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S. Giner
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Title Page
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capitulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
No se permite la reproducción total o parcial de este relato, ni
su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en
cualquier forma o por cualquier medio, sin previo aviso del
propietario del copyright.
Los nombres, personajes, lugares y sucesos que aparecen en
este relato son ficticios, cualquier parecido con la realidad es pura
coincidencia.
Copyright © S. Giner 2023
Todos los derechos reservados.
Título del relato: "Yo no soy como Stanford", registrado.
Esta novela es la cuarta entrega de la serie “Stanford”
Twitter: @sginerwriter
Capítulo 1
—Nunca podré olvidar el día que nos mudamos a esta ciudad,
porque es el día de mi cumpleaños —dijo Eve a su madre.
—Tienes razón —dijo Ellie, sonriendo.
—Me habría gustado quedarme en casa, en el pueblo. Allí
están todos mis amigos, los abuelos y Peter —dijo la niña mientras
desayunaban.
El camión de la agencia de transportes les había llevado sus
cosas el día anterior y aún no habían abierto las cajas. Solo habían
llevado con ellas un par de maletas con las cosas que podrían
necesitar para los primeros días.
—Lo sé, cariño, pero aquí harás amigos nuevos, e iremos a ver
a Peter y a los abuelos siempre que podamos, y él también vendrá a
vernos a nosotras.
—No entiendo por qué Peter y tú os separasteis. Nunca os oí
discutir, ni siquiera levantaros la voz.
—Peter y yo siempre nos hemos llevado muy bien.
—Lo sé. Creo que soy suficientemente mayor para entender
cualquier situación, y me gustaría preguntarte algunas cosas que
quiero saber.
—Sabes que puedes preguntarme lo que quieras. Siempre he
contestado a todas tus preguntas, ¿no?
—Sí. Pero algunas cosas son personales y es posible que no
quieres que las sepa.
—Yo no tengo secretos que no se puedan saber, y siempre
contestaré a cualquier pregunta que me hagas. ¿Qué te parece si
hoy, ya que es tu cumpleaños, vamos de compras? Supongo que
aquí las chicas vestirán de diferente forma que en el pueblo, y no
deberías desentonar en el instituto. Ese será mi regalo.
—Vale.
—Luego iremos a comer para celebrarlo. Sé que te sientes
extraña y tienes que asimilar muchos cambios: nuevo colegio, nueva
ciudad, nueva casa... Y, además, Peter no estará con nosotras.
—Lo voy a echar de menos. Ya lo echo de menos.
—S'i, yo también. Para mí también va a ser difícil el cambio,
pero vamos a estar bien. Además, estaremos cerca de mis padres y
podremos visitarlos siempre que queramos.
—Sí, lo sé.
—Y solo tendrás que ir al instituto unas semanas porque el
curso acabará el próximo mes.
—Sé que estaremos bien, mamá.
—Cuando volvamos de comer hablaremos mientras
desembalamos las cosas y podrás preguntarme lo que quieras,
sobre cualquier cosa. ¿Te parece bien?
—Sí, muy bien.
—La tutora del instituto del pueblo habló con la del de aquí y la
puso al corriente de cómo te está yendo este curso, y los anteriores.
Cuando hablé con ella me dijo que te daría libros para que no
tengamos que comprarlos, ya que estamos a final de curso.
—Estupendo.
—Tenemos seis días para familiarizarnos con la ciudad y con el
trayecto al instituto y a mi trabajo.
—He buscado la ubicación del instituto en el móvil. Está cerca y
podré ir caminando.
—Perfecto, así ahorraremos el autobús. Y hemos tenido suerte
al encontrar el piso, parece un buen barrio.
—Sí, aunque esta casa es muy pequeña.
—Tienes razón. Fuimos privilegiadas al vivir en casa de Peter.
Su casa es enorme y tiene un jardín fantástico. Pero no todo el
mundo vive así.
—Lo supongo.
—De todas formas, voy a trabajar en una inmobiliaria y puede
que aparezca algún apartamento más grande que este. Las cosas
nos irán bien.
—Claro que nos irán bien.
Compraron un montón de ropa para la adolescente. Comieron
en un precioso restaurante en el centro de la ciudad. Sus abuelos
llamaron mientras comían para felicitar a su nieta, y se disculparon
por no pasar el día con ellas, porque estaban de viaje. Al final de los
postres les llevaron una tarta con trece velas encendidas y Eve se
emocionó.
—Estoy pasando un día genial. Es perfecto —dijo Eve
abrazando a su madre cuando llegaron a casa.
—Yo también, cariño. Feliz cumpleaños.
—Gracias, mamá.
—¿Vaciamos las cajas de tus cosas?
—Vale. Aunque tal vez sería mejor empezar por los cosas de la
cocina.
—Bah, no te preocupes. Hoy comeremos unos sandwiches
para cenar, tenemos el pan de molde y los fiambres que compramos
ayer. Me ocuparé de las cajas de la cocina antes de acostarme.
Fueron al dormitorio de la niña. Había algunas cajas pegadas a
una de las paredes de la pequeña habitación.
—Ve abriendo las cajas, cariño. Empieza por la que pone
perchas y luego sigue con las de la ropa.
—De acuerdo.
Eve abrió la primera caja y dejó las perchas sobre la cama.
Luego abrió la siguiente y empezó a sacar la ropa, dejándola junto a
las perchas.
—Los vestidos habrá que plancharlos, pero lo haré cuando todo
esté en su sitio. De momento los colgaré para no dejarlos por en
medio.
—Bien. De todas formas, no me los pondré para ir al instituto,
iré con vaquero.
—Puede que algún día te apetezca ir con vestido.
—Es posible, pero primero quiero ver cómo visten las chicas
para ir al colegio.
—Claro. Los muebles de este cuarto son horrorosos.
—Gracias, mamá —dijo Eve sonriendo—. Aunque los del tuyo
tampoco son muy allá.
—Nos haremos la idea de que esta casa es provisional, aunque
puede que tardemos algún tiempo en mudarnos a otra.
—Cuando decore la habitación parecerá más bonita.
—Podría haber seguido buscando hasta encontrar otra casa
mejor. Aunque el alquiler sería más alto y no sabía cómo iban a
irnos las cosas.
—No te preocupes, mamá, aquí estaremos bien.
—Has dicho que querías hacerme algunas preguntas.
—Es cierto. Aunque, en realidad, lo que me gustaría es que me
contaras como conociste a mi padre y lo que recuerdes de él. Lo
único que sé es que Peter no es mi padre biológico.
—De acuerdo.
—Y luego quiero que me hables de lo que sucedió, después de
que supieras que estabas embarazada. Quiero saberlo todo, así
puede que no tenga que hacerte ninguna pregunta.
—Bien. Nunca te he hablado de tu padre porque Peter ocupó su
lugar desde que naciste. Pensaba hablarte de él cuando estuvieras
preparada, pero parece ser que ya lo estás.
—Me gustó que me dijerais que Peter no era mi padre, aunque
yo lo quiero como si lo fuera.
—Para él siempre has sido su hija.
—Sí, lo sé.
—Los dos pensamos que tenías derecho a saberlo.
—Os lo agradezco.
—He tenido mucha suerte contigo. Eres muy responsable, una
buena estudiante, educada, cariñosa…
—Tú eres quien ha hecho que yo sea así.
—Bien —dijo sonriéndole—. Empezaré por el principio.
—Será lo mejor.
—Ya sabes que desde que tenía siete años pasé los veranos
en el campamento al que tú fuiste también.
—Sí.
—Me encantaba estar allí. Cada verano conocía a chicos y
chicas nuevos. Peter y yo empezamos a ir juntos cuando teníamos
siete años, y seguimos yendo cada verano hasta los quince.
—Peter me dijo que os conocíais desde preescolar.
—Sí. Siempre fue mi mejor amigo, y sigue siéndolo. Vi a tu
padre por primera vez un verano a primeros del mes de julio, yo
tenía nueve años. Y era un adefesio.
—¿Él?
—Él no, yo.
—Eso no es posible.
—Te aseguro que sí —dijo sonriéndole a su hija—.¿Acaso no
recuerdas las fotos de los álbumes? Las has visto muchas veces.
—Yo nunca te he visto como un adefesio.
—¡Por favor! Tenía el pelo del color de las zanahorias, rizado y
por los hombros de largo. Cuando lo llevaba suelto parecía que
llevaba un nido de pájaros sobre la cabeza. Además, tenía la nariz y
los pómulos salpicados de pecas. Te aseguro que parecía un
espantapájaros.
Eve soltó una carcajada y su madre se rio también.
—Por suerte el pelo se me oscureció con los años y ahora está
más presentable. También he de decir que estaba gorda. Bueno, no
demasiado, digamos que rellenita. Y a todo eso hay que añadir que
llevaba un aparato en los dientes, que impedía que pronunciara bien
las palabras. Tú has llevado aparato, ya sabes lo que es.
—Sí, lo sé. Es horroroso.
—Pero merece la pena el sacrificio, ¿no crees? Nuestra
dentadura es perfecta.
—Tienes razón.
—Me enamoré de tu padre en el momento que lo vi bajar del
autobús. Era el chico más guapo que había visto en mi vida. Tenía el
pelo liso, rubio y muy corto. Sus ojos eran color miel. No era muy
alto, creo que yo era más alta que él, aunque claro, éramos críos.
—¿Cuántos años tenía él?
—Once, dos más que yo.
—¿Cómo se llamaba? Nunca me dijiste su nombre.
—Carter Hirsch.
—Carter… —repitió Eve—. Me gusta su nombre.
—Y también te habría gustado él. Llegó al campamento con un
amigo. Si no recuerdo mal, se conocían desde que eran pequeños.
Su amigo se llamaba Logan… No recuerdo su apellido, pero sí
recuerdo que también era muy guapo. Era moreno y tenía los ojos
grises.
—O sea que mi padre tendrá ahora treinta años.
—Sí.
—Sigue —dijo Eve abriendo otra caja y dejando la ropa que
había en su interior sobre la cama.
—Ese primer año no hablé con ellos durante el mes de julio. No
parecía que ninguno de los dos quisiera tenerme cerca. Pero a
medida que pasaban los días, vieron que no era una remilgada,
como el resto de las niñas de mi edad, y que no tenía miedo de los
bichos, o de lanzarme al lago desde lo alto de una roca. Y
empezaron a aceptarme. A mitad de agosto los tres éramos
inseparables e íbamos juntos a todas partes. Y el último día de ese
mes se marcharon.
—¿Peter también estaba con vosotros?
—Nos acompañaba de vez en cuando, pero tenía sus amigos
del colegio y solía estar con ellos.
—¿Os llamasteis o estuvisteis en contacto de alguna forma?
—Nunca hablé con tu padre por teléfono, aunque claro, éramos
críos. Durante varios años los tres mantuvimos una amistad un poco
extraña.
—¿Por qué dices que fue extraña?
—Porque los siguientes años pasamos juntos los dos meses de
verano, sin separarnos para nada. Y los diez meses restantes no
sabíamos nada los unos de los otros. Pero cuando volvían al
siguiente año era como si no hubiésemos estado separados.
—¿Durante cuantos veranos fue él al campamento?
—Ambos fueron durante seis años. Logan y él fueron juntos
cada año. El último verano fue diferente, porque todos habíamos
cambiado. Ellos fueron ese año como monitores. Vi el autobús
detenerse en el rellano que había delante de la cabaña de
recepción. Estaba nerviosa por volver a verlo. La puerta del autobús
se abrió, y allí estaba Carter, como salido de un sueño —dijo Ellie
suspirando—. Los dos eran altos, tenían un cuerpo atlético, supongo
que debido a los deportes que habían practicado en el instituto. Tu
padre llevaba el pelo más largo de lo que solía llevarlo. Lo tenía liso,
como tú, y del mismo color que el tuyo. También tienes el color de
sus ojos.
—Entonces, ¿me parezco a él?
—Sí, mucho. Al menos al chico que yo recuerdo.
—Sigue.
—Me quedé alucinada al verlo. Supongo que a él le sucedió lo
mismo conmigo. Mi cuerpo había cambiado, estaba delgada,
aunque con curvas, ya no llevaba el aparato en los dientes, y mi
pelo se había oscurecido un poco. La gente pensaba que me lo
había tintado.
—A mí me encanta el color de tu pelo, parece fuego.
—Sí, ahora no está mal. Lo tengo mucho más oscuro que
entonces.
—Sigue.
—Yo tenía quince años y ellos diecisiete. Ese año habían
terminado el instituto e irían a la universidad en unas semanas.
Carter iba a estudiar Medicina.
—¿Mi padre es médico?
—Cariño, no sé nada de él desde ese último verano. Pero es lo
que me dijo que iba a estudiar. Has heredado de él, incluso, su amor
por la Medicina. Siempre has dicho que querías ser médico.
—Y si no pasa nada, lo seré. Solo tengo que seguir sacando
buenas notas para conseguir una beca.
—Sé que serás médico —dijo sonriéndole a su hija—. A él
también se le daban bien las matemáticas. Recuerdo que a veces
ayudaba en el campamento a los chicos que habían suspendido esa
asignatura. La primera semana de julio de ese último año fue un
poco extraña.
—¿Por qué?
—Puede que porque ellos eran monitores y tenían trabajo, o tal
vez fuera porque habíamos cambiado y ya no era lo mismo. Lo que
sí tenía claro era que yo seguía loca por él. Y parece ser que yo
también le gustaba, porque la segunda semana, un día que
estábamos sentados junto al río, me besó. Y dos días después me
hizo el amor.
—¿Habías estado antes con algún chico?
—No.
—Entonces, ¿perdiste la virginidad con él?
—Sí. Aunque él no la perdió conmigo. A mi entender, él tenía
experiencia, a pesar de tener solo diecisiete años. Y supongo que
con Logan sucedía lo mismo, porque siempre estaba acompañado
de alguna de las otras monitoras. Y no me extrañaba, porque era
también guapísimo. Carter y yo hicimos el amor cada noche, hasta
que se marcharon dos meses después. Yo me sentía en las nubes.
Estaba locamente enamorada de él desde hacía años, creo que
desde la primera vez que lo vi, pero nunca pensé que llegaríamos a
estar juntos. Me refiero a acostarnos. Y tenía que haber seguido
pensando lo mismo.
—¿Por qué?
—El día anterior a nuestra marcha quedamos los tres por la
tarde donde siempre nos reuníamos. Carter y yo habíamos hecho el
amor hacía escasamente una hora. Estábamos los tres sentados
sobre la hierba. Les dije que deberíamos compartir los teléfonos.
Pensaba que antes de separarnos hablaríamos de la forma en que
mantendríamos nuestra relación a partir de ahí. Logan me dio el
suyo y yo le hice una llamada perdida para que tuviera el mío. Pero
Carter no me dio el suyo. En vez de eso, me dijo que quería que
termináramos lo que había entre nosotros.
—Oh…
—Me sentí aterrada, y no solo por perderlo. Se me había
retrasado la regla y no era lo normal en mí.
—¿Qué razón te dio para cortar contigo?
—Que iba a ir a la universidad y que la carrera de Medicina era
muy dura y no podía permitirse distracciones; que él no volvería más
al campamento; que a mí me quedaban dos años para terminar el
instituto y era muy joven... Le dije que estaba enamorada de él y él
dijo que sentía lo mismo por mí, pero que lo nuestro había sido un
amor de verano y nos olvidaríamos pronto. Creo que le supliqué que
no me dejara, pero no sirvió de nada. Le dije que lo esperaría el
tiempo que hiciera falta, pero me dijo que no lo hiciera porque ya
tenía planes de futuro. Le pregunté si yo estaba en ellos y
permaneció en silencio. Y eso significaba que no.
Eve vio que a su madre se le llenaban los ojos de lágrimas e
intentó no mirarla.
—Me dijo que quería disfrutar de sus años de universidad,
viajar con sus amigos, salir con chicas… Y que no quería
comprometerse hasta al menos los treinta años, cuando ya tuviera
un trabajo estable en un hospital y una consulta privada. Esos eran
sus planes de futuro. Así que pensé que no iba a ser yo quien le
desbaratara todos esos planes diciéndole que, posiblemente,
estuviera embarazada.
—¿Estás bien?
—Sí, estoy bien —dijo Ellie respirando hondo y expulsando el
aire lentamente—. Supongo que me confundí con él y sí le
importaban las clases sociales. Por lo que me había contado ese
verano, sus padres eran millonarios, y los míos, unos simples
trabajadores. Y así acabó todo. Me despedí de Logan, pero no de él.
No volví a verlo. Al día siguiente me dijeron que me había estado
buscando, pero yo me había escondido para que no me encontrara.
Ya me había humillado bastante suplicándole que no me dejara. Y
sabía que me pondría a llorar si lo hubiera visto de nuevo. No quería
que viera que mi vida había llegado a su fin.
—Pero tu vida no se acabó.
—No —dijo Ellie sonriendo, pero con los ojos brillantes por las
lágrimas—. Estaba aterrada. Ni siquiera me había hecho la prueba
del embarazo y no se lo había dicho a nadie. Además de la tristeza
que me acompañaba desde que él se marchó, tenía que añadir un
serio problema.
—Ese problema era yo, ¿verdad?
—Sí. El problema más grande que iba a tener que afrontar en
mi vida.
—Lo siento, mamá.
—Yo no lo siento, cariño. De no haber sido por ti, estoy segura
de que no lo habría superado. Tú eres lo mejor que me ha pasado
en la vida. Es cierto que los primeros meses, desde que Carter me
dejó, lo pasé muy mal, realmente mal. Te aseguro que deseaba
morirme. Pero cuando empecé a sentirte dentro de mí todo cambió.
La ilusión volvió a mi vida.
—¿Qué sucedió después de que mi padre se marchara?
—Estuve muy mal durante unas semanas. Le dije a mis padres
que estaba enferma y no fui al instituto durante algún tiempo. Me
pasaba los días en la cama, llorando. Un día Peter y Lucy fueron a
verme. Eran las únicas personas en las que podía confiar y les dije
lo del embarazo. Bueno, lo de mi sospecha de que estaba
embarazada. Ambos me aconsejaron que se lo dijera a tu padre.
Tenía el teléfono de Logan y podría haberlo llamado para pedirle el
de Carter. Pero, después de todo lo que me había dicho, pensé que
de saberlo, posiblemente se casaría conmigo, pero no porque me
quisiera, sino por obligación o, aún pero, por lástima. Les conté a
mis amigos la última conversación que tuve con Carter y ellos me
dieron la razón. De todas formas, aún no era seguro de que
estuviera embarazada. Tal vez, si lo hubiera pensado
detenidamente, y hubiera pensado en ti, le habría dicho que
esperaba un hijo suyo, al menos, para darle la opción de estar en
contacto contigo. Pero, tenía quince años.
—No te culpes. Estoy segura de que yo, en tu situación, habría
hecho lo mismo. Sigue contándome.
—Al día siguiente de hablar con mis amigos les dijimos a
nuestros padres que íbamos a la ciudad a pasar el día.
Necesitábamos comprar un test de embarazo, y no podíamos
comprarlo en el pueblo. Ya sabes que todos nos conocíamos y se
correría la voz.
—Es lo malo de los pueblos.
—Sí. Además, cabía la posibilidad de que no estuviera
embarazada y solo fuera un retraso, pero tenía que asegurarme.
—Claro.
—Me hice la prueba en los aseos de una cafetería. Y, por
supuesto, estaba embarazada. Así que allí estaba yo, con un terrible
problema y sin una solución a la vista. Tenía que pensar en tantas
cosas… Lo primero era hablar con mis padres. Sabía que la noticia
les disgustaría, pero también sabía que el enfado no les duraría
mucho. Era su única hija y me querían con locura. Tenía que hablar
con ellos cuanto antes para que mi madre me llevara al ginecólogo.
Además, acababa de empezar el curso en el instituto y tenía que
asimilar que después de las navidades empezaría a notarse el
embarazo. Lo que significaba que sería la comidilla, y no solo del
instituto, sino del pueblo.
—Una pregunta.
—¿Sí?
—Has dicho que mi padre tenía diecisiete años y que, según tú,
tenía experiencia con las chicas.
—Sí.
—¿No debería haber sabido que tenía que usar protección?
—Nunca lo hicimos sin condón. Cuando mi madre me llevó al
ginecólogo se lo dije, y me dijo que los condones no son seguros al
cien por cien. Que a veces tienen fallos, o un poro, o se rompen.
—Vale. ¿Qué hiciste a continuación?
—Peter nos llamó al día siguiente para decirnos que había
tenido una idea para solucionar mi problema. Así que esa tarde
quedamos los tres en un parque. Lucy no lo sabía y yo no es que
estuviera completamente segura, pero tenía mis sospechas de que
Peter era gay.
—¿Peter… gay?
—Nunca se lo había preguntado. Pensé que si no nos lo había
dicho era porque no estaba preparado. Pero ese día nos lo dijo. Nos
pidió que no se lo dijéramos a nadie porque sus padres no lo
sabían.
—Nunca pensé que Peter fuera gay. Pero entonces…
—Cariño, déjame que termine.
—Perdona.
—Peter me propuso que nos casáramos y de esa forma los dos
nos haríamos un favor. Él estaría casado y nadie sospecharía de su
condición sexual. Y yo tendría un marido y, aunque hablaran en el
pueblo sobre mi embarazo, me iba a casar con quien se suponía
que era el padre del bebé.
—Y aceptaste.
—Sí. Hablamos con mis padres y con los suyos. Y no fue tan
duro como pensamos. Nos casamos en noviembre de ese mismo
año por el juzgado, yo estaba embarazada de tres meses y medio.
Al principio estuvimos viviendo en casa de mis padres. Entre todos
habíamos decidido acondicionar la casa que la abuela de Peter le
había dejado en herencia. Sus padres y los míos se encargaron de
vaciarla porque los muebles eran antiguos y horribles. La verdad es
que daban grima —dijo Ellie sonriendo—. Peter la pintó de blanco y
nuestros padres nos compraron los muebles que elegimos. Y
cuando todo estuvo listo nos mudamos.
—¿Por qué nunca he llamado papá a Peter?
—Los dos sabíamos que él no era tu padre, aunque siempre te
ha querido como si lo fuera. Pensamos que cuando fueras mayor
querrías conocer a tu padre biológico y decidimos que era lo mejor.
Pensé que si Carter hubiera sabido que tenía un bebé habría estado
a tu lado y no consideraba justo que llamaras a Peter papá. A sí que
decidimos que lo llamaras por su nombre.
—Supongo que por eso llevo también tu apellido en vez del
suyo.
—Sí. No sabía lo que ocurriría en el futuro. Y no me parecía
justo para Carter que su hija llevara el apellido de otro hombre.
—¿Los abuelos no dijeron nada?
—Al principio no les gustó que le llamaras por su nombre, pero
como él no le daba importancia lo olvidaron. En cuanto a lo del
apellido… Les dijimos que era yo quien quería que llevara el mío,
aunque no fuera lo usual.
—Jamás habría imaginado que Peter fuera gay. Dormíais en la
misma cama; te besaba siempre que se marchaba o volvía a casa;
nunca os oí discutir. Y los fines de semana salíamos juntos a comer
o a merendar, e íbamos al cine, al parque, de compras…
—Estábamos casados y él era gay, pero no era problema
porque nunca dejamos de ser amigos.
—¿Hacíais el amor?
—No, nunca lo hicimos.
—¿Él no salía con nadie?
—Ya sabes que a veces quedaba con los amigos. Y de vez en
cuando pasaba algún fin de semana fuera, por asuntos de trabajo,
según decía él. Yo nunca le pregunté.
—¿Y tú?
—¿Yo?
—No recuerdo que nunca salieras de casa sin mí o sin Peter.
¿No has estado con ningún hombre desde que te casaste?
—Lo intenté un par de veces hace unos años, pero no pude
irme a la cama con ninguno de los dos.
—¿Por qué?
—Puede que por vergüenza. Solo había estado con un hombre
en toda mi vida, y tenía quince años. Pensé que no sabría como
comportarme en la cama. Así que decidí esperar un poco más.
—Me da la impresión de que esperar es lo único que has hecho
desde que Carter cortó contigo. Precisamente, lo que te dijo él que
no hicieras.
—Eve, no estoy esperando por él, si es lo que estás insinuando.
Lo que hubo entre nosotros fue un amor de verano y lo olvidé muy
pronto.
Eve miró a su madre sin creerse absolutamente nada.
—Acabas de decirme que te enamoraste de él tan pronto lo
viste bajar del autobús, cuando tenías nueve años.
—Tú lo has dicho, tenía nueve años. Era una niña —dijo Ellie
sonriendo—. Las cosas aquí serán diferentes. Ya no vivimos en un
pueblo y no tendré que recorrer kilómetros para estar con un
hombre.
—Sigue hablándome de las cosas que no sé de tu matrimonio.
—Peter y yo decidimos mantener el dinero de cada uno por
separado. Cuando nos casamos me dijo que cuando encontrara al
hombre de su vida le diría a sus padres que era gay, y entonces nos
divorciaríamos. Nuestros padres estuvieron manteniéndonos hasta
que terminamos el instituto. Y Peter empezó a trabajar con su padre
en la ferretería después de graduarse. Poco después yo encontré
trabajo en la empresa de Joe y tus abuelos se turnaban para
ocuparse de ti. Pensé que no era justo que Peter corriera con todos
nuestros gastos, así que abrimos una cuenta conjunta para pagar
los gastos de la casa, la comida, las cosas de limpieza y aseo… y
cuando el dinero se estaba terminando ingresábamos más. Pero yo
me hacía cargo de la ropa tuya y mía y de todo lo que pudieras
necesitar. Y empecé a ahorrar, pensando en nuestro incierto futuro.
Aunque tampoco me obsesionaba ahorrar, porque compré el coche
y todos los caprichos que se me ocurrieron para ti —dijo sonriendo
—. Ahora comprendo que debí haber pensado con la cabeza y
haber guardado hasta el último céntimo, así no estaríamos en esta
situación.
—No te preocupes, nos apañaremos. ¿Por qué decidisteis
separaros?
—Peter encontró al hombre se su vida. Joe, mi jefe.
—¿Joe? ¿Joe es gay?
—Sí.
—No lo parece. Bueno, Peter tampoco.
—Cariño, todas las personas gais no son amaneradas. Peter y
él llevaban viéndose unos meses y decidieron vivir juntos en la casa
en la que vivíamos, que era mucho más grande que la de Joe. Peter
no me dijo que teníamos que marcharnos, de hecho, quería que nos
quedáramos en su casa, porque no quería separarse de ti. Pero
habría sido extraño que viviésemos los cuatro juntos, ¿no crees? Y
para mí habría sido muy violento cuando todos supieran que Peter
era gay. Además, él y yo teníamos un acuerdo. Hablamos con
nuestros padres y les contamos todo desde el principio.
—¿Le dijiste a los abuelos que Peter no era mi padre?
—Sí. Les dije que era uno de los chicos del campamento.
Pensé en mudarnos con mis padres hasta que encontrara trabajo.
Ellos vivían en New Milford desde que mi padre se jubiló y pensé
que sería un buen sitio para empezar de nuevo. Pero entonces Joe
me dijo que tenía aquí un amigo que tenía una inmobiliaria y me dijo
que hablaría con él. Y me ofreció el trabajo. Pensé que no estaría
mal vivir en Nueva York, yo siempre había querido venir, y estaba a
poco más de cien kilómetros de mis padres.
—¿Sabes dónde vive mi padre?
—Carter y Logan vivían en una ciudad de New Jersey cuando
estaban en el campamento. No sé si seguirá viviendo allí. ¿Por qué?
¿Quieres conocerlo?
—No, no tengo ningún interés, era simple curiosidad.
—Eve, tu padre no se portó bien conmigo, pero estoy segura de
que no quiso hacerme daño. Éramos muy jóvenes, yo una cría y él
un adolescente. Él tenía planes de futuro y entiendo que se asustara
de que yo pudiera desbaratarlos.
—Tú también tenías planes para tu vida y él los desbarató
dejándote embarazada y largándose.
—Cariño, no es justo que digas eso. Él no sabía que estaba
embarazada. No quiero que le guardes rencor. Era un chico
estupendo, amable, simpático, inteligente… Así que, por favor, no
quiero que lo culpes de nada.
—De acuerdo. No lo haré.
—Cuando estés preparada para conocerlo lo buscaremos.
—Vale.
—Estoy segura de que aquí nos irá bien.
—Lo sé, mamá. Estar juntas ya es más que suficiente.
—Te quiero muchísimo.
—Y yo a ti.
—¿Estás nerviosa por ir al instituto el lunes?
—Un poco. No me gusta no conocer a nadie, y que estemos a
mitad de curso no es una gran ayuda.
—Yo también estoy intranquila por mi trabajo. Y no por no
conocer a nadie, sino porque no sé si sabré hacer bien un trabajo
como ese.
—Lo harás bien, mamá. Tú todo lo haces bien.
—Gracias, cariño. Joe me dijo que su amigo, mi nuevo jefe y
dueño de la inmobiliaria, es muy simpático y que me enseñaría todo
lo que necesito saber.
—Entonces no tienes que preocuparte por nada. Además, eres
muy inteligente y en unos días estarás a la altura de tus
compañeros.
—Eso espero.
—¿Tienes alguna foto de mi padre?
—Tengo unas cuantas en un USB. Me las guardó en él Peter
por si un día me preguntabas por él y querías verlas. También las
tenía en el móvil, pero las borré hace años. Me cansé de verlas
cada día pensando en él. Ya había asumido que no volvería a verlo.
Está en mi joyero, puedes cogerlo. Creo que también hay una foto
suya que le hizo Logan.
Eve fue al instituto con sus amigas al día siguiente, que era
viernes. Ellie había llamado el día anterior a la directora para
preguntarle si podría asistir a clase en vez de esperar al lunes, como
habían acordado, y la mujer le dijo que sí. Y Ellie aprovechó para ir
a la tienda de ropa mientras su hija estaba en el instituto.
La dueña era una chica de unos treinta y cinco años y muy
simpática. Ellie le dijo que quería comprar prendas que combinaran
con la ropa que había llevado con ella. Como era temprano no había
más clientas, así que se dedicó a ella. Le dijo que no todas las
mujeres que trabajaban en inmobiliarias llevaban traje, que algunas
vestían vaqueros ajustados y una blusa, o vestidos. Ellie se probó
toda la ropa que había llevado a la tienda con ella y la mujer iba
llevándole al probador prendas que combinaran.
Compró varios jerseys para llevar con algunos de los vestidos
que le quedaban genial. También dos vaqueros muy ceñidos, uno
azul y el otro negro, que le hacían un cuerpo espectacular. Y unas
cuantas blusas. La mujer la había convencido para que se llevara
una falda vaquera muy corta y una cazadora corta de cuero, porque
Ellie le dijo que nunca había tenido ninguna de las dos.
Se acercó a la zapatería que le había indicado la dueña de la
tienda de ropa y se quedó mirando el escaparate. No pudo resistirse
a comprar unos botines de tacón de aguja. De vuelta a casa
pensaba en los zapatos y bolsos que tenía, pero decidió que estaba
bien surtida, de momento.
Llegó contenta. Parecía como si tener ropa adecuada para
trabajar le diera confianza en sí misma y seguridad. Después de
guardar la ropa y de comer un sandwich volvió a salir vestida con su
ceñido vaquero nuevo, sus botines de tacón, un suéter de hilo fino
que le sentaba de maravilla y la cazadora.
Ahora le toca al pelo, pensó sonriendo mientras subía al coche
e introducía en el GPS la dirección de la peluquería que le había
dicho su vecina.
Tuvo que esperar media hora a que la atendieran. Le dijo al
peluquero, un hombre que tendría su edad, que quería un cambio
de look, algo moderno. Y el peluquero se entusiasmó.
Le cortó una melena por los hombros, toda despuntada. Le
quedaba genial, parecía que iba despeinada. Se vio más joven, más
moderna, más como una chica que vivía en Nueva York.
Iba feliz, caminando por la calle hacia el coche, que había
dejado a dos manzanas. Pasó por delante de una iglesia y decidió
entrar. Hacía más de tres semanas que no había ido a misa, y en el
pueblo iba cada domingo. Tendría que ver dónde estaba la iglesia
más cercana a casa, pero por lo pronto, esa serviría.
Capítulo 2
Ellie estaba sentada en uno de los bancos de la iglesia
escribiendo un mensaje a su hija. Le decía que estaría en casa en
cuarenta y cinco minutos.
—¿Has venido a rezar a Dios o a escribir mensajes en el móvil?
—le dijo un hombre sentándose en el banco a su lado.
—¿Cómo sabes que no estoy hablando con Dios? ¿No dicen
que está en todas partes? —dijo ella girándose para mirarlo.
El hombre no pudo evitar reírse al escuchar sus palabras. Ellie
se quedó embobada mirándolo porque era un hombre guapísimo.
—Vaya, sigues siendo igual de descarada —dijo él sonriendo.
—¿Hacer como si conocieras a una mujer es una forma nueva
de ligar?
Él volvió a sonreír.
—No sé si te has dado cuenta de que estamos en una iglesia.
—Soy consciente de ello. Y, en este caso en particular, no tengo
que fingir que te conozco, Ellie.
—¿Por qué sabes mi nombre? No creo que nos conozcamos
porque, de ser así, te habría reconocido —dijo ella sorprendida.
—Sí que nos conocemos. Y nos hemos visto muchas veces
durante algunos años. Pero hace mucho que no nos vemos.
—¿Dónde nos hemos visto?
—En el campamento de verano de Jenkins. ¿No me recuerdas?
Ellie lo miró detenidamente. Sabía que no era Carter, pero tenía
los ojos grises, como Logan.
—¿Logan?
—El mismo.
—¡Oh, Dios mío! ¡Qué coincidencia! —dijo ella abrazándolo—.
No me digas que vives aquí.
—Pues sí que te lo digo. Vivo aquí desde hace unos años. ¿Y
tú?
—Me mudé aquí hace tres días.
—Tres días. Así que acabas de llegar a la ciudad.
—Sí.
—¿Dónde vivías antes?
—En Jenkins, siempre he vivido allí.
—¿Cuántos años hacía que no nos veíamos?
—Catorce, más o menos.
—Dios mío. Estás fantástica.
—Tú también. Has cambiado muchísimo, por eso no te he
reconocido.
—Yo tampoco lo habría hecho, de no ser por el color de tus
ojos.
—Y por el color de pelo —dijo ella sonriéndole.
—El color de tu pelo ha cambiado bastante desde la última vez
que te vi, y he de decir que para mejor. Al igual que tu voz. Tienes
una voz preciosa.
—Gracias. ¿Qué haces en la iglesia?
—Soy sacerdote.
—¡¿Sacerdote?! —preguntó ella sorprendida.
—Sí, sacerdote.
—Será una broma.
—No, no es broma. Esta es mi iglesia.
—Pero..., no puede ser. Recuerdo que en el campamento
estuviste con muchas de las chicas...
—Sentí la llamada de Dios.
—No me lo puedo creer.
—Ellie, ahora tengo que confesar, pero me gustaría que nos
viésemos para ponernos al día. ¿Quieres que vayamos a cenar
hoy?
—Me gustaría, pero tengo una hija y no quiero dejarla sola.
—Puede venir con nosotros.
—No sé si querrá. Tiene trece años y ya no se considera una
niña. ¿Por qué no vienes tú a cenar a casa?
—Perfecto. Añade tu número a mis contactos —dijo él
entregándole el móvil—. Te haré una llamada perdida para que
tengas mi número. Y luego me envías tu dirección.
—De acuerdo —dijo Ellie escribiendo su número y
devolviéndole el móvil.
—Cuando me envíes la dirección dime a qué hora quieres que
vaya.
—Vale. No sabes cuanto me he alegrado de verte.
—Yo también. Te veo más tarde —dijo Logan besándola en la
mejilla.
¡Madre mía! Vaya con Logan, pensó Ellie viendo como se
alejaba. Es un auténtico bombón.
Logan puso hielo en dos vasos, sirvió dos whiskys y los llevó al
salón. Se sentó en un sillón frente a su amigo.
—¿Cómo te sientes?
—Raro. No puedo creer que tenga una hija de trece años.
—¿Cómo no te diste cuenta de que era tu hija? Joder, sois
idénticos.
—Ni se me pasó por la cabeza. ¿Cómo te enteraste?
Logan le contó el encuentro con Ellie en la iglesia, y luego la
cena en casa de ella.
—Cuando iba de vuelta a casa, después de cenar con ellas, se
me pasó la idea por la cabeza. He de reconocer que yo tampoco me
di cuenta del parecido que Eve tenía contigo hasta que lo supe.
—¿Qué idea?
—No podía apartar de mi mente que Eve me había dicho que
había cumplido trece años justo el día que llegaron a Nueva York, el
doce de mayo. Llamé a Tess para preguntarle cuánto tiempo duraba
el embarazo. Ella lo calculó, después de que le dijera la fecha de
nacimiento de Eve, y me dijo que a principios de agosto. Entonces
calculé los años y me di cuenta de que era el último verano que
estuvimos en el campamento. Como comprenderás, no tuve
ninguna duda de que tú eras el padre. Esa chica estaba loca por ti y
no tenía ojos para nadie más.
—Fui un estúpido. Si no hubiera cortado con ella no me habría
perdido nada relacionado con mi hija.
—¿Por qué no me dijiste que habías ido a buscarla unos años
después?
—¿Cómo sabes eso?
—Por casualidad. Sean nos contó a todos que habíais hablado
de si alguna vez os habíais enamorado.
—Lo recuerdo. Le hablé de Ellie y de cómo había cortado con
ella. ¿Sabes, Logan? No pude quitármela de la cabeza desde que
nos marchamos del campamento ese último año. Pensaba en ella
continuamente. Pude soportarlo hasta que terminé la carrera, y
entonces fui a buscarla.
—¿Para qué?
—La verdad es que no había pensado en qué decirle. Supongo
que quería verla y preguntarle si todavía sentía algo por mí. Quería
que supiera que la quería, que siempre la había querido y que no la
había olvidado. Pero cuando me dijeron que se había casado y tenía
una hija…
—Abandonaste.
—¿Qué podía hacer? Me dijeron que era muy feliz, que vivía en
una buena casa y que su marido la adoraba.
—Me has dicho muchas veces que lo que las personas dicen, a
veces no es la realidad.
—Lo sé, pero… Fui a verla a su trabajo. Esperé en el coche
hasta que la vi salir. Una señora la esperaba en la puerta con una
niña. Sin duda era mi hija. Cuando me di cuenta de que la había
perdido para siempre me hundí.
—Ahora lo entiendo. Fue la época en que abandonaste la
universidad por unos meses y te fuiste a casa de tus padres. Ellos
estaban preocupados porque no habías asistido a clase las primeras
semanas de la especialidad.
—Sí. No podía concentrarme en los estudios. Pensaba que
jamás sería feliz, que no me enamoraría nunca más, que no tendría
hijos.
—Lo de enamorarte, puede que no vuelva a pasar, pero al
menos sabes que tienes una hija.
—De la que me he perdido toda su vida.
—Fue elección tuya. Le dejaste muy claro a Ellie que no
querías volver a saber nada de ella.
—Fui un cabrón.
—Al menos lo reconoces. Tendrás más hijos, vivirás la
experiencia del embarazo y disfrutarás de su infancia. Pero antes de
eso, experimentarás la adolescencia con Eve. Y lo siento por ti,
dicen que es la peor época de una persona.
—¿Crees que me perdonará por haber desconfiado de su
madre?
—Puede que con el tiempo. Para Ellie, su hija es su vida. Y me
temo que para Eve, su madre lo es todo. Deberías estar orgulloso
de lo bien que ha cuidado de tu hija.
—Eve nunca me verá como su padre. Tiene a otro padre que ha
estado a su lado durante toda su vida.
—Tienes que darle tiempo. Lo que más me jode es que por tu
culpa tengan que apartarse de nosotros. Ellie no conoce a nadie
aquí, excepto a una vecina que tiene más de cuarenta años. Me dijo
que le gustaba estar con Tess y Lauren.
—Encontraré la forma de arreglarlo.
Carter volvió a casa poco después. Se sentó en el sofá con una
botella de whisky y un vaso. Hacía muchos años que no se
emborrachaba. La última vez había sido cuando se enteró de que
Ellie estaba casada. Eso fue cuando era joven y estúpido. Ahora ya
no era tan joven, pero sí igual de estúpido, o tal vez más.
—Hola, Ellie.
—Hola, Ryan, ¿te llamo en mal momento?
—Estoy en la consulta y me temo que no puedo hablar ahora
porque va a entrar un paciente. Pero dispongo de un minuto. ¿Qué
ocurre?
—Solo quería que supieras que Carter fue a casa ayer por la
mañana, como bien me dijiste.
—¿Y qué pasó?
—Mi hija lo echó de casa.
—¿En serio?
—Sí. ¿Has quedado con alguien para cenar? —preguntó Ellie.
Ryan recordó que era la cena del cumpleaños de Lauren.
—No.
—¿Te apetece cenar conmigo?
—Sí.
—Estupendo. Envíame tu dirección. Cuando me llevaste a tu
casa no presté mucha atención. ¿A qué hora quieres que te recoja?
—Temprano, tengo que madrugar. Y supongo que tú también.
—¿A las siete?
—Vale. Ahora te envío la dirección.
—Hasta luego.
—Me cae bien esa chica —dijo Fred cuando Ellie abandonó el
salón.
—Es estupenda —dijo Tess.
—Y cuando conozcas a su hija te va a encantar —dijo su nieta.
—Lauren tiene razón. Es una niña fantástica —dijo Delaney—.
Es amable, educada, cariñosa… y muy inteligente.
—¿Qué te pasa con Ellie? —preguntó Fred a Carter—. Me ha
dado la impresión de que no os lleváis bien.
—Eso es un eufemismo —dijo Tess—. Cuando Carter se enteró
de que Eve era su hija, lo primero que se le ocurrió fue presentarse
en casa de Ellie y pedirle una prueba de paternidad.
—No fuiste muy delicado —dijo el hombre a Carter.
—Lo sé.
—Eve, su hija, lo echó de casa por desconfiar de su madre —
dijo Lauren.
—Sé que cometí un error. Pero estaba cabreado. Mi hija tiene
trece años y Ellie nunca me dijo que teníamos una hija.
—No te dijo nada porque catorce años atrás le dejaste claro
que no querías mantener relación de ningún tipo con ella… Después
de acostarte con ella durante dos meses —dijo Logan irritado.
—¡Joder! Éramos dos críos. Yo no estaba preparado para tener
novia. Iba a ir a la universidad en unas semanas.
—Podrías haber fingido que seguíais con vuestra relación,
aunque fuera a distancia. Y puede que al estar lejos hubiera sido
ella quien cortara contigo —dijo Logan—. En vez de eso le dijiste
que querías pasar tiempo con tus amigos y estar con otras chicas. Y
le dejaste muy claro que no tenías sitio para ella en los planes de
futuro que tenías previstos. Le rompiste el corazón.
—Si hubieras hecho lo que dice Logan habrías sabido que Ellie
estaba embarazada y habrías disfrutado de tu hija todos estos años
—dijo Tess.
—Creía que eras mi amiga —dijo Carter.
—Y sigo siéndolo, pero yo habría hecho lo mismo que Ellie.
—De hecho lo hiciste —dijo su marido.
—Bueno, pero todo se arregló —dijo ella sonriéndole.
—Y también se arreglará esto —dijo Fred.
—Eso espero —añadió Carter.
Tan pronto colgó, Carter llamó a Ellie. Eran casi las ocho y
media de la tarde.
—Hola, Carter —dijo ella intentanto que no se notara lo alterada
que estaba, simplemente, por haber visto el nombre de él en la
pantalla de su móvil.
—Hola, pelirroja.
—Supongo que me llamas porque has hablado con Eve.
—Sí.
—¿Estás sonriendo?
—¿Cómo sabes que estoy sonriendo?
—Por el tono de tu voz.
—Eve me ha perdonado. Y me llama papá.
Ellie no pudo evitar que las lágrimas de emoción le resbalaran
por las mejillas.
—Me alegro.
—¿Estás llorando?
—Solo un poco. Me he emocionado.
—Yo me siento igual.
—Cuéntame de qué habéis hablado.
Carter le detalló la conversación que había mantenido con su
hija.
—Al principio pensé que no me perdonaría. Estaba siendo muy
dura.
—Seguramente ya se le había olvidado el enfado y estaba
fingiendo para no ponértelo tan fácil —dijo Ellie riendo.
—No quiero cagarla con ella de nuevo.
—No lo harás. Tienes a Delaney y a Tess, ellos tienen hijos y
podrán aconsejarte en cualquier dudas que tengas.
—¿Por qué voy a necesitarlos a ellos si te tengo a ti? Tú
también tienes una hija.
—Pero yo siempre me inclinaría a favor de mi hija.
—Deberías acostumbrarte a no decir mi hija. O dices nuestra
hija o Eve.
—Tienes razón.
—Tienes la voz más sensual que he escuchado en toda mi
jodida vida.
—¿Eso es un piropo?
—Es la verdad. Qué estás haciendo ahora?
—Trabajando. Tenía un montón de pedidos en el contestador
cuando llegué ayer. Llevo todo el día metida en la cocina. Esta tarde
he ido a hacer algunas entregas. Les he dicho a los clientes que
estaría unos días fuera la siguiente semana, y todos me han hecho
un pedido extra para cuando no esté. Como les dije que podrían
congelar algunas cosas... Empiezo a agobiarme con tanto trabajo.
Me siento impotente al trabajar con estos ridículos hornos. Tan
pronto volvamos de la acampada voy a buscar un local. Tengo
suficiente dinero para el alquiler de unos cuantos meses. Y tengo
trabajo de sobra para poder salir adelante.
—¿También tienes dinero para comprar los hornos que
mencionaste y las reformas que tengas que hacer en el local?
—Bueno, para eso no.
—Además, supongo que tendrás que comprar utensilios,
suministros...
—Pediré un préstamo al banco.
—No seas ridícula. ¿Por qué vas a recurrir a un banco, que te
va a cobrar al menos el veinte por cien de interés? Yo te daré el
dinero.
—Carter, te dejé claro que no quiero tu dinero.
—Entonces te lo prestaré y me lo devolverás cuando puedas.
—Gracias, pero no.
—Es por lo que te dije de la prueba de paternidad, ¿verdad?
—Me diste a entender que pensabas de mí que era una
sinvergüenza que solo buscaba tu dinero.
—Ya te pedí disculpas.
—Y yo te disculpé, pero...
—No lo has olvidado —dijo él acabando la frase por ella.
—Me hiciste sentir muy mal. De todas formas, no quiero que me
ayudes. Quiero hacerlo por mí misma.
—Eres la madre de mi hija.
—Carter, quiero hacer esto sola. No voy a recurrir al hombre
que me abandonó a los quince años y destrozó mi vida. Tengo mi
orgullo, ¿sabes?
—Y ahora me sales con todos mis errores del pasado. ¡Joder!
Nunca me vas a perdonar, ¿verdad?
—No te metas en mis asuntos y así no volveré a mencionártelo.
—De acuerdo.
—Nathan se ofreció a ayudarme con el papeleo del negocio. Le
preguntaré la forma de conseguir un préstamo.
—La forma que te va a decir va a ser la misma que te he dado
yo, darte él dinero él.
—Tampoco lo aceptaré.
—Entonces él lo arreglará para que el banco te dé el préstamo.
¿Necesitarás ayuda para buscar el local? Recuerdo que dijiste que
querías que tuviera una vivienda en la parte superior.
—Sí, me gustaría. Pero no te preocupes. Delaney me dijo que
lo hablaría con su padre. Parece ser que Patrick tiene muchos pisos
y locales. Puede que lleguemos a un acuerdo, si tiene una
propiedad que me guste.
—Seguro que tiene algo que te interese —dijo Carter pensando
en el piso de Patrick que le había ofrecido a Lauren para que lo
alquilara, a mitad de precio del alquiler que pensaba pedir.
—Carter, tengo que seguir trabajando.
—Claro. Perdona por haberte robado tiempo.
—No importa. Me ha gustado que me llamaras.
—¿Quieres que vaya a hacerte compañía? Incluso podría
ayudarte.
—¿Estás loco?
—Y podría quedarme a dormir en la habitación de Eve.
—Tú no estás bien de la cabeza.
—¿Por qué dices eso?
—Porque no quiero estar cerca de ti.
—¿Cuál es la razón? ¿Es porque sigues enfadada conmigo?
—No tiene nada que ver con el enfado.
—¿Entonces?
—Entonces, nada. Cambiemos de tema.
—De acuerdo. Eve me ha dicho que vuelve el domingo. He
pensado llevarla a cenar al día siguiente. ¿Te parece bien?
—No tienes que pedirme permiso para llevarla a cenar, solo
tienes que preguntarle a ella.
—Puedes acompañarnos.
—Es mejor que vayáis solos, para ir conociendoos.
—Sí, tal vez sea mejor. También me gustaría llevarla a casa de
mis padres para que la conozcan.
—Háblalo con ella.
—Vale. Ya no te molesto más. Buenas noches.
—Buenas noches, Carter.
Carter siempre se había sentido culpable por haber cortado con
Ellie años atrás. Habían pasado los años diciéndose a sí mismo que
ya lo había superado y que ya no sentía nada por ella. Una gran
mentira. Porque en el momento que la tuvo frente a él, después de
tanto tiempo, se le aceleró el corazón y la sangre empezó a correr
de manera descontrolada por sus venas. Y eso significaba que no
todo había terminado para él respecto a ella.
—Hola, cariño.
—Hola, mamá —dijo Eve entrando en la casa a última hora de
la tarde y besándola.
—¿Qué tal has pasado el fin de semana con tu padre?
—Ha sido estupendo. ¿Sabías que es un hombre muy
divertido? Es imposible aburrirse con él.
—Sí, lo sé desde hace muchos años.
Eve empezó a contarle todo lo que habían hecho juntos.
—Creo que hoy va a firmar el contrato de compraventa de la
casa. Esta tarde lo ha llamado la agente inmobiliaria para decirle
que los propietarios habían aceptado la oferta que les había hecho
el papá.
—Entonces, ¿la casa ya es suya?
—Tan pronto firme los papeles y la pague. Sabía que tenía
dinero, pero no sabía cuánto. Le ha costado veinte millones.
—¡Dios santo!
—Los médicos ganan mucho dinero, mamá.
—Entonces me alegro de que vayas a estudiar medicina.
—Yo también. La casa te encantará cuando la veas. A Tess y a
Lauren les gustó mucho. Y está muy cerca de las de ellas.
—¿Tu padre les pidió que lo acompañaran a ver la casa? —
preguntó Ellie sintiéndose traicionada, aunque sin motivo.
—Le pidió a Sean que lo acompañara para que viera la casa
antes de comprarla, ya sabes, por eso de que es arquitecto. Pero
los demás estaban allí, así que Delaney, Tess, Nathan, Lauren le
pidieron de acompañarlos. Yo me quedé con Brianna.
Ellie se sintió mejor. De todas formas no quería tener contacto
alguno con Carter, y se lo había dejado claro. Así que no tenía
porqué molestarse.
—¿Qué había dentro del sobre que el papá me dio para ti?
—No lo he abierto.
—¿Por qué?
—Tenía miedo —dijo sonriendo a su hija.
Ellie pensaba que sería una carta hablando de lo que sucedió
entre ellos en la acampada.
—¿Miedo? ¿Quieres que lo abra yo?
—No, yo lo haré —dijo sacándolo del bolso, de donde no lo
había movido.
Ellie lo abrió y leyó el informe. Eve vio el cambio en el rostro de
su madre.
—¿Qué pasa?
—¡Oh, Dios mío!
—Mamá, me estás asustando —dijo al ver que su madre estaba
a punto de llorar.
Ellie le dio el cheque que acompañaba el documento y se sentó
en el sofá.
—¿Qué es esto? —preguntó al ver que era más de un millón de
dólares.
Ellie le entregó el documento para que lo leyera porque no
podía hablar y ya estaba llorando.
—Pero es estupendo, mamá.
—No creo que esté bien aceptarlo.
—No digas tonterías. Sabes que el papá tiene mucho dinero.
—Así y todo… Esta noche lo llamaré.
—¿No estarás pensando en devolverle el dinero?
—No. Pero tengo que darle las gracias. No estaba obligado a
darme nada. Parece ser que el abogado, en este caso Nathan,
calculó lo que tenía que haberme pagado desde que naciste, como
si hubiéramos estado casados y nos hubiésemos divorciado.
—Ahora podrás convertir tus sueños en realidad. Comprar un
local, un piso…
—Tienes razón.
—Mañana me levantaré temprano y te acompañaré al banco.
Tenemos que ingresar el cheque. No podemos tener tanto dinero en
casa.
—Gracias, cariño.
Sean comenzó con la obras esa misma semana. Y antes del fin
de semana tenía el local pintado y había cubierto todos los cristales
de los escaparates y de la puerta de entrada con un papel adhesivo
con un pequeño estampado que había elegido Ellie para que no se
vieran con ese blanco que los cubría de cualquier manera
anteriormente. Además, había llenado el local de caballetes y
tableros de madera resistentes al calor, formando largas filas de
mesas en donde dejarían las bandejas de lo que fueran horneando y
donde empaquetarían los productos para la entrega. El aseo no lo
tocó porque estaba en buenas condiciones.
Los padres de Ellie querían pasar con su hija el día de su
cumpleaños, pero Ellie les dijo que tenía que trabajar ese día y que
tenía que asistir a una fiesta de aniversario de su amigo el
sacerdote, pero les aseguró que irían a verlos el sábado por la tarde
y se quedarían hasta el domingo después de comer.
A Ellie le extrañó que su hija no la hubiera felicitado porque
siempre era la primera en hacerlo. Había estado ayudándola toda la
mañana y luego habían ido las dos a repartir los encargos.
Eve se sentía mal por no haberla felicitado. Pero había
comprado el regalo juntamente con su padre y no tenía nada para
darle. Además, no quería revelar la sorpresa de la fiesta.
Logan fue a recogerlas a las ocho y media.
Cuando llegaron a su casa, Eve cogió en brazos a Brianna. La
pequeña había corrido hacia ella al verla bajar del coche, porque
quería enseñarle la bicicleta que le había comprado su tío Carter.
Ellie y Logan caminaron hacia la casa. Todos estaban sentados
en el porche. Carter posó la mirada sobre la chica que caminaba
hacia ellos. Era la fantasía más salvaje que un hombre pudiera
tener. Llevaba un vestido estampado con un generoso escote y un
corte a un lado por el que se veía una pierna cuando caminaba y
que había conseguido que a Carter le costara tragar saliva. Esa
chica tenía un cuerpazo, pensó. Llevaba el cabello suelto y
ondulado. En los labios solo llevaba brillo y casi no iba maquillada,
posiblemente, por el calor que hacía. Logan sonrió cuando vio cómo
miraba su amigo a Ellie.
Cuando subieron al porche el aroma de ella llegó hasta Carter y
recibió como un latigazo que le arrebató el aire de los pulmones y
afectó directamente a su polla.
Ellie miró a sus amigos. Todos los hombres vestían traje,
aunque las chaquetas habían desaparecido. Sus amigos se
levantaron para saludarla. Carter no dijo nada, pero Ryan, Sean e
incluso Jules, que era gay, se deshicieron en alabanzas sobre cómo
le sentaba el vestido a Ellie y lo preciosa que estaba.
Ellie se preguntó si Carter sería consciente de lo atractivo que
estaba con el pantalón del traje gris claro, la camisa blanca con los
botones superiores desabrochados y las mangas subidas hasta la
mitad de los antebrazos. Antebrazos en los que se podían apreciar
los definidos músculos, contrayéndose con el más mínimo de sus
movimientos. Ese hombre estaba arrebatador y una auténtica
tentación.
Carter era uno de esos hombres que, además de guapo, ponían
los cinco sentidos cuando miraban a una mujer, haciéndola sentir
como la más especial del mundo. La única que era capaz de que él
se fijara en ella. Un hombre como él nunca apartaba la vista y jamás
se fijaba en otra. Y conseguía que la mujer pensara si sería igual de
intenso haciendo el amor. Ellie pensó que la mujer que pusiera
todas sus ilusiones y esperanzas en Carter, terminaría con el
corazón roto. Y, muy a su pesar, reconoció que estaba a punto de
convertirse en esa mujer.
Se sentía tan atraída por él y tan a gusto cuando estaban juntos
que supo que lo que tenía con Carter se acercaba peligrosamente al
final. Y si no cortaba ella, se arrepentiría pronto de no haberlo
hecho.
—¿Está todo preparado? —preguntó Logan a sus amigas,
después de besarlas y saludarlos a todos.
—Sí —dijo Tess—. Cath ya tiene la cena lista.
—Le pedí solo a ellas que se encargaran de organizar la fiesta
—dijo Logan a Ellie—, porque sabía que tú estabas muy ocupada.
—Gracias.
—Hemos decorado el cenador de la parte de atrás de la casa.
Cenaremos allí —dijo Tess.
Eve retuvo a su madre, entreteniéndola con Brianna. Cuando
supo que todos estaban en el cenador se dirigieron las tres hacia
allí.
Ellie llevaba a la pequeña en brazos. Estaba oscureciendo y los
farolillos que colgaban del techo del cenador estaban encendidos.
Las luces color rosa le daban un ambiente cálido a la estancia.
Ellie sonrió al verlos a todos de pie alrededor de la mesa. Había
plantas exuberantes por todas partes. De pronto, se quedó quieta
mirando fijamente el cartel que había en la parte alta de una de las
paredes de madera y que decía: Feliz cumpleaños, Ellie.
—¡Oh, Dios mío! Y yo pensaba que mi hija se había olvidado de
felicitarme.
—Lo siento, mamá —dijo Eve abrazándola—. No sabes cuánto
me ha costado no hacerlo. Quería que pensaras que lo había
olvidado, pero no puedes imaginar lo mal que lo he pasado durante
todo el día. Feliz cumpleaños.
—Gracias, cariño.
—El papá y yo te hemos comprado el regalo juntos. Te lo
daremos luego.
—Vale.
Todos se acercaron a ella para felicitarla y darle un gran abrazo.
Incluso Jack y Cath, que se habían trasladado a casa de Logan para
cuidar de los pequeños.
—Feliz cumpleaños, pelirroja —dijo Carter rodeándole la cintura
y besándola en los labios.
—Gracias, Carter —dijo ella algo ruborizada porque la besara
delante de todos—. Qué callado lo teníais tu hija y tú.
—Queríamos que fuera una sorpresa.
—Desde luego, lo ha sido. No esperaba que hicierais una fiesta
para mí.
Ellie estaba casi derretida porque Carter no la soltaba y ella no
tenía palabras para decirle que lo hiciera. Hasta que recobró la voz.
—Carter, deberías soltarme. Todos están pendientes de
nosotros y van a malinterpretar tus intenciones.
—Son nuestros amigos y no van a malinterpretar nada. De
todas formas, a estas alturas ya sabrán que me gustas.
—Si no nos sentamos a comer la cena se va a enfriar —dijo
Tess.
Fue una cena muy animada. Ellie pensó que había tenido
suerte al encontrar a ese grupo de personas, que la habían acogido
y la consideraban como a uno más de ellos. Sabía que por muchos
problemas que se le presentaran, cualquiera de ellos se los
solucionaría en un abrir y cerrar de ojos y sin ni siquiera pedirlo.
Y allí estaba Carter, pensó Ellie mirándolo. El amor de su vida.
El único hombre que hacía que se le detuviera la respiración con
solo mirarlo.
—¿Cómo llevas lo de Ellie? —preguntó Sean a Carter, que
estaba sentado a su lado en la mesa—. Os he visto muy
acaramelados. Parece que vas avanzando.
—Te equivocas. Las cosas no van bien. En la acampada la
besé varias veces.
—Lo sé —dijo Sean sonriéndole.
—Por supuesto que lo sabes. Los secretos no abundan entre
nosotros.
—¿Qué pasó en la acampada, además de besaros?
—Le insinué que nos viéramos. Entre nosotros hay una
atracción difícil de ignorar. Pero me dijo que no quería acostarse
conmigo. De hecho, dijo que no quería tener relación alguna
conmigo.
—¿Y qué vas a hacer?
—Seguiré intentándolo, por supuesto. Pero si no lo consigo, me
resignaré. Prefiero vivir atormentado y tenerla cerca, que estar
alejado de ella.
—¿Y vas a seguir sin salir con otras mujeres?
—¿También sabes eso?
Sean lo miró sonriendo.
—Desde que Ellie apareció de nuevo en mi vida, no me apetece
salir con nadie. Así que he decidido tomarme una moratoria sexual
por un tiempo.
—Deberías hacer algo.
—Hay tantas cosas de ella que no puedo controlar… Por lo
pronto ha comprado una propiedad y pronto vivirá en una casa
nueva.
—Con tu hija.
—Sí, con mi hija.
—Deberías decirle que la quieres.
—No me creería. Pensaría que solo quiero acostarme con ella
para añadirla a mi lista de amantes y que luego la dejaré.
—¿Crees que Ellie siente algo por ti?
—En algunos momentos pienso que sí. Sobre todo cuando me
devuelve los besos. Se nota lo apasionada que es. Pero luego me
deja claro que lo he imaginado.
—No te rindas. Esa chica merece la pena.
—Lo sé.
Carter miró a Ellie. Estaba locamente enamorado de aquella
preciosa chica con aspecto de ángel travieso.
Ellie lo miraba a su vez, mientras mantenía una conversación
con Tess, a quien tenía a su lado.
Por la expresión de su rostro, Ellie supo que en ese momento
Carter empezaría a sonreír y le mostraría esa preciosa sonrisa lenta
que aparecía poco a poco en sus labios y se iba reflejando en su
rostro hasta llegar a sus ojos. Esa sonrisa que la atraía, la persuadía
y la dejaba completamente cautivada, hizo que casi se le escapara
un gemido.
Estaban recogiendo los platos de la cena entre todos, excepto
Ellie que, al ser la que cumplía años, no la habían dejado
levantarse. A continuación sacaron unas botellas de champán y
Cath apareció con una preciosa tarta con veintinueve velas, que
dejó sobre la mesa frente a Ellie.
—Seguramente no estará tan buena como las tuyas, pero no
pudimos encontrar una explicación para pedirte que la hicieras tú —
dijo Lauren sonriendo.
—Seguro que está buenísima —dijo Ellie con los ojos brillantes
por las lágrimas que deseaban salir.
—Pide un deseo, preciosa —dijo Ryan—. Y espero estar en él.
Ellie lo miró y se rio.
—De acuerdo.
Ellie miró a Carter un segundo. Él la miraba como si fuese un
depredador y ella su siguiente presa.
Después de que le cantaran el cumpleaños feliz, Ellie cerró los
ojos para pedir su deseo: que Carter se enamorara de ella. Luego
los abrió y sopló hasta apagar todas las velas.
Todos volvieron a besarla y felicitarla. Comieron la tarta, que
estaba muy buena. Y luego pasaron a los regalos que Jack, Ryan y
Logan acababan de dejar sobre la mesa.
—Hemos puesto los nombres a cada uno de ellos para que
sepas de quienes son —dijo Tess.
—No teníais que haberme comprado nada, la fiesta era más
que suficiente.
—No digas tonterías. Siempre nos hacemos regalos entre
nosotros —dijo Lauren.
—De acuerdo. Este es de Logan —dijo Ellie cogiendo el
paquete y sonriéndole al cura mientras lo abría—. ¡Oh!
Era un colgante de oro blanco con una fina cadena.
—Es muy bonito. ¡Me encanta! Muchísimas gracias —dijo ella
abrazándolo.
—De nada, cariño. Me alegro de que te guste.
—Dios mío, no he tenido tantos regalos desde… Creo que
desde que estaba en el instituto —dijo mirando los paquetes de la
mesa y cogiendo otro—. Este es de Lauren.
Era un bolso y unas sandalias color azul cielo. Ellie miró a su
amiga sonriendo.
—Dijiste que te encantaban cuando estuvimos en la tienda,
pero que era más práctico el color negro porque combinaba con
todo y no querías gastar más dinero del necesario.
—Ahora ya no tengo problemas de dinero —dijo sonriendo a su
amiga y abrazándola—. Muchísimas gracias.
—No hay de qué.
—Ahora tienes que abrir el mío —dijo Tess poniéndole el regalo
delante.
—Vale —dijo Ellie abriéndolo—. Vaya, hace juego con el bolso.
—Lauren y yo pensamos que te quedaría genial.
—Es precioso —dijo Ellie levantando el vestido azul y blanco de
tirantes para verlo entero—. Aunque, ¿no es un poco corto?
—Tienes unas piernas preciosas —dijo Ryan—. No deberías
ocultarlas.
—Ryan tiene razón —añadió Jules—. Además, tienes
veintinueve años y puedes permitirte los excesos que quieras.
—Gracias, Tess. Me encanta —dijo abrazándola.
—De nada. Se está acabando el verano y no podrás ponértelo
mucho.
—Me lo pondré el año que viene. Los vestidos como este no
pasan de moda. Nunca había llevado vestidos cortos, ni escotes tan
pronunciados hasta que llegué aquí. Si me hubiera puesto algo así
en el pueblo habría sido la comidilla. No quiero decir que fuera mala
gente, pero todos eran muy tradicionales, y yo no quería destacar.
El siguiente regalo era el de Jules. Eran unos sencillos
pendientes de oro blanco con unas piedras verdes.
—¡Oh, Jules! ¡Son preciosos! Muchísimas gracias —dijo
abrazándolo también.
—De nada, cielo. Cuando los vi me recordaron a ti porque son
del color de tus ojos.
—Ahora es el turno del abogado —dijo Ellie sonriéndole a
Nathan, mientras abría el paquete.
Era una agenda de piel color rosa. En la parte superior había
escrito en oro: Eleanor Whitworth. Ellie le dedicó una sonrisa tan
tierna que logró estremecer al abogado.
—Me encanta —dijo abrazándolo muy fuerte.
—Te va a ser útil para tu nuevo negocio.
—Lo sé. Es preciosa. Gracias, Nathan.
—De nada, cielo.
—Tu turno, Sean —dijo cogiendo el siguiente regalo.
Cuando Ellie lo desenvolvió se quedó de piedra. Eran dos
portarretratos. En uno estaba ella con su hija, las dos riendo. Ellie
miró al arquitecto con una radiante sonrisa.
—¿Hiciste tú esta foto?
—Sí. El día del cumpleaños de mi hermano.
—Es preciosa.
—Eso pensé yo. Sabía que te gustaría tenerla.
—Me encanta.
Ellie le dio la vuelta al otro portarretratos y se le paró el corazón.
En él estaba Carter con su hija.
—Supongo que no es el regalo apropiado para ti, a pesar de
que esté tu hija, pero me pareció una foto tan bonita... Y, al fin y al
cabo, es el padre de tu hija.
—Es una foto preciosa. Las dos lo son. Gracias —dijo
besándolo y abrazándolo.
—De nada, cariño.
—El turno de mi querida hija y su padre. Me han comprado el
regalo juntos. Como Eve hizo ese plan de ahorro tan estricto, seguro
que no quería gastar dinero, por eso se ha unido a Carter.
Todos se rieron.
—Ya no necesitamos ahorrar, mamá. Somos ricas.
—Tienes razón —dijo Ellie mientras rasgaba el papel de regalo
y abría el estuche.
Ellie se quedó quieta mirando el interior del estuche de
terciopelo. Había una gargantilla fina de diamantes, una pulsera y
los pendientes a juego.
—¿No te gusta? —preguntó Eve al ver que no decía nada.
—Son una maravilla. Es solo que… no esperaba algo así.
Carter, no puedo aceptar un regalo como este.
—Por supuesto que vas a aceptarlo. Es el regalo mío y de
nuestra hija y no querrás decepcionarla. Además, lo eligió ella.
—¿Cuándo me voy a poner algo así?
—Bueno, todavía no te hemos llevado a ninguna fiesta, pero lo
haremos muy pronto—dijo Lauren.
—Y necesitarás joyas, si quieres pasar desapercibida entre los
invitados.
—Gracias a los dos —dijo mirando a Carter y a su hija y
dejando el estuche sobre la mesa—. Este es de Cath.
Carter había esperado que ella lo abrazara, como había hecho
con todos sus amigos, pero no lo hizo.
—Seguro que es un suéter —dijo Lauren.
—Has acertado —dijo la mujer.
—Es precioso —dijo Ellie al ver el suéter verde claro de hilo.
—Lo he tejido yo. Espero haber acertado en las medidas.
—Me encanta, Cath. Muchísimas gracias —dijo abrazando a la
mujer—. El siguiente regalo es de Ryan.
—Nathan te ha comprado una agenda normal. Supongo que lo
ha hecho porque tiene una asistente que le lleva su agenda y él no
la usa.
Ellie miró a Nathan y el abogado le guiñó un ojo.
—Y como él no se encarga de ello, no sabe que las agendas de
papel están obsoletas. O puede que sea porque ya es muy mayor.
Así que me he permitido comprarte una tablet para que tengas todos
los asuntos del negocio informatizados.
—Dios mío, no sabré usarla.
—Apuesto a que tu hija estará encantada de ayudarte con ello.
Aunque yo también estaría encantado de hacerlo.
—Muchísimas gracias, Ryan —dijo ella abrazándolo—. Te
aseguro que aprenderé a utilizarla porque sé que ahorraré mucho
tiempo. Así y todo, usaré la que me ha regalado Nathan para mis
asuntos personales y todo lo relacionado con mis amigos.
—En ese caso, elige un día para cenar conmigo, y anótalo en
esa agenda personal —dijo Ryan.
—Tendrás que darme un poco de tiempo para que compruebe
los compromisos que tengo pendientes. Gracias por el regalo —dijo
Ellie abrazándolo de nuevo—. El siguiente es de Jack.
Ellie se quedó mirando el cartel metálico de abierto y cerrado
que había dentro del papel de regalo.
—Es para la puerta de tu nuevo negocio —dijo el hombre.
—Es precioso, Jack. Parece antiguo.
—Es antiguo. Lo compré en un anticuario.
—Me gusta muchísimo. Muchísimas gracias —dijo abrazándolo.
—De nada. Ya tengo ganas de que Sean acabe con la reforma
del local y de la casa para poder ir a ayudarte.
—Acabo de empezar la reforma —dijo Sean.
—Me encantará que vayas a ayudarme y a aconsejarme, Jack.
—Será un placer.
—Este es el último. El de Delaney.
—A mi marido no le gusta mucho ir de compras.
—¿Por qué dices eso? A veces te acompaño cuando vas a
comprarte ropa.
—Porque te lo pido yo. Y no es porque necesite tu compañía,
es porque me gusta ver babear a las dependientas cuando te miran.
Todos se rieron.
—¡Por Dios bendito! —dijo Ellie al abrir el estuche y ver la
pulsera de esmeraldas.
—Delaney, no puedo aceptar un regalo como este.
—¡No digas tonterías! —dijo Tess—. Para mi marido eso es
como si cualquiera de nosotras comprara una bufanda de diez
dólares. Le gusta comprar joyas.
—El dinero no tiene el mismo valor para todos ellos como para
nosotras —añadió Lauren.
—Gracias, Delaney —dijo abrazándolo muy fuerte.
—De nada, cielo.
—¿Sabéis? Estoy tan feliz de teneros en mi vida que siento
ganas de llorar. Me habéis acogido entre vosotros como a uno más,
y me tratáis como si nos conociéramos de toda la vida. No sabéis
cuánto significáis para mí. Habéis comprado vuestros regalos
pensando en mí. Sé que para vosotros no son nada importante
porque tenéis mucho dinero, pero cada regalo que me habéis dado
me ha llegado a lo más profundo de mi corazón —dijo con las
lágrimas retenidas por la emoción.
—Deja las lágrimas para luego, cariño. Las vas a necesitar —
dijo Logan secándole con el torso de los dedos una que se le había
escapado.
—¿Qué?
—Acompáñanos —dijo Delaney rodeándole los hombros con el
brazo.
Todos los siguieron hasta la puerta del garaje.
—Hemos decidido entre Logan, Nathan, Carter, Ryan, Delaney,
Jules y yo hacerte otro regalo. Algo que necesitas para tu nueva
empresa —dijo Sean.
—Has dicho que estabas feliz de tenernos en tu vida —dijo
Nathan—. Y quiero que sepas que somos nosotros los que
agradecemos que estés en la nuestra.
—Este regalo va a suponer que prepares un buen lote de tus
productos para cada uno de nosotros… cada semana —dijo
Delaney.
—Ya preparo uno para casi todos vosotros. Pero no hay
problema, compraré otro horno para vuestros dulces.
Todos se rieron.
—Yo también soy relativamente nuevo en el grupo, porque
antes solo era amigo de Carter y de Logan. Pero me gusta tenerte
como amiga —dijo Ryan—. Eres una preciosidad y me encanta
estar contigo.
Ellie no podía hablar. Tenía un nudo en la garganta.
—Yo podría decir lo mismo que Ryan. Eres una buena amiga,
leal, simpática, preciosa y te preocupas de todos nosotros. Lo
demostraste en la acampada —dijo Jules.
—La vais a hacer llorar —dijo Eve emocionada.
—No sé que podría añadir yo —dijo Logan—. Fuiste una buena
amiga durante seis años cuando éramos unos críos. Mejor amiga
que cualquiera de las chicas de mi colegio o del instituto. Y cuando
nos separamos sentí un vacío muy grande. El destino ha hecho que
nos volvamos a encontrar. No sabes lo que significa para mí que
seamos amigos de nuevo.
Ellie no pudo mencionar palabra.
—Solo quedo yo para decir unas palabras —dijo Carter—. Para
mí también fuiste mi mejor amiga. Y siento haber sido yo quien
rompiera lo que había entre nosotros. No sabes cuánto me
arrepentí. Pero te he vuelto a encontrar y aprovecharé esta segunda
oportunidad que se me ha ofrecido para recuperar la amistad que
compartimos.
—Yo creo que deberíais enseñarle ya el regalo para que llore
de una vez, porque lleva reteniendo las lágrimas más de quince
minutos —dijo Tess.
—Tienes razón —dijo Logan abriendo la puerta abatible del
garaje con el mando.
En el centro del inmenso espacio había lo que debía ser un
vehículo, por su gran tamaño. Estaba envuelto en su totalidad con
un papel marrón oscuro y tenía un gran lazo rojo. Ellie lo miró y
luego miró a todos sus amigos.
—Vamos, corta el papel —dijo Lauren dándole unas tijeras.
Ellie lo hizo y vio un furgón de buen tamaño blanco con la caja
trasera cuadrada.
—No le hemos puesto nombre ni lo hemos decorado porque no
sabíamos lo que querías —dijo Sean—. Pero cuenta con ello
cuando te decidas.
Ellie miró a Sean, que estaba a su lado, y ya no pudo detener
por más tiempo las lágrimas. Se abrazó a él y lloró de manera
desconsolada. Él se dedicó a acariciarle la espalda arriba y abajo
para que se tranquilizara.
Eve no sabía nada de ese regalo y se emocionó al ver llorar a
su madre. Se abrazó a su padre y lloró también.
Pasaron uno, dos, tres minutos sin que Ellie dejara de abrazar a
su amigo.
—¿Estás más tranquila? —preguntó Sean acariciándole el pelo.
Sí —dijo separándose de él—. Siento haberme derrumbado.
—Lauren y yo nos hemos sentido tan abrumadas como tú en
algún momento desde que conocimos a nuestros maridos —dijo
Tess.
—Ellos no se dan cuenta porque son millonarios y no entienden
cómo nos sentimos —dijo Lauren.
—Pero no te preocupes, con el tiempo se supera —dijo Tess
sonriéndole.
—Vamos, tienes que verlo por dentro —dijo Logan cogiendo a
Ellie de la mano y entrando en el camión por detrás.
Había estanterías muy anchas en ambos laterales desde abajo
hasta el techo con un borde para que las bandejas no cayeran al
suelo.
—Es perfecto —dijo mirándolos a todos—. Podré hacer las
entregas en un solo viaje. Esta vez no voy a deciros que es
demasiado o que no puedo aceptar un regalo tan caro. Sé que lo
habéis hecho de todo corazón y me encanta. Os quiero muchísimo a
todos. ¿Puedes guardarlo aquí hasta que vaya a utilizarlo? —
preguntó Ellie a Logan.
—Por supuesto.
Capítulo 13
Carter recogió al día siguiente a Ellie y a su hija para llevarlas a
desayunar con sus amigos, como hacían siempre antes del partido.
Ellie llevaba un vestido corto con vuelo, y Carter no pudo evitar
mirarle las piernas.
Verlos jugar era la cosa más divertida que Ellie había
presenciado en mucho tiempo.
Después del partido Carter las llevó a su apartamento, para
ducharse él y su hija. Entró en el sótano y aparcó el coche junto a su
todoterreno. Luego caminaron hacia el ascensor.
—Bajaremos en la primera planta y os enseñaré la consulta —
dijo Carter cuando las puertas del ascensor se cerraron.
—Vale —dijo su hija.
La consulta tenía clase. Había una bonita sala de espera con
varios sofás que parecían muy cómodos, y en el pasillo un cuarto de
aseo muy elegante. La recepción estaba amueblada a juego con la
sala de espera. Todo era en tonos marrones y beis. Había unos
cuadros preciosos en las paredes y plantas por todas partes. Pero el
despacho de Carter se llevaba la palma de la elegancia. Era una
estancia muy masculina y los muebles eran verdaderas obras de
arte.
—Es precioso. Los muebles son una maravilla.
—Los compré en anticuarios.
Había un baño completo dentro del despacho. Junto a él había
una habitación con una camilla y lo necesario para trabajar, y otro
baño para las pacientes.
—Es una consulta preciosa —dijo Ellie.
—Gracias.
Luego subieron al ático, donde vivía Carter. Eve abrió la puerta
con su propia llave y Ellie la miró sorprendida.
—Me la dio el papá.
—Pensé que debía tenerla por si alguna vez quería venir y yo
no estaba. Pasa —dijo él a Ellie para que entrara después de su hija
—. Si no te importa, ve viendo el apartamento mientras nos
duchamos Eve y yo. No quiero que se nos haga muy tarde para ir a
casa de Tess a comer.
—Vale.
Ellie se adentró en el salón, que era un espacio abierto con el
comedor y la cocina. El apartamento era impresionante. Se
sorprendió bastante al ver todas las paredes pintadas de blanco. Se
veía luminoso y hacía que la estancia, ya de por sí espaciosa,
pareciera aún más grande. Había plantas enormes por todas partes.
Ellie había pensado que sería un apartamento minivalista en tonos
negros, grises y acero y con pocas cosas de decoración, pero se
había equivocado. Los tres sofás del salón eran rojos, un rojo
apagado, y los muebles de madera marrón. Unos muebles
impresionantes, que pensó que serían también de anticuarios. Eran
una maravilla. Había un montón de cuadros por todas partes y
recuerdos de sus viajes. Y fotos, muchas fotos en portarretratos, de
su familia, de sus amigos, incluida ella, y un montón de su hija.
Había, incluso, una foto de Carter, Logan y de ella cuando estaban
en el campamento. Dios, eran unos críos, pensó Ellie.
Después se acercó a la cocina. Era una estancia maravillosa,
con una barra de desayuno enorme, que hacía de separación del
salón comedor. Abrió la nevera, que era grandísima, y vio que
estaba muy bien surtida.
Luego se adentró en el pasillo. Lo primero que encontró fue un
baño completo y precioso. La siguiente puerta estaba abierta y
entró. Y nada más entrar, Carter salió por una puerta, que sin duda
sería un baño, con una toalla envuelta a las caderas.
Ellie se quedó paralizada al verlo. El bronceado de su piel
destacaba sobre la toalla blanca. Carter la miró, como la había
mirado días atrás mientras ella salía del río, y Ellie se ruborizó.
—Lo siento. La puerta estaba abierta y no sabía que era tu
habitación.
—No importa, pelirroja. Te he dicho que vieras la casa y es lo
que estás haciendo. Además, no has visto nada que no hayas visto
antes.
—Voy a la terraza que aún no he visto. Luego me enseñará Eve
su cuarto.
Ellie salió rápidamente del dormitorio y se dirigió a la terraza. Y
no porque sintiera unas ganas irrefrenables por verla sino porque
necesitaba aire, porque se había quedado sin respiración al verlo.
La terraza era una verdadera maravilla. Había unos muebles de
jardín preciosos y dos tumbonas. Seguro que tomaba el sol en ellas,
acompañado por alguna mujer, pensó Ellie. Había arbustos enormes
a lo largo de la balaustrada y que impedían que los vieran.
Seguramente tomarían el sol desnudos o lo que hicieran allí.
—¿Te apetece tomar algo? —dijo Carter saliendo a la terraza.
—No, gracias —dijo ella sin mirarlo.
Ellie sabía que estaría sonrojada porque le ardían las mejillas.
Oír su sensual voz mientras pensaba que él pudiera hacer el amor
en esa terraza la había alterado.
—Tu apartamento es precioso.
—Gracias.
—Y esta terraza es fantástica.
—Sí, paso mucho tiempo aquí, cuando el clima lo permite.
—Ya he terminado —dijo Eve apareciendo en la puerta.
—Eve, enséñale a tu madre los dormitorios que no ha visto.
Luego podremos irnos.
—Vamos, mamá.
Su hija entró en el dormitorio primero.
—Este es el del papá.
La habitación estaba perfectamente ordenada y la cama hecha.
El cuarto era enorme y había plantas en algunos ricones.
—Es un poco más grande que tu habitación, ¿eh? —dijo Eve.
—¿Un poco?
—Y este es su baño.
—Es precioso.
Eve le enseñó los dos dormitorios siguientes y dejó el suyo para
el final.
—Y esta es la mía.
—Vaya, no tiene nada que ver con la que tienes en casa.
—Sí, es cierto.
—No me extrañaría que decidieras venir a vivir a quí.
—No podría vivir aquí, por muy bonito que sea el apartamento.
—¿Por qué?
—Porque no estarías tú.
—Gracias, cariño. Es una habitación preciosa.
—Sí, lo es.
Carter se conmovió al escucharlas cuando se acercó a la
puerta.
—¿Habéis terminado?
—Sí —dijo su hija.
—Pues vayamos a gastar dinero.
El día siguiente, que era sábado, fue como todos los demás.
Ellie dejó a su hija en la cafetería donde desayunaba con sus
amigos antes del partido, pero ella no se quedó con ellos. Ni
siquiera entró en la cafetería. Se dirigió al local, a pesar de que no
tenía nada que hacer allí. Pero quería evitar a Carter, aunque sabía
que lo vería en casa de Tess. Y no porque no deseara verlo sino
todo lo contrario.
Ya que estaba allí dio una vuelta por el local, el obrador y el
aparcamiento. Le encantaba como había quedado todo. Luego
subió a la planta de arriba y caminó por toda la vivienda, imaginando
como quedaría cuando Sean la reformara, y pensando dónde
colocaría los muebles que había elegido de la casa de Logan. Y
para terminar se deleitó contemplando la azotea, imaginando que
veía el jardín terminado, ese jardín que Sean le había enviado la
foto y tenía en su móvil.
Logan, Ellie y Eve subieron a casa. Entre los tres bajaron las
maletas con la ropa y unas cuantas cajas que ya tenían preparadas.
El resto eran los hornos, pero Ellie y Henry se los llevarían con el
furgón al día siguiente.
Metieron todas las cosas en los dos coches y se marcharon. Al
llegar a casa de Logan lo bajaron todo y lo dejaron en el porche.
—Las cosas que no vayáis a utilizar las dejaremos en el cuarto
donde están los muebles para vuestra casa nueva.
—Entonces todas las cajas, son cosas de decoración y no creo
que hagan falta aquí.
—Desde luego que no.
—Dejaré también las cajas con los utensilios de la cocina, hasta
que compruebe lo que tienes tú. Siempre puedo coger las cosas que
necesite. También hay un par de cajas con cosas de Eve, pero si
necesita algo ya lo buscará.
—No necesitaré nada. Lo del instituto lo llevo en la mochila.
—Eve, lleva esta bolsa a la cocina y mete en la nevera lo que
hay dentro.
—Vale.
—¿Te ayudó Carter a bajar todos los muebles? —preguntó Ellie
cuando dejaron la última caja en la habitación, donde estaban los
muebles del desván que ella había elegido.
—Sí. Y Sean nos ayudó.
—No tenía que haber elegido estos muebles. No creo que a
Carter la haya hecho mucha gracia.
—Ellie, Carter estaba encantado de que eligieras todos esos
muebles.
—Apuesto a que sí.
—Tú no te das cuenta, pero siempre has sido la debilidad de
Carter.
—Claro.
—No lo creas si no quieres. ¿Vas a colocar la ropa en su sitio
ahora?
—No, llevo los biquinis de Eve y el mío en el bolso. Hace un día
precioso y ya no quedarán muchos días de verano como este.
—Subiré las maletas arriba.
—Déjalas aquí, las subiremos los tres cuando volvamos.