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Boletin del Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr, Emilio Ravignani” Tercera serie, ntim. 11, If semestre de 1995 DE SUBDITOS A CIUDADANOS. LOS POBLADORES RURALES BONAERENSES ENTRE EL ANTIGUO REGIMEN Y LA MODERNIDAD* ORESTE CARLOS CANSANELLO** Abreviaturas utilizadas: AGN: Archivo General de la Nacion AHPBA: Archivo Hist6rico de la Provincia de Buenos Aites HsR: Honorable Sala de Representantes de Buenos Aires RoRA: Registro Oficial de la Republica Argentina RONA: Registro Oficial de ta Nacién Argentina RoPBA: Registro Oficial de la Provincia de Buenos Aires 1, INTRODUCCION SUBSISTE UNA PERCEPCION distorsionada acerca de Ja relacién que tenfan los habi- tantes con los poderes piblicos después de la Revolucién de Mayo. Suele afimarse que los siibditos de la corona espafiola se convirtieron en ciudadanos por obra de las medidas tomadas durante la primera década revolucionaria. No es ésta, sin embargo, una idea correcta: la ciudadanfa es un fenémeno modemo que se manifiesta plena- mente a principios del siglo que corre, y no es un producto exclusivo de la voluntad de los legisladores sino el resultado de un proceso que incluy6 numerosos cambios, a veces imperceplibles, En el sistema imperial todos los habitantes libres eran stbditos de la corona, pe- ro s6lo una parte de ellos, los vecinos, mantenfa una relacién politica privilegiada con * Agradezco las atentas lecturas de A. Guliani, N. Calvo y G. Castagnola, asi como las sugerencias de los drbitros externos y las indicaciones de N, Goldman, $, Amaral y J.C. Chiaramontc. ‘**Universidad Nacional de Lujén, Universidad Nacional de Buenos Aires. 113 las autoridades. El resto poseia derechos en diverso grado, de acuerdo con una con- cepcidn estamental de origen medieval. Podian estas leyes estar escritas a no, lo cier- to es que eran por todos conocidas y aceptadas. En el extremo opuesto al modelo colonial indicado, se encuentra el del Estado na- ional y la ciudadania, en donde cada individuo mantiene un vinculo directo con los poderes piblicos en una situacién que se define juridicamente como igualitaria, La Constitucién de 1853 aseguré en su parte dogmética (articulos | al 35) los derechos in- dividuales a trabajar, ejercer industria licita, navegar y comerciar, peticionar, transitar el tervitorio, enseftar y aprender. La ciudadania se interpret més tarde con el agregado de los llamados derechos politicos, que no fueron ¢n esa oportunidad enumerados y que se suponen comprendidos en el articulo 33. No obstante, al respecto decia Bendix “que la cuestidn reside en el grado de inclusividad con que se define la ciudadania”.! Escapa al tema precisar en qué momento ésta alcanza plenitud, aunque de tomar- se en cuenta la universalizacién de los derechos politicos es evidente que tard bas- tame tiempo en Megar, El presente trabajo esté dirigido a demostrar que la in de los poderes piiblicos y de la sociedad bonaerense en el perfodo pos- terior a Ja independencia se Ilev6 a cabo mediante la integraci6n de la ciudad puerto con el mundo rural que se extendia hacia el sur. Asimismo, mosiraré la importancia de los habitantes que lograron establecerse, a los que se denomina aqut dor y a los cuales, por el conjunto de derechos que acumularon, se puede corsiderar co- mo verdaderos vecinos. En efecto, estos habitantes gozaron de una condicién supe- tior a Ia de los que transitaban —transetintes—. El vecino rural de referencia no es igual al anterior del Antiguo Régimen, pero tampoco es el “ciudadano” que se invoca en algunas proclamas. Es un individuo que se integra a una comunidad local de una sociedad en formacién. Es la reedicion de una relacién bésica —individuo/poder estatal— sobre la que se establecieron las nor- mas y se edificé el sistema juridico. Ente el sibdito de la Corona y el ciudadano modemo hubo un sinadmero de cambios significativos, y una de las facetas de mayor interés fue la ampliacién pro- gresiva del estatus vecinal. Las fuentes de este fenémeno estuvicron en la disolucién del vinculo colonial, el anacronismo de la representaci6n capitular y el crecimiento de la sociedad bonaerense. Los cambios en Ja relacién habitante-Estado que se operaron en la etapa indepen- diente no pueden observarse sino hasta comienzos del afio 1815. Conjuntamente, la creacién de un gobierno exclusivo para los bonaerenses pero dependiente del Central aceleré el proceso de las transformaciones.” A ello hay que agregar que el crecimien- to notable de la campatia oblig6 a que se la inctuyera en el juego de Jas representa- 'R, Bendix, Estado nacional y ciudadania, Buenos Aites, Amorrortu, 1974, p. 78. EI Triunvirato ere6 el cargo de gobemnador-intendente en 1812 con intervencién en Jas cuairo causas: policia, hacienda, guerra y justicia, para el que se nombré al coronel Miguel de Azcuénaga. 114 ciones politicas. Finalmente, la autonomia provincial en 1820 dio el impulso decisi- vo para trasponer los limites de la ciudad, hasta entonces unico centro estatal y terri- torial, para abarcar al mundo rural que se incorporaba. En Ia Colonia la condicién de vecindad habia permanecido sujeta a la propiedad; si bien esto es evidente en las ciudades, no lo es en la campafia, donde las exigencias fueron més laxas. Sin embargo, resulta imposible comparar a los vecinos de la cam- pafia, que no elegian autoridades, con los vecinos de la ciudad, que sf 1o hacfan. Las leyes escritas y la fuerza de las costumbres locales imponfan una diferenciacién im- Portante en lo referente al servicio de milicia para la defensa de las fronteras: s6lo los “habitantes, vecinos y moradores” lo cumplian, lo que les otorgaba “derecho de pe- licién”. En el proceso que se te entabla en 1783 al comandante de la frontera norte, Juan J. de Sardén, por la invasién de indios en el Partido de Areco se puede ver que quien 1o inicia es el sargento mayor de la milicia, F. J. De Cafias, y que aparecen co- mo deponentes todos los integrantes de ésta.* Por otra parte, las exenciones para quienes se incorporaban a las milicias impo- nian una clara distincion entre los que gozaban de derechos y los que carecian de ellos. Segiin el reglamento de 1802, “de ningtin modo se les podré exigir (...} contri- buciGn alguna para poner tiendas, vender cualquier cosa, trabajar en su oficio” 5 En el perfodo independiente la cléusuta de “casa poblada” perdié importancia, sobre to- + Sobre el trénsito de ta Colonia a la Revolucién, véase T. Halpcrin Donghi, Revolucién y guerra, Buenos Aires, Sigho xxi, 1972; idem, Reforma y disolucién de los imperios ibéricos 1750-1850, Madrid, Alianza, 1985; F. X. Guerra, Modemidad e independencias, Madrid, Maple, 1992; idem, Hacia una nueva historia politica actores sociales y actores politicos, tomo Iv, Tandil, Anuario 16115, 19% Annino et al., América Latina: del estado colonial al estado nacién, vol. lt, Milin, F. Angeli, 1987; , “Practicas criollas y liberalismo en la crisis del espacio urbano colonial”. Boletin nim. 6, ¥ serie, Jastituto de Historia Argentina y Americana "Dr. Emilio Ravignani”, Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires, 1992; J, C, Chiaramonte, “La cuestidn regional en ¢] proceso de gestacién del Estado nacional argentino. Algunos problemas de interpretaciGn’, en: Estado y sociedad en el pensamiento nacional, Buenos Aires, ‘Cantaro, 1989; idem, “El federatismo argentino en la primera mitad del siglo XIX”, en: M. Carmagnani {comp }, Federalismas latinoamericanos, Fondo de Cultura Beonémica, 1993; idem, El mito de los oci- genes en la historiografia latincamericana”, Cuadernos dei Instituto “Dr. Emilio Ravignani”, wim. 2, Buenos Aires, 1991; idem, “Formas de identidad en el Rio de la Plata luego de 1810", Boletin nim. 1, 3° serie, Instituto “Dr. Emilio Ravignani”, Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires, 1989. ‘Para el servicio de milicias, véease J. Marchena Ferndndez, Ejército y milicias en el mundo colonial ‘americano, Madrid, Mapfre, 1992, pp. 100 y ss. También S. G. Suérez, Las milicias, intituciones milisa- es hispancamericanas, Caracas, ANB, 1984, y, en especial, J. Beverina, El Virreinato de las Provincias del Rio de la Plata, Buenos Aites, 1935, pp. 197-293. El sumario seguido a J.J. de Sardén, en ACN S 1x, Subinspeccién 1762-1784, leg. 28.6.2. La informaciGn sobre esta documentacidn es de D. H. Vizquez, quicn la analiz6 en Milicias de vecinos y la construccién de relaciones sociales de poder en la campaiia bonaerense (fines del sigho xvui), Mas del Plata, MS, 1993. * Sobre el fuero militar civil y criminal, que permita pedir justicia oon intervencién de oficiales supe- tiores, articulo 42; para exenciones, articulo 43; ambos en: Reglamento para las milicias disciplinadas de infanteria y caballeria del Virreynato de Buenos Aires, aprobado por S.M. y mandado observar invio- Jablemente, Buenos Aires, Real Imprenta de Nitios Expésitos, 1802. 115 do en la zona rural. Hubo cambios progresivos y agregados a la figura del vecino, la que luego de las Reformas —1821 a 1823— qued6 revestida con nuevos atributos. La dindmica de la nueva sociedad exigid que todos los habitantes se integraran en plenitud de derechos sociales pero con diversas obligactones piblicas. Su cumpli- miento, y el de otros servicios locales, hizo que los domiciliados fueran incluidos en los vecindarios, que s¢ les reconociera pertenencia$ Si bien resulta dificil discernir entre obligaciones de cardcter piiblico y servicios locales, la vigencia de normas y de controles estatales distingue a las primeras —jus- ticia, policfa, milicias, voto—. A todas ellas se hard referencia, porque exigieron iem- po y dedicacién de parte de los habitantes y obligaron a respetar rutinas acordes con Jas labores estacionales. En consecuencia, también fue necesaria una organizaci6n ve- cinal capaz. de asegurar el curso regular de la vida material y controlar incorporacio- nes; estos Ambitos locales se articularon sobre un marcado sistema de rangos y de preeminencias en los que se mantuvo una importante capacidad de control social. ‘Actores principales fueron todos los habitantes integrados en los conjuntos socia- les: comerciantes, hacendados y capitalistas, que podfan o no ser propie'arios, més todos los que no lo eran pero que estaban incluidos: labradores reconocides como ta- les, peones conchabados y los que estaban simplemente domiciliados. A estos Glti- mos sé los consider6 vecinos y sé les otorg6 derechos politicos. Los vecinos y los individuos sin domicilio ocuparon el centro de la escena rural durante décadas, tiempo en ef que los primeros reunieron derechos que no tuvieron los otros (transedntes, vagos y faltos de papeleta), En ninguna casa de este pueblo se podré alojar individuo alguno que sea forastero, sea de la clase 0 condicién que fuese, sin que primero se haya presentado ante el Suez del Bano” Pero aun cuando el vecino haya adquirido importancia y también entidad politica en tn sentido comunal, en la préctica su libertad se vefa limitada por una complicada red de relaciones interpersonales muy estrechas, y si bien se muestra en este trabajo el avance en el proceso de individuacién en tanto desarrollo del derecho privado, tam- bién se seftala la presencia de vecindarios que accionaban de manera corporativa an- te el despliegue estatal —coercién—.* Es ésta una buena raz6n para no asimilar la © Se usaré en adelante de manera equivalente a vecindad para sedalar al conjunto de habitantes que residia en los pueblos o villas, chacras y estancias que conformaban un distrito. 7 Dice juez del barrio cuando en realidad eran alcaldes y tenientes alcaldes. Edicto de Juan M. de la Sota, Juez de Paz de Exaltacién de Ta Cruz, et 24-7-1825, en AGN 8 X leg. 13.8.5. 4 Se encontraba vigente la ley de proteccién de pobladores a la que se hace referencia en varios decre- tos, prucba de ello es el del 18-3-23, en el Registro Oficial de la PBA(ROPBA), pp. 47/48 que la pone como garantia para el enlistamiento de voluntarios. Con respecto a las comunidades locales, se manifiestan politicamente y hasta reclaman ante las autoridades como tales, pero wo pueden confunditse con corpora cciones bajomedievales. 116 nueva figura a la voz ciudadano, en uso por entonces pero de imprecisos significados, Y que ademés tiene el defecto de llevar sobre si el peso excesivo de la modemidad. Ciudad colonial y vecindad La sociedad de Buenos Aires, a pesar de ser mas abierta que ta de otras ciudades co- Joniales y de estar constituida por una poblaci6n en crecimiento heterogénea y mé- vil, mantuvo una fuerte estructura jerarquica. Los criterios de seleccién no se asentaban sin embargo en la pureza de sangre sino en los éxitos comerciales. El au- mento constante de la poblaciGn, atrafda por la expansién mercantil, obligaba a me- tabolizar los cambios que se productan en su composicién émica. Segin la estimacion de dos conocidos investigadores del periodo, durante el Virreinato la po- blacién habia aumentado un 63%, al pasar de 26.000 a casi 43.000 habitantes, fend- meno que colocaba a Buenos Aires entre las ciudades de més répido crecimiento en América? Esto exigié que se mantuvieran flexibles normas de admisién, en parte de- bidas a la afluencia constante de forasteros y en buena medida a las necesidades de la recaudaci6n, No todos los forasteros podian avecindarse. En primer lugar lo lograban Jos na- turales de los reinos espafioles que tenfan permiso de transito y para establecer domi- cilio. Posefan ademés derechos sociales y también parte de tos politicos, pero para legar a ser vecinos en plenitud debfan pasar por una serie de instancias previas, Tam- bién podian acceder a la vecindad los extranjeros que solicitaron y obtuvieron el “pri- vilegio de naturaleza”, para el cual se exigia haber vivido en los “Reynos” por lo menos veinte aflos, estar casado por la iglesia cat6lica con una persona nacida en ellos, haber constituido domicilio y tener un local de comercio. Los transeuintes en cambio no pudieron ejercer actividad mercantil ni tampoco avecindarse, y cualquier transgresiOn a esas normas los hacia pasibles de ser considerados vagos.'° ° Durante la primera mitad det siglo la poblaci6n urbana aumenté mAs répidamente que la rural; en 1744 Ja ciudad tenia un total de 12.044 habitantes mientras que en la campafia habia 4 664; sin embargo, esta tn- dencia se cevirtié en los afios siguientes y en 1778 las cifras eran 24 363 y 12.925, respectivamente. Es decir que mientras en la ciudad la poblaciéa se habfan duplicado, en la campaiia se habfan poco menos que tipli- ‘ado, Las cifras censales citadas son de Besio Moreno, Buenas Aires puerto del Rio de la Plata, capital dle a Argentina. Estudio critico de su poblacién (1536-1936), Buenos Aires, Libreria Panamericana, 1939; J.L. Moreno. ‘La estructura social y demogréfica de la ciudad de Buenos Aires en el aito 1778", Anuariodel IIH, tim, 8, Rosario, 1965, pp. 151-170; idem, “Poblacién y sociedad en el Buenos Aires rural a mnediados de] siglo XVmI", Desarrollo Econémico (Buenos Aires), vol. 29, mim. 114, 1989, y J. C. Garavaglia, “Le forma- cin y desarrollo de una frontera en la Argentina Pampeana (1700-1855)”, mimeo. Véanse los porcentajes y las cifras correspondientes al Virreinato-en L. Johnson y S. Socolow, “Poblacién y espacioen el Buenos Aires del siglo XVIN", Desarrollo Econdmico nim. 79, octubre-diciembee de 1989, Buenos Aires. "© Sobre condicién de natural, Novisima Recopilacién (NR), libro 1V, tt. XXVU, ley 28. Paraextrau- Jeros que solicitaban naturalizaci6n, NR, libro Vil, Ut. XXV1, ley 8, y libro IX, tit. xxv, leyes 31 y 32. Para casos de Compensacién, en NR, libro 1%, tit. XXvil, leyes IL y 14. v7 Para comprender mejor este tema es preciso diferenciar al avecindado del veci- no. El primero accedia solamente a los derechos sociales, mienuras que el segundo incorporaba ademés los derechos politicos. El avecindamiento reconocta varios niveles: desde la posibilidad inicial de domi- ciliarse y trabajar, hasta el otro extremo en el que se obtenia un conjunte de capaci- dades para circular, ejercer e] comercio y peticionar. Pero también los vecinos eran ubicados en dos grandes grupos: los que Gnicamente posefan capacidad para elegir y los que ademés podfan ser elegidos. A fines del siglo XVII se inclufan en Ja vecindad los individuos de tez blanca na- cidos en la ciudad, los hijos de criollos, varios tipos de mestizos y también los hijos de extranjeros siibditos de la Corona.'! Todos podfan alcanzar fa condici6n de veci- nos pero después de cumplir con las formas prescriptas: servir en milicias, tener pro- piedad y casarse. Sin embargo, s6lo los vecinos de posibles aspiraban a ser clegidos; ellos formaban parte de un entramado de relaciones en el que se conflufan prestigio y afraigo, que suplfan la falta de t{tulos nobitiarios.!2 Se hace necesario eludir en cl estudio de las sociedades coloniales los planteos moderos, porque no enunciaron nunca de manera precisa derechos del hombre. Las libertades personales, fundadas en el Derecho Teolégico y Natural, estuvieron siem- pre limitadas por la estructura corporativa de la sociedad y por un régimen juridico de cardcter estamental. Intervenian también las pricticas consuetudinarizs y los c6- digos sociales de las élites locales. El conjunto restringié los derechos individuales a la condicién social, de manera que quedaron sujetos a marcos estamentales."? El espacio rural y las instituciones provinciales Acompafiando el crecimiento de la ciudad, se habfa ido poblando una amplia fran- ja de tierras que corria entre Jas lineas paralelas que formaban el Parand, el Rio de la Plata y el Salado, vasto espacio que se transformé en hinterland del mercado por- teflo gracias a su importante produccién agricola y ganadera, Los asentamientos, en "Para una explicaciOn detalada de esta situaciGn véase R. Zorroaquin Bect, La organizaciGn politi- a argentina en el perlodo hispinico, vol. vi, Buenos Aires, De. Pecrot, 1967, pp. 284-285. Para las cues- tiones de bastardia: E. Saguier, “El combate contra la limpieza de sangre eu los origenes de la emancipacién argentina. El uso del estigma de la bastardfa y el origen racial como mecanismos de defensa exgrimidos por las lites coloniales”, Revista Historia de América, mim. 110, julio-diciembre, 1990, México, pp. 155-198. © En 1810 el 70% de los habitantes eran considerados blancos, el 29,53% negros y mulatos, y el 0,46 indios y mestizos, Véase M. B. Goldberg, “La poblacién negra y mulata de la ciudad de Buenos Aires, 1810-1840", Desarrollo Econémico, nim. 61, abvil-junio de1976, Buenos Aires, p. 79. Sobre la condicién de los vecinos, véase R. Zorroaquin Bect, “La condicién juridica de los grupos sociales superioces en la Argentina’, Revista del Instituto de Historia del Derecho (Buenos Aires), 12, 1962. } “La comprension plena del individuo pasa aquf por um conocimiento del grupo al que pertenece y eneel seno del cual actéa”, F. X, Guerra/89, p. 247. 118 general de arribefios, dieron vida a una serie de distritos en los que surgieron los pueblos. La medida més saliente del crecimiento sefialado es la Villa de Lujan y la crea- cién de su Cabildo en 1756 que incluy6 bajo su tutela las siguientes zonas: al oeste, Areco y la Cafada de la Cruz, al este, Pilar y Escobar hasta los Rfos Parana y las Conchas en el este, y al sur, las puntas de los rios Areco y Lujan. Prevalecieron en la zona unos pocos vecinos propietarios miembros de las familias tradicionales, que ocuparon los cargos en el Cabildo, fueron Alcaldes de Hermandad ¢ integraron la plana mayor de las milicias.'* Hacia el sur la poblaci6n estaba més dispersa y apenas alcanzaba el sistema del Samborombén, Los gobiernos de la Revolucién instalados en la ciudad pronto vieron la necesi- dad de que fa provincia de Buenos Aires tuviera sus propias autoridades (véase la no- ta 2). En efecto, debfan hallar una solucién al precario control social y a la ausencia de seguridad en orillas y campaiia. Era, pues, inevitable que se superpusieran las competencias entre el gobierno central, el Cabildo porteito, el Cabildo de Lujan y ei gobernador. Y era un asunto importante porque debido a ello se agravaba la insegu- tidad de los pobladores. Los ejércitos, acantonados por afios, vivian a expensas de las producciones locales. Las levas compulsivas, la falta de justicia y de policia y los de- sertores de todas las fuerzas mezclados en malones indios, configuraban una intrin- cada situaci6n agravada por las luchas facciosas. En 1814 el territorio fue dividido en tres departamentos que se correspondian con las grandes zonas rurales: norte, sur y campafia vecina.'> En 1815 la Revolucion de Fontezuelas volvi6 a poner scbre el tapete el problema de las competencias, que no encontré solucién hasta la reorgani- zaci6n de los poderes en 1821.16 Es pertinente en este contexto preguntarse acerca de la relaci6n entre individuo y Estado, aunque la respuesta no puede pasar Gnicamente por la transformacién del ve- cino colonial en el ciudadano de la Revoluci6n. ;Quiénes eran unos y otros en el fra- \* E, Udaondo, Diccionario biogréfico colonial argentina, Buenos Aires, Huarpes, 1945, Idem, Resefa histérica de la Villa de Lajén, Municipalidad de Lujén, 1980. Véase también O. R. Melli, Historia de Carmen de Areco, La Plata, 1974, AHPBA y D. Marquiegui, Los estancieros en el Cabildo de Lujén (1756-1821): transformacién econémica, cambio social y actividad politica en la campafia boncerense, Lujan, 1989, p. 5. 48 Departamento 1, con cabecera en Flores; Departamento 2, en Lujén, y Departamento 3, en San Vicente; en conjunto reunian a 23 partidas en que se dividié la campaiia. El Departamento 1 incluia a los de San Isidro, San Fernando, Flores, Mordn, La Matanza, Barracas y Quilmes, que rodeaban a la capital El Departamento 2 comprendfa a Pilar, Cafiada de la Cruz, San Antonio de Areco, Carmen de Areco, Guardia de Lujén y Navarro, bajo control administrativo del Cabildo de Lujan. Bi Departamento 3 com- prendia a los partidos que iban desde el rio Matanza hacia e] Samborombsn-Salado. 1 BI Cabildo de Buenos Aires aparece fortalecido, recupera el cargo de Gobernador Intendente y la ‘Comandancia de Armas que deposita en M. B. Soles. Poco después el Director I. Alvarez convocaa elec- cones en las que se elige aM. Oliden, quien permanece hasta 1818. A éste le suceden Rondeau, Balcarce, {bafiez, E. Diaz Vélez, M. Irigoyen y, finalmente el Cabildo en 1820. 119 goroso mundo dei trnsito independentista? No se habfan alterado demasiado los pa- tones seguidos en la estructuracién del poder y esto quedaba expuesto en la perma- nencia de ciertas prdcticas politicas. Antes de 1810 no puede hablarse con propiedad de un régimen electoral ya que estaba reducido a un pequeiio grupo de vecinos prin- cipales, y después de la Revoluci6n, por lo menos hasta el Estatuto de 1315, no hu- bo legislaci6n que apuntara a incluir en el derecho a voto a otros sectores de la sociedad.!7 La concesién amplia de la ciudadania se hizo en el Estatuto, que suprimfa enér- gicamente la categoria de vecino que se mantenia como rémora colonial. Sin embar- go, la ciudadanfa no fue ilimitada, ya que no alcanz6 a los “domésticos” y “asalariados” ni a los que carecfan de “propiedad u oficio lucrativo”. De todas ma- neras, al tratar este problema es necesario tener en cuenta que las normas electorales fueron aplicadas en Buenos Aires teniendo como eje al Cabildo y que todas las elec- ciones realizadas con posterioridad a ese allo, a pesar de los cambios sefialados, in- sistieron en jerarquizar a los “‘vecinos de probidad reconocida”; desde entonces cobraron importancia en las précticas electorales ios alcaldes de barrio y los tenien- tes alcaldes de manzana."* Tempranamente fue incluida la campaiia, que eligié once electores en oportunidad de enviar diputados al Congreso de Tucumén; cada una de Jas secciones electorales incluia uno o més distritos. En esa eleccién desempeflaron un papel central los alcaldes de hermandad y los curas de las parroquias en las que se hicieron los actos.! Las jerarqufas sociales se mostraban también en Ia naturateza de los servicios que debian ser cumplidos, de manera especiat los de seguridad y de milicias. En ambos casos los vecinos menos pudientes eran afectados para guardias, rondas o cuarteles; esto ocurria con los artesanos, que por no poscer comercio siempre entraban en la ca- tegorfa de soldados de milicias.?? En el mismo sentido, es sumamente ilustrativo el conocido bando del gobernador intendente Oliden por el que se identifica a los individuos rectutados para los ejércitos 1 Tanto el Esiatuto Provisional de 1811 como el Reglamento Electoral de 1812 mentuvieron las citadas restricciones para el voto activo y pasivo. En cambio, el Estatuto de 1815 ampliaba en forma espec- tacular el espectro al considerar ciudadano a todos los hombres libres nacidos eu el territorio y mayores de 25 afios. Buenos Aires, RORA, 1879, tomo L. C. Chiaramonte, M. Ternavasio y F. Herrero, “Vieja y nueva representaciGn: Las procesos elec- torales en Buenos Aires,1810-1820", mimeo, 1993. ® La ciudad eligi6 12 electores y la campaiia 11; “Sesiones de la Junta Electoral de Buenos Aires de 1815 a 1820", en: E. Ravignani, Asambleas Constituyentes Argentinas, tomo 1, Instituto de Investigaciones Hist6ricas, Facultad de Filosofia y Letras, Universidad de Buenos Aires, pp. 105 a 112. 2 Véase una descripcién del proceso electoral, aunque sumaria, en A. E. Rodriguez, “La eleccién de Jos diputados bonaerenses al Congreso de Tucumén”. Mayo, Revista del Museo de la Casa de Gobierno. Buenos Aires), tomo 3, néms. 6-7, 1971, Para una consulta a fuentes en AGN S x, Cabildo, Alealdes y Junta Electoral leg. 9.6.2. Para servicios de Policia en S X leg. 32.9.2 y 32.2.1, y para evaluar la condicién social de vecinos-milicianos, en $ X Guardia Civica 1811-1820, leg. 3.3.7. 120 de linea. En el articulo primero se inclufa a todos los individuos de ta campafia caren- tes de “propiedad legitima de que subsistir, y que haga constar ante el Juez territorial de sv partido”, Las quejas debian ser elevadas ante cl alcalde del lugar. El reclamante estarfa representado por un “vecino honrado” elegido por él y “el Alcalde por la suya ‘oo y de la resoluci6n de los tes juntos no habré apelacién”. Cabe destacar, en primer jugar, que cuando este articulo habla de propiedad legftima no se refiere especfficamen- tea derras sino a medios con “que subsistir”, y, en segundo lugar, que la decisién final queda en manos de la vecindad. El articulo 2 obliga a todo “sirviente” a tener papeleta de su patrén “visada por el Juez del partido”; el articulo 3 establece que esa papeleta debe ser renovada cada tres meses; el 4, que todo pe6n sin papeleta sera tenido por va- g0, el 6 que los vagos se destinardn al servicio de armas por cinco aftos, y el 9: faculta a cualquier vecino de la campafia para que pueda tomar conocimiento de los individuos que transitan por su territorio y en el caso de faltarle los requisitos mencio- nados en los articulos anteriores remitirlo al Juez (erritorial.2! Los cambios en la condicién vecinal En el campo —como en toda sociedad agraria— el transetinte recibié virtualmente trato de forastero y se lo consideré un “vago” en potencia, mientras que el avecinda- do o domiciliado fue incorporado a la comunidad local, pudo desenvolverse sin ne- cesidad de papeleta aun sin ser propietario y, a pesar de las disposiciones en contrario, se mantuvo muy unido a la vida social y productiva rural, Formé asf parte de un fen6meno en virtud del cual los vecindarios eran la Gnica garantia de los dere- chos individuales. Intentar demostrar Ja existencia de tales vecindades y sefialar as- pectos de su cotidianeidad constituye un desafio, en primer lugar, porque todas las afirmaciones parecen carecer del sustento necesario y deben reunirse muchas cviden- cias para sefialar algunas facetas ignoradas —cuando no tergiversadas— del mundo tural, y, en segundo lugar, por la fuerza de una imagen construida con muy pocas fuentes, que presenta al espacio pampeano como inicialmente vacfo y luego poblado por soldados, gauchos rebeldes, desertores y malones, con muchas estancias y peo- nes. Esta imagen es falsa, y a poco que se rednan y cotejen cifras se aprecia que la poblacién considerada blanca fue creciendo a partir de 1820 en una progresién que super6 la de la ciudad, y que la vida en las pampas tuvo matices inexplorados y mds ricos que los usualmente presentados.?? 21 Disposiciones sobre policia rural, 30 de agosto de 1815, en RONA 1815, p. 809. 2 Segiin Azara en 1797 haba 40,000 habitantes en la ciudad y 32.168 en la campafia; el Registro Estadistico en 1822 establece 55.416 y 63.230 respectivamente, y de acuerdo con el cento de 1836 las cifras eran 62.228 y 80.729. La tendencia se habia revertido y en 14 afios desde 1822—- el crecimiento ‘demogréfico rural fue del 27,7%. Son por dems elocuentes las articulos de La Gaceta Mercantil sobre la 121 La pobiacion rural se habria multiplicado casi 30 veces en los 110 aftos que fue- ron de 1744 a 1854, y a fines de la 6poca de Rosas la relacién entre poblacién y “ocu- paci6n del territorio, habfa Uegado a tasas relativas bastante elevadas”?* En ta zona norte, de antigua colonizacién, la poblaci6n se duplicé entre 1800 y 1820 y en los 16 aitos siguientes s6lo crecié un 14%; mientras que el sur permanecié estancado en ese lapso, pero en los 16 afios que siguieron duplicé la cantidad de habitantes. La zona del Salado crecié un 40% entre 1797 y 1820 y casi un 400% entre 1820 y 1836. N6- tese que se trata de una zona de estancias y en plena expansion ganadera."* En el cuadro ! se muestran todas las cifras utilizadas en este trabajo. Si se observa con atencion, se vera que la tasa anual de crecimiento intercensal en la campafia ape- nas si supera el 3% entre 1744 y 1778; cn cambio en el siglo siguiente, segiin los cen- sos de 1815, 1822 y 1836, no baja de 3,5%. Si bien las cifras son poco confiables, ya sea por la precariedad de las fuentes para corroborarlas, 0 por su ausencia, o porque pueden estar infladas por motivos politicos, es imposible desconocer el fmpetu de la ‘ocupacién, Por consiguiente, cabe preguntarse por los derechos de todos esos poblado- res que constituyeron una sociedad nueva. Grande tiene que haber sido el impacto so- bre el orden tradicional apenas alterado por la Revoluci6n, ya que afects sensiblemente al modelo politico discfiado para la ciudad y que apenas inclu‘a a ta campaia vie A diferencia de la formacién rural en Europa, en las pampas no habja una tradi- ci6n de derechos politicos con base territorial auténoma y, ademés, el estatus corpo- rativo de la Colonia siempre habia abarcado ¢] 4mbito urbano, por lo cual es aun m4s televante el cardcter de la transformacién: el sistema corporativo colonial siempre fue parte [...] del espacio urbano, el nico que gozard por tradici6n y por ley de legitimidad politica frente a la corona mediante el Ca- bildo.” ‘Los cambios se tadujeron en la extensién de derechos sociales y politicos al con- junto de los domiciliados. En efecto, todos los habitantes que fueron incluidos en las. vecindades, y que por esa raz6n figuraron en el padron militar, gozaron de derechos sociales y politicos que no iban atados a la propiedad de la tierra sino al estableci- miento de domicilio, Cabe destacar que este fendmeno no muestra la formacién de una sociedad de iguales sino todo lo contrario, porque se mantenfan diferencias muy marcadas en cuanto a las capacidades de orden politico; por ejemplo, solo los veci- nos de mérite podian ser elegidos. Perduraban aspectos salientes del Antiguo Régi- maguitud de la inmigracién, en 1843 anunciaba un total de 400,000 habitantes para toda la provincia, de la que s6lo el 30.6% comrespondia a la ciudad y cl 69.4% al campo, Las cifras de Azara, las de 1822 — Gonzélez Arzac— y las del censo del 36 en C. Garcia Belsunce, Buenos Aires. Su gente 1806-1830, tomo 1, Bueuos Aires, Emecé, 1976, pp. 174-176. Para 1843 en La Gaceta Mercantil del 21 de agesto de 1843. 2 J. C, Garavaglia, “La formacién y desarrollo de una fromtera”, cit. 2, Garcia Belsunce, Buenas Aires. Su gente 1800-1830... cit., p. 154 3 A. Annino et al. 92. p. 68. 122 men en virtud de Jos cuales el prestigio y la notabilidad otorgaban derechos jerar- quicos. No obstante, como era importante mantener cierta autonomfa en cl dmbito local, se hizo necesario diferenciar a los domiciliados de los transetintes. Quedaron al margen los individuos sin papeleta y los peones no avecindados, que quedaban sin proteccién cuando vencia su contrato periddico. He aquf lo novedoso: la vecin- dad se extendi6 a todos los domiciliados que cumplfan con las obligaciones piibli- cas y con los servicios locales; por esa razén, adquirieron derecho a volar y quedaron protegidos por las autoridades provinciales encarnadas en los funcionarios locales.”¢ Razén de'los cambios: autonomia, expansion y poblamiento Es fundamental no perder de vista que, a partir de la caida del gobierno central —Di- rectorio— la provincia tuvo que organizar su aparato estatal y redimensionar el cuer- po heredado para adecuarlo a Ja nueva condicién de autonomia. Esta es, sin lugar a dudas, una raz6n de peso en las transformaciones, porque la expansi6n hacia el sur estuvo también impulsada por esa situaci6n, La poblacién que desordenadamente se movia, se asentaba o migraba, también iba organizando cl espacio en una compleja resolucion debida a: las acciones militares, los acuerdos con los indfgenas, la pose- sién precaria de parcelas, las tierras en enfiteusis y la formacién de pueblos. Sobre este espacio tuvo que desarrollar sus brazos el nuevo estado provincial y sobre esa complicada trama hubo que organizar las instituciones, con avances y retrocesos, consensos y fuertes resistencias. Los sucesivos gobiernos provinciales desplegaron su poder sobre las vecindades, aceptando de este modo a todos los individuos que en ellas se integraban bajo intereses comunes y reconociendo a las autoridades locales.”” 28 Nos refetimes a la centralidad que progresivamente iban adquiriendo las instituciones, y diserimi- amos en este orden de ideas: poder politico como coercién, papel disciplinario de Ia actividad econémi- ‘ca, coaceién social de orden local. Para medidas liberales y la fuerza de Ia tradicién colonial, véase: T. Halperin Donghi, En el trasfondo de la novela de dictadores: la dictadura hispanoamericana como pro- blema hisiérico, Buenos Aires, El Espejo de la Historia, 1987; también en F. X. Guerra, Los orfgenes so- cio-culturales del caciquismo, Anvatio 18S nim. 7, Tandil, 1992. Sobre la nueva situacién de autonomia vvéanse: T. Halperin Donghi, “De la Revolucién de la Independencia Confederacién rosista”, en: Historia Argentina, vol. 3, Buenos Aires, Paidés, 1971; C. Segreti, El pats disuelto, el estallido de 1820 y fos es- fuerzos organizativos, Buenos Aires, Ed. Belgrano, 1982, y L. A. Romero, La feliz experiencia. 1820- 1824, Buenos Aires, La Bastilla, 1976. 7 Fy 31 de agosto de 1825, desde San Nicolés, el oficial Vidcla informa a Inspeccién General que al poner en ejecucin la orden de milicia en esta ciudad, el juez de paz y el comandante Ie hacen saber que to estaban comprendidos en Ia ley los vecinos hasta una legua “en circunferencia que con el nombre de chacras dicen pertenecer a la ciudad para su defensa interior”. Et 10 de septiembre de 1825 Inspeccién General ordena que se formen das compaiifas de infanterfa y el resto en caballer‘a, agrega que dicz cuadras ‘en circunferencia de la ciudad, més las nueve que la forman sean consideradas suburbios, y dispoue una demarcacién para saber “qué miticia serd de infanterfa". AGN, S vil, 10.4.14. 123 Estos individuos se agruparon, entre otras razones, por el cardcter asociativo de las tareas rurales, estableciendo vinculos complejos para velar por la proteccién de sus bienes, el abasto y la convivencia, Lo hicieron sobre la base de un conocimiento mutuo y de Ja economia de sus acciones. Se criaba a campo con ayuda de los acci- dentes naturales, porque los limites de las explotaciones no estaban marcados. Como parte de un conjunto de actividades que se agregaban a las de la produccién y el or- den priblico, hubo que mantener limpios los caminos comunes y las acequias, y aten- der las comunicaciones.* Es indudable que fa concentracién de la poblacién en la regi6n norte y en lacam- pafa cercana a principios del siglo XVII respondic al cardcter de la actividad produc- tiva, habida cuenta de que combinaba agricultura con ganaderia, con una fuerte presencia de grupos domésticos. En fa zona centro se acentué el modelo con gran de- manda estacional de brazos; segin las estimaciones de ta época, para el pastoreo de ganado sobraban treinta hombres por cada legua cuadrada, “mientras que para las faenas y explotaciones agricolas apenas bastarfan 500”? Todo parecerfa indicar que en la zona sur el crecimiento tenfa otras caracteristi- cas; sin embargo, a pesar del cardcter prioritariamente ganadero de la ocupacién, también aparecen los individuos en tomo de Jos pueblos. Hacia 1815 en la zona nor- te se habfan desarrollado 15 pueblos sobre un total de 26, incluido Buenos Aires, mientras que en 1a zona sur se habfan constituido tan s6lo 6. Por ese entonces, la re- Jacién entre la poblacién de la zona norte y la del sur era de 8 a 1 a favor de la pri- mera. No obstante, la expansién del sur a partir de 1820 se tradujo en una inversion de la relaci6n y en las postrimerias de la década la poblacién superaba a la del norte. El mayor incremento se produjo en Monsalvo, en parte debido a la nueva linea de fortines que unia a Tandil, Laguna Blanca y Bahia Blanca, que permitié que durante los afios setalados se formaran nuevos pueblos —Tordillo, Chapaieofi, Tuya, Mar Chiquita, Real Viejo, Loberfa y Ajé—. Con este cuadro resulta diffcil imaginar una poblacién totalmente dispersa por la papa.” 2 Asi. cumplian todos los servicios, incluso los de policfa, bajo el négimen de milicias y con rotacién periddica, Muchos legajos fo acreditan: en AGN, renovacién de tropa en cérceles $ x, 13.4.4: 12.8.7 Gobs 13.6.1 Guerra, Compadrazgo con presos § X, 13.10.1 Just., Depésitos de pélvora $ x, 13.3.4 y 13.3.5, (Orden para recogida de ganado afectando paisanos $ x, 13.3.3, 29 Un distrito en el centro con gran desarrollo agricola fue el de Mordn y otro en el centro-sur el de Lobos, para el que puede consultarse, J. Mateo, “Migrar y volver a migrar. Los campesinos agricul tores de la frontera bonaerense a principios del siglo XIX", en: J. C. Garavaglia y J. L. Moreno {comps}: Poblacién, sociedad, familia y migraciones en el espacio rioplatense. Siglos XVIII y XIX, Buenos Aires, Céntaro, 1993. Era también comin que sc emplearan soldados pars cosechar, En diciembre de 1824, la Inspeccién General hace lugar al pedido y ordena “se asista con la 3* parte de Ja fuerza de cada distrito”, en: AGN. S X,13.5.5. La nota transcripta es de La Gaceta Mercantil del 25 de enero de 1844, 3 Una interesante descripcién de un pueblo se encuentra en N. Parchappe, Expedicién fundadora de! ‘fuerte 25 de Mayo en Cruz de Guerra. Ajo 1828. Buenos Aires, EUDEBA, 1977, p. 24. 124 1 San Nicolés 2 San Pedro 3 Baradero 4 Las Conchas 5 San Fernando 6 Sau Isidro 7 Buenos Aires-ciudad 8 Quilmes 9 Ensenada 10 Magdalena 11 Pergamino 12 Amrecifes 13 San Antonio de Areco 14 Pilar 15 Villa de Lujin 16 Merlo 17 Morén 18 Rojas 19 Salto 20 Carmen de Areco 21 Guardia de Lujén 22 Navarro 23 Lobos 24 Monte 25 Ranchos 26 Chascomuis 27 Dolores 28 Junin (Federacién) BUENOS AIRES 1800 - 1830 FRONTERAS Y PUEBLOS REFERENCIAS Fronteras: A 1800 B 1820 c 1830 Pueblos: O antes de 1820 @ antes de 1830 29 Bragado 30 Cruz. de Guerra (25 de Mayo) 31 Azul 32 Tandil 33 Chapaleoft 34 Monsalvo 35 Ais 36 Tuyé 37 Mar Chiquita 38 Loberia Grande 39 Tordillo 40 Pita 41 Babfa Blanca 42 Carmen de Patagones Elaborado por O. C, Cansanelio sobre el publicado por Garcia Belsunce en 1976 125 IL, VECINOS Y OBLIGACIONES PUBLICA, El crecimiento de la sociedad provincial no se puede explicar sin tomar en conside- racién el despliegue institucional del Estado y el peso de las obligaciones publicas que éste traia aparejado para los vecinos. Es necesario tener presente, por tanto, la di- ferencia existente entre el proceso social de ocupacién y el politico. En el caso bonaerense no hubo un patron tinico, aunque al parecer la organiza- ci6n social del espacio en vastas 4reas fue anterior al despliegue de la coercién. La presencia institucional llegaba en este caso a formalizar la capacidad de coaccién que antes se habia desarrollado. Protesta Juan M. de Rosas al gobiemo, que habiendo ido a tomar posesi6n de las tierras adjudicadas a la sociedad que se habla formado con Cramer y otros para la explotaci6n ganadera en et sur, las habfan encontrado ocupa- das por muchas familias labradoras.3! Los habitantes con domicilio establecido debian cumplir con los servicios deman- dados por la justicia de primera instancia, por la de paz —desde los propios jueces hasta los integrantes de las partidas—; lo mismo ocurrfa con fos alcaldes, los tenien- tes alcaldes y los que estuvieran bajo sus Grdenes. Se los ubicaba por el padron que se levantaba para milicias. Una idea aproximada del peso de esta carga puede extraer- se de un articulo de El Argos que alude a un Pre [sic] que recibta cada partido sobre Sus diezmos para sostén de guarniciones, donde los hombres en niimero de 25 —en cada una— y rotando cada mes servian en Rojas, Salto, Navarro, Ranchos, Lobos, Chascomts. También Pedro Andrés Garcia recomendaba reorganizar la linea de defensa con similar cantidad de hombres (20 0 25 milicianos segiin que el destino fuera una guardia o un fortin), los que debian ser cambiados cada dos meses. De acucr- do con estos datos, podfan ser afectados por las milicias mas de 100 hombres al aiio en cada localidad. En el cuadro 1 pueden leerse las localidades en las que se encontraban los emplazamientos, que fueron distribuidos segtin las fronteras co- rrespondientes.*? » Véase carta de Rosas del 8 de febrero de 1826. en Ta que pide que se disuelva la Sociedad para explotar estancias en el sur en AGN, S vit 104.14, > Bl articulo bajo el titulo de “Fronteras” da una cifra total de 325 milicianos, El Argos, Bucnos Aires, martes 17 de julio de 1821. El informe de P. A. Garcia: “Diario de la expedicién de 1822 a los campos del Sud de Buenos Aires; desde Morén hasta la Sierra de la Ventana”, en: De Angelis, Coleccién de obras y documentos de Historia antigua y moderna de las Provincias del Rio de la Plata, vol. vill. Bsenos Aires, Plus Ultra, 1972, pp. 419 2 427. 126 Justicia Después de la derrota de Cepeda hubo que dar nueva forma a los poderes puiblicos de la provincia auténoma. Asi, se reemplazaron con autoridades civiles las comandancias mi- Titares en partidos de la campafia, en una medida que buscaba aliviar presiones irasla- dando a fuerzas de linea para terminar con los excesos de algunos jefes militares sobre la poblacién y restar instrumentos a las luchas facciosas.*? Poco después, el gobiemo de M. Rodriguez, con las Reformas de 1821, eliminé los cabildos de Buenos Aires y Lu- jén y dej6 a la justicia, la policta y las milicias sin sus mandos superiores, Asimismo, reorganizé los departamentos y mantuvo la divisién en tres, aunque incorporando parti- dos debido al aumento de Ia poblaci6n.4 Con el propésito de imponer una justicia letra- da independiente de las presiones locales, se nombraron jueces de primera instancia en todos los departamentos (cuadro 3) en un nivel superior al de los jueces de paz.35 El juez de paz, a diferencia del de primera instancia, era lego. El cargo recafa en particulares cuya ocupaci6n no era la de administear justicia. Se exigfa que fuera ve- cino —propietario—- y que supiera leer y escribir. Debia intervenir en litigios meno- res, en algunos casos como agente de la justicia Ietrada. Era elegido enue las personas de mas prestigio sobre listas elevadas por convecinos y duraba un afio en el cargo. La obligaci6n tenfa cardcter indelegable y era gratuita. Los ingresos de estos jucces provenfan de méltiples actividades en las que combinaban el comercio con la producci6n: pulperfas, tiendas, chacras, haciendas y compras de cosechas.** » Decreto que atendfa a la “libertad civil de los pueblos” y a la necesidad de poner fin a problemas de jurisdiecién en los partidos de: Ensenada, San Fernando, San Pedro, Baradero, Pilar, Cafiada de It Cruz, Arroyos y Arrecifes, en los que se nombraron jueces territoriales. decreto 20-4-20, en La Gaceta nirn, 169. Véase una descripcién detallada de Tos problemas en la campafia y de la incstabilidad institucional en: J. Pérez, Historia de los primeros gobernadores de la Provincia de Buenas Aires: el aio XX desde et punto de vista politico-social, La Plata, AHPBA, 1950. Sobre el Cabildo de Lujén y la naturaleza de. poder focal, véase D. N. Marquiegui, Estancia y poder politico en un partido de la campaia bonaerense, Buenos Aires, Biblos, 1990. Para el de la ciudad, C. Heras. “La supresién del Cabildo de Buenos Aires”, en Revista Humanidades, torno x1, La Plata, 1925. 3 Rodriguez y Garcia, Buenos Aires, 28 de diciembre de 1821. En: ROPBA. 35 Para separar la justicia de la jurisdiccién de los Cabildos se designaron en 1820 jueces territoriales, que luego fueron sustituidos por los de primera instancia —funcionarios de carrera enviados por el gobier- no provincial—. Pasteriormente, Ia ley del 24-12-1821 (ROPBA tomo 1), suprimié los cargos de alcalde de Hermandad y transfirié sus atribuciones a los jueces de paz, excepto las de policia, que recayeron en los nuevos cargos de alcaldes y de tenientes alcaldes. Sobre competencias de estos nuevos funcionarios véa- se: AGN. $ X, leg. 12.6.1 y 12.6.2 (1821/22); 35.11.7 (1824); 35.11.12 (1825); 36.1.4, Para jueces de pri- mera instancia, AGN $ X, 12.2.2 pedidos del Gob. 1821 27.8.1 y 12.8.6 instruce, 1822 y 12.8.7. 3 Sobre competencias y obligaciones véase: Manual para los jueces de Paz de Campata, Buenos Aires, Imprenta de la Independencia 1825. Para un andlisis con mayor detalie: M. Ibafiez Frocham, La organizacién judicial Argentina, La Plata, La Facultad, 1938, y B. Diaz, Juzgados de paz de campafia de la Provincia de Buenos Aires, La Plata, Universidad Nacional de La Plata, 1959. Sobre las actividades econémicas de los jucces de paz no hay muchos datos, pero en los partidos de Morén, Lobos y Lujén, en 127 Asf, por ejemplo, Juan Comell se empleé a los veinte afios en la estancia de Ra- mos Mexia y vivid casi setenta aiios més en el sur; nunca abandoné la actividad pri- vada, fue administrador de campos y comerciante, a la vez que alcalde en Kaquel y fuego juez de paz en Dolores. Al mismo tiempo, servia en milicias, en las que leg6 a ser sargento mayor y comandante de Frontera, cargo con el que permanecié hasta su muerte. Equivocadamente aparece en las biografias e historias militares como ofi- cial de carrera, cuando en realidad no fue sino un civil en servicio segin consta en su Memoria del 22-11-64.*7 En enero de 1822 se designaron jueces de paz en todos los partidos de cada uno de los 24 departamentos reconocidos, lo que supone la existencia de una poblacién tural estable sobre la que debia extenderse la gestidn estatal.>® Veamos dos ejemplos aeste respecto y sobre la importancia que adquieren como testimonios: en el prime- to de los casos, la circular girada en 1829 a todos los jueces de paz de la campafia para que abran un registro de los menores sin padres y para que comprometan en el cuidado y proteccion “al cura parroco y a los vecinos”; el segundo caso es sobre los “vecinos de la clase pobre” que, en 1830, “reclamaban” un resarcimiento por haber sido afectados por la guerra. Las notas son sucesivas, todas tienen varias respuestas con apenas dias entre unas y otras. Los casos son seguidos de cerca tanto por los jue- ces de paz. como por el gobierno. Policia Los alcaldes y tenientes alcaldes también se elegian entre los vecinos a pamtir de temas que se clevaban al gobierno. No se requeria que supieran escribir y la carga piblica era ‘gran mayorfa estahan dedicados a negocios de chacra o hacienda que combinaban con pulperia o casas de ato, en AGN Lujéa y su Guardia 21.2.2, Morén 21.3.1, Lobos 21.1.7. En Pilar, zona de invernadas, si bien mayoritaria, no es abrumadora la cantidad de hacendados, que en algunios casos se dedicaban también a ‘otras actividades: AGN S x leg. 21.4.1. En Quilmes un juez de paz, Aspillaga, era hacendedo, pero tenia ‘comercio en Buenos Aires y ademiés traficaba con los indios, S x leg. 13.10.5, carta de Chilavent sobre una gestiOn de Aspillaga 19-6-1826. ¥ La memoria, AGN. $ Vil, 8-3-11, nim. 824. Datos biogréficos en: O. C. Cansanello, Introduecién y nolas a la fuente "Memoria del Sargento Mayor Juan Cornell”, en coedicién Universidad Nacional de Lujén-uNcr. 0. C. Cansanello y B. Goldwasser, “Memoria del sargento mayor Juan Cornell”, en: ‘Cuaderno N° 1, UNCPBA-UNLU, Tandib, 1995. Ademés, ea AGN, SX, Estadisticas, y en Sala ll, se encuen- tran liquidaciones militares en las que se discrimima la calidad de la prestacién, 1o que permite ideuuficar las que Hevan el agregado “de milicias” 38 Departamento 1: Quilmes.Ensenada, Magdalena, San Vicente, Caiiuelas, Ranchos, Monte, ‘Chascomis. Departamento 2: Morén, Lobos, Pilar, Lujan, Navarro, Guardia de Lujan, Capilla del Sefior, San Antonio de Ateco, Fortia Areco. Departamento 3: San Pedro, Baradero, Arrecifes, Salto, Ro.as Pergatnino, ‘San Nicolis. Decteto del 22 de enero de 1822 y decreto del 23 de febrero de 1822, ROPBA, pp. 16 y 73. 3 Bl caso de los menores sz inicia con la circular de diciembre de 1829 (no consta el dia); el de los vecinos reclamantes, con circular del 27 de febcero de 1830. Ambas en AGN, leg. 15, 128 anual,” Estos policfas locales respondian en orden jerarquico ante e} comisario de sec- cin, que era un funcionario designado desde el gobierno para poder separar la policta de la jusi EI fin buscado era mantenerla bajo la Grbita del ministerio politico. La organizacién inicial en secciones —seis para la capital y ocho para la cunpa- fla— y las funciones asignadas en las instrucciones dejan traslucir un propésito in- mediato de neutralizar los poderes locales. Ademas “ceiaban” el asco, el transito y las cocinas en todos los pueblos, y podian requerir el auxilio de los jueces de paz y de los jefes de milicias para perseguir vagos y desertores o para imponer el orden (ar ticulos 1, 3, 4, 5 y 6). Ei disefto de las ocho secciones rurales se hizo siguiendoel cti- terio explicitado en las instrucciones de la policfa municipal y de seguridad. Se cubrieron los distritos con arreglo a la densidad de la poblacién y a las posibilidades de trénsito entre ellos. Como es de suponer, existieron a partir de entonces competencias cruzadas, y mientras que el gobierno busc6 afirmar su autoridad sobre la base de los jueces de mera instancia y los comisarios, las vecindades se agruparon en tomo de los funcio- narios locales. Los jueces de primera instancia fueron suprimidos el 22 de noviembre de 1824, y junto con ellos los comisarios.*! Sin embargo, la situacién general de ines- tabilidad oblig6 a una nueva reorganizaci6n policial, debido a la necesidad de tener bajo control a ta poblacién inquieta por malones indios y por el incremento de las le- vas a causa de la guerra. A pesar de todas estas prevenciones, fueron continuas las quejas por la indiferencia “con que los jueces de paz miran la aprehensi6n de los de- sertores y de los vagos, a quienes mds de las veces protegian y amparaban”.“? En 1825 el gobierno reorganizé los distritos. Por su gran desarrollo fue separado el de Monsalvo —sexta seccién—, donde, ademas, se form6 un regimiento de mil cias de caballeria con vecinos de ese partido. El agregado “de caballerfa” se debia al cardcter rural de sus integrantes y la medida confirma que la zona sur tuvo una orga- nizacién similar a la del resto."3 “La ley de 1821 no dice nada respecto de la forma en que debian ser propuestos, pero el gobierno impuso en 1822 un mecanismo para que le fueran elevadas al jefe de Policia las ternas propuestas para alcaldes, tenientes alcaldes y jueces de paz. Fl 24-9-1824, en una designacién de alcaldes para las zonas rurales, €] nimero de los designados es: Sam Isidro 8, Fortin Areco 1, Lujén 4 y San Vicente 5. AGN, $ X 13.6.2. Una referencia anterior que ilustra sobre las propuestas, en AGN, S X 12.2.2 Justicia 1821. “| Las ocho secciones de Poliefa en: F, L. Romay, Historia de la Policia Federal Argentina, toro 2, Buenos Aires, 1963. Sobre los comisarios, el decreto del 28-2-1825 pasaba sus funciones a los jueces de paz (ROPBA, articulo 1). Luego, la ley del 22 de julio de 1825 restableci6 los cargos de comisarios Nota de Rivadavia en: B. Diaz, Juzgados de paz de campaiia de la Provincia de Buenos Aires, La Plata, Universidad Nacional de La Plata, 1959, p. 89. En zonas de nueva colonizaci6n los jueces de paz también eran comandantes de frontera, fd., p. 22. También era parte de sus responsabilidades convocar las Asambleas: AGN § X, legs. 13.3.4; 13.3.5; 13.6.1 Guerra/Gobierno. © El reglamento del 28-6-1825 reordené las secciones; poco después se separé a Navarro, Labos y Matanza de la segunda, y se creé la de Monsalvo. Se encarg6 a Rosas la formacién del Regimieato 5, Decreto: Buenos Aires, 5-10-1826; en: E, Dominguez, Coleccién de leyes y decretos milisares, tomo 1, 1810-1853, Buenos Aires, Cia. Sudamericana de Billetes de Banco, 1989, p. 438. 129 La importancia del seguimiento del desarrollo de la policia radica en que Ia po- blaciGn de vecinos prestaba servicios en ella; en las guardias o en las partidas forma- ron hombres que se seleccionaban del padrén de la milicia en forma rotativa. ‘Todo vecino sea cua) fuere su calidad, que no concurra sin justa causa al llamado de los jueces y ttes alcaldes por una pronta prisién, patrulla, ronda. ni otra medida extraor- dinaria, sera penada con 30p de malta [...) 4 Milicias Las milicias de campafia tuvieron su antecedente en los cucrpos coloniaies del mis- mo nombre formados para la defensa de la ciudad o de la trontera indigena. ‘lambién se utilizaron en Inglaterra, en Francia y en Espafta. Durante la colonia se organiza- ron por estamentos o procedencia, y se denominaron civicas o rurales segin el lugar en que sirvieran. Es conocido el papel que desempefiaron durante las Invasiones en 1806-1807 y en los intentos previos al estallido de Mayo. De Ja misma manera, los manuaies escolares se han encargado de difundir la imagen de las “milicias criolias” comandadas por Saavedra. Tradicionalmente, {as milicias urbanas se formaron en tres tercios de infanterfa y las rurales en dos cuerpos de caballeria, el Regimiento 4 cn la frontera norte y el Regimiento 5 en la frontera sur.*> ‘A comienzos de 1820 la situacion militar era critica y mientras que en la ciudad perduraba un servicio en milicias discriminatorio pero acorde con las practicas socia- les pautadas por los grupos predominantes,* en el medio rural el desorden parecia haber alcanzado a todos los Ambitos. No se habia mantenido equidad en las incorpo- raciones, las filiaciones tampoco eran uniformes y Ia disciplina de las fuerzas era muy mala, La reforma militar se convirtié en una necesidad: para las fuerzas de linea, por- que habia que adecuarlas a las nuevas exigencias del Estado en formacién, y para los Juan Martin de la Sota, juez.de paz de Exaltacién de ta Cruz y encargado de la Policia, 24-7-1825, en AGN, leg. 13.8.5. 4 Sobre temas generales: Comando en Jefe del Ejército, Reseria histérica y orgdnica del Kjército Argentino, Buenos Aires, Citculo Militat, 1973; J. Beverina, El virreinata de las provincias det Rio de la Plata. tomo I, Buenos Aires, Citeulo Militar, 1938, pp. 200-340; N, Sales, Sobre esclavas reelutas y mer- caderes de quintos. Barcelona, Ariel, 1974. Sobre la militarizacién en Buenos Aires, véase el clasico tra- bajo de Halperin Donghi, “Militarizacién revolucionaria en Buenos Aires". en: Ocaso del orden colonial en Hispanoamérica, Buenos Aires, Sudamericana, 1978, p. 130. 4 Se mnantenia una distincién muy marcada entre comerciantes y artesanos; éstos a diferencia de fos primeros debfan servit en las milicias a pesar de girar muchas veces con més capital. Un oficio de J. J Viamonte al Gobierno (21-10-1823), reclama “que un artesano honrado y de un pequeiio ersdito, se halla en el caso que la ley designa {...], pues |[..] es dueiio de un rédito seguramente mayor que el que puede teportar el comerciante”, AGN SX, 13-3-4. 130 civiles, porque éstos exigfan un régimen estable.? La ley de Servicio Militar impul- sada por Rivadavia llevaba esos objetivos. En efecto, en el titulo 1° establecia que el reclutamiento se haria por alistamiento voluntario y, de ser insuficiente, se Henarfa por contingente; Ia tarea de control quedaba a cargo de los jueces dc paz. Lo mas des- tacado es la realizacién de padrones que inclufan a todos tos domiciliados y 1a inte- gracién del contingente que se harfa por una “junta de jurados” integrada por el juez de paz, quien debia presidirla, y “por doce vecinos, propietarios casados y mayores de treinta afios”.* Desde ese momento, el gobierno con intervencion de un oficial designado al efec- to realizaba el empadronamiento para movilizar a la milicia activa que cumplia el servicio durante dos meses —tal era lo dispuesto legalmente—. Estos perfodos fue- ron en general respetados porque, de lo contrario, se comprometfan las actividades econémicas.”” En afios subsiguientes se hicieron nuevos ajustes a la ley. Uno de ellos reviste es- pecial interés y es el que hace recaer en ta Inspeccién General Ia responsabilidad de llevar un registro de los domicilios de los empadronados (ley de diciembre de 1824). Uno de los oficiales encargados —el teniente coronel Izquierdo— informa a la Ins- peccién General que no puede reunir los 600 hombres pedidos y que el Regimiento 2 se encuentra deshecho, sin oficiales “la mayorfa son soldados sin saberse su para- dero” por no haber sido formado en su totalidad “por gente domiciliada” °° En otro expediente que registra la reorganizaci6n del Regimiento 3 en la fronte- ra sur se incluye el padr6n que en anexos trae la lista de los faltos al enrolamiento: “Villarreal y pe6n, el inglés y et capataz, N. y los de su casa, Negrete y todos sus hi- jos”. También aparece la cantidad de los que debian cumplir con el primer turno en. Dos documentos de notable interés son el informe de P. A. Garcia a C. Saavedra, Villa de Lujan, 15-1-1819, en: De Angelis: Coleccién de obras y documentos de Historia Antigua y modema de las Provincias del Rio de ta Plata, Buenos Aires, Pius Ultra, 1972, vol. 1V, p.639, y el de Rosas en la Segunda Memoria al Gobierno, Los Cerrillos 1821, en: A. Saldias, Historia de la Confederacién Argentine, tomo 1, Buenos Aires, Oriente, 1975, pp. 448-449, en donde seitala que no se respetaban las normas para llenar el servicio y que habia graves irregularidades em el reclutamiento, y agrega que debia terminarse con los, privilegios. © yr, Sala de sesiones, afio 1822, del 8 de mayo al 1 de julio. También on El Argos det 15 de mayo de 1822. * Si bien en casi todos los legajos de Inspeccién General y de Comisarfa de Guerra se pueden sncon- trar licenciamientos. se mencionan aqui algunos: todos en AGN. SX 13.6.1. expediente a Tandil; 14.4.2 Comandancia de Guerra; 13.3.3 Inspeccién General. Respecto de liquidaciones, en Sx, 43.6.4 Ajustes, con varias de ellas, en las que se discrimina puntualmente a las unidades de milicias. También O. C. Cansanello. La campafia de Buenos Aires 1820-1829. Milicias de vecinos y estado politico en formacién, Mat del Plata, Jornadas Interescuelas, 1993. En Salto, noviembre de 1825, AGN S vit, leg. 14.4.14. También en otro expediente la Inspeceién General: “cree que esta medida [creacién de una compafifa de milicies] contendria la emigracién de aquel decadente pueblo [Guardia de Rojas] que es de grande interés", a pesar de que las guardias, se cubrfan casi totalmente con dotaciones de linea. AGN $ X 13.3.5. 131

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