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BARRIOLA Interpretación Del Reino de Mil Años
BARRIOLA Interpretación Del Reino de Mil Años
I - La ansiedad escatológica
IV - El quiliasmo o milenarismo
X - Epílogo
I - La ansiedad escatológica.
Jesús, durante su pasaje por nuestro planeta, no legó a sus discípulos una
perspectiva de continuo progreso intramundano en la historia. A todos, sus
contemporáneos y las futuras generaciones, nos previno sobre los dolores y
conmociones que acompañarían al fin del mundo, después del cual, se tendría su
venida gloriosa para juzgar a vivos y muertos.
Asimismo enseñó, con toda la claridad deseable, que sería inútil perderse en
cábalas y cálculos sobre fechas posibles de ese suceso. "En cuanto a ese día o a esa
hora, nadie la conoce, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, sino sólo el Padre" (Mc
13, 32).
Aunque el Señor haya dado a conocer las señales de su venida, no se advierte con
claridad el término de las mismas, pues, sometidas a un cambio constante, estas
señales han aparecido y han pasado ya; más aún, continúan todavía. La última
venida del Señor, en efecto, será semejante a la primera. Pues, del mismo modo
que los justos y los profetas lo deseaban, porque creían que aparecería en su
tiempo, así también cada uno de los fieles de hoy desea recibirlo en su propio
tiempo, por cuanto que Cristo no ha revelado el día de su aparición. Y no lo ha
revelado para que nadie piense que él, dominador de la duración y del tiempo,
está sometido a alguna necesidad o a alguna hora. Lo que el mismo Señor ha
establecido, ?cómo podría ocultársele, siendo así que él mismo ha detallado las
señales de su venida? Ha puesto de relieve esas señales para que, desde entonces,
todos los pueblos y todas las épocas pensaran que el advenimiento de Cristo se
realizaría en su propio tiempo"1 .
Pero 2 de edad en edad algunos hombres, hasta santos, han creído distinguir en
las circunstancias en que vivían la cercanía de ese acontecimiento. En el sigo VI,
San Gregorio el Grande pudo escribir: "Estamos viendo en nuestro tiempo con
más profusión de lo que leemos en los libros, que se levanta pueblo contra pueblo
y que su angustia se abate sobre los países. También sabéis con cuánta frecuencia
hemos oído que en otras partes del mundo ha habido terremotos que han
devastado innumerables ciudades. Sobre nosotros se abate peste sobre peste. Es
cierto que todavía no vemos claramente signos en el sol, luna y estrellas, pero el
hecho de que no estamos lejos de eso, podemos deducirlo del cambio de clima que
ya experimentamos"3 .
Ahora, con la proximidad del 3er. milenio, esa fiebre del fin encuentra una
oportunidad señalada para levantar cabeza.
Que nuestro siglo sea fértil en catástrofes, que la fe se vaya enfriando, que la
figura de la bestia parezca perfilarse en el horizonte, esto es verdadero. Con todo,
nada autoriza una predicción. El Hijo del hombre vendrá como un ladrón (I Tes
5, 2), a la hora menos pensada.
El reino del que habla Ap 2O, 1 - 1O ha sido tomado como un período concreto de
la historia definible en el tiempo y en el espacio, antes de la conclusión final del
universo. Esta concepción, llamada "milenarismo" o "quiliasmo" (en referencia a
los "mil años": jilía éte, de que habla el trozo), comienza con Justino y prevalece
hasta Orígenes (siglos II a IV).
Todos estos pasajes son como una prolepsis, un adelanto del triunfo final.
Se puede ver en ellos una fuerte acentuación simbólica, que acude a diversos
recursos para indicar la "globalidad" de los procesos. En muchos de ellos está en
juego el número 1OOO, como coeficiente de totalidad 10 . Es evidente que no hay
que tomar la cifra al pie de la letra, cuantitativa, matemáticamente hablando. Lo
mismo sucede (se puede prever) con el milenio del cap. 2O.
En el parsismo y entre los babilonios se creía que el mundo duraría 7OOO años.
Nada semejante aparece en las Escrituras canónicas del Antiguo o Nuevo
Testamento.
Filón de Alejandría 14 pensaba que cada uno de los días de la semana equivaldrían
a esos 7OOO años de la historia mundial. A la semana primordial (en Gén 1)
respondería otra conclusiva, cada una de mil años.
La idea de un milenio de victoria emerge en la literatura apocalíptica (apócrifa) del
judaísmo. El mesianismo, dadas las descripciones triunfalistas, que se leen en los
profetas, fue entendido como un éxito terreno de Israel, aunque también, según
otras posturas, se confunde la llegada del Mesías con el fin del mundo y de la
historia. Según este otro punto de vista, no se aguardaría precisamente una
anticipación "terrenal" del reino supratemporal de Dios.
Quien llegó a fijar el lapso de 1OOO años fue Eliezer Ben Hircano (hacia el 9O d.
C. , próximo a la fecha probable en que se compuso el Apocalipsis). Combinaba
el tiempo de la humillación: 4OO años de la cautividad egipcíaca, más 111 del
yugo extranjero en tiempos de los Jueces 15, más 49O años desde el destierro
babilónico hasta la toma de Jerusalén por los romanos = 1OO1 años.
Para algunas escuelas es entendido de forma espiritual; para otras sería una
especie de revancha de los "justos", que, hasta con placeres sensuales, se
desquitarían, en ese ínterim de las privaciones y persecuciones de que fueron
objeto. Así, por ejemplo, según el Libro de Henoc, los buenos judíos
engendrarían hasta 1OOO hijos.
Siempre fue rechazado por la Iglesia oficial. En Roma, sólo Hipólito lo sostuvo,
combatido por el Presbítero Cayo.
Poco a poco esta posición muy determinada (tiempo milenario con goce de
victorias terrenas para los "santos") fue también monopolio de grupos disidentes y
después del S. VI floreció casi únicamente en comunidades sectarias o entre
católicos un poco extravagantes.
Joaquín de Fiore fue quien aplicó nuevo combustible a esta manía calculadora.
Según él, para el 12OO o 126O comenzaría el milenio, coincidiendo con el tercer
reino 18. En él se inspiraron los "Fraticelli", sobre todo Ubertino da Casale 19.
En el siglo XV, en Bohemia, los "Taboritas" (bajo Juan Hus) dieron vida a un
"quiliasmo" guerrero, saqueando conventos y yendo en pos de un comunismo de
bienes.
Isaac Newton pensó primeramente que el milenio llegaría en 1715, después para
1766 23.
Ampliamos ahora el panorama, pues el punto constituye una dificultad seria para
la evaluación de los argumentos de tradición en general, en lo tocante a las
condiciones que han de reunir para considerarse como conductores de una
revelación divina auténtica y en particular, para acertar si un reino milenario de
Cristo en esta tierra antes del fin, pertenece o no al acervo obligatorio de la fe 26.
En efecto, no deja de ser una exageración afirmar que "en ese tiempo, como el
mismo Justino testimonia, el milenismo era profesado comúnmente (sino
universalmente) por los cristianos; y ninguna opinión, no digamos una nueva e
insólita, podría haber obtenido eso en poco tiempo" 27.
Van a ser más modestos (y honestos), cuando concedan que el propio Filósofo -
Mártir era consciente de que había "muchos cristianos (y no herejes, a los cuales
rechaza luego) ¿que no reconocen esta doctrina?(¿id non agnoscere?) con frase que
también puede traducirse ¿no la saben?" 28.
De manera que se exceden Alcañiz y Castellani cuando concluyen: "A los que no
lo siguen los tiene o por ignorantes o por errados"30 .
Justino afirma su visión sobre el milenarismo con clara conciencia de que no todos
"los de pura y piadosa sentencia" están de acuerdo con él. La distinción de la que
advierte a un judío, es de básica honestidad. Siempre presenta la fe como la
mantiene la Iglesia toda, aquí hace esta salvedad, dando a entender que no se
trata de visiones compartidas por todos los creyentes y que en ello no se juega la
pureza de la fe. No diría: "yo, por mi parte (= egó dé), si lo que propone fuera
acervo común e indiscuso de la fe. Habría expresado simplemente algo así:
"Todos los cristianos sostenemos". O bien: "La Iglesia toda admite". Pero, si
escribe: "Yo por mi parte", está indicando a las claras que no todos los fieles
creyentes (y no sólo herejes) condividen su postura, dejando entender que se trata
de un asunto discutible.
Dice Justino que los herejes que niegan la resurrección no son cristianos sino ateos
e impíos; en cambio, al contrario, enumera la doctrina sobre el reino milenario
no entre los dogmas ciertos, sino entre las opiniones libres. . . Pues su sentencia
se reduce a esto: admite ciertamente entre los católicos a los negadores del reino
milenario, pero piensa que ellos suministran armas a los herejes para negar la
misma resurrección de los muertos" 32.
Castellani, suele ampararse en los Padres de las primeras edades, como tradición
más genuina respecto a la de los siglos posteriores 44. Por esa misma razón
conjetura que el magisterio de la Iglesia no "puede ni podrá nunca" condenar al
milenismo espiritual, si no quiere serrucharse la rama en que se asienta" 45.
Ante todo, para que la unanimidad de los Padres en torno a una doctrina sirva de
criterio indicador de una revelación divina al respecto, ha de versar sobre materia
de fe y de costumbres, debe aparecer como constante, en diversidad de Iglesias,
escuelas y épocas, en una mayoría no matemática, sino moral.
Ahora bien, es difícil de verificar esta unanimidad moral 46.
O sea: en caso de que el milenio (como entiende Agustín) sea alegórico, y el reino
de Cristo se lleve a cabo a lo largo de "toda la vida terrena de la Iglesia", puesto
que el encadenamiento de Satanás es simultáneo con ese reino, ¿cómo se explica
que todavía sintamos sus tentaciones y que de hecho no nos encontremos
triunfantes en nuestros tronos dando sentencia al universo? O de otro modo:
puesto que la realidad de los asedios demoníacos es evidente, se seguiría que su
autor no está maniatado y que, por ende, no corre la interpretación alegórica del
obispo de Hipona 52 .
Hay un sermón, que ha sido atribuido a S. Agustín y ahora es tenido por dudoso,
que, sin embargo, bien resume la mente del santo Doctor al respecto. "Si el
demonio está atado, ¿cómo prevalece tanto aún? Verdad es que campa mucho;
pero con los tibios y negligentes. Porque el diablo está atado como un perro con
cadenas. A nadie puede morder sino al que se le acerca con una funesta
presunción. Pues bastante tonto es el que se deja morder de un perro atado. Tú
no te acerques a él con los deseos y pasiones del mundo, y él no se arrimará a ti.
Puede ladrar, puede solicitar, pero no puede morder sino al que quiere. No daña
coaccionando, sino halagando; no nos arranca el consentimiento, nos lo pide" 53.
Se da, pues, ya una victoria sobre el demonio, que puede ser descrita como su
encadenamiento, tal como lo ha dicho el mismo Jesús: "El príncipe de este
mundo ya está juzgado" (Jn 16, 11). "Simón, Simón, Satanás os busca para
zarandearos como trigo; pero yo he rogado por ti para que no desfallezcas en tu
fe y tú, una vez convertido, confirma a tus hermanos" (Lc 22, 31 - 32). "Las
puertas del infierno no prevalecerán contra ella" (Mt 18, 18). "Os escribo,
jóvenes, porque habéis vencido al maligno" (I Jn 1, 13). Esta seguridad de la
derrota radical de Satanás no impide el consejo: "Hijitos, guardáos de los ídolos"
(ibid. , 5, 21).
En todas estas perspectivas se dan dos planos juntos: el definitivo, que revela la
impotencia o encadenamiento del demonio respecto a su imposible triunfo total. A
la vez, se le permiten unas últimas escaramuzas, tanto para robustecer a los
santos, como para que el enemigo compruebe que por más que se agite, no
logrará una cosecha plena.
Es algo semejante a la situación del ejército del Tercer Reich, una vez que los
aliados desembarcaron, tanto en Anzio (Sicilia), como en Normandía, al sur y al
norte de los países europeos, que los nazis habían subyugado. Ya por entonces se
vieron derrotados, pero en su retirada decidieron hacer todo el daño que
pudieran, para dejar a los vencedores "Wüstenland" (el desierto). Por ende, que
el demonio esté encadenado, no le impide tentar tanto en la calle Caseros como en
Nueva York. Sólo se quiere indicar, ya el debilitamiento de sus ataques,
contenidos por la predicación del Evangelio, los sacramentos, los santos; ya la
certeza de su derrota última y irrecuperable. No se quiere decir que haya
completa ausencia de su influencia nociva.
Ahora bien, Jesús no es descendiente de las entrañas de David, dado que José (el
vástago davídico sobre quien se cumple la profecía) no es el padre natural del
Mesías 56. Renunciando José al cumplimiento de sus derechos, tanto
matrimoniales como proféticos (entendidos al pie de la letra), dio lugar a que se
llevara a cabo, del modo más realista imaginable, el núcleo central del oráculo:
"Yo (Dios) le seré a él padre y él me será a mí hijo". El nacimiento virginal es el
que permite que Dios sea padre natural del hijo de María.
Por estas razones conviene desconfiar de toda exégesis que descienda demasiado a
identificaciones históricas.
A pesar de que aquí y allá nunca cesaron de aparecer círculos milenaristas (sobre
todo en ambientes pietistas protestantes y en algunos grupos o autores católicos
(Lacunza, Castellani), hay que esperar a 1941 para encontrarnos con una
respuesta expresa de un dicasterio romano al respecto.
Tres años después, bajo el pontificado de Pío XII, vuelve a publicarse una
declaración similar. Con todo, hay algunos cambios en la formulación. Se
pregunta otra vez prácticamente lo mismo que en 1941, sólo que, en vez de decir
que Cristo vendría "corporalmente", ahora se afirma que los "milenaristas
mitigados" sostienen que Cristo ejercería su reinado "visiblemente" 68. La
respuesta es la misma: "tuto doceri non potest".
No consta oficialmente que haya sido ésa la razón del cambio. De todos modos es
una precisión bienvenida. Por lo demás, tal como se dijo, era bien claro lo que
quería expresar el documento de 1941, al usar un vocabulario similar al de
Eusebio.
Este último decreto (de 1944) fue explicado por G. Gilleman 70 . Al comentarlo,
nota cómo "el decreto afirma que el milenarismo (o quiliasmo) aún mitigado o
espiritual. . . no puede ser enseñado sin imprudencia. . . La fe de la iglesia no
conoce más que dos venidas de Cristo y no tres" 71 .
De ahí que la "resurrección primera", al comienzo del reino de mil años deba ser
entendida sólo en sentido espiritual, o sea, siguiendo a Pablo 75 y Juan 76 , como
participación, ya ahora, en la resurrección de Cristo, por la fe y el bautismo 77 .
Pero el reino de Cristo está expuesto a violentas revanchas del enemigo; y, según
la opinión común (fundada en los pasajes escatológicos del Nuevo Testamento),
Satanás desplegará un ataque más violento que todos los anteriores hacia el fin de
los tiempos.
El Libro de los Jubileos ampliaba ya la vida reparada en la era mesiánica hasta los
mil años: "Y los años comenzarán a crecer mucho y a aumentar entre estos hijos
de los hombres, hasta que sus días se extiendan casi hasta mil años" 82.
El mismo escrito basaba este cómputo en la edad del primer hombre, que murió
antes de alcanzar 1OOO años. "Le faltaron 7O años para los mil; porque mil
años son como un día en el testimonio de los cielos (Sal 89 / 9O, 4) y porque estaba
escrito, respecto al árbol del conocimiento: ?En el día en que comas de él
morirás?. Por esta razón murió sin completar los días de este año; porque murió
durante él" 83 .
En base al especial énfasis que se da a Satán (2O, 2. 7) es muy posible que con
"los pueblos de los cuatro ángulos de la tierra, Gog y Magog" (2O, 8) se simbolice
a las fuerzas demoníacas o a los muertos, por lo tanto, las legiones infernales 87.
En tal caso, Gog y Magog son nombres de una fuerza trascendente y, por lo
mismo, es tiempo perdido indagar acerca de algún acontecimiento, personaje o
nación concreta de la historia.
Las persecuciones de las bestias son terribles, pero precarias 89 . Esas medidas
temporales, de tipo más bien cualitativo antes que cronológico, equivalen a "poco
tiempo", expresión que aparece en relación al sufrimiento únicamente en Apoc 6,
11 y aquí: 2O, 3 90.
Ahora bien: se notan muchos paralelismos entre aquella escena, donde los santos
degollados pedían la intervención punitiva de Dios y nuestro cuadro del cap. 2O:
Cap. 6 Cap. 2O
En efecto; "la muerte segunda" (2O, 6) es como una "muerte al cuadrado", o sea
la muerte eterna de los condenados, que sigue a la primera muerte física normal.
Ahora bien, a estos santos se los preserva de la muerte segunda (v. 6), lo cual no
sucede por la sola resurrección de la carne, pues aún la resurrección final de todos
los muertos (justos y pecadores) no es garantía de preservación respecto a la
condenación
Por otra parte, el sentido metafórico es sugerido por el mismo adjetivo: "primera
resurrección". La muerte física, la primera muerte es tal en grado menor,
respecto a la segunda. Igualmente la primera resurrección ha de ser entendida en
un sentido disminuido respecto a la "segunda" (definitiva, al fin de los tiempos,
coincidente con la Parusía del Señor).
7, 1 ss, se la ha de suponer, pues se trata de las doce tribus de Israel, más "una
muchedumbre grande que nadie podía contar" (7, 5 - 9). Es el fenómeno común
de la fusión del antiguo y del nuevo pueblo de Dios en la Iglesia 95 .
Como se puede ver, pues, el tema del "martirio" une todos estos pasajes.
Pero, si se dice de los mártires degollados que "resucitan", ¿no se tratará de una
resurrección "física" ?
En esta situación de vida los mártires reinan con Cristo mil años. Esta cifra
simbólica indica con toda probabilidad, todo el tiempo de la historia
(prescindiendo de su duración matemática), en cuanto cualificado por la presencia
activa de Cristo.
¿Se trata de una actividad ejercitada por los mártires directamente desde su
situación de ultratumba? No se puede excluir una hipótesis por el estilo; pero
varias consideraciones la vuelven inverosímil.
La actividad de los mártires en la otra vida ya fue presentada en el quinto sello (6,
9 - 11), como un impulso de oración, dirigida a Dios para que restablezca el
equilibrio
Podría alguno sentir la siguiente inquietud: el Génesis, Ezequiel, mil años - poco
tiempo, no hay duda de que esas tres consideraciones proyectan su luz sobre este
oscuro pasaje, pero ¿cuál ha de ser la clave inequívoca para entender el trozo?
No se ha de excluir a ninguna, dado que el autor claramente alude a todas.
Por otra parte, en las "prolepsis" de que hemos hablado, se tiene como un
disfrute previo de lo que serán los capítulos postreros (21 - 22).
Más aún, todo ello, parece prometido en algunas de las cartas del septenario
inicial:
* "Le daré a comer del árbol de la vida, que está en el paraíso de Dios" (Apoc 2,
7). Es el tema de los orígenes, que reaparecerá en 22, 2: "A un lado y otro del río
había un árbol de vida". El mismo asunto, desde su otra cara negativa, está
jugando en 2O, 2: la serpiente antigua.
* "Jamás borraré su nombre del libro de la vida" (3, 5), que reaparece en 2O,
12.
* "Al que venciere le haré sentarse conmigo en mi trono, así como también vencí
y me senté con mi Padre en su trono"(3, 21), que es claramente un anticipo de
2O, 4: "Vi tronos y se sentaron en ellos", realidad, que a su vez se verá
consumada en 22, 1 - 3: "El trono de Dios y del Cordero estará en ella y sus
siervos le servirán, y verán su rostro, y llevarán su nombre sobre la frente" (cfr.
nuevamente: 3, 21).
Ese paraíso restaurado no se logra sin antes pasar por las "batallas" que "la
antigua serpiente" desencadenó siempre en la historia, desde el primer "paraíso
perdido".
En pocas palabras, pues: el MILENIO de reinado de Cristo con sus santos indica
la "primera resurrección", que se tiene en la Iglesia por la gracia, que es prenda
de la Visión, bajo la custodia indefectible de Cristo (mil años), por más que
contemporáneamente, si bien con diversa "calidad", se tolere y sufra el "poco
tiempo" de Satán, que continúa queriendo hacer todo el daño posible, pese a
saber que ya "está vencido"(Jn 12, 31; 16, 11).
X - Epilogo.
Los mil años brindan al creyente la tranquila contemplación del señorío de Cristo
sobre la historia. "Las puertas del infierno no prevalecerán" (Mt 16, 18). Pero,
simultáneamente, el "poco tiempo" que se le concede a Satanás para realizar
todavía sus tropelías, advierte asimismo que todavía no estamos en la "Jerusalén
que viene del cielo". El "milenio" de Cristo y sus santos asegura la confianza,
aunque, también, la conciencia sobre el "poco tiempo" del demonio ha de
ahuyentar cualquier asomo de presunsión. "Estamos salvados": es nuestra
seguridad, pero "en esperanza" (Rom 8, 24), no en la meta ya lograda.
Por lo cual, alejando toda suerte de cábalas, sobre cuándo será el momento
preciso de la Parusía y desechando más todavía la curiosidad por una especie de
milenaria revancha cristiana en este mismo mundo, el modo en que hemos de
concretizar nuestra relación especial con el resucitado no es perdernos en
periodizaciones históricas, sino "estar alerta" (Mt 24, 42; Apoc 3, 3), sin caer
en la búsqueda de sucedáneos que aligeren la espera, por medio de "paraísos
terrestres", al modo con que lo proponía, por ejemplo, Marx "103.
Esta impostura del Anticristo aparece esbozada ya en el mundo cada vez que se
pretende llevar a cabo la esperanza mesiánica en la historia, lo cual no puede
alcanzarse sino más allá del tiempo histórico a través del juicio escatológico:
incluso en su forma mitigada, la Iglesia ha rechazado esta falsificación del Reino
futuro con el nombre de milenarismo, sobre todo bajo la forma política de un
mesianismo secularizado, ¿intrínsecamente perverso?"104 .
Córdoba, 1999.
PRINCIPAL BIBLIOGRAFIA
Editorial, "La fin du monde est - elle pour demain?" en: Lumière et Vie, 11 (1953) 3 -
12.
B. Franzelin, "Thesis XVI. Opinio de regno Christi millenario penes Patres ante
saeculum quartum comparatur con consensu opposito Patrum subsequentium" en su
obra: Tractatus de Divina Traditione et Scriptura, Romae (1882, 3a. ed. ) 186 - 2O1
G. Kurt, "Mil (l`an)" en: Dictionnaire Apologetique de la Foi catholique, Paris (1926)
514 - 516
"Mil (año)" en: Enciclopedia Universal Ilustrada, Espasa, Barcelona (sin fecha)
XXXV, 162 - 165
"Milenarismo" en: Enciclopedia de la Religión Católica, Barcelona (1953) 4O4 - 4O9.
" " , "La promozione del Regno come responsabilità sacerdotale dei Cristiani secondo
l`Apocalisse e la Prima Lettera di Pietro" en: Gregorianum, 68 (1987), 7 - 55" ,
"Il Regno millenario di Cristo e dei suoi (Apoc 2O, 1 - 1O) en. Studia Missionalia, 42
(1993) 67 - 95
NOTAS
Así como, se suele tener una actitud descuidada, cuando se conoce la fecha de un
examen, de un viaje o cualquier otro compromiso y es común pensar: "Todavía falta
mucho", con la consiguiente ligereza de dar largas al asunto, prorrogando el propio
empeño de preparación, en forma análoga la conversión al Evangelio se vería mucho
más descuidada, si se tuviese noticia del día cabal en que Cristo volvería "para juzgar a
vivos y muertos". "Mañana respondamos alma mía, para lo mismo responder mañana",
según el conocido soneto de Lope de Vega.
Con todo, se levanta naturalmente la siguiente pregunta: ¿Con qué finalidad, entonces,
ofreció Cristo "signos precursores" de la cercanía del fin: Pseudo - mesías, guerras por
todo el mundo, terremotos y hambre, persecución de cristianos, etc. (Mc 13, 6 - 23)?
¿Con tales enunciados se ha "cronometrado" el fin del mundo, podrá ser divisable,
calculable?
Siendo imposible tomar tales presagios al pie de la letra (pues no ha faltado época en la
que no se haya dado todo ese abanico de calamidades), podemos descifrar algún sentido
real, a través de los símbolos. "Por una parte, está el hecho de que lo que prepara el paso
al final no es, por ejemplo, una suprema maduración histórica, sino que,
paradójicamente, lo que está remitiendo al sí de Dios es el desmoronamiento interno de
la historia, su incapacidad frente a lo divino, su oposición. Pero, por otra parte, una
mirada aunque sea superficial a la realidad de todos los signos, muestra que con esos ?
signos? se está señalando hacia la perenne condición de este mundo, porque éste se
halla continuamente desgarrado por guerras y catástrofes, y nada hace esperar que, por
ejemplo, la ?investigación sobre la paz? puede llegar a cambiar fundamentalmente esta
característica de lo humano.
A ello se debe el que todas las generaciones fueran capaces de sentirse interpeladas por
estos signos, aplicándolos precisamente a su propia época" (Véase en el texto que
seguirá las conjeturas de S. Gregorio Magno para su tiempo)(J. Ratzinger, Escatología,
Bardelona - 198O - 185 - 186).
"Por eso se puede decir también lo contrario: ?Cuando estén diciendo: `Paz y
seguridad`, entonces, de repente, caerá sobre ellos la calamidad, como los dolores de
parto sobre una mujer encinta; y no habrá manera de escapar?(I Tes 5, 3). De una
manera muy parecida se expresa un texto al parecer muy antiguo en el Evangelio de
Lucas: ?Y como ocurrió en los tiempos de Noé, así sucederá también en los días del
Hijo del hombre: comían, bebían, se casaban ellos y daban a ellas en matrimonio, hasta
el día en que Noé entró en el arca; y llegó el diluvio, y acabó con todos. Igualmente
sucedió en los tiempos de Lot: comían y bebían, compraban y vendían, plantaban y
edificaban; pero el día en que salió Lot de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre y
acabó con todos. Lo mismo sucederá el día en que el Hijo del hombre se manifieste?
(Lc 17, 26 - 3O cf. Mt 24, 37 - 39).
Al menos tal y como nosotros los hemos analizado hasta ahora los signos no permiten
datar el final. Es verdad que lo ponen en conexión con la historia, pero es en el sentido
de que obligan siempre a estar alerta. A la vista de esos signos hay que decir
precisamente que siempre es el tiempo final, que el mundo setá siempre tocando lo
totalmente otro, lo cual acabará una vez con el mundo en su totalidad en cuanto
khronos (tiempo). . . (Concentrando esta perspectiva en el "signo" sobresaliente, parece
acertada la presentación de Gerhoh de Reichersberg - 1O93/94 - 1169 - ) al decir que el
anticristo es como una especie de principio de la historia de la Iglesia, ?el cual se
concreta no en una figura sino en muchas. . . Acaba (así) de una manera radical con la
idea tradicional de que se ha de entender alegórica y no históricamente. Al anticristo
hay que tomarlo literalmente. Merece ese nombre todo lo que sea Christo Filio Dei
contrarius. . . Con otras palabras, anticristo es todo aquel que destruye el ordo y
siembra la confusio. . . ?
De este análisis se puede sacar una doble consecuencia: de los elementos cósmicos en
las imágenes del Nuevo Testamento no se puede concluir nada en orden a una
descripción cósmica del curso de los acontecimientos futuros. Todos los intentos en este
sentido se han equivocado de camino. . . El derrocamiento de los elementos del mundo,
el apagarse del sol, la luna y las estrellas, es algo que ya ha ocurrido
(Gál 4, 3; Col 2, 8) y, sin embargo, todavía tendrá que venir; la trompeta de la palabra
convoca ya desde ahora a los hombres, pero se trata de algo que todavía tendrá que
hacer. Cada Eucaristía es parusía, venida del Señor, y cada eucaristía es, con todo,
preponderantemente tensión del anhelo de que revele su oculto resplandor" (J.
Ratzinger, ibid. , 189 - 19O
Es posible comprobar la doctrina del último párrafo, acudiendo a Hech 2, 16, donde
Pedro interpreta simbólicamente los signos cósmicos anunciados por el profeta Joel.
2. Para lo que sigue, nos inspiramos en: Editorial, "La fin du monde est - elle pour
demain?" en: Lumière et Vie, XI (1953), 4 - 12.
3. S. Gregorio Magno, Homilia I in Evangelium; PL 76, 1O77 s. Algo similar nos sale al
paso en el siglo anterior, en pluma de S. Cipriano, quien, escribiendo al pagano
Demetrio, asegura que las desdichas que se abaten sobre el imperio, guerras, malas
cosechas, epidemias, son de seguro los signos predichos para los últimos tiempos. Le
parece patente (con una evidencia que debería imponerse aún a un pagano), "que el
mundo ya ha envejecido, que no se sostiene más con el mismo vigor, la misma robustez
que otrora" (Epistola ad Demetrium, 58, 2). Este juicio fue expresado en torno al 25O.
Es meridianeamente claro que después de diecisiete siglos, nuestro mundo agotado
sigue con bastante buena salud.
Por donde se ve que ya hace diecisiete o catorce centurias, en el sentir de santos y hasta
papas, eran tan frecuentes comentarios parecidos a los que todavía hoy circulan a raíz
del agujero en la capa de ozono, de los desastres provocados por el "Niño", la "Niña" u
otras calamidades que "siempre" se han dado en este mundo.
El autor recién citado extrae la siguiente conclusión: "Se equivocaría uno sobre el
alcance (de estas descripciones un tanto tremendistas) si no se viera en ellas (salvo en
algunos eremitas) otra cosa que un verdadero género literario, adoptado por los
moralistas, reformadores y polemistas que dramatizan a gusto la situación" (ibid. , 532).
También es verdad que "cada una de las aventuras de la historia, aunque más no sea por
el lugar que ocupa en la serie. . . , se encuentra sucesivamente más próxima de la
consumación final y por ahí se encuentra legítimamente anunciando para aquellos que la
viven, y esto cada vez de manera más acuciante, la cercanía, la aproximación, la
inminencia relativamente más urgente, del último fin. Así pasa con la vida de la
humanidad como con la vida de cada hombre (nos acordamos de la divisa de algunos
antiguos cuadrantes solares: vulnerant omnes, ultima necat: cada hora que vivimos
nos hiere, la última mata). En cierto sentido, cada vez se vuelven un poco más
literalmente verdaderas, más directamente aplicables, las palabras apostólicas: La
noche está ya avanzada, el día se acerca (Rom 13, 12). Yo os lo digo, hermanos, el
tiempo se ha acortado
(I Cor 7, 29). Todavía un poco de tiempo (Hebr 1O, 37). Ahora bien, está cercano el
fin de toda cosa
(I Pedro 4, 7). Hijitos ésta es la última hora (I Jn 2, 18). Sí, mi vuelta está próxima
(Apoc 22, 2O)". (H. I. Marrou, "La fin du monde n`est pas pour demain", en: Lumière
et Vie, II - 1953 - 94 - 95).
5. Nos guiamos por: U. Vanni, "Il regno millenario di Cristo e dei suoi (Apoc 2O, 1 -
1O)" en: Studia Missionalia, 42 (1993) 1 - 95.
6. Sería de nunca acabar suministrar las noticias bibliográficas relativas a este tema, pues
no sólo atañe a la interpretación bíblica, sino también, como se verá brevemente, a la
patrística. A lo largo del presente trabajo iremos indicando los principales autores de
que nos hemos valido.
7. Donatista africano hacia el 38O. Pese a su herejía, fue muy apreciado por su
antagonista Agustín, sobre todo en su interpretación antimilenarista del pasaje
apocalíptico en cuestión.
8. Porque, él mismo confesará que en épocas anteriores se había inclinado por la postura
realista.
9. Eclesiología "ad extra", tema de la 2a. parte del Apocalipsis a partir del cap. 4?.
11 . Tomamos los datos que siguen de: Ch. Brütsch, "Le millenium, essai
d`interprétation" en su obra: La Clarté de l`Apocalypse, Genève (1966) 329 - 336.
18 . Del Espíritu, que superaría al de Cristo. Entonces no habría más jerarquía que
rigiera a los "religiosos y espirituales".
Aunque su relación con nuestro tema es tangencial no está de más tener alguna idea
sobre los célebres "terrores del año mil", pues no ha faltado (ni faltará) quien, ante la
proximidad del tercer milenio, ha traído a la atención lo que (pretendidamente) sucedió
a fines del 999.
La noche de S. Silvestre (31 de diciembre) de 999 habría sido vivida por los cristianos
en un clima de pánico, pues, según Apoc 2O, 1 - 7, después de mil años de serenidad en
el reino de Cristo, que era la cristiandad, seguirían los desastres y guerras con las
naciones de Gog y Magog.
El benedictino Dom Plaine (1873), von Eicken, Orsi y otros serios investigadores, se
pusieron a buscar la documentación de semejantes horrores y no hallaron una sola
constancia de tales miedos colectivos a fines del siglo X.
Todo lo contrario. Hacia fines del 999, cuando un predicador exaltado, en una iglesia de
Paris, habló del fin que se aproximaba, fue refutado allí mismo por Abdon de Fleury
("Apologeticus" en: Migne, PL 139, 1471).
Para más datos consultar: G. Kurt. "Mil (l`an)" en: Dictionnaire apologetique de la Foi
Catholique, Paris (1926) 514 - 516. "Mil (año)" en: Enciclopedia Universal Ilustrada,
Espasa, Barcelona (sin fecha) XXXV, 162 - 165.
23 . En su libro: Observations upon the Profhecies of Daniel, and the Apocalypse of St.
John de 1763.
Entresacamos lo siguiente: "El 22 oct. de 1844 W. Miller, en EE. UU. : donde unos 5O.
OOO adventistas esperaron en un estadio la segunda venida de Cristo en 1844; fue el ?
gran chasco?.
29. S. Justino, Diálogo con Trifón, 8O, 2 (ed. D. Ruiz Bueno, Madrid - 1954 - 446).
Dicho sea de paso: la obra de Franzelin figura en la copiosa bibliografía que corona los
análisis históricos de Alcañiz - Castellani. Pero, nunca es calibrada seriamente, al menos
para rebatir las graves objeciones que dirige a la seguridad con que se quiere encontrar
una "unanimidad patrística" como sostén del milenarismo.
35. H. Lesêtre, "Millenarisme" en_Dictionnaire dela Bible, Paris (1928) IV, 1O91.
40. Pese a lo que insinúa Castellani, siempre obstinado en cosechar el menor indicio a
favor de su postura (ibid. , 44 y 327: "si es que por ventura dejó - Agustín - nunca de
serlo - milenarista -". "Si acaso San Agustín lo fue - antimilenarista -").
Pero, a todas luces, el propio santo confiesa que, aún un milenarismo espiritual,
"aceptable" va contra su postura última. "Esta opinión sería de algún modo tolerable, si
admitiera que los santos durante ese tal sábado disfrutan, por la presencia del Señor, de
unas ciertas delicias espirituales. Incluso hubo un tiempo en que nosotros fuimos de la
misma opinión" (De Civitate Dei, XX, 7, 1). "Fuimos", o sea: "ya no lo somos más",
sino que lo tiene como cosa pasada y superada, pues no añade: "Fuimos y seguimos
sintiendo así".
Además, gran parte del esfuerzo de Agustín irá enderezado a mostrar que los "mil años"
se refieren alegóricamente al tiempo de la Iglesia (no a un período de reino terreno,
inmediatamente anterior a la Parusía) y la "primera resurrección" será tomada por él
como la que se realiza en la vida de la gracia, ya en esta vida y sobre todo, después de la
muerte, ya antes de la resurrección general.
41. Si la leyeron Alcañiz y Castellani, parece gran descuido que no la hayan considerado
para rechazarla (como hacen con De Groot, Allo, Bonsirven).
42. Hoy habría que decir: milseiscientos años y más, ya que Franzelin editó por 3a. vez
su monumental obra en 1882.
Notifican aquí que dos protestantes argumentaban contra la tradición más antigua
(rechazándola como criterio de revelación), sosteniendo: la tradición primitiva se
equivocó, pues sostuvo el milenismo, el cual es falso, según la Iglesia romana deste
tiempo".
Concluyen Alcañiz y Castellani: "Si la Iglesia romana condenara (ahora) el milenismo
espiritual haría bueno el argumento de Dallaeus y Dedóminis. Y ya no se podría saber
seguro cuál cosa era ?tradición?, y cuál no era tradición".
Pues, como hemos ya señalado, ni siquiera en Justino era patente que todos los
cristianos ortodoxos sostuvieran este punto concreto del milenio.
Después, porque, según demostró Franzelin, es imposible que una verdad universal y
muy antiguamente sostenida en la Iglesia, se eclipse del todo, dando lugar a la contraria,
como habría sucedido en los siglos IV?y V?, siempre en el supuesto de que el
milenarismo hubiese pertenecido al depósito de la tradición.
47. Ver: B. Rigaux, Saint Paul - Les Epîtres aux Thessaloniciens, Paris (1956) 261.
52. Da la sensación de que Castellani no tiene en cuenta todo lo que S. Agustín enseña
al respecto. El Hiponense afirma: "lo que significa esto (la ligazón del demonio en Apoc
2O, 2) lo dan a entender las palabras del Evangelio: Nadie entra en la casa de un fuerte
para robarle su ajuar si antes no ata al fuerte (Mt 12, 29). Ató, pues, Cristo al diablo con
cadenas espirituales, venciendo la muerte y subiendo al cielo desde el lugar de la
muerte; lo ató con el sacramento de la encarnación, pues no hallando en él nada digno
de muerte, le permitió que se la diera, y así, teniéndolo atado, le robó como despojo sus
presas. . . purificando estos despojos con el perdón de los pecados" (Enarrationes in
Psalmum, 67, 16; PL XXXV, 821). "Habéis oído siempre esto, que en aquellos tiempos
la Iglesia entera juntamente sufría las agresiones: ahora, en cambio, las tentaciones
acometen a las personas singulares. Ciertamente fue encadenado el diablo para no hacer
cuanto puede ni cuanto quiere; sin embargo, se le permite tentar lo que conviene para
provecho de los fieles. A nosotros no nos conviene estar sin tentaciones, y por eso
rogamos a Dios, no que seamos tentados, sino que no caigamos en la tentación"(ibid. ,
in Psalmum 63, 1; PL XXXVI, 761).
53. Pero, lo más extraño es que Castellani conoce la explicación de S. Agustín, que
acierta a armonizar tanto la sujeción del demonio, como su relativa libertad de acción,
según lo hemos recordado, con la imagen del perro atado. En efecto, en una de sus
homilías, fechada en 1962, sin citarlo expresamente, pero basándose sin duda en la
metáfora de S. Agustín, explica brillantemente lo que sigue: "?Cómo dice Cristo que el
Diablo está ya derrotado? El Diablo puede mucho, y la gente dice que ahora anda
suelto; incluso León XIII en la oración a San Miguel que se reza al fin de la Misa. El
Diablo está suelto solamente para los que se le arriman; es como un perro atado a la
cadena. Entonces ?por qué dice León XIII ?a Satanás y a los otros espíritus que andan
dispersos por el mundo para la perdición de las almas?? Los diablos andan vagando
pero solamente en el mundo, en lo que Cristo llama ?el mundo?; en nosotros no tiene
parte. Cristo dijo: ?el Diablo en mí no tiene parte alguna? (Jn 14, 3O) ?Cómo no tiene
parte, si lo hizo morir, lo llevó a una muerte ignominiosa? Cristo no dijo: ?no tiene
poder en mí?, sino ?no tiene parte?: ?no puede entrar en mi voluntad si Yo no quiero?,
pero tiene poder sobre la natura humana, que Cristo había asumido" (Domingueras
prédicas II, Mendoza - 1998 - 14O. Subrayados nuestros).
¿Por qué admite esta explicación para las tentaciones demoníacas a los individuos y no
la extiende al poder mundial (subordinado a la permisión divina), que ejerce el
adversario de Dios en toda la historia, reduciendo el encadenamiento de Satanás, sólo al
período cronológico de ese "milenio", que tantas razones aconsejan no tomar
literalmente? La respuesta que nos viene a la mente es que, estando fijado en su
comprensión jiliasta de Apoc 2O, 1 - 1O, desecha sistemáticamente toda otra
interpretación que no encaje con la suya. Por tanto, según Castellani: Diablo
encadenado con relativa capacidad de daño para los individuos a lo largo de la historia,
pero prisionero en verdad solamente en el supuesto milenio de triunfo terrestre de Cristo
con sus mártires.
54. De paso, nótese la manera extravagante e inconstante consigo mismo usada por
Castellani para expresarse. Con mucha frecuencia, habiendo a disposición un verbo o
palabra castellana, echa mano a latinismos ("contiende = contendit = defiende).
Asimismo escribe: "Apokalipsi" (omitiendo la sigma final, no se sabe bien por qué,
dado que figura en el original griego y, sobre todo, que él mismo titula otra de sus
obras: El Apokalipsis, Bs. As. - 1963 - 1a. ed. 1956). También designa al autor de esta
obra como : "Juan Apokaleta".
Para Ireneo, la Jerusalén nueva estará en el medio de la tierra y a ella aplica las viejas
loas de los profetas: "Dichoso aquel que tiene su semilla en Sión y su servidumbre en
Salem. Por cierto allí el rey justo reinará y sus príncipes con juicio" (Is 31, 9 y 32, 1)
(Adversus haereses, V, 33).
En cuanto a ciertos escolásticos que ven la resurrección del cuerpo como un accesorio
de gloria "accidental" al alma inmortal ya beatificada, no es esa la postura de Sto.
Tomás, que se presenta mucho más matizada. "No es que la unión con el cuerpo sea
para ella (el alma) algo accidental, pues se realiza por exigencia de su misma
naturaleza" (Summa Theologiae, I, q. 89, a. 1 c. ). "Por lo tanto resulta claro que el estar
unida con el cuerpo y entender por medio de imágenes es mejor para el alma. Si bien
puede existir separada y tener otro modo distinto de conocer" (ibid. ).
El alma humana por más que sea subsistente, no es una substancia completa; su relación
con el cuerpo le es esencial. El alma es creada por Dios solamente para informar un
cuerpo. Necesita de él porque no está dotada de ideas innatas y sólo puede pensar con la
ayuda de una sensibilidad que le proporciona los objetos. Para Sto. Tomás el alma no es
"hoc aliquid", o sea un ser completo, individual que se basta a sí mismo; es una "parte"
del hombre, como el pie o la mano, pero de otro tipo, evidentemente. No es el alma sino
el hombre quien es hoc aliquid (Summa Theologiae, I, q. 75, a. 2, ad 1). "Si
prolongásemos la idea, llegaríamos a la consecuencia de que la muerte pone al alma en
un estado que no le es natural y que hay, en el alma separada, un deseo natural de la
resurrección de su cuerpo. . . Pero, por el contrario, no hay que disimular que el estado
del alma después de la muerte plantea en el aristotelismo un problema bastante delicado.
?Es un estado violento, contra naturaleza, como en Platón la caída y el aprisionamiento
del alma en un cuerpo? No exactamente. El estado del alma separada no es según su
naturaleza. . . pero tampoco es contra su naturaleza; dicho de otro modo la resurrección
del cuerpo no es una exigencia metafísica. Y, en efecto, que el alma sea por naturaleza
subsistente, significa precisamente que no exige un cuerpo para existir, puesto que
puede existir sin él. Así la oposición entre lo que es según la naturaleza y lo que es
contra la naturaleza, es demasiado brutal para aplicarse aquí. La verdad está entre las
dos, y si las palabras no son suficientes para expresarla adecuadamente, se entrevé por
lo menos dónde esté (Summa Theologiae, I, q. 89, a. 1)" (R. Verneaux, Filosofía del
hombre, Barcelona - 1975 - 228).
56. No se puede decir que el parentesco carnal con David le venga a Jesús por María.
Hoy en día más de un comentarista lo pone en duda. Ver R. Laurentin, "Marie est - elle
Fille de David?" en su obra: Les Evangiles de l`Enfance du Christ - Vérité de Noël au -
delà des mythes, Paris (1982) 4O3 - 4O4.
57. Sto. Tomás de Aquino, a tono con la mejor tradición, razonaba así: "Aunque el
estado del Nuevo Testamento en general fue prefigurado por el estado del Antiguo, sin
embargo no conviene que sus particularidades correspondan a cada cosa particular,
principalmente habiéndose cumplido en Cristo todas las figuras del Antiguo
Testamento. Y por tanto san Agustín (De civitate Dei, XVIII, 52) responde a algunos
que querían fijar el número de persecuciones que padeció y habrá de padecer la Iglesia
según el número de las plagas de Egipto, diciendo: yo no juzgo que en aquello que pasó
en Egipto fueron significadas proféticamente esas persecuciones; aunque por aquello
que estos juzgan parezcan estar delicada e ingeniosamente comparadas cada una de
aquellas cosas con cada una de éstas, no con profético espíritu, sino con conjetura de la
mente humana. Y del mismo modo parece ser acerca de los dichos del Abad Joaquín,
quien por tales conjeturas predijo sobre lo futuro algunas cosas verdaderaas y en otras se
engañó"(Summa Theologiae, III, q. 77, a. 2, ad 3).
59. A. Calmet, Commentaire littéral sur les Epîtres de Saint Paul, Paris (1726) VIII,
254.
63. Datos recogidos por Eusebio de Cesarea, Historia Eclesiástica, VII, 24 - 25.
35O - 351.
73. Castellani, ibid. , 4O, aduce I Cor 15, 22, guardándose muy bien de enfrentarse con
el v. 52 del mismo capítulo.
75. Ef, 5, 14: "Despierta tú que duermes y levántate de entre los muertos, y te iluminará
Cristo"; Col 3, 1: "Si fuisteis resucitados con Cristo, buscad las cosas de arriba".
76. Jn 5, 25: "Llega la hora y es ésta, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y
los que la escucharán vivirán".
Por de pronto se puede responder que el texto no se refiere sólo a "los degollados", pues
sigue enumerando: "Y cuantos no habían adorado a la bestia ni a su imagen y no habían
recibido la marca sobre su frente y sobre su mano" (v. 4 b). Bien lo advierte E. B. Allo:
"Kai oitínes ha sido diversamente traducido. . . La mayoría de los críticos modernos y
hasta los traductores, se toman la libertad de descuidar ese kai, para relacionar "oitínes"
con los "degollados", como si se tratara únicamente de los mártires. . . Es hacer
violencia al texto, con cierta desenvoltura, para salir de apuros" (Saint Jean.
L`Apocalypse, Paris - 1921 -285).
79. Recordar "la Mujer" del cap. 12 (pueblo judío, María, Iglesia cristiana); la lucha del
dragón(celestial y terrenal, anterior y concomitante a la historia).
80. Para este trozo del trabajo hemos acudido a : J. Danielou, "Tausendjähriges Reich"
en: J. Bauer, Bibeltheologischer Wörterbuch, Graz - Wien - Köln (1962, 2a. ed. ) 1O96
- 1O99. (Hay traducción castallana).
81. Is 65, 2O: "No habrá allí niño de pocos días, ni anciano que no cumpla los suyos,
pues el más joven morirá a los 1OO años y no llegar a 1OO años será tenido por
maldición".
82. Ver: R. H. Charles, The Apocripha and Pseudoepigrapha of the Old Testament,
Oxford (1969, 6a. ed. ) 49.
84. Sobre el que se inspira visiblemente el autor del Apocalipsis a partir de 19, 11 hasta
22, 5. Ver: Apoc 19, 11: "Vi el cielo abierto" y Ez. 1, 1: "Se abrieron los cielos y
contemplé"; Apoc 19, 17: Un ángel "que gritó. . . a todas las aves del cielo: Venid,
congregáos al gran festín. . . " y Ez. 39, 4: "Te destino para pasto de aves rapaces. . . (v.
17). . . Di a las aves de toda especie. . . Reuníos y venid. . . para comer las víctimas. . . ".
Apoc 2O, 4: "las almas de los que habían sido degollados. . . vivieron y reinaron" y Ez.
37, 1O: "Entró en ellos el espíritu, y vivieron y se pusieron de pie".
85. Dentro del Antiguo Testamento se habla muchas veces y de varias maneras de Gog
y Magog. Mientras que Gog y Magog aparecen como nombres personales (I Crón 1, 5;
5, 4; Gen 1O, 2), en Ez 38, 2. 3. 14. 16. 18; 39, 1. 11. 15 se distingue a Gog, como un
gran príncipe de la tierra de Magog (Ez 38, 2; ver 39, 6), donde se ve que Ma - gog es
una derivación ad hoc, extraída del nombre Gog.
Según Ez 38 y ss. , Gog, por orden de Dios, debe marchar contra Jerusalén con la fuerza
reunida de muchos pueblos (38, 12) y capturarla. Pero, después, el mismo Yahwe lo
vencerá y aniquilará (38, 1 - 8).
86. Reiteramos (en nueva respuesta a J. Michl; ver n. 69) que, por el hecho de haber ya
muerto en el martirio y, en consecuencia, haber también dejado el mundo, no se ve
obstáculo a que la acción de los mártires pueda repercutir sobre el mundo. Según el
mismo Apoc 6, 9, las oraciones de los santos degollados, desencadena los
procedimientos sucesivos que tienen por escenario la tierra, "hasta que se cumpla el
número de los elegidos". Que estén ya en el cielo no impide una unión con los que
todavía luchan en la historia.
89. Era el sentido de la mitad de siete: tres años y medio, 42 meses, 126O días. Ver
Apoc 11, 2. 3; 12, 6. 14.
90. En 12, 12 el "poco tiempo" es equivalente a los 126O días precedentes (v. 6) y a:
"un tiempo dos tiempos y medio tiempo" posterior (v. 14).
91. U. Vanni, "La promozione del Regno come responsabilità sacerdotale dei Cristiani
secondo l`Apocalisse e la Prima Lettera di Pietro" en: Gregorianum, 68 (1987) 3O.
92. Recordar los textos paulinos que hablan de una resurrección de los cristianos "ya"
después del bautismo, aunque "todavía no" definitivamente: Ef 5, 14; Col 3, 1.
Tampoco se debería pasar por alto que el orden "primero - segundo" aplicado a la
muerte o la resurrección surge bajo la base de que se refieren a los mismos sujetos. Los
réprobos que ya murieron una primera vez (disolución física), son los mismos que
reciben la muerte redoblada de la condenación.
Pero, recordemos, con Allo y Höpfl, que esta primera resurrección no se refiere sólo a la
actividad de los mártires, ya difuntos, sino también a la vida de gracia, de otro grupo:
"los que no habían adorado a la bestia" (2O, 4b). Si esta primera resurrección se refiere
a los mártires y otros justos que ya emigraron de esta vida, puede entenderse su
glorificación, en cuanto, al gozar de la visión beatífica, son celebrados con culto
solemne y con Cristo reinan e interceden eficazmente por los fieles. Pero no se excluye
a los que todavía vivimos, "los que ya resucitan con Cristo" (Ef 2, 6). También ellos son
sacerdotes de Dios
93. Alguno podría objetar: pero, si, según esta interpretación se supone que al menos
algunos santos ya están en el cielo, reinando con Cristo, ?cómo puede afirmarse que se
encuentran "amenazados"?Una ojeada a 6, 9, el lugar paralelo al que nos ocupa, nos
dará la respuesta: "Las almas de los degollados. . . clamaban dando grandes voces,
diciendo: ?Hasta cuándo, Señor, Santo, Verdadero, no juzgarás y vengarás nuestra
sangre en los que moran en la tierra??. . . Les fue dicho que estuvieran callados por un
poco de tiempo aún, hasta que se completara el número de sus consiervos y hermanos,
que también habían de ser muertos como ellos" (Ver 12, 12 y 2O, 3).
La gloria de los santos, si bien ya está adquirida y no podrán perderla más, está
vinculada con la suerte de sus "consiervos" y todavía no es completa, hasta que en el
último tribunal se haga justicia de los malvados de la tierra. De ahí que se pueda afirmar
que en algún modo está todavía amenazada, en lo que falta para que se cumpla en
número de los hermanos, que todavía bregan por el mundo.
94. Jerusalén ya aparece en 11, 8 y 14, 1: el Cordero está sobre el monte Sión.
95. Tener en cuenta: la Mujer, coronada de "doce estrellas"(12, 1); pero también "el
resto de su descendencia, que"guarda los preceptos de Dios y mantiene el testimonio de
Jesús: martyrían Jesou.
96. Sintetizamos a: U. Vanni, "La promozione del Regno. . . ", 3O - 31 y 29. 31 - 32.
97. Según Allo, no se debería excluir a otro grupo: "Todos los que no habían adorado a
la bestia ni a su imagen y no habían recibido la marca sobre su frente y sobre su mano"
(Apoc 2O, 4b).
"Los otros muertos", que no vivieron hasta que fueron cumplidos los mil años, no son
los que resucitaránn sólo para el juicio final, sino los que están ya en "la muerte
segunda", en la total inacción de su condena. El "hasta que fueron cumplidos los mil
años" no quiere decir que "después" podrían librarase de su "segunda muerte". El autor
tiene en cuenta sólo el período de "mil años", en el cual unos muertos (de muerte física)
los mártires, resucitan por su actividad real y sacerdotal junto con Cristo; mientras que,
en ese mismo lapso de tiempo, "los otros muertos" continúan en su inercia de muerte
redoblada.
101. Subrayando el tenor simbólico de todos estos datos, que no han de ser tomados
literalmente, Vanni, en un ulterior artículo notaba lo siguiente: "Se siente la solicitud de
decodificar la expresión (mil años) para una comprensión adecuada del contexto. Se
pregunta como primera cosa si ?mil años? deba ser tomado como expresión en el
sentido realista de una duración cronológica o en un sentido simbólico, que se ha de
precisar todavía. El contexto inmediato apunta decididamente hacia un significado
simbólico, dada la sobrecarga de símbolos que implica (la llave, la cadena, el abismo, la
acción de atar, de cerrar, el sello puesto encima). Para interpretar ?mil años? en sentido
realista, deberíamos encontrar en el contexto indicaciones específicas en este sentido,
tanto más que los números en el Apocalipsis tienen normalmente un valor simbólico, al
punto de constituir una categoría aparte. Además, a este punto del libro, se puede notar
que justamente el número 1OOO ha asumido ya una función simbólica, porque está
implicado en los 144. OOO ya en 7, 4 - 8, ya en 14, 1, sea cual sea el significado que se
ha de atribuir a la cifra 144. OOO" ("Il Regno millenario di Cristo e dei suoi" en: Studia
missionalia, 42 - 1993 - 74).
Además recuerda que "el grupo terminológico ?reino?, ?reinar?, ?rey? todas las veces
que aparece en el Apocalipsis, lleva a la conclusión de que su significado de fondo no es
el de un reino gozado, sino el de un reino que se ha de alcanzar" (ibid. , 76, n. 25). Por
donde se confirma que el "reino de mil años", lejos de ser considerado como una meta
ya lograda, apunta más bien al reino de Cristo que todavía se va desplegando, sin haber
obtenido su acabamiento aún en esta historia.
Analizando, más adelante, la noción de "poco tiempo", que parece "suceder" a los mil
años: ("Después de los cuales será soltado por poco tiempo": 2O, 3), descubre su
relación con el "tiempo breve" de 6, 11, como se lo hizo más arriba en nuestra
exposición y con la misma expresión de 12, 12. En todos esos pasajes se alude a la
actividad descalificada del dragón contrapuesta al poderío ilimitado de Cristo. Se está
indicando su precariedad de carácter cualitativo y no cronológico. "Es lo que volvemos
a encontrar en nuestro texto. El ?tiempo breve? contrapuesto a los ?mil años?, no indica
una duración, sino es más bien una calificación de debilidad y exigüidad atribuída a la
presencia de lo demoníaco activo y perturbador en la historia del hombre" (ibid. , 77 -
78). Y, "dado que las dos indicaciones cronológicas ?mil años? y ?tiempo breve? son
sólo de tipo cualitativo, sin una relación con la duración real, también será simbólica y
cualitativa su sucesión ("Después de los cuales. . . "), que por consiguiente no podrá ser
calculada en términos realistas ni situada en el tiempo.
Por eso, la sucesión en el texto de: "tiempo breve" después de los "mil años" no implica
una alternancia cronológica sino un símbolo que acentúa la heterogeneidad cualitativa:
la presencia de Cristo y de lo demoníaco, en el mismo arco de tiempo cronológico, son
radicalmente distintas, no siendo mezclables y dándose entre ellas un antagonismo
absoluto (ibid. , 78).
Tal vez se sienta la siguiente inquietud: si los mil años y el breve tiempo son
simultáneos, indicando la nomenclatura solamente aspectos cualitativos y no
cronológicos, ¿porqué el autor no lo dice claramente, en forma parecida a ésta: "El reino
dominado por Cristo (mil años) sentirá concomitantemente el asalto de Satán, aunque ya
desvigorizado y en modo alguno vencedor"?
Al escribir: "meta tauta" (después de estos - mil años -) para introducir el "poco tiempo"
(2O, 3), está usando la partícula "metá" de modo semejante al que emplea en 7, 9:
primero: recuento de los 144. OOO sellados de todas las tribus de Israel; "meta tauta",
después: una innumerable multitud. No es una transición cronológica, sino un orden en
la consideración de un conjunto simultáneamente reunido. Así aquí: en primer lugar: los
"mil años" del poder indeclinable de Cristo; después (meta tauta), en una segunda
consideración del mismo período: el "poco tiempo", concedido al demonio para sus
ataques que nunca vencerán.
Entonces, no habría que traducir, : "Cuando se terminaron los mil años" (Biblia de
Jerusalén), con lo cual se detiene la atención en una sucesión cronológica, sino, como
hace Vanni: "Cuando sean cumplidos los mil años". Vale decir: no se pone el énfasis en
el "punto final de ese período", sino que se lo considera como una totalidad. Esos "mil
años" cumplidos, nunca se verán exentos de la furia feroz, pero ya prácticamente
vencida (poco tiempo) de Satanás.
En este sentido nos ayudan las consideraciones de L. Alonso Shökel: "Aquí realiza el
autor una difícil operación, separando en segmentos temporales lo que nosotros
separaríamos en planos espaciales o en ?dimensiones?. Nosotros decimos que el hombre
?en el fondo, en la raíz? es egoísta y por eso malo (símbolo espacial); el hebreo dice que
es malo ?de nacimiento? (símbolo temporal). El autor dice que durante mil años el
dragáon estará aherrojado y que después tendrá libertad de acción por un tiempo
(segmentos temporales simbólicos); nosotros diríamos que en un plano es impotente y
en otro plano es poderoso. Cualquier intento de milenarismo queda sin apoyo de
antemano"(La Biblia del peregrino - Nuevo Testamento, Bilbao - Estella - 1996, 665).
102. Si bien la actividad sacerdotal de los mártires interesa a este mundo, ellos la
ejercen desde su situación de "muertos y resucitados con Cristo", no en cuanto que se
encontraran reinando por mil años en algún lugar y tiempo determinados de la tierra.
Más o menos en la misma línea (que para los milenaristas, sostenedores de un reino
terreno es de capital importancia, pero que está lejos de surgir del texto mismo), M.
Gourgues ("The Thousand - Year Reign - Rev 2O: 1 - 6): Terrestrial or Celestial?" en:
Catholic Biblical Quarterly, 47 - 1985 - 676 - 681), demuestra que el examen de los
textos hace inclinar nítidamente la interpretación hacia un reino celestial. En efecto, la
palabra tronos (v. 4) en el Apocalipsis prácticamente está siempre en referencia a tronos
celestiales (fuera de este texto: 43 usos sobre 46); los que deben reinar son los
vencedores de la bestia, de quienes se dice en 15, 1 que están en el cielo (relacionar
también con 3, 21); las correspondencias entre 2O, 4b y 6, 9 (cosa que ya hemos
anotado aquí) sugieren igualmente que se trata de almas celestiales y en fin, se tendría
aquí otro ejemplo de la alternancia tierra - cielo frecuente en Juan (ver, por ejemplo: 12,
9 y 12, 1O - 12 o 14, 1 y 14, 2 - 5).
103. "Los acentos importantes e intramundanos que (la salvación futura y definitiva)
tiene dentro del Antiguo Testamento, llevaron en la primitiva cristiandad a una
añadidura en la esperanza trascendente del rino de Dios. Esta añadidura está
representada por el quiliasmo, es decir, la idea de un reino de Cristo que duraría un
milenio. . . Las actuales teologías de la liberación se sitúan dentro de este contexto
histórico del problema" (J. Ratzinger, Escatología, 197 y 198).
Habiendo dirigido el Card. Ratzinger la redacción de esta obra doctrinal tan importante,
no estamos descaminados, si vemos en este número del Catecismo de la Iglesia
Católica, la concretización de la enseñanza proveniente de su obra sobre escatología.
Exponía, en efecto: "El no frente al quiliasmo significa que la Iglesia rechaza la idea de
una plenitud definitiva de tipo intrahistórico o la idea de una perfección interior de la
historia en sí misma. Esto quiere decir que la esperanza cristiana no implica concepto
alguno de una plenitud interior a la historia. Esa esperanza expresa, por el contrario, la
imposibilidad de que el mundo llegue a la plenitud interior. Los distintos elementos
conceptuales que sobre el fin del mundo proporciona la Biblia, tienen en común
precisamente el representar un rechazo de la esperanza de una situación salvífica
definitiva de tipo intrahistórico.