomarían el sol desnudos o lo que hicieran allí.
—¿Te apetece tomar algo? —dijo Carter saliendo a la terraza.
—No, gracias —dijo ella sin mirarlo.
Ellie sabía que estaría sonrojada porque le ardían las mejillas.
Oír su sensual voz mientras pensaba que él pudiera hacer el amor
en esa terraza la había alterado.
—Tu apartamento es precioso.
—Gracias.
—Y esta terraza es fantástica.
—Sí, paso mucho tiempo aquí, cuando el clima lo permite.
—Ya he terminado —dijo Eve apareciendo en la puerta.
—Eve, enséñale a tu madre los dormitorios que no ha visto.
Luego podremos irnos.
—Vamos, mamá.
Su hija entró en el dormitorio primero.
—Este es el del papá.
La habitación estaba perfectamente ordenada y la cama hecha.
El cuarto era enorme y había plantas en algunos ricones.
—Es un poco más grande que tu habitación, ¿eh? —dijo Eve.
—¿Un poco?
—Y este es su baño.
—Es precioso.
Eve le enseñó los dos dormitorios siguientes y dejó el suyo para
el final.
—Y esta es la mía.
—Vaya, no tiene nada que ver con la que tienes en casa.
—Sí, es cierto.
—No me extrañaría que decidieras venir a vivir a quí.
—No podría vivir aquí, por muy bonito que sea el apartamento.
—¿Por qué?
—Porque no estarías tú.
—Gracias, cariño. Es una habitación preciosa.
—Sí, lo es.
Carter se conmovió al escucharlas cuando se acercó a la
puerta.
—¿Habéis terminado?
—Sí —dijo su hija.
—Pues vayamos a gastar dinero.

Primero fueron a la librería de Tess. Carter dejó el coche en uno


de los aparcamientos que su amiga tenía en el sótano y entraron en
el establecimiento. La encargada se acercó a ellos al reconocer a
Carter.
—Hola, Carter.
—Hola, Sonia. Ellie, ella es Sonia, la encargada de la librería.
Ella es Ellie, una buena amiga mía.
Las chicas se dieron un beso.
—Y ella es Eve, nuestra hija.
—Hola, Eve —dijo besando a la niña.
—Hola.
—Tess me dijo que vendríais. ¿Tenéis la lista de los libros?
—Sí —dijo Eve entregándosela.
—Estupendo. Dar una vuelta por el local mientras los localizo
todos.
—De acuerdo —dijo Carter.
Ellie quedó maravillada, era una librería preciosa. Se sintió muy
orgullosa cuando subieron a la cafetería y vio todos los productos de
pastelería suyos detrás de la vitrina del mostrador.
—Pareces impresionada —dijo Carter.
—Nunca había visto una librería como esta. Es una maravilla.
—La reforma la hizo Sean. Tu casa también te parecerá una
maravilla cuando él acabe con ella.
No estuvieron allí más de veinte minutos. Antes de marcharse
le preguntaron a la encargada dónde podrían comprar el material
escolar que necesitaban y ella les dijo que había una papelería en
esa misma acera a cien metros.
—¿Cómo es posible que te hayan costado tan poco los libros?
—preguntó Ellie cuando salieron del local.
—Tess nos cobra todo lo que compramos a precio de costo. Al
principio no nos cobraba y eso daba pie a que no volviéramos. Así
que acordamos entre todos que nos cobraría al menos el costo.
—Es normal, yo también lo haría.
—Tú haces más que eso. Regalas tus dulces a tus amigos,
excepto a mí.
—No podría cobrarles, hacen mucho por mí. Y no preparo un
envío para ti porque nunca me lo has pedido. ¿Quieres que te
prepare un surtido cada semana?
—Solo si tú quieres hacerlo —dijo mirándola y sonriendo.
—Lo pensaré —dijo ella devolviéndole una traviesa sonrisa.
Ellie no podía creer que fuera por la calle con él. Caminaban
uno junto al otro. Sus manos intentaban rozarse buscando ese
pequeño contacto, que era suficiente para que una deliciosa
corriente los invadiera. Se miraban de vez en cuando con miradas
rápidas, dedicándose ligeras sonrisas, que a Ellie la hacían sentir
realmente bien, y a Carter lo conectaban directamente con su polla.
En la papelería compraron muchas más cosas de las que Eve
necesitaba. En un principio, Ellie pensó en decirle a Carter que no
necesitaba todas esas cosas, pero lo vio tan ilusionado... Era la
primera vez que iba de compras con su hija y decidió dejarlo pasar.
De pronto se sintió muy culpable. Los dejó solos mientras ella se
entretenía mirando las estanterías.
Poco después Ellie estaba observando a Carter. Él la miró y le
sonrió. Recordó muy bien la primera vez que había posado sus ojos
en él cuando eran unos críos. Se había prendado de él nada más
verlo. Y cuando lo había vuelto a ver unas semanas atrás se había
quedado sin respiración, la piel se le había puesto caliente de
repente y el pulso se le había acelerado tanto que creyó que iba a
desmayarse. Y mirándolo ahora se sintió igual cuando él le había
sonreído con aquella despreocupada belleza masculina. Aquel
hombre era un extraño para ella. Ya no lo conocía y no debería
olvidarlo.
Salieron a la calle, cada uno llevando dos bolsas. Carter les
propuso ir a tomar un helado para calmar el agobiante calor y
entraron en una cafetería. Ellas dos se sentaron en una de las
mesas y Carter fue a la barra a hacer el pedido.
Ellie volvió a mirarlo. Le fascinaban esos maravillosos ojos color
miel, que cuando les daba el sol, eran dorados. Además del
indudable atractivo, ese hombre tenía una elegancia que no se
conseguía con aprendizaje o esfuerzo. Ese hombre había nacido
con ella.
Ellie lo observó preguntándose si él se percataría de la
turbación que la invadía cuando él estaba cerca. Carter tenía un
innato magnetismo sexual. Su manera de hablar, su olor, incluso la
forma que tenía de moverse. Ellie lo percibió todo y no pudo olvidar
el peligro que implicaba tenerlo cerca.
Poco después las dos estaban tomando su helado y Carter su
café con hielo.
Ahora era Carter quien la miraba con atención, pensando que
después de todos los encuentros que había tenido con mujeres, aún
no hubiera encontrado una que lo atrajera y la deseara con tanta
intensidad como deseaba a Ellie.
Ellie los tenía sentados frente a ella. El parecido entre padre e
hija era tan grande que casi daba miedo. De repente se le llenaron
los ojos de lágrimas y bajó la cabeza hacia la copa de helado. Carter
la miró con los ojos entrecerrados porque se había dado cuenta.
—Voy a saludar un momento a unos amigos del instituto —dijo
Eve levantándose.
—Vale —dijo su madre.
—¿Qué te ocurre? —preguntó Carter tan pronto la niña se
alejó.
—Nada.
—Eso es lo que más me gusta de ti. La sinceridad y confianza
que depositas en mí. Pelirroja, no me tomes por estúpido. Hace un
instante estabas a punto de llorar.
—Es que... Cuando os he visto a los dos ahí delante de mí me
he sentido invadida por la culpa.
—¿La culpa?
—Por lo que os he robado a los dos.
—No sé qué quieres decir.
—Me he dado cuenta, con absoluta claridad, que me he portado
como una egoísta durante años. Solo he pensado en mí y en
protegerme a mí misma.
—Tienes que explicarte mejor.
—Quiero pedirte perdón.
—¿Por qué?
—Por los años que no has podido pasar con tu hija. Por no
haberla visto nacer ni crecer. Por no haber podido ir a comprar los
libros con ella cada año. Porque no la acompañaras la primera vez
que fue al colegio —dijo Ellie mirando a su hija y asegurándose de
que no la veía mientras se limpiaba las lágrimas—. Yo te robé todo
eso, y también a ella. Os engañé a los dos. Solo pensé en mí.
Ellie volvió a secarse las lágrimas.
Carter deseaba sentarse a su lado. Quería haberla abrazado
cada vez que hubiera llorado, aunque dudaba que Ellie llorara a
menudo.
—Cuéntame todo lo que pasa por tu cabeza.
—No es fácil hablarte de esto.
—Puedes hablarme de cualquier cosa, y lo sabes. Aunque tus
palabras me preocupan. ¿Por qué no te es fácil hablar de ello? En el
pasado hablábamos de todo.
—Ahora no somos los mismos.
—Es cierto. Pero, si como supongo es algo relacionado con
nuestra hija, no debes olvidar que no he sido yo quien ha guardado
el secreto durante catorce años. Debo decirte que cuando me enteré
de que Eve era mi hija sentí una gran decepción. Sentí que me
habías herido el alma y pensé que jamás podría perdonarte.
—Si yo hubiera estado en tu caso, puedes estar seguro de que
yo no te habría perdonado—dijo ella.
—Seguramente porque tú eres más mala que yo —dijo él
sonriendo—. Pero comprendí tus razones, en parte porque yo era el
culpable.
—Eres muy amable —dijo ella mirando hacia su hija y
limpiándose de nuevo las lágrimas—. Cuando me encontré contigo,
aquí en la ciudad, pasé la noche llorando, pensando en lo egoísta
que había sido. Tomé yo sola la decisión de que no te enteraras de
que tenías una hija, sin molestarme en calibrar el daño que te iba a
causar el día que lo supieras. El daño que os iba a causar a los dos.
Carter le dedicó una mirada cálida y suave, al tiempo que
intensa.
—¿Por qué no me dijiste que estabas embarazada? ¿O más
tarde, que tenía una hija?
—Cuando cortaste conmigo y te marchaste pensé que mi vida
se había acabado, que me volvería loca y no podría sobrevivir sin ti
—dijo secándose las lágrimas—. Tú eras lo más importante en mi
vida. Eras mi amor y todo lo que tenía. Y te había perdido. No
puedes imaginar lo perdida que me sentí. El tiempo pasaba y, a
pesar de que me esforzaba en sobrellevar mi pena, el sentimiento
de pérdida permaneció en mí. No me había dado cuenta de lo dura
y triste que puede llegar a ser la soledad. Durante esos catorce años
me pregunté dónde estarías y con quien. Me sentía triste al
preguntarme quién habría ocupado mi lugar.
—Nadie ocupó nunca tu lugar.
—Carter, no hace falta que digas cosas innecesarias. Después
de tantos años ya no me afecta hablar del pasado.
—Nadie ocupó nunca tu lugar —repitió él.
—Supongo que sería cosa de la edad. Para una adolescente
cualquier cosa fuera de lo normal es una tragedia.
—En eso te doy la razón.
—Esperé semanas a que me llamaras, a pesar de que no
tenías mi teléfono y tú no me diste el tuyo. Creía que después de
recapacitar lo que habías hecho te darías cuenta de que me querías
y deseabas estar conmigo.
—Yo te quería muchísimo, Ellie.
—Sí, ya me lo demostraste. Logan me llamó un par de veces,
pero no le pregunté por ti ni una sola vez, a pesar de ser lo único
que deseaba hacer. Luego me enteré de que estaba embarazada y
mi mundo terminó de hundirse.
—Lo siento, cielo.
—Bah, no te preocupes, es agua pasada. En un principio pensé
en abortar para que mi vida volviera a la normalidad y olvidarme de
la pesadilla que estaba viviendo. Unos días después cambié de idea
y me planteé dar al bebé en adopción. Pero no pude hacer ninguna
de las dos cosas. Quería tener a mi bebé. Era algo que habíamos
hecho tú y yo y no podía deshacerme de él.
Ellie se giró hacia la ventana para tranquilizarse. Luego siguió
hablando.
—Aunque era lo que más deseaba, sabía que nunca me
llamarías. Después de unas semanas más me convencí a mí misma
de que te había perdido... Pero también sabía que, a pesar de que
no volvería a verte, siempre tendría conmigo parte de ti. Déjame que
termine —dijo Ellie al ver que él iba a decir algo—, de lo contrario
puede que nunca más tenga oportunidad de decirte lo que creo que
debes saber.
—De acuerdo. Adelante.
—Peter me ofreció casarse conmigo para ayudarnos
mutuamente, y en aquel momento me pareció una buena idea.
—¿Sigues pensando que fue una buena idea?
—Ahora no merece la pensa pensar en ello.
—¿Por qué aceptaste?
—Más que nada por mis padres. Ya sería bastante vergüenza
que en el pueblo supieran que estaba embarazada, pero si encima
era de un desconocido... No quería que ellos lo pasaran mal. Era
consciente de que mi vida iba a cambiar de forma radical. Sabía que
mis sueños, y todo lo que había planeado hacer en el futuro, no se
haría realidad. Tenía que hacerme a la idea de que mi vida giraría
alrededor de un bebé y que estaría ocupada durante muchos años.
Y Peter me ofrecía una seguridad, a pesar de su corta edad. Él tenía
una casa que heredó de su abuela y nunca se había planteado ir a
la universidad, como quería yo. Él estaba seguro de lo que quería
en su vida, quería trabajar en la ferretería con su padre, y lo haría al
finalizar el instituto. Si me hubiera quedado embarazada siendo
adulta, las cosas habrían sido diferentes y no habría necesitado
casarme, habría bastado con marcharme del pueblo y comenzar
una nueva vida con mi bebé. Hay muchas madres solteras y lo
llevan bien. Pero con quince años no tienes muchas opciones.
Logan me llamó nuevamente unos días antes de casarme y le dije
que no quería seguir en contacto con él y que no me volviera a
llamar. No quería tener contacto con nada ni con nadie de tu
entorno. Eso también hizo que pasara unas cuantas horas llorando
porque, además de saber que perdía un amigo, también perdía el
único contacto que tenía contigo. En ese momento di por finalizado
lo que había habido entre tú y yo. Sabía que nunca volveríamos a
vernos. Tú y yo no pertenecíamos a la misma clase social. Tú
estudiarías una carrera y yo no tendría estudios. No tendríamos
nada en común y nunca nos encontraríamos, porque sabía que yo
no saldría del pueblo.
—Pero las cosas no salieron así.
—No.
—Sigue contándome.
—Pasaron los días, las semanas, los meses... y los años.
Después de todo no podía quejarme, porque tenía una buena casa,
mi marido quería a mi hija y se preocupaba por nosotras. Además,
el pueblo era un buen sitio para que creciera la niña y tenía a sus
abuelos. En fin, mi vida era sencilla y tranquila, pero sin sobresaltos
ni expectativas de futuro. En otras palabras. Me resigné. Luego
comencé a trabajar, y no porque lo necesitara, porque Peter ganaba
un buen dinero. Pero no podía olvidar que él no era el padre de mi
hija y que no tenía por qué cargar con todos sus gastos. Aunque él
no lo mencionó nunca. De hecho, fue él quien me dijo que el dinero
que yo ganaba tenía que ahorrarlo. Así y todo, no consentí que
Peter pagara nunca nada mío ni de Eve. Ya era bastante que se
hiciera cargo de la comida y los gastos de la casa. Él siempre me lo
echó en cara, pero algo en mí me decía que no estaba bien que él
cubriera todas las necesidades de la hija de otro hombre. Aunque
Eve siempre fue una hija para él.
—Y de pronto te viste en Nueva York y volvimos a
encontrarnos.
—Sí. A veces el destino es muy cruel.
Ellie levantó la vista y le dedicó una sonrisa resplandeciente
que le cortó la respiración. Era la misma sonrisa que le había
dedicado cada día al verlo, catorce años atrás.
—¿Te arrepientes de que volviéramos a vernos?
—No. Me alegro de que Eve y tú os hayáis conocido.
—¿Te alegraste de volver a verme?
—Carter, habían pasado catorce años. Tú y yo no somos las
mismas personas que entonces.
—Pero sentimos la misma atracción.
—Sí, no voy a negarlo. Puede haber hombres más atractivos,
más buenos, más inteligentes o con más dinero, pero pocos son
capaces de combinar todas esas cosas mejor que tú. Y es difícil
resistirse a un hombre con esas características —dijo ella
dedicándole una descarada sonrisa.
—Vaya, pelirroja. No esperaba que dijeras algo así. No
recuerdo que antes fueras tan descarada.
—Y no lo era. Era una cría inocente y estúpida. Pero los años te
hacen cambiar y a veces me cuesta callar lo que pienso.
—No sabes las veces que he rogado pidiendo que no te
olvidaras de mí. Y que llegara un día en que volviéramos a
encontrarnos.
Ellie lo miró de forma extraña, como si no creyese ni una sola
palabra de lo que acababa de decirle.
—Me ha gustado mucho hablar contigo —dijo Carter.
—Sí, bueno. Eso es porque no hemos hablado de nada
complicado. No pensarías lo mismo si lo hubiéramos hecho y no
hubiera podido seguir la conversación.
—No te menosprecies, Ellie. He escuchado las conversaciones
que has mantenido con nuestros amigos y te defiendes a la
perfección con cualquier tema.
—Tengo que dar gracias porque hiciera amistad con una
profesora de Eve. Ella fue quien me ayudó en los estudios desde
que estaba embarazada hasta que me gradué. Y luego seguimos
viéndonos, a pesar de la diferencia de edad. Ella fue la única del
pueblo que sabía que Peter no era el padre de Eve. Le hablé de ti y
de lo diferentes que éramos. Fue quien me dijo que la diferencia de
clases era para los snobs. Me dijo que no importaba quien fuera yo
ni de donde viniera. Porque el respeto y el amor ponían a todos en
la misma situación de igualdad. Dijo que no tenía que avergonzarme
por no haber estudiado una carrera, que mucha gente no lo había
hecho, pero que eran tan cultos o más que cualquiera que hubiera
ido a la universidad. Me aconsejó los libros y las novelas que debía
leer, y así comencé con mi aprendizaje. Leí infinidad de libros de
historia, de arte, de geografía, de lengua... Me dio una lista de los
clásicos que debía leer, y los leí todos. Luego me aficioné a la
lectura y leía novelas de cualquier tema. Ella fue quien me empujó
para que estudiara una carrera en la universidad a distancia, pero yo
sabía que no me movería del pueblo y me iba bien en el trabajo que
tenía.
—¿Sigues leyendo?
—Sí. Aunque ahora leo mucho menos por mi horario de trabajo.
Antes leía un rato por las tardes y cuando me iba a la cama, pero
ahora tengo que trabajar por las tardes y cuando me acuesto por las
noches me quedo frita casi al instante. Cuando tenga el negocio en
funcionamiento me organizaré para tener tiempo y poder hacer todo
lo que quiero en la vida.
—¿Qué quieres para tu vida? —preguntó él echándose hacia
atrás y mirándola.
—Quiero dedicar más tiempo a nuestra hija; quiero disponer de
una hora al día para leer; quiero estudiar; quiero ocuparme del jardín
que tendré en la azotea de mi nueva casa; quiero ir de compras con
Eve y con mis amigas, sin tener que pensar en el dinero que
dispongo para gastar; quiero ir a comer con ellas y poder hablar de
nuestras cosas; quiero pasar tiempo con mis amigos, ir de viaje con
ellos, de acampada... Lo pasé genial en la acampada con vosotros
—dijo ella sonriéndole.
—No has mencionado a los hombres.
—¿Te parece que hay pocos hombres entre nuestros amigos?
—Me refiero a tener citas con hombres. A sexo.
—Ah, eso. He salido a cenar con Logan, con Sean, con Ryan y
contigo.
—Eso no pueden considerarse citas. Excepto la que tuviste
conmigo.
—Yo no he tenido ninguna cita contigo. Solo fuimos a comer
una pizza.
—Pero te besé. Y me devolviste el beso —dijo él rápidamente
para evitar que ella dijera nada más.
—Es difícil no devolverte los besos. Y que conste que lo intento
—dijo sonriéndole de forma traviesa.
—Para mí es difícil resistirme a besarte. Supongo que te has
dado cuenta de que hay una química increíble entre nosotros.
—Sería una estupidez negarlo.
—Y también creo que deberíamos hacer algo al respecto.
¿Crees que podríamos quedar para salir una noche? —preguntó
Carter.
—¿Estás flirteando conmigo?
—Si has tenido que preguntarlo, debo estar perdiendo
facultades.
—Carter, me halaga que un hombre como tú quiera salir
conmigo.
—¿Un hombre como yo dices? Salir con alguien como tú sí
sería algo extraordinario. Apuesto a que después de eso que has
dicho viene un pero.
—Sabes que soy una mujer muy ocupada.
—Yo también estoy ocupado. Pero se puede buscar tiempo.
—Sigo sin estar interesada en tener algo contigo, que no sea
amistad. Pensar en volver a estar contigo me asusta. Sé que no
eres el chico de hace catorce años, pero no puedo evitar pensar en
que todo se repita de nuevo.
Carter siempre mantenía sus emociones bajo control, pero con
Ellie le era imposible. Estaba alterado. Era la única chica que
conseguía llevarlo al límite.
—No vas a dar tu brazo a torcer, ¿verdad?
—No creo.
—¿Y si te amenazo con besarte cada vez que nos veamos?
—Entonces, todo lo harás más interesante.
—¿En serio? —dijo él sonriéndole.
—Sí.
—¿Sabes? Hay algo que me molestó mucho la noche de tu
cumpleaños.
—¿A qué te refieres? ¿Hice algo que no debía?
—Cada vez que abrías uno de los regalos abrazabas a quien te
lo había comprado para agradecérselo.
—¿Y?
—A mí no me abrazaste, y te hice un regalo.
—Un regalo que me encantó.
—Pero no merecía un abrazo de agradecimiento.
—¿Estabas celoso?
—¿Cuál es el problema si hubiera sido así?
Ellie lo miró detenidamente. No estaba segura de que estuviera
hablando en serio, aunque le parecía que sí. Se preguntó si
realmente había sentido celos de sus amigos.
—Te daré ese abrazo cuando estemos solos.
—De acuerdo —dijo él sonriéndole.
Ellie hablaba con su hija mientras iban en el coche a casa de
Delaney.
Carter no podía dejar de pensar en la conversación que había
mantenido con Ellie en la cafetería. Era una chica testaruda y
obstinada hasta la exasperación. Sonrió porque pensó que ese era
el motivo para que fuera perfecta para él. Era la primera mujer que
lo rechazaba, una y otra vez. Y ninguna había conseguido excitarlo
como lo hacía ella, sin ni siquiera proponérselo. Le excitaba incluso
que lo rechazara.

Cuando llegaron a casa de Tess fueron a saludarlos a todos,


que estaban en la piscina bañándose y tomando el sol.
—Menos mal. Al fin ha llegado una mujer sin compromiso —dijo
Sean levantándose para besar a Ellie.
—Tienes razón —dijo Ryan—. Estás preciosa.
—Muchas gracias.
—Llevas un vestido muy bonito —dijo Tess.
—Es nuevo —dijo Ellie girando sobre sí misma con los brazos
extendidos para que la vieran.
El vestido ondulaba sobre sus muslos, acariciándole la piel
bronceada. Carter la miraba embobado. Sus amigos tenían razón,
esa chica era jodidamente preciosa, pensó. Deseaba acercarse a
ella, sujetarla de la nuca y besarla, algo que no había podido dejar
de desear desde que la había recogido en su casa.
Los tres fueron a la casa a cambiarse. Ellie y Eve se reunieron
con ellos poco después. Carter fue el último en aparecer.
Ellie lo miró cuando caminaba hacia ellos. No pudo contenerse
y lo miró lentamente de la cabeza a los pies y luego a la inversa
hasta que llegó a su rostro. Al ver que Carter se había dado cuenta
de cómo lo había mirado se sonrojó.
Carter sonrió al pensar que, a pesar de que ella intentara
parecer indiferente a sus encantos, no era inmune a él.
Ellie pensó que aquel hombre era un placer para la vista. Era la
perfección masculina en estado puro. Tenía en los labios una
radiante sonrisa. Llevaba un corte de pelo para sacar el máximo
partido a ese rostro. Un rostro que, en ese momento parecía
pensativo, aunque al mismo tiempo sensual y seductor, y que los
ángeles habían favorecido con un toque extra de pura belleza y
masculinidad. Sus ojos color miel eran espectaculares. Y ese
cuerpazo parecía hecho para llevar trajes de diez mil dólares.
Aunque ella lo había visto con vaqueros y con bañador y no era
nada despreciable. Parecía un hombre duro, pero al mismo tiempo
era sofisticado, cariñoso, erudito y astuto. Todo un ejemplar, pensó
Ellie.
Después de pasar un rato bañándose se pusieron la camiseta y
se sentaron a comer en la mesa del jardín, en la que ya estaba la
comida servida.
Carter sonrió al ver que Ellie se sentaba al otro lado de la mesa,
alejada de él, como siempre. Se preguntó si le tendría miedo. ¿O
sería que no quería sentirse tentada al tenerlo tan cerca?
Carter hacía grandes esfuerzos para no volver a besarla, pero
cada vez que se besaban, sin intención, o él la ayudaba a bajar del
coche, o la acompañaba a algún sitio colocando la mano en su
espalda, ese momento pasaba a ser una dulce agonía. Deseaba
comprobar hasta dónde podía llegar esa atracción que había entre
ellos.
Terminaron de comer y de tomar el café.
—Eve y yo tenemos que marcharnos —dijo Ellie.
—¿Por qué tan pronto? —preguntó Tess.
—Mis padres querían venir el fin de semana para pasar mi
cumpleaños con nosotras. Pero yo tenía trabajo, y luego, con la
fiesta de Logan... Bueno, mi fiesta —dijo rectificando—. Les dije que
nosotras iríamos a verlos. Nos quedaremos con ellos hasta mañana
por la tarde.
—A tu madre no le haría mucha gracia no pasar el cumpleaños
contigo —dijo Lauren.
—Lo entendió. Vamos a cambiarnos —dijo Ellie a su hija.
Media hora después volvieron a aparecer las dos duchadas y
vestidas.
—Os llevaré a casa —dijo Carter levantándose.
—No hace falta, llamaré a un taxi.
—Os he traído yo y os llevaré yo —dijo Carter levantándose.
—Como quieras.
—¿Vas a ir en bañador? —preguntó Tess.
—No voy a salir del coche. Cuando las deje en casa volveré —
dijo Carter.
Ellie y Eve se despidieron de todos y se marcharon.

Ellie miraba a Carter mientras conducía. Sabía que era un


hombre muy inteligente, un médico importante y millonario, pero, a
pesar de ello, nunca se sentía insegura ni fuera de lugar al estar con
él, sino todo lo contrario. Tenerlo cerca hacía que se sintiera mucho
más femenina.
—¿A qué hora volveréis mañana?
—Después de comer. Tengo que preparar muchos pedidos para
el lunes por la tarde y adelantaré algunos mañana cuando
volvamos.
—¿Dónde viven tus padres?
—En New Milford, Conneticut.
—¿Cuántos kilómetros hay hasta allí?
—Algo más de ciento treinta.
—Son muchos kilómetros para tu coche.
—Sé que tiene muchos años, pero no muchos kilómetros. No
puede decirse que lo haya usado mucho.
—Así y todo. ¿Por qué no subís arriba, cogéis todo lo que
tengáis que llevaros y vamos a mi casa? Me dejáis allí y os lleváis
mi coche. Yo puedo usar el otro.
—¿Quieres que conduzca este coche?
—¿Qué tiene de malo mi coche?
—No tiene nada de malo, todo lo contrario. Apuesto a que sería
una gozada conducirlo, pero no voy a arriesgarme a tener un
accidente con él.
—La verdad es que, si tenéis que tener un accidente, preferiría
que fuese con este coche que con el tuyo. La carrocería es más
resistente.
—Me moriría del susto si tan solo lo rozara.
—Está asegurado a todo riesgo.
—Te lo agradezco, pero estaremos bien. Yo conduzco con
mucha prudencia cuando Eve va conmigo.
—Como quieras.
—Papá, mis abuelos quieren conocerte.
—Iré a verlos cuando a tu madre le parezca bien —dijo mirando
a Ellie.
Carter esperaba que Ellie le pidiera que las acompañara, pero
no lo hizo.
—Te los presentaré alguna vez que vengan a vernos.
—De acuerdo.
Poco después detuvo el coche delante del edificio de ellas.
Carter bajó y fue al maletero a coger todas las bolsas de las
compras. Se las dio a su hija.
—Muchas gracias por haberme comprado los libros y todo lo
demás —dijo Eve a su padre besándolo.
—De nada, cariño.
—Te espero en casa, mamá.
—Vale.
—Yo también te doy las gracias. Vas a pagarme una cifra
astronómica cada mes y podía haberle comprado yo todo.
—No he podido hacerlo durante más de trece años y he
disfrutado haciéndolo.
Carter invadió su espacio corporal acercándose a ella. Cada
paso que daba, a Ellie le iba cambiando la expresión del rostro pero,
como buena testaruda, no se apartó. Carter sintió el calor que
desprendía su piel y volvió a percibir esa especie de electricidad que
aparecía cuando estaban muy cerca. Ellie se limitó a mirarlo,
fingiendo estar segura de sí misma. Y Carter no pudo resistir
pegarse a ella y disfrutar de la intranquilidad que la invadió por su
proximidad.
—¿Nunca has cambiado de perfume? Hueles a vainilla, como
cuando estábamos en el campamento.
—¿Te acuerdas de como olía entonces?
—Recuerdo todo lo relacionado contigo, pelirroja.
De pronto, Carter cogió las manos de ella y las levantó para que
le rodeara el cuello con ellas. A continuación se apoderó de su boca.
La besó de forma tan ardiente que parecía querer marcarla. Carter
solo pretendía darle un ligero beso, pero cuando ella se pegó a él y
se lo devolvió, con más pasión que la suya, el beso se convirtió en
algo posesivo, con tanta intensidad y rapidez que Ellie se aferró a su
cuello mientras la arrastraba.
Ellie se dejó llevar por el placer y el deseo que Carter despertó
en su ser. Ninguno de los besos que habían compartido últimamente
tenían nada que ver con lo que habían sido los del pasado. Pero
claro, Carter ya no era un adolescente.
Ellie sabía que tenía que apartarse de él. ¡Por Dios! Estaban en
la acera. Pero él reclamaba su boca de manera salvaje, cada vez
que ella intentaba acabar con el beso y se sentía turbada.
—Carter, estamos delante de mi casa.
Él se separó un poco de ella y la miró a los ojos.
—Lo siento.
Ella lo miró y se apartó de él. Carter percibió la pregunta que
ella se hacía, si sentía haberla besado.
—No me refiero al beso, sino a haberte besado aquí —dijo
disfrutando del rubor de sus mejillas.
—Tengo que subir. No quiero que salgamos muy tarde.
—Vale.
Pero Ellie volvió a acercarse a él y lo abrazó muy fuerte. Carter
le devolvió el abrazo, sin saber a qué se debía.
—Gracias —le dijo ella al oído.
—¿Por qué me das las gracias?
—Por mi precioso regalo de cumpleaños —dijo ella
separándose de él.
—Me gusta hacerte regalos —dijo él sonriéndole—. Conduce
con cuidado. Y envíame un mensaje cuando lleguéis.
—¿Te preocupas por mí?
—Me preocupo por las dos, y siempre lo haré.
—Hasta luego.
Con todas las mujeres que había estado, que no eran pocas,
había buscado sentir lo mismo que había sentido con Ellie catorce
años atrás, pero jamás lo sintió, hasta que volvió a besarla de
nuevo, pensó Carter.
Cuando la vio entrar en el edificio y cerrar la puerta tras ella,
subió al coche y se marchó a casa de sus amigos.
Ellie estaba en el ascensor. La primera vez que Carter la besó
desde que vivía en Nueva York, pensó que podría disfrutar de sus
besos y dar marcha atrás cuando quisiera. Ahora sabía que había
sido una estupidez pensarlo. Ya no podía echar marcha atrás,
porque estaba irrevocablemente enamorada. Y no podía confiar en
él de nuevo. En el pasado era un adolescente y la abandonó. Ahora
era un soltero codiciado por las mujeres, pero todas sabían, incluida
ella, que era un mujeriego y que tenía una pronunciada alergia al
matrimonio.
Tal vez no esté enamorada, pensó Ellie de nuevo para
convencerse a sí misma. Puede que solo sea atracción física. Si se
acostara con él se acabarían las tonterías que se le pasaban por la
cabeza. Era lo normal, se dijo. Cuando se consigue lo que se desea
con ansias, con ansias desesperadas, se recalcó a sí misma,
entonces ya no lo deseas tanto.
Ellie entró en casa y se dirigió al cuarto de su hija.
—Mamá, ¿te ha molestado que le dijera al papá que los
abuelos querían conocerle?
—Por supuesto que no. Es la verdad.
—Los padres del papá también quieren conocerte.
—Ya me conocerán. Date prisa, no quiero que se nos haga muy
tarde.
—Ya casi lo tengo todo.
—Vale, iré a preparar mis cosas. Tardaré cinco minutos.

Poco después salían del edificio. Caminaron hasta el coche,


subieron y se pusieron en camino.
—Estaba pensando que me gustaría pasar tiempo con los
abuelos. Me refiero a mis nuevos abuelos. ¿Crees que podrías
precindir de mí unos días?
—Por supuesto.
—Entonces, le preguntaré al papá si le parece bien. Podría
pasar tres o cuatro días con ellos, antes de que empiece el instituto.
Así los conocería un poco más y sabría cosas del papá de cuando
era pequeño.
—A ellos les gustará tenerte allí.
—Eso creo yo también. ¿Cuándo vas a utilizar el furgón que te
regalaron tus amigos?
—Antes tendré que averiguar si necesito un carnet especial
para conducirlo. Y aunque no lo necesite, tendré que practicar.
Supongo que será muy distinto que conducir un coche.
Eve sacó el móvil de su mochila y buscó la información.
—Puedes conducirlo con el carnet que tienes. Y en cuanto a lo
de practicar, ¿no crees que deberías buscar a alguien para que se
encargue de los repartos? Así, incluso cuando viviéramos en la casa
nueva, no tendrías que abandonar a los clientes de esta zona.
Podrías organizarlo para que él hiciera todas las rutas.
—Esa sí es una buena idea. De esa forma podría centrarme
solo en preparar los dulces.
—Y no tendrías que levantarte tan temprano.
—Esa idea me atrae muchísimo. Buscaremos a alguien cuando
vuelvas de casa de tus abuelos.
—Bien. ¿Cuándo empezará Sean con la reforma?
—Ya ha empezado. El local ya está pintado. Ha traído unos
tableros que, según él tenía en el almacén y que no va a
necesitarlos.
—¿Para qué?
—Le dije que quería poner unas mesas largas por todo el local
para dejar en ellas las bandejas de todo lo que vaya horneando. Me
ha dicho que los tableros son de madera resistente al calor.
—¿Crees que realmente no los necesita? —preguntó su hija.
—Lo que creo es que Sean es un cielo.
—Yo también lo creo.
—La verdad es que son tableros anchos y caben en ellos un
montón de bandejas. Los colocaré formando hileras con un pasillo
entre medio y, como dice él, al no ser mesas fijas, puedo plegar los
que no necesite y dejarlos apoyados en la pared.
—Eso está bien.
—Pensaba limpiar, pero Sean me ha dicho que no lo haga
hasta que toda la obra de la planta baja esté terminada, de lo
contrario se llenaría de polvo de nuevo. Ahora va a centrarse en la
reforma del obrador, que es donde voy a trabajar y lo que quiero que
termine antes de nada para poder comenzar.

Carter volvió a casa de Delaney y se reunió en la piscina con


sus amigos. A media tarde les sirvieron café con hielo.
—¿Cómo van las cosas con Ellie? —preguntó Logan a Carter,
aunque no en privado porque todos lo oyeron.
—Las cosas no van bien. No confía en mí.
—¡Qué raro! ¿Por qué será que no confía en ti? —dijo Tess con
sarcasmo.
—Sé que lo hice mal con ella.
—¡Claro que lo hiciste mal! —dijo Lauren—. No te habría
costado nada seguir con ella. Erais adolescentes, y una relación a
distancia no habría funcionado a esa edad. En unos meses se
habría cansado y puede que hubiera sido ella quien cortara contigo.
—Y, además, te habrías enterado de que estaba embarazada
—dijo Ryan.
—Yo entiendo perfectamente que no confíe en ti añadió Jules
—. Tendrás que volver a ganarte su confianza.
—Y no te va a ser nada fácil —dijo Nathan.
—Espero que tus intenciones con ella sean buenas porque,
como le hagas una putada, tendrás que vértelas conmigo —dijo
Delaney.
—Eso, después de que yo te dé una paliza —añadió Sean.
—Con amigos como vosotros, ¿para qué quiero enemigos?
—Carter, tendrás que ser muy paciente con ella, si realmente te
interesa. Es una buena chica, y tan leal como cuando era una cría
—dijo Logan—. Sería la mujer ideal para ti. Me has dicho muchas
veces que estás harto de ir con unas y otras, y que con tu edad ya
necesitas una estabilidad. Ellie te daría esa estabilidad.
—Además, no hay que olvidar que tenéis una hija en común, y
que Ellie estuvo enamorada de ti —dijo Tess.
—Tú lo has dicho, estuvo.
Carter se paró un instante al pensar cómo reaccionaba Ellie en
su presencia y cuando la besaba. Y se preguntó si ella seguiría
sintiendo algo por él, que no fuera atracción sexual, porque él
conocía bien a las mujeres y sabía que lo deseaba.
Carter recibió una llamada. Cogió el móvil rápidamente por si
era una emergencia del hospital. Al ver que era Ellie sonrió y cogió
la llamada.
—Hola, pelirroja.
—Hola, Carter. Te llamo para decirte que hemos llegado sanas
y salvas.
—Gracias por llamar.
—De nada. Te paso con Eve, quiere decirte algo.
—Vale.
—Hola, papá.
—Hola, cariño. ¿Qué ocurre?
—El instituto empieza en una semana y he pensado que me
gustaría pasar unos días con los abuelos antes de empezar.
—¿Te refieres a mis padres?
—Sí. ¿Qué te parece?
—Me parece una idea estupenda. A ellos les va a encantar.
¿Cuándo quieres que te lleve?
—Cuando a ti te venga bien. Pero no mañana, mamá tiene
mucho trabajo y quiero ayudarla.
—¿Qué tal el lunes cuando termine la consulta?
—Perfecto.
—Estupendo. Intentaré acabar cuanto antes. Llamaré a mi
madre y le diré que cenaremos con ellos.
—Vale.
—Ten la maleta lista sobre las siete.
—De acuerdo.
—Miradlo qué orgulloso está, solo por hablar con su hija —dijo
Tess cuando Carter finalizó la llamada.
—Me ha dicho que quiere pasar unos días con mis padres,
antes de que empiece el instituto.
—Tienes una hija fantástica —dijo Nathan—. Qué suerte tienes,
cabrón.
—Sí, lo sé.

Carter paró el coche en segunda fila delante del edificio de Ellie


cuando ella y su hija salían cargadas con algunos pedidos para
meterlos en el coche. Carter las ayudó.
—¿Tenéis que bajar más cosas?
—No, ya está todo —dijo Ellie cerrando el coche.
—Voy a coger la maleta, ahora bajo —dijo Eve entrando en el
edificio de nuevo.
—¿Vas a repartir ahora los encargos?
—Sí. Y luego iré al local, he quedado allí con Sean. Va a
enseñarme el plano del almacén y del aparcamiento para ver si
quiero cambiar algo. Mañana empezarán las obras en el obrador.
—¿Ya has recibido los hornos que compraste?
—No, pero Sean habló con la empresa y sabe las medidas y lo
necesario para poder instalarlos.
—Estupendo.
—¿Dónde viven tus padres?
—En Trenton, New Jersey.
—¿Está muy lejos?
—A menos de una hora de aquí.
Los dos estaban apoyados en el Mercedes. Ellie tenía unas
ganas locas de que la besara, pero sabía que él no lo haría en el
mismo sitio que la vez anterior.
Eve salió del edificio. Carter cogió la maleta que arrastraba su
hija y la metió en el maletero. Ellie abrazó a Eve.
—Pórtate bien con tus abuelos.
—Siempre me porto bien.
—Y ayuda a tu abuela en lo que necesite.
—Sí, mamá. Ya me lo has dicho. Te veré en unos días.
—Vale. Te quiero.
—Y yo a ti —dijo la niña caminando hacia la puerta del copiloto.
—Estará bien. Y mis padres estarán encantados de tenerla con
ellos. He hablado con mi padre al mediodía y me ha dicho que
pasaron ayer y hoy arreglando la habitación para ella, para que la
ocupe siempre que vaya a verlos. Y han comprado ropa de cama
nueva.
—No tenían que haberse molestado. Ya sabes que Eve no
necesita muchas cosas.
—Ya se lo dije, pero es su única nieta. Déjalos que disfruten.
—Conduce con cuidado.
—¿Te preocupas por mí? —preguntó él repitiendo las palabras
que ella le había dicho dos días atrás.
—Nuestra hija irá contigo.
—¿Quieres que te llame cuando lleguemos? —preguntó Carter
sonriendo.
—Eve me llamará.
—¿Quieres que te llame yo?
—Hazlo, si es lo que quieres.
—Te llamaré. Así me cuentas lo que has hablado con Sean.
—¿Vas a volver esta noche?
—Había pensado pasar la noche con ellos e ir directamente al
hospital mañana cuando vuelva. Pero si quieres verme puedo volver
—dijo él sonriéndole.
—Podré sobrevivir sin verte. Que tengáis buen viaje.
—Gracias —dijo él besándola ligeramente en los labios.

Ellie entró en el local y se encontró a Sean con un plano encima


de uno de los tableros que había puesto sobre un caballete.
—Hola, Sean —dijo besándolo.
—Hola, cielo. ¿Ya has hecho los repartos?
—Sí. Estos tableros son fantásticos —dijo ella acariciando la
suave madera—. ¿De dónde has sacado estas sillas?
—Las tenía en el almacén.
—En ese almacén tienes muchas cosas —dijo ella con una
divertida sonrisa.
—No lo sabes tú bien.
—Carter y Eve ya han salido ya paraTrenton —dijo sentándose
a su lado.
—Así que te has quedado sola.
—Sí.
—¿Quieres que pida algo y cenamos aquí mientras hablamos?
—Vale.
Sean cogió el teléfono y pidió la cena.
—Veamos primero el almacén y el aparcamiento —dijo él
cogiendo dos bocetos que tenía de los mismos a tamaño reducido
—. ¿Qué tal se te dan los planos?
—De maravilla —dijo sonriéndole—. Antes de venir aquí
trabajaba con un arquitecto paisajista y lo domino a la perfección.
—Me alegro. Coge este, que es un borrador —dijo entregándole
el del obrador—. Vayamos a tu zona de trabajo. Lo he hecho
teniendo en cuenta todo lo que me dijiste que necesitabas, pero
puedes cambiar lo que quieras.
—Bien.
—Esto de aquí es la bancada que habrá en toda esa pared —
dijo señalando el plano y luego la pared—. Tendrá un metro veinte
de ancho, como me pediste.
—Perfecto.
—He pensado que como va a ser la zona de trabajo, vendría
bien tener una ventana en esa pared que da al aparcamiento.
Además de la ventilación, que vendrá bien por el calor que
desprenderán los hornos, tendrás luz natural.
—Genial.
—He pensado hacer un pasillo —dijo señalando el boceto—,
para desplazar la puerta de entrada un par de metros hacia el
exterior.
—¿Para qué?
—En el local hay un aseo, pero si abres la cafetería en un futuro
no podrán entrar los empleados que trabajen en esta zona. He
creído conveniente hacer un baño con ducha para el personal, y se
entraría por el pasillo. Cogería espacio del aparcamiento, pero no
mucho. No hace falta que el baño sea muy grande.
—Es una buena idea. Aunque estoy completamente convencida
de que no montaré la cafetería. Sería demasiado esclavizado. Pero
el local será perfecto para dejar la mercancía hasta que se entregue.
Así y todo, es mejor tener dos aseos.
—Yo también lo creo. Además, puede que con el tiempo te
mudes a otra casa y vendas el edificio. Y los aseos nunca están de
más.
—No voy a mudarme a otra casa, y este será mi trabajo. No me
moveré de aquí.
—De acuerdo —dijo Sean pensando en lo preocupado que
estaba Carter porque viviera en esa casa—. Luego hablaremos del
local. ¿Qué te parece si ponemos aquí el fregadero?
— Me parece bien —dijo ella.
—En este lado he pensado que iría bien un armario grande con
dos puertas.
—Perfecto. En un lado podría poner todos los utensilios de
cocina, que son muchos. Y en el otro los productos que utilizo para
elaborar los dulces, excepto el azucar y la harina que compraré por
sacos.
—¿Qué te parece si colocamos los hornos en esta pared?
Caben los dos perfectamente y sobra suficiente espacio para una
gran despensa. En ella podrías guardar todos esos sacos que has
mencionado y así no estarán por en medio.
—Buena idea.
—Y en ese rincón podrías colocar la nevera. Me dijiste que
tenía que ser grande. He estado mirando los modelos industriales
que tiene la empresa y cabe perfectamente la más grande que
fabrican.
—¿Pediste la mezcladora?
—Sí, y cabe perfectamente en este hueco —dijo él señalándolo
—. Dijiste que la querías aquí, ¿no?
—Sí, ahí estará perfecta. Dios, piensas en todo.
—Es mi trabajo. Salgamos al exterior. El cuarto de baño iría
aquí, y llegaría más o menos hasta aquí —dijo él colocándose
donde iría la pared—. Queda suficiente espacio para aparcar tres
vehículos en el techado que voy a hacer. Y en la parte de enfrente
cabrán dos furgones y un coche. Y también haré un techado para
ellos. Por supuesto, voy a cerrar todo este espacio y haré una
puerta abatible de acceso, así los vehículos estarán seguros.
—No cabrán todos vuestros coches si venís a comer o a cenar
a casa.
—Entre los dos techados habrá espacio suficiente para dejar
cuatro coches más.
—Estupendo. Me gustan todas tus ideas.
—He estudiado el piso de arriba y puedo hacer una escalera
que suba desde aquí a la casa. Así no tendrás que salir a la calle
para subir.
—Eso sería fantástico. Me encanta todo lo que me has
propuesto.
Alguien llamó a la puerta del local.
—Esa es la comida. Entremos.
Se sentaron en las dos únicas sillas que tenían y dejaron las
pizzas sobre el ancho tablero. Sean colocó el plano del local delante
de ellos.
—Si no piensas montar la cafetería, podría hacer un despacho
aquí. Supongo que lo necesitarás.
—Sí, estaría bien. No es que yo vaya a llevar la contabilidad,
porque no tengo ni idea, pero podría tener los papeles en un mismo
sitio. Cuando empiece a trabajar tendré que guardar las facturas
para hacienda.
—Uno de los contables de mi hermano se encarga de hacer la
declaración de la renta de todos nosotros. Excepto de Ryan y de
Jules, que se han unido al grupo poco antes que tú. Y se encargará
también de la tuya.
—¿Cuánto os cobra?
—Entra en el sueldo que le paga Delaney.
—No puedo permitir eso. Me gusta pagar mis cosas.
—Cielo, solo con que vayas a su oficina a llevarle los
documentos que necesite, ya lo considerará una remuneración. Lo
dejarás fascinado.
—Menudo adulador estás hecho.
—Creo que el mejor sitio para el despacho sería aquí —dijo
señalando un rincón del local en el plano.
—Pero en ese otro lado no está el aseo y hay más espacio.
—Ahí podré abrir una ventana que dé al exterior y en el otro no,
porque está el edificio de al lado.
—Tienes razón. Además, tú eres el experto. Voy a comprar un
expositor nevera para las tartas. O puede que dos. Lo vi en la
empresa donde compré los hornos.
—Lo buscaremos después de cenar y haremos el pedido.
Puede que lo envíen junto con los hornos y la mezcladora. Me
dijeron que estarían aquí el lunes, catorce.
—Genial, si lo compras tú me costará más barato.
—Tendrás que agradecérmelo de forma especial.
—Hablando de eso. Ahora vuelvo —dijo Ellie saliendo del local
por la puerta trasera.
Dos minutos después volvió a entrar con un termo, dos tazas y
una caja llena de dulces surtidos.
—No me digas que eso es café.
—Sí. Y esta caja son los dulces que he preparado para ti.
—Dios mío. Eres fantástica —dijo besándola.
—Gracias.
—Yo vendré cada día a primera hora de la mañana para dejarle
claro al maestro de obra lo que quiero que hagan. Deberías darte
una vuelta por aquí a última hora de la tarde, después de hacer el
reparto, yo estaré aquí. Así verás lo que estamos haciendo, por si
quieres cambiar algo.
—¿Quieres que venga todos los días?
—No, cada dos o tres días será suficiente.
—De acuerdo.
Capítulo 14
Ellie salió de la ducha y se puso crema en el cuerpo. Luego entró
en su dormitorio. Iba a ponerse el camisón cuando sonó su móvil.
Pensó que sería su hija, aunque la había llamado cuando llegó a
casa de sus abuelos para decirle que habían llegado bien. Pero no
era Eve sino Carter. De repente el pulso se le aceleró. Se sentó en
la cama, se cubrió con la sábana y apoyó la espalda en el cabecero.
—Hola, Carter.
—Hola. ¿Es muy tarde para ti?
—No, acabo de meterme en la cama.
—Nosotros acabamos de cenar y he subido a acostarme, con la
excusa de que he de levantarme muy temprano para estar en Nueva
York a las ocho.
—¿Necesitabas una excusa para acostarte?
—Sí, la necesitaba. Porque no me habría retirado tan pronto, de
no ser porque quería hablar contigo.
A Ellie le dio un vuelco el corazón al escuchar sus palabras.
—Pero, si quieres dormir lo entenderé.
—No me importa hablar unos minutos contigo, y más después
de haber inventado una excusa por mí. ¿Ha ido todo bien en el
viaje?
—Sí. No me había dado cuenta de cuánto le gusta hablar a
nuestra hija. Se ha pasado todo el camino hablando.
—Sí, no hay quien se aburra con ella.
—Es muy inteligente.
—Lo sé.
—¿Qué tal te ha ido con Sean?
—Genial. Me ha explicado todo lo que ha pensado hacer y me
he quedado alucinada. Es como si supiera exactamente lo que
necesito para el trabajo.
—Sí, es muy bueno.
—Ya ha pintado el local.
—¿Para montar la cafetería?
—Definitivamente, voy a olvidarme de la cafetería.
—Dijiste que era tu sueño.
—No es el primer sueño que descarto en mi vida. Lo que hago
ahora me va bien, aunque trabajo mucho, pero si abro la cafetería
no tendré tiempo para nada. Además, he decidido buscar a alguien
para que haga las entregas.
—Me parece bien, trabajas demasiado.
—Eso he pensado yo. Y ahora soy rica, no tengo que
preocuparme por el dinero.
—Tienes razón —dijo él sonriendo—. Tienes que dar de alta el
negocio antes de contratar a nadie.
—Lo sé. Se lo comenté a Nathan el día de mi cumpleaños y me
dijo que él se encargaría del papeleo. Ya le di todos los datos que
necesitaba. Pero me dijo que no podía formalizar nada hasta tener
el local terminado, porque antes tenía que pasar una inspección.
—Estás en buenas manos. ¿Has recogido el furgón de casa de
Logan?
—No. Es que nunca he conducido un vehículo tan grande y no
sé si sería capaz. Si quieres que te sea sincera, tengo miedo de
conducirlo.
—Yo podría ir contigo para que practicaras.
—¿Tú? ¿Vas a dejar tu sofisticada consulta para ir a repartir
dulces por las cafeterías? No me hagas reír.
—Podemos ir los fines de semana.
—Muchas gracias por tu ofrecimiento, pero esperaré a que la
reforma esté terminada. ¿Cómo están tus padres?
—Encantados de tener aquí a su nieta. Ya están haciendo
planes para los siguientes días. Te agradezco que la hayas dejado
venir.
—Fue idea de Eve, me dijo que quería pasar un tiempo con
ellos para conocerlos y que la conocieran.
—Sé que vas a ser tú quien más se perjudique de que Eve no
esté contigo estos días, porque no podrá ayudarte.
—No me importa. Prefiero que disfrute del tiempo que le queda,
antes de empezar con la rutina del instituto.
—¿Has cenado con Sean?
—Sí. Ha pedido unas pizzas y hemos comido en el local,
mientras revisábamos los planos. Estoy muy ilusionada con mi
negocio, aunque por otra parte, un poco preocupada.
—¿Por qué?
—Por si no me va bien.
—Todo te va a ir de maravilla. Y no has de olvidar que no estás
sola. Todos vamos a estar contigo, apoyándote.
—Lo sé. Quiero que Sean termine pronto las obras del local y
comience las de la casa para mudarnos cuanto antes.
—Pronto estaréis allí. Sean trabaja rápido. Ellie, deberíamos
terminar la llamada, sé que tienes que levantarte muy temprano.
—Sí. Y tú también.
—Me ha gustado mucho hablar contigo.
—Sí, ha estado bien. Gracias por llamar. Buenas noches.
—Buenas noches, pelirroja.

Carter llamó a Ellie dos días después y no tan tarde como


cuando la llamó desde casa de sus padres.
—Hola, Carter.
—Hola, cielo. Hoy te he llamado un poco antes que el otro día.
Espero que no estés en la cama.
—No, acabo de salir de la ducha.
De pronto Carter se la imaginó debajo de la ducha con la piel
brillante por el agua.
—¿Dónde estás? Se oye un ruido extraño.
—En el hospital —dijo él dando gracias porque le hubiera
hablado y haciendo que sus pensamientos se disiparan.
—¿Te ha pasado algo?
—No, estoy de guardia y pasaré la noche aquí.
—¿Desde cuándo estás ahí?
—Desde esta mañana a las ocho.
—Entonces, ¿no has trabajado en tu consulta?
—No paso consulta cuando tengo guardia.
—¿Hasta cuándo te quedarás ahí?
—Hasta mañana, cuando termine a la una y media.
—¿Y no vas a dormir en toda la noche?
—Dormiré, si no hay muchas emergencias.
—¿Tienes una habitación privada?
—¿Por qué lo preguntas? ¿Quieres venir a hacerme una visita?
Pasaron unos segundos sin que ella dijera nada.
—¿Estás pensando si venir a verme?
—Claro que no.
—Tengo una habitación para mí solo.
—¿Puedes dormir en el hospital?
—Sí, aunque suelen despertarme a menudo. Las embarazadas
esperan que sea de noche para ponerse de parto o sentirse mal.
—¡Qué desconsideradas!
—Te aseguro que algunas lo son.
—Supongo que muchas de ellas pretenden sentirse mal para
verte de nuevo.
—¿Qué quiere decir eso?
—Venga, Carter, no soy una mojigata. Sé que estás muy bueno,
y sé el éxito que tienes entre las mujeres.
—Vaya, pelirroja, no esperaba que dijeras algo así.
—Ya sabes que a veces me cuesta retener lo que pienso.
—Así que piensas que estoy bueno.
—Bueno que te cagas.
Carter se rio.
—Deja de flirtear conmigo, de lo contrario pensaré que eso de
que no quieres nada conmigo no es cierto.
—No estoy flirteando contigo.
—¿Estás segura? Porque a mí me da la impresión de que eso
es exactamente lo que estás haciendo.
—Eso son imaginaciones tuyas. ¿No crees que tengo mejores
cosas que hacer que flirtear contigo?
—A mí me gusta que lo hagas. Me tienes sorprendido.
—Me gusta sorprender a un hombre como tú.
—¿Como yo?
—Ya sabes, un hombre con experiencia con las mujeres.
—¿Por qué no dejamos a las mujeres fuera de esta
conversación?
—Yo soy mujer.
—Me refiero a todas, excepto a ti.
—¿Por qué? ¿No irás a decirme que no te gustan las mujeres?
—Por supuesto que me gustan. Pero tú eres completamente
diferente a las mujeres con las que salgo.
—No hace falta que me lo recuerdes. Sé que no soy tan guapa
como ellas, ni tan elegante, ni tan sofisticada. Soy una chica sencilla
de pueblo.
—Me gustan las chicas sencillas de pueblo. Siempre me han
gustado. Cuando estabas en el campamento me tenías fascinado, y
eso no ha cambiado. Me gustó ser el primer chico para ti.
—Aunque yo no fui la primera para ti.
—No, no lo fuiste. Pero contigo todo era distinto de con las
otras.
—¿Qué quieres decir?
—Contigo disfruté de cada minuto que pasamos juntos, y no
hablo solo de sexo. Podría decir que esos seis veranos que pasé en
tu compañía fueron los mejores de mi vida y siempre los he
recordado con mucho cariño.
—A mí me hubiera gustado experimentar lo que tú tuviste con
las chicas.
—¿A qué te refieres?
—A lo que hacen las chicas normales a los quince, dieciséis,
diecisiete años…
—¿Qué es lo que hacen?
—Salir con chicos, ir a fiestas, besarse con alguien en el cine,
hacer el amor en el asiento trasero del coche… Nunca he tenido
nada de eso. Estuve contigo esos dos últimos meses, luego te
marchaste, y fue como si toda mi vida se hubiera evaporado.
—Aquí has salido con chicos, con Logan…
—Que es sacerdote —dijo ella interrumpiéndolo.
—Es un hombre. Además, tengo entendido que has salido con
Ryan, con Sean y también conmigo.
—No me refiero a eso. Vosotros sois mis amigos.
—El sonido de tu voz impide que pueda estar quieto. No sabes
lo sensual que suena. Te imagino con una ropa interior excitante.
A Ellie se le aceleró el corazón y sintió un pinchazo de placer
entre sus muslos.
—Si piensas eso, es mejor que no te diga lo que llevo puesto,
así no te arruinaré cualquier fantasía que tengas en mente.
—¿Por qué lo dices? ¿Vas hecha un desastre? —dijo él riendo.
—No, porque no llevo nada. Acababa de salir de la ducha
cuando me has llamado y me he metido en la cama desnuda.
Carter se quedó en silencio un instante, asimilando sus
palabras. Y de pronto tuvo una erección.
—¿Sigues ahí o has colgado? —preguntó Ellie.
—Sigo aquí. Me estaba preguntando si te apetecería ir a ver mi
casa.
—Ya he visto tu casa.
—Me refiero a la casa que he comprado, no a mi apartamento.
—Sí, me gustaría. Eve dice que es una maravilla.
—¿Quieres que vayamos mañana después del trabajo?
—Vale.
—¿A qué hora acabarás?
—Podemos quedar cuando tú termines la consulta.
—¿Te parece bien a las siete?
—Sí, está bien.
—Nos dará tiempo para ir a cenar.
—Carter, cuando acabe de repartir estaré cansada y no tendré
ganas de arreglarme. Así que no quiero ir a un restaurante.
Terminaré más o menos a la misma hora que tú y no pienso
cambiarme para ir a ver una casa.
—De acuerdo, nada de restaurantes.
—Carter, vuelvo a repetirte lo que te dije la última vez que me
invitaste a cenar. Esto no será una cita.
—Por supuesto que no lo será. Solo vas a ver la nueva casa del
padre de tu hija… y a tu amigo.
—Exacto.
Carter suspiró. Esa chica hacía que la sangre se le calentara
cada vez que le recordaba que no quería nada con él, y su cuerpo
respondía excitándose.
—Cuando te alteras estás preciosa.
—No puedes verme.
—Mi imaginación es muy buena.
—¿Eso es un intento de seducción?
—No, pelirroja. Cuando intente seducirte no tendrás que
preguntármelo, porque sabrás exactamente lo que estoy haciendo.
¿Has ido a ver el local? —preguntó él cambiando de tema.
—Sí, he vuelto hace media hora.
—¿Han adelantado mucho con la obra?
—Solo trabajaron ayer y hoy. Pero sí, han hecho algunas cosas.
—¿Qué cosas?
—Han pasado tuberías desde el lugar donde voy a trabajar
hasta donde irá el fregadero y hasta el baño que están
construyendo. Las paredes del nuevo baño ya están levantadas.
También han pasado cables eléctricos por los techos. Y estaban
cortando una losa enorme de mármol para la bancada, creo que
Sean me ha dicho que era granito sueco. Dice que ese mármol no
se mancha ni se ralla.
—Sí, eso tengo entendido.
—Me ha dicho que adelantarán más cuando tengan los marcos
de las puertas y las ventanas que dan al exterior que, por cierto, se
los llevarán mañana.
—Y supongo que a continuación cerrará el aparcamiento y
pondrá una puerta de entrada para los vehículos.
—Sí, ya la tiene pedida.
—Cielo, tengo que dejarte. Hay una urgencia.
—Sé amable con la embarazada.
—De acuerdo.
—Gracias por llamar.
—Ha sido un placer hablar contigo. Te recogeré mañana a las
siete. Buenas noches.
—Buenas noches.

Al día siguiente Ellie trabajó a contrarreloj. Podría haberse


levantado más tarde, porque la noche anterior se había acostado a
las doce y media, pero no había podido dormir pensando que hoy
vería a Carter. Y para no estar dando vueltas en la cama sin pegar
ojo, se había levantado a las tres y media de la mañana y se había
puesto a trabajar para adelantar los pedidos.
Se maldijo cuando cerca del medio día la llamaron por teléfono
para hacerle dos pedidos más para ese día, y no pequeños. Así y
todo terminó de repartir todos los encargos y entró en casa a las
seis y cinco de la tarde.
Le había dicho a Carter que no pensaba arreglarse, y no lo
haría, pero eso no quería decir que fuera a verlo sin oler bien.
Se metió rápidamente en la ducha, luego se puso crema en el
cuerpo y un ligero toque de perfume. Recordó lo que le había dicho
Carter sobre el perfume, y no se había equivocado, porque seguía
usando el mismo que cuando era una adolescente. Era suave y le
gustaba ese ligero aroma a vainilla. Sonrió al recordar que su hija le
había dicho en una ocasión que su perfume olía a hogar.
Dedicó tiempo a secase el pelo de manera que le quedara
perfectamente ondulado. Luego se puso una falda vaquera corta,
para que Carter volviera a mirarle las piernas, pensó sonriendo, y
una camiseta básica también de manga corta, que tenía un gran
escote y sabía que le quedaba genial. En vez de los deportivos se
puso unas Converse. No se maquilló, excepto por un brillo natural
en los labios.
Cuando sonó el interfono a las siete y cinco a Ellie le dio un
vuelco el corazón. Salió de casa pensando si Carter se sentiría tan
intranquilo como ella.
Al salir a la calle se quedó quieta y abstraída al ver la masculina
belleza de ese hombre, que estaba apoyado en el coche y que
mostraba un inconfundible placer por verla de nuevo.
Carter la besó en la mejilla. Fue un beso de amigo, como le
daban siempre los hombres de su grupo, pero lo sintió como si
hubiera recibido una descarga eléctrica. Le sorprendió tanto la
reacción que no se dio cuenta de que él le estaba hablando.
Ellie se sentía confundida y maravillada. Carter llevaba un traje
gris con una camisa negra. Por si la manera en que le sentaba el
traje no fuera ampliamente llamativa, esa sonrisa que tenía en sus
labios, de actor de cine, se ocupaba del resto.
De pronto a Ellie se le cayó el bolso y se salió todo lo del
interior esparciéndose por la acera.
—Dios, qué torpe.
Carter se quedó un instante mirando el suelo, al ver la cantidad
de cosas que había frente a él. Se agachó y empezó a coger
algunas, que no consideraba necesarias para llevar en el bolso, y
preguntándole al respecto. Y ella le contestaba como si todo fuera
necesario. Cuando estuvo todo de nuevo en el bolso se levantaron
los dos.
—¿Hay algún percance para el que no estés preparada?
—Tengo una niña, y con una niña hay que ser precavida.
—Esa niña tiene trece años.
—¿Crees que es fácil desprenderse de las costumbres? —dijo
ella dedicándole una tierna sonrisa.
Carter se quedó embobado observándola. Ellie se giró a
mirarlo, porque él estaba delante de la puerta del copiloto y le
impedía subir al coche. Cuando se dio cuenta reaccionó, se apartó y
le abrió la puerta para que subiera.
Y entonces se quedó mirándole las piernas, como ella
pretendía. Ellie lo miró levantando las cejas y él le sonrió al ver que
lo había pillado.
Carter rodeó el coche por delante pensando que necesitaba
echar un polvo, de lo contrario se abalanzaría sobre ella en
cualquier momento.
—¿Acabas de terminar de trabajar?
—Hace media hora.
—Hueles divinamente.
—Me ha dado tiempo a ducharme. Tú vas muy elegante. Te
advertí de que no iba a arreglarme.
—Hemos tenido una reunión en el hospital. Lo siento.
—¿Lo sientes? Ese traje te queda de muerte. Muchas mujeres
pagarían solo por verte vestido así.
—¿Otra vez estás flirteando conmigo? Si sigues así te imitaré.
—Si decir la verdad es flirtear, entonces, sí lo estoy haciendo.
Carter arrancó y se unió al tráfico.
—¿Está lejos tu casa?
—Está muy cerca de la de Delaney.
—Es una zona muy tranquila.
—Considero que es ideal para formar una familia.
—Sí, supongo —dijo ella mirando por la ventanilla.
Ellie se sentía como si hubiera vuelto a casa después de haber
estado ausente varios años, recuperando con ello la paz que no
sabía que anhelaba y que había perdido mucho tiempo atrás. Y eso
era porque estaba con él. Llevaba años sintiendo que iba a la
deriva, y Carter era su ancla. Quería sujetarse a él fuertemente para
encontrar la calma y la tranquilidad de su alma. Llevaba tanto tiempo
sin confiar en un hombre… Y Carter estaba otra vez allí, a su lado.
Ellie dio un respingo cuando la manga del traje de Carter le rozó
la rodilla.
—Lo siento, tenía que coger el mando de la guantera —dijo él,
que no le había pasado desapercibida la reacción de ella.
—¿Ya hemos llegado?
—Sí. Parecías ausente. Has permanecido en silencio durante
todo el trayecto.
—Disculpa, tengo muchas cosas en la cabeza.
Carter pulsó el botón del mando y la puerta de la verja se abrió.
Avanzaron por el camino asfaltado hasta llegar a la casa.
—Vaya. Eso no es una simple casa.
—Sí, es bastante grande. De hecho es lo que estaba buscando,
porque me gustaría tener unos cuantos niños.
—Pues…, vas a necesitar muchos para llenarla —dijo ella sin
mirarlo.
Bajaron del coche y subieron los siete peldaños que había
hasta la puerta de entrada.
—El porche es grandísimo. Se parece al que tiene Fred en su
rancho.
—Sí. Cabrán unos cuantos muebles —dijo él abriendo la puerta
de la casa y dejándola entrar primero.
—¡Santa madre de Dios! —dijo al ver lo enorme que era el
recibidor.
Carter le enseñó todas las estancias de la planta baja y dejó la
cocina para el final.
—Es una maravilla. Me gusta la luz que tiene. Y los suelos de
mármol son increíbles.
—Sí, a mí también me gustan. Y no suele gustarme el mármol
porque lo encuentro ostentoso, pero en esta casa queda bien.
—No entiendo por qué hay tantas estancias en la planta baja —
dijo ella después de ver, lo que Carter le dijo que eran salones.
—Porque es muy grande. Vamos, te mostraré la cocina.
—¡Dios mío! ¡Menuda cocina! —dijo Ellie paseándose por ella y
rozando con las yemas de los dedos los armarios y la encimera—.
Me encanta tu casa.
—Me alegro de que te guste. Veamos las plantas superiores.
—¿Cuántas habitaciones hay? —preguntó ella mientras subían
la escalera.
—Doce.
—¿Qué vas a hacer con tantas? Porque no creo que quieras
tener tantos hijos.
—Delaney y Nathan tienen habitaciones para todos nosotros en
sus casas, incluida tú. Sean y Logan no, pero ellos son solteros. Yo
haré lo mismo.
—Tú también eres soltero.
—Pero pienso casarme pronto.
—Ah.
—Eve ya ha elegido su habitación.
—¿En serio?
—Sí.
—Son impresionantes —dijo Ellie después de ver las
habitaciones de la primera planta—. Y todas con su baño. Es una
pasada.
—Vamos, la de nuestra hija está arriba.
—Seguro que la ha elegido apartada para no molestarte con la
música. No querrá que la eches de tu casa.
—Esta también es su casa. Y Eve es lo más importante de mi
vida.
—Para mí también lo es. Va a ser difícil competir contigo.
¿Quién podría superar una casa como esta?
—Tú y yo no tenemos que competir por nada —dijo él abriendo
la puerta y dejándola entrar primero.
—No me extraña que haya elegido esta habitación. Es tan
grande como un apartamento, y no pequeño —dijo Ellie parada en
el centro de la estancia—. Es una casa preciosa.
—Gracias.
—¿Cuándo la compraste?
—Hace unas tres semanas.
—¿Y por qué está todavía sin amueblar?
—Me gustaría que me ayudara a elegirlos la mujer con quien
voy a casarme. Si los compro yo puede que no le gusten.
—Tu apartamento es una maravilla, así que si la amueblaras tú
solo quedaría genial. Me has demostrado que tienes un gusto
exquisito…, y no solo para las mujeres.
—Gracias, pelirroja.
—Aunque, claro, posiblemente la mujer con la que vayas a
casarte no comparta el gusto con una chica de pueblo.
—Veamos el exterior —dijo él mientras bajaban la escalera y
salían de la casa—. Puede que hayan algunas hojas en la piscina.
Tengo que buscar a alguien que se ocupe del mantenimiento. Y
también un jardinero. El jardín está algo descuidado. Hasta que la
vendieron se ocupaban los antiguos dueños.
—¡Madre mía! —dijo ella al ver el tamaño de la piscina—. Todo
es precioso. Aunque era de esperar con lo que has pagado por la
propiedad. Eve me dijo que te había costado veinte millones de
dólares.
—Sí. Veamos la parte de atrás.
—Vaya, tienes un bosque privado.
—Sí. Me encanta esa parte de la propiedad. Debe ser muy
agradable tumbarse a la sombra debajo de esos árboles.
—Tienes razón.
—Podré llevar a mis hijos de acampada sin tener que salir de la
propiedad.
—Sí —dijo ella con un nudo en la garganta y unas terribles
ganas de llorar.
—Es una buena zona para que los niños jueguen.
—Desde luego que lo es.
—¿Tienes hambre?
—Sí, pero no quiero ir a cenar.
—No vamos a ir a ningún sitio. Tengo la cena en el maletero del
coche. Yo estoy hambriento. Vamos. No hay muebles, pero
podemos sentarnos en los escalones del porche.
—Vas demasiado elegante para comer en el suelo.
—No importa. Aunque podemos ir a tu casa, si lo prefieres.
—Mejor comemos aquí.
Llegaron al coche. Carter se sacó la chaqueta y la dejó en el
asiento trasero. Luego cogió dos bolsas del maletero y le dio una a
ella.
—¿Qué has comprado?
—No lo sé. Llamé a Carlo y le dije que me preparara cena para
dos, y le advertí que no podía calentarla y no tenía cubiertos ni
vasos. Conoces a Carlo, ¿no?
—Sí, estuvo en el cumpleaños de Delaney.
Entre los dos sacaron todo lo de las bolsas. La comida estaba
en contenedores cerrados, pero además, había dos platos, dos
copas, una botella de vino, sacacorchos, platos de postre, cubiertos
y servilletas.
—Los platos, las copas y los cubiertos son de verdad.
—Carlo sabe que siempre se lo devolvemos todo. Aunque
tampoco es que fuera a preocuparle mucho que no lo hiciéramos.
Ve abriendo los contenedores y sirviendo la cena mientras abro el
vino.
Ellie colocó todo en el suelo del porche junto a los peldaños y
puso la cena en los platos. Carter sirvió el vino en las copas y
ambos las cogieron.
—¿Por qué brindamos?
—Porque seas muy feliz en esta casa, y encuentres a la mujer
de tus sueños.
—¿Qué te hace pensar que aún no la he encontrado?
Ellie bebió un sorbo de vino sin decir nada.
Estuvieron hablando de una cosa y otra mientras cenaban,
sentados en el último peldaño de la escalera. Cada vez que ella lo
miraba mientras lo escuchaba pensaba en lo increíblemente guapo
que era ese hombre. Además, tenía que reconocer que era muy
divertido. Sabía qué decir en cada momento para que ella se riera o
asomara una sonrisa a sus labios. Era un hombre directo, no daba
vueltas para decir lo que quería decir. Y era sincero, Ellie estaba
completamente segura de ello. Se preguntaba por qué seguía sin
confiar en él.
Cuando terminaron de cenar se quedaron un instante en
silencio mirando hacia el jardín. Estaba empezando a oscurecer.
—Es tarde, deberíamos marcharnos.
—Sí —dijo Carter.
Metieron todo en las bolsas. Carter cerró la puerta de la casa y
caminaron hasta el coche para meter las bolsas en el maletero.
Carter abrió la puerta del copiloto para que ella subiera, pero
antes de que lo hiciera, la arrinconó contra el vehículo y se inclinó
para besarla, sin darle tiempo a que ella pudiera apartarlo.
La besó de manera sorprendentemente suave. No había en el
beso ningún tipo de demanda ni presión. Ambos cerraron los ojos y
los sentidos de Ellie se encendieron. Únicamente se rozaban los
labios, pero ella podía sentir el calor de Carter como si estuviera
aplastándola.
Ellie pensó que Carter olía bien. Sentía la suavidad de su
camisa rozándole los brazos. Subió las manos para sujetarlo por los
hombros y el calor la envolvió, junto a algo más, algo más profundo.
Ellie se aferró a él con una desesperación que casi no la dejaba
respirar. Quería sentir su erección entre sus piernas. Quería sentirlo
en su interior, abrasándola y llenándola. Quería entregarse a él por
completo. El deseo que sentía era tan fuerte que la asustaba, pero
no tanto como para interrumpir el beso.
Carter deslizó la mano por su espalda, en una caricia lenta y
suave. Cuando llegó a su cadera la sujetó fuertemente acercándola
más a él. Hasta que pudo sentir los descontrolados latidos de su
corazón.
Ellie sintió el ligero cosquilleo en el bajo vientre y se tensó.
Sabía que no debía haber ningún tipo de cosquilleo, ni nada que se
le pareciera. No quería sentir nada por ese hombre y no quería
sentirse tan atraída por él.
Carter se separó un poco de ella para coger aire.
—Eres una fantasía que ni siquiera sabía que tenía —dijo él
antes de besarla de nuevo.
Ellie no era capaz de apartar de su mente aquellas palabras.
¿Había dicho que ella era su fantasía? Nunca habría pensado que
pudiera ser la fantasía sexual de ningún hombre. Se preguntó si lo
habría soñado.
Al sentir las suaves manos de ella sobre sus hombros, el deseo,
ardiente y espeso, que Carter había mantenido bajo control desde
que la había recogido en su casa, saltó por los aires y no fue capaz
de detenerlo. Se pegó más a ella, amoldando sus cuerpos, y la besó
de manera ardiente, como deseaba.
A pesar de que sabía que no debía devolverle los besos, Ellie
no pudo evitarlo, era demasiada la tentación. Le rodeó el cuello con
los brazos, se pegó más a él y se entregó a aquella boca que sabía
a pecado.
Ambos se separaron con la respiración entrecortada. En vez de
bajar la cabeza avergonzada por haberse lanzado a comérselo
como una posesa, lo miró directamente a los ojos para retarlo a que
dijera algo. Y Carter le sonrió colocándose junto a la puerta para que
ella subiera al coche.
Carter rodeó el vehículo por delante y se sentó a su lado.
—Te dije que te besaría cada vez que nos viéramos y te pareció
bien. Si no recuerdo mal, dijiste que eso lo haría más interesante.
—¿Me has oído quejarme?
—No. Y, desde luego, ha sido interesante —dijo él sonriendo y
poniendo el coche en marcha.
Ellie sabía que no tenía que haberle besado, y menos aún de
esa forma tan descarada. Había vuelto a cometer un error. Además,
ahora no tenía tiempo para distraerse por un hombre, ya iba a tener
suficientes distracciones en las siguientes semanas con su nuevo
negocio y con las reformas de su propiedad. Pero, ¿acaso no había
estado ansiosa porque llegara ese momento desde que Carter le
dijo que la recogería esa tarde en casa?
—Hemos vuelto a quedar, hemos cenado juntos y te he besado
—dijo Carter, sacándola de sus pensamientos—. Ha sido una cita en
toda regla.
—No había flores —dijo ella con sarcasmo.
—Tienes razón. La próxima vez lo recordaré. Pelirroja, tú has
estado casada y, aunque no lo hubieras estado, sabes que unos
cuantos besos no son suficiente. Necesitamos vernos, estar a solas.
—Sé que he cometido un error cada vez que me has besado.
—¿Qué error?
—Devolverte los besos. Pero por otra parte, no creo que vuelva
a besarme alguien como tú, alguien con tu aspecto y tu posición, así
que, aunque crea que ha sido un error, no me arrepiento. Pero no
quiero tener nada contigo. Y creo que te lo dejé claro. Carter, no voy
a acostarme contigo, ni quiero tener una relación que no sea de
amigos.
—Al devolverme los besos, de la manera que lo haces, me
confundes.
—Yo no tengo culpa de ser débil. Y tú eres una tentación muy
grande.
Carter no pudo evitar sonreír al escuchar sus palabras.
—Nunca vas a perdonarme que cortara contigo hace catorce
años, ¿verdad?
—Te perdoné hace mucho tiempo. Pero, ¿sabes? No he vuelto
a confiar en un hombre desde entonces, y eso cuesta cambiarlo.
Además, tienes que reconocer que tú y yo no tenemos nada en
común. Tú eres un médico importante, que sale en las revistas con
súper modelos y mujeres increíbles y sofisticadas. Y yo soy una
chica sencilla de pueblo, una simple trabajadora y sin estudios.
Dedícate a buscar entre tus mujeres a la mujer de tus sueños, y
olvídate de mí. Me abandonaste hace años porque no pertenecía a
tu clase social y, aunque te perdoné, no lo he olvidado. Y esa
diferencia sigue estando entre nosotros. Es cierto que tú y yo
arrastramos una historia, una historia que pensé había dejado atrás
hace años, pero vuelves a estar en mi vida.
—Ellie, yo ya no soy aquel adolescente.
—De eso soy consciente. Me cuesta mucho reconocerte, así y
todo, sigues siendo tú y una parte de mí… —dijo ella deteniéndose.
—Termina la frase —dijo él con un brillo en su mirada.
—Superé lo nuestro hace años, y quiero que eso quede claro.
Todo lo que sentía por ti desapareció y no va a volver.
—¿Me estás rechazando otra vez?
—No creo que tengas problemas para entender unas simples
palabras. Aunque sí entiendo que no las hayas escuchado antes.
Supongo que soy la primera que te ha rechazado.
—¿No vas a salir con ningún hombre?
—Yo no he dicho eso. He dicho que no voy a salir contigo.
—¿Eso es lo último que vas a decir al respecto?
—Sí.
—En ese caso, no seguiré perdiendo tiempo contigo.
—Me parece bien. Aunque, si no te importa, me gustaría que no
estuviéramos enfadados, al menos delante de Eve y de nuestros
amigos.
—Ellie, no estoy enfadado contigo. Simplemente pensaba que
sentías algo por mí.
—Supongo que siento por ti la misma atracción que tú sientes
por mí, pero lo superaré. He superado cosas más difíciles en mi
vida.
—Yo también.
Estuvieron en silencio el resto del trayecto hasta que llegaron a
casa de Ellie.
—Gracias por haberme enseñado tu casa, es una maravilla. Y
gracias por la cena, estaba deliciosa, y he disfrutado de tu
compañía. No hace falta que bajes —dijo ella antes de que él se
moviera—. No quiero tener la tentación de besarte de nuevo.
A pesar de que estaba de mala leche, Carter no pudo evitar
sonreír al escuchar sus palabras.
—Nos veremos por ahí —dijo ella bajando del coche antes de
que él dijera nada.
Carter bajó la ventanilla y la miró. Cuando Ellie abrió la puerta
se volvió para mirarlo antes de entrar.
Carter arrancó el coche y se marchó pensativo. Se preguntaba
cómo era posible que tuviera que insistir una y otra vez para
convencerla de que saliera con él. Nunca había tenido que
convencer a ninguna mujer para que lo hiciera sino todo lo contrario.
Tenía que convencerlas para que no quisieran volver a salir con él.
Ellie subió a casa por la escalera, no tenía ánimos para esperar
el ascensor, o tal vez fuera porque no quería encontrarse a nadie
mientras esperaba y viera que estaba a punto de llorar. Se maldijo a
sí misma por haberle devuelto el beso, otra vez. Aunque por la
expresión del rostro de Carter, después de que volviera a decirle
que no quería tener nada con él, sabía que él no volvería a insistir.
Hasta ese momento no se había preguntado si Carter seguía
saliendo con mujeres. ¡Menuda tontería se le había ocurrido! ¿Por
qué no iba a salir con mujeres? Ella le había dejado claro que no
quería nada con él. Aunque tenía que reconocer que nunca había
visto en su rostro la expresión que había mostrado dos minutos
atrás. Sabía que no iba a insistir más, se lo había dejado bien claro
al decirle que no seguiría perdiendo tiempo con ella.
Las lágrimas comenzaron a deslizarse por sus mejillas al
imaginarlo con otras mujeres. ¿Se podía ser más patética? Sabía
que no tenía que estar molesta por ello, porque había sido decisión
suya. De manera que él era libre de hacer lo que quisiera y de estar
en compañía de quien deseara. Al menos su hija no estaba y podría
desahogarse y regodearse en su desgraciada vida, pensó entrando
en su casa.
Fue directamente a su habitación, se quitó la ropa y se puso
una camiseta larga de tirantes mientras lloraba. Fue a la cocina y se
lavó las manos para empezar a trabajar. Sabía que debería
acostarse, pero también sabía que si lo hacía no podría dormir.
Prefería centrarse en el trabajo y olvidarse de ese hombre. Y por
supuesto que lo olvidaría rápidamente, igual que lo había olvidado
durante los más de catorce años que había estado sin él, pensó con
sarcasmo. Por suerte iba a estar muy ocupada a partir de ese
momento.
Sacó una nueva receta, que le había dado su madre, de la caja
metálica donde las guardaba todas y decidió que era el mejor
momento para experimentar con ella. Estuvo trabajando hasta
pasadas las cuatro de la mañana.

Ellie se levantó al día siguiente a las siete de la mañana para


seguir trabajando. Se sentía muy cansada porque las tres horas que
había estado en la cama no había conseguido dormir. Tenía ganas
de que Sean terminara la reforma para poder usar los nuevos
hornos, porque trabajar en esa cocina era infernal con el calor que
hacía. Todo lo que horneaba ahora en ocho o nueve horas, lo haría
en menos de una hora.
Ellie fue al local cuando terminó de repartir los productos. Sean
la había llamado para saber si se pasaría por allí. Al decirle que sí la
esperó.
Ellie se sorprendió al ver cuánto habían adelantado. Las
tuberías que había en la cocina para el fregadero y las del nuevo
baño ya estaban cubiertas, al igual que todos los cables eléctricos.
El baño y la zona de trabajo estaban alicatados del suelo al techo.
Habían construido un pequeño pasillo donde se encontraba la
puerta que daba al baño. Y también estaban colocadas la ventana y
la puerta que daba al exterior. Los huecos de los hornos estaban
cubiertos de azulejos y ya habían instalado los enchufes.
—No esperaba que hubieras hecho tantas cosas —dijo Ellie
mirando el suelo nuevo.
—He traído una cuadrilla grande. Sé que tienes prisa por
empezar a trabajar.
—Gracias.
—Con la planta de arriba no iremos tan rápidos. He sacado a
algunos obreros de otra obra, pero tienen que volver cuando acaben
con la reforma de la planta baja, de lo contrario me retrasaré en las
fechas de entrega.
—Gracias, Sean. La parte de arriba no me importa. Si fuera por
mí me vendría a vivir aquí con un saco de dormir, así no tendría que
pagar el alquiler mientras reformas el piso de arriba. Pero no voy a
hacerle eso a mi hija.
—¿Por qué no venís a vivir conmigo hasta que acabe con la
reforma.
—No puedo ir a vivir contigo.
—¿Por qué?
—Porque Logan me ha ofrecido su casa.
—¿Vas a aceptar?
—Puede que sí.
—Qué suerte tiene el cabrón. Seguro que lo ha hecho para que
le prepares dulces y cocines para él.
—Hablando de eso. Recuérdame que te dé lo que llevo en el
coche.
—No lo olvidaré.
—Te he preparado lasaña para tres días en recipientes de
horno desechables. Puedes congelarlas y meterlas en el horno
durante cuarenta minutos cuando quieras comerlas.
—Eres maravillosa. El hombre que te pesque será afortunado.
—Desde luego que lo será —dijo ella sonriendo.
—Entremos en el local, quiero que veas la oficina.
—¿Ya la has hecho?
—Era sencillo. ¿Qué te parece? —dijo él entrando por el hueco
donde en unos días estaría la puerta.
—Genial.
—La ventana la hemos podido poner porque el carpintero ya la
tenía hecha, pero la puerta no la ha terminado.
—Hay mucha claridad.
—Sí. El lunes a primera hora traerán esta puerta y los armarios
de la cocina y la despensa. Entonces colocarán la bancada, que ya
está terminada.
—Estupendo.
—El lunes por la tarde recibiremos los hornos, la mezcladora
que pediste, el frigorífico y las dos neveras para las tartas. Así que,
si vienes a última hora de la tarde ya tendremos instalada la puerta
del despacho y de la despensa, y los hornos y el frigorífico estarán
colocados en su sitio. Y puede que el despacho también esté
pintado.
—Va todo muy deprisa.
—Yo calculo que el miércoles estará todo terminado, si no hay
ningún contratiempo.
—Es fantástico, Sean.
—Lo dejaremos lo más limpio que podamos. Así y todo quedará
polvo.
—Me ocuparé de ello durante el resto de la semana. Nathan ya
se está ocupando del papeleo para dar el negocio de alta. Me ha
dicho que le avise cuando esté todo terminado para que vengan a
inspeccionarlo y comprueben que todo cumpla las normas.
—Todo estará bien, no te preocupes. De todas formas, cuando
te llame el inspector para venir, dímelo y estaré aquí. De esa
manera, si encuentra algo que no les gusta, lo solucionaré
rápidamente.
—Gracias.
—Y mientras tú limpias y lo acondicionas todo, nos ocuparemos
del aparcamiento. Terminaremos la pared que da a la calle e
instalaremos la puerta que, si no me equivoco, la enviarán el martes.
—De acuerdo.
—¿Qué te sucede? Tienes cara de cansada.
—He pasado casi toda la noche trabajando.
—¿Por qué?
—Pensando.
—¿Mamá? —dijo Eve abriendo la puerta de atrás donde habían
aparcado el coche.
—¡Eve! No sabía que llegarías tan pronto, pensé que tu padre
te recogería después del trabajo.
—Me han traído los abuelos —dijo Eve señalando al matrimonio
que había afuera junto a Carter.
—¡Mierda! —dijo Ellie mirándose la ropa que llevaba de trabajo
—. Carter podía haberme avisado que venían sus padres.
—No te preocupes, cielo, estás preciosa —le dijo Sean.
Eve se acercó a su madre para abrazarla.
—Te he echado mucho de menos.
—Y yo a ti.
Eve abrazó a Sean. Carter les dijo a sus padres que entraran.
—¡Sean! —dijo la madre de Carter.
—Hola, Alice —dijo abrazándola—. Me alegro de verte. Estás
estupenda. Desde luego, por ti no pasan los años.
—Gracias. Yo también me alegro de verte. No nos hemos visto
desde el bautizo del pequeño de tu hermano.
—Sí. Hola, George —dijo Sean tendiéndole la mano.
—Hola muchacho —dijo el hombre estrechándosela y dándole
además un abrazo.
—No sabía que estarías aquí.
—Me estoy ocupando de la reforma del local de Ellie.
—Papá, mamá, ella es Eleanor, la madre de Eve.
—No sabes cuánto nos alegramos de conocerte —dijo la mujer
abrazándola.
—Es un placer, señora Hirsch.
—Nada de señora, llámame Alice.
—Eres tan guapa como nuestra nieta —dijo el hombre
abrazándola.
—Gracias, sr…
—Llámame George, por favor, y tuteanos —dijo el hombre
interrumpiéndola.
—De acuerdo, podéis llamarme Ellie.
—Nuestra nieta nos ha informado de tu nuevo negocio.
—Carter tenía que haberme llamado para decirme que
vendríais —dijo mirándolo, claramente irritada—, así habría estado
presentable. He venido directamente después de trabajar.
—Estás guapísima, no te preocupes —dijo Alice.
—Eve nos ha dicho que viviréis arriba —dijo George.
—Sí, pero no voy a enseñaros el piso, porque es deprimente.
Ya lo veréis cuando Sean lo reforme.
—Nos parece bien. Hemos pasado unos días estupendos con
Eve.
—Me alegro.
—Gracias por dejarla venir a casa.
—Fue ella quien decidió ir, y sois sus abuelos. Lo tendrá un
poco complicado a partir de ahora porque tiene tres pares de
abuelos y dos padres, y tendrá que organizar el tiempo para no
dejar a nadie desatendido —dijo Ellie sonriéndoles.
—Nosotros podremos venir a verla, no hay problema —dijo
George.
—¿Te apetece cenar con nosotros? —preguntó la mujer.
—Si no os importa, prefiero dejarlo para otro día. Anoche la
pasé casi toda trabajando y estoy muy cansada.
A Carter no le pasó desapercibida la rápida mirada que Ellie le
lanzó. ¿Era culpa suya que no hubiera dormido?, se preguntó.
—Sí, se te ve cansada. Ya nos veremos la próxima vez que
vengamos. Nos iremos mañana al medio día, después de que
Carter nos enseñe su nueva casa.
—Aunque también puedes venir a vernos tú con Eve y
quedaros unos días con nosotros —dijo George.
—Eres muy amable.
—Bueno, nos marchamos, no queremos molestarte más —dijo
la mujer besándola.
—Me ha gustado conoceros —dijo Ellie besando a George.
—Y a nosotros.
—Eve, acompáñanos y te daré la maleta —dijo Carter.
—Vale.
—Me ha gustado verte —dijo Alice a Sean—. ¿Cómo están tus
padres?
—Muy bien, gracias por preguntar.
—Dales recuerdos.
—Lo haré.
Eve volvió a entrar con la maleta, pero Carter no entró para
despedirse de Ellie. Y eso hizo que se le pusiera un nudo en la
garganta.

Logan fue al día siguiente a recoger a Eve, como hacía cada


sábado, para ir a jugar el partido.
Ellie se quedó en casa horneando los dulces para todos sus
amigos. A media mañana fue a casa de Delaney.
—¿Dónde están los otros? —preguntó Ellie cuando llegó a la
piscina con el biquini y una camiseta, al ver que faltaban los tres
médicos, y después de besarlos a todos.
—Ryan tiene guardia en el hospital —dijo Logan—, y Jules ha
ido a pasar el fin de semana con sus padres.
—Carter está en su casa nueva. Había quedado con el
jardinero después del partido para enseñarle la propiedad y que se
organizara para empezar a trabajar —dijo Sean.
—Hoy no comerá con nosotros —dijo Tess—. Va a ir a comprar
muebles para su casa.
Ellie sintió una opresión en el pecho que casi no la dejaba
respirar. Recordó que Carter le había dicho que compraría los
muebles con la mujer con la que compartiría su vida. Y también le
había insinuado que ya había encontrado a esa mujer.
—He traído los dulces para todos. ¿Dejo aquí los de ellos? —
preguntó Ellie.
—Yo he quedado con Carter esta noche —dijo Logan—. Se los
daré y él se encargará de llevárselos a Ryan y a Jules al hospital.
—Gracias.
—¿Vas a traernos dulces para siempre? —preguntó Delaney
sonriéndole.
—Sí. Me he dado cuenta de que sois poderosos y quiero
teneros contentos.
Todos se rieron.
Estuvieron hablando de las reformas que había hecho Sean en
el local de Ellie. Luego algunos fueron a bañarse. Ellie estaba
echada en una de las hamacas. Logan salió del agua, se acercó a
ella y se echó en la hamaca de al lado.
—¿Qué te ocurre? Pareces pensativa.
Ellie soltó un bufido muy poco femenino que lo hizo sonreír.
—Sé que soy una mujer completamente competente.
Logan volvió a sonreír al escuchar sus palabras.
—Y, sin duda, muy modesta.
—Pero también sé que pienso mucho las cosas, y le voy dando
vueltas en la mente. Me gusta plantearme objetivos y perseguir lo
que quiero. Me gusta preparar estrategias y planes de futuro a largo
plazo. Pero ahora que el negocio es una realidad, te aseguro que
me siento aterrada.
—No estás sola, y no tienes que preocuparte por nada. ¿Tu
preocupación es solo por el negocio o también por Carter?
—No lo sé. Nunca me he sentido tan confundida. No tengo
ganas de hacer nada.
—Es posible que eso sea lo que necesites en este momento.
En algunas ocasiones la manera más acertada de ver lo que está
pasando en tu interior es no hacer nada y mantenerte en silencio,
escuchándote a ti misma.
—Puede que tengas razón. El problema es que no tengo tiempo
ni siquiera para no hacer nada.
Después de la comida, Ellie les ofreció ir a ver el local y el piso.
Los hombres decidieron quedarse y fueron las tres mujeres con
Jack.

A sus dos amigas les encantó el local y también la vivienda,


aunque no pudiera compararse con las casas en las que vivían
ellas.
Cuando salieron de allí Jack las llevó a una heladería y se
sentaron en la terraza a tomar un helado.
—Si no fuera por el Mercedes con chófer que hay parado junto
a la acera pareceríais dos chicas normales —dijo Ellie sonriéndoles.
—Somos normales. El dinero que tenemos es de nuestros
maridos, no nuestro —dijo Tess.
—Aunque ellos también son normales —dijo Lauren.
—Bueno… Normales, normales no son —dijo Tess sonriendo—.
Aunque es cierto que han cambiado desde que se casaron con
nosotras.
—Porque les hemos contagiado la normalidad —la interrumpió
Lauren sonriéndole.
—Aunque siguen siendo unos arrogantes, y unos engreídos.
—Con su aspecto pueden ser todo lo arrogantes y engreídos
que quieran —dijo Ellie.
—Tienes razón —dijo Tess.
—Aunque Carter y Sean lo son más —añadió Lauren.
—Eso es porque están solteros.
—Y también pueden permitírselo, porque están buenos de
narices. Incluso Logan —dijo Ellie—. Aunque sea sacerdote. ¡Que
Dios me perdone!
Las tres se rieron.
—Ryan y Jules tampoco tiene desperdicio —volvió a decir Ellie
—. Aunque es una lástima que Jules sea gay. Las mujeres van a
privarse de su compañía.
—Se aprovecharán los hombres. Tiene que haber de todo en
este mundo —dijo Lauren.
Ellie les contó lo que había sucedido con Carter cuando le
enseñó su nueva casa.
—¿Volviste a decirle que no quieres nada con él? —preguntó
Lauren.
—Sí.
—Te mueres de ganas por estar con él —dijo Tess.
—No lo voy a negar, pero no puedo olvidar como me sentí
cuando me abandonó. Y pienso que volvería a hacerlo.
—No digas tonterías. Ya no sois los mismos de hace años.
—Ahora ya es demasiado tarde. De todas formas, Carter y yo
no tenemos absolutamente nada en común.
—¿Nuestros maridos y nosotras tenemos mucho en común? —
preguntó Tess—. Estábamos en tu misma situación cuando los
conocimos. Y nos va genial con ellos.
—Deberías invitarlo un día a cenar. No digo ahora, sino cuando
te des cuenta de una vez por todas de que él es con quien quieres
pasar el resto de tu vida —dijo Lauren.
—Y antes de que lo pesque alguna otra —dijo Tess—. Lauren
tiene razón. Deberías organizar una cena y preparar el escenario, ya
sabes, flores, velas… El lote completo. Que sea una velada
inolvidable. Y cuando menos lo espere, lo besas hasta que pierda el
sentido.
Las tres se rieron a carcajadas y Jack levantó la vista del
periódico para mirarlas.
—Para vosotras es muy fácil porque vuestros maridos son
hombres sofisticados y con mucha experiencia y habéis aprendido
de ellos. Y practicáis a menudo.
—Sí, yo practico muy a menudo —dijo Tess sonriendo.
—Yo también —dijo Lauren sonriendo también.
Ellie suspiró.
—Carter es tan sofisticado como ellos y también tiene mucha
experiencia —dijo Tess.
—No hablo de él, sino de mí.
—Bueno, tú practicaste con él.
—En otra vida, y siendo unos críos.
—Ellie, no tienes que preocuparte por eso. Deja que sea él
quien haga todo el trabajo y te enseñe todo lo que sabe —dijo Tess.
—Yo creo que te lo debe —añadió Lauren.
—Eso es verdad —dijo Ellie sonriéndoles.
—Y te aseguro que no te arrepentirás. A los hombres les gusta
enseñarnos cosas y se esmeran muchísimo —dijo Tess con una
sonrisa traviesa.
—Yo puedo confirmártelo.
—Lo pensaré detenidamente.

Esa noche Carter compró la cena y fue a casa de Logan. Poco


después estaban cenando en la mesa de la cocina.
—¿Por qué no has ido hoy a comer con nosotros?
—Quería ir a comprar algunos muebles para la casa.
—¿Sin pedirle a nadie que te acompañara?
—Quería ir solo.
—No digas tonterías. ¿Crees que no te conozco? ¿O acaso
piensas que soy estúpido? No has ido a comer porque no querías
encontrarte con Ellie. Sé que la llevaste el jueves a ver tu casa
nueva. ¿Qué le hiciste?
—¿Me preguntas que qué le hice? ¿Crees que todo lo que le
pasa a esa mujer es culpa mía? Soy yo quien está cabreado con
ella.
—¿Por qué? ¿Qué te ha hecho?
—Vaya, ¿ahora sí piensas que es ella quien me ha hecho algo?
Pues he de decirte que no me ha hecho nada.
—¿Y por qué estás cabreado con ella si no te ha hecho nada?
—El jueves la besé.
—¿Otra vez? ¿Cuántas veces la has besado ya?
—No lo sé, cuatro…, puede que cinco. Y siempre me ha
devuelto los besos. Y no de manera remilgada, no señor. Si hubiera
querido follármela en esos momentos no habría tenido ni el más
mínimo problema. Pero no podía hacerlo porque sé que ella se
arrepentiría.
—¿Estás seguro de que se arrepentiría?
—Completamente seguro. Lo que yo quiero es salir con ella
para que nos conozcamos. Es lo que le dije, y no fue la primera vez.
—¿Y?
—Me dejó bien claro, una vez más, que no está interesada en
mí. No quiere que seamos más que amigos. Y, por supuesto, no
quiere acostarse conmigo.
—Pero te devolvió los besos.
—Me dijo que no podía resistirse. Y que no se arrepentía de
besarme porque no tendría posibilidad de que la besara alguien
como yo. Como si yo fuera una especie rara.
—¿Y qué le dijiste?
—Que no perdería más el tiempo con ella.
—Muy diplomático por tu parte.
—Ella no fue diplomática conmigo. Me ha rechazado varias
veces.
—Entonces, ¿estás cabreado porque no quiere salir contigo o
porque no consigues llevártela a la cama?
—Sabes que nunca he tenido que ir detrás de una mujer. No
pienso ir detrás de ella, y más, sabiendo que no siente nada por mí.
—¿Te ha dicho que no siente nada por ti?
—No con esas palabras. Pero si le interesara querría salir
conmigo, ¿no?
—No lo sé. A esa chica le hiciste mucho daño en el pasado.
—Tú lo has dicho, en el pasado. ¿No lo va a olvidar nunca?
—Puede que no.
—Lo más gracioso es que dice que me perdonó hace mucho
tiempo, pero que no puede olvidar lo que le hice. ¡Joder! Éramos
unos críos.
—Y estabais locos el uno por el otro.
—Sí, tienes razón —dijo Carter sonriendo—. Creo que nunca
dejé de quererla. Pensé que la había olvidado, pero cuando la vi de
nuevo sentí como si hubiera encontrado algo que había estado
buscando, sin ni siquiera saber de qué se trataba. Fue como si lo
que sentía por ella hubiera estado adormecido y al verla hubiera
despertado de pronto. Ahora sé que siempre la he querido, y no dejé
de hacerlo, a pesar de no habernos visto en todos esos años.
Cuando la vi de nuevo aquí, después de todo ese tiempo, el corazón
me dio un vuelco. Nunca querré a nadie como la quiero a ella.
—Vaya. Estás bien pillado.
—Quería que me acompañara para comprar los muebles para
la casa, porque pensé que viviríamos juntos en ella.
—¿Le has pedido que te acompañara a comprar los muebles?
—Le dije que quería que me acompañara la mujer con la que
quería compartir mi vida.
—Y hoy te has ido a comprar muebles solo. Ellie habrá pensado
que habrías ido con ella.
—¿Con ella? ¿A quién te refieres?
—Con la mujer con la que quieres compartir tu casa y tu vida.
Joder, Carter. Con lo inteligente que eres, a veces pareces gilipollas.
—¡Mierda!
—Solo voy a decirte una cosa. Si ya no estás interesado en
ella, de acuerdo. Pero si la quieres, esfuérzate para conseguirla, de
lo contrario la perderás. Esa chica es un bombón, además de genial,
y no estará sola mucho tiempo. Solo tienes que ver lo interesados
que están en ella Sean y Ryan. Me atrevería a decir que incluso
Jules está embobado con ella, y eso que es gay.
—Tampoco hay que ser muy inteligente para darse cuenta. No
es que lo disimulen.
—Los dos están esperando por ti. Tan pronto sepan que no
tienes interés en Ellie, se lanzarán a por ella. ¿Quién crees que
sería el afortunado?
—Ninguno de los dos. No pienso dejarla escapar.
—Eso está bien. ¿Sabes, Carter? Lo único que le pasa a Ellie
es que está asustada.
—¿Asustada?
—Ha pasado prácticamente toda su vida preocupada por su
hija, por vuestra hija. Casada con un hombre que solo era su amigo.
Ha sacrificado su juventud para educar y cuidar de Eve, y tienes que
reconocer que ha hecho un buen trabajo con ella. Tiene miedo de
que si acepta salir contigo, de que si vuelve a acostarse contigo, te
cansarás de ella y volverás a dejarla tirada.
—Ya no soy aquel adolescente estúpido.
—Yo no estaría muy seguro de ello —dijo el cura sonriendo—.
Carter, Ellie no es una mujer de aventuras. No está acostumbrada a
salir con hombres.
—Lo sé.
—Apuesto a que está al corriente de tu vida con las mujeres y
sabrá que no te duran mucho. Yo creo que tiene miedo de volver a
pasar por lo mismo que pasó cuando la dejaste. Piensa bien lo que
quieres hacer. Si decides que ella y tu hija compartan sus vidas
contigo, prepara tu mejor plan de seducción para que no pueda
resistirse.
—Nunca he tenido que esforzarme buscando un plan de
seducción.
—Sí, eso lo sé. Y seguro que eso es lo que más te preocupa,
que es la primera vez que te rechazan, ¿verdad?
—Es posible.
—Vas a tener mucho tiempo por delante para decidir qué hacer,
porque tan pronto Ellie empiece a trabajar en el local va a estar muy
ocupada. Y a eso hay que añadir que Sean estará reformando la
vivienda de arriba del local y ella tendrá que elegir muchas cosas y
tomar decisiones. Ellie no va a tener tiempo para pensar en nada
que no sea su hija, su negocio y su casa.
—Tienes razón.
—Y hablando del piso de Ellie. Ella firmó el contrato de alquiler
el día nueve de mayo y ya le ha dicho al dueño que el día nueve del
mes que viene dejará el piso en donde viven.
—Pero Sean le dijo que la reforma de la vivienda le llevaría más
de dos meses.
—Lo sé. Por eso Ellie y tu hija van a mudarse a mi casa cuando
Ellie empiece a trabajar en el local. Ella estará más cerca del trabajo
y tu hija mucho más cerca del instituto.
—¿A tu casa? ¿Van a vivir contigo?
—Sí. ¿Tienes algún problema con eso?
—No.
—Y da gracias que yo le ofreciera mi casa, porque Ellie me ha
dicho esta mañana que Sean también le había ofrecido la suya.
—¿Por qué no me han dicho nada?
—Tu hija aún no lo sabe porque ha estado con tus padres. Y
Ellie… Bueno, supongo que pensó que era algo que no te
importaba, después de que le dijeras que no perderías más tiempo
con ella.
—¡Mierda! ¡Joder!
—Me va a gustar tenerlas en casa —dijo Logan sonriendo—.
Tal vez debí proponerle a Ellie que vinieran a vivir conmigo, antes de
que viera la propiedad que le buscaste. Podría haber habilitado la
casa de invitados para que montara en ella su negocio.
—¿Estás seguro de que no te gustan las mujeres?
—Nunca he dicho que no me gusten las mujeres —dijo Logan
sonriendo.
—A veces pienso que lo de ser sacerdote no es lo tuyo.
—No digas tonterías. Entonces, ¿qué vas a hacer?
—No tengo ni idea. Ellie hace que me sienta inseguro. Esa
chica me vuelve loco y me hace feliz a partes iguales. Creo que es
la mujer más preciosa que he visto en mi vida, y me encanta su
carácter. Me gusta lo segura que parece en un instante y lo
vulnerable en el siguiente. Y es apasionada. A veces creo que me
conformaría solo con mirarla durante horas. ¿Te he dicho que me
vuelve loco?
—Sí.
—Un momento me siento genial y al siguiente instante pierdo la
cabeza pensando en ella. ¿Sabes? A esa chica no le importa que
sea rico, es más, creo que preferiría que fuera un trabajador que
ganara el dinero imprescindible para llegar a final de mes.
—Lo sé. El dinero no es lo más importante para ella.
—Me mira de una forma que a veces creo que está loca por mí.
Y sé que piensa solo en mí, no en el dinero que tengo. Me ha
demostrado que es una cabezota de primera, pero incluso eso me
gusta de ella. Es tan amable y tan cariñosa… Y es más inteligente
de lo que cree. Y, ¿sabes?, le gustó muchísimo mi casa —dijo
Carter con una gran sonrisa en los labios.
Capítulo 15
Era lunes, catorce de septiembre, el primer día de instituto de
Eve. Carter estaba trabajando pero la llamó por teléfono para
desearle que le fuera bien su primer día de instituto.
Ese mismo día recibieron en el local los hornos, las dos
mezcladoras, el frigorífico y las neveras para las tartas. Pesaban lo
suyo y los transportistas lo dejaron todo cerca de donde iban a
instalarlo.
Antes de que Sean se marchara entró un hombre de unos
cuarenta años por la parte de atrás del local.
—Hola, ¿puedo ayudarle en algo? —preguntó Sean.
—Hola. He visto el camión que ha traído una mercancía hace
un rato. Me ha parecido que eran hornos industriales.
—Y no se equivoca.
—¿Podría preguntarle qué van a montar?
—El local no es mío solo me encargo de la reforma. Pero la
propietaria se dedica a la repostería.
—¿En serio? —dijo el hombre sonriendo.
Sean levantó las cejas mirándolo.
—Es que yo también soy repostero.
—Vaya casualidad.
—¿Sabe si tiene la plantilla completa?
—Si nada ha cambiado, ella trabaja sola. Pero mencionó que
iba a buscar un chófer para hacer los repartos.
—¿Podría darme su teléfono? Estoy sin trabajo y me gustaría
hablar con ella.
—No estoy autorizado a darle su teléfono. Pero ella suele venir
a última hora de la tarde, sobre las siete. Si puede pasarse por aquí
sobre esa hora podrá hablar con ella.
—Lo haré.
—En ese caso la llamaré para asegurarme de que viene.
—Muchas gracias.
—De nada.
—Por cierto, soy Henry Cobbs —dijo el hombre tendiéndole la
mano.
—Sean Stanford —dijo estrechándosela.

Ellie entró en el local por la puerta de atrás a las siete y cuarto


de la tarde y encontró a Sean y a un desconocido empujando uno
de los hornos para meterlo en el hueco donde debía ir.
—Hola.
—Hola, cielo —dijo Sean deteniéndose para besarla—. Ellie, él
es Henry.
—Hola, Henry. No te había visto por aquí.
—No es de mi cuadrilla. En realidad ha venido a verte a ti.
—¿A mí?
—Soy repostero.
—¿En serio?
—Sí. Esta mañana he visto que descargaban los hornos y le he
preguntado a Sean qué iban a montar aquí. Estoy sin trabajo y
necesito uno urgentemente —dijo él ayudando a Sean a entrar el
segundo horno en el hueco donde debía ir.
—¿Dejaste el trabajo o te echaron?
—La pastelería donde trabajaba cerró hace once meses. Tengo
treinta y nueve años y con mi edad es difícil encontrar trabajo.
—¿Sabes cómo utilizar esta clase de hornos?
—Sí, son los mismos que había en mi trabajo. Aunque allí solo
teníamos uno.
—Yo voy a empezar a lo grande —dijo ella sonriéndole.
—Eso está bien. Hay que ser ambicioso.
—¿Y sabes las medidas de las mezclas?
—Por supuesto.
—¿Te apetece ir a tomar un café o una cerveza? Hay una
cafetería aquí al lado.
—Sí, me gustaría —dijo Henry sonriendo.
—Estupendo. Esto está quedando genial. Me encanta —dijo
Ellie mirando a Sean y sonriéndole.
—Me alegro de que te guste. Cielo, yo tengo que irme —dijo el
arquitecto cuando salieron a la calle—. He quedado para cenar y
tengo que ir aún a casa a ducharme. ¿Cuándo volverás por aquí?
—A partir de ahora vendré todos los días después del trabajo.
He de empezar a organizarme porque estás trabajando muy rápido.
—Entonces te veré mañana —dijo Sean besándola en la mejilla
—. Ha sido un placer conocerte, Henry.
—Lo mismo te digo.
—Y muchas gracias por tu ayuda.
—No hay de qué. Ha sido un placer.

Henry abrió la puerta de la cafetería y dejó pasar a Ellie delante.


Se sentaron en una de las mesas y pidieron dos cafés con leche.
—Háblame un poco de ti —dijo Ellie.
—¿Esto es una entrevista de trabajo?
—Es posible. Este va a ser mi primer negocio y tengo que
confesarte que, a pesar de lo ilusionada que estoy, me siento un
poco perdida. Me considero repostera, pero no he estudiado para
ello.
—A veces la experiencia enseña más que los estudios —dijo el
hombre.
—Sí, aunque no sé si ese es mi caso —dijo ella sonriéndole—.
A través de los años he ido recopilando recetas muy buenas. El
pastelero del pueblo donde he vivido hasta hace poco siempre me
ha orientado y me ha dado algunos consejos. Él fué quien me dijo
qué hornos comprar. Así que, necesito toda la ayuda que pueda
conseguir.
—Bien. Te hablaré un poco de mí. Estudié en París. Fui a vivir
allí cuando terminé el instituto.
—Vaya, así que eres un súper repostero —dijo ella dedicándole
una bonita sonrisa.
Él soltó una carcajada.
—Eres una chica divertida y me caes muy bien.
—Gracias. Bien, cuéntame tu vida a grandes rasgos.
—Soy de Nueva York. Crecí en esta misma calle, a cien metros
de aquí, en la casa donde todavía viven mis padres. Cuando terminé
el instituto me trasladé a París. Quería ser repostero y allí están las
mejores escuelas. Estuve dos años en L'Institut National de la
Boulangerie Patisserie.
—No hablo el idioma, pero tu francés suena divinamente—dijo
Ellie sonriéndole.
—Gracias. Estuve varios años viviendo allí y adopté el acento
de los franceses. La escuela era muy cara y los alquileres muy
elevados, así que estuve trabajando de camarero en un restaurante
a media jornada. El sueldo no era alto, pero las propinas eran muy
buenas. Estuve compartiendo un apartamento con dos chicos más.
Cuando terminé en la escuela y tuve el título trabajé en una
pastelería, que me pagaban muy bien. Entonces conocí a una chica
y nos enamoramos.
—¿Era francesa?
Una camarera les llevó los cafés.
—Sí. Estuvimos viviendo juntos tres años. Ella era camarera en
el restaurante en el que yo había trabajado. Seguimos en Francia
dos años más. Pero yo quería volver aquí, donde estaba toda mi
familia. Ella no estaba muy apegada a la suya y le atraía la idea de
vivir en Nueva York. Así que nos trasladamos aquí. Yo tenía
entonces veintitrés años. Tenía dinero ahorrado y alquilamos un
apartamento cerca de aquí. Encontré trabajo y todo nos iba bien.
Dos años después se quedó embarazada y nos casamos.
—Entonces, tienes un hijo.
—Una hija. Se llama Sylvie. Tiene dieciséis años.
—Yo tengo una hija de trece, se llama Eve.
—¿Vive contigo?
—Claro.
—La mía vive con su madre. Nos separamos hace menos de un
año, cuando perdí el trabajo. Ella no llevaba bien lo de tener que
apretarse el cinturón y controlar el dinero que gastaba. Y buscó a
alguien que se ocupara de comprarle los caprichos. Se casó con él
hace un par de meses, tan pronto obtuvo los papeles del divorcio.
—Lo siento. ¿Ves mucho a tu hija?
—No tanto como quisiera. Hace muchos meses que busco
trabajo. Tuve que dejar mi apartamento y volver a vivir con mis
padres. No es que no me guste vivir con ellos, pero cuando tienes
cierta edad necesitas independencia.
—Sí, es lo normal. ¿Tus padres están contentos de tenerte en
casa?
—Sí, a ellos les gusta que esté allí allí. Pero me marché de
casa a los diecisiete años y es duro tener que volver a depender de
alguien.
—La vida nos pone pruebas difíciles de superar, pero no
imposibles. Algún día te contaré mi historia y podrás decidir por ti
mismo cual de las dos es más patética.
—De acuerdo —dijo él riendo.
—Bien, Henry, hablemos de negocios.
—Vale. Aunque no he traído el currículum.
—Ya me lo enseñarás en otro momento. Te diré lo que estoy
haciendo ahora y los planes que tengo.
—Bien.
—Hace unas semanas empecé a trabajar en casa.
—¿Te refieres a la repostería?
—Sí. Compré dos hornos y los instalé en la cocina, que he de
decirte que es miniatura. Me recorrí el barrio en el que vivo, visité
todas las cafeterías y les llevé muestras de todo lo que hacía. Unos
días después comenzaron a llamarme para hacerme pedidos.
—Esa idea no se me había ocurrido. Aunque, de haberlo
pensado, tampoco lo habría hecho en casa de mis padres.
—Lo comprendo. A mí me ha resultado bien. Además, una
amiga, que tiene una cafetería dentro de su librería, me hizo un
pedido de prueba con todo lo que preparaba, y ahora me hace un
pedido bastante grande cada día. También preparo una remesa
cada semana para todos mis amigos, de forma gratuita. Son unos
amigos increíbles, entre ellos se encuentra Sean, a quien ya has
conocido. Todos son millonarios y muy poderosos.
—¿Sean también es millonario?
—Sí. Aunque no lo parezca. Ellos me regalaron para mi
cumpleaños un furgón para el nuevo negocio.
—Ese es un buen regalo.
—Desde luego que lo es. Y eso solo porque horneo unas
galletas para ellos.
—No creo que lo hagan por las galletas. Supongo que tú
tendrás algo que ver.
—Me gustaría pensar que sí —dijo ella sonriendo—. También
me hacen encargos los padres de dos de ellos y de sus amistades.
Aunque lo de sus padres no se lo cobro, porque también los
considero amigos míos.
—Parece ser que estás trabajando mucho.
—Demasiado. Siendo repostero podrás hacerte una idea de lo
que es trabajar en casa con dos hornos normales, bueno tres,
porque también está el que había en la cocina cuando llegué. Me
levanto todos los días sobre las cuatro de la mañana y trabajo casi
sin parar hasta que lo reparto todo por las tardes. Con mi coche.
—Vaya.
—En tener el local todo cambiará.
—Por supuesto que cambiará. Con una sola horneada de uno
de los hornos harás lo mismo que con los tres hornos que tienes
ahora durante todo el día.
—Sí. Y con el furgón haré solo un viaje. Podría haberlo utilizado
desde que lo tengo, pero nunca he conducido algo tan grande.
—Lo entiendo.
—Sean me ha dicho que en una semana el local estará
terminado, eso sería el lunes día veintiuno, o tal vez el martes.
Luego tendré que limpiar todo a fondo, comprar los suministros, y
comprobar que los hornos y las mezcladoras funcionen bien.
Supongo que podría empezar a finales de mes. El abogado que se
encarga de los papeles, y que es uno de los amigos de quienes te
he hablado, ya los ha tramitado y pronto vendrán a hacer la
inspección. Sean me ha dicho que estará ese día aquí, por si
encuentran alguna pega y poder solucionarla al instante. ¿Te
interesaría trabajar conmigo?
—Sería un placer trabajar contigo. Te enseñaré el
funcionamiento de los hornos y las medidas de las mezclas.
—Me va a gustar que trabajemos juntos. Anótame tus datos
aquí —dijo Ellie dándole papel y un bolígrafo—. Nathan, que es el
abogado que te he mencionado, hará que pertenezcas a la plantilla,
tan pronto estén listos los papeles del alta del negocio. La plantilla
seremos tú y yo, de momento.
—Don reposteros juntos dan mucho de sí.
—Supongo que sí. Tenemos que hablar de tu sueldo.
—Ellie, sé que los comienzos siempre son duros, así que me
conformaré con el salario mínimo de un trabajador.
—No digas tonterías, Henry. No tengo problemas de dinero.
Trabajarás para mí como maestro pastelero y con el sueldo que le
corresponde al trabajo.
—Muchas gracias.
—No me des las gracias, te voy a hacer trabajar duro.
—Eso no me preocupa. Me muero de ganas por empezar.
Estoy pensando que podría ayudarte hasta que empieces el negocio
en el nuevo local.
—¿Te refieres a ayudarme en mi casa?
—Sí. No me gusta estar sin hacer nada. Podríamos trabajar
juntos y adelantaríamos los pedidos.
—Así podría aceptar más encargos. Aunque, no sé si cabremos
los dos en mi cocina —dijo ella riendo—.
—No creo que sea tan pequeña.
—Supongo que nos apañaremos. ¿Tienes carnet de conducir?
—Sí.
—¿Podrías conducir el furgón?
—Sin problema.
—Entonces, de acuerdo. Trabajaremos juntos en mi casa y
luego haremos el reparto con el furgón.
—Estupendo.
—Mi hija y yo nos mudaremos a casa de uno de mis amigos tan
pronto empecemos a trabajar en el local.
—¿Por qué?
—Porque no solo he comprado el local para el negocio, sino
todo el edificio. Arriba hay una vivienda que Sean va a reformar
también y en la que vamos a vivir. Y si me mudo a casa de mi amigo
no tendré que pagar alquiler del piso en el que vivimos ahora.
—Eso es fantástico. ¿Estaréis bien en casa de tu amigo?
—Estaremos genial. Lo comprenderás cuando vayamos
mañana a su casa a recoger el furgón. Está en su casa. Tengo que
marcharme, Henry. Mi hija habrá terminado los deberes y he de
preparar la cena.
—Muy bien.
—¿Te recojo mañana y vamos a por el furgón?
—Claro.
—Yo tengo que traer a mi hija al instituto que hay al otro lado
del parque.
—Conozco el instituto.
—¿Quedamos aquí a las nueve y cinco o las nueve y diez?
Vendré tan pronto la deje.
—Aquí estaré. Muchas gracias, Ellie.
—No me des las gracias. Tú también vas a ayudarme a mí.

—Entonces, ¿ese hombre va a empezar a trabajar para ti? —


preguntó Eve mientras cenaban.
—Sí, mañana, tan pronto te deje en el colegio. Te gustará, es
un hombre muy agradable y simpático. Y me va a ser de gran
ayuda. A mí me llevaría tiempo aprender a utilizar los hornos y la
mezcladora, y él sabe cómo hacerlo.
—Pero no sabes nada de él. Eres muy confiada, mamá.
—Cariño, no se puede ir por la vida sin confiar en la gente.
De pronto Ellie se quedó pensando que iba a confiar en un
desconocido, pero desconfiaba del padre de su hija. Intentó ocultar
la confusión que sintió de repente. Sus pensamientos y sus
recuerdos no dejaban de dar vueltas en su cabeza, sin ser capaz de
controlarlos.
—¿Vas a seguir repartiendo para los clientes del barrio cuando
empieces en el nuevo negocio? El local está lejos de allí.
—No lo he pensado, pero yo creo que sí. Empecé con ellos y se
han portado bien conmigo. Henry me ayudará a organizarnos. Su
experiencia me va a servir para muchas cosas.

Henry estaba en la puerta del local cuando Ellie llegó.


—Buenos días —dijo ella cuando el hombre se acercó a la
ventanilla.
—Buenos días, jefa.
—No me llames jefa.
—Me gusta tener una jefa —dijo sonriendo.
—Sube, anda.
Henry rodeó el coche por delante y se sentó a su lado.
—¿Todo bien?
—Sí.
—Mi amigo Logan nos espera en su casa para abrirnos la
puerta. Lo llamé anoche y me dijo que podía acercarme la llave a
casa, pero era tarde y no quería que se molestara. Así lo conoces.
Es un hombre genial. Es sacerdote.
—¿Sacerdote?
—Sí —dijo ella sonriendo.
—Eres demasiado guapa. No te veo teniendo a un cura por
amigo.
—Pues ya ves. Lo conocí en un campamento de verano cuando
éramos niños, y nos encontramos allí durante seis veranos
seguidos. El campamento estaba en Jenkins, un pueblo de
Kentucky. Yo vivía allí hasta que me mudé aquí el pasado mayo.
—¿Vives aquí desde hace solo cuatro meses?
—Sí.
—Pues te has movido rápida para haber conseguido lo que
tienes en tan poco tiempo. No irás a decirme que has comprado el
edificio con lo que ganas del negocio que llevas desde tu casa.
—¡Por supuesto que no! —dijo ella riendo—. He de decirte que
mi hija y yo llegamos aquí prácticamente sin un céntimo. Pero he
tenido mucha ayuda. Ya te hablaré de ello. Lo de Logan fue una
casualidad. Después del último año que nos vimos en el
campamento perdimos el contacto. Hacía catorce años que no nos
veíamos, y un día entré en una iglesia, no sé por qué lo hice, porque
estaba lejos de casa. Puede que para dar gracias de que mi hija y
yo estábamos bien en esta ciudad y de que tenía un trabajo. Logan
me vio y me reconoció. Era el cura de esa iglesia.
—Eso no parece casualidad sino el destino.
—Apuesto a que mis amigos te darían la razón. Están
convencidos de que tenía que encontrarme con Logan para
conocerlos a ellos. Todos eran amigos de Logan.
—Todos esos ricos que me comentaste ayer.
—Sí, incluido Logan. Es sacerdote, pero millonario. Heredó todo
el patrimonio de sus abuelos, y vive en la casa de ellos, en una gran
mansión.
—Vaya.
La puerta de la verja se abrió, después de que Ellie llamara al
interfono y el vehículo avanzó por el camino asfaltado entre grandes
árboles.
Henry se quedó sin respiración cuando vio la casa.
Ellie detuvo el coche frente a las escaleras que subían al
espacioso porche. Logan las bajó y abrazó a su amiga cuando bajó
del vehículo. Henry bajó también y miró asombrado a aquel hombre
que vestía vaqueros y una camiseta y que parecía un modelo de
revista en vez de un sacerdote.
—Logan, él es Henry. Henry, él es Logan, el amigo de quien te
he hablado.
—Un placer conocerte, Henry —dijo dándole la mano.
—Mucho gusto… padre.
Logan soltó una carcajada.
—Nada de padre, Logan es suficiente.
—De acuerdo.
—¿Queréis pasar?
—No, tenemos que ir a trabajar. Henry va a venir a casa a
ayudarme y luego iremos a hacer el reparto. Él conducirá el furgón.
—¿Has llamado a la compañía de seguros para incluirlo en la
póliza? El seguro está a tu nombre.
—Anoche hablé con Nathan para darle los datos de Henry para
que redacte su contrato. Le dije que Henry sería quien conduciría el
furgón de momento y me dijo que se encargaría de hablar con los
del seguro y que hoy estaría solucionado.
—Estupendo. Vamos al garaje.
—¿Este es el furgón que te regalaron tus amigos? —preguntó
Henry sorprendido—. Pero…, es nuevo.
—¡Por supuesto que es nuevo! Apuesto a que ninguno de ellos
tiene idea de lo que es un vehículo de segunda mano.
—No seas mala, Ellie —dijo Logan tirándole de la coleta.
—¡Ay! Me has hecho daño.
—Lo siento. Toma, estas son las llaves.
—¿Qué llaves? —preguntó ella al ver que no eran las llaves de
un vehículo.
—Las de mi casa. Esta es la de la puerta de entrada, esta la de
la de atrás. Y este mando abre la verja y el garaje.
—¿Y para qué quiero las llaves de tu casa?
—Para que no tenga que estar yo cuando quieras venir. Vas a
mudarte aquí en unos días y puede que quieras ir trayendo algunas
cosas, o dejar el furgón, o nadar en la piscina.
—Dejaremos el furgón en el local. No quiero dejarlo en la calle y
que me lo roben. Henry se lo llevará después del reparto. Vive muy
cerca de allí. Y no voy a tener tiempo para venir a bañarme en tu
preciosa piscina. Pero muchas gracias —dijo cogiendo las llaves de
su mano.
—De nada.
—Logan, tengo que ir a comprar los muebles para el despacho
del local. ¿Crees que tendrías tiempo para acompañarme?
—Por supuesto. Pero antes de comprar nada deberías venir a
revisar los muebles que tengo en el desván. Mis abuelos fueron
acumulándolos a través de los años y me vendría bien vaciar esa
estancia.
—Claro, seguramente es porque no tienes suficiente espacio en
tu casita.
—Estás muy graciosa esta mañana.
—Me he levantado muy optimista. Y estoy muy contenta.
—Me alegro.
—¿Tienes algún compromiso para cenar esta noche?
—No.
—¿Qué te parece si traigo la cena y venimos Eve y yo a cenar
contigo? Luego podrás enseñarme los muebles del desván.
—Esa es una gran idea. Prepara comida suficiente para que me
sobre algo para comer mañana.
—Empiezo a pensar que todos me queréis por mis habilidades
en la cocina.
—Y también porque eres muy guapa —dijo él cogiéndola por la
cintura y acercándola para darle un sonoro beso en la mejilla.
—Menudo seductor estás hecho.
—Tengo que irme, cielo —dijo besándola en los labios.
—Vale. Cerraré bien cuando salgamos.
—Solo tienes que apretar el botón del mando. Me ha gustado
conocerte, Henry.
—A mí también.
—Adiós, preciosa.
—Desde luego ese no es el aspecto que imaginaba que tendría
tu amigo el sacerdote —dijo Henry cuando Logan se marchó—.
Tampoco esperaba que viviera en una casa como esa, ni que
condujese ese coche de lujo. Y mucho menos pensé que se
comportase con una mujer como lo ha hecho contigo, aunque seáis
amigos.
—A mí también me sorprendió cuando lo vi después de tantos
años. Jamás podría haber imaginado que fuera cura. En el
campamento era un ligón de primera. Además, su aspecto y
comportamiento no encajaba con la idea que tenía yo de los
sacerdotes. Pero te aseguro que es un gran hombre.
—No lo dudo.
—Bueno, veamos el furgón —dijo ella sonriéndole.
Henry abrió la parte de atrás.
—¿Te lo regalaron con las estanterías instaladas?
—Sí.
—Lo de las estanterías movibles es una gran idea.
—Supongo que antes de comprarlo se informaron de lo que
podría necesitar.
—Es perfecto para hacer las entregas.
—Eso creo yo también.
Poco después iban camino de casa de Ellie. él conduciendo el
vehículo nuevo y ella delante con su coche.
Ellie aparcó en el primer hueco que encontró cerca de su casa y
se subió al furgón para buscar aparcamiento con él.
—Huele a nuevo —dijo Ellie.
—Será porque es nuevo. Los asientos aún llevan las fundas de
plástico.
—Las sacaremos cuando aparquemos, dan mucho calor.

Estuvieron trabajando toda la mañana en casa de Ellie. Se


adelantaba mucho con dos personas, a pesar del poco espacio que
había. Tenían bandejas por todas las superficies planas de la casa,
incluidas las habitaciones. Al medio día pararon para comer algo y
Henry terminó de hornear lo que quedaba mientras Ellie preparaba
la comida.
Mientras comían, ella le habló de la escuela que habían abierto
sus amigos para chicos con problemas, la cual dirigía Logan.
—Parece que tu amigo el sacerdote es un gran tipo.
—Te lo he dicho esta mañana. La idea de la escuela fue suya y
es quien lo organiza todo. Pero los demás también son geniales.
—¿Y tu hija ayuda a esos chicos con los deberes? ¿Creía que
me habías dicho que tenía trece años?
—Y tiene trece años, pero es muy lista, y le gusta ayudarlos.
Henry le habló de su vida en París, de su matrimonio y de los
problemas que tuvieron cuando él perdió el trabajo. También le
habló de sus padres y de sus hermanos, que ninguno de ellos vivía
en Nueva York.
Henry conoció a Eve cuando volvió del instituto. Ambos se
cayeron bien al instante. La niña comió lo que su madre le había
guardado, mientras ellos seguían trabajando.
—Eve, hoy cenaremos en casa de Logan.
—Estupendo. ¿A qué hora nos iremos?
—Sobre las siete.
—Bien. Ya habré terminado los deberes para entonces.
—Cuando Henry y yo terminemos las entregas prepararé la
cena para llevárnosla.
—Vale. Henry, ¿vas a acompañar a mi madre con los repartos?
—Sí, yo conduciré.
—Perfecto. Está algo preocupada desde que le regalaron el
furgón, porque nunca ha conducido un vehículo tan grande. ¿Te
gusta trabajar con ella?
—Sí, me gusta mucho. Es una buena jefa.
—Es la mejor —dijo la niña sonriéndole.
—Tu hija es fantástica —dijo Henry cuando subieron al furgón
—. Y parece muy responsable para su edad.
—Lo es.
—¿Tienes la lista de las entregas por orden?
—Sí, siempre hago la misma ruta.
—En un par de días ya sabré el recorrido y no hará falta que me
acompañes.
—Lo haremos más rápido los dos. De todas formas, esto es
provisional. Cuando funcione el negocio contrataré a un repartidor y
él se encargará. Tú no tendrías que estar haciendo este trabajo.
—Te ayudaré en todo lo que precises. Me has contratado sin
conocerme y siempre te lo agradeceré. Además, estoy tan
ilusionado como si el negocio fuese mío.

Después de cenar la deliciosa cena que Ellie había preparado,


Logan la llevó al desván para que viera los muebles y Ellie se volvió
loca.
—¡Dios! Son una maravilla. ¿Vas a deshacerte de todo lo que
hay aquí?
—Te lo he dicho a ti primero para que elijas todo lo que quieras.
El resto se lo llevará Carter a su nueva casa.
—Entonces, mejor que no me lleve nada. Su casa es muy
grande y le vendrá bien todo lo que hay aquí.
—No digas tonterías. Para empezar, Carter no necesita esa
mesa de despacho, que estás mirando embelesada, porque ya ha
comprado los muebles para el suyo. Quiero que tú te quedes todo lo
que te guste para tu nueva casa. Y he de decirte que ha sido Carter
quien lo ha decidido.
—¿Él?
—Sí, se lo he comentado hoy. Me ha dicho que tú y vuestra hija
erais lo primero.
—De acuerdo entonces.
Estuvieron mirándolo todo con detenimiento. Ellie eligió la mesa
de despacho con dos sillones para colocar delante de ella.
—Me encanta el cabecero de esa cama.
—En ese caso, es tuyo. Tengo que anotar todo lo que elijas.
Por qué? ¿Quieres que me lo lleve todo ya?
—No, pero lo bajaré a una de las salas de la planta baja que no
uso, hasta que tengas la casa lista.
—Vendremos a ayudarte.
—No hace falta. Invitaré a Carter y tal vez a otro de los chicos a
cenar un día y me ayudarán.
—Gracias.
Ellie eligió unas cuantas cosas más: un sillón para su
dormitorio; un mueble alto de cajones; una cama con las mesitas de
noche y un escritorio para Eve; la cama que le había gustado para el
cuarto de invitados con las mesitas de noche; una cómoda; un
butacón; una mesita de centro para el salón; otra redonda alta con
un sillón; algunas lámparas para el techo y otras de mesa, y una
alfombra.
—Esta lámpara me la voy a llevar ahora, la pondré en el techo
del despacho y esta para la mesa.
—Es como si hubiéramos ido de compras —dijo Eve sonriendo
mientras bajaban la escalera.
Ellie le dio las gracias a su amigo y se marcharon.

Ellie y Henry trabajaron juntos toda la semana. Habían decidido


que se llevarían al local los dos hornos que tenía en la casa y los
utilizarían para preparar las tartas, ya que eran bastante grandes.
Ellie se lo comentó a Sean y el electricista instaló unos enchufes de
fuerza en la pared del local que lindaba con el obrador, donde
decidieron que los pondrían, y Sean había ordenado que hicieran
una bancada para colocarlos encima.
—¿Estás casada? Supongo que no, porque no he visto a tu
marido por tu casa y nunca lo has mencionado.
Ellie no tuvo problemas en contarle su historia.
—Entonces, ¿el padre de tu hija era amigo de Logan cuando os
conocisteis en el campamento?
—Sí. Los conocí a los dos al mismo tiempo. Y me quedé
embarazada el último año que ellos fueron.
—Y te encontraste aquí con Logan.
—Eso es.
—Y el padre de tu hija también vive aquí.
—Sí.
—Ahora estoy más que convencido de que no fue una
coincidencia que te encontraras con Logan sino el destino. Apuesto
a que vas a terminar casada con ese hombre.
—¿Con Logan?
—Con Logan no, con el padre de tu hija.

En lo que quedaba de semana el electricista instaló la lámpara


del techo del despacho que había llevado Ellie. También terminó de
instalar el interfono, que ya tenía los cables pasados, en la parte de
atrás, por si iba alguno de sus amigos y poder abrirle para que
dejara el coche dentro de la propiedad. Instalaron la puerta de
entrada para los vehículos y Sean le dio a Ellie dos mandos. Ella se
quedó uno y el otro se lo dio a Henry.
El viernes al mediodía el local, el obrador, el nuevo baño y el
aparcamiento estaban completamente terminados. Y ese mismo día,
después de hacer los repartos, Henry, Eve y Ellie fueron al local con
todo lo necesario para limpiar. Se pusieron con la tarea y terminaron
de limpiarlo todo cerca de medianoche. Los tres estaban cansados,
pero también muy contentos.
Ese día habían ido a instalar la linea telefónica que Ellie había
contratado dos semanas atrás.
Sean se había encargado de enviar a dos de sus hombres a
casa de Logan con un furgón para que recogieran la mesa de
despacho y las dos butacas que Ellie había elegido. Y la dejaron
colocada en su sitio en el nuevo despacho.
Ellie había hablado con Nathan para saber el salario que debía
pagarle a Henry a la semana. Y antes de que se fuera esa noche,
Ellie le entregó un sobre con un cheque.
El hombre abrió el sobre y vio el talón.
—Ellie, no tienes que pagarme hasta que empecemos a
trabajar aquí. Esta semana te he ayudado para no estar sin hacer
nada.
—Y yo te lo agradezco, así y todo, quiero que lo aceptes.
—Presiento que mi vida va a cambiar. Pronto podré alquilar un
piso, y puede que incluso comprarlo.
—Apuesto a que sí. ¿Tienes algo que hacer el fin de semana?
—No.
—¿Podrías venir el domingo?
—Claro.
—¿Sabes manejarte con un ordenador?
—Por supuesto.
—Traeré el ordenador de mi hija y compraremos todo lo
necesario para empezar: una butaca para el despacho, todos los
cacharros y utensilios de cocina y las provisiones. ¿Sabes dónde
comprar todo?
—Sí. Traeré la agenda donde tengo anotadas las direcciones. Y
no hace falta que traigas el ordenador, yo traeré el mío.
—Estupendo. ¿Te parece bien que nos veamos aquí sobre las
nueve?
—Sí, aquí estaré.

El día siguiente, que era sábado, fue como todos los demás.
Ellie dejó a su hija en la cafetería donde desayunaba con sus
amigos antes del partido, pero ella no se quedó con ellos. Ni
siquiera entró en la cafetería. Se dirigió al local, a pesar de que no
tenía nada que hacer allí. Pero quería evitar a Carter, aunque sabía
que lo vería en casa de Tess. Y no porque no deseara verlo sino
todo lo contrario.
Ya que estaba allí dio una vuelta por el local, el obrador y el
aparcamiento. Le encantaba como había quedado todo. Luego
subió a la planta de arriba y caminó por toda la vivienda, imaginando
como quedaría cuando Sean la reformara, y pensando dónde
colocaría los muebles que había elegido de la casa de Logan. Y
para terminar se deleitó contemplando la azotea, imaginando que
veía el jardín terminado, ese jardín que Sean le había enviado la
foto y tenía en su móvil.

Ellie llegó a casa de Delaney a media mañana. Caminó por el


jardín hacia donde estaba la mesa, debajo de un gran árbol. Todo el
grupo completo estaba allí.
Carter la miraba mientras se acercaba balanceando las caderas
con aquel sencillo vestido de verano. No pudo abstenerse de sonreír
mientras la miraba. Esa mujer era como un volcán que estuviera en
ebullición. Por la forma en que lo había besado sabía lo apasionada
que era. Quería ir más lejos con ella para ver estallar toda esa
pasión. Esa imagen se presentó en su mente, al mismo tiempo que
imaginaba a Ellie en su cama, entre las sábanas revueltas, gimiendo
y jadeando de manera incontrolable y con la piel brillante por el
sudor. Agradeció estar sentado detrás de la mesa, de lo contrario,
todos habrían apreciado su erección. ¿Había dicho que no iba a
perder más tiempo con ella?, se preguntó sonriendo.
Ellie besó a todos, incluido a él.
Estuvieron hablando de todo un poco mientras comían.
—Pareces distraída —dijo Ryan a Ellie que estaba sentada a su
lado—. Pero al menos has escuchado lo que te he dicho.
—Siempre escucho lo que dices, pero olvido lo que no me
interesa —dijo sonriéndole de manera traviesa.
Ellie les habló del local. Les dijo que ya estaba terminado y
limpio.
—Nathan nos ha dicho que tienes un empleado —dijo Jules.
—Sí. Es un hombre fantástico. Me encanta hablar con él. Habla
de forma calmada y es relajante estar a su lado. Y me gusta cuando
habla, porque alterna palabras o frases en francés que suenan muy
elegantes.
—¿Qué sabes de él? —preguntó Tess.
—Se llama Henry y tiene treinta y nueve años.
—¿Es guapo?
—¿Qué importa que sea guapo o no? —dijo Carter,
arrepintiéndose al instante de sus palabras.
—No es tan guapo como ninguno de los que hay aquí, pero no
está mal. Es alto, moreno y tiene los ojos negros. Cuando acabó el
instituto se fue a París a estudiar repostería en la escuela más
prestigiosa de Europa. Y luego se quedó trabajando allí durante
cinco años para adquirir experiencia.
—Entonces supongo que no sabe solo algunas palabras o
frases en ese idioma. ¿Habla francés? —preguntó Tess.
—Sí. Me encanta su acento. Anoche él, Eve y yo estuvimos
limpiando el local hasta media noche.
—¿Ya está todo listo para empezar? —preguntó Lauren.
—Casi. Falta comprar los utensilios y provisiones. Mañana he
quedado con Henry para hacerlo juntos.
—Mañana es domingo —dijo Ryan.
—Él no tiene nada que hacer y me ayudará con su experiencia.
Carter la miraba intentando averiguar si ese hombre la atraía.
—Ha estado toda la semana trabajando conmigo en casa.
—¿Cabíais los dos en la cocina? —preguntó Carter.
—Por supuesto. Y cada día hemos ido juntos a repartir los
encargos. Conduciendo él, claro. Trabaja bien y es rápido. Le ha
gustado lo que hemos horneado con mis recetas, aunque supongo
que él tendrá algunas mucho mejores que las mías. Es un
profesional.
—Eso lo dudo —dijo Logan.
—Henry es un maestro pastelero y estudió en París.
—Eso no tiene nada que ver. Tus dulces son deliciosos.
—Gracias, Delaney. Cuando recibamos lo que compremos
mañana probaremos los hornos y, si todo funciona bien, tan pronto
vengan los de la inspección, comenzaremos.
Poco después Carter bromeaba con Tess y Lauren. Y Ellie lo
encontró extremadamente sexy, aunque no solo cuando bromeaba.
De vez en cuando la brisa llevaba hasta ella el olor de su perfume,
que suponía que sería el del gel de baño, y sentía un hormigueo en
el bajo vientre, logrando que se estremeciera. Pensó en todos los
años que había pasado masturbándose delante de su foto. Si
hubiera sabido el aspecto que iba a tener de adulto, lo habría hecho
más a menudo, pensó sonriendo.

Ellie llevó a su hija al partido el siguiente sábado, la dejó en la


cafetería con sus amigos y volvió a casa. Había quedado para
desayunar con Rachel, su vecina. Aparcó el coche y caminó hasta la
cafetería en la que habían quedado. La mujer ya estaba
esperándola.
—Hola, Rachel.
—Hola. Hace días que no nos vemos.
—Ya te dije que, además de estar tan ocupada como siempre
con el trabajo, estaba liada con la reforma del local para mi nuevo
negocio.
—Sí, lo sé. Llegaste a la ciudad sin nada y en cuatro meses ya
tienes un local, y no solo de alquiler sino comprado.
Ellie percibió en su tono de voz un toque de envidia o de rabia,
no estaba segura de qué se trataba. O tal vez eran ambas cosas.
La camarera se acercó a ellas y pidieron el desayuno.
—Las cosas me han salido bien.
—Y tanto que te han salido bien. De pronto aparece tu antiguo
amor, que es el padre de tu hija, y te da todos los atrasos que debía
haberte dado, de haberse divorciado de ti. Eso si hubierais estado
casados, claro. Que no era el caso.
—Sí, la verdad es que he tenido muchísima suerte.
—Y eso no es todo. Porque resulta que te has hecho amiga de
casi todos los hombres más ricos y deseados de la ciudad.
—Y creo que los más guapos —dijo Ellie sonriendo y ayudando
a que la envidia de su vecina se acentuara—. Lo cierto es que son
fantásticos.
—Cuando me enteré quienes eran casi me da un infarto. Te he
pedido muchas veces que me los presentes, pero te haces la sorda.
—Rachel, eres mucho mayor que ellos. Además, no admiten
fácilmente en su grupo a gente nueva.
—Tu eras nueva cuando los conociste.
—No era nueva porque conocía al padre de mi hija y a su
amigo del campamento.
—¿Y qué ha pasado con Eve? Mi hija me ha dicho que no va al
mismo instituto.
La camarera regresó para dejarles el desayuno sobre la mesa.
—Ya te dije que el local tiene una vivienda encima y vamos a
mudarnos tan pronto esté reformada. Y la matriculamos en el
instituto que hay justo enfrente de casa.
—¿Cómo conseguiste matricularla con el curso a punto de
comenzar?
—Mis amigos tienen influencias.
—Por supuesto.
—Además, por la ubicación de la casa en la que vamos a vivir,
es el instituto que le corresponde.
—Entonces, además del local has comprado el piso.
—En realidad es un edificio antiguo de tres plantas. Lo he
comprado todo. Ya han terminado la reforma del local y empezaré a
trabajar en unos días. Y en un par de semanas empezarán a
reformar la vivienda.
—¿Cuándo tenéis previsto mudaros?
—De hecho, nos mudaremos hoy a casa de un amigo. Bueno,
la verdad es que es una mansión y vive solo. Y no le importa que
nos quedemos con él hasta que acaben las reformas.
—Vaya, un poco más y te mudas sin verme.
—No digas eso, te he llamado para que nos viésemos hoy,
¿no?
—Y también has comprado un camión para hacer las entregas.
Ellie no sabía que su vecina era además de envidiosa, una
cotilla.
—Parece que estás muy informada sobre todos mis asuntos.
—Me lo dijo el vecino del primero. Te vio con un hombre
cargándolo. Supongo que sería tu empleado.
—Sí. Lo contraté hace unos días.
—¿Qué tal es?
—Es un hombre fantástico. Estuvo viviendo unos años en París.
Me gusta mucho trabajar con él.
De pronto, Ellie se sintió malvada y quiso restregarle lo del
furgón.
—Y el furgón no lo compré yo, me lo regalaron entre todos mis
amigos el día de mi cumpleaños.
—Bueno, todos son millonarios, y pueden permitirse regalos
como ese —dijo su vecina claramente con envidia.
—Y no fue lo único que me regalaron. Por mencionarte algo,
Delaney Stanford me regaló una pulsera de esmeraldas, que Dios
sabe lo que le costaría. Y Carter, el padre de mi hija, un juego de
collar, pulsera y pendientes de diamantes.
—No me dijiste que era tu cumpleaños. Ni siquiera me invitaste
a la fiesta.
—No lo sabía nadie, pero mi hija se lo dijo a su padre y me
prepararon una fiesta sorpresa en casa de uno de nuestros amigos.
Después de apagar las velas de la tarta me dieron los regalos. Y al
final de la fiesta me sorprendieron con el furgón.
—Desde luego, compensa tener amigos millonarios.
—Y que lo digas. Mira, aquí llega uno de ellos con mi hija.
Seguro que ha venido para ayudarnos con la mudanza. Vamos a
vivir con él —dijo Ellie mirando a Logan que acababa de aparcar su
Tesla frente a la cafetería.
—¿Ese es el amigo con quien vas a vivir?
—Sí —dijo ella sonriendo y sin mencionar que Logan era
sacerdote—. Guapo, ¿eh?
—Desde luego.
Ellie golpeó con los nudillos el escaparate para que Logan la
viera.
—Bueno, Rachel, me marcho —dijo dejando dinero sobre la
mesa para los dos desayunos—. Ya nos veremos.
—No creo que tú y yo coincidamos en ningún sitio. Ahora te
codeas con la élite de la ciudad.
—Nunca se sabe —dijo Ellie besándola.

Logan, Ellie y Eve subieron a casa. Entre los tres bajaron las
maletas con la ropa y unas cuantas cajas que ya tenían preparadas.
El resto eran los hornos, pero Ellie y Henry se los llevarían con el
furgón al día siguiente.
Metieron todas las cosas en los dos coches y se marcharon. Al
llegar a casa de Logan lo bajaron todo y lo dejaron en el porche.
—Las cosas que no vayáis a utilizar las dejaremos en el cuarto
donde están los muebles para vuestra casa nueva.
—Entonces todas las cajas, son cosas de decoración y no creo
que hagan falta aquí.
—Desde luego que no.
—Dejaré también las cajas con los utensilios de la cocina, hasta
que compruebe lo que tienes tú. Siempre puedo coger las cosas que
necesite. También hay un par de cajas con cosas de Eve, pero si
necesita algo ya lo buscará.
—No necesitaré nada. Lo del instituto lo llevo en la mochila.
—Eve, lleva esta bolsa a la cocina y mete en la nevera lo que
hay dentro.
—Vale.
—¿Te ayudó Carter a bajar todos los muebles? —preguntó Ellie
cuando dejaron la última caja en la habitación, donde estaban los
muebles del desván que ella había elegido.
—Sí. Y Sean nos ayudó.
—No tenía que haber elegido estos muebles. No creo que a
Carter la haya hecho mucha gracia.
—Ellie, Carter estaba encantado de que eligieras todos esos
muebles.
—Apuesto a que sí.
—Tú no te das cuenta, pero siempre has sido la debilidad de
Carter.
—Claro.
—No lo creas si no quieres. ¿Vas a colocar la ropa en su sitio
ahora?
—No, llevo los biquinis de Eve y el mío en el bolso. Hace un día
precioso y ya no quedarán muchos días de verano como este.
—Subiré las maletas arriba.
—Déjalas aquí, las subiremos los tres cuando volvamos.

Logan paró en el supermercado para que Ellie comprara un par


de cosas que le hacían falta para la cena. En la sección de revistas,
una foto de Carter en la portada de una de ellas le llamó la atención
y no pudo resistirse a comprarla. Mientras esperaba en la cola para
pagar la hojeó y maldijo a ese hombre.
Intentó quitárselo de la cabeza durante toda la mañana, pero no
podía dejar de pensar en lo que habían escrito: Parece ser que el
doctor Hirsch tiene un nuevo romance. Ha estado unas semanas sin
dar muestras de vida, pero posiblemente fuera porque quería
mantener en secreto su relación con esta preciosa joven.
Ellie se sentía tan mal que tenía hasta ganas de vomitar. Sabía
que era culpa suya, ella le había dejado claro que no estaba
interesada en él. Pero, ¿tan pronto la había olvidado? ¿Ya no la
deseaba?, se preguntó.

Estaban todos comiendo en la mesa del comedor informal que


había junto a la cocina de Tess. A pesar de ser mediados de octubre
hacia un día espectacular y cuando terminaron de comer decidieron
ponerse el bañador para tomar un rato el sol y bañarse en la piscina
climatizada.
Ellie admiraba cómo los músculos de Carter se tensaban y
destensaban cuando elevaba a Brianna. Por muy penosa que
hubiera sido su experiencia del pasado, no había perdido la
capacidad de apreciar un cuerpo espectacular, aunque ese cuerpo
perteneciera a Carter Hirsch.
Ellie intentó mirar a cualquier parte que no fuera ese hombre.
Porque si seguía mirándolo iba a empezar a babear. Ya no le
importaba que fuera un mujeriego. Ni siquiera le importaban los
cientos de mujeres con las que se habría acostado. Ella quería ser
la siguiente.
Carter se dio cuenta de que Ellie tenía la mirada fija en su torso
desnudo. Si se hubiera tratado de otra mujer le habría halagado o lo
habría considerado como una invitación para pasar un rato juntos, y
no precisamente hablando.
De pronto Ellie levantó la vista y vio que él la estaba mirando. Y
no pudo impedir sonrojarse.
—No me gustas —le dijo a Carter cuando estuvo cerca de ella,
porque fue lo único que se le ocurrió.
—Pelirroja, acabas de romperme el corazón.
—¿Qué te parece tan divertido? —preguntó Ellie poco después
al ver que la miraba sonriendo.
A Ellie le brillaban los ojos de pura furia contenida. Carter la
miró fijamente. Le encantaba la pasión que sentía esa chica cuando
estaba irritada, y sabía que estaba muy enfadada con él, aunque no
sabía la razón. Pero era una visión maravillosa.
Ellie apretó los dientes al ver que él sonreía de nuevo.

Poco después los hombres entraron en la casa y ellas se


quedaron con los niños tomando el sol. Eve estaba en la piscina
infantil con Brianna.
—¿Qué te ha pasado con Carter hace un rato? —preguntó Tess
a Ellie.
—¿A mí? Nada.
—No nos tomes por estúpidas —dijo Lauren—. ¿Qué te ha
hecho ahora ese hombre?
—Parecías muy cabreada con él —añadió Tess.
—Si no recuerdo mal, fuiste tú quien dijo que Carter estaba muy
interesado en mí.
—Tú también lo dijiste —dijo Lauren.
—Dije que quería acostarse conmigo. He visto una revista y él
estaba en la portada con su nueva conquista.
—Ah, es eso. Yo también la he visto —dijo Tess—. Una chica
muy guapa, ¿verdad? Tienes que reconocer que nuestro amigo
tiene buen gusto.
—Pensaba que habías dicho que le dejaste claro que no
estabas interesada en él —dijo Lauren—. ¿O estoy confundida?
—No estás confundida, es lo que dije. Y Carter dijo que ya no
iba a perder más tiempo conmigo.
—¿Y entonces?
—Creo que las mujeres somos una especie rara. Nos irritamos
cuando un hombre, quien se suponía estaba muy interesado en
nosotras, se va con otra, y no le preocupa que nos enteremos.
—¿Te ha molestado que Carter salga con una mujer?
—¿Molestarme? Me lo cargaría si no fuera un pecado capital.
Estoy furiosa. ¿Por qué se ha rendido tan pronto? ¿Tan poco le
importaba yo?
Carter las estaba mirando a través de una de las ventanas. Le
habría gustado poder saber leer los labios para descubrir qué
estaba diciendo Ellie, que parecía enfurecida y hablaba gesticulando
con las manos.
—¡Oh, Dios mío! Estás loca por él —dijo Lauren sonriendo.
—¿Y qué? Que no confíe en él no quiere decir que no le quiera.
Pero, se ha olvidado tan rápidamente de mí...
—Yo no creo que se haya olvidado de ti —dijo Tess—. Es solo
que intenta pasar página, como tú le pediste.
—Odio lo que siento por él. No estoy preparada para esto.
—No siempre es posible elegir a la persona de quien te
enamoras. A veces es el amor quien le elige a uno —dijo Lauren.
—Estoy de acuerdo con ella. No puedes esperar a que el amor
llegue a tu vida cuando estés preparada. Llega cuando el destino lo
decide. Sucede lo mismo con las cosas importantes —dijo Tess.
—¿Y sabes? Tú no has tenido mucho que elegir, porque me
temo que tu destino, siempre ha sido Carter —dijo Lauren.
—Tienes que decirle que le quieres —dijo Tess.
—No puedo hacer eso. Me moriría de vergüenza.
—Si no lo haces, jamás lo olvidarás, y no podrás ser feliz. Y
aunque te enamores de otro hombre en el futuro, él permanecerá en
tu mente para siempre.
—Yo estoy de acuerdo con Tess. Tienes que sincerarte con él,
decirle lo que sientes y darle la opción de decidir qué hacer.
—¿Y si me rechaza?
—En ese caso, lo único que tendrás que hacer es vivir con ello.
—No puedo dejar de pensar en sus besos, y en sus manos
acariciándome. Carter ha despertado en a mí algo que llevaba
mucho tiempo dormido. ¿Dormido? No estaba dormido. ¡He estado
en coma durante años!
Sus dos amigas soltaron una carcajada.
—Cariño. El amor no es como si te tocara la lotería. Hay que
ocuparse de él, cuidarlo y darle lo que necesita día a día. Te
aseguro que no es un trabajo fácil, pero al final merece la pena —
dijo Tess.

Ellie ya tenía el negocio a pleno rendimiento. Seguía trabajando


para los clientes del barrio en el que había vivido, pero también para
los pedidos que le hacían las amigas de la madre de Delaney, que
eran muchas. Además, Henry se había puesto en contacto con los
clientes de su antiguo trabajo y habían empezado a llegarles nuevos
encargos.
Seguían con las recetas de Ellie, algunas de ellas mejoradas.
Pero Henry también había añadido las suyas propias y tenían una
increíble lista de productos dulces y salados. Y un álbum con unas
tartas dignas de los mejores restaurantes. De hecho, los dos hoteles
que Delaney tenía en Nueva York había comenzado a surtirse de
sus tartas y de sus dulces.
Ellie estaba muy contenta con Henry, y él con ella. Desde un
principio habían decidido que no querían ser esclavos del trabajo, y
los sábados por la tarde y los domingos no trabajaban.
Los encargos fueron aumentando y Ellie contrató a un chico
para que se encargara de los repartos. Un chico conocido de Logan
que sabía que sus padres tenían problemas de dinero y él los
conocía bien. El chico trabajaba de lunes a sábado al mediodía.
Nunca se había visto con tanto dinero, y estaba encantado con el
trabajo.
Ellie estaba tan ocupada que no tenía tiempo de pensar en
Carter durante la semana y solo lo veía los sábados en casa de
Delaney. Aunque no podía evitar pensar en él cuando se acostaba
cada noche.
Eve iba los domingos a casa de su padre, a la nueva, que
seguía amueblándola poco a poco.
El cinco de noviembre Ellie recibió una llamada de Tess a media
mañana para decirle que Lauren estaba de parto. Dejó todo en
manos de Henry y se fue rápidamente al hospital.
A Ellie le dio un salto el corazón cuando Carter entró en la sala
de espera donde estaban todos los amigos, excepto Nathan, que
estaba con su mujer. Nunca lo había visto vestido de médico y le
impresionó.
—¿Mi nieta está bien? —preguntó Fred, el abuelo de Lauren.
—Está perfectamente. Y la pequeña también. Por cierto, es una
niña preciosa —dijo sonriéndoles—. Todo ha ido bien. Pronto la
subirán a la habitación y podréis verla. Voy a volver con ella. Ahora
vendrá una enfermera para deciros a qué habitación la llevarán.
—Gracias —dijo Fred.
Carter desapareció por una puerta, pero antes miró a Ellie serio.
—Felicidades, Fred —dijo Louise, la madre de Delaney.
—Muchas gracias.
Todos lo felicitaron. Jules y Ryan habían estado entrando y
saliendo de la sala de espera porque trabajaban en el hospital.
Poco después entraron todos en la habitación de su amiga.
—¿Qué hacéis aquí? ¿No tenéis una consulta por la tarde? —
preguntó Lauren a sus dos amigos médicos.
—Queríamos verte y conocer a la pequeña antes de
marcharnos —dijo Ryan—. Nos han dicho que es una preciosidad.
—Ambos hemos retrasado las primera visita de la consulta —
añadió Jules—. Esto era más importante.
Todos felicitaron a Nathan que estaba embobado mirando a su
hija. Rebecca, que acababa de llegar con Rick abrazó a su hermano
y a su cuñada.
Los siguientes días, Tess y Ellie fueron a ver a su amiga cada
día, aunque Ellie, después del trabajo.
Rebecca se había quedado en casa de su hermano unos días
para ayudar a Lauren, pero Fred y Rick volvieron al rancho para
ocuparse de las gemelas.

Ellie estaba preocupada mientras miraba la ropa que había


sobre la cama. Iba a ir a una fiesta con sus amigos. Bueno, no con
todos. Nathan y Lauren no asistirían, porque apenas hacía dos
semanas que habían sido padres. Ryan y Jules tampoco, porque al
no ser conocidos de los anfitriones, no estaban invitados. Irían
Delaney con su mujer y Sean, que sería el acompañante de Ellie.
Pero ella sabía que Carter estaba invitado, aunque no sabía si
asistiría, porque no había querido preguntarle a nadie por él.
No estaba preocupada por encontrarlo en la fiesta. Bueno, tal
vez un poco. Pero lo que más le preocupaba era, simplemente,
asistir a la fiesta. Nunca había ido a una fiesta de etiqueta. Lo más
parecido fue la vez que había ido a cenar con su marido a casa del
alcalde de su pueblo que, a pesar de ser alcalde, era un hombre
normal, hijo de un campesino y que había trabajado en el campo
hasta hacía dos años atrás, cuando le eligieron para alcalde.
Ellie estaba ahí de pie envuelta en una toalla y contemplando el
maravilloso vestido de fiesta que reposaba sobre la cama.
—¿Qué ocurre, mamá? ¿No te gusta el vestido? —preguntó
Eve al verla mirarlo tan concentrada.
—El vestido es una maravilla, pero…
—Preocupada por la fiesta, ¿eh?
—Algo así.
—No vas a estar sola. Delaney, Tess y Sean estarán contigo.
—Lo sé.
—Además, he hablado con el papá hace unos minutos y
también asistirá a la fiesta.
—Eso me tranquiliza del todo —dijo ella de manera sarcástica.
—Sabes que al papá le gustas, ¿verdad?
—No, no lo sé. Supongo que no te lo habrá dicho él.
—No, no me ha dicho nada al respecto. Lo he deducido yo sola.
Además, sé que le dijiste que no querías nada con él.
—A veces odio que seas tan lista.
—Pensé que él te gustaba.
—Eso fue hace muchos años.
—No hace falta que me mientas. Te oí hablar con Tess y
Lauren.
—¿Desde cuándo eres una cotilla? Lárgate y deja que me
arregle —dijo Ellie sonriéndole.
—Vale, ya me voy. Pero deberías pensar que un hombre como
él no estará solo durante mucho tiempo.
—De eso estoy segura. Sé que sale con mujeres, no soy
estúpida.
—Aunque supongo que él también sabe que una mujer tan
increíble como tú tampoco estará sola durante mucho tiempo.
—Gracias, cariño.
—Compró la casa porque quiere casarse.
—¿Ya ha encontrado a la mujer de sus sueños?
—Eso tendrás que preguntárselo a él. Será mejor que te
arregles tranquila, porque me parece que no estás de muy buen
humor en este momento. Estaré bajo con Logan. Te avisaré cuando
llegue Sean.
—Vale. Lo siento, cariño. Estoy un poco nerviosa.
—Lo sé. No te preocupes.
Ellie se miró al espejo antes de abandonar la habitación. No se
reconocía. Llevaba un vestido negro, que había ido a comprar con
Tess unos días atrás, que le sentaba de maravilla. Se ajustaba
perfectamente a sus curvas, como si fuera una segunda piel. Dos
tiras negras apenas podían cubrir sus pechos e iban sujetas por dos
tirantes finos que se ajustaban en su nuca. Era largo hasta los pies y
llevaba un corte a un lado hasta medio muslo, de lo más sexy, y que
dejaba ver una de sus increíbles piernas. El escote de la espalda le
llegaba más abajo de la cintura. Llevaba unos tacones de aguja de
diez centímetros, lo que hacía que midiese un metro ochenta de
altura. Y en la mano llevaba un bolso a juego. El pelo lo llevaba
suelto, enmarcando su precioso rostro.
Sean, Logan y Eve estaban esperándola en el recibidor.
—¡Oh, Dios mío! —dijo Sean en voz baja al verla bajar la
escalera.
—Se lo va poner difícil a Carter —dijo Logan a su amigo
sonriendo—. A él le encanta su pelo.
Eve sonrió al oírlos. Sabía que a su padre le gustaba mucho el
pelo de su madre, por eso ella le había dicho que estaba más guapa
con el pelo suelto, y no se lo había recogido. Llevaba una preciosa
melena ondulada que le llegaba por media espalda.
Los diamantes que le había regalado Carter y su hija en su
cumpleaños resaltaban sobre su piel bronceada.
—Estás espectacular —dijo Sean cuando llegó hasta ellos.
—Y tú eres un bombón recubierto con un traje de etiqueta.
—Gracias, cielo. ¿Nos vamos? La limusina espera.
—¿Vamos a ir en limusina?
—Mereces lo mejor en tu primera fiesta.
Capítulo 16
Ellie se sorprendió cuando llegaron a la mansión donde se
celebraba la fiesta. Había un montón de periodistas, cámara en
mano, y los flashes hicieron que tuviera que entrecerrar los ojos
cuando Sean la ayudó a salir de la limusina. Ella se sujetó de su
brazo y se unieron a Delaney y Tess que los esperaban a unos
metros. Los fotógrafos se lanzaron a hacerle fotos a Delaney y a su
esposa, porque desde que fueron padres no se dejaban ver en las
fiestas muy a menudo. Desde entonces, los periodistas se
centraban más en el pequeño de los hermanos Stanford, que seguía
soltero y lo acompañaba una pelirroja despampanante.
Carter vio aparecer en la puerta a Delaney y a Tess y sonrió.
Estaba guapísima, como siempre.
Luego vio entrar detrás de ellos a Sean y a Ellie, y el corazón se
le detuvo. Esa chica era una preciosidad, pensó.
Recordó cuando le había dicho que ella no tenía nada que ver
con las sofisticadas mujeres con las que salía él. ¿Acaso no se daba
cuenta de que era un monumento de mujer?
Delaney cogió dos copas de champán de la bandeja de uno de
los camareros y le dio una a su mujer. Sean hizo lo mismo que su
hermano y le dio una copa a su acompañante.
—¿Cómo te sientes, cielo? —preguntó Delaney a Ellie.
—Aún tengo la mente obnubilada por los flashes de las
cámaras.
—Sí, eso es un engorro. Y a eso hay que añadir que no
siempre sales perfecta en las fotos —dijo Tess.
—Esto es como estar en un sueño —dijo Ellie mirando a su
alrededor—. Nunca podría haber imaginado que asistiría a una
fiesta como esta.
—Entonces me alegro que aceptaras venir —dijo Sean.
—Estás preciosa —dijo Delaney.
—Muchas gracias. Tu mujer me ayudó a elegir el vestido.
—Mi mujer tiene un gusto exquisito.
—En realidad, siempre estás preciosa, lleves lo que lleves —
dijo Sean.
—Eres muy amable.
Carter se acercó a ellos acompañado de una rubia que, por lo
delgada que estaba, Ellie pensó que sería una modelo. Carter las
besó a las dos y le dio la mano a sus amigos. Luego les presentó a
su acompañante. Sean encontró a Ellie algo incómoda.
—Vamos, cielo. Te presentaré a algunas personas que te van a
gustar —dijo Sean cogiendo a Ellie de la mano y alejándola de
Carter.
—Vale. Hasta luego —les dijo a sus amigos.
Carter no pudo evitar girarse para mirar a Ellie una vez más.
Tess se dio cuenta y le guiñó un ojo a su marido.
Carter no había coincidido con Ellie en ningún momento desde
que se habían saludado a su llegada. Pero le era imposible apartar
los ojos de ella. Siempre estaba al alcance de su campo de visión,
por muy alejada que estuviera. No podía apartar de su mente la idea
de sumergir los dedos en esos gloriosos cabellos, como hizo en la
acampada cuando la besó. Sonrió al recordar que ese día no solo la
había besado sino que la hab'ia tocado hasta hacer que se corriera.
Esos pensamientos hicieron que algo despertara en su entrepierna.
Un tiempo después Carter se encontraba solo, mirando a Ellie
que hablaba con uno de los invitados. Patrick, el padre de Delaney
se acercó a él.
—Parece que te gusta esa chica.
—Esa palabra no abarca todo lo que siento por ella —dijo
Carter sonriéndole.
—Entonces, ¿por qué la ha invitado a venir mi hijo y no tú?
—De haberla invitado yo no habría venido.
—Pensaba que se te daban bien las mujeres.
—Yo también lo creía, pero ella se resiste —dijo Carter
sonriendo.
—Pues espabílate, de lo contrario, alguien se quedará con ella.
Esa chica es una buena persona, honesta, trabajadora y una madre
fantástica.
—Lo sé.
—Tienes la edad perfecta para formar una familia, aunque con
Eve ya tienes la mitad del trabajo hecho.
—Sí, es cierto.
—Tu hija es fantástica.
—Sí que lo es.
—¿Sabes, Carter? El amor de una mujer es lo fundamental
para que el corazón de un hombre esté completo y merezca la pena
vivir.
—Tú lo has dicho: el amor de una mujer. Ellie no está
interesada en mí.
—¿Estás seguro de eso?

Los seis amigos estaban cenando en una mesa para ocho


personas. Además de ellos había un abogado, que estaba sentado
junto a Ellie y su acompañante. Ellie no quería mirar a Carter, a
quien tenía frente a ella, y mucho menos a la mujer que lo
acompañaba, pero la mirada se le iba hacia ellos si querer. Ellie
envidiaba la tranquilidad que parecía tener Carter.
De pronto se sintió avergonzada por su forma de comer, no por
sus modales, sino por su apetito. Porque la acompañante de Carter
había comido dos trozos de lechuga y dos rodajas de berenjena al
horno, el resto estaba en el plato sin tocar, como si estuviera
hinchada de tanto comer.
—¿Qué ocurre? —le preguntó Sean hablándole al oído.
—Nada.
—No parece que se trate de nada.
—Es que...
Sean colocó el brazo por encima del respaldo de la silla de Ellie
y se acercó a ella para hablarle al oído.
—Dime qué te pasa.
—Siento vergüenza de comer. Tengo delante a la acompañante
de Carter y prácticamente no come.
—Es modelo, cielo. Todos saben que pasan hambre para no
engordar ni un gramo. Si te hace sentir mejor te diré que a mí me
gusta que las mujeres coman, de lo contrario me siento como tú. Y
tú tienes la ventaja de que no engordas.
—Gracias. Tus palabras han hecho que me sienta mejor —dijo
Ellie mirando a Carter y sonriendo.
Carter vio esa preciosa sonrisa ladeada, una sonrisa que sabía
que era especial para él, y que rara vez le dedicaba, pero que lo
iluminaba todo. Vio el brillo travieso en su rostro y se preguntó a qué
se debía. De pronto Ellie le guiñó un ojo y Carter se sintió aturdido.
La sangre caliente comenzó a correr por sus venas a toda
velocidad, deteniéndose en su entrepierna. Y solo pudo pensar en
estar dentro de ella hasta el fondo.
—¿Estás saliendo con Sean? —le preguntó a Ellie Tom, el
abogado que tenía a su lado.
Carter lo miró al escuchar sus palabras y luego la miró a ella
esperando su contestación.
—Sean y yo somos muy buenos amigos —dijo Ellie
sonriéndole.
—Estupendo. ¿Estás saliendo con alguien?
—¿Me preguntas si estoy saliendo con alguien, estando
acompañado por una mujer? —le dijo Ellie en voz baja.
—Puedo decirte lo mismo que tú, ella también es mi amiga.
—En ese caso, no, no salgo con nadie. Pero si tienes en mente
proponerme salir contigo, puedes ahorrártelo. Estoy comenzando un
negocio que absorbe la mayor parte de mi día, y el resto se lo
dedico a mi hija.
—¿Tienes una hija?
—Sí, de trece años.
—¿Tienes una hija de trece años? —preguntó la acompañante
de Carter extrañada.
—Sí —dijo Ellie sonriéndole a la modelo y con ganas de decirle:
y su padre es el hombre que te acompaña.
—¿Y tienes un marido? —volvió a preguntar el abogado.
—Estoy divorciada.
—Toma, este es mi teléfono privado, si encuentras tiempo para
pasar una velada conmigo, estaré encantado de invitarte a cenar.
Llámame.
—De acuerdo —dijo ella sonriéndole y guardando la tarjeta en
el bolso, antes de volverse hacia Sean porque le estaba hablando.
—¿Tom te ha hecho alguna proposición?
—Quiere invitarme a cenar y me ha dado su teléfono.
—Ese abogado es un mujeriego.
—¿A quién me recuerda eso? ¿A ti, a Carter, a Ryan...?
—Touché. ¿Vas a salir con él?
—¿Estás loco? ¡Por supuesto que no! ¿Crees que podría pedir
otro trozo de tarta? —le preguntó Ellie, acercándose tanto a él que
sus labios casi se rozaban.
—Claro. Puedes pedir los trozos que quieras —dijo Sean
llamando a uno de los camareros y pidiéndoselo.
—La acompañante de Carter me mira con mala cara.
—¡Que se joda! Seguro que te envidia por comer lo que quieres
y tener ese cuerpo.
—Este cuerpo con curvas.
—Con unas curvas perfectas y deliciosas. A mí me encanta tu
cuerpo.
—Gracias, Sean.
Carter se preguntaba qué le habría dicho Sean para que las
mejillas de Ellie se ruborizaran. Un deseo instantaneo y salvaje lo
invadió. Sintió un latigazo oscuro y frío en el vientre. Sin duda,
producto de los celos.

Después de la cena pasaron al salón de baile. Ellie bailó con


Sean y luego con Delaney. Pensó de nuevo que le parecía un sueño
estar allí entre todas aquellas personas, con esos vestidos y esas
joyas increíbles. Aunque se dijo a sí misma que ella también llevaba
un vestido y unas joyas increíbles y no tenía que envidiar a ninguna
de esas mujeres.
Los hermanos Stanford eran una maravilla y bailaban
divinamente, se dijo Ellie. Entonces, ¿por qué no podía dejar de
pensar en bailar con Carter? Posiblemente sería porque nunca
habían bailado juntos.
A Ellie le parecía el hombre más atractivo que había visto
nunca, al menos para ella. Y no era arrogante, como decían sus
amigos, porque no parecía ser consciente del devastador efecto que
provocaba en las mujeres. Todas revoloteaban a su alrededor, sin
importarles que estuviera o no acompañado. Él se limitaba a
dedicarles una arrebatadora sonrisa.
Ellie bailó con muchos hombre de la fiesta. Estaba bailando con
Patrick, el padre de Delaney, cuando Carter se acercó a ellos.
—Patrick, ¿te importa que baile con Ellie?
—Por supuesto que no. Hasta luego, preciosa.
—Te veo luego —dijo ella.
Carter le cogió la mano y colocó la otra en su espalda. Ella puso
la suya en su hombro.
—Parece que tengas telepatía —dijo Ellie cuando comenzaron
a moverse.
—¿Por qué?
—Porque estaba pensando que quería bailar contigo.
—¿Querías bailar conmigo?
—Nunca hemos bailado juntos y me preguntaba cómo sería.
—En ese caso, me alegro de habértelo pedido.
—Yo también. Pensé que no querrías bailar conmigo.
—¿Por qué pensaste eso?
—Bueno, estos últimos días parecías enfadado.
—No estaba enfadado.
—¿Estás seguro?
Estuvieron un instante en silencio. Ellie estaba inmersa en la
cercanía de ese hombre. Bailar con él le pareció un acto tan íntimo
como el propio sexo. Sintió una conexión absoluta entre ellos.
Ese hombre había sido el único a quien se había entregado,
pero además, reconoció que era el único a quien deseaba
entregarse. Quería darle todo cuanto él quisiera. De pronto se dio
cuenta de que eso era algo aterrador. El amor era como renunciar a
todo de sí misma y entregárselo a tu pareja.
—A pesar de querer bailar contigo, pensé que no lo harías,
después de lo que te dije la última vez que hablamos.
—¿Lo dices porque me rechazaste una vez más?
—Sí.
—Que rechaces salir conmigo no significa que me haya
rendido.
—Eres muy testarudo.
—Si con eso quieres decir que no me rindo, tienes toda la
razón. Necesito algo más para tirar la toalla.
—Carter…
—Quieres que me olvide de ti, pero eso no va a pasar. Hazte a
la idea, porque voy a seguir insistiendo. Si habías pensado en algún
momento que me había rendido, te equivocaste. Solo te estoy
dando tiempo para que pienses. Quiero que estemos juntos, y voy a
esperar lo que haga falta hasta que estés dispuesta a darme otra
oportunidad.
—¿Y si eso no pasa nunca?
—En ese caso, pasaré mucho tiempo echándote de menos.
—Y mientras disfrutas con otras mujeres.
—¿Te molesta que salga con otras mujeres? No irás a decirme
que estás celosa.
—Por supuesto que no estoy celosa. Tengo claro que no soy tu
tipo.
—¿Mi tipo?
—A ti te gustan las mujeres que pasan hambre.
—¿Qué pasan hambre?
—No puedes creerte que tu acompañante quedó satisfecha con
lo que cenó. Y no dejaba de mirarme cuando yo comía. Hizo que me
sintiera incómoda. Por suerte, Sean me dijo que me miraba porque
me tenía envidia por comer todo lo que quería. Aunque no creo que
a ella le gustara verse en un cuerpo como el mío.
—Sean tenía razón, seguro que te tenía envidia… por tener un
cuerpo tan perfecto.
—Pensé que te gustaban las modelos.
—A mí no me gustan las mujeres por el trabajo que
desempeñan.
—Pero está claro que te gustan muy, muy delgadas.
—¡Dios! Me encanta como hueles. Eres tan jodidamente
preciosa. ¡Joder! Me duele con solo mirarte —murmuró besándola
en la sien.
—Carter, ¿qué quieres de mí?
—¿Que qué quiero de ti?
—Hoy estás un poco espeso. ¿Te has dado cuenta de que has
repetido cada una de las preguntas que te he hecho?
—Lo quiero todo de ti, pelirroja. Me he empalmado cuando te
he visto entrar por la puerta del brazo de Sean con ese
impresionante vestido que no deja nada a la imaginación. Igual que
me he empalmado por tenerte ahora entre mis brazos —dijo
moviendo ligeramente las caderas con disimulo para que ella notara
la dureza de su polla. Cosa que hizo que Ellie mojara de repente las
bragas y se estremeciera de deseo.
—¿A qué te refieres con todo? Que te excito y quieres acostarte
conmigo me ha quedado claro.
—Además de eso, quiero que salgamos a cenar, al cine, a
pasear… Quiero que nos conozcamos de nuevo. Puede que con el
tiempo te pida algo más.
—¿Y no podrías conformarte por el momento solo con sexo?
—¿Por el momento?
—Has repetido otra vez mi pregunta.
—Lo siento.
—Me refiero a que podría aceptar acostarme contigo. Los
hombres no sois los únicos que necesitáis desahogaros.
—¿Quieres acostarte conmigo?
—Habla un poco más fuerte, los que están fuera de la pista no
te han oído.
—Lo siento —dijo él sonriendo—. Es que… Eres una caja de
sorpresas.
—Llevo mucho tiempo haciéndome la fuerte contigo, y he
llegado al limite. Carter, no sabes cómo te deseo —le dijo en un
susurro.
Carter sintió como si hubiera recibido un disparo. De pronto la
respiración acelerada de Ellie, el sonido de su voz y el
estremecimiento de su cuerpo cayeron sobre él como una losa de
mármol.
—¿Cuándo quieres que nos veamos?
—¿Esta noche sería muy precipitado?
—¡Oh, Dios mío! Te llevaré con Tess. Tengo que solucionar
algunos detalles. ¿Llevas el móvil? —preguntó Carter dejando de
bailar y cogiéndola de la mano para atravesar el salón en busca de
su amiga.
—Sí.
—Te enviaré un mensaje cuando tengas que salir. Estaré en la
puerta con el coche.
—Vale.
—¿Has bailado con Carter? —preguntó Tess al ver que habían
llegado juntos. Y mirando a su amigo que se alejaba.
—Sí.
—Pareces contenta. ¿Ha pasado algo que deba saber?
—Me va a llevar a su casa.
—¿Hablas de Carter o de Sean?
—De Carter.
—¿Vas a ir a su casa? ¿Ahora?
—Sí. He sido yo quien le ha pedido que fuera esta noche.
—¿Por qué?
—No quiero que se acueste con su acompañante. ¿Crees que
me estoy equivocando? Tal vez debería echar marcha atrás.
—Por supuesto que no.
—Parece ser que su interés por mí no ha decaído. Pero le he
dejado claro que solo quiero acostarme con él, nada más. Y ha
aceptado.
—Es difícil que un hombre rechace algo así, es el sueño de la
mayoría de los hombres: sexo sin compromiso —dijo su amiga.
—Puedes ahorrarte el sarcasmo.
Ellie recibió un mensaje en el móvil, se despidió de su amiga y
se marchó.
—Ellie se ha marchado —dijo Delaney acercándose a su mujer
—. No me ha dado tiempo a preguntarle a mi hermano la razón, solo
me ha dicho que le siguiera la corriente.
—Sí, lo sé. Carter la va a llevar a su casa.
—¿Por qué? ¿No se estaba divirtiendo?
—Por supuesto que se estaba divirtiendo, era su primera fiesta.
Carter no la va a llevar a casa, la va a llevar a casa de él. Parece ser
que Ellie quería que fuera hoy.
—Esa chica tiene una determinación inquebrantable. Cuando
se propone algo, nada se interpone en su camino. Y si se le ha
metido en la cama acostarse con él, no iba a dejar que Carter se
acostara con la modelo esa que ha traído.
—Parece que conoces bien a Ellie.
—Me recuerda a ti cuando te conocí. Inocente, ingenua y con
una férrea determinación. Y no puede decirse que sea muy
paciente. Y es impulsiva. Me gusta esa mujer.
—Y a mí —dijo Tess—. Espero que Carter esté en buena forma
porque esa chica no ha estado con un hombre desde hace catorce
años. Nos dijo a Lauren y a mí que eso le preocupaba, por si no
sabía cómo comportarse en la cama si se acostaba con Carter.
—¿Preocupada?
—Ya sabes, por su falta de experiencia.
—Carter se encargará de todo.
—Eso le dijimos nosotras.

Ellie subió al Mercedes de Carter, que estaba esperándola en la


puerta y se abrochó el cinturón.
—Hola.
—Hola, pelirroja.
—¿Qué excusa le has dicho a tu acompañante para dejarla
tirada?
—Soy ginecólogo, cielo. No tengo que esforzarme mucho en
buscar excusas. Le he dicho que me han llamado del hospital por
una emergencia y tenía que irme. Así y todo, desde que has dicho
que querías acostarte conmigo esta noche, no he parado de mentir
y he involucrado a Sean en el proceso. Y a Tess y a Delaney. Y eso
no me gusta mucho porque suelo ser sincero. Le he pedido a Sean
que se ocupara de ella y la llevara a casa.
—¿Le ha molestado cambiar de acompañante?
—No. La verdad es que parecía contenta.
—Claro, los dos estáis buenos de narices. ¿Qué más da uno
que otro?
—¿A ti te da igual uno que otro?
—Estamos hablando de ella.
—Cuando ella le ha preguntado a Sean dónde estaba su
acompañante, o sea tú, él le ha dicho que habías tenido que irte,
porque la canguro de tu hija no podía quedarse hasta muy tarde. Y
Delaney le ha dicho que su chófer te había llevado a casa.
—Madre mía, menuda compenetración. ¿Habéis montado un
numerito como este antes… por echar un polvo rápido?
—No, es la primera vez —dijo él sonriendo.
Aunque Carter no pensaba precisamente echar un polvo con
ella, y menos aún un polvo rápido.
Estuvieron un instante en silencio. Carter sabía que estaba
nerviosa, y no porque fuera a acostarse con un hombre, sino porque
iba a acostarse precisamente, con él.
Ellie se preguntó cuántas veces había intentado alejarlo de ella.
Sabía que habían sido muchas. Y, sin embargo, él no había
desistido en su empeño. Simplemente le había dado un tiempo para
que pensara las cosas y tomara decisiones. Y ahora había insistido
de nuevo en salir con ella. No había querido decepcionarlo de
nuevo, y se le ocurrió lo del sexo. ¿Se habría equivocado?, se
preguntó. De todas formas, necesitaba desahogarse. El vibrador ya
no era suficiente. ¿Y quién mejor que él para su propósito? Al fin y
al cabo, se habían acostado muchas veces.
Normalmente a Carter no le fallaba la conversación, sabía qué
decir en cada momento y las palabras que debía emplear para no
pillarse los dedos. Y en ese instante, mientras miraba la calle no se
le ocurría nada ingenioso que decir. Estaba completamente en
blanco. Esa intensidad, esa pasión y esa química que había
claramente entre ellos era algo que no había experimentado con
ninguna otra mujer.
—Estuve a punto de llamarte muchas veces para preguntarte o
pedirte consejo sobre algo del local. O, simplemente, para que
escucharas lo que tenía en mente respecto al negocio.
—¿Por qué no lo hiciste?
—No quería confundirte. Te había dicho que no quería nada
contigo y no quería que pensaras que no era así.
—Pero ahora sí quieres tener algo conmigo.
—Carter, necesito desahogarme. Será solo sexo. Tú y yo
hemos hecho el amor muchas veces, así que, he pensado que
mejor contigo que con un desconocido. Tengo entendido que tú lo
haces con muchas mujeres, sin que haya nada más, ¿no? Eso es lo
que quiero yo.
Carter giró la cabeza para mirarla, pero no dijo nada.
—Quiero que sepas que quiero acostarme contigo. De hecho,
no pienso en otra cosa desde hace días —dijo ella a continuación—.
No sabes cuánto te deseo. Pero he de admitir que estoy algo
nerviosa.
—¿Por qué estás nerviosa?
—He de confesarte algo que no sabes. Y te aseguro que para
mí no es fácil hacerte partícipe de ello. Pero, de todas formas, lo
descubrirías tan pronto llegáramos a tu casa, así que mejor que te lo
adelante.
—¿De qué se trata?
—Seguramente te has creado unas expectativas sobre mí y voy
a decepcionarte.
—Pelirroja, tú nunca podrías decepcionarme.
—Por supuesto que voy a decepcionarte, y va a ser esta noche.
Hace mucho que no he estado con un hombre. No sé si podré
complacerte.
Carter sabía que su exmarido era gay, pero eso no quería decir
que no se hubiera acostado con ella. Además, estaba seguro de que
Ellie habría tenido relaciones sexuales con otros hombres, al igual
que Peter.
—¿A cuánto tiempo te refieres?
—Desde finales de agosto del dos mil seis. Catorce años y tres
meses.
Carter se volvió para mirarla, sin duda haciendo cuentas, hasta
que descubrió que el verano de ese año había estado con él.
—¿Me estás diciendo que solo has estado con un hombre en
toda tu vida?
—Patético, ¿eh? Pero cierto.
—Pero tú y yo hicimos el amor hace años, y has estado casada
desde entonces.
—Supongo que estás al corriente de que mi exmarido es gay.
—Sí, pero pensé que habríais hecho el amor. ¿No hicisteis
nada en todos los años que vivisteis juntos?
—No.
—¿Y no has estado con otros hombres?
—Carter, te he dicho que no.
De pronto él esbozó una ligera sonrisa mientras se centraba en
el tráfico.
—Ellie, te deseo como no he deseado a ninguna mujer en mi
vida. Y no tienes que preocuparte de nada. Yo tomaré las decisiones
de lo que hagamos esta noche y llevaré el control. Tú no tendrás
que hacer nada, excepto saborear los orgasmos que voy a
proporcionarte. Me siento complacido, simplemente porque estés
aquí conmigo y por desearme.
—Tampoco he querido decir que vaya a estar quieta en la cama
como un muerto. No quiero ser pasiva, Carter. Quiero participar
dándote placer. Es solo que, tendrás que guiarme.
Carter tuvo una rápida erección al escuchar sus palabras.
Había conseguido no besarla cuando abandonaron la fiesta y ella
subió a su coche.
Entró en el sótano de su edificio y aparcó en su plaza de garaje.
También consiguió no besarla cuando sacó la llave del contacto
del coche. Bajaron del vehículo y se dirigieron al ascensor. Carter
introdujo la llave en la ranura y pulsó el botón de su planta.
Estaban solos. De pronto, por alguna razón que Carter no
entendía, seguramente por estar tan cerca en un espacio tan
reducido, la química que había entre ellos se presentó haciéndolos
sentir una excitante anticipación.
A Carter se le aceleró la respiración y el corazón comenzó a
latirle a toda prisa. Su imaginación empezó a trabajar. Imaginó que
la arrinconaba contra la pared del ascensor y la inmovilizaba con las
caderas. Se sentía como si hubiera subido todos los pisos por las
escaleras corriendo.
Ellie lo miró. Parecía completamente tranquilo, como si hubiera
estado leyendo el periódico. Y ella estaba bloqueada de la cabeza a
los pies. Carter la miró con una seductora sonrisa.
Un escalofrío recorrió la piel de Ellie. Tenía un millón de razones
para no acostarse con él. Había permanecido muchas noches
despierta pensando en ellas, pero en ese instante no se le ocurría
ninguna.
Carter se acercó a ella y la aprisionó contra la pared. Y
entonces la besó.
Ellie pensó que era el beso más sensual y erótico que le habían
dado en su vida. Claro que solo la había besado él, pensó
sonriendo. Y los besos de ese hombre no tenían nada que ver con
el Carter que conoció catorce años atrás. Fue un beso tierno y dulce
en el que había una pasión cuidadosamente controlada. La
suavidad de sus labios despertó en ella unos deseos incontrolables.
Carter se separó de ella al escuchar el sonido del ascensor
deteniéndose.
Caminaron hacia la puerta. Carter abrió, encendió la luz y la
dejó pasar delante. Sabía que ella seguía intranquila.

—Ve al salón, llevaré unas copas —dijo él después de ayudarla


a sacarse el chal que llevaba sobre los hombros.
—Vale.
Carter volvió poco después con dos whiskys y le dio a ella uno
de los vasos. Ellie lo cogió y se sentó en el sofá. Él dio un sorbo de
la bebida y dejó su vaso sobre la mesa de centro. Luego se quitó la
chaqueta y la colgó sobre una silla del comedor. A continuación se
sacó la pajarita y la dejó sobre la chaqueta. Y, mientras tanto, Ellie lo
miraba sin perder detalle de todos sus movimientos. Carter se sentó
a su lado, tomo otro trago de whisky y se giró para mirarla a la cara
por un largo instante, consiguiendo que ella se intranquilizara aún
más.
Ellie esperó pacientemente hasta que no pudo más.
—¿Qué pasa? ¿Estamos esperando algo?
Carter le dedicó su sonrisa más sexy, al darse cuenta de que
estaba muy nerviosa. Sonrisa que hizo que el corazón de Ellie se
saltara un latido. Y entonces, él reclamó su boca con tanta destreza
que ella no tuvo otra opción que dejarse llevar. Los labios de ambos
encajaron como las piezas de un puzle.
Ellie se perdió en el placer del contacto de sus labios y de la
necesidad que sentía. La boca de Carter era suave y cálida. Sintió
un calor que se desplazaba a toda velocidad por su cuerpo y que le
llegó hasta los dedos de los pies. Le temblaban las piernas, notó el
vientre tenso y sus pechos reclamaban atención.
Carter se preguntó si sería el tipo de mujer que se hacía cargo
de las riendas o necesitaba que la convencieran. Recordó que en el
pasado ella siempre se mostró desinhibida. Pero también recordó
que ella le había dicho, hacía escasos minutos, que necesitaría que
él la guiara. Eso le habría hecho sonreír, si no hubiese tenido la
boca ocupada.
Una corriente eléctrica recorrió el cuerpo de Ellie
estremeciéndola. Carter le lamió los labios y ella soltó un gemido de
placer. Se sintió aturdida por el sabor de él, mezclado con el del
whisky, y por la mano que se había posado sobre uno de sus
pechos, por encima del vestido. Por la destreza con la que la
acariciaba, Ellie supo que ese hombre adoraba a las mujeres.
Incluso a través de la fina tela del vestido, sintió la suave presión de
sus dedos en uno de sus pezones, y la estaba volviendo loca. Sintió
una oleada de fuego entre sus piernas y se dio cuenta de que no era
capaz de pensar. Ni siquiera podía respirar. Únicamente seguía allí,
perdida en el intenso placer que le estaba proporcionando ese
hombre, y preguntándose qué sentiría si le acariciara los pechos sin
estar el vestido por medio. La otra mano de Carter se deslizó por
sus piernas y se introdujo por la raja del vestido para acariciarle el
muslo.
Ellie creía que no sabría cómo comportarse con él, pero tan
pronto Carter puso sus manos sobre ella, cuando sintió los dedos de
él deslizarse sobre su piel, fue como si no hubieran pasado catorce
años.
Carter no se perdió ninguna de las reacciones en el precioso
rostro de Ellie, a medida que su cuerpo se rendía ante las íntimas
caricias de sus dedos. Cada movimiento o inquietud que veía en su
rostro y cada sonido que ella pronunciaba, le enternecía el corazón.
Ellie le rodeó el cuello con los brazos y él se estremeció de
placer.
Carter desanudó el vestido, le bajó los tirantes y la prenda se
deslizó hasta detenerse en sus caderas. Hizo que se recostara en el
sofá y contempló sus preciosos pechos.
Ellie apretó los dedos en el tapizado y arqueó la espalda
cuando él cogió con sus labios un pezón y el otro con sus dedos,
mientras la otra mano se deslizaba hacia abajo para ir subiendo el
vestido e introducir la mano entre sus muslos. Carter encontró las
ligas y ascendió hasta rozar el tanga de encaje.
—Sacaremos esto que estorba —dijo abandonando sus pechos
y bajándole el tanga con delicadeza.
Ellie se notaba completamente mojada desde que él había
comenzado a acariciarla. Desde luego no había hecho falta mucho
para que se excitara. Parecía como si Carter estuviera conectado
con su sexo.
—Estás empapada —dijo deslizando los dedos por sus
pliegues.
—Estoy así desde el ascensor.
Carter la miró sonriendo y pensando que no había cambiado y
seguía siendo desinhibida, como en el pasado. Sabía que esa chica
no dejaría que se aburriera en la cama cuando se soltara. Carter la
volvió a besar al tiempo que introducía dos dedos en su interior y
comenzó a moverlos.
—¡Oh, Dios mío! —dijo ella levantando las caderas para que
entrara en ella con más profundidad.
Carter cogió uno de los pezones con la boca y lo mordisqueó.
Ellie se retorció de placer, gimiendo y jadeando. Los dedos entraban
en su interior con delicadeza, pero con firmeza.
Ellie se sujetó a sus fuertes muñecas, una que estaba entre sus
muslos y la otra sobre su pecho. El cuerpo de Carter era fuerte y
cálido, y olía demasiado bien. Las sensaciones que estaba
experimentando eran tan intensas que se confundían unas con
otras.
Carter se sentía devastado por el tacto de la piel de Ellie y por
su sabor. Incluso su mirada lo confundía.
—Así, sí. No pares, por favor...
De pronto un desmesurado e increíble orgasmo la invadió y no
pudo reprimir un grito. Fue como una explosión. En escasos
segundos, Ellie pasó del máximo nivel de expectación, al placer más
absoluto. Su cuerpo fue invadido por unas sensaciones tan intensas
que pensó que nunca podría recuperarse. Jadeaba para poder
respirar y se retorcía bajo las caricias de ese hombre, que la estaba
haciendo disfrutar de hasta la última gota de placer.
Ellie cerró los ojos. Carter vio las lágrimas deslizarse por sus
mejillas. Sacó las mano de entre sus piernas y se echó sobre ella,
apoyándose en el sofá con los antebrazos
—¿Estás bien?
—Estoy mejor que bien. No sabes cuánto te he echado de
menos todos estos años —dijo ella cuando se tranquilizó.
Carter se tensó con sus palabras.
—Vamos a sacarte el vestido, de lo contrario se estropeará. Y
sería una lástima porque me encanta cómo te sienta.
Carter la ayudó a levantarse y el vestido cayó al suelo. Él sonrió
al verla ruborizada por estar allí de pie frente a él, solo con las
medias, los tacones y las joyas.
—Eres una vista increíble —dijo mirándola de arriba abajo.
—Ya estoy prácticamente desnuda. ¿Vas a desnudarte tú en
algún momento?
—Claro —dijo empezando a desabrocharse la camisa.
—Deja que lo haga yo —dijo ella apartándole las manos.
Ellie empezó a abrirle la camisa. Tiró de ella para sacarla de
dentro de los pantalones y terminó de desabrocharla.
Carter sintió la suavidad de sus dedos recorrer sus pectorales.
Ellie le bajó la camisa por los hombros, pero se detuvo cuando él le
mostró uno de los gemelos. Ella le dedicó una divertida sonrisa y le
desabrochó los gemelos. Luego deslizó la camisa por los hombros,
en su segundo intento, y se la sacó.
Había sido él quien había comenzado el juego de seducción
para que se tranquilizara, pero ella lo estaba seduciendo por
completo.
Ellie ya lo había visto en bañador, pero al verle el torso desnudo
en ese momento fue algo muy diferente. Carter vio lo dilatadas que
estaban sus pupilas y fue una gran satisfacción para él.
Ellie acarició cada linea de su torso y cada músculo. Su piel era
tersa, suave y cálida. Una capa de vello suave cubría sus pectorales
y bajaba por sus abdominales hasta esconderse por la cinturilla de
los pantalones. Deslizó las manos por sus costados suavemente.
Poco después estaba recorriendo su piel con los dedos, las manos y
los labios.
—Vamos a la cama —dijo cogiéndola de la mano y llevándola al
dormitorio.
Al entrar en la habitación echó la ropa de la cama a los pies de
la misma y ella se sentó en el borde.
—¿Quieres que me quite las medias?
—Sácate los zapatos, de las medias me ocuparé yo luego.
—Desnúdate —dijo ellla, después de quitarse los zapatos.
Ellie se echó hacia atrás y se apoyó en los codos para poder
contemplarlo.
Carter empezó a desabrocharse el cinturón, sin apartar la
mirada de su rostro. No podía creer que tuviera a Ellie en su cama.
Al fin su sueño se había hecho realidad. Y esa chica era mucho
mejor al natural que en su imaginación. Era sensual, desinhibida y
con una clara energía sexual que rezumaba por su piel.
Ellie se quedó embobada mirándolo cuando estuvo
completamente desnudo.
—Vaya. Estás mucho mejor dotado de lo que recuerdo —dijo
ella sin el menor atisbo de vergüenza.
Ese hombre era guapísimo y tenía un cuerpo de escándalo. Era
un amante de ensueño y era todo suyo. Al menos esa noche.
—Tu cuerpo también ha cambiado.
—Bueno, sí. He tenido una hija y los cuerpos se deforman.
—¡Qué dices! Tu cuerpo ha cambiado para mejor. Y apuesto a
que no se ha deformado lo más mínimo por tener a nuestra hija.
—Procuré cuidarme.
—Ponte en el centro de la cama y apoya la cabeza en la
almohada.
Cuando ella lo hizo, Carter se subió a la cama y se sentó a
horcajadas sobre ella.
—¿Usas algún anticonceptivo?
—No. Solo lo he hecho con preservativos —dijo dedicándole
una traviesa sonrisa para que no olvidara que había sido con él, y se
había quedado embarazada.
—En aquel tiempo nos confiábamos demasiado. Me ponía el
condón justo antes de correrme.
—Pues no lo olvides, no quiero pasar otra vez por lo mismo. Y
menos aún con el mismo hombre. Sería patético. Supongo que
tendrás condones.
—No podré usar todos los que tengo. Voy a comerte —dijo
cogiéndole las manos y colocándolas junto a su cabeza—. Y no
quiero que tú hagas nada.
—Me estaré quieta, de momento.
—Buena chica —dijo entrelazando los dedos de las dos manos
con las de ella.
Carter inclinó la cabeza y le devoró la boca atormentándola de
tal forma que hizo que Ellie se derritiera. Y ella lo hizo arder
moviéndose y retorciéndose debajo de él.
Carter le soltó las manos y ella se sujetó de sus hombros y su
nuca, lo que hizo que aún la deseara más. Deseaba estar dentro de
ella, apoderarse de su cuerpo. Quería marcarla para que todos
supieran que era suya y no la pudieran tocar, de la forma que lo
hacía él en esos momentos.
Carter intentaba recordar cuándo había sentido esa necesidad
por una mujer. Esa pasión y lujuria que sentía en sus brazos. Nunca
había sentido nada parecido, algo tan ardiente como esa excitación
o esa pura pasión que hacía que el cuerpo le ardiera y que se había
detenido en su pecho. Todavía no estaba totalmente convencido
convencido de lo que era realmente, pero no quería renunciar a ello.
No quería renunciar a Ellie.
Carter estaba devorándole los pezones y ella pensó que moriría
de placer. Levantó los brazos hasta sus anchos hombros y le
acarició la piel mientras Carter descendía por su estómago,
tomando lo que quería con la boca. Le mordisqueó el costado y una
cadera y siguió descendiendo hasta colocar la cabeza entre las
piernas de ella, que Ellie había abierto por instinto.
Cuando sintió la lengua de él rozar su clítoris soltó un gemido
por la sorpresa, porque Carter nunca le había hecho eso en el
pasado, y por el placer tan inmenso que sintió. Ellie tenía todo el
cuerpo en tensión. Algo inmensamente intenso se extendía por todo
su cuerpo. Se sintió envuelta en una sensación abrumadora y
desconcertante, que aumentaba con cada roce de la lengua de
Carter. Ellie temblaba debajo de él, casi sollozando. El placer se
abalanzaba sobre ella en oleadas que se superponían unas a otras.
Carter metió las manos por debajo de sus caderas elevándolas para
tener mejor acceso con su boca.
El orgasmo la alcanzó y Ellie le cogió la cabeza para apretarla
contra su sexo de forma violenta, gritando su nombre e invadida por
un calor exquisito.
Él la penetró con la lengua, haciendo que el orgasmo se
alargara con unas últimas convulsiones.
Carter bajó el ritmo de sus caricias para que ella fuera
tranquilizándose. Volvió a su clítoris, que rozó con la punta de la
lengua. Luego descendió para mordisquearle el interior de los
muslos. Y entonces se ocupó de las medias, bajándolas una a una
lentamente y besándole la piel que iba quedando al descubierto, a
medida que iba deslizando la prenda de seda.
Carter fue besándola mientras ascendía por su cuerpo. Le dio
un lametazo en cada uno de los pezones y la miró a los ojos. Y al
ver esa sonrisa traviesa en sus labios se lanzó sobre ellos. Ellie le
rodeó con los brazos y le devolvió el beso de manera tan
descontrolada que lo devastó.
—Eso nunca me lo hiciste —dijo con la misma sonrisa
descarada cuando él se separó.
—¿En serio?
—Te aseguro que me acordaría de algo así.
—Pues era más estúpido de lo que pensaba. Me encanta tu
sabor.
—Me ha encantado —dijo ella sonriéndole.
—Me alegro, cielo.
—Quiero tocarte. Quiero explorar tu espectacular cuerpo.
—Puedes hacer lo que quieras conmigo, pelirroja.
—Pero antes tengo que ir al aseo.
—Adelante. Es esa puerta —dijo señalándola.
Carter la vio caminar desnuda. Tenía un culo fantástico y unas
piernas increíblemente largas y preciosas.
Ellie se sentó en el inodoro. Estaba practicando sexo con un
experimentado hombre. Sexo de alto voltaje, se dijo. Había sido tan
intenso y había habido tanta complicidad entre ellos, que se había
sentido devastada, y puede que algo aturdida. En ese momento
supo que no podría sentir eso con otro hombre que no fuera él.
Mientras se lavaba las manos se miró al espejo y sonrió al pensar
que un hombre guapísimo, fascinante, excitante y maravillosamente
desnudo la esperaba en la cama.
Ellie volvió al dormitorio, se subió a la cama y se sentó a
horcajadas sobre él.
—Mientras hacía pis me preguntaba si cuando compraste el
apartamento había instrucciones para usar la ducha.
Carter se rio.
—Dios mío, tiene tantos botones.
—Es fácil de utilizar. Te lo mostraré si nos duchamos juntos.
—Vale. Supongo que ya no tendré que quedarme quieta.
—No. Ahora puedes hacer lo que quieras conmigo.
Y eso es lo que hizo Ellie. Dedicó todo el tiempo que deseó a
acariciarlo con los dedos, los labios, la lengua y los dientes.
Empezando por la espalda y luego haciéndole que se girara para
continuar por delante.
Carter estuvo a punto de reírse al verla tan concentrada.
Aunque cada trozo de piel que le acariciaba ardía en llamas y el
corazón le latía desenfrenado.
—Nunca he hecho esto. No tengo tu experiencia, pero voy a
intentarlo —dijo Ellie sacándolo de sus pensamientos.
Carter dejó de pronto de respirar cuando Ellie se metió la polla
en la boca. Desde luego, se notaba que no tenía experiencia, pero
sin saber la razón, su deseo se incrementó hasta lo más alto. De
hecho, si no la detenía en ese momento, se correría en su boca. Y
quería hacerlo dentro de ella.
—Cariño.
Ellie dejó lo que estaba haciendo, levantó el rostro y lo miró.
—No lo hago bien, ¿verdad?
—Cielo, lo haces demasiado bien —dijo sonriéndole—. Tan bien
que estoy a punto de correrme.
—Pues hazlo.
—La primera vez me gustaría correrme dentro de ti.
—Ah, vale. ¿Quieres que me siente sobre ti?
—Sí, me gustaría.
—Ponte un condón.
—Te veo muy suelta. Pensé que tendrías vergüenza —dijo él
mientras sacaba un condón de la mesita de noche.
—Nunca me ha dado vergüenza hacerlo contigo.
—Dijiste que no éramos las mismas personas que en el
pasado.
—Sé lo que dije, y al principio estaba preocupada, pero cuando
has comenzado a acariciarme… No sé, ha sido como si mi cuerpo te
reconociera.
—¿Sigues preocupada?
—Pensé que me sentiría mal por mi falta de experiencia, pero
no ha sido así. Además, la experiencia solo se puede adquirir con
experiencia. Y siempre es conveniente practicar con el mejor.
—Gracias —dijo poniéndose el condón—. ¿Estás lista?
—Estoy más que lista —dijo colocándose sobre él con las
rodillas a ambos lados de su cuerpo.
Carter pasó los dedos por su sexo. Estaba completamente
mojada. Ellie sujetó la polla con una mano y apoyó la otra sobre el
musculoso pecho de él. Luego colocó el miembro en la entrada.
Carter la sujetó de las caderas y la incitó a que descendiera. Y ella
lo hizo hasta que Carter estuvo en lo más profundo. Ellie se inclinó
para besarlo, gimiendo en sus labios. Luego comenzó a moverse
siguiendo el ritmo que él marcaba con sus manos, que seguían
sujetando sus caderas.
Ninguno apartaba la mirada del otro. Carter no podría haber
roto el contacto aunque hubiera querido. Estaba fascinado viendo
todas las reacciones de ella mientras lo montaba. Y estaba
convencido de que superaban cualquier juego sexual que hubiera
tenido con alguna mujer.
De pronto, Ellie se inclinó sobre él para sujetarle las manos por
encima de la cabeza. Carter se olvidó de respirar cuando sus
pechos le rozaron el rostro en el proceso.
Ellie cabalgaba sobre él. Carter llevó una de sus manos al
clítoris haciendo que el placer de ella aumentara, porque él no podía
aguantar mucho más. Estaba tan estrecha que sentía un placer casi
insoportable.
Un estallido repentino la hizo explotar y el orgasmo la recorrió
con espasmos y convulsiones. Y se abandonó al placer.
De un solo movimiento Carter le dio la vuelta y la tumbó sobre
la cama, con él encima, y sin salir de su interior. Empezó a moverse
con embestidas fuertes y profundas que la estaban conduciendo de
nuevo a lo más alto. Ellie le rodeó las caderas con las piernas y él
soltó una maldición.
Ellie notó cómo la entrecortada respiración de Carter
acompañaba la de ella. Estaba al límite, otra vez.
Los envites de Carter se intensificaron. Ellie le rodeó el cuello y
elevó la cabeza para besarlo. Y él le devolvió el beso de forma
desesperada. Ese beso los arrastró a ambos a lo más alto del
precipicio, y se dejaron llevar con jadeos que cada uno atrapaba
entre sus besos.
Ellie se echó sobre él casi sin aliento y Carter la rodeó con sus
brazos.
Él se preguntó cómo había podido estar tanto tiempo sin ella.
Esa chica hacía el amor con cariño, con placer y con una pasión
descomunal. Jamás se había sentido igual con ninguna otra mujer.
—¿Estás bien? —preguntó él cuando la respiración de ambos
volvió a la normalidad.
—Estar bien no define cómo me siento en estos momentos —
dijo ella incorporándose—. Me siento genial.
—Me alegro —dijo él retirando de su rostro un mechón de pelo
y colocándolo detrás de su oreja.
—He de decirte que toda esa práctica con las mujeres ha hecho
que mejores, y mucho. Y me alegro de beneficiarme de ello.
—Ya sabes que estoy a tu disposición.
—Gracias.
Ellie no podía creer que tuviera encima el cuerpo de Carter. Ese
cuerpo tan firme y duro, con músculos bien definidos. Se sentía
poderosa al pensarlo.
—¿Qué te parece si nos duchamos y dormimos un rato?
—Una idea estupenda porque estoy muy cansada.
—Vamos entonces.

Carter entró en la enorme ducha primero. Ellie lo miró. Estaba


para comérselo. Su piel bronceada brillaba a causa de las gotas de
agua. Sus abdominales eran perfectos, pero su espalda no se
quedaba atrás.
Ellie se recogió el pelo con una pinza que había encontrado
junto al lavabo. A saber de quién sería. Y se unió a él. Carter le echó
agua por el cuerpo y comenzó a enjabonarla. Era una sensación tan
agradable que ella lo dejó hacer. Luego sus manos se deslizaron por
su piel. Ella hizo lo mismo con él, recorriendo con sus manos la
fantástica textura de su cuerpo.
—Parece que tienes mucha práctica lavando a las mujeres.
—La práctica la adquirí contigo hace muchos años, cuando nos
bañábamos por la noche en el río. Menos mal que no he traído un
condón, de lo contrario te follaría de nuevo aquí de pie.
—Pues es una lástima —dijo ella cogiéndolo del pelo y
acercándolo a ella para besarlo mientras sujetaba su polla con la
otra mano.
—Vuelvo enseguida —dijo Carter saliendo de la ducha.
—Vas a mojarlo todo —dijo ella riendo.
—Ya se secará.
Cuando Carter volvió a meterse en la ducha la besó como si
fuera la última mujer sobre la tierra. Luego la giró para ponerla de
cara a la pared de mármol y la mordió en la nuca, haciendo que Ellie
diera un respingo. Luego la besó en el cuello. Pasó una mano por
delante de ella para cogerle un pecho y la otra mano la bajó a su
sexo.
Ella echó la cabeza hacia atrás al sentir sus dedos sobre su
clítoris, apoyándola sobre su hombro. Carter le acarició el cuello con
la lengua, y a continuación introdujo dos dedos en su interior.
—¡Joder! Estás empapada. Eres muy receptiva. Aunque, si no
recuerdo mal, siempre lo has sido. Y siempre has estado húmeda
para mí. Apoya las manos en el mármol e inclínate un poco.
—Me gustaría más pegar la espalda a la pared. Siempre he
deseado que un hombre me empotrara —dijo con descaro.
—Entonces, que así sea —dijo él sonriendo y poniéndose el
condón.
Carter le dio la vuelta y le devoró la boca. La mordió en el cuello
y luego se lo lamió. Se inclinó para mordisquearle un pezón y luego
el otro. Y volvió a besarla de nuevo, como si fuera la primera vez
que lo hacía.
Ellie no dejaba de gemir, desesperada por tenerlo dentro. Luego
la elevó para que ella lo rodeara con las piernas. Ellie apoyó la
espalda en el mármol y lo miró.
—Eres muy fuerte —dijo dedicándole otra descarada sonrisa.
—¿Te gusta que sea fuerte? —preguntó Carter al tiempo que
entraba en ella de una sola embestida, que hizo que ella soltara un
grito.
—Sí —dijo sin dejar de sonreír—. Y estás bueno de cojones.
—¡Joder, pelirroja! No sabes cuánto me gusta estar dentro de ti
—dijo embistiéndola hasta el fondo.
Ellie se abrazó a él.
—Follame fuerte —le dijo al oído.
—¡Dios mío! ¿Dónde está la chica tímida que ha entrado en mi
casa hace un rato?
—Me temo que esa chica ya no existe. Quiero experimentarlo
todo contigo.
Carter la folló como ella deseaba. Ellie se corrió una vez, pero
él no la dejó descansar. Siguió con sus envites salvajes hasta que
otro orgasmo la invadió de nuevo. Y entonces dio un último embate
y se detuvo en lo más hondo.
El grito de Ellie se derramó dentro de su boca, que en ese
momento la besaba con desesperación, mientras él se dejaba llevar.
Permanecieron un largo rato abrazados, él con el rostro
escondido entre el pelo de ella. Antes de bajarla al suelo volvió a
besarla.
Ellie se secó con la toalla que le había dado Carter y volvió al
dormitorio. Él salió poco después del baño y la observó sonriendo.
Ellie estaba en un lado de la cama con las mejillas sonrojadas y los
labios hinchados. Tenía un aspecto desinhibido y de lo más sensual.
No iba a privarse de besarla, de tocarla, de follarla y de disfrutar con
ella a la menor oportunidad que tuviera, pensó Carter.
Cada vez que hacía el amor con una mujer se marchaba nada
más terminar, o la llevaba a casa lo más rápidamente posible. Y las
pocas veces que había pasado la noche con alguna de ellas se
había asegurado de no emitir señales que pudieran dar a entender
que estaba interesado en que mantuvieran una relación. Pero en
ese momento se dio cuenta de que quería a Ellie en su cama, cada
día.
—Al final te has salido con la tuya —dijo Ellie mirándolo—. Has
conseguido llevarme a la cama.
—Gracias a Dios. No sabía cuánto iba a poder aguantar sin
estar con una mujer.
—¿Qué quieres decir?
—No he estado con nadie desde la primera vez que te besé.
—Eso no te lo crees ni tú.
—Sé que no confías en mí, cariño. Y me da igual lo que creas,
pero te aseguro que yo no miento.
—Has mentido en la fiesta para salir de allí.
—Eso no era una mentira sino una estrategia —dijo él
echándose sobre la cama—. Acércate a mí.
—¿Me estás diciendo en serio que has sido casto durante todos
estos meses? —preguntó pegándose a él.
Carter la miró divertido.
—Una persona casta es la que se abstiene de todo goce
sexual, incluso de pensamiento. Y puedo asegurarte que mis
pensamientos para contigo no han sido para nada puros, porque he
imaginado las mayores perversidades que te puedas imaginar...
contigo —dijo él tapándolos con la ropa de cama.
—¿En serio? —preguntó ella mientras se colocaba muy cerca
de él—. ¿Y cómo lo has conseguido? Porque supongo que las
mujeres te acosarán.
—Las he ignorado —dijo sonriendo—. ¿Y sabes? Prefiero
pasar el resto de mi vida intentando convencerte para que salgamos
juntos, a estar con otra mujer.
—¿Hablas en serio?
—Completamente.
—Eres tan atractivo…
Carter se acercó a ella y la besó en los labios.
—Y tú eres facilona.
—¡Qué dices! Yo no soy facilona.
—Por supuesto que lo eres. Me lo demostraste en la acampada
cuando dejaste que te tocara la primera vez.
—Eso fue porque estaba locamente enamorada de ti. Dejé que
me tocaras porque te deseaba y no me pude resistir.
—¿Y por qué te has entregado hoy a mí? Porque he de
recordarte que has sido tú quien me ha propuesto que nos
acostáramos. ¿Estás locamente enamorada?
—¡No digas tonterías! Lo he hecho porque ya no podía soportar
más el deseo que tenía de estar contigo.
Carter pasó el brazo por detrás de ella y Ellie colocó su mano
sobre sus pectorales.
—Háblame de cuando estabas embarazada. ¿Querías que
fuera niño o niña?
—No tenía preferencias. Lo único que deseaba era que todo
fuera bien y que no hubiera complicaciones durante el embarazo o
en el parto. Porque sería un hijo tuyo y mío y no quería perderlo. Era
lo único que iba a tener de ti. Empecé a hablar con el bebé cuando
estaba embarazada de unos meses, cuando empezó a moverse
dentro de mí. Creo que reconocía mi voz —dijo mirándolo y
sonriendo—. A veces ponía música y bailaba, y entonces, ella se
agitaba, como si también bailase.
—¿Sabías que era una niña?
—No. No quise saberlo.
—He perdido muchos años, que no podré recuperar. Tú me has
privado de experimentar el embarazo y todo lo relacionado con mi
primera hija. Me has negado la experiencia de verla crecer dentro de
ti. Nunca podré sentir cómo se movía en tu vientre bajo mi mano.
Jamás podré escuchar los latidos de su corazón cuando visitabas a
tu ginecólogo. No pude verla crecer ni llevarla al colegio en su
primera vez. No he podido comprarle los regalos que quería hacerle.
No la he llevado al cine a ver las películas de dibujos animados… Y
todo porque tú decidiste que Eve era solo hija tuya. Me perdí todos
esos momentos inolvidables, porque no te molestaste en decirme
que esperabas un hijo mío. No podré recuperar nada de eso.
—Lo siento. Sé que te he hecho mucho daño.
—Sí, lo has hecho.
Ellie siguió hablando unos minutos hasta que dejó de hacerlo.
Carter la miró y se dio cuenta de que estaba dormida.
Carter había dormido muy pocas veces con mujeres. Y tampoco
había necesitado mirar a una mujer mientras dormía, ni había
deseado tocarla o acariciarla fuera de los momentos en que quería
excitarla. Se sorprendió al darse cuenta de que quería hacer todo
eso con ella. La tenía dormida en sus brazos, y en ese instante supo
lo que era ser feliz.

Carter se despertó antes de que amaneciera. Miró el móvil y vio


que eran las seis y cinco de la mañana. Con el resplandor del móvil
vio que estaba solo en la cama. Encendió la luz de la lámpara de la
mesita de noche, se levantó y se puso el bóxer que estaba en el
suelo y abandonó el dormitorio. Al llegar al salón vio a Ellie
vistiéndose.
—¿Pensabas irte sin decir nada?
Ellie dio un respingo al escuchar su voz y se volvió para mirarlo.
Carter tenía en el rostro una expresión divertida.
—Espero que no, porque aún no he acabado contigo.
—No quería despertarte.
—Estás preciosa.
—Seguro que sí —dijo ella mientras se ponía una de las medias
—. Debo parecer un mapache o un oso panda.
—Yo creo que estás muy sexy.
—¿Sexy? —dijo ella con una sonrisa traviesa.
—Me gusta el aspecto que tienes en este momento.
—¿Qué aspecto tengo?
—De mujer muy satisfecha.
—Querrás decir de mujer bien follada, ¿no?
—Sí.
—Supongo que eso te ayuda a mantener tu ego bien alto.
—No es que lo necesite, pero me gusta saber que soy el
responsable de tu delicioso aspecto.
—Tengo que irme —dijo ella poniéndose el zapato y
levantándose del sofá—. No quiero que me acompañes, cogeré un
taxi. Vuelve a la cama.
—Dame dos minutos a que me vista y te llevaré.
—No hace falta.
—Dame solo dos minutos.
—De acuerdo, pero no tardes, por favor —dijo echándose el
chal sobre los hombros.
Carter fue al dormitorio y ella lo siguió.
—No entiendo por qué tanta prisa —dijo él subiéndose el
vaquero y abotonándoselo.
Ellie no perdía detalle de cada uno de sus movimientos. Sentía
deseos de acercarse a él, bajarle de nuevo el pantalón y empujarlo
para que cayera sobre la cama y hacer con él lo que deseara.
—Quiero llegar antes de que Logan y Eve se levanten. Si
nuestra hija se entera de que he estado contigo, me moriré de
vergüenza.
—¿Por qué?
—Porque esté al corriente de que su madre ha pasado la noche
practicando sexo.
—¿Cuál es el problema? Eres joven y soltera.
—Así y todo, no me gusta.
—Ya estoy, vámonos —dijo él abandonando el dormitorio y
dirigiéndose a la puerta.
—Sé que no me va a juzgar. Me ha dicho muchas veces que
debería salir con hombres y disfrutar. Pero… ¿con su padre?
Carter la miró. Cogió las llaves que estaban sobre el mueble del
recibidor.
—¿Qué tiene de malo su padre? —dijo abriendo la puerta y
dejándola que saliera delante de él.
—Su padre no tiene nada de malo —dijo ella besándolo en los
labios—. Esta ha sido la mejor noche de mi vida. Hacer el amor es
maravilloso.

Carter sonrió cuando entraba en el ascensor detrás de ella.


—Ni siquiera me he mirado en el espejo. ¿Qué tal estoy?
—Debes estar muy bien, porque mirarte ha hecho que me
empalme.
—¡Carter!
—Es posible que nuestra hija sepa que hemos estado juntos
esta noche.
—¿Por qué iba a saberlo?
—Puede que Logan le haya dicho que anoche iba a traerte a mi
casa.
—¿Logan ? ¿Por qué iba a saberlo Logan?
—Le llamé para decírselo.
—¿Por qué lo hiciste?
—Porque pensé que hoy nos levantaríamos tarde y no quería
que empezara a hacer llamadas para averiguar dónde estabas.
—¡Mierda!
—No te preocupes, pelirroja —dijo saliendo del ascensor detrás
de ella.
Caminaron hacia el coche y él le abrió la puerta para que
entrara. Luego lo rodeó por delante y se sentó al volante.
—¿Cuándo volveremos a vernos? —dijo Carter mirándola.
—No tengo ni idea.
—Pues ve pensándolo porque quiero verte pronto. De hecho,
quiero que nos veamos cada vez que tengamos tiempo libre —dijo
saliendo del sótano y uniéndose al tráfico ya fluido, a pesar de ser
tan temprano.
—Carter, estoy muy ocupada.
—Yo también. Me da igual que nos veamos al mediodía, por la
tarde o por la noche. Y me es indiferente que dispongas solo de
media hora, de dos horas o de toda la noche. Y no me importa si no
nos acostamos cada vez que nos vemos, aunque la verdad,
preferiría que lo hiciéramos.
—Carter, no tendría ningún sentido que nos viéramos y no nos
acostáramos. Pusimos unas normas cuando hablamos. Dijimos que
esto solo sería sexo.
—Yo no puse las normas.
—Pero las aceptaste, eso es como si las hubieras dictado.
—En ese caso, ¿quién mejor que yo para romperlas?
—No las vamos a romper.
—¿Has olvidado que tenemos una hija en común?
—Ella no tiene nada que ver con esto.
—Quiero verte. A ser posible, cada día.
—¿Quieres acostarte conmigo cada día?
—Sí.
Ellie soltó un bufido que lo hizo sonreír.
—De acuerdo —dijo ella dándose por vencida—.
—Estupendo.
—Supongo que el horario de mi trabajo es más flexible que el
tuyo. Lo mejor sería que me enviaras los ratos que tengas libres y
buscaré un hueco para que nos veamos.
—Cada día —añadió él.
—Sí, cada día. Ya te he oído. Me gustaría pedirte algo.
—Pídeme lo que quieras.
—Me gustaría que tuviésemos exclusividad. Yo no pienso estar
con otros hombre —dijo ella sonriéndole.
—Eso ya lo había dado por hecho. Lo nuestro será una relación
en exclusiva y no miraré a ninguna otra mujer. Tienes mi palabra.
—Gracias.
—No me des las gracias. Yo también quiero pedirte algo.
—¿Qué?
—No quiero que coquetees con ninguno de nuestros amigos.
—Yo no coqueteo, son ellos los que lo hacen conmigo.
—En ellos es normal, pero no quiero que tú les sigas el juego.
—¿Estás celoso?
—Exclusividad significa solos tú y yo —dijo él sin contestar a su
pregunta—. Si tú flirteas con ellos, yo también podré hacerlo con
otras mujeres.
—Pero ellos son nuestros amigos, lo que significa, que tú solo
podráss flirtear con nuestras amigas.
—Nuestras dos amigas están casadas y si coqueteo con ellas
sus maridos me arrancarán la cabeza.
—Ese no es mi problema.
—De acuerdo. Pero procura no pasarte con tus flirteos.
—Lo intentaré. ¿Vas a ir a jugar hoy con los chicos?
—Sí. Ahora ya no voy a acostarme. Iré a desayunar a casa de
Tess y luego iré al partido con Delaney. Después del partido dormiré
un rato en su casa antes de la comida.
—Querrás decir en casa de Nathan. A partir de ahora
comeremos en su casa los sábados.
—Es cierto. Bueno, no importa, dormiré allí. Irás a comer con
nosotros, ¿verdad?
—Sí. Me acostaré un rato cuando Logan y Eve se marchen al
partido. Llegaré sobre medio día.
—Estupendo. Saca el mando que hay en la guantera, por favor.
Ellie sacó dos.
—El grande, el otro es el de mi nueva casa.
Ella se lo dio y Carter abrió la verja de la casa de Logan.
—Me dijeron que habías empezado a amueblarla.
—Solo he comprado los muebles del despacho. Me gustaría
que tú y Eve me acompañarais a comprar el resto.
—Dijiste que querías que eligiera los muebles la mujer con
quien te casarías.
—He cambiado de opinión. ¿Llevas la llave de la puerta?
—Sí —dijo ella sacándola del bolso de mano.
Carter detuvo el coche en la puerta, se desabrochó el cinturón,
al igual que ella, y se acercó para besarla.
—Me ha encantado estar contigo —dijo él acariciándola por
encima de la tela del vestido—.
—A mí también.
—El lunes hablaré con mi secretaria para que me ponga la día
con la agenda y te informaré de todo el tiempo libre de que
disponga.
—Muy bien. No bajes del coche —dijo acercándose a él para
besarlo de nuevo—. Nos veremos en unas horas.
Carter volvió a su apartamento en vez de ir a desayunar a casa
de sus amigos porque tenía que ponerse la ropa de deporte. Se
estremeció al sentir el aroma a vainilla de Ellie. Parecía haberse
impregnado en todas las paredes de su casa para recordarle que
ella había estado allí.
Capítulo 17
Ellie se sintió extraña mientras comía en casa de Nathan con
todos sus amigos. Lauren había dado a luz dos semanas atrás y a
partir de ahora se reunirían allí los sábados.
Cada vez que levantaba la mirada y veía a Carter, el recuerdo
de los dos en la cama le producía una ligera excitación, que se
acentuaba cuando sus miradas se encontraban.
Logan estaba al corriente de lo que había sucedido entre ellos
la noche anterior. Y no porque Carter lo hubiera llamado para decirle
que iba a llevarla a su casa, sino porque Logan y ella habían tomado
un café juntos cuando Ellie llegó a casa, después de haber estado
con Carter, y le había contado lo ocurrido, sin extenderse en los
detalles. Ellie recordó la conversación que habían mantenido.
—¿Le dijiste que solo querías tener sexo con él? —preguntó
Logan.
—Sí. Le dejé claro que no mantendríamos ninguna relación,
que no fuera sexual.
—¿Y Carter estuvo de acuerdo?
—¿No fue eso lo que hizo en el pasado? Nos acostamos
durante dos meses, y antes de marcharse a casa cortó conmigo.
—¿Lo haces por venganza?
—Claro que no. Lo hago porque no confío en él.
—Carter no es el mismo de entonces.
—Desde luego que no. Pude darme perfectamente cuenta
anoche. Ahora es un hombre con mucha experiencia.
—¿Te gusta?
—¿Conoces a alguna mujer a quien no pudiera gustarle alguien
como él?
—Va a serte un poco difícil no tener una relación con Carter,
teniendo en cuenta que tenéis amigos en común y que es el padre
de tu hija.
—Me esforzaré. Además, estoy muy ocupada. Y, por suerte, él
también.
—Sí, eso es un punto a tu favor.
—Quiere verme todos los días.
Logan la miró sonriendo.
—No hace falta que sonrías. Voy a intentar que eso no pase.
Aunque me dio la impresión de que era más una orden que una
petición —dijo ella sonriendo.
—Vas a verle todos los días.
—Bueno… Creo que sí. Es muy bueno en la cama y tengo que
desquitarme de todos los años que he pasado de abstinencia
sexual.
Logan soltó una carcajada.

Además de Logan, Tess y Delaney también sabían que Carter y


ella habían pasado la noche juntos, pero no dirían nada a los
demás, sin el consentimiento de Ellie y Carter.
Y también lo sabía Lauren. Ellie y Tess la habían acompañado
al dormitorio y habían hablado mientras le daba el pecho a su hija.
Ellie les contó a las dos lo sucedido la noche anterior, y esa vez,
sin escatimar detalles.
—¿Le dijiste que solo querías sexo?
—Sí.
—¿Y hasta cuándo se supone que vas a acostarte con él? —
preguntó Tess.
—A ser posible, hasta el fin de mis días.
Las tres se rieron.
—No entiendo por qué no aceptas tener una relación con él.
Estás loca por ese hombre —dijo Lauren.
—Y Carter parece muy interesado en ti —añadió Tess—. No
creo que él quiera mantener contigo una relación extrictamente
sexual, como la que tenía con las otras mujeres. Pronto querrá algo
más.
—Yo lo mantendré ocupado para que no piense en ello.
Sus amigas volvieron a reír.
—Pensábamos que estabas procupada por tu falta de
experiencia.
—Cuando Carter me puso las manos encima, mi preocupación
se desvaneció. Y os aseguro que pronto seré una mujer muy
experimentada. Quiere que nos veamos todos los días —dijo
sonriéndoles.
—Ni siquiera a las mujeres con las que salía las veía todos los
días.
—Puede que yo tenga influencia.
—O puede que él también esté loco por ti.
—Sí, seguramente será eso. Voy a necesitar vuestra ayuda.
Puede que os pida que tengáis ocupada a mi hija en alguna
ocasión.
—Ahora tenemos tres niños en vez de dos. La mantendremos
ocupada todo el tiempo que necesites —dijo Lauren.
—En ese caso, empezaremos hoy. ¿Podéis quedaros con ella,
digamos desde las cinco hasta las siete? Luego vendré a recogerla.
—Cuenta con ello —dijo Tess—. Le diré que se quede más
tiempo con Brianna.
—Estupendo.

Estaban tomando todos café en el salón. Ellie le envió un


whatsApp a Carter, a pesar de que estaban a pocos metros. Él lo
leyó.
Ellie: Tengo tiempo libre desde las cinco a las siete de hoy.
Carter sonrió, pero ni siquiera levantó la cabeza para mirar a
Ellie.
Carter: Estupendo.
Ellie: ¿Dónde quieres que quedemos?
Carter: ¿Llevas encima la llave de tu local?
Ellie: Sí.
Carter: Ve allí y me esperas en el aparcamiento.
Ellie: ¿En el aparcamiento?
Carter: Sí.
Ellie: Supongo que sabes que no hay camas ni sofás en el
local. A no ser que quieras hacerlo sobre la mesa de mi despacho.
Carter: Vaya, eso no se me había ocurrido. Espérame en el
aparcamiento.
Ellie se inventó la excusa de que tenía que ir al local a reunirse
con Henry para hablar de unos asuntos y se marchó a las cuatro y
media.
Quince minutos después Carter, que había salido del salón para
contestar a una llamada de una mujer que quería que se vieran esa
noche, volvió a entrar.
—Tengo que dejaros.
—¿Qué pasa? —preguntó Tess.
—Tengo que ir al hospital, una paciente tiene problemas —dijo
cogiendo la chaqueta y poniéndosela.
—¿Por qué no vienes a casa a cenar? —preguntó Logan,
sospechando que no iba a ir al hospital—. Así no estarás solo
cuando termines... con lo que tengas que hacer en el hospital.
—Buena idea. Aunque no sé a qué hora terminaré.
—No importa. Podemos cenar tarde. Total mañana es domingo.
—Qué dura es la vida de los médicos —dijo Lauren.
—No tienes ni idea —dijo Carter sonriéndole y besándola.
Luego besó a Tess.
Por la sonrisa que vio en sus dos amigas, sabía que estaban al
corriente de que no iba al hospital.
Carter se despidió de su hija y de sus amigos y se marchó.

Ellie abrió la puerta del aparcamiento de su local cuando leyó el


mensaje de Carter diciéndole que estaba fuera. Entró y aparcó el
Mercedes debajo del techado. Luego bajó del vehículo y se acercó a
ella.
El corazón de Ellie se disparó de pronto y la sangre empezó a
correr por sus venas de manera descontrolada. El deseo, un deseo
intenso y caliente, le invadió el vientre. Y los músculos de su parte
más oscura y profunda se tensaron con infinito placer al verlo. Sintió
un dolor agudo y dulce entre sus piernas.
Ellie le dedicó una sonrisa deslumbrante, la sonrisa más bonita
que Carter había visto en su vida. No era capaz de apartar la mirada
de ella, aunque lo intentaba. Le gustaba mucho esa chica. Era
inteligente, divertida y sincera. No podía decir eso de la mayoría de
las mujeres que habían compartido su cama.
Si no estuviera ya locamente enamorada de Carter, se habría
enamorado en ese instante. Ese hombre tenía mejor aspecto que
nunca, si eso era posible. Estaba bronceado y llevaba el pelo más
largo de lo habitual. La barba de dos días le daba un toque sexy y
peligroso. Llevaba una simple camiseta negra y unos vaqueros muy
gastados…, y no podía estar más atractivo. Sintió un movimiento en
el estómago, algo que no tenía nada que ver con el hambre o con
los nervios. Pero sí con el delicioso hombre que tenía frente a ella.
Carter la miró con una intensidad tan grande que consiguió que
ella olvidara todas las dudas que pudiera tener.
Ellie se acercó a él y, sin decir una sola palabra, Carter la
empujó para pegarle la espalda al coche y la besó con
desesperación, como si no se hubieran visto en meses. Ellie le
devolvió el beso con la misma pasión. Y poco después se apartaron
el uno del otro para coger aire para respirar.
—Vaya, parece que me has echado de menos —dijo Ellie.
—He querido besarte desde que te vi entrar en casa de Nathan.
—He de admitir que yo también. Has dejado el coche en
marcha.
—Lo sé.
—¿Qué hacemos aquí?
—Como solo disponemos de un par de horas, he pensado que
estaría bien follar en el asiento trasero de mi coche. Dijiste que te
habría gustado darte un revolcón con un chico y que nunca pudiste
hacerlo.
Ellie lo miró con una clara sorpresa dibujada en su rostro y
Carter sonrió.
—Aquí nadie podrá vernos. Sean instaló dos farolas y
tendremos suficiente luz para ver lo que hacemos. Y el coche sigue
en marcha para que la calefacción siga encendida. Quítate el abrigo
antes de entrar —dijo él abriendo la puerta trasera para que entrara
en el coche y con una gran sonrisa en los labios.
Ellie volvió a mirarlo. Ahora, además de la sorpresa, había algo
más en su rostro. Estaba conmovida porque él recordara que le
había contado lo que habría deseado hacer años atrás y no pudo
hacer.
—Pelirroja, deberías entrar, de lo contrario se saldrá el calor.
Ellie se quitó el abrigo y entró en el coche rápidamente. Dejó la
prenda en el asiento delantero. Carter se sacó la cazadora, se sentó
junto a ella y cerró la puerta. Tiró la cazadora sobre el abrigo de ella.
—Pareces tan inquieta como anoche, cuando entraste en mi
apartamento.
—No estoy inquieta. Es que me has sorprendido.
—Me gusta sorprenderte.
Ellie se lanzó hacia él para abrazarlo muy fuerte.
—Vaya. Voy a tener que sorprenderte más a menudo para que
me abraces así.
Ella se separó de él sonriéndole.
—Veamos —dijo él mirando lo que llevaba puesto—. Tengo que
reconocer que no he practicado mucho últimamente el estar en un
coche con una chica. No hay mucho espacio. Aunque llevas vestido,
y supongo que eso es una gran ventaja, ¿no?
—Supongo que sí.
—Y no llevas medias —dijo él acariciándole la rodilla
suavemente.
—¿Eso es lo que te preocupa? Este coche es muy grande y
hay suficiente espacio para maniobrar. Imagínate si estuviéramos en
el mío.
—Tienes razón —dijo él rodeándola con los brazos para bajarle
la cremallera del vestido que tenía en la espalda y dándole un beso
en el cuello en el proceso.
Carter le bajó la prenda por los hombros y contempló el
sujetador de encaje azul celeste. Deslizó un dedo por el borde
superior del sujetador de un lado al otro.
—Ya estoy húmeda —dijo mirándolo seria.
—¡Joder! —dijo él, antes de adueñarse de su boca de nuevo.
Carter se inclinó para devorar la carne que asomaba por
encima del sujetador. Deslizó la lengua por el encaje de la prenda
para rodear el pezón con ella, y luego hizo lo mismo con el otro.
Cogió un pezón con los dientes y lo mordió.
A Ellie le flaquearon las rodillas y dio gracias a Dios por estar
sentada. La cabeza le daba vueltas, obnubilada por el placer que
estaba sintiendo. Y eso, sin que él le hubiera puesto una mano
encima, solo la había rozado.
Desde que Carter la besó por primera vez en Nueva York, supo
que él sería capaz de provocar en ella sensaciones que la volverían
loca. Lo había comprobado la noche anterior, y lo experimentaría en
ese momento de nuevo.
Ellie se estremeció mientras Carter deslizaba su boca por sus
hombros, su cuello y su estómago, dejando un rastro caliente y
húmedo sobre su piel.
Él le desabrochó el sujetador y entonces le dedicó a sus pechos
toda su atención. La incipiente barba le rozaba la sensible piel de
sus pechos, mientras lamía, chupaba y mordisqueaba sus pezones,
que hacía tiempo que estaban duros como piedras.
Carter siempre regresaba a su boca para besarla de forma que
la dejaba aturdida y casi le hacía perder el sentido.
La hizo levantarse un poco del asiento y le sacó el vestido por
los pies. A continuación le quitó las botas y los calcetines. Deslizó
las bragas a un lado e introdujo los dedos en su interior para llevarla
a lo más alto.
Ellie se sintió de pronto sobrecogida y sollozaba por la intensa
oleada de calor que la invadió de repente, llevándola a un orgasmo
desolador. Apenas era capaz de resistir las desenfrenadas
emociones y sensaciones que le estaban devastando el cuerpo.
—¡Dios mío! ¡Dios mío! Carter…
—Pienso lo mismo que tú. Darte placer es una delicia.
Intentaba con todas sus fuerzas mantener la poca lucidez que
le quedaba cuando él comenzó a recorrer su cuerpo con las manos,
los labios, la lengua y los dientes, en una lenta caricia.
A Carter le gustaba sentir toda esa piel suave, bronceada y
cálida bajo sus dedos. Pensó que esa chica era demasiado dulce
para él y tuvo miedo de volver a hacerle daño. Pero ella hizo que
olvidara sus pensamientos acercándose y besándolo con
desesperación. Y él la correspondió.
Se enfrentó de nuevo a una oleada de sensaciones de placer
cuando Carter volvió a entrar en ella con dos dedos, entrando y
saliendo, mientras jugaba con su lengua en el clítoris. Y tuvo que
rendirse a él porque, sin duda, estaba en sus manos. El orgasmo la
alcanzó de nuevo.
Se sentía agotada. Deseaba a ese hombre con tal
desesperación que casi no podía respirar. Se aferró fuertemente a
él. Quería sentirlo en lo más profundo de su ser. Quería tener su
miembro entre las piernas, llenándola y haciéndola arder. Quería
entregarse a él de nuevo. Quería darle lo que no le había dado a
ningún hombre.
Por una parte estaba asustada por si tenía que volver a sentirse
con el corazón roto, pero su miedo no era tan grande como el deseo
que sentía. Sin saberlo, las lágrimas comenzaron a resbalar por sus
mejillas.
Carter seguía con su maravilloso tormento, acariciándola,
besándola, chupándola y mordisqueándola. Desde luego, la
habilidad de ese hombre no se podía negar. Ellie no se explicaba
cómo era posible que él supiera dónde, cómo y en qué preciso
momento tenía que acariciarla. No podía dejar de gemir y de
suplicarle que entrara en ella. Tenía la sangre ardiendo, los pezones
duros y los pechos le dolían.
—Quítate toda la ropa, necesito tocarte —dijo ella metiendo la
mano por debajo de su suéter.
—Cada vez que abres la boca para decir algo te deseo más —
dijo él sacándose el jersey por la cabeza y desabrochándose el
vaquero.
—Date prisa, por favor.
—Parece que te está gustando la experiencia en el coche —dijo
sacándose los zapatos y los calcetines y maniobrando para bajarse
el vaquero y el bóxer juntos.
—Hasta ahora me ha encantado. Ya estás listo para mí —dijo
ella acariciando la potente erección.
Carter hizo que se acostara sobre el asiento de cuero, se puso
rápidamente un condón y se hundió en ella con una desesperada y
profunda embestida que los hizo gemir a ambos. Carter se apoderó
de sus labios y sus gemidos se fundieron en sus bocas.
Toda la tranquilidad y la paciencia que habían demostrado tener
fueron reemplazadas por un tormentoso y feroz tornado que arrasó
con cualquier pensamiento que tuvieran en mente.
La mano de Carter se deslizó hasta su cadera y bajó hasta su
muslo para colocar la pierna de Ellie alrededor de su cintura.
Ella le clavó los dedos en los hombros y elevó las caderas, pero
el imponente cuerpo de Carter hizo que volviera a pegar la espalda
al asiento. La penetraba de forma lenta, controlando cada
embestida. Entraba en ella una y otra vez, llegando a lo más
profundo de su ser, de manera incansable, y luego salía hasta estar
casi fuera para volver a penetrarla de nuevo.
Cada acometida era más excitante y profunda que la anterior, y
la estaba volviendo loca. Ellie no apartaba la vista de sus ojos, esos
ojos que estaban clavados en ella, turbios de deseo. Tenía una
expresión en el rostro de alguien que estuviera sintiendo en ese
momento algo muy intenso y que lo experimentara por primera vez
en su vida.
—Carter…
Él la miró a los ojos.
—Quiero más.
—Cariño, ya no tengo más. La tienes toda dentro de ti —dijo él
sonriendo.
—Me refiero a que quiero más fuerte.
—Rodeame también con la otra pierna.
Ellie lo hizo, y Carter empezó a follarla de manera salvaje,
haciendo que gritara con cada penetración.
Carter la llevó a lo más alto y ella se dejó llevar pronunciando el
nombre de él una y otra vez en un suave murmullo, que hizo que él
se estremeciera y se le erizara el vello.
Carter no pudo aguantar más y su propio orgasmo lo golpeó
con una fuerza devastadora. Se corrió con un gruñido, explotando
en cientos de pedazos con el nombre de ella en los labios. Se echó
sobre Ellie con la respiración entrecortada.
Cuando se tranquilizaron él salió de su interior, se sacó el
condón y lo dejó en el suelo. Luego se colocó de lado y ella lo imitó,
quedado frente a frente.
—Cuéntame algo de nuestra hija y tuyo. Algo que haya pasado
entre vosotras.
—¿Sabes? Creo que no está bien que hablemos de cosas
privadas nada más terminar de follar. Eso hace que sea algo más
que sexo.
—Es que lo es.
—De acuerdo. No voy a discutir de nuevo contigo.
Carter se acercó a ella y la besó en la punta de la nariz.
—Eve me pidió que le hablara de ti el día de su último
cumpleaños, que fue precisamente el día que nos trasladamos a
vivir aquí.
—¿Te había preguntado antes sobre mí?
—No, nunca lo había hecho. Después de contarle la relación
que tú y yo habíamos tenido, me preguntó si tenía fotos tuyas y le
dije que sí. Fui a buscarlas. Le di un USB con todas las fotos que
nos habíamos hecho en el campamento.
—¿Tenía fotos mías guardadas en un USB?
—Fue Peter quien las puso en él, por si Eve quería saber tu
aspecto en el futuro.
—Empiezo a pensar que Peter es una buena persona.
—Lo es. Y también le enseñé una foto tuya, que me dio Logan.
Hacía muchísimo tiempo que no la veía y me sentí avergonzada al
ver lo estropeada que estaba.
—¿Por qué estaba estropeada?
—Porque me masturbaba mirándola. Y lo hacía muy a menudo
—dijo ella sonrojándose ligeramente.
—¿Te masturbabas pensando en mí?
—No te lo tengas muy creído. Pensaba en ti porque solo había
estado contigo.
—¿Cuándo comenzaste a hacerlo?
—¿A masturbarme?
—Sí.
—Unos meses después de tener a Eve. Tres o cuatro años más
tarde fui a una ciudad cercana con una amiga y me compré un
vibrador.
—Un vibrador —repitió él sonriendo.
—Sí, supongo que sabes lo que es.
—Tengo una ligera idea. ¿Lo conservas aún?
—El mismo no, pero tengo uno mucho más moderno y
sofisticado.
—Cuando quieras podemos jugar con él.
—Para qué voy a querer jugar con un aparato a pilas si te tengo
a ti.
—En eso tienes razón.
—Lo conservaré para cuando lo nuestro acabe.
—¿Por qué piensas que lo nuestro va a acabar?
—Tengo entendido que no sueles durar mucho tiempo con las
mujeres. Llegará un momento en que te canses de mí y decidas dar
por finalizado lo nuestro.
—Puede que eso no llegue a ocurrir.
—Entonces será genial. No tendré que recurrir de nuevo al
vibrador, ni buscar a otro hombre para desahogarme. Cada vez que
me masturbaba te imaginaba igual que en la foto que tenía delante.
Un día, unos años después, pensé que era una estupidez, porque tú
ya no tendrías el mismo aspecto. Yo me estaba haciendo mayor y ya
no me atraían los chicos de diecisiete años. Entonces guardé la foto
y ya no volví a verla nunca más.
—¿Encontraste a otro hombre que me reemplazara?
—No. Seguí fantaseando contigo e imaginándote de adulto. A
veces, cuando iba por la calle o veía a algún hombre en algún sitio,
o en alguna revista, alguien que me pareciera atractivo y que me
gustara, imaginaba que tú pudieras parecerte a él.
—Me halaga que te hayas masturbado pensando en mí.
—No debí habértelo dicho.
—¿Por qué? Me gusta que seas sincera conmigo. Yo voy a
serlo contigo siempre. Conocí el significado de la verdadera amistad
cuando estuvimos juntos en el campamento. Tener a alguien que
conoce todo sobre ti y que no necesitas hablar para que esa
persona sepa lo que te preocupa o cómo te sientes. Alguien que
siempre está ahí para ti sin importar el tiempo que no os hayáis visto
ni la distancia. Esa persona eras tú, pelirroja. He pensado mucho en
ti durante todos los años que no nos vimos.
Ella se quedó mirándolo un instante.
—Ellie, quiero que sepas que eres lo mejor que me ha pasado
en la vida.
—Sí, seguro que sí.
—Quiero que pasemos tiempo juntos.
—Nos vimos ayer, y estamos otra vez juntos.
—No me refiero al sexo, ni siquiera a ti y a mí. Me refiero a Eve
también. Quiero formar parte de vuestra vida.
—Ya lo haces.
—Cierto, pero no me refiero a que nos veamos los sábados en
casa de uno de nuestros amigos o a que vaya a tu casa a recoger a
nuestra hija para llevarla a comer. Quiero decir como si fuéramos
una familia. Ya sabes, comer o cenar juntos, ir al cine, pasar tiempo
en tu casa…
—¿En mi casa? —preguntó ella interrumpiéndolo.
—Sí. Cuando Sean termine la reforma.
—Puede que tengas una idea equivocada de lo que pudiera ser
vivir en mi casa. ¿Cómo crees que sería pasar tiempo en casa con
nosotras?
—Tranquilo y relajante.
—Pues, lamento decirte que, normalmente, mi casa no es un
lugar tranquilo y en el que poder relajarte.
—Para mí sí lo es. He conocido a nuestra hija con trece años y
pasar tiempo con ella en su ambiente habitual me sentará bien.
Estoy muy orgulloso de ti, de lo que has hecho con tu vida y en lo
que te has convertido. Y sobre todo, admiro la educación que le has
dado a nuestra hija.
—Vaya, eso es muy bonito.
—A veces tengo mis momentos.
—Carter, ya te dije que podías venir a casa cuando quisieras, y
hablaba en serio.
—Pero, ¿querrás salir con Eve y conmigo?
—Sí. Os acompañaré en alguna ocasión.
—Gracias.
—¿Qué hora es?
—Las seis y cuarto —dijo él mirando el reloj del salpicadero del
coche.
—¿Tienes otro condón?
—Sí.
—Estupendo. ¿Echamos un último polvo?
—Claro —dijo él cogiendo la cazadora para sacar un condón
del bolsillo—. Tendré que dejar condones en el coche y, además,
llevar siempre encima unos cuantos. Pareces un poco insaciable.
—No soy insaciable. Ayer volví a casa muy satisfecha después
de estar contigo. Y seguro que hoy también lo haré. Es solo que
llevo mucho tiempo de sequía.
—¿Sabes, cielo? Me alegro muchísimo de que no hayas estado
con ningún hombre, además de mí.
—Pues he de decirte que yo no me alegro. Si hubiera sabido lo
que me estaba perdiendo al estar con un hombre con experiencia,
no habría sido tan estúpida. Me sentaré sobre ti. Ponte el condón.
—Hoy estás muy mandona —dijo él poniéndoselo.
—Es que no tenemos mucho tiempo.
—Eve está en casa de Nathan. Y si quiere irse a casa la llevará
Logan.
—Lo sé —dijo ella sentándose en sus muslos.
Carter deslizó los dedos por sus pliegues y los introdujo en su
vagina mientras la besaba. Estaba completamente empapada.
Ellie se puso de rodillas, sujetó el miembro con una mano y lo
introdujo en su interior. Luego apretó las rodillas aprisionando las
caderas de él y lo abrazó fuertemente.
—Me habría gustado hacer lo que estamos haciendo el último
verano que nos vimos. Lástima que no tuvieras coche porque, de
haberlo tenido, no te habría dejado escapar.
—Una lástima que no lo hubieras hecho, aunque no tuviera
coche —dijo él.
—Pero claro, tú no tendrías la experiencia que tienes ahora —
dijo ella ignorando sus palabras.
Carter la besó en el cuello y luego la mordió suavemente. Se
echó un poco hacia delante y le pidió que pasara las piernas por
detrás de él.
Ellie lo acogió en su interior y le entregó todo lo que tenía.
Ambos se movían despacio, como si no quisieran que acabara el
momento. Sus alientos entrecortados se entrelazaban, mientras se
miraban el uno al otro. Parecía como si se hubieran fundido,
convirtiéndose en uno solo.
La calma que sentían se transformó en algo turbulento y
deslumbrante. Ellie lo miró con una sonrisa dibujada en los labios y
los ojos brillantes por la pasión.
Carter la sujetó y la colocó de espaldas en el asiento sin salir de
su interior. Su deseo enfebrecido se desató. No podía pensar en
nada que no fuera el hambre que tenía de ella. Respiró el aroma de
su piel y un suave gemido escapó de su boca.
Ellie lo cogió de la nuca y lo acercó a ella para besarlo mientras
el orgasmo la invadía. Y Carter recogió sus jadeos entre sus labios.
A continuación se dejó llevar también y se desplomó sobre ella. Ellie
le rodeó las caderas con las piernas para que no saliera de su
interior.
—Estoy pensando que, después de darme cuenta de lo
cansado que me dejas, no estoy seguro de que pueda hacer esto
cada día —le dijo él al oído.
—Vaya, tenía entendido que solías salir casi a diario con alguna
mujer. Pero no hay problema. Avísame cuando quieras que nos
veamos y veré si encuentro un momento. Tengo que marcharme.
—¿Estás molesta porque te he dicho que estoy cansado?
—Para nada. Es señal de que he hecho un buen trabajo, ¿no?
—Desde luego que lo has hecho —dijo él incorporándose y
saliendo de su interior.
—¿Volvemos a casa de Nathan?
—Yo no. Iré a casa a ducharme y a cambiarme —dijo Carter.
—¿Vas a salir esta noche?
—Sí. ¿Qué harás tú?
—Yo tampoco iré a casa de Nathan. Llamaré a Logan y le
pediré que lleve a Eve a casa. Mientras llegan me ducharé y luego
prepararé la cena —dijo ella poniéndose la ropa interior—. Me
encanta estar contigo.
—¿Hablas de sexo? —dijo él abriendo la puerta y saliendo del
coche para vestirse fuera.
—Claro. Aunque también me gusta hablar contigo. Como amigo
eres genial. Eres inteligente y divertido —dijo saliendo también del
coche para poder subirse el vestido. Se dio la vuelta y él le subió la
cremallera.
—En ese caso, si te gusta tanto estar conmigo, organízate para
que nos veamos cada día.
—Antes has dicho que no era buena idea.
—He cambiado de parecer, porque podría follarte de nuevo
ahora.
—¿Crees que podrás hacerlo cada día?
—Pelirroja, tengo treinta años, por supuesto que podré. Por
cierto, no me has preguntado dónde voy a ir esta noche.
—Pensé que no era asunto mío.
—Has pensado que iba a ver a una mujer.
—Es posible.
—Sigues sin confiar en mí. Pensé que habíamos dejado claro
que esto sería una relación en exclusiva. Y por mi parte lo es.
—Por la mía también.
—Logan me ha pedido que fuera a su casa a cenar.
—¿Vas a venir a cenar a casa?
—Sí.

El día siguiente era domingo. Eve había ido a pasar la tarde a


casa de una amiga. Y Logan tenía una boda a las cinco. Ellie llamó
a Carter después de comer para que fuese a casa de Logan porque
estaría sola.
Eleanor Whitworth, con esas increíbles piernas y esas
preciosas curvas se le apareció en la mente y Carter no se lo pensó
dos veces.
Carter abrió con su propia llave al llegar a casa de Logan. No
vio a Ellie en la planta baja, así que subió a la planta superior. Llamó
a la puerta del dormitorio de ella y Ellie le dijo que pasara, pensando
que sería Logan que había olvidado algo. Cuando Carter abrió la
puerta y entró. Ellie se quedó mirándolo.
—Pensaba que era Logan.
—Estaba aparcado cerca de la entrada y lo he visto salir —dijo
mirándola de arriba abajo antes de cerrar la puerta.
Ellie solo llevaba una toalla, que le llegaba desde la parte
superior de sus pechos hasta cubrir su trasero. Carter se acercó a
ella, inclinó la cabeza y la besó.
Ellie contuvo un gemido de placer antes de que escapara de
sus labios. Sintió un ligero hormigueo en su vientre y le dio la
impresión de que su cuerpo se derretía. No podía pensar en nada
porque la mente se le había quedado en blanco. Pero de pronto
reaccionó, apretándose contra él, envolviéndolo con sus brazos y
haciendo que el beso que él había comenzado pareciera un juego
de niños.
Carter se unió a su pasión y empezó a besarla de manera
indecente. Se deshizo de la toalla que la envolvía y comenzó a
acariciarla por todas partes, sin apartar la boca de la de ella.
Ellie se separó de él y cogió aire porque se estaba ahogando.
—No sé cómo lo haces —dijo ella.
La respiración de Ellie comenzó a acelerarse y su cuerpo se
tensó.
—Pero no puedo pensar cuando me tocas.
—Me gusta eso.
Carter deslizó las manos por sus costados y las subió despacio
hasta que sus pulgares rozaron los lados de los pechos.
—Me gusta cuando no puedes pensar y te estremeces. Y
también me gusta cuando estás nerviosa y empiezas a temblar por
tenerme cerca. En ese momento siento deseos de hacerte cosas
que ni imaginarías —dijo Carter mordiéndole el lóbulo de la oreja—.
No sabes cómo te deseo.
—Y yo a ti. Quiero tenerte dentro.
—Hoy quería que fuéramos despacio.
—Luego —dijo Ellie desabrochándole el vaquero y bajándoselo
un poco junto con el bóxer para liberar su potente erección.
Carter sacó un condón del bolsillo trasero del pantalón, lo rasgó
con los dientes, cosa que a ella le excitó, y se lo puso en un suspiro.
La sujetó de las caderas y la llevó hacia atrás hasta tenerla contra la
pared.
Estaba frente a ella, duro, musculoso y despidiendo calor. La
atrapó entre su cuerpo y la pared. Sus miradas se encontraron y
entonces volvió a besarla poniéndola a cien en segundos. El sabor
de su boca y el deseo que despertaba en él lo recorría por dentro
haciéndole arder.
Carter la elevó un poco para que le rodeara las caderas y se
hundió en ella hasta el fondo de un solo envite. Luego comenzó una
brutal tanda de embestidas. Quería enterrarse en lo más profundo
de su ser para que sus cuerpos se fundieran.
Ellie tuvo un orgasmo repentino que la hizo gritar, pero él no se
detuvo. Gruñía cada vez que se enterraba en ella, cada vez con
más fuerza, hasta que se detuvo después de una devastadora
acometida y se dejó llevar. Sentía en su polla las contracciones
vaginales mientras él se rompía en mil pedazos. Ellie lo abrazó muy
fuerte con la respiración alterada.
—Ha sido…
—Genial —dijo él terminado la frase—. Siempre es genial
contigo.
Poco después Carter salió de su interior y Ellie bajó las piernas
al suelo. Él se sacó el condón y lo tiró a la papelera.
—Ahora vamos a hacerlo de forma relajada en la cama.
—Me parece una idea estupenda. Voy a comerte la polla —dijo
ella sonriéndole—. Y hoy te correrás en mi boca.
—¿Es lo que quieres? —preguntó sonriendo porque no era
normal que Ellie hablara de esa forma.
—Sí.
—Te estás volviendo un poco descarada.
—He pasado mucha necesidad y quiero resarcirme. No voy a
andarme con tonterías, y menos aún contigo.
—Me alegro. A mí también me gustan las cosas claras —dijo él
empezando a desnudarse.
—Quieto, yo lo haré. Es como si fueras un regalo y me gusta
desenvolverlo.
—Dios mío, eres una desconocida para mí.
Ellie se colocó frente a él y empezó a desnudarlo. A medida que
iba quedando su piel al descubierto, ella la besaba o la lamía,
haciendo que los músculos de Carter se tensaran por el deseo.
Cuando estuvo completamente desnudo, Ellie le pidió que se
echara sobre la cama y comenzó a explorar su cuerpo.
Carter jamás había disfrutado tanto mientras una mujer lo
acariciaba. Estaba desesperado por enterrarse de nuevo en ella,
pero tendría que esperar, porque Ellie tenía otros planes.
Cuando ella se metió la polla en la boca, todo desapareció de la
mente de Carter. Excepto esa chica. Le habían hecho muchas
felaciones a través de los años, algunas mujeres muy
experimentadas. Sin embargo, en ese momento, se preguntaba por
qué no había sentido con ninguna de ellas lo que estaba sintiendo
con Ellie. Sabía que no iba a aguantar mucho más porque estaba
casi al límite. Y estaba preocupado porque sabía que era la primera
vez para Ellie y no estaba seguro de que le agradase la experiencia.
Pero la veía entusiasmada.
—Cielo, estoy a punto. Si no quieres que me corra en tu boca
este es el momento de que te retires.
Como respuesta, Ellie alargó las manos para acariciarle los
abdominales mientras subía y bajaba la cabeza, dándole un placer
casi insoportable. Carter se corrió acariciándole el pelo mientras
jadeaba.
—Sabes que no tenías que hacerlo —dijo cuando ella se echó
sobre él.
—Yo creo que sí. Tú lo has hecho muchas veces conmigo. Y ya
te dije que quería experimentarlo todo contigo.
—¿Y qué tal la experiencia?
—Me ha gustado —dijo ella sonriéndole con descaro.
Permanecieron un instante en silencio hasta que ella habló.
—Lo que no sé es si te ha gustado a ti.
—¿Sabes? Me pasa algo contigo.
—¿Qué?
—Contigo no siento nada de lo que he sentido con las otras
mujeres.
—Entiendo. Supongo que es por mi inexperiencia.
—No me has entendido. Lo que quiero decir es que contigo
todo es diferente, hay más calor, hay más pasión, hay más deseo.
Me gustas muchísimo, pelirroja.
—Supongo que me dices todo eso para que me sienta bien y
piense que soy fantástica haciéndolo. Es la primera vez que lo hago,
Carter y, aunque haya puesto mucho empeño, sé que estás
acostumbrado a mujeres experimentadas.
—En lo último no te equivocas. Te dije que yo no miento, y he
de decirte que he sentido un placer que no suelo sentir. Y no hablo
solo de la felación. No he sentido nada parecido a lo que siento
contigo con ninguna de las mujeres con las que he estado, ni
siquiera al besarlas. He dicho que me gustas muchísimo, y esa es la
verdad.
—En ese caso, gracias.
—Y ahora voy a hacerte el amor.
—¿Quieres comparar también si es diferente conmigo?
—No podré compararlo porque lo más parecido que he
experimentado al hacer el amor fue contigo hace muchos años.
Ellie dejó caer la cabeza sobre la almohada mientras la lengua
de Carter se apropiaba por completo de ella. Estar debajo de ese
hombre era una dulce tortura. El corazón le latía tan deprisa que
pensó que le estaba dando un infarto. Y en realidad no es que le
importara lo más mínimo morir con la lengua de Carter cometiendo
toda clase de perversidades.
Carter la penetró lentamente hasta estar en el fondo de su ser.
La acometía una y otra vez con suavidad, mientras le susurraba lo
bien que se sentía estando dentro de ella. Mientras le decía que la
boca le sabía a ella y que su olor lo enloquecía.
Carter grabó su piel a fuego con caricias. Le estaba dando tanto
placer que Ellie se sentía consumida. Era como si Carter estuviera
volcando en ella todas las emociones que ocultaba normalmente.
Realmente, Carter sabía lo que hacía, pensó Ellie. Y eso que no
tenía con qué comparar. Tal vez no fuese un fuera de serie haciendo
el amor. Pero algo le decía que eso no era posible.

Carter llamó a Ellie al día siguiente cuando llegó a casa del


hospital.
—Hola.
—Hola, pelirroja. ¿Qué haces?
—Estoy en el local trabajando.
—¿Puedes dedicarme una hora?
—¿No tuviste bastante anoche?
—No me canso de ti. Estoy en casa y tengo una hora y media
hasta que tenga que bajar a la consulta. ¿Crees que podrías venir?
—¿Has comido?
—No.
—Llevaré algo para comer.
—Prefiero que no pierdas tiempo yendo a comprar. Prepararé
unos sandwiches mientras vienes.
—De acuerdo.
—¿Llevas las llaves de mi casa y el mando del garaje?
—Sí, no los he sacado del bolso desde que me los diste.
—Vale. No tardes.
Ellie entró en casa de Carter veinte minutos después. Él estaba
en la cocina.
Se acercó a él, lo cogió de la sudadera que llevaba puesta y lo
acercó a ella. Aprovechó que él abrió la boca por la sorpresa y le
introdujo la lengua en la boca. Fue un beso ardiente y desesperado,
como si no lo hubiera visto en semanas.
La sangre del cuerpo de Carter se desplazó a toda velocidad a
su entrepierna. Se sentía aturdido, como si no le llegara oxígeno a
los pulmones.
Ellie se apartó de él de pronto, tan inesperadamente como se le
había acercado. Y eso lo desorientó aún más.
—Tenía muchas ganas de besarte —dijo ella.
—Ya lo he notado.
—Me alegro de que tengas listos los sandwiches, estoy
hambrienta.
—No tenemos mucho tiempo —dijo Carter dándole a entender
que si dedicaba mucho tiempo a comer, no podrían hacer mucho
más. ¿Qué quieres beber?
—Agua, por favor —dijo ella sentándose a la mesa de la cocina.
Carter dejó la botella de agua sobre la mesa y se sentó frente a
ella.
—Te he echado de menos —dijo él mientras servía agua en los
dos vasos.
—Me viste ayer por la tarde.
—Tendremos que vernos más a menudo.
—Tú trabajas mucho y yo también. No tenemos más tiempo.
—Podría coger menos pacientes en la consulta.
—No digas tonterías. Come deprisa, no pierdas tiempo
hablando.
Carter sonrió. Al menos, ella estaba tan impaciente como él
porque estuvieran juntos.
—Logan recogerá hoy a Eve en el instituto y la llevará a comer.
Esta tarde tiene que ir a la escuela a ayudar a los chicos con los
deberes. Por eso he venido. Normalmente Eve va al local después
del colegio, comemos allí y luego hace los deberes en el despacho
mientras Henry y yo trabajamos.
—¿Qué tal te va con Henry?
—Genial. Trabajamos muy bien juntos. Deberías pasarte un día
por el local para conoceros.
—Iré mañana cuando termine en el hospital.
—Estupendo. Prepararé algo de comer y comeremos los tres
juntos. O podemos ir a un restaurante que hay cerca. No es de cinco
estrellas, pero está limpio y se come muy bien. A no ser que no
quieras que él coma con nosotros.
—¿Por qué no iba a querer?
—No lo sé.
—Llegaré sobre las dos.
—Muy bien.
Después de estar unos minutos hablando, Carter miró el reloj.
—Cielo, ¿no crees que podríamos dejar la conversación para
otro momento? Me gustaría hacer otras cosas y, por si no lo sabes,
tarde o temprano tendré que bajar a la consulta.
—Yo prefiero que sea más bien tarde.
Carter soltó una carcajada.
—Se ha hecho muy tarde, no creo que nos dé tiempo de ir a la
cama —dijo ella cogiendo los platos de la mesa—. Siento haber
hablado tanto.
—Deja los platos donde están. A mí me gusta que hablemos —
dijo cogiéndola del brazo para que no se alejara de él—. Pero
también me gusta que hagamos otras cosas.
—A mí también —dijo ella sonriéndole.
Carter la apoyó contra la bancada, ella le rodeó el cuello con los
brazos y se besaron. Ellie metió las manos por debajo de su suéter
y las deslizó hasta apoyarlas sobre sus pectorales. Y ese simple
detalle puso a Carter a cien.
Carter le sacó el suéter por la cabeza. Le desabrochó el
vaquero y se lo bajó junto con las bragas hasta los muslos. Luego la
elevó para sentarla en la bancada y terminó de sacarle el pantalón
por los pies, desprendiéndose de los deportivos en el proceso. Y en
todo ese tiempo ella no había podido asimilar lo que estaba
sucediendo, por la velocidad que él tenía en las manos.
Carter le abrió las piernas y se colocó entre ellas. Y entonces
fue Ellie quien lo acercó para devorarle la boca. Carter le sacó los
pechos por encima del sujetador con delicadeza y se echó atrás
unos centímetros para contemplarla.
—Carter, no pierdas tiempo.
—No estoy perdiendo tiempo. Contemplarte es una delicia —
dijo inclinándose para coger con los labios uno de los pezones,
mientras jugaba con los dedos en el otro.
Ellie dio un respingo por la ola de placer que la invadió de
repente y echándose hacia atrás para que él tuviera mejor acceso.
Carter metió la mano entre ellos para comprobar si estaba
preparada.
—Siempre estás tan húmeda… Pierdo totalmente el control
cuando veo que estás lista para que te folle.
Carter sacó un condón del bolsillo del vaquero, se bajó el
pantalón y el bóxer, lo rasgó con los dientes y se lo puso en un
suspiro. Y la penetró de una sola embestida, haciendo que ella
soltara un grito y se abrazara a él.
Carter estuvo un instante saboreando ese momento, esa
exquisita calidez que había en su interior. La cogió del trasero y la
arrastró hasta el borde de la bancada. Empezó a moverse y en solo
unas penetraciones ella enredó los dedos en sus cabellos mientras
se corría.
Por un momento Ellie pensó que no sería capaz de negarle
nada a ese hombre. Se sentía embargada por la avalancha de
sensaciones que estaba experimentando. Carter era su mundo. Su
vida. Lo escuchaba murmurar su nombre y eso la volvió a excitar.
De su garganta escapó una especie de sollozo cuando él se
abalanzó sobre su boca de nuevo, de forma desesperada.
Siguió penetrándola con embestidas devastadoras, que hacían
que ella soltara un gemido con cada una de ellas. Poco después,
Carter se detuvo abrazándola mientras se dejaba llevar.
—Ha sido un polvo fantástico —dijo ella cuando se
tranquilizaron, aunque seguía rodeándolo con brazos y piernas.
—Sí que lo ha sido. Me encantan estos encuentros
clandestinos.
—Y a mí. Son emocionantes. Es como si estuviera casada y
tuviera una aventura con otro hombre. Y no quiero decir con eso que
apruebe las infidelidades en los matrimonios.
—Sé lo que quieres decir. Me gustó mucho cuando lo hicimos
en mi coche. Mierda —dijo Carter mirando el reloj del horno—. Mi
primera paciente llegará en diez minutos a la consulta. Ni siquiera
tengo tiempo de ducharme. Pero tú puedes hacerlo.
—No. No quiero oler a tu gel de baño. Eso me descubriría. Tu
hija no tiene un pelo de tonta.
—¿No crees que deberíamos decírselo?
—¡Por supuesto que no! Esto es solo sexo.
—Como quieras —dijo él saliendo de su interior y sacándose el
condón que tiró a la basura—. Voy a lavarme los dientes y te
acompaño al coche.
—No te preocupes por mí. Dúchate en los cinco minutos que
emplearías en acompañarme. Hueles a sexo. Y no es que me
disguste el olor, porque eso ha hecho que vuelva a humedecerme —
dijo ella sonriéndole de forma traviesa mientras se vestía.
—Vas a hacer que baje a la consulta con una erección.
—Hasta otro día… doctor —dijo ella dándole un casto beso en
la mejilla y caminando decidida hacia la puerta.

Carter fue al día siguiente a comer con Ellie y Henry y ambos se


cayeron muy bien.
Ellie y Carter se vieron cada día de las siguientes semanas.
Carter no se cansaba de estar con ella y deseaba pasar a su lado
todo el tiempo que tenía libre. Y a ella le pasaba lo mismo. Lo
echaba de menos cuando estaban separados.
A veces sus encuentros eran cortos, pero intensos. Otras
veces, cuando encontraban la oportunidad de estar solos, porque
Eve iba a ver a sus abuelos, o se quedaba a dormir en casa de
alguna amiga, pasaban la noche juntos y hacían el amor durante
horas. Pero también había ocasiones en que solo se limitaban a
cenar y a hablar hasta altas horas de la noche.
En esas semanas Carter, Ellie y Eve dedicaron los sábados por
la tarde a comprar muebles para la nueva casa de Carter. Muchas
de esas veces les acompañaba Logan.

Sean terminó la reforma del piso de Ellie el martes, dos de


diciembre. Ella llamó a una empresa de limpieza y lo dejaron listo
para meter los muebles.
Tres días después, Ellie preparó una fiesta en casa de Logan,
que cumplía treinta y un años. Fue una sorpresa para él porque no
había notado nada extraño en ella ni en Eve, a pesar de que vivían
con él. Pero sí que le extrañó que ninguno de sus amigos lo
felicitara, sobre todo Carter.
Ellie preparó una cena inolvidable que Carlo, el chef amigo de
todos ellos, calificó como de cinco estrellas. A la fiesta asistieron
todos los amigos y los padres de Delaney.
El día siguiente, que era sábado, Sean llegó a casa de Logan
después del partido con un furgón de su empresa. Delaney, Nathan
y Carter ya estaban allí para entre todos trasladar los muebles que
Ellie había elegido de la casa de Logan a su nuevo piso. A ella le
hacía gracia que fueran a ayudarla, ya que todos eran millonarios,
pero le dijeron que era porque querían hacer ejercicio. Ellie
comprendió que sus amigos se implicaban en cualquier proyecto
que hiciera cualquiera de ellos.
Dos días después fue el cumpleaños de Carter. Cumplió treinta
y un años, como Logan. Pero ese día estaba de guardia y le dijo a
sus amigos que lo celebrarían el viernes de la siguiente semana en
un restaurante.
Esa semana Ellie fue con sus amigas a comprar los muebles
que le faltaban para su casa y lo que necesitaba para mudarse. Así
que el sábado siguiente, que era doce de diciembre, tenía todo
ordenado, a falta de algunos detalles de decoración, y se mudaron a
su nuevo hogar.
Ellie le dijo a su madre que el siguiente fin de semana Eve lo
pasaría con ellos, pero les pidio que vinieran a recogerla el viernes
después del instituto, así podrían ver su nueva casa. Porque Ellie
tenía planes para el sábado con Carter.

Al día siguiente todos fueron a comer a casa de Nathan, como


cada sábado.
Ellie había dejado la cena medio preparada para esa noche.
Después de comer fueron al salón a tomar café.
En un momento de la tarde Carter y Ellie se quedaron solos.
Estaban de pie, el uno frente al otro. Carter deslizó un dedo por la
curva de su mandíbula. Ese simple roce fue más que suficiente para
que ella se excitara y tuviera que apretar los muslos. Pensó que ese
hombre era un peligro para su salud mental.
—¿Quieres cenar conmigo esta noche? —preguntó Ellie.
—Por supuesto. ¿Quieres ir a algún restaurante en especial?
—No. Cenaremos en mi casa. Ese será mi regalo de
cumpleaños.
—Ya me hiciste un regalo en mi cumpleaños.
Ellie se puso de puntillas para hablarle al oído.
—Este regalo será mucho más especial… y personal —le
susurró al oído—. Voy a follarte durante toda la noche.
De pronto la sangre de Carter se concentró en su polla,
provocándole una erección.
A las cinco de la tarde Ellie dijo que tenía que marcharse,
recordándoles a todos que al día siguiente tenían que ir a su casa a
cenar para inaugurarla.

Carter entró el coche en el aparcamiento del local de Ellie con


el mando que ella le había dado esa misma tarde, junto con las
llaves del local y las de su casa. Él sabía, aunque ella no acabara de
asimilarlo, que la relación entre ambos había cambiado y ya no se
trataba solo de sexo, había mucho más.
Carter subió al apartamento por la escalera que iba directa
desde el aparcamiento y llamó a la puerta. Ellie abrió.
Se quedó embobado mirándola. Llevaba un vestido verde
ceñido que se amoldaba a su figura como una segunda piel y unos
zapatos de salón negros. Lucía los diamantes que él le había
regalado y la pulsera de esmeraldas que le había regalado Delaney
en su cumpleaños, que hacía juego con el vestido.
—Te he dado la llave para que entraras sin llamar.
—He creído conveniente hacerlo.
—Vas muy elegante —dijo ella mirándolo de arriba abajo.
Carter llevaba un traje gris y una camisa negra de seda, pero
sin corbata. Y encima un abrigo negro desabrochado.
—Me invitaste a cenar, pensé que era mejor llevar traje. No
estaría mal que me dejaras entrar. Hace un frío de cojones aquí
fuera.
—Perdona —dijo ella sonriendo al darse cuenta de que se
había quedado embobada mirándolo—. Pasa, por favor. La próxima
vez puedes usar la llave.
—De acuerdo —dijo él entrando en el espacioso recibidor.
Ellie cerró la puerta.
—Pareces diferente.
—Es el vestido y los tacones. Estás acostumbrado a verme con
vaquero, camiseta y deportivos.
—Puede que sea eso. Con vaquero pareces la chica de
siempre. Y vestida así eres una mujer sexy y sofisticada.
—Gracias. La cena está casi lista. ¿Te apetece una copa? ¿Un
whisky?
—Sí, gracias. ¿Te importa que vea la casa? —preguntó él
sacándose el abrigo y dejándolo en el perchero de la entrada.
—Claro, adelante.
—No permitiste que la viera hasta estar terminada. Tess y
Lauren me dijeron que era preciosa.
—Faltan algunos detalles, pero los iré comprando poco a poco.
Carter fue a ver las habitaciones. En lugar de cuatro, como
había al principio, ahora había tres, pero la principal y la de Eve
tenían vestidores, que Sean había construido anulando la habitación
más pequeña. Y había un baño dentro de sus habitaciones y otro en
el pasillo junto a la tercera habitación que sería la de los invitados.
—Las habitaciones son preciosas.
—Sí.
—Supongo que la que tiene la cama más grande es la tuya.
—Sí. De todas formas, habrás adivinado cual es la habitación
de nuestra hija.
—Sí. Aunque me ha extrañado que la cama fuera doble, igual
que la de invitados.
—Me gustan las camas grandes.
—Ya lo veo —dijo uniéndose a ella en el salón y cogiendo la
copa que le daba.
—Esta noche he dormido en la habitación de invitados. Me ha
sido difícil explicarle a Eve la razón de hacerlo.
—¿Cuál es la razón que le has dado?
—Le he dicho que quería probar la cama para ver si era
cómoda para cuando viniesen mis padres.
—¿Y era cierto?
—No.
—¿Por qué le has mentido?
—Porque me daba vergüenza.
—¿Y cuál es la verdad?
—Que quería estrenar la cama contigo.
Carter la miró fijamente, con los ojos entrecerrados y
sorprendido por su contestación. De pronto una preciosa sonrisa le
iluminó el rostro y arrancó destellos a sus ojos.
—Aunque… no sé. Puede que no estés interesado. Ni siquiera
me has besado al entrar.
—Pelirroja, no te he besado porque al verte con ese vestido he
sabido que si lo hacía te llevaría directamente al dormitorio. Estás
preciosa.
—Muchas gracias. Te perdono.
Carter sonrió.
—Me gusta mucho la idea de estrenar la cama contigo.
—A mí también.
—El salón comedor te ha quedado muy bonito.
—Gracias.
—¿Quieres que te ayude a poner la mesa? —preguntó él al ver
que en la mesa del comedor solo había un jarrón con flores.
—Ya está puesta. Comeremos en la azotea.
—¿No hará frío?
—No. Y ya podemos subir.
—¿Llevo yo algo?
—No, gracias. Solo he de llevar la sopera.
Caminaron hacia la escalera que Sean había construido en uno
se los rincones del salón y él le indicó que subiera delante. Más que
nada para poder mirarle el culo tan fantástico que le hacía el vestido
y sus increíbles piernas.
—¿Ahora hay dos escaleras para subir a la azotea?
—No, solo una. Es la misma que había al principio, pero Sean
la ha introducido en la vivienda para no tener que salir de casa para
subir. Y con el espacio que sobraba ha hecho un armario. Es ese
que hay ahí —dijo ella señalándolo.
—Pues ha sido una idea estupenda.
—Sí, Sean tiene unas ideas fantásticas.
Hacía mucho frío cuando salieron al exterior. Carter miró a su
alrededor, apreciando los arbustos y la mesa enorme que había con
doce sillas y que se veían con la tenue luz de las farolas que su
amigo había instalado.
—No hay nada en la mesa.
—Cenaremos en el otro lado de la azotea —dijo ella caminando
hacia la esquina—. Queda frente al parque y nadie podrá vernos.
Carter la siguió y se detuvo al ver el cenador. Estaba solo
iluminado por la pequeña vela que había sobre la pequeña mesa y
por las tres estufas de gas que había en la amplia estancia. Había
plantas por todas partes.
Ellie dejó la sopera sobre la mesa.
—Siéntate, por favor. Y abre el vino.
—Esta azotea es una maravilla.
—Me alegro de que te guste. En verano haremos muchas
cenas aquí con todos nuestros amigos.
—Por eso has comprado esa mesa tan grande.
—Sí.
—El cenador es precioso. Es muy romántico.
—Quería esmerarme un poco. Recuerda que es tu regalo de
cumpleaños.
—Entonces, la cena es mi regalo —dijo él sirviendo vino en las
dos copas.
—En realidad, el regalo soy yo. O más bien, lo que llevo debajo
de la ropa. He de decirte que si no hubieras sido tan generoso
conmigo al darme todo ese dinero, no habría podido comprarlo.
—En ese caso, brindemos por eso.
Ella rozó la copa con la de él y tomaron un sorbo.
—Supongo que el vino te gustará. Me lo aconsejó Logan —dijo
ella mientras servía la sopa.
—Logan tiene buen gusto. Eso parece una cama en vez de un
diván.
—Y lo es. Pensé que me gustaría dormir aquí en verano alguna
noche —dijo ella mirando la cama con una docena de cojines
encima haciendo que pareciese un sofá—. Y también sería
agradable echarse en ella para leer un rato.
—Tienes razón.
—Ese traje te sienta realmente bien —dijo ella sonriendo.
—Gracias. La sopa está deliciosa —dijo él después de probarla
—. Y el pan es exquisito. Supongo que lo has hecho tú.
—Sí.
Estuvieron hablando de cosas triviales. De las cosas de
decoración que a Ellie le faltaban comprar. De los muebles que
habían visto para la casa de Carter y del colegio de su hija.
Ellie bajó los platos y la sopera y volvió a subir con la fuente del
segundo plato: un asado de cordero, patatas y verduras.
—¿Cuándo has cocinado todo esto?
—Lo he dejado medio preparado antes de ir a comer a casa de
Lauren.
—Eres una cocinera excelente.
—Gracias. He preparado mousse de chocolate de postre. ¿Te
gusta el chocolate?
—No tanto como tú, pero sí, me gusta.
Después del postre decidieron pasar del café, que Ellie se
ofreció a preparar.
—¿Y una copa de champán?
—No quiero nada, excepto a ti —dijo él levantándose de la
mesa quitándole los platos que tenía en las manos y dejándolos de
nuevo sobre la mesa.
Carter se quitó la chaqueta y la colgó en una de las sillas.
Obligó a Ellie a darse la vuelta para que mirase la madera de la
pared del cenador y le bajó la cremallera del vestido. Fue besándole
el cuello y los hombros. Metió las manos bajo los laterales de la
cremallera para acariciarle los costados. Luego le dio la vuelta para
mirarla. Le bajó el vestido por los hombros y este cayó al suelo de
madera.
Carter se quedó embobado mirando su regalo de cumpleaños.
El conjunto de ropa interior era color vino, del mismo tono que el
esmalte de sus uñas y el color del lápiz de sus labios, y hacía juego
con las ligas que se ceñían en la parte alta de sus muslos. La
respiración de Ellie se aceleró bajó la atenta mirada de Carter.
—Me gustaría que me hicieras el amor aquí. ¿Crees que
podremos en esa cama tan pequeña?
Carter vio esa sonrisa descarada en sus labios y se acercó a
ella para besarla con un beso profundo mientras le acariciaba el
vientre. Deslizó una mano hacia arriba para rozarle con un dedo el
pezón de uno de sus magníficos pechos por encima del encaje, que
se puso duro al instante por el contacto. Carter la llevó hasta la
cama sin dejar de besarla mientras ella gemía de placer y se apretó
a ella, encajando sus caderas.
Ellie retiró los cojines, dejándolos en el suelo, y echó el edredón
a los pies. Luego volvió junto a él.
—Tienes un cuerpo espectacular —dijo él mientras la veía
acercarse.
Y entonces volvió a reclamar su boca para saciarse de su
temeraria exigencia. El olor de Ellie sedujo sus sentidos. No podía
pensar en nada, excepto en el susurro que oía en su cabeza
pronunciando el nombre de ella una y otra vez.
Allí, de pie junto a la cama, le desabrochó el sujetador y lo
deslizó por los brazos para echarlo sobre una de las sillas. Luego se
inclinó hacia ella para rozar los pezones con la lengua.
—Estás buena de cojones, pelirroja.
—Tú también —dijo ella empezando a desabrocharle la camisa.
Cuando llegó al botón cerca del cinturón, Ellie dio un tirón para
sacar la camisa de dentro del pantalón y terminó de desabrocharla.
Luego le desabrochó los gemelos. A continuación retiró la camisa de
sus hombros y la seda se deslizó por sus brazos. Ella la cogió y la
dejó sobre la chaqueta.
—Tu torso es impresionante. ¿Vas al gimnasio?
—Hay un gimnasio en mi edificio, aunque no suelo usarlo. Pero
salgo a correr todas las mañanas, o casi todas. Y ya sabes que
juego a balón cesto los sábados.
—Yo voy a ir a correr a partir de ahora. Cuando estaba casada
lo hacía a diario, y los fines de semana me acompañaba Eve. Pero
desde que llegamos aquí no he tenido mucho tiempo.
—¿Con quién vas a ir a correr?
—Con Henry. Él va a correr todos los días y me ha animado. Y
Eve nos acompañará antes de ir al instituto. Ahora que tengo a
Henry no me levanto tan temprano. Lástima que no vivas cerca de
casa para acompañarnos.
—Sí, es una lástima —dijo él bajándole el culotte y sentándola
en la cama.
Carter le sacó la prenda por los pies y la dejó sobre la silla.
—Échate sobre la cama —dijo mirándola mientras se
desabrochaba el cinturón.
Ellie lo hizo, y se puso de lado para contemplarlo. Carter se
sentó en el borde de la cama para quitarse los zapatos y luego se
puso de pie para bajarse el pantalón y el bóxer sin apartar la mirada
de ella.
—¿Te gusta lo que ves?
—Sí, mucho —dijo Ellie de forma descarada.
Carter la miró de arriba abajo con tanta intensidad que ella se
ruborizó ligeramente.
—No sé si quitarte los zapatos y las medias o follarte así.
—Creo que deberías quitármelo todo, excepto las joyas.
—Buena idea —dijo él arrodillándose a los pies de la cama.
Carter se tomó su tiempo para sacarle los zapatos de tacón;
para masajearle los pies, haciéndola gemir; para bajarle las ligas,
besando la piel del muslo donde le había presionado; para deslizarle
las medias de seda por la piernas, mientras le daba pequeños besos
sobre la piel que iba quedando al descubierto. Cuando terminó, Ellie
estaba húmeda y completamente lista para él.
Carter se incorporó y la contempló de nuevo, solo luciendo las
joyas sobre su piel. El cuerpo de esa chica era un delicioso
banquete, pensó Carter. Ninguna mujer lo había llenado de una
forma tan rápida y absoluta, que hacía que el resto del mundo
careciera de importancia.
—Voy a tener que comprarte más joyas. Me gusta cómo te
sientan.
—Yo no necesito joyas.
Carter la besó. Luego desplazó los labios hasta sus pechos y
jugó con ellos, haciéndola gemir. El sabor de su piel en los labios, la
suavidad de sus cabellos en sus dedos, la tensión de sus
músculos… Todo ello sobrepasaba a Carter. Estaba completamente
desconcertado por lo que estaba sintiendo. Deslizó los labios por su
cuerpo hasta llegar a su vientre plano, deleitándose con su cálido
sabor.
Ellie emitió un ligero sonido de impotencia mientras su cuerpo
se retorcía de placer bajo las manos de ese hombre. Se sentía
confusa y desorientada por esa pasión tan intensa. En cada trozo de
piel que Carter besaba sentía que ardía, como si estuviera
prendiéndole fuego.
Llegó a su sexo y se centró en el clítoris y en sus pliegues,
acariciándolos con los dedos. Le besó el interior de los muslos y los
mordisqueó a la vez que se los separaba. Y luego enterró la cabeza
entre ellos para saborearla a placer.
Ellie no pudo resistir mucho más y tuvo un glorioso orgasmo.
Carter soltó un gruñido. Se colocó entre sus piernas y sin
apartar la mirada de la de ella empujó en su interior y la llenó hasta
el fondo.
Para Ellie fue una sensación absolutamente increíble. Se sentía
poderosa con Carter completamente enterrado en ella. Cuando él
comenzó a moverse en su interior con profundas y lentas
penetraciones se sintió aturdida y empezó a faltarle el aliento. Un
aliento que él recogía en sus labios mientras la devoraba con el
mismo ardor que su cuerpo.
Ellie comenzó a acompasarse a los movimientos, entregándose
a él por completo.
Carter la miró mientras la embestía. Su rostro brillaba por el
resplandor de la vela y de las llamas de las estufas de gas. Tenía la
respiración agitada. Mantenía los labios entreabiertos para que
entrara aire en sus pulmones.
En ese mismo instante, algo ocurrió en el interior de Carter. Una
especie de clic hizo que la conexión que había entre ellos fuera más
sólida y firme. Se dio cuenta de que quería que esa chica fuera
suya, en todos los sentidos. Buscó las manos de ella y entrelazó los
dedos con los suyos. Sus miradas se encontraron cuando él la
penetró, y no las apartaron mientras comenzaban a moverse juntos.
Carter vio que los ojos de ella se empañaban por el placer que
estaba sintiendo y por las lágrimas.
En lo más profundo de su ser, Ellie sabía que algo había
cambiado y que lo que había entre ellos ya no se trataba solo de
sexo. Se respiraba algo en el ambiente, y no era nada sexual.
—¡Oh, Dios! Estoy a punto de nuevo.
—Córrete, cielo. Pero no dejes de mirarme.
Como si hubiera sido una orden, Ellie se vio invadida
nuevamente por un orgasmo devastador. Carter se detuvo un
instante para que disfrutara plenamente el momento y luego volvió a
las penetraciones lentas y profundas. Había conseguido relajarse un
poco al detenerse y no quería que aquello terminara. La lujuria y la
pasión de ambos, unidas a los gritos y gemidos de Ellie,
incrementaron el deseo que sentía.
Poco después tuvo otro orgasmo que la hizo gritar el nombre de
él. Y al escucharla, Carter ya no pudo aguantar más y se dejó llevar.
Luego se derrumbó sobre ella.
—Estoy agotado —le dijo al oído.
—Puede que sea por los excesos. Estamos haciendo el amor
prácticamente a diario, y no solo una vez. Y has de pensar que ya
no tienes treinta años sino treinta y uno.
—Menuda diferencia.
—¿Sabes? Tú eres lo que me faltaba en la vida.
—Me alegro —dijo él mirándola.
—Pero no quiero que malinterpretes mis palabras. Quiero decir
que estos encuentros y esta excitación que siento ante la
expectativa de saber que voy a verte, ha puesto mi vida patas
arriba. Estar contigo hace que me sienta deseada y muy especial.
—En ese caso, me alegro serte de utilidad. Aunque no pareces
muy contenta.
—En realidad, no lo estoy —dijo ella sonriendo—. Siempre he
pensado que no hay que repetir los errores sino aprender de ellos. Y
yo no estoy solo repitiendo el error que cometí hace años sino que
lo estoy haciendo con el mismo hombre.
—Eso no es cierto. En aquel entonces no éramos un hombre y
una mujer. Éramos un par de adolescentes.
—Lo sé. De todas formas, ese adolescente hizo que dejara de
confiar en los hombres.
—Deja sitio para alguna excepción. Sé que no lo hice bien en el
pasado, pero deberías mantener tu corazón abierto.
—Aunque no lo creas, lo intento. Vamos a vestirnos. Tenemos
que estrenar la cama. Hay que aprovechar que no está nuestra hija.
¿Vas a quedarte a dormir?
—Por supuesto —dijo él sacando el miembro de su interior y
pensando de pronto en algo que había ocurrido.
No llevaba condón. Era la primera vez en su vida que había
tenido relaciones sexuales con una mujer, sin protección. No sabía
si decírselo a Ellie. Parecía no haberse dado cuenta. Al fin decidió
no hacerlo. De todas formas, los condones no eran seguros al cien
por cien, pensó. Y tampoco le importaba tener otro hijo. En realidad,
le gustaría tener otro hijo, con ella.
—Esta vez lo haremos sin prisas —dijo Carter cuando estaban
en la habitación y mientras se desnudaba—. Hacerlo rápido es
demasiado fácil.
Los primeros rayos de sol entraron por la rendija de la cortina y
se posaron sobre el pelo de Ellie, que estaba extendido sobre la
almohada. Se la veía calmada y apacible. El cabello rojo brillaba
alrededor de su rostro. A Carter le pareció la cosa más bonita que
había visto en su vida.
Capítulo 18
La noche anterior Carter y ella habían dormido apenas un par de
horas. Habían puesto mucho empeño en lo de estrenar la cama, y
no precisamente durmiendo.
Ellie se despertó y vio a Carter mirándola. Él la besó y volvieron
a hacer el amor.
—Jamás podría haber imaginado que hacer el amor fuese algo
tan fuera de serie —dijo Ellie mientras preparaba un suculento
desayuno y él se encargaba de hacer el café—. En el pasado
disfruté mucho contigo, pero aquello no tenía nada que ver con esto.
Y tampoco pensé que pudiera llegar a ser tan placentero.
—Para un hombre es muy gratificante escuchar palabras como
esas. Yo también lo paso muy bien contigo, siempre.
Cuando terminaron el desayuno Carter se marchó a casa. Ella
le ofreció compartir la ducha para estrenarla, pero sabía que si lo
hacía no se marcharía de allí en un buen rato, y Ellie le había dicho
que tenía muchas cosas que hacer, porque había invitado a comer a
todos sus amigos para para inaugurar la casa.
Ellie se dedicó a ordenar y limpiar la casa y la azotea. Y luego
se metió en la cocina a preparar la comida y algo dulce para tomar
con el café.
Cuando llegó Logan, que fue el primero, ya estaba duchada y
vestida con un vaquero y un suéter. La casa olía divinamente.
Todos le llevaron regalos para la casa: cojines para los sofás,
un jarrón y un ramo de flores para ponerlas en él, una figura que
parecía muy cara, dos portarretratos y tres cuadros que sabía que
no serían baratos, uno de ellos era el regalo de los padres de
Delaney. Jack, que también estaba invitado y había sido quien le
había instalado los rieles y había ayudado a Sean a instalar las
lámparas, le había llevado una lámpara para una mesita que había
en un rincón del salón, que había comprado en un anticuario y que a
ella le encantó.
Fue una comida inolvidable y a todos sus amigos les gustó su
nueva casa.
Mientras tomaban el café hablaron de lo que tendrían que llevar
a la cabaña de Carter, que irían el sábado, día veintiséis, después
de comer.
Todos acordaron por unanimidad, que Ellie se encargara de
llevar los duces que necesitarían para los días que iban a estar allí.
Y el resto de ellos se ocupararía de la comida y la bebida.
Los tres médicos trabajarían en el hospital hasta el día de
Nochebuena al mediodía y las consultas privadas permanecerían
cerradas desde el día veinticuatro hasta el cuatro de enero, en que
los tres se reincorporarían al trabajo.
El día de Nochebuena Ryan y Jules se marcharían a casa de
sus padres. Lo mismo harían Logan y Carter, que los padres de
ambos vivían en la misma ciudad. Y Nathan y Lauren irían al rancho
para pasar el día de Nochebuena y el de Navidad con el abuelo de
ella y con la hermana de Nathan.
Ellie y su hija pasarían esos días con sus padres y volverían el
día veintiséis para ayudar a Henry a hornear todo lo posible. Henry
trabajaría los siguientes días porque su hija pasaría todas las fiestas
con su madre y él prefería mantenerse ocupado.
Carter llamó a su hija el día de Navidad para felicitarla y luego
Eve le pasó el teléfono a su madre, y Carter y ella estuvieron
hablando más de una hora.
El día veintisiete habían quedado todos los amigos en casa de
Nathan, que habían decidido que ellos también irían, a pesar de que
su bebé solo tenía dos meses.

A las siete de la mañana del día acordado empezaron a


aparecer todos en casa de Nathan y Lauren. La señora que se
encargaba de la casa estaba preparando un desayuno copioso para
todos. Cath, que era quien se ocupaba de la casa de Delaney se
había marchado a pasar las fiestas con su hermana y Jack iría con
ellos, porque su familia eran Delaney, su mujer, Sean y los
pequeños.
Todos se abrazaron y se felicitaron, aunque lo habían hecho el
día de Navidad por teléfono. Y otra vez hubieron regalos para todos.
Los habían dejado debajo del árbol en todas las casas. Carter fue el
único que no entregó el regalo a Ellie porque quería dárselo cuando
estuvieran a solas.
Después de desayunar metieron todo en los coches y partieron.
Era un viaje de más de tres horas y tendrían que parar para que
Brianna estirara las piernas, y Tess y Lauren dieran de comer a sus
bebés.
Cuando reanudaron el camino, Brianna se cambió al coche de
Carter para ir con Eve.
Entre unas cosas y otras llegaron a la cabaña de Carter poco
después del mediodía.
Ellie y su hija bajaron del coche y se quedaron paradas mirando
la preciosa casa. Estaba todo nevado y parecía una postal
navideña.
—¿Os gusta? —preguntó Carter acercándose a ellas.
—Me encanta, papá.
—Es una casa preciosa —dijo Ellie.
—El interior te gustará más. Vamos.
Por dentro era una maravilla. La decoración era rústica. Las
paredes del salón comedor eran de piedra y había una chimenea
enorme, que Jack se apresuró a encender. Ryan se ocupó de
enchufar la calefacción para que la casa se caldeara, porque hacía
un frío de narices.
Algunos de los hombres se dedicaron a subir las cosas de los
tres pequeños, que no eran pocas, y las de sus padres, a los
dormitorios y el resto se ocupó de entrar leña en la casa para que no
faltara.
Nathan y Lauren subieron a la habitación que les habían
asignado con el pequeño. Ella le cambió el pañal, mientras Nathan
montaba la cuna de viaje que habían llevado con ellos. Luego
acostaron al bebé. Cogieron el aparato para poder escuchar al bebé
si se despertaba, y bajaron para reunirse en la cocina con sus
amigos.
Las mujeres estaban preparando la gran mesa, que Carter
había comprado unas semanas atrás, y calentando la comida que
había preparado Lauren.
—¿Habíais venido todos antes? —preguntó Ellie mientras
comían.
—Siempre hemos venido Ryan, Jules, Logan y yo. Tess nos
acompañaba hasta que se casó con Delaney —dijo Carter.
—Es una casa fantástica. ¿Podríamos tener nosotros una casa
en las montañas? —preguntó Lauren a su marido.
—Cariño, podríamos tener lo que tú quisieras, pero, ¿para que
queremos una si tenemos la de Carter?
Todos se rieron.
—Podéis venir siempre que queráis. Nosotros solo venimos en
Navidad —dijo Carter—. Aunque ahora tengo una hija y puede que
vengamos más a menudo. Parece que la casa le gusta.
—Me encanta, papá.
—Mañana sacaremos los trineos. Es divertido bajar las colinas
con ellos —dijo Logan.
—Hasta que Sean se ocupe de las reformas que quiero hacer,
tendremos que organizarnos y amoldarnos a lo que hay —dijo
Carter—. Tenemos cinco dormitorios; el comedor, que no vamos a
utilizar, ya que he comprado esta mesa porque la cocina es más
cálida.
—Es una mesa fantástica —dijo Logan.
—Aprovechando que estamos todos, sacaremos la mesa del
comedor y las sillas y haremos leña con ellas.
—Es una mesa muy buena —dijo Nathan.
—Puedes llevártela si te gusta —dijo Carter.
—Yo no la necesito.
—Podrías venderla —dijo Ryan.
—Bah, no merece la pena.
—¿Y no te vendría bien para tu casa nueva? —preguntó
Lauren.
—Ya he comprado las mesas que necesito. Veamos. He
comprado dos camas y una cómoda con cajones que he puesto en
el comedor. Los que veníamos antes teníamos nuestra propia
habitación, pero ahora, tienen prioridad los que tienen hijos. Así que
Delaney y Tess ocuparán un dormitorio. De momento, Brianna
dormirá con ellos, en una cama pequeña que he comprado.
—Gracias, Carter —dijo Delaney.
—En otro de los dormitorios estarán Nathan, Lauren y la
pequeñaja.
—Muy bien.
—Ellie y nuestra hija ocuparán la tercera.
—Vale —dijo Ellie.
—Vosotros cuatro podéis elegir —dijo Carter a Ryan, Jules,
Logan y Sean—. Dos dormiréis en un dormitorio y los otros dos en
el comedor. Jack dormirá en el otro cuarto que hay en esta planta y
en el que he puesto una cama doble. A no ser que prefieras dormir
en el salón.
—Por mí está bien —dijo el chófer.
—¿Puedo decir algo? —preguntó Eve.
—Estás en tu casa, cariño. Puedes decir lo que quieras —dijo
Carter.
—Creo que estáis desperdiciando una cama.
—¿Qué quieres decir? —preguntó su padre.
—Has dicho que la mamá y yo dormiremos en una de las
habitaciones.
—¿Y?
—Si ella durmiese contigo sobraría una cama.
—Eve, tu padre y yo no estamos saliendo juntos —dijo Ellie
ligeramente sonrojada.
—Puede que no estéis saliendo, aunque dudo que no sea así,
pero sí os acostáis. Si vais a hacer el paripé, simplemente porque
estoy yo, no os molestéis.
—¿Cómo lo has sabido? —preguntó Ellie.
—¡Por favor! —dijo la niña poniendo los ojos en blanco—. De
repente ha aparecido un cepillo de dientes junto al tuyo. Y sucede lo
mismo en casa del papá. Además, huelo vuestros perfumes en
vuestras habitaciones. ¡Y qué casualidad! Cada vez que uno de los
dos se va, porque tiene que hacer algo, el otro, de repente, también
recuerda que tiene que hacer cualquier cosa. Y pasáis horas
hablando por teléfono. ¡No soy estúpida!
Carter soltó una carcajada al ver a Ellie roja como un tomate.
—Bien, esto cambia las cosas —dijo Carter sonriendo—. Ellie
dormirá en mi habitación.
—Los dos que pensaban dormir en el comedor pueden hacerlo
en la habitación donde íbamos a dormir la mamá y yo —dijo Eve a
su padre—. Jack puede dormir en el comedor. Y en el otro cuarto
que hay junto a la cocina dormiré yo.
—¿Estás segura?
—Claro. Y si queréis tener intimidad —dijo Eve mirando a
Delaney y a su mujer—, Brianna puede dormir conmigo, la cama es
grande y dormiremos juntas.
Ahora fue Delaney quien soltó una carcajada.
—Sigo pensando que esta niña es genial. Es una idea
estupenda, cielo. Siempre que a tu padre le parezca bien —dijo
Delaney mirando a su amigo.
—Por supuesto que le parecerá bien —dijo Eve.
—Ella lo ha decidido —dijo Carter.
—Puede que después de todo no necesites ampliar la cabaña
—dijo Logan.
—Sí, voy a hacerlo. Necesito una habitación para mi hija y,
además, los solteros puede que encuentren pareja.
Después de comer y tomar café Ellie subió al dormitorio a
recoger sus cosas y su hija la acompañó.
—Pensaba que confiabas en mí —dijo Eve abriendo la maleta
de su madre sobre la cama.
—Supongo que lo dices por lo que hay entre tu padre y yo.
—Sí.
—Confío en ti, pero me daba vergüenza decirte que me estaba
acostando con él.
—¿Te habría dado vergüenza decírmelo si se hubiera tratado
de otro hombre?
—No creo.
—Mamá, no me importa que te acuestes con el papá. Lo que
me preocupa es que cortéis y luego os llevéis mal. Porque parece
que ahora las cosas entre vosotros funcionan muy bien.
—Eso no va a pasar. Ya lo hemos hablado.
—Has dicho que no sales con él. ¿Significa que se trata solo de
sexo? Últimamente hemos ido los tres juntos a algunos sitios.
—Bueno, somos tus padres.
—Pensaba que él te gustaba. De hecho, pensaba que seguías
enamorada de él.
—Y puede que sea cierto. Tu padre me pidió que saliéramos,
como una pareja, pero no acepté.
—¿Por qué?
—Porque tengo miedo. Si no salgo con él no podrá
abandonarme.
—¿Crees que sigue siendo el mismo de hace catorce años?
—Supongo que no.
—¿Te has parado a pensar que puede que él sienta por ti lo
mismo que tú sientes por él?
—No.

Pasaron unos días fantásticos. Carter y Ellie no tenían que


ocultarse y no suponía ningún problema para ellos besarse delante
de sus amigos, aunque evitaban hacerlo si su hija estaba presente.
Jugaron a hacer peleas con bolas de nieve; se deslizaron con
los trineos por las colinas durante horas; salieron a pasear por el
bosque, haciendo fotos a los animales, al paisaje y a todos ellos;
jugaron a las cartas, al ajedrez, a las damas y al monopoli junto a la
chimenea; cocinaron entre todos y Ellie horneó dulces cada día para
tomar con el café y en el desayuno.
A Ellie le maravillaba lo bien que le sentaba a Carter un simple
gorro de lana. Jamás había visto a ningún hombre que estuviera tan
espectacular con uno.
Sean había dedicado muchos momentos a tomar medidas con
el plano de la casa en mano, pensando en cómo hacer las reformas
que Carter quería.
Carter y Ellie hacían el amor cada noche y dormían abrazados.
Era la última noche que pasarían allí, la noche de fin de año.
Habían decidido que sería una cena muy especial. Porque, además
de ser el último día del año, era el cumpleaños de Logan, que
cumpliría treinta y un años.
Las tres mujeres se habían esmerado con la deliciosa cena. Y
luego habían subido a ducharse y a vestirse, porque todos habían
acordado que se vestirían de manera elegante para comenzar el
Año Nuevo.
Ellie se puso por primera vez el regalo de Navidad que le había
comprado Carter y que le había dado la primera noche que pasaron
en la cabaña. Era un juego de gargantilla, pendientes, pulsera y
anillo de rubíes. Le quedaba genial con el vestido rojo que se había
comprado para la ocasión, con el que se veía sofisticada y muy
femenina. En un principio, ella no quería aceptar el regalo, pero
Carter le dijo que asistiría a muchas fiestas con él y sus amigos y
necesitaba diferentes joyas. Aunque lo que la convenció fue que le
dijo que en el futuro todas sus joyas serían para su hija.
Estaban en la cama abrazados, después de que hicieran el
amor.
—Podría quedarme así a tu lado para siempre —dijo Carter.
El corazón de Ellie se saltó un latido al escuchar sus palabras.
Ella deseaba tener un hombre a su lado. Quería tenerlo a él. No le
gustaba la dirección que estaban tomando sus caprichosos
pensamientos. Estaba segura de que Carter no seguiría mucho
tiempo soltero y sin compromiso. Ninguna mujer sería capaz de
resistirse a alguien como él. Tenía que admitir que, por un lado, le
parecía emocionante haberlo vuelto a encontrar y estar acostándose
con él. Pero también sabía que se estaba arriesgando mucho al
permanecer a su lado. Era como saltar al vacío desde un acantilado,
pensó. Quería una familia con él y despertar cada día a su lado.
Sabía que se preocupaba por ella y por su hija. Pero la
desconfianza y el miedo le impedían que se hiciera ilusiones.
—Cuando volví a verte después de tantos años... Ese instante
fue el día más feliz de mi vida. El sol brillaba sobre ti y tu pelo
parecía una hoguera. Y tu sonrisa... Dios mío, tu sonrisa hizo que
las piernas me temblaran. Con solo mirarme arruinaste mi perfecta y
vacía existencia. Porque en el momento en que te vi todo cobró
sentido. Ninguna mujer tuvo nunca la más mínima oportunidad
conmigo. No ha habido ninguna mujer en mi vida que me
complemente como lo haces tú —dijo Carter hablándole en voz muy
baja.
Ellie seguía apoyada en su costado sin levantar la vista hacia
él, pero con el corazón latiendo a quinientos por hora.
—Pensaba que tenía todo lo que quería, pero cuando
estuvimos en la acampada y te vi reír, algo se despertó dentro de
mí. Hace muchos años que levanté una barrera para proteger mi
corazón de las mujeres, pero en aquel entonces no me había dado
cuenta de que tú ya estaban el él. No hay ninguna mujer con la que
imagine una vida, que no seas tú. Ellie, he salido con muchas
mujeres, pero tú siempre has estado en mi corazón. Siempre has
sido tú, pelirroja.
—Carter...
—Déjame acabar. Pienso contigo durante el día y por la noche
invades mi sueño. Mi cuerpo se altera cada vez que estamos cerca.
Cuando me sonríes la sangre corre por mis venas descontrolada.
Besarte es la puta gloria. Pensaba que estaba satisfecho respecto al
sexo y supe que no era así cuando tú y yo hicimos el amor de
nuevo. Me he dado cuenta de que solo he conocido el sabor del
deseo contigo. Siento algo muy fuerte por ti.
Ellie separó un poco el rostro de él y lo miró .
—Y con ello quiero decir que pienso en ti todo el jodido día.
Ellie permaneció en silencio. Tenía un nudo en la garganta que
no la dejaba pronunciar palabra.
—Desde que apareciste de nuevo en mi vida, no puedes
imaginar las veces que me he preguntado qué sentiría si volviera a
tenerte entre mis brazos.
—Ya habíamos asumido que había una química increíble entre
nosotros y que nos deseábamos.
—Ellie, lo que tengo contigo no es solo sexo. Eres tú. Eres
fuerte y valiente. Y tienes una capacidad única para hacer que mi
sangre se altere. No llego a comprender por qué he tardado tanto en
conectar de nuevo contigo.
Ellie lo miraba fijamente, en parte, asustada por todo lo que él le
había dicho.
—Carter, creo que te estás precipitando. Las cosas nos van
bien así y no creo que debamos arriesgarnos a dar un paso más en
lo que hay entre nosotros.
—Todos tenemos miedo en algún momento de nuestras vidas.
Los que no tienen miedo es porque ya están muertos. No puedes
pasarte la vida preocupada por lo que pueda pasar en un futuro,
porque te perderías lo que está pasando en el presente. Quiero que
vivamos juntos.
—No digas tonterías.
—Hablo completamente en serio.
—Pensaré en todo lo que has dicho.
—Como dijo Tolkien: Todo lo que tenemos que decidir es qué
hacer con el tiempo que se nos ha dado.
—He dicho que lo pensaré.
—No lo alargues mucho —dijo él estrechándola y besándola en
la sien—. Buenas noches, pelirroja.
—Buenas noches.
Ellie no pudo evitar que unas lágrimas silenciosas resbalaran
por sus mejillas.

Ellie salió a dar un paseo con sus amigas y con Logan a la


mañana siguiente y les contó la conversación que habían mantenido
Carter y ella la noche anterior.
—Confía en nosotras, cariño —dijo Tess—. Carter se encargará
de que seas feliz.
—¿No habéis oído lo que os he dicho? No hay nada entre
Carter y yo.
—Parece que él no piensa lo mismo —dijo Lauren.
—Es una verdadera lástima que no quieras nada con él —dijo
Tess—, porque te mira como si fueras la mujer más fascinante que
ha visto en su vida.
—Tengo miedo.
—Yo no he oído decir a nadie que los valientes no tengan
miedo. Nelson Mandela decía que el valor no es la ausencia de
miedo, sino el triunfo sobre él —dijo Logan—. ¿Quieres a Carter,
Ellie?
Ella lo miró, y luego miró a sus amigas.
—Tanto como a mi hija.
—Deberías saber que amar a alguien no es disfrutar de sexo, ni
de todas las cosas buenas que tiene esa persona, ni de lo bien que
te sientes estando con ella, sino aceptar sus defectos y compartir
con ella todo lo malo que se pueda presentar, y desear permanecer
con él en los peores momentos —dijo Logan.
—Enamorarse significa entregar el control de mi vida. No creo
que esté preparada para ello.
—Pero tú ya estás enamorada de él —dijo Logan.
—Lo sé.
Ellie sabía que Carter era un hombre que sabía lo que quería y
no se rendía hasta conseguirlo. Logan se lo había dicho en más de
una ocasión. Le gustaba la forma que tenía de hablar, sincera y
directa, sin dar rodeos innecesarios. Podría decirse que era un
hombre auténtico. Y tenía que reconocer que en el tema sexual era
un maestro. Era el hombre que desearía cualquier mujer. ¿Por qué
no era suficiente para ella?, se preguntó.

Llegaron todos a Nueva York a última hora de la tarde del uno


de enero, que era viernes. Se despidieron cuando llegaron a la
propiedad de Nathan y cada uno subió a su coche y se marchó a
casa.
Eve y Ellie estaban completamente integradas en el grupo de
amigos. Contaban con ellas para cualquier asunto que se
presentara, como si fueran amigos de toda la vida.
El trabajo de Ellie iba de maravilla. Trabajaba mucho, tanto
como Henry, pero formaban un buen equipo y les gustaba su
trabajo. Además, estaba muy contenta con el chico que se
encargaba del reparto. Henry estuvo acompañándolo unos días al
principio para presentarle a los clientes y mostrarle cómo hacer el
trabajo. Era un chico muy responsable y un buen trabajador.
Por mediación de Tess, su suegra y la campaña publicitaria que
Lauren había lanzado del negocio, tenían un montón de clientes
nuevos. Habían empezado a preparar productos salados para
fiestas y tenían lista de espera.
Pasaba el tiempo y Carter seguía esperando a que Ellie le
contestara si estaba de acuerdo en dar un paso más en su relación.
Por una parte, ella deseaba aceptar, pero por otra, no olvidaba el
pasado y lo que había sufrido.
Unas semanas después Carter llamó a Logan un viernes,
cuando terminó la consulta.
—Hola, Carter.
—Hola. ¿Vas a salir esta noche?
—¿Desde cuándo salgo por las noches? —dijo el cura—. Eso
acabó cuando Tess tuvo a Brianna. Y, últimamente he salido alguna
vez con Ellie, hasta que la acaparaste. Sean está aquí. ¿Por qué no
traes algo para cenar los tres?
—Llamaré a Carlo para que nos prepare algo.
—Perfecto. Hasta luego.

—¿Ellie se ha cansado de ti? —preguntó Sean cuarenta y cinco


minutos después cuando Carter entró en la cocina.
—No entiendo a esa mujer. Todos sabéis que nos estamos
acostando, incluso nuestra hija, pero no quiere que nos veamos, si
cree que Eve puede sospechar que vamos a vernos.
—Eve se estará divirtiendo con vuestra relación —dijo Sean
poniendo los cubiertos en la mesa de la cocina.
—Apuesto a que sí. El último día que estuvimos en la cabaña le
dije a Ellie que me gustaba, que pensaba mucho en ella... Le pedí
incluso que viniera a vivir conmigo.
—¿Y qué te dijo?
—Que me estaba precipitando. Que lo que había entre nosotros
solo era sexo y que estábamos bien como estábamos y no
deberíamos dar un paso más.
Después de servir los platos y aliñar la ensalada se sentaron a
cenar.
—¡Joder! Yo solo quiero que vivamos juntos.
—Y a mí me gustaría tener vacaciones permanentes —dijo
Sean.
—¿Vacaciones permanentes? Tú no podrías estar sin trabajar
—dijo Logan.
—Puede que tengas razón —dijo el arquitecto sonriendo.
—Me dijo que lo pensaría, pero han pasado tres semanas y no
lo ha vuelto a mencionar.
—¿Le has dicho en algún momento que la quieres? —preguntó
Logan.
—No con esas palabras, pero te aseguro que le he dicho lo
suficiente para que lo sepa.
—Carter, esas cosas no funcionan así —dijo Logan.
—Eres cura, ¿qué sabrás tú?
—No hay que ser muy inteligente para saberlo. Y hasta yo, que
soy cura, me doy cuenta de ello.
—Yo comparto la opinión de Logan. Tienes que decírselo bien
claro para que no tenga la menor duda de lo que sientes por ella —
añadió Sean.
—Y lo dice el experto en relaciones. ¿Cuántas relaciones has
tenido, por cierto?
—Tienes razón, no he salido en serio con ninguna mujer, pero
es de lógica. Díselo tú, Logan.
—Sean tiene razón. Deberías decirle que la quieres. Y no solo
eso. Debería saber que nunca dejaste de quererla.
—Y también tienes que decirle que fuiste a buscarla al pueblo
antes de hacer la especialidad, porque no podías olvidarla —dijo
Sean.
—No confía en mí, no se lo creerá.
—Pero sigues acostándote con ella, ¿no?
—Sí, casi a diario.
—¿Has notado que haya cambiado algo en ella desde que le
dijiste que querías que vivieseis juntos?
—No. Se porta como si nunca hubiésemos tenido esa
conversación.
—Yo creo que deberías pedirle que se case contigo —dijo
Logan.
—¡Esa sí que es una gran idea! Logan, me dijo que me estaba
precipitando al decirle que quería que viviésemos juntos, y ahora
quieres que le proponga matrimonio.
—A lo mejor acepta —dijo Sean.
—No me extrañaría. Las mujeres son seres raros —dijo el
sacerdote.
—¿Sabéis? Esto empieza a aterrorizarme. Primero cayó mi
hermano, luego Nathan, tú ya estás pillado —le dijo Sean a Carter
—. Solo quedo yo.
—Sean, en mayo cumplirás treinta y tres años. ¿No crees que
ya va siendo hora de que sientes la cabeza? —dijo Logan.
—Ryan y Jules aún no tienen pareja.
—Pero ellos se han unido al grupo recientemente.
—Cambiemos de tema. Ya solucionaré lo de Ellie —dijo Carter.
—Becca, la hermana de Nathan se casa en dos semanas —dijo
Logan—. ¿Le habéis comprado el regalo?
—Yo le he dicho a Tess que se encargue ella de comprar el mío
—dijo Sean.
—Yo se lo pedí a Ellie y me dijo que iría a comprar el suyo y el
mío con Tess y con Lauren. Ellie y yo le haremos el regalo juntos —
dijo Carter.
—Eso es lo que hacen los matrimonios —dijo Sean sonriendo.
—Lo haremos igual, pero sin estar casados.
—¿Y tú qué cuentas, Logan?
—Creo que también le pediré a las chicas que compren mi
regalo. Lauren habla muchas veces con su cuñada y puede
preguntarle lo que necesita para su casa nueva.
—¿Qué tal te van el resto de las cosas? —preguntó Sean.
—¿Qué cosas? —preguntó Logan.
—No sé. Siempre escuchas los problemas de todos nosotros,
pero nunca nos cuentas los tuyos.
—Yo no tengo problemas. Todo está en orden. Bueno, tengo un
problemilla con una chica, pero lo resolveré.
—¿Con una chica?
—Sí, con una chica. Aunque debería decir con una delincuente.
—¿Como Lauren? —preguntó Sean sonriendo.
—No, me temo que esta es una ladrona.
—Cuéntanos.
—Hace cuatro meses, a finales de septiembre fui a sacar el
dinero del cepillo de la iglesia, como hago cada semana, y solo
había monedas. No había ni un solo billete.
—Supongo que todas las semanas no serán iguales.
—Nunca había pasado.
—¿Y crees que cogió los billetes la chica esa que has
mencionado?
—Estoy casi seguro. Al día siguiente encontré una nota en el
cepillo que decía: Ayer cogí ciento veinte dólares, los devolveré tan
pronto pueda.
—Al menos pensaba devolverlo. Puede que estuviera apurada
por algún pago inesperado.
—Eso mismo pensé yo. Pero a finales de octubre volvió a
repetirse.
—¿También encontraste una nota al día siguiente?
—Sí. Esa vez se había llevado ciento diez dólares.
—¿Por qué deja una nota al día siguiente?
—Supongo que no creerá conveniente sentarse en uno de los
bancos a contar el dinero que acaba de robar —dijo Logan con
sarcasmo—. Lo contará al llegar a casa.
—Tienes razón.
—¿Montaste guardia para cazarla cuando viste que no habían
billetes la segunda vez?
—No sabía a qué hora solía ir. No puedo estar vigilando el
cepillo todo el día. Tengo que celebrar misas, confesar y otras
muchas cosas. Además, paso mucho tiempo en la escuela.
—¿El cepillo no tiene llave?
—Sí, pero no es precisamente una cerradura de seguridad. Es
un simple candado. Lo cambié después de la primera vez, porque
sospechaba que ocurría algo, pero lo abrió de nuevo la vez
siguiente.
—Vaya, no pensé que nadie pudiera robar en una iglesia —dijo
Sean.
—En realidad no ha robado, solo ha cogido el dinero prestado
—dijo Carter.
—Pues parece ser que lo ha cogido por costumbre porque a
finales de noviembre volvió a repetirlo. Entonces se llevó ciento
cuarenta dólares.
—¿Estás guardando los resguardos que te deja?
—Sí. Y estoy poniendo el dinero de mi bolsillo. Menos mal que
saco el dinero del cepillo cada semana. El mes pasado se llevó el
dinero dos días antes de Navidad. Trescientos ochenta dólares. En
esas fechas las limosnas son más cuantiosas porque mis feligreses
saben que empleo el dinero para comprar ropa y juguetes para los
niños de familias necesitadas.
—¿Y cómo sabes que es una chica?
—Porque la vi un día.
—¿La viste coger el dinero?
—En realidad no, pero la vi separarse del cepillo.
—Pero no la viste sacando el dinero.
—No.
—¿Y cómo sabes que era ella?
—Intuición.
—¿Ahora eres detective? —preguntó Carter.
—Si pensabas que era ella, ¿por qué no te acercaste para
hablarle?
—Estaba oficiando la misa de la tarde y no estaba
precisamente cerca. Era el día antes de Nochebuena. Pero al día
siguiente volví a verla.
—Supongo que regresó para dejar la nota con el dinero que se
había llevado —dijo Sean sonriendo.
—Iba a marcharme a casa de mis padres y me dirigí a la puerta
de la iglesia. Y ella estaba entrando.
—¿Cómo sabes que esa chica era quien se llevaba el dinero?
Dices que la viste el día anterior apartarse del cepillo, pero, como
bien has dicho, el altar está bastante lejos del cepillo.
—Cuando entró en la iglesia al día siguiente la reconocí. Era la
misma chica del día anterior. Vi que metía un papel por la ranura del
cepillo. Me acerqué a ella y se quedó mirándome nerviosa.
—¿Hablaste con ella?
Logan les contó la conversación que habían tenido:
—Hola. ¿qué haces? —preguntó Logan al ver que la chica no
decía nada.
—No es asunto tuyo —dijo ella dándose la vuelta para
marcharse.
Logan la sujetó del brazo.
—¡Quítame las manos de encima!
—Solo quiero hablar contigo —dijo él soltándola.
—Yo no quiero hablar contigo. Y métete en tus asuntos.
—Puede que este sea asunto mío.
—No lo creo. Tengo que irme.
—Espera —dijo colocándose delante de ella.
—Si no te apartas, gritaré.
—Tuve que separarme de ella y dejar que se fuera, de lo
contrario me habría metido en problemas. Abrí el cepillo y encontré
la nota.
—La próxima semana es final de mes.
—Lo sé.
—¿Por qué no nos lo has contado antes?
—Son asuntos de la iglesia.
—Tal vez deberías ir a la policía y contarles lo que sucede.
Podrían encontrala por las huellas de los papeles.
—O puede que envíen a alguien vestido de paisano y la cacen.
—La has visto y sabes el aspecto que tiene. Puedes darles una
descripción de ella.
—No puedo hacer eso. Puede que esté en problemas.
—O también puede que le venga bien un dinero extra para
comprar algún capricho todos los meses.
—¿Qué aspecto tiene? ¿Es joven?
—Sí, muy joven. Yo diría que alrededor de veinticinco. Las dos
veces que la he visto tenía el pelo descuidado.
—¿Te refieres a sucio... como una indigente?
—No, no es una indigente. Quiero decir que no iba
perfectamente peinada. Llevaba una coleta con algunos mechones
sueltos. No parece que se preocupe mucho de su aspecto físico. Al
menos me dio esa impresión. Sus ojos son de un azul muy intenso,
y su mirada es serena y soñadora. Es lo que me pareció, antes de
que se cabreara conmigo. Entonces, su mirada se convirtió en un
azul glacial. Sus labios son sonrosados y carnosos, suaves y
deseables.
Carter y Sean se miraron un instante.
—Tiene un aspecto angelical, aunque algo desaliñado. Sus
manos son delgadas y con dedos largos. Y su voz... Su voz me
recuerda a la de Ellie, es dulce y seductora —dijo Logan sonriendo.
—¿Cuánto tiempo la tuviste delante de ti?
—Un minuto escaso.
— Pues, para haberla visto durante menos de un minuto,
parece que no se te ha escapado ni el más mínimo detalle de ella —
dijo Sean.
—Soy sacerdote, pero no estoy ciego. Esa chica es
jodidamente guapa —dijo sonriendo de nuevo—. Debería estar
prohibido tener un aspecto como el suyo.
—Parece que te ha impresionado —dijo Carter.
—No digas tonterías. Es solo que me tiene intrigado. Puede que
realmente necesite ayuda y sea muy orgullosa para pedirla.
—¿Y qué vas a hacer? —preguntó Sean.
—De momento no voy a hacer nada. No pienso denunciarla
hasta que consiga hablar con ella y sepa lo que le ocurre.
—Al menos parece honesta, de lo contrario no dejaría una nota
con el dinero que se lleva cada vez.
—O puede que lo haga para reirse de ti. ¿Sabe que eres el
sacerdote de la iglesia? —preguntó Sean.
—No lo sé. Yo no se lo he dicho, pero puede que me haya visto
oficiando misa.
—No creo que eso sea posible. No te habría reconocido con
ese disfraz tan pomposo que os ponéis los curas —dijo Carter.
—A lo mejor hace lo mismo en varias iglesias —dijo Sean—.
¿Estás seguro de que no es una indigente?
—No, para nada. Su ropa estaba limpia, aunque no erade
marca. Y las uñas las llevaba cuidadas, pero sin pintar. Y no llevaba
maquillaje, ni siquiera máscara de pestañas.
—Es posible que la ropa y la carencia de maquillaje sean su
disfraz para ir a tu iglesia a robarte.
—Es posible, pero no lo creo probable. Parece una chica muy
sencilla.
Después de cenar, Logan fue a su despacho a coger unos
documentos de la escuela para enseñárselos a sus amigos.
—¿No crees que Logan ha prestado mucha atención al aspecto
de esa chica? —preguntó Sean cuando se aseguró de que Logan ya
no les podía oír.
—Estaba pensando lo mismo. No lo había oído hablar así de
una mujer desde antes de que lo ordenaran sacerdote —dijo Carter
sonriendo.
—¿Crees que se le habrá pasado por la cabeza en algún
momento la idea de abandonar el sacerdocio?
—Ni idea. A mí tampoco me había comentado nada sobre esa
chica —dijo Carter.

La enfermera de Carter entró en su despacho para informarle


del nombre de su siguiente paciente y darle su historial. Carter se
quedó mirando el nombre de la mujer en el papel.
—La señorita Whitworth es amiga mía y ha venido a hablar
conmigo. No te necesitaré con ella. No nos molestes, por favor.
—De acuerdo, doctor.
—Y no le cobres al salir.
—Muy bien, doctor —dijo la chica antes de abandonar el
despacho.
Poco después Ellie entró sin llamar.
—Esto sí es una agradable sorpresa —dijo Carter
levantándose, rodeando la mesa y acercándose a ella—. ¿Qué te
trae por aquí?
—Henry y yo hemos venido a hacer una entrega por la zona. Le
he dicho que tenía una cita con el ginecólogo. Vendrá a recogerme
en veinte minutos. Y no puedo bajar más tarde porque sabes que
aquí no es posible aparcar.
—¿Por qué has pedido una cita? ¿Te sucede algo? ¿No te
encuentras bien?
—Me encuentro perfectamente. Pero no creía justo
presentarme aquí y por mi influencia me dejaras entrar delante de
las otras pacientes.
—¿A qué has venido?
—A follar contigo, por supuesto —dijo acercándose a él para
darle un beso devastador.
De pronto, Carter en lo único que podía pensar era en estar
dentro de ella. Se quitó la bata para no mancharla ni arrugarla y la
lanzó sobre la butaca. A continuación se acercó a la mesa y deslizó
a un lado todo lo que había sobre ella. Luego cogió a Ellie de la
mano y la llevó hasta el borde. Sin decir una sola palabra se agachó
y le quitó los deportivos, luego le desabrochó el vaquero y se lo bajó
junto con las bragas. A continuación se lo sacó por los pies. La
elevó sin ningún esfuerzo y la sentó sobre el escritorio. Entonces le
sacó el suéter por la cabeza y se deshizo del sujetador. Y todo el
proceso no le llevó más de un minuto.
Carter se separó las piernas, pasó los dedos entre sus pliegues
e introdujo un dedo en su interior. Estaba completamente
empapada. Se inclinó para cogerle un pezón con la boca y ella se
echó atrás, apoyándose en las manos y ofreciéndose a él.
Carter se incorporó, sacó un condón del bolsillo trasero del
vaquero, se bajó el pantalón y se lo puso en cinco segundos.
—¿Llevas condones estando en la consulta? —preguntó ella.
—Si estás pensando que los utilizo mientras trabajo, estás muy
equivocada. Desde que tú y yo nos acostamos siempre me ocupo
de llevar condones en el bolsillo. ¿No te has dado cuenta de que
eres insaciable?
—Me gusta follar contigo.
Carter la sujetó fuertemente de las nalgas y la penetró de un
solo movimiento hasta lo más profundo. Entonces se quedó quieto
observando el rostro de Ellie. Respiró hondo cuando ella soltó un
gemido de placer. Sacó la polla hasta estar casi en el exterior y
volvió a penetrarla hasta el fondo haciendo que ella se estremeciera
de nuevo.
—¡Oh, Dios! Cómo me gusta.
—Ellie, quiero que permanezcas en silencio.
—Vale.
Carter empezó a entrar y salir de ella mientras con los dedos de
una mano le acariciaba el clítoris. Ellie se retorcía de placer y eso
excitó más a Carter, hasta que un calor abrasador recorrió su cuerpo
de arriba abajo. Él incrementó la velocidad de sus envites y Ellie
levantó las caderas para seguir el ritmo que él había marcado.
—Carter, necesito correrme, no puedo más.
Con esas simples palabras el placer de él aumentó. Rodeó la
espalda de Ellie con los brazos y la elevó para besarla con
desesperación. Mientras se deseaban el uno al otro, Carter notó
cómo los músculos vaginales se contraían alrededor de su polla
ante el inminente orgasmo. Tres embestidas después la tenía en sus
brazos con convulsiones. Él volvió a besarla para recoger el grito en
su boca.
Carter se quedó quieto un instante. Luego comenzó a moverse
de nuevo. Se hundía en ella, una y otra vez, con tanta fuerza que
parecía que quisiera fundirse con ella.
El orgasmo los alcanzó al mismo tiempo y ambos reprimieron
un grito. Sus corazones palpitaban frenéticos y sus respiraciones
eran entrecortadas.
Carter se desplomó sobre ella y la besó de nuevo de forma
ardiente, arrasando su boca con la lengua mientras la saboreaba.
El corazón de Ellie latía desbocado desplazando sangre a todas
las partes de su cuerpo a la velocidad de la luz.
Carter se incorporó y se separó de ella. Ellie se echó sobre la
mesa con su cuerpo desnudo y con la respiración acelerada. Su
cabello estaba extendido sobre la madera y tenía la mirada brillante
fija en él. Carter pensó que era la imagen más hermosa que había
visto hasta ese momento. Esa chica era el pecado en estado puro.
Ellie se vistió mientras él volvía a ponerse la bata y ordenaba la
mesa. Caminó hacia la puerta en silencio. La abrió y se volvió hacia
él.
—Ha sido un placer, doctor —dijo ella abandonando el
despacho y cerrando la puerta tras ella.
Había sido un polvo rápido, salvaje y devastador, pensó Carter
sonriendo. Esa mujer no dejaba de sorprenderle.

Todos fueron al rancho del abuelo de Ellie el viernes de la


semana siguiente porque el sábado se casaban Rick y Rebecca, la
hermana de Nathan.
Esa tarde estuvieron viendo la cabaña que Rick había
construido para su prometida y las niñas, que ya estaba
completamente terminada y era una maravilla.
Rebecca les enseñó a sus amigas el vestido de novia y el de
las cuatro niñas, que irían delante llevando los anillos, las arras y
pétalos de rosas. Volvieron a ver los vestidos de las damas de honor
de Tess, Lauren y Ellie, que estaban colgados en una de las
habitaciones de la casa principal, donde ellas y la novia se vestirían.
Esa noche cenaron todos juntos. La última cena antes de la
boda.

El día siguiente amaneció un día radiante, aunque hacía mucho


frío, ya que era seis de febrero. La boda sería a las once de la
mañana y se celebraría en la iglesia donde se casaron los abuelos
de Lauren y también los padres de Rick.
Todo salió como lo habían planeado. Rebecca había llegado a
la iglesia con la limusina blanca de Delaney, que conducía Jack, y
acompañada de Nathan, que sería quien la llevaría al altar.
Dos de las cuatro pelirrojas de Rebeca iban echando pétalos de
rosas por el pasillo, otra llevaba las arras y la última los anillos.
Delante de la novia iban las tres damas de honor. Tres mujeres
altas, preciosas e impresionantes.
La novia estaba increíblemente guapa. Caminaba por el pasillo
del brazo de su hermano orgullosa.
La ceremonia fue corta, pero muy bonita.
Al finalizar se desplazaron todos a un hotel donde se celebraría
el banquete, que había corrido por cuenta de Fred, el abuelo de
Lauren, porque consideraba a Rick como un nieto más.
Asistieron todos los trabajadores del rancho; los amigos de Fred
y de Rick; los amigos de Rebeca y de su difunto marido; los padres
de Delaney; Jack y Cath, que eran como de la familia; y, por
supuesto el grupo de amigos.
Después de la comida pasaron a un salón de baile. Carter
estuvo tentado de pedirle a Ellie que se casara con él mientras
bailaban, pero no se atrevió. Lo estaban pasando muy bien y no
quería estropearlo ya que pasarían en el rancho todo el fin de
semana. Pero sí estaba decidido a decirle que la quería. Y lo haría
esa misma noche, en la cama.
Jack llevó a los novios al aeropuerto a última hora de la tarde y
todos los amigos, los padres de Delaney y el abuelo de Lauren
fueron a la cabaña de esta para cenar todo lo que había sobrado del
banquete. Jack y Cath se quedaron con todos los niños en la casa
principal. Incluso se quedó Eve con ellos para entretener a Brianna y
a las cuatro gemelas hasta que fuera la hora de dormir.

Nada más entrar en la cabaña pusieron la mesa entre todos.


Colocaron sobre la mesa las bandejas de comida y se sentaron a
cenar. Estuvieron comentando la boda y todo lo sucedido durante el
día.
Sus amigos se metían con Carter diciéndole que a él ya lo
habían pescado, cosa que hizo que Ellie se sintiera incómoda.
Louise, la madre de Delaney lo notó y cambió de conversación.
—Sean, no sé si te has dado cuenta de que eres el único que
queda sin pareja del grupo de amigos.
—Ryan y Jules tampoco tienen pareja —dijo Sean.
—A ellos les daremos un respiro porque se han incorporado al
grupo hace poco —dijo Tess mirando a los dos médicos y
sonriéndoles.
—Yo no estoy muy seguro de ser el único del grupo que queda
sin pareja. Logan parece muy interesado por una chica —dijo Sean.
Todos se volvieron a mirar al sacedote.
—No le hagáis caso —dijo el aludido.
—Supongo que no les has hablado de ella.
—¿Por qué iba a hablarles de los asuntos de la iglesia?
—¡Por el amor de Dios! —dijo Carter—. Siempre nos contamos
todo lo que nos sucede, incluso, de los asuntos de trabajo.
—Yo nunca lo he hecho —dijo Logan.
—Teníais que haber oído como describió a esa chica —dijo
Sean—. Por cierto, ¿la viste de nuevo a finales del mes pasado?
—Sí.
—¿Conseguiste hablar con ella?
—Solo unas palabras. Pero se escabulló, como la vez anterior.
—¿Qué te dijo?
—Me preguntó si no trabajaba, porque pasaba demasiado
tiempo en la iglesia. Insinuó que yo no hacía nada e iba a la iglesia a
ligar.
—¿Le dijiste que eras cura?
—Se largó antes de que le dijera nada.
—¿No crees que deberías contárnoslo? Lleváis diez minutos
hablando de algo que desconocemos y, si estuviéramos al corriente,
no tendríamos que especular con el tema de la conversación que
estáis manteniendo —dijo Tess.
Logan era reacio a hablar de ello, así que fueron Carter y Sean
quienes les relataron las visitas de esa chica a la iglesia. Y Sean les
contó, con todo detalle, la descripción que Logan había hecho de
ella.
—¿Os dijo que tenía una mirada serena y soñadora? —
preguntó Tess riéndose—. Intenta disimularlo, pero siempre ha sido
un romántico.
—Y que sus labios eran sonrosados y carnosos —añadió
Carter.
—Y suaves y deseables —dijo Sean riendo.
Logan puso los ojos en blanco.
—No entiendo por qué estáis haciendo insinuaciones
infundadas. ¿Habéis olvidado que soy sacerdote?
—No lo hemos olvidado —dijo Sean.
—Pero a lo mejor tú sí —dijo Carter—. Has de reconocer que
nunca has hablado de ninguna chica como lo has hecho de ella.
—¿Por qué no le dejáis en paz? —dijo Patrick, el padre de
Delaney—. Entonces, desde septiembre del año pasado, esa chica
va a tu iglesia a finales de cada mes, se lleva los billetes que hay en
el cepillo y al día siguiente deja una nota con el dinero que se ha
llevado. ¿Lo he entendido bien?
—Perfectamente —dijo el cura.
—Parece honrada —dijo Patrick.
—Sí, muy honrada —dijo Jules, traumatólogo y compañero de
hospital de Carter, sonriendo.
—Yo creo que está jugando contigo —dijo Ryan, neuro cirujano
del mismo hospital.
—¿Por qué tenéis que pensar mal de ella? —dijo Fred, el
abuelo de Lauren—. No olvidéis de a qué se dedicaba mi nieta
antes de casarse. Era una delincuente.
—Gracias, abuelo.
—¿Acaso no es cierto? Y he dicho era, ya sabemos que te has
reformado.
—Más que nada porque se casó con quien la pescó en su cama
—dijo Sean.
Todos se rieron.
—Yo creo que la chica de la que hablamos está en problemas.
Pero sé que realmente piensa devolver el dinero que se lleva —dijo
Logan.
—Tú piensas bien de todo el mundo —dijo Carter.
—Entonces, ¿por qué vuelve al día siguiente a dejar una nota
con la cantidad que se ha llevado? No tendría sentido.
—¿Qué hora era las dos veces que viste a esa chica? —
preguntó Jules.
—Entre las cuatro y las cinco de la tarde.
—Eso podría significar que trabaja por la mañana.
—Podríamos ir todos a la iglesia por la tarde, haciendo turnos.
—¿Vais a dejar vuestras consultas para ir a hacer guardia en la
iglesia? —preguntó Ellie riéndose.
—No tendríamos que dejar las consultas. Somos muchos para
hacer los turnos.
—Eso es cierto —dijo Sean—. Podrían hacer los primeros las
chicas. Vosotras tenéis flexibilidad en el trabajo —dijo mirando a las
tres.
—Si vais a hacerlo, me apunto —dijo Louise, la madre de
Delaney y Sean.
—Ya somos cuatro. Y estoy de acuerdo en que hagamos
nosotras los primeros turnos —dijo Tess—. Nuestros maridos no
suelen comer en casa. Podríamos ir una hora cada una, desde
después de comer. Lauren tendría que elegir la hora, porque tiene
que dar de mamar a su bebé.
—Y luego podríamos seguir el resto de nosotros con los turnos
—dijo Ryan.
—Yo no me imagino a Delaney pasando una hora en la iglesia
—dijo Lauren sonriendo—. ¿Os imagináis que le siguiera la prensa?
Todos se rieron.
—¿Y por qué no vas a la policía? —preguntó Ryan.
—No quiero causarle más problemas de los que pueda tener. Y
pienso que estáis diciendo estupideces —dijo Logan.
—Yo estoy de acuerdo con él —dijo Patrick, el padre de
Delaney—. Eso de los turnos es una estupidez. Si lo habláis con
Jack, él se ocupará y resolverá el misterio en una semana.
—Yo no estaría muy seguro. Creo que a Jack le pierden las
chicas guapas. No podía ver a Tess cuando la conoció, porque
pensaba que le iba a quitar a Delaney todo lo que tenía. Luego llegó
Lauren, que era una delincuente, y se lo metió en el bolsillo en un
abrir y cerrar de ojos. Y ahora está embobado con Ellie —dijo Sean
—. Si la chica esa es como dice Logan, Jack no nos sirve de nada.
Todos volvieron a reír.
—También podríamos contratar al detective para que se
encargue del caso —dijo Carter.
—Si no os importa, me gustaría que cambiáramos de tema. Es
un problema de la iglesia y lo resolveré. Pero os pediré ayuda si la
necesito.
Media hora después todos volvieron a la casa, excepto Nathan,
su mujer y su hija, ya que era su cabaña y dormirían allí. Al llegar a
la casa grande se despidieron hasta el día siguiente y cada uno se
fue a su habitación.

Carter y Ellie entraron en el dormitorio que tenía asignado él


desde el primer día que fueron al rancho. Ellie dormía en otro con
Eve. Bueno, eso era lo que se suponía que hacía. Ellie no quería
que Fred supiera que se acostaba con Carter en su casa. Aunque el
hombre estaba al corriente de la relación que había entre ellos por
su nieta.
—No entiendo por qué todos los invitados de la boda nos
miraban. ¿Te has dado cuenta de ello? —preguntó Ellie quitándose
la chaqueta cuando Carter cerró la puerta de la habitación.
—No me miraban a mi, te miraban a ti, porque eres un auténtico
bombón y con ese vestido estás deslumbrante.
—Vaya. Muchas gracias, doctor —dijo ella con voz seductora
acercándose a él—. Te he echado de menos durante todo el día.
—Y yo a ti —dijo él rodeándole la cintura para acercarla a él y
besarla.
Ellie le rodeó el cuello con los brazos y se pegó a él
devolviéndole el beso con desesperación.
Carter dejó de besarla para sacarle el suéter por la cabeza y
luego volvió a su boca mientras le quitaba el sujetador. Poco
después los dos estaban desnudos junto a la cama. Carter la instó a
que se colocara a cuatro patas sobre ella y deslizó dos dedos en su
interior para ver si estaba húmeda. Y estaba lista para él. Después
de ponerse rápidamente un condón, la penetró desde atrás de una
sola embestida. Permaneció absolutamente quieto, sujeto a las
caderas de ella.
—No sabes las ganas que tenía de estar dentro de ti.
—Muévete, Carter.
—No seas desesperada, pelirroja —dijo inclinándose sobre ella
para pasar la lengua a lo largo de la columna vertebral y terminar
mordiéndola en la nuca.
Ellie se estremeció de la cabeza a los pies. Entonces, Carter
empezó a moverse.
—Estás buena de cojones, cielo.
—Gracias, cariño —dijo ella sonriendo.
Poco después Ellie estaba gimiendo.
—Córrete, preciosa. Córrete para mí.
Esas palabras la hicieron elevarse a lo más alto y que saltara al
vacío. La primera convulsión que recorrió su cuerpo hizo que Ellie
empujara hacia atrás para que Carter entrara más en ella. Siguió
una sacudida tras otra mientras Ellie se agitaba sin control
pronunciando el nombre de él. Carter se unió a ella y se dejó llevar.
Ellie estiró las piernas y se echó sobre la cama sin que él
saliera de su interior.
Cuando se hubieron calmado, Carter sacó el miembro, se quitó
el condón y lo dejó en el suelo. Luego se acostó junto a ella y los
tapó. Ellie se acurrucó a su lado buscando el calor de su cuerpo.
—Ninguna mujer ha estado en mis pensamientos desde el
amanecer hasta el final del día, excepto tú. Ni tampoco he anhelado
besar a ninguna a cualquier hora del día. Pelirroja, no sé si te has
dado cuenta, pero tú eres mi debilidad.
—¿Qué estás intentando decirme?
—Ellie... Te quiero, joder. Y me temo que te quiero desde el
instante que te vi en el campamento. Sé que no te traté bien al
cortar contigo hace años, pero fue porque estaba asustado al darme
cuenta de cuánto me importabas. Y sabía que podrías hacerme
daño y desbaratar todos los planes que tenía para el futuro. Mi
corazón se rompió cuando tuve que marcharme, sin haberte
encontrado para despedirme de ti. Ellie, me importabas más de lo
que podía soportar.
—Ese día me aseguré de que no me encontraras, pero te vi
subir al coche de tus padres. Tú te llevaste mi corazón —dijo ella en
un murmullo—. Siempre ha sido tuyo, Carter. Incluso los siguientes
meses, que te odiaba, seguíste siendo el dueño de mi corazón. No
podía pensar en nada que no fueras tú. Creo que el odio que sentía
por ti, junto con lo mucho que te quería. fueron los que me dieron
fuerzas para seguir adelante con mi vida. Y saber que llevaba un
hijo tuyo en mi interior incrementaba esas fuerzas para continuar y
recuperar las ganas de vivir que había perdido. Aunque no lo sabía,
todos los años que estuvimos separados hice lo contrario de lo que
me pediste cuando cortaste conmigo.
—No recuerdo que te pidiera nada.
—Me pediste que no te esperara.
—Me alegro de que lo hicieras.
—No podría haber evitado hacerlo, porque siempre has sido tú.
—Hay algo que no sabes.
Ellie levantó la cabeza para mirarlo.
—En el verano del dos mil once fui al campamento.
—¿Qué?
—Tenía veintidós años. Ese año había acabado la carrera de
medicina y después del verano empezaría la especialidad.
—¿Por qué fuiste al campamento?
—Fui a buscarte. Durante los cinco años de la carrera había
seguido todos los planes que tenía previstos. Había habido algo que
no entraba en esos planes, pero que había estado allí todo el
tiempo.
—¿Qué?
—Qué no, quien. Tú. No había podido olvidarte. Y que conste
que lo intenté saliendo con chicas. El problema era que ninguna de
ellas eras tú.
—Estás de broma.
—Para nada. Supongo que era una tontería pensar que
hubieras estado en el campamento, pero no sabía tu dirección. Ni
siquiera sabía si seguirías viviendo en el pueblo. Aunque pensé que
estarías de vacaciones, ya que pensaba que estarías en la
universidad. Reconocí a la cocinera y estuvimos hablando de una
cosa y otra y del tiempo que pasé en el campamento. Hasta que te
mencioné. Me dijo que seguías en el pueblo, que estabas felizmente
casada y que tenías una hija preciosa. Mi mundo se hundió. Pensé
en ir a buscarte de todas formas, pero supe que no tenía derecho a
volver a aparecer en tu feliz vida, cuando yo era el culpable por
haberme alejado de ti.
Ellie lo miró con los ojos brillantes por las lágrimas, que se
negaban a salir de sus ojos.
—La cocinera me dijo donde trabajabas y estuve aparcado
durante mucho tiempo frente al estudio de tu jefe. Vi a una mujer
acercarse con una niña y te vi salir y reunirte con ellas. La cogiste
en brazos y la besaste. Sin duda la querías muchísimo. De haber
sabido que era mi hija...
—Carter...
—Déjame terminar. Volví a casa sintiéndome fatal. Y estuve así
durante algunos meses. Tenía que haber vuelto a la universidad en
septiembre, para empezar el curso de la especialidad, pero estaba
triste y desanimado. Perdí más de medio curso sintiéndome
culpable por haberte abandonado. El tiempo hizo que recapacitara.
La carrera de Medicina había sido muy dura y no iba a tirarlo todo
por la borda. De todas formas, me habían dicho que eras feliz y
comprendí que tenía que seguir adelante con mi vida..., sin ti.
Ellie lo miraba con los ojos empañados por las lágrimas.
—Estoy enamorado de ti. Siempre lo he estado —dijo Carter
con una tierna sonrisa en los labios—. No espero que me digas que
tú también me quieres. Y no voy a presionarte de ninguna forma. Te
lo he contado porque pensé que debías saberlo. Los dos hemos
cambiado desde que estuvimos juntos y ya no somos los mismos.
Pero te aseguro que mis sentimientos por ti están intactos. No
espero nada de ti que no quieras darme, pero quiero que nuesta hija
permanezca en mi vida.
—Carter, yo nunca intentaría separarla de ti. Además, no creo
que ella se dejara. ¿No te has dado cuenta de que te adora?
—¿De verdad?
—Por supuesto. Supongo que a tu manera me quieres.
—¿A mi manera? Pelirroja, te quiero de todas las maneras que
se puede querer. Te quería hace catorce años y nunca he dejado de
hacerlo. Aunque no lo sabía. Debería habértelo dicho antes, pero
me aseguraré de decírtelo a menudo, hasta que consiga que lo
creas. Tal vez no te lo he dicho en palabras hasta el momento, pero
es que no he encontrado palabras para definir lo que siento por ti.
Decirte que te quiero no me parece una definición acertada. Siento
mucho más que eso. Aunque no me importaría escucharlo de tus
labios.
Ellie seguía mirándolo completamente aturdida.
—Deberíamos casarnos. El destino ha hecho que nos
volviéramos a encontrar y sé que tú eres lo que quiero y necesito en
mi vida.
Carter se acercó a ella y la besó en los labios.
—Di que sí, cielo —dijo lamiéndole los labios.
Ellie no se pudo contener y lo besó con la respiración agitada.
—Di que te casarás conmigo, pelirroja. Así no tendré que ir de
una mujer a otra.
—¡Menudo arrogante estás hecho!
—No soy arrogante.
—Por supuesto que lo eres.
—¿Qué contestas?
—¿Estás loco? ¿Cómo se te ha ocurrido algo tan
descabellado?
—Ellie, llevamos meses juntos, viéndonos a diario y a veces,
más de una vez al día.
—Nuestra relación está basada en el sexo.
—No digas tonterías. Eso quedó atrás hace mucho.
—Carter, las cosas van bien tal cual, no estamos preparados
para pasar a otro nivel.
—Yo estoy completamente preparado.
—Pero es que no estás hablando de pasar al siguiente nivel
sino de saltártelos todos. Estás hablando de matrimonio. Ni siquiera
nuestra hija sabe que estamos juntos. Solo sabe que nos
acostamos.
—Supongo que sabes que Eve no es estúpida.
—¿Ella cree que hay algo más?
—Por supuesto. De acuerdo, no voy a presionarte. Esto de hoy
ha sido una sugerencia, pero no tardaré en preguntártelo en serio.
Así que te aconsejo que lo pienses detenidamente porque pronto
tendrás que darme una contestación. Vamos a dormir que es tarde
—dijo besándola en los labios—. Buenas noches, cielo.
—Buenas noches.

Todos los amigos se reunieron para comer en casa de Nathan


el sábado siguiente. Mientras comían se pusieron al día de lo que
les había sucedido a cada uno de ellos durante la semana. Por
supuesto, no se olvidaron de mencionar en problema que tenía
Logan con la ladrona de su iglesia. Aunque no había vuelto a verla,
no dejaron de burlarse de él al respecto.
—¿Qué es eso tan importante que tienes que decirnos,
Delaney? —preguntó Jules—. Tu preciosa mujer me llamó ayer para
asegurarse de que hoy vendría a comer con vosotros. Y he tenido
que cambiar la guardia que tenía hoy para complacerla.
—Muchas gracias —dijo Tess con una traviesa sonrisa.
—De nada, preciosa.
—¿Has dejado ya de flirtear con mi mujer?
—Sí —dijo Jules divertido porque su amigo sintiera celos,
incluso de él, que era gay—. Tienes toda mi atención.
—Estupendo. Tess y yo hemos pensado celebrar el cumpleaños
de nuestro hijo en la isla.
—¿Te refieres a la isla esa que dices que tienes en Las
Maldivas?
—Sí, esa misma.
—¿Y nos vas a invitar a todos? —preguntó Jules.
—Ese es el plan.
—Por fin vamos a conocer esa isla vuestra —dijo Ryan.
—Pero, ¿es en serio que tenéis una isla? —preguntó Eve
mirando a Delaney que le sonreía—. Pensaba que era una broma.
—Pues ya ves que no. Seguro que te gustará.
—Mamá, no se te ocurra poner ninguna excusa para no ir.
Sabes que Henry es capaz de llevar el negocio solo por unos días.
—Sí, lo sé. Y no creas que ser prescindible hace que me sienta
bien. Y por nada del mundo me privaría de ir a una isla de Las
Maldivas. Jamás pensé que podría ir allí. Cuenta con nosotras.
—Estupendo —dijo Delaney.
—Hemos pensado salir el sábado día seis a primera hora —dijo
Tess—. Por cierto, mis suegros también vendrán con nosotros. No
se perderían por nada del mundo el cumpleaños de su nieto.
—Jack, tú te has encargado de los vuelos y sabes los horarios,
infórmanos —dijo Delaney.
—De acuerdo —dijo el hombre sacando un pequeño bloc del
bolsillo y abriéndolo—. Tenemos el vuelo de ida reservado para el
día seis a las ocho de la mañana. Teniendo en cuenta que
aterrizaremos en una isla y tendremos que ir en barco hasta la isla
de Delaney, calculo que llegaremos a las dos de la tarde del
domingo. Aunque la hora local serán las once de la mañana de ese
mismo día.
—¿Cuánto dura el vuelo? —preguntó Ellie.
—Diesisiete horas.
—¡Santa madre de Dios! ¿Qué haremos durante todas esas
horas metidos en el avión? —preguntó Ellie.
—A mí se me ocurren unas cuantas cosas que podríamos
hacer juntos, cielo —dijo Ryan sonriéndole de manera seductora.
Carter lo fulminó con la mirada y Ryan soltó una carcajada al
ver la expresión de su amigo.
—Nunca nos hemos aburrido durante el viaje —dijo Sean—. En
el avión hay juegos de mesa. Y también podremos dormir algunas
horas, comer, tomar café, ver alguna película, hablar...
—¿Los pequeños aguantarán tanto tiempo?
—Podrán correr y gatear en el avión —dijo Tess.
—No creo que a las azafatas ni a los demás pasajeros les haga
gracia que los niños estén molestando —dijo Eve.
—No van a molestar, cariño —le dijo Carter—. El avión es de
Delaney.
—¿En serio? —dijo la niña mirando a Delaney con una sonrisa.
—¿Cuándo volveremos? —preguntó Ellie.
—Saldremos de la isla el domingo de la semana siguiente a las
ocho de la mañana y llegaremos a Nueva York a las cinco de la
tarde del mismo día, hora local —dijo Jack.
—Estaremos fuera ocho días y medio —dijo Ellie.
—Sí.
—¿Qué excusa vamos a dar en el instituto para que faltes toda
la semana? —preguntó Ellie a su hija preocupada.
—Diré que me voy de vacaciones a Las Maldivas. ¿Se te ocurre
una excusa mejor? No te preocupes, mamá. Estaré en contacto con
mis amigas y me informarán de las clases. Me llevaré los libros.
¿Hay WiFi en la isla?
—Por supuesto —dijo Delaney.
—De la tarta de cumpleaños me encargaré yo —dijo Ellie—. Me
llevaré todo lo necesario para prepararla.
—No tienes que llevarte nada —dijo Tess—. Dale a Jack la lista
de lo que necesites y él se encargará de que esté todo en la casa
cuando lleguemos.
—De acuerdo.
Capítulo 19
Llegó el día que se iban de vacaciones. Habían quedado todos
en casa de Delaney. No tenían que llevar mucha ropa porque en la
isla no había nada, además de la gran casa. Pero Tess les había
pedido a todos que se llevaran algo un poco arreglado para cenar al
menos un día. Tampoco tenían que llevar muchas cosas para los
pequeños porque Jack se había encargado de que llevaran a la
casa todo lo que necesitaban.
Al final habían decidido ir en el jet de Patrick porque era mucho
más grande que el de su hijo. Además, recientemente había hecho
reformas y ahora tenía tres habitaciones, que ocuparían los padres
de Delaney, Nathan y Lauren con su pequeña, y Delaney y Tess con
sus dos hijos.
—Me encanta la reacción de las mujeres de nuestro grupo de
amigos cada vez que suben por primera vez a mi avión privado —
dijo Delaney cuando estaban sentados y preparados para despegar.
—No es tu avión, es el mío —dijo Patrick.
—Es cierto, papá, lo había olvidado. Pero la reacción es la
misma. Recuerdo la primera vez de mi mujer —dijo Delaney
sonriendo.
—Parecía una niña pequeña. Lo tocaba y lo probaba todo,
como si fuera su primer juguete —dijo Jack.
—Nunca olvidaré la mirada traviesa de sus ojos —dijo Delaney
besando a su mujer en los labios.
—Y me sentía realmente así —dijo ella sonriéndole—. Cariño,
no puedes imaginar lo impresionada que me tenías.
—Y me alegré por ello.
—Yo también me sentí así la primera vez —dijo Lauren—.
Supongo que era lo normal, ya que había vivido la mitad de mi vida
en una caravana.
—Yo me siento muy impresionada —dijo Ellie—. Antes de salir
de casa le dije a Eve que no se portara como una paleta de pueblo
al subir al avión, pero reconozco que he sido yo quien se ha portado
como tal. Gracias, Patrick, por dejarnos viajar en tu avión.
—Cariño. Es un placer llevaros a todos vosotros. Y mi mujer y
yo nos alegramos de que nos hayáis incluido en vuestro grupo.
Vosotros hacéis que nos sintamos más jóvenes.
—Serás tú quien se siente más joven —dijo su mujer—. Yo no
tengo que sentirme más joven. Soy joven.
—Y estás fantástica —dijo Logan.
—Patrick, no tienes que preocuparte de envejecer —dijo Ellie—.
Lo único que tienes que saber es que en estos momentos eres la
versión más joven del resto de tu vida.
—Vaya, eso me gusta —dijo el hombre sonriéndole.
—Mi marido tiene razón, es un placer que contéis con nosotros
en los cumpleaños, en la inauguración de vuestras casas, y también
en momentos que no son importantes. Me siento muy bien con
vosotros.
—Y nosotros contigo —dijo Carter.
—Delaney, has hablado de la reacción de las chicas al subir por
primera vez a tu avión privado, pero yo también estoy impresionado
—dijo Jules sonriendo—. Yo no tenía un céntimo hasta que empecé
a trabajar en el hospital. No soy como Ryan, que su familia tiene
dinero y está acostumbrado, porque viaja en el avión de su hermano
a menudo.
—Me alegro de que estés impresionado —dijo Delaney—. Tal
vez debería comprar un avión más grande. Nuestro grupo va
creciendo por momentos.
—Además, ya hay cuatro niños entre nosotros —dijo Tess.
—Tienes razón.

Sean no se había equivocado, porque no se aburrieron en las


horas que duró el viaje. Incluso los niños se portaron bien. Christian
se pasó horas caminando, con pasos inseguros, por el pasillo del
avión, sujetándose a los cómodos sillones y sofás que había
repartidos por todo el aparato. Su hermana Brianna estuvo
entretenida con sus juguetes, escuchando los cuentos que le leía
Eve o corriendo por el pasillo. Ni siquiera quiso dormir con sus
padres, lo hizo en uno de los sofás cerca de Eve y de su madre, que
en ese instante dormían juntas en otro. Carter las contemplaba
desde una butaca alejada.
—¿Le has dicho ya a Ellie que la quieres? —preguntó Sean a
Carter que estaba sentado a su lado.
—Sí, se lo dije hace unas semanas.
—¿Le dijiste también que fuiste a buscarla al pueblo? —
preguntó Logan que estaba sentado en el sofá de enfrente junto a
Ryan.
—Sí. Y también le dejé claro todo lo que siento por ella.
Además, le sugerí que deberíamos casarnos.
—¿Y?
—Me dijo que estaba loco. Que las cosas nos iban bien así.
Dijo que yo no quería avanzar al siguiente nivel, sino que quería
saltármelos todos. Esa chica es muy cabezota. Me da la impresión
de que no creyó nada de lo que le dije —dijo Carter cabreado.
—Resulta difícil de entender que tú, que siempre has sido
capaz de conseguir a cualquier mujer, no puedas seducir a la única
que te importa. ¿No creéis que es gracioso? —dijo Logan. Los tres
amigos sonrieron, excepto Carter.
—A mí no me hace ninguna gracia.
—¿Y lo has dejado estar? —preguntó Sean.
—Por supuesto que no. Le dije que lo pensara bien y tomara
una decisión porque pronto le haría la pregunta.
—¿Vas a pedirle pronto que se case contigo?
—Si se presenta la ocasión, se lo pediré en estas vacaciones.
—¿Has comprado el anillo?
—Eve me acompañó a la joyería, y trajo un anillo de su madre
para que supiéramos la medida.
—Entonces tu hija lo sabe.
—Sí. Y está muy contenta.
—Supongo que ella conoce bien a su madre. ¿Cree que
aceptará a casarse contigo cuando se lo propongas?
—No está segura.

Los cuatro que no conocían la isla quedaron impresionados con


la casa y el entorno. Eran las diez de la mañana cuando llegaron.
El interior de la mansión era una maravilla. Todo estaba pintado
de blanco y las cortinas eran también blancas y tan finas que se
apreciaba el exterior. La señora que se ocupaba de la casa había
dejado las ventanas abiertas cuando fue a llevar a primera hora los
víveres que le habían pedido.
Las cortinas se movían con la suave brisa, dando aspecto de
frescor al ambiente. Los muebles eran una mezcla de antiguos y
modernos, como en la casa de Delaney de Nueva York, y resaltaban
junto con los cuadros y las cosas de decoración entre tanto blanco.
Tess fue la encargada de acompañarlos a todos para mostrarles
sus habitaciones.
Decidieron instalarse y luego ir a conocer la isla antes de
comer.
La isla era otra maravilla. Era pequeña. Sean les dijo que se
podía recorrer en poco más de dos horas. Las playas que la
rodeaban eran fantásticas, pero sin duda la más bonita de todas era
la que había frente a la casa. Las aguas eran cristalinas y la arena
blanca y fina.
—Van a ser unas vacaciones increíbles —dijo Ellie mirando el
mar.
—Sí —dijo Tess—. Cath ya tendrá preparada la comida.
Propongo que comamos y luego vayamos a la playa a relajarnos.
Podemos dormir allí la siesta debajo de las palmeras.
—¿Dónde vas, princesa? —preguntó Delaney a su hija
cogiéndola en brazos cuando empezo a correr.
—A bañarme. Bájame, papi —dijo retorciéndose en los brazos
de su padre.
—Primero vamos a comer, y cuando terminemos iremos a la
playa.
—La mamá siempre quiere que duerma después de comer.
—Hoy no. Y si tienes sueño, podrás dormir en la playa.
—Vale.
—Supongo que querrás llevar a la playa los cubos y las palas
para hacer un castillo.
—Sí. Y también el barco que me compró el tío Carter.
—Muy bien. Pero tienes que tener en cuenta que no es lo
mismo el mar que la bañera de casa, y si no lo vigilas navegará
hacia dentro y lo perderás.
—Lo vigilaré. Vamos a comer.
—¿Ahora tienes prisa?
—Así iremos antes a la playa.

Cuando llegaron a la mansión la mesa estaba preparada en el


exterior, debajo de un grupo de palmeras. Poco después, todos
estaban sentados comiendo.
La vista de la playa desde allí era impresionante. Había algunas
palmeras repartidas por la arena y el agua brillaba soltando
destellos como si fueran diamantes.
—Las veces que hemos venido hemos salido cada día a
primera hora a correr —dijo Carter—, dando dos vueltas a la isla.
—Yo lo haré a partir de mañana —dijo Sean—, me gusta más
correr en el exterior que en el gimnasio.
—Yo me apunto —dijo Ellie—. Empecé a correr con Henry
cuando nos mudamos a la nueva casa. Bueno, empezamos, porque
Eve viene con nosotros casi todos los días.
—Yo os acompañaré —dijo Eve.
—Yo lo decidiré mañana cuando me despierte —dijo Ryan—.
Pensaba que habíamos venido a descansar.
—Tienes el resto del día para descansar —dijo Ellie—. Y si
corres todos los días estarás en mejor forma.
—¿Crees que necesito estar más en forma? —preguntó el
médico de manera seductora.
—No, yo creo que estás muy bien como estás —dijo Ellie
mirando a Carter y sonriéndole.
—Yo me apunto, si mi marido me deja. Cuando venimos aquí
prefiere hacer otro tipo de ejercicio —dijo Tess sonriendo.
Y todos se rieron, incluido su marido.
—Yo también iré —dijo Logan—. Quedaremos a las ocho en el
porche, como siempre. ¿Nos acompañarás, Patrick?
—Os esperaré en el porche. Yo, al igual que mi hijo, prefiero
hacer otra clase de ejercicio al despertarme.
—Calla —dijo su mujer dándole un codazo—. No hagas que me
avergüence.
Volvió a salir en la conversación, una vez más, el tema de la
ladrona de la iglesia. Fueron los padres de Delaney los que más se
interesaron.
—¿Has sabido algo de la chica esa que se lleva el dinero del
cepillo de la iglesia? —preguntó Patrick al sacerdote.
—Sí, sigue yendo cada mes.
—Supongo que ninguna de las veces fue para hablar contigo o
confesarse. ¿O ha cambiado eso? —dijo Sean.
—No, no ha cambiado. En enero se llevó doscientos setenta y
cinco dólares. Es como si fuera a recoger la paga del mes —dijo
Logan sonriendo.
—¿Y cúanto se llevó el mes pasado? —preguntó Lauren
divertida.
—Ciento veinticinco dólares. Pero esas dos veces no conseguí
verla. Este asunto ya me está jodiendo.
—Los sacerdotes no deberían hablar así —dijo Eve
sonriéndole.
—Lo sé, cielo. Disculpa.
—¿Ya te estás cansando de la situación? —preguntó Nathan—.
Pensé que habías dicho que esa chica tendría un grave problema y
necesitaría ayuda.
—Empiezo a dudarlo. ¿Acaso piensa que la iglesia va a estar
prestándole dinero durante toda su vida?
—Dijiste que eras tú quien ponía el dinero —dijo Carter.
—Y es cierto, pero ella no lo sabe.

Pasaron la tarde en la playa descansando, tomando el sol,


bañándose y charlando.
Ellie volvió a casa la primera porque quería preparar algo dulce
para tomar con el café, y ponerse con la tarta de cumpleaños del
hijo de Delaney. Cosa que hizo mientras Cath preparaba la cena y
hablaban.
Después de cenar, Carter y Ellie salieron a dar un paseo. Él
cogió dos mantas que había dejado enrolladas en el porche.
—¿Qué es eso?
—Unas mantas. Por si nos apetece sentarnos un rato en la
playa.
Caminaron por la orilla del mar hasta que se alejaron bastante
de la casa. Carter dejó las mantas sobre la arena y siguieron
paseando cogidos de la mano.
—Dios mío, cuántas estrellas —dijo Ellie deteniéndose para
mirar hacia arriba—. En Nueva York no hay tantas.
—Los edificios son demasiado altos para poder verlas. Aunque
desde la azotea de tu casa se ve un buen espectáculo.
—Sí, es cierto. Supongo que desde tu nueva casa también.
—Sí. ¿Sabes que compré esa casa por ti?
—¿Por mí?
—Por eso te pedí que vinieras a vivir conmigo. Y por eso te
pedí que me acompañaras a comprar los muebles. Quería que todo
estuviera a tu gusto.
Ellie se detuvo y se giró para mirarlo, pero no dijo nada. Carter
entrelazó los dedos de su mano con los de ella y le sonrió.
—Es maravilloso pasear por aquí. Este silencio es abrumador.
Solo se escucha el ligero sonido de las olas al romper en la orilla.
¿No te parece romántico?
—No está mal, pero lo que realmente me parece romántico es
pasear cogido de la mano de una chica preciosa bajo las estrellas.
—Sí, eso también lo es —dijo ella sonriéndole.
—Hace mucho que no te pregunto sobre ello. ¿Todavía piensas
que lo que hay entre nosotros es solo sexo?
—La verdad es que no he pensado mucho sobre el tema —dijo
Ellie sin mirarlo.
—¿No has tenido tiempo?
—La verdad es que he estado bastante ocupada. Pero sí he de
decirte que pienso que el sexo entre nosotros es fabuloso —dijo
dedicándole una descarada sonrisa que a Carter le hizo sonreír.
—Tengo que darte la razón. He de reconocer que al principio
estabas un poco verde. Así y todo, me ponías a cien. Pero después
de todas estas semanas de práctica, eres tan experta como yo.
Aprendes rápido, pelirroja.
—No hay nada como practicar con el mejor. Y eres un buen
maestro.
—Sentémonos un rato en la playa —dijo él cuando volvieron del
paseo y llegaron adonde habían dejado la mantas.
—Vale.
Extendieron sobre la arena una de las mantas y doblaron la otra
para que les sirviera de almohada. Se echaron sobre ella boca
arriba, el uno junto al otro y contemplaron las estrellas.
—Siempre he tenido una fantasía —dijo ella sin dejar de mirar
al cielo.
—¿Qué clase de fantasía?
—Sexual.
—Háblame de ella.
—Siempre he deseado hacer el amor en una playa —dijo ella
girándose para mirarlo.
—¿En serio?
—Sí.
—Pues tienes suerte, porque esa era mi intención desde que
salimos de la casa. Por eso traje las mantas.
—Dijiste que eran por si queríamos sentarnos para hablar.
—Bueno, estamos sentados y hablando, ¿no?
—¿Querías hacer el amor conmigo aquí?
—Cariño, yo quiero hacer el amor contigo en cualquier parte —
dijo él cogiéndole la mano y besándosela.
—Lauren me dijo que pasaron aquí su luna de miel.
—Sí.
—Debe ser un sitio fantástico para disfrutar de ello. Solos en
una isla sin ningún sitio al que ir.
—Según Nathan, no echó de menos ir a ninguna parte durante
todo el tiempo que estuvieron aquí.
—Lauren tampoco.
—¿Te gustaría pasar la luna de miel aquí..., si te casaras?
—Eso sería un sueño.
—A veces los sueños se cumplen.
—Yo no estoy acostumbrada a que mis sueños se hagan
realidad.
Carter la miró dedicándole una tierna sonrisa y pensando que él
haría que todos sus sueños se cumplieran.
—¿Sabías que Delaney y Tess se casaron aquí?
—¿Aquí? No, no lo sabía. Tess me dijo que se habían casado
en el jardín de la casa de Delaney.
—Es cierto, se casaron allí. Pero como fue una boda
concertada... Supongo que estás al corriente de ello.
—Sí, Tess me lo contó. Me gustó mucho su historia. Es pareció
una película romántica.
—Totalmente de acuerdo contigo. Delaney quería volver a
casarse, a pesar de que ya estaban casados. Quería una ceremonia
personal entre ellos dos, porque dijo que la anterior era una
falsedad. Se casaron en la playa de delante de la casa.
—Qué romántico.
Carter se giró hacia ella, se incorporó y se inclinó para besarla.
Y Ellie le devolvió el beso. Un beso tierno y suave. Cuando Carter
se separó se miraron a los ojos.
—Te quiero con locura, pelirroja. Cada día estoy más
enamorado de ti.
Ellie estuvo tentada de decirle que ella también lo quería, pero
se contuvo.
Carter metió la mano en el interior de su camiseta para
acariciarle los pechos por encima del sujetador.
—Carter, estamos en el exterior.
—¿Tienes miedo de que algún vecino nos vea?
—Puede venir alguien de la casa.
—Nadie va a venir. Puedes estar tranquila. Nuestra hija ya está
acostada. Ahora quiero que te relajes, y voy a encargarme de ello —
dijo volviendo a besarla.
Cuando Carter se apartó de ella le dedicó una sonrisa lenta, la
misma sonrisa peligrosa que la había perseguido durante su
adolescencia. Por un instante le pareció aquel chico tierno y
encantador que tan bien recordaba. Aquel chico que la hacía
temblar solo con que la mirara y que la hacía desear cosas que en
el fondo sabía que nunca se harían realidad. Había intentado no
dejarse impresionar por la belleza de ese chico, aunque no lo había
conseguido. Como tampoco había conseguido controlar su cuerpo
cuando lo veía, ni sentir que su estómago le daba un vuelco y se
quedaba sin respiración. Y ahora sentía lo mismo por él, pero
incrementado.
—¿Has traído condones?
—Sí.
El olor del cuerpo de Carter le embriagaba los sentidos. Ellie
intentó seguir respirando con normalidad, a pesar de que los latidos
de su corazón atronaban en su pecho.
Carter se puso de rodillas a su lado y la incorporó para sacarle
la camiseta por la cabeza. Luego le desabrochó el sujetador y lo
retiró por los brazos. La desnudaba con calma. Las prendas iban
desapareciendo del cuerpo de Ellie, acompañadas de caricias de
sus manos y de su lengua.
Ella cogió la camiseta de él por los bordes inferiores y la levantó
para quitársela por la cabeza. Él la ayudó y dejó la prenda sobre las
otras.
Ellie se echó de nuevo sobre la manta y él se inclinó para
meterse un pezón en la boca. Con los dedos de la otra mano apretó
el otro pezón y Ellie arqueó la espalda por el placer que sentía.
Carter la besó, la chupó, la lamió y mordisqueó cada trocito de
piel de sus pechos, brazos, costados y estómago. Le desabrochó el
botón del pantalón corto y se lo bajó hasta sacárselo junto con las
chanclas. Luego comenzó a besarla, empezando por los pies y
subiendo lentamente por las piernas y muslos, mientras ella se
retorcía de placer.
Recorría su piel cálida y excitada con las manos y la boca,
perdiéndose en las curvas de aquel cuerpo que le parecía delicioso
y perfecto para sus manos y sus labios.
De pronto se dio cuenta de que, hasta que Ellie volvió a
aparecer en su vida, había sido un estúpido que no sabía de
mujeres ni de sexo, a pesar de todas las mujeres con las que se
había acostado. Porque con ella el sexo era mucho más que placer
y excitación. Porque las caricias de aquella mujer ardiente, tierna y
apasionada despertaban en él sensaciones desconocidas que
resultaban abrumadoras y aterradoras al mismo tiempo.
Al llegar a su entrepierna le separó las piernas. La besó por
encima de las bragas de encaje y ella se tensó. Carter deslizó la
prenda a un lado con el dedo y contempló su sexo.
—Tienes un coño precioso.
—Eso sí es romántico —dijo ella sonriendo de forma
descarada.
Ellie respiró profundamente. La sangre le corría a quinientos por
hora por las venas ante la expectativa de lo que iba a llegar.
Carter le sacó las bragas por los pies. Luego se inclinó, deslizó
la lengua por sus pliegues y se centró en el clítoris. Ellie elevó las
caderas para estar más cerca de su boca. Tenía el corazón tan
acelerado que pensó que se le iba a salir del pecho.
Carter pasó los brazos por debajo de sus muslos y ella apoyó
los tobillos en sus hombros. La sujetó de las caderas y la elevó y se
inclinó para devorarle el sexo. Introdujo la lengua en su interior y un
poderoso orgasmo la invadió de repente desconcertándola.
Carter fue disminuyendo las caricias de su lengua para que ella
saboreara su orgasmo. Cuando supo que estaba calmada, la besó
de manera desenfrenada y ella le devolvió el beso con la misma
pasión.
—Quítate el pantalón, quiero tenerte dentro de mí.
Carter se sacó las bermudas y el bóxer al mismo tiempo y
arrastró las chanclas en el proceso. Sacó el condón del pantalón y
se lo puso en dos segundos. Luego se colocó entre sus piernas.
Ellie las dobló y las separó para dejarle espacio. Entonces, Carter la
invadió de una sola estocada haciéndola gritar.
—Dios, cómo me gusta estar dentro de ti.
—Me encanta hacerlo aquí, en el exterior. Es una sensación
increíble.
—Sí. Totalmente de acuerdo contigo. Me recuerda cuando
hacíamos el amor en el campamento.
—Me hacías sentir muy bien.
—Tú también me hacías sentir muy bien. Estás buena de
cojones, pelirroja —dijo mientras entraba y salía de ella lentamente.
Carter se movía encima de ella a un ritmo sosegado que la
estaba volviendo loca.
—Tú también estás bueno. Me gusta acariciarte, sobre todo,
con los labios y la lengua. Y sentir tus músculos tensos cuando los
acaricio.
—Cielo, tus palabras me han puesto a cien.
—Pues relájate, quiero que esto dure. Me gusta cuando me
follas así, despacio, sacando la polla hasta casi estar fuera y
entrando de nuevo hasta el fondo. No sabes el placer que me das.
Carter se inclinó hacia ella para besarla de nuevo. Ellie le rodeó
las caderas con las piernas y se abrazó a su cuello para devolverle
el beso.
Estuvieron besándose durante una eternidad. Carter le sujetó
las manos y las aprisionó contra la manta, inmovilizándola. Empezó
a embestirla despacio, pero profundo. No apartó la vista de la de
ella. Quería verla llegar al clímax y asegurarse de que era suya por
completo, antes de dejarse ir. Sus suaves envites, el choque de sus
cuerpos y los gemidos que ambos dejaban escapar eran una delicia.
Carter escondió el rostro en su cuello y comenzó a acariciarlo
con los labios, embriagado por el sutil olor a vainilla de su piel.
Ellie lo incitó a que las acometidas fueran menos calmadas y se
transformaran en brutales, y pronto se vio invadida por un orgasmo
que la dejó casi sin sentido.
Él no se detuvo esa vez, siguió penetrándola una y otra vez con
acometidas salvajes, y ella volvió a sentir que de nuevo estaba
llegando al éxtasis.
Cuando Carter notó la presión que los músculos de su vagina
ejercían sobre su polla, dio dos embestidas más y se corrió con ella.
Se derrumbó sobre Ellie, agotado y sobrecogido por lo que esa
chica le hacía sentir. Escondió el rostro en su cuello y
permanecieron así, en silencio, hasta que se tranquilizaron y sus
respiraciones volvieron a la normalidad.
—Estoy pensando que tal vez debería aceptar tu sugerencia y
casarme contigo —le dijo Ellie al oído.
Carter se quedó quieto un instante, asimilando lo que ella
acababa de decir.
—¿Quieres casarte conmigo? —dijo él levantando la cabeza
para mirarla.
—¿Eso es una proposición?
—No —dijo Carter mirándola.
—Menos mal, esperaba que no lo fuera. No me parece muy
romántico que me lo propongas estando dentro de mí.
—Vámonos —dijo él de pronto saliendo de su interior
rápidamente y sacándose el condón, que anudó y dejó en el suelo
sobre la manta—. Vístete rápido.
—¿Por qué tanta prisa? Me gusta estar aquí. Y me gustaría
hacerlo otra vez.
Carter cogió el condón y se lo puso en uno de los bolsillos de
las bermudas. Sacudió la manta y luego las cogió las dos, como si
ella no le hubiera dicho nada. Comenzó a caminar antes de que ella
terminara de vestirse.
—¿Tienes que hacer algo... ahora?
—Sí, ahora. Date prisa.
—Pensé que íbamos a quedarnos más tiempo aquí —dijo ella
cuando terminó de vestirse y lo alcanzó.
—¿Aún no has quedado satisfecha?
—Estamos de vacaciones y en las vacaciones hay que cometer
excesos.
—Eres insaciable, cielo.
—¿Insaciable? ¿Lo dices tú, que quiere verme cada día para
follar conmigo?
Él la miró sonriendo y la cogió de la mano.
—Por tu culpa he estado más de catorce años de abstinencia
sexual, cosa que a ti no te ha sucedido, por cierto. Aunque eso no
me importa, casi lo agradezco, porque voy a aprovecharme de todo
lo que has aprendido con todas esas mujeres.
—Y yo estaré encantado de mostrártelo.
Al llegar a la mansión, Carter dejó las mantas en uno de los
sillones del porche y entraron en la casa. Subieron la escalera en
completo silencio, porque todos estaban dormidos, y fueron
directamente a la habitación de Carter, la cual compartían.
—Voy a darme una ducha rápida antes de acostarnos.
—Yo también.
—¿No vienes? —preguntó él al ver que no lo seguía mientras
caminaba hacia el baño—. Cuando comenté lo de la ducha me
refería a los dos… juntos. Ya sabes, por eso de ahorrar agua.
—Si nos duchamos juntos no será una ducha rápida.
—No tenemos prisa.
—¿En serio? Me has traído hasta la casa prácticamente
corriendo.
—Porque tenía que hacer algo importante.
—¿Algo importante? Carter, es casi media noche.
Él la cogió de la mano y comenzó a caminar hacia el baño. Al
entrar se quitó la ropa, se metió en la ducha y abrió el grifo.
Ellie contempló ese magnífico cuerpo, la piel de su espalda
tensa sobre sus músculos, ese culo duro y bien formado y esas
piernas fuertes y largas.
Ella se desnudó y se unió a él suspirando y, por supuesto, no
fue una ducha rápida.
Salieron los dos del baño envueltos en toallas. Ellie se secó
bien todo el cuerpo y se metió en la cama desnuda.
—Me encanta el tacto de estas sábanas sobre la piel.
—Son de algodón egipcio —dijo Carter.
—La sensación es fantástica —dijo ella cubriéndose con la
sábana hasta los pechos.
Carter se sentó en el borde de la cama y sacó el pequeño
estuche negro del cajón de la mesita de noche. Ellie miró su mano
con los ojos abiertos y él le sonrió.
—En la playa me has dicho que no era una proposición.
—En la playa no tenía el anillo —dijo él abriendo el estuche—.
Pelirroja, ¿quieres casarte conmigo?
—Sí —dijo ella sonriéndole.
—¿En serio has dicho que sí?
—Lo llevo pensando hace días. De hecho, he pensado en ello
desde la primera vez que me besaste en la acampada hace siete
meses.
—¿Estabas planeando casarte conmigo?
—Yo no diría planeando, sino fantaseando con hacerlo.
—¿Querrás tener hijos conmigo?
—Ya tengo una hija contigo, pero sí, tener más hijos contigo
entra en el plan —dijo ella sonriéndole—. Y hablando de eso.
¿Hemos hecho el amor alguna vez sin condón?
—Pues… No lo sé. Creo que no.
Aunque Carter sabía que había sucedido el día que ella lo invitó
a cenar en la azotea de su casa como regalo de cumpleaños.
—¿Por qué lo preguntas?
—Porque precisamente ayer estaba intentando recordar cuándo
me había venido la regla la última vez, pero no podía recordarlo.
—¿No sueles apuntarlo?
—Sí, lo anoto en el calendario, pero está en mi cocina.
—¿Piensas que puedes estar embarazada?
—No, pero no estaré tranquila hasta que volvamos y me
asegure.
—A mí no me importaría tener otro hijo —dijo él.
—Ni siquiera estamos casados.
—Pero lo estaremos pronto. ¿Te sientes diferente? ¿Notas algo
en tu cuerpo que te haga sospechar que esperas un bebé?
—No, aunque con Eve tampoco sentí nada extraño hasta que
comenzó a moverse en mi vientre.
—Todos los embarazos no son iguales.
—Tú eres ginecólogo. ¿Has notado algún cambio en mí?
—Pues… ahora que te miro. ¿No tienes los pechos más
grandes?
—¿Tú crees?
—¿Te importaría estar embarazada?
—La verdad es que no. Siempre he querido tener más hijos.
—A mí me gustaría que estuvieras embarazada.
—Te quiero, Carter. Nunca he dejado de quererte.
—Yo tampoco. Hemos perdido mucho tiempo por mi culpa.
—¿No vas a ponerme el anillo?
—Claro —dijo él sacándolo del estuche con dedos temblorosos.
—Es una maravilla. Jamás pensé que pudiera llevar en el dedo
un anillo tan impresionante como este.
—Me alegro de que te guste.
—Esto hay que celebrarlo —dijo ella cogiéndolo del pelo y
acercándolo para besarlo—. ¿Un polvo rápido para sellar el pacto?
—¿Un polvo rápido? —dijo él sonriéndole—. Ahora ya no tengo
ninguna prisa, cielo. Voy a follarte despacio durante toda la noche.
—Vale —dijo ella con una sonrisa descarada.
—Te quiero, preciosa.
Una hora y media después estaban a oscuras, el uno junto al
otro, agotados, pero muy satisfechos.
—Quiero que nos casemos aquí —dijo Carter—. No me refiero
a mañana, pero sí antes de volver a casa.
—¿Te has vuelto loco? ¿Qué pensarían tus padres si les
dijeses a tu vuelta que te has casado? Yo ni siquiera los conozco,
solo los he visto una vez.
—Apuesto a que se alegrarían. Iremos a comer un día con ellos
cuando volvamos para que vayas conociéndolos. Y no tienen que
saber que nos hemos casado, les diremos que estamos prometidos.
Solo lo sabremos los que estamos aquí. Y tenemos un sacerdote a
nuestra disposición. Más adelante nos casaremos y lo celebraremos
con las dos familias.
—¿Por qué quieres casarte aquí?
—Por dos razones. La primera es que sé que te gustaría
casarte aquí, junto al mar, en una boda informal con nuestra hija y
nuestros amigos. Y la segunda razón, y la más importante, es que
no pondrás excusas para venir a vivir conmigo.
Ellie estuvo pensando durante unos cuantos segundos.
—De acuerdo. Pero tendrá que ser después del lunes.
—¿Qué pasa el lunes?
—Es el cumpleaños de Christian.
—Vale, entonces nos casaremos cualquier día, después del
lunes.
—Acabo de darme cuenta de que el lunes es mañana. Hemos
perdido un día con el viaje.
—Lo recuperaremos a la vuelta. ¿Tienes algún vestido
adecuado?
—De novia no, desde luego. Pero he traído un vestido blanco
que podría servir. Lo compré con Tess y Lauren para este viaje.
—Estupendo. Deberíamos dormir, de lo contrario, mañana no
podremos levantarnos.
—Tienes razón —dijo ella poniéndose de espaldas y
colocándose lo más cerca posible de él.
Carter le rodeó la cintura con el brazo.
Ellie se preguntaba si no se estaría precipitando con la boda.
En el fondo estaba aterrorizada. Carter había hecho que su relación
avanzara a la velocidad de la luz.

El día siguiente era lunes, ocho de marzo. Ellie se levantó al


amanecer para terminar de preparar la tarta de cumpleaños del hijo
de Delaney. Cuando estuvo terminada la puso en la caja aislante
que había traído con ella y la metió en la enorme nevera. Luego
subió al dormitorio. Carter seguía dormido.
Ellie lo contempló sonriendo. Ese hombre tan atractivo era
suyo, pensó. No se lo podía creer. Después de tantos años
esperando por él, iba a obtener la recompensa merecida.
Ellie se quitó la ropa y se metió debajo de las sábanas a su
lado. Luego se echó sobre él, que estaba desnudo y lo besó en los
labios, en el cuello… Fue descendiendo por sus pectorales y por sus
abdominales. De pronto sintió los dedos de Carter entre su pelo.
Levantó la cabeza para mirarlo y le sonrió.
—¿No tuviste bastante anoche?
—Por supuesto que sí. Pero hoy ya es otro día.
—Tienes razón.
—Me he levantado temprano para terminar la tarta de Chris.
—Ni siquiera me he enterado de que habías abandonado la
cama.
—Y mientras subía he sentido hambre.
—¿Hambre?
—Hambre de ti. Voy a hacerte la mamada de tu vida.
Carter soltó una carcajada.
—Bueno, puede que no sea la mamada de tu vida, porque no
tengo la experiencia suficiente, pero tú disimula, ¿vale?
Carter volvió a reír.
—¿Puedes besarme primero?
—Claro. Hoy me siento generosa —dijo ella dedicándole una
traviesa sonrisa.
El beso que compartieron los puso a los dos a cien. Carter la
abrazó escondiendo el rostro entre su pelo para intentar
tranquilizarse. Porque si ella se metía la polla en la boca se correría
en dos minutos.
—Hueles de maravilla, cielo.
—Tú también puedes comerme si quieres —dijo ella de forma
descarada.
—¿Dónde está mi prometida, esa chica tímida e inocente?
—Se esfumó. Ahora yo estoy en su lugar.
—Pues me alegro. Y no es que no me gustara tu antigua yo.
Tenía una manera increíble de excitarme con su inocencia.
—¿Ahora ya no te excito?
—¿Crees que no estoy suficientemente excitado? —preguntó él
levantando las caderas para que sintiera la dureza de su miembro
—. Dejaremos lo de comernos el uno al otro, por el momento,
porque ahora quiero estar dentro de ti.
—Esa idea también me gusta.
Carter se giró arrastrándola a ella. Le pidió que se tumbara de
lado y le dobló la pierna que tenía encima. Alargó el brazo para
coger un condón del cajón de la mesita de noche y la miró.
—¿Quieres que me lo ponga? Es posible que ya estés
embarazada, pero si no lo estás, me gustaría que lo estuvieses.
—No te lo pongas. Me gustaría sentirte sin nada por medio.
Carter se colocó detrás de ella, le echó la pierna un poco más
hacia delante y la penetró. Y ella soltó un gemido de placer.

La fiesta de cumpleaños fue por la tarde. Adornaron con globos


y guirnaldas de colores un espacio junto a la casa, donde había un
grupo de palmeras. Pusieron sobre la gran mesa una cena fría muy
temprana, que había preparado Cath con la ayuda de las tres
amigas y de Ryan.
Las que más disfrutaron la fiesta fueron Eve y Brianna, porque
su hermano, con un año, no se enteraba de nada. Fue Brianna
quien abría todos los regalos y se los iba dando a Chris.
A las ocho de la tarde los pequeños estaban agotados. Cath se
llevó al niño para bañarlo y acostarlo, y luego volvió a por la niña.
Mientras tanto Lauren se encargó de su hijo y cuando estuvo
acostado se reunió con sus amigos, que se habían trasladado al
porche para tomar un granizado de café y unas copas.
—Yo también voy a acostarme —dijo Eve levantándose.
—Espera un momento, cariño —dijo Carter cogiéndola de la
mano y sentándola en sus piernas—. Tengo que deciros algo.
—Supongo que si quieres que tu hija lo oiga es porque está
relacionado con su madre —dijo Sean.
—Has acertado —dijo Carter sonriéndole a su amigo—. Le he
pedido a Ellie que se case conmigo, y ha aceptado.
Ellie levantó la mano para mostrarles el anillo.
—¡Oh, es precioso! —dijo Tess.
—¡Es una maravilla! —dijo Lauren.
—Carter, siempre has tenido muy buen gusto —dijo la madre de
Delaney.
—Gracias, Louise.
Eve abrazó a su padre y luego se levantó de su regazo para
abrazar muy fuerte a su madre.
—Estoy muy contenta de saber que viviremos los tres juntos.
Todos abrazaron a la pareja.
—¿Habéis pensado cuándo os casaréis? —preguntó Patrick.
—Quiero que nos casemos aquí —dijo Carter.
—Debería empezar a cobraros por venir a mi isla —dijo
Delaney—, pero puedes contar con mis aviones para traer a todos
los invitados que quieras.
—Puedes contar también con el mío —dijo Patrick.
—Os lo agradecemos mucho, pero no tendrá que venir nadie,
porque vamos a casarnos antes de volver a Nueva York —dijo
Carter.
—¿Vais a casaros sin que lo sepan vuestras familias? —
preguntó Tess.
—Sí. Pero solo los que estamos aquí sabremos que nos hemos
casado. Cuando volvamos a casa les diremos que estamos
comprometidos y empezaremos a organizar la segunda boda, para
que todos estén contentos.
—¿Tendremos que esperar a que os caséis por segunda vez en
Nueva york para vivir juntos? —preguntó Eve.
—No, os mudaréis a mi casa tan pronto lleguemos —dijo
Carter.
—¿A tu apartamento?
—No, a la casa nueva.
—Genial.
—¿Te hace ilusión casarte? —pregunto Lauren a Ellie.
—Si quieres que te diga la verdad, yo preferiría esperar, porque
me moriría de vergüenza si mis padres o los de Carter se enteraran
de que nos hemos casado sin decirles nada, pero parece ser que a
Carter le hace ilusión casarse aquí.
—No te arrepentirás, te lo aseguro —dijo Tess—. Y tenemos un
sacerdote.
—¿Cuándo queréis casaros? —preguntó Delaney.
—Tan pronto compre los anillos —dijo Carter.
—Iremos mañana a la isla a comprarlos. Mientras tanto, las
mujeres pueden encargarse de los preparativos de la boda —dijo
Delaney.
—Organizarlo todo para mañana por la tarde —dijo Carter a las
mujeres.
—¿Vamos a casarnos mañana? —preguntó Ellie.
—No quiero que te arrepientas, pelirroja.

Todos los hombres, excepto Jack, se marcharon temprano al


día siguiente. Después de comprar los anillos fueron a desayunar y
luego hicieron tiempo hasta la hora de comer. Comieron en un
restaurante para darle tiempo a las chicas a que acabaran con los
preparativos.
—Esto ya empieza a asustarme —dijo Sean mientras comían
—. ¿Os habéis dado cuenta de que estamos cayendo como ratas.
—Sean, en mayo cumplirás treinta y tres años —le dijo su
hermano—. ¿No crees que ya es hora de que sientes la cabeza? Yo
no me he arrepentido ni una sola vez de haberme casado con Tess.
—Puedo asegurarte de que yo tampoco —dijo Nathan—. Lo
único que siento es no haber encontrado antes a Lauren.
—Sean, casarse es lo mejor que puede hacer un hombre.
Siempre que sea con la mujer adecuada —dijo su padre.
—Yo no tengo nada en contra del matrimonio. Todos los que
estáis aquí y estáis casados, habéis tenido suerte con vuestras
mujeres. Y sé que Carter va a ser muy feliz con Ellie, porque es una
chica fantástica, al igual que Eve. Si encontrara a una mujer
parecida a las mujeres de mis amigos, firmaría ya.
—Ya llegará tu turno —dijo Carter.
—Tú ya tienes hecho la mitad del trabajo —dijo Delaney a
Carter—. Tienes una mujer perfecta y una hija.
—Sí, es cierto. Y es posible que Ellie esté embarazada.
—¡No me jodas! —dijo Logan.
—No está segura, pero con lo del nuevo trabajo y la casa nueva
no ha prestado mucha atención a todo lo demás. No recuerda la
última vez que tuvo la regla.
—No creo que haya sido un accidente por tu parte —dijo Ryan.
—En realidad, sí. Una de las veces que estuvimos juntos no
usé condón. Me di cuenta al terminar, pero no se lo dije.
—Podías haber evitado el embarazo —dijo Jules.
—Lo sé. Pero no me importaba tener otro hijo.
—Aunque me aterra casarme, yo daría lo que fuera por tener lo
que tú tienes —dijo Ryan a Carter.
—Siempre he sabido que te gusta mi prometida, cabrón.
—Estoy seguro de que esa chica le gustaría a cualquier
hombre, pero no lo he dicho por eso. Me gustaría tener una hija de
la edad de Eve. Parece la hermana de sus padres.
—A mí también me gusta tener una hija tan mayor.
—Todos los que estamos casados hemos tenido suerte con las
mujeres de nuestras vidas —dijo Patrick.
—Tienes razón, papá —dijo Delaney.
—Estoy seguro de que el resto de vosotros tendréis la misma
suerte —dijo Patrick mirando a su hijo y a los dos médicos.
—Me he dado cuenta de lo mucho que me gusta Ellie. Es
completamente diferente a las mujeres que he conocido. Es ella, al
natural. Me gusta que no le importe comer demasiado o ir sin peinar
o con ropa de estar por casa.

Las mujeres lo tenían todo organizado cuando ellos volvieron.


Habían decidido que la boda se celebraría en la playa, a última hora
de la tarde. Y después de la ceremonia compartirían una cena en el
jardín. Ellie había preparado, incluso, una tarta.
Ellie estaba metida en la bañera a media tarde. Habían estado
todos en la playa después de comer y tenía las mejillas sonrosadas
del sol. Carter entró en el baño.
—¿Puedo acompañarte?
—¿No sabes que trae mala suerte que el novio vea a la novia
antes de la boda?
—Eso son chorradas —dijo él desnudándose y metiéndose en
la inmensa bañera detrás de ella—. Quiero hacer el amor contigo
por última vez.
—¿Por última vez?
—Por última vez siendo soltera. Porque cuando volvamos al
dormitorio esta noche serás una mujer casada.
—Tienes razón —dijo ella girándose hacia él y poniéndose a
horcajadas sobre sus muslos—. Me encanta hacer el amor contigo,
pero también me atrae la idea de follar con un hombre casado.
—Pues qué suerte vas a tener, ¿eh? Esta noche tendrás a un
hombre casado a tu entera disposición.
—Umm —dijo ella cogiéndole la polla con una mano y
dirigiéndola hacia la entrada de su vagina para bajar luego de golpe
hasta tenerla en el fondo.
—Me vuelves loco, pelirroja —dijo cogiéndola de la nuca y
acercándola a él para devorarle la boca.
—No llevas condón.
—No te preocupes, ya estás embarazada.
—¿Cómo lo sabes?
—Me he fijado en ti detenidamente cuando estábamos en la
playa. Decididamente, tu pecho ha aumentado.
—Sí, yo también me lo he notado.
—Y apostaría que estás de más de dos meses.
—¿Y eso te gusta?
—Sí. No sabes cuánto me gusta follar contigo, sin ningún tipo
de protección. Y me vuelve loco hacerte el amor sabiendo que
esperas un hijo mío. Quiero que vayas a mi consulta tan pronto
volvamos a Nueva York. No hará falta que pidas cita. Puedes ir a
última hora de la tarde y luego iremos juntos a casa.
—¿A casa?
—Supongo que te ha quedado claro que cuando volvamos
viviremos juntos. Me da igual que vengáis vosotras a mi
apartamento, que vaya yo a vuestra casa, o que nos traslademos
los tres a la nueva casa. Pero tú y yo no nos separaremos desde
esta noche.
—Muy bien. Ya me dirás el día que quieres que vaya a tu
consulta.
—Me aseguraré de que la enfermera y la recepcionista no estén
cuando llegues. Voy a follarte en la camilla.

Todas las mujeres de la casa, excepto Eve, estaban en el


dormitorio de Carter vistiéndose y ayudando a Ellie con los últimos
preparativos. Cath acababa de entrar con una bandeja en la que
había una botella de champán y copas para todas.
—Ellie no debería beber, está embarazada —dijo Lauren.
—No es seguro —dijo ella.
—No le va a pasar nada por una copa —dijo Louise—, así se
tranquilizará. ¿No os habéis dado cuenta de lo nerviosa que esta?
—Todavía no puedo creerme que Carter y yo vayamos a
casarnos. Llevo toda la vida esperando por él.
—Ni se te ocurra llorar —dijo Tess, que acababa de maquillarle
los ojos de manera muy suave.
—No lloraré.
—Vais a ser muy felices —dijo Louise—. Carter es un hombre
excepcional. Es serio, educado, trabajador, cariñoso… Y te adora. Y
de ti puedo decir lo mismo.
—Sé que es un buen hombre. Después de todo, he tenido
suerte de haberlo encontrarlo de nuevo.
—No ha sido suerte, sino el destino —dijo Cath—. Ese hombre
está loco por ti y por vuestra hija.
—Entonces, ¿vas a llevar el pelo suelto? —preguntó Louise.
—Sí, a Carter le gusta que lo lleve suelto.
—Cath te peinará, tiene magia en las manos.
—He hecho una corona de flores del jazmín del jardín —dijo
Cath sacándola de una caja plana.
—¡Oh, es preciosa! —dijo Ellie tan pronto la vio.

Poco después bajaron todas. Ellie llevaba un vestido blanco por


media pierna y muy veraniego. El pelo le caía sobre los hombros,
como una cascada de seda, y la corona de pequeñas flores blancas
le daba un aire juvenil.
Brianna caminaba hacia la playa delante de la novia, donde se
encontraba Logan, con pantalón gris y camisa blanca, y su amigo
Carter, que vestía pantalón blanco y camisa de lino del mismo color.
La niña llevaba en las manos la pequeña bandeja que contenía los
anillos. Todos la vigilaban por si se le caían.
Carter no podía apartar la vista de su prometida. Pensó que era
la cosa más bonita que había visto en su vida. Sonrió al deslizar la
mirada hasta sus piernas y ver que iba descalza, al igual que él. Iba
cogida del brazo de Delaney, que sería quien se la entregara a
Carter. En la siguiente boda iría del brazo de su padre.
Cuando llegaron donde se encontraban Logan y Carter,
Delaney cogió los anillos que llevaba su hija y los guardó en el
bolsillo. La pequeña corrió en busca de su madre.
Ellie se detuvo frente a Carter y él la besó en los labios.
—Apártate de ella —dijo Logan a su amigo—. Ya tendrás
tiempo de besarla cuando yo te lo diga.
Ellie miró a Logan avergonzada y él le guiñó un ojo.
—Nos hemos reunido aquí para unir a esta pareja en santo
matrimonio. ¿Habéis preparado vuestros votos? —preguntó Logan a
los novios.
—Sí —dijeron Ellie y Carter al mismo tiempo.
—Podéis pronunciarlos. Comienza tú, Carter.
—Sé que lo hice mal en el pasado, pero no volverá a suceder.
Voy a cuidar de ti y de nuestra hija todos los días de mi vida —dijo
Carter.
—A mí no me importa lo que hiciste en el pasado. Ni siquiera
me importa todo lo que sufrí por ti durante los años que estuvimos
alejados, porque cada pequeño sufrimiento me ha acercado más a ti
—dijo Ellie.
Carter le dedicó una tierna sonrisa.
—Nunca he sido tan feliz como estas últimas semanas que he
pasado contigo. Eres mi compañera, mi otra mitad, y sin ti no soy
nada.
—No podría haberme enamorado de otro hombre, porque no
había espacio en mi corazón. Y la razón es que tú has estado en él
desde que era una cría —dijo Ellie.
—Cuando éramos adolescentes me gustaban muchas cosas de
ti. Y cuando te toqué por primera vez supe que estábamos hechos el
uno para el otro. Y en todos estos años que no nos hemos visto, has
permanecido en mi corazón, aunque yo no lo sabía —dijo Carter.
—Sé que la convivencia no será fácil y tendremos que
esforzarnos cada día. Pero me esforzaré con ahínco porque te
quiero y me sería imposible vivir sin ti —dijo Ellie dedicándole una
radiante sonrisa.
—Prometo quererte siempre; creer en ti; escucharte, entenderte
y perdonarte. Además, prometo pensar siempre en los dos. Bueno
en los tres —dijo volviéndose a mirar a su hija—. Y prometo tener
siempre tiempo para vosotras.
—Te doy mi palabra de que nunca nos acostaremos enfadados.
Y si tú lo estás, haré todo lo posible para que olvides el enfado —
dijo Ellie.
—Apuesto a que no te costará mucho —dijo Ryan desde atrás.
Todos se rieron.
—Prometo que te diré cada día lo mucho que te quiero —dijo
Carter aún sonriendo por las palabras de su amigo.
—Prometo enviarte cada día un WhatsApp diciéndote cualquier
tontería para alegrarte mientras trabajas.
—A mí también puedes enviarme uno —dijo Sean.
Todos volvieron a reír.
—Tú y yo no necesitamos grandes cosas. Yo solo necesito
tenerte a mi lado para ser feliz —dijo Carter.
—Lo dice el hombre que se ha gastado veinte millones en una
casa —dijo Ellie.
—¿Tú también vas a hacer comentarios? —preguntó Logan
mirándola serio.
—Lo siento, padre —dijo ella de forma descarada.
Se oyeron por atrás varias carcajadas.
—Esa casa la compré para ti, porque mereces vivir en una casa
como esa . Voy a ser el mejor marido que hayas podido imaginar. Te
quiero, pelirroja.
—Y yo a ti.
—¿Habéis terminado? —preguntó Logan.
—Sí —contestaron los novios al mismo tiempo.
—Si alguno de los presentes conoce algún impedimento para
que no se celebre la boda, que lo diga ahora o que calle para
siempre.
Todos permanecieron en silencio.
—Yo, Carter, te acepto a ti, Eleanor, como mi esposa y me
entrego a ti, y prometo serte fiel en la prosperidad y en la
adversidad, en la salud y en la enfermedad, y amarte y respetarte
todos los días de mi vida. Recibe este anillo en señal de mi amor y
fidelidad a ti —dijo Carter cogiendo el anillo que le entregó Delaney
y poniéndoselo en el dedo.
—Yo, Eleanor, te acepto a ti, Carter, como mi esposo, y me
entrego a ti, y prometo serte fiel en la prosperidad y en la
adversidad, en la salud y en la enfermedad, y amarte y respetarte
todos los días de mi vida.
Ellie cogió el anillo que le entregó Delaney.
—Recibe este anillo en señal de mi amor y fidelidad a ti —dijo
ella poniéndoselo en el dedo y dedicándole una preciosa sonrisa.
—Por el poder que me ha sido otorgado, os declaro marido y
mujer. Ahora sí puedes besar a la novia —dijo Logan sonriendo a su
amigo.
Carter rodeó la nuca de Ellie con una mano y la acercó a él
para besarla, y no con un beso recatado. Aunque ella se lo devolvió
de igual forma.
Se oyeron silbidos y risas. Luego llegaron los besos y abrazos
de todos los presentes. Y cuando todos los habían felicitado, Carter
volvió a besarla de forma desesperada.
—Ya no te escapas, pelirroja —le dijo Carter al oído.
—¿Quién te ha dicho que quería escaparme?
Carter volvió a besarla al escuchar sus palabras y ver la sonrisa
descarada de sus labios.
—Te quiero, señora Hirsch.
—Y yo a ti.
—Estoy muy contenta —dijo Eve acercándose a sus padres.
—Yo también, cariño —dijo Ellie.
—¿Sabes ya si estás embarazada?
—¿También te has enterado de eso? —preguntó su madre.
—Por supuesto.
—El papá es ginecólogo y con solo mirarme ha dicho que sí lo
estoy.
—Bueno, él es un experto —dijo la niña mirando a su padre y
sonriendo—. Me gustaría tener un hermano o una hermana.
—A nosotros también nos gustaría —dijo Carter abrazándola.
—Posa para nosotros, preciosa —dijo Sean a Ellie—. Supongo
que querrás tener fotos de la boda. Aunque todos hemos hecho un
montón.
—Yo he grabado toda la ceremonia —dijo Ryan.
—Estupendo —dijo Ellie.
Mientras se hacían las fotos, Tess y Delaney fueron a acostar a
Brianna. Cuando regresaron con sus amigos se hicieron algunas
fotos más todos juntos. Luego se dirigieron hacia la mesa donde
Cath había preparado una cena deliciosa.
Cenaron, charlaron, rieron y, después de tomar la tarta y una
copa de champán, Carter y Ellie se retiraron.
—Menos mal que no han puesto impedimentos para que nos
fuéramos —dijo Carter cuando entraron en el dormitorio—. Tenía
unas ganas locas de estar a solas contigo.
—Yo también. Ha sido una boda preciosa, ¿verdad?
—Sí. Si por mí fuera, no celebraría otra —dijo él.
—A mí tampoco me apetece. Esta ha sido perfecta. Te quiero
muchísimo, Carter. Esto es lo que he soñado durante toda mi vida.
—¿Casarte en la playa de una isla paradisíaca?
—No, casarme contigo.
—No volveremos a separarnos nunca. Y vamos a dejarnos de
sentimentalismos y a centrarnos en el momento. Supongo que no
habrás olvidado que es nuestra noche de bodas.
—¿Cómo iba a olvidarlo? Pienso hacerte trabajar durante toda
la noche.
—Espero que pongas algo de tu parte y no me dejes a mí todo
el trabajo.
—No hay nada que desee más que trabajar contigo follando —
dijo ella rodeándole el cuello con los brazos y besándolo.
Capítulo 20
Llegaron a Nueva York la tarde del domingo de la semana
siguiente. Cogieron los coches que seguían en el aeropuerto y se
dirigieron todos a casa de Delaney donde habían dejado el resto de
los vehículos. Se despidieron unos de otros y se marcharon a sus
casas.
Ellie y su hija llegaron a las cinco de la tarde. Entre las dos
quitaron el polvo de la casa y dieron un repaso a la cocina y el baño.
Eve fue a su habitación a deshacer la maleta y a preparar la mochila
para el día siguiente, que tendría que ir al instituto.
Ellie colocó su maleta sobre la cama y la abrió. Llevó la bolsa
con la ropa sucia a la cocina para meterla en la lavadora. Y estando
allí llamaron a la puerta. Fue a abrir y vio a Carter de pie frente a
ella.
—¿Qué haces aquí?
—No pensarías que ibas a deshacerte de mi tan pronto
llegáramos —dijo entrando en la casa, sin esperar a que lo invitara a
pasar y arrastrando una pequeña maleta.
—Pensé que habíamos quedado en que pensaríamos qué
hacer en los siguientes días.
—Cierto, teníamos que decidir en qué casa viviríamos. Pero
viviremos juntos, mientras lo pensamos. Pelirroja, te dije que ya no
nos separaríamos —dijo inclinándose para besarla—. He ido a casa
a coger algo de ropa. Aunque no he traído mucha porque no sabía
si viviríamos aquí.
—Me alegro mucho de que hayas venido. Ya te echaba de
menos.
—Yo también. Si quieres que nos quedemos aquí en tu casa
algún tiempo, traeré algunas cosas más cuando vaya a la consulta.
—¿Dónde está tu llave?
—La he olvidado en el coche.
—Tengo que pensarlo bien. Para mí es muy cómodo vivir aquí,
porque no tengo que desplazarme para ir al trabajo —dijo ella
mientras de meter la ropa en la lavadora—. Y también para Eve, que
puede ir al instituto caminando.
—En ese caso, nos quedaremos aquí hasta que tú lo decidas. A
mí me es indiferente vivir en una casa o en otra..., siempre que
estemos juntos.
—Antes de irnos a la isla, Henry y yo estuvimos hablando sobre
buscar a alguien para que nos ayude. Tú me has robado mucho
tiempo últimamente y he abandonado un poco el trabajo. Además,
tengo que ocuparme de la casa, de Eve y de ti.
—Sí, estaría bien que tuviéramos ayuda.
—Me refería ayuda en el trabajo —dijo Ellie.
—Eso está bien. Pero también necesitamos ayuda en casa. Y
por eso he hablado hace un rato con la señora que limpia mi
apartamento y la consulta. Suele ir una vez a la semana. Pero la he
contratado para que trabaje para nosotros todos los días.
—No necesitamos que venga todos los días.
—Irá un día al apartamento, otro a la consulta y tres aquí, o
donde vivamos.
—Tampoco necesitamos que venga tres días.
—No quiero que hagas nada en la casa, vendrá dos días a
limpiar y a lavar y otro para planchar. Y también se ocupará de llevar
la ropa a la tintorería y recogerla.
—Vale.
—Y cuando decidamos ir a vivir a la casa nueva, se quedará allí
fija. Es una buena mujer y de toda confianza. Trabaja para mí desde
que llegué a Nueva York. Se llama Rosita y es mejicana.
—¿Cuántos años tiene?
—No lo sé, tendría que mirarlo en el contrato, pero no tendrá
los treinta. Antes de irnos de viaje hablé con ella y le mencioné que
había comprado una casa con mucho terreno y que, posiblemente,
la necesitara para que trabajara también allí. Pensaba decirle a
Delaney que me diera el teléfono de su jardinero, porque necesitaba
uno, pero hablando con ella, me dijo que su marido era jardinero. Ya
sabes que en la propiedad hay una casa de invitados y he pensado
que podríamos ofrecérsela. Vivirían en la propiedad, pero no con
nosotros y tendríamos intimidad. Y se ahorrarán de pagar alquiler.
Ella puede ocuparse de la casa, de la plancha, de cocinar, de cuidar
a los niños... Eso si a ti te cae bien, claro. Ya hablarás tú con ella y
tú serás quien decida qué hacer. Ya he hablado con Pedro, su
marido, y se ocupará del jardín y del mantenimiento de la piscina.
Independientemente de que vivan o no en la propiedad. De hecho,
ya ha empezado a trabajar para mí. Aunque también trabaja para
otras personas.
—¿Por qué no me iba a caer bien? Es una idea estupenda y me
vendrá bien tener ayuda, porque la casa que has comprado es
enorme. Vamos al dormitorio, te haré hueco para que coloques tu
ropa.
—¿Por qué sonríes? —preguntó Carter mientras caminaban
hacia la habitación.
—Porque no necesito hacer hueco. Mi vestidor es tan grande
que nunca podré llenarlo.
Carter colocó la maleta sobre la cama y empezó a sacar la
ropa. Ellie la iba colocando en perchas y colgando en el vestidor.
Carter puso las cosas de aseo en el baño y el cepillo de dientes
junto al de ella, y la miró.
—¿Qué?
—No puedo creer que esté casado contigo.
—Pues ve haciéndote la idea porque te aseguro que no te voy a
dejar escapar —dijo ella abrazándolo.
—Cariño, ahora ya no vas a librarte de mí.
—Mamá, ¿a qué hora cenamos? Estoy muerta de hambre —
dijo Eve saliendo de su cuarto.
—Siempre tiene hambre —dijo Ellie en voz baja a su marido.
Eve se detuvo en la puerta del cuarto de su madre, que estaba
abierta, y vio a sus padres abrazados.
—Papa, no sabía que habías venido, ¿qué pasa?
—No pasa nada, cielo —dijo él apartándose de Ellie—. ¿Has
olvidado que tu madre y yo estamos casados?
—No.
—A tu madre le va mejor vivir aquí hasta que se organice con el
trabajo, así que me he trasladado con vosotras.
—Estupendo —dijo abrazándolo—. ¿Tardamos mucho en
cenar?
—Llamaré para que nos traigan algo —dijo Ellie.
—Yo lo haré —dijo Carter—. ¿Qué os apetece?
—Pide lo que quieras, a nosotras nos gusta todo.
—Vale. ¿Necesitamos también algo para el desayuno?
—No, bajaré al local, allí hay leche, y Henry me ha enviado un
mensaje diciéndome que el sábado hizo pan para nosotros.
Poco después estaban sentados en la mesa de la cocina.
—¿Cuándo pensáis casaros? —preguntó Eve.
—Cuanto antes. Mañana llamaré a mis padres y les diré que
estamos prometidos. Seguro que mi madre me pide que te lleve
para conocerte mejor —dijo Carter a Ellie.
—Estoy segura de ello —dijo Ellie—. Yo también quiero
conocerlos. Llamaré a mis padres, ellos también querrán conocerte
a ti.
—Y yo a ellos —dijo Carter—. ¿Tus padres saben que soy el
padre de Eve?
—Sí. Se lo dije cuando supe que vivías en Nueva York —dijo
Ellie—. Desde que Peter y yo nos separamos sabían que él no era
su padre, pero no les había hablado de ti. Solo les dije que era un
chico del campamento. Eve, ¿tienes preparada la mochila del
instituto?
—Sí. Después de cenar me ducharé y me acostaré. He
quedado con mis amigos media hora antes de las clases, quieren
que les cuente lo de nuestro viaje.
—Muy bien. Carter, ¿que vas a hacer con tu apartamento?
—¿A qué te refieres?
—Si vamos a mudarnos a la casa nueva cuando nos casemos,
supongo que ya no lo necesitarás.
—La verdad es que me viene muy bien tener un piso arriba del
trabajo. A veces compro comida al salir del hospital y como allí.
Luego me ducho y bajo a la consulta.
—Pero desde ahora comeremos juntos, ¿no? —preguntó Ellie.
—Sí. Pero puede que algún día nos apetezca comer allí. O
pasar unos días en él.
—Pensé que lo alquilarías o lo venderías.
—Lo de venderlo, descartado. Eve querrá independizarse
cuando termine la universidad y empiece a trabajar.
—¿Vas a dejarme vivir en tu apartamento? ¿En Manhattan?
—No voy a dejarte vivir en él, te lo voy a regalar. Pero puede
que cuando nos mudemos a la casa nueva lo alquile. No es muy
rentable tener un piso cerrado. Y guardaremos ese dinero para la
universidad. Os aseguro que pagarán un buen dinero de alquiler.
—No me extraña, tu piso es una maravilla —dijo Ellie.
—Si tanto te gusta, podemos mudarnos allí.
—De momento prefiero que nos quedemos aquí, pero no
descarto que nos quedemos allí en alguna ocasión, antes de
mudarnos a la casa nueva —dijo ella con una sonrisa pícara.
Sí, no estaría mal usarlo de picadero, pensó él.
—¿Cuándo crees que podremos casarnos? —preguntó Carter.
—Cuando yo conozca a tus padres y tú a los míos,
concertaremos una cita para que nuestros padres se conozcan.
—Una buena idea.
—Y luego dejaremos que nuestras madres se encarguen de los
preparativos de la boda. No creo que nosotros tengamos tiempo de
encargarnos de algo de esa envergadura, porque supongo que tus
padres querrán una boda por todo lo alto.
—No estoy seguro, pero, seguramente, sí.
—Tus padres tienen dinero, mis padres no. Pero eso
compensará que no se excedan en la boda. De todas formas, les
ofreceré dinero para que pongan la parte que les corresponda y no
se sientan mal.
—Dales todo el dinero que precisen, ¿de acuerdo?
—Vale.
—Me gustaría que la boda se celebrara antes del verano. En
verano hace demasiado calor —dijo Carter.
—Pues se lo diremos —dijo Ellie—. Tess y Lauren me hablaron
muy bien de sus bodas. ¿Crees que nosotros podríamos casarnos
en tu nueva casa?
—Cariño, nos casaremos donde tú quieras. Y tengo que
aclararte que no es mi casa. Es tuya. Ya te dije que la compré para
ti. Le pediremos a Louise que les eche una mano a nuestras
madres, ella fue quien se encargó de organizar la boda de Delaney
y también la de Nathan, y ya tiene experiencia.
—Esa sí que es una gran idea —dijo Ellie.
—Y deberíamos buscar tiempo para terminar de amueblar la
casa.
—Pensé que al llevar a la casa todos los muebles que tenía
Logan en el desván se llenaría.
—La casa es muy grande, cielo.
—Desde ahora dedicaremos unas horas los fines de semana
para comprar lo que falte.

La semana siguiente fueron a cenar a casa de los padres de


Carter y el matrimonio se puso muy contento al saber lo del
compromiso.
El miércoles día veinticuatro la hija de Delaney cumplió tres
años y se reunieron todos para celebrarlo con una cena temprana.
Los padres de Ellie fueron a Nueva York el siguiente domingo.
En un principio Ellie pensó en ir con Carter a su casa para
presentárselo, pero su madre quería ir a Nueva York para ver un
espectáculo y fueron ellos a casa de su hija.
—Hola —dijo Ellie abriendo la puerta y dejando pasar a sus
padres y abrazándolos.
—Hola, hija.
—Pasad. Habéis llegado temprano.
—Dijiste que tenías algo muy importante que decirnos —dijo su
padre—. Me gusta muchísimo tu casa.
—Gracias, papá. Luego os la enseñaré para que veáis las
cosas de decoración que hay nuevas, desde que la visteis.
—No llegaste a decirnos cómo habías conseguido comprarla —
dijo su madre.
—¿Habéis desayunado?
—Sí.
—Aunque yo me tomaría un café —dijo su padre.
—¿No está Eve?
—Aún no se ha levantado, pero no tardará. Vamos a la cocina y
os prepararé un café mientras hablamos.
Ambos la siguieron mirando a un lado y a otro.
—Ya os dije que había encontrado aquí al padre de Eve.
—Sí, nos lo dijiste —dijo su padre—. Pero no nos dijiste
absolutamente nada de él.
—Ese hombre que te dejó embarazada y te abandonado —
añadió su madre.
—Mamá, él no sabía que estaba embarazada. Pero eso ya no
importa. El caso es que cuando se enteró de que tenía una hija, me
dio el dinero que debió haberme dado para su manutención, de
haber sabido que tenía una hija.
—¿Compraste esta casa con ese dinero?
—Compré todo el edificio. Ya sabéis que en la planta baja es
donde tengo el negocio. Y no me gasté ni la mitad del dinero que me
dio.
—Ha sido muy generoso contigo —dijo su padre sentándose a
la mesa.
—Yo no creo que haya sido tan generoso —dijo su madre,
sentándose junto a su marido—, teniendo en cuenta que Eve tiene
casi catorce años.
Carter apareció en la cocina. La madre de Ellie se quedó
embobada mirándolo. Llevaba un vaquero y una camiseta de cuello
de pico. Estaba sorprendida porque ese hombre, a quien no
conocía, estuviera allí tan temprano. Y también le sorprendió lo
atractivo que era. Su nieta se parecía mucho a él.
—Buenos días, pelirroja —dijo Carter acercándose a Ellie y
besándola en los labios.
—Buenos días —dijo ella—. Papá, mamá, él es Carter, mi
prometido y el padre de Eve. Carter, ellos son mis padres, John y
Sophie.
Los padres de Ellie se levantaron.
—Es un placer conocerla, señora Whitworth —dijo Carter
dándole la mano a la mujer.
—Lo mismo le digo —dijo ella estrechándosela.
—Señor Whitworth —dijo dándole la mano al hombre.
—Un placer conocerlo, joven. ¿Vive aquí?
—Sí, desde hace unos días.
—¿No tiene casa? —preguntó la madre, sin fiarse de él.
—Sí, tengo un apartamento, pero a Ellie le va mejor que
vivamos aquí hasta que nos casemos, ya saben, por el trabajo.
Además, el instituto de nuestra hija está muy cerca y viviendo aquí
puede ir caminando. Siéntense, por favor.
Ellie llevó a la mesa los cafés de sus padres y el suyo.
—Carter, ¿quieres desayunar ahora?
—Esperaré a que se levante Eve, pero tomaré un café con
vosotros. Siéntate, cielo, yo me lo serviré —dijo Carter acercándose
a la cafetera.
—No nos habías dicho que él vivía contigo —dijo la mujer.
—Se mudó aquí hace poco, cuando volvimos de Las Maldivas
—dijo Ellie.
—¿Cómo fue el viaje? —preguntó su padre—. Estás muy
morena.
—Fue un viaje maravilloso. Viajamos en un jet privado, ¿os lo
podéis imaginar? Es una isla preciosa. Y todos nuestros amigos son
fantásticos. Estoy segura de que os van a caer muy bien.
—¿Qué es eso tan importante que tenías que decirnos? —
preguntó su madre mirando a Carter, que se había sentado frente a
ella.
—Carter me pidió en Las Maldivas que me casara con él. Y
acepté, por supuesto. Estamos comprometidos.
—Comprometidos —repitió su madre.
—Sí —dijo Ellie sonriéndole y enseñándole el anillo.
—Vaya, es muy bonito. Ni siquiera sabíamos que estabais
saliendo juntos —dijo la madre con cara de pocos amigos.
—No lo sabía nadie, ni siquiera nuestra hija —dijo Carter.
Su madre vio las alianzas que ambos llevaban en el dedo.
—¿Y las alianzas?
—Las vi cuando compré el anillo y me gustaron —dijo Carter
mirando a Ellie y sonriéndole.
—Debería llevar cuidado con el dinero que gasta —dijo la
madre.
—Necesitábamos alianzas para casarnos, y emplearemos
estas.
—¿A qué se dedica? —preguntó el padre a Carter.
—Soy médico, ginecólogo.
—¿Médico? —preguntó la madre sorprendida.
—Sí.
—Nuestra nieta también quiere ser médico. Siempre ha querido
estudiar Medicina —dijo el hombre orgulloso—. Seguro que lo ha
heredado de usted.
—Posiblemente —dijo Carter sonriéndole.
—Nosotros no aprobamos la convivencia antes del matrimonio.
—¡Mamá!
—Pues es una lástima, señora Whitworth, porque yo no pienso
separarme de su hija.
El padre de Ellie miró a Carter y no pudo evitar sonreír, porque
no era fácil contradecir a su mujer.
—No debería haberle propuesto matrimonio a nuestra hija, sin
nisiquiera conocernos.
—Señora Whitworth, su hija es mayor de edad y no necesita su
permiso para casarse. Y he de decirle que, aunque a usted no le
caiga bien, voy a casarme con ella. No me gustaría estar enfadado
con ustedes, porque Ellie y nuestra hija los quieren mucho y yo no
quiero disgustarlas.
—¿Cree que porque le haya dado dinero para comprarse un
piso ya está todo solucionado?
—Yo no le he dado dinero para comprarse un piso, sino por
cuidar de nuestra hija durante todos esos años que estuvimos
separados.
—Mamá, creo que deberías callarte.
—No voy a callarme. No me fio de un hombre que te abandonó,
después de dejarte embarazada, aunque sea médico.
—Puede estar segura de que me habría casado con su hija, de
haber sabido que esperaba un hijo mío.
—Buenos días. No sabía que habíais llegado —dijo Eve
entrando en la cocina y abrazando a sus abuelos.
—Hola, cariño —dijo la mujer.
—Hola, pequeña —dijo su abuelo.
—Hola, papá —dijo Eve besando a su padre.
—Hola, cielo.
—¿Habéis desayunado? —preguntó la niña, después de besar
a su madre.
—Los abuelos sí, nosotros no. ¿Preparas un café con leche
para los tres?
—Claro.
Eve preparó la leche para ella y sus padres y los llevó a la
mesa, junto con un plato de magdalenas. Luego se sentó, cogió una
magdalena y empezó a comérsela.
—¿De qué estabais hablando?
—De nada importante —dijo Carter—. Ya habíamos terminado
la conversación.
Al ver la expresión en el rostro de su abuela, Eve sospechó que
habían discutido. Sabía que su abuela era un poco tradicional y
estaba segura de que no le habría gustado que su padre viviera con
ellas.
—Papá, luego podríamos llevar a los abuelos a que vean tu
casa —dijo Eve.
—Cariño, no necesitamos ver la casa en la que vivía tu padre,
antes de mudarse aquí —dijo su abuela.
—Pues es una lástima, porque os quedaríais asombrados de lo
precioso que es su apartamento. Está en el ático del edificio donde
tiene su consulta. Y he de deciros que mi padre ha decidido que ese
apartamento sea para mí, para que viva en él cuando termine la
universidad y empiece a trabajar.
—¿Le ha regalado a nuestra nieta un apartamento? —preguntó
el abuelo.
—Bueno, es mi hija, y siempre querré lo mejor para ella. Está
en una buena zona y querrá independizarse cuando tenga trabajo —
dijo Carter.
—Pero no es ese apartamento lo que quiero que veais. Mi
padre le ha comprado una casa a mi madre para que vivamos los
tres —dijo la niña sonriendo a sus abuelos.
—¿No vais a vivir aquí? —preguntó el hombre.
—Su hija y su nieta se merece lo mejor. Y pensé que esa casa
era la adecuada para ellas —dijo Carter.
—¿Y qué vas a hacer con este piso? —preguntó a Ellie su
madre.
—No lo he pensado. Carter y yo lo hablaremos más adelante y
tomaremos una decisión al respecto.
—¿Habéis pensado en la fecha de la boda? —preguntó el
padre de Ellie.
—No, pero será lo antes posible. Antes del verano, para que no
haga tanto calor. Hemos pensado que a usted le gustaría organizar
la boda junto con mi madre —dijo Carter a su suegra—. Ella estará
encantada.
—Yo no sé cómo organizar una boda. ¿Habrá muchos
invitados?
—Calculo que unos cuatrocientos.
—¡Cuatrocientos!
—Vamos a casarnos en el jardín de la casa que Carter ha
comprado.
—Pelirroja, es nuestra casa —le rectificó él de nuevo.
—¿Cómo van a caber cuatrocientas personas en un jardín?
—Abuela, el jardín es muy grande.
—Mamá, la madre de uno de nuestros amigos organizó la boda
de su hijo y poco más tarde la de otro de ellos. Ambos se casaron
en los jardines de sus casas y tengo entendido que fueron unas
bodas fantásticas. Louise, que así se llama la mujer, estará
encantada de ayudaros —dijo Ellie.
—Bueno... Podría hablar con ella y con tu futura suegra.
—Estupendo —dijo Ellie satisfecha—. Cuando Carter y Eve
terminen de desayunar os llevaremos a que veais la casa. Y luego
iremos a ver a Louise para que la conozcáis. Sus hijos comerán hoy
con ellos, son amigos nuestros, así que también los conoceréis.
Parecía que la madre de Ellie estaba más tranquila. Miraba a
Carter de vez en cuando mientras desayunaban, fascinada con la
belleza de ese hombre, y con la forma tan tierna que tenía de mirar
a su hija y a su nieta.
Los padres de Ellie los dejaron que terminaran de desayunar y
fueron a ver de nuevo la azotea. Después de desayunar, y de que
Ellie hiciera la cama, ayudada por su madre, bajaron por la escalera
que daba al aparcamiento.
John se quedó embobado mirando el Mercedes de su futuro
yerno. Carter le dijo a su suegro que entrara el vehículo para dejarlo
dentro del aparcamiento, porque irían con su coche.

El padre de Carter iba sentado en el asiento del copiloto.


—Este coche es europeo, ¿verdad?
—Sí, es alemán —dijo Carter.
—Tengo entendido que los alemanes fabrican buenos coches.
—Eso creo yo también.
—Es muy bonito. Y muy cómodo.
—Gracias.
—Mi padre tiene otro coche y también es alemán, un Audi —
dijo Eve orgullosa.
Carter miró a Ellie por el retrovisor. Ambos sabían que su hija
quería impresionar a su abuela.
—¿Y para qué quiere dos coches? —preguntó a Carter su
suegra.
—El otro es un todoterreno, ya sabe, un vehículo con tracción
en las cuatro ruedas —dijo Carter mirando a su suegro—. Nos gusta
ir de acampada. Además, en Navidad pasamos unos días en las
montañas. Ese coche va muy bien para esas ocasiones.
—Mi padre tiene una cabaña muy grande en las montañas.
Estuvimos allí las navidades pasadas. Es fantástica.
—Vaya. Parece que tiene muchas propiedades —dijo su suegro
—. ¿Le va bien la consulta?
—No me puedo quejar —dijo Carter dedicandole al hombre una
sonrisa.
—Apuesto a que mi hija y mi nieta no pasarán ningún tipo de
necesidades.
—De eso puede estar seguro. Yo me ocuparé de ello, y de que
no les falte de nada.
—¿Trabaja todo el día en la consulta?
—Solo por las tardes. Por las mañanas trabajo en un hospital.
—O sea, que tiene dos trabajos —dijo el hombre.
—Sí.
—Dos de nuestros amigos también trabajan en el mismo
hospital —dijo Ellie—. Uno es traumatólogo y el otro cirujano.
—Desde luego, hija, tu vida ha dado un gran cambio desde que
te mudaste a vivir aquí —dijo el hombre a Ellie—. Vivías en un
pueblo y tu marido era ferretero. Y aquí te codeas con médicos y,
según me dijiste, con arquitectos, abogados y empresarios.
—Sí, he tenido mucha suerte. Luego llamaré a Logan, es el
amigo sacerdote de quien os hablé. Le pediré que nos veamos para
que lo conozcáis.
—Cariño, no hace falta que lo molestes, estará ocupado.
—Le llamaré ahora a ver por dónde anda—dijo Carter
marcando su teléfono.
—Hola, Carter.
—Hola. Estoy en el coche con los padres de Ellie —dijo Carter
para que supiera que no iba solo y no metiera la pata respecto a que
estaban casados—. Ellie quiere que los conozcas. ¿Dónde estás?
—Estoy saliendo de casa en estos momentos. Tengo una misa
a las once. ¿Qué planes tenéis para hoy?
—Vamos camino de mi casa. Ellie quería enseñársela a sus
padres. Luego iremos a casa de Louise para que hable con mi
suegra sobre la boda.
—¿Vais a comer con ellos? Sean me ha dicho que comería allí
y Delaney y Tess también. Iba a llamarla para decirle que me uniría
a ellos.
—Llamaré a Louise y le diré que iremos también.
—Entonces nos veremos allí. Hasta luego —dijo Logan.
—No vamos a presentarnos a comer en casa de unos
desconocidos —dijo Sophie.
—A ellos no les importará, están acostumbrados a que
vayamos a su casa sin avisar. Y tienen una cocinera —dijo Carter
marcando el teléfono de Louise.
—Hola, Carter.
—Hola, Louise. Estamos en el coche con los padres de Ellie —
dijo Carter avisándola también para que no mencionara nada
comprometedor.
—Mis hijos comerán con vosotros, ¿os apuntáis?
—Sí, por eso te llamaba. Quiero que conozcáis a mis futuros
suegros. ¿Te importa que los llevemos?
—Por supuesto que no. Me alegro de que los traigáis, tenemos
muchas ganas de conocerlos.
—Por cierto, Logan también comerá en tu casa.
—Perfecto. ¿A qué hora llegaréis?
—En un par de horas. Primero vamos a enseñarles nuestra
casa.
—Muy bien. Nos vemos luego.
—Te va a encantar Louise —dijo Ellie a su madre—. Tess, la
mujer de su hijo mayor me dijo que al principio de conocerla le
pareció un poco estirada, pero que todo era fachada. A pesar de ser
millonarios, tanto ella como su marido, son sencillos.
—¿A qué se dedica su marido? —preguntó John.
—Es hotelero, como su hijo.
—¿Es el padre de ese amigo tuyo que me comentaste que
tenía más de doscientos hoteles? —preguntó su padre.
—El mismo, se llama Delaney Stanford. Su padre, Patrick,
además de ser hotelero, es propietario de decenas de viviendas y
locales que tiene alquilados.
—Delaney Stanford. Ese nombre me sueña —dijo Sophie.
—Lo habrás visto en las revistas esas que te gusta leer o en la
televisión. Suele salir a menudo en ambas. Su hermano Sean es el
arquitecto de quien os hablé.

Carter abrió la verja de la casa con el mando. Los padres de


Ellie habían ido mirando las mansiones que había a un lado y otro
de la calle.
El vehículo avanzó por la estrecha carretera asfaltada. Había
árboles a ambos lados. Cuando la mansión quedó a la vista, el
matrimonio se quedó sin habla.
—Os va a encantar la casa —dijo Eve a sus abuelos—. Todavía
faltan algunos muebles porque los papás están comprándolos poco
a poco, cuando tienen tiempo libre, que no es muy a menudo,
porque los dos trabajan mucho.
Sus abuelos no dijeron absolutamente nada. Estaban
abrumados. Jamas podrían haber imaginado que su hija pudiera
casarse con un hombre como ese y viviera como una millonaria.
Carter detuvo el coche delante de la casa.
—Yo creo que sería conveniente que nos tuteáramos —dijo
John—. Al fin y al cabo vamos a ser familia.
—Eso me gustaría muchísimo —dijo Carter mirando al hombre
y luego dedicándole una sonrisa a su suegra.
Subieron los peldaños hasta el porche, que era muy amplio.
—El porche rodea toda la casa —dijo Ellie—. Tenemos que
comprar los muebles de exterior. Como aún hace frío lo estamos
dejando para el final.
—Tenéis piscina —dijo Sophie mirando desde lo alto del
porche.
—Sí. Todavía no la hemos estrenado, a pesar de que compré la
propiedad el verano pasado. Pero como la casa no estaba
amueblada no vinimos por aquí.
—Los sábados solemos ir a pasar el día en casa de uno de
nuestros amigos —dijo Ellie—. Antes íbamos a casa de Delaney,
porque tenían dos niños, pero Nathan, que es el abogado de
Delaney, y Lauren, su mujer, tuvieron una niña en noviembre y
desde entonces vamos a su casa.
Carter abrió la puerta de la casa y los dejó pasar a todos. Ellie
fue enseñándoles las estancias de la planta baja. Era enorme. El
matrimonio se sorprendió al ver tantos salones. Cada estancia tenía
salida al exterior.
Sophie se quedó parada en la puerta de la cocina. Era
grandísima y maravillosa. Parecía una de esas que salían en las
revistas de decoración que tanto le gustaban. Bueno, en realidad,
toda la casa lo parecía.
Carter abrió la puerta de la cocina que daba a la parte trasera
de la casa y vieron que había un pequeño bosque privado.
—En verano, la sombra de esos árboles es una delicia —dijo
Carter.
—Todo es precioso —dijo su suegra.
—Gracias. Vamos a la planta superior —dijo Carter.
Volvieron a entrar en la casa y subieron la increíble escalera.
Siguieron fascinados al ver las habitaciones, el ancho pasillo, los
baños ultra modernos…
—Esta es vuestra habitación —dijo Carter a su suegra abriendo
la puerta—. Faltan algunos muebles, pero si no te gustan los que
hay podemos cambiarlos.
—Cuando esté todo amueblado, nos ocuparemos de la ropa de
casa. Si quieres puedes acompañarnos a comprarla, mamá —dijo
Ellie.
—Estaré encantada —dijo sonriéndole a su hija—. Y, Carter.
Nuestra habitación está preciosa tal cual.
—Me alegro de que te guste. Ellie y yo hemos creído
conveniente que, como vuestra casa está lejos, podríais venir a vivir
aquí hasta que nos casemos. He pensado decírselo también a mis
padres, así podríais organizar la boda, sin tener que desplazaros.
Además, cuando nos vayamos de luna de miel, Eve no se quedará
sola.
—¿Quieres que vivamos aquí hasta que os caséis?
—Ya sé que tenéis vuestra casa y vuestra vida, pero nosotros
seguiremos viviendo en el piso de Ellie. Aunque, si lo preferís,
podéis quedaros en mi apartamento. O también podéis venir a vivir
con nosotros. Sea donde sea, no tendréis que hacer nada, porque
vendrá una señora a ocuparse de la casa.
—Yo prefiero estar aquí —dijo John—, y disfrutar de la piscina y
el jardín.
—Pues ya está todo dicho. Hoy conocerás a Louise. Ella se ha
encargado de dos bodas y os será de utilidad. Os daré el teléfono
de mi madre a las dos para que os pongáis de acuerdo con los
preparativos. Ellie y yo estaremos muy ocupados y no tendremos
tiempo. Y queremos casarnos cuanto antes, a primeros de junio a lo
más tardar —dijo Carter a su suegra, pensando que si Ellie estaba
embarazada sería de más de dos meses.
—Haremos lo que podamos.
Cuando vieron toda la casa salieron al exterior a ver la zona de
la piscina, la barbacoa, el jardín y el pequeño bosque.
—Esta propiedad es una maravilla —dijo John—. ¿Sería muy
atrevido por mi parte preguntar cuánto has pagado por ella?
—Para nada. Somos familia —dijo Carter sonriendo—. Me
costó veinte millones.
—¿Veinte millones de dólares?
—Sí. Cuando la vi pensé que era una buena casa para
empezar una nueva vida y formar una familia.
—Sin duda lo es.
A petición de Eve, Carter los llevó a su apartamento para que lo
vieran, y también les enseñó la consulta. Los padres de Ellie
alucinaron.
Carter les invitó a tomar un café en una preciosa cafetería de
Manhattan. Y antes de ir a casa de los padres de Delaney fueron a
comprar una bandeja de pasteles, porque Sophie dijo que no iría a
comer a una casa sin llevar un detalle. Luego fueron a casa de los
Stanford.

Sophie se sintió un poco intimidada al ver la belleza de la


mansión, y también cuando les presentaron a Louise y a Patrick.
Ellos eran personas muy sencillas, que todo lo que habían
conseguido en la vida había sido un piso de su propiedad, y esa
gente eran millonarios. Pero después de un rato, tuvo que admitir
que no eran estirados, como había imaginado.
Estaban tomando una copa de vino en el salón cuando entró
Brianna, la hija de Delaney, corriendo. Al ver a Ellie sonrió y corrió
hacia ella.
—¡Tía Ellie! ¡Tía Ellie! ¡Ya he llegado!
—Ya lo veo, cariño —dijo Ellie abrazándola.
—¿No nos vas a saludar? —preguntó su abuelo.
—Hola, abuelo —dijo la pequeña caminando hacia él.
Patrick la levantó para besarla y luego volvió a dejarla en el
suelo.
La pequeña fue hacia su abuela para darle un beso y luego
miró a Ellie.
—¿Dónde está Eve?
—Ha salido al jardín.
—Voy a buscarla.
—¿Ya no saludas a tu tío favorito? —preguntó Carter.
—Hola, tío Carter —dijo la pequeña apoyándose en sus
piernas.
—Hola, pequeñaja —dijo él sentándola en su regazo y
besándola en el cuello y haciéndola reír.
—Su tío favorito soy yo —dijo Sean entrando en la estancia.
La niña se retorció en los brazos de Carter para que la bajara y
corrió hacia su tío Sean, que la cogió en brazos y la subió por los
aires.
—¿Dónde están Delaney y Tess? —preguntó Louise.
—Están fuera hablando con Eve —dijo Sean.
—Quiero ir con Eve.
Sean la bajó al suelo y la pequeña salió disparada del salón.
Sean besó a sus padres. Luego miró al matrimonio que estaba
sentado junto a Ellie.
—Hola, preciosa —dijo acercándose a Ellie para besarla.
—Hola. Sean, quiero que conozcas a mis padres, Sophie y
John. Papá, mamá, él es Sean, el amigo arquitecto de quien os
hablé, y el hijo pequeño de Patrick y Louise.
—Es un placer conocerla, señora Whitworth —dijo él dándole la
mano.
—El placer es mío, Sean. Y, por favor, nada de señora, llámame
Sophie.
—De acuerdo. Me alegro de conocerte, John —dijo dándole la
mano al hombre que se había levantado.
—Lo mismo digo —dijo el hombre estrechándosela—. Ellie nos
ha hablado mucho de ti. Hiciste un buen trabajo en su casa y en su
negocio.
—Gracias.
Sean se acercó a Carter para saludarlo.
Sophie estaba impresionada por la belleza de ese hombre, por
su altura, por su cuerpo... Aunque también lo estaba con su yerno.
¡Dios! ¿Cómo podrían haber hombres tan perfectos?, se preguntó
mirándolos. Y segundos después, se quedó con la boca abierta al
ver entrar a Delaney con Tess. Porque ese hombre era más
atractivo que los otros dos, con diferencia. Y su mujer era preciosa,
como le había dicho su hija.
Después de presentarlos se sentaron todos de nuevo y Carter
les sirvió una copa de vino a los recién llegados.
Media hora después entró Logan con el pequeño Chris en
brazos y rodeando a Eve por los hombros, que llevaba en los brazos
a Brianna.
—Pensaba que no llegarías a tiempo para comer —dijo Louise
cuando Logan la besó, después de dejar a Chris en el suelo.
—Tengo un trabajo muy duro, ya lo sabes —dijo Logan
sonriéndole a la mujer antes de saludar al resto de sus amigos.
Louise le presentó a los padres de Ellie. Y Sophie volvió a
sorprenderse más, si eso era posible, porque ese hombre era una
maravilla, y no podía creer que con ese físico y con la manera tan
informal de vestir fuera sacerdote.
Fue una comida muy agradable.
Louise y Sophie estuvieron haciendo planes para comenzar con
los preparativos de la boda. Sophie le había dicho que querían
casarse antes del verano. Al día siguiente de volver de Las
Maldivas, Carter confirmó el embarazo de Ellie, y como Louise ya
estaba al corriente, acordaron que se casarían el día cinco de junio,
que era sábado.
—Carter y Ellie me pidieron que os echara una mano con los
preparativos de la boda —dijo Louise a Sophie—. Anoche hablé con
Alice, la madre de Carter y me dijo que vendría la próxima semana
para quedarse en casa de Carter, pero que George, su marido, no la
acompañaría. Aunque vendrá a pasar con ella los fines de semana.
Y contigo seremos tres para organizarla. Esto será coser y cantar.
—Carter nos ha ofrecido su casa para que nos quedemos en
ella hasta que vuelvan del viaje de novios —dijo Sophie.
—¿Vais a hacerlo?
—Sería lo mejor, ya que tienen tanta prisa por casarse.
—Estupendo. Así podremos comenzar cuanto antes con los
preparativos.

Carter y Ellie no tuvieron que ocuparse de nada relacionado con


la boda, excepto de la ropa que llevarían.
Los padres del novio y de la novia fueron a la casa de sus hijos
el martes de la semana siguiente. Carter y Ellie ya habían hablado
con Rosita, la señora que se ocupaba del apartamento y la consulta
de Carter, y también del piso de Ellie, y habían acordado que ya se
quedaría a vivir en la casa de invitados e iría una vez a la semana al
apartamento y a la consulta. A Carter le gustaba cómo esa mujer se
encargaba de su casa y de su ropa, y también cómo cocinaba. Y a
Ellie le había caído muy bien cuando la conoció, al igual que su
marido.
El matrimonio aceptó el ofrecimiento de vivir en su propiedad,
más que nada, porque no tendrían que pagar alquiler. La pareja
había llegado a Nueva York diez años atrás. Ella trabajaba
limpiando y él era jardinero, aunque sabía arreglarlo todo, era un
manitas. La casa de invitados no era muy grande. Tenía un solo
dormitorio, pero Carter les dijo que cuando volvieran de su luna de
miel se ocuparía de que la ampliaran para hacer otro dormitorio para
su hija, Mar, de tres años. Pedro trabajaba en otras propiedades, y
era quien se encargaba de llevar y recoger a la pequeña de la
guardería.

Estaban muy contentos con el embarazo de Ellie, sobre todo


Eve, que siempre había querido tener hermanos.
Los días pasaban y los preparativos iban avanzando. Las tres
mujeres que estaban organizando la boda se llevaban de maravilla.
Era como si fueran amigas de toda la vida.
Desde que el padre de Ellie y el de Carter se conocieron el
primer fin de semana que se habían trasladado a la mansión,
George, el padre de Carter, había decidido quedarse allí. Se llevaba
muy bien con el padre de Ellie y le pidió que lo acompañara a su
casa para traer una maleta con su ropa.
Carter seguía en casa de Ellie, su esposa. Y continuaban con
sus trabajos y su vida rutinaria.
Unas semanas antes de la boda, Carter y Ellie decidieron
alquilar el apartamento de Manhattan porque no iban nunca.
Cuando Carter salía del hospital, iba a casa de Ellie y comían
juntos. Incluso les daba tiempo a dormir una pequeña siesta, que
cada vez era más corta, porque no podían resistir el deseo que
sentían el uno por el otro.
El día de la boda, que sería el cinco de junio, Ellie estaría
embarazada de veinticuatro semanas. El veintiuno de abril
decidieron dejar de ocultárselo a los padres de ambos porque
estaba de dieciocho semanas. Aún no se le notaba, pero se le
notaría pronto. A los padres de los novios no les hizo mucha gracia
que Carter la dejara embarazada, otra vez, y además, antes de
casarse. A pesar de ello, los cuatro abuelos estaban ilusionados por
tener otro nieto o nieta. Y para tranquilizarlos más, mientras
cenaban todos en casa de Delaney para celebrar el cumpleaños de
Tess, que era ese día, y que cumplía veintiocho años, les informaron
de que ya estaban casados, que se habían casado en Las Maldivas
cuando fueron de viaje con sus amigos. Eso tampoco les gustó,
pero ya no había remedio, y estaban ilusionados con la boda. Se
emocionaron cuando vieron los vídeos y las fotos de la boda en la
preciosa playa.

—No hemos hablado de nuestra luna de miel —dijo Ellie


cuando volvieron de casa de Tess y entraron en su dormitorio.
—Ya sabes que Delaney nos ofreció su isla. Y una suite de lujo
en cualquiera de sus hoteles. Yo, particularmente, creo que la isla
sería la mejor opción. Sería un lugar perfecto, aunque no tuviéramos
servicio de habitaciones.
—A mí no me importa tener servicio de habitaciones —dijo Ellie
—. Me atrae mucho la idea de que seas mío durante dos semanas,
sin que nadie nos interrumpa.
—Entonces, ¿te gustaría que fuéramos allí?
—Me encantaría —dijo ella sonriéndole—. Quiero hacerlo
contigo en el mar, en la playa, en la hamaca que hay junto a la casa
entre dos palmeras, en la cocina, en el porche…, y todo a plena luz
del día, porque nadie podrá vernos.
—¿Te has propuesto matarme?
—No, cariño. Quiero que me dures muchos años.
—Parece que has olvidado que en esas fechas estarás de seis
meses.
—Si hay algún problema llamaré a mi ginecólogo y él lo
solucionará.
—A mí también me va a gustar tenerte durante dos semanas
para mí solo —dijo él sonriéndole. —Genial.
—Se lo diré a Delaney —dijo Carter besándola mientras la
desnudaba—. Me gusta ver cómo crece tu vientre.
—Pues a mí no me hace mucha gracia. Voy a ponerme como
una foca.
—No. No eres de las que se les nota mucho el embarazo. Estás
casi de cuatro meses y medio y prácticamente no se te nota. El
único cambio que ha experimentado tu cuerpo ha sido el aumento
de tus pechos, y te aseguro que no es algo que me disguste.
—¿Sabes que he notado últimamente? —dijo ella mientras le
desabrochaba la camisa.
—¿Qué? —preguntó Carter sacándose la camisa y
desabrochándole el sujetador.
—Que tengo ganas de follar a cualquier hora del día.
—¡Oh, pobrecita! ¿No te dejo satisfecha haciéndote el amor
después de comer, antes de dormir y al despertarnos por la
mañana?
—Parece ser que no —dijo ella pegándose a él para besarlo
mientras le desabrochaba el pantalón y metía la mano en su interior
para coger fuertemente el miembro.
—Me vuelves loco, pelirroja.
Una hora después se tapaban y apagaban la luz.
—Estoy agotada —dijo ella pegándose a él para buscar su
calor.
—Menos mal, yo también lo estoy. ¿Estás contenta de que nos
casemos en el jardín de casa?
—Sí. A pesar de los cientos de invitados que asistirán, va a ser
una boda sencilla, dulce y muy romántica. Va a ser la boda perfecta.
—Me alegro de que pienses así.
—Acabo de darme cuenta de que no he firmado ningún acuerdo
prematrimonial.
—Nosotros no lo necesitamos.
—Nunca se sabe.
—¿Vas a abandonarme alguna vez?
—¿Abandonarte? Carter, ¿crees que después de todo lo que he
sufrido y del tiempo que te he esperado voy a dejarte escapar?
—Voy a compensarte por todo ello. Y yo tampoco voy a dejarte
escapar. De manera que no vas a necesitar firmar nada.
—Entonces, ¿tu casa también es mía?
—Por supuesto. De todas formas, la compré para ti.
—Y supongo que todo lo que hay en ella también es mío.
—Sí.
—De manera que, su dueño, ese hombre considerablemente
atractivo, ¿también me pertenece?
—Hace muchos años que nos pertenecemos el uno al otro.
—Tienes razón.
—Logan no ha comentado nada en la cena sobre la ladrona de
su iglesia.
—Conmigo sí lo ha hablado —dijo Ellie.
—¿Por qué te lo ha dicho a ti solamente?
—Puede que porque siempre os burláis de él cuando lo
menciona.
—Tienes razón. ¿Ha conseguido hablar con ella?
—No.
—¿Qué te ha dicho?
—Esa chica ha ido a la iglesia cada mes y se ha llevado una
cantidad de dinero, como siempre. Pero a finales del mes pasado
algo cambió.
—¿Qué cambió?
—En vez de llevarse dinero, Logan encontró una nota dentro de
un sobre con todas las cantidades de dinero que se había llevado, y
había descontado quinientos dólares, que estaban en el sobre.
Carter se rio.
—¿Te das cuenta? Te estás riendo. Por eso Logan ya no os
menciona nada al respecto. ¿Por qué te ríes?
—Porque no consigue hablar con esa chica.
—El pobre. ¿Sabes? En el fondo pienso como vosotros.
—¿Respecto a qué?
—Yo creo que esa chica le gusta, y mucho —dijo Ellie.
—¿Eso crees?
—Sí. Hablando de otra cosa. ¿Qué te parece si le alquilo el piso
a Henry? El otro día me mencionó que iba a empezar a buscar uno
para vivir. Es que no quiero venderlo. En la terraza hicimos el amor
por primera vez. Y estrenamos el colchón juntos...
—No hicimos el amor por primera vez, la primera vez lo hicimos
en mi apartamento.
—Ya, pero fue la primera vez que lo hacíamos en la azotea y en
mi cama.
—Cielo, haz lo que tú quieras. No necesitamos el dinero.
—A Henry le encanta el piso, y también la terraza. Además, su
trabajo está en la planta baja. Y sé que es responsable y lo cuidará.
—Entonces no lo pienses más.
—De acuerdo, se lo diré.
Era doce de mayo. El día del cumpleaños de Eve. Carter quería
preparar una fiesta por todo lo alto por ser el primer cumpleaños que
celebraba con su hija. Como Ellie y él no tenían mucho tiempo, las
abuelas de Eve y Louise se ofrecieron para encargarse de todo.
Ellie les dio los teléfonos de sus amigos del instituto para que se
pusieran en contacto con ellos para invitarlos.
Sus padres la habían felicitado antes de que se marchara al
instituto y le había regalado el ordenador que quería. Se puso muy
contenta. Su madre le dijo que celebraría el cumpleaños por la tarde
con sus abuelos. Luego se fue al instituto y ellos a trabajar.
A las cinco de la tarde fueron los tres a la casa donde vivían sus
abuelos de forma provisional. Pero al llegar no vio la mesa puesta.
Su madre la llevó al jardín y caminaron hacia la piscina. Y se
encontró con todos sus amigos, al mismo tiempo que un conjunto de
música, que había sobre una tarima, empezó a tocar la canción de
cumpleaños feliz. Casi le da un infarto al reconocer al grupo. Sabía
que era imposible que esos músicos, que ya estaban subiendo a la
fama estuvieran allí. Miró a su alrededor y vio a todos los amigos de
sus padres. Por supuesto, pensó. Esos hombres podrían conseguir
cualquier cosa que se propusieran.
Todos la dejaron sola con sus amigos. Habían preparado una
cena fría en el jardín para los niños y estuvieron comiendo,
escuchando música y bailando. Y mientras, los adultos cenaban en
el interior de la casa.
Como al día siguiente había instituto terminaron la fiesta a las
diez de la noche. Entonces sacaron una preciosa tarta a la mesa del
jardín, que los camareros ya se habían encargado de retirar todos
los platos. Y entonces apagó las velas, rodeada de sus amigos, de
sus padres, de sus abuelos y de todos los amigos de sus padres.
Luego se repartieron los regalos. Algunos de ellos la hicieron llorar.
En realidad, lloró con todos los regalos que le habían hecho los
amigos de sus padres, y suyos, porque los consideraba a todos
también amigos suyos. Y también lloró cuando el cantante del grupo
le entregó pósteres firmados por miembros del grupo, y el último CD
que habían grabado.
Fue un día inolvidable para Eve.
El viernes, el día antes de la boda, todos los amigos salieron a
cenar para celebrar la despedida de solteros de los novios.
Celebrarla todos juntos se había convertido en una tradición entre
ellos. Invitaron a los padres de Delaney, de Carter y de Ellie.
También asistieron el abuelo de Ellie y Rebecca, la hermana de
Nathan, con su marido. Incluso asistió Jack, porque Ellie quería que
estuviera presente.
El hombre le pidió a un amigo suyo que se quedara en la casa
de Delaney con los hijos de todos ellos, con Cath, la asistenta de
Nathan y con Rosie, que todas ellas se ocuparían de los niños de
todos.
También estuvieron con ellos la dueña de la tienda de novias
con su marido. Y, por supuesto Peter, el exmarido de Ellie con Joe,
su pareja. Y los padres de Peter, que se consideraban los abuelos
de Eve. Carlo, el dueño del restaurante y amigo de todos, se unió a
ellos.
Terminaron muy alegres, excepto Ellie que estaba embarazada,
pero no les preocupó porque Jack se había encargado de contratar
varios chóferes.
Pasaron una noche fantástica.

Carter se despertó al día siguiente cuando aún no había


amanecido, al sentir que le estaban acariciando los pectorales y los
abdominales. Todavía no estaba completamente despierto porque
se habían dormido muy tarde, haciendo el amor. Pero se despertó
del todo cuando su esposa cogió su polla con la mano y la apretó.
—¡Oh, Dios mío! No sé si seguir adelante con la boda, cielo.
Eres insaciable y, de seguir así, me vas a matar —dijo Carter sin
abrir los ojos.
—Es tu culpa por dejarme embarazada. La vez anterior tuve
que contentarme con un vibrador, pero ahora te tengo a ti, y no hay
ni punto de comparación. Además, quería que nos despidiésemos
de mi piso, y estamos solos. Pero si estás cansado, no te
preocupes, yo haré todo el trabajo —dijo Ellie destapándolo y
sentándose a horcajadas sobre él.
—Eres muy considerada —dijo Carter sonriéndole—. Hoy es
nuestra boda, tal vez deberíamos dormir unas cuantas horas más,
para estar descansados esta tarde.
—Luego descansaremos —dijo Ellie cogiendo la polla para
ayudarse a introducirla en su interior, lo que hizo que Carter soltara
un gemido.
—Me gusta que siempre estés lista para mí —dijo él
deslizándose en su resbaladizo interior.
—Me pones a cien, cariño. Me encanta follar contigo —dijo Ellie
inclinándose hacia él para besarlo con desesperación.
Carter le devolvió el beso mientras levantaba las caderas para
introducirse más dentro de ella.
Ellie se incorporó, lo miró a los ojos y le acarició los pectorales.
Se sujetó de sus fuertes hombros y empezó a cabalgarlo con
lentamente. Carter le cogió los pechos con sus grandes manos y
acarició los pezones con los pulgares, haciéndola gemir de placer.
—Me gusta que nos miremos cuando hacemos el amor. Es
diferente.
—A mí también me lo parece. Es como si estuviéramos
completamente compenetrados, como si pudiéramos hablarnos solo
con nuestras miradas —dijo Carter.
—Sí, eso es exactamente lo que siento. Todo va a ir bien,
¿verdad?
Carter la miró algo preocupado durante unos segundos.
—¿Tú estás segura de que me quieres?
—Te quiero más que a mi vida.
—Yo también. Y te aseguro que todo va a ir de maravilla —dijo
él acariciándole el vientre, que ya se apreciaba abultado—. Me
gusta que lleves a nuestro bebé en tu interior. Es una sensación
única.
Carter sonrió al notar que su bebé se movía, y Ellie le devolvió
la sonrisa.
Carter la tumbó de espaldas en la cama con un solo movimiento
para hacerle el amor despacio y con suavidad. Cuando los dos se
corrieron unos minutos más tarde, Carter se echó sobre ella y la
besó. Luego se puso de lado y la arrastró para tenerla frente a él.
—¿Te molesta que no haya querido que supiéramos el sexo del
bebé? —preguntó Ellie con timidez.
—Por supuesto que no.
—Seguramente a Marina, tu enfermera, le parecería extraño
que fuera ella quien me hiciera las ecografías.
—No somos los primeros que no quieren saber el sexo de su
hijo.
—Es que con Eve no quise saberlo y, no sé la razón, pero he
creído que esta vez tenía que ser igual.
—A mí me parece bien. Será una sorpresa. Hoy cumples
veinticuatro semanas de embarazo. Si todo va bien, el veinticinco de
septiembre conoceremos a nuestro bebé.
—Tengo ganas de conocerlo o conocerla.
—Te he comprado algo.
—¿Un regalo?
—Sí.
—¿Por qué?
—Porque vas a casarte conmigo y me vas a dar otro hijo. ¿No
crees que es razón más que suficiente?
—Me gustan los regalos.
Cuando Ellie abrió el estuche vio una fina cadena con un
diamante de un tamaño considerable.
—Carter, es una maravilla. Me encanta.
—Me alegro.
—Me muero de ganar de ver a nuestro hijo, o hija.
Poco después ambos estaban dormidos abrazados.

El móvil de Carter sonó a las nueve y cuarenta y cinco de la


mañana. Pensó quitarle el volumen y dejar que siguiera sonando,
pero al ver que era su hija contestó.
—Hola, cariño.
—Hola, papá, ¿te he despertado?
—Sí, pero no importa. Anoche nos dormimos bastante tarde y
no puse la alarma del móvil, quería que la mamá durmiera un poco
más. ¿Va todo bien por ahí?
—Sí. Aunque los abuelos, Patrick y yo vamos a salir a
desayunar.
—¿Y eso?
—Me habían dicho que Louise se había portado como un
sargento en la boda de su hijo Delaney, y también en la de Nathan.
Pero ahora no es solo Louise, mis abuelas se han unido a ella y esto
es insoportable. Sean acaba de llegar. Ha venido a traer su traje
para vestirse aquí, pero al ver el panorama, ha dicho que vendría a
desayunar con nosotros. Ha subido a dejar el traje en su cuarto. Así
que, si no queréis pasarlo mal, no contestéis a las llamadas de
ninguno de los tres sargentos que han tomado nuestra casa.
—Gracias por avisarnos. Cuando sepáis dónde vais a ir a
desayunar dímelo y nos reuniremos con vosotros. Voy a despertar a
la mamá.
—De acuerdo, hasta luego.
—¿Quién era? —preguntó Ellie sin abrir los ojos.
—Nuestra hija. Vamos a levantarnos, pelirroja. He quedado con
ella para ir a desayunar.
—¿Por qué? ¿No hay suficiente comida en casa?
Carter le explicó lo que sucedía.
—Voy a ducharme. Y no quiero que vengas conmigo —dijo al
ver que Carter la seguía—. Dúchate en el otro baño, de lo contrario
no nos iremos nunca.
—Vale.
—Llama a Delaney. Tess me dijo que irían temprano para
ayudar en lo que hiciera falta, pero puede que él prefiera ir a
desayunar con nosotros. Y llama también a Nathan.
—Tess también preferirá venir con nosotros, al igual que
Lauren, antes que lidiar con su suegra y nuestras madres —dijo
Carter.
—Tienes razón. Y llama a Ryan y a Jules. Todos dijeron que
comerían en casa y que se vestirían allí. Diles que vengan a
desayunar.
—De acuerdo. Va a parecer una despedida de solteros —dijo
Carter.
—Será algo así. Nuestro último desayuno, antes de casarnos,
por segunda vez.

Todos se reunieron en la cafetería donde solían desayunar


antes del partido de balón cesto de los sábados. Había ido incluso
Logan, aunque se había marchado pronto porque tenía que oficiar
una misa.
Fue un desayuno ameno y divertido. Estuvieron recordando los
preparativos de la boda en la que Delaney y Tess desaparecían
como por arte de magia. Y cuando Delaney, Tess, Sean y Patrick se
escondieron en el dormitorio de Delaney, para que el sargento de su
madre no los encontrara. Luego Nathan y Lauren hablaron de su
experiencia con Louise. A pesar del magnífico trabajo que había
hecho con la preparación de la boda, reconocieron que estar en su
presencia era como estar en el ejército.
Todos fueron a casa de Carter a media mañana y decidieron ir a
la piscina para relajarse, y allí no molestarían a nadie. Las tres
mujeres casi lo agradecieron, de esa manera no estarían
incordiando todos por en medio. Incluso habían comido allí.
Dos horas antes de la boda, las tres mujeres se presentaron en
la piscina buscando a Ellie.
—Tienes que subir para empezar a prepararte —dijo Sophie.
—Mamá, faltan dos horas para la boda.
—Tienes que tomar un baño para relajarte —dijo Louise.
—Ya estoy relajada. He pasado horas aquí con mis amigos.
—No te molestes en convencerla —dijo Tess—. Te aseguro que
es imposible.
—Tess tiene razón —dijo Lauren—. Vamos, te acompañaremos.
Nada más entrar en la habitación, Ellie se metió en la bañera
por orden de su madre. Cuando salió, supuestamente más relajada,
se puso en manos de la esteticista y del peluquero que Louise había
contratado para que fueran a arreglarla, aunque ella pensaba que
no habría hecho falta. Pero cuando se miró al espejo agradeció que
hubieran ido, porque la habían maquillado de forma muy suave y el
pelo lo tenía precioso y brillante.
Luego le llegó el turno a Jane, la dueña de la tienda de novias
donde habían comprado el vestido, al igual que había hecho Tess y
Lauren. La mujer la ayudó a vestirse, como había hecho en las
bodas de sus amigas.
Todas las mujeres que estaban en la habitación la miraron
cuando se dio la vuelta para que la vieran. El vestido estaba cortado
debajo del pecho, lo que disimulaba su embarazo, y llevaba un velo
corto. Tenía un escote bastante atrevido y llevaba el colgante que le
había regalado Carter la noche anterior. Era una novia
deslumbrante.
—¡Dios mío! Estás preciosa —dijo Louise al verla.
—Gracias.
Cath llamó a la puerta y entró con una bandeja en la que había
una botella de champán y copas.
—Delaney me ha pedido que subiera esto.
—Estupendo —dijo Louise—. Mi hijo sabe lo que se hace. El
último brindis antes de la boda.

Carter estaba junto a Delaney, que sería su padrino, y Logan,


que era quien los iba a casar. Esperaban la llegada de la novia.
De pronto vieron caminar por el pasillo a Tess y a Lauren, que
eran las damas de honor. Estaban preciosas. Delaney no pudo
evitar sonreír al ver a su mujer. Después de los años que habían
pasado desde que se casaron, seguía loco por ella. Las dos
estaban preciosas. Se sentaron en el banco que les correspondía.
A continuación apareció en el pasillo Brianna, caminando de
forma solemne y sin apartar la vista de la bandejita que llevaba en
las manos con los anillos. Delaney, Carter y Logan sonrieron
orgullosos al verla. Cuando la niña pasó junto al banco donde se
encontraba su tío Sean se distrajo mirándolo y tropezó con sus
propios pies. Su tío fue muy rápido y consiguió sujetarla
levantándola, antes de que cayera al suelo. Todos rieron porque la
pequeña no había soltado la bandejita en ningún momento.
Carter levantó la vista y vio a Ellie, que ya era su mujer,
caminando del brazo de su padre. Llevaba el pelo suelto, como a él
le gustaba. El diamante que colgaba de su cuello brillaba entre sus
pechos lanzando destellos de colores cuando los rayos del sol se
posaban sobre él. Estaba radiante.
—Has tenido suerte de que Ellie se cruzara de nuevo en tu
camino —dijo Logan a Carter.
—¿Crees que no lo sé? Voy a hacerla muy feliz.
—Lo sé.
Fue una boda muy sencilla. Logan pronunció unas palabras,
que encajaban perfectamente con los novios, sobre las segundas
oportunidades, la importancia de la familia, de los amigos, y del
matrimonio. Sus palabras hicieron que a Carter y a Ellie se le
humedecieran los ojos por la emoción.
Tan pronto oyeron: puedes besar a la novia, Carter no lo
demoró ni un segundo. La besó de manera tierna y suave, aunque
fue un beso largo, muy largo.

El banquete, que las tres mujeres habían contratado, fue


excepcional. El jardín impresionaba por su belleza, cosa que
consiguió Pedro, el marido de Rosita y jardinero de Carter. Las tres
mujeres habían hablado con él cuando organizaban la boda y les
gustaron todas las ideas que el hombre les propuso.
Carter y Ellie abrieron el baile bajo la carpa de seda. Parecían
dos artistas de cine. La belleza de ambos impresionaba.
—Tengo ganas de que acabe todo esto —dijo Ellie—. Me gustó
mucho más nuestra primera boda.
—A mí también, pero teníamos que hacerlo por nuestras
familias.
—Lo sé. Quiero estar ya en la isla. ¿Podemos irnos ya?
—Pelirroja, me muero de ganas por estar allí a solas contigo. Y
si por mí fuera, estaría ya follándote en nuestra habitación, en vez
de estar aquí. Pero el vuelo está previsto para las once de la noche.
Tenemos que esperar, al menos, una hora más.
—La verdad es que no me importa esperar un poco más, me
gusta bailar contigo. Y una hora no es mucho, es el tiempo justo
para despedirnos de los invitados, de nuestras familias, y de tomar
una última copa con nuestros amigos.
—Tú no puedes beber.
—¿Crees que no lo sé? Llevo bebiendo agua desde hace
horas. Y te aseguro que no es nada cómodo ir al aseo con este
vestido, y lo he hecho cien veces.
—En unos minutos te quitaré el vestido. No he podido dejar de
pensar en otra cosa desde que te vi caminando por el pasillo del
brazo de tu padre. ¿Te he dicho que estás preciosa?
—Sí, varias veces. Y tú estás espectacular. Tengo unas ganas
locas de quitarte ese traje, que he de decir que te sienta de muerte.
—Gracias, cielo.
—También tengo que hablar con Henry. Va a estar dos
semanas solo.
—Tiene experiencia y se apañará bien sin ti.
—Lo sé.
—Nos despediremos de todos de forma rápida —dijo Carter
estrechándola más entre sus brazos.
—Si no te importa, me gustaría bailar con la novia —dijo Logan
acercándose a la pareja mientras bailaban.
—Claro —dijo Carter soltando a su mujer.
—Felicidades, preciosa.
—Muchas gracias. Aunque ya me has felicitado.
—¿Estás bien?
—Estoy de maravilla. Me siento feliz de haberme casado con
Carter.
—Me alegro mucho.
—¿Sabes? Me ha llevado tiempo, pero al fin he comprendido
que tenías razón.
—Yo siempre tengo razón.
—Eres un arrogante para ser sacerdote.
—¿En qué tenía razón?
—En lo que me has repetido tantas veces, y no solamente tú.
Carter siempre ha sido mi destino.
—Menos mal que te has dado cuenta, por fin.
—Intenta hablar con tu chica mientras estamos fuera.
—¿Mi chica?
—¿Sabes, Logan? Creo que ha llegado el momento de que
empieces a pensar en replantearte tu vocación.
—¿Por qué iba a hacer eso?
—Porque creo que tu vocación se tambalea.
—No digas tonterías.
Carter se acercó cuando la pieza de música terminó.
—Lo siento, Logan. Tenemos que empezar a despedirnos.
—Claro —dijo el cura algo confuso por las palabras de su
amiga.
—Hablaremos cuando vuelva —dijo Ellie besándolo.
Poco después los recién casados estaban entre los invitados,
despidiéndose.
Hablaron unos minutos con Henry sobre el trabajo. Y Ellie
aprovechó para decirle que si le interesaba, le alquilaría su piso. Le
dijo una cantidad tan baja por el alquiler que Henry no pudo más
que sonreír. En realidad, Ellie solo quería que alguien de confianza
viviera en él para que lo cuidara. Ella le dijo que lo pensara mientras
estaban de luna de miel. Aunque Henry no tenía nada que pensar,
aceptaría vivir en esa preciosa casa con los ojos cerrados. Y,
además, viviría arriba del trabajo.
Luego se despidieron de sus familiares y a continuación
tomaron una copa con sus amigos. Ellie soltó unas lágrimas cuando
se despidieron de su hija, que se quedaría en la casa con sus cuatro
abuelos.

Carter cogió a Ellie de la mano para llevarla hacia la escalera.


Tan pronto entró en el dormitorio y cerró la puerta, la besó de
manera desesperada. Y ella le devolvió el beso con la misma
pasión.
—He desnudado a algunas mujeres, pero ninguna llevaba un
vestido de novia.
—¿Algunas, dices?
—Unas cuantas. Y me alegro de que eso se haya terminado. La
verdad es que ya estaba muy cansado. ¿Por qué sonríes?
—Porque cuando hablas me recuerdas a Delaney. No me
refiero al físico sino a tu forma de actuar y comportarte. Tess me lo
ha dicho muchas veces. Dice que sois idénticos, y ella te conoce
bien.
—Yo no soy como Stanford.
—Te aseguro que te estoy halagando diciéndote que te pareces
a él él. A mí me gusta mucho Delaney.
—¿Has dicho que te gusta mucho Delaney?
—A cualquier mujer le gustaría ese hombre. Pero a mí me
gustas mucho más tú.
—Eso está mejor. A partir de ahora voy a concentrarme en ti, en
cuerpo y alma.
—Me alegro. Empieza por el velo. Va unido a la diadema de
flores.
Carter se desprendió de ambos e introdujo los dedos entre sus
cabellos. Luego volvió a besarla.
—Te quiero, cielo. Te quiero con locura.
—Y yo a ti. Sácame el vestido —dijo ella dándose la vuelta.
Carter le desabrochó los pequeños botones de la espalda y
deslizó la prenda por un hombro para besarlo y siguió por el cuello.
Luego hizo lo mismo con el otro. Le bajó el vestido y se lo sacó por
los pies. Luego lo recogió del suelo y lo echó sobre la butaca. La
miró de arriba abajo detenidamente.
—Supongo que la ropa interior azul es parte de la tradición esa
de las novias.
—Sí.
—Estás espectacular.
—La ropa interior es un regalo de Tess. Las ligas me las ha
prestado Lauren. Lo nuevo es tu regalo —dijo ella acariciando el
diamante que reposaba entre sus pechos.
Carter se acercó a ella para besarla, exactamente ahí.
—Y lo viejo son los pendientes, eran de mi abuela. Son
bastante sencillos.
—Pero muy bonitos.
—Carter, si no te importa, voy a quitarme las sandalias, estoy
muerta de cansancio —dijo caminando hacia la cama y sentándose
en el borde.
Carter se arrodilló en el suelo frente a ella y le desabrochó las
sandalias de tacón, luego le bajó las medias y le acarició las
piernas, primero con los dedos y luego con los labios. Subió las
manos por el interior de los muslos en una suave caricia. Metió los
dedos en el interior de las bragas para acariciarla y Ellie levantó las
caderas. Carter le bajó la prenda y se las sacó por los pies. Luego le
separó las rodillas y le miró el sexo.
—¡Vamos! ¿A qué esperas? —dijo ella desesperada porque la
tocara.
—Eres una desesperada —dijo él—. Primero te quitaré el
sujetador para contemplar tus increíbles pechos.
Y luego hizo lo que ella esperaba.
Ellie soltó un gemido cuando la lengua de Carter rozó su
clítoris. Había algo extraño y sensual en tener a un hombre con la
cabeza entre sus piernas, completamente vestido, mientras ella
estaba totalmente desnuda, pensó Ellie.
El orgasmo le llegó de manera instantánea y gritó el nombre de
su marido, lo que llenó a Carter de orgullo. Entonces él se puso de
pie y comenzó a desnudarse sin apartar la vista de ella.
—¿No puedes hacerlo más rápido?
—¿Por qué?
—Cuanto antes me folles, antes nos iremos.
—¿Por qué tienes tanta prisa en que nos vayamos?
—Porque me muero de ganas de hacer el amor contigo en el
avión. Va a ser como hacerlo en el cielo.
Carter se bajó el bóxer. Ellie se puso en el centro de la cama y
él se colocó entre sus piernas.
—Al cielo voy a llevarte en este momento, pelirroja —dijo él
mientras se adentraba en su interior de una sola embestida—. Y no
necesito estar en un avión para ello.
—Entonces, no tengo prisa —dijo ella dedicándole una
descarada sonrisa.

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