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ETICA COMUNICATIVA

Según Habermas, han sido dos las raíces vitales de su marco filosófico: una
operación en el paladar sufrida de niño. Según su relato, la intervención
quirúrgica le condenó a un aislamiento que le llevó a experimentar la necesidad
imperiosa de comunicación. Frente a lo que defiende cualquier individualismo
miope, típico hoy del neoliberalismo, las personas no somos individuos
aislados, sino en vínculo con otras, en una relación básica de reconocimiento
recíproco, de interdependencia e intersubjetividad.

La única racionalidad humana no es la de individuos que se instrumentalizan


recíprocamente para maximizar sus beneficios mediante estrategias, sino que
existe también esa racionalidad comunicativa, que insta a construir la vida
desde el diálogo y el entendimiento mutuo de quienes se reconocen como
interlocutores válidos.

Así, la ética habermasiana-apeliana, situada en el paradigma lingüístico, va a


ser una reformulación de la ética Kantiana, se pasará desde el yo solipsista y
monológico de la conciencia al nosotros, sujetos constituidos lingüísticamente
que se reconocen como interlocutores validos. El punto de partida no será un
hecho de la conciencia (more kantiano) si no el lenguaje. El cuál, traduce la
universalidad del Imperativo categórico : “ SÓLO PUEDE PRETENDER
VALIDEZ LAS NORMAS QUE ENCUENTRAN ACEPTACIÓN POR PARTE
DE TODOS LOS AFECTADOS, COMO PARTICIPANTES EN UN DISCURSO
PÁCTICO”.

El discurso práctico ha de contemplar unas reglas:

- Forma parte del discurso cualquier sujeto capaz de lenguaje y acción.


- Todos deben tener los mismos derechos y las mismas oportunidades de
argumentar y defender sus posturas.
- No pueden existir coacciones de ningún tipo. Sólo la coacción sin
coacciones del mejor argumento.
- Todos deben intervenir respetando el telos del lenguaje que es el
entendimiento.

Estas reglas generan una situación ideal de habla, donde todo lo


consensuado bajo estas condiciones será considerado como valido. La
situación ideal de habla sirve:

- Canon para la crítica: Crítica todas las comunicaciones distorsionadas


que entre nosotros podemos mantener.
- Ideal regulativo: Nos indica el horizonte donde dirigirnos.

En tiempos en que el emotivismo domina el espacio público desde los bulos, la


posverdad, los populismos esquemáticos, propuestas demagógicas,
apelaciones a emociones corrosivas, urge recordar que las exigencias de
justicia son morales cuando entrañan razones que se pueden explicitar y sobre
las que cabe deliberar abiertamente. Y sobre todo, que el criterio para discernir
cuándo una exigencia es justa consiste en comprobar que satisface intereses
universalizables. Ese es el mejor argumento, el corazón de la justicia.

Para terminar, aunque de modo implícito ya están presente, señaló los rasgos
de la ética comunicativa

Los rasgos de la ética comunicativa son:

- Cognitiva: Considera que los enunciados normativos pueden justificarse


racionalmente
- Deóntologica: De las dos caras del fenómeno moral: Lo bueno y lo justo.
La ética comunicativa se preocupa de los justo.
- Procedimental: Lo que legitimará las leyes ético/política serán los
procedimientos, no los contenidos.
- Universalista: Fundamentará principios universales más allá de todo
contextualismo.
- Formal: No se refiere a contenidos materiales.

POLITICA DELIBERATIVA

La segunda de las raíces biográficas ( junto una operación en el paladar sufrida


de niño; raíz existencial de la ética comunicativa) es la traumática experiencia
de los juicios de Núremberg, tan es así : Que Habermas pasó de abandonar su
vocación originara de la medicina por la filosofía y sobre todo del momento en
que su maestro y amigo Karl-Otto Apel puso en sus manos, en 1953, un
ejemplar de la Introducción a la metafísica de Heidegger, que era el maestro a
distancia. Heidegger justificaba el nazismo como un “destino del ser”, una
coartada que eximía de cualquier responsabilidad personal. Habermas le pidió
explicaciones públicamente, pero el silencio de Heidegger mostró claramente
que la filosofía alemana de la época no podía proporcionar recursos para la
crítica.

Pareciese que Habermas asume como tarea lo que Adorno denominó el nuevo
imperativo categórico de la civilización: “Que Auschwitz no se repita”. Todo
ello, alentado por el déficit democrático y de legitimación en las
sociedades post-industrializadas ( caracterizadas por el hecho del
pluralismo) y las tensiones que anidan en la esfera pública.

Habermas pretende, en su modelo de democracia deliberativa, conciliar las


herencias de dos tradiciones políticas fundamentales: el liberalismo y el
republicanismo. Aun siendo la libertad negativa y los derechos liberales -que
intentan garantizar la no interferencia del Estado en los asuntos privados- el
basamento de la autonomía privada porque blindan los derechos del individuo,
nuestro autor expresará su anhelo de lograr cotas crecientes de libertad
positiva, entendida como autonomía pública, colectiva, basada en la
participación y la deliberación de todos los ciudadanos en la esfera pública.
Este rasgo lo identifica con el republicanismo que consiste en recuperar lo que
Benjamin Constant denominó la libertad de los antiguos frente a la de los
modernos.

Podemos caracterizar la democracia defendida por Habermas en términos de


inclusión radical: las decisiones públicas conciernen y competen a toda la
ciudadanía y a todos los grupos sociales. Ambas dimensiones de la autonomía,
la liberal de la defensa de la libertad negativa -los derechos individuales- y la
libertad positiva, ligada a los derechos políticos de libertad de expresión,
asociación, etc., son complementarias, igual de importantes y asentadas,
además, en un origen común.

¿Por qué apostar por la democracia deliberativa frente a otras opciones como
la liberal o la republicana? La democracia deliberativa muestra su principal
ventaja respecto a la legitimidad: las instituciones pueden reclamar para sí el
ejercicio del poder, esto es del poder legítimo, porque sus decisiones
representan de manera igualitaria el punto de vista y los intereses de todos.
Esta condición solo puede satisfacerse si tales decisiones están abiertas a los
procesos de deliberación pública entre ciudadanos libres e iguales. A fin de
cuentas, es trasladar los otros ámbitos de la racionalidad practica:
Derecho y política, el nuevo punto de vista moral de la ética comunicativa

Desde los años ochenta hasta el presente , Habermas continúa incansable en


la tarea de fomentar una esfera pública polifónica desde la teoría y la práctica
con las miras en el futuro de un proyecto kantiano de orden cosmopolita que
para Habermas pasa por una apuesta decisiva en la Unión Europea en el cual
está volcado, mirando con decepción al freno a la Europa social y política.

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